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La pirámide de la sociedad peruana

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La pirámide de la sociedad peruana.

«La discriminación, en su sentido más amplio, es el

principal freno del Perú.»

Este artículo fue publicado en «Lo moderno y la exclusión», capítulo 4 de La arqueología de la

modernidad, DESCO, Lima, diciembre de 1998

Autor: Oscar Ugarteche

E-mail: [email protected]

Oscar Ugarteche nació en Lima, creció en Arequipa, se educó en Nueva York y Londres.

Actualmente reside en México.

Es ensayista y autor de la novela "Babilonia la Grande", Alfaguara, Lima, 1999; "La Arqueología de

la Modernidad", DESCO, Lima, 1999, 2da ed, set 2000; "India Bonita (o del amor y otras artes)",

MHOL, Lima, 1997. Se gana la vida como economista financiero internacional. Fue uno de los

fundadores del Movimiento Homosexual de Lima (MHOL) en 1982.

En la solapa de este libro de Oscar Ugarteche dice: «Este es un ensayo sobre la realidad

peruana de fines del siglo XX. En un ejercicio de reflexión sobre la modernidad y la realidad

de ésta en el Perú actual, el libro (re)construye una visión nacional desde la diversidad y

(re)presenta un país tensado por sus propias contradicciones sociales, raciales y

simbólicas.»

La sociedad peruana es estamentaria. Se construye como una pirámide donde se montan los

que tienen mayor poder sobre los que tienen menos poder, y en la cúspide se asientan los blancos,

varones, heterosexuales, saludables y con dinero. Ésta es una tara del siglo XVIII según unos y del

siglo XVI según otros. Los estamentos se consolidan sobre la base de ingresos económicos, pero,

además, de simbología social. Quijano (1980) ya planteó el problema de la dominación cultural en

el Perú. Heller (1988) sugiere que las sociedades premodernas son jerarquizadas. Pero añade que

en este tipo de sociedad pensar en la igualdad es imposible porque nadie se puede imaginar estar

en la posición del otro. Quizá por eso es que el «trepar» tiene las características especiales que se

encuentran en el Perú. «Cholear», eleva socialmente al que tiene menos, por ejemplo, como

sostiene Twanama. Puede ser que el que «cholea» tenga pocos ingresos, mas el mero hecho de

mostrar discriminación lo afirma socialmente. En las clases altas ha surgido un fenómeno nuevo: el

hablar de los «caras de huaco» o de los «indígenas» con referencia a lo traicionero y de mal olor.

Éstas sí son las clases altas, blancas, ricas, etc. Ésta es la expresión del Poder que se esconde

detrás de la fachada según la cual en el Perú no hay racismo. No «cholean» strictu senso.

Digámoslo así: «cholear» se ha proletarizado y la discriminación se ha sofisticado. De allí comienza

el sistema de discriminaciones hasta el piso de los excluidos, o dominados excluidos para ser aún

más exactos. El dominado excluido no tiene derecho a nada y provoca la discriminación absoluta

del resto de la sociedad. De este modo, por ejemplo, la mujer quechuahablante es dejada de lado,

los niños y niñas quechuahablantes son dejados de lado, y más abajo están los ashaninca y las

tribus de la selva. Y más abajo aún, los ashaninca analfabetos, homosexuales, y así de manera

escalonada se desciende hasta el último círculo del infierno. La lógica de la administración de la

salud parece obedecer a la cúspide de la pirámide del Poder, que a su vez no es quizá blanco si

bien se conduce como si lo fuera. Y entonces los funcionarios públicos hacen caer el peso de su

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ínfimo poder sobre cada uno de los pacientes que llegan a una posta médica que ya fue

discriminada por estar en zonas de pobreza o extrema pobreza, quechuahablante, en la sierra, y

que por lo tanto reciben ingresos muy magros del gobierno central. En estos tiempos, una

operación de apéndice en Huancavelica en un hospital publico le cuesta al paciente 500 soles.

Los prejuicios se materializan mediante acciones reales sobre

personas reales, quizá sin tomar en cuenta que por el mero hecho de

ser seres humanos tienen el derecho a ser respetados, aunque estas

personas tengan vidas que pueden valer cero en términos de

productividad marginal. Ojalá la productividad de las personas les

confiriera la esencia de seres humanos. La propiedad tampoco da

esa esencia. Por eso es esencia. Las discusiones sobre el alma de

los indios acabaron en el siglo XVI, aunque actuemos todavía como

si los blancos o blanqueados tuvieran alma y el resto no importara. El

principio de la discriminación es fatal para estos fines, aunque los

libertarios insistan en que el derecho a discriminar es un derecho natural, porque el mercado

discrimina. En una sociedad plagada y trabada por las discriminaciones, es una inmoralidad,

insisto. Sea discriminación pública o privada. Y se ve acentuada en la lógica de que el que más

tiene, más puede, que rige hoy en día más que nunca, aunque rigió siempre.

El otro lado de esta cultura es no expresar la realidad. En el mundo del siglo XVIII la apariencia y lo

simbólico de la condición social eran elementos como la cortesía al extremo, ceder ante lo

extranjero (siempre mejor, por blanco y por extranjero), no decir que no jamás (porque es de mala

educación), no preguntar mucho (por no ofender), jamás decir lo que se piensa {por no delatarse).

Esto aparece claramente reflejado en las Tradiciones peruanas de Ricardo Palma. Cuando esta

actitud se traslada al mundo del siglo XXI, torna medio complicado hacer negocios, por ejemplo.

Traten de comprar una casa en Cusco y verán cómo el precio muta cien veces, y a la hora de la

firma se termina en que el vendedor no vende, comprador cheque en mano y todo. Peor, hagan

que un candidato sea relativamente fiel a su discurso político. Jamás. Que alguien piense en el

«interés nacional». Nunca. Por último, mirar el mundo, tener una visión del mundo... Imposible.

Miramos el mundo sólo de costado y tras una tela. No hay un Instituto de Relaciones

Internacionales en un país de 23 millones de habitantes, con 4,000 Km de costa y cinco fronteras

vivas, Y muchos han tratado de hacer eso. Es una imposibilidad. Tener análisis internacionales

interesantes en los medios, imposible. Sólo los importados. Tener una posición negociadora. ¿Una

posición? Imposible, es de mala educación. Estas son taras que cuando las juntamos con los

sistemas de discriminación acaban en que somos una sociedad de descuartizados entre el siglo

XVIII y el XXI. Hemos entrado al siglo XXI con estas taras que son tan insoportables como la

brutalidad y la prepotencia con que los que no tienen poder expresan el escaso poder que tienen

(dieciséis soldados descuartizando a dos estudiantes japoneses porque se pasaron un puesto de

vigilancia en la selva y no hablaban castellano, por ejemplo). Un chofer de combi que voltea a la

izquierda estando en el lado derecho de una avenida principal en cualquier ciudad del país,

igualmente abusa de su escaso poder (y es un peligro público). Un guachimán... etc. En el siglo

XVIII colonial no existía el respeto por el otro, porque el «otro» no existía. Mientras en París se

discutía la igualdad, la fraternidad y la libertad, en las colonias ondeaba la bandera de los reinados

europeos, con toda la estupidez (parafraseando a Henrique Urbano) posible.

El nuevo Perú que emerge, con sus fragmentos, trae consigo la realidad de la dispersión en

beneficio de la globalización. El proceso de desindustrialización, la reprimarización de las

exportaciones, la autogeneración de empleo, la juventud de la nueva población, las consecuencias

El principio de la

discriminación es fatal

[...], aunque los

libertarios insistan en

que el derecho a

discriminar es un

derecho natural porque el

mercado discrimina.

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de las migraciones de la sierra a la costa y la selva de décadas anteriores, las consecuencias de la

guerra interna de 1981 a 1992, la nueva y fuerte presencia de mujeres en la fuerza de trabajo, la

reaparición de epidemias son parte de lo nuevo. Algunos de los temas tienen un amargo sabor a

antiguo y olor a rancio. Tanto como el regreso de la pacatería (del siglo XVIII) al poder político (hay

que rezar el rosario, qué vergüenza) en nombre de lo liberal. Los defensores de las políticas así

llamadas liberales afirman para el siglo XXI el poder perdido desde el siglo XVIII. Son unos

conservadores reaccionarios que están dispuestos a conferir a los prejuicios del siglo XVIII patente

de corso para gobernar mejor un país dividido. Todo esto en nombre del individualismo.

Cuando la diplomacia económica no se utiliza en

beneficio del bien común y el modelo de crecimiento

da muestras de no ser distributivo, las cifras del PBI

son maquilladas y las estadísticas sociales están

suplantadas, la realidad golpea a la puerta. Para

atender a esa realidad se constituyen programas de

focalización, de erradicación de la pobreza, o

programas de lucha contra la pobreza. O, mejor todavía, se actúa como si nada pasara. Carreteras

y escuelas resuelven el problema, siguiendo el lema del dictador Machado en las elecciones

cubanas de 1934. Sólo que no estamos en Cuba y tampoco en 1934. La articulación del mercado

interno mediante las carreteras es un requisito del desarrollo, sin duda. Pero no es el único. La

construcción de escuelas y postas medicas es una demanda social. Una demanda mayor:

escuelas equipadas, cuyos maestros tengan un salario digno y los alumnos capacidad de estudiar,

y postas con medicamentos que mantengan la salud del cuerpo y no la esperanza perdida.

Para poder tener políticos modernos, primero hay que tener una apreciación moderna de la

política. Los peruanos no la tenemos, porque carecemos de una visión moderna de nosotros

mismos. El siglo XVIII vive aún porque no nos queremos y no estamos reconciliados con nuestras

diferencias étnicas, sociales, culturales, históricas, raciales y geográficas.

1. La geografía y el género de la pobreza

El Perú es un país que vive de espaldas a su pasado glorioso, del cual se enorgullece

mostrando las ruinas de las culturas inca y pre-incas. El pasado glorioso es la vergüenza del

presente y lo que hay que olvidar, cubrir, distorsionar, homogeneizar, y «blanquear». La geografía

de ese pasado glorioso está en la sierra: desde las ruinas apoteósicas de Machu Picchu y

Ollantaytambo hasta Chavín de Huántar. Ése es un pasado tan vergonzante en el presente, que

los departamentos más pobres del país son: Cajamarca, Huancavelica, Apurímac, Amazonas,

Huánuco, Puno, Cusco y Ayacucho. Salvo Cajamarca, todos los otros sumados no llegan a

representar el 12% del PBI del país. Podríamos hacer desaparecer esos departamentos más

Tumbes (0.52% del PBI total) y no pasaría nada. Ucayali y Madre de Dios igualmente podrían

desaparecer (1.2% del PBI total) sin generar un problema económico. Posiblemente sería un alivio

porque es probable que en términos neoliberales se esté subsidiando a estos departamentos, que

representan un costo y no obtienen beneficio. Claro, allí están los yacimientos mineros y esos sí

son importantes. La gente que habita allí, aparentemente no. En términos de la racionalidad

económica vigente, estos departamentos podrían convertirse en huertos o jardines, la población

podría ser ahogada en el río, y todos seríamos más felices y más ricos. De allí que no haya

políticas de desarrollo. Es más, mientras menos desarrollo, mejor. Se hace un uso más racional en

términos costo beneficio del que se hizo nunca.

El siglo XVIII vive aún porque no nos

queremos y no estamos reconciliados

con nuestras diferencias étnicas,

sociales, culturales, históricas, raciales

y geográficas.

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Si el mercado no se ocupa de la población, mala suerte.

Parece que las glorias del Tahuantinsuyo y la fortaleza de

la cultura aimará no nos acomodan a los costeños. Que el

colapso del sistema de haciendas bajo el cual se

desarrollaron, o no, los espacios de la sierra y sus

poblaciones, no han sido asumidos con modernidad. Es

decir, no son parte del mercado, ni son parte de la atención

del Estado para el desarrollo. No tenían siquiera carreteras asfaltadas hasta la década del 90,

aunque desde el gobierno del Gral. Odría se hicieron las carreteras afirmadas. Asfalto en la costa y

tierra afirmada en la sierra era una lógica que mostraba la opinión pública de consenso sobre lo

que la sierra merecía. Fue la opinión política nacional la que llevó a ese tipo de desarrollo.

La articulación entre la sierra y la costa mediante proyectos mineros, desde el sigloXVI, y más aún

desde el siglo XIX, no ha dado como resultado ninguna mejora en las condiciones de vida de la

población de esas partes de la sierra. Las riquezas de mercurio y la plata de Huancavelica, que

dieron pie al moderno Tren Macho a fines del siglo XIX, dejaron al departamento en un estado tal a

fines del sigloXX que los alcaldes bajaron a Lima a caballo en 1997 para dialogar con el presidente

de la República... y éste no los recibió. La metáfora se podría repetir casi para cada departamento,

y para cada distrito de cada departamento. El resultado de la marginación y la falta de

incorporación a la vida económica nacional, conforme el desarrollo económico embargaba a la

costa en las décadas entre 1950 y 1970, fue la migración de los varones, jefes de familia. Este

fenómeno produjo una feminización de la pobreza en la sierra rural desde la década del 70. La

interrogante es por qué, luego de la reforma agraria, la migración a la costa y la selva se mantiene

en las décadas del 70 y 80.

Si bien la negación de la sierra —antes y después de la reforma agraria— es mayor que la

negación de la selva en cuanto aporte económico, no lo es en cuanto aporte cultural. La selva se

encuentra relegada como producto de su propia geografía y de la falta de esfuerzos estatales por

articularla al resto del país. El tren de la Sierra Central debió terminar en Tingo María. Ni siquiera el

tren llegó allí. Quedó como una zona aledaña que vino a ser reconsiderada en los años sesenta

con la propuesta de construir una carretera marginal de la selva que uniera las diversas partes de

la selva alta y se entroncara con carreteras transversales que salieran a la costa. Ése fue un

proyecto frustrado. Las migraciones a la selva y los esquemas de colonización quedaron

igualmente truncos. No fueron revalidados los pueblos que moran en esos espacios donde

conviven decenas de culturas estudiadas por diversos institutos como el CETA de Iquitos, por

ejemplo. Quedó como un espacio que un grupo de investigadores y misioneros estudian para

revaluar la cultura. Para la sociedad peruana quedó abandonada hasta la llegada del narcotráfico,

cuando adquirió importancia por las razones equivocadas. Y pasó de la categoría de muy pobre a

pobre. Los departamentos en esta franja son: Ancash, Madre de Dios, Loreto, Pasco, San Martín y

Ucayali. La historia reciente nos indica que el ascenso de muy pobres a pobres se logra con el

incremento de la producción de hoja de coca, y el auge de Sendero Luminoso que brotó con

violencia en esas zonas, la excepción siendo Loreto. Los departamentos que tienen mayor aporte

de PBI que de población son los vinculados al narcotráfico en la categoría de pobres. En términos

de la teoría marginalista, los departamentos cuya contribución al PBI es menor que su contribución

poblacional, restan al PBI nacional y por lo tanto son una carga para el resto del país. La realidad

política es que dichos departamentos están siendo descartados, mas la población está allí

presente y es sujeto de derechos civiles y políticos, además de contar con derechos económicos y

sociales. Tienen un capital cultural alto y, como todos los seres humanos, derecho a una vida

digna. Éste es un horror ante el cual los peruanos de principios del siglo XXI debemos estar

Si el mercado no se ocupa de la

población, mala suerte. Parece que

las glorias del Tahuantinsuyo y la

fortaleza de la cultura aimará no

nos acomodan a los costeños.

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conscientes de la importancia que debe tener el desarrollo de todos los peruanos y de todas las

regiones para el futuro del país. La integración del Perú como un solo país comienza por su

integración física para llevar a la convivencia plena de culturas diversas de costa, sierra y selva,

hasta hoy segmentadas por las raíces históricas del pasado milenario en el espacio nacional.

Luego tiene que venir el desarrollo para cerrar las inmensas brechas, donde Lima tiene el récord

de aporte al PBI nacional y todo lo demás es ínfimo o muy pequeño.

La geografía de la pobreza muestra que a largo plazo los hombres dejan a las mujeres en el

campo, donde ellas siguen trabajando la tierra. La reunificación familiar ocurre con una distancia de

20 años {1972-1993). Las mujeres tienden a seguir a los hombres veinte años después de que

ellos las han dejado atrás. En consecuencia, existe una distribución normal de las regiones

geográficas donde hay más mujeres que hombres en 1993. Es decir, aunque las mujeres llevan la

carga de la extrema pobreza en el campo, a largo plazo migrarán y se convertirán en urbanas

pobres(31.9% en Lima y 22.3% en la costa urbana). Esto no ocurrirá con 1a migración de Ia sierra

a la selva, donde las mujeres no migran, aparentemente.

Los departamentos no tan pobres o aceptables son los departamentos de la costa y Junín. Junín

es conocida como una zona de comerciantes y está articulada a la economía costeña mediante la

agricultura. Huasa Huasi es la capital de la semilla de papa que se usa en la siembra en la costa,

por ejemplo.

Según el mapa de la pobreza elaborado por FONCODES, hay cuatro categorías de departamentos

o divisiones civiles del territorio en el Perú: muy pobre, pobre, no tan pobre y aceptable. La división

se hace de acuerdo al porcentaje de población rural que hay en el área geográfica. A mayor

participación rural, el área es considerada más pobre. Este criterio es tomado en consideración por

FONCODES/UNICEF (1994). Lo que he hecho es utilizar la metodología de Naciones Unidas para

ver los indices de masculinidad (número de hombres por 100 mujeres) por departamento. Lo

primero que la evidencia presenta es la situación poblacional entre rural y urbana, y la he

comparado entre 1972 y 1993.

Los muy pobres incluyen: Cajamarca, Huancavelica, Apurímac, Amazonas, Huánuco,

Puno, Cusco, Ayacucho. Estas áreas siempre han tenido 50% de su población en el sector

rural. Se ha reducido de un rango de 86% a 63.3% en 1972 de la población rural del sector

a 75.3% y 51.9% en 1993. Todos estos departamentos son andinos menos Amazonas, en

el borde de la selva, que es mitad andino y mitad selvático.

Los pobres incluyen Ancash, Madre de Dios, Loreto, Pasco, San Martín y Ucayali. El rango

fue de 60.1% a 43.8% de su población en el sector rural en 1972 a42.6% y 34.9% en 1993.

Estos son todos departamentos selváticos menos Pasco.

Los no tan pobres incluyen Junín, La Libertad, Piura y Lambayeque. El rango va de40.5%

a 27.3% de su población en el sector rural en 1972, a34.5% y 22.9% en 1993. Estos son

todos departamentos costeños menos Junín.

Los aceptables incluyen a Moquegua, Ica, Tumbes, Arequipa, Tacna, Lima y el Callao,

donde menos del 20% de la población permaneció en el sector rural en 1993. Los rangos

se han reducido de30% y 2.5% en 1972 a17.2% y 0.1% en 1993. Éstos son todos

departamentos costeños.

En promedio, la población rural del Perú se ha reducido entre 1972 y 1993, de40.5% del total de la

población a29.9%. La población urbana del Perú es un poco mayor que en el resto de América

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Latina,79.1% vs. 77%-78% para América Latina como un todo (Naciones Unidas, 1995). En todo

caso, el proceso de urbanización es un indicador de modernización. Las sociedades modernas son

urbanas y los centros urbanos están mejor provistos para brindar servicios básicos, empleo y

esparcimiento que el campo, sin duda alguna.

Luego [...] vemos el número de mujeres por cada 100 hombres en áreas urbanas y rurales. Parece

que hay un cambio en el número de mujeres por cada 100 hombres al paso del tiempo. En 1972

había más hombres que mujeres en el país (99.5 mujeres por 100 hombres). Las regiones muy

pobres tienen índices de mujeres por hombres mucho más altos, evidenciando que los hombres las

dejan atrás en el campo, cuando emigran a otras regiones menos pobres.

Después de una década de reforma agraria, en 1981, al comienzo de las actividades de Sendero

Luminoso, el proceso de migración y el desbalance hombre-mujer continúa igual para los muy

pobres. Era el quinto año de la declinación económica que había empezado en 1976 y los hombres

emigraron a Madre de Dios y Pasco debido a la minería, y a San Martín, Loreto y Ucayali para

cultivar coca.

La década de la guerra no cambia el patrón de migración y el balance de mujeres por cada 100

hombres permanece casi igual en 1993 que en 1981 para los departamentos muy pobres, con

excepción de Puno y Cajamarca donde se recupera el balance, quizá porque las mujeres siguieron

a sus hombres.

La migración hacia la zona productora de coca aumentó, resultando así una reducción de las

mujeres por cada cien hombres, de 91.3 a 87.6 en San Martín entre 1981 y 1991 y de 92.9 a 90.6

en Ucayali en el mismo período.

La migración sostenida parece característica de los departamentos no tan pobres. La Libertad y

Lambayeque tienen una relación de más de 100 entre las mujeres y los hombres (103.5 y 104.8).

Se ha deteriorado desde 1972, después de la reforma agraria, y no ha recuperado su equilibrio,

mostrando un flujo de salida permanente de hombres.

Lima, el punto favorito por la migración, muestra que hay 104.3 mujeres por 100 hombres y que

dos fenómenos pueden estar ocurriendo: la migración de mujeres a Lima desde los departamentos

muy pobres, puesto que sus hombres emigran para producir coca u obtienen sus ingresos en la

minería durante los años de la guerra (1981 a 1992) ; y los hombres emigran de Lima hacia fuera,

dejando a las mujeres atrás, siguiendo el mismo patrón doméstico. En 1993, Lima (104.3) tenia

uno de los porcentajes más altos de mujeres por 100 hombres, sólo después de Ayacucho (105.1),

y Madre de Dios (104.5). Los departamentos fronterizos parecen atraer migrantes hombres y en

Tacna, Tumbes y Moquegua en 1993 hay más hombres que mujeres.

Se debería señalar que los mayores desbalances generados por la migración desde por lo menos

los años 70 (aunque tal vez desde antes) no están de ninguna manera afectados por los

programas de retorno después de la guerra. El número total de los que han retornado en 1995-

1996 es de 2,960 personas distribuidas por Ayacucho, Huancavelica, Apurímac y Junín, de un

estimado total de 600,000. Esto quiere decir que los programas del gobierno para poblaciones

retornantes no son lo suficientemente atractivos y numerosos para incluirlas a todas. Desde la

evidencia de largo plazo, parecería que la guerra aumentó la tendencia a la migración, aunque la

mantuvo en los rangos que existían desde 1972. Para dar una idea de la situación, digamos que

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Lima duplicó su población entre 1971 y 1993 debido a la migración. Cusco la incrementó, Arequipa

y Huancayo mostraron aumentos significativos y en menor medida lo hicieron otras áreas urbanas

de la costa.

Se podría decir que en líneas generales el pasado glorioso inca y pre-inca es hoy un territorio

abandonado donde hay una población irrelevante, que habla un idioma de segundo nivel, que es

campesina y por lo tanto no demanda políticamente como los actores sociales en los centros

urbanos, y está constituida en gran medida por mujeres, con lo cual, incluso si demandaran,

tendrían poca relevancia.

Se podría afirmar, por lo tanto, que el Perú que entra en la

globalización hereda una tara que se acentúa. La tara no

es de la población que vive en estas regiones, sino de la

clase política y de la sociedad costeña que persevera en

ignorar lo que queda arriba del cerro o detrás del cerro, en

una referencia evidente a la planicie arenosa de la costa.

La respuesta de las poblaciones a esto es el regionalismo

cerrado que se observa en Cusco, donde el forastero es

mal visto y mal recibido, aunque no su dinero. La respuesta desde el gobierno moderno de los 90

es construir carreteras, postas médicas y escuelas. FONCODES pavimenta, construye puentes;

Infes construye escuelas; el Ministerio de la Presidencia instala postas medicas. ¿Es eso atender la

pobreza? ¿La pobreza no es acaso la falta de capacidad adquisitiva para cubrir el consumo básico

de la persona y/o de la familia? ¿Tiene relevancia este tipo de proyectos en el corto plazo sobre la

pobreza de las poblaciones atendidas por los proyectos? En el largo plazo es irrelevante porque se

produce la migración. Es necesario invertir en actividades productivas y asistir a los campesinos en

el aumento de su productividad agrícola.

2. La demografía y la política de la exclusión

Este texto forma parte del documento «The Dynamics of Exclusion: The Peruvian Case»

elaborado para Project Counselling Services en coautoría con Eduardo Cáceres de Aprodeh.

El profesor Gerschenkron (1952) discute que lo que le da un sentido de valor a una persona

está relacionado con el nivel de ingresos que esta persona recibe, porque es mediante sus

ingresos que la persona siente el valor que él o ella

tiene en la sociedad. Desde ese punto de vista, el

sentido de autoestima y los derechos ciudadanos

están relacionados con los ingresos. ¿Qué pasa

cuando los niveles de ingreso son bajos? La persona

se considera poca cosa. ¿Qué pasa cuando la

persona no tiene empleo? La persona es excluida, no

pertenece a una red social, pierde sus derechos. En algún grado, los filósofos clásicos liberales

asocian los derechos con la propiedad. Es una apreciación subjetiva de la relación que existe entre

ingresos y derechos humanos.

¿Qué ocurre en lo económico cuando una persona tiene empleo y no le alcanzan sus ingresos

para vivir? Trabajan los niños y niñas para complementar el ingreso familiar y entonces comienza

un tema espinoso que afecta la moral de la nación. El punto de partida es que el trabajo infantil

creció como resultado de la depresión expresada como perdida del empleo, ingresos y nuevas

inversiones en los países latinoamericanos. El Perú, en este marco, tiene la envidiable posición de

Se podría decir que [...] el pasado

glorioso inca y pre-inca es hoy un

territorio abandonado donde hay

una población irrelevante, que

habla un idioma de segundo

nivel...

En algún grado, los filósofos clásicos

liberales asocian los derechos con la

propiedad. Es una apreciación subjetiva

de la relación que existe entre ingresos

y derechos humanos.

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líder en América Latina en la caída de los ingresos, con 32% de caída en tres años: 1988-1990.

Empero, la caída de los ingresos no expresa la caída en las remuneraciones. En el Perú, al menos,

las remuneraciones en términos reales cayeron 80% en Lima y 30% en Chachapoyas entre 1973 y

1994. Se observa una ligerísima recuperación a partir de 1993. Huelga decir que las

remuneraciones son mayores en Chachapoyas que en Lima en 1994. Esto se relaciona con la

actividad del narcotráfico en el área de Chachapoyas. Los promedios nacionales —si es que se

pudiera hablar de promedios en esta amplia gama— de caídas, son de 75% de caída para los

sueldos entre 1973 y 1994, y algo similar para los salarios. Además, el empleo decreció. Es decir,

menos personas perciben un sueldo o un salario. La PEA creció en cerca del 73%, de 4.5 millones

de personas a 7.8 millones de personas entre esos dos años. La proporción empleada, de acuerdo

a los datos del INEI, bajó de 65/o de la PEA a 16% entre 1982 y 1994, para los que ofrece

información homogénea. Debe ser mayor el empleo adecuado en la década del 70, pre-crisis.

Se puede afirmar con toda certeza que la depresión económica peruana, inscrita en la depresión

económica latinoamericana, empobreció a todo el país con las excepciones notables de algunos

pequeños sectores cuyos ingresos provenían de utilidades. El peso de las utilidades en el ingreso

nacional, hasta donde queda registro de ello, aumentó al 50% del PBI en 1990. Se extrapolaron los

niveles de vida. Con la recuperación, lo que se observa (aunque no hay datos aún que permitan

sustentarlo) es que alrededor del 10% de la población se ve beneficiada preferentemente. Es

aquella sujeto de crédito. La prueba de esto es el número de tarjetas de crédito emitidas, que suma

480,000. Esto no corresponde al número de familias sino de personas y/o empresas. Se podría

decir que son dos millones de personas naturales las que se benefician del crédito de forma directa

e indirecta, y éstas representan el área de beneficio preferencial de la recuperación económica. El

resto quedó excluido del crédito y de los beneficios de la recuperación, del empleo y de las mejoras

de la salud. Los observan desde el margen.

Las edades de la población en cuestión son relevantes porque los niños y niñas de menos de 15

años que trabajan sumaban 1.2 millones en el Perú en 1996. Tomando como referencia etárea el

año de 1993, esto representa el 14% de los niños y niñas peruanos. Representa alrededor de un

16% de la PEA adicional a la PEA registrada, que genera ingresos a la familia en un rango de

actividades que va desde el trabajo legal hasta la delincuencia, pasando por una combinación de

ambos, Se conoce que la banda poblacional entre los 15 y 25 años representa alrededor de 30%

de la población total, con lo que dos tercios del país tiene menos de 25 años. Se puede decir que

la sociedad ha envejecido porque hay más población mayor de 64 años y menos población de

menos de 14 años. La banda etárea intermedia creció, siendo urbana en gran medida, fruto de las

migraciones antes descritas. Ésos son los jóvenes de hoy, urbanos e hijos de migrantes.

En este marco debernos entender que lo que ha ocurrido con los derechos humanos en el Perú

tiene que ver con la falta de valor económico de las personas. La gente no importa. La sociedad no

interesa. Interesan los tarjeta de crédito habientes, con rango de

ciudadanos consumidores. El resto es descartable. Las

violaciones de los derechos humanos son vistas como

detenciones arbitrarias, secuestros, matanzas de personas

inocentes. Lo hemos observado en el Perú, sobre todo en los

departamentos catalogados como muy pobres[...]. Esto se ha

reducido en los años 90. El problema con este acercamiento a

los derechos humanos es que metafóricamente infiere que la

ausencia de crimen es la vuelta al imperio de la justicia. El

chantaje, la intimidación y el miedo pueden asemejar la aparición de «la ley y el orden», y el

subempleo y los bajos sueldos cubren la semejanza con una economía

donde todos los trabajadores son valorados y respetados. Los niños y niñas crecen fuera del

espectro de la ley y el orden o con ésta en su contra, porque el trabajo infantil está penalizado. Allí

... lo que ha ocurrido con los

derechos humanos en el Perú

tiene que ver con la falta de

valor económico de las

personas. La gente no

importa. La sociedad no

interesa.

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comienza a construirse una nueva imagen del Perú para los jóvenes de hoy. Los hijos de los

sectores de mayores ingresos en la sociedad no tienen esta percepción sino que se ubican en la

parte dominante de la misma, acrecentándose así las distancias entre peruanos, que de suyo eran

grandes en el punto de partida de 1990, cuando se inicia 1a «globalización» y «modernización».

En el Perú hay una falsa percepción según la cual «ser moderno» es sinónimo de la rápida

incorporación de tecnologías, y el establecimiento de nuevos escenarios para el país. Para lograr

esto «se requiere de autoritarismo», porque hay un problema de «falta de gobernabilidad». Éste es

el sentido común que ha reelegido a Fujimori una vez y que podría reelegirlo por segunda vez, en

una espiral que da la razón a quienes afirman que el Perú necesita un dictador porque no sabemos

cómo vivir con nosotros mismos.

Los procesos de modernización en toda la historia han sido limitados, dado que los ciudadanos no

se consideran sujetos de derechos y deberes. No son líberos, personas libres que se relacionan de

manera impersonal con el mercado, debido a las razones teóricas mencionadas anteriormente. Lo

que llevó a la crisis del poder no ha sido una ausencia de autoridad sino el ejercicio irracional de la

misma. La pregunta sobre los derechos humanos en el Perú remite entonces a la pregunta sobre la

modernización del Perú, su cultura y su política.

3. La República sin ciudadanos

El sistema tradicional de dominación que ha prevalecido en el Perú hasta mediados del siglo veinte

suponía falta de equidad entre los peruanos. La ciudadanía era un reconocimiento formal,

restringido por la raza, clase, religión, opción sexual, género y nivel de ingresos. Todo lo que se

desvía de ser varón blanco, heterosexual, limeño, católico y rico es subordinado a este valor

supremo patriarcal. Para los subordinados —todo el resto de la sociedad— la impunidad ha sido

una constante en los casos de abuso o crímenes cometidos por los dominantes. En el Perú, los

ingresos no aseguraron la inserción en el Poder; y la movilidad social tuvo un límite y un techo en

términos de Poder. El dinero «blanquea», aunque no es todo lo que se requiere para pertenecer al

Poder. Esto ha sufrido algunos cambios en los últimos treinta años, derivados de los efectos de la

reforma agraria y de la gratuidad de la educación universitaria. Eso explica la posibilidad de que

exista un presidente de la República hijo de migrantes japoneses, así como ministros de diferentes

grupos étnicos. Son cambios que auguran un país mejor integrado. La actuación pública del hijo de

migrantes ha calcado la conducta del patriarca blanco en el desprecio mostrado hacia todo el resto

de la sociedad: la metáfora de los alcaldes de Huancavelica cabalgando a Lima para pedir una

entrevista con el «Señor Presidente», que éste no les concedió, es una metáfora de cómo el

«Señor Presidente» ha adoptado los valores blancos y olvidó los elementos de subordinación que

sufrió como no blanco, pobre, etc. Se lo recordaron en la investigación periodística sobre sus

orígenes. Para afirmar su poder de blanco macho y distante, quien respondió a las preguntas de la

periodista en televisión fue su madre, cuyo castellano es malo, recordándole a la teleaudiencia su

ascendencia humilde y su calidad de persona de origen subordinado. O sea, se puede incluso

manipular desde el Poder la imagen de igualdad del oprimido usando a un oprimido como portavoz

cuando se goza del ascenso social. Esto lo convierte en un miembro de la clase dominante

vergonzante. Cuando deje el poder presidencial, desaparecerá de la cúspide del Poder real. Es

extraño cómo una sociedad rígida puede generar símbolos de poder transitorios y por tanto

producir personas de esta talla. Es la misma sociedad, por cierto, capaz de producir un Sendero

Luminoso aniquilador de símbolos del Poder. Y los que aniquilan son adolescentes.

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La lucha por los «derechos» se basó en la lucha de clases desde 1920. Dos momentos marcan el

paso de lucha los años 20 y los años comprendidos entre las décadas de los años 60-70. Las

luchas por los derechos civiles generaron conflicto con el Estado, el cual reaccionó mediante la

represión. El final de período estuvo marcado por la Asamblea Constituyente de 1978-79, y antes

la Asamblea Constituyente de 1932-33, donde los legisladores trataron sin éxito de relacionar los

derechos a las leyes de la tierra; por ejemplo, encontrar la relación entre el régimen político y el

progreso social.

Después de 1980, las estadísticas de violencia y muerte en el Perú expresaron horror. En trabajos

recientes, Basombrío y Degregori (1997) sugieren que si los escenarios para la guerra no hubiesen

sido en su mayoría Huamanga y Huanta, el Perú hubiese registrado unas 800,000 muertes. La

guerra interna ha sido una guerra «mediática», pensada por ambos lados en términos de opinión

pública en áreas donde nada importaba. Fue una guerra de símbolos donde el terror y el

contraterror fueron armas usadas por ambos lados como armas psicológicas proyectadas al resto

de la sociedad, afuera del escenario de la guerra.

Hasta 1983, la guerra estuvo concentrada en Ayacucho (departamento muy pobre) y áreas

adyacentes. Ese año las fuerzas armadas y los medios de comunicación entraron al conflicto con

la masacre de ocho periodistas en Uchuraccay. Quien hubo ordenado la masacre había calculado

muy bien el impacto: protestas, indignación en los medios de comunicación producto del evento

ocurrido en las alturas de Ayacucho. El deseo de exterminar estuvo claro para todos los peruanos,

Transmitió un terror paralizante a toda la población civil. Todos fuimos los culpables, por ponerlo en

términos del informe de la comisión investigadora. El mensaje contrario fue transmitido por la

masacre de Lucanamarca. Los campesinos aprendieron que Sendero quería la conquista de

subjetividades individuales y sociales. El poder de destrucción, o de defensa, conquista o

restauración era un poder simbólico.

Entonces las tácticas militares de poca monta, como por ejemplo los rastrillajes en los pueblos

jóvenes por parte del ejército, o los asesinatos selectivos y los coches bomba por el otro lado,

actuaban en el simbolismo de Poder y terror. Ambos se basaban en instituciones débiles, en la

ausencia de mediadores y subjetividades endebles. El diagnóstico del Perú que tenia Sendero es

que era semi-feudal, por ejemplo, pre-moderno, sin una sociedad civil diferenciada ni una esfera

pública diferenciada, tomándolo directamente del diagnóstico de Mariátegui para los años 20. El

Estado, según Sendero, estaba en proceso de desintegración, con una tendencia hacia el

autoritarismo, donde la unidad nacional sólo podía ser obtenida con la mediación de la Iglesia y el

ejército, en especial el ejército. El jaque era de ejército a ejército.

El orden y el desorden son indisociables, la violencia permea toda realidad social, al punto que en

la moderna sociedad posindustrial ha surgido una especia de voyeur violentista. Porque la

violencia vende: el criminal, el delincuente, el rebelde, el combatiente, el héroe, mezclado con el

vándalo tipo hooligan, hasta el extraterrestre, son los actores de un nuevo tipo de diversión. Los

juegos de video y el cine han

hecho de ellos los protagonistas más rentables de una

industria que, partiendo del culto al cuerpo proveniente del

deporte, se desliza por la vía del exceso hacia la

arbitrariedad, la locura colectiva, la agresión social salvaje

y el menosprecio por la vida del otro, pues matar resulta

divertido (Vega Centeno, 1997).

... ha surgido una especia de

voyeur violentista. Porque la

violencia vende...

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Los que tienen el Poder, cuentan con un atajo para el proceso de legitimación mediante la

construcción de un consenso que apuesta por el uso de la fuerza. En este marco, la intermediación

social está muy reducida o debilitada. El poder del lenguaje, la religión, las sociedades migrantes y

otros trabajos voluntarios está debilitado. En el Perú esto se expresa en la administración de las

diferencias con el «otro», en tiempos de paz y el uso extremo de la fuerza en tiempos confusos. Es

entonces cuando los militares ingresan como intermediarios. Los «otros» están al lado derecho del

diagrama de exclusión. «Ellos» eran «sacrificables», y son los que perdieron sus vidas debido al

fuego cruzado de la guerra entre Sendero y las fuerzas armadas. Sólo cuando la guerra llegó a

Lima y a sus sectores residenciales se tomó conciencia de que había alcanzado a todos. No sólo

les pasaba a «ellos»: nos podía pasar también a «nosotros».

Hay razones estructurales para la violencia, tal y como hemos visto antes. Hasta los militares y

civiles comprometidos con la guerra estaban al tanto de esto y del discurso de las raíces

estructurales de la violencia que ganó peso durante los años 80. La exclusión era vista en términos

de la extrema pobreza, la discriminación y la marginación. Otros elementos tales como la

interacción en la esfera política han entrado como un argumento a través del trabajo de Rodríguez

Rabanal, quien sugiere que la violencia es la continuación de la política mediante otros medios,

parafraseando a Clausewitz que afirma que la guerra es la continuación de la diplomacia a través

de otros medios. Propone que la vida social continúa con cicatrices de pobreza por medios

destructivos e inéditos. En este sentido la violencia no libera, más bien refuerza la comunicación

ilógica que hay detrás de la sociedad que ha nutrido a la violencia. Esto se manifiesta de varias

formas: desde el letargo, la depresión y las actitudes de sacrificio mediante enfermedades

psicosomáticas, hasta la abierta agresión contra el «ser» y el «otro».

En el ser interior de las personas que dieron

testimonio para el trabajo de Rodríguez Rabanal, los

principios de represalia y la búsqueda compensatoria

por el gran salvador, un mesías, está presente. La

inhibición de la violencia se reduce, puesto que la

violencia aumenta y una tendencia hacia impulsos agresivos de destrucción crece entre la

población. Esto nos permite entender la guerra y la peculiar posguerra. Cualquier ideología puede

llenar el vacío: el senderismo o el libre mercado, siempre que el mesías lo guíe. La meditación

racional de una ética no existe y el instinto abre camino a un pseudo discurso científico

(senderismo o libre mercado). Apoya a una figura autoritaria como Fujimori, como a un mesías al

que entrega el escenario. La impotencia alimenta la esperanza, La esperanza está afuera de uno.

La esperanza está en el mesías. Se puede leer esto tanto en el trabajo de Degregori (1985) Qué

difícil es ser Dios, a propósito de Guzmán, o la religiosidad mesiánica del APRA en trabajos de

Degregrori y de Vega Centeno (1988).

Luego de la masacre de los penales (19 de junio de 1986), la mayoría de los limeños encuestados

coincidían en condenar la violencia ocurrida y los cientos de personas desarmadas asesinadas.

Poco a poco la realidad hizo cambiar a la opinión pública. Seis años después, el apoyo masivo al

autogolpe de Estado en abril de 1992 estuvo relacionado con la necesidad de restablecer el orden

a cualquier precio, endosando una militarización del país a pesar de sus «excesos». La masacre

que tuvo lugar en los penales en 1991 pasó casi desapercibida, En todo caso no generó

reprobación ni quedó en el recuerdo social.

Después de 1993 la situación comenzó a cambiar. A mediados de ese año la población sindicó a

las fuerzas armadas como responsable de la muerte de 9 estudiantes y un profesor de La Cantuta

Cualquier ideología puede llenar el

vacío: el senderismo o el libre mercado,

siempre que el mesías lo guíe.

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y estuvo en contra de la Ley de Amnistía de julio de 1995, cuando los militares responsables de

esas muertes fueron liberados de las cárceles. El cambio en las actitudes está relacionado con el

trabajo de las organizaciones de derechos humanos, periodistas, lideres de la oposición, sin cuya

acción el cambio de actitud no podría ser explicado. ¿Significa esto que hay una percepción común

sobre los temas de derechos humanos en el Perú de hoy? El trabajo efectuado por la

Coordinadora de Derechos Humanos mediante una encuesta llevada a cabo en tres ciudades

sobre la percepción de los derechos humanos, arroja los siguientes resultados:

A. El lugar común según el cual todos somos sujetos de derechos humanos con una

desigual distribución de la justicia, leyes débiles y la ausencia de la autoridad, no aparece

con la esperada intensidad entre los muy pobres. Lo que se reflejó fue que las condiciones

para el éxito no eran iguales para el rico y para el pobre en la competencia por la vida.

B. Hay una conexión entre las demandas de la población por derechos ciudadanos y por la

ley y el orden. Esto ha tenido un resultado en el comentario según el cual el «orden

existente» está marcado por el abuso del Poder... «todos están bajo sospecha». Es un

reconocimiento consciente y amargo de la exclusión: la experiencia ha enseñado que

todos pueden ser culpables si no son parte del mundo de las influencias, la ley y el orden.

C. Hay un embargo sobre los mecanismos sociales para la reivindicación de los derechos.

La protesta está inhibida por el miedo a ser acusado por subversión. El discurso dominante

se ha llegado a adoptar con la convicción de que todo está definido y no puede ser

modificado. La única lucha posible es para obtener el «éxito individual».

Cuando los organismos defensores de los derechos humanos se alejan de la población en un área,

queda la sensación de falta de protección contra la violación de los derechos humanos. El Estado,

como tal, intimida a los muy pobres y pobres en las zonas identificadas. Por otro lado, parece estar

a la sombra de la conciencia ciudadana el hecho de que todos somos iguales, algunos más iguales

que otros, según la primera respuesta.

4. Nuevos escenarios, ¿nuevos problemas?

La ola neoliberal ha erosionado el contrato social que gobernó el mundo occidental

desarrollado desde los años 30. La ampliación de los derechos civiles y políticos ha sido parte de

ello. Pero la declaración de los derechos humanos es el resultado de un complejo proceso de

luchas mundiales, políticas y sociales. Los recientes cambios económicos y políticos han cambiado

la percepción que las personas tenían de sus propios derechos, al igual que de los escenarios

donde podían ejercerlos. Los cambios políticos y la modificación del sentido común afectan el

ejercicio de los derechos políticos y civiles. Por otro lado, la globalización (en términos de la

información en tiempo real) crea un escenario donde es posible buscar afuera el apoyo que no se

encuentra en el ámbito doméstico sobre un determinado tema. De alguna manera los derechos se

están «privatizando» y se están convirtiendo en parte de la vida económica y social del individuo.

Según Danilo Turk (un reportero especial de una

Subcomisión de Prevención de Discriminación y

Protección de Minorías de las Naciones Unidas), hay

crecientes iniquidades en términos de ingresos que

no sólo hacen imprescindible la realización de los

derechos económicos, sociales y culturales, sino que polarizan y fragmentan a las sociedades. La

disparidad de los ingresos, a la vez que tiene lugar una reducción del Estado, forma una peligrosa

La distribución de los ingresos es un

punto crítico, debido a su relación con

la democracia.

Page 13: La pirámide de la sociedad peruana

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base para la alienación, la dependencia y el cinismo que puede llevar, en última instancia, hacia el

deterioro de las relaciones sobre las cuales se funda la sociedad civil. La distribución de los

ingresos es un punto crítico, debido a su relación con la democracia.

El Perú tiene la peor distribución de ingresos en América Latina, aparte de Haití. Esto llevó al

levantamiento del movimiento social en los años 20 y los años 60-70. Después del período de

hiperinflación, la depresión y la etapa de extrema violencia de los años 80, se inició un cambio en

la economía que estuvo secundado por el proceso de reformas estructurales introducido por el

Banco Mundial y el BID en 1990. Dado el contexto, los efectos son que el tejido social se ha

debilitado y el individualismo extremo ha emergido derivando en agresividad, dentro de un conflicto

estéril en aras del mercado. Algunos elementos que cuestionan el espíritu modernizante de las

reformas en el Perú pueden señalarse:

Hay una pérdida de la ética del trabajo y un elogio de la ética del éxito.

Los derechos y las libertades están restringidos, dañando así el proceso de

individualización.

La mediación del Estado en los conflictos entre la sociedad, se ha reducido. La interacción

entre el Estado y la sociedad ha sido reemplazada por la concepción del mercado político,

donde los actores sociales derivan individualmente en clientes.

El progreso se ha convertido en un elemento determinante en la imaginación social,

considerado como mejora del país o de la persona misma. Debe obtenerse a cualquier

precio, incluso resignándose a perder los derechos. Esta versión particular del éxito

individual, si es frustrado, puede derivar en un alto grado de insatisfacción, el terreno

apropiado para diferentes formas de violencia estéril. Por ejemplo, las barras bravas o el

asalto de la residencia del embajador japonés.

Los puntos más importantes del escenario después del golpe, el régimen político instalado

desde entonces, la constitución de 1993 y la reelección de 1995 son como sigue:

1. Autoritarismo expresado como crecimiento del poder presidencial, al igual que la

existencia de otros mecanismos que permiten al presidente someter a otros

poderes del Estado.

2. La naturaleza cívico-militar del régimen. Las fuerzas armadas son un partido

político para el gobierno; se encargan incluso de la distribución de información

electoral e información de partidos político, calendarios con la imagen del ingeniero

Fujimori, y tienen una función deliberante en la política peruana. La naturaleza

cívico militar parece anclarse en el poder militar, como se vio cuando el presidente

pidió la renuncia del jefe del Comando Conjunto, pero esto no ocurrió.

3. La naturaleza arbitraria del gobierno, donde el Poder Ejecutivo puede cambiar las

reglas del juego de acuerdo con sus necesidades. Por ejemplo, en 1995 la Ley de

Amnistía que dejó libres a los militares vinculados a masacres y condenados dos

años antes; o las leyes de referéndum que después de tres reformas aumentaron

el número de firmas requeridas para realizarlo, de 350,000 de acuerdo con la

Constitución, a 1,200,000 en menos de dos meses. O la capacidad de disolver el

Tribunal Constitucional porque juzgó que no era aplicable en términos legales la

Ley de Interpretación Auténtica (que permite la segunda reelección).

4. La legitimidad del régimen se basa en los resultados y en el apoyo público

producto de la reducción de la inflación, la violencia y la promesa de mejorar las

condiciones de vida en el futuro, y a la vez en mecanismos para el control de la

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población, la falta de partidos político, la supresión de la oposición en el Congreso

y la falta de ideas.

El panorama político ha cambiado mucho desde que Sendero se aisló de su supuesta base natural

mediante las acciones de la Rondas Campesinas y la detención del cabecilla Abimael Guzmán en

setiembre de 1992. Divididos entre ellos debido a cartas enviadas por Guzmán desde la cárcel,

puede eludir la amenaza de extinción, aunque no su debilitamiento. El MRTA es más débil aún, sin

posibilidades reales de recuperación. Más allá de los elementos reales de la subversión, hay un

fantasma. La amenaza de Sendero justifica el estado de emergencia, leyes anti-terroristas, rondas

armadas y muchas otras precauciones.

Todo lo señalado excluye la posibilidad de la institucionalización

de una democracia real en el Perú. La reducción de las

violaciones a los derechos humanos; la solución de los casos

pendientes, hasta el ensayo de algunas medidas parciales no

son suficientes, en este escenario, para instaurar el respeto

total de los derechos humanos y las garantías constitucionales

en el país. Los problemas de derechos humanos en el país no son un tema de casos pendientes,

ni son el resultado de la posguerra. Son más profundos y complejos, deben ser atendidos y

examinados al menos en las dimensiones de política institucional y conciencia generalizada de los

derechos.

5. La distribución del ingreso y la equidad

Los antecedentes mostrados son un principio para poner de relieve los problemas de falta de

equidad. Las discriminaciones son la expresión de la iniquidad. Los ingresos económicos afirman

algo adicional. Si tomamos la distribución del ingreso de las mujeres para ver cómo se distribuye el

ingreso entre «marginales» y de allí partimos a ver cómo se ve en el mundo de los varones,

aparece la evidencia de que a las mujeres les va bien si son ricas. Les va mal en todos los demás

casos. Es decir, la mujer con dinero es casi un varón, en una sociedad donde la mujer está

discriminada por el mero hecho de ser mujer, recordándonos el poema de Sor Juana Inés de la

Cruz (Hombres necios...).

Viviane Forrester (1997) advierte que en el mundo nuevo que emerge, el empleo se ha convertido

en innecesario para el funcionamiento del aparato económico. Afirma que a los hombres se los

condena a postular en vano (a un empleo), frustrados de antemano por las estadísticas. Una

pregunta desde el Perú al texto de Forrester, es qué pasaría en Europa si dijéramos que de partida

sólo el 11.7% de las mujeres en edad de trabajar y disposición de hacerlo han tenido un empleo

adecuado en 1991. Si añadiéramos que ante la falta de seguro de desempleo, el 81% de las

mujeres en capacidad de trabajar lo han hecho por remuneraciones por debajo del nivel del salario

adecuado para cubrir la canasta mínima de consumo, y que el 7.3% de esas mismas mujeres se

han registrado en el Ministerio de Trabajo para buscar empleo y por lo tanto son consideradas

como desempleadas. Si no están registradas, formalmente no se consideran desempleadas.

La realidad a partir de donde se concreta el mercado de trabajo de la mujer, además, es uno de

discriminación negativa. Los avisos de periódico anuncian que quieren mujeres solteras, la franja

de edades, el color y, por supuesto, el nivel educativo. Allí se reproduce la pirámide de la

subordinación de la sociedad peruana. Si el varón blanco, heterosexual, católico, patriarca y

educado es el pico de la pirámide de la sociedad en su conjunto, se podría añadir que la mujer

blanca, heterosexual, católica y educada es el siguiente escalón.

... lo señalado excluye la

posibilidad de la

institucionalización de una

democracia real en el Perú.

Page 15: La pirámide de la sociedad peruana

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En términos de ingresos se ha producido un distanciamiento entre las mujeres ricas y las pobres.

Así, el número de mujeres pobres de Lima ha aumentado entre 1985 y 1994 del 49.3% del

conjunto de las mujeres al 52%. Hay evidencia (Durán: 1997) de que el número de hogares

liderados por mujeres ha aumentado del 16.8% en 1985 al 21.4% del total de hogares en 1994. Es

decir, hay más hogares liderados por mujeres y más mujeres por debajo de la línea de pobreza. Al

otro extremo, aunque no existen datos al respecto, se puede inferir que entre las mujeres no

pobres hay una mejora de ingresos producto del nivel de educación acumulado en el pasado para

un cierto sector, que resulta en que la proporción de hogares pobres (decil 1) y no pobres (decil 9)

mantenidos por mujeres estuvieron en mejores condiciones en 1994 que los de los hombres de

esos mismos deciles, en el mismo año. Es decir, hay una fragmentación social en marcha.

Al año 1990, según The World's Women de Naciones Unidas, había 69 mujeres por cada 100

varones profesionales, técnicos y otros. La tendencia se ha mantenido en la década del 90 y quizá

se haya profundizado. El primer quintil (deciles 1 y 2) es el más pobre y el quinto quintil el más rico

(deciles 9 y 10). La distribución de jefas de hogar por quintil se asemeja en las puntas. En los

hogares más pobres y los más ricos ha habido un crecimiento de los hogares mantenidos por

mujeres.

Entre 1985 y 1991, años para los que hay muestra, en Lima Metropolitana se ha podido observar

que hay más mujeres en el quintil 1 de ingresos como jefas de hogar en 1991 que en 1985.

Pasaron de representar el 16.2% al 23.6% de los hogares sostenidos por mujeres. La tendencia se

repite en el decil noveno y en el quintil 5, donde se nota que aumentan los hogares mantenidos por

mujeres de 19.8% a 24.7%. El decil noveno muestra un aumento de 21.7% de los hogares dentro

de ese decil a 29.4%. Durán afirma que «esto implica que los hogares liderados por mujeres no

son los más pobres y que las tasas más altas de crecimiento (de hogares liderados por mujeres) no

están sólo en los sectores de bajos ingresos». Concluye Durán: «Hogares liderados por mujeres

son más pobres, pero no son más vulnerables a la caída en las condiciones de vida durante la

crisis y los ajustes estructurales».

Lo que se está diciendo, en suma, es que en líneas generales hay un empobrecimiento de las

mujeres en la sierra rural. Que en Lima Metropolitana el problema es más complejo. Lima debe ser

tomado como el ejemplo representativo de lo que ocurre en las capitales de departamento. Lo que

ocurre en Lima es que los sectores de altos ingresos han tenido un aumento sustantivo de hogares

liderados por mujeres, explicándose de alguna manera que el ingreso de la mujer sea similar al del

hombre jefe de familia. Esto se explicaría por el altísimo índice de mujeres profesionales en el

Perú, que en 1990 llegaron a ser 69 por cada 100 hombres profesionales. Al otro extremo, en Lima

se observa que en los sectores más pobres también hay un crecimiento de hogares liderados por

mujeres. Esto explicaría el trabajo infantil. El trabajo infantil se ha tornado en un complemento del

ingreso familiar, aunque no esté expresado en los datos de personas que trabajan en un hogar. El

número promedio de personas que trabajan continúa siendo dos. La evidencia de 1.2 millones de

niños que trabajan en el Perú, equivalente al 15% de la PEA, indica que no son dos sino quizá tres.

El tercero es menor de edad, y estos casos están concentrados en los deciles l y 2.

La distribución del ingreso de las mujeres refleja una mejora de los deciles nueve y diez, aunque

menor que la de los deciles más pobres. Refleja lo que ocurre en el plano global con el ingreso per

cápita. Los sectores de mayor productividad tienen mayor capacidad de ajuste que los sectores de

menor productividad. La productividad está relacionada con la educación, a pesar de que las

mujeres pueden no trabajar en las profesiones para las que fueron educadas. Es decir, en el Perú

habría un «Norte» que comprende a las mujeres de los deciles nueve y diez, y un «Sur», que va de

Page 16: La pirámide de la sociedad peruana

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los deciles ocho hasta el uno. Lo que brinda la incorporación a la sociedad es la posibilidad de

incluirse en el mercado de trabajo de manera ventajosa, de ser sujeto de crédito y ser sujeto de

igualdad. Las otras mujeres están en desventaja absoluta por ser mujeres, por no ser blancas y por

no tener los niveles de educación de los sectores nueve y diez. La movilidad social, en este

sentido, se vuelve muy vulnerable y fluida. La capacidad de competir puede incluir a una mujer y

excluir a otra de manera diversa, repitiéndose lo que ocurre en el plano macro. La evidencia es que

los hogares liderados por mujeres son menos vulnerables a las fluctuaciones de ingresos que los

hogares liderados por varones, que pueden sucumbir a la presión económica y abandonar el hogar

o dejar de ejercer el liderazgo. En este sentido, las mujeres son el refugio de la sociedad en crisis y

expresan con nitidez lo que ocurre en la sociedad en su conjunto en el plano global.

[...] El ingreso de las mujeres en el Perú ha aumentado para las muy pobres antes que para las

dedicadas al aumento de su productividad que están en el decil 9. Esto es poco creíble. La nueva

inserción económica se establece sobre la base del aumento de la productividad; con lo que estas

cifras estarían distorsionadas por el mismo elemento de distorsión que el PBI en su conjunto.

Alrededor de un 30%. Y la distorsión podría estar en la asignación de los ingresos a los deciles

inferiores. La distancia entre ingresos [...] se

habría reducido entre 1991 y 1996. Debe haber poca

evidencia empírica de esto, porque las distancias

entre los sueldos ejecutivos y los salarios han

aumentado, por ejemplo. Y porque hay mayor número

de pobres en 1996 que en 1991 (52% versus 49% de

la población). En suma, las cifras publicadas de distribución del ingreso, con el PBI distorsionado

disponible, no permiten reflejar la evidencia que se tiene mediante otros datos sobre pobreza, y

sobre distancias salariales. El autoempleo es una fuente de ingresos creciente para una parte de la

población y no para toda la población debajo del quinto decil, de ninguna manera. Y que sea una

fuente creciente de ingresos no es una virtud. Es una indicación de que el aparato productivo no

los puede absorber y de que hemos saltado a la economía posindustrial sin haber llegado a la

industrial. Sólo que los servicios no son cuaternarios debajo del quinto decil, sino reflejan la venta

de caramelos, por dar un ejemplo.

EN SUMA

Es evidente que el Perú tiene rasgos premodernos que están construidos desde la historia por el

sistema de dominación colonial, pero también por la incapacidad de liberarnos del mismo en el

siglo XVIII. Ese sistema de dominación es la madre del racismo y de la vergüenza del pasado. No

obstante, y sin haber pasado por ningún punto intermedio, hemos saltado a una lógica de

igualdades para la construcción de la economía de mercado. El requerimiento esencial para la

economía de mercado es que todos tengamos igualdad de información e igualdad de

oportunidades para poder actuar en el mercado. Sin embargo, aquí no es el caso. Vemos que la

población de la sierra peruana está en condiciones que no tienen nada que ver con la igualdad de

oportunidades y también observamos que la situación de las mujeres es abiertamente peor que Ia

de los hombres, a pesar de la mejora de los ingresas de las mujeres en las ciudades, en especial

de los deciles mayores.

... hemos saltado a la economía

posindustrial sin haber llegado a la

industrial.

Page 17: La pirámide de la sociedad peruana

17

Las zonas más deprimidas son las zonas de donde salió la cultura peruana prehispánica. Esto no

se ha modificado. La pregunta, es por qué. ¿Es que las zonas de sierra que fueron cunas de

civilizaciones se convirtieron en una vergüenza? ¿Es acaso que son zonas donde queremos

olvidar que hubo un pasado? ¿O es que la modernidad y las modernizaciones que han ocurrido a

lo largo de los siglos han ido dejando esas zonas atrás? Y, de ser el caso, ¿por qué? La sensación,

a fines del siglo XX, de que la población nativa peruana ha sido una carga para las

modernizaciones occidentales es fuerte. La sensación que de eso nos queremos olvidar incluso los

intelectuales, es fuerte. El peligro de que decir estas cosas

nos empariente con ideologías absolutistas o

etnocéntricas, es también grande. Empero, la tara del

pasado, esa carga que frena el ímpetu del futuro, tiene que

ser revalorada. Es preciso reconocer dónde y cuándo nos

quedamos atrapados en un sistema social excluyente en

extremo y que por lo tanto ha dejado en tierra de nadie a

los habitantes de la sierra y selva peruanas. El Estado no

llega, y si llega lo hace en forma de fuerzas militares o,

ahora, con infraestructura de diversos tipos. La desarticulación actual de la sierra, sobre todo, de la

economía nacional en relación a su articulación en el pasado es gigantesca. La selva no se ha

desarticulado porque nunca estuvo bien articulada, tanto por la distancia como por la geografía. La

geografía de la pobreza y la demografía de la pobreza nos muestran una realidad de vergüenza

ante la historia que tiene que llegar a su fin para que comencemos a ser iguales. El imaginario

cultural donde navegamos tiene un fuerte imaginario social colonizador. Es incapaz de pensarnos

como iguales. Con esto no estamos diciendo que solamente los abusos estén en el imaginario

blanco, patriarcal, etc., sino que también aparecen en otros ámbitos y posiblemente se crucen con

otras raíces más antiguas dentro del continuum histórico en el que estamos inscritos, que se

remonta a más allá del siglo XVI. El sentimiento España 1-Perú 0, por ponerlo en términos

futbolísticos, tiene que ser revertido para podernos pensar como una sociedad moderna o por lo

menos para podernos pensar como una economía de mercado. De otro modo siempre estaremos

echándole la culpa al otro por lo que no hicimos, y en algunos casos tendremos razón. Será

pensándonos como iguales ante el resto como nos podremos (re)conocer y saber de nuestros

potenciales sin anteponer los intereses ajenos a los propios. La discriminación en su sentido más

amplio es el principal freno del Perú.

La sensación, a fines del siglo XX,

de que la población nativa peruana

ha sido una carga para las

modernizaciones occidentales es

fuerte. La sensación que de eso

nos queremos olvidar incluso los

intelectuales, es fuerte.