La Pulga de Torrelavega - Plomo en los bolsillos

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    Los ciclistas terminaron de cenar y se fueron levantandode las mesas. Qued uno solo: Vicente Trueba, que re-

    baaba los restos del plato. Cuando pas la camarera, lepidi el postre: jamn, huevos fritos y otro lete. Y ms

    pan, por favor.Jos Bobillo, un federativo cntabro, asisti a la escena

    y pens que Trueba se iba a gastar todo su dinero antesde terminar el Tour de Francia, si segua comiendo tan-to. El ciclista de Torrelavega se haba ganado ya un cierto

    prestigio en el Tour de 1930, y consigui que en 1932 laorganizacin le pagara al menos una dieta para sus gastosde alojamiento, comida y reparaciones: 50 francos diarios.Trueba le mostr al periodista Ramn Torres una facturade 80 francos por la reparacin de una rueda torcida, y leexplic que se apaaba con otros dos ciclistas modestosfranceses para contratar a un masajista entre los tres.

    AQUEL TOUR QUE LE ROBARON

    A LA PULGA DE TORRELAVEGA

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    Trueba corra sin equipo. Y escalaba para comer: gra-cias a los dos mil francos de premio por coronar primero elcol dAubisque, poda repetir huevos fritos, jamn y lete.

    Y ms pan, ms pan.Lo del Aubisque y el Tourmalet fue tremendo. En la

    primera etapa pirenaica de 1932, bajo una tormenta, losfavoritos Archambaud, Leducq, Pesenti, Camusso y Faurese lanzaron al ataque. Entre la lluvia, el barro y la niebla,con los acionados en el borde de los precipicios, da la

    impresin de que por estas tremendas cuestas, estrechasy descarnadas, suben los titanes en terrible lucha para al-canzar, triunfantes, el Olimpo de los Dioses, escribi conemocin, con hipo, un periodista de Le Petit Journal. Lostitanes se retorcan en aquella pista embarrada y de prontoun ciclista minsculo empez a adelantarlos a todos, uno a

    uno. Era Trueba, el hombre que meda un metro y medioy coma por tres, el que necesitaba el premio de la cumbrepara repetir lete. Coron el Aubisque con dos minutos de

    ventaja y se llev los dos mil francos.Sigui en cabeza durante muchos kilmetros y empez

    a subir el Tourmalet con ventaja, pero lo atropell un co-che que segua la carrera. Luego lleg por detrs el francs

    Faure empujado por los espectadores, rabiaba Truebay le gan en la cima. Aun as, pas segundo y se llev otrosmil quinientos francos.

    Trueba se cay en la bajada, luego pinch dos veces yfue superado por el grupo de los favoritos. Tuvo que pe-dalear cien kilmetros en solitario hasta Luchon y perdidiecisis minutos.

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    Al da siguiente, en la meta de Perpin, una nia le en-treg un ramo de ores y un sobre con 250 francos. Cuenta

    ngel Neila, bigrafo de Trueba, que el dinero era una co-lecta de los emigrantes espaoles que vivan en la ciudad.Le invitaron a cenar en el Centro Social Espaol, brindaroncon champn, le pagaron un buen hotel y lo despidieron conmil abrazos. Me dieron una paliza mayor que las que medi en el Aubisque y el Tourmalet juntos, dijo Trueba. Ca-

    minando hacia el hotel, un hombre lo par en la calle paradarle un billete de 100 francos. Era otro emigrante espaol.Trueba no quiso aceptarle el dinero. Pero el hombre insis-ti: Y perdneme por darle solo esta cantidad, llevo untiempo sin trabajo y no puedo darle ms.

    Trueba termin el Tour de 1932 en el puesto 27, a doshoras del vencedor, despus de que los organizadores lo

    penalizaran varias veces con minutos de retraso por recibircomida y bebida de los espectadores.

    *

    Ochenta aos despus, Josena Bedia recordaba el se-creto de la dieta de Trueba.

    La leche de sus vacas. Las ordeaba l mismo, eso eralo mejor que haba. Entonces no conocamos el dopaje ninada, no habamos visto nunca una aspirina.

    Josena Bedia muri el pasado 31 de octubre, a los 100

    aos. Con ella muri, quiz, la ltima voz que se empea-ba en recordar una injusticia antigua: el Tour que le roba-ron a Vicente Trueba, su marido, en 1933.

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    Bedia no insista mucho en el asunto pero tampoco deja-ba que se olvidara. Con 97 aos, asisti a la presentacin deun libro sobre el Tour en la librera Gil de Santander, vesti-da con falda y chaqueta azul celeste, con abanico y bastn,el pelo blanco recin ondulado en la peluquera, y se senten la primera la. No dijo nada cuando se habl de True-ba, de su marido, como primer rey de la montaa de lahistoria del Tour. Pero al nal de la presentacin se levant,

    se agarr del brazo de la mujer que la acompaaba, y seacerc al autor y al editor del libro.

    Saben que tambin tena que haber ganado aquelTour, no?

    Con 90 aos viaj a Pau, a recoger la medalla que el Tourconcedi a Trueba a ttulo pstumo. Ese ao tambin asistia la salida de una etapa de la Vuelta a Espaa. Y en todas

    las ocasiones aprovechaba algn momento para recordarlo.Saben que tambin tena que haber ganado el Tour, no?

    *

    El bigrafo Neila cuenta (Vicente Trueba, la Pulga de To-rrelavega, ediciones Tantn) que Trueba corri por prime-

    ra vez a los 18 aos, en una carrera de Torrelavega parachavales que nunca hubieran competido. Qued segundo,recibi como premio una maquinilla de afeitar Gillette,pero luego se supo que el ganador participaba en carre-ras ociales. Fue como un aviso del orculo: te ganarn

    ciclistas que, reglamento en mano, deberan haber sidodescalicados.

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    Trueba pareca un jilguero: meda 1,58 metros y pesabapoco ms de 50 kilos. Era un tipo duro. Sus primeros en-trenamientos consistieron en pedalear hasta el establo quetena su familia en la montaa, para ordear las vacas. Lue-go empez a ganar carreras regionales, sali al Pas Vascoa enfrentarse con los mejores profesionales de la poca, ydespus de ganarles regresaba en bici hasta Torrelavega.Al da siguiente cargaba treinta toneladas de lea en un

    tren, a medias con otro compaero, y as completaba elsueldo y los entrenamientos. Circulaban chismes, leyendas:alguien haba visto a Trueba escalar el terrible puerto de ElEscudo arrastrando una gran rama atada al silln.

    Henri Desgrange, director del Tour y del diarioLAuto,multiplic la leyenda. En la edicin de 1930, la primerade Trueba, qued maravillado con aquel ciclista diminuto

    que suba los puertos de los Pirineos mano a mano con loscampeones, con Binda, Leducq, Magne: De pronto llegauna pulga, como un huracn, y se pega a los hombres decabeza, escribi Desgrange. Se lo sacuden de encimapero insiste como una pulga, salta de nuevo hasta el grupo.Le dan otro manotazo y lo alejan. Pero vuelve a la carga,una tercera, una cuarta, una quinta y una sexta vez. Y esta

    pulga encuentra todava fuerzas para rerse, cada vez quesalta sobre los hombres de cabeza.La Pulga de Torrelavega! Trueba tena ya un apodo,

    una de las marcas de distincin que otorgaba Desgrange alos ciclistas importantes. En 1932, sin una seleccin espa-ola dispuesta a participar en el Tour, Desgrange se empe- en que Trueba se inscribiera al menos en la categora

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    turista-routier, la de los ciclistas individuales, los aventureroslibrados a su suerte. Y le concedi aquella dieta de 50 fran-cos diarios, con la que poda arreglar una rueda si dejabade comer dos das.

    Trueba cambi la historia del Tour. Tras las exhibicio-nes en el Aubisque y en el Tourmalet, Desgrange se con-venci de que el cntabro era uno de los personajes msfascinantes de la carrera y pens que sus proezas merecan

    premio. Ya le haba dedicado prrafos picos, ya saba quelas batallas alpinas y pirenaicas eran las ms comentadaspor el pblico, ya tena las cifras de ventas de su peri-dico: LAuto, que antes de inventar el Tour de Francia en1903 sola vender 20.000 ejemplares diarios, haba subi-do a 50.000 durante la primera edicin de la carrera, a320.000 antes de la interrupcin de la Primera Guerra

    Mundial y a 833.000 ejemplares durante las etapas demontaa de 1932. Pero Trueba, el protagonista de los epi-sodios ms emocionantes, se quedaba siempre sin recom-pensa. Cruzaba las cimas con muchos minutos de ventaja,pero entonces no existan los nales en alto: siempre falta-ban cincuenta, ochenta, cien kilmetros hasta la meta, yTrueba los recorra solo contra el viento, sin relevos. De-

    trs de l, los perseguidores se organizaban y lo atrapaban.Si llegaban diez corredores en cabeza, el ligero Truebaquedaba el dcimo en el sprint.

    As que Desgrange tuvo una idea para reconocer los m-ritos de Trueba y de otros escaladores puros: en 1933 inventla clasicacin de la montaa, con diecisis puertos en los

    que se repartan puntos. Y mucho dinero: muchos letes.

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    Trueba fue el primer rey de la montaa de la historia, yfue un rey absoluto.

    Despus de sufrir en las etapas llanas, donde los roda-dores belgas lo llevaban como los rinocerontes llevan conellos a los pajaritos, palabra de Desgrange, el cntabro sedesquit en los puertos de 1933. Pas en cabeza el Ballon

    dAlsace, primera montaa puntuable, y ya nadie lo apedel liderato; bati el rcord del Galibier .lo subi en doshoras y diez minutos, veintitrs minutos ms rpido que lamarca anterior-, y tambin fue el primero en los cols de Vars,Braus, Port, Peyresourde, Aspin, Tourmalet y Aubisque: uncollar con las mejores perlas.

    Escribi Desgrange: Cuando veo pasar a Trueba, siem-

    pre me parece que lleva en sus bolsillos el certicado dedefuncin. Es el prototipo del nio mrtir: tiene una mi-rada de gato msero, apaleado y hambriento, pero en elmomento en que uno empieza a apiadarse de l, ataca enel col de Braus y le quita el primer puesto a Archambaud.Luego baja la cabeza y parece pedir disculpas. Cmo noquerer a esta pulga? Cmo no dejarse engaar por su po-

    bre aspecto? Dice que ha llegado al lmite de sus fuerzas yque los Pirineos van a ser fatales para l.Trueba gan el Tour Trueba gan el Tour que no ga-

    n en una etapa de apariencia tranquila. Despus de cua-tro jornadas muy duras en los Alpes, el pelotn se tom concalma el recorrido entre Digne y Niza, y cinco corredorescon mucho retraso en la clasicacin aprovecharon para fu-

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    garse. El pelotn sesteaba y la ventaja de los cinco aumenthasta los veinticuatro minutos. Trueba oli el peligro: los

    jueces del Tour eran muy estrictos con el cierre de control.Todo corredor que empleara un 8% ms de tiempo que elganador de la etapa quedaba eliminado. As que salt delpelotn para reducir la ventaja. Nadie le sigui.

    Trueba lleg a la meta doce minutos ms tarde que losescapados. Segn los clculos de los jueces, el cierre se es-

    tableca en 21 minutos y 48 segundos. Y el pelotn llega 22 minutos y 27 segundos. Segn el reglamento, ya solodeban seguir en carrera seis ciclistas: los cinco escapados

    y Trueba que era el mejor clasicado y que, por tanto,

    debi recibir el maillot amarillo.Pero Desgrange no poda permitir que solo seis ciclistas

    compitieran en las trece etapas que faltaban hasta Pars.

    Orden a los jueces que ampliaran el retraso mximo per-mitido del 8% al 10%: as repescaron al pelotn. Al dasiguiente ampliaron de nuevo el lmite, para rescatar a otrogrupo de ciclistas. La arbitrariedad era evidente: el vizcanoCepeda y otros siete corredores haban sido eliminados enla primera etapa, por pasarse dos minutos del lmite. Entreunas cosas y otras, solo cuatro ciclistas llegaron a Pars sin

    ser repescados algn da, y el primero de ellos era Trueba.El vencedor moral del Tour!, decan los peridicos.Trueba se quej poco. Entr en los Alpes en el puesto 29,

    sali 9, y solo lamentaba que la batalla tuviera treguas: Losdas de descanso no deberan existir. Ayer estaban todos losases medio muertos y hoy ya se habrn rehecho con los ma-sajes y los ungentos. Yo maldigo los das de descanso.

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    Sigui repartiendo lea en los Pirineos. Cada vez queparaba en las cimas para sacar la rueda trasera y cambiarde corona porque entonces no existan los cambios, unanube de acionados espaoles corra a abrazarlo y a besar-lo. En el Aubisque dos seoritas vinieron a traerme pie-dras: como me vieron de poco peso, me dijeron que mecargara para bajar ms rpido hasta Pau y ganar por n

    una etapa.

    Nunca lo consigui. Camino de Tarbes, pinch cuandoiba primero, fue alcanzado por Aerts y Martano, y que-d tercero en el sprint entre los tres. Camino de Pau, ibaprimero cuando se encontr con la barrera cerrada de unpaso a nivel y trat de colarse. Hay una foto tremenda enla que dos hombres se echan encima de un Trueba enlo-quecido: un comisario del Tour lo agarra por la espalda

    y el guardabarreras le arranca la bici y la levanta por losaires. Para cuando pas el tren y dejaron continuar a True-ba, ya tena a los perseguidores encima. En la meta de Pau,qued sptimo en el sprint entre los siete. Ese da rompia llorar.

    El periodista cntabro Luis Soler acompa a Trueba alhotelucho donde deba alojarse en Pau. El recepcionista le

    asign una habitacin en la cuarta planta, un cuchitril hu-milde, pobrsimo, como una gatera, escribi Soler. Yave usted que en Francia se me reconoce como escalador,le dijo Trueba al periodista. Despus de coronar el Aubis-que y el Tourmalet, me obligan a coronar otro col ms.Habitacin en la cuarta planta, unas cien escaleras. Soy ono soy un escalador?.

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    Trueba termin el Tour en sexta posicin, gan la clasi-cacin de la montaa y acumul 56.700 francos en pre-mios un dinero con el que poda comprar cuatro coches.Firm contratos para competir en veldromos de Francia

    y Blgica, para correr la Vuelta a Suiza y el Giro de Italiaen calidad de estrella, para exhibirse en Marruecos y Ar-gentina. Sin darse cuenta, lleg a rmar contratos para

    correr dos carreras en dos pases el mismo da.

    De regreso de Pars, se baj del tren en la estacin deBarcelona, se encontr con miles de seguidores que le ova-cionaban y ya no volvi a poner los pies en el suelo du-rante un tiempo. Lo levantaron en hombros, lo montaronen un coche descapotable con una dama de la belleza, lopasearon hasta el palacio de la Generalitat, tuvo que saliral balcn con elpresidentMaci para saludar al pblico que

    segua cantando su nombre, presidi un banquete, lo lle-varon a la plaza de toros, le dieron una vuelta al ruedo enuna calesa, el torero Bienvenida le brind una oreja, y porla noche lo llevaron al teatro, donde salud desde el esce-nario. Luego en una entrevista le preguntaron cul era susueo: Comprar una granja y criar gallinas.