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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y EMPRESARIALES Historia e Instituciones Económicas II (Historia Económica) LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL RIOPLATENSE EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII : PAISAJES Y DESEMPEÑO MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR PRESENTADA POR María Inés Moraes Bajo la dirección del doctor Enrique Llopis Agelán Madrid, 2012 © María Inés Moraes, 2011

LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y

EMPRESARIALES

Historia e Instituciones Económicas II

(Historia Económica)

LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL RIOPLATENSE EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO

XVIII : PAISAJES Y DESEMPEÑO

MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR PRESENTADA POR

María Inés Moraes

Bajo la dirección del doctor

Enrique Llopis Agelán

Madrid, 2012

© María Inés Moraes, 2011

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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID

Las economías agrarias del Litoral rioplatense

en la segunda mitad del siglo XVIII

Paisajes y desempeño

MARÍA INÉS MORAES

TESIS PARA ASPIRAR AL TÍTULO DE DOCTORA EN HISTORIA ECONÓMICA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE ESPAÑA

DEPARTAMENTO DE HISTORIA E INSTITUCIONES ECONÓMICAS II

FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y EMPRESARIALES

2011

DIRECTOR: PROF. ENRIQUE LLOPIS AGELÁN

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AGRADECIMIENTOS

La Fundación Carolina financió mis estudios de doctorado en España durante los años académicos del 2004-2005 al 2007-2008 mediante un convenio con la Universidad de la República (Uruguay). El Ministerio de Educación y Cultura del Uruguay a través del Fondo Clemente Estable financió durante 2007-2008 el proyecto “Historia de los mercados en el Río de la Plata, 1760-1860”, en cuyo marco fue posible recoger información primaria y secundaria en diversos archivos y bibliotecas de Buenos Aires, Montevideo, Corrientes y Porto Alegre que sirvieron de base a este trabajo. La Comisión Sectorial de Investigación Científica de la Universidad de la República (Uruguay) financió durante 2009-2010 el proyecto “Banco de Datos Histórico para una caracterización socio-demográfica de las comunidades pre-industriales del Río de la Plata, 1760-1860”, co-dirigido junto a la demógrafa Raquel Pollero de la Universidad de la República, en cuyo marco fue posible aumentar el cuerpo de datos que se utilizan en este trabajo. El Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España me permitió hacer una estadía en la Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla durante febrero-marzo de 2009.

Las autoridades de la Universidad de la República, de la Facultad de Ciencias Sociales y del Programa de Historia Económica han apoyado institucional y personalmente mi dedicación a la elaboración de esta tesis.

Diversos archivos y bibliotecas fueron consultados en el proceso de elaboración de este trabajo en Argentina, Brasil, España, Holanda y Uruguay. La Biblioteca Nacional de Madrid, la biblioteca del Centro de Ciencias Humanas y Sociales de Madrid, la biblioteca de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, la biblioteca del Museo Histórico de Porto Alegre, la biblioteca de la Pontificia Universidad Católica de Porto Alegre, la biblioteca del Instituto de Investigaciones Históricas “Emilio Ravignani” en Buenos Aires, la biblioteca de la Academia Nacional de Historia en Buenos Aires, la biblioteca del Instituto de Investigaciones Geohistóricas en Resistencia (Argentina), la biblioteca del International Institute of Social History de Amsterdam, la biblioteca de la Universidad de Leiden, la biblioteca del Archivo General de la Nación del Uruguay, y las bibliotecas de las facultades de Humanidades y Ciencias de la Educación y de Ciencias Sociales de la Universidad de la República en Montevideo fueron espacios fundamentales de consulta y acceso a la información: mi reconocimiento a sus funcionarios por el apoyo recibido.

Agradezco la seriedad, dedicación y confianza de mi tutor Enrique Llopis. El director del Departamento de Historia e Instituciones Económicas II, José Antonio Sebastián Amarilla y los profesores del doctorado fueron de gran ayuda para conocer una tradición de estudios sobre la Europa Moderna que resultó fundamental para comprender mejor algunos aspectos de la historia colonial de la América Hispana. Muchos colegas argentinos, brasileños y uruguayos me ayudaron en la elaboración de este trabajo. Tengo una deuda intelectual mayor con la obra de los argentinos Juan Carlos Garavaglia y Jorge Gelman. También desde Argentina, Daniel Santilli, Julio Djenderdejian y Raúl Fradkin han sido muy generosos al compartir sus ideas, su experiencia y sus obras conmigo. Martín Cuesta, Roberto Di Stéfano y Leticia Arroyo-Abad tuvieron la generosidad de poner a mi alcance algunos resultados de su investigación. En Brasil, Helen Osório y Luis Farinatti me prestaron su experiencia en los archivos de Porto Alegre y su amplio dominio de la

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historiografía gaúcha para orientarme en un terreno desconocido. Desde Estados Unidos, Julia Sarreal me envió generosamente una copia de su tesis inédita. En Uruguay debo un especial reconocimiento a los colaboradores de los proyectos mencionados arriba. Los jóvenes investigadores Gabriel Quirici, Karla Chagas y Natalia Stalla han sido de invalorable ayuda para recoger en menos tiempo del que hubiera sido necesario un cuerpo de datos voluminoso y difícil. Ellos y Raquel Pollero son interlocutores naturales sobre un período y unas fuentes poco frecuentados en nuestro medio. El trabajo de recolección de datos en el Archivo Judicial de Montevideo hubiera sido casi imposible sin el índice de expedientes generosamente elaborado y compartido por el joven historiador uruguayo Alex Borucki. Los investigadores que participan del seminario de investigación del Programa de Historia Económica y Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República (Uruguay) hicieron valiosos comentarios y sugerencias a los avances allí presentados. Mis colegas Carolina Vicario y Juan Pablo Martí leyeron algunas partes, ayudaron a corregir y apoyaron de diversas formas la elaboración de este trabajo.

El afecto y la amistad de muchas personas estuvieron presentes durante el período de elaboración de esta tesis. Entre ellos fue fundamental la ayuda de mi hermano Jorge Moraes Vázquez, la paciencia de mis hijos Mayra y Manuel, el apoyo infinito de Hersilia Fonseca y el cariño de todos los amigos y amigas de ahora y de siempre.

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SIGLAS

AGI: Archivo General de Indias (Sevilla)

AGN-BUENOS AIRES: Archivo General de la Nación (República Argentina, Buenos Aires)

AGN-MONTEVIDEO: Archivo General de la Nación (República Oriental del Uruguay)

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INDICE

AGRADECIMIENTOS ............................................................................................................................................ 3

SIGLAS ....................................................................................................................................................................... 6

CAPÍTULO 1. PRESENTACIÓN ....................................................................................................................... 11

CAPÍTULO 2. ALGUNOS INSTRUMENTOS TEÓRICOS .......................................................................... 18

2. 1. Las economías agrarias del Litoral rioplatense como economías orgánicas ............... 18

2. 2. Crecimiento demográfico y crecimiento económico en las sociedades pre-industriales ....................................................................................................................................................... 20

2. 3. Sistemas agrarios y paisajes agrarios .......................................................................................... 25

2. 4. Hipótesis................................................................................................................................................... 26

CAPÍTULO 3. ANTECEDENTES ...................................................................................................................... 29

3. 1. Los paisajes agrarios rioplatenses................................................................................................. 29

3. 2. El paisaje agrario bonaerense ......................................................................................................... 31

3. 2. 1. La ocupación del espacio ......................................................................................................... 31

3. 2. 2. Un sistema agrario integrado ................................................................................................. 31

3. 2. 3. Las unidades productivas ........................................................................................................ 33

3. 2. 4. La tecnología agraria ................................................................................................................. 35

3. 2. 5. Los mercados de la ganadería bonaerense ...................................................................... 36

3. 2. 6. El mercado del trigo ................................................................................................................... 40

3. 2. 7. El mercado de tierras ................................................................................................................ 41

3. 2. 8. Síntesis: un paisaje de pastores, labradores, “agricultores” y hacendados......... 41

3. 3. Paisajes misioneros y la evolución de su economía ............................................................... 43

3. 3. 1. Componentes de la economía agraria misionera ........................................................... 43

3. 3. 2. El desempeño de la economía misionera .......................................................................... 53

3. 4. El paisaje agrario montevideano.................................................................................................... 60

3. 5. La historiografía sobre la evolución del producto agrario rioplatense en el período colonial .............................................................................................................................................. 68

CAPÍTULO 4. FUENTES Y METODOLOGÍA: PAISAJES Y MACROMAGNITUDES ........................ 82

4. 1. Los diezmos como fuente para la estimación del producto agrario: posibilidades y limitaciones ...................................................................................................................................................... 82

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4. 1. 1. El momento francés ................................................................................................................... 82

4. 1. 2. El momento latinoamericano ................................................................................................. 85

4. 1. 3 El momento español de 1970 a la actualidad ................................................................... 88

4. 2. Los diezmos del obispado de Buenos Aires ............................................................................... 90

4. 2. 1. Los diezmos en América hispánica ...................................................................................... 90

4. 2. 2. Sujetos de la imposición y materia imponible ................................................................ 91

4. 2. 3. La recaudación del diezmo...................................................................................................... 94

4. 2. 4. La cuestión del reparto del ingreso decimal y los reales novenos ...................... 101

4. 2. 5. El control estatal sobre la recolección y distribución del diezmo ....................... 103

4. 3. Fuentes para una caracterización del paisaje agrario montevideano y del paisaje pastoril-misionero ...................................................................................................................................... 107

4. 3. 1 Inventarios post-mortem de la Jurisdicción de Montevideo................................... 107

4. 3. 2. Cuentas públicas y privadas de Montevideo................................................................. 112

4. 3. 3. Las cuentas de la administración misionera ................................................................. 116

4. 3. 4. Fuentes cualitativas ................................................................................................................ 121

4. 4. Metodología para una estimación del producto agrario de Montevideo y Buenos Aires .................................................................................................................................................................. 123

4. 4. 1 El valor de la recaudación decimal de Montevideo y Buenos Aires ..................... 123

4. 4. 2. Los precios agrarios de Buenos Aires .............................................................................. 125

4. 4. 3. Los precios agrarios de Montevideo ................................................................................ 127

4. 5. Metodología para una aproximación a la trayectoria del producto agrario misionero ............................................................................................................................................................................ 128

4. 6. Algunas herramientas econométricas ...................................................................................... 130

CAPÍTULO 5 TERRITORIO, ECOSISTEMAS Y OCUPACIÓN DEL ESPACIO ................................ 134

5. 1 Territorio ............................................................................................................................................... 134

5. 2. Ecosistemas.......................................................................................................................................... 140

5. 3. La ocupación del territorio ............................................................................................................ 144

5. 3. 1. La presencia indígena en la región ................................................................................... 144

5. 3. 2. Ocupación del espacio y crecimiento demográfico en Buenos Aires, Montevideo y los pueblos misioneros ..................................................................................................................... 148

5. 4. Síntesis ................................................................................................................................................... 158

CAPÍTULO 6 PAISAJES AGRARIOS DE LA ECO-REGION “CAMPOS” ............................................ 160

6. 1. Introducción ........................................................................................................................................ 160

6. 2. El paisaje pastoril misionero ........................................................................................................ 160

6. 2. 1. Territorio y morfología .......................................................................................................... 161

6. 2. 2. El sistema ganadero: de cimarrones a mansos ............................................................ 168

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6. 2. 3. El mercado: la carne en la economía misionera .......................................................... 176

6. 2. 4. Magnitud y composición de la producción animal ..................................................... 179

6. 3. El paisaje agrario montevideano................................................................................................. 183

6. 3. 1. Chacras y estancias montevideanas ................................................................................. 183

6. 3. 2. La ganadería montevideana: categorías y productos ............................................... 190

6. 3. 3. Los mercados de la ganadería montevideana .............................................................. 196

6. 3.4. La agricultura montevideana: productos y procesos ................................................. 207

6. 3. 5 El mercado del trigo en Montevideo ................................................................................. 215

6. 3. 6. El mercado de tierras de la jurisdicción de Montevideo ......................................... 224

6. 4 Síntesis .................................................................................................................................................... 229

CAPÍTULO 7. LA NUEVA ECONOMÍA DEL CUERO .............................................................................. 231

7. 1. La antigua economía del cuero: agentes, recursos y mercados ..................................... 231

7. 2. El auge exportador de cueros de último cuarto del siglo XVIII ...................................... 235

7. 3. La nueva economía del cuero ....................................................................................................... 239

7. 3. 1. La vaquería de corambre y el furor del cuero .............................................................. 239

7. 3. 2. La nueva geografía: el protagonismo del paisaje pastoril misionero ................. 246

7. 3. 3. Los nuevos agentes: empresarios y trabajadores de las faenas de corambre 248

7. 3. 4. Los “hacendados” montevideanos .................................................................................... 249

7. 3. 5 “Los misioneros” ....................................................................................................................... 253

7. 3. 6. “Los portugueses”: el mercado invisible ........................................................................ 257

7. 3. 7. Los “changadores” ................................................................................................................... 268

7. 4. La lucha por el control de los recursos ..................................................................................... 272

7. 5. Síntesis ................................................................................................................................................... 283

CAPÍTULO 8. UNA APROXIMACIÓN AL CRECIMIENTO AGRARIO DEL LITORAL RIOPLATENSE ................................................................................................................................................... 285

8. 1. Producto agrario bonaerense ....................................................................................................... 285

8. 1. 1. El valor de la recaudación decimal de Buenos Aires ................................................. 285

8. 1. 2. Los precios agrarios en la región Buenos Aires .......................................................... 288

8. 1. 3. Precios corrientes del trigo y de la vaca de cría, 1756-1804 ................................. 291

8. 1. 4. Índice de precios agrarios de Buenos Aires, 1756-1804 ......................................... 295

8. 1. 5. El producto agrario de la región Buenos Aires según las fuentes decimales .. 299

8. 2. Producto agrario de la jurisdicción de Montevideo ............................................................ 302

8. 2. 1. El valor de la recaudación decimal de Montevideo.................................................... 302

8. 2. 2. Los precios agrarios en la jurisdicción de Montevideo ............................................ 304

8. 2. 3. El producto agrario de la jurisdicción de Montevideo según las fuentes decimales ................................................................................................................................................... 309

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8. 3. Síntesis de los resultados obtenidos para Buenos Aires y Montevideo ...................... 312

8. 4. Una estimación del ingreso agrario por habitante incluyendo la economía del cuero ............................................................................................................................................................................ 313

8. 5. El producto misionero ..................................................................................................................... 317

8. 5. 1. El valor nominal de las exportaciones misioneras ..................................................... 317

8. 5. 2. Los precios de los productos misioneros ....................................................................... 319

8. 5. 3. La evolución del producto agrario misionero a través del ingreso de las exportaciones misioneras ................................................................................................................... 321

8. 5. 4. Síntesis del caso misionero .................................................................................................. 323

8. 6. Panorama general del Litoral rioplatense ............................................................................... 323

CONCLUSIONES ................................................................................................................................................ 325

1. La territorialidad de los paisajes del Litoral ............................................................................... 325

2. Morfologías con y sin parcelario ...................................................................................................... 327

4. Unos sistemas agrarios mestizos, complejos y originales ................................................ 329

Composición de la producción .......................................................................................................... 329

Los mercados de la producción agraria ........................................................................................ 332

5. Desempeño .......................................................................................................................................... 334

6. Paisajes y región ..................................................................................................................................... 339

ANEXO ESTADÍSTICO ..................................................................................................................................... 342

ANEXO METODOLÓGICO .............................................................................................................................. 375

BIBLIOGRAFÍA .................................................................................................................................................. 411

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CAPÍTULO 1. PRESENTACIÓN

Esta investigación estudia el crecimiento de las economías agrarias del Litoral rioplatense entre la mitad del siglo XVIII y los primeros años del siglo XIX.

En relación con el desempeño económico de la región rioplatense, existe una larga tradición historiográfica que reconoce en el período 1778-1810 una etapa de diferenciación regional adentro del espacio peruano, proceso caracterizado por el ascenso del Litoral y el declive de amplias sub-regiones interiores ligadas a los mercados potosinos. Según esta tradición, el Litoral rioplatense alcanzó en este período una situación de expansión económica y demográfica que constituye el telón de fondo para la emergencia de una elite criolla que será la protagonista de la Revolución de Mayo1. Una primera interpretación ligó el crecimiento del Litoral con las reformas borbónicas, y en particular con la expansión del comercio atlántico por los puertos de Buenos Aires y Montevideo que sobrevino a la reforma comercial de 1778. Las interpretaciones más recientes minimizaron el papel de las reformas borbónicas en este proceso, pero ratificaron la imagen de un temprano “despegue” rioplatense, ahora desplegado a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII2. La historiografía sobre el crecimiento latinoamericano durante la primera globalización ha destacado los altos niveles de ingreso por habitante alcanzados por las jóvenes repúblicas de Argentina y Uruguay, y ha hecho notar el papel que la producción de alimentos y materias primas originalmente localizada en el Litoral rioplatense -concretamente la carne vacuna, la lana y los cereales- jugó en ese éxito3. Así, el Litoral rioplatense se presenta como una región que retomó, después del intervalo producido por las guerras de independencia y de formación estatal entre 1810-1860, una historia de expansión demográfica y económica con antecedentes en el período colonial.

1 Son referencias clásicas sobre el proceso de diferenciación regional y el crecimiento rioplatense: Levene, Ricardo. Investigaciones acerca de la historia económica del virreinato del Río de la Plata. (Buenos Aires: El Ateneo, 1952). Tulio Halperín Donghi, Revolución y guerra (Buenos Aires: Siglo XXI, 1972). Manfred Kossok, El virreinato del Río de la Plata (Buenos Aires: La Pléyade, 1972).

2 La primera explicación: en los autores arriba citados. Son ejemplos de la segunda perspectiva: Juan Carlos Garavaglia, "Crecimiento económico y diferencias regionales: El Río de la Plata a fines del siglo XVIII", en Economía, sociedad y regiones, editado por J. C. Garavaglia (Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 1987 c). Zacarías Moutoukias, "El crecimiento en una economía colonial de Antiguo Régimen: Reformismo y sector externo en el Río de la Plata, 1760-1795," Arquivos do Centro Cultural Calouste Gulbekian XXIV (1995). El argumento de la diferenciación regional del período colonial es retomado en el análisis más reciente sobre la diferenciación regional del período posterior a 1810, en: Jorge Gelman, "¿Crisis postcolonial en las economías sudamericanas? Los casos del Río de la Plata y Perú." En Latinoamérica y España, 1800-1850: Un crecimiento económico nada excepcional, ed. Enrique Llopis Agelán (Madrid: Instituto Mora - Marcial Pons, 2009).

3 Víctor Bulmer-Thomas, The Economic History of Latin America since Independence (Cambridge Universitiy Press, 1995).

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Este trabajo se propone conocer mejor la etapa colonial en la historia del crecimiento rioplatense por medio de un estudio del desempeño de su sector agrario. El sector agrario no sólo es el sector más grande en unas economías pre-industriales como las del Río de la Plata en aquel período, sino que es también su piedra angular, porque si la productividad del sector es insuficiente debería frenarse cualquier proceso ulterior de división del trabajo. Adicionalmente, se trata de un sector de actividad que ya entonces produce carne y cereales, dos bienes que después de 1850 serán ganadores en el rumboso juego de la lotería de productos durante la primera globalización.

Existe una amplia bibliografía sobre el crecimiento del Litoral rioplatense que será reseñada en el capítulo de antecedentes. Este trabajo continúa, por lo tanto, una línea de investigación que ya tiene un importante desarrollo y busca hacer algunos aportes específicos.

En primer lograr, intenta ofrecer una visión algo más abarcativa que las disponibles, por medio de considerar de forma conjunta tres espacios económicos nucleares en la historia económica del Litoral rioplatense: Buenos Aires, Montevideo, y los pueblos misioneros. En este plano, el propósito de este trabajo ha sido ofrecer una visión teóricamente homogénea y de conjunto, sobre tres espacios que han sido estudiados separadamente, y en particular, sobre sus interacciones en un período de cambio como es el de este estudio. En segundo lugar, el trabajo propone indicadores del desempeño de las economías agrarias de cada una de estos espacios, tales que sea posible conocer sus diversas trayectorias, así como las eventuales relaciones entre estos diferentes desempeños.

Las economías agrarias de Buenos Aires, Montevideo y los pueblos misioneros no son las únicas que pueden reconocerse en el Litoral rioplatense, pero su elección se fundamenta porque desde el punto de vista metodológico parecía imposible hacer ninguna generalización de carácter regional sin, por lo menos, tomarlas como punto de partida. Adicionalmente, la elección de estos tres espacios responde a una hipótesis sobre la geografía económica de la región que postula la existencia de una efectiva y multiforme inter-relación entre los diversos espacios que conformaron el Litoral rioplatense. Esa interacción fue particularmente intensa a partir de la década de 1770 cuando tuvo lugar una notoria intensificación de la producción de cueros con destino a los mercados atlánticos, de tal modo que resulta difícil comprender cabalmente los procesos de crecimiento y crisis que experimentaron a partir de esa fecha cada uno de los paisajes identificados sin tener en cuenta lo que pasaba en los demás.

La caracterización de los espacios económicos del Río de la Plata durante el período colonial enfrentó la dificultad planteada por unas historiografías nacionales que se auto-impusieron unos territorios y unos puntos de vista nacionales a la hora de abordar unos problemas históricos anteriores a la existencia de las naciones actuales. Desde la última década del siglo XX ha cobrado vigor un punto de vista crítico respecto de lo que todavía sigue siendo la corriente principal en las aulas escolares y en los parlamentos de nuestros países, según la cual los orígenes de las naciones argentina, uruguaya y brasileña debían buscarse en episodios y realidades del período colonial. Luego que José Carlos Chiaramonte, estudiando el caso argentino, invirtiera los términos del problema y pusiera a la nación como un resultado de las independencias en vez de su causa, la academia se movió hacia lo que ya casi podría decirse que es un nuevo paradigma interpretativo sobre los hechos políticos que transcurrieron en la primera mitad del siglo XIX, interpretación articulada sobre los conceptos de “soberanía de los pueblos” y “soberanías provinciales”4.

4 Aunque no el único, quizás el texto de Chiaramonte más conocido sobre este asunto es: Ciudades, provincias, estados: Orígenes de la nación argentina (1800-1846). (Buenos Aires: Ariel, 1997).

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Pero las lecturas nacionalistas de la historia rioplatense habían influido fuertemente en la historiografía económica de estos países hasta por lo menos la década de 1980, generando un conjunto analítico heterogéneo, a veces cargado de contradicciones, casi siempre de recíprocos desconocimientos cuando no de recelos, resultantes de la imposición anacrónica de unos límites territoriales modernos a procesos o fenómenos económicos que casi siempre eran macro-regionales. Por lo tanto, para hacer este trabajo fue necesario recorrer tradiciones historiográficas diversas, desarrolladas con un alarmante grado de autonomía.

En efecto, la historiografía económica argentina había encontrado ya en 1980 una vía de escape al nacionalismo en la obra de Carlos Sempat Assadourian, padre del concepto de “espacio peruano” y creador de un modelo teórico sobre la configuración espacial de las economías regionales de América del Sur desde los Andes hasta el Río de la Plata5. Adicionalmente, durante los años de 1980 y 1990 un grupo numeroso de académicos argentinos caracterizados por su activismo y su vocación polémica, puso especial energía en construir una imagen de la campaña bonaerense diferente de la heredada de la historiografía tradicional. Así, fue puesto en discusión el predominio pecuario en la estructura productiva, la noción clásica de latifundio, la hegemonía social de los terratenientes, la mano de obra regulada por coerción extra-económica y la poca importancia de los mercados de consumo interno. Junto con los debates de fondo se procesó una renovación de fuentes y de métodos, con gran protagonismo de fuentes seriadas – como los diezmos- y de fuentes notariales6. Al comenzar el nuevo siglo, el caudal de evidencia y de análisis sobre la agropecuaria bonaerense durante el período colonial había aumentado de manera notable, y la campaña de Buenos Aires era, sin duda alguna, el mejor y más estudiado de los tres principales espacios económicos de la economía rioplatense colonial que aborda este trabajo. En este marco nació y se desarrolló entre los estudiosos argentinos un amplio campo de trabajo sobre las economías regionales que dejó definitivamente de lado las antiguas jurisdicciones administrativas. La lista de trabajos excede los límites de esta presentación, y unos cuantos de ellos – los más relevantes para este estudio- son presentados en los Antecedentes7.

5 Puede verse el recorrido analítico del autor hasta la formulación completa del modelo a través de los siguientes textos: Carlos Sempat Assadourian, "Modos de producción, capitalismo Y subdesarrollo en América latina. En "Modos de producción en América latina (México: Siglo XXI, 1973). Carlos Sempat Assadourian, El sistema de la economía colonial: Mercado interno, regiones y espacio económico (Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 1982). Carlos Sempat Assadourian, "Integración y desintegración regional en el espacio colonial: Un enfoque histórico," en Mercados e historia, ed. Juan Carlos Grosso y Jorge Silva Riquer (México: Instituto Mora, 1994).

6 Véase una presentación bastante completa de los principales debates y participantes del episodio de activismo revisionista mencionado en: Zacarías Moutoukias, "Comercio y producción," en Nueva historia de la nación argentina. 3. Período español: 1600-1810., ed. Academia Nacional de la Historia (Buenos Aires: 1999). Pueden también consultarse los balances realizados por algunos de sus protagonistas en: Jorge Gelman y Juan Carlos Garavaglia, "Mucha tierra y poca gente: Un nuevo balance historiográfico de la historia rural platense (1750-1850)," Historia Agraria, no. 15 (1998). Juan Carlos Garavaglia y Jorge Gelman, "Rural History of the Rio De La Plata. Results of a Historiographical Renaissance," Latin American Research Review 30, no. 3 (2001). Raúl Fradkin y Jorge Gelman, "Recorridos y desafíos de una historiografía. Escalas de observación y fuentes en la historia rural rioplatense," en Microanálisis. Ensayos de historiografía argentina, ed. Beatriz Bragoni (Buenos Aires: Prometeo, 2004).

7 Como mera ilustración de un recorrido extenso, donde la noción de regiones fue dando paso a la utilización del concepto de paisajes agrarios en una mirada comprensiva de la articulación entre distintos espacios económicos, puede tomarse como punto de partida Juan Carlos Garavaglia, Economía, sociedad, regiones (Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 1987-a) y como punto de

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De lado brasileño, la historiografía riograndense presentó un recorrido convergente, aunque menos frondoso. En la década de 1990 se hizo visible un distanciamiento de las posturas nacionalistas tradicionales entre un conjunto de estudiosos riograndenses, movimiento alimentado en parte por cierta revigorización de la conciencia autonómica que alguna vez había tenido lugar entre ciertos sectores del pensamiento gaúcho, y especialmente por un interés por los estudios regionales donde la problemática de la frontera tuvo un lugar importante8.

La historiografía uruguaya del período colonial y de las guerras de independencia, entretanto, hacia fines del siglo XX estaba muy rezagada respecto de sus vecinos. Las líneas generales del período, incluyendo su definición temporal y geográfica, así como un programa de investigación fuertemente orientado a sentar los orígenes de la nacionalidad uruguaya en el período colonial y el papel del líder revolucionario José Artigas como “héroe fundador” de la patria, habían sido establecidos por los primeros historiadores profesionales en la mitad del siglo XX. En este programa la cuestión de las estructuras agrarias tuvo un lugar central, como se verá oportunamente. Entre otras cosas, esta historiografía sobre las estructuras agrarias del período colonial “uruguayo” se caracterizó por el uso masivo de las escrituras notariales y una gran variedad de fuentes cualitativas, pero no generó información seriada. Desde entonces hasta 1970 cobró forma un conjunto ceñido de obras fundamentales y desde 1970 hasta la década de 1990 ni el esquema cronológico, ni el programa de investigación, ni sus tesis nacionalistas fueron objeto de debate. Tampoco lo fueron, por lo tanto, las fuentes y las metodologías empleadas antes de 19709. Sólo en el cambio de siglo un conjunto todavía muy reducido de trabajos recientes han tomado distancia de la matriz fundadora y ha mostrado la fecundidad de líneas de investigación novedosas, donde la perspectiva regional –nuevamente- aparece como la

madurez, la síntesis que se ofrece en Raúl Fradkin, "El mundo rural colonial," en Nueva historia argentina, ed. Enrique Tandeter (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2000).

8 Sólo a modo ilustrativo, son trabajos reveladores del giro historiográfico riograndense: Eduardo Neumann, "Fronteira e identidade: Confrontos luso-guarani na Banda Oriental" (estudio presentado en las VIII Jornadas Internacionales sobre las Misiones Jesuitas, Encarnación (Paraguay), 2002), Susana Bleil de Souza, "Comércio de transito, comerciantes e trocas no espaço urbano de fronteiras," en 1as. Jornadas de Historia Económica (Montevideo: Asociación Uruguaya de Historia Económica, 1995), Luiz Roberto Pecoits Targa, "O Rio Grande do Sul: Fronteira entre duas formaçoes sociais," en 1as Jornadas de Historia Económica, ed. Asociación Uruguaya de Historia Económica (Montevideo: 1995). Eduardo Neumann, "Fronteira e identidade: Confrontos luso-guarani na Banda Oriental" (Estudio presentado en las VIII Jornadas Internacionales sobre las Misiones Jesuitas, Encarnación (Paraguay), 2002). Helen Osório, O império português no sul da América. Estancieros, lavradores e comerciantes (Porto Alegre: Universidad Federal do Rio Grande do Sul, 2007). Luis Augusto Ebling Farinatti, Confins meridionais: Famílias de elite e sociedade agrária do Brasil (Santa María (Rio Grande do Sul): UFSM, 2010), Helen Osório, O império português no sul da América. Estancieros, lavradores e comerciantes (Porto Alegre: Universidad Federal do Rio Grande do Sul, 2007).

9 El texto crítico fundamental al respecto sigue siendo: Carlos Real de Azúa, Los orígenes de la nacionalidad uruguaya (Montevideo: Arca, 1991). Apreciaciones críticas sobre la historiografía del período colonial han sido desarrolladas con abundamiento en: Tomás Sansón, "Juan Pivel Devoto: Estudios coloniales y origen de la nacionalidad," en Estudios de Historia Colonial Rioplatense, ed. Carlos Mayo (La Plata: Universidad Nacional de la Plata, 1995). María Inés Moraes, "La historiografía de Pivel Devoto sobre el agro colonial en la Banda Oriental: Un estudio de ‘Raíces históricas de la revolución oriental de 1811," Boletín de Historia Económica 3 (2004). Tomás Sansón, La construcción de la nacionalidad oriental. Estudios de historiografía colonial (Montevideo: Universidad de la República. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 2006). Julio Sánchez Gómez, "Y Uruguay," en Debate sobre las independencias iberoamericanas, ed. Manuel Chust y José A. Serrano (Madrid: Asociación de Historiadores Latinoamericanos de Europa, 2007).

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clave para revisar algunos relatos canónicos10. En este marco, la cuestión de las estructuras agrarias coloniales en los actuales territorios uruguayos ha permanecido intocada, excepto por el trabajo de un historiador argentino sobre las regiones de Colonia y Soriano cuya aportación notablemente revisionista de algunas tesis tradicionales no ha tenido el eco que hubiera podido esperarse. El libro de Jorge Gelman Campesinos y estancieros ha sido uno de los principales puntos de inspiración de este trabajo11.

Distinta ha sido la situación de la historiografía económica sobre los pueblos misioneros. Como se verá con cierto detalle más adelante, existe una tradición muy antigua de estudios sobre las Misiones Jesuitas del Paraguay que es, por naturaleza, internacional en la composición de sus miembros y en la delimitación del objeto de estudio, así como interdisciplinario en cuanto a su enfoque. En el seno de esta tradición quizás el gran desafío a superar ha sido la tensión entre dos tendencias que han aprisionado el tratamiento del tema: la tendencia a la apología y la tendencia a la condena del experimento misionero, y por extensión, de la Compañía de Jesús. En los últimos 30 años el campo de estudios dejó de ser, como alguna vez había sido, territorio preferente de estudiosos cercanos a la iglesia católica y su entorno académico, y se abrió a abordajes disciplinarios y tradiciones intelectuales notoriamente plurales12. Sin embargo, la historia económica disponible sobre este importante conglomerado productivo y demográfico que fueron los pueblos de guaraníes de los ríos Paraná y Uruguay ha sido, con muy pocas excepciones, escrita en el marco de una agenda autónoma, que -quizás sin proponérselo- quedó de espaldas a las preguntas y problemas que se formuló la historia agraria rioplatense de los últimos 30 años.

La segunda dificultad que ha debido enfrentarse para avanzar en el conocimiento de los espacios económicos del Río de la Plata es la difícil relación entre la teoría económica y la geografía.

A fines del siglo XX se dijo que la teoría económica “ignora cualquier cosa que guarde relación con el lugar donde se producen las actividades económicas” y en general, que no tomó en cuenta la dimensión espacial de tales actividades13. Tal situación vino a ser

10 Por ejemplo: Arturo Ariel Bentancur, El puerto colonial de Montevideo, 2 vols. (Montevideo: Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 1996-1999). Ana Frega, "Pertenencias e identidades en una zona de frontera. La región de Maldonado entre la revolución y la invasión lusitana (1816-1820)," en Primeras Jornadas de História Regional Comparada (Porto Alegre-Rio Grande do Sul): 2000). Ana Frega, "El artiguismo en la revolución del Río de la Plata. Algunas líneas de trabajo sobre el 'Sistema de los pueblos libres'," ed. Ana Frega y Ariadna Islas (Montevideo: Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación - Universidad de la República, 2001). Ana Frega, "La provincia oriental y las misiones en el marco de los proyectos de organización estatal en la región platense. Algunas líneas de trabajo para el período 1815-1830," en Segundas Jornadas de Historia Regional Comparada (Porto Alegre; Rio Grande do Sul: 2005). Ana Frega, Pueblos y soberanía en la revolución artiguista (Montevideo: Banda Oriental, 2007).

11 Jorge Gelman, Campesinos y estancieros. Una región del Río de la Plata a fines de la época colonial (Buenos Aires: Editorial Los Libros del Riel, 1998).

12 Actualmente el ámbito académico representativo de esta tradición son las Jornadas Internacionales de las Misiones Jesuíticas, que desde 1982 han tenido lugar cada dos años en ciudades de Argentina, Brasil Paraguay y Uruguay. Las mismas son una continuación de los Simposios de Estudios Misioneros, que se iniciaron en 1975 en Santa Rosa (Rio Grande do Sul). La más reciente de estas jornadas en: http://www.ufgd.edu.br/eventos/jornadas (consultada el 16/11/2010).

13 Paul Krugman, La organización espontánea de la economía (Barcelona: Antoni Bosch, 1997). Pág. 15.

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cambiada recién con la denominada nueva Economía geográfica, que como explicó uno de sus principales autores, constituyó un re- descubrimiento de la relación entre geografía y economía que tuvo un primer momento en los estudios de organización industrial, un segundo momento en las nuevas teorías del comercio internacional, y finalmente con las nuevas teorías del crecimiento endógeno. Se trata de desarrollos teóricos recientes, que han tenido en común la utilización de funciones con rendimientos crecientes de escala y modelos de competencia imperfecta, un instrumental técnico que aunque contaba con raíces más antiguas, sólo estuvo disponible para una utilización compatible con el principio de equilibrio general desde la segunda mitad de la década de 197014. Un resultado fundamental de la nueva economía geográfica ha sido un conjunto de modelos que explican los procesos de diferenciación regional como resultado de la interacción entre las preferencias de los consumidores, la existencia de rendimientos crecientes y los cambios en los costos de los transportes15. Todavía en proceso de construcción teórica esta nueva geografía económica, aún no ha sido explorada la potencialidad de sus modelos para estudios históricos. En contraste, la vieja Geografía Económica dispone de una caja de herramientas más antigua, posiblemente menos elegante pero ya probada, para la caracterización de los espacios económicos. De allí se ha tomado el concepto de “paisajes agrarios” que en este trabajo se utiliza como herramienta de investigación para caracterizar algunos aspectos fundamentales de la economía y la organización espacial de las economías agrarias de Buenos Aires, Montevideo y los pueblos misioneros. Cómo se dijo arriba, éstos nos son los únicos espacios de interés para completar una visión general del vasto espacio rioplatense; las economías agrarias de las villas entre los ríos Paraná y Uruguay, así como las economías de Corrientes, y sin dudas, del territorio que durante la dominación portuguesa se conocía como “continente de Rio Grande”, también deberían ser integradas a una mirada general pero se han dejado afuera del análisis por razones obvias de tiempo y espacio. Como el concepto de “paisajes agrarios” es eminentemente descriptivo se ha recurrido a algunos elementos teóricos adicionales para comprender mejor la dinámica económica y demográfica de estas economías agrarias en el tiempo. Así, se ha hecho un esfuerzo especial por tener en consideración las características ambientales comunes y diferentes entre los paisajes estudiados, y se ha buscado en el concepto de “economías orgánicas” de E. A. Wrigley, así como en la formulación clásica y contemporánea de la relación entre crecimiento demográfico y crecimiento económico, instrumentos adecuados para entender de manera satisfactoria las relaciones entre algunas de las principales variables estudiadas.

En cuanto al desempeño de las economías rioplatenses, durante muchos años la historiografía que trató este tema centró el análisis del crecimiento del Litoral en el comercio exterior, y en particular en el aumento de las exportaciones pecuarias con destino a los mercados europeos. Hace ya unas décadas, sin embargo, el extraordinario desarrollo que tuvo la historiografía agraria entre los especialistas argentinos permitió estimar indicadores de la producción agraria dejando a un lado el referente del comercio exportador. Como se verá oportunamente, se trata de una línea de investigación razonablemente robusta y prolongada, pero todavía muy acotada al espacio bonaerense, cuyos resultados, además, no han estado exentos de problemas. En este trabajo se hace un repaso crítico de las estimaciones disponibles; se introducen algunas mejoras en los cálculos ya realizados, se agregan indicadores nuevos sobre el desempeño de las economías agrarias de Montevideo y los pueblos misioneros, para terminar presentando una estimación agregada del ingreso por habitante para el conjunto del Litoral rioplatense

14 Paul Krugman, Desarrollo, geografía y teoría económica (Barcelona: Antoni Bosch, 1997).

15 M. Fujita, Krugman, P. y Venables, A.P, The Spatial Economy (Cambridge, Massachusetts: Massachusetts Institute of Technology, 1999).

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en el periodo. Un amplio conjunto de variables microeconómicas es presentado como producto intermedio para poder obtener magnitudes macroeconómicas. Contar con algunas estimaciones cuidadosas de macromagnitudes básicas de la región contribuye, se espera, a la discusión sobre la historia del crecimiento económico latinoamericano en el muy largo plazo, de sus etapas de aceleración y sus frenos, una discusión que no es nueva pero que ha experimentado un vigoroso renacimiento durante la última década, y que sin embargo, sólo dispone de algunas estimaciones empíricas dispersas, de carácter forzosamente regional y todavía insuficientes16.

Los antecedentes más relevantes sobre las economías agrarias de Buenos Aires, Montevideo y los pueblos de las antiguas misiones jesuíticas del Paraguay, así como sobre su desempeño en el período estudiado, son presentados en el Capítulo 2. Las principales herramientas teóricas que guían el análisis de esta investigación son presentadas en el Capítulo 3. El Capítulo 4 presenta y critica las fuentes y las metodologías empleadas. El Capítulo 5 presenta las características centrales del territorio, los ecosistemas y los procesos de poblamiento del Litoral rioplatense. El capítulo 6 ofrece una caracterización de los paisajes agrarios no pampeanos (el de Montevideo y el denominado “paisaje pastoril misionero”) que serán incorporados al análisis. El Capítulo 7 analiza la aparición de una “nueva economía del cuero” que dio marco a nuevas y conflictivas formas de interacción entre los paisajes estudiados. El Capítulo 8 presenta las estimaciones realizadas para conocer los desempeños de cada uno de los paisajes, y de la región Litoral en su conjunto. El apartado que lo sigue resume las principales conclusiones. El Anexo Estadístico presenta los cuadros que soportan la información cuantitativa presentada en los capítulos, y el Anexo Metodológico presenta los resultados de los modelos econométricos aplicados.

16 Véase de manera sinóptica la deriva historiográfica de la discusión sobre el atraso latinoamericano durante los últimos cincuenta años en: John Coastworth, "Structures, Endowments, and Institutions in the Economic History of Latin America," Latin American Research Review 40, no. 3 (2005).

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CAPÍTULO 2. ALGUNOS INSTRUMENTOS TEÓRICOS

2. 1. LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL RIOPLATENSE COMO ECONOMÍAS ORGÁNICAS

Los enfoques ecológicos sobre sistemas agrarios parten del postulado de que todas las sociedades humanas producen y reproducen las bases materiales de su existencia mediante el manejo de algunos recursos naturales. El enfoque de los sistemas agrarios como ecosistemas modificados surge del punto de vista de que “(…) los seres humanos se apropian, producen, circulan, transforman, consumen y excretan materiales y energía provenientes del medio ambiente”17. Algunos autores distinguen al menos tres grandes modos de uso de los recursos naturales18:

el modo primario, propio de los pueblos cazadores – recolectores, donde la utilización de los recursos no llega modificar la estructura y dinámica de los ecosistemas, y el hombre es un elemento más de éste;

el modo secundario, definido como el que produce transformaciones limitadas del ecosistema; allí las plantas y los animales son domesticados y las especies manipuladas, buscando la captación de energía solar a través de estos convertidores biológicos, lo cual genera una cierta tendencia a los “rendimientos bajos” y da una fuerte rigidez territorial al sistema. El potencial productivo de los sistemas agrarios que hacen un uso de tipo secundario de los recursos está determinado por el grado de eficiencia de los animales y las plantas en la captación de energía solar, y por la cantidad de trabajo y tierras que se pueda disponer. En estos sistemas la producción agraria cumple un ciclo energético cerrado al interior de cada unidad productiva, pero se caracteriza por una fuerte integración de los distintos espacios y usos del suelo bajo control de las comunidades que lo integran. El consumo energético no alimentario, fundamentalmente de combustible, es provisto por el bosque y tiene por lo tanto una restricción adicional en la disponibilidad de áreas forestales. El agente fundamental de las sociedades que históricamente han explotado los recursos de este modo, reúne los requisitos conceptuales de un campesino, es decir un agente con expectativas de satisfacción de sus necesidades alimentarias antes que pecuniarias, que dirige directamente la unidad productiva con criterios de largo plazo, y que acepta corregir a la baja el consumo y al alza el trabajo en las diversas coyunturas agrícolas. Este modo ha convivido, históricamente, con una amplia gama de sistemas sociales, desde el feudalismo hasta el

17 Manuel González de Molina y Antonio Herrera, "Bienes comunales desde la perspectiva socioambiental," en Historia de la propiedad en España, ed. Salustiano de Dios, et al. (Madrid: Centro de Estudios Registrales, 2002). Pág. 511.

18 Ibid. Pág. 512-514.

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capitalismo, y coincide con la definición de economía orgánica que se explica más adelante.

el modo terciario o industrial es el que utiliza como fuente energética los combustibles fósiles o la energía atómica, caracterizado por una inmensa capacidad expansiva mediante la utilización de máquinas movidas por energías no renovables, y por constituir una modificación sustancial del grado de artificialización de los ecosistemas. La generalización de este modo de uso de los recursos energéticos ha producido por primera vez una situación donde los residuos han superado la capacidad de reciclaje y la velocidad de extracción de los recursos pudo ser mucho más rápida que el tiempo de producción, con procesos altamente entrópicos.

Las economías agrarias del Litoral rioplatense son ejemplos de modo secundario de uso de los recursos naturales, y para una mejor aproximación a los problemas de la historia económica de esos sistemas agrarios, es útil el concepto de economías orgánicas formulado por Wrigley19.

El concepto de economía orgánica fue acuñado por el célebre inglés en el marco de su reflexión sobre la naturaleza y el significado de la revolución industrial inglesa. El argumento del autor es que la revolución industrial fue el resultado de la sumatoria, a lo largo de dos siglos, de dos procesos sucesivos, ocasionalmente superpuestos: la aparición de lo que el autor denomina una “economía orgánica avanzada”, y el surgimiento de una economía basada en los recursos energéticos minerales20.

Según Wrigley, toda economía orgánica depende crucialmente de su habilidad para capturar parte del flujo de energía que llega a la tierra bajo la forma de irradiación solar, así como para mantener cierto equilibrio entre la energía que gasta con este objetivo y la que consigue. En las sociedades tecnológicamente primitivas, la caza y la recolección debían proporcionar suficiente energía bajo la forma de los alimentos así obtenidos, para hacer posible las expediciones siguientes. Cualquier desequilibrio en contra conducía a la muerte, y por el contrario, el empleo de herramientas que inclinaran la balanza a favor de una reducción de la energía gastada (como una mejor arma de caza, por ejemplo), liberaba energía para otras actividades. Así, todas las técnicas que hacen posible aumentar el ratio energía gastada / energía obtenida en las actividades de provisión de alimentos, hacen posible una ampliación de la base material de las sociedades orgánicas en tanto permiten que fracciones variables de mano de obra se dediquen a otras actividades, diferentes de la reposición energética. Las economías orgánicas avanzadas son aquellas que lograron que sólo una fracción de mano de obra sea dedicada a la producción de alimentos y materia primas, pero que todavía dependen de su capacidad de sustraer parte del flujo energético tramitado en la fotosíntesis. Son sociedades que no tienen acceso a un stock acumulado de energía que les permita independizarse, aunque sea temporalmente, de la provisión energética de base agrícola.

En estas sociedades las necesidades básicas de alimentos, vestido, habitación y abrigo son potencialmente competitivas en materia de recursos, en tanto que las cuatro requieren, para su satisfacción, del uso de la tierra. Por ejemplo, en contextos de expansión demográfica la producción de materias primas para la producción de textiles compite con la producción de alimentos. El conflicto típico entre el destino pastoril o agrícola de las

19 E. A. Wrigley, Continuity, Chance and Change. The Character of the Industrial Revolution in England; (New York: Cambridge University Press, 1988).

20 Ibid. Pág. Pág. 4-6.

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tierras en tantas sociedades del Antiguo Régimen se explica de este modo. Pero en condiciones de crecimiento demográfico también existe un conflicto potencial entre la necesidad de producir alimentos y de obtener combustible21. El caso inglés ejemplifica muy bien esta limitación: mientras el combustible principal fueron los bosques, y a pesar de la disponibilidad de éstos en el territorio, el crecimiento demográfico experimentado durante el siglo XVI elevó los precios del combustible a niveles que comprometían el desarrollo de toda industria intensiva en energía calórica (como la fabricación de ladrillos, la elaboración de vidrio, la destilería de aguardientes, la elaboración de cervezas y las panaderías).

El crecimiento económico en las economías orgánicas depende del factor tierra. Aunque los factores capital y trabajo también son fundamentales, en una economía orgánica la tierra juega un papel restrictivo fundamental, derivado de tres circunstancias: la tierra es la principal fuente de producción de alimentos y materias primas, los bosques proveen la principal fuente de energía (la madera), y las fuentes suplementarias de energía (la fuerza humana y animal) dependen igualmente de los alimentos provistos por la tierra. Así, todo aumento de la población y la producción conlleva un aumento de la presión sobre la tierra, sea por la vía de aumento de la superficie productiva, o de un aumento de la producción por superficie.

El crecimiento está sujeto a la ley de los rendimientos decrecientes. Una creciente aplicación de capitales y/ o trabajo sobre la tierra tarde o temprano hará que el producto adicional obtenido sea menos que proporcional a las nuevas dosis de factores aplicados.

En el largo plazo el crecimiento económico ingresa en un “estado estacionario”. Como resultado de sus propias limitaciones, y tal como lo expresaran los economistas clásicos en diferentes versiones, el ritmo del crecimiento basado en la tierra se frena; se trata de un crecimiento que describe una curva asintótica y no exponencial. La esencia de la economía orgánica es la existencia de un “feedback negativo” en los procesos de crecimiento, como resultado de su base energética orgánica. Según Wrigley, unos mejores niveles de especialización y un aumento en el tamaño de los mercados darían lugar forzosamente a un estado estacionario cuando la ley de rendimientos decrecientes comience a actuar, de modo que el propio crecimiento pone en acción las fuerzas que lo frenan. Los economistas clásicos, aunque de diferente manera, captaron la dinámica esencial de la economía de su tiempo cuando plantearon la noción de “estado estacionario” en la dinámica del crecimiento económico.

En efecto, la relación entre crecimiento económico y crecimiento demográfico en las economías que Wrigley llama orgánicas es un tema que ha merecido amplio tratamiento teórico e histórico.

2. 2. CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO Y CRECIMIENTO ECONÓMICO EN LAS SOCIEDADES PRE-INDUSTRIALES

En relación con las sociedades pre-industriales hay dos posturas opuestas acerca de la relación entre crecimiento económico y crecimiento demográfico: algunos autores plantean una relación negativa y otros plantean una relación positiva entre ambos

21 Ver también: Philip T. Hoffman et al., "Sketching the Rise of the Real Inequality in Early Modern Europe," en Living Standards in the Past. New Perspectives on Well-Being in Asia and Europe, ed. Robert C. Allen, Tommy Bengtsson, and Martin Dribe (Oxford,: Oxford University Press, 2005).

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fenómenos22. La idea de una relación negativa entre ambos fenómenos se basa en la noción de que todo aumento demográfico conlleva una creciente presión sobre los recursos fijos, y compromete, por esa vía, el crecimiento económico. En cambio, la idea opuesta se basa en la noción de que el crecimiento demográfico crea condiciones favorables para la especialización y la innovación, ampliando por esa vía la posibilidad del crecimiento económico.

La primera postura se basa en la ley de los rendimientos decrecientes, según la cual si unos factores son fijos y otros variables, los primeros actuarán como limitantes de los segundos, de modo tal que a cierto punto una dosis adicional de factor variable originará una dosis de producto adicional menos que proporcional. El célebre economista clásico David Ricardo formuló esta ley asumiendo que el factor fijo era la tierra y el variable era el trabajo. Correspondió a un exponente del pensamiento clásico como Thomas Malthus utilizarla para dar soporte a la tesis del carácter irreconciliable del crecimiento demográfico y el crecimiento económico.

En su célebre formulación matemática, la idea central de Matlhus es que el crecimiento demográfico y el económico son irreconciliables porque la población crece de manera geométrica y la producción de alimentos crece de manera aritmética. La dinámica presentada por Malthus asume que un proceso de crecimiento demográfico sostenido conduce tarde o temprano al aumento de los precios de los alimentos y por lo tanto a una caída del salario real. Ante esta situación pueden actuar dos tipos de mecanismos correctores del crecimiento de la población: los denominados “frenos represivos” (un incremento de la mortalidad por aumento del pauperismo y las enfermedades) o los denominados “frenos preventivos”: una disminución de la nupcialidad como mecanismo de control de la fecundidad. Ambos “frenos” conducen disminuir la tasa de crecimiento de la población hasta hacerla compatible con la dinámica de la producción. El análisis de Malthus tiene varios supuestos de gran importancia teórica: además de basarse en la ley de los rendimientos decrecientes, el autor asume la teoría smithiana según la cual los salarios de equilibrio son siempre salarios de subsistencia, y pese a su reconocido carácter de “profeta del desencanto”, sostiene en realidad que la sociedad puede auto-regularse en su conducta reproductiva, para evitar la catástrofe de una corrección vía los frenos represivos.

La postura opuesta tiene como exponente principal a la economista danesa Ester Boserup, quien formuló en la segunda mitad del siglo XX una tesis diametralmente opuesta23. El argumento de Boserup es que el crecimiento demográfico es un requisito para la adopción de sistemas de producción de alimentos más intensivos, y que por lo tanto sólo bajo ciertas condiciones de densidad demográfica se desarrollan sistemas productivos complejos, capaces de expandir la base material de la economía. Así, las sociedades pre-industriales crecieron económicamente cuando crecieron demográficamente.

La autora sostuvo que en la historia de los sistemas agrarios se verifica que el crecimiento demográfico promueve el pasaje a formas más intensivas de explotación del suelo. Así, formuló una taxonomía de sistemas de obtención de alimentos (SOA), ordenada de menos a más intensivas en empleo del factor trabajo (Cuadro 3.1). Los SOA vegetales se clasifican según la frecuencia de las cosechas. La recolección de alimentos se considera como un sistema de barbecho permanente, en el que no se planta ni obtiene ninguna cosecha. Se

22 Massimo Livi-Bacci, Historia mínima de la población mundial (Barcelona: Ariel, 1990). Pág. 81-99.

23 Ester Boserup, The Conditions of Agricultural Growth (Londres: Allen and Unwin, 1965), Ester Boserup, Población y cambio tecnológico (Barcelona: Crítica, 1981).

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ordenan en un continuo de menor a mayor intensidad en el uso de la tierra; a lo largo de su ordenamiento aumenta la proporción de tierra cultivada sobre el total de tierra de aptitud agrícola.

Cuadro 2.1. Sistemas de obtención de alimentos y densidad de población en sociedades pre-industriales

Fuente: Boserup (1981: 20-43)

La intensificación del cultivo requiere resolver tres tipos de problemas: el control de las malas hierbas, el control de la fertilidad del suelo, y el control del agua y la erosión. Según la autora, sólo hay tres formas de resolver estos problemas: (1) el barbecho, como se hace en las zonas poco pobladas; (2) mediante los inputs industriales, como se hace actualmente en los países de alta tecnología, y (3) las prácticas intensivas en trabajo, como

Sistemas animales Sistemas vegetales Densidad de población de un sistema

conformado por A y B

A B

1 Caza Recolección

1-4 hab/Km2

2 Pastoreo Barbecho forestal, (descanso de 15 a 25 años entre cosechas)

1-4 hab/Km2

3 Cría de animales domésticos y aves en base rastrojos o prados

Barbecho arbustivo, (descanso de 8 a 10 años entre cosechas)

4-64 hab/Km2

4 Cría intensiva de animales en base a forraje

Barbecho corto, (descanso de uno o dos años entre cosechas)

64-256 hab/Km2

5 Pesca Cosecha anual (una cosecha seguida de un barbecho de pocos meses)

128-256 hab/Km2

6 Cosechas múltiples; (dos o más cosecha en los mismos campos, sin barbecho.

256-512 hab/Km2

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se hace en la zonas donde la densidad de población es alta pero el nivel tecnológico es bajo.

A continuación, y luego de establecer un supuesto de aversión al esfuerzo físico en los humanos, la autora mostró que sólo bajo condiciones de presión demográfica las sociedades pre-industriales se habían pasado a sistemas más intensivos, donde las cantidades de trabajo requeridas son mayores.

En el esquema de Boserup, los aumentos (exógenos) de población en las sociedades antigua, medieval y moderna promovieron un desplazamiento hacia sistemas agrícolas más intensivos en trabajo24. El pasaje a sistemas de barbecho corto dio lugar a la creación de ciudades, a la formación del Estado y sus aparatos burocráticos y militares, y presionó sobre la mano de obra y sobre las materias primas/recursos energéticos, como la madera25. En diferentes etapas de la historia pre-industrial, la necesidad de ampliar la oferta de trabajo dio lugar a sistemas políticos agresivos e imperiales, y la necesidad de abastecerse de materias primas / recursos energéticos dio lugar al comercio inter-regional. En todos los casos, el pasaje de un sistema agrícola al siguiente se hacía a costa de una caída en la productividad del trabajo agrícola, y por lo tanto, a base de una población activa agrícola de tamaño mayor. No hay ninguna contradicción entre crecimiento de la población y crecimiento económico, sino lo contrario: el primero hace posible el segundo26.

En relación con el período previo a la revolución industrial, su interpretación es que cuando en la Europa de los siglos XVII y XVIII se pasó de densidades medias a elevadas (es decir de densidades de 16-32 personas por Km2 a densidades de 64 a 128 personas por Km2), cada región europea transitó a su ritmo el pasaje de un sistema agrícola de barbecho corto a un sistema de cosecha anual. Este pasaje fue posible sólo porque la población activa agrícola, igual que la población total, iba en ascenso, no en descenso. Las transformaciones del agro inglés en el siglo XVII y XVIII insumieron más y más mano de obra campesina, pero simultáneamente, monetizaron porciones crecientes del ingreso doméstico por la obtención de más de una cosecha anual, creando las condiciones para una futura reasignación intersectorial del trabajo. La industrialización se vio beneficiada por efecto de la disponibilidad de materias primas agrícolas y se produjo una constelación de innovaciones (máquinas y nuevas fuentes de energía) de aplicación industrial. La caída de la mortalidad, resultado de una serie compleja de causas, algunas de las cuales como la reducción de las epidemias son exógenas y otras, como la menor incidencia de las hambrunas, son endógenas a los procesos de cambio agrario analizados, dio lugar a la primera fase de la transición demográfica. La población, por lo tanto, siguió creciendo a ritmo sostenido y la demanda de alimentos continuó en ascenso. Recién en la mitad del siglo XIX, bajo una presión demográfica sostenida y en plena expansión industrial, se introdujeron en la agricultura innovaciones industriales y científicas que mejoraron la productividad del trabajo agrícola, y se “liberó” mano de obra agrícola27.

24 Boserup, Población y cambio tecnológico. De hecho, actualmente hay acuerdo entre los especialistas en que el crecimiento del PIB por habitante en algunos países de Europa occidental, durante los siglos XVII y XVIII, obedeció básicamente a la intensificación del factor trabajo.

25 Ibid. Pág. 72-102.

26 Ibid. Pág. 103-146.

27 Ibid.Pág. 160-175.

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Para Boserup el crecimiento de la población es, notoriamente, una variable exógena en términos de su análisis económico, mientras que la tecnología es endógena28. En otras palabras: el modelo explica cuál es la dinámica del cambio tecnológico y en cambio no se propone explicar los cambios en la dinámica demográfica.

Aunque originalmente el modelo de Boserup fue tomado como una refutación de Malthus, más tarde resultó posible unir las predicciones de los dos modelos en un marco único que contempla diferentes horizontes temporales. Durante los últimos 30 años el argumento de Boserup fue discutido, ampliado y generalizado, con un flujo de trabajos que discutieron los componentes tecnológicos29, ecológicos30 e institucionales31 que se ponían en juego en el proceso de acompasamiento de la capacidad productiva a la demanda de alimentos.

Robinson y Shutjer formalizaron el modelo de Boserup, identificando el desplazamiento de un sistema de obtención de alimentos menos intensivo a otro más intensivo con un proceso de cambio tecnológico en el sentido de la microeconomía neoclásica. Así, comenzaron por precisar que la mayor población no modifica los coeficientes técnicos de una función de producción dada, sino que induce el salto de una isocuanta a otra, ampliando la frontera de posibilidades de producción32 . Lipton desarrolló una versión simplificada de este modelo que permite entender precisamente cómo puede producirse un “efecto Malthus” en el pasaje de un sistema de obtención de alimentos a otro, si se asume una función de producción con rendimientos decrecientes para cada sistema de obtención de alimentos33. Demostró que si el crecimiento de la población coincide con el inicio del tramo de rendimientos decrecientes de una función de producción se produce una trampa maltusiana clásica que se resuelve sólo si logra el pasaje a un nuevo sistema de obtención de alimentos, es decir a otra función de producción que define una frontera de posibilidades de producción más lejana. La inmediatez con que se produce el paso de un sistema de obtención de alimentos a otro depende de cuán cerca del tramo de rendimientos decrecientes se produzca el aumento demográfico, y de la aptitud de cada sociedad para tramitar este pasaje, que está mediada por condiciones institucionales específicas. De este modo, la mayor presión demográfica pude generar tanto “efectos Malthus” como “efectos Boserup” según el tramo de la función de producción en que

28 Véase, al respecto, el comentario sobre “Conditions...” en: Giovanni Federico, "Review of Ester Boserup the Conditions of Agricultural Growth: The Economics of Agrarian Change under Population Pressure" (2001 [cited); available from http://www.eh.net/bookreviews/library/federico.shtml.

29 Y. Hayami y V. Ruttan, Agricultural Development: An International Perspective (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1971.). Warren Robinson y Wayne Shujter, "Agricultural Development and Demograpchic Change: A Generalization of the Boserup Model," Economic Development and Cultural Change 32, no. 2 (1984), William Winfrey y William Jr. Darity, "Increasing Returns and Intensification: A Reprise on Ester Boserup's Model of Agricultural Growth," Metroeconomica 48, no. 1 (1997).

30 Pingali, P. y H. Binswanger, "Population Density and Farming Systems: The Changing Locus of Innovation and Change," en Population, Food and Rural Development, ed. R. Lee et al (Oxford: Clarendon Press, 1991).

31 Harold Brookfield, "Intensfication, and Alternative Approaches to Agricultural Change," Asia Pacific Viewpoint 42, no. 2/3 (2001), Glenn Davis Stone, "Theory of the Square Chicken: Advances in Agricultural Intensification Theory," Asia Pacific Viewpoint 42, no. 2/3 (2001).

32 Robinson, W. y Wayne Shujter, "Agricultural Development and Demograpchic Change: A Generalization of the Boserup Model." (The University of Chicago Press, 1984).

33 Michael Lipton, "Responses to Rural Population Growth: Malthus and the Moderns", en Rural Development and Population, ed. Geoffrey y Cain McNicoll, Mead (New York: Oxford University Press, 1990).

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encuentra la base material de la sociedad, y según la capacidad institucional para dar el salto a isocuantas que definan fronteras de posibilidades de producción más amplias .

2. 3. SISTEMAS AGRARIOS Y PAISAJES AGRARIOS

En el campo de los estudios de historia agraria la utilización del concepto de paisajes agrarios tiene amplia difusión.

La Geografía clásica hizo del concepto de paisaje su principal unidad analítica; la escuela alemana del período de interguerras entendió los paisajes como “plasmaciones morfológicas” del territorio y desarrolló dos líneas de investigación conectadas, una de geografía física sobre “paisajes naturales” y otra de geografía humana sobre “paisajes culturales”. En las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, en la academia francesa tuvo un gran desarrollo una línea de investigación sobre el paisaje como “artefacto geográfico”, como expresión material de la acción humana en contextos espaciales específicos que daban lugar a modos de vida rurales o urbanos, mientras que en la academia estadounidense cobraba vigor una línea paralela de investigación sobre los paisajes culturales que hacía énfasis en la condición evolutiva de éstos34. La línea francesa de investigación sobre paisajes naturales interactuó intensamente con la historiografía analista de primera generación y en particular con la potente escuela de historia rural de aquél país, ayudando así a codificar y generalizar la versión más difundida del concepto de paisaje agrario, según la cual la identificación de un paisaje agrario debe hacerse por sus componentes físicos y humanos35.

Así, con algunas variantes de detalle según los usuarios, hay una estrategia modélica para caracterizar los paisajes agrarios que requiere identificar el territorio, luego el hábitat de las poblaciones humanas, la morfología del parcelario, y el sistema productivo. El territorio de un paisaje agrario es aquél sobre el cual los miembros de la comunidad ejercen sus derechos a la explotación de los recursos naturales del caso; es necesario precisar sus características agroclimáticas y sus límites administrativos o físicos. El hábitat es el modo de ocupación del espacio que adoptan las comunidades humanas del territorio; suele referirse a modalidades de ocupación agrupada y dispersa como dos modalidades básicas de distribución de la población en el espacio. La morfología refiere a la forma que adoptan las parcelas y las vías de comunicación del paisaje; junto con el hábitat define el “esqueleto” del paisaje, en tanto marcan sus líneas esenciales, sobre las cuales serán montados los aspectos menos estructurales del conjunto. Éstos vienen dados por el sistema productivo o sistema agrario, que incluye la combinación de plantas y animales que son objeto del trabajo humano, así como las técnicas utilizadas. En su versión tradicional la metodología de los paisajes agrarios asume que así como el territorio, la ocupación humana del espacio y la morfología suelen ser los componentes más estables de un paisaje agrario y los que contribuyen a definir su estructura básica, los componentes más expuestos al cambio histórico son las plantas y animales, así como las tecnologías dispuestas para su explotación36.

En el marco de un proceso reciente de aproximación de las ciencias sociales a las ciencias de la vida, el concepto de paisajes agrarios ha sufrido transformaciones que cuestionan

34 Eduardo Martínez de Pisón, "Reflexiones sobre el paisaje," en Estudios sobre la historia del paisaje español, ed. Nicolás Ortega (Madrid: Los Libros de la Catarata, 2002). Pág. 14-15.

35 Albert Meynier, Les Paysages Agraires (Paris: Armand Colin, 1962).

36 René Lebeau, Les Grandes Types De Structure Agraire (Paris: Armand Colin, 2000). Pág. 10-26.

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algunos supuestos tradicionales. En efecto, actualmente tiende a generalizarse una postura que, abandonando una tradición antropocéntrica que distingue entre hombres y naturaleza de manera contrapuesta, asume al hombre como parte de la naturaleza y pone el foco en la interacción sostenida entre humanos y ecosistemas en las diferentes etapas de la historia. Se trata de un cambio en tres planos. Por un lado, se modifica la noción tradicional según la cual en las actividades agrarias el hombre “domestica” a una naturaleza pasiva y estática; se jerarquiza así el papel activo, pero también cambiante en el largo plazo, de los ecosistemas. Por otro lado, se enfatizan los aspectos sociales en la dinámica de los paisajes agrarios, en un giro que refuerza la noción del paisaje agrario como un resultado, un producto tangible y por eso mismo como un registro, de la co-evolución de las comunidades humanas y los ecosistemas. Finalmente, se jerarquiza el papel de la historia para comprender no solo la formación de los paisajes agrarios sino sus posibles trayectorias de futuro.

En relación con el primero de esos planos, el concepto de paisaje agrario es re-definido como construcción histórica:

“Como marco de la actividad humana y de su vida social el paisaje agrario, y los paisajes humanos en general, son una construcción histórica resultante de los factores bióticos y abióticos de medio natural, los usos de esas capacidades para sustentar el metabolismo económico de las sociedades humanas, y los impactos duraderos de esa intervención antrópica sobre el medio (…) Sin intervención antrópica y fines humanos no habría paisajes. Sólo ecosistemas37”.

Esta nueva conceptualización no admite una separación muy nítida entre territorios, hombres y sistemas productivos, a la manera del enfoque tradicional. En vez de visualizar un territorio – base de las actividades humanas, sobre el cual se “apoyan” las comunidades y los sistemas productivos- este enfoque enfatiza la interacción entre los componentes de un paisaje. Así, concibe a los sistemas agrarios como resultado de la interacción del hombre y los factores ambientales: la acción del hombre modifica la evolución natural de un biotopo para producir más biomasa consumible por el hombre. La intervención humana sobre los ecosistemas dio lugar a agro-ecosistemas que traducen diversas formas de aprovechamiento de los recursos naturales38.

Finalmente, esta concepción destaca que los paisajes agrarios son un registro histórico de la huella territorial que las sociedades van dejando en el tiempo:

“En tanto construcción histórica el paisaje es como un palimpsesto que registra en el territorio las sucesivas huellas territoriales directas (…) que se han sucedido en el tiempo. (…) A cada complejo tecnológico y a cada cultura agraria le corresponde una huella territorial distinta, que a su vez se añade a otros factores naturales que también tienen su historia39”

2. 4. HIPÓTESIS

En este trabajo se parte de la hipótesis de que en el vasto espacio de los pastizales del Río de la Plata surgieron, se desarrollaron y eventualmente hicieron crisis diversos paisajes agrarios en el período de este estudio. Dado el estado del conocimiento que se verá en el

37 Eric Tello, "La formación histórica de los paisajes mediterráneos: Una aproximación coevolutiva," Historia agraria, no. 19 (1999). Pág. 196.

38 Ibid. Pág. 197.

39 Ibid. Pág. 197.

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capítulo siguiente, este trabajo se propone caracterizar dos configuraciones agrarias de indiscutido protagonismo en dicho espacio y sobre las cuales existe una asimetría de información respecto del caso bonaerense: el paisaje de la agropecuaria montevideana y el de la ganadería misionera. En contraste con el paisaje agrario de la campaña de Buenos Aires, estos paisajes no son pampeanos sino que se localizan en la eco-región denominada “campos”, cuyos aspectos específicos serán oportunamente presentados.

El paisaje que en este trabajo se denomina “pastoril misionero” nació y se desarrolló entre la segunda mitad del siglo XVII y la primera mitad del siglo XVIII como un componente fundamental de uno de los mayores complejos productivos de la macro-región peruano-platense: el conglomerado de los 30 pueblos misioneros jesuitas. Orientado a la producción de carne para el consumo de los habitantes de los pueblos fundados por los jesuitas en el corazón de la América meridional, la formación de este paisaje se explica por la necesidad de cerrar la brecha entre la alta densidad demográfica de las aldeas de origen jesuítico-guaraní y el sistema original de obtención de alimentos vegetales, que reposaba en el barbecho forestal. La base institucional del paisaje pastoril misionero era la propiedad comunal sobre tierras y ganados, y su sistema ganadero combinaba de manera original el arreo de ganados silvestres y la cría de animales mansos. Su destino se jugó entre el mercado interno colonial para el cual había nacido y el mercado atlántico que desde el último cuarto del siglo XVIII disputó su riqueza y acabó por disolver sus rasgos esenciales.

El paisaje montevideano nació algo más tarde, en la primera mitad del siglo XVIII, con la modesta vocación de dar sustento a la recién fundada y casi desierta Montevideo. Genéticamente emparentada con la de Buenos Aires, la economía agraria montevideana heredó de la primera su morfología de chacras y estancias basadas en derechos individuales de propiedad sobre la tierra y el ganado, así como unos sistemas de cría de animales y de agricultura de cereales para el consumo interno muy similares a los de su vecina. Pero la pequeñez demográfica del paisaje montevideano puso límites, tanto por medio de una oferta exigua de trabajo como de una demanda limitada del consumo de alimentos, al desarrollo de estos sistemas hasta su pleno potencial. El sustrato del paisaje agrario montevideano era una economía orgánica y campesina afectada por las coyunturas climáticas en el corto plazo pero sumamente estable en el largo plazo. Esta dinámica se vio afectada por dos choques externos que tuvieron lugar en 1777 y 1778: el repliegue del avance español sobre unas tierras vecinas que a partir de entonces serán portuguesas por el Tratado de San Ildefonso firmado en 1777 y la reforma del régimen comercial americano que tocó a los puertos de Buenos Aires y Montevideo en 1778. Ambos episodios constituyen un único momento de creación de comercio, que determinó una intensificación notoria de los intercambios legales e ilegales. Desde entonces el paisaje montevideano experimentó una fuerte tensión entre su condición netamente campesina y las nuevas oportunidades ofrecidas por el comercio exportador.

En el marco de este proceso único de ampliación de los mercados se desarrolló en una escala novedosa la producción de cueros con base en el ganado cimarrón, una materia prima que se volcaría al comercio atlántico tanto por las vías legales de los puertos de Buenos Aires y Montevideo como por las puertas traseras del contrabando hacia los territorios brasileños. Esta “nueva economía del cuero” tuvo rasgos muy específicos, tanto en sus bases institucionales y tecnológicas como en los agentes económicos que la llevaron a cabo.

La trayectoria agraria del Litoral rioplatense reflejó tanto la diversidad de los paisajes que lo componían como los diferentes impactos de los choques referidos. Así, es posible reconocer tres situaciones y tres recorridos divergentes.

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Las economías campesinas de Buenos Aires y Montevideo no experimentaron crecimiento. La hipótesis sobe este punto es que estas economías deben haberse movido entre un escenario de estabilidad, donde la producción posiblemente acompañó el aumento demográfico, y un escenario de crisis donde quizás la producción resultó insuficiente. En cualquier caso, el crecimiento demográfico de este Litoral atlántico de fronteras agrícolas abiertas no revela una mejora en la productividad de las economías agrarias locales, sino la incorporación de mayores dosis de factores de producción. En ambos casos se trataba de economías de frontera donde quedaba excluida toda posibilidad de trampas maltusianas sin que por ello mejorase la productividad de la base agrícola-ganadera.

La economía misionera, en cambio, experimentó una trayectoria paradójica. Se trataba sin dudas de la más compleja y la más grande de las economías orgánicas del Litoral rioplatense. El segmento pastoril de esta economía fue protagonista principal de la nueva economía del cuero, la cual tuvo en las praderas y animales del paisaje pastoril misionero su sede principal. Pero el conjunto de la producción agraria misionera decayó en algún momento entre la segunda mitad de la década de 1770 y la primera mitad de la siguiente, justo cuando irrumpía el furor del cuero. La nueva economía del cuero influyó en este paisaje no porque lo hiciera crecer, sino porque puso a prueba sus bases institucionales y la capacidad de sus agentes para competir por el uso de los recursos en un nuevo escenario. Los agentes del paisaje pastoril misionero resultaron perdedores en la contienda entre unos mercados atlánticos que se ampliaban vigorosamente y unos mercados interiores que decaían, así como entre unos agentes que se apoyaban en derechos individuales de propiedad para avanzar sobre los recursos y unas instituciones comunales en retirada.

Finalmente, la producción de cueros a escala masiva para los mercados europeos protagonizó un crecimiento vigoroso. Aunque puede decirse desde cierto punto de vista que la nueva economía del cuero fue una especie de relámpago tardío en la tranquila y larga historia del agro rioplatense colonial, posiblemente fue el único segmento de la economía agraria rioplatense que efectivamente creció durante el período de este estudio. En efecto, la nueva economía del cuero, con sus bases microeconómicas en la “vaquería de corambre”, sus bases sociales en unos agentes esencialmente nuevos en el panorama agrario regional, su geografía también novedosa y sus mercados en turbulenta expansión, no tenía punto de comparación con las formas antiguas de producción y comercialización del cuero. Ni el paisaje bonaerense, ni el montevideano, ni mucho menos el misionero, se habían definido sobre la producción de cueros para exportación, sino sobre las demandas del consumo interno de alimentos. Ninguno de ellos latía al pulso de los mercados atlánticos de bienes agrarios, sino de los mercados interiores locales y regionales. Pero después de 1780 la producción de cueros para exportación fue el segmento más dinámico de las economías agrarias regionales y este dinamismo golpeó en el centro mismo de los paisajes, al menos en los de Montevideo y pastoril misionero, modificando su territorio, sus bases institucionales y su morfología.

En síntesis, las hipótesis de este trabajo afirman que, al menos mirado desde el punto de vista de sus bases agrarias, el Litoral rioplatense no creció como un todo durante este período, y que cuando creció, lo hizo impulsado por un segmento peculiar de la producción agraria, fuertemente estimulado por un contexto único de creación de comercio.

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CAPÍTULO 3. ANTECEDENTES

En este capítulo se resume el estado del conocimiento sobre los dos problemas centrales de este trabajo: por un lado, las características de los paisajes agrarios de Buenos Aires, Montevideo, y los pueblos misioneros; por el otro, la evolución del producto agrario rioplatense en el período colonial.

3. 1. LOS PAISAJES AGRARIOS RIOPLATENSES

Adentro del denominado espacio peruano – platense se desarrollaron configuraciones productivas más o menos complejas en los diferentes ámbitos territoriales. Estas quedaron definidas según el tipo de instituciones que los conquistadores desplegaron para el control de los recursos y de acuerdo a las diferentes dotaciones relativas de factores.

De manera muy estilizada, se puede presentar una historia de la conformación de regiones agrarias en el espacio peruano- platense en tres fases40. En la primera tuvo lugar la estructuración de una red de relaciones sociales en torno a la puja por el control de los recursos tierra y mano de obra; las dos instituciones básicas de esta red fueron las mercedes de tierras y las encomiendas de indios, una y otra creadas para garantizar el acceso de los factores a los conquistadores blancos. Amplias zonas del interior del espacio peruano – platense se organizaron tempranamente, entre fines del siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII, sobre la base de estas instituciones y definieron un horizonte primigenio de paisajes agrarios de la región, aunque el Litoral escapó a esta fragua original, como se verá enseguida.

La segunda fase transcurrió entre 1650-1750 y contribuyó a definir las formas características de los espacios agrarios de la región. Fue entonces cuando se estabilizó la relación ciudad / campo, se configuró un campesinado mestizo y se consolidó una nueva agricultura, con los aportes tecnológicos de europeos e indígenas. Así, se ha dicho que “los campesinos del siglo XVIII utilizaban técnicas, materias primas y motivos indígenas en la confección de sus textiles y aun entre labradores de la pampa era utilizado el palo cavador (…) muchos de los productos que se integraban en las redes mercantiles de intercambio cruzaban y superaban las barreras étnicas y regionales”41 . También entonces maduró una nueva ganadería, que supuso modificaciones importantes del ecosistema al modificar la cubierta vegetal original y al integrar a la dieta de las sociedades rurales y urbanas un componente proteico de formidable importancia, que modificaría en gran forma los hábitos de consumo de la población. La ganadería colonial también impuso cambios sustantivos en la vida de las sociedades no sometidas al control blanco, en forma directa porque el uso del caballo modificó la relación de las etnias no sojuzgadas con su hábitat y con sus enemigos “españoles”; en forma indirecta porque algunas etnias se hicieron pastores nómades, modificando sus prácticas económicas de subsistencia, al incorporar caballos y cueros a un intercambio económico creciente entre las sociedades en conflicto.

40 Fradkin, R. "El mundo rural colonial."

41 Ibíd. Pág. 245.

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En la tercera fase, a partir de aproximadamente 1750 hasta el estallido de la revolución en 1810, los espacios regionales experimentaron un marcado crecimiento del producto agrario, un incremento en la intensidad de los intercambios, una ampliación de la frontera agrícola y la floración de nuevos conflictos sociales. Estos fenómenos tienen relación con las modificaciones políticas y administrativas del período borbónico, pero sobre todo expresan la madurez de un proceso de re-orientación de la economía peruano-platense hacia el comercio atlántico, un proceso algo más antiguo y de raíces heterogéneas, que implicaba transformaciones complejas42. La competencia frontal con la producción manufacturera europea, después de 1778, eliminó antiguas ventajas de localización. Las regiones productoras de textiles de algodón se vieron más afectadas que las productoras de textiles de lana, en parte porque las primeras ya estaban en declive luego de desmontarse la principal entidad productora (las haciendas y misiones jesuitas), y en parte porque los textiles de lana se basaban en trabajo indígena campesino, que soportaba mejor la pérdida de competitividad. La producción de mulas se vio indirectamente afectada, ya que las revueltas indígenas del Perú y Alto Perú que coronaron la aplicación de unas cuantas reformas fiscales y comerciales en aquellas regiones cortaron el tráfico entre regiones productoras y consumidoras. El golpe para las economías de Salta, Jujuy y Santiago del Estero fue devastador y generó un flujo migratorio continuo de población desde esas regiones hasta las que soportaban mejor los cambios, y aún prosperaban, como era el caso del Litoral43.

Los ciclos de la producción de plata potosina influyeron directamente en la historia de los paisajes agrarios de la macro-región peruano-platense. La gravitación central que la economía potosina tuvo para las economías agrarias determinó diversas respuestas de éstas a las fluctuaciones de la producción de plata.

La primera fluctuación de entidad fue el declive de la producción de plata que transcurrió desde comienzos del siglo XVII hasta las primeras décadas del siglo XVIII, es decir durante el denominado “largo siglo XVII” de la región peruano-platense44. Los estudios sobre las distintas economías regionales señalan respuestas diferentes al declive potosino, siendo aquellas regiones con predominio de la orientación mercantil de la producción agraria las que sufrieron un impacto mayor. Las regiones donde la estructura agraria era predominantemente campesina, en cambio, soportaron mejor el cambio de coyuntura, y desarrollaron diversas formas de reconversión a nuevas actividades productivas, que a su vez reflejaron el estado de la relación con la cambiante “frontera indígena” del territorio rioplatense, así como un agudización de la escasez de mano de obra indígena que caracterizó ese siglo. En ese contexto, la producción pastoril en el Litoral encontró oportunidades de expansión45. La otra fluctuación de entidad se registró en la segunda mitad del siglo XVIII, por el efecto combinado de la reactivación de la economía potosina (la producción de plata creció un 50% entre la mitad del siglo XVIII y el 1800), y de las reformas borbónicas que desde 1860 empezaron a modificar algunos aspectos centrales de la regulación económica colonial. La recuperación de la producción potosina reactivó algunas regiones especializadas en el comercio y producción de mulas, aunque ahora con efectos multiplicadores mucho menores, y el precio de las mercancías con destino a Potosí

42 Garavaglia, "Crecimiento económico y diferencias regionales: El Río de la Plata a fines del siglo XVIII."

43 Osvaldo Barsky y Jorge Gelman, Historia del agro argentino. Desde la conquista hasta fines del siglo XX (Buenos Aires: Grijalbo Mondadori, 2001). Pág. 79-80.

44 Ibid. Pág. 64-65.

45 Ibid. Pág. 67-68.

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pre-anunció el declive definitivo de la articulación económica original de las economías agrarias regionales con el foco altoperuano46.

3. 2. EL PAISAJE AGRARIO BONAERENSE

El paisaje agrario bonaerense ha sido muy estudiado. Se conocen con gran detalle sus notas esenciales y un amplio conjunto de aspectos relacionados a su trayectoria entre 1700-1830. Una obra de Juan Carlos Garavaglia resume un prolongado esfuerzo personal y colectivo de análisis y debate sobre el tema47.

3. 2. 1. LA OCUPACIÓN DEL ESPACIO

Como se verá con cierto detalle más adelante, el área bonaerense experimentó un acusado crecimiento demográfico durante todo el siglo XVIII, y una aceleración del mismo en su segunda mitad. Existe amplio consenso acerca de que una porción de la pampa se pobló muy lentamente durante el siglo XVII y la primera mitad del XVIII, y que su dinámica demográfica se aceleró en la segunda mitad. Se reconocen diversos flujos migratorios que convergieron en la campaña bonaerense para explicar este fenómeno, de los cuales han sido aportes fundamentales los originarios del Norte y del Noroeste. El primero se componía de pobladores “españoles” del área santafecina empujados por los indios del Chaco hacia Buenos Aires, de los guaraníes de los pueblos misioneros que después de 1750 ingresan en un largo declive, y de los paraguayos vinculados al eje fluvial que conducía yerba y tabaco desde el Paraguay hasta Santa Fe por el río Paraná. El segundo flujo se componía de inmigrantes de Tucumán, Cuyo y zonas vecinas para satisfacer demanda de mano de obra; al principio en una modalidad de migración estacional pero luego ya como migrantes definitivos48. La ocupación del espacio se hizo sobre dos modalidades de acceso a la tierra: la propiedad privada, por merced real o por compra en el mercado, y la ocupación de hecho, posibilidad dada por la abundancia relativa de tierras49. Así, hubo en la materia una importante diversidad de situaciones; cobra importancia en este plano la figura del agregado, que a la vez muestra el proceso migratorio y la ocupación de hecho de la tierra:

“(…) la figura del agregado nos remite a individuos que mantienen una cierta condición de dependencia respecto al jefe de familia, pero que no deben ser confundidos meramente con un trabajador dependiente. Un pariente pobre, un coterráneo y hasta un amigo en desgracia y albergado por el jefe de familia, vive y trabaja -e incluso puede formar otro grupo doméstico- allí mismo [quiere decir en el predio de otro jefe de hogar] pero siempre en el marco de una

relación bastante ambigua50”.

3. 2. 2. UN SISTEMA AGRARIO INTEGRADO

46 Ibid. Pág. 75.

47 Juan Carlos Garavaglia, Pastores y labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la campaña bonaerense 1700-1830 (Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 1999-a).

48 J. C. Garavaglia, Pastores y labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la campaña bonaerense 1700-1830 (Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 1999-a). Pág. 44-45

49 Ibid. Pág. 48.

50 Ibid. Pág. 57-58.

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Las fuentes decimales y los inventarios post-mortem permiten saber que los dos sub-sistemas productivos eran la agricultura cerealera y la ganadería51. Los dos formaban parte de un sistema muy bien integrado, que se ha presentado en términos del modelo von-Thunen:

“Un primer círculo, (…) el de la producción de forrajes, frutas y forrajes se ubica en las ‘quintas’ del ejido y en las ‘chacras’ más cercanas a la ciudad. Viene después el cereal, cuyo círculo más especializado está constituido por las chacras y las ‘estancias de cercanías’ y ese mismo círculo contiene también una fase ganadera -la producción láctea, cárnea y la cría de bueyes- que hallamos tanto en las ‘chacras’ como en las ‘estancias de cercanías’. En estos dos círculos se ubican las unidades que producen dos tipos de mercancías: aquellas de gran peso y de valor relativamente bajo -como forrajes y cereales- los productos perecederos, como es el caso de la leche, verduras, frutas y hortalizas, y algunos animales para vender a los carniceros. De inmediato, hacia el norte viene el tercer círculo con Luján, que adquiere un carácter mixto marcadísimo – cereales y leche- y Areco prolongando ese carecer mixto, pero con una menor importancia de la producción lechera. El paso siguiente hacia el norte… [el cuarto círculo]… es ya decididamente ganadero en Arrecifes (vacunos y mulas), pero con bolsones agrícolas de importancia. Y finalmente hacia el sur, Magdalena presenta condiciones ideales para la cría y el engorde de novillos, aún cuando se hallan aquí también algunos núcleos de tipo mixto (…)52.

Para reforzar la noción de sistema integrado, se afirma:

“Tanto la fuente decimal como los inventarios nos muestran entonces una realidad agraria en la cual la múltiple actividad ganadera (cría de vacas, engorde de novillos, cría de mulas, producción lechera, cuidado de majadas de ovinos, etc.) aparece como complementaria y no como contradictoria respecto a la producción cerealera, producción ésta que se halla centrada en el trigo y en área de chacras, pero que tiene prolongaciones muy importantes en el área de “estancias” [lo cual confirma] ... una acentuada complementariedad entre la

producción animal y la producción vegetal que existía en el período53”.

Aunque en el grupo de quintas más cercanas al núcleo urbano se cultivan frutas y hortalizas, y hacia el final del siglo XVIII también se cultiva cebada, maíz y alfalfa, el principal cultivo es el trigo54. El autor presenta estimaciones del volumen físico de la producción de trigo, agregando un 17% por concepto de evasión a los datos conocidos sobre aquellos años donde el diezmo se administró: en la segunda mitad del siglo XVIII el volumen de la cosecha de trigo habría sido de entre 62.000 y 120.000 fanegas rioplatenses55. La producción de trigo estaba localizada originalmente en los partidos decimales más cercanos la núcleo urbano (Costa, Matanza y Conchas), pero con el paso del tiempo los partidos más alejados, en especial los de Lujan y Areco, fueron desarrollando también cultivos, quedando sólo Arrecifes como un partido predominantemente ganadero56. Una estimación del stock vacuno de los 6 partidos bonaerenses para los primeros años del 1800 arroja una cifra de 1.200.000, “muy cercana al millón cuatrocientos o al millón y medio con generosidad”57.

51 Ibid. Pág. 107.

52 Ibid. Pág. 179-180.

53 Ibid. Pág. 180-181.

54 Ibid. Pág. 109.

55 Ibid. Pág. 110.

56 Ibid. Pág. 113.

57 Ibid. Pág. 115-116.

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3. 2. 3. LAS UNIDADES PRODUCTIVAS

La morfología del paisaje indica con claridad la existencia de dos tipos básicos de unidades productivas: chacras y estancias. Con base en 400 inventarios post-mortem del período 1750-1815 y partiendo de una taxonomía algo intuitiva, Garavaglia ha realizado una exhaustiva caracterización de “chacras”, “estancias de cercanías” y “estancias” 58.

La primera observación que se presenta refiere a la diferente composición del capital invertido en cada tipo de unidad productiva. El Cuadro 3.1 presenta las diferentes participaciones de la tierra, el ganado, las mejoras, los esclavos y otros componentes del capital en el valor total promedio de cada tipo de unidad.

Cuadro 2.1. Componentes (en porcentaje) del valor total de estancias, estancias de cercanías y chacras

Estancias Estancias de cercanías

Chacras

Tierra 13 20 13

Ganados 54 55 4

Esclavos 18 10 15

Edificios, corrales y otros 14 14 32

Árboles y cercos - - 30

Total 100 100 100

Fuentes: Garavaglia (1989); pág. 133, 157 y 163.

Las diferencias en la composición del capital revelan diferencias productivas y de localización importantes.

Las estancias, en sus dos modalidades, son unidades productivas dedicadas principalmente a la producción ganadera, como lo revela el gran peso del capital invertido en ganados dentro del total. Pero mientras que en las estancias las vacas y crías son casi el 70% del total valor invertido en ganados, en las estancias de cercanías las vacas y crías no llegan al 60%, los bueyes son un 10% y los ovinos 13%, mostrando una mayor diversificación de la producción ganadera59.

Las chacras son unidades con una fuerte inversión en árboles y cercos, así como en mejoras diversas que permiten asociarlas con la horticultura y la agricultura de cereales, y en contraste presentan una muy baja inversión en ganados. En los tres tipos de unidades

58 El autor consideró “chacra” a cada unidad productiva con menos de 40 animales entre vacunos y equinos, sin contar a los ovinos; consideró “estancias de cercanías” a las “estancias” de los partidos cerealeros y “estancias” a secas a todos aquellos establecimientos que aparecen aludidos así en los inventarios. Véase: Garavaglia, Pastores y labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la campaña bonaerense 1700-1830 . Pág. 124 (nota a pie N° 5) y 156.

59 Pastores y labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la campaña bonaerense 1700-1830. Pág. 158.

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productivas la inversión en esclavos es significativa, lo cual indica que el trabajo esclavo jugaba un rol destacado en la economía agraria del lugar, y notoriamente entre las estancias. Según el autor, el mayor peso del valor de la tierra en el valor total entre las estancias de cercanías se debe a que el precio de la tierra aumentaba a medida que la localización del predio se acercaba al centro urbano.

Un estudio de los inventarios de estancias permitió identificar un establecimiento “típico” que resume los datos promedio del conjunto60. Así, la superficie de esta estancia “típica” habría sido de 2500 hectáreas, dato comentado por el autor de la siguiente manera: “(…) nos enfrentamos a un tamaño medio de explotación típica que nos aleja bastante de la idea de grandes latifundios como elemento dominante del paisaje agrario bonaerense”61. El stock animal de la estancia “típica” habría estado compuesto por 792 vacunos, 12 bueyes, 300 equinos, 40 mulares, 490 ovinos62. A pesar de su aparente orientación vacuna, la alta frecuencia de bueyes, carretas, árboles y ovinos en estos establecimientos sugiere la combinación de diversas actividades productivas63. Un estudio de los cambios en la composición del rodeo animal que presentan los inventarios del caso entre 1750 y 1815 revela que pueden identificarse tres períodos en lo relativo a la orientación ganadera de estas estancias:

1. 1751-1782, donde las vacas sólo son un 57% del valor total del rodeo y en el resto tiene un gran peso la producción de mulas. Así, el autor afirma: “…hasta que los acontecimientos alto-peruano no afecten duramente al tráfico mular con el Alto Perú y el Perú es erróneo asimilar la ganadería bonaerense a los vacunos” 64.

2. 1783-1796: donde cae la participación de yeguas de retajo (para hacer mulas) y de mulas; aumenta la relación vacunos/equinos hasta alcanzar en algunos partidos el ratio de 1065.

3. 1797-1812, se recuperan las mulas en algunos partidos pero se consolida el predominio del vacuno en el conjunto: vacas, crías y novillos son el 74% del valor total de los ganados.

Entre quienes son estancieros no todos son propietarios de la tierra. La evidencia sugiere que la tenencia en propiedad tenía cierta relación con la localización, ya que los no propietarios son mayoría entre los inventarios de algunos partidos (como en Magdalena, donde alcanzan el 59% del total), pero una porción menor en otros -como en Luján, donde alcanzan un 28% de los inventarios66. Aún así, es generalizada la presencia de estas estancias basadas en el arrendamiento, alguna forma de aparcería, o la simple ocupación. Según el autor:

60 Ibid. Pág. 131-132.

61 Ibid. Pág. 131

62 Garavaglia, Pastores y labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la campaña bonaerense 1700-1830 . Pág. 131.

63 Garavaglia, Pastores y labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la campaña bonaerense 1700-1830. Pág. 132.

64 Ibid. Pag. 142.

65 Ibid. Pág. 142.

66 Ibid. Pág. 145.

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“…en este sector de pequeños y medianos productores agrarios desprovistos de la propiedad de la tierra, se concentran tanto productores cerealeros como pequeños y medianos pastores.

Y las más de las veces, ambas actividades económicas se fusionan en una sola unidad67”.

Las estancias de los propietarios siempre son más grandes que las de los no propietarios; el tamaño de las de los no propietarios va de las 1000 a las 2000 Hectáreas y el tamaño de las estancias de los propietarios va de las 2200 a las 4500 hectáreas68. Sin embargo, de acuerdo a la evidencia sobre el patrimonio de estos propietarios, el grupo de los grandes propietarios se ubica en una franja de riqueza muy por debajo de la que habría alojado a los grandes comerciantes de Buenos Aires. El autor concluye:

“(…) la dominancia de los propietarios agrarios en el panorama económico y social rioplatense, es un fenómeno posterior a 1815. El gran propietario de tierras y de ganados del período colonial, no sólo era una excepción en la variada y compleja vida económica de la campaña del siglo XVIII, sino que también era un personaje cuya actividad estaba claramente subordinada a la del capital comercial (y con bastante frecuencia, mantenía relaciones

íntimas con algunos de los clanes mercantiles más relevantes)69.

Un estudio de los inventarios de chacras mostró que el valor promedio de las chacras tasadas en todo el período arroja una cifra de entre 2000 o 2400 pesos, según se incluya o no la más rica de todas las estancias del conjunto70.

3. 2. 4. LA TECNOLOGÍA AGRARIA

El autor presenta una detallada reconstrucción del calendario agrícola y ganadero de la campaña bonaerense.

El primero muestra claramente la fusión de plantas y prácticas americanas y europeas. Así, la siembra conjunta de maíz y frijoles, una combinación americana, se integran con el cultivo del trigo, una innovación europea, en un mismo calendario agrícola de varias cosechas anuales71. Las variedades de trigo eran dos: el común y el denominado “de Chile”, que no necesariamente era chileno pero que se denominaba así por su parentesco con la variedad candeal. El instrumental agrícola era muy simple; los arados eran de palo con una punta de hierro, sin ruedas ni vertedera, pero al parecer adecuados a las condiciones del suelo pampeano y sin consecuencias de corto plazo sobre la productividad72. Aunque no se tienen muchos casos, los rendimientos de trigo efectivamente verificados en el período dan una media de 14 unidades de grano recogido por 1 de grano sembrado73. La cuestión de las dosis de trabajo requeridas para la producción agrícola es poco clara. Según datos de 1856, para sembrar una cuadra cuadrada de trigo se requerían tres personas con tres

67 Garavaglia, Pastores Y Labradores De Buenos Aires. Una Historia Agraria De La Campaña Bonaerense 1700-1830. Pág. 145.

68 Garavaglia, Pastores Y Labradores De Buenos Aires. Una Historia Agraria De La Campaña Bonaerense, 1700-1830. Pág. 149.

69 Ibid. Pág. 150.

70 Garavaglia, Pastores y labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la campaña bonaerense 1700-1830. Pág. 160.

71 Ibid. Pág. 183-184

72 Garavaglia, Pastores y labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la campaña bonaerense 1700-1830 . Pág. 188.

73. Ibid. Pág. 189.

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arados por el término de ocho días; según el autor, una suma de trabajo perfectamente accesible a la familia del labrador74. Una estimación basada en las cuentas de tres cosechas anuales le permite concluir que para obtener 1 fanega se requerían 2,58 jornadas laborales. El autor concluye que para una cosecha de 80.000 fanegas se habrían requerido algo más de 12000 personas, cifra muy elevada en relación a la población rural de Buenos Aires antes de 1815 y que podría explicar la fuerte atracción que la campaña bonaerense ejercía sobre migrantes de otras regiones. Pero no queda claro cuántas jornadas laborales atribuyó a cada trabajador75.

En cuanto a la tecnología de la producción animal, en etapas tempranas se recurría al ganado vacuno silvestre de las cercanías, pero numerosas fuentes indican que en el primer tercio del siglo XVIII las reservas cercanas se agotaron y tuvo lugar la lenta expansión del sistema de rodeos; en éste se formaban rodeos mansos de aproximadamente 2500 cabezas76. El calendario ganadero establecía como principales actividades la doma de potros en el otoño, la parición de vacas durante el invierno, y la “yerra” o marcación del procreo y castración de los machos jóvenes, entre mediados del invierno y fines de la primavera77. Además de éstas, se realizaban actividades que no tenían una fecha fija, como los “apartes” de ganado -salidas esporádicas a los campos aledaños para recoger ganado disperso- y las faenas de vacunos destinados a producir cueros para su venta a los traficantes itinerantes o en el mercado de la ciudad78. Hasta la década de 1770 la cría de mulas ocupaba un lugar relevante, se trataba de un complejo proceso de hibridación equinos y asnos. Cuando esta actividad entró en crisis la ganadería de equinos se orientó a la producción de caballos para las tareas del campo y para una diversidad de fines extra-agrarios, como la provisión de monturas para el ejército y los indios.

3. 2. 5. LOS MERCADOS DE LA GANADERÍA BONAERENSE

Son numerosos los mercados de la producción ganadera bonaerense; la lista incluye un mercado de carne bovina para el consumo, un mercado de cueros, un mercado de carne ovina, un mercado de mulas y un mercado de ganado en pie con destino a la zona peruana. El autor remarca lo que llama el “polimorfismo” de los mercados ganaderos como un rasgo importante de la producción ganadera local y una ventaja respecto de la producción triguera, limitada a un único mercado79. Los mercados de mulas y de ganado bovino en pie con destino a la región altoperuana se conocen muy poco; no hay datos del tamaño del mercado, aunque se conoce bien la localización de la producción de mulas, concentrada en el partido de Arrecifes, así como que este mercado declinó después de los levantamientos peruanos de 178080. Tampoco se conoce en profundidad el mercado de carne ovina, que se presume vinculado al consumo de la ciudad de Buenos Aires ya que en 1822 se consumían en el mercado de abasto bonaerense más de 43.000 corderos.

74 Ibid. 191.

75 Garavaglia, Pastores y labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la campaña bonaerense 1700-1830 . Pág. 195.

76 Ibid. Pág. 206.

77 Ibid. Pág. 210.

78 Ibid. Pág. 210.

79 Ibid. Pág. 218.

80 Ibid. Pág. 225-226.

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A continuación se presentan los principales resultados del autor sobre los mercados de carne y de cueros.

1. Mercado de carne vacuna para el consumo

Está conformado por la demanda de los habitantes de la ciudad y la oferta de los ganaderos de la campaña. En efecto: (…) una vez finalizadas las recogidas de ganado en la Banda Oriental – todo indica que esto se acaba para los porteños desde los años treinta en adelante- la mayor parte de estos animales llegan desde la campaña de Buenos Aires (…)81”

Hacia 1740 el consumo anual era de unas 30.000 cabezas de vacunos, pero a fines del siglo rondaba las 46.000 y en la década de 1810 alcanzaba las 72.000 cabezas82. Según los cálculos del autor, para una fecha entre 1788 y 1792, el peso promedio del ganado gordo sería de 459 libras; el rendimiento cárnico de un novillo era de aproximadamente 207 kilogramos y el consumo anual per cápita de Buenos Aires, de 193 kilos de carne vacuna83. Estos altos niveles de consumo tendieron a bajar al comenzar el siglo XIX, a medida que aumentaba el precio de la carne luego de la apertura del primer saladero en la Ensenada, en 181184.

Para el autor el mercado de carne para el consumo de la ciudad es un mercado importante de la ganadería vacuna bonaerense. Aunque, como se verá enseguida, el tamaño del mercado de carne es mucho menor que el mercado de cueros tanto en número de cabezas así como en el valor de las ventas realizadas en cada uno de ellos, el autor considera que no debe desconsiderarse la importancia del primero para los productores locales, porque la evolución de los precios relativos de ambos bienes favorece a la carne y porque la demanda de carnes no está sometida a la inestabilidad que presenta la demanda externa de cueros por las vicisitudes del tráfico marítimo85.

Este mercado se caracteriza, hasta la mitad del siglo XVIII, por una razonable atomización de la oferta donde actúan numerosos pequeños “criadores”, y de la demanda, donde actúan numerosos “corraleros” o “reseros”, titulares del abasto de la ciudad. Hacia 1780 esta estructura habría dado paso a una estructura fuertemente oligopsónica, donde cinco corraleros concentran casi el 60% del total de las compras, mientras el grado de atomización de los criadores es aún mayor que antes86. Según el autor, esta estructura de la oferta es consistente con la existencia de una amplia capa de pequeños y medianos productores como la que se hizo visible con su análisis de las unidades productivas87. Después de 1810 la aparición del saladero del lado de la demanda modificó la dinámica del

81 Ibid. Pág. 219.

82 Ibid. Pág. 218.

83 Ibid. Pág. 243. El dato de consumo per cápita es extraordinariamente alto incluso para estándares regionales. No es improbable que estén subestimados los totales de población. Aun si se pudieran corregir los datos de población hacia magnitudes más veraces, se obtendrían resultados muy superiores a los del Viejo Mundo.

84 Ibid. Pág. 229 -235 y 244-245.

85 Según los cálculos del autor, a principios de la década de 1790 los animales destinados para el abasto representaban entre un 15-20% del número de animales destinados al mercado de cueros. Ibid. Pág. 224.

86 Ibid. Pág. 236-237.

87 Ibid. Pág. 241.

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mercado de ganado para carne, dando lugar a un importante aumento del precio del mismo88.

2. Mercado de cueros

El estado de la cuestión sobre este aspecto presenta algunas debilidades. La caracterización disponible permite definir con cierta claridad el lado de la demanda, conformado por la demanda europea de cueros, pero no es del todo claro en relación con la oferta.

El tamaño de ese mercado, dado por la cantidad de cueros exportados a ultramar por el puerto de Buenos Aires, no se conoce con precisión a pesar de su sonada importancia. Garavaglia presenta unas estimaciones basadas en fuentes secundarias que muestran un crecimiento progresivo, desde un nivel en torno de los 50.000 cueros anuales en 1750 a 130.000 en la década previa a 1778, a 200.000 en la década posterior a ese año, y a 340.000 en la última década del siglo89. No obstante, se enfatiza que la oferta bonaerense de cueros es sólo una porción de la oferta exportable total de ese bien, ya que como muestran los registros de alcabala terrestre, a Buenos Aires llegan cueros de todo el Litoral rioplatense y hasta del Paraguay. Así, según sus estimaciones, la porción bonaerense de la oferta total exportable en 1790 serían unos 230.000 cueros – de los cuales 50.000 provenientes del abasto a la ciudad. El conjunto representa, a la sazón, un poco menos del 70% del total exportado90. Del lado de la demanda, se identifica a los “mercachifles” y “pulperos” como los principales agentes que compran cueros, en pequeñas cantidades, a quienes forman la oferta: “decenas de productores o habitantes de la campaña”; algunos ejemplos muestran que se trata de productores que poseen marca91.

Sin embargo, no queda del todo claro cuáles son los agentes y las categorías de animales vacunos que conforman la oferta. En efecto: si la producción exportable de cueros de Buenos Aires es de alrededor de 200.000 cueros a fines del siglo XVIII y el abasto no alcanza a los 50.000, debería existir un agente ganadero y un segmento de la ganadería local que produce los otros 150.000 cada año.

Son numerosas las dificultades que ha enfrentado la historiografía para aportar evidencia sobre la evolución de los precios de la carne y de los cueros de Buenos Aires en el período colonial. En cambio los inventarios post-mortem permitieron conocer con gran solvencia la evolución de numerosas categorías de ganado vivo e incluso estimar un índice de precios ganaderos para el período 1750-183092. Los resultados más destacados pueden resumirse de la siguiente manera:

La categoría de ganado que “guía” la evolución del índice de precios ganaderos de Buenos Aires es la vaca de cría, es decir, los vientres93. Esto sugiere claramente que la producción bovina de aquel lugar era típicamente criadora y que su producto principal era el alimento, quedando el cuero como un subproducto.

88 Ibid. Pág. 293.

89 Ibid. Pág. 221.

90 Ibid. Pág. 221.

91 Ibid. Pág. 248.

92 Ibid. Pág. 268-286.

93 Ibid. Pág. 273-274.

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Los precios del ganado tendieron a la baja entre 1750-1810 y sólo después de 1817 comenzaron una tendencia alcista relacionada con la aparición del saladero y el encarecimiento de la carne para el consumo interno94. Esta tendencia a la baja durante la segunda mitad del siglo XVIII es coherente con el comportamiento de los precios de numerosos productos americanos en diferentes puntos de la América hispana. Pero así como no son obvios los motivos de ese comportamiento general, tampoco ha sido explicado por qué complejo de fuerzas el precio concreto de la vaca de cría bonaerense tendió a caer tanto, al punto de que en 1815 recién estaba en los niveles de 176095.

Se ha intentado evaluar la posibilidad de una correlación entre el precio de los ganados bonaerenses y el precio del cuero exportado. El intento realizado por Garavaglia presenta de manera conjunta las series del precio de la vaca de cría y la del cuero exportado para un conjunto acotado de años; a simple vista esta evidencia no da lugar a hipótesis de correlación claras96.

El análisis del mercado del cuero que se acaba de presentar muestra dos comportamientos ganaderos que coexistieron en el Río de la Plata durante el período, pero cuya racionalidad microeconómica es radicalmente diferente: la ganadería de carne y la ganadería del cuero. En la primera el producto final es el novillo para carne y el cuero es un subproducto. En la segunda es exactamente al revés: el cuero es el producto final y la carne es un subproducto, por cierto, de casi nulo valor. Por más que resulte chocante al observador contemporáneo, y como se verá más adelante con mayor prueba, la carne del animal que ha sido faenado expresamente para obtener su cuero no es un bien económico en la ganadería del cuero.

La importancia de la vaca en un sistema ganadero de cría resulta de su condición de bien de capital, es decir de “máquina” (re)productora de bienes finales. La alta frecuencia de vacas de cría en los rodeos de chacras y estancias bonaerenses evidencia, justamente, que allí se privilegiaba la cría. En términos de modelos de comportamiento ningún ganadero criador, y mucho menos si es un campesino pobre como parecen ser muchos de los de Buenos Aires, mataría su vaca para vender su cuero. Por el contrario, recién a los tres años, cuando obtiene el producto final (el novillo “gordo” o “terminado”, en el sentido que ha completado su capacidad de acumular kilos de carne), el ganadero criador lo conducirá a faena y obtendrá, entre otros subproductos, el cuero, que al igual que la grasa, va al mercado respectivo. Pero como marcan las cifras mostradas arriba, la oferta de cueros bonaerenses no pude explicarse enteramente por la producción de cueros como subproducto de la ganadería de carne. Aún si pudiera agregarse un saldo adicional de cueros provenientes de los establecimientos de cría por concepto de animales muertos o consumidos en los propios establecimientos, esta cantidad no sería suficiente para cerrar la brecha de al menos 150.000 cueros que sobrepasa el consumo anual de animales para carne. Evidentemente, hay una ganadería del cuero en alguna parte, que está completando la oferta de ese mercado. Como se verá más adelante, el análisis disponible sobre los principales agentes de la economía agraria bonaerense tampoco permite reconocer con claridad quiénes son y dónde están localizados los agentes que sustentan la producción de cueros que sale por el puerto.

La dificultad para discriminar las diferentes racionalidades de la producción de carne y la producción de cueros acarrea también una dificultad para formular hipótesis sobre la

94 Ibid. Pág. 272-273.

95 Ibid. Pág. 273.

96 Ibid. Pág. 285

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relación entre el precio del ganado y el precio de los cueros de exportación. La intuición que subyace a la comparación del precio de la vaca de cría con el precio de los cueros exportados entre 1776-1796 y hasta con la cantidad de buques salidos del puerto de Buenos Aires es que el aumento del comercio exterior debe haber impactado en los precios de la ganadería local. Una intuición de total sentido común. El asunto es de cuál ganadería local se habla. En efecto, si lo que orienta las decisiones de inversión del ganadero criador es lo que pasa en el mercado de carne vacuna, no cabe esperar que el precio de los vientres en una ganadería de cría fluctuase al compás del precio del cuero, sino de los novillos y en el límite, de la carne en el mercado final. Si hubiera de formularse una hipótesis sobre eventuales distorsiones del mercado de carne por las incidencias del mercado del cuero, deberían estudiarse la evolución de los precios relativos de ambos mercados.

3. 2. 6. EL MERCADO DEL TRIGO

Del lado de la oferta, labradores y acopiadores (generalmente diezmeros) de Buenos Aires se enfrentan a una demanda compuesta por molineros y panaderos. Se trataba de un mercado cerrado y fuertemente oligopsónico.

En efecto, no estaban permitidas las exportaciones ni las importaciones de trigo; a pesar de las recomendaciones de los economistas ilustrados de la época, el comercio exterior de granos se abrió recién en 181397. La demanda de trigo estaba ligada al consumo de pan de los hogares y al consumo de las flotas que repostaban en el puerto de la ciudad98.

No hubo en el lugar depósitos públicos de grano (alhóndiga) y tampoco estaba generalizada la presencia de graneros en los establecimientos de los labriegos, de modo que éstos se veían forzados a vender cuanto antes su cosecha. Todo indica que el poder de los compradores, menos numerosos y con mayores posibilidades de hacer inventarios, hacía del mercado del trigo un mercado de competencia imperfecta. En efecto, una lista de 1808 muestra un alto grado de concentración de la demanda: los primeros tres molineros concentran el 30% de las compras99. La estructura del mercado y su carácter cerrado daban lugar a frecuentes tensiones y conflictos en el mercado del trigo. Han sido documentados numerosos episodios de intervención directa del cabildo en el mercado del trigo en situaciones de escasez, además de que el precio del pan estaba tarifado100. En 1804-1806, debido a una prolongada sequía que también afectó a la producción ganadera, el cabildo de Buenos Aires obtuvo autorización del virrey para tomar a su cargo la recolección del diezmo de granos y así evitar maniobras de los diezmeros. La experiencia se repitió en 1809101.

Según algunos cálculos la producción de trigo a fines del siglo XVIII alcanzaba las 80.000 fanegas y el consumo per cápita en Buenos Aires era de 2.5 fanegas por persona en esa misma época. El principal destino del trigo era la elaboración de pan; el consumo de pan era similar al de otras regiones americanas ricas en trigo; se estima su consumo anual en

97 Ibid. Pág. 262. Sin embargo, en algunas ocasiones se autorizaba la salida de cortas partidas de trigo con destino a la vecina Colonia do Sacramento.

98 Ibid. Pág. 263.

99 Ibid. Pág. 252-254.

100 Ibid. Pág. 260-261. Como mandaba el criterio de la época, la tarifa del pan, fijada por el cabildo, modificaba la cantidad de pan que se podía vender por un precio fijo.

101 Ibid. 260-261.

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casi 160 kilos per cápita102. La ciudad tenía un importante gremio de panaderos, quienes vendían el pan en sus propios comercios y también abastecían a tiendas de alimentos (pulperías) dispersas en la ciudad y la campaña. Además era frecuente la presencia de mujeres panaderas, que amansaban en su casa y vendían el pan a domicilio103.

Con base en los inventarios post-mortem se presentó una serie del precio del trigo para el período 1775-1826. La nota saliente de la evolución del precio es que presenta amplias fluctuaciones en torno a una tendencia muy estable hasta 1815, pero luego de ese año muestra una tendencia alcista muy marcada104. Las amplias fluctuaciones periódicas parecen ser la respuesta normal a las variaciones coyunturales en un mercado cerrado; la estabilidad del nivel promedio parece sugerir cierta concordancia entre el tamaño de la oferta y el de la demanda. En relación con el cambio posterior a 1810 (concretamente posterior a 1817), todo indica que los cambios políticos y la apertura del comercio de granos después de 1810 clausuraron una etapa en la historia del mercado triguero bonaerense.

3. 2. 7. EL MERCADO DE TIERRAS

Se conoce mejor la evolución de los precios de la tierra desde 1751 hasta 1829 que las características del mercado de ese factor. La evidencia gráfica presentada por Garavaglia es contundente respecto de dos fenómenos: la gran estabilidad de la tendencia incluso más allá de 1810, y la corta amplitud de las fluctuaciones en torno a aquella. El autor señala que los precios de la tierra parecen rezagados en diez años tanto del proceso de alza del precio del ganado que se inicia en 1807, como de la suba del precio del trigo que se inicia en el mismo año: recién en 1817 la serie parece mostrar un cambio de nivel, al alza. No obstante, el autor cree que hay cierta relación entre el valor de la producción agraria y el precio de la tierra; anota que el precio de vacas y bueyes muestra cierto acompasamiento con el de la tierra. También, que este último es sensible a factores de localización, de modo tal que el precio de la unidad de superficie va disminuyendo a medida que va aumentando la distancia del centro urbano105. Aún así, parece inclinarse por la idea de que se trata de un mercado incompleto, o apenas en proceso de formación hasta la primera década del siglo XIX, ya que la tierra es abundante y las formas de acceso a la tenencia no están restringidas a la propiedad106.

3. 2. 8. SÍNTESIS: UN PAISAJE DE PASTORES, LABRADORES, “AGRICULTORES” Y HACENDADOS

La estructura social agraria que resulta de todos los elementos previos puede resumirse en cuatro figuras que representan, cada una, un cierto sesgo productivo, un potencial de acumulación de riqueza y hasta una localización. No obstante, estas figuran también pueden representar etapas en el ciclo de vida de una unidad productiva.

Así, los pastores identifican a las unidades domésticas que se dedican a la cría de ganado y a la agricultura en tierras que frecuentemente no poseen en propiedad, sino en arriendo,

102 Ibid. Pág. 255.

103 Ibid. Pág. 257.

104 Ibid. Pág. 287.

105 Ibid. Pág. 295-296.

106 Ibid. Pág. 296.

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mediante alguna forma de aparcería, o por simple ocupación. Agrupados en familias nucleares, estos agentes se valen básicamente del trabajo familiar y forman redes de parentesco o de paisanaje en espacios relativamente próximos. Participan con modestas cantidades en algunos de los diversos mercados ganaderos y sus cultivos se destinan esencialmente al autoconsumo107. Son una figura generalizada en el paisaje de la campaña bonaerense: “Lo importante aquí es señalar la difusión cuantitativa del fenómeno del pequeño productor ganadero y su larguísima duración en el tiempo. Fue durante todo el período y mucho más allá de él, una de las figuras sociales de mayor importancia en la vida económica de la campaña bonaerense108”.

Los labradores identifican a los miembros de aquellas unidades domésticas de orientación esencialmente triguera, que emplean mano de obra familiar y no acceden a mano de obra esclava o libre contratada en forma permanente. Poseen una mínima dotación de vacunos de carne y leche, y los animales de tiro indispensables para el cumplimiento de las tareas agrícolas, entre ellos, los caballos. Sus familias también eran nucleares y se agrupaban formando redes de parentesco y comarcales109.

Entre los agricultores se reconocen dos tipos de unidades productivas: las que combinan ganadería y agricultura en estancias, y los establecimientos dedicados a la producción de trigo a gran escala, frecuentemente en chacras. En ambos casos suelen ser propietarios de la tierra, utilizan mano de obra esclava, participan en los mercados respectivos con porciones importantes de la oferta y por su rol en la economía agraria local se asemejan al yeoman inglés110.

El hacendado identifica la cumbre del mundo social agrario bonaerense. “Propietario de la tierra casi siempre (…), dueño de rebaños considerables de vacunos, yeguarizos y ovinos. Productor de trigo cuando el año lo aconsejaba. Señor de esclavos y jornaleros111”. Se trata de una elite de grandes propietarios de ganado de diversas categorías, que a menudo son también acopiadores de trigo y molineros. Utilizan trabajo esclavo y libre, no es infrecuente que tengan pulpería en su propiedad. Comenta el autor: “No se trata de los productores progresistas que uno estaría encantado de hallar, pero están lejos, muy lejos, de ser una casta feudal y demuestran tener una enorme capacidad y rapidez para adaptarse a los cambios impulsados por el mercado (…)112”. En cuanto al sesgo productivo de estos hacendados, se dice:

“La ganadería era indudablemente el rubro principal y en ese marco, tres son las actividades ganaderas más importantes: la cría de novillos para el abasto de Buenos Aires, la producción de cueros y sebo, y en mucho menor medida, la producción de mulas. De trigo no tenemos mucho más datos, pero es indudable que la agricultura fue una actividad presente en las

estancias113”

107 Ibid. Pág. 300-301.

108 Ibid. pág. 311.

109 Ibid. Pág. 311-315.

110 Ibid. Pág. 316-326.

111 Ibid. Pág. 326.

112 Ibid. Pág. 327.

113 Ibid. Pág. 329.

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Debe hacerse notar que el análisis de este segmento de unidades productivas revela que tienen una inserción importante en el mercado de ganado para carne, y sugiere que su participación en el mercado de cueros tiene lugar como derivado de lo primero114.

3. 3. PAISAJES MISIONEROS Y LA EVOLUCIÓN DE SU ECONOMÍA

Desde el siglo XVIII la historia de las misiones jesuíticas del Paraguay ha dado lugar a una extensa y abultada bibliografía casi siempre entrampada entre la diatriba y la apología115. En ese complejo y profuso arco que ha tocado todos los temas posibles del fenómeno, siempre fue notable la escasez de estudios histórico-económicos sobre una economía tan atractiva y pródiga en fuentes como es la del caso: en 1995 una bibliografía sobre Misiones Jesuíticas del Paraguay reportaba apenas 9 estudios específicos sobre aspectos económicos en un total de más de 400 títulos publicados entre 1967 y 1995116.

Si se impone cierta sistematización a los contenidos de los principales trabajos que resultan relevantes para este estudio se constata que, con énfasis diversos, han sido abordados dos aspectos centrales de la historia económica misionera: (a) una caracterización de la economía misionera orientada a identificar sus rasgos singulares, a menudo acompañada de un esfuerzo por precisar su condición de “economía natural”, “mercantil”, o de otro tipo; (b) su evolución desde su formación en la primera mitad del siglo XVII hasta su decadencia definitiva en las primeras décadas del siglo XIX. Cada uno de estos problemas tiene asociados un sub-conjunto de preguntas que se reiteran, relativas a la relación de la economía misionera con el conjunto de la economía colonial y de los factores que hicieron posible un experimento económico-social de notas muy singulares en su contexto espacio-temporal.

3. 3. 1. COMPONENTES DE LA ECONOMÍA AGRARIA MISIONERA

A fines de la década de 1950 el sueco Magnus Mörner sentó las bases de una historiografía renovada sobre las Misiones Jesuíticas del Paraguay117. Sin pretender hacer encajar la economía misionera en ningún modelo específico, el autor hizo una caracterización muy clara y sintética del funcionamiento de la misma, con énfasis en el proceso histórico que le fue dando forma.

114 Ibid. Pág. 328-331. Se ilustra la condición de los “hacendados” y “agricultores” con las cuentas de tres establecimientos. En ninguno de los tres casos hay evidencias de una ganadería (sólo) del cuero; las ventas de cuero que se registran son el resultado del sacrificio de animales viejos y presentan magnitudes insignificantes. En cambio hay evidencia rotunda de que la producción de novillos de estos establecimientos ocupaban un lugar de peso en el mercado de carnes de la ciudad.

115 Puede verse un análisis sintético pero muy claro de los principales enfoques de la historiografía sobre las Misiones Jesuitas del Paraguay desde el siglo XVIII hasta la mitad del siglo XX en: Magnus Mörner, Actividades políticas y económicas de los jesuitas en el Río de la Plata (Buenos Aires: Hyspamerica, 1985). Pág. 104-108. Los avatares de la historiografía del mismo tema en la segunda mitad del siglo XX son analizados en: Magnus Mörner, "Del estado jesuitico del Paraguay al régimen colonial guaraní misionero: Un proceso de 'normalización' historiográfica desde los años 1950", (estudio presentado en las VI Jornadas Internacionales sobre las Misiones Jesuiticas, Resistencia, Chaco, 1998).

116 Véase: Meliá, B. y Nagel, L. Guaraníes y jesuitas en tiempo de las misiones. Una bibliografía didáctica (Santo Ángelo: CEPAG - URI, 1995).

117 Mörner, M. Actividades políticas y económicas de los jesuitas en el Río de la Plata. La base del texto es la tesis defendida en 1958.

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La base de esta economía era el trabajo indígena. Cada familia indígena recibía una porción de terreno para el cultivo llamada abambaé; las fuentes jesuitas, sin embargo están llenas de referencias a la pereza natural de los indios, y a su carácter “infantil” que los hacía requerir supervisión superior aún cuando trabajaban la parcela familiar. Existía además un conjunto de propiedades comunales en cada reducción (tupambaé) que proveía de carne, yerba, vestimenta y semilla a los indios según cierto sistema de racionamiento. Los indios reducidos debían trabajar algunos días en su parcela y otros en las actividades del tubambaé; únicamente los tejedores recibían una retribución por su salario, del orden del 2% al 3% de la mercadería terminada; todo el resto del trabajo empleado formaba parte de la obligación de los indios reducidos. Cuando a partir de la segunda mitad del siglo XVII el mundo misionero quedó territorialmente conformado y políticamente legitimado, el saldo exportable de los distintos rubros productivos del tupambaé pasó a comercializarse en distintos mercados regionales; el ingreso generado era imputado a cada pueblo. La mayor parte de estas ganancias era gastada dentro de cada pueblo para mantener el boato religioso, según el conocido lema jesuita Ad maiorem Dei gloriam. La inversión edilicia religiosa parece haber sido menos impresionante en el siglo XVII que en el siglo XVIII, pero incluso entonces el fondo invertido era considerable, según los muestran las cuentas de los Oficios118.

La competencia entre los colonizadores blancos y los jesuitas por la mano de obra indígena constituyó el rasgo conflictivo principal de la organización económica misionera. Los jesuitas no lograron la exención del tributo y la encomienda de una vez y en forma permanente, sino que negociaron esta situación sucesivamente en diferentes coyunturas y frente a diversos actores, locales y metropolitanos119. En este proceso resultó decisiva la necesidad de asegurar la frontera española después de la separación de las coronas ibéricas ocurrida en 1640; desde 1649 la Corona de Castilla acordó a las reducciones del Paraguay la facultad de mantener una milicia que actuaba como guarnición de frontera ante el requerimiento de las autoridades civiles. A cambio de este servicio, se les garantizó la excepción de la encomienda y la reducción del tributo120.

Consagrado este acuerdo, en los colegios de Buenos Aires y Santa Fe se establecieron Oficios o Procuradorías que recibían los productos destinados a cubrir la cuota tributaria de cada pueblo y al pago de los insumos agrícolas y religiosos requeridos por éstos. Los Oficios descontaban, además, una parte del producto comprado o vendido como ganancia propia, que se utilizaba para la atención del colegio al que pertenecían. Las fuentes reportan tanto situaciones donde los Oficios aparecen aprovechando a su favor las ventajas de un comprador monopsónico, en perjuicio de una reducción, como poniendo a favor de un pueblo misionero las ventajas de un vendedor monopólico, en perjuicio de terceros. Los curas de las reducciones tanto denunciaban ante el Provincial frecuentes abusos de parte de los colegios (tanto en la intermediación comercial como en el uso compulsivo de la mano de obra de los pueblos), como eventuales conflictos entre pueblos misioneros por el usufructo de un determinado yerbal o un campo de pastoreo121. El autor comparte la noción generalizada de que la economía misionera constituyó una importante fuente de riqueza, pero ni su trabajo ni tampoco ninguno de los anteriores, ofreció una estimación de la misma. Para dar una idea de la importancia de la riqueza misionera, hace notar que ya en 1699 – es decir apenas finalizado el largo proceso formativo del

118 Ibid. Pág. 96-113.

119 Ibid. Pág. 95-96.

120 Ibid. Pág. 109.

121 Ibid. Pág. 95-96.

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conglomerado paraguayo- con ocasión de una visita del gobernador, el Superior recomendó a los misioneros que no se jactaran ante los españoles de su éxito económico, y que mantuvieran cerrados los almacenes de los pueblos durante la inspección122.

El aporte fundamental de la caracterización hecha por Mörner ha sido que permitió comprender muy bien que la economía misionera, al igual que toda la experiencia jesuita con los indígenas guaraníes, no obedeció a un plan pre-establecido sino a un conjunto de condicionantes, incluso de imprevistos, de su historia: la peculiar forma de organizar y ejecutar acciones de la Compañía de Jesús, donde se conjugaba un riguroso verticalismo interno con una aceitada diplomacia externa; la tensa relación entre los colonos españoles en América y la Compañía por el uso de la mano de obra indígena; las diferentes políticas fiscales y militares de las dinastías españolas para con sus dominios americanos; las múltiples reacciones de los actores metropolitanos y coloniales ante el creciente poderío de la Orden.

Fuertemente influido por la historiografía alemana de la Nueva Escuela Histórica, Oreste Popescu sometió el caso de la economía misionera al modelo teórico formulado por Werner Sombart para las economías del pasado, en una obra que vio su versión definitiva en 1967123.

Allí propuso una caracterización de las economías de acuerdo a tres dimensiones tomadas del maestro alemán. La primera dimensión (espíritu en la terminología sombartiana) refiere a la racionalidad de los agentes; tiene como extremos antagónicos la búsqueda del mero sustento o del beneficio, desplegados en una gama de conductas que Sombart tipificó como “tradicional”, “racional”, “individualista” y “solidarista” La segunda dimensión es lo que Sombart denominó constitución, que refiere a la estructura normativa formal e informal del fenómeno, o como se diría actualmente, la trama institucional de la economía en cuestión. Aquí Sombart define cuatro variantes posibles, desde un extremo en el cual la apropiación del producto se define por la interacción directa individual sin mediaciones, hasta su extremo opuesto, donde la apropiación del producto es completamente colectiva, pasando por una modalidad “dirigida” y otra “privada”. La tercera dimensión es denominada Técnica, y no es otra cosa que la base tecnológica de la economía en cuestión, la cual puede ser tipificada alternativamente como “empírica” o “científica”, según las bases del conocimiento que la sustenta, como “estacionaria” o “revolucionaria”, según su dinámica temporal, o como orgánica y no-orgánica, según el tipo de fuentes energéticas y materias primas que utiliza 124.

Sobre estas bases Popescu identificó la racionalidad de la economía misionera como básicamente orientada al autoabastecimiento, si bien con un fuerte componente de sistematización y planificación impuesto por los jesuitas, así como teñida de un claro componente “solidarista”, fundado tanto en conductas indígenas como en la religiosidad del proyecto misionero125. En cuanto al entramado institucional de la economía misionera, Popescu enfatizó la naturaleza “aristocrática” del caso, por cuanto la economía misionera estaba regida por un conjunto de reglas que sometían a los indígenas a una estrecha relación de dependencia económica respecto de la elite conformada por los Padres, quienes ejercían sobre sus tutelados una tutela altruista, en contraposición a la tutela

122 Ibid. Pág. 97.

123 Popescu, Oreste, Sistema económico en las misiones jesuíticas. Experimento de desarrollo indoamericano ( Barcelona: Ariel, 1967).

124 La presentación del modelo de Sombart en: Ibid. Pág. 27-42.

125 Ibid. Pág. 85-101.

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egoísta ejercida en las sociedades esclavistas. Esta “aristocracia tutelar”, basada en una combinación de formas de propiedad individual y colectiva, combinaba también la lógica de la autosuficiencia, notoria en las formas de organización de la producción a escala de cada pueblo misionero, con la lógica del intercambio, notoria en la robusta red comercial que desarrolló la economía misionera a través de los Oficios de Santa Fe y Buenos Aires126. A pesar de la complejidad del entramado institucional, Popescu concluyó que todo el funcionamiento económico misionero “llevaba el sello de la autosuficiencia” y que sólo aparece el tráfico por la necesidad de obtener plata (moneda) para el tributo: “la autosuficiencia quedó siempre como el principal rasgo de la economía misionera127”. En cuanto a la base tecnológica de la economía misionera, el autor la identifica como “estacionaria” en su dinámica, de base tanto empírica (por los aportes indígenas) como científica (por los aportes de los jesuitas), y “orgánica” por el tipo de insumos y energía utilizados128. Finalmente, a modo de resumen Popescu hace explícita la naturaleza pre-capitalista de la economía misionera, resalta el cuño institucional que denomina “aristocrático” – que es diferente del esclavista y del señorial- y remarca la orientación altruista de la elite dominante.

La perspectiva sombartiana de Popescu puede ser criticada por estática y abstracta, pero la utilización del modelo en cuestión pretende justamente abstraer los rasgos principales de una economía y ofrecer lo que hoy llamaríamos una versión estilizada, despojada de sus variantes temporales y espaciales, del caso. En este sentido debe reconocerse que las tres dimensiones del modelo de Sombart, es decir la racionalidad, las instituciones y la tecnología, son aún hoy los tres grandes aspectos característicos que ninguna historiografía económica ha podido soslayar a la hora de pensar cualquier economía del pasado. La perspectiva estática de la obra del rumano no profundizó, sin embargo, en algunas cuestiones que quedaron pendientes: la relación de la economía misionera con el conjunto de la economía rioplatense y las razones del auge y la decadencia de la misma.

Un aporte sobre el mismo asunto, aunque formulado sobre bases teóricas y metodológicas diferentes, fue presentado por Juan Carlos Garavaglia durante la década de 1970129. Allí analiza el funcionamiento económico de las sociedades guaranizadas rioplatenses, que habría regido en territorios hoy comprendidos en Paraguay, el estado brasileño de Paraná, la Mesopotamia argentina, parte del Chaco, y los departamentos al norte del Río Negro en Uruguay. El trabajo tiene un enfoque teórico y metodológico que podríamos denominar marxista-estructuralista; lo primero por la apelación a categorías conceptuales del marxismo clásico (modo de producción) y californiano (excedente en el sentido de Paul Baran); lo segundo por una secuencia analítica claramente organizada en torno a una instancia sincrónica y otra diacrónica a la manera del estructuralismo fundacional de Saussure130.

En este marco, el autor define a la economía misionera como un modo de producción subsidiario, en un sentido teórico muy preciso: considera que “las formaciones económico

126 Ibid. Pág. 102-149.

127 Ibid. Pág. 149.

128 Ibid. Pág. 159-180.

129 Juan Carlos Garavaglia, "Un modo de producción subsidiario: La organización económica de las comunidades guaranizadas durante los siglos XVII-XVIII en la formación regional altoperuana-rioplatense," Cuadernos de Pasado y Presente 40 (1982-b). La edición original de este trabajo es de 1973.

130 Ibid.

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sociales coloniales no tendrían un modo de producción hegemónico en el sentido ‘clásico’ de Marx, porque en última instancia el dominio del sistema es exterior al espacio dominado”131. Modo de producción hegemónico sería aquel que da sentido a todo el sistema, y si hay algo que da sentido a los espacios coloniales latinoamericanos, afirma, “es la relación colonial y no tal o cual modo de producción nativo”132. Así, un modo de producción principal sería aquél relativamente estable y difundido, que es responsable de la mayor producción de una región en volumen, y que actúa como motor de las fluctuaciones económicas de toda una región, sin que por ello signifique que es hegemónico en el sentido anterior de la palabra. La idea esencial que se quiere trasmitir con esta diferenciación conceptual es que “las formaciones sociales coloniales serían formaciones sociales no consolidadas, en las cuales coexistirían diversos modos de producción, combinados unos con otros en una cierta relación jerárquica”133. En América meridional el modo de producción principal habría estado definido por la producción potosina, mientras que la economía misionera habría configurado un modo de producción jerárquicamente sometido a ésta.

Los rasgos centrales del modo de producción de los pueblos misioneros son la vida en comunidad y la apropiación del excedente por parte de una institución superior que organiza y explota el trabajo de los indios aldeanos134. En este marco, el autor distingue una variante que denomina “pura”, que refiere a los pueblos administrados por la Compañía de Jesús, y otra que denomina “bastardeada”, que es la que rigió en pueblos administrados o bien por sacerdotes no jesuitas, o bien por administradores civiles en la segunda mitad del siglo XVIII .

En la versión “pura” la comunidad aldeana es la unidad económica básica. Dentro de cada aldea existe división del trabajo, y la mayor parte de lo que se consume se produce dentro de la comunidad aldeana. Esta condición de suficiencia de cada pueblo no debe confundirse con autarquía: la mayor parte de la producción de las reducciones, dejando a un lado los intercambios entre éstas, se dirigía a los Oficios de la Compañía, ubicados en Buenos Aires, Santa Fe y Asunción, donde los procuradores de la Compañía se ocupaban de venderla a mercaderes intermediarios o detallistas135. Cada comunidad se organiza en torno a un Padre que funciona como organizador de la producción, secundado por una élite india que participa en las tareas de conducción, aunque subordinada a la autoridad del sacerdote blanco. La Compañía de Jesús se apropia del excedente económico generado por los trabajadores indígenas, al apropiarse de las ganancias producidas por la realización de la producción excedente. El usufructo de la tierra sólo se permitía a quienes forman parte de la comunidad aldeana. La coacción extra-económica garantizaba la realización del trabajo adicional al necesario para la supervivencia. Esta tomaba la forma de la violencia física o cultural, mediante las numerosas operaciones de aculturación que llevaron a cabo los misioneros. El excedente se destinaba eventualmente a la subsistencia de un segmento de los productores directos, y a la comercialización fuera de la comunidad, mediante una vasta red comercial articulada en torno a los Oficios136 .

131 Ibid. Pág. 14

132 Ibídem.

133 Ibídem.

134 Garavaglia, "Un modo de producción subsidiario: La organización económica de las comunidades guaranizadas durante los siglos XVII-XVIII en la formación regional altoperuana-rioplatense," Pág. 162.

135 Ibid. Pág. 163.

136 Ibid. Págs. 164-165.

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La versión “bastardeada” se diferencia de la versión “pura” en que el sacerdote jesuita ha sido sustituido o bien por un religioso de otra orden, o bien por un administrador laico que canaliza los excedentes de producción a través del mercado de bienes agrarios. Sin embargo, una diferencia adicional fundamental es que en estas experiencias la mano de obra indígena, además de orientarse a la producción agraria comunal se orientó adicionalmente hacia la encomienda y hacia los trabajos públicos. Así, el cuerpo de organizadores de la producción (el administrador de la reducción, el encomendero y el gobernador) en estos pueblos era más heterogéneo que en el caso anterior, y por lo tanto los conflictos entre sus miembros eran un rasgo característico de sus procesos sociales. Del mismo modo, por estar los tiempos de trabajo aun más compartimentados que en el caso anterior -aquí, al tiempo de trabajo en el abambaé y el tupambaé debe sumarse el trabajo para el encomendero y para las autoridades estatales- la coerción extra-económica fue igualmente necesaria, con la singularidad de que habría adoptado versiones más brutales. Finalmente, aquí la élite indígena que secundaba a los organizadores de la producción habría tenido un desarrollo y una importancia mayores, cobrando relevancia las figuras del cacique Don, frecuentemente encargado de las prestaciones por encomienda, y del cabildo indígena, institución que posiblemente haya tenido más autonomía que bajo la administración jesuita137.

En síntesis, este trabajo de Garavaglia puso en el centro de la cuestión dos asuntos: las formas de apropiación del excedente y la relación entre la economía misionera y el resto de la economía regional. La noción de modo de producción subsidiario parece querer subrayar la intuición de que la dinámica económica misionera se acompasaba a otro potente motor de crecimiento como era la economía potosina, y que sólo a la luz de una perspectiva integradora podrían comprenderse mejor su lógica interna y su devenir.

Algunas de estas ideas fueron retomadas en un análisis posterior, por cierto mucho más ambicioso, del mismo autor sobre el mismo tema138. Las contribuciones de este segundo trabajo son numerosas, en este resumen serán destacadas únicamente aquellas que resultan fundamentales para este trabajo.

En primer lugar, el autor interpreta el fenómeno de las reducciones como parte de una estrategia que denomina centrípeta hacia la mano de obra indígena en el mundo colonial.

Afirma que durante la Colonia se conocieron dos movimientos contradictorios frente a las comunidades indígenas, que denomina respectivamente “centrífugo” y “centrípeto”. Esencialmente, el primero de ellos representa aquellas estrategias de utilización de la mano de obra indígena que no garantizaban su reproducción. Como ejemplo deben recordarse las “sacas” de indígenas; el yanaconazgo re-utilizado por los conquistadores blancos y todas las formas de apropiación del trabajo indio que implicaron dosis de violencia extrema. En cambio serían estrategias centrípetas aquellas que tendieron a preservar la reproducción de la fuerza indígena de trabajo y por lo tanto su continuidad. Así, el objetivo central de la estrategia centrípeta era garantizar la reproducción de la población activa indígena, por medio de asegurar niveles de subsistencia tales que se evitara la extinción más o menos inmediata del grupo. Encomenderos, Iglesia y Estado son los grandes sujetos sociales que encarnaron ambos tipos de estrategias en diferentes regiones americanas en función de un amplio conjunto de variables139. En este contexto,

137 Ibid. Pág. 165-168.

138 Juan Carlos Garavaglia, "Las misiones jesuíticas: Utopía y realidad," en Economía, sociedad y Regiones, ed. Juan Carlos Garavaglia ( Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 1987-b).

139 Ibid. Pág. 123.

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las primeras reducciones de la región paraguaya, fundadas por los franciscanos en 1579-1580, constituyeron una respuesta a la resistencia de las etnias nativas que sobrevino tras unas décadas de implantado el sistema de encomiendas en el Paraguay en 1555, e inauguran en el Cono Sur el movimiento “centrípeto”. La estrategia de formar pueblos de indios para tener un control más eficaz de la mano de obra nativa había sido impulsada por la Corona en las Leyes de Burgos, y en el Virreinato de Perú esta política estaba siendo impulsada por el Virrey Toledo para con la población indígena del Incanato que no vivía en las grandes ciudades de aquél, configurando lo que hoy llamaríamos población rural dispersa140.

Así, cuando ocurre la primera fundación jesuita del Paraguay (San Ignacio del Paraná, en 1610) ya existen una veintena de pueblos y reducciones de indios que apuntaban en la dirección “conservacionista” del trabajo indígena. De cualquier manera, es posible establecer una distinción fundamental entre los pueblos de clérigos y franciscanos por un lado, y las reducciones jesuitas, en función de su relación con el encomendero: en el primer caso los sacerdotes o frailes son en la generalidad de los casos un personero del encomendero, investidos de autoridad religiosa; en el segundo se asiste, por el contrario, a una progresiva autonomización del pueblo misionero respecto de los intereses económicos y políticos locales141.

En segundo lugar, el autor enfatiza la fuerte inserción de la economía misionera en el conjunto regional. Señala su discrepancia con toda una tradición historiográfica que ha insistido secularmente en presentar la experiencia de las misiones jesuitas en el Río de la Plata como un enclave económico, político y jurídico totalmente autónomo del resto del mundo colonial, basándose en algunas condiciones peculiares que regularon su existencia, como la exclusión de habitantes españoles, su autonomía económica, y la exclusión del pago del tributo durante muchos años142. Sostiene que las misiones fueron definiendo en el tiempo un estatuto singular, tal que permitió a la Compañía regular los modos y las formas de inserción del conjunto de pueblos misioneros en la red económica y social del mundo colonial. La primera situación de excepción la logaron los jesuitas al comenzar su acción misionera, al obtener que los indios reducidos por la Compañía fueran exceptuados de la encomienda. La exoneración del tributo, en cambio, fue una situación de excepción concedida originalmente por diez años, que dio lugar a una larga batalla legal culminada entre 1660-1680, cuando la Compañía acordó el pago de un tributo de un peso por cada indio de entre 18 y 50 años, a cambio del permiso para traficar en la región la yerba mate y otros productos, actividad destinada a solventar el “costo fiscal” de las misiones, y del cumplimiento de numerosos servicios públicos, que en lo sucesivo los guaraníes reducidos por los jesuitas atenderían en incontables ocasiones143. Ambos aspectos contribuyeron a insertar a los pueblos misioneros en el corazón de la dinámica económica de la región potosino-platense por medio del comercio a gran escala de bienes agrarios y de la provisión de mano de obra para la acción estatal de control y apropiación del territorio. Finalmente, un aspecto singular de la experiencia misionera ha sido el derecho a tener una estructura militar propia, autónoma de los poderes políticos locales, que le fuera concedida por la autoridad real. Garavaglia sostiene que la milicia misionera es fruto de un reciclado de viejas prácticas culturales guaraníes de carácter bélico puestas por la Compañía de Jesús al servicio de un cristianismo militante. Lo cierto es que las milicias

140 Ibid. Pág. 124-125.

141 Ibid. Pág. 127.

142 Ibid. Pág. 140.

143 Ibid. Pág. 141.

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misioneras jugaron un papel fundamental en los conflictos políticos de la región, participando en enfrentamientos contra los bandeirantes paulistas, contra los encomenderos sublevados, contra los soldados portugueses que penetraban por el sur, y contra todas las tribus “infieles” del territorio144.

El autor señala que en la primera mitad del siglo XVIII la situación económica de las reducciones jesuíticas era “floreciente”, y que el peso de los Oficios de Santa Fe y Buenos Aires en la economía regional era muy grande; para dar un orden de magnitud de esta riqueza presenta volúmenes anuales de distintos bienes (yerba mate, lienzos, tabaco, azúcar, cueros, pabilo y algodón) remitidos a los Oficios desde las reducciones en las década de 1730 y de 1750; lamentablemente el significado de estas magnitudes no es evidente por la ausencia de cifras similares de producción de otros espacios económicos regionales para comparar145. Su análisis del comercio de cada uno de los productos misioneros principales, en cambio, es extraordinariamente elocuente.

El principal producto que los pueblos misioneros vendían en el mercado interno colonial era la yerba mate, una hierba originalmente de uso ritual entre los guaraníes, cuyo cultivo comenzó a cobrar importancia en la década de 1620, hasta que una Real Cédula de 1645 otorgó a los jesuitas el derecho a operar regularmente en su tráfico. Resoluciones legales posteriores limitaron la cuota jesuita en el mercado a un volumen de 12.000 arrobas anuales remitidas a los oficios. Así, hacia fines del siglo XVII había quedado definida la estructura de la oferta del mercado de yerba mate, con un polo productor de naturaleza misionero- jesuita y otro polo productor de carácter privado, con centro en Asunción. Éste era en verdad el núcleo poderoso del mercado, con una producción del orden de las 20.000 a 40.000 arrobas anuales. Pese a su menor volumen, la producción jesuita de yerba mate gozaba de una ventaja competitiva sobre los otros productores, porque ser la única de tipo kaa-mirí (del guaraní kaa: planta y mirí: pequeña; castellanizada como caaminí), un producto de elaboración más refinada que la vulgar yerba de palos de los paraguayos, y por lo tanto de precio más alto así como de una menor elasticidad – precio. Los pueblos misioneros llegaron a controlar, en valor, entre el 20 y el 30% del mercado de la yerba mate en Santa Fe y Buenos Aires146.

El segundo producto en importancia, en el intercambio con el exterior del mundo misionero eran los lienzos de algodón. El hilado doméstico era una práctica corriente en toda la región altoperuano-platense, donde se organizaba como una especie de cottage-industry con participación de un agente externo proveedor de la materia prima, y mano de obra indígena femenina. Pero en las reducciones jesuitas, sin embargo, el hilado doméstico pasó a ser manufacturado en los talleres comunales y adquirió otro carácter: la producción, así, integraba el tupambaé y se destinaba al reparto redistributivo. Ya en la década de 1632 los tejidos de algodón generaban saldos exportables (se menciona la posibilidad de pagar el tributo con este bien) y en el siglo XVIII, cuando la demanda de textiles ha aumentado vigorosamente en la región platense por el crecimiento demográfico de Buenos Aires, la oferta de las misiones jesuíticas representaba entre el 60 y el 90% del los lienzos de algodón transados en el litoral147.

144 Ibid. Pág. 143-145.

145 Ibid. Cuadros 1 y 2 de la pág. 162.

146 Ibid. Pág. 162-163.

147 Ibid. Pág. 164.

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Un tercer bien de importancia son los cueros al pelo148, estimulados poderosamente luego de los asientos ingleses y franceses de comienzos del siglo XVIII. En la década de 1750 los pueblos misioneros eran responsables del 10% del total de los cueros exportados a Europa por Buenos Aires. A estos bienes se agregan la producción de azúcar (el 30-60% del mercado de Buenos Aires en el siglo XVIII) y el tabaco (15 a 30% del mercado de Buenos Aires en la misma época) 149. Una conclusión se impone después de esta caracterización: “el carácter altamente competitivo de los Oficios [misioneros] frente a la producción de otros sectores de la vida económica regional en todos sus rubros, sumado a la lucha (…) por el control de la fuerza de trabajo que produce esos mismos artículos, es el que funda los 150 años de desencuentros y enfrentamientos entre los colonos y las reducciones150”.

Finalmente, este trabajo introduce un análisis regional del complejo misionero que es una novedad metodológica con importantes consecuencias analíticas para este trabajo. Los estudios que enfatizan los aspectos comunes de la economía misionera habían obviado importantes diferencias de especialización regional entre los numerosos pueblos que la componían, y simplificado un funcionamiento económico en verdad complejo. Tomando en cuenta el producto principal enviado por cada pueblo a los oficios, en el período 1731-1767 (Oficio de Buenos Aires) y 1730-1745 (Oficio de Santa Fe), Garavaglia identificó cuatro (sub) regiones económicas entre los 30 pueblos misioneros151.

La Región 1, identificada como de predominio del algodón, comprende los pueblos de Mártires, Santa María, San Javier, Apóstoles, Concepción, San Nicolás, San Luis, Santo Ángel, San Lorenzo y San Miguel, todos ellos ubicados en la cuenca del Alto Uruguay sobre ambos márgenes, desde el límite sur del macizo de Brasilia sobre el río Aguapey hasta las estribaciones de la Cuchilla Grande, esta última en actual territorio brasileño152. Del valor total de la producción enviada a los oficios de la Compañía en los períodos señalados, los lienzos de algodón representaron el 52%, la yerba mate el 42%, el tabaco el 5% y los cueros un 1%. La participación de la Región 1 en el total del valor enviado por los pueblos a los oficios en los períodos indicados, fue de un 34%153.

La Región 2, identificada como de predominio de la yerba mate, comprende los pueblos de San Cosme, Jesús, Trinidad, Candelaria, Corpus, Loreto, Itapuá, San Ignacio Miní y Santa Ana, todos ellos ubicados a ambos márgenes del río Paraná entre las grandes islas de Apipé y Yacyretá y la garganta previa a la desembocadura del río Iguazú (169). Aquí la yerba predomina absolutamente, representando un 73% del valor realizado por estos pueblos en los Oficios. Los otros productos de relevancia son los lienzos y cueros, que representan un 14% y un 10% respectivamente del valor “exportado”. El peso de esta región en el total de la economía misionera es similar al de la Región 1: un 32%154.

148 Cueros de ganado vacuno sin curtir.

149 Garavaglia, "Las misiones jesuíticas: Utopía y realidad," Pág. 165.

150 Ibid. Pág. 167. Negritas del autor.

151 La base documental del análisis regional es la contabilidad de los Oficios de Buenos Aires y de Santa Fe localizada en el Archivo General de la Nación (Buenos Aires). No se ha podido reconocer la utilización de esta fuente en ninguno de los estudios anteriores.

152 Garavaglia, "Las misiones jesuíticas: Utopía y realidad," Pág. 168.

153 Ibid. Pág. 169.

154 Ibid. Pág. 169-170.

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La Región 3, identificada como de transición entre la yerba mate y el algodón, comprende los pueblos de Santo Tomé, San Borja, La Cruz , San José y San Carlos y según el autor, es la que tiene menos “personalidad” propia. Del total del valor de sus exportaciones, casi el 60% lo produce la yerba mate y casi el 40% los lienzos de algodón. Su peso en el total de las exportaciones misioneras es menor, alcanzando un 12% del total del valor comercializado en los Oficios155.

La Región 4 comprende los cuatro pueblos cercanos a las ciudades paraguayas de Asunción y a Villarica del Espíritu Santo: San Ignacio Guazú, Santiago, Santa Rosa y Nuestra Señora de Fe. Estos cuatro pueblos se caracterizan por tener una antigua historia de inserción y conflicto con los agentes sociales de las ciudades paraguayas mencionadas, ya que los encomenderos asunceños mantuvieron largamente sus pretensiones sobre los indígenas reducidos y les disputaron ardientemente cada pulgada de poder económico a los jesuitas locales. Esta larga tradición conflictiva hizo que hacia la mitad del siglo XVIII los provinciales de la Orden aceptaran allí, bajo condiciones especiales de seguridad, la presencia temporal de comerciantes españoles cuya actividad principal consistió en ofrecer yerba de palos (asunceña y villena) a cambio de lienzos y vacas misioneros. Se trabó así un tráfico singular, que conectaba a la economía misionera de la yerba y el algodón con una economía paraguaya propiamente dicha, de perfil productivo muy similar, y con la cual era por lo tanto más competitiva que complementaria. En este singular intercambio los pueblos misioneros obtenían un producto en cuya producción no eran fuertes (yerba de palos) para abastecer el mercado bonaerense –donde este tipo de yerba mate era preferido pese a su rusticidad- y canalizaban parte de su excedente de lienzos de algodón. Se desconocen los términos de este intercambio, pero se sabe que durante la depresión demográfica del siglo XVII los paños de algodón aumentaron fuertemente su cotización en el mercado paraguayo. El peso de esta región en el total de las exportaciones misioneras por los Oficios es del 14% del total, pero sin dudas esta información no captura todo el valor exportado por estos pueblos, debido a que una parte imprecisa de su producción se colocaba en Asunción y Villarrica sin pasar por los Oficios156.

Por último, una región singular es la conformada por un único pueblo y su hinterland productivo: Yapeyú. La singularidad de este pueblo deriva de su neta especialización productiva en ganadería: casi el 70% del valor de sus “exportaciones” a los oficios proviene del cuero al pelo, y el restante 30% proviene fundamentalmente de la yerba mate, con aportes de lienzos y tabaco. Yapeyú en esta etapa representa el buen suceso de la ganadería misionera en sus años dorados. El hecho de que su producción represente el 8% de las exportaciones misioneras a los Oficios señala su gran peso específico en el contexto de los 30 pueblos157.

Para finalizar con relación a este aporte, este trabajo tiene el mérito central de haber sumado el espacio misionero jesuita a una visión global sobre la economía de la región platense. No casualmente el trabajo vio la luz en un libro que reúne cuatro artículos sobre el conjunto regional y que resulta de consulta obligada cuando se quiere tener una visión integral de los componentes no mineros del espacio peruano-platense158.

155 Ibid. Pág. 172.

156 Ibid. Pág. 172-173.

157 Ibid. Pág. 173-174.

158 Garavaglia, Economía, sociedad, regiones.

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Un trabajo del especialista jesuita Carbonell agrega elementos de interés sobre la etapa en que la economía misionera cobró sus rasgos definitivos, entre 1730-1767159. Según el autor, una nueva tecnología agraria – diferente de la europea y de la americana de origen- habría nacido para conciliar la disponibilidad de recursos humanos y organizacionales con la necesidad de una explotación adecuada de los recursos naturales. Considera que la producción ganadera y la producción de yerba mate constituyeron los dos procesos tecnológicos claves que ampliaron la capacidad productiva del conglomerado. De su análisis sobre la producción ganadera misionera deben recordarse tres ideas centrales: a) la observación de que resultaba imposible mantener la práctica del barbecho forestal como técnica principal en un contexto de población creciente160; b) la importante interacción del sistema ganadero misionero con otros enclaves ganaderos de la macro-región platense161; y c) la reconstrucción del proceso de gestación de un vasto sistema de producción de carne sobre un área de proporciones considerables, bajo formas nuevas de organización de la producción y ordenamiento del territorio162. Aunque los hechos reconstruidos aquí no son nuevos y habían sido, en algunos casos, extensamente analizados por autores de la primera mitad del siglo XX, si bien de manera dispersa y fragmentaria, en este trabajo se aprecia mejor la condición de complejo articulado de la economía agraria misionera, así como los componentes tecnológicos de la diversificación productiva.

Un aporte adicional este trabajo es un estudio de la contabilidad de los Oficios de Buenos Aires y Santa Fe. Tras historiar el surgimiento de las reglas contables y de administración en el mundo misionero jesuita, se presenta un análisis técnico de los libros que forman el sistema de registro contable jesuita, sobre los procedimientos de registración y sobre las posibilidades de esta información para conocer la estructura da activos y pasivos de los Oficios163. Finalmente, el trabajo incluye un apéndice documental donde se presentan los datos anuales del “Debe”, el “Haber” y el saldo de cada uno de los pueblos tal como los registraron los oficios de Santa Fe (entre 1731 y 1745) y Buenos Aires (1731-1763)164. Aunque la obra comentada no hace un aprovechamiento de esta fuente acorde al esfuerzo de recopilarla, hasta entonces no se había hecho la publicación de esta información seriada.

3. 3. 2. EL DESEMPEÑO DE LA ECONOMÍA MISIONERA

La noción de que la economía misionera sufrió transformaciones radicales después de la expulsión de los jesuitas es un consenso entre los estudiosos del tema. Algunos autores intentaron precisar los cambios ocurridos, sus orígenes, su dirección, y en algún caso, sus efectos sobre el conjunto regional.

Garavaglia apuntó en esa dirección cuando estableció la existencia de las modalidades “pura” y “bastardeada” de economía misionera. El autor señaló que la expulsión de la Compañía de Jesús del imperio español en 1768 había abierto una nueva etapa en la

159 Rafael Carbonell, Estrategias de desarrollo rural en los pueblos guaraníes (1609-1767) (Barcelona: Antoni Bosch, 1992).

160 Ibid. Pág. 141-142.

161 Ibid. Pág. 118-124.

162 Ibid. Pág. 147-153.

163 Ibid. Pág. 233-266.

164 Ibid. Pág. 333-354.

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trayectoria de la economía misionera, por cuanto se operará durante los siguientes cincuenta años una profunda transformación de los mecanismos esenciales de la versión “pura” que conducirán a hacer efectivo el predominio del capital mercantil y sus aliados regionales sobre la economía de los pueblos misioneros165.

Este proceso habría tenido dos instancias fundamentales: una de ellas es la transformación institucional que resultó de la sustitución de los organizadores jesuitas por administradores civiles o seglares vinculados al poder político y comercial de las principales ciudades rioplatenses, así como la sustitución de la red de Oficios por la Administración General de Misiones, con asiento en Buenos Aires. La otra instancia fue la lucha inter-imperial ibérica por el control de la frontera americana meridional, que influyó crucialmente en el destino de los pueblos misioneros antes y después de la expulsión de la Compañía166. El autor concluye que:

“nos encontramos ante un hecho evidente, y es que con distintos ritmos va imponiéndose poco a poco desde el último cuarto del siglo XVIII en el ámbito de todas las reducciones la paulatina destrucción de las comunidades y la desapropiación del indígena por parte de un nuevo grupo de blancos, un grupo dominante que ya no tiene interés en una comunidad organizada de pueblos, sino en los brazos de indios ‘libres’ para el cumplimiento de las tareas agrícola-

ganaderas, ahora en pleno auge en una región crónicamente desprovista de hombres”167.

En opinión del autor, este proceso de dilución de la economía misionera original marchaba al compás del desarrollo del modo de producción capitalista como modo de producción hegemónico en los territorios americanos, un proceso que, sostiene, recién estaba empezando168.

Una contribución fundamental sobre los cambios experimentados por la economía misionera después de la expulsión de los jesuitas ha sido hecha por el argentino Maeder169. El trabajo asume como punto de partida que la economía misionera tuvo un mal desempeño en un período y un contexto regional donde las zonas vecinas registran procesos paralelos de “ascenso”. Su objetivo es ofrecer explicaciones a estas trayectorias contrapuestas170. Para lograrlo, en primer lugar reúne un conjunto de evidencias demográficas y económicas sobre el declive de las misiones de guaraníes entre 1768 y 1810.

La demografía de las misiones jesuíticas del Paraguay ha sido muy bien estudiada gracias a la frecuencia y regularidad de sus fuentes, calificadas como “las mejores que se conozcan en la época colonial rioplatense” en la materia171. La posibilidad de reconstruir el comportamiento demográfico de la población guaraní misionada desde 1643 hasta las primeras décadas del siglo XIX mediante recuentos regulares, permitió establecer con

165 Juan Carlos Garavaglia, "Un modo de producción subsidiario: La organización económica de las comunidades guaranizadas durante los siglos XVII-XVIII en la formación regional altoperuana-rioplatense, Pág. 169-170.

166 Ibid. Pág. 170-171.

167 Ibid. Pág. 173.

168 Ibid. Pág. 174.

169 Ernesto Maeder, Misiones del Paraguay: Conflicto y disolución de la sociedad guaraní (1768-1850) (Madrid: MAPFRE, 1992).

170 Ibid. Pág. 13.

171 Ibid. Pág. 48, Máximo Livi-Bacci y Ernesto Maeder, "The Missions of Paraguay: The Demography of an Experiment," Journal of Interdisciplinary History XXX: no. 2 (2004).

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fluidez la evolución demográfica de los pueblos. Se constató que después de la expulsión la población de los pueblos misioneros cayó desde cerca de 90.000 habitantes en 1768 a poco más de 38.000 en 1807. A lo largo de esos años las tasas de crecimiento negativo fueron cada vez mayores, es decir que la despoblación se fue haciendo cada vez más aguda a medida que pasaba el tiempo: para el conjunto de los pueblos, entre 1768-1783 el crecimiento medio anual negativo registró tasas del 23 al 32 ‰; entre 1797-1799 alcanzó la tasa negativa del 50 ‰ y entre 1801-1803 superó el 80 ‰172.

El análisis de las tasas de natalidad y mortalidad de este período mostró un empeoramiento de ambas respecto al período jesuita, que explica en parte la decadencia demográfica. Adicionalmente, un proceso sin pausa de emigración hacia territorios vecinos dispersó la población ahora ex - misionera por un vasto territorio litoraleño que iba desde Buenos Aires hasta Corrientes y desde Porto Alegre hasta Montevideo173. El fenómeno, conocido por las autoridades contemporáneas y particularmente aludido por los comentaristas ilustrados que visitaron el Río de la Plata en el período, no pudo ser frenado y echó las bases de una sociedad rural mestiza y ganadera que caracterizó al Litoral rioplatense durante el siglo XIX.

Maeder presentó una reconstrucción de las cuentas de la administración general de Misiones en el período post-jesuítico, que sobre la base de las relaciones juradas bianuales de cada administrador muestra un panorama de la evolución que tuvo el comercio de los productos misioneros en los mercados coloniales. Es notorio que el “cargo” de la Administración General, una cifra que viene dada únicamente por el valor monetario de la producción misionera realizada en los mercados coloniales, pasó de cifras superiores a los 200.000 pesos por bienio entre 1770 y 1780, a menos de 40.000 pesos por bienio en la primera década del 1800, un reducción cercana al 300%174. También es un indicio de mal funcionamiento económico el atraso generado por los pueblos en el pago del tributo y del diezmo, dos cargas fiscales en relación con las cuales los pueblos gozaban de un estatuto especial desde la época jesuita. En efecto, desde la segunda mitad del siglo XVII los pueblos guaraníes pagaban a la Corona un peso por cada indio varón de 18 a 50 años, y desde 1748 aportaban un monto fijo de 3000 pesos anuales por concepto de diezmo, pero después de la expulsión ambas obligaciones quedaron pendientes de pago por períodos prolongados. Aunque una Real Cédula de 1778 modificó el statu quo en materia de diezmos, obligando a que cada uno de los 17 pueblos que correspondían al obispado de Buenos Aires pagara 100 pesos por año en concepto de diezmo, la evidencia disponible no permite asegurar que haya hecho efectivo su cobro175. Finalmente, se relaciona con todo lo anterior el déficit presupuestal causado por la nueva estructura gubernativa civil, notoriamente más pesada y más cara que la anterior administración religiosa. En efecto, las previsiones de la Corona eran que la nueva administración se financiaría con el ingreso generado por la economía misionera: el tributo pagado por los pueblos se destinaría en parte a cubrir los sínodos de los curas nuevos, y la estructura de administradores civiles. Pero el atraso en el cumplimiento del tributo acarreó incumplimientos en el pago de los sínodos así como de los sueldos de maestros y cirujanos176.

172 Maeder, Misiones del Paraguay: Conflicto y disolución de la sociedad guaraní (1768-1850). Pág. 56.

173 Ibid. Pág. 59-65.

174 Ibid. Pág. 107.

175 Ibid. Pág. 109-117.

176 Ibid. Pág. 118-120.

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El análisis que presenta la obra de Maeder sobre la base material de los pueblos misioneros es indicativo de grandes transformaciones. Aunque el autor no presenta estimaciones de agregados macroeconómicos que den una aproximación al desempeño de la base productiva, un extenso análisis de la ganadería y la agricultura misionera del período basado en numerosos informes de administradores y otras autoridades sugieren dos procesos básicos: una pérdida de control sobre los factores de producción y una pérdida de eficiencia productiva. Lo primero es muy visible en el caso de la ganadería misionera, ya que está profusamente documentado el acelerado proceso de apropiación de las tierras y los ganados misioneros por parte de nuevos agentes rivales, especialmente por los “españoles” (propiamente tales o criollos) que progresivamente iban ocupando las áreas más vacías del Litoral rioplatense, así como por los portugueses que avanzaban cada vez más adentro del territorio español. Lo segundo es menos evidente, ya que al carecer de magnitudes sistemáticamente agregadas, la obra no presenta información conclusiva sobre la evolución que pudo haber tenido la productividad ni a nivel global ni por cultivos; se trata de una intuición derivada del mal funcionamiento general del aparato productivo misionero en el período177.

La explicación de Maeder sobre la decadencia de los pueblos misioneros se basa en una larga serie de factores encadenados. En primer lugar, los cambios institucionales derivados del pasaje a control civil habrán dado lugar a un régimen de gobierno político caracterizado por la multiplicidad de focos decisorios a menudo enfrentados en continuas disputas.

Cuando recién se produjo la expulsión de los jesuitas fueron nombrados desde Buenos Aires dos gobernadores, ambos militares, para los pueblos misioneros. Cada uno de ellos tendría mando sobre los pueblos del río Uruguay y del río Paraná, respectivamente. Pero muy pronto este esquema no funcionó y en 1769 se pasó a otro sistema, donde un gobernador único para todos los pueblos actuaría con ayuda de tres tenientes, cada uno de los cuales tendría jurisdicción sobre un sub-conjunto de pueblos. Así, el territorio misionero y sus habitantes no se constituyeron en provincia autónoma, sino que quedó, al igual que Montevideo -que también tenía su gobernador particular- en carácter de distrito subordinado a la autoridad máxima de la provincia del Río de la Plata, con sede en Buenos Aires178.

Cuando en 1784 se aplicó la Ordenanza de Intendentes se planteó un problema jurisdiccional. Las intendencias tenían los mismos límites que los obispados americanos, y los pueblos misioneros estaban en territorios de dos obispados vecinos: 17 en territorios del obispado de Buenos Aires, y 13 en el del Paraguay179. Por lo tanto quedaron también bajo dependencia de dos intendencias, cada una de los cuales nombró sus respectivos tenientes gobernadores. Estos gobernadores de segundo rango tuvieron jurisdicción sobre distritos denominados “departamentos”, que agrupaban varios pueblos. Como el sistema de intendencias daba importantes facultades de gestión económica y fiscal a sus funcionarios, también contribuyó a diluir las funciones del gobernador general de los 30 pueblos, ahora sólo encargado de justicia y guerra, y al multiplicar los focos decisorios, a generar confusión y discordia entre todos ellos180. En 1800 el Virrey Avilés trató de ordenar la confusión: dispuso que en materia militar y de policía el gobernador tendría

177 Ibid. Pág. 121-168.

178 Ibid. Pág. 20-22.

179 Ibid. Pág. 30.

180 Ibid. Pág. 31-32.

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jurisdicción absoluta, con independencia de la Audiencia del Paraguay pero con apelación a la de Buenos Aires; en materia hacendística, en cambio, quedaba subordinado a ambas intendencias, según tocase de acuerdo a las jurisdicciones de cada una de ellas181.

La corona decidió crear un gobierno autónomo, separado de Buenos Aires y de Paraguay, para los pueblos misioneros en 1803, cuando ya siete pueblos del margen oriental del río Uruguay habían caído bajo control político portugués en una rápida acción militar ocurrida dos años antes. Pero la implementación efectiva de tal situación no pudo completarse antes de mayo de 1810, cuando el cabildo de Buenos Aires inició el proceso de independencia al constituir una Junta. Después de 1811 la jurisdicción de los antiguos pueblos misioneros fue uno de los tantos temas conflictivos de la agenda diplomática entre las respectivas Juntas revolucionarias de Buenos Aires y Asunción182. Como es de suponer, la gestión política y económica de las misiones bajo control civil dio lugar a la creación de una nueva burocracia que ha sido objeto de duras críticas. Maeder analizó la composición y las actuaciones del elenco político (gobernadores y tenientes encargados de departamentos) en todo el período y concluyó que se trató de una burocracia negligente y corrupta183.

En segundo lugar, el pasaje a control civil de los pueblos introdujo expresamente una lógica mercantil y de lucro en contradicción con la lógica comunal y de subsistencia que atravesaba el funcionamiento de la economía misionera. El gobernador de Buenos Aires, quien había tomado posesión de los pueblos para el control civil al momento de la expulsión, había promulgado en 1770 unas Ordenanzas para regular el comercio de los españoles con los pueblos de indios tapes y guaraníes del Paraná y Uruguay, donde declaraba la libertad general de comercio entre los indios de los pueblos y los españoles, pero donde aclaraba a renglón seguido que debido a la incapacidad e inhabilidad de los indios para hacer tratos, el intercambio quedaría en manos de figuras delegadas. Estas eran la figura de un Administrador General de los pueblos, con sede en Buenos Aires, y unos administradores particulares en cada pueblo. El primero se ocuparía básicamente de vender los productos remitidos por los pueblos en los mercados finales, y de comprar para ellos los bienes importados que le fueran encargados, tal y como lo hacían los antiguos Oficios. El administrador general recibiría una comisión del 8% sobre las ventas y del 2% sobre las compras, y quedaba ordenado a llevar una contabilidad parecida a la que se llevaba durante el período jesuita. Los administradores particulares se ocuparían de organizar y supervisar la producción a escala de cada pueblo, de las intercambios con los comerciantes locales (ahora era legal el tráfico con mercaderes de fuera de los pueblos) y de las conexiones con las sedes administrativas de Asunción, Santa Fe y Corrientes, donde el tráfico fluvial tenía escalas naturales184.

Un seguimiento detallado de las actuaciones y contabilidades de los siete administradores generales que actuaron en el período permitió reconocer enormes problemas en la gestión económica, ahora atravesada por una diversidad de intereses contrapuestos: las nuevas reglas del juego incentivaban a los administradores generales a intensificar las ventas de productos misioneros en los mercados regionales de manera centralizada, pero los comerciantes de las villas y ciudades vecinos, ahora autorizados a comerciar con los pueblos misioneros individualmente, capturaban porciones crecientes de la oferta

181 Ibid. Pág. 32-33.

182 Ibid. Pág. 34-36.

183 Ibid. Pág. 36-40.

184 Ibid. Pág. 78-82.

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misionera. Por otro lado, la búsqueda del beneficio por parte de los administradores posiblemente hizo aumentar la explotación del trabajo indígena mucho más allá de los requerimientos de la subsistencia, hecho verificado en el aumento de la cantidad de yerba comercializada, que pasó de no más de 12.000 arrobas durante la época jesuita a un promedio cercano a las 30.000 en esta etapa, y en la caída en la calidad de vida de los indios reducidos, que se habría expresado en una mayor mortalidad y emigración. Como resultado, los intercambios tanto entre pueblos como de los pueblos con el “resto del mundo” siguieron fuertemente centralizados, sólo que ahora en manos de una red de administradores con mayor heterogeneidad ideológica y moral que el elenco jesuita, expuesta a numerosas oportunidades para la obtención de rentas personales. Finalmente, hay numerosos indicios de que la corrupción y el favoritismo de los administradores, tanto locales como generales, eran moneda corriente185.

En tercer lugar, los continuados conflictos limítrofes entre las coronas portuguesa y española durante el período pusieron una nota de constante inseguridad en la vida de los pueblos. Como las fuerzas españolas habían ocupado desde 1763 todo el territorio de Rio Grande al sur del río Jacui, las autoridades políticas y militares de Buenos Aires debieron hacer grandes esfuerzos por sostener el dominio español en ese terreno durante toda la década. Finalmente los portugueses lograron recuperar control del territorio riograndense y desalojar a los españoles de San Pedro de Rio Grande en 1776, y aunque el primer virrey del Río de la Plata estuvo a punto de recuperar posiciones en 1777, el Tratado de San Ildefonso firmado en los últimos meses del año entre ambas coronas ibéricas puso fin al conflicto y acordó la demarcación de una nueva frontera en cuyo trazado la totalidad de los pueblos misioneros permanecían en territorio español. La demarcación comenzó en 1784 pero tuvo un trámite extremadamente lento e incierto; al comenzar el nuevo siglo no habían podido efectivizarse las marcas. En 1801, en el marco de una breve guerra entre España y Portugal a consecuencia de presiones de Napoleón sobre la primera, un grupo de aventureros liderados por un jefe militar portugués ocupó las guardias del pueblo de San Miguel y en pocas semanas controló los siete pueblos del departamento del mismo nombre, ubicados al este del río Uruguay. Las tropas militares españolas no lograron recuperar el área y se hizo efectivo, de ese modo, un corrimiento de la frontera inter-imperial a favor de los portugueses que futuros sucesos harían definitivo186.

La tesis de Julia Sarreal es el más reciente de los aportes sobre las causas de la decadencia misionera187. El argumento de la tesis es que la disolución de las antiguas misiones jesuíticas, y la definitiva incorporación de sus habitantes a las áreas rioplatenses en expansión, se enmarcan en los procesos de globalización y modernización que tuvieron lugar en la segunda mitad del siglo XVIII. En relación con los objetivos de este trabajo, la tesis comentada hace tres aportes importantes:

a) Presenta nuevos indicadores de la evolución de la economía misionera entre 1730-1806. Con base en las cuentas de la Administración General de las Misiones y de los administradores particulares de los pueblos, la autora amplió y mejoró la información cuantitativa disponible sobre la evolución del ingreso generado por los bienes transables de la economía misionera, que presentó en términos absolutos y per cápita para el período 1731-

185 Ibid. Pág- 82-104.

186 Ibid. 205-221.

187 Julia Sarreal, "Globalization and the Guarani: From Missions to Modernization in the Eighteenth Century", (Harvard, 2009).

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1801188. Asimismo, se ofrecen estimaciones de las cantidades y precios de las ventas anuales de los principales productos exportados por la economía misionera: yerba y textiles entre 1731-1806189.

b) Estudia la composición y los montos de productos básicos auto-consumidos en tres pueblos en un arco temporal que va desde 1770 a 1800, con base en las cuentas particulares de los pueblos San Juan Bautista, Concepción y la Cruz. El ejercicio le permite conocer con detalle la canasta de bienes básicos que formaban parte del sistema de provisión comunal de alimentos y textiles, y verificar importantes cambios entre el período jesuita y el post-jesuita. Así, las cantidades por habitante de yerba, tejidos de algodón y tejidos de lana consumidos muestran una caída considerable en el período post-jesuita, mientras que las cantidades de carne aumentan190.

c) Muestra el importante papel del pueblo de Yapeyú en el boom exportador del último cuarto del siglo XIX. Las estimaciones del ingreso por transables de cada pueblo mostraron que entre 1770 y 1806, es decir durante prácticamente todo el período de la administración civil de los pueblos, el ingreso de Yapeyú representó el 41% del total de las ventas de todo el conglomerado misionero191. Las cuentas del pueblo revelan que las ganancias extraordinarias de Yapeyú durante ese período se deben a la producción de cueros para el comercio atlántico, en pleno boom exportador. El análisis muestra los motivos y las formas por los cuales Yapeyú hizo una transición desde su condición de principal proveedor de carne para el consumo misionero, a principal exportador de cueros de la cuenca platense. Incluye un exhaustivo estudio económico de las faenas de cuero de Yapeyú que no tiene antecedentes en la historiografía rioplatense sobre el comercio exportador de cueros del período borbónico. Demuestra que la riqueza del negocio del cuero no evitó la ruina económica de Yapeyú ni su despoblamiento, así como la imposibilidad de Yapeyú de hacer efectivos sus derechos de propiedad sobre los ganados de sus extensas estancias entre el río Uruguay y el Río Negro192.

Finalmente, la tesis presenta una interpretación adicional del declive de la economía misionera después de la expulsión de los jesuitas al enmarcarlo en dos procesos complementarios: uno de globalización y otro de modernización. En efecto, el trabajo concluye que el proceso de apertura comercial que experimentó el Río de la Plata a partir de las reformas de Carlos III disparó un proceso de integración de los mercados americanos con los europeos que acarreó “expansión económica, crecimiento demográfico y una mayor integración socio – cultural con España193” para el Río de la Plata. En el mismo momento en que se desarrollaba ese proceso, el reformismo borbónico introducía un cambio en la valoración de las misiones como herramienta de colonización. De una política protectora que separaba a los indígenas misionados del mundo colonial se pasó a una política de integración y aculturación definitiva al mundo colonial. Aunque diferentes en

188 Ibid. Pág. 93.

189 Ibid. Pág. 96-98.

190 Ibid. Pág. 128-147.

191 Ibid. Pág. 88.

192 Ibid. Pág. 221-267 y 294-325.

193 Ibid. Pág. 7.

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su naturaleza y orígenes, ambos procesos se complementan, ya que la globalización –un proceso de integración económica, social y cultural basado en la apertura comercial- y la modernización –en el sentido de adopción generalizada de formas de vida europeas- habrían cobrado vigor durante la segunda mitad del siglo XVIII194.

3. 4. EL PAISAJE AGRARIO MONTEVIDEANO

La historiografía uruguaya ha construido una imagen de la economía agraria del período colonial que reposa en varios relatos canónicos.

Para comenzar, se construyó un relato del proceso de ocupación del espacio por parte de los europeos que habría comenzado en el siglo XVII con la fundación de Colonia do Sacramento en 1680, se continuó con la fundación de Montevideo entre 1724-1730 y se afianzó recién en la segunda mitad del siglo XVIII, con la fundación de una serie de villas y pueblos al Sur del Río Negro. El factor detonante de este proceso fue la presencia masiva del ganado vacuno silvestre, que atrajo a portugueses y españoles sobre un territorio que carecía de metales preciosos y apenas estaba habitado por tribus nómades de muy baja densidad demográfica y de nivel cultural paleolítico195. La ocupación del espacio fue un proceso transcurrido en el siglo XVII en un eje de Norte a Sur, desde Montevideo hacia lo que hoy es el interior del Uruguay, a medida que avanzaba el latifundio ganadero196. Este relato se refiere a una entidad territorial de imprecisos límites, la Banda Oriental, nombre que supuestamente habría recibido la parte española de los territorios al Este del río Uruguay y al Norte del Río de la Plata. Dejando a un lado el hecho de que no es evidente que durante el período colonial los territorios geográficamente ubicados al oriente del Uruguay hayan recibido ese nombre197, y dejando de lado el confuso asunto de los límites de la Banda Oriental, lo cierto es que el relato mencionado es válido para los territorios al sur del Río Negro, pero no para los ubicados al Norte de él. Como se vio en el apartado anterior, todo lo que hoy es la mitad Norte de la república uruguaya era territorio efectivamente apropiado, controlado y a su manera también poblado, por los pueblos misioneros desde por lo menos fines del siglo XVII, en un proceso que forma parte de las marchas y contramarchas del avance jesuita en el Alto Uruguay, un proceso del todo autónomo de la fundación de Montevideo. Contar el relato del poblamiento del territorio con inicio en la fundación de Colonia, o incluso de la reducción indígena de Villa Soriano, implica una opción por un territorio colonial imaginario que coincide con el mapa del actual estado uruguayo. Se trata de una operación de dudoso fundamento histórico, con serias consecuencias analíticas: resulta un relato blanco, tardío y sureño de los orígenes

194 Ibid. Pág. 7-11.

195 Juan Pivel Devoto, Raíces coloniales de la revolución oriental de 1811, 1ª ed. (Montevideo: Editorial Medina, 1952-a). Pág. 10. Lucía Sala de Touron, Julio Rodríguez, y Nelson De la Torre, Evolución económica de la Banda Oriental (Montevideo: Pueblos Unidos, 1967-b). Pág. 11. Julio Millot y Magdalena Bertino, Historia económica del Uruguay, vol. I (Montevideo: Fundación de Cultura Universitaria, 1991). Pág. 30. José Barrán y Benamín Nahum, Bases económicas de la revolución artiguista, 7ª ed. (Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1997 (1a. edición: 1964)). Pág. 86. Esteban F. Campal lanzó tempranamente la noción de que en la historia de la colonización de la Banda Oriental “el ganado precedió al colono”, en Esteban F. Campal, Hombres, tierra y ganados (Montevideo: Talleres Gráficos Treinta y Tres S. A, 1962). Pág. 22-24.

196 Esta idea tiene su mejor expresión en la cartografía que acompaña a: Sala de Touron, Rodríguez, y De la Torre, Evolución económica de la Banda Oriental.

197 Al respecto véase: Ariosto González, "¿Orientales o uruguayos?," Revista del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay Tomo XVII (1943).

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demográficos del Uruguay, que como se verá en el capítulo siguiente, tiene más de construcción ideológica que de verdad histórica.

Un segundo relato canónico es que el ganado vacuno silvestre no sólo fue el móvil principal de la colonización blanca del territorio, sino que propició una modalidad desordenada e imperfecta de acceso a la tierra, que dio lugar a la temprana conformación del latifundio ganadero.

La existencia del latifundio ha recibido diversas explicaciones: desde la más “económica”, que lo relaciona con la dotación relativa de factores198, hasta explicaciones que hoy podrían reportarse como institucionalistas, por su énfasis en el juego de dispositivos institucionales y relaciones sociales asimétricas que habrían dado lugar al control del principal recurso por unos pocos terratenientes199. El más minucioso y enjundioso estudio sobre el tema mostró con detalle que a partir de 1760 comenzó, primero con cierta lentitud y a partir de 1770 con creciente virulencia, un proceso de re-apropiación privada del suelo en un formato de grandes propiedades, superiores en varios múltiplos a las suertes de estancia concedidas inicialmente a los primeros colonos montevideanos. El proceso comenzó adentro mismo de la jurisdicción montevideana, haciendo más densa la ocupación del suelo en los límites menos colonizados de la misma, pero pronto desbordó sus límites en un proceso sin pausa, aunque no sin resistencias de todo tipo, que hacia 1790 ya había avanzado al otro lado del Río Negro200.

Se trataba de un latifundio de propiedad individual, ya que la única orden religiosa que tuvo haciendas en estos territorios, la Compañía de Jesús, fue expulsada en 1768 y sus haciendas fueron privatizadas. La actividad principal de estos grandes establecimientos privados, descripta en numerosos testimonios, es la obtención del cuero del ganado propio, pero sobre todo del ganado “sin dueño” que según las crónicas crecía y se multiplicaba por las praderas del lugar. Las actividades de caza del animal y obtención de su cuero y grasa, conocidas como vaquerías o faenas de corambre, han sido objeto de numerosas descripciones que subrayan su carácter depredador del stock animal, su escasa división del trabajo y su atraso tecnológico201. Pivel Devoto caracterizó con nitidez estas “estancias cimarronas”:

“Para salvar la apariencia de que la tierra había sido efectivamente ocupada, a veces [el propietario ausentista] dejaba en ella un pequeño rodeo que también servía de sebo para atraer al ganado silvestre que vagaba sin rumbo. Cuando llegaba la primavera el propietario comisionaba desde la ciudad a un capataz para que con una partida de changadores contratados al efecto, se trasladara al campo que por lo general no conocía ni de vista, a fin de realizar la matanza en gran escala del ganado alzado que encontrara, con el exclusivo objeto de extraer el cuero202”.

198 Barrán y Nahum, Bases económicas de la revolución artiguista. Guillermo Vázquez Franco, Economía y sociedad en el latifundio colonial, Colección Hernandarias (Montevideo: Forum Gráfica Editora, 1986).

199 Lucía Sala de Touron, Rodríguez, Julio y de la Torre, Nelson, Estructura económico-social de la colonia (Montevideo: Ediciones Pueblos Unidos, 1967-a).

200 Lucía Sala de Touron, Julio Rodríguez, y Nelson de la Torre, Evolución económica de la Banda Oriental (Montevideo: Ediciones Pueblos Unidos, 1967 - b).

201 Sala de Touron, Estructura económico-social de la colonia. Pág. 66-67.

202 Pivel Devoto, Raíces coloniales de la revolución oriental de 1811. Pág. 12. La noción de un latifundio “coto de caza”, sin personal fijo ni inversiones distintas de la tierra, se encuentra también

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Se trataba, así, de una explotación ganadera que no construye riqueza sino que la destruye, en definitiva, y propiciada por propietarios ausentistas que no invierten en formar rodeos ni mucho menos en deslindar y cultivar los campos, sino apenas en recoger zafralmente enormes cantidades de cueros vacunos que envían a la ciudad directamente para su exportación, “sin mayor esfuerzo, sin criar ganados, sin correr riesgos, sin pagar diezmos203”.

Este tipo de estancia vino a superponerse a otro tipo de unidad productiva ganadera, propiedades de agentes establecidos en el campo para dedicarse a la cría de animales:

“El hacendado civilizador del medio rural se afincó él con su familia, levantó su vivienda, en muchos casos verdadera atalaya, pobló la estancia con rodeo de ganado manso cuyo procreo vigilaba cuidándolo de las pestes y de la devastación de los perros cimarrones que devoraban las crías. Este estanciero colonizador, propulsor de la riqueza debió poseer la fortaleza necesaria para afrontar la soledad y la rudeza del medio expuesto a las acechanzas del bandolerismo204”.

En este punto surge lo que ha sido quizás el más canónico de los relatos historiográficos sobre el pasado colonial uruguayo: el de una dicotomía entre dos modelos de unidades productivas (estancias) ganaderas: la explotación del “hacendado rico”, propietario ausentista que apenas practica las formas más atrasadas de explotación ganadera (la extracción del cuero sin proceso alguno de cría) en una estancia primitiva, y la explotación racional de un “hacendado pobre”, poblador, civilizador, verdadero productor. Esta visión dual expresa la diferencia entre una estancia con cierto uso intensivo del capital y del trabajo, que muy pronto se dio en llamar “estancia de rodeo”, y una gran propiedad territorial donde aparentemente no había inversión ni siquiera en ganado, ya que se explotaba un ganado silvestre de forma zafral, con la única finalidad de obtención del cuero205. La dualidad de agentes, a su vez, surge de una dualidad técnica:

La técnica de la explotación ganadera se reduce a dos sistemas: la caza y el rodeo. La primera se practicó, sin apropiación de tierras, en las vaquerías características de los primeros años del siglo XVIII, y en los territorios no ocupados hasta el final del coloniaje en forma legal e ilegal. Este mismo sistema se aplicó en los campos de propiedad o posesión privada por los changadores, ya legalmente a nombre de los grandes latifundistas en sus inmensas rinconadas, ya en forma ilegal sin su autorización. El rodeo se practicó en las pequeñas, medianas e inclusive grandes estancias y en general – a medida que aumentó la faena para los saladeros- en las regiones próximas a Montevideo. Consistía en operaciones sencillas. Repetidamente descrito por los viajeros de la época, se limitaba a la reunión de porciones de ganado en un cerro o en un valle, donde se mantenía durante la noche, protegiéndolo así mejor de las fieras e impidiendo su dispersión por los campos abiertos206.

La tercera cuestión que, de acuerdo a esta corriente, singulariza la economía colonial es su orientación productiva predominantemente ganadera. En efecto, se ha insistido en que

en Sala de Touron, Estructura económico-social de la colonia (Montevideo: Ediciones Pueblos Unidos, 1967-a). Pág. 72-73 y en: Millot y Bertino, Historia económica del Uruguay. Pág. 54-55.

203 Pivel Devoto, Raíces coloniales de la revolución oriental de 1811. Pág. 12.

204 Ibid. Pág.14.

205 Esta dicotomía encuentra una versión extrema en los conceptos de “modo de producción vaquería” y “modo de producción rodeo”, propuestos en Millot y Bertino, Historia económica del Uruguay. Pág. 90-101.

206 Sala de Touron, Estructura económico-social de la colonia. Pág. 66.

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desde los orígenes en estos territorios se implantó un sistema de explotación ganadera completamente limitada al vacuno, con una participación menor del género equino y ninguna significación del ovino207. Las explicaciones más usuales de este fenómeno señalan que la demanda externa privilegiaba el cuero vacuno, la demanda interna de equinos para la producción de mulas era muy acotada (quedando el caballo sólo para transporte y, secundariamente, para explotar también su cuero) y en cuanto al ovino, se ha señalado que no se consumía su carne, su leche ni su lana208. En cuanto a la relación entre ganadería y agricultura, tradicionalmente la historiografía uruguaya ha marcado un importante contraste entre el desarrollo ganadero y el agrícola desde el período colonial. La bibliografía sobre el período colonial ha tendido a analizar el desarrollo agrícola pre-moderno en comparación con el ganadero, y por lo tanto, a destacar su pequeñez y debilidad209. Aunque no se conocen estimaciones seriadas de la producción del período colonial, se tiene la idea de que durante el período de dominación española habría ocurrido un desarrollo agrícola acotado a las chacras de la jurisdicción de Montevideo y de la zona litoral-suroeste, entonces de la jurisdicción de Buenos Aires, donde la densidad de población era notoriamente mayor que en el norte, centro y este del actual territorio uruguayo. Aunque esta agricultura permitía ocasionalmente exportaciones de trigo y harina, la ausencia de una tradición agrícola indígena, la escasez de mano de obra en contraste con la abundancia de ganado, la virtual inexistencia de mercados internos (por la baja densidad demográfica y porque “en el campo no se consumía pan ni galleta”) han sido señalados como explicaciones posibles del escaso desarrollo agrícola de la Banda Oriental en mayor escala210.

La visión establecida señala que siendo el cuero el principal producto de la ganadería antigua, se estableció desde los orígenes un circuito básico de comercialización que conducía este fruto a las principales ciudades-puerto, donde era acopiado y exportado. Estos circuitos se reforzaban por el hecho de que los tenedores del capital mercantil -comerciantes monopolistas- eran los dueños de los grandes latifundios, quedando el circuito completo de producción y exportación del cuero en las manos de unos mismos dueños, inhibiendo eventuales “derrames” de valor por la creación de infraestructuras adyacentes de comercialización y financiación. El escaso valor de cambio del cuero, en un entorno donde cualquiera podía “voltear” una res para consumo propio, restringía la comercialización interna del producto principal tanto como de los subproductos de menor valor: la grasa y sus derivados. La producción de carne salada, iniciada en 1785 fuera de la jurisdicción pero en la misma banda del Río de la Plata, también se orientó a la exportación reforzando la vocación ultramarina de la ganadería latifundista. La producción agrícola, menor que la ganadera y subsidiaria del capital urbano a través de las rentas pagadas a molineros y panaderos, orientaba sus oscilantes excedentes a las ciudades, sobre todo a Montevideo, donde el Apostadero Naval y la mayor concentración de población constituían un mercado seguro. Los mercados interiores en esta lectura eran, así, doblemente exiguos: una demanda atónica por la baja densidad de población y por el

207 Campal, Hombres, tierra y ganados.

208 Juan Pivel Devoto, Raíces coloniales de la revolución oriental de 1811 (Montevideo: Editorial

Medina, 1957). Pág. 13-17 y Sala de Touron, Estructura económico-social de la colonia. Pág. 66-67.

209 Ningún autor negó la existencia de la agricultura, pero prevaleció una tendencia a minimizarla por comparación con la importancia de la ganadería y a enfatizar su condición de subordinación respecto de la primera.

210 Véanse: Sala de Touron, Estructura económico-social de la colonia. Millot y Bertino, Historia económica del Uruguay.

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predominio de formas incompletas de salario rural, se enfrentaba con una oferta escasamente diversificada y conducida –con cierta atrofia primigenia- por unos canales de circulación de orientación urbano-portuaria211.

Finalmente, el saber establecido brinda un cuadro muy completo de la estructura social agraria. Entre los poseedores de recursos productivos, los “hacendados” (ganaderos) constituyen un segmento fundamental y con niveles importantes de diferenciación según el tamaño de sus explotaciones. Mientras un grupo formado por los dueños de establecimientos más grandes, se vincula por lazos de familia y por negocios a los comerciantes y saladeristas, los poseedores de establecimientos menores carecen de las mismas oportunidades para la acumulación 212. Los agricultores también eran un grupo diferenciado, no sólo por el tamaño de sus explotaciones sino según su forma de acceso a la tierra. Tenían menor poder relativo que los hacendados, por “no estar ligados a la rama fundamental de la producción213”, y casi siempre se veían subordinados al capital comercial por su dependencia de los molineros/panaderos, si bien los más prósperos reunían ellos mismos la condición de comerciantes y/o molineros214. Entre quienes no poseen tierra ni otros recursos productivos, su condición varía según las condiciones técnicas en las que se realiza la ganadería y la agricultura.

La visión establecida señala que inicialmente el sistema de explotación ganadera mediante vaquerías habría requerido un tipo de trabajador jurídicamente libre, trashumante, esporádico, con importantes requerimientos en materia de fortaleza y destreza físicas, que ha sido asociado a la mítica figura del gaucho, un tipo racial y culturalmente mestizo identificado con la figura del changador215.

En general la bibliografía ha hecho énfasis en esta condición trashumante y temporal del trabajador rural de las vaquerías, señalando que en los períodos inter-zafrales este changador, que luego será llamado gaucho, no trabajaba, ya que la mala especificación de derechos de propiedad sobre tierras y ganados en aquel medio rural les permitía acceder a estos recursos productivos sin necesidad de someterse a ningún tipo de prestaciones fijas216. Algunos autores han incluso afirmado que la abundancia y accesibilidad de recursos productivos inhibieron la formación de una verdadera economía, y que “aquellos hombres (los habitantes rurales) no estaban en lucha con la naturaleza, más bien eran parte de ella”217.

211 Sala de Touron, Estructura económico-social de la colonia. Pág. 65-84.

212 Ibid. Pág. 113-116.

213 Ibid. Pág. 131.

214 Ibid. 131-135.

215 Pivel Devoto, Raíces coloniales de la revolución oriental de 1811. Pág. 17. Sala de Touron, Estructura económico-social de la colonia. Pág. 151. Sobre los orígenes del gaucho véanse: Campal, Hombres, tierra y g ganados, Emilio Coni, Historia de las vaquerías del Río de la Plata (Buenos Aires: Librería Platero, 1979). Fernando Assunçao, El gaucho. Su espacio y su tiempo (Montevideo: Arca, 1969).

216 Sala de Touron, Estructura económico-social de la colonia. Pág. 151. Campal, Hombres, tierra y ganados. Pág. 43-45. Hay voces disonantes en esta lectura del papel de changador/gaucho en la economía agraria colonial; por ejemplo véase: Assunçao, El gaucho. Su espacio y su tiempo.

217 Guillermo Vázquez Franco, Formas de vida en el latifundio colonial (Montevideo: Ediciones el mendrugo, 2006).Pág. 87.

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Así, la explotación mediante vaquerías implicaba un uso extremadamente discontinuo del trabajo, dando lugar a la existencia permanente de una masa móvil de “hombres sueltos” que más adelante, cuando se generaliza el sistema de estancias de rodeo, los dueños de tierras toleran en tanto les sirve como mano de obra furtiva, tanto para las actividades de arrinconar y arrear el ganado como para ejercer un activo contrabando de tropas y cueros con el vecino imperio portugués, pero que siempre está en el límite de la excedencia218.

Con la aparición y desarrollo de la estancia de rodeo se inició un largo proceso, basado sobre todo en la represión legal y militar, por convertir a los “hombres sueltos” en otro tipo de trabajador libre, más continuo en cuanto al flujo del trabajo aplicado, fijo al establecimiento que lo acoge y respetuoso de la propiedad ajena. En este marco, tuvo lugar la formación de un nuevo segmento de peones y jornaleros ocupados en las tareas de castrar y marcar el ganado, y de cuidar los lindes de las estancias sin cerco. Según la versión más difundida, el proceso de generalización de la relación salarial incluyó diversas formas de salario, pero la aparición y desarrollo de diversas formas de aparcería (el “agregado” y el “puestero”, los más frecuentes) fueron interpretados por estos autores como variantes del trabajo asalariado, sin tener en cuenta que agregados y puesteros, al controlar recursos productivos cualquiera sea la forma institucional que le permite el acceso a los mismos, definen categorías sociales distintas de las del simple asalariado219. Finalmente, aunque sin profundizar en ello, la corriente principal ha reconocido la utilización del trabajo esclavo tanto en estancias como en chacras220.

Por último, esta historiografía ha colocado en un lugar importante la cuestión del comercio de cueros, si bien no ha ofrecido, como se verá enseguida, más que un panorama general de los circuitos, agentes y valores implicados.

En relación con el comercio legal de cueros, que todos los autores citados presentan como una actividad fundamental de la pecuaria montevideana, se dice:

“El barraquero [acopiador de cueros situado en la ciudad-puerto], fuera o no exportador, tenía el dominio del mercado interior (…). Los grandes hacendados y los de las regiones próximas traían generalmente los cueros a Montevideo. El pequeño hacendado solía vender los cueros y sebos al gran estanciero o al pulpero, cualidades casi siempre reunidas en una misma persona. Los mercachifles [tenderos que deambulan por los campos] cumplían la función ya indicada [se refiere a recibir cueros como medio de pago por sus artículos]. Las pulperías fueron los centros de acopio por excelencia (…). La permuta de cueros y sebos por

efectos y frutos debió desempeñar papel importante, como en épocas ulteriores221”.

Puede decirse que se reconoce, entonces, un circuito principal en aquél que vincula a los hacendados con los acopiadores que operan en la ciudad, ya sea directamente o por una cadena más o menos larga de intermediarios. Quedan también definidos los agentes que intervienen en el comercio legal de cueros: los hacendados, que según su tamaño enfrentan perspectivas diferentes de rentabilidad en su negocio; los intermediarios, muy

218 Sala de Touron, Estructura económico-social de la colonia. Pág. 43-45.

219 Ibid. Pág. 147-150.

220 Ibid. Pág. 143-144. En cambio, recientemente se ha estudiado muy bien la cuestión del trabajo esclavo en la economía agraria en el siglo XIX: A; Chagas Borucki, C. y Stalla, N., "Familia, esclavitud y pecuaria en la frontera del Estado Oriental, 1836-1860," en III Jornadas de Historia Económica (Montevideo: 2003), Alex Borucki, Natalia Stalla, y Karla Chagas, Esclavitud y trabajo. Un estudio sobre los afrodescendientes en la frontera uruguaya 1835-1855 (Montevideo: Pulmón ediciones, 2004).

221 Sala de Touron, Estructura económico-social de la colonia. Pág. 40.

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diversos y dispersos por todo el medio rural, y unos acopiadores (“barraqueros”) que generalmente eran los grandes comerciantes de la ciudad, vinculados a las casas compradoras europeas. Estos comerciantes montevideanos, poderosos intermediarios de todo el comercio exterior que pasaba por el puerto local, tenían en el comercio de cueros un rubro de abultados beneficios:

“Aunque la intermediación fue un factor de peso en la acumulación montevideana, no debe desdeñarse la importancia del comercio con la propia Banda Oriental. Dueña de los principales depósitos de ganado del Río de la Plata durante el siglo XVIII – si bien una parte de los cueros del Litoral salía por Buenos Aires- y de los únicos saladeros de la región durante la época colonial, la exportación de sus frutos (…) constituye un rubro fundamental de acumulación para sus comerciantes. (…) La acumulación de los barraqueros y traficantes de cueros en general fue particularmente lucrativa porque en los primeros tiempos pagaron precios mínimos a los changadores que faenaban en campos realengos, y después denunciaron inmensas extensiones [de tierra], donde sin haber invertido un céntimo en el cuidado de los animales ni casi nunca en su compra, se hicieron dueños de millares de cabezas

de ganado222”.

También ha sido ampliamente tratada la existencia de un poderoso mercado ilegal de cueros. El mismo tuvo un circuito marítimo, que incluía los puertos de Colonia do Sacramento, Montevideo y Maldonado, y otro terrestre. Se ha tratado de contextualizar el contrabando terrestre por razones de lógica económica y geográfica:

“Cuando el gobierno de Montevideo logró estabilizar hacia el Norte sus avanzadas (…) y [sus] fortificaciones del Este fueron obstaculizando el paso por esa región, las extracciones de ganado y faenas clandestinas que hacían los changadores para llevarse los cueros se localizaron con preferencia en el norte del Río Negro, en la región antes referida (…) No solo por razones de distancia sino para evitar los gastos de acarreo, el pago de alcabalas, de los derechos de guerra y el decomiso, si los cueros eran orejanos. Esta extracción de ganados y cueros por la frontera con Portugal (…) tuvo su réplica lógica en la introducción de artículos de procedencia lusitana en el territorio de la Banda Oriental (…) Tal el origen del comercio ilícito, del contrabando estimulado por factores de orden geográfico y por las características del propio régimen monopolista223”.

Los agentes del contrabando han sido muy bien identificados:

“Aunque fue practicado en todas las escalas, los mayores beneficiarios de este comercio ilícito pertenecieron a las clases privilegiadas de la sociedad. En el contrabando portuario se vieron implicados la mayoría de los grandes comerciantes. (…) Sino se salva prácticamente ningún gran comerciante del contrabando portuario, lo mismo cabe para el fronterizo [se refiere a la frontera terrestre con los reinos de Portugal], en el que estuvieron indudablemente implicados también los estancieros, aún cuando bregaron por la erradicación de los contrabandistas cuando extraían sus ganados sin autorización. En realidad, también el contrabando terrestre fue una empresa comercial perfectamente organizada, una larga cadena en la que formaron los empresarios, los capataces, los peones y hasta los esclavos224”

El contrabando terrestre recrudeció a partir de 1780 y su disparada contribuyó a que en 1784 el Virrey de Loreto diera inicio a un largo expediente sobre la situación de los territorios comprendidos al norte del Yí y hasta la frontera con Portugal. Este célebre “Expediente para el arreglo de los campos” fue profusamente utilizado por la

222 Ibid. Pág. 31-32.

223 Pivel Devoto, Raíces coloniales de la revolución oriental de 1811. Pág. 19.

224 Sala de Touron, Estructura económico-social de la colonia. Pág. 35.

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historiografía uruguaya para documentar el desorden de “la campaña de la Banda Oriental” y la avanzada latifundista montevideana por todo el territorio del futuro país uruguayo225. Mientras el expediente aumentaba su tamaño, entre 1784 y 1805, se consumó la avanzada de los ganaderos montevideanos sobre tierras y ganados del río Yí primero, y sobre las tierras y ganados del norte del Río Negro, después. La noción de que todo el proceso tuvo lugar sobre el difuso territorio de la Banda Oriental, y la tendencia generalizada – aunque no explícita- a identificar la misma con el actual territorio uruguayo facilitó que los historiadores uruguayos no advirtieran a cabalidad la íntima relación entre el “furor del cuero” que experimentaron los comerciantes montevideanos entre 1783-1792 y la decadencia de los pueblos misioneros, asuntos que serán explicados en próximos capítulos y que dan el marco adecuado a la intensificación de los intercambios ilegales de cueros y ganados durante esos años.

Todos estos aportes ameritan revisiones.

Para comenzar, si bien cada historiador define una unidad de análisis acorde a su objeto de estudio, no parece sensato reconstruir la colonización del territorio que hoy es el Uruguay teniendo en cuenta sus límites actuales. En efecto, como se vio en el numeral anterior, está fuera de discusión que la ocupación, apropiación y valorización del vasto territorio comprendido entre el Alto Uruguay y la orilla norte del Río de la Plata (la hipotética Banda Oriental se superpondría con este territorio) comenzó en el siglo XVII, cuando los jesuitas comenzaron la fundación de pueblos al este del río Uruguay, dando lugar a un prolongado proceso de poblamiento con un fuerte componente indígena guaraní (“tape”, como les decían los otros grupos sociales), que luego será mestizo226. Los pueblos misioneros del Alto Uruguay, como se vio antes, eran un potente foco demográfico, formaban parte de uno de los complejos productivos más grandes de toda la región platense, su economía se conectaba con los más importantes mercados internos de la macro-región sudamericana y poseían un vasto sistema de producción ganadera a escala gigantesca, que ocupaba hacia 1750 toda la mitad norte del actual estado uruguayo, desde el Río Negro hacia el río Uruguay. Así, en el punto de partida el relato canónico sobre el poblamiento de un “territorio vacío” es inconsistente, a menos que se circunscriba el “territorio vacío”, supuestamente sólo poblado por tribus semi-nómades, al sur del Río Negro. Para seguir, no es evidente que hubiera algo que pudiera llamarse una economía y una sociedad orientales hacia 1800; por el contrario, en el siguiente capítulo se intentará mostrar que en ese amplio espacio de pradera que se extiende desde el Alto Uruguay hasta el Plata hubo diversos paisajes agrarios, diversas economías rurales, y cabe suponer, diversos mundos pre-modernos, que sin embargo guardaban entre sí tal grado de vinculación que no es posible estudiar ninguno de ellos sin tener presente aspectos fundamentales del vecino.

Luego, algunos aspectos de la economía agraria que surgen de la historiografía presentada ya han sido cuestionados. El estudio de algunas micro-regiones de la rinconada del

225 Pivel Devoto, Raíces coloniales de la revolución oriental de 1811. Pág. 25-30. El autor re-editó los contenidos principales de ese libro sobre el expediente en: Juan Pivel Devoto, El arreglo de los campos (Montevideo: Editorial Medina, 1974). Véase un análisis más pormenorizado, aunque siempre limitado por la perspectiva nacional, en: Sala de Touron, Rodríguez, y De la Torre, Evolución económica de la Banda Oriental. Pág. 81-120.

226 Ha coexistido, junto a la versión canónica, una historiografía que dio una visión más fiel del proceso, aunque presentada menos orgánica y elegantemente, por ejemplo en Barrios Pintos (1967), Assunçao (1978), González y Varese (1990). Recientemente, desde la arqueología se denunció la inconsistencia de la visión de la corriente principal sobre el poblamiento (Lezama, 1999) y se ofreció una versión alternativa que es consistente con los aportes de estos autores.

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Uruguay con el Plata relativizó el divorcio ganadería-agricultura, mostró la complementariedad de la gran estancia ganadera con la pequeña unidad productiva de carácter campesino, así como el crecimiento paralelo de la ganadería gran-estanciera y la producción campesina, en algunas regiones al Sur del Río Negro a fines del siglo XVIII227. Asimismo, la utilización de fuentes novedosas permitió relativizar el verdadero significado de las grandes propiedades territoriales características del período posterior a 1750, al separar la noción de “gran propiedad” jurídica de la noción de unidad productiva, constatándose la coexistencia de numerosas pequeñas unidades campesinas de producción en torno, y a veces adentro, de algunos de los grandes y famosos latifundios sureños. El trabajo constató la importancia de diversas formas de trabajo en las unidades productivas agrarias: trabajo asalariado, ofertado por las unidades campesinas, para faenas estacionales en las grandes unidades mercantiles; trabajo esclavo para las tareas permanentes en las grandes unidades de producción, y trabajo familiar en las unidades campesinas, para fines del siglo XVIII. Mostró, también, la importancia de los mercados interiores y del autoconsumo para algunos rubros de la producción agrícola (el trigo) y ganadera (los ovinos y la lechería) en la misma época, a pesar del notorio predominio de los mercados exteriores como destino final de los cueros228. Aunque serían necesarios más estudios de caso para profundizar esta revisión, parece claro que la utilización de nuevas fuentes y nuevos métodos de análisis podría modificar la visión actual de la relación ganadería/agricultura, así como enriquecer el conocimiento sobre los diferentes mercados de bienes y de factores agrarios en áreas concretas.

Para terminar, la historiografía uruguaya sobre la economía agraria del período colonial presenta vacíos que claman por ser llenados. Estructurada en torno a un conjunto abigarrado de obras de gran impacto, carece de estudios monográficos que permitan atisbar el comportamiento de la productividad, los rendimientos, la rentabilidad, y las decisiones de inversión a nivel de las unidades productivas o de micro-regiones. Carece también de datos agregados y seriados de producción y precios agrarios, salarios rurales, valor de las exportaciones de cueros y hasta de población. Así, no resulta fácil hacer hipótesis sobre ciclos de crecimiento y crisis de la economía agraria montevideana, ni mucho menos sobre su inserción en el cuadro general de la economía regional.

3. 5. LA HISTORIOGRAFÍA SOBRE LA EVOLUCIÓN DEL PRODUCTO AGRARIO RIOPLATENSE EN EL PERÍODO COLONIAL

Las intuiciones iniciales sobre esta cuestión fueron formuladas por el argentino Tulio Halperin Donghi en 1972229. Halperin sostuvo que en la segunda mitad del siglo XVIII actuaron dos fuerzas que promovieron una reorganización geográfica y económica de los territorios que formarían en Virreinato del Río de la Plata: la decadencia de la economía potosina y la aparición de nuevas áreas especializadas en la producción de bienes exportables para Europa. Sostuvo que la región más favorecida por estos cambios fue el Litoral, es decir las llanuras delimitadas entre el Río de la Plata hasta el Océano Atlántico y los grandes ríos Uruguay y Paraná. Señaló que el crecimiento demográfico, la ampliación de la frontera agraria y el aumento de las exportaciones reconocibles a fines del período colonial eran las señales visibles del ascenso del Litoral. El autor hizo una caracterización de los distintos espacios económicos del Litoral hacia 1800. Identificó a los pueblos misioneros como el foco más antiguo y de mayor tamaño demográfico del Litoral;

227 Gelman, Campesinos y estancieros. Una región del Río de la Plata a fines de la época colonial.

228 Ibídem.

229 Halperín Donghi, Revolución y guerra.

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reconoció su articulación con los mercados interiores por medio de Santa Fe; señaló la complejidad de una economía donde se articulaban diversos instrumentos institucionales y diversas líneas de producción, y sostuvo que estaban en pleno declive. La disgregación de su organización original aportó migrantes que contribuyeron a poblar las regiones del Litoral ubicadas hacia el Sur, tanto las áreas menos pobladas ubicadas al este y al oeste del río Uruguay, como ya cerca de Buenos Aires. En el mismo marco, señaló que hacia 1800 el espacio misionero soportaba penosamente la penetración de hacendados de Buenos Aires y de Montevideo230. Asimismo, identificó en la ciudad de Corrientes un desarrollo de la industria naval y del comercio, así como un ascenso ganadero en su campaña, caracterizada por la dificultad para controlar el territorio y la ausencia de instituciones formales para ejercer coacción sobre el trabajo indígena. Presentó a Santa Fe como un asiento ganadero desarrollado en torno al comercio de mulas con las regiones del interior, pero que enfrentaba una crisis comercial y agrícola, y a Buenos Aires como un espacio en expansión, con una zona norte de antiguo poblamiento, y una zona sur de colonización más reciente.

La historiografía de los últimos 30 años ha mostrado interés por evaluar el desempeño económico de la región rioplatense en el período tardo-colonial, así como por identificar sus notas salientes. Desde fines de la década de 1970 se han utilizado las fuentes decimales para intentar aproximaciones al crecimiento agrario del Río de la Plata. La empresa enfrentó numerosas dificultades y a pesar de su larga trayectoria, los resultados en materia de mediciones del producto agrario del Río del Plata son todavía parciales.

El trabajo inaugural correspondió a Juan Carlos Garavaglia, quien abordó por primera vez la tarea de acudir a las fuentes decimales para observar la evolución del sector agrario de los territorios que conformaron Virreinato del Río de la Plata231. El autor enfrentó dos dificultades básicas que limitaron sus resultados: el conocimiento sobre la evolución de la población del territorio presentaba entonces un considerable retraso, y no contó con series de precios agrarios que le permitieran tener en cuenta el efecto de los mismos sobre los valores de una contribución que se pagaba en moneda.

Así, la principal debilidad de los resultados mostrados por el autor fue que estuvieron basados en valores nominales debido a la ausencia de series de precios para cada una de los obispados232.

El trabajo se propuso verificar, a partir de las fuentes decimales, si en las últimas décadas del dominio español había aumentado la riqueza producida por la agropecuaria del antiguo Virreinato rioplatense, una vasta porción de la América meridional desde los contrafuertes andinos del actual Noroeste argentino hasta el Río de la Plata. Aunque el trabajo no pretendía presentar una medida del crecimiento agrario macro-regional, el autor no pudo evitar constatar que entre 1786 y 1802 la masa decimal considerada se incrementó en un 59% (esto hubiera equivalido a un crecimiento anual superior al 3,5%), y tampoco pudo evitar la tentación de afirmar que ese orden de magnitud era indicativo de

230 Ibid. Pág. 30.

231 Garavaglia, "Crecimiento económico y diferencias regionales: El Río de la Plata a fines del siglo XVIII." La primera versión de este trabajo fue presentada por el autor en un congreso en 1982, y existe una versión de 1985 que se publicó en Hispanic American Historical Review (Vol. 65, N°1, pp. 51-89). El autor utilizó las recaudaciones decimales de los obispados de Buenos Aires, Tucumán, Cuyo y Chile.

232 El carácter nominal de las series es un obstáculo definitivo para comparar las variaciones en el tiempo y en el espacio, ya que, naturalmente, sólo se puede verificar si una magnitud es mayor o menor que otra cuando se las compara en términos constantes.

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una tendencia real233. Asimismo, el trabajo se propuso identificar diferencias regionales en el crecimiento agrario del conjunto territorial analizado, entre 1780 y 1800, a partir de la las variaciones del ingreso decimal.

Para lograrlo, el autor ensayó dos ejercicios separados: el primero comparó la evolución de la masa decimal nominal de Santa Fe, Corrientes, Montevideo, Cuyo, Tucumán y Buenos Aires entre dos puntos temporales: los años de 1786 y 1802. Así, identificó a Tucumán y Santa Fe como regiones netamente ganadoras en ese período (habrían aumentado su participación en el total de la masa decimal), y a todas las otras mencionadas como perdedoras (habrían disminuido su participación en la masa decimal) en el mismo intervalo234. El segundo ejercicio comparó también la participación en la masa decimal total de distintas unidades regionales para dos hitos, con la diferencia de que las unidades territoriales fueron re-definidas por el autor en base a sus hipótesis sobre la geografía económica del período, y usó hitos temporales plurianuales: el quinquenio de 1788-1792 y el sexenio 1797-1802 235. Además de constatar enormes diferencias regionales adentro del Virreinato, en relación con el Litoral rioplatense resulta interesante la conclusión de que aunque el Litoral en su conjunto es una región que crece en el período, las zonas más nuevas del Litoral crecen más que las de antiguo poblamiento. Este “Nuevo Litoral” (y no todo el espacio litoraleño) habría sido, por lo tanto, el gran favorecido con los cambios económicos e institucionales experimentados por la macro-región virreinal en la segunda mitad del siglo XVIII, y habría sido el protagonista principal del crecimiento rioplatense.

Nuevamente caben a estos resultados la crítica que ya se dijo antes para los primeros: las variaciones nominales no captan el cambio real, y aún cuando las diferencias regionales señaladas por el autor pueden respaldarse en una poderosa intuición histórica, las mismas no pueden darse por probadas con esta evidencia.

Finalmente, la composición por rubros -cereales y ganados- de la masa decimal del Litoral se utilizó para identificar zonas de predominio triguero y zonas de predominio ganadero en el Litoral. El análisis está atravesado por una debilidad básica que el estado del conocimiento del momento no permitía resolver, y que el propio autor buscaría resolver por su cuenta más adelante: la ausencia de precios de los bienes diezmados. Para subrayar la importancia de la agricultura triguera en Buenos Aires, el trabajo aportó informaciones provenientes de otras fuentes sobre producción y consumo de trigo en la ciudad y formuló estimaciones tentativas, todavía rústicas, de la importancia de la producción triguera teniendo en cuenta los rendimientos físicos conocidos y el crecimiento demográfico de la región. Finalmente, introdujo una importante cuestión complementaria, que es la de la importancia del campesinado en la estructura económica y social agraria de esta región236. La idea de fondo del autor es, notoriamente, combatir la arraigada noción de una estructura productiva netamente ganadera en esta sub-región platense, y destacar la importancia de la agricultura de cultivos en el Viejo Litoral. Estos resultados fueron los más polémicos de todos y fueron rápidamente objetados, como se verá más adelante, en lo metodológico y en lo conceptual.

233 El autor afirmó que en los años extremos del intervalo considerado el efecto precios habría sido neutral, por razones de circunstancia. Garavaglia, "Crecimiento económico y diferencias regionales: El Río de la Plata a fines del siglo XVIII." Pág. 22.

234 Ibid. Pág. 21, gráfico 1.

235 Ibid. Pág. 24.

236 Ibid. Pág. 36-47.

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El trabajo de Garavaglia fue pionero en el Río de la Plata, y aunque no logró superar algunos requerimientos metodológicos de la utilización de fuentes decimales monetarias, contribuyó a difundir la fuente entre los especialistas y a identificar los problemas metodológicos que planteaban. El autor no se mostró inadvertido estos problemas; desarrolló algunas estrategias ad-hoc para resolverlas y se propuso identificar tendencias. La visión final que se obtiene del trabajo sobre la evolución de la agropecuaria macro-regional en las últimas décadas del período colonial, a pesar de que no puede considerarse probada con la evidencia presentada, es muy potente: se adivinan diversas economías agrarias corriendo a distintas velocidades y transitando cambios de diferente signo: unas regiones decaían y otras crecían. En este panorama el Litoral crece, pero no de manera espacialmente homogénea; finalmente, el Litoral tiene una dimensión triguera que debe ser reconocida y estudiada237. Quizás sin proponérselo, y a pesar de sus debilidades, el trabajo citado definió un programa de investigación sobre el agro rioplatense. Durante la siguiente década cada uno de estos resultados fue objeto de minuciosos análisis, y algunos de ellos, objeto de encendidas polémicas.

En efecto, muy pronto comenzó una larga polémica sobre el papel de la agricultura de cultivos en una economía agraria que hasta entonces se había creído homogénea y eternamente ganadera. En el marco del debate sobre el peso relativo de los cereales y el ganado en la producción agraria bonaerense hubo quienes reafirmaron la utilidad de la fuente decimal y quienes la cuestionaron.

La fuente decimal fue reafirmada por algunos autores que compartían la idea una estructura productiva con fuerte peso de los cereales, pero también por algunos que la contradecían.

Así, César García Belsunce intentó estimar el volumen de la producción bonaerense de trigo en unidades físicas, durante el período 1776-1810238. Usó el valor monetario de la recaudación decimal de granos como punto de partida y elaboró un complicado procedimiento para “convertir” el ingreso decimal por concepto de granos en cifras de producción triguera, usando entre otras variables adicionales, una serie del precio del trigo bonaerense de inminente aparición239. La idea central del autor era que partiendo del ingreso recaudado en valores monetarios era posible obtener datos de producción en unidades físicas. Aunque sus resultados reafirmaron que la producción de cereales era suficientemente voluminosa como para recibir más y mejor atención de los historiadores económicos, esta línea de trabajo será abandonada muy pronto, cuando las fuentes notariales fueron introducidas como un recurso más eficiente para conocer precios y estructura productiva agrarios. Desde el punto de vista metodológico, el ejercicio de García Belsunce arrojó como subproducto una exploración rigurosa del mecanismo de recaudación del diezmo, que incluyó una estimación de los costos de transporte y acarreo, así como de la tasa de beneficio del arrendador.

237 El autor reafirmó y amplió su punto de vista sobre la importancia de la producción triguera en la campaña de Buenos Aires en: Juan Carlos Garavaglia, "Producción cerealera y producción ganadera en la campaña porteña, 1700-1820," en Estructuras sociales y mentalidades en América latina, siglos XVII y XVIII (Buenos Aires: Biblos, 1990).

238 César A. García Belsunce, "Diezmos y producción agrícola en Buenos Aires virreinal," Investigaciones y Ensayos 38 (1988).

239 Lyman Johnson, "Salarios, precios y costo de vida en el Buenos Aires colonial tardío," Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani" Tercera Serie, no. 2 (1990).

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La fuente decimal también fue reafirmada en un trabajo que reivindicaba la tesis tradicional de la orientación pecuaria de la estructura productiva local. El trabajo de Amaral y Ghio fue realizado con un objetivo muy preciso: restablecer la imagen clásica de un paisaje agrario pampeano dominado por la producción ganadera extensiva durante la segunda mitad del siglo XVIII240.

El punto de partida de los autores es una correcta crítica metodológica a la utilización los valores monetarios del diezmo para inferir la composición de la producción. Su crítica apuntó especialmente a la imposibilidad de utilizar los valores nominales de los diezmos monetarios sin tener en cuenta los cambios en los precios relativos. Por lo tanto, luego de confirmar que los datos nominales de la recaudación decimal, discriminada por rubros principales, efectivamente sugieren un predominio aparente de la agricultura de granos sobre la producción ganadera, lo autores se propusieron demostrar que se trata de una imagen falsa, ya que la mayor superficie productiva de la región en estudio no estaba destinada al cereal sino a la ganadería241. Igual que García Belsunce, intentaron pasar de valores monetarios a unidades físicas, utilizando precios. Obtenidas cifras de producción de granos y de ganado, estimaron la superficie destinada a cada una de ellas de acuerdo a los coeficientes técnicos de la época. El resultado es el esperado por cualquier conocedor de la economía agraria rioplatense: la superficie ocupada por la ganadería es inmensamente superior a la ocupada por la agricultura. La superficie ocupada por la agricultura bonaerense entre 1750-1800 habría sido ínfima (de 4.000 a 15.000 hectáreas.) con relación a la ocupada por la ganadería (casi 800.000 a cerca de 3.000.000 de hectáreas.)242. Los autores concluyeron:

“La comparación de la agricultura y la ganadería revela que el mayor valor del diezmo correspondiente a la primera es completamente compatible con el predominio de la segunda, y no hay aquí evidencia alguna acerca de la extensión ocupada, del capital invertido, el trabajo requerido o del valor de la producción que permita sostener que la agricultura fuese

la actividad predominante de la campaña bonaerense.243”

Está fuera de los límites de este apartado discutir esta conclusión, que efectivamente fue contestada muy pronto por quienes sostenían la tesis opuesta. Pero el comentario sobre el artículo de Amaral y Ghio no puede finalizar sin apuntar tres aspectos de sumo interés para esta investigación. En primer lugar, fue la primera vez que unos autores de formación cliométrica se acercaron a la fuente decimal rioplatense. Con ello puede decirse que las fuentes decimales de Buenos Aires fueron sometidas por primera vez al rigor formal que es característico de esta tradición metodológica. Por ejemplo, los autores intentaron razonar sobre la formación de los precios agrarios en términos de un modelo abstracto e incluso formalizaron, de manera muy sencilla pero en un inocultable estilo cliométrico, el ejercicio realizado para llegar desde la masa decimal a la superficie productiva244. En

240 Samuel Amaral y José María Ghio, "Diezmos y producción agraria. Buenos Aires, 1750-1800," Revista de Historia Económica VIII, no. 3 (1990).

241 Idem ant.; pág. 626.

242 Amaral y Ghio, "Diezmos y producción agraria en Buenos Aires, 1750-1800."; pág. 628-640.

243 Ibid.; pág. 638.

244 Es notable que a pesar de todos estos elementos de precisión formal los autores insistieran en utilizar unos datos de recaudación monetaria para desentrañar la estructura productiva, que en definitiva era la cuestión metodológica de fondo. Asimismo, es inevitable apuntar que su rigor formal no los puso a salvo de una imprecisión (si no de un error) conceptual: ¿es el uso del suelo el indicador definitivo del “predominio” de un rubro agrícola sobre otro? En efecto, la ganadería a campo abierto sin estabulación ni trashumancia, en los contados lugares del planeta donde se

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segundo lugar, su trabajo dejó como subproducto un estudio del problema de la recaudación decimal con un análisis de las diferentes estructuras de costos y riesgos enfrentados por quienes arrendaban la recaudación según se tratara del rubro cerealero o del ganadero, así como los diferentes márgenes de riesgo por evasión245. En tercer lugar, resulta paradojal que el trabajo de Amaral y Ghio no hizo aportes empíricos de peso sobre una variable cuya condición de imprescindible los autores contribuyeron a explicar muy bien: los precios agrarios. En este punto la contribución de este trabajo fue menor, ya que los autores se limitaron a usar unos precios disponibles para algunos años aislados del precio del ganado, y a utilizar una serie ya publicada del precio, minorista y urbano, del trigo246. En cambio su aporte empírico más recurrido resultó ser la información sobre el valor de la recaudación decimal de granos y de ganados de la campaña de Buenos Aires para todo el período 1750-1800, con el objetivo de conocer año por año la participación de cada rubro productivo en el total del valor arrendado.

Pero como se dijo antes, también hubo quien cuestionó radicalmente la fuente decimal para conocer la estructura productiva del caso. En efecto, el trabajo de Amaral y Ghio había sido conclusivo acerca de la imposibilidad de aproximarse a la estructura productiva desde los valores decimales sin tener en cuenta los precios relativos de granos y ganados, pero había pretendido resolver el problema e incluso ir más lejos, proyectando la producción estimada a una superficie ocupada, todo a partir de los datos de recaudación decimal. Eduardo Azcuy Ameghino, en cambio, atacó de manera frontal la aptitud de la fuente decimal rioplatense para reflejar la estructura productiva, desestimó todo intento por “convertir” unos valores de arriendo del diezmo en datos de producción agraria y enjuició duramente a quienes así se empeñaban en modificar la visión establecida sobre la orientación pecuaria del agro bonaerense247. Resulta notable que su opinión sobre este punto, arraigada en una lectura política del debate en curso que cuyo significado último no es evidente para lectores no argentinos, fuera la única que coincide con el consenso de los historiadores económicos actuales de la comunidad internacional, que desaconseja, precisamente, recurrir a unos valores nominales de recaudación decimal para hacer inferencias sobre la estructura productiva. Al margen de esto, su argumento central merece ser retenido por su importancia para este trabajo. Según el autor la inadecuación de la fuente reposa esencialmente en las debilidades del diezmo de cuatropea, debilidades que enumera y ejemplifica con diversos argumentos. Éstas son, en primer lugar, que la evasión del diezmo de cuatropea habría sido mucho más significativa que su similar del diezmo de granos, tanto porque el sistema ganadero ofrece mucho más posibilidades de ocultación como porque los labradores eran el eslabón más débil en la estructura social agraria de aquel lugar, y en tal sentido, tenían menos posibilidades que los ganaderos de resistir el pago del diezmo. En segundo lugar, porque el negocio del diezmo presenta una serie de particularidades que inciden en los valores de los remates, y que van más allá de

practica, es muy intensiva en tierra y poco intensiva en trabajo, particularmente en términos relativos a la agricultura de cultivos. No es por lo tanto sorprendente que aquellos paisajes agrarios donde el pastoreo a campo natural de ganado mayor es una práctica extendida, muestren una distribución del uso del suelo con neto predominio ganadero, cualquiera sea la rentabilidad, y sobre todo la productividad, de esa actividad.

245 Idem ant; pág. 624.

246 La misma que había usado anticipadamente García Belsunce.

247 Eduardo Azcuy Ameghino, "Agricultura, ganadería y diezmos en el obispado de Buenos Aires, 1782-1802: Una comparación infructuosa," en La otra historia. Economía, estado y sociedad en el Río de la Plata colonial, ed. Eduardo Azcuy Ameghino (Buenos Aires: Imago Mundi, 2002). Una primera versión de este trabajo fue presentada por el autor en 1996 en las I Jornadas de Epistemología de las Ciencias Económicas.

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los costos y la tasa de beneficio esperada. En particular, el autor afirma que los diezmeros de la cuatropea frecuentemente se coaligaban para no dejar entrar a nuevos agentes en las pujas de los remates, y así obtener un valor de remate artificialmente bajo. Finalmente, el autor hace notar la incongruencia entre unos valores muy bajos del diezmo de cuatropea en las cabeceras de la orilla norte del Río de la Plata, y la proliferación de ganados que, según la historiografía de todos los tiempos, caracterizaba entonces a esa zona. Su análisis de las vicisitudes de la recaudación de la cuatropea en la orilla norte del Plata es muy elocuente de las singularidades de una ganadería diferente de la bonaerense: al predominio del ganado cimarrón y alzado sobre el stock sujeto a rodeo, deben sumarse una peculiar situación institucional, caracterizada por las disputas jurisdiccionales entre autoridades diferentes, y el desorden en la ocupación del suelo causado por un avance de los acaparadores de tierras, agudizado después de 1770.

Las posiciones de Azcuy sobre la estructura productiva y social de la campaña bonaerense fueron enfrentadas con una batería demoledora de fuentes adicionales en el ya comentado trabajo “Pastores y labradores de Buenos Aires” de Juan Carlos Garavaglia. No obstante, en relación específicamente con la discusión sobre las fuentes decimales, éstas son retomadas en Pastores y labradores de una manera diferente a como lo había hecho su autor 20 años antes. Ahora las fuentes decimales fueron utilizadas para mostrar las evoluciones respectivas de la producción cerealera y ganadera, pero no para construir un indicador agregado de la evolución del producto sub-regional. En relación con lo primero, el avance fue importante pero limitado. En efecto, para aproximar la producción triguera fue presentada la evolución de la recaudación decimal de granos, deflactada por la evolución del precio del trigo en el mismo período. Aunque no fueron publicadas las series ni calculadas tasas de crecimiento, es apreciable una tendencia lineal creciente en la evidencia gráfica entre 1750-1820248. Para el caso de la producción ganadera no se quiso deflactar los valores de la recaudación por un índice compuesto ponderado de precios del ganado, sino que se prefirió desplegar la evidencia gráfica en un mismo eje de ordenadas y abscisas. De alguna manera esta estrategia, más indirecta que la seguida con el trigo, revela cierta mayor cautela en relación con la recaudación decimal de cuatropea. La evidencia sugiere que únicamente entre fines de la década de 1780 y la primera de 1800 habría habido un crecimiento real de la producción ganadera249 .

Los valores de la recaudación decimal fueron dejados de lado para intentar conocer volúmenes de la producción. Para aproximarse a los volúmenes de producción de trigo, así como para dar un orden de magnitud al stock animal de la campaña bonaerense, el autor utilizó información disponible para aquellos años en que los diezmos fueron administrados y un conjunto heterogéneo de fuentes complementarias. De este modo, este trabajo aportó estimaciones de volúmenes de grano cosechado, cantidad de cabezas animales e incluso superficie productiva ocupada, ahora tomados de otras fuentes. En cambio, la información decimal nominal fue explotada para evaluar la participación variable de los distintos distritos bonaerenses a lo largo del período250.

Quizás lo más notorio de este trabajo desde el punto de vista de la historiografía del crecimiento agrario rioplatense, es que “Pastores y labradores”… no pone el énfasis en el crecimiento sino en la estructura agraria. Las trayectorias del producto triguero y del producto ganadero entre 1750-1820 son presentados como el escenario en el cual han de

248 Garavaglia, Pastores y labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la campaña bonaerense 1700-1830. Pág. 107-110.

249 Ibid. Pág. 109 y 114-116.

250 Ibid. Pág. 111-113 y 116-117.

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moverse los agentes económicos y sociales de la economía agraria bonaerense. Quizás por eso mismo los resultados sobre el desempeño de la economía agraria bonaerense son insuficientes: pese al extraordinario trabajo heurístico la obra no ofrece tasas de crecimiento absoluto ni per cápita de la producción de trigo ni de ganado; las tendencias lineales en las curvas respectivas dan una noción de la trayectoria de cada subsector agrario pero no permiten identificar con sutileza las diferentes coyunturas sino en casos muy marcados de crisis, y finalmente, no es posible tener una visión cuantitativa de conjunto de la evolución de la producción agraria local.

Coastworth y Newland hicieron lo que debe considerarse el primer intento de estimación del producto agrario del espacio peruano-platense a lo largo del siglo XVIII. También lo intentaron con base en fuentes decimales, aunque secundarias251. Presentaron una estimación del producto agrario en los territorios que hacia 1750 formaban el Virreinato del Perú, para la larga centuria que corre desde fines del siglo XVII hasta 1800. El objetivo del trabajo es hacer una aproximación al desempeño económico del espacio peruano-platense desde el sector agrario, ya que los estudios que hasta entonces se habían publicado sobre las fluctuaciones económicas de esos territorios tenían como centro el desempeño de la minería. Se trata notoriamente de un estudio general y de carácter preliminar, que busca identificar grandes tendencias en el tiempo y en el espacio. Desde el punto de vista metodológico, este trabajo buscó soluciones tentativas para la cuestión de los precios agrarios y enfrentó el problema de la disponibilidad de series de población para poder expresar el crecimiento por habitante.

Los autores construyeron una serie del ingreso decimal de los obispados de Trujillo, Lima, Cuzco, Arequipa, Chile, La Plata y Buenos Aires252. La principal fuente utilizada fue la información sobre novenos reales publicada en la conocida obra de TePaske y Klein, complementados por la información publicada en estudios monográficos para algunos períodos y regiones253.

Adicionalmente, los autores hicieron un esfuerzo por disponer de series de precios que permitieran deflactar la serie de valores decimales. Así, partiendo de estudios ya publicados sobre los precios de tres ciudades (Lima, Santiago de Chile y Potosí), construyeron tres deflactores, una para cada una de estas ciudades. Cada uno de estos índices de precios es un promedio simple de cinco precios de alimentos y bienes básicos no manufacturados en la ciudad en cuestión, ya que no estaban disponibles los ponderadores necesarios para armar índices compuestos para cada localidad. Los autores utilizaron estos tres deflactores para corregir los valores nominales del diezmo de las distintas regiones, como sigue: los ingresos decimales de Trujillo, Lima y Cuzco se deflactaron con los precios de la ciudad de Lima; los de Chile con los precios de Santiago; los de La Plata con los precios de Potosí, y los de Buenos Aires con Arequipa254.

251 John Coastworth y Carlos Newland, "Crecimiento económico en el espacio peruano 1680-1800: Una visión a partir de la agricultura," Revista de Historia Económica XIII, no. 3 (2000).

252 Ibid. Pág. 393. Un dato llamativo es que en relación con el obispado de Buenos Aires los autores tomaron el ingreso decimal de las ciudades-cabecera Buenos Aires, Santa Fe y Corrientes, pero expresamente excluyeron la recaudación de Montevideo.

253 Ibid. Pág. 382. Para la región de Buenos Aires utilizaron el trabajo de Cándido P. Guerrero Soriano, "Produccion, evolución económica y análisis decimal," Anuario de Estudios Americanos LI, no. 1 (1994).

254 Coastworth y Newland, "Crecimiento económico en el espacio peruano 1680-1800: Una visión a partir de la agricultura," Pág. 381.

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El primer resultado de este ejercicio es una medición de la evolución del producto agrario de la economía peruano-platense a lo largo del siglo XVIII. El Cuadro 2.2 resume algunos datos que deben retenerse.

Cuadro 3.2. Tasas absolutas de crecimiento del producto agrario del espacio peruano-platense y Buenos Aires en el siglo XVIII, según

Coastworth y Newland.

Sub-períodos Todo el siglo XVIII

1701/1720-1740/1760

1741/1760- 1781/1800

1701/1720-1781/1800

Todo el espacio peruano-platense

0,5 0,9 0,7

Buenos Aires 3,3 1,6 2,5

Fuentes: Coastworth y Newland (2000); pág. 387.

Este resultado muestra unas tasas absolutas muy discretas para el conjunto del espacio peruano -platense y mucho mejores para Buenos Aires. Aún cuando se trata de tasas absolutas -no corregidas por el crecimiento demográfico- estas magnitudes confirman que la dinámica agraria de la región más próxima al Atlántico (aunque con exclusión de Montevideo y su entorno, como ya se vio) era notablemente más vigorosa que la del conjunto macro-regional. No obstante, hay algo sorprendente en el timing de la diferenciación regional que presenta este cuadro: en la segunda mitad el siglo la brecha entre la agropecuaria del Litoral y el resto del espacio peruano-platense se habría reducido, en vez de ensanchado como sugiere la noción de despegue rioplatense. En efecto, en la segunda mitad del siglo la agropecuaria de la macro-región mejoró su tasa de crecimiento, mientras que Buenos Aires vio empeorar la suya propia. De ser veraz esta evidencia, la historia del crecimiento agrario del Río de la Plata durante la segunda mitad del siglo no habría sido la historia de un proceso de diferenciación, sino de aproximación a las otras economías agrarias macro-regionales.

Los resultados no fueron mejores cuando los autores intentaron evaluar el desempeño de la agropecuaria peruano-platense en términos per cápita. Para poder poner estas magnitudes en relación con el crecimiento de la población, los autores chocaron nuevamente con las dificultades de la escasez de estimaciones minuciosas para cada una de estas sub-regiones y decidieron restringirse al conjunto macro-regional. Así, debieron valerse de dos hipótesis globales sobre el crecimiento demográfico del espacio peruano – platense para todo el período, que definieron dos alternativas muy claras en términos de desempeño económico: según la primera de las hipótesis consideradas habría ocurrido una caída de la producción per cápita, y según la segunda hipótesis, un estancamiento del producto agrario. En ningún caso pudo sostenerse la hipótesis de un crecimiento generalizado al conjunto macro-regional. Como la evidencia disponible sobre salarios reales para algunas de estas regiones sugiere que no habría habido una caída del nivel de vida, los autores se inclinaron por la hipótesis de que el crecimiento agrario habría acompañado al de la población255. Como se ve, la imagen final fue, en la mejor de las hipótesis y haciendo confianza en unas pocas estimaciones de salarios reales en algunas ciudades del vasto territorio estudiado, que la economía agraria del espacio peruano-platense durante todo el siglo XVIII no creció en términos por habitante, sino que permaneció estable. Resulta inevitable preguntarse si el desempeño de Buenos Aires,

255 Ibid. Pág. 386-388.

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caracterizada por un crecimiento demográfico veloz durante la segunda mitad del siglo, siguió esa misma pauta.

El trabajo de Coastworth y Newland fue un esfuerzo significativo por ponerle números a una trayectoria económica que ha sido analizada por los grandes maestros de la historiografía sudamericana, como es la del espacio peruano-platense después del boom de la producción de plata. Sus conclusiones, como se vio recién, no invitan a la euforia en relación con el desempeño agrícola de la macro-región considerada a lo largo del siglo, y son paradojales en relación con Buenos Aires. Desde el punto de vista metodológico el trabajo también presenta dificultades, la más relevante la que deriva de la disponibilidad de series de precios: cabe preguntarse si los precios de Arequipa (hoy Perú) habrían fluctuado igual que los del obispado de Buenos Aires en tan extenso período. Finalmente, este trabajó remarcó algo que estaba claro desde 1987: para avanzar en una línea de investigación sobre el crecimiento agrario macro-regional era urgente ampliar la base informativa sobre precios agrarios y mejorar la información sobre población. Ambas líneas de trabajo sólo podrían seguirse a una escala territorial mucho más reducida que la del vasto espacio peruano-platense.

Una tesis reciente puso el foco en el desempeño económico de la región de Buenos Aires y en particular, de su sector agrario, entre 1700-1800256. Su autor obró por aproximaciones sucesivas, ofreciendo primero una estimación del producto agrario en ese período y luego evaluando el desempeño fiscal global de esa unidad territorial. El autor buscó así confrontar no sólo dos cuerpos documentales muy ricos, como son las fuentes decimales y las cuentas de la Caja Real de Buenos Aires, sino también dos lecturas que podrían resultar contradictorias, ya que los estudios sobre el producto sugerían un largo siglo de crecimiento agrario, quizás moderado pero crecimiento al fin, y los estudios fiscales señalaban una crónica dependencia fiscal de los envíos de plata (“situados”) desde Potosí. También quiso retomar la vieja cuestión acerca del papel que le cupo a las reformas borbónicas en el despegue del Litoral respecto de las otras regiones de la macro región peruano-platense.

Los resultados de este trabajo son numerosos, y aquí se resumen únicamente aquellos que se consideran relevantes para este estudio.

En primer lugar el trabajo hace un aporte a la historia de precios de la región, con nuevo índice de precios al consumo para la ciudad de Buenos Aires257. Cuesta construyó un índice de precios que recoge la estructura del consumo de trabajos anteriores pero que modifica los precios de los mismos con una fuente eclesiástica hasta entonces no explotada, y que le permite cubrir la mayor parte de la centuria. Según su evidencia la tendencia de los precios al consumo a lo largo del siglo es extraordinariamente estable a pesar de las fluctuaciones plurianuales que, desde luego, se presentan258. La información recogida le permite, también, construir un índice de precios agrarios que utilizará para deflactar una serie de valores decimales. En efecto, con base en fuentes primarias y secundarias el autor presenta una serie del valor de los diezmos de la ciudad y su entorno rural para el período

256 Eduardo Martín Cuesta, "El crecimiento de una economía colonial: El caso de Buenos Aires en el siglo XVIII" (Universidad de Buenos Aires, 2006-a).

257 El anterior había sido presentado en: Lyman Johnson, "Salarios, Precios Y Costo De Vida En El Buenos Aires Colonial Tardío," Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. E. Ravignani" Tercera Serie, no. 2 (1990).

258 Cuesta, "El crecimiento de una economía colonial: El caso de Buenos Aires en el siglo XVIII". Pág. 139-140.

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1700-1800, con el propósito de conocer la evolución de la producción agropecuaria en ese siglo259. Con el propósito de convertir la serie nominal a valores constantes, el autor elaboró entonces un índice de precios agropecuarios sobre la base de los precios del trigo y de la carne, ya que los dos componentes principales de los diezmos de Buenos Aires son el trigo y el ganado. Como este índice tiene como propósito especifico deflactar la serie de diezmos, en el índice de precios agropecuarios el autor dio a cada uno de estos bienes unos coeficientes fijos para todo el siglo (60% para el trigo y 40% para la carne), que eligió a modo de tendencia secular de la composición del diezmo en base a diversas informaciones. La evolución de los precios agrarios, presentados sobre una base 100= promedio de toda la centuria, muestra también una tendencia sumamente estable260. Con estos pasos previos el autor está en condiciones de mostrar una serie del diezmo de Buenos Aires a valores constantes para el período 1700-1800. A partir de esta evidencia Cuesta identificó una “tendencia secular de crecimiento [agrario]”, que refiere a la constatación de un movimiento ascendente de ese indicador desde el segundo tercio del siglo, con una etapa muy visible de fuerte crecimiento entre 1730-1760 y otra también notoria, pero menos empinada, de 1776 en adelante. La idea central que el autor tomará para sus conclusiones finales es que el crecimiento agrario del período virreinal – posterior a 1776- fue precedido por un “despegue” entre 1730-1760. Por último, y gracias a un esfuerzo previo -que no se reseña aquí- de reconstrucción de la población urbana y rural de Buenos Aires, el autor puede mostrar una serie continua de lo que denomina “Proxy de Producción agropecuaria per cápita” para 1700-1800. Es decir, de la relación diezmos a valores constantes/población261. Su conclusión es tajante: “…en el largo plazo, si bien existió crecimiento de la producción [agropecuaria], no existió un crecimiento de la producción agropecuaria per cápita”. No obstante, el autor sostiene que hubo un “crecimiento extensivo”, por aumento de factores, idea que respalda con evidencia sobre el corrimiento de la frontera agrícola. Esta aparece, entonces, como la idea central del análisis de Cuesta sobre el desempeño del sector agrario de la centuria 1700-1800: la noción de un crecimiento agrario típicamente pre-moderno, solo que sin trampas maltusianas por tratarse de una economía de frontera abierta262.

En relación con estos resultados, se hace necesario destacar, en primer lugar, que fue el trabajo de Cuesta el que pudo resolver de manera satisfactoria la utilización de los diezmos para conocer el desempeño del sector agrario de Buenos Aires. Puede objetarse que el autor utilizo precios urbanos en vez de rurales, y que recurrió al precio de un bien final (la carne) en vez de al precio del ganado para construir el deflactor de los diezmos, pero los argumentos del autor a favor de su serie del precio de la carne, en materia de homogeneidad y fidelidad para un período tan largo, son de recibo. Para un período más corto, concretamente para la segunda mitad del siglo XVIII, la historiografía local dispone de una serie de precios del ganado en Buenos Aires que presenta aptitudes más interesantes. Se volverá más adelante sobre este punto. Lo único que puede reclamarse, en este sentido, es que una serie tan atractiva (continua, razonablemente homogénea, y cuidadosamente elaborada) del proxy de la producción agropecuaria per cápita merecía un tratamiento estadístico que hubiera extraído más y más precisa información sobre el desempeño agrario de la región de Buenos Aires. El esfuerzo de autor apunta a poner a prueba aquel “consenso clásico” de la historiografía argentina, muy cuestionado en las últimas décadas, sobre el papel del comercio exportador de productos primarios, y por

259 Ibid. Gráficos 31 y 32. (Pág. s/n).

260 Ibid. Gráfico 30. (Pág. s/n).

261 Ibid. Gráfico 34. (Pág. s/n).

262 Ibid. Ver pág. (Pág. s/n).

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ende, de las reformas borbónicas que lo habrían estimulado, en el crecimiento porteño tardo-colonial. La evidencia de un crecimiento agrario “antiguo”, en el sentido de no súbito ni intempestivo, sino largamente desplegado a lo largo del siglo, lo ayuda a desmentir aquella imagen.

Los trabajos de Garavaglia, Coastworth y Newland, y Cuesta no son los únicos que han utilizado las fuentes decimales, pero son los únicos que las han utilizado para producir resultados sobre el desempeño del sector agrario de la región platense en su conjunto, o de una de sus subregiones a nivel agregado. Hay otro conjunto de trabajos basados en las fuentes decimales que no han ofrecido resultados en materia de la evolución del producto agrario propiamente tal, pero que igual deben ser considerados a la hora de evaluar la utilización de la fuente decimal, por sus aportes al manejo de las mismas. Por distintos motivos, todos estos trabajos contribuyeron a difundir las fuentes decimales rioplatenses entre la comunidad académica, y por la vía del ensayo y el error, a ir construyendo una caja de herramientas mínima para abordarlas.

La profusa historia económica de Corrientes publicada por Maeder en 1981, utilizó las fuentes decimales de aquella cuidad cabecera para obtener información descriptiva sobre la producción agraria regional en un extenso período263. En efecto, aunque el objeto de estudio del autor es la economía de Corrientes entre 1776 y 1810, es decir entre la creación del Virreinato del Río de la Plata y el final de la etapa colonial, la disponibilidad de una larga serie documental desde la mitad del siglo XVII le permitió presentar la estructura del ingreso decimal por rubros, así como su evolución agregada en el tiempo. Aunque Maeder tendió a interpretar la estructura productiva de Corrientes en base a las series nominales de recaudación decimal y tampoco dispuso de series de precios de los bienes diezmados, su trabajo mostró la disponibilidad de las fuentes decimales para la historiografía micro-regional. El caso correntino tiene una singularidad metodológica, y es que exige manejar dos sistemas monetarios, ya que en aquella sub-región se utilizó la vara de lienzo como unidad de cuenta y medio de pago hasta bien entrado el siglo XVIII. Así, los diezmos correntinos se arrendaban en varas de lienzo, no en pesos de plata, y para hacer comparable esta información con la del resto de las ciudades cabecera debe ser convertida a la moneda corriente. La otra singularidad que presenta Corrientes como ciudad cabecera es que era la única del Obispado que tuvo casas excusadas y un contingente posiblemente importante de población indígena que si bien no pagaba diezmo, debía aportar una “veintena”, o sea la mitad del diezmo, de su producción264.

En esta secuencia de conocimiento de las fuentes y aprendizaje metodológico, correspondió a un producto de historia de la Iglesia el mérito de reconstruir la recaudación decimal del Obispado de Buenos Aires para todo el siglo XVIII265. El trabajo de Guerrero Soriano se basó, casi enteramente, en diversas informaciones remitidas al Consejo de Indias sobre la gruesa decimal para conocer los ingresos del obispado de Buenos Aires entre 1700-1800. Aunque se trata de la misma secuencia documental que había utilizado Garavaglia una década antes, el gran mérito de este trabajo es que al cabo de una recogida erudita de la información, el autor publicó la serie completa de la recaudación anual para cada ciudad-cabecera del obispado y reportó claramente su elaboración.

263 Ernesto Maeder, Historia económica de Corrientes en el período virreinal 1776-1810 (Buenos Aires: Academia Nacional de la Historia., 1981).

264 Ibid. Pág. 345-346.

265 Guerrero Soriano, "Produccion, evolución económica y análisis decimal."

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Una síntesis de todos estos trabajos permite sacar las siguientes conclusiones:

a) Todos los esfuerzos por medir el crecimiento agrario que se han intentado para la región rioplatense se han basado en las fuentes decimales. Han seguido este camino autores cercanos a la tradición metodológica de la historia rural francesa y autores de formación cliométrica. Los primeros ayudaron a comprender la riqueza de la fuente y los segundos ayudaron a precisar los requisitos técnicos para su explotación; hubo así un acuerdo tácito, que resultó mayoritario pero no unánime, sobre la utilidad de la fuente en relación con estos fines.

b) Sin embargo, los resultados de las estimaciones presentadas son todavía muy desiguales para el conjunto de la región, con un marcado sesgo a favor de la sub-región Buenos Aires (la ciudad y su entorno más inmediato), y una ausencia notoria: los pueblos de guaraníes de las Misiones Jesuitas del Paraguay.

c) En relación con el Litoral rioplatense como espacio económico, desde la obra de Halperin se postuló un proceso expansivo, visible en el crecimiento demográfico, la expansión de la frontera agraria y el aumento de las exportaciones atlánticas. Los pueblos misioneros habrían escapado a ese patrón, sumidos en una prolongada decadencia. Garavaglia en 1987 creyó ver un crecimiento del Litoral entre las décadas de 1780 y 1800, pero también un proceso de diferenciación adentro del Litoral, con Buenos Aires rezagada respecto de las áreas de colonización más reciente, incluyendo Montevideo. La evidencia de Coastworth y Newland (2000) mostró que si hubo un proceso de diferenciación entre las economías agrarias del espacio peruano a favor del Litoral, éste debería haberse producido en la primera mitad del siglo XVIII, cuando el Litoral creció a un tasa cercana al 3% y el conjunto del espacio a una tasa del 0.5%. Por el contrario, el diferencial entre las tasas de crecimiento del Litoral y del conjunto del espacio peruano se redujo en la segunda mitad del siglo, porque el conjunto del espacio aumentó la velocidad de su crecimiento y un Litoral -que en ese caso no incluyó el área de Montevideo- redujo el suyo.

d) En relación con el desempeño de la economía agraria de Buenos Aires, el trabajo de Garavaglia mostró un crecimiento de la producción triguera a lo largo del período 1750-1820, y un crecimiento de la producción ganadera entre 1780 y la primera mitad de la década del 1800. Esa obra no presentó estimaciones de las magnitudes de estos crecimientos, ni tampoco una comparación con el crecimiento demográfico. El trabajo de Coastworth y Newland no presentó tasas del producto agrario por habitante para el Litoral, pero dedujo, con el auxilio del comportamiento de los salarios, que no habría habido crecimiento sino estabilidad. El trabajo de Cuesta mostró que la economía agraria bonaerense creció más rápido antes de 1760 que después, pero que no hubo crecimiento del producto por habitante a lo largo del siglo, sino un aumento de los factores tierra y trabajo, visibles en la expansión de frontera agraria y en el notable crecimiento demográfico. Aquí el crecimiento demográfico no parece el indicador de un crecimiento que en rigor no existe, sino un factor explicativo de la naturaleza del cambio agrario registrado en el siglo. En resumen, puede decirse que incluso tomando en cuenta la imagen impresionista que presentó Garavaglia en 1987, ninguno de los estudios sobre Buenos Aires pudo documentar un escenario de crecimiento en términos per cápita para su economía agraria durante la segunda mitad del siglo.

e) Ninguno de los trabajos que hicieron comparaciones regionales permite conocer la trayectoria del producto agrario de los territorios de la “banda Norte” del Río de la Plata, es decir de su margen izquierdo. Garavaglia los incluyó en su estudio de 1987 pero no tenía precios locales; Coastworth y Newland restaron expresamente la recaudación de Montevideo de la gruesa decimal del obispado bonaerense.

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Como la historiografía uruguaya no cuenta con estudios cuantitativos sobre este período, identificar con cierta precisión dentro del panorama de la macro-región platense la trayectoria de una sub-región tan dinámica como la de esta ciudad puerto y su entorno agrario es materia pendiente.

f) La ausencia del conglomerado misionero en la mayoría de los trabajos comparativos, no por constante debe ser asumida como natural. Después de todo, hacia 1750 los pueblos de guaraníes misionados por los jesuitas eran el mayor foco demográfico del Litoral, y a pesar de sus singularidades mantenían una vinculación efectiva con los mercados potosinos y con los demás del espacio peruano-platense. En primera instancia esta ausencia de los pueblos de guaraníes en los estudios reseñados es un resultado de la fuente que los sostiene. En efecto, como los pueblos misioneros tuvieron un tratamiento especial de la Corona en materia tributaria, su aporte por concepto de diezmo -en el período de su historia que le fue exigido- era un importe fijo que ingresaba al obispado por vías diferentes de la recaudación decimal ordinaria. No sólo que no figura en las series documentales más recurridas por los trabajos referidos, sino que no fluctúa con la producción y por lo tanto es irrelevante para aproximarse al comportamiento del sector agrario. A este punto de partida es probable que se sumen dos factores de mucho peso: la diversidad regional del espacio peruano-platense tal como se lee en las fuentes decimales ya de por sí es materia suficiente para cualquier investigador; y finalmente, los pueblos misioneros han sido de difícil ubicación en la geografía histórica de la región, ya que ha existido una tendencia a considerarlos parte de la región Paraguay, o bien a presentarlos como una región autónoma, aparte del conjunto rioplatense.

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CAPÍTULO 4. FUENTES Y METODOLOGÍA: PAISAJES Y MACROMAGNITUDES

4. 1. LOS DIEZMOS COMO FUENTE PARA LA ESTIMACIÓN DEL PRODUCTO AGRARIO: POSIBILIDADES Y LIMITACIONES

Las potencialidades y limitaciones de las fuentes decimales ha sido una cuestión muy debatida. En este apartado se revisan tres momentos metodológicos que, con diverso grado de explicitación, han estado presentes en los últimos 40 años de utilización de las fuentes decimales. La selección de estos tres momentos no pretende representar una evolución del debate sobre estas fuentes ni dar cuenta de todas sus instancias. Se han identificado y seleccionado estos momentos porque la metodología de este trabajo recoge, de diferente manera, los aportes que todos ellos han dejado en la historiografía económica actual.

4. 1. 1. EL MOMENTO FRANCÉS

A comienzos de la década de 1960 la nueva historia rural francesa estaba interesada en las relaciones entre crecimiento demográfico, movilidad social y conflicto social en las sociedades de Antiguo Régimen. En ese marco un estudio basado en las fuentes decimales de una zona de Francia proporcionó una estimación de las tendencias de largo plazo de la producción agraria, para un período de más de dos siglos, que daba pistas sobre las variaciones de la oferta de alimentos y sobre las fluctuaciones del ingreso señorial. Este trabajo, y la recomendación institucional de estudiar las fluctuaciones de la producción agrícola durante el Antiguo Régimen por parte de la agencia gubernamental francesa de investigación científica, dieron el puntapié inicial para un conjunto de estudios franceses que habrían de presentarse en 1969 bajo el título de Les fluctuations du produit de la dîme266.

El desarrollo de estudios similares en diversos países durante esa década y la siguiente dio lugar a que en el VII Congreso Internacional de Historia Económica (Edimburgo, 1978) se realizara una sesión sobre el tema. Allí se verificó que un amplio conjunto de investigadores en distintos países del mundo estaba utilizando las fuentes decimales en un intento de aproximación a los ingresos señoriales, a las cargas del campesinado, a la producción agrícola e incluso a la productividad de la agricultura. Se conocieron trabajos sobre regiones de Europa occidental, central, oriental y meridional; también sobre Chile, Quebec y México. El encuentro también mostró la diversidad de modalidades que adoptaba el tributo en distintos países y regiones, así como la gran disparidad de las fuentes disponibles entre países, con relación a la que registraban información sobre

266 Joseph Goy y Emmanuel Le Roy Ladurie (eds.); Les fluctuations du produit de la dîme. Conjoncture décimale et domaniale de la fin du Moyen Age au XVIIIe siècle; Paris, 1972. Véase la referencia precisa al primer trabajo mencionado así como a todo el proceso en: Josep Goy y Emmanuel LeRoy Ladurie, Tithe and Agrarian History from the Fourteenth to the Nineteenth Centuries (New York: Cambridge University Press, 1982).

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aspectos relativos a la recolección, administración y usufructo de los diezmos. El hecho de que en algunos países y regiones los registros decimales hicieran referencias precisas a los volúmenes de producción en unidades físicas, casi predio a predio, mientras que en otros apenas dejaran un rastro indirecto del ingreso monetario percibido por este concepto, dio lugar a un debate sobre la utilidad de la fuente.

A modo de relatoría del evento, Josep Goy publicó una en cierto modo angustiosa reflexión metodológica que señalizó el momento267. La nota dominante era una extrema cautela que rayaba en el desaliento268, pero se pueden identificar los siguientes consensos básicos sobre la utilidad y limitaciones de las fuentes decimales.

Teniendo debidamente en cuenta una serie de obstáculos, las fuentes decimales son útiles para obtener información sobre el ingreso señorial, sobre las fluctuaciones de la producción agraria y sobre la productividad agrícola.

Todavía bajo el impacto de lo que parece haber sido una suerte de inmersión a fondo en las fuentes decimales, el texto de Goy reflexiona en primer lugar sobre de qué hablan los registros de diezmo. El autor anota la doble condición del diezmo como ingreso (de sus perceptores) y una proporción, localmente variable, de la producción agraria. Señala que mientras que las fuentes decimales pueden ser muy claras como indicadores del ingreso señorial o eclesiástico, son menos fieles como indicadores de la evolución de la producción agraria, dependiendo de la forma en que los diezmos se regulen, se recojan y se registren en cada región.

Un primer problema identificado era el de la evasión, tan generalizado y tan antiguo como el diezmo mismo. Un segundo problema era el de las alícuotas, en algunos períodos y regiones sumamente variables, y por lo tanto, un factor de distorsión para evaluar en largo plazo las fluctuaciones tanto de ingresos como de producción. Un segundo problema era el de las áreas geográficas comparadas en el tiempo; lo normal es que en el tiempo existieran variaciones (con áreas agrícolas en expansión y otras en decadencia) que introducen distorsiones si la fuente no da cuenta de estos cambios269.

Un tercer aspecto que diferencia el potencial descriptivo de la fuente deriva del hecho de los diezmos, según épocas y regiones, podían ser recogidos en especie o en dinero. Se aceptó que los primeros permitirían, en condiciones ideales de continuidad y fiabilidad de las fuentes, reconstruir no sólo las variaciones del ingreso de los perceptores, sino también las variaciones de la producción agraria de una macro-región (un país, por ejemplo) más o menos rigurosamente, a condición de avanzar por agregación, es decir

267 Véase la versión en español: Ibid, Josep Goy y Emmanuel Le Roy Ladurie, "Prestaciones campesinas, diezmos y tendencias de la producción agrícola en las sociedades preindustriales," en Historia económica, nuevos enfoques y nuevos problemas, ed. Carlo Cipolla Jerzy Topolski, Paul Bairoch, E. J. Hobsbawm, C. P. Kindleberger (Barcelona: Editorial Crítica, 1981). La versión en inglés se publicó al año siguiente: Josep Goy y Ladurie, Tithe and Agrarian History from the Fourteenth to the Nineteenth Centuries.

268 Cuando la relatoría fue publicada, una reseña realizada Jan de Vries concluyó: “Este libro es esencial para todos los interesados en la reciente investigación de Europa continental basada en fuentes decimales, pero no creo que nadie salga convencido de que estas fuentes sirvan de base a generalización alguna sobre la producción, en el marco de la historia agraria europea.” Véase: Jan De Vries, "Tithe and Agrarian History from the Fourteenth to the Nineteenth Century (Book Review)." American Historical Review 88, no. 5 (1983). (Traducción de MIM).

269 Josep Goy y Ladurie, Tithe and Agrarian History from the Fourteenth to the Nineteenth Centuries. Pág. 26-35.

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distrito por distrito, región por región270. También se estableció que los diezmos pagados en moneda necesitaban, además de todas las cautelas ya señaladas, ser deflactados con un índice de precios agrícolas para poder expresar las fluctuaciones en el tiempo, sea del ingreso, sea de la producción. La estrategia recomendada era la de utilizar un índice de precios de los principales productos de la región, o en su defecto, utilizar una serie del precio del trigo; en ambos casos se trataba de convertir la serie en moneda a su equivalente en bienes agrícolas271. Quedaban dos problemas adicionales por resolver en relación con los diezmos pagados en moneda: la distorsión provocada por la existencia de un agente recaudador con objetivos de beneficio, y la necesidad de que los intervalos temporales en que están medidos los precios agrarios sean compatibles con los intervalos temporales de los arrendamientos del diezmo. Cada historiador debería resolver estas dificultades con los recursos a su alcance, pero en ningún caso podría obviarlos.

Finalmente, se identificaron algunos casos en que definitivamente las fuentes decimales nos sirven para dar a conocer las fluctuaciones de la producción: los casos europeos donde los diezmos son cobrados a modo de tasa fija, o cobrados en conjunto con otros cargos señoriales, resultaban evidentes. En algunas economías periféricas o “nuevas”, los diezmos tampoco parecían un buen indicador de la evolución económica de las regiones porque en este tipo de economías de frontera -constataban los académicos europeos- por un lado no existe la relación “normal” entre demografía y producción agraria y por otro, la dinámica de estas economías depende más del comercio que de la agricultura272. Por lo tanto, la utilidad de la fuente decimal en este aspecto variaba según se tratase de las siguientes regiones:

En las áreas atlánticas y del Mediterráneo católico de Europa los registros decimales reflejaban más o menos rigurosamente las cargas sobre todos los frutos de la tierra, en particular sobre los cereales. Además, las incidencias de la recaudación mostraban las tensiones y conflictos entre recaudadores y dueños del diezmo.

En las áreas de la Europa del Este, del Norte y continental, dominadas por la nobleza y el Estado, los diezmos generalmente fueron secularizados, convertidos en impuestos y recogidos arbitrariamente. Por este motivo no resultaban ser un indicador fiable de la producción.

En los sistemas agrícolas coloniales periféricos, caracterizados por un sector agrícola insignificante comparado con el comercio, o por un sistema agrícola atravesado por desigualdades (entre esclavos y amos, o entre colonos y nativos) y desarrollados en torno a la minería o a productos de plantation, las fuentes decimales resultaban poco útiles. Se trataba de sistemas agrícolas “móviles” (sic), donde una población agrícola migrante se desplazaba a la par de la apertura de nuevas tierras273.

Adicionalmente se planteaba que algunas fuentes decimales permiten también obtener indicadores de productividad, por ejemplo cuando registran cantidades sembradas y cosechadas a escala predial, y por lo tanto también se consideraba posible su utilización en ese sentido. Las prudencia metodológica aconsejaba entonces evaluar la representatividad

270 Ibid. Pág. 36-42.

271 Ibid. Pág. 42-52.

272 Ibid. Pág. 54-55.

273 Ibid. Pág. 59-60.

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de la información obtenida respecto del conjunto de las explotaciones agrarias de la región, ya que era esperable que sólo las unidades productivas más grandes hubieran dejado tales registros274.

Las fuentes decimales requieren la utilización de otras fuentes seriadas.

Esto resultó muy evidente en relación con los precios agrícolas, pero por momentos parecían sugerirse líneas de trabajo algo fatigosas. Por ejemplo, en su estudio sobre el ingreso decimal del Mediterráneo francés entre 1555 y 1786, J. Goy recopiló cinco series de los valores decimales recaudados en cinco sub-regiones; luego deflactó cada una de ellas con una única serie del precio del trigo de Toulouse (porque era la única que tenía disponible para tan extenso período) y por último corrigió cada una de estas series teniendo en cuenta la relación entre el diezmo monetario y el diezmo en especie (información que estaba disponible en ese caso sólo para un sub-período) con el objetivo de tener en cuenta el efecto de los costos y beneficios de los arrendadores. Trabajosamente logró así construir un indicador tanto de las fluctuaciones del ingreso decimal como de la producción, pero aún al final del camino sintió necesidad de convertir la serie a gramos de plata o en términos de una canasta de consumo, para poder compararla con otras regiones del mundo. La necesidad de trabajar con otras fuentes para poder explotar las fuentes decimales, especialmente de fuentes sobre precios de los bienes agrícolas, parecía muy clara275.Además, la interpretación de las fluctuaciones constatadas en el largo plazo pronto reveló que las coyunturas agrícolas (como solía expresarlo la tradición intelectual francesa que lideró estos trabajos) no podían ser interpretadas sin tener en cuenta por lo menos la demografía y las variaciones climáticas.

4. 1. 2. EL MOMENTO LATINOAMERICANO

La utilización de fuentes decimales para conocer tendencias de la producción enfrenta en América Hispana una limitación fundamental debido a que, como se verá con cierto detalle más adelante, las comunidades indígenas estaban en principio eximidas del pago del diezmo. Por lo tanto, el diezmo no es un buen captor de porciones que pueden llegar a ser mayoritarias del producto agrario, según las regiones. Quizás por esta razón, los trabajos de historia económica con base en fuentes decimales de América Latina parecen haber seguido una trayectoria sólo parcialmente emparentada con la europea. Aunque nacieron fuertemente inspirados en la tradición metodológica francesa, fueron más tardíos en su gran mayoría y pronto se vieron enfrentados al desafío específico de utilizar esta fuente en un contexto económico singular, como era el de unas economías coloniales, periféricas y a menudo lideradas por actividades económicas no agrarias, como la minería y el comercio. En una especie de proceso de fertilización cruzada, los trabajos con fuentes decimales y la historia de los precios tuvieron un empuje en América Latina en las décadas de 1970 y 1980.

En respeto a la naturaleza metodológica de este capítulo, en este apartado no se hace una relación exhaustiva de los antecedentes en la materia, sino que se presentan algunos trabajos que señalan mojones metodológicos en el caso americano.

274 Ladurie, "Prestaciones campesinas, diezmos y tendencias de la producción agrícola en las sociedades preindustriales." Pág. 157.

275 Josep Goy y Ladurie, Tithe and Agrarian History from the Fourteenth to the Nineteenth Centuries. Pág. 42-50.

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En 1969 vio la luz un trabajo pionero sobre Chile276. Se trata de un trabajo breve, donde con gran capacidad de síntesis el autor formula algunas observaciones sobre los diezmos hispanoamericanos, propone una metodología de trabajo para utilizarlos con el fin de conocer el desempeño de las economías agrarias, presenta sus resultados del caso chileno entre 1860-1830, y finalmente los analiza en el marco de las preguntas vigentes en la historiografía latinoamericana de entonces.

Lo más interesante desde la perspectiva de este trabajo es la metodología que propone y sus conclusiones de tipo general. En relación con lo primero, el autor se enfrenta a diezmos arrendados. Sostiene que los valores de los diezmos rematados traducen la “anticipación” (previsión) de los agentes sobre la cosecha y la evolución de los precios. Para corregir eventuales desvíos de la primera, propone trabajar con promedios decenales en vez de las observaciones anuales; para tener en cuenta la evolución de los precios propone utilizar un deflactor basado en precios de los productos agropecuarios. Presenta una formulación de su indicador, literalmente como sigue277:

Esta fórmula resume una forma elemental de abordar el tratamiento del problema que, a pesar de su sencillez, definió una estrategia básica seguida durante las décadas siguientes por quienes abordaron estudios decimales con el objetivo de conocer las tendencias de la producción agraria. Ello implica poner atención a dos conjuntos de problemas, según se trate del numerador o denominador de la fórmula. La construcción de un índice de valores decimales resultó un desafío esencialmente heurístico, donde el investigador habrá de mostrar su habilidad para recoger la información y precisar sus alcances según la debida crítica de la fuente; en cambio la construcción de un índice de precios agrarios resultó un desafío no sólo heurístico sino también metodológico, donde los investigadores habrán de mostrar su familiaridad o falta de familiaridad con los métodos cuantitativos. Finalmente, la interpretación de la relación entre uno y otro indicador propone un desafío conceptual, donde los investigadores habrán de mostrar su capacidad para discernir entre producción y producto, entre niveles y fluctuaciones de una variable, entre tendencia y ciclo de una serie temporal. Los trabajos comentados en este apartado mostrarán avances en alguno de estos tres aspectos.

El trabajo de Carmagnani no presenta un examen detallado de las fuentes decimales utilizadas pero sí un resumen conciso sobre la historia del diezmo en América Hispana y su significado. La serie de valores decimales es presentada en promedios decenales, como ya se dijo, para corregir las eventuales distorsiones causadas por el arrendamiento. En cuanto al deflactor, el autor elaboró un índice de precios agropecuarios en base a los precios locales de tres productos (la harina, la carne seca y los corderos), recogidos de los asientos de víveres para las tropas de Santiago, que también presentó en forma de promedios decenales. Como no dispuso de información sobre la estructura de la producción ni del consumo agrario, construyó un promedio simple de los precios de los tres bienes mencionados. Finalmente, calculó tasas de crecimiento para tres subperíodos (1680-1740; 1740-1780, 1790-1830), pero no incluyó una estimación per-cápita de la producción agraria.

276 Marcelo Carmagnani, "La producción agropecuaria chilena. Aspectos cuantitativos, 1680-1830," Cahiers des Amériques Latines 3 (1969).

277 Ibid. Pág. 7.

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Adicionalmente, el trabajo de Carmagnani introdujo con naturalidad una perspectiva regional para el análisis del crecimiento agrario chileno: sin caer en la tentación de agregar la información por distritos de la que dispuso para obtener una falsa imagen “nacional”, el autor mantuvo la disposición regional de la información para postular la existencia de diversas economías agrícolas dentro del espacio chileno, caracterizadas por sus diferentes vinculaciones con la producción minera peruana o local. Por último, muy en línea con la discusión historiográfica del momento sobre la naturaleza de las economías latinoamericanas, el autor concluyó:

“(…) El análisis de la producción agropecuaria ha mostrado, especialmente para la economía regional de Santiago, que dicha producción conoce un crecimiento sostenido. Esto permite postular que una economía señorial y dependiente puede conocer un crecimiento sostenido – insisto en la palabra sostenido- de la producción, siempre y cuando existan una demanda exterior o una demanda inducida que la impulsen. Lo cual viene a demostrar el simplismo de

la afirmación que una economía señorial se define por una producción estagnante”278.

Al margen de que quizás si se hubiera tomando en cuenta el crecimiento demográfico este “crecimiento sostenido” no lo hubiera sido tanto, es destacable la utilización de estas fuentes, estas técnicas de investigación y este estudio de caso al servicio de la problemática del crecimiento.

También es parte de la tradición latinoamericana el trabajo de Tandeter y Watchel sobre los precios de Potosí entre 1676-1842, donde los autores incluyeron una aproximación al crecimiento agrario a través de los diezmos locales279. Se trata de un inmenso trabajo de construcción de series homogéneas de los precios de 40 bienes de consumo, americanos e importados, en base la explotación intensiva de una única fuente seriada: los libros de gastos del convento franciscano San Antonio de Padua, en Potosí. Los autores centraron su trabajo en la evolución de los precios y sólo abordaron subsidiariamente el estudio del producto agrario. En relación con ello, utilizaron como fuentes para aproximarse a sus variaciones, los libros de la catedral de Sucre (Arzobispado de Charcas, al que pertenecía Potosí) y alguna información complementaria conservada en el Archivo General de Indias. Se trataba de diezmos arrendados en contratos a menudo plurianuales. Luego elaboraron un índice de precios de productos agrarios locales a los efectos de deflactar las series de valores decimales. El mismo fue construido como un promedio simple de siete bienes, cuyos precios fueron obtenidos de la fuente citada. Es notorio que se trata de un trabajo sonde los mayores progresos se registraron en relación a la base heurística del índice de precios; si se tiene en cuenta que la versión en inglés del trabajo citado es de 1990 y la versión en español es de 1992280, es necesario hacer notar que las técnicas utilizadas no fueron más allá de la construcción de números índices simples y tendencias de media móvil, es decir nada que no hubiera estado presente en el trabajo de Carmagnani de 20 años atrás.

Otros trabajos habían intentado avanzar no sólo ensanchando las fuentes y por lo tanto el universo de bienes agrarios considerados en las historias de precios. Un estudio de Larraín

278 Ibid. Pág. 21.

279 Enrique Tandeter y Nathan Watchel, "Potosí y Charcas en el siglo XVIII," en Economías coloniales. Precios y salarios en América latina, siglo XVIII, ed. Lyman Johnson y Enrique Tandeter (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1992).

280 Una primera versión del trabajo se presentó en 1980 en el Institute of Latin American Studies de la Universidad de Londres; una versión francesa se publicó en Annales… en 1983. Véanse los detalles en: Ibid. Pág. 221.

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sobre la jurisdicción de Santiago de Chile, publicado tan “temprano” como en 1980, había construido un índice compuesto y ponderado de precios agropecuarios con los precios de 21 productos para el período 1749-1808, con el cual pudo deflactarse el valor de la recaudación decimal del mismo período y presentarse una aproximación a las variaciones del producto agrario de aquella región281.

Para elaborar ese índice de precios el autor utilizó una estructura del gasto que obtuvo de las mismas fuentes de donde obtuvo los precios: tres conventos, dos hospitales, un seminario, un convictorio y un Real Colegio, todos de la ciudad de Santiago. Aunque pueda objetarse que se utilice la estructura de una canasta de consumo en el deflactor de unos valores decimales sin verificar que los principales productos diezmados estén bien representados en la mencionada canasta, con este procedimiento el autor buscó expresamente superar los índices de promedio simple y volver a calcular las tasas de crecimiento de la economía agraria del centro de Chile. Posteriormente el autor presentó una versión temporalmente más extensa (período 1681-1808) del mismo índice, con base en las mismas fuentes282.

Finalmente, un trabajo sobre México introdujo otros avances metodológicos de interés. Se trata de un trabajo basado en fuentes secundarias, donde el autor buscó resumir los resultados parciales que hasta entonces habían obtenido los esfuerzos más importantes en materia de historia de precios de Nueva España, para identificar tendencias macro-regionales de largo plazo283. En este marco, el autor utilizó los resultados ya publicados sobre los diezmos del Obispado de Michoacán y del Obispado de Oaxaca y los comparó con la evolución de los precios del maíz, para tener una visión del crecimiento o ausencia de crecimiento del sector agrario en el período 1680-1810, así como en diferentes sub-períodos. La comparación fue hecha entre tasas de crecimiento de ambas variables, y utilizando series alternativas del precio del maíz (regionales o “globales” para todo el territorio novohispano), pero lo novedoso es que el autor utilizó la técnica de la regresión lineal (en este caso, entre la serie de valores decimales y el tiempo) para identificar tanto tendencias de largo plazo como sub-períodos, según las distintas pendientes que podían observarse en diferentes rectas de ajuste. En otras palabras, en este trabajo de 1985 se aplicaron por primera vez a series de valores decimales hispanoamericanas, técnicas estadísticas convencionales para identificar las tendencias de largo plazo y precisar sus cambios.

4. 1. 3 EL MOMENTO ESPAÑOL DE 1970 A LA ACTUALIDAD

El caso español es muy interesante porque en aquel país las fuentes decimales presentan una gran amplitud territorial y extensión temporal. La utilización de fuentes decimales para aproximarse a la realidad agraria española no es nueva; se ha señalado que ya los

281 José Larraín, "Movimiento de precios en Santiago De Chile 1749-1808: Una interpretación metodológica," Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas 17 (1980).

282 José Larraín, "Producto y precios. El caso chileno en los siglos XVII y XVIII," en Economías coloniales. Precios y salarios en América latina, siglo XVIII, ed. Lyman Johnson y Enrique Tandeter (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1992).

283 Richard L. Garner, "Price Trends in Eighteenth-Century Mexico", Hispanic American Historical Review 65, no. 2 (1985).

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reformistas ilustrados habían recurrido a las mismas con ese objetivo284. La riqueza singular de algunas fuentes decimales españolas, en particular de las tazmías, había sido puesta en evidencia en un trabajo señero que no fue ajeno al momento francés ya reseñado, pero que pronto contribuyó a fundar una tradición local de estudios económicos285. La tradición española de trabajos con fuentes decimales cobró vida propia en la década de 1970. Tras 30 años de utilización razonablemente sistemática, una oleada de trabajos recientes, en diálogo con lo que ha dado en llamarse la “revuelta de los modernistas”, ha vuelto a explotar intensamente las fuentes decimales españolas para ofrecer diversas estimaciones tentativas sobre algunas macromagnitudes de diversas regiones. El IX Congreso de la Asociación Española de Historia Económica realizado en Murcia en 2008 tuvo una sesión plenaria dedicada a las estimaciones de producto donde varios trabajos mostraron una utilización intensa de estas fuentes y una renovada confianza en sus posibilidades para aproximarse a la evolución del producto agrario. Mejor precisados los alcances del trabajo con fuentes decimales, el consenso metodológico que parece animar estos trabajos es de un razonable optimismo286. Pueden identificarse los siguientes puntos centrales del consenso metodológico español:

Para el caso español las fuentes decimales, a pesar de los numerosos problemas que puedan presentar, permiten estimar la evolución del producto agrario sin tener que recurrir a vías más indirectas y riesgosas.

Este dato emerge no sólo de la amplitud y profundidad con que no menos de media docena de trabajos posteriores al año 2000 dan cuenta del vigor que tiene la tradición española del caso, sino de los dichos de algunos de los trabajos más ambiciosos presentados en el simposio. La relatoría de Enrique Llopis remarca: “Estamos convencidos de que los diezmos constituyen, en la mayor parte de las regiones españolas, la mejor fuente para reconstruir el producto agrario en la España moderna, sobre todo cuando los obispos y cabildos administraban directamente sus principales derechos decimales o arrendaban estos últimos ‘a cosecha vista’”287.

Las dificultades son muy diversas por la vastedad en la tipología de registros, pero una aproximación cuidadosa a las fuentes y a las técnicas de la investigación puede dar cuenta de las mismas.

Así, el trabajo de Hernández García y Pérez Romero sobre la evolución del producto agrario de Castilla y León en la Edad Moderna examina larga y minuciosamente la tipología de fuentes decimales españolas (tazmías, fuentes diocesanas y fuentes de los perceptores de las tercias reales), así como los problemas que enfrenta su

284 Antonio Macías Hernández, "Canarias, 1500-1820. Las macromagnitudes de una economía insular (Mimeo)," en Seminario de Historia Económica del Departamento de Historia e Historia de las Instituciones Económicas II (Universidad Complutense de Madrid: 2004). Pág. 9.

285 Gonzalo Anes, Las crisis agrarias en la España moderna (Madrid: Taurus, 1970).

286 Con la moderada excepción de la presentación de Montserrat Durán y Gaspar Feliú sobre Cataluña, cuyo título marca su desconfianza genérica hacia las estimaciones de macromagnitudes en períodos pre-estadísticos. Aun así, los autores ensayan una secuencia ambiciosa de estimaciones del PIB urbano y rural de Cataluña, empalmando diversas series y aprovechando diversas fuentes, entre ellas las de recaudación decimal. Véase: Montserrat Duran y Gaspar Feliú, "Algunos datos para el cálculo del PIB catalán (Siglos XVI-XVIII), con Escepticismo," en IX Congreso Internacional de la Asociación Española de Historia Económica (Murcia: 2008).

287 Enrique Llopis, "Ponencia Sesión A.1: El PIB y las macromagnitudes económicas en la España del antiguo régimen," (Madrid: Universidad Complutense de Madrid, 2008). La relatoría no ha sido publicada; agradezco al autor que me haya facilitado su acceso.

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interpretación288. El primero de ellos es que hay una parte de la producción que no es recogida por la fuente, debido a las exenciones (sobre productos o sobre titulares de la tierra, por ejemplo la propia Iglesia), a la evasión (siempre presente pero de proporciones variables según la coyuntura y el período histórico), y al régimen de excusado, que también experimentó cambios de importancia, sobre todo después de 1760. El segundo deriva de las modalidades de gestión del diezmo, que podía ser administrado directamente o arrendado. El arrendamiento de los diezmos era la práctica corriente allí donde las condiciones físicas y administrativas imponían altos costos económicos y de transacción a la administración directa, pero debe tenerse en cuenta que el beneficio del arrendador distorsiona la interpretación del dato. En este sentido, señalan los autores, es relevante si el contrato de arrendamiento es anual o plurianual, y es aconsejable conocer con exactitud el procedimiento de adjudicación del arriendo. Finalmente, además de estos problemas los autores reafirman la necesidad de contar con deflactores adecuados para unas series decimales que siempre acabarán por ser monetarias289; aquí el punto crítico parece ser la disponibilidad o no de índices regionales y sub-regionales suficientemente largas y del todo compatibles con la estructura de la producción290.

4. 2. LOS DIEZMOS DEL OBISPADO DE BUENOS AIRES

En 1620 la antigua diócesis del Río de la Plata, que abarcaba amplios territorios al sur del Perú fue dividida en dos, al crearse una nueva diócesis algo menor en tamaño, con sede en Buenos Aires. Su jurisdicción alcanzaba, en teoría y en un eje Norte-Sur, desde el sur de Asunción del Paraguay hasta la Tierra del Fuego. Comprendía la extensa franja fronteriza con Portugal que se ubica al este de los grandes ríos rioplatenses, desde el Guayrá hasta la ciudad de Buenos Aires, incluyendo el actual territorio uruguayo como extremo oriental y la llanura cordobesa como extremo occidental. Los territorios argentinos de Cuyo y Tucumán pertenecían a otros obispados291.

4. 2. 1. LOS DIEZMOS EN AMÉRICA HISPÁNICA

Aunque en los reinos de Castilla el diezmo era un tributo privativo de la iglesia católica, el Papa Alejandro VI concedió los diezmos de la iglesia de Indias a los Reyes Católicos, como contrapartida por los gastos realizados de la Conquista. La concesión se encuentra en la bula “Eximia devotionis sinceritas” fechada en Roma en 1501, donde se definen los privilegios eclesiásticos en las tierras conquistadas. La bula establecía como condición que los reyes asignaran de antemano los recursos necesarios para el sustento del personal

288 Ricardo Hernández García y Emilio Pérez Romero, "La evolución del producto agrario en Castilla y León durante la Edad Moderna. Problemas y posibilidades para su estimación a partir de fuentes diezmales," en IX Congreso Internacional de la Asociación Española de Historia Económica (Murcia: 2008).

289 El hecho de que unos diezmos sean recaudados en especie y otros en moneda hace que la única manera de agregar unos y otros sea mediante la conversión de los primeros a valores monetarios. Ibid. Pág. 20.

290 Ibid. Pág. 20; véase la nota al pie N° 40.

291 Roberto Di Stefano y Loris Zanatta, Historia de la iglesia argentina. Desde la conquista hasta fines del siglo XX (Buenos Aires: Grijalbo Mondadori, 2000). Pág. 52.

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religioso en América, uno de los pilares del Patronato que quedaría consagrado en 1507 en la bula “Universales Eclesia”292.

No obstante este punto de partida, la Corona “devolvió” el beneficio decimal a los obispados de América por la Concordia de Burgos (1512) firmada por Fernando el Católico, aunque puso condiciones a que su destino fueran “personas e instituciones diocesanas” 293. Es posible que este origen, pautado por mutuas cesiones y devoluciones entre dos poderes de primer orden, diera a esta institución una naturaleza política también singular. En efecto, aunque el poder político no disputó el derecho privativo de la Iglesia sobre los diezmos, en América fue el principal agente decisor sobre los sujetos de la imposición, la materia imponible, las formas de recaudación, e incluso sobre la distribución del ingreso recaudado.

4. 2. 2. SUJETOS DE LA IMPOSICIÓN Y MATERIA IMPONIBLE

Antes de la sistematización legal ocurrida comienzos del siglo XVII la regulación del diezmo quedó establecida en los sucesivos actos de erección de las diócesis americanas, y mediante disposiciones reales casuísticas, a menudo por consultas recibidas desde las sedes episcopales indianas y tomando como referencia la regulación vigente en la archidiócesis de Sevilla. Tendió a consagrarse una gran diversidad de situaciones en relación con los frutos gravados y con los sujetos de la imposición, aunque a menudo los antecedentes generados por un obispado eran tomados en cuenta a la hora de evacuar una consulta de otro. La única línea en común de la regulación de esta primera etapa fue la tendencia a conformar una inmensa lista de bienes gravados por el diezmo, que incluía – con la rigurosa excepción del oro y la plata- no sólo productos agrarios294.

Los criterios generales en relación al pago y la percepción del diezmo vinieron a quedar definidos en el título XVI del Libro I de la Recopilación de Leyes de Indias, aunque su aplicación conoció una gran diversidad. En la ley se estableció la existencia de diezmos únicamente prediales295, que serían equivalentes al diez por ciento del producido de una extensa lista de rubros vegetales y animales donde prácticamente solo fueron excluidos los frutos de la caza. La lista incluyó: trigo, cebada, centeno, mijo, maíz, panizo, avena, garbanzos, yerbas, arroz, cacao y cualquier otro tipo de legumbres y semillas. Entre los animales: ganado mayor, corderos, cabritos, lechones, pollos, patos o gansos y palominos… ”aunque se coman en casa del que los cría”. También las ovejas, becerros, potros, mulas y asnos, cerdos y gallinas. También engrosaron la lista: la manteca, el queso y la lana; “el fruto de cualquier árboles” excepto piñas y bellotas; aceitunas, hortalizas, vides, miel, cera de abeja y enjambres, capullos de seda, lino, cáñamo, algodón, azúcar y añil296.

Los sujetos de la imposición no fueron enumerados en la ley con la misma precisión, pero se indicó claramente que los encomenderos pagarían diezmo por los productos recibidos

292 Manuel Josef de Ayala, "Diezmos," en Diccionario de gobierno y legislación de Indias, ed. Milagros del Vas Mingo (Madrid: Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1989).

293 Manuel Teruel Gregorio de Tejada, Vocabulario básico de la historia de la iglesia (Barcelona: Crítica, 1993).Pág. 145.

294 Véase este proceso en de Ayala, "Diezmos." Pág. 177-185.

295 Los diezmos personales son expresamente prohibidos.

296 Leyes de Indias, Libro I, Título 16. Véase versión facsimilar en: Gobierno del Perú, Archivo Digital de la legislación en el Perú, “Leyes de Indias”, en: http://www.congreso.gob.pe/ntley/LeyIndiaP.htm. Consultada el 30-03-2009.

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de sus indios y que los indios en general quedarían sujetos a las situaciones vigentes en cada lugar, sin introducirse modificaciones297. Se trataba de situaciones variables, en algunos territorios el diezmo había sido extendido a la producción indígena como vigésimo, pero en otros no; la diversidad era función de las formas institucionales que predominaban en diversos lugares para la apropiación de la mano de obra indígena. La población “española”, por el contrario, no gozaba de exenciones generales.

La ley obligó a los caballeros de las órdenes militares y a las fincas reales a pagar diezmo, pero no dijo nada sobre las órdenes religiosas. En el siglo XVII el tratamiento dado a las órdenes religiosas por parte de la Corona fue motivo de marchas y contramarchas, ya que en esta materia un privilegio concedido a una orden era un perjuicio perpetrado a un obispo. Los recelos despertados por el protagonismo de la Compañía de Jesús en la vida económica y política americana durante todo el siglo XVII y la primera mitad del XVIII fueron un factor adicional de complicación. Ya en la mitad del siglo XVIII, el poder real parece haberse decidido por respaldar los acuerdos locales alcanzados en diversos obispados americanos, donde se consagraban diversos grados de excepción –nunca absoluta- para haciendas, colegios y reducciones de órdenes religiosas, según el caso298. La excelente diplomacia jesuita tuvo su peso en este resultado299. Sin embargo, la etapa regalista de la historia del patronato, iniciada con Carlos III, registró una tendencia marcada a ampliar la materia imponible por la vía de reducir al mínimo las excepciones y privilegios en la materia300.

Hacia la mitad del siglo XVIII, siguiendo la diversa geografía económica de cada obispado, la costumbre había codificado unas formas de identificar la materia imponible agrupándola en ciertos renglones. Así, en el Obispado de México diezmaban el trigo, el maíz y la lana301; en el Obispado del Paraguay había, además de unos diezmos de granos y otros de ganado, un diezmo del tabaco; en el Obispado de Tucumán, además de los dos primeros, un diezmo sobre los vinos302, en la jurisdicción de la Catedral de Charcas un corregidor quiso imponer un diezmo sobre la hoja de la coca303; etcétera.

En el Obispado de Buenos Aires, el auto de erección de la Catedral había establecido que los fieles pagarían “diezmos por todos los frutos del campo y del ganado cimarrón, del cuero, sebo y madera, y en la ciudad de todo género de cosas, de cal y ladrillo (…).304” A pesar de que las autoridades eclesiásticas trataban con estas disposiciones de que nada

297 Ibíd.

298 de Ayala, "Diezmos." Pág. 177-185.

299 Sobre el punto, véase: Mörner, Actividades políticas y económicas de los jesuitas en el Río de la Plata.

300 Véase un detallado recorrido de las regulaciones de la segunda mitad del siglo XVIII con este objetivo, en: Roberto Di Stefano, "Dinero, poder y religión: El problema de la distribución de los diezmos en la diócesis de Buenos Aires (1776-1820)," Quinto Sol 4 (2000 b).

301 de Ayala, "Diezmos." Pág. 185.

302 AGI, Buenos Aires 600 y Buenos Aires 606.

303 El episodio ocurrió en la década de 1790 y fue obstaculizado por el personal de gobierno de la Audiencia de Charcas. El expediente de los oficiales de gobierno hace un extenso relato de lo que correspondía cobrar a la población indígena de la región según las distintas disposiciones legales vigentes. AGI, Buenos Aires 598.

304 Juan Bautista Rivarola Paoli, La Real Hacienda. La fiscalidad colonial, siglos XVI a XIX (Asunción: Edición de autor, 2005). Pág. 403.

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escapara del gravamen, en la mitad del siglo XVIII el conjunto de bienes agrícolas que tributaban estaba muy definido por las normas y la costumbre.

Los rubros más importantes eran los denominados “granos” y “cuatropea”. El primero de ellos refería a la producción de trigo, ya que ésta era la producción cerealera predominante en el Río de la Plata, a diferencia de aquellas regiones americanas donde el cereal por excelencia era el maíz305. El rubro “granos” se encuentra etiquetado como tal en los registros decimales del período de las cuatro ciudades cabecera del obispado, y representa, en tres de las cuatro iglesias “matrices”, el valor monetario más alto del conjunto de los rubros, en todos los años estudiados306. Así, cabe suponer que siendo el ítem por el cual se ofrecían mayores sumas de dinero en subasta pública, el rubro “granos” habría sido el más codiciado tanto por los recaudadores como por los receptores finales del ingreso decimal.

El rubro “cuatropea” se refiere a la producción ganadera. La ley establecía que debían diezmarse los ganados mayores cuando estuvieran prontos para ser herrados y los menores cuando pudieran ser separados de las madres, incluso determinaba cómo proceder si el número de ganados de un predio era menor a diez307. La práctica establecía que debía pagarse el diez por ciento del procreo (es decir aquello que en la ganadería es el equivalente de la cosecha anual) de vacas, ovejas y mulas308. A pesar de las disposiciones normativas, se sabe que al menos en el Río de la Plata el cobro del diezmo de cuatropea la determinación de cuál era la edad de los animales entregados que podía considerarse “aceptable” por los diezmeros, así como el momento del año más indicado para hacer el pago, y especialmente, si todos los tenedores de animales, aún los pastores que sólo criaban un puñado de ellos, debían diezmar, frecuentemente daban lugar a controversias309. Un problema adicional a los efectos de este trabajo es el hecho de que durante el período de estudio no se cobraba el diezmo del ganado cimarrón ni el de cueros. Aunque el auto de erección de la Catedral estableció el diezmo sobre el ganado cimarrón, éste se cobró en Buenos Aires y en Corrientes en el siglo XVII, pero se dejó de cobrar en la primera década del siglo XVIII en esas cabeceras y nunca se cobró en Montevideo, fundada algo después. Como se verá con detalle en la caracterización de los paisajes agrarios, si bien en la sub—región Buenos Aires el ganado cimarrón habría sido

305 En Corrientes, una de las cuatro ciudades cabecera del Obispado de Buenos Aires, existió en el siglo XVII un diezmo de frutas, así como uno sobre las primicias del trigo y del maíz, pero ambos estaban en desuso en la segunda mitad del siglo XVIII. También allí se había intentado imponer sin éxito, en la primera mitad del siglo XVIII, un diezmo sobre “maderas, tejas y adobes”. Véase: Maeder, Historia económica de Corrientes en el período virreinal 1776-1810. Pág. 338-340.

306 AGI Buenos Aires 598: “Reales Cédulas e informes sobre cuadrantes de diezmos”. También pueden verse los rubros en las escrituras de los remates de Buenos Aires y Montevideo. Las primeras en AGN-BUENOS AIRES, Sala 9: 13-2-3; 13-2-4 y 13-2-5. Las segundas en AGN-BUENOS AIRES, Sala 9,13-2-6.

307 Ley segunda del Título 16.

308 En los territorios de la ciudad de Corrientes, durante el siglo XVII el diezmo de cuatropea gravó no sólo la producción ganadera de cría, es decir el resultado de la actividad humana sobre el ganado, sino también el ganado cimarrón o silvestre. Evidentemente en ese caso se tomaba en cuenta el stock animal y no el procreo, como materia imponible. Véase: Maeder, Historia económica de Corrientes en el período virreinal 1776-1810.

309 Los contribuyentes preferían, naturalmente, retener los animales ya criados y entregar los menores, lo cual era resistido por los diezmeros. Sobre las dificultades en la recaudación del diezmo de cuatropea se volverá más adelante. Véase: Garavaglia, "Producción cerealera y producción ganadera en la campaña porteña, 1700-1820."

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extinguido hacia 1730, subsistieron durante el resto del siglo XVIII enormes reservas del otro lado del Río de la Plata bajo jurisdicción de Buenos Aires, de Montevideo, y especialmente de los pueblos misioneros. Los pueblos misioneros montaron un sistema ganadero de cría y engorde animal para la producción de carne a escala gigantesca, basado en ese mecanismo. A partir de la década de 1770 esta utilización del ganado cimarrón quedó en segundo plano respecto de la obtención del cuero, producto que cobrará gran desarrollo, y que no estuvo comprendido en la materia imponible según la legislación.

La importancia del rubro de cuatropea era variable en los cuatro distritos del obispado rioplatense pero notable en todos ellos; asimismo, experimentó cambios a lo largo del período que serán analizados más adelante. Cabe adelantar por ahora que las expectativas de los agentes en relación con este rubro tuvieron siempre un componente especulativo adicional, y que la recaudación de la cuatropea de la región estuvo, al menos en ciertas ocasiones, ligada a un tipo de agente económico más audaz que los otros diezmeros.

Además de estos rubros principales, existía un diezmo sobre la producción hortícola y avícola, denominado de “quintas” en Buenos Aires, de “aves y huertas” en Montevideo, de “chacras” en Santa Fe310. La nomenclatura sugiere que la producción englobada en este rubro era heterogénea y podría abarcar desde huevos hasta legumbres, verduras e incluso alfalfa. Evidentemente era un rubro que buscaba capturar la producción de cierto tipo de unidades productivas, posiblemente algo más intensivas que otras en el uso del suelo y de la mano de obra, y posiblemente también muy vinculadas a los mercados urbanos de consumo de alimentos. En Montevideo se cobró durante todo el período un diezmo “de la ciudad” en conjunto con el rubro hortifrutícola; aunque no se menciona el tipo de producción que pudo haber comprendido, todo parece indicar que se trató de lo mismo que el anterior, pero dentro del recinto amurallado de la ciudad311. En cambio en Buenos Aires, ya en la década de 1790, al histórico rubro “Quintas” se agregó el de “Aves y verduras de los curatos del campo”, seguramente un resultado del proceso de densificación demográfica y económica que experimentaba aquel territorio.

4. 2. 3. LA RECAUDACIÓN DEL DIEZMO

La recaudación tenía una base territorial establecida de antemano. El obispado tenía cuatro ciudades cabecera en este sentido, y en cada una de ellas se celebraban los contratos de arriendo, con especificación de la adscripción territorial que regía para cada rubro. Es importante tener presente que durante el período de este trabajo las adscripciones territoriales de las cabeceras sufrieron cambios, conforme fueron ocupándose nuevos territorios.

El siguiente cuadro muestra la organización territorial de la recaudación decimal de la ciudad cabecera de Buenos Aires entre 1760-1810, tal como se presenta en los contratos de arriendo. La percepción geográfica de los contemporáneos identificaba dos áreas geográficas diferenciadas: aquella situada en la campaña de Buenos Aires, aludida como “los seis partidos de la campaña” (la Costa, Matanza, Luján, Magdalena, Areco y Arrecifes), nómina de distritos que no aumentó durante todo el período, y el área “de la otra banda” del río Paraná, que si bien pertenecía a la jurisdicción política de la ciudad portuaria

310 AGI Buenos Aires 598: “Reales Cédulas e informes sobre cuadrantes de diezmos”.

311 Era casi una regla que el mismo sujeto que remataba el rubro “Aves y huertas” también rematara el de “Ciudad”. Escrituras de los remates de los diezmos de Montevideo, en AGN-BUENOS AIRES, Sala 9, 13-2-6.

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definía otro espacio económico, notoriamente más lejano y en cierto modo un poco más ajeno, que el de la inmediata campaña.

Cuadro 4.1. Ampliación territorial del distrito decimal de Buenos Aires, 1760-1810

Campaña “Otra banda” del río Paraná

1760-1780

seis “partidos” Víboras y demás territorios entre el arroyo Cufré y la Jurisdicción de Montevideo

1781-1800

seis “partidos” a) Víboras, Rosario y Santo Domingo (villas)

“Curatos del campo” (*) b) Gualeguay, Gualeguaychú y Arroyo de la China (villas)

c) San Fernando de Maldonado (villa)

d) San Carlos de Maldonado (villa)

e) Garzón (empieza a figurar en 1795)

f) “Misiones” (idem ant.)

1801-1810

seis “partidos” Todos los territorios anteriores, más partido del Queguay (territorio que comprende la villa de Belén)

Fuentes: 1760-1780: AGN-BUENOS AIRES, Sala 9-13-2-3; 1781-1800: AGN-BUENOS AIRES, Sala 9-13-2-4 y AGI 598; 1800-1810: AGN-BUENOS AIRES, Sala 9-13-2-4. (*) Únicamente aves y verduras, se incluyó en 1794.

La información muestra claramente la geografía y el ritmo del proceso de densificación demográfica y económica de los territorios al este del Paraná y del Uruguay. Puede decirse, entonces, que conforme se avanza hacia el siglo XIX los territorios que sustentaban el ingreso decimal de la ciudad-cabecera de Buenos Aires se ensanchaban, y por lo tanto, no debe perderse de vista este fenómeno cuando se analice el crecimiento de su ingreso decimal. Un comentario aparte merece la inclusión del área denominada “Misiones”, por su relación con el territorio de los pueblos misioneros. Las fuentes muestran que a partir de 1795 el área mencionada fue incorporada a los arriendos, si bien en cifras muy exiguas, en los rubros granos y cuatropea. Como ya se dijo, los pueblos de guaraníes pagaban desde el período jesuita un monto fijo de 100 pesos cada uno, en absoluto relacionado con la magnitud de su producción, por ese concepto. Una carta de un particular dirigida al Juez Hacedor de Diezmos de Buenos Aires en 1787 marca un antecedente de la inclusión de “Misiones” en el distrito bonaerense y permite entender de qué territorios y poblaciones se trataba:

“Don Juan Blas Suárez, vecino de esta ciudad, ante VS como mejor proceda parezco y digo que en los limites y terrenos del partido que comprenden los 17 pueblos de indios guaranís de este gobierno se hayan varios españoles, negros y mulatos domiciliados y establecidos, ya en calidad de arrendatarios, o ya en la de permitidos y tolerados, los cuales de su cuenta y riesgo crían algunos ganados y otros animales, y como tengo entendido que no deben gozar éstos el privilegio de exención de diezmos que disfrutan los indios de los mencionados pueblos, hago la postura de 250 pesos corrientes por la masa común de todos los diezmos que tiene adeudado en el tiempo que ha mediado y corriere desde su establecimiento hasta el fin del presente año de 87, así de cuatropea como de granos y demás cosechas; y de 150 pesos por los que así mismo adeudaren en todo el siguiente año de 88, en cuyas referidas cantidades daré y pagaré

por mi o por mi apoderado (…)312.

312 AGI-BA 598. Carta de Juan Blas Suárez al Juez Hacedor de Rentas Decimales de Buenos Aires.

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En el marco del proceso de decadencia de los 30 pueblos misioneros estaba ocurriendo una apropiación sin pausa de las tierras comprendidas en las jurisdicciones de estos pueblos por parte de pobladores no indígenas; la oferta de este particular es ilustrativa del interés por capturar una parte del ingreso generado por esos agentes. El documento también es ilustrativo de los cálculos y expectativas que enmarcaban una oferta de este tipo por parte de un aspirante a arrendador:

“(…) Como no tenga bastante noticia para inferir con alguna probabilidad si deducidos los gastos que forzosamente tengo de impender, me podrá llegar a producir ni aún la cantidad a que me constituyo pagar así que las gentes que se hayan establecidas es regular sean de poquísimas facultades y de cuyo principio se deduce que cortas serán sus sementera, plantíos y crías de ganados, como por lo disperso de sus establecimientos y largas distancias que median desde esta ciudad a aquellos parajes, no puedo extender a más mi postura (…) con el riesgo nada remoto de experimentar alguna pérdida en cuyo caso me quedaría el lauro de haber hecho con esta tentativa un justo medio de aumentar las rentas eclesiásticas y

beneficiar la Real Hacienda (…)313”

En esta oportunidad la oferta fue desestimada, ya que consultados los administradores de los pueblos de guaraníes de una y otra orilla del Río Uruguay, éstos enviaron informes sumamente desalentadores sobre la magnitud de la producción de estos nuevos pobladores314, información posiblemente no del todo veraz ya que como muestra en el cuadro, muy poco después la producción de estos habitantes no indígenas quedó gravada conforme a las normas generales.

La situación de la ciudad-cabecera Montevideo luce muy diferente.

Montevideo, más joven y demográficamente más pequeña, controlaba -si cabe tal palabra- una jurisdicción política que era territorialmente mucho menor que Buenos Aires. En efecto, los territorios que en el distrito bonaerense se identifican como de la “otra banda” del Paraná son, en algunos casos, muy cercanos, por ejemplo San Fernando y San Carlos de

Cuadro 4. 2. Ampliación territorial del distrito decimal de Montevideo, 1760-1810

Aledaños Otros

1760-1788

su campaña, sin determinación de partidos

1789-1810

su campaña, sin determinación de partidos

"del otro lado del Yí" (sólo cuatropea); Villa de Minas.

Fuentes: AGN-BUENOS AIRES, Sala 9-13-2-6. La cuatropea del “otro lado del Yí” se empezó a rematar en 1789; la de la villa de Minas en 1799.

Maldonado son puestos militares situados a 150 kilómetros de Montevideo, desgajados de la base militar montevideana y por lo tanto con una vinculación muy estrecha con la plaza madre, aunque pertenecientes a la ciudad – cabecera de Buenos Aires para el cobro del diezmo, así como políticamente estaban bajo la jurisdicción de sus autoridades. No resulta raro, por lo tanto, que el proceso de crecimiento del espacio montevideano cobre madurez a partir de 1789 con la incorporación de los territorios “al otro lado del Yí”, es decir, del

313 Idem ant.

314 Idem ant.

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otro lado de la frontera jurisdiccional, al nordeste. ¿Qué había “al otro lado del Yí” en 1789? Básicamente, se trataba de una porción de pradera cuyo control económico estaba por esa fecha en disputa entre las élites montevideanas y la administración de los pueblos misioneros. Como se verá más adelante, la apropiación por el distrito montevideano del diezmo de unas áreas tan singulares señala un jalón en esa disputa. En cuanto a la villa de Minas, fundada en 1783 en los límites de la Jurisdicción montevideana con poco más de 40 familias españoles que quedaron de una fallida expedición patagónica, era un reducto demográfico y productivo tan menor como casi todos los del entorno.

Las actas de las subastas revelan que no era fácil conseguir postores para los territorios “nuevos” de cualquier distrito. Se observa que los contratos de arriendo de los diezmos de estos territorios son plurianuales con más frecuencia que los contratos de las áreas “viejas” de cada jurisdicción. Todo esto es muy coherente con las características demográficas de las áreas nuevas, donde las densidades de población son bajísimas, y con su condición de áreas de frontera, plagadas de riesgos.

Como casi todos los tributos de la Real Hacienda, la recaudación del diezmo podía hacerse por vía directa (“administrada”) o por arrendamiento a un particular. La primera preferencia de los preceptores, dadas las innumerables dificultades de la recolección en espacios tan poco poblados como eran los del caso, era el arrendamiento.

El mismo se sustanciaba en una subasta pública. El Título 16 del Libro I de las leyes de Indias establecía regulaciones sobre el arrendamiento: los oficiales reales deberían asistir a los remates de los diezmos y tomar cuenta de los importes acordados; por otra parte, los eclesiásticos no podían por sí ni por intermedio de otra persona arrendar la recaudación315. La participación de funcionarios reales en esta instancia tomó otro cariz en la segunda mitad del siglo XVIII, como se verá en el apartado siguiente.

En la diócesis de Buenos Aires los remates se hacían en verano, por la época que debía dar comienzo la cosecha del trigo, es decir cuando ya se había formado un cierto “sentido común” sobre los resultados de la actividad cerealera de ese año. Los remates se hacían en Noviembre, para poder empezar la siega en Diciembre con normalidad, pero también era factible que se demorase la realización de la subasta hasta el mes de Enero, quizás porque fuera necesario diferir la toma de decisiones arriesgadas ante motivos extraordinarios de incertidumbre. Más adelante ya la cosecha no puede seguir demorándose, so pena de sufrir importantes pérdidas.

En Montevideo y en Buenos Aires la “pública almoneda” tenía lugar en la puerta de la Catedral, donde se montaba un precario dispositivo administrativo bajo la conducción del juez del ramo, en presencia del notario y un escribiente. Como ya se dijo, los funcionarios políticos de mayor jerarquía debían estar presentes, así como las autoridades eclesiásticas de mayor rango. En Montevideo fue habitual la presencia del Gobernador de la ciudad, y en Buenos Aires no faltaban los Oficiales Reales. El remate se anunciaba varios días antes con sendos bandos. A la hora señalada, el público era convocado mediante pregones que se repetían a intervalos. El remate de los diezmos de la jurisdicción de Montevideo del año 1788 ofrecen un relate vívido del procedimiento:

“(…) mandaron avivar la voz del Negro Esclavo de esta iglesia, quien en altas, claras e inteligibles voces, frente a esta mesa, sillas, y recado de escribir dijo: los diezmos de

315 Leyes de Indias, Libro I, Título 16. Véase versión facsimilar en: Gobierno del Perú, Archivo Digital de la legislación en el Perú, “Leyes de Indias”, en: http://www.congreso.gob.pe/ntley/LeyIndiaP.htm. Consultada el 30-03-2009.

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granos de esta jurisdicción, los de cuatropea, huertas, y aves de esta ciudad y ejido, se venden. Hagan postura, los que se han de rematar en el mejor postor, con condición de pagar la mitad de su valor para el día 25 de junio y la otra mitad para el día 25 de diciembre del año próximo de 1789, dando fianzas de mancomun e insolidum [en latín en el original] a satisfacción del Juzgado, y con declaración de que el diezmo de cuatropea se divide en dos partes, la una que corresponde a las haciendas que hay del otro lado del Yí, y la otra a las que caen de este lado de dicho río a esta ciudad.316”

Los pregones se hacían hasta diez veces; la subasta daba comienzo cuando el Juez de Diezmos así lo disponía; podía ocurrir que fuera necesario dar por terminada la convocatoria sin que se hubiera formado el coro necesario y entonces la misma debía repetirse en una fecha futura. Reunido el público suficiente, la subasta daba comienzo cuando se ponían a mejor postor los distintos rubros. Los interesados hacían sus posturas en rondas sucesivas por uno y otro ramo. El resultado surgía de las mejores posturas para cada ramo: los sujetos que hubieran ofrecido las sumas mayores se convertían en “rematadores” del ramo. Para formalizar su condición debían avenirse a las condiciones de tiempo y forma acordados para el pago, y además presentar uno o varios fiadores.

Aún si se cumplían estos requisitos, el asunto no estaba terminado hasta que quince días después tenía lugar una segunda subasta o “almoneda de décimas”, verdadera segunda oportunidad de quedarse con el negocio del arriendo. En efecto, esta instancia daba lugar a que, reunidos todos los interesados, volvieran a escucharse ofertas por los ramos ya rematados, a condición de que las nuevas posturas tomasen la forma de décimas por encima de los valores ya rematados. El ganador de la primera vuelta podía aceptar o rechazar la décima de aumento ofrecido por el rival; si aceptaba significaba que conservaba sus derechos de arriendo pero esto le costaba un 10% más caro que originalmente, si rechazaba significaba que lo cedía a su oponente317. En Montevideo se usó este sistema de forma casi permanente durante las últimas dos décadas del domino español, y las actas de los remates son ilustrativas no sólo del interés por los diezmos de algunos ramos, sino también de la capacidad de competencia que mostraban los interesados, y de la capacidad de las autoridades para aprovechar al máximo esta situación. El ganador de esta segunda vuelta obtenía entonces lo que se llamaba “la buena pro”, fórmula que franqueaba su titularidad, cuando el operador de la subasta decía:

“están los diezmos de [tal ramo] a [tantos pesos y reales], que buena, que buena, que buena y

verdadera pro le hagan al rematador Don [NN]318”.

En numerosas ocasiones las pujas por el diezmo de granos eran extenuantes. No era infrecuente que un rematador que hubiera conseguido la recaudación del diezmo de granos a un precio, acabara pagando el doble para poder retenerla, apenas quince días después. Tampoco era infrecuente que la perdiera en esta “puja por décimas” o por “medias cuartas”, al segundo o tercer embate de un rival más fuerte. No hay forma de probarlo, pero cuesta creer que el precio final estuviera muy por encima o muy por debajo

316 AGN-BUENOS AIRES; Sala IX, 13-2-6. Toda la información de este apartado, excepto indicación expresa, proviene de esta fuente.

317 Idem ant. No obstante esta regla, que se observó en Montevideo en todas las escrituras analizadas, en Buenos Aires parece haberse admitido la puja por “medias cuartas” (12,5%) en vez por décimas. AGI, Buenos Aires 598. “Informe sobre el (sic) que hace la Junta Superior de real Hacienda acerca del remate del diezmo de cuatropea del partido de Arrecife”.

318 AGN-BUENOS AIRES; Sala IX, 13-2-6.

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de un precio de equilibrio. Como se ha visto en la cita, el contrato de arriendo se hacía bajo fianza.

La competencia entre pujadores no era incompatible con cierto grado de concentración en el negocio del diezmo. Utilizando información disponible sobre el caso montevideano, se presenta el Cuadro 4. 3. con estimaciones del grado de concentración del negocio en general y por ramos.

Cuadro 4. 3. Frecuencia de repetición de los arrendadores del diezmo montevideano, 1760-1810

Todos los ramos Granos Cuatropea (I) Cuatropea (II)

N° % N° % N° % N° %

Total arrendadores

48 100 26 100 24 100 10 100

Frecuencia de repetición

21 43.8 7 26.9 6 24.0 3 30.0

Fuentes y comentarios: La frecuencia de repetición es la cantidad de veces que se repite un arrendador en la lista total o por ramos de arrendadores de todo el período 1760-1810. Cuatropea (I): diezmo de ganado de la Jurisdicción de Montevideo. Cuatropea (II): diezmo de ganado del otro lado del río Yí. Los datos originales en el Cuadro 1 del Anexo Estadístico.

El cuadro muestra que del total de arrendadores que actuaron durante todo el período, más del 40% arrendó más de un ramo, y/ o durante más de un año. También muestra que la recaudación del diezmo de granos y cuatropea del interior de la jurisdicción estaba algo menos concentrada que la recaudación de la cuatropea fronteriza (otro lado del Yí), y finalmente, que la concentración no era tan severa adentro de cada ramo como en el conjunto, es decir, que la forma que adoptaba la concentración del negocio no era tanto que un individuo arrendara durante muchos años un mismo ramo, como que un mismo individuo arrendara más de un ramo. De todos modos, no era infrecuente que se subastaran diezmos por bienios, trienios, y hasta por quinquenios, cuando resultaba difícil conseguir interesados, sobre todo para los distritos nuevos, donde los costos económicos y de transacción deben haber sido más altos. Todo esto es consistente con la existencia de un negocio con barreras a la entrada (efectivamente, en Buenos Aires se exigían dos fiadores y en Montevideo uno) y aparentemente con rendimientos crecientes de escala (de ahí que la concentración entre ramos sea mayor que la intra-ramo). Pero sobre todo lo es con la pequeñez demográfica y las pocas fortunas de todas las ciudades cabecera con excepción de Buenos Aires; así, se tiene la impresión de que las pujas intensas que caracterizaron los remates de algunos años en Montevideo señalan tanto la presencia de expectativas favorables entre los participantes, como también la lucha de agentes nuevos por entrar al negocio.

A pesar de todas las dificultades del método, los Jueces Hacedores de Diezmos, encargados de velar por los intereses de los preceptores, recelaban en extremo las colusiones entre pujadores. Cuando les parecía estar ante una situación de ese tipo proponían la administración directa. Así por ejemplo, en 1787 el Juez Hacedor de Montevideo, Dr. José Pérez, informó a la Junta de Diezmos de Buenos Aires que el diezmo de granos acababa de rematarse por un monto inferior al promedio de los últimos cinco años. Inmediatamente, la Junta resolvió:

“(…) en atención a resultar de la mala versación o monopolio con que proceden los rematadores que contratan en las posturas el diezmo de granos (…) anularé el remate hecho por Don Manuel Vázquez [el rematador] y tanto para evitar el indicado monopolio cuanto

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para tomar un positivo conocimiento del valor que puedan ascender en el presente año los granos, y el que según se muestren las sucesivas cosechas, pueda graduarse en lo venidero, procederé a su administración nombrando para ello al Dr. José Pérez, quien cuidará con el celo y inteligencias que tiene acreditados de hacer la recolección de granos con el esmero y exactitud correspondientes, como también de conservarlos, precediendo la fianza que previene (…) y informando desde luego dicho doctor don José Pérez en el tanto por ciento que crea suficiente recompensar este extraordinario trabajo (…)”319.

El remate de los granos había cerrado a 3000 pesos, pero el rematador triunfante (el nombrado Vázquez), enterado de la resolución antecedente, mejoró su postura hasta los 7000 pesos. El Juez Hacedor de Montevideo, entretanto, ya había empezado la recolección y obtuvo por ello una comisión del 6% sobre el valor recaudado, además del 2% del valor decimal que ya recibía por su empleo320. Mucho más trabajoso era instrumentar la administración directa del diezmo de cuatropea. Otro informe del Juez Hacedor de Montevideo aconsejaba en 1803 a la Junta de Diezmos de Buenos Aires, sobre cómo debería implementarse la administración del diezmo de ganado de aquella jurisdicción:

“(…) Viendo a cada hacendado en particular se le pregunta el número de cuatropea, que tanto de ganado vacuno como de otros animales, adeuda al diezmo. Si dice por ejemplo que ciento, se le propone si le hace cuenta quedarse con él, y dar a la renta el dinero que valga, deducidos los gastos que se habían de impender en su conducción. Si dice que no, se le propone si por el ganado menor, o por las cien terneras que debe diezmar, quiere dar 25 novillos de cuenta. Si dice que no, se apuntará en el cuaderno que ha de llevar el que haga este examen, la partida siguiente: Fulano de tal, hacendado que tiene en su estancia en tal o tal parte, sobre este o aquel arroyo dice que para el año 1803 debe al diezmo cien terneras, que no le conviene abonarlas en dinero, ni permutarlas o animales grandes de cuenta, y que las pagará en tal o tal tiempo. Se le hará firmar esta partida si sabe firmar, y si no, se la firmará otro a su riesgo. Como para las terneras no es fácil que haya comprador en esta ciudad, podrá el que vaya haciendo este examen proponer su venta a algunos de los muchos hacendados que tendrá que ver, entre los cuales puede haber alguno o algunos a quienes convenza

comprarlas, y se ajustará con ellos”321.

Resulta evidente que la preocupación fundamental de un administrador es hacer líquido el ingreso en animales, ya que mantenerlos en depósito supondría incurrir en costos de mano de obra, pastoreo y organización del trabajo que, cabe suponer, harían ruinosa la administración. Asimismo es muy clara la dificultad interpuesta por la eventual inexistencia de unos mercados de categorías intermedias de ganado (las terneras del ejemplo), en relación con este objetivo:

“(…) Si el hacendado a quien se hace la pregunta dice que dará el dinero de su diezmo para tal tiempo, se apuntará así en la partida, y se le hará firmar. Lo mismo si dice que permutará su diezmo menor por novillos o por otros animales de cuenta. Para éstos me parece fácil hallar comprador entre los muchos abastecedores y faeneros de carne salada que hay establecidos en las cercanías de esta ciudad que casi diariamente mandan por ganado para su

consumo ya á ésta, ya en aquella estancia”322.

La inseguridad de los campos abiertos y poco poblados ponía dificultades adicionales. Los consejos reseñados incluyen este aspecto:

319 AGN-BUENOS AIRES, Sala IX-13-2-6.

320 Ibídem.

321 AGN-BUENOS AIRES, Sala 9, 13-3-1.

322 Ídem ant.

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“(…) La diligencia, al paso que es necesaria, se presenta de difícil y penosa ejecución, por lo que después de practicarla habrá que repetir algún otro viaje. Como no tengo noticia que se haya hecho cosa semejante, es menester encomendarse a la práctica y la experiencia, que es la que enseña todo, y la irá descubriendo medios de que haga con la posible facilidad y sencillez. Para la seguridad del que lo ha de hacer creo muy conveniente que VSS se sirvan pedir e al Exmo. Sr. Virrey dos hombres de tropa que lo acompañen, con los caballos necesarios, y me persuado se los concederá así porque siendo los diezmos del Rey, tiene Su Majestad interés en su buena recaudación y aumento, como por el conocimiento individual que esta diligencia puede prestar al gobierno, de toda la dilatada campaña que hay que caminar, de su población

y del estado actual de sus haciendas”323.

Finalmente, queda claro que al menos para este informante el arrendamiento de la cuatropea tenía requisitos especiales y debía otorgar beneficios acordes:

“(…) En el sujeto encargado de esta actividad deben concurrir no sólo actividad y celo, sino también instrucción regular, representación y modales buenos para que al mismo tiempo que mire por los intereses de la renta, no exaspere los ánimos de los que debe contribuir, ni abuse del auxilio que se le confíe sólo para su custodia. Así, juzgo que es necesario darle una gratificación considerable, no fijándole un cierto número de pesos, si no señalándole un tanto por ciento a fin de que su mismo interés lo estimule a sacar de los diezmos toda la ventaja posible. Si al administrador se le considera un 4% por su cuidado, trabajo y responsabilidad, al encargado de esta diligencia es preciso concederle un 6, para que de ese modo haya

persona decente que se encargue de ella”324.

Existe constancia de que en Montevideo el diezmo de granos se administró al menos en cuatro oportunidades en todo el período, y el de cuatropea en cinco325. En Buenos Aires hubo administración del diezmo de granos en nueve oportunidades entre 1776-1810, se ha señalado que también allí la conducta de los Jueces buscaba evitar las colusiones, pero que a veces el resultado de la administración directa era ruinoso326.

4. 2. 4. LA CUESTIÓN DEL REPARTO DEL INGRESO DECIMAL Y LOS REALES NOVENOS

En los reinos de Castilla y Aragón la costumbre indicaba dividir la masa decimal en tres porciones: una era para el obispo y cabildo eclesiástico, otra era para párrocos y beneficiados, y la tercera era para las fábricas de iglesia (término que se usaba para referirse a los gastos de funcionamiento y mantenimiento de un templo). Estas tres partes no eran iguales en todo tiempo y lugar, pero desde la Baja Edad Media existió una cierta tendencia en aquellos dominios a la división de la masa decimal en tercios327.

La práctica de “ceder” al rey una parte de la masa decimal comenzó en el siglo XIII como una retribución de la Iglesia al poder civil por el esfuerzo de guerra a los “infieles” que se libraba en el prolongado proceso de Reconquista. Aunque al principio eran contribuciones esporádicas, las concesiones se formalizaron progresivamente hasta tomar perpetuidad. Estos subsidios eclesiásticos a las guerras contra los musulmanes fueron fijados, originalmente, en términos de novenas partes del total del diezmo. En el siglo XV se

323 Ídem ant.

324 Ídem ant.

325 Ver Cuadro 1 del Anexo Estadístico.

326 García Belsunce, "Diezmos y producción agrícola en Buenos Aires virreinal." Pág. 320.

327 Gregorio de Tejada, Vocabulario básico de la historia de la iglesia. Pág. 140-141.

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generalizó la práctica de otorgar a la Corona dos tercios de la porción (un tercio) que correspondía a las fábricas de iglesia, dejando el resto para su destino original. En el siglo XVI se incorporó formalmente “las tercias reales” al patrimonio de Felipe II. De ese modo la Corona oficializó su titularidad sobre dos tercios de un tercio de la masa decimal, es decir un 22% del total328.

Sin embargo, en América se modificó esta práctica. Desde la creación de las primeras diócesis americanas, algunas adoptaron un régimen de reparto en cuartos de lo recaudado por diezmos. Las bulas de erección de las diócesis y luego sus sínodos establecían, hasta la recopilación de leyes de Indias, privativamente todo lo concerniente a los diezmos.

La Ley 1, Título 16 de la Recopilación de Leyes de Indias consagró el reparto en cuartos de la siguiente forma: un cuarto correspondería al obispo y el otro al Cabildo Eclesiástico. El resto – es decir el 50%- debía dividirse en 9 partes, de las cuales dos serían depositados en la Real Hacienda, y las otras siete se destinarían al sustento de párrocos y otros ministros de culto (cuatro “novenos beneficiales”), fábricas de iglesia (un noveno y medio) y hospitales (otro noveno y medio). Según algunos autores la Corona pretendió que en los obispados de Indias se impusiera el sistema castellano de reparto en tercios, pero fracasó por la resistencia de los obispos “americanos” y del propio papado329.

Ahora bien, el Obispado de Buenos Aires tenía desde su erección un sistema de reparto del diezmo en tercios dispuesto por su primer obispo330. La similitud con el sistema castellano era sólo aparente, porque en la diócesis rioplatense un tercio era para el obispo, el otro para el cabildo eclesiástico, y el tercero se repartía en nueve partes de la siguiente forma: siete novenos para párrocos y fábricas, y dos para la Real Hacienda331. Como puede verse en el Cuadro 4.4, este sistema perjudicaba a la Real Hacienda más que los otros dos aplicados en algunos reinos peninsulares: en el régimen de Castilla y Aragón a la Real Hacienda le tocaba un 22%; en el régimen de la legislación indiana le tocaba un 11%, y en el del Obispado de Buenos Aires retenía apenas un 7,4%.

Las autoridades civiles y las eclesiásticas se enfrentaron duramente por este motivo entre 1765 y 1776, cuando finalmente se impuso el sistema de distribución en cuartas partes. Una Real Cédula de 29 de junio de 1775 “mandó practicar en Buenos Aires por cuartas partes la distribución de diezmos con arreglo a la Ley 23, Título 16 Libro 10 de las Municipales, agregándose el residuo de los 4 novenos beneficiales, después de rebajado el salario de los curas y demás sirvientes de la Iglesia, según la misma ley, por vía de superávit a

328 Véase: Gregorio de Tejada; ob. cit; pág. 141.

329 de Ayala, "Diezmos." Pág. 166.

330 Al parecer el Obispado con sede en Asunción también hacía una distribución en tercios, y de hecho la siguió haciendo hasta fines del siglo XVIII. Véase: Rivarola Paoli, La Real Hacienda. La fiscalidad colonial, siglos XVI al XIX. Pág. 396-400. La diócesis de Buenos Aires no registra constituciones sinodales. Aunque se tiene constancia de la celebración de 20 sínodos en los territorios americanos al sur del Perú entre el siglo XVI y fines del siglo XVIII, sólo uno de ellos se celebró en el Obispado de Buenos Aires en 1655, cuyo texto preciso no se conoce pero sí su contenido, que habría tenido que ver únicamente con la pretensión de quitar del control jesuita las misiones de guaranís y ponerlas en manos del clero secular. Véase: Nelson Dellaferrera y Mónica Martini, Arquidiócesis de La Plata, temática de las Constituciones Sinodales Indianas (S. XVI-XVIII) (Buenos Aires: Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, 2002).

331 Di Stefano, "Dinero, poder y religión: El problema de la distribución de los diezmos En la diócesis De Buenos Aires (1776-1820)."

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la cuarta capitular para su distribución entre los prebendados conforme al cuadrante y regla general de todas las iglesias de Indias332”.

Cuadro 4.4. Los diferentes regímenes de reparto del ingreso decimal

Reparto en Castilla y Aragón

Reparto según Leyes de Indias

Reparto en la diócesis de Buenos Aires

1 2 3 4 5 6

Porcentaje Destinatario Porcentaje Destinatario Porcentaje Destinatario

33.33 Obispo y cabildo

25 Obispo 33.33 Obispo

33.33 Fábricas de iglesia

25 Cabildo Eclesiástico

33.33 Cabildo

22.22 Real Hacienda

11.11 Real Hacienda

7.41 Real Hacienda

11.11 Párrocos y beneficiados

22.22 Novenos beneficiales

24.92 párrocos, fábricas, hospitales

16.67 Fábricas y Hospitales

100.0 100.0 100.0

Fuentes: Columnas 1 y 2: , pág. 140-143. Columnas 3 y 4: Leyes de Indias, Libro I, Título 16. Columnas 5 y 6: Di Stefano (2000-b).

La disputa mereció importantes estudios de especialistas tanto en su dimensión política como territorial, ya que enfrentó actores civiles y eclesiásticos por un lado, y diferentes segmentos del mundo eclesiástico, por otro333.

En relación con este trabajo el episodio de la disputa por el reparto de los diezmos del Obispado de Buenos Aires forma parte del contexto en el cual debe interpretarse la información sobre el tributo eclesiástico que se conserva en los reservorios oficiales y que ha sido utilizado en este trabajo.

4. 2. 5. EL CONTROL ESTATAL SOBRE LA RECOLECCIÓN Y DISTRIBUCIÓN DEL DIEZMO

La segunda mitad del siglo XVIII fue escenario de un despliegue de controles estatales sobre el reparto y sobre la recolección del gravamen eclesiástico. Una orden de 1765 estableció que todos los Oficiales Reales enviaran noticias precisas de los novenos reales percibidos “todos los años con la mayor expresión y claridad, conminándolos con deposición

332 AGI, Buenos Aires 593.

333 El más reciente de estos trabajos, que incluye una revisión de sus antecedentes, es: Di Stefano, Dinero, poder y religión: El problema de la distribución de los diezmos En la diócesis De Buenos Aires (1776-1820)." Según otro estudio, recién en 1800 cuando se reformó el Art. 132 la bula de erección de la catedral de Buenos Aires -donde se regulaban los diezmos de la misma- puede darse por concluido el caso. Véase: Cándido P. Guerrero Soriano, "Cambios fundamentales en la región rioplatense: La reforma de los diezmos (1782-1776). Manuel Antonio De La Torre, Un obispo castellano en Buenos Aires" (estudio presentado en el 4° Congreso de la Asociación Española de Americanistas, Valladolid, 1991). Por de pronto, más de 20 años después de la Real Cédula de 1775 el párroco y dignidades de la Iglesia de Montevideo, apoyados por el ayuntamiento de la ciudad, debían recurrían al rey en reclamo de una justa distribución de los novenos beneficiales. AGI, Buenos Aires 598.

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de sus empleos en caso de no practicarlo334”. En 1766 la directiva se reiteró, exigiendo a “los prelados y cabildos de las iglesias metropolitanas, y catedrales de las provincias de Perú y Nuevo Reino de Granada, le remitiesen en la primera ocasión los cuadrantes formados para el repartimiento del total de dichos diezmos, y emolumentos en el quinquenio corrido desde el año de 1760, y que en lo sucesivo le dirigiesen anualmente los propios cuadrantes a fin de saber con individualidad la renta líquida que tocaba a cada uno de los prebendados, y demás partícipes.335”

De esta forma, la Real Hacienda empezó a ejercer una fiscalización rigurosa no sólo sobre la entrada en caja de los novenos, sino sobre el monto de la masa decimal y toda la operativa del reparto. En 1767 se ordenó la presencia de un Oficial Real (o un oidor si hubiese Audiencia) cuando se hagan las cuentas que forman el cuadrante, es decir al momento de hacer un resumen de lo cobrado en todo el obispado y proceder al reparto correspondiente, al cabo de cada ejercicio336. En 1769 el círculo sobre el diezmo se estrechó un poco más. Una real Cédula prohibió a los obispados nombrar en lo sucesivo contadores de diezmos y reservó para los virreyes y gobernadores la potestad de nombrar en el futuro a quienes habrían de cumplir tal función, “procurando fuesen sujetos a propósito” y buscando que se les hiciese titulares de sus cargo cuanto antes; dispuso la participación obligatoria de los Oficiales Reales o funcionarios equivalentes (miembros de Audiencia o Gobernadores según fuera el caso) en los remates de diezmos, que serían declarados nulos sino se cumpliera esta condición. Se encomendó a los oficiales reales que velasen por la detección de “cualquiera morosidad, desidia, o disimulo” en todo lo relativo a la recaudación del diezmo, y se los hizo responsables de los eventuales daños por omisión con la amenazante promesa de que “experimentarían los efectos del real desagrado” en caso de incumplimiento337.

En el Virreinato del Perú se creó en 1768 el cargo de Contador de Diezmos, cuya función principal, bajo la dirección del Tribunal de Cuentas, sería la de cobrar “…lo que a S.M. pertenecía de reales novenos, vacantes y mesadas eclesiásticas”; el cargo se proveyó por primera vez en 1773338.

La Ordenanza General de Intendentes de 1784 puso todos los asuntos relativos a la administración, recaudación y distribución de los diezmos bajo una Junta de Diezmos con sede en las principales ciudades de la intendencia americana. Este órgano colegiado, con integración casi exclusiva de funcionarios directa o indirectamente nombrados por el rey, a cuyo frente estaría el Intendente, tendría amplias funciones de dirección y supervisión de la recaudación y el reparto de los diezmos. La misma norma ratificó el derecho exclusivo de la Corona a nombrar contadores de diezmos y ordenó que “todas las cuentas de diezmos (…) se pasarán de ahora en adelante anualmente al Tribunal de la Contaduría Mayor de las de mi real hacienda para su examen, glosa y fenecimiento339”.

En su artículo 154, la Ordenanza estableció la forma y contenido de los cuadrantes, que debían ser presentados ante la Contaduría General de Indias340. Uno nota del Contador de

334 de Ayala, "Diezmos." Pág. 188.

335 Real Cédula del 7 de abril de 1766, en : Ibid. Pág. 189.

336 Orden del 6 de mayo de 1767, en: Ibid. Pág. 189.

337 Ibid.Pág. 191.

338 Ibid.Pág. 190.

339 Rivarola Paoli, La Real Hacienda. La fiscalidad colonial, siglos XVI al XIX Pág. 433.

340 AGI, Buenos Aires 598.

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Diezmos de la Intendencia de Buenos Aires, dirigida a sus superiores al filo del siglo XIX, permite conocer algunos detalles:

“En esta contaduría se hacen anualmente ocho cuadrantes o distribuciones de otras tantas especies que componen la masa decimal, y [que] son los vinos de tres valles, el ramo de trigo, el de maíz, el de papas, el de chauchas y el importe de los partidos que se rematan a dinero por subasta de dos años; y de cada una de dichas especies se forman cuadriplicados otros tantos cuadrantes entregándoles a los señores partícipes la hijuela de cada ramo, para que por ella cobren lo que les pertenece según sus canonjías, dignidades o prebendas. Los productos de los remates a dinero de las parroquias (…) se depositan en la Clavería que para ello se ha erigido y sus tres llaves las tienes los dos Jueces Hacedores y el Contador del Ramo, y cada semestre se formaliza por este su distribución a buena cuenta del haber que corresponde sobre el total a los interesados341”.

Los cuadrantes del período 1782 – 1803 fueron la principal base documental de la serie de masa decimal del Obispado de Buenos Aires que se presenta en este trabajo. Estos documentos recogen dos tipos de información: (a) el total producido por el diezmo en cada ciudad cabecera del obispado, y (b) el reparto de esas sumas entre perceptores eclesiásticos y civiles. La carátula del cuadrante del año 1782 explica con precisión su contenido. Su esmerada presentación, que sólo pobremente se reproduce en esta transcripción, da cuenta de la solemnidad que se quería que tuviera el registro:

“CUADRANTE

del producto y distribución de diezmos

de la Diócesis de BUENOS AIRES en el año de 1782

SIN DISTINCION

de los del distrito de cada una de las Parroquias de ella

PERO CON EXPRESIÓN

de lo que en el mismo año ha correspondido

a cada Prebenda de su Santa Iglesia Catedral

por razón de obvenciones

CONFORME AL FORMULARIO Y EXPLICACIÓN

que con fecha del 30 de octubre de 1786

dispuso EL SEÑOR CONTADOR GENERAL DE INDIAS

y aprobó

EL REY NUESTRO SEÑOR

341 AGI, Buenos Aires 593. Informe del Contador de Diezmos del Obispado de Buenos Aires.

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el 2 de Noviembre siguiente” 342

Se trata de un resumen anual, como se dijo, del valor monetario del diezmo recaudado en cada ciudad cabecera (Buenos Aires, Santa Fe, Corrientes y Montevideo), desglosado por rubros y distritos, y de la posterior distribución de esa “gruesa decimal” en “cuartas” (partes), como tan rigurosamente había sido indicado. El verdadero sentido del “cuadrante”, como lo sugiere su nombre, es hacer explícita la división en cuatro partes, de ahí que contiene información sumamente precisa y detallada de la distribución del total recaudado o “gruesa” decimal; ésta ocupa de hecho mucho más páginas que la información sobre los montos recaudados.

También la recaudación decimal fue objeto de crecientes controles reales. Desde 1770 se reforzó, mediante medidas especiales, el criterio de que los oficiales reales o miembros de la Audiencia se hicieran presentes en los remates de los arrendamientos. A lo largo de la década se sucedieron varias consultas a las autoridades metropolitanas, sobre hasta dónde debían llegar las atribuciones de estos funcionarios reales en los remates, ya que en algunos casos los Obispos y Jueces de Diezmos, éstos últimos funcionarios eclesiásticos por entonces, se habían quejado de lo que consideraron una intromisión en aspectos de su propia competencia. Los funcionarios reales estaban empezando a opinar sobre las posturas, los términos (plazos y montos) de pago acordados por arrendadores y eclesiásticos, y sobre un sinfín de cuestiones aparentemente menores, pero que iban al fondo de la operativa de recaudación. De este modo, lo que empezó como una inspección sobre los novenos reales, acabó siendo una efectiva fiscalización estatal de la regularidad de la recaudación de los diezmos, el monto de la misma, y los pormenores de su operativa343.

Si los enfrentamientos entre obispos y gobernadores en las tierras americanas eran frecuentes desde mucho antes, a partir de esta Real Cédula los remates de diezmos dieron una nueva oportunidad para riñas y ofensas mutuas. En 1777 una disposición real promulgó un reglamento de remates de diezmos que además de disponer un sinfín de detalles sobre la operativa de la subasta, hacía imperativa la participación de los funcionarios civiles o militares de más alto rango jerárquico en el evento, sin cuya anuencia ningún trato tendría valor. Se concluía con una afirmación rotunda de la jurisdicción real en la materia de la recaudación decimal, a la par de la eclesiástica:

“…aunque el ramo de diezmos no se puede, ni debe nominar de Real Hacienda, ni tratarse como los otros de ella, conservo yo [el rey] el directo dominio, y en virtud de él, de la suprema protección, y Patronato que ejerzo en todas las iglesias metropolitanas y catedrales del Reino, de los dos novenos que pertenecen a mi Real Erario, de las vacantes mayores y menores (…) es forzoso y muy correspondiente que en los arrendamientos, recaudaciones y distribución de los diezmos, y en las cuentas de fábrica intervengan con jurisdicción unida al propio fin el Virrey, Gobernador o Intendente, los ministros reales, y Juez o Jueces Hacedores de diezmos por el

respectivo arzobispado, o obispo, o Cabildo[eclesiástico]”344.

En pocas palabras, el reglamento daba a las autoridades civiles un notable poder de fiscalización de todo el procedimiento, a la vez que creaba una especie de jurisdicción compartida de funcionarios y clérigos en la materia. Los resultados de las subastas públicas, así como todos los pormenores de su realización, debían quedar asentados en una escritura levantada por un notario. Como se pudo comprobar en el apartado sobre la

342 AGI, Buenos Aires 598. “Reales cédulas e Informes sobre cuadrantes de diezmos”.

343 de Ayala, "Diezmos." Pág. 192.

344 Real Cédula del 13 de abril de 1777. En: Ibid. Pág. 192. Negritas de la autora.

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recaudación, las escrituras de los remates de los diezmos de la catedral de Buenos Aires y la Iglesia Matriz de Montevideo en el período de este trabajo constituyen piezas extraordinariamente ricas para conocer la operativa de un hecho económico y social de primera magnitud en la vida de aquellas comunidades345. Lejos de asentar áridamente unas cifras y unos nombres finales, ofrecen un relato pormenorizado de las incidencias de cada una de las subastas.

Finalmente, la Real Ordenanza de Intendentes también subsumió los Juzgados de Rentas Decimales, hasta entonces de fuero eclesiástico y encargados de dirimir contiendas por el cobro del impuesto, en la justicia ordinaria, estableciendo que las apelaciones de sus fallos sólo se harían ante la Junta Superior de Real Hacienda y –en segunda instancia- al Rey346.

4. 3. FUENTES PARA UNA CARACTERIZACIÓN DEL PAISAJE AGRARIO MONTEVIDEANO Y DEL PAISAJE PASTORIL-MISIONERO

Tanto la caracterización de los paisajes agrarios como la estimación del producto requieren conocer algunos indicadores microeconómicos básicos, en particular aquellos relacionados con las características de las unidades productivas y el funcionamiento de los mercados. A continuación se comentan las principales fuentes utilizadas en este estudio para obtenerlos.

4. 3. 1 INVENTARIOS POST-MORTEM DE LA JURISDICCIÓN DE MONTEVIDEO

Como se vio en los antecedentes, las fuentes notariales han sido explotadas intensamente para obtener información sobre las unidades productivas de la campaña bonaerense y sobre los precios de bienes y factores agrarios en aquella subregión. En este trabajo se ha tomado el ejemplo de la historiografía argentina y se ha recurrido a los inventarios post-mortem de la jurisdicción de Montevideo para obtener algunos de los indicadores mencionados.

Fueron localizados y relevados todos los inventarios post-mortem de la jurisdicción montevideana en el período 1756-1810; un conjunto final de 218 expedientes sucesorios registraron bienes inventariados y tasados347. Siguiendo la misma pauta jurídica que regía en Buenos Aires y en toda la América hispana, estos documentos forman parte de los procesos sucesorios de la época. La legislación castellana establecía desde las Siete Partidas la instancia de inventario en los procesos testados o ab-intestatos, al parecer en un primer momento con el objetivo de determinar el pago de las deudas del fallecido, y luego como garantía de justicia en el proceso de trasmisión de bienes a los herederos348. Esta cuestión procesal se trasladó a América. En el caso montevideano, todos los

345 Remates de los diezmos de Buenos Aires en AGN-BUENOS AIRES, Sala 9: 13-2-3; 13-2-4 y 13-2-5. Remates del diezmo de Montevideo en AGN-BUENOS AIRES, Sala 9: 13-2-6.

346 Carlos Ferrés, Época colonial. La administración de justicia en Montevideo (Montevideo: Barreiro y Ramos S.A, 1944). Pág. 215-216.

347 AGN-MONTEVIDEO. Archivo Judicial. La localización de los 218 expedientes será presentada en cada caso.

348 Garavaglia, Pastores y labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la campaña bonaerense 1700-1830, Natalia Stalla, "De testamentos, ab-Intestatos e inventarios: Régimen sucesorio en el Río de la Plata durante la época colonial," en Proyecto "Historia de los mercados en el Río de la Plata, 1760-1860" (Montevideo: Universidad de la República - Ministerio de Educación y Cultura del Uruguay, 2009).

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expedientes sucesorios que se conservan archivados fueron generados en la órbita de los miembros del Cabildo que ejercían funciones de justicia: alcaldes de primer y segundo voto; ocasionalmente un tercer cabildante que tenía a su cargo la justicia de menores o de distritos rurales. Las tasaciones de los bienes inventariados eran efectuadas por “peritos inteligentes”, generalmente personas del medio entendidas en una actividad específica. Por ejemplo, los bienes de plata y oro eran tasados por un platero, las construcciones urbanas lo eran por maestros albañiles, las puertas y ventanas por carpinteros, las prendas de vestir por sastres. En el caso de los bienes rurales las tasaciones parecen haber sido realizadas por entendidos en el funcionamiento de la economía agraria que daban valor al predio rural, a sus construcciones y mejoras , a los esclavos que trabajaran en él, a los animales existentes, a los eventuales stocks de granos que pudieran hallarse y todas y cada una de las herramientas de trabajo. El inventario rural y su correspondiente tasación se hacían en terreno, con participación de algún familiar del fallecido – cuando lo había- o en su defecto un peón o esclavo conocedor del inmueble. Ocasionalmente, sea por discrepancias entre las partes o por agregado de nuevos bienes, se corregían los inventarios y también los valores adjudicados a los bienes, en cuyos casos en un mismo expediente figuran dos tasaciones sucesivas.

Los inventarios de establecimientos agrarios montevideanos han sido utilizados para obtener información sobre la composición del capital de las unidades productivas, sobre la composición del stock ganadero, y sobre precios de trigo y de ganado. Mientras que la naturaleza de la fuente no presenta mayores problemas en relación con la primera de las tareas mencionadas, la cuestión de los precios exige hacer explícitos algunos aspectos de la crítica de la fuente.

Para obtener un índice de precios del ganado de la Jurisdicción de Montevideo fueron utilizados 81 inventarios que son, del total de los 218 inventarios con tasación existentes en el archivo respectivo en el período de estudio, todos los que registran existencias de ganado ya sean bovinos, equinos, mulares, y/o ovinos. De estos, 24 no contaban con datos sobre su localización, mientras que de los restantes, 1 pertenecía a la ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo y 56 a los siguientes pagos o partidos de la Jurisdicción de Montevideo. Mucho más que identificar estos parajes, sólo ocasionalmente denominados como pago o partidos por la tardía institucionalización de los jueces comisionados, esta información pretende demostrar que el conjunto de inventarios utilizados para conocer el precio del ganado cubre todos los parajes de la jurisdicción, desde la zona de chacras y quintas más inmediata a la ciudad (Miguelete) hasta los más remotos (Minas, Molles, Solís), quizás porque ganados había a todo lo largo y ancho de la misma. Un enigmático “Partido de Río Negro” sugiere también aquí el avance de la jurisdicción en dirección norte.

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Cuadro 4. 5. Localización de los inventarios rurales de la jurisdicción de Montevideo utilizados para conocer el precio de los ganados, 1760-1810

Ubicación geográfica Cantidad Ubicación geográfica Cantidad

Arroyo Billasboas o Tejera

1 Pago Carreta Quemada 2

Arroyo Canelón Grande

1 Concepción de Pando 1

Arroyo de la Virgen 2 Costa de Carretas 1

Arroyo de las Brujas 1 Costa de Santa Lucia 1

Arroyo de Las Piedras 2 Costa de Santa Lucia Chico 1

Arroyo de los Migueletes o de Miguelete o Miguelete

5 Costa o Pago del Pintado 2

Arroyo de Santa Lucia o Santa Lucía

3 Arroyo Chamizo 5

Arroyo del Canelón 1 Mataojo 1

Arroyo del Colorado 1 Pago de la Chacarita 1

Arroyo del Mataojo 1 Pago del Río de San José- Río de Santa Lucía

1

Arroyo del Pintado 1 Pagos o Partido de los Canelones 2

Arroyo del Soldado 1 Pagos del Arroyo Seco 1

Arroyo del Tala 1 Pago del Sauce Solo 1

Arroyo el Sauce o del Sauce

3 Paraje del Buceo 1

Arroyo San José y Arroyo Cagancha

2 Partido de o del Pintado 5

Partido de Tala 1 Partido de Solís 1

Partido del Canelón Grande

1 Partido del Río Negro 1

Rincón de las Minas y Molles

1 Punta Carretas 1

Fuente: AGN-MONTEVIDEO. Archivo Judicial. Ver detalle en el pie del Cuadro 2 del Anexo Estadístico.

La cantidad de estos inventarios, por año, puede verse en el gráfico 4.1.

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Se observa que la cantidad de inventarios por año es muy baja (para la mayor parte de los años la cantidad de inventarios disponibles es 1), además de que para algunos años no hay inventario disponible que contenga esta información. Se observa también que la irregularidad en la cantidad de inventarios disponibles no presenta ningún patrón a lo largo del período, ni creciente ni decreciente, tal que pudiera ser asociado con una menor o mayor consolidación demográfica e institucional de la jurisdicción de Montevideo. En otras palabras, aunque hacia el final del período la jurisdicción está más poblada y cabría suponer que la Justicia está mejor organizada, o al menos más consolidada su administración que al principio del mismo, no por ello hay un mayor número de expedientes sucesorios con información inventariada y tasada relativa a los predios rurales.

Gráfico 4. 1. Cantidad de inventarios disponibles para obtener información sobre precio del ganado, por año del período.

0

2

4

6

8

10

1756

1760

1764

1768

1772

1776

1780

1784

1788

1792

1796

1800

1804

1808

Fuentes: AGN-MONTEVIDEO. Archivo Judicial. Ver detalle en el pie del Cuadro 2 del Anexo Estadístico.

Así, como contrapeso a la fortaleza que brinda la homogeneidad de esta fuente para los fines de este trabajo, debe anotarse la fragilidad derivada de un número muy bajo de observaciones por detrás de cada dato anual, en la inmensa mayoría de los años. No obstante, la fuerte congruencia de los microdatos, observable en la virtual ausencia de atípicos en la serie de precios corrientes de las diferentes categorías de animales, sugiere que las tasaciones – aún cuando tan escasas- o bienes eran siempre muy fieles a la realidad, o en el peor de los casos, eran realizadas siempre con criterios similares.

Por otra parte, el Cuadro 4.6 muestra la cantidad de años para los cuales no hay inventarios o bien, si los hay, no contienen información sobre precios del ganado. Se observa que la década de 1770 es la que presenta mayores vacíos de información, seguida por la de 1760.

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Cuadro 4. 6. Años sin información, ordenados por décadas

1756-1759

1760-1769

1770-1779

1780-1789

1790-1799

1800-1810

ninguno 1760 1770 1780 1798 1800

1763 1771 1784 1805

1764 1772 1786

1769 1774 1788

1777

1778

Fuente: AGN-MONTEVIDEO. Archivo Judicial. Ver detalle en el pie del Cuadro 2 del Anexo Estadístico.

Como se verá en su momento, a pesar de estos vacíos es posible utilizar la información disponible para tener una imagen preliminar de la tendencia del precio del ganado en la campaña montevideana, pero estos vacíos plantean un problema a la hora de utilizar estos precios para construir un deflactor del valor del output agrario. Por el momento es necesario retener que la hay 17 años del período, dispersos en distintas décadas, sin información sobre precios corrientes de las diferentes categorías de ganado.

La misma fuente se utilizó para conocer el precio corriente del trigo. Sólo se encontró información sobre el precio del trigo en 28 inventarios. De estos, 10 no contaban con datos sobre su localización, mientras que de los restantes 1 pertenecía a la ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo y 17 a los siguientes pagos o partidos de la Jurisdicción de Montevideo Arroyo de los Migueletes o de Miguelete o Miguelete (3), Arroyo Canelón Grande (1); Arroyo de las Brujas (1), Arroyo del Canelón (1), Arroyo del Colorado (1), Arroyo del Mataojo (1), Arroyo del Tala (1), Pago de la Chacarita (1) Pago o Partido de los Canelones (2), Pagos del Arroyo Seco (1), Partido de Pintado o del Pintado (2), Población en Arroyo Chamizo (1). En esta enumeración deben reconocerse tres áreas: la de las chacras más cercanas (Miguelete y Arroyo Seco); un área triguera al noroeste de la ciudad (Colorado, Brujas, Canelones grande y chico) que se extiende en la misma dirección pero un poco más lejos (Pintado y Chamizo); y un área al noreste de la jurisdicción (Tala, Mataojo). Al contrario de lo observado con los ganados, presentes en toda la jurisdicción, el trigo es infrecuente en estos registros, y al parecer, todavía localizado a unas pocas áreas.

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Gráfico 4. 2. Cantidad de inventarios utilizados para obtener información sobre precio del trigo, por año del período

Fuente: AGN-MONTEVIDEO. Archivo Judicial. Ver detalle en AGN-MONTEVIDEO. Archivo Judicial. Ver detalle en el pie del Cuadro 3 del Anexo Estadístico.

En este caso es notorio que la mayoría de los años del período sólo presentan un inventario con el precio corriente del trigo, así como la ausencia de información para un número demasiado elevado de años: en 34 años de los 54 años del período esta fuente no ofrece información. Por lo tanto fue necesario recurrir a fuentes complementarias.

4. 3. 2. CUENTAS PÚBLICAS Y PRIVADAS DE MONTEVIDEO

La historia de precios en Europa y en América Latina ha utilizado tres tipos clásicos de fuentes para los períodos pre-estadísticos, donde no sólo es posible hallar información sobre precios sino también un variado conjunto de datos de interés microeconómico: las cuentas de instituciones públicas y privadas, las listas de precios de origen municipal (“mercuriales”) y las fuentes notariales.

Como se vio en los antecedentes, el caso montevideano es el que presenta un rezago mayor en lo relativo a la disponibilidad de información cuantitativa acorde a los fines de este trabajo. Así, el caso montevideano obligó a explorar fuentes clásicas para evaluar su potencial.

En cuanto a las cuentas de instituciones públicas, el sentido común señala en primer lugar las fuentes generadas por la Real Hacienda en Montevideo. Las fuentes hacendísticas de la América española han sido muy utilizadas por la historiografía económica de las últimas décadas y en cierta forma puede decirse que su riqueza es legendaria entre los practicantes del oficio349. Las fuentes fiscales han sido extraordinariamente bien explotadas para conocer los ingresos del tesoro real en América, la estructura tributaria, el funcionamiento y la eficiencia de la recaudación tributaria, etc. El gasto público también ha sido objeto de análisis, particularmente se ha destacado el sistema de transferencias de

349 La gigantesca recopilación realizada por los profesores norteamericanos John TePaske y Herbert Klein, en cuatro volúmenes de las cuentas de las cajas reales de América Hispana durante la colonia es la muestra más elocuente. Las correspondientes al Río de la Plata se encuentran en: John TePaske y Herbert Klein, The Royal Treasuries of the Spanish Empire in America, vol. 3: Chile and the Rio de la Plata (Durham: Duke University Press, 1982).

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una Caja Real a otra del imperio para compensar déficit, y se ha subrayado hasta qué punto la fiscalidad colonial durante el siglo XVIII se volvió un sistema integrado, coherente y eficiente350. Sin embargo, en este cuadro general, la situación fiscal de Montevideo fue de cierta excepcionalidad hasta la década de 1770.

Para comenzar, el tributo más extendido en toda América española era precisamente el tributo indígena, y en la sub-región del caso, como ya se dijo, las poblaciones permanecían al margen del mundo colonial, por lo cual no eran tributarios. Tampoco era aplicable en Montevideo el quinto real sobre metales preciosos, la otra gran fuente de ingresos del imperio español. Hasta 1778 el comercio legal de ultramar tenía lugar en un contexto muy restrictivo, de modo que el cobro de almojarifazgo y otras tasas sobre productos importados de Europa requería una infraestructura mínima, y por último, la ciudad estuvo exenta del pago de alcabalas, por lejos el impuesto de más ancha base imponible, hasta 1770351. Así, hasta esa década la estructura administrativa fiscal de la ciudad fue mínima, con apenas un factor (lugarteniente de la Caja real de Buenos Aires) que llevaba el registro de los pocos impuestos que sí se cobraban, y que además, como en toda Hispanoamérica, estaban tercerizados. Las cuentas llevadas por este factor están desigualmente distribuidas en los archivos nacionales respectivos de Argentina (en Buenos Aires) y de Uruguay (en Montevideo), pero los registros en materia de gastos, con ocasionales excepciones, abarcan un conjunto muy escueto de bienes de oficina y salarios, con registros discontinuos de gastos ocasionales en animales y otros insumos352.

Recién en 1775 se creó una Caja Real en Montevideo, se institucionalizaron un conjunto de procedimientos administrativos y lo que es más importante para este trabajo, surgió una unidad ejecutora local de fondos públicos, o sea, la caja montevideana funcionó a partir de su creación como una entidad con autorización para gastar en algo más que tinta y papel. Así, fue revisada la colección completa de relaciones juradas del Oficial de la Real Caja de Montevideo, que cubre el período 1775-1799353, ya que estos documentos anuales

350 Véanse, por ejemplo: Murdo J. McLeod, "Aspectos de la economía interna de la América española colonial: Fuerza de trabajo, sistema tributario, distribución e intercambios," en América latina en la época colonial; Tomo 2: Economía Y Sociedad, ed. Nicolás Sánchez Albornoz et al (Barcelona: Crítica, 1984). Marichal, Carlos y Carmagnani, Marcello (2001); “From Colonial Fiscal Regime to Liberal Financial Order, 1750-1912”, en: Bordo, Michael D. y Cortés-Conde, Roberto (edits.); Transferring Wealth and Power from the Old to the New World: Monetary and Fiscal Institutions in the 17th Through the 19th Century; Cambridge, UK; New York: Cambridge University Press.

351 Todo indica que gozó de ese privilegio porque su fundador, siguiendo las Leyes de Indias que lo concedían a las poblaciones nuevas por diez años, dejó expresamente a la voluntad real la definición del término de esa franquicia. En 1761 la hacienda real por medio de los oficiales de Buenos Aires y su lugarteniente en Montevideo decidió empezar a cobrar la alcabala en esta ciudad351. Aunque el ayuntamiento se resistió de muchos modos y hasta logró que el rey prorrogara el privilegio por unos años más, en 1770 la Real Caja de Buenos Aires dispuso el remate de las alcabalas de Montevideo y comenzó a formalizarse un aparato hacendístico local. Véase: AGN-MDEO. Actas del Cabildo, en Revista del Archivo General Administrativo, Vol III; pág. 241-243. Ibídem; Vol VIII; pág. 153

352 En AGN-BUENOS AIRES fueron revisados los libros “particulares” del período 1760-1774, en AGN-BUENOS AIRES, Sala XIII, 15-6-5; 15-7-1 y 15-7-2. En Montevideo fueron revisados: AGN-MONTEVIDEO, AGA, Hacienda, Libros 161, 191, 59, 58, 351 y 352, comprendidos entre 1759 – 1778.

353“Carta-cuenta” en la jerga técnica de la burocracia fiscal de la época. El período 1775-1783 en: AGI, Buenos Aires 445; período 1784-1788 en: AGI, Buenos Aires 446; período 1789-1799 en AGI, Buenos Aires 448. Las relaciones juradas correspondientes a 1800-1804, aunque catalogados en el mismo archivo, no estaban disponibles para consulta al momento de hacerse este trabajo. No hay registro de rendiciones posteriores.

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transcriben, de forma mensual, todos los gastos registrados en los múltiples libros de la contabilidad oficial, especificando cantidades compradas y precios pagados354. Aunque la riqueza de la fuente es extraordinaria en relación con un amplio conjunto de temas y en particular en materia de salarios, resultó decepcionante para conocer la evolución de los precios agrarios de la sub-región Montevideo. En efecto, unos cuantos productos agrarios aparecen dispersos aquí y allá, pero la única información seriada que puede obtenerse, y por cierto de manera incompleta, es el precio de la carne de res para los presos de la cárcel, un suministro sobre el cual se oye hablar durante todo el período en el ámbito municipal. Merece una mención especial el caso del trigo, que aparece únicamente en el quinquenio 1781-1784 como suministro a tropas llegadas de España y como abasto a un contingente de pobladores recién llegados de la fracasada colonización de la Patagonia. Todo indica que el principal consumo público del lugar, el suministro de las tropas militares y navales regulares, los pagaba la caja de Buenos Aires mediante contratos de asiento efectuados en aquella ciudad; en cualquier caso, que los eventuales precios pagados en tales operaciones, aun cuando pudieran ser conocidos, serían precios formados en Buenos Aires, no en Montevideo355. Desde el punto de vista hacendístico el momento de consolidación institucional para Montevideo llegó con la creación de su Aduana, en 1779. Las relaciones juradas del Administrador y Tesorero General de la Aduana de Montevideo fueron revisadas para el período 1779-1799; se trata de un cuerpo contable fundamental para aproximarse a la historia económica del período con importante información sobre el precio de los cueros y de los esclavos, pero ni el ganado en pie ni el trigo pasaban por la Aduana de Montevideo, que era la puerta de entrada al comercio atlántico356.

354 Toda la contabilidad oficial de la época se basa en tres conceptos: cargo, descargo y alcance. El cargo son los ingresos de las cajas reales; los oficiales “se hacen cargo” de tales partidas. Incluye todos los ramos que por derecho correspondan al rey, aún aquellos cuyo cobro esté pendiente. Data, por el contrario, son los egresos realizados. Estos sólo podían efectivizarse por orden de quienes tuvieran competencia legal para hacerlo y debían estar debidamente documentados con los recibos originales. El alcance resultaba del tanteo, que era la suma algebraica de todas las partidas de cargo y descargo: si resultaba un saldo positivo se llamaba alcance. El alcance se entendía como una partida en contra del Oficial que llevaba la cuenta, ya que indicaba la suma que éste debía entregar a la Real Hacienda al cabo del ejercicio. El sistema contable utilizado, de partida simple, requería numerosos libros. En primer lugar se registraban todos los movimientos de entrada y salidas, sin más orden que el de su ocurrencia, en un Borrador de caja. De este libro deberían salir otros libros “particulares”, es decir para cada “ramo” o conjunto de cargas fiscales, cuyas partidas deberían siempre tener su registro cotejable con el original de caja. Uno de estos libros era el “Manual” (equivalente del “Diario” en el sistema de partida doble) donde debían asentarse diariamente todas las partidas de cargo de todos los ramos. Las instrucciones generales indicaban que el cargo debía ir en la primera mitad de los libros particulares, y la data en la segunda. Véase una descripción muy clara del sistema contable oficial del período en: Pedro Santos Martínez, "Reforma a la contabilidad colonial en el siglo XVIII", Anuario de Estudios Americanos, no. 17 (1960).

355 En efecto, las tropas regulares dependían directamente del Gobernador de la ciudad, y éste del Gobernador del Río de la Plata con sede en Buenos Aires hasta 1776, y después de ese año, del Virrey. Aunque la Caja Real de Montevideo recibe de la de Buenos Aires el dinero de los sueldos de la tropa, y los paga, no registra ni una partida de gasto para el mantenimiento de la misma. Hasta la pólvora venía comprada en Buenos Aires. Hay constancia de que al menos durante los primeros 20 años del periodo en estudio el suministro de bizcocho para la tropa, por ejemplo, se licitaba en Buenos Aires, aún cuando el asentista fuera un locatario (que por cierto no lo fue sino hasta muy avanzado el período). AGN-MONTEVIDEO, AGA, Cajas 10 y 11.

356 AGI Buenos Aires, 447 y 449.

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En cuanto a las cuentas de las instituciones privadas, o quizás deba decirse no estatales, fueron relevadas y analizadas las de la Iglesia Matriz de la ciudad y las del Hospital de Caridad de Montevideo.

La Iglesia Matriz es la primera de las sedes parroquiales que tuvo la jurisdicción, y la única de la ciudad en todo período colonial357. Los expertos en archivos eclesiásticos consultados a nivel local manifiestan que los libros de fábrica de esta iglesia, depositados en Buenos Aires por su pertenencia a aquél obispado, fueron quemados en los episodios políticos que vivió la República Argentina en 1955358. No obstante, al menos una parte de la colección de cuentas de la Matriz montevideana se habría salvado, ya que los libros de fábrica del período 1782-1804 pudieron ser consultados en el AGN-BUENOS AIRES359. Lamentablemente la información resultó inútil para conocer los precios de los alimentos: los “gastos de la fábrica de esta iglesia” (sic) se reportan a vuelta de hoja del Libro de Sepulturas, pero sólo incluyen una corta lista de cera para velas, mantelería y casullas, vino para misa, y “harina, carbón y agua para hostias”, con la salvedad de que este rubro figura como un agregado que no permite discriminar el precio de cada bien. En 1804 el libro incluye, además, los gastos de alimentación de los esclavos, que consiste en unas partidas de “carne y sal”, cuyo importe también se presenta agregado360.

El Hospital de Caridad fue la única institución de su tipo que tuvo carácter estable durante el período colonial en Montevideo361. Empezó a funcionar en 1787 y continuó su vida después de 1810. Se trataba de un hospital para pobres gestionado por la Cofradía del Señor San José y Caridad, una hermandad de laicos fundada unas décadas antes362. Fueron relevadas y analizadas las cuentas del mayordomo del hospital entre 1787-1797363. Las mismas registran ingresos mensuales por concepto de limosnas, y egresos mensuales de diversos tipos. Estos son: los salarios pagados al personal del hospital, los gastos de manutención de los enfermos, y una renta pagada por el local. Los gastos de manutención de los enfermos, sin embargo, son una corta lista de bienes dentro de la cual los alimentos

357 La construcción del templo comenzó al momento de fundarse la ciudad por iniciativa de los pobladores, el primer cura vicario titular fue nombrado por el obispo de Buenos Aires en 1730. Martha Canessa de Sanguinetti, "La Iglesia Matriz de Montevideo," Cuadernos del ITU, no. 4 (1978). Juan Alejandro Apolant, "Lista de párrocos de la Iglesia Matriz, hoy catedral de Montevideo, 1724-1978," Cuadernos del ITU, no. 4 (1978). La jurisdicción de Montevideo no tuvo otro curato hasta la creación de la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe sobre el arroyo Canelones, la primera que se desgajó de la Matriz. S. J Juan Villegas, "Historia de la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe de Canelones, 1775-1977," Cuadernos del ITU, no. 4 (1978).

358 Comunicación personal del Sr. Dante Turcatti y del personal del Archivo de la Curia Eclesiástica de la Catedral de Montevideo.

359 AGN-BUENOS AIRES, Cuentas Iglesia Matriz, Sala 9, 3-2-5.

360 Ibídem. El conjunto documental es de todos modos interesante porque ofrece, aunque para un período razonablemente corto, información sobre salarios y alquileres.

361 El ejército y la marina tenían “hospitales” volantes pero era frecuente que pidieran asistencia a los cofrades de San José si algún enfermo requería internación prolongada. También la cárcel tenía su “hospital”, pero no se conoce que estos “hospitales” dejaran registros contables propios.

362 Según algunos autores la Cofradía fue fundada en 1745 y según otros en 1775. Véanse: Miguel A. Jaureguy, Historia del Hospital de Caridad de Montevideo. La grandeza de un pequeño hospital, 1778-1825, Monografías Nº 2 (Montevideo: Facultad de Medicina de Montevideo, s/f). Mario Cayota et al, Historia de la evangelización de la Banda Oriental, 1516-1830 (Montevideo: UCUDAL-CEFRADOHIS, 1994). Pág. 125-127.

363 AGN-MONTEVIDEO, Libro 689, Archivo del Hospital de Caridad.

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suelen presentarse en agregados, y sin consignar cantidades. Así, el gasto más importante es el que el hospital hace en lienzo para la ropa blanca, leña y cera para velas. Los alimentos ocupan un lugar secundario, y el mayordomo registra salidas por varios artículos comprados en conjunto o directamente asienta “gasto diario” y le imputa una cifra. Por lo demás, la evidencia de estos diez años sugiere que la dieta de los “enfermos pobres” no tenía carnes rojas sino blancas (gallinas), aunque incluía el pan, cuyo importe lamentablemente se consigna sin especificar las cantidades compradas.

4. 3. 3. LAS CUENTAS DE LA ADMINISTRACIÓN MISIONERA

La situación del caso misionero es distinta. Como se vio en los antecedentes, algunos aspectos de la economía misionera se han podido conocer muy bien gracias a la contabilidad de los Oficios de Misiones y el cuerpo de libros que la conforman ha sido intensamente utilizado.

Según consignan los investigadores que han estudiado previamente estas cuentas, el régimen contable de los pueblos misioneros se desarrolló en la segunda mitad del siglo XVII hasta alcanzar, hacia 1730, una estructura que permaneció estable hasta la expulsión de la Orden en 1768364.

El sistema implementado por la Compañía de Jesús se basaba en el registro de las transacciones efectuadas por los Oficios de Buenos Aires y Santa Fe. Como ya se dijo, éstos eran los nodos comerciales encargados de recibir la producción de los pueblos, de venderla a comerciantes locales o de mercados vecinos como Potosí y Chile, y de comprar aquellos bienes de origen americano o europeo que, sin ser producidos en los pueblos, eran consumidos por éstos. En intercambio funcionaba durante todo el año con intensidades variables, sin estacionalidades marcadas, de la siguiente manera: los pueblos enviaban a los Oficios de Santa Fe o de Buenos Aires sus producciones con destino comercial en barcos fletados por ellos mismos desde algunos puertos sobre los ríos Paraguay o Paraná, conducidos por tripulación misionera. En Santa Fe o en Buenos Aires estas mercaderías eran desembarcadas, almacenadas y posteriormente vendidas a comerciantes mayoristas que operaban en diversos circuitos territoriales, según el bien en cuestión. Los barcos que “bajaban” hasta Buenos Aires con mercaderías misioneras regresaban con bienes importados, sea desde Europa o de otras regiones americanas, a pedido de los pueblos. Las compras de bienes importados, así, se realizaban por encargo específico de cada pueblo. Los bienes comprados por encargo de los pueblos eran pagados con el producido de las ventas de los bienes remitidos a los Oficios. El conjunto de este intercambio, así como otros movimientos que oportunamente serán explicados, fueron el objeto de la minuciosa contabilidad de los Oficios generada en la etapa jesuita y continuada después.

Aunque notoriamente apoyada en disposiciones formales de carácter administrativo algo más generales, la contabilidad jesuita no parece haber dado lugar a un manual de instrucciones, o al menos el mismo no ha sido todavía hallado por los estudiosos del tema en ninguno de los repositorios habituales365. Se han identificado en cambio dos grandes

364 Dentro de la vasta historiografía sobre las Misiones Jesuíticas del Paraguay los único estudios específicamente dedicados a la contabilidad de los pueblos misioneros se encuentran en: Rafael Carbonell, "Organización administrativa y contabilidad en las reducciones guaraníes" (estudio presentado en el VI Simposio de Estudos Missioneiros, Santa Rosa; Rio Grande do Sul, 1985). y en: Carbonell, Estrategias de desarrollo rural en los pueblos guaraníes (1609-1767).

365 Véase el estudio realizado por la Dra. Teresa Blumers en Carbonell, Estrategias de desarrollo rural en los pueblos guaraníes (1609-1767). Pág. 242-255.

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grupos de libros contables: los libros de los Oficios de Buenos Aires y de Santa Fe, y los libros de registros utilizados en cada pueblo. Adentro del primer grupo el conjunto más nutrido es el de libros del Oficio de Buenos Aires.

De acuerdo al examen realizado por Blumers, esta institución llevaba durante el período jesuita, numerosos libros que registraban las operaciones realizadas con los pueblos, con colegios jesuitas, con particulares, etcétera366. El más importante a los efectos de este trabajo es el Libro de Cuentas con los Pueblos de Misiones, en el que se consignan cronológicamente todas las operaciones que se realizaban a través del Oficio, en cuentas particulares de cada pueblo. En este libro el Oficio debita a cada pueblo individualmente un conjunto diverso de partidas, que incluye el valor de los bienes remitidos por encargo del pueblo, los fletes de estos envíos, y los gastos derivados del mantenimiento de las tripulaciones de los barcos donde han llegado y serán remitidos, respectivamente, los bienes exportados y los importados. A estas partidas que son las puramente derivadas del intercambio con el “resto del mundo” colonial, se agregan otras por concepto de tributos, gastos comunes a todos los pueblos y libranzas a favor de otros pueblos misioneros. En el Haber de cada pueblo, en cambio, se registra el producido de la venta de los bienes remitidos por el pueblo y las libranzas a favor del pueblo, expedidas por otros del conglomerado misionero. Normalmente estas libranzas son en pago de bienes comprados al pueblo del caso. En resumen, este libro registra, aunque en partida simple, las entradas y salidas de cada pueblo, donde el único rubro que genera entradas es la venta de su producción, sea en los mercados de fuera del mundo misionero, sea en alguno de los otros pueblos misioneros. Los rubros que originan salidas son las compras de los pueblos (bienes importados) y el pago de diverso tipo de obligaciones fiscales o religiosas. Una vez al año, generalmente a su inicio, se hacía un ajuste de cuentas donde, sumados el debe y el haber, se obtenía un resultado que quedaba como saldo inicial para el año nuevo.

Recibida la Real Cédula de la expulsión de los jesuitas a fines de 1767, en el primer semestre de 1768 los jesuitas de todo el Río de la Plata fueron expulsados, sus colegios y haciendas fueron puestos bajo el control de una Junta de Temporalidades y los pueblos misioneros puestos bajo el control político de un gobernador militar367. A fines de 1767 la máxima autoridad política de la Gobernación de Buenos Aires, a quien se le había confiado desde Madrid la ejecución del extrañamiento, ya había nombrado un Administrador General de las Misiones encargado del tráfico de los productos de los pueblos en los mercados extra-misioneros, del velar por el abasto de los habitantes de los pueblos y de hacerse cargo de los bienes depositados en los Oficios de Buenos Aires y Santa Fe. La dimensión temporal del gobierno misionero, ahora disociado expresamente de la dimensión espiritual, se improvisó de algún modo sobre la marcha, y la inercia debe haber jugado su papel, de modo que a pesar del impulso reformista que animaba al conjunto del proceso, el resultado final habría de parecerse mucho al sistema jesuita anterior. Como se vio en el Capítulo 3, en 1770 fueron aprobadas unas ordenanzas que definieron, entre otras cosas, los cometidos y obligaciones del Administrador General de Misiones. Allí se estableció que esa figura estaría radicada en Buenos Aires, donde se ocuparía de vender los productos de los pueblos y comprar todo aquello que se le encargue con destino a éstos, a cambio de una comisión del 8% sobre las ventas y del 2% sobre las compras. Al

366 Idem ant.

367 El control político de las Misones Jesuíticas del Paraguay estuvo desde 1768 hasta 1769 en manos de dos gobernadores militares, esta jefatura política fue unificada en 1769 y vuelta a dividir (en cinco distritos) en 1770. Véase un estudio minucioso de la evolución de la organización política post-jesuítica de los pueblos misioneros en: Maeder, Misiones del Paraguay: Conflicto y disolución de la sociedad guaraní (1768-1850).

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Administrador General se le fijaban una serie de prohibiciones (vender efectos por cuenta propia la más importante) y obligaciones (pagar las cargas fiscales de los pueblos a la Hacienda real, la más importante). También se le indicaban los libros que debía llevar y se le imponía una rendición de cuentas cada dos años368. La estructura comercial del período jesuita, así, quedó intacta: ahora el papel que antes desempeñaba el Oficio de Buenos Aires pasó a ser desempeñado por el Administrador General369. El Administrador General, radicado en Buenos Aires, fue el nudo central de la trama de circulación y distribución de la producción agraria misionera con destino mercantil.

El paso a un régimen de control público impuso modificaciones en el sistema contable del complejo misionero. En primer lugar, el Administrador General debió rendir cuentas al Estado. La rendición de cuentas del Administrador General se hacía frente al Gobernador y al Tribunal Mayor de Cuentas bajo la forma de una declaración jurada. La misma incluía el resumen del “Debe” y el “Haber” de cada pueblo y del Oficio de Buenos Aires. Los oficiales encargados de revisar la declaración jurada verificaban cada partida con los libros, controlaban los cálculos y elaboraban un extenso listado de objeciones, que incluía desde correcciones a la aritmética del cálculo presentado en cada cuenta, hasta observaciones de fondo sobre los precios pagados por los bienes comprados, sobre los fletes, sobre los procedimientos empleados para descontar las pérdidas sobre el volumen de las mercaderías, y por supuesto, sobre las comisiones retenidas por los administradores370. Este expediente era devuelto al Administrador para que hiciera sus descargos. Si éstos no eran considerados de recibo por los oficiales reales, el Administrador estaba obligado a los pagos y reparaciones que resultaran. El proceso sólo se daba por concluido y las cuentas se declaraban “fenecidas” una vez que el Administrador satisfacía los reparos del Tribunal, situación que podía tomar años y que, como han señalado los estudiosos del tema, no favorecía la aplicación de sanciones inmediatas371. Dejando a un lado los efectos reales de este procedimiento sobre la gestión de los Administradores, no caben dudas de que la supervisión estatal de las cuentas estuvo animada de un espíritu de rigor que beneficia la confiabilidad del conjunto de documentos examinados, ya que cada asiento contable era sometido a escrutinio por un observador externo. Estas declaraciones juradas de los administradores fueron la base documental utilizada por Maeder para evaluar la gestión de los administradores civiles en el período 1770-1810372 y serán también utilizadas aquí para hacer una estimación del producto agrario del enclave misionero.

368 Ibid. Pág. 78-80

369 La alternativa era pasar a un sistema comercial des-centralizado, permitiendo que cada pueblo comerciara sus productos directamente y comprara sus importaciones donde más le conviniera y con los agentes que mejor le acomodasen, eludiendo la centralización de todo el proceso en Buenos Aires, lo cual equivale a decir en sus élites administrativas y mercantiles. Esta posibilidad se manejó en los primeros dos años de la intervención estatal del conglomerado misionero, pero entonces se descartó violentamente y volvió a ser formulada en el 1800, cuando la decadencia del complejo misionero era evidente. Las implicancias de una y otra fórmula eran muy hondas, desde el punto de vista económico, social e incluso territorial. Véase un somero análisis de este problema en: Ibid. Pág. 76-78.

370 Véanse por ejemplo las minuciosas observaciones realizadas por el Tribunal de Cuentas a la relación jurada del Administrador San Ginés en AGN-BUENOS AIRES 9- 17-4-1.

371 Véase un recuento del trámite que siguió cada rendición de cuentas entre 1768 y 1810 en: Maeder, Misiones del Paraguay: Conflicto y disolución de la sociedad guaraní (1768-1850). Pág. 106-107, nota al pie número 72.

372 Ibid.

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En segundo lugar se observan cambios en el conjunto del sistema contable, en relación con los libros llevados y su periodicidad.

Cuadro 5. 1. “Libros de entradas y ventas” localizados en el AGN-BUENOS AIRES

Nombre del Libro Ubicación Cobertura

1772-1773

Libro Entradas y Ventas de los Enseres y Masa común, años de 1772-1773

AGN BA, Sala 9, 18-6-1

24 pueblos

1782-1783-1784

Libro de entradas y ventas de los años de 82, 83 y 84 correspondientes a la Administración de Indios Guaraní.

AGN-BUENOS AIRES, Sala 9-17-5-2

30 pueblos

1785-1786

Libro de Entradas y Ventas de los diez y siete pueblos de Misiones de Indios Guaraníes de esta Provincia correspondientes al primer bienio de los años de 1785 y 1786

AGN BA, Sala 9-18-6-1

14 pueblos

1787-1788

Libro de Entradas y Ventas de los 13 pueblos de de la Intendencia del Paraguay correspondiente al bienio que empieza el 25 de enero de 1787 y concluye en igual y mes de 1789 (dos volúmenes)

AGN BA, Sala 9-18-7-5

14 pueblos

1798-1799

Libro de Entradas y Ventas de los pueblos de Misiones de indios guaranís correspondientes al bienio de los años desde 21 de julio de 1798 hasta 20 de julio de 1800

AGN BA, Sala 9-18-5-7

15 pueblos

1800-1801

Libro de Entradas y Ventas de las Misiones de los pueblos guaraníes correspondientes al tercer bienio desde 21 de julio de 1800 hasta 30 de julio de 1802

AGN BA, Sala 13, 47-2-58

30 pueblos

Dos series de libros acompañan las cuentas del Administrador. Una de ellas es la formada por los libros denominados Cuentas Corrientes de los Pueblos, que parecen ser la continuación del antiguo Libro de Cuentas con los Pueblos de Misiones del período jesuita. Allí se registran, en el Debe de cada pueblo, el valor de los bienes comprados por encargo al Administrador, los fletes pagados por los mismos, y los gastos realizados para el mantenimiento de los indios que traían las mercaderías hasta Buenos Aires, así como las comisiones del Administrador. En el Haber se registra el producido por la venta de los bienes remitidos a Buenos Aires y otras entradas que pueda haber tenido el pueblo, generalmente por fletes servidos a terceros (otros pueblos) en el caso de los pueblos localizados sobre alguno de los dos grandes ríos que servían de “cinta transportadora” entre el interior de la región y Buenos Aires. Tanto en el Debe como en Haber estos libros no discriminan entre cantidades y precios de las partidas, sino que anotan valores. Además son libros bianuales, por lo tanto cada una de las cuentas corrientes de los Pueblos arroja un saldo a favor o en contra para cada pueblo, imputable al bienio. Sólo se han hallado los libros de Cuentas Corrientes de los Pueblos para los bienios 1774-1775, 1782-83 y 1798-1800373, pero como se dijo arriba, el resumen del Debe y el Haber de cada

373 En AGN-BUENOS AIRES, Sala 9, referencias 17-5-3 (1774-1775); 17-5-4 (1782-1783-1784) y 18-5-7 (1798-1800).

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pueblo para unos cuantos años más del período se conoce gracias a la relación jurada de los administradores.

La otra serie de libros se llama Libro de Entradas y Ventas, donde se registraban, para cada pueblo, las mercaderías recibidas por el Oficio para su venta (“entradas”), y en la hoja siguiente, las ventas de esas mercaderías a sus respectivos compradores (“ventas”).

Lamentablemente, respecto del período de interés para este trabajo sólo se han hallado libros de entradas y ventas que figuran en el Cuadro 5.1.

La importancia de esta serie de libros deriva de que, aunque no cubre la secuencia temporal completa, ofrece información detallada sobre los volúmenes y los precios a que fueron vendidos cada uno de los lotes recibidos. Así, el registro de las ventas reporta la cantidad vendida, el tipo y calidad del bien, el nombre del comprador y el precio pagado por ese comprador. No hay aquí, por lo tanto, un único precio para la yerba o para el lienzo, sino que fueron registrados los diferentes precios que la yerba recibía según fuera yerba “de palos”, “fuerte”, “suave” o incluso, según fuera “vieja y podrida”, y los precios que tuvo el lienzo de algodón según fuera “grueso” (el más barato), “mediano” (precio intermedio) o “fino”, o quizás “muy fino” o “cordoncillo” (el más caro). Es fácil darse cuenta de que las ventas eran al por mayor por los volúmenes transados; adicionalmente, las ventas al menudeo (muy ocasionales, a menudo a la propia Administración para el abastecimiento de personal, y en algún caso, a algún convento) fueron expresamente identificadas como tales.

En cuanto a las cantidades, normalmente hay discordancia entre las cantidades entradas y las vendidas porque el ritmo de las ventas no necesariamente acompañaba al de las entradas, con lo cual en algunos casos se formaban stocks que eran debidamente registrados al comienzo del libro bianual. Las diferencias imputables a pérdidas, asimismo, se pueden deducir con confianza porque se registra el volumen de las mercaderías en peso bruto y neto. En cuanto a los precios, el valor de la información radica en la abundancia de registros de los mismos bienes a diferentes precios según sus calidades.

Los problemas que presenta esta fuente son su discontinuidad y su heterogénea cobertura. En cuanto a lo primero, como se ve en el cuadro se han hallado los correspondientes a 6 bienios (en un caso, un trienio) sobre un total de 50 años. Los libros permiten obtener información sobre cantidades y precios de la producción misionera transada en los mercados en las décadas de 1770, 1780, 1790 y 1800, pero con desigual cobertura territorial. Como se ve en el cuadro, algunos libros tienen la información para 14 pueblos, otros para 24, y otros para 30, no se sabe si debido a que durante cierto período las cuentas fueron rendidas ante tribunales diferentes (se recuerda que durante las división en intendencias 14 pueblos quedaron bajo la intendencia de Buenos Aires y 16 bajo la de Paraguay) o si se han extraviado. En aquellos años en que la cobertura no alcanza los 30 pueblos (4 del total de 6 disponibles) no es posible asumir el volumen de ventas como un total del conglomerado misionero, sino en todo caso como una muestra. Aún así, esta secuencia contable no ofrece información para ningún año de la década de 1760, por lo cual ha sido necesario echar mano a la contabilidad del período previo para tener alguna indicación sobre las ventas de esa década.

Como se ha dicho antes, la contabilidad jesuita no llevaba un libro equivalente a los de “Entradas y Ventas” del período posterior, pero existe un libro donde se llevaban las cuentas corrientes de los pueblos que incluye, también, el detalle de las cantidades

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vendidas de los distintos bienes a sus respectivos precios, en la cuenta de cada pueblo374. Esta información será utilizada para completar las fuentes anteriores en lo relativo a cantidades y previos vendidos por ese oficio, en este caso en años de la década de 1760.

4. 3. 4. FUENTES CUALITATIVAS

En este trabajo las fuentes cualitativas han hecho contribuciones importantes incluso para la obtención de datos cuantitativos.

El caso más notorio, nuevamente, es el de Montevideo, cuyo retraso relativo en muchos planos indujo a la revisión de un espectro mayor de fuentes primarias.

La exploración de las fuentes municipales montevideanas dio resultados fructíferos. Además de brindar un panorama bastante claro de las distintas coyunturas agrarias las actas de los cabildos eventualmente contienen información sobre precios y mercados de consumos básicos. En efecto, los cabildos americanos tenían entre sus funciones la regulación de los precios de los alimentos considerados más importantes en cada región o ciudad. El Cabildo de Montevideo publicó desde 1760 una lista razonablemente amplia de precios de consumos básicos que, cabe suponer, los minoristas debían tomar como precios máximos375. Los artículos que conformaban el denominado, por sus creadores, “arancel” eran: (1) aguardiente champurrado; (2) aguardiente “de la tierra”; (3) vinagre; (4) aceite; (5) ají; (6) miel; (7) yerba; (8) tabaco de tres calidades diferentes; (9) pasas moscatel; (10) pasas comunes; (11) pasas de higo; (12) azúcar blanco; (13) azúcar rubio; (14) jabón; (15) sal “de salinas”; (16) sal de Córdoba; (17) velas de sebo; (18) pabilo. El último de los artículos que integra la tabla –aunque hay evidencia de que el cuerpo comunal controlaba este precio desde antes de encarar la confección de la extensa tarifa mencionada376- era el pan377.

Es importante hacer notar que la intención del cabildo de Montevideo no era abaratar los precios de manera permanente y en cualesquiera circunstancias, sino combatir las maniobras especulativas. En ocasiones de carestía justificada – por ejemplo durante los numerosos episodios bélicos en que los abastos no eran suficientes para la tropa y la población civil- los precios eran aumentados, si así lo dictaba el mercado, buscando que fueran “convenientes y equitativos”378 para cada bien. Prueba de esta política es la regularidad, pulcritud y frecuencia con que se daban a conocer las listas de precios: durante la década de 1760 sólo se fijaban una vez por año, a menos que ocurriese algún suceso inesperado, pero desde 1770 se fijó dos veces al año (verano y primavera) y desde 1780 tres veces: en enero, mayo y setiembre. La fiabilidad de esta fuente solo podría

374 Libro de las visitas que hacen los Padres Provinciales de todo el Ha de Haber y Débito de las doctrinas en este oficio de las Misiones de Buenos Aires. AGN-BUENOS AIRES, Sala 13, 47-3-7.

375 "Acuerdos del extinguido cabildo de Montevideo," Revista del Archivo General Administrativo II, no. 1739-1757 (1886), "Acuerdos del extinguido cabildo de Montevideo," Revista del Archivo General Administrativo III, no. 1757-1764 (1887). Pág. 122.

376 Véase por ejemplo el acuerdo del 5/12/1758 en: "Acuerdos del extinguido cabildo de Montevideo." Pág. 31.

377 Todas las tarifas del período en AGN-MONTEVIDEO, Revista del Archivo General Administrativo, tomos II, III, V, VI, VII, VIII, X y XVI.

378 Así ocurrió por ejemplo durante la campaña contra Colonia do Sacramento que tuvo lugar en el marco de la guerra con Inglaterra y Portugal en 1762. Véase: "Acuerdos del extinguido cabildo De Montevideo," Revista del Archivo General Administrativo III, no. 1757-1764 (1887).Pág. 348.

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afirmarse por contraste con otras del mismo período, no disponibles por el momento. A cuenta de este asunto debe anotarse, sin embargo, que lejos de permanecer inmóviles por largos períodos, los precios de estas tablas oscilan, por cierto, adentro de un mismo año y entre años.

Las actas del cuerpo comunal registraron el procedimiento para establecer estos precios. La norma era llamar a consulta a comerciantes de la plaza, o a “peritos inteligentes”, y pedirles asesoramiento tomando en cuenta el estado del mercado local. Así, el procedimiento seguido para hacer la tarifa en 1762 es el siguiente:

“(…) se hizo venir a esta sala [la del cabildo] a Pedro de Peñaflor que acaba de llegar de la ciudad de Buenos Aires, conduciendo distintos efectos de los referidos [los que se incluyen en la lista] por ocuparse en el ejercicio de comerciante de esta ciudad, del cual tomando la respectiva razón de los más de dichos efectos, con ello y con tener presente el estado y estima que al presente ofrece esta plaza, en estos términos se arreglaron los dichos precios del modo

que se anotan en los nominados aranceles (…)379”.

En plena guerra con Inglaterra y Portugal en 1763, en un contexto inflacionario, el arancel se hizo llamando a consulta a un mayorista importador de Buenos Aires y a tres minoristas380. El mecanismo se repitió durante todo el período; el número de consultados iba de uno a tres; los nombres no se repetían y las invocaciones al estado de la plaza eran corrientes. Aunque las actas sólo lo registran después de 1780, hay indicios de que los declarantes debían actuar siempre bajo juramento. La fórmula del mismo aparece consignada:

“…siendo cumplido el segundo tercio del año y debiendo por ello procederse al arreglo de los precios en los géneros de abasto al público al efecto se hizo comparecer en esta Sala Capitular a Don Domingo del Río y Don Juan Varela, sujetos del comercio e inteligentes en la materia para que prestando su juramento como lo prestaron en manos del Sr. Juan Francisco Martínez regidor decano e interino Alcalde Ordinario de primer voto, ofreciendo a Dios nuestro Señor y a una señal de la cruz en lo que se les preguntare, y interrogándoseles sobe dicho arreglo oídos que fueron de común acuerdo se procedió

al señalamiento de los precios (…)381”.

En este marco general, el pan recibía un tratamiento especial. Igual que en otras ciudades americanas, la manera de controlar el acceso a este bien básico no era modificando su precio sino su peso por un precio fijo. En efecto, el precio fijo del pan era de medio real y el cabildo modificaba la cantidad (el peso) de pan que podía comprarse con ese monto fijo de dinero. Así, cuando el precio del trigo subía y hubiera correspondido un aumento equivalente del precio del pan, el cabildo bajaba la cantidad de onzas de pan que debían entregarse por medio real. Al margen de que el proceso regulatorio tuviera esta singularidad, el efecto en términos de poder de compra era el mismo que el de un aumento de precios. De este modo, tomando cada reducción en la cantidad de onzas como un aumento del precio y un aumento en la cantidad de onzas como un descenso, puede conocerse las variaciones del precio del pan en el período, de acuerdo a esta fuente.

Para el conjunto del Río de la Plata existen numerosas crónicas de contemporáneos que, de manera oficial o por simple iniciativa individual, escribieron detalladas descripciones del mundo rural que han sido ampliamente utilizadas y criticadas por la historiografía. Cada una de ellas será presentada y criticada al momento de su utilización.

379 Ibídem; pág. 271

380 Ibídem; pág. 386.

381 Ibídem; Vol VII; pág. 19

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Una mención especial merece el cuerpo documental conocido como “Expediente para el arreglo de los campos”. Se trata de un expediente iniciado por las autoridades virreinales en 1784 y concluido en 1805 para esclarecer un conjunto de situaciones conflictivas que se vivían en los campos de la banda norte del Río de la Plata. Se trata de un voluminoso conjunto de informes y contra-informes producidos en ámbitos tan diversos como el cabildo de Montevideo, la gobernación de Montevideo, el despacho del Virrey del Río de la Plata, el despacho del Intendente de Buenos Aires, el despacho del Administrador de Misiones, la defensoría de naturales y la Secretaría de Indias, en los años indicados arriba. Aunque ha sido numerosas veces comentado por la historiografía uruguaya, la vastedad, riqueza y complejidad de este cuerpo documental de más de mil folios no ha sido editado y tampoco ha sido objeto del estudio monográfico que se merece382. En este trabajo se hará evidente que el núcleo temático del expediente es, precisamente, la conflictiva interacción de los tres paisajes agrarios que se estudian, el de Buenos Aires, el de Montevideo y el pastoril misionero, en el último cuarto del siglo XVIII. En tal sentido, diferentes componentes del mismo serán utilizados para esclarecer ese aspecto crucial.

4. 4. METODOLOGÍA PARA UNA ESTIMACIÓN DEL PRODUCTO AGRARIO DE MONTEVIDEO Y BUENOS AIRES

Se propone aproximar el valor del producto agrario de Buenos Aires y Montevideo como sigue. El producto será estimado con la ecuación [1]:

yt

Donde el numerador (IVRD) es un índice del valor de la recaudación decimal de la región y en el año/período t, y el denominador (IPA) es un índice de precios agrarios de la misma región con base en el año/período t.

4. 4. 1 EL VALOR DE LA RECAUDACIÓN DECIMAL DE MONTEVIDEO Y BUENOS AIRES

Para conocer el valor de la recaudación decimal (VRD) de Buenos Aires y su similar de Montevideo en el período se ha utilizado la siguiente información.

El principal cuerpo de documentos sobre el VRD del Obispado de Buenos Aires es el formado por los cuadrantes de diezmos del período 1782-1801383. En este conjunto la información sobre el valor de la gruesa decimal, para cada ramo del diezmo, se presenta en su valor monetario, año por año, para cuatro distritos territoriales sobre los cuales se organizaba la recaudación, cada uno de ellos formado por una ciudad-cabecera (Buenos

382 Hay dos versiones conocidas del expediente; una en AGN-BUENOS AIRES, Sala 9, 30-3-9 y la otra en AGI-Buenos Aires 333. En el AGN-MONTEVIDEO se guardan algunos informes sueltos bajo la forma de copias mecanografiadas de los originales depositados en el AGI, en Colección Falcao Espalter.

383 AGI, Buenos Aires 598. La disputa había empezado una década y media antes, cuando el Cabildo Secular de Buenos Aires pidió que se sumaran dos prebendados a los cuatro ya existentes en la catedral de esa ciudad, y el Cabildo Catedralicio se negó rotundamente. Véase: Guerrero Soriano, "Cambios fundamentales en la región rioplatense: La reforma de los diezmos (1782-1776). Manuel Antonio De La Torre, Un obispo castellano en Buenos Aires".

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Aires, Montevideo, Corrientes y Santa Fe) y sus jurisdicciones respectivas. Como ya se dijo, se trata de unos territorios en proceso de expansión demográfica y territorial. La información sobre el valor de la recaudación decimal anterior a 1782 se tomó de diversas fuentes complementarias: el quinquenio 1760-1765 figura en un reporte enviado a las autoridades en España para dilucidar una querella sobre el número de prebendas del Cabildo Catedralicio de esa ciudad384, el período 1766-1774 se tomó de las escrituras de los remates para Montevideo, y de una fuente secundaria para Buenos Aires385, y los años de 1775 a 1779 de un reporte sobre la recaudación enviado por el obispado a las autoridades civiles386.

Como se ve en el apartado anterior, se asume que el beneficio del arrendador y los costos de la recaudación permanecen constantes. No se trata de un supuesto realista, pero sí ajustado a los fines de este trabajo. Los autores que han utilizado anteriormente esta información han mostrado preocupación por discriminar, adentro del valor ofrecido por un ramo, la proporción que corresponde al valor de la producción y separarla de la que correspondería al beneficio del arrendador y de sus costos387. La operación de agregarle proporciones de costos y de beneficio al valor conocido, además de requerir algunos supuestos (sobre estructura de los costos de la recaudación y sobre el beneficio de los arrendadores) de meticulosa construcción, puede resultar imprescindible si se quiere hacer un análisis minucioso del nivel de las magnitudes, pero no lo es si se quiere conocer la variación de las mismas en el largo plazo. Para esto último, que es el principal objetivo de este trabajo, alcanza con hacer el supuesto de que sea cual sea su peso en el total del valor diezmado en cada ramo, la proporción de los costos y ganancias del diezmero en el total de la gruesa de cada ramo permanece constante a lo largo del período, que es el que se ha utilizado en la formulación antecedente. ¿Es esto razonable?

Parece razonable asumir la existencia de unos costos de la recaudación de granos y animales fuertemente dependientes de la tecnología de los transportes y las comunicaciones, la cual -si no permaneció inmóvil- no conoció ninguna innovación radical en el período 1760-1810. Es mucho más espinoso hacer supuestos sobre los factores intervinientes en la formación del beneficio del rematador de diezmos, especialmente cuando todo indica que tenemos dos tipos de agente: un rematador de granos, quien enfrenta no sólo unos mercados locales más o menos completos, organizados, conocidos y conocibles, y un rematador de cuatropeas que enfrenta mercados segmentados (carne y cueros) o inexistentes (como el de categorías intermedias en Montevideo, ya comentado), con una porción del mercado de cueros que funciona como un mercado de futuros, y por lo tanto con un potencial especulativo mayor, como se intentará mostrar oportunamente. De hecho, en este trabajo se sostiene que los mercados de bienes agrarios experimentaron importantes cambios en el curso del período, y que esos cambios, junto con un cierto proceso de cambio estructural que lo acompañó, modificaron la fisonomía económica del territorio en estudio. Se trata de un escenario donde cuesta formularse la hipótesis de precios relativos incambiados, y por lo tanto, de relaciones entre tasas de beneficio también constantes. El asunto se retoma en el apartado donde se analizan los resultados

384 AGI, Buenos Aires 598.

385 Los VRD-BA con base en las escrituras notariales se tomaron de: Guerrero Soriano, "Produccion, evolución económica y análisis decimal." Pág. 122. Los remates del diezmo de Montevideo en: AGN-BUENOS AIRES, Sala 9,13-2-6.

386 AGI, Buenos Aires, 606.

387 Véanse estimaciones en: García Belsunce, "Diezmos Y Producción Agrícola En Buenos Aires Virreinal." Amaral and Ghio, "Diezmos Y Producción Agraria. Buenos Aires, 1750-1800."

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obtenidos, pero a cuenta del rigor metodológico necesario, en este momento debe anotarse que si la tasa de beneficio del recaudador se movió en alguna dirección a lo largo del período, esta no pudo nunca ser contraria a la seguida por los precios de los bienes diezmados. Siendo así, el efecto del cambio en la tasa de beneficio debería estar recogido en el movimiento de los precios agrarios.

La serie de VRDyt es una serie que aproxima las variaciones del producto agrario en el período en términos nominales. Para interpretarla correctamente es necesario tener en cuenta las variaciones en los precios de los productos diezmados. Se requiere, por lo tanto, la elaboración de series de precios agrarios para cada una de las regiones en estudio. La diversidad de fuentes y antecedentes determinaron diferentes estrategias para la resolución de este asunto.

4. 4. 2. LOS PRECIOS AGRARIOS DE BUENOS AIRES

Como se ha dicho, el caso de Buenos Aires presenta un avance considerable respecto del montevideano, ya que diversos estudios exploraron las fuentes decimales de aquella subregión y al menos tres de ellos utilizaron índices de precios agrarios.

En este trabajo se intenta mejorar los índices ya conocidos de precios agrarios de Buenos Aires, en relación con la estructura y con los precios utilizados. En relación con lo primero, se construye ahora un índice compuesto ponderado, tomando como ponderadores las proporciones de cada uno de los rubros principales (granos y ganado) en el valor de la recaudación decimal, en cada año. Mientras que el índice de Cuesta, el más reciente y cuidadoso de los resultados conocidos, utilizaba una estructura rígida basada en el promedio de las proporciones del trigo y el ganado sobre el valor total diezmado en todo el siglo, en el índice que se presenta en este trabajo se ha utilizado la fórmula de Paasche. Por lo tanto, sea el siguiente índice de precios agrarios de Buenos Aires (IPABA):

Donde los bienes (i) son: 2= y

Se ha preferido la fórmula de Paasche a la de Laspeyres para dar lugar a las variaciones en las proporciones (cantidades) de cada rubro, a lo largo del período.

En cuanto a los precios de la fórmula antecedente, mientras que el trabajo de Cuesta, extensamente comentado en los antecedentes, utilizó los precios que surgen de las cuentas del convento de San Pedro Telmo, aquí se utilizan los precios del ganado y del trigo que surgen del trabajo de Garavaglia sobre los mercados de bienes agrarios de la campaña bonaerense, obtenidos de una muestra de más de 500 inventarios post-mortem388. Se trata

388 Juan Carlos Garavaglia, "Precios De Los Productos Rurales Y Precios De La Tierra En La Campaña De Buenos Aires: 1750-1826," Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio

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de un extenso trabajo de recopilación de precios seriados que luego fue ampliado hasta la mitad del siglo XIX389. Según su autor los precios de inventarios post-mortem pueden ser considerados “precios al pie de la estancia”, es decir precios en el establecimiento productivo, que expresan fielmente las condiciones económicas del medio rural por la forma en que eran realizadas las tasaciones:

“…el cónyuge supérstite, los herederos o sus representantes, los albaceas si los hubiere, y con cierta frecuencia, el alcalde de la Hermandad y después el juez de Paz o sus alcaldes y tenientes- asisten al inventario y a la tasación de los bienes del causante, éstos son realizados por vecinos ‘peritos’ nombrados en acuerdo por las partes o por el alcalde o el juez. Cualquiera de los que intervienen pueden en todo momento presentar recursos y oponerse a la tasación…los ‘sujetos inteligentes’ que realizan estos dos actos del proceso [inventario y tasación] conocen al dedillo la economía rural práctica (se trata siempre de un vecino conocido y de reputación en el pago)390…”.

El estudio referido reportó series largas y homogéneas para distintas categorías de ganado; también presentó un gráfico con la evolución de un índice de precios ganaderos, donde se ponderaron las diferentes categorías animales por su peso en la muestra de inventarios391. Según su autor la evidencia utilizada establece que la vaca de cría era la categoría simple mayoritaria en el conjunto de categorías de ganado, y su precio habría sido la principal fuerza directriz en la evolución de los precios ganaderos392. Por esta razón se ha utilizado el precio de la vaca de cría para representar las variaciones de los precios de las diferentes categorías de ganado.

En cuanto al precio del trigo, dado el peso del diezmo de granos en el total diezmado y la reconocida naturaleza triguera de la producción cerealista porteña, su elección resultó obvia.

Los otros rubros que componen el diezmo de aquella región (quintas, aves, alfalfa, etc.) no fueron tomados en cuenta porque en todo el período considerado en este trabajo esos rubros sólo superaron el 10% del valor total diezmado en dos oportunidades.

Las cantidades (qit) de la fórmula antecedente fueron tomadas del peso de cada rubro del diezmo en el total del valor recaudado cada año. Como los rubros diferentes de granos y cuatropea fueron desconsiderados en el cálculo, se procedió a obtener los ponderadores de estos dos rubros como si entre ambos sumaran el total del valor recaudado. La proporción de cada rubro en el total recaudado surge de las escrituras de los remates y

Ravignani" Tercera Serie, no. 11 (1999). Esta información es la misma utilizada por el autor en Garavaglia, Pastores y labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la campaña bonaerense 1700-1830.

389 Juan Carlos Garavaglia, "La economía de la campaña de Buenos Aires vista a través de sus precios: 1756-1852," en En busca de un tiempo perdido. La economía de Buenos Aires en el país de la abundancia, ed. Raúl Fradkin y Juan Carlos Garavaglia (Buenos Aires: Prometeo, 2004).

390 Ibid. Pág. 108. El alcalde de la Hermandad es un miembro del Cabildo que cumple funciones de justicia en los distritos rurales; después de la abolición de los cabildos su rol pasó a los jueces de paz.

391 Este índice de precios pecuarios también fue utilizado por el autor en Garavaglia, Pastores y labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la campaña bonaerense 1700-1830 Pág. 109. En ninguno de los trabajos ha sido publicada la serie del índice.

392 Las otras categorías animales identificadas son: vacas lecheras, bueyes, caballos, yeguas, mulas y ovejas. La estructura del stock animal que surge, año por año, de la muestra de inventarios no ha sido publicada. Garavaglia, "Precios de los productos rurales y precios de la tierra en la campaña de Buenos Aires: 1750-1826."

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también de los cuadrantes, ya que en ambos casos se consignan los valores anuales del arrendamiento de granos y de cuatropea en cada cabecera393. Se hace notar que esta estructura no pretende reflejar la estructura productiva, sino apenas la composición del valor de la recaudación decimal, que es la magnitud nominal que se quiere deflactar.

En cuanto al año base, aunque el sentido común aconseja elegir un año “normal”, diversas razones que serán explicadas en el capítulo con los resultados, aconsejaron utilizar el promedio de todos los años del período 1756-1804.

4. 4. 3. LOS PRECIOS AGRARIOS DE MONTEVIDEO

El punto de partida para la elaboración de series de precios del trigo y del ganado fueron los inventarios post-mortem. Para el caso montevideano

En apartados anteriores se indicó la ausencia de datos en diferentes años y la necesidad de recurrir a fuentes complementarias. Para el caso del trigo se recurrió a la tarifa del pan, como se verá oportunamente. Conocida la evolución general de los precios del trigo fue necesario recurrir a interpolaciones para obtener una serie continua. Lo mismo se hizo para el precio de los ganados.

Con base en estos precios para los bienes ganado y trigo, se procede a calcular un índice de precios agrarios para Montevideo.

Sea el siguiente índice de precios agrarios de Montevideo (IPAMdeo):

Donde los bienes (i) son: 2= y

Aunque se ha mantenido la fórmula de Paasche como en el caso de Buenos Aires, en este caso se utiliza un índice del precio del ganado en lugar del precio simple de la vaca de cría, como se hizo con Buenos Aires. El motivo es que se dispone de la información necesaria para combinar de manera ponderada los precios de las diferentes categorías de ganado. Es necesario tener en cuenta que los inventarios post-mortem enlistan y tasan aquellas categorías de animales para las cuales hay mercados formados; los hombres del Antiguo Régimen distinguen muy bien entre bienes económicos y bienes no-económicos. En términos de la realidad agraria del Montevideo colonial, esto quiere decir que los inventarios tasan animales mansos o sometidos a rodeo, es decir animales cuyo proceso de reproducción, cría y engorde está bajo control humano adentro de un establecimiento productivo, cualquiera sea el nivel técnico de los procesos productivos del caso. En cambio, los inventarios montevideanos dejan afuera a los animales cimarrones, un tipo de animal que fue intensivamente explotado a partir de 1780 para la producción de cueros y para el cual no había un mercado. Así, en las categorías animales inventariadas y tasadas

393 La composición por rubros del valor de la recaudación decimal de Buenos Aires para todo el período se calculó en base a : Amaral and Ghio, "Diezmos y producción agraria. Buenos Aires, 1750-1800." Pág. 629. En la nota N° 14 de esa página se indica la fuente utilizada por el autor, que resultan ser las escrituras de los remates.

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en la jurisdicción de Montevideo están casi ausentes los vacunos cimarrones (hay 3 menciones en los 218 inventarios), y sólo figura, con 13 menciones, una categoría de yeguas no mansas, seguramente las conocidas “yeguas madrinas”, empleadas en la producción de caballos. La “máquina” de producir cueros que era el vacuno cimarrón no figura en los inventarios, en primer lugar porque, por definición, no tiene dueño y en segundo lugar, porque tampoco tiene un precio ya que no se compraba ni se vendía, simplemente se cazaba.

4. 5. METODOLOGÍA PARA UNA APROXIMACIÓN A LA TRAYECTORIA DEL PRODUCTO AGRARIO MISIONERO

Como se vio en los antecedentes, desde 1990 en adelante se ha recurrido a las cuentas de la administración de los pueblos misioneros, sea jesuita o sea misionera, para obtener diversos indicadores de su desempeño económico. El trabajo más reciente reafirma esa estrategia, al estimar el ingreso corriente generado por las ventas de productos misioneros en Buenos Aires en términos absolutos y per cápita para el período 1770-1800.

En este trabajo se seguirá el mismo camino de recurrir al ingreso generado por el comercio de los pueblos con el “resto del mundo”. La base de esta estrategia, esencialmente pragmática debido a la ausencia de fuentes alternativas, no es, sin embargo, difícil de fundamentar. En efecto, por definición:

Producto agrario total misionero (PATM) = CM+XM

CM= consumo de bienes de origen agrario de la población misionera

XM= exportaciones misioneras de bienes de origen agrario

La disponibilidad de fuentes, por el momento, restringe las posibilidades de estimación de (1), ya que si bien existe, como se vio en los antecedentes, una estimación reciente del consumo de tres pueblos misioneros que podría generalizarse al conjunto, se carece de series de precios de algunos de los bienes de mayor peso en esa canasta. Por lo demás, una estimación del consumo podría, en el mejor de los casos, sólo ayudaría a tener una idea más precisa del nivel del producto.

En cambio las fuentes permiten conocer bastante bien el componente (3). Las variaciones experimentadas por el ingreso obtenido por los transables misioneros en los mercados de la macro-región, si están medidas en términos constantes, no reflejan otra cosa que las variaciones del excedente agrícola de la economía misionera, y por lo tanto, las de la productividad del sistema agrario de esa micro-región.

Para estimar la producción agraria exportada se cuenta con las posibilidades y limitaciones de las fuentes presentadas en los apartados anteriores. Los libros de “Entradas y Ventas” ofrecen cantidades y precios confiables, pero además de su discontinuidad, el problema principal que ofrecen para estimar un índice de volumen físico de las exportaciones es que sólo algunos de ellos cubren el universo de los 30 pueblos, y los demás cubren sólo un conjunto parcial. De este modo, aunque los microdatos sobre precios y cantidades son muy robustos por las razones que ya se explicaron en los apartados de antecedentes, no permiten agregar el total de las exportaciones misioneras sino para unos pocos años. En cambio en los libros de los Oficios del período jesuita y los libros de Cuenta Corriente del período post-jesuítico, ofrecen la información del ingreso total generado en pesos corrientes con mayor continuidad y con

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una cobertura total del universo misionero, porque en todos los casos en que se conoce este dato, refiere a la totalidad de los pueblos.

Así, sean las siguientes definiciones:

[1] Ingreso corriente por concepto de las exportaciones misioneras:

IEMt =

[2] Índice de precios de transables misioneros:

IPTM= ∑pitqit / ∑ pi0qit

donde los bienes (i) son: {yerba, lienzo, cuero, madera, sebo, tabaco, miel, pabilo y azúcar}

De este modo se pudo obtener una aproximación a la evolución del ingreso de las exportaciones misioneras en precios constantes como:

IEMMt / IPTMt

Corresponde hacer algunas precisiones adicionales sobre este estimador. En primer término, tanto las fuentes que permiten calcular el numerador de esta relación como las que permiten calcular el denominador son discontinuas, como se hizo notar en apartados anteriores. En segundo término, como también fue mencionado, la información contable del período post-jesuítico es bi-anual. Por lo tanto, y por último, la evolución del ingreso de las exportaciones misioneras en el período no podrá ser estudiada por medio de series continuas sino apenas de estimaciones discretas para los siguientes hitos temporales:

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Cuadro 3. 2. Secuencia temporal de los datos del valor de las exportaciones misioneras, 1760-1800

IEMt IPTt IEMt/IPTt

1760 X X X

1761 X X X

1762 X

1763 X X X

1770-1771 X X X

1772-1773 X X X

1774-1775 X

1776-1777 X

1778-1779 X

1780-1781

1782-1783 X X X

1784-1785 X

1786-1787

1788-1789 X X X

1790-1791 X

1792-1793

1794-1796 X

1797-1798 X X X

1799-1800 X

1801-1802 X X X

4. 6. ALGUNAS HERRAMIENTAS ECONOMÉTRICAS

Finalmente, en este trabajo se recurre al análisis univariante de las series temporales para resolver algunos problemas de la evidencia cuantitativa y para obtener alguna información adicional sobre la misma.

Los modelos univariantes son aquellos que únicamente emplean información de las variables en estudio y desconsideran toda información referente a otras variables conexas. Su aplicación a las series temporales permite extraer el máximo de información disponible de una única variable a lo largo de un cierto período. La familia más conocida de modelos univariantes -la de los modelos ARIMA- ofrecen un amplio instrumental para describir la evolución en el tiempo de magnitudes económicas394.

La base conceptual del análisis de las series temporales establece que cada serie observada es una realización de un proceso estocástico. Un proceso estocástico se define

394 Existe abundante literatura especializada sobre la econometría de las series temporales y los modelos ARIMA. Véanse: George E. P. Box, Gwylim M. Jenkins, y Gregory Reinsel, Time Series Analysis. Forecasting and Control (Wiley, 1976). Agustín Maravall y Regina Kaiser, Measuring Business Cycles in Economic Time Series (California: Springer Verlag, 2000). Daniel Peña, Análisis de series temporales (Madrid: Alianza Editorial, 2005).

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como una sucesión ordenada en el tiempo de variables aleatorias395. Un proceso estocástico es estacionario si cumple determinadas restricciones en relación con los momentos de primer y segundo orden396. La estacionariedad del proceso implica que el proceso generador es invariable con respecto al tiempo. En el caso de los procesos estacionarios con distribución normal, la teoría de los procesos estocásticos dice que, bajo condiciones generales, es posible expresar la observación Xt como una combinación de los valores pasados de X más una innovación at:

Xt = 1X t-1 + X t-2 +...+at,

donde:

1X t-1 + X t-2+…. = parte sistemática, y

at = innovación

De esta forma el concepto de proceso estocástico estacionario permite describir fenómenos temporales de una forma no determinista, es decir, como un proceso generador donde se combinan aspectos regulares, con carácter de ley (parte sistemática), e innovaciones surgidas a lo largo del proceso. Los modelos ARIMA (p, d, q) identifican procesos generadores con “dos memorias” dadas respectivamente por un componente autorregresivo y otro de medias móviles. Mientras que la memoria autorregresiva [AR(p)] recuerda sólo historia pasada, la memoria de media móvil [MA(d)] sólo recuerda hechos puntuales o shocks exógenos que se han producido a lo largo del proceso. Algo rústicamente, puede decirse que el componente autorregresivo nace de un postulado determinista según el cual xt está determinado sólo por la historia pasada, mientras que la parte de media móvil representa un postulado estocástico por el cual xt es la resultante de variables casuales imprevisibles. Un modelo ARIMA (p, d, q) completo es aquel que tiene buena memoria tanto para su historia (el componente autorregresivo de orden p, que entonces será mayor que cero) como para los sucesos casuales acaecidos en el pasado (el componente de media móvil de orden q, que también será mayor que cero)397.

395 Desde el punto de vista matemático un proceso estocástico es una familia de variables identificado con un espacio de funciones que van de un dominio T a valores de S:

Sea T = t un conjunto lineal y S = s un espacio muestral.

Sea X una función que asocia cada par de valores (t, s) perteneciente al producto cartesiano T x S a un número real X (t, s), de forma que para un t dado, X(s) es una variable aleatoria. A dicha función X se le llama proceso estocástico. Véase el desarrollo formal del concepto de proceso estocástico y sus propiedades en Peña, Análisis de series temporales. Capítulos 1, 2 y 3.

396 Formalmente, un proceso Xt es estacionario si:

E(Xt) = , es decir que todas las variables del proceso tienen la misma media

Var (Xt) = 2, es decir todas las variables del proceso tiene la misma varianza,

k = corr [Yt, Y(t-k) ] , es decir que la correlación entre dos variables del proceso sólo depende de la distancia temporal entre ellas. Ibid.

397 Agustín Maravall y Regina Kaiser, Measuring Business Cycles in Economic Time Series (California: Springer Verlag, 2000). Capítulos 4, 5, 6 y 7.

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Aunque estos modelos fueron creados para conocer el futuro de los fenómenos observados, ofrecen un potencial valioso para el historiador económico, porque traducen al idioma de la estadística la estructura de su recorrido pasado, es decir de su historia398.

La econometría de las series temporales, por su apego teórico al proceso generador de los datos y por su economía de supuestos sobre el comportamiento de las variables estudiadas, puede ser de gran ayuda a la hora de llenar vacíos de información y de obtener el máximo de información de unos datos pobres, sin caer en especulaciones casuísticas.

En este trabajo se han utilizado algunas técnicas del análisis univariante de las series temporales para resolver los siguientes problemas específicos:

La interpolación de datos ausentes en las series de precios.

La interpolación de datos ausentes en series temporales, como se sabe, es una operación plagada de riesgos. De los métodos habitualmente usados (promediar los datos de los años más próximos y estimar el dato ausente usando la tasa de crecimiento de un intervalo anterior) puede señalarse como defecto principal, el hecho de que estos procedimientos no hacen lugar a la ocurrencia de sorpresas o choques ocurridos justo en el año interpolado. Por esta razón se ha recurrido a la interpolación por modelización, que es lo que permite el análisis univariante. En efecto, una vez conocida la estructura temporal del fenómeno observado mediante un modelo ARIMA, es posible reconstruir el dato ausente en base al modelo estimado. Como los modelos ARIMA reconocen tanto la regularidad como la innovación de cada dato observado, la interpolación obtenida es más cuidadosa que la que resultaría de la aplicación de las otras técnicas.

La determinación de la tendencia de algunas series.

Es sabido que las series de tiempo pueden descomponerse en distintos elementos no directamente observables, algunos de los cuales son particularmente interesantes para el análisis de largo plazo, como la tendencia.

La estadística de series temporales dispone de un conjunto de técnicas para lo que se denomina extracción de señales: la identificación de componentes no observables en una serie de tiempo. En las últimas décadas se han desarrollado los denominados métodos basados en modelos, que definen o bien modelos estructurales para los componentes inobservados que se pretende conocer, o bien modelos lineales estocásticos aproximados como modelos ARIMA. Estos últimos, conocidos como métodos de la forma reducida, parten de identificar un modelo ARIMA para la serie observada y derivar, de la información así obtenida, modelos para los componentes399. En este trabajo se ha utilizado esta técnica para conocer la tendencia de la serie de tiempo toda vez que ha sido posible, es decir toda vez que ha sido posible estimar un modelo ARIMA tal que hiciera posible identificar los parámetros del componente tendencia y obtener el filtro adecuado.

La identificación de puntos de ruptura en la tendencia de la serie

398 Puede verse una referencia a la aplicación de estos modelos en historia económica en Alberto Baccini and Renato Gianetti, Cliometría (Barcelona: Crítica - Grijalbo Mondadori, 1997). Pág. 126-129.

399 Silvia Rodríguez Collazo, Series de tiempo I. Licenciatura en estadística, Notas docentes (Montevideo: Instituto de Estadística, Facultad de Ciencias Económicas y Administración, Universidad de la República, 2008). Véase también: Björn Fischer, Decomposition of Time Series. Comparing Different Methods in Theory and Practice (Luxembourg: Eurostat, 1995).

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La metodología de los modelos ARIMA permite identificar datos atípicos de una serie de tiempo, generados por sucesos puntuales conocidos, y precisar sus efectos sobre el fenómeno de interés mediante lo que se conoce como análisis de intervención. Box y Tiao (1975) denominaron “análisis de intervención” a la inclusión, en los modelos de series temporales, de variables ficticias con efectos deterministas sobre el fenómeno observado para dar cuenta de sucesos específicos conocidos. Las variables ficticias que revisten mayor interés son las variables identificadas como “impulso”, que representan sucesos ocurridos en un punto de la serie de tiempo con efecto instantáneo sobre aquella, y las denominadas “escalón”, que representan sucesos con efectos permanentes sobre la serie a partir de su ocurrencia. La presencia de un dato atípico modelizado como escalón en una serie temporal identifica un punto de cambio en la tendencia de esa serie, es decir, un momento del tiempo a partir del cual el fenómeno observado se ubicará en un nuevo equilibrio, diferente del anterior400. Por esa razón, en este trabajo se recurre al análisis de intervención para identificar datos atípicos que eventualmente puedan ser modelizados como escalones, y precisar así la existencia de rupturas en la tendencia del fenómeno observado.

400 Peña, Análisis de series temporales. Capítulo 12.

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CAPÍTULO 5 TERRITORIO, ECOSISTEMAS Y OCUPACIÓN DEL ESPACIO

5. 1 TERRITORIO

Entre la orilla norte del Río de la Plata, prolongada en la costa del Océano Atlántico, y la curva donde el río Paraná se encuentra con el río Paraguay, existe un vasto espacio de pradera profusamente regado por numerosos ríos tributarios de los principales afluentes del Plata.

Mapa 1. El Río de la Plata y sus grandes ríos

Fuente: Maeder (1994).

En términos de la geografía histórica del Cono Sur, esta región junto con Buenos Aires, constituyó el Litoral rioplatense, el territorio que después de 1850 vendría a consolidarse como un polo de crecimiento económico y demográfico en el contexto macro-regional.

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Desde el punto de vista de la geografía física, este territorio es el extremo oriental de la extensa llanura sudamericana de aluvión que va desde los Andes hasta el macizo de Brasilia. Esa planicie es la unidad geomorfológica más importante de América del Sur; se trata de una extensa llanura de acumulación que se eleva lentamente desde 0 m. en la costa del océano Atlántico hasta 40 m. en el contrafuerte andino401. Allí donde el extremo oriental de la llanura de aluvión se choca con el cristalino brasileño por una parte, y se resuelve en la costa marítima por la otra, se encuentra la región en estudio.

Una característica central de este territorio es la presencia del complejo fluvial Río de la Plata. Los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay, con su densa red de afluentes, son los principales tributarios del sistema fluvial del Plata, uno de los más extensos del mundo gracias a sus 4.350.000 Km2 de superficie. Los tres son ríos de régimen complejo por su longitud, y de alimentación pluvial a partir de lluvias tropicales y subtropicales. El más grande es el Paraná, con una longitud de 4200 Km. y un volumen de agua de 18.000 mts3

por segundo en su desembocadura402. El río Uruguay recorre desde sus nacientes en la meseta brasileña hasta su desembocadura en el Río de la Plata, unos 1800 kilómetros, describiendo una amplia curva403. En conjunto estos tres grandes ríos constituyen la principal vía de circulación del territorio meridional sudamericano, al conectar zonas interiores con el estuario platense, y por medio de éste, con el Océano Atlántico. El espacio objeto de este estudio comprende los tramos Medio y Bajo de los grandes ríos del estuario platense, así como la desembocadura de este gran complejo fluvial en el Océano Atlántico.

Enteramente bajo la línea del Trópico, la región objeto de este trabajo incluye áreas de clima sub-tropical (aproximadamente entre los 25° y 30° grados de latitud S, donde las temperaturas medias en verano son de 28°), y de clima templado (aproximadamente entre los 30° y 34° de latitud S, donde las temperaturas medias en verano son de 22°)404. Las diferencias en régimen de lluvias, relieve y vegetación agregan elementos diferenciadores adentro del mapa. El promedio de lluvias anuales disminuye de Norte a Sur y de Este a Oeste, desde 1500 a 1000 mm. El régimen anual de lluvias varía en las diferentes áreas; al centro y al oeste del territorio las precipitaciones aumentan en otoño y primavera, pero en el Sur y Sureste las lluvias abundan en invierno y escasean en verano405.

El espacio físico que albergó a los pueblos de las antiguas Misiones Jesuíticas del Paraguay experimentó variaciones de tamaño a lo largo del período. No obstante, el núcleo del área de influencia de los pueblos misioneros – donde se concentró el mayor número de pueblos- se ubicó desde la primera mitad del siglo XVII en una estrecha franja de territorio entre los ríos Paraná y Uruguay, allí donde termina el tramo alto y empieza el bajo de estos ríos (ver Mapa 2). El espacio controlado por los pueblos, sin embargo fue mucho mayor, alcanzando hasta el río Tevicuary (hoy Paraguay) por el Norte y hasta el río Negro (hoy Uruguay) por el Sur. Hay diversos paisajes predominantes en el conjunto misionero. En el área cercana al Paraguay predomina un paisaje de selva subtropical, que es una

401 M. Antonio Zárate Martín, América austral: Los países del Plata, vol. VI, Las Américas - Geografía (1992).; pág. 12.

402 Ibid.; pág. 19.

403 Homero Martínez Montero, El Río Uruguay. Gegorafía, historia y geopolítica de sus aguas y sus islas., vol. I (Montevideo: Centro Militar, 1957).

404 Zárate Martín, América austral: Los países del Plata.; pág. 13-18.

405 Alberto Soriano et al., "Rio de la Plata Grasslands," en Ecosystems of the World. Natural Grasslands. Introduction and Western Hemisphere, ed. Robert T. Coupland (Amsterdam: Elsevier, 1991). Pág. 376-377.

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prolongación de la selva meridional brasileña. Allí la vegetación cubre totalmente el suelo mediante diversos estratos herbáceos y arbustivos con plantas epífitas y parásitas, los árboles son de distinto porte pero que alcanzan incluso los 50 metros de altura, y apenas se interpone cada tanto el “campo”, un claro en el bosque que constituye un prado natural. En estos territorios rigen temperaturas propias de un dominio subtropical; las lluvias son abundantes en todo el año, con precipitaciones anuales medias que alcanzan los 1700 mm.406 A medida que se avanza hacia el Sur este paisaje se prolonga en forma de bosque galería por la ribera de los ríos Paraná, Uruguay y sus numerosos afluentes, cediendo paso, primero a un ambiente de parque con gramíneas y manchas arbóreas, y luego a una extensa pradera de ondulaciones suaves.

Mapa 5. Ubicación geográfica de los pueblos de las Misiones Jesuitas del Paraguay

Fuente: Maeder (1994) . Pág. 17.

Los pueblos ubicados en la margen izquierda del Alto Uruguay, así como algunos ubicados en la ribera opuesta pero más hacia el Sur, estaban enclavados en un ambiente físico de transición de dominios subtropicales a templados, y de formaciones selváticas a ambientes de pradera. Allí las temperaturas son menos cálidas y se aproximan a las propias de un clima templado; además en ese tramo del margen izquierdo del río Uruguay la altitud del relieve ya no es la de una llanura, porque se hacen notar las estribaciones del Macizo de Brasilia (800-1000 m). En ese ambiente la vegetación natural adopta la forma de “campo

406 Zárate Martín, América austral: Los países del Plata.; pág. 15-18.

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limpo”, una extensión de pradera subtropical sin árboles407. En la segunda mitad del siglo XVIII algunos de estos pueblos controlaron, además, porciones importantes de territorios aún más hacia el Sur, hasta una distancia de aproximadamente 400 kilómetros de Buenos Aires o Montevideo. Allí la llanura de aluvión recobra extensión; el clima adopta francamente un carácter templado, las lluvias promedian los 1000 mm, el relieve es suavemente ondulado y el tapiz pratense, de variedades más finas que en el Norte, cubre la superficie sin obstáculos naturales.

La sub-región de Montevideo identifica al foco colonizador español formado durante el siglo XVIII en la orilla Norte del Río de la Plata, y comprende los territorios de la antigua jurisdicción de Montevideo.

Como se verá más adelante, desde el último cuarto del siglo XVIII los montevideanos comenzaron a ejercer una apropiación efectiva de las tierras más allá de a jurisdicción de la ciudad, y aunque formalmente ésta no experimentó cambios durante el período, al comenzar el siglo XIX el proceso expansivo sobre los territorios al sur del río Negro era un hecho.

El gran embudo del Río de la Plata, desde la desembocadura de los grandes ríos Uruguay y Paraná hasta su dilución en el Océano Atlántico, es la principal marca geográfica de las sub-regiones de Buenos Aires y Montevideo. La distancia entre ambas orillas del Río de la

Mapa 3. Ubicación geográfica de la jurisdicción de Montevideo

Fuente: Álvarez Lenzi (1992) . Figura 8; s/p.

407 Stephen Bell, Campanha Gaúcha. A Brazilian Ranching Syrtem, 1850-1920 (Stanford, California: Stanford University Press, 1998), pág. 15-18.

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Plata es de 8 kilómetros en su porción más estrecha y de 220 kilómetros en su porción más ancha. Debido a la presencia de un gran banco de arena en la orilla sur, y a que al menos dos puertos naturales permiten la arribada de embarcaciones, desde su descubrimiento en 1516 fue la orilla norte del Río de la Plata la preferida por los navegantes para desembarcar y aprovisionarse. El mayor de esos puertos naturales albergó desde la década de 1720 la ciudad de Montevideo. La franja costera de esta sub-región presenta configuraciones distintas en la denominada “zona platense” (desde la desembocadura de los grandes Ríos hasta el antiguo Cabo de Santa María, hoy Punta del Este) y en la “zona atlántica” (desde ese punto en adelante hasta la Laguna Merím). La costa platense, sobre la cual se ubica el puerto y ciudad de Montevideo, se caracteriza por sus elegantes playas en forma de arcos arenosos jalonados por puntas rocosas (cabos). La costa atlántica, en cambio, se caracteriza por sus extensas playas abiertas, así como por la presencia de lagunas de agua salobre, apenas separadas del mar por una delgada franja de tierra. El clima en esta sub-región es templado, con temperaturas medias anuales de 16°; y lluvioso, con precipitaciones promedio de 1000 mm. Un rasgo climático típico es la variabilidad de temperaturas, que conoce variaciones récord de 17° en un día408.

En la orilla sur del Río de la Plata, la sub-región Buenos Aires está definida por la ciudad y su entorno agrario. La ciudad de Buenos Aires fue fundada definitivamente en 1580 con colonos traídos de Asunción, en un intento por fijar un puesto de control sobre la margen

408(Unidad de Ciencias de la Atmósfera, Instituto de Física de la Facultad de Ciencias, Universidad de la República)

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Mapa 4. La campaña de Buenos Aires

Fuente: Garavaglia (1999-a) ; pág. 29.

sur de esa gran puerta de entrada al corazón continental que es el complejo hidráulico del Río de la Plata.

Durante todo el siglo XVII y la mayor parte del siglo XVIII el entorno agrario de la ciudad sólo ocupó con cierta efectividad una estrecha franja longitudinal de tierras muy próximas a la costa platense y a la desembocadura del Paraná409. Borde marginal de la pampa ondulada, se trata de una planicie de suaves colinas, con pendiente hacia el Río de la Plata, donde desembocan numerosas corrientes de agua que la atraviesan a intervalos regulares. El régimen de lluvias concentra las precipitaciones en las estaciones de otoño y primavera, pero hay lluvias todo el año. El promedio de las lluvias anuales es de 1000 mm, también caracterizado por una importante variabilidad410. Esta franja estrecha recién se ensanchó, en dirección sur-oeste, después de 1780 cuando una política declarada de corrimiento de

409 J. C. Garavaglia, Pastores y labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la campaña bonaerense, 1700-1830 (Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 1999). Pág. 28-29.

410 Ibid. Pág. 13-14 y 30-31.

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la frontera desplazó la línea efectiva de ocupación de las tierras hasta el río Salado411. Más hacia el oeste, en un área de transición hacia la pampa deprimida, comenzaba el territorio donde las poblaciones indígenas locales organizaban las nuevas formas de vida que se describen en el apartado 5.3. Algunos cientos de kilómetros al Sur-Oeste, la zona interserrana entre las elevaciones de Tandilia y Ventania eran un centro de concentración de indios pastores y mercantes. La apropiación efectiva de este territorio por el mundo “blanco” tendrá lugar recién en el siglo XIX412.

5. 2. ECOSISTEMAS

El territorio referido está comprendido en el ecosistema denominado pastizales del Río de la Plata.

Los pastizales del Río de la Plata constituyen un vasto ecosistema de aproximadamente 750.000 Kms2, ubicado en la porción Este de América del Sur entre los 28º y 38º S. a lo largo de una extensa llanura que cubre el centro- este de Argentina, todo el territorio uruguayo, y el Sur de Brasil (ver Mapa 5)413. La ausencia generalizada de árboles, el predominio de la vegetación de pastos, y el relieve llano o suavemente ondulado son sus notas fundamentales. Quizás la nota más destacada de este ecosistema sea su biodiversidad, que incluye miles de especies vegetales, entre las cuales más de 1100 especies diferentes de pastos414. Este aspecto hizo que durante los últimos 400 años el uso del suelo para la cría y engorde de animales en estos territorios haya tenido un lugar fundamental entre las actividades económicas locales.

Como en todas las praderas, la acción de las comunidades humanas propició el avance de los pastos sobre las otras formas de vegetación. De todos modos, las investigaciones actuales han señalado que la ausencia de árboles, que admite excepciones como se verá enseguida, obedece en primer lugar a razones climáticas – déficit hídrico durante buena parte del año, la más importante- que dan ventajas competitivas a los pastos respecto de los árboles. Estudios recientes basados en fitolitos muy antiguos sugieren que el tipo de pastos que compone la vegetación ha sido el mismo, con excepción naturalmente de las especies no autóctonas, desde que se formó el suelo. A pesar de los obstáculos climáticos, adentro del conjunto de pastizales rioplatenses hay algunas formaciones arbóreas, como los bosques-galería a lo largo de ríos y arroyos, montes circulares en áreas pantanosas o incluso en hileras aisladas415.

Por sus diferentes características este ecosistema se divide en la eco-región Pampa, (que comprende las áreas identificadas en el mapa como A, B, C, D y E), y la eco-región Campos, identificada en el mapa como F y G416 . Las diferencias entre Pampas y Campos son un

411 Ibid. Pág. 37-41.

412 Ibid.

413 Soriano et al., "Rio de la Plata Grasslands." Pág. 367.

414 Fernando Miñarro et al., "Rio de la Plata Grasslands or Pampas & Campos (Argentina, Uruguay and Brazil)," en The World Temperate Grasslands Conservation Initiative Workshop, ed. Andrea Michelson (Hohhot, China: 2008). Pág. 24.

415 Soriano et al., "Rio de la Plata Grasslands." Pág. 367.

416 Algunos autores no utilizan la nomenclatura “campos” pero identifican una eco-región Uruguayense, con las mismas características y extensión que la que aquí se presenta como “Campos”. Véase: Eduardo Gudynas, "La riqueza de la naturaleza," en Uruguay: Tierra de encuentros, ed. Ministerio de Vivienda Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente de la República Oriental del

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elemento central para entender los diferentes paisajes agrarios que se formaron dentro del vasto pastizal rioplatense.

Mapa 5. Los pastizales del Río de la Plata

Fuente: Soriano (1991) ; pág. 368.

En efecto, aunque todo el conjunto puede considerarse asentado sobre una vasta llanura donde nunca se presenta una elevación de más de 500 metros, existen diferencias en el lecho rocoso del suelo, en el tipo de suelo, en el relieve y en su capacidad de drenaje, que influyen sobre la vegetación pratense.

La Pampa se asienta sobre una extensa llanura formada por depósitos sedimentarios de origen cuaternario. Así, el lecho rocoso de la pampa es muy profundo, su el suelo está formado por una densa capa de sedimentos loess y vastas porciones de la misma presentan un relieve totalmente plano. Una taxonomía más fina distingue cinco subregiones ecológicas Pampa: la pampa ondulada (identificada en el mapa como área (A),

Uruguay (Montevideo: Pressur Corp. S.A, 2008). También: Miñarro et al., "Rio de la Plata Grasslands or Pampas & Campos (Argentina, Uruguay and Brazil)."

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la pampa húmeda (D), la pampa interior (B1 y B2), la pampa del Sur (C) y la pampa mesopotámica (E), donde rigen diferentes condiciones de relieve y drenaje del suelo, que marcan importantes diferencias para los sistemas productivos. Buenos Aires y su campaña se enclavan en la pampa ondulada, donde predomina un relieve de colinas suaves bien drenadas417. El suelo de la pampa ondulada es, en la taxonomía de la USDA, del orden de los molisoles, un tipo de suelo muy fértil, profundo, cuya capa superficial (horizonte A) suele tener típicamente de 60 a 80 cms de profundidad, y cuya alta productividad los sitúa como el orden de suelos de mayor importancia económica418. En la actualidad, excepto en períodos de sequía la cobertura vegetal es del 90 al 100%. La vegetación predominante está formada por especies de Bothiocrloa laguroides (un pasto de verano y otoño con pequeños rizomas), Stipa neesiana (un pasto en forma de mata que alcanza hasta 50 cms) y tres tipos de pastos que crecen en manojos: Piptochaetium montevidense, Aristida murina y Stipa papposa. Adicionalmente hay numerosas especies de pastos más o menos frecuentes; entre los primeros, Paspalum dilatatum (“pasto miel”) y entre los segundos, numerosas especies que conforman los pastos conocidos localmente como “flechillas”, donde domina las especies de Stipa. La mayoría de estas especies son mesotérmicas, es decir adaptadas a temperaturas ni muy cálidas ni muy frías419.

Entretanto, los Campos se encuentran sobre lechos rocosos de antigüedad muy diversa, tales como granito del Pre-cámbrico, piedra caliza del Carbonífero o basalto del Jurásico, que frecuentemente afloran a la superficie dando lugar a ambientes diversos420. Así, entre los campos se distinguen dos eco-regiones: los campos del Sur (área F del mapa), comprendidos entre el Río de la Plata y el río Yí (Uruguay), y los campos del Norte (área G del mapa), desde ese río en dirección norte hasta el territorio sur-brasileño421.

En los campos del sur las colinas son suaves y no hay impedimentos para el curso de los ríos tales que obstaculicen el drenaje. La superficie presenta una pendiente en dirección oeste que facilita el drenaje hacia el río Uruguay, con su vasta red de afluentes. Los ríos y arroyos están cercados por bosques galerías y hay formaciones de palmeras422. En los campos del sur predominan los suelos molisoles -los mismos de la pampa ondulada- junto a los vertisoles, éstos son suelos también muy profundos pero pesados, con un alto contenido de arcilla expansiva en el horizonte superficial que en períodos de sequía se contrae, abriendo profundas grietas. Por esta razón, aunque son muy fértiles, los vertisoles ofrecen dificultades específicas para el laboreo agrícola423.Los pastos de los campos del sur básicamente son los mismos que los de la pampa ondulada, con algunas especies adicionales de Stipa y Paspallum424.

En los campos del norte los afloramientos rocosos son más frecuentes que en los del Sur y asoma un relieve quebrado en la zona (hoy brasileña) de las nacientes del río Negro y del

417 Soriano et al., "Rio de la Plata Grasslands." Pág. 373-375.

418 Ibid. Pág. 377.

419 Ibid. Pág. 381-382.

420 Miñarro et al., "Rio de la Plata Grasslands or Pampas & Campos (Argentina, Uruguay and Brazil)." Pág. 25.

421 Soriano and al., "Rio de la Plata Grasslands." Pág. 375-376.

422 Ibid. Pág. 376.

423 Ibid. Pág. 379.

424 Ibid. Pág. 386.

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río Camacuá425. En cuanto a los tipos de suelo, conviven áreas de molisoles rodeadas de vertisoles, pero son muy aparentes los suelos lateríticos, con alto contenido ferroso426.La vegetación comparte los mismos rasgos estructurales de la pampa y los campos del Sur, pero la flora presenta marcadas diferencias. Son más frecuentes las especies de Andropogonea y Paniceae, y menos frecuentes las “flechillas” (Stipa); predominan en general especies de pastos mejor adaptadas a temperaturas subtropicales427.

Desde la incorporación del territorio a la colonización europea, los pastizales del Río de la Plata han sido asiento de actividades agrícolas y de pastoreo que adoptaron modalidades cambiantes con el paso de los siglos y que por cierto, han contribuido a modificarlo428. Lo que importa destacar en este trabajo es, en primer lugar, la excepcional aptitud natural que el ecosistema en su conjunto presenta para el pastoreo de animales “a campo abierto”, es decir, sin estabulación. No en vano los territorios que lo conforman han sido considerados como la cuenca ganadera de América meridional en el período colonial429, y no en vano los sistemas productivos allí organizados presentaron tempranamente un rubro ganadero cuya (diversificada) producción alcanzaba tanto al Potosí como a Minas Gerais. Aunque pueda parecer obvia, esta observación no es trivial en un contexto intelectual como el de las ciencias sociales rioplatenses, donde los factores medioambientales han sido menos tenidos en cuenta que los culturales a la hora de explicar las trayectorias de los sistemas agrarios, así como las características de las sociedades rurales locales.

En segundo lugar es destacable la diversidad de morfologías que presenta la pradera rioplatense, en lo tocante a suelo, clima, drenaje y vegetación. Esta diversidad habilitó la formación de paisajes agrarios también diversos en el vasto territorio de la pradera regional, cuyas notas principales se presentan en los apartados siguientes. Una vez más: puede parecer obvio insistir en la diversidad de paisajes agrarios en un área tan extensa, pero las ciencias sociales rioplatenses han tendido a dar una imagen uniforme y generalizada del mundo rural nacido y desarrollado dentro del espacio de pradera, generalización resumida en el ícono del “gaucho” y “lo gaucho”. En este trabajo se intentará rescatar la diversidad sin por ello perder de vista cierto carácter integrado de los paisajes agrarios de Buenos Aires, Montevideo, y los pueblos misioneros430.

En efecto, y como destaque final, debe señalarse que la diversidad morfológica del ecosistema hizo posible usos del suelo donde los distintos tipos de pastos pudieron ser

425 En los documentos de la segunda mitad del siglo XVIII esta zona de colinas suele ser referida como “la sierra”. Fue un refugio fundamental de contrabandistas y bandoleros rurales cuando recrudecieron ambas actividades después de 1780; en la sierra confluían tanto los arreos clandestinos efectuados en las inmediaciones del río Yí como las numerosas faenas, también clandestinas, del norte del Río Negro.

426 Soriano et al., "Rio de la Plata Grasslands." Pág. 379.

427 Ibid. Pág. 386-387.

428 La principal amenaza sobre los pastizales del Río de la Plata es el avance del área cultivada, que experimentó un desarrollo vertiginoso en las distintas “pampas” durante el siglo XIX y XX. El principal riesgo es el que compromete la extraordinaria biodiversidad de un paisaje aparentemente tan monótono. Véase: Miñarro et al., "Rio de la Plata Grasslands or Pampas & Campos (Argentina, Uruguay and Brazil)."

429 El concepto aparece en: Vázquez Franco, Economía y sociedad en el latifundio colonial.

430 Véase una comparación inicial de los paisajes agrarios rioplatenses en: Julio Djenderedjian, "¿Un aire de familia? Producción ganadera y sociedad en perspectiva comparada: Las fronteras rioplatenses a inicios del siglo XIX," Jahrbuch für Geschitchte Lateinamerikas 41 (2004).

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utilizados por un mismo sistema productivo en diversos momentos del año y del ciclo de producción, según sus características particulares. En otras palabras, el ecosistema ofrecía un potencial de integración de los diversos paisajes agrarios que de hecho se expresó desde muy temprano en múltiples conexiones e intercambios de sus agentes y de sus recursos, a veces cooperativos, muchas veces competitivos. Esta situación de integración “natural” fue posible no sólo en las etapas tempranas del proceso de ocupación del territorio y en ausencia de derechos privados de propiedad; por el contrario, persistió de manera modificada aún después de que dicho proceso hubiera dado lugar no sólo a la propiedad privada de la tierra, sino incluso a los estados nacionales, con sus respectivas fronteras431. La historia de las cambiantes modalidades de interacción entre los actores de los diversos paisajes agrarios de la pradera rioplatense no ha sido escrita todavía.

5. 3. LA OCUPACIÓN DEL TERRITORIO

5. 3. 1. LA PRESENCIA INDÍGENA EN LA REGIÓN

Numerosas dificultades, que no son del caso enumerar aquí, han hecho que la reconstrucción de la historia de los pueblos originales del Río de la Plata haya sido prolongadamente una tarea muy difícil y plagada de preconceptos432. En este apartado se excluye, por razones de espacio y de pertinencia, toda referencia a las cambiantes formas de producir conocimiento sobre este asunto que tuvieron vigencia recientemente, y se presenta de manera muy resumida un estado del conocimiento actual sobre las principales poblaciones originarias de la región en estudio al momento de producirse la llegada de los europeos, y sobre la relación de aquellos pueblos con el mundo colonial en el período de interés de este estudio.

En primer lugar se analiza la situación en los territorios que formaron parte del núcleo inicial del conglomerado misionero jesuita.

La familia lingüística tupí-guaraní comprende un complejo de pueblos de origen amazónico que comenzaron a migrar hacia el Sur aproximadamente 200 años antes de la era cristiana, a través de las zonas subtropicales de la América meridional que hoy corresponden al Paraguay, el Oriente boliviano, y el Centro-Sur del Brasil433. Estos pueblos practicaban desde aproximadamente el 2000 a. C la agricultura de barbecho forestal o roza, lo cual los obligaba a tener asentamientos estables que abandonaban cada tres o seis años, cuando el agotamiento del terreno así lo indicaba. Sus aldeas albergaban una fila, no muy numerosa, de viviendas alargadas donde vivían varias familias bajo una jefatura

431 Así, por ejemplo, todavía en la primera mitad del siglo XX era muy común que los ganaderos brasileños poseyeran estancias a ambos lados de la frontera con Uruguay, usando los campos del lado brasileño (donde el relieve y el clima “protegen” mejor los ganados de menos de un año) como áreas de cría, y las áreas del lado uruguayo como área de engorde.

432 Véanse, por ejemplo, las apreciaciones vertidas en: Mónica Sans, "Genética e historia: Hacia una revisión de nuestra identidad como país de inmigrantes," en Ediciones del Quinto Centenario, ed. Universidad de la República (Montevideo: Universidad de la República, 1992). También en: Leonel Cabrera Pérez, "Antecedentes tempranos del bandeirismo en las áreas atlánticas del sur de Brasil y sus consecuencias socioculturales" (estudio presentado en las VI Jornadas Internacionais sobre as Missôes Jesuiticas, Paraná, Brasil, 1996). Y en: Mario Consens y Graciela Rodríguez, "Discurso y textualidad: Percepción social, patrimonio y prehistoria en Uruguay" (estudio presentado en Arqueología uruguaya hacia el fin del milenio, Montevideo, 2001).

433 Barbara Ganson, The Guaraní under Spanish Rule in the Río de la Plata (California: Stanford University Press, 2003). Pág. 17.

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patrilineal (el nombre genérico de este jefe era tuvichá), donde regían criterios de reciprocidad y mutuo consentimiento. Su sistema de obtención de alimentos incluía al cultivo de mandioca, maíz, batata, legumbres, algodón, y la recolección de diversas raíces, semillas, frutas y yerbas. Las proteínas animales eran obtenidas de la caza y especialmente de la pesca, ya que todo el territorio está regado por abundante agua dulce. Con base en una división sexual del trabajo donde las mujeres llevaban la carga más pesada, estos pueblos practicaban además la alfarería, la cestería y el hilado. Su organización familiar era patrilineal y matrilocal, de modo que las nuevas parejas pasaban a vivir en la vivienda colectiva de la familia de la mujer, a modo de un clan cuya jefatura era masculina. Su grado de diferenciación social era menos marcado que en las altas civilizaciones amerindias; los grupos que podrían considerarse una élite eran las familias de los jefes tuvichás, quienes usualmente tenían más de una esposa, y de los shamanes (en idioma guaraní pajé, “el que canta”), autoridad religiosa de gran prestigio y poder dentro de cada comunidad434. Poseían una intensa y rica religiosidad de tipo animista, atravesada por mitos de origen y escatológicos, organizada en rituales diversos, entre ellos cierta forma de canibalismo435.

Tras el establecimiento de los españoles en el foco colonizador de Asunción en 1537, los primeros 50 años del contacto dieron como resultado una rápida subordinación de los pueblos guaraníes del entorno de Asunción a los colonizadores, desde luego que no sin violencia, rebeliones y enfrentamientos en muchos casos sangrientos. Pero la singularidad de la conquista del Paraguay histórico residió en que los recién llegados, por su insuficiencia numérica y otro conjunto de circunstancias específicas que han sido muy bien explicadas en numerosos trabajos, se vieron tan inmersos en la cultura de los conquistados como los nativos en la cultura de los conquistadores436. La cuestión central para los europeos fue, como en toda América, la provisión de mano de obra, asunto para el cual dispusieron de las instituciones de la encomienda y los pueblos de indios. Tras un período de cruel explotación y descenso demográfico de la población nativa, el siglo XVII fue testigo de un reordenamiento en torno a una versión menos expoliadora de ambos institutos formulado a partir de 1611, y de la puesta en marcha del esquema misionero jesuita, que entre otros resultados inmediatos, amplió el radio de la acción colonizadora hacia el este y el sur de Asunción, donde otros grupos de la familia tupí guaraní no habían sido incorporados de forma definitiva al mundo colonial437. El destino de la experiencia misionera durante el siglo XVIII se analiza con cierto detalle más adelante.

Algo más abajo, en los territorios comprendidos entre el Alto Paraná, la actual costa brasileña y la orilla norte del Río de la Plata, la situación de los pueblos originarios en el siglo XVI era de un marcado proceso de “guaranización”. Este proceso habría tenido dos ejes. Al Oeste, entre los ríos Paraná y Uruguay en sus tramos bajos, grupos tupi-guaranís provenientes del Alto Paraná se habían desplazado hasta su desembocadura, ejerciendo alguna influencia sobre grupos locales. Por el Este, en cambio, sobre la costa atlántica desde la Isla de Santa Catalina hasta el Río de la Plata, otros grupos tupi-guaranís que habían comenzado a llegar desde mucho antes habían ya consolidado un proceso de

434 Ibid. Pág. 18-19.

435 Ibid. Pág. 22-3.

436 Sobre las peculiaridades de la relación de los guaraníes carios (ubicados en la región donde se fundó Asunción) con los conquistadores españoles, así como sobre el rápido mestizaje y sus efectos culturales de largo plazo, véanse, además del ya citado de Barbara Ganson: Garavaglia, "Las misiones jesuíticas: Utopía y realidad." Jan M. Kleinpenning, Paraguay 1515-1870. A Thematic Geography of Its Development, vol. I-II (Frankfurt: Iberoamericana - Vervuert, 2003).

437 Véase un extenso y fundamentado desarrollo del tema en: Kleinpenning, Paraguay 1515-1870. A Thematic Geography of Its Development. Vol I.

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“guaranización” de tribus locales. Tales grupos guaranizados del Este, caracterizados como sociedades “formativas” por los expertos actuales de acuerdo a su nivel de organización social y política, recibían distintas denominaciones pero eran englobados bajo el nombre genérico de “Tapuias” por los tupi-guaraní. Se ha documentado la presencia de estos grupos en el Sur de Brasil y el Este del Uruguay actuales, en el siglo XVI438. Así, tanto los pueblos locales de las riberas de los grandes ríos (Paraná y Uruguay) como los ubicados sobre la costa atlántica compartían el miso horizonte cultural de agricultura primitiva, alfarería y organización social en grupos de parentesco, de los tupi-guaraní. Hacia el centro del territorio, en cambio, algo alejados de los bordes fluviales o costeros del mismo, se localizaban aún bandas nómades o semi-nómades de cazadores de tipo pampeano, con estructuras socioculturales muy diferentes, y que habrían de permanecer por mucho tiempo resistentes a la dominación blanca439. Aunque ha resultado imposible a los estudiosos hacer estimaciones precisas sobre el tamaño de estas poblaciones, se admite que las regiones guaranizadas, es decir los bordes periféricos del espacio considerado, albergaban áreas densamente pobladas. Algunas crónicas de comienzos del siglo XVII hablan de más de 100.000 habitantes sólo en alguna de estas áreas440; las crónicas jesuitas sobre los intentos de colonización del área conocida como Tape, durante la primera mitad de aquel siglo, y la propia experiencia del bandeirismo paulista confirman la existencia de áreas de alta densidad demográfica en las cuencas hidrográficas de la laguna Merim y de la Laguna de los Patos441. El centro del territorio, en cambio, allí donde vagaban las tribus pampeanas, habría albergado mucho menos habitantes al momento de la llegada del europeo. Una estimación reciente arroja una cifra de 60.000 habitantes originarios para el área central comprendida entre el río Uruguay y el Atlántico al momento de la llegada de los europeos442.

Una vez que la conquista europea tocó el Río de la Plata, estos grupos sufrieron destinos disímiles, de manera que en la segunda mitad del siglo XVIII su presencia en el territorio ya no se regía por aquel ordenamiento inicial. Se ha dicho que la historia de las relaciones entre europeos e indígenas en el Río de la Plata norte y el Sur del Brasil presenta tres momentos. Un primer momento de contactos fortuitos, por ausencia de ocupación directa del territorio por parte de los europeos, habría tenido lugar entre 1500-1550, aproximadamente. Un segundo momento, entre 1550 y 1680, estuvo signado por grandes cambios debido a la presencia más cercana de asentamientos europeos y por la decadencia demográfica de grandes poblaciones indígenas del Este a consecuencia de epidemias y de su extracción masiva como esclavos, entre 1551-1680. En esta etapa los tapuias declinaron demográficamente hasta su virtual extinción. De entre los grupos guaranizados con niveles más complejos de organización social, sólo los que formaron parte de la experiencia

438 Leonel Cabrera, "Antecedentes tempranos del bandeirismo en las áreas atlánticas del sur del Brasil y sus consecuencias socioculturales" (estudio presentado en las VI Jornadas internacionais sobre as missôes jesuiticas, Paraná, Brasil, 1996). Pág. 82-83.

439 Ibid. Pág. 83.

440 Ibid. Pág. 89.

441 Las bandeiras eran grupos de jefatura privada organizados para capturar y esclavizar indios en la primera mitad del siglo XVII. Nacieron en el área paulista de la colonización portuguesa del Brasil en torno a la producción de azúcar, actividad intensiva en mano de obra. Su radio de acción alcanzó hasta el Paraguay histórico por el sur-oeste y hasta el actual estado brasileño de Rio Grande do Sul por el, por el sur. Su accionar fue un factor fundamental de despoblación y re-localización indígena en la región.

442 Cabrera, "Antecedentes tempranos del bandeirismo en las áreas atlánticas del sur del Brasil y sus consecuencias socioculturales." Pág. 89.

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misionera jesuita conservaban niveles poblaciones altos al comenzar el siglo XVIII. En cambios las comunidades pampas sobrevivieron mejor a la despoblación del siglo XVII, porque eran considerados ineptos para el trabajo e imposibles de reducir. Así, la última etapa, entre 1680 y el fin del período colonial, habría estado signada por la adaptación y el conflicto de los indios sobrevivientes respecto del mundo colonial. Los pampas, ahora ecuestres y muy hábiles para la guerra, a menudo hablantes del español, se habrían alternativamente aliado y enfrentado al universo del conquistador, desplazándose frente a las sucesivas avanzadas colonizadoras por el amplio territorio de la llanura platense, desde el río Paraná hacia el Este y el Norte. Los guaraníes y guaranizados de la experiencia misionera, en cambio, actuaron como el principal aliado de los poderes coloniales hasta la disolución de hecho de la experiencia misionera, a fines del siglo XVIII. Tanto entre los grupos indígenas que los contemporáneos denominaron “infieles” o “indios bravos” y los grupos incorporados al mundo misionero, como entre todos ellos y los europeos (españoles y portugueses) hubo una intensa interacción 443.

A continuación se analiza la situación al sur del Río de la Plata, en el espacio bonaerense. Los grupos genéricamente denominados “pampas” posiblemente fueran la expresión tardía de una tradición de cazadores-recolectores cuyas huellas materiales en la región bonaerense se remontan a más de 10.000 años. Durante el Holoceno estas sociedades habrían desarrollado patrones de subsistencia que combinaban la caza de algunas especies animales de medio y pequeño porte con la recolección de algunos vegetales y la explotación de recursos del litoral atlántico444. Estos patrones persistían en el siglo XVI, con algunas variaciones como un mayor protagonismo de la recolección de vegetales. El patrón de asentamiento de estas comunidades era de alta movilidad, debido a la necesidad de acercarse a las fuentes de aprovisionamiento de animales, vegetales y rocas. Utilizaban una tecnología de artefactos líticos (puntas de proyectil, boleadoras, morteros) a la que habían incorporado la alfarería. Las características del conjunto de los sitios arqueológicos de esta etapa sugiere la existencia de campamentos o áreas de localización temporal445. El contacto con los europeos también aquí produjo importantes transformaciones iniciales. Superada una primera etapa de contactos furtivos, la segunda fundación de Buenos Aires (1580) abrió una nueva etapa de avance del frente colonial español. Aunque la ocupación del territorio bonaerense por parte del mundo colonial no pasó entonces de unas pocas leguas al sur y oeste de la ciudad, la proliferación de los ganados de origen europeo por los campos pampeanos constituyó el elemento de mayor novedad y disparó prolongadas consecuencias en el mundo indígena. Las actividades económicas de los grupos originarios se modificaron profundamente desde entonces y hasta principios del siglo XIX en un proceso sin pausa. Aunque al cabo del proceso los grupos de referencia seguían dentro de la categoría de “indios bravos” o “infieles”, es decir que se mantenían apartados del estado colonial (no eran tributarios), su relación con el mundo creado por los colonizadores era intensa. Además de los conocidos efectos del uso del caballo (mayor movilidad y mayor potencia de guerra) los cambios fundamentales que se gestaron a lo largo del siglo XVII y maduraron en el siglo XVIII, fueron la adopción por parte de los nativos de la ganadería de pastoreo, tanto de vacunos y equinos como de ovinos, y el desarrollo de una vasta red de intercambios entre diversos conjuntos de pueblos indígenas y de éstos con el mundo colonial. El núcleo duro del intercambio era la producción de ganado, textiles y artesanías indígenas contra un amplio conjunto de bienes europeos (el hierro y otros metales) o

443 Diego Bracco, Charrúas, guenoas y guaraníes (Montevideo: Linardi y Risso, 2004).

444 Diana Leonis Mazanti, "El período tardío en la arqueología bonaerense," en Huellas en la tierra, ed. Raúl Mandrini and Andrea Reguera (Tandil, Argentina: Instituto de Estudios Histórico-sociales, 1993). Pág. 32.

445 Ibid. Pág. 39-40.

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generalizados por los europeos (el aguardiente, el azúcar, la yerba mate)446. En la segunda mitad del siglo XVIII estos cambios ya habían transformado radicalmente la cultura de los pampas y se notaban signos de un avanzado proceso de diferenciación social entre sus miembros, así como la aparición de formas más concentradas y novedosas de organización política447. Algunos estudios de caso sobre las formas de organización de la producción ganadera de los indios en este período, han hecho presente la utilización de unas técnicas de pastoreo tan bien desarrolladas como las utilizadas por los pastores “españoles” de la región, y quizás mejor adaptadas desde el punto de vista medioambiental, dada la predisposición de estos pueblos a moverse conjuntamente con sus ganados para alternar las áreas de pastoreo y aguada en las estaciones del año. En este sentido, los patrones de movilidad espacial se modificaron para adaptarse a los requerimientos del ciclo productivo ganadero448. Todos estos cambios pautaron una modalidad de relacionamiento muy activo entre el mundo colonial y el indígena, donde tuvieron cabida tanto actitudes pacíficas como violentas. Así, la famosa “frontera” que unas leguas al sur de la ciudad de Buenos Aires señalaba el fin del mundo colonial y el comienzo de un “desierto de indios” era en la segunda mitad del siglo XVIII en realidad un espacio de activo intercambio económico y cultural449.

5. 3. 2. OCUPACIÓN DEL ESPACIO Y CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO EN BUENOS AIRES, MONTEVIDEO Y LOS PUEBLOS MISIONEROS

La colonización del Litoral rioplatense fue un largo, a-sistemático y prolongado proceso desplegado entre los primeros años del siglo XVI y el final del período colonial; aún entonces la ocupación “blanca” de territorio era incompleta, y sobre todo, imperfecta. Por lo tanto, siempre hubo en el Litoral rioplatense durante el período colonial una frontera móvil, cambiante y permeable, entre el mundo colonial y el mundo indígena, que fue la contracara del avance del primero sobre el segundo. La presencia de esta frontera “interior” al mundo colonial castellano-español es quizás la nota más permanente que tuvo todo el proceso. Por otro lado, buena parte del Litoral rioplatense era, desde el Tratado de Tordesillas, la parte más meridional de la frontera americana entre los dos reinos ibéricos y por lo tanto un espacio en disputa, objeto de no pocas negociaciones diplomáticas, enfrentamientos militares y sucesivos desplazamientos de la línea divisoria en direcciones contrapuestas. Sobre estas líneas generales, en este apartado se presentan las notas centrales de los procesos de ocupación del espacio en cada una de las sub-regiones objeto de estudio, y la situación en la segunda mitad del siglo XVIII.

Buenos Aires y Montevideo son ejemplos de un patrón clásico de ocupación del espacio y ordenamiento del territorio llevado a cabo por los castellanos en América, basado en la fundación de una ciudad que actúa como centro de control económico, administrativo y militar sobre una jurisdicción territorial que le pertenece.

446 Raúl Madrini, "Las transformaciones de la economía indígena bonaerense," en Huellas en la tierra, ed. Raúl Mandrini and Andrea Reguera (Tandil, Buenos Aires: Instituto de Estudios Histórico-sociales, 1993).

447 Ibid. Pág. 72-73.

448 Diana Leonis Mazanti, "Control del ganado caballar a mediados del siglo XVIII en el territorio indio del sector oriental de las serranías de Tandilia," in Huellas En La Tierra, ed. Raúl Mandrini y Andrea Reguera (Tandil, Argentina: Instituto de Estudios Histórico-sociales, 1993).

449 Raúl Mandrini, "Indios y fronteras en el área pampeana (Siglos XVI-XIX). Balance y perspectivas," Anuario IHES, no. 7 (1992).

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Después de una fase de exploración del Río de la Plata entre 1516 y 1537, con la fundación de Asunción en el último de esos años comenzó el asentamiento de los colonizadores en la región Litoral. La futura capital paraguaya operó como ciudad “madre” de Santa Fe, fundada en 1573 en la orilla izquierda del Paraná; de Buenos Aires, un antiguo centro de reposta re-fundado en 1580 en la boca del Plata, y de Corrientes, fundada en 1588 en el Alto Paraná. Estas tres ciudades constituyeron una ruta que desde el Atlántico permitía llegar hasta Asunción, y en sentido inverso, comunicaba el foco paraguayo con la ruta terrestre hacia Potosí, tomando el camino de Santa Fe450. Se ha dicho que la segunda fundación de Buenos Aires, que tuviera lugar 35 años después del descubrimiento de las minas del Potosí, se hizo para darle una salida al mar al frente colonizador que desde el Perú, por entonces ya llegaba a Córdoba451. La ciudad fue construida en la meseta más alta de la costa platense sur, frente a un puerto y un estrecho canal paralelo a la costa, por el cual los barcos podían – no sin dificultades por los fuertes vientos del Sur- acercarse a una ensenada. Sólo si había creciente los barcos podían acercarse a la costa y en caso contrario debían descargar personas y bultos en embarcaciones pequeñas, o directamente en carretas de grandes ruedas. Desde la costa, dos caminos terrestres daban acceso a las barrancas sobre las cuales se montaba un modesto emplazamiento urbano452. La ciudad fue trazada con el damero característico de las ciudades hispanoamericanas; el plano original dispuso quince cuadras de Sur a Norte y nueve de Este a Oeste, ampliadas éstas a doce unos años después. Cada una de las cuadras centrales que bordeaban la plaza fue dividida en cuatro “solares” destinados a la residencia de los vecinos, mientras que las cuadras periféricas permanecieron indivisas y fueron destinadas, en aquel momento, a la producción hortícola. Una franja de una legua de fondo, en calidad de común, a lo largo de la ciudad la ciudad tenía el propósito de servir de potrero para los animales de los vecinos: era el ejido453. Los vecinos obtuvieron mercedes de tierras más allá del ejido, con obligación de construir edificaciones y ponerla en producción. Las concesiones para chacras (predios destinados a cultivos) medían entre 300 y 400 varas de frente por legua y media de fondo, mientras que las concesiones para estancia, es decir con el propósito central de pastoreo de animales, medían 3000 varas de frente (media legua) por legua y media de fondo. En ambos casos se buscaba que el frente de los predios diera sobre un curso de agua. Se ha señalado la similitud de este patrón espacial de distribución en predios alargados, con un frente angosto sobre los ríos y una profundidad tres veces mayor, con una pauta campesina - en el sentido de opuesto a señorial- europea, del tipo de la espina de pescado contra los bordes de los caminos rurales que fuera descripta por Marc Bloch454. Estos predios fueron la urdimbre del paisaje agrario de la campaña bonaerense, dando lugar a una rica producción triguera y ganadera garantizada por el ecosistema pampeano-ondulado y el trabajo del hombre. Durante el siglo XVII numerosas estrategias hicieron posible la incorporación de diversas formas de trabajo libre y forzado a la producción rural de la campaña bonaerense455; en el siglo XVIII ya se había consolidado un paisaje agrario de campesinos labradores y pastores con hombres y mujeres llegados de

450 Miguel Alberto Guerin, "La organización inicial del espacio rioplatense," en Nueva Historia Argentina, ed. Enrique Tandeter (Buenos Aires: Sudamericana, 2000).

451 Rodolfo González Lebrero, La pequeña aldea. Sociedad y economía en Buenos Aires (1580-1640) (Buenos Aires: Biblos, 2002). Pág. 68.

452 Ibid. Pág. 72-73.

453 Ibid. Pág. 102.

454 Ibid. Pág. 112.

455 Rodolfo González Lebrero, La pequeña aldea. Sociedad y economía en Buenos Aires (1580-1640), Historias Americanas (Buenos Aires: Biblos, 2002). Pág. 140-151.

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otras partes de la macro región peruano-platense, atraídos por la alta relación tierra / hombres, y expulsados periódicamente por las fluctuaciones cíclicas de la economía minera. En esta sociedad la agricultura de autoconsumo se combinó con cultivos para el mercado y con una temprana, aunque todavía poco excluyente, especialización ganadera que atendió tanto el consumo doméstico como la demanda potosina de mulas y la demanda ilegal portuguesa de cueros456 .

Pero la jurisdicción de la ciudad, es decir, el área territorial sobre la cual tenía autoridad su cabildo, se extendía mucho más allá de esta cercana campaña. La región del delta del Paraná, en ambas riberas, y la genéricamente denominada “banda del norte” también pertenecía al distrito bonaerense. Con ese nombre se designaba en el siglo XVII a los territorios de la desembocadura del río Paraná que hoy forman parte del sur de la provincia argentina de Entre Ríos, y también a los territorios al este del río Uruguay más próximos a la garganta del Río de la Plata. En ambos espacios el avance colonizador español apenas había dado lugar, a fines del siglo XVII, a unas pocas e inestables “reducciones” indígenas en manos de órdenes religiosas. Esta prolongación de la jurisdicción de Buenos Aires al este del río Uruguay se limitaba a las áreas comprendidas entre el Río de la Plata y el Río Negro; tuvo algún cambio a partir de la fundación de Montevideo en el primer tercio del siglo XVIII, pero subsistió durante todo el período de este trabajo.

Durante el siglo XVII Buenos Aires se convirtió en un punto de entrelazamiento del comercio atlántico y los mercados interiores del espacio peruano-platense, en un intercambio donde el sistema monopólico dispuesto desde la Península no logró frenar el impulso de la demanda proveniente del sur andino, por un lado, y de los mercados europeos, por el otro. El fenómeno ha sido profusamente estudiado y excede los límites de este trabajo, pero importa señalar que contribuyó a definir las rutas comerciales básicas que conectaban el espacio porteño con otros espacios457. Una de ellas, a lomo de mulas y carretas, atravesaba fatigosamente la inmensa llanura que va desde la Pampa hasta los contrafuertes andinos, llegando hasta éstos vía Córdoba, Tucumán y Salta, para desembocar en Potosí tras pasar por Jujuy458. Otra ruta, también terrestre, conectaba Buenos Aires con Chile pasando por Córdoba y luego torciendo hacia San Luis, desde donde podía alcanzarse Mendoza y atravesar alguno de los pasos de la cordillera que franquea el acceso a Santiago de Chile459. Una tercera, básicamente fluvial, remontaba el curso del río Paraná desde Santa Fe hasta Asunción pasando por Corrientes460. El conjunto de la circulación daba un alto grado de integración a las diversas producciones locales involucradas y generalizaba la circulación de la plata potosina, en escala y en intensidad, mucho más allá de las previsiones reales. Aunque este esquema sufrió disturbios y transformaciones durante el siglo XVIII, el rol central de Buenos Aires como sostenedora de una articulación virtuosa entre mercados externos e interiores no se vio cuestionado, y

456 Garavaglia, Pastores y labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la campaña bonaerense, 1700-1830.

457 Véanse: Zacarías Moutoukias, Contrabando y control colonial en el siglo XVII (Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1988). Fernando Jumar, "Le Commerce Atlantique au Río de la Plata, 1680-1778" (Ecole de Hautes Études en Sciences Sociales, 2000).

458 Moutoukias, Contrabando y control colonial en el siglo XVII. Pág. 25-30.

459 Ibid. Pág. 31-32.

460 Ibid. Pág. Pág. 30.

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por el contrario, se afirmó tras los cambios461. El comportamiento demográfico de Buenos Aires y su campaña en el período de estudio reflejan esta situación.

Según la información disponible sobre la población incorporada al mundo colonial son dos los rasgos principales de la demografía de esa región en la segunda mitad del siglo XVIII: un importante crecimiento agregado y un crecimiento más rápido de la población rural. Aunque las fuentes disponibles para una estimación del volumen de población merecen importantes objeciones, una revisión reciente del estado de la cuestión permite mostrar totales aproximados para algunos años del período462. Los resultados se ven en el Cuadro 5.1.

Cuadro 5. 1. Totales estimados de población y tasas de crecimiento intercensal en la región de Buenos Aires, 1760-1810.

Totales estimados

campaña ciudad

1760 8694 15204

1778 13060 24363

1797 32168 36245

1810 38441 46000

Tasas campaña ciudad

1760-1778 2,26 2,62

1778-1797 4,74 2,09

1797-1810 1,37 1,83

Fuente: Pollero y Vicario (2009) . Pág. 46.

Los datos de población total deben ser tomados como órdenes de magnitud, más que como cifras exactas, entre otras razones, porque que estas estimaciones no incluyen las poblaciones nativas que escapaban del control colonial, como ya se dijo, un conjunto poblacional importante en el Río de la Plata durante todo el período. Aceptadas estas limitaciones, es un consenso entre los estudiosos que la región de Buenos Aires había crecido durante el siglo XVII por la formación y ampliación de un hinterland agrícola de la ciudad y por la incorporación sucesiva de núcleos nativos al mundo colonial, pero que durante la segunda mitad del siglo XVIII fue receptora de un importante flujo migratorio proveniente de otras regiones del antiguo espacio peruano-platense463. Esto explicaría que un régimen demográfico pre-industrial como sin duda era el de la campaña de Buenos Aires, cuya dinámica de alta natalidad y alta mortalidad hubiera debido imponer tasas de crecimiento vegetativo raramente superiores al 2%, haya crecido a una tasa muy superior entre 1778 y 1797464. La cuestión del papel del crecimiento demográfico es retomada más adelante, donde se analizan los resultados de la estimación del producto agrario regional. Por el momento es necesario dejar sentado que en el período hubo un crecimiento demográfico importante tanto en la campaña como en la ciudad de Buenos Aires; que el crecimiento de la campaña fue muy alto en las décadas de 1780 y 1790, y que tendió a hacerse más lento después.

461 Moutoukias, "Comercio y producción."

462 Raquel Pollero y Carolina Vicario, "Informe demográfico sobre la región platense, 1760-1860," (Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República, 2009).

463 Martín Cuesta, "Evolución De La Población Y Estructura Ocupacional De Buenos Aires, 1700-1810," Papeles de Población 49 (2006-b).

464 Pollero y Vicario, "Informe demográfico sobre la región platense, 1760-1860," Pág. 46.

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Montevideo fue fundada en la tercera década del siglo XVIII como puesto militar por el gobernador de Buenos Aires sobre la orilla norte del Río de la Plata, como respuesta defensiva ante el intento portugués de ocupar esos territorios en 1724465. Apenas establecidas unas pocas baterías y unos cuantos hombres armados, se procedió a reclutar familias pobladoras en Buenos Aires y a formalizar con un particular un contrato de asiento para traer emigrantes de Canarias, que resultaron ser el principal contingente poblador. El proceso fundacional culminó en 1730, cuando comenzó a funcionar su primer cabildo466. El asentamiento urbano se ubicó en una pequeña península al borde de una bahía donde se encuentra un puerto natural, entonces ya muy bien identificado y utilizado por numerosos navegantes. El trazado de la ciudad también siguió el modelo indiano del damero, con una plaza central en torno a la cual se alinearon 32 cuadras, cada una de ellas divididas en cuatro solares que fueron entregados a los vecinos fundadores467. Por su carácter se dispuso que la nueva ciudad fuera cerrada por una muralla; las obras de las fortificaciones se prolongaron durante todo el período de este trabajo y constituyeron un fuerte polo de atracción de mano de obra así como un rubro principal del gasto público468. A la ciudad también le fue delimitada un ejido para el pastoreo común, y unas “tierras de propios” que alcanzarían hasta el arroyo Miguelete. Más allá del mismo comenzaba la verdadera campaña de Montevideo, es decir la zona de chacras repartidas a los vecinos fundadores, enclavada en el seno del ecosistema campos del sur. Las chacras fueron entregadas en términos muy similares a los de Buenos Aires: cada vecino recibió un predio para chacra con obligación de ponerlo en producción en un término de pocos años, de 200 a 400 varas de frente por una legua de fondo, y un predio para estancia de media legua de frente (3000 varas) por una legua y media de fondo (9000 varas)469. Las estancias se

465 En 1680 había sido fundada en la ribera norte del Río de la Plata, frente a Buenos Aires, una plaza fuerte portuguesa con el nombre de Colonia do Sacramento. Los acontecimientos de la guerra de Sucesión española hicieron que, a pesar de haber sido desalojados del lugar por fuerzas españolas en 1705, los portugueses fueran autorizados a regresar a Colonia en 1715. En 1724 una expedición militar portuguesa que provenía de Río de Janeiro se aposentó en la bahía ya entonces conocida como Montevideo e intentó establecerse de manera permanente. El gobernador de Buenos Aires determinó entonces que las fuerzas portuguesas fueran desocupadas y que se procediera a fundar allí una ciudad.

466 Mario Falcao Espalter, "La fundación de Montevideo," en Historia de la nación argentina, ed. Ricardo Levene (Buenos Aires: Academia Nacional de Historia, 1939).

467 Luis E. Azarola Gil, Los orígenes de Montevideo, 1607-1749 (Montevideo: Barreiro y Ramos, s/f). Pág. 102-104.

468 Emilio Luque Azcona, "Mano de obra y construcción del complejo defensivo de Montevideo: Condiciones laborales y respuestas al orden establecido, 1740-1800," en Terceras Jornadas de Historia Económica (Montevideo: 2003).

469 Se trata de un criterio casi idéntico al seguido en los repartos de Buenos Aires. La estructura de la propiedad territorial original de las dos ciudades, por lo tanto puede considerarse la misma. Sin embargo, en el sistema métrico decimal la chacra montevideana tipo, de 400 x 6.000 varas, medía 279 hectáreas y una chacra bonaerense de la misma dimensión alcanzaba 287 hectáreas. La diferencia obedece a lo siguiente: la vara de Buenos Aires medía 83,59 centímetros (igual que la vara de Castilla) y aunque posiblemente se usó en el Montevideo fundacional la misma vara, un error cometido por un Fiel Ejecutor, de Montevideo –el miembro del Cabildo responsable, entre otras cosas, de los pesos y medidas- puso en circulación legal una vara de 85,9 centímetros. Cuando en 1862 la República Oriental del Uruguay sancionó el sistema métrico decimal y reglamentó un sistema de equivalencias entre varas y metros, le dio a la primera una equivalencia de 85,9 centímetros, es decir, ratificó la equivalencia que estaba vigente. Véase, sobre la vara de Buenos Aires: Juan Álvarez, "Monedas, pesos y medidas," en Historia de la nación argentina, ed. Academia Nacional de Historia (Buenos Aires: El Ateneo, 1940). Sobre la vara de Montevideo y su diferencia con la de Buenos Aires: Juan Alejandro Apolant, Génesis de la familia uruguaya, vol. I (Montevideo:

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localizaban algo más lejos que las estancias, con frente a los arroyos Carrasco, Pando y Solís, y sus tenedores se obligaban a edificar ranchos y poblar con ganado los establecimientos en un plazo de tres años470.

Mapa 6. Ocupación inicial del espacio montevideano.

Fuente: Álvarez Lenzi ; Figura 16; s/p.

Los repartos de chacras y estancias, aunque iniciados en 1726 con la llegada de los primeros pobladores, siguió un ritmo paulatino hasta 1760, por los continuos enfrentamientos con los pueblos originales del territorio471. La jurisdicción de Montevideo también fue delimitada con precisión en 1726, usando como referencia arroyos, ríos y accidentes geográficos reconocibles; el resultado es el área señalada en el Mapa 3, que los contemporáneos reputaban en unas 1200 leguas cuadradas de superficie472. A partir de 1771 se oficializó la figura de Jueces Comisionados para actuar en la administración de justicia en distritos bien definidos de la campaña montevideana; estos nombramientos sugieren una densificación del territorio en la jurisdicción e introducen una nomenclatura de “pagos” para reconocer los diferentes espacios ocupados en su interior. Así, el pago del arroyo de los Migueletes era el partido de la campaña más cercano al caso urbano; le seguían, siempre en dirección nor-oeste: el pago de Las Piedras y Colorado (también

Imprenta Vinaak, 1975). Pág. 32-34. Sobre la equivalencia de la vara en el sistema métrico decimal en Uruguay: Matías Alonso Criado, ed., Colección Legislativa de la República Oriental del Uruguay, vol. Tomo II (1852-1865) (1877). Pág. 544-551.

470 Azarola Gil, Los orígenes de Montevideo, 1607-1749. Pág. 107-109.

471 Sala de Touron, Rodríguez, y de la Torre, Evolución económica de la Banda Oriental. Pág. 16-26.

472 Aníbal Barrios Pintos, Historia de los pueblos orientales (Montevideo: Editorial Banda Oriental, 1971). Pág. 367.

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arroyos); el pago de Canelones y Santa Lucía “de esta banda”, pago del Santa Lucía “de la otra banda”, Pintado y arroyo de la Virgen; pago de Carreta Quemada, Chamizo y San José. En dirección norte se ubicaba el pago “de la sierra y Toledo”, y en dirección nor-este, el pago de arroyos Pando, Solís y Sauce, el pago del Tala y Santa Lucía “arriba”473. Estos “pagos” se mantuvieron incambiados hasta la década de 1790. Un proceso expansivo motivó que el ayuntamiento montevideano pretendiera ante las autoridades de Buenos Aires y de la Corona la ampliación de su jurisdicción una vez consolidada una cierta frontera con los pueblos nativos. Hubo peticiones en este sentido en 1769, 1785 y 1797474. En la década de 1780 se había desatado un litigio de los hacendados de Montevideo con la administración de los pueblos misioneros por los ganados del área entre los ríos Yí y Negro. El episodio será retomado en el capítulo 7, pero por el momento debe decirse que forma parte de una avanzada montevideana sin pausa sobre los campos del sur (en el sentido del apartado anterior). Aunque estas gestiones resultaron infructuosas en lo formal, en la década de 1790 los hacendados montevideanos habían avanzado sobre los territorios del río Yí – originalmente fuera de la jurisdicción- y a la nómina de jueces comisionados de la jurisdicción se agregó uno para los “campos del Yí”475. Como se vio en el capítulo 4, también en esa década se incorporó el territorio de la “otra banda del Yí” a la cabecera montevideana para la recolección del diezmo de cuatropea, todo lo cual señala el afianzamiento de la ocupación montevideana del espacio entre su jurisdicción y el Río Negro en el período de este trabajo.

Ya se dijo que Buenos Aires durante el siglo XVII se había convertido en un nexo capital entre los mercados externos y los internos. Montevideo vino a reforzar aquel papel en la segunda mitad del siglo XVIII. El puerto montevideano gozaba de unas cuantas ventajas naturales sobre el de Buenos Aires; la orilla norte del Plata había sido siempre la preferida por los navegantes para bordearlo viniendo del Atlántico, la Corona hizo del puerto montevideano la sede oficial de su marina en el Plata desde 1770 y los dos puertos mantuvieron una densa trama de conexiones mercantiles y náuticas que permite hablar de un único complejo portuario476. Este desarrollo portuario, sumado a la intensa actividad militar que radicaba la ciudad y que se había visto muy activa durante la década de 1750 por lo que fue la campaña demarcadora de límites entre los dos reinos ibéricos en aquel territorio, en la década de 1760 por las campañas de recuperación de Colonia do Sacramento, en la de 1770 por la campaña contra Río Grande y en 1780 por los intentos de colonización del sur patagónico, dieron un impulso vigoroso al crecimiento demográfico de la sub-región. Con las mismas reservas sobre las fuentes y sobre los resultados que se formularon para el caso bonaerense, el cuadro 5.2 ilustra el fenómeno.

Según el informe ya citado, el crecimiento demográfico de Montevideo habría sido el más explosivo de la región Litoral en este período477. Este fenómeno, sin embargo, debe matizarse a la luz de las magnitudes: en 1760 la jurisdicción montevideana estaba casi despoblada. A las reservas ya formuladas sobre estos resultados, debe agregarse que en

473 Ibid. Pág. 366-367.

474 Ibid. Pág. 369.

475 Sobre la avanzada de los hacendados montevideanos sobre los territorios aledaños: Sala de Touron, Rodríguez, y de la Torre, Evolución económica de la Banda Oriental. Sobre el nombramiento de los jueces comisionados: Barrios Pintos, Historia de los pueblos orientales. Pág. 371.

476 Bentancur, El puerto colonial de Montevideo.

477 Una comparación de las tasas de crecimiento de Buenos Aires, Montevideo, Santa Fe, Corrientes y los 30 pueblos misioneros entre 1760-1810 puede verse en: Pollero y Vicario, "Informe demográfico sobre la región platense, 1760-1860."

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este caso la cautela debe ser doble porque el personal militar no avecindado en Montevideo, es decir, que no se hubiera casado con una lugareña, no era incluido en el conteo. Siendo Montevideo una ciudad con una importante población militar flotante, es imposible saber el impacto de esta circunstancia en estos resultados. Aún cuando deba aceptarse que estas cifras seguramente subestiman los totales de población en una proporción incierta, es evidente que la sub-región de Montevideo, recientemente poblada, parte de niveles de población muy bajos y recién cobra cierto porte al final del período. Así, las tasas de crecimiento tanto de la ciudad, como de la jurisdicción montevideana en su totalidad son altas en todo el período y muy altas entre 1778-1797. También aquí cabe suponer un gran flujo migratorio proveniente de otras áreas del espacio peruano-platense, impresión que se confirma de múltiples formas en las fuentes primarias. En cuanto al crecimiento relativo de la población de la ciudad-puerto y la del resto de la jurisdicción, puede adivinarse un proceso de ocupación de los espacios vacíos de la jurisdicción a medida que corre el período. En efecto, un puñado de villas, algunas nacidas espontáneamente en torno a puntos de concentración de población, otras expresamente fundadas, cobraron vida en este período adentro de la jurisdicción montevideana. La ciudad, aunque también aumentó rápidamente su población, lo hizo un poco más lentamente, al menos en los períodos en que puede hacerse la comparación.

Cuadro 5.2. Totales estimados de población y tasas de crecimiento intercensal en la región de Montevideo, 1760-1810

Totales de población Tasas de crecimiento acumulativo anual

Ciudad de Montevideo

Toda la Jurisdicción

Ciudad de Montevideo

Toda la Jurisdicción

1760 1475 2189 1760-1778

3,40 5,27

1778 2720 5652 1778-1797

5,12 5,56

1797 7200 16256 1797-1810

4,23

1810 12472

Fuente: Pollero y Vicario . Pág. 46.

Los aspectos del crecimiento demográfico relacionados con el comportamiento de la economía agraria de la región Montevideo serán retomados más adelante. La historiografía uruguaya ha dedicado atención a la caracterización de la agropecuaria del período colonial, pero ha tendido a presentar una visión de las diferentes morfologías y sistemas que componen los paisajes en una descripción única de lo que ha sido presentado como el agro de la Banda Oriental. En este trabajo se abandona esta perspectiva, como se verá enseguida.

La ocupación de lo que luego sería el espacio misionero tuvo lugar en diferentes etapas. La Compañía de Jesús empezó sus actividades misioneras en territorio paraguayo en 1609, a pedido del gobernador de Asunción. Los jesuitas se dirigieron a las regiones donde había densas poblaciones indígenas aún no reducidas. Empezaron por el norte (Itatí) y nordeste de Asunción (Guayrá), donde enfrentaron múltiples dificultades que impidieron su consolidación; lo mismo les ocurrió al suroeste, en el Chaco, donde los irreductibles guaycurúes, un clima asolador y el aislamiento hacían imposible cualquier intento permanente de colonización europea. Huyendo del asedio de los bandeirantes, en la década de 1630 los jesuitas replegaron sus todavía escasas aldeas del Guayrá hasta la región conocida como Tape, en la orilla sur del Alto Uruguay. Cuando los bandeirantes los

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persiguieron hasta allí, cruzaron el Paraná y empezaron a fundar pueblos en la estrecha franja de tierra entre los dos grandes ríos platenses. La segunda mitad del siglo XVII consolidó este territorio como el núcleo central del espacio misionero. En efecto, con base en los pueblos que fundaron en esta franja y tras repeler los ataques bandeirantes en 1640, los jesuitas consolidaron las aldeas fundadas sobre ambas márgenes del Paraná y volvieron a fundar aldeas sobre ambos márgenes del río Uruguay. Al comenzar el siglo XVIII, tras numerosas fundaciones y refundaciones, los pueblos misioneros alcanzaron el número de 30: ocho al norte del Paraná, en actual territorio paraguayo, quince entre el Paraná y el Uruguay, en actual territorio argentino, y siete en la margen izquierda del Uruguay, en actual territorio brasileño478. El espacio misionero, sin embargo, no era únicamente el ya de por sí vasto territorio donde se emplazaban los pueblos, ya que la peculiar economía misionera puso en control de las aldeas recursos productivos ubicados en algunos casos a cientos de kilómetros de distancia. Tal fue el caso de los yerbatales y los ganados, dos rubros productivos cuya importancia en la economía misionera se explica más adelante. Así, aunque la mayoría de los pueblos estaban ubicados justo donde termina el ecosistema de pastizales rioplatenses, unos cuantos de ellos quedaban adentro de la eco-región campos del norte y tuvieron amplio acceso a sus pastos. Un motivo adicional contribuyó a definir la vastedad del espacio misionero: el cometido, pactado con la Corona en 1647, de vigilar la frontera con los portugueses. En aquel año, tras arduas negociaciones en Roma, Madrid, Asunción y Charcas la orden llegó a un acuerdo sobre el tributo indígena por el cual los misioneros pagarían anualmente a la Corona una capitación de un peso de plata por cada indio varón en edad activa. El acuerdo establecía que en retribución a este privilegio fiscal, los pueblos del Paraguay serían los centinelas de la frontera con Portugal, formando milicias que estarían a la orden de las autoridades militares de Buenos Aires y Asunción479. Sobre estas bases, en la mitad del siglo XVIII el espacio misionero se extendía desde el río Tevicuary, en Paraguay, hasta el Queguay en el actual estado uruguayo, siguiendo el curso de los grandes ríos.

El núcleo básico del mundo misionero jesuita era la aldea. Los jesuitas tomaron el modelo de asentamiento guaraní en largas casas colectivas, lo fijaron a un emplazamiento permanente y lo reorganizaron en una planta urbana de tipo indiano, con una plaza al centro. Cada uno de estos pueblos tuvo, desde la segunda mitad del siglo XVII, un cabildo integrado por jefes guaraníes que actuaba como autoridad local, si bien claramente subordinada a la autoridad religiosa del padre de turno. También adoptaron las prácticas de reciprocidad de los guaraníes para formular un peculiar sistema de control de recursos que combinaba formas privadas con formas comunales de apropiación de los mismos. De este modo, y en un contexto de abundancia de tierras, durante la primera mitad del siglo XVIII cada pueblo dispuso de un entorno agrario tan grande o estrecho como le fue posible controlar. No obstante la aparente laxitud de los mecanismos de acceso a los recursos, la administración jesuita de cada pueblo llevaba un riguroso control de sus propios yerbatales y estancias ganaderas, por medio de inventarios frecuentes y una detallada cartografía. Una peculiaridad de esta forma de ocupación del espacio es que aunque raramente medió un reconocimiento formal de la titularidad de cada pueblo sobre su hinterland agrario, y por lo tanto, aunque en algunos casos los yerbatales y estancias quedaban fuera de las jurisdicciones formales de cada pueblo, los agentes públicos reconocieron estos activos comunales de los pueblos como tales, y en no pocas veces exigieron su reconocimiento a los agentes privados. Mientras que los principales yerbatales de los pueblos estaban ubicados al norte del espacio misionero, en un entorno subtropical, las estancias ganaderas más extensas se ubicaban al sur, en la eco-región de

478 A. Bruxel, Los 30 pueblos guaraníes (Montevideo: Editores Asociados, 1996).

479 Mörner, Actividades políticas y económicas de los jesuitas en el Río de la Plata.

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campos del Norte. Durante la administración jesuita la apropiación misionera de la pradera sureña no alcanzaba al Río Negro, bajando desde el núcleo misionero hacia el Río del Plata, sino que se detenía unos kilómetros antes. Pero durante la administración civil de los pueblos, ya en la segunda mitad del siglo XVIII, esta expansión hacia el sur llegó hasta el Río Negro e incluso hasta el área entre éste río y su afluente el Yí, avanzando ya sobre la eco-región campos del Sur. Justamente hasta el río Yí llegaba, hacia 1780, la expansión montevideana y por lo tanto tuvo lugar un acalorado litigio entre los hacendados montevideanos y el cabildo de Yapeyú por el control de esas tierras. Finalmente, ya al filo del 1800 el área de la ganadería misionera se retrajo, por el avance de agentes públicos y privados sobre sus ganados y estancias desde el sur, el este y el oeste480.

El ordenamiento territorial del paisaje pastoril misionero era diferente al de los paisajes agrarios bonaerense y montevideano. En la mitad del siglo XVIII el espacio de las estancias misioneras había adoptado un ordenamiento territorial característico. Ha sido definido como un espacio urbano-rural integrado, donde “capillas”, “puestos” y “puertos” señalaban la apropiación efectiva del territorio por parte de una comunidad481. Las capillas eran núcleos de población rural gestados casi siempre en torno al mantenimiento de sembradíos, a distancias discretas del pueblo misionero que controlaba el territorio482. Los puestos eran asentamientos permanentes para la mano de obra empleada en tareas ganaderas, ya en el hábitat de la pradera. Algunos autores remontan el origen de estos asentamientos a lo que han llamado “puestos – postas”, ubicados en el recorrido de los vaqueros a lo largo de los arreos y destinados a facilitar su descanso y el de sus cabalgaduras, y “puestos – puertos”, destinados al embarque de cueros por alguno de los grandes ríos483. Casi siempre estos asentamientos recibían el nombre de un santo, y no pocos de ellos derivaron con posterioridad en un centro poblado de cierta magnitud484. Finalmente, los puertos parecen haber sido, como se dijo, una suerte de puesto especializado en facilitar el transporte, no sólo a distancia, sino también el cruce de un río, que no podía hacerse en cualquier parte sino en pasos determinados485. Finalmente, el ordenamiento territorial se completaba con caminos que unían algunos puntos estratégicos del espacio misionero con sus pueblos. Por ejemplo el “camino al Salto” de la

480 Maeder, Misiones del Paraguay: Conflicto y disolución de la sociedad guaraní (1768-1850).

481 Fernando La Salvia, "Remanescentes das atividades agro-pastoris dentro do espaço missioneiro" (estudio presentado al VII Simposio Nacional de Estudos Missioneros, Santa Rosa - Rio Grande do Sul, 1988).

482 El pueblo de Yapeyú, dueño de la mayor de las estancias misioneras mantenía varias “capillas” a uno y otro lado del río Uruguay. Véase: José Torre Revello, Yapeyú (Buenos Aires: Ministerio de Educación y Justicia - Instituto Nacional Sanmartiniano, 1958).

483 N. Levinton, "La significación urbana del pueblo de Yapeyú (1627-1817)" (estudio presentado a las VII Jornadas Internacionales sobre las Misiones Jesuíticas, Encarnación, Paraguay., 2002).

484 A título de ejemplo, cuando se realizó el inventario del pueblo de Yapeyú en 1768, en ocasión de la expulsión de la Orden jesuita, se le preguntó al Padre “dónde se halla el ganado que se halla en dicho inventario, en qué número de estancias está distribuido” y el religioso contestó que “en el puesto de San Pedro, en el de San Pablo, en el de San Francisco de Asís, en el de Santa Ana, en el de San Joaquín, y en otros muchísimos puestos que constan del libro de los procuradores del pueblo y estancias” Torre Revello, Yapeyú. Más adelante, el inventario de Yapeyú del año 1780 registró 36 “puestos” dentro de la estancia yapeyuana, que para entonces había cobrado su dimensión territorial más extensa. Véase: Torre Revello, Yapeyú.

485 Esteban F. Campal, La cruz y el lazo (Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1994).

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estancia de Yapeyú unía al pueblo con el puerto de Salto Chico a través de cerca de 300 kilómetros, enlazando capillas y puestos a su paso486 .

Como se explicó en el capítulo 2, el conglomerado misionero experimentó una crisis demográfica irreversible durante la segunda mitad del siglo XVIII, agudizada después de la expulsión de la orden en 1768. Hasta entonces el espacio misionero era el principal foco demográfico del Litoral en orden de magnitud, pero durante todo el período de este estudio su población declinó sin pausa.

Cuadro 5.3. Totales estimados de población y tasas de crecimiento acumulativo anual en la región de los 30 pueblos de las Misiones Jesuíticas

del Paraguay, 1760-1810

30 pueblos misioneros

30 pueblos misioneros

1760 104184 1760-1778

-2,52

1778 66215 1778-1797

-1,45

1797 50280 1797-1810

-1,59

1810 40890

Fuente: Pollero y Vicario (2009). Pág. 46.

Las diversas explicaciones sobre la decadencia misionera fueron presentadas en el Capítulo 3; de momento debe marcarse el contraste entre el comportamiento demográfico de las otras dos sub-regiones y el de los pueblos. Notoriamente aquí también estuvo presente un fenómeno migratorio, pero en sentido inverso al que involucraba a Montevideo y Buenos Aires: los pueblos perdían población y este flujo emigratorio se derramaba sobre las llanuras del Litoral, engrosando incluso los contingentes de recién llegados a las ciudades – puerto487.

5. 4. SÍNTESIS

El Litoral rioplatense es una región geo-histórica que comparte importantes rasgos comunes. El más notorio de ellos es su ubicación precisamente litoral en la masa continental sudamericana, y su adscripción al vasto sistema hidráulico del Río de la Plata. La historiografía tradicional gusta enfatizar el carácter de “tierras sin ningún provecho” que ofrecía este territorio al colonizador español buscador de ganancias rápidas y metales preciosos, y contrastar este hecho con la ubicación estratégica, por su condición de frontera con la América portuguesa, que habría dado impulso a la colonización inicial. Lo

486 Erich Poenitz, "Los guaraníes de las misiones en la formación social y política de Entre Ríos" (estudio presentado en las V Jornadas Internacionales Misiones Jesuíticas, Montevideo, 1994).

487 La importancia de la emigración guaraní-misionera sobre los territorios de Entre Ríos y Corrientes puede verse en: Ibid. También en: Julio Djenderedjian, "Cambios en el uso y la ocupación del territorio rioplatense de la época colonial. Un recorrido desde la historia agraria," Ciencia&Ambiente, no. 33 (2006). La importancia de la emigración guaraní misionera en la formación de la sociedad rural uruguaya ha sido señalada en numerosos trabajos. Véase: Luis Rodolfo González y Susana T. Rodríguez, "El proceso de aculturación de los guaraníes misioneros en la sociedad uruguaya" (estudio presentado en el VII Simposio Nacional de Estudos Missioneros, Santa Rosa, Rio Grande do Sul, Brasil, 1988).

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concreto es que la colonización europea del Río de la Plata se desenvuelve a partir de la colonización del Paraguay histórico, es decir de la fundación de Asunción en las primeras décadas del siglo XVI y sigue un ritmo desigual durante las siguientes dos centurias. Así, en la segunda mitad del siglo XVIII el área de estudio contaba con territorios de antigua ocupación colonizadora, como Santa Fe, Corrientes, Buenos Aires y los pueblos misioneros, y territorios de colonización más reciente, como Montevideo y las villas de su entorno. Algunos pueblos originarios habían sido sometidos, otros fueron exterminados, pero las comunidades de “indios infieles” eran una presencia fundamental en el territorio que, lejos de darle la espalda al mundo colonial, tejía formas diversas de interacción con él. Algunos aspectos básicos de la historia agraria de esta región no pueden entenderse sin prestar atención al papel de estas poblaciones. Así, los paisajes agrarios del Litoral rioplatenses serán mestizos en más de un sentido: en los cultígenos adoptados, en la tecnología desarrollada y en las instituciones que regulaban las formas de acceso a los recursos y el reparto de la riqueza488.

En este marco, cada una de las micro-regiones que son objeto de este trabajo se había ido incorporando al espacio peruano-platense a su debido tiempo con una cierta función económica: los pueblos misioneros con una importante oferta exportadora de yerba y tejidos de algodón que se volcaba al mercado interno colonial, Buenos Aires como intermediaria entre el Atlántico y un segmento fundamental del mercado colonial, como era la demanda del polo minero; Montevideo como una prolongación de aquel nexo atlántico, pero también como un espacio de intermediación entre los mercados interiores de uno y otro imperio ibérico en América. La segunda mitad del siglo XVIII fue pródiga en sucesos que transformaron el antiguo espacio peruano-platense, y una de las trasformaciones más notables fue la vigorización económica de esta suerte de Litoral hasta entonces adormecido. En este trabajo sólo se harán visibles algunas de ellas, las que ayudan a explicar el cambio agrario en la región platense, con sus patrones comunes y diferenciales.

Aunque emparentados por un proceso colonizador común pero de trámite muy desigual, estos territorios encuentran en sus características medioambientales un poderoso factor integrador. Desde el punto de vista de su historia agraria, las tres micro-regiones que se estudian en este trabajo estaban singularizadas por la directa relación de su vida económica con las posibilidades y restricciones del ecosistema de los pastizales rioplatenses. Cada una de ellas configura modalidades de aprovechamiento de unos recursos naturales comunes pero con matices propios, que dieron lugar a paisajes agrarios de perfiles diferenciales. Así, pampas y campos fueron el marco de mundos rurales parecidos pero diferentes, integrados pero implicados en procesos evolutivos autónomos, cuya disparidad de resultados quedará muy visible en el trayecto de este trabajo.

488 Véase un análisis pormenorizado del tema en: J. C. Garavaglia, "Ecosistemas y tecnología agraria: elementos para una historia social de los ecosistemas agrarios rioplatenses," Desarrollo Económico XXVIII, no. 122 (1989).

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CAPÍTULO 6 PAISAJES AGRARIOS DE LA ECO-REGION “CAMPOS”

6. 1. INTRODUCCIÓN

Los paisajes pastoril misionero y de Montevideo no fueron los únicos de la eco-región “campos” y futuros trabajos deberán incorporar este hecho al análisis, pero ellos fueron protagonistas fundamentales de los cambios agrarios que tuvieron lugar en el Litoral en este período, y por ello es necesario empezar por conocerlos en sus líneas esenciales.

En este capítulo se hace una caracterización de estos dos paisajes siguiendo las grandes líneas conceptuales presentadas en el Capítulo 2.Tiene como objetivo conocer a grandes trazos las líneas esenciales de ambos paisajes, sus rasgos de identidad y los aspectos claves de su dinámica económica. Para dar una idea de la trayectoria que esos paisajes agrarios recorrieron durante el período 1756-1810, en el Capítulo 7 se analiza el desempeño de las economías agrarias de Montevideo, de los pueblos misioneros y también de Buenos Aires. La inclusión de un paisaje pampeano como el bonaerense, el más estudiado y mejor conocido de los paisajes agrarios rioplatenses, es relevante para empezar a tener una visión de conjunto del desempeño de las principales economías agrarias de la región platense. El paisaje pastoril misionero y el montevideano mantuvieron una activa y compleja interacción con otros paisajes agrarios rioplatenses, en particular con el de Buenos Aires. Los aspectos básicos de esa interacción se analizan el en Capítulo 8.

6. 2. EL PAISAJE PASTORIL MISIONERO

Aunque los pueblos de las Misiones del Paraguay fueron gestados sobre fundamentos técnicos e institucionales comunes, y aunque funcionaban como una entidad económica única en relación con los mercados de la macro-región, no tenían una estructura productiva idéntica. Las diferencias ecológicas, geográficas, pero también especificidades de sus historias particulares, determinaban perfiles productivos bastante diferenciados. El marino y geógrafo español Millau, que recorrió el territorio en su condición de miembro de la partida española al mando del Marqués de Valdelirios durante los sucesos del Tratado de Madrid, notó una diferenciación de la dotación de recursos de los pueblos misioneros que le daba al conjunto una complementariedad productiva muy valiosa:

“ (…) El terreno que ocupan los pueblos más meridionales es más templado y cómodo para vivir como más propio así para cultivar el trigo y otras semillas principales, como para la cría de todas especies de ganados, que el de más al norte, que es algo desapacible, lleno de sabandijas e insectos y malsano para los animales, pero éste en recompensa logra tener algunas producciones, que si no merecen el primer lugar en la estimación [de su importancia] concurren a hacer más recomendable esa provincia [se refiere al conjunto de las misiones de guaraníes], que con unas y otras consigue el beneficio que muy pocas gozan, de estar por sí

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sola abastecida de cuanto hay mejor y se puede apetecer para el sustento y comodidades de la vida489”.

La diversidad regional, apuntada por Millau y estudiada por Garavaglia490, no dificultó el funcionamiento orgánico de la economía misionera como un todo durante el período jesuita, y aún durante la mayor parte del período posterior, sino que muestra la diversidad de paisajes agrarios misioneros. En efecto, es posible reconocer la existencia de dos estilos productivos de caracteres posiblemente bien diferenciados: uno de ellos, predominante en los pueblos ubicados en los territorios más septentrionales, en el marco de complejos edafo-climáticos subtropicales, se centró en la producción de algodón y yerba mate; el otro, predominante en los territorios australes del complejo misionero por estar ubicado en los campos del norte del ecosistema de pastizales, tuvo como actividad dominante a la ganadería vacuna. Allí, en torno al foco del pueblo de Yapeyú, se desarrolló durante los siglos XVII y XVIII, en el corazón del Litoral, un paisaje pastoril misionero.

El territorio del paisaje pastoril misionero, es decir aquel donde los guaraníes misionados ejercieron sus derechos de propiedad sobre tierras y ganados, fue definido por el curso de dos procesos concomitantes: las vicisitudes de la ocupación misionera del espacio entre los ríos Paraná y Paraguay, y la formación de un sistema de producción ganadera con foco en el pueblo de Yapeyú. Así, en el curso de su historia el paisaje pastoril misionero vio modificarse su tamaño y sus límites.

6. 2. 1. TERRITORIO Y MORFOLOGÍA

La Compañía de Jesús había iniciado la fundación de reducciones en la margen derecha del río Uruguay desde 1619, con los pueblos de Concepción (1619), San Francisco Javier (1629) y Yapeyú (1627). Desde entonces hasta 1635 la Compañía desplegó una serie de fundaciones al otro lado del río Uruguay, en el territorio entonces conocido como “provincia del Tape” ubicado entre las cuencas de los ríos Ibicuy y Jacuí. Según las fuentes jesuitas, fue necesario arrear desde la jurisdicción de Corrientes unas 5000 cabezas vacunas para el abastecimiento de los nuevos pueblos491.

Pero estas fundaciones resultaron inestables, ya que una oleada de ataques paulistas entre 1635 y 1639 obligó a los misioneros a re-ubicar los pueblos del Tape en la margen derecha del río Uruguay. Esto determinó que una cuantiosa población guaraní se sumara de golpe a la de unos pueblos que por ser más antiguos ya estaban densamente poblados. Se operó un rápido proceso de concentración demográfica en los tramos altos de estas corrientes fluviales, donde un total aproximado de 41.000 guaraníes reducidos quedaron establecidos. Entretanto, como los ganados que habían sido llevados al Tape debieron ser abandonados en la huida, se generó un serio problema de subsistencias, agravados por años de malas cosechas y plagas agrícolas entre 1641-1643492.

Para resolver la situación, en una primera instancia La Compañía recurrió a los ganados de la jurisdicción de Corrientes. Tras algunos conflictos por la explotación del ganado cimarrón de sus campos, en las primeras décadas del siglo XVII la ciudad de Corrientes

489 Francisco Millau, Descripción de la provincia del Río de la Plata (Buenos Aires: Austral, 1947 [1772]). Pág. 131-132.

490 Garavaglia, "Las misiones jesuíticas: Utopía y realidad." Ver capítulo de antecedentes.

491 Ernesto Maeder, "La población de las misiones de guaraníes (1641-1682). Reubicación de los pueblos y consecuencias demográficas," Estudos Ibero-Americanos XV, no. 1 (1989).

492 Ibid.

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había pactado con sus vecinos las zonas donde los distintos agentes podían extraer ganado disperso en su jurisdicción: al Norte del río Corrientes, podían hacerlo los vecinos de esa ciudad; al sur del mismo río, podían hacerlo los vecinos de Santa Fe, y al este del río Miriñay, podían hacerlo los misioneros493. Sin embargo, los dirigentes de la Compañía anticiparon, o bien el fin del acuerdo, o bien el fin del stock correntino y buscaron estrategias alternativas. Esta consistió en desplazar su radio de acción ganadera al sur-este, creando un foco ganadero propio en torno a Yapeyú. Así comenzó la formación del paisaje pastoril, a la vez que se fue definiendo su territorio.

Puede establecerse entre 1650-1700 una primera etapa en la historia de la formación del paisaje pastoril misionero, caracterizada por la formación de las primeras estancias de Yapeyú al sur del río Miriñay, sobre ambos márgenes del río Uruguay. La creación de tupambaé muy lejos del núcleo urbano era una práctica que los pueblos misioneros de las regiones subtropicales ya conocían, como ya se dijo, en relación con los yerbales. La localización del tubambaé en estos casos quedaba determinada por la disponibilidad del recurso que se quería explotar: los pueblos mandaban sus hombres allí donde el recurso abundaba y las condiciones del medio eran propicias. Así lo explicó Cardiel en el caso de la yerba:

“(…) Antiguamente iban nuestros indios a hacer esta yerba a lo montes distantes de los pueblos 50 ó 60 leguas porque no había menor distancia. Los siete de la banda oriental del Uruguay iban por tierra con carretas; los demás por los ríos Uruguay y Paraná en balsas hechas de canoas, río arriba, que no se cría río abajo (…) Los de tierra volvían con sus carros cargados después de muchos meses, y los de agua, después de hecha la yerba, la llevaban a hombros desde el sitio donde se cría hasta el río (…)Viendo los Padres tanta pérdida de tiempo fuera del pueblo, sin los socorros espirituales de él, y tanto trabajo de los pobres indios, se aplicaron a hacer yerbales en el pueblo como huertas de él. Costó mucho trabajo, porque la semilla no prendía (…)494”.

La localización del tupambaé ganadero de Yapeyú en torno al río Uruguay, unos 150 kilómetros al sur del pueblo puede explicarse por las condiciones de aquellos campos del norte para la formación de rodeos mansos, y por su ubicación geográfica. El área de pradera que constituyó el núcleo ganadero inicial se caracteriza por las numerosas rinconadas que forman los afluentes del margen izquierdo del río Uruguay y permitía acceder a los abundantes rodeos de cimarrones de aquellas áreas.

La segunda etapa en el proceso de ocupación del espacio tuvo lugar entre 1700 y 1750, cuando se definió un sistema ganadero para abastecer de ganados a todo el conglomerado misionero, con base en el territorio y los ganados que serían los del paisaje pastoril.

En efecto, a fines del siglo XVII, mitigado el peligro bandeirante y asegurada la población reducida en los pueblos del margen derecho, los jesuitas retomaron el proceso de fundaciones en el margen izquierdo del Alto Uruguay fundando San Borja en 1682. En 1687 se fundaron San Nicolás, San Luis y San Miguel río arriba; en 1697 se fundó San Juan Bautista y ya en 1706, Santo Ángel. La base demográfica de esta avanzada del mundo colonial en la frontera del imperio español era enteramente americana y con muy pocas

493 Ernesto Maeder, "La formación territorial y económica de Corrientes (1588-1750)," Folia Histórica del Nordeste 1, no. 1 (1974).

494 Antonio S. J Sepp, "Algunas advertencias tocantes al govierno temporal de los pueblos en sus fábricas, sementeras, estancias y otras faenas," en Obras Completas de Mansueto Bernardi, ed. Mansueto Bernardi (Porto Alegre: Escola Superior de Teologia Sâo Lorenço de Brindes, 1985 [1732]).

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posibilidades de hacerse mestiza, ya que los jesuitas llevaban a adelante una política matrimonial de férrea homogamia entre los indios misioneros495.

Como los santafecinos, bonaerenses y portugueses comenzaron a frecuentar los campos del sur en frecuentes recogidas durante las primeras décadas del siglo XVIII los jesuitas decidieron establecer un sistema que los pusiera a cubierto de la competencia de estos agentes496. El jesuita Cardiel, que fuera cura del Yapeyú en la década de 1730, lo narró así:

“(…) consultamos el modo de tener vaquería común, de manera que ni los españoles pudiesen alegar derecho a ella; ni ellos ni los portugueses la pudiesen destruir, sin ser sentidos y defendida”497.

Para ello se eligió, dentro de un extenso radio de pradera controlado por el pueblo de Yapeyú, un área menor donde alojar un buen stock de animales que serían amansados:

“Determinóse que la estancia del pueblo de Yapeyú, que empieza a una legua del pueblo, y se dilata hasta cincuenta leguas de largo y treinta de ancho, y estaba llena de vacas, no mansas, sino cerriles y alzadas, o cimarronas, pero propias del pueblo, que las metió en aquellas sus tierras sacándolas de la vaquería del mar y guardándolas con sus indios por los confines para que no se vayan a otras tierras: determinóse, pues, se buscase un paraje capaz de [soportar] 200 mil vacas, para lo cual es menester un espacio de 20 leguas de largo y diez de ancho. Que de la estancia grande se cogiesen hasta 40 mil, del modo que se cogen las cimarronas (…) y se metiesen en esta pequeña estancia, y se amansasen bien en tres o cuatro vacadas o rodeos, como allí dicen”498 .

Este stock inicial podría alcanzar –ya mansas, y cuidadosamente criadas en la “estancia pequeña”– un volumen del orden de las 200.000 reses:

“Que para su guarda se pusiesen los indios pastores o vaqueros, como allí llaman, que fuesen de confianza y mayor cuidado. Y que para llevar esto adelante, y prevenir cualquier destrozo, se pusiese allí un Padre Capellán con su decente capilla, y un Hermano Coadjutor. Que se esperase hasta ocho años, en cuyo tiempo las cuarenta mil vacas, bien guardadas, podrían multiplicar, según dictaba la experiencia, hasta las 200 mil”499 .

Esta descripción contiene los rasgos esenciales de una estancia misionera como forma de organización de la producción ganadera y de lo que a partir de entonces será la morfología del paisaje pastoril misionero: sobre un gran espacio de pradera (“estancia”, a secas) poblado de ganado cimarrón se definen áreas menores (“estancia chica”, “estanzuela” o

495 Livi-Bacci y Maeder, "The Missions of Paraguay: The Demography of an Experiment."

496 Las recogidas de ganado cimarrón de los campos del sur eran frecuentes en situaciones de escasez de ganado en Buenos Aires; el cabildo de esa ciudad autorizaba los titulares de los contratos de abastecimiento de carne, grasa y sebo para la ciudad a recoger ganado en la “banda del Norte”. Las expediciones de caza para obtener el cuero vacuno se hicieron frecuentes después de que en 1715 comenzara a funcionar el régimen de asiento de esclavos en Buenos Aires con compañías francesas e inglesas. Los barcos que llegaban a ese puerto con esclavos tenían autorización para regresar con cueros. Los cabildos de Buenos Aires y Santa Fe otorgaban licencias a sus vecinos para organizar y hacer las expediciones, que incluían un alto número de hombres y caballos. Aníbal Barrios Pintos, De las vaquerías al alambrado (Montevideo: Ediciones del Nuevo Mundo, 1967). Pág. 95-108.

497 José Cardiel, Breve relación de las misiones del Paraguay, ed. H Sáinz Ollero, vol. 48 Crónicas de América (Madrid: Dastin, 2002 [1770]). Pág. 82.

498 Ibid. Pág. 82.

499 Ibid.

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“puesto”), generalmente delimitadas por la confluencia de ríos y arroyos, donde se realiza un proceso de amanse, cría y engorde. En cada una de estas áreas menores se radica una capilla donde se asienta la población trabajadora en las faenas del caso. Se trata de una forma de organización de la producción ganadera que sería ratificada con otros medios técnicos y otros objetivos, por la ganadería de orientación exportadora que se desarrolló en el Litoral en la segunda mitad del siglo XIX. La ubicación de las distintas categorías de ganado en “puestos” en los distintos momentos del ciclo productivo y según las estaciones del año, constituye un esquema organizacional básico de las haciendas ganaderas del litoral rioplatense que perduró, con reformulaciones, hasta nuestros días. Esta forma de organización permite un manejo ganadero adecuado a las dispares dotaciones de factores, al habilitar el control de elevadas cantidades de tierra y de ganado -factores abundantes- por un número relativamente escaso de hombres.

Hacia 1750 la morfología del paisaje pastoril misionero estaba definida por un continuo articulado de “estancias grande”, cada una de ellas con un número variable de “puestos” de cría y engorde del ganado vacuno, equino y ovino, que abarcaba amplios territorios sobre ambos márgenes del río Uruguay, hasta casi el Río Negro. Así, al comenzar la segunda mitad del siglo XVIII el paisaje pastoril misionero presentaba una morfología característica en un territorio urbano-rural integrado. En efecto, en los aledaños del pueblo no hay una demarcación de dónde terminan el área de cultivos y dónde empieza el área ganadera, sino que uno da paso al otro a medida que aumenta la distancia del pueblo en dirección al Sur. Los confines de las estancias sólo estaban señalados por alguna marca cuando había ocurrido algún conflicto con otro pueblo, o con agentes no misioneros, por cuestiones limítrofes.

Dentro de cada gran estancia había puestos, capillas y en algún caso, “puertos”. Los primeros eran, como se dijo, áreas específicas de pradera donde se amansaba y engordaba el ganado; la “capilla” era el puesto donde se colocaba la imagen del Santo que tutelaba la estancia –los jesuitas dieron nombres de santos a todas las estancias- y por lo general era el puesto más grande, donde vivía el mayor número de familias “estancieras”. Algunas capillas de la época jesuita derivaron en un centro poblado de cierta magnitud. Los puertos estaban situados en los pasos de los ríos, y funcionaban como puestos de reposta de hombres y caballos500. A título de ejemplo, cuando se realizó el inventario del pueblo de Yapeyú en 1768, en ocasión de la expulsión de la Orden jesuita, se le preguntó al Padre “dónde se halla el ganado que se halla en dicho inventario, en qué número de estancias está distribuido” y el religioso contestó que “en el puesto de San Pedro, en el de San Pablo, en el de San Francisco de Asís, en el de Santa Ana, en el de San Joaquín, y en otros muchísimos puestos que constan del libro de los procuradores del pueblo y estancias”, y además, agregó que(..) en la otra banda [del río Uruguay] hay distintas capillas de que podrán dar razón los procuradores indios”501. La gran estancia de Yapeyú tuvo dos puertos importantes, además de unos cuantos menores, ambos sobre el río Uruguay: Paysandú y Salto Chico502. Finalmente, el ordenamiento territorial se completaba con caminos que unían algunos puntos estratégicos con el nodo central, que era el pueblo. Tal el caso del “camino al Salto” de la estancia de Yapeyú, que unía al pueblo con el puerto de Salto Chico a través de cerca de 300 kilómetros, enlazando capillas y puestos a su paso503 .

500 La Salvia, "Remanescentes das atividades agro-pastoris dentro do espaço missioneiro"".; Levinton, "La significación urbana del pueblo de Yapeyú (1627-1817)” ".

501 (Torre Revello, 1958: 230-231). Pág- 230-231.

502 Erich L. Poenitz, "Precisiones acerca de los orígenes de las ciudades de Salto y Paysandú," Cuadernos de Estudios Regionales, no. 5 (1983).

503 Ibid.

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Existe una vasta cartografía jesuita donde aparecen señaladas las estancias misioneras en la primera mitad del siglo XVIII. El Mapa 2 grafica la ubicación que tenían estos emplazamientos en la década de 1760.

Poco después de reorganizada la estancia de Yapeyú en estos términos, se creó la de San Miguel, y se dispuso que ambos fueran los únicos pueblos proveedores de ganado manso al conjunto de los pueblos. El mapa da una imagen precisa del tamaño y emplazamiento del paisaje pastoril misionero. Se trataba de una gran porción territorial. Cardiel hizo referencia a una “estancia chica” de 200 leguas cuadradas, que son el equivalente aproximado a 500.000 ha, mientras que atribuyó 800 leguas cuadradas a la estancia de San Miguel, nada menos que 2:000.000 de hectáreas504.

Este territorio de pradera que los misioneros lograron poner bajo su control hacia 1750, aunque todavía alejado de los apetitos de las ciudades españolas del Litoral, no estaba vacío. Algunas etnias semi-nómades que no se habían integrado formalmente a la sociedad colonial pero que vivían en estrecha relación con ella, lo recorrían y aprovechaban sus ganados y sus pastos.

504 Con la equivalencia de 1 legua cuadrada = 3600 cuadras cuadradas= 2656 has., según Alonso Criado, ed., Colección Legislativa de la República Oriental del Uruguay.

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Mapa 6. 1. Mapa del Padre Cardiel que señala las estancias misioneras, 1764

Fuentes y comentarios: Tomado de Furlong (1969), pág. 83. Las estancias en el original con líneas punteadas.

La interacción entre el mundo misionero y el mundo “infiel” fue intensa, y conoció intentos fallidos de catequización por parte de los jesuitas, enfrentamientos violentos y convivencias pacíficas, según la etnia y el período505.

La superioridad numérica del mundo misionero sobre los “infieles”, sumada al apoyo de las autoridades estatales españolas y cierta cultura de Cruzada de inspiración jesuita, inclinó la balanza hacia los misioneros, de tal modo que hacia 1750 las tribus menos amistosas habían sido desplazadas bien hacia el Sur, contra el Atlántico, y hacia el Oeste, contra el río Paraná.

505 Véanse: Diego Bracco, Guenoas (Montevideo: Ministerio de Educación y Cultura, 1999). Bracco, Guenoas.

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Una tercera etapa en la historia del territorio pastoril misionero ocurrió entre 1750-1780. En ocasión de las instancias de ejecución del Tratado de Madrid, que obligaba a trasladar los siete pueblos del margen izquierdo del Uruguay y cedía esas tierras a Portugal, se cumplió un proceso de exploración e identificación de áreas precisas al sur del río Ibicuy -nueva frontera establecida por el Tratado de 1750- donde pudieran continuarse las prácticas ganaderas de los pueblos que serían trasladados. Aunque los traslados no se concretaron, la exploración se hizo, y quedaron identificados algunos nodos geográficos de interés506. Las tropas imperiales que marcharon contra la resistencia guaraní también exploraron el terreno de manera minuciosa, y fundaron un fuerte precario sobre el río Uruguay en su tramo medio, que con el tiempo, ya restaurado el orden, sería integrado el paisaje pastoril misionero507.

El nuevo emplazamiento se llamó Salto Chico y pasó a ser un puerto obligado para todas las mercaderías que bajaban desde los pueblos más septentrionales hasta Buenos Aires, o viceversa. En ese punto el lecho del río tiene un desnivel que impide la navegación, por lo cual es inevitable que las embarcaciones que lo surcan, sea desde el norte o desde el sur, se detengan allí y descarguen los bultos para proseguir el camino como resulte más conveniente. Nació así, además, el “camino al Salto”, una ruta terrestre que unía el pueblo de Yapeyú con Salto Chico. El primer gobernador de Misiones, Francisco Bruno de Zavala, concedió formalmente a Yapeyú el usufructo de las tierras del camino al Salto en toda su extensión, y esto propició la creación de nuevos puestos o “estancias pequeñas” en ese eje: Mocoretá, La Merced, Concepción de Mandisoví y Jesús del Yeruá, todas en 1777508. Así, en este período la frontera occidental del paisaje pastoril misionero se corrió hacia el sur y el noroeste.

La situación por el margen oriental era diferente. El pueblo de Yapeyú, como ya se vio, tenía estancias de ese lado del río desde la segunda mitad del siglo XVII. Al momento de la expulsión, como se vio antes, el Padre que entregó el pueblo de Yapeyú a los administradores civiles declaró que la estancia del pueblo llegaba por el margen izquierdo, en dirección Sur hasta el Río Negro, y en dirección Este hasta las nacientes de los ríos Negro y Jacui. Este límite se vio fortalecido cuando la autoridad virreinal confirmó el derecho de los yapeyuanos al ganado esparcido incluso un poco más al sur entre el río Yí y el Río Negro, en la década de 1770509. Fue entonces que se consolidó el emplazamiento de Paysandú, un puesto-puerto sobre el río Uruguay vinculado al acopio y embarque de cueros misioneros510. Así se expandió la frontera del paisaje pastoril misionero hacia el sureste.

Entre 1780 y la primera década de 1800 el territorio de las estancias misioneras entró en una etapa de retroceso que expresa cabalmente la crisis del paisaje pastoril misionero. Para entonces el paisaje pastoril misionero estaba siendo profundamente modificado por la acción de nuevos agentes y nuevas reglas del juego: junto con los agentes particulares aparecían nuevas formas de producción, nuevos circuitos de comercialización y nuevos negocios, procesos que serán estudiados en el Capítulo 9. Entretanto, los cabildos de las ciudades de Santo Domingo de Soriano y de Montevideo litigaron contra la administración de los pueblos, en el primer caso por el control

506 Maeder, Misiones del Paraguay: Conflicto y disolución de la sociedad guaraní (1768-1850). Pág. 126.

507 Poenitz, "Los guaraníes de las misiones en la formación social y política de Entre Ríos".

508 Ibid.

509 Maeder, Misiones del Paraguay: Conflicto y disolución de la sociedad guaraní (1768-1850).

510 Poenitz, "Precisiones acerca de los orígenes de las ciudades de Salto y Paysandú."

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institucional del antiguo puesto yapeyuano de Paysandú y en el segundo por el control de los ganados cimarrones localizados entre los ríos Yí y Negro511 . Un poderoso hacendado litigó con Yapeyú durante más de una década por el control de una favorecida porción de pradera en la margen izquierda del río Uruguay 512, mientras que se establecían sin permiso numerosos particulares en diversas áreas aledañas513, y otros tantos pactaban con las autoridades de Yapeyú el usufructo de parcelas de tierras del otro lado del río514 . La propia autoridad virreinal decidió, en 1801, fundar la villa de Belén en el corazón de la estancia de Yapeyú, en el marco de una política de poblamiento de la zona fronteriza con Portugal515. Aunque las autoridades del pueblo reclamaron por lo que consideraron una intrusión, la villa permaneció516. Finalmente, también en 1801, siete pueblos misioneros localizados en la ribera oriental del río Uruguay cayeron bajo el poder militar portugués, entre ellos el polo ganadero de San Miguel. Las estancias de los siete pueblos del Alto Uruguay, comprendidas en territorio de control hispánico pero fuera del alcance de las autoridades virreinales, aunque no fueron formalmente disputadas por los portugueses a la administración misionera, quedaron de hecho fuera del control del distrito misionero español.

6. 2. 2. EL SISTEMA GANADERO: DE CIMARRONES A MANSOS

Las estancias misioneras se basaban en la recogida de ganado cimarrón para someterlos a un proceso de amansamiento y recría.

La presencia de bovinos silvestres en las áreas de pradera era común en el Litoral rioplatense y constituye uno de los rasgos más originales de los sistemas ganaderos de ese lugar. El fenómeno de los cimarrones tiene su origen en la forma de propagación del ganado europeo por los pastizales del Río de la Plata. Los animales llegaron a las praderas rioplatenses con la fundación de ciudades: junto con la dotación humana se arreaban animales con el objetivo de facilitar la alimentación entretanto se organizaba la agricultura de cultivos, como instrumental indispensable para el trabajo agrícola y de todo tipo, y en el caso de los caballos, como arma para enfrentar a los indios. Así, las fundaciones donde los primeros contingentes arribaron por vía fluvial facilitaron en primer lugar el ingreso de ganado menor, especialmente de cerdos, y también de caballos, cuyo transporte por vía fluvial era más complejo pero indispensable como arma defensiva. En cambio las vacas y las ovejas soportaban mejor el transporte por tierra, y sólo pudieron llegar a los nuevos emplazamientos cuando ya hacía cierto tiempo que el mismo había sido fundado. La historiografía rioplatense ha detallado el origen de los primeros rodeos de bovinos que llegaron al Paraguay desde el actual Brasil en el 1500, y cuya descendencia contribuyó durante el siglo XVI a dotar las ciudades “hijas” de Asunción517. Lo exiguo de las dotaciones

511 A. Barrios Pintos, Paysandú en escorzo histórico (Montevideo: División Reprografía del Palacio Legislativo, 1979).

512 Barrios Pintos, De las vaquerías al alambrado.Pág. 71-74.

513 Sala de Touron, Rodríguez, and de la Torre, Evolución económica de la Banda Oriental. Pág. 71.74.

514 Torre Revello, Yapeyú.

515 S. Pereda, El Belén uruguayo histórico (Montevideo: El Siglo Ilustrado, 1923). José Mariluz Urquijo, El virreinato del Río de la Plata en la época del marqués de Avilés (Buenos Aires: Plus Ultra, 1987). Pág. 334-363.

516 Torre Revello, Yapeyú.

517 Horacio Giberti, Historia económica de la ganadería argentina (Buenos Aires: Hyspamerica, 1985).

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de españoles y mestizos que formaron el contingente de primeros pobladores de aquellas ciudades dio lugar a que los animales escaparan al control humano, y produjeran descendencia que no conocía el contacto con el hombre. Estos animales, cuya memoria genética posiblemente ya había borrado la domesticación, en el caso de los vacunos fueron denominados generalmente “cimarrones” y en el de los caballos, “baguales”518. La presencia de cimarrones dio lugar a una cierta técnica del manejo ganadero, basada en recoger y amansar estos animales para formar rodeos de cría, que se utilizó en todo el Litoral mientras hubo ganados silvestres.

Las dotaciones animales iniciales eran exiguas y la multiplicación de los rodeos, así como su difusión por un amplio radio territorial, fueron dos fenómenos que tomaron muchas décadas. La colosal abundancia de ganados que muchos cronistas del período tardo-colonial difundieron como una característica constante de la región rioplatense no fue tal. Fue necesario que la colonización alcanzase cierto grado de estabilidad para que los habitantes desarrollaran las técnicas adecuadas de manejo ganadero. Originalmente, como se dijo recién, los rebaños iniciales eran reducidos, y cualquier pequeño desequilibrio en la relación tasa de procreo / tasa de extracción conducía al inexorable agotamiento del stock. El desequilibrio podía sobrevenir por una fluctuación brusca en la demanda de alimentos, una situación muy común dada las condiciones de la colonización española en el Litoral, o por cualquier determinante natural –frecuentemente la escasez de pasturas en invierno -que afectara el funcionamiento reproductivo de los rodeos. Así, es frecuente hallar en las actas capitulares de las ciudades de Buenos, Santa Fe y Corrientes durante el siglo XVII abundantes discusiones sobre cómo enfrentar la escasez de ganado que imperaba en la economía local.

La formación de las estancias de Yapeyú se hizo con ganados cimarrones de toda el área de pradera circundante. En la cuenca del río Cebollatí, muy cerca del océano Atlántico, se había formado un inmenso rebaño de ganado silvestre que los jesuitas descubrieron en una expedición de patrulla en 1670 y llamaron la “Vaquería del Mar”519. Se han dado dos versiones contradictorias sobre el origen de este rebaño silvestre, al parecer de proporciones fabulosas. La “tesis jesuita” reivindica el origen misionero de estos rebaños, que serían la descendencia silvestre de los ganados mansos que quedaron dispersos cuando debió abandonarse la fallida colonización de la “provincia del Tape”, en 1635520. La tesis “española” sostiene que el origen de esos cimarrones son los hatos abandonados por el gobernador del Paraguay hacia el 1600 en la desembocadura platense de los grandes ríos, cuando regresaba a Asunción de un viaje al Plata. La versión actual de esta tesis conjetura una recorrida de los ganados mansos de unos 400 kilómetros desde el punto

518 Juan Carlos Garavaglia, "Ecosistemas y tecnología agraria: Elementos para una historia

social de los ecosistemas agrarios rioplatenses," Desarrollo Económico XXVIII (1989). El origen de la palabra cimarrón podría ser el vocablo griego cymarron, sinónimo del vocablo latino emissario, aplicado al macho cabrío cargado de pecados y arrojado al desierto por los sacerdotes de Israel en el capítulo 16 del Levítico. Véase: José M. Pérez Castellano, Observaciones sobre agricultura, vol. II, Colección de Clásicos Uruguayos (Montevideo: Ministerio de Cultura, 1968 [1813]). Pág. 87.

519 Carbonell, Estrategias de desarrollo rural en los pueblos guaraníes (1609-1767). Pág. 122.

520 Fuentes jesuitas (cartas anuas y crónicas) sostienen esta versión. Historiadores argentinos, brasileños y uruguayos la consideran de recibo. Véanse: Barrios Pintos, De las vaquerías al alambrado. Carbonell, Estrategias de desarrollo rural en los pueblos guaraníes (1609-1767), Moacyr Flores, "As vacarias e as estancias missioneiras" (estudio presentado en el II Simposio nacional de estudos missioneros, Santa Rosa-Rio Grande do Sul, 1977).

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donde habrían sido abandonados hasta la cuenca del río Cebollatí521. La controversia sobre la Vaquería del Mar no es la única de su tipo: en el último cuarto del siglo XVIII todos los reservorios de cimarrones que quedaban en el Litoral fueron objeto de disputas feroces entre agentes rivales, y cada agente invocó remotos sucesos que presuntamente le daba derechos de propiedad sobre los mismos. En el caso de la Vaquería del Mar, la primera tesis legitimaba las acciones de cualquier pueblo misionero sobre lo que quedaba de ella y sobre su presunta descendencia, mientras que la segunda legitimaba la acción de los hacendados de Montevideo y Buenos Aires, además de favorecer a la Real Hacienda. La cuestión de a quién pertenecían los rebaños mansos que alguna vez dieron origen a los reservorios de ganado cerril que vagaban por las praderas al este del río Uruguay en la primera mitad del siglo XVIII carece de importancia para los objetivos de este trabajo. En cambio, es necesario tener en cuenta que la explicación de fondo de la existencia de esos grandes contingentes de ganado cerril radicaba en la coincidencia de dos circunstancias únicas. Una de ellas es la feracidad de una pradera que entonces mantenía su potencial nutritivo intacto, y que se extendía por miles de kilómetros en todas direcciones. La otra es la morosidad e inestabilidad del proceso de poblamiento blanco de los territorios del Brasil meridional y de la costa norte del Río de la Plata hasta 1750, que expuso a los planteles silvestres a un ritmo de extracción muy bajo. Las dos eran circunstancias cambiantes: la productividad potencial de la pradera se deterioraría en el muy largo plazo; la tasa de extracción, en cambio, se “normalizaría” muy pronto en la segunda mitad del siglo XVIII.

El primer proceso que se cumple en el sistema ganadero misionero es, así, la recogida de vacunos silvestres, actividad que en algunas fuentes se denomina “vaquerías”. La historiografía sobre la ganadería rioplatense ha tendido a confundir la vaquería de carne con la vaquería de cuero, y a presentarlas como la primera y más atrasada etapa en la historia de la tecnología ganadera. Los estudios económicos de la ganadería del Río de la Plata han sido muy duros con una forma de explotación del ganado que siempre consideraron depredadora de los recursos naturales y de consecuencias socioeconómicas funestas522. Aunque traduce una intuición clásica sobre la correlación entre división del trabajo, acumulación de capital y crecimiento económico, este punto de vista contiene algunas simplificaciones. En primer lugar, esta noción subsume en un mismo vocablo actividades de naturaleza diferentes.

La palabra vaquería es un neologismo del castellano rioplatense del siglo XVII, cuyo campo semántico fue ampliándose con el correr del siglo XVIII, y cuya complejidad de significados corre pareja con la diversidad que fueron adoptando las formas de explotación ganadera en el Litoral. Originalmente se usaba indistintamente para designar el espacio físico donde se asentaban grandes rebaños de ganado vacuno cimarrón, y también para referirse a la acción de “vaquear”, o sea la acción de ir hasta ese reservorio de animales y extraer ejemplares para darle alguna forma de aprovechamiento. Como estas expediciones fueron cambiando con el tiempo en función del destino final del ganado (categorías de reposición, grasa y cuero, o sólo cuero) la imagen que se asocia a la denominación genérica de vaquería es también confusa, a menos que se precise el tiempo, el lugar y los agentes que protagonizaban la misma.

521 Esta opinión fue vertida muy al pasar a fines del siglo XVIII por Millau en: Millau, Descripción de la provincia del Río de la Plata. Pág. 126. Fue retomada, debe decirse que sin ningún aporte empírico adicional y a modo de conjetura en Campal, Hombres, tierra y ganado.

522 Por ejemplo en: Agustín Ruano Fournier, Estudio económico de la producción de carnes del Río de la Plata (Montevideo: Peña y Compañía Impresores, 1936). guillermo bernhard, comercio de carnes en el Uruguay (Montevideo: Aguilar e Irazábal, 1958). Giberti, Historia económica de la ganadería argentina.

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Conviene, por lo tanto, no confundir las recogidas de ganado cimarrón emprendidas con mano de obra de los pueblos, para su posterior amanse y recría en estancias comunales con destino al consumo de carne, con las operaciones de recogida y matanza para “hacer corambre” que comenzaron en la década de 1770, que serán estudiadas con mayor detalle en el Capítulo 9. Cuando el objetivo de la recogida de ganado es la reposición de los planteles domésticos, debe asociarse a una acción de inversión, mientras que las “faenas de corambre” tenían, en contraste, un marcado componente de liquidación de stock y su generalizada puesta en práctica por agentes particulares y estatales después de 1780 causaron el agotamiento de las reservas de ganado silvestre, por la vía del sacrificio de terneros y vientres.

La muy conocida descripción del Padre Cardiel presenta una versión muy precisa de la técnica desarrollada para recoger ganado cimarrón:

“(…) Van 40 o 50 indios con 5 caballos cada uno. Ponen en alto una pequeña manada de bueyes y vacas mansas, para ser vistas de las cerriles, y a competente distancia las rodean o acorralan treinta o cuarenta hombres para su guarda. Los demás van a traer allí las más cercanas, que vienen corriendo como cerriles; y viendo las de su especie, dándoles ancha puerta los del corral, se entreveran con ellas. Vuelven por otras: y del mismo modo las van entreverando, hasta que no hay más en aquella cercanía. Júntanse todos los jinetes y yendo uno o dos delante por guías, cerrando los demás todo lo que cogieron, van conduciéndolo adonde hay más, teniendo cuidado de no acercarse mucho: que si se acercan, y las estrechan, suelen [los ganados cimarrones] romper por la rueda y esparramarse. En el segundo paraje, hacen lo propio. Llegada la noche, rodean su ganado y hacen fuego por todas partes y de este modo en medio de la campaña está quieto. Si no hacen fuego, [los cimarrones] rompen y se van por medio de los jinetes. De este modo, 50 indios, en dos meses o tres, suelen coger y traer a su pueblo de distancia de cien leguas, cinco mil o seis mil vacas. De los caballos mueren algunos, ya a cornadas de los toros, que arremeten a cornadas a caballo y jinete: ya del mucho cansancio, y mal trato que les da el indio. Los demás quedan tales que no pueden servir en todo el año: y se ponen en lozanos pastos e convalecer y engordar. Todo eso cuesta esta faena” 523.

Hay tres elementos que merecen ser destacados en esta descripción: la alta relación ganados/hombres, la calidad del procedimiento de recogida y arreo, y la importancia de los caballos en la operación. Lo primero es un rasgo esencial del sistema ganadero de las praderas del Litoral; la alta productividad del trabajo en la ganadería rioplatense aparece por lo tanto como un rasgo distintivo desde sus orígenes, y hace de este sistema ganadero una respuesta muy adecuada a la dotación de factores imperante. Lo segundo resulta de un proceso de aprendizaje en relación con el manejo de los recursos. En efecto, los procedimientos de recogida y arreo desarrollados se adecuaban a condiciones físicas y económicas novedosas, casi únicas, en materia de explotación ganadera. Lo tercero subraya la importancia del ganado equino en este sistema. Si en los sistemas ganaderos europeos los vacunos y los equinos conformaban líneas de producción completamente autónomas, aquí se verán unidos de manera muy íntima, por cuanto el caballo pasa a ser el principal insumo en la ganadería de la pradera. Este carácter “intensivo en caballos” de la ganadería vacuna de pastoreo natural perdurará bajo otras formas de organización de la producción hasta bien entrado el siglo XX.

Esta vaquería misionera no fue una actividad contrapuesta a la existencia de estancias, sino que de hecho, propició el nacimiento de las mismas durante el período jesuita.

523 Cardiel, Breve relación de las misiones del Paraguay. Pág. 79.

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Cardiel explica claramente el proceso de amanse de los cimarrones mediante la técnica del rodeo:

“(…) El modo de hacer las vacas de cimarronas mansas, es éste: después de cogidas del modo dicho, se ponen en la estancia del pueblo cerrada por todas partes con arroyos, pantanos o zanjas hechas a mano, aunque ninguna está tan cerrada por la incuria de los indios, que no tenga muchas partes por donde salirse. Allí las dividen en tropas de a cinco mil o seis mil; y colocan cada tropa en sitio determinado algo cerrado, para que no se junten con otra tropa. Y a esto llaman RODEO. Juntan este rodeo a los principios cada día para que no se esparzan, que forcejean a ello, para volverse por donde vinieron y para que se hagan a aquel paraje: y porque este tan frecuente rodeo no les da tiempo para pacer a gusto; después de algunas semanas juntan el rodeo sólo dos veces a la semana y las tienen en él en alguna loma algo alta dos o tres horas, rodeándolas por todas partes, y en partes las meten y hacen el rodeo en un grande corral de palos524”.

Se conocen pocas descripciones del trabajo en las estancias misioneras. El Padre Antonio Sepp, quien pasó en Yapeyú un largo período entre los últimos años del siglo XVII y los primeros del siguiente, redactó unas “Advertencias” sobre el gobierno económico de los pueblos, “a petición de algunos Padres nuevos para servirlos”. Bajo el subtítulo “Estancias” puede identificarse algunos procesos:

“Para multiplicar todo género de animales se han de hacer dos cosas: La primera: todos los días a mediodía se ha de poner en el corral grande las yeguas con sus hechores. Las burras con sus burros. Las mulas con sus maridos. Porque algunas yeguas, burras y mulas cachorras en la pampa no se quieren dejar subir, pero en el corral sí. La segunda cosa: las crías nacidas se han de poner en un corral aparte, para quitar a las crías el gusano que causan en tiempo de calor las moscas, asentándose en el ombligo o purape [en guaraní, en el original]. El cual, como suele ser húmedo y hediondo, las moscas se pegan ahí, haciéndoles los gusanos, que después mueren las crías. El remedio para que no se críen dichos gusanos es poniéndoles una yerba amarga más cuidada sobre el ombligo; no habiendo tal yerba se les pone el estiércol de vaca, o el estiércol de la misma madre, o cría…En fin, a todas estas crías de animales,

cuidándoles el gusano, es el único remedio de multiplicarlas”525.

El texto muestra que las actividades de cría de mulas- la cual por cierto era mucho más compleja que como se presenta en este documento- y los cuidados sanitarios son actividades centrales. Es destacable la importancia de la cría de ovinos en estas estancias, y las numerosas tareas que requería esa actividad:

“A las ovejas si son mil se les echan 300 carneros dos semanas y otras dos semanas otros 300. A 15 de mayo, día de San Isidro, con esto nacen después del cordón de San Francisco, que es a 4 de Octubre. Cuando después los corderitos tiene cuernitos parejos a las ovejas, se han de apartar de las madres, porque las suelen subir, y nacen fuera de tiempo…Mientras que hay rocío en la pampa no se han de pacentar (sic), hasta que el sol quite el rocío, porque aquellas telillas de las arañas, que suele haber (sic) con el rocío, dañan mucho las ovejas. En el tiempo de frío han de tener un gualcon [¿galpón?] largo cubierto el techo con pajas y hacia el viento sur el gualcon ha de estar tapado con paja también”526.

En pariciones deben practicarse ciertos apartes:

“(…) También las que nacieron hoy, mañana no las han de mezclar, o juntar con las q. todavía no parieron para evitar la confusión. Por tanto las que no parieron se apacentan (sic) hacia el

524 Ibid. Pág. 84-85.

525 Sepp, "Algunas advertencias tocantes al govierno temporal de los pueblos en sus fábricas, sementeras, estancias y otras faenas."Pág. 29-43.

526 Ibid. Pág. 29-43.

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Oriente, las que parieron las han de llevar al Occidente; y por eso también de noche han de

dormir aparte con sus madres las crías recién nacidas527”.

La actividad más compleja y sujeta a rigurosos controles, era la esquila:

“[Los ovinos] Se trasquilan por Noviembre, antes los carneros, y después las ovejas. Las de un año no se trasquilan…Dos indios de confianza han de ir con los trasquiladores. El uno, el Mayordomo, mientras dura la trasquila ha de estar con los trasquiladores, contando y apuntando los vellones que pone en cada saco. El otro indio escribano ha de ir con las carretas, que traen la lana a la casa del Padre, trayendo juntamente el papel o cuenta de los vellones, para que el Padre la vea y el otro Mayordomo, que está en casa, y ha de sacar de los sacos cada vellón contándolo y apuntándolo también, para que el Padre vea, si está el recibo allá en la trasquila igual con la entrega del Padre en la casa: y esto se pesa después, y se

apuntan las arrobas que cada saco tiene de lana, y con esto también se evitan los hurtos528”

La unidad productiva mínima del espacio pastoril misionero es el puesto. El estudio de la composición del rodeo de Yapeyú en la segunda mitad del siglo XVIII realizado por Garavaglia mostró cierta especialización de los diferentes puestos, unos en la cría de mulas, otros en la de vacunos, y otros en la de ovinos529.

Los estudios arqueológicos de algunos puestos pertenecientes a la estancia de San Miguel, al sur del río Ibicuy, proporcionan información sumamente útil sobre las actividades cumplidas allí. Así, para un período anterior a las Guerras Guaraníticas, cuando estos puestos fueron desalojados por las fuerzas armadas de los dos imperios, los puestos en cuestión tenían un núcleo central con una plaza, una capilla, una era, un pozo de agua, y viviendas. Algo alejada estaba una cantera, de donde evidentemente se extraían los materiales para hacer todas estas instalaciones, y uno de ellos conserva casi intacto un silo cónico, semi-subterráneo, totalmente revestido de piedra por fuera y por dentro con una argamasa protectora. Los estudios estratigráficos identificaron cinco capas sucesivas de materiales depositados en el recinto de ese silo; en las dos últimas hay vestigios de la vida material de los habitantes originales del puesto: restos de losa vidriada, cerámica guaraní, semillas de trigo, cebada, centeno, zapallo y algunas frutas, entre las cuales el durazno. Alguno de estos puestos tiene también un emplazamiento para la faena del ganado (una suerte de carnicería) y un horno de barro para la cocción de tejas y ladrillos. Pero la construcción más importante de estos puestos son sus corrales, grandes formas rectangulares o circulares delimitadas por muros de piedra, de hasta 3 metros de alto, ubicados a distancias variables del núcleo central. Los corrales más grandes, de hasta 150 metros de diámetro, posiblemente destinados al amanse de cimarrones, están más alejados del núcleo, y los más pequeños, posiblemente destinados al encierro de los animales de trabajo y de aquellos ya amansados que se piensa enviar al pueblo de destino, se ubican próximos a él530.

Esta evidencia sugiere que dentro de estos puestos se realizaban numerosas tareas: obviamente las principales, y las que dan sentido al puesto, son las relativas al amanse, recogida y cuidado de los bovinos; pero también se desarrollaban de forma regular tareas

527 Ibid. Ibíd.

528 Ibid.

529 J. C. Garavaglia, "Las actividades agropecuarias en el marco de la vida económica del pueblo de indios de Nuestra Señora de los Santos Reyes Magos de Yapeyú: 1768-1806," en Haciendas, latifundios y plantaciones en América latina, ed. Enrique Florescano (México: Siglo XXI, 1975).

530 La Salvia, "Remanescentes das atividades agro-pastoris dentro do espaço missioneiro".

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agrícolas como para necesitarse un silo, así como la explotación de una cantera, la fabricación de ladrillos y de tejas.

Se tienen algunas referencias a las categorías ocupacionales de la ganadería misionera.

El “Vocabulario de la Lengua Guaraní” del Padre Ruiz de Montoya, originalmente editado en 1640, presenta una treintena de vocablos referidas a oficios o categorías ocupacionales, vocablos que en verdad constituyen re-semantizaciones o neologismos en el idioma indígena, que muestran el proceso de interacción cultural que estaba en curso en aquel escenario. En época tan temprana ya figuran vocablos nuevos para designar al “ganadero, pastor” (“mba’emymba rerekuára”) y al “ganadero, señor de ganados” (“myambavi jará”)531. La poca información conocida sugiere la existencia de cuadrillas de peones al mando de alguna figura de mayor jerarquía. Bajo el subtítulo “Cómo se han de distribuir los indios en todas sus faenas” el Padre Sepp recomendaba:

“Para gobernar en lo temporal a los indios, la experiencia de tantos años y Pueblos me enseñó, de que el único medio y modo es dividirlos siempre en cuadrilla. En cada cuadrilla no se han de poner más, antes menos, q. diez, conforme sus faenas, poniendo en cada cuadrilla un sobrestante, o secretario, q. tenga sus nombres en un Vacapy [cuero de vaca, según el editor] escritos con el hilo de cada uno (…)532”.

La “Memoria” de los corregidores del pueblo de Yapeyú ya citada hace referencia a “peones”, “capataces” y “sargentos” en las tareas de las estancias533.

La eficiencia del trabajo de los estancieros era motivo de preocupación por la importancia de la carne en el equilibrio energético del sistema. A propósito de esta preocupación, el jesuita Cardiel nos hace conocer la supervisión ejercida:

“(…) Lo que hace el Cura es esto. Visita la estancia una vez al año, si está muy lejos (algunas distan 30 o 40 leguas del pueblo): y si está cerca, dos veces. Cuenta todo el ganado: porque en esto, no se puede fiar de los indios, que hay muchos fraudes en ello. Considera el multiplico de terneras, cotejado con el del año antecedente, y con el gasto del pueblo. Si ve que puede dar una buena ración cada día, sin que este gasto, junto con los avíos de los viajes, consumo de los estancieros, o pastores, etc. sea mayor que el multiplico anual, la da. (…) Las vacas no es finca que se venda, porque no hay para vender, excepto aquellos dos pueblos Yapeyú y San Miguel (…)534”.

Es posible que esta desconfianza de parte de los jesuitas, así como la experiencia que la Orden ya tenía acumulada en sus propias haciendas ganaderas, les hiciera confiar en capataces “españoles”, es decir blancos o mestizos criollos, como puede constatarse en el diario que dejó el Padre Nussdorfer sobre la sublevación de guaraníes contra el cumplimiento del Tratado de Madrid:

531 Graciela Chamorro, "Una etnografía histórica de los guaraníes reducidos en las primeras décadas del misión jesuítica en Paraguay," en Historia inacabada, futuro incierto. VII Jornadas Internacionales Sobre Las Misiones Jesuíticas, ed. B. Meliá (Asunción: Universidad Católica - CEPAG - ISHEF, 2002).

532 Sepp, "Algunas advertencias tocantes al govierno temporal de los pueblos en sus fábricas, sementeras, estancias y otras faenas."

533 Cabildo y caciques del Pueblo de Yapeyú [1832] Corregidores, "Memoria para las generaciones venideras, de los indios misioneros del pueblo de Yapeyú," en De las vaquerías al alambrado, ed. A. Barrios Pintos (Montevideo: Ediciones del Nuevo Mundo, 1967). Pág. 37-44.

534 Cardiel, Breve relación de las misiones del Paraguay.

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“(…) comenzaron [los sublevados] a echar a los Españoles, que algunos PP.es tenían

conchabados en las Estancias de Capataces asalariados535”.

Los indios estancieros vivían con sus familias en los puestos. La presencia de las mujeres y los niños ampliaba la cantidad de trabajo disponible. Es conocida la importancia del hilado femenino en la economía de toda la región misionera, y es posible que esta actividad fuera también importante en las estancias, dado el consumo diferencial de tejido de lana al que se veían obligados los que se asentaban en el espacio pastoril misionero, por las diferencias de temperatura respecto de los otros paisajes misioneros. En efecto, no sólo que en los pueblos y estancias al norte del Ibicuy las medias de temperatura son más altas, sino que toda la región por encima de aquel río tiene un clima sub-tropical casi sin estaciones durante todo el año, mientras que más al sur las diferencias entre el invierno y el verano son marcadas. Decía Cardiel en 1766:

“La tela de lana que aquí se hace es a manera de manta de caballo (sic), pero más estimada de ellos [los indios] que el Tisú para contra los fríos del invierno que sienten mucho…en casi todos los Pueblos alcanzan a tener todos vestidos vestido entero de Lana…Del de Lana no alcanzan comúnmente más que a tal o cual pieza ya Poncho ya Jubón. Sólo en dos Pueblos que

abundan de ovejas alcanzan las tres piezas” 536.

También es conocida la importancia del trabajo de “muchachos y muchachas” en la región misionera. Sepp aconsejaba que en tiempos de parición se pusieran “cuatro muchachos pequeños de cuidar en cada corral de los corderitos”, y que se les utilizara como pastores tanto de ovejas como de sus crías pequeñas. Asimismo, recomendaba que durante la esquila otros tantos niños se ocuparan de recoger los recortes de lana y ponerlos en sacos aparte del vellón537.

La permanencia de familias de guaraníes reducidos fuera de la aldea era un motivo de preocupación para los jesuitas, quienes temían una suerte de reversión a la vida “salvaje” si se dejaba estos grupos durante mucho tiempo afuera de la vigilancia y rutinas férreas de la vida misional. Como se dijo antes, a los jesuitas se les presentó este problema ya con el laboreo de la yerba mate, que en cierta forma lograron resolver con un cambio técnico de magnitud, como fue la formación de los “yerbales hortenses”.

Pero el pastoreo a campo natural requiere grandes dimensiones de pradera, y mucho más en el caso de una ganadería que combina el proceso de cría con grandes arreos de reposición de stock, de modo que no era posible reproducir del todo aquella estrategia. Además de recrudecer la disciplina religiosa de los distanciados, colocando capilla consagrada en los puestos de mayor población, es posible que los jesuitas trataran de mantener en los puestos el número de familias indispensable y evacuar todo excedente de población rural hacia el pueblo, estrategia que vendría a reforzar un patrón de

535Bernardo Nussdorfer, "Relación de todo lo sucedido en estas doctrinas en orden a las mudanzas de los 7 pueblos del Uruguai desde S. Borja hasta S. Miguel inclusive, que por el tratado real, y línea divisoria de los límites entre las coronas, o se havian de entregar a los portugueses, o se avian de mudar a otros parajes. Setembro De 750 a Fins De 1755," en Manuscritos da Coleçao de Angelis, ed. Jaime Cortesâo (Rio de Janeiro: Biblioteca Nacional, 1969 [1755]). Pág. 230.

536 José Cardiel, "Quadernillo que esta escrito por el P.J. Joseph Cardiel sobre si en el estado presente pueden dar limosnas los treinta pueblos de indios del Paraná y Uruguay P.A las misiones de infieles fecho en 2 De Maio De 1766," en Manuscritos da Coleçao de Angelis: Do Tratado de Madri á conquista dos Sete Povos ed. Jaime Cortesao (Rio de Janeiro: Biblioteca Nacional, 1969 [1766]).

537 Sepp, "Algunas advertencias tocantes al govierno temporal de los pueblos en sus fábricas, sementeras, estancias y otras faenas."

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distribución de la población rural extraordinariamente poco denso en todo el interior del espacio pastoril – misionero. Hay indicios de que este patrón se vio levemente modificado durante la etapa de expansión del territorio pastoril misionero posterior a la expulsión de los jesuitas. Aumentó entonces el número de puestos, y posiblemente el de la población rural adentro del paisaje pastoril misionero. El inventario de los bienes del pueblo de Yapeyú en 1780 registró 23 puestos en la el flanco oriental de su estancia, además del puesto y poblado de Paysandú; mientras que del lado occidental se contaron 18 puestos y se habían formado los poblados de Salto Chico y Mandisoví538.

Por su parte Gonzalo de Doblas, administrador de un distrito que queda fuera del espacio pastoril misionero pero que pertenece al mundo misionero, se quejó en 1785:

“Como las estancias son el nervio principal que asegura la subsistencia de los pueblos, se ha puesto en ellas, y se pone el principal cuidado; y en efecto se ha conseguido el que las más estén en un ventajoso estado…y aunque se admire el buen gobierno que ahora tienen…¿quién negará que es perjudicialísimo el crecido número de indios que hay en cada estancia? que con sus mujeres, muchachos y muchachas, regularmente pasan de 70 personas…cuando entre

españoles con una docena de peones estaría bien servida una estancia semejante (…)539”

Ya en 1801, el informe del gobernador del distrito de Yapeyú Francisco Rodrigo sobre las estancias del pueblo reveló indicios de un creciente proceso de densificación de la población rural y diversificación del uso del suelo en cuanto a sus productos y a las formas de acceso:

“(…) los naturales que residen en ellas, para custodiar las hacienda, suelen cultivar las partes más pingues y oportunas, en beneficio común y particular, sin faltar, por eso, a los deberes que exige su principal encargo. Además de esto, tienen particularmente muchos naturales sus estanzuelas de ganado propios, y todas las familias, en general, tiene sus chacras, en las que suelen cosechar, para su manutención, y regalo, cuando los tiempos son favorables,

abundante copia de maíz, mandioca, zapallos, y otros tanto frutos que produce el país”540.

El informe muestra que a pesar del carácter comunal del trabajo en las estancias, en la etapa final del período tendía a generalizarse que las familias estancieras tuvieran sus sementeras propias o su pequeño rodeo de ganado, en un marcado proceso de “campesinización” que parece ligado al contexto de progresivo descontrol de los antiguos rigores disciplinarios, una creciente ruralización de la población misionera y una mayor intensificación del trabajo comunal en las aldeas.

6. 2. 3. EL MERCADO: LA CARNE EN LA ECONOMÍA MISIONERA

El paisaje pastoril misionero se desarrolló a partir de una estrategia deliberada para asegurar al abasto de carne a los pueblos misioneros. En ese sentido, fue el componente ganadero de una economía agraria que tenía también un segmento agrícola y otro forestal.

La demografía de las misiones jesuíticas del Paraguay se muestra como un caso extraordinario en el panorama demográfico de América hispana en el siglo XVII y hasta la mitad del siglo XVIII. A diferencia de lo que pasaba con otras poblaciones indígenas que vieron disminuido su potencial reproductivo bajo las condiciones de vida que les impuso

538 Maeder, Historia económica de corrientes en el período virreinal 1776-1810. Pág. 130.

539 Gonzalo de Doblas, "Memoria histórica, geográfica, política y económica sobre la provincia de Misiones," ed. Walter Rela (Montevideo: Ediciones de la Plaza, 1988 [1836] ).

540 AGN-BUENOS AIRES, Sala 9-17-3-4.

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el sistema colonial, el énfasis jesuita en el matrimonio temprano y universal dio lugar a una tasa de natalidad en el límite máximo desde el punto de vista de las posibilidades físicas, colocando a esta población en un extremo de éxito reproductivo de las sociedades pre-industriales en general, entre 1690-1760. Esto generó un excedente de nacimientos con relación a las muertes lo suficientemente grande como para compensar las pérdidas de los años de crisis de mortalidad, de modo que los ataques periódicos de los gérmenes “nuevos” no tuvieron allí el efecto menguante de largo plazo que tenían en las otras poblaciones541. El Gráfico 6.1 da un orden de magnitud de la población misionera en las diferentes etapas de su desarrollo institucional: la fundacional, desde la mitad del siglo XVII hasta 1680; la etapa de madurez, desde entonces hasta 1768, y la de administración civil.

Es notorio que la etapa fundacional está marcada por un crecimiento acelerado: la población misionada aumentó de 20.000 en 1640 a 100.000 en 1705; la etapa de madurez se caracteriza por niveles de población muy altos, que alcanzó las 140.000 personas en 1730, y por crisis demográficas profundas, como la que se observa en la década de 1730. A pesar de la aparición de estas crisis, la población misionera durante la etapa de madurez se mantuvo por encima de los 80.000. Se trataba del mayor conglomerado demográfico de todo el Litoral rioplatense.

El aumento veloz de población durante la etapa inicial y los altos niveles durante la etapa de madurez del proyecto misionero fueron dos fenómenos que presionaron sobre los sistemas de obtención de alimentos.

La economía misionera era típicamente un sistema agrario basado en un modo de uso de los recursos de tipo secundario, caracterizado por la utilización conjunta de animales y plantas, tanto domesticados como silvestres, en un hábitat que contenía dos conjuntos de ecosistemas: al norte y este del conglomerado, formaciones selváticas en climas subtropicales; al sur y oeste, los campos del norte. La extracción, circulación y reciclaje de los flujos energéticos se organizó a escala de aldeas o pueblos de entre 2000 y 7000 personas; estas comunidades organizaron una forma de uso del suelo que integraba áreas de uso agrícola, áreas de uso forestal, y áreas de uso pastoril en un sistema de naturaleza agro-silvo-pastoril cuyo equilibrio se basaba en una adecuada explotación de cada una de estas áreas.

541 Livi-Bacci y Maeder, "The Missions of Paraguay: The Demography of an Experiment."

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Gráfico 6.1. Número total de habitantes de los pueblos misioneros de la Provincia Jesuita del Paraguay, 1640-1802.

Fuente: Maeder (1990-a) ; cuadros de las pág. 47-48.

Tanto las fuentes jesuitas de los siglos XVII y XVIII como los estudios etnográficos producidos en el siglo XX coinciden en señalar que los grupos guaraníes antes del contacto practicaban una agricultura de barbecho forestal: elegido el terreno boscoso apropiado, derribaban primero los árboles pequeños y luego los más grandes; cuando el desmonte estaba suficientemente seco ponían fuego al conjunto y finalmente sembraban allí maíz, mandioca, otros tubérculos y algunas legumbres. El desmonte se hacía utilizando hachas (“cuñas”, según las fuentes) de piedra y la siembra se hacía con un palo cavador; el sembrado recibía algún tratamiento posterior para quitar malezas y remover la tierra, practicado con instrumentos de piedra o madera dura parecidos a un machete. Según la localización del terreno, cada 3 o cada 5 años era necesario abandonarlo y desplazarse en busca de otra localización542.

El contacto con la cultura europea no eliminó nunca del todo la práctica de la roza. Los españoles de Asunción no trataron de inducir la adopción de las técnicas europeas -aunque sí de plantas y animales de su continente- porque la roza resultaba la práctica más adecuada dadas las características de suelo y clima de la selva subtropical543. Cuando los jesuitas comenzaron la fundación de pueblos en las cuencas del Paraná y Uruguay tampoco combatieron la técnica de la roza, aunque impusieron un modo de vida sedentario que podría estar en conflicto con un sistema de barbecho largo. Son numerosas las referencias jesuitas al desmonte inicial que debe cumplirse cuando se funda una aldea para establecer allí la sementera, y también se conoce muy bien de qué modo los sacerdotes jesuitas se ganaban la aquiescencia de los jefes guaraníes regalándoles hachas

542 Rafael Carbonell, "Técnica y tecnología agrarias apropiadas en las misones guaraníes", Estudos Iberoamericanos XV, no. 1 (1989).

543 Carbonell, Estrategias de desarrollo rural en los pueblos guaraníes (1609-1767). Pág. 21-47.

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de hierro, bien que muy pronto devino extraordinariamente apreciado porque facilitaba precisamente el trabajo del desmonte544.

Hay constancia de que los Padres intentaban infructuosamente inducir el uso del arado de madera en los pueblos del Alto Uruguay: es famosa la queja del jesuita Sepp, al final del Seiscientos, sobre que los guaraníes no usaban arados, y su exagerado comentario a raíz de un faltante de bueyes en su pueblo:

“El americano glotón y su mujer asaron al buey, valiéndose del arado como parrilla para que

los dos no se tuvieran que molestar más en las labores de campo545”.

Pese a las reiteradas recomendaciones sobre arar la tierra que se ve en la literatura proto-agronómica jesuita, en los minuciosos inventarios levantados cuando la expulsión de la Compañía en cada uno de los 30 pueblos no figura ningún arado546, y el mismo Padre Sepp, que al principio se había asombrado de la “forma americana” de sembrar sin arado, acabó por reconocer que la roza era la técnica lógica en aquellas condiciones ambientales547. Tampoco el período post-jesuita registró innovaciones tecnológicas. Cuando el modelo misionero alcanzó su madurez institucional, el sistema de obtención de alimentos vegetales era muy variada y combinaba plantas europeas y americanas: la lista incluía el maíz, el trigo, la mandioca, la calabaza, legumbres, azúcar y yerba548.

No obstante, había una incompatibilidad de base entre el modelo demográfico misionero y el barbecho largo guaranítico. El primero promovía la vida en aldeas estables, altas tasas de natalidad y un crecimiento rápido por agregación de cacicazgos, mientras que la segunda promovía los asentamientos estacionales y una densidad de población muy baja. En este marco, la ganadería misionera funcionó como un mecanismo restaurador de un inestable equilibrio entre demografía y economía agraria.

El apartado anterior relató los orígenes de la ganadería misionera entre 1650-1700, es decir en pleno ascenso de la curva demográfica del Gráfico 6. 1. El recurso a los ganados correntinos era una estrategia puntual cada vez que se ampliaba el número de pueblos, hasta que en los años de 1730 se pasó a un sistema de provisión ganadero auto-sustentado, tal que garantizara el abasto regular de carne a la inmensa población de los pueblos. Se trató de una estrategia deliberada que implicó la formación del sistema de estancias misioneras ya descripto, conectadas a los reservorios de cimarrones.

6. 2. 4. MAGNITUD Y COMPOSICIÓN DE LA PRODUCCIÓN ANIMAL

Las fuentes jesuitas y post-jesuitas contienen innumerables referencias a la voracidad de los guaraníes misioneros en relación con la carne vacuna, un rasgo que por la misma época se hizo común a todas las culturas rioplatenses. Como se vio en los antecedentes, se conoce el consumo de carne por habitante en tres de los pueblos misioneros para el período 1786-1805, con base en las cuentas particulares de los mismos. Se ha utilizado esa información, así como otra estimación para el período jesuita presentado por la misma

544 Ibid.

545 Antonio Sepp, "Continuación de las labores apostólicas," ed. Werner Hoffman (Buenos Aires: Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1973 [1709]). Pág. 199.

546 Carbonell, Estrategias de desarrollo rural en los pueblos guaraníes (1609-1767).

547 Sepp, "Continuación de las labores apostólicas."Pág. 200-201.

548 Carbonell, Estrategias de desarrollo rural en los pueblos guaraníes (1609-1767).

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fuente, para hacer una estimación del rodeo vacuno necesario para sostener esos niveles de consumo. El Cuadro 6. 1 presenta el resultado. El cálculo asume promedios del consumo per cápita, que se consume sólo el equivalente al procreo anual, y una tasa fija de extracción, del 16.7% del rodeo total, según la fuente reportada al pie del cuadro.

Según esta estimación el rodeo vacuno necesario para hacer posible esos niveles de consumo se situaba en una franja de entre casi 800.000 y 1.000.000 de cabezas durante casi todo el período. Recién después de 1800, cuando la población de los pueblos en su conjunto apenas supera los 40.000 habitantes, el stock necesario se sitúa por debajo de su piso anterior. Es de hacer notar que el estudio de Sarreal, como se vio en los antecedentes, detectó un aumento del consumo de carne por habitante después de 1770.

Cuadro 6. 1. Estimación del rodeo de vacunos mansos de la ganadería misionera, 1751-1809 (promedio por décadas)

1 2 3 4 5

Población promedio

de la década

Consumo en cabezas

vacunas por

persona

Consumo total en cabezas

Porcentaje de

extracción Según Doblas

Stock necesario

1751-1760

99446 1.4 139224 16.7 835345

1761-1770

93128 1.4 130379 16.7 782273

1771-1780

80801 2.7 2181623 16.7 1308976

1781-1790

56092 2.7 151448 16.7 908690

1791-1800

49624 2.7 133985 16.7 803912

1801-1809

41665 2.7 112495 16.7 674969

Fuentes y comentarios: Columna 1 en base a: Maeder (1990); pág. 47-48. Columna 2: Sarreal (2006); pág. 130 y 135; Columna 3: 1x 2; Columna 3: 1/6 del stock total, en Doblas (1988 [1836]) con referencia al período 1780-1790; pág. 60; Columna 5: sobre la base de que el consumo anual es igual al procreo anual.

Desde luego, se trata sólo de una aproximación indicativa del nivel de la producción vacuna. El consumo por habitante experimentó variaciones en los períodos promediados, y seguramente también lo hizo el porcentaje de extracción. Adicionalmente, el consumo pudo haber superado en algunos años a la tasa de extracción, o al revés. Lo que la columna 5 expresa es el tamaño del “rodeo de equilibrio” dados los niveles de consumo conocidos, lo cual no quiere decir que ese tamaño se hubiera verificado todo el tiempo. Con todos estos matices, no se trata de un volumen irreal. Como se vio en los antecedentes, el rodeo de vacunos mansos de la campaña bonaerense hacia 1800 se ha estimado en alrededor del millón y medio de cabezas, cuando la población de Buenos Aires rondaba los 70.000 habitantes. Los datos disponibles sobre el rodeo de los pueblos misioneros ayudan a precisar el resultado.

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Cuadro 6. 2. Stock vacuno de los pueblos misioneros, según informes del Administrador General

Rodeo manso

Cimarrón

1768 749.608 384.985

1772 158.709 183.772

1784 656.333 Sin datos

Fuente: Maeder (1992); pág. 150.

En efecto, el cuadro 6. 2 muestra, para los años 1768 y 1784, unos niveles de rodeo manso algo inferiores a los obtenidos en el Cuadro 6. 1, pero no demasiado alejados del mínimo estimado. Los muy bajos niveles del año 1772 se explican por una severa sequía que afectó a todo el Litoral, que en el caso de los pueblos misioneros se sumó a una feroz epidemia de viruelas que afectó severamente al pueblo de Yapeyú con consecuencias adversas para su ganadería.

Cuadro 6. 3. Detalle de la composición del rodeo animal de Yapeyú en 1768

Animales Año 1768

Vacas de rodeo 48119

Ovejas y carneros 46118

Equinos y asnos para la cría de mulas (a) 6684

Lecheras 6596

Caballos mansos 4213

Novillos 2264

Mulas mansas 1190

Fuentes y comentarios: En base a la trascripción del inventario de 1768 en: . (a) Incluye yeguas, potros, caballos “retajados”, garañones, “burros hechores” y mulitas menores de un año.

La composición del rodeo animal del paisaje pastoril misionero puede aproximarse a través de la composición del rodeo de Yapeyú. El Cuadro 6. 3 analiza la detallada información del inventario realizado en 1768, para tener un panorama sobre las líneas de la producción ganadera misionera al momento de la expulsión de los jesuitas

El cuadro 6. 3 permite ver claramente la existencia de cuatro líneas de producción ganadera: (a) carne vacuna y cueros, (b) leche, (c) lana y (d) mulas, cada una soportada sobre una dotación específica de capital en animales. Hay tres hechos que son destacables. El primero es la producción de lanas a una escala que, en dotación de capital, es muy poco menor que la de productos vacunos. Debe enfatizarse, entonces, el papel que el ovino habría tenido en el espacio pastoril misionero antes de la avanzada mercantil posterior a 1778, y re-significarse este antecedente, por cuanto ha existido una severa tendencia a considerar la producción ovina insignificante en los territorios que formaron parte del paisaje pastoril-misionero.

El segundo es la presencia de más de 6.000 vacas lecheras, un número demasiado rotundo para ignorarlo aunque posiblemente demasiado modesto para suponer un consumo generalizado de leche en los pueblos y su entorno.

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Animales 1 2 3 4 5

1768 1780 1784 1798 1806

Vacunos 56976 47553 61300 (a) 13019 9007

Equinos 8618 10456 12839 11564 10498

Lanares 46118 13568 8500 2244 0

Mulares 3463 2703 2823 1122 1411

Bueyes 5700 711 900 49 49

Porcinos 85 83 61 0

Caprinos 39 0 0 0

Tasas 1768-1780

1780-1798

1798-1806

1768-1806

Vacunos -1.4 -8.8 -4.5 -4.7

Equinos 1.5 0.7 -1.2 0.5

Lanares -9.0 -12.1 -100.0 -9.6

Mulares -1.9 -6.1 2.9 -2.3

Bueyes -14.8 -17.4 0.0 -11.8

Fuentes y comentarios: La categoría “vacunos” en 1768 incluye vacas de rodeo, lecheras y novillos. Todas las columnas: Garavaglia (1975), excepto el dato (a) que fue tomado de Sarreal (2009); pág. 248.

En todo caso, esta presencia señala la necesidad profundizar en el conocimiento del papel que pudo haber tenido la lechería en este sistema pastoril. En tercer lugar, destaca la importancia de la producción de mulas, una actividad que los jesuitas practicaban ampliamente en sus haciendas y evidentemente también en sus misiones.

Después de la expulsión de la Orden el stock animal de Yapeyú experimentó una notoria decadencia y una marcada simplificación. El Cuadro 6. 4 muestra, en su parte superior, la cantidad de animales por especie en el período pos-jesuítico, y en su parte inferior, las tasas de crecimiento entre 1768 y 1806. Se constata una caída del stock animal en todos los rubros excepto en el de los caballos. Se destaca la virtual extinción de los bueyes y lanares, dos líneas productivas asociadas a la agricultura y a la producción de tejidos que habían tenido importante desarrollo anterior. También se destaca la caída vertical del stock vacuno, que pasó de un rodeo manso de más de 50.000 cabezas a menos de 10.000 al final del período.

Si al principio del período Yapeyú era un nodo ganadero con cuatro líneas de producción muy claras, al comenzar el siglo XIX su stock animal total ha perdido dimensiones y se ha convertido es un mediocre productor de caballos y mulas, cuyo rodeo vacuno resulta totalmente insuficiente para las cerca de 40.000 personas que reúnen los pueblos hacia 1800. La generalización de las vaquerías de corambre en un contexto administrativo corrupto y ansioso de riqueza inmediata, con su alto potencial liquidador del stock animal, ha sido señalada como la principal responsable de este resultado549 . Se vuelve sobre la cuestión de las vaquerías misioneras de corambre en el Capítulo 8.

549 Garavaglia, "Las actividades agropecuarias en el marco de la vida económica del pueblo de indios de Nuestra Señora de los Santos Reyes Magos de Yapeyú: 1768-1806."

Cuadro 6. 4. Composición del rodeo animal de Yapeyú; 1768-1806

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6. 3. EL PAISAJE AGRARIO MONTEVIDEANO

6. 3. 1. CHACRAS Y ESTANCIAS MONTEVIDEANAS

Numerosas fuentes permiten saber que chacras y estancias fueron las unidades productivas esenciales de la agropecuaria montevideana. Estas parcelas constituían la trama básica de la economía agraria de la jurisdicción de Montevideo. La agropecuaria que reposa en las estancias y chacras fundacionales constituye el núcleo primordial de la economía agraria montevideana. En este apartado se recurre a los inventarios post-mortem para obtener información sobre rasgos de las chacras y estancias de la jurisdicción de Montevideo.

Para esta caracterización de las unidades productivas rurales se dispuso de un universo de 54 inventarios post-mortem, ya que del total de 281 inventarios de propiedades rurales, sólo esa cantidad de expedientes detalla el valor de la tierra, un dato que anticipa de manera elocuente el escaso desarrollo del mercado de tierras. De los 54 inventarios relevados se obtuvo información relativa a 73 unidades productivas (U.P.): 51 estancias y 22 chacras. Como la composición del valor de las UP rurales resultó muy diferente según la presencia o ausencia de esclavos en las unidades productivas, puede verse la cantidad de casos teniendo en cuenta este aspecto en el Cuadro 6.5.

Cuadro 6. 5. Cantidad de unidades productivas rurales recogidas en los inventarios post-mortem; Jurisdicción de Montevideo, 1756-1810

Unidades productivas

Con Esclavos

Sin esclavos Totales

n porcentaje n porcentaje n porcentaje

Estancias 26 51% 25 49% 51 100%

Chacras 6 27% 16 73% 22 100%

Totales 32 44% 41 56% 73 100%

Fuentes: AGN-MONTEVIDEO, Archivo Judicial, Cabildo de Montevideo, Civil 1º.

El 80% de los expedientes consultados incluía datos sobre la localización de estas propiedades, lo que permitió establecer, para las chacras, las localizaciones de Miguelete (38%), Arroyo del Colorado (23%) y arroyo Pantanoso (15%) como las más frecuentes. Entre las estancias, las localizaciones más frecuentes resultaron las de los pagos de Pintado, Chamizo, Santa Lucía y Sauce, que sumaron un 30% del total de estancias de la muestra. Esta información es del todo consistente con la localización de chacras y estancias que resultó de los repartos originales realizados a los vecinos fundadores de la ciudad, y sugiere que el cuerpo de inventarios disponible representa mayoritariamente la economía agraria que se gestó y desarrolló sobre unas bases productivas e institucionales que quizás deban denominarse fundacionales, en tanto fueron colocadas de manera deliberada en ocasión de la erección de la ciudad, para el sustento de su población.

Lo primero que permite observar el cuadro es que estas unidades productivas empleaban tanto mano de obra libre como esclava. Según la evidencia del cuadro, la utilización de mano de obra esclava es más frecuente entre las estancias que entre las chacras: la mitad de estas estancias usan mano de obra esclava, pero sólo un cuarto del total de chacras lo

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hacen. Se trata de un contraste interesante, que confirma la importancia del trabajo esclavo en la estancia colonial a la vez que sugiere que en esta microeconomía, como en muchos otros sistemas agrarios coloniales, la inversión en trabajo esclavo obedece no sólo a las condiciones técnicas de la producción sino a también a ciertas condiciones de rentabilidad.

En efecto, tanto el tamaño como la composición del capital invertido en ambos tipos de unidades productivas hacen pensar que enfrentaban expectativas diferentes de rentabilidad.

Como muestra el Cuadro 6. 6-a, el monto del capital invertido en las estancias rondaba en ambos tipos de estancias los 6000 pesos.

Cuadro 6. 6-a. Composición promedio del valor de estancias con y sin esclavos, en pesos y como porcentaje del valor total; Jurisdicción de

Montevideo, 1756-1810

Estancias con esclavos Estancias sin esclavos

Valor en

pesos

% Valor en pesos

%

Tierras 1906 31.7 1363.3 24.6

Ganado 2635 43.8 3881.4 70.0

Trigo 97 1.6 16.0 0.3

Montes, Frutales 19 0.3 0.0 0.0

Mejoras 376 6.3 260.0 4.7

Esclavos 913 15.2 0.0 0.0

Otros 67 1.1 23.2 0.4

Total 6012 100 5543.9 100.00

Fuentes y comentarios: Promedio del total de casos reportados en el pie del Cuadro 6.1. El rubro “Tierra” es el valor atribuido a la misma en la tasación del predio. El rubro “Ganados” incluye hasta doce categorías diferentes entre vacunos, equinos y ovinos. Los “montes” figuran con esa denominación genérica en la mayor parte de los casos, y sin especificar especies. Las “mejoras” incluyen ranchos, corrales y carros. Los esclavos son detallados por su nombre y edad. El rubro “otros” incluye marcas, herramientas, animales menores (cerdos y gallinas) y enseres de cocina.

Las diferencias más notorias entre las estancias montevideanas con y sin esclavos parecen surgir de la composición del capital invertido: la estancia esclavista promedio muestra, además de la obvia inversión en esclavos, un monto de capital algo mayor en mejoras (ranchos, corrales y carros) y algún trigo, a diferencia de la estancia no-esclavista, que concentra el grueso del capital sólo en ganados. En efecto, en la estancia no esclavista también el peso de la tierra en el valor total es menor que en la estancia esclavista. Como se vio en los antecedentes, la actividad principal de las unidades productivas denominadas “estancias” habría sido la ganadería.

Algunos autores han distinguido entre lo que denominaron “estancia de rodeo” y otro tipo de unidad ganadera que ha sido llamada por algunos autores “estancia de alzados” y por otros “estancia cimarrona”: la primera sería aquella orientada la producción de rodeos mansos, y la segunda a la producción de cueros. Asimismo, la historiografía uruguaya ha tendido a alinear estas dos modalidades productivas en una secuencia temporal progresiva que habría ido desde formas más atrasadas (la vaquería y la estancia cimarrona y) hacia formas más avanzadas (la estancia de rodeo o de cría). En este trabajo, como se verá más adelante, se sostiene que no hubo tal secuencia lineal, y que por el

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contrario, la estancia que algunos han llamado “cimarrona” fue un fenómeno típico de fines del siglo XVIII en el marco de cierto boom expansivo de la economía de orientación atlántica y de una modificación del sistema ganadero original. Aún así, la evidencia de los inventarios parece coherente con la noción de que habrían existido dos tipos de estancias, unas más capitalizadas y otras menos. Sin embargo, los inventarios no permiten relacionar las estancias menos capitalizadas con una composición del rodeo donde los mansos tuvieran menos peso que los cimarrones. En efecto, como se verá en el apartado siguiente, los inventarios no registran la existencia de cimarrones ni de “alzados” en las estancias, de modo que si, como es evidente, la producción de cueros a gran escala debiera asociarse a estos últimos, no es posible verificarla a través de esta fuente.

Fuentes: AGN-MONTEVIDEO, Archivo Judicial, Cabildo de Montevideo, Civil 1º.

Tampoco es posible identificar las estancias sin esclavos con unidades productivas con la ausencia de inversión en “mejoras”, tal como usualmente se presenta la “estancia cimarrona”. En efecto, la inversión en corrales, ranchos y carros, aunque en niveles bajos como se vio en el Cuadro 6. 5., está presente en la amplia mayoría de las estancias montevideanas, tengan éstas o no esclavos. La evidencia se muestra en el Gráfico 6. 3.

En cambio, las estancias con esclavos se diferencias claramente de las otras en que se verifica la presencia del cultivo de trigo con más frecuencia. El gráfico 6. 3 sugiere que sólo el 10% de las estancias sin esclavos incluyen trigo, mientras que el 30% de las estancias esclavistas lo incorporan. Como el número de casos es tan bajo, estos porcentajes no pueden tomarse más que como indicadores de una tendencia: aunque la estancia es una unidad productiva esencialmente ganadera, hay un segmento de estancias montevideanas donde se practica el cultivo de cereales. Se trata de unidades productivas donde parece darse una cierta complementariedad entre ciertos componentes del capital: mejoras, esclavos y cultivos.

Gráfico 6. 2. Mejoras en estancias con y sin esclavos, jurisdicción de Montevideo,

promedio del período 1756-1810.

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Gráfico 6. 3. Porcentaje de estancias con y sin esclavos que tienen trigo

Fuentes: AGN-MONTEVIDEO, Archivo Judicial, Cabildo de Montevideo, Civil 1º.

Existen otros indicios de la presencia de cultivos en las estancias. En ocasión del recuento de población de la jurisdicción de Montevideo realizado en 1772/73, su ejecutor el teniente veterano del Regimiento de Caballería de Buenos Aires Antonio de Aldecoa definió las siguientes categorías ocupacionales de los partidos rurales de la jurisdicción: “chacarero”, “peones”, “agregados o arrimados”; “estancieros” y “desolladores”. A los chacareros los definió así:

“(…) todos los chacareros, comprendidos en los pagos que se refieren, viven de las sementeras de trigo que hacen en ellas y huertas de frutas y hortalizas que traen a la plaza;550”

A los estancieros los definió como sigue:

“(…) los estancieros viven asimismo de la cría de sus ganados y sementeras de trigo que también hacen, como los chacareros”551.

Finalmente, los datos de los inventarios han permitido tener una idea de los niveles de carga animal de las estancias montevideanas del período, aunque de manera preliminar debido al bajo número de casos. El Cuadro 6. 6-b. muestra, en primer lugar, que en promedio la suerte de estancia tenía una carga de cerca de 2000 animales bovinos de cría y 1000 ovinos, como dijeron algunas fuentes cualitativas552. Esto da una carga de un vacuno y medio ovino por hectárea, un nivel tecnológico estándar para la ganadería

550 “El padrón Aldecoa de 1772/73” en: Juan Alejandro Apolant, Génesis de la familia uruguaya, ed. Imprenta Vinaak, vol. III (Montevideo: 1975). Pág. 1833.

551 Ibíd. Pág. 1833.

552 Por ejemplo un documento anónimo de 1794 afirma: “(…) el [hacendado] pobre vive sujeto a el fruto de 2 ó 3 mil cabezas de ganado, que es el que cabe en un casco de estancia de 2 ó 3 leguas”. Ver: Anónimo, "Noticias sobre los campos de Buenos Aires [y] Montevideo para su arreglo," en Revista Histórica, ed. Rogelio Brito Stífano (Montevideo: Museo Histórico Nacional, 1953 [1794]). Pág. 348.

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uruguaya todavía en 1860 y que define la frontera tecnológica de la ganadería precapitalista local553. En segundo lugar, la carga de bovinos de cría no es diferente en los dos tipos de estancias, pero la carga de ovinos es el doble de alta en las estancias esclavistas, como si hubiera una relación entre la disponibilidad de mano de obra esclava y la cría del ovino. Así, este conjunto de estancias no presenta dos niveles en lo que a la tecnología ganadera bovina se refiere, sino en relación con la producción de ovinos, evidentemente mejor posicionada en las estancias con esclavos. Si fuera posible agregar la carga animal de ambas especies el resultado mostraría que la carga animal de las estancias esclavistas es algo mayor que la de sus pares sin esclavos, y en ese sentido, se estaría verificando que una mayor inversión iba de la mano con mayor productividad.

Cuadro 6. 6-b. Carga animal de las estancias con y sin esclavos

1 2 3

Cantidad de casos

Carga en bovinos de cría

Carga en ovinos

Todas las estancias 20

En cabezas por suerte 1918 962

En cabezas por Há 1.0 0.5

esclavistas 10

En cabezas por suerte 1742 1143

En cabezas por Há 0.9 0.6

no esclavistas 10

En cabezas por suerte 1745 542

En cabezas por Há 0.9 0.3

Fuentes y comentarios: Inventarios post-mortem citados en pie del Cuadro 6. 1. Sólo se han tomado 20 casos que son aquellos donde constaba información precisa sobre la superficie de la UP, además de la cantidad de ganado. Una suerte= 3000 varas de frente por 9000 varas de fondo =2700 cuadras =1992 hectáreas.

En cuanto a las chacras, el Cuadro 6.7 muestra algunos rasgos de contraste con las estancias.

En primer lugar el monto del capital invertido, que no alcanza a 4000 pesos. En segundo lugar la mayor parte del capital de las chacras está representado por los “montes” a secas y los “montes frutales”, que en promedio se ubica en torno al 50% del total invertido. Notoriamente, la actividad fundamental de estas unidades productivas es la producción de frutas, rubros que en las estancias eran insignificantes. Es de hacer notar que los inventarios utilizados no presentan tasaciones de sementeras sino en contadas ocasiones, y que aunque en una frecuencia aún mayor, las referencias a existencias de trigo son también escasas, aun cuando como se verá más adelante, es inocultable que la producción triguera ocupaba un lugar importante en la estructura productiva local. La ausencia de sementeras en los inventarios post-mortem no significa, cualquiera sea el motivo que la explique, que no hubiera cultivos.

553 Una estimación realista para 1860 arrojó un resultado de 0.66 unidades bovinas por hectárea, usando el equivalente 1 bovino = 5 ovinos; si se usara este mismo equivalente para los datos del Cuadro 6. 6-b daría una carga en unidades bovinas de 0.68 unidades por hectárea. Los detalles de la estimación para 1860 en: María Inés Moraes, "Las determinantes tecnológicas e institucionales del desempeño ganadero en el largo plazo, 1870-1970" (Universidad de la República, 2001). Pág. 57, Cuadro 13.

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Cuadro 6.7. Composición promedio del valor de chacras con y sin esclavos, en pesos y como porcentaje del valor total; Jurisdicción de Montevideo,

1756-1810

Chacras con esclavos Chacras sin esclavos

Valor en pesos

% Valor en pesos

%

Tierras 425 11 399 24

Ganado 94 2 216 13

Trigo 230 6 46 3

Montes, Frutales

1794 47 874 53

Mejoras 368 10 96 6

Esclavos 892 23 0 0

Otros 30 1 18 1

Valor total 3832 100 1650 100

Fuentes y comentarios: Promedio del total de casos reportados en el pie del Cuadro 6.1. El rubro “Tierra” es el valor atribuido a la misma en la tasación del predio. El rubro “Ganados” incluye vacunos, equinos y ovinos. Los “montes” detallan especie y número de árboles o plantas. Las “mejoras” incluyen ranchos, corrales y carros. Los esclavos son detallados por su nombre y edad. El rubro “otros” incluye marcas, herramientas, animales menores (cerdos y gallinas) y enseres de cocina.

El cuadro evidencia una apreciable diferencia de riqueza entre las chacras según tengan o no esclavos: las que tienen esclavos más que duplican el valor promedio de las que no los tienen. Asimismo, es llamativo que las chacras sin esclavos tienen una representación mucho mayor del rubro ganados que aquellas con esclavos; da la impresión de que la energía motriz provista por los esclavos fuera sustituida por animales de tiro en el primero de los casos. Finalmente, en ambos tipos de chacras la tierra representa unos porcentajes bajos del valor total, indicando nuevamente el escaso desarrollo de un mercado de tierras en un contexto de abundancia de este factor. En síntesis, de acuerdo a esta evidencia las chacras montevideanas son unidades productivas menos ricas que las estancias, y sobre todo con una composición del capital muy diferente: mientras que las estancias concentran altos montos de capital en ganados especialmente de cría y muy bajos en mejoras, las chacras concentran altos montos de capital en bosques y árboles frutales, así como en ganados que suelen ser de tiro. No es posible establecer contrastes entre las estancias con y sin esclavos. Al igual que en el caso de las estancias, la mayoría de las chacras esclavistas y las no esclavistas presentan mejoras, y en ambos tipos de unidades productivas los montes frutales están presentes.

Un aspecto adicional de interés sobre la morfología del paisaje es el peso relativo de chacras y estancias en el conjunto de la economía agraria montevideana. El padrón de población 1769 ofrece una imagen clara de la situación de la jurisdicción en aquel momento. El Cuadro 6. 8 muestra la cantidad de chacras y estancias anotadas por el censista, sin tener en cuenta a la población del casco urbano de la ciudad, es decir a la ciudad amurallada.

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Cuadro 6. 8. Unidades censales de la jurisdicción de Montevideo sin la población de intramuros, 1769.

n %

“Chacra” 76 45.8

“Estancia” 90 54.2

Total 166 100

Fuente: Padrón de la jurisdicción de Montevideo, 1769, editado en: Apolant (1975); Vol. III; pág. 1773-1832.

Esta eventual paridad entre unidades de uno y otro tipo se modifica cuando se evalúa el impacto de ambos tipos de unidades sobre el mercado de trabajo agrario.

El cuadro siguiente muestra que la población que puede considerarse perteneciente al núcleo familiar de chacras y estancias en su sentido más restringido (es decir, los tenedores de los establecimientos, sus esposas e hijos) es el conjunto abrumadoramente mayoritario de pobladores rurales. El grupo de los jefes de unidad censal, más sus cónyuges y sus hijos representa cerca de tres cuartos de la población de chacras y estancias, y sólo un cuarto del total revista en las diferentes categorías de asalariados y esclavos. El cuadro muestra el escaso desarrollo de un mercado de trabajo agrario e indica que el trabajo familiar hacía una contribución fundamental al sostenimiento de la economía agraria de la jurisdicción.

Cuadro 6. 9. Jefes de unidades censales, cónyuges e hijos y personal empleado en chacras y estancias de la jurisdicción, 1769

n porcentaje

Jefes de unidad censal, sus cónyuges e hijos

833 73.3

Peones y puesteros en chacras y estancias (incluyendo esclavos)

302 26.6

Otros 2 0.2

Total 1137 100

Fuente: Padrón de la jurisdicción de Montevideo, 1769, editado en: Apolant (1975); Vol. III; pág. 1773-1832.

Adicionalmente, se comprueba que entre los que no forman parte de la mano de obra familiar, una abrumadora mayoría está empleada en las estancias.

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Cuadro 6. 10. Población activa (libre y esclava) en chacras y estancias de la jurisdicción sin contar a los jefes de la unidad censal, sus cónyuges y sus

hijos, 1769

n %

Personas activas en chacras (a)

37 26

Personas activas en estancias (b)

97 69

Personas cuya actividad no permite identificarlos en una y otra unidad censal (c)

7 5.0

Total 141 100

Fuente: (a) Incluye las categorías ocupacionales “asiste en la chacra”; “asistente en la chacra” y “peón de chacra”. (b) incluye “capataz de estancia”, “peón de estancia” y “puestero”. (c) Incluye “peón conchabado” sin información adicional. Padrón de 1769, editado en: Apolant (1975); Vol. III; pág. 1773-1832.

La mayor presencia relativa de esclavos y asalariados en las estancias se explica porque las chacras utilizan más intensamente y/o mayor cantidad de trabajo familiar, y no porque la ganadería sea más intensiva en trabajo. Así, puede decirse que la economía de chacras y estancias montevideanas sólo permitía la formación de un mercado del trabajo agrario exiguo dado el peso del trabajo familiar en estos sistemas agrarios; en este contexto, es un hecho destacable que la demanda de trabajo asalariado para las estancias fue el pilar primordial del mercado de trabajo agrario montevideano.

6. 3. 2. LA GANADERÍA MONTEVIDEANA: CATEGORÍAS Y PRODUCTOS

Los ganados listados en los inventarios muestran que los bovinos y los equinos eran los pilares de la ganadería sub-regional, pero que la producción de ovinos también tenía un lugar en los establecimientos productivos.

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Cuadro 6. 11. Categorías de ganado que figuran en los inventarios de chacras y estancias, Jurisdicción de Montevideo 1756-1810.

Categoría animal Frecuencia en el total de predios (como porcentaje)

Bovinos

“Ganado de cuenta” 45.2

“Ganado de año” 17.8

“Vaca chúcara” 4.1

“Vaca lechera” 20.5

“Buey” 43.8

Equinos

“Macho redomón” 32.9

“Potros y potrancas” 28.8

“Caballos mansos” 46.6

“Yeguas mansas” 39.7

“Yeguas” 11.0

“Burro hechor” 4.1

Ovinos

“Ovejas” 13.7

Fuente: la misma del Cuadro 6.5. Todas las menciones con su denominación en el original.

Del conjunto de los bovinos, la categoría “ganado de cuenta”, una denominación genérica para vacunos de más de un año, es la más frecuente. En contraste con Buenos Aires la denominación “vaca de cría” es casi inexistente en los inventarios montevideanos, pero todo indica que la denominación “ganado de cuenta” incluye los vientres. Así, el conjunto de “ganado de cuenta” comprende básicamente los vacunos mansos mayores de un año, que son los aptos para carne aunque también generan cueros como subproducto. En efecto, debe tenerse en cuenta que para producir cueros no sólo no se necesita “tecnológicamente” amansar a los vacunos, sino que en términos económicos sería un derroche de trabajo y capital, los dos factores más escasos que intervienen en la producción ganadera del período. Cabe suponer, por lo tanto, que el de los “ganados de cuenta” es el segmento de los bovinos para carne que da sustento a la ganadería “de rodeo” montevideana.

La segunda categoría más frecuente entre los bovinos es la de los bueyes, que figura en casi la mitad de los predios. La elevada presencia de bueyes en estos inventarios son un indicador de su importancia tecnológica en una economía orgánica como la del caso, a la vez que ayudan a corregir la imagen de una ganadería extremadamente rústica: en las condiciones técnicas del siglo XVIII la alta frecuencia de bueyes en los establecimientos rurales no es un rasgo de atraso, sino de cierto nivel de capitalización. El hecho de que las vacas lecheras sean la tercera categoría bovina más frecuente entre las unidades productivas es una muestra adicional de la importancia de los mercados locales de alimentos para esta ganadería. En efecto, además de la carne como producto principal, la ganadería “de rodeo” da lugar a la extracción de sebo, grasa y cuero como sub-productos.

Aunque los ganados mansos podrían también venderse como categoría intermedia para formar planteles, la existencia de un mercado de ganado manso en pie no es evidente con esta base de datos. En efecto, la categoría “ganado de año” ocupa el penúltimo lugar en un ranking de menciones del ganado bovino, y además resulta llamativo que aparece

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mencionada sobre todo al principio del período, cuando las estancias recién se están “poblando” (instalando, en el lenguaje de la época) y por lo tanto en las fases iniciales de la inversión. La eventual ausencia de un mercado de categorías intermedias de vacunos es coherente con la existencia de un amplio stock de ganado cimarrón, dentro de la jurisdicción y fuera de ella, al alcance de los agentes montevideanos después de la “pacificación” de los indios de la jurisdicción montevideana que justamente tuvo lugar en la década de 1760.

En relación con los equinos el cuadro destaca, en primer lugar, su importancia de la cría en la ganadería montevideana, que se muestra en la alta frecuencia de “machos redomones” – machos jóvenes reservados para el procreo- así como en la muy alta presencia de “yeguas mansas” –los vientres- y del fruto del procreo, los potros y potrancas. Así, aunque algunos cronistas europeos del período han tendido a presentar la abundancia de caballos y su bajo precio de mercado como si se tratase de un regalo de la naturaleza donde la actividad humana no tuviera ninguna participación, resulta de interés señalar que la ganadería de equinos es, junto con la de bovinos, una actividad central de la pecuaria montevideana colonial.

Además de bovinos y equinos, según esta evidencia la ganadería montevideana incluía la producción ovina. Aunque las ovejas sólo figuran en un 14% de los predios, su presencia no puede obviarse. Finalmente, la presencia totalmente marginal de “burros hechores”, machos empleados en la producción de mulas, revela que al menos en este período, la actividad era marginal. El testimonio de un observador calificado en 1787 confirma esta evidencia:

“Han abandonado casi enteramente la cría de mulas, porque fuera de las que se emplean en las carretillas del servicio de la ciudad, que serán de cincuenta a sesenta tiradas de dos mulas a la par como los coches, y fuera de las que se emplean en las atahonas de una mula, que en el día se usan y pasan de treinta, todas las demás son inútiles por no haber extracción de ellas a parte alguna. Pocas consumen los coches que si llegan no pasan de ocho554”.

La diversificación de la producción animal que revela esta información, sin embargo, no es suficiente para calibrar su importancia económica relativa. En efecto, el valor económico de cada una de estas categorías animales en el total de la riqueza ganadera de la jurisdicción está mediada por unos precios que son muy diferentes entre categorías.

El Cuadro 6. 12 presenta la participación de cada categoría en el valor del stock animal. Se observa que la categoría simple más importante, el ganado de cuenta, aumenta su participación a medida que avanza el período: entre 1756-1769 es sólo la mitad del valor pero al comenzar el siglo XIX es el 85% del valor total del ganado. Si como se dijo antes, el ganado de cuenta es el ganado vacuno manso que da base a la producción de carne y los subproductos mencionados, parecería que al final del siglo esa producción habría visto crecida su importancia en el total de la producción ganadera.

Sorprendentemente, los ovinos deberían ser considerados la segunda categoría simple en importancia, puesto que si bien su participación cae notoriamente después de 1790, a principio del período representan un 15% del valor total, y se mantienen en torno al 8% durante las décadas de 1770 y 1780. Teniendo en cuenta que el precio promedio de las ovejas, según esta misma fuente, es uno de los más bajos de cuantas categorías animales figuran en la fuente, y que experimenta muy pocas fluctuaciones, resulta evidente que el ovino estaba muy extendido en la campaña montevideana hasta 1790.

554 José Manuel Pérez Castellano, Crónicas históricas, Colección de Clásicos Uruguayos (Montevideo: Ministerio de Cultura, 1968 [1787]). Pág.8.

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Cuadro 6. 12. Participación de cada tipo de ganado en el valor total del stock animal, promedios de cada sub-período

1756-1769 1770-1779 1780-1789 1790-1799

1800-1810

BOVINOS Porcentaje sobre el valor total del ganado

Ganado de Cuenta

54.5 64.1 68.5 78.6 85.2

Ganado de Año

2.9 5.1 4.4 3.2

Vaca Chúcara

5.3 1.7

Vaca de Leche

3.5 6.9 6.0 2.7 0.5

Bueyes 5.7 6.4 3.9 2.2 1.3

ASNOS

Burro hechor

0.8 0.0 0.0 0.0 0.1

EQUINOS

Macho redomón

1.3 0.6 0.9 0.8 1.0

Potros y potrancas

3.2 1.5 1.5 0.8 1.7

Caballos 3.9 4.6 8.0 4.1 3.1

Yeguas Mansas

2.4 2.6 1.6 2.0 2.3

Yeguas Chúcaras

1.5 0.5 0.1 0.6 0.5

OVINOS

Ovejas 15.0 7.8 7.8 3.8 1.0

Todas las categorías

100.0 100.0 100.0 100.0 100.0

Fuente: Estimado en base a precios y cantidades de cada año con base en los inventarios post-mortem reportados en el pie del Cuadro 2 del Anexo Estadístico.

Al principio del período los bueyes son la tercera categoría simple en orden de importancia con participaciones iniciales en torno al 6% del total, pero su importancia decae fuertemente en la década de 1780, cuando los caballos, hasta entonces ubicados siempre por debajo del 5%, saltan a 8% del total. No es posible determinar con esta fuente si esta caída de los bueyes se relaciona con una disminución de los cultivos, pero la duda debe quedar anotada.

Las vacas de leche, que habrían alcanzado a ser casi un 7% del valor total en las décadas de 1770 y 1780, también decaen en la de 1790. Por último, es necesario remarcar que de acuerdo a esta fuente los animales cimarrones son insignificantes en cantidad y en valor. Por definición el ganado “cimarrón” no tiene dueño, no ha sido marcado, y por eso mismo no puede figurar en un inventario de bienes. En tal sentido, la fuente notarial no debe inducir a creer que los cimarrones no juegan ningún papel en la ganadería montevideana. No es extraño que sólo aparezcan “vacas chúcaras” en los inventarios del primer sub-período, cuando se están “poblando” las estancias de la jurisdicción, y en la década de 1780, quizás como registro de alguna recogida reciente de vientres para ampliar la capacidad de cría, o por una imperfección de los autores del inventario. Algo similar puede decirse de las yeguas silvestres, cuyo precio ínfimo quizás ayude a explicar que algunos

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individuos las registraran como propias para disponer de cierta capacidad reproductora de caballos.

No se conocen estimaciones sobre el stock animal de la jurisdicción de Montevideo para el período posterior a 1760. Los informes previos, provenientes del cabildo o del gobernador de la ciudad, se presentan en el Cuadro 6.9 para tener una noción de la magnitud del rodeo animal en el punto de partida de período que cubre esta investigación.

Cuadro 6.13. Algunos informes sobre el stock animal de la jurisdicción de Montevideo antes de 1761

Vacunos Caballos Yeguas Ovejas Bueyes

1742 16000

1751 49855 280 3371 7681 428

1753 61564

1755 106317

1757 133207 3404 25788 71520 1247

1760 161009 4091 31201 86660 1523

Fuentes: 1742: Acta Capitular de Montevideo del 5/5/1742, en AA; Tomo I; pág. 88. 1751, 1755, 1757 y 1760: Pérez (2004), pág. 225. 1753: Censo del ganado vacuno que hay en esta Jurisdicción de todos los que se hallan poblados en ella; en: Archivo Artigas, Tomo I; pág. 30.

La confiabilidad de estas cifras es diversa. Algunas de ellas surgieron de recuentos predio por predio; como las de 1753 y 1757. Pero las restantes podrían ser estimaciones, o al menos, no se conocen las listas nominativas de donde pudo haberse obtenido el total. En cualquier caso, tanto por su carácter oficial como por ser las únicas disponibles, merecen cierta atención.

El cuadro permite apreciar dos circunstancias que caracterizan esta etapa: el avance en la ocupación del espacio montevideano y la relativa diversificación de la ganadería.

Los años de 1750 fueron de consolidación de la frontera de la jurisdicción con los indios cercanos a ella, y en especial con los minuanes, contra quienes hubo una expedición decisiva en 1751555. A partir de entonces se “normalizó” el proceso de ocupación del espacio montevideano y pudo hacerse efectiva la ocupación de algunas estancias ya concedidas, a la vez que se retomó la adjudicación de “suertes” en terrenos ahora conquistados efectivamente para el mundo colonial. En la década de 1760 las estancias montevideanas se extendieron hacia el noroeste de la jurisdicción, sobre ambos márgenes de los ríos Santa Lucía, San José, Cagancha, Chamizo y San Gregorio556. Los vecinos que recibían las concesiones tenían cinco años de plazo para poblar sus estancias con ganados; la práctica en ese momento era, como en toda la ganadería rioplatense, recoger ganado cimarrón y amansarlo para rodeos de cría de vacunos. Así, es probable que el aumento vertiginoso de todas las categorías animales durante la década de 1750 deba explicarse en el marco de semejante proceso de corrimiento de la frontera ganadera más antigua.

555 Véanse los detalles del proceso de consolidación de la frontera de la jurisdicción de Montevideo en las actas capitulares; "Acuerdos del extinguido cabildo de Montevideo." El proceso también es referido en: Sala de Touron, Rodríguez, y De la Torre, Evolución económicas de la Banda Oriental. Pág. 19-20.

556 Sala de Touron, Rodríguez, y De la Torre, Evolución económica de la Banda Oriental. Pág. 24-25.

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El cuadro permite también tener una visión del grado de diversificación de la ganadería montevideana hacia fines de 1750. Así, dejando a un lado los datos de 1751 se observa que cada dos vacunos hay un ovino, cada cinco vacunos una yegua y cada cien vacunos, sólo un buey. La preferencia notoria por los vacunos debe entenderse no sólo por su abundancia en estado salvaje, sino porque son los productos y subproductos de la ganadería vacuna los que mejor encuentran mercados formados, como se verá más adelante. Aún así, debe decirse que la magnitud del rodeo ovino en los años 1757 y 1760 no es pequeña en términos relativos a una población tan exigua como la del caso. En cambio, es muy bajo el número de caballos, que no parece suficiente para atender la demanda de las actividades ganaderas, fuertemente intensivas en caballos, y la demanda militar, igualmente dependiente de los equinos. Es posible que el rodeo de caballos estuviera en formación, y que tal cosa explicara la mayoría relativa de las yeguas entre los equinos.

Con posterioridad a 1760 se ordenó un recuento de población y haciendas de toda la jurisdicción en 1772-73, pero lamentablemente el trabajo correspondiente a algunos partidos rurales de la jurisdicción nunca se completó557.

La ausencia de informaciones precisas sobre el stock animal para el resto del período es sorprendente. Los hacendados de Montevideo se organizaron informalmente en numerosas ocasiones después de 1770, y en 1792 formalizaron un Gremio de Hacendados que solicitó autorización de los gobernantes para actuar legalmente como portavoz de sus miembros. En más de una ocasión reclamaron ante las autoridades locales y del virreinato, además de querellar contra la administración de los pueblos misioneros por la explotación del ganado localizado entre los ríos Negro y Yí. Sus reclamos se centraron en dos cuestiones: una ampliación de la jurisdicción de Montevideo para extender sus estancias, y mayor seguridad en la campaña. En ninguna de estas ocasiones hizo constar el valor estimado de la hacienda ganadera que estaba bajo su control, posiblemente porque reivindicaba acceso legal a un ganado cuya propiedad estaba lejos de poder demostrar. De hecho, el stock de bovinos de cría del paisaje montevideano difícilmente alcanzase las 100.000 cabezas. Teóricamente los rodeos mansos bajo control de los hacendados de la jurisdicción se movieran en torno a magnitudes suficientes para mantener el equilibrio entre stock animal y consumo de carne, lo cual, como se verá enseguida, podría definir unos inventarios de óptimo no mayores a las 70.000 cabezas al final del período. Las cifras superiores a los 100.000 vacunos que son reportadas para los años 1755, 1757 y 1760, entonces, cabe pensar que incluyeran ganados cimarrones.

En efecto, las cifras de población de la jurisdicción de Montevideo, que posiblemente rondaba los 20.000 habitantes hacia 1800, no permiten imaginar un stock animal fabuloso. Si se acepta el ligero cálculo de Félix de Azara según el cual para mantener un rodeo de 1000 vacunos en un régimen de cría se requería el trabajo de 11 hombres, entonces para mantener un rodeo de un millón de cabezas se requeriría el trabajo de 11.000 hombres, número que parece totalmente fuera de las posibilidades de aquella población558.

557 Puede verse la transcripción completa del padrón, así como un minucioso análisis crítico del mismo en: Apolant, Génesis de la familia uruguaya. Pág. 1833-1924.

558 Félix de Azara, "Memoria sobre el estado rural del Río de la Plata," en Memoria sobre el estado rural del Río de la Plata y otros informes, ed. Julio C. González (Buenos Aires: Bajel, 1943 [1801]). Pág. 8. Estos coeficientes técnicos han sido criticados por la historiografía argentina reciente por subestimar el factor trabajo, de modo que posiblemente se hubieran requerido bastante más que 11.000 hombres para mantener un rodeo de 100.000 cabezas. Sobre la crítica a Azara véase: Gelman, Campesinos y estancieros. Una región del Río de la Plata a fines de la época colonial.

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196

6. 3. 3. LOS MERCADOS DE LA GANADERÍA MONTEVIDEANA

A. EL MERCADO DE CARNE PARA EL CONSUMO INTERNO

Hay numerosos indicios de que el consumo de carne fresca no dio lugar a la formación de un mercado organizado sino hasta los últimos años del período, y aún así, de que posiblemente se trató de un mercado de proporciones modestas. No se trataba, sin embargo, de una sociedad con bajos niveles de consumo de este bien, sino todo lo contrario.

La demanda de carne fresca presentaba dos segmentos: el consumo de los hogares y el del Estado, representado por los numerosos presos remitidos a Montevideo a cumplir penas de trabajo forzoso en las obras de la ciudadela.

Siguiendo la normativa indiana, entre las facultades del cabildo estaba la organización y regulación del abasto de carnes. Las actas del cuerpo son elocuentes acerca de la dificultad para cumplir este cometido, no porque la carne escaseara sino por su abundancia, que hacía del abasto a los hogares un negocio sin ningún atractivo. Al parecer no se trataba de una originalidad montevideana; la misma situación sería corriente en muchas otras ciudades americanas; al respecto dice Bayle en referencia genérica al abasto de carnes en las ciudades americanas:

“ (…) El negocio no siempre resultaba lucrativo, y a más de un remate no acudió postor, y el Cabildo (…) había de imponer el suministro a los criadores de ganado, por turno, y también indiqué el caso único del primer obligado en Guatemala, a quien endosaron la carnicería con pena de vida.(…) Más corriente fue apremiar a los ganaderos a vender sus reses al obligado,

so pretexto de que los vecinos no padeciesen (…)559”.

Así, durante las primeras décadas el abasto se hizo por turnos entre los ganaderos de la ciudad y la única intervención del cabildo se limitó a construir un corral en extramuros adonde sería reunido y faenado el ganado para el abasto560. En la década de 1760 hubo intentos de organizar y formalizar el abasto de la ciudad. El cabildo hizo un llamado público a interesados en el abasto de la carne (“obligados”) y definió entre las obligaciones fundamentales del abastecedor, la de de trozar y vender la res en cuartos, y recibir y entregar el corral del matadero en condiciones adecuadas. El criterio para elegir un abastecedor sería rigurosamente el de aquel que ofreciera el precio final más barato561. También fue regulada la frecuencia de la faena, que sería de dos veces por semana durante todo el año, excepto en los meses de verano, cuando se harían faenas tres veces por semana562. Desde entonces hasta 1790 el cabildo ensayó diversas formas de organización del abasto al consumo privado por medio de la concesión a un particular, pero todos los intentos resultaron infructuosos: incluso entraron al negocio algunos de los vecinos más ricos, pero en todos los casos lo encontraron ruinoso y devolvieron la concesión al cabildo antes de los plazos estipulados. La dificultad radicaba en que la inmensa mayoría de los habitantes accedía a la carne por vías informales. Esta situación parecería que empezó a cambiar después de 1780, cuando la población urbana era, posiblemente, más de tres veces mayor que al principio del período.

559 Constantino S.J Bayle, "Nuevo capítulo de abastos en la América española. tablajerías y mercados," Razón y Fe 142, no. 632-633 (1950).

560 "Acuerdos del extinguido cabildo de Montevideo." pág. 468-469.

561 "Acuerdos del extinguido cabildo de Montevideo." pág. 140.

562 Ibídem; pág. 271.

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En efecto, aunque no se dispone de series completas, hay indicios elocuentes de que el tamaño del mercado formal del abasto montevideano era exiguo hasta la década de 1780.

El Cuadro 6. 14 muestra un ejercicio realizado con la información disponible sobre número de cabezas faenadas por año para el abasto municipal y la cantidad de población estimada para los mismos años.

Cuadro 6. 14. Tamaño del mercado formal de carne vacuna en Montevideo, 1760-1787

1 2 3 4

Cabezas faenadas por

el abasto municipal /

año

Reses

faenadas por día en el abasto

municipal (Columna 1/

365)

Raciones diarias de

carne provista por el

matadero municipal

Población de la ciudad de Montevideo

1760 152 0.4 25 1475 (estimación)

1761 532 1.5 87.5

1762 489 1.3 80

1763 475 1.3 78

1764 549 1.5 90

1773 1825 5.0 300 2420 recuento de 1778

1787 21900 (*) 60 3600 7200 (estimación para 1797)

Fuentes y comentarios: Columna 1: 1760-1764: AGN-MONTEVIDEO; AGA, Caja 10, Carpeta 4B. Cuenta de Achucarro sobre el matadero municipal. 1773: “Acuerdos Del Cabildo De Montevideo," Revista del Archivo General Administrativo X, no. 1773 (1920).pág. 15-17. La cifra de 1787 no es oficial, se trata de una estimación formulada por un contemporáneo de todo el consumo de carne vacuna, en: Pérez Castellanos (1968 [1787]); pág. 9. El autor reporta la información de 60 reses por día. Columna 3: Según la equivalencia 1 res = 60 raciones, consignada en numerosas actas capitulares. Se trata de una equivalencia usada corrientemente en esa época; véase: Garavaglia (1999-a); pág. 244; nota al pie n° 88. Columna 4: ver Capítulo 5.

El cuadro muestra que, al menos hasta la década de 1780 el circuito municipal sólo proporcionaba una magnitud que puede situarse entre 25 y 300 raciones por día cuando la población de la ciudad se situaba entre los 2500 y 3000 habitantes aproximadamente. No se conoce el equivalente de una ración en unidades de peso; el concepto de ración aparece en fuentes militares asociado al reparto de carne que se hace a la tropa, pero sin aclararse la frecuencia del reparto563. Si se aceptan las cifras de Garavaglia sobre el rendimiento en carne de la res en Buenos Aires a principios del siglo XIX, las 60 raciones usuales equivaldrían a 3,5 Kg. cada una aproximadamente. Aún con el supuesto de un alto

563 Garavaglia, Pastores y labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la campaña bonaerense 1700-1830. Pág. 244 nota n° 88. Las cuentas de la Real Caja de Montevideo establecen, igualmente, que los contratos con los abastecedores de la Real Hacienda se han hecho sobre la base de calcular 60 raciones por cada res. AGI, Buenos Aires 445, 446 y 448. Finalmente, figura el mismo rendimiento en Azara, "Memoria sobre el estado rural del Río de la Plata." Pág. 8.

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porcentaje de niños en la población total, y aun suponiendo –como es probable- que la ración fuera un porción destinada al consumo de más de un día, es improbable que el consumo total fuera tan bajo como el que resulta en el cuadro. Tal como sugieren las actas capitulares, es probable que la mayoría de los hogares accedieran a la carne por la vía del autoconsumo y de los circuitos informales. El salto de 1787 a una cifra de 60 reses faenadas por día se explica porque proviene de una fuente no oficial, que se limita a calcular cuantas reses se faenan por día para abastecer el consumo sin especificar si provienen del abasto municipal. El mismo autor que informa sobre los 60 novillos faenados por día en 1787, comenta: “No tengo noticia que en parte alguna de los vastos dominios españoles se coma carne más gorda, mejor y más barata564”. En efecto, según agrega el mismo testimonio, la res entera se paga a 14 reales y como se verá enseguida, otras fuentes confirman ese nivel de precios.

Numerosos viajeros y cronistas remarcaron la abundancia de carne en la dieta de los habitantes de estos lugares, pero no se conocen estimaciones del consumo per cápita de carnes en el Montevideo colonial. El escaso desarrollo del mercado formal del abasto municipal ha resultado un escollo para conocer el consumo real, en contraste con la situación de Buenos Aires, donde las fuentes municipales han permitido al menos tener una noción cierta del consumo anual de la ciudad en cantidad de cabezas. Si se asumen las cantidades de carne consumidas por los habitantes de Buenos Aires como válidas para los habitantes de Montevideo, y asimismo se supone que los animales de la campaña montevideana tienen el mismo rendimiento animal que los de la vecina Buenos Aires, puede hacerse una conjetura sobre el tamaño del mercado de consumo montevideano de carne vacuna y el stock necesario para soportarlo. El ejercicio sirve para tener una idea de hasta qué punto el abasto municipal de carne no da una imagen realista del consumo de los montevideanos. Además, permite hacer una hipótesis sobre el stock vacuno óptimo de la jurisdicción. El resultado puede verse en el Cuadro 6. 15.

Cuadro 6. 15. Estimación del total de cabezas consumidas por sub-período en el los hogares montevideanos, según supuesto de consumo de carne por

habitante igual al de Buenos Aires

1 2 3

Población promedio

anual estimada

Promedio anual de cabezas

consumidas

rodeo para soportar el

consumo de un año

1756-1759 2,012 1,801 5407

1760-1769 2935 2600 7807

1770-1779 4940 4372 13129

1780-1789 8584 7582 22768

1790-1799 14746 13025 39113

1800-1810 26093 23047 69210

Fuentes: Columna 1: estimación de la población basada en las tasas de crecimiento intercensal del período. Los detalles de la estimación en el Capítulo 7. Columna 2: sobre la base de un consumo de 193 kg. de carne por persona por año, en Garavaglia (1999-a) pág. 243, y de un rendimiento cárnico de la res, de 207 kilos por cabeza, en Garavaglia (1999-a) pág. 242.

La columna 2 muestra que si los montevideanos hubieran consumido la misma cantidad de carne que sus vecinos del otro lado del Río, y si sus ganados hubieran tenido el mismo

564 Pérez Castellano, Crónicas históricas. Pág. 9.

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199

rendimiento cárnico que los de estos vecinos, el número de cabezas consumidas habría sido de cuatro a cinco veces mayor que el que pasó por el matadero municipal. En otras palabras, sobre supuestos de hábitos de consumo y niveles tecnológicos similares a los de Buenos Aires, puede decirse que el mercado formal del abasto montevideano sólo cubría una porción ínfima, que posiblemente tendió a aumentar a lo largo del período, del consumo privado total. Si para atender tan elevados niveles de consumo de carne de res se requerían unas dotaciones animales de la magnitud que se ve en la columna 3, cabe pensar que la oferta en el mercado de trabajo ganadero de una población que, como se dijo, rondaba los 20.000 habitantes en 1800, sería capaz de sostener estos niveles aproximados de producción y de consumo. Así, aunque estos cálculos no pretenden dar por demostrado cuál era el consumo de carne ni cuál era la producción animal de la sub-región, han dejado definidos rangos posibles de unos y otros; si las condiciones reales de consumo o de producción se definen muy por encima o por debajo de estos niveles, cabe esperar que la ganadería montevideana de cría se vería enfrentada a una situación de desequilibrio.

Como se dijo arriba, el otro segmento del mercado estaba constituido por la demanda de la Real Hacienda para el consumo de la población que cumplía trabajos forzosos en la construcción de la muralla de Montevideo. Las discusiones en el seno del cabildo mostraron que mientras la concesión del abasto de los hogares estuvo atada a la provisión gratuita de este segmento, los concesionarios hallaron ruinoso el negocio. En 1775, ante una requisitoria terminante del Gobernador de Buenos Aires, el Cabildo hizo una representación donde planteó que de acuerdo a la experiencia de los últimos años resultaba totalmente incompatible la obligación de dar la carne gratis a los presos con obtener alguna rentabilidad del abasto municipal, incluso en régimen de monopolio, sobre el que se pronunció en contra. Increíblemente el cabildo se mostró a favor de un sistema de libre competencia: la experiencia mostraba, dijo el Cuerpo Capitular, que la calidad de la carne ofrecida por los abastecedores era mala, en parte porque su negocio era ruinoso y de esta forma buscaban abaratar sus costos, pero también por falta de competencia. Adicionalmente, el precio al que los abastecedores en régimen de monopolio ofrecían la carne al menudeo nunca bajaba de un real y cuartillo una vez al día, mientras que cuando el abasto no era monopólico y cualquiera podía faenar para vender, se ofrecía carne por medio real a cualquier hora del día. Un último argumento en contra del abasto monopólico aludía a los perjuicios que causaba al resto de los ganaderos, que desde que empezó el sistema se vieron privados del único mercado que tenían para su ganado, y por ende, de los perjuicios que causaba a la ganadería, ya que en situación de estar los campos rebosantes de ganado (como había sido el caso cuando asumió el matadero García de Zúñiga) y desprovistos de bocas de salida para los animales, los ganaderos montevideanos dejaban de lado las tareas de cría (amanse, marcación, etc.), los animales se alzaban, fugaban de la jurisdicción y se perdía capital565. Finalmente, el cabildo decidió volver al régimen anterior, donde el abasto se repartía entre diversos ganaderos interesados mediante llamado público, con obligación de ofrecer carne de buena calidad al menudeo al menos por medio real, a cualquier hora del día, y sin obligación alguna de abastecer a los presos de la Ciudadela566.

Las cuentas de la Caja Real de Montevideo revelan que desde 1780 hubo contratos específicos para la provisión de carne a los presidiarios, y por lo tanto, que se rompió la unión forzosa entre el abastecimiento a uno y otro segmento del mercado. Los precios que

565 "Acuerdos del cabildo de Montevideo," Revista del Archivo General Administrativo X, no. 1773 (1920). Vol X; pág. 190-200.

566 Ibídem; Vol X; pág. 200-201.

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pagó la Caja Real montevideana por ese concepto no parecen haber sido muy diferentes de los que, hasta donde se sabe, regían en el mercado del consumo privado.

Cuadro 6. 16. Precio de la res para el consumo de los presos de la ciudadela, 1780-1899

reales reales

1780 16 1791 8

1781 16

1782 16 1798 12

1783 14

1784 16 1799 8.5

1785 16

1786 16

1787 14

1788 8

1789 9

Fuente: 1780-1783: AGI, Buenos Aires 445; 1784-1788: AGI, Buenos Aires 446; 1789-1799: AGI, Buenos Aires 448.

La información es de mejor calidad para los años de 1780, ya que en relación con la década siguiente la fuente omite el precio en la mayor parte de los años, aunque registra el gasto efectuado por ese concepto. Adicionalmente, hay un cambio importante: desde 1784 el contrato para el abastecimiento de los presos incluye también el abastecimiento de la marina, en lo que debe haber sido una ampliación de este segmento del mercado sumamente atractiva para sus interesados en abastecerlo. Así, aunque no siempre se mencionan los nombres de los contratistas en esta fuente, resulta significativo que a partir de 1794 revistan como abastecedores de la Armada y el presidio algunos conocidos empresarios montevideanos como Manuel Vázquez y Francisco Maciel567.

En síntesis, la característica principal del mercado montevideano de carne fresca habría sido su tamaño exiguo. Dividido en dos segmentos, el del consumo privado y el del consumo público, hubo de transitar procesos diferentes de organización. En el primero de los segmentos hay fuertes indicios de que predominaba el autoconsumo y formas informales de acceso a la carne fresca. Así, los intentos por formalizar una oferta y un circuito monopólico de distribución fracasaron una y otra vez, sin que nunca se oyera una voz de protesta de los consumidores y en cambio clamaran su disgusto los potenciales oferentes. El segundo de los segmentos era el único que de veras dependía de la existencia de un mercado organizado. Los intentos de ligar el abastecimiento de uno y otro segmento pueden verse como intentos de resolución de esa restricción. Pero la estrategia no fue eficaz; por el contrario, puso obstáculos a la organización de ambos mercados. Recién cuando se desligaron ambos mercados tuvo lugar su maduración. El tamaño del mercado formado por la demanda de la Real Hacienda y sus contratistas, aunque lógicamente menor que el primero, también se amplió con la incorporación del abastecimiento de la marina. Desde el punto de vista de los productores de ganado de la campaña montevideana, esta eventual lentitud en la formación del mercado de carne fresca no es un

567 AGI, Buenos Aires 445; 1784-1788: AGI, Buenos Aires 446; 1789-1799: AGI, Buenos Aires 448.

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dato menor. En contraste con Buenos Aires, donde según los antecedentes el mercado del consumo urbano era un destino fundamental para la producción vacuna, que contrapesaba la estabilidad de los mercados exteriores de ganado vivo y de cueros, la evidencia sugiere que en Montevideo la demanda originada en el consumo privado, principal destino aparente de la ganadería montevideana de cría, resultaba totalmente incapaz de llevarla su pleno potencial de producción. La práctica de no herrar los animales y permitirles que vuelvan a su estado salvaje, que tanto escandalizó a oficiales de gobierno y visitantes extranjeros, debe haber sido común en los períodos de sobreabundancia de ganado. Al menos, hasta que se abrió el mercado de las carnes saladas.

B. EL MERCADO DE CARNE SALADA

La producción de carne salada comenzó en 1786 con la apertura del primer saladero del Río de la Plata en su orilla norte, cerca de la antigua plaza portuguesa de Colonia do Sacramento y fuera de la jurisdicción montevideana. Su dueño era un peninsular arribado a Montevideo en la década de 1770, cuyo negocio principal eran los contratos de abastecimiento a los cuerpos militares y a la Armada, pero que también giraba en el comercio de intermediación, de marina mercante y de recolección de diezmos.568 Aunque su empresa de salazón de carnes tuvo una vida azarosa, su ejemplo fue seguido por otros agentes.

La apertura de este primer saladero significó la aparición de dos nuevos productos – la carne en salmuera o carne salada y el tasajo o charque- y de nuevos procesos en la historia de la ganadería rioplatense. La carne en salmuera o carne salada era un método de conservación de la carne cruda en un caldo de sal que requería su empaque en toneles sellados; el tasajo o charque era carne también cruda, pero curada directamente con sal en grano y secada al aire libre. Ambos productos requerían numeroso personal a cargo de diversos procesos de cierto nivel de especialización: había que matar al animal en un redil, levantarlo con un sistema de poleas, desollarlo, trozarlo, deshuesar la carne y obtener las tiras o filetes de carne del tamaño adecuado. Luego había que cumplir los procesos de conservación: elaborar la salmuera en grandes tachos de cobre para la carne salada, poner los trozos en depósitos de sal en el caso del tasajo, envasar la carne salada en toneles, colgar a secar el tasajo en grandes tendales al aire libre569. Por esta razón estas fábricas de carne, que requerían abundante mano de obra a la vez que introducían una clara división del trabajo en el establecimiento, recurrieron al trabajo esclavo y constituyeron inversiones de porte. En esta primera etapa de su historia, además, los saladeros de mayor tamaño eran empresas de integración vertical: para abastecer la demanda de un gran saladero de manera estable y fluida los empresarios entendieron necesario incorporar la producción ganadera a la inversión. Por ejemplo, el plan de producción del primer saladero ya mencionado incluía el mantenimiento de un rodeo de 30.000 cabezas vacunas para poder producir 8000 quintales por año de carne salada y tasajo. De este modo el gran saladero era también una gran hacienda ganadera aunque como se vio, la inversión en saladeros no empezó con capitales agrarios sino de otras actividades de mayor rentabilidad570.

Las fábricas de carne salada se propagaron en los años siguientes en un número incierto dentro y fuera de la jurisdicción de Montevideo, por lo general como emprendimientos

568 Alfredo Montoya, Cómo evolucionó la ganadería en la época del virreinato (Buenos Aires: Editorial Plus Ultra, 1984). Pág. 112.

569 Ibid. Pág. 121-139.

570 Ibid. Pág. 121-139.

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encarados por agentes vinculados al comercio de ultramar, pero también por algunos ganaderos de la zona de Colonia571. En 1787 un contemporáneo decía:

“En las inmediaciones de esta ciudad se han puesto otros dos [saladeros] que harán otros ocho mil [quintales de salazón] por año por año cada uno, y muchos particulares salan también en sus haciendas, porque los tres saladeros grandes se están disponiendo para empezar572

Se conoce una nómina de 36 empresarios que en las últimas décadas del período colonial invertían en el negocio del saladero en la orilla norte del Río de la Plata, ya sea en estancias de su propiedad o en establecimientos nuevos573. La mayor parte de ellos eran navieros, comerciantes y contratistas del gobierno que también adquirieron grandes porciones de tierra.

El mercado de las carnes manufacturadas no era, desde luego, el del consumo interno. Originalmente los proyectos de fundación de saladeros apuntaron al abastecimiento de las tropas reales en España, pero el desarrollo del comercio con La Habana y con Río de Janeiro a partir de 1780, así como el aumento de la introducción de esclavos en aquellas economías durante 1790, pronto definió el destino de las carnes saladas574. En efecto, en las últimas décadas del siglo XVIII Cuba estaba experimentado un proceso de expansión de la economía de plantación que, traspasando los límites originarios de la producción de azúcar, convirtió a la mano de obra esclava en la forma principal de trabajo de aquella economía. Esta expansión de la economía esclavista contó con la participación activa de agentes de las recientemente independizadas colonias inglesas de América del Norte. La red comercial con Cuba la tejió un grupo de comerciantes y empresarios navieros catalanes que por entonces comenzaba a afincarse en Montevideo y buscaba hacerse un lugar en la élite local. El primer embarque de carne salada a Cuba lo hizo un buque fletado por un patrón de buque catalán, que trajo a su regreso (a España) el barco cargado de azúcar y aguardiente. Muy pronto se desarrolló una ruta triangular que partiendo de Montevideo, llevaba la carne salada a Cuba y seguía rumbo a Barcelona con aguardiente y azúcar575.

No se conocen estimaciones seriadas de las exportaciones de carnes saladas desde sus orígenes hasta 1810, pero la información disponible, aunque heterogénea, ofrece un panorama del tamaño del mercado de las exportaciones de carnes manufacturadas rioplatenses, que en el período, son producidas en su totalidad en la orilla norte del río dado que el primer saladero bonaerense se fundó en el último año del período.

571 Ibid. Pág. 243-245 y Barrios Pintos, De las vaquerías al alambrado. Pág. 125-138.

572 Pérez Castellano, Crónicas históricas. Pág. 22.

573 Montoya, Cómo evolucionó la ganadería en la época del virreinato. Pág. 307.

574 Ibid. Pág. 305-306. Fueron destinos marginales la isla Mauricio, las islas de Barlovento en las Antillas, Mozambique y los puertos españoles.

575 Hernán A. Silva, "La estructuración del comercio y la navegación desde el Río de la Plata (Sic) a Cuba," Anuario de Estudios Americanos LI, no. 2 (1994).

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Cuadro 6. 16. Volumen de carnes saladas y tasajo exportado por el Río de la Plata

Tasajo y carnes en salmuera

(quintales) todo destino

Tasajo (quintales)

destino Habana

1787 13925

1788 10135

1789 33327

1793 30302

1794 34623

1795 56024

1796 71178

Promedio anual 1787-1796

35645

1798 25150

1803 152475

1804 89382

1805 24000

1806 15000

1808 111.112

Promedio anual 1798-1808

51020

Fuente: Montoya (1984); pág. 301 y 305.

El cuadro muestra que las cantidades exportadas tendieron a aumentar cerca del final del siglo, desde embarques anuales del orden de los 35.000 quintales promedio en los primeros diez años de la industria, hasta unos 50.000 como promedio del período inmediatamente posterior.

No es fácil cuantificar el impacto de este modesto desarrollo sobre la ganadería montevideana. De una manera muy rústica, puede decirse que si para producir 8000 quintales por año el primer gran saladero se propuso formar un rodeo de 40.000 cabezas, bajo el supuesto de que se faena por año un número de animales equivalente al procreo, y de que el procreo es de 1/3 del stock, el mercado de la salazón de carnes habría demandado cerca de 44.000 cabezas por año entre 1787-1796 y cerca de 60.000 anuales entre 1798-1808576. Teniendo en cuenta la información del apartado anterior, se trataría

576 La relación de 10.000 cabezas = 8000 quintales de carne salada define un rendimiento de 1,25 quintales por res, muy similar al de 1,5 quintales por cabeza reportado por Millot y Bertino en: Millot y Bertino, Historia económica del Uruguay.Pág. 67.

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de un volumen que duplica el tamaño del mercado formal del abasto montevideano, y que es casi igual al del consumo privado total. Por lo tanto, puede decirse que la apertura de un mercado de ganado para los saladeros debe haber constituido un cambio radical para la ganadería de cría montevideana. No obstante, en la medida que no se conoce con precisión cuántos saladeros se localizaban dentro y cuántos fuera de la jurisdicción, ni tampoco los circuitos de ganado con que se aprovisionaban, no es posible determinar con precisión el impacto de la demanda de los saladeros sobre la oferta ganadera montevideana577.

En resumen, puede decirse que aunque abastecido por el ganado de la jurisdicción en una proporción indeterminada, se trató de un mercado nuevo y en expansión -aunque inestable por los vaivenes del tráfico de ultramar- que diversificó las oportunidades de colocación de los ganados y de exportación de productos pecuarios. Aunque durante el período 1760-1810 su desarrollo parece haber sido acotado, el mercado del tasajo para exportación tendría una vigorosa expansión en el siglo XIX.

C. LOS PRECIOS DE LOS GANADOS

Para conocer los precios corrientes del ganado de la Jurisdicción de Montevideo fueron utilizados 81 inventarios que son, del total de los 218 inventarios con tasación existentes en el archivo respectivo en el período de estudio, todos los que registran existencias de ganado ya sean bovinos, equinos, mulares, y/o ovinos. De estos, 24 no contaban con datos sobre su localización, mientras que de los restantes, 1 pertenecía a la ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo y 56 a los otros pagos o partidos de la Jurisdicción de Montevideo. Se constata que el conjunto de inventarios utilizados para conocer el precio del ganado cubre todos los parajes de la jurisdicción, desde la zona de chacras y quintas más inmediata a la ciudad (Miguelete) hasta los más remotos (Minas, Molles, Solís), quizás porque ganados había a todo lo largo y ancho de la misma. Un enigmático “Partido de Río Negro” sugiere también aquí el avance de la jurisdicción en dirección norte.

La cantidad de estos inventarios, por año, puede verse en el gráfico 6. 4.

Se observa que la cantidad de inventarios por año es muy baja (para la mayor parte de los años la cantidad de inventarios disponibles es 1), además de que para algunos años no hay inventario disponible que contenga esta información. Se observa también que la irregularidad en la cantidad de inventarios disponibles no presenta ningún patrón a lo largo del período, ni creciente ni decreciente, tal que pudiera ser asociado con una menor o mayor consolidación demográfica e institucional de la jurisdicción de Montevideo. En otras palabras, aunque hacia el final del período la jurisdicción está más poblada y cabría suponer que la Justicia está mejor organizada, o al menos más consolidada su administración que al principio del mismo, no por ello hay un mayor número de expedientes sucesorios con información inventariada y tasada relativa a los predios rurales. Así, como contrapeso a la fortaleza que brinda la homogeneidad de esta fuente para los fines de este trabajo, debe anotarse la fragilidad derivada de un número muy bajo de observaciones por detrás de cada dato anual, en la inmensa mayoría de los años.

No obstante, la fuerte congruencia de los microdatos, observable en la virtual ausencia de atípicos en la serie de precios corrientes de las diferentes categorías de animales, sugiere que las tasaciones – aún cuando tan escasas- o bienes eran siempre muy fieles a la realidad, o en el peor de los casos, eran realizadas siempre con criterios similares.

577 Algunos estudios han identificado la presencia de 9 saladeros en 1810, localizados todos al sur del Río Negro, pero no todos dentro de la jurisdicción de Montevideo. Ibid. Pág. 66-67.

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Gráfico 6. 4. Cantidad de inventarios con información sobre el ganado, por año del período

0

2

4

6

8

10

1756

1760

1764

1768

1772

1776

1780

1784

1788

1792

1796

1800

1804

1808

Fuentes: AGN-MONTEVIDEO. Archivo Judicial. Ver detalle en el pie del Cuadro 2 del Anexo Estadístico

Por otra parte, el Cuadro 6.17 muestra la cantidad de años para los cuales no hay inventarios o bien, si los hay, no contienen información sobre precios del ganado. Se observa que la década de 1770 es la que presenta mayores vacíos de información, seguida por la de 1760

Cuadro 6. 17. Años sin información, ordenados por décadas

1756-1759

1760-1769

1770-1779

1780-1789

1790-1799

1800-1810

ninguno 1760 1770 1780 1798 1800

1763 1771 1784 1805

1764 1772 1786

1769 1774 1788

1777

1778

Fuente: AGN-MONTEVIDEO. Archivo Judicial. Ver detalle en el pie del Cuadro 2 del Anexo Estadístico.

Estos vacíos plantean un problema a la hora de utilizar estos precios para construir un deflactor del valor del output agrario, como se verá más adelante. Por el momento es necesario retener que hay 17 años del período, dispersos en distintas décadas, sin información sobre precios corrientes de las diferentes categorías de ganado.

El Gráfico 6. 5 presenta los precios corrientes de las principales categorías de ganado bovino y sus tendencias lineales respectivas.

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Gráfico. 6.5. Precios corrientes (en logaritmo de reales por cabeza) del ganado bovino, 1756-1810

Fuente: Cuadro 2 del Anexo Estadístico.

Puede verse a simple vista que los bueyes y las vacas lecheras son los bovinos de mayor precio, y que evolucionan de manera muy parecida. De la misma forma, se observa que el precio de las crías parece acompañar, con cierta amplitud, el movimiento del precio del “ganado de cuenta”, y que éste experimenta un descenso marcado al principio del período, para permanecer luego bastante estable hasta la segunda mitad de 1790, cuando empieza a caer.

Es significativo que de las cuatro categorías representadas en el gráfico, las tres que presentan mayor número de datos anuales muestran tendencias lineales decrecientes en el conjunto del período. Entre ellas, la categoría que durante todo el período ocupó el mayor valor ganadero – el “ganado de cuenta”- presenta claramente un declive. Los precios corrientes del ganado equino tuvieron un comportamiento similar.

Gráfico 6. 6. Precios corrientes (en logaritmo de reales por cabeza) de las principales categorías de ganado equino, 1756-1810

Fuente: Cuadro 2 del Anexo Estadístico.

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El gráfico muestra que los caballos mansos, tras experimentar también una caída marcada en los primeros diez años del período, registraron una caída tendencial muy leve durante el resto del período, mientas que las yeguas mansas registraron un declive tendencial más marcado. En cambio las crías se mantuvieron muy estables. Finalmente, el Gráfico 6. 5 muestra el precio corriente de las ovejas en el período.

Gráfico 6. 7. Precios corrientes de las ovejas (en logaritmo de reales por cabeza), 1756-1810

Fuente: Cuadro 2 del Anexo Estadístico.

Se trata de un comportamiento sumamente estable que, sin embargo, también describe un movimiento levemente descendente. En definitiva, los precios de los ganados bovinos, equinos y ovinos montevideanos presentaron en el período un comportamiento tendencialmente descendente que coincide con el que se conoce para sus similares de la campaña de Buenos Aires.

Para interpretar correctamente este comportamiento declinante de los precios del ganado montevideano es necesario detenerse, antes que nada, en una peculiaridad de los sistemas ganaderos rioplatenses que confundió a la historiografía clásica: la ganadería de cría y la del cuero no son una única rama de la producción puesto que una y otra se basan en la explotación de recursos productivos diferentes, por más que en ambos casos el recurso fuera el ganado bovino. Así, no es extraño que ambas actividades enfrentaran mercados diferentes, requerimientos diferentes de inversión y expectativas diferentes de rentabilidad y riesgo. Tampoco es extraño que, como se argumenta más adelante, ambas tuvieron agentes diferentes. No hubo una microeconomía ganadero-bovina en el paisaje montevideano, sino dos, y la estratificación entre hacendados “ricos/terratenientes” y “pobres/medianos o pequeños” que ha sido tan cara a la historiografía clásica no ha ayudado a comprender el grado de autonomía que la producción de cueros tenía respecto de la de carnes, y viceversa. Esa autonomía de fondo explica la aparente inconsistencia de unos precios decrecientes del ganado vivo en un período de expansión de las exportaciones de cuero.

En efecto, el furor exportador de cuero que se conoció a partir de 1780 constituyó un episodio de notas singulares, que dio lugar a una nueva economía del cuero, originalmente disociada en su nacimiento y sus formas de funcionamiento de la economía agraria de chacras y estancias que se analiza en este capítulo. Se vuelve sobre el significado de los precios ganaderos montevideanos más adelante.

6. 3.4. LA AGRICULTURA MONTEVIDEANA: PRODUCTOS Y PROCESOS

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Una imagen muy rica de la agricultura de la jurisdicción de Montevideo el período tardo- colonial se ofrece en un manual para labradores redactado en 1813. Fue escrito por un hombre que, siendo sacerdote de profesión y teniente cura de la Matriz durante algunos años, fue chacarero en el Miguelete -el corazón de la campaña montevideana- desde 1774 hasta su muerte y también Juez Hacedor de Diezmos de Montevideo, cargo en el cual actuó como administrador directo del diezmo de la jurisdicción en más de una ocasión. Reputado por sus contemporáneos como un gran conocedor de las actividades agrícolas locales, recibió a los 70 años de edad el encargo oficial de redactar unos “apuntamientos de agricultura (…) en bien general de la provincia”, encargo que cumplió entre julio de 1813 y poco antes de su muerte ocurrida en 1815578. Los “apuntamientos”, así, resultaron ser una obra en dos volúmenes, dirigida a los chacareros montevideanos y por ello mismo, caracterizada por un riguroso empirismo579. Sobre lo primero, el autor es expreso en el prólogo:

“Tal vez algunos reputarán por inútil el [esfuerzo] que yo he tenido en escribir mis observaciones sobre agricultura en vista de lo mucho que sobre esta materia se ha escrito de sesenta años a esta parte, así en nuestra lengua como en extrañas (…).A esto respondo (…) añadiendo que para los labradores del Miguelete, que es para quienes yo las escribo, no tengo noticia se haya escrito hasta el presente, ni una jota580”. Y agregó más adelante: “(…) muchos libros de agricultura más bien parecen escritos para espantar labradores, que para instruirlos581”.

En cuanto al empirismo, el autor se manifestó como sigue:

“¿Qué le importa al labrador saber, por ejemplo, cómo se desarrolla el trigo en la tierra: cuáles son sus partes orgánicas: cuáles las de la generación o fructificación: cuáles los principios que constituyen este grano precioso? Este conocimiento podrá servir, si acaso, para otros usos que los de la labranza, porque para ésta sólo es conducente y le importa saber, el modo con que debe preparar la tierra antes de sembrarla: el tiempo y sazón en que la debe sembrar: cómo debe escardar y limpiar el trigo de la cizaña y otras malas hierbas que lo sofocan: la sazón en que lo debe segar: cómo lo ha de trillar, limpiar y recoger: y en fin, como lo ha de conservar y preservar del gorgojo y de otras plagas que lo infestan y lo pierden582”.

Estas dos características dan al texto una gran riqueza como fuente, ya que Pérez Castellano no escribió un manual donde se dan prescripciones sino donde se describen cada una de las prácticas agrícolas del lugar, con referencias concretas a personas y chacras de la zona en relación a cada tema tratado, así como a diversas coyunturas agrícolas locales presentes y pasadas. Adicionalmente, todo el texto tiene un tono vivaz, donde el autor exhibe tan pronto un profundo malhumor provocado por la coyuntura política del año XIII como un entusiasmo inocultable por los temas agrícolas, y desliza

578 Sobre la biografía de Pérez Castellano, véanse: Alfredo Castellanos, "Prólogo," en Crónicas históricas, ed. José M. Pérez Castellano (Montevideo: Ministerio de Cultura, 1968). Apolant, Génesis de la familia uruguaya. Tomo I; pág. 502.

579 Pérez Castellano, José M; Observaciones sobre agricultura; Vol. I y II; Colección de Clásicos Uruguayos Vol. 131 y 132. Montevideo, Ministerio de Cultura, 1968. La obra fue publicada por primera vez en 1848.

580 José M. Pérez Castellano, Observaciones sobre agricultura, vol. I, Colección de Clásicos Uruguayos (Montevideo: Ministerio de Cultura 1968 [1813]). Tomo I. Pág. 13

581 Ibid. Pág. 136.

582 Ibid. Pág. 12.

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libremente furibundas opiniones personales sobre lo primero cuando trata de lo segundo583.

El libro permite identificar dos grandes rubros productivos en las chacras de la jurisdicción: la producción de trigo y la de montes frutales. Un tercer segmento es el de la producción de hortalizas y legumbres.

Según el autor se conocían tres variedades de trigo en la zona, pero al comenzar el siglo XIX se plantaban sólo dos de ellas: la que se destinaba al pan (trigo común) y la que se destinaba a la fabricación de fideos (farro o trigo de Roma). La tercera, el trigo de Chile, se había abandonado porque el farro lo desplazó584. Las tierras de la jurisdicción, aunque de calidades diferentes, son “generalmente [todas] buenas para el trigo”, al punto que “Aquí no se acostumbra abonar con estiércol las tierras negras para que den buen trigo, porque en sí tienen el calor suficiente para criarlo bien (…) A las tierras blanquecinas tampoco suelen abonarlas con estiércol para echarles trigo (…)585”. Y aunque el autor juzga que a las tierras blanquecinas, menos fértiles, les vendría bien cierto abonado de estiércol, insiste en que sea moderado: “…y digo moderado, porque siendo mucho, el trigo se envicia y suelen las cañas echarse o acodarse y no granar tan bien como cuando se conservan derechas (…)586”.

La siembra del trigo se hacía en un sistema de rotación anual con maíz, legumbres y tubérculos587. La siembra se empezaba en mayo y podía hacerse hasta julio. El proceso comenzaba con la preparación de la tierra, que refiere varias pasadas de unas “rejas” singulares:

“Después de las dos primeras rejas los labradores deshacen aquí los terrenos con rastras, que forman de ramas de tala o membrillo, que de uso son bastante bravas y aptas para desmenuzar la tierra, pero no usan de rastrillos con diente; porque aunque a muchas tierras tenaces y entretejidas de raíces les vendría bien ese instrumento, no lo consideran absolutamente necesario. Después de algún tiempo, y cuando ya han nacido algunas malas semillas, vuelven a dar tercera reja (…) si la tierra no está bien hecha con tres rejas, suelen dar hasta cuatro, y tal vez hasta cinco, y vuelta a rastrear la tierra, la siembran después de melgueada588”.

La formación de las “melgas” requería el uso del arado:

“Llaman melgas a unas líneas paralelas, que en la tierra dispuesta hacen con el arado, tres y media a cuatro varas distantes unas de otras, a fin de que el sembrador se dirija por ellas para desparramar el grano con igualdad dentro de aquellas dos líneas589”.

583 Quizás el ejemplo más notable es cuando trata de la utilidad de los cerdos en un establecimiento rural y compara a los ejércitos porteños enviados desde 1810 al Alto Perú, Paraguay y Montevideo, con jabalíes que destruyen todo cuanto encuentran a su paso. De paso, Pérez Castellano hace –dentro del apartado sobre los cerdos- una diatriba contra José Artigas, “que les abrió de par en par las puertas” de Montevideo a los porteños. Pérez Castellano, Observaciones sobre agricultura. Pág. 166-167.

584 Pérez Castellano, Observaciones sobre agricultura. Pág. 267-268.

585 Ibid. Pág. 270.

586 Ibid. Ibíd.

587 Ibid. Pág. 271.

588 Ibid. Pág. 274.

589 Ibid. Pág. 274.

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Pérez Castellano no describe el arado, quizás por encontrarlo innecesario. Cuarenta años después los arados seguían siendo del mismo tipo, y una descripción los presentó así:

“Todos los arados que se usaban en aquel tiempo eran los llamados del país (…). Para la cabeza del arado se empleaba un grueso palo de sauce abierto en ángulo obtuso, y cuya extremidad más delgada se destinaba para la mancera, que es la parte que al arar se lleva agarrada; en el otro extremo se ponía la reja de fierro que debía romper la tierra, y aún ésta se hacía de madera endurecida; el timón lo constituía un madero largo y fuerte, que se prendía al yugo para arar (…)590”.

La técnica de la siembra era al voleo:

“El sembrador entra por un extremo de las dos líneas, y poniéndose en el medio de la melga, o más arrimado a la línea de su derecha, va sacando una bolsa de lienzo, que lleva colgada al hombro y terciada por debajo del brazo izquierdo, o del modo que más le acomoda; el trigo que siembra con la derecha tirándolo de la derecha a la izquierda y formando con el trigo que arroja, una línea plana algo curva. Cuando ya ha concluido con una melga, pasa a la inmediata y la siembra del mismo modo591”.

La intensidad en el uso de la semilla se determina con una regla empírica cuya aplicación requiere flexibilidad y experiencia:

“La regla general que he oído a labradores experimentados es – de que los granos queden en tal distribución que con la mano abierta y tendida en el suelo no se puedan cubrir más de siete granos. Claro está que esta regla es tan vaga que admite más y menos; pues por ella sólo se procura dar a entender el modo conveniente con se debe desparramar el trigo para que quede bien sembrado (…) la relación que acabo de hacer es de lo que aquí se practica generalmente, y de lo que se experimenta mejor (…) En Buenos Aires con la mitad de trabajo que aquí se impende, se disponen bien las tierras y rinden generalmente más que aquí592”.

Aunque los analistas posteriores consideraron estas prácticas como muy primitivas, los rendimientos agrícolas obtenidos –expresados como era usual en la relación cantidad de semilla cosechada/cantidad de semilla sembrada- eran muy buenos:

“Aquí se tiene por cosecha menguada la que no llega diez por una; por buena, la que de diez llega hasta veinte, y por superior, la que pasa de veinte hasta treinta o más [por uno]” 593.

Como se vio antes, para la campaña bonaerense Garavaglia ha concluido, evaluando diversos testimonios, que el rendimiento del trigo rondaría la cifra de 14 unidades de semilla recogida por 1 unidad sembrada. Un estudio de caso basado en un padrón de 1836 de cinco partidos trigueros de la antigua campaña montevideana, arrojó un rendimiento

590 Mariano B. Berro, La agricultura colonial, vol. 148, Colección de Clásicos Uruguayos (Montevideo: Ministerio de Educación y Cultura, 1975 [1914]). Pág. 315. Mariano Berro (1838-1918) pasó su infancia en la chacra de su padre (Bernardo Berro, luego Presidente de la República entre 1860-1864) en la zona de la campaña montevideana conocida como Manga, aledaña a la zona que en la toponimia del período colonial se denominaba “Toledo”. Ver: Ernesto Villegas Suárez, "Prólogo," en La agricultura colonial, ed. Mariano Berro, Colección de Clásicos Uruguayos (Montevideo: Ministerio de Cultura, 1975).

591 Pérez Castellano, Observaciones sobre agricultura. Pág. 274.

592 Ibid. Pág. 275.

593 Ibid. Pág. 276.

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promedio de 13 por 1594. Así, los rendimientos de la agricultura montevideana parecen haber sido similares a los de la campaña de Buenos Aires, lo cual es consistente con la caracterización de los suelos de la pampa ondulada y los campos del sur que se presentó anteriormente.

En diciembre el calendario agrícola despliega su mayor actividad, al empezar la cosecha del trigo. El ya citado Mariano Berro lo evocó así:

“Cuando el trigal principiaba a amarillear, se hacían con urgencia los preparativos para la siega. Es éste un trabajo que no admite demora, porque existe el peligro de que desgrane, causando así mucho perjuicio. Se tomaban así los segadores necesarios para dar principio a cortar la paja con las encorvadas hoces (…)595”

Cuando los segadores han cortado el trigo se arman los molles: las gavillas recogidas en haces con las espigas todas para un mismo lado y los cabos para el otro. Los molles sirven para armar la parva, de forma cónica: en la base de la misma se disponen los molles de pie, y luego se van acumulando capas de molles, de diámetro cada vez más pequeño, con las espigas para el centro y los cabos para el borde de la parva. Pérez Castellano aclara:

“Este método de emparvar no es más costoso que el que se hace con el trigo suelto, y tiene, a más de la ventaja insinuada, la de que si sobreviene un aguacero, como suele acontecer en tiempo de la cosecha, con un cuero grande que se pone en la cumbre de la parva, queda toda ella bien cubierta; porque lo demás del cuerpo de la parva lo taparon los cabos del trigo por la disposición en que se pusieron los molles596”.

La trilla se hacía con yeguas. Existe una bella descripción de Berro que permite conocer los mecanismos de reciprocidad que caracterizaban los momentos críticos del calendario agrícola:

“Designado el día para la trilla y comprometido el Yeguarizo (sic) que debía hacer el trabajo (…), se avisaba a los vecinos para que concurriesen, pues en ese día no se pagaba jornal alguno, todo era gratuito, y se retribuía yendo uno, a su vez, a trabajar en las trillas de los vecinos concurrentes, excepción hecha del Yeguarizo, quien percibía el importe de su trabajo según la magnitud de la parva (…)597”

Resulta evidente que el único trabajo remunerado era el especializado (el “yeguarizo” es dueño de la tropilla de yeguas que será utilizada para pisar las espigas) mientras que el trabajo no especializado era provisto por los vecinos. Según Pérez Castellanos durante mucho tiempo las tropillas de yeguas utilizadas por los campesinos montevideanos para la trilla eran de la estancia real que había en el Cerro, actividad que el autor citado juzgó de

594 María Inés Moraes y Raquel Pollero, "Formas familiares y categorías ocupacionales en el Uruguay rural pre-moderno. Un estudio de caso: Canelones, 1836" (paper presented at the III Jornadas de Historia Económica, 2003).

595 Berro, La agricultura colonial. Pág. 310-311.

596 Pérez Castellano, Observaciones sobre agricultura. Pág. 278.

597 Berro, La agricultura colonial. Pág. 311. El autor es muy claro, además, sobre el carácter festivo de la trilla: “(…) Este trabajo se había convertido en una fiesta rural, en la que cualquiera podía llegar a las casas, fuera conocido o no, desensillar, trabajar poco o mucho, irse cuando se le antojaba, concurrir a la corrida de la bandera, y sobre todo, en la comilona, en donde se servían los ricos pasteles de pollo o picadilllo en fuentes y platos, el arroz con leche y el carlón que desataba las lenguas”. La “corrida de la bandera” era un juego a caballo; el “picadillo” es un relleno a base de carne de res picada a cuchillo, el “carlón” es un vino. Ibídem; pág. 311-312.

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beneficio de capataces y peones de aquella estancia, pero no del erario real598. La reciprocidad, en tanto, es un fenómeno característico de las sociedades campesinas, que ya fuera verificado por Garavaglia para extensas zonas del Río de la Plata en el mismo período599. El trabajo se hacía en la era, donde había sido armada la parva, haciendo entrar las yeguas al recinto:

“La era estaba resguardada por un cerco circular…para que las yeguas no pudiesen salir (…) por la puerta se hacía entrar el número necesario de yeguas, quedando a la guarda de aquéllas algunos jinetes. El terreno al pie de la parva, estaba cubierto con la paja que se había volcado, y sobre ella tenían que pasar los animales al trote y al galope, siempre dando vuelta circular, arreados por dos o tres hombres que agitaban largos arreadores, gritando como salvajes. De cuando en cuando paraban, ya para echar más paja al piso, ya para mudar la vuelta de las yeguas. La paja pisada se iba corriendo hacia afuera contra los palos del cerco, y los hombres que estaban trepados en la parva, con las horquillas volcaban más paja, que las yeguas seguían pisando (…) Una vez volcada toda la paja se debía dar una repisada (…). Lo que debía hacerse luego era formar la sierra: ésta la constituía la paja amontonada, formando un prisma muy alargado, de poco altor (sic), con dos costados a lo largo y dos frentes. Se recogía la paja y el trigo (…); el piso de la era se barría bien con escobas de ramas para que no quedase trigo fuera de la sierra. En todo este tiempo no faltaban personas encargadas de hacer circular el mate, dulce o amargo, las que, por lo regular, eran del sexo femenino, que así estimulaban a los trabajadores; la caña se alcanzaba en botellas y estaba destinada a dar fuerza, a combatir los efectos del calor y a impedir que el agua fría hiciese daño600”.

Por último, todavía era necesario arrojar el contenido de la sierra al aire, para separar la paja del grano:

“La última operación era la de separar el grano de la paja, cuando el viento era favorable. La tarea de aventar se efectuaba con el bieldo, instrumento de madera con el cual se arroja la paja pisada contra el viento, llevándose éste la paja, pues por ser más pesado, el grano se va amontonando hacia la parte de donde sopla aquél. Cuando el trigo está reunido en montones, casi sin paja, se da el traspaleo, lo cual se hace con una pala (…) tirando al aire el trigo bien alto; el viento aparta las pocas pajas y aristas que aún conserva y con una escobita flexible de yerbas se va pasando sobre el grano y se apartan los terrones, casullos, etc. (…) Mientras dura la operación de aventar es necesario dormir de noche en la era, para evitar los robos de trigo, y así lo hicimos durante varios años, mi padre, mi hermano Bernardo, yo y algún peón, acostándonos en el blando colchón de la paja bien oliente601”.

La conservación de los granos era un problema difícil de resolver, al cual Pérez Castellano dedicó amplio espacio en su obra. Como en Buenos Aires, tampoco en Montevideo los labradores tenían graneros:

598 Pérez Castellano, Observaciones sobre agricultura. Vol.II; pág. 190-191. La “estancia del Rey” estaba ubicada en las faldas del Cerro de Montevideo, una colina al oeste de la ciudad, coronada por un fuerte militar con vista al Río de la Plata. Tenía como finalidad el abastecimiento de caballos para las tropas del ejército y de bueyes para el sistema de carretas reales.

599 J. C. Garavaglia, "De 'mingas' y 'convites': La reciprocidad campesina entre los paisanos rioplatenses," en Poder, conflicto y relaciones sociales. El Río de la Plata, siglo XVIII-XIX, ed. Juan Carlos Garavaglia (Buenos Aires: Homo Sapiens, 1999-c).

600 Berro, La agricultura colonial. Pág. 312-313.

601 Ibid. Pág. 313.

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“Aquí los labradores no tienen en sus casas almacenes, en que poder conservarlo [al cereal] a granel, porque para eso es preciso, más que otros requisitos necesarios, fuesen los almacenes capaces de poder palear en ellos el trigo de un lado para el otro. ¿Y éstos dónde se ven? No habiendo pues almacenes, no queda otro recurso que acogerse a los sacos que aquí se usan602”.

La ausencia de graneros parece tener que ver con la dificultad para prevenir la presencia de parásitos en su interior. Al menos, así queda sugerido cuando el autor hace referencia al caso de unos labradores que intentaron construirlo:

“En la costa del Santa Lucía había establecidos, como los hay ahora, muchos labradores que recogían cosechas abundantes, y les ocurrió hacer casas de madera para guardar en ellas el trigo a granel. Cuando yo lo supe le dije a algunos, que de eso hicieran conmigo conversación, que reputaba esas casas por incapaces de poder en ellas conservar el trigo; no sólo porque siendo de madera, era preciso que con los soles se sintiese dentro mucho calor; sino también por la circunstancia de hallarse en ellas el trigo a granel sin poderlo palear de una lado para otro. El suceso acreditó que lo que les dije era fundado; porque en ellas se les agorgojaba el trigo; y al presente nadie se acuerda de casas de madera para almacenar trigo603”

Según el autor el trigo almacenado a granel debe ser removido de un lugar a otro con frecuencia para evitar el gorgojo, y aún así no es posible evitar la aparición del mismo al cabo de unas pocas semanas604. La segunda opción es por las trojes, como se hacía en Buenos Aires. Pero el autor recomienda su uso sólo para períodos muy cortos:

“Trillado y limpio el trigo, se suele ensacar aquí en la misma era (…) se puede y conviene ponerlo a cubierto en trojes, que se forman con palos y cueros. Pero no aconsejaré a nadie que mantenga el trigo en la troje por un par de meses y mucho menos si entró en ella alguna humedad, porque entonces lo más frecuente es que el trigo se caliente, adquiera mal gusto la harina, y lo peor es que al instante se agorgoja. No habiendo pieza enjuta, capaz y a propósito para palear el trigo de un lado para otro (…) cada ocho o más tardar cada quince días, es absolutamente necesario que el labrador lo ensaque para poderlo preservar de ese fatal insecto605”.

Los sacos se hacen con cueros; el autor recomienda usar los más grandes, que son los cueros de toro, porque además de cargar hasta cuatro fanegas, son más fuertes que los otros. Pero él mismo reconoce que los labradores frecuentemente prefieren sacos de vaca o novillo606. Los sacos se preparan con el cuero mojado y se rellenan con un “pisador” para hacerlos soportar la mayor carga posible; una vez cerrados se ponen a secar sobre suelo seco y por último, cuando ya está bien seco, se sellan las costuras del saco con bosta de vaca “bien fresca y amasada, a fin de que con ella no quede resquicio a las hormigas, ni a otros enemigos del trigo (…)607”. Los sacos deben almacenarse en sitios secos pero no al sol “que lo hiere [al trigo] desde que nace hasta que se pone608”, sino apilados dentro de alguna pieza.

602 Pérez Castellano, Observaciones sobre agricultura. Pág. 284.

603 Ibid. Pág. 287.

604 Ibid. 285-286.

605 Ibid. Pág. 280.

606 Ibid. Pag. 280.

607 Ibid. Pág. 282.

608 Ibid. Pág. 284.

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En apartados anteriores se vio la importancia de los montes frutales en la composición del capital de las chacras montevideanas. La obra de Pérez Castellano corrobora de manera indirecta esa información, ya que el autor encara el tratamiento del tema de la producción frutícola antes que el tema del cultivo del trigo, y además, le dedica 230 páginas mientras que al cultivo del trigo le destina sólo 35. Su descripción del calendario frutícola local es indicativo de la diversidad de frutas que producían las chacras:

“(…) es notorio que las frutas tempranas empiezan en el Miguelete a mediados de diciembre; porque sin contar las frutillas o fresas, que maduran antes, tenemos desde la mitad de diciembre guindas, duraznillos de la virgen, damascos, brevas, peras comunes, campesinas y algunas otras frutas tempranas, que se comen en todo el resto de ese mes y en todo enero. En febrero entra el durazno, que concurre con muchas frutas tanto de árboles como de plantas reptiles, cuales son las sandías y melones, y siguen por todo marzo. En abril, mayo, junio y julio se comen manzanas de diferentes especies, que llenan todo ese tiempo. Las naranjas que desde principio de mayo empiezan a colorearse de amarillo, se comen ya con gusto a fines de julio, y duran, o en los árboles o guardadas, por todo el resto del año. A fines de setiembre y pasado su equinoccio, se hallan ya sazonadas perfectamente, y se pueden conservar en sus árboles, porque no sueltan de ellos si no se sacan de propósito (…)609”.

Son mencionados también las aceitunas, (aunque es interesante que el autor dice no saber el método de hacer aceite), los membrillos, y las uvas. Sobre éstas dice el autor que no todos los parajes son adecuados porque además de que la mayoría de los terrenos son muy llanos (Montevideo está al nivel del mar), la humedad y el frío del clima marítimo local atentan contra su desarrollo610. La producción frutícola le merece también unos cuantos apartados sobre las diversas modalidades de injerto que requieren las distintas especies de árboles frutales611, la poda de los frutales612; la elaboración de orejones como método de conservación613 y la elaboración de dulces y conservas en almíbar614.

La producción se completa con legumbres y hortalizas. En otoño se siembran las habas, arvejas, lentejas y chícharos (judías)615. En primavera se siembran el maní y los porotos616, las papas y batatas (que pueden volver a sembrarse en diciembre)617, las sandías y melones618, los zapallos619 y la cidra cayote620. En distintos momentos del año se plantan ajos621, coles, nabos, coliflores, brócolis y rábanos622; lechugas y escarolas623, remolachas,

609 Ibid. Pág. 154-155.

610 Pérez Castellano, Observaciones sobre agricultura. Tomo I; Pág. 189-219.

611 Pérez Castellano, Observaciones sobre agricultura. Tomo I; pág. 96-108.

612 Ibid. Pág. 144-149.

613 Ibid. Pág. 108-122.

614 Ibid. Pág. 185-188. (cítricos) y pág. 196-198 (membrillo).

615 Pérez Castellano, Observaciones sobre agricultura. Tomo II. Pág. 18-19.

616 Ibid. Pág. 19-26.

617 Ibid. Pág. 26-28.

618 Ibid. Pág. 30.

619 Ibid. Pág. 34-37.

620 Ibid. Pág. 39. La cidra cayote es una planta cucurbitácea, cuyo fruto, de corteza lisa y verde con manchas blanquecinas y amarillentas, da una pulpa jugosa, blanca, y tan fibrosa que después de cocida se asemeja a una cabellera enredada, de la cual se hace el dulce llamado cabello de ángel. (Diccionario de la Real Academia, 23a Edición).

621 Ibid. Pág. 40-54.

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acelgas y espinacas624, apios, zanahorias y hierbas aromáticas625; tomates, berenjenas, pimientos y espárragos626. Al parecer, la dieta de aquellos campesinos debe haber sido rica y variada.

6. 3. 5 EL MERCADO DEL TRIGO EN MONTEVIDEO

LA OFERTA

No se conocen estimaciones seriadas del volumen de la producción de trigo montevideano. Una cosecha muy mala, como la de 1773, dio entre 6000 y 7000 fanegas627 y una buena, como la de 1787, dio cerca de 60.000 fanegas628. Si fuera cierto el cálculo de Félix de Azara según el cual el consumo promedio de trigo en el Río de la Plata era de 2.25 fanegas per cápita en 1801, puede verse en la columna 2 del Cuadro 6.18 que las fanegas consumidas habrían pasado de niveles de 14.000 en la década de 1770 a niveles de 70.000 en el 800.

Cuadro 6. 18. Población y consumo estimado de trigo en la jurisdicción de Montevideo en el período, en fanegas

1 2

Población promedio anual estimada

Fanegas para el consumo

1756-1759

2012 5835

1760-1769

2935 8512

1770-1779

4940 14326

1780-1789

8584 24894

1790-1799

14746 42763

1800-1810

26093 75670

Fuentes: Columna 1: igual que Cuadro 6. 15. Columna 2: en base a Azara (1943); pág. 7.

622 Ibid. Pág. 55-62.

623 Ibid. Pág. 64-48.

624 Ibid. Pág. 68-69.

625 Ibid. Pág. 75-80.

626 Ibid. Pág. 81-90.

627 Actas del cabildo de Montevideo. Revista del Archivo General Administrativo; Vol. XVI. Anexo. Pág. 28-29. Pág. 394.

628 AGN-BUENOS AIRES; Sala 9, 3-2-5. Informe del apoderado de la Renta Decimal, Damián de Castro, a la M.Y Junta de Diezmos. El informe recoge información proporcionada por el Juez de Diezmos de Montevideo, a la sazón el ya citado Pérez Castellanos, sobre la recolección del diezmo de 1787, que sitúa en 5500 fanegas. Pérez Castellanos, en una carta particular del mismo año, dice “este año se han recogido 5522 fanegas de trigo del diezmo de esta ciudad, de suerte que por él debemos regular la cosecha en más de 60.000 fanegas, pues no todos diezman bien, y las nuevas villas de San José, Santa Lucía, Canelones y Minas (…) en las que hay más de doscientos vecinos, todos labradores, no han diezmado por considerarse exentos de esa obligación”. Pérez Castellano, Crónicas históricas. Pág. 4.

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No es posible, por ahora, determinar si el volumen de la producción efectivamente acompañaba el crecimiento de la demanda, ya que como se vio, las cosechas experimentaban enormes variaciones. Se sabe que aunque no eran infrecuentes los períodos de escasez y los altos precios, eventualmente se exportaba harina a La Habana, Buenos Aires y “diversos puertos de Europa” en las últimas décadas del siglo XVIII629.

Sólo 28 inventarios post-mortem de UP rurales registran trigo. De estos, 10 no contaban con datos sobre su localización, mientras que de los restantes, 1 pertenecía a la ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo y 17 a diferentes pagos o partidos de la Jurisdicción de Montevideo. La localización de los inventarios post-mortem que incluyen trigo permite reconocer tres áreas trigueras: a) Miguelete, Arroyo Seco y Colorado, b) Brujas y Canelones grande y chico; y Pintado y Chamizo); c) Tala y Mataojo. Al contrario de lo observado con los ganados, presentes en toda la jurisdicción, el trigo es infrecuente en estos registros, y al parecer, todavía localizado a unas pocas áreas630.

Gráfico 6. 8. Cantidad de inventarios que incluyen trigo, por año del período

Fuente: AGN-MONTEVIDEO. Archivo Judicial. Ver detalle en el pie del Cuadro 6.1.

De éstas, la más antigua es la de Miguelete y Arroyo Seco: zona de chacras del reparto original, es el corazón de la campaña montevideana, donde como se vio, tiene asiento además la producción de frutas y verduras para el consumo de la ciudad. De las otras dos, el eje Colorado-Brujas-Canelones será un distrito triguero de larga vida, que en la primera mitad del siglo XIX mostrará una ancha base de unidades campesinas donde se verifica una estrecha complementariedad de la producción triguera con la ganadería ovina631. Pintado y Chamizo son parajes de la frontera nor-oeste de la jurisdicción, que junto al paraje de Carreta Quemada, se ubican en el camino que conduce desde Montevideo hasta Colonia do Sacramento. Durante las décadas de 1750 y 1760 esta frontera, hasta entonces inestable e insegura por las frecuentes acometidas de los indios minuanes, se estabilizó

629 Ibid. Pág. 4.

630 Sólo se encontró información sobre el precio del trigo en 28 inventarios. De estos, 10 no contaban con datos sobre su localización, mientras que de los restantes 1 pertenecía a la ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo y 17 a diferentes pagos o partidos de la Jurisdicción de Montevideo. Todos los inventarios en Cuadro 6. 1.

631 Ma. Inés Moraes y Raquel Pollero, "Formas familiares y estructura ocupacional en la ganadería uruguaya pre-moderna: un estudio de caso" (estudio presentado en el XIII Congreso Internacional de Historia Económica, Buenos Aires, 2002).

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con la implantación de una guardia de frontera del río Santa Lucía, también aludida como “fortín del Pintado”. Las actas del Cabildo dan cuenta del penoso proceso por el cual la guardia logró mantenerse, que implicó cierto grado de fijación de población y también el desarrollo de algunas actividades agrícolas básicas632. En el proceso de ocupación de este espacio fue importante la presencia de la extensa hacienda jesuita “Nuestra Señora de los Desamparados”, entre las décadas de 1740 y 1760633. Los parajes de Tala y Pintado son también próximos a la frontera de la jurisdicción, pero en la dirección nordeste, en un área de paso en el camino a la frontera atlántica con Portugal. Así, parecería que la localización de la producción triguera acompaña los diversos focos de ocupación del espacio: el núcleo más antiguo, centro nodal de la ocupación, y sus extensiones relacionadas con la ocupación de la frontera jurisdiccional.

La composición del valor de los remates de los diezmos ha permitido conocer cuáles eran los ramos de la producción agraria montevideana, pero no dicen nada sobre el peso relativo de cada subsector de la producción. Los remates del diezmo de la jurisdicción de todo el período muestran el alto valor del diezmo de “granos”, como puede verse en el gráfico 6.7. Resulta claro que el negocio del diezmo de granos era el que movilizaba mayores volúmenes de capital. Aunque esta información no puede trasladarse a la estructura productiva, es indicativa de que la recaudación de cereales generaba entre los inversores expectativas de obtener tasas de beneficio muy superiores a las esperadas en los otros ramos. No es difícil asociar mejores expectativas con mejores precios y mercados mejor organizados en la agricultura que en la ganadería.

Gráfico 6. 9. Estructura del valor monetario de los remates de los diezmos por “ramos”, Jurisdicción de Montevideo, 1756-1810

Fuentes: AGN-BUENOS AIRES; Sala 9, 13-2-6. Escrituras de los remates de diezmos de Montevideo.

LA DEMANDA PÚBLICA

La demanda de pan y bizcocho para el abasto de las tropas reales apostadas en Montevideo se satisfizo con la oferta bonaerense hasta 1770. Hasta entonces, los contratos de asiento para el abastecimiento de los efectivos militares de Buenos Aires, Montevideo y

632 "Acuerdos del extinguido cabildo de Montevideo." En Revista del Archivo General Administrativo Tomo III.

633 C. Ferrés, Época colonial. La Compañía de Jesús en Montevideo, ed. Biblioteca Artigas, vol. 147, Colección de Clásicos Uruguayos (Montevideo: 1975). Pág. 245-251.

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Maldonado se ofrecían en subasta pública en Buenos Aires, y los contratistas eran casi siempre de aquella ciudad. Los ganadores del remate o asentistas enviaban el bizcocho desde Buenos Aires hasta Montevideo, y la agencia local de la Real Hacienda giraba el pago hacia la capital. Aunque en algunas circunstancias especiales el contrato del abasto de tropas montevideanas se remató en Montevideo, todavía en 1769 no era posible encontrar postores montevideanos para los contratos de abasto a esa plaza634. Después de 1770 aparecieron agentes capaces de tomar el abultado negocio del “asiento” del fuerte montevideano y sobre todo, de la Armada Real con asiento en el puerto635. El contrato de “asiento” de los cuerpos militares establecidos en Montevideo, Santa Teresa, San Miguel, Real de San Carlos y Río Grande, así como de los barcos de la Real Armada anclados en Montevideo entre 1774-1777 incluyó la provisión de pan, bizcocho, tabaco, yerba, sal y ajíes a todo el personal militar de esas plazas. La Real Hacienda concedió el negocio por cuatro años a una sociedad de particulares por una suma algo superior al millón de pesos636. Para tener una idea de la magnitud de esa cifra, basta decir que –obviando los años de malas cosechas – era aproximadamente la misma que recaudaba todo el obispado de Buenos Aires, también al cabo de cuatro años, en la década de 1770.

La demanda pública parece haber sido siempre un factor de gravitación. En la segunda mitad de la década de 1750 se produjo una gran “saca de granos” en toda la región platense por la expedición a Misiones637; algo similar se vivió después de 1762 por efecto de la campaña del gobernador Cevallos contra Rio Grande638.

LA DEMANDA DE MOLINEROS Y PANADEROS

Igual que en Buenos Aires, en Montevideo había un segmento básico de panaderas, frecuentemente mujeres jefas de hogar, que compraban trigo a los labradores, lo molían en las tahonas, amasaban el pan en su casa y lo vendían a domicilio. En las actas del cabildo montevideano figuran episodios donde estas panaderas solicitan diversas medidas del ayuntamiento. Por ejemplo, en 1769 “cuatro de las viudas que ejercitan en amasar el pan para el abasto de la ciudad por sí, y en nombre de las demás personas que se ejercitan en el mismo trabajo”, se presentaron al cabildo pidiendo que el pan de medio real se reduzca a menos onzas de las que entonces le habían fijado, debido al alto precio del trigo, y en 1773 recurrieron al cabildo en busca de protección contra los poderosos molineros-asentistas que se negaban a molerles el trigo639. No se conoce bien si había otros panaderos de pequeña escala, pero hay indicios de que se habría tratado de un conjunto reducido de pequeños elaboradores.

Es mejor conocido el segmento de quienes eran a la vez molineros y panaderos a gran escala, frecuentemente asentistas de la armada640, que hicieron su aparición en la década de 1770. Su presencia dio un carácter oligopsónico al mercado del trigo, ya que hay indicios de que tuvieron gran poder de control de la capacidad de molienda instalada, y como se verá enseguida, de penetración en el mercado del pan. Las actas del cabildo

634 AGN-AGA, Caja 17, Carpeta 8.

635 Actas del cabildo de Montevideo. Revista del Archivo General Administrativo; Vol. X; pág. 166.

636 Montoya, Cómo evolucionó la ganadería en la época del virreinato.Pág. 113.

637 "Acuerdos del extinguido cabildo de Montevideo." ; Vol III; pág. 31-32.

638 Ibídem, pág. 385.

639 "Acuerdos del extinguido cabildo de Montevideo," Revista del Archivo General Administrativo VIII, no. 1768-1773 (1918-b). ; Tomo VIII; pág. 79-80

640 Sala de Touron, Estructura económico - social de la colonia. Pág. 50-51.

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muestran la batalla por el control de la capacidad instalada, entablada entre el segmento de las panaderas junto a los labradores que molían su trigo para el autoconsumo por un lado, y los molineros-asentistas por el otro. Al comenzar la década de 1770 había en la zona de chacras del Miguelete dos tahonas donde los labradores mandaban moler su trigo641. Al parecer éstas fueron arrendadas a “panaderos forasteros” (sic) quienes se negaron a seguir moliendo el trigo de los vecinos. En una de estas tahonas se molían diariamente entre 9 y 10 fanegas de trigo, la otra molía de 4,5 a 5 fanegas diarias, cifras que dan una idea de la baja capacidad instalada. Los nuevos molineros utilizaban esta capacidad instalada a su conveniencia, dando prioridad a su trigo y rechazando la molienda del trigo de otros, pero el Cabildo les exigió que cumplan con la “instrucción” de que todas las tahonas deberían moler 50% para sus panaderías y 50% para los vecinos de la ciudad, tanto en la campaña como en la ciudad642. En 1773 el cabildo limitó la actividad de estos “panaderos forasteros” a amasar una fanega diaria de harina y prohibió la apertura de nuevas panaderías, en respuesta a la solicitud de las panaderas643. La medida parece no haber tenido efecto, ya que al año siguiente fue necesario llamarlos al orden a los molineros y acordarle cuatro pulperías a cada uno, donde sería legal vender su pan644. Como en 1775 el abastecedor de la Real Armada no pudo cumplir sus entregas de pan, a pesar de tener dos tahonas propias, por insuficiencia de la capacidad instalada, el cabildo determinó que dos tahonas del extramuros y dos de la ciudad estarían obligadas a moler el trigo para el pan de la marina, pero el resto de las tahonas (¿cuántas?) fueron reservadas para el común abasto de la ciudad645. Sin embargo, muy poco después el gobernador ordenó vigorosamente al cabildo que abriera las tahonas destinadas al abasto de pan a los proveedores de la Armada, porque de otro modo peligraba el abasto de los ejércitos del Rey. Resulta evidente que la ampliación del mercado que supuso el abasto de la marina en Montevideo no fue seguido del aumento de la inversión en molinos; la disputa entre una y otra autoridad mostró, además de la rivalidad habitual entre cabildos y gobernadores, el bajo rendimiento de las tahonas y la insuficiencia de su número para atender los requerimientos del consumo público y privado646. Otro problema causado por la presencia de los grandes molineros y panaderos en la campaña montevideana era que sus dueños echaban a pacer libremente sus recuas de mulas en los pastos de las chacras ajenas, en perjuicio de los chacareros del lugar647.

La demanda de panaderos y molineros era derivada del consumo de pan. Tampoco se tienen estimaciones del consumo de pan, pero un testimonio señala que “A cualquier parte de la jurisdicción que uno salga, halla pan, porque hay distribuidas por toda ella atahonas (sic) (…)648”. No es improbable que el consumo de pan haya sido eminentemente una forma de autoconsumo durante todo el período.

641 Durante las décadas de 1750 y 1760 sólo había habido un molino, a orillas del Miguelete, propiedad de la Compañía de Jesús. El molino de los jesuitas tuvo una vida azarosa y enfrentó no pocas dificultades técnicas, pero estaba abierto al uso, por un precio, de los particulares. Véase: Ferrés, Época colonial. La compañía de jesús en Montevideo. Pág. 298-315.

642"Acuerdos del extinguido cabildo de Montevideo." ; Vol VIII; pág. 240-243

643 "Acuerdos del cabildo de Montevideo."; Vol. X; pág. 68-70.

644 Ibídem; Vol. X; pág. 135-136.

645 Ibídem; Vol. X; pág. 166.

646 "Acuerdos del extinguido cabildo de Montevideo," Revista del Archivo General Administrativo XVI, no. 1776-1783 (1942).Vol. XVI, Anexo, pág. 34-43.

647 Pérez Castellano, Observaciones sobre agricultura. Vol II; pág, 183.

648 Pérez Castellano, Crónicas históricas. Pág. 16.

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EL PRECIO CORRIENTE DEL PAN

La actividad de reguladora del cabildo en esta materia fue intensa. El ayuntamiento prestó especial atención al precio de pan, en el marco de una amplia actividad reguladora del precio de 19 productos de consumo básico649. La intención del Cabildo no era abaratar los precios de manera permanente y en cualesquiera circunstancias, sino combatir las maniobras especulativas. En ocasiones de carestía justificada – por ejemplo durante los numerosos episodios bélicos en que los abastos no eran suficientes para la tropa y la población civil- los precios eran aumentados, si así lo dictaba el mercado, buscando que fueran “convenientes y equitativos”650 para cada bien. Prueba de esta política es la regularidad, pulcritud y frecuencia con que se daban a conocer las listas de precios: durante la década de 1760 los precios sólo se fijaban una vez por año, a menos que ocurriese algún suceso inesperado, pero desde 1770 se fijaban dos veces al año (verano y primavera) y desde 1780 tres veces: en enero, mayo y setiembre. La fiabilidad de esta fuente para el estudio de los precios locales solo podría evaluarse por contraste con otras del mismo período, no disponibles por el momento. A cuenta de este asunto debe anotarse, sin embargo, que lejos de permanecer inmóviles por largos períodos, los precios de estas tablas oscilan, por cierto, adentro de un mismo año y entre años.

Las actas del cuerpo comunal registraron el procedimiento para establecer estos precios. La norma era llamar a consulta a comerciantes de la plaza, o a “peritos inteligentes”, y pedirles asesoramiento tomando en cuenta el estado del mercado local. Así, el procedimiento seguido para hacer la tarifa en 1762 es el siguiente:

“(…) se hizo venir a esta sala [la del cabildo] a Pedro de Peñaflor que acaba de llegar de la ciudad de Buenos Aires, conduciendo distintos efectos de los referidos [los que se incluyen en la lista] por ocuparse en el ejercicio de comerciante de esta ciudad, del cual tomando la respectiva razón de los más de dichos efectos, con ello y con tener presente el estado y estima que al presente ofrece esta plaza, en estos términos se arreglaron los dichos precios del modo que se anotan en los nominados aranceles (…)651”.

En plena guerra con Inglaterra y Portugal en 1763, en un contexto inflacionario, el arancel se hizo llamando a consulta a un mayorista importador de Buenos Aires y a tres minoristas652. El mecanismo se repitió durante todo el período; el número de consultados iba de uno a tres; los nombres no se repetían y las invocaciones al estado de la plaza eran corrientes. Aunque las actas sólo lo registran después de 1780, hay indicios de que los declarantes debían actuar siempre bajo juramento. La fórmula del mismo aparece consignada:

“…siendo cumplido el segundo tercio del año y debiendo por ello procederse al arreglo de los precios en los géneros de abasto al público al efecto se hizo comparecer en esta Sala Capitular a Don Domingo del Río y Don Juan Varela, sujetos del comercio e inteligentes en la materia para que prestando su juramento como lo prestaron en manos del Sr. Juan Francisco Martínez regidor decano e interino Alcalde Ordinario de primer voto, ofreciendo a Dios nuestro Señor y a una señal de la cruz en lo que se les preguntare, y interrogándoseles sobe dicho arreglo

649 Todas las tarifas del período en AGN-MONTEVIDEO, Revista del Archivo General Administrativo, tomos II, III, V, VI, VII, VIII, X y XVI.

650 Así ocurrió por ejemplo durante la campaña contra Colonia do Sacramento que tuvo lugar en el marco de la guerra con Inglaterra y Portugal en 1762. Véase: "Acuerdos del extinguido cabildo de Montevideo." Vol. III, pág. 348.

651 Ibídem; pág. 271

652 Ibídem; pág. 386.

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oídos que fueron de común acuerdo se procedió al señalamiento de los precios en los términos siguientes: (…)653”.

En este marco general, el pan recibía un tratamiento especial. Igual que en otras ciudades americanas, la manera de controlar el acceso a este bien básico no era modificando su precio sino su peso por un precio fijo. En efecto, el precio fijo del pan era de medio real y el cabildo modificaba la cantidad (el peso) de pan que podía comprarse con ese monto fijo de dinero. Así, cuando el precio del trigo subía y hubiera correspondido un aumento equivalente del precio del pan, el cabildo bajaba la cantidad de onzas de pan que debían entregarse por medio real. Al margen de que el proceso regulatorio tuviera esta singularidad, el efecto en términos de poder de compra era el mismo que el de un aumento de precios. De este modo, tomando cada reducción en la cantidad de onzas como un aumento del precio y un aumento en la cantidad de onzas como un descenso, puede conocerse las variaciones del precio del pan en el período, de acuerdo a esta fuente. El Gráfico 6. 10 muestra la información obtenida.

Gráfico 6. 10. Precio del pan según la tarifa del Cabildo de Montevideo, en fracciones de real por onza, 1756-1810.

Fuente: Columna 2 del Cuadro 3 del Anexo Estadístico. Se usaron promedios anuales que resultan de las dos o tres listas publicadas cada año.

Como puede verse, el precio del pan experimentaba cambios de nivel. La presencia de fluctuaciones sugiere una política que de cierta forma buscaba acomodar el precio de mercado a las circunstancias del mismo. En efecto, la tarifa del pan se confeccionaba teniendo en cuenta la coyuntura triguera, un aspecto al cual el cabildo y el gobernador prestaban permanente atención.

EL PRECIO CORRIENTE DEL TRIGO

La intervención del cabildo montevideano en el mercado del trigo fue cautelosa. Las actas del cabildo muestran que mantuvo una vigilancia permanente sobre el asunto, pero no hubo alhóndiga en la ciudad, y en términos generales el ayuntamiento se mostró reacio a fijar el precio del grano.

Así, por ejemplo en febrero de 1763, con motivo de la guerra con Inglaterra la escuadra portuguesa estaba plantada en el Río de la Plata, el tráfico entre Montevideo y Buenos Aires estaba interrumpido y la cosecha de trigo no pudo terminarse por la competencia que las numerosas actividades militares (guardias de frontera, fortificaciones nuevas) hacían de los pocos brazos existentes. Como el precio del trigo aumentaba el cabildo

653 "Acuerdos del extinguido cabildo de Montevideo," Revista del Archivo General Administrativo V-VI, no. 1795-1808 (1916).Pág. 19.

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encomendó al Fiel Ejecutor que junto a tres vecinos labradores, “teniendo presente los costos que tiene sembrar, cuidar y recoger el dicho trigo, y computando un año malo con una año bueno en el efecto de dichas recogidas” fijase un precio a la fanega de trigo que sería dado a conocer al público “dentro o fuera de dichos aranceles654”. La ausencia de posteriores referencias a la encomienda del Fiel Ejecutor revela cierto desinterés del cuerpo por el asunto655. A pesar de este propósito no consta que el Cabildo determinara el precio del trigo, en ésta ni en ninguna otra circunstancia difícil. La situación se repitió cuando recién comenzaba la gran sequía de 1772-1773. Ante la requisitoria del gobernador emitida en el verano 1772-1773 acerca de que indague la situación de la oferta de trigo, el cuerpo capitular se extendió en consideraciones dilatorias: que no estaba terminada la cosecha, que el Alcalde de la Santa Hermandad estaba fuera de la ciudad por razones de su cargo y que el cuerpo no tenía un Alcalde Provincial. Finalmente encomendó al primero de los nombrados, así como a dos vecinos comisionados, que recorran todos los predios donde se estaba cosechando, se estime el total de la cosecha y se elabore un informe que sería presentado a su seno, para luego contestarle al gobernador656. Si todo esto se hizo, no fue consignado en las actas, así como ninguna tarifa para el trigo, lo que hace pensar que una vez más se eludió la intervención directa en ese mercado. Aunque el asunto merece posterior investigación, parece lógico dado que los cabildantes de este período son ellos mismos productores de trigo, sin desmedro de otras actividades económicas, ya que Montevideo es todavía en la década 1770 una modesta ciudad que vive esencialmente de la producción agraria. Después de 1780 podría haber cambiado el panorama. Se ha sostenido que el cabildo de Montevideo habría cobrado un giro oligárquico, al ser controlado por nuevos agentes vinculados al comercio de ultramar y las grandes explotaciones ganaderas657. Para entonces, con su personal ironía, Pérez Castellanos se refirió a los cabildantes de 1787 en estos términos:

“(…) ya no van a la iglesia con capas y con el pelo tendido, van con casacas nada menos que de terciopelo en el invierno y de tercianela en verano. Tienen ya en ese cuerpo poco lugar los Cincinatos, que dejaban el arado para tomar la vara, porque se reputan poco aptos para discernir lo justo de lo injusto, los que acostumbrados a gobernar bueyes, y echar grano a la tierra, no saben en un concurso presentarse con aire y desembarazo658”.

No obstante esta reticencia inicial a fijar precios para el trigo, la lectura de todas las actas del cabildo del período 1756-1810 muestra que el ayuntamiento seguía al milímetro la coyuntura triguera, y que en algunas ocasiones participaba en complicados mecanismos de intervención en el mercado, en combinación con el Gobernador de la ciudad y el de Buenos Aires, cuyas atribuciones sobre el abasto de las tropas era crucial por el peso de ese factor en la demanda.

El manejo del abasto de trigo que hizo el cabildo en ocasión de la severa coyuntura agrícola de la primera década de 1770 es un buen ejemplo de su política en esta materia.

654 Ibídem, pág. 385

655 En cambio el gobernador actuante solía intervenir sin cortapisas. En setiembre de 1768 el gobernador de la Rosa dictó un bando prohibiendo que el trigo se venda más de 5.5 pesos la fanega, con pena de prisión. Argumentaba que la cosecha había sido buena y que no se justificaban los precios de hasta 7 reales que algunos “logreros” (sic) pedían por el trigo. AGN-MONTEVIDEO, AGA, Caja 15, Carpeta 2.

656 "Acuerdos del extinguido cabildo de Montevideo."; Tomo VIII; pág. 214-216.

657 Sala de Touron, Estructura económico - social de la colonia. Pág. 119-124.

658 Pérez Castellano, Crónicas históricas. Pág. 28.

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El año de 1770 fue escaso en lluvias. A fines de 1771 fueron ordenadas rogativas a los santos patronos de la ciudad para “implorar el auxilio divino…por el mucho tiempo en que han cesado las lluvias”, y todavía en junio de 1772 fue necesario organizar una novena con limosnas y procesión, para implorar por el agua. Estaba por terminar el período de siembra de 1772 y seguía sin llover. Para entonces Buenos Aires, sometida a la misma situación climática, se había convertido en una bomba de succión de todo el trigo de la jurisdicción montevideana. En el invierno de 1773, en plena época de siembra, hubo exceso de lluvias y en primavera una plaga de langosta pasó por la campaña659. Aunque la siembra de 1774 pudo hacerse con normalidad, el verano de 1775 fue nuevamente escenario de una sequía intensa: el fuego devoraba los campos y las pérdidas fueron enormes660.

En plena cosecha del verano 1770-1771, el Gobernador de la ciudad pidió al Cabildo un informe sobre las fanegas de trigo que se cosecharían ese año y además recordó que estaba prohibida la venta de trigo hacia fuera de la jurisdicción. Aunque no se hacen referencias expresas a la salida de trigo local hacia otros mercados, evidentemente eso estaba ocurriendo. Sin embargo, un año y medio después el gobernador en persona firmaba las extracciones de trigo con destino a Buenos Aires: en julio de 1773 la Real Hacienda de Montevideo pagó, por orden del gobernador, 7545 pesos por 1517 fanegas de trigo “compradas en esta ciudad y remitidas a la de Buenos Aires por cuenta de la Real Hacienda para el abasto de ella, por haberse perdido la cosecha a causa de la seca que ha padecido661”.

Cuando llegó la cosecha de 1773-74 fue necesaria una intervención conjunta del Gobernador y del Cabildo para definir una equilibrada intervención en el mercado. El Gobernador de la Provincia dispuso que se habilite con fondos de la Real Hacienda a los labradores para la compra de semillas “a precios corrientes”; el préstamo debería ser devuelto en trigo, con la cosecha siguiente662. Los desastres climáticos continuaron: en el invierno de 1773 hubo copiosas lluvias y en primavera amenazó una plaga de langosta que ya estaba en el resto de la jurisdicción663. Se pretendía evitar que el consumo de la ciudad se viera comprometido por las exportaciones legales o ilegales. Al cabildo le preocupaba el abasto de los vecinos y al gobernador le preocupaba el abasto de las tropas y naves reales apostadas en una y otra orilla del Plata; a ambos les interesaba que los precios no se dispararan demasiado y que fuera reservada la suficiente cantidad de semilla para la próxima siembra. Lograron conciliar estos objetivos legalizando circunstancialmente la salida de trigo, poniendo un tope al volumen de trigo exportado a Buenos Aires y al precio del trigo con cualquier destino, luego de avaluar concienzudamente el stock disponible y planificar las necesidades inmediatas. La solución fue posible porque el principal comprador del trigo montevideano con destino a Buenos Aires era la Real Hacienda para el abasto de la Marina, y las órdenes de compra las libraba el gobernador de Montevideo en persona664.

659 Véase:"Acuerdos del extinguido cabildo de Montevideo."; Vol. VIII; págs. 214-216, 272, 318, 394 y 396-399.

660 "Acuerdos del cabildo de Montevideo." Vol. VIII; pág. 160.

661 AGN MDEO-AGA, Hacienda, Libro 161, folio 138 (reverso). Asiento del 3 de julio de 1773.

662 "Acuerdos del cabildo de Montevideo."; Vol X; pág. 10-11.

663 Ibíd. Vol X; pág. 34.

664 Véase:"Acuerdos del extinguido cabildo de Montevideo."; Vol VIII; págs. 214-216, 272, 318, 394 y 396-399.

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Como se explicó antes, la información de los inventarios de Montevideo sobre el precio corriente del trigo es insuficiente para obtener una serie continua del precio del trigo y fue necesario recurrir a la tarifa del pan para empezar a completar los vacíos de información. Se determinó la relación existente entre el precio del pan y el precio del trigo para aquellos años en que existe información de ambas fuentes y se obtuvo así el precio del grano para unos cuantos años adicionales. El resultado se muestra en el Gráfico 6. 11.

Gráfico 6.11. Precio corriente del trigo en Montevideo, en reales por fanega. 1756-1809

Fuentes y comentarios: Columnas 1 y 4 del Cuadro 3 del Anexo Estadístico.

Se trata de una imagen muy estilizada, ya que por como ha sido construida, esta serie no presenta las variaciones bruscas que son habituales en el precio corriente del grano. La variación observable a simple vista parece aceptable dado que registra alzas previsibles, como la del año 1804, relacionado con desastres climáticos conocidos, pero debe tomarse con cautela porque es posible que la intervención de las autoridades en la coyuntura de 1771-1775 haya suavizado una subida quizás bastante mayor. Con estas salvedades, puede decirse que el precio corriente del trigo montevideano habría fluctuado en torno a una tendencia bastante estable desde 1756 hasta los últimos años del siglo, y que habría entrado en una etapa de alza después de 1800.

6. 3. 6. EL MERCADO DE TIERRAS DE LA JURISDICCIÓN DE MONTEVIDEO

En la jurisdicción de Montevideo existían diversas formas de propiedad sobre la tierra: individual, comunal y real.

La propiedad individual sobre la tierra fue ejercida por particulares y por la única orden religiosa que tuvo propiedades rurales en este período: la Compañía de Jesús.

Los primeros pobladores de la ciudad recibieron, como se explicó en el capítulo 5, una suerte de estancia y una suerte de chacra por su condición de vecinos, en carácter de propiedad plena con obligación de “poblar” en cinco años. Aunque la legislación reservaba el derecho de repartir tierras en propiedad individual a los gobernadores, virreyes y presidentes de las Reales Audiencias, el cabildo de Montevideo, igual que numerosos cabildos americanos, también hizo concesiones de tierras. Así, tanto el gobernador de la jurisdicción –cargo creado en 1749- como el gobernador del Río de la Plata con sede en Buenos Aires y el cabildo de Montevideo ejercieron la potestad de otorgar tierras en

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propiedad individual dentro de la jurisdicción665. Lo hicieron siguiendo el ordenamiento territorial ya explicado en el Capítulo 5. Nació así la propiedad individual sobre la tierra en el espacio montevideano.

La Compañía de Jesús instaló una residencia en la ciudad en 1746 y obtuvo por concesiones oficiales y compra a particulares una gran estancia entre los río Santa Lucía Grande y el Chico, denominada “Nuestra Señora de los Desamparados”; otra entre los arroyos Solís Chico y Pando, llamada “Estancia de San Ignacio” y una tercera entre los arroyos Canelones y Santa Lucía Chico666. Ninguna de ellas tenía la medida convencional de una suerte, sino que ocupaban superficies de varias leguas667. Tuvo también una gran chacra, formada por la compra de tres suertes originales, entre el arroyo Miguelete y el Pantanoso, conocida como “Jesús María” y otra con frente al arroyo Canelón Chico668. Todas estas propiedades quedaron bajo la administración de la Junta de Temporalidades que se creó con ese fin con motivo de la expulsión de la orden en 1768, y fueron vendidas a particulares ya en la década de 1770669. La propiedad territorial de órdenes religiosas no volvió a tener lugar dentro de la jurisdicción montevideana.

Al cabildo de la ciudad correspondía, por la legislación indiana, una porción de tierras para obtener recursos con que solventar sus gastos. Hacia la mitad del siglo el cabildo de Montevideo no conocía con exactitud el alcance del ejido y las dehesas que por legislación indiana le correspondían, mientras que el anillo de tierras que podría corresponderle para “propios y arbitrios” estaba ocupado de hecho por particulares. En 1759 el cabildo dispuso recuperar para control municipal estas tierras, llamar a los ocupantes interesados en componerlas y en adelante sólo permitir su explotación mediante el cobro de un censo670. Tras una serie de gestiones donde los ocupantes mostraron tener un poder importante de negociación, el ayuntamiento acordó con éstos unas rentas más bajas que las que originalmente pretendió cobrar, y de esa forma la tierra de propios permaneció privatizada por el resto del período671. La ciudad tuvo también una estancia comunal, parecería que de dudoso rendimiento. Su creación fue dispuesta por el cabildo en 1760, para lo cual obtuvo una donación de 200 vacas y mandó hacer una marca propia672. El

665 Juan Pivel Devoto, Colección de documentos para la historia económica y financiera de la República Oriental del Uruguay: Tierras, 1734-1810, vol. I (Montevideo: Ministerio de Hacienda, 1964). Pág. 28.

666 Ferrés, Época colonial. La Compañía de Jesús en Montevideo. Pág. 245-290.

667 Pueden verse mapas de estos establecimientos, aunque no sus medidas, en: Ibid. Pág. 267, 284 y 287. También en: Sala de Touron, Rodriguez, and De la Torre, Evolución económica de la Banda Oriental. “Mapas”.

668 Ferrés, Época colonial. La Compañía de Jesús en Montevideo. Pág. 291-297.

669 Ibid. Pág. 245-315.

670 AGN-MDEO. "Acuerdos del extinguido cabildo de Montevideo." Vol. III; pág. 106-107. En efecto, el Libro de Caja del cabildo se empezó a llevar en 1761, y aunque anota algunos gastos efectuados desde 1751, aclara que antes no se llevaba por "por lo reducido del número de vecinos…y por no tener ninguna renta de propios esta ciudad". El primer libro de Caja del Cabildo de Montevideo en AGN-MDEO; AGA; Cabildo 29. La disposición de asentar en un libro los ingresos y egresos producidos por asuntos comunes del ayuntamiento, en el acuerdo del 7/1/1760: "Acuerdos Del Extinguido Cabildo De Montevideo." Vol III; pág. 118-121.

671 "Acuerdos del extinguido cabildo de Montevideo." Vol. III; 108-109 y AGN-MDEO: AGA, Cabildo 140 y 141: “Rentas de Propios”.

672 La delimitación de esta estancia no se asentó en ningún documento sino hasta 1773, cuando ya había varios linderos y conflictos por el uso de la tierra. En esa oportunidad se estableció que sus

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objetivo de la estancia era la producción de carne para alimentar a los hombres que, por turnos, formaban en la guardia de frontera ubicada sobre el río Santa Lucía como defensa de los indios “infieles”. Así, se dispuso la contratación de un capataz673, pero muy poco después este cargo fue eliminado, despedido quien lo tenía, y nombrado apenas un peón con menor sueldo674. En 1772, casi diez años después de haber sido poblada la estancia se resolvió hacer un corral para sujetar el ganado y hacer dos yerras por año (en abril y setiembre) bajo supervisión del Síndico Procurador del Cabildo675. En 1775 se una re-organización de la estancia, que incluyó la recontratación del antiguo capataz y un peón676. En resumen, la propiedad efectivamente comunal en la jurisdicción de Montevideo estuvo acotada a esta azarosa estancia de la ciudad.

Como en toda economía orgánica, la tierra era el recurso económico fundamental en la economía agraria montevideana. Más que de un mercado único de tierras, corresponde hablar de dos sub-mercados: el de las tierras realengas y el de las tierras de propiedad individual.

La altísima proporción tierras / hombres que caracterizó a todo el espacio de las praderas rioplatenses hizo de las tierras realengas el principal recurso para el avance de la frontera agrícola en los territorios al norte del Río de la Plata. La ocupación de hecho de tierras realengas fue la forma de acceso más común al recurso tierra, mientras que las compra-ventas de predios poseídos en justo título individual fueron escasas y, como se verá después, se concentraron en el segmento de unidades productivas fundacionales677.

La extraordinaria accesibilidad a las tierras realengas de todos los territorios al norte del Río de la Plata ha sido señalada por importantes estudios anteriores. En efecto, la legislación indiana admitía la enajenación de tierras realengas mediante dos procedimientos básicos: los remates al mejor postor y las composiciones. El primer sistema permitía que los particulares interesados en obtener una parcela de tierra realenga presentaran su intención ante las autoridades competentes (“denuncia” de la tierra). Tras una serie de procesos de ubicación, delimitación y tasación de la parcela “denunciada”, las autoridades disponían la realización de un remate, con formalidades habituales a este procedimiento, donde la unidad territorial del caso era entregada al mejor postor678. Así, aunque el procedimiento era engorroso y caro, no hubo en el siglo XVIII restricciones legales de base para la enajenación de las tierras de propiedad real que estuvieran baldías. Adicionalmente, la composición era una forma de regularizar la posesión de tierras realengas usufructuadas sin título, por la cual se permitía a los innumerables tenedores

límites eran “desde la horqueta del arroyo del Pintado hasta el desagüe de éste en el Santa Lucía Chico, y siguiendo este mismo arroyo de Santa Lucía Chico aguas arriba hasta donde entre en el mismo el arroyo de la Cruz, y por lo que hace a la parte de la campaña se señala por lindero de la dicha estancia de la ciudad, desde la horqueta del arroyo nombrado de Los Molles hasta donde entra el arroyo de la Cruz en el Santa Lucía Chico, línea recta”. "Acuerdos del cabildo de Montevideo."; vol. X; pág. 14.

673 Ibid.; pág. 196-199.

674 Ibid.; pág. 221.

675 Ibídem; Vol VIII; pág. 299

676 Ibídem; Vol X; pág. 186-187.

677 Pivel Devoto, Colección de documentos para la historia económica y financiera de la República Oriental Del Uruguay: Tierras, 1734-1810. Pág. 113-116.

678 Pivel Devoto, Colección de documentos para la historia económica y financiera de la República Oriental del Uruguay: Tierras, 1734-1810. Pág. 113-116.

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ilegítimos que regularizaran su situación ante las autoridades reales mediante la declaración de la posesión de hecho (“denuncia” también aquí), el pago de unos cuantos derechos y del valor de tasación de la unidad territorial. Tenía la ventaja de que ahorraba al particular interesado en regularizar su situación, todos los gastos y diligencias del remate, además de evitarle la competencia de un mejor postor679. Aunque desde 1735 se exigió a los propietarios de tierras que obtuvieran la confirmación real de sus títulos de propiedad, una Real Instrucción de 1754 levantó esa requisitoria y amplió las facilidades para la generalización del sistema de composiciones680. Finalmente, entre 1784 y 1805, en tanto se formaba un expediente oficial que entre otros objetivos pretendía definir una política de tierras para los territorios de la orilla norte del Río de la Plata, todas las solicitudes de ventas y composiciones de tierras realengas de aquella sub-región quedaron en suspenso y por lo tanto, la ocupación de hecho, apenas con la efectivización de una “denuncia” sobre las mismas, se consolidó firmemente681.

Gráfico 6. 12. Cantidad de transacciones de compra-venta de chacra y estancia, Jurisdicción de Montevideo, 1750-1810 (promedio por décadas)

Fuente: Protocolos notariales de ventas de propiedades agrarias en AGN-MONTEVIDEO, Judicial, Civil 1°, editados como “Ventas de terrenos de estancias” y “Ventas de terrenos de chacra”; en: Pivel Devoto (1964); pág. 598-783. En el gráfico se representan únicamente las transacciones sobre propiedades comprendidas adentro de los límites de la jurisdicción.

Así, la oferta de tierras realengas y la ocupación de hecho, generalmente con el mero expediente de una “denuncia” sobre una superficie de grandes proporciones, fueron respectivamente el segmento de la oferta y la forma institucional claves sobre los cuales tuvo lugar el proceso de expansión de la frontera agrícola en los vastos territorios al norte del Río de la Plata. El proceso ha sido exhaustivamente estudiado por la historiografía

679 Ibid. Pág. 116-117.

680 Ibid. Pág. 5- 12.

681 Ibid. Pág. 124-126.

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uruguaya682. Algunas notas centrales del proceso deben ser recordados ahora. En primer lugar, los agentes montevideanos, frecuentemente empresarios ligados a diversas actividades y entre ellas al comercio de ultramar, jugaron un papel fundamental como principales denunciantes. En segundo lugar, la apropiación privada de tierras realengas comenzó adentro de la jurisdicción de Montevideo, pero en la década de 1770 las denuncias desbordaron las fronteras de la jurisdicción, y hacia 1780 llegaron al Río Negro. Después de 1780 el avance continuó al norte del Río Negro, pero ya no sobre tierras realengas sino sobre las estancias misioneras que eran, como ya se ha dicho, de propiedad comunal. Finalmente, esta expansión de sur a norte de los agentes montevideanos dio lugar a una estructura profundamente desigual de la propiedad de la tierra, ya que estos grandes empresarios tuvieron mejores oportunidades para ocupar, “denunciar”, y usufructuar tierras realengas, desplazando de las mismas a los pequeños ocupantes683.

Las compra-ventas en el segmento de las chacras y estancias montevideanas de la jurisdicción de Montevideo, en cambio, son la expresión de un mercado formado por las tierras de propiedad individual. La información disponible sobre este sub-mercado permite conocer algunos aspectos de su funcionamiento. El bajo número de transacciones inmobiliarias que se ve en el Gráfico 6.12 sugiere la existencia de un mercado apenas en formación, con niveles de actividad muy modestos. Aunque la pequeñez demográfica de la jurisdicción durante el período es un factor que debe tenerse en cuenta a la hora de interpretar estos datos, la baja intensidad de los intercambios en el mercado de las propiedades rurales fundacionales que forman la trama básica de la campaña montevideana debe entenderse en el marco del proceso de expansión de la frontera agrícola más allá de los límites jurisdiccionales, o lo que es lo mismo, de la abundancia relativa de tierras. Un segundo dato de interés es que las transacciones con chacras son, durante todo el período pero sobre todo después de 1770, mucho más numerosas que las ventas de estancias. Es muy posible que esto tenga que ver, en primer lugar, con los capitales necesarios para invertir en uno y otro tipo de propiedad, ya que el costo de la inversión en una chacra es mucho menor que en una estancia. Adicionalmente, también es posible que la mayor cantidad de ventas de chacras se relacione con cierto dinamismo agrícola de la campaña montevideana, en el contexto del crecimiento demográfico de la ciudad y su campaña. Finalmente, el marcado ritmo de crecimiento de las ventas de estancias hasta 1780 y su claro descenso posterior a esa fecha, nuevamente hace pensar en la importancia del proceso de corrimiento de la frontera agraria en dirección al Río Negro. En efecto, como se dijo recién, los agentes montevideanos que protagonizaron el avance sobre las tierras realengas dentro y fuera de la jurisdicción alcanzaron hacia 1770 los límites de ésta, y hacia 1780 llegaron al Río Negro. Así, el descenso en la cantidad de ventas de estancias que se registra adentro de la jurisdicción a partir de esa década es la contracara del avance de las estancias montevideanas fuera de la misma.

Los precios corrientes de estas tierras se muestran en el Gráfico 6. 13. El significado de las fluctuaciones debe tomarse con cautela, teniendo en cuenta que detrás de cada dato anual hay muchas veces una sola venta. Con estas salvedades, se constatan algunas diferencias en el recorrido de ambos precios. Las tierras de estancias registran una caída durante la década de 1760 y hasta la mitad de la década de 1770, con un punto de mínima en 1775. A partir de entonces registran una recuperación a tendencialmente monótona hasta el final

682 Sala de Touron, Rodríguez, y De la Torre, Evolución económica de la Banda Oriental. Pivel Devoto, Colección de documentos para la historia económica y financiera de la República Oriental del Uruguay: Tierras, 1734-1810.

683 Sala de Touron, Rodríguez, y De la Torre, Evolución económica de la Banda Oriental. Pág. 26-45; 55-59 y 69-74. También: “Mapas”, en la misma obra.

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del período, proceso que coloca el precio de la tierra después de 1787 apenas por encima de los niveles iniciales. El precio de la tierra de chacras también registra una caída desde 1764 hasta 1772, con un mínimo en este año. Pero a diferencia de las estancias, el crecimiento posterior no se sostiene de manera más o menos continua hasta el final del período, sino que se interrumpe en la mitad de la década de 1780, y vuelve a caer desde entonces hasta 1800.

Fuentes y comentarios: Columnas 1 y 2 del Cuadro 3-a del Anexo Estadístico.

A pesar de que las fluctuaciones del precio de la tierra de chacras son más amplias que las de estancias y más numerosas, a simple vista se observa que el precio de la tierra de chacras creció a lo largo de todo el período más que su similar de las estancias. Así, tomando ahora en cuenta la información de ambos gráficos, puede decirse que según esta evidencia el mercado de tierras de chacras fue más dinámico que su similar de las estancias: las chacras, más baratas que las estancias, se vendían en mayor número y a un precio que, a lo largo del período y a pesar de las fluctuaciones, aumentó a un ritmo más acelerado que el de las estancias. Más adelante se vuelve sobre el significado de la apreciación de la tierra agrícola montevideana.

6. 4 SÍNTESIS

En este capítulo se caracterizaron dos paisajes del Litoral rioplatense no pampeano, que han sido menos estudiados que su similar de Buenos Aires.

El paisaje pastoril misionero es de formación más antigua que el montevideano, y su naturaleza sólo puede entenderse en el marco de la economía misionera como totalidad. La función económica del paisaje pastoril misionero era nada menos que ajustar los singulares ritmos del crecimiento demográfico de la experiencia jesuita con la disponibilidad de alimentos, por la vía de la provisión de abundantes proteínas animales al mayor conglomerado demográfico del Río de la Plata. El sistema ganadero del paisaje pastoril misionero fue posiblemente el mayor sistema de producción masiva de carne para el consumo interno del Río de la Plata. Su formación comenzó en la segunda mitad del

Gráfico 6. 13. Precio corriente de la tierra de estancias y de chacras

montevideanas, 1750-1810 (escala logarítmica de reales por vara cuadrada) y

promedios trienales móviles.

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siglo XVII, alcanzó una cierta configuración característica en la mitad del siglo XVIII y declinó después de 1780. La latitud del territorio pastoril misionero, su singular forma de organización espacial o morfología, y su sistema ganadero basado en las existencias de animales no domesticados que abastecían el sistema de cría fueron sus notas singulares. Los derechos comunales de propiedad, el sistema comunal de trabajo y un régimen de distribución no mercantil del producto completaron su originalidad.

El paisaje agrario montevideano no pudo haber sido más diferente. Se formó entre 1730-1760 como la necesaria base agraria de la exigua comunidad montevideana, sobre un territorio notablemente menor, que aún así resultaba difícil controlar dada la escasez de hombres y la presencia de indígenas indómitos. Sobre la base de la propiedad individual se definió una trama de chacras y estancias que replicó la pauta morfológica bonaerense. La evidencia mostró que en ambos tipos de establecimientos predominaba la mano de obra familiar, que también los dos tipos de unidades productivas utilizaban esclavos y que la mano de obra asalariada, de escasa significación en cualquier caso, se utilizaba más en las estancias que en las chacras. Así, es interesante hacer notar que el potencial de absorción de mano de obra asalariada de la ganadería montevideana colonial era mayor que el de la agricultura de cultivos, y en ese sentido, era más “moderna”. La evidencia no permitió identificar procesos agudos de diferenciación entre las estancias ni entre las chacras montevideanas. El sistema productivo incluía la cría de animales, la producción de cereales y una notable diversificación de la producción hortícola y frutícola. Los indicadores de productividad obtenidos para la ganadería y el cultivo de trigo muestran un nivel tecnológico similar al del paisaje bonaerense, y dentro de parámetros que habrían de permanecer hasta bien entrado el siglo XIX. En ese sentido, no se confirman las apreciaciones que numerosos observadores europeos hicieran sobre la rusticidad de las técnicas. La limitación fundamental de la economía agraria montevideana, tanto ganadera como cerealera, fue la escasez de hombres. La ganadería de cría no podía rebasar unos pocos miles de cabezas sin caer en una situación de sobre oferta. La tasa de procreo parece haber tendido a superar ese punto de equilibrio, de modo que la estrategia frecuente entre los criadores era reducir su stock potencial omitiendo esporádicamente la marcación, como se verá más adelante. Así, tras el aparente primitivismo de estas técnicas de manejo de los criadores había en realidad una situación de abundancia relativa que tibiamente empezaría a corregirse con la apertura del mercado de carnes saladas, después de 1780. De este modo, a diferencia de la ganadería bonaerense, en la ganadería montevideana hacia 1780 estaban creadas las condiciones para que cualquier alternativa al uso de los recursos ganado y pasto tuviera costos de oportunidad prácticamente nulos. La demografía limitó el desarrollo de la producción triguera quizás doblemente, por el tamaño del mercado y por la escasez de brazos, aunque la parquedad de las fuentes utilizadas no permite profundizar en la complejidad del problema. Los mercados de bienes agrarios reflejan esta situación general, con unos precios de ganados y trigo cuyas tendencias permanecen inquietantemente estables a pesar de las fluctuaciones de algunas coyunturas. El mercado de tierras confirma la impresión de una dinámica agraria de predominante estabilidad, donde se suceden coyunturas de crisis y recuperaciones muy coherentes con las circunstancias climáticas, con eventuales respuestas a algún shock de demanda como pudo haber sido la demanda militar durante la década de 1750. Pero no hay ninguna evidencia de booms espectaculares a lo largo del período. Los cambios espectaculares ocurrieron fuera de esta economía agraria que sólo podía crecer paso a paso con el crecimiento demográfico, y los trajo la nueva economía del cuero.

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CAPÍTULO 7. LA NUEVA ECONOMÍA DEL CUERO

7. 1. LA ANTIGUA ECONOMÍA DEL CUERO: AGENTES, RECURSOS Y MERCADOS

Dejando a un lado las esporádicas y pequeñas exportaciones de cueros autorizadas por las autoridades metropolitanas en el siglo XVII, el circuito legal de exportaciones de cueros rioplatenses quedó abierto después del Tratado de Utrech firmado en 1715, que concedió a Inglaterra el negocio de la introducción de esclavos en Buenos Aires (“asiento de negros”) y autorizó que estos buques negreros regresaran a Europa cargados de cueros. En este mercado, ampliado después de 1778 con las medidas comerciales de aquel año, actuaban del lado de la demanda navíos ingleses o franceses titulares del asiento de esclavos, así como navíos de registro que empezaron a aumentar su frecuencia después de 1740. De lado de la oferta actuaban dos tipos de agentes: los cabildos de las ciudades y sus contratistas. Pese a su apariencia de actividad imposible de controlar, la producción de cueros en el Río de la Plata colonial nunca fue un negocio de libre entrada.

En efecto, entre 1716-1732 el cabildo de Buenos Aires gozó, por disposición real, del privilegio de cerrar los “ajustes” – es decir los contratos- de cueros con los titulares de los asientos, y de retener un tercio del valor del contrato como renta de propios. El cabildo bonaerense implantó un sistema de concesiones que otorgaba licencias a diversos vecinos para obtener los cueros en el número necesario hasta alcanzar el total acordado684. El régimen duró hasta 1732, cuando otra Real Cédula quitó el privilegio otorgado inicialmente al ayuntamiento. El primero de estos contratos del cabildo bonaerense con los titulares del comercio de esclavos obligaba al primero a entregar el número de 40.000 cueros, de los cuales 17.000 serían obtenidos mediante faenas en los partidos de la campaña bonaerense que quedaban del otro lado del Río de la Plata y los restantes en los partidos más inmediatos a la ciudad685. En 1718 el cabildo bonaerense otorgó por última vez licencias para hacer cueros en la campaña de su lado del Río debido al agotamiento del rodeo cimarrón en esos territorios, de modo que todos los siguientes contratos con el asiento dieron lugar a la concesión de licencias en los territorios comprendidos entre la orilla norte del Río de la Plata y el Río Negro, donde el stock cimarrón era abundante686. Cuando se fundó la ciudad de Montevideo el cabildo bonaerense, que todavía tenía ese privilegio, se obligó a respetar la jurisdicción montevideana, cuyos ganados cimarrones quedaron legalmente excluidos de las vaquerías de Buenos Aires687. De esta forma se consolidaron dos situaciones de interés para este trabajo: se consolidó el vínculo económico de la ciudad de Buenos Aires con los recursos ganaderos radicados en sus partidos “de la otra banda” y se definió la restricción de Montevideo sobre los recursos

684 Coni, Historia de las vaquerías del Río de la Plata. Pág. 47-58.

685 Barrios Pintos, De las vaquerías al alambrado. Pág. 97-98.

686 Coni, Historia de las vaquerías del Río de la Plata. Pág. 49-50.

687 Ibid. Pág. 78.

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naturales de fuera de su jurisdicción. Cada ciudad cerraba, así, sus recursos al acceso de agentes rivales. Cuando en las últimas décadas del siglo una nueva coyuntura modifique la escala y la dinámica de la economía del cuero, los agentes de los distintos paisajes intentarán por distintos medios derribar estas barreras a la entrada sobre los recursos rivales. Del vínculo efectivo de los agentes de Buenos Aires con los ganados de los partidos de su campaña allende el Río dependerá el éxito de sus actividades en el negocio de la exportación del cuero durante el auge de los años 1780 y 1790. De la capacidad de los agentes montevideanos para levantar la restricción sobre los recursos aledaños dependerá el suyo propio en la misma circunstancia.

Mientras fue el único autorizado para contratar con los principales compradores, el cabildo de Buenos Aires negociaba con los demandantes el precio final del cuero antes de iniciar la empresa de obtenerlos; luego repartía entre agentes locales la faena de cueros. Así nació el segmento “oficial”, en el sentido de que gozaba de reconocimiento legal para sus actividades, de empresarios del cuero. Se ha señalado que las vaquerías de corambre eran empresas sumamente costosas y que las dificultades técnicas eran muchas. Las expediciones debían contar con el apoyo de tropa armada debido a la presencia de “indios infieles”; se requería numerosa mano de obra, alguna de ella muy calificada, y el traslado de los cueros de una a otra orilla del Plata encarecía la operación. En ocasión de la planificación de una vaquería para obtener 20.000 cueros en 1723 el cabildo bonaerense estimó que serían necesarios 100 hombres armados y un número impreciso de peones y desjarretadores, además de los numerosos caballos –solía calcularse una razón de 10 caballos por hombre- , provisiones, carretas, etc. Los empresarios o “accioneros” que obtenían las licencias ofrecían una fianza por la vaquería contratada, que en algunos casos fue preciso ejecutar688. Como la empresa se montaba con un precio y unas cantidades de output fijadas de antemano, la única manera de aumentar el beneficio habría sido bajar los costos, algo impensable en las condiciones de escasez de mano de obra de aquella región y época. Los márgenes eran pequeños y las pérdidas eran frecuentes689.

La institucionalidad del comercio de ultramar ponía numerosas rigideces a la actividad. El carácter esporádico y sobre todo irregular de la entrada de navíos a puerto volvía riesgosa la formación de stocks, ya que si bien los cueros secos resisten unos cuantos meses su almacenamiento sin ser atacados por insectos, eran corrientes largos períodos sin que ningún buque tocara puerto de manera legal. La regularización de la oferta, así, en buena medida dependía de las oportunidades para la exportación ilegal.

La relación entre la exportación de cueros y disponibilidad de ganado cimarrón se hace evidente en los contratos del cabildo con sus permisarios, un tipo de contratista encargado de ejecutar la actividad. A partir de 1730 los contemporáneos denunciaron una disminución del stock cimarrón de los territorios entre el Río de la Plata y el Río Negro que fue motivo de preocupación entre los agentes bonaerenses690. Los ganados cimarrones de aquellos partidos de Buenos Aires que se situaban en la “banda del norte” eran explotados no sólo por quienes legalmente tenían derecho a hacerlo, como era el caso de tales permisarios, sino por los portugueses de Colonia, los indios “infieles”, y numerosos agentes santafecinos y correntinos que algunas veces con permiso del cabildo porteño, otras veces sin él, entraban en su territorio para recoger cimarrones.691 Ya en 1721 el

688 Ibid. Pág. 52-54.

689 Ibid. Pág. 53.

690 Ibid. Pág. 68-76.

691 Ibid. Pág. 71-75.

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cabildo de Buenos Aires había tratado de definir los derechos de los distintos agentes sobre el ganado cimarrón mediante un acuerdo con el cabildo de Santa Fe y el provincial de la Compañía de Jesús, donde se pretendía conciliar el consumo de grasa y sebo de la ciudad de Buenos Aires, con la necesidad de satisfacer la demanda de los asientos – es decir la demanda externa legal de cueros- sin agotar el stock cimarrón692. El acuerdo fue firmado por los tres agentes que reclamaban propiedad sobre los rodeos vacunos originalmente abandonados en los territorios al este del río Uruguay, y por lo tanto, que decían tener derecho a la explotación de su descendencia. Algunos autores han señalado que también en la década de 1730 se registra un incremento de los arreos ilegales de tropas desde esos territorios hasta los lejanos mercados brasileños por el antiguo camino que unía Colonia do Sacramento, sobre el Río de la Plata, con Laguna, en territorio brasileño, ahora prolongado hasta San Pablo y Río de Janeiro693. También se sabe, como se verá en apartados siguientes, que durante esos años Colonia do Sacramento fue un foco corambrero de primera importancia. En cualquier caso, la década de 1740 parece haber registrado una escasez marcada de ganados cimarrones en esta suerte de “segunda campaña” de Buenos Aires que estaba formada por sus partidos al norte del Río de la Plata.

La exportación ilegal de cueros, entretanto, había comenzado a ser una actividad sistemática en el Río de la Plata desde la fundación de Colonia do Sacramento. Hay noticias concretas de embarques de cueros efectuados por el gobernador de Colonia con destino a Río de Janeiro ya en 1694 y se conoce bastante bien el proceso subsiguiente de intensificación del comercio ilegal de productos pecuarios con destino a los reinos portugueses, así como la entrada de bienes que hizo posible la salida de plata potosina hacia los mismos, por la vía de Colonia694. Los portugueses lograron muy pronto desarrollar un sistema de producción de cueros con base en los rodeos de ganado sin marca de las inmediaciones de Colonia, entre otras cosas, gracias a su hábil política de relacionamiento con los nativos de la región que garantizaron el acceso a los ganados. Desde por lo menos 1699 se cobraba en Colonia el quinto real sobre los cueros exportados695. A pesar de sus cambios políticos, la plaza portuguesa fue durante la primera mitad del siglo un enclave corambrero cuyos agentes actuaron en todo el territorio entre el Río de la Plata y el río Negro696. Pero el contrabando de cueros no sólo se hacía por la vía portuguesa; también el flujo de embarcaciones que llegaban a los puertos de Montevideo y Buenos Aires argumentando averías eran vehículos de un contrabando que fue un componente estructural del comercio rioplatense697.

Como se ve, esta economía del cuero se basaba en la existencia de reservorios de animales cimarrones que constituyeron su principal factor de producción. Los caballos y el capital en dinero que había que adelantar para montar las expediciones eran las formas que adoptaba el capital empleado en la producción de estos cueros. La mano de obra de estas

692 Montoya, Cómo evolucionó la ganadería en la época del virreinato. Pág. 227-229.

693 Alfredo J. Montoya, Cómo evolucionó la ganadería en la época del virreinato (Buenos Aires: Plus Ultra, 1984). Pág. 230-

694 Montoya, Cómo evolucionó la ganadería en la época del virreinato. Pág. 224 y Jumar, "Le Commerce Atlantique Au Río De La Plata, 1680-1778". Pág. 319-373.

695 Fabrício Prado, Colonia do Sacramento. O extremo sul da America portuguesa (Porto Alegre: Fumproarte, 2002). Pág. 48-49.

696 Ibid.

697 Zacarías Moutoukias, Contrabando y control colonial en el siglo XVII (Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1988-a). Jumar, "Le Commerce Atlantique Au Río De La Plata, 1680-1778".

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antiguas y legales “vaquerías” de corambre se ha estudiado poco, pero existe acuerdo en que se reclutaba en la población criolla de la macro-región platense. En la actividad legal tenían intervención unos agentes públicos –los cabildos de Buenos Aires, Santa Fe y Corrientes- que tenían el monopolio de la explotación del ganado cimarrón, considerado un bien común. Asimismo, los permisarios eran los agentes privados que adelantaban el capital necesario para hacer las “vaquerías”, a cambio de un beneficio incierto, en una actividad que enfrentaba numerosos riesgos físicos y económicos698. Todo esto en un contexto institucional que hacía del comercio exportador una actividad esporádica e impredecible. Finalmente, el circuito ilegal de salida de cueros gravitó en torno a Colonia: allí se radicaron sus agentes fundamentales y fueron ellos sus principales beneficiarios, si bien la contracara de las vaquerías clandestinas portuguesas era la entrada más o menos continua de productos portugueses y británicos al mundo castellano.

Gráfico 7. 1. Cantidad (en unidades) de cueros exportados en navíos españoles, ingleses y portugueses, 1716-1757

Fuente: Jumar (2000), pág. 463.

Las estimaciones más completas conocidas hasta la fecha, de la cantidad de cueros exportados por los puertos rioplatenses en navíos españoles, ingleses y portugueses desde el primer asiento inglés hasta 1778 permiten conocer las cantidades de cueros exportados por los puertos de Colonia, Buenos Aires y Montevideo desde 1716 hasta el comienzo del período de este trabajo. Los resultados se ven el Gráfico 7. 1. Permiten apreciar hasta qué punto las exportaciones en navíos de bandera diferente a la española eran cruciales, y en particular, se constata la importancia de las exportaciones en navíos portugueses. La

698 A fines del siglo XVII el procurador de la ciudad de Buenos Aires se quejaba ante el Rey : “…ordinariamente los Capitanes de Registro hacen la repartición de la corambre en las personas que convienen con más facilidad al precio que les ponen, de que les resulta a ellos (es decir a los que convenian con los capitanes) el daño de quedar totalmente destruidos y en suma desnudos por dar cumplimiento a los que tienen vendidos y a los accioneros legítimos el quedar destituidos del goce de sus ganados siendo lo ordinario que [quienes] hacen las mayores partidas de corambre son los que carecen de derecho a dichos ganados (…)”. En: Roberto Levillier, Correspondencia De La Ciudad De Buenos Aires Con Los Reyes De España, Reunida En El Archivo De Indias De Sevilla, vol. III (Buenos Aires: Municipalidad de Buenos Aires, 1915). Pág. 221.

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consideración de estos aspectos ha permitido aumentar unas cantidades exportadas durante la primera mitad del siglo, que cuando sólo se tenía en cuenta las exportaciones en navíos españoles, resultaban exiguas. Asimismo, ha permitido dar un orden de magnitud a las exportaciones de Colonia, que efectivamente, desde 1719 hasta el sitio español iniciado en 1735 contribuyó con la porción principal de cueros exportados.

7. 2. EL AUGE EXPORTADOR DE CUEROS DE ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XVIII

Aunque la corrección de las cifras de la primera mitad del siglo permitió postular la presencia de un movimiento secular de aumento de los volúmenes exportados699, subsisten diferencias de escala entre el período 1716-1757 y el período 1770-1800 que son relevantes para la historia de los sistemas ganaderos regionales. El promedio de las exportaciones de la etapa 1716-1757 fue de casi 156.000 unidades de cuero por año, mientras que como se verá enseguida, en la década de 1770 fue de 200.000 por año, en la de 1780 pasó a 400.000 por año y en las de 1790 y 1800 rondó los 600.000. Y siempre sin contar los cueros que eludían las cargas fiscales españolas y portuguesas.

En relación al período posterior a 1778 se cuenta con dos estimaciones del volumen de cueros exportados, una para los dos puertos legales rioplatenses entre 1751-1802 y otra sólo para Buenos Aires entre 1756-1796. La primera de ella se basa en fuentes fiscales y por lo tanto se restringe al comercio declarado700; la segunda busca ofrecer cantidades más realistas haciendo una estimación indirecta, con base en la cantidad de navíos entrados y salidos al puerto de Buenos Aires en ese período y por medio de un supuesto sobre la capacidad de carga de los mismos701. Lamentablemente esta estimación sólo fue hecha para Buenos Aires, que si bien era un puerto principal del complejo portuario platense, no era el único para la salida de los cueros. Existen numerosos indicios de que Montevideo se convirtió en un gran centro exportador de cueros después de 1778, y por lo tanto el cuidadoso esfuerzo por obtener una magnitud más realista del volumen de cueros exportados por Buenos Aires resulta insuficiente a la hora de conocer el volumen de las exportaciones legales de cueros de toda la región platense. Adicionalmente subsiste el problema del contrabando, cuya estimación es una tarea que no ha sido aún emprendida debido a su enorme complejidad.

En cuanto al valor de las exportaciones de cueros en la segunda mitad del siglo, sólo se dispone de una serie larga del valor corriente de las exportaciones de cueros de Buenos Aires para el período 1756-1796, obtenida en base a la estimación indirecta de cantidades ya comentada, y a precios obtenidos de fuentes fiscales702.

Se presenta a continuación una estimación del valor constante de las exportaciones de cueros en el Río de la Plata entre 1756-1802, basada en estos estudios previos. Su carácter tentativo deriva de que fueron tomadas las cantidades del comercio legal con los puertos

699 Moutoukias, "El crecimiento en una economía colonial de antiguo régimen: Reformismo y sector externo en el Río de la Plata, 1760-1795.."

700 Ovaldo Pérez, "Tipos de producción ganadera en el Río de la Plata Colonial," en Poder terrateniente, relaciones de producción y orden colonial, ed. Eduardo Azcuy Ameghino et al (Buenos Aires: Fernando García Cambeiro, 1996).

701 Moutoukias, "El crecimiento en una economía colonial de antiguo régimen: Reformismo y sector externo en el Río de la Plata, 1760-1795.."

702 Ibid. pág. 804-405.

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españoles, de manera que es una hipótesis de mínima en cuanto al volumen, y se procedió a estimar el valor utilizando los precios corrientes de los cueros de Buenos Aires del citado trabajo de Moutoukias, interpolando los años de 1796 a 1802703. El resultado se muestra en el Gráfico 7.2.

Gráfico 7. 2. Valor en pesos constantes (promedio de todo el período) de las exportaciones de cuero vacunos al pelo del Río de la Plata legalmente

registradas con destino a puertos españoles, 1756-1802

0

500000

1000000

1500000

2000000

25000001755

1759

1763

1767

1771

1775

1779

1783

1787

1791

1795

1799

Fuentes: Columna 3 del 12 del Anexo Estadístico.

El gráfico permite apreciar con un golpe de vista la magnitud de los cambios de nivel del valor exportado durante el período: de cifras menores a los cien mil pesos durante casi toda la primera década estudiada se pasó a un nivel de medio millón de pesos en la segunda mitad de la década de 1770, luego se alcanzó el millón y medio de pesos en la primera mitad de los 80, y tras caer abruptamente en la segunda mitad, el valor volvió a cifras superiores al millón en el último quinquenio del siglo. El Gráfico 7.3 presenta la misma curva en números índices, para dejar en un segundo plano los niveles y observar las fluctuaciones del indicador.

703 Estos precios fueron comparados con una muestra de precios de los cueros exportados por la Aduana de Montevideo entre 1779-1789 y se comprobó que no había diferencias significativas. La muestra de embarques de cueros salidos por la Aduana de Montevideo se hizo en base a AGI Buenos Aires, 447 y 449.

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Gráfico 7. 3. Índice de volumen físico de las exportaciones de cueros vacunos al pelo del Río de la Plata legalmente registradas con destino a

puertos españoles, 1756-1802. Base 100= promedio de todo el período (en Log)

1798

1764

1783

0

0,5

1

1,5

2

2,5

31

75

6

17

60

17

64

17

68

17

72

17

76

17

80

17

84

17

88

17

92

17

96

18

00

Fuentes y comentarios: Columna 6 del Cuadro 12 del Anexo Estadístico. En línea gruesa: tendencia de medias trienales móviles.

El gráfico muestra que desde 1764, es decir bastante antes de la liberalización del comercio, las exportaciones de cuero venían creciendo a un ritmo importante. De hecho, entre 1764 y 1783 el indicador aumentó un 25%. Luego del pico de 1783, aunque el valor de las exportaciones experimentó fluctuaciones notorias, las caídas no alcanzaron nunca los niveles anteriores a 1780, es decir que los efectos de la guerra “americana” y el ciclo de las guerras napoleónicas abierto en 1793, aunque afectaron estas cifras, no revirtieron un proceso de crecimiento de largo plazo. Un aspecto fundamental del fenómeno es que este crecimiento tendencial del valor exportado no se basó en un aumento del precio, sino de las cantidades, como lo muestra el Gráfico 7.4.

Gráfico 7.4. Valor, cantidad (en unidades) y precio de los cueros exportados por Buenos Aires y Montevideo hacia puertos españoles, entre 1756-1802.

Índice Base 100: Promedio de todo el período (en Log)

0,5

1

1,5

2

2,5

3

1756

1760

1764

1768

1772

1776

1780

1784

1788

1792

1796

1800

Valor Cantidad Precio

Fuentes: Columnas 1, 2 y 3 del Cuadro 12 del Anexo Estadístico.

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En efecto, puede verse con claridad que el valor acompañó a las cantidades, mientras que los precios se mostraban sumamente estables. La estabilidad de los precios de los cueros rioplatenses no parece ser una anomalía de la fuente: el Gráfico 7. 5 sugiere que tampoco los precios en los mercados europeos, donde Ámsterdam actuaba como puerto redistribuidor, experimentaron subas importantes

Gráfico 7.5. Precio del cuero de Buenos Aires en ese puerto y precio del cuero de Buenos Aires en Ámsterdam, 1756=100 (en Log)

1,0

1,2

1,4

1,6

1,8

2,0

2,2

2,4

1756

1760

1764

1768

1772

1776

1780

1784

1788

1792

1796

1800

Amsterdam Buenos Aires

Fuentes: Precio de Buenos Aires en columna 3 del Cuadro 12 del Anexo Estadístico. Precio de Ámsterdam en Posthumus (1943), en Medieval and Early Modern Data Bank (MAMDB), en: www2.scc.rutgers.edu/memdb/search_form_postpr.php.

Así, parece claro que el aumento del valor exportado no resultó de un aumento en los precios sino en las cantidades; el comportamiento de los precios internacionales del cuero parece haber sido muy estable, y con una leve tendencia a la baja, durante todo el período. El incremento de las cantidades exportadas legalmente se muestra en el Gráfico 7. 6.

Gráfico 7. 6. Promedios anuales de la cantidad de cueros exportados legalmente por los puertos de Montevideo y Buenos Aires, 1756-1802

Fuente: Columna 1 del Cuadro 12 del Anexo Estadístico.

Parece evidente que un salto desde 50 mil cueros por año a principios del período hasta casi 600 mil cueros anuales al final del mismo debe haber impactado sobre los sistemas

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ganaderos regionales. Si se tiene en cuenta que estas sólo son cifras de las exportaciones legales, y que el comercio ilícito era un rasgo estructural del sistema comercial del estuario platense, queda claro que semejante incremento no pudo pasar sin efectos sobre la economía agraria regional.

Así, aunque las exportaciones de cuero en el Río de la Plata representaron un porcentaje muy menor del total de valor exportado por el complejo portuario rioplatense durante todo el siglo XVIII, del orden del 10-12% del total704, su expansión durante las últimas décadas del mismo constituye un fenómeno de primera importancia para la historia agraria de la región, por los efectos que tuvo sobre el territorio, la morfología, y los sistemas productivos de los paisajes agrarios.

7. 3. LA NUEVA ECONOMÍA DEL CUERO

El incremento de las exportaciones de cueros rioplatenses que se verificó entre 1770-1800 dio lugar a una nueva economía del cuero. Tres diferencias deben anotarse respecto de la experiencia previa en materia de producción de cueros: la escala de la producción, ya comentada; la geografía de la producción y lo novedoso de sus agentes. Adicionalmente, la nueva economía del cuero constituyó, después de 1770, el principal factor de interacción entre los paisajes estudiados. El núcleo de esa interacción fue la lucha por el control de los factores productivos – incluyendo el trabajo- del paisaje pastoril misionero, entonces el principal reservorio de ganados cimarrones y de hombres disponibles para el trabajo de las vaquerías. La confrontación entre agentes misioneros, porteños y montevideanos por el control de los recursos del paisaje pastoril misionero colocó a los territorios al norte del río Yí en una situación de descontrol institucional de múltiples consecuencias económicas, sociales y políticas. La base microeconómica de estas transformaciones fue la “vaquería de corambre”, una forma de explotación ganadera muy antigua que vio modificado su papel.

7. 3. 1. LA VAQUERÍA DE CORAMBRE Y EL FUROR DEL CUERO

Las vaquerías de corambre han sido consideradas por la historiografía moderna la forma de explotación ganadera más atrasada porque, en efecto, consistían esencialmente en una operación de caza y producción del cuero. Pero estas vaquerías fueron la base de una economía del cuero que sólo en apariencia era natural o antigua, y que tenía mucho de comercial y novedosa. En ese sentido, las vaquerías de corambre de fines del siglo XVIII no fueron ni cronológica ni conceptualmente la etapa más antigua de la historia de la ganadería rioplatense. Fueron la señal de una turbulencia que recorrió los paisajes agrarios rioplatenses con diferente intensidad en las últimas décadas del período colonial, como parte del proceso de formación de una economía orientada hacia el Atlántico.

La vaquería de corambre, como ya se vio, se practicaba en el Río de la Plata desde tiempos remotos como una forma de aprovechamiento de los vacunos no sometidos a rodeo. Consistía en una incursión de una cuadrilla de hombres a caballo en territorios a menudo alejados de los pueblos y poblados de animales de este tipo, para encerrarlos, desjarretarlos y desollarlos. Con esta misma estructura técnica se llevó a cabo después de 1770 la intensa actividad de producción de cuero que dio sustento a los volúmenes exportados por los puertos rioplatenses. La situación jurídica de los animales silvestres era diversa, pero se volvió particularmente dudosa a medida que la actividad recrudeció. Los ganados no sometidos a rodeo podían ser, como se dijo antes, bovinos amansados que

704 Z. Moutoukias, "Comercio y producción," en Nueva historia de la nación argentina, ed. Academia Nacional de la Historia (Buenos Aires: Grupo Editorial Planeta, 1999). Pág. 84.

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huyeron a las praderas y recobraron carácter salvaje (“alzados”) o simplemente bovinos que nunca habían sido amansados. En el primero de los casos estos animales eran de propiedad particular y cabía esperar que llevaran la marca de su dueño, mientras que en el segundo debían considerarse realengos y su explotación quedaba sujeta a disposiciones de la legislación indiana, que esencialmente daba prerrogativas a los cabildos a tales efectos. Distinto era el caso de los rodeos salvajes de los pueblos misioneros, cuyo origen se detalló en capítulos anteriores. Aunque no tenían marca, la propiedad de los pueblos sobre estos animales había sido reconocida de facto desde comienzos del siglo, y a partir de una disposición virreinal de 1776 serán reconocidos legalmente. Todo hace pensar que constituyeron la reserva mayor de ganado sin marca del Litoral rioplatense durante el período.

Como se verá más adelante, numerosas fuentes han señalado que durante el auge exportador de cueros y en el marco del avance de la propiedad individual de la tierra se generalizó la tipificación de “alzados” hacia cualquier bovino no sometido a rodeo, como parte de una estrategia de apropiación de animales ajenos por parte de los hacendados interesados en la producción masiva de cueros. En estos casos los hacendados o bien violaban directamente los derechos de propiedad de sus vecinos desconociendo su marca, o bien cazaban animales realengos alegando que sus animales se habían alzado antes de ser herrados. Numerosas fuentes denunciaron, como se verá más adelante, que en el marco del furor exportador nació un tipo de estancia cuya actividad principal no era la cría sino la explotación esporádica de los planteles salvajes capturados bajo el expediente de haberse “alzado” del rodeo manso. En ese caso, la propiedad de la tierra daba derecho, o se pretendía que diera derecho, a organizar reiteradas expediciones sobre presuntos “alzados” que sencillamente eran ajenos.

Numerosos funcionarios públicos de la época advirtieron sobre los abusos que se cometían en las faenas de ganados sin marca y sobre la inmensa dificultad de las instituciones de gobierno para ejercer alguna clase de control sobre estas matanzas. La matanza de vacas fue objeto de preocupación real desde 1751, cuando Fernando VI expidió una Real Cédula que ponía pena de “perdimiento de bienes” a quienes las practiquen. La reiteración periódica de esta prohibición por parte de las autoridades provinciales/virreinales en 1752, 1753, 1755, 1775, 1779, 1790, 1791 y 1792 revela que la práctica continuaba705.

La importancia del recurso de los ganados sin marca se percibe con claridad por los controles impuestos al ingreso de cueros “orejanos” al tráfico de exportación706. Cuando se creó la Aduana de Montevideo en 1778 se dispuso todo un “código aduanero” para ambos puertos, el de Buenos Aires y Montevideo, que regularía las cargas que debían pagar los bienes que entraban y salían por ellos. Los cueros de las jurisdicciones de Buenos Aires y Misiones debían pagar un “ramo de guerra” de dos reales por cuero para solventar el sistema de Milicias Provinciales que resguardaban la frontera, pero los cueros montevideanos fueron exceptuados porque entonces no había ninguna de ese tipo apostada en la jurisdicción. Como esto hizo que la mayoría de los oferentes tratara de sacar sus cueros por Montevideo, al año siguiente la excepción se abolió y cayó también sobre los cueros montevideanos. Las autoridades asumieron que las vaquerías de corambre en campos realengos sólo podían hacerse con permiso de los cabildos y que por

705 Informe del administrador de la Aduana de Buenos Aires al Virrey, 15/11/1796. En: Enrique Barba, "Contribución documental sobre la historia de la ganadería en el Río de la Plata al fnalizar el siglo XVIII," Revista Histórica XXIII, no. 67-69 (1955-a). Pág. 278.

706 Se denominaba así a los cueros obtenidos de animales sin marca.

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lo tanto los únicos cueros orejanos que serían ofrecidos al comercio serían aquellos obtenidos con estas oportunas licencias; así, se limitaron a disponer que los hacendados, o sus representantes que introducían cargas de cueros al puerto, hicieran una declaración jurada al empleado del resguardo sobre la procedencia legal de los mismos707. Naturalmente, el mecanismo era ineficaz.

Un extenso expediente a propósito de la disputa que enfrentó al Virrey con los comerciantes de cueros de Buenos Aires entre 1792-1793 por ese motivo, muestra que la práctica de hacer cueros de ganados sin marca era muy general. Un funcionario entendió que lo mejor sería legalizar esas operaciones:

“(…) Habiendo acreditado la experiencia la estrechez de facultades de los hacendados, por el poco valor del ganado, como también, que en el demasiado terreno de sus estancias no alcanzan a formar los rodeos, y marcas del numero que poseen, ahuyentándoseles mucho que no pueden sujetarlo (…) supuesto que han sido incontables los desórdenes y vicios notados, con manifiesto menoscabo de los intereses del Rey, y del Público (…) el más útil medio, hasta tanto el tiempo proporciona la ocupación de los campos inhabitados, el de que les permitiese V.E [se dirige al Virrey] con respecto a los ganados que les pertenecen, puedan incorporar en las matanzas que hagan dentro de sus mismas posesiones, los orejanos de macho, bajo de la calidad de que no ha de bajar su peso de 20 libras (…)708”

El texto contiene el argumento difundido por los propios hacendados para explicar la presencia de cueros sin marca: éstos provendrían de ganados de su propiedad, sólo que “alzados” antes de haber sido alcanzados por el hierro de sus dueños. Además, este funcionario propone legitimar la faena para corambre de toros realengos. Aún cuando la medida no llegó a tomarse con la liberalidad de proponente, la propuesta deja ver con claridad que en el mercado de cueros hay un vínculo directo entre la oferta de cueros y la explotación del ganado sin marca. Frecuentemente los funcionarios del gobierno reclamaron que tales “alzados” eran en verdad realengos, e intentaron penalizar las faenas sobre esos animales709. Otras veces los ganaderos alegaban que sus ganados se mezclaban con los ajenos y basaban en este argumento la presencia de cueros cuya marca era ajena; los intentos por corregir este ilícito también son una muestra de su carácter general710.

Un bando superior de 1791 estableció que al momento de vender sus cueros los criadores debían “contramarcar” los cueros obtenidos de ganados sin marca con la suya propia, esto es, estamparla en las pieles de ganados “orejanos” para que se observe coincidencia entre las guías que lo reputaban como vendedor y la mercadería. El bando determinaba que la existencia de cueros sin marca en una partida de cueros, aún cuando los otros presentaran la marca debida, daría lugar que toda la partida fuera confiscada y vendida por la Real Hacienda711. Ante reclamos de los comerciantes exportadores, por cuya orden se hacían normalmente las introducciones a la ciudad, un bando del año siguiente modificó la regla,

707 Pivel Devoto, Raíces coloniales de la revolución oriental de 1811. Pág. .104.

708 Barba, "Contribución documental sobre la historia de la ganadería en el Río de la Plata al finalizar el siglo XVIII." Pág. 285.

709 Ibid. Pág. 286.

710 Ibid. Pág. 287.

711 Enrique Barba, "Contribución documental sobre la historia de la ganadería en el Río de la Plata al finalizar el siglo XVIII," Revista Histórica XXIV, no. 70-72 (1955-b). Pág. 342-343. Según los comerciantes de cueros de la ciudad de Buenos Aires, fue el gremio de hacendados local el que promovió ese bando. Al margen de las mutuas acusaciones de los actores, resulta evidente que la existencia de una oferta de cueros sin marca perjudicaba los intereses de los criadores bonaerenses.

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al establecer que la confiscación total sólo se haría si el introductor fuese el propio criador. En caso de proceder a la introducción un intermediario y constatarse incumplimiento, en cambio, sólo se confiscarían los cueros sin marca y sería el intermediario quien tendría responsabilidad penal por la infracción712. Con este sistema los agentes que llevaban adelante el negocio de la exportación descargaban en los ganaderos y en los intermediarios los riesgos inherentes a la circulación de cueros sin marca. El mismo bando definía dos puestos fijos para la entrada de los cueros a la ciudad de Buenos Aires, uno por tierra y otro por agua, a la vez que expresamente excluía toda posibilidad de hacer inspecciones en barracas y depósitos de los comerciantes713. Todo el episodio subraya la importancia de la oferta de cueros con origen en ganados no mansos en el mercado bonaerense de ese bien, un hecho consistente con la insuficiencia de la oferta de animales de rodeo para completar los volúmenes de cueros exportados por ese puerto que se comentó unos capítulos antes. Finalmente, en 1791 el Virrey Arredondo dispuso que los comerciantes exportadores de ambos puertos rioplatenses sólo pudieran comprar cueros debidamente marcados, dio un año de plazo a los hacendados de las dos “bandas” del río para que pongan hierro a todos los ganados menores de dos años, y estableció que los ganados sin marca que después de ese año fueran apresados, serían considerados realengos. Para evitar un flujo de cueros orejanos hacia la demanda ilegal portuguesa por vía terrestre, la orden previó el establecimiento de un sistema de “partidas celadoras”, de carácter fiscal y policial, y de un sistema de guardias militares de frontera que buscaba acordonar la incompleta línea divisoria con los territorios portugueses714.

Mientas regía el plazo concedido a los hacendados para la marcación de los procreos, los montevideanos no ocultaron el peso de los cueros orejanos que ingresaban a la ciudad. Como desde hacía unos años el templo de la iglesia matriz estaba ruinoso, un cabildo abierto celebrado en 1791 resolvió que por el plazo de un año todos los cueros que ingresaran a la ciudad para su exportación pagarían un cuartillo si estaban marcados, y medio real si no lo estaban, para contribuir a financiar un nuevo templo. No ha sido posible saber si el plazo concedido por el virrey Arredondo se prorrogó o si simplemente en Montevideo la ignoraron, pero lo cierto es que la contribución así establecida entre los hacendados montevideanos se prorrogó bastante después de 1792715. Una muestra obtenida formada por los aportes realizados por este concepto entre octubre de 1791 y diciembre de 1793 permite apreciar el peso que los cueros sin marca (“orejanos”) tenían en la oferta que ingresaba a Montevideo:

712 Ibid. Pág. 344-345.

713 Ibid.

714 A.A. Tomo II. Prólogo de Juan Pivel Devoto. Pág. XXIV-XXV.

715 AGN-BUENOS AIRES, Sala 9; 3-2-5.

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Gráfico 7.7. Participación de los cueros sin marcar (“orejanos”) en el total de los cueros ingresados a Montevideo, 1791-1793

Fuente: “Montevideo, Iglesia Matriz, Cuentas” en AGN-BUENOS AIRES; Sala 9, 3-2-5.

La imagen muestra que excepto durante algunos meses de 1792 los cueros sin marca fueron siempre más del 50% de la oferta, y que en algunos meses la cantidad de orejanos era más del 60 y 70% del total. En síntesis, la vaquería de corambre del período posterior a 1770, base microeconómica de esta nueva economía del cuero, tuvo como punto de apoyo crucial unos animales que merodeaban por las praderas de algunos paisajes agrarios rioplatenses y que no estaban sometidos a rodeo.

Teóricamente la vaquería era una actividad estacional; los meses de faena de corambre eran los meses de mayo, junio y julio, por estar los campos libres de cardos y estar lejos la fecha de las pariciones716. Pero este carácter estacional no era rígido: en algunos casos las vaquerías se prolongaban hasta el verano, y esta estación eran la preferida por quienes incursionaban ilegalmente en la actividad, justamente para evitar cruzarse con las cuadrillas legales717.

La vaquería de corambre se caracterizaba por una marcada división del trabajo. El Cuadro 7. 1 muestra las categorías ocupacionales más importantes que componen la cuadrilla, y algunos de sus rasgos.

716 Eduardo Saguier, "El mercado del cuero y su rol como fuente alternativa de empleo. El caso del trabajo a destajo en las vaquerías de la Banda Oriental," Revista de Historia Económica IX, no. 1 (1991). Pág. 122.

717 Ibid. Pág. 122. Véanse también las fechas de las vaquerías de una estancia de alzados en Pérez, "Tipos de producción ganadera en el Río de la Plata colonial." Pág. 172-173.

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Cuadro 7.1. La división del trabajo en una vaquería de corambre, último cuarto del siglo XVIII

Categoría ocupacional

Tarea Remuneración Nivel

Vaquero/Desjarretador Desjarreta y acodilla el animal

destajo ½ real por animal

Peón desollador Despelleja al animal y estaquea el cuero

destajo 2 reales por cuero

Barraquero Recoge, limpia, clasifica y apila los

cueros

Destajo o salario, según los casos

2 reales por cuero si destajo; entre 8 y 10

pesos por mes si salario

Sebero Extrae la grasa y elabora sebo en

marquetas

mensual 10 pesos mensual

Peón caballerizo Cuida los caballos de la cuadrilla

mensual 8 pesos

Fuentes: Saguier (1991), pág. 114 y 117; Pérez (1996); pág. 152. Los datos de remuneraciones corresponden a los años 1772-1775.

En cada cuadrilla había una cantidad variable de personas con estas funciones, pero los datos disponibles sugieren que una cuadrilla promedio mantenía una relación de 1 barraquero cada 8 vaqueros718. La presencia de peones especializados en la fabricación de sebo se explica porque si la matanza incluía animales gordos se aprovechaba la grasa para obtener el sebo como subproducto. La remuneración de los miembros de la cuadrilla era a destajo, aunque también se han documentado remuneraciones mensuales para algunas categorías ocupacionales, como muestra el cuadro. Los desjarretadores recibían una remuneración menor por animal porque eran quienes podían alcanzar el número más alto de piezas por día. Un estudio de caso sobre vaquerías de los años 1772-1775 en las inmediaciones de la jurisdicción de Montevideo mostró una media de 10 animales desjarretados por día pero sólo 1,34 animales desollados por día. Esta diferente productividad del trabajo, dada por la dificultad de cada tarea en las distintas categorías ocupacionales, daba como resultado que el vaquero desjarretador obtuviera una remuneración diaria notablemente mayor que la del desollador719. El empresario que organizaba la cuadrilla daba a sus integrantes los instrumentos para desjarretar, acodillar y desollar a los animales, pero no los caballos, que debían ser provistos por los propios involucrados720. Además, corría a cargo del empresario la provisión de tabaco y yerba para los trabajadores721, un complemento salarial que como se vio en capítulos anteriores, ya estaba vigente en las vaquerías misioneras de carne. La estacionalidad, la remuneración a destajo, los componentes no monetarios del salario y los altos niveles de remuneración en comparación con los trabajadores rurales estables son todos rasgos típicos del trabajo de la ganadería rioplatense en el largo plazo.

718 Pérez, "Tipos de producción ganadera en el Río de la Plata colonial." Pág. Pág. 171.

719 Ibid. Pág. 176.

720 Saguier, "El mercado del cuero y su rol como fuente alternativa de empleo. El caso del trabajo a destajo en las vaquerías de la Banda Oriental." Pág. 117.

721 Ibid. Pág. 120.

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Los cueros obtenidos en las vaquerías debían llegar a los puertos para ser exportados. Los circuitos del cuero de este período no han sido estudiados en profundidad, pero se conocen algunos aspectos de interés. Se han documentado contratos de ventas de cuero al contado y contratos con precios a futuro. De hecho, el mercado a término parece haber sido la forma más antigua ya que los contratos de los asientos negreros con el cabildo de Buenos Aires, como se vio antes, se hacían con esta modalidad: los compradores se comprometían a pagar un precio por un cierto volumen de cueros a ser entregado unos meses después. La presencia de precios más altos en algunos contratos a término ha sugerido que, además de costos mayores de almacenaje, los negocios de esa modalidad ofrecían mejores oportunidades para la especulación722. Se sabe también que en la segunda mitad del siglo los cueros, que durante la primera mitad se cotizaban por sus dimensiones, pasaron a venderse por peso. El grueso de las transacciones se hacía en pesadas de 30 a 35 libras, y de 35 a 40723. Así, los cueros de animales de mayor tamaño y más gruesos eran preferidos a los más pequeños y livianos, porque soportaban mejor los costos fijos. Los cueros de toro resultaron por lo tanto preferidos a los de vaca, y éstos a los de terneros. Finalmente, se ha sugerido que una vez que se intensificó la explotación del ganado cimarrón disponible en la orilla norte del Río de la Plata, esa producción tendió a dirigirse al puerto de Montevideo mientras que la proveniente de los territorios entre los ríos Paraná y Uruguay tendió a dirigirse al puerto de Buenos Aires724. Un intento fallido de regular los puertos interiores por los que podrían conducirse los cueros hasta Buenos Aires y Montevideo en 1792 permite reconocer cinco focos de producción de cueros en la conciencia geográfica de un contemporáneo situado en Buenos Aires: la “otra Banda” del Plata, Corrientes, Santa Fe, Entre Ríos y Misiones son mencionados como espacios de donde salen los cueros con destino a los puertos principales725. El transporte de los cueros se hacía en carretas si iba por tierra, o en botes si iba por los ríos. Los fletes, así, eran un costo adicional importante a los costos de la vaquería. A éstos deben agregarse la alcabala y el “ramo de guerra”; el primero era el 4% del valor de la mercadería y el segundo un importe fijo de dos reales por unidad726. Los cueros debían ingresar a la ciudad acompañados de respectivas guías que certificasen la legitimidad de las compras. Pero el ingreso ilegal de cueros era moneda corriente. Una estimación del administrador de la Aduana de Buenos Aires para el quinquenio 1790-1794 calculó que el 24% del total de los cueros salidos del puerto de Buenos Aires eran clandestinos, es decir, no tenían el respaldo de las guías que certificaban la legalidad de su compra727. Según él, tráfico ilícito comenzaba con “el Changador, o Ladrón en el campo”, que hace la faena clandestina; proseguía con el “semi-mercader o pulpero que anda por los mismos campos a tomar de aquellos a cambio de efectos ilícitamente extraídos y más que bien vendidos”; se continuaba con quienes compraban a los pulperos estos cueros, en los pueblos; y culminaba con “los Comerciantes de la Capital habilitados de unos y otros, última mano en que entran”.

722 Ibid. Pág. 106.

723 Pérez, "Tipos de producción ganadera en el Río de la Plata colonial." Pág. 161. Las cuentas de la administración general de Misiones del período 1772-1800 confirman esta impresión.

724 Ernesto Maeder, "La producción ganadera en Misiones en la época post-jesuítica (1768-1810)," Folia Histórica del Nordeste, no. 9 (1990). Pág. 73.

725 Barba, "Contribución documental sobre la historia de la ganadería en el Río de la Plata al finalizar el siglo XVIII." Pág. 283-284.

726 Saguier, "El mercado del cuero y su rol como fuente alternativa de empleo. El caso del trabajo a destajo en las vaquerías de la Banda Oriental." Pág. 111.

727 El informe citado trae valores absolutos; los porcentajes han sido calculados para este trabajo. Barba, "Contribución documental sobre la historia de la ganadería en el Río de la Plata al finalizar el siglo XVIII." Pág. 279.

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Finalmente, todo el negocio se cerraba gracias al “infiel celador, quien vende la confianza y da el paso franco”728. En los próximos apartados se vuelve sobre los mecanismos legales e ilegales que operaban detrás de la oferta de cueros.

7. 3. 2. LA NUEVA GEOGRAFÍA: EL PROTAGONISMO DEL PAISAJE PASTORIL MISIONERO

Los territorios que formaban parte del paisaje pastoril misionero se convirtieron, después de 1770, en el escenario de una intensa actividad de “faenas de corambre”. La disponibilidad de inmensos reservorios de vacunos cimarrones que tanto los pueblos misioneros como las autoridades gubernamentales y los otros agentes privados habían considerado hasta entonces - y sin disputas- de propiedad misionera, explica esta re-localización de una actividad que durante la primera mitad del siglo había tendido a realizarse en áreas más próximas a los puertos sobre el Río de la Plata.

En efecto, la primera consecuencia del auge exportador del período posterior a 1764 es lo que ha sido interpretado como un corrimiento de la frontera ganadera desde las áreas más cercanas a Montevideo y Buenos Aires hacia los territorios entonces conocidos como “entre los ríos Negro y Yí”729. Aunque no es del todo precisa esta interpretación –ya que se trataba de un territorio ganadero desde antes, como se vio en capítulos anteriores- efectivamente hubo un proceso de re-localización de la actividad de corambre en dirección al Norte, cada vez más lejos del Río de la Plata, en busca de los ganados cimarrones. Aunque no fueron los únicos afectados, los territorios realengos comprendidos entre los ríos Uruguay y Negro, cobraron un renovado interés. Los territorios entre los ríos Yí y Negro constituyen una rinconada muy apreciada desde el punto de vista de las pasturas y de su ubicación geográfica, en la frontera del paisaje misionero pero muy cercana a Montevideo y a la antigua Vaquería del Mar. Se convirtió en el emplazamiento corambrero por excelencia del paisaje pastoril misionero después de 1770. Aunque con interpretaciones diversas, ha sido relatado por diversos autores el episodio que dio prerrogativas a los misioneros sobre los ganados de ese territorio730.

De acuerdo a la versión que daría el Administrador General de Misiones Juan Ángel Lazcano en 1784, el pueblo de Yapeyú pidió autorización a las autoridades bonaerenses en 1772 para reformular la gestión de las haciendas ganaderas yapeyuanas, que habían sido severamente afectadas por la sequía comenzada aquel año. A consecuencia de la sequía había muerto un cuarto de lo ganados y el resto había emigrado hacia la rinconada del Yí y Negro, una situación no del todo nueva por la proximidad de ésta con los puestos misioneros y por la abundancia de sus aguas. Los yapeyuanos no habían podido evitar el éxodo de los animales porque en el mismo año de 1772 un severo ataque de viruela causó más de 3000 muertes731. El pueblo de Yapeyú y el Administrador General de los pueblos

728 Ibid. Pág. 280.

729 Sarreal, "Globalization and the Guarani: From Missions to Modernization in the Eighteenth Century". Pág. 232-233.

730 Por ejemplo en: Pivel Devoto, Raíces coloniales de la revolución oriental de 1811. Pág. 25. Torre Revello, Yapeyú. Pág. 62-65. Sala de Touron, Rodriguez, y De la Torre, Evolución económica de la Banda Oriental. Pág. 56-58. Barrios Pintos, De las vaquerías al alambrado. Pág. 72. Maeder, "La producción ganadera en Misiones en la época post-jesuítica (1768-1810)." La versión más reciente es también la más completa y documentada: Sarreal, "Globalization and the Guarani: From Missions to Modernization in the Eighteenth Century". Pág. 235-238.

731 Sarreal, "Globalization and the Guarani: From Missions to Modernization in the Eighteenth Century". Pág. 236.

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pedían autorización para recoger sólo las hembras y procreos del ganado disperso, y en cambio hacer cueros con los toros, para hacer menos dificultoso el arreo y para obtener un ingreso adicional en un momento de dificultades económicas de Yapeyú. El Gobernador de la Provincia del Río de la Plata envió al corregidor de Santo Domingo de Soriano a investigar in situ la situación del área entre los ríos Negro y Yí, el cual confirmó la dispersión de los ganados misioneros en el área, así como que eran objeto de robos reiterados por parte de los indios “infieles” de la región, por “gauderios” y por aventureros portugueses.

Pidió también opinión al cabildo de Montevideo, que se manifestó de acuerdo con la propuesta. El Gobernador Vértiz autorizó entonces, en 1776, al pueblo de Yapeyú a recoger y/o faenar todo el ganado de color “osco” que se hallare en ese territorio, posiblemente con la esperanza de que la actividad de los yapeyuanos en esa zona constituyera un foco de contención del avance portugués sobre la zona limítrofe del espacio rioplatense. Desde entonces y hasta 1784, cuando el permiso fue revocado, el territorio ente los ríos Yí y Negro fue sede principal de la actividad de producción de cueros por parte del pueblo de Yapeyú y de numerosos agentes atraídos por la actividad misionera. Las complejidades de la actividad corambrera en los territorios entre los ríos Yí y Negro se explican en el apartado siguiente. La otra sede de producción de cueros misioneros fue el puesto-puerto de Paysandú, sobre el río Uruguay. El caso de las vaquerías misioneras de Paysandú es menos conocido, pero un estudio reciente permite conocer en detalle el origen y desarrollo de este foco corambrero.

El primer administrador general de Misiones, Gregorio Espinoza, dispuso en 1770 el nombramiento de un capataz - administrador para Paysandú con instrucciones precisas de producir cueros y grasa, además de cumplir las funciones que entonces ya cumplía Paysandú como puesto y control de los ganados localizados en los límites australes de la vasta estancia yapeyuana.

Mapa 7. 1. La rinconada entre los ríos Yí y Negro

Fuente: Álvarez Lenzi (1992) . Figura 8; s/p.

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Junto a este funcionario fue contratado un vaquero que tendría su cargo la ejecución de la faena. A fines de 1772 Gregorio de Soto, quien se había desempeñado hasta entonces como administrador del pueblo de Yapeyú, sustituyó en persona al capataz de Paysandú con el mismo salario que recibía por su anterior función, y con el cometido de conducir personalmente las faenas de corambres del puesto sanducero. Lo hizo hasta 1785, como se verá más adelante732.

Quedaron definidos, de este modo, dos focos de actividad corambrera que pronto fueron objeto de entradas, a veces furtivas, a veces estables, de agentes no misioneros, así como serán disputados los ganados y derechos de los pueblos misioneros que sustentaban estos núcleos. Todos estos elementos, más la penetración portuguesa que se agudizaría después del Tratado de San Ildefonso en 1777, hicieron de los territorios pertenecientes al paisaje pastoril misionero una “zona caliente” del Litoral rioplatense en las décadas finales del período colonial, tanto en lo político como en lo económico y social. Desde el punto de vista político preocupó a las autoridades virreinales la informal pero creciente presencia portuguesa en esos territorios; desde el punto de vista económico el paisaje pastoril misionero fue escenario de una feroz confrontación por el control de los recursos que en cierto modo era también la confrontación de dos órdenes económicos regionales: uno antiguo, orientado a los mercados interiores, y otro nuevo, orientado a los mercados atlánticos. Finalmente, desde el punto de vista social, fue la cuna de nuevos sectores populares mestizos, crecidos en torno a las faenas legales y clandestinas de cueros, que los sectores sociales más antiguos muy pronto identificaron como una amenaza.

7. 3. 3. LOS NUEVOS AGENTES: EMPRESARIOS Y TRABAJADORES DE LAS FAENAS DE CORAMBRE

Una fuente hispana de 1794 sobre los campos comprendidos entre el río Paraná y el Río de la Plata hasta los límites con Portugal afirmó:

“El centro de toda esta gran península la ocupa el ganado vacuno y caballar, objeto del interés de las dos naciones [portuguesa y española], y el cebo de la codicia de Hacendados, Gauchos, Indios y Portugueses. Todos tiran a este blanco; todos viven del comercio de este fruto; y a todos mantienen en aquellas soledades el provecho que sacan de un solo animal: pero cada cual agencia este usufructo de distinto modo733”.

Este párrafo identifica, bajo una nomenclatura particular, cuatro tipos de agentes que estaban detrás de la explotación del ganado cimarrón, tres que podríamos considerar empresarios de las vaquerías, y un cuarto tipo, que es su mano de obra. Estos agentes son: (1) los empresarios montevideanos que el mismo documento llama “hacendados ricos”; (2) los pueblos misioneros; (3) los contrabandistas portugueses y (4) los sujetos que el documento llama gauchos o “changadores”. Además, el informante ubica geográficamente con precisión los tres tipos empresarios:

“Nuestros estancieros ocupan el terreno que deslindan la costa del mar por el Oriente, y el Río de la Plata, y el Yí por el Norte y mediodía. Los indios guaraníes, poblados a las orillas del Uruguay a la altura de 27 a 28 grados, ocupan el territorio que se halla al Nordeste de Montevideo hasta el Paraná. Los portugueses están poblados sobre el ángulo del Este a el Norte, principiando desde el Río Grande de San Pedro734”

732 Ibid. Pág. 304-305.

733 Anónimo, "Noticias sobre los campos de Buenos Aires [y] Montevideo para su arreglo." Pág. 347.

734 Ibid. Pág. 347. Negritas de la autora.

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Finalmente, el documento explica los “distintos modos” como cada uno de estos agentes explota el ganado cimarrón. En este apartado se reúne alguna información sobre estos cuatro agentes, y se argumenta que a pesar de modalidades diferentes, todos formaban parte de una misma economía del cuero que se desarrolló en las décadas de 1780 y 1790.

7. 3. 4. LOS “HACENDADOS” MONTEVIDEANOS

Como se vio en los antecedentes, la participación de los hacendados montevideanos en el furor del cuero es un hecho establecido para la historiografía uruguaya, que en buena medida se basó en el testimonio recién citado para asociar tres realidades en principio diferentes: ganadería vacuna, producción de cueros y gran propiedad territorial.

En efecto, el documento referido explica dos tipos de vaquería de corambre: la que se hace por contrato y la que se hace por compra. La primera modalidad “se ejecuta alquilando peones que entran a este coto [una estancia] lleno ya de ganado a matar, estaquillar y desgarrar el cuero”, es decir que en este caso el hacendado es quien organiza y financia la vaquería, con personal contratado a término. En la segunda modalidad el hacendado se limita a ponerse de acuerdo por anticipado con un “changador”, para comprarle cierto volumen de cueros a un cierto precio, pero en ambos casos, es necesario tener una estancia, porque la tenencia de la tierra es la que permite la apropiación del ganado de donde ha de salir el cuero:

“Basta tener una rinconada de campo, un cajón, o un terreno encerrado entre dos arroyos, con un mal rancho pajizo. El ganado silvestre que anda vagando por todo el campo ha de caer algún día en esta rinconada buscando pasto o aguada. Luego que está adentro ha perdido su natural libertad según el fuero de campaña, y se ha hecho del señor del suelo (…) De cualquier modo que se ejecute es una operación bien sencilla para el estanciero. En el primer caso [el “hacendado rico”] no tiene más que hacer que poner un sobrestante en su estancia que alquile los peones y les pague su jornal; y en el segundo tiene menos, porque sin moverse de su casa le traen a ella seis ó ocho mil cueros, o los hace conducir desde el campo a la ciudad, los encierra, paga su ajuste al changador, y está el negocio concluido735”.

El testimonio denuncia que en estas tierras se admite como válido el argumento de los hacendados sobre que tales reses “se han hecho suyas por el ingreso de ellas a los pastos y aguadas de su peculiar dominio o por un subrogación del que fue suyo en algún tiempo y se le huyó después”, y si se trata de cueros comprados por encargo a un changador, el hacendado en cuestión argumenta que “no hace más que comprar por el precio a que se concierta con el vendedor lo que éste le ofrece en venta, sin que deba ser de su cuenta el modo con que lo ha adquirido736”. Pocos documentos son tan claros al señalar la estrecha ligazón entre el furor del cuero y la posibilidad de acceder sin altos costos de transacción al ganado sin marca:

“Pero lo más es que para hacer cueros no es menester criar animales: mientras ellos se produzcan en los montes y haya licencia de matar en vano es el trabajo y el costo de estar manteniendo otros. Este mecanismo exige vivir en el campo, y es propio de campestres. Los hacendados y comerciantes viven en las capitales (…). Lo único que se ha podido conseguir del hacendado rico es que traiga a rodeo un corto número de cabezas para cumplir con la letra de la ley, y burlar mejor su espíritu. Con este aparato de estancia mantiene a salvo el derecho de introducir cueros en la capital, y el de poder matar sin que se nadie se le oponga. Todos los dueños de estancias han pretendido fundar que el ganado que hay en la campaña es de ellos

735 Ibid. Pág. 350.

736 Ibid. Pág. 351.

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en su origen procedente del que lo fue, y [con este argumento] se creen con derecho de estar matando mientras haya reses en el campo737”.

¿Pero quiénes eran estos hacendados corambreros? ¿Se trata de los antiguos vecinos montevideanos que obtuvieron suertes de estancia en los repartos fundacionales y que se dedicaban a la cría con una lógica tan parecida a la de los criadores de la campaña bonaerense? Sin que sea posible descartar la participación de estancieros del período fundacional, todo indica que se trata de agentes que son nuevos en la economía agraria regional.

El autor afirma que estos “hacendados de puro nombre no ven nunca la campaña ni pierden la comodidad de su casa”, y que en verdad “no son hacendados ni quieren serlo738”. Según él, cada uno de estos falsos hacendados “es un comerciante acomodado que se debe ejercitar en embarcar el cuero, y tomar en efecto de mercaderías el valor de su producido en España. Sólo es hacendado en la apariencia, esto es, para no tener que comprar el cuero a el que lo cría o rodeo, si no dar orden que le maten el que cojan en su estancia o el que vague por los montes739”. Para más abundamiento, explica:

“Si el comerciante se hubiese de arreglar, como estanciero, a los bandos del buen gobierno, lo perdería todo: porque tendría que abandonar el comercio, retirarse al campo y dedicarse al pastoreo, yerra, castración y paga del diezmo, del que ahora está relevado. Se privaría de matar cuanto ganado quisiese, porque para no esquilmar su estancia, se vería precisado a nivelar la salida con la entrada. No lo vendería de su cuenta, sino lo que vendería a el factor o comerciante que va de España a Buenos Aires a trocar por cueros su factura (…) y en una palabra no ganaría a dos manos, es decir, como estanciero y como comerciante (…)740”.

El antiguo criador, quien el autor del documento llama “el verdadero hacendado, o hacendado pobre, que todo es uno” no tiene ninguna de las ventajas de estos nuevos agentes. En efecto, tiene una estructura de costos menos flexible, enfrenta mayores riesgos (desastres climáticos; robos de ganado), debe respetar los ciclos biológicos y no puede formar stocks; por todo ello, en la opinión de este testimonio el ganadero criador lleva las de perder en comparación con estos “hacendados de puro nombre”741.

El más enjundioso estudio sobre la estructura de la propiedad territorial de los actuales territorios uruguayos en el período colonial sostuvo que, efectivamente, después de que una Real Instrucción de 1754 modificara las condiciones para la compra/venta de tierras realengas, surgió una camada de “latifundistas de nuevo cuño742. En líneas generales, la real instrucción facilitaba la privatización de la tierra con fines fiscales y creaba incentivos para que los agentes más adinerados y bien situados en las redes locales se hicieran de extensas porciones de tierra743. Los primeros “montevideanos” en utilizar la nueva herramienta fueron Melchor de Viana y Miguel Ignacio de la Cuadra o Quadra. Sus casos son ilustrativos.

737 Ibid. Pág. 354-355.

738 Ibid.Pág. 352.

739 Ibid. Pág. 353. Negritas de la autora.

740 Ibid. Pág. 353.

741 Ibid. Pág. 353-354.

742 Sala de Touron, Rodriguez, y De la Torre, Evolución económica de la Banda Oriental. Pág. 26.

743 Sobre la Real Instrucción de 1754 y su influencia en el proceso de apropiación privada de las tierras realengas, véase: Pivel Devoto, Colección de documentos para la historia económica y financiera de la República Oriental Del Uruguay: Tierras, 1734-1810.

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Melchor de Viana, natural español, llegó a Montevideo en 1751 como criado de su primo José Joaquín de Viana, primer Gobernador de la plaza. Compró su primera estancia mediante un crédito hipotecario en 1757744. Comenzó a ensanchar sus posesiones por el legado recibido de quien fuera vicario de la Iglesia Matriz, en forma de dos capellanías dentro de la jurisdicción, en la zona del río Santa Lucía745. En 1765 inició el procedimiento de compra de tierras realengas comprendidas entre los límites de la jurisdicción de Montevideo y el río Yí, las que le fueron concedidas en 1768746. Un padrón levantado en 1772/73 le atribuyó siete propiedades rurales, entre las cuales éstas últimas747. En 1778 “denunció” mediante un testaferro otra extensa superficie fuera de la jurisdicción, siempre en dirección al nordeste de la misma y aunque la maniobra salió mal, su familia obtuvo parte de aquella superficie tras un largo pleito transado después de su muerte748. Pero Melchor de Viana estaba lejos de ser un simple estanciero en ascenso. Casado en 1759 con la hija de Juan de Achucarro (quien en 1751 era el segundo hombre más rico de Montevideo749), fue administrador de bienes de los jesuitas expulsados y ocupaba desde 1767 el cargo de Administrador de Correos, el sistema de buques semestrales que desde aquel año hacían el trayecto la Coruña- Montevideo. Cabe recordar que según los estudiosos del comercio rioplatense del período, la inauguración del régimen de buques correos constituyó la primera apertura comercial de unos puertos rioplatenses que hasta entonces no estaban abiertos más que a los navíos de asiento y de registro, sumamente escasos y esporádicos750. De modo que Melchor de Viana entró tempranamente a una actividad que no sólo era legalmente privilegiada -como era el comercio atlántico-, sino que habría de tener un intenso desarrollo después de 1778. A su muerte ocurrida en 1796 había fundado, en unión con su acaudalada esposa, una regular fortuna.

Miguel Ignacio de la Quadra era natural de Bilbao; llegó a Montevideo en algún momento entre 1757 y 1759; su primer emprendimiento documentado consistió en formar en 1759 una sociedad para “abrir y poner una tienda de diferentes géneros” con dos capitanes de infantería como socios751. Ha sido sindicado como abastecedor de los ejércitos sitiadores de Colonia do Sacramento en la década de 1760752. Se casó en 1761 con Inés Durán, hija de una próspera familia fundadora de Montevideo753. En 1764 remató el diezmo de cuatropea de la jurisdicción, hecho que lo identifica como poseedor de cierto caudal y, quizás, como

744 Juan Alejandro Apolant, Génesis de la familia uruguaya, vol. II (Montevideo: Imprenta Vinaak, 1975). Pág. 1158.

745 L. Rodríguez Sala de Touron, J. C. y de la Torre, N., Evolución económica de la Banda Oriental (Montevideo: Ediciones Pueblos Unidos, 1967- b). Pág. 29.

746 Sala de Touron, Rodriguez, y De la Torre, Evolución económica de la Banda Oriental. Pág. 29.

747 Apolant, Génesis de la familia uruguaya. Vol II; Pág. 1158.

748 Sala de Touron, Evolución económica de la Banda Oriental. Pág. 31.

749 AGN-MONTEVIDEO. AGA, Caja 2, Carpeta 39, 1751: “Tasación de los bienes de los vecinos de esta ciudad y prorrata de los que cada uno…”; etc.

750 Sobre el correo marítimo establecido en 1764, véanse: Ricardo Levene, Investigaciones acerca de la historia económica del virreinato del Río De La Plata, vol. I (Buenos Aires: El Ateneo, 1952). Pág. 283-284. Silva, "La estructuración del comercio y la navegación desde el Río de la Plata (Sic) a Cuba."

751 Apolant, Génesis de la familia uruguaya. Vol. II; Pág. 1271.

752 Sala de Touron, Rodriguez, y De la Torre, Evolución económica de la Banda Oriental. Pág. 29.

753 Apolant, Génesis de la familia uruguaya. Vol II; pag. 1271.

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conocedor del negocio ganadero; sin embargo no se reiteró como diezmero754. Su patrimonio inmueble lo formó por compra de chacras y estancias a otros particulares, y por mercedes del gobernador Bucarelli en la década de 1760 sobre tierras realengas al sudoeste de la jurisdicción montevideana755. Protagonista fundamental de la avanzada montevideana hacia el Norte, en 1778 y 1783 denunció tierras realengas a ambos lados del Río Negro756.

Ambas trayectorias tienen puntos comunes: son hombres llegados a Montevideo en la década de 1750 con cierto capital social y quizás también pecuniario, rápidamente acrecentado por vía del matrimonio con mujeres de la élite local, cuya actividad económica es notoriamente diversificada entre el comercio y los contratos públicos, entendiendo por tal cosa desde los contratos por abastecimientos militares hasta los cargos públicos arrendados, pasando por la recaudación decimal. Desde luego, todo el asunto de la formación de una nueva élite montevideana con apoyo en la intermediación, los contratos públicos, la exportación de productos primarios y la gran propiedad territorial merece posterior investigación, pero es notorio que se está ante un caso de exitosos “recién llegados” cuyo punto de partida no ha sido la producción agraria con asiento en las chacras y estancias montevideanas. En este sentido, la relación de estos nuevos agentes con la producción agraria local no parece ser la misma que la de los estancieros y chacareros que producían carne, trigo, frutas y verduras. La apropiación de tierras y la eventual formación de grandes latifundios -cuya existencia real como unidad productiva más allá de los papeles habría que verificar con otras fuentes- aparece aquí como un punto de llegada en la creación de su riqueza, y no de partida. El interés por obtener grandes superficies territoriales, que empieza a desbordar la jurisdicción en 1770, estuvo ligado al interés por el ganado sin marca que pastoreaba libremente más allá de la primera franja agrícola montevideana de chacras y estancias fundacionales. Un estilo similar de apropiación de la tierra y ocupación del espacio tuvo lugar en los territorios entre los ríos Uruguay y Paraná por la misma época, en lo que fue un proceso rápido y desordenado de corrimiento y densificación de la frontera agraria rioplatense757. Pero los nuevos hacendados no estaban solos; los conflictos con otros actores sociales, algunos de ellos de fuerte arraigo en la trama política del orden colonial local, alcanzaron tal grado de virulencia que las autoridades virreinales decidieron iniciar en 1784 un “expediente para el arreglo de los campos” que sirviera de base a una nueva política oficial sobre la cuestión del acceso a las tierras y ganados en disputa. En ese marco se decretó una suspensión de todos los trámites de compra de tierras realengas en los campos de la orilla norte del Río de la Plata y de los territorios entre los ríos Paraná y Uruguay; la suspensión rigió hasta 1805758. Se vuelve sobre este asunto más adelante.

El grado de involucramiento de estos empresarios montevideanos en el tráfico legal e ilegal de cueros se verá más adelante, cuando se organicen en un “Gremio de Hacendados” para enfrentar a los agentes rivales en el uso de los ganados cimarrones. En este sentido, estos hombres fueron los agentes de una nueva economía agraria, basada en la explotación del ganado cimarrón, la denuncia de grandes superficies y la exportación del cuero, tres

754 Ver Cuadro 1 del Anexo Estadístico.

755 Apolant, Génesis de la familia uruguaya. Pág. 1272.

756 Sala de Touron, Rodriguez, y De la Torre, Evolución económica de la Banda Oriental. Pág. 30.

757 Djenderedjian, "Cambios en el uso y la ocupación del territorio rioplatense de la época colonial. Un recorrido desde la historia agraria."

758 Pivel Devoto, Colección de documentos para la historia económica y financiera de la República Oriental Del Uruguay: Tierras, 1734-1810.

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componentes de una nueva modalidad de hacer negocios que empujó la frontera del paisaje montevideano hacia el Norte. Esto no excluye la posibilidad de que estos nuevos agentes también emprendieran la cría y otro tipo de inversiones en sus enormes explotaciones; la imagen tradicional del latifundio cimarrón sigue basándose en las opiniones fuertemente subjetiva de testigos rivales y espera por estudios monográficos cuidadosos. A los efectos de este trabajo, importa preguntarse cuánto tuvo de agraria esta modalidad de hacer negocios con el cuero, cuán duradera fue, y cuáles fueron sus efectos sobre los sistemas agrarios locales. El asunto se retoma al final del trabajo.

7. 3. 5 “LOS MISIONEROS”

La importancia de Yapeyú en la economía exportadora de cuero después de la expulsión de los Jesuitas ha sido señalada hace mucho tiempo, pero sólo recientemente se ha estudiado a fondo la contabilidad de las vaquerías de ese pueblo. Así, ahora se sabe que la producción de cueros de Yapeyú saltó de unos pocos miles de unidades por año antes de 1767 a 41.000 por año durante 1778-1786759. Por lo tanto, entre los nuevos agentes de la economía del cuero merecen un lugar destacado los administradores y contratistas misioneros, así como el personal movilizado por ellos.

Como se dijo arriba, desde 1770 la producción de cueros en Paysandú quedó a cargo de un administrador nombrado directamente por las autoridades de Yapeyú, y desde 1772 tomó ese cargo Gregorio de Soto, quien había sido hasta entonces administrador de aquel pueblo, una demostración de la importancia que esta actividad estaba cobrando. El estudio disponible sobre las actividades de Soto hasta 1786 permite saber que durante la etapa de mayor actividad Soto compró partidas de cueros (¿sub-contrató?) a 92 personas y empleó a 650 individuos diferentes por al menos durante 10 meses. En uno de los detalles del gasto salarial figuran 9 capataces barraqueros, 6 capataces, 75 barraqueros, 27 carreteros, cuatro boyeros y 77 peones760. En otras palabras, el foco sanducero movilizaba importantes volúmenes de trabajo bajo seguramente diversas formas de contrato. La información disponible permite saber que de Soto cobraba el mismo sueldo que un administrador de Yapeyú, una remuneración que si bien equivalía a dos veces y media el sueldo de un capataz de vaquería, no parece suficiente para el volumen de riqueza que se movilizó en las vaquerías de Paysandú, como se verá enseguida761. De modo que no es improbable que de Soto cobrase además una comisión por los cueros obtenidos, como era usual en el negocio. Quien efectivamente cobraba un 8% por el total de las ventas de los cueros misioneros era el Administrador General de los pueblos, con lo cual quedaba conformado un sistema de incentivos que carecía de frenos a la liquidación del stock animal.

En cuanto al foco entre los ríos Yí y Negro, la producción de cueros se hizo mediante contratos formales donde actuaban, por la parte contratante, las autoridades del pueblo y/o el Administrador General de Misiones, y por la parte contratada, un particular. Luego de que en 1772 el Virrey confirmara las denuncias del pueblo de Yapeyú sobre los continuos robos y abuso de su ganado entre los ríos Negro y Yí, la administración de los pueblos convocó a interesados en patrullar esa área y ejercer control de los ganados

759 Sarreal, "Globalization and the Guarani: From Missions to Modernization in the Eighteenth Century". Pág. 222.

760 Ibid. Pág. 307. El “barraquero” es el encargado de apilar y cuidar los cueros prontos.

761 El salario anual de Soto era de 300 pesos, lo que arroja un salario mensual de 25 pesos. En sus cuentas los capataces figuran con un salario mensual de 10 pesos. Ibid. Ibíd.

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yapeyuanos allí establecidos. En enero de 1773 la propuesta de Cristóbal Castro Callorda resultó elegida como la más apropiada; el particular fue nombrado juez comisionado y encomendado a proteger los ganados de los yapeyuanos y la seguridad de aquellos campos. El comisionado armó a su cargo una patrulla de 24 hombres para patrullar el territorio entre ambos ríos; para financiar el gasto, el gobierno le autorizó a realizar faenas de cuero y a retener dos de cada tres cueros con este fin; el restante debía ser entregado a Yapeyú. Más adelante el trato pasó a tres de cada cuatro cueros para Castro Callorda, es decir que la porción de éste sobre el total de los cueros producidos pasó del 67 al 75%762. Su actividad de custodio de la seguridad enfrentó dificultades; los portugueses aumentaron el número de sus propias cuadrillas de faeneros y contrabandistas y el Gobernador de la Provincia del Río de la Plata dispuso el refuerzo del número de hombres al servicio de Castro Callorda en 1773 debido a la insuficiencia de la dotación privada. Castro, de cuya estructura de gastos no se conocen detalles dado que sus cuentas particulares quedaban fuera del control de la administración colonial, consideró que su negocio no era satisfactorio y rescindió su contrato en 1775763. El Gobernador Vértiz nombró entonces a Manuel Barquín, en 1777, con funciones similares a las de Castro Callorda pero con un beneficio de cuatro de cada seis cueros producidos, es decir, nuevamente un 67% del producto. Las actividades de Barquín muy pronto fueron objeto de crítica del Administrador General de Misiones, quien lo acusó de estar haciendo faenas excesivas en su propio beneficio, y así como del cabildo de Yapeyú y los estancieros de Montevideo, en el mismo sentido. Barquín fue removido de su cargo por el ahora Virrey Vértiz y un nuevo plan fue puesto en marcha en 1778764. Es interesante que en ese plan se propuso intensificar la producción de cueros en las estancias de Yapeyú como la única forma de que los indios obtengan algún beneficio de unos ganados cuya propiedad resultaba cada vez más difícil de garantizar; es interesante también que el argumento provino del Administrador General Lazcano, a quien le correspondía automáticamente el 8% del ingreso de los pueblos.

Se dispuso que la policía de los campos en aquella zona quedara a cargo de una guardia de frontera financiada de manera conjunta por los pueblos misioneros y por los hacendados de Montevideo, mientras que se autorizaban las faenas misioneras adentro de la rinconada Negro-Yí, bajo la dirección del montevideano Domingo Ygarzábal o Igarzábal, quien estableció su sede en Paso del Durazno765. El contrato entre Ygarzábal y el pueblo de Yapeyú establecía que los peones del primero llevarían sus propias armas y caballos, mientras que el pueblo los dotaría de instrumentos de trabajo, raciones semanales y un salario. No podrían ser faenadas vacas ni terneros, y el contratista se obligaba a acordar con los hacendados montevideanos la mejor forma de resolver las disputas que surgieran por la propiedad de los ganados de esa rinconada. Su beneficio por todas estas tareas sería del 10% del total de las ventas. Ygarzábal actuó entre 1779-1785 en el Paso del Durazno, las cuentas remitidas a la administración general permiten saber que estableció

762 Ibid. Pág. 311-313. Sala de Touron, Rodríguez, y De la Torre, Evolución económica de la Banda Oriental. Pág. 56.

763 Sarreal, "Globalization and the Guarani: From Missions to Modernization in the Eighteenth Century". Pág. 312-314. Sala de Touron, Rodriguez, y De la Torre, Evolución económica de la Banda Oriental. Pág. 56.

764 Sarreal, "Globalization and the Guarani: From Missions to Modernization in the Eighteenth Century". Pág. 315.

765 Ygarzábal había arrendado el diezmo de cuatropea de la jurisdicción montevideana entre 1766-1770; evidentemente estaba vinculado a la producción ganadera. Ver: Cuadro 1 del Anexo Estadístico.

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instalaciones y personal para almacenamiento de cueros, donde revistaron numerosos barraqueros y apiladores de apellido guaraní con salarios mensuales766. El accionar de Ygarzábal eventualmente llegó hasta la zona del río Queguay, mucho más cerca de Paysandú que de Durazno, lo que revela que los focos establecidos barrían el amplio espacio pastoril misionero. Adicionalmente, las autoridades de Yapeyú contrataron al montevideano Lorenzo Figueredo como Teniente de Milicias para que patrullara la zona entre los ríos Yí y Negro en prevención de ladrones y gauderios. Figueredo quedó al mando de una patrulla de 12 blandengues de Buenos Aires (un cuerpo de caballería) y 21 dragones en Paso del Durazno; los salarios de Figueredo y toda la tropa quedaron a cargo del pueblo de Yapeyú, así como las raciones de yerba y tabaco que recibirían en ocasión de adentrarse en la frontera con Portugal. Estos gastos serían cubiertos con un tercio del producido de los embargos de cueros clandestinos realizados por Figueredo, los otros dos tercios irían al pueblo, luego de descontados los gastos de transporte y almacenaje. En caso que el fruto de los embargos no alcanzara para pagar a Figueredo y su tropa, Yapeyú se obligaba a cubrir el gasto con recursos propios. Figueredo e Ygarzábal trabajaron en conjunto hasta 1781, cuando el primero dejó su cargo por enfermedad y fue reemplazado por Antonio Pereyra, quien además de cumplir las funciones militares del primero, fue contratado por el pueblo de San Miguel para hacer faenas de corambre en sus estancias del espacio pastoril misionero767. Esta situación se prolongó hasta 1784, cuando tomó posesión del cargo un nuevo virrey, el Marqués de Loreto. Ese mismo año Loreto suspendió las vaquerías misioneras entre los ríos Negro y Yí sin importar el color del ganado, prohibió todas las faenas de cuero sobre ganado cimarrón, misioneras o no, dictó sentencia de muerte a quienes fueran juzgados por faenas clandestinas y no volvió a expedir ninguna licencia de vaquería durante su mandato768. Además, confiscó los cueros misioneros que estaban apilados en los depósitos y congeló su venta hasta sustanciarse un pleito iniciado por los hacendados montevideanos sobre la propiedad de los ganados del área ente los ríos Yí y Negro. El trasfondo de esta decisión se analiza con cierto detalle más adelante. Por el momento, corresponde saber que en el informe sobre el particular que el Contador de Propios (recuérdese que de acuerdo a la legislación indiana los ganados cimarrones eran un recurso comunal) remitió al Secretario de Indias Josef de Gálvez, entre 1772-1784 las vaquerías misioneras produjeron 361.078 cueros bovinos, de los cuales 257.123 se vendieron por Montevideo y el saldo restante se condujo a Buenos Aires769.

Como ha quedado claro, entre 1772 y 1784 la actividad de producción de cueros desplegada por los agentes que actuaban a cuenta de los pueblos misioneros fue intensa. Se trató de una producción formal, efectivizada mediante contratos y permisos legales, y sistemática, ya que no se trató de emprendimientos esporádicos. No pocos testigos de la época, así como la historiografía posterior, advirtieron los efectos depredadores de una actividad tan intensa. Asimismo se ha señalado que los verdaderos beneficiarios de las vaquerías misioneras no eran los indios de los pueblos sino los contratistas y administradores, algunos de los cuales se convirtieron luego en denunciantes de grandes porciones de tierras en el paisaje pastoril misionero770.

766 Sarreal, "Globalization and the Guarani: From Missions to Modernization in the Eighteenth Century". Pág. 315-320.Sala de Touron, Rodriguez, and De la Torre, Evolución económica de la Banda Oriental. Pág. 56.

767 Sarreal, "Globalization and the Guarani: From Missions to Modernization in the Eighteenth Century". Pág. 319-321.

768 Ibid. Pág. 260.

769 AGI, Buenos Aires 333. Informe de Pedro Ballesteros.

770 Sala de Touron, Rodriguez, y De la Torre, Evolución económica de la Banda Oriental. Pág. 56-57.

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Solo recientemente se ha podido echar algo de luz sobre esta cuestión, al analizarse las cuentas de los principales focos corambreros de Yapeyú771. El Cuadro 7. 4 presenta algunos resultados de ese estudio.

Cuadro 7. 4. Ganancia/pérdida de las vaquerías misioneras como porcentaje del ingreso obtenido por la venta de los cueros

1769-1786

1776 1777 1778-1784

1784-1785

Ygarzábal 24 29

Castro Callorda

22

Soto -5

Pereyra -21

Fuente: Sarreal (2009); pág. 294-295.

Se observa que las vaquerías de Paysandú y las de Antonio Pereyra dieron pérdida, aunque de magnitudes por cierto muy diferentes. Aunque el estudio no ha podido descifrar en su totalidad las causas del fracaso de las vaquerías de Soto, no es imposible relacionar este desempeño del foco sanducero con una operativa de altos costos salariales, ya que en las cuentas del administrador de Paysandú los gastos en mano de obra (incluyendo bienes salariales) son el 82% de los gastos totales entre 1769-1784 y el 59% entre 1784-1785772. Las pérdidas de las vaquerías de Antonio Pereyra, en cambio, pueden relacionarse con el hecho de parte del producto de su actividad fue confiscado por las autoridades. En cualquier caso, lo importante es que hubo ganancias en la mayoría de los casos.

Sarreal ha intentado evaluar el impacto de estas operaciones en el bienestar de los indios de Yapeyú. Comprobó que unos años después de iniciadas las vaquerías yapeyuanas se consolidó un cambio en la función económica del pueblo, que dejó de ser el proveedor de carne de los pueblos misioneros para tener en la exportación de cueros y el servicio de transporte sus principales fuentes de recursos. Los inventarios del pueblo muestran que el stock de animales mansos se recuperó de la crisis del período 1772-1773 ya en 1778, y que superó la dotación del período jesuita en 1783. Pero muy pronto esta tendencia se revirtió y las cifras del ganado vacuno manso cayeron hasta niveles insignificantes en 1801; en pocas palabras, la ganadería de carne quedó relegada773.

Por otro lado, las cuentas de gastos e ingresos de Yapeyú revelan que durante el furor corambrero el pueblo mantuvo la pauta de importar textiles, hierro, vestimenta y algunos artículos suntuarios, una pauta que era característica de la economía misionera desde antes. El análisis de la composición del gasto del año 1780-1781 reveló que apenas un poco más de la mitad del gasto en importaciones llegaba al conjunto de los habitantes, mientras que la otra mitad quedaba en manos de la élite de caciques y sus familias774.

771 Sarreal, "Globalization and the Guarani: From Missions to Modernization in the Eighteenth Century". Pág. 306-318.

772 Ibid. Pág. 306 y 307.

773 Ibid. Pág. 241-248.

774 Ibid. Pág. 250.

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No obstante, la autora sostiene que las vaquerías por contrato, a pesar de sus resultados, fueron una opción racional dadas las circunstancias, ya que las élites guaraníes locales no estaban en condiciones reales de ejecutar ni supervisar operaciones económicas de la magnitud de las vaquerías realizadas, y la población guaraní de base no alcanzaba ni podía satisfacer los requerimientos de mano de obra de las grandes empresas corambreras:

“Consentir las operaciones de cuero gestionadas por el Administrador General, por el administrador de Paysandú o por contratistas externos era la mejor forma de obtener algún beneficio del ganado disperso que, de otra forma, sería faenado por otros sin ninguna ventaja para las misiones de indios775”

Un punto crítico habría sido la mano de obra. Desde que empezó la producción de cueros en Paysandú, el administrador de Soto estableció la incapacidad de los indios misioneros para la tarea y la necesidad de contratar peones “españoles”. Esto es llamativo, ya que hay numerosas referencias a indios misioneros que revistaban como mano de obra en vaquerías de otros agentes particulares. Todo indica que el problema no era la incapacidad de los indios como vaqueros, sino la naturaleza comunal del trabajo y del producto misioneros. El concepto de tupambaé se hacía insostenible en un contexto de generalización del salario: mientras que los guaraníes de los pueblos apenas percibirían una ración por cada día trabajado en una vaquería, los peones “españoles” percibían un salario monetario, además de la ración. Así, la resistencia al trabajo comunal era creciente776.

Aún teniendo en cuenta estos factores, el sistema de contratos empleado por los pueblos misioneros generaba daños colaterales. Uno de ellos era una agudización del conflicto clásico entre agente – principal, ya que los agentes (administradores generales y particulares de los pueblos, contratistas) estaban insertos en redes de intereses que eran totalmente ajenos a los de sus principales (los indios). Este habría de ser el principal argumento utilizado contra las faenas misioneras, y aunque fue utilizado de manera hipócrita por agentes que sólo querían quedarse con los ganados misioneros, el ya citado informe del Contador de Propios denunció que de los 300.000 cueros misioneros producidos, casi 200.000 fueron vendidos por el Administrador General a dos comerciantes particulares sin que mediase un remate público, mecanismo que posiblemente hubiera arrojado un mejor precio777.

7. 3. 6. “LOS PORTUGUESES”: EL MERCADO INVISIBLE

La cuestión del contrabando ha sido invariablemente tratada como un flagelo por las historiografías nacionales, pero sólo recientemente se ha avanzado en la comprensión de sus complejidades.

La noción de contrabando asume la extracción/introducción ilegal de bienes de un territorio soberano, pero en verdad no existía una frontera política entre ambos imperios en aquellos territorios, sino que apenas se pretendía establecerla y con bastante poca fortuna, como se verá enseguida. Nunca hubo en el Río de la Plata colonial una línea divisoria completa entre los territorios de las dos coronas ibéricas del estilo de las fronteras modernas, jalonada con puestos aduaneros y policiales. Dado que la frontera legal entre las posesiones americanas de ambas coronas era la línea imaginaria de

775 Ibid. Pág. 254. Traducción de MIM.

776 Ibid. Pág. 256-257.

777 AGI, Buenos Aires 333. Informe de Pedro Ballesteros.

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Tordesillas, había un continuo territorial desde el sur brasileño hasta la orilla norte del Plata donde se producían avances y retrocesos de uno y otro frente colonizador. En la porción norte de este continuo, las misiones jesuíticas de ambas orillas del río Uruguay habían definido una frontera de hecho, al actuar como un cordón de contención de eventuales avances portugueses sobre territorios españoles. En el extremo sur, sobre la costa Atlántica, la base militar de Maldonado, marcaba desde la década de 1750 el último bastión español. En el medio no había ninguna marca fronteriza. Después de 1750 las cosas cambiaron

Las dos coronas pactaron en 1750 una línea divisoria geodésica en vez de imaginaria, e intentaron marcarla en terreno por medio de una gigantesca y prolongada expedición militar conjunta que actuó en todo el Río de la Plata entre 1753-1760 con ese cometido, que nunca cumpliría del todo. También como consecuencia del pacto de 1750 se desencadenaron las ya mencionadas “guerras guaraníticas” entre 1753-1756 en territorio misionero, episodio que minó definitivamente la confianza de las autoridades españolas en sus antiguos guardianes de la frontera Norte. En la década de 1760 ocurrieron nuevos sucesos. Cuando España y Portugal rompieron relaciones por la guerra de los Siete Años en 1762, el gobernador de la Provincia del Río de la Plata expulsó a los portugueses de Colonia y avanzó, en lo que quizás fue la ofensiva militar más estruendosa que hasta entonces se hubiera vivido en el Río de la Plata, sobre territorio riograndense hasta ocupar la villa de Rio Grande. Aunque las dos coronas pactaron un acuerdo en 1763, por el cual Colonia do Sacramento fue devuelta a los portugueses, la ocupación española de la villa de Río Grande se mantuvo durante los siguientes trece años hasta que los portugueses, al cabo de una prolongada resistencia, la recuperaron en 1776. Las décadas de 1780 y 1790 fueron escenario de los intentos por hacer efectivo el tratado de San Ildefonso, que en 1777 zanjó nuevamente la disputa entre España y Portugal por estos territorios. El nuevo intento de demarcación de la frontera política inter-ibérica movilizó hacia el terreno a delegaciones lusitanas y españolas del más alto nivel técnico y militar; sus dificultades para ponerse de acuerdo sobre las marcas fronterizas y sus actividades de todo tipo en el área platense constituyen un episodio con numerosas derivaciones. En lo concreto, el trabajo de las partidas demarcadoras avanzó desde el océano hacia el Norte pero se paralizó a la altura del Paraná Medio y se arrastró durante más de dos décadas; la crisis de las monarquías ibéricas sobrevino en 1808 sin que hubiera concluido.

Así, durante la segunda mitad del siglo XVIII los territorios comprendidos al norte y nordeste del Río de la Plata, así como a los territorios del extremo Sur brasileño (conocido entonces como “continente de Rio Grande”) formaban un único espacio cargado de tensiones políticas y militares. Cada uno de estos conflictos tuvo efectos concretos sobre la economía de la región, pero en su conjunto y a todo lo largo del período, hicieron de la guerra un componente estructural de la región fronteriza778. Las frecuentes alertas militares, la debilidad de ambos ejércitos regulares, el sistema de milicias privadas que empleaban ambas coronas cada vez que estallaba un conflicto, la necesidad de recompensarlas con botines de guerra, los desplazamientos civiles y militares derivados de las sucesivas ocupaciones y retiradas de las tropas, las deserciones de uno y otro bando, repercutieron sobe la economía y la sociedad de las comunidades más directamente involucradas en los conflictos. Aunque el contrabando entre portugueses y españoles en el Río de la Plata contaba con profusos antecedentes en el siglo XVII y la primera mitad del XVIII, el fenómeno adquirió una versión específica en este nuevo marco, y en aquellos

778 Véase un estudio del impacto de la guerra sobre la economía riograndense en: Osório, O império português no sul da América. Estancieros, lavradores e comerciantes.

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territorios779. Como ha dicho un estudio reciente “crear lazos socioeconómicos y guerrear simultáneamente resultaba posible a estos hombres780”. En efecto, frecuentemente los mismos agentes que hacían la defensa del territorio eran quienes creaban y mantenían los lazos comerciales ilegales con los vecinos/enemigos.

Tanto las fuentes como los estudios sobre el tema reconocen hacia fines del siglo XVIII la existencia de dos activos mercados ilegales: uno de animales en pie y otro de cueros. Su condición de ilegales no debe oscurecer el hecho de que se trataba de dos “mercados internos coloniales” de productos ganaderos, simétricos en más de un sentido a los que alguna vez habían funcionado poniendo en comunicación al Litoral rioplatense con Salta y Potosí.

El mercado de ganado en pie tenía dos segmentos que hacia fines del período se habían autonomizado uno del otro, pero que nacieron juntos: el de bovinos arreados para formar los planteles de las estancias brasileñas, y el de mulas con destino a las zonas mineras de Minas Gerais.

La ganadería del sur brasileño recurrió tempranamente a los ganados cimarrones rioplatenses para formar sus planteles. El primer camino al sur de Laguna, entonces último mojón portugués en dirección Sur, fue abierto en 1727 por el capitán general de San Pablo con el objetivo de arrear hacia el Norte animales de los reservorios cimarrones aledaños a la Vaquería del Mar781. En la década de 1740 la administración portuguesa creó sendos puestos de control fiscal en Curitiba y Sorocaba, en la ruta hacia San Pablo, para gravar el creciente tráfico ganadero cuyo destino final era la región de Minas Gerais.

Según informes de la Comandancia Militar de Rio Grande en 1739, ya entonces el stock de la Vaquería del Mar estaba muy menguado y era necesario avanzar sobre los ganados de las áreas vecinas782. Significativamente, en 1747 fue creado un nuevo distrito meridional con el nombre de Viamâo, desmembrado del de Laguna783. Existe evidencia de que el volumen de tropas arreadas desde la región de Viamâo en dirección a Sorocaba cobró vigor desde la década de 1730 y alcanzó un auge en la década de 1750, pero declinó fuertemente desde la década de 1760784.

779 Sobre el contrabando en el Río de la Plata véanse: Moutoukias, Contrabando y control colonial en el siglo XVII. Zacarias Moutoukias, "Power, Corruption, and Commerce: The Making of the Local Administrative Structure in Seventeenth-Century Buenos Aires " The Hispanic American Historical Review 68, no. 4 (1988-b). Prado, Colonia do Sacramento. O extremo sul da America portuguesa.

780 Tiago Luís Gil, "Infiéis transgressores: Os contrabandistas da fronteira (1760-1810)" (Universidad Federal do Rio de Janeiro, 2002).

781 Fábio Khun, "a fronteira em movimento: Relaçoes luso-castelhanas na segunda metade do século Xviii," Estudos Ibero - Americanos XXV, no. 2 (1999). Pág. 97.

782 Moacyr Flores, "A colonizacao espanhola e as missôes jesuíticas," en Anais Do V Simposio Nacional De Estudos Missioneiros (Santa Rosa, Brasil: Faculdade de Filosofia, Ciências e Letras Don Bosco, 1983).Pág. 53.

783 Con el paso de las décadas Viamâo daría origen a los distritos de Triunfo (1756), Rio Pardo (1762), Santo Antonio (1763), Tacuari (1765) y Porto Alegre (1772). Khun, "A fronteira em movimento: relaçoes luso-castelhanas na segunda metade do século XVIII." Pág. 96-97.

784 Fabio Khun, "A fronteira em movimento: relaçoes luso-castelhanas na segunda metade do século XVIII." Estudos Ibero-Americanos XXV, no. 2 (1999). Pág. 99.

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Mapa 7. 2. Ruta del comercio de mulas Río de la Plata-Sorocaba hacia 1750, según Gil (2002)

Fuente: Gil (2002); pág. 97.

Las mulas ocupaban un lugar importante en ese tráfico. Según un estudio reciente, hacia 1750 existía un activo comercio de mulas que recogía animales en Santa Fe y llegaba hasta Sorocaba, donde funcionaba la más grande feria de mulas de la economía brasileña y que abastecía el foco minero de Minas Gerais (ver mapa).

En 1761 el rey de Portugal prohibió la introducción y saca de mulas del Brasil, con el ánimo de proteger a los criadores del norte brasileño. Poco después una disposición real estableció penas de multa y prisión para los contrabandistas, así como un sistema de incentivos que daba 4/5 de los bienes decomisados a sus denunciantes785. Pero apenas dos años después de la prohibición ocurrió el avance “castelhano” y la ocupación española de la ciudad de Rio Grande. Durante los extensos años de la ocupación se tejió una red de contrabandistas que a partir del tráfico ilegal de mulas amplió su campo de actividad al tráfico de otros animales vivos y de cueros786. Cuando en el marco de la lucha contra las tropas españolas los portugueses pusieron las guardias fronterizas de San Miguel (en la costa atlántica, cerca de la Laguna Merin) y Río Pardo (en territorio “interior”), estas guardias se convirtieron en verdaderas puertas de entrada de las tropas de bovinos y mulares ofrecidas a los portugueses a cambio de aguardiente y tejidos787. Un estudio reciente comprobó la importancia de los arreos ilegales en la formación de estancias riograndenses; a modo de ilustración: en 1776 el volumen de cabezas arreadas equivalió al 14% del stock vacuno riograndense, o sea, más de la mitad de un procreo anual788. Ha

785 Gil, "Infiéis transgressores: Os contrabandistas da fronteira (1760-1810)". Pág. 61-64.

786 Ibid. Pág. 110.

787 Khun, "A fronteira em movimento: relaçoes luso-castelhanas na segunda metade do século XVIII." Pág. 103.

788 Osório, O império português no sul da América. estancieros, lavradores e comerciantes. Pág. 62.

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sido señalado que la ganadería de cría avanzaba con lentitud en los territorios riograndenses debido a la disponibilidad de cimarrones: un estudio mostró que entre 1765-1825 los animales “mansos” o marcados eran apenas entre el 13 y el 26% del rodeo total en aquella sub-región789.Los testimonios sobre la represión del contrabando del lado portugués muestran que los productos más generalmente incautados eran caballos, mulas, reses bovinas, cuero y armas de fuego790.

Cuando la ocupación de la ciudad de Rio Grande terminó en 1777 los circuitos ya estaban formados, las redes de intercambio siguieron funcionando y el cuero aumentó su protagonismo791. Se formó así el segundo gran mercado ilegal de la zona fronteriza, que quitó el sueño a no pocos funcionarios y visitantes de la región a fines del siglo. En efecto, la existencia de un circuito ilegal de cueros extraídos hacia los reinos portugueses fue reiteradamente denunciada por las autoridades virreinales del lado hispano. El administrador de la Aduana de Buenos estimó que esa “asombrosa saca” alcanzaba las 200.000 unidades por año entre 1790-1794792.

Los informes del lado español muestran que hasta la década de 1780 rigió un cierto orden en los campos al Norte del Río Negro, donde la producción de cueros era en alguna medida todavía controlada por los pueblos misioneros. Pero la política de “tolerancia cero” con las faenas clandestinas de cueros lanzada por el Virrey de Loreto en 1784, que cesó las faenas misioneras y reprimió la extracción de cueros ilegales por los puertos de Montevideo y Buenos Aires, así como la demarcación de una inoportuna “zona neutral” de varios kilómetros a ambos lados de la línea de frontera acordada en San Ildefonso, crearon las condiciones para un crecimiento imparable de ese mercado invisible de cueros que era el entablado con los portugueses a espaldas de las autoridades locales793.

789 Ibid. Pág. 63.

790 Ibid. Pág. 65.

791 Gil, "Infiéis transgressores: Os contrabandistas da fronteira (1760-1810)". Pág. 110.

792 Barba, "Contribución documental sobre la historia de la ganadería en el Río de la Plata al finalizar el siglo XVIII." Pág. 280.

793 Los artículos V y VI del tratado de San Ildefonso (1777) establecían la creación de una extensa zona neutral a todo lo largo de la línea fronteriza; los demarcadores de ambas coronas debían: “[establecer] un espacio suficiente entre los límites de ambas naciones, aunque no sea de igual anchura al de las citadas lagunas [se refiere a la Laguna Merim y otra menor, adyacente] en el cual no puedan edificarse poblaciones por ninguna de las dos partes, ni construirse fortalezas, guardias, o puestos de tropas: de modo que los tales espacios sean neutrales, poniéndose mojones y señales seguras, que hagan constar a los vasallos de cada nación el sitio de donde no deberán pasar. A cuyo fin se buscarán los lagos y ríos que puedan servir de límite fijo e indeleble, y en su defecto, las cumbres de los montes más señalados: quedando estos y sus faldas por término neutral divisorio, en que no se pueda entrar, poblar, edificar, ni fortificar por alguna de las dos naciones”. “Tratado preliminar sobre los límites de los estados pertenecientes a las Coronas de España y Portugal en la América Meridional; ajustado y concluido en San Lorenzo, a 1 de octubre de 1777”, en:http://es.wikisource.org (Consultado el 7/10/2010). A su regreso a España tras 20 años como miembro español de la frustrada empresa demarcadora de los límites de 1777 , el marino y naturalista Félix de Azara, denunció que “el terreno neutral, sobre complicar y dificultar la demarcación con duplicada frontera y trabajo, había de servir principalmente para abrigar a los facinerosos, ladrones y contrabandistas” ya que “el comercio ilícito se hace más francamente por despoblados que por donde hay población, y sobre todo si el despoblado es tal que nadie puede entrar en él, de cuya calidad es el neutro”. Ver: Félix de Azara, "Memoria sobre el tratado de límites de la América meridional celebrado entre España y Portugal en el año de 1777 y sobre las disputas que

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A fines de la década de 1780 todo el territorio fronterizo entre el Virreinato del Río de la Plata y la América portuguesa estaba fuera de control. El Virrey dispuso en 1788 la creación de un sistema de puestos militares fronterizos y el Gobernador de Montevideo llevó adelante, entre ese año y 1790, una serie de consultas reservadas a diversos “inteligentes” sobre su mejor ubicación, que luego hizo llegar al Virrey. La lista de informantes calificados es en sí misma reveladora de la cercanía entre portugueses y españoles en el Río de la Plata, y de lo borrosas que eran las fronteras políticas entre los vecinos enemigos. Además del gobernador de Montevideo y otros oficiales del Virreinato, presentaron informes un individuo que mantuvo su anonimato y dos ciudadanos portugueses, ambos desertores, que para entonces formaban parte de las élites de Montevideo y Buenos Aires. Uno de ellos era Manuel Cipriano de Mello, quien había llegado a Montevideo en 1772 en plena guerra fronteriza; desertor del ejército de Su Majestad Fidelísima, llegó a ser nada menos que Segundo Comandante de Resguardos en el Río de la Plata, encargado de velar sobre la comisión de delitos de contrabando en el puerto de Montevideo y fuera de él. En el ejercicio de este cargo enfrentó un juicio en 1784 de numerosos cargos relacionados con la introducción ilícita de cueros a aquél puerto, de mercaderías portuguesas y especialmente de estar vinculado a una red clandestina de tráfico de esclavos desde Rio Grande y Río de Janeiro. A pesar de que el fiscal de la Audiencia reunió evidencias lapidarias y pidió la separación inmediata del cargo del imputado, Cipriano de Mello fue sobreseído de todos sus cargos en 1786 por una Real Orden venida directamente de Aranjuez, y continuó en su cargo, desde donde informó sobre la realidad del contrabando en 1789 con un sin dudas enorme conocimiento de causa794.

Los informes revelaron la magnitud del problema.

En primer lugar, la nueva línea fronteriza demarcada por los funcionarios de ambas coronas presentaba diversas perforaciones por donde se hacían los intercambios y circulaban los agentes del mismo con liberalidad. Empezando desde el Atlántico, la primera de estas puertas francas era la Laguna Merim, mencionada prácticamente por todos los informantes. Carente de un sistema de botes oficiales que permitiera su navegación, se dijo de ésta:

“Esta laguna merece con más razón el nombre de mar que el Mar Caspio. Hace horizonte, y pueden en ella navegar buques de todos los tamaños, como al mismo tiempo está rodeada de sierras tiene las ventajas de un puerto abrigado y todas estas circunstancias convidan a los contrabandistas portugueses a acercarse en tiempos convenidos con los barcos que pueden para conducir las corambres hechas en nuestros terrenos y desembarcar los efectos de su pago”795.

han ocurrido en su ejecución," en Memoria sobre el estado rural del Río de la Plata y otros informes, ed. Julio César González (Buenos Aires: Editorial Bajel, 1943 [1805]).Pág. 29-30.

794 . AGI, Buenos Aires 334. El otro portugués consultado era el más famosos desertor de la época, el entonces Brigadier José Custodio de Sá e Faria. Brigadier de ingeniería, había sido enviado al Río de la Plata como miembro de la partida demarcadora de límites del Tratado de Madrid en 1753 y había ocupado altos cargos como el de Gobernador de Rio de Janeiro entre 1759-1764 y Gobernador de Rio Grande entre 1764-1769. Envuelto en la guerra contra las tropas “castelhanas” que tomaron la ciudad de Rio Grande, fue derrotado por Cevallos en el ataque a la isla de Santa Catalina de 1777. Enfrentado a una corte marcial por haberse rendido al enemigo, ofreció sus servicios a la corona española y se refugió en Buenos Aires, donde vivió hasta su muerte en 1792.

795 AGI, Buenos Aires 334. Expediente sobre arreglo subsidiario de la campaña de la Banda de Montevideo.

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Un estudio reciente, basado en las investigaciones judiciales efectuadas en 1780 y 1790 sobre la más connotada banda de contrabandistas riograndenses del momento, confirmó la existencia de una ruta de extracción de cueros por la Laguna Merim796. El Mapa 7. 3 muestra la ruta utilizada por la banda de contrabandistas del militar lusitano Rafael Pintos Bandeira para la extracción de cueros del lado español al lado portugués.

El destino de los cueros extraídos por la laguna era la ciudad de Rio Grande, desde cuyo puerto eran embarcados rumbo a Río de Janeiro, y de allí eran re-exportados hacia Europa. Como ha mostrado la historiografía brasileña actual, los cueros eran, junto al tasajo y el trigo, uno de los tres primeros productos de exportación del puerto de Río Grande entre 1790-1821797.

El otro lugar de pasaje era una localización imprecisa, significativamente conocida por los entendidos como “el boquete”, en algún lugar entre la Laguna Merim y la Sierra de Batoví (este último en pleno paisaje pastoril misionero), por donde se hacían arreos ilegales de tropas hacia Río Pardo, reciente localidad lusitana sobre el río Camaqua. Uno de los informantes sostuvo que el ganado robado que se llevaba a Río Pardo era sobre todo de los pueblos misioneros y no de los campos particulares, y que ya en Río Pardo estos animales eran faenados para hacer cueros, porque a los agentes lusitanos les resultaba más seguro transportar la corambre desde allí hasta el puerto de Rio Grande que traerla hecha desde territorios españoles798.

Otro informante agregó que en 1782 había recorrido las estancias del lado de Rio Grande y había visto más de 300 hombres haciendo faenas de cueros; explicó que los portugueses “toleran este gentío” por el alto ingreso que está dejando la entrada de cueros a la hacienda real portuguesa, y que cada tropas de ganado arreado para el lado portugués alcanzaba un volumen de 6 a 10 mil cabezas.

796 Gil, "Infiéis transgressores: Os contrabandistas da fronteira (1760-1810)". Pág, 188.

797 Osório, O império português no sul da América. Estancieros, lavradores e comerciantes. Pág. 200- 206.

798 AGI, Buenos Aires 334. Expediente sobre arreglo subsidiario de la campaña de la Banda de Montevideo.

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Mapa 7. 3. Ruta fluvial utilizada por la banda de Rafael Pintos Bandeira, décadas de 1780-1790

Fuente: Tomado de Gil (2002); pág. 171.

La historiografía brasileña reciente permite confirmar en líneas generales la veracidad del trasiego de ganados; el papel de los arreos ilegales en la ganadería riograndense ya ha sido mencionado, y no es casualidad que en este período el distrito de Río Pardo haya aumentado su tamaño y se haya convertido en el principal enclave ganadero799. Asimismo, un estudio reciente reconstruyó con fuentes judiciales portuguesas la ruta que hacia 1804 seguían los arreos ilegales de ganado en pie y su trazado es totalmente coherente con la existencia del mencionado “boquete”. Se muestra en el mapa 7. 4.

En segundo lugar, los informes mostraron que crear un sistema público de guardias fronterizas no era fácil; tenia costos económicos pero también resultaba difícil elegir el personal, dotarlos adecuadamente para su tarea, y fijar sus sedes. Hasta entonces la única policía de campaña que existía fuera de las jurisdicciones de Montevideo y Buenos Aires era la que Vértiz había acordado con el pueblo de Yapeyú en la década de 1770. En 1784 el Virrey Loreto había dispuesto la creación de un sistema de guardias de campaña que no había sido instrumentado aún. En su ya citado informe, Cipriano de Melo dijo que “si tuvieran…que formarse líneas para circunvalar la campaña era un necesario un ejército, y no bastarían las rentas reales de la provincia800”.

Todos los informantes coincidieron en proponer una línea de cinco a seis puestos de frontera y en general, en que la jefatura de guardias debía ser radicada en las cabeceras del Río Negro, en Santa Tecla, desde donde debía intentar cerrarse el camino a Río Pardo. Asimismo, discutieron las características que debía tener el personal del sistema de guardias de frontera.

799 Osório, O império português no sul da América. Estancieros, lavradores e comerciantes. Pág. 125-126.

800 AGI, Buenos Aires 334. Expediente sobre arreglo subsidiario de la campaña de la Banda de Montevideo.

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Mapa 7. 4. Ruta terrestre del contrabando de cueros hacia 1804, según Gil (2002).

Fuente: Gil (2002); pág. 164.

Se desaconsejó enfáticamente que se localice personal de Hacienda en los puestos, por no adecuarse ni a las condiciones de vida ni a los requisitos de destreza física que la actividad habría de requerir. Alguien opinó que el personal más adecuado sería la tropa militar “del tipo que aquí llaman Blandengues”, es decir, el tipo de unidad militar de caballería que hacía la guardia de frontera con los indios en Buenos Aires. Un punto especialmente discutido por los informantes fue el de los baquianos, prácticos de los caminos. Según uno de los informes la mayoría de los baquianos eran portugueses y no había que fiarse de ellos. Según otro, había que aceptar la realidad y reclutar entre los propios sujetos involucrados en el contrabando:

“(…) como no se trata de correr caminos frecuentados por el comercio sino parajes sólo conocidos por los ladrones, changadores y contrabandistas, ¿quiénes sino estos podrían ser los mejores baqueanos [sic]? La fidelidad que en ellos se busca la proporcionará su paga y el temor (…). Los hombres de bien ignoran de ordinario hasta los nombres de unos parajes que no frecuentan sino los delincuentes (…) Los baqueanos deben (… ) tener parte considerable en la presa (…) el mejor estímulo para la aprehensión del fraude es y será siempre el generoso reparto de las presas conforme al reglamento que se forme. Faltando este aliciente no comprendo cómo pueden unos hombres de baja educación y costumbres inurbanas empeñarse en pasar fríos y hambres y riesgos de la vida, por un pré [sic, por prest] tan corto que apenas alcanza a su subsistencia, y mucho más cuando de los encuentros con los infractores no les resultan los mayores honores, y pierden de positivo el premio que a manos llenas les brindan aquellos en semejantes casos801”.

Un tercero adelantó que habría que tener mucha tolerancia con quienes aceptasen integrar estos puestos fronterizos, porque lo común era que los presuntos vigilados no tuvieran ningún respeto por las milicias, mofándose de sus miembros “haciendo burla y

801 AGI, Buenos Aires 334. Expediente sobre arreglo subsidiario de la campaña de la Banda de Montevideo.

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golpeándose la boca, costumbres provinciales, y diciéndoles varias desvergüenzas que no son dignas de ser oídas, estas y otras picardías son las que pasan a cada instante…puede considerar Ud. a quién no podrá irritar estas cosas802”.

La idea de un sistema de guardias fronterizas se concretó recién en 1796, cuando el Virrey del Río de la Plata, en el marco del acercamiento de la corona española a Francia y la consecuente tirantez con Inglaterra y Portugal, ordenó la creación de un Cuerpo de Blandengues (caballería) para proteger “la frontera de Montevideo” cuya organización encomendó al gobernador de esa ciudad. El cuerpo debía formarse con cinco compañías de 100 hombres cada una, reclutados entre veteranos de los regimientos ya existentes en el Río de la Plata, y entre civiles que quisieran acogerse a un indulto especialmente otorgado en 1797 a “contrabandistas, desertores y demás malhechores que andan vagantes huyendo de la Justicia por sus delitos”803. El testimonio de un espía portugués en 1800 presentó a los blandengues como un cuerpo débilmente armado y disciplinado, que todavía no había logrado definir sus sedes definitivas ni construir un linaje de militares de respeto: “los asesinatos, robos y deserciones son tan frecuentes, que lejos de aminorar el trabajo de la tropa veterana, para cuyo fin fueron creados, han aumentado sus servicios porque no se puede confiar en ellos para nada804”. Los pocos indicios que se tienen de la eficacia de la actividad represiva del contrabando son desalentadores.

Los autos judiciales radicados en Montevideo sobre embargos de cueros y otros bienes requisados por personal militar hasta 1796, y por las guardias del cuerpo de Blandengues después de ese año hasta 1804, revelan algunos datos de interés. El Cuadro 7.5 muestra los decomisos registrados entre 1786 y 1804 de los dos bienes más frecuentemente incautados: cuero y tabaco brasileño en rollos.

Según esta fuente, la actividad de represión del contrabando parece haber empezado en 1790, ya que la única incautación registrada antes –la de 1786- corresponde a cueros decomisados por Cristóbal Castro Callorda, quien como ya se vio, hacía la policía de frontera para Yapeyú entre los ríos Yí y Negro. Es interesante notar que hasta 1796 se decomisaron fundamentalmente cueros y muy poco tabaco, pero a partir de ese año no se registraron más requisas de cuero. Asimismo, es notable que al cabo de diez años, al menos según esta fuente, el número de decomisos totales apenas llegara a 60. La baja efectividad de la policía de frontera se ve corroborada con los datos sobre las cantidades decomisadas.

802 AGI, Buenos Aires 334. Expediente sobre arreglo subsidiario de la campaña de la Banda de Montevideo.

803 Pivel Devoto, Raíces coloniales de la revolución oriental de 1811. Pág. 37-38.

804 Informe del Teniente Coronel Joaquín Xavier Curado, citado en: Ibid. Pág. 49. Traducción mía.

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Cuadro 7. 5. Cantidad de decomisos y cantidades de cueros y tabaco decomisados entre 1786-1804 por tratarse de tráfico ilegal de estos bienes.

Cantidad de incautaciones realizadas Cantidades decomisadas

de cuero de tabaco total de cuero de tabaco

1786 1 0 1 (a) 0

1790 1 0 1 379 18

1791 1 0 1 280 0

1792 1 2 3 270 10

1793 2 0 2 290 0

1794 13 1 14 5714 1

1795 4 0 4 1060 (b) 0

1796 7 4 11 7933 79

1797 0 1 1 0 0

1798 0 9 9 0 89

1799 0 0 0 0 0

1800 0 9 9 0 44

1801 0 0 0 0 0

1802 0 0 0 0 0

1803 0 0 0 0 0

1804 0 5 5 0 59

Total 29 31 60 14866 300

Promedio anual

2 2 4 1062 19

Fuentes y comentarios: AGN-MONTEVIDEO. Escribanía de Gobierno y Hacienda. Cajas 1 a 76. Cantidades decomisadas expresadas en unidades para los cueros y en rollos para el tabaco. En (a) la cantidad decomisada se registró como “3 carros de cueros” y en (b) además del número expresado se incautaron “8 carros de cueros”.

Si fuera cierto el testimonio de Cipriano de Melo según el cual salían unos 200.000 cueros por año con destino al territorio portugués, la cifra de poco más de mil, quizás dos mil cueros decomisados por año, representa como mucho un 1% del volumen ilegalmente exportado. Aunque no se conocen estimaciones del volumen de tabaco ingresado ilegalmente, el promedio de 19 rollos por año tampoco parece impresionante.

En este contexto de fronteras inciertas e instituciones débiles operó un tipo de agente del cual la historiografía rioplatense no se ha ocupado suficientemente aún, el empresario portugués que organizaba los arreos o las faenas de cueros. El ya mencionado estudio brasileño sobre la banda del célebre Rafael Pinto Bandeira, militar, contrabandista y gobernador de Rio Grande, da una imagen interesante de este tipo de agente.

Rafael Pinto Bandeira descendía de un padre militar que tuvo participación en las guerras guaraníticas, hizo negocios con ganados y creó una red potente de lazos familiares y sociales en la élite de Viamâo, en la década de 1750. Pinto Bandeira hijo comenzó sus actividades como comandante de milicias en 1774, cuando empezó la contraofensiva lusa sobre los españoles aposentados en la ciudad de Rio Grande; fue nombrado Coronel de

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Caballería Ligera en 1777 y Brigadier, equivalente al rango de General, en 1789, por sus destacadas actuaciones militares en la campaña de reconquista. Ese mismo año ocupó por primera vez, de manera interina, el cargo de Gobernador de Rio Grande de San Pedro. Denominado “el monstruo de la Laguna” por el autor del trabajo referido, lideró una poderosa banda dedicada al contrabando que tenía como sede la Laguna Merim, donde poseía inmensas propiedades territoriales, banda que cimentó en torno a una trama de relaciones de parentesco, solidaridad y reciprocidad minuciosamente construida. Se casó tres veces y siempre con mujeres pertenecientes a comunidades involucradas en sus negocios: la primera vez con la hija de un cacique minuano, la segunda vez con una india guaraní y la tercera con una lugareña de Colonia do Sacramento805. Los botines de guerra, las concesiones de tierras y la “protección” que su clan podía ofrecer en contextos de inseguridad fueron los principales instrumentos para la formación de su grupo. Así, distribuyó tierras reconquistadas a los españoles entre 1778 y 1780 a mero título de haber sido quien expulsó a los “invasores”, pero las concesiones fueron legalizadas por el gobernador. Los agraciados con estas concesiones fueron parientes y amigos, pero también peones y clientes de menor jerarquía806. Se formó así una verdadera empresa entre militar, política y económica que actuó durante tres décadas a pesar de las reiteradas denuncias judiciales, en los arreos clandestinos de ganados, el tráfico ilegal de cueros, alcohol, tabaco, textiles e incluso esclavos. Tenía socios comerciales en los puertos de Montevideo, Rio Grande y Colonia807. Sus lugartenientes eran a menudo campesinos o peones, involucrados en actividades productivas como la labranza o el pastoreo y que incluso podían tener tierras, pero que obtenían un ingreso estacional en el contrabando. Por lo general eran reclutados en la milicia, donde convivían todos los niveles sociales y jurídicos replicados en la jerarquía militar y unidos por el reparto del botín de guerra, muchas veces formado por caballos y vacunos808. En definitiva, el estudio sobre la banda de Rafael Pintos Bandeira muestra hasta qué punto el contrabando con las vecinas regiones “castelhanas” no era un fenómeno marginal ejecutado por sujetos marginales, sino que junto con la guerra, fue un pilar fundamental en la construcción de la élite riograndense y un recurso de vida para los sectores populares de aquella región.

7. 3. 7. LOS “CHANGADORES”

La nueva economía del cuero ambientó el surgimiento de nuevos sujetos sociales también entre los sectores populares. Numerosas fuentes del lado español lamentaron la proliferación de un tipo social nuevo que denominaron “changadores” y también “gauderios” dando origen, sin saberlo, a la construcción de un mito, y quizás también a un problema para los historiadores. Un trabajo reciente reveló que también las fuentes portuguesas venían señalando el fenómeno desde fines de la década de 1760:

“(…) hay en aquel continente una porción grande de hombres vagabundos que el mismo país les ha dado el nombre de gauderios, éstos crecieron en número con la invasión a Rio Grande, en la cualidad son medio españoles, otros [son] indios bastardos de varias naciones. Allí se conservan sin oficio ni beneficio; no son labradores, no son jornaleros, no son criadores, sólo tienen por oficio vagar, y recoger lo que en realidad no han plantado: se ocupan de arrear o

805 Gil, "Infiéis transgressores: Os contrabandistas da fronteira (1760-1810)". Pág. 125-139.

806 Ibid. Pág. 150.

807 Ibid. Pág. 156.

808 Ibid. Pág. 167.

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hurtar animales (…) de las haciendas de Montevideo (…) y de muchos otros rincones y campañas, introduciéndolos por las fronteras los venden en nuestro país809”.

Las referencias a la condición de ociosos y ladrones de ganado de los “gauderios” se reitera y se amplía en las fuentes hasta la exageración. En 1773, el viajero que se escudó en el seudónimo de Concolorcorvo dijo:

“(…) De esta propia abundancia [del territorio], como dije arriba, resulta la multitud de holgazanes a quien con tanta propiedad llaman GAUDERIOS. Estos son unos mozos nacidos en Montevideo y en los vecinos pagos. Se hacen de una guitarrita, que aprenden a tocar muy mal y a cantar (…) Se pasean a su albedrío por toda la campaña y con notable complacencia de aquellos semibárbaros colonos, comen a su costa y pasan las semanas enteras, tendidos sobre un cuero cantando y tocando. Si pierden el caballo o se lo roban, les dan otro o lo toman de la campaña enlazándolo con un cabestro muy largo (…)810”.

Pero a pesar de esta fama de holgazanes hedonistas, que sería reciclada por la literatura nativista del siglo XX en sus versiones más deformes, estos “changadores” no eran precisamente hombres inútiles. Formaban un eslabón fundamental en la cadena de la producción que alimentaba la economía del cuero, como explicó el ya citado anónimo de 1794, porque eran quienes ejecutaban las vaquerías de cuero, ya sea por encargo del hacendado-comerciante montevideano, subcontratado por el contratista “misionero” o por los propios “portugueses”. El anónimo de 1794 los presentó como “gentes de muchas castas” que acudieron a “esquilmar esta heredad [el ganado cimarrón] a la cual tenía derecho todo el que careciese de conciencia (…) que unidos en cuadrilla, levantaron el gremio llamado de changadores, de la palabra changar o carnear811”. Los changadores, como se dijo antes, eran genéricamente los hombres que trabajaban en la faena de cueros:

“Estos hombres se juntan en cuadrilla y armados con un lazo y un cuchillo salen a correr el campo a caballo, y llevando por delante una tropa de ellos con que remudar los que se cansan se retiran hacia un paraje de los más escondidos de la campaña conduciendo dentro de un cerco seis u ocho o diez mil cabezas de ganado vivo, al que dan muerte desde el caballo con una media luna engastada en hasta de caña brava (…) y tendidos sobre el suelo estos 8 o 10.000 novillos se echan sobre ellos y los despojan de la piel (…) pasan después a estaquillar estos cueros en el mismo paraje, los enjuga el sol y el viento (…)812”.

La historiografía ha especulado sobre la diversidad de orígenes raciales y geográficos de estos changadores813. La siguiente descripción pinta claramente una percepción generalizada entre los sectores altos de aquella sociedad sobre la condición social de estos individuos:

“El changador es un hombre en cuya sola persona está cifrada toda su familia y todas sus obligaciones. Regularmente hablando son solteros y proceden de un regimiento de donde se

809 Citado en: Osório, O império português no sul da América. Estancieros, lavradores e comerciantes. pág. 63. traducción mía.

810 Concolorcorvo, "El Lazarillo de ciegos caminantes de Buenos Aires hasta Lima," (Montevideo: Ministerio de Instrucción Pública y P. Social, 1773). Pág. 33. La palabra en mayúsculas está en el original.

811 Anónimo, "Noticias sobre los campos de Buenos Aires [y] Montevideo para su arreglo." Pág. 359. La etimología indicada por esta fuente no es evidente: en el lenguaje rioplatense actual “changar” tiene diversos significados- entre ellos “cargar bultos”- pero ninguno equivalente a “carnear”.

812 Ibid. Pág. 356.

813 Véase por ejemplo: Fernando Assunçao, El gaucho, vol. I (Montevideo: Dirección General de Extensión Universitaria, 1978). Pág. 217-228.

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desertaron, de un navío en que navegaron como marineros o polizones, de una cárcel que quebrantaron, de una partida contrabandistas de algún pueblo portugués vayano (sic), o finalmente, de los mismos naturales de esta campaña, que vinieron al mundo viendo hacer esta vida a sus padres y vecinos y que no les enseñaron otras (…) Libres e independientes de toda clase de potestad, acomodados a vivir sin casa ni arraigo, acostumbrados a mudar de albergue cada día, surtidos de unos caballos velocísimos, dueños de un terreno que hace horizonte, provistos de carne regalada, vestidos de lo necesario, con estar casi desnudos, y sobre todo manejando a su discreción de un tesoro inagotable como es el de los cueros (…)”814.

Algunos expedientes judiciales muestran una imagen menos explícita, que confirma algunas de estas apreciaciones pero modifica otras. Cuando en 1783 Antonio Pereyra ejercía la policía misionera entre los ríos Yí y Negro, aprendió una cuadrilla que estaba haciendo cueros de los ganados misioneros con licencia de Doña María Francisca Alzaybar, viuda de quien había sido el primer gobernador de Montevideo, y cuyos dilatados campos distaban muchas leguas. Fueron interrogados 6 hombres, ninguno de los cuales se identificó como “changador” de oficio, sino como “desollador” o “faenero de cueros” y uno de ellos, que hacía de canoero para transportar los cueros hasta un corral vecino, se identificó como “labrador”. Ninguno sabía firmar. Todos tenían entre 25 y algo más de 30 años; dos eran naturales del Paraguay, un tercero de Santiago de Chile, un cuarto de Buenos Aires, un quinto de “los reinos de España” y un sexto de “los reinos de Portugal”. Pero éste vivía en la jurisdicción de Montevideo desde hacía diez años, y todos declararon vivir en ella, lo cual es creíble ya que habían sido reclutados allí por el capataz de la señora que les otorgó la licencia. Uno de ellos dijo que hacía tres años que trabajaba haciendo cueros para la misma empleadora815.

El estudio de las causas judiciales que enfrentó el bando de Rafael Pintos Bandeira en las décadas de 1770 y 1780 permitió identificar un grupo específico ente quienes les suministraban animales en pie del lado español: los indios conocidos como minuanos816. La participación de nativos de diversas etnias locales en el contrabando con los portugueses ya había sido mencionada por la historiografía uruguaya, y especialmente ha sido tratado el tema de la prolongada relación de los minuanos, también llamados guenoas, con los portugueses desde la fundación de Colonia, relación siempre vinculada a cierta especialización que este grupo habría desarrollado como pastores y arreadores de ganado817.

Por otro lado, las fuentes precisan que los changadores, aunque se parecen mucho a los peones, no son lo mismo porque los primeros “son los caporales” de los segundos; así: “los changadores faenan para hacer comercio de los cueros con los españoles o los portugueses y el peón trabaja por su jornal818”. En pocas palabras, eventualmente el changador es también una especie de empresario que contrata personal para hacer la faena. Pero aún así, se trataría de un grupo social que ni remotamente se enriquece con las ganancias del

814 Anónimo. "Noticias sobre los campos de Buenos Aires [y] Montevideo para su arreglo." Pág. 361-362. El vocablo “vayano” no figura en el diccionario actual de la lengua española; en este texto está empleado con el mismo significado que “bayano”, gentilicio que en el lenguaje coloquial de Uruguay actual denomina a los habitantes de los pueblos fronterizos con Brasil. Desconozco la etimología de “bayano”.

815 : AGN-BUENOS AIRES, Sala 9, 30-3-9; “Expediente sobre el arreglo y resguardo de la campaña de este Virreynato (sic)”.

816 Gil, "Infiéis transgressores: Os contrabandistas da fronteira (1760-1810)". Pág. 115-118.

817 Véase: Bracco, Guenoas.

818 Anónimo. "Noticias sobre los campos de Buenos Aires [y] Montevideo para su arreglo." Pág. 362.

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cuero. El ya citado Cipriano de Mello se preguntaba en su informe adónde iría a parar el dinero de las inmensas extracciones de cuero para territorios lusitanos ya que a él le constaba que los changadores son muy pocos y viven “una vida arrastradísima, trabajando para amos crueles819”. Otro testigo informó que “ninguno de estos miserables se ha visto con dos camisas, ni hay uno que tenga más fondo que la ropa que trae puesta. Estos infelices han trabajado siempre para otros820”.

La figura del changador se confunde con la de un tipo de poblador rural de los paisajes montevideano y pastoril misionero de ocupación inespecífica, que parece haber aparecido en la década de 1780, o al menos entonces fue cuando ingresó a la agenda de los gobernantes. La relación entre este segmento de la población y las vaquerías está sugerida en diversas fuentes. Enviado por el Intendente de la provincia a hacer una inspección de los campos al norte del Río de la Plata, un oficial dijo de los capataces de las vaquerías

“(…) estos hombres honrados y sanos, son unos grandes picarones y truhanes, dados a miles de excesos, y abrigadores cada uno de ellos, de una docena de otros tales, que se mantienen en cada estancia sin otro destino que el que le ofrece su holgazanería, y así encuentra abrigo todo desertor y cuantos marineros vienen en los barcos, los cuales hechos a esta vida un cierto tiempo, no saben luego dejarla, si no es para ser ladrones y contrabandistas, origen fundamental de casi todos los muchos que hoy existen821”.

En 1784 el Virrey Loreto ordenó “Perseguir toda la gente sospechosa, y también la que por tal se recomendase por el mero hecho de no llevar en su tránsito pase del gobierno”, aplicando “el rigor bien sostenido”. Asimismo, dispuso perseguir a los desertores que puedan haberse refugiado en las estancias; prohibió el uso de armas a los particulares y ordenó exigir a los administradores de faenas que reclamen en devolución los cuchillos que entregan a sus faeneros; ordenó levas sobre los “vagamundos” para servir en embarcaciones, y llevar un registro de los pobladores de las estancias más alejadas de los centros poblados, para utilizarlos en servicios del común cuando fuera necesario. Las directivas incluían “Investigar eficazmente a los vecinos o moradores que rodean a Montevideo y se dispersan por otros puntos, los cuales por su cortedad de labor y escasa industria, o ninguna, no se reputen dotados de lo preciso para subsistir y sus familias, pues por esta consideración está fundado el recelo de que vivan de otros medios, y no siendo notorios, pueden sin temeridad presumirse malos, y debe celarse para evitarlos (…) Perseguirlos al menos para que las artes, las labores, y la milicia se aumenten, y estos prójimos nuestros salgan de la oscuridad con mejores costumbres y mas reglados en sus conciencias(…)”822. Unos años después algunos observadores juzgarían que la política represiva sólo sirvió para recrudecer la violencia:

“…anteriormente cada uno era un Rey, y cada hombre un Nerón, hoy se matan hermanos con hermanos, amigos con amigos, y por tan solo cuatro chinas que suelen robar, cuatro caballos y cuatro frioleras que no merece todo ello un polvo de tabaco, teniendo por suyo solamente

819 AGI, Buenos Aires 334. “Expediente del Virrey Loreto con Sanz, para el arreglo de los campos de Montevideo”. Informe de Cipriano de Melo.

820 Anónimo, "Noticias sobre los campos de Buenos Aires [y] Montevideo para su arreglo." Pág. 379-380.

821 AGN-BUENOS AIRES, Sala 9, 30-3-9; “Expediente sobre el arreglo y resguardo de la campaña de este Virreynato (sic)”. Informe de Francisco de Ortega y Monroy al Intendente Francisco de Paula Sanz.

822 AGI, Buenos Aires 333; “Expediente del Virrey Loreto con Sanz, para el arreglo de los campos de Montevideo”. Medidas del Virrey de Loreto.

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caballo, cuchillo y lazo, viviendo sin temor de Dios ni Justicia, de manera que como el campo les cría el comestible, se mantienen en él años y años823”.

Hacia fines del siglo se había generalizado una tendencia identificar a estos sujetos sociales con el delito. No está claro hasta qué punto los changadores derivaron, de ser una categoría ocupacional específica, a una forma también específica, y posiblemente fugaz en términos históricos, de bandolerismo rural. Pero los funcionarios de gobierno no dudaron en incluirlos adentro de una “casta de gente bandida” y presentarlos como un ejército rebelde en potencia:

“(…) si estos hombres se agavillasen alguna vez con el propósito de resistirse sostendrían una defensa vigorosa, y costaría mucho llegar a sujetarlos, porque es un linaje de gente que no ha visto la cara al miedo, que tiene por oficio lidiar con fieras bravas y burlarse de ellas con facilidad, y que estiman sus vidas en muy poco (…) no necesitan los estímulos del honor ni el apetito de la ambición para sacudir la cobardía824”.

Otro consejero anónimo fue aún más claro:

“(…) si por casualidad o combinación se pone a la testa uno de ellos, uno de espíritu y talento y les aconseja que se reúnan, persuadiéndoles que de esta suerte podrán resistir a las patrullas que les persigan, al primer triunfo que consigan, que seguramente será en el primer ataque, se llenarán de orgullo, conocerán sus fuerzas y afianzarán con vínculos más sólidos su federación; pueden hacer de común acuerdo algunos estatutos, o leyes que aseguren la propiedad y vida de cada individuo, concederán asilo a los desertores, esclavos, contrabandistas y facinerosos, y por consecuencia de todo, se arrojarán a atacarnos a cara descubierta825”.

Al año siguiente de la creación del cuerpo de Blandengues los autos judiciales de la jurisdicción montevideana empiezan a registrar causas contra individuos apresados por el mero hecho de ser “sospechosos y vagos” en los más remotos parajes fronterizos826. La cuestión de la inseguridad en los campos, a partir de entonces, fue utilizada por ciertos actores como un argumento para apoyar sus reclamos.

7. 4. LA LUCHA POR EL CONTROL DE LOS RECURSOS

Entre 1784-1810 un grupo de agentes que se autodenominó como “hacendados montevideanos” consumaron un efectivo proceso de avance sobre los ganados y tierras misioneras al Norte del Río Negro. En el curso del mismo se constituyeron como un grupo social nuevo y fueron consolidando ciertas capacidades para la construcción de poder, entre las cuales, la capacidad de invocar un naciente localismo.

Como se dijo antes, no había libre entrada en el negocio de las vaquerías. Los agentes montevideanos que el anónimo informante de 1794 llamaba “falsos hacendados”

823 AGI, Buenos Aires 334. ; “Expediente del Virrey Loreto con Sanz, para el arreglo de los campos de Montevideo”. Informe anónimo.

824 Anónimo, "Noticias sobre los campos de Buenos Aires [y] Montevideo para su arreglo." Pag. 361.

825 “Papel sin autor” en: Rogelio Brito, "Dos noticias sobre el estado de los campos de la Banda Oriental al finalizar el siglo XVIII," Revista Histórica XVIII, no. 52-54 (1953).Pág. 517-527.

826 Por ejemplo la “Causa formada contra Josef Pintos y Mauricio de Brito aprehendidos en la costa del Yaguarí por sospechosos y vagos” y la “Causa criminal formada contra el indio portugués Josef Antonio por habérsele aprehendido en la campaña con dirección a los dominios de Portugal”, en AGN-MONTEVIDEO. Escribanía de Gobierno y Hacienda. Caja 33, 1797.

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recurrían a la formación de un “aparato de estancia” con el objetivo de, por ese medio, tener licencia para vaquear, es decir, para poder entrar al negocio legalmente. Hasta la década de 1780 los agentes montevideanos no habían objetado las vaquerías misioneras. Cuando en 1778 el Virrey ordenó que se consulte al Síndico Procurador de Montevideo sobre la posibilidad de que los misioneros hicieran cuero con los toros alzados que se habrían refugiado entre los ríos Negro y Yí, quien tomó la palabra fue el Cabildo:

“El Cabildo, Justicia y Regimiento de la Ciudad de San Felipe de Montevideo (…) enterados de la instancia promovida por parte del Administrador General de los pueblos de Misiones solicitando de VE el permiso para entablar faenas de cueros en los parajes en que se hallan alzados los ganados de pueblo de Yapeyú (…) para que se pueda al mismo tiempo por aquel medio, removido el embarazo de los toros, restituir y volver a sus antiguos pastos y querencia el vacaje y ganado menor que en dichos parajes se presencia alzado, y está reputado sin disputa por propio y perteneciente a los nominados pueblos de Misiones (…). Decimos que este Cabildo gradúa enteramente por equitativa, justa y bien premeditada la solicitud del Administrador General (…)827”.

Pero esta amabilidad pronto daría paso a otro tono. Ante mejores oportunidades de ganancia con el comercio de cueros, y viendo la intensa actividad de sus vecinos, los montevideanos empezaron a querer entrar ellos también a explotar aquellos recursos. Adicionalmente, el posicionamiento político del conglomerado misionero después de los jesuitas era muy diferente del que había sido antes. Ahora formaba parte de la cada vez más densa trama de la burocracia civil, donde los juegos de poder y contrapoder eran más complejos, pero también más cercanos.

Según un reporte oficial, el cabildo de Montevideo hizo la primera representación en contra del privilegio de los pueblos misioneros sobre los ganados de color “osco” en 1781, reclamando que al menos un tercio de ellos podía imputarse como descendiente de los ganados alzados de sus estancias828. En un cabildo abierto se acordó constituir un grupo reducido de personas que se encargase de “el pleito que en la ciudad de Buenos Aires se está siguiendo a favor de este vecindario…sobre los derechos que tienen a los ganados que prófugos y dispersos de sus respectivas haciendas se hallan en los campos de los ríos nombrados Yí y Negro”. Resolvieron también que tales acciones serían financiadas con recursos provistos por “los hacendados de la jurisdicción”829. En diciembre del mismo año enviaron una representación al Virrey “sobre los gravísimos perjuicios que se le habían inferido por parte de Don Juan Ángel Lazcano, como Administrador General de los bienes de los indios de los pueblos guaraníes en las crecidas extracciones de cueros y vaquerías que habían hecho de los ganados que nos corresponden”. Ahora los hacendados montevideanos negaron de plano el derecho de los misioneros a hacer vaquerías en aquel lugar; su argumento era que los ganados de Yapeyú nunca podrían haberse refugiado en la rinconada entre los ríos Yí y Negro porque hubieran debido atravesar tres ríos “caudalosos” y “navegables”, además de “muchas sierras, pantanos y derrumbaderos830”.

827 AGN-BUENOS AIRES, Sala 9, 30-3-9; “Expediente sobre el arreglo y resguardo de la campaña de este Virreynato (sic)”. Subrayado de la autora.

828 AGN-BUENOS AIRES, Sala 9, 30-3-9; “Expediente sobre el arreglo y resguardo de la campaña de este Virreynato (sic)”. Informe de Francisco de Ortega y Monroy a Francisco de Paula Sanz.

829 AGI, Buenos Aires 333; “Expediente del Virrey Loreto con Sanz, para el arreglo de los campos de Montevideo”. Acta del cabildo abierto de Montevideo donde se resuelve constituir un grupo de vecinos hacendados que lleve adelante el litigio contra Misiones.

830 AGI, Buenos Aires 333; ídem ant. Representación de los hacendados de Montevideo pidiendo que el litigio que llevan adelante en Buenos Aires sobre pertenencia de ganados alzados se mande sustanciar por el Virrey y no por el Intendente.

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Además, acusaron a Lazcano de haber llevado las faenas misioneras demasiado cerca de sus establecimientos y de haber tomado por misionero los ganados alzados de las estancias montevideanas, propiciando el contrabando de cueros hacia Portugal y una serie de desórdenes causados por “dicho administrador, sus dependientes y paniaguados” 831. El argumento de los montevideanos se contradecía con el parecer emitido por el cabildo ante la consulta original, pero alegaron que aquel fue un “informe sacado por medios indebidos ante Vtro. Virrey Vértiz, sin audiencia de partes: documento por tantas circunstancias nulo, que la misma notoriedad de las acciones de nuestros constituyentes es el menor testimonio de su falsificación, y contra el que tenemos ofrecidas muchas justificaciones que no se han admitido por más representaciones que se hicieron, así por nuestra parte como por el cabildo de la ciudad”832.

El bautismo político de los hacendados montevideanos venia a darse en un momento muy especial. En marzo de 1784 había llegado al Río de la Plata un nuevo virrey, el Marqués de Loreto, y desde el año anterior funcionaba en Buenos Aires la sede superior de la Intendencia creada en 1782. El Intendente Sanz y el nuevo virrey habrían de tener numerosos enfrentamientos, de los cuales uno fue ocasionado precisamente por el litigio de los montevideanos sobre los derechos de propiedad hasta entonces reconocidos a los pueblos misioneros. Así, el tema fue discutido y analizado con dos puntos de vista contrapuestos: el del virrey, claramente en contra del Administrador General de los pueblos misioneros y por eso mismo potencial aliado de los hacendados montevideanos, y el del Intendente, más imparcial en sus puntos de vista, posiblemente mejor conocedor de los actores locales, pero carente del vigor y la eficacia administrativa de su rival.

En 1784, recién llegado a su puesto el Virrey de Loreto celebró una junta donde participaron el Intendente, el Contador General de Propios y el Gobernador General de los pueblos misioneros (tradicionalmente existían rivalidades entre este gobernador, la cabeza política del conglomerado de los pueblos, y la cabeza económica en la persona del Administrador General) donde se trataron dos temas: uno era el de la magnitud y legitimidad de las vaquerías realizadas por cuenta de los pueblos misioneros, el otro era la peculiar situación de Antonio Pereyra, quien había sido contratado por Yapeyú para vigilar los campos entre los ríos Negro y Yí pero era también funcionario real con el cargo de Comandante de la Campaña, bajo jerarquía directa del Virrey. En relación con lo primero, se sospechaba que todo el asunto de las vaquerías misioneras era un negociado del Lazcano, en relación con lo segundo, el Virrey le chocaba que Pereyra tuviera doble pertenencia institucional y lo sospechaba involucrado en las mismas tareas que tenía que reprimir. Por lo tanto, se decidió en esta reunión intervenir las faenas misioneras, decomisar los cueros e iniciar una investigación sobre la contabilidad de las mismas que encomendaron al Contador de Propios833.

Tras la reunión, ambos altos jerarcas tomaron medidas. Loreto ordenó la destitución y arresto de Pereyra, a quien sustituyó por un militar de su confianza. El nuevo comandante de campaña actuó inmediatamente con su fuerza militar para detener las faenas misioneras, recorrió la campaña y confiscó miles de cueros que remitió a Buenos Aires834.

831 Ídem ant.

832 Ídem ant.

833 AGI, Buenos Aires 333. “Expediente del Virrey Loreto con Sanz, para el arreglo de los campos de Montevideo”.

834 Antonio Pereyra huyó a España, donde se presentó unos meses después al Consejo de Indias alegando su inocencia y dando su versión de los hechos. Sería absuelto de todos los cargos tiempo después y volvería a Montevideo con su foja limpia. Ídem ant.

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El Intendente Sanz, más lerdo, envió a Montevideo al Comandante General de resguardos, oficial de su confianza, a hacer averiguaciones sobre el asunto de las vaquerías

El informe del comandante de resguardos castigó duramente la conducta de los hacendados montevideanos. Señaló que tradicionalmente éstos acostumbraban dejar sin marcar y sin castrar una buena porción de su procreo porque el mercado local del abasto de carnes resultaba ínfimo para absorberlo. De este modo se dispersaban los ganados por los campos abiertos, sobreviniendo luego un período de escasez de ganados mansos por este motivo. Así, los hacendados,

“(…) viéndose sin ganado en las más de las estancias por las causas que dejé expuestas (sin que por más que griten haya otras) y queriendo aprovechar el subido precio a que han llegado los cueros, no dudaron en valerse de cuantos medios pueden arbitrar para hacer correrías y matanzas en los campos, sin que se reserven de sus cuchillos y sus medias lunas, los novillos por tiernos y las vacas por madres, y lo peor de todo es que como por lo regular estas faenas se hacen clandestinamente, tiran a establecerlas en los parajes más remotos, con lo que no es sólo el daño que hacen el demasiado ganado que destruyeron, sino que es mucho más el que ahuyentan de nuestros dominios a los de S.M. Fidelísima, debiendo añadir a esto los infinitos cueros que a cada instante se ven precisados a abandonar y que ordinariamente se pierden.835”

Opinó que uno de los motivos por los cuales proliferaban los arreos de ganado en pie hacia los territorios portugueses eran “Las correrías que ejecutan para meter cada dueño en su estancia el mayor número de ganado que llaman alzado o cimarrón, todo lo cual ocasiona que éste, a cada día, se vaya retirando más y más hacia la Raya de nuestros vecinos836”. El Intendente Sanz recogió estas impresiones. En su informe personal sobre el tema opinó que “los mismos hacendados querellantes tenían la principal culpa o la mayor en el desorden que se lamentaban, porque ni los creía los mas malparados (sic), ni eran en mi modo de pensar los que menos habían lucrado”837. Su apreciación sobre el descontrol reinante en la producción de cueros que fluía a Montevideo era que todos los involucrados hacían cueros sin tener las debidas licencias:

“ (…) el delito de hacer, comprar y vender cueros era tan general en la otra banda y por todos los comerciantes, que apenas podía hallarse alguno que no estuviese inculcado en alguno de los tres hechos, tan públicos y tan acostumbrados que no habiendo habido jamás prohibición para comprarlos, ningún comerciante se mezclaba en averiguar su origen, si no en tomar los que se le proporcionaban, ofrecidos las más veces por gentes que ni aun conocían y que públicamente los entraban en Montevideo, pagaban sus derechos, y últimamente ejecutaban sus ventas sin que pudiese quedar escrúpulo al comprador de ser perseguido (…) y de este modo ha girado este punto con una franqueza y una generalidad, que ni el hacendado por hacendado, ni el changador por faenero clandestino, ni el comerciante por dar a éstos sus anticipaciones para habilitarlos, ni las Misiones a conjunto o subrepticio permiso, han dejado de disfrutar de aquellos campos y de sus productos, y por consiguiente, de estar contaminados con la misma culpa”838.

El Marqués de Loreto, muy efectivo, remató su curso de acción con una extensa lista de 25 medidas que definieron su política para lo que a partir de entonces se llamó “el arreglo de

835 AGN-BUENOS AIRES, Sala 9, 30-3-9; “Expediente sobre el arreglo y resguardo de la campaña de este Virreynato (sic)”. Informe de Francisco de Ortega y Monroy a Francisco de Paula Sanz.

836 Ídem ant.

837 AGI, Buenos Aires 333. “Expediente del Virrey Loreto con Sanz, para el arreglo de los campos de Montevideo”. Oficio del Intendente al Virrey, 4-8-1785.

838 Idem ant.

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los campos” y que refiere, sustancialmente, a los “desórdenes” que se registraban en los campos del paisaje pastoril misionero desde que había aumentado el comercio de cueros. Además de algunas medidas referidas a la situación de Pereyra, la política de Loreto tuvo tres ejes: sobre la producción de cueros, sobre los sectores presuntamente marginales de población que habían crecido con la nueva economía del cuero, y sobre la vigilancia de la frontera839.

En relación con las producción de cueros, ordenó “hacer reconocimientos exquisitos” de todas las corambres para detectar y confiscar la existencia de cueros de vacas y novillos. Impuso también pena a los hacendados en cuyos campos se encontraran despojos de hembras y novillos. En consideración a la preservación de los ganados, decidió “abolir todo permiso que se haya concedido por el antecedente gobierno, no sólo por no haberse acudido a refrendarlos, como sería legítimo, sino que debe reputarse sin ningún efecto sobrevenida la mudanza de gobierno” hasta que los campos sean repoblados. Finalmente, declaró el propósito de:

“Evitar que en unas mismas manos se junte otra vez este negociado. Si se examinasen los registros, se hallará que circuló por muy pocas, las cuales no solo le estancaron, dejando a los demás vecinos excluidos de su comercio más obvio o único, si no que tiene contra sí la nota (…) de las feroces matanzas que asolaron los campos (…) no debiéndose exceptuar de esta nota el nombre de Misiones, que a más de cubrir negociados particulares (…) se abrogó autoridad para extenderlas fuera de sus campos, con permisos (…) prescriptos por la mudanza de gobierno, por la naturaleza de los contratos que incluyeron y más patente utilidad de los negociadores que de los indios que sirvieron de pretexto, y no resultan sus comunes tan felices, como serían si refluyese en su beneficio todo lo que se ha privilegiado en el campo como suyo”840.

Como el lapidario argumento de Loreto sobre las vaquerías misioneras ha sido repetido por la historiografía contemporánea, vale la pena matizarlo841. Aunque el sistema de las vaquerías misioneras, como se dijo antes, generaba –igual que todo otro comercio que pasara por el Oficio de Buenos Aires- un 8% para el administrador, y aunque seguramente Lazcano estaba involucrado en una red de corruptela con otros agentes económicos de Buenos Aires y Montevideo como parece haber sido la norma desde hacía un siglo842, al menos los negocios con cueros hechas por los agentes “misioneros” podían ser fiscalizados. Debe recordarse aquí que por las singularidades del sistema misionero las cuentas del Oficio de Buenos Aires eran sometidas a riguroso escrutinio de los oficiales de Hacienda, y de hecho, no es extraño que casi las únicas cuentas de vaquerías de corambre a escala mayor que están disponibles a los historiadores son las de los pueblos misioneros. Desde luego, nada de eso pasaría con las cuentas de los hacendados que en ese preciso momento ingresaban ávidamente a la producción de cueros; de hecho ningún gobierno del Río de la Plata pudo ni intentó ejercer la menor supervisión contable sobre estos agentes a los efectos de desincentivar “negociados” con los cueros desde ahí en adelante. El único estudio contable de las vaquerías misioneras que se conoce es el ya ampliamente referido de Sarreal, donde se mostró que con excepción de las vaquerías de Paysandú y las de 1784-1785 (precisamente las que fueron interrumpidas y confiscadas por estas medidas),

839 AGI, Buenos Aires 333. “Expediente del Virrey Loreto con Sanz, para el arreglo de los campos de Montevideo”. Oficio del Virrey Loreto al Intendente Sanz.

840 Ídem ant.

841 Sala de Touron, Rodríguez, y De la Torre, Evolución económica de la Banda Oriental. Pág. 56-57.

842 Véase: Moutoukias, "Power, Corruption, and Commerce: The Making of the Local Administrative Structure in Seventeenth-Century Buenos Aires ".

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las vaquerías misioneras dieron ganancias superiores al 20%. Su estudio también mostró que el volumen de riqueza generado no revirtió al pueblo de Yapeyú en la misma proporción, y que lejos de salir económicamente fortalecida, al cabo del furor corambrero la ganadería del pueblo languideció. Pero lamentablemente las medidas de Loreto no tendieron a corregir esta situación sino a quitarle el recurso a los pueblos para dejárselo a los agentes rivales. Quitada la competencia misionera, la balanza se inclinaba claramente a favor de los agentes particulares en general y de los hacendados montevideanos en particular, rivales declarados de los pueblos misioneros en el aprovechamiento de los ganados cimarrones. Lo que ocurrió con los cueros decomisados por parte de los oficiales del virrey a los contratistas de los pueblos misioneros, ilustra hasta qué punto la preocupación por abrir el negocio a un conjunto amplio de agentes económicos era ilusoria, si no hipócrita. Los cueros decomisados fueron depositados en Montevideo bajo custodia del Administrador General de Propios, pero el Administrador General de los pueblos interpuso un recurso sobre ellos, hasta que se sustanciara el litigio sobre la propiedad de los ganados de la rinconada famosa843. Se trataba de una cantidad importante: 33.581 cueros que habían sido confiscados a los ya nombrados contratistas Antonio Pereyra y Domingo Ygarzábal. La venta de los cueros en litigio se hizo en Montevideo en 1785, y a pesar de que el Contador General de Propios había criticado las ventas de Lazcano a un puñado de compradores, fueron vendidos en pública subasta a un único comprador, Sebastián Rosa, quien pagó la fuerte suma de 44.903 pesos844. La administración misionera ganó el pleito sobre la propiedad de estos cueros en algún momento entre 1785 y 1798, cuando ya el Administrador Lazcano había sido sustituido por Diego Casero. Un detalle escalofriante es que ambos administradores, Lazcano en su rendición final de 1784 y Casero en la cuenta de 1798, se cobraron la comisión por esta venta, asunto que fue observado por los oficiales de Hacienda en 1810845.

Cierto es que la política de Loreto también pretendió establecer restricciones sobre la agresividad de los agentes privados, introduciendo una idea que tendría larga vida: la de limitar el acceso a las tierras por parte de los hacendados que “denunciaban” superficies inmensas y conceder tierras a la población rural dispersa, para “situárseles de pobladores (…) dándoles tierras y los sufragios necesarios (…) y en ello abandonará [esta gente] el estado [de abandono], que según reconozco no es aquí tan indiferente de medios”. Así, el Virrey se propuso obligar “a los que se hallen con estancias a que justifiquen la propiedad de ellas competentemente, porque ni deben permitirse sin título legítimo ni tampoco [deben permitirse] las extensiones que se hubiesen tomado sobre las tierras…y deben declararse por abusivos aún los permisos amparados, si fuesen sobre terrenos en que convenga establecer poblaciones, como en fronteras a dominio extraño o a los indios infieles”. El efecto real que tuvo esta medida merece posterior investigación; se sabe que se detuvieron las concesiones de tierras por “denuncia” hasta 1805, cuando la restricción fue legalmente levantada846. Asimismo, se conocen los repartos efectuados en ocasión de las fundaciones de nuevas villas en algunos puntos del Litoral rioplatense en las décadas de 1790 y 1800 en el marco de una nueva política de fronteras, pero el impacto final de ambas iniciativas

843 Ídem ant.

844 El registro contable de la venta se encuentra en AGN-BUENOS AIRES; Sala9; 18-5-7. Libro de entradas y ventas de los pueblos de misiones de indios guaranís correspondientes al bienio de los años desde 21 de julio de 1798 al 20 de julio de 1800.

845 AGN-BUENOS AIRES; Sala 9; 23-6-7.

846 Pivel Devoto, Colección de documentos para la historia económica y financiera de la República Oriental Del Uruguay: Tierras, 1734-1810.

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sobre los sistemas agrarios en los diferentes paisajes rioplatenses es un tema que merece ser revisado847.

Asimismo, las medidas de Loreto reconocían implícitamente que algunos agentes montevideanos se comportaban como reyes de las praderas; se ordenaba “salir a paso” de las personas que pudieran mostrar un comportamiento “de absolutos” en el campo, confiscando sus productos, limitando su hacienda a la que de veras tienen derecho, evitando que se “tenga más beneficios del campo el que menos ha puesto en él”. Esta referencia aparentemente críptica posiblemente no lo fuera para los interlocutores de Loreto: el mismo Pereyra que acababa de ser destituido había presentado evidencia de las repetidas y numerosas vaquerías realizadas con una licencia escrita de la acaudalada y poderosa María Francisca Alzaibar sobre ganados cimarrones ubicados a cientos de kilómetros de su estancia. Pero la amenaza del Virrey de “salir al paso” parece tímida frente a unos agentes que, como se verá más adelante, no estaban dispuestos a retroceder en su avanzada sobre los recursos productivos.

Entretanto, era al Intendente a quien correspondía un dictamen sobre el reclamo de los hacendados montevideanos. Consultó a los administradores de los pueblos, quienes por supuesto dijeron que los ganados eran misioneros y que jamás podrían los ganados montevideanos haber llegado hasta las praderas del caso, alegando que se interpone una cadena de colinas entre la jurisdicción montevideana y aquellas. Consecuente con su carácter poco resoluto, Sanz recomendó dejar las cosas como estaban, ya que resultaba imposible establecer quién decía la verdad y además, opinó que tanto unos como otros habían hecho tantas faenas en esos años que “todos se hallan más que recompensados de la acción de derecho que pudieran tener”848. Enterados del fallo, en octubre de 1785 los hacendados montevideanos contraatacaron, pidiendo que sea el Virrey quien tomase la decisión sobre su reclamo, y no el Intendente849. Todo el episodio derivó en un amargo enfrentamiento entre el Virrey y el Intendente que llevó el tema a Madrid.

El caso fue revisado quizás por un consejero del Secretario de Indias, o quizás directamente por éste (la fuente no lo dice) quien examinó los hechos, leyó los extensos informes que ambos funcionarios le hicieron llegar, y escribió en 1786 un dictamen en el cual ambos jerarcas americanos fueron fuertemente reconvenidos por sus desavenencias. El autor del dictamen se mostró equidistante de ambos jerarcas. No dudó en señalar la falta de firmeza del Intendente para enfrentarse a las tareas específicas de su cargo, y en particular, le reprochó su falta de energía para evitar los abusos en la producción de cueros y el aumento del contrabando. En relación con Loreto, consignó que el Virrey “era muy afecto” de los hacendados de Montevideo; denunció que los hombres de Loreto enviados a Montevideo para ocuparse de este asunto habían escrito “un informe sobre el arreglo de los campos cortado por el gusto de los hacendados, especialmente de un tal

847 La tesis que ha prevalecido entre los historiadores uruguayos es que, a pesar de las resistencias de cabildos y ocupantes sin títulos, triunfó el segmento terrateniente en formación. La misma fue documentada en: Sala de Touron, Estructura económico - social de la colonia. Sin embargo, se ha presentado una lectura muy diferente sobre quienes resultaron ganadores y perdedores en el proceso, en: Julio Djenderedjian, "Roots of Revolution: Frontier Settlement Policy and the Emergence of New Spaces of Power in the Río De La Plata Borderlands, 1777 - 1810," Hispanic American Historical Review 88, no. 4 (2008).

848 AGI, Buenos Aires 333; “Expediente del Virrey Loreto con Sanz, para el arreglo de los campos de Montevideo”. Oficio del Intendente al Virrey.

849 AGI, Buenos Aires 333; ídem ant; Representación de los hacendados de Montevideo pidiendo que el litigio que llevan adelante en Buenos Aires sobre pertenencia de ganados alzados se mande sustanciar por el Virrey y no por el Intendente.

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Quadra, cuyas miras han sido allí conocidas de muy antiguo, y despreciadas del Virrey Vértiz”, y que tanto el Virrey Loreto como los montevideanos habían mostrado un “desmedido engreimiento” que no podría “ya cortarse sin una providencia superior”850. Se trataba evidentemente de alguien que tenía fuentes propias de información: ninguno de los querellantes había mencionado en sus informes a Ignacio de la Cuadra, importante hacendado montevideano que como se dijo antes, había denunciado tierras a ambos lados del Río Negro y cuya fama, por lo que se ve, cruzaba el Atlántico.

Los hacendados montevideanos prosiguieron su avanzada. En 1789 la cabecera de Montevideo para la recaudación de los diezmos, como se vio antes, amplió su radio hasta el Río Negro, al incorporar el cobro de la cuatropea “al otro lado del Yí”. Esto indica tanto que allí había progresado la ganadería de cría, y por eso valía la pena rematar esos diezmos, como que el nuevo paraje en cierta forma estaba siendo colonizado por agentes montevideanos. En efecto, como se dijo antes, desde la década de 1770 se sucedían las denuncias de tierras fuera de la jurisdicción, con rumbo al Norte y en 1790 ya estaban siendo denunciadas tierras al Norte del Rio Negro. En 1797 el cabildo de Montevideo decidió elevar una representación al Rey pidiendo la ampliación de su jurisdicción al Norte del Río Negro. El cuerpo argumentó que:

“(…) los vecinos hacendados criadores de ganado de esta dicha ciudad, con experiencia de que la muy estrecha jurisdicción de ella no es capaz de contener la muy crecida multitud de sus ganados, se vieron en la precisión de hacer a su majestad compras de terrenos realengos fuera de la expresada jurisdicción aunque confinantes con ella, de forma que al día habrá ya muy cerca de 200 vecinos que tienen sus haciendas de campo entre los ríos Yí y el Negro, estando poblada toda esta banda de este río, y mucha parte de la otra, en cuyos terrenos tiene el vecindario de esta plaza muy crecidas riquezas” 851.

La ausencia de toda referencia a que los pueblos misioneros tenían derechos adquiridos desde hacía casi 100 años sobre los recursos de los territorios al Norte del Río Negro, que ahora se pretendían poner bajo jurisdicción montevideana, era una operación ideológica que presentaba lo que en verdad era una inocultable invasión sobre la jurisdicción de Yapeyú como un meritorio avance de la frontera agrícola:

“(…) de forma que en breves años, siguiendo la aplicación de los labradores (…) se verán muchos millones de cabeza de ganado vacuno, manso y de rodeo, en los citados campos que harán a esta la más feliz de las provincias de América, por su abundancia, riqueza, y grueso comercio de cueros, carne salada, sebo, etc.852”

Mientras corría la solicitud, la madurez política de los hacendados montevideanos llegó en 1802, cuando se reunieron en la sala capitular y constituyeron un Gremio de Hacendados que se propuso representar a todos los hacendados de la jurisdicción. Se vivía un momento turbulento: desde 1796 se verificaba un efectivo debilitamiento de la inconclusa línea fronteriza con Portugal y un recrudecimiento de la actividad de los indios “infieles” al norte del Río Negro. En 1801 los siete pueblos misioneros del margen izquierdo del río Uruguay cayeron bajo dominio portugués en un golpe de mano llevado adelante por una especie de modesta milicia privada al mando de un desertor y contrabandista portugués

850 AGI, Buenos Aires 333; ídem ant; Dictamen sin título y sin firma.

851 A.A. Tomo II. Citado en: Prólogo de Juan Pivel Devoto; pág. XXXVI.

852 Idem ant.

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de poca monta. Las débiles guardias fronterizas del virreinato nada pudieron hacer853. La inseguridad de los campos saltó a un primer plano. La asamblea fundacional del Gremio de los Hacendados dispuso que hubiera un diputado en cada partido, electo por los estancieros del mismo, y una Junta integrada por unos apoderados elegidos en asamblea. Los reclamos formulados por el cuerpo en el preciso momento de su constitución invocaron “el bien de la Patria, provecho del Estado, felicidad del comercio y quieta pacífica posesión de los criadores”854. Pero, tras disponer su estructura organizativa, el pliego de resoluciones ponía en primer lugar nuevamente la cuestión de las vaquerías misioneras:

“(…) Como el abandono de las poblaciones a la otra parte del Río Negro en que frecuentes interrupciones de los gentiles las pusieron ha originado el alzamiento y dispersión de los ganados extendiéndose igual suceso a muchas de las de este lado que sus dueños estuvieron empleados con las armas contra los portugueses se hace necesario ocurrir a la superioridad para que sirva ordenar a los pueblos misioneros la suspensión de vaquerías hasta que desembarazado el campo de infieles pueden los hacendados recoger los de sus marcas con los procreos”855.

Se repetía la misma falacia de la vez anterior, presentándose a sí mismos como esforzados colonos conquistadores de un “desierto de indios”. Pero esta vez los hacendados montevideanos se animaron a pedir resueltamente que las tierras “baldías” les fueran cedidas en recompensa, al reclamar:

“que se continúe la expedición a los indios infieles, promoviendo con viveza el Reglamento de la Campaña (…) y también haciendo presente al Rey los esfuerzos que con su persona y haberes han hecho los criadores de ganado a fin de conquistar los desiertos cuya posesión tienen hoy los bárbaros gentiles y facinerosos (…) para que Su Majestad, hecho cargo de sus méritos les compense semejantes dispendios con la gracia de los [terrenos] baldíos o vacuos”856.

Pero el gremio no sólo se limitó a reclamar de las autoridades cuantas medidas fueran necesarias para franquearles el acceso a la tierra y los ganados al norte del Río Negro. También creó una policía paralela a la gubernamental en relación con los controles impuestos al tráfico de cueros tendientes a impedir el comercio ilícito. El gremio propuso que las certificaciones que los compradores de cueros debían exhibir sobre la legitimidad de los mismos no serían consideradas válidas si no vinieran aprobadas por los diputados gremiales a nivel de cada partido, y que la función de reconocedores de cueros a nivel del ingreso a la ciudad puerto, sería ejercida por turnos por dos ganaderos del Gremio cada dos meses857. Se trataba de algo más que una simple medida para combatir, supuestamente, al contrabando: era una efectiva subrogación de las funciones fiscales ejercidas por las instituciones gubernamentales nada que menos que sobre su principal tráfico: el de cueros.

En 1803 el Gremio elevó un petitorio al Rey donde, tras señalar un conjunto de perjuicios experimentados a consecuencia de la invasión portuguesa de 1801, se reclamó “la devolución de los terrenos que nos detentan los portugueses limítrofes, la cesión gratuita de

853 Véanse análisis pormenorizados de la situación de la frontera “externa” e “interna” del Río de la Plata y las medidas virreinales para enfrentarla, en ese período, en: Mariluz Urquijo, El Virreinato del Río de la Plata en la época del Marqués de Avilés.

854 Idem ant. Pág. LVIII.

855 Idem ant. Pág. LVII.

856 Idem ant. Pág. LVIII.

857 Idem ant. Pág. LVII.

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los vacantes a los vasallos que puedan poblarlos, y la comisión del gobierno y arreglo de la campaña al Gobernador de esta plaza (…) o de otro Ministro del soberano beneplácito de V.M con facultades privativas e independientes de la Capital [del Virreinato] que mira con emulación indiscreta los adelantamientos de Montevideo y sus adyacentes”858. El petitorio se acompañó de lo que pretendía ser una sumaria tomada a informantes calificados, entre ellos el propio cabildo de Montevideo, sobre la situación de lo que dieron en llamar “la campaña de Montevideo”, y a veces “campaña de la banda Oriental del Río de la Plata” y que en verdad refería a los campos externos a la jurisdicción montevideana859. Oficiales de los cuerpos militares, tenientes de milicia y vecinos hacendados se reiteraron en el relato de episodios de violencia perpetrados por “portugueses” e “indios infieles charrúas y minuanos” en parajes denominados “entre los ríos Yí y Negro”860, “sus dos estancias en el Queguay”861; “la costa Norte del Río Negro”862, “puntas de Tacuarembó”863; “del otro lado del Río Negro entre los arroyos Tacuarembó y Batoví Chico”864, “Tacuarembó y Caraguatá”865, etcétera. En otras palabras, los hacendados montevideanos fundaron con este petitorio una geografía económica y política nueva, que bajo la denominación de “banda Oriental del Río de la Plata” presentaba en un mismo concepto lo que habían sido durante todo el siglo XVIII dos territorios nítidamente diferenciados, y colocaba a los campos del antiguo paisaje pastoril misionero como una prolongación reciente de la campaña de Montevideo obtenida gracias a su esfuerzo colonizador. No es extraño que en este mismo petitorio los hacendados mostraran también el filo localista de su demanda, al argumentar que “el principio cierto de todos los males que llora este vecindario” era “la falta de energía y nervio (…) del Superior Gobierno (….), la rivalidad vergonzosa con que la capital de Buenos Aires ha mirado y mira en la actualidad los progresos de Montevideo (…) el espíritu de envidia (…)”866.

En 1804 la Junta Superior de Real Hacienda de Buenos Aires levantó, finalmente, la restricción para consumar la venta de tierras realengas que había sido impuesta en 1784 y dispuso que se librase título de propiedad de la tierra a todos aquellos ocupantes que

858 Petitorio al Rey de los Hacendados de Montevideo (Documento C), en: Flavio García, La Banda Oriental en 1803. Exhumación de un expediente incoado por el gremio de hacendados, en el que se incluye un testimonio de José Artigas (Montevideo: Edición del autor, 1956).Pág. 49.

859 Por ejemplo, el petitorio firmado por el gremio dice: “(…) removidos los obstáculos que deprimen la libertad y seguridad de las personas e intereses de estos hacendados, y sujetas las producciones de los campos a la labor, al beneficio y al tráfico por los principios de una sabia y meditada economía, podría esta campaña de la banda Oriental del Río de la Plata (…)” etc. Y en el renglón siguiente: “Pero quiere nuestra suerte desgraciada que estos Campos de Montevideo (…) es hoy el teatro horrible de la usurpación, de la violencia, del despotismo (…) etc. Ibid. Pág. 45. Negritas de la autora.

860 Declaración de Rosendo Antonio de Barrio, “vecino al presente de la Aguada”; idem ant; pág. 10.

861 Declaración de Pedro Celestino Bauzá, Subteniente del Cuerpo de Caballería de Milicias “de esta plaza”; ídem ant; pág. 13.

862 Declaración de Rafael Maldonado, Capitán retirado de las Milicias de Caballería “de esta plaza”; ídem. ant; pág. 15.

863 Declaración de Pedro Casavalle, Sub-teniente de milicias de caballería de “esta plaza”; ídem ant; pág. 17.

864 Declaración de Cristóbal Salvañach, “de este comercio” y Subteniente del Regimiento de Voluntarios de las Milicias de InfanteríaM pág. 18.

865 Declaración de Juan López de Fraga, Capitán del Cuerpo de Blandengues; ídem ant; pág. 21.

866 Petitorio de los hacendados al Rey. Idem ant; pág. 47.

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hubieran hecho los pagos requeridos para el perfeccionamiento de los títulos, una medida que claramente abría las puertas para que los hacendados montevideanos legalizaran sus posesiones tenidas en carácter de “denuncias”. Un Real Acuerdo de 1805 tomó un conjunto de medidas complementarias, que esencialmente disponía repartir tierras a familias pobres en una franja a todo lo largo de la frontera con Portugal (ahora modificada por la acción militar de 1801), como modo de frenar el avance lusitano. Los repartos se harían condiciones ventajosas para los beneficiarios, y la subdivisión de la tierra se haría también sobre campos de particulares, si fuera necesario, para garantizar el poblamiento de la frontera. Se intentaría crear una cadena de poblaciones, donde serán también repartidos solares urbanos, a lo largo de la línea fronteriza. El Virrey encomendó la ejecución de este plan al Comandante de la Campaña y determinó que los hacendados montevideanos, que desde hacía años reclamaban por una intervención de ese tipo, deberían hacer una contribución excepcional para financiarla. La rotunda negativa del Gremio de Hacendados a costear la expedición dio lugar a un crisis interna del cuerpo, que derivó en la cesación de sus apoderados y a una junta celebrada en diciembre de 1805 en la sede del Gobernador de Montevideo en presencia de éste y con la comparecencia de 83 hacendados, algunos de ellos en representación de otros ausentes. Allí se reformó la estructura interna del cuerpo, que pasó a tener una Junta Económico Directiva integrada por hacendados de la ciudad y de “la campaña” y se resolvió tajantemente incumplir la orden del Virrey en lo tocante a la contribución. El episodio dio lugar a una ruptura definitiva con la autoridad virreinal, quien entendió “indispensable sofocar y extinguir tales conatos” mandando suprimir el Gremio de Hacendados y obtener la contribución requerida. Aunque hubo recusación del edicto, la misma no tuvo andamiento867.

Corresponde recordar que hacia 1800 el sistema administrativo y económico misionero estaba en decadencia, como se explicó antes, pero no había dejado de existir. Las tierras al norte del Río Negro eran consideradas pertenecientes a los pueblos misioneros por todos los actores políticos del Río de la Plata desde antes que los hacendados montevideanos siquiera existieran, aún cuando no tuvieran títulos legales. En el mismo año de 1784 una orden real había pedido al Intendente Sanz un informe sobre la situación de las misiones de guaraníes. El Gobernador de Misiones, Francisco Bruno de Zavala, le envió un informe donde daba cuenta de la situación de las tierras comunales de los pueblos de guaraníes:

“(…) algunos de los pueblos tienen títulos dados por el Oidor Don Juan Blázquez Valverde, otros, por algunos Gobernadores de la Provincia del Paraguay, otros no tienen título real. Yapeyú, que tiene tanta [tierra] de una banda y otra del Río Uruguay, no tiene título alguno, sino solo un mapa, según consta del inventario que entregó al tiempo del extrañamiento su cura el jesuita Jaime Mascaró”868.

El Gobernador Zabala habría expedido a Yapeyú, en ese momento, un título y un mapa con indicación de los límites de su propiedad comunal que envió a sus superiores para su confirmación. No se conoce el destino de ese trámite. Pero como se vio en el capítulo anterior, Yapeyú había ejercido control efectivo del territorio de buena parte del paisaje pastoril misionero desde la primera mitad del siglo mediante un extenso sistema de puestos y puertos a ambos lados del río Uruguay. Los pueblos de San Miguel, San Nicolás y San Borja también tenían estancias en aquella área. Los montevideanos no eran los únicos que pretendían avanzar sobre las tierras misioneras. Tampoco eran los primeros. En 1800 el pueblo de Yapeyú elaboró una “Relación de los pobladores Españoles que tienen sus establecimientos en los terrenos de este Pueblo, con expresión de las pensiones que deben pagar y parajes de sus poblaciones”. Listaron 84 individuos aposentados en sus estancias a

867 A.A; Tomo I. Introducción de Juan Pivel Devoto; págs. LXVII a LXXVIII.

868 Citado en: Torre Revello, Yapeyú. Pág. 174.

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ambos lados del río Uruguay, de los cuales 36 pagaban contribuciones que iba desde dar “caballo y carne a los chasqueros” hasta una renta monetaria anual que variaba desde los 8 a los 100 pesos869. La progresiva densificación demográfica de la pradera misionera se evidencia también en la intención, desde la década de 1790, de cobrar diezmo en un nuevo distrito que se llamaría “Misiones” dentro del obispado de Buenos Aires, como ya se vio en el capítulo 4. En 1802 se cerró un largo pleito entre el hacendado bonaerense Martínez de Haedo y el pueblo de Yapeyú por la rinconada conocida como “de Valdez” entre el Río Negro y el Río Uruguay, donde antiguamente había funcionado un puesto del pueblo. El hacendado ganó el derecho a las tierras, que le fueron ratificadas en 1803870. Las dificultades de los pueblos misioneros para hacer efectivos sus derechos de propiedad sobre los ganados también se hacía sentir en relación a la tierra.

7. 5. SÍNTESIS

La producción de cueros para exportación no era una actividad nueva en el Río de la Plata. Pero las actividades de producción y exportación de cueros durante la primera y la segunda mitad del siglo XVIII tuvieron algunos rasgos esenciales diferentes. Sobre una base tecnológica igual –la vaquería de corambre sobre ganados cimarrones- se desarrolló en la segunda mitad del siglo una nueva geografía para la producción de cueros, con un núcleo central emplazado ahora lejos de los puertos de Montevideo, Buenos Aires y Colonia. Se desarrollaron nuevos circuitos ilegales, ya que a los antiguos circuitos clandestinos por vía marítima se sumaron unos circuitos terrestres en dirección a los territorios portugueses que se volvieron muy activos. Se vio aumentada notablemente la escala de la producción, una vez que ingresaron al sistema masivo de vaquerías los reservorios de ganados cimarrones de los pueblos misioneros. Y por último, surgieron nuevos agentes que desde la cúspide hasta la base de la sociedad se insertaron en la actividad del cuero con firmeza. Desde el punto de vista de este trabajo, la nueva economía del cuero ha mostrado dos asuntos: la necesidad de incorporar la riqueza generada por las exportaciones de cueros a una contabilidad del producto agrario rioplatense, y la de tener en cuenta las modificaciones que imprimió a los paisajes agrarios del Litoral rioplatense. Lo primero será abordado en el capítulo siguiente; lo segundo ha quedado dibujado en sus trazos generales en este capítulo.

En efecto, el principal impacto de la nueva economía del cuero sobre los paisajes agrarios rioplatenses ha sido el de provocar una nueva modalidad de interacción entre ellos, caracterizada por el conflicto. Si hasta 1760 los paisajes agrarios rioplatenses habían estado interconectados por diversos intercambios de bienes y hombres, y si incluso podría pensarse en cierta complementariedad entre todos ellos y con el foco minero potosino, durante el curso de la nueva economía del cuero la explotación del ganado cimarrón dio lugar a una confrontación por el control de los recursos que pronto modificó los territorios y las morfologías de los paisajes de Montevideo y de los pueblos misioneros. Así, las historias de uno y otro se entrelazan al punto que no pueden ser comprendidas sin mutuas referencias.

Efectivamente, el territorio del paisaje pastoril misionero al cabo del período se había reducido notablemente por la apropiación de tierras por parte de hacendados particulares y por la invasión portuguesa de 1801 que retuvo los siete pueblos del lado oriental del Uruguay. Si el territorio de un paisaje se define, como se dijo antes, por la capacidad

869 Ibid. Pág. 73-80.

870 Ibid. Pág. 63.

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efectiva de ejercer los derechos de propiedad de sus habitantes, es muy claro que al comenzar el siglo XIX los pueblos misioneros habían perdido esa posibilidad sobre la mayor parte de su porción de los pastizales rioplatenses. La morfología del paisaje, así como su sistema ganadero, también se vieron modificados. El sistema ganadero misionero abandonó su antigua diversificación, su orientación cárnica y su destino al mercado interno, por una acusada orientación a la producción de un único producto –el cuero- de orientación atlántica. La morfología tradicional de inmensas “estancias” de campos abiertos articuladas por un sistema de puertos y puestos en un continuo urbano rural, con una distribución espacial de la población muy dispersa y sin ciudades, dio lugar progresivamente a la formación de estancias particulares predominantemente extensas, y sobre cuya microeconomía en verdad se sabe todavía poco, excepto que habría de alojar y desarrollar en su seno diversas formas de trabajo asalariado y aparcería donde la contribución de la población que abandonaba los pueblos misioneros “por goteo” seguramente no fue menor.

Entre los hacendados particulares que protagonizaron el avance sobre los ganados y –tras éstos- sobre las tierras misioneras estuvieron los hacendados montevideanos. No estaban solos: portugueses, correntinos, entrerrianos y quizás porteños estaban lanzados a la misma tarea. Pero el estudio del caso montevideano ha permitido conocer algo más de cerca el ritmo del proceso, por cierto bastante vigoroso, y sus agentes. Toda vez que los agentes autodenominados “hacendados montevideanos” pudieron apoderarse de los ganados y las tierras misioneras cabría definir una ampliación del paisaje agrario montevideano original. Sin embargo, ha quedado claro que no es evidente la continuidad entre estos agentes protagonistas de la nueva economía del cuero y los antiguos estancieros y chacareros montevideanos, así como no es evidente el carácter estrictamente agrario de una forma de explotación del ganado tan singular como la que tenía lugar sobre los ganados cimarrones en aquel momento, y que recuerda los sistemas de obtención de pieles conocidos en lugares tan diversos como las estepas rusas del siglo XVI o el Canadá del siglo XVII871. Por lo demás, como se vio en el capítulo anterior no hay indicios de que la economía de chacras y estancias con mano de obra familiar a fines del período haya desaparecido, ni siquiera que se haya transformado en una economía agraria transicional; más bien parecería que hacia 1810 empezaban a convivir en los territorios al norte del Río de la Plata y al este del río Uruguay una economía campesina, tecnológica y socialmente de Antiguo Régimen, con sede en la antigua campaña montevideana, con una economía agro-comercial, vertiginosa y turbulenta pero todavía de rasgos imprecisos e inestables, principalmente sobre los campos de fuera de la jurisdicción.

871 Véanse: Robert Delort, Le Commerce Des Fourrures En Occident a La Fin Du Moyen Age (Paris: Ecole Francaise de Rome - Palais Farnese, 1978). Leanna Parker, "Aboriginal and European Labour Relations in the Rupertsland Fur Trade and the Northern Australia Cattle Industry," in XIV International Economic History Congress (Helsinki: 2006).

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CAPÍTULO 8. UNA APROXIMACIÓN AL CRECIMIENTO AGRARIO DEL LITORAL RIOPLATENSE

En este capítulo se presenta una aproximación a la trayectoria de las principales economías agrarias del Litoral rioplatense en el período 1756-1805.

En la primera parte del capítulo se presenta una estimación del producto agrario de Buenos Aires y Montevideo basada en fuentes decimales, que solo recoge la producción ganadera de cría y la producción de cereales. La base imponible del diezmo, como se explicó en el Capítulo 4, se reguló por normas y prácticas que ya tenían un formato muy definido en la segunda mitad del siglo XVIII. Las fuentes son muy claras en relación con los cultivos vegetales sujetos al gravamen: los cereales fueron el rubro más importante, pero también la horticultura y la fruticultura; es decir la producción de legumbres, verduras y frutas, bajo diversas denominaciones, estaban comprendidas en la recaudación decimal. La información disponible sobre los sistemas agrarios de las campañas de Buenos Aires y de Montevideo, presentada en capítulos anteriores, mostró que efectivamente, el trigo, una amplia variedad de hortalizas, unas cuantas legumbres y frutas, eran los principales vegetales que conformaban la oferta de cultivos de ambas sub-regiones. Se trata, como se dijo antes, de una combinación de especies americanas y europeas que tras sucesivos procesos de trasplante y adaptación conformaban un paquete de cultivos muy adecuado a las condiciones de suelo, relieve y clima de ambas sub-regiones, así como a su horizonte tecnológico. Así, puede sostenerse que la cobertura del diezmo agrícola de estas dos ciudades -cabecera, tal como la definen las normas y como aparece verificada en los registros de los arrendamientos, no deja escapar más que algún producto marginal, si es que deja alguno. No pasa lo mismo con el diezmo ganadero, que como se dijo antes, grava únicamente a la ganadería de cría y no considera, por lo tanto, la producción de cueros a escala masiva para exportación con base en ganados cimarrones.

Por esta razón, en la segunda parte del capítulo se agrega el valor de las exportaciones de cuero y se intenta una estimación del ingreso agrario por habitante para estas dos subregiones del Litoral rioplatense, teniendo en cuenta no sólo el segmento campesino de la producción agraria, sino la nueva economía del cuero, donde operaban otros agentes y otros mercados.

En la tercera parte se presenta una aproximación al sendero de crecimiento de la economía misionera a través del ingreso de sus exportaciones. Por último, al final se presenta una visión panorámica de la dinámica del crecimiento agrario en el Litoral rioplatense en el período.

8. 1. PRODUCTO AGRARIO BONAERENSE

8. 1. 1. EL VALOR DE LA RECAUDACIÓN DECIMAL DE BUENOS AIRES

En el Gráfico 8. 1 se muestra el valor de la recaudación decimal de Buenos Aires que surge de las fuentes reportadas en el Capítulo 4. La línea entera es la tendencia de la serie señalada por promedios trienales móviles.

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Gráfico 8. 1. Índice del VRD de Buenos Aires, 1756-1804. Base 100= promedio del período

1,5

1,7

1,9

2,1

2,3

2,5

1756 1764 1772 1780 1788 1796 1804

Fuente: Log de Columna 3 del Cuadro 4 del Anexo Estadístico.

Se observa un movimiento descendente que cubre toda la década de 1760 hasta 1774, y luego un movimiento ascendente que, con oscilaciones, se mantiene hasta el final del período. A pesar de estos dos movimientos de signo contrapuesto, al análisis univariante de la serie de VRD indicó ausencia de atípicos, lo que revela ausencia de choques sobre la tendencia de la recaudación. En efecto, un modelo ARIMA (0,1,1) sin media pasó las pruebas de diagnóstico y los sistemas de detección de atípicos no arrojaron resultados872.

Aún así, ambos escenarios ameritan una primera reflexión.

La caída tendencial del VRD bonaerense entre 1761 y la mitad de la década de 1770, aunque ya constatado en los estudios previos, no parece haber llamado especialmente la atención de los estudiosos. Sin embargo, en ausencia de una crisis demográfica, la caída en la recaudación del sub-período 1761-1774 sólo puede deberse a un aumento de la evasión o a una crisis agraria.

La naturaleza de la fuente hace muy difícil descartar cambios en la conducta de los contribuyentes. Los estudiosos del tema han tendido a creer que no hubo cambios dramáticos en la disposición a pagar durante la segunda mitad del siglo XVIII. Guerrero Soriano y Di Stéfano, ampliamente comentados en los antecedentes, estudiaron en profundidad la evolución del ingreso decimal desde el punto de vista de los actores eclesiásticos en este período. Aunque sus trabajos muestran esta misma caída en el VRD entre 1760-1773, no han reportado quejas del cabildo catedralicio por un deterioro que resulta notorio873. Sobre el fraude en el pago de diezmos en Buenos Aires a fines del siglo XVIII, ha dicho García Belsunce:

“(…) Ese fraude existió, sin duda, ya que la presión moral de un gravamen eclesiástico sobre una población católica, era insuficiente para anular la tendencia evasora, como lo acreditan

872 Puede verse el resultado de la estimación de un modelo ARIMA para el VRD de Buenos Aires en Anexo Econométrico, Reporte 1. Según el modelo estimado la estructura temporal del fenómeno observado puede escribirse como:

∆yt = -0.56εt-1 + εt

873 Guerrero Soriano, "Produccion, evolución económica y análisis decimal." Di Stefano, "Dinero, poder y religión: El problema de la distribución de los diezmos en la diócesis de Buenos Aires (1776-1820)."

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algunos documentos de la Iglesia porteña. Pero no hubo en este período modificaciones del factor religioso – al menos en los medios rurales- que hubieran podido hacer variar el porcentaje de evasión. Tampoco hubo factores militares, pues las operaciones de 1806-1807 se circunscribieron casi totalmente al ámbito urbano. El único factor que podría haber incidido en el porcentaje de la evasión es el volumen de las cosechas, si se acepta que a menor producción hay menor disposición a gravarla. Esta evasión no pude estimarse porcentualmente por falta de datos, y en consecuencia, no se pueden corregir los datos obtenidos. En todo caso habrá que reconocer que los diezmos pagados en especie nos informan de una “producción mínima”, pero muy cercana a la realidad (…)”874.

Garavaglia corrigió las cifras de la recaudación decimal de la segunda mitad del siglo aumentándoles en un 16% cada año por concepto de evasión, pero mantuvo esa tasa fija durante todo el período875. Así, sobre este asunto sólo puede adelantarse que ninguno de quienes han utilizado los diezmos como indicador, sea del ingreso del obispado bonaerense como de las fluctuaciones agrícolas de Buenos Aires, se ha mostrado proclive a desconfiar de estas prolongada caída del ingreso decimal entre 1760-1774.

Sorprendentemente, tampoco ha habido una indagación sobre una eventual crisis agraria en aquellos años. Al respecto, deben anotarse dos elementos. Uno de ellos es el impacto que las movilizaciones militares hubieran podido tener sobre la población activa rural. Resulta significativo que la década de 1760 registró una importante campaña militar contra Colonia do Sacramento, prolongada durante 1770 en una ambiciosa campaña contra Rio Grande que duró hasta 1777. Teniendo en cuenta que la milicia misionera, elemento que durante la primera mitad del siglo XVIII había sido el principal recurso militar de las autoridades rioplatenses, no estaba disponible desde la década de 1750 por la crisis de confianza que supuso la Guerra Guaranítica, no es inconcebible que la presión de la leva militar sobre los pastores y labradores boanerenses haya aumentado durante estos años y por lo tanto, que el nivel de actividad agrícola hubiera disminuido por este motivo. En cualquier caso, también este asunto amerita posterior investigación. El otro elemento es la dinámica de auges y crisis que parece observarse entre el principio del período y la mitad de la década de 1770. En efecto, la caída del período 1761-1774 tiene lugar en relación a unos años previos donde se registró un alza inusitada de la recaudación decimal en valores corrientes: el quinquenio 1755-1760. Lamentablemente la coyuntura 1755-1760 tampoco ha sido estudiada en profundidad, a pesar de que ya ha quedado en evidencia que marca un pico en la historia del crecimiento agrario bonaerense secular876. Se volverá sobre esta coyuntura al final del capítulo, pero quizás una prueba adicional de que durante la década de 1750 la recaudación no hizo otra cosa que crecer, es que en 1754 el cabildo de la ciudad inició lo que sería un largo expediente ante la Corona pidiendo la ampliación del número de sillas del cabildo catedralicio, invocando el aumento reciente del ingreso decimal del obispado877. Sabemos también, como se verá en los apartados siguientes, que ese quinquenio constituyó para la sub-región de Buenos Aires una

874 García Belsunce, "Diezmos y producción agrícola en Buenos Aires virreinal."

875 Garavaglia, Pastores y labradores de buenos aires. una historia agraria de la campaña bonaerense 1700-1830.

876 Cuesta, "El crecimiento de una economía colonial: El caso de Buenos Aires en el siglo XVIII".

877 La decisión se tomó en febrero de 1754 y el trámite demoró décadas, entre otros motivos por la oposición del obispo de Buenos Aires, evidentemente temeroso de ver disminuidos sus ingresos y su poder frente a un cabildo más numeroso. Véase: AGN-BA, Acuerdos del extinguido cabildo de Buenos Aires, vol. III, tomo I (1750-1755) (Buenos Aires: 1926). El episodio ha sido estudiado por Di Stefano, "Dinero, poder y religión: El problema de la distribución de los diezmos en la diócesis de Buenos Aires (1776-1820)." También por: Guerrero Soriano, "Produccion, evolución económica y análisis decimal."

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coyuntura de altos precios agrícolas, lo cual sumado a otros indicios, introduce la cuestión de si el acontecimiento a explicar no será el auge de 1755-1760, en vez de la caída posterior, que quizás fue un proceso de ajuste de la recaudación a sus niveles de equilibrio. El obispo de Buenos Aires, quien resistió tenazmente la solicitud de ampliar el número de dignidades, alegó que el alza había sido coyuntural, causada por un aumento del intercambio con Colonia do Sacramento cuando ésta pasó a manos portuguesas, y que concluyó abruptamente en 1761 cuando el comercio con la plaza portuguesa fue interrumpido tras su devolución a la corona española878. Aún cuando se trata de una coyuntura poco estudiada, parece claro que a los ojos de los contemporáneos entre 1755-1760 hubo un aumento excepcional de la recaudación. Finalmente, debe tenerse en cuenta que el punto de mínima del ciclo a la baja del período 1761-1774 coincide con unos años de marcados desastres climáticos. Éstos comenzaron con una prolongada sequía que se hizo ver desde la primavera de 1771 hasta 1773, seguida de un ataque de langosta en 1774. La recaudación decimal de hecho se interrumpió en esos años, debido a la gravedad de la crisis879.

En cuanto al crecimiento de la recaudación decimal que se observa a partir de 1775, pudo deberse a una mejora en la recaudación, a un aumento de la población tributaria del diezmo que resultase del crecimiento demográfico, o a ambas cosas. Como se explicó antes, a partir de 1780 recrudecieron los controles reales sobre la recaudación y sobre la distribución de los diezmos americanos, pero el efecto de estos cambios sobre la eficacia de la recolección, aunque pudiera presumirse favorable, no es evidente en las fuentes utilizadas. En cambio, como se vio en el Capítulo 5, el crecimiento demográfico de Buenos Aires fue alto, especialmente el de su población rural. Parece lógico pensar que este aumento de la recaudación tuvo en el crecimiento de la población rural una de sus causas. Aún así, corresponde señalar que, como se observa en el gráfico, recién bien entrada la década de 1780 se logró el nivel de recaudación de 1760, y que sólo se superó aquel nivel en la última década del siglo. Así, los años de 1775-1800 revelan un proceso de recuperación y aumento de la recaudación decimal.

8. 1. 2. LOS PRECIOS AGRARIOS EN LA REGIÓN BUENOS AIRES

La cuestión de la evolución de los precios en Buenos Aires ha sido ampliamente discutida desde hace más de cuarenta años, cuando un estudio de Ruggiero Romano tomó el caso bonaerense para construir una argumentación más amplia sobre la evolución de los precios en América hispana en el período colonial880. En esa oportunidad el autor -que no publicó los datos sino sus conclusiones- sostuvo que los precios de Buenos Aires en el siglo XVIII “se asemejan notablemente a aquellas que presenté en el caso chileno”881, que a la sazón, mostraban un descenso importante – del orden del 50%- entre 1693-1810. Importa recordar que, a pesar de cierta imprecisión metodológica que rodea todo el artículo, el autor indicó tres causas inmediatas y una mediata para explicar el fenómeno durante el siglo XVIII882. Las causas inmediatas habrían sido: un aumento relativo de la oferta

878 Guerrero Soriano, "Produccion, evolución económica y análisis decimal."

879 Véase: Amaral y Ghio, "Diezmos y producción agraria. Buenos Aires, 1750-1800."

880 Ruggiero Romano, "Movimiento de los precios y desarrollo económico: el caso de Sudamérica en el siglo XVIII," Desarrollo Económico 3, no. 1-2 (1963).

881 Ibid. Pág. 32.

882 Véase una crítica metodológica al trabajo de Romano en Lyman Johnson, "Perspectivas encontradas: Romano, Johnson y la historia de precios del Buenos Aires colonial," Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani" Tercera Serie, no. 6 (1992).

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respecto de la demanda americana, un aumento de la intensidad del intercambio con Europa, y el hecho de que los precios europeos, que ya eran altos a fines del siglo XVII, no siguieron subiendo durante el siglo siguiente883. La causa mediata, en cambio, es una forma de intercambio desigual, es decir, la noción de que una economía hispanoamericana de subsistencia se relaciona por medio del comercio exterior con una (o varias) economías monetarias en una forma que perjudica a las primeras884. Muchos años después los resultados de Romano sobre Buenos Aires fueron controvertidos en un trabajo de Johnson885. El autor presentó resultados sobre la evolución de los precios al consumo de 8 artículos básicos, todos locales o regionales, tomados de hospitales y conventos para el período 1776-1810, y constató una evolución alcista de los precios en el conjunto del período, con dos grandes burbujas: una entre 1776-1782 y otra durante todo el 800886. Aunque el autor no avanzó más que someramente una explicación a este comportamiento, por medio de una quizás vaga alusión a la inserción de Buenos Aires en la economía atlántica, afirmó de manera contundente que la hipótesis de Romano encontraba un desmentido en esta nueva evidencia887. La polémica que subsiguió al trabajo de Johnson fue intensa, pero no conclusiva; en relación con la evolución de los precios porteños no quedó claro si la evidencia originalmente esgrimida por Romano sobre el período 1776-1810 confirmaba o desmentía la evidencia de su oponente888.

En relación con los precios agrarios en el período 1756-1810, que son los que importan para este trabajo, resultó fundamental el aporte de Garavaglia889. Como fuera señalado en el capítulo metodológico, este trabajo reportó series de diversas categorías animales (vacas de cría, novillos, vacas lecheras, bueyes, mulas, yeguas, caballos y ovinos), del trigo y de la tierra de la campaña bonaerense con base en fuentes notariales del período 1754-1826. La observación gráfica de un índice de los precios del ganado en el conjunto del período muestra unos precios muy estables hasta comienzos de la década del 800 y después de 1810 un crecimiento notable890. En cuanto al precio del trigo, sube y baja alternativamente hasta 1810, aunque siempre parece converger hacia un mismo equilibrio, y presenta un alza pronunciada de nivel a partir de ese año891. Sobre la controversia Romano-Johnson, en lo que cabe a los precios de los productos agrarios, el autor es conclusivo: para el conjunto del período 1750-1815 afirma que el nivel de precios

883 Romano, "Movimiento de los precios y desarrollo económico: El caso de Sudamérica en el siglo XVIII." Pág. 32-33.

884 Ibid.Pág. 38-39.

885 Jhonson, "Salarios, precios y costo de vida en el Buenos Aires colonial tardío."

886 Ibid. Pág. 154.

887 Ibid. Pág. 156-157.

888 La misma tuvo lugar en la sección “Notas y Debates” del prestigioso Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani. Véase: Ruggiero Romano, "De nuevo acerca del movimiento de precios en Buenos Aires en el siglo XVIII," Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani" Tercera Serie, no. 6 (1992). Y la respuesta de Johnson en: Johnson, "Perspectivas encontradas: Romano, Johnson y la historia de precios del Buenos Aires colonial."

889 Juan Carlos Garavaglia, "Precios de los productos rurales y precios de la tierra en la campaña de Buenos Aires: 1750-1826," Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani" Tercera Serie, no. 11 (1999-b).

890 Ibid. Pág. 68-73.

891 Ibid.

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290

se mantiene estable; para el período 1776-1815, constata una tendencia alcista892. Así, esta evidencia sugiere que la creación del Virreinato del Río de la Plata (1776) y la apertura de Buenos Aires y Montevideo a un régimen comercial más flexible (1778), dos medidas que forman parte de las reformas borbónicas, podrían estar señalando un hito, un antes y un después en la historia de los precios agrarios.

El debate Romano-Johnson fue retomado por Cuesta en el trabajo ya comentado en el Capítulo 3, y sus resultados en materia de índice de precios al consumo “dieron la razón” a la tesis estacionaria de Romano. En efecto, su evidencia señala que los años de 1741-1760 habrían registrado un fuerte crecimiento del precio de una cesta de productos básicos donde el trigo representaba un 37% del total. Pero este proceso inflacionario fue corregido a la baja sostenidamente durante las décadas de 1760 y 70, y aunque el descenso tuvo un freno en la década de 1780, retomó su caída en la última década del siglo; en otras palabras, de 1760 hasta 1800 la cesta de consumo elaborada por Cuesta registró una caída tendencial893.

Si se limita la discusión a las causas de la evolución de los precios agrarios, dejando por lo tanto a un lado no sólo los bienes importados sino también los bienes manufacturados americanos y, por convención, el combustible, Romano había explicado la estabilidad de los precios locales y regionales (cabe suponer que unos cuantos de ellos son de base agraria) por un aumento relativo de la oferta en relación con la demanda, en un contexto de crecimiento demográfico con bajos niveles de consumo doméstico894. Los autores posteriores rehusaron establecer mecanismos de causalidad tan claros. Garavaglia se propuso identificar los factores intervinientes en la formación de los precios agrarios, sin establecer una explicación global sobre el nivel de los mismos. Identificó como factores intervinientes en la formación de los precios pecuarios al mercado doméstico de carnes; el mercado externo de cueros y de carne salada (éste ya en el sigo XIX en el caso porteño), así como las coyunturas climáticas895. En el caso del trigo, consideró el papel de mercado doméstico, la coyuntura climática y las eventuales aperturas del mercado del trigo al comercio exterior, las más importantes ocurridas después de 1810896. Aunque minucioso e inspirador, su análisis es una primera entrada en la espinosa cuestión de la formación de los precios en una economía pre-industrial y su contribución fundamental es la de desplegar el abanico de factores intervinientes y sugerir interrelaciones entre algunos de los principales precios recogidos897. Cuesta también abordó la cuestión de los motivos de las fluctuaciones de precios. Su análisis hizo hincapié en los precios relativos carne/trigo; mostró que la relación evoluciona en el tiempo a favor de la carne, a pesar de su baratura inicial, y utilizando un argumento de Adam Smith, lo explicó por el impacto del crecimiento demográfico sobre la estructura productiva: mayor población aumento de

892 Ibid. Pág. 97-98.

893 Eduardo M. Cuesta, "El crecimiento de una economía colonial: El caso de Buenos Aires en el siglo XVIII" (Universidad de Buenos Aires, 2006). Pág. 141.

894 Romano, "Movimiento de los precios y desarrollo económico: El caso de sudamérica en el siglo XVIII."

895 Garavaglia, "Precios de los productos rurales y precios de la tierra en la campaña de Buenos Aires: 1750-1826." Pág. 80-85.

896 Ibid. Pág. 86-91.

897 Quizás uno de los aspectos más sugestivos del trabajo sea el análisis de la relación existente entre los precios agropecuarios y el precio de la tierra, donde constata un rezago de aproximadamente cinco años del segundo respecto del alza de nivel que registran los primeros a partir de 1806. Ibid. Pág. 92-96.

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la oferta de trabajo aumento de la producción de granos aumento del precio de la tierra. En el análisis particular del precio de la carne el autor identificó los aspectos destacados del funcionamiento de los mercados de consumo interno y de exportación de cueros. Para el trigo, hizo lo propio con el consumo interno, las ocasionales exportaciones a regiones vecinas y la demanda puntual de los barcos arribados a puerto898. En síntesis, aunque con métodos empíricos basados en la simple observación gráfica, su evolución ha sido puesta en relación con la estructura de los mercados domésticos, con los vaivenes de los mercados internacionales (en el caso de los ganados), con el cambio demográfico y con las circunstancias climáticas. No se han formulado modelos teóricos sobre la formación de estos precios, en particular no han sido retomadas dos cuestiones planteadas por Romano: el papel del consumo doméstico y el papel del dinero en la formación de los precios. Asimismo, en un contexto historiográfico que ha tendido a integrar muy bien la economía bonaerense a los vaivenes del conjunto del antiguo espacio platense-platense, es llamativa la ausencia de estudios de integración de mercados que permitan visualizar la potencia o debilidad de la articulación de la economía agraria bonaerense con la economía potosina. Tampoco ha sido posible evaluar la integración de los mercados agrarios locales con los mercados atlánticos más que por medio de desplegar en un mismo gráfico los precios de los principales productos locales y la cantidad de barcos entrados a puertos899.

En términos de hacer una evaluación del debate, puede decirse que en la discusión reseñada se han superpuesto varios temas: una discusión sobre los niveles de precios (si hubo inflación, deflación o estabilidad); otro sobre las causas de tal o cual comportamiento, y finalmente, un tercer debate sobre la evolución general de los precios en todo el siglo XVIII se ha superpuesto con una cuarta discusión sobre el período 1778-1810. Asimismo, puede objetarse que el debate sobre los precios bonaerenses no distinguió claramente entre precios mayoristas y minoristas, urbanos y rurales, de bienes intermedios y de consumo final, todas distinciones importantes a la hora de interpretar su evolución. En definitiva, cada vector de precios tiene detrás de sí el funcionamiento de un mercado y no todos los mercados tienen la misma estructura ni están expuestos a los mismos factores de cambio de manera sincronizada.

Adicionalmente, una característica de estos estudios es que su herramienta fundamental ha sido el análisis gráfico de los datos, tanto para conocer la evolución general de los precios como sus fluctuaciones coyunturales, y las posibles relaciones entre los precios de distintos bienes agrarios. Por lo tanto, puede resultar útil aplicar a los datos ya conocidos algunas técnicas más precisas para conocer mejor la evolución de los precios en el período de interés para este trabajo, y eventualmente evaluar algunas posibles interrelaciones.

8. 1. 3. PRECIOS CORRIENTES DEL TRIGO Y DE LA VACA DE CRÍA, 1756-1804

Se ha aplicado la metodología de los modelos ARIMA para extraer señales de las series de precios corrientes de la vaca de cría y del trigo de Buenos Aires, tales que sea posible identificar: (a) si hubo o no crecimiento de ambas variables durante el período; (b) si la

898 Cuesta, "El crecimiento de una economía colonial: El caso de Buenos Aires en el siglo XVIII". Pág. 120-128.

899 Véanse por ejemplo: Cuesta, "El crecimiento de una economía colonial: El caso de Buenos Aires en el siglo XVIII". Y también: Garavaglia, "Precios de los productos rurales y precios de la tierra en la campaña de Buenos Aires: 1750-1826."

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tendencia de ambos precios experimentó rupturas en algún momento del período900. Si el cambio de tendencia de una variable en el tiempo siempre es una información importante para un estudio de historia económica, en este caso lo es aún más, porque podría dilucidarse la cuestión del impacto de las reformas borbónicas en los precios de la región. Por razones de consistencia con los otros conjuntos de datos que se utilizan aquí se ha mantenido el período 1756-1804, de modo que la segunda mitad del 800 y todo el período posterior a 1810, que es cuando se registran cambios importantes de nivel a simple vista en los datos originales, se ha dejado fuera del análisis.

Fueron utilizados los precios ya comentados presentados por Garavaglia en 1999. La serie del precio del trigo carece de observaciones para diez años. En primer lugar se procedió a interpolar los datos que faltaban en la serie original del trigo, utilizando el modelo ARIMA estimado, que resultó ser un (2,0,0)901. La serie del precio del trigo interpolada con este procedimiento puede verse en el Gráfico 8. 2.

Gráfico 8. 2. Precio corriente del trigo en Buenos Aires 1757-1804, serie interpolada

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20

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50

60

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1756

1760

1764

1768

1772

1776

1780

1784

1788

1792

1796

1800

1804

Precio corriente del trigo en Buenos Aires

Fuentes y comentarios: Columna 1 del Cuadro 5 del Anexo Estadístico.

Los años interpolados son: 1758, 1759, 1762, 1764, 1766, 1772, 1774, 1781, 1787, 1802. La serie interpolada se inicia en el año 1756.

A simple vista destacan el salto de nivel que tiene lugar en 1773, y los picos de 1786 y 1790; sin embargo, la estimación del modelo permitió identificar dos observaciones atípicas (una de signo positivo en 1773 y otra de signo negativo en 1791), pero ninguno de ellas señala un cambio de tendencia: el atípico de 1773 es tipo aditivo y el de 1791, del tipo de un cambio transitorio. Por lo tanto, la corrección de los atípicos no modificaría radicalmente el cuadro general de la evolución del precio del trigo, sino que apenas disminuiría su volatilidad. El Gráfico 8.3 presenta la evolución del precio del trigo con y sin las variaciones extraordinarias de 1773 y 1791

900 Hubiera sido deseable contar con un índice de precios del ganado bonaerense pero la serie de Garavaglia no fue reportada en su trabajo. De todos modos, el trabajo del autor señala que la categoría vaca de cría es el componente principal del primero y muestra que su evolución conjunta señala senderos casi idénticos. Garavaglia, "Precios de los productos rurales y precios de la tierra en la campaña de Buenos Aires: 1750-1826." Pág. 68-72.

901 Véase el diagnóstico del modelo estimado en el Anexo Metodológico, Reporte 2.

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Gráfico 8. 3. Comparación de la serie del precio del trigo original y la serie con corrección de atípicos

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1756

1760

1764

1768

1772

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1780

1784

1788

1792

1796

1800

1804

Serie interpolada Serie con atípicos corregidos

Fuentes y comentarios: Serie interpolada: Columna 1 del Cuadro 5 del Anexo Estadístico. Serie con atípicos corregidos: columna 2 del Cuadro 5 del Anexo Estadístico.

El análisis de intervención corrigió dos atípicos que es posible relacionar con situaciones conocidas: el aumento súbito de 1773, con la sequía que asolaba la región, y la caída de 1791, posiblemente con una cosecha excepcional.

Finalmente, la estimación de componentes inobservables en base al modelo estimado mostró que la serie no presenta tendencia estocástica, en congruencia con su estacionariedad. Esta información confirma la impresión observada a simple vista de ausencia de crecimiento de largo plazo en el precio del trigo bonaerense a lo largo del período.

En síntesis, en relación con la evolución del precio del trigo se puede afirmar que (a) el precio del trigo no presenta crecimiento ni decrecimiento tendenciales en el período 1756-1804; (c) el componente autorregresivo de dos retardos que aproxima el proceso generador de estos datos habla de un fenómeno donde el peso del pasado es fuerte; la ausencia de componentes de media móvil revela que el peso del pasado no se ve contrabalanceado por la presencia de sucesos casuales, por más frecuentes que son éstos en el campo de la producción agraria. Así, debe apuntarse a cuenta de un análisis futuro sobre los mecanismos de formación del precio en este mercado, que aún episodios dramáticos como el de la prolongada sequía iniciada en la primavera de 1771, son absorbidos por alguna fuerza que parece devolver los precios del trigo a su senda de equilibrio.

El panorama es diferente para los precios de la vaca de cría. Un modelo ARIMA (1,1,0) aproximó el proceso generador de los datos y, al tratarse de una serie sin ausencia de observaciones anuales, no fue necesario hacer interpolaciones902. El Gráfico 8. 4. presenta la serie de datos original.

902 Véase el diagnóstico del modelo en el Reporte 2 del Anexo Metodológico.

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Gráfico 8. 4. Precio corriente de la vaca de cría, 1756-1804

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1756

1760

1764

1768

1772

1776

1780

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1788

1792

1796

1800

1804

Precio corriente de la vaca de cría

Fuentes y comentarios: Columna 3 del Cuadro 5 del Anexo Estadístico.

En este caso se identificó un único atípico en el año 1771, también de tipo aditivo, de modo que tampoco se constataron perturbaciones de la tendencia. El Gráfico 8.5 indica claramente que si se corrigiera el efecto del alza de 1771 en la serie de precios, el único cambio sería el de recortar el pico de esa fecha.

Gráfico 8.5. Comparación de la serie original y la serie con corrección de atípicos; precio corriente de la vaca de cría 1756-1804

02468

1012141618

1756

1760

1764

1768

1772

1776

1780

1784

1788

1792

1796

1800

1804

(serie original) (serie intervenida)

Fuente: Columnas 3 y 4 del Cuadro 5 del Anexo Estadístico.

Finalmente, el procedimiento de detección de componentes inobservables modelizó la tendencia estocástica del precio de la vaca de cría, como se ve en el Gráfico 8. 6.

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Gráfico 8. 6. Tendencia del precio corriente de la vaca de cría, 1756-1804

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5

10

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1756

1760

1764

1768

1772

1776

1780

1784

1788

1792

1796

1800

1804

Precio corr. de la vaca de cría

Tendencia en base al modelo estimado

Fuentes y comentarios: Columnas 3 y 5 del Cuadro 5 del Anexo Estadístico.

Es notorio que en esta tendencia pueden reconocerse un primer movimiento de fuerte caída de los precios, que recorre toda la década de 1760 y llega hasta 1774; un segundo de recuperación hasta 1786, donde se alcanza un máximo a un nivel mucho más bajo que el de 1760, y una nueva caída desde 1787 hasta el final del período, en que se insinúa un amago de recuperación, siempre a niveles muy inferiores a los del punto de partida. En síntesis, se puede afirmar que el precio del ganado, aproximado aquí por el precio de la vaca de cría, en Buenos Aires en el período 1756-1804: (a) cayó en el conjunto del período, a pesar de la recuperación de los años 1774-1792; (b) no experimentó ningún choque que marcara una ruptura en la tendencia; (c) describió una trayectoria marcada por los sucesos regulares del pasado.

8. 1. 4. ÍNDICE DE PRECIOS AGRARIOS DE BUENOS AIRES, 1756-1804

A continuación se presenta un índice de precios agrarios para la sub-región bonaerense con una estructura que replica la estructura del VRD, y con unos precios rurales de los principales productos que pagan diezmos. El resultado se muestra en el Gráfico 8.7.

Gráfico 8. 7. Índice de precios agrarios de la región Buenos Aires, 1756-1804. Base 100 = promedio de todo el período

1,5

1,7

1,9

2,1

2,3

2,5

1756

1760

1764

1768

1772

1776

1780

1784

1788

1792

1796

1800

Fuentes y comentarios: Log de la columna 8 del cuadro 5 del Anexo Estadístico.

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El último índice de precios agrarios disponible para Buenos Aires, ya comentado en los antecedentes, se diferencia del presentado aquí en tres aspectos: aquél utilizó ponderadores fijos de 60% para el trigo y 40% para el ganado; tomó los precios corrientes pagados el convento de San Pedro Telmo para el trigo y la carne consumidos por esa institución; y fijó como año base el promedio de 1700-1800903. El gráfico 8.8 presenta una comparación de ese resultado con el de este trabajo, para el intervalo en el cual es posible hacer la comparación (1756-1800), la cota superior de 1800 se elige porque el índice de Cuesta tiene el último de los años nombrados como punto final.

Gráfico 8. 8. Comparación del índice de precios de Cuesta (2006) con el actual, período 1756-1804. Base 100 = logaritmo del promedio de todo el

período

1,50

1,70

1,90

2,10

2,30

2,50

1756

1760

1764

1768

1772

1776

1780

1784

1788

1792

1796

1800

IPA Cuesta IPA Nuevo

Fuentes y comentarios: IPA Cuesta: Apéndice Estadístico de Cuesta (2006), obtenido por gentileza del autor. IPA nuevo: Columna 8 del Cuadro 5 del Anexo Estadístico.

La representación gráfica ha respetado la base del índice de Cuesta, que es diferente de la utilizada aquí, porque se ha probado que una modificación de la base original utilizando como base el promedio del período 1756-1804 (base de la serie nueva) arroja un resultado donde prácticamente cada observación de la serie con base modificada se superpone con la observación original respectiva. Con esta salvedad, la comparación arroja tres constataciones: la primera, observable a simple vista, es que ambas recorren una trayectoria casi idéntica. La segunda es que la serie nueva presenta una mayor variabilidad que la anterior, y la tercera es una razonable concordancia entre las fluctuaciones de precios rurales y urbanos, incluso en el complicado período de 1772-1776, donde como ya se dijo, ocurrieron una serie de alteraciones climáticas. El siguiente cuadro ayuda a apreciar estas similitudes y diferencias entre los dos índices:

903 Cuesta, "El crecimiento de una economía colonial: El caso de Buenos Aires en el siglo XVIII". Pág. 390.

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Cuadro 7-2. Tasas de crecimiento acumulativo anual y desvío estándar de ambos índices de precios agrarios, 1756-1800

IPA Cuesta IPA actual

Tasa crec. -0.8 -0.7

desvío Estándar

25 45

Fuente: Calculado en base a información del Gráfico 8. 8.

La diferencia en las tasas de crecimiento, por cierto muy menor, no hace más que dar cuenta de diferencias en los precios corrientes utilizados, pero la diferente volatilidad de ambas series puede aportar información adicional. En efecto, no parece que la volatilidad deba atribuirse a los diferentes ponderadores utilizados en la construcción del índice, ya que los de Cuesta, aunque fijos, promediaban los mismos que se han utilizado aquí año por año. Es más probable que la diferente amplitud de las fluctuaciones se deba al efecto de los diferentes tipos de precios –urbanos y rurales. Cabe suponer que los cambios climáticos impactaran en el mercado de precios rurales de una manera más brutal e inmediata, en particular en el caso de los de granos. Ha sido señalado que siendo el mercado del trigo bonaerense un mercado cerrado, la dificultad para construir graneros individuales, la ausencia de pósitos y los costos económicos y de oportunidad de retener la cosecha en un contexto microeconómico de subsistencia, dejaban muy poco margen a los agricultores para ensayar estrategias atemperadoras de las coyunturas agrícolas, en particular de las buenas cosechas904. En cambio la menor volatilidad del precio del trigo en la ciudad, cuando ya ha pasado por una cadena de intermediarios, podría reflejar la mayor capacidad de estos agentes para trasladar buena parte del peso de una caída en los precios pagados a los agricultores, y por tanto una mayor efectividad para retener su porción del beneficio dentro de ciertos niveles aceptables. Todo esto es consistente con lo que se sabe sobre la tensión molineros/ productores trigueros en la región905. En cuanto a la tendencia levemente negativa del nuevo índice, no caben dudas que se explica por el comportamiento del precio corriente de la vaca de cría, que como se vio en los apartados anteriores, experimentó una caída importante entre el principio y el final del período.

En síntesis, a pesar de las diferencias en las metodologías utilizadas, y a pesar de los diferentes conjuntos de datos utilizados, la observación directa del índice ya disponible y del aportado ahora confirma que los precios agrarios de Buenos Aires registraron un leve descenso a lo largo del período. La metodología del análisis univariante permitió obtener información adicional sobre el comportamiento de los precios agrarios.

Un modelo ARIMA (2,0,0) con media pasó las pruebas de diagnóstico906. El análisis de intervención únicamente identificó un atípico de tipo aditivo en el año 1773, donde se

904 Juan Carlos Garavaglia, "El pan de cada día: El mercado del trigo en Buenos Aires, 1700-1820," Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani" Tercera Serie, no. 4 (1991).

905 Ibid.

906 Ver Reporte 4 del Anexo Metodológico. La estructura temporal de los precios agrarios de Buenos Aires puede representarse en la fórmula:

∆yt = -0,46yt-1 + 0,64yt-2 + ε +μ

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produjo un alza súbita sin impacto sobre la trayectoria, y la descomposición de componentes inobservables no pudo determinar una tendencia estocástica, dado el carácter estacionario de la serie. La comparación entre la serie original y la serie sin el impacto de la suba de precios de 1773 puede verse en el Gráfico 8. 9: se hace visible que a pesar del dramatismo que tuvo la coyuntura de los primeros años 70, no influyó en el recorrido de los precios.

Gráfico 8. 9. Serie original y serie intervenida del índice de precios agrarios de Buenos Aires, Base 100= Prom. 1756-1804.

0,00

50,00

100,00

150,00

200,00

250,00

300,00

1757

1761

1765

1769

1773

1777

1781

1785

1789

1793

1797

1801

Original Intervenida

Fuentes: Columnas 1 y 2 del Cuadro 6 del Anexo Estadístico.

Así, con estos datos y estas técnicas de análisis, es posible sostener que el índice de precios agrarios de Buenos Aires no tiene tendencia creciente ni decreciente y que ninguna de las fluctuaciones registradas –incluso aquellas subas notables de los años 1773, 1786 y 1791- modificaron la estabilidad de su trayectoria. Resulta inevitable volver a pensar en el trabajo de Romano.

Está fuera de los objetivos de este trabajar ofrecer una explicación completa de esta estabilidad de los precios agrarios bonaerenses en la segunda mitad del siglo XVIII, pero es imposible eludir algunas implicaciones de esta evidencia en relación con los objetivos de este trabajo.

En primer lugar, no debe olvidarse que este es un índice ad-hoc para deflactar el valor de la recaudación decimal, y si algo refleja adecuadamente, en todo caso es el vector de precios que resultaba relevante para el arrendador de los diezmos, que no necesariamente era el mismo vector de precios de los productores individuales. Así, es notorio que la serie del IPA bonaerense está fuertemente influida por la serie del precio del trigo; el análisis econométrico acaba de mostrar que ambas tienen la misma estructura temporal, ambas presentan un comportamiento estacionario y un componente autorregresivo. Puede decirse, en este sentido, que en la economía del Buenos Aires de la segunda mitad del siglo XVIII el precio del trigo era un precio fundamental no sólo para “logreros”, panaderos y consumidores, sino también para otros agentes cuyo beneficio estaba íntimamente ligado

Un componente autorregresivo con dos rezagos de signo diferente revela un proceso generador de los datos donde el peso de los precios pasados influyen con cierta persistencia y en forma contradictoria: el precio del año anterior lo hace en forma inversa y el de dos años atrás lo hace en forma directa. Quizás esto quiera decir que el horizonte temporal para la toma de decisiones de inversión en la producción agraria local fuera de dos años; en cualquier caso, por ahora importa es retener el componente autorregresivo de la trayectoria de los precios agrarios de Buenos Aires.

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a la producción agraria, como la Iglesia y los arrendadores de los diezmos; como se sabe, muy frecuentemente ellos mismos productores agrarios y, también, comerciantes. De este modo la economía de la producción triguera, fuertemente asociada desde el punto de vista social a la producción campesina del entorno más inmediato a la ciudad-puerto, hace sentir su influjo en la economía urbana, mercantil y eventualmente financiera que encarnan otros agentes, aún antes de llegar a impactar en el precio del pan.

En segundo lugar, esta evidencia verifica con elocuencia que el precio del trigo no registró un aumento de largo plazo. Dado el crecimiento demográfico de la sub-región en el período, cabe sospechar que la producción de triguera acompañó, también en el largo plazo y más allá de coyunturas, el crecimiento de la población. Se trata de una idea presente en todos los trabajos sobre la producción triguera porteña que fueron reseñados oportunamente, y que vuelve a confirmarse en este trabajo.

8. 1. 5. EL PRODUCTO AGRARIO DE LA REGIÓN BUENOS AIRES SEGÚN LAS FUENTES DECIMALES

Obtenidos el VRD y el IPA fue posible obtener un indicador que muestra la evolución del producto agrario de Buenos Aires entre 1756-1804. El Gráfico 8. 10 muestra el resultado.

Antes de hacer ningún comentario sobre el recorrido del indicador, es necesario volver a recordar su estructura: se trata de una serie del valor de la recaudación decimal expresada a precios constantes. La producción agraria recogida en esta estructura, tanto en el denominador como en el denominador, es la producción cerealera, hortícola, y ganadera de cría, que llevaban adelante los pastores y labradores de Buenos Aires ampliamente caracterizados en los antecedentes. En otras palabras, se trata de la producción de un sistema agrario esencialmente campesino, cuya localización central es una franja costera todavía modesta, pero en expansión, adentro del ecosistema pampa.

Gráfico 8. 10. Índice y tendencia del Producto agrario de Buenos Aires, 1757-1804. Base100 = promedio del período.

0,00

50,00

100,00

150,00

200,00

250,00

300,00

1757

1761

1765

1769

1773

1777

1781

1785

1789

1793

1797

1801

Producto Tendencia

Fuentes y comentarios: Columnas 3 y 4 del Cuadro 7 del Anexo Estadístico.

La primera observación que surge de esta evidencia es que, como era previsible debido a la ausencia de crecimiento en la serie de los precios agrarios, la trayectoria del crecimiento de esta economía agraria se parece mucho a la de la recaudación decimal, con un primer

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300

movimiento descendente hasta la mitad de la década de 1770 y un movimiento ascendente hasta fines de siglo, que en este caso se corta después de 1802907. El análisis univariante de la serie de producto estableció que un modelo ARIMA (0,1,1) sin media pasaba las pruebas de diagnóstico. El análisis de intervención no detectó observaciones atípicas, y la descomposición de señales obtuvo la tendencia que se muestra en gráfico908.

Cuadro 8.3. Tasas de crecimiento absoluto anual del producto agrario de Buenos Aires calculadas sobre su tendencia entre 1756-1800

1756-1800 1.6

1756-1773 -2.7

1774-1800 4.1

Fuente: Calculadas sobre la Columna 4 del Cuadro 7 del Anexo Estadístico.

Aunque estas cifras muestran un crecimiento absoluto satisfactorio para el conjunto del período, a lo largo del mismo parece notorio que hubo diferentes velocidades del fenómeno. Esta evidencia sugiere claramente la existencia de un escenario de crisis agraria entre 1756 – 1773, y un escenario de crecimiento entre 1774-1800. Efectivamente, las tasas absolutas acentúan estas diferencias: en el primer escenario hubo una caída del producto agrario muy severa; la década de 1760, según estos datos, debe haber sido una etapa dura en la historia agraria sub-regional, que sólo alcanza los niveles de crecimiento previos después de 1780. En efecto, aunque la recuperación empezó en 1774, el gráfico muestra un crecimiento vigoroso recién después de 1780.

Este panorama se modifica cuando se pone en relación el crecimiento agrario con el crecimiento demográfico. Para poder obtener tasas per cápita ha sido necesario tomar la estimación de la población realizada por Cuesta en base a los padrones de población de Buenos Aires y su campaña de todo el siglo XVIII. Debe hacerse notar que no está claro si los datos del autor incluyen las poblaciones de la jurisdicción porteña situadas en la banda norte del Río de la Plata, y por lo tanto, que es posible que los totales de población estén subestimados por este motivo. Asimismo, debe hacerse notar que la estimación presentada es apenas un ejercicio de aproximación a la realidad, ya que además de las conocidas carencias de las fuentes primarias del caso, se apoya en una tasa de crecimiento intercensal que simula un crecimiento exponencial constante entre los años de recuentos, y que por lo tanto no da lugar a eventuales saltos bruscos en la población ocasionados por

907 Se sabe que los años de 1803-1804 fueron de una intensa sequía, y en 1806-1807 la ciudad fue atacada por la armada inglesa, en un episodio que afectó también a Montevideo y que efectivamente, cabe suponer que habría hecho de la década del 800 una “década perdida” para el crecimiento agrario de ambas sub-regiones. No obstante, sólo una serie más larga podría confirmar si la crisis del 800 se prolongó más allá de esa coyuntura, como es lógico pensar debido al comienzo de las guerras de independencia en 1810.

908 Reporte 3 del Anexo Metodológico. La estructura temporal del crecimiento agrario de Buenos Aires puede ser representada por la fórmula:

∆yt = -0.57εt-1+εt

Nótese que se trata de una dinámica sin componentes autorregresivos, donde las innovaciones del pasado influyen, de manera inversa, en cada observación anual.

Page 302: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

301

cambios en el flujo migratorio o por episodios de mortalidad extraordinaria909. Aún así, dado el estado actual del conocimiento en la materia, esta serie resulta la más adecuada para los fines de este trabajo.

Gráfico 8. 11. Producto por habitante de Buenos Aires y media móvil de 9 años, 1756-1802. Base 100= promedio de todo el período

Fuente: Columnas 7 y 8 del Cuadro 7 del Anexo Estadístico.

Se trata de un recorrido decepcionante: si ha de creerse a estos datos, durante la segunda mitad del siglo XVIII la economía campesina de Buenos Aires no creció, ya que una tendencia de media móvil que en 1760 estaba en niveles cercanos al índice 150, al final apenas supera el 100. La forma de U que presenta la tendencia de medias móviles representa un sendero de crecimiento donde una larga depresión agrícola entre 1760 y por lo menos la mitad de la década de 1770, fue sucedida por una también larga recuperación desde entonces hasta el 800, pero sin que los niveles finales hayan superado a los iniciales. Este resultado es del todo coherente con los obtenidos por Coastworth y Newland en 2000 y por Cuesta en 2006. Los primeros, como ya se dijo, hallaron que las tasas de crecimiento absoluto del producto bonaerense en la segunda mitad del siglo eran menores que en la primera mitad, constatación que choca con el sentido común sobre un despegue bonaerense ubicado en la segunda mitad del siglo. Debe recordarse que Coastworth y Newland no hicieron una estimación del producto por habitante para Buenos Aires, sino que dedujeron la eventualidad de un crecimiento agrario per cápita a partir del comportamiento de los salarios, es decir, de manera indirecta. Por su parte

909 El autor no aclara si los partidos de Soriano, Víboras y Espinillos, así como el pueblo de Maldonado, están incluidos en los recuentos de 1744, 1778 y 1810 que sirvieron de base para su estimación. Mientras que en el primero de los recuentos mencionados Maldonado no había sido fundado y las otras tres poblaciones cabe suponer que congregarían un puñado de personas, cabe la advertencia porque al final del período las tres localidades podrían haber aumentado su tamaño algo más significativamente. Véase: Cuesta, "El crecimiento de una economía colonial: El caso de Buenos Aires en el siglo XVIII". Y Cuesta, "Evolución de la población y estructura ocupacional de Buenos Aires, 1700-1810."

Page 303: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

302

Cuesta constató que no hubo crecimiento del producto agrario por habitante en el largo plazo en Buenos Aires, afirmación que a pesar de su novedad, no motivó reacciones entre los especialistas quizás porque él mismo planteó la hipótesis de lo que llamó un “crecimiento extensivo” a pesar de que su evidencia cuantitativa no permitía hablar de crecimiento910.

Cuadro 8. 4. Tasas de crecimiento de la tendencia de producto agrario por habitante de Buenos Aires, y tasa de crecimiento acumulado

Tasa de crec. anual

Todo el período

-0.4

1760-1774 -3.7

1774-1800 1.6

Tasa de crec. acumulado

Todo el período

-14.0

Fuente: Calculadas sobre la tendencia de media móvil de 9 años. Columna 8 del Cuadro 7 del Anexo Estadístico.

Las tasas precisan las características del recorrido que muestra el gráfico. En efecto, el Cuadro 8. 4 muestra que entre el principio y el final del período el producto por habitante habría experimentado una caída acumulada del 14%. Muestra también con claridad los dos escenarios ya mencionados: el de la crisis agraria del período 1860-1774, que habría sido profunda a juzgar por estos resultados, y la moderada recuperación posterior.

En síntesis, se trata de un resultado decepcionante. Debe notarse que de acuerdo a esta evidencia ni siquiera el aumento de la frontera agrícola que puede suponerse correlativo al crecimiento demográfico habría sido suficiente para dar lugar a un crecimiento acumulado durante el conjunto del período. Así, puede decirse que la percepción generalizada de un crecimiento agrario vigoroso durante la segunda mitad del siglo en Buenos Aires, ha carecido y sigue careciendo del respaldo de una estimación de macromagnitudes.

Esta conclusión abre tres vías de indagación. La primera se interroga sobre la aptitud de la fuente decimal para captar la evolución del producto agrario local, aún del segmento campesino de la agropecuaria local. La segunda se interroga sobre la relación entre crecimiento agrario, crecimiento demográfico y cambio estructural. La tercera se interroga sobre las interacciones entre los diferentes sistemas agrarios que hacia fines del siglo XVIII convivían en los pastizales del Río de la Plata. Se retoman estos temas al final de capítulo.

8. 2. PRODUCTO AGRARIO DE LA JURISDICCIÓN DE MONTEVIDEO

8. 2. 1. EL VALOR DE LA RECAUDACIÓN DECIMAL DE MONTEVIDEO

910 Si se calcula tasa de crecimiento acumulado del período 1756-1800 con los datos del ingreso por habitante presentado por Cuesta en el Anexo Estadístico, pág. 623-626 de su obra citada, arroja una caída acumulada del 32%, y una tasa anual del -0.9%.

Page 304: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

303

Con las fuentes presentadas en el Capítulo 4 se obtuvo el índice de VRD de Montevideo para el período 1756-1809. Como la información utilizada para el caso montevideano cubre hasta el último de los años nombrados, fueron evaluadas dos bases posibles: el promedio del período 1756-1809, y el promedio del período 1756-1804. El Gráfico 8.11 muestra esta comparación para el caso del VRD de Montevideo, y constata que no hay diferencias sustantivas en el resultado por el uso de una u otra base.

Gráfico 8.12. Índice de VRD de Montevideo en dos bases: tipo A (1756-1810=100) y tipo B (1756-1804=100)

Fuentes y comentarios: Columnas 3 y 4 del Cuadro 8 del Anexo Estadístico.

Por lo tanto, y para hacer compatible el análisis de Montevideo con el del caso bonaerense, se optó por tomar como año base el promedio del período 1756-1804.

Se recurrió al análisis univariante para conocer la dinámica temporal del fenómeno, para interpolar el dato ausente de 1807 y para identificar la existencia de cambios de tendencia en algún momento del período. Un modelo ARIMA (0, 1, 1) sin media pasó los test de diagnóstico, como puede verse en el Reporte 6 del Anexo Metodológico911.

El gráfico 8.13 presenta la serie interpolada y la tendencia extraída por medio del modelo estimado.

911 El análisis arroja alguna información sobre la dinámica temporal del fenómeno observado, que puede escribirse como:

∆yt= -0.082ε + εt

Igual que en el caso de Buenos Aires, se trata de un fenómeno donde no hay componente autorregresivo; el cambio de cada observación se explica sólo por el componente de medias móviles, es decir por los cambios casuales del pasado. Reporte 6 del Anexo Metodológico.

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304

Gráfico 8. 13. Índice del VRD de Montevideo, base 100= promedio 1756-1804

0,00

50,00

100,00

150,00

200,00

250,00

300,00

350,00

400,00

1756

1761

1766

1771

1776

1781

1786

1791

1796

1801

1806

VRD Montevideo Tendencia

Fuente: Columnas 5 y 6 del Cuadro 8 del Anexo Estadístico.

Finalmente, el análisis permitió identificar dos años atípicos: 1782 y 1808. Pero ninguno de estos años señala un cambio en la tendencia; el análisis de intervención reveló que se trata de atípicos aditivos, uno con signo positivo y otro negativo, que sólo dejaron huella en el año donde ocurrieron y que quizás obedezcan a errores en el registro del dato912. En síntesis, el crecimiento del valor de la recaudación decimal no presentó rupturas ni en ocasión del aumento inusual de 1782 ni de la caída inusual de 1807.

8. 2. 2. LOS PRECIOS AGRARIOS EN LA JURISDICCIÓN DE MONTEVIDEO

Como ya se dijo en el Capítulo 5, la información sobre los precios agrarios de Montevideo presenta algunas dificultades importantes. La situación en el punto de partida es de unos precios corrientes del ganado con 17 años sin información sobre un total de 55 años, y de unos precios corrientes del trigo con 13 años sin información sobre el mismo total.

En relación con el precio del ganado, se construyó un índice de precios tomando los precios corrientes de las distintas categorías presentes en la fuente notarial913. Para resolver la ausencia de datos en dicho índice se recurrió a la interpolación, utilizando la información de un modelo ARIMA estimado. Pasó las pruebas de diagnóstico un modelo ARIMA (1, 0, 0) con media; el análisis de intervención no identificó ningún atípico y el método de descomposición determinó la tendencia estocástica de la serie914.

912 Reporte 3 del Anexo Metodológico

913 Los precios corrientes de las categorías de ganado se presentan en el Cuadro 2 del Anexo Estadístico.

914 Ver Reporte 7 del Anexo Metodológico. La estructura temporal aproximada por el modelo estimado es la que se expresa en la siguiente ecuación:

∆ yt= 0,59yt-1+ εt

Page 306: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

305

Gráfico 8. 12. Índice del precio del ganado en la Jurisdicción de Montevideo (serie interpolada), 1756-1810. 100= promedio de 1756-1804.

1,20

1,70

2,20

2,70

17

56

17

60

17

64

17

68

17

72

17

76

17

80

17

84

17

88

17

92

17

96

18

00

18

04

18

08

Tendencia IP Ganado Mdeo

Fuente: Log de las columnas 2 y 3 del Cuadro 9 del Anexo Estadístico.

Se observa que, como en Buenos Aires, el precio del ganado sufrió una caída desde el comienzo del período hasta 1773, donde se registra un mínimo, y luego un proceso de recuperación hasta 1781. Desde entonces el indicador se mantiene muy estable hasta los primeros años del siglo XIX, donde los años 1804 y 1807 vuelven a presentar alzas. El panorama general es de una leve tendencia a la baja en el conjunto del período, que ninguna de las alzas puntuales logró modificar. Como se dijo antes, son numerosos los trabajos sobre precios agrarios sudamericanos de este período que evidencian un comportamiento de largo plazo muy estable, es decir, un panorama donde, aunque se registran perturbaciones que a los contemporáneos deben haber resultado notorias, no hay una tendencia alcista comprobada y donde incluso algunos trabajos evidencian una leve tendencia deflacionaria. Como se dijo al analizar los precios agrarios de Buenos Aires, el más potente de los argumentos esgrimidos para explicar ese comportamiento ha sido el que presenta la economía agraria de la época como una economía de subsistencia, trazada por el auto-consumo y el trabajo campesino, cualquiera fuera el tamaño de las unidades productivas y su grado y forma de relación con el mercado. En este sentido el comportamiento de los precios agrarios de Montevideo puede declararse totalmente compatible con el de numerosas economías locales sudamericanas del período, y puede considerarse un indicio de la existencia de una racionalidad campesina en el agro del caso, o cuando menos, en un segmento de la agropecuaria local. Como se verá al final de este apartado, por el tipo de fuentes utilizadas estos datos expresan el comportamiento del núcleo campesino del paisaje montevideano que reposaba en las chacras y estancias de la jurisdicción.

Se procedió de la misma manera que con los precios del ganado para resolver los datos ausentes del precio del trigo. Como se explicó en el Capítulo 5 y se observa en la Columna 6 del Cuadro 3 del Anexo Estadístico, la cantidad de años sin información en la serie del precio corriente del trigo montevideano compromete la posibilidad de construir un índice de precios agrarios de la sub-región; por ese motivo se procedió a efectuar una interpolación con el mismo criterio metodológico aplicado en las series anteriores. Se procedió a interpolar los datos ausentes utilizando la estructura temporal dada por un

Puede decirse que se trata de un fenómeno donde los precios del pasado explican más de la mitad de cada observación presente, pero también que se trata de un efecto de memoria corta, ya que no va mas allá de 1 rezago, en este caso, de un año hacia atrás.

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306

modelo ARIMA (0,0,2) sin media, que pasó los test de diagnóstico sobre los datos disponibles, pero que no admitió la descomposición de señales915. Se construyó un índice con la misma base que el del ganado; el resultado es apenas una guesstimation, al menos elaborada con criterios claros, del comportamiento de los precios del trigo en esta sub-región. Se lo presenta en el Gráfico 8.13. donde se incluyó su tendencia lineal.

Gráfico 8. 13. Índice del precio del trigo en la Jurisdicción de Montevideo, 1756-1810. 100= promedio del período 1756-1804

0,5

1

1,5

2

2,5

3

1756

1760

1764

1768

1772

1776

1780

1784

1788

1792

1796

1800

1804

1808

Fuente: Índice del precio del trigo: Log. de la Columna 5 del Cuadro 9 del Anexo Estadístico. Tendencia: estimada por método lineal; el modelo estimado no habilitó la descomposición de componentes inobservables.

El panorama general que ofrece esta serie conjetural es el de una estabilidad levemente influida por una tendencia alcista muy moderada. Aunque se trata de un resultado preliminar, resulta evidente que se observa un comportamiento muy similar al del caso bonaerense. Como el análisis de intervención tampoco identificó observaciones atípicas en esta serie, puede también afirmarse que las fluctuaciones experimentadas por el precio del trigo no modificaron su trayectoria.

Finalmente, se construyó un índice de precios agrarios (IPA-Montevideo) con la metodología explicada anteriormente. El Gráfico 8. 14. presenta el resultado.

915 Ver Reporte 8 del Anexo Metodológico.

Page 308: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

307

Gráfico 8. 14. Índice de precios agrarios de la jurisdicción de Montevideo y tendencia estocástica, 1756-1810. Base 100= promedio del período 1756-

1804 (en log)

10,00

100,00

1.000,00

1756

1761

1766

1771

1776

1781

1786

1791

1796

1801

1806

TendenciaIPA Mdeo

Fuentes: Columnas 1 y 2 del Cuadro 11 del Anexo Estadístico.

La observación directa del gráfico sugiere:

la existencia de una clara deflación entre 1756-1775; se observa que el índice no solo describe una caída a partir de 1756 sino que desde 1766 se coloca por debajo del promedio del período;

un período de inestabilidad con sucesivas retomadas del índice por encima del promedio, seguidas de caídas por debajo, entre 1776-1789;

un período de inflación entre 1790-1804, corregida drásticamente a en los años finales de la serie.

Para el conjunto del período 1756-1809 el IPA montevideano registró una tasa de crecimiento del 0. 56% acumulativo anual, calculado entre promedios quinquenales móviles. Este resultado se debe en buena medida a las alzas de los años 1804 y 1806; si se dejan a un lado esos años finales de la serie la tasa anual es negativa, como en Buenos Aires.

El análisis de intervención sobre estos datos arrojó información adicional. En base a un modelo ARIMA (1,0,1) con media que pasó el diagnóstico, fueron identificados dos atípicos: un cambio transitorio en 1789 y un atípico aditivo en 1804916. El efecto de las fluctuaciones extraordinarias de 1789 y 1804 sobre la tendencia, sin embargo, no fue más que transitorio, como pude verse en la simulación del Gráfico 8. 1.

916 Ver Reporte 9 del Anexo Metodológico. La dinámica temporal aproximada por el modelo estimado tiene componentes autorregresivos y de medias móviles; parece traducir un fenómeno donde las regularidades del pasado tienen un efecto inverso y las innovaciones del pasado un efecto directo sobre cada observación..

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308

Gráfico 8. Efecto de las fluctuaciones de 1789 y 1804 sobre la tendencia del IPA-Montevideo. Base 100= 1756-1804

0,00

50,00

100,00

150,00

200,00

1756

1761

1766

1771

1776

1781

1786

1791

1796

1801

1806

Fuente: Columna 3 del Cuadro 5 del Anexo Estadístico.

Antes de recapitular estos resultados, es necesaria una reflexión adicional sobre su significado. Los inventarios post-mortem de Montevideo, como se dijo, no incluían los ganados cimarrones. Por lo tanto, la ganadería que aparece en esta combinación de precios ganaderos y agrícolas es la ganadería de cría de chacras y estancias montevideanas, que como se vio antes, es de naturaleza esencialmente campesina. Pero la ganadería del cuero, basada en ganados cimarrones y de fuerte carácter mercantil como se vio en el capítulo anterior, no está incluida. Esta estructura del índice de precios agrarios montevideanos es consistente con el objetivo de construir un deflactor del valor de los diezmos, puesto que como se ha dicho ya muchas veces, éstos no gravaban los cueros. Pero a la hora de interpretar el comportamiento del IPA montevideano es necesario tener en cuenta, entonces, que se trata de los precios del segmento campesino de la agropecuaria local. Hecha esta precisión, puede decirse que se cuenta desde ahora con hipótesis de trabajo sobre el comportamiento de los precios de la economía campesina de Montevideo. Éstas son:

Que el precio de los ganados cayó desde la mitad del siglo hasta 1773, y que aunque inició luego una fase de alza hasta 1781, permaneció muy estable durante las últimas dos décadas del siglo XVIII y los primeros años del XIX. En conjunto el comportamiento tendencial del precio de los ganados en la segunda mitad del siglo y primeros años del 800 se expresó en una leve caída.

Que el precio del trigo también presentó un comportamiento muy estable en el largo plazo, sin que en este caso se registre la caída inicial del precio de los ganados. Aunque durante las últimas tres décadas del período colonial el precio del trigo podría haber experimentado fluctuaciones más amplias que en las décadas anteriores, éstas no fueran tan importantes como para modificar la tendencia, que resultó levemente positiva.

El índice de precios agrarios que pudo construirse con los datos disponibles sobre precios de ganados y trigo recorrió una trayectoria oscilante, pero claramente descendente hasta 1776, y tras un período de cierta inestabilidad, emprendió una trayectoria alcista (si bien marcada por fluctuaciones) desde 1790 hasta 1804. En el conjunto del período 1756-1804 el IPA montevideano registró un caída acumulada del orden del 19%, algo menor a la experimentada por el IPA de Buenos Aires. Únicamente el alza de los años finales del período, relacionados seguramente con la gran sequía de los años 1804-1805 y las invasiones inglesas de

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309

los años 1806 y 1807, modifica esa situación y produce un resultado general alcista.

El análisis de intervención reveló que la trayectoria de los precios agrarios durante la segunda mitad del siglo XVIII y los primeros años del siguiente en la sub-región Montevideo siglo no experimentó choques o impactos de tal magnitud que introdujeran un cambio en su historia. En otras palabras, a lo largo del período los precios fluctuaron siempre en torno al mismo equilibrio: ni la deflación de los primeros 20 años del período ni el proceso inflacionario de la última década del siglo fueron tales que cambiaran la tendencia de largo plazo.

8. 2. 3. EL PRODUCTO AGRARIO DE LA JURISDICCIÓN DE MONTEVIDEO SEGÚN LAS FUENTES DECIMALES

Conocidos el VRD y el IPA de Montevideo fue posible calcular el producto agrario. El Gráfico 8. 16 muestra su evolución en el período.

La primera observación que puede hacerse es sobre las condiciones iniciales del fenómeno: el producto de la economía campesina de Montevideo parte de niveles muy bajos, seguramente por tratarse de una región de colonización mucho más reciente que Buenos Aires. La primera década del período no registra, en la observación directa, sino un leve movimiento descendente; de modo que estas condiciones iniciales experimentaron un cambio recién a partir de la segunda mitad de la década de 1760, cuando empieza un largo proceso de crecimiento que transcurre hasta 1790.

Gráfico 8. 16. Índice del producto agrario de la sub-región Montevideo y su tendencia estocástica, 1756-1808. Base 100= Promedio del período 1756-

1804

0,00

50,00

100,00

150,00

200,00

250,00

300,00

1756

1761

1766

1771

1776

1781

1786

1791

1796

1801

1806

Tendencia Prod. Agrario Mdeo.

Fuentes y comentarios: Columnas 1 y 2 del Cuadro 8 del Anexo Estadístico.

Siempre en base a la observación directa del gráfico se constata, a continuación, una meseta durante la década de 1790 hasta 1801, y en los primeros años del nuevo siglo, una caída del producto. El análisis de intervención no detectó atípicos, de modo que la

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310

tendencia de la serie tampoco experimentó rupturas917. La tasa de crecimiento calculada sobre esta tendencia se presenta en el Cuadro 8.5, para las etapas 1756-1766 y 1767-1800. Los años posteriores al 800 se dejan, por el momento, fuera del análisis.

Cuadro 8.5. Tasas de crecimiento absoluto anual del producto agrario de Montevideo calculadas sobre su tendencia, 1756-1800

Tendencia del

producto

1756-1800

4.2

1756-1766

-3.6

1767-1800

6.0

Fuentes: Calculadas en base a Columna 2 del Cuadro 8 del Anexo Estadístico.

En términos absolutos puede decirse que el sendero recorrido por el sector agrario en el conjunto del período, tal y como se ve aproximado por estos datos, es muy positivo: así lo señala la tasa superior al 4% obtenida sobre la tendencia. Este resultado es el fruto de una trayectoria de más de medio siglo que tuvo escenarios diversos. En efecto, puede reconocerse una década de crisis agraria entre 1756-1766, seguida por un sendero de crecimiento de alta velocidad entre 1765-1800. Para poner en relación el cambio agrario con el cambio demográfico, es necesario aquí, como en el caso de Buenos Aires, adoptar una estimación de la población montevideana. Al no estar disponible ningún intento previo, se procedió a proyectar la población montevideana siguiendo el mismo método utilizado para Buenos Aires, es decir, por medio de la tasa de crecimiento entre recuentos conocidos. Así, fueron tomados como base los recuentos de 1759, 1760, 1778 y una estimación de 1797. También en este caso el crecimiento demográfico estimado simula un aumento exponencial, y por lo tanto le cabe a esta estimación el mismo reparo que se formuló para su equivalente de Buenos Aires. El resultado se muestra en gráfico 8.17.

917 Igual que en caso de Buenos Aires, también aquí el análisis univariante de la serie de producto estableció que un modelo ARIMA (0,1,1) sin media pasó las pruebas de diagnóstico. En este caso la estructura temporal del crecimiento agrario puede ser representada por la fórmula:

∆ yt = -0.36 εt-1+εt

Se trata, también aquí, de un fenómeno sólo influido (inversamente) por las innovaciones del pasado, sin componentes autorregresivos. Ver Reporte 10 del Anexo Metodológico.

Page 312: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

311

Gráfico 8. 17. Producto agrario per cápita de la jurisdicción de Montevideo, 1756-1810. Base 100= promedio de todo el período

Fuentes: Columnas 6 y 7 del Cuadro 8 del Anexo Estadístico.

El recorrido de la economía campesina montevideana según esta evidencia tuvo tres etapas: un ciclo caracterizado por una crisis agrícola entre 1760-1765, seguida de su recuperación hasta 1768; un crecimiento desde entonces hasta 1786, y una prolongada crisis desde entonces hasta el final del período. El siguiente cuadro muestra las tasas.

Cuadro 8. 6. Tasas de crecimiento del producto agrario de Montevideo por habitante, 1756-1804

Tasa de crec. anual

Todo el periodo -1.06

1760-1765 -5.1

1765-1769 6.4

1769-1786 3.1

1786-1804 -5.5

Tasa de crec. acumulada

Todo el período -38.1

Fuente: Calculado sobre la tendencia de media móvil de 9 años. Columna 7 del Cuadro 8 del Anexo Estadístico.

Aunque como se dijo antes el caso montevideano no conoce antecedentes de estimaciones de esta variable, puede decirse que, igual que en el caso bonaerense, se trata de un resultado decepcionante. De acuerdo a esta evidencia, en la totalidad del período no sólo no hubo crecimiento por habitante sino que el mismo cayó un 38%. Asimismo, se reconocen los escenarios visualizados en el gráfico: una crisis dramática (1760-1865) seguida de una rápida recuperación (1865-1768), y un largo período de crecimiento entre 1769-1786. Finalmente, después de 1786 habría ocurrido un prolongado derrumbe. Las

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312

mismas interrogantes que se formularon en relación al caso bonaerense deben consignarse aquí: sobre la aptitud de la fuente decimal, sobre la eventualidad de un cambio estructural, y sobre los efectos de la interacción de la economía campesina y la nueva economía del cuero.

8. 3. SÍNTESIS DE LOS RESULTADOS OBTENIDOS PARA BUENOS AIRES Y MONTEVIDEO

El producto agrario capturado por las fuentes decimales de estas sub-regiones no es todo el producto agrario, porque no contabiliza la riqueza producida por un bien que generó grandes beneficios y empleó cantidades importantes de recursos, al menos durante algunos sub-períodos. Pero lo que capta esta estimación es la evolución de un segmento fundamental de la economía agraria de Buenos Aires y Montevideo: la producción de ganados mansos y de trigo para los mercados interiores, con sustento en diversas formas de trabajo, donde el trabajo familiar jugó un papel fundamental. Con estas precisiones, puede hacerse un resumen de la información obtenida. Para el caso bonaerense, se constata:

El producto de la economía agraria bonaerense orientada a la producción de ganados mansos y trigo describió un único movimiento tendencial a lo largo de todo el período. Esta ausencia de rupturas en la trayectoria agraria de esta economía parece indicar que la misma se mantuvo al margen de los cambios institucionales del período. Como se vio en los antecedentes, tanto Garavaglia como Moutoukias y Cuesta han expresado intuiciones similares: el primero ha relativizado el impacto de las reformas borbónicas en la economía agraria rioplatense en general; los segundos han subrayado la condición de economía de “Antiguo Régimen” de la economía agraria bonaerense de la segunda mitad del siglo, en continuidad con la dinámica de la primera mitad del siglo.

El recorrido del producto de este segmento de la agropecuaria bonaerense se muestra como un fenómeno influido por las innovaciones (en el sentido estadístico del concepto) del pasado, en vez de por sus regularidades. Se trata de un comportamiento esperado en el output de una economía orgánica: es posible leer esta naturaleza “de media móvil” del proceso generador de los datos como una señal de la sensibilidad de la producción agraria hacia los sucesos casuales, en este caso, hacia las variaciones imprevistas de las condiciones de la producción rural que pudieran resultar de eventos climáticos o sucesos políticos.

La trayectoria del producto generado por esta economía del trigo y los ganados mansos permite identificar dos coyunturas: esta economía agraria experimentó una crisis desde principios de 1760 hasta 1773, y una recuperación desde 1774 hasta el 800.

Para el caso montevideano, se constata:

El recorrido del producto agrario de la sub-región Montevideo, igual que en el caso bonaerense, no presentó perturbaciones de la tendencia a lo largo del período 1756-1810, tales que se viera modificada su trayectoria histórica. Así, tampoco la economía agraria montevideana orientada a los mercados interiores parece haberse visto afectada por los cambios posteriores a 1778, al menos, no hasta el punto de modificar su sendero.

La estructura dinámica del producto de este sector del agro montevideano, igual que en el caso de Buenos Aires, ha podido ser aproximada por un modelo de medias móviles que refleja la sensibilidad de cada observación a los sucesos

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casuales del pasado. Aquí caben las mismas precisiones que se formularan para el caso de Buenos Aires: el dato debe ser tomado como un recordatorio de la importancia de los acontecimientos sorpresivos sobre la dinámica de la producción agraria. Si se aceptan estas tasas de crecimiento per cápita como indicador del desempeño de este sector del agro montevideano, puede decirse que aquel enfrentó un escenario de crisis severa entre 1756-1765, una recuperación rápida hasta 1768, y un crecimiento importante desde 1769 hasta 1786. Resulta muy llamativa la caída prolongada desde 1787 hasta la primera década del siglo XIX. En efecto, no es difícil aceptar que la década de 1800 fue muy mala para la economía agraria, porque en 1803-1804 hubo una sequía grave y en 1806-1807 ocurrieron las invasiones inglesas. Pero es difícil aceptar que durante toda la década de 1790 las condiciones hubieran sido tan adversas, y sobre todo, mirando el período 1787-1810, que se hubiera prolongado una caída durante tantos años.

Es posible que a partir de 1787 los datos decimales pierdan todavía más representatividad en el caso montevideano, porque la modalidad con que se verificó un aumento de la densidad demográfica quizás no se tradujo en la estructura administrativa que hacía la recaudación. Tampoco es posible descartar un aumento de la evasión, aunque como ya se mencionó, no han sido hallados indicios al respecto.

8. 4. UNA ESTIMACIÓN DEL INGRESO AGRARIO POR HABITANTE INCLUYENDO LA ECONOMÍA DEL CUERO

Ha quedado claro que la economía campesina no produce toda la riqueza del sector, y que las exportaciones de cueros a partir de 1760 cambian de escala, disparándose después de 1780 un boom exportador. En este apartado se presenta el intento realizado para obtener una estimación del ingreso agrario que tome en cuenta, además de la producción ganadera de cría y la de cereales, la riqueza generada por la economía del cuero. La tarea implica enfrentarse a un verdadero enigma: cuál es la proporción de cada uno de estos dos segmentos de la producción agraria en el producto total. Al menos tres dificultades impiden resolverlo de manera inequívoca con la evidencia disponible:

Un problema central radica en que, como se ha anticipado al discutir las propiedades de la fuente decimal americana, los diezmos no capturan bien el nivel de la producción agraria; al cabo de los ejercicios realizados en los apartados anteriores puede decirse que los valores de la recaudación decimal de Buenos Aires y Montevideo posiblemente subestimen el nivel de la producción campesina. En efecto, para que se diezme lo prescrito se precisa: que los costes de supervisión sean relativamente moderados, que se disponga de los medios humanos necesarios para acometer la tarea, y que la Iglesia ejerza un fuerte control social, todos requisitos de difícil verificación en una economía de frontera como la rioplatense de la segunda mitad del siglo XVIII.

Tampoco se conoce bien el nivel de la producción de cueros: no se dispone de información sobre la producción de cueros sino sobre las exportaciones de ese bien, y éstas incluyen una porción indeterminada de cueros que son el subproducto de la ganadería de cría.

Finalmente, no existe nada parecido a una matriz insumo-producto que permita tener en cuenta los flujos de valor entre el segmento campesino y el de la economía

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del cuero con el fin de evitar duplicaciones a la hora de sumar la riqueza generada por ambos subsectores918.

En relación con el primero de los problema mencionados se ha tomado la decisión de utilizar los valores de recaudación ya presentados sin someterlos a correcciones, y por lo tanto, bajo la advertencia de que posiblemente el nivel de la producción campesina se vea subestimada en el resultado final. En relación con el segundo, se ha estimado el valor de la producción de la nueva economía del cuero (NEC) tomando como punto de partida las cantidades exportadas de cuero que ya fueran presentadas en el capítulo anterior (Cuadro 12 del Anexo Estadístico), con algunas correcciones formuladas para tener en cuenta el posible aporte de la ganadería de cría a los totales exportados y que se detallan en el Cuadro 13 del Anexo Estadístico. El resultado puede verse en el Gráfico 8. 18.

Gráfico 8. 18. Valor de las exportaciones de cueros y valor de la producción de la nueva economía del cuero (a precios de 1800), 1757-1802

Fuente: Cuadro 13 del Anexo Estadístico.

Se trata de un cálculo muy rústico por diversas razones. Las cantidades descontadas por concepto de cueros producidos en la ganadería de cría se han basado en unas estimaciones sobre el consumo de carne en Buenos Aires y Montevideo que asumen cantidades fijas para intervalos prolongados adentro del período. Se han descontando del total de unidades de cueros exportados unas cifras iguales a las cantidades de reses consumidas en ambas ciudades- puerto, como si todos los cueros de estas reses hubieran ido a parar al mercado atlántico, pero notoriamente no era el caso: la producción doméstica de manufactura de cuero era muy importante en el Río de la Plata y por lo tanto una porción indeterminada de los cueros de las reses consumidas no llegaba a los mercados de exportación. Adicionalmente, este cálculo no tiene en cuenta las fluctuaciones de las cantidades exportadas que surgen por acumulación/liquidación de los stocks de cueros en los puertos. Por todo esto, debe asumirse que los niveles resultantes de esta estimación

918 El de los cueros que son el subproducto de la ganadería de cría no es el único caso de posible de duplicación, ya que otros productos de la ganadería de cría -como es el caso de los caballos y los bueyes- son insumos de la ganadería del cuero.

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315

posiblemente sobre-estimen la producción de la nueva economía del cuero919. Aun así, el resultado en cuanto al recorrido de la serie es consistente con lo que cabe esperar sobre la evolución de la estructura de la oferta exportable de cueros, compuesta por una porción de cueros que proviene de la ganadería de cría y una porción que proviene de la nueva economía del cuero.

Cuadro 8. 7. Porcentaje tentativo de los cueros provenientes del consumo interno de carnes en el total de los cueros exportados por ambos puertos,

para años seleccionados

1760 100

1770 44

1780 23

1790 12

1802 10

Fuentes: En base a columnas 1 y 2 del Cuadro 13 del Anexo Estadístico.

Las cifras del Cuadro 8.7 no pretenden ser precisas sino sugerir un proceso. Muestran que a medida que avanzó el período el peso de los cueros que provenían del consumo interno de carnes en las exportaciones totales de cuero fue cayendo, desde unos niveles que seguramente no eran del 100% a pesar de lo que dice el cuadro pero que sí eran muy altos, hasta unas proporciones bastante menos importantes. Este cambio es coherente con lo que se ha señalado en el capítulo anterior sobre el aumento en la escala de las exportaciones de cueros a partir de la década de 1760; así, aunque el consumo de carne también aumentaba por el crecimiento demográfico de Buenos Aires y Montevideo durante aquellas décadas, es evidente que tal aumento no fue suficiente para explicar el ascenso de las cantidades exportadas de cueros y que en cambio el mismo sólo puede ser explicado por el desarrollo de la nueva economía del cuero.

Como en relación al problema enumerado en tercer lugar resulta muy difícil hacer conjeturas, se ha optado por hacer una primera agregación de los valores obtenidos para cada uno de los segmentos de la economía agraria (la economía campesina y la nueva economía del cuero) para obtener al menos una hipótesis preliminar.

Esta estimación tiene las siguientes particularidades:

En el cálculo del ingreso agrario han sido considerados el valor de la recaudación decimal de Buenos Aires y Montevideo tal como ha sido recogida en los apartados anteriores, y la estimación del valor de la producción de cuero presentada arriba.

Ambas magnitudes nominales fueron deflactadas por índices de precios respectivos: fueron utilizados los índices de precios agrarios construidos especialmente como deflactores del VRD, y el índice del precio del cuero presentado en el Capítulo 7.

919 Una vez más cabe recordar aquí que estas estimaciones han sido realizadas teniendo en cuenta solamente el tráfico legal de cueros. Si se tiene en cuenta que después de 1780 también recrudece el comercio ilegal de cueros, es posible que estas estimaciones sobre la producción absoluta de la nueva economía del cuero no queden por encimasinopor debajo de las cifras reales. De todos modos, tampoco es evidente cuál es la población con la cuál habría que dividir una magnitud de ese tipo, dada la alta participación de portugueses y otros grupos sociales no montevideanos ni porteños en l producción ilegal de cueros.

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316

Se ha abandonado el promedio 1756-1804 como año base de todas las series y se ha adoptado el año 1800, por entender que resulta más adecuado un año preciso para evaluar los niveles de la producción de ambos segmentos.

Se ha puesto el resultado en relación al número de habitantes de ambas ciudades. Para ello se han utilizado las mismas series de población de Buenos y Montevideo de los apartados anteriores.

Con estas características se obtuvo un registro del ingreso agrario entre 1757-1802 que se muestra en el Gráfico 8. 19.

Gráfico 8. 19. Ingreso agrario por habitante, Buenos Aires + Montevideo, 1757-1802, en pesos de 1800

Fuente: Cuadro 18 del Anexo Estadístico.

El gráfico presenta la serie original y dos versiones estilizadas del mismo indicador: la representada por las medias móviles de 9 años, que deja fuera los primeros y los últimos años de la serie, y la representada por la tendencia estocástica obtenida mediante el método de extracción de señales que se explicó en el apartado metodológico, que no deja fuera a ningún año de la serie. La diferencia con los resultados de los apartados anteriores es notable. Mientras que la economía campesina de Buenos Aires y Montevideo mostraban a lo largo del período unos descensos acumulados del orden 14 y 38% respectivamente, esta estimación presenta una visión notablemente más optimista, como puede verse en el Cuadro 8. 7.

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317

Cuadro 8. 7. Tasas de crecimiento del ingreso por habitante (Montevideo y Buenos Aires), 1757-1802

Sobre la media móvil

a.a acumulado

Todo el período

1.4 62

Sobre la tendencia estocástica

Todo el período

0.5 26

Fuente: En base a Cuadro 18 del Anexo Estadístico.

El cuadro muestra apreciables diferencias entre las tasas obtenidas sobre una y otra serie, cuya comparación es, de todos modos, un ejercicio interesante. La serie de medias móviles suaviza las fluctuaciones anuales y atenúa su efecto global sobre el desempeño; en cambio la serie de tendencia estocástica en cierto modo simula el recorrido despojado de otros componentes. Pero lo que explica que con la serie de medias móviles se obtenga una tasa acumulativa anual tan alta es precisamente su menor extensión temporal, ya que justo entre 1795-1799 se registró, como se ve en el gráfico, una caída importante del ingreso por habitante. Esto mismo explica que la tasa acumulada con esta serie arroje un crecimiento acumulado de más del 60%, mientras que la serie de la tendencia estocástica, más larga y en ese sentido más realista, arroja un crecimiento mucho menor, del 26%. Finalmente, un dato adicional de relieve es que de acuerdo al análisis de intervención el recorrido de esta serie tampoco presenta perturbaciones de efecto permanente sobe su tendencia, a pesar de los saltos del quinquenio 1780-1784, cuando evidentemente la actividad de producción de cueros experimentó un boom920.

En síntesis, y con todas las reservas mencionadas, puede considerarse planteada la hipótesis de un crecimiento acumulado del entorno del 25% para el ingreso agrario por habitante del Litoral sur-atlántico a lo largo de todo el período, o lo que es lo mismo, de una tasa acumulativa anual del 0.5%. Debido a las dificultades del cálculo debe considerarse como una hipótesis de trabajo preliminar, que futuras estimaciones –posiblemente con otros métodos y otras fuentes- deberán someter a pruebas definitivas.

8. 5. EL PRODUCTO MISIONERO

8. 5. 1. EL VALOR NOMINAL DE LAS EXPORTACIONES MISIONERAS

Como se explicó en el capítulo metodológico, el haber de los pueblos en el Oficio de Buenos Aires sirve de base para aproximar el valor de la oferta agraria exportable de la región misionera en pesos corrientes. El Gráfico 8. 20 muestra el resultado en números índices.

920 El análisis univariante de la serie de producto estableció que un modelo ARIMA (0,1,1) sin media pasó las pruebas de diagnóstico. En este caso la estructura temporal del ingreso agrario puede ser representada por la fórmula:

∆ yt = -0.66 εt-1+εt

Ver Reporte Metodológico N° 9.

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318

Gráfico 8. 20. Valor de las exportaciones misioneras. Índice base 100= promedio 1760-1804

0,0

50,0

100,0

150,0

200,0

1760

1762

1764

1766

1770-1

771

1774-1

775

1778-1

779

1782-1

783

1786-1

787

1790-1

791

1794-1

796

1799-1

800

1803-1

804

Fuentes y comentarios: Columna 2 del Cuadro 11 del Anexo Estadístico.

El gráfico muestra tres situaciones diferentes a lo largo del período:

Un período inicial donde el valor de las exportaciones está por debajo de 100, o sea de su promedio.

Un período siguiente, entre 1770-1790, donde predominan los registros superiores al promedio;

Un período final a partir de 1790, donde los registros vuelven a colocarse por debajo del promedio, y en niveles bastante más bajos que los del primer período.

Esta imagen es consistente con el saber establecido sobre las exportaciones misioneras. La mayoría de los autores mencionados en los antecedentes sostienen que bajo la administración civil la economía misionera alcanzó un máximo de producción para el mercado. Así, la década de 1760, todavía bajo presencia jesuita, registra valores por debajo de un promedio del período que en verdad está muy influido por los altos niveles de las décadas de 1770 y 1780. Son las primeras dos décadas de administración civil las que verdaderamente señalan un salto de las exportaciones, pero el mismo se clausura notablemente a partir de 1790, cuando ya es visible una decadencia irreversible del conglomerado misionero. Para aquellos años en los cuales se dispone de información, fue posible calcular la participación de cada bien en total del valor exportado corriente. El promedio de todos esos datos para el conjunto del período se muestra en el Cuadro 8. 7.

Cuadro 8. 1. Estructura de las exportaciones misioneras, como porcentaje del valor corriente, promedio del período. 1760-1801

Yerba mate 57,2

Lienzo 16,3

Tabaco 4,3

Cuero 8,1

Pabilo 6,5

Otros 7,6

Total 100,0

Fuentes y comentarios: Cuadro 14 del Anexo Estadístico.

En conjunto los primeros cinco productos del cuadro suman el 92% del total, y aunque esto pueda parecer un alto grado de concentración, debe recordarse que las economías

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latinoamericanas habrían de conocer niveles de concentración exportadora muy superiores durante el auge agroexportador de fines del siglo XIX921.

Esta evidencia confirma lo ya señalado por otros autores, sobre el peso crucial de la yerba mate en la oferta exportadora misionera. En las cuentas del Oficio la yerba es por lejos el producto más frecuente en sentido longitudinal y transversal, es decir, es el bien que más menciones tiene a lo largo del período y dentro de cada año: todos los pueblos producen yerba y todos la exportan, aunque en cantidades desiguales, todos los años. No menos de dos categorías de yerba figuran en las fuentes: “de palos”, y “caaminí”; ésta última, como ya se dijo, una calidad superior cuya elaboración era una especialidad jesuita, desaparece a medida que avanza el período. El segundo producto en importancia era el lienzo de algodón, una manufactura cuya fabricación había sido racionalizada hasta alcanzar niveles aparentemente muy intensivos durante el período jesuita, convirtiéndose en una piedra sillar de la economía misionera. Las fuentes registran cuatro categorías habituales de lienzo: grueso, medio, fino, y “cordoncillo”, cuyos precios relativos van de menor a mayor del primero al último. El tabaco, el cuero y el pabilo son productos que sin llegar cada uno de ellos al 10% del valor, tienen una importancia específica. El tabaco era uno de los productos más caros ofrecidos por la economía misionera a los mercados regionales, y su oferta también conoce diversas calidades. El pabilo, también un producto de alto precio por unidad, podría considerarse un subproducto del lienzo, de hecho en algunas cuentas figura como “lienzo retorcido”. El cuero es un renglón importante, aunque su producción adoptó una modalidad singular durante el período posterior a 1770 por la extraordinaria difusión de las vaquerías de corambre realizadas bajo la administración civil, con base en las reservas de cimarrones de las estancias misioneras. El valor de las faenas de corambre más grandes del período posterior a 1780 no ha sido tenido en cuenta en este apartado, porque su carácter puntual introducía una distorsión marcada en los datos, y también en el análisis. Se vuelve sobre esta cuestión en el próximo capítulo. Entretanto, es necesario hacer notar que al no tomar en cuenta la producción de cueros para exportación el análisis de estos resultados debe limitarse, al igual que en los casos bonaerense y montevideano, a los segmentos de la producción misionera destinados a los antiguos mercados internos coloniales.

8. 5. 2. LOS PRECIOS DE LOS PRODUCTOS MISIONEROS

La historia de los precios misioneros no ha sido abordada por la historiografía. Por lo tanto, tampoco aquí se tiene un punto de partida cierto para el análisis de su evolución, ni han sido formuladas hipótesis al respecto. Lamentablemente las fuentes utilizadas, como se explicó antes, no permiten presentar series continuas, y el bajo número de años conocidos no admite soluciones de interpolación: en un período de 45 años hay 25 datos ausentes.

Como se vio en los capítulos anteriores, los pueblos misioneros volcaban un volumen ingente de productos agrarios en los mercados internos del espacio peruano platense a través de su Oficio en Buenos Aires. Fueron recogidos los precios corrientes de todos los productos misioneros recibidos para su venta en el Oficio bonaerense, pero han sido desconsiderados aquellos bienes cuya frecuencia era muy esporádica (menos de cinco menciones por año). Un conjunto de ocho bienes resultaron seleccionados: yerba mate, lienzo, cuero, madera, sebo, tabaco, miel, pabilo y azúcar. Para ofrecer una imagen de la

921 Véanse tasas de concentración del 90% del valor exportado en uno o dos productos, en: Víctor Bulmer-Thomas, La historia económica de la América latina desde la independencia (México: Fondo de Cultura Económica, 1998). Pág. 77.

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evolución de los precios corrientes de los productos principales, el Gráfico 8.2 presenta las curvas de precios de los tres productos principales: yerba, lienzo y cuero.

Gráfico 8. 2. Precios corrientes (en reales por unidad de medida) en escala logarítmica, de la yerba, el lienzo y los cueros misioneros, 1760-1800

Fuente y comentarios: Los precios anuales de cada bien son promedios ponderados por el volumen vendido. Precios en reales y unidades de medida de cada bien en Cuadro 15 del Anexo Estadístico.

A pesar de la discontinuidad de estas series, es posible observar que los precios de los res productos principales experimentaron una caída desde 1760 hasta la mitad de la década de 1770, una recuperación posterior –cuyo momento preciso no es posible determinar pero que habría ocurrido en algún momento antes de 1780, y una marcada estabilidad hasta 1800.

Con los precios de los ocho bienes seleccionados y con las cantidades vendidas en el Oficio de cada producto considerado, se elaboró un índice de precios para los años cubiertos por las fuentes primarias. El resultado, ofrecido en el Gráfico 8. 3, no es una serie continua pero permite obtener una imagen estilizada de la evolución de los precios misioneros en la segunda mitad del siglo XVIII.

Gráfico 8. 3. Índice de precios misioneros y su tendencia lineal, 1760-1801. Base 100 = promedio de todo el período.

1772

1761

17811800

0,0

50,0

100,0

150,0

200,0

1759 1769 1779 1789 1799

Fuentes y comentarios: Columna 2 del Cuadro 16 del Anexo Estadístico.

Se observa aquí, igual que en los casos de Buenos Aires y Montevideo, que los primeros años de la década de 1760 registraron niveles de precios más altos que las siguientes, como si los diversos mercados agrarios rioplatenses hubieran experimentado en la mitad del siglo XVIII un escenario de inflación que se vería corregida dramáticamente a lo largo de la década de 1760. Así, la década de 1770 se inició con niveles de precios muy por

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debajo del promedio del período, mientras que la de 1780 registró niveles ligeramente por encima, y los años finales del siglo se sitúan en el nivel del promedio. Aunque la tendencia lineal que puede atribuirse a estos datos es muy precaria por la discontinuidad temporal de los datos, su formulación sugiere un comportamiento descendente en el conjunto del período muy similar al observado en los precios agrarios de Buenos Aires y Montevideo.

8. 5. 3. LA EVOLUCIÓN DEL PRODUCTO AGRARIO MISIONERO A TRAVÉS DEL INGRESO DE LAS EXPORTACIONES MISIONERAS

Como se explicó en el capítulo metodológico, la aproximación más factible a la evolución del producto agrario misionero resulta ser la sugerida por la evolución de las exportaciones misioneras. Pero también en este caso se plantea el enigma de la composición del producto agrario misionero, ahora entre el segmento que produce transables y el que produce para el autoconsumo. Al final del apartado se recogen algunas impresiones al respecto, surgidas del trabajo con estos datos, por ahora sólo puede intentarse conocer con cierta minuciosidad el recorrido del ingreso generado por sus exportaciones.

El valor de las exportaciones misioneras expresado en precios constantes puede conocerse corrigiendo la información del Gráfico 8.18 con el índice de precios de las exportaciones misioneras922. El gráfico 8.4 muestra el resultado obtenido tras esta operación.

Gráfico 8.4. Ingreso de las exportaciones misioneras a precios constantes (IEM), base 100= promedio del período 1760-1802

1767-1769

1788-1789

1797-1798

1801-1802

1760

1761

1782-1783

1772-1773

1763

0,0

50,0

100,0

150,0

200,0

250,0

1760

1762

1767-1

769

1770-1

771

1774-1

775

1778-1

779

1782-1

783

1786-1

787

1790-1

791

1794-1

796

1799-1

800

Fuentes y comentarios: Columna 3 del Cuadro 16 del Anexo Estadístico.

Con esta información puede afirmarse que el desempeño exportador misionero recorrió dos etapas muy marcadas durante el período de estudio: una primera fase de crecimiento, desde 1760 hasta por lo menos 1773 o quizás hasta algunos años más de esa década; y una segunda fase de decrecimiento desde 1780 hasta el final del siglo. Las tasas de crecimiento

922 No se presenta una estimación del índice de volumen físico de las exportaciones porque los libros de Entradas y Ventas del período 1785-1798 solo cubren 14 y 15 pueblos del total de 30. Así, esta documentación resulta muy útil para conocer los precios de los productos exportados en esos años pero no permite determinar el volumen total de las exportaciones misioneras.

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322

del IEM en el conjunto del período y de cada una de estas fases permiten reconocer, si no la magnitud del cambio, debido a que no es posible suavizar las fluctuaciones anuales, su signo.

Cuadro 8. 2. Tasa de crecimiento del ingreso de las exportaciones agrarias misioneras a precios constantes entre 1760-1801

Tasa acumulada (sobre promedio decenal de

la primera y de la última década del período)

1760-1801 -32.2

Tasa acumulativa anual

1760-1773 10,7

1782-1801 -8,4

Fuentes y comentarios: Calculadas sobre Columna 3 del Cuadro 16 del Anexo Estadístico.

Se trata de una trayectoria notoriamente decepcionante en el conjunto del período, donde la porción exportada el producto misionero disminuyó casi un tercio al cabo de todo el período. Este resultado global es el fruto de una especie de ciclo muy marcado: la economía misionera habría registrado un crecimiento explosivo en la primera década y media, para luego revertir su dirección, en un momento que no puede determinarse con precisión pero que habría sido entre 1773 y 1782, al entrar en una larga fase depresiva. Sin embargo, la demografía misionera actuaba en una dirección totalmente opuesta a las de Montevideo y Buenos Aires, ya que en esta sub-región se asiste a un virtual proceso de vaciamiento demográfico. Por lo tanto, la imagen negativa del desempeño de la economía agraria misionera en el período se ve levemente atenuada cuando se introduce la variable demográfica en el análisis. El Cuadro 8.3 presenta la información resultante.

Cuadro 8. 3. Tasas de crecimiento acumulada y por sub-períodos del ingreso de las exportaciones misioneras por habitante

Tasa acumulada (sobre promedio decenal de

la primera y de la última década del período)

1760-1801 -11.5

Tasa acumulativa anual

1760-1773 3.7

1782-1802 -22.2

Fuentes: Cuadro 16 del Anexo Estadístico.

Según esta información el ingreso absoluto de las exportaciones se habría reducido en casi un tercio durante todo el período, y en términos per cápita la riqueza exportada habría caído algo más del 10% al cabo del mismo. Parece una caída demasiado severa para reflejar el comportamiento general de la productividad de la economía misionera. En cambio, podría estar señalando un cambio en la composición de la producción misionera en detrimento de la producción transable y a favor del consumo doméstico, algo muy posible en las circunstancias institucionales de los pueblos después de 1780. En efecto, se confirma la existencia de una etapa inicial hasta por lo menos la mitad de la década de 1770, donde las exportaciones crecen muy rápido a pesar de la decadencia demográfica que ya está en marcha, y donde por lo tanto se obtienen resultados muy positivos. Sin

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323

embargo, a partir de los primeros años de 1780 ya es notorio un declive tal que el ingreso por habitante de las exportaciones misioneras se derrumba.

8. 5. 4. SÍNTESIS DEL CASO MISIONERO

En síntesis, la información obtenida, aunque indirecta y parcial, sugiere que:

El ingreso de las exportaciones misioneras habría experimentado en términos absolutos un crecimiento entre 1763 y 1773,

Desde los años de 1780 hasta el final del período, en cambio, tuvo un lugar un derrumbe dramático. Aunque no ha sido posible aplicarle a esta información las técnicas de análisis de series temporales, parece evidente que en los primeros años de 1780 un sendero de crecimiento iniciado hacia 1768 se vio cancelado.

La decadencia demográfica de los pueblos misioneros pone un telón de fondo singular a ambos procesos, acentuando el crecimiento inicial y atenuando la crisis. No obstante, la dinámica final de crecimiento y crisis resulta inocultable.

Los precios misioneros muestran un comportamiento tendencial similar a los de Buenos Aires y Montevideo, dando cabida a la hipótesis de unos mercados regionales integrados. Su papel en el declive misionero, además de los factores demográfico e institucional señalados por la historiografía, debe ser tenido en cuenta. Los principales productos misioneros exportados desde Buenos Aires al resto de la macro-región mostraron un descenso que sugiere cambios profundos en la dinámica económica dentro y fuera del espacio misionero.

8. 6. PANORAMA GENERAL DEL LITORAL RIOPLATENSE

Las diversas estimaciones presentadas en este capítulo permiten algunas conclusiones sobre el desempeño de las economías agrarias rioplatenses en la segunda mitad del siglo XVIII y hasta la coyuntura crítica de 1805-1806.

Antes de hacer una revisión crítica final de la evidencia presentada, es útil sintetizar los principales hechos que puso a la vista:

Medido en unidades de producto por habitante, el desempeño de la agropecuaria de Buenos Aires y Montevideo orientada esencialmente a la producción de cereales y carne para el consumo interno, fue insatisfactorio. No sólo no hubo crecimiento sino que hubo caídas importantes, tanto que son difíciles de hacer compatibles con el crecimiento demográfico y los precios aplanados que caracterizaron a ambas sub-regiones.

La trayectoria de agotamiento que mostró la producción exportable de la economía misionera en este trabajo ha sido coincidente con el saber establecido sobre la evolución de ese conglomerado. Ha podido identificarse mejor un proceso en dos etapas, con un primer aumento del ingreso exportador por habitante hasta 1780, y un prolongado derrumbe después. Pero no ha podido descartarse la hipótesis de que la producción para el autoconsumo aumentase su porción del producto total en el marco del descaecimiento institucional del conglomerado, y por lo tanto, de que la decadencia general de la economía misionera al final del período tuviera una expresión menos dramática que la que sugieren las cifras de las exportaciones por habitante.

Si a la producción de cereales y ganado de cría de Buenos Aires y Montevideo se le agrega la producción de cueros para exportación, con base en los ganados sin marcar, entonces se

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verifica un desempeño muy positivo en conjunto para la porción sur-atlántica del Litoral rioplatense. No ha resultado posible dentro de los límites de este trabajo, pero tampoco conveniente, separar una eventual producción de cueros montevideana de otra bonaerense y de una tercera misionera, porque como se vio en el capítulo anterior, el boom de la producción de cueros posterior a 1780 es hijo de la interacción de agentes y recursos de los tres paisajes.

La lectura conjunta de la información microeconómica y macroeconómica sobre los sistemas agrarios de Buenos Aires y Montevideo plantea algunos enigmas. Por un lado, estos sistemas parecen haber tenido en la trama parcelaria de chacras y estancias unas unidades productivas adecuadas para resolver las limitaciones de una dotación de factores sumamente asimétrica, donde la relación capital/trabajo era altísima, en unos escenarios de frontera móvil donde cuanto más hombres llegaban, más tierra y más ganado se incorporaba. Los precios del ganado de cría y de los cereales -tendientes a la baja en un contexto de prolongado crecimiento demográfico- sugieren una oferta elástica, como por otro lado es esperable en una economía de frontera abierta. La estabilidad estructural de esta economía campesina ha quedado notablemente mostrada en el análisis de las series temporales de Buenos Aires y Montevideo. Allí se confirmó que ni las tendencias de los precios, ni de los valores de la recaudación, ni del producto experimentaron rupturas durante el período, y por lo tanto, no han podido identificarse episodios dramáticos que modificaron su trayectoria histórica. Pero la información proveniente de las recaudaciones decimales de estas economías muestra un desempeño negativo, que no sólo no permite hablar de crecimiento sino que obligaría hablar de fracaso. La pregunta que debe recogerse es, en primer lugar si ha de creerse en el fracaso de estos sistemas agrarios mostrado por las fuentes decimales, y en segundo lugar cuáles habrían sido las razones y los mecanismos de ese fracaso.

En cambio, el fracaso del sistema agrario misionero después de 1780 no sólo surge de esta evidencia como un hecho más claro -porque aquí la caída del ingreso exportador se acompaña de un vaciamiento demográfico- sino que encuentra una explicación más inmediata en la profunda crisis institucional del conglomerado. Una crisis cuya expresión más rotunda no habría sido la corrupción de sus administradores sino la imposibilidad de hacer efectivos sus derechos de propiedad sobre tierras y ganados.

Por otro lado ha existido después de 1760 una economía del cuero novedosa y en cierto modo furibunda, cuyos agentes actuaban con una lógica de obtención del beneficio en un contexto altamente favorable al oportunismo y la depredación de los recursos; un sistema volcado enteramente a los mercados atlánticos en pleno desarrollo, y que hizo crecer el ingreso por habitante en unas tasas que quizás no convenga tomar literalmente, pero que no puede negarse que fueron francamente positivas. El período de este estudio no permite conocer más que las etapas iniciales de la conformación del más novedoso y reciente de los sistemas agrarios aquí estudiados, y no es posible ni parece conveniente imaginar que los rasgos fundacionales de este sistema serán los definitivos, máxime cuando a partir de 1810 el fin del orden colonial barrerá definitivamente con todas las correlaciones de fuerzas que se habían establecido en el marco del furor exportador finisecular. Por de pronto, los ganados cimarrones habían dejado de existir al cabo de las guerras de independencia, sea porque efectivamente habían sido extinguidos, sea porque cada vez eran más insostenibles las formas de propiedad no individual a medida que se entraba en el siglo XIX. Pero la producción de cuero tuvo larga vida en el Litoral rioplatense más próximo al atlántico y se hizo hegemónica, incluso del lado bonaerense, ya en 1830.

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CONCLUSIONES

1. LA TERRITORIALIDAD DE LOS PAISAJES DEL LITORAL

De acuerdo a los conceptos teóricos que han guiado este trabajo se ha comenzado el análisis de los paisajes estudiados analizando su dimensión territorial. En efecto, en este trabajo la territorialidad ofrece un marco ecosistémico y geográfico que no es trivial para la configuración ni para la historia de las economías agrarias estudiadas. Los tres paisajes que han sido objeto de este estudio nacieron y se desarrollaron adentro de uno de los ecosistemas de praderas más grandes del mundo, el de los pastizales del Río de la Plata, caracterizado por la presencia de un tapiz de pastos diversos sobre una extensión de 750.000 kilómetros cuadrados, regado por innumerables cursos de agua dulce sobre un suelo que presenta muy diferentes potencialidades para los cultivos. Así, no es extraño que la pradera y unos ganados silvestres hayan sido los recursos productivos comunes sobre los cuales se desarrollaron unas economías agrarias que tienen mucho en común y mucho de diferente. La geografía del Litoral, cuya nota central es, por un lado, la presencia del complejo hidrográfico del Río de la Plata con sus tres grandes ríos –el Paraguay, el Paraná, el Uruguay- con sus innumerables cuencas hidrográficas, y por el otro la presencia de la costa atlántica, definió la localización de los focos colonizadores europeos que fueron los principales centros de producción y consumo de esta historia. En efecto, los grandes ríos y la costa marítima actuaron como fijadores de población y definieron emplazamientos de producción y consumo que luego influyeron en la creación posterior de nuevos emplazamientos, así como en la definición de los circuitos de intercambio entre todos ellos.

Pero la definición del territorio es una cuestión eminentemente institucional, en tanto depende de la capacidad de los agentes de establecer derechos de propiedad sobre el mismo y hacerlos efectivos, y en tal sentido, los casos estudiados registraron cambios en el tiempo. En efecto, la nota central de los territorios de los paisajes estudiados deriva de su inserción en un proceso de ocupación europea del espacio que todavía estaba en marcha cuando ocurrió la crisis de las coronas ibéricas en 1808. Así, la territorialidad de los paisajes agrarios del Litoral se caracterizó por la existencia de dos fronteras inestables: la que separaba a los colonos europeos de los pueblos nativos que resistían el avance, y la que separaba los frentes colonizadores castellano y portugués sobre las llanuras rioplatenses. Los derechos de propiedad sobre los recursos naturales sólo se hacían efectivos, en primer lugar, si se lograba repeler a las poblaciones americanas más allá de un cierto linde, y en segundo lugar, si se podía contener el avance del frente colonizador rival. Los tres paisajes experimentaron esta doble circunstancia.

El paisaje agrario bonaerense se construyó en la eco-región pampa en el siglo XVII sobre una primera y estrecha franja de tierra contra la costa rioplatense y la desembocadura del Paraná; eso era todo lo que sus habitantes podían proteger de los ataques indígenas rumbo el Oeste hasta 1780, cuando se ocuparon las tierras algo más al sur hasta el río Salado. El fin del período colonial halló todavía allí una frontera con “los indios” que, por cierto, era extraordinariamente activa en intercambios. Pero en dirección al Este, cruzando la desembocadura del Paraná y sobre la orilla norte del Río de la Plata, los habitantes de

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Buenos Aires tenían una especie de segunda campaña en la eco-región “campos”, adonde acudían a buscar grasa, leña y eventualmente algunos cueros en la primera mitad del siglo XVIII. La accesibilidad a esos territorios había empezado a ser afirmada a comienzos de ese siglo mediante la fundación de “reducciones” donde la población indígena era recogida y en cierta forma mantenida bajo control del sistema colonial. En la historia de la relación de una y otra campañas bonaerenses parece haber sido fundamental el hecho de que los portugueses levantaron una fortaleza militar casi a las puertas de Buenos Aires en 1680, en la orilla norte del Río. El episodio ejemplifica hasta que punto era real la amenaza de no poder ejercer derechos de propiedad que formalmente estaban concedidos -en este caso, el derecho del cabildo de Buenos Aires a explotar el ganado salvaje y los bosques de aquellos territorios- por un avance del frente colonizador rival, ya que ahora no se trataba de americanos sino de europeos. La fundación de Montevideo, resultado del interés por mantener alejados a los portugueses de la orilla norte del Plata, delimitó un nuevo territorio concedido a sus vecinos, y sobre cuyos recursos quedaron excluidos tanto los agentes bonaerenses como otros que pudieran aparecer. Hay indicios de que a partir de 1780, cuando las recaudaciones decimales de las villas de Víboras, Rosario, Santo Domingo, Gualeguay, Gualeguaychú y Arroyo de la China son incorporadas a la cabecera bonaerense, aquella segunda campaña de Buenos Aires experimentaba un proceso de crecimiento demográfico y densificación económica, pero aún debe estudiarse mejor la relación entre ambas campañas bonaerenses en ese momento, así como entre éstas y la campaña montevideana. Así, en una agenda de investigación para el futuro debería indagarse sobre la participación de los agentes bonaerenses en la aparente consolidación económica y demográfica de las áreas después de 1780 y si la mayor actividad económica de estas nuevas áreas en el último tramo del siglo XVIII significó un debilitamiento de los lazos con Buenos Aires o simplemente una reformulación de los mismos.

La fundación de Montevideo fue una manera de afirmar el dominio español frente al avance portugués sobre la orilla norte del Plata. El territorio que legalmente debía ser la campaña montevideana sólo pudo empezar a ser ocupado de manera estable después de 1760, cuando se logró afirmar una guardia fronteriza más o menos segura en el arroyo Pintado, que resguardaría a los montevideanos de los repetidos ataques minuanos. Los montevideanos se mostraron a partir de entonces eficaces para hacer efectivos sus derechos de propiedad adentro del recinto jurisdiccional y una década después empezaron a desbordarlo. El avance de los “hacendados montevideanos” sobre las tierras y los ganados extra-jurisdiccionales constituye un caso singular de construcción de territorio en base a unos derechos de propiedad que eran casi una ficción. Ni las “denuncias” daban derechos sobre la tierra realenga ni los intempestivos alegatos sobre ganados “alzados” equivalían a una marca de hierro; los hacendados montevideanos se apropiaron de los recursos de otros agentes del mundo colonial como todos ellos se habían apropiado antes de unos recursos que los pueblos nativos consideraban propios. El proceso empezó rápido pero no tuvo un trámite acelerado. Las autoridades de los pueblos misioneros, los cabildos de las villas afectadas y las estructuras del gobierno central opusieron resistencia. La imposibilidad legal de concretar la transferencia de tierras realengas a manos privadas entre 1785 y 1805 evidencia un empate político de más de dos décadas y el estallido de la revolución, sólo cinco años después, dislocó los espacios de poder constituidos, a la vez que puso en escena al ejército portugués como gran competidor en la apropiación de tierras y ganados al norte del Río Negro. De modo que una agenda futura de investigación debería indagar sobre la continuidad o discontinuidad de los agentes que habían iniciado el avance, y del avance mismo, después de 1810.

El territorio del paisaje pastoril misionero se definió mediante un proceso expansivo iniciado desde el pueblo de Yapeyú en 1650 sobre la orilla derecha del río Uruguay, en el cual fue preciso enfrentar, pactar o derrotar a otros grupos nativos. Pero cien años

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después controlaba una inmensa zona hasta donde empezaba el frente colonizador portugués en el “continente de Rio Grande”. Entre 1750 y 1780 el territorio se amplió un poco más hacia el Sur, pero al llegar al río Yí chocó con el avance montevideano y empezó un largo proceso de repliegue territorial. Desde 1780 hasta el final del período el territorio pastoril misionero sufrió el avance de montevideanos, portugueses y bonaerenses que se valieron de diversos recursos para ocupar y utilizar la tierra y los ganados misioneros. El conflicto con los montevideanos por los derechos a los ganados del área entre los ríos Yí y Negro desde 1782 es un indicio del proceso. La formación de un incipiente mercado de tierras donde agentes “españoles” arriendan parcelas de la antigua estancia de Yapeyú después de 1790 es otro. La ocupación militar portuguesa sobre los siete pueblos del Alto Uruguay en 1801 es un tercero. Las guerras de independencia aceleraron el proceso. El espacio administrativo y económico de las antiguas misiones jesuitas no sobrevivió al ciclo revolucionario como un todo, y los componentes ganadero, agrícola-manufacturero y forestal del que fuera en 1750 el complejo productivo y demográfico más potente del Litoral, hacia 1850 estaban separados y desmembrados en las distintas formaciones estatales que por entonces asomaban en el Cono Sur. En la historia de la retracción del territorio misionero jugó sin dudas un papel clave el boom exportador de cueros posterior a 1780, pero también la debilidad real de los agentes misioneros para controlar y explotar sus recursos, una debilidad que hundía sus raíces posiblemente en las guerras guaraníticas de 1750 y que había ido aumentando lentamente después de la expulsión de los jesuitas en 1768.

En síntesis, la territorialidad de estos paisajes americanos no significó fijeza ni rigidez, ya que su historia transcurría en una situación de frontera abierta, y en cierto modo, es un capítulo más en la larga historia del cierre de la frontera agrícola rioplatense, un proceso que recién vendría a completarse entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX.

2. MORFOLOGÍAS CON Y SIN PARCELARIO

Ha sido posible identificar dos morfologías en el conjunto de paisajes estudiados. En Buenos Aires y Montevideo rigió un parcelario de chacras y estancias, mientras que en el paisaje pastoril misionero tuvo lugar un ordenamiento territorial ligeramente parecido a los sistemas de campos abiertos, jalonado por la presencia de “puestos” de estancia, puertos y postas que se unían mediante un sistema de caminos. También en este aspecto los diferentes derechos de propiedad sobre los recursos jugaron su papel, ya que el primer tipo morfológico se asocia naturalmente a la propiedad individual, mientras que el segundo es compatible con derechos comunales de propiedad.

El parcelario de chacras y estancias, donde las parcelas difieren en extensión según su destino principalmente agrícola o ganadero, traduce una intuición correcta sobre las diferentes intensidades factoriales de los sistemas agrarios posibles en las condiciones ecológicas y técnicas del caso. La cría ganadera sin estabulación requiere, por unidad de output, mayores dosis de tierra - incluyendo el acceso a las aguadas-que de trabajo, mientras que en la agricultura de cultivos se verifica la situación inversa. La disposición normativa que dio a cada uno de los vecinos fundadores de Buenos Aires y Montevideo acceso a ambas parcelas expresa la voluntad política de poner el desarrollo de ambas actividades en unos mismos agentes, y en ese sentido, una cierta intención de optimizar el uso de los recursos tierra y trabajo. El parcelario de chacras y estancias constituyó sin ninguna duda el rasgo más característico, y posiblemente el más perdurable, de las campañas de Buenos Aires y Montevideo, pero contribuyó a inducir en los análisis históricos tradicionales la noción de unos sistemas agrarios duales, donde agricultura de cultivos y pastoreo eran actividades que se daban la espalda, y hasta competían por el uso del suelo. Se trata de una imagen que aunque captura algunos elementos reales es

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esencialmente errónea, como se ha visto en el apartado que trata de los sistemas agrarios. En el mismo sentido, las historiografías tradicionales tendieron a reconocer en el parcelario de chacras y estancias una morfología de latifundio/minifundio, y a traspasarle a esta morfología las mismas críticas que en la mitad del siglo XX se hacían sobre la estructura de la propiedad territorial predominante en América Latina, esto es, han creído reconocer fuertes niveles de concentración de la tierra y conflictos sociales en torno a este asunto. En este trabajo no se ha abordado la cuestión de la desigualdad en los paisajes del Litoral rioplatense por obvias razones de tiempo y espacio, pero la evidencia recogida habilita a proyectar investigaciones futuras sobre el tema. Entretanto, no es evidente que la tierra escaseara ni siquiera en aquellos paisajes que como el de Montevideo, vio crecer su población total de manera muy acelerada, y en cambio es visible una crisis de un sistema de derechos de propiedad muy de Antiguo Régimen, que hasta el auge del cuero había funcionado de manera eficiente.

La morfología del paisaje pastoril misionero sólo recientemente ha sido comprendida. Durante mucho tiempo la mirada de los estudiosos sobre los territorios comprendidos entre el río Ibicuy y el Río Negro sobre ambos márgenes del río Uruguay, ha tendido a no ver más que la ausencia de centros poblados, y por lo tanto, de unidades productivas reconocibles. Se trata de una perspectiva profundamente montevideana o bonaerense en su matriz visual: en ella subyace la noción de que si no hay propiedad individual de la tierra, o sea chacras y estancias, tampoco hay una actividad económica firme y reconocible. Ahora que los estudios de los últimos 20 años han permitido tener otra visión sobre la morfología pastoril misionera es posible entenderla teniendo en cuenta que nació al servicio de un sistema ganadero basado en la propiedad comunal y orientado a abastecer de carne a uno de los mayores mercados internos de la región. En efecto, el paisaje pastoril misionero se organizó en estancias, puestos de estancia, puertos y postas. El vocablo “estancia” denomina a aquí a un inmenso espacio de pradera, capaz de contener centenas de miles de animales, cursado por innumerables ríos y arroyos y sólo delimitado por grandes marcadores geográficos, que estaba bajo propiedad de un pueblo. Adentro de esta gran “estancia” funcionaban diversos emplazamientos denominados “puestos”, donde se concentraba o bien una actividad ganadera concreta – como pudo ser la producción de mulas o de ovinos-, o bien una fase de la producción ganadera de carne. La localización de los puestos era determinada por las condiciones geográficas y ecológicas que ofrecían los diferentes espacios adentro de la gran “estancia”. Como ya se dijo, se trata de una forma de organización de la producción ganadera que ya estaba presente en las haciendas ganaderas de la Compañía de Jesús y que se verá confirmada en la organización de estancia rioplatense “moderna” de fines del siglo XIX, es decir en las unidades productivas de propiedad individual. Toda la evidencia, incluyendo la arqueológica, que existe sobre estos puestos pone de relieve que al menos durante la administración jesuita eran emplazamientos de relativa complejidad, habitados por familias de indios “estancieros” que cumplían turnos al cuidado de la actividad ganadera comunal, mientras cultivaban algún grano para su subsistencia y elaboraban las tejas para sus chozas. Finalmente, las postas y los puertos facilitaban la circulación adentro del espacio pastoril misionero, y la comunicación tanto con los pueblos, como con los puertos de Buenos Aires y Montevideo. El ordenamiento territorial resultante permite percibir la matriz fuertemente mercado-internista del paisaje pastoril misionero, cuya morfología fue en cierta forma diseñada para unir distintas localizaciones productivas ganaderas con los pueblos misioneros y con Buenos Aires, desde donde una porción de la producción misionera sería distribuida a los mercados internos más alejados. Una futura agenda de investigación deberá profundizar en los cambios que experimentó esta morfología original en el marco del furor de la producción de cueros posterior a 1780 y del avance del frente colonizador portugués posterior a 1778. En este sentido, la hipótesis razonable es que la morfología misionera original se habría visto perturbada por la penetración de agentes no-misioneros en el

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territorio, dando lugar, quizás a fenómenos de desorganización de antiguos puestos y de formación de nuevas postas, ya que en las últimas décadas del siglo se ha hecho visible la formación de nuevos circuitos de orientación norteña, que vinculaban la producción ganadera misionera con Rio Pardo y/o Viamao.

Los dos tipos morfológicos se asocian, a la vez que perpetúan, modalidades diferentes de implantación de la población. El parcelario de chacras y estancias nació asociado a la fundación de ciudades; en cambio la gran “estancia misionera” apenas permitió la formación de asentamientos inestables, eventualmente móviles, de grupos de familias en número muy modesto.

4. UNOS SISTEMAS AGRARIOS MESTIZOS, COMPLEJOS Y ORIGINALES

Los sistemas agrarios que se desarrollaron en los paisajes de este estudio ofrecen una enorme riqueza a pesar de su aparente monotonía. Bajo la superficie común de las producciones de carne, cuero, cereales, legumbres y frutas subyacen tres microeconomías: a) la de las unidades productivas familiares, basada en derechos de propiedad individual y mano de obra familiar; (b) la de los pueblos misioneros, basada en la propiedad y el trabajo comunales; (c) la de los empresarios de la nueva economía del cuero, basada en la propiedad individual y el trabajo asalariado. Ninguno de estos tipos, naturalmente, era puro: las unidades familiares eventualmente poseían esclavos, posiblemente empleaban trabajo asalariado, y seguramente apelaban a relaciones de reciprocidad para complementar las dosis de trabajo familiar en algunos momentos del ciclo productivo. Los pueblos misioneros, por su parte, cuando se lanzaron a la producción masiva de cueros no pudieron basarse en el trabajo comunal y debieron recurrir a formas originales de contratación de trabajo asalariado: allí donde la demografía jugó a favor, fallaron las instituciones. Los empresarios de la economía del cuero, cuyos derechos sobre los ganados y las tierras denunciadas eran, como ya se dijo, más virtuales que reales, usaron más trabajo libre que esclavo y las formas de contratación de sus vaquerías muestran salarios altos y personal especializado. Sobre el suceso relativo de cada una de estas economías agrarias se habla en el apartado de desempeño. Por el momento, es necesario resumir algunos datos esenciales de sus producciones y sus mercados.

COMPOSICIÓN DE LA PRODUCCIÓN

La composición de la producción de los sistemas agrarios de estos paisajes incluye el cultivo de granos y otros vegetales, la cría de animales y la caza de piezas de ganado mayor no domesticado.

La agricultura de cereales de las campañas de Buenos Aires y Montevideo parece haber tenido un amplio desarrollo, el suficiente para alimentar dos contingentes poblacionales que crecieron aceleradamente durante toda la segunda mitad del siglo, como lo sugieren unas curvas de precios del trigo que entre 1756-1804 no presentaron tendencias alcistas. Sus niveles tecnológicos parecen haber estado dentro de las posibilidades del horizonte tecnológico vigente, y no se han hallado indicios de cambios a lo largo del período. La producción vegetal en general era una combinación de especies americanas y europeas, como parecen haber sido mestizas también las técnicas de laboreo, cosecha y almacenamiento. Por debajo de estos rasgos comunes, la agricultura de cereales se desarrolló a mayor escala en la campaña de Buenos Aires que en la de Montevideo y posiblemente ofreció mayores oportunidades de beneficios en aquella que en ésta, por razones bastante evidentes, como se verá más adelante. Los estudios sobre Buenos Aires ya habían mostrado la diversidad de la producción vegetal de su campaña en el período, y

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en este trabajo se ha visto que la campaña de Montevideo ofrecía una canasta amplia y diversificada de vegetales, donde la producción de frutas ocupaba un lugar destacado.

La producción ganadera de estos paisajes rioplatenses constituye sin dudas su rasgo más original, y de hecho llamó la atención de los observadores de todo tiempo y lugar. Sin embargo, siempre ha resultado difícil comprender la complejidad intrínseca de unos sistemas ganaderos donde convivían la cría de animales domésticos con la explotación de animales silvestres de la misma especie. La historiografía tradicional tendió a ordenar estas realidades, aparentemente excluyentes la una de la otra, en una secuencia evolutiva donde la explotación de ganados cimarrones señalaba las etapas más primitivas y la cría-engorde bajo control humano indicaba las más avanzadas. Este trabajo ha mostrado que, tomando los tres paisajes en conjunto, es posible decir que durante todo el período y aún al cabo del mismo, la ganadería de cría sólo se había separado completamente de la explotación de animales silvestres en la campaña pampeana de Buenos Aires, conformada por los seis partidos más cercanos a la ciudad. En efecto, a juzgar por el copioso caudal de conocimiento acumulado sobre aquellos partidos, en la segunda mitad del siglo XVIII la cría de ganados estaba del todo autonomizada de la presencia de stocks cimarrones que abundaban en los “campos” del otro lado del Río de la Plata y de la desembocadura del Paraná. Pero no pasaba lo mismo en los paisajes montevideano y pastoril misionero.

En el primero, las fuentes mostraron que los ganados cimarrones no sólo fueron la base para la formación de planteles de animales mansos para poblar las estancias recién repartidas -un proceso que en la década de 1760 todavía estaba en curso- sino que la ganadería de cría de la jurisdicción montevideana al menos hasta 1780 recurría de manera intermitente a las reservas de cimarrones para reponer inventarios. Paradojalmente, esto no ocurría porque la capacidad reproductiva de los planteles mansos fuera insuficiente para atender la demanda final de carne, sino porque en contextos de sobre-oferta los procreos se dejaban sin marcar y sin amansar. De este modo, parecería que la cría ganadera de la campaña montevideana se movía entre períodos de sobreoferta y períodos de escasez que repercutían en el stock cimarrón: en situaciones de exceso de oferta de animales mansos el stock cimarrón aumentaba, y a la inversa, disminuía en situaciones de insuficiencia de mansos. Se trata, por lo tanto, de una ganadería de cría peculiar, que cuenta con la reserva de cimarrones para resolver sus desequilibrios de corto plazo. Aunque es posible que después de la apertura del primer saladero se hayan creado mejores condiciones para estabilizar la tasa de inversión en la ganadería de cría montevideana, la investigación futura deberá mostrar la dinámica espacial y temporal del proceso, ya que hasta ahora no se conocen suficientemente los circuitos que abastecían a los saladeros ni la continuidad/firmeza de su demanda entre 1784, cuando se fundó el primero de ellos, y el fin del período.

En el paisaje pastoril misionero, por otro lado, el sistema ganadero de producción de carnes se abastecía explícitamente de unas reservas de cimarrones que los pueblos reportaban en sus inventarios como propios todavía bastante después de la expulsión de los jesuitas. La evidencia disponible sugiere que la producción de carne vacuna para el abasto a los pueblos se apoyaba simultáneamente en el amanse y engorde de animales silvestres, y la reproducción de animales mansos, con lo cual sólo parcialmente se hacía una ganadería vacuna de cría. Tal singularidad podría explicarse porque para abastecer el consumo misionero de carne durante el período en estudio, según la estimación del Capítulo 6, hubiera sido necesario mantener un rodeo manso del orden de las 600.000 cabezas en su cota mínima, a 1.300.000 cabezas en su cota máxima. Aunque los coeficientes técnicos de la ganadería de cría es un asunto que merece posterior investigación, la escasa información disponible sugiere que tales cifras de rodeo manso hubieran requerido una dotación de trabajo que ni siquiera estos pueblos podían proporcionar. Adicionalmente, la accesibilidad que durante la mitad del siglo XVIII los

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pueblos misioneros tuvieron a la reserva animal de la Vaquería del Mar y luego a los contingentes de vacunos silvestres que ambulaban dentro de sus extensas “estancias”, hace muy explicable la peculiar combinación de amanse-engorde de cimarrones con cría de mansos en el sistema ganadero misionero.

Finalmente, y quizás se trate del hecho que más deba marcarse a pesar de ser muy conocido, el notable aumento de la producción de cueros que tuvo lugar en uno y otro paisaje en las décadas finales del período se basó en la disponibilidad de cimarrones, disponibilidad que, por cierto, debe haber tendido a la baja conforme se acentuaba su explotación pero no había llegado a cero al final del período. Así, después de 1780 tanto en el paisaje montevideano como en el pastoril misionero eran visibles dos tipos de práctica ganadera de las cuales, lejos de estar en retirada, la caza del ganado silvestre para obtener las pieles y, eventualmente la grasa, experimentaba un verdadero apogeo. La historiografía tradicional minimizó, y en algunos casos desestimó, la naturaleza productiva de una actividad que asociaba con prácticas económicas de tipo prehistórico, debido a su condición depredadora de los recursos animales. El antropólogo Tim Ingold, estudioso de las sociedades ganaderas, afirmó que entre los pueblos cazadores la caza es una forma de depredación comparable a la que ejercen los predadores no humanos, sólo que tocada por un conjunto de rasgos diferenciales, de los cuales uno de los más salientes consiste en que, como los humanos no están en contacto permanente con su presa sino que deben salir a su encuentro, cuando lo hacen tratan de satisfacer no sólo sus necesidades inmediatas sino de acopiarse para satisfacer necesidades futuras. Así por ejemplo, la caza de renos entre los pueblos de las estepas árticas y subárticas tiene un carácter oportunista que no les permite a sus practicantes ser selectivos: durante las expediciones se caza cuanto se pueda, incluidas hembras y especímenes de corta edad; incluso constató que cuando el objeto es la piel de los animales se deja la carne sin aprovechar, dando lugar a la formación de un nicho ecológico apto para el desarrollo de especies de perros carroñeros, igual que en las praderas rioplatenses de este estudio. Estas prácticas no necesariamente conducen a un desequilibrio entre las reservas de animales silvestres y el consumo; por el contrario, los pueblos cazadores suelen encontrar la forma de preservarlo para no poner en riesgo una fuente, a menudo principal, de recursos. En este sentido, Ingold sostiene que la diferencia sustancial entre las sociedades de cazadores y las de pastores concierne a los derechos de propiedad, más que al hecho de que los animales estén o no domesticados: ambos tipos de sociedad conocen la domesticación de animales, pero mientras que las sociedades pastoras reconocen derechos de propiedad sobre los animales vivos, las sociedades cazadoras lo hacen sobre los animales muertos. El cambio de un modo a otro de explotación ganadera no tiene lugar porque aparezca o se copien unos métodos de domesticación hasta entonces desconocidos, sino por cambios en las condiciones económico-sociales y medioambientales que valorizan unos u otros923. Desde este ángulo, los sistemas ganaderos rioplatenses son un ejemplo palmario de convivencia de prácticas cazadoras, arreadoras y pastoras sobre una misma especie animal, que pueden explicarse por la disponibilidad de recursos naturales y mercados suficientes para todas ellas durante buena parte del período.

Este trabajo mostró que la producción de cueros de los ganados cimarrones se convirtió en una actividad económica de primera importancia después de 1770, en torno a la cual giraban capitales de porte y tasas de beneficio que podían alcanzar un porcentaje muy alto del capital invertido. También mostró que las “vaquerías de corambre” eran una forma de

923 Tim Ingold, "Reindeer Economies: And the Origins of Pastoralism," Anthropology Today 2, no. 4 (1986). El autor presentó con abundamiento estos argumentos en: Tim Ingold, Hunters, Pastoralists and Ranchers. Reindeer Economies and Their Transformations (Cambridge University Press, 1980).

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organización de la producción de cueros vacunos caracterizada por la presencia de trabajo altamente especializado y remunerado. La condición depredadora de la actividad seguramente no deba concebirse como intrínseca, sino como un resultado de las condiciones concretas en que se practicó. En este sentido, Julia Sarreal afirmó que el agotamiento de las reservas cimarronas de los pueblos misioneros constituyó un caso de “tragedia de los comunes”, donde unos derechos comunales de propiedad fueron ineficaces para evitar la destrucción del stock animal924. En esa misma dirección, puede decirse que hubo vaquerías de corambre porque hubo animales silvestres y mercados de cueros; lo que determinó el agotamiento del stock no fue la práctica de matar a los vacunos salvajes para tomarles la piel, sino la conjunción de un sistema mixto de derechos de propiedad con una coyuntura comercial singular. En efecto, los derechos comunales convivían con los derechos individuales y reales; mientras el estado del comercio atlántico no alentaba la formación de un mercado atractivo para los cueros, no hubo mayores dificultades en reconocer los derechos de los pueblos misioneros incluso sobre los animales cimarrones vivos, pero cuando la coyuntura comercial se hizo favorable a las exportaciones de cueros, los agentes rivales cuestionaron hasta su derecho sobre los animales muertos.

La producción cerealera y la ganadería de cría tal como ambas se practicaban en Buenos Aires y Montevideo eran actividades compatibles y complementarias; no obstante, es evidente cierta tendencia a la especialización según la localización de las actividades productivas. En efecto, quienes estudiaron la campaña de los seis partidos de Buenos Aires identificaron procesos de especialización productiva con efectos de localización en un modelo del tipo vön-Thunen. La evidencia sobre Montevideo sugiere que los ganados se distribuían de manera generalizada por todos los parajes de la campaña montevideana mientras que el trigo tendía a concentrarse en algunos parajes al norte y noroeste de la jurisdicción. En cualquier caso, para el caso montevideano ha quedado claro que el avance de la ganadería montevideana de cueros se dio fundamentalmente sobre las tierras y los ganados de fuera del espacio jurisdiccional.

La historia de los diferentes rubros productivos, tanto agrícolas como ganaderos, no se ordenó en una secuencia progresiva de etapas tecnológicas, sino que respondió al desarrollo y comportamiento de los mercados.

LOS MERCADOS DE LA PRODUCCIÓN AGRARIA

Los mercados cerealeros de Buenos Aires y Montevideo, según puede deducirse de las respectivas curvas de precio del trigo y de las fuentes cualitativas, parecen haber padecido algunos males típicos de los mercados de las economías orgánicas y se comportaron básicamente como mercados cerrados. Así, son visibles las fluctuaciones bruscas del precio como resultado de las diferentes coyunturas climáticas, agravadas por una estructura oligopsónica, por la insuficiencia de almacenes comunales y por la trabas al comercio. Las trabas para el intercambio más allá del recinto jurisdiccional no eran del todo infranqueables: la tecnología del transporte terrestre o marítimo de la época podía cubrir una distancia que entre ambas ciudades portuarias es de cerca de 300 kilómetros y las autoridades admitían e incluso dirigían el comercio de trigo entre jurisdicciones en coyunturas críticas. Pero se trataba de operaciones esporádicas, acotadas a la iniciativa oficial y que al parecer no constituían un flujo continuo. Por debajo de estos rasgos comunes, los mercados de Buenos Aires y Montevideo presentaban una diferencia crucial

924 Sarreal, "Globalization and the Guarani: From Missions to Modernization in the Eighteenth Century". Pág. 222-223.

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de tamaño, que naturalmente era mayor allí donde mayor era la población, y consecuentemente, de niveles de organización. La cuestión sigue estando mejor estudiada para Buenos Aires que para Montevideo, pero al menos ahora puede decirse que hubo un marcado contraste entre el nivel de organización que presentaban los mercados de la harina y del pan en la capital provincial/virreinal según los ha descrito Garavaglia en sus trabajos citados, y el escaso desarrollo de sus similares de Montevideo, donde unos pocos tahoneros que también eran panaderos controlaban el único segmento aparentemente activo del mercado, como era el del abasto a las tropas y la Armada. Una agenda futura de investigación deberá profundizar en el estudio del consumo de pan y harina por parte de los hogares montevideanos, ya que no ha sido posible todavía presentar estimaciones al respecto, ni calcular un dato tan importante como es el peso de cualquiera de esos dos rubros fundamentales en la cesta de consumo de las economías orgánicas. Asimismo, debería estudiarse con mayor profundidad la hipótesis de que a pesar de las trabas para el intercambio existiera cierta integración entre ambos mercados, ya que como se vio en el Capítulo 8, todos los precios agrarios de Buenos Aires y Montevideo presentan comportamientos similares y por lo tanto queda sugerida la posibilidad de que actuaran mecanismos de integración de los mercados diferentes de los que resultan del intercambio directo entre ambos. Enrique Llopis y Sonia Sotoca argumentaron que los mercados de cereales españoles del período anterior a la liberalización comercial de 1765 mostraban cierto grado de integración porque operaban mecanismos de arbitraje espacial entre localidades no muy distantes entre sí, y sería interesante poner a prueba una hipótesis similar para el caso de los mercados de Buenos Aires y Montevideo925.

La ganadería de cría, al igual que la producción triguera, enfrentó perspectivas diferentes en cada uno de estos paisajes según el juego que se daba entre el tamaño de sus respectivos mercados de carne y las instituciones para la provisión del trabajo.

El singular sistema misionero de producción de carne vacuna abasteció una demanda gigantesca en términos comparados al conjunto de la región. Si se aceptan las estimaciones del Capítulo 5 sobre el tamaño de las poblaciones de los tres paisajes, la población de los pueblos misioneros cuadruplicaba las de Buenos Aires y Montevideo sumadas en 1760, y todavía en 1778 era una vez y media la de ambas ciudades portuarias. Para colmo, según los estudios de caso que se reseñaron en el Capítulo 6 sobre el consumo de los pueblos misioneros, la cantidad de carne vacuna consumida por habitante aumentó desde la década de 1770 en adelante, con lo cual cabe suponer que la caída demográfica pesó menos que proporcionalmente en el consumo total de ese alimento. La evidencia presentada aquí sugiere que, tal como lo han señalado otros trabajos y a pesar de la disminución del tamaño de la población, la demanda misionera de carne de res superó a la oferta a partir de 1770, un desequilibrio que se expresó en la creciente dependencia de las importaciones de ganados correntinos a partir de 1770. Este desequilibrio corrió en paralelo con la intensificación de la producción de cueros en las estancias misioneras y posiblemente ambos fenómenos se retroalimentaron, pero posteriores investigaciones deberán explicar las insuficiencias del sistema misionero de producción de carnes que lo hicieron entrar en crisis cuando el sistema de vaquerías de corambre apenas estaba empezando a configurarse. Una hipótesis inevitable sugiere preguntarse si los delicados mecanismos de control de la mano de obra “estanciera” que durante el período jesuita hacían posible su singular sistema de producción de carne vacuna pudieron ser mantenidos en el gobierno civil de los pueblos. Prácticamente todos los informes oficiales

925 Enrique Llopis y Sonia Sotoca, "Antes, bastante antes: La primera fase de la integración del mercado español de trigo, 1725/26 - 1807/1808," en Segundo Congreso de Historia Económica (Mexico: Asociacion Mexicana de Historia Económica, 2004).

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que prepararon el terreno a la abolición del sistema misionero comunal que finalmente se iniciara por una disposición real de 1805 abonan esta sospecha. Según ellos, la crisis de la economía misionera era el resultado de unas formas comunales de producción y reparto que desincentivaban la productividad, de ahí su convicción de que tales formas debían ser abolidas. Al margen del componente ideológico de unos informantes cuya retórica ilustrada remite reiteradamente a la noción de “obstáculos al progreso”, la posibilidad de una crisis de los dispositivos institucionales del tupambaé misionero en el nuevo contexto de la administración civil es muy razonable. Por eso, como se ha dicho arriba, en el caso de la ganadería misionera de carne la restricción para su desarrollo no ha de buscarse en su declinante demografía, sino en la crisis de sus instituciones para movilizar la mano de obra misionera.

Los mercados de carne vacuna de Montevideo y Buenos Aires no podían ser más diferentes. El mayor tamaño de la población bonaerense explica los mayores niveles de organización de un mercado de carnes que, después de la crisis de la producción de mulas de la década de 1780, era el principal destino de la oferta ganadera de los seis partidos de la campaña más próxima a la ciudad. En consecuencia, en aquella campaña de Buenos Aires podía existir una ganadería de cría propiamente tal, donde la “vaca de cría” -es decir el bien de capital por excelencia en un sistema donde el output es un retoño- no extrañamente era la categoría animal en torno a la cual pivotaba el sistema de precios ganaderos y donde el novillo gordo -el bien final del sistema de cría- encontraba un mercado formal fluido. Por otro lado, la evidencia presentada en este trabajo mostró un mercado montevideano de carnes con dos segmentos, uno de consumo privado y otro de consumo público, caracterizados el primero por su pequeñez, así como por su enorme dificultad para formalizarse, y el segundo por su fuerte concentración. Según las estimaciones tentativas que se han presentado en este trabajo, si los montevideanos hubieran sido tan carnívoros como sus primos de Buenos Aires, es decir, asumiendo unos niveles muy altos de consumo por habitante, el rodeo bovino de cría de la jurisdicción de Montevideo no podría haber superado los 70.000 animales en la misma fecha sin caer en un exceso de oferta.

Por último, los mercados de la ganadería del cuero, aunque en último término dependían de los vaivenes de una demanda europea todavía muy poco estudiada, vieron aumentados sus tamaños por dos procesos paralelos de apertura comercial que tuvieron lugar después de 1778: el proceso formal de apertura disparado por las medidas de ese año y prolongado por las posteriores ampliaciones legales, y el proceso informal de apertura comercial que representó el incremento vigoroso del contrabando con territorios portugueses después del Tratado de San Ildefonso. La expansión de la producción de cueros, que había comenzado ya en la década de 1760 a mostrar otra escala, cobró proporciones muy significativas durante las décadas posteriores y aunque mostró fluctuaciones según los vaivenes del tráfico de ultramar, mantuvo esa pauta expansiva hasta el final del periodo. De todos modos, se trata de un proceso del cual apenas se han podido mostrar sus rasgos esenciales. Una investigación futura debería hilar más fino sobre la estructura tanto de la oferta como de la demanda de un mercado singular, que sin embargo, fue expresión de la vigorosa inserción del Río de la Plata en unos mercados mundiales en formación. En particular, es relevante conocer el tránsito que recorrió este mercado entre los años conflictivos de las guerras de independencia y la eclosión del modelo agroexportador hacia 1870.

5. DESEMPEÑO

Esta investigación asumió tres estrategias diferentes para aproximarse el desempeño global de la economía agraria del Litoral rioplatense: una para las economías campesinas

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de las campañas de Buenos Aires y Montevideo, otra para la nueva economía del cuero y una tercera para la de los pueblos misioneros.

Los resultados obtenidos pueden considerarse de dos tipos: metodológicos y de contenido sustantivo.

En relación con las economías campesinas de Buenos Aires y Montevideo, el trabajo se propuso avanzar en una línea de investigación con fuentes decimales que tenía importantes antecedentes europeos y americanos, y donde era posible identificar dificultades precisas y estrategias diversas para resolverlas. Dentro de la región rioplatense, el caso de Buenos Aires presentaba antecedentes extensos de utilización de estas fuentes y de discusión sobre las mismas. Pero los resultados eran en cierto modo paradójicos, puesto que como se vio en los antecedentes, el único estudio que pudo poner en relación los valores de la recaudación decimal con unos precios acordes y con la población de la campaña bonaerense no pudo establecer fehacientemente la existencia de un proceso de crecimiento agrario para la segunda mitad del siglo XVIII, sin que por ello fueran descartados ni los métodos empleados ni la hipótesis del crecimiento. Como una primera estrategia este trabajo se propuso aplicar a los casos de Buenos Aires y de Montevideo una misma metodología en tres pasos: primero, recurrir a los valores nominales de la recaudación decimal; segundo, deflactar estos valores por unos índices de precios construidos con una misma técnica y con fuentes homólogas para los dos casos, y tercero, recurrir a unas series de población estimadas con un mismo criterio para las dos ciudades. Además, se sometió las series de precios y de producto por habitante así obtenidas al análisis univariante de series temporales, con el objetivo de obtener alguna información adicional sobre los fenómenos observados a partir de la información sobre su proceso generador de los datos, en particular, para identificar puntos de quiebre en sus tendencias.

Por lo tanto, en relación con este segmento de la economía agraria rioplatense se han presentado en este trabajo tres juegos de resultados, a saber: las series de valor de la recaudación decimal, las series de precios agrarios, y las series de población de cada una de las áreas de referencia.

Las series de valor de la recaudación decimal (VRD) obtenidas de los remates de los diezmos del obispado de Buenos Aires habían sido utilizadas previamente por los autores citados en los antecedentes y están sujetas a las numerosas peculiaridades del régimen decimal rioplatense que fueron comentadas en el capítulo sobre la metodología. Aún así, en este trabajo se reconstruyeron las series de esta variable por medio de las fuentes originales, recurriendo a las fuentes secundarias para hacer controles y para completar algunos datos ausentes de manera puntual. Los índices de precios agrarios (IPA) empleados en este trabajo fueron construidos como deflactores ad hoc del VRD, replicando las variaciones anuales en la composición de éste y tomando como base unos precios corrientes de productos agrarios obtenidos de los inventarios post-mortem de las dos ciudades y de precios municipales en el caso del trigo montevideano. Mientras que habían sido publicados estos precios para el caso bonaerense, no se había hecho un esfuerzo similar para el caso montevideano y fue necesario, por lo tanto, generar una base de datos original con base en fuentes primarias para esta sub-región. Las fluctuaciones que muestran los índices de precios de Buenos Aires y de Montevideo, que claramente expresan precios rurales en el caso de los ganados y el trigo bonaerense, y menos claramente en el caso del trigo montevideano, son asombrosamente parecidas entre sí y además su tendencia de largo plazo coincide con el comportamiento de los precios agrarios sudamericanos que otros autores señalaran hace ya mucho tiempo para ese período, y que ciertamente, es contrapuesto al experimentado por los precios agrarios europeos en esa misma época. Así, aunque futuros trabajos deberán poner a prueba con

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técnicas adecuadas la evidente hipótesis de unos mercados de bienes agrarios integrados en este Litoral atlántico, esta coincidencia general ayuda a considerar aceptables unos índices de precios que, con estas características, se presentan por primera vez para ambas localidades.

Finalmente, las series de población total de ambas áreas apenas se han limitado a repetir las tasas de variación intercensales que surgen de tomar algunos benchmarks para los cuales existen recuentos. Posiblemente éste sea el más débil de todos los pares de series presentadas en este trabajo, porque a la fragilidad de la fuente se suma la debilidad de una técnica de cálculo que no da lugar a las variaciones bruscas, por otro lado frecuentes en los regímenes demográficos pre-industriales, en los totales de población. La rusticidad de estas estimaciones, que no ha podido ser superada en el marco de este trabajo, debe llamar la atención sobre una cuestión central que debería ser tenida en cuenta en futuras investigaciones: la definición de la población que debe ser tomada como referencia para evaluar la variación de la productividad en estos casos. En efecto, si bien es práctica corriente comparar la variación del producto agrario con la variación de los totales de población -puesto que toda la población ha de alimentarse- una medida obviamente más precisa está dada por la comparación entre la variación del producto y la variación de la población ocupada en actividades agrarias. Este trabajo evitó entrar en la elaboración de indicadores de población activa sectorial, pero existe alguna información disponible. Hasta donde es posible fiarse de los padrones de población que recogían las ocupaciones de los jefes de familia, el porcentaje de la población activa empleada en la agropecuaria de Buenos Aires permaneció muy estable durante el período: era del 40% en 1744, del 39% en 1774 y del 41% en 1810926. La información disponible para el caso montevideano es más escasa: sólo los recuentos de 1769 y de 1836 permiten discriminar de manera razonablemente confiable la población ocupada en los diferentes sectores de la economía: por lo tanto, se sabe que en 1769 el porcentaje de población activa empleada en la agropecuaria era del 63% y en 1836 había caído al 39%927. Se trata de una caída importante que revelaría claramente una situación de cambio estructural, pero lamentablemente estos datos no permiten determinar su inicio antes o después de 1810, ni precisar el papel que le pudo haber cabido a las guerras de independencia -finalizadas en 1828 en lo tocante a Montevideo- en la explicación de esas cifras. Pese a estos matices, la hipótesis de un proceso de cambio estructural en la economía de la jurisdicción de Montevideo desde 1780 en adelante no puede ser descartada de antemano ya que existen no pocos indicios que la avalan: la historiografía siempre ha señalado el desarrollo que tuvieron las actividades portuarias locales después de 1778 y en este trabajo se ha podido apreciar, aunque mas no sea lateralmente, el vigoroso desarrollo de las estructuras administrativas, fiscales y militares/navales que tuvo lugar a partir de de 1775 con la creación de la Caja Real de Montevideo, un proceso en el que, por cierto, el aumento del gasto público debe haber influido en el nivel y la composición de la demanda agregada, todos aspectos sobre los cuales será necesario profundizar en futuras investigaciones.

Los resultados obtenidos con estas particularidades mostraron un desempeño decepcionante de las economías campesinas de Buenos Aires y Montevideo, con una caída acumulada del producto agrario por habitante del orden del 14% al cabo del período 1756-1800 para el caso de Buenos Aires, y del 34% para el caso de Montevideo. Aceptar la hipótesis del fracaso de las economías campesinas no resulta fácil, como se dijo en el capítulo respectivo, debido al comportamiento de los precios y al crecimiento

926 Cuesta, "Evolución de la población y estructura ocupacional de Buenos Aires, 1700-1810."

927 Carolina Vicario, "Montevideo y la campaña del sur: estructura social y demográfica. 1769-1858" (Universidad de la República, 2010).

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demográfico. Así, es necesario considerar, tanto la posibilidad de que los diezmos no sean, definitivamente, una fuente adecuada para aproximar el desempeño de estas economías campesinas, como de un proceso de cambio estructural, fenómeno del cual al menos para Montevideo se tienen algunos indicios. En este plano, por lo tanto, este trabajo no arroja una conclusión definitiva sobre el desempeño de las economías campesinas del caso, pero además de los subproductos ya mencionados en materia de evidencia cuantitativa, aporta dos elementos nuevos en cuanto al análisis: por un lado, muestra con certeza que hasta el momento la hipótesis del crecimiento del producto agrario rioplatense no tiene respaldo en las estimaciones basadas en las fuentes decimales, y por otro, formula la hipótesis del fracaso de las economías campesinas de Buenos Aires y Montevideo, que si bien no parece a priori la más evidente, tampoco puede ignorarse hasta tener indicios menos indirectos de que efectivamente el producto del segmento campesino creció.

La estrategia empleada para estimar el producto de la nueva economía del cuero consistió en explotar la información conocida sobre las cantidades de cueros exportados por ambos puertos del Rio de la Plata para obtener una hipotética serie de producción de cueros. El trabajo permitió identificar los desiguales niveles de acumulación de conocimiento sobre los diversos aspectos cuantitativos de la economía del cuero de la segunda mitad del siglo XVIII. A nivel microeconómico, ha quedado claro que sería positivo analizar cuentas privadas de vaquerías en contraste con las cuentas de las vaquerías misioneras, tanto para conocer mejor las respectivas funciones de producción de ambos tipos de emprendimiento, como para confrontar niveles de productividad y de beneficio. Adicionalmente, se ha presentado información equivalente a lo que serían precios CIF y FOB de los cueros de Buenos Aires para el período de estudio -que en ambos casos presentan una llamativa estabilidad- pero ha surgido con claridad la necesidad de conocer mejor tanto la demanda europea, sobre la cual no se ha podido reportar estudios específicos, como la oferta local. El mercado ilegal de cueros también puede considerarse un espacio de enorme interés económico y social cuya caracterización podría enriquecerse, como se ha intentado hacer en este trabajo de un modo todavía general, con la utilización de fuentes luso-brasileñas. A nivel macroeconómico ha surgido con claridad que un cambio de escala en las exportaciones de cueros, un cambio de localización de la producción y la aparición de nuevos agentes económicos hicieron de esta economía del cuero una novedad en el panorama de la economía rioplatense, a pesar de sus antiguos antecedentes. Sobre el lugar que debería asignarse a esta actividad en el cuadro general de las estructuras productivas locales, este trabajo ha confirmado el destino indiscutiblemente mercantil de una producción cuyos factores de producción eran, esencialmente, la tierra, el ganado y el trabajo, como habría de ocurrir durante todo el siglo XIX con los principales staples ganaderos del Río de la Plata que sucedieron al cuero, es decir el tasajo y la lana. Como lo ha señalado la tradición clásica de estudios coloniales regionales, la nueva economía del cuero fue el primer paso en un camino irreversible de inserción de las economías rioplatenses en unos mercados atlánticos que después de 1820 iban en camino a ser mercados mundiales de materias primas.

También ha quedado claro que lo que singulariza a la vaquería de corambre de la nueva economía del cuero no son sus fundamentos técnicos supuestamente “primitivos”, sino sus singulares fundamentos institucionales, ya que el verdadero sustento de las mismas era la existencia de una enorme reserva de ganados de propiedad comunal y realenga. Así, el hecho más importante que emerge en relación con la historia de las vaquerías de corambre del último tercio del siglo XVIII es que ellas señalan el avance imparable de los derechos de propiedad individual sobre los otros derechos de propiedad que hasta entonces habían estado vigentes no sólo en su condición legal, sino en su aplicación.

Finalmente, la incorporación de la producción de cueros en una estimación del producto agrario de Buenos Aires y Montevideo corrige los resultados que se obtenían si se tomaba

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en cuenta sólo las economías campesinas. Así, se ha pasado de un desempeño francamente negativo a otro francamente positivo, que podría alcanzar una tasa de crecimiento acumulado del 26% para todo el período, o lo que es lo mismo, una tasa acumulativa anual del 0.5% del ingreso agrario por habitante. Aunque posiblemente el cálculo tenga un sesgo que sobreestime el peso de la nueva economía del cuero en el total del producto agrario de este “Litoral atlántico”, la tasa anual del 0.5% es un resultado verosímil para unas economías orgánicas fronterizas en expansión, como eran las del caso.

Para evaluar el desempeño de la economía misionera el único indicador del que se ha podido hacer una reconstrucción minuciosa es el ingreso de las exportaciones del conjunto de los pueblos a precios constantes, luego puesto en relación con la evolución demográfica de los mismos. También en este caso fue posible reconstruir, aunque no con observaciones anuales, la evolución tendencial de los precios de esas exportaciones con base en los precios corrientes de los principales productos exportados. Tanto los precios corrientes como los del índice compuesto mostraron una tendencia decreciente, congruente con la evolución general de los precios agrarios de las otras sub-regiones del Litoral y del Cono Sur. La evolución del ingreso de las exportaciones misioneras por habitante revela dos etapas, una de fuerte crecimiento entre 1760-1773 y otra de caída estrepitosa desde entonces hasta 1801. Es muy posible que estas bruscas fluctuaciones, más que señalar una tendencia de la productividad de la economía misionera, sean la expresión de los vaivenes de su comercio exportador, intensificado en la primera década y media de la administración civil y progresivamente desmantelado después, en el marco de la desorganización institucional y el retroceso demográfico que experimentó el conglomerado misionero.

En resumen, este trabajo ha intentado hacer un análisis de las trayectorias de estos paisajes teniendo en cuenta sus características internas, además de los choques externos que pudieran haber enfrentado, para dar un panorama de la evolución del Litoral rioplatense en el período tardo-colonial. El panorama general que surge al cabo de este trabajo es el de un Litoral rioplatense con dos espacios geo-económicos de trayectorias disímiles a partir del último tercio del siglo XVIII: un Litoral atlántico donde, dejando abierta la incógnita sobre el desempeño de la economía campesina, el ingreso agrario por habitante logra crecer, al menos por el impulso de la economía del cuero, y un Litoral norte-misionero en donde el segmento tradicional de su economía, representado por las exportaciones, fundamentalmente de yerba mate y lienzo de algodón, se derrumbó a partir de 1780. Dado que la historiografía ha dado amplia cuenta del paulatino proceso de vaciamiento demográfico que experimentaron los pueblos misioneros desde aproximadamente esa fecha, la hipótesis de un crecimiento del sector agrario destinado al autoconsumo tampoco enfrenta perspectivas robustas. Aún si el derrumbe de las exportaciones no es trasladable a la totalidad de la producción misionera, dada su trayectoria demográfica lo más probable es que el producto misionero por habitante hubiera permanecido estancado o que experimentara una ligera caída.

Se trata de un panorama general que confirma una intuición del saber establecido sobre la economía rioplatense del período, donde la crisis de los mercados interiores en contraposición al ascenso de los mercados atlánticos ha sido presentada como el hecho fundamental que señaló la dirección de los cambios en la región platense después de las reformas borbónicas. Si bien en este trabajo ha sido ampliamente ratificada la importancia del comercio atlántico en ascenso para la historia de estos paisajes agrarios, el análisis presentado en este trabajo ha hecho notar la importancia que tuvieron las diferentes demografías y bases institucionales de los paisajes de uno y otro espacio mencionados en la definición de su rumbo. Más que contraponer el recorrido del Litoral rioplatense al de algunas regiones del interior argentino, este trabajo ha permitido señalar los matices

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adentro de un Litoral donde la presencia de la costa marítima y de los grandes ríos era un privilegio compartido en el momento del despegue del comercio atlántico.

6. PAISAJES Y REGIÓN

El enfoque de los paisajes agrarios no debe inducir la noción de entidades cerradas y regidas por dinámicas autónomas. Las lógicas que unen y hacen compatible los distintos componentes de cada paisaje –su territorio, su morfología y sus sistemas productivos- no están desconectadas de un pulso regional que las trasciende y que permite reconocer en el Litoral rioplatense algo más que la suma de sus partes. Las diversas interacciones que se dieron entre los paisajes estudiados es quizás la evidencia más elocuente de su pertenencia a un espacio regional.

La forma más evidente de interacción es la que deriva de los fenómenos de movilidad espacial de la población que se verifican en este período. Se trató de una movilidad espacial que llevó contingentes poblacionales de las áreas de antiguo poblamiento a nuevos espacios en formación, es decir de una movilidad típicamente de frontera. Así, no sólo el conjunto del Litoral recibió migrantes de Santiago del Estero, Salta y Jujuy que luego aparecen como pastores, labradores y personal asalariado de las unidades productivas del Litoral, sino que adentro del Litoral, las áreas al norte de la desembocadura del Paraná y del Río de la Plata recibieron migrantes de Buenos Aires -ciertamente, el discreto contingente que fundó Montevideo-, de Corrientes y de los pueblos misioneros. Se trata de unos flujos de población que merecen posterior investigación, pero parece evidente que este “Nuevo Litoral” identificado por Garavaglia hace más de 20 años, donde el crecimiento demográfico habría alcanzado tasas extraordinariamente altas, se nutrió no sólo de santiagueños y salteños sino, fundamentalmente, de paraguayos, correntinos, y sobre todo, misioneros. Junto con los hombres viajaron costumbres, hábitos, instituciones y técnicas agrícolas, por lo cual es necesario una vez más subrayar que el sustrato demográfico, tecnológico e institucional más antiguo de las economías agrarias de este Nuevo Litoral es esencialmente americano e hispano-americano, al contrario de lo que han sugerido algunas lecturas apresuradas de la literatura sobre las sociedades de “nuevo asentamiento”.

En esta dinámica de poblaciones que pierden y poblaciones que ganan en tamaño adentro mismo del Litoral, los bordes costeros (Buenos Aires, Montevideo, la futura provincia argentina de Entre Ríos) se fortalecieron respecto de las áreas interiores de Corrientes, de la futura provincia argentina de Misiones, y de lo que actualmente es el centro y el norte del Estado uruguayo, es decir, de buena parte del antiguo espacio pastoril misionero. Esta disposición litoral de la población del Litoral, valga la repetición, parece ser una pauta que tuvo larga vida posterior y en este sentido, constituye no sólo una herencia notoria del período colonial, sino una permanencia cuyo trámite y cuyas implicancias en períodos posteriores de la historia económica de la región debería ser objeto de un estudio específico.

La segunda forma de interacción que puede avizorarse es la que se insinúa en el acompasado movimiento de los precios de las producciones agrarias campesinas, o de base familiar, de Buenos Aires y Montevideo. Como las economías campesinas de ambas ciudades están regidas por restricciones ambientales, tecnologías e instituciones muy similares, no es de extrañar que, por ejemplo, unas mismas coyunturas climáticas provoquen unos mismos efectos sobre los precios. Sin embargo, existen innumerables indicios de que el estado de la economía bonaerense era un dato fundamental para la toma de decisiones de los agentes montevideanos; de que existía una densa trama de negocios y capitales comunes a las élites de ambas ciudades portuarias y en particular, de que más

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que enfrentadas, estas ciudades hermanas estaban siendo re-emparentadas por los impulsos del comercio atlántico. La evidencia cuantitativa presentada en este trabajo permite proponer para el futuro ejercicios econométricos más específicos para identificar relaciones de cointegración entre las variables relevantes.

Finalmente, una tercera y peculiar forma de interacción entre los paisajes estudiados es la que tuvo lugar en el contexto del furor del cuero. El auge de las exportaciones de cuero derivó en una lucha por el control de los recursos cuyos episodios más resonantes fueron explicados en el capítulo 7. Así, la nueva economía del cuero no sólo constituyó un episodio de la historia económica del Litoral rioplatense, sino que constituyó un capítulo importante en la historia política y social de la región, porque impulsó corrimientos y modificaciones en relación con el acceso a los recursos, en un juego donde hubo perderos y ganadores. El eje del conflicto no parece haber sido ganaderos versus agricultores ni grandes propietarios contra pequeños, sino derechos individuales de propiedad versus todas las otras formas de acceso a los recursos. La hipótesis que puede colocarse para futuras investigaciones es que la intensa producción de cueros de las décadas finales llevó a su máxima tensión la trama institucional de Antiguo Régimen, donde convivían derechos individuales, comunales y realengos de propiedad para la explotación de unos mismos recursos productivos. Detrás de cada uno de estos regímenes de propiedad se alinearon viejos y nuevos sujetos sociales, agentes económicos y actores políticos del conjunto regional, que habrán de tener evidente protagonismo en el período revolucionario. Entre 1810 y la segunda mitad del siglo XIX los derechos de propiedad individual acabarían por triunfar y generalizarse en el conjunto de los paisajes agrarios del Litoral, pero el proceso no fue lineal, no transcurrió suavemente e influyó fuertemente en la fisonomía y el desempeño de los paisajes estudiados.

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ANEXO ESTADÍSTICO

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Cuadro 1: Lista de arrendadores de los diezmos de Montevideo, 1760-1810

Granos de toda la Jurisdicción

Cuatropea de toda la Jurisdicción

Cuatropea del otro lado del Yí

Observaciones

1760 (*) Guigo F. Martínez de Haedo 1761 (*) Guigo E. Maciel 1762 (*) Guigo no se remató 1763 E. Maciel E. Maciel 1764 A. García E. Maciel 1765 A. González M. de la Quadra 1766 M. Pérez D. de Igarzábal la cuatropea incluye también Maldonado 1767 M. Pérez D. de Igarzábal 1768 J. Mas de Ayala D. de Igarzábal puja intensa por el diezmo de granos 1769 J. Belores D. de Igarzábal puja intensa por el diezmo de granos 1770 D. de Bouza D. de Igarzábal puja intensa por el diezmo de granos 1771 M. Pérez J. F. García de Zúñiga puja intensa por el diezmo de granos 1772 A. Gonzales J. F. García de Zúñiga puja intensa por el diezmo de granos 1773 M. Pérez J. F. García de Zúñiga puja intensa por el diezmo de granos 1774 M. Urrutia J. F. García de Zúñiga puja intensa por el diezmo de granos 1775 M. Urrutia J.F. García de Zúñiga puja intensa por el diezmo de granos 1776 J. Romero J. F. García de Zúñiga Contrato plurianual firmado en 1776 por

1771-1777 1777 F. Martínez J. F. García de Zuñiga puja intensa por el diezmo de granos 1778 M. Vázquez L. Giménez 1779 A. Fagiani J. F. García de Zúñiga puja intensa por el diezmo de cuatropea 1780 M. Pérez M. Vázquez puja intensa en ambos ramos 1781 P. Gallardo J. Balbín y Vallejo 1782 Antonio Fagiani A. Morlote 1783 F. Quesalaga A. Fagiani 1784 A. Morlote A. Fagiani 1785 M. Pérez A. Bustillo 1786 A. Fagiani A. Bustillo puja intensa por el diezmo de granos 1787 se administró A. de San Vicente 1788 Manuel Vázquez A. Fagiani 1789 A. Fagiani A. Bustillo A. Hidalgo 1790 [*] San Vicente Pedro A. Pin F. Rodríguez 1791 se administró Juan M. Fernández Antonio Bustillo 1792 se administró Antonio Bustillo 1793 se administró Ildefonso García I. García 1794 Antonio Pérez Juan A. Carrasco J. A. Carrasco 1795 Miguel Zamora Juan A. Carrasco Juan A. Carrasco 1796 Miguel Zamora Manuel Pérez Balbas 1797 Ignacio Martínez Ignacio Martínez no se halló el nombre en la escritura 1798 Mateo Magariños Fco. Toscano Fco. Toscano 1799 Mateo Magariños Juan A. Carrasco Miguel Zamora 1800 Baltasar Pérez Manuel Solsona Miguel Zamora 1801 s.d s.d s.d 1802 s.d s.d s.d 1803 s.d s.d s.d 1804 Fermín Rodríguez Juan Alonso Juan Alonso 1805 Gabriel López José Ramírez A. Bustillos 1806 Gabriel López Ramón Lagos Luis Castro 1807 s.d s.d s.d 1808 no hubo posturas Pedro C. Bauzá Pedro C. Bauza 1809 s.d s.d s.d 1810 s.d s.d s.d

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344

FUENTES Y COMENTARIOS: AGN-BA, Sala 9, 13-2-6. (*) ilegible. S.d: sin datos

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345

Cuadro 2. Precios corrientes del ganado en la jurisdicción de Montevideo, en reales por cabeza

Año Ganado de

Cuenta

Ganado de Año

Vaca Chú- cara

Vaca Le-

chera

Buey Burro He-

chor

Macho Re-

domón

Potros y Po-

trancas

Ca-ballos Man-sos

Yeguas Man-sas

Yeguas Ovejas

1756 16.0 10.0 33.2 24.0 8.0 40.0 2.0 1757 18.5 8.0 1.0 48.0 8.0 1758 16.4 3.0 48.0 24.0 6.0 32.0 2.0 1.00 1759 12.0 7.0 28.0 16.0 2.0 1760 1761 9.2 5.9 10.0 31.3 55.2 29.1 12.1 31.8 9.1 1.9 2.00 1762 6.1 1.5 8.0 32.0 80.0 36.0 16.0 1763 1764 1765 12.0 8.0 48.0 12.0 1766 12.0 8.0 48.0 12.0 1767 6.0 20.0 1768 4.3 31.7 10.7 18.6 2.0 2.0 1769 1770 1771 1772 1773 4.0 2.0 1774 1775 7.0 64.0 3.0 2.0 2.00 1776 6.1 1.5 24.0 32.0 6.0 12.0 52.0 2.0 1777 1778 1779 24.0 32.0 32.0 16.0 1780 1781 6.0 24.0 36.0 24.0 8.0 32.0 2.0 1782 27.6 12.0 24.0 3.0 1783 6.0 27.7 12.0 26.0 3.6 1784 1785 8.0 64.0 20.0 12.0 20.0 2.0 1.25 1786 1787 8.7 24.0 33.2 24.0 6.0 31.8 1.5 32.0 2.00 1788 1789 5.5 17.0 11.5 23.5 2.0 1790 6.0 14.0 32.0 10.0 32.0 0.9 1791 6.4 12.3 11.1 46.6 17.8 7.3 18.3 1.9 2.0 1.43 1792 6.7 5.0 16.0 24.6 20.0 11.7 20.3 2.9 4.0 1793 6.7 29.4 24.7 2.0 33.4 2.8 1794 8.0 32.0 24.0 2.0 25.9 1.5 1795 8.0 16.0 49.4 27.2 8.0 26.2 3.3 1.42 1796 6.2 16.0 33.6 20.0 24.4 1.1 1797 7.0 28.0 4.0 4.0 1798 1799 8.0 16.0 32.0 24.0 32.0 2.0 1800 1801 6.5 32.0 24.0 32.0 3.0 1802 5.0 20.0 20.0 2.0 1.00 1803 6.0 30.1 4.0 24.0 12.0 32.0 2.0 1.50 1804 4.0 1805 1806 32.0 4.0 1807 7.0 9.0 26.5 24.0 24.0 1808 4.3 22.4 6.0 12.3 6.6 19.9 1.3 1.50 1809 5.7 16.5 30.8 23.6 9.6 26.7 2.8 1.5 1810 6.0 20.0 26.9 28.0 10.0 26.7 1.7

FUENTES Y COMENTARIOS: Todas las categorías animales con el nombre que figuran en la fuente (ver explicación en el texto). Archivo General de la Nación Montevideo, Archivos Judiciales, Cabildo de Montevideo, Civil 1º. Año 1756: Caja 4, 1754-1756, Exp. 2 Autos obrados sobre la testamentaria de Juan Antonio Ortiz residente en esta ciudad; Exp. 4 Autos de la testamentaria de Dn Miguel de Miguelena; Año 1757: Caja 10, 1761, Exp. 5 Autos sobre la testamentaria de Luis Lezcano vecino de esta ciudad; Año 1758: Caja 5, 1757-1758, Exp. 22 Autos sobre la testamentaria de Pedro Marquez; Caja 6, 1758-1759, Exp. 38 Autos obrados en la

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testamentaria de Dña María de la Encarnación, mujer que fue de Dn Jacinto de Zerpa, ambos vecinos de esta ciudad; Año 1759: Caja 8, 1760, Exp. 2. Autos de la testamentaria de Doña Rosa Barrera; Año 1761: Caja 10, 1761, Exp. 4 Autos sobre el ab-intestado de Joseph Sanchez, avecindado en los Reynos de España; Exp 6 Testamentaria de Juan Baptista Llanos, residente en esta ciudad; Exp. 7 Autos sobre ab-intestado de Antonio Genez, forastero de esta jurisdicción; Exp. 8 Testamentaria de Juan Roman avecindado en el arroyo de las Piedras. Exp. 9 Autos obrados sobre la testamentaria de Manuel Gonzalez de Almeida; Exp. 10 Autos sobre la testamentaria de Joseph Roman; Exp. 11 Testamentaria de Esteban de Quiroga, residente en esta ciudad; Caja 11, 1761, Exp. 40 Abintestado de Vicente Laborda avecindado en la jurisdicción de esta ciudad; Año 1762: Caja 10, 1761, Exp. 17 Autos sobre ab-intestado de Antonio Genez, forastero de esta jurisdicción; Caja 12, 1762, Exp. 7. Sobre levantar inventario de bienes de Joseph Mendiola; Año 1765: Caja 16, 1765, Exp. 3 Sobre testamento de Juana Lorenzo de Villavicencio; Año 1767: Caja 18, 1767, Exp. 2 Los hijos de Phelipe Peres de Sousa por su testamentaria, Año 1768: Caja 19, 1768, Exp. 1 Autos sobre la testamentaria de Francisco Meneses Matha, vecino de esta ciudad de Montevideo, Exp 2 Inventario de bienes del intestado Joseph Guieño; Año 1773: Caja 29, 1773, Exp. 60 Autos sobre inventariar y tasar los bienes de Jose de la Sierra y Maria de Torres vecinos pobladores que fueron de esta ciudad; Año 1775: Caja 35, 1775, Exp 23 Partición de bienes del difunto Juan Delgado Melilla entre sus herederos; Caja 36, 1775, Exp. 47 Inventario de los bienes de Cosme Albares a pedimento de Manuel Gordillo; Año 1776: Caja 38, 1776, Exp. 32 Testamentaria de Thomas Sanchez (alias anzuelo); Año 1779: Caja 44, 1779, Exp. 58. Diligencias actuadas sobre la testamentaria del difunto Luis Pereira y Escolástica Morales; Año 1781; Caja 49, 1781, Exp. 1 Inventario de los bienes quedados por fin y muerte de Francisca Morales mujer que fue de Lorenzo Montesdeoca; Año 1782: Caja 59, 1783, Exp. 31 Autos formados sobre los inventarios del finado Pedro Antonio Inchausti; Año 1783: Caja 59, 1783, Exp 31 Autos formados sobre los inventarios del finado Pedro Antonio Inchausti; Año 1785: Caja 67, 1785, Exp. 2 Inventarios e hijuelas de los herederos del finado Antonio Varela, Año 1786: Caja 71, 1786, Exp. 4 Autos de Inventario de los bienes quedados por muerte de Beatriz de Pargo; Caja 72, 1786, Exp. 35 Inventarios y demás formados por muerte de Doña Simona Bentura, mujer de Don Pedro Morlanes; Caja 93, 1790, Exp. 16 Autos de inventario tasaciones y particiones formado por fin y muerte de Don Pedro Antonio Inchausti (alias Naparra); Año 1787: Caja 77, 1787, Exp. 3 Inventario y demás diligencias practicadas en los bienes quedados por muerte de Juana Bordón, Exp. 4 Inventario de los bienes quedados por fin y muerte de Florentina Texera, muxer de Marcos Bordón; Caja 84, 1788, Exp. 1 Autos de inventario y tasaciones formados por fin y muerte de Bentura Duran, marido que fue de Gregoria Mas de Ayala; Año 1789: Caja 90, 1789, Exp. 13 Autos de Inventario, división y partición de los bienes del finado Don Simón Egaña. Caja 93, 1790, Exp. 16 Autos de inventario tasaciones y particiones formado por fin y muerte de Don Pedro Antonio Inchausti (alias Naparra); Año 1790: Caja 102, 1791, Exp. 84 Testamentaria de Bernardo Vallejos, marido que fue de Doña María Luisa Cevallos; Año 1791: Caja 93, 1791, Exp. 12 Testamentaria del finado Don Antonio de la Torre; Exp. 13 Testamentaria del finado Don Luis Chaves; Exp. 14 Inventarios practicados por fin y muerte de Doña Gregoria Más de Ayala; Caja 98, 1791, Exp. 24 Testamentaria de Carlos Ximenez, el Paraguay, Caja 102, 1791, Exp. 82 Testamentaria del finado Don Pablo Gutierrez albacea su esposa Doña Francisca Zapata; Exp. 86 Inventarios y tasaciones practicadas por fin y muerte de Doña Rosalía Castellano mujer que fue de Domingo Baldenegro; Caja 119, 1795, Exp. 29 Testamentaria de Doña Margarita Callero; Año 1792: Caja 102, 1791, Exp. 83. Testamentaria de la finada Cathalina Murcia mujer de Mariano de Castro; Caja 106, 1792, Exp. 48 Testamentaria de Domingo Bauzá; Exp. 49. Autos de inventario de los bienes quedados por el fallecimiento de Juana Correa mujer que fue de Domingo Velásquez; Exp. 50 Inventarios y tasaciones practicados por fin y muerte de Andres de Iraola; Año 1793: Caja 111, 1793, Exp. 53 Testamentaria de Santiago Lopez, 55. Inventario de la finada, Josefa Miranda, Exp 56 Inventarios de los bienes quedados por fin y muerte de Ana María Lopez mujer que fue de Estaban Artigas; Caja 114, Exp. 25 Testamentaria del finado Don Miguel de Herrera; Año 1794, Caja 116, 1794, Exp. 41 Autos de inventario, partición, y división obrados por fin y muerte de Manuela Ramos mujer que fue de Alberto Espinosa, Exp. 42 Autos de inventario obrados por fin y muerte del platero Manuel Gómez; Caja 125, 1796, Exp. 68 Inventario y tasaciones de los bienes del finado Don Manuel Torres y cuentas que Don Esteban Torres su hijo y albacea presenta.. Año 1795: Caja 119, 1795, Exp. 28 Autos de inventario de los bienes del finado Don Juan Lopez Castilla; Caja 121, 1795, Exp. 54 Autos de inventarios, tasaciones, y particiones por finamiento de Josefa Sierra, mujer que fue de Balentín Martínez; Año 1796: Caja 122, 1796, Exp. 3 Autos…obrados…bienes… por muerte de Andrés García, Caja 123, 1796, Exp. 32 Inventario de los bienes quedados por fin y muerte de Doña Maria Antonio Delgado Melilla; Caja 124, 1796, 63 Autos judiciales de inventario y partición de bienes de los quedados por fin y muerte del finado Don Felipe de la Cruz Rodríguez; Año 1797: Caja 125, 1796, Exp. 67 Inventario y tasación de los bienes finados por muerte de Francisco Alvarez vecino de Carreta Quemada. Año, 1799: Caja 135, 1799, Exp. 55 Testamentaria de la finada María Manuela Díaz viuda de Jaime Soler; Año 1801: Caja 125, 1796, Exp. 70 Testamentaria del finado Don Esteban Artigas; Año 1802: Caja 145, 1801, Exp. 6 Testamentaria de Martín Fernández; Año 1803: Caja 145, 1801, Exp. 4 Autos obrados p.r el finamiento de Manuel Rivero en los inventarios, tasaciones y división; 1803,

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347

Caja 150, Exp.39. [Inventario de Tomasa Valenzuela], Exp. 42. Inventario de los bienes fincados por fallecimiento de Ermeregildo Laguna; Año 1804: Caja 152, 1804, Exp. 5 Testamentaria de Don Andres Pernas; Año 1806: Caja 158, 1806, Exp. 22 [21] [Inventario de los bienes del finado Narciso Baseda que murió ab-intestado]; Año 1807: Caja 160, 1807, Exp. 4. Testamentaria del finado José Vargas; Exp. 6. Testamentaria de Don Juan de la Cruz Cordobés; Año 1808, Caja 152, 1804, Exp. 3. Inventarios y tasaciones de los vienes del fincados por muerte de Doña Teresa Texera; Caja 162, 1808, Exp. 1 Sucesión de Juana Rodríguez de Carrasco; Exp. 13. Testamentaria de Claudio Márquez; Año 1809: Caja 157, 1805, Exp. 36 Testamentaria del finado Don Bernardo Perez; Caja 164, 1809, Exp. 23 [19]. Testamentaria de la finada Rosa Sayú; Exp. 25 [21] Testamentaria de la finada Doña María Font de Bermúdez; Exp. 26 [22] Testamentaria del finado Don Josef Ignacio Flores; Caja 165, 1809 [1801], Exp. 6 Testamentaria de la finada Doña Paula Sosa mujer legítima de Alberto Espinosa; Caja 169; 1810, Exp. 62 [a] Testamentaria de Bartolomé Pérez concluida extrajudicialmente y empezada en los mismos términos de unánime consentimiento de sus herederos; Exp. 62 [b] Cuenta de división partición y adjudicación de los bienes líquidos que quedaron por muerte de Bartolomé Pérez y Ana Castellano vecinos que fueron de esta ciudad de Montevideo; Año 1810: Caja 166, 1810, Exp. 5 Testamentaria de Catalina García; Exp. 6 Testamentaria del finado Juan Ignacio Martínez; Exp. 14 Testamentaria del finado José Lapido.

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Cuadro 3. Precios corrientes del trigo (en reales por fanega) e índice del precio del trigo en la jurisdicción de Montevideo, 1756-1810

1 2 3 4 5 6 Trigo

Montevideo de inventarios

Pan Montevideo en fracción de

real

Ratio trigo/ pan utilizada para el

cálculo

Trigo Montevideo en base pan

Trigo (empalmada)

IP Trigo 1756-1804=100

1756 24 73 1757 24 24 73 1758 40 40 121 1759 32 32 97 1760 0,028 896 25 25 75 1761 15,16 15 46 1762 24 24 73 1763 1764 0,042 896 37 37 113 1765 1766 1767 0,028 25 25 75 1768 32 0,036 896 32 32 97 1769 0,028 25 25 75 1770 0,031 28 28 85 1771 1772 28 0,031 896 28 28 85 1773 0,031 28 28 85 1774 0,024 22 22 66 1775 20 0,024 820 22 20 61 1776 32 0,024 1344 32 32 97 1777 0,031 42 42 127 1778 0,033 44 44 133 1779 36 0,033 1080 36 36 109 1780 0,032 34 34 104 1781 0,033 36 36 109 1782 24 24 73 1783 24 0,021 1152 24 24 73 1784 0,025 28 28 86 1785 0,033 38 38 114 1786 52 0,028 1872 52 52 158 1787 32 0,022 1451 32 32 97 1788 0,018 26 26 79 1789 12 0,017 704 12 12 36 1790 0,019 14 14 42 1791 0,023 17 17 50 1792 32 0,022 1429 32 32 97 1793 27 0,025 1087 27 27 82 1794 19 0,022 874 19 19 58 1795 48 0,026 1872 48 48 146 1796 1797 1798 1799 1800 1801 1802 0,030 57 57 172 1803 0,037 69 69 210 1804 0,061 115 115 348 1805 0,038 71 71 216 1806 0,043 81 81 247 1807 1808 1809 24 24 73 1810

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FUENTES Y COMENTARIOS:

Columna 1: AGN-MONTEVIDEO; Archivo Judicial. Civil 1°. Columna 1: AGN-MONTEVIDEO, Archivos Judiciales, Cabildo de Montevideo, Civil 1º. Año 1757: Caja 10, 1761, Exp. 5, Autos sobre la testamentaria de Luis Lezcano vecino de esta ciudad; Año 1758: Caja 5, 1757-1758, Exp. 22, Autos sobre la testamentaria de Pedro Marquez; Año 1759: Caja 8, 1760; Año 1761: Caja 10, 1761; Exp. 4, Autos sobre el ab-intestado de Joseph Sánchez, avecindado en los Reynos de España; Exp. 9, Autos obrados sobre la testamentaria de Manuel González de Almeida; Exp. 10, Autos sobre la testamentaria de Joseph Román; Caja 11, 1761, Exp. 40 Abintestado de Vicente Laborda avecindado en la jurisdicción de esta ciudad; Año 1762: Caja 12, 1762, Exp 1, Autos sobre la testamentaria de Maria de la Encarnación de Mena vecina pobladora de esta ciudad; Año 1768: Caja 19, 1768, Exp. 1, Autos sobre la testamentaria de Francisco Meneses Matha, vecino de esta ciudad de Montevideo; Año 1772: Caja 25, 1772, Exp. 36, Autos sobre la testamentaria de Tomas Texera poblador de esta ciudad; Año 1775: Caja 36, 1775, Exp. 47, Inventario de los bienes de Cosme Albares a pedimento de Manuel Gordillo; Año 1776: Caja 40, 1779, Exp. 16, Autos seguidos entre Luis Gutiérrez y Francisco Arias [Zavala], Caja 44, 1779, Exp. 58. Diligencias actuadas sobre la testamentaria del difunto Luis Pereira y Escolástica Morales; Año 1782: Caja 59, 1783, Exp. 31, Autos formados sobre los inventarios del finado Pedro Antonio Inchausti; Año 1783: Caja 59, 1783, Exp. 31, Autos formados sobre los inventarios del finado Pedro Antonio Inchausti; Caja 90, 1789, Exp. 13, Autos de Inventario, división y partición de los bienes del finado Don Simón Egaña, Caja 93, 1790, Exp. 16, Autos de inventario tasaciones y particiones formado por fin y muerte de Don Pedro Antonio Inchausti (alias Naparra), Año 1786: Caja 72, 1786, Exp. 35 Inventarios y demás formados por muerte de Doña Simona Bentura, mujer de Don Pedro Morlanes; Año 1787: Caja 77, 1787, Exp. 3 Inventario y demás diligencias practicadas en los bienes quedados por muerte de Juana Bordón: Año 1792, Caja 106, 1792, Exp. 49, Autos de inventario de los bienes quedados por el fallecimiento de Juana Correa mujer que fue de Domingo Velásquez; Exp. 50, Inventarios y tasaciones practicados por fin y muerte de Andrés de Iraola; Año 1793: Caja 111, 1793, Exp. 55 Inventario de la finada Josefa Miranda; Exp. 56 Inventarios de los bienes quedados por fin y muerte de Ana María López mujer que fue de Estaban Artigas; Caja 114, 1794, Exp. 25 Testamentaria del finado Don Miguel de Herrera; Año 1794: Caja 116, 1794, Exp. 41 Autos de inventario, partición, y división obrados por fin y muerte de Manuela Ramos mujer que fue de Alberto Espinosa; Exp. 44 Autos de inventario por fin y muerte de Don Santiago Domínguez.; Año 1796: Caja 124, 1796, Exp 63 Autos judiciales de inventario y partición de bienes de los quedados por fin y muerte del finado Don Felipe de la Cruz Rodríguez, Año 1809: Caja 164, 1809, Exp. 25 (21) Testamentaria de la finada Doña María Font de Bermúdez.. Columna 2: AGN-MONTEVIDEO. Revista del Archivo General Administrativo. Tomos II, III, V, VI, VII, VIII, X y XVI. Se usaron promedios anuales de las dos o tres listas publicadas por año. Columna 3: Relación ente columna 1 y columna 2. Las primeras cuatro cifras corresponden a la relación de 1768.Columna 4: Columna 1* Columna 3. Columna 5: Serie empalmada con datos de columnas 1 y 4. Columna 6: Índice del precio del trigo en Montevideo, base 100= 1756-1804.

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Cuadro 4. Valor de la recaudación decimal (VRD) de Buenos Aires, 1756-1804

1 2 3 VRD Col. 1*10 Índice VRD

100= promedio todo el período

1756 20449 204490 78,99 1757 25121 251210 97,04 1758 28643 286430 110,64 1759 38392 383920 148,30 1760 32943 329430 127,25 1761 19741 197410 76,25 1762 15120 151200 58,40 1763 15410 154100 59,52 1764 18138 181380 70,06 1765 16022 160220 61,89 1766 14560 145600 56,24 1767 15550 155500 60,07 1768 15700 157000 60,65 1769 18500 185000 71,46 1770 15134 151340 58,46 1771 15250 152500 58,91 1772 15750 157500 60,84 1773 12177 121770 47,04 1774 1775 10766 107660 41,59 1776 23986 239860 92,65 1777 28209 282090 108,96 1778 16200 162000 62,58 1779 20962 209620 80,97 1780 23047 230470 89,02 1781 24422 244220 94,34 1782 34149 341490 131,91 1783 21616 216160 83,50 1784 22284 222840 86,08 1785 24015 240150 92,76 1786 30052 300520 116,08 1787 34299 342990 132,49 1788 10433 104330 40,30 1789 25421 254210 98,19 1790 31359 313590 121,13 1791 28236 282360 109,07 1792 22516 225160 86,97 1793 25929 259290 100,16 1794 26977 269770 104,21 1795 33027 330270 127,57 1796 47959 479590 185,25 1797 34950 349500 135,00 1798 36110 361100 139,48 1799 42709 427090 164,97 1800 39842 398420 153,90 1801 52401 524010 202,41 1802 42307 423070 163,42 1803 39339 393390 151,96 1804 36517 365170 141,06

FUENTES Y COMENTARIOS: AGI, Buenos Aires 600. 1761-1764: AGI, Buenos Aires 598. 1766-1773: Amaral y Ghio (1990); pág. 629. Según los autores la fuente primaria en: AGN-BUENOS AIRES, Sala 9, 13-2-3 a 13-2-5 (remates del diezmo de Buenos Aires) y Sala 13, 42-1-9 y 42-2-15 (cuentas de la Real Caja de Buenos Aires). 1775-1779: AGI, Buenos Aires 606; 1780-1781: igual que 1766-1773. 1782-1803: AGI, Buenos Aires 598. 1803-1804: igual que 1766-1773.

Page 352: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

351

Cuadro 5. Precios agrarios de Buenos Aires, 1756-1804

1 2 3 4 5 6 7 8 Precio corr.

del trigo Precio corr.

del trigo Precio

corr. vaca Precio corr.

vaca Tendencia

de columna 4

% del grano en el VRD

% ganado

en el VRD

IPA BA 100=

promedio de todo el período

(serie interpolada)

(serie intervenida)

(serie original)

(serie intervenida)

1756 15 15 15,3 0,59 0,41 1757 22,0 22,0 15,33 15,3 15,5 0,58 0,42 107,1 1758 28,0 28,0 16 16 15,7 0,63 0,37 127,6 1759 31,8 31,8 15 15 15,9 0,47 0,53 136,9 1760 21,0 21,0 17 17 16,3 0,61 0,39 106,5 1761 10,0 10,0 16 16 16,4 0,51 0,49 75,8 1762 13,2 13,2 16 16 16,2 0,32 0,68 100,2 1763 25,0 25,0 16 16 16,1 0,39 0,61 123,1 1764 34,0 34,0 16 16 15,5 0,67 0,33 148,7 1765 21,0 21,0 14 14 14,2 0,57 0,43 101,2 1766 12,6 12,6 12,4 12,4 12,9 0,69 0,31 65,7 1767 16,0 16,0 12 12 11,9 0,77 0,23 75,5 1768 32,0 32,0 11 11 10,3 0,84 0,16 138,3 1769 20,0 20,0 6,75 6,7 8,5 0,86 0,14 86,8 1770 16,0 16,0 8 8 7,9 0,80 0,20 71,0 1771 20,0 20,0 16 7,8 8,2 0,84 0,16 93,6 1772 22,4 22,4 9 9 7,9 0,83 0,17 97,4 1773 (*) 62,0 20,1 6 6 7,0 0,83 0,17 254,0 1774 21,1 21,1 6 6 6,5 0,91 0,09 91,9 1775 26,0 26,0 6,75 6,7 7,1 1,00 0,00 115,8 1776 23,0 23,0 8 8 8,5 0,63 0,37 94,7 1777 18,0 18,0 10,33 10,3 10,2 0,79 0,21 81,2 1778 16,0 16,0 11,76 11,8 11,4 0,83 0,17 74,1 1779 19,0 19,0 12 12 11,5 0,72 0,28 87,7 1780 26,0 26,0 10 10 11,1 0,84 0,16 113,2 1781 24,4 24,4 11,66 11,6 10,6 0,85 0,15 108,0 1782 17,0 17,0 8,66 8,7 10,4 0,88 0,13 75,6 1783 16,0 16,0 11,3 11,3 11,3 0,82 0,18 73,9 1784 16,0 16,0 12,5 12,5 12,8 0,84 0,16 74,4 1785 32,0 32,0 15,33 15,3 13,5 0,86 0,14 141,7 1786 43,0 43,0 11,45 11, 12,9 0,85 0,15 183,6 1787 17,6 17,6 12 12 12,7 0,75 0,25 82,2 1788 10,0 10,0 14 14 13,1 0,73 0,27 56,8 1789 20,0 20,0 12,66 12,7 13,1 0,53 0,47 95,3 1790 44,0 44,0 12,22 12,2 13,0 0,79 0,21 185,0 1791 18,0 33,2 14 14 13,2 0,68 0,32 88,0 1792 12,0 18,4 12,4 12,4 12,8 0,57 0,43 68,5 1793 11,0 14,9 11,88 11,8 12,4 0,63 0,37 61,4 1794 10,0 12,3 12,66 12,6 12,2 0,59 0,41 61,5 1795 26,0 30,1 11,2 11,2 11,7 0,70 0,30 112,3 1796 27,0 29,9 11 11 11,2 0,70 0,30 115,5 1797 18,0 19,3 10,6 10,6 10,9 0,68 0,32 82,3 1798 15,0 15,8 11 11 10,2 0,70 0,30 71,9 1799 16,0 16,6 8 8 9,3 0,70 0,30 70,8 1800 20,0 20,5 9,4 9,4 8,8 0,68 0,32 87,5 1801 19,0 19,3 7,5 7,5 8,5 0,79 0,21 82,2 1802 24,3 24,6 8,75 8,7 8,8 0,79 0,21 104,2 1803 39,0 39,3 9,33 9,33 9,1 0,85 0,15 166,0 1804 26,0 26,2 8,8 8,8 9,1 0,98 0,02 115,4

FUENTES Y COMENTARIOS: Columna 1: Serie interpolada en base a modelo ARIMA (2, 0, 0); ver Reporte Metodológico 1. Columna 2: Serie intervenida por corrección de atípicos; ver Reporte Metodológico 2. Columna 3: Garavaglia (1999-b); pág. 101-104. Columna 4: Serie intervenida por

Page 353: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

352

corrección de atípicos; ver Reporte Metodológico 3. Columna 5: Tendencia obtenida por descomposición ARIMA; ver Reporte Metodológico 3. Columnas 6 y 7: Calculados en base Amaral y Ghio (1999); pág. 629. (*) En 1773 se mantuvo la estructura del VRD de 1772, porque no hay datos. Columna 8: Índice de precios agrarios de Buenos Aires, 1756-1804. Base 100: promedio de todo el período. Calculado con la fórmula de Paasche en base a columnas 1, 3, 6 y 7.

Page 354: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

353

Cuadro 6. Índice de precios agrarios de Buenos Aires: análisis de intervención

1 2 3 Serie Original Serie

Intervenida Simulación del evento de 1773

sobre la tendencia 1757 107,06 107,06 100 1758 127,58 127,58 100 1759 136,94 136,94 100 1760 106,46 106,46 100 1761 75,78 75,78 100 1762 100,25 100,25 100 1763 123,12 123,12 100 1764 148,69 148,69 100 1765 101,16 101,16 100 1766 65,67 65,67 100 1767 75,50 75,50 100 1768 138,26 138,26 100 1769 86,77 86,77 100 1770 70,98 70,98 100 1771 93,56 93,56 100 1772 97,39 97,39 100 1773 254,00 87,42 291 1774 91,87 91,87 100 1775 115,84 115,84 100 1776 94,71 94,71 100 1777 81,24 81,24 100 1778 74,14 74,14 100 1779 87,75 87,75 100 1780 113,21 113,21 100 1781 108,02 108,02 100 1782 75,64 75,64 100 1783 73,86 73,86 100 1784 74,44 74,44 100 1785 141,70 141,70 100 1786 183,57 183,57 100 1787 82,21 82,21 100 1788 56,85 56,85 100 1789 95,29 95,29 100 1790 184,96 184,96 100 1791 88,01 88,01 100 1792 68,46 68,46 100 1793 61,37 61,37 100 1794 61,53 61,53 100 1795 112,28 112,28 100 1796 115,52 115,52 100 1797 82,29 82,29 100 1798 71,91 71,91 100 1799 70,81 70,81 100 1800 87,48 87,48 100 1801 82,19 82,19 100 1802 104,21 104,21 100 1803 166,04 166,04 100 1804 115,44 115,44 100

FUENTES Y COMENTARIOS: Columna 1: Columna 8 del Cuadro 5 del Anexo Estadístico. Columnas 2 y 3: Reporte Metodológico 4 del Anexo Metodológico.

Page 355: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

354

Cuadro 7. Índice del producto agrario de Buenos Aires, 1756-1804; 100=promedio de todo el período

1 2 3 = 1/2*100

4 5 6 7

Índice VRD IPA Buenos Aires

Producto agrario

Buenos Aires

Tendencia estocástica

Población Índice de población

Índice de producto por

habitante 1756 78.99 16567 52.44 1757 97.04 107.06 90.64 93.01 17064 54.02 167.79 1758 110.64 127.58 86.72 94.09 17576 55.64 155.87 1759 148.30 136.94 108.29 95.49 18104 57.31 188.97 1760 127.25 106.46 119.53 93.59 18647 59.03 202.51 1761 76.25 75.78 100.61 85.78 19206 60.80 165.49 1762 58.40 100.25 58.26 75.07 19782 62.62 93.03 1763 59.52 123.12 48.34 67.17 20376 64.50 74.95 1764 70.06 148.69 47.12 64.62 20987 66.43 70.93 1765 61.89 101.16 61.18 66.48 21617 68.43 89.41 1766 56.24 65.67 85.64 69.22 22265 70.48 121.51 1767 60.07 75.50 79.57 69.12 22933 72.59 109.60 1768 60.65 138.26 43.87 68.04 23621 74.77 58.67 1769 71.46 86.77 82.36 68.77 24330 77.01 106.94 1770 58.46 70.98 82.36 68.23 25060 79.33 103.82 1771 58.91 93.56 62.96 64.71 25811 81.71 77.06 1772 60.84 97.39 62.47 60.22 26586 84.16 74.23 1773 47.04 254.00 18.52 58.51 27383 86.68 21.37 1774 62.32 91.87 67.84 62.16 28205 89.28 75.98 1775 41.59 115.84 35.90 70.52 29051 91.96 39.04 1776 92.65 94.71 97.82 82.48 29922 94.72 103.28 1777 108.96 81.24 134.12 91.56 30820 97.56 137.47 1778 62.58 74.14 84.41 93.86 31745 100.49 84.00 1779 80.97 87.75 92.28 94.56 32380 102.50 90.03 1780 89.02 113.21 78.64 97.73 33027 104.55 75.22 1781 94.34 108.02 87.34 105.25 33688 106.64 81.90 1782 131.91 75.64 174.38 112.23 34362 108.77 160.32 1783 83.50 73.86 113.05 111.14 35049 110.95 101.90 1784 86.08 74.44 115.63 104.29 35750 113.16 102.18 1785 92.76 141.70 65.46 98.03 36465 115.43 56.71 1786 116.08 183.57 63.23 98.40 37194 117.74 53.71 1787 132.49 82.21 161.16 102.04 37938 120.09 134.20 1788 40.30 56.85 70.89 101.78 38697 122.49 57.87 1789 98.19 95.29 103.04 101.62 39471 124.94 82.47 1790 121.13 184.96 65.49 106.61 40260 127.44 51.39 1791 109.07 88.01 123.93 117.12 41065 129.99 95.34 1792 86.97 68.46 127.04 129.88 41887 132.59 95.81 1793 100.16 61.37 163.20 140.90 42724 135.24 120.67 1794 104.21 61.53 169.37 147.16 43579 137.95 122.78 1795 127.57 112.28 113.62 151.25 44450 140.71 80.75 1796 185.25 115.52 160.36 159.21 45339 143.52 111.74 1797 135.00 82.29 164.04 170.25 46246 146.39 112.06 1798 139.48 71.91 193.95 181.19 47171 149.32 129.89 1799 164.97 70.81 232.96 187.29 48114 152.30 152.96 1800 153.90 87.48 175.92 186.41 49077 155.35 113.24 1801 202.41 82.19 246.28 178.66 1802 163.42 104.21 156.82 161.99 1803 151.96 166.04 91.52 145.05 1804 141.06 115.44 122.20 137.62

FUENTES Y COMENTARIOS: Columna 1: Columna 3 del Cuadro 4 del Anexo Estadístico. Columna 2: Columna 8 del Cuadro 5 del Anexo Estadístico. Columna 3: Columna 1/Columna 2 * 100. Columna 4: Tendencia estocástica de columna 3, en Reporte 4 del Anexo Metodológico. Columna

Page 356: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

355

5: Cuesta (2006-b); pág. 625-626. Columna 6: Índice de columna 5, 100= promedio de toda la serie. Columna 7: Columna 3/ Columna 6*100. Columna 8: Tendencia de media móvil (nueve años) de columna 7.

Page 357: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

356

Cuadro 8. Índice de producto agrario de Montevideo, 1756-1810

1 2 3 4 5 6 7 Producto por

habitante

Media móvil de

9 años IVRD IPA Índice de

Producto Tendencia estocástica

Índice de población

1756 47.50 139.77 33.98 27,41 16.72 203.2 1757 35.62 184.16 19.34 24,60 17.45 110.8 1758 34.40 162.75 21.14 23,03 18.18 116.3 1759 32.51 149.91 21.69 23,14 18.93 114.6 1760 33.88 126.61 26.76 22,68 20.61 129.8 108.3 1761 19.53 105.46 18.52 20,71 21.70 85.4 92.0 1762 19.53 115.00 16.99 18,92 22.84 74.4 85.2 1763 19.53 112.92 17.30 18,14 24.05 71.9 81.5 1764 22.14 128.38 17.24 17,64 25.31 68.1 79.4 1765 18.34 120.90 15.17 17,43 26.65 56.9 79.2 1766 17.04 122.15 13.95 19,06 28.05 49.7 80.8 1767 19.08 78.26 24.38 23,72 29.53 82.6 86.3 1768 26.99 91.05 29.64 30,31 31.09 95.4 93.2 1769 32.83 78.02 42.07 36,26 32.72 128.6 108.1 1770 29.55 85.77 34.45 40,87 34.45 100.0 118.5 1771 35.31 78.83 44.79 46,85 36.26 123.5 128.8 1772 42.85 83.96 51.04 56,10 38.17 133.7 134.2 1773 65.60 80.75 81.24 64,91 40.19 202.2 140.5 1774 44.31 69.21 64.02 67,73 42.30 151.3 143.4 1775 44.51 70.50 63.14 67,46 44.53 141.8 144.7 1776 63.22 102.86 61.46 69,48 46.88 131.1 142.4 1777 94.42 125.33 75.34 73,63 49.35 152.7 142.7 1778 102.76 125.36 81.97 75,05 53.22 154.0 159.5 1779 70.65 112.64 62.72 72,98 56.18 111.6 161.2 1780 70.11 114.48 61.24 75,22 59.30 103.3 161.9 1781 104.12 122.00 85.35 84,69 62.60 136.3 160.8 1782 175.38 75.13 233.43 96,85 66.08 353.3 157.2 1783 86.81 74.61 116.35 106,41 69.75 166.8 160.7 1784 98.10 90.16 108.81 109,42 73.63 147.8 164.6 1785 109.14 115.24 94.71 110,33 77.73 121.8 172.4 1786 147.59 149.80 98.52 120,33 82.05 120.1 186.0 1787 161.85 101.04 160.19 138,72 86.61 185.0 164.8 1788 116.01 86.14 134.68 156,37 91.43 147.3 159.9 1789 80.84 48.29 167.42 178,56 96.51 173.5 159.5 1790 143.82 54.60 263.39 195,81 101.88 258.5 162.9 1791 119.39 68.40 174.55 186,65 107.54 162.3 162.3 1792 137.31 98.72 139.10 173,94 113.52 122.5 156.4 1793 149.14 86.23 172.95 176,19 119.83 144.3 150.4 1794 137.57 71.37 192.76 179,61 126.49 152.4 145.8 1795 131.10 85.32 153.66 177,40 133.53 115.1 130.9 1796 248.28 134.26 184.92 175,26 140.95 131.2 124.3 1797 222.37 160.13 138.87 177,99 148.79 93.3 118.7 1798 254.26 121.82 208.72 188,11 157.06 132.9 109.4 1799 204.66 99.81 205.04 190,22 165.79 123.7 101.0 1800 186.11 103.02 180.65 173,63 175.01 103.2 92.4 1801 132.01 99.27 132.97 152,15 184.74 72.0 87.2 1802 175.45 148.32 118.29 140,80 195.01 60.7 83.8 1803 282.22 178.36 158.23 135,18 205.85 76.9 77.1 1804 254.26 307.28 82.75 135,47 217.30 38.1 67.0 1805 359.83 185.58 193.89 148,53 229.38 84.5 1806 303.07 201.30 150.56 157,13 242.14 62.2 1807 134.66 185.35 145,83 255.60 72.5 1808 86.08 95.74 89.91 128,09 269.81 33.3 1809 167.90 284.81

Page 358: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

357

1810 300.65

FUENTES Y COMENTARIOS: Columna 1: Índice del valor de la recaudación decimal de Montevideo, base 100= promedio de todo el período. 1756-1760: AGI, Buenos Aires 600; 1761-1764: AGI, Buenos Aires 598; 1775-1779: AGI Buenos Aires 606; 1782-1802: AGI Buenos Aires 598; 1803-1809: AGN-BUENOS AIRES; Sala 9, 13-2-6. Columna 2: Índice de precios agrarios de Montevideo, base 100= promedio de todo el período. Igual que Columna 6 del Cuadro 10 del Anexo Estadístico. Columna 3: Columna 1/Columna 2 * 100. Columna 4: Tendencia estocástica estimada por medio del modelo ARIMA en Reporte 10 del Anexo Metodológico. Columna 5: Estimación de la población de la jurisdicción de Montevideo en base a tasas del Capítulo 5. Columna 6: Columna 3/ Columna 5* 100.

Page 359: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

358

Cuadro 9. Índice del precio del ganado; índice del precio del trigo e índice de Precios Agrarios (IPA) de la jurisdicción de Montevideo. Todas las bases 100= 1756-1804

1 2 3 4 5 6 IP Ganado IP Ganado

interpolada IP Ganado Tendencia

IP Trigo

IP Trigo interpolada

IPA Montevideo

1756 198,05 198,05 197,02 73 73,00 139,77 1757 281,18 281,18 226,16 73 73,00 184,16 1758 199,19 199,19 203,65 121 121,00 162,75 1759 178,26 178,26 176,73 97 97,00 149,91 1760 171,00 172,06 75 75,00 126,61 1761 185,10 185,1 164,50 46 46,00 105,46 1762 135,79 135,79 145,35 73 73,00 115,00 1763 137,05 137,90 92,58 112,92 1764 146,33 147,23 113 113,00 128,38 1765 168,45 168,45 157,47 80,71 120,90 1766 158,85 158,85 137,13 90,70 122,15 1767 85,72 85,72 98,26 75 75,00 78,26 1768 74,68 74,68 82,17 97 97,00 91,05 1769 84,62 85,15 75 75,00 78,02 1770 88,13 88,67 85 85,00 85,77 1771 85,35 85,88 77,36 78,83 1772 76,17 76,64 85 85,00 83,96 1773 60,58 60,58 72,17 85 85,00 80,75 1774 82,94 83,46 66 66,00 69,21 1775 103,76 103,76 101,88 61 61,00 70,50 1776 113,98 113,98 112,57 97 97,00 102,86 1777 115,86 116,58 127 127,00 125,33 1778 118,64 119,37 133 133,00 125,36 1779 123,21 123,21 128,72 109 109,00 112,64 1780 154,19 155,15 104 104,00 114,48 1781 211,26 211,26 160,05 109 109,00 122,00 1782 102,78 102,78 120,68 73 73,00 75,13 1783 94,34 94,34 101,17 73 73,00 74,61 1784 107,97 108,64 86 86,00 90,16 1785 121,93 121,93 119,16 114 114,00 115,24 1786 124,23 125,00 158 158,00 149,80 1787 130,11 130,11 121,49 97 97,00 101,04 1788 103,04 103,68 79 79,00 86,14 1789 79,43 79,43 89,48 36 36,00 48,29 1790 89,72 89,72 90,67 42 42,00 54,60 1791 96,53 96,53 97,96 50 50,00 68,40 1792 102,90 102,9 101,25 97 97,00 98,72 1793 96,97 96,97 103,21 82 82,00 86,23 1794 111,20 111,2 109,64 58 58,00 71,37 1795 116,32 116,32 110,82 146 73,95 85,32 1796 97,05 97,05 101,29 146,00 134,26 1797 90,64 90,64 97,34 188,53 160,13 1798 104,99 105,64 130,23 121,82 1799 119,02 119,02 113,39 95,19 99,81 1800 108,33 109,00 99,59 103,02 1801 97,39 97,39 95,49 99,96 99,27 1802 75,03 75,03 86,01 172 172,00 148,32 1803 89,76 89,76 101,60 210 210,00 178,36 1804 166,44 166,44 127,54 348 348,00 307,28 1805 107,35 108,02 216 216,00 185,58 1806 68,21 68,21 91,34 247 247,00 201,30 1807 127,55 127,55 93,14 137,08 134,66 1808 62,42 62,42 82,51 115,04 95,74 1809 82,84 82,84 81,67 73 1810 92,02 93,37

Page 360: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

359

FUENTES Y COMENTARIOS: Columna 1: Calculado con la fórmula de Paasche en base a los precios del Cuadro 9 y las cantidades de las fuentes originales. Columna 2: Se interpolaron los datos ausentes con base en un modelo ARIMA (0,1,1). Ver Reporte 7 del Anexo Metodológico. Columna 3: Tendencia estocástica obtenida por modelo ARIMA (1, 0, 0) sin media. Ver reporte 7 del Anexo Metodológico. Columna 4: Ver Columna 6 del Cuadro 3. Columna 5: Serie interpolaron los datos ausentes de la columna 4 con un modelo ARIMA (0,0,1). Ver Reporte 8 del Anexo Metodológico. Columna 6: Columna 2/Columna 5 * 100.

Page 361: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

360

Cuadro 10. Índice de precios agrarios de la jurisdicción de Montevideo; tendencia y efecto de las observaciones atípicas en su trayectoria, 1756-1809.

1 2 3 IPA Montevideo Tendencia estocástica Efecto Atípicos 1756 139,77 142,99 100,00 1757 184,16 173,60 100,00 1758 162,75 165,65 100,00 1759 149,91 147,38 100,00 1760 126,61 125,24 100,00 1761 105,46 109,61 100,00 1762 115,00 111,25 100,00 1763 112,92 117,35 100,00 1764 128,38 122,53 100,00 1765 120,90 126,99 100,00 1766 122,15 111,53 100,00 1767 78,26 87,72 100,00 1768 91,05 84,30 100,00 1769 78,02 83,72 100,00 1770 85,77 82,31 100,00 1771 78,83 82,12 100,00 1772 83,96 82,96 100,00 1773 80,75 80,87 100,00 1774 69,21 70,17 100,00 1775 70,50 73,89 100,00 1776 102,86 100,46 100,00 1777 125,33 124,45 100,00 1778 125,36 124,10 100,00 1779 112,64 113,17 100,00 1780 114,48 117,77 100,00 1781 122,00 112,74 100,00 1782 75,13 81,04 100,00 1783 74,61 74,90 100,00 1784 90,16 90,32 100,00 1785 115,24 118,55 100,00 1786 149,80 137,77 100,00 1787 101,04 105,68 100,00 1788 86,14 87,53 100,00 1789 48,29 90,15 52,88 1790 54,60 86,62 64,02 1791 68,40 96,64 73,18 1792 98,72 116,47 80,37 1793 86,23 101,43 85,81 1794 71,37 81,85 89,84 1795 85,32 94,52 92,78 1796 134,26 138,26 94,89 1797 160,13 159,43 96,39 1798 121,82 125,89 97,46 1799 99,81 104,81 98,22 1800 103,02 100,98 98,75 1801 99,27 106,65 99,12 1802 148,32 143,47 99,39 1803 178,36 175,89 99,57 1804 307,28 172,68 178,11 1805 185,58 186,96 99,79 1806 201,30 189,78 99,85 1807 134,66 136,19 99,90 1808 95,74 98,68 99,93

FUENTES Y COMENTARIOS: Columna 1: Columna 6 del Cuadro 9 del Anexo Estadístico. Columna 2: Tendencia estocástica obtenida por método reducido en base a modelo ARIMA (1, 0, 1) sin

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361

media, ver Reporte 9 en Anexo Metodológico. Columna 3: Simulación del efecto de los años 1789 y 1804 en la trayectoria de los precios. Reporte 7 del Anexo Metodológico.

Page 363: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

362

Cuadro 11. Haber de los pueblos misioneros en el Oficio de Buenos Aires, 1760-1804

1 2

Haber en pesos corr.

Índice 100 100= prom. 1760-1804

1760 104833 72,0

1761 107780 74,0

1762

1763 132425 91,0

1764

1765

1766

1767-1769 180223 123,8

1770-1771 275692 189,4

1772-1773 217267 149,2

1774-1775 202240 138,9

1776-1777 228896 157,2

1778-1779

1780-1781 250497 172,1

1782-1783

1784-1785

1786-1787 97492 67,0

1788-1789 185062 127,1

1790-1791

1792-1793 75099 51,6

1794-1796 18800 12,9

1797-1798

1799-1800 41433 28,5

1801-1802

1803-1804 66141 45,4

FUENTES Y COMENTARIOS: 1760-173: Carbonell (1992); Apéndice 1. Cuadro 1.3 (sin número de página). 1767-1804: Maeder (1992); pág. 107.

Page 364: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

363

Cuadro 12. Exportaciones de cueros desde Buenos Aires y Montevideo con destino a puertos españoles, 1756-1802

1 2 3 4 5 6 Año Cantidad

(unidades) Precios

(en pesos) Valor en pesos

constantes (del precio

promedio de todo el período)

Índice de cantidad (100 =

promedio de todo el período)

Índice del precio

(100= promedio de todo el período)

IVF (100 =

promedio de todo el período)

1755 51893 77452,6 15,8 1756 88183 1,8 131617,0 26,8 117,2 22,9 1757 56072 1,7 83689,9 17,1 114,5 14,9 1758 25397 1,7 37906,1 7,7 115,9 6,7 1759 39982 1,7 59674,9 12,2 115,9 10,5 1760 34191 1,8 51031,6 10,4 117,2 8,9 1761 55920 1,7 83463,1 17,0 112,6 15,1 1762 1763 1764 17891 1,7 26703,1 5,4 117,2 4,6 1765 75375 1,8 112500,5 22,9 117,2 19,6 1766 61566 1,8 91890,0 18,7 117,2 16,0 1767 54143 1,8 80810,8 16,5 117,2 14,0 1768 71137 1,9 106175,1 21,6 124,4 17,4 1769 115597 1,8 172533,6 35,2 117,3 30,0 1770 96123 1,8 143467,8 29,2 117,2 24,9 1771 118172 1,8 176376,9 35,9 117,2 30,7 1772 292768 1,8 436969,2 89,1 117,2 76,0 1773 150676 1,8 224890,6 45,8 117,2 39,1 1774 262071 1,8 391152,5 79,7 117,2 68,0 1775 207809 1,8 310164,1 63,2 117,2 53,9 1776 120590 1,8 179985,9 36,7 117,2 31,3 1777 310435 1,8 463337,9 94,4 120,6 78,3 1778 104705 1,8 156276,8 31,9 117,2 27,2 1779 431239 1,5 643643,2 131,2 97,2 135,0 1780 271015 1,1 404501,8 82,4 71,2 115,8 1781 495000 1,0 738809,3 150,6 67,0 224,7 1782 152621 1,0 227793,6 46,4 67,0 69,3 1783 1035387 1,2 1545360,8 315,0 78,9 399,3 1784 704620 1,5 1051676,4 214,3 97,1 220,6 1785 316348 1,1 472163,4 96,2 73,7 130,6 1786 361631 1,0 539750,2 110,0 67,0 164,2 1787 311601 1,3 465078,2 94,8 87,1 108,8 1788 366504 1,3 547023,4 111,5 87,1 128,0 1789 420117 1,2 627043,2 127,8 81,7 156,3 1790 679009 0,6 1013450,9 206,6 41,6 496,6 1791 508376 1,1 758773,6 154,6 75,4 205,2 1792 966299 1,0 1442243,9 293,9 67,0 438,7 1793 644081 1,0 961319,3 195,9 67,0 292,4 1794 775129 1,2 1156914,2 235,8 77,0 306,0 1795 526084 1,8 785203,6 160,0 117,2 136,5 1796 886305 1,8 1322849,3 269,6 117,2 229,9 1797 418957 1,1 625311,8 127,4 74,5 171,0 1798 108605 1,1 162097,8 33,0 73,3 45,1 1799 316426 1,1 472279,8 96,3 72,0 133,6 1800 190080 1,1 283702,8 57,8 70,8 81,7 1801 124603 1,0 185975,5 37,9 69,5 54,5 1802 1424206 1,0 2125690,3 433,2 68,3 634,4

FUENTES Y COMENTARIOS: Columna 1: Pérez (1996) Pág. 158-159. Columna 2: Moutoukias (1995); pág. 804-805; hasta 1796. Desde 1797 hasta 1802: interpolación lineal. Columna 3: Valor en pesos del precio promedio de todo el período. Columna 4: cantidades en base 100. Columna 5:

Page 365: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

364

precios en base 100. Columna 6: Índice de Volumen Físico de las exportaciones de cuero (Columna 4*Columna 5).

Page 366: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

365

Cuadro 13. Estimación de la producción de la nueva economía del cuero

1 2 3 4

Cantidad de cueros

exportados

Cantidad producida por

la nueva economía del

cuero

Valor de la producción

de cueros

Valor constante de la

producción de cueros

(en unidades) (en unidades) (en pesos corrientes) a precios de 1800

1756 88183 52683 92195 55,657

1757 56072 20572 35144 21,733

1758 25397

1759 39982 4482 7750 4,735

1760 34191

1761 55920 18120 30446 19,143

1762 3121

1763

1764 17891

1765 75375 37575 65756 39,696

1766 61566 23766 41591 25,108

1767 54143 16343 28600 17,266

1768 71137 33337 61887 35,219

1769 115597 77797 136150 82,189

1770 96123 53994 94490 57,042

1771 118172 76043 133075 80,336

1772 292768 250639 438618 264,789

1773 150676 108547 189957 114,675

1774 262071 219942 384899 232,359

1775 207809 165680 289940 175,033

1776 120590 78461 137307 82,890

1777 310435 268306 482951 283,453

1778 104705 62576 109508 66,109

1779 431239 389110 564215 411,077

1780 271015 208247 221356 220,003

1781 495000 432232 432232 456,633

1782 152621 89853 89853 94,926

1783 1035387 972619 1145069 1,027,527

1784 704620 641852 930685 678,087

1785 316348 253580 278944 267,896

1786 361631 298863 298863 315,735

1787 311601 248833 323483 262,881

1788 366504 303736 394857 320,883

1789 420117 357349 435966 377,523

1790 679009 599896 372425 633,763

1791 508376 429263 482811 453,497

1792 966299 887186 887186 937,271

1793 644081 564968 564968 596,863

1794 775129 696016 800418 735,309

1795 526084 446971 782199 472,204

1796 886305 807192 1412586 852,761

1797 418957 339844 378010 359,030

1798 108605 29492 32255 31,157

1799 316426 237313 255128 250,710

1800 190080 50870 53742 53,742

Page 367: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

366

1801 124603

1802 1424206 1284996 1309694 1,357,539

FUENTES Y COMENTARIOS: Columna 1: Pérez (1998); pág. 158-159. Columna 2: Columna 1 corregida por estimación del consumo de carne en Buenos Aires y Montevideo. Se ha restado a la columna 1 una cantidad igual a la cantidad de cabezas consumidas en los mercados de carne vacuna de Buenos Aires y Montevideo, de acuerdo a la siguiente información: consumo aproximado de carne en Buenos Aires de 30.000 cabezas de vacunos al principio del período, 46.000 a fines de siglo y de 72.000 en la primera década del siglo XIX, en Garavaglia (1999), pág. 218; consumo aproximado de carne en Montevideo por décadas según Cuadro 6.1 del Capítulo 6. En los años donde las cantidades de reses consumidas fueron mayores que las cantidades de cueros exportados el resultado es cero. Columna 3: Columna 2 por precio corriente del cuero según Moutukias (1995) e interpolaciones por tasa de crecimiento lineal entre 1796-1802. Columna 4: Columna 2 por precio del cuero en 1800.

Page 368: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

367

Cuadro 14. Valor corriente (en reales) de las exportaciones misioneras por producto, 1760-1801.

Yerba Lienzo Tabaco Cuero Pabilo Otros

1760 20280 173984 4072 43296 3712 4056

1761 38324 86851,25 35568 103602 13552 2886

1762 84644 119095,25 5475 7000 2798

1763 29875 40678 5726 5824 1392

1764

1765

1766

1767

1768

1769 22542, 97341 10672 5521

1770

1771

1772 179401,9 40781,1832 22766,9167 2928,1994

1773

1779

1780

1781 96492,9 21137,841 85074,2778

1782 815688,9 44885,2423 24192 96881,6542

1783 326614,4 21960,7104 39552 95088,269 8507,45946

1784

1785 251225,1

1786 180053,5 390 9768 8418

1787 431352,1 1496 6349,0499

1788 284452,6 14909,375 1872 1688

1789

1796

1797

1798 147186 52836,6667

1799 112576,333 4290 15015

1800 41307 26875,5974

1801 140379,5 28630 5035,8 37505

PROM 188376 53542 14169 26830 21376 25045

FUENTES Y COMENTARIOS: los valores se obtuvieron multiplicando el precio promedio (ponderado) anual de cada bien por el total de sus ventas en ese año. Fueron desconsiderados los bienes que tenían menos de cinco menciones anuales en todo el período. Los años de 1760, 1761, 1762, 1763, 1769, 1800 y 1801 cubren todos los pueblos misioneros, pero los demás sólo cubren 14 y 24 de ellos, por lo tanto estos valores no pueden ser tomados como indicativos del nivel de las exportaciones pero sí de su estructura por productos. 1760-1763: AGN-BUENOS AIRES, Sala XIII, 47-3-7. 1769: AGN, Sala 9- 17-4-1. 1772: AGN-BUENOS AIRES; Sala 9, 17-5-1: 1781, 1782, 1783: AGN-BUENOS AIRES, Sala 9-17-5-2; 1785-1786: AGN- Buenos Aires, Sala 9-18-6-1. 1787-1788: AGN- Buenos Aires, Sala 9-18-7-5. 1798-1799: AGN- Buenos Aires, Sala 9-18-5-7. 1800-1801: AGN-BUENOS AIRES, Sala 13, 47-2-5.

Page 369: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

368

Cuadro 15. Precios corrientes de los principales productos misioneros vendidos en el Oficio de Buenos Aires, en reales por unidad de volumen, 1760-1801.

Yerba Lienzo Cuero Madera Sebo Tabaco Miel Pabilo Azúcar arroba vara unidad vara marqueta arroba pelota arroba arroba 1760 26,0 4,5 3,2 55,8 16,2 128,0 1761 24,3 4,2 22,8 16,0 30,2 15,2 122,1 1762 24,0 4,5 17,3 17,3 107,7 1763 15,3 3,5 20,0 18,6 97,1 1764 1765 1766 1767 1768 1769 11,5 4,0 2,0 23,0 1770 1771 1772 10,1 3,5 3,0 104,9 1773 1774 1775 1776 1777 1778 1779 1780 1781 15,6 3,0 17,5 1782 17,8 3,5 7,0 144,0 25,0 1783 16,4 3,3 19,6 0,0 192,0 91,0 1784 1785 17,4 1786 16,6 12,0 38,0 6,0 26,0 1787 18,3 3,5 8,3 1788 19,4 3,1 24,0 144,0 1789 1790 1791 1792 1793 1794 1795 1796 1797 1798 15,0 10,5 1799 16,5 3,8 11,0 1800 16,1 0,0 11,2 1801 14,6 5,5 11,0 29,8

FUENTES Y COMENTARIOS: Todos los precios son promedios ponderados de las ventas del bien durante un año. Cada precio corriente fue ponderado por el volumen de ventas de las distintas categorías (calidades) de cada bien. La cantidad de registros por año va de 5 a más de 100, según el año y el producto. 1760-1763: AGN-BUENOS AIRES, Sala XIII, 47-3-7. 1769: AGN, Sala 9- 17-4-1; Inventario del Oficio de Misiones en Buenos Aires al momento de tomarlo el administrador Francisco de San Gines. 1772: AGN-BUENOS AIRES; Sala 9, 17-5-1: Libro Entradas y Ventas de los Enseres y Masa común. 1781, 1782, 1783: AGN-BUENOS AIRES, Sala 9-17-5-2; Libro de entradas y ventas de los años de 82, 83 y 84 correspondientes a la Administración de Indios Guaraní. 1785-1786: AGN- Buenos Aires, Sala 9-18-6-1. 1787-1788: AGN- Buenos Aires, Sala 9-18-7-5. Libro de Entradas y Ventas de

Page 370: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

369

los 13 pueblos de de la Intendencia del Paraguay correspondiente al bienio que empieza el 25 de enero de 1787 y concluye en igual y mes de 1789 (dos volúmenes). 1798-1799: AGN- Buenos Aires, Sala 9-18-5-7. Libro de Entradas y Ventas de los pueblos de Misiones de indios guaranís correspondientes al bienio de los años desde 21 de julio de 1798 hasta 20 de julio de 1800.1800-1801: AGN-BUENOS AIRES, Sala 13, 47-2-5; Libro de Entradas y Ventas de las Misiones de los pueblos guaraníes correspondientes al tercer bienio desde 21 de julio de 1800 hasta 30 de julio de 1802.

Page 371: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

370

Cuadro 16. Exportaciones, precios e ingreso de las exportaciones misioneras por habitante, base 100= Promedio del período 1760-1802

1 2 3 4 5

Años Índice del valor de las

exportaciones

Años Índice de precios

Índice de valor de las exportaciones a precios constantes

Índice de población Índice del del ingreso de las exportaciones por habitante

1760 72,0 1760 127,3 56,6 124.5

45.4

1761 74,0 1761 149,4 49,6 134.1 37.0

1762 1762 129,4

1763 91,0 1763 93,6 97,2 129.1 75.3

1767-1769 123,8 1769 84,7 146,1

1770-1771 102,1

1772-1773 156,2 1772 66,4 235,2 105.5 222.9

1774-1775 123,1

1776-1777 114,6

1778-1779 129,7

1780-1781 sd

1782-1783 141,9 1782-1783

105,6 134,5 73.2

183.6

1784-1785 sd 1785 100,1

1786-1787 sd

1788-1789 55,2 1788 110,6 49,9 67.8

73.7

1790-1791 104,9

1792-1793 sd

1794-1796 42,6

1797-1798 10,7 1798 96,3 11,1 62.3

17.7

1799-1800 sd 1799-1800

104,7

1801-1802 23,5 1801 100,6 23,3 59.6

39.2

FUENTES Y COMENTARIOS: Columna1: Columna 2 del Cuadro 11 del Anexo Estadístico. Columna 2: Calculado con la fórmula Paasche con los precios del Cuadro 11 del Anexo Estadístico y las cantidades de la misma fuente. Columna 3: (Columna 1/Columna 2)*100. Columna 4: Índice 100= promedio de todo el período; sobre la serie de población de los pueblos misioneros publicada en Maeder (1990-a); pág. 47-48. Columna 5: Columna 3/ Columna 4*100.

Page 372: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

371

Cuadro 17. Ingreso agrario de Buenos Aires y Montevideo, por habitante. En pesos de 1800

1 2 3 4 VRD Producción

estimada NEC ingreso total ingreso por

habitante a precios de 1800 a precios de

1800 a precios de

1800 a precios de

1800 a b c d e f Buenos Aires Montevideo (a+b) Cueros (c+d)

1757 205259 15322 220581 21733 242314 12.8 1758 196404 16743 213147 0 213147 10.9 1759 245251 17180 262432 4735 267167 13.3 1760 270704 21196 291900 0 291900 14.0 1761 227877 14673 242550 19143 261693 12.2 1762 131945 13456 145400 0 145400 6.5 1763 109496 13704 0 1764 106715 13658 120373 0 120373 5.1 1765 138556 12015 150571 39696 190267 7.8 1766 193948 11048 204997 25108 230104 9.1 1767 180184 19312 199496 17266 216762 8.3 1768 99336 23477 122813 35219 158032 5.9 1769 186517 33327 219844 82189 302033 10.9 1770 186511 27289 213800 57042 270842 9.4 1771 142586 35480 178066 80336 258402 8.7 1772 141471 40430 181902 264789 446690 14.6 1773 41939 64353 106291 114675 220966 7.0 1774 50714 50714 232359 1775 81306 50013 131319 175033 306352 9.1 1776 221550 48686 270236 82890 353126 10.1 1777 303752 59679 363431 283453 646884 17.9 1778 191162 64931 256093 66109 322202 8.6 1779 208988 49683 258671 411077 669748 17.5 1780 178098 48512 226609 220003 446613 11.4 1781 197782 67606 265388 456633 722021 17.9 1782 394926 184903 579830 94926 674755 16.3 1783 256023 92162 348185 1027527 1375712 32.4 1784 261864 86188 348052 678087 1026139 23.6 1785 148263 75020 223283 267896 491178 11.0 1786 143210 78043 221252 315735 536987 11.7 1787 364985 126892 491878 262881 754758 16.0 1788 160551 106681 267232 320883 588115 12.1 1789 233380 132618 365998 377523 743521 15.0 1790 148319 208637 356955 633763 990718 19.4 1791 280659 138265 418924 453497 872421 16.6 1792 287723 110184 397907 937271 1335178 24.8 1793 369585 136998 506583 596863 1103446 19.9 1794 383568 152691 536260 735309 1271569 22.3 1795 257332 121719 379051 472204 851255 14.5 1796 363186 146483 509670 852761 1362431 22.6 1797 371524 110003 481527 359030 840557 13.5 1798 439262 165335 604597 31157 635754 10.0 1799 527611 162419 690030 250710 940740 14.3 1800 398420 143100 541520 53742 595262 8.8 1801 557763 105332 663095 0 663095 9.7 1802 355165 93700 448865 1357539 1806405 25.7

FUENTES Y COMENTARIOS: Columna 1: (a). Valor de la recaudación decimal de Buenos Aires, según Columna 1 del Cuadro 4 del Anexo Estadístico, corregida por un Índice de Precios Agrarios de

Page 373: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

372

Buenos Aires con base en 1800. Éste índice tiene la misa estructura que el IPA Buenos Aires del Cuadro 7 del Anexo Estadístico, pero con base en el año 1800. (b) Valor de la recaudación decimal de Montevideo, según figura en la Columna 4 del Cuadro 8 del Anexo Estadístico, corregida por un índice de Precios Agrarios de Montevideo con base en 1800. Este índice tiene la misma estructura que el IPA de Montevideo del Cuadro 8 del Anexo Estadístico, pero con base en el año 1800. Columna 2: Columna 4 del Cuadro 13 del Anexo Estadístico. Columna 3: (c+d). Columna 4: Columna 3 dividido la suma de los habitantes de Buenos Aires y Montevideo según figuran respectivamente en los Cuadros 7 y 8 del Anexo Estadístico. Para el caso de Buenos Aires fueron interpolados los años de 1800-1804 de la serie original de población aplicando la tasa de crecimiento anual de toda la serie.

Page 374: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

373

Cuadro 18. Ingreso por habitante, tendencia estocástica y media móvil, en pesos de 1800. 1756-1802

1 2 3

Ingreso x habitante en pesos de 1800

Tendencia estocástica Media móvil 9 años

1757 12.809 11.987

1758 10.927 11.858

1759 13.283 11.644

1760 14.010 11.170

1761 12.166 10.318

1762 6.547 9.396 10.326

1763 8.724 9.864

1764 5.084 8.376 9.538

1765 7.783 8.373 8.611

1766 9.115 8.523 8.218

1767 8.315 8.614 7.876

1768 5.870 8.804 8.147

1769 10.863 9.199 8.861

1770 9.431 9.587 9.072

1771 8.711 9.930 9.233

1772 14.579 10.191 9.227

1773 6.981 10.309 9.453

1774 10.563 10.961

1775 9.069 11.059 10.680

1776 10.118 11.794 11.685

1777 17.938 12.582 12.015

1778 8.616 13.275 12.431

1779 17.466 14.100 13.596

1780 11.357 15.061 15.686

1781 17.900 16.153 17.295

1782 16.307 17.315 17.391

1783 32.403 18.010 16.698

1784 23.552 17.543 17.520

1785 10.984 16.434 16.929

1786 11.697 15.833 17.329

1787 16.012 15.812 17.495

1788 12.150 16.073 17.530

1789 14.954 16.700 16.680

1790 19.396 17.538 16.274

1791 16.622 18.309 17.532

1792 24.752 18.855 17.845

1793 19.900 18.893 18.576

1794 22.303 18.368 18.732

1795 14.519 17.564 18.176

1796 22.591 16.610 17.612

1797 13.547 15.422 16.742

1798 9.957 14.428

1799 14.314 13.899

1800 8.797 13.740

1801 9.705 14.229

1802 25.748 15.072 ç

Page 375: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

374

FUENTES Y COMENTARIOS: Columna 1: Columna 3 del Cuadro 17. Columna 2: Tendencia estocástica obtenida con el sistema de extracción de señales por filtro; ver Reporte 11 del Anexo Metodológico. Columna 3: Media móvil de 9 años de la Columna 1. Todas las cifras en pesos de 8 reales.

Page 376: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

375

ANEXO METODOLÓGICO

Page 377: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

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REPORTE 1

Nombre de la serie: INDICE DEL VALOR DE LA RECAUDACIÓN DECIMAL DE BUENOS AIRES

Observación ausente: 1

Numero de observaciones: 49

Observaciones ausentes tratadas como atípicos aditivos (OA)

Paquete estadístico: TIME SERIES REGRESSION MODELS WITH ARIMA ERRORS, MISSING VALUES AND OUTLIERS, de VICTOR GOMEZ & AGUSTIN MARAVALL (Copyright V. GOMEZ, A. MARAVALL 1994, 1996)

Parámetros del modelo:

MQ= 1 IMEAN= 1 LAM= -1 D= 1 BD= 0

P= 0 BP= 0 Q= 1 BQ= 0 IREG= 1

ITRAD= 0 IEAST= 0 IDUR= 6 M= 8 QM= 8

INCON= 0 NBACK= 0 NPRED= 8 INTERP= 2 INIT= 0

IFILT= 2 IDENSC= 1 IROOT= 2 INIC= 3 ICONCE= 1

ICDET= 1 IATIP= 1 IMVX= 1 IDIF= 3 PG= 1

AIO= 2 INT1= 1 INT2= 49 RSA= 0 SEATS= 2

VA= 3.91 TOL= 0.100E-03 PC= 0.143E+00

NOADMISS= 1 BIAS= 1 SMTR= 0

THTR= -0.400 RMOD= 0.500 MAXBIAS= 0.500

TH = -0.10

Media no significativa

Modelo estimado: (0,1,1)

Diagnóstico sobre el parámetro de medias móviles:

PARÁMETRO ESTIMACIÓN STD ERROR T RATIO LAG

MA1 1 -.56070 0.12078 -4.64 1

Page 378: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

377

Diagnóstico sobre los residuos:

Media= 2.9755926

Desvío estándar.= 3.9256922

T-valor= 0.7580

Test de normalidad: = 1.439 [Ψ2 (2)]

Simetría: -0.0129 ( SE = 0.3573 )

Curtosis: 3.8568 ( SE = 0.7146 )

Suma de los cuadrados: 34459.17

DURBIN-WATSON= 1.7334

Error std. de los residuos = 27.36992

MSE de los residuos: 749.1125

EL VALOR “Q” DE LJUNG-BOX DE ORDEN 8 ES 11.99 Y SI LOS RESIDUOS SON ALEATORIOS SE DISTRIBUYEN COMO Ψ2 (7)

Análisis de intervención

Parámetros del modelo:

MQ= 1 IMEAN= 0 LAM= 1 D= 1 BD= 0

P= 0 BP= 0 Q= 1 BQ= 0 IREG= 1

ITRAD= 0 IEAST= 0 IDUR= 6 M= 8 QM= 8

INCON= 0 NBACK= 0 NPRED= 8 INTERP= 2 INIT= 2

IFILT= 2 IDENSC= 1 IROOT= 2 INIC= 1 ICONCE= 1

ICDET= 1 IATIP= 1 IMVX= 1 IDIF= 0 PG= 0

AIO= 2 INT1= 49 INT2= 49 RSA= 0 SEATS= 2

VA= 3.91 TOL= 0.100E-03 PC= 0.143E+00

NOADMISS= 1 BIAS= 1 SMTR= 0

THTR= -0.400 RMOD= 0.500 MAXBIAS= 0.500

TH = -0.56

SIN OUTLIERS DETECTADOS

Valores interpolados:

PARAMETRO VALOR ERROR ESTÁNDAR

INT 19 62.322 ( 24.17787)

Page 379: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

378

Page 380: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

379

REPORTE 2

Nombre de la serie: PRECIO CORRIENTE DEL TRIGO EN BUENOS AIRES

Observaciones ausentes: 10

Numero de observaciones: 48 (1757-1804)

Observaciones ausentes tratadas como outliers aditivos

Paquete estadístico: mismo que reporte anterior

1) Parámetros del modelo:

MQ= 1 IMEAN= 1 LAM= 0 D= 0 BD= 0 P= 2 BP= 0 Q= 0 BQ= 0 IREG= 2 ITRAD= 0 IEAST= 0 IDUR= 6 M= 8 IQM= 8 INCON= 0 NBACK= 0 NPRED= 8 INTERP= 2 INIT= 2 IFILT= 2 IDENSC= 1 IROOT= 2 INIC= 1 ICONCE= 1 ICDET= 1 IATIP= 1 IMVX= 1 IDIF= 0 PG= 0 AIO= 2 INT1= 48 INT2= 48 RSA= 0 SEATS= 2 VA= 3.00 TOL= 0.100E-03 PC= 0.143E+00 NOADMISS= 1 BIAS= 1 SMTR= 0 THTR= -0.400 RMOD= 0.500 MAXBIAS= 0.500 PHI = -0.46 0.73

Modelo estimado: (2, 0, 0) Media: 3.04968 Parámetro PHI = -0.4580 0.7342 Las observaciones ausentes en la serie original se han interpolado como atípicos aditivos:

Valores interpolados PARAMETRO VALOR ST. ERROR NIVEL INT 2 3.3306 ( 0.27468) 27.954 INT 3 3.4597 ( 0.23113) 31.806 INT 6 2.5774 ( 0.21256) 13.163 INT 8 3.5270 ( 0.23193) 34.023 INT 10 2.5349 ( 0.21256) 12.615 INT 16 3.1071 ( 0.22285) 22.356 INT 18 3.0499 ( 0.22285) 21.113

Page 381: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

380

INT 25 3.1950 ( 0.18959) 24.410 INT 31 2.8700 ( 0.18959) 17.636 INT 46 3.1910 ( 0.18934) 24.314

Diagnóstico sobre los residuos: Media: -0.1781D-01 Desvío estándar: 0.3051D-01 Valor T: -0.5838 Test de normalidad: 0.2922E-01 [Ψ2 (2)] Simetría: 0.0507 ( SE = 0.3612 ) Curtosis: 3.0704 ( SE = 0.7223 ) Suma de los cuadrados: 0.1985D+01 DURBIN-WATSON= 2.0280 Desvío estándar de los residuos: 0.2148D+00 Varianza de los residuos: 0.4615D-01 EL VALOR “Q” DE LJUNG-BOX ES 3.65 Y SI LOS RESIDUOS SON ALEATORIOS SE DISTRIBUYEN [Ψ2(6)]

Análisis de intervención

Atípicos identificados con un valor crítico de 3 desvíos estándar: Observación Valor Error estándar T-valor ATÍPICO 1 (1773) 1.1277 ( 0.23503) 4.80 AO ATÍPICO 2 (1791) -.61295 ( 0.16819) -3.64 TC

SERIE INTERVENIDA (CON CORRECCIÓN DE ATÍPICOS) 928 1757-1760 22.000 27.954 31.806 21.000 1761-1764 10.000 13.163 25.000 34.023 1765-1768 21.000 12.615 16.000 32.000 1769-1772 20.000 16.000 20.000 22.356 1773-1776 20.074 21.113 26.000 23.000 1777-1780 18.000 16.000 19.000 26.000 1781-1784 24.410 17.000 16.000 16.000 1785-1788 32.000 43.000 17.636 10.000 1789-1792 20.000 44.000 33.226 18.430 1793-1796 14.854 12.340 30.122 29.930 1797-1800 19.346 15.777 16.575 20.501 1801-1804 19.332 24.610 39.332 26.155 EFECTO TOTAL DE LOS ATÍPICOS SOBRE LA SERIE 1757-1760 100.000 100.000 100.000 100.000

928 Cada fila de números corresponde al intervalo de la primera columna a la izquierda. Vale para todas las series presentadas en este apartado.

Page 382: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

381

1761-1764 100.000 100.000 100.000 100.000 1765-1768 100.000 100.000 100.000 100.000 1769-1772 100.000 100.000 100.000 100.000 1773-1776 308.850 100.000 100.000 100.000 1777-1780 100.000 100.000 100.000 100.000 1781-1784 100.000 100.000 100.000 100.000 1785-1788 100.000 100.000 100.000 100.000 1789-1792 100.000 100.000 54.175 65.112 1793-1796 74.056 81.039 86.315 90.211 1797-1800 93.043 95.077 96.528 97.557 1801-1804 98.283 98.795 99.155 99.408

Extracción de señales

Modelo: (2,0,0) Valores de los parámetros aprobados por la estimación ARIMA: THETA = 1.00; BTHETA = 1.00; PHI = (1.00 , -0.46, 0.73); BPHI = 1.00. La utilización del filtro WIENER-KOLMOGOROV identificó un componente irregular, otro transitorio y otro estacional, pero no identificó el componente tendencia-ciclo.

Page 383: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

382

Page 384: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

383

REPORTE 3

Nombre de la serie: PRECIO CORRIENTE DE LA VACA DE CRÍA EN BUENOS AIRES

Observaciones ausentes: 10

Numero de observaciones: 49 (1756-1804)

Paquete estadístico: mismo que reporte anterior

Parámetros del modelo:

MQ= 1 IMEAN= 0 LAM= 1 D= 1 BD= 0 P= 1 BP= 0 Q= 0 BQ= 0 IREG= 1 ITRAD= 0 IEAST= 0 IDUR= 6 M= 8 IQM= 8 INCON= 0 NBACK= 0 NPRED= 8 INTERP= 2 INIT= 2 IFILT= 2 IDENSC= 1 IROOT= 2 INIC= 1 ICONCE= 1 ICDET= 1 IATIP= 1 IMVX= 1 IDIF= 0 PG= 0 AIO= 2 INT1= 49 INT2= 49 RSA= 0 SEATS= 2 VA= 3.00 TOL= 0.100E-03 PC= 0.143E+00 NOADMISS= 1 BIAS= 1 SMTR= 0 THTR= -0.400 RMOD= 0.500 MAXBIAS= 0.500 PHI = 0.27

Modelo estimado: (1, 1,0)

Diagnóstico sobre los residuos: Media: -0.1710973 Desvío estándar: 0.2351720 t- valor : -0.7275

Test de normalidad: 0.6268 con distribución [Ψ2(2)] Simetría: -0.2774 Curtosis: 2.8887 Suma de los cuadrados: 123.5466 DURBIN-WATSON= 2.0056 Error estándar de los residuos: 1.638840 MSE de los residuos = 2.685795 EL VALOR “Q” DE LJUNG-BOX DE ORDEN 8 ES 5.91 Y SI LOS RESIDUOS SON ALEATORIOS SE DISTRIBUYEN Ψ2(7)

Page 385: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

384

Análisis de intervención A) IDENTIFICACIÓN DE ATÍPICOS

Atípicos identificados con un valor crítico de 3 a -3 desvíos estándar: Observación Valor ST. ERROR t-valor ATÍPICO 1 ( 1771) 8.2042 ( 1.29200) 6.35 AO

B) SERIE CON ATÍPICOS CORREGIDOS

1756-1759 15.000 15.330 16.000 15.000 1760-1763 17.000 16.000 16.000 16.000 1764-1767 16.000 14.000 12.400 12.000 1768-1771 11.000 6.750 8.000 7.796 1772-1775 9.000 6.000 6.000 6.750 1776-1779 8.000 10.330 11.760 12.000 1780-1783 10.000 11.660 8.660 11.300 1784-1787 12.500 15.330 11.450 12.000 1788-1791 14.000 12.660 12.220 14.000 1792-1795 12.400 11.880 12.660 11.200 1796-1799 11.000 10.600 11.000 8.000 1800-1803 9.400 7.500 8.750 9.330 1804-1807 8.800

Extracción de señales

Modelo: (1, 1, 0) sin media

PHI = 0.2666

Valores de los parámetros aprobados por la estimación ARIMA: THETA = 1.00; BTHETA = 1.00; PHI = (0.27); BPHI = 1.00 La utilización del filtro WIENER-KOLMOGOROV identificó un componente tendencia - ciclo, un componente irregular, otro transitorio y otro estacional. NIVEL DE LA SERIE DE TENDENCIA-CICLO: 1756-1759 15.149 15.391 15.582 15.805 1760-1763 16.167 16.208 16.042 15.917 1764-1767 15.350 14.100 12.791 11.715 1768-1771 10.121 8.387 7.803 8.030 1772-1775 7.783 6.856 6.395 6.993 1776-1779 8.343 10.026 11.233 11.356 1780-1783 10.932 10.494 10.285 11.122 1784-1787 12.704 13.347 12.707 12.528 1788-1791 12.985 12.913 12.856 13.011 1792-1795 12.673 12.265 12.020 11.518 1796-1799 11.019 10.717 10.084 9.187 1800-1803 8.614 8.384 8.612 8.960 1804-1807 8.970

Page 386: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

385

Page 387: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

386

REPORTE 4

Nombre de la serie: ÍNDICE DE PRECIOS AGRARIOS DE BUENOS AIRES

Observaciones ausentes: ninguna

Numero de observaciones: 48 (1757-1804)

Paquete estadístico: mismo que reporte anterior

Parámetros del modelo:

MQ= 1 IMEAN= 1 LAM= 0 D= 0 BD= 0 P= 2 BP= 0 Q= 0 BQ= 0 IREG= 1 ITRAD= 0 IEAST= 0 IDUR= 6 M= 8 IQM= 8 INCON= 0 NBACK= 0 NPRED= 8 INTERP= 2 INIT= 2 IFILT= 2 IDENSC= 1 IROOT= 2 INIC= 1 ICONCE= 1 ICDET= 1 IATIP= 1 IMVX= 1 IDIF= 0 PG= 0 AIO= 2 INT1= 48 INT2= 48 RSA= 0 SEATS= 2 VA= 3.00 TOL= 0.100E-03 PC= 0.120E+00 NOADMISS= 1 BIAS= 1 SMTR= 0 THTR= -0.400 RMOD= 0.500 MAXBIAS= 0.500 PHI = -0.46 0.64

Modelo estimado: (2, 0, 0)

Diagnóstico sobre los residuos: Media: -0.0156735 Desvío estándar: 0.0314555 t- valor: -0.4983

Normalidad de los residuos: 0.6422 con distribución [Ψ(2)] Simetría: 0.0764 (SE = 0.3612 ) Curtosis: 2.4417 (SE = 0.7223 ) Suma de los cuadrados: 2.104972 DURBIN-WATSON= 1.9674 Error estándar de los residuos = 0.2187242 MSE de los residuos = 0.4784026E-01 EL VALOR “Q” DE LJUNG-BOX DE ORDEN 8 IS 2.37 Y SI LOS RESIDUOS SON ALEATORIOS SE DSITRIBUYEN NORMAL Ψ2(6)]

Análisis de intervención A) IDENTIFICACIÓN DE LA MEDIA DEL MODELO Y DE LOS ATÍPICOS

IDENTIFICADOS

Page 388: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

387

PARAMETER VALUE ST. ERROR T VALUE MU 4.5458 ( 0.02745) 165.58 ATÍPICO 1(1773) 1.0666 ( 0.17361) 6.14 AO

B) SERIE CON ATÍPICOS CORREGIDOS 1757-1760 107.060 127.580 136.940 106.460 1761-1764 75.780 100.250 123.120 148.690 1765-1768 101.160 65.670 75.500 138.260 1769-1772 86.770 70.980 93.560 97.390 1773-1776 87.422 91.870 115.840 94.710 1777-1780 81.240 74.140 87.750 113.210 1781-1784 108.020 75.640 73.860 74.440 1785-1788 141.700 183.570 82.210 56.850 1789-1792 95.290 184.960 88.010 68.460 1793-1796 61.370 61.530 112.280 115.520 1797-1800 82.290 71.910 70.810 87.480 1801-1804 82.190 104.210 166.040 115.440

C) SIMULACIÓN DEL EFECTO TOTAL DEL ATÍPICO DE 1773 SOBRE LA

TENDENCIA 1757-1760 100.000 100.000 100.000 100.000 1761-1764 100.000 100.000 100.000 100.000 1765-1768 100.000 100.000 100.000 100.000 1769-1772 100.000 100.000 100.000 100.000 1773-1776 290.543 100.000 100.000 100.000 1777-1780 100.000 100.000 100.000 100.000 1781-1784 100.000 100.000 100.000 100.000 1785-1788 100.000 100.000 100.000 100.000 1789-1792 100.000 100.000 100.000 100.000 1793-1796 100.000 100.000 100.000 100.000 1797-1800 100.000 100.000 100.000 100.000 1801-1804 100.000 100.000 100.000 100.000

Page 389: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

388

Page 390: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

389

REPORTE 5

Nombre de la serie: ÍNDICE DEL PRODUCTO AGRARIO DE BUENOS AIRES

Observaciones ausentes: ninguna

Numero de observaciones: 48 (1757-1804)

Paquete estadístico: mismo que reporte anterior

Parámetros del modelo:

MQ= 1 IMEAN= 1 LAM= -1 D= 1 BD= 0 P= 0 BP= 0 Q= 1 BQ= 0 IREG= 0 ITRAD= 0 IEAST= 0 IDUR= 6 M= 8 QM= 8 INCON= 0 NBACK= 0 NPRED= 8 INTERP= 2 INIT= 0 IFILT= 2 IDENSC= 1 IROOT= 2 INIC= 3 ICONCE= 1 ICDET= 1 IATIP= 1 IMVX= 1 IDIF= 3 PG= 1 AIO= 2 INT1= 1 INT2= 48 RSA= 0 SEATS= 2 VA= 3.00 TOL= 0.100E-03 PC= 0.143E+00 NOADMISS= 1 BIAS= 1 SMTR= 0 THTR= -0.400 RMOD= 0.500 MAXBIAS= 0.500 TH = -0.10

Modelo estimado: (0, 1, 1) sin media

Diagnóstico del parámetro de medias móviles

PARAMETER ESTIMATE STD ERROR T RATIO LAG MA1 1 -.57119 0.11973 -4.77 1

Diagnóstico sobre los residuos:

Media= 2.2422879 Desviación estándar= 5.6081182 t- valor = 0.3998

Test de normalidad: = 0.7669E-01 con distribución [Ψ(2)] Simetría = 0.0593 ( SE = 0.3573 ) Curtosis = 2.8416 ( SE = 0.7146 ) Suma de los cuadrados = 69711.55 DURBIN-WATSON= 1.8858 Error estándar de los residuos = 38.92902 MSE de los RESID.= 1515.468

EL VALOR “Q” DE LJUNG-BOX DE ORDEN 8 ES 9.41 Y SI LOS RESIDUOS SON ALEATORIOS SE DSITRIBUYEN NORMAL Ψ2(7)]

Page 391: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

390

Extracción de señales

Modelo: (0, 1, 1)

Valores de los parámetros aprobados por la estimación ARIMA: THETA = -0.57; BTHETA = 1.00; PHI = 1.00; BPHI = 1.00 La utilización del filtro WIENER-KOLMOGOROV identificó un componente tendencia ciclo, un componente irregular, otro transitorio y otro estacional. NIVEL DE LA SERIE DE TENDENCIA 1757 93.009 94.087 95.486 93.593 1758 85.777 75.071 67.167 64.623 1759 66.484 69.215 69.117 68.040 1760 68.774 68.233 64.706 60.220 1761 58.507 62.160 70.524 82.479 1762 91.557 93.855 94.560 97.729 1763 105.247 112.226 111.137 104.288 1764 98.033 98.405 102.038 101.785 1765 101.623 106.614 117.118 129.883 1766 140.904 147.161 151.251 159.206 1767 170.255 181.192 187.288 186.411 1768 178.656 161.994 145.052 137.619

Page 392: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

391

Page 393: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

392

REPORTE 6

Nombre de la serie: ÍNDICE DEL VALOR DE LA RECAUDACIÓN DECIMAL DE MONTEVIDEO

Observaciones ausentes: 1

Numero de observaciones: 54 (1756-1809)

Paquete estadístico: mismo que reporte anterior

Parámetros del modelo:

MQ= 1 IMEAN= 0 LAM= 0 D= 1 BD= 0 P= 0 BP= 0 Q= 1 BQ= 0 IREG= 2 ITRAD= 0 IEAST= 0 IDUR= 6 M= 8 IQM= 8 INCON= 0 NBACK= 0 NPRED= 8 INTERP= 2 INIT= 2 IFILT= 2 IDENSC= 1 IROOT= 2 INIC= 1 ICONCE= 1 ICDET= 1 IATIP= 1 IMVX= 1 IDIF= 0 PG= 0 AIO= 2 INT1= 54 INT2= 54 RSA= 0 SEATS= 2 VA= 3.01 TOL= 0.100E-03 PC= 0.143E+00 NOADMISS= 1 BIAS= 1 SMTR= 0 THTR= -0.400 RMOD= 0.500 MAXBIAS= 0.500 TH = -0.082

Modelo estimado: (0, 1, 1)

Diagnóstico sobre los residuos:

Media= 0.0361936 Desvío estándar = 0.0375656 t- valor: = 0.9635

Test de normalidad = 0.5331 con distribución [Ψ(2)] Simetría: 0.1056 ( SE = 0.3464 ) Curtosis: 2.5403 ( SE = 0.6928 ) Suma de los cuadrados: = 3.593436 DURBIN-WATSON= 1.9553 Error estándar de los residuos = 0.2708052 MSE de los residuos= 0.7333543E-01

EL VALOR “Q” DE LJUNG-BOX DE ORDEN 8 ES 4.24 Y SI LOS RESIDUOS SON ALEATORIOS SE DISTRIBUYEN NORMAL Ψ(7)]

1) SERIE INTERPOLADA

1756-1759 47.500 35.620 34.400 32.510

Page 394: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

393

1760-1763 33.880 19.530 19.530 19.530 1764-1767 22.140 18.340 17.040 19.080 1768-1771 26.990 32.830 29.550 35.310 1772-1775 42.850 65.600 44.310 44.510 1776-1779 63.220 94.420 102.760 70.650 1780-1783 70.110 104.120 175.380 86.810 1784-1787 98.100 109.140 147.590 161.850 1788-1791 116.010 80.840 143.820 119.390 1792-1795 137.310 149.140 137.570 131.100 1796-1799 248.280 222.370 254.260 204.660 1800-1803 186.110 132.010 175.450 282.220 1804-1807 254.260 359.830 303.070 249.593 1808-1811 86.080 167.900

Extracción de señales Modelo: (0, 1, 1)

Valores de los parámetros aprobados por la estimación ARIMA: THETA = -0.08; BTHETA = 1.00; PHI = 1.00; BPHI = 1.00

La utilización del filtro WIENER-KOLMOGOROV identificó un componente tendencia, un componente irregular, otro transitorio y otro estacional.

SERIE DE NIVEL DELA TENDENCIA 1756-1759 43.848 38.276 34.597 33.191 1760-1763 29.056 22.776 19.923 20.244 1764-1767 20.419 19.026 18.236 20.560 1768-1771 25.934 30.313 32.074 36.030 1772-1775 45.302 52.646 49.530 49.985 1776-1779 64.537 85.736 90.406 78.907 1780-1783 79.058 91.432 94.558 92.599 1784-1787 99.068 115.532 138.711 143.006 1788-1791 116.889 105.080 119.041 129.729 1792-1795 136.100 143.046 141.205 158.614 1796-1799 204.582 234.273 232.113 210.541 1800-1803 177.008 159.342 186.873 242.935 1804-1807 284.446 313.303 299.144 250.913 1808-1811 207.708 180.260

Page 395: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

394

Page 396: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

395

REPORTE 7

Nombre de la serie: ÍNDICE DE PRECIOS DEL GANADO DE MONTEVIDEO

Observaciones ausentes: 17

Numero de observaciones: 54 (1756-1809)

Paquete estadístico: mismo que reporte anterior

Parámetros del modelo:

MQ= 1 IMEAN= 1 LAM= 0 D= 0 BD= 0 P= 1 BP= 0 Q= 0 BQ= 0 IREG= 0 ITRAD= 0 IEAST= 0 IDUR= 6 M= 8 IQM= 8 INCON= 0 NBACK= 0 NPRED= 8 INTERP= 2 INIT= 2 IFILT= 2 IDENSC= 1 IROOT= 2 INIC= 1 ICONCE= 1 ICDET= 1 IATIP= 1 IMVX= 1 IDIF= 0 PG= 0 AIO= 2 INT1= 55 INT2= 55 RSA= 0 SEATS= 2 VA= 3.01 TOL= 0.100E-03 PC= 0.143E+00 NOADMISS= 1 BIAS= 1 SMTR= 0 THTR= -0.400 RMOD= 0.500 MAXBIAS= 0.500 PHI = -0.59

Modelo estimado: (1, 0, 0) con media y sin atípicos

Diagnóstico sobre los residuos:

Media= -0.0554499 Desvío estándar = 0.0484925 t- valor: = -1.1435 Test de normalidad = 2.026 con distribución [Ψ(2)] Simetría: 0.1318 ( SE = 0.4027 ) Curtosis: 4.1157 ( SE = 0.8054 ) Suma de los cuadrados: 3.333003 DURBIN-WATSON= 2.5956 Error estándar de los residuos = 0.3042752 MSE de los residuos= 0.9258342E-01

EL VALOR “Q” DE LJUNG-BOX DE ORDEN 8 ES 6.58 Y SI LOS RESIDUOS SON ALEATORIOS SE DISTRIBUYEN NORMAL Ψ2(7)]

SERIE INTERPOLADA 1756-1759 198.050 281.180 199.190 178.260 1760-1763 171.003 185.100 135.790 137.051 1764-1767 146.325 168.450 158.850 85.720 1768-1771 74.680 84.621 88.125 85.352

Page 397: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

396

1772-1775 76.166 60.580 82.942 103.760 1776-1779 113.980 115.865 118.638 123.210 1780-1783 154.191 211.260 102.780 94.340 1784-1787 107.969 121.930 124.228 130.110 1788-1791 103.039 79.430 89.720 96.530 1792-1795 102.900 96.970 111.200 116.320 1796-1799 97.050 90.640 104.987 119.020 1800-1803 108.330 97.390 75.030 89.760 1804-1807 166.440 107.352 68.210 127.550 1808-1811 62.420 82.840 92.020

Extracción de señales Modelo: (0, 1, 1)

Valores de los parámetros aprobados por la estimación ARIMA: THETA = 1.00; BTHETA = 1.00; PHI = 0.59; BPHI = 1.00

La utilización del filtro WIENER-KOLMOGOROV identificó un componente tendencia-ciclo, un componente irregular, otro transitorio y otro estacional. SERIE DE NIVEL DE LA TENDENCIA 1756-1759 197.017 226.158 203.645 176.731 1760-1763 172.061 164.498 145.350 137.900 1764-1767 147.231 157.466 137.131 98.264 1768-1771 82.170 85.145 88.671 85.880 1772-1775 76.638 72.173 83.455 101.877 1776-1779 112.567 116.582 119.373 128.721 1780-1783 155.145 160.051 120.679 101.166 1784-1787 108.637 119.161 124.998 121.492 1788-1791 103.677 89.482 90.669 97.963 1792-1795 101.249 103.205 109.638 110.816 1796-1799 101.294 97.341 105.637 113.385 1800-1803 109.001 95.492 86.008 101.604 1804-1807 127.541 108.017 91.341 93.140 1808-1811 82.505 81.674 93.371

Page 398: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

397

Page 399: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

398

REPORTE 8

Nombre de la serie: ÍNDICE DEL PRECIO DEL TRIGO EN MONTEVIDEO

Observaciones ausentes: 12

Numero de observaciones: 54 (1756-1809)

Paquete estadístico: mismo que reporte anterior

Parámetros del modelo:

MQ= 1 IMEAN= 1 LAM= 0 D= 0 BD= 0 P= 0 BP= 0 Q= 2 BQ= 0 IREG= 0 ITRAD= 0 IEAST= 0 IDUR= 6 M= 8 IQM= 8 INCON= 0 NBACK= 0 NPRED= 8 INTERP= 2 INIT= 2 IFILT= 2 IDENSC= 1 IROOT= 2 INIC= 1 ICONCE= 1 ICDET= 1 IATIP= 1 IMVX= 1 IDIF= 0 PG= 0 AIO= 2 INT1= 54 INT2= 54 RSA= 0 SEATS= 2 VA= 3.01 TOL= 0.100E-03 PC= 0.143E+00 NOADMISS= 1 BIAS= 1 SMTR= 0 THTR= -0.400 RMOD= 0.500 MAXBIAS= 0.500 TH = 1.04 0.92 Modelo estimado: (0, 0, 2) sin media

Diagnóstico sobre los residuos:

Media= 0.0334441 Desvío estándar = 0.0399671 t- valor = 0.8368 Test de normalidad: 1.173 con distribución [Ψ(2)] Simetría: = 0.4060 ( SE = 0.3825 ) Curtosis: 3.1657 ( SE = 0.7651 ) Suma de los cuadrados: 2.731035 DURBIN-WATSON= 1.6697 Error estándar de los residuos: MSE de los residuos= 0.7002654E-01 EL VALOR “Q” DE LJUNG-BOX DE ORDEN 8 ES 2.35 Y SI LOS RESIDUOS SON ALEATORIOS SE DISTRIBUYEN NORMAL Ψ(6)

SERIE INTERPOLADA 1756-1759 73.000 73.000 121.000 97.000 1760-1763 75.000 46.000 73.000 92.582 1764-1767 113.000 80.713 90.696 75.000

Page 400: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

399

1768-1771 97.000 75.000 85.000 77.365 1772-1775 85.000 85.000 66.000 61.000 1776-1779 97.000 127.000 133.000 109.000 1780-1783 104.000 109.000 73.000 73.000 1784-1787 86.000 114.000 158.000 97.000 1788-1791 79.000 36.000 42.000 50.000 1792-1795 97.000 82.000 58.000 73.947 1796-1799 146.000 188.526 130.231 95.195 1800-1803 99.589 99.957 172.000 210.000 1804-1807 348.000 216.000 247.000 137.077 1808-1811 115.035 73.000

Extracción de señales: no admite

Page 401: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

400

Page 402: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

401

REPORTE 9

Nombre de la serie: ÍNDICE DE PRECIOS AGRARIOS (IPA) DE MONTEVIDEO

Observaciones ausentes: 12

Numero de observaciones: 53 (1756-1808)

Paquete estadístico: mismo que reporte anterior

1) Parámetros del modelo:

MQ= 1 IMEAN= 1 LAM= 0 D= 0 BD= 0 P= 1 BP= 0 Q= 1 BQ= 0 IREG= 2 ITRAD= 0 IEAST= 0 IDUR= 6 M= 8 IQM= 8 INCON= 0 NBACK= 0 NPRED= 8 INTERP= 2 INIT= 2 IFILT= 2 IDENSC= 1 IROOT= 2 INIC= 1 ICONCE= 1 ICDET= 1 IATIP= 1 IMVX= 1 IDIF= 0 PG= 0 AIO= 2 INT1= 53 INT2= 53 RSA= 0 SEATS= 2 VA= 3.01 TOL= 0.100E-03 PC= 0.120E+00 NOADMISS= 1 BIAS= 1 SMTR= 0 THTR= -0.400 RMOD= 0.500 MAXBIAS= 0.500 TH = 0.37 PHI = -0.54

Modelo estimado: (1, 0, 1) con media; con un valor critico de 3 desvíos estándar

se reconocen observaciones atípicas en 1789 (TC) y 1804 (AO)

Diagnóstico sobre los residuos:

Media -0.0282198

Desvío estándar.= 0.0265222

t- valor -1.0640

Test de normalidad = 0.2467

Simetría= -0.1532 ( SE = 0.3464 )

Curtosis = 2.8434 ( SE = 0.6928 )

Suma de los cuadrados=1.798385

Durbin-Watson = 1.9676

Error estándar de los residuos = 0.1935623

MSE de los residuos = 0.3746635E-01

Page 403: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

402

EL VALOR “Q” DE LJUNG-BOX DE ORDEN 8 ES 4.93 Y SI LOS RESIDUOS SON ALEATORIOS SE DISTRIBUYEN NORMAL Ψ2(6).

SERIE INTERPOLADA 1756-1759 139.770 184.160 162.750 149.910 1760-1763 126.610 105.460 115.000 112.920 1764-1767 128.380 120.900 122.150 78.260 1768-1771 91.050 78.020 85.770 78.830 1772-1775 83.960 80.750 69.210 70.500 1776-1779 102.860 125.330 125.360 112.640 1780-1783 114.480 122.000 75.130 74.610 1784-1787 90.160 115.240 149.800 101.040 1788-1791 86.140 48.290 54.600 68.400 1792-1795 98.720 86.230 71.370 85.320 1796-1799 134.260 160.130 121.820 99.810 1800-1803 103.020 99.270 148.320 178.360 1804-1807 307.280 185.580 201.300 134.660 1808-1811 95.740

Análisis de intervención Efecto de las observaciones atípicas de 1789 y 1804 1756-1759 100.000 100.000 100.000 100.000 1760-1763 100.000 100.000 100.000 100.000 1764-1767 100.000 100.000 100.000 100.000 1768-1771 100.000 100.000 100.000 100.000 1772-1775 100.000 100.000 100.000 100.000 1776-1779 100.000 100.000 100.000 100.000 1780-1783 100.000 100.000 100.000 100.000 1784-1787 100.000 100.000 100.000 100.000 1788-1791 100.000 52.876 64.015 73.181 1792-1795 80.367 85.813 89.844 92.777 1796-1799 94.888 96.393 97.461 98.216 1800-1803 98.748 99.122 99.385 99.569 1804-1807 178.109 99.788 99.852 99.896 1808-1811 99.927

Extracción de señales Valores de los parámetros aprobados por la estimación ARIMA: THETA = 0.37; BTHETA = 1.00; PHI = - 0.54; BPHI = 1.00

Fueron identificados un componente tendencia-ciclo, un componente irregular, otro transitorio y otro estacional. SERIE DE NIVEL DE LA TENDENCIA

1756-1759 142.987 173.596 165.646 147.383 1760-1763 125.242 109.614 111.245 117.349 1764-1767 122.530 126.992 111.531 87.724 1768-1771 84.303 83.721 82.306 82.123 1772-1775 82.964 80.866 70.172 73.893 1776-1779 100.460 124.454 124.095 113.172

Page 404: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

403

1780-1783 117.774 112.739 81.040 74.901 1784-1787 90.315 118.545 137.770 105.678 1788-1791 87.531 90.152 86.623 96.638 1792-1795 116.467 101.428 81.847 94.524 1796-1799 138.263 159.428 125.894 104.806 1800-1803 100.979 106.646 143.465 175.888 1804-1807 172.680 186.957 189.784 136.190 1808-1811 98.680

Page 405: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

404

Page 406: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

405

REPORTE 10

Nombre de la serie: ÍNDICE DEL PRODUCTO AGRARIO DE MONTEVIDEO

Observaciones ausentes: ninguna

Numero de observaciones: 53 (1756-1808)

Paquete estadístico: mismo que reporte anterior

Parámetros del modelo:

MQ= 1 IMEAN= 0 LAM= 0 D= 1 BD= 0 P= 0 BP= 0 Q= 1 BQ= 0 IREG= 1 ITRAD= 0 IEAST= 0 IDUR= 6 M= 8 IQM= 8 INCON= 0 NBACK= 0 NPRED= 8 INTERP= 2 INIT= 2 IFILT= 2 IDENSC= 1 IROOT= 2 INIC= 1 ICONCE= 1 ICDET= 1 IATIP= 1 IMVX= 1 IDIF= 0 PG= 0 AIO= 2 INT1= 53 INT2= 53 RSA= 0 SEATS= 2 VA= 3.01 TOL= 0.100E-03 PC= 0.143E+00 NOADMISS= 1 BIAS= 1 SMTR= 0 THTR= -0.400 RMOD= 0.500 MAXBIAS= 0.500 TH = -0.36

Modelo estimado: (0, 1, 1) sin media

Diagnóstico sobre los residuos:

Media 0.0485181

Desvío estándar = 0.0400017

t- valor = 1.2129 Test de normalidad = 0.1403 con distribución [Ψ2]

Simetría = 0.1139 ( SE = 0.3430 )

Curtosis = 2.8810 ( SE = 0.6860 )

Suma de los cuadrados= 4.282015

Durbin-Watson = 1.9062

Error estándar de los residuos = 0.2926436

MSE de los residuos = 0.8564030E-01

EL VALOR “Q” DE LJUNG-BOX DE ORDEN 8 ES 4.24 Y SI LOS RESIDUOS SON ALEATORIOS SE DISTRIBUYEN NORMAL Ψ2(7)

Page 407: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

406

Extracción se señales Valores de los parámetros aprobados por la estimación ARIMA: THETA = -0.36; BTHETA = 1.00; PHI = - 0.54; BPHI = 1.00 La utilización del filtro WIENER-KOLMOGOROV identificó un componente tendencia-ciclo, un componente irregular, otro transitorio y otro estacional

SERIE DE NIVEL DE LA TENDENCIA 1756-1759 27.020 24.035 22.436 22.523 1760-1763 22.066 20.142 18.405 17.643 1764-1767 17.157 16.953 18.540 23.070 1768-1771 29.478 35.266 39.744 45.564 1772-1775 54.557 63.128 65.872 65.605 1776-1779 67.573 71.611 72.993 70.979 1780-1783 73.156 82.369 94.191 103.485 1784-1787 106.415 107.300 117.025 134.918 1788-1791 152.082 173.661 190.436 181.529 1792-1795 169.168 171.358 174.685 172.529 1796-1799 170.450 173.109 182.950 184.996 1800-1803 168.860 147.974 136.929 131.460 1804-1807 131.720 144.367 152.561 141.149 1808-1811 122.916

Page 408: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

407

Page 409: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

408

REPORTE 11

Nombre de la serie: INGRESO AGRARIO (AGREGADO) POR HABITANTE

Observaciones ausentes: 2

Numero de observaciones: 46 (1757-1804)

Paquete estadístico: mismo que reporte anterior Parámetros del modelo:

MQ= 1 IMEAN= 0 LAM= 0 D= 1 BD= 0

P= 0 BP= 0 Q= 1 BQ= 0 IREG= 0

ITRAD= 0 IEAST= 0 IDUR= 6 M= 8 IQM= 8

INCON= 0 NBACK= 0 NPRED= 8 INTERP= 2 INIT= 2

IFILT= 2 IDENSC= 1 IROOT= 2 INIC= 1 ICONCE= 1

ICDET= 1 IATIP= 1 IMVX= 1 IDIF= 0 PG= 0

AIO= 2 INT1= 46 INT2= 46 RSA= 0 SEATS= 2

VA= 3.00 TOL= 0.100E-03 PC= 0.120E+00

NOADMISS= 1 BIAS= 1 SMTR= 0

THTR= -0.400 RMOD= 0.500 MAXBIAS= 0.500

TH = -0.66

Modelo estimado: (0, 1, 1) sin atípicos

Diagnóstico sobre los residuos:

Media 0.0128573

Desvío estándar.= 0.0554517

t- valor 0.2319 Test de normalidad = 0.4990 con distribución [Ψ(2)]

Simetría = 0.1377 ( SE = 0.3735 )

Curtosis = 2.5499 ( SE = 0.7471 )

Suma de los cuadrados = 5.692574

Durbin-Watson = 1.9069

Error estándar de los residuos = 0.3681541

Page 410: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

409

MSE de los residuos = 0.1355375

EL VALOR “Q” DE LJUNG-BOX DE ORDEN 8 ES 4.00 Y SI LOS RESIDUOS SON ALEATORIOS SE DISTRIBUYEN NORMAL Ψ2(7)] Extracción de señales

Modelo: (0, 1, 1)

Valores de los parámetros aprobados por la estimación ARIMA: THETA = -0.66; BTHETA = 1.00; PHI = 1; BPHI = 1.00

La utilización del filtro WIENER-KOLMOGOROV identificó un componente tendencia-ciclo, un componente irregular, otro transitorio y otro estacional. SERIE DE NIVEL DE LA TENDENCIA

1757-1760 11.987 11.858 11.644 11.170 1761-1764 10.318 9.396 8.724 8.376 1765-1768 8.373 8.523 8.614 8.804 1769-1772 9.199 9.587 9.930 10.191 1773-1776 10.309 10.563 11.059 11.794 1777-1780 12.582 13.275 14.100 15.061 1781-1784 16.153 17.315 18.010 17.543 1785-1788 16.434 15.833 15.812 16.073 1789-1792 16.700 17.538 18.309 18.855 1793-1796 18.893 18.368 17.564 16.610 1797-1800 15.422 14.428 13.899 13.740 1801-1804 14.229 15.072

Page 411: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

410

Page 412: LAS ECONOMÍAS AGRARIAS DEL LITORAL

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