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CARLOS PARMA –Derecho Penal y Criminología Latinoamericana La prisión eludible: un análisis sobre los límites a la cuantía de la pena preventiva de la libertad Escrito por David Mangiafico ¿Que hay detrás de la sentencia condenatoria? ALGUNAS NOTAS sobre EJECUCIÓN PENAL María Eugenia Fernández* y David G. Mangiafico F.*2 SUMARIO: Introducción: De la Sentencia a la Libertad. Principio de Legalidad. Principio de Readaptación Principio de Judicialidad. Principio de Inmediación. Régimen Progresivo de la Pena. La Conducta. El Concepto. Salidas Transitorias. Semilibertad. Libertad Condicional: beneficio penitenciario y correctivo de la cuantía de la pena. Libertad Asistida: limite ineludible al encierro. Conclusión. Bibliografía. Actividades Prácticas. “…la función del derecho penal no es legitimar al poder punitivo, sino acotarlo, contenerlo y reducirlo, so pena de convertirse en schifosa scienza…” Eugenio Raúl Zaffaroni.- De la Sentencia a la Libertad. Una infinita tristeza experimenta el científico del derecho al advertir que el tema de los derechos de las personas privadas de libertad y los mecanismos jurídicos para su acabado ejercicio son una de las tareas más olvidadas por la academia en las últimas décadas. Tal vez uno de los más lúcidos doctrinarios en la materia, que ha dado nuestra academia argentina durante los últimos años, afirma con marcado rigor y no menor preocupación, que la escasa producción científica sobre la materia, que contrasta con la importante producción sobre teoría del delito y derecho procesal penal y el hecho que el estudio del derecho de ejecución penal o derecho penitenciario no sea una materia obligatoria en las curriculas de grado es la prueba más elocuente del vacío aludido3. Entendiendo que existe necesidad de un tratamiento pormenorizado de la presente temática, nos abocamos a realizar un análisis que intentará aportar algunas notas y reseñas, recorriendo un camino desde los principios

La prisión eludible

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CARLOS PARMA –Derecho Penal y Criminología Latinoamericana

La prisión eludible: un análisis sobre los límites a la cuantía de la pena preventi-

va de la libertad

Escrito por David Mangiafico   

¿Que hay detrás de la sentencia condenatoria?

ALGUNAS NOTAS sobre EJECUCIÓN PENAL

María Eugenia Fernández* y David G. Mangiafico F.*2

SUMARIO: Introducción: De la Sentencia a la Libertad. Principio de Legalidad.

Principio de Readaptación Principio de Judicialidad. Principio de Inmediación.

Régimen Progresivo de la Pena. La Conducta. El Concepto. Salidas Transitorias.

Semilibertad. Libertad Condicional: beneficio penitenciario y correctivo de la cuantía de la pena. Libertad Asistida: limite ineludible al

encierro. Conclusión. Bibliografía. Actividades Prácticas.

“…la función del derecho penal no es legitimar al poder punitivo, sino acotarlo, contenerlo y reducirlo,

so pena de convertirse en schifosa scienza…”

Eugenio Raúl Zaffaroni.-

De la Sentencia a la Libertad.

Una infinita tristeza experimenta el científico del derecho al advertir que el tema de los de-rechos de las personas privadas de libertad y los mecanismos jurídicos para su acabado ejercicio son una de las tareas más olvidadas por la academia en las últimas décadas.

Tal vez uno de los más lúcidos doctrinarios en la materia, que ha dado nuestra academia argentina durante los últimos años, afirma con marcado rigor y no menor preocupación, que la escasa producción científica sobre la materia, que contrasta con la importante pro-ducción sobre teoría del delito y derecho procesal penal y el hecho que el estudio del dere-cho de ejecución penal o derecho penitenciario no sea una materia obligatoria en las curri-culas de grado es la prueba más elocuente del vacío aludido3.

Entendiendo que existe necesidad de un tratamiento pormenorizado de la presente temáti-ca, nos abocamos a realizar un análisis que intentará aportar algunas notas y reseñas, reco-rriendo un camino desde los principios constitucionales, procesales

Hoy en día ésta pena reina en el catálogo de las penas, por ello se puede inferir la impor -tancia de considerar que dos penas de igual duración pueden resultar tremendamente dispa-res en razón a su forma de cumplimiento, si se distraen los mecanismos de protección deri-vados de éste principio. En términos más coloquiales: “el problema penal, no se agota con el dictado de la sentencia condenatoria…”, lo que sucede es que al igual que a la víctima, al reo se lo borra de las mentes con precipitada liviandad y seguramente desde su condena, hasta la recuperación de su libertad, pues pocos saben que fue de su existencia o lo que es peor, de su no existencia.

Así el principio de legalidad, a su turno verificó un claro desembarco en las costas de la

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ejecución penal, como bien señala Levene (h), un precursor de la judicialización ejecutiva, los fundamentos de la legalidad son claros, la aplicación de la pena no debe quedar exclu-sivamente a cargo de la órbita administrativa, siendo de utilidad la interacción de la justicia y de la administración penitenciaria en beneficio del individuo privado en su libertad. Inte-ractuar es actuar entre, colaborar, sin enfrentamientos, en pos de un objetivo común, que es por otra parte el que manda cumplir la Constitución Nacional: la reeducación del condena-do7, aunque la misma en la realidad sea un mero eufemismo.

Principio de Readaptación.

El artículo primero de la Ley Nacional Nº 24.660 comportó plasmar en el derecho interno, la manda constitucional que ya regía desde el año 1.994 con la vigencia del artículo 75 in-ciso 22 de la Constitución Nacional y los postulados de los Tratados Internacionales de Derechos Humanos (artículo 10 apartado 3 P.I.D.C.P. y artículo 5 apartado 6 P.S.J.C.R.)8.

En virtud de esa jugada legislativa el gran edificio de la ejecución, se cimentó sobre la base de la ya desgastada idea de la readaptación del condenado y filosóficamente adhiriendo de lleno a los postulados de la teoría de la prevención especial positiva. Se propone que el condenado adquiera la capacidad de comprender y respetar la ley procurando su adecua-da reinserción social, estableciéndose así, cuáles son los objetivos que debe perseguir el Estado durante la ejecución de la pena privativa de la libertad y a los que deben estar orien-tados la actividad de los operadores penitenciarios y judiciales9.

Al entrar en definiciones de política penitenciaria, se intentó reflejar precisión terminológi-ca, así reapareció un termino cuya ausencia es notoria en el artículo primero

de la ley nacional de ejecución penal, nos referimos a la “readaptación”, el cual de suyo, es marcadamente diverso al de “reinserción” que representa un proceso de introducción del individuo en la sociedad, es favorecer directamente el contacto activo reclusocomunidad10,

lo que significa que los operadores penitenciarios deben iniciar con la condena un proceso de rehabilitación de los contactos sociales del recluso en procura de una atenuación de los efectos negativos de la pena. En concreto, como toda la ideología re se busca algo que de antemano, se sabe, no se encontrará, cual sería asimilar la vida en prisión a la vida en liber-tad, generando así una problemática operativa viciada desde su nacimiento mismo.

Con eco de las ideas de individualización científica, la mentada readaptación no necesaria-mente ha de comenzar en el grado uno y concluir con la libertad condicional,

por el contrario, todo dependerá de la observación y clasificación, actividad que en su

conjunto va directamente dirigida a la consecución de la reeducación y que implica la

generación de un tratamiento adecuado en relación a cada individuo. Este ideal resocializa-dor se vincula como hemos afirmado ya, en la idea de que el individuo en conflicto con la ley penal, o que verifica un problema comunicativo con la misma, se encuentra desadapta-do, es decir subyace la idea exclusión, proceso que ha de revertirse a fuerza de políticas so-ciales concomitantes. Los positivistas afirmarían que éste sujeto desadaptado, posee ciertas características propias que le impiden compartir la vida en común con otros, por ello su

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desadaptación significará que es un ser asocial y sólo modificando sus aspectos básicos po-dría revertir su esencia y convertirse en un ser social11. Si bien no es el objeto de éste traba-jo, lo expuesto implica la necesidad de llevar adelante un gran debate en términos filosófi-cos, basado centralmente en la necesidad de discutir la calidad, cualidad, dignidad y esen-cia del ser humano.

No menos importante resulta advertir que más allá de la idea de resocialización, histórica-mente, las cárceles han sido criticadas por su penuria material y las difíciles condiciones de vida que en ellas podrían desarrollarse, y por ello todos los esfuerzos reformadores de la institución penitenciaria se están dirigiendo a la humanización de la ejecución de la pena privativa de la libertad12, ya sea mediante la mejora de las instalaciones y servicios de las prisiones, o mediante la dignificación de las condiciones de vida de los internos, buscando en forma permanente la equiparación con las condiciones de vida en libertad, lo cual sabi-do es: “…nunca llegará”, por obvias razones ontológicas y materiales; sin perjuicio de que es importante que los operadores del sistema se den el tiempo y la energía necesaria para clarificar los alcances del principio que al margen de su corrección deontológica o axioló-gica, está presente y está vigente13 span>.

A la par de lo expuesto, es importante ir adelantando que luego de la reforma introducida a los artículos 13 y subsiguientes del Código Penal en materia de Libertad Condicional se ha generado un choque frontal contra el principio de readaptación y su inmediata consecuen-cia, la progresividad, por cuanto se ha puesto en riesgo la operatividad del principio, al au-mentar lo plazos máximos de cumplimiento de penas perpetuas, al decir de De La Fuente: "… nadie niega que cuanto más prolongada sea la duración de la pena, tanto más dificul-tosa resultará la reinserción del penado en la sociedad, al momento de su regreso al me-dio libre"14.

Más allá de las consideraciones precedentes, hacemos propias las reflexiones del autor ci-tado15 al manifestar que no se puede soslayar que el Principio de Resocialización va a ser-vir como elemento de interpretación del universo de normas que regulan la ejecución pe-nal, y al respecto resulta ilustrativo lo expuesto por Mapelli Caffarena al señalar que: “La resocialización tiene en relación con la norma penitenciaria funciones similares a las que tiene el bien jurídico en relación con la norma penal. Si éste ofrece una concreción mate-rial al tipo penal y sirve como base de su estructura e interpretación, aquél es un instru-mento para interpretar la norma penitenciaria” 16.

Principio de Judicialización.

Si bien hay algunos antecedentes doctrinarios manifiestos que intentan aclarar los alcances de los artículos 3 y 4 de la Ley Nacional Nº 24.660, mediante los cuales se establece expre-samente que la ejecución de la pena privativa de la libertad, en sus distintas modalidades, estará sometida al permanente control judicial, fue a nuestro entender el fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, “Romero Cacharane” el instrumento que echó luz sobre la problemática de la intervención judicial en materia de ejecución.

Básicamente, el principio sustenta la idea de que todas aquéllas decisiones de la etapa de

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ejecución penal que impliquen una modificación de las condiciones cualitativas de cumpli-miento de la pena impuesta, tales como el tipo de establecimiento; ubicación en el régimen progresivo; sanciones disciplinarias por transgresiones al régimen disciplinario interno; avances y retrocesos en el régimen progresivo; etcétera, conforme las prescripciones de la ley penal, deben ser en algunos casos tomadas y en todo el resto

controladas por un Juez, Juez que debe tener la característica de ser técnico especializado en la materia y desempeñar funciones ejecutivas en forma autónoma17 y diferenciada del resto del aparato jurisdiccional, dentro de un proceso en el que, por supuesto, debe regir la legalidad y se deben respetar las garantías propias del procedimiento penal.

Ahora bien, estas cuestiones vinculadas al principio de legalidad ejecutiva, el acceso a la justicia, la vigencia del derecho de defensa y la aplicación de las garantías en la etapa de ejecución, tuvieron un antes y un después que se verificó en el mes de marzo del año 2.004, cuando la Corte Nacional dictó el fallo ya referido, a partir de una serie de hechos que tuvieron origen en el Servicio Penitenciario de la Provincia de Mendoza, cuando se impuso una sanción a un condenado consistente en el encierro durante quince días ininte-rrumpidos en una celda de aislamiento.

El máximo tribunal sostuvo que lo resuelto en las instancias precedentes importó una clara y manifiesta denegación de justicia y, en consecuencia, la violación de la defensa en juicio y debido proceso legal que ampara la doble instancia, pues importa la sustracción de toda especie de revisión posterior y la supresión de la función jurisdiccional de los magistrados en su más amplio alcance.

Resultan claves las consideraciones vertidas en el considerando séptimo del resolutivo ana-lizado. Con votos de Maqueta y Zaffaroni el tribunal señala que resulta anacrónico distin-guir entre cuestiones administrativas y netamente jurídicas y se preocupa por evidenciar que este tipo de interpretaciones provoca un debilitamiento de las garantías y del control jurisdiccional que se ven condicionados por el aumento de la discrecionalidad del Servicio Penitenciario18.

El fallo menciona que todo lo referente a la proporcionalidad de la sanción disciplinaria así como al procedimiento llevado a cabo para su imposición, constituyen cuestiones vincula-das con puntos regidos por nuestra CN, la Ley 24.660 y los Tratados Internacionales. Así ha de entenderse que el Juez de Ejecución Penal es “un órgano personal judicial especiali-zado, con funciones de vigilancia, decisorias, y consultivas, encargado de la ejecución de las penas y medidas de seguridad de acuerdo al principio de legalidad y del control de la actividad penitenciaria, garantizando los derechos de los internos y corrigiendo los abu-sos y desviaciones que puedan producirse por parte de la Administración Penitenciaria” 19.

Puede apuntarse sintéticamente, siguiendo a Guillamondegui que sus funciones se agrupan en cuatro campos: a) Decisorias en primera instancia: conceder las salidas transitorias, la semilibertad, la libertad condicional, las alternativas especiales de prisión, resolver peticio-nes y quejas que afecten a los derechos fundamentales de los internos en relación al régi-

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men y al tratamiento; b) Resolutorias en segunda instancia: resolver recursos de apelación sobre la aplicación de sanciones disciplinarias a internos y sobre las clasificaciones peni-tenciarias trimestrales de conducta y concepto; y c) Tener conocimiento: inmediatamente de la utilización de medidas de sujeción y de traslados de penados dentro del ámbito físico de la Administración Penitenciaria, de las restricciones a las comunicaciones de los inter-nos, etc.; d) Consultivas: formular propuestas al Ministerio competente sobre materias que no figuran entre sus competencias en pos de un mejor desenvolvimiento del régimen y tra-tamiento penitenciarios.

En palabras de Schmidt, la ejecución de la pena no es sino la realización del Derecho Penal material y que la distinción entre cuestiones que hacen al título ejecutivo de la condena y a la forma de cumplimiento de la condena no tiene fundamento legal, desnaturaliza la judi-cialización de la pena y restringe indebidamente la vía la vía recursiva. Petracchi agrega, ahora con apoyo en Ferrajoli20, que a veces las decisiones de los jueces tienen que ver con cuestiones administrativas, pero ellas, en muchos casos, inciden en la determinación de las condiciones de encierro y por lo tanto, en la determinación cualitativa o cuantitativa de la pena, y por ello son susceptibles de control casatorio21.

El fallo comentado, en palabras del equipo de Zulita Fellini, debe ser visto como

un puntapié inicial, altamente positivo en orden al reconocimiento de garantías y vigencia de principios constitucionales en la etapa de ejecución de la pena, pero tal vez no sea sufi-ciente, toda vez que el riesgo de convertirse en letra muerta es alto22. Hay que sentar bases sólidas para marcar a fuego la idea de que es necesaria la vigencia permanente del princi-pio de judicialidad en la etapa post sentencia condenatoria. La judicialización ha de signifi-car que la ejecución de la pena privativa de la libertad y el cúmulo de decisiones que se to-men al respecto en el marco de la Administración Penitenciaria, deben quedar sometidas al control judicial permanente, a la par que implica que numerosas facultades que eran pro-pias de la administración requieran hoy de la actuación originaria del juez de ejecución.

Éste brazo ejecutor del proceso, debe ser el defensor23 y guardián de la actividad que discu-rre tras los muros, si se nos permite, una suerte de gran hermano de las prisiones. Promo-vemos la plena operatividad del Principio de Judicialización incorporado con la Ley 24.660, lo que dependerá en gran medida de la personalidad, formación profesional y com-promiso con la función pública del Juez de Ejecución Penal, quien debe “inmiscuirse” en la vida de la prisión para poder palpar su realidad y escuchar al penado y a los operadores penitenciarios en busca de un constante perfeccionamiento en el sistema de protección de derechos humanos.

Principio de Inmediación.

No menos relevante es la necesidad de inmediación en el ámbito de la ejecución penal, hay un convencimiento de que su observancia permitirá arribar a resoluciones más garantistas al evitar la intromisión de factores ajenos a la valoración o la incorporación de informes técnico-criminológicos no ajustados a la realidad, o plagados de subjetivismo carente de sentido normativo.

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Derivación lógica de la inmediación en la etapa del debate oral y público previo a la impo-sición de la pena, la inmediación como principio propio del procedimiento penal24, deriva-do del principio de oralidad25, exige la presencia del Tribunal de mérito en la búsqueda del conocimiento pleno a fin de forjar en el ánimo del juzgador la convicción suficiente y ne-cesaria para fallar conforme a derecho.

Ahora bien, en el campo de la etapa de cumplimiento intra muros de la pena privativa de la libertad, ¿porque ha de pensarse que no resultará su aplicación provechosa para el justicia-ble?. La respuesta deviene positiva en forma clara y contundente. Se trata pues de una deri-vación del principio precedente, pero con matices de autonomía que meritúan su tratamien-to individualizado. Más aún, hay quienes sostienen que es deber de la propia administra-ción penitenciaria, aplicar en forma constante y como modo operativo pleno, el principio de inmediación en procura del bienestar y efectivo logro de la resocialización del penado.

Por último, resulta importante destacar que atentará contra la operatividad del Principio de Inmediación de la Ejecución Penal, principalmente, el excesivo número de penados a dis-posición del Juzgado de Ejecución Penal, o la distancia geográfica entre éste y el centro penitenciario, como también la escasez de recursos materiales e infraestructura adecuada.

Como hemos afirmado precedentemente, la realidad de nuestro país refleja una situación crítica en relación al respeto de garantías; tal vez lo resuelto en el año 2.004 por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el fallo Romero Cacharane deba considerarse un giro jurisprudencial del Máximo Tribunal del país, sobre todo en la confirmación de la vigencia del principios entroncados con la judicialidad plena, el de legalidad y el derecho a recurso durante la etapa de ejecución de la pena.

Régimen Progresivo de la Pena

Según Salt, el régimen progresivo es un sistema de ejecución de las penas privativas de la libertad, que se caracteriza por la posibilidad de que las condiciones de encierro y las pri-vaciones y restricciones de derechos derivadas de la pena se atenúen progresivamente du-rante el tiempo de cumplimiento de la sanción26.

Las notas características de estos sistemas son: la división del tiempo de duración de la pena en fases o grados con modalidades de ejecución diferentes, un sistema determinado de avance y retroceso de los internos por las distintas fases y un período de cumplimiento de la pena en libertad (libertad asistida y libertad condicional).

Si bien excede el objeto de éste trabajo, resulta importante plantear que la génesis de los regímenes progresivos de ejecución de la pena puede encontrarse, según Neuman, en la ac-tividad desarrollada por el capitán Maconochie en la isla de Norfolk, Australia, quien llegó a esos parajes con la difícil tarea de dirigir una prisión donde las autoridades inglesas en-viaban a sus criminales más peligrosos27.

El éxito de la política desarrollada por Maconochie fincó en la puesta en marcha de un ré-gimen más benigno, cambiando los crueles castigos por un sistema de premios.

La duración de la pena se determina por la gravedad del delito y a los reclusos se les iba

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otorgando marks de acuerdo con la cantidad de trabajo que realizaban y con su conducta en el establecimiento, cuya acumulación era requisito para la obtención de la libertad28.

Se pueden verificar al menos tres variantes en su etapa inicial. En España, se dividía en tres períodos, a saber: a) de hierros o aislamientos; b) de trabajo; c) de libertad intermedia. Por su parte el sistema inglés a diferencia del primero, presentaba una primera etapa en la que mantenía el encierro celular, luego propiciaba el trabajo, para concluir con la libertad condicional que funcionaba como premio. Fue Irlanda el país que a través de Walter Cro-fton, avanzó en la creación de cuatro períodos que guardan similitud con nuestro sistema actual, generando tres períodos iguales al descripto en el sistema inglés, pero agregando como tercera etapa, la de prisión intermedia, asimilable a nuestro período de prueba o eta-pa de autodisciplina29. Con la vigencia de la Ley Nacional Nº 24.660, en su artículo prime-ro, se establece que la finalidad de la pena privativa de la libertad es la de lograr que el condenado adquiera la capacidad de comprender y respetar la ley procurando su reinser-ción social. Existe aquí, una clara referencia a la gran discusión vinculada a los fines de la pena y aparece plasmado un principio que acompañará y se reflejará a lo largo y a lo ancho de todo el sistema de ejecución.

La actividad de tratamiento, se pone a cargo de un equipo interdisciplinario, el que con apoyo del propio interno, apuntará al cumplimiento de los fines de la ley, util izando como método de base, la eliminación progresiva de los efectos negativos del encierro, en-cierro que sigue siendo la idea fuerza de toda la maquinaria punitiva y que discurre a través de cuatro períodos:

a) de observación: en el cual el interno y el equipo interdisciplinario luego de los corres-pondientes estudios y de la generación de la prognosis criminológica, proyecta el trata-miento. Es éste el período que, con algunas variantes, intenta equiparar nuestro régimen progresivo con el sistema de la individualización científica vigente hoy en España. Pese a su vigencia, en los servicios penitenciarios provinciales de la Argentina, no se verifica una aplicación plena del mismo, muchas veces por razones de índole presupuestaria, lo cual ge-nera la inexistencia de tratamiento individualizado, aparejando graves consecuencias ope-rativas en el resto de las etapas y elevando el número de fugas (léase, abandono del trata-miento) durante el período de prueba, a cifras importantes.

b) de tratamiento: fraccionado en fases que importan una paulatina eliminación de las res-tricciones inherentes al encierro; consiste en el desarrollo del plan confeccionado en la eta-pa previa y es donde se debería poner especial énfasis respecto al trabajo, la educación for-mal, las actividades recreativas, deportivas, culturales y religiosas o espirituales30. En la Provincia de Mendoza, como consecuencia de la vigencia del Decreto Provincial Nº

1.166/98, se divide en tres etapas, llamadas, fase uno, fase dos y fase de confianza. En la práctica, es más provechoso lograr el paso de la fase uno a la fase de confianza, toda vez que por razones edilicias, en la fase dos no hay posibilidades de trabajo o educación, por lo cual a los internos que les toca pasar por ella, pierden continuidad en el tratamiento, obte-niendo tan sólo como ventaja mejores condiciones de alojamiento.

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c) de prueba: apareja la incorporación del interno a un establecimiento abierto, basado en el principio de la autodisciplina, donde el encierro celular es la excepción -generalmente sólo en horarios nocturnos- y la libertad de movimiento dentro del perímetro, que no posee paredes, se verifica a lo largo de toda la jornada diurna. Éste período se combina, con insti -tutos tales como las salidas transitorias, y el régimen de semilibertad.

d) de libertad condicional: implica la externación lisa y llana del condenado, quien queda-rá sujeto a una serie de restricciones detalladas por la autoridad judicial en el auto de soltu-ra. Su regulación es doble, toda vez que además de plantearse una serie de requisitos en la ley de ejecución, más bien de índole subjetivos, aparece en el Código Penal el resto de la regulación –de naturaleza mixta (objetivo – subjetiva) que complementa el esquema nor-mativo. Mucho se discute acerca de su naturaleza jurídica, motivo que nos ha llevado a aportar un capítulo diferenciado al cual nos remitimos en mérito a la brevedad.

Sin perder la idea que implica considerar al tratamiento penitenciario y post penitenciario como voluntario para el interno, hay que destacar que la progresividad es de mayúscula importancia en el plan de legislador, razón por la cual su sacrificio deberá siempre ser ex-cepcional y responder a fundamentos acabadamente relevantes. Más allá de su aceptación o no, o de su mejor o peor funcionamiento, es claro que la progresividad cumplirá un efec-to moderador de la nocividad que provoca la institución totalizante, razón suficiente, a nuestro juicio, para considerar que es un principio que debe subsistir aún en los casos de reincidencia, en procura del respeto del principio de igualdad y a fin de no contravenir ma-nifestaciones expresas contenidas en los tratados internacionales31.

Desde una perspectiva crítica, importantes referentes del garantismo penal consideran que las presuntas ventajas que implica la adopción del régimen progresivo, importan justamen-te la génesis de los defectos que encaminan su crítica respecto de los sistemas de exibiliza-ción de la pena. Ferrajoli entiende que la crítica a la instauración de un régimen progresivo puede realizarse desde tres puntos diferentes. El primero, por la vigencia del principio de igualdad -ya apuntado-, un sistema de este tipo que implique cualquier forma de diferen-ciación en la ejecución penal es ilegítimo; en segundo término es inadmisible todo tipo de flexibilidad en la pena que pueda determinar algún tipo de incertidumbre en la duración de la misma; y tercero, que resulta intolerable la disposición de cualquier actividad pedagógi-ca o correctiva en la expiación de la pena32.

La Conducta.

En la práctica, la plasmación del régimen progresivo, descansará en un sistema que se mueve en términos de avance y retroceso al amparo de dos construcciones que operan, a nuestro entender, como los pilares fundacionales del sistema de la Ley Nacional Nº 24.660, considerada como una totalidad y en orden a la obtención de los beneficios que aumentan paulatinamente los espacios de libertad del condenado a lo largo de la ejecución efectiva de la condena a una pena privativa de la libertad.

Nos referiremos brevemente a la conducta y al concepto, sobre los cuales puede tristemen-te afirmarse, que si de ejecución en general poco se habla, de esto se habla y escribe aún

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menos, pese a su clara relevancia cotidiana, derivándose de ello una praxis muchas veces espuria en cabeza de los organismos técnico criminológicos arrastrados al juez de ejecu-ción, en claro perjuicio del interno.

Ambas categorías importan el ejercicio de una calificación, la cual en los hechos implica un reflejo lo más exacto posible de la situación real del interno que impactará de lleno en sus posibilidades de inclusión en los diversos estadios del régimen y su incorporación en los regímenes de confianza y soltura anticipada.

De esta calificación de conducta se desprende el cumplimiento o inobservancia que regis-tra el interno respecto a las normas que rigen el orden, la disciplina y la convivencia en el establecimiento carcelario. Es que existe una necesariedad de mantenimiento del orden en grado mínimo que permita la correcta aplicación del tratamiento.

Se trata de una categoría netamente objetiva, por cuanto responde al comportamiento que va registrando el interno y que se verifica necesariamente en la existencia o ausencia de co-rrectivos disciplinarios. Su configuración se logra mediante los informes que debe realizar periódicamente33 el responsable de la división seguridad interna quien, a su vez, debe pre-sentarlos trimestralmente al Consejo Correccional a los efectos previstos en el artículo 102 de la Ley 24.660, donde se establece la graduación n escala que presentará la calificación.

La calificación de conducta es de capital importancia para la vida del interno, por cuanto durante las primeras etapas del régimen, tendrá incidencia derecha sobre la no interrupción de sus derechos reglamentarios, tales como las vistas y el acceso a actividades recreativas34

y durante las últimas etapas, serán la base de acceso a los beneficios de libertad anticipada.

Si bien el texto de la norma, adolece de pautas objetivas claras, no menos cierto es que el examen de conducta no debe constituirse en un juicio de valor moral sobre la base de un direccionamiento de la vida del sujeto, sino que ha de ser visto en función de su nivel de integración al cuerpo social, esto es, su posibilidad de convivencia aún con las normas pro-pias de su estructura íntima35. Si bien en apariencia resultaría provechoso que un individuo integrado a una comunidad carcelaria, se integre y conviva con sus iguales bajo cierto mar-co de regularidad y paz, no menos cierto es que la cárcel como institución totalizante con-lleva, en dicho proceso de integración, la incorporación de pautas sociológicas que en nada contribuyen con los objetivos sentados por la propia ley36.

El Concepto.

Otra discusión gira en torno a la calificación de concepto. Si la conducta puede resultar marcadamente subjetiva, otorgando demasiada discrecionalidad a los operadores, el con-cepto es aún más volátil, razón por la cual, su tratamiento como categoría dogmática se puede presentar como una tarea, mucho más compleja.

Afirma la doctrina que es el concepto un registro de la evolución personal del interno del que sea deducible su mayor o menor posibilidad de adecuada reinserción social, de confor-midad con el tratamiento aplicado. Si bien ambas categorías responden

a motivaciones disímiles, se deben complementar entre sí actuando de manera conjunta

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y armónica37.

Desde ésta óptica comparativa de categorías, y al aparecer éste guarismo conceptual como el reflejo de la evolución personal, la progresividad cobra sentido integral, puesto que la conducta marca su comportamiento y el concepto valora su esfuerzo por cumplir los objeti-vos propuestos en el programa de tratamiento de reinserción social o también la llamada personalización, categoría altamente emparentada con la concepción de individualización científica como sistema de ejecución de la pena privativa de la libertad.

Entre tanto subjetivismo, si se quiere que el interno discurra su paso por la prisión en un clima de reglas claras, las pautas de cumplimiento del tratamiento le deberían ser comuni-cadas luego de la finalización de la etapa de observación y luego reiteradas con cierta pe-riodicidad.

De éste modo, la posterior fundamentación de la valoración en la respectiva calificación podrá ser debidamente controlada por el interno frente a la administración penitenciaria y frente a la autoridad judicial, en procura del acabado ejercicio del derecho de defensa. En la medida del cumplimiento y entendimiento de éste complejo sistema, se podrá verificar el crecimiento de cánones objetivos de evaluación, reduciéndose sustancialmente las posi-bilidades de arbitrariedad, que a la postre, incide negativamente en el interno quien no ve reflejados sus esfuerzos personales en las planillas y también en el sistema penitenciario, estructura que deberá mantener acorralado al interno hasta el fin de la condena en forma efectiva.

Salidas Transitorias.

La tercera etapa del régimen progresivo, comúnmente conocida como período de prueba, es justamente donde se pone a prueba al condenado. El artículo 15 de la Ley 24.660 ha es-tablecido que éste período comprenderá sucesivamente la incorporación del condenado a un establecimiento abierto o sección independiente de éste, que se base en el principio de autodisciplina; la posibilidad de obtener salidas transitorias del establecimiento y la incor-poración al régimen de semilibertad. Analicemos brevemente que importa la norma, su contenido, valoración y análisis crítico.

La posibilidad de gozar de salidas transitorias del establecimiento consiste en una autoriza-ción judicial de egreso del mismo, por un motivo y tiempo determinado, con el fin de pre-parar el regreso del condenado al medio libre, intentando que ello no ocurra de modo re-pentino, sino gradualmente.

El artículo 16 de la Ley 24.660 describe las modalidades en que puede llegar a gozarse éste régimen en cuanto a su duración, su finalidad y por el nivel de confianza con el que se otorga.

A éste respecto, según su duración pueden ser salidas de hasta doce horas, salidas de hasta 24 horas y salidas -en casos excepcionales- de hasta setenta y dos horas. En cuanto al moti-vo, pueden ser para afianzar y mejorar lazos familiares y sociales. También con fines edu-cativos, es decir, para cursar estudios de educación general básica, polimodal, superior,

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profesional y académica de grado o de los regímenes especiales previstos en la legislación vigente. También se prevé la posibilidad de participar en programas específicos de preli-bertad ante la inminencia del egreso por Libertad Condicional, Asistida o por agotamiento de la condena.

Teniendo en cuenta el nivel de confianza otorgado, pueden dividirse en: a) acompañado por un empleado que en ningún caso ira uniformado; b) confiado a la tuición de un familiar o persona responsable y c) bajo palabra de honor.

Cada una de estas modalidades pueden intercalarse entre sí. Sin embargo lo más frecuente es que la concesión de salidas de hasta 24 horas, para afianzar los lazos familiares y bajo palabra de honor. Lo cual encuentra la siguiente explicación: el cursado de estudios de educación en cualquier nivel no se puede llevar a cabo eficazmente en 12, 24 o 72 horas; tampoco la participación en un programa de trabajo de prelibertad, dado que en un país con altas tasas de desocupación, los internos de un sistema carcelario verifican idénticos pro-blemas o más aún que los desocupados que se encuentran en libertad.

Respecto a la compañía del personal, en líneas generales los sistemas provinciales argenti-nos, no tienen personal suficiente ni para la custodia interna, con menos razón aún, para acompañar a internos a sus domicilios en procura de una salida transitoria, por lo que la modalidad de bajo palabra de honor sería la única cuya utilización se verifica en la reali -dad.

En orden a los requisitos, para acceder a éste régimen deberán verificarse los

siguientes recaudos:

a) Encontrarse incorporado al periodo de prueba. Este requerimiento ha sido cuestionado por no surgir explícitamente del texto de la ley, sin embargo ha sido incorporado como tal en el Decreto Reglamentario Nacional (396/99) e interpretado en éste sentido por la justi-cia de la Provincia de Mendoza donde si bien el Decreto aludido no se aplica, se ha procu-rado una interpretación armónica de los artículos 15 y 17 de la Ley 24.660, como tratare-mos más adelante, difiere en el orden nacional, toda vez que se considera oportuno plan-tear éste régimen y el de semilibertad, aún durante la fase de confianza del período de tra-tamiento.

b) Estar comprendido en alguno de los siguientes tiempos mínimos: 1) pena temporal sin accesoria del artículo 52 del Código Penal: mitad de la condena; 2) penas perpetuas sin ac-cesoria del artículo 52 del Código Penal: 15 años; 3) con accesoria del artículo 52 del Có-digo Penal: cumplida la totalidad de la pena, tres años más. Es oportuno destacar que la ley no ha mencionado los casos condenados a prisión perpetua más la accesoria del artículo 52 del Código Penal. Ausencia que resulta inicialmente poco explicable desde el punto de vis-ta de técnica legislativa, pero que conforme a la marcha de la jurisprudencia actual, carece de sentido práctico toda vez que con el advenimiento en el año 2.006 del Fallo Gramajo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, los operadores debemos felizmente esperar que nuestros tribunales reflejen los llamados límites humanos en cuanto al respeto de tiempos

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máximos de internación en sistemas carcelarios.

c) No tener causa abierta donde interese su detención u otra condena pendiente de cumpli-miento. Se ha dicho que no basta con el que el sujeto tenga otras causas en trámite si en ellas, no interesa su detención, por ejemplo, por encontrarse excarcelado.

En el caso de las condenas pendientes se refiere a las que se encuentran sin unificar. La fi -nalidad de éste requisito consiste en evitar la incorporación de un interno que en el futuro no cumpla con la mitad de la condena impuesta. d) Poseer CONDUCTA ejemplar o el gra-do máximo susceptible de ser alcanzado según el tiempo de detención. Éste último párrafo ha sido objeto de críticas derivadas de su falta de precisión toda vez que se ha considerado que la calificación máxima a la que se refiere la norma no tiene sentido de aplicación, toda vez que tal extremo resulta imponderable. En efecto, si se entiende que, de conformidad con el reglamento aplicable, no existen lapsos mínimos de encierro para verificar ascensos en la calificación de conducta, a tal punto resulta técnicamente posible que un condenado recién ingresado al periodo de tratamiento registre un guarismo ejemplar, es claro que el grado máximo susceptible de ser alcanzado según el tiempo de internación siembre habrá de ser ejemplar, convirtiéndose entonces esta previsión en una redundancia38.

e) Merecer del Organismo Técnico Criminológico y del Consejo Correccional concepto fa-vorable respecto a su evolución y sobre el efecto beneficioso que puede tener en el futuro personal, familiar y social. A éste respecto, es dable manifestar que los informes técnicos no son -en ningún caso- vinculantes para el Magistrado, puede analizarlos, valorarlos y hasta dejarlos de lado cuando le resulten arbitrarios o confusos.

Así existen numerosos ejemplos jurisprudenciales de apartamiento a los dictámenes técni-cos de la administración fundados en la insuficiencia de los mismos, su falta de fundamen-tación, el hecho que el condenado ha sido incorporado fase tras fase y de pronto se consi-dera que no está apto para ésta, sin proponer tratamientos complementarios o dar explica-ción suficiente de tal contradicción.

En orden al otorgamiento, el régimen de salidas transitorias debe ser propuesto por el Di-rector del Establecimiento al Juez de Ejecución por Resolución fundada, indicando lugar de la salida, normas de conducta que deberá observar y el nivel de confianza que se adop-tará (artículo 18, Ley 24.660).

Recibida la pieza administrativa con la propuesta, se tramita el correspondiente incidente y el Juez de Ejecución resuelve concediendo o rechazando el beneficio (artículo 19, Ley 24.660).

Asimismo, el artículo 20 del cuerpo legal en cita, prescribe que concedida la autorización judicial, el director del establecimiento quedará facultado para hacer efectivas las salidas transitorias o la semilibertad e informará al juez sobre su cumplimiento. Sin embargo ello no significará que la efectivización de las salidas quedará al arbitrio del poder administra-dor.

Habiéndose catalogado el texto como confuso, la interpretación que se impone pareciera

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ser la que expresa que es recién luego de la autorización judicial cuando el director del es-tablecimiento puede efectivizar la salida y nunca antes. Si se verifica en la práctica que mediando una inmediata comunicación judicial, el director suspenda, valga la redundancia, transitoriamente las salidas transitorias, v.gr. cuando el interno está reingresando de fuga y mientras tramita por los carriles adecuados su nueva situación frente al régimen progresi-vo.

Una vez otorgado el beneficio, el interno queda bajo supervisión de profesionales del ser-vicio social, quienes deben comunicar al Juez cualquier incumplimiento que se detecte, quien -de suyo- tendrá la facultad de resolver en definitiva sobre la suspensión temporaria o la revocación definitiva del beneficio, la que se dará por infracción grave o reiterada y de conformidad con las pautas del artículo 19 de la Ley 24.660.

Recibida la información sobre el incumplimiento, con el objeto de evitar que en una nueva salida el interno se sustraiga a la acción de la justicia, el juez puede suspender provisoria-mente el beneficio mientras tramita el incidente pertinente con intervención del Ministerio Público y la Defensa. En caso que el condenado no regresara de su salida, se libra la co-rrespondiente orden de captura, y una vez habido, se resuelve la suspensión o revocación del régimen, siempre mediante incidente.

Respecto a la situación posterior del interno en caso de incumplimiento de las normas fija-das, la doctrina ha tomado distintas posiciones. Así Laje Anaya en su obra Notas a la Ley Penitenciaria Nacional39, sostiene que en virtud de que la ley no ha previsto un régimen es-pecial de rehabilitación para volver a disfrutar del derecho acordado dentro del periodo de prueba, retornara, en su virtud y por haber rechazado el condenado el principio de autodis-ciplina, a la vigencia del periodo de tratamiento. Dicho en otros términos, el regreso a un establecimiento cerrado. Otros autores, sostienen que se podrá disponer de la ejecución de la pena mediante la prisión discontinua y semidetención40.

Nosotros consideramos que la ubicación del interno dentro del régimen

progresivo y después de éstas revocatorias, deberá analizarse en el caso concreto merituan-do la falta cometida, sus calificaciones actuales de conducta y concepto y la verificación del resto de los requisitos exigidos en los distintos períodos, pero siempre,

mediante una resolución debidamente fundada y notificada, que permita al condenado el ejercicio de todas sus garantías procesales, en especial, la de defensa. Ya llegará la hora en que el poder político asuma la responsabilidad y compromiso de incorporar las llamadas co defensorías públicas de ejecución, o la figura de ombusman penitenciario.

Semilibertad.

El artículo 23 de la Ley Nacional Nº 24.660 establece textualmente que la semilibertad permitirá al condenado trabajar fuera del establecimiento sin supervisión continua, en igua-les condiciones a las de vida libre, incluso salario y seguridad social, regresando al aloja -miento asignado al fin de cada jornada laboral. Para ello deberá tener asegurada una ade-cuada ocupación y reunir los requisitos del artículo 17.

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En el sistema progresivo, la semilibertad se puede caracterizar como el último eslabón den-tro del período de prueba, con lo cual supone haber observado el régimen de salidas transi-torias (arts. 16 al 22 Ley 24.660), que a diferencia de aquéllas se concede obviando los ni-veles de confianza y lo que es más relevante: SIN SUPERVISIÓN CONTINUA. En sínte-sis, se trata de una institución novedosa respecto de la anterior legislación en la materia, donde el egreso del condenado sin supervisión lo era sólo a los fines de trabajar en una adecuada ocupación, que en las mismas condiciones que en la vida libre, con la obligación de regresar al alojamiento interno41.

Como principio general el trabajo debe ser en horarios diurnos y en días hábiles. La ley plantea que excepcionalmente puede autorizarse durante la noche o los días domingos o fe-riados, pero ningún caso puede dificultar el retorno diario del interno a su lugar de aloja-miento. Creemos que ésta disposición debe entenderse como protectora del interno contra la explotación laboral, en cuanto cualquier empresa contratista aprovecharse de su situa-ción, obligándolo a trabajar en el límite de sus posibilidades, dado que mientras permanez-ca trabajando se encuentra fuera de prisión.

En lo que respecta al salario, la ley prevé la adecuación de la relación laboral a las leyes la -borales y previsionales vigentes. En éste sentido la jurisprudencia ha sido clara el manifes-tar que un magistrado no puede autorizar el régimen de semilibertad si el trabajo viola otras leyes vigentes. Un resonante fallo apunta: “…la ocupación laboral será adecuada a los efectos de lograr la reinserción social del causante si, por un lado, es lícita en el orden penal y por el otro, si es lícita en el orden laboral.”42 Sin embargo la práctica demuestra que el sistema nacional se encuentra muy alejado del logro de un cumplimiento acabado del texto de la norma. En orden a los aportes intelectuales pretendidos en el objeto de estas notas, consideramos trascendente plantear que tal como alguna línea jurisprudencial lo vie-ne considerando, se podría unir éste régimen, al de las salidas transitorias (otorgamiento conjunto), en busca del afianzamiento de los lazos de familia, de la cultura del trabajo, de la recuperación de vínculos sociales, etc. Además, nada en la ley lo prohíbe, nada impide que los días de descanso pueda egresar a esos fines, generando así una tesis amplia respec-to del otorgamiento de beneficios extra muros43.

Durante el período de prueba, una reclamación constante de los institutos de semilibertad, a la cual adherimos, plantea que podrán ser dirigidas y/o aplicadas a los procesados. Es que es de firme lógica el hecho de la existencia de la posibilidad de los jueces de disponer la prisión preventiva con la modalidad PRESENTE, ya que si es posible cumplir total o par-cialmente la condena impuesta en semilibertad, con mayor razón aún podrá pasarse de acuerdo con este régimen a la prisión preventiva. Insistimos junto a los autores citados que la sobrepoblación de nuestras cárceles en gran medida se debe a la gran cantidad de proce-sados que albergan, cuya permanencia sólo se justifica por la falta de arraigo44, todo lo cual puede ser solucionado mediante la aplicación de medidas de vigilancia externa de bajo cos-to y fácil implementación, tales como medios electrónicos y al margen de la discusión en términos de intimidad que se impone llevar a cabo.

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Sabido es que nuestros sistema penitenciario, en la mayoría de los casos no cuentan con es-tablecimientos independientes donde rija el llamado principio de autodisciplina, sino que dentro de las mismas penitenciarías, se generan pabellones y/o sectores (internos) donde se intenta dar el marco condicional que establece la ley, menos aún se prevé una diferencia entre condenados y procesados, los que conviven en la misma orbita y sujetos a las mismas normas de trato y convivencia. Sólo los diferencia la incertidumbre respecto del momento del egreso.

Hay quienes sostienen que la motivación para que ello sea así dispuesto, se debe a la no modificación de las condiciones de distancia para el acceso a los posibles lugares de traba-jo del interno que seguramente serán escasos y excepcionales; sin embargo, es claro que una vez más estamos frente a una mezquindad estatal en términos económicos45.

La búsqueda de soluciones a esta problemática es a la fecha y conforme al estado general de los establecimientos penitenciarios del país y de los logros (no obtenidos) en materia de resocialización, IMPOSTERGABLE. Pensemos que la generación de establecimientos pe-queños para grupos reducidos46, en donde el trabajo se desarrolle allí mismo mediante al-gún emprendimiento productivo, costaría al Estado menos que las bastas sumas gastadas en la construcción de mega cárceles y lo que es más importante, permitiría al condenado lograr un verdadero desarrollo de la última etapa de la pena47.

Asimismo, el artículo 26 de la norma en cita plantea que la incorporación a la semilibertad debe incluir una salida transitoria semanal, dejando ello librado al criterio y arbitrio de la autoridad judicial. Atento a la motivación que posee el artículo en análisis y tal como sen-tara opinión quien suscribe en el comentario al artículo 23, no queda otra alternativa que conceder al interno el permiso de salida en un día no laborable a efectos de permitir el con-tacto familiar y/o social, ya en normativas previas se sostenía la relevancia de atar un régi-men con otro, en procura de mejores resultados48.

Libertad Condicional: beneficio penitenciario y correctivo de la cuantía de la pena

En razón de la trascendencia teórica que comporta en análisis de éste instituto que además de ser un beneficio penitenciario más, es sin duda la figura clave en orden a la morigera-ción de los efectos negativos de las largas condenas que hoy se impone, es que hemos de apartarnos del tratamiento puramente ejecutivo, para considerar que, este, como otros tan-tos temas de la parte general del derecho penal, ha sido materia de las más encontradas opi-niones. Sin embargo, tanto en la doctrina nacional como en la extranjera el criterio que do-mina, se inclina por considerarla como una modalidad de cumplimiento de la pena.

Dicha postura –arraigada por cierto- se funda en que al considerarse la libertad condicional como un período, el cual tiene lugar inmediatamente luego de un encierro, no puede menos que verse como una pena. A ello se suma que no es una libertad total, sino que por el con-trario, conlleva para el preso externado, el sometimiento a una serie de restricciones surgi-das de la propia norma que la regula.

Tratándose del último tramo de la ejecución –aunque no haya encierro-, el interno sigue sujeto a restricciones ambulatorias, lo cual traería aparejado la conclusión de su naturaleza

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punitiva. Destacada doctrina sostiene que en éste sentido, la libertad condicional no impli-ca una modificación de la condena, sino por el contrario una forma de cumplimiento de és-ta. Razonamiento que permite a la vez admitir un enorme error en la sistematización del Código Penal, en orden a que si existiese alguna causal de revocación, no puede negarse que durante algún tiempo las condiciones de restricción se cumplieron en forma efectiva, con lo cual ese hipotético período de tiempo debe ser considerado como purgatorio de la condena. Caso contrario, se plantea una suerte de doble sanción por un mismo hecho -de suyo- violatoria de garantías constitucionales.

Lamentablemente, éste no es el criterio mayoritario con que funciona el instituto en la

práctica judicial.

Asimismo, adoptar la postura reseñada en cuanto a la naturaleza del instituto, conlleva ne-cesariamente su consideración acerca de si constituye o no una medida alternativa a la pena de prisión. Cuando se habla de alternativas, se pueden –en principio- informar dos posturas, a saber:

A) Tendencias que propugnan un modelo individualizador o rehabilitador que parte de la premisa de considerar a las alternativas a las penas privativas de libertad (particularmen-te de corta duración) como alternativas rehabilitadoras de castigo, distribuyendo éste últi-mo no en base a criterios de proporcionalidad sino en función de las necesidades de cada persona y de las posibilidades de que el medio que se utilice despliegue efectos correcto-res, siendo la alternativa paradigmática, en este modelo, la condenación condicional.

Sobre el mismo se ha sostenido que este modelo dejaría de lado las alternativas a la prisión que no den lugar o no pretendan rehabilitar, tales como la multa o la reparación económica, o a los infractores que no necesiten o que sean insensibles al tratamiento. Además esto sólo se usaría para las penas cortas privativas de libertad.

B) Tendencias que promueven un modelo proporcionalista que propugna que “el sistema penal deje de considerar la pena de prisión como sanción proporcionada para todos o la mayoría de los delitos; que las alternativas dejen de ser consideradas alternativas a la cárcel y sean consideradas castigos –sanciones principales- en sí mismos; y que se desa-rrollen principios que guíen la aplicación de las alternativas en función de su severidad, sin que sea necesario configurarlas en comparación con la cárcel” (Elena Larrauri). Este sistema requiere que las medidas alternativas se consideren como sanciones principales, proporcionales a los delitos. Y que, la prisión es adecuada para los comportamientos cri-minales de máxima gravedad, mientras que para los comportamientos de mediana y baja gravedad, deben utilizarse alternativas, cuya gravedad debe ser proporcional a la gravedad de la ofensa realizada. Hay autores que sostienen que lo que hoy se consideran alternativas, son en realidad penas, aunque de menor entidad. Por ello se considera alternativa a la pena la posibilidad legal de aplicar una pena de naturaleza más leve (multa, inhabilitación).

Siguiendo ésta línea, se sostiene además que, se trata de una característica del sistema pro-gresivo y forma parte de la pena. Esto marca una clara diferencia con la llamada “gracia” que establecía el antiguo Código Penal Argentino de 1.886, según el cual, el penado, des-

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pués de cumplir los dos tercios de la pena, podía pedir gracia del resto, y si ésta le era con-cedida, quedaba en libertad pura y simple, y no en libertad condicional49.

Otro aporte importante, tiene que ver con la posibilidad de su doble consideración, dado que, la libertad condicional se puede cumplir como pena (artículo 13 CPA) o también como medida de seguridad (artículo 53 CPA)50. Por ello, el liberado condicionalmente no ha cumplido su pena o medida, pero tampoco la está cumpliendo en libertad. Se puede ve-rificar que está sometido a un término de prueba destinado a decidir si la sanción ha de de -clararse extinguida por el encierro sufrido (artículos 16 y 53 CPA) o si el condenado la debe seguir cumpliendo bajo la modalidad de encierro (artículos 15 y 53 CPA). Esto arroja una conclusión clara: la libertad condicional no modifica la condición de penado o de so-metido a medida de seguridad del que goza de ella, ni influye en el sistema de la pena o medida de seguridad más allá del ámbito de encierro y de lo relacionado con el cese de éste (artículo 12 CP)51.

Fuera de Latinoamérica, se construyen ideas respecto a la naturaleza de la libertad condi-cional que no difieren en lo sustancial con las posturas reseñadas. Claro ejemplo de ello, es la Ley Orgánica 7/2003, el artículo 78 del Código Penal Español y el artículo 25.2 de la Constitución de ese mismo país, de cuyo análisis surge con claridad que la libertad condi-cional se engloba dentro de aquellas instituciones que, de acuerdo a la Ley Orgánica Gene-ral Penitenciaria “tienen como fin primordial la reeducación y la reinserción social de los sentenciados a penas y medidas penales privativas de libertad”52. Sin embargo, no se des-carta dar cabida a otros fines, como puede ser la reducción de los altos índices de pobla-ción penitenciaria o el mantenimiento del orden en las prisiones53 .

Profundizando el análisis y siguiendo a la autora citada, se advierte que en España la discu-sión respecto de la naturaleza descansa en la dicotomía de considerarla o bien como un de-recho subjetivo de la persona condenada (interpretación acercada a la letra del Código Pe-nal y sus reformas específicas), o bien como un beneficio, atento a su naturaleza sustitutiva del encierro y no de la pena, lo cual la sitúa como cuarto grado de ejecución penitenciaria (correlato en la regulación planteada en la Ley Orgánica General Penitenciaria)54. Lo cierto es que se advierte coincidencia en torno a la naturaleza sui generis de la libertad condicio-nal en tanto que se acerca a forma sustitutiva de pena en razón de que su concesión supone que la pena de prisión se cumpla en libertad, compartiendo el fundamento genérico de la resocialización, sin perder de vista que no es ni más ni menos que una fase más, dentro del régimen progresivo de ejecución de una pena privativa de la libertad, que en durante un lapso se cumplió en forma efectiva. Este polo de tratamiento55., no resulta baladí si se tiene en cuenta que al considerar al instituto de la libertad condicional como beneficio, se otorga implícitamente al Juez de Ejecución o Juez Competente un marco de discrecionalidad muy superior a que si se presenta la misma institución como derecho subjetivo. Esta última vi-sión, más acertada desde la óptica de las garantías del condenado, conlleva la palma-ria conclusión de que frente al cumplimiento de los requisitos establecidos por ley, la libertad condicional ha de otorgarse preceptivamente y sin lugar a interpretaciones

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dispares56.

Pese a lo expuesto y en atención a la modalidad de regulación que presenta en el

sistema legal de los países latinoamericanos, consideramos que el carácter discrecional u objetivo a la hora de definir el otorgamiento de la libertad condicional, no va a radicar en una u otra categorización, pues resulta claro que al poner un manto de luz sobre la natura-leza ambivalente del instituto resulta que la contraposición aludida es meramente

teórica.

Por otra parte, entender que el otorgamiento deviene en obligación para el Juez de Ejecu-ción o Juez Competente, en tanto se cumplan los requisitos, de ningún modo implica signi-ficar que su concesión sea automática o iure proprio. La presencia de requisitos subjetivos impide tal aseveración, más aún si se tiene en cuenta que la subjetividad de los requeri-mientos es tal, que implica un juicio sobre el comportamiento humano futuro lo que técni-camente llamamos “pronóstico criminológico” alejando del panorama conceptos jurídicos positivamente determinados. A este respecto sostiene Ferrajoli que “para evitar que la concreción de éste tipo de requisitos se convierta en un espacio incontrolado de discrecio-nalidad, las decisiones sobre la concesión de libertad condicional deberían motivarse de forma clara y de acuerdo al marco constitucional y legal en que se inserta la institu-ción”57.

Libertad Asistida: límite ineludible al encierro.

El instituto de la Libertad Asistida fue incorporado a nuestro régimen legal en el año 1.996 mediante la sanción de la ley 24.660 de Ejecución de la Pena Privativa de la Libertad. Con-siste en un régimen de egreso anticipado con supervisión y asistencia en condiciones simi-lares a la libertad condicional58.

El artículo 54 de la referida ley dispone que: “La libertad asistida permitirá al condenado sin la accesoria del artículo 52 del código Penal, el egreso anticipado y su reintegro al medio libre seis meses antes del agotamiento de la pena temporal. El juez de ejecución o juez competente, a pedido del condenado y previo los informes del organismo técnico cri-minológico y del consejo correccional del establecimiento, podrá disponer la incorpora-ción del condenado al régimen de libertad asistida. El juez de ejecución o juez competente podrá denegar la incorporación del condenado a este régimen sólo excepcionalmente y cuando considere, por resolución fundada, que el egreso puede constituir un grave riesgo para el condenado o para la sociedad”.

El legislador ha dispuesto al respecto que aquellos internos penados que, por diversas cir-cunstancias no hayan accedido a la Libertad Condicional, pueden recuperar su libertad seis meses antes del agotamiento de su condena y reinsertarse a su medio social en forma su-pervisada. Así mismo dispone como requisito que el condenado no debe tener impuesta la accesoria del 52 del código Penal.

El artículo mencionado dispone que la denegatoria del instituto debe ser excepcional, por resolución fundada y basada en que el interno no presente características o condiciones

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adecuadas para su egreso, que existan riesgos concretos de que el interno cometa o fuera a cometer nuevos delitos ocasionando así un grave daño no solo a la sociedad sino también a sí mismo.

En esta línea de ideas se menciona que: “... si la ejecución de la pena privativa de la Li-bertad, cualquiera sea su modalidad, tiene por fin lograr que el condenado adquiera la capacidad de comprender y respetar la ley, y que el tratamiento penitenciario conduce, o debe conducir de ordinario, a procurar una adecuada reinserción social ( art. 1º ) debe señalarse, a modo interpretativo esta última parte, que ese grave riesgo de daño existe como probable, cuando el tratamiento penitenciario hubiese sido rechazado o no aceptado por el condenado. Buena muestra de ello pondrá en evidencia no sólo la historia crimino-lógica que fue debida y permanentemente actualizada (art. 13º) sino también el informe del Consejo Correccional del establecimiento que documentadamente reflejará la conduc-ta y concepto del interesado (art. 100 y ss.). Deberá tenerse presente, en todo caso, que la concesión de la libertad asistida, como así también de otros beneficios, queda subordina-da a la clasificación de concepto ( art. 104º ). En una palabra, puede

entenderse la ley en el sentido de que la reinserción, en el caso particular, ya no será ade-cuada, sino inadecuada en razón de que, a causa de aquel rechazo, el condenado impidió actuara en él la finalidad propuesta por la ley; y de ahí la denegatoria, ya que no existe la posibilidad de delinquir, que siempre es algo probable, puesto que el régimen penitencia-rio no persigue volver buenos a los malos sino que será probablemente cierto que ello así ocurrirá. Es probable, entonces, que se vuelva a delinquir, y es posible también que ocu-rra lo contrario”59. Así también se menciona que “... el grave riesgo para el condenado radicará en que todavía no está debidamente preparado para su reinserción social, con el consiguiente peligro de que vuelva a recaer en el delito lo que simultáneamente implicaría un grave riesgo para la sociedad dado que el condenado podría continuar con su activi-dad delictiva...”60

Autores modernos han sostenido que este juicio de pronóstico, que en este articulo se exi-ge, para rechazar la viabilidad del instituto, guarda un importante arraigo con la postura positivista del siglo pasado, especialmente de los juristas italianos, que estableciera la ne-cesidad imperiosa de proteger a la sociedad de los ya estigmatizados delincuentes. Por otra parte, el juicio de grave riesgo para si o para la sociedad es verdaderamente ambiguo y confuso y cualquier previsión análisis o evaluación que sobre el particular pretenda efec-tuarse, inevitablemente acarreara componentes azarosos considerándolo inconstitucional.

En este sentido la jurisprudencia ha expresado: “… resulta sumamente difícil aventurar la existencia de una personalidad peligrosa sin rozar al mismo tiempo la conculcación de los mas elementales principios de orden constitucional. Es decir, la norma del caso debe in-terpretarse muy cuidadosamente, a los efectos de evitar el dictado de resoluciones negati-vas fundadas en la supuesta verificación de una personalidad peligrosa o de riesgo para si o para los demás. Se trata de eludir toda referencia a la peligrosidad sin delito…” (JEP Nº2 legajo 5.121, “R.A.I.” 15/6/2.001).

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Posturas mas flexibles afirman la excepcionalidad del rechazo de la libertad asistida “ya que se trata de la ultima oportunidad que tiene el condenado de salir anticipadamente an-tes de agotar su pena”. Sin embargo colocan en cabeza del magistrado un análisis integral de los informes técnicos producidos, de los antecedentes penales (condenas anteriores) y tomándose el mismo como indicio de una posible recaída delictiva.

La ley 25984 incorporo el Capitulo II bis a la ley 24660 “Excepciones básicas a la ejecu-ción”. Dentro de este acápite modifico el art. 56 y se incluyo el art. 56 bis El art. 56 esta-blece que la libertad asistida será revocada de manera automática ante la comisión de un nuevo delito o si el condenado no compareciere ante el Patronato de Liberados en el plazo fijado por el juez. Como consecuencia de ello, el resto de la condena será cumplida en un establecimiento cerrado.

La moderna doctrina sostiene que armónicamente con el artículo tercero del Reglamento de Modalidades Básicas de Ejecución, el Decreto 396/99 ha previsto que en la aplicación de la progresividad, se procurará limitar la permanencia del interno en establecimientos ce-rrados. En lo posible, conforme su evolución favorable en el desarrollo del tratamiento, se promoverá su incorporación a instituciones semiabiertas o abiertas o a secciones separadas regidas por el principio de autodisciplina. En este contexto la reforma de la Ley Nacional Nº 25.948 aparentemente marca una tendencia diferente a la planteada por la ley peniten-ciaria, bajo los argumentos efectistas de pretender con ella lograr en la sociedad la sen-sación de una mayor seguridad pública61.

Así, en la anterior redacción la ley dejaba a criterio del juzgador la posibilidad de revocar el régimen o computar el tiempo durante el cual fueron inobservadas las pautas impuestas. La mencionada reforma elimino dicha posibilidad para el condenado, quien en caso de re-vocación deberá cumplir el resto de la condena en establecimiento cerrado y deberá ade-más agotar el plazo de condena sin que el tiempo de libertad asistida sea computado62. Sin duda que estamos frente a un claro paso atrás, la resocialización no se satisface con decla-maciones, son necesarias medidas efectivas, resulta legítimo un sistema penal que siga operando selectivamente según criterios de vulnerabilidad63.

El art. 56 bis excluye la aplicación de los beneficios del periodo de prueba y la posibilidad de acceder a la prisión discontinua o semidetención y a la libertad asistida para aquellos que fueran condenados por los delitos previstos en los artículos 80 inciso 7º, 124, 142 bis ante último párrafo, 170 ante último párrafo y 165 del Código Penal. Interesante aporte ha efectuado la doctrina al sostener que en todos aquellos casos en los que se admite la impo-sición a personas culpables, de cualquier medida de contenido punitivo basada en la peli-grosidad no interesando la denominación resultan inconstitucionales. Sin dudas, la denega-toria a incorporar al régimen de libertad asistida constituye una medida de contenido puni-tivo, en tanto altera las condiciones de cumplimiento de la pena64.

Resulta de interés a los efectos pedagógicos, reseñar como se lleva a cabo el trámite de otorgamiento, a saber:

1-Inicio de la pieza Administrativa con la solicitud del condenado, la que debe fijar domi-

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cilio propuesto para residir.

2-Las instituciones penitenciarias forman un expediente en el que se informa,

entre otros:

a-situación judicial del interno

b-antecedentes penales

c-calificación de concepto y conducta

d-beneficios otorgados

e-antecedentes de sanciones disciplinarias

f-informe de estado de salud

3-esta pieza es remitida al Organismo Técnico Criminológico para analizar los informes pertinentes. Este organismo es una institución creada por la Ley 24.660 (art. 181º y 185º inc. b). Su función es, entre otros, realizar Dictamines Criminológicos de Asesoramiento respecto a los internos condenados en las distintas etapas del Régimen Progresivo de la Pena. En algunas provincias, como el caso de Mendoza esta institución es de carácter civil e independiente jerárquicamente al servicio penitenciario local.

Los informes que generalmente acompañan son de carácter técnico criminológico (basado en la personalidad del interno) y social (evaluando las condiciones ambientales del domici-lio propuesto).

4- Con el mentado informe, la pieza administrativa vuelve a la institución penitenciaria a fin de que dictamine el Consejo Correccional. Éste es un organismo colegiado cuya exis-tencia y regulación está contemplada en el art. 185º inc. g, Ley 24.660 y art. 74 y ss. De-creto 1166/98.

Dicho organismo representa, en cabeza de sus integrantes, los aspectos esenciales del trata-miento carcelario progresivo y está integrado por:

*Subdirector de Tratamiento.

*Jefe de Unidad de Trabajo Psicosocial.

*Jefe de Educación.

*Jefe de Sanidad.

*Jefe de Seguridad del Lugar de Alojamiento del Interno.

*Capellán de la Institución.

Funciona a través de Sesiones Ordinarias y Extraordinarias y sus dictámenes se expresan en un acta en la que sus miembros vuelcan sus votos fundadamente y la conclusión se da en virtud de las mayorías alcanzadas.

5-la pieza administrativa se remite al Sr. Juez de Ejecución, quien previa vista al

Ministerio Público Fiscal, resuelve fundadamente.

En cuanto a las condiciones podemos referir brevemente que el artículo 55º de la Ley

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24.660 plantea que: “El condenado incorporado al régimen de libertad asistida deberá cumplir las siguientes condiciones: 1-Presentarse, dentro del plazo fijado por el juez de ejecución o juez competente, al Patronato de Liberados que le indique para su asistencia y para la supervisión de las condiciones impuestas. 2-Cumplir con las reglas de conducta que el juez de ejecución o juez competente fije, las cuales sin perjuicio de otras que fueren convenientes de acuerdo a las circunstancias personales y ambientales del condenado, po-drán ser: a-Desempeñar un trabajo, oficio o profesión, o adquirir los conocimientos nece-sarios para ello; b-Aceptar activamente el tratamiento que fuere menester; c-No frecuen-tar determinadas personas o lugares, abstenerse de actividades o de hábitos que en el caso, se consideren inconvenientes para su adecuada reinserción social. Salvo expresa in-dicación en contrario, siempre regirá la obligación señalada en el inciso a de este aparta-do. 3-Residir en el domicilio consignado en la resoluciónjudicial, el que podrá ser modifi-cado previa autorización del juez de ejecución o juez competente, para lo cual éste deberá requerir opinión del patronato respectivo. 4-Reparar, en la medida de sus posibilidades, los daños causados por el delito, en los plazos y condiciones que fije el juez de ejecución o juez competente. Estas condiciones regirán a partir del día de egreso hasta el de agota-miento de la condena”.

Analizando las condiciones antes expuestas podemos destacar en cada una lo siguiente:

1- La presentación del interno en Mendoza se realiza en la Dirección de Promoción del Li-berado.

Es habitual ordenar mensualmente un control que implique la presentación del liberado en el organismo y una supervisión conforme lo expuesto por el artículo 29, de la ley de ejecu-ción.

2- a- implica la obligación de demostrar cuál será su forma de vida, de mantenerse, para evitar la comisión de nuevos delitos; b- es probable que en ciertos casos el juez ordene di -versos tipos de tratamiento, por ejemplo Alcoholismo, Drogadependencia, etc; c- se torna de difícil sino de imposible cumplimiento el presente inciso puesto que implicaría un con-trol PERMANENTE de la vida y acciones del liberado. Hecho este que podría ser reverti-do si se tratara de prohibiciones o indicaciones puntuales.

3- El domicilio fijado implica un punto esencial en el otorgamiento de las libertades, NO solo porque es el lugar para realizar las citaciones y notificaciones sino que también es el ámbito donde se llevarán a cabo las supervisiones por la institución a cargo. Aún más, la existencia de un ámbito físico estable conjugado con contención familiar, aparecen como insustituibles en la búsqueda de elementos favorables para evitar las posibles reincidencias.

4- Se ha dicho que: “...la vida en Libertad también significa recuperación de su

responsabilidad frente a los sujetos de su comunidad, y especialmente frente a la

víctima de su accionar delictivo, a la que es preciso satisfacer”65.

En cuanto a la revocación del beneficio tratado, el artículo 56º de la Ley 24.660 sufrió la reforma ya aludida precedentemente, razón por la cual nos remitirnos a lo expuesto prece-

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dentemente. Sin embargo, hay que advertir que surge de manera notoria el endurecimiento de las consecuencias previstas para aquellos liberados que infringen las condiciones que le fueron impuestas o que cometen algún delito durante el tiempo 65 Ceruti, Raúl A. ; Rodríguez,

Guillermina B. Ejecución...ob. cit. Página 213. que dure la libertad asistida. Uno de los puntos más salientes consiste en que en estos casos se revoca el beneficio y además el tiempo restante para el término del plazo asignado no se considerará y se practicará uno nuevo cómputo de la pena.

Se observa que en la aplicación del instituto analizado podrían aparecer ciertos inconve-nientes en las condenas de corta duración, a saber:

-interno primario condenado a un año conforme artículo 13 Código Penal, le correspon-dería la libertad condicional a los 8 meses de cumplida la pena. -interno reincidente con-denado a igual pena (no goza de libertad condicional

–artículo 14 código Penal-) podría egresar con libertad asistida a los 6 meses.

Podemos adelantar que algunos autores sostienen, que la libertad asistida sólo correspon-dería en la medida que no pueda ser más beneficiosa que la libertad condicional.

Frente a todo lo expuesto podemos concluir que esta institución innovadora de nuestro ré-gimen legal que tiene como finalidad evitar el egreso abrupto del interno al medio social gozando de su libertad mediante una etapa de transición No cumplirá en principio con di-chos fines mientras la preparación y acompañamiento al egreso del mismo no se realice por personas calificadas y por instituciones que cuenten con recursos suficientes para afrontar la difícil situación.

El sólo control formal no basta, no es suficiente. Se torna necesario avanzar en las necesi-dades y en los recaudos para que la reinserción del interno a sus ámbitos (social, cultural, familiar, etc. ) se complete o se logre de manera integral.

Conclusión.

Sabido es que la pena debe estar legalmente determinada en su "quantum" y forma. El Principio de Legalidad, es justamente la garantía de ello, y también exige que las condicio-nes de cumplimiento de las penas estén sustentadas en normas regidas por los principios del derecho penal material y estas deben ser anteriores al hecho por el que la persona fue condenada, salvo que la nueva normativa resulte más benigna para el condenado.

Así, durante la etapa de ejecución penal la mencionada garantía debe persistir, ya que en este período se resuelven las condiciones concretas de cumplimiento de acuerdo a las regu-laciones de la ley penal. En consecuencia, estas decisiones sobre la determinación del con-tenido de la pena exigen la garantía de la jurisdicción.

En este aspecto el principio de judicialización no tiene otra implicancia que el respeto al debido proceso en la etapa de la ejecución penal y si bien la aplicación de la Ley 24.660 no es automática, no puede depender de criterios discrecionales del juzgador.

En un Estado respetuoso de la Constitución Nacional Derecho, ante toda restricción de "derechos", es necesario que el órgano jurisdiccional se pronuncie de manera fundada, de

Page 24: La prisión eludible

modo que su resolución sea una derivación razonada del derecho vigente.

A fin de que las decisiones del juez de ejecución sean válidas y legítimas estas deben dic-tarse dentro del marco de la sana crítica, el principio de legalidad y el debido proceso

La atenuación del rigor de la pena es ya un derecho de los internos y no una gracia o "con-cesión de un beneficio". Todo ello especialmente a partir de la reforma constitucional de 1994, la que no debería desconocerse a los efectos de "repensar" al interno como un sujeto de derechos y no como un súbdito de la administración, lo que se conoce como "Relación de sujeción especial", concepción que caracterizaba la posición del interno frente a la auto-ridad penitenciaria y que fue modificada por la convicción en cuanto a que respeta al in-terno como "sujeto de derechos"66.

Cabe recordar que la norma del art. 7.2 de la Convención Americana sobre Derechos Hu-manos establece que las personas solo pueden ser privadas de su libertad de acuerdo a lo establecido previamente en las constituciones y leyes de los Estados signatarios.

Las personas privadas de libertad deberían concretar su derecho a las salidas transitorias cuando se satisficieren todos los requisitos exigidos legalmente, ya que, la negativa, deri-varía en a un perjuicio para el justiciable y esa respuesta estatal resultaría contraria a prin-cipios humanos básicos, como el pro homine y pro libertate –obligatorio en nuestra juris-dicción, tal como lo enfatizó la Corte Suprema de Justicia de la Nación en los conocidos casos "Bramajo"67 y "Giroldi"68- en referencia a la prioridad, normativamente establecida, que presenta una decisión que implica mayor libertad frente a otras y el principio de favor rei -arts. 2 y 3 del CP y arts. 2 y 3 del CPPN.

Pugnamos para que criterios menos paradójicos nos señalen un sendero a seguir, donde los derechos no se tornen erráticos y el espíritu de un estado respetuoso de la ley fundamental se haga realidad en forma definitiva.

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Actividades Prácticas.

Caso Nº 1. Control Judicial de la Ejecución Penal.Derecho de Defensa.

Page 28: La prisión eludible

El Sr. X ha sido condenado a cumplir una pena de 6 años de prisión. El Servicio

Penitenciario, de acuerdo a lo recomendado por el Organismo Técnico Criminológico lue-go de realizar los estudios médicos, psicológicos y sociales del condenado (art. 13 Ley 24660) ha dispuesto que el Sr. X inicie el cumplimiento de la pena en la primera fase de la etapa de tratamiento, en un establecimiento de régimen cerrado.

Durante el Periodo de Observación, el Sr. X no ha contado con asistencia jurídica ni ha te-nido oportunidad de producir pruebas. El Sr. X considera que la decisión de la Administra-ción es incorrecta ya que por sus características personales está en condiciones de cumplir la pena en un establecimiento con mayores posibilidades de libertad ambulatoria y en una fase más avanzada del tratamiento.

Analice los siguientes interrogantes:

1.- ¿Es revisable judicialmente la decisión de la administración?

2.- ¿Cuál es la vía procesal adecuada?

3.- ¿Qué alcances debería tener el derecho de defensa en este incidente?

Suponga que el juez revoca la decisión de la Administración y ordena que el Sr.

X comience la ejecución de la condena en una fase más avanzada del tratamiento.

Analice los siguientes interrogantes:

1.- ¿Qué recurso es procedente contra la decisión de Juez de Ejecución?

2.- ¿Quién esta legitimado para interponer el Recurso? Analice la legitimación procesal

del Servicio Penitenciario y el Ministerio Publico.

Caso Nº 2. Régimen Progresivo.

X ha sido condenado a cumplir una pena de prisión de 6 años. Antes de la condena había estado detenido en prisión preventiva durante dos años. Al cumplirse el tercer año de de-tención solicita se le conceda la posibilidad de gozar de Salidas Transitorias.

Conteste los siguientes argumentos del fiscal y reflexiones acerca de la decisión que adop-taría como juez.

1.- El Fiscal se niega porque considera que no ha cumplido con la mitad del tiempo de eje-cución ya que los primeros dos años, por ser procesado, no fue sometido a tratamiento.

2.- El Fiscal se niega porque X no ha sido incorporado aún en el Periodo de Prueba ya que no han transcurrido los plazos dispuestos en el reglamento de progresividad (art. 15 ley 24.660)

3.- El fiscal se niega porque el informe de la administración sobre el concepto de X y los efectos beneficiosos de la medida no es favorable.

Caso Nº 3. Normas de trato.

El Sr. X, formoseño, ha sido condenado por el delito de robo del automotor. Esta alojado en dependencias del Servicio Penitenciario Federal y no posee amigos en la Capital Fede-

Page 29: La prisión eludible

ral, ni nadie que lo asista.

En atención a que padece una enfermedad intestinal debe seguir una estricta dieta de comi-das. Ha solicitado reiteradamente a los funcionarios penitenciarios que se le proporcionen las comidas que no lo deterioren, sin éxito, lo que han determinado el agravamiento de su enfermedad.

Conteste los siguientes interrogantes a la luz de los principios expuestos.

1.- Constituye este hecho un ejemplo de trato cruel, inhumano o degradante prohibido por la ley y que amerite la intervención del juez de ejecución.

2.- Modificaría su respuesta si la solicitud del Sr. X tiene fundamento en su condición

de vegetariano o en el respeto de sus creencias religiosas.

3.- Si el planteo se refiriera solamente al hecho que la comida llega siempre fría al pabellón aún en épocas invernales de frío riguroso, consideraría aplicable al caso la prohibición de penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes.

1María Eugenia Fernández. Abogada. Ex Directora del Organismo Técnico Criminológico de la Provincia

de Mendoza. Ex Asesora del Consejo Correccional del Servicio Penitenciario de Mendoza. Actualmente

se desempeña en el Área de Asesoría y Auditoria, División Asuntos Jurídicos Institucionales del Servicio

Penitenciario de Mendoza. Docente de Derecho de Ejecución Penal en la Carrera de Seguridad Pública y

Ciudadana de la Universidad del Aconcagua.

2David G. Mangiafico F. Abogado. Profesor de Grado y Posgrado de Derecho Penal de la Universidad del

Aconcagua. Secretario de Graduados de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Cuyo.

Investigador Efectivo por Concurso IDICEJ. Defensor de Derechos de Internos del Servicio Penitenciario

de Mendoza. Asesor Ad Hoc del Consejo Consultivo de Seguridad Pública del Gobierno de Mendoza.

3Salt, Marcos. Prologo a la obra Cuadernos de Doctrina y Jurisprudencia Penal. Año IX, Número 17.

Especial sobre Ejecución Penal. Ed. Ad Hoc, Buenos Aires, Argentina. Páginas 19 y ssgtes.

7 Levene, Ricardo (h). El Juez de Ejecución Penal. Revista Jurídica Ed. La Ley. Tomo 1.991-A. Buenos

Aires, Argentina. Año 1.991. Págs. 945 y ssgtes.

8 Cesano, José Daniel. Los objetivos constitucionales de la ejecución penitenciaria, Ediciones Alveroni,

Córdoba, Argentina. Año 1.997. ¨Págs. 112 y ssgtes.

9 Guillamondegui. Luis Raúl. Los principios rectores de la ejecución penal. Su recepción en la

jurisprudencia de la Provincia de Catamarca. Revista Voces Jurídicas. La Ley Noroeste, Año 8, Número

5, Junio 2.004, Buenos Aires, Argentina. Págs. 1117 y ssgtes.

10 Machado, Ricardo. López, Axel. Análisis del Régimen de Ejecución Penal. Ed. Fabián Di Placido. La

Plata, Buenos Aires, Argentina. Año 2.004. Págs. 37 y ssgtes.

11 Machado, Ricardo. López, Axel. Análisis del Régimen de Ejecución Penal. Ed. Fabián Di Placido. La

Page 30: La prisión eludible

Plata, Buenos Aires, Argentina. Año 2.004. Págs. 37 y ssgtes.

12 Bodero, Edmundo René. Relatividad y Delito. El mito de la resocialización del delincuente. Temis.

Bogotá, Colombia. Año 2.002. Págs. 141 y ssgtes.

13 Mangiafico, David G. La prisión eludible. Revista Voces Jurídicas. La Ley Gran Cuyo. Ed. La Ley

S.A.E.E.I. Buenos Aires, Argentina. Volúmen del mes de Septiembre. Año 2.007. Págs. 1150 y ssgtes.

Expocisión realizada en el Congreso Internacional de Derecho Penal y Procesal Penal de la Universidad

Católica de Cuenca y Azoguéz, República del Ecuador, Mayo de 2.007.

14 De La Fuente, Javier E. y Saldua, Mariana. Ejecución Penal. Reforma de los artículos 13, 14 y 15 del

Código Penal", AA.VV. Reformas penales. Editorial Rubinzal-Culzoni, Santa Fé, Argentina. Año 2.004,

pags. 40 y ssgtes.

15Guillamondegui, Luis Raúl. Los principios rectores de la ejecución penal. Su recepción en la

jurisprudencia de la Provincia de Catamarca. Revista Voces Jurídicas. La Ley Noroeste, Año 8, Número

5, Junio 2.004, Buenos Aires, Argentina. Págs. 1.117 y ssgtes.

16 Mapelli Caffarena, Borja. Pena privativa de la libertad en Nueva enciclopedia jurídica, T. XIX, Seix

Barral Editor. Barcelona, España. Año 1.989. Págs. 449.

17 En el ámbito judicial, se aconseja la conveniencia de que el control jurisdiccional de la ejecución penal

lo efectúe un órgano especializado distinto del tribunal de mérito por diversas razones, desde la

distribución de trabajo que implicará el alivio de tareas a los Tribunales de Sentencia hasta la cuestión

psicológica que puede influir en la imparcialidad y objetividad del juzgador de sentencia con motivo del

conocimiento del caso y de las características del autor (máxime en delitos aberrantes o de suma

gravedad) y de esta manera menguarse derechos del condenado en pro de su reinserción social al resolver

un incidente llevado a su consideración. En 17Guillamondegui. Luis Raúl. Ob. Cit.

18 Harfuch, Andrés y otros. La vigencia del principio acusatorio durante la etapa de ejecución.

Observaciones críticas al Fallo Romero Cacharane de la CSJN. En AA.VV. dirigido por Fellini, Zulita.

Ed. Hammurabi. Buenos Aires, Argentina, Año 2.006. Págs. 136 y ssgtes.

19 Paz Rubio, José M. y Otros, Legislación Penitenciaria. Concordancias, comentarios y jurisprudencia,

Editorial Colex, Madrid, España. Año 1.996. Págs. 259 y ssgtes.

20 Ferrajoli, Luigi. Derecho y Razón. Teoría del Garantismo Penal. Ed. Trotta, Madrid, España. Año

1.998. Págs. 436 y ssgtes.

21 Del voto del Dr. Petracci en el Fallo de la CSJN “Romero Cacharane”.

22 Toselli, Nicolás. Pautas para la supervivencia de un régimen progresivo de ejecución de la pena en la

República Argentina. En AA.VV. dirigido por Fellini, Zulita. Ed. Hammurabi. Buenos Aires, Argentina.

Año 2.006. Págs. 276 y ssgtes.

Page 31: La prisión eludible

23 Alderete Lobo, Rubén A. La judicialización y el principio de legalidad en la etapa de ejecución penal.

Revista de Derecho Penal y Procesal Penal. Nº 2, OCT 2.004. Pág. 441.

24 Gómez de Liaño, Fernando, El proceso penal, Editorial Forum, Oviedo, España. Año 1.996. Páginas 35

y ssgtes.

25 Parma, Carlos y Mangiafico, David G. Juicio Abreviado Argentino. Editorial Alveroni. Córdoba,

Argentina. Año 2.004. Páginas 68 y ssgtes.

26 Salt, Marcos. Rivera Beiras, Iñaki. Los derechos fundamentales de los reclusos. España y Argentina.

Editores del Puerto. Página 224.

27 Toselli, Nicolás. Pautas para la supervivencia de un régimen progresivo de ejecución de la pena en la

República Argentina. En AA.VV. dirigido por Fellini, Zulita. Ed. Hammurabi. Buenos Aires, Argentina.

Año 2.006. Págs. 276 y ssgtes.

28 Neuman, Elias. Evolución de la pena privativa de la libertad y regímenes carcelarios. Ed. Pannedille.

Buenos Aires, Argentina. Año 1.971. Páginas 131 y ssgtes.

29 López Barja de Quiroga, Jacobo. Derecho Penal. Parte General. Tomo IV. Las consecuencias jurídicas

del delito. El derecho penal de ejecución. Ed. Marcial Pons. Madrid, España. Año 2.004. Págs. 81 y

ssgtes.

30 Albor, Adrian. Hacia una progresividad objetiva en el proceso de ejecución de las penas privativas de la

libertad. Cuadernos de Doctrina y Jurisprudencia Penal. Año IX, Número 17. Especial sobre Ejecución

Penal. Ed. Ad Hoc, Buenos Aires, Argentina. Páginas 93 y ssgtes.

31 Léase por ejemplo, el artículo 60 de las Reglas Mínimas de Tratamiento de Reclusos de la

Organización de Naciones Unidas.

32 Ferrajoli, Luigi. Derecho y Razón. Teoría del Garantismo Penal. Ed. Trotta, Madrid, España. Año

1.998, citado por Toselli, Nicolás. Pautas para la supervivencia de un régimen progresivo de ejecución de

la pena en la República Argentina. En AA.VV. dirigido por Fellini, Zulita. Ed. Hammurabi. Buenos

Aires, Argentina. Año 2.006. Págs. 260 - 261.

33 Machado, Ricardo. López, Axel. Análisis del Régimen de Ejecución Penal. Ed. Fabián Di Placido. La

Plata, Buenos Aires, Argentina. Año 2.004. Págs. 274 y ssgtes.

34 Edwrds, Carlos Enrique. Ejecución de la pena privativa de la libertad. Ed. Astrea. Buenos Aires,

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35 Ceruti, Raúl A. Rodríguez, Guillermina B. Ejecución de la pena privativa de la libertad. Ley 24.660.

Comentada y Anotada. Ediciones La Roca. Buenos Aires, Argentina. Año 1.998. Pág. 173.

36 Neuman, Elias. Irurzun, Víctor. La sociedad carcelaria. Depalma Editores. Buenos Aires, Argentina.

Año 1.984. Página 103 y ssgtes,

Page 32: La prisión eludible

37 Machado, Ricardo. López, Axel. Análisis del Régimen de Ejecución Penal. Ed. Fabián Di Placido. La

Plata, Buenos Aires, Argentina. Año 2.004. Págs. 276 y ssgtes.

38 Machado, Ricardo. López, Axel. Análisis del Régimen de Ejecución Penal. Ed. Fabián Di Placido. La

Plata, Buenos Aires, Argentina. Año 2.004. Págs. 276 y ssgtes.

39 Laje Anaya, Justo. Notas a la ley penitenciaria nacional Nº 24.660. Editorial Advocatus. Córdoba,

Argentina. Año 1.998. Página 43.

podría 40 Ceruti, Raúl A. Rodríguez, Guillermina B. Ejecución de la pena privativa de la libertad. Ley

24.660.

Comentada y Anotada. Ediciones La Roca. Buenos Aires, Argentina. Año 1.998. Pág. 90.

41 Suárez, María de las Mercedes en Lascano, Carlos J. (H.). Derecho Penal Parte General. Edición

Estudiantil. Advocatus. Córdoba. Argentina. Año 2.002. Pág. 735 y ssgtes.

42 Gorsd, Paula. Sistensis de jurisprudencia de ejecución penal del TCPBA en Cuadernos de Doctrina y

Jurisprudencia Penal. Año IX, Número 17. Especial sobre Ejecución Penal. Ed. Ad Hoc, Buenos Aires,

Argentina. Páginas 573 y ssgtes.

43 Laje Anaya, Justo. Notas a la ley penitenciaria nacional Nº 24.660. Editorial Advocatus. Córdoba,

Argentina. Año 1.998. Página 120.

44 Ceruti, Raúl A. ; Rodríguez, Guillermina B. Ejecución de la pena privativa de la libertad. Ley 24.660.

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