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1 Publicado en las actas del II Congreso de Historia de Andalucía, Córdoba, 1-6 de Abril de 1991. Actas. Córdoba, 1994, pp. 173-199. LA PROYECCIÓN ECONÓMICA DE LA BÉTICA EN EL IMPERIO ROMANO (ÉPOCA ALTOIMPERIAL) Genaro Chic García Universidad de Sevilla Para entender la economía de la Roma altoimperial tendríamos que empezar por situarnos en una perspectiva que, según nuestro modo de ver las cosas, sólo se podría definir como tercermundista. Es sabido cómo, en los países así considerados, uno de los problemas fundamentales, en cuanto que afecta a la propia supervivencia, es el de la alimentación, dado que los gobiernos dedican cada vez menos atención a los problemas de la agricultura, base fundamental del sustento de cerca de dos tercios de la población. La mayoría de estos países, tras el proceso de descolonización, han pasado a estar regidos por unas formas de vida urbana sin haber asimilado plenamente todo el proceso que lleva a las mismas desde unas formas culturales menos avanzadas. O sea, lo mismo que les sucedió a los latinos cuando los etruscos les crearon en su seno una urbs. Estos latinos, mucho antes de consolidar su estado como polis mediante la fusión del populus y la plebs en una estructura unitaria -como habían logrado los atenienses en la época de Solón al integrar en un solo cuerpo cívico a los kakoi y agathoi que aparecen en sus poemas 58 - cosa que en la Roma republicana sólo se consiguió a fines del siglo IV, ya se habían lanzado a una expansión exterior basada en unos lazos de comunidad que tenían que ver más con la sangre que con la estructura administrativa territorial y que les llevaron al control de un vastísimo territorio: se había superado el estadio griego de la polis antes de asumirlo completamente. Las limitaciones de población que un sistema tal exigía para un control directo entre los miembros de la comunidad, sobre las que teoriza Aristóteles y que hacen posible una democracia directa, saltaron por los aires con la expansión militar antes de que se llegase siquiera al individualismo, que, como sabemos por el caso ateniense, se liga a una posesión de la tierra en un marco de referencia superior al del clan, o sea con la consolidación de la polis como marco natural de las relaciones humanas. No se había llegado al voto individualizado cuando la democracia directa se había convertido en imposible para una buena parte de la población romana 58 A. Ramírez de Verger, en "Exemplaria Graeca: la koiné literaria en Roma", El pasado renacido. Uso y abuso de la tradición clásica, Sevilla, 1992, p. 26 y n. 3, llama nuestra atención sobre que el famoso QVOIVS FORMA VIRTVTEI PARISVMA que aparece en la tumba de Escipión (CIL I 2 , 2, 6-7) es una traducción del ideal ateniense de la kalokagatía. Evidentemente, igual que sabemos que sucedió en Atenas en su época clásica, este ideal se mantuvo en los círculos aristocráticos, pero no podemos aceptar sin más que sea una simple contaminación: debía de haber una base real sobre la que aplicar unas determinadas formas literarias, no podía ser una simple moda hueca.

LA PROYECCIÓN ECONÓMICA DE LA BÉTICA EN EL · PDF filey al proceso de emigración de la ... 63 Sobre el nivel de población alcanzado por Roma puede verse K. Hopkins, Conquistadores

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Publicado en las actas del II Congreso de Historia de Andalucía, Córdoba, 1-6 de Abril de 1991. Actas. Córdoba, 1994, pp. 173-199.

LA PROYECCIÓN ECONÓMICA DE LA BÉTICA EN EL IMPERIO ROMANO (ÉPOCA ALTOIMPERIAL)

Genaro Chic García Universidad de Sevilla Para entender la economía de la Roma altoimperial tendríamos que empezar por situarnos en una perspectiva que, según nuestro modo de ver las cosas, sólo se podría definir como tercermundista. Es sabido cómo, en los países así considerados, uno de los problemas fundamentales, en cuanto que afecta a la propia supervivencia, es el de la alimentación, dado que los gobiernos dedican cada vez menos atención a los problemas de la agricultura, base fundamental del sustento de cerca de dos tercios de la población. La mayoría de estos países, tras el proceso de descolonización, han pasado a estar regidos por unas formas de vida urbana sin haber asimilado plenamente todo el proceso que lleva a las mismas desde unas formas culturales menos avanzadas. O sea, lo mismo que les sucedió a los latinos cuando los etruscos les crearon en su seno una urbs. Estos latinos, mucho antes de consolidar su estado como polis mediante la fusión del populus y la plebs en una estructura unitaria -como habían logrado los atenienses en la época de Solón al integrar en un solo cuerpo cívico a los kakoi y agathoi que aparecen en sus poemas58- cosa que en la Roma republicana sólo se consiguió a fines del siglo IV, ya se habían lanzado a una expansión exterior basada en unos lazos de comunidad que tenían que ver más con la sangre que con la estructura administrativa territorial y que les llevaron al control de un vastísimo territorio: se había superado el estadio griego de la polis antes de asumirlo completamente. Las limitaciones de población que un sistema tal exigía para un control directo entre los miembros de la comunidad, sobre las que teoriza Aristóteles y que hacen posible una democracia directa, saltaron por los aires con la expansión militar antes de que se llegase siquiera al individualismo, que, como sabemos por el caso ateniense, se liga a una posesión de la tierra en un marco de referencia superior al del clan, o sea con la consolidación de la polis como marco natural de las relaciones humanas. No se había llegado al voto individualizado cuando la democracia directa se había convertido en imposible para una buena parte de la población romana

58 A. Ramírez de Verger, en "Exemplaria Graeca: la koiné literaria en Roma", El pasado renacido. Uso y abuso de la tradición clásica, Sevilla, 1992, p. 26 y n. 3, llama nuestra atención sobre que el famoso QVOIVS FORMA VIRTVTEI PARISVMA que aparece en la tumba de Escipión (CIL I2, 2, 6-7) es una traducción del ideal ateniense de la kalokagatía. Evidentemente, igual que sabemos que sucedió en Atenas en su época clásica, este ideal se mantuvo en los círculos aristocráticos, pero no podemos aceptar sin más que sea una simple contaminación: debía de haber una base real sobre la que aplicar unas determinadas formas literarias, no podía ser una simple moda hueca.

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de pleno derecho, que se encontraba desperdigada a lo largo de toda Italia. El desarrollo de su civilización fue por tanto anómalo y ello influyó en toda su existencia. Conforme se fue afirmando el Imperio, la ciudad fue poco a poco tomando importancia a expensas del campo. A medida que se iban desarrollando las conquistas, que consumían ya de por sí numerosa mano de obra joven, el campo se fue viendo perjudicado por unas importaciones de grano cuyo precio hacía poco rentables los cultivos propios. El mundo de los negocios, aunque limitado en buena medida a la especulación financiera, iba haciendo fuerte la vida de la ciudad a expensas de un campo que no recibía apenas nada a cambio59, con lo que Roma cada vez se asemejaba más a Alejandría en este aspecto60. Pero la capa dominante, la de los boni, seguía poniendo toda su pasión en una lucha por un prestigio que, en caso de éxito, les habría de permitir ser considerados como optimates, de la misma manera que los agathoi helenos de la época prepolítica se esforzaban por ser considerados aristoi. Y en esa lucha por los honores el recurso al evergetismo, como en toda sociedad primitiva, jugaba un papel fundamental. Las ganancias de las actividades financieras - abiertas o encubiertas- se invertían en la compra de tierras, pues la posesión de la tierra era el principal elemento de prestigio en un mundo dominado por la idea moral del otium; pero, en consonancia con ello, difícilmente se invertía en hacer más productivas dichas tierras. C. Nicolet61 resumió muy bien el secular conflicto que enfrentaba en Roma a la aristocracia ganadera, poco preocupada por la explotación de una tierra que de forma extensa procuraba dedicar a pastos o al establecimiento de piscinae62, y una plebe hambrienta que pretendía que se repartiesen las tierras para el cultivo. Presionados por la ambición de los nobiles, por la competencia del grano traído de fuera de

59 El siguiente texto de Galeno (c. 129-199 d.C.), tomado de su obra Sobre los buenos y malos jugos de los alimentos, VI, 749ss., nos muestra cómo en las épocas de hambre se hacía sentir de forma especialmente notoria el predominio de la ciudad sobre el campo: "Las hambres que se dan de forma ininterrumpida durante un número de años entre muchos pueblos sometidos a los romanos han demostrado con claridad, a cualquiera que no carezca de inteligencia, el importante papel desempeñado en la génesis de las enfermedades por el consumo de alimentos malsanos. Pues entre muchos de los pueblos que están sometidos a los romanos, los habitantes de la ciudad, como tenían por costumbre recoger y almacenar bastante grano para el año siguiente inmediatamente después de la cosecha, dejaban lo que quedaba a los campesinos, o sea, legumbres secas de distintos tipos, y ellos también se llevaban una buena parte de estas a la ciudad. Los campesinos acababan con las legumbres secas durante el invierno, y de esta manera tenían que echar mano a alimentos malsanos durante la primavera; comían ramitas y brotes de árboles y matojos, y bulbos y raíces de plantas indigestibles; se hartaban de hierbas silvestres, y cocinaban cesped fresco".

60 C. Préaux, El mundo helenístico. Grecia y Oriente (323-146 a. de C.), Barcelona, 1984, p. 269.

61 C. Nicolet, Roma y la conquista del mundo mediterráneo. 264-27 a. de J.C., pp. 27-32. Cf. M. Crawford, La República Romana, Madrid, 1982, pp. 104- 108.

62 Creemos que este término se debe entender, cuando se habla de los nobles piscinarii, -cf. Cic. Ad Att., I, 18, 6; Varrón, RR, 2, 1, 2; Plinio, N.H., IX, 171- como relativo a las pesqueras que se formaban en los ríos mediante el establecimiento de un portus o dique de contención en una corriente de agua que permitía la formación de la misma.

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Italia y por la sangría de jóvenes que suponían las continuas guerras que los optimates alentaban, los campesinos que permanecían en sus tierras se veían desalentados. Faltos de capital, se veían privados de los medios de regenerar la tierra, y la producción tendía a decaer. El dinero fluía de los países conquistados y de las rentas de los campos hacia la ciudad, pero apenas revertía en el mundo agrícola. Las inversiones tendían a aumentar el prestigio de quien las realizaba, no la producción de sus bienes materiales. La lucha política consumía bastante más medios y esfuerzos que la lucha por el buen estado general de la economía. Atraídos por una mejor vida, los agricultores tendían a emigrar hacia la ciudad, lo que implicaba una enorme presión63 que imposibilita la cobertura de las necesidades básicas de vivienda, empleo y servicios para atender a la demanda de esta población urbana en crecimiento. Esto, a su vez, generaba otros problemas pero sobre todo un hecho dramático: cada vez que un agricultor abandonaba el campo y emigraba a la ciudad, se estaba ante un productor de alimentos menos y un consumidor de alimentos más64. Los campesinos, por su parte, agobiados por condiciones de pobreza en progresivo incremento debido a la falta de atención hacia la agricultura y al proceso de emigración de la población joven, y sobre todo masculina, a las ciudades65, se limitarían en muchos casos, como en la actualidad, a los llamados cultivos de subsistencia, es

63 Sobre el nivel de población alcanzado por Roma puede verse K. Hopkins, Conquistadores y esclavos, Barcelona, 1981, pp. 122-125. En opinión de N. Criniti, La tabula alimentaria di Veleia, Parma, 1991, p. 263, sería el deseo de retener a los hombres en el campo lo que habría llevado, ante todo, a Trajano a disponer las instituciones alimentarias, recibiendo estas gran impulso a raiz de la entrada en las arcas del Estado del botín dacio (p. 254).

64 Esto queda bien reflejado en la Carta de Aristeas a Filócrates, 108-109: "Todas las grandes ciudades que gozan de una prosperidad que responde a su importancia ven incrementarse su población, mientras que su campo se despuebla, pues todo el mundo desea gozar de la vida [...] era también el caso de Alejandría, que supera a todas las ciudades en grandeza y prosperidad. Las gentes del campo que allí acudían, al permanecer en ella provocaban la disminución de la producción agrícola". Recogido por C. Préaux, El mundo helenístico, Barcelona, 1984, vol. I, p. 237.

65 Este fenómeno no fue desde luego privativo de Roma. Así, M. Mazza, en Lotte sociali e restaurazione autoritaria nel III secolo d.C., Roma, 1973, comentando el Euboico de Dión de Prusa, nos dice en p. 174 que el fondo del discurso de Dión es el estado de miseria de las ciudades griegas, rodeadas por vastos territorios en estado de abandono, privados de cultivadores, ahora asilvestrados y estériles. Reina así ahora en las ciudades griegas una turba desocupada y gorrona, que llena los circos, los teatros y los prostíbulos, pero que está ya acostumbrada a vivir de actividades improductivas, a cargo de este o aquel personaje influyente, que de tal forma se asegura sus favores, y los gastos públicos. La economía de estas ciudades está ahora completamente descompuesta, privadas como están del aporte económico del campo: deben por el contrario alimentar a su población, que se ha urbanizado. El tema de fondo del diálogo es de este modo el abandono de los campos, la despoblación del paisaje agrario, con el conexo e irresoluble problema demográfico. ... Pues bien, según el retórico de Prusa, dos son sustancialmente las causas del abandono de la tierra: la incuria de la administración pública y la penuria del personal laboral. J.J. Rousseau, El contrato social, Barcelona, 1993 [1762], libro III, capítulo XIII (p. 91 de esta edición) nos recuerda que "los muros de las ciudades se construyen con las ruinas de las casas de campo".

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decir, a producir alimentos para su propio y casi exclusivo consumo, acentuando así la tendencia a la autarquía que es consustancial con la mentalidad antigua, dominada siempre por el fantasma del hambre. Además, las circunstancias morales (miedo religioso a la alteración de la Naturaleza; creencia en la superioridad del otium y miedo a los efectos de una interdependencia que se estima muy insegura -falta de fe colectiva, que impide el desarrollo de unos medios financieros idóneos-) que dificultan un desarrollo técnico adecuado, hacían que las ciudades fuesen incapaces de generar puestos de trabajo suficientes en el sector secundario y terciario de la economía. Los emperadores tratarían luego de hacer frente al problema por medio del empleo de trabajadores en el desarrollo de obras públicas; actividad en lo que se distinguirían sobre todo Augusto, Nerón, Domiciano y Trajano66. Es, en este sentido, muy ilustrativa la anécdota de Vespasiano que nos transmite Suetonio67 y que no nos resistimos a reproducir: «Fue el primero en constituir, por cuenta de los recursos del fisco, para los retóricos latinos y griegos, una pensión anual de cien mil sestercios por persona; los poetas, y también los artistas de talento, y el restaurador de la Venus de Cos y el del Coloso, recibieron de él dones principescos y un magnífico salario. Así mismo, al prometerle un ingeniero transportar con poco gasto al Capitolio unas columnas enormes, le ofreció una suma considerable por su invento, pero él rehusó emplearlo, diciéndole: "Permitidme que dé de comer al pobre pueblo"». En ella, como podemos observar, se pone de manifiesto que era lo social y no lo económico lo que interesaba de manera directa en tales obras68: el trabajo daba paso fundamentalmente a obras de prestigio, no a bienes productivos en sí, en la mayor parte de los casos. El resultado conjunto de los factores analizados venía a ser que, con el desarrollo de la vida ciudadana, la producción de alimentos per capita fuese descendiendo de forma lenta pero progresiva. Y si a ello se suma el hecho cierto de que, debido a la existencia del Imperio, resultaba más barato importar una tonelada de cualquier cereal que producirla localmente, la atención al campesinado, que constituía la mayoría de la población activa fue siendo cada vez menor. P. Garnsey y R. Saller69 señalan cómo Roma y las ciudades de Italia contenían aproximadamente un 30% de la población en la época de Augusto, de la cual la mitad se concentraba en la capital y

66 Recogido en G. Bodei Giglioni, Lavori pubblici e occupazione nell'antichità classica, Bologna, 1973. Cf. P. Garnsey, Famine and food supply in the graeco-roman world, Cambridge, 1988, p. 239.

67 Vesp., XVIII.

68 G. Traina, en La tecnica in Grecia e a Roma, Roma-Bari, 1994, p. 39, piensa que "Vespasiano consideraba más útil dar trabajo a las masas de los desheredados, cuyo descontento podía desencadenar revueltas sangrientas, mejor que ahorrar dinero gracias a un mecanismo ingenioso. También en este caso lo que contaba no era el modo en que se realizaba una obra, sino el resultado".

69 The Roman Empire. Economy, Society and Culture, Berkeley-Los Angeles, 1987, pp. 6-7. En p. 58 estiman que sólo un 10 % del grano de Roma procedería, bajo el Principado, de regiones italianas tales como Toscana, Umbría, Campania y Apulia.

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cómo la tarea de alimentar a esta multitud iba más allá de las posibilidades de una economía agrícola subdesarrollada. La llamada popularis ratio, manifiesta sobre todo desde la época de los Gracos70, fue acostumbrando a la población a vivir de las importaciones. Y los gobiernos, que tenían su sede en la ciudad y para los que la población urbana representaba siempre un riesgo de sublevación71 mayor que la rústica, fueron tendiendo cada vez en mayor medida a obtener esos alimentos en el exterior para ofrecerlos a precios subvencionados (e incluso de forma gratuita) lo que no sólo desequilibraba lo que hoy llamaríamos la "balanza de pagos" italiana, sino que, como hemos dicho antes, afectaba a la producción de alimentos locales. Augusto era consciente del problema, como sin duda lo fueron los siguientes emperadores. Como nos dice Suetonio72, con motivo de una carestía [en 6 d.C.73] muy aguda y de muy difícil remedio, expulsó de Roma a los tratantes de esclavos y gladiadores con sus correspondientes mercancías humanas, y en general a todos los forasteros, a excepción de médicos, preceptores, y de una parte de los esclavos. Cuando por fin se normalizó el suministro, escribe Augusto "que se sintió tentado a suprimir para siempre los repartos públicos de trigo, viendo que por fiarse de ellos, el pueblo abandonaba el cultivo de los campos; pero desistió de su empeño, teniendo por seguro que algún día volvería a restablecerse la costumbre por el deseo de los magistrados de granjearse el favor del pueblo". Así es que, en lo sucesivo, adoptó un término medio, para salvaguardar por igual los intereses de los labradores y comerciantes que los del pueblo. El precedente de Sylla, que suprimió las donaciones de trigo74 sin lograr desterrarlas para siempre - pues tras él fueron restablecidas- debió de pesar mucho en su ánimo75. El proyecto se basaba pues en el sentimiento de que las tierras italianas se veían apartadas del cultivo de los cereales, dependiendo de forma exagerada de las importaciones, cosa que Tácito pone claramente en boca de Tiberio ya en el año 2276. A la misma causa achaca también la escasez de la época de Claudio, cuando éste se ve precisado en 51 a ofrecer estímulos a los importadores

70 M. Crawford, La República Romana, pp. 113-115.

71 P. Garnsey, que estudia este miedo de los emperadores a las iras de la multitud en Famine and food..., pp. 240-243, cree que hay que relacionar con el mismo la creación de los vigiles por parte de Augusto en 6 d.C..

72 Aug., XLII, 3.

73 Según Cassio Dión, LV, 26.

74 P. Garnsey, loc. cit. en base a Salustio, Hist., I, 55, 11 M. Cf. C. Virlouvet, "Les lois frumentaires d'époque républicaine", en Le ravitaillement en blé de Rome et des centres urbains des débuts de la République jusqu'au Haut Empire. Actes du colloque international de Naples (1991). Nápoles-Roma, 1994, p. 16.

75 Véase P. Garnsey, Famine and food supply in the graeco-roman world, p. 240.

76 Ann., III, 54. P. Garnsey y R. Saller, The Roman Empire. Economy Society and Culture, Berkeley-Los Angeles, 1987, nos recuerdan en p. 80 cómo Sicilia bajó su producción promedia de trigo y dedicó numerosas tierras cerealísticas a otros cultivos en el siglo XIX como consecuencia de la competencia exterior.

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de trigo77. En la época de Nerón, Columella, en el prefacio de su obra Sobre las cosas del campo se queja precisamente de lo mismo y pone luego claramente de manifiesto que los campos italianos declinan por la falta de capitales invertidos78. Y poco después, ya en época flavia, Plinio79 sigue insistiendo en que latifundia perdidere Italiam, refiriéndose sin duda no tanto al tamaño de las explotaciones cuanto a la poca atención dedicada a las mismas80, en la línea en que poco antes lo había hecho Columela81. En este sentido, las medidas de los Flavios, tendentes a aumentar la productividad por la vía de la racionalización de la utilización de los recursos, no hacen sino intentar hacer frente a una situación largamente denunciada. El recurso a los bienes del Estado (fincas, cotos mineros) para alentar la producción por las vías de la parcelación y el apoyo al sector de la población con menos recursos y más ganas/necesidad de trabajar, son sintomáticos de su política. El Estado recurre a la aparcería en la producción de sus fincas con vistas a aumentar la producción y rentabilidad de las mismas. El emperador prestaba así de forma directa más atención al aumento de la productividad 77 Ann., XII, 43. 78 M. Mazza, Lotte sociali e restaurazione autoritaria nel III secolo d.C., Roma, 1973, pp. 159-163. Sobre la política de Nerón, en la línea de lo proyectado por Augusto, nos dice E. lo Cascio, "Gli alimenta, l'agricoltura italica e l'approvvigionamento di Roma", Atti della Academia Nazionale dei Lincei, XXXIII, 1978 (1979), p. 341, n. 104: "Es significativo que Nerón había interrumpido en 64 la distribución gratuita de trigo (Cass. Dio LXII 18, 5 [Xiph.], según la interpretación de Van Berchem, Les distributions de blé et d'argent, Ginebra, 1939, p. 74 ss.; cf. también Z. Yavetz, Plebs and Princeps, Oxford, 1969, p. 143 s.), prefiriendo utilizar también el grano destinado a las frumentationes para la venta y contribuyendo, al lanzar al mercado todas las reservas, a la disminución del precio (Tac. Ann. XV 39)".

79 Plinio, N.H., XVIII, 35. Esto no quiere decir, con todo, que algunas zonas de Italia no experimentaran una mejoría en su situación económica tras la conclusión de las guerras civiles y la instauración del Principado. Cf. P. Garnsey y R. Saller, op. cit., p. 62. En p. 99 los citados autores señalan cómo en la época de Augusto la población de Roma recuperó los niveles de los años 60 y 50 a.C. aunque ahora no ya tanto en base a los campesinos italianos cuanto a muchos provinciales que se sentían atraídos por la Urbs como lugar donde medrar.

80 Sobre el valor de esta afirmación de Plinio y la lógica de la progresión hacia la concentración de la propiedad en este mundo puede verse M. Mazza, Lotte sociali e restaurazione autoritaria nel III secolo d. C., Roma, 1973, pp. 164-165.

81 I, 3: Pues sólo se ha de adquirir lo necesario para que parezca que hemos comprado fincas que disfrutar, y no que nos sirvan de carga, privando a otros de su goce, a ejemplo de los muy poderosos, que poseen comarcas enteras a las que no pueden dar la vuelta ni aun a caballo, y las dejan abandonadas a los ganados para que las pisoteen, o a las fieras para que las devasten y destruyan, o las ocupan con ciudadanos encadenados por deudas, o con esclavos en mazmorras. En I, 7 expone las desventajas de estos latifundia dejados en manos de los esclavos, prefiriendo el trabajo de colonos libres. Estos, no obstante, también ofrecen dificultades, sobre todo cuando la descapitalización les sumerge en las deudas y quedan esclavizados por ellas, como expone Plinio el Joven en Ep., IX, 37. La solución final será el colonato aparcero, por el que se inclina este último.

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que a los impuestos. Por otro lado, Suetonio82 nos dice que un año en que había abundancia de vino, mientras que el trigo escaseaba, estimando que el cultivo exagerado de la viña hacía descuidar las tierras, prohibió plantar más viñas en Italia, y mandó talar las cepas en las provincias, dejando como mucho sólo la mitad de ellas; pero no hizo ejecutar este edicto83. La demanda de vino en una ciudad como Roma tenía que haber llegado a ser grande. De hecho el propio Augusto tuvo que reprimir a una multitud que le exigía este producto aconsejándole que aprovechara los magníficos acueductos creados por Agripa para amortiguar su sed84. La parte más emprendedora del empresariado rural debió de considerar las posibilidades del negocio y las ánforas Dressel 2/4 dan testimonio de la importancia del viñedo italiano85. El mercado de Roma atraía además la producción de otros centros productores, como por ejemplo el hispano. Pero, aunque llegase a ser rentable, y hacia su produción se dirigiesen las inversiones especulativas86 -que, como señala P. Veyne87, eran perfectamente compatibles con el status de un hombre- lo mismo que a la de frutas, hortalizas frescas y algunas exquisiteces demandadas por la vida urbana88, el vino no era un producto de primera necesidad (podía ser sustituido por el agua, como decía Octaviano) y no causaba la preocupación de los encargados de la Annona, a quienes en cambio sí preocupaba la

82 Dom., VII .2.

83 Vuelve sobre el tema en Dom., XIV ,2: Si hizo revocar, después de puesto en público, su edicto mandando cortar las cepas, fue sobre todo, según se cree, porque se habían distribuido unos billetitos que contenían estos versos: "Aunque me devores hasta la raiz, siempre daré bastantes frutos para que sea posible libar sobre tu cabeza, cabrón, en el momento de tu sacrificio". Por Filóstrato, Vit. Apol., VI, 42, sabemos de la protesta de los griegos por esta medida.

84 Suetonio, Aug., XLII, 1.

85 Cicerón, De Rep., III, 16, nos dice cómo, en un principio, Roma, considerando las ventas de la exportación, había llegado a la conclusión de que sería bueno establecer una prohibición a las poblaciones transalpinas de que plantaran vides y olivos, para aumentar nuestros propios viñedos y olivares. En la misma época en que escribe Cicerón, Varrón se queja de que navibus vindemiam condimus ex insula Coa et Chia (De re rustica, II, praef., 3).

86 En un célebre pasaje Columella, De r.r., III, 3, elogia las ventajas económicas de la vid sobre los cereales.

87 Se entiende por "hombre" en términos antiguos a aquel que pertenecía de pleno derecho a la comunidad que era propietaria de la tierra y por tanto tenía en sí mismo el principio de su propia supervivencia. La obra de P. Veyne citada es "Mito y realidad de la autarquía en Roma", recogida en La sociedad romana, Madrid, 1990, pp. 139-168.

88 D.J. Mattingly, "Oil for export? A comparison ob Libyan, Spanish and Tunisian olive oil production in the Roman empire", Journal of Roman Archaeology, 1, 1988, p. 49-50. El arraigo del régimen esclavista de la producción sería para el autor el responsable de la poca atención al olivar en Italia, dado que es un cultivo que exige poco trabajo y éste se concentra sólo en una época del año, con lo que no sería rentable la inversión permanente en mano de obra que supone el mantenimiento de una familia servil durante todo el año.

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escasez de trigo. Así pues, tras todos los antecedentes expuestos difícilmente podemos tomar la medida como meramente coyuntural o caprichosa89. La medida se debió de revocar posiblemente sólo en Italia, pues parece haber seguido vigente en las provincias galas, hispanas y británica hasta la época de Probo90. En Italia Domiciano se hubo de terminar resignando ante la imposibilidad de cambiar un estado de cosas tan inveterado, como en su día hizo Tiberio. Una medida como la de la institución de los alimenta, desarrollada bajo Trajano, iba dirigida precisamente contra el mal de la descapitalización en los campos italianos. Se prestaba, a fondo perdido pero con interés permanente de aproximadamente un 5% anual, un capital equivalente al 8% del valor declarado de la tierra. Los beneficios irían dirigidos al mantenimiento de niños pobres buscándose así un incremento de la población que habría de ser útil para el mantenimiento del Estado tanto en el sistema productivo -aumentando la población campesina- como en la defensa91. Lo cierto es que conjugándose el factor de la decadencia de la agricultura italiana, que llegó a ser incapaz de alimentar a la población propia de las ciudades, con la posibilidad de obtener suministros fuera, Roma se hizo progresivamente dependiente de las provincias, y en particular de aquellas que podían atender mejor sus necesidades básicas. Egipto, como propiedad imperial sujeta a entregas forzosas de trigo, y el ager publicus provincialis en general, sobre todo en Africa, atendían a la alimentación mínima, basada en el pan. Pero otros productos, y sobre todo el aceite, considerado de primera necesidad en una sociedad urbana, hubieron de ser conseguidos por otros medios menos baratos. El recurso a la compra haría que las provincias suministradoras de Roma viesen compensados los impuestos entregados a la Urbs con una reversión de beneficios posiblemente mayor, a juzgar por los resultados. No fue por casualidad, sin duda alguna, por lo que las elites provinciales, comenzando por las de la Bética, accedieron a la dirección del Imperio. Tampoco es ninguna casualidad que sea un provincial, Trajano, hijo de un homo novus entrado en el Senado bajo Nerón92, quien se preocupe 89 Véase el trabajo de A. Tchernia, Le vin de l'Italie romaine: essai d'histoire économique d'aprés les amphores, París, 1986. Las distintas interpretaciones dadas a esta disposición pueden verse en G. Pereira, "El edicto de Domiciano sobre el vino y la economía política romana en el Alto Imperio", El vi a l'Antiguitat, Badalona, 1987, pp. 349-364.

90 S.H.A., Vita Probi, XVIII, 8. La desaparición de las ánforas Dressel 2/4 italianas, utilizadas como contenedores tradicionales del vino durante el Imperio, no necesariamente ha de deberse a la caida en la producción de este licor durante la época de Trajano. De todas formas, la presión del Estado pudo incidir en el campo de la producción, aunque de momento no sabemos cómo.

91 M. Mazza, en Lotte sociali e restaurazione autoritaria nel III secolo d.C., pp. 176-184, recoge las principales opiniones vertidas en torno a este tema. Posterior a él, y muy convincente en buena parte de sus planteamientos, se nos ofrece el trabajo de E. lo Cascio, "Gli alimenta, l'agricoltura italica e l'approvvigionamento di Roma", Atti della Academia Nazionale dei Lincei, XXXIII, 1978 (1979), pp. 311-351, donde muestra, entre otros aspectos, el notable impulso que podía suponer para la producción de trigo, sobre todo en las zonas con más fácil acceso a Roma, el hecho de que se recargase con aproximadamente un 0'5 % (al ser la garantía exigida hasta el décuplo del préstamo asignado) de interés perpetuo anual el valor de fincas antes poco productivas, primando así a la agricultura cerealística sobre el pastoreo (pp. 325-329).

92 A. Caballos Rufino, Los senadores hispanorromanos y la romanización de Hispania (siglos

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por el excesivo poder que estaban tomando las provincias frente a una Italia progresivamente dependiente y tome medidas para obligar a los senadores a tener invertido un tercio de su capital en el campo italiano93. Debía de conocer por experiencia muy bien el tema, pues algunos, como su coterráneo Séneca94, tenían labor en todas las provincias, aunque muy posiblemente las mayores inversiones se encontrarían en la parte occidental del Imperio, más barata que el "económicamente desarrollado, urbanizado y sofisticado Oriente"95. Es conocido que el número de senadores béticos fue siguiendo de cerca al predominio progresivo que la arqueología nos muestra que iban tomando los productos sudhispanos en toda la parte occidental del Imperio. Parece haber una clara relación entre la riqueza generada y el poder de los detentadores de la misma. Pero por qué la una y el otro?. Por qué la aristocracia italiana fue abriendo progresivamente sus filas a las capas dirigentes de la provincia Baetica? Ciertamente la concepción política del emperador iba más allá de la antigua idea mediterránea de polis y tendía a que su figura fuese el elemento cohesionante de una comunidad política ampliamente dispersa por todo el Imperio. El emperador habría de ser el jefe natural de todos los ciudadanos romanos, dondequiera que se encontrasen, aunque en principio estos ciudadanos fuesen una minoría dentro del conjunto. Hemos señalado ya que la idea de civitas se fue ligando progresivamente a la idea de urbs96, que participar de la civitas era de algun modo estar conforme con la idea de que los órganos de poder tuviesen su sede en un centro urbano adonde se acudía para cumplir con las sagradas tradiciones comunes de culto colectivo y, en consonancia con ello, para regular todas las actuaciones fundamentales de la vida en común. Por ello, cuando el romano organice su vida fuera de la Urbs primigenia siempre procurará hacerlo en el marco de otra nueva que sea como un reflejo de aquella. Las ideas de romanización y de urbanización marchan parejas y difícilmente se pueden disociar en el momento histórico de que tratamos. Montado sobre el esquema administrativo de unas ciudades que controlan su propio territorio y dejan su "política exterior" en manos del emperador, éste se siente más fuerte cuanto mayor número de ciudades le siguen fielmente. Por otro lado el sistema urbano, el sistema de poleis, exige para su supervivencia una creación de excedentes en el campo y son esos excedentes los que el emperador precisa para

I-III). I. Prosopografía, Ecija, 1990, p. 305.

93 Plinio el Joven, Ep., III, 19, 4. No obstante, ante lo inefectivo de la medida y buscando un mayor realismo, Marco Aurelio redujo esta exigencia a una cuarta parte. Cf. SHA, Vita Marci Aur., XI, 8.

94 Ep., 87, 7.

95 P. Garnsey y R. Saller, op. cit., p. 66.

96 G. Pereira, en "El edicto de Domiciano sobre el vino y la economía política romana en el Alto Imperio", El vi a l'Antiguitat, Badalona, 1987, p. 358, nos recuerda que una verdadera ciudad romana era inconcebible sin centro urbano, de tal modo que Tácito es capaz de confundir "núcleo urbano" y "municipio", cuando para decir que en torno a unos baños se ha desarrollado una población importante, se expresa así: in modum municipii extructus locus (Hist., I, 67), tratándose en realidad de un conjunto de casas crecido de forma espontánea. De todos modos nunca se perdió del todo la noción de que eran dos conceptos diferentes. Así Nonio Marcelo, gramático de comienzos del siglo IV nos dice claramente en su De compendiosa doctrina, 5. 429, que inter urbem et civitatem hoc interest. Urbs est aedificia, civitas incolae.

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mantener a un ejército97, destinado más a la defensa que a la depredación, y a un creciente número de funcionarios civiles que permitan sostener en pie la estructura administrativa del nuevo Estado. No hay más que ver cómo se organiza el sistema de recaudación de los tributos -en base a las ciudades- para comprender hasta qué punto esto pudo ser cierto. Tal vez al emperador no le interesase muchas veces tanto el grado de desarrollo cultural considerado como propio del hombre civilizado cuanto la valía productora de bienes y servicios (militares sobre todo) de aquellos a quienes necesitaba integrar como elementos básicos sostenedores de su sistema de gobierno, pero, sobre todo al principio, hubo de contar con el sentimiento urbano de quienes, como auténticos "ciudadanos romanos", constituían el nervio fundamental e ideológico de su poder. Ser ciudadano tenía sus ventajas y podía ser ofrecido como premio; pero para obtener la fidelidad que se solía derivar de este tipo de honor concedido, el emperador había de procurar que los grupos humanos así honrados se ajustasen a las formas de comportamiento romanas. El recurso a la "ciudadanía latina" ofrecida por Vespasiano a la península Ibérica, sólo parcialmente urbanizada, es todo un síntoma de ello. Ciertamente el mundo oriental o de predominio griego se encontraba, en su parte mediterránea, ampliamente urbanizado; en muchas ocasiones desde antes del nacimiento como urbs de la misma Roma. Tenían una conciencia política claramente desarrollada y se sentían orgullosos de sí mismos, como nos muestra paradójicamente Elio Aristídes en su discurso A Roma98 después de ensalzar la grandeza del orbis romanus99, y por consiguiente, por ese orgullo de ser griegos, no eran en principio demasiado de fiar. No tiene nada de raro, pues, que no se prodigase demasiado la concesión de la ciudadanía por este lado del Imperio100: sus efectos no hubiesen sido tan positivos -salvo cuando se concedía a la clase dirigente local- como lo era en Occidente, donde Roma se reproducía a sí misma sobre unas bases mucho más auténticas. Prudente y desconfiada hacia ese refinado mundo helenístico que presentaba en la reina Cleopatra VII los graves peligros que para la propia esencia podía representar lo físicamente débil, Roma prefería ir desmantelando las murallas de su conservadurismo, ante la necesidad de hacerlo, más bien hacia ese Occidente que mejor se había ido configurando a su manera101. Romanización 97 Sobre los artículos que eran necesarios para mantener al ejército, de unos 300.000 hombres, véase P. Garnsey y R. Saller, op. cit., pp. 88-95. En trigo sólo suponían un promedio anual de 100.000-150.000 Tm. entre Augusto y los Severos, o sea aproximadamente casi la mitad de lo precisado para el abastecimiento de Roma (200.000-400.000 Tm.). Para las cantidades de pan, carne y aceite recibidas por un soldado según los papiros egipcios puede verse A.H.M. Jones, The Later Roman Empire, Oxford, 1964, p. 629. 38. XXVI, 94.

98 XXVI, 94.

99 XXVI, 63; 65.

100 P. Garnsey y R. Saller, The Roman Empire, p. 9.

101 P. Ceausescu, "Caligula et le legs d'Auguste", Historia, 22, 1973, p. 280: La victoria de Octaviano era al mismo tiempo una victoria de Italia, y los dos primeros emperadores la han mantenido en una situación privilegiada en relación con las demás provincias. Era una política de fuerza, porque los italianos gobernaban gracias a su poderío militar, que perderán poco a poco. El Oriente era en realidad preponderante por su fuerza económica y por su urbanismo, superiores a la economía agraria italiana; poseía las vías de comercio naturales y como consecuencia implícita de todos estos factores, el lujo y la cultura.

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equivaldría a urbanización, pero sobre todo a urbanización romana. El fenómeno urbano clásico estaba íntimamente ligado a la agricultura, como señala Estrabón102, o sea a la zona de llanuras o penillanuras fértiles donde ésta era posible por parte de gentes básicamente amantes de la paz, por oposición a esos nidos de águilas donde se refugiaban los depredadores. Pues bien, Augusto, con su programa colonizador, habría logrado en el Sur de Hispania -donde según el Bellum hispaniense103 "una gran parte de los poblados de su provincia se encuentra fortificada casi del todo por los montes y la naturaleza con posiciones muy buenas, de modo que tiene a la vez difíciles el acceso y la subida"- el fenómeno que describe el propio Estrabón104: "Los turdetanos sobre todo los que viven en las orillas del Baetis, han adquirido enteramente la manera de vivir de los romanos, hasta olvidar la propia lengua; además, la mayoría de ellos se han hecho latinos, han tomado colonos romanos, y falta poco para que todos se hagan romanos". El mismo autor también nos informa de que era posible la navegación por el propio Guadalquivir "hasta Corduba con barcas de río, que ahora se fabrican con tablas bien ajustadas, mientras que antes eran hechas de un sólo tronco"105, indicándonos los progresos realizados en este sistema de transporte que, como sabemos por las investigaciones arqueológicas, sería el que hiciese en buena medida posible también aquella afirmación de nuestro geógrafo acerca de que "de Turdetania se exporta trigo, mucho vino y aceite, no sólo abundante sino de inmejorable calidad"106, amén de otros productos que se citan en lugar secundario. Esta última apreciación no carece de interés, pues el vino y el aceite eran los licores por excelencia de la civilización. Así, frente a los civilizados turdetanos, los montañeses del norte comen pan de bellota, beben una especie de cerveza en vez de vino, usan manteca en vez de aceite, no conocen el uso de la moneda107, y navegan en barcas de cuero por los estuarios y

102 P.Garnsey y R.Saller, The Roman Empire, pp. 12-13.

103 VIII, 4, oppidorum magna pars eius provinciae montibus fere munita et natura excellentibus locis est constituta, ut simul aditus ascensusque habeat difficiles.

104 III, 2, 15 (151).

105 III, 2, 3.

106 III, 2, 6 (144). La necesidad que siente Roma de estos productos se ve contrapesada por la necesidad que sienten los béticos de las nuevas ciudades durante el período de asentamiento y el inmediato posterior de hacerse con un nivel de vida "romano", lo que implica en principio la necesidad de importar numerosos artículos (fundamentalmente de utillaje y de lujo) desde Italia y otros puntos desarrollados. Existe pues un auténtico intercambio de bienes entre los excedentes de los campos y aquellos otros en que la provincia era deficitaria. Más adelante la provincia tenderá al autoabastecimiento de aquello que antes importaba y sólo el Estado quedará como cliente importante y mantenedor, sobre unas bases que desde el punto de vista liberal se podrían considerar como "poco sanas", del pulso económico general.

107 El desconocimiento de la moneda, o mejor tal vez la falta de capacidad para hacerse con ella en una economía de subsistencia, era sin duda lo que llevaba a algunos pueblos a pagar su tributo en especie, como es el caso de aquellos hispanos pobres que pagan en quermes parte de su tributo, como nos señala Plinio, N.H., XVI, 12, 32: Omnes tamen has eius dotes ilex solo provocat cocco. Granum hoc primoque ceu scabies fructicis, parvae aquifoliae ilicis: cusculium vocant. pensionem alteram tributi pauperibus Hispaniae donat. [Todos estos méritos del roble,

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lagunas, no pasando ahora su progreso del uso, raro por demás, de aquellas barcas monóxilas que los turdetanos habían dejado ya atrás108. "Su rudeza y salvajismo -termina diciendo Estrabón109- no se deben sólo a sus costumbres guerreras, sino también a su alejamiento, pues los caminos marítimos y terrestres que conducen a estas tierras son largos, y esta dificultad de comunicaciones les ha hecho perder toda sociabilidad y toda humanidad". En cambio la Bética -constituida como provincia aparte en 27 a.C.- tenía buenas comunicaciones desde hacía tiempo, y ahora además la construcción de la via Augusta y la adecuación de ríos como el Guadalquivir110 y el Genil para mejorar su navegabilidad -abaratando enormemente los costos del transporte y facilitando el desarrollo de la vida urbana, incluso en lugares tan poco favorables desde el punto de vista militar como Astigi111 o Hispalis112- hacían que, como diría luego Plinio el Viejo refiriéndose a la

sin embargo, los sobrepasa la encina solamente con el quermes. Este es un grano, y al principio como una roña del arbusto, una encina de hoja pequeña a la que llaman 'coscojo'. A la gente pobre de Hispania proporciona la mitad de su tiributo.] (Traducción de V. Bejarano). Sobre su producción en Lusitania véase N.H., IX, 65, 141.

108 III, 3, 7 (155).

109 III, 3, 8 (155).

110 Que el Guadalquivir se encontraba canalizado para la navegación lo sabemos positivamente, aparte de por los datos suministrados por la arqueología, por el testimonio positivo de Filóstrato, en su Vit. Apoll., V, 6. Véase nuestro trabajo sobre La navegación por el Guadalquivir entre Córdoba y Sevilla en época romana, Ecija, 1990.

111 El caso de Astigi es paradigmático: carente de importancia estratégica desde el punto de vista militar, se establece una colonia junto a la ciudad libre (Plinio, N.H., III, 3, 12) en el punto extremo a partir del cual, tras recibir las aguas del río Cabra, es factible hacer navegable el curso del Genil, como nos testimonia Plinio y como los alfares destinados a la producción de ánforas atestiguan fehacientemente. La via Augusta, via militaris (P. Sillières, "A propos d'un nouveau milliaire de la Via Augusta, une Via Militaris en Bétique", Revue des Études Anciennes, LXXXIII, 1981, pp. 256-272.), se despega del Baetis para pasar por ella, por razones sin duda de un carácter estratégico-económico como las que determinaron que abandonase el antiguo trazado por Obulco para seguir un camino más breve por Epora (E. Melchor Gil, La red de comunicaciones romana en la Provincia de Córdoba, Memoria de Licenciatura).

112 Igualmente significativo es el caso de Hispalis. Con una altura media sobre el nivel del mar que en la actualidad -contado el recrecimiento propio de la ciudad- no alcanza los 9 metros sobre el nivel del mar, se encontraba expuesta a riadas que con frecuencia sobrepasan esa cota. Sólo se explica su importancia como enclave humano si las ventajas habrían de sobrepasar a los inconvenientes. Y dichas ventajas sólo le podían venir de su ubicación, al estar situada en una zona donde se ponen en contacto la navegación interior, Guadalquivir arriba, y la navegación marítima río abajo, pues en este punto son perfectamente sensibles las mareas y es factible dicha navegación. Cf. Estrabón, III, 5, 9 (174), donde nos informa que las maréas se hacían sentir en Ilipa (Alcalá del Río), como sabemos que es cierto. Pero también es cierto, como dice en III, 2, 3 (142), que sólo hasta Hispalis podían remontar los grandes barcos de la época, haciéndolo hasta Ilipa sólo los pequeños. Estrabón (III, 2, 1 (141)) es claro al respecto cuando nos habla de la potencia comercial alcanzada por la ciudad tras el establecimiento de la colonia, hasta el punto de

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Narbonense113, se pareciese más a Italia que a una provincia. La colonización organizada a finales del siglo I a.C. había traido una nueva forma de distribuir el territorio y explotarlo. La centuriación daba paso normalmente a la asignación de parcelas no demasiado grandes, incluso considerando que se hacían ad pretium emeritorum114. Y esto se hacía así con frecuencia no porque no hubiese tierra suficiente para repartir, pues de hecho sabemos que los nuevos colonos recibían las tierras más alejadas de la colonia para incitarlos a buscar la manera de llenar unos espacios vacantes, que quedaban en manos del Estado romano o bien de la propia comunidad colonial, quienes procedían a arrendarlos per centurias115 y ocasionalmente a proceder a nuevos repartos, como sabemos que hizo Othón en el caso de Hispalis116. Muy posiblemente las fincas adquiridas con anterioridad a la colonización julia por ciudadanos romanos se respetarían en el marco del territorio de las nuevas colonias lo mismo que en aquellas ciudades que accedían al rango de municipium. Buenas fortunas, por ejemplo en Italica, podían encontrarse constituidas en el sur de Hispania antes de Augusto117; y no es de extrañar que estas mismas fortunas se hiciesen presentes a la hora de arrendar las tierras públicas de las nuevas comunidades, como nos indica P. Sáez. Aunque Séneca118 considera desdichado a

hacerle sombra a Cádiz: "Este emporio (Gades) aun es firme, pero la ciudad que está sobre el Baetis es superior en valor y por haber recibido como colonos hace poco a soldados de César, a pesar de no estar brillantemente poblada". Los tiempos habían cambiado y las prioridades también.

113 N.H., III, 31.

114 Es muy interesante, en relación con los repartos de la tierra de una colonia, el texto de Hygino, De limitibus constituendis, Ed. F. Blume, K. Lachmann y A. Rudorff (Die Schriften der römischen Feldmesser, Berlín, 1848 (Hildesheim, 1967), pp. 199-207 del vol. I. Aunque el tamaño de las parcelas podía variar según la condición del recipendiario (Solent enim culti agri ad pretium emeritorum aestimari. P. 199), lo normal es que el tamaño medio oscilase entre las 8 y las 16 Ha. aproximadamente (Vd. G. Chouquer y F. Favory, Contribution a la recherche des cadastres antiques, París, 1979, pp. 83-84, y L. Keppie, Colonisation and veteran settlement in Italy (47-14 B.C.), Hertford, 1983, pp. 91-95).

115 Hygino, op. cit., p. 116 L.

116 Tácito, Hist., I, 78. Bien es verdad que a veces las tierras quedaban vacantes después de su asignación por fuga de los recipendiarios, no acostumbrados a la forma de vida sedentaria, como señala Tácito, Ann., XIV, 27, cuando señala el caso de los colonizadores asignados a Tarento y Anzio.

117 C. Nicolet, op. cit., p. 34, es de la opinión de que parte de las tierras que en 49 a.C. promete L. Domicio Ahenobarbo repartir a sus soldados de entre las propias (Caes. De bello civili, I, 17: militibus in contione agros ex suis possessionibus pollicetur, XL in singulos iugera et pro rata parte centurionibus evocatisque) debía de poseerlas en España. Más seguro es el caso de aquel Vibius Paciaecus que Plutarco, Crassus, 4, nos muestra como amigo y protector de M. Licinio Craso en 87 a.C..

118 Ben., VII, 10, 5.

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aquel "a quien deleitan el gran inventario de su hacienda y los espaciosos campos que tienen para que labren sus esclavos, y los inmensos rebaños de ganados que se han de apacentar en diversas provincias y reinos" no por ello dejaba de ser uno de ellos y es muy probable que su otium119 fuese mantenido en parte por esas ovejas120 cordobesas de que nos hablan Columella121 y Marcial122 y por cultivos que no exigiesen demasiado cuidado. A este respecto, en un excelente trabajo, recientemente presentado123, P. Sáez llamaba nuestra atención sobre que el olivar es un cultivo propio del rentista, en cuanto que exigía pocas labores y cuidados, como ponen claramente de manifiesto los tratadistas romanos del agro y demuestra la experiencia en la Andalucía más reciente donde se le ha venido denominando "cultivo de viudas", pues permite obtener unas rentas determinadas con el mínimo de atención y gastos. Los datos suministrados por los antiguos tratadistas nos permiten conocer además que en la Bética se plantaban los olivos muy alejados entre sí, a razón de unos 35 por Ha (frente a los 90 por Ha de épocas más recientes y los 400 de las zonas donde actualmente se produce un cultivo intensivo)124, lo que permitía un

119 Sabemos por otro lado que Séneca en absoluto despreciaba el negotium y que lo mismo practicaba con los britanos la usura a gran escala (Cassio Dión, 62.2; cf. Tácito, Ann., XIII, 42, 4: Italiam et provincias inmenso faenore hauriri) que se dedicaba a cultivos que exigían una gran dedicación de mano de obra y capitales, como era el caso de la vid, como sabemos por Columella, De r. r., III, 3, 3, quien nos habla de sus excelentes resultados en el campo nomentano. El mismo Séneca (N. Q.., III, 7, 1) se define como vinearum diligens fossor y designa a la viticultura como nostrum artificium (Ep., 112, 1). Para su interés por la agricultura científica puede verse M. T. Griffin, Seneca. A philosopher in politics, Oxford, 1976, pp. 290-291. El mismo autor, en "The Elder Seneca and Spain", J.R.S., 62, 1972, p. 6, sostiene que sus patrimonia en Hispania, que Séneca dice que su madre organizaba, eran probablemente fincas ampliamente dedicadas a viñedos y olivares. Y es que, como nos dice E. lo Cascio, "Gli alimenta, l'agricoltura italica e l'approvvigionamento di Roma", Atti della Academia Nazionale dei Lincei, XXXIII, 1978 (1979), p. 344, "el grano es para la subsistencia, el vino es para enriquecerse, como también para enriquecerse son los productos del pastoreo en las grandes haciendas dejadas para pasturaje extensivo".

120 Es interesante notar la gran cantidad de terreno que se dedica a pastos en el territorio de las antiguas comunidades y cómo era objeto de atención preferente por las clases más acomodadas. Así se ve, por ejemplo, en la inscripción de Veleya, donde junto con una propiedad a veces concentrada en pocas manos pero dispersa en parcelas no demasiado grandes, se observa la existencia de grandes saltus controlados por las más poderosas familias. Cf. P. Garnsey y R. Saller, op. cit., pp. 69-71.

121 R.r., VII, 2, 4. Refiere que las ovejas de la zona de Córdoba, interesantes desde el punto de vista económico, eran de pelo menudo y tostado (pullus atque fuscus).

122 Mart., V, 37, 7; IX, 61, 3; XII, 63, 3; XII, 98; XIV, 133. A esa lana rojiza hace alusión también Juv., XII, 40.

123 "Consideraciones sobre el cultivo del olivo en la Bética hispanorromana: aspectos económicos y sociales", La Bética en su problemática histórica, Granada, 1991, pp. 277-297.

124 Resultan por tanto del todo inadecuados los cálculos realizados por D.J. Mattingly en "Oil for export? A comparison of Libyan, Spanish and Tunisian olive oil production in the Roman

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aprovechamiento permanente del campo por el ganado, ovino sobre todo, o bien la siembra extensiva de cereales en los entreliños, con lo que se pueden aprovechar las rastrojeras igualmente para el ganado. O sea, que nada nos induce a pensar en un cultivo intensivo del olivo en estas tierras, aunque sí obviamente extensivo, dada la gran cantidad de aceite que se llegó a exportar. Así pues, dado que la expansión del olivar bético coincide con el fenómeno de la citada colonización, hay que concluir en que los beneficiarios de las tierras, en buena medida suritálicos como muestran no sólo la antroponimia sino también las técnicas agrícolas y artesanales empleadas125, optaron por el cultivo que menos gasto representaba y que les permitía vivir en las ciudades la mayor parte del año dedicándose a sacar provecho de la magnífica red viaria, sobre todo la fluvial, para dar salida a un artículo como el aceite que alcanzaba una alta rentabilidad en el mercado urbano exterior y en los limites defensivos. Mientras tanto, en la labor de recogida de la aceituna126 y posterior molturado y prensado se debió de emplear una mano de obra esclava, pero también, de forma muy destacada a peregrinos indígenas127, lo que determina que la proporción de citas de incolae en la Bética sea la mayor de todo el Imperio128. Concluye su rico análisis P.

empire", Journal of Roman Archaeology, 1, 1988, especialmente en las páginas 41 y 50, relativas a la productividad y a la mano de obra empleada, pues se trabaja en base a una estimación de 100 olivos por Ha. Habría que aplicar más bien a este territorio los cálculos efectuados (p. 45) en base a las fotografías aéreas para la región tunecina, donde obtenemos unas plantaciones que oscilan entre los 25 y los 50 árboles por Ha. En la actualidad en esa región la densidad es de unos 22 olivos por Ha.

125 G. Chic, "Aspectos económicos de la política de Augusto en la Bética", Habis, 16, 1985, p. 285.

126 En el olivar andaluz actual se considera como media normal una producción de unos 20 kg por olivo y un rendimiento de aceituna en aceite del 20 %, o sea 4 kg. Los kilos de aceituna destinada a la producción de aceite recogidos por obrero y día oscilan entre los 120 y 150, con unos medios muy similares a los antiguos. Cf. J. de los Llanos, "La recolección y los problemas de la olivicultura", Agricultura. Revista agropecuaria, n 467, 1971, p. 189. Si hacemos los cálculos en base a los citados 35 árboles por Ha, obtendremos una producción de aceituna de 700 kg/Ha equivalentes de promedio a 140 kg/Ha de aceite. Para la recogida se necesitarían unos 6 obreros por Ha. J.L. Ramírez Sádaba, en "La rentabilidad del olivo en el mundo romano", I Congreso Internacional sobre producción y comercio del aceite en la Antigüedad, Madrid, 1980, p. 294, estima, sobre la base de una plantación de 128 árboles por Ha, un rendimiento medio de 8 libras (= 2'616 kg) de aceite por olivo.

127 El obrero ocasional era más rentable que el esclavo para este tipo de cultivo, que exige un trabajo fundamentalmente estacional. Cf. nota 28.

128 Estimamos que este hecho pudo haber influido en la visión de Séneca, rico propietario cordobés, sobre el modo de explotar la tierra, pues exalta el trabajo libre y muestra una clara prefencia por el sistema de colonato arrendatario. Cf. M. Giacchero, "Economia e società nell'opera di Seneca. Intuizioni e giudizi nel contesto storico dell'età Giulio-Claudia", Miscellanea di Studi Classici in onore di Eugenio Manni, III, Roma, 1980, pp. 1130-1132. También el gaditano Columela, De re rustica, I, 7, estima que cuando el campo se encuentra lejos del domicilio del dueño es mejor el sistema de colonato libre.

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Sáez señalando que en todo este proceso quizás podamos encontrar una explicación a la inexistencia de epigrafía relativa a veteranos asentados en la provincia, todo lo contrario de lo que ocurre en el Norte de África. Esos veteranos, junto con la población civil de la colonización dedicaron sus atenciones en gran parte a la expansión del olivar, viviendo en las ciudades y creando poco a poco unas elites aristocráticas bastante alejadas de la actividad agraria directa. A ello habría que añadir el arrendamiento y la enajenación de parcelas inherente a esta colonización como conocemos en otros lugares129, que debió de repercutir en una expansión de la gran propiedad. De aquí que no los encontremos en las zonas rurales. Evidentemente el aceite no lo fue todo, ni muchísimo menos. La base de la alimentación seguiría estando durante muchísimo tiempo en los cereales y, aparte de que la propia provincia debía de consumir bastante trigo130, tenemos el hecho, constatando tanto por Estrabón131 como por Plinio132 de que se exportaba. Algunas zonas tenían una importante tradición triguera, como lo muestran esos enormes campos de silos estudiados por P. Lacort133 en la región obulconense, por donde pasaba el antiguo camino principal de Andalucía y donde no por causalidad se jugaron la supervivencia primero y el éxito después los ejércitos de Pompeyo y César. Tampoco debemos de olvidar que el primer prefecto de la Annona que tenemos atestiguado -posiblemente el primero de todos- fue Turranio Gracilis, con toda probabilidad originario de la provincia134 y con demostrada experiencia en el campo de los cereales, aunque no sabemos si la había adquirido en su tierra natal, antes de ser Prefecto de Egipto, o durante el desempeño de este cargo135. Pero en 129 L. Keppie, Colonisation and veteran settlement in Italy. 47-14 B.C., Londres, 1983, pp. 122 ss.. Citado en este caso por P. Sáez.

130 Caes., B.C., II, 18, nos dice que en 49 a.C. M. Varrón, en sus preparativos contra César, exigió 120.000 modios de trigo. El propio Varrón, R.r., I, 57, 2 nos informa de que se guardaban en silos subterráneos; cf. Plin., N.H., XVIII, 30, 73 (306).

131 III, 2, 6 (144).

132 N.H., XVIII, 12, 66.

133 "Cereales en Hispania Ulterior: silos de época ibero romana en la Campiña de Córdoba", Habis, 16, 1985, pp. 363-386. Cf. G. Chic, Epigrafía anfórica de la Bética II, Sevilla, 1988, pp. 69 y 196, nn. 335-338. Para su estudio véase también P. Sáez Fernández, Agricultura romana de la Bética I, Sevilla, 1987, pp. 90-103. La espiga aparece reflejada en numerosas monedas de la Bética. A.M. de Guadán, Numismática ibérica e ibero-romana, Madrid, 1969, ofrece las siguientes muestras: ases de Ilipense, Ilse, Bailo, Acinipo, Carmo, Lastigi, Ilipla, Onuba, Cerit y Obulco.

134 Si como se tiende a admitir hay que identificar al prefecto de la Annona con el personaje citado por Plinio, N.H., III, 3, habría nacido cerca de Mellaria, situada en la costa gaditana. Cf. H. Pavis d'Escurac, La préfecture de l'Annone, Roma, 1976, p. 85 y, sobre todo, pp. 317-319, donde establece su biografía política, con una cronología para el desempeño de este cargo entre 14 y 48. Fue objeto de atención por H. G.Pflaum, "La part prise par les chevaliers romains originaires d'Espagne à l'administration impériale", Les Empereurs romains d'Espagne, París, 1965, p. 93.

135 M. W. Frederiksen, "Puteoli e il commercio del grano in epoca romana", Studi e ricerche su Puteoli Romana, Nápoles, 1980-1981, pp. 26-27. En Alejandría había sido esclavizado por César

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un mundo regido indudablemente por la economía agrícola, daba más prestigio y poder económico aquel cultivo que permitía más ocio sin impedir -con base en unas condiciones de transporte idóneas- un importante negocio136. Y esto lo posibilitaba sobre todo el olivo. Cuando las condiciones naturales no hacían posible satisfacer estas apetencias, por supuesto la situación variaba. Así por ejemplo, en la zona costera gaditana, donde el olivo no se da bien por falta de horas de frío necesarias para una buena floración137 y el viento de levante hace muchas veces poco rentables los cultivos cerealísticos138 pero en cambio favorece el desarrollo de las salinas, se supo sacar también buen provecho de ello. El comercio de la sal era ya importante por sí mismo en la Antigüedad, cuando constituía el único conservante eficaz conocido, y la vía Salaria de Roma es todo un síntoma. Recientemente F. Chaves y E. García Vargas han puesto el acento en que la difusión de los símbolos monetarios gaditanos muy al interior de las tierras andaluzas puede estar en relación con este fenómeno139. Además la configuración geológica del valle del Guadalquivir hacía posible que las salinas se manifestasen en muchos lugares del interior y que ciudades como Écija pudiesen beneficiarse hasta hace poco tiempo de la explotación de las salinas de su término140. Esto no pasó inadvertido a Estrabón, quien llama nuestra atención sobre este hecho que daba (y da) lugar a que muchas corrientes de agua interiores arrastren en la Baetica una considerable cantidad de sal, lo que sin duda beneficiaba la industria de la salazón de la carne, como pone de manifiesto en un texto que hasta el momento ha adolecido de una traducción deficiente141. Un pecio, hasta ahora inédito, de la bahía gaditana con ánforas de tipo "púnico" llenas de restos de óvidos, similar a otro localizado en las costas sardas de Nora142, nos

en 47 a.C. y luego manumitido por Augusto, el hispano G. Julio Higino, quien escribe, entre otras obras, De agri cultura y De apibus. Véase F.J. Presedo, "Los escritores hispanos paganos", en Historia de España R. Menéndez Pidal, II, 2. Madrid, 1982, p. 488.

136 Véase H. Pavis d'Escurac, "Aristocratie sénatoriale et profits commerciaux", Ktema, 2, pp. 342-344 y 352-355.

137 J.Humanes Guillén, "El medio ambiente: clima y suelos. Nuestras zonas de olivar", Agricultura. Revista agropecuaria, n 467, 1971, p. 135.

138 A. Padilla Monge, "Aproximación a la economía de Asido (Medina Sidonia, Cádiz) y su comarca en época orientalizante", Habis 22, 1991, pp. 7-17.

139 "Reflexiones en torno al area comercial de Gades: Estudio numismático y económico", en Gerión. Homenaje a Michel Ponsich, Madrid, 1991, pp. 139- 168.

140 R. Sánchez Mantero, "Ecija en los informes de 1824", Bimilenario de la Colonia Augusta Firma Astigi. Actas del I Congreso sobre historia de Ecija, Ecija, 1988, p. 196.

141 La expresión τ′v ψωv ταριχεiα, utilizada en III, 2, 6 (144) después de hacer referencia a "las sales minerales y las corrientes de ríos salados" de la Turdetania, se puede traducir tanto por "salazón de carnes" como por "salazón de pescados", pues en realidad en el término ψov caben ambos conceptos.

142 M. Cassien, Campagne des sauvetages 1980 sur les sites sous-marins de Nora-Pula, y Rapport 82-84: Nora-Pula (CA) Italie: prospections et fouilles sous-marines, gisement phénico-punique de Coltellazzo. Debo a la amabilidad del Dr. A. J. Parker el conocimiento de

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viene a demostrar que la carne salada era objeto no sólo de consumo interno sino también de exportación. Y de paso nos viene a recordar que si bien la agricultura había ido desplazando a la ganadería como forma económica progresista propia de las ciudades -como lo nuevo desplaza a lo viejo- y ya había dejado de ser un símbolo de poder la utilización de los cuernos en los cascos que apreciamos en las antiguas estelas tartesias, aun no era aquella tan fuerte como para haber hecho retroceder sustancialmente el papel económico y social de ésta. Nada sabemos en nuestra tierra bética de las cañadas ganaderas -hoy devoradas por la agricultura- pero no cabe duda de que debían de tener una gran importancia. Pero además de disfrutar de unas excelentes condiciones para la instalación de salinas (régimen de vientos y mareas, muchas horas de sol, escasas lluvias143), la costa andaluza las presenta también para la práctica de la pesca al encontrarse en la ruta utilizada por los escómbridos (caballa, bonito, atún...) en sus migraciones anuales, favorecidas por los vientos y las corrientes naturales144. Si a ello le sumamos las numerosas corrientes de agua dulce que vienen a desembocar en las costas desde la zona montañosa interior, tendremos unidas las tres condiciones necesarias para el establecimiento de la industria de la salazón del pescado145. Por ello no tiene nada de extraño que desde mucho antes de que Roma hiciese su aparición en esta zona los gaditanos hubiesen sabido sacar provecho de las ventajas que la región ofrecía estableciendo fábricas de salazón que la Arqueología nos permite remontar hasta el siglo V a. C.146. Falta por hacer un estudio de conjunto que afronte pormenorizadamente este interesantísimo tema para el que tenemos el valioso testimonio tanto de las ánforas como de los restos de factorías, pero ello no nos impide, con base en los trabajos de Tarradell, Ponsich y Curtis, hacernos una idea general

estos dos interesantes trabajos, no editados, que el mismo cita en su trabajo "Classical Antiquity: the maritime dimension", Antiquity, 64, n 243, 1990, pp. 337 y 345.

143 M.P. Herrero Lorenzo, Estudio de las salinas de la bahía gaditana, Madrid, 1981, pp. 283-287 y 313; y J. Prado Aragonés, Léxico de las salinas de Huelva, Huelva, 1992. La explotación de la sal en la zona aparece en una época muy temprana. Cf. J.L. Escacena y M. Rodríguez de Zuloaga, "La Marismilla. Una salina neolítica en el Bajo Guadalquivir?, Revista de Arqueología, año IX, n 89, Septiembre 1988, pp. 14-24.

144 M. Ponsich y M. Tarradell, Garum et industries antiques de salaison dans la Méditerranée Occidentale, París, 1965, pp. 93-97. Recientemente M. Ponsich ha vuelto sobre el tema, con nueva documentación general, en Aceite de oliva y salazones de pescado. Factores geoeconómicos de Bética y Tingitania, Madrid, 1988, pp. 24-43 y 89-101.

145 R.I. Curtis, The production and commerce of fish sauce in the Western Roman Empire: A social and economic study, Ann Arbor, Michigan University Microfilms International, 1979, pp. 111-112.

146 G. de Frutos, G. Chic y N. Berriatua, "Las ánforas de la factoría prerromana de salazones de Las Redes (Puerto de Santa María, Cádiz)", Actas del primer Congreso Peninsular de Historia Antigua, Santiago de Compostela, 1986 (1988), pp. 295-306; y especialmente A. Muñoz Vicente, G. de Frutos Reyes y N. Berriatúa Hernández, "Contribución a los orígenes y difusión comercial de la industria pesquera y conservera gaditana a través de las recientes aportaciones de las factorías de salazones de la bahía de Cádiz", Actas del I Congreso Internacional sobre el Estrecho de Gibraltar. Ceuta, Noviembre de 1987, pp. 487-508.

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del empuje que hubo de experimentar con el establecimiento de la paz, el cese de la piratería y el desarrollo de la vida urbana, esta actividad que permitía poner en el mercado un producto en conserva fácil de adquirir y rico en proteínas147, y que hizo la fortuna de ciudades como Gades, Menlaria, Baelo, Sexi o Malaca148. La "hombría en las cosas de la mar" que Estrabón nos dice que distinguía a los gaditanos149 y que Ponsich150 recuerda hasta que punto es necesaria para practicar la pesca del atún desde esos ligeros "caballos" que nos refiere el geógrafo de Amasía, sin duda los hizo ricos, pues si las ánforas de la bahía gaditana se encuentran ya en el ágora de Corinto en el siglo V a. C.151, en el siglo I d.C. se hallan diseminadas por todo el Occidente, atendiendo tanto a mercados civiles, como podía ser el de Roma, como a los militares extendidos por el limes152. No hay duda de que muchos gaditanos obtuvieron un nivel considerable de riqueza153, basada tanto en sus actividades industriales como comerciales y que ello se había de traducir en un importante prestigio en Roma -hasta el punto de reservárseles asientos especiales en el anfiteatro flavio154-. C. Castillo155 llama nuestra atención acerca de la presencia de un núcleo de rango senatorial potente en Gades, en torno a los Annii y Cornelii, extendido a lo largo de un amplio periodo de tiempo. Hay que prescindir, pues, del prejuicio que presenta el carácter preferentemente comercial del municipio gaditano como justificación de la ausencia de senadores.

147 R.I. Curtis, "In defense of garum", The Classical Journal, 78, 1983, pp. 232-240.

148 Estrabón, III, 1, 8 (Menlaria y Baelo); III, 4, 2 (Malaca y Sexi).

149 III, 1, 8 (140).

150 Aceite de oliva y salazones de pescado, citado, p. 93.

151 C. Florido Navarro, "Anforas prerromanas sudibéricas", Habis, 15, 1984, p. 426 y G. de Frutos, G. Chic y N. Berriatua, art. cit. p. 300.

152 Una visión global puede verse en R.I. Curtis, op. cit., pp. 269-282. Véase también, del mismo autor, "Spanish trade in salted fish products in the 1st. and 2nd centuries A.D.", Nautical Archaeology, 17, 1988, pp. 205-210.

153 Pese a su pequeñez, la isla gaditana tenía un censo muy elevado de equites, según Estrabón, III, 5, 3 (169).

154 CIL VI, 32098 l y m. Vd. J. Kolendo, "La repartition des places aux spectacles et la stratification sociale dans l'Empire Romain", Ktema, 6, 1981, p. 304.

155 "Los senadores béticos. Relaciones familiares y sociales", Tituli, 5, 1982, p. 479. Por el contrario, A. Caballos Rufino, "La romanización de las ciudades de la Bética y el surgimiento de senadores provinciales", Revista de Estudios Andaluces, n 6, 1986, pp. 23-24, señala cómo los Cornelii Pusiones son los únicos senadores de los que se pueda afirmar que tienen un origen gaditano y éste derivado de la concesión a los Balbo de tal honor en unas circunstancias políticas muy concretas y excepcionales en el marco de las guerras civiles de Roma. Sus inscripciones se han encontrado más bien que en Cádiz en el territorio del Portus Gaditanus donde era posible detentar las propiedades fondiarias que el reducido terreno de la isla no permitía. Véase al respecto nuestro trabajo sobre este tema en Gades, 11, 1983, pp. 105-120.

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Recordemos que la madre del emperador Hadriano, Domitia Paulina, era gaditana156 y que con Gades se encontraban relacionadas familias senatoriales tales como la de los Fabii Iuliani157. Y es que la aristocracia, e incluso la propia casa imperial, tenían intereses económicos -aunque sin identificarse con ellos158- en la producción de las salinas y los saladeros anexos, como sabemos por la epigrafía anfórica159. Los numerosos industriales y comerciantes sin duda se encontraban tras ellos apoyándolos y beneficiándose de su patrocinio. Esa vocación por el riesgo que manifestaban los habitantes del litoral también se hacía patente en las inversiones efectuadas en el campo de la viticultura, que se desarrolló especialmente en la zona costera, sobre todo en el marco jerezano160, aunque no falta algún que otro ejemplo, facilitado por la epigrafía anfórica, en las orillas del medio Guadalquivir161 y del Guadalete162. Estrabón nos dice que ya en su época se exportaba "mucho vino", aunque, a diferencia del aceite, no dice nada acerca de su calidad, lo que, en unión de otros testimonios posteriores lleva a P. Sáez a sospechar que debía de ser más bien su bajo precio lo que lo hiciese relativamente apetecible en

156 A. Caballos Rufino, Los senadores hispanorromanos y la romanización de Hispania (siglos I-III). I. Prosopografía, Ecija, 1990, pp. 41 y 44.

157 A. Caballos Rufino, art. cit. p. 23.

158 P. Veyne, "Mito y realidad de la autarquía en Roma", citado, pp. 153-154. Cf. para el caso de los intereses comerciales de Vespasiano a Suetonio, Vesp., XVI, 1. Para el caso bético, R. Syme, "La richesse des aristocraties de Bétique et de Narbonnaise", recogido en Roman Papers, III, pp. 977-985.

159 B. Liou y R. Marichal, en "Les inscriptions peintes sur amphores de l'anse Saint-Gervais a Fos-sur-Mer", Archaeonautica, 2, 1978, pp. 131-135, nos ofrecen un ejemplo sobre un ánfora hispana del tipo Dressel 7-11. Según el rótulo pintado sobre la misma, contenía garum de caballa producido en talleres imperiales y comercializado por Iunius Cilo.

160 P. Sáez, Agricultura romana de la Bética. I, Sevilla, 1987, pp. 42-46. Véase también G. Chic, "La región de Jerez en el marco de la Historia Antigua", Actas de las I Jornadas de Historia de Jerez, Jerez, 1988, pp. 20-30; y N. Marín y A. Prieto, "Observaciones sobre la forma de producción y circulación del vino de la provincia romana de la Bética", El vi a l'Antiguitat. Actes, Badalona, 1987, pp. 369-376.

161 Aparte del citado por P. Sáez, op. cit., p. 43, de Alcalá del Río, tenemos el caso del alfar de "Remolino", cercano a Palma del Río (Córdoba), que produjo tanto ánforas de aceite como de vino con la marca AVC.T.S.. Un ejemplar se halló en Bavay sobre un "ánfora cilíndrica", en expresión de H. Biévelet, "Les marques d'amphores a Bavai", Revue du Nord, 207, 1970, p. 515, n 2. J.-C. Carmelez, que la vuelve apublicar en su trabajo "Les amphores du Musée de Bavay", Fouilles et études. Archéologie et Pedagogie. Lycee de Bavay, 1983, n 5, p. 58, la adscribe al tipo 11 de Dressel. Cf. nuestra Epigrafía anfórica de la Bética, I, Sevilla, 1985, p. 27. El tipo de letra de esta marca y sobre todo el hecho de no haberse hallado en el Testaccio nos lleva a pensar en una fecha temprana para la misma, tal vez entre finales del siglo I y comienzos del siglo II.

162 G. Chic, "Lacca", Habis, 10-11, 1979-1980, pp. 271-272.

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los mercados exteriores163. También debía de ser muy rentable al comienzo del Imperio la explotación de las minas, y debió de influir de modo notable, bien sea de una manera directa o indirecta, en la potencia económica de un sector de la población hispana que dispusiese de suficiente capital como para montar unas instalaciones de extracción y comprar la necesaria cuadrilla de trabajadores. Téngase en cuenta que la explotación de las minas, como las de las salinas o los yacimientos de arcilla figulina, no era considerada una actividad industrial independiente, sino aneja a la propiedad del suelo rústico164 y estimada por tanto como honorable165. El prestigio de alguno de estos personajes pronto se hizo sentir en la sede del poder político, en Roma. Tal es el caso de Sexto Mario, el cordobés amigo de Tiberio, cuyas minas de cobre y oro le llevaban a ser considerado "el más rico de las Hispanias", en expresión de Tácito166. Los pecios de la zona mediterránea nos muestran numerosos galápagos de plomo y cobre de procedencia sudhispánica que han sido objeto de atención especial por parte de C. Domergue167, aunque no tenemos ningún motivo para dudar de que también se seguía extrayendo la plata y el oro como se hacía en épocas pasadas y nos refiere Estrabón. La explotación de la primera se encontraba en manos de particulares. No obstante, muy preocupado por la posesión de los metales preciosos que constituían la base de la amonedación y con ella -en un mundo que apenas conocía otras formas de dinero- del poder, el emperador se había ido reservando todas las minas de oro168. De ahí el control exhaustivo a que sometía a la producción del mercurio de Sisapo, pues sabemos hoy, tras una reciente crítica de un texto de Estrabón169 hasta ahora mal interpretado, que el método de la amalgama era

163 Op. cit., pp. 47-55.

164 Dig., XXXIII, 7, 25, 1. P. Veyne, "Mito y realidad de la autarquía en Roma", en La sociedad romana, Madrid, 1990, p. 156. Sobre los alfares, véase G. Chic, Epigrafía anfórica, vol. I, Sevilla, 1985, p. 115. El pasaje citado del Digesto nos habla de los obreros de la figlina que se dedican a las tareas puramente agrícolas cuando termina la labor del taller.

165 Si hemos de entender una ligera alusión de Cicerón en sus Filípicas (Phil., 2, 48 : ...praeter unum Misenum, quod cum sociis, tamquam Sisaponem tenebas?), como la entiende A. Tovar, Iberische Landeskunde, vol. I., Baden-Baden, 1974, p. 97., en el sentido de que Antonio era copropietario de las minas de Sisapo, tenemos aquí el caso de un senador con intereses económicos en las minas hispanas. Por otro lado, cuando las actividades, como en el caso del comercio o la industria, no eran consideradas muy honorables, podían ser desarrolladas no obstante a través de libertos, como nos señala P. Garnsey en "Independent Freedmen and the Economy of Roman Italy under the Principate", Klio, 63, 1981, p. 367.

166 Ann., VI, 19.

167 Les mines de la péninsule Ibérique dans l'Antiquité romaine, Roma, 1990. Véase también F. Laubenheimer-Leenhardt, Recherches sur les lingots de cuivre et de plomb d'époque romaine dans les régions de Languedoc- Roussillon et de Provence-Corse, Paris, 1973.

168 Cf. Estrabón, III, 2, 10 (148). La ley minera de Vipasca es una prueba de que las minas de plata se encontraban en manos de particulares.

169 III, 2, 8 (146).

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perfectamente conocido y practicado en la Turdetania en la purificación industrial metalúrgica del oro170. Sólo el minio, y no el argento vivo, se exportaba171 a Roma, donde la societas arrendataria procedía a la manufacturación y venta de la mejor pintura roja (rubrica) conocida en el mundo antiguo. El mercurio se empleaba directamente aquí, en la metalurgia del oro. Y si las monedas son un signo evidente de la actividad económica, los estudios realizados en la zona minera de Huelva por F. Chaves172 nos ponen de manifiesto el gran desarrollo experimentado por la minería de la zona a partir de Augusto, y en particular en la época de Tiberio. Monedas que, en sus valores fraccionarios, iban siendo cada vez más solicitadas en los mercados urbanos de la Bética173 con el desarrollo de una economía progresivamente individualizada174, de forma que el emperador, pese a sus recelos en el tema monetario, no vio excesivos inconvenientes en seguir permitiendo las acuñaciones locales con base en el cobre hasta la época de Gayo Calígula175. La moneda fluía y tanto negotiantes como mercatores hacían sentir su peso tanto dentro como fuera de la provincia176. Y si de ninguno de ellos sabemos que llegara a convertirse en senador, no cabe

170 G. Chic, "Economía y política en la época de Tiberio. Su reflejo en la Bética", Laverna, 2, pp. 76-128; y "Estrabón y la práctica de la amalgama en el marco de la minería sudhispánica: un texto mal interpretado", Actas del Coloquio sobre la Bética en su problemática histórica, Granada, 7-9 de Mayo de 1990. Granada, 1991, pp. 7-29.

171 Estrabón, III, 2, 6.

172 "Aspectos de la circulación monetaria de las cuencas mineras andaluzas: Riotinto y Castulo (Sierra Morena)", Habis, 18-19, 1987-1988, pp. 613-637. En concreto, para este caso, p. 625 y n. 21. No parece observarse la misma reactivación en la zona productora de galena argentífera del Alto Guadalquivir. Véase la discusión sobre el tema de la actividad en esta zona en F. Chaves, art. cit., p. 630. J.M. Bázquez, en "Hispania en época julio-claudia", Estudios sobre la Tabula Siarensis, Madrid, 1988, p. 209, señala que el plomo hallado en el pecio de Port-Vendres 2, a juzgar por la tipología de los galápagos, podría proceder de la zona minera de Alcazarejos, en la ruta entre Corduba y Sisapo. Estrabón, III, 2, 10, habla del aprovechamiento del plomo de Castulo y sólo indica que la cantidad de plata que lleva es tan pequeña que no resulta rentable extraérsela. E. lo Cascio, en "La riforma monetaria di Nerone: l'evidenza dei repostigli", MEFRA, 92, 1980, p. 462 cree que la práctica desaparición de la producción de plata en las minas hispanas en los primeros años del principado habría determinado la apreciación de este metal en relación al oro, lo que incidiría en las progresivas bajas de la plata en el denario.

173 J.-P. Bost, "Villes et campagnes de la Péninsule Ibérique sous le Haut-Empire romain. Problèmes de circulation monétaire", Numisma, XXX, 1980, p. 155. También F. Chaves, "Numismática antigua de la Ulterior", Numisma, 30, 1980, p. 90 ss.

174 J.-P. Bost y F. Chaves, Belo IV. Les monnaies, Madrid, 1987, pp. 47, 62 y 95.

175 Ya Estrabón, III, 2, 6 (145), nos dice que la abundancia de las exportaciones de Turdetania se ve claramente en el tamaño y la abundancia de los barcos fletados; pues de allí navegan a Dicearquía y Ostia, puerto de Roma, muy grandes buques de carga; respecto a su abundancia falta poco para que, por multiplicación, sea comparable a los africanos. La arqueología submarina nos dice que pronto los superaron.

176 La sustitución de la moneda local por la estatal se fue haciendo de forma paulatina y

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duda de que hubieron de facilitar en buena medida el acceso a los órganos gestores del Imperio de aquellos otros ricos terratenientes que cada vez iban concentrando mayor cantidad de tierras y poder económico en sus manos. Afortunadamente los estudios arqueológicos han experimentado un notable avance en los últimos años en las tierras béticas y nos van permitiendo, aunque siempre en un marco de prudencia, hacernos una idea de este proceso. Así por ejemplo, el trabajo de V. Durán y A. Padilla sobre la carta arqueológica del término municipal de Ecija177 nos muestra que, paralelo al incipiente uso de marcas en las ánforas olearias producidas en los alfares del Genil y de la margen izquierda del Guadalquivir entre Palma del Río y la desembocadura del Corbones, los restos de construcciones agrícolas nos permiten observar una progresiva tendencia a la concentración de la propiedad fundiaria, sobre todo a partir del reinado de Claudio. Este emperador tomó particulares medidas en beneficio de la Annona178; medidas que todo nos hace pensar que repercutieron favorablemente en la Baetica en cuanto que ésta se encontraba en las mejores condiciones para suministrar ese aceite que el Estado precisaba para atender a sus servicios dependientes. Las emptiones estatales, primero acudiendo al mercado libre y luego mediante indictiones, favorecieron el desarrollo del sector olivarero y, con él, el de una auténtica industria envasadora, la cual habría de individualizar sus productos mediante marcas, que representan un número creciente de talleres179. También habrían de favorecer a las exportaciones hispanas en general las expediciones emprendidas para conquistar Mauritania y Britannia, lo que suponía reabrir la política atlántica cesariana que prudentemente había congelado Augusto180.

progresiva hasta la época de Calígula. Cf. J.-P. Bost y F. Chaves, Belo IV. Les monnaies, pp. 40 y 45. También M. Grant, "The decline and fall of city-coinage in Spain", N.C., IX, 1949, pp. 93-106. En p. 98 sitúa el final entre el otoño de 39 y el mes de Enero de 41.

177 V. Durán Recio y A. Padilla Monge, Evolución del poblamiento antiguo en el término municipal de Écija, Écija, 1991.

178 Véanse las medidas tomadas en favor de la Annona por los emperadores en nuestra Epigrafía anfórica de la Bética. II. Los rótulos pintados sobre ánforas olearias. Consideraciones sobre la Annona, Sevilla, 1988, pp. 55-57.

179 Hemos estudiado todo este proceso del desarrollo del olivar bético en "Un factor importante en la economía de la Bética: el aceite", Simposio Internacional: "Baetica Felix: Historia de una provincia romana de Augusto a Teodosio", Almería, 8-10 de Marzo de 1990. Aparecido, finalmente, en el número XIX, 1995, de Hispania Antiqua, pp. 95-128. A él nos remitimos para los datos que apoyan cuanto aquí referimos.

180 Véase nuestro estudio "Aspectos económicos de la política de Augusto en la Bética", Habis, 16, 1985, sobre la ligazón de las colonias romanas de Mauritania a la Bética (Plin., N.H., V, 2) tras la reconstrucción del reino para Juba II (p. 291) y la referencia a un texto de Estrabón (III, 5, 11 (175-176)) en el que este autor nos declara los temores financieros del emperador a meterse en una guerra de conquista cuyos beneficios no veía del todo claros (p. 288, n. 62). La incidencia de la política atlántica de Claudio en la Hispania más occidental, Bética incluida, ha sido puesta de relieve por D. Nony en "Claude et les espagnols. Sur un passage de l'Apocoloquintose", Mélanges de la Casa de Velázquez, IV, 1968, pp. 66-70.

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Según M. Ponsich181 "las antiguas industrias pesqueras de la zona del estrecho de Gibraltar alcanzaron su máximo esplendor en el reinado de Claudio", al tiempo que sabemos que Cádiz se convertía en un centro donde, junto al dinero182, se daban cita la cultura183 y la vida refinada184. De hecho, los gráficos de exportación ofrecidos por la arqueología, tanto terrestre185 como subacuática186, nos muestran que los productos hispanos envasados en ánforas salían cada vez en mayor medida hacia los distintos centros de consumo, civiles o militares, del Imperio, sobre todo en su parte occidental187. Como resultado de todo ello -nos dice A. Caballos188- el crecimiento proporcionalmente mayor del número de senadores hispanorromanos (fundamentalmente de la Bética) se produjo durante el reinado de Claudio. Comienza a observarse la presencia de numerosos hispanos en Roma, como consecuencia de su enriquecimiento, las posibilidades de promoción y su intensa

181 Aceite de oliva y salazones de pescado, cit. p. 37.

182 La demanda de moneda fue muy fuerte en la Bética en la época de Claudio. Cf. J.-P. Bost y F. Chaves, Belo IV. Les monnaies, pp. 52-57.

183 Evidentemente este hecho no es una novedad en sí en el caso gaditano, que arrastraba al respecto una larga tradición desde antes de que se convirtiese en municipio romano. Ya en época imperial se hizo famosa la anécdota de aquél gaditano que viajó a Roma con el solo objeto de ver a Tito Livio. Cf. Plinio el Joven, Ep., II, 3, 8. Respecto a la época de Claudio parece ser que es ahora cuando surgen figuras como la del geógrafo Pomponio Mela, natural de Tingentera; Caninio Rufo, poeta polifacético y de enorme gracia; L. Junio Moderato Columella y Moderato de Gades. Cf. G. Chic, "Cádiz: Historia antigua", en Provincia de Cádiz, Sevilla, 1984, p. 99; F. Gascó, "El viaje de Aplonio de Tiana a la Bética", Revista de Estudios Andaluces, 4, 1985, pp. 17-18. Este último trabajo, referido más bien a la época de Nerón encuentra su continuidad en "Noticias perdidas sobre Gades y su entorno en autores griegos. Un comentario a Elio Aristides XXXVI, 90-1 k y Filóstrato, Vida de Apolonio, V, 9", Gades, 17, 1986, pp. 9-14.

184 Cf. A. García y Bellido, "Jocosae Gades. (Pincelada para un cuadro sobre Cádiz en la antigüedad", B.R.A.H., 129, p. 73 ss., donde toca entre otros el tema de las puellae gaditanae.

185 Véase para Britania D. F. Williams y d.S. Peacock, "The importation of olive-oil into Iron Age and Roman Britain", II Cong. Int. sobre Producción y comercio del aceite en la Antigüedad, Madrid, 1983, p. 271.

186 R. Pascual Guasch, "La evolución de las exportaciones béticas durante el Imperio", I Cong. Int. sobre Producción y comercio del aceite en la Antigüedad, Madrid, 1980, p. 240.

187 D.J. Mattingly, "Oil for export?", p. 54, liga el desarrollo del comercio del aceite al de los minerales.

188 "Los senadores originarios de las provincias hispanas durante el reinado de Vespasiano", expuesto en el seno del Curso sobre Epigrafía y sociedad, Sevilla, 19-21 de Enero de 1984. Agradecemos a su autor la cesión del manuscrito. Cf. A. Caballos, Los senadores hispanorromanos. De la República a la crisis del siglo III, Sevilla, Tesis doctoral inédita, 1983, pp. 56-57 y 75.

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actividad en todos los frentes. Pero no sólo aumentaron los hispanos en el Senado en cantidad, sino también en prestigio; y así tenemos documentado a L. Pedanius Secundus como cónsul sufecto en el 43; quien, caso de certificarse su origen hispano, sería el primer cónsul de esta procedencia desde que lo fuera L. Cornelio Balbo189 . No obstante, como nos recuerda M. T. Griffin190, con este emperador se vio más favorecida su Narbonense natal que la Bética191, empezando a destacar ésta sobre todo a partir de Nerón, cuando este príncipe en el período de influencia de Séneca, y después, permitió que Hispania alcanzase, si no sobrepasase, la dignidad de Galia. La privanza del cordobés L. Anneo Séneca habría de permitir que otros hispanos de su círculo (Anneo Sereno, Valerio Marcial, Fabio Rústico, Junio Marulo, Junio Moderato Columela...) medrasen en los aledaños del poder. Evidentemente no sólo sentimentalismo habría que ver en el joven emperador Nerón a la hora de buscar el apoyo de la Bética promocionando a sus hombres. Bien sabida es la política de este jefe del Estado en orden a promocionar a unas clases comerciantes que habría de tirar de la producción de unos bienes que, como antes señalábamos, eran imprescindibles para mantener en pie la estructura del nuevo Estado que se estaba fraguando. Conocida es su labor en el campo de unas obras públicas192 que habían de favorecer los intercambios comerciales, de las que quizá la más destacada fuese el intento de cortar el istmo de Corinto para facilitar la navegación en la parte más activa de su Imperio, a la que de nuevo se presta una creciente atención193. También es conocido cómo este emperador, que causaba escándalo en el mundo conservador por su afición a la técnica194, intentó favorecer las actividades comerciales con una política monetaria195 que

189 Sobre L. Pedanio Secundo, véase A. Caballos, Los senadores hispanorromanos y la romanización de Hispania (Siglos I-III). I. Prosopografía, Écija, 1990, pp. 420-421.

190 Seneca. A philosopher in politics, Oxford, 1976, pp. 252-253.

191 Su obra, no obstante fue aquí muy importante. Cf. J.M. Blázquez, "Hispania en época julio-claudia", Estudios sobre la Tabula Siarensis, Madrid, 1988, p. 224 y 232 nota 67; y sobre todo A. Caballos, Los senadores hispanorromanos. De la República a la crisis del siglo III, Sevilla, Tesis doctoral inédita, pp. 75-76: Los cónsules hispanos con Nerón fueron más del doble que con Claudio, aumentando su número proporcionalmente más que el de senadores, buena prueba de su vitalidad y de la buena situación para aprovechar futuras coyunturas.

192 Cf. M.K. Thornton, "The Augustan Tradition and Neronian Economics", A.N.R.W., II, 2, Berlín, 1975, pp. 161-163.

193 Esta vuelta hacia Oriente, que la realidad económica y cultural iría imponiendo paulatinamente dada la fortaleza de esta parte, que queda demostrada por el hecho de su perduración hasta el siglo XV, se comenzó a hacer patente con Calígula, quien retomó la política de su antecesor M. Antonio y de César, tras el paréntesis decididamente occidentalista de Augusto y Tiberio, que fue el que propició la fortuna de la Bética. Cf. P. Ceausescu, "Caligula et le legs d'Auguste", Historia, 23, 1973, pp. 269- 284. Estimamos que el fracaso de Calígula en su política orientalista fue sólo relativo. Cf. nuestra Epigrafía anfórica de la Bética. II, pp. 57-63.

194 F. F. Repellini, "Tecnologie e macchine", en Storia di Roma Einaudi. 4. Caratteri e morfologie, Turín, 1989, pp. 361-362.

195 J.-P. Bost y F. Chaves, en Belo IV. Les monnaies, pp. 58-59, nos dicen que es bajo Nerón

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beneficiaba a los detentadores de la plata frente a los atesoradores del oro196 y cómo incentivó fiscalmente a los comerciantes197, sobre todo a los que estuviesen dispuestos a trabajar para la Annona198, la cual poco a poco se iba convirtiendo, a medida que crecían las necesidades de abastecimiento del Estado, en la gran mantenedora de un tráfico comercial que había nacido libre199. Queda mucho por estudiar de la labor de este magnífico príncipe, sobre todo en el aspecto cuando se ha realizado la verdadera revolución monetaria: es entonces cuando la moneda imperial se reveló capaz de alimentar en adelante de forma suficiente y contínua los circuitos, es decir, de responder totalmente a la demanda del público. ... Si los contemporáneos han reservado al oro la denominación de nova moneta o de moneta neroniana, sabemos nosostros que ésta se debe extender también al conjunto de la moneda de bronce. Y en p. 60, nota 103: Queda pendiente sin embargo saber cómo han podido acuñar tantas monedas rehusando a recuperar (al menos en parte) las piezas anteriores. Sería deseable conocer la producción de las minas peninsulares en esta época, lo que no permite el estado de los yacimientos señalados. ... Se adivina sin embargo, tras la declaración de Plinio sobre el aes marianum, una importante producción de la región de Córdoba y de la Sierra Morena (N.H., XXXIV, 2, 4)

196 M. Giacchero, "Note storiche di numismatica giulio-claudia. II. La riforma monetaria di Nerone nel De beneficiis di Seneca e in Plinio il Vecchio", Rivista Italiana di Numismatica e Scienze Affini, LXXXI, 1979, p. 86, señala que Nerón redujo el fino del denario en un 12'5 % y el del aureo en un 11'2 % y redujo el peso tanto del aureo (4'50 %) como del denario (7'63 %), cuya relación interna de valor oficial (1:25) mantuvo. E. lo Cascio, en "La riforma monetaria di Nerone: l'evidenza dei repostigli", MEFRA, 92, 1980, p. 457, eleva el porcentaje de pérdida de fino del denario a un 14'4. De esta manera el denario, sin llegar a ser una moneda fiduciaria, se convertía en una moneda sobrevaluada y garantizada por el Estado con relación al oro. Véase M. Mazza, op. cit., p. 281. Este primer intento serio de crear una fe económica pública, que habría de favorecer a pequeños ahorradores y comerciantes, amén de suponer un gran beneficio para el propio Estado que ganaba en el cambio, se mantuvo operativo durante casi dos siglos. La medida se produjo en el año 64. E. Cizek, L'époque de Néron et ses controverses idéologiques, Leiden, 1972, p. 162, señala que se incluyó en un vasto sistema de conjunto a todas las monedas griegas y romanas que circulaban en la cuenca mediterránea, realizando el más importante esfuerzo de sistematización monetaria de la Antigüedad. Este esfuerzo facilitaba la circulación de las monedas de tipo griego y la actividad económica de las provincias, especialmente del Este.

197 Tuvo el proyecto de suprimir, en 57, los impuestos indirectos, lo que en el caso de los portoria beneficiaba al comercio, poniendo en su lugar impuestos directos; esta medida como es lógico chocaba contra los intereses de la aristocracia terrateniente, que hizo fracasar, en 58, el plan. Cf. E. Cizek, op. cit., pp. 106-115. La amenaza de reinstaurar el tributum en Italia tuvo ya su precedente en la época de Augusto, según sabemos por Casio Dión, LVI, 28, 4-6 (cf. LV, 25, 4-6).

198 Tácito, Ann., XIII, 51, del año 58. Véase nuestra interpretación de dicho texto en Epigrafía anfórica de la Bética. II, pp. 55 y 174. G. Humbert, en su art. "aurum negotiatorum" en Dictionnaire des Antiquités Grecques et Romaines de Ch. Daremberg y Edm. Saglio, París, 1887 (Graz, 1969) entiende más bien que se trató de la supresión de este impuesto, introducido por Calígula en beneficio del aerarium, aunque el texto de Suetonio, Cal., XL, habla más bien de un impuesto sobre el mercado romano.

199 Véase su desarrollo en nuestra Epigrafía anfórica de la Bética. II, pp. 54-57.

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económico, pero hay serios indicios de que al final su voluntarismo no se vió respondido por la marcha general de la economía y que la política exagerada de gasto público, tendente a cambiar la realidad, puso al Estado al borde de la quiebra200 y al final hubo de recurrir a medidas dolorosas de presión fiscal que terminaron por enajenarle a aquellos que en principio le habían apoyado201. Así sabemos que, tras la muerte obligada de Séneca, en la Bética se produjo un estado de malestar202 que queda reflejado en las intrigas de A. Cecina, el cuestor203, quien, como buen conocedor de las finanzas, complotaba contra el emperador y veía con buenos ojos la sublevación de Galba, quien, desde la Tarraconense y apoyado por el legado de la Lusitania, Othón, terminaba por sublevarse abiertamente con sus tropas y ocupando el Imperio204. Galba, el hombre más rico que había ocupado el poder en Roma205, duró poco en su intento de restaurar la política augustea en un mundo que sólo deseaba corregir los excesos de la época neroniana, pero no acabar con sus directrices. Esto lo puso de manifiesto claramente Othón, a quien, frente a Corduba, le vemos favorecer abiertamente a la comercial Hispalis206, utilizando 200 Galba hubo de enfrentarse a este problema, según Tác. Hist., I, 20. Véase J. Sancery, Galba ou l'armée face au pouvoir, París, 1983, pp. 111-112. Vespasiano hubo de reforzar las medidas impositivas. Cf. Suetonio, Vesp., XVI, sobre todo al final para las fechas: "Otros, por el contrario, creen que se vio obligado a recurrir al pillaje y a la rapiña a causa de la extremada pobreza del erario y del fisco, hecho que él señaló desde el comienzo mismo de su principado, declarando: El Estado necesita cuarenta mil millones de sestercios para poder sobrevivir." El ejército solo, según los cálculos de K. Hopkins, "Taxes and trade in the Roman Empire (200 B.C.-A.D. 400)", J.R.S., 70, 1980, pp. 124-124, se llevaba entre 400 y 500 millones anuales. Del año 69 es también la frase que Tácito, Hist., IV, 74, pone en boca de Petilio Cerialis: nam neque quies gentium sine armis neque arma sine stipendiis neque stipendia sine tributis haberi queunt.

201 Tácito, Ann., XV, 45, 1: Interea conferendi pecuniis pervastata Italia, provinciae eversae sociique populi et quae civitatium liberae vocantur (año 64). En 67, ya en plena crisis económica, Nerón, cada vez más helenizado, concedió a la provincia de Acaya la inmunidad fiscal (Plin. N.H., IV, 10, 2), que luego le sería retirada por Vespasiano (Suet., Vesp., VIII, 6). Mientras tanto Occidente veía gravada su economía a resultas de la nueva política monetaria, que generaba inflación, y fiscal. No sin razón una de las primeras medidas que habría de tomar Galba cuando se sublevase en Hispania sería la de abolir el impuesto quadragesima Galliarum et Hispaniarum (CIL, XIV, 4708; Plut. Galba, 19). Cf. E. Cizek, op. cit., pp. 216-229; y J. Sancery, Galba ou l'armée face au pouvoir, París, 1983, p. 75.

202 J. Sancery, op. cit., pp. 32-33.

203 Tácito, Hist., I, 53. F. Gascó, "El viaje de Apolonio de Tiana a la Bética (siglo I d.C.)", Revista de Estudios Andaluces, 4, 1985, pp. 19-21.

204 J. Sancery, Galba ou l'armée face au pouvoir, pp. 44 y 53.

205 Plutarco, Galba, 3.

206 Tácito, Hist., I, 78: Eadem largitione civitatum quoque ac provinciarum animos adgressus Hispalensibus et Emeritensibus familiarum adiectiones, Lingonibus universis civitatem Romanam, provinciae Baeticae Maurorum civitates dono dedit. Emerita había sido la capital de su provincia.

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medios propios del mundo helenístico207, lo que venía a ser un respaldo a la realidad de una ciudad que, como nos dice Estrabón208, desde la constitución de la colonia Romula rápidamente iba desbancando en el plano comercial a Corduba y Gades. C. Castillo209 ha puesto de manifiesto cómo el papel de Córdoba como suministradora de senadores210 fue pasando claramente a Sevilla, lo que no entendemos sino como un signo de los nuevos tiempos, tan llenos de promesas de futuro. La medida de Vespasiano, prevista tal vez ya por Vitelio211, de conceder la ciudadanía latina a las provincias hispanas212 tiene una vertiente económica en la que no se ha puesto suficientemente el acento, distraidos por una faceta militar más evidente. Debemos tener en cuenta que con la nueva legislación recibida por estos municipios a fuer de colonias honorarias se obliga a los interesados en la promoción social, sobre la base de la mentalidad evergética, a invertir con vistas al bien común, a través de las campañas electorales. El carácter forzoso que para las capas censatariamente más elevadas tiene la participación en la vida pública cuando no haya candidatos voluntarios213, tiende a poner en movimiento la riqueza en beneficio de las ciudades, con lo que se 207 La politografía. Cf. C. Préaux, El mundo helenístico. Grecia y Oriente (323-146 a. de C.), Barcelona, 1984, p. 199.

208 III, 2, 1 (141).

209 "Los senadores béticos. Relaciones familiares y sociales", Tituli, 5, 1982, p. 479. En el siglo II no será ya Corduba sino Italica, Hispalis y sus alrededores las que ocupen un papel destacado como patrias de senadores.

210 Con Córdoba hay que poner en relación una parte importante de los senadores béticos de época julio-claudia: los Annaei, los Iunii, los Duilii y los Aponi. J.M. Blázquez, "Hispania en época julio-claudia", Estudios sobre la Tabula Siarensis, Madrid, 1988, p. 225. El mismo autor, en p. 226, pone de relieve cómo en esa época era un centro cultural importante.

211 Tácito, Hist., III, 55. También Othón había tenido en la mente, según Tácito, Hist., I, 78, conceder nova iura a Capadocia y Africa. Cf. R. K. McElderry, "Vespasian's Reconstruction of Spain", J.R.S., 8, 1918, p. 63.

212 Plinio, N.H., III, 4, 30.

213 Dig. L, 5, 1. Ulpianus libro II. Opinionum.- Omnis excusatio sua aequitate nititur; sed si praetendentibus aliquod sine iudice credatur, aut passim sine temporis praefinitione, prout cuique libuerit, permissum fuerit se excusare, non erunt, qui munera necessaria in rebus publicis obeant. Quare et qui liberorum incolumium iure a muneribus civilibus sibi vindicant excusationem, appellationem interponere debent; et qui tempora praefinita in ordinem eiusmodi appellationum peragendo non servaverint, merito praescriptione repelluntur. ["Toda excusa se apoya en su propia equidad; pero si a los que pretenden alguna cosa se les diera crédito sin la intervención del juez, o si indistintamente sin fijación de tiempo, según a cada cual le pareciere bien, se le hubiere permitido excusarse, no habría quienes aceptaran los cargos necesarios en los negocios públicos. Por lo cual, también los que por derecho de tener cinco hijos incólumes reivindican para sí la exención de cargos civiles, deben interponer apelación; y los que no hubieren observado los términos prefijados para el orden de substanciar tales apelaciones, son con razón repelidos con la prescripción"].

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genera una necesidad de entrar en los circuitos monetarios que no habría sino de favorecer la acción fiscal. Desde luego los gráficos trazados por R. Pascual Guasch para los pecios del Mediterráneo occidental nos hablan de que el comercio bético experimentó una crisis que viene a coincidir con la etapa final de Nerón214, de la misma manera que la muestra el trazado por A. Blanco y J.M. Luzón215, con base en los hallazgos monetarios, para la zona minera de Riotinto. No obstante esta decadencia no afecta al tráfico del aceite que, alentado por las necesidades del Estado, no hace sino seguir creciendo. Los estudios de V. Duran y A. Padilla sobre la carta arqueológica de las tierras astigitanas216, nos enseñan que las villae, que son cada vez más y mejores en las orillas del Singilis y sobre todo al Sur del mismo, muestran con su aumento de riqueza, sobre todo en la segunda mitad del siglo I, que los humildes labradores habitantes de cabañas de las primeras etapas de la colonización van siendo desplazados por possessores cada vez más potentes. También sabemos que el número de alfares en funcionamiento va acompasado al crecimiento de las exportaciones de aceite y que la costumbre de marcar las ánforas se sigue manteniendo ya de manera ininterrumpida hasta el siglo III. Si a ello le unimos el despegue de nuevo en la explotación de las minas, posiblemente a la luz de una nueva política para las mismas que tal vez se oculte tras la legislación hadrianea de Vipasca217, y las circunstancias que rodean el acceso al poder de Flavio Vespasiano, no es difícil de entender que en la nueva remodelación del Senado los hispanos en general, y los béticos en particular, pasen a ocupar una parcela de poder realmente importante218. El citado gráfico de Pascual Guasch nos refleja cómo, pese a la decadencia general del comercio en el Mediterráneo occidental en la segunda mitad del siglo I, el papel relativo de los productos hispanos no hace sino crecer hasta mediados del siglo II, cuando llegan a constituir casi el 100 % del contenido de los pecios. No obstante, en esta época de ascenso fulgurante de los hispanos, que llega al máximo en los

214 Esta crisis, que carece aun de un estudio profundo, se hace evidente en algunos puntos del Imperio. Cf. H. I. Bell, "The economic crisis in Egypt under Nero", J.R.S., 28, 1938, pp. 7-8. Pompeya había sido más próspera en al comienzo de la época de Nerón que bajo Vespasiano. Cf. J. Andreau, Les affaires de Monsieur Jucundus, Roma, 1974, p. 304. En Hispania, según los estudios de M. Corsi-Sciallano y B. Liou sobre "Les épaves de Tarraconaise à chargement d'amphores Dressel 2-4", Archaeonautica, 5, 1985, este tipo de ánforas vinarias se dejan de exportar a partir de Nerón.

215 "Mineros antiguos españoles", AEspA., XXXIX, 1966, p. 76, fig. 1.

216 Evolución del poblamiento antiguo en el término municipal de Écija, Ecija, 1991.

217 R. K. McElderry, "Vespasian's Reconstruction of Spain", J.R.S., 8, 1918, p. 95. En los reinados de Vespasiano y Tito hubo un enorme aumento en el volumen de moneda de plata acuñada, según los estudios de K. Hopkins, "Taxes and trade in the Roman Empire", J.R.S., 70, 1980, p. 115. Plinio, por su parte, nos dice en N.H., XXXIII, 98: Finis antiquis fodiendi solebat esse alumen inventum; ultra nihil quaerebatur. Nuper inventa aeris vena infra alumen nullam finem spei fecit.

218 A. Caballos, Los senadores hispanorromanos. De la República a la crisis del siglo III, Sevilla, Tesis doctoral inédita, 1983, pp. 76-80; y "Los senadores originarios de las provincias hispanas durante el reinado de Vespasiano", citado anteriormente.

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reinados de Domiciano y Nerva219, se observan ya signos inquietantes en el plano económico que han de tener repercusión en el futuro. Por un lado está el desarrollo de África, que no sólo tiende a abastecerse de productos que antes importaba, como por ejemplo la sigillata bética220, sino que comienza a hacer la competencia a esta región exportando no ya sólo su trigo221 sino también su aceite222, como evidencian los hallazgos de Ostia. Por otro lado, la concentración de la riqueza, paralelo a un desarrollo de la vida urbana y a una mayor tendencia al absentismo, incide en las formas de producción y sobre todo de la distribución. Plinio223, tras señalar que los latifundios habían perdido a Italia nos indica que comienzan a hacerlo también con las provincias aunque señala sólo el caso de Africa donde nos dice, sin duda no sin exageración, que Nerón pudo hacerse con media provincia confiscando a seis propietarios224. No parece que en la Bética se

219 A. Caballos, op. cit., pp. 80-81: Con Domiciano aumenta la categoría de los senadores hispanorromanos, como se observa por el hecho de que el número de cónsules fuera más del doble, y, lo que es más importante, de que comiencen a aparecer cónsules ordinarios. ... Proporcionalmente el máximo en la relación entre el número de cónsules de origen hispano y el número de años de reinado se observa con Nerva, lo que puede considerarse uno de los motivos del acceso de Trajano. Sobre todo si tenemos en cuenta que la sucesión, resultado de las presiones sobre el anciano Nerva, se realizó de una manera muy poco dinástica, incluso conservando Trajano sus tria nomina.

220 Según M. Roca Roumens, "Producción y comercialización de la cerámica sigillata producida en la Bética", Actas del Coloquio sobre la Bética en su problemática histórica, Granada, 1991, la cerámica de Andújar, tan pujante en la época de Nerón, comienza a ser copiada en Cartago en época de Vespasiano y dejan de trabajar los talleres auxiliares del de Andújar antes de fines del siglo I. La decadencia de este taller se arrastra a lo largo del siglo II, hasta desaparecer antes de que acabe el mismo.

221 M. Cébeillac-Gervasoni, "Ostie et le blé au IIe siècle ap. J.-C.", Le ravitaillement en blé de Rome et des centres urbaines des débuts de la République jusqu'au Haut Empire, Nápoles-Roma, 1994, pp. 47-59, ha demostrado que los africanos subieron sacar buen provecho del abastecimiento de trigo a Roma a partir del establecimiento del puerto de Trajano, llegando a ser preponderantes en la corte y en los medios intelectuales y políticos ya amediados del siglo II d.C.

222 C. Panella, "I contenitori presenti ad Ostia in etá antonina: analisi tipologica, epigrafica, quantitativa", II Cong. Int. sobre producción y comercio del aceite en la Antigüedad, Madrid, 1983, p. 260.

223 N.H., XVIII, 35: verumque confitentibus latifundia perdidere Italiam, iam vero et provincias. Véase R. Etienne y J.-C. Gorges, "A propos du latifundium. II. Vocabulaire et prospection archéologique", Miscellanea di Studi Classici in onore di Eugenio Manni, Roma, 1980, tomo III, pp. 891-900 y 901-903.

224 Este tipo de confiscaciones permitían al emperador una gran capacidad de movimiento económico frente a la oligarquía a la que pretendía desplazar, pues, como advertía a Claudio el educador de Británico, vim atque opes principibus infensas (Tác., Ann., XI, 1). Véase en este sentido W.E. Heitland, "A great agricultural emigration from Italy?", J.R.S., 8, 1918, pp. 39-40. Sabemos por Plutarco (Galba, V, 1) que Nerón también tenía grandes propiedades en Iberia, posiblemente derivadas de sus confiscaciones, que afectaron al clan de Séneca. Galba, para

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diesen esas extensas fincas que se refieren para Africa. Ahora como antes probablemente la provincia se pareciese más a Italia donde documentos tales como la tabla alimetaria de Veleya o la de los Ligures Baebiani225 nos hablan más bien de una concentración de la propiedad dispersa226. De todas formas la dispersión de esfuerzos, ligada posiblemente al desarrollo del colonato y su tendencia al autoabastecimiento, debieron de incidir en la distribución elevando los costes227, por lo que no es de extrañar que al final, posiblemente en la época de Hadriano228, terminen regulándose de forma permanente las indictiones o ventas obligatorias229 de aceite al Estado romano, en una línea intervencionista que cada vez nos acerca más al oriente helenístico, como

congraciarse con la población, las sacó a la venta, respondiendo además a una medida similar tomada por Nerón respecto a él.

225 CIL IX, 1456 y CIL XI, 1147.

226 J.G. Gorges, Les villas hispano-romaines, París, 1979, p. 100. Los datos suministrados por los nombres de productores de aceite que figuran en genitivo en los rótulos pintados de las ánforas parecen apuntar también en este sentido. Véase por ejemplo el caso de Tutilius Pontianus en nuestra Epigrafía anfórica de la Bética. II, pp. 106 y 111. Para los posibles tamaños de los olivares véase la p. 147 de la citada obra. Expone distintas opiniones al respecto J.M. Blázquez en "Gran latifundio o pequeña propiedad en la Bética (Hispania) en época imperial", Miscellanea in onore di Eugenio Manni, Roma, 1979, pp. 245-255.

227 P. Salmon, Population et dépopulation dans l'Empire romain, Bruselas, 1974, p. 121. G. Amar y B. Liou, "Les estampilles sur amphores du Golfe de Fos", Archaeonautica, 4, 1984, pp. 187-189, ponen de manifiesto cómo la gran masa de la exportación de aceite Rodano arriba se dio en el siglo I, derivándose en el II fundamentalmente hacia el mercado romano, con toda probabilidad sometido a control. Por tanto el comercio libre decae, y si se mantiene la exportación es fundamentalmente gracias a la intervención estatal.

228 H. Pavis d'Escurac, La préfecture de l'annone, service administratif imperial d'Auguste à Constantin, Roma, 1976, p. 189, señala que el avituallamiento de aceite es competencia de la Annona de Roma desde el reinado de Hadriano.

229 A estas indictiones hace clara referencia Plinio el Joven en su Panegírico de Trajano, 29, 4: Nonne cernere datur, ut sine ullius iniuria omnibus usibus nostris annus exuberet?. Quippe non ut ex hostico raptae perituraeque in horreis messes nequiquam quiritantibus sociis auferantur. Devehunt ipsi, quod terra genuit, quod sidus aluit, quod annus tulit, nec novis indictionibus pressi ad vetera tributa deficiunt. Emit fiscus, quidquid videtur emere. Inde copia, inde annona, de qua inter licentem vendentemque conveniat, inde hic sacietas, nec fames usquam. Véase el desarrollo de estas ideas en nuestra Epigrafía anfórica de la Bética. II, Sevilla, 1988, especialmente en p. 54 y 181-182. B. Liou y R. Marichal, en "Les inscriptions peintes sur amphores de l'Anse Saint-Gervais à Fos-sur- mer", Archaeonautica, 2, p. 128, deducen del hecho de que en 71 tengamos registrada sobre las ánforas de aceite la primera indicación de fecha consular que la instauración de un control de la annona imperial sobre la producción y los aprovisionamientos de aceite no remontaría, como se podía creer, a Hadriano o a Trajano, sino mucho antes, y, en todo caso, a los comienzos del reinado de Vespasiano. Posiblemente el progreso del control fuese paulatino.

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hemos puesto de relieve en nuestro estudio de la epigrafía anfórica olearia de la Bética230. Así pues, la llegada al poder de los senadores originarios de la provincia, explicada por el desarrollo económico de la misma y la debilidad italiana, coincide curiosamente con el comienzo de una línea que habría de llevar claramente al predominio de las provincias orientales, donde la vida de las ciudades descansaba sobre una economía más saneada, basada en parte en un comercio exterior de los artículos de lujo exóticos requeridos de forma creciente por las aristocracias231, tanto orientales como occidentales, y donde se conocían, desde hacía muchísimo tiempo en algunos casos, unas formas de gobierno monárquicas que cada vez se mostraban más necesarias para la gestión conjunta y solidaria del nuevo Estado nacional romano, de la que es todo un síntoma la fijación definitiva del "Edicto Perpetuo", que realiza hacia 130 Salvio Juliano por orden de Hadriano232. La Bética vive ahora de la inercia de su glorioso pasado233 y no debemos dejarnos engañar por el hecho de que sus ánforas de aceite, así como las de salazón y

230 Epigrafía anfórica de la Bética. II. Los rótulos pintados sobre ánforas olearias. Consideraciones sobre la Annona, Sevilla, 1988, pp. 57-65. Los mercatores, según nuestra tesis, serían desplazados en su labor por los diffusores olearii o agentes concecionarios de la recaudación y transporte para el Estado de aceite sometido a indictiones anuales. Esta nueva situación, más complicada que en la época anterior, queda reflejada en los rótulos escritos en cursiva junto a un asa de cada ánfora, como se aprecia claramente a partir del reinado de Hadriano. Si la marca hallada sobre asas de ánforas de los alfares de "Cruz Verde" y "Villar de Brenes" con la leyenda P.A.H ha de desarrollarse como Publii Aelii Hadriani, tendríamos al propio emperador implicado en este negocio del envasado, que alcanza ahora sus máximas cotas a favor de las circunstancias de obligatoriedad en las entregas -compensadas-, lo que determina también la máxima expansión de las exportaciones. Cf. Epigrafía anfórica. I. Las marcas impresas en el barro sobre ánforas olearias (Dressel 19, 20 y 23), Sevilla, 1985, pp. 102-106. También otros ricos personajes se encontraban involucrados en este negocio del aceite, unas veces abiertamente y otras ocultos tras sus libertos u esclavos, como nos testimonia el Digesto, XIV, 3, 13, para el caso de un arelatense que autoriza a su esclavo para recibir un préstamo destinado a este negocio. Es posible que en esta ciudad de Arles los diffusores tuviesen plazas reservadas en el anfiteatro, a juzgar por CIL XII, 714, 1. Cf. J. Kolendo, "La répartition des places aux spectacles et la stratification sociale dans l'Empire romain", Ktema, 6, 1981, p. 310. Cf. también M. Christol, "Remarques sur les naviculaires d'Arles", Latomus, 30, 1971, pp. 643-663.

231 Plinio, N.H., VI, 101 nos dice que las mercancías importadas de la India (y creemos que hay que entender este término en un sentido lato) llegaban a alcanzar un precio de venta que multiplicaba por 100 el original.

232 W. Kunkel, Historia del Derecho Romano, Esplugues de Llobregat, 4 ed., 1973, p. 103.

233 Es interesante observar cómo los miliarios, que indican reparaciones de vías en Andalucía y que se suceden desde Augusto a Hadriano, desaparecen luego hasta la época de Septimio Severo, cuando muy posiblemente la nueva orientación de la annona haga imprescindibles tales obras. Cf. G. Chic, Epigrafía anfórica de la Bética. II, pp. 68-69. El número de senadores béticos, entre los que destacan los de la región de Sevilla, observa un declive frente a los orientales. Cf. R. Etienne, "Les senateurs espagnols sous Trajan et Hadrien", Les empereurs romains d'Espagne, París, 1965, pp. 50 ss.. J.M. Blázquez, "La Hispania de Hadriano", Homenaje a Conchita Fernández Chicarro, pp. 306-307.

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vino, que vuelven a surgir con fuerza en los mercados tras la reanimación económica que supuso para el Imperio la depredación de Dacia por Trajano234, lleguen a todos los puntos del Occidente e incluso a algunos destacados de Oriente235; o por el hecho de que las minas, al parecer fuertemente intervenidas por el Estado, en opinión de O. Davies236, muestren una notable actividad manifestada por el nivel de los hallazgos monetarios. El Estado necesitaba intervenir en una economía que no se decidía a abrirse del todo al mercado de los productos, anclada por un primitivismo desconfiado que impedía el desarrollo de elementos financieros ágiles, y que no acompasaba los cambios producidos en la mentalidad política y administrativa237. Aumentaban las necesidades de un sector terciario, destinado a la gestión y distribución de los recursos, sin que aumentase en la misma medida la productividad del sector primario. El emperador, convertido ya en un auténtico monarca, intervenía de forma creciente en el control de unas ciudades que necesitaba como elemento fundamental de su política administrativa y fiscal238. La intervención en la vida política municipal se iba convirtiendo en una pesada carga que era preferible eludir, al transformarse de forma insensible pero progresiva en un elemento de la presión fiscal sobre las capas superiores, y el emperador no hacía sino alentar este estado de cosas al conceder exenciones municipales a aquellos que dedicasen la mayor parte de su fortuna al servicio del Estado central, bien fuese recaudando impuestos -actividad cada vez menos rentable con el desarrollo de los censos- o contribuyendo con sus barcos al abastecimiento controlado por el Estado239. Además, los pagos (pagi) y aldeas (vici) de campesinos, que eran cada vez más los únicos elementos productivos del sistema, se beneficiaban muy escasamente del producto de su trabajo, ya que, como antes señalábamos, la tendencia de los propietarios que vivían en la ciudad era poco proclive a la capitalización de las propias empresas, sino más bien al gasto suntuario personal240. Por ello, junto al distanciamiento cada vez mayor entre ricos, protegidos o que procuraban serlo, y pobres, se fue abriendo un foso cada vez más profundo entre ciudad y campo; sobre todo desde el momento en que las grandes fincas o los pequeños núcleos de habitación campesina se inclinaban en la medida de lo posible al autoabastecimiento, a la autarquía, dado que una parte de los grandes propietarios tienden, desde mediados de siglo, a abandonar la ciudad para instalarse en

234 J. Carcopino, "Una vuelta al imperialismo de conquista: el oro de los dacios", Las etapas del Imperialismo romano, Buenos Aires, 1968, pp. 120-133.

235 E. Lyding Will, "Exportation of olive oil from Baetica to the Eastern Mediterranean", II Cong. Int. sobre Producción y comercio del aceite en la Antigüedad, Madird, 1983, pp. 391-440.

236 Roman Mines in Europe, Oxford, 1935 (r. New York, 1979), p.

237 Véase P. Sáez Fernández y G. Chic García, "La epigrafía de las ánforas olearias béticas como posible fuente para el estudio del colonato en la Bética", II Congreso Internacional sobre producción y comercio del aceite en la Antigüedad, Madrid, 1983, p. 207.

238 K. Hopkins, "Taxes and trade in the Roman Empire (200 B.C.-A.D. 400)", J.R.S., 70, 1980, p. 121 ha puesto de relieve cómo la autonomía local va ligada a un bajo índice impositivo estatal y viceversa.

239 Véase Epigrafía anfórica de la Bética.II, p. 192, nota 279, y p. 56.

240 P. Petit, Le Haut-Empire, París, 1974, p. 239.

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lujosas villae donde concentran su actividad, como ha visto C. Gorges241 que sucedía en esta tierra. Por ello a mediados de siglo comienza a dejarse sentir un descenso del comercio occidental en general y del bético en particular, salvándose sólo los productos annonarios, especialmente el aceite242, dado su carácter compulsivo, transportados por armadores al servicio de la Annona243. Las dedicatorias privadas al culto imperial decrecen notablemente durante el reinado de Antonino Pío, y los representantes hispanos son cada vez menos abundantes en el Senado romano, al tiempo que siguen aumentando los orientales244, señas indiscutibles de la pérdida de poder económico relativo que se está registrando en esta parte de Occidente. El final de la pax romana producido en la etapa de Marco Aurelio no hizo sino empeorar el estado de cosas. Sin que bajasen las exigencias del Estado en suministros para el ejército (se empieza a hablar ahora de una annona militaris especializada245) o la plebe romana, el descenso del poder adquisitivo de la moneda, cuyo fino en los denarios no pasa ahora del 75 %, debió de repercutir gravemente en la economía de los abastecedores de aceite de la Bética al mantenerse unos precios de compensación (solamina)246 irreales respecto a la situación del mercado. El empobrecimiento se traduce en el cese de las dedicaciones privadas en el culto imperial y en la necesidad de intervención del Estado en favor de los municipios restringiendo el cupo de armadores exentos de liturgias municipales y regulando cosas tan aparentemente nimias como los desembolsos exigibles a los forzosos magistrados para el mantenimiento de los juegos 241 Les villas hispano-romaines, París, 1979, p. 41.

242 Véase el gráfico de los pecios realizado por R. Pascual Guasch, donde se observa una brusca caída de las exportaciones de salazón y vino y un crecimiento sostenido de las de aceite. Respecto a la actividad relativa a las salazones, queremos señalar las palabras de J.-P. Bost y F. Chaves en Belo IV. Les monnaies, p 64: Se pone de relieve [en Belo] que el número de monedas, bajo Antonino, se eleva apenas por encima de la media neroniana antes de conocer una caida bastante profunda. Estas observaciones vienen a confirmar por completo lo que Cl. Domergue, con base en el testimonio de otros documentos arqueológicos, formula así: "con la reserva de futuros descubrimientos... es necesario admitir aquí una bajada de actividad ... el siglo II es para Belo una época de eclipse".

243 G. Chic, La dinastía de los Antoninos, Madrid, 1990, p. 46.

244 Las causas del despegue del mundo oriental, cuyos representantes en el Senado llegan a ser el 56'5 % del total, según M. Hammond, "Composition of the Senate a.d. 68-235", J.R.S., 47, 1957, pp. 74-81, las hemos expuesto en nuestro trabajo sobre La dinastía de los Antoninos, pp. 47-48.

245 C. Préaux, "Ostraka de Pselkis de la bibliothèque Bodléenne", C.E., 1951, pp. 126-129. Recientemente, J. Remesal Rodríguez, La annona militaris y la exportación de aceite bético a Germania, Madrid, 1986.

246 Como expusimos en nuestra Epigrafía anfórica de la Bética.II, p. 185, nota 165, creemos que, de acuerdo con la tesis de J.-M. Carrié expuesta en R.E.A., LXXXII, 1980, 3-4, p. 361, hay que entender la misión de S. Iulius Possessor como ayudante del prefecto de la Annona ad solamina transferanda en el sentido de encargado de pagar las compensaciones por las entregas del aceite, en consonancia el resto de las misiones annonarias con que aparece en la inscripción de Sevilla (CIL II, 1180) a que venimos haciendo referencia.

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gladiatorios247. Para terminar de completar el panorama, la guerra, largamente ausente de esta tierra que había situado sus confiadas ciudades en los llanos, hizo su aparición bajo la forma de razzias llevadas a cabo por tribus moras que inquietaron la provincia en 172 y 177, exigiendo una seria intervención militar248. Las casas de campo hubieron de sufrir particularmente y todo parece indicar que en las minas sucedió otro tanto, pues aparte de la caida observada en los hallazgos monetarios, tenemos en Aljustrel el testimonio, publicado por Wickert en 1931, de un restitutor metallorum del año 173249. La decadencia económica y con ella el influjo de la provincia en el resto del Estado Imperial Romano, no cambiaron de signo durante el reinado de Commodo. La cantidad de plata del denario siguió bajando, incluso por debajo del 70 %, sin que por ello variase su relación oficial de 1 a 25 respecto al aureo. Los precios subían en una proporción más alta que la pérdida de contenido de fino de la moneda (se ha calculado entre el 100 y el 170 % para el reinado)250, hasta el punto de que el emperador hubo de fijar una lista oficial de precios que, como era de esperar, sólo determinó una momentánea desaparición de las mercancías del tráfico abierto y la creación de un mercado negro251. Podemos imaginarnos, en estas circunstancias, cómo sufrirían las economías de aquellos béticos que hubiesen de entregar parte de sus cosechas de aceite, controladas a través de los censos, a un Estado que planteaba unos precios irreales a la hora de pagar o compensar. Por ello no debe de extrañarnos que el proceso se completara cuando la Bética, que había tomado partido por Clodio Albino tras la muerte del emperador hercúleo, fue castigada por Septimio Severo tras la batalla de Lyon (año 197) y fueron confiscadas las propiedades, tanto en tierras como en barcos, de algunas de las familias más importantes252. Este emperador africano, entroncado con las grandes familias sirias, reestructuró la economía de la región, al menos en lo que respecta al aceite. Sabemos que si bien éste pasó a ser entregado de forma gratuita a la plebe

247 Véase el S.c. de sumptibus ludorum gladiatorum minuendis en una inscripción de Itálica (CIL II, 6278: Censeo igitur imprimis agendas maximis impp. gratias, qui salutaribus remediis fisci ratione posthabita labentem civitatium statum et praecipitantes in ruinas principalium virorum fortunas restituerunt ... Véase el comentario de M. Mazza en Lotte sociali e restaurazione autoritaria nel III secolo d.c., Roma, 1973, pp. 285-286). Hemos tocado este tema en "Datos para el estudio del culto imperial en la Colonia Augusta Firma Astigi", Habis, 18-19, 1987-1988, pp. 379-381.

248 Cf. Epigrafía anfórica de la Bética.II, pp. 65-66.

249 L. Wickert, "Berich über eine zweite Reise zur Vorbereitung von CIL, II, Suppl. 2", Sitzungsberichte der Preussischen Akademie der Wissenschaften philosophisch-historische Klasse, Berlín, Verlag der Akademie der Wissenchafte, 1931, pp. 835-839.

250 Cf. J. Szilágyi, "Prices and wages in the Western Provinces of The Roman Empire", Acta Antiqua, II, 1963, pp. 377-378.

251 S.H.A., Vita Comm., XIV, 3: vilitatem proposuit ex qua maiorem pecuniam effecit.

252 Según E. lo Cascio, "La struttura fiscale dell'Impero Romano", en L'Impero Romano e le strutture economiche e sociali delle province, Como, 1986, p. 59, el aligeramiento, en términos reales, de la carga fiscal en época severiana pudo representar un estímulo para una reanudación productiva.

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frumentaria de Roma -posiblemente con base en la producción de las fincas imperiales- debió de dejar de ser subvencionado para el resto de la población, pues las importaciones béticas caen de forma muy notable en Roma253. Posiblemente ello supusiese un alivio para aquellos a los que antes se les extraía una gran parte de su producción de una forma tan poco remuneradora. Los nombres de los diffusores olearii, que se habían encargado de recoger y transportar el aceite de forma privada por cuenta del Estado, desaparecen de las ánforas, y en su lugar se muestran los de Septimio Severo y sus hijos, que han debido de constituir una flota propia. Pero este alivio, sin duda necesario, no podía ocultar la realidad de una profunda transformación: la Bética, asfixiada económicamente por el devenir de los acontecimientos, había dejado de ser el gran centro exportador de productos y cultura latina. Aquel refinado oriente al que tanto se temía había terminado por imponerse, sobre todo en sus formas más despóticas y desarrolladas políticamente, cuando el sueño de la vida de polis -que allí había nacido- quedó definitivamente atrás como forma de vida suprema. Nacía un nuevo mundo y con él un nuevo sentido de la economía para el que la Bética no estaba preparada. Su influjo en adelante fue cada vez menor. Sevilla, 25 de Marzo de 1991.

253 S.H.A., Vit. Sev., XII, 1-3. Cf. Epigrafía anfórica de la Bética. II, pp. 66-69. La Historia Augusta (Vita Aureliani, XLVIII) nos dice que el emperador Aureliano había decidido suministrar a través de la Annona vino gratis a la plebe -suponemos que a la frumentaria- de Roma, para lo que pensó en comprar terrenos de bosque en Etruria y, tras desmontarlos, dedicarlos a la producción de la uva con vistas a las necesidades del fisco. La distribución se llegó realmente a producir, en los pórticos del templo del Sol, aunque no gratis, sino subvencionada. Puesto que la distribución gratuita de vino se había pensado hacerla en la misma línea que la severiana de aceite, estimamos que el paralelo respecto al origen del producto -derivado de fincas imperiales- puede ser ilustrativo de lo sucedido antes.