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http://docs.tercera.cl/especiales/2001/verdeolivo/capitulo01/index.htm LA HISTORIA INEDITA DE LOS AÑOS VERDE OLIVO CAPITULO I Por Cristián Bofill La novela Nuestros años verde olivo, de Roberto Ampuero, comprueba una tesis que más de un profesional de la historia o de la prensa suscribiría: en algunos casos los ficcionistas se han encargado mucho mejor de abordar algunos capítulos de la tragedia colectiva chilena de las últimas décadas que los periodistas e historiadores. La novela - lanzado en 1999 y que revela desde el terreno de la ficción el mundo del exilio chileno en Cuba - fue el punto de partida de esta serie especial de reportajes. Ampuero es un testigo privilegiado de esa época, ya que la vivió en medio de la alta jerarquía castrista, y con su libro dejó al desnudo una de las falencias de quienes se dedican a dar a conocer episodios que ayuden a los chilenos a conocer su historia. Al contrario de otros temas cruciales -como las violaciones a los derechos humanos o los entretelones del golpe contra Allende, sobre los cuales se han publicado valiosísimos libros y reportajes- el verdadero alcance de la influencia de Fidel Castro en la política chilena se ha quedado estancado en las versiones fragmentadas e ideologizadas, por lado y lado, de los años 70 y 80. Si bien el punto de partida de la investigación de La Tercera era el mundo descrito por Ampuero, el tema se fue ampliando en la medida en que se constató que el peso de Cuba en las generaciones que protagonizaron los conflictos chilenos de las últimas décadas era mucho mayor de lo descrito en la novela.

Las historia inedita de los años verde olivo

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Historias desconocidas del terrorismo marxista durante el Gobierno de Pinochet

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LA HISTORIA INEDITA

DE LOS AÑOS VERDE OLIVO

CAPITULO I

Por Cristián Bofill

La novela Nuestros años verde olivo, de Roberto Ampuero, comprueba una tesis que más de un profesional de la historia o de la prensa suscribiría: en algunos casos los ficcionistas se han encargado mucho mejor de abordar algunos capítulos de la tragedia colectiva chilena de las últimas décadas que los periodistas e historiadores.

La novela - lanzado en 1999 y que revela desde el terreno de la ficción el mundo del exilio chileno en Cuba - fue el punto de partida de esta serie especial de reportajes. Ampuero es un testigo privilegiado de esa época, ya que la vivió en medio de la alta jerarquía castrista, y con su libro dejó al desnudo una de las falencias de quienes se dedican a dar a conocer episodios que ayuden a los chilenos a conocer su historia. Al contrario de otros temas cruciales -como las violaciones a los derechos humanos o los entretelones del golpe contra Allende, sobre los cuales se han publicado valiosísimos libros y reportajes- el verdadero alcance de la influencia de Fidel Castro en la política chilena se ha quedado estancado en las versiones fragmentadas e ideologizadas, por lado y lado, de los años 70 y 80. Si bien el punto de partida de la investigación de La Tercera era el mundo descrito por Ampuero, el tema se fue ampliando en la medida en que se constató que el peso de Cuba en las generaciones que protagonizaron los conflictos chilenos de las últimas décadas era mucho mayor de lo descrito en la novela.

Iniciada en abril del año pasado, la investigación se extendió por casi un año y se tradujo tambien en viajes a ciudades como La Habana, Berlín, Leipzig, Frankfurt, Buenos Aires, Miami y Chicago. En cada rincón, se encontraron protagonistas olvidados dispuestos a relatar episodios inéditos que de a poco fueron tomando la forma de un verdadero eslabón perdido de la historia chilena de las últimas décadas. Para bien o para mal -dependiendo del punto de vista que se suscriba- es imposible entender esa historia sin detenerse sobre todo en la figura de Fidel Castro y su enorme influencia desde los años 60 hasta los inicios de la redemocratización tras el régimen

del general (R) Augusto Pinochet. Sería lo mismo que ignorar la influencia de Estados Unidos. Pero -al contrario de ésta, bastante estudiada y documentada- sobre la primera hastaahora ha habido bastante menos elementos aportados por testigos directos o archivos desclasificados, como los relativos a la Operación Cóndor o a las actividades clandestinas de la CIA en Chile. El histórico viraje del Partido Comunista hacia la lucha armada - pese a que fue el único de los partidos de la Unidad Popular que durante el gobierno de Allende no sucumbió a las tesis rupturistas - es uno de los fenómenos que, si bien responde a circunstancias políticas chilenas, no es posible desentrañar sin penetrar en los laberintos de la política cubana. También es imprescindible hacer escala en la ex Alemania Oriental. La historia no contada de la izquierda chilena en el exilio se escribió en Berlín, Moscú y La Habana, donde los comunistas chilenos fueron influidos por la visión de sus anfitriones y comenzaron a analizar las causas de su derrota, la forma de redimir sus culpas y el camino para enfrentar a Pinochet. Sin la ingerencia de esos tres gobiernos el proceso que desembocó en la lucha armada - tomada por el PC en 1980- nunca hubiera sido igual. Alemania Oriental, la Unión Soviética, pero especialmente Cuba, entregaron un elemento vital a la hora de tomar el camino de las armas: el entrenamiento militar masivo. Pese a su desconfianza inicial, importantes ex dirigentes del PC y ex integrantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) fueron entregando antecedentes. Los conocimientos de todas estas personas, además, contribuyeron para encontrar, en medio de páginas y páginas de textos políticos, valiosas pistas en obras como las memorias de ex timoneles del PC, el ex secretario general Luis Corvalán (De lo vivido y lo peleado) y el ex senador Orlando Millas (Una disgresión). Lo mismo se puede decir de libros como el del ex embajador y ex dirigente del PC, José Rodríguez Elizondo (Crisis y Renovación de las izquierdas en América Latina) y, en menor medida, del senador Jaime Gazmuri (El Sol y la Bruma). La mayor parte de ese trabajo de reporteo e investigación fue realizado por el periodista Javier Ortega, quién realizó muchas entrevistas en Cuba, Alemania y Argentina, además de lograr numerosos contactos en Chile. Otros periodistas realizaron entrevistas en Estados Unidos y Chile. Todo ese trabajo fue apoyado por el equipo de Proyectos Especiales de La Tercera, además de contribuciones de otras áreas del diario. La edición final fue realizada por un equipo encabezado por la dirección del diario. Entre los factores que más colaboraron para persuadir a muchos testigos a contar sus vivencias está, en primer lugar, el fin de la guerra fría y la consecuente desilusión de muchas personas que en su momento no titubearon en arriesgar la vida por esa causa. También ayudó -y mucho- a romper el hermetismo, la gran purga política realizada en Cuba por Fidel Castro, en 1989, cuando fusiló al general Arnaldo Ochoa y al coronel Tony de la Guardia -dos de sus hombres más cercanos - bajo el pretexto de que se habían involucrado en tráfico de drogas a sus espaldas.

La purga de 1989

Con esas ejecuciones, Fidel Castro perdió la lealtad de algunos miembros de su círculo más estrecho, varios de los cuáles se exiliaron en Estados Unidos. Varios de ellos -al igual que Ochoa y De la Guardia, quienes cumplieron misiones en Chile durante la UP- tenían un profundo conocimiento de las actividades cubanas en Chile desde los años 60,

70 y 80. En esas circunstancias, aceptaron hablar ex agentes como Jorge Masetti, el ex subjefe de su equipo de seguridad, capitán Lázaro Betancourt, el escritor Noberto Fuentes, el ex diplomático cubano en Chile, René Núñez, Ileana de la Guardia (hija de Tony de la Guardia) y Alina Fernández, hija de Fidel. Se trata de personas que, desde diferentes posiciones (Masetti mantiene una fuerte enemistad con Fuentes, a quien todavía considera un hombre cercano a Castro), ayudaron a enriquecer y cotejar informaciones. Hubo muchos que sólo aceptaron hablar bajo la condición del anonimato. Otros, no quisieron dar su testimonio, pese a que les fue solicitado insistentemente, entre ellos varios que aparecen mencionados en situaciones que sienten que podrían comprometerlos. Otras fuentes valiosas fueron los archivos desclasificados tras el fin de la guerra fría por los servicios secretos de Estados Unidos, la ex Alemania Oriental y la ex URSS. De la recopilación, análisis y cruce de esas informaciones es fruto esta serie especial. Como todo trabajo periodístico, no aspira a entregar una verdad incuestionable, sino la versión más acuciosa y profesional posible de los hechos investigados.

1976 Exiliados en la RDA sufrieron la "proletarización" impuesta por el gobierno alemán a los chilenos.

1979 Futuros miembros del FPMR luchan por Castro en Nicaragua.

1986 Fracasa el atentado contra Augusto Pinochet fraguado en Santiago y La Habana.

1983-1995 Nacimiento y muerte del más poderoso grupo guerrillero chileno del siglo XX, sustentado desde sus inicios por el gobierno cubano.

Por Javier Ortega

Durante una cita en el despacho del líder cubano en el Palacio de la Revolución, en junio de 1974, se gestó la creación del FPMR. A partir de ahora, decenas de jóvenes comunistas ingresaron a escuelas militares cubanas para formarse como oficiales del “nuevo ejército democrático chileno”.

Un caluroso día de junio de 1974 aterrizó en La Habana el máximo dirigente del PC chileno en el exilio, Volodia Teitelboim, quien residía en Moscú y lideraba el partido en reemplazo del

secretario general, Luis Corvalán detenido en la isla Dawson. En el aeropuerto José Martí Teitelboim fue recibido por los dirigentes chilenos del PC en Cuba, Rodrigo Rojas, Orel Viciani (ver recuadro) y Julieta Campusano, a cargo del flujo de chilenos que llegaban a la isla tras el golpe militar de un año antes. Mientras el poder de la junta militar se asentaba en Chile la golpeada izquierda intentaba recomponerse, tanto en el exilio como dentro del país. La represión era durísima las noticias sobre detenciones, torturas y muertes llegaban día a día. El contacto entre las dirigencias del “exterior” y el “interior” se mantenía al costo de muchas vidas. La principal actividad de Teitelboim fue una cita en el Palacio de la Revolución, donde acudió con Rodrigo Rojas para entrevistarse con Fidel Castro (1).

El "nuevo ejército"

Castro los recibió en su despacho con su hermano Raúl, segundo hombre del régimen; el jefe de la inteligencia cubana y máximo implicado en exportar de la revolución, Manuel “Barbarroja” Piñeiro y el viceprimer ministro Carlos Rafael Rodríguez. Excepto Raúl, todos habían estado en Chile durante la UP. Como siempre, Castro monopolizó la palabra. A sus 48 años, seguía siendo el icono revolucionario latinoamericano. Sus interlocutores chilenos, en cambio, estaban marcados por una derrota que el mundo socialista les enrostraba día a día. No habían sido capaces de resistir el golpe militar, de hacer la revolución chilena. Una “culpa” que era más fuerte en el caso del PC: era el único partido que se había jugado a fondo por la fracasada vía legal de la UP, camino que le había provocado fuertes roces con sus actuales anfitriones. “El gran error del gobierno de Allende fue no contar con una fuerza militar que lo defendiera8, dijo Castro. “Ahora no veo ninguna posibilidad a la vía armada en Chile, dado el profesionalismo y nivel de sus fuerzas armadas. No veo otra salida a la dictadura militar chilena que la formación de un gran frente encabezado por Eduardo Frei Montalva”. Acto seguido, frente a sus perplejos interlocutores, lanzó su propuesta para revertir la derrota: iniciar en las Fuerzas Armadas Revolucionarias cubanas (FAR) un ambicioso proceso de formación de jóvenes comunistas chilenos, los que serían admitidos en escuelas de elite para graduarse como oficiales de carrera. “Estos muchachos se formarán para que no vuelva a ocurrir la derrota de 1973”, argumentó Castro y aseguró que los nuevos militares serían “para defender al futuro gobierno democrático... no para tomar el poder por asalto”. La última salvedad que el comandante puso sobre la mesa fue la siguiente: “Serán militantes suyos, pero yo seré dueño de darle la formación militar que estime conveniente”. (2) Hasta ese momento La Habana había instruido en sus escuelas de guerrilla a centenares de militantes chilenos del MIR, pero por primera vez ofrecóa a una formación militar completa, cien por ciento profesional. Las FAR contaban con cientos de asesores

Luis Corvalán y Volodia Teitelboim. Mientras el primero estaba detenido en la isla Dawson, Teitelboim aceptó la oferta de Castro.

soviéticos, altamente calificados. “Todos nuestros oficiales piensan en ruso”, acotó, orgulloso, Raúl Castro. (3) Teitelboim y Rojas aceptaron y agradecieron la inesperada oferta. Concluido el encuentro, Castro se despidió afectuosamente de los chilenos. Antes de abandonar la sala, el comandante señaló: -Este acuerdo lo voy a guardar yo en mi caja fuerte, porque es el acta de nacimiento de un nuevo ejército democrático para Chile.

1 Serie de 12 entrevistas con el ex dirigente comunista de nombre político Ernesto Contreras Santiago, septiembre del 2000 hasta enero del 2001.

2 Ibid...Serie de entrevistas con Ernesto Contreras 3 Ibid... Serie de entrevistas con Ernesto Contreras.

El secreto mejor guardado

Según un alto dirigente del PC a quien Rodrigo Rojas le relató en detalles el encuentro ese mismo día, negarse al ofrecimiento de Castro era “impresentable”. (4) Si bien representaba un enorme giro en la tradición del partido, los dirigentes “aceptaron la oferta sin mayores reflexiones ni debates y la mantuvieron en estricto secreto por largo tiempo” señala un entrevistado. En esa tarde caribeña comenzó a entretejerse el primer eslabón de una cadena. Seis años después, la cadena llevaría al PC a adoptar formalmente la “vía armada” y al nacimiento del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Teitelboim y Rojas mantuvieron el estratégico acuerdo en secreto. No sólo no fue informada la dirigencia al interior de Chile, encabezada por el ex sindicalista Víctor Díaz. El ex senador Orlando Millas -en ese entonces tercero en la línea de mando comunista- reconoce en sus memorias que sólo se enteró meses después y a grandes rasgos, en una reunión en Moscú con Volodia Teitelboim, Manuel Cantero y Gladys Marín. “Fue en esa oportunidad cuando supe del acuerdo a que habían llegado en La Habana dirigentes de los respectivos partidos, para que contingentes de militantes comunistas chilenos fuesen aceptados como alumnos en calidad de cadetes de la Escuela Militar de Cuba, manteniendo sus deberes disciplinarios de afiliados a nuestra organización (...) El asunto implicaba mucho y nunca se debatió debidamente”, relata Millas. (5) Hasta hoy el pacto de La Habana es materia ignota para muchos dirigentes del PC. Consultado por La Tercera, Teitelboim reconoció la existencia de un encuentro con Castro en el cual el jefe de estado cubano ofreció adiestrar militantes del PC en las FAR. Tambien admite que la propuesta fue aceptada. Pero señala que “la proposición no fue para venir a combatir a Chile. Fidel propuso formar jovenes chilenos para luchar en Nicaragua contra Somoza. Además, nosotros pensamos que era necesario tener una autodefensa. Recuerde que se producían hechos como la Caravana de la Muerte, donde gente indefensa fue asesinada”. Sin embargo, el relato de Teitelboim no calza con el de dos de altos dirigentes del PC: Luis Corvalán y Orlando Millas. En sus memorias, Corvalán señala que se impuso del acuerdo en 1976, cuando no había ninguna guerra civil en curso en Nicaragua (sólo se iniciaría en 1978). Millas, al describir la postura de Teitelboim sobre el entrenamiento militar de jóvenes del PC, no hace ninguna referencia a Nicaragua e incluso ironiza a su camarada. “Pude advertir que Volodia abordaba esta materia con mucha seguridad. No ocultó su vinculación con lo resuelto y que había comenzado a aplicarse. Durante decenios, había sido uno de nuestros tribunos más conocidos (...) Ahora, se le veía en un plano diferente, de teórico, y autor de una nueva orientación política”, escribe Millas en sus memorias (6) Luis Corvalán señala que no tuvo otra opción que saludar el acuerdo con Castro. “Sólo cuando salí al exilio (en 1976) me impuse del esfuerzo que habían hecho los compañeros del exterior en la preparación de cuadros militares y cuánto había avanzado el partido en este aspecto”, cuenta el dirigente en sus memorias (7).

4 Ibid... Serie de entrevistas con Ernesto Contreras. 5 Millas, Orlando. "Memorias. Volúmenes IV, Una disgresión". Santiago, Ediciones ChileAmérica

CESOC, 1996. 604 pg. 6 Ibid... Memorias de Millas. 7 Corvalán, Luis. "De lo vivido y lo peleado".

Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) 1983-1995

El más poderoso grupo guerrillero chileno del siglo XX, que llegó a contar con casi medio millar de hombres, nació oficialmente el 14 de diciembre de 1983, con un apagón que afectó a la zona central de Chile. Aunque la colectividad nunca lo reconoció, se trataba en la práctica el aparato militar del PC, formado gracias al apoyo del gobierno cubano, iniciado ocho años antes. El objetivo inicial del FPMR fue derrocar a Augusto Pinochet, para lo cual inaguró modalidades guerrilleras desconocidas en la historia chilena, como los secuestros. En 1986 el PC estableció que sería el año en que Pinochet debía ser derrocado. Con ese fin, y con la ayuda cubana, el FPMR internó toneladas de armas y atentó contra Pinochet. Como ambas acciones fracasaron, el PC inició la desmovilización de los frentistas. Un sector, aquél entrenado por Fidel Castro, desoyó la orden y continuó la lucha. En 1991, el grupo asesinó al senador de la UDI Jaime Guzmán y secuestró a Cristián Edwards, por lo que el gobierno de Patricio Aylwin inició una minuciosa labor de inteligencia a base de infiltraciones y delaciones compensadas. El grupo sólo fue neutralizado cuando Chile reestableció relaciones diplomáticas con La Habana Los primeros enrolados

El histórico pacto comenzó a ponerse en práctica en 1975. Los primeros chilenos reclutados para vestir el uniforme verde olivo fueron escogidos entre dos centenares de jóvenes que habían llegado a la isla a estudiar medicina, en 1972. A gran parte de ese grupo la historia le depararía un inédito camino.

Habían llegado a Cuba un año y medio antes del golpe, gracias a una invitación hecha por Fidel Castro durante su maratónica visita a Chile, entre noviembre y diciembre de 1971. En una de sus intervenciones, Castro determinó que uno de los problemas de Chile era la falta de médicos. Ofreció públicamente 100 cupos para que jóvenes militantes de la UP, rigurosamente seleccionados, estudiaran gratis la carrera en la Universidad de La Habana. Un segundo grupo conformado por otro centenar llegó a Cuba en marzo de 1973. Casi todos eran humildes jóvenes comunistas y socialistas, aunque también había algunos miembros de la juventud del Mapu Obrero Campesino. No había ningún miembro del MIR, ya que ésta colectividad no formó parte de la Unidad Popular.

Para todos ellos no había sido fácil la integración a la Cuba socialista y muchos la recuerdan como una época dura, salpicada por las disputas internas por el proceso político chileno y por el duro estudio, que hizo a más de la mitad desertar en los primeros años. “Los del Mapu OC eran estigmatizados por pertenecer a una colectividad pequeño-burguesa”, cuenta un ex integrante del grupo, actualmente médico en un hospital público santiaguino. Un sábado de 1975, los estudiantes de medicina fueron citados a las oficinas del Comité Chile Antifascista de La Habana, en el barrio de El Vedado. Según relata un ex miembro del comité central del PC que residía en la isla, allí los esperaban el dirigente y ex diputado Orel Viciani, quien a cada uno le hizo una invitación formal: dejar sus estudios para transformarse en cadetes militares. “Nos dijeron que en ese momento, los fusiles eran más importantes que los libros para derrotar a la dictadura”, relata uno de los reclutados. La gran mayoría aceptó la oferta. Habían vivido el naufragio de la UP, muchos tenían familiares desaparecidos y querían imitar a los exitosos revolucionarios cubanos. “Había una suerte de gran remordimiento, se hablaban cosas terribles de la represión en Chile. En ese contexto moral, era muy difícil decir que no”, relata el mismo testigo.

Sólo en contados casos la respuesta fue negativa. El estudiante Pedro Marín argumentó que quería aportar a la lucha, pero como médico. Se ganó el repudio de sus compañeros. Años después, Marín se “reivindicaría” combatiendo en Nicaragua e ingresando a Chile, donde fue apresado y torturado con salvajismo. Más tarde integraría la red del FPMR encargada de darle asistencia médica a los combatientes. Hoy, trabaja como médico en el norte del país. La labor de enrolamiento del PC se selló con un fuerte golpe de imagen, una escena ocurrida en junio de 1975, que demostraría que los chilenos no eran unos cobardes. Ocurrió una mañana, en el barrio habanero de Siboney. Frente a la vista de todo el alumnado del campus universitario de Girón, un centenar de jóvenes subieron con sus pertenencias a varios buses estacionados en la puerta de la Facultad de Medicina. Eran los enrolados que partían a un curso de formación de oficiales en la Escuela Militar Camilo Cienfuegos. “Los distribuyeron sobre todo en cursos de artillería terrestre y antiaérea”, relata Lázaro Betancourt, quién convivió con varios chilenos en esa escuela militar. (8).

Años después, los chilenos se graduarían como militares cubanos. Una nueva etapa -que los llevaría primero a combatir en la insurrección contra Somoza en Nicaragua y después a la lucha armada contra Pinochet- comenzaba. Sin saberlo, al aceptar la oferta de Castro, el PC había desatado una fuerza que lo aislaría políticamente y se le escaparía definitivamente de las manos en 1987, cuando los principales mandos del FPMR rompieron con el partido. Esto, no sin antes haber fracasado en dos tareas claves organizadas en La Habana el año anterior: el atentado contra Pinochet y el desembarco de armas en Carrizal Bajo.

8 Entrevista a Lázaro Betancourt, quien se desempeñó durante 20 años en la seguridad de Fidel Castro y en 1999 se asiló en Estados Unidos. Miami, 9 de febrero del 2001.

Las dos caras de un fracaso En su libro Nuestros Años Verde Olivo, Roberto Ampuero describe en detalles las actividades de los dos principales encargados del PC en La Habana en 1974, Rodrigo Rojas y Orel Viciani. Sus biografías sintetizan los diferentes caminos que tomaron ex dirigentes del PC que se alejaron del partido tras el fracaso de su aventura armada. Ex director de El Siglo, Rojas, quien se trasladó a Alemania Oriental a mediados de la década del 70, cayó en desgracia en los círculos de Berlín Oriental y terminó sus días melancólicamente execrado por sus ex camaradas. Tras el regreso de la democracia, se desempeñó como periodista de rango menor en la Secretaría General de Gobierno de 1991 a 1996, cuando sufrió un derrame cerebral. Fallecería en 1999. “Murió amargado, convencido de que lo habían convertido en chivo expiatorio de los errores del FPMR”, relata uno de sus amigos. Viciani supo adaptarse mejor a los nuevos tiempos. Ex diputado del PC durante la UP y encargado de reclutar a jóvenes del PC para enrolarlos en las filas del FPMR -entre ellos a Ampuero, quien rechazó la oferta- actualmente se desempeña como jefe de la Unidad de Control de de la Subsecretaria de Desarrollo Regional en Rancagua. Aunque se había comprometido, finalmente no quiso dar su versión de los hechos a La Tercera, pese a insistentes pedidos. En todo caso, en el libro de Ampuero se relata que en los 90 cumplió misiones en el ministerio del Interior, repartición que se encargó secretamente de desarticular a los integrantes del FPMR, los mismos que él había reclutado en La Habana.

Rodrigo Rojas, ex dirigente del PC en La Habana.

Por Javier Ortega

Por no haber sabido hacer la revolución en su país, los exiliados chilenos eran despreciados como cobardes por la dirigencia cubana. La única vía para expiar aquella pesada culpa parecía ser el acero de las armas. Esa presión política y sicológica fue crucial en el desarrollo del FPMR.

Al subir a los buses verde olivo que los llevarían a la Escuela Militar Camilo Cienfuegos, en 1975, los estudiantes comunistas chilenos iban cantando a coro. En el campus de Girón de la Universidad de La Habana, toda la Facultad de Medicina fue

testigo de la escena. La dirigencia cubana así lo había dispuesto. En la simbología castrista, era una señal de que comenzaba el largo camino en que la izquierda chilena expiaría sus culpas. Fue la única excepción al secretismo que, desde entonces, rodearía a todo el proyecto. Como ministro de Defensa y segundo hombre del régimen, Raúl Castro era el responsable de la formación de los oficiales chilenos, a los cuales se sumaría su yerno, Juan Maco Gutiérrez Fishmann, “El Chele”, actualmente prófugo de la justicia chilena por su participación en el secuestro de Cristián Edwards y en el asesinato de Jaime Guzmán. La Escuela Militar Camilo Cienfuegos era y es la más prestigiosa de Cuba. Desde ella egresan los hombres destinados a guiar a los tres ejércitos de la isla: el del Oriente, el del Centro y el de Occidente. Los chilenos entraron a un curso de un año destinado a perfeccionar a oficiales jóvenes para mandos superiores. Una vez graduados, se integraron sin distingos a la oficialidad isleña: vestían de verde olivo, cumplían turnos guardias y estaban bajo oficiales superiores cubanos. Casi todos pertenecían al PC. La excepción era un puñado de socialistas, “no más de diez”, asegura un protagonista de esos días. Fidel recalcó en el acuerdo de 1974 que sólo aceptaría socialistas en sus fuerzas armadas si el partido se lo pedía expresamente. Algo que nunca sucedió: con la pequeña excepción de los diez socialistas que ingresaron por decisión propia a las FAR, todos los combatientes del PS se entrenaron en los centros para formar guerrilleros del Ministerio del Interior cubano (Minint), lugares como “Punto Cero” y “Pinar del Río”, donde también se formaba el MIR. (Ver artículo pág. 11) “Para Fidel Castro tener al PC chileno aceptando la vía armada era tremendamente importante, una prueba irrefutable de que sus advertencias sobre el camino equivocado de Allende eran correctas”, señala un ex ministro (PS) de Patricio Aylwin que conoció de cerca esa realidad. El punto anterior es considerado clave por todas las fuentes consultadas por La Tercera respecto de las motivaciones emocionales del PC para embarcarse en la lucha armada, las cuales jugaron un papel que en buena parte se explica por el clima que encontraron en La Habana los exiliados y la represión que sufrieron en Chile a manos del nuevo régimen. Desde que habían llegado en sucesivas oleadas, los chilenos habían percibido dos facetas de la solidaridad cubana. La primera era una genuina intención por acogerlos. Pese a la mala situación económica del país, los chilenos recibieron departamentos y trabajos, postergando incluso a los cubanos. Por todos los rincones de la isla se comentaba sobre La Moneda incendiada, los cuerpos flotando sobre el Mapocho y los estadios deportivos convertidos en cárceles. Pero al mismo tiempo también existía y -con el tiempo adquiriría mayor intensidad- una reprimenda a su fracaso, a su derrota. Esto último se traducía en enrostrarle su falta de habilidad y, lo que es peor, de valentía para hacer su revolución. “Les faltó un Fidel y les faltaron cojones”, es una frase que muchos chilenos escucharon. En momentos de ira,

Monumento a Salvador Allende en La Habana. Avenida de los Presidentes, en el barrio de El Vedado.

como relata Roberto Ampuero, a los chilenos los trataban con uno de los más fuertes epítetos en Cuba: “Comemierda”. (1) Primero en voz baja, luego sin tapujos, las autoridades locales consideraban a la izquierda chilena, y especialmente a los comunistas, responsable de su derrota. No había sabido “defender sus conquistas”, era el dictamen. Los chilenos sufrieron el desprecio de una elite gobernante que, para muchos, es sobre todo “machista-leninista” y cuyo mayor orgullo es haber llegado al poder por las armas y ser una espina en la garganta de la mayor potencia militar del mundo. Fieles a la máxima de Ernest Hemingway -para quien “ser cobarde es la peor desgracia que le puede ocurrir a un ser humano”- los dirigentes de La Habana decían que no podían comprender que el golpe militar encontrara escasa resistencia, ni que los líderes de la UP huyeran sin “disparar un chícharo”, como dicen los cubanos. El propio Fidel Castro había comentado a sus cercanos que la de los chilenos no fue una “derrota productiva”, ya que, salvo Allende, ni siquiera dejó mártires, como su fracasado asalto al Cuartel Moncada, en 1953. Por “derrota productiva” entendía al menos un legado de héroes caídos en combate para servir de ejemplos de lucha a los sobrevivientes. Esa visión crítica de la dirigencia de la UP -sobre todo de aquellos que alardearon que iban a incendiar el país y luego huyeron sin resistir- caló hondo, especialmente en las nuevas generaciones. Más tarde se traduciría en un desprecio de los comandantes del FPMR por muchos jerarcas del PC, los mismos que los habían reclutado aceptando la oferta de Castro. Lo anterior es uno de los factores que explica la leyenda fabricada por Castro de que Allende había sido acribillado bajando los peldaños de La Moneda, disparando su ametralladora. “Los cubanos tienen un problema terrible con el suicidio, para ellos supone una cobardía, una derrota, pero en Chile tiene otra connotación”, recalca el hoy senador socialista Jaime Gazmuri en sus memorias. (2) “La visión de los cubanos del fracaso chileno era terrible y por ello se los humillaba constantemente”, dice el ex agente de inteligencia cubano, Jorge Masetti. “El razonamiento en Cuba era que los chilenos eran unos pendejos, lo que en Cuba quiere decir cobardes. Se decía que no habían defendido a Allende, que eso en Cuba no habría pasado. Y también se decía que Allende no había seguido los consejos de Fidel de golpear él primero a los militares”. (3) Incluso, los comentarios llegaban a la gente común. En más de una ocasión, cuando iba un chileno a una casa, no faltaba quien le dijera: “¿Y por qué no te quedaste a pelear?”. Contribuyó a exacerbar este clima de recriminaciones el que, en los primeros días, todos los chilenos fueron alojados en los más elegantes hoteles de la isla. En el Hotel Presidente de La Habana, el ambiente inicial era tan depresivo que, durante una reunión del comité de la Unidad Popular realizado en sus salones y después de haber escuchado largo rato los debates, uno de los chilenos miró el desorden en que estaban las instalaciones y dijo: “¿Y esta huevá querían hacer en Chile?”. (4) La culpa que sentían los chilenos bajo el sol del caribe se repetía también en Moscú y en Berlín Oriental, urbes donde se habían instalado las máximas cúpulas del PC y el PS, respectivamente. En esas naciones, sus anfitriones les recalcarían continuamente que ellos sí habían sabido aplicar la máxima de Lenin: “La revolución no sólo hay que conquistarla, sino que hay que saber defenderla”. Las cúpulas máximas de la izquierda chilena tomarían nota de esa discusión. Y es imposible entender lo que posteriormente sería el viraje del PC hacia la vía armada sin tener en cuenta esta fuerte presión sicológico-política.

1 Ampuero, Roberto. “Nuestros años verde olivo”. Barcelona, Editorial Planeta, 1999 2 Gazmuri, Jaime. “El sol y la bruma”. Santiago, Antártica Quebecor S.A, 2000. Pág. 85. 3 Serie de entrevistas a Jorge Masetti, ex agente de inteligencia cubano que formó parte de la elite

política de La Habana. Buenos Aires, 4 y 5 de diciembre del 2000. Miami, 27 de noviembre del 2000, 9 y 10 de febrero del 2001.

4 Entrevista con un actual funcionario de gobierno que vivió en La Habana, donde ocupó un alto cargo en el PS

La presión, por cierto, tenía mucha mayor fuerza en Cuba, la pequeña isla a pocas millas de Estados Unidos que se presentaba como “el primer territorio libre del continente” y que había prometido “diez, cien Vietnam”. Mientras en Alemania Oriental y la Unión Soviética fustigaban a los chilenos desde la palestra político-teórica, en La Habana simplemente se hablaba de “cobardes y poco hombres”.

“La visión de los cubanos del fracaso chileno era terrible y por ello se los humillaba constantemente”, dice el ex agente de inteligencia cubano, Jorge Masetti. “El razonamiento en Cuba era que los chilenos eran unos pendejos, lo que en Cuba quiere decir cobardes”.

Según Masetti, el único chileno al que admiraba la cúpula cubana era a Miguel Enríquez, el líder mirista, porque había muerto luchando. “Pero, incluso Enríquez era considerado demasiado teórico”, precisa. La historia de Humberto Sotomayor, el mirista que alcanzó a huir cuando el 5 de octubre de 1974 la DINA acorraló a Enríquez, revela con exactitud esta apreciación. Al llegar posteriormente a Cuba, Sotomayor fue sancionado y vilipendiado por no haber muerto con su jefe. Largos años le costaría reivindicarse de este estigma, trabajando como agente de los cubanos en diversas operaciones de riesgo por toda América Latina. En su libro, Masetti relata que en una misión para la inteligencia cubana en México su contacto fue Sotomayor. “Cuál no sería mi sorpresa cuando al abrirse la puerta descubro frente a mí a un tipo que años atrás, había dado muestras de cobardía abandonando a su jefe en medio de un enfrentamiento dándose a la fuga, sin hacer el más mínimo intento de proteger a uno de los dirigentes revolucionarios más íntegros y capaces de nuestra generación… No podía entender cómo los cubanos utilizaban a semejante elemento en tareas tan delicadas”. (5) En última instancia, el código más veraz para ser respetado por las cúpulas de La Habana era el “test de los cojones”. Así lo recoge el actual senador Gazmuri, en sus memorias. Según cuenta, su estrecha amistad con Manuel Piñeiro -jefe del departamento América, encargado de exportar la revolución en el continente- se debía a sus arriesgadas salidas clandestinas del país. “Pese a no estar de acuerdo conmigo en nada, me tenía buena porque yo pasaba el test de los cojones”. (6) Quien tal vez mejor representaba este fenómeno era el propio Manuel “Barbarroja” Piñeiro. El siempre había apostado por el MIR chileno y su lucha armada irreductible. Tambien alimentaba simpatías por el ala más radical del PS, liderada por Carlos Altamirano. En contraste, despreciaba a los comunistas. Los jóvenes chilenos que ingresaron a las Fuerzas Armadas cubanas se empaparían de ese espíritu, donde los códigos de honor se basan sobre todo en el valor personal, en ser “cojonudos”. En su libro, Norberto Fuentes describe en detalles esa mentalidad: el aprecio por la aventura, por símbolos de poder y status, como ametralladoras UZI, relojes Rólex, anteojos Ray-Ban, jeans y automóviles Lada con potentes motores arreglados. (7) No era una vida accesible para la gran mayoría de los exiliados. Un actual diplomático de la Cancillería chilena recuerda que las penurias económicas llevaron a la mayor parte de los chilenos a emigrar al poco tiempo, o apenas pudieron. La excepción a la regla fueron los llamados “chilenos VIP”: figuras importantes o emblemáticas, como la familia Allende y el ex GAP Max Marambio, sin duda el chileno que ha escalado más alto en la jerarquía cubana. Salir de Cuba, en todo caso, no era una tarea fácil. Había que obtener autorización del Comité Chile Antifascista, que en la práctica era una especie de consulado con poder para decidir el destino de los exiliados.

La desconfianza

Los organismos de inteligencia cubanos, obsesionados por evitar que se infiltraran agentes enemigos, tenían una especial política hacia los recién llegados. Todo exiliado de

mediana importancia que llegaba a la isla era citado a una oficina del espionaje cubano ubicado en Miramar, a la altura de la calle 40. Allí, eran sometidos a un riguroso interrogatorio. “Teníamos que explicar nuestra biografía en detalles”, cuenta un residente de esos años. El entonces dirigente del Mapu Obrero Campesino, Enrique Correa, pasó algunas temporadas en la isla. Consciente del celo de los aparatos de seguridad, tenía por costumbre nunca hablar de temas delicados en su oficina. Correa prefería charlar en la calle, como lo atestigua un joven exiliado al que ayudó a salir de Cuba por medio de una invitación a una escuela de adoctrinamiento marxista en Alemania Oriental. Al igual que él, cientos serían los jóvenes chilenos que tomarían este camino. En este ambiente de vigilancia, dificultades y desprecio político, los dirigentes comunistas chilenos que llevaron a sus militantes para ingresar al Ejército cubano, vieron el hecho como una segunda oportunidad para limpiar su honor. Dos años después, en el pleno del PC chileno realizado en Moscú, varios sentirían que la afrenta de 1973 estaba a punto de lavarse. En el encuentro, un muchacho vestido con uniforme de combate se cuadró ante los viejos próceres de la colectividad y, en posición firme y tono marcial, solicitó permiso para tomar la palabra. Era Sergio Galvarino Apablaza Guerra, el “comandante Salvador”, el primer oficial chileno salido de las escuelas matrices de La Habana. Líder de una nueva generación cuya increíble historia y bautismo de fuego en combate merece otro capítulo de esta saga, “Salvador” también está prófugo por el secuestro de Cristián Edwards y el asesinato de Jaime Guzmán.

5 Masetti, Jorge. “El furor y el delirio”. Barcelona, Tusquets Editores, 1999. 6 Ibid, Gazmuri Jaime. Pág. 230. 7.- Fuentes, Norberto. “Dulces guerreros cubanos”. Tercera

edición. Barcelona, Editorial Seix Barral, S.A, 2000. 457 pgs. 7 Fuentes, Norberto. "Dulces guerreros cubanos". Tercera edición. Barcelona, Editorial Seiz Barral,

S.A, 2000. 457 pgs.

Por Javier Ortega

Los jóvenes comunistas chilenos fueron los primeros extranjeros a los cuales Castro les abrió las puertas de sus escuelas militares para formar oficiales de carrera, no meros guerrilleros. Con el tiempo, esos jóvenes se foguearían en Nicaragua, formarían el FPMR y se distanciarían de sus líderes del PC chileno, a quienes despreciaban como “viejos caducos”.

La llegada de los chilenos a la Escuela Militar Camilo Cienfuegos, la más elitista y prestigiosa de Cuba, fue todo un símbolo de la importancia asignada por Fidel Castro a la formación del “ejército democrático chileno”. Hasta esa fecha, 1975, millares de revolucionarios de todo el mundo habían sido instruidos en centros de adiestramiento guerrillero de la isla, como Punto Cero, donde se formaron decenas de militantes del MIR a partir de fines de los 60. Sin embargo, al matricular al contingente del PC en la Camilo Cienfuegos, Fidel por primera vez abrió a un grupo extranjero las puertas de una escuela militar para oficiales de carrera. Se trataría ahora de una formación castrense en el sentido clásico, profesional, y no de simples insurgentes. “Fue un gesto absolutamente inédito: ya no se trataba de especialistas en sabotajes ni atentados, sino de la tentativa más audaz de crear un ejército paralelo en otro país”, señala un ex dirigente del PC, actualmente retirado del partido. “Los alemanes orientales, por ejemplo, dieron todo tipo de ayuda a la izquierda chilena, pero jamás permitieron que un chileno vistiera su uniforme militar”.

La instrucción en la mejor de las academias militares cubanas fue una prueba difícil para los ex estudiantes de medicina: la mitad de los postulantes reprobaron. “Los chilenos compartían las aulas y los dormitorios con nosotros y estaban distribuidos sobre todo en artillería terrestre y antiaérea”, recuerda el ex capitán cubano Lázaro Betancourt, quién ingresó a la Camilo Cienfuegos en 1978 y desertó en 1999, en medio de una gira oficial a República Dominicana, cuando integraba el selecto aparato de seguridad de Fidel Castro. (1) Durante su instrucción, Betancourt no convivió estrechamente con el primer grupo de chilenos enrolados, ya que entró tres años después. Pero se encontró con muchos de ellos a lo largo de su carrera, en diferentes centros de adiestramiento. “Los en-trenamientos más intensos a los chilenos ocurrieron entre 1982 y 1986. Estuve con muchos de ellos en el Centro de Entrenamiento número 8, en Pinar del Río, y en Punto Cero, en Guanabo”, recuerda el militar. “En 1985 participé de simulaciones de golpes de mano contra cuarteles. Los chilenos tenían que atacarnos por sorpresa. En general, eran buenos militares. Su punto débil era la lucha en la montaña”. Además de la Camilo Cienfuegos, varios contingentes de chilenos pasaron por al menos cinco otras escuelas militares profesionales (Antonio Maceo, José Maceo, Instituto Técnico Militar, la Escuela Naval Granma y La Cabaña) y por los tres principales centros de formación de guerrilleros: Punto Cero, Cordillera de los Organos y Pinar del Río.

1 Entrevista a Lázaro Betancourt, quien se desempeñó durante 20 años en la seguridad de Fidel Castro y en 1999 se asiló en EE.UU. Miami, 9 de febrero del 2001.

Desde blindados hasta pilotos de helicópteros

A medida que transcurrió el tiempo, el destacamento chileno del PC se fue pareciendo cada vez más a un pequeño ejército a medida que Castro amplió su oferta, incorporando más centros de instrucción al proyecto. Un ex oficial chileno del Ejército cubano, hoy radicado en Alemania, estima que en 1982 se habían formado en la isla por lo menos 200 de sus compatriotas como oficiales, distribuidos en especialidades que iban desde blindados hasta pilotos de helicóptero. Cuando en 1979 el contingente chileno fue enviado a luchar en la guerra civil de Nicaragua, su número ya era considerable. En un informe del 3 de octubre de 1979, el secretario general del PC, Luis Corvalán, expresó a un funcionario de Alemania Oriental que los jóvenes del PC chileno entrenados en Cuba “pasaron con éxito por Nicaragua, aunque hubo que lamentar la muerte de dos de ellos. En total, hay 76 hombres nuestros que han alcanzado el grado de oficiales en las tropas sandinistas”, detalla un documento secreto hecho público luego del derrumbe de la RDA. (2) Según un ex exiliado que estuvo en Cuba en esos años y que conoció a varios reclutas, la temida Dirección General de Inteligencia cubana (DGI) también enroló a algunos chilenos, mediante un programa especial de ese organismo para captar a cadetes de la Escuela Camilo Cienfuegos como agentes, sin que se enteraran sus compañeros. Incluso, diez chilenos pasaron por la Escuela Naval cubana Granma. “Contábamos con todas las especialidades. Si el FPMR no llegó a tener pilotos de aviones de combate fue porque los pilotos cubanos se formaban en la Unión Soviética”, se jacta un ex frentista que en 1991 resultó gravemente herido en una acción en Santiago, donde fue el único sobreviviente. Con el correr de los años, decenas de otros chilenos pasarían por las aulas militares cubanas. La escuela José Maceo - destinada a la instrucción de tropas generales y ubicada en Santiago de Cuba - recibió en 1983 al único contingente de chilenos llegado íntegramente del interior de Chile. Como ese mismo año el centro trasladó sus instalaciones a un complejo militar en la Isla de la Juventud -frente a las costas del sur de Cuba- los miembros de esa generación fueron bautizados como “los jóvenes”. Mientras los “camilitos” tenían una formación militar estándar que completaron con cursos posteriores, los “jóvenes” accedieron a una formación completa de oficiales, partiendo como cadetes y egresando de alférez. Teórica y técnicamente eran mejor

preparados. A fin de llenar todos los cupos disponibles en la isla, muy pronto el primer contingente de ex estudiantes de medicina se hizo pequeño, por lo que el PC chileno comenzó a mirar hacia su militancia en otros países. Gracias a esto, en 1976 la isla empezó a recibir a hijos de chilenos exiliados en Europa Oriental que también deseaban enrolarse. Como el programa era secreto, estos jóvenes simplemente “desaparecían” de sus ciudades de residencia alemanas o soviéticas. Muchas veces ni sus padres sabían que estaban en Cuba. Un ejemplo que marcó la senda de esta nueva oleada fue Raúl Pellegrín Friedman, el “comandante” José Miguel, quien en 1975 se trasladó con su familia desde Frankfurt para alistarse en la Camilo Cienfuegos. Tras destacarse en la insurrección nicaragüense, Pellegrín entró clandestinamente a Chile a fines del 83, como encargado máximo del naciente FPMR. Su cuerpo apareció en el río Tinguiririca en octubre de 1988, luego de comandar el asalto al retén Los Queñes. Varios indicios apuntan a que fue delatado por un compañero de armas que actuaba como infiltrado.

Un ejemplo que marcó la senda de esta nueva oleada fue Raúl Pellegrín Friedman, el “comandante” José Miguel, quien en 1975 se trasladó con su familia desde Frankfurt para alistarse en la Camilo Cienfuegos.

En la segunda mitad de 1981, al ya desarrollado destacamento de chilenos en La Habana se incorporaría una tercera generación que con el correr del tiempo sería considerada el cuerpo de fuerzas especiales del FPMR: los llamados “búlgaros”, que habían cumplido una acabada instrucción militar en la república socialista de Bulgaria. Cuando llegaron a Cuba, los “búlgaros” eran sólo 13, pero se distinguieron inmediatamente del resto por su excelente adiestramiento militar. De hecho, casi todos asumieron como instructores en los centros castrenses de la isla. Su origen se remonta a un centenar de campesinos chilenos que el 9 de septiembre de 1973 viajaron a la URSS para instruirse como tractoristas. Cuando vino el golpe, quedaron olvidados en la ciudad cosaca de Saporoche. “El resultado fue para esos pobres compañeros muy triste y a mi parecer inhumano”, relata Orlando Millas en sus memorias. (3) En total, los chilenos que se graduaron como oficiales en Bulgaria fueron 30, pero sólo 13 aceptaron la instrucción del partido de ir a Cuba, formulada por el ex senador Millas. Pese a que al interior de la colectividad era el mayor opositor a la vía armada, Millas viajó especialmente a la capital búlgara, Sofía, para plantearles el desafío a principios de 1981. A los que se negaron les advirtió que no podrían abandonar Bulgaria, a fin de evitar que el proyecto se filtrara. Producto de una formación mucho más pro-soviética, cuando los “búlgaros” llegaron a Cuba tuvieron roces con los oficiales chilenos que copaban el aparato y que estaban encabezados por “Salvador”, Sergio Galvarino Apablaza.

2 “Los documentos secretos de Honecker sobre Chile”. Revista Qué Pasa, 16 de mayo de 1996. 3 Millas, Orlando. Memorias “Una disgresión”, ediciones ChileAmérica, 1996, pg. 254. 4.- Ibid,

entrevista a Lázaro Betancourt.

La brecha con el PC

Pese a toda esta política de instrucción masiva, el atentado a Pinochet, organizado por Cuba y por la cúpula del PC, fue una acción muy mal evaluada por los cubanos. Según recuerda Lázaro Betancourt, en una conferencia en Punto Cero los instructores cubanos reconstruyeron en detalles el atentado, como parte de un curso, y lo usaron como un ejemplo de lo que no se debe hacer. “Inexplicablemente usaron cohetes Low, pese a que disponían de lanzacohetes rusos

RPG7, que habrían destrozado el auto de Pinochet. Lo peor es que los RPG7 fueron encontrados intactos por la represión chilena escondidos en cuevas (se refiere a Carrizal Bajo)”, relata Betancourt respecto del atentado, cuyos detalles inéditos serán abordados en otro capítulo de esta serie. (4) Pese a que los jóvenes militares mantuvieron su afiliación política, la directiva del PC en la isla fue perdiendo el control, y al final hasta el respeto, de los jóvenes. La consecuencia lógica fue que se convirtieron más en soldados de Castro que del PC chileno. “Para ellos la última palabra siempre la tenía Fidel”, recuerda un ex dirigente del PC en la isla. Un ejemplo del distanciamiento de esa generación es lo ocurrido con el hijastro de Volodia Teitelboim, Roberto Nordenflycht, “comandante Aurelio”, quien murió en 1989 cuando preparaba un atentado con explosivos al aeródromo de Tobalaba. Formado en Cuba como oficial de infantería mecanizada y blindados, Nordenflycht -pese a su parentesco- optó por el ala del FPMR que rompió con el PC en 1987. Nordenflycht pertenecía a la primera promoción de soldados formados en Cuba, que no sólo se forjó en un país que había hecho realidad el sueño de la revolución socialista por las armas, sino tambien participó activamente en otra guerrilla victoriosa: la revolución sandinista de 1979. El papel de los jóvenes reclutas de las FAR en el triunfo de los sandinistas contribuiría aún más a alejarlos de la tradicional cúpula del PC, que pasaron a ver con ojos cubanos: una generación de “viejos fracasados”, que no supieron hacer la revolución como corresponde, con armas en la mano.” Los jóvenes muy pronto aprendieron a mirar con desdén y hasta con sorna a sus viejos líderes partidarios. Mientras Volodia Teitelboim, Américo Zorrila y Rodrigo Rojas hablaban con orgullo de sus “muchachos verde oliva”, los reclutas se referían a ellos como “viejos huevones”, relata un ex integrante del FPMR formado en Bulgaria y que prestó servicios a Cuba hasta mediados de los 80. Lejos de hallarlos entre una cúpula dirigente que consideraban marcada por el fracaso de Allende, los referentes de los jóvenes oficiales del PC estaban entre ellos mismos. Es decir, entre aquellos que habían mostrado mayor valor o capacidad militar en Nicaragua, experiencia que marcaría al FPMR desde su auge y hasta su declive. En los campos de batalla en Nicaragua los chilenos no sólo participaron de una campaña victoriosa -que les abrió el entusiasmo por hacer lo mismo en Chile- sino también pelearon codo a codo con algunos de los principales militares de elite de Fidel Castro.

En la segunda mitad de 1981, al ya desarrollado destacamento de chilenos en La Habana se incorporaría una tercera generación que sería el cuerpo de fuerzas especiales del FPMR: los llamados “búlgaros”, que habían cumplido una acabada instrucción militar en la república socialista de Bulgaria.

Entre éstos estaban varios destacados oficiales cubanos que habían estado en Chile durante la UP, como los entonces coroneles de Tropas Especiales Tony de la Guardia y Alejandro Ronda. De la Guardia y Ronda -que no escondían su profundo desprecio por la “falta de cojones” de los líderes de la izquierda chilena durante el período de Allende- serían vistos como símbolos a seguir por los jóvenes chilenos. Tony de la Guardia (fusilado en 1989 por Fidel Castro) participó de muchas aventuras armadas con chilenos. Ronda, actualmente retirado, jugó un papel aún más importante. Dirigió la operación más ambiciosa lanzada por Fidel Castro durante el llamado “año decisivo” (1986): el desembarco de varias toneladas de armas en Carrizal Bajo, tema que será abordado detalladamente en otro capítulo de la serie.

4 Ibid, entrevista a Lázaro Betancourt.

Por Javier Ortega

Los jóvenes del PC no fueron los únicos chilenos que recibieron instrucción militar en la isla. Cuando los hombres del futuro FPMR se formaban en las FF.AA. cubanas, miristas y socialistas hacían lo mismo, aunque en las bases clásicas de entrenamiento guerrillero.

Desde el punto de vista político, Castro había establecido un acuerdo tácito en las relaciones de Cuba con los chilenos. Mientras su hermano Raúl, Ministro de Defensa y segundo hombre de la isla, se hizo cargo de los jóvenes militares comunistas, “Barbarroja” Piñeiro -el líder del Departamento América, encargado de exportar la revolución- manejaba al MIR desde fines de los 60. El grueso de los socialistas recibió instrucción en tácticas de guerrilla urbana. La enseñanza era preferentemente en las calles habaneras, donde los aspirantes debían cumplir una serie de misiones ficticias, tras lo cual eran evaluados a puertas cerradas por sus instructores. Uno de estos lugares de entrenamiento era una casa en la calle 30 del barrio Miramar. El 27 de enero de 197”, el secretario general del PS, Carlos Altamirano, elevó un informe confidencial al máximo líder de la Alemania Oriental, Erich Honecker, detallándole los avances en tal sentido: “Cincuenta a sesenta compañeros han sido formados militarmente a lo largo de estos años en Cuba y la Unión Soviética. Actualmente, tenemos 30 compañeros siguiendo cursos militares en Cuba”. (1) Los miristas, en cambio, recibieron la mayor parte de su adiestramiento en técnicas de guerrilla rural, muy apreciadas por el castrismo y cuyos cursos se dictaban en bases especiales. La más importante era “Punto Cero”: un valle completamente cerrado, a 30 kilómetros al este de La Habana donde se enseñaban técnicas vietnamitas de combate rural, según relata el escritor cubano Norberto Fuentes (2). Allí se fraguó la fracasada “Operación Retorno” de 1980, mediante la cual el MIR intentó levantar un foco guerrillero al sur de Chile, siendo desarticulados por comandos del Ejército. También en 1980 llegó a Punto Cero un contingente de comunistas salidos clandestinamente de Chile para entrenarse. Ellos pasarían a ser después los mandos medios del Frente, ya que los comandantes se habían formado en el Ejército.

1 “Los documentos secretos de Honecker sobre Chile”. Revista Qué Pasa,16 de mayo de 1998. 2 Entrevista a Norberto Fuentes, escritor cubano vinculado a los servicios de seguridad de Fidel

Castro hasta su salida de la isla en 1994. Miami, 10 de febrero de 2001. Revolución exportada Varios eran los grupos subversivos latinoamericanos que en la década del 70 recibían apoyo de Cuba. De hecho, prácticamente no hubo grupo revolucionario del continente que no tuviera a efectivos formados en suelo cubano. El MIR chileno, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) argentino, los Tupamaros uruguayos, el M-19 colombiano, los “Macheteros” portorriqueños y el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) salvadoreño, son algunos de los mejores ejemplos. El propio Fidel Castro lo reconoció así en 1998, durante un seminario económico realizado en La Habana. “En el único lugar donde no intentamos promover la revolución fue en México. En el resto (de los países latinoamericano), sin excepción, lo intentamos”, sostuvo. A partir de 1979, luego del triunfo de la revolución sandinista en Nicaragua, la política cubana de exportar su revolución inició sus años de gloria, principalmente de la mano de Manuel “Barbarroja” Piñeiro y sus hombres del Departamento América. Según un informe del Departamento de Inteligencia norteamericano fechado en 1987 —desclasificado recientemente— al menos 27 grupos subversivos de América Latina mantenían nexos con la isla hasta esa fecha. Incluso, el analista de inteligencia cubano-americano Marcelo Fernández Zayas, quien nació en Cuba y conoció a figuras como el Che Guevara, afirma a La Tercera: “Fidel ha intervenido en todos los países de América Latina, incluyendo a México. Este último por orgullo no ha querido admitirlo. He tratado de calcular lo que Cuba ha gastado en estos empeños, pero es imposible. La cifra sobrepasa los mil millones de dólares”.

El camino del Mapu

A fines de 1973, el Mapu OC inició la formación de sus cuadros en Cuba. Al igual que el PC, reclutó a los jóvenes que habían enviado a estudiar medicina en La Habana. Pero su objetivo era muy distinto: instruirlos para que regresaran a Chile y colaboraran en la rearticulación del partido. Como el Mapu privilegiaba la vía política sobre la militar, la formación de estos grupos se orientó a técnicas conspirativas tales como chequeo y contrachequeo, con el objetivo de sobrevivir en el trabajo político clandestino. En sus memorias el senador Jaime Gazmuri, ex líder del Mapu OC, relata: “En la época de la clandestinidad más dura enviamos a algunos militantes a La Habana y a Moscú para formarlos en las escuelas de cuadros de esos países. Pasaban 6 u 8 meses (...) Los llamábamos “los salmones” porque después de un viaje tan complicados debían remontar la corriente hasta su lugar de origen”. Según Gazmuri, fueron “poco más de un centenar” y hasta el día de hoy los “cubanos”, -los entrenados en la isla- se reunen entre sí. (3) Un puñado de mapucistas que se habían adiestrado en “Punto Cero” ingresó clandestinamente a Chile, a mediados de 1975. Les habían hablado de una heroica resistencia y combates en las calles. “Pero nos encontramos con una nula resistencia y, peor aún, con una improvisación que llegaba a lo irresponsable”, afirma uno, que viajó a Chile más de cinco veces entre 1975 y 1976. Entre sus misiones de mayor peligro, este hombre recuerda la ocasión en que viajó a Italia - portando pasaporte falso y con el constante peligro de ser apresado- para entrevistarse con el encargado de su partido en Roma, Jaime Estévez. La cita no pudo realizarse porque Estévez se negó a ir, aduciendo que estaba estudiando y que no deseaba volver a ser molestado. Por razones de seguridad, los militantes del PC en las Fuerzas Armadas cubanas no debían tener contacto con los hombres del MIR y el PS. Pero como todos eran compatriotas en tierra extraña y unidos por el afán de derrocar a Pinochet, varios socialistas y miristas llegaron a conocer a algunos de los que después serían “comandantes” del Frente. Estos nexos se profundizarían luego de la caída de Somoza en Nicaragua, donde chilenos instruidos en Cuba ayudaron en la creación del estado sandinista. Ni socialistas ni miristas sospecharon entonces que, diez años después, cuando la democracia volviera a Chile, ellos mismos ayudarían a desarticular a sus camaradas del Frente Patriótico. Instalados en el gobierno democrático de Patricio Aylwin algunos de estos hombres -como el socialista Oscar Carpenter- serían clave a la hora de desarticular a los grupos extremistas, incluyendo a los comandantes del Frente, los mismos con quienes habían compartido en Cuba y Nicaragua. El tema será abordado en otro capítulo.

3 Gazmuri, Jaime. “El sol y la bruma”. Santiago, Antártica Quebecor S.A.2000. Pg. 187

Por Cristián Bofill y Pedro Schwarze *

El escritor Norberto Fuentes, que hasta 1989 integró el círculo más exclusivo del regimén cubano, revela detalles de la relación de Fidel Castro con Chile y los chilenos Su relato incluye la participación de oficiales de la isla en acciones como el desembarco en Carrizal Bajo y el atentado contra Pinochet.

En su pequeño departamento en Coral Gables, el escritor cubano Norberto Fuentes parece añorar sus días de gloria en La Habana, cuando se codeaba con lo más graneado de la nomenclatura cubana, como el ministro de Defensa, Raul Castro, el general Arnaldo Ochoa y los hermanos Antonio (Tony) y Patricio de la Guardia. El mismo proceso que llevó al paredón a Ochoa y a Tony y a Patricio a una condena de 30 años de carcel, en julio de 1989, marcó el fin del reinado de Fuentes como el escritor favorito del regimen cubano. Tuvo mejor suerte que varios de sus compañeros de desgracia. Estuvo sólo algunos días en prisión y, gracias a las presiones de escritores e intelectuales extranjeros, Fidel Castro lo dejó salir del país en 1994. En realidad, Fuentes experimentó un mejor destino que sus amigos porque, en rigor, jamás tuvo importancia política o cargos de estatura. Pero, al pertencer a sus círculos en calidad de cronista, coleccionó numerosos secretos a lo largo de décadas de convivencia con Fidel Castro y muchos de sus importantes colaboradores. Uno de sus relatos más detallados de ese período es el libro Dulces Guerreros Cubanos (Ed. Seix Barral, 456 páginas, 1999). Tambien es autor de Hemingway en Cuba, un elogiado relato de los años pasados por ese escritor en la isla. Fuentes tambien convivió con varios chilenos, como Max Marambio, ex GAP, oficial de las Fuerzas Armadas cubanas, hombre de confianza de Fidel Castro y que actualmente goza de gran prosperidad empresarial obtenida gracias a sus inmejorables contactos en Cuba. El siguiente es un extracto de varias horas de entrevistas concedidas por Fuentes a La

Tercera en Miami. Otras partes importantes de ese material serán reveladas en los próximos capítulos de esta serie.

- ¿Qué sección del gobierno cubano manejaba la insurrección en América Latina? Fundamentalmente a través de tres departamentos. Uno era la Dirección General de Inteligencia (DGI), que trabajó mucho con los chilenos en los 60 y 70. El otro, y más importante, era el Departamento América, dirigído por Manuel “Barbarroja”, Piñeiro. Por último, estaba el Grupo de Operaciones Especiales (GOE), que después pasó a ser parte de la Dirección General de Operaciones Especiales (DGOE) que a su vez se dividía en dos: las Tropas Especiales y el Departamento Liberación. Tropas Especiales es lo mejor de lo mejor.

“Así es Fidel: destruyó a Allende y ahora va a hacer lo mismo con Hugo Chávez en Venezuela”

- ¿Por qué tantos organismos para un sólo objetivo? Fidel siempre tiene dos o tres medios para cada cosa. Tiene el Ministerio del Interior (Minint), el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (Minfar), el Instituto de Cine, el Instituto de Televisión. Como escritores tenía a García Márquez y me tenía a mí. La idea de todo esto es crear siempre competencia, una cosa muy sabia y muy inteligente de su parte. Fidel nunca se casa con una sola idea ni con un solo grupo. Siempre tiene varias cosas para distribuir y organizar.

“Vilma (esposa de Raúl Castro) me pidió que escribiera un libro sobre el atentado a Pinochet y me entregó una caja con más de 60 horas de testimonios grabados”.

- ¿Cuál de estos departamentos operó en Chile durante la UP? Los primeros cubanos que llegan a Chile eran la gente de las tropas especiales. La DGI y el Departamento América también operaron, con sus propios contactos, pero dominaba Tropas Especiales, esencialmente con la presencia de Patricio y Tony de la Guardia. Inmediatamente después del triunfo de Allende, los chilenos comenzaron a pedir armas y Cuba empezó a enviarlas por las valijas diplomáticas armamento. Recuerdo que eran tres fusiles AK 47 por valija. Iban seis o diez valijas por cada vuelo de Cubana de Aviación, que creo que eran dos veces a la semana. Ahí deben haber metido tres o cuatro mil AK-47, que siempre iban en las valijas. Creo que hubo cargamentos en barcos también. +Tony, de la Guardia era el cubano encargado de distribuir las armas.

- ¿Las armas eran principalmente para el MIR? Si, pero creo que se le dio equitativamente a todo el mundo. Pero el MIR no era parte del gobierno y le complicaba las cosas a Allende. Eso era parte de la estrategia. Fidel Castro se quedó deliberadamente tres semanas en Chile (durante su gira oficial, en 1971) para joder a Allende. El mismo se lo dijo a (general cubano Arnaldo) Ochoa y a “Tony”, (de la Guardia). Allende lo invitó por 10 días, pero Fidel estuvo tres semanas. No se movió de Chile hasta convencerse de haber minado a cabalidad y minuciosamente los cimientos del gobierno de la Unidad Popular, un gobierno que no había llegado al poder por la vía de la violencia revolucionaria, situación que a Fidel no le gustaba. Pero Allende simpatizaba con la Revolución Cubana... Es parte de la personalidad de Fidel la necesidad de ser el único. Desde el principio jugó para destruir a Allende. Incluso le penetró con agentes cubanos su entorno político, de

seguridad y hasta familiar (como su yerno Luis Fernandez Oña, agente de la DGI que se casó con su hija Beatriz, quien se suicidó en La Habana en 1974). Fue un grave error de Allende dejarse penetrar en esa forma. Así es Fidel: destruyó a Allende y ahora va a hacer lo mismo con Hugo Chávez en Venezuela.

- ¿Eso se notó sobre todo en su gira a Chile? Fidel se jugó una carta: fomentó una contrarrevolución. Se paseó por todo Chile desplegando el lenguaje tremebundo de la dictadura del proletariado inevitable, de las nacionalizaciones imprescindibles y de la lucha de clases impostergable. Sólo le faltó celebrar los progroms, los gulags, los paredones y el rodillo aplastante soviético ante su auditorio de comerciantes, viñateros, cultivadores de patatas, ganaderos y cerealeros, los que quedaban cada vez más palidecientes y aterrados ante el futuro inmediato que él les describía. Cuando Fidel viajó a Chile, “Tony”, era el jefe del grupo operativo que garantizaba su seguridad en el norte del país, desde Santiago hasta Iquique. Años después, muerto de la risa,+Tony, me describíó al Fidel de Chile como un Testigo de Jehová anunciando el apocalipsis.

"En su parte cubana la operación y el desembarco del arsenal en las costas chilenas (Carrizal Bajo) fue todo un exito. El descalabro fue de los chilenos".

- ¿Cómo fue la integración de los chilenos que llegaron a Cuba tras el Golpe? La mayoría tenía una vida bastante modesta en Cuba, una de las razones por las que muchos se fueron. Pero hubo otros que se hicieron oficiales de las Fuerzas Armadas, gente muy revolucionaria, muy dedicada a sus tareas. Hubo realmente muchos chilenos a los que se les entregó las tareas de importancia y que se hicieron cubanos en el mejor sentido de la palabra.

- ¿Cual fue el chileno que más alto llegó? Sin ninguna duda, Max Marambio, conocido como “el guatón”. Participó de numerosas misiones con Tony de la Guardia, entre otras facetas de su curriculum que yo supongo no le gusta que se ventilen en Chile. La última vez que lo vi fue en su departamento en Paris, en 1987. Era un departamento de millonario, a la altura de los negocios de todo tipo que ha hecho en su larga carrera en los servicios de seguridad cubano.

- ¿Cual era la relación de Castro con los dirigentes del FPMR? Los jovenes chilenos del FPMR eran los soldados de Fidel, que eran oficiales de las Fuerzas Armadas cubanas. Eran militares cubanos.

- ¿Qué sabe de las dos principales acciones del FPMR contra Pinochet: la internación de armas en Carrizal Bajo y el atentado en su contra? El desembarco de Carrizal Bajo lo dirigió el general Alejandro Ronda, jefe de Tropas Especiales. Pese a que al final los arsenales fueron descubiertos, en su parte cubana la operación y el desembarco del arsenal en las costas chilenas (Carrizal Bajo) fue todo un éxito. El descalabro fue de los chilenos.

- ¿Y el atentado contra Pinochet? Cuba tambien dirigió la operación, cuyo fracaso fue nuevamente un error de los chilenos. Sobre este tema casi escribí un libro, a pedido de Vilma Espín, la mujer de Raul Castro. Pero al final el proyecto se abortó.

- ¿En qué circunstancias le pidieron que escribiera el libro?

Fue despues de un viaje que hice a Nueva York, en diciembre de 1988. Llegué a un cóctel en el Palacio de la Revolución y mientras estaba conversando con Raul Castro se me acercó Vilma. Dijo que había escuchado recientemente grabaciones del atentado y que era una historia digna de una novela policiaca, que merecía ser escrita por alguien como yo. Me dijo tambien que sería un libro como el de García Marquez sobre la ida de Littin a Chile. No le di ninguna importancia, lo consideré una “monería” de Vilma, una tontería de mujeres. Le dije que lo iniciaría despues de mi regreso de Angola, donde iba a pasar el Año Nuevo. Al llegar, me encontré con una caja enviada por Vilma que contenía cintas de audio con unas 60 horas grabadas.

- ¿Examinó las cintas? No tenía ningún ínteres en el tema. Las dejé en un rincón, pero a los pocos días llegó un chileno que conocíamos como “Manolo” a decirme que para el Frente era muy importante que escribiera el libro. Pero yo estaba escribiendo otro sobre Angola, tarea a la que me dediqué los cinco meses siguientes. Los cassetes quedaron ahí hasta que detuvieron a Ochoa a los De la Guardia y yo cai en desgracia. Uno de esos días llegó a mi departamento Alcibiades Hidalgo - jefe de gabinete de Raul Castro - y me exigió que le devolviera las cintas. A mí no me interesaban antes y mucho menos ahora que ya tenía suficientes problemas. Le dije: aquí están, llévatelas.

Más de 40 entrevistados, algunos de ellos en más de 15 ocasiones, además de una veintena de libros y cientos de archivos desclasificados de la CIA, la RDA y la Unión Soviética, constituyeron la base de esta investigación. Salvo los archivos norteamericanos, todas estas fuentes surgieron al interior del mundo de la izquierda.

Alina Fernández

Nacida en La Habana en 1957, es hija de Fidel Castro y de Natalia Revuelta. Sólo a los diez años se enteró que el líder de la Revolución, quien acostumbraba a visitarla, era su padre. Hasta su salida de Cuba, Alina vivió en la isla, y fue parte del pequeño mundo de privilegiados en torno a Fidel. En ese ambiente, también conoció a chilenos del FPMR, uno de ellos estaba casado con su prima,

Mariela, hija de Raúl Castro. Su nombre: Juan Gutiérrez Fischmann, “El Chele”, hoy buscado por el asesinato de Jaime Guzmán. En 1994 Alina abandonó el país. Radicada en Madrid, se convirtió en una detractora del régimen de su padre. Autora del libro Alina, memorias de la hija rebelde de Fidel Castro, La Tercera la entrevistó telefónicamente en dos ocasiones, en diciembre y enero del

2001.

Ileana de la Guardia

La hija mayor de Antonio de la Guardia, el oficial cubano fusilado en 1989, tenía 24 años al momento de la muerte de su padre. Junto a su esposo, el ex agente Jorge Masetti, logró salir de Cuba en 1990. Hoy vive en Miami, donde se dedica, entre otras cosas, a denunciar al régimen castrista sobre la base de la información que le entregó el

hermano gemelo de su padre, el general Patricio de la Guardia, condenado a 30 años de cárcel en la purga de 1989. Durante su vasta carrera militar, los gemelos De la Guardia fueron los combatientes de mayor confianza de Fidel. De hecho, bajo el gobierno de la UP fueron los cubanos de mayor rango instalados en Chile. Ileana es autora del libro El nombre de mi padre, donde cuestiona la versión oficial sobre el juicio más polémico de las últimas décadas en Cuba. Habló con La Tercera en varias ocasiones, entre el 8,9, y 10 de febrero de este año, en Miami.

Jorge Masetti

Ex agente de inteligencia de Castro, la historia de Masetti -argentino de nacimiento- se funde con la de la Revolución Cubana. Su padre, Ricardo Masetti, fue amigo del Che Guevara y fundador de la agencia de noticias Prensa Latina. Tras su muerte, en 1965, Masetti se educó en La Habana bajo los vigilantes ojos de uno de los hombres más influyentes del régimen de Castro: Manuel “Barbarroja” Piñeiro, jefe del Departamento América

quien lo apadrinó . En 1974 Masetti se convirtió en agente de los servicios de inteligencia cubanos, desplegando sus acciones en toda Latinoamérica. Si cercania con la nomenclatura cubana se acrecentó por su matrimonio con Ileana, la hija de Antonio de la Guardia, uno de los oficiales más cercanos a Fidel y que operó en Chile durante la UP. En 1989 “Tony” de la Guardia fue fusilado en La Habana, acusado por Castro de narcotráfico. En 1990 Masetti se exilió en Francia. En 1993 publicó el libro El furor y el delirio, donde revela las operaciones encubiertas del gobierno cubano. Hoy reside en Miami. La Tercera lo entrevistó en Buenos Aires, el 4 y 5 de diciembre del 2000, y en Miami. En esta última ciudad concedió dos largas entrevistas, el 27 de noviembre del 2000 y el 8,9 y10 de febrero del 2001.

Lázaro Betancourt

El ex capitán de Tropas Especiales -la unidad de elite a cargo de la seguridad de Fidel Castro- pidió asilo a las autoridades estadounidenses en República Dominicana, en abril de 1999, mientras acompañaba como escolta a Castro durante una visita oficial a ese país. Betancourt (38 años) reside hoy en Miami. Durante los 16 años que se desempeñó en Tropas Especiales, llegó a ser el segundo jefe antiterrorista de la escolta de Castro. Como militar de alto rango, Betancourt conoció de cerca a varios chilenos comunistas que ingresaron a las FAR cubanas a partir de 1975, primero en la Escuela Militar Camilo Cienfuegos y después como instructor de guerrilla en la base Punto Cero, Guanabo. La

Tercera lo entrevistó en Miami, el 9 de febrero del 2001.

Norberto Fuentes

Escritor cubano y autor de una premiada biografía de Ernest Hemingway, Fuentes perteneció hasta 1989 al círculo más estrecho de Fidel Castro. Participó en varias acciones bélicas del Ejército Cubano -estuvo en Nicaragua y en Africa - y fue condecorado. Amigo personal del coronel de “Tropas Especiales”, Antonio de la Guardia, recorrió junto a él Europa y se internó en el mundo del tráfico de armas.

Al estallar el caso Ochoa/De la Guardia, que culminó con el fusilamiento de ambos uniformados, a Fuentes se le prohibió salir de Cuba y estuvo preso. Debido a la presión internacional, logró salir de la isla en 1994. Hoy vive en Miami. Su último libro, Dulces guerreros cubanos (1999) revela algunos de los secretos mejor guardados del sistema cubano. Su figura no despierta unanimidad en el exilio cubano. Masetti, por ejemplo, lo acusa de estar todavía al servicio de Castro. La Tercera lo entrevistó en Miami en cuatro ocasiones, las dos primeras en noviembre de 1999 y las restantes en febrero del 2001.

Rafael Nuñez

Ex director del Organismo Internacional del Ministerio de Comercio Exterior cubano, este ex diplomático mantuvo estrechos nexos con la realidad chilena desde fines de la década del 60. Entre otros cargos, fue vicepresidente de la misión cubana en Chile durante la Unctad y estuvo siete meses en el país durante el gobierno de Allende, trabajando en la Cepal. Luego de caer en desgracia política, estuvo preso entre 1976 y 1988 en

La Habana. Hoy vive exiliado en Estados Unidos. Fue entrevistado por La Tercera el 11 de febrero del 2001, en Miami.

Los que pidieron reserva

Tanto como los que hablaron con su nombre, en la reconstrucción de esta historia colaboró una veintena de otros entrevistados, todos ellos como testigos directos de los hechos. Ellos entregaron sus testimonios bajo la condición de que sus nombres se mantuvieran en reserva. La Tercera sólo identificó a algunos con el nombre político que utilizaban en el pasado. La siguiente es una nómina de algunos de los que más material aportaron a esta serie:

“Ernesto Contreras”: ex miembro del comité central del PC y uno de los diseñadores de la Política de Rebelión Popular de Masas (PRPM) que dio nacimiento al FPMR. Estuvo en Cuba en 1974, en la dirección del PC en la isla. Luego de residir en Alemania Oriental se trasladó clandestinamente a Santiago y fue pieza clave en la implementación de la PRPM. Se alejó del partido en 1990. Hoy trabaja en una empresa privada.

Ex frentista establecido en Europa: formado como oficial en el Ejército Búlgaro, este hombre llegó a La Habana en 1981, donde se integró al dispositivo militar del PC. Luego de tomar parte en las acciones más espectaculares del FPMR, resultó gravemente herido en una acción. Hoy vive en Europa.

“Carlos”: ex militante del PC, se formó como paramilitar en la base cubana de Punto Cero. De regreso en Chile, ayudó a la implementación de la vía insurreccional del PC. Cuando se dividió el FPMR, encabezó el grupo que se mantuvo en el partido, en su calidad de “comandante” militar. Se fue del PC en 1990. Hoy vive en Santiago.

“Manuel”: militante del Mapu OC, se formó en técnicas conspirativas en la base cubana de Punto Cero, en 1974. Volvió a Chile para cumplir misiones clandestinas de alto riesgo. Posteriormente, se estableció en La Habana, donde trabó amistad con varios miembros del FPMR. Actualmente trabaja como médico en un hospital santiaguino.

“Alberto”: dirigente de una colectividad de izquierda exiliado en Alemania Oriental. Como otros compatriotas, fue contactado por la Stasi, la policía secreta de la RDA, y se convirtió por un tiempo en colaborador. Desencantado del socialismo, se trasladó a Alemania Federal, donde se vinculó a los servicios de inteligencia germano-occidentales. Hoy vive en Santiago.

“Víctor”: ex oficial del FPMR formado como militar de carrera en Europa Oriental. Antes de ingresar clandestinamente a Chile estuvo en Cuba y en Nicaragua, donde luchó contra la guerrilla “contra”. Cuando sobrevino la división del FPMR permaneció leal al PC. Hoy vive en Santiago, donde mantiene contactos con otros ex frentistas.

Por Roberto Ampuero *

El escritor chileno relata la ocasión en que casi fue reclutado como parte del aparato militar que luego se transformó en el FPMR y critica el manto de silencio que ha predominado sobre el tema hasta hoy.

Tuve por primera vez la certeza de que presenciaba momentos históricos el día en que vi desde la distancia el bombardeo aéreo de La Moneda, en cuyo interior resistía Salvador Allende. Tuve una sensación semejante en 1975, en una tarde asfixiante y húmeda de La Habana, cuando dirigentes del Partido Comunista chileno me citaron a una mansión de El Vedado para reclutarme como cadete para las escuelas militares de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba. Seríamos, supuestamente, los oficiales del ejército popular de un futuro Chile socialista. Ese día perdí definitivamente la confianza en la racionalidad de la dirigencia. Los aparatos de seguridad del régimen militar habían desatado una represión criminal y desarticuladora en contra de la izquierda, y en ese momento, dos años después del “golpe”, el partido apostaba por la “crítica de las armas”, la misma que había desechado sabiamente en el pasado. Ahora se proponía no sólo derrotar a las fuerzas armadas chilenas sino también instaurar el socialismo. Cuba era el ejemplo a seguir y la prueba de que aquello era posible.

En una tarde asfixiante y húmeda de La Habana, dirigentes del Partido Comunista chileno me citaron a una mansión de El Vedado para reclutarme como cadete para las escuelas militares de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba.

Guiado por un fogonazo de racionalidad, que se alimentaba de la convicción de que en Chile no bastarían unas columnas de rebeldes barbudos para derrotar al Ejército chileno y de que la Cuba de Castro no podía servir de forma alguna como modelo democrático ni económico para Chile, rompí desilusionado con la tienda política. Quizás a eso le deba que aún esté entre los vivos. Muchos compatriotas jóvenes, militantes de partidos de izquierda, ingresaron entonces voluntariamente a las FAR cubanas, se hicieron oficiales y combatieron en guerras de Centroamérica y Africa. Suponían tal vez que esa experiencia en los trópicos les serviría más tarde para tomar el poder en Chile. Algunos cayeron en tierras lejanas, otros decidieron olvidar para siempre ese pasado y hay quienes realizaron acciones armadas y terroristas en el país. Todos ellos son piezas de un sorprendente y vasto plan, fraguado por políticos, que fracasó, significó frustraciones y también sangre, y del cual la mayoría de los chilenos nada sabe. Si bien esa tarde habanera intuí que me hacían partícipe de un proyecto delirante —desembarcar en un futuro no lejano un ejército chileno revolucionario en nuestras costas para derrotar a la dictadura de Augusto Pinochet—, no fue sino muchos años más tarde que caí en la cuenta de que debía relatar ese episodio o nunca nadie lo conocería. No se trataba de impedir el olvido, porque sólo se puede olvidar aquello que se conoció, sino de algo más básico: relatar lo desconocido. Así nació la novela “Nuestros años verde olivo”. En 1996, mientras residía en Estados Unidos, comencé a escribirla convencido de que era inconcebible que trascurridos veinte años del surgimiento del embrión del ejército del exilio, nadie hubiese hablado al respecto. Parecía que la necesidad —muy justa, por cierto— de esclarecer la violación a los derechos humanos durante el régimen militar había eclipsado la memoria de la izquierda. Ibamos conociendo gradualmente la historia de la derecha bajo la dictadura militar, pero un manto de silencio cubría la otra historia, ésa de los errores, los actos heroicos y condenables de la izquierda. Bajo la dictadura, el relato de la historia había sido abordado como patrimonio privado de un sector de la sociedad. La historia que se enseñaba en los colegios y universidades desvirtuaba gran parte de lo que había ocurrido en los años setenta y ochenta. El régimen y sus ideólogos eran los únicos propietarios de la historia, los encargados de difundir su discurso, de destacar ciertos aspectos y de ocultar otros. En sectores de la izquierda, especialmente en aquel identificado con la vía armada, se impuso el mismo concepto autoritario de narrar la historia. Y ese concepto exigía mantener en secreto la creación en Cuba del nuevo ejército chileno. Primero, porque la lucha contra la dictadura así lo exigía, después, ya en democracia, porque el relato de

esa experiencia, en verdad el silencio, era propiedad exclusiva de esa izquierda. Ella era la única indicada y legitimada para difundirlo, valorarlo u ocultarlo.

Supongo que el silencio sobre esa etapa de nuestra historia se debe a que algunos intentan esconder su responsabilidad.

Llama la atención que a sus dirigentes no les inquietó la idea de que los países tienen derecho a conocer toda su historia, y que es inadmisible que instituciones relevantes de una sociedad se arroguen la potestad de ocultar su historia, aunque constituya parte esencial de la historia nacional. Supongo que el silencio sobre esa etapa de nuestra historia se debe a que algunos intentan esconder su responsabilidad. Constituye, desde luego, la versión izquierdista de la postura derechista de “mejor demos vuelta la hoja y miremos hacia el futuro”. “Nuestros años verde olivo” pretendía colocar sobre el tapete una etapa trascendental y oculta de nuestra historia, a la que ni los historiadores, ni los políticos ni los periodistas habían dirigido una mirada escrutadora. Supuse que una novela podía dar el primer paso en la indagación de esa historia, y que el siguiente lo intentarían quienes estuviesen convencidos de que allí se encerraba algo valioso para entender nuestro presente y avanzar en la reconciliación nacional. Cuando este periódico me informó que mi novela le había servido de estímulo e hilo conductor a un grupo de periodistas para iniciar una acuciosa investigación de esa historia, en especial aquélla relacionada con el papel de la revolución cubana en la política chilena, sentí que mi obra comenzaba a dar los frutos esperados: echar a andar la indagación histórica para que el país pudiera extraer conclusiones y lecciones. No conozco la totalidad de la investigación, sólo los capítulos que el lector encuentran en este suplemento, pero tengo la impresión de estar ante una obra investigativa ágil, responsable, fundamentada y profunda, que sitúa al periodismo investigativo chileno en un nuevo nivel. Me enorgullece que “Nuestros años verde olivo” haya desencadenado una investigación de estas proporciones. La historia no es patrimonio de nadie y todos tienen derecho a conocerla. Es obvio que los reportajes generarán controversia, pero el debate sobre los años verde olivo de la izquierda es preferible al manto de silencio que algunos intentan mantener. Es preferible y necesario.

* Roberto Ampuero militaba en el PC cuando se exilió en Cuba tras el Golpe. Se casó con la hija de uno de los hombres de confianza de Fidel, lo que lo vinculó a la clase influyente de La Habana. También vivió en Alemania Oriental. Ya alejado del PC, en 1999 escribió Nuestros Años verde Olivo, donde recrea todos los años que vivió en la isla.

CAPITULO II

BAUTIZO DE FUEGO:

FIDEL MANDA A LOS CHILENOS

A NICARAGUA

Una invitación a la guerra

“Estos sí que tienen cojones”, fue la reacción de Fidel Castro tras reunirse con medio centenar de chilenos entrenados en las Fuerzas Armadas Revolucionarias a fines de 1978, a quienes les ofreció ir a combatir a Nicaragua. Con esta invitación, los hombres del PC calmarían la inquietud que se anidaba entre sus filas, descorazonadas por no poder ir a combatir a Chile.

Por Javier Ortega

En 1978, tres años después de que en Cuba se iniciara el plan de formación militar para jóvenes exiliados chilenos en las Fuerzas Armadas Revolucionarias, cundía el desánimo entre los uniformados del PC. Pese a la generosa oferta de Fidel Castro de entrenarlos en los institutos militares de la isla para crear “un nuevo ejército democrático para Chile”, la desazón de no poder ir a combatir contra Pinochet había hecho mella incluso entre los líderes de estos jóvenes. El propio “Salvador” -Sergio Galvarino Apablaza, futuro jefe máximo del Frente Patriótico Manuel Rodríguez-, barajaba en esa época la posibilidad de abandonar las filas. Otros tantos ya habían expresado sus deseos de cursar su baja, relata un ex comunista formado en Cuba. Sin embargo, un acontecimiento internacional se convertiría en la “válvula de escape” para las fuerzas chilenas del PC. A fines de 1978, Fidel Castro necesitaba reforzar la ofensiva sandinista contra Somoza con oficiales calificados. La Habana había jugado un papel crucial en la insurrección -financió y entrenó a los tres grupos que formaban el Frente Sandinista de Liberación Nacional, creado a sus instancias-, pero no podía enviar un contingente cubano para no provocar una fuerte reacción de Estados Unidos. Limitado a proporcionar abastecimiento logístico, Castro movilizó a una serie de “voluntarios” latinoamericanos controlados por Cuba. Nicaragua era un trofeo muy preciado por el líder cubano, ya que estaba en vías de convertirse en el único país latinoamericano -después de Cuba- donde mostraba la viabilidad de que la izquierda llegara al poder por la vía de las armas.

El “no” que marcó al MIR

El primer pensamiento de Castro fue “invitar” al MIR chileno para ir a luchar en tierra nicaragüense. De todos los movimientos procrastristas de América Latina, este grupo siempre había sido considerado el hijo predilecto de La Habana. Nacidos bajo el influjo de la revolución cubana, los miristas cumplían con todos los requisitos pedidos por La Habana a sus seguidores: arrojo, radicalismo y lealtad irrestricta a la senda revolucionaria castrista. El MIR adoptó su bandera rojinegra en

homenaje al Movimiento 26 de Julio cubano y durante la UP había compartido todas las tesis de La Habana respecto de que no existía la senda pacífica hacia el socialismo. Después del 11 de septiembre habían optado por una fiera -y suicida- resistencia armada, echando mano a “los fierros” tal como dictaba la manera cubana. Los líderes del movimiento chileno cumplían con el prototipo del revolucionario romántico acuñado por Fidel y el Che Guevara en la Sierra Maestra: brillantes, ilustrados y bien parecidos. En La Habana eran conocidos como la vanguardia “más sexy de América Latina”, según recoge el escritor mexicano Jorge Castañeda en su obra (1). Por ello, cuando el movimiento decretó un “repliegue táctico” tras la muerte de Miguel Enríquez en 1974, la isla recibió con los brazos abiertos a los diezmados cuadros que llegaron desde Chile. Los miristas comenzaron a preparar su vuelta al país en la llamada Operación Retorno en 1980 (ver recuadro) bajo los atentos ojos cubanos que pusieron a su disposición los centros de adiestramiento guerrilleros de Punto Cero y en la Cordillera de los Organos, en la zona occidental de la isla, relata el escritor Norberto Fuentes (2). Fue entonces cuando el propio Fidel le planteó a la cúpula mirista en Cuba que fueran a combatir a Nicaragua. Sin embargo, según relata un ex combatiente chileno, Castro recibió un balde de agua fría en el encuentro. “Nuestros cuadros se están preparando para ir a luchar a Chile y no a Nicaragua”, fue la respuesta de sus interlocutores, al rechazar la invitación del comandante cubano. La postura del MIR se comentaría profusamente en los círculos de la nomenclatura cubana, siendo considerada una afrenta para Castro. El episodio marcaría el inicio del declive de la influencia del MIR en Cuba y, por ende, en su lucha contra el régimen militar chileno. “En ese momento se quebró la confianza entre los seguidores de Miguel Enríquez y La Habana”, afirma un ex frentista que se enteró de los hechos por boca de los propios cubanos.

1 Castañeda, Jorge. La Utopía Desarmada, Editorial Ariel, S.A. 1995 2 Entrevista a Norberto Fuentes, escritor cubano vinculado a los servicios de seguridad de

Fidel Castro hasta su salida de la isla en 1994. Miami, 10 de febrero de 2001.

“Estos sí que tienen cojones”

Poco después, a fines de 1978, Castro se reunió en La Habana con medio centenar de comunistas chilenos egresados de las escuelas militares cubanas. También estaba presente Manuel “Barbarroja” Piñeiro, estrecho colaborador de Fidel y jefe del Departamento América. Aquel encuentro efectuado en una amplia sala de audiencias pasaría de boca en boca entre los chilenos que vestían el uniforme verde olivo hasta convertirse en una leyenda. Según relata un ex frentista que prestó servicios en Cuba y hoy reside en Europa, Castro destinó sus primeras palabras “a elogiosos comentarios sobre el entrenamiento de los chilenos y al valor que los sandinistas estaban demostrando en el combate y la posibilidad de que fueran derrotados por falta de especialistas militares”. Enseguida le planteó directamente a la audiencia la posibilidad de marchar en apoyo de los revolucionarios nicaragüenses. En la sala se produjo un silencio. “De repente, uno de los presentes comenzó a cantar la Internacional con el puño izquierdo en alto. Entonces, varios se pusieron de pie y lo siguieron, cantando con fuerza. Todos terminaron a coro, algunos emocionados hasta las lágrimas”, relata el ex frentista. Frente a tal reacción, Fidel hizo como que echaba pie atrás. Dijo que la decisión aún no estaba tomada; argumentó que tenía que consultar con la dirigencia del PC chileno, y que si ésta no estaba de acuerdo, él no podría hacer nada. La audiencia casi se vino abajo. “Empezaron a gritar que iban a ir igual. Vociferaron que al diablo con los ‘viejos’ del partido”. Satisfecho, Castro comenzó a caminar de un lado para otro. Y mirando a “Barbarroja” Piñeiro le comentó, lo suficientemente fuerte como para que lo oyera la audiencia: “Estos sí que tienen cojones”.

La suerte estaba echada. El PC chileno no podría impedir que sus muchachos cumplieran con su bautismo de fuego en Nicaragua. Los jóvenes habían establecido su primera señal de independencia frente a la vieja guardia del partido. Y Castro contaba por fin con combatientes extranjeros para Nicaragua. Allá lucharía casi un centenar de chilenos, entre ellos “Salvador” -Sergio Galvarino Apablaza- y Raúl Pellegrín, el líder máximo del primer destacamento del Frente que llegó a Chile en 1983.

La fracasada operación retorno En la mañana del 27 de junio de 1981, en una zona rural de Neltume, “boinas negras” del Ejército chileno emergieron de la vegetación y se dejaron caer sobre un puñado de tiendas de campaña. Se trataba del campamento guerrillero Toqui Lautaro, levantado por combatientes del MIR que habían vuelto del extranjero en 1980, con la misión de inaugurar en Chile la guerra de guerrillas. La acción dio inicio a una serie de escaramuzas que, cuatro meses después, dejaría un saldo de siete miristas muertos. Tras ello, casi la totalidad de los 30 miristas ingresados clandestinamente morirían, marcando el fracaso de la Operación Retorno que el MIR

había fraguado en Cuba desde 1977. En 1977 el MIR decidió volver a pasar a la ofensiva y, como a lo largo de toda su trayectoria, todos sus pasos estratégicos fueron planificados en Cuba. El escritor cubano Norberto Fuentes -vinculado a los aparatos de inteligencia de Fidel Castro hasta su salida del país en 1994- afirma que el entrenamiento mirista se efectuó en la base de Punto Cero y en la Cordillera de los Organos, al oeste de la isla. “La idea al principio era crear los focos guerrilleros en plena Cordillera de los Andes, pero se hicieron pruebas y el equipo que se necesitaba doblaba el peso de los guerrilleros. Bastaría que el Ejército chileno estableciera un cerco para que se congelaran todos”, relata Fuentes (3).

Finalmente, se optó por establecer dos focos en la Cordillera de la Costa: el Frente Uno de Neltume, en la provincia de Valdivia, y el Frente Dos, en la Cordillera de Nahuelbuta. Cuando fueron descubiertos, la retirada del campamento de Nahuelbuta se efectuó sin bajas. Pero el ataque a Neltume fue una completa sorpresa. Reagrupados en una columna, los miristas intentaron retroceder hacia un depósito de armas. Casi todos cayeron en sucesivas operaciones rastrillo. Uno de sus sobrevivientes, Jaime Castillo Petrucci, fue detenido en 1993 en Perú, acusado de dirigir el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA).

Razones del fracaso

Una de las versiones más difundidas respecto al fracaso de la Operación Retorno es la que asegura que los planes fueron filtrados desde Cuba a la CIA y a la CNI por el entonces encargado del Departamento América para Chile, Héctor “Humberto” Sánchez. Este hombre, que coordinaba la acción conspirativa entre la isla y Santiago, fue detenido en La Habana a comienzos de 1994. La izquierda chilena siempre ha interpretado este hecho como la prueba de su delación. “Se decía en Cuba que él entregaba a la CIA las fotocopias de los pasaportes adulterados de los miristas que se aprestaban a ingresar a Chile”, sostiene un socialista que vivió durante años en Cuba. Sin embargo, según cuenta un alto ex agente de inteligencia cubano, el encarcelamiento de Sánchez se debió, en realidad, a un escándalo sexual montado por sus pares del organismo Tropas Especiales. El episodio estuvo vinculado al secuestro de un oficial argentino en Panamá, en 1982, en el que participaron Sánchez y el Departamento América. Al enterarse de lo sucedido, el ministro del Interior, José Abrantes, montó en cólera. El momento fue aprovechado por Tropas Especiales -eterno rival del Departamento América- para desvestir, con ropaje de escándalo, las peculiaridades sexuales de “Humberto” Sánchez, quien terminó encarcelado. La debacle de la Operación Retorno también abarcó a las ciudades, donde cayeron muchos de los contactos y apoyos de los guerrilleros. Según cuenta un actual funcionario de gobierno que vivió en La Habana, en Cuba quedó un grupo de más de cuarenta niños y adolescentes abandonados a su suerte, hijos de los miristas muertos. Varios de los sobrevivientes del desmembrado MIR pasarían a una nueva etapa: el bandidaje y las operaciones encubiertas por encargo 3 Ibid., entrevista a Norberto Fuentes.

Bautismo de fuego en Nicaragua

Al menos 76 chilenos del PC lucharon junto a las tropas insurgentes de Nicaragua durante 1979. Después de ganarse la fama de militares “duros” y profesionales, en la hora del triunfo entraron con las tropas victoriosas a Managua. El paso militar por la guerra de Nicaragua marcó al FPMR desde su nacimiento en La Habana hasta su declive en Chile.

El Batallón Chile avanzaba con dificultad. El fuego de la artillería y la aviación enemiga interfería continuamente en su desplazamiento bajo el tórrido sol de Nicaragua. Pese a ello, el casi centenar de chilenos destinados al Batallón Chile, en el Frente Sur marchaba entusiasmado bajo las órdenes del mítico comandante Edén Pastora. Estaban luchando por la revolución, y con el lenguaje aprendido en

La Habana: el de las armas. El destacamento del Partido Comunista chileno había comenzado a desembarcar en Nicaragua a inicios de 1979, proveniente de Cuba. Muy luego -en mayo de ese año- el Frente Sandinista inició su ofensiva final, convirtiendo la lucha de guerrillas en una batalla regular. Desde el sur del país, las tropas chilenas participaron en las batallas más cruciales contra el gobierno dictatorial de Anastasio Somoza y, pocos meses después, entrarían victoriosas a Managua. Durante los seis meses de enfrentamientos, los chilenos se ganaron la fama de profesionales y “duros”. Después del triunfo sandinista en julio de ese año, muchos permanecieron en el país ayudando a la formación del nuevo Estado socialista. Al volver a La Habana, su bautismo de fuego en Nicaragua les permitiría demostrarles a los cubanos que ellos eran una generación de comunistas distinta a la que había sido derrotada en la UP.

Ceremonia de comandantes sandinistas en Managua, después de la victoria. El tercero, de izquierda a derecha, es Raúl Pellegrín, quien tenía 21 años y combatió como “comandante Benjamín”. Pellegín murió en 1988, en el asalto al Retén Los Queñes.

El líder natural de los jóvenes del PC, Sergio Galvarino Apablaza, “comandante Salvador” lideró el Batallón Chile. Posteriormente, Apablaza dirigiría el FPMR y hoy está prófugo por el asesinato de Jaime Guzmán.

De todos los extranjeros que ayudaron a los sandinistas, los chilenos eran los únicos que poseían una formación militar rigurosa, con sólidos conocimientos en artillería terrestre y antiaérea, especialización a la que pertenecía el grueso del contingente enviado por La Habana.

El ojo vigilante

De todos los voluntarios extranjeros que ayudaban a los sandinistas, los chilenos eran los únicos que tenían una formación militar rigurosa. Su especialidad más apreciada eran sus conocimientos en artillería terrestre y antiaérea, a la que pertenecía el grueso del contingente enviado por La Habana. El ex agente de inteligencia cubano Jorge Masetti -también veterano de Nicaragua- relata en su libro la diferencia entre estos oficiales y los guerrilleros nicaragüenses (1). En una ocasión se encontró con un oficial chileno que gritaba desesperadamente por su walkie-talkie: “¡Dime cuántos son! ¡Está bien, pero coño, dime cuántos son!”. Al acercarse Masetti, el combatiente chileno le explicó que una avanzada enemiga se había atrincherado en una colina cercana y habían enviado un destacamento para desalojarlos. El problema era que cada vez que le preguntaba al nicaragüense el número de enemigos, éste le respondía: “¡Un montón, compa! ¡Montonazo!” “El contraste entre el chileno, de formación militar académica, y el compañero nicaragüense de formación guerrillera, y el diálogo absurdo que sostenían, me parecía de lo más cómico”, escribió Masetti. Pero los chilenos no eran los únicos extranjeros en tierra nicaragüense. Los cinco mil hombres en armas con que contaban los sandinistas incluían a voluntarios colombianos, argentinos, uruguayos, brasileños y centroamericanos. Todo el movimiento revolucionario del continente se había desplazado en apoyo del único país que -después de Cuba- estaba a punto de tomar el poder por la vía armada. En una época de dictaduras militares de derecha, la pequeña nación centroamericana se convirtió en lugar de encuentro entre grupos guerrilleros y el punto de referencia de toda la izquierda que soñaba con la revolución continental. Los comunistas chilenos establecerían estrechos contacto con socialistas y miristas, quienes también marchaban tras la victoria revolucionaria, aunque por una decisión personal, no de sus partidos. Pese a haberse abstenido de enviar tropas regulares, Castro mantenía un ojo vigilante sobre lo que sucedía en el campo de batalla. En el destacamento del Frente Sur también marchaba un misterioso combatiente español de nombre “Gustavo”, que usaba gafas oscuras. Su verdadero nombre era Antonio de la Guardia, el mítico hombre de Tropas Especiales que había entrenado en Chile a la guardia personal de Salvador Allende. Protagonista de las mayores aventuras conspirativas cubanas, Castro le había ordenado: “Mantén un ojo puesto en la guardia somocista; el otro en la plana mayor sandinista”, relata en su libro el ex miembro del círculo de hierro de Castro, Norberto Fuentes (2). Otro cubano que pasó por tierra nicaragüense fue el entonces coronel Alejandro Ronda Marrero. Encumbrado después a jefe de la división cubana de Tropas Especiales, en el campo de batalla sandinista estableció estrechos lazos con los chilenos del PC. Años después, Ronda sería el cubano responsable de la internación de armas de Carrizal Bajo.

1 Masetti, Jorge. El Furor y el Delirio. Barcelona, Tusquets Editores, 1999. 2.- Fuentes, Norberto. Dulces Guerreros Cubanos. Barcelona, Editorial Seix Barral, S.A., 1999.

2 Rodríguez Elizondo, José. Crisis y Renovación de las Izquierdas en América Latina. Santiago, Editorial Andrés Bello, 1995.

| Bautismo de fuego en Nicaragua

Un chileno al paredón

Al acercarse la hora final, a fines de mayo, uno de los más decisivos combates del Frente Sur se libró en la zona del Naranjo. La Guardia Nacional de Somoza intentaba por todos los medios expulsar a los sandinistas que dominaban varias colinas de la zona. En ese escenario se terminó de fraguar el prestigio de un chileno llamado Osvaldo Lira. Tanto los oficiales del PC como los nicaragüenses vieron a Lira repeler solitariamente desde los techos de las viviendas campesinas a los aviones de combate. Según relata un ex combatiente, “pasaban los aviones y caían las bombas, pero él se quedó devolviendo el fuego con su fusil AK-47, sin lanzarse a tierra”.

Pero si Lira era uno de los más osados del Batallón Chile, también era un incorregible y sus huellas se perderían en tierra salvadoreña. Tras enamorarse de una combatiente del Frente de Liberación Nacional Farabundo Martí (FMLN), renunció al PC y a las Fuerzas Armadas cubanas para seguirla, entre 1981 y 1982. Incorporado a la guerrilla de ese país centroamericano, años después moriría en una emboscada del Ejército salvadoreño.

Los servicios secretos norteamericanos tampoco dejaron de consignar los hechos. Después de informar que los militantes exiliados de la izquierda chilena “integraron la lucha contra Somoza”, un informe del Departamento de Estado consignó: “El cambio de énfasis en la retórica del Partido Comunista chileno (la vía armada) es una respuesta al ejemplo de Nicaragua”.

En el fragor de la batalla del Naranjo otro chileno viviría una hora límite. El oficial Rodrigo Morales -hijo de la ex diputada comunista Mireya Baltra- fue encomendado a defender una porción a cualquier precio. Bajo el fuego de artillería y aviación, el chileno tuvo que decidir entre sacrificar a sus hombres o replegarse. Optó por lo último, después de lo cual fue detenido, juzgado por sus compatriotas y condenado a muerte. Según un ex oficial chileno de la isla, cuyo relato es corroborado por otro ex frentista, sólo la intervención de los cubanos y su amistad con el influyente oficial chileno Juan Gutiérrez Fischmann, “El Chele” -yerno de Raúl Castro y actualmente uno de los hombres más buscado por el asesinato del senador Jaime Guzmán- salvó a Morales de morir. Trasladado a Cuba para evitar mayores conflictos con sus compatriotas, meses después Morales pidió autorización para ir a combatir a Angola, junto a las fuerzas expedicionarias cubanas. Pese a que Raúl Castro había prohibido que los chilenos fueran a luchar a Africa -donde Cuba buscaba lucir la preparación de sus tropas regulares-, Morales fue autorizado, ya que necesitaba redimirse ante sus compatriotas. Como uno de los contados chilenos que combatieron por Cuba en Angola, en ese frente Morales se destacó por su valentía y regresó a La Habana convertido en un héroe. Hasta hace unos meses el ex combatiente trabajaba en la agencia de viajes Habanatur -posiblemente vinculada a la oficina de La Habana del mismo nombre y tradicional pantalla para agentes cubanos en el extranjero- ubicada en

Tony de la Guardia, el primero a la izquierda, en Nicaragua. El mítico hombre de Tropas Especiales era el encargado de mantener la “vigilancia“ cubana en el conflicto de Nicaragua. Marchaba junto al Batallón Chile bajo el nombre de “Gustavo“.

Providencia. A pesar de que varias veces se comprometió con La Tercera a entregar su testimonio, nunca lo hizo.

Victoria en el Búnker

La batalla del Naranjo terminó con otro triunfo de los sandinistas. A esa profunda cuña abierta en el Frente Sur se sumó, el 4 de junio, una huelga nacional liderada por el mando sandinista. La balanza se inclinaba inexorablemente a favor de la insurrección. La noche del 17 de julio de 1979 Anastasio Somoza huyó a Estados Unidos en su avión particular. Menos de 48 horas después, los rebeldes entraron a la capital. Al amanecer del 20 de julio el destacamento chileno ingresó junto a las victoriosas tropas sandinistas por los suburbios de Managua. Los sandinistas habían demostrado que la revolución armada podía ser posible. A los chilenos, su valentía los había librado del sentimiento de culpa que los corroía desde el 11 de septiembre de 1973. La izquierda continental celebraba. “En Nicaragua se reinvidicó una generación derrotada”, sostiene el analista José Rodríguez Elizondo (3). Un combatiente del Frente Sur sería el primer hombre que ingresó ese día al búnker de Somoza. Era el internacionalista español “Gustavo”, o en realidad el oficial cubano Tony de la Guardia. La leyenda cuenta que junto a él iba el líder del Batallón Chile: el comandante “Salvador”, el chileno Sergio Galvarino Apablaza Guerra. Poco tiempo después, en septiembre de 1979, la dirigencia comunista chilena tomaba nota del triunfo sandinista. Según una conversación registrada en los archivos secretos alemanes, desclasificados en 1998, el secretario general del PC, Luis Corvalán, le informó a Friedl Trappen, alto funcionario en Alemania Oriental: “En total hay 76 hombres en Nicaragua, aunque hubo que lamentar la muerte de dos combatientes” (4). Los servicios secretos norteamericanos tampoco dejaron de consignar los hechos. Después de informar que los militantes exiliados de la izquierda chilena “integraron la lucha contra Somoza”, un informe del Departamento de Estado consignó: “El cambio de énfasis en la retórica del Partido Comunista Chileno en los años ’80 (la vía armada) es una respuesta al ejemplo de Nicaragua” (5).

3 Ibid, Los Documentos Secretos de Honecker sobre Chile... 4 Informe desclasificado del Departamento de Inteligencia del

Departamento de Estado. Washington, 23 de julio de 1985. 5 Informe desclasificado del Departamento de Inteligencia del

Departamento de Estado. Washington, 23 de julio de 1985.

La segunda oleada chilena

En 1983, cuando la guerrilla “contra” irrumpió en Nicaragua en oposición al gobierno sandinista, los soldados chilenos que residían en Cuba volvieron a Nicaragua. Ahora, para defender al gobierno revolucionario de la poderosa contrainsurgencia alimentada por Estados Unidos. Esta vez los chilenos provenientes de Cuba estuvieron a cargo de seis Batallones de Lucha Irregular (BLI), los que se repartieron

por las accidentadas zonas de conflicto. La mayoría de ellos provenían de las escuelas militares cubanas Antonio Maceo y La Cabaña. E incluso fueron a Nicaragua los 10 marinos formados en la Escuela Naval Granma. También iban cinco “búlgaros”, los chilenos formados militarmente en Bulgaria que se habían integrado al Ejército cubano en 1981. Su líder, José Valenzuela Levi -quien años después estaría a cargo del atentado a Pinochet- fue destinado a las milicias, mientras los otros se desempeñaron en las zonas militares como asesores. También se integró el comandante “Arturo” o Juan Waldemar Araya.

A cargo de todas las fuerzas chilenas provenientes de Cuba iba una figura que hasta hoy es uno de los hombres más buscados por la justicia chilena: Juan Gutiérrez Fischmann, “El Chele”, acusado de participar en el asesinato de Jaime Guzmán. “El Chele” había sido puesto a cargo de las tropas por Raúl Castro, quien era su suegro. Casado con una de sus hijas, Mariela, en Nicaragua fue la primera ocasión en que el chileno tuvo una figuración importante. “Salvador”, el líder del destacamento comunista formado en La Habana, estuvo de acuerdo con la iniciativa de que los chilenos volvieran a combatir. Consideraba que serviría como “válvula de escape” para aminorar el descontento de los oficiales que seguían egresando de las academias cubanas y todavía no podían partir a Chile. Los conflictos de esta segunda avanzada afloraron muy pronto. “El Chele” se limitó a permanecer en Managua, mientras sus hombres se batían con la “contra” en el monte. Todos los fines de semana su mujer viajaba desde La Habana a visitarlo. El comandante “Arturo”, Juan Waldemar, muy luego se convirtió en su más enconado enemigo. “Despreciaba profundamente al ‘Chele’, ya que encontraba que era un ‘aparecido’, sin más mérito que ser yerno de Raúl Castro”, recuerda un ex oficial chileno. En 1986, cuando el general cubano Arnaldo Ochoa fue destinado como jefe de la misión cubana en Nicaragua, todavía estaban los chilenos. El hombre que sería condenado a muerte tres años después por Fidel Castro -acusado de narcotráfico- sentía una gran simpatía por los oficiales del PC. Incluso, cuando llegó el momento de que tuvieron que partir clandestinamente hacia Chile para integrarse al FPMR , Ochoa se encargó de despedir a uno de ellos. Testigos de la época aún recuerdan que le hizo una despedida en su residencia de Managua a este oficial chileno. Frente a los presentes, Ochoa lo despidió como “el futuro líder de la revolución chilena”.

De revolucionarios a mercenarios

Tras ser desplazados por el FPMR en la lucha armada en Chile, varios sobrevivientes del MIR se convirtieron en una banda al servicio del Departamento América de Cuba, que los usó en secuestros y asaltos con la finalidad de recaudar fondos para financiar sus operaciones.

Cuando los sandinistas triunfaron en Nicaragua, la Revolución Cubana logró un

aliado clave para sus intereses en América Latina. Por sus condiciones geográficas, Nicaragua se convirtió en la cabeza de playa desde la cual Cuba extendió su influencia por el continente en los ’80. Como el fin de la guerra civil había dejado en ese país a decenas de revolucionarios sin proyecto político, Fidel Castro reclutó a varios para su causa. Así se inició lo que el ex agente de La Habana Jorge Masetti denomina “el bandidaje revolucionario”: acciones delictivo-revolucionarias que abarcaron desde secuestros y atentados, hasta asaltos a bancos (1). La búsqueda de fondos era el fin último de esta modalidad: Cuba podía seguir financiando la subversión internacional y sus “socios” lograban financiamiento para operaciones propias o, simplemente, para sus bolsillos. Testimonios y antecedentes hasta ahora inéditos revelan que el centro de estas actividades fue el MIR chileno, que luego del fracaso de su Operación Retorno a Chile (1980) fue desplazado por el FPMR en la lucha contra Pinochet. Como la estructura del MIR en el país quedó diezmada, varios miristas se pusieron a las órdenes del dirigente cubano Manuel “Barbarroja” Piñeiro, brazo derecho de Fidel y encargado de exportar la revolución a través del Departamento América de Cuba. “El MIR era la tropa de Piñeiro, quien daba las órdenes para obtener fondos y así autofinanciar otras operaciones por América Latina”, sostiene Jorge Masetti, quien salió de Cuba en 1990. Masetti recuerda que al culminar la guerra civil de Nicaragua se estableció en una residencia de los cubanos en ese país. Se trataba de una casa de seguridad donde llegaban subversivos del MIR, tupamaros uruguayos y guerrilleros salvadoreños, entre otros. “Los cubanos daban la comida y el dinero para que operáramos. Los sandinistas se limitaban a darnos la luz verde para salir y entrar por sus aeropuertos. Por ejemplo, si se planteaba un secuestro tenían que irse fulano y sutano. El resto no sabíamos cuál era su destino y objetivo. El único que lo sabía todo era “Barbarroja” Piñeiro, en Cuba”, detalla Masetti.

La estructura del “Gato”

Los principales teatros de operaciones de estos actos eran América Central, principalmente México, y España. En este último país, el mirista René “Gato” Valenzuela se convirtió en el nexo que “Barbarroja” Piñeiro necesitaba para reclutar también a los terroristas vascos de ETA. Sin ninguna base ideológica, la alianza tenía como objetivo recaudar dinero. “El Gato” residía desde 1974 en París, donde controlaba una estructura de 30 miristas, con recursos y armas propias. A cambio de sus contactos con ETA, “Barbarroja” le sirvió de intermediario para que vendiera sus servicios a otros grupos subversivos latinoamericanos. Un ejemplo de este trabajo en equipo fue el secuestro en 1984 del

El empresario brasileño Abilio Diniz, al momento de ser liberado en diciembre de 1989 tras seis días de secuestro. Un “negocio” entre el Departamento América cubano y algunos militantes del MIR chileno.

banquero panameño de origen judío Sam Kardonski. Según Masetti, en el plagio participaron colombianos del M-19 y chilenos del MIR, entre ellos “El Gato” Valenzuela. Los fondos para la operación fueron entregados por Cuba a través del funcionario del Departamento América Héctor “Humberto” Sánchez, con la condición de que una parte de la ganancia sería para La Habana. “Mientras los del M-19 realizaron el chequeo previo sobre la rutina de la víctima y ubicaron una pista de aterrizaje para sacarlo de Panamá, los miristas se encargaron del secuestro y del cobro del rescate”, detalla Masetti, en esos años hombre de Piñeiro en Centroamérica. Kardonski fue sacado hacia Ecuador en una avioneta pilotada por una mujer del MIR. Allí fue liberado un año después, luego que su familia pagara nueve millones de dólares. Paradójicamente, hoy Kardonski es uno de los más importantes empresarios con negocios en Cuba.

1 Serie de entrevistas a Jorge Masetti, ex colaborador del Departamento América cubano, Buenos Aires, 4 y 5 de diciembre del 2000. Miami, 27 de noviembre del 2000, 9 y 10 de febrero del 2001.

El secuestro del “Teniente Francés”

Dos años antes, en 1982, el “Gato” y su equipo efectuaron otra operación similar, aunque esta vez haciendo un favor a los servicios de inteligencia de Fidel Castro: el secuestro del “Teniente Francés”, un oficial argentino que en Costa Rica era el enlace entre la CIA norteamericana y los militares bonaerenses que asesoraban a la contra nicaragüense. Nuevamente, el puente de la banda con Cuba fue Héctor “Humberto” Sánchez, quien sufriría un grave revés a raíz de esta acción en Cuba (ver recuadro).

A través de una amante ligada a otro oficial argentino se obtuvo la información de que el teniente no tenía guardaespaldas. “Cuando salió de su casa con su mujer, uno de los nuestros se cruzó con él en la calle y le dio en la rodilla con un bate de béisbol. Los otros lo metieron a un auto y se fueron. Su esposa se puso a gritar y otras personas que iban en otro vehículo le propusieron seguir a los secuestradores. Como éstos también eran parte del secuestro, pasearon a la mujer cerca de una hora por las calles antes de dejarla”, explica un ex agente cubano que conoció detalles de la acción en La Habana. Con la ayuda de la inteligencia nicaragüense -donde trabajaban chilenos y argentinos- el teniente fue llevado por tierra desde San José de Costa Rica a Managua, donde un vuelo de Cubana de Aviación lo trasladó sedado a Cuba. En La Habana, el oficial se quebró sicológicamente cuando vio que otros argentinos lo estaban interrogando. “Entonces, se le obligó a grabar un video donde dijo que había llegado por su voluntad a La Habana. En la cinta reveló las casas de seguridad de la CIA en Centroamérica”, cuenta Masetti.

Los principales teatros de operaciones de estos actos eran América Central, principalmente México y España. En este último país, el mirista René “Gato” Valenzuela se convirtió en el nexo que “Barbarroja” Piñeiro necesitaba para reclutar también a los terroristas vascos de ETA. Sin ninguna base ideológica, la alianza tenía como objetivo recaudar dinero.

Pero “El Gato” Valenzuela no fue el único chileno que se destacó trabajando para el Departamento América. A cargo de varios asaltos que ese organismo realizó en México estuvo un mirista que utilizaba las chapas de “Pablo” y “Simón”, y cuya destreza

operativa aún es recordada por ex agentes de Piñeiro. “Es uno de los mejores que he conocido en este tipo de cosas, tanto por su valor como por sus conocimientos operativos”, señala un ex miembro de los aparatos de Castro, quien sólo supo de la identidad de “Pablo” o “Simón” cuando, en su calidad de dirigente de una facción del MIR -el MIR Político- dio en 1985 una entrevista en Santiago. Distinto es el caso de Humberto “Tito” Sotomayor, otro mirista que trabajó para Piñeiro en acciones ilícitas realizadas en México a principio de los ’80. Sotomayor tomó parte en la balacera que en octubre de 1974 costó la vida al líder del MIR, Miguel Enríquez, pero consiguió escapar huyendo por los techos. Al llegar a Cuba, Sotomayor fue despreciado por Piñeiro y sus hombres, que lo acusaron de “haber abandonado a su jefe”. La única forma de borrar su culpa fue prestar asesoría técnica al Departamento América en México diseñando un aparato de intercepción televisiva, bajo las órdenes de Armando Comas, alias “Alejandro”. Hoy, Sotomayor trabaja como médico en Chile.

US$30 millones por el “rey del azúcar”

El 11 de diciembre de 1989, un comando integrado por cinco miristas chilenos -además de dos argentinos y dos canadienses- secuestró al empresario brasileño Abilio Diniz, por el que pidieron un rescate de 30 millones de dólares. Seis días después, la policía carioca detuvo al grupo y liberó a Diniz sin derramar sangre, pero no consiguió apresar a otros dos miembros del grupo. Según consignan los periodistas franceses Jean-Francois Fogel y Bertrand Rosental en su libro “Fin de siglo en La Habana”, ambos eran los únicos que podían revelar el nexo del Departamento América. “Los dos hombres que huyen aportaron la inversión inicial, la información, la logística, a cambio de la repartición tradicional del rescate: una mitad para “financiar” la actividad de los militantes del MIR, y otra mitad como recompensa por la contribución del Departamento América” (2). Según relata un ex agente cubano, el fracaso del secuestro comprometió los planes del entonces llamado MIR-Político -facción dirigida por Patricio Rivas, actual funcionario del Ministerio de Educación y que tuvo estrechos vínculos con el Departamento América- para crear un partido político. Parte de los fondos del botín tenían ese destino original. Rivas jamás ha sido requerido por los tribunales para aclarar su participación en el caso. Casi dos años después de este fracaso, en enero de 1992, “El Gato” Valenzuela fue detenido en España, tras participar en el secuestro de una ciudadana española. Un mes más tarde, el buró político del PC cubano decidió “liberar de sus funciones” a Piñeiro, cuya salida del Departamento América simbolizó el fin del “bandidaje revolucionario” en el continente. Completamente alejado de sus funciones, “Barbarroja” murió en un accidente automovilístico, en marzo de 1998. En abril del año pasado, “El Gato” Valenzuela salió libre y regresó a Chile. Pese a que La Tercera trató de contactarlo a través de un hermano, nunca respondió. De los años del “bandidaje” sólo dos protagonistas se atrevieron a hablar con este medio. Uno es un ex agente cubano que pide omisión de su nombre. El otro es el argentino Jorge Masetti, quien hace pública una reflexión: “¿Sabes lo que pasa? Es que de revolucionarios nos convertimos en mercenarios”.

Exportadores de la revolución Manuel Piñeiro Losada asumió como jefe de los servicios de seguridad de Fidel Castro cuando la guerrilla castrista combatía en la Sierra Maestra. Luego del triunfo de la revolución en 1959, este hombre astuto, licenciado en la Universidad de Columbia y apodado “Barbarroja” por el color de su barba, fue durante tres décadas la eminencia gris de los aparatos de inteligencia cubanos. Su poder era muy superior al de cualquier jefe de inteligencia: Castro le había entregado la tarea de exportar la revolución, lo que permitía realizar las acciones más audaces fuera del territorio cubano. Piñeiro desplegó especialmente esta tarea exportadora sobre territorio chileno, incluso antes del triunfo de Allende. “Entre 1967 y 1970 comenzaron a llegar agentes de inteligencia cubanos a Chile a través de becas de estudio”, afirma Rafael Núñez, un ex funcionario cubano que cumplió varias misiones en Santiago durante la UP. El objetivo era convertir al país en una base de apoyo a la subversión en Latinoamérica. “Desde la embajada cubana en Santiago se administraban las operaciones en Argentina, Brasil y Uruguay”, indica este hombre que en 1976 cayó víctima de una de las tantas purgas internas cubanas: estuvo preso entre 1976 y 1988, antes de salir al exilio. El propio “Barbarroja” viajó en varias ocasiones a Chile antes del golpe. En una de estas visitas conoció a la chilena Marta Harnecker, una militante del Mapu que sería su segunda esposa.

En 1974, a fin de potenciar la exportación de la revolución, Fidel Castro creó un aparato de inteligencia propio, paralelo a la Dirección General de Inteligencia cubana (DGI) y a Tropas Especiales, que ya existían bajo dependencia del Ministerio del Interior. La nueva entidad a cargo de Piñeiro fue el Departamento América, que empezó a competir ferozmente con la DGI y Tropas Especiales. Al alero del PC cubano, con presupuesto propio y amplia autonomía, este organismo fue por casi dos décadas el oxígeno de la insurgencia continental y el foco rector del llamado “bandidaje revolucionario” de los ’80. El “Ministerio de la Revolución”, lo bautizó Fidel. “Barbarroja” moldeó con este mismo espírito conspirativo a su gente del América, en su mayoría jóvenes humildes a los que transmitió su gusto por los “fierros”, los anteojos Ray-Ban y los relojes Rolex de gran formato. “Enseñó a esos muchachos a vestirse y a usar los cubiertos”, relata el analista político y actual canciller mexicano Jorge Castañeda. (2)

Los miembros del América se distribuían por países. Bajo la cobertura de la embajada cubana, actuaban como corresponsales de “Barbarroja” en el país respectivo, coordinando todas las operaciones cubanas en el territorio encomendado. Por la importancia que otorgaba Piñeiro a este país, los “encargados de Chile” llegaron a ser imprescindibles. Como bajo el gobierno de Pinochet Santiago no tenía representación cubana, su lugar de operaciones era Buenos Aires, donde ayudaban a la oposición chilena con dinero, información y, en algunos casos, armas y documentación falsa.

Los hombres en Chile

Hasta cominezos de 1984 el encargado de Chile fue Héctor “Humberto” Sánchez, quien cultivó especialmente vínculos con el MIR hasta que cayó en desgracia por su participación en el secuestro del “Teniente Francés”, un oficial argentino que actuaba de enlace con la CIA en Centroamérica. Por órdenes del ministro del Interior cubano, José Abrantes, el Departamento de Tropas Especiales -organismo rival del América- grabó a Sánchez en actos reñidos con la moral junto a menores, gracias a cámaras instaladas en su alcoba. Cuando Piñeiro se enteró del escándalo, hizo traer a Sánchez a su despacho. “Le dijo que lo que él haría en su caso sería suicidarse. Dejó su pistola en el escritorio y dijo: “Permiso, voy al baño” “, cuenta el ex agente Jorge Masetti. Pero “Humberto” no cogió la pistola y estuvo más de una década detenido. Un actual subsecretario del gobierno de Lagos asegura que, antes de salir libre, uno de los últimos en visitarlo fue un actual senador socialista chileno. Luego de la caída de “Humberto”, asumió como encargado de Chile Néstor “Willy” Serrano, quien acogó en su equipo operativo a Antonio “Tony” López. López , tuvo fuertes vínculos con el PS y el FPMR. “Era expansivo y tropical”, recuerda el dirigente socialista Germán Correa. Hoy, López vive en Cuba. Pese a las insistencias de este diario, aclaró mediante un emisario

que no daría entrevistas. En 1991, “Willy” Serrano fue acusado de traspasar información a la CNI. Un ex agente cubano recuerda que los máximos responsables del Departamento América reunieron a todo el personal en La Habana para dar la noticia. Sin descartar esta versión, un ex frentista que por esos días estaba en La Habana desliza la posibilidad de que Serrano haya sido también víctima de Tropas Especiales. Cuando la revista Qué Pasa publicó un perfil suyo titulado “El Hombre de Fidel en Chile”, el ex frentista supo que Tropas utilizó la revista contra Serrano para perjudicarlo. “Rompió la regla del bajo perfil”, explica el ex frentista. Con el fin de la guerra fría y alejamiento de Piñeiro en 1992, el Departamento América nunca volvió a ser lo mismo. Pese a esto, el organismo sigue teniendo un representante en Chile. Hasta hace unos meses, el funcionario era Pedro Zambrano. Al ser consultado por la época de gloria de su organización, Zambrano negó que se haya basado en actividades conspirativas: “Todos fuimos formados al calor de los lineamientos de la Revolución y de Fidel, pero fundamentalmente lo que nosotros hacemos hasta hoy es trabajo político”.

Manuel “Barbarroja” Piñeiro, a cargo del Departamento América, que fue el motor de la insurgencia continental y el foco del “bandidaje revolucionario”.

2 Fogel, Jean- Francois y Rosenthal, Bertrand. Fin de Siglo en la Habana. Tercera edición. Bogotá, Tercer Mundo. S.A. 1995. 684 págs.

“El MIR era el hijo predilecto de Barbarroja”

En sus correrías por América Latina al servicio de la inteligencia cubana, el argentino Jorge Masetti contactó a muchos subversivos chilenos, ya sea combatiendo en Nicaragua o vinculándose con ellos en asaltos y secuestros orquestados por La Habana durante los ’80. Es lo que él llama “el bandidaje revolucionario”.

Por Cristián Bofill y Javier Ortega

Dos muertes a tiros han marcado los principales hitos de la vida y las convicciones políticas del argentino Jorge Masetti. La primera ocurrió en 1965, cuando su padre murió mientras intentaba crear el primer foco guerrillero en Argentina. Masetti tenía 10 años de edad y vivía en La Habana cuando Manuel “Barbarroja” Piñeiro, entonces viceprimer

ministro del Interior, lo hizo llamar a su despacho. Tras darle la noticia de la muerte, le dijo que se debería sentir orgulloso del destino de su progenitor, el periodista Ricardo Masetti, fundador de la agencia Prensa Latina y amigo del Che Guevara. Al alcanzar la mayoría de edad, perseguido por la sombra de su padre, Masetti se convertiría en uno de los agentes cubanos que deambularon por América Latina vinculándose a todo tipo de operaciones orquestadas por Piñeiro, como secuestros y asaltos, además de participar en la guerra civil nicaragüense. La segunda muerte que dio un giro a su vida fue el fusilamiento de su suegro, amigo y jefe, el coronel de Tropas Especiales Tony de la Guardia, ejecutado en 1989, en la mayor purga política realizada por Fidel Castro en sus 42 años en el poder. Oficialmente, De la Guardia -quien estuvo en Chile durante el gobierno de Salvador Allende- fue condenado por actividades de tráfico de drogas a espaldas de Fidel Castro, de la misma forma que su compañero de paredón, el general Arnaldo Ochoa. La ruptura con el régimen llevó a Masetti y a su esposa Ileana, hija de Tony de la Guardia, a abandonar Cuba en 1990. Tras una autocrítica radical a sus años al servicio de “Barbarroja” Piñeiro, Masetti se decidió a contar los secretos acumulados a lo largo de su carrera. El siguiente texto es un resumen de varios encuentros sostenidos con Masetti en los últimos seis meses, en Miami y Buenos Aires. Otros extractos de sus declaraciones serán usados en los próximos capítulos de la serie.

Secuestros y asaltos

- ¿Hasta qué punto los chilenos jugaron un rol importante en lo que usted ha denominado “bandidaje revolucionario”? - Esas operaciones fueron dirigidas por el Departamento América, encabezado por Manuel Piñeiro, quién consideraba al MIR chileno su hijo predilecto entre los movimientos manejados por Cuba en América Latina. Además, el MIR estaba sin proyecto, ya que había fracasado su última gran ofensiva en Chile (la Operación Retorno).

- ¿En qué tipo de operaciones de ese tipo participaron los chilenos del MIR ? - Las operaciones consistían básicamente en secuestros y asaltos a bancos. El Departamento América organizaba las acciones y grupos compuestos por guerrilleros de distintos países las realizaban. Uno de los personajes más importantes de esa estructura de Piñeiro era el chileno René “El Gato” Valenzuela, posteriormente detenido en España por sus vínculos con ETA.

“No hay ningún chileno que haya llegado tan alto como Max “Guatón” Marambio. Es un hombre de la total confianza de Castro y su gran fortuna actual se basa en los servicios prestados al régimen cubano en varias áreas”.

- ¿Podría especificar acciones dirigidas y ejecutadas por chilenos del MIR? - Hubo varios asaltos a bancos en México. Uno de los secuestros más comentados ocurrió en 1984, cuando miristas chilenos plagiaron al empresario panameño Sam Kardonsky, en Panamá, en 1984. Lo soltaron casi un año después en Ecuador, donde lo habían trasladado en avioneta. El rescate fue de US$ 9 millones, que cobraron los chilenos.

La conexión nicaraguense

- ¿La victoria sandinista fue importante para las operaciones de la red de guerrilleros dedicados al “bandidaje revolucionario”? - Nicaragua tenía varias ventajas. Es el primer país de América Latina -desde la caída de Salvador Allende en Chile- en el cual los cubanos pueden gozar de una fuerte complicidad por parte de las autoridades locales. Esto era muy importante, porque le permitía actuar sin poner en riesgo la seguridad de Cuba. Aunque las operaciones se planificaban en Cuba, los hombres que las realizaban vivían en Nicaragua y de allí eran movilizados a los países donde se realizaban los secuestros y asaltos, como México y Brasil. Había un grupo de chilenos que salía a operar a distintos lugares de Latinoamérica y que tenía una casa de seguridad en Bello Horizonte, barrio de Managua.

- ¿El gobierno sandinista estaba al tanto de esas acciones?

- Todos llegábamos a una casa de seguridad en Nicaragua. Al igual que a mí, a los miristas la embajada cubana los proveía de comida, dinero y todo lo necesario para vivir. Pero los sandinistas no tenían nada que ver, sólo nos dejaban estar en su país y nos daban luz verde para salir y entrar de sus aeropuertos. Ellos no nos ponían un sello oficial en los pasaportes y, por lo tanto, no quedaba constancia de que habíamos estado en Nicaragua.

-¿Cuánta gente vivía en esa casa? -Había distintas etapas. Llegamos a estar de tres a 12 personas. Yo casi siempre estaba allí con chilenos del MIR y salvadoreños. Por ejemplo, si se planteaba un secuestro y hacían falta tres hombres, se iban fulano, sutano y mengano. Y eran ellos los que salían. El resto de nosotros no teníamos idea de su destino y objetivo. Pero sabíamos que detrás de todo eso estaba Manuel Piñeiro y el Departamento América, aunque oficialmente nadie lo dijera. Yo era uno de los enlaces con Piñeiro.

“El Departamento América organizaba las acciones y grupos compuestos por guerrilleros de distintos países las realizaban. Uno de los personajes más importantes de esa estructura de Piñeiro era el chileno René “El Gato” Valenzuela”.

Las fichas de Fidel

-¿Fidel Castro estaba al tanto de estas operaciones? -Ningún Jefe de Estado, mucho menos Castro, va a decir ‘vayan a secuestrar a Carlos’, a no ser que sea un objetivo muy particular. Castro autorizaba que se desarrollaran este tipo de operaciones, pero de eso se ocupaba fundamentalmente Manuel Piñeiro. Basta conocer mínimamente Cuba para darse cuenta de que Piñeiro no podría haber realizado nada de esa envergadura sin que lo supiera Fidel. El "bandidaje revolucionario" muestra la audacia cubana. Las consecuencias de que se supiera que Cuba estaba vinculada a asaltos a bancos en México, por ejemplo, eran muy grandes. No hay que olvidarse que Castro jamás apoyó movimientos guerrilleros mexicanos, algo bastante significativo.

-¿Por qué es tan significativo? -Fidel nunca apoyó a la guerrilla en México, porque era el único país que mantuvo sus relaciones con Cuba. Con los años he llegado a la conclusión de que estas intervenciones no eran más que una prolongación de la política exterior cubana. La guerra en Centroamérica y en otras partes del continente le venían muy bien a Castro para su

Max Marambio y Tony de la Guardia, según dos imágenes del álbum personal de Tony de la Guardia, al cual su hija Ileana le dio completo acceso a La Tercera.

permanente negociación con Estados Unidos. Eran fichas de cambio. Castro siempre ha sido muy utilitario en sus relaciones.

-¿Además del “Gato” Valenzuela, qué otro chileno ha tenido participación relevante en actividades cubanas? -No hay ningún chileno que haya llegado tan alto como Max “Guatón” Marambio. Es un hombre de la total confianza de Castro y su gran fortuna actual se basa en los servicios prestados al régimen cubano en varias áreas. Trabajó un tiempo con mi suegro, Tony de la Guardia, en los ’70. En esos años, Tony realizó acciones como el lavado de dinero en Europa del secuestro de los hermanos Born (cometido en Argentina en 1974 por el grupo Montoneros y por el cual se recibió un rescate de US$ 63 millones) y como el viaje al Líbano para recolectar dinero obtenido en asaltos a bancos al principio de la guerra civil en ese país (1975). Todas esas acciones están relatadas en el libro que mi mujer, Ileana, acaba de lanzar en Francia, titulado En el Nombre de mi Padre. Ahí se habla de Tony y de “Guatón”.

-¿Donde hicieron amistad Tony de la Guardia y Marambio? -Trabajaron juntos en Chile, durante el gobierno de Allende. El “Guatón” llegó a ser jefe del GAP, pero era un agente cubano desde los ’60, cuando llegó a vivir a Cuba. Después del golpe volvió a Cuba. Cuando salí de la isla era coronel de Tropas Especiales, rango que creo que mantiene. En todo caso, Tony peleó con él porque lo consideraba un oportunista. Actualmente, tiene una gran fortuna, fruto de numerosos y muy variados servicios al régimen cubano. En Cuba tú eres empresario cuando el comandante en jefe te lo permite. Y Marambio fue uno de los primeros. Era muy poderoso, tanto como lo fue en su tiempo Tony de la Guardia.

“A partir de la victoria sandinista, el FPMR se empieza a preparar para ir a Chile y el MIR se sumerge en el bandidaje revolucionario”.

-¿Cuál es la diferencia entre los hombres del Departamento América y los de Tropas Especiales? -Era responsabilidad del Departamento América asumir el vínculo político y la relación con determinadas organizaciones latinoamericanas. También aprobaba los cursos militares y otros tipos de apoyo a determinados grupos del continente. Pero las tareas operativas quedaban a cargo de Tropas Especiales. En la práctica, sin embargo, las cosas se mezclaban y ambos organismos competían. Teóricamente, Piñeiro no debía realizar operaciones, pero las hacía. Todo esto irritaba bastante a Tropas Especiales.

-¿Qué ejemplos recuerda? -El secuestro del llamado "Teniente Francés", en Costa Rica (plagio de un militar argentino que actuaba como nexo con la CIA, efectuado en 1983) fue del Departamento América. Siempre había esos golpes bajos. Tropas Especiales, además de tener los oficiales que entrenaban, hacía internaciones de armas, daba protección a guerrilleros, pero también comenzó a tener sus propios contactos políticos, lo que invadía las atribuciones del América. Fidel no era ajeno a eso. El siempre ha estimulado ese tipo de pugnas.

Tony y Marambio comparten en la casa de Tony en La Habana a mediados de los ’70.

Memorias con sangre

En su obra “El Furor y el Delirio” (Tusquets Editores, 1999, 300 Págs.) Jorge Masetti repasa críticamente su trayectoria al servicio de los aparatos de seguridad cubanos, desde que Manuel “Barbarroja” Piñeiro lo reclutó en 1974 para el Departamento América, hasta que su amigo y posteriormente suegro, Antonio “Tony” de la Guardia, lo sumó al Departamento MC (Moneda Convertible), en 1988.

MC estaba encargada de burlar el bloqueo norteamericano, incluso recurriendo al narcotráfico y al contrabando. Aunque fue esta labor la que en 1989 llevó al paredón a De la Guardia y a un puñado de destacados oficiales cubanos, la atmósfera estaliniana del proceso creó la convicción de que en realidad fue una purga contra hombres que sólo cumplían órdenes de Castro. Así lo plantea en su libro Masetti, quien luego del ajusticiamiento de su suegro salió de Cuba y se convirtió en uno de los críticos más acérrimos de Fidel.

Los chilenos en la revolución sandinista

Después del triunfo sandinista, muchos oficiales del Batallón Chile se quedaron en Nicaragua asumiendo un rol político. A ellos se sumaron socialistas y miristas llegados en los últimos meses de conflicto. Años después estos antiguos camaradas se enfrentarían, cuando Chile volvió a la democracia.

Durante el conflicto armado nicaragüense, en una conferencia de prensa del general panameño Omar Torrijos -uno de los máximos aliados de los sandinistas-, apareció sentado junto a él “Salvador”, el líder de los oficiales chilenos del PC. Al ser consultado quién era aquel desconocido, Torrijos sólo respondió: “Es mi asesor personal”. La anécdota sería profusamente comentada en el Batallón Chile. Sin embargo, al llegar la paz este tipo de situaciones se convertirían a algo más cotidiano. Había que emprender la dura tarea de construir un Estado socialista y muchos de los jóvenes del PC se quedaron en Managua, alcanzado un rol más político en la revolución sandinista. Una parte del destacamento de oficiales colaboró con la creación de las nuevas Fuerzas Armadas nicaragüenses. En 1983, según relatan diversas fuentes del PC, había cinco oficiales chilenos ocupando altas responsabilidades en Managua. Otros prestaban servicios en las zonas militares del país, como asesores de los jefes de tropa. “Incluso algunos llegaron a asesorar al Estado

Mayor de la zona militar respectiva”, explica un ex frentista. Entre estos últimos destacó Juan Waldemar Araya, el comandante “Arturo”. Nieto del ex diputado comunista Bernardo Araya y egresado de una academia militar cubana, en 1983 fue asignado al entrenamiento de milicias sandinistas al sur del país. Al decidir volver clandestinamente a Chile -para integrarse a la cúpula del FPMR- el Presidente Daniel Ortega lo condecoró con la Medalla al Combatiente Internacionalista Primera Clase. Araya murió asesinado en agosto de 1986, en manos de la CNI, en la Operación Albania. Sin embargo, los chilenos que se quedaron en Managua no fueron sólo oficiales comunistas. Durante los últimos meses del conflicto habían llegado miristas, mapucistas y socialistas entrenados en “Punto Cero”. Mientras los primeros combatieron en el Frente Norte Carlos Fonseca, el resto se desperdigó en diferentes zonas. Como su llegada obedeció más a una iniciativa personal, y no producto de un envío masivo de sus organizaciones, el número de estos hombres nunca llegó a establecerse, aunque sí la cifra se incrementó tras el triunfo sandinista. El área de influencia de los chilenos socialistas y miristas sería muy diferente a la de los oficiales del PC. Los primeros colaboraron, más que todo, en tareas de seguridad del Ministerio del Interior nicaragüense. Entre

Juan Waldemar Araya, el “comandante Arturo” del FPMR, peleó en Nicaragua y murió en Santiago en la Operación Albania.

El socialista Oscar Carpenter se desempeñó en Nicaragua en la estructura de seguridad de los jerarcas sandinistas. Años después trabajaría desarticulando a la subversión chilena durante el gobierno de Patricio Aylwin.

ellos se menciona al mirista llamado “Mauro”, cuyo nombre de pila verdadero era Daniel y que había estado a cargo del MIR en La Habana. Incluso, un chileno ex Mapu OC hoy se jacta de haber sido asesor personal del ministro del Interior Tomás Borge y del sacerdote Ernesto Cardenal, ministro de Cultura sandinista.

Los chilenos que se quedaron en Managua no fueron sólo oficiales comunistas. Durante los últimos meses del conflicto habían llegado miristas, mapucistas y socialistas entrenados en “Punto Cero”. Mientras los primeros combatieron en el Frente Norte Carlos Fonseca, el resto se desperdigó en diferentes zonas.

También hubo miristas y socialistas trabajando en los servicios de inteligencia nicaragüense. Un ex funcionario sandinista chileno que alcanzó un alto cargo, recuerda: “Tuve una fuerte discusión con mis superiores por el caso de un joven comunista, poeta, sometido a una violenta sesión de tortura por compatriotas”. El afectado hoy trajaba como profesor en una universidad santiaguina.

El área de influencia de los chilenos socialistas y miristas sería muy diferente a la de los oficiales del PC. Los primeros colaboraron, más que todo, en tareas de seguridad del Ministerio del Interior nicaragüense.

Otros como el socialista Oscar Carpenter llegaron a desempeñarse en la estructura de seguridad de los comandantes sandinistas. Años después, Carpenter se convertiría en pieza clave del Consejo de Seguridad Pública, el organismo creado por Patricio Aylwin para desarticular a la subversión, dirigido por Marcelo Schilling. Desde ese puesto, este socialista se enfrentó a sus antiguos camaradas de Nicaragua, aquellos PC que pasaron por el país centroamericano y después integraron el Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Años después, “Salvador”, comandante del FPMR, se referiría despectivamente a Carpenter: “Carpenter era conocido como “Jaimitón”. Llegó a Nicaragua después del triunfo y trabajaba cuidando las casas de los comandantes sandinistas”.

El protegido de Raúl Castro

Juan Maco Gutiérrez Fischmann, “El Chele”, prófugo por el asesinato del senador Jaime Guzmán, fue cuestionado por un sector de los oficiales chilenos en Cuba. Para ellos era un “aparecido”, cuyo poder radicó en su matrimonio con Mariela Castro, la hija del segundo hombre de La Habana.

Dos de los más buscados hombres del FPMR pasaron por la Escuela Militar Camilo Cienfuegos. Ambos están hoy prófugos de la justicia chilena por el asesinato del senador Jaime Guzmán. Se trata de Sergio Galvarino Apablaza, el “comandante Salvador”, y Juan Maco Gutiérrez Fischmann, “El Chele”. Entre los chilenos formados en La Habana, “El Chele” nunca tuvo un liderazgo real. Su padre, el boliviano Lisímaco Gutiérrez, murió en el foco guerrillero de Teoponte, cuando su columna fue emboscada por el Ejército de ese país, en 1970. Poco después, “El Chele”, su madre chilena y sus dos hermanas se trasladaron a La Habana. Por su padre, el gobierno de la isla les entregó un departamento en El Vedado, barrio céntrico de La Habana. “El Chele” y sus hermanas, Paula y Juani, se codeaban con la nomenclatura cubana.

Juani era en esos tiempos novia del cantautor Silvio Rodríguez. Un amigo de esos años recuerda que el departamento familiar estaba profusamente decorado con artesanía latinoamericana, y con recuerdos del padre. “El Chele era silencioso, pero tenía a su papá como un ejemplo de cómo se debió haber luchado en Chile”. Al tiempo de que se inició el reclutamiento de los chilenos, Gutiérrez Fischmann congeló sus estudios de Arquitectura y se incorporó a la Camilo Cienfuegos. Allí se especializó en temas de inteligencia, con el grado de subteniente. En 1978, el destacamento militar chileno era un hervidero: “Salvador” cuestionaba ya entonces su dependencia del PC chileno. Sin embargo, “El Chele” no fue parte de estos debates. “No recuerdo haberlo oído hablar”, recuerda un ex frentista. Cuando ese año Castro envió a chilenos a luchar a Nicaragua, no fue incluido. Sólo cuando inició su noviazgo con Mariela Castro, cobró notoriedad. “Salvador descubrió que podía usarlo como nexo con el poder de la isla”, afirma un ex oficial adiestrado en Bulgaria, quien recalca: “Para nosotros era un aparecido, alguien que había entrado por la ventana”.

Juan Maco Gutiérrez Fischmann, “El Chele”. Como segundo jefe del FPMR Autónomo, estuvo implicado en las órdenes para asesinar a Jaime Guzmán y secuestrar a Cristián Edwards.

“El Chele” fue designado por Raúl Castro como jefe de los chilenos que fueron a Nicaragua a combatir a la “contra”, en 1983.

A combatir en Nicaragua

Sólo en 1980, cuando inició su noviazgo con Mariela Castro, cobró notoriedad. Salvador descubrió que podía usarlo como nexo con el poder de la isla.

“El Chele” sólo fue a Nicaragua en 1983, cuando los sandinistas ya controlaban totalmente el país. Raúl Castro lo designó como jefe de un grupo de chilenos que viajó a

Managua para combatir a los “contras”, que actuaban en la frontera con Honduras. Como despedida, “El Chele” organizó una serie de fiestas en el departamento de su familia. “Se apoyaba en la muralla abrazado de Mariela, limitándose a observar”, cuenta un asistente. Las fiestas de despedida también se realizaron en otro departamento, ubicado en el barrio de Alamar, donde vivía un amigo suyo, Rodrigo Morales, por quien intercedió cuando estuvo a punto de ser ejecutado. Fue en Managua donde Gutiérrez Fischmann recibió por su piel blanca el apodo de “El Chele”, una inversión de “leche”. Según un ex miembro de la misión militar, “siempre estuvo en Managua, mientras nosotros peleábamos en el monte. Era un mal jefe: nosotros estábamos meses sin ver a nuestras mujeres en Cuba y a él venía a verlo su esposa todos los fines de semana”. Incluso, este entrevistado asegura que otro chileno que trabajaba en el Ministerio de Transportes nicaragüense, “le prestaba autos oficiales para que se fuera de fiestas a la playa”. El que sostiene esta versión -uno de los combatientes que participó en las más riesgosas acciones del FPMR- añade que tal amigo era Enrique Villanueva Molina, el “comandante Eduardo”, quien en 1997 debió salir de Chile, y es sindicado como informante de La Oficina, el organismo dirigido por Marcelo Schilling que se encargó de desarticular el FPMR. Por ese motivo, está sentenciado a muerte por sus ex compañeros. Por estos privilegios, “El Chele” era odiado por un sector de oficiales chilenos que lideraba Juan Waldemar Araya, quien “decía que no tenía ningún mérito aparte de ser yerno de Castro”, asegura un amigo de Waldemar, quien fue asesinado en 1987 durante la Operación Albania.

Operaciones en Chile

Sólo con posterioridad a 1985 “El Chele” ingresó a Chile, donde luego del atentado a Pinochet -donde no participó- formó parte del sector del FPMR escindido del PC. Como segundo jefe del llamado Frente Autónomo, estuvo implicado en las órdenes para asesinar al senador Jaime Guzmán (abril de 1991) y secuestrar a Cristián Edwards (septiembre de 1991). Pero más que Santiago, su centro de operaciones siempre fue La Habana. La hija de Fidel Castro, Alina Fernández, recuerda haberlo visto en las reuniones familiares del clan, siempre acompañado por Mariela. Según Alina, “El Chele” y su esposa vivían en el domicilio de Raúl Castro, un edificio completo de siete pisos ubicado en calle Latorre, colindante con la Avenida 26, en el exclusivo barrio El Nuevo Vedado. Después de las residencias de Fidel, es el lugar mejor resguardado de La Habana. La última planta la ocupa Raúl, quien tiene un amplio departamento tapizado con fotos suyas. En los pisos de abajo viven sus hijos y sus escoltas. “Juan era muy joven. Le decían el “Colorado”. Se lo pasaba en misiones clandestinas, saliendo y entrando de Cuba. Me daba pena: tengo la impresión de que quería hacer una vida distinta y que por su suegro seguía en la clandestinidad, porque en Cuba era prácticamente un clandestino”, relata Alina (1). Una de las últimas ocasiones en que lo vio fue para el nacimiento de su hija con Mariela, a fines de los ’80. En 1994, Alina salió de la isla. En 1990, “El Chele” se divorció de la hija de Raúl Castro. A pesar de que el gobierno de La Habana lo ha negado formalmente a la justicia chilena, todo indica que sigue viviendo en Cuba.

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El exilio VIP

Pese a que los dirigentes chilenos que aterrizaron en Berlín Oriental tuvieron un nivel de vida muy superior al de los militantes, la desilusión de la vida socialista terminó por fraccionar su unidad.

Por J. Ortega

El puñado de dirigentes políticos que fue autorizado a permanecer en Berlín gozó de prerrogativas distintas al resto de los exiliados. Los ex jerarcas de la UP recibían del Estado vivienda, automóvil y un salario que incluía fondos para sus viajes al exterior. Mientras la mayoría de chilenos en Alemania vivía en uniformes edificios en altura, el secretario general del PS, Carlos Altamirano,

ocupaba un moderno departamento de 3 a 4 dormitorios (1). Este selecto club, encargado de rearticular al “movimiento popular que derribaría a la dictadura”, incluía, entre otros, a los dirigentes Manuel Cantero (PC), Alejandro Toro (PC), Hernán del Canto (PS) y Juan Carlos Concha (Mapu OC). También aterrizaron en Berlín otras figuras de menor perfil político como Ricardo Núñez -actual presidente del PS- que en ese entonces se desempeñaba como secretario político de Carlos Altamirano. Un exiliado de esa época recuerda que “Núñez nunca habló en actos públicos ni utilizó “chapas” como los camaradas con misiones delicadas. Más que un dirigente, era un funcionario”. Para el gobierno alemán, el fracaso de Allende había sido un hito tan importante y doloroso, que a las cúpulas chilenas se les permitió hacer trabajo político, algo vetado para todos los extranjeros. Los únicos partidos chilenos reconocidos oficialmente por el Partido Socialista Unificado Alemán (PSUA) eran el PS, el PC y el Mapu OC, lo que les daba derecho a tener sede en la capital. Años después se agregó a esta lista el Partido Radical, en gran parte por la amistad que unía a su líder, Anselmo Sule, con Erich Honecker. Los más reconocidos eran los comunistas, lo que encendía las envidias socialistas. Mientras el PS y Mapu OC eran catalogados como “partidos demócratas revolucionarios”, el PC alcanzaba la distinción máxima: la del “partido obrero”, llamado a ser la vanguardia de la revolución inevitable.

Grieta en el exilio

Pese a ello, ni el PC se libró de las críticas detrás de la Cortina de Hierro cuando se referían a la inoperancia de los chilenos a la hora de defender la revolución. “Castro será un loco, pero ha sabido defender su revolución”, comentaba el directivo de la Academia de Ciencias de la URSS, José Grigulevich. Los alemanes orientales compartían plenamente el análisis del “hermano mayor” (2). Tanto estos reproches como la desilusión y los cuestionamientos que despertó la vida

El ahora senador PS Jaime Gazmuri y el ex ministro Enrique Correa. Su partido, el Mapu OC, era catalogado como uno de los “partidos demócratas revolucionarios”, a diferencia del PC, un “partido obrero”.

socialista, golpearon fuertemente al PS y al Mapu OC hasta trizar su unidad. Mientras un sector de la izquierda se plegó férreamente a las directrices del Kremlin, y terminó adhiriendo a la vía armada, otros se arrimaron a las democracias occidentales y optaron por la renovación. Para ese entonces, incluso en el monolítico PC existía el debate respecto a la insurreción, aunque aún “a nivel muy soterrado”, reconoce el ex dirigente del Mapu OC, Carlos Bau (3). Un ex dirigente calcula que a fines de 1976 “comenzaron a llover” las invitaciones a encuentros internacionales de la órbita socialista, lo que también contribuyó a radicalizar las posturas de los “duros”. Según un testigo, la comunista Gladys Marín y el socialista Camilo Escalona eran los más asiduos concurrentes a estos encuentros. El quiebre del PS fue el signo más evidente de la profunda grieta que el exilio abrió entre los chilenos. Ya a principios de 1974, Carlos Altamirano le había advertido a Honecker: “Bajo las actuales circunstancias no es posible una resistencia armada en Chile. En general, la vía armada es inviable en América Latina; es un fenómeno que ha sido artificialmente inflado por los cubanos” (4). Resistiéndose al empeño alemán de acercar a su colectividad a las posturas “duras” del PC, Altamirano terminó, en 1978, saliendo con una facción del partido -Erich Schnake y Ricardo Núñez, entre otros- hacia Europa Occidental, donde iniciaron un proceso de renovación. Los mapucistas Enrique Correa y Jaime Estévez seguirían el mismo camino. Describiendo esos años, el ex Mapu OC y actual senador PS Jaime Gazmuri -otro renovado- cuenta en sus memorias que la izquierda “dura” decía que los renovados habían cambiado el grito de ‘Patria o muerte’ por ‘Patria o heridos leves’ ” (5). La invasión soviética en Afganistán, en 1979, fue otro hecho que contribuyó a distanciar a los dos mundos que coexistían en la izquierda. Mientras el PC y el PS-Almeyda apoyaron firmemente la invasión, los socialistas de Altamirano y el Mapu OC la rechazaron. El giro hacia la izquierda de los partidos en el exilio ya en 1978 era evidente. “Nos estábamos acercando demasiado a las ideas prosoviéticas”, afirma el socialista Erich Schnake (6). La fracción más dura del exilio, que permaneció en la RDA, terminaría plegándose a la vía insurreccional del PC y al Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Parte importante de este sector radical serían conformado por aquellos jóvenes que habían sido enviados por el partido a las escuelas de cuadros alemanas, donde aprendieron marxismo y técnicas militares. El tema será abordado en el próximo capítulo.

1 Los documentos secretos de Honecker sobre Chile. Revista Qué Pasa, 16 de mayo de 1998

2 Rodríguez Elizondo, José. Crisis y Renovación de las Izquierdas. Santiago, Editorial Andrés Bello, 1995. 407 págs.

3 Entrevista al ex dirigente Mapu OC y sobreviviente de la Caravana de la Muerte Carlos Bau. Valparaíso, agosto del 2000

4 Los documentos secretos de Honecker sobre Chile. Revista Qué Pasa, 16 de mayo de 1998.

5 Gazmuri, Jaime. El Sol y la Bruma. Santiago, Antártica Quebecor S.A, 2000. 417 pgs.

6 Entrevista al fundador del PPD, Erich Schnake. Santiago, agosto del 2000.

Dos vistas del Hotel de la Federación de Sindicatos Libres Alemanes, a orillas del río Spree. En este lugar se alojaba la

alta dirigencia chilena que llegaba de visita a Berlín Oriental

La “liberación” de Corvalán

En 1976, dos sucesos políticos contribuyeron a agudizar las contradicciones al interior de los exiliados chilenos. El primero fue el castigo a Wolf Biermann, un cantautor izquierdista que había vertido en el exterior declaraciones críticas al gobierno de Honecker. En represalia, se canceló su nacionalidad y se le impidió retornar al país. El hecho recordó a muchos chilenos que el régimen de Pinochet había hecho lo mismo con Orlando Letelier, en un episodio que la RDA había denunciado en todos los ámbitos como arbitrario. El segundo episodio ocurrió en diciembre de 1976: el canje el secretario general del PC chileno, Luis Corvalán, por el disidente ruso con 11 años preso, Vladimir Bukovsky, gracias a una negociación internacional con el régimen chileno. A través de sus medios oficiales, la RDA quiso presentar el excarcelamiento como una liberación a la que Pinochet se había visto obligado, debido a la fuerte campaña internacional liderada por Berlín Este. El montaje era a diario desmentido por la televisión occidental, que sintonizaban en sus casas los alemanes del Este. Como había prohibición de ver televisión capitalista, el país completo participaba de la farsa en público. Un exiliado recuerda que la encargada política de su curso, una alemana, desmintió el canje en un discurso, “a pesar de que me constaba que todos los presentes y ella misma tenían certeza de lo contrario”. El propio Corvalán reconoció al llegar a Berlín la versión de su canje, dejando a los periodistas locales atónitos. Nada de lo que dijo al respecto fue reproducido en los medios, como tampoco sus palabras más polémicas: una crítica frontal al proceso de “proletarización” que sufrían los profesionales de su país.

Corvalán con Honecker. El secretario general del PC llegó a Moscú desde Zurich, donde el 18 de diciembre de 1976 se realizó el canje con Bukowsky.

En la mira de la Stasi

La temida agencia de inteligencia alemana llegó a tener un alto control sobre los chilenos exiliados. Muchas veces esa vigilancia contaba con la venia del PC chileno.

La inmensa mayoría de quienes se exiliaron en la RDA desconocía el significado de la palabra Stasi cuando llegó a su destino. Así se designaba al Ministerio de la Seguridad del Estado, la policía secreta de Erich Honecker. Con sus 80 mil funcionarios y decenas de miles de informantes, la Stasi o Ministerium für Staatassicherheit cubría todos los ámbitos de la Alemania Oriental. Como símbolo máximo de su férreo sistema político, de esta vigilancia tampoco escaparon los chilenos. Uno de los más diestros agentes de la Stasi estaba destinado en Chile en 1973. Se trataba de un diplomático alemán oriental que trabajaba bajo el nombre de Paul Ruschin. Cuando sobrevino el golpe militar, Ruschin se encargó de contactar y dar asilo político a decenas de militantes de la UP, por expresas órdenes de Honecker. En diciembre de ese año, el dirigente socialista y hombre más buscado por los militares, Carlos Altamirano, cruzó la frontera hacia Argentina protegido por la Stasi. Por lo menos doce agentes tomaron parte en la operación. Uno de ellos era Ruschin, cuya labor nunca fue detectada por la inteligencia chilena: una vez que el régimen militar rompió relaciones con la Alemania Oriental, este hombre siguió contactando a la militancia rezagada, ahora como funcionario de la misión finlandesa.

Injerencia e infiltración Los tentáculos de la policía secreta de Honecker eran tan fuertes que hasta los aparatos de seguridad socialistas que operaban en suelo alemán oriental se cuidaban de ellos. Uno de los casos más llamativos era el de contrainteligencia cubana, que en Berlín Oriental, Leipzig y Dresden tenía desplegado un gran número de agentes para evitar la infiltración enemiga de sus trabajadores y estudiantes establecidos en esas urbes. Bastó que los primeros exiliados chilenos entraran en conflicto con el modelo de la RDA para que a la “solidarität” anfitriona se agregara la vigilancia de la Stasi. Muy pronto, de esta solidaridad con vigilancia se pasó a la infiltración y a la injerencia. En el giro de la izquierda chilena hacia posturas más duras y su ruptura con el ala que optó por la renovación, la Stasi y sus agentes también cumplieron un destacado papel. Carlos Altamirano, el dirigente socialista que más desconfiaba de este acercamiento hacia el marxismo-leninismo, se convirtió en el más distinguido objeto de análisis de la Stasi. En 1998, una investigación en Alemania de la revista Qué Pasa reveló un documento hasta entonces inédito elaborado por ese organismo. Bajo el título Situación del Partido Socialista de Chile, se afirma que el PS está “peligrosamente infiltrado por agentes de la Junta”, por lo que será necesario “infiltrar nuevamente a nuestra gente”. Una mención muy especial se detalla sobre su secretario general: “Altamirano se encuentra en un momento crítico sobre su desarrollo. Tiende a intrigas políticas, especialmente contra el Partido Comunista. (...) Existe el peligro de que Carlos Altamirano Orrego se aproveche de las tendencias sectarias en el exterior para golpear contra la dirección interna de su partido” (1). La Stasi recopilaba información incluso recurriendo a otros chilenos. En privado, un exiliado de esos años reconoce que se vio obligado a colaborar con el organismo, “al igual como lo hicieron muchos compatriotas”, afirma. Este hombre cuenta que el contacto se produjo cuando una tarde volvió a su departamento y dos tipos lo esperaban en el living. No hubo amenazas ni explicaciones. “Dijeron que querían saber unas cuantas cosas”, sostiene el afectado, para quien se hicieron habituales por un tiempo los encuentros de este tipo, casi siempre en hoteles y lugares alejados de sospechas y fijados con antelación. Opiniones personales de terceros, perfiles de dirigentes, todo era del consumo de la Stasi.

Las “normas” Otra práctica habitual era violar el domicilio de los chilenos sospechosos de disidencia. El escritor José Rodríguez Elizondo menciona en su libro Crisis y Renovación de las Izquierdas en América Latina que, en Dresden, un exiliado ideó cerrar su departamento con una sola vuelta de llave los días pares y con dos los impares. Partía de la base de que los “inspectores de viviendas” algún día tendrían que equivocarse y dejar cerrado de la manera equivocada. “Y así no más sucedió, convirtiendo para él en certeza lo que antes era una simple sospecha”, afirma el autor en su obra (2). Muchas veces, esta vigilancia contaba con la venia de la dirigencia comunista. Entrevistado en 1999 por este diario, el escritor Carlos Cerda contó que -cuando vivía exiliado en la RDA- un alemán lo interrogó sobre las actividades del encargado del PC, Jorge Insunza. “Apenas terminé de hablar con el agente, fui donde Insunza para informarle. El me respondió que no me preocupara, porque esas eran las normas” (3). Una buena parte de estas prácticas se legitimaban con el temor de posibles infiltraciones de parte de los servicios de seguridad de Pinochet. El fantasma sanguinario de la DINA llegó a ser una especial arma para justificar arbitrariedades. Un exiliado recuerda que en 1977 llegó a la RDA un puñado de socialistas que había pasado mucho tiempo detenido por ese organismo. “En sus caras algunos mostraban evidentes signos de tortura”. Pese a esto, a fin de evitar cualquier filtración, se determinó enviarlos a Jena, una ciudad alejada y sin gran presencia de chilenos. Mediante esta política sistemática, la Seguridad del Estado llegó a tener un alto grado de control sobre los chilenos, especialmente de aquellos vinculados con el mundo de la cultura. Así lo reconoce uno de sus ex informantes en la izquierda, a quien se interrogaba especialmente por las actividades del escritor Antonio Skármeta y el dibujante Guillermo Bastías, “Guillo”. Ambos vivían exiliados en Berlín Occidental y solían reunirse a charlar en el barrio de Charlottenburg. Un chileno que conoció muy de cerca las tácticas de infiltración de la Stasi sostiene que este organismo recurrió asiduamente a chilenos de su confianza para que cruzaran el muro y operaran como agentes en el lado occidental. “Se infiltraban en viajes particulares, con asistencias a congresos o cultivando amigos influyentes. Me consta que a la vuelta de esos viajes a menudo entregaban voluminosos informes a sus oficiales de enlace. Por eso, existia una mezcla de desconfianza y admiración por el selecto grupo de chilenos de la RDA que contaba con visado múltiple e indefinido para viajar a Occidente”.

1 Los documentos secretos de Honecker sobre Chile. Revista Qué Pasa, mayo de 1998

2 Rodríguez Elizondo, José. Crisis y Renovación de las Izquierdas. Santiago, Editorial Andrés Bello, 1995. 402 pgs.

3 Diario La Tercera, 7 de noviembre de 1999. Pág. 29.

El cuartel general de la Stasi, en Berlín. Hoy es sede de una fundación empecinada en revelar sus secretos.

Lecturas prohibidas

La falta de libertades en la RDA abarcaba los más diversos

ámbitos de la vida diaria, incluido el mundo académico y las esferas de la investigación científica. Un ex refugiado chileno que trabajaba en una universidad de Berlín Oriental recuerda que en la biblioteca del plantel los libros estaban estratificados dependiendo de su grado de cercanía con el modelo socialista. En un primer nivel se archivaban los clásicos de Lenin y Marx, que todos podían leer. En el segundo estaban las obras de escritores de línea más independiente, aunque marxistas leninistas también. “A éstas tenían acceso sólo los tesistas de marxismo-leninismo avanzado”, cuenta el testigo. “En el tercer piso se archivaban teóricos ya “disidentones”, como Marcuse, y podían leerlos algunos profesores. El último nivel reunía a “autores burgueses” como Hemingway y otros consagrados de la literatura universal. “Nunca vi a nadie ahí. Me imagino que sólo el rector podía ingresar a esa sala”, afirma el entrevistado. La adquisición de artículos como fotocopiadoras y máquinas de escribir también estaba sujeta a criterios políticos en la Alemania de Honecker, a fin de aminorar las posibilidad de que se difundieran publicaciones o manifiestos críticos al sistema. Sólo tenían máquinas de escribir funcionarios de confianza o aquellas personas que lograban un permiso del partido para adquirirlas. “Como esta última posibilidad era remota, todas las tesis universitarias se escribían a manuscrita”, señala un testigo.

Las peripecias de Enrique Correa

Radicado inicialmente en Moscú, pero convertido casi en un itinerante, Enrique Correa estableció fuertes vínculos con los máximos dirigentes de los países socialistas. Además, entró y salió varias veces de Chile clandestinamente, para lo que debió someterse a pequeñas cirugías plásticas y bajar 40 kilos de peso.

La noche del 11 de septiembre de 1973, el dirigente del Mapu OC Enrique Correa debió refugiarse en una población del paradero 20 de Santa Rosa. Correa era el encargado de la organización de su colectividad, uno de los cargos más importantes. Tras cuatro meses de clandestinidad, su vida corría peligro, por lo que la directiva mapucista resolvió sacarlo del país, a pesar de que él se oponía. Según cuenta el actual senador socialista Jaime Gazmuri en sus memorias, las razones no eran meramente políticas. Correa

debía partir “sobre todo porque era muy difícil de esconder: con 120 kilos no había dónde” (1). Asilado en la embajada de Perú, Correa aterrizó muy luego en Moscú, donde se convirtió en el primer representante del Mapu OC en la Unión Soviética. Si bien en la capital moscovita su pequeña colectividad no tenía

En el exilio, Correa se ganó el prestigio de astuto lobbista y negociador. Incluso, los cubanos reconocieron su habilidad y alababan su hábito de entrar y salir de Chile clandestinamente.

asignada oficinas -como el PS y el PC-, el Kremlin le financiaba un delegado. Desde ahí el dirigente se trasladaba a menudo a otras capitales europeas del exilio. Convertido casi en un itinerante, Correa en esa época establecería fuertes lazos con figuras clave de los gobiernos de la órbita socialista, ganándose el prestigio de astuto negociador. Su habilidad e inteligencia serían reconocidas también por los cubanos, quienes tenían en alta estima su hábito de entrar y salir clandestinamente de Chile. Su estada en la Unión Soviética duró poco, volviendo a los pocos meses a Chile. Sin embargo, para su retorno el Mapu le puso como condición que bajara 40 kilos. Internado en una clínica moscovita, Correa cumplió disciplinadamente con la orden del partido. “Con 40 kilos menos ni sus amigos lo reconocían. Tenía que hablar, reírse, y entonces ya no había dónde perderse”, escribió Gazmuri. No obstante, como las tareas en el extranjero resultaban prioritarias, los viajes continuaron, pese a que alrededor de 1975 reemplazó a Jaime Gazmuri en la dirección interna del Mapu. A mediados de ese año estuvo en Berlín Oriental y se reunió con una veintena de militantes. “Traía noticias frescas de Chile y fue la novedad del encuentro”, acota un ex exiliado. Otro ex Mapu residente en Cuba relata que durante sus viajes a la isla, Correa evitaba conversar temas delicados en las oficinas que mantenía el exilio en el barrio del Vedado de La Habana. Perspicaz, desconfiaba del control estatal. A mediados de 1977 el dirigente se instaló en Berlín Oriental. Era uno de los pocos Mapu OC con influencias ante los alemanes. Tanto así, que la RDA decidió pagarle sueldo, lo que no estaba contemplado para esa colectividad. Su departamento de 80 metros cuadrados, ubicado en el tercer piso de un edificio en la calle Pieskowerstraza, en el barrio de Prenslauerberg y a pocas cuadras de la Plaza Alexander, es recordada como una “pensión” a la que llegaban todos los mapucistas que hacían escala en Berlín. Para las salidas e ingresos de Chile los alemanes orientales eran de gran ayuda. Ellos, los más diestros del mundo socialista en la adulteración de pasaportes, lo abastecían tanto de documentos como de otros recursos más sofisticados. Sus enmascaramientos incluyeron desde disfraces, depilaciones que le ampliaban la frente, hasta pequeñas cirugías en las cejas para cambiar la expresión de su rostro. Pese a que esta ayuda de los “camaradas” alemanes fue vital para continuar sus viajes clandestinos, Correa no confundió su agradecimiento con incondicionalidad política. Hasta hoy es recordado como uno de los líderes que más se preocuparon por la militancia de base en la RDA, aquella sometida a una “proletarización” forzada en fábricas y siderurgias. “Era el que siempre discutía para que hubiese más libertad para los chilenos”, recalca un ex mapucista. Esto, pese a que la nomenclatura alemana miraba con profundo recelo los contactos que el personero comenzó a establecer con los partidos políticos de Europa Occidental, a fin de no perder su generoso financiamiento.

Hasta hoy, el ex dirigente del Mapu OC es recordado por sus antiguos camaradas como uno de los pocos líderes preocupados de los militantes de base, sometidos al proceso de “proletarización” forzada de los chilenos exiliados en Alemania.

Al interior de su partido, Correa también desplegó sus habilidades de lobby. En abril de 1979, cuando el Partido Socialista chileno se dividió en dos facciones, Correa convenció al Mapu para que reconociera a ambos sectores, pese a que esto le valdría el apodo de “partido maricón”, impuesto por los socialistas “duros” Rolando Calderón y Hernán del Canto.

Ese mismo año, cuando la Unión Soviética invadió Afganistán, casi la totalidad de la izquierda criolla en Berlín Oriental apoyó esta acción militar. Gracias a las gestiones de Correa, la fuerte pugna desatada al interior del Mapu concluyó con un 60 por ciento del partido en contra de la invasión. La facción “dura”, que encabezaba el médico Juan Carlos Concha, debió acatar el resultado. Pese a su rechazo a la vía armada de la izquierda chilena -“formar paramilitares es darle argumentos a Pinochet”, solía decir, según relata un ex correligionario-, Correa también era hombre pragmático. En 1980, se realizó en Weimar, en la RDA, un congreso de la Unión Internacional de Estudiantes, organismo controlado por el bloque soviético, donde Moscú propuso votar en contra del gobierno de Irak por la sangrienta represión que Saddam Hussein había ordenado contra el Partido Comunista iraquí. El delegado del Mapu OC llamó a Correa a Italia, donde residía en ese entonces, para informarle que apoyaría el veto a Hussein. El dirigente replicó: “No, por nada del mundo hagas eso”, explicándole que perderían un importante apoyo económico. Efectivamente, Irak financiaba a los partidos de la izquierda chilena, incluyendo el Mapu OC, como una forma de encontrar aliados a largo plazo en su lucha contra Israel. Incluso, esta ocasión marcó una de las pocas disidencias del PC chileno con Moscú, que se abstuvo en la votación, también por intereses económicos. Cuando Erich Honecker llegó a Chile en 1991, Enrique Correa ya era ministro secretario general de Gobierno de Patricio Aylwin. Desde La Moneda, le correspondió manejar el conflictivo caso de su antiguo anfitrión. Por orden expresa de Aylwin, tenía que evitar que Honecker hiciera declaraciones contra el gobierno alemán unificado encabezado por Helmut Kohl. En aquella ocasión nuevamente quedó en evidencia la sagacidad del dirigente chileno: le ordenó al intérprete en la recepción del aeropuerto saltarse todas las frases conflictivas de Honecker.

Cuando Erich Honecker llegó a Chile, a Correa le correspondió manejar el caso. Ya era secretario general de Gobierno de Patricio Aylwin.

Los huéspedes de Moscú

Dos fueron los centros de formación para chilenos en la Unión Soviética, ambos ubicados en Moscú. Uno recibía a cuadros adultos del Partido Comunista chileno y combinaba el adoctrinamiento con la enseñanza de técnicas armadas. Otro era la escuela del Komsomol, destinado a la formación política de jóvenes revolucionarios.

Los comunistas fueron los únicos que instalaron su dirección exterior en la Unión Soviética. Gracias al marcado favoritismo que le prodigaban sus “hermanos mayores” del Kremlin. Moscú fue por años el lugar de residencia de Luis Corvalán, Orlando Millas y Volodia Teitelboim, además de dirigentes intermedios como Máximo Guerrero, Américo

Zorrilla y Carlos Toro. Aunque en menor medida, también había en la capital de la URSS representantes de los otros partidos de la UP. Hasta 1978 se desempeñó como encargado del Mapu OC el actual presidente del Banco del Estado, el hoy socialista Jaime Estévez, quien vivía en un edificio de la avenida Prastórnaya, sector norte de Moscú, aledaño a la residencia de Orlando Millas. También estuvo ahí el dirigente juvenil socialista Camilo Escalona, antes de instalarse en Berlín Oriental y, posteriormente, en Cuba. A pesar de los grandes edificios levantados por la arquitectura socialista, la capital de la URSS tenía mucho de campesina, “una especie de aldea grande”, recuerda un ex residente. Sus habitantes aprovechaban los balcones para sembrar en macetas todo tipo de legumbres. “Era típico que entraras a una casa y te encontraras con grandes cantidades de frascos con ajíes o pepinos guardados en vinagre”, señala un dirigente que vivió ahí por años. Incluso para los comunistas, vivir en Moscú arrancaba sacrificios. Hasta el ortodoxo Orlando Millas, tercer hombre en la nomenclatura del PC, huía todos los años del invierno ruso gracias a las invitaciones de Erich Honecker, su amigo personal. El ex Mapu OC Carlos Bau recuerda que era muy común que los dirigentes como él aprovecharan sus viajes a la RDA para proveerse de enseres eléctricos, ropa y hasta jabón. Frente a la industrialización de los alemanes, la Unión Soviética parecía una superpotencia de campesinos recién bajados del tractor. “Lo cierto es que la población de Moscú vivía notoriamente mal, más de 60 años después de haber realizado la más grande revolución y más de 30 años después de haber triunfado inapelablemente en la más grande guerra mundial”, sentencia Millas en sus memorias (1). Pese a estos retrasos, la permanencia de dirigentes chilenos en esta adusta ciudad parecía de alguna manera permear sus posturas políticas. El encargado del Mapu OC Jaime Estévez -quien visitaba a ratos la RDA- es recordado como uno de los más apegados al marxismo leninismo, algo en todo caso muy extendido por entonces. Carlos Bau lo reemplazó en Moscú cuando en 1978 Estévez emigró a Italia, “donde evolucionó hacia posturas más democráticas y contribuyó con sus análisis a la renovación socialista”, sostiene un ex dirigente mapucista.

Rescate en la isla Dawson Meses después del golpe de Estado, los servicios de inteligencia soviéticos idearon un ingenioso plan para rescatar al secretario general del PC chileno, Luis Corvalán, quien se encontraba detenido en la isla Dawson. El gestor de la idea, Nikolai Leonov -vicedirector del KGB y jefe del Departamento de Análisis e Información del mismo organismo en 1973-, detalló la propuesta, que incluía el uso de submarinos y helicópteros, pero que finalmente fue rechazada por las autoridades soviéticas.(6) “El plan consistía en usar un barco comercial de carga, de gran tonelaje, con una cubierta que se abre y una segunda cubierta en la que habría tres helicópteros, o cuatro si era necesario, armados con todo lo que era necesario para aplastar la resistencia de los guardias del campamento en Dawson. Teníamos vistas de la isla tomadas desde satélites; también teníamos maquetas del campamento para hacer la operación comando. Era algo sencillo. Se enviarían y también, si era necesario, uno o dos submarinos a esa zona, y cuando el barco estuviera a unos 15 kilómetros de distancia del campamento, saldrían los helicópteros y súbitamente asestaríamos un golpe. Primero destruiríamos los medios de comunicación -las antenas- para evitar que llegara la señal del ataque; y

Isla Dawson

Isla Dawson. Poco después del golpe, los servicios de inteligencia soviéticos idearon un plan para rescatar de la isla al secretario general del PC, Luis Corvalán.

después, aplastando el destacamento de la guardia, que no era muy grande, aterrizaríamos y recogeríamos a Luis Corvalán. Lo llevaríamos a bordo del helicóptero a unos cincuenta kilómetros de ahí, a un lugar destinado a los submarinos. Los helicópteros serían destruidos, usando una carga fuerte, en un lugar de mucha profundidad, de modo que no hubiera modo de encontrar ningún trazo de ellos. (...) Pero cuando se le presentó este plan a la jefatura, nos miraron como si fuéramos medios locos y todos nuestros intentos para convencerlos de estudiar el plan con mayor profundidad fueron infructuosos”.

1 Millas, Orlando. Memorias, Volúmen IV, Una Disgresión. Santiago, Ediciones ChileAmérica Cesoc, 1996. 603 págs.

6 Leonov, Nikolai. La Inteligencia Soviética en América Latina durante la Guerra Fría. Centro de Estudios Públicos (CEP), 73, verano de 1999. Pág 62.

Volodia Teitelboim. Aunque vivió por años en la Unión Soviética, fue en un viaje a La Habana, en 1974, donde selló un acuerdo con Fidel Castro para que jóvenes del PC chileno ingresaran a las Fuerzas Armadas cubanas.

Camilo Escalona. Antes de instalarse en Berlín, y luego en Cuba, el dirigente juvenil socialista vivió en el sector norte de Moscú. Junto a Gladys Marín era asiduo asistente a encuentros políticos de la órbita socialista.

Orlando Millas. El tercer hombre del PC huía todos los años del invierno ruso gracias a invitaciones de Erich Honecker, su amigo personal.

La formación de los chilenos en la URSS

La desclasificación de los archivos secretos de la ex Unión Soviética, en diciembre de 1992, abrió una nueva veta de investigación sobre la ayuda que ese país socialista brindó a la izquierda en el exilio. El número de chilenos en territorio soviético fue muy menor en comparación con la RDA. No obstante, en Moscú se estableció la cúpula del PC y en su calidad de Vaticano de la insurrección internacional, el Kremlin monitoreó buena parte de la vía insurreccional o armada que hizo suya la izquierda en los ’80. Jamás el régimen de Erich Honecker contradijo el foco rector de Moscú, a diferencia de Fidel Castro, que no siempre se rendía a sus designios. En esa línea, cuando a contar de 1975 Alemania Oriental permitió el ingreso de chilenos a sus escuelas de cuadros, no hizo sino seguir el ejemplo de la Unión Soviética, que ese año había hecho lo mismo en sus institutos de formación marxista-leninista. Según consigna un documento secreto del Partido Comunista de la URSS, el 30 de diciembre de 1976 el entonces secretario general del PS, Carlos Altamirano, expresó al Kremlin “sus profundos agradecimientos por la ayuda brindada en el entrenamiento de cuadros socialistas realizado durante nueve meses, entre 1975 y 1976, en la URSS”. Por el éxito de la operación, Altamirano solicitó al PC soviético que entrenara a otros 15 socialistas durante 1977 (2).

El número de chilenos en la Unión Soviética fue mucho menor que los exiliados en la RDA. Pero fue en Moscú donde se estableció la cúpula del PC, acogida por los “hermanos mayores” del Kremlin. De hecho, el PC fue el único partido que instaló su dirección exterior en la URSS.

Otro texto secreto, fechado en abril de 1976, revela que el dirigente comunista y ex ministro de Allende Américo Zorrilla, pidió un apoyo similar: “Que el KGB organizara un curso de entrenamiento de dos meses” para 12 militantes comunistas que se aprestaban a viajar clandestinamente a Chile (3). Al menos dos fueron los centros de la URSS que formaron a chilenos, ambos ubicados en Moscú. El primero recibía a cuadros adultos del PC chileno y estaba a cargo del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). Combinaba la formación política con la enseñanza de técnicas conspirativas y armadas. Un militante del Mapu OC que en 1979 tuvo contacto con algunos de sus alumnos, describe a éstos como “gente de muy buen nivel, políticamente de elite”, que operaba bajo la cobertura de una beca en la Universidad moscovita de Lomonosov. El otro centro era la escuela del Komsomol o Juventud Comunista de la Unión Soviética, destinado a la formación política de revolucionarios de todo el mundo y que estaba emplazada en los bosques que circundan Moscú. Los 22 cupos anuales reservados a los chilenos estaban distribuidos en 12 para el PC, cinco para los socialistas y cinco para el Mapu OC.

Cuando el PC chileno anunció formalmente que adoptaba la línea armada, en 1980, a la escuela de Komsomol y su similar adulta en la URSS se agregaron cursos especiales para chilenos dictados por instructores de la KGB. El servicio secreto soviético formó a decenas de comunistas en manejo de explosivos y técnicas de inteligencia.

La seguridad del Komsomol La escuela del Komsomol tenía medidas de seguridad estrictas. Un ex mapucista al que su partido envió por 10 meses a instruirse en ese instituto cuenta que a toda su promoción se le dio la orden de usar “chapas”. “Ni siquiera nuestros compañeros podían

saber nuestro nombre real. Incluso, las identificaciones que nos permitían movernos por la escuela tenían nuestros nombres falsos”. Si alguno llegaba a perder esta tarjeta se daba automáticamente inicio a un sumario interno. Sólo en contados casos podían abandonar el recinto, custodiado por un regimiento soviético de origen asiático. Si algún extraño los abordaba en Moscú, debían identificarse como alumnos en la Universidad Internacional Patricio Lumumba (4). Pese a estas medidas, varios detalles hacían que el ambiente a ratos se tornara familiar. Para empezar, todos los recién llegados eran “mechoneados” como en cualquier centro de estudios superior. Cuando ya se iniciaban los estudios, un instructor soviético se hacía cargo de cada grupo. El instructor a cargo “se preocupaba incluso de nuestros problemas personales”, explica el ex alumno chileno. Según cuenta, uno de los más marcados recuerdos de permanencia ocurrió cuando estaba a punto de volver a Chile, en 1980: “La señora a cargo de la cocina nos llevó a una salita. Todos éramos revolucionarios que acabábamos de graduarnos en marxismo-leninismo, pero ella sacó unos santitos ortodoxos y se puso a rezar. A cada uno nos bendijo para que no nos pasara nada al regreso” (5). Cuando en 1980 el PC chileno anunció formalmente la adopción de una línea insurreccional y armada, a la escuela de Komsomol y su similar adulta en la URSS se unirían cursos especiales para chilenos dictados por instructores del KGB. En las calles de Moscú, el famoso y temido servicio secreto de la URSS formó como combatientes a varias decenas de comunistas, principalmente en manejo de explosivos y técnicas de inteligencia. Un puñado de chilenos graduados como militares de carrera en Cuba ingresaron en 1983 a Chile y conformaron lo que vino a ser el “alto mando” del FPMR. “Mientras, los que se habían instruido en la Unión Soviética y la RDA pasaron a ser una especie de oficialidad media”. Tal es la distinción que hace entre ambos grupos un combatiente que llegó a ser comandante del Frente.

Los papeles de Moscú. Revista Qué Pasa, junio de 1995. Ibid... Los papeles de Moscú. Entrevista a un ex militante del Mapu OC cuyo nombre político es Javier García. Alexanderplatz Berlin, 26 de octubre del 2000. Ibid...Entrevista a Javier García.

Jaime Estévez. Como encargado del Mapu OC, vivía en un edificio de la avenida Prastórnaya, en el norte de Moscú.

Gladys Marín. Dirigente de las Juventudes Comunistas y persona de confianza de la nomenclatura, junto a Orlando Millas conoció el secreto plan de Castro de formar a jóvenes chilenos en las escuelas de cuadros cubanas.

Luis Corvalán. Canjeado por el disidente ruso Vladimir Bukovsky, en diciembre de 1976, permaneció en Moscú durante gran parte de su exilio, desde donde lideró una campaña internacional para aislar al régimen de Augusto Pinochet.

José Rodríguez Elizondo, intelectual y ex comunista que vivió en la RDA:

“Fidel decapitó las chances de la izquierda en América”

Uno de los chilenos que mejor conocen la influencia de Castro en América Latina, repasa la influencia de Moscú, Berlín Oriental y La Habana en las tesis militares adoptadas por la izquierda. En cuanto al decisivo influjo cubano, asegura: “Castro fue la tenaza izquierda que aprisionó a Allende junto a la tenaza derecha”.

Llegó exiliado a Alemania Oriental en 1974, junto a cientos de izquierdistas que huían de la represión desatada por la Junta Militar en Chile. Gracias a su condición de intelectual, se salvó del proceso de proletarización por el cual cientos de compatriotas trabajaron por años en factorías alemanas. Su destino fue la Universidad Karl Marx de Leipzig. Allí, junto a otros pensadores del PC, buscó infructuosamente aplicar el marxismo-leninismo a la realidad chilena, tanteando respuestas sobre el fracaso de la UP.

Su profundo desencanto con el socialismo y la ultranza teórica en que fue cayendo su partido lo hicieron, dos años después, romper con el PC y salir de Alemania Oriental. Entonces, dio inicio a un proceso de autocrítica que culminó con la publicación del libro “Crisis y Renovación de las Izquierdas en América Latina” (Editorial Andrés Bello, 1995, 410 Págs.).

“En una cena con Osvaldo Puccio y un abogado comunista, nos reíamos a carcajadas con Osvaldo de la ortodoxia de ese hombre, que estaba feliz y encontraba todo excelente, insuperable, en el comunismo alemán. Poco tiempo después, ese gran admirador del régimen de Honecker se suicidó”.

En esta obra, Rodríguez Elizondo plantea el negativo influjo que la revolución cubana ha significado para la izquierda tradicional en el continente. Un fenómeno que para este periodista, escritor y ex diplomático —que confiesa haber llegado hasta los 60—, tiene como uno de sus mejores ejemplos al PC chileno y su declive, luego de la fracasada adopción de las tesis militaristas por influencia de Castro. “El del PC es un ejemplo paradigmático, en la medida en que fue el partido comunista más desarrollado del continente y hoy es una fuerza política marginal”.

Su libro “Crisis y Renovación de las Izquierdas...” es el primero en lanzar la tesis de que Fidel Castro saboteó a Allende ¿En qué hechos concretos se basó para este juicio?

“Sabotear” es verbo suyo. Lo que yo digo es que basta un análisis sencillo de los dichos y hechos de Fidel Castro, para comprender dos cosas: primero, que temía profundamente el éxito de una revolución sin lucha armada como la que quería Allende. Segundo, que, por problemas caracterológicos, Castro nunca ha tolerado un liderazgo de izquierda en América Latina, que pudiera verse como equivalente o alternativo al suyo. Como Castro habla demasiado, en 1984 reconoció a la revista Newsweek que toda su estrategia armada y continental fue por autodefensa: había que llenar de focos guerrilleros el continente, para evitar que Estados Unidos se concentrara en Cuba. Más que internacionalismo altruista, fue un viejo truco de la estrategia militar nacional.

¿Derechamente, Castro saboteó a Allende?

Para enfrentar esa duda, hay que adentrarse en la mentalidad de Fidel. Con el éxito electoral de Allende, Castro recibió un tremendo desafío. Allende lo invitó una semana a Chile, tendiéndole una mano y sacándolo del aislamiento. En vez de agradecerlo, Castro vino en el fondo a chequear quién de los dos tenía la razón. La duda era si las armas eran la única vía para hacer la revolución en el continente, o si también era posible el camino allendista. Entonces, como ha dicho García Márquez, Fidel Castro es el peor perdedor que existe: no vino a Chile a tenderle la mano a Allende, sino a hacer con él un gallito, en el curso del cual pareció asumir que Allende estaba perdido. En el Estadio Nacional dijo: ‘Me voy más revolucionario que nunca’. Esto terminó por encolerizar contra Allende a la izquierda más radical, y a debilitarlo frente a la oposición de derecha. Castro fue la tenaza izquierda que aprisionó a Allende junto a la tenaza derecha.

¿Qué tan bien o mal le ha hecho Fidel Castro a la izquierda en América Latina?

Para mí Castro ha sido lo peor que pudo pasarle a la izquierda organizada de América Latina, porque esa izquierda se vio desbordada por la izquierda castrista (simbolizada por grupos como el MIR). Entonces, la izquierda tradicional quedó como una cultura decapitada: no pudo desarrollarse porque le surgió una oposición más a la izquierda. Y, al mismo tiempo, esa oposición que surgió más a la izquierda no tenía los medios para imponerse, porque la teoría de los focos guerrilleros de Castro (el foquismo) era una teoría instrumental. Por lo tanto, si uno lo mira con la distancia necesaria y sin pasión, se da cuenta de que Fidel Castro decapitó las posibilidades de la izquierda tradicional para crear focos guerrilleros condenados al fracaso.

El papel de la RDA y Moscú

¿Si Cuba fue el principal país que influyó en el giro del PC hacia tesis más “duras”, qué papel jugaron la RDA y Moscú?

Los viejos dirigentes de la Unión Soviética (y de Alemania Oriental, por reflejo dependiente) siempre consideraron a Castro un tipo un poco loco. Sólo que, tras la caída de Allende y a falta de una teoría propia sobre sus causas profundas, comenzaron a descubrir que muy loco sería Castro, pero había sabido “defender la revolución”. Eso, sumado a la decadencia brezhneviana, arrasó con las tesis pacifistas de Nikita Krushov, sin colocar nada en cambio. Lo paradójico fue que, mientras comunistas europeos procesaban la experiencia chilena como prueba de que nos faltó profundizar en la democracia, los dirigentes chilenos del primer círculo interpretaron la paralogización soviética como una inducción para comprometerse con la vía militarista de Castro.

Los viejos dirigentes de la Unión Soviética (y de Alemania Oriental, por reflejo dependiente) siempre consideraron a Castro un tipo un poco loco. Sólo que, tras la caída de Allende y a falta de una teoría propia sobre sus causas profundas, comenzaron a descubrir que muy loco sería Castro, pero había sabido “defender la revolución” ”.

¿Hasta qué punto sus vivencias en Alemania Oriental lo llevaron a respaldar esa tesis sobre la negativa influencia de Castro en Chile?

Mi paso por la RDA me sirvió para “desintelectualizarme” y liberarme de los dogmas inherentes a mi condición de militante comunista. En el fondo, verifiqué la homogeneidad de todas las dictaduras, de izquierdas y de derechas. También experimenté ese lugar común de que hay que perder la libertad para apreciarla.

¿Como ex comunista, cuál es el mejor y peor recuerdo de su exilio en la RDA?

Todo se mezcla en una cena con Osvaldo Puccio y un abogado comunista, en mi departamento de la ciudad de Leipzig. Con Osvaldo, socialista de humor reconocido, nos reíamos a carcajadas de la ortodoxia de ese hombre, que estaba feliz y encontraba todo excelente, insuperable, en el comunismo alemán. Sería un recuerdo ameno si no agregara que, poco tiempo después, ese gran admirador del régimen de Honecker se suicidó. Hoy pienso que sus alardes ortodoxos eran sólo una manera de mentirse y de mentirnos, en un contexto en el cual imperaba la desconfianza en el prójimo.

¿Cómo afectó la culpa del fracaso de la UP en el giro histórico hacia las tesis de “todas las formas de lucha”?

Sin duda, era un peso. Cuando una mística revolucionaria ha sido aplastada, puede existir una sensación de culpa e impotencia muy grande. Pero los fenómenos sicológicos nunca son absolutos. En todo caso, “Todas las formas de lucha” fue una fórmula ómnibus que permitía poner el acento en las elecciones o en la “violencia contrarrevolucionaria”, según la coyuntura. En cuanto a la opción concreta por un aparato militar sofisticado, con oficiales formados en Cuba, sé tanto como usted y quizás menos. Nunca estuve en los secretos del partido.

¿Cómo se enteró, entonces, de la reunión celebrada en La Habana, en 1974, en la que Castro ofreció al PC abrir las escuelas militares de la isla a la izquierda?

Me imagino que mantener ese tipo de secretos en La Habana era más difícil que en Berlín Oriental. El rumor existió desde el principio, pero creo que sólo con las memorias de Orlando Millas se “oficializó”.

¿Por qué dirigentes históricos como Orlando Millas eran contrarios a la vía armada y terminaron resignándose a ella?

Yo entendí otra cosa leyendo las memorias de Millas. Creo que él se espantó al ver que una decisión tan grave como la de formar cuadros militares en Cuba no se discutiera debidamente. Después, parece haberse resignado durante un tiempo. Al fin de sus días descubrió y confesó que esa política fue una monstruosidad. Con su conciencia cargada, escribió que a esos jóvenes comunistas “los conducimos a quemarse en Chile en batallas imposibles”.

Proletarización y Círculo de Leipzig

¿Por qué personas como usted se salvaron de ser enviados a las fábricas alemanas como parte del proceso de proletarización que sufrieron los chilenos?

Tal vez porque llegué a la RDA premunido de una invitación directa, personalizada, de profesores distinguidos de la Universidad de Leipzig.

A esa universidad llegaron a trabajar otros intelectuales comunistas luego conocidos como el “Círculo de Leipzig” ¿Es cierto que este equipo diseñó la política militar del PC?

He leído versiones mitologizadas sobre ese grupo. Mientras yo estuve (hasta 1976), no tuvo el menor relieve “periodístico”. Se inició con cinco profesionales que trataban de suplir las reconocidas deficiencias teóricas del PC. Estudiábamos la Teología del sistema y tratábamos de aplicarla a nuestra realidad chilensis -yo, al menos, cada día con menos convicción-, bajo la orientación de un par de historiadores. Afuera, por celos o por exceso de fantasía, se nos consideraba miembros de una especie de Olimpo y se nos suponía dedicados a preparar las políticas secretas -especialmente militares- del partido. Hasta mi partida, en 1976, con excepción de Millas, nunca supe de dirigentes que leyeran o comentaran nuestros textos. Precisamente el tiempo libre que eso me dejaba me permitió escribir un libro e iniciar la investigación de mi ‘Crisis y Renovación de las Izquierdas en América Latina’.

¿Por qué todavía existe un tupido velo sobre estos temas? Más bien, lo que falta es el reconocimiento de lo actuado por parte de sus actores. ¿Por qué esa renuencia a reconocer lo obvio? Quizás por un conjunto de factores. Entre ellos, porque algunos son como esos militares que temen reconocer culpas o pedir perdón. Porque en nuestra sociedad light el tema no parece entretenido, y los investigadores capacitados prefieren derivar hacia áreas más rentables. También, porque a los viejos dirigentes no les interesa hacer luz sobre sus errores y eso es muy humano. Fundamentalmente, porque en la cultura marxista y con mínimas excepciones, siempre hubo tensión entre los intelectuales, supuestamente blandengues, y los dirigentes, supuestamente recios y proletarios. Eso, en un marco de estructuras compartimentadas, implica que los que saben no escriben y los que pueden escribir no saben.

El camino de la proletarización

Sometidos a un régimen de trabajo en fábricas, los militantes chilenos refugiados en Alemania Oriental vivieron en carne propia el rigor de la proletarización de Erich Honecker. Siguiendo las órdenes de la burocracia partidista, destacados profesionales fueron enviados a trabajar a las fábricas como forma de “sanar” sus inclinaciones “pequeño burguesas”.

Por Javier Ortega

De todos los países que tomaron parte en el debate sobre el fracaso de la UP, los más entusiastas en favor de la vía armada siempre fueron los cubanos. Influidos por sus anfitriones, los chilenos de la isla fueron los primeros en barajar la posibilidad de prepararse militarmente para enfrentar a Pinochet.

Pero ellos no fueron los únicos que operaron a fin de que la izquierda chilena abrazara nuevas formas de lucha. Otro importante capítulo de este proceso se escribió en Europa Oriental.

Hasta Alemania del Este llegaron cerca de dos mil chilenos, entre los que se encontraban importantes dirigentes del PS, el PC y el Mapu OC. Muy pronto Berlín Oriental pasaría a convertirse en el más gravitante centro político de la izquierda en el mundo socialista, ya que en Moscú había un número muy inferior de chilenos.

En Alemania Oriental, los chilenos se enfrascaron en el debate teórico sobre las causas de la derrota de Allende. Recibieron formación marxista-leninista y entrenamiento militar en centros especiales (lo que será abordado en otro capítulo de esta serie) y saborearon el contraste entre la vida de los líderes y los militantes. Pero sin duda la más polémica de

todas las prácticas honeckerianas que experimentaron fue la proletarización. Cientos de chilenos –abogados, ingenieros, sociólogos y artistas- fueron enviados a realizar “trabajos de proletario” en fábricas de distintos puntos del país, algunos desconectados de todo debate político. El objetivo era borrar cualquier inclinación “pequeño burguesa” de los chilenos, cuyos “desvíos ideológicos” eran para sus anfitriones la primera causa del vergonzoso fracaso de la UP.

El abismo entre militantes y dirigentes

Apenas los refugiados chilenos llegaban a la RDA, eran separados en dos grupos. Dirigentes y figuras públicas eran conducidos a hoteles, a la espera de sus residencias definitivas en Berlín Oriental. En cambio, a los militantes se les trasladaba a heims o refugios, para después ser enviados a todos los rincones del país. Sólo los “encargados del partido” podían vivir en la capital. Era el preludio del abismo que surgiría entre las bases y sus cúpulas, tanto en la RDA como en otras naciones socialistas.

En los heims, cada militante sin cargo partidista era sometido a exámenes de salud y entrevistas. Un curioso test cerraba el proceso: un empleado de la Stasi, la policía política de Alemania Oriental, le pedía en secreto confeccionar una lista de posibles “enemigos de la revolución” que conociera, a fin de detectar a eventuales infiltrados.

Para los que habían huido sin permiso de sus colectividades en Chile, los esperaba también el interrogatorio de sus correligionarios, a quienes debían explicar su salida sin aviso. “Esto era especialmente complicado para los comunistas, cuya dirigencia era la más dura a la hora de castigar las indisciplinas”, señala un ex refugiado que recaló en un heims.

Acto político de los comunistas exiliados en la ciudad de Zwickau. En la foto, con el puño en alto el ex diputado Edmundo Salinas, quien se suicidaría en 1977.

Morir en el exilio

En 1977, la proletarización, el desencanto y los rigores del exilio cobraron varias secuelas. Un día domingo en Zwickau, el comunista Fernando Viveros se arrojó de la ventana de su departamento, a varios pisos de altura. Ocurrió en momentos en que otros chilenos conversaban o vigilaban a sus hijos en la calle, por lo que el hecho fue doblemente dramático para la colonia chilena de Zwickau, donde todos eran vecinos.

Viveros, un militante joven y soltero, nunca logró adaptarse a la proletarización. Sus funerales en la ciudad de Jena fueron presididos por los máximos jefes del PC en la RDA: Alejandro Toro, Samuel Riquelme (ex director de Investigaciones), Carlos Contreras Labarca y Luis Valente Rossi. Uno de los presentes en el sepelio afirma que —lejos de culpar al modelo socialista— los cuatro acusaron a la dictadura pinochetista, por lo que llamaron a redoblar la disciplina partidaria y a “seguir proletarizándose”. Ese mismo año se suicidó en esa localidad el ex diputado comunista Edmundo Salinas. Su esposa, la sicóloga Doris Pacheco, había conseguido salir meses antes a Inglaterra con su hija, cansada de trabajar contando golillas en una fábrica, junto a operarios con síndrome de Down. Pese a que Salinas se sintió comunista hasta su muerte, el ex parlamentario no habría resistido alejarse de los suyos. En 1981, también en Zwickau, se quitó la vida Reinaldo López, un socialista que había llegado un año antes a la RDA. Según otro chileno que lo conoció en el exilio, una explicación que rondaba en torno al caso era que nunca se repuso de la delación de su hermano gemelo, también socialista, detenido en 1976 por la Dina. Sometido a violentas torturas, el hermano habría sido obligado a colaborar en la detención de otros compañeros. “Eran tan parecidos, que los alemanes siempre le mostraron desconfianza: dudaban si en realidad era su hermano, enviado por la Dina como infliltrado”.

Culpas por trabajo

Los alemanes pocas veces informaban las decisiones que afectaban a sus huéspedes, sino cuando ya estaban en marcha. Así ocurrió cuando en abril de 1974 a cada familia alojada en los heims de los alrededores de Berlín se le informó que sería trasladada a una provincia, donde tendría que reanudar su vida. Destacados profesionales fueron enviados a fábricas, siderúrgicas y refinerías de todos los puntos del territorio, donde los esperaban trabajos que nada tenían que ver con sus ocupaciones y estudios en Chile. Así, se dio inicio a la proletarización de los chilenische patrioten (patriotas chilenos). Profesionales, técnicos y artistas debieron trabajar por años en tareas pesadas, cumpliendo turnos de mañana y noche. Quien no cumpliera con la disciplina y con su trabajo no podía ser un “buen revolucionario”. Del proceso quedó excluida la dirigencia, que permanecía en Berlín Oriental y era la única autorizada -mediante un pasaporte especial- para viajar fuera del país, para coordinar la lucha de todo el exilio contra Pinochet. También fue excluido un pequeño núcleo de académicos y pensadores del PC que se instaló en la ciudad de Leipzig, desde donde realizaría una investigación en torno a las causas de la derrota allendista. Sobre ese grupo, conocido después como el hermético “círculo de Leipzig”, crecería un mito tan aceptado como erróneo. Las instalaciones portuarias de la ciudad de Rostok fueron el destino de personeros del mundo artístico demasiado críticos, como el actor Aníbal Reyna, los integrantes del grupo folclórico “Aparcoa” y el poeta Gonzalo Rojas. A Dresden, sede de una conocida universidad, partieron chilenos vinculados al ámbito técnico. El método era en cada caso similar: a nadie se le consultaba si el destino era de su agrado. Cerca de la frontera con Checoslovaquia, a la gris localidad de Zwickau, fue destinado otro grupo al que se le asignó departamentos en grandes bloques de edificios. Como las pequeñas viviendas eran un lujo inalcanzable para el alemán medio, la dirigencia en Berlín agradecía efusivamente tales gestos, fruto de una solidaridad paternalista, pero sincera.

La vida en Zwickau

Zwickau, uno de los destinos más alejados de la capital, a pocos kilómetros de la frontera con la República Checa, fue quizás el lugar donde los chilenos sintieron más crudamente la proletarización. Uno de los trasladados a ese pueblo -de no más de 30 mil habitantes- no olvida los años que pasó en esa localidad minera, sobre cuyo suelo negro se alzaban edificios que no habían recibido pintura desde los días de la entreguerra. Aunque actualmente el panorama está muy cambiado debido a las remodelaciones, al caminar por las calles de la ciudad aún pueden encontrarse huellas de su pasado socialista. El ex militante trabajaba desde la madrugada en una fábrica de automóviles, con tecnología de principios de siglo. “A los únicos otros exiliados que veía era a los que estaban conmigo. Nadie tenía idea de lo que ocurría en Chile”, detalla este exiliado. En ese contexto surgió entonces la figura del “encargado del partido”, hombre designado por la cúpula comunista y con la misión de entregar a la militancia información considerada pertinente. En Zwickau, los encargados del PC y el PS eran el escritor Salvatore Coppola y la abogada Carmen Ansaldi, respectivamente. “Nos exhortaban a no decaer y a dar la lucha contra la dictadura”, acota un testigo. Escenas similares ocurrían en las ciudades Jena, Postdan y Halle, donde muchos chilenos pasarían años sin ver un dirigente importante, salvo el “encargado del partido”. Para los comunistas de base, además de la prohibición de trasladarse a Berlín, regía también la orden de no comunicarse con miembros del comité central, pues era una flagrante violación de la cadena de mando. Las salidas al extranjero estaban tácitamente prohibidas. Producto de la lejanía, de la proletarización y de las expectativas no cumplidas, una silenciosa desazón surgió en los chilenos de provincias. Carmen Ansaldi, la encargada del PS en Zwickau, fue una de las primeras en marcharse, indignada por su trabajo como operaria en una fábrica. La cúpula de su partido debió transferirla a la capital alemana, desde donde posteriormente emigraría hacia Occidente. Su cargo político fue el único pasaporte que le permitió salir de esa vida. Sólo algunos médicos mantuvieron sus ocupaciones. En la RDA existía un histórico déficit de personal de salud. Gracias a la presión de sus colegas alemanes, varios médicos chilenos se salvaron de las fábricas. Un caso fue el del comunista Alfonso González Dagnino, quien cinco años después conseguiría viajar a España, donde hizo pública una irrebatible carta de renuncia al PC.

La huelga de Halle

En 1974, un grupo de chilenos que habían sido enviados a proletarizarse a una fábrica de vidrios, en la localidad de Halle, inició una huelga, exasperados por las malas condiciones de trabajo. La situación era completamente inédita en la RDA, donde el control político y policial impedía movilizaciones semejantes. La reacción alemana fue drástica; la de la cúpula comunista, también. El dirigente del PC Alejandro Toro fue enviado al lugar en forma urgente. Gracias a su gestión, dos de los cabecillas de la huelga fueron dejados inmediatamente en la frontera, sin documentos ni más equipaje que la ropa que llevaban puesta. “Dejarlos en la frontera en pelotas” pasó a convertirse en una expresión a la que recurrieron los dirigentes chilenos más drásticos para llamar al orden y que, naturalmente, aterrorizaba a los militantes Según escribe el cientista político José Rodríguez Elizondo en su obra Crisis y Renovación de las Izquierdas en América Latina —quien estuvo exiliado en la RDA—, luego de la huelga de los chilenos en Alemania Oriental, el Partido Socialista Unificado tendió a impedir que su militancia estuviera demasiado expuesta a la influencia de los chilenos.

El omnipresente “CCHAF”

“A nadie se le decía si tendrían la posibilidad de trasladarse alguna vez a otra ciudad o al extranjero, o si volverían a ejercer sus profesiones”, rememora un “proletarizado”. Las respuestas sólo las tenía el Comité Chile Antifascista (CCHAF), entidad formada por todas las colectividades chilenas reconocidas por el Partido Socialista Unificado Alemán. Controlado por el PC en su calidad de único “partido obrero” chileno, el CCHAF era el centro de la burocracia. Sus representantes -quienes ejercían prerrogativas de un consulado político- decidían todo lo relacionado a los exiliados, desde traslados y visas hasta autorizaciones cotidianas. Encabezado sucesivamente por los comunistas Carlos Contreras Labarca, Daniel Vergara , Sergio Insunza y Luis Alberto Mansilla, se convirtió en blanco de odios y frustraciones. Era el “símbolo de los privilegios de la clase dirigente”, explica un ex refugiado. La política alemana era simple: la solidaridad corría de su parte, pero los propios chilenos tenían que administrarla. Así lo atestigua el ex dirigente socialista Carlos Altamirano en el libro Altamirano, de Patricia Politzer: “No eran los alemanes, sino los chilenos los que en un determinado momento decidían si tal compañero tenía o no derecho a determinada casa, si debía o no estar en tal trabajo, si podía o no viajar a tal lugar” (1). Sólo cuando consideraban que una práctica se alejaba de las “posturas correctas” el gobierno de la RDA intervenía.

La dirigencia chilena demostró ser tan honeckeriana como Honecker: estaba convencida de que la disciplina y la "proletarización" contribuirá a crear la disciplina que faltó para enfrentar el golpe militar.

La dirigencia chilena demostró ser tan honeckeriana como Honecker: estaba convencida de que la disciplina y la proletarización contribuirían a crear la disciplina que faltó para enfrentar el golpe militar. Un militante grafica la visita a Zwickau del ex senador comunista Alejandro Toro como una muestra de la distancia creada entre la militancia y sus líderes. “Aprovechamos para preguntarle, con mucho tacto, cuándo vendría la autorización para dejar la ciudad”. Sin percibir el desaliento, Toro aclaró que eso el partido lo iba a decidir. Una militante le hizo ver que la socialista Carmen Ansaldi se había ido con sólo elevar una protesta al PS, pero Toro cortó la discusión en seco: “Cuándo se irán y dónde es algo que se decidirá en su momento”.

Tener el pez “en la mano”

El ex senador comunista Orlando Millas fue testigo de las penurias que acarrearon la falta de libertad y la “proletarización”. En sus memorias, Una Disgresión (sic), afirma que esta última medida afectó no sólo a profesionales, sino también a “cierto número de catedráticos universitarios y científicos”(2). El mismo Millas entrega en su libro algunas luces sobre el origen de esta decisión. Luego de instalarse en Berlín Oriental habló en “confianza” con Honecker para plantearle su malestar. El jerarca comunista se mostró sorprendido. Llamó de inmediato a Friedel Trappen -encargado del Partido Socialista Unificado Alemán para América Latina- para que explicase lo sucedido. Según Millas, el burócrata descargó la culpa sobre Volodia Teitelboim y Alejandro Yáñez, ambos integrantes del comité coordinador del PC en el exterior. Millas afirma que las excusas del funcionario no consiguieron borrar “la sospecha de que él hubiese tenido algo que ver con el asunto”, pues Trappen era partidario de corregir los errores políticos de los chilenos mediante el trabajo proletario. Sin embargo, una anécdota narrada también por Millas revela que el mismo Honecker parecía compartir esta premisa. Ocurrió durante una tarde de pesca. Millas, quien no había atrapado

ningún pez, logró que uno mordiera su anzuelo, pero lo levantó con torpeza y el pez se soltó. “Se repitió lo que les ocurrió con el gobierno -sentenció Honecker-. Tenías el pez en la mano y no supiste retenerlo”. Debió intervenir el secretario general comunista, Luis Corvalán, para que años después la proletarización concluyera. En diciembre de 1976, llegado a Berlín Oriental luego de ser canjeado por un disidente ruso, el líder máximo del PC lanzó una crítica frontal al proceso. Semanas más tarde, el régimen de Honecker declaraba a sus anfitriones “curados” de sus inclinaciones “pequeño-burguesas”. Nunca, hasta el derrumbe de la RDA, hubo un mea culpa sobre los costos humanos y políticos que había acarreado el tratamiento. Así los resume un proletarizado: “Muchos profesionales como yo llegamos a convencernos de que se buscaba expiar con nosotros las culpas de la izquierda. Toda la gente como yo pensó al menos una vez en suicidarse”(3).

Carta de renuncia Luego de salir de la RDA y llegar a España con la ayuda de amigos, el doctor comunista Alfonso González Dagnino envió al PC una carta de renuncia. En la misiva, fechada en marzo de 1992, expuso en detalle las condiciones de vida de Alemania Oriental. Estos son algunos de sus pasajes: >> "Lo primero que hizo el partido al recibir poder sobre los exiliados fue prohibirnos hablar de lo ocurrido en Chile, salir de la ciudad adonde habíamos sido enviados, escribir cartas, hablar por teléfono, viajar a la capital y soñar siquiera con hablar a un dirigente. Incluso se nos prohibió saludarnos entre nosotros, no obstante ocupar un mismo edificio de departamentos. En las reuniones de célula, individuos de ceño adusto nos comunicaban un informe (amenazante) precedido de la siguiente observación: 'No se aceptarán opiniones'". >> "La segunda medida del PC de Chile fue enviar a los exiliados a las fábricas a trabajar como obreros (...). Había ingenieros que pintaban ruedas de automóviles, químicos desnudos cintura arriba cargando al hombro caucho sintético ardiente, profesoras universitarias contando golillas, decanos apretando pernos en la cinta sinfín, lingüistas puliendo lentes, abogados expertos en Previsión Social controlando calidad de vidrios planos, etcétera". >> "La tercera medida del PC fue prohibirnos renovar el pasaporte. Con desesperación los exiliados veíamos que nos quedábamos indocumentados y no saldríamos más de ese pozo". >> "La cuarta medida, de índole general, fue desarrollar un sistema de delación y espionaje en que todos éramos sospechosos".

1 Politzer, Patricia. Altamirano. Santiago. 2 Millas, Orlando. Memorias, Volúmen IV, Una Disgresión. Santiago, ChileAmérica Cesoc, 1996.

604 págs. 3 Entrevista con el doctor y ex militante comunista Alfonso González Dagnino. Santiago, agosto

del 2000.

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La formación política y militar en Alemania OrientalLa formación política y militar en Alemania OrientalLa formación política y militar en Alemania OrientalLa formación política y militar en Alemania Oriental

La vida en las escuelas de cuadros

Con el beneplácito de Erich Honecker, en 1975 comenzó un nuevo capítulo para los exiliados en Alemania Oriental. La imponente escuela de Wilhelm Pieck, ubicada al noreste de Berlín, abrió sus puertas a decenas de socialistas y comunistas para formarlos como “verdaderos revolucionarios”. Años después, varios de estos jóvenes pasarían a engrosar las filas del FPMR.

Por Javier Ortega

A mediados de los '70, el realineamiento de la izquierda chilena marchaba sobre rieles firmes. En Cuba, un destacamento comunista hacía su ingreso a las escuelas militares de la isla. Paralelamente, Alemania Oriental sometía a cientos de exiliados a una proletarización por medio del trabajo y afinaba los preparativos para sumar un nuevo escalón a este proceso: la formación de chilenos en escuelas de enseñanza marxista-leninista.

En julio de 1975, decenas de jóvenes socialistas y comunistas empezaron a ingresar a dos institutos que el Partido Socialista Unificado Alemán (PSUA) puso a disposición de los chilenos. Mostrando que se trataba de una decisión concertada, lo mismo hizo el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), que abrió para sus camaradas de la UP dos centros en Moscú.

Para soviéticos y alemanes, era necesario ordenar bajo las directrices del marxismo-leninismo a sus “camaradas” de la UP. Y una manera óptima de hacerlo era influir en la formación de sus jóvenes.

El objetivo también era contrapesar un posible realineamiento chileno con Cuba. Para Moscú y Berlín Oriental -que ya estaban en conocimiento de los planes de Fidel Castro para crear un aparato armado para el PC- el siempre impredecible comandante en jefe cubano nunca había sido un aliado suficientemente fiable. Con su debilidad por las armas, demasiado a menudo pretendía saltarse los procesos graduales, ofreciendo "crear diez, cien Vietnam".

"Cuando los rusos le daban consejos, Fidel muchas veces contestaba: la sangre que se vierte aquí es cubana. Los consejos de ustedes son huecos”, señaló en tal sentido el general (R) Nikolai Leonov, segundo hombre del KGB entre 1983 y 1991, durante una visita a Santiago en 1999 (1).

Como ni Leonid Brezhnev ni Erich Honecker deseaban hacer de Chile otra Cuba, se inclinaron por ofrecer a los chilenos sus centros de formación, que a la larga alternaron la enseñanza del marxismo-leninismo con una progresiva instrucción armada. Así, los dos líderes nunca se comprometieron ciento por ciento con recetas armadas como la creación del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, cuyo principal impulsor fue siempre Cuba. Esta

cautela, sin embargo, no sirvió de mucho, ya que varios de los chilenos egresados de sus escuelas completarían su instrucción en los institutos armados de La Habana, y posteriormente se sumaron al FPMR.

Leonov, Nikolai. La Inteligencia Soviética en América Latina Durante la Guerra Fría. Centro de Estudios Públicos, 73. Verano de 1999.

Estudiantes chilenos socialistas de Wilhelm Pieck departen en la cafetería del recinto en la segunda mitad de los ’70 con el dirigente de su partido Camilo Escalona, el tercero de izquierda a derecha. Atrás, puede verse a miembros de la misión mozambiqueña junto a alumnos de Corea del Sur.

| La vida en las escuelas de cuadro

Los jóvenes "salmones" Ubicada a una hora de camino al noreste de Berlín, en medio de los bosques de Wandlitz, la imponente escuela de Wilhelm Pieck entregaba formación política a revolucionarios de todo el mundo, como africanos, palestinos, afganos, nicaragüenses y sudamericanos.

Su malla curricular incluía ramos como marxismo-leninismo, comunismo científico, historia del Partido Comunista de la Unión Soviética e idioma alemán. También se llegó a dictar un electivo muy básico sobre el manejo de armas ligeras, aunque no para todos los alumnos. A pesar de que varios socialistas niegan que en el centro hubiera existido instrucción paramilitar, un ex mapucista retruca que su esposa -militante comunista- aprobó en Wilhelm Pieck un curso de manejo de armas ligeras. La prueba que atestigua este hecho es que hoy, en las abandonadas instalaciones, todavía pueden verse las ruinas de sus dos polígonos de tiro.

Hasta la llegada de las tropas soviéticas a Berlín, la escuela fue la casa de campo del mariscal nazi Hermann Goering, quien solía pasar largas temporadas en sus espaciosas instalaciones, donde también se alojaron Hitler y su amante, Eva Braun.

Cuando en 1975 abrió sus puertas a los chilenos, tenía capacidad para alojar a unos mil 500 alumnos en calidad de internos permanentes.

Kleinmachnow, al sureste de Berlín Oriental, fue el otro centro de adoctrinamiento de la RDA donde los chilenos recibieron formación política e instrucción militar básica.

Las clases se iniciaban en septiembre y culminaban a comienzos de julio del año siguiente. Por instrucciones de Erich Honecker, los primeros en ingresar fueron una veintena de socialistas y comunistas, distribuidos en diez cupos para cada partido. Un año después se abrieron las matrículas para el Mapu Obrero Campesino, gracias a la intervención del dirigente Enrique Correa.

Como ni Brezhnev ni Honecker deseaban hacer de Chile otra Cuba, se inclinaron por ofrecer a los chilenos sus centros de formación, que alternaban la enseñanza del marxismo-leninismo con una progresiva instrucción armada.

Aunque había hijos de familias exiliadas, muchos eran muchachos y muchachas que salían clandestinamente de Chile, bajo la fachada de becas estudiantiles otorgadas en países como Italia y Holanda.

Ni siquiera sus familias sabían dónde estaban. El ex dirigente del Mapu OC y actual senador socialista, Jaime Gazmuri, afirma que, por razones de seguridad, el sistema de salida llegó a ser bastante sofisticado. “Los sacábamos por Buenos Aires y de ahí les íbamos borrando las huellas con un largo recorrido. Los llamábamos los ‘salmones’ porque después de un viaje tan complicado debían remontar la corriente hasta su lugar de origen”, relata en su libro El Sol y la Bruma. (2)

La llegada a Wilhelm Pieck de los revolucionarios chilenos fue para el alumnado un acontecimiento comparable sólo a lo que fue el arribo de los norvietnamitas a principios de los ’70, cuando su país combatía contra las tropas norteamericanas.

Para el resto de los jóvenes, los chilenos eran los que debían demostrar cómo se transformaba una derrota en triunfo. “Eramos los chilenische patrioten, todos estaban pendientes de nosotros, sabían lo que había pasado en Chile. A menudo se hablaba de la delegación chilena como un grupo aparte, más importante que el resto de los latinoamericanos”, recuerda un ex alumno.

Cada partido tenía un responsable que hacía las veces de apoderado. El dirigente socialista Camilo Escalona era muy visto en la escuela, acompañado de su segundo, el actual concejal socialista por San Ramón, Rigo Quezada. Por el PC, los responsables eran el ex regidor por Viña del Mar Fernando Tazara y el dirigente Salvador Laura, aunque Gladys Marín los reemplazaba a ambos en ocasiones especiales. Por último, a cargo de la minúscula delegación del Mapu OC estaba el economista Jorge Gillies.

Todos estos dirigentes debían preocuparse por el proceso de aprendizaje de su gente y escuchar las observaciones del profesorado, no siempre positivas (ver recuadro). El viaje era dificultoso: la única forma de atravesar los puestos de control era por medio de un pequeño autobús, que aguardaba a las visitas en una estación de tren distante seis kilómetros de la escuela.

Disciplina “a la chilena” TEn los exuberantes prados de Wilhelm Pieck, rodeados por desenfadadas revolucionarias de todo el mundo y en un clima de camaradería que desbordaba las aulas, no era raro que los rígidos maestros alemanes se quejaran por el comportamiento de los chilenische patrioten... Como muchos era jóvenes sin experiencia y que nunca habían salido de Chile, incluso los encargados del partido sufrieron más de un dolor de cabeza. Un ex dirigente relata el susto que pasó una vez que una delegación de su partido emprendió rumbo a Chile. Tenía que dejar al grupo en el muro de Berlín, donde luego de superar los rígidos controles, los recibiría el delegado del sector occidental. La maniobra era sumamente compleja: no podía levantar las sospechas de la inteligencia occidental, que podría

alertar a Santiago y poner en peligro el retorno. Las alarmas se encendieron cuando el delegado occidental le telefoneó diciendo que faltaba un militante. De haber caído éste en manos de la inteligencia occidental o -peor- de la DINA, el dirigente no sólo ponía en riesgo su cargo, sino toda la estructura de retorno a Chile de su colectividad, la misma que utilizaban dirigentes claves como Enrique Correa. “Cuando ya comenzaba a desesperarme golpearon la puerta. Era este cabro que venía llorando. Decía que no se iba sin su polola alemana y que ni a palos lo sacaban de Berlín Oriental. Estuve horas convenciéndolo para que cruzara el muro”. Instar a la huida a un ciudadano de la RDA se pagaba con años de cárcel. En otra ocasión, un importante general del Ejército de la RDA visitó Wilhelm Pieck para arengar al alumnado. En momentos en que todos escuchaban al alto oficial hablando de la solidaridad de la Unión Soviética con sus aliados de Europa Oriental, un socialista chileno de cabellos largos y barba rala levantó la mano y pidió a la traductora que le preguntara al general “por qué entonces los soviéticos aplastaron a tanquetazos la solidaridad en Checoslovaquia”. Pálida, la traductora se negó a reproducir tamaña “falta de respeto”, pero el consultante armó tal batahola que debió traducir la pregunta. “El general se quedó mudo, no lo podía creer”, recuerda el responsable del episodio. “Después de la clase mis compañeros del PC me querían sacar la cresta. Decían que nos iban a echar a todos por mi culpa”. No fue la única ocasión en que el mismo alumno -hoy un conocido abogado de derechos humanos- creó problemas. “Otra vez se armó un escándalo porque dibujé a Leonid Brezhnev desnudo, con pañales y mamadera. Mis profesores alemanes llamaron al encargado del partido y me acusaron de ‘desacralizar a los grandes íconos del comunismo’ “.

1 Gazmuri, Jaime. El Sol y la Bruma. Santiago, Antártica Quebecor, S.A., 2000. Pg. 187.

“¿Y por qué no podemos ir nosotros a Kleinmachnow?”, le reclamó el entonces presidente del Partido Radical, Anselmo Sule, al encargado alemán de los exiliados chilenos.

Camilo Escalona, dirigente del PS, visitaba frecuentemente Wilhelm Pieck, ya que estaba a cargo del proceso de

aprendizaje de los militantes socialistas.

Cada partido tenía un responsable de los jóvenes en las escuelas de cuadros. En muchas ocasiones Gladys Marín reemplazó a los encargados del PC en sus rondas.

Rigo Quezada, actual concejal socialista por San Ramón, acompañaba a su superior -Camilo Escalona- en sus visitas al centro de adoctrinamiento.

“Cientos de chilenos pasaron por Kleinmachnow”, dice Karl-Heinz Möbus, ex funcionario y diplomático alemán a cargo de los chilenos en la RDA.

El paradigma chileno

A diferencia del resto de la RDA, en Wilhelm Pieck los alemanes orientales alentaban el debate teórico, “aunque siempre a nivel táctico, referido a las formas de lucha y nunca a la vigencia de la teoría marxista leninista”, acota un ex dirigente chileno. Gracias a la confluencia de revolucionarios de todo el mundo, algunos de ellos “con la metralleta bajo el brazo” -pues representaban a facciones en combate- pronto los jóvenes chilenos cayeron bajo el influjo de esa febril atmósfera. Un ex alumno socialista -hoy un conocido abogado santiaguino- rememora vivamente la ocasión en que el rector reunió a todo el plantel para fustigar a los eurocomunistas italianos, a los que acusó de “traidores” y de “hacer el juego” al capitalismo. “Era un griterío infernal, con puños en alto y todos nosotros prometiendo la muerte de amarillentos y reformistas. Era como las fatwas musulmanas”, detalla. Gracias a este especial ambiente, Wilhelm Pieck pasó a ser uno de los más activos escenarios del debate sobre cómo enfrentar a la dictadura pinochetista. Sobre todo, luego de la irrupción en sus aulas de los salvadoreños y nicaragüenses, que en 1978 comenzaron a llegar en masa y se transformaron en las estrellas del plantel por los avances de sus grupos guerrilleros.

Por instrucciones de Erich Honecker, los primeros en ingresar a Wilhelm Pieck fueron una veintena de socialistas y comunistas, distribuidos en diez cupos para cada partido. Un año después se abrieron las matrículas para el Mapu OC, gracias a la intervención del dirigente Enrique Correa.

A diferencia de los chilenos, los centroamericanos ostentaban claros avances en combate y muy pronto la duda natural fue por qué no estaba ocurriendo lo mismo en Santiago. “Entre nosotros surgió una especie de vergüenza”, recuerda un muchacho santiaguino. “Mientras los centroamericanos tenían dos revoluciones ad portas, en Chile la dictadura de Pinochet estaba cada día fortaleciéndose más, sin que nuestros partidos hicieran nada por impedirlo”. En ese escenario resultó natural que muchos de los cuadros que retornaron a Santiago tras pasar por Wilhelm Pieck lo hicieran con una mentalidad distinta. Mucho más duros e impacientes que sus líderes, vislumbraban para Chile una salida “a la nicaragüense”. Como un modelo para armar, su fórmula calzó a la perfección con el proyecto que otros jóvenes chilenos fraguaban, paralelamente por esos días, en las escuelas militares cubanas, y que años después se convertirían en el alto mando del FPMR. Con armas en Kleinmachnow Pero Wilhelm Pieck no fue el único centro de la RDA donde los cuadros chilenos templaron su vocación revolucionaria. También en las afueras de Berlín Oriental, aunque hacia el sureste, estaba Kleinmachnow, un centro de formación política para adultos. Ubicado en un apacible villorrio de casas blancas, Kleinmachnow incluyó a partir de 1980 instrucción militar no avanzada y tácticas conspirativas básicas, tales como chequeo, contrachequeo e infiltración. El centro también impartía cursos de política, economía, sindicalismo, historia y filosofia marxista. Sin embargo, además era una importante cantera de la que se servía la Stasi -la agencia de inteligencia de Honecker- para reclutar agentes chilenos. “En Kleinmachnow la Stasi formaba gente para los partidos chilenos, pero también reclutaba agentes propios. A veces las dos cosas iban juntas, en una especie de lealtad jerárquica: ‘Primero yo, que tengo un Estado que defender, después ustedes, que son un partido y dependen de nosotros’”, explica un exiliado que gracias a su estada en la RDA terminó muy familiarizado con el trabajo de inteligencia. Kleinmachnow era el centro de formación político-militar más prestigioso de la RDA, por lo que la invitación para que chilenos se formaran en sus dependencias fue tomada como un honor para la dirigencia en el exilio. Sobre todo, para aquellos que bajo el influjo de Honecker habían adoptado posiciones más duras. La primera oleada de chilenos ingresó a sus aulas en 1978, gracias a un cupo de 30 alumnos que se repartían el PC, el PS y el Mapu OC. La mayor parte de las plazas se asignaba a comunistas y socialistas, mientras que el Mapu OC sólo disponía de cuatro cupos. De todos los países de la órbita soviética, la RDA era el más industrializado, por lo que una de las ventajas comparativas de Kleinmachnow era que sus alumnos podían familiarizarse con equipos de alta tecnología, lo que elevaba su preparación técnica muy por sobre la que ofrecía cualquier escuela de Cuba o Palestina, por citar dos casos donde también se entrenaron militarmente chilenos. “¿Por qué nosotros no?” Un ex dirigente que estuvo en varias ocasiones en sus dependencias, sostiene que el curso habilitado para los chilenos en Kleinmachnow era bastante avanzado. “Consistía en manejo de armas y explosivos, sobrevivencia y maniobras de combate, que en algunos casos incluían unidades de infantería blindada”, recalca. “Cientos de chilenos pasaron por Kleinmachnow”, afirma Kalheinz Möbus, un diplomático que hoy vive de su jubilación en su domicilio, ubicado en el barrio de Friedrichshagen, parte de lo que alguna vez fue Berlín Oriental. (3) Hasta 1981, Möbus tuvo la misión específica de atender a los exiliados chilenos en ese país, por lo que conoció muy bien a los principales líderes de la izquierda chilena, e incluso se radicó por un tiempo en Santiago, una vez que volvió la democracia.

Como forma de graficar el entusiasmo de varios dirigentes por la apertura de la escuela de Kleinmachnow, el ex diplomático recuerda en su actual domicilio que cierta vez el ya entonces presidente del Partido Radical, Anselmo Sule, le reclamó: “¿Y por qué no podemos ir nosotros ahí?”. El alemán le aclaró que se trataba de un centro para marxistas-leninistas, pero su respuesta no dejó feliz al dirigente. “No importa -espetó Sule-, los radicales queremos estar ahí”.

(Entrevista a Kalheinz Möbus, ex miembro del cuerpo diplomático de la RDA. Friedrichshagen, Berlín, 26 de octubre de 2000.)

La mira sobre Pinochet

José Joaquín Valenzuela Levi, el comandante “Ernesto” que estuvo a cargo de la Operación Siglo XX -que organizó el atentado al general (R) Augusto Pinochet- en 1986, forjó su historia en casi todos los países que influyeron en el viraje armado del PC. Aprendió marxismo-leninismo en la RDA, se formó militarmente en Bulgaria, Cuba y combatió en Nicaragua. En Chile llegó a ser uno de los seis máximos jefes del FPMR.

La historia de José Joaquín Valenzuela Levi, el comandante “Rodrigo” y posteriormente “Daniel”, es una perfecta síntesis del papel de Europa Oriental en el nacimiento del FPMR. Antes de comandar el atentado contra Augusto Pinochet en 1986, este hombre aprendió marxismo-leninismo en la RDA y se formó militarmente en Bulgaria. Este último país fue la cuna de los oficiales mejor instruidos del FPMR: los “búlgaros”, considerados el cuerpo de comandos de elite del aparato militar del PC.

Valenzuela Levi forjó su hoja de vida en casi todos los países que influyeron en el viraje armado del PC, pues también viajó a combatir a la guerrilla “contra” nicaragüense, en 1983. Su muerte, en manos de la CNI en 1987, fue también una señal de que la vía rupturista empezaba a caerse a pedazos.

En la escuela de cuadros de Wilhelm Pieck le de-cían el “Ricitos” por su pelo crespo. Había ingresado en ese centro de la RDA en 1975, tras salir al exilio con su familia. Aunque tenía militancia comunista, vivió su infancia en Estados Unidos, donde aprendió perfectamente el inglés y en Santiago estudió en el exclusivo colegio Nido de Aguilas.

En septiembre de 1977, el ex diputado comunista Gilberto Canales le propuso ingresar a la Escuela Militar de la República Socialista de Bulgaria, para formarse durante cinco años como oficial de tropas generales. Valenzuela Levi aceptó, junto a otros hijos de exiliados. Tenía 19 años.

Treinta fueron las plazas que la Escuela Militar búlgara abrió para los chilenos. Los cupos restantes se llenaron con jóvenes comunistas que vivían en la ciudad cosaca de Saporoche, una retrasada urbe de la Unión Soviética.

José Joaquín Valenzuela Levi. Aunque tenía militancia comunista, vivió su infancia en Estados Unidos y en Santiago estudió en el exclusivo colegio Nido de Aguilas. Murió en junio de 1987, acribillado junto a otros seis rodriguistas, en un operativo de la CNI que simuló un enfrentamiento y que sería conocido como la Operación Albania.

Habían llegado ahí el 9 de septiembre de 1973, para capacitarse como tractoristas, pero quedaron completamente olvidados cuando vino el golpe. En su necesidad de postulantes para ir a Bulgaria, el PC volvió a recordarlos.

Cuando en 1981 los “búlgaros” egresaron, el ex senador comunista Orlando Millas les pidió que se integraran al dispositivo militar del PC en Cuba. “A los que íbamos, Millas se comprometió a facilitarnos los trámites de inmigración. A los que se quedaron les advirtió que no podrían salir de Bulgaria, para evitar filtraciones”, relata un ex oficial.

Sólo 13 de los 30 oficiales aceptaron, entre ellos Valenzuela Levi, quien al llegar a la isla se convirtió en instructor militar y adoptó el nombre de “Rodrigo”. A pesar de ser el más joven, era el líder indiscutido de los “búlgaros”.

Un ex compañero de armas lo describe como “el mejor oficial del grupo”. Por ello, no tardaron en surgir roces con los oficiales liderados por Sergio Galvarino Apablaza, “Salvador”, líder del grupo de jóvenes chilenos que se había instruido en Cuba y quien no estaba dispuesto a ceder su influencia. Algunos, incluso, veían a los “búlgaros” como extranjeros. “Una vez hubo un paseo y estaban todas las mujeres invitadas, menos nuestras esposas búlgaras”, recuerda un ex “búlgaro”.

Nicaragua y Chile

Valenzuela Levi y otros “búlgaros” partieron en 1983 a Nicaragua, como parte de los seis Batallones de Lucha Irregular (BLI) conformados por chilenos para combatir a la guerrilla “contra”. Asignado como instructor en el Frente Norte, se enamoró de una nicaragüense y rompió su matrimonio con una médico militar chilena. Cuando el partido le prohibió trasladar a su nueva esposa a La Habana, estuvo a punto de renunciar a su carrera. El PC tuvo que ceder.

Valenzuela Levi ingresó a Chile en 1984 y llegó a ser uno de los seis máximos jefes del FPMR. Por su preparación, el PC le asignó la misión más importante: atentar contra Augusto Pinochet en septiembre de 1986, en la llamada Operación Siglo XX.

Para la delicada tarea, adoptó el nombre de comandante “Ernesto”. Hasta hoy, ex compañeros de armas se preguntan cuál fue su responsabilidad en los errores que llevaron al fracaso de la misión.

En primer lugar, los lanzacohetes RPG-7 chino-soviéticos, con que se hizo todo el entrenamiento, se cambiaron a último momento por norteamericanos. El nuevo modelo era más moderno, pero requería mucha mantención y no era reutilizable. Un ex “búlgaro” añade: “El RPG-7 tiene un coeficiente de efectividad de 0.50, mientras que el del Law sólo llega a 0.25. El Law tiene una mira mecánica, muy inferior a la mira óptica del RPG-7. Eso lo aprendimos en Bulgaria y hasta hoy no entiendo el cambio”.

Los cubanos -que monitorearon la acción desde La Habana, como se verá en un capítulo siguiente- no perdonarían este y otros errores, como la falta de medidas para impedir la huida del “objetivo”, básico en cualquier emboscada. Fue tal la molestia cubana, que desde entonces enseñan en sus escuelas que la acción contra Pinochet es el mejor ejemplo de un atentado mal hecho.

Meses después del Cajón del Maipo, el PC decidió “intervenir” al FPMR, reemplazando a la mitad de sus “comandantes” por hombres de su confianza. Como el grupo de “Salvador” no aceptó, en junio de 1987 se produjó la escisión, en medio de forcejeos y amenazas de muerte que estuvieron a punto de culminar en balaceras.

Valenzuela Levi no alcanzaría a palpar el quiebre. La madrugada del 16 de junio de 1987, en un inmueble ubicado en Pedro Donoso 527, en Recoleta, murió acribillado junto a otros seis rodriguistas, en un operativo de la CNI que simuló un enfrentamiento y que sería conocido como la Operación Albania. Tenía 29 años. Otros cinco frentistas entrenados en La Habana murieron horas antes en Santiago.

Todos los “búlgaros” se mantuvieron leales al PC, como el núcleo más cerrado y secreto del FPMR. Sin embargo, la acelerada descomposición pronto terminó por alcanzarlos. En 1989, un informante en la CNI les hizo llegar una lista que tenía ese organismo con los nombres reales de más de cien frentistas, incluida un sospechosa nómina con la descripción en detalle, demasiado en detalle, de todos los “búlgaros”.

Esta pista y otros indicios más poderosos fueron suficientes para que ex “búlgaros” aseguren hasta hoy que una de las más importantes filtraciones del FPMR -pero no la mayor- surgió de sus filas. Así lo corrobora también un ex miembro de “La Oficina”, quien asegura que un “búlgaro” fue “determinante” en la desarticulación del FPMR, aunque no el único frentista que trabajó para ellos.

Considerado “el mejor oficial del grupo de los búlgaros”, Valenzuela Levi dirigió el fracasado atentado a Pinochet.

Cuando en 1981 los “búlgaros” egresaron, el ex senador comunista Orlando Millas les pidió que se integraran al dispositivo militar del PC en Cuba. Entre ellos estaba Valenzuela Levi.

Chilenos combatientes en Nicaragua en la década de los ’80.

Camaradas, a las armas

En 1979 en Alemania Oriental se organizó un sistema de adiestramiento paramilitar masivo para jóvenes hijos de exiliados chilenos. Muy luego, jóvenes de familias refugiadas en la RDA comenzaron a desaparecer. Bajo el mayor secretismo habían partido a Cuba para continuar con su entrenamiento militar.

A medida que expiraba la década del ’70, la formación política de cientos de chilenos en escuelas del bloque oriental se fue complementando aceleradamente con cursos de instrucción armada en esos mismos lugares. Gracias al apoyo de países como la Unión Soviética, la RDA y Bulgaria, el proceso arrastró al PC y a un amplio sector del PS, sin que los socialistas moderados pudieran contrarrestarlo.

En agosto de 1979, la administración Honecker suscribió un acuerdo con los partidos chilenos en el exilio, a fin de que la Sociedad para el Deporte y la Técnica de la RDA (Gesellschaft für sport und technik, GST) ofreciera un programa especial de gimnasia para militantes chilenos.

Dirigentes moderados como Enrique Correa sospechaban que la GST era la fachada de un organismo paramilitar, pues dependía del Ministerio de Defensa. Sin embargo, el PC y los socialistas de Clodomiro Almeyda -ya escindidos del ala controlada por Carlos Altamirano que se renovaría- negaban tal versión.

Dos bandos en pugna

La conmemoración de los nueve años del triunfo de Allende, en septiembre de 1979, fue la ocasión para sellar formalmente en Berlín el convenio con la Sociedad para el Deporte y la Técnica de la RDA. Al acto estaba invitado el entonces presidente del Comité Chileno Antifascista (Cchaf) y ex ministro de Justicia de Allende, Sergio Insunza (PC), además de los dirigentes Camilo Escalona (PS), Julieta Campusano (PC), Manuel Cantero (PC) y Rigo Quezada (PS).

En su calidad de jefe de la GST, un general del National Volks Armee, el Ejército de la RDA, avanzó hacia el podio cubierto de medallas y tomó la palabra. "No nos engañemos -recalcó-. Esta es una organización paramilitar y lo que vamos a hacer es formar a la juventud chilena para su batalla final contra el fascismo. ¡Todo lo demás es una máscara!". (1)

Para dirigentes como el mapucista Enrique Correa, formar paramilitares era dar argumentos a Pinochet. “Pero todo el anuncio fue tan formal que ya no se podía hacer nada”, recuerda otro ex dirigente del Mapu OC. El mismo Correa ya no vivía en Berlín, sino en Italia, y en su partido había voces que defendían una salida insurreccional para

Chile. Incluso, este sector “duro” recelaba cada vez más de los contactos de Correa con las socialdemocracias occidentales.

La división entre "duros" y "moderados" se hacía cada vez más marcada a partir de la división del PS en abril de 1979. A los pocos días de que el quiebre se hizo oficial, la RDA dio un claro espaldarazo a los socialistas de Clodomiro Almeyda, con la portada de un diario de Berlín en el que Almeyda apareció saludado por Erich Honecker. Entre los chilenos, la única colectividad que reconoció al sector escindido de Carlos Altamirano fue el Mapu OC, por lo que los almeydistas acuñaron el mote de "partido maricón".

Meses después, cuando la Unión Soviética invadió Afganistán, los dos sectores que convivían en la izquierda exiliada volvieron a hacerse evidentes.

1 ESerie de entrevistas con el ex dirigente izquierdista que vivió en Berlín Oriental, de nombre político Alberto. Santiago, agosto del 2000.

| Camaradas a las armas

El enigma de los jóvenes

Como contaba con sedes en cada ciudad importante de las provincias de la RDA, la preparación paramilitar básica que llevó a cabo la GST fue masiva, orientada especialmente a estudiantes de más de 14 años. Consistía en un régimen flexible especialmente diseñado para exiliados chilenos, quienes podían decidir el horario semanal en que concurrirían a los centros para adquirir nociones básicas en el manejo de armas ligeras.

Debido al hermetismo de las cúpulas, entre la militancia de base no existía certeza sobre hacia dónde apuntaba este proyecto. En los sectores del PC menos informados de lo que estaba ocurriendo, la posibilidad de una militarización en masa del partido era simplemente descabellada, pues llevaba implícita la premisa de derrotar a las Fuerzas Armadas chilenas por las armas. Una tesis que ni siquiera el MIR había tomado en serio, incluso en los años de apogeo de este grupo. “No se sabía para qué formar gente y la dirigencia trataba de explicarlo en forma elíptica. El

partido no tenía expertos en el tema militar como para ponernos a formar gente”, recuerda un comunista.

Ya en 1977, otro suceso había generado extrañeza entre los exiliados del PC sin cargos partidarios: de un día para otro, jóvenes de varias familias refugiadas en la RDA habían dejado de ser vistos y nadie entregaba una explicación sobre dónde se encontraban. Avecindados en ciudades como Dresden, Frankfurt o Zwickau, todos tenían entre 16 y 20 años, militaban en las Juventudes Comunistas y destacaban por sus posturas revolucionarias.

Entre ellos estaban un hijo del desaparecido dirigente del PC Víctor Díaz, del mismo nombre, y el hijo del escritor comunista Salvatore Coppola. Para este último, incluso, se celebró una fiesta de despedida a la que asistieron familias amigas. Nadie decía adónde iba ni a qué; sólo que se trataba de una misión confidencial encomendada por el PC.

En su calidad de jefe de la GST, un general del Ejército de la RDA avanzó hacia el podio cubierto de medallas y tomó la palabra. “No nos engañemos -recalcó-. Esta es una organización paramilitar y lo que vamos a hacer es formar a la juventud chilena para su batalla final contra el fascismo. ¡Todo lo demás es una máscara!”.

Un profesional comunista que vivió en la ciudad de Halle hasta 1980 recuerda que el único que le dio algunos indicios fue “un camarada medio borracho” que habló más de la cuenta. “Dijo que habían partido a Cuba para formarse como militares y que ahora estaban peleando en Nicaragua, con los sandinistas”, acota este hombre.

El mismo fenómeno se dio simultáneamente en otros países. En la Unión Soviética desapareció una decena de muchachos comunistas que estudiaban en la Universidad Patricio Lumumba. “Se trató de gente escogida. Algunos volvieron a los dos meses y retomaron sus estudios. Se decía que fueron calificados como no aptos en los lugares donde habían sido enviados”, comenta un ex dirigente que vivió en Moscú.

Pocos sabían que detrás del fenómeno estaba la decisión de los más altos dirigentes del PC: enviar a sus muchachos más destacados a Cuba, para formarse como militares de carrera, igual como lo estaban haciendo los estudiantes de Medicina que dejaron sus estudios en La Habana para enrolarse en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) de Fidel Castro. Como algunos jóvenes ya tenían una instrucción militar básica en escuelas de Moscú y Berlín, se convirtieron en los candidatos ideales para este programa.

Dos años después, la revista “Araucanía” -que desde Moscú dirigía Volodia Teitelboim- haría público en Europa que varios de estos “jóvenes combatientes chilenos” peleaban junto a la guerrilla sandinista en Nicaragua.(2) Para que esta información se conociera, sin embargo, aún faltaban otros elementos.

Universidad Patricio Lumumba, en la Unión Soviética: decenas de comunistas chilenos que estudiaban allí tambien desaparecieron sorpresivamente. Sólo las cúpulas sabían que habían ingresado a las FF.AA. de Cuba.

Algo grande en el horizonte

Con el mismo sigilo, la cúpula del PC sondeaba otros caminos para engrosar su incipiente poder armado. Un decreto del comité central del PC de la URSS -fechado el 6 de noviembre de 1980 y desclasificado en 1992- consigna la solicitud de Luis Corvalán para “organizar un curso de entrenamiento de 15 activistas en trabajos con explosivos y acciones diversas”. El documento añade: “El compañero Corvalán cree que el desarrollo de los acontecimientos en Chile demanda del partido la utilización de todos los métodos de lucha y el entrenamiento especial de cuadros”. La petición fue aceptada.(3)

Al mismo tiempo, la sintonía del PC con los socialistas de Almeyda, sobre la necesidad de endurecer los métodos para derrocar a Pinochet, se hacía más y más estrecha. En junio de 1977, la secretaría juvenil del PS estableció en Sofía, Bulgaria, que “la vía de desarrollo más probable de nuestra revolución es la armada”.

El 27 de enero de 1978 -de acuerdo con un documento oficial del PSUA de la RDA- el mismo Carlos Altamirano informó a Honecker que 600 cuadros de su colectividad “han podido acumular experiencias en entrenamiento militar o actividades clandestinas”. Ambos documentos fueron publicados por la revista Qué Pasa en 1998. (4)

Esta coincidencia PS-PC no pasaba inadvertida para los aparatos de seguridad occidentales. Según un archivo desclasificado recientemente por el Departamento de Estado norteamericano, la inteligencia de la RFA hizo ver a Washington, en enero de 1979, que “los líderes del PC chileno están activamente buscando la cooperación del Partido Socialista chileno para una oposición unificada”. En el mismo documento se asegura que Corvalán había advertido a Honecker de que el objetivo último era un nuevo “plan de acción antifascista”. (5)

Eran indicios fragmentarios, pero unívocos. Reunidos en conjunto, adelantaban que algo grande estaba a punto de echarse a andar al interior del PC y la izquierda más radical: Chile tenía que seguir el ejemplo de los sandinistas en Nicaragua. El anuncio formal de este giro estratégico ya tenía fecha, una cargada de simbolismos. El propio Luis Corvalán la daría a conocer al mundo la víspera del 4 de septiembre de 1980, al cumplirse 10 años de la llegada al poder de Salvador Allende.

2 Entrevista con el ex militante comunista Alfonso González Dagnino. Santiago, agosto del 2000. 3 "Los papeles de Moscú". Revista Qué Pasa, junio de 1995. 4 “Los documentos secretos de Honecker sobre Chile”. Revista Qué Pasa, mayo de 1998. 5 Oficina de Inteligencia del Departamento de Estado. “El Partido Comunista chileno opta por la revolución”. Washington, 23 de junio de

1981.

De un día para otro, varios hijos de exiliados avecindados en ciudades como Dresden, Frankfurt o Zwickau (en las fotos, de arriba a abajo) dejaron de ser vistos en la comunidad de los chilenos. Todos tenían entre 16 y 20 años, militaban en las Juventudes Comunistas y destacaban por sus posturas revolucionarias. Entre ellos estaban un hijo del desaparecido dirigente del PC Víctor Díaz, del mismo nombre, y el hijo del escritor comunista Salvatore Coppola. Sergio Insunza, Manuel Cantero y Julieta Campusano (fotos abajo) fueron algunos de los dirigentes comunistas presentes en la ceremonia donde se selló el acuerdo para adiestrar paramilitarmente a los jóvenes chilenos exiliados en todas las grandes ciudades de la RDA.

Los padres intelectuales del Frente Patriótico Manuel Rodríguez

La “orquesta roja de Berlín Oriental”

A partir de agosto de 1979, un grupo secreto de militantes del PC comenzó a trabajar en una casa del barrio de Pankow, en Berlín Oriental. Allí nacería la teoría de la vía insurreccional que el partido tomó en 1980.

"La rebelión popular contra la tiranía de Pinochet es legítima". El 4 de septiembre de 1980, el dirigente comunista Luis Corvalán anunció con esta frase que, desde ese momento, el PC pasaba a justificar la “violencia

aguda” para derrocar al régimen militar. El discurso, pronunciado en Suecia y transmitido por Radio Moscú, marcó el inicio formal de la “perspectiva insurreccional” o Política de Rebelión Popular de Masas (PRPM) que daría nacimiento al Frente Patriótico Manuel Rodríguez.

A fin de crear un frente amplio que se opusiera a la dictadura, la cúpula del PC instaba desde 1974 a acercarse a la Democracia Cristiana chilena. Toda esta estrategia se vino abajo con el discurso de Corvalán, que indignó a los democratacristianos en Santiago y ahondó la brecha que se había dibujado con la división del PS: quedaba claro que existían dos oposiciones al régimen, una “blanda” y otra “dura”.

La intervención radial de Corvalán no sólo causó impacto en Chile: en el exterior alertó a las agencias de inteligencia occidentales. Por fin se explicaban los viajes furtivos a Cuba, la presencia chilena en Nicaragua y la formación de cientos de cuadros en el Este, detectados por la CIA en años anteriores.

Después del “fracaso” del “círculo de Leipzig”, donde un grupo de intelectuales del PC investigó las causas del fracaso de la UP, fue ese círculo el que dio a luz la Política de Rebelión Popular de Masas, base teórica del FPMR.

Aunque su líder máximo y toda la cúpula encabezan el realineamiento, lo cierto es que la situación interna en el PC distaba de ser monolítica. El debate sobre la nueva estrategia había sido tan secreto e influenciado que, a mediados de 1979, la colectividad aparecía por primera vez fraccionada.

En la cúpula estaba la vieja guardia encabezada por Corvalán, Orlando Millas y Volodia Teitelboim, que había asumido el viraje sin reflexión, como una forma de borrar sus culpas de 1973. En las Juventudes Comunistas en el exilio existía otro sector, que se había mantenido al margen y que ya “coqueteaba” con el euro comunismo. Sus líderes eran Alejandro Rojas y Ernesto Otonne, actual asesor del Presidente Ricardo Lagos.

Por último, un núcleo muy compacto acababa de irrumpir con fuerza. Sus miembros eran los únicos que se estaban jugando a fondo por la Política de Rebelión Popular de Masas (PRPM). Los pocos que sabían de su existencia los llamaban el “círculo de Berlín”, que terminaría por establecer una alianza con la dirigente Gladys Marín para imponer sus planteamientos.

"Algo va a pasar"

En 1976, un pequeño grupo de intelectuales del PC se instaló en la ciudad de Leipzig. Lo integraban José Rodríguez Elizondo, Claudio Iturra, el escritor Carlos Cerda y Carlos Maldonado, entre otros. A fin de no someterlos a la “proletarización” en las fábricas alemanas -como al resto de la militancia- el partido les había encomendado una misión confidencial: realizar una investigación sobre la fracasada vía chilena al socialismo en la Universidad Karl Marx y extraer lecciones para el futuro.

Bautizados como el “círculo de Leipzig”, esta especie de instituto político o think tank comunista acometió su labor por un par de años, sin que nunca surgieran resultados. Orlando Millas -uno de los pocos que les prestó cierta atención- reconoce en sus memorias que alcanzaron a redactar “textos incipientes” y que algunos, como Carlos Cerda, dedicaron el tiempo y los recursos empeñados no a investigar, sino a obras dramáticas (1). Incluso, Rodríguez Elizondo afirma que el desinterés del PC era tal que “nunca, jamás, ningún dirigente leyó una sola hoja de lo que habíamos escrito, salvo Millas”. (2)

A mediados de 1979, el “círculo de Leipzig” estaba casi completamente desgranado. Sin embargo, otro equipo, mucho más secreto, había eclipsado su trabajo en Berlín Oriental. Se trataba de gente muy joven y desconocida. A diferencia de sus pares de Leipzig, no eran académicos ni intelectuales, sino cuadros políticos.

Entre sus miembros -no más de seis, todos menores de 30 años- estaba el sociólogo de nombre político “Ernesto Contreras”. Como la mayoría había conocido la clandestinidad en Santiago y luego fueron testigo del primer enrolamiento chileno en los institutos armados cubanos, en 1975, captaron primero que nadie el dilema: si la colectividad no desarrollaba un marco conceptual coherente con su apuesta armada, entraría en un punto de quiebre.

Como salida, postulaban un proyecto insurreccional que superara la vieja política de masas del PC. Viajando por Europa Oriental e incluso al interior de Chile, sus ideas generaban impacto en los lugares donde las exponían, siempre recurriendo a casos históricos concretos, como la sublevación nicaragüense o la misma revolución cubana. Además, algunos de ellos habían formado parte del comité asesor más estrecho y confidencial de Salvador Allende, aquel que el desaparecido Mandatario bautizó como “mi GAP intelectual”.

Terminaron llamando la atención del propio Luis Corvalán. “Piensen... piensen aunque incluso discrepen de nosotros”, les había ordenado, sin saber todavía para qué. Más tarde, el viejo líder comunista le comentaría a Volodia Teitelboim, segundo hombre en la línea de mando: “No estoy de acuerdo con ellos, pero son jóvenes, irreverentes y piensan... Algo va a pasar con ellos”. (3)

1 Millas, Orlando. Memorias. Volumen IV, Una Disgresión. Santiago, Ediciones ChileAmérica Cesoc, 1996. Millas, 604 págs.

2 Entrevista con el escritor y ex militante comunista José Rodríguez Elizondo, quien estuvo exiliado en la RDA. Santiago, julio del 2000

3 Serie de entrevistas con el ex dirigente comunista de nombre político Ernesto Contreras. Santiago, septiembre del 2000 hasta enero del 2001.

La orden del secretario general del PC, Luis Corvalán, a los hombres del “círculo de Berlín” fue clara: “Piensen... piensen, aunque incluso discrepen de nosotros”. Más tarde, el viejo líder comunista le comentaría a Volodia Teitelboim, segundo hombre del PC: “No estoy de acuerdo con ellos, pero son jóvenes, irreverentes y piensan... Algo va a pasar con ellos”.

La salida insurreccional

Con la venia de Corvalán, a partir de agosto de 1979 el grupo comenzó a trabajar en una casa del PC ubicada en el residencial barrio de Pankow, en Berlín Oriental. Sus miembros no convivían con otros chilenos, tenían una existencia clandestina y gozaban de resguardo policial. Estaban bajo la autoridad del dirigente Américo Zorrilla y el encargado del PC en la RDA, el periodista Rodrigo Rojas, aunque sólo formalmente, pues mantenían un puente directo con la cúpula del PC en el exterior y con la dirección interna en Chile.

La conclusión del equipo fue que sería imposible sacar a Pinochet por la vía de una derrota militar. A su juicio, la apuesta tenía que discurrir por una derrota política y moral que inmovilizara operacionalmente a las Fuerzas Armadas antes de que pudieran luchar. Así lo explica “Ernesto Contreras”:

“Nuestra tesis era que la instalación de una solución insurreccional dependía del juego entre dos crisis: la crisis política al interior del gobierno y la crisis política en las Fuerzas Armadas. Esto último implicaba algo muy similar a lo acontecido en la revolución bolchevique, donde la caída del zarismo fue un desplome moral de sus fuerzas. Esta experiencia se renovó por lo acontecido con la caída del Sha de Irán, en 1979, donde gran parte de los iraníes estaba en la calle y las fuerzas represoras del régimen simplemente se desplomaron”. (4)

Se trataba, entonces, de apostar por un alzamiento masivo que impidiera que el grueso de las Fuerzas Armadas chilenas se animara a un derramamiento de sangre. Como se estimaba que algunos sectores del Ejército resistirían y que las masas podrían apoderarse de símbolos físicos del poder -tales como canales de TV y cuarteles- el “círculo de Berlín” validaba la existencia de un dispositivo militar para el PC, aunque limitado. Sus miembros aclaraban que este aparato armado tenía que ser sólo un complemento, no el factor central de la lucha, que siempre debía estar dirigida por la dirección del partido. Tal aparato armado sería, al menos teóricamente, el FPMR.

“Nunca, jamás, ningún escrito del “círculo de Berlín” habló de derrotar operacionalmente a las Fuerzas Armadas”, dice Contreras. “Eso ni siquiera ocurrió en Cuba, donde el ejército de Batista se desplomó moralmente luego de derrotas que fueron más simbólicas que militares. En el fondo, nuestra propuesta era una modernización de la huelga general indefinida que planteaba la vieja guardia comunista. Nunca nos planteamos la creación de un dispositivo que desafiara militarmente a las Fuerzas Armadas, como lo hizo el Frente Patriótico Manuel Rodríguez”.

¿Por qué los hechos posteriores derivaron en algo completamente distinto? A juicio de Contreras, la vieja dirección comunista que encabezaba Corvalán nunca comprendió el análisis teórico que el equipo de Berlín puso a su disposición. “Para ellos, la tesis de todas las formas de lucha fue más bien una locura senil. En 1974, ellos aceptaron la propuesta cubana de crear un grupo armado por remordimientos, no por convicción. Nunca asumieron que la formación de militares instalaba germinalmente una concepción distinta de la política y del propio partido”.

A la larga, el “círculo de Berlín” fue el padre intelectual del FPMR y de su implementación práctica: varios de sus miembros comenzaron a viajar clandestinamente a Chile luego de que Corvalán anunciara en septiembre de 1980 que “la rebelión popular contra la tiranía de Pinochet es legítima”. Sus propios miembros reconocen esta paternidad, pese a que nunca tuvieron en mente dar a luz a un grupo armado que, gracias al influjo cubano, terminaría desafiando la autoridad del partido y escapándose de todo control político.

4 Ibid... Serie de entrevistas con el ex dirigente comunista de nombre político Ernesto Contreras.

La tesis que inspiró a los intelectuales era que la instalación de una solución insurreccional dependía del juego entre dos crisis: la crisis política al interior del gobierno y la crisis política en las Fuerzas Armadas. Algo muy similar a lo acontecido en la revolución bolchevique y la caída del Sha de Irán.

Jorge Gillies, ex dirigente Mapu OC y la formación de jóvenes chilenos en la RDA:

“Obviamente, las familias no sabían dónde estaban sus hijos”

A cargo de los jóvenes chilenos que llegaban a Alemania Oriental para ingresar a las escuelas de cuadros, el ex dirigente Mapu OC relata cómo salían clandestinamente de Chile y se integraban a centros de instrucción “donde había un auge de los movimientos revolucionarios armados”.

Por J. Ortega

Como dirigente del Mapu Obrero Campesino estuvo cinco años a cargo de los jóvenes que llegaban a Alemania Oriental y que ingresaban a las escuelas de cuadros abiertas para los chilenos en ese desaparecido país socialista. Además de preocuparse de sus notas, tenía que dirigir las cartas a sus familias en Chile, aunque siempre manteniendo el secreto sobre el lugar donde estaban sus hijos: para no despertar sospechas de los organismos de Pinochet, las cartas eran remitidas desde países europeos occidentales, donde se suponía que los muchachos cursaban una beca universitaria.

Hoy, a los 47 años y con militancia en el PPD, este economista y periodista calcula que fueron “varios centenares” los chilenos que pasaron por los centros de instrucción marxista-leninista en Alemania del Este, a los que en varias ocasiones seguían cursos de entrenamiento militar en Cuba o en la propia RDA. El caso de José Joaquín Valenzuela Levi, el comandante “Ernesto” del FPMR -quien dirigió el atentado a Pinochet- es el más famoso: antes de ser asesinado por la CNI en Chile, Valenzuela se formó en la escuela alemana oriental de Wilhelm Pieck, se hizo oficial en Bulgaria y luego combatió en Nicaragua.

Jorge Gillies no recuerda haber visto a Valenzuela Levi durante sus constantes visitas a Wilhelm Pieck, ya que la delegación chilena era una de las más numerosas en esa escuela de cuadros, ubicada al noreste de Berlín Oriental. Sin embargo, aclara que la trayectoria seguida por este combatiente es una excepción, ya que la gran mayoría de los jóvenes que pasaban por ese centro y que llegaron a estar a su cargo siguieron caminos diversos. “Destacados parlamentarios, empresarios y ejecutivos actuales pasaron por ahí. Pero que cada cual decida si quiere contar esa experiencia, porque yo no voy a dar nombres”, recalca.

"Señal de prestigio"

- ¿De qué forma se inició la formación de cuadros chilenos en la RDA? - Se inició, tengo entendido, en 1974, muy luego del golpe militar y de que llegaran los primeros chilenos exiliados a la RDA. Fue por un ofrecimiento alemán que acogieron primero los comunistas y los socialistas. En 1975 se extendió la formación al Mapu OC.

“A Wilhelm Pieck llegaban combatientes de Nicaragua, El Salvador, Vietnam y Palestina. La mayoría de las organizaciones políticas estaban combatiendo. Y eso influyó entre algunos chilenos hasta el punto de radicalizarlos”.

- ¿Cuántas escuelas se abrieron para los chilenos en Alemania Oriental? - Fueron dos. La del Partido Socialista Unificado Alemán estaba ubicada en Kleinmachnow, cerca de Berlín. La otra era la escuela de Wilhelm Pieck, para los cuadros jóvenes, y que yo llegué a conocer muy bien. Eran cursos políticos de nueve o 10 meses, en que se hacía un estudio sobre teoría marxista-leninista y su aplicación a la realidad concreta de Chile. Pero entre las dos escuelas había una diferencia. La de Kleinmachnow era la escuela del partido único alemán, que abrió un curso especial para los chilenos, mientras que la otra era una escuela internacional para estudiantes del tercer mundo, entre los que los chilenos eran una delegación más.

- ¿Había unanimidad en la izquierda sobre la conveniencia de que sus cuadros jóvenes se formaran en la RDA? - Sí. Había un gran interés de los partidos chilenos. En el Mapu OC dirigentes como Enrique Correa y Jaime Gazmuri estuvieron de acuerdo y la trasformaron en una política de partido. Incluso, la oferta se fue ampliando al Partido Radical. Para los alemanes, era necesario hacer llegar esta formación a un conjunto amplio de gente y la ofrecieron a todos los partidos amigos: comunistas, socialistas, mapucistas y radicales. Formar parte de esto era señal de prestigio para los chilenos, aunque al poco andar se dieron cuenta que la formación era demasiado alejada de los problemas reales de Chile. Los textos eran muy ásperos, traducciones del alemán de temas como leninismo, materialismo dialéctico y otros. No sé cuál fue la ganancia de esta experiencia.

- ¿Cuál era la lógica de que jóvenes chilenos se formaran con una visión ajena a la de su partido y su país? - Es que en ese tiempo el marxismo-leninismo todavía era una teoría que se declaraba vigente. Muchos dirigentes chilenos se declaraban marxistas-leninistas. Entonces, ser formados en escuelas de países socialistas aparecía como una ganancia política.

-¿No había una compunción por convertirse en verdaderos revolucionarios luego del fracaso de la UP? - Sí, también tenía que ver con eso. Aunque en el Mapu OC nosotros lo tomamos como una alternativa interesante y no teníamos ese complejo, en otros partidos efectivamente existía ese sentimiento.

Salir clandestinos

- ¿Cómo salían estos jóvenes de Chile? - Por lo general se embarcaban primero a otros países de Europa, como Italia, Holanda o Francia, donde se suponía que iban a estudiar como becados. Pero cuando llegaban a su destino eran contactados por gente del partido que hacía, los trámites para trasladarlos a la RDA. El viaje implicaba mínimo tres países y el itinerario iba variando de grupo en grupo. Todo se hacía en condiciones de clandestinidad, porque no usaban sus nombres verdaderos, sino chapas. Por lo menos en el caso del Mapu OC, la seguridad fue siempre muy buena.

- ¿Sus familias no podían saber que estaban en la RDA? - Obviamente, por razones de seguridad, las familias no sabían dónde estaban sus hijos.

- ¿Qué tan fuerte era el choque entre estos jóvenes y la realidad de un país socialista? - Lo que pasa es que se trataba de gente de entre 20 y 24 años, muchos nunca habían salido de Chile y tenían que contactarse con sus familias simulando estar en otra parte. Como había que mantener la leyenda, nosotros teníamos que ocuparnos de que a las familias les llegaran las cartas desde otro país. Además, uno de los mayores problemas se producía en la misma escuela: como había jóvenes de ambos sexos, los romances eran muy comunes. Cuando los cursos se terminaban, las parejas tenían que separarse.

A algunos de nuestros cuadros había que llevarlos a empujones al aeropuerto, entre llantos y pataletas.

- ¿Qué tan extendido fue el caso de jóvenes que se formaron en Wilhelm Pieck y que terminaron como oficiales del FPMR? - Es probable que otros partidos hayan concebido estas escuelas como un paso para una formación militar superior, pero nunca el Mapu OC lo concibió así. Lo que sí es cierto es que en esas escuelas había un auge de los movimientos revolucionarios armados. A Wilhelm Pieck llegaban combatientes de Nicaragua, El Salvador, Vietnam y Palestina. La mayoría de las organizaciones políticas estaban combatiendo. Y eso influyó entre algunos chilenos hasta el punto de radicalizarlos.

“Destacados parlamentarios, empresarios y ejecutivos actuales pasaron por ahí. Pero que cada cual decida si quiere contar esa experiencia, porque yo no voy a dar nombres”.

- ¿El caso chileno era discutido en estas escuelas? - Sí, era muy discutido, entre los chilenos y el resto de las delegaciones. Las preguntas eran acerca del fracaso de la UP, la viabilidad de la revolución democrática, si había sido justo el camino allendista que excluía la senda armada. Eran miles las preguntas que todos discutían sobre Chile. Como centro de la discusión, los chilenos eran, de hecho, la delegación más grande de América Latina.

- ¿Influyó esta radicalización en el triunfo de las tesis insurreccionales en la izquierda chilena? - Aunque no en el caso del Mapu OC, otros partidos chilenos se vieron muy influidos por el ambiente de Wilheim Pieck. Pero no se trataba de una conexión automática. En Wilheim Pieck había un ambiente propenso a la radicalización, por el contacto con organizaciones políticas que estaban en plena lucha, pero los alemanes eran bastante respetuosos y no intervenían en el debate. Ellos planteaban una política de amplitud, similar a la que hasta 1979 defendió el PC con su Frente Antifascista. Es después cuando se imponen las tesis de la lucha armada que dieron nacimiento al FPMR.

- ¿Hubo formación militar en la RDA? - Formación propiamente militar no hubo en las escuelas de cuadro como Wilheim Pieck, donde había cursos de tiro, pero eso no tiene nada que ver con formación armada. Se dice que en centros como Kleinmachnow había formación militar, pero no me consta. Lo que hubo en la RDA y que me consta fue incorporar en 1980 ó 1981 a los jóvenes exiliados a cursos paramilitares impulsados por una entidad de gobierno. En el fondo era incorporar a los chilenos a lo que hacían todos sus estudiantes alemanes orientales.

"Sacar a Ampuero de Cuba fue un acto humanitario" En julio de 1978, en su calidad de encargado de la juventud del Mapu OC, Jorge Gillies viajó a Cuba para participar en el Festival Internacional de la Juventud, organizado por Fidel Castro. En la isla, Gillies se reencontró con un amigo al que no veía durante años, cuando ambos estudiaban en el Colegio Alemán de Valparaíso y eran activos militantes de izquierda. Su amigo era el escritor Roberto Ampuero, quien en esos momentos vivía una crítica situación en Cuba.

Cuando se encontraron, Ampuero le contó a Gillies que se había separado de su esposa y que su ex suegro, el influyente embajador cubano Fernando Flórez Ibarra, lo había amenazado de muerte con una pistola. Años después, Ampuero narraría el episodio en su novela Nuestros Años Verde Olivo, donde cuenta sus años en Cuba, así como la ayuda que le prestó un amigo llamado Alberto Arancibia para sacarlo de la isla. “Yo fui ese personaje, pues jugué un papel muy similar al de la novela para lograr la salida de Ampuero. De hecho, Alberto es mi segundo nombre y Arancibia mi segundo apellido”, reconoce Jorge

Gillies.

El 5 de mayo pasado, el ahora ex embajador Flórez Ibarra concedió una extensa entrevista a La Tercera, en la que acusó a Ampuero de revelar asuntos privados en su novela. Entre otras cosas, el ex diplomático sostuvo que su salida de la isla no fue en nada traumática, muy distinta de la versión de la novela.

Como testigo directo de los hechos, Gillies confirma que la situación de Ampuero en la isla era “muy crítica” e, incluso, sostiene que el grado de conflicto entre ex suegro y ex yerno había llegado “a extremos”, al punto que Flórez Ibarra llegó a amenazar a Ampuero con una pistola.

- ¿Cómo era la relación entre Ampuero y su suegro? -No me gustaría tocar problemas íntimos. Ahí había un conflicto de Ampuero con su ex suegro, pero era un asunto muy delicado, que preferiría no tocar. Sí sé que cuando lo vi su situación en Cuba era muy conflictiva. Es que más allá del conflicto personal, había un conflicto político en toda esa situación. Bueno, Ampuero estaba renunciado a las Juventudes Comunistas y tenía problemas laborales cuando yo lo encontré en Cuba. Incluso, no tenía techo donde vivir. Yo sabía que su ex suegro era un dirigente cubano importante y que tenía ese apodo (“Charco de Sangre”). Ampuero me contó que tenía serios problemas con él, que el grado de conflicto había llegado a extremos.

- ¿A extremos como el episodio de la novela en que el embajador apuntó su pistola a la cabeza de su ex yerno? - Lo que me contó Ampuero en 1978 es que su suegro puso la pistola arriba de la mesa cuando estaban discutiendo, no que le apuntó. Lo demás que me dijo coincide con el libro: su ex suegro le dijo que si lo mataba nadie se iba a enterar en Cuba.

- ¿Qué hizo usted, entonces? - Como amigo me di cuenta que Ampuero estaba en una situación muy conflictiva, que tenía mucho miedo por su vida. De hecho, conversamos paseando por el Malecón de La Habana, por los micrófonos. Y se me ocurrió que yo podía hablar con la gente del Mapu OC para que él se integrara a nuestra Juventud en Cuba y así pudiera salir a una escuela de cuadros en la RDA. Un año después, logramos con Enrique Correa que saliera de Cuba. Fue un acto humanitario y hasta hoy no me arrepiento.

"Yo fui el personaje Alberto Arancibia de la novela Nuestros Años Verde Olivo, de Roberto Ampuero, relata Jorge Gillies. “Jugué un papel muy similar al de la novela para lograr la salida de Ampuero de Cuba".

CAPITULO 5 La apuesta de Fidel Castro por Gladis Marín Fidel apuesta por Gladys Marín

En una residencia de La Habana facilitada por Fidel Castro en junio de 1983, se dio la luz verde para que los chilenos formados en Cuba ingresaran a Chile a crear el FPMR. Una alianza entre Gladys Marín y el gobierno cubano permitió el inicio de la lucha.

Por Javier Ortega

El miércoles 11 de mayo de 1983 se inició como un día cualquiera en Santiago de Chile. Algunos incidentes enturbiaron la mañana, pero en la tarde los santiaguinos se retiraron a sus casas y todo parecía normal. A las ocho de la noche, sin embargo, estalló un ensordecedor caceroleo en las principales ciudades del país y cientos de barricadas interrumpieron el tránsito en las poblaciones. Así partió la primera protesta nacional contra Augusto Pinochet, que dejó dos muertos, 29 heridos y 652 detenidos.

Otras tres jornadas de movilización estremecieron al país entre mayo y agosto de ese año. La última, la más violenta, dejó un saldo de 26 muertos y más de un millar de detenidos (1). Sin que la oposición lo hubiera previsto, el régimen militar estaba por primera vez a la defensiva.

Hasta el PC se vio sobrepasado por los acontecimientos. Aunque pronto sus dirigentes concluyeron en que había que reaccionar con rapidez, uno de ellos aprovecharía mejor que nadie el nuevo escenario para imponer su liderazgo: Gladys Marín, la impetuosa ex secretaria general de la juventud del partido. Ella saldría triunfante del cónclave del PC en Cuba, donde se debatió la modo de llevar a la práctica “todas las formas de lucha” en un escenario de protestas. Para ello, contaría con un poderoso aliado: Fidel Castro.

Un liderazgo incipiente

Esposa del dirigente comunista Jorge Muñoz -detenido y hecho desaparecer por la Dina en mayo de 1976-, Gladys Marín había regresado secretamente a Chile de Europa en 1978, tras lo cual se abocó a recomponer la estructura clandestina del PC. Gracias a su cercanía con la cúpula en Moscú, era una de las pocas personas que conocía el plan de Fidel Castro para formar a jóvenes comunistas en las Fuerzas Armadas cubanas, según consigna Orlando Millas en sus memorias (2).

Según el ex dirigente comunista de nombre político “Ernesto Contreras”, su retorno a Chile fue una apuesta que evidenció su agudo olfato político. “Venía con la misión personal de darle peso a la dirección en Chile, porque hasta ese momento todas las ‘decisiones’ las tomaba la dirección en Moscú”, afirma este entrevistado (3).

Cuando en septiembre de 1980 Luis Corvalán validó “las más diversas formas de lucha” para derrocar a Pinochet, quedó claro que el traslado había sido correcto: de ahora en adelante la acción se trasladaría desde el extranjero al corazón del país, donde la dirigenta tenía alineado al PC bajo su incipiente liderazgo.

La segunda apuesta que cimentó el liderazgo de Gladys Marín fue su acercamiento a los postulados del Círculo de Berlín, el equipo de trabajo secreto del PC que diseñó en Alemania Oriental los lineamientos de la Política de Rebelión Popular, a fines de los ’70. En contraste con los titubeos de la vieja dirigencia, ella asumió la nueva política con convicción. “Necesitaba una plataforma propia para diferenciarse de la dirección en Moscú. Como no la tenía, hizo suyas las ideas que estaban ganando fuerza en el partido”, sostiene un ex dirigente.

Pugna en La Habana

Un tercer elemento se sumó para que la emergente figura quedara como la mejor posicionada en la silenciosa pugna que se había instalado en el PC, en torno a cómo abordar la vía armada. Si Gladys Marín ya tenía la estructura clandestina a su alero y una bandera de lucha, lo que le faltaba era un aliado poderoso. Y ese aliado vino a ser Fidel Castro.

En junio de 1983, a un mes de la primera protesta nacional, el PC celebró un inédito cónclave en Cuba, a fin de discutir la postura que se adoptaría frente a la creciente efervescencia en Chile. Bajo el nombre de Concentrado de La Habana, y en una residencia facilitada por el gobierno cubano, tres grupos internos se vieron las caras: los oficiales formados en la isla, representados por Sergio Galvarino Apablaza, el comandante “Salvador”; la dirección del partido en Moscú, representada por Volodia Teiltelboim, y la cúpula clandestina de Gladys Marín, que envió como vocero al ex miembro del Círculo de Berlín, “Ernesto Contreras”.

Los oficiales del PC habían costeado de sus bolsillos varios impresos que repartieron a los presentes. Se trataba de cuadernillos con las conclusiones de su experiencia en Nicaragua que, a su juicio, ayudarían en el combate en Chile. Se acentuaban los aspectos militares, como contar con buenas líneas de abastecimiento. Al intervenir en el plenario, el propio comandante “Salvador” hizo hincapié en esas materias.

Ni las palabras de “Salvador” ni los textos fueron bien recibidos por los concurrentes, que buscaban algo más que una mera organización militar para capitalizar las protestas. “La visión de los oficiales era casi escolar. Lo que ahí estábamos discutiendo no era cómo hacer una emboscada, sino la implementación de la Política de Rebelión Popular”, recuerda Contreras.

El segundo en hablar fue el ex senador Jorge Montes, miembro del comité central del PC, a nombre de la cúpula de Moscú. Montes defendió la Política de Rebelión Popular, pero también llamó a los oficiales a “evitar el ultrismo” y las “aventuras militaristas”. Sus palabras fueron interpretadas como el temor de la vieja guardia sobre un tema que no dominaban ni habían asimilado.

Al final intervino el enviado de Gladys Marín. Contreras aclaró que lo que estaba por ponerse en práctica era “el giro estratégico más importante” en la historia del PC, donde el factor militar era sólo “un componente más de la lucha”. Esta tesis, la política militar como parte de un marco amplio y que abarcaba a todo el partido, era el camino que debía seguirse. Mencionó también la idea de atribuir todas las acciones de sabotaje del PC a un supuesto Comando Manuel Rodríguez, nombre que serviría como logo para la nueva política.

Hasta los jóvenes militares aplaudieron la exposición. El sector de Gladys Marín parecía ser el único con un plan coherente para aprovechar la creciente movilización en Chile. El más sorprendido era “Salvador”. Apenas el dirigente terminó su alocución, otro oficial se le acercó y le dijo bromeando: “Compay, le salió gente al camino”. “Compay” era el apodo de “Salvador” en La Habana.

Revista Qué Pasa, Edición Aniversario, 25 Años. Millas, Orlando. Memorias, Volumen IV, Una Disgresión. Serie de entrevistas con el ex dirigente comunista de nombre político “Ernesto Contreras”. Santiago, septiembre de 2000 hasta enero de 2001. Una garantía para los cubanos

Para los representantes de la vieja dirigencia, el éxito de las posturas de Gladys Marín implicaba un traspié para su supremacía. El ex senador Jorge Montes estaba incluso molesto, lo que demostró en una reunión-almuerzo realizada para evaluar los resultados del concentrado.

Además de Montes, en la mesa estaban los dirigentes Volodia Teitelboim, Aníbal Maur y “Ernesto Contreras”. En un momento, este último comentó el “exasperante” pro-sovietismo de los alemanes orientales, distinto del orgullo revolucionario y nacionalista de los cubanos. Montes se puso de pie y gritó que no podía seguir sentado junto a “una persona que criticaba así a la RDA, una nación que solidarizaba con los revolucionarios chilenos”. Hubo silencio. Con mucho tacto, Teitelboim le pidió a Contreras que respondiera, deslizándole una servilleta en la que escribió: “Por favor, cuide el tono”. Contreras respondió: “El compañero Montes está enfermo”.

Además de hacer patente la tensión que reinaba en la colectividad, la molesta retirada del aludido fue todo un símbolo de pérdida de influencia que estaba sufriendo la vieja guardia.

La postura asumida por “Salvador” aparecía como dubitativa. El líder del aparato militar todavía no se decidía a respaldar abiertamente la tesis del “interior”, consciente de que el triunfo de Gladys Marín desplazaría el centro de gravedad desde La Habana a Santiago y le haría perder influencia. Tal indecisión terminó por molestar a un dirigente venido de Chile, quien lo obligó a sumarse a Gladys Marín con una frase muy chilena: “Juégatela, pos huevón, erís el que falta”.

Pero finalmente sería Fidel Castro quien terminó por zanjar el debate. Informado por sus hombres del curso del debate del PC chileno, el comandante en jefe había calificado la política propuesta por Gladys Marín como “una creación extraordinariamente imaginativa”, aunque esperó el momento preciso para intervenir.

Fue entonces, en los últimos días de la visita de los chilenos, cuando Manuel “Barbarroja” Piñeiro y sus hombres del Departamento América tomaron sigiloso contacto con el enviado de Marín. Luego de pedirle mantener la conversación en estricta reserva, “Barbarroja” le hizo saber al dirigente chileno que Fidel estaba dispuesto a dar de baja a los más aguerridos oficiales chilenos y a facilitar su ingreso clandestino, para iniciar la ofensiva final contra Pinochet. Sin embargo, “Barbarroja” explicó que el gran temor de Castro era que la dirección del PC en Moscú no diera su apoyo a tal decisión. “Por eso necesitamos saber cuál es el grado de compromiso de la dirección en Chile”, aseveró.

Luego de ser condecorados por los servicios prestados a la isla como militares, el grupo de chilenos fue dado de baja y cada uno suscribió un documento consignando que, desde ese momento, ya no eran soldados a las órdenes de Castro.

Contreras dio el compromiso total de Gladys Marín, cuyo liderazgo interno era el aval de que toda la estructura clandestina del PC apoyaría la jugada. Ante esto, Piñeiro: “Era la garantía que necesitábamos” (4).

| Fidel apuesta por Gladys Marín

Gladys Marín hizo tres apuestas certeras. La principal, que definitivamente cimentó su poder, fue ganarse el apoyo de Fidel Castro.

Otra fue volver al país previendo que la acción política se desarrollaría aquí y no en Europa. Y la tercera, acercarse a los postulados del Círculo de Berlín, el equipo de trabajo secreto del PC que diseñó en Alemania Oriental los lineamientos de la Política de Rebelión Popular, a fines de los ‘70.

El acuerdo para el ingreso de los primeros soldados de Fidel a Chile quedó sellado con estas palabras.

La ceremonia de despedida

Días después, las autoridades de La Habana invitaron a varios de los concurrentes al “concentrado” del PC a una ceremonia, en la que estuvieron presentes “Barbarroja” Piñeiro y otras figuras. Frente a ellos se ubicaron en posición marcial los oficiales elegidos para partir a Chile.

El grupo lo encabezaba el oficial Raúl Pellegrín, quien más tarde adoptaría el nombre de “José Miguel”. Luego de ser condecorados por los servicios prestados a la isla como militares, el grupo fue dado de baja y cada uno suscribió un documento consignando que, desde ese momento, ya no eran soldados a las órdenes de Castro. Con esto, la contienda que estaba a punto de comenzar en Chile pasaba a ser su responsabilidad.

Los miembros de esta vanguardia serían los primeros “comandantes” del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, ad portas de nacer. Si Sergio Galvarino Apablaza, el comandante “Salvador” y líder natural del destacamento permaneció en Cuba un tiempo más, fue tal vez porque conocía demasiado bien los vínculos de La Habana con el FPMR como para arriesgar una detención.

En Santiago, Gladys Marín recibió como un triunfo la noticia de la llegada de los primeros combatientes. Mientras, el país seguía adentrándose en el espiral de las protestas y el régimen de Pinochet intentaba capear la borrasca dialogando temporalmente con la oposición. Muy pocos sabían que a ese escenario se iba aagregar un nuevo actor. Había llegado la hora de las balas.

1 Ibidem.

El golpe blanco contra Corvalán

Con el objeto de mantener el control de la colectividad, el secretario general del PC, Luis Corvalán, ingresó clandestinamente a Chile en septiembre de 1983, justo en los días en que las jornadas de protesta alcanzaban su peak y cuando los primeros “comandantes” del FPMR formados en Cuba iniciaban su retorno al país.

Razones de seguridad, sin embargo, impidieron que Corvalán retomara en la práctica sus funciones. A pesar de vestir de otra manera y de usar una larga barba, su figura era demasiado conocida y característica, por lo que Gladys Marín lo convenció de que se mantuviera oculto en una casa de seguridad que el partido tenía en el sector oriente de Santiago.

De hecho, nadie en el partido sabía que estaba en Chile, salvo dirigentes como Gladys Marín, Jorge Insunza y Guillermo Teillier, “Sebastián”. “La orden de Gladys era que nadie podía verlo. Decía que era peligroso para él. Corvalán reinaba, pero no gobernada”, recuerda un ex miembro del comité central del PC de entonces.

Según una versión, como en esas condiciones no podía tener el control de su partido, Corvalán presentó su renuncia, pero Gladys Marín y otros miembros de la directiva la rechazaron. Según un hombre cercano a las cúpulas del PC por entonces, la permanencia del secretario general como cabeza visible era de mucha conveniencia para Gladys, pues constituía una potente señal de unidad en momentos en que el partido se encontraba embarcado en la Política de Rebelión Popular de Masas. “Estando al frente Corvalán, la PRPM aparecía como la continuación de la antigua

política tradicional del PC, por lo que la militancia debía seguirla”, sostiene el ex comunista Ernesto Contreras.

De esta forma, Gladys Marín quedó en 1983 como la figura más gravitante del partido. Esta realidad se confirmaría cuando junto a un reducido grupo de la cúpula comunista, impulsó la estrategia de fijar 1986 como el año decisivo para la caída de la dictadura pinochetista.

Arriba los fusiles

El Frente Patriótico Manuel Rodríguez nació con tal independencia que finalmente se alejó de los cauces del PC. Vínculos directos con Cuba y financiamiento propio le dieron autonomía. Pero, además, el FPMR tenía las armas.

Entre julio y septiembre de 1983 ingresaron clandestinamente al país los primeros cuatro “comandantes” del FPMR formados como oficiales en Cuba, gracias a una operación de traslado orquestada por la inteligencia cubana a través de varios países, como forma de borrar su salida de la isla.

Atrás habían quedado La Habana y la ceremonia en que Fidel Castro los despidió solemnemente. De ahora en adelante, la avanzada del “nuevo ejército para Chile” tendría que poner en práctica toda su formación como soldados profesionales.

Todos los antecedentes indican que los cuatro primeros oficiales del FPMR estuvieron en condiciones de operar en Chile a fines de septiembre de 1983. Su arribo aumentó significativamente el poder de fuego de la incipiente rebelión del PC. De hecho, entre ese mes y octubre del año siguiente se registró la cifra récord de 1.889 acciones desestabilizadoras, algunas de una envergadura técnica muy superior a las que hasta entonces había realizado la militancia comunista: en total, se realizaron 1.138 atentados con explosivo, 229 sabotajes, 163 asaltos a mano armada, 36 atentados selectivos y 47 sabotajes mayores (1).

Guiado por los cuatro “comandantes” entrenados en La Habana y robustecido con las siguientes oleadas de ex oficiales que llegaron más tarde -así como por los “mandos medios” entrenados en la isla entre 1980 y 1982- el FPMR llegaría a contar con casi medio millar de combatientes (2), los que en los años siguientes estrenarían prácticas hasta ese entonces desconocidas en Chile. Como el más poderoso grupo subversivo en la historia del país, el FPMR patentó el secuestro selectivo, los rescates armados y las bombas accionadas a distancia. Esto último, a la usanza de los subversivos libaneses, vascos e irlandeses.

Primeras acciones

El 15 de noviembre de 1983, el carabinero José Miguel Jorquera fue asesinado cerca de Cabildo (Quinta Región), cuando un camión del Servicio de Seguro Social fue asaltado. Antes de huir con cuatro millones de pesos, los autores “ejecutaron” al desarmado policía de un balazo en la cabeza.

Aunque el Informe Rettig atribuye el asalto al MIR, la autoría mirista está casi descartada, pues entonces ese grupo preparaba silenciosamente uno de sus mayores golpes: el asesinato 15 días después del intendente de Santiago, Carol Urzúa. Según otras versiones policiales, fue la primera acción del FPMR en Chile, a cargo de Mauricio Hernández Norambuena, el “comandante Ramiro”.

Otros cuatro carabineros y un funcionario del Ejército en servicio fueron asesinados entre diciembre de

Como el más poderoso grupo subversivo en la historia del país, el FPMR patentó el secuestro selectivo, los rescates armados y las bombas accionadas a distancia, a la usanza de los subversivos libaneses, vascos e irlandeses.

1983 y mayo de 1984. En octubre, bombazos simultáneos en varias torres de alta tensión dejaron la zona central del país a oscuras por quinta vez en el año. Pocos días después, el 2 de noviembre, un bus policial fue destruido por una bomba accionada a control remoto, matando a cuatro efectivos. Todas estas acciones se atribuyeron al FPMR.

El FPMR llegaría a realizar siete mil atentados en sus primeros cuatro años de vida (3) y sus principales golpes remecerían al país: internación de armas en Carrizal Bajo, atentado a Pinochet, secuestro de Cristián Edwards y asesinato de Jaime Guzmán.

A pesar de esta efectividad, muy pronto se hizo evidente que los “comandantes” liderados por Raúl Pellegrín o “José Miguel” tenían una sicología completamente ajena al partido. Lejos de captar el peligro que esta distancia encerraba, la dirigencia del PC cometió un error que le costaría caro: como no comprendía su pensamiento militar, le entregó al dispositivo una libertad de acción casi completa.

1 La Tercera, 18 de noviembre de 1984 2 Según un ex frentista formado en La Habana, el FPMR en su momento de mayor poder llegó

a contar con 400 hombres. Otro cálculo lo entrega un documento desclasificado de los archivos del Partido Socialista Unificado Alemán de la ex RDA, el 24 de enero de 1985: Erich Honecker fue informado que el FPMR “tiene 450 combatientes y 150 colaboradores, organizados en 46 unidades”. Una tercera versión proviene de un informe desclasificado del Departamento de Estado norteamericano, fechado en mayo de 1988: “el FPMR tiene entre 1.000 y 1.500 miembros”

3 Estimación de la revista Qué Pasa, 24 de septiembre de 1987.

"Más que chilenos, los 'comandantes' del Frente eran hijos de los cubanos. No tenían nada en común con el obrero y poblador comunista", sentencia un ex dirigente del PC.

El primer “comandante”

Raúl Alejandro Pellegrín Friedman (“José Miguel”) llegó a Cuba en 1976 desde Frankfurt, Alemania, tras lo cual ingresó a la Escuela Militar Camilo Cienfuegos. Como subteniente, a fines de 1978 fue destinado a Nicaragua. En 1983 ingresó clandestinamente a Chile, como jefe máximo del naciente FPMR. En 1987 encabezó el ala frentista rebelde que se escindió del PC. Murió en 1988 a los 30 años durante el asalto al retén Los Queñes. Ex frentistas afirman hoy que fue traicionado por un compañero de armas. En su reemplazo asumió “Salvador”, líder natural del destacamento cubano.

Gladys Marín designó a uno de sus hombres de confianza, Guillermo Teillier, “Sebastián”, como el encargado de canalizar el apoyo cubano al FPMR. Posteriormente, Teillier fue representante del PC en La Habana.

“El Príncipe” y la comisión militar

Desde su irrupción en 1983, la cúpula del FPMR creció con escaso contacto con las bases comunistas, que la percibían como una estructura cerrada, rodeada de dispositivos de seguridad propios de películas de espías. Semejaba un apéndice militar endosado a la fuerza al partido. “La dirigencia asumió al FPMR como un problema técnico que debía estar a cargo de los técnicos. Gente como Gladys Marín y Jorge Insunza nunca asumieron que el dispositivo debía supeditarse al partido”, sostiene un ex miembro del comité central de esos años.

Los “comandantes” dependían de la llamada “comisión militar”. Presidida por el ex senador Jorge Montes, la integraban los dirigentes de nombre político “Sebastián” y “Adrián” -ambos de la confianza de Gladys Marín-, pero también por representantes de los “comandantes”. Uno de ellos era “José Miguel” (Raúl Pellegrín), jefe máximo del aparato armado.

Gladys Marín dispuso que la canalización del apoyo cubano al FPMR quedara en manos de “Sebastián”, designado como encargado militar del partido y, posteriormente, como representante del PC en La Habana. Su verdadero nombre era Guillermo Teillier, pero casi todos lo conocían como “Sebastián” o por un apodo que hacía honor a su velada influencia en la colectividad: “El Príncipe”.

Teillier tenía la instrucción de viajar permanentemente a Cuba para contactarse con el Departamento América y Tropas Especiales, los aparatos de inteligencia cubanos encargados de exportar la revolución en el continente. Sin embargo, muy pronto se hizo evidente que los “comandantes” tenían sus propios contactos en la isla. Más aún, el régimen de Castro los proveía de fondos que llegaban directamente a sus bolsillos (ver recuadro), por lo que tempranamente el FPMR estuvo en condiciones de operar con apoyo

cubano propio, aun sin la aprobación del partido.

De balas, pistolas y Rólex

Los “comandantes” que llegaron a Chile habían pertenecido en La Habana a la elite revolucionaria, gozando de un estatus especial y conociendo de cerca los círculos de poder en torno a Castro. En Chile, en cambio, fueron recibidos por un partido clandestino, por lo que tuvieron enormes problemas para adaptarse a su nueva vida.

“Los ‘comandantes’ no tenían la más remota idea de lo que los esperaba en Chile”, afirma un ex miembro del comité central del PC que compartió con ellos en La Habana días antes de que se embarcaran a Santiago. “Me preguntaban cómo era vivir en la clandestinidad y qué armas eran las más convenientes. Pensaban que la gente andaba parapetada detrás de los árboles o en los cerros, como en Nicaragua”.

De acuerdo con este testigo, los ex oficiales no lograban comprender que portar un arma era más un riesgo que una protección en Chile, debido a los controles callejeros y al toque de queda. “Más que chilenos eran hijos de los cubanos, cuya

visión conspirativa de la política cae en el estereotipo de agentes que traspasan maletines secretos en hoteles de lujo”.

Tampoco captaban que, más allá de la incipiente lucha contra Pinochet, el país vivía una rutina normal y hasta el más combativo militante hacía una vida cotidiana, mucho menos heroica de lo que se imaginaban. Imbuidos de una visión épica, a varios líderes del FPMR esta incomprensión les costaría la vida.

A la usanza de los aparatos de Fidel Castro, algunos “comandantes” del FPMR ves-tían ropas deportivas, usaban relojes Rólex y establecieron la costumbre de reunirse en el Tavelli de Providencia, establecimiento al que irían incluso en los días posteriores al asesinato de Jaime Guzmán, cuando el cerco se hizo más estrecho. Hasta su máximo líder, “Salvador”, fue fotografiado en ese local por Investigaciones.

A la usanza de los aparatos de Fidel Castro, algunos “comandantes” del FPMR vestían ropas deportivas, usaban relojes Rólex y establecieron la costumbre de reunirse en el Tavelli de Providencia, establecimiento al que irían incluso en los días posteriores al asesinato de Jaime Guzmán.

“No tenían nada en común con el obrero y poblador comunista promedio”, sentencia un ex dirigente del PC, quien menciona una anécdota de inicios de 1984: una miembro del aparato médico del FPMR quedó muy impresionada cuando un “comandante” la invitó a almorzar a un elegante restaurante de Lyon. El hombre gastó 20 mil pesos de la época. Molesta, la doctora no probó bocado e hizo ver su desacuerdo a las autoridades del PC.

El FPMR nació en Chile provisto de amplia independencia, presupuesto propio y una manera de pensar distinta a la de la dirigencia comunista. Antes de que sus aguerridos combatientes dispararan una sola bala en Chile, todo estaba dispuesto para que el aparato militar del PC se saliera de sus cauces.

Los fondos de La Habana Para desarrollar su guerra en el país, el PC recurrió a diversas fuentes de financiamiento, las que serán abordadas en otro capítulo de esta serie. Sin embargo, desde sus inicios el FPMR gozó de un financiamiento directo de La Habana. El apoyo era canalizado por el PC, que disponía de un ítem fijo que “no podía ser alterado por su dirigencia y pasaba directamente a las arcas del grupo armado”, señala un ex dirigente. Así se explica que varios “comandantes” se movieran en los sectores altos de Santiago, y almorzaran en restaurantes caros.

Se suponía que toda la relación entre La Habana y el FPMR debía pasar por el PC chileno. Sin embargo, la larga permanencia en Cuba de sus principales mandos y la cercanía de éstos con los más poderosos hombres de la isla, hizo que el grupo armado contara con sus propios contactos en Cuba, lo que le permitió “saltarse” la intermediación de la colectividad e, incluso, captar financiamiento cubano

propio, independiente del que llegaba a través del partido. El caso de Juan Gutiérrez Fischmann, el “Chele”, casado con una hija de Raul Castro, segundo hombre de La Habana, es el más emblemático, pero no el único.

El Departamento de Tropas Especiales -el más eficiente cuerpo militar de Fidel Castro a cargo de las operaciones en el exterior- estableció desde 1975 una politica de acercamiento con los chilenos que se formaron en las fuerzas armadas de la isla. Dada esa cercanía, no fue extraño que Tropas Especiales comenzara a entenderse directamente con los frentistas cuando éstos ingresaron a Chile. Su principal nexo fue el general y jefe máximo de ese organismo: Alejandro Ronda Marrero, oficial de confianza de Fidel Castro.

La permanencia en Cuba de muchos frentistas y su cercanía con poderosos hombres de la isla hizo que el FPMR contara con sus propios contactos en La Habana.

Ronda Marrero era el hombre encargado de satisfacer todas las necesidades del FPMR en Cuba. Gracias a su paso por Nicaragua -cuando era coronel- tenía una excelente relación con Raúl Pellegrín, el “Chele” y otros. Así, no fue extraño que el FPMR recibiera en Chile apoyo económico y militar de manos de este militar, aparte del que oficialmente recibía el PC y sin que la colectividad fuera informada.

En 1986, Ronda -quien hoy vive en La Habana tras pasar a retiro- dirigió desde Cuba la internación de armas de Carrizal Bajo y apoyó el atentado a Pinochet. Un testigo afirma que incluso supervisó personalmente el ingreso de las armas en la cubierta de un carguero cubano. La historia de ambas operaciones, así como la del general Ronda, serán parte del capítulo siguiente de esta serie.

Alejandro Ronda: General cubano, principal nexo entre el FPMR y Fidel Castro. Foto del álbum personal de Antonio de la Guardia.

4 Gazmuri, Jaime. El Sol y la Bruma. Antártica Quebecor S.A. 2000

Los dueños de los fierros En sus memorias El Sol y la Bruma, el actual senador socialista Jaime Gazmuri recuerda una discusión con su amigo, el entonces dirigente del PC Luis Guastavino, luego de la llegada de los comandantes del FPMR a Chile en 1983. A juicio de Gazmuri -en ese entonces dirigente del Mapu OC- la única forma de evitar que los “comandantes” terminaran fuera de control era que el propio secretario general del PC, Luis Corvalán, se pusiera al frente del aparato armado. "Recuerdo las discusiones con Luis Guastavino, siempre tan disciplinado. Yo le decía:

-'Mira, Lucho: si tú tienes un aparato armado, pero no lo dirige el secretario general sino los comandantes, éstos terminan por autonomizarse. Es la historia. El único caso en que no se autonomizan es si el jefe va también al monte'.

-'No', me dice, 'son cuadros muy formados, yo los he visto en el comité central, los compañeros que llegan son muy formados'. ‘¡Pero son los que tienen los fierros! Esta gente empieza así, pero después creen que mandan ellos'". (4)

Objetivo sin costos

Mientras los documentos desclasificados de la inteligencia alemana, soviética y norteamericana revelan el dinamismo que en la década del ‘80 tomó el entrenamiento subversivo en el exterior, una oficina secreta en Berlín Oriental reunía los fondos, explosivos y armas provenientes de Europa y el mundo árabe para el FPMR.

Recién a mediados de 1985 el FPMR estuvo en condiciones de funcionar al ciento por ciento de su capacidad. Gracias a la llegada de varias oleadas de combatientes formados en el extranjero, a dos años del arribo de los primeros “comandantes” desde Cuba, el aparato militar del PC contaba con una fuerza de medio millar de efectivos, decenas de los cuales habían pasado por cursos en Cuba, Unión Soviética, la RDA y Bulgaria.

Aunque detrás de este retorno estaban los mismos países socialistas que habían impulsado el debate y la culpa entre los chilenos en los albores del exilio -Alemania, URSS y Cuba- también existía el apoyo de Libia y otras naciones árabes, que contribuyeron a la lucha antipinochetista capacitando a varias decenas de subversivos.

Alimentada por las imágenes de las protestas que recogía la prensa internacional, la figura del general Augusto Pinochet era sinónimo de represión y tiranía en amplias latitudes del mundo, por lo que contribuir a la caída de su régimen -aunque fuera recurriendo a las armas- no acarreaba para estas naciones grandes costos políticos.

“Dada la imagen de Pinochet como paria internacional, los soviéticos y los cubanos ven a Chile como un objetivo sin costos. Incluso, si son atrapados con vínculos terroristas, probablemente no serán censurados por la comunidad mundial”, informa un cable secreto de la Oficina de Inteligencia del Departamento de Estado norteamericano, fechado el 12 de diciembre de 1985 (1).

Si hasta antes de 1980 los documentos desclasificados de la agencia de inteligencia norteamericana o CIA, registran muy poco sobre los preparativos del PC chileno hacia la

vía armada, a partir de ese año la información desclasificada comienza a crecer sistemáticamente.

Con fecha del 23 de junio de 1981, un cable del Departamento de Estado norteamericano informa que “50 exiliados han recibido entrenamiento en Argelia, algunos de los cuales ya han regresado a Chile”. El cable explica que ese país árabe tiene “experiencia e infraestructura para entrenar guerrillas en tácticas de guerra urbanas” y que “miembros del Frente que retornaron recientemente desde Argelia causaron el apagón que ocurrió el 21 de junio en Chile” (2).

Gracias a informantes en el seno del PC y a otros medios más sofisticados, no fue difícil que el Departamento de Estado norteamericano captara el importante ingreso de subversivos que se produjo en 1985.

Otro documento confidencial fechado en julio de ese año expone que 128 jóvenes chilenos exiliados que completaron su entrenamiento militar en el extranjero comenzarían a volver clandestinamente a Chile. “Los exiliados volverán en pequeños grupos en un período de varios meses (...) y están integrando las células del FPMR a lo largo de Chile. El PC está analizando la posibilidad de enviar al extranjero a otros miembros del FPMR para que reciban entrenamiento guerrillero” (3).

Informe de la Oficina de Inteligencia del Departamento de Estado norteamericano. Washington, 12 de diciembre de 1985. Informe del Departamento de Estado. Washington, 23 de junio de 1981. Informe del Departamento de Estado. Washington, junio de 1985.

| Objetivo sin costos

Desde El Kremlin

El 25 de octubre de 1985, otro informe norteamericano establece que un mes antes un grupo de izquierdistas chilenos que terminó “un largo e intensivo entrenamiento” en el exterior, comenzó a regresar ilegalmente a Chile a través de la frontera con Argentina. “Las acciones del grupo se centrarán en actos de sabotaje en contra de puntos estratégicos e instalaciones económicamente importantes” (4).

Barrio de Prenzlauer Berg, Berlín Oriental: Desde allí funcionó una oficina secreta del FPMR, encargada de reunir los fondos, explosivos y armas captadas en Europa Oriental y el mundo árabe.

Entre los que retornaban al país por esos días, “aquellos entrenados en la URSS eran considerados como los más agresivos”, establece un documento de inteligencia similar, enviado desde Santiago a Washington el 2 de diciembre de 1985 (5).

“La evidencia del respaldo que recibe el FPMR desde Moscú ha aumentado recientemente. La URSS ha entregado fondos y guiado al PC chileno por varios años, pero recientemente hemos recibido información de inteligencia sobre la mano directa que están jugando la URSS y sus satélites de Europa Oriental en los terroristas del FPMR”, se indica líneas más abajo. “En julio de 1985 Moscú prometió fondos adicionales, armas y equipos de comunicación” para el FPMR y que “a fines de noviembre, especialistas chilenos en armas antitanque y tácticas de comando llegaron a Chile directamente desde la URSS, para entrenar a miembros del FPMR en la fabricación y uso de rockets y tácticas de guerrilla”.

Lo cierto es que este apoyo soviético a la lucha armada estaba incluido en una ayuda más amplia, en favor de toda la izquierda chilena y que incluso abarcaba a partidos contrarios a la vía militar. Según un informe del fiscal ruso Yeygueni Lisov, desclasificado en diciembre de 1992 de los archivos secretos de la ex Unión Soviética, en la década del ’80 ese país entregó un total de US$ 6 millones al PC, PS, PR y al Mapu OC (6).

¿Cuánto de esta suma fue destinado al PC y a su aparato militar? Aunque no hay información precisa al respecto, el PC siempre fue uno de los partidos occidentales más cercanos a Moscú, por lo que no es exagerado deducir que una parte sustantiva fue destinada a la rebelión comunista. El general Nikolai Leonov, vicedirector por varios años del KGB, reconoció que, históricamente, “los montos de dinero que entregaba la Unión Soviética a los comunistas chilenos eran los mayores o estaban en el segundo lugar entre todos los partidos comunistas” del mundo (7).

Al solventar gran parte de la política del PC en los ’80, Moscú no hizo más que proseguir con su línea histórica. La gran diferencia fue que a su tradicional apoyo monetario agregó el entrenamiento militar.

Un documento confidencial de la secretaría del comité central del PC soviético -con fecha del 6 de noviembre de 1980- indica que ya a principios de esa década el secretario general del PC chileno, Luis Corvalán, solicitó organizar un curso de entrenamiento para 15 activistas en trabajos con explosivos y acciones diversas. “El compañero Corvalán cree que el desarrollo de los acontecimientos en el país demandan del partido la utilización de todos los métodos de lucha y el entrenamiento especial de cuadros”, sostiene el texto (8). La solicitud de Corvalán fue aceptada.

Conexión árabe

En este panorama, el apoyo a la vía armada chilena de países como Libia, Argelia y hasta Irak era cualitativamente menor, pero no dejaba de ser importante en términos políticos. Incluso, varios documentos de la CIA desclasificados recientemente afirman que Libia y Argelia se comprometieron activamente con el FPMR y el MIR. Uno de ellos, fechado el 12 de diciembre de 1985, establece que “Trípoli (el gobierno libio), que inicialmente aportó un respaldo modesto, prometió entregar US$1 millón al MIR. Sin embargo, Libia generalmente promete más de lo que entrega” (9).

Agrega este documento que “terroristas chilenos también se han entrenado en Nicaragua, Argelia, Alemania Oriental y Checoslovaquia”.

¿Cuál era la lógica del apoyo de naciones como Libia y Argelia? Según “Miguel”, un ex ayudista del FPMR que operó en Europa Oriental canalizando la ayuda internacional al FPMR -y que fue entrevistado por La Tercera en Alemania- la colaboración de naciones árabes se enmarcaba en su conocida política de ganar aliados en la lucha contra el Estado de Israel, para lo cual extendían su mano a los más diversos movimientos subversivos del mundo. Si alguno de ellos llegaba a triunfar, la deuda sería saldada a través del apoyo al mundo árabe en el concierto internacional (10).

En esa línea se enmarcaba también el apoyo de países como Irak a la izquierda chilena. Un ex dirigente del Mapu OC recuerda que en 1980, durante un congreso de la pro comunista Unión Internacional de Estudiantes realizada en la ciudad alemana de Weimar, los soviéticos levantaron una moción para rechazar a Saddam Hussein, por su cruenta represión contra el PC iraquí. Al veto se unieron todos los representantes del bloque oriental, pero comunistas, socialistas y mapucistas chilenos extrañamente se abstuvieron. Cuando el representante del Mapu OC telefoneó al dirigente Enrique Correa para consultar sobre cómo debía votar, éste le dijo que “por nada del mundo” debía hacer algo que molestara a Hussein, quien había contribuido con importantes sumas a la colectividad.

La oficina de Prenzlauer Berg

Para canalizar la ayuda de estos países, el FPMR llegó a contar en Berlín Oriental con una oficina que se transformó en su más importante centro de apoyo logístico en el extranjero. Ubicada en el barrio de Prenzlauer Berg, su misión era reunir los fondos, explosivos y armas captados en Europa Oriental y el mundo árabe.

A fin de cumplir de la manera más segura posible el traslado de esta colaboración, sus encargados reclutaron a un puñado de militantes de las Juventudes Comunistas avecindados en la RDA. Aunque algunos no superaban los 20 años, estos jóvenes cuadros debieron realizar complejas operaciones de traslado de fondos desde lugares como Irak, Argelia y Libia.

Uno de esos jóvenes fue “Miguel” -por entonces un comunista venido de provincia-, quien sostiene que los miembros de la oficina de Prenzlauer Berg “viajaban constantemente a esos países”, donde eran recibidos por funcionarios oficiales sin despertar las sospechas de los servicios de seguridad de Occidente, pues no se trataba de agentes registrados en sus archivos (11).

“En el desierto libio había centros de entrenamiento para el FPMR. Lo que Gaddafi ha dado a la lucha chilena es impagable”, recalca “Miguel”, quien sostiene que en la gran mayoría de los casos el apoyo de estos países se entregaba en joyas y objetos de oro fácilmente transportables, que los jóvenes enviados de la oficina de Prenzlauer Berg podían llevar entre sus ropas.

Pero estos jóvenes no se limitaron sólo a viajar a países de la órbita socialista y del mundo árabe. Cuando en 1985 el FPMR se encontraba en condiciones de operar a plena capacidad en suelo chileno y, al mismo tiempo, surgieron los primeros roces entre sus “comandantes” y el Partido Comunista, una parte de estos muchachos fue enviada por los alemanes orientales para entrevistarse con los mandos frentistas en Chile.

Lo que fue una de las más secretas operaciones dirigidas por Berlín Oriental para neutralizar la influencia de Cuba sobre el FPMR, será abordado en otro capítulo de esta serie.

4 Informe de la Oficina de Inteligencia del Departamento de Estado, Wahington, 25 de octubre de 1985.

5 Informe del Departamento de Estado. Washington, 2 de diciembre de 1985. 6 Informe del fiscal ruso Yeygueni Lisov. Moscú, octubre de 1974. El documento, parte de los

archivos secretos de la ex Unión Soviética, fue desclasificado en diciembre de 1992 7 Leonov, Nikolai. La Inteligencia Soviétiva en América Latina durante la Guerra Fría. Centro de

Estudios Públicos (CEP), 73, verano de 1999. 8 Informe desclasificado del Comité Central del PC soviético. Moscú, 6 de noviembre 1980.

Revista Qué Pasa, Los Papeles de Moscú. 24 junio 1995. 9 Informe del Departamento de Inteligencia del Departamento de Estado. Washington, 12 de

diciembre de 1985. 10 Entrevista a un ex ayudista del FPMR cuyo nombre político es “Miguel”. Prenzlauer Berg,

Berlin Oriental, octubre del 2000. 11 Ibid, entrevista a ex ayudista del FPMR, “Miguel”...

“50 exiliados han recibido entrenamiento en Argelia, algunos de los cuales ya han regresado a Chile”. (Ese país árabe tiene) “experiencia e infraestructura para entrenar guerrillas en tácticas de guerra urbana” (y) “miembros del Frente que retornaron recientemente desde Argelia causaron el apagón que ocurrió el 21 de junio en Chile”.Cable del Departamento de EE.UU, junio de 1985.

"En el desierto libio había centros de entrenamiento para el FPMR. Lo que Gaddafi ha dado a la lucha chilena es impagable", sostiene un ex ayudista del FPMR. El apoyo económico se entregaba en joyas y objetos de oro fácilmente transportables.

Segun un informe de los archivos secretos de la ex Unión Soviética, en la década del ’80 ese país entrego un total de US$ 6 millones al PC, PS, PR y Mapu OC. Parte importante de esos fondos fluyó al brazo armado del PC.

Saddam Hussein: a pesar de que el apoyo a la vía armada chilena de países como Irak era cualitativamente menor, los chilenos cuidaron con celo sus relaciones políticas con el gobernante de Bagdad, para mantener el flujo de fondos.

“Vámonos a Chile”

Mientras en Moscú, Berlín y Santiago se daban pasos acelerados para implementar la lucha armada anunciada por el PC, en 1982 cundía la inquietud en La Habana. Exasperados por la negativa del partido para autorizarlos a combatir en Chile, los militares formados en Cuba se plantearon la posibilidad de escindirse del PC y de los “viejos caducos” de la dirigencia.

En 1982, el aparato militar del PC en La Habana semejaba una granada a punto de estallar en las manos del partido. Muchos de los casi 200 oficiales chilenos que habían pasado por las Fuerzas Armadas cubanas eran ahora veteranos de guerra y bordeaban los 30 años. Entusiasmados por la creciente efervescencia contra Pinochet en Chile, empezaban a mostrar una peligrosa impaciencia por volver al país a

combatir.

“Vámonos a Chile”, era la frase recurrente, primero en el secretismo de los cuarteles y luego a viva voz. El encargado del PC chileno en la isla, Jacinto Nazar, trataba de calmar los ánimos, a la espera de lo que dispusiera la titubeante dirigencia en Moscú. Esa indecisión exasperaba a algunos oficiales del destacamento, que hablaban por primera vez de “romper” con el partido.

En ese ambiente, un joven oficial formado en la Escuela Militar Antonio Maceo y que había pasado por Nicaragua realizó una huelga para que lo enviaran a Chile. Fue severamente castigado por sus superiores, que conocían su personalidad impulsiva. Su nombre era Vasily Carrillo. En 1986, Carrillo fue uno de los primeros frentistas detenidos por el atentado a Pinochet, donde participó en labores de apoyo. Liberado tiempo después, se convirtió en vocero oficioso del FPMR.

En los calurosos días habaneros, los oficiales como Carrillo miraban con desdén a los líderes comunistas, que no se atrevían a enviar al destacamento a Santiago. La dirigencia del PC evaluaba, cuando las jornadas de protesta nacional aún no existían, que no estaban dadas las condiciones suficientes como para un levantamiento popular en Chile.

En los calurosos días habaneros, los oficiales chilenos miraban con desdén a los líderes comunistas, que no se atrevían a enviar al destacamento a Santiago.

"Abuelos caducos"

Aunque dirigentes como Volodia Teitelboim, Américo Zorrilla y Rodrigo Rojas mostraban indisimulado orgullo al referirse a sus muchachos verde olivo, entre los jóvenes aumentaba la distancia con los viejos líderes."No sabían que a sus espaldas los tratábamos de 'viejos huevones' y 'abuelos caducos'", señala un ex frentista formado en Europa Oriental y que llegó a Cuba en 1981.

Más que en su partido, los referentes de los oficiales chilenos estaban en sus propias filas. Uno de ellos era el oficial Sergio Galvarino Apablaza, el comandante “Salvador”, líder indiscutido, a quien todos los demás se referían como el “número uno” y que encabezaba las críticas contra la dirigencia (ver artículo pág. 5).

El PC consideraba a Apablaza uno de sus oficiales más leales. Ningún dirigente supo discernir que a esas alturas la lealtad de Apablaza estaba más cerca de los cubanos, cuyos servicios de inteligencia habían desplegado desde 1978 una política de acercamiento hacia el oficial. “Apablaza y su grupo fueron asumiendo mayores relaciones con el Departamento de Operaciones Especiales de Cuba (DOE), el organismo de inteligencia del Ministerio del Interior y dueño de una visión conspirativa y militarista de la política”, afirma un ex dirigente del PC por entonces en la isla.

Pero Apablaza no era la única voz en La Habana que cuestionaba el inmovilismo del PC. Otra figura destacada era Aníbal Maur, un argentino-chileno que había sido designado por el partido chileno como jefe de la llamada Comisión Elaboradora de la Política Militar.

Maur no era miembro del aparato militar, sino un dirigente. Pese a esto, era joven y tan audaz como Apablaza, por lo que tenía ideas mucho más cercanas a las de los veteranos de Nicaragua que a la vieja dirigencia. En Argentina había formado parte del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). De allí había pasado a Cuba, donde se vinculó al PC chileno. Maur fue uno de los primeros en plantear que el aparato militar del PC debía separarse del partido para iniciar su aventura armada en Chile.

“Decía que todos los partidos comunistas alguna vez se han dividido y que, incluso, a veces estos quiebres eran necesarios”, recuerda un ex oficial de las FAR, que fue uno de sus más cercanos amigos.

"Somos militares"

Como la negativa del partido a enviar a sus oficiales a Chile se mantuvo hasta mediados de 1983, las señales de descontento aumentaron hasta generar alarma en la cúpula. Esta resolvió salir del entuerto culpando de todas las indecisiones a Jacinto Nazar. Utilizado como “chivo expiatorio”, el dirigente fue obligado a dejar su puesto como encargado del partido en la isla.

Por esos mismos días “Salvador” comenzó a alentar un debate entre los militares, bajo un título que apuntaba a su razón misma de existencia y a lo que debía ser su relación con el partido madre: “¿Qué somos?”.

La respuesta sugerida por “Salvador” era tajante: “Somos militares. Y no es necesario ser comunista para formar parte del destacamento”. Un oficial que tomó parte en el debate explica: “En un lado estaba el PC, depositario del fracaso de 1973 y con una ambigua postura frente a la línea militar. En la otra vereda estaban los profesionales de las armas, que no estaban dispuestos a ser conducidos por gente que nunca había tomado un fusil”.

Testigos de esa época recuerdan un intercambio de ideas entre el ex ministro de Economía de Allende José Cademártori, encargado del PC en La Habana, y “Salvador”. El

punto de debate era si el Ejército chileno era o no una institución “fascista”. Cademártori afirmó que ese término era sólo aplicable a sus altos mandos. “Si sus mandos son fascistas, toda la institución lo es, pues cumple objetivos fascistas”, fue la réplica de “Salvador”. Cademártori intentó argumentar mencionando el legado de generales como René Schneider y Carlos Prats. Sin embargo, el dirigente cubano Manuel “Barbarroja” Piñeiro -brazo derecho de Fidel Castro, quien se encontraba presente en la reunión- zanjó la disputa apoyando a “Salvador”.

La postura asumida por “Barbarroja” no podía ser más simbólica. En vez de respaldar a la mayor autoridad del PC chileno en la isla, el gobierno de La Habana daba todo su apoyo a los jóvenes oficiales. Si éstos querían viajar a Chile para combatir a Pinochet en su mismo territorio, tendrían todo el apoyo de Cuba. El nacimiento del Frente Patriótico Manuel Rodríguez y su cruzada para convertir a Chile en una segunda Nicaragua estaba a punto de hacerse realidad.

“Compay”, el número uno

Sergio Galvarino Apablaza, el “comandante Salvador”, fue el primer y más carismático líder del destacamento militar del PC en La Habana. Gracias al “Chele”, yerno de Raúl Castro, “Salvador” articuló una fuerte relación con los cubanos y terminó dirigiendo el ala más dura del FPMR, escindida de las líneas del PC.

A principios de 1984, en un exclusivo local nocturno de La Habana, dos líderes del FPMR charlaban sobre los desafíos de

la organización, que ya había iniciado sus acciones armadas en Chile. Los acompañaba un tercer frentista, más inexperto, quien a cada instante les pedía permiso para viajar a Santiago, donde quería ayudar a “combatir a la dictadura”. Fue tanta su insistencia, que uno de los que lo acompañaban cortó sus peticiones en seco: “¿Sabís qué más? Vos nunca vai a entrar a Chile. Erís tan huevón que ni dos meses duraríai clandestino”.

El que hablaba era Sergio Galvarino Apablaza, el “comandante Salvador”, número uno del FPMR, por lo que el frentista más joven guardó silencio. Apablaza despuntó como el líder natural del destacamento militar del PC desde los inicios del proyecto en Cuba, en 1975. Militante de las Juventudes Comunistas, estudiaba Química en el ex Pedagógico cuando fue detenido y torturado en los primeros días del golpe. En 1974 salió libre y emigró a Cuba. En la isla no resistió la oferta de su partido cuando le propuso enrolarse en “un nuevo ejército para liberar a Chile del fascismo”.

Egresado de la prestigiosa Escuela Militar Camilo Cienfuegos, alcanzó el grado de comandante, el más alto en el aparato militar del PC, en la especialidad de artillería.

Otros oficiales chilenos que compartieron con él en la isla lo recuerdan como un tipo de excelentes condiciones físicas y buen futbolista. “No era especialmente brillante, pero tenía don de mando y carisma”, asegura uno. Por su simpatía, los instructores cubanos lo bautizaron el “Compay”,

El “comandante Salvador”. Egresado de la prestigiosa Escuela Militar Camilo Cienfuegos y apodado “Compay” por su simpatía, alcanzó el grado de comandante, el más alto en el aparato militar del PC, en la especialidad de artillería.

diminutivo en la isla de “compadre”.

A ojos de la dirección del PC, Apablaza era un cuadro formado bajo la mirada chilena: había estado en Santiago durante el golpe y bajo la represión política. Por ello, y por su carisma, él debía ser el líder y nexo con la cúpula comunista chilena, lo que aseguraría que el proyecto se mantendría bajo control.

El estreno en sociedad de Apablaza como militar-dirigente fue tan avasallador como su liderazgo. En agosto de 1977, durante el pleno del PC chileno celebrado en Moscú, intervino sorpresivamente ante la comisión política vestido con el uniforme verde olivo. Antes, pidió con tono marcial y acento caribeño permiso para hablar.

El ascenso de “Salvador” al comité central del PC, en 1978, fue una señal de que el partido jugaba todas sus cartas en su figura para sacar adelante su proyecto armado. Sin embargo, la colectividad nunca se preocupó de conocer realmente su pensamiento. Según un ex compañero de armas, en público Apablaza era muy apegado a la línea del partido, pero en privado criticaba a los viejos dirigentes.

“Se refería a ellos como ‘los viejos caducos’ ”, reseña un testigo, al exponer los detalles del debate que en 1982 Apablaza impulsó entre los miembros del destacamento. “Qué somos” era el título de la discusión. Como el fondo del asunto apuntaba a la inviabilidad de seguir dependiendo del PC, fue uno de los primeros síntomas de que la colectividad no tenía control sobre sus oficiales.

A diferencia de la cúpula, Apablaza era un militar, un hombre de acción más que de palabras. Pero otros frentistas lo retratan también como un líder capaz de maniobrar perfectamente en las refriegas políticas de esos días. “Tenía muñeca”, señala uno.

Además, contaba con un círculo de incondicionales: Raúl Pellegrín (“José Miguel”) y Juan Gutiérrez Fischmann (el “Chele”). El “Chele” fue uno de los últimos en plegarse al grupo. Según un ex frentista que hoy vive en Europa, su ingreso se debió a su matrimonio con una hija de Raúl Castro, segundo hombre de La Habana.

Gracias al “Chele”, Apablaza contó por fin con un puente directo con Fidel Castro, lo que le permitió saltarse definitivamente al PC.

Fue gracias a su lealtad a “Salvador” que Raúl Pellegrín (“José Miguel”) asumió como jefe máximo del FPMR cuando sus primeros mandos ingresaron a Chile, en 1983. Más que jefe máximo, “José Miguel” era un delegado de Apablaza, quien permaneció en Cuba. “Compay” o “Salvador” conocía demasiado los vínculos entre La Habana y el FPMR como para que los cubanos se arriesgaran a que fuera detenido.

Apablaza recién ingresaría a Chile en 1986, cuando se integró al Trabajo Militar de Masas (TMM) de PC. Pero el descubrimiento del desembarco de armas en Carrizal Bajo y el fracaso del atentado contra Pinochet lo hicieron replegarse rápidamente a la isla. Sólo volvió a ingresar tras la muerte de “José Miguel”, en octubre de 1988. Entonces, asumió plenamente la jefatura del FPMR-Autónomo, la facción más radical del frentismo, que un año antes se había separado del PC para seguir combatiendo.

Para conducir al FPMR-Autónomo, “Salvador” articuló una dirección colectiva junto al “Chele” y “Ramiro”, Mauricio Hernández Norambuena, el único alto mando frentista formado íntegramente en Chile. Según consta en las investigaciones judiciales posteriores, fue al interior de este trío donde surgieron las órdenes para asesinar al senador de la UDI Jaime Guzmán (en abril de 1991) y secuestrar a Cristián Edwards (en septiembre del mismo año).

De los tres, sólo “Ramiro” estuvo tras las rejas. Fue detenido en agosto de 1993 en la Octava Región, pero el 30 de diciembre de 1996 él y otros tres frentistas se fugaron espectacularmente de la Cárcel de Alta Seguridad. En fotografías posteriores que publicó la revista El Rodriguista, Apablaza, “Ramiro” y el “Chele” aparecen nuevamente juntos y libres (1).

Casi una década antes, Fidel Castro le había advertido a un emisario de Gladys Marín que su gobierno “jamás” abandonaría a los frentistas escindidos, como se consignará en los capítulos siguientes.

En lo que respecta a Apablaza, “Ramiro” y el “Chele”, todo indica que Fidel cumplió su palabra, y hoy los tres integran la lista de los hombres más buscados por la justicia chilena.

1 Operación Vuelo de Justicia. El Rodriguista N° 70. Abril de 1997.

Vasily Carrillo: como oficial de la Escuela Militar Antonio Maceo, en La Habana realizó una huelga de hambre para que le permitieran ir a combatit a Chile.

A la salida del restaurante Tavelli de Providencia, donde los "comandantes" acostumbraban reunirse,"Salvador" fue fotografiado por Investigaciones en la década del ’90.

El PC nunca se preocupó de conocer realmente el pensamiento de Apablaza. Según un ex compañero de armas, en público “Salvador” era muy apegado a la línea del partido, pero en privado era uno de los que más criticaba a los viejos dirigentes.

Para conducir al FPMR-Autónomo, “Salvador” articuló una dirección colectiva junto al “Chele” y “Ramiro”. Fue al interior de este trío donde surgieron las órdenes para asesinar al senador de la UDI Jaime Guzmán (en abril de 1991) y secuestrar a Cristián Edwards (en septiembre del mismo año).

Fraguando la insurrección en Chile

Los preparativos para montar una guerra en territorio de Pinochet se aceleraron después de que el PC anunciara formalmente en 1980 la vía armada. Decenas de militantes fueron enviados secretamente a Cuba para recibir entrenamiento guerrillero, mientras los padres intelectuales del camino insurreccional dejaron Berlín para instalarse clandestinamente en Chile.

Por Javier Ortega

En agosto de 1977 tuvo lugar en la Unión Soviética el primer pleno del comité central del Partido Comunista chileno en el exilio. El lugar escogido fue una cabaña que perteneció a Stalin, en el espeso bosque de Kuntseva, al suroeste de Moscú. La mayoría de los dirigentes lo ignoraba, pero en esa cita iban a escuchar por primera vez a “Salvador”, Sergio Galvarino Apablaza, el líder de los oficiales del PC formados en las escuelas militares cubanas y quien después sería el máximo dirigente del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR). En sus memorias, el dirigente Luis Corvalán recuerda: “Sólo cuando salí al exilio me impuse del esfuerzo que habían hecho los compañeros del exterior en la preparación de cuadros militares y cuánto había avanzado el partido en este aspecto. En el pleno de agosto habló uno de esos cuadros, “Salvador”. Desde el fondo de la sala avanzó hacia la presidencia de la asamblea, se cuadró como militar y, dirigiéndose a mí, habló también como militar. Dijo: -¡Compañero secretario general, permiso para dirigirle la palabra al pleno!” (1). Otros testimonios que corroboran esta historia detallan la sorpresa que causó el ingreso de Apablaza. Vestido con el uniforme verde olivo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias cubanas (FAR), “Salvador” taconeó sus botas y habló con inconfundible acento caribeño. En ese entonces eran muy pocos los líderes del PC que sabían que, desde 1975, más de 200 jóvenes comunistas habían ingresado a las Fuerzas Armadas cubanas para formarse como soldados de “un nuevo ejército para Chile”, según ofreciera Fidel Castro. Tres años después de esa escena, el Partido Comunista anunció al mundo una nueva estrategia para derrotar a Pinochet, la que venía a darle un sentido al proyecto de formar oficiales chilenos en Cuba. Ya ha-bían transcurrido siete años del golpe militar, y el ala “dura” de la izquierda chilena -profundamente influenciada por Moscú, La Habana y Berlín Oriental- se aprestó a respaldar oficialmente lo que se había fraguado silenciosamente en los cuarteles cubanos. El 3 de septiembre de 1980, en un discurso transmitido por Radio Moscú, Luis Corvalán, secretario general del PC, dio a conocer la “Política de Rebelión Popular de Masas” (PRPM), que validaba todas las formas de lucha contra el régimen militar, eufemismo que significaba dar luz verde a la vía armada. Desde ese momento, el Partido Comunista -en el mayor giro de su historia, tras haber sido el mas legalista de los partidos de la UP- pasó a justificar, incluso, la “violencia aguda” como herramienta política (ver recuadro). La intervención de Corvalán impactó en Chile y en las agencias de inteligencia occidentales. Un informe de la Oficina de Inteligencia del Departamento de Estado norteamericano, fechado el 23 de junio de 1981 y recientemente desclasificado, consignó: “El hecho que los medios de comunicación soviéticos estén difundiendo la nueva línea del partido indica que Moscú implícitamente ha respaldado este cambio”. El despacho secreto llevaba como título “El Partido Comunista chileno opta por la revolución con la bendición de Moscú”.

"Tú también puedes"

Con su anuncio, Luis Corvalán no había hecho más que exponer la teoría diseñada por el Círculo de Berlín, el equipo de trabajo secreto del PC que en Berlín Oriental trazó la política insurreccional. Como en adelante los sucesos más trascendentes tendrían lugar en suelo chileno, el propio secretario general del PC decidió que los integrantes de ese equipo viajaran clandestinamente a Chile para implementar la nueva política. Parte de ese puñado de hombres comenzó a aterrizar en Santiago semanas después del discurso de Corvalán. No eran más de siete. Los recién llegados quedaron bajo las órdenes de Gladys Marín, quien a pesar de tener sólo 37 años demostró ser la más sagaz de los dirigentes del PC: había abandonado Europa en 1978, para hacerse cargo del partido en Chile. Antes que nadie, Marín había intuido que el peso de las decisiones del PC pronto cambiaría desde el “exterior” al “interior”. Gracias a ese cálculo y a su apego sin titubeos a la opción armada, terminaría dominando el PC sin contrapeso. Trabajando estrechamente con Gladys Marín, los ex miembros del Círculo de Berlín dieron nacimiento al Frente 17, una estructura clandestina integrada por no más de 10 personas que comenzó a poner en marcha la vía insurreccional. Al poco tiempo, el Frente 17 fue rebautizado como Frente Cero y empezó a trabajar con la idea de que toda la militancia podía contribuir a la política insurreccional. Es decir, que con pequeñas acciones de sabotaje podía encenderse la mecha para derribar a Pinochet. En esa línea, se hizo muy popular un folletín titulado “Tú también puedes”, que detallaba acciones como cadenazos y otros pequeños actos conspirativos. Se llegó incluso a imitar una exitosa práctica del IRA irlandés, aunque en Chile no funcionó: en varias poblaciones la militancia fue instruida de enchufar sus planchas domésticas a una misma hora, para sobercargar los transformadores y generar apagones. Como aún el partido no disponía de un aparato armado, las acciones eran ejecutadas por las direcciones regionales y provinciales del PC. El objetivo, más que nada, era levantar la alicaída moral comunista. “El Frente Cero nunca realizó apagones a nivel nacional ni acciones armadas de envergadura, pero fue el embrión del FPMR”, sostiene “Víctor”, un ex frentista (2). “Por primera vez, el partido comenzó a sacudirse la idea de que éramos la derecha de la izquierda”, rememora otro ex combatiente. Pronto, la dirección de Luis Corvalán en el exterior aprobó realizar acciones de mayor envergadura. Así, el 11 de noviembre de 1980 se produjo un corte de luz de tres horas en Santiago, Valparaíso y Viña del Mar, producto de la voladura de torres de alta tensión. Pero la acción más espectacular se produjo el 22 de febrero de 1981, cuando cuatro bombazos simultáneos en Viña del Mar, Quilpué, Concón y Valparaíso interrumpieron la noche final del Festival de la Canción de Viña del Mar. Durante tres minutos la Quinta Vergara quedó a oscuras y el festival debió proseguir con equipos de emergencia. Una voz telefónica dio a conocer la existencia de otras bombas en diversos hoteles de Viña y mencionó, por primera vez, como autor de tales actos a un supuesto Comando Manuel Rodríguez. En realidad, los atentados fueron obra de la dirección regional del PC en Valparaíso. El nombre Comando Manuel Rodríguez había sido ideado por el Frente Cero.

Corvalán, Luis. De lo vivido y lo peleado. Serie de entrevistas con ex militante del Frente Patriótico Manuel Rodríguez de nombre político “Víctor”, diciembre de 2000.

Dos meses después del anuncio de Luis Corvalán, decenas de militantes comunistas fueron enviados secretamente desde Chile a Cuba, para entrenarse como paramilitares en Punto Cero. Si los oficiales que habían luchado en Nicaragua iban a conformar el alto mando del FPMR, estos nuevos hombres serían su oficialidad media cuando la verdadera lucha se iniciara.

El secretario general del PC, Luis Corvalán, junto al equipo del programa “Escucha Chile”, de Radio Moscú. Desde allí, Corvalán anunció formalmente la vía armada.

| Fraguando la insurrección en Chile

La oficialidad media de la rebelión

Dos meses después del anuncio de Luis Corvalán, decenas de militantes comunistas fueron enviados secretamente desde Chile a Cuba, para entrenarse como paramilitares en Punto Cero, la famosa base guerrillera del Ministerio del Interior cubano, ubicada a 30 kilómetros de La Habana.

Si los oficiales que llevaban años en la isla y habían luchado en Nicaragua iban a conformar el alto mando del FPMR, estos nuevos hombres serían sus jefes de tropa, su oficialidad media cuando la verdadera lucha se iniciara. Y si tanto Moscú, Berlín como La Habana habían colaborado con el entrenamiento militar de la izquierda chilena, ahora había un objetivo claro para recibir nuevas oleadas de chilenos en sus centros.

“Entre 1982 y 1986 ocurrió el período de mayor intensidad en los entrenamientos a los que eran sometidos los chilenos comunistas en Cuba”, sostiene Lázaro Betancourt, ex oficial de Tropas Especiales que durante 20 años trabajó en la seguridad de Fidel Castro, antes de asilarse en EEUU. “Yo mismo participé en 1985 en unos ejercicios realizados en la base de Punto Cero, a 30 km de La Habana. Eran simulaciones de golpes de mano. Los chilenos tenían que realizar un ataque tipo comando a un cuartel y nosotros teníamos que defenderlo” (3).

Los nuevos cursos de formación paramilitar en Punto Cero duraban seis, ocho y 10 meses. Uno de los enviados fue “Carlos”, un joven comunista quien al poco tiempo de llegar a Cuba compartió una clase de adiestramiento guerrillero con los chilenos formados en las escuelas militares cubanas. Las diferencias entre los recién llegados, forjados en la vida clandestina, y los soldados de Fidel, eran evidentes. “Un día un instructor cubano colgó un mapa del centro de Santiago y dibujó una marcha popular que iba en dirección a La Moneda. Explicó que había que facilitar su avance y que nos dividiéramos en grupos para proponer ideas”, relata “Carlos”.

A fines de 1980, poco despues del anuncio de Corvalán, viajaron clandestinamente a Chile los hombres que habían desarrollado la tesis de la vía armada, en Berlín. Con ello comenzaron las primeras acciones del embrión del FPMR, el “Comando Manuel Rodríguez”.

“Entre 1982 y 1986 ocurrió el período de mayor intensidad en los entrenamientos a los que eran sometidos los chilenos comunistas en Cuba”, sostiene el cubano Lázaro Betancourt, ex oficial de Tropas Especiales.

Los veteranos de Nicaragua hicieron equipo aparte. Los chilenos del “interior” quedaron mudos cuando éstos propusieron instalar un mortero en la Alameda y nidos de ametralladoras en otros lugares estratégicos. “Traté de explicarles que era imposible andar con un mortero por el centro de Santiago y que mucho más peligroso era tratar de instalar uno”, cuenta “Carlos”. “Les dije que en el país la lucha callejera no pasaba de lanzar proclamas, que un morterazo desarmaría cualquier marcha de un plumazo. Pero ellos no entendían”, relata este hombre, quien con otro nombre político sería uno de los máximos jefes del FPMR (4).

Otros militantes de base fueron enviados a Moscú, donde se implementó un tipo de instrucción conocida como Trabajo Conspirativo Militar (TCM). Con la fachada de que se trataba de estudiantes universitarios, varios grupos de alumnos fueron acomodados en apartamentos de Moscú, donde eran instruidos en técnicas conspirativas, manejo de armas y conocimientos en explosivos por oficiales de la KGB. En menor medida, el TCM también se implementó en las calles de La Habana, en una casa ubicada en el barrio de Miramar, donde se les adiestraba en la ciudad, para después ser evaluados individualmente por sus instructores.

El camino de las protestas

Las primeras oleadas de este contingente paramilitar volvieron a Chile entre fines de 1981 y comienzos de 1982, cuando el Frente Cero realizaba aceleradamente apagones y sabotajes. Ya para 1982, el PC estaba completamente inmerso en la política insurreccional. Toda la preparación de un futuro levantamiento quedó a cargo de una comisión militar, la que era integrada por cuatro estamentos menores.

Sólo faltaban lo que el PC llamaba las “condiciones objetivas” para que la rebelión estallara. Tales condiciones las aportaría la aguda crisis económica de 1982, con un 20,7 por ciento de desempleo, miles de desocupados y la percepción de que la política económica de Pinochet comenzaba a desplomarse (5).

Un año después, en abril de 1983, vendría la primera jornada de protesta nacional, cuyo apoyo sorprendió tanto a las Fuerzas Armadas como a los comunistas. Mientras tanto, en Cuba, el aparato militar del PC empezaba a inquietarse. Primero en voz baja y luego a viva voz, sus oficiales exigían ingresar al país, para poner en práctica todo lo que habían aprendido de los cubanos y los sandinistas. Una frase, “vámonos a Chile”, comenzó a oírse insistentemente en los cuarteles de La Habana.

3 Entrevista a Lázaro Betancourt, quien se desempeñó durante 20 años en la seguridad de Fidel Castro. En 1999 se asiló en EE.UU. Miami, 9 de febrero del 2001.

4 Serie de entrevistas con “Carlos”, ex frentista formado en Punto Cero, diciembre y enero de 2000.

5 Cavallo, Ascanio; Salazar, Manuel y Sepúlveda, Oscar. La Historia Oculta del Régimen Militar. 6 Discurso del secretario general del PC, Luis Corvalán, en Radio Moscú. 3 de septiembre de

1980.

Corvalán anuncia el giro

Difundido el 3 de septiembre de 1980, una semana antes de que el régimen de Pinochet aprobara una nueva Constitución para Chile y en la víspera de conmemorarse 10 años del triunfo de Salvador Allende en las urnas, el discurso de Luis Corvalán por Radio

Moscú fue el inicio formal del giro estratégico más grande en la historia del partido.

Estos son algunos de sus párrafos destacados:

“La revolución debe resolver el problema del poder en su plenitud. Esto significa que no basta, como ocurrió en nuestro caso, con conquistar el gobierno (...) Las masas irrumpirán de una vasta manera hasta echar abajo el fascismo (...) El derecho del pueblo a la rebelión pasa a ser cada vez más indiscutible”.

“Es el fascismo el que crea las condiciones frente a las cuales el pueblo no tendrá otro camino que recurrir a todos los medios a su alcance, a todas las formas de combate, incluso la violencia aguda, que lo ayuden a defender su derecho al pan, a la libertad y a la vida”.

“En nuestra política no hay rupturas, no hay cambio de línea, sino permanente desarrollo y enriquecimiento de la misma (...) El desarrollo de esta línea se expresa, con modificaciones tácticas o en formulaciones que la complementan, de acuerdo con los cambios que se producen en la situación”.

“En el combate contra el fascismo el pueblo ha ido aprendiendo a combinar diversas formas de lucha, abiertas y clandestinas, pacíficas y violentas, tradicionales y nuevas” (6).

Gladys Marín: a los 37 años demostró ser la más sagaz de los dirigentes del PC al abandonar Europa en 1978, para hacerse cargo del partido en Chile.

El entrenamiento se intensificó tanto en Cuba como en la URSS, donde varios grupos de militantes fueron acomodados en apartamentos de Moscú e instruidos por oficiales de la KGB.

CAPITULO VI Operación Carrizal Bajo

Las razones del fracaso

Incomprensibles errores del destacamento de tierra del FPMR abortaron el desembarco en Carrizal Bajo que, en su parte cubana fue completamente exitoso. “Los que fallaron fueron los chilenos”, fue la sentencia de la elite militar cubana. Fidel Castro incluso habría condecorado y premiado a los oficiales a cargo de la entrega del armamento en alta mar.

Carrizal Bajo fue la mayor operación del FPMR desde su génesis hasta 1986. Con decenas de hombres comprometidos, era también su acción más secreta. Pese a ello, increíbles errores hicieron que, pese al éxito de la misión cubana, el 6 de agosto de 1986 todo fuera

descubierto por la CNI, que en dos semanas incautó tres mil 115 fusiles, más de 300 lanzacohetes, unas dos mil granadas de mano, decenas de ametralladoras pesadas y toneladas de explosivos. Tan sólo en los primeros cinco días del hallazgo, 21 implicados cayeron detenidos (1). La falta de preparación del equipo designado para recibir las armas fue evidente. Muchos tenían una pobre formación política y escasa experiencia en operaciones de esa índole. “Algunos ni siquiera eran comunistas. Incluso, varios ni siquiera estaban familiarizados con los medios y los montos de dinero que se les confió para que la operación fuera un éxito”, comenta un ex oficial frentista hoy radicado en Europa. Ya en los primeros días de su llegada a Carrizal, la gente de la zona comenzó a recelar de los afuerinos, quienes ostentaban grandes sumas de dinero. “Un miembro del equipo hasta empezó a pololear con una niña de la zona”, reconoce otro ex frentista (2). Cuando ya las armas estuvieron en tierra, las irresponsabilidades se acentuaron. Luego que la operación fue descubierta por la CNI, el jefe del equipo de tierra, Claudio Molina (“El Rucio”) fue acusado por algunos compañeros de celebrar la llegada de las armas arrendando una avioneta para viajar con un grupo a Caldera. “Allá llegaron con fajos de billetes y se encerraron en un prostíbulo, cantando la Internacional Comunista y despertando las sospechas de todos”, narra un ex oficial del FPMR, cuya versión es confirmada por otros tres ex frentistas. Cuando la CNI dio con la punta del iceberg, menos del 10 por ciento del armamento había sido distribuido. El golpe fue devastador. El FPMR no sólo se quedó sin armas para la “Sublevación Nacional”; también la ineficiencia demostrada por el equipo de tierra calaría hondo en la cúpula del Frente y entre los cubanos. Si bien pequeños ingresos posteriores de armamento a través de la frontera con Argentina, a la altura de Bariloche, paliaron en algo el fracaso, el FPMR nunca pudo recuperarse. “Además, las pocas armas salvadas no estaban pensadas para la vida urbana en Chile. Portar un M-16 en la calle era un suicidio. Hubo que cortar algunos en tornerías del partido”, cuenta un ex comandante (3).

“Fallaron los chilenos”

Una vez que se supo que el arsenal había sido descubierto, los cubanos no ocultaron su indignación por la incompetencia chilena. “Toda la parte cubana de la operación fue un éxito, los que fallaron fueron los chilenos”, asegura el escritor cubano Norberto Fuentes (4). Tal es así que cuando los oficiales cubanos a cargo de la misión volvieron a La Habana después de su exitosa entrega, fueron recibidos con una ceremonia. “En la sede central de Tropas Especiales, hubo una celebración, donde todos los participantes en el desembarco de armas fueron condecorados”, relata el ex oficial cubano Lázaro Betancourt (5). Norberto Fuentes agrega: “Fidel los premió con automóviles y otros regalos”. “Infiltrar tantas toneladas de armas tres veces en un mismo punto fue demasiado arriesgado. De haber sido menor la cantidad, como para hacer sólo dos viajes, no nos hubiesen descubierto”, reconoce un ex jefe frentista (6). En esa línea, al interior del FPMR circuló durante años la versión de que el entonces ministro del Interior cubano, José Abrantes, apostó, de propia iniciativa, por entregar más armas de las que el FPMR era capaz de ocultar. Ello le habría costado una durísima reprimienda de Fidel Castro cuando vino el descalabro. Esta versión, sin embargo, es desmentida por Norberto Fuentes: “Abrantes sólo cumplió órdenes. Quien decidió la cantidad de armas, quien puso a Ronda a cargo, quien dijo en qué parte se iban a entregar y quien después pidió un completo informe del fracaso se llama Fidel Castro Ruz. Todos los demás cubanos implicados fueron instrumentos.”

1 Cavallo, Ascanio; Salazar, Manuel y Sepúlveda, Oscar. La Historia Oculta del Régimen Militar. Editorial Grijalbo. Pág. 434.

2 Serie de entrevistas con el ex frentista “Carlos”. 3 Ibid...serie de entrevistas con “Carlos”. 4 Serie de entrevistas con el escritor cubano Norberto Fuentes que perteneció a la

nomemclatura cubana antes de exiliarse en EE.UU. Miami, noviembre de 1999 y febrero del 2001.

5 Serie de entrevistas con el ex oficial de Tropas Especiales Lázaro Betancourt, quien se desempeñó en la seguridad de Castro durante 20 años, antes de asilarse en EE.UU. en 1999. Miami, 9 de febrero 2001.

6 Ibid...serie de entrevistas con “Carlos”.

El general de “los pinchos duros"

Alejandro Ronda, el militar cubano que llegó a liderar Tropas Especiales -el cuerpo de elite de Castro-, acordó en una reunión en La Habana junto al jefe de la comisión militar del PC chileno la internación de armas de Carrizal Bajo. Posteriormente, él mismo supervigiló desde uno de los cargueros cubanos la entrega frente a las costas chilenas.

En los más encumbrados círculos de La Habana, los relojes Rolex sumergibles GMT son un privilegio que sólo los más recios oficiales de Fidel Castro merecen usar. Cuando el general cubano Alejandro Ronda Marrero inició la internación de

toneladas de armas en las costas de Chile, a través de Carrizal Bajo, el 24 de mayo de 1986, llevaba un impecable Rolex cromado en su muñeca. Testimonios de ex dirigentes del PC, ex frentistas y ex colaboradores de Castro coinciden en que Ronda organizó el desembarco de armas a petición del FPMR, desde que el cargamento fue embarcado en Cuba y pasó por Nicaragua, hasta que se entregó a los frentistas en alta mar, varias millas fuera de las costas de Chile. Alto, delgado y de tez blanca, Ronda había estado en Chile como miembro de la misión militar cubana durante el gobierno de Salvador Allende junto a “Tony” de la Guardia, para preparar la visita de Castro a Chile. Después, conoció a varios chilenos graduados como oficiales cubanos cuando estuvo en Nicaragua, a cargo de la misión internacionalista con el grado de coronel (1). Antes, en Cuba, había entablado amistad con Juan Gutiérrez Fischmann, “El Chele”, futuro segundo hombre del FPMR Autónomo y yerno de Raúl Castro (2). Cuando ascendió a general, en 1982, Ronda reemplazó a Patricio de la Guardia como jefe de Tropas Especiales, la poderosa unidad militar de elite del Ministerio del Interior cubano (3) (ver recuadro). Desde ese cargo, y como militar de total confianza de Castro, le “tendió la mano” al FPMR. Tropas Especiales conformaba el último anillo de seguridad en torno a Fidel Castro, pero era también el brazo operativo del comandante en jefe en apoyo de la subversión latinoamericana (4). Mientras el Departamento América estaba a cargo de los contactos políticos con estos grupos, Tropas Especiales realizaba las internaciones de armas y otras operaciones en terreno. Tropas, en la práctica, competían ferozmente con el América (5). Al frente de Tropas, Ronda se hizo cargo de audaces operaciones militares más allá de las fronteras de Cuba, como la entrega de miles de fusiles AK-47, granadas y morteros al general Manuel Noriega, en vísperas de la invasión norteamericana a Panamá (6). Según Jorge Masetti, ex colaborador del Departamento América, a fines de 1988 el subversivo argentino Enrique Gorriarán recibió el apoyo de Ronda para internar armamento por mar en Argentina, partiendo por Angola. Sin embargo, el general Patricio de la Guardia -jefe de la misión del Ministerio del Interior cubano en Angola- se negó. “¡Meter armas en Argentina, en plena democracia! ¡Alejandro está loco!”, le comentó De la Guardia a Masetti (7).

Alejandro Ronda Marrero, jefe de Tropas Especiales, tuvo estrechos nexos con el FPMR. Estableció con ellos un canal independiente al PC, les entregó fondos y estuvo a cargo de Carrizal Bajo. Fotos del álbum personal de “Tony” de la Guardia, cedidas a La Tercera por su hija Ileana.

Ronda estuvo en Chile como miembro de la misión militar cubana durante el gobierno de Salvador Allende junto a “Tony” de la Guardia, para preparar la visita de Castro a Chile. Después, en Nicaragua, conoció a varios chilenos graduados como oficiales cubanos cuando estuvo a cargo de la misión internacionalista con el grado de coronel.

Ronda era audaz, un “fierrero”. En su departamento en el barrio habanero de Miramar ostentaba una colección de fusiles y pistolas de diversa procedencia. Le gustaban los estéreos y coleccionaba lechuzas. Para esta última afición destinó un dormitorio de su departamento, donde tenía en exposición cientos de lechuzas embalsamadas, de yeso y cerámica. “Era un arribista muy inculto”, recuerda el ex comunista Ernesto Contreras (8). “Tenía una doble moral del carajo”, señala Masetti (9). No obstante, como todos los “pinchos” -mote para designar a los jefes militares en Cuba-, su mayor debilidad eran los relojes Rolex. “El general de los pinchos duros con Rolex”, lo apodaban sus camaradas.

1 Entrevista con “Carlos”, ex comandante del FPMR formado en Punto Cero. 2 Serie de entrevistas al ex colaborador del Departamento América cubano Jorge Masetti, quien

formó parte de la elite cubana. Buenos Aires, 4 y 5 de diciembre del 2000. Miami, 27 de noviembre del 2000.

3 Serie de entrevistas al escritor cubano Norberto Fuentes, ex miembro del círculo de hierro de Castro. Miami, noviembre de 1999 y febrero 2001.

4 Fogel, Jean-Francois y Rosenthal, Bertrand. Fin de Siglo en La Habana. TM Editores, Pág. 99.

5 Ibid... Serie de entrevistas a Jorge Masetti. 6 Oppenheimer. Andrés. La Hora Final de Castro. Javier Vergara Editor, Págs. 178-179. 7 Ibid... Serie de entrevistas a Jorge Masetti... 8 Serie de entrevistas al ex dirigente comunista de nombre político “Ernesto Contreras”. 9 Ibid... Serie de entrevistas a Jorge Masetti...

Durante la guerra nicaragüense, Ronda conoció a varios chilenos que combatían en el Batallón Chile y que después se convertirían en los “comandantes” del Frente.

Al frente de Tropas Especiales, Ronda se hizo cargo de audaces operaciones militares más allá de las fronteras de Cuba, como la entrega de miles de fusiles AK-47, granadas y morteros al general Manuel Noriega, en vísperas de la invasión norteamericana a Panamá.

El contacto con el FPMR

Por su cargo y las amistades que tenía con frentistas como “El Chele” y Raúl Pellegrín, “José Miguel”, Ronda se convirtió en el mejor nexo del FPMR ante el gobierno cubano, lo que permitió al grupo una amplia autonomía, al margen del control del PC chileno. Ronda no sólo facilitaba armas: también contribuía al entrenamiento de nuevos combatientes y otorgaba financiamiento extra. Cuando este general comprometió el apoyo de sus hombres a la internación de armas por Carrizal Bajo, a inicios de 1985, el trato se hizo ante un representante del PC, pues era la colectividad -y no sólo su brazo armado- la que estaba avalando el desembarco. Dicho representante era Guillermo Teillier, “Sebastián”, el enigmático jefe de la comisión militar del PC (10). El desertado oficial cubano de Tropas Especiales Lázaro Betancourt afirma desde Miami que Ronda supervisó personalmente los preparativos para el traslado y que, incluso, iba a bordo del carguero cubano para chequear personalmente la entrega frente a las costas chilenas. Betancourt cuenta que otro mayor de Tropas Especiales amigo suyo, llamado Rigoberto Cruz, viajó en la misión. “Yo vi las fotografías que le tomó a Ronda en la cubierta de una de las naves, días antes de hacer la entrega en alta mar” (11).

“En esta isla no se hace nada sin que yo lo sepa”

Otros testimonios avalan que cuando en 1987 el FPMR se dividió, Ronda mantuvo una activa colaboración con el grupo que siguió combatiendo -el FPMR Autónomo- y que lideraban sus amigos, “El Chele” y Raúl Pellegrín, “José Miguel”. “Hasta varios años después del quiebre, se reunía con ellos en los balnearios cubanos de Mégano y Santa María del Mar”, asevera Ernesto Contreras. Apenas ocurrió la división del FPMR, Contreras fue enviado por Gladys Marín para anunciar la mala noticia a Fidel en La Habana. En el Palacio de la Revolución, el emisario denunció a Castro la ayuda de Ronda a la facción rebelde. Castro respondió elípticamente: “En esta isla no se hace nada sin que yo lo sepa” (12). “Alejandro no habría hecho nada sin autorización de Fidel, porque era de su absoluta confianza”, recalca Jorge Masetti (13). Hechos posteriores parecen confirmar esto: en junio de 1989, Fidel Castro inició en las filas del Ministerio del Interior cubano (Minint) la mayor purga de su gobierno, en un proceso que llevó al paredón a cuatro altos oficiales, entre ellos el general Arnaldo Ochoa y el coronel Antonio “Tony” de la Guardia. De todos los estamentos del Minint, Tropas Especiales fue lejos el más golpeado: sus altos oficiales fueron literalmente barridos. Entre los pocos que se mantuvieron estuvo Ronda, quien luego fue promovido a labores de inteligencia (14). Retirado del servicio hace unos años, hoy vive de su pensión en La Habana.

Los “hombres hombres” La División de Tropas Especiales es, lejos, el más célebre cuerpo militar de Cuba. Integrado por lo mejor de lo mejor en paracaidismo, combate y buceo táctico, es al Ejército cubano lo que los Boinas Verdes son al Ejército estadounidense. El propio Castro, orgulloso de su preparación, suele referirse a estos efectivos como los “hombres hombres”, pues conforman la elite militar absoluta de su régimen (15). También son la fuerza considerada más leal: todas las residencias del comandante en jefe tienen un anillo de seguridad a su cargo (16). Su eficiencia hizo de Tropas no sólo el organismo encargado de la seguridad del comandante en jefe; también pasaron por sus efectivos las más importantes acciones encubiertas para exportar la revolución. Según el escritor Norberto Fuentes, a fines de los ‘60 el primer secretario de la embajada de Yugoslavia en La Habana no detuvo su coche por error, al acercarse a las barreras de

seguridad de una residencia de Castro en El Vedado. El diplomático fue acribillado, víctima del llamado “fuego de prevención” de Tropas Especiales: un rafagazo de fusiles AK-47 (17).

Fuerza de acción rápida

En contraste con el resto de las fuerzas cubanas, que dependen del Ministerio de Defensa, Tropas Especiales está bajo el Ministerio del Interior: constituye una fuerza de reacción rápida, capaz de ser desplegada en cualquier punto de la isla en caso de algún alzamiento armado. De hecho, cuenta con sus propios puestos de salud, talleres automotrices, bases navales, depósitos de carburantes y vehículos blindados (18). La rivalidad entre Tropas Especiales y las Fuerzas Armadas Revolucionarias cubanas (FAR) es casi una leyenda. Se dice que la mejor forma de distinguir a un oficial de Tropas de uno de las FAR es si calza anteojos Ray Ban y un Rolex en la muñeca (19). Pero también los distingue la fiereza. Cuando en noviembre de 1975 el cuerpo expedicionario cubano en Angola quedó peligrosamente cercado, 150 “troperos” detuvieron el avance de las fuerzas sudafricanas en las puertas de la capital angoleña, Luanda. Tras conseguir una victoria en pocas horas con fusiles ligeros y explosivos, estos mismos hombres dieron media vuelta y arrasaron a las fuerzas zairotas que presionaban por el norte. Aunque casi todos murieron, pasaron a ser el símbolo de la supremacía de Tropas sobre las FAR cubanas (20). Hombres de Tropas Especiales, a cargo de los hermanos Patricio y “Tony” de la Guardia, constituyeron también la avanzada cubana en Chile durante el gobierno de Salvador Allende. Entrenaron al GAP, repartieron armas a grupos como el MIR y velaron por la seguridad de Fidel durante su extensa gira oficial. Sólo salieron del país un día después del golpe de 1973, luego de proteger a balazos la misión cubana en Santiago (21). Sólo el juicio por narcotráfico que terminó con el fusilamiento del general Arnaldo Ochoa y el coronel Antonio de la Guardia, en julio de 1989, puso coto a la influencia de este cuerpo, que hasta ese momento contaba con dos mil bien apertrechados hombres. Víctima de la purga que afectó a todos los niveles del Ministerio del Interior de la isla, Tropas Especiales fue casi totalmente desmantelada, pues su autonomía se había convertido para Castro en un potencial peligro de disidencia. De hecho, el fusilado coronel Antonio “Tony” de la Guardia -fiel a Fidel, pero partidario de una apertura- era su máxima figura, su líder y su leyenda. Su hermano gemelo, Patricio, está hoy condenado a 30 años de cárcel. Su sucesor como jefe de Tropas Especiales, Alejandro Ronda Marrero, estuvo a cargo de Carrizal Bajo. Un reducido grupo de Tropas Especiales, la unidad operativa, se ha mantenido en funciones: es la que hoy actúa como escolta día y noche de Fidel Castro (22). 10 Ibid... Entrevista con “Carlos”, ex comandante del FPMR. 11 Entrevista a Lázaro Betancourt, quien se desempeñó durante 20 años en la seguridad de Fidel Castro y en 1999 se

asiló en EE.UU. Miami, 9 de febrero 2001. 12 Ibid... Serie de entrevistas a “Ernesto Contreras”... 13 Ibid... Serie de entrevistas a Jorge Masetti... 14 Ibid... Serie de entrevistas con Norberto Fuentes. 15 Ibid... Fin de Siglo en La Habana... Pág. 30 16 Ibid... Fin de Siglo... Pág. 30 17 Fuentes Norberto, Dulces Guerreros Cubanos. Tercera edición. Editorial Seix Barral, SA, 2000. Pág. 288. 18 Ibid... Fin de Siglo... Pág. 30 19 Ibid... La Hora Final de Castro. Pág. 61. 20 Ibid... Serie de entrevistas a Norberto Fuentes. 21 Ibid... Serie de entrevistas a Norberto

Por suerte no ganamos

El cubano-argentino Jorge Masetti -ex colaborador del Departamento América de Fidel Castro y yerno de “Tony” de la Guardia- repasa con franqueza los años en que trabajó al servicio de los aparatos de seguridad cubanos, cumpliendo arriesgadas misiones en el continente.

La larga marcha del castrismo por América Latina ha encarnado para gran parte de la intelectualidad progresista y un sector del ala izquierda de nuestras sociedades una empresa épica y romántica. La lucha de los desposeídos contra los poderosos. Una guerra necesaria. Miles de jóvenes latinoamericanos recibimos instrucción en unidades militares cubanas para extranjeros; las míticas “Punto Cero” y “Los Petis”. Fuimos los seguidores del “Che” y de Fidel Castro. Cuba, con “generosidad revolucionaria”, nos ofreció campos de entrenamiento e instructores.

Con empeño aprendimos a fabricar explosivos, también tiro de infantería, defensa y técnicas de atentados. En las calles de La Habana desarrollamos las prácticas operativas de enmascaramiento, chequeo, contrachequeo, carga y descarga de buzones, pases rápidos, comunicaciones. En fin, todas las prácticas necesarias para convertirnos en verdaderos conspiradores, en los futuros comandantes de la revolución latinoamericana. En nombre del “pueblo”, y sin pedirle permiso, comenzamos la guerra para su liberación. Mal aderezados con algunas nociones de marxismo leninismo, el “Qué Hacer” de Lenin y “La historia me absolverá” de Fidel Castro bajo el brazo y, por supuesto, con pistola en la sobaquera, comenzamos nuestra guerra.

Los muertos fueron por miles. La reacción del enemigo no se hizo esperar: las dictaduras militares ennegrecieron la geografía de nuestro continente. Con salvajismo imperdonable, en nombre de la Doctrina de Seguridad Nacional, los militares asesinaron, secuestraron, desaparecieron a todo aquello que oliera a izquierda, a militancia popular, a activismo obrero. La represión fue total y destructiva.

También en Cuba, aprendimos a ser firmes y severos; “ante la duda mátalo” preconizaba el Che. Los compañeros que planteaban dudas eran catalogados de inmediato como pusilánimes pequeños burgueses, objetivamente aliados al enemigo. Los disparos en la nuca, muchas veces, solucionaron de manera tajante las discusiones políticas. El asesinato en 1975 del poeta y revolucionario salvadoreño Roque Dalton, por manos de sus propios camaradas, es ilustrativo y nada excepcional. ¿Acaso no habían actuado del mismo modo nuestros mayores, los cubanos, tanto en la Sierra Maestra durante la lucha contra Batista, como después de la toma del poder en 1959 con los pelotones de fusilamiento? Eutimio Guerra, campesino y posible delator, fue ejecutado por el propio Guevara en las montañas insurrectas cubanas. Después vinieron otros, los que no entendieron que las elecciones, la prensa libre y la democracia eran “patrañas” del enemigo.

Así, fue pasado por las armas en 1961 el comandante rebelde Sori Marín. Así, fueron condenados a veinte y treinta años de cárcel, respectivamente, el comandante guerrillero Huber Matos y Mario Chanes de Armas. Este último fue incluso compañero de Fidel Castro en el ataque al cuartel Moncada, en el posterior presidio y más tarde en el desembarco del Granma. Ambos pagaron hasta el último día de condena. ¿Su delito? Haber renunciado públicamente a la “hermosa tarea” de instaurar la dictadura del proletariado, representada y ejercida por el máximo líder, Fidel Castro.

A pesar de la derrota en nuestros países de origen, algunos quedamos con vida y escapamos

al exilio. Mientras tanto, en Cuba nuevos reclutas se entrenaban como combatientes para enfrentar las dictaduras. Incluso algunos, sobre todo chilenos, se graduaban en escuelas como oficiales regulares de las Fuerzas Armadas. A pesar de la derrota, persistimos, ya contábamos con nuestro propio ejército; éramos los muchachos de FIDEL.

En Nicaragua, en 1979, nos pudimos medir con el enemigo. Chilenos, argentinos, salvadoreños, uruguayos, incluso etarras vascos y brigadistas italianos, asistimos a la convocatoria de la revolución de Fidel. Allí estábamos junto a nuestros hermanos sandinistas en los momentos finales de la guerra contra Somoza. Con ellos festejamos el triunfo. Juntos reprimimos y aniquilamos a lo que quedaba de las fuerzas somocistas. En nombre del internacionalismo proletario, algunos nos integramos a los nuevos y revolucionarios órganos de la Seguridad del Estado Sandinista. Y no sólo combatimos a la “Contra” de la ex Guardia Nacional, sino también a aquellos burgueses que habían luchado contra Somoza y que después del triunfo -creyéndose el cuento de la democracia- exigían elecciones libres, pretendiendo arrancarles con sufragio lo que los sandinistas, los revolucionarios, habían conquistado a punta de fusil.

En Cuba, los jefazos de Tropas Especiales nos recibían como sus pares. Casas de protocolo o de descanso en la playa estaban a disposición de los cansados guerreros. Durante los años ‘80, las dictaduras del Cono Sur fueron cayendo, pero no como queríamos nosotros ni Fidel, pues los fusiles hacía rato se habían silenciado. De cualquier modo, se combatía en El Salvador y en Guatemala. Y en Chile, aún estaba Pinochet. Allí sería distinto. El MIR era ya casi inexistente, pero los muchachos del Frente, los jóvenes del PC, ya fogueados en Nicaragua y en tierras africanas, eran verdaderos oficiales cubanos y habían emprendido el camino de la lucha armada en su país. Incluso Fidel los apoyaba.

Hasta el propio general Alejandro Ronda, jefe de las Tropas Especiales cubanas, se había embarcado en una operación para entregarles toneladas de “fierros” en Carrizal Bajo. Con esas armas, a bolina con las componendas burguesas para lograr la democracia sin derramamiento de sangre. Allí tomarían el poder los revolucionarios. Allí sí se haría la revolución como en Cuba y Nicaragua.

Pero no, a Chile también llegó la democracia después de un plebiscito. La dictadura del proletariado debía esperar. De cualquier modo los frentistas más duros, con apoyo cubano y escindidos del PC, seguirían peleando, golpeando a los burgueses. Y ese senador Guzmán, el que se oponía a las relaciones con Cuba, desarmado y sin escolta, fue abatido por el Frente en 1991.

También el FPMR fue derrotado. En El Salvador y Guatemala se negoció la paz. De los muchachos de Fidel, quedamos pocos. Los que no murieron están en presidio, y los sobrevivientes con sus vidas destrozadas. Otros se ocultan en la isla, pendientes aún de una nueva misión del Comandante. El eterno Comandante, envejecido y balbuciente, con 42 años en el poder, y ni pensar de que se vaya.

Y de verdad lo siento, pero por suerte, no ganamos.

El largo itinerario de Carrizal Bajo

Después que la URSS y los países del Este aportaron los fondos y parte menor del armamento, la División de Tropas Especiales cubana dirigió la operación de internación de las 80 toneladas de armas para el FPMR. La Habana se encargó de la recolección del armamento, de su traslado por Nicaragua y de su entrega a partir de

mayo de 1986, frente a las costas chilenas.

En la segunda semana de agosto de 1986, un alto mando frentista charlaba con otros compañeros en uno de los principales refugios del FPMR en Europa Occidental. Sin entrar en detalles, anunció importantes golpes para los meses siguientes. La conversación se interrumpió cuando el televisor de la sala difundió un acontecimiento de Chile. Consternado, el jefe frentista se echó a llorar. A miles de kilómetros, el régimen de Pinochet informaba al mundo sobre el hallazgo de un gigantesco arsenal de armas en las costas de la Tercera Región, en una perdida caleta llamada Carrizal Bajo. El desconsolado “comandante” era uno de los pocos que conocía íntegramente la magnitud de la desbaratada operación. En qué momento de fines de 1984 el círculo de hierro del PC decidió dar luz verde a la operación de Carrizal Bajo, aún es uno de sus secretos mejor guardados. Sin embargo, desde aquel día en que Gladys Marín y sus hombres más cercanos dieron su venia para que el FPMR internara 80 toneladas de armamento y explosivos para implementar la “Sublevación Nacional” contra Pinochet, comenzó a tejerse una enorme red de contactos mundiales, que involucraría a todos los actores que desde 1974 contribuyeron a la vía armada de la izquierda chilena: la Unión Soviética, Europa Oriental y Cuba. El gobierno más involucrado en la operación fue, desde los inicios, el régimen de Castro. Experimentados oficiales cubanos estuvieron a cargo de la adquisición y el traslado del armamento en un carguero cubano. El 24 de mayo de 1986, frente a las costas chilenas, los hombres de Tropas Especiales entregaron en alta mar la primera de las tres partidas de armas destinadas al FPMR. En la cubierta del barco, el general cubano Alejandro Ronda (ver artículo Pág. 8) supervigiló personalmente la operación.

El apoyo cubano al PC para llevar a cabo Carrizal Bajo se consiguió en La Habana, durante un encuentro regado con mojitos entre el general Alejandro Ronda -jefe de Tropas Especiales- y Guillermo Teillier, jefe de la comisión militar del PC.

Si los cubanos aportaron su vasto conocimiento en operaciones encubiertas y la mayor parte del arsenal, la Unión Soviética y otros países socialistas entregaron los fondos e, incluso, parte menor del armamento. Con un costo total estimado en US$ 30 millones, la más osada y secreta acción del PC hasta entonces habría obligado a Gladys Marín a viajar reiteradamente a Moscú en busca de recursos acompañada de una delegación de la dirección interna y de altos mandos del FPMR radicados en Europa (1). Las toneladas de explosivo plástico T-4 -fabricado exclusivamente en Checoslovaquia- y los lanzacohetes RPG-7 rusos encontrados en Carrizal en medio de una gran cantidad de armamento abandonado por los norteamericanos en Vietnam, confirman que detrás de Carrizal Bajo hubo una paciente recolección de armas de distinto origen, que incluyó armamento soviético fabricado entre 1983 y 1984. De toda ella se encargaron los cubanos.

Una calurosa reunión en La Habana

La historia de cómo se montó la operación se habría iniciado a principios de 1985. Según un ex comandante del FPMR, el apoyo cubano para llevarla a cabo se consiguió en La Habana, durante un encuentro regado con mojitos entre el general Alejandro Ronda -jefe de la División de Tropas Especiales del Ministerio del Interior cubano- y Guillermo Teillier, alias “Sebastián Larraín”, jefe de la comisión militar del PC, apodado también “El Príncipe” (2). El primer eslabón de la cadena lo constituyó el general Patricio de la Guardia, en ese

entonces jefe del Estado Mayor del Ministerio del Interior cubano, Minint. “Las gestiones en Vietnam para adquirir las armas de origen norteamericano las hizo De la Guardia”, asegura el escritor cubano Norberto Fuentes, quien pertenecio a la nomemclatura de La Habana y fue amigo de De la Guardia antes de asilarse en Estados Unidos (3). Hermano gemelo de “Tony” -el legendario ranger de Castro-, Patricio se encargó de una transacción que constituiría el grueso del cargamento.

“El mayor cubano Rigoberto Cruz, amigo mío y oficial de Tropas Especiales, iba a bordo del Río Najasa. El viajó junto al general Ronda, quien quiso supervisar personalmente la entrega. Cuando se juntaron con los chilenos en alta mar había marejadas que dificultaron el traspaso, pero todo resultó bien. Rigoberto Cruz me mostró una foto de Ronda sonriendo, en la cubierta”. Lázaro Betancourt

Sin embargo, el general cubano no realizó esas gestiones específicamente para el FPMR chileno. “El se hizo cargo, a mediados de los años ’70, de las negociaciones para que Vietnam le cediera a Fidel Castro gran cantidad de armamento abandonado por los estadounidenses para la guerrilla latinoamericana. De allí provino la mayoría de las armas de Carrizal”, relata el ex colaborador del Departamento América Jorge Masetti (4). Los documentos desclasificados norteamericanos confirman la tesis de Masetti. En un informe secreto del Departamento de Estado referente a Carrizal Bajo, se consigna: “Hanoi no ha vendido a comerciantes privados las armas norteamericanas capturadas (...) ellas aparecieron en Cuba como abastecimiento regional”.El informe de inteligencia incluye un análisis comparado de las similitudes del arsenal descubierto en Chile “con la de los guerrilleros de El Salvador, Guatemala, Honduras, Jamaica y Colombia”, países donde Cuba también proveyó de armas a la guerrilla (5). A mediados de 1985 el FPMR inició la búsqueda de una franja de litoral que reuniera las condiciones para el desembarco, específicamente en las costas de la Tercera Región. Bajo la dirección de “Pedro” -jefe frentista aún no identificado por la justicia y cuya identidad La Tercera mantendrá en reserva- se compraron las goletas Chompalhue y Astrid Sue para transportar las armas desde alta mar y se obtuvieron los permisos para montar en la zona varias empresas de fachada. El costo de esos aspectos operativos y logísticos habría alcanzado los US$ 4 millones (6). Tiempo después, el coronel Roberto Márquez, jefe de la unidad operativa de Tropas Especiales, y otros oficiales del comando de elite dieron inicio a varias maniobras en la costa norte de Cuba. “Los hombres de Ronda esperaron las condiciones más parecidas al mar chileno para entrenarse”, relata el escritor Norberto Fuentes (7).

1 La Insurrección Abortada, informe especial de revista Qué Pasa. 03 del 08 de 1996. 2 Serie de entrevistas con ex frentista “Carlos”. 3 Serie de entrevistas con Norberto Fuentes, escritor cubano vinculado a los servicios de inteligencia de Fidel

Castro hasta su salida de la isla en 1994. Miami, noviembre de 1999 y febrero del 2001. 4 Serie de entrevistas con el ex colaborador del Departamento América, Jorge Masetti, quien formó parte de la

elite política cubana. Buenos Aires, 4 y 5 de diciembre del 2000. Miami, 27 de noviembre del 2000, 9 y 10 de febrero del 2001.

5 Informe desclasificado del Departamento de Estado norteamericano. Análisis del Descubrimiento de Armas Terroristas en Chile. 4 de septiembre de 1986.

6 Ibid... La Insurrección Abortada... 7 Ibid... serie de entrevistas con Norberto Fuentes...

Escala en Nicaragua

Dos fueron los cargamentos que conformaron las 80 toneladas de Carrizal Bajo. A las armas norteamericanas obtenidas por Cuba en Vietnam se les sumó otra partida recolectada por los países socialistas, que también fue acopiada en La Habana, bajo los atentos ojos de Tropas Especiales. Una vez reunido todo el arsenal, éste se despachó desde Cuba a Nicaragua. Como los hombres de Fidel controlaban el aeropuerto de Managua -y el gobierno sandinista de Daniel Ortega era aún un fiel aliado de Cuba- las armas habrían llegado por vía aérea, para después ser trasladadas a un puerto nicaragüense frente al Pacífico. Allí fueron ingresadas a las bodegas del Río Najasa, el barco cubano designado para partir a Chile. A cargo del viaje iba un destacamento de los mejores oficiales de Tropas Especiales. Meses después, la noticia sobre el paso de armas por tierras nicaragüenses le costaría el cargo al embajador cubano en Managua, Julián López Hernández. Pensando que se trataba de una operación de Tropas Especiales realizada a espaldas de Fidel Castro y que podría generar roces con los sandinistas, López denunció el hecho en La Habana. “Fidel se indignó y dijo: ‘¿Julián trabaja para nosotros o para los nicas?’. López fue inmediatamente removido”, relata Jorge Masetti. El ex oficial cubano de Tropas Especiales Lázaro Betancourt confirma la información. “Las armas cruzaron por Nicaragua y el reclamo le costó la salida al embajador López” (8).

Encuentro en altamar

En agosto de 1985 fue confirmada la fecha de la entrega cubana para el 31 de diciembre de ese año. Sin embargo, una serie de imprevistos obligó a suspender el primer intento de desembarco. Una nueva fecha se fijó: el 24 de mayo de 1986. El día “D”, más de 70 hombres se concentraron en el área de Los Corrales, cercana a Carrizal Bajo. Mientras, las goletas Chompalhue y Astrid Sue se hicieron a la mar para tomar contacto con el barco cubano, en el límite de las 200 millas marítimas. “El mayor cubano Rigoberto Cruz, amigo mío y oficial de Tropas Especiales, iba a bordo del Río Najasa”, relata Lázaro Betancourt. “El viajó junto al general Ronda, quien quiso supervisar personalmente la entrega. Cuando se juntaron con los chilenos en alta mar había marejadas que dificultaron el traspaso, pero todo resultó bien. Rigoberto Cruz me mostró una foto de Ronda sonriendo, en la cubierta”. Dos días después del encuentro en alta mar, las dos goletas regresaron a tierra cargadas de armas y se inició el desembarco. Fueron necesarios otros dos viajes hacia mar adentro para completar la operación. Desde ese momento, la gigantesca infiltracion de armas para derrocar a Pinochet pasó a ser de exclusiva responsabilidad del FPMR. Pero si la operación cubana resultó exitosa -y sus oficiales serían debidamente premiados en La Habana-, en tierra chilena se fraguó una cadena de errores que llevarían a las autoridades a descubrir el 90 por ciento de las armas desembarcadas. Ese fracaso sería un golpe del cual la izquierda chilena que optó por los fusiles nunca podría recuperarse.

8 Entrevista a Lázaro Betancourt, quien se desempeñó durante 20 años en la seguridad de Fidel Castro y en 1999 se asiló en EE.UU. Miami, 9 febrero 2001.

General Patricio de la Guardia: como jefe de Tropas Especiales realizó las gestiones en Vietnam de las armas que llegarían a Carrizal Bajo. Hombre de total confianza de Castro, estuvo junto a su hermano gemelo “Tony” en Chile durante el gobierno de la UP. En 1989, Patricio fue condenado a 30 años de prisión por el caso Ochoa. “Tony” fue fusilado, en lo que constituyo la mayor purga política realizada por Castro.

El año que debía ser decisivo

En 1985 el FPMR contaba con el aparato militar más poderoso en la historia de los partidos políticos chilenos. Para un grupo del PC, 1986 debía ser el año en que derrocarían a Pinochet. Sin embargo, el descubrimiento de las armas en Carrizal Bajo y el fracaso del atentado en el Cajón del Maipo arrastrarían hacia la debacle a todo el planteamiento del “Año Decisivo”.

Por Javier Ortega

Tracias al constante ingreso de combatientes formados en el extranjero, recién en noviembre de 1985 el FPMR estuvo en su plena capacidad operativa. Por entonces, la gran mayoría de los jóvenes comunistas formados como oficiales de academia en La Habana estaban en Chile. Mientras, aquellos que aún combatían en Nicaragua se disponían a viajar al país o a colaborar desde el extranjero. Paralelamente, nuevas oleadas de combatientes se entrenaban como paramilitares en Cuba por esas fechas. Según el ex oficial de Tropas Especiales cubano Lázaro Betancourt, entre 1982 y 1985 se dio en la isla el período de adiestramiento más intenso a los frentistas, especialmente en el centro de instrucción de Banes, especializado en guerrilla urbana (1). Sin embargo, el escenario chileno no era el mismo que el de las aguerridas protestas de 1983. A mediados de 1985, la oposición de centro-izquierda estaba ganando el control de las movilizaciones y el PC comenzaba a sentirse arrinconado en sus tesis rupturistas. A juicio de altos dirigentes de la colectividad, el panorama se les escapaba de las manos, pese a que contaban con el aparato militar más poderoso en la historia de los partidos políticos chilenos.

El acuerdo en ciernes

Una fuerte señal en tal sentido ocurrió en octubre de 1985, cuando líderes moderados de derecha, centro e izquierda suscribieron el Acuerdo Nacional para la Transición a la Plena Democracia, con el aval de la Iglesia Católica. Entre otros puntos, el acuerdo planteaba la elección de un nuevo Presidente de la República y de un nuevo Congreso, además de reformas a la Constitución pinochetista de 1980 (2). Se trataba de una salida institucional y de consenso al régimen militar, que descartaba de plano cualquier aventura armada. A pesar de que Pinochet desahució la iniciativa ese mismo año, el Acuerdo Nacional esbozó el derrotero político que culminaría con el plebiscito de 1988. Debido a que varios de sus impulsores lo habían puesto como condición al diálogo, el gran damnificado por la gestación del acuerdo fue el PC. Así lo relata el entonces secretario general comunista, Luis Corvalán, quien plantea en sus memorias que el gran recelo de su partido frente al acuerdo era “su carácter conciliador con la dictadura y su clara decisión de excluir al PC del diálogo” (3). Ante tal panorama, la conclusión en la cúpula comunista fue que había que reaccionar. Y rápido. Varios meses antes, la dirección del PC había establecido que 1986 debía ser el Año Decisivo para derribar a Pinochet. El propio Corvalán repetía ese eslogan desde fines de 1984, lo que a su juicio implicaba agudizar el enfrentamiento con el régimen hasta lograr su derrumbe (4). Para los comunistas, la caída de Pinochet debía gatillarse por medio de una gran movilización de masas, no a través de acuerdos políticos. Consecuente con ello, en enero de 1985 su comité central aprobó la tesis de la Sublevación Nacional, vista como un nivel superior de la Política de Rebelión Popular de Masas (PRPM) que se venía siguiendo desde septiembre de 1980.

“Se trata de llegar a un estado de rebelión generalizado, que lograra la paralización real del país: alzamientos populares en los principales centros urbanos, con participación decidida del proletariado industrial, los estudiantes, las capas medias y el campesinado”, planteaba un informe al pleno del comité central de enero de 1985 (5). Las agencias de inteligencia norteamericanas, visualizaron que la “Sublevación Nacional” incluía acciones más radicales del FPMR. “El PC chileno proyectó un cambio desde los pequeños sabotajes para hostigar al gobierno de Pinochet a actividades de mayor envergadura propiamente militares” sostiene un informe de la CIA, recientemente desclasificado (6).

1 Entrevista a Lázaro Betancourt, quien se desempeñó durante 20 años en la seguridad de Fidel Castro y en 1999 se asiló en Estados Unidos. Miami, 9 de febrero del 2001.

2 Ascanio Cavallo, Manuel Salazar y Oscar Sepúlveda. La Historia Oculta del Régimen Militar. Editorial Grijalbo. Página 398.

3 Corvalán, Luis. De lo Vivido y lo Peleado. Página 292. 4 Serie de 12 entrevistas con el ex dirigente del PC de nombre político Ernesto Contreras.

Santiago, septiembre del 2000 hasta enero del 2001. 5 Azócar, Oscar. La Revolución Democrática y la Política de la Rebelión Popular. Semanario

América Libre, enero de 1997. 6 Informe secreto del Departamento de Estado Norteamericano. El Apoyo Cubano y Soviético a

la Oposición Chilena. Octubre de 1987.

El “un-dos-tres

A pesar de que el propio Corvalán reconoce que “algunos miembros del comité central del PC residentes en el extranjero” no compartían el planteamiento del Año Decisivo (7), en marzo de 1985 un cerrado núcleo de dirigentes dio su venia al FPMR para montar un inédito desembarco de armas en las costas del norte chileno, gracias al apoyo del gobierno cubano y de su más eficiente fuerza militar: la división de Tropas Especiales. Un año después, la decisión de los mismos dirigentes de atentar contra la vida de Pinochet marcaría el derrotero de lo que debía ser el Año Decisivo.

De acuerdo con el testimonio de dirigentes de entonces y de ex frentistas, entre los que decidieron esas acciones estuvieron Luis Corvalán, Gladys Marín y “Sebastián”. Este último

Alianza Democrática: Líderes moderados de derecha, centro e izquierda suscribieron el Acuerdo Nacional para la Transición en 1985. Se trataba de una salida al régimen militar, que descartaba de plano cualquier aventura armada.

era el nombre ficticio de Guillermo Teillier, jefe de la comisión militar del partido, hombre de absoluta confianza de Marín y nexo con el gobierno de La Habana. Juntos, Corvalán, Marín y Teillier conformaban lo que en el lunfardo partidario se conocía como el “un-dos-tres”. Es decir, el equipo de dirección más íntimo y, a la vez, el que ejercía el control efectivo sobre las acciones que realizaba el FPMR.

A mediados de 1985, la oposición de centro-izquierda estaba ganando el control de las movilizaciones y el PC comenzaba a sentirse arrinconado en sus tesis rupturistas. A juicio de altos dirigentes de la colectividad, el panorama se les escapaba de las manos, pese a que contaban con el aparato militar más poderoso en la historia de los partidos políticos chilenos.

El descubrimiento de las armas en Carrizal Bajo y el fracaso del atentado a Pinochet, sin embargo, arrastraría hacia la debacle a todo el planteamiento del Año Decisivo. De allí en adelante comenzaría el ocaso de la vía armada chilena. La mano de Washington Iniciada con el descubrimiento de Carrizal Bajo, hasta hoy algunos miembros del FPMR achacan el derrumbe del Año Decisivo a las presiones norteamericanas y a la intervención de la CIA. Mientras Washington hizo gestiones para lograr una salida no rupturista a la dictadura, la agencia de inteligencia estadounidense habría alertado a Pinochet de la presencia del gigantesco arsenal en el norte.

Un cerrado núcleo de dirigentes dio su venia al FPMR para montar un inédito desembarco de armas en las costas del norte chileno, gracias al apoyo del gobierno cubano y de su más eficiente fuerza militar: la división de Tropas Especiales. Un año después, la decisión de los mismos dirigentes de atentar contra la vida de Pinochet marcaría el derrotero de lo que debía ser el Año Decisivo.

La tesis de las presiones de la Casa Blanca es descrita detalladamente por Corvalán en sus memorias (8). La versión sobre la alarma de la CIA para denunciar los arsenales en el norte, en cambio, es mucho más difusa. Uno de los pocos hechos que la avalarían habría ocurrido meses antes del hallazgo y fue conocido por al menos dos ex dirigentes comunistas entrevistados, uno de ellos en calidad de testigo directo. En Buenos Aires, la inteligencia cubana recibió un listado de nombres extraídos de una agenda telefónica. La agenda pertenecía al encargado de Asuntos Internacionales del FPMR, Ilya Rodríguez, apodado “Loquillo” o “Niño Maravilla”, uno de los más altos responsables de Carrizal Bajo y estrecho amigo de Galvarino Apablaza. Los nombres abarcaban a varios frentistas participantes en la internación de armas. “Para los cubanos era una típica advertencia de la CIA, que quería dejar en claro su conocimiento de que el FPMR estaba en algo grande”, explica un ex miembro de la dirección del PC (9). Sin embargo, los archivos desclasificados de la CIA y el Departamento de Estado no entregan hasta ahora indicios sobre un alerta al régimen chileno. Por el contrario, según documentos del Departamento de Estado fechados en agosto de 1986, Washington habría dudado de la veracidad de Carrizal Bajo, y una misión secreta norteamericana viajó al país para comprobar que el gigantesco arsenal no era un montaje (10). De acuerdo con un ex frentista, el argumento definitivo para dudar de una participación estadounidense en Carrizal Bajo es que la primera patrulla que llegó a la zona donde el FPMR almacenaba las armas la integraban tres agentes de seguridad. “Si la CIA le hubiera informado a Pinochet que teníamos 80 toneladas de armamento, habría llegado el Ejército completo”, concluye este ex combatiente, quien responsabiliza del descubrimiento a los errores propios del FPMR, surgidos de la falta de profesionalismo, disciplina y preparación de algunos encargados de recibir las armas (11).

El principio del fin

Lo cierto es que el descubrimiento de Carrizal Bajo marcó el inicio del fin de la estrategia comunista que dio nacimiento al FPMR, lo que se acentuaría un mes más tarde con el fracaso del atentado. A partir de entonces, las críticas contra el PC arreciaron de todos los sectores, sumiendo al partido en el más agudo aislamiento de sus últimas décadas. Según revelan las agencias de inteligencia occidentales, incluso la Unión Soviética dejó de apoyar con entusiasmo al PC chileno y su brazo armado. Si Moscú había vuelto a creer en la posibilidad de un triunfo revolucionario en Latinoamérica tras el éxito en Nicaragua, Carrizal Bajo fue un balde de agua fría para los ideólogos moscovitas. “Castro aparece inperturbable por el descubrimiento de las 70 toneladas de armas (de Carrizal Bajo) entregadas por Cuba (...), mientras los soviéticos han mantenido un bajo perfil sobre el tema” consigna un informe de la CIA de octubre de 1987 (12). “El creciente aislamiento del PC que siguió al descubrimiento de los arsenales y el intento de asesinato de Pinochet provocaron que Moscú evaluara los daños y concluyera que algunos actos, tales como la ocultación de armas, habrían sido contraproducentes (...). Moscú podría estar persuadiendo a los líderes comunistas a restablecer un férreo control partidario sobre cuándo y cómo los miembros del PC y el FPMR llevarían a cabo actos terroristas”, concluye el informe de la CIA. Por entonces, las fuerzas opositoras de centro ya eran las protagonistas de la lucha contra Pinochet y levantaban una clara estrategia de enfrentar a su régimen en las urnas. A pesar de haber hecho todo lo posible por forzar las cosas, el PC y su vía rupturista habían quedado bajo la mesa. Según reconoce Corvalán con un dejo de amargura en sus memorias, 1986 resultó efectivamente decisivo, “aunque no en el sentido que se le diera primitivamente, el de terminar entonces con la tiranía, sino en cuanto al carácter que revestiría la transición a la democracia. En este sentido fueron también decisivos 1987 y 1988, año en que, como enseguida veremos, se configuró y plasmó la salida burguesa a la dictadura” (13).

7 Ibid... De lo Vivido y lo Peleado. Página 292. 8 Ibid... De lo Vivido y lo Peleado. Págs. 292-295. 9 Ibid... Entrevistas con el ex dirigente Ernesto Contreras. 10 Informe del Departamento de Estado. Washington, 29 de agosto de 1986. 11 Serie de entrevistas con “Carlos”, ex frentista formado en Punto Cero, diciembre y enero de

2000. 12 Ibid... Informe secreto del Departamento de Estado. El Apoyo Cubano y Soviético a la

Oposición Chilena. 13 Ibid... De lo Vivido y lo Peleado. Página 292.

Luis Corvalán, Gladys Marín y Guillermo Teillier: integrantes del cerrado núcleo de dirigentes del PC que dio su venia al FPMR para montar un inédito desembarco de

armas en las costas del norte chileno.

CAPITULO VII Misión matar a Pinochet

“Comandante, falló la emboscada a Pinochet”

El gobierno de Cuba volvió a tenderle una generosa mano al FPMR en la preparación de la Operación Siglo XX. Hasta hoy, en La Habana existiría un completo registro del atentado, incluyendo la etapa de planificación que se realizó en la isla.

El 7 de septiembre de 1986, Fidel Castro finalizó su participación en la XIII Cumbre de Países No Alineados realizada en Harare, Zimbabwe. De regreso a Cuba, hizo una corta escala en Belgrado, Yugoslavia. El escritor cubano Norberto Fuentes, quien viajaba con el comandante en jefe, recuerda que el día 8 la comitiva se hospedaba en una elegante residencia oficial. “Fidel estaba en el segundo piso, conversando con el viceministro Pascual Martínez. Se abrió la puerta y entró el ministro José Abrantes, quien se acercó y le dijo: ‘Comandante, falló la emboscada a Pinochet’. Fidel lo escuchó en silencio y rápidamente se levantó, para ir con Abrantes a un despacho vecino” (1).

Por entonces miembro del entorno más cercano de Castro, Norberto Fuentes afirma que en los días previos a esa escena Castro “estaba obsesionado con matar a Pinochet. Lo repetía y repetía sin parar. Era un tema que se conversaba mucho en los círculos de inteligencia cubanos” (2).

Ahora, durante esa estancia en Belgrado, el hombre más poderoso de Cuba acababa de enterarse que el FPMR no había logrado acabar con Pinochet, pese a que La Habana había apoyado el plan con armas y entrenamiento, además de llevar un fino registro de la preparación de la emboscada.

Rápidamente, la indignación cundió en el gobierno de la isla y en sus organismos de seguridad, donde todas las críticas apuntaron a la “incompetencia” con que se hizo la emboscada de aniquilamiento contra “el tirano chileno”. Una apreciación que varios frentistas tuvieron que aceptar.

Una tradicional colaboración

Después de que la cúpula del PC tomara la decisión de atentar contra Pinochet, José Valenzuela Levi quedó a cargo de la operación. Uno de los jefes máximos del FPMR, por su preparación militar, era el hombre indicado. Levi había estudiado marxismo leninismo en la RDA, se había entrenado militarmente en Bulgaria y Cuba, había combatido en Nicaragua e ingresó a Chile en 1984, convirtiéndose en uno de los seis comandantes del Frente.

Informado desde la génesis sobre el proyecto de matar a Pinochet, Fidel Castro le tendería una mano a Levi en la preparación de la emboscada. Dada la envergadura del objetivo, La Habana nuevamente ofreció sus instalaciones de entrenamiento guerrillero para alistar a algunos participantes de la Operación Siglo XX..

Uno de los oficiales cubanos de Tropas Especiales que le tocó entrenarse con varios frentistas que participaron en la emboscada fue Lázáro Betancourt. Hoy, desde su exilio en Miami, recuerda: “Lo más probable es que los tenientes coroneles de apellidos Lara y Espinoza, estuvieron entre los instructores que entrenaron a los chilenos para el atentado, ya que eran los más capaces en este tipo de operaciones” (3).

“Durante unos ejercicios en la base cubana de Punto Cero en 1985”, relata Betancourt, “los cubanos nos ejercitamos con los chilenos en simulaciones de golpes de mano. Ellos tenían que realizar un ataque tipo comando a un cuartel y nosotros teníamos que defenderlo. En general eran buenos soldados” .

El fracaso de la operación del Cajón del Maipo, sin embargo, irritaría sobremanera a los cubanos. A juicio de Betancourt, el mejor ejemplo de la molestia por el fracaso del atentado es que, luego de ocurrido, no volvió a ver chilenos en los centros guerrilleros cubanos. “A contar de 1987 desaparecieron”, cuenta.

Los cubanos no olvidarían la derrota del FPMR. En 1996, durante un curso de explosivos en la base Punto Cero los instructores cubanos mostraron un video sobre el atentado a Pinochet, como parte del curso. Entre los asistentes estaba Lázaro Betancourt (4).

“Lo mostraban como el mejor ejemplo de un atentado mal hecho”, relata el ex oficial cubano. La cinta incluía una edición de los especiales de prensa realizados en Chile sobre el tema. “Todos nos reímos cuando Pinochet dijo que la suya no era una dictadura, sino una dictablanda”, recuerda Betancourt.

1 Serie de entrevistas a Norberto Fuentes, escritor cubano vinculado a los servicios de seguridad de Fidel Castro hasta su salida de la isla en 1994. Miami, noviembre de 1999 y febrero 2001.

2 Ibid... Norberto Fuentes. 3 Entrevista a Lázaro Betancourt, ex oficial de Tropas Especiales, quien se desempeñó durante 20 años en la seguridad de Fidel Castro y en 1999 se asiló en EE.UU., Miami, 9 de febrero del 2001.

4 Ibid... Lázaro Betancourt.

En 1996, durante un curso de explosivos en la base Punto Cero, los instructores cubanos mostraron un video sobre el atentado a Pinochet como parte de la instrucción. Lo mostraban como el mejor ejemplo de un atentado mal hecho”, relata el ex oficial de Tropas

Especiales Lázaro Betancourt, quien asistió al curso.

Raúl Castro, segundo hombre de Cuba: él guardó durante varios años un completo registro

del atentado, incluyendo su planificación en Cuba

Dos años después del atentado, el escritor Norberto Fuentes recibió de la inteligencia cubana una caja con material inédito sobre la emboscada del Cajón del Maipo para que escribiera un libro. Las 60 horas de grabaciones, que incluían

la planificación en La Habana, habían sido guardadas por Raúl Castro.

| "Comandante, falló la emboscada"

"Esta historia debe escribirse"

Según relata Norberto Fuentes, la participación de Cuba en la Operación Siglo XX habría incluido la preparación de la emboscada, a tal punto que en La Habana quedó un fino y completo registro del atentado, incluyendo la etapa de planificación en la isla. Esta información fue guardada varios años por Raúl Castro, el segundo hombre de Cuba.

Dos años después de la fallida emboscada, el 28 de diciembre de 1988, el escritor Norberto Fuentes regresaba a la isla, luego de tomar parte de la comitiva que asistió a la firma de los acuerdos de paz sobre Angola en Nueva York. Apenas llegó a La Habana, asistió en el Palacio de la Revolución a un encuentro de gala con más de cien personas, entre las que estaban el segundo hombre de la isla, Raúl Castro, y su esposa, la influyente Vilma Espín, suegros del jefe frentista Juan Gutiérrez Fischmann, “El Chele”.

“Vilma me dijo: ‘Mira, Norberto. He estado oyendo unas grabaciones sobre el atentado a Pinochet y son como una novela policíaca, una historia que deberías escribir en un libro tuyo”.

Según Fuentes, la idea era hacer lo mismo que con el ingreso del cineasta chileno Miguel Littin a Chile, en 1985, y que culminó con el libro de Gabriel García Márquez La Aventura de Miguel Littin Clandestino en Chile. “La inteligencia cubana le pasó a García Márquez toda la información sobre el viaje y después le revisaron el texto. Eso me consta, porque estuve en una conversación entre Fidel y Gabo en la casa de este último. Fidel le dijo: ‘Oye, devuelve los tapes de Littin’ ”.

Fuentes pensó que la idea de Vilma Espín era “una monería” femenina. Al día siguiente, Fuentes viajó a Angola para pasar las fiestas de Año Nuevo. “Pero cuando volví a finales de enero, me llegó una caja con más de 60 horas de casetes y con varios videos. Era toda la recopilación de la inteligencia cubana sobre el atentado a Pinochet. Según Fuentes, probablemente las cintas incluían la planificación del atentado realizado en La Habana”.

A los pocos días lo visitó un frentista que Fuentes identifica como “Manolo” o “Manuel”, para pedirle que hiciera el libro. “Le dije que primero iba a terminar mi obra sobre Angola”. El material sobre Pinochet estuvo como cinco meses en un rincón de su escritorio, mientras el

En 1996, durante un curso de explosivos en la base Punto Cero, instructores cubanos se refirieron a la Operación Siglo XX como un claro ejemplo de un atentado mal hecho.

chileno seguía insistiendo en que hiciera el libro.

En junio de 1989, cuando reventó el caso Ochoa-De la Guardia, -ambos amigos de Fuentes-, el jefe del despacho de Raúl Castro, Alcibíades Hidalgo, llegó hasta la oficina del atribulado escritor y le arrebató los casetes. “Yo ni siquiera había abierto el material. Como estaba muerto de susto por la detención de Ochoa y ‘Tony’, entregué todo” (5).

“Del comité central hacia abajo”

El fracaso de la Operación Siglo XX no sólo fue un duro golpe para el FPMR y motivo de irritación para los cubanos. También marcó el comienzo del fin de la unidad del Frente, y el total aislamiento del PC en el escenario político chileno. Dadas las fuertes sospechas de que en la acción estaba implicado el PC -desde “el comité central hacia abajo”, como lo sostuvo el DC Gabriel Valdés el 29 de septiembre de 1986-, los comunistas quedaron completamente aislados. Incluso en el seno del Movimiento Democrático Popular (MDP) -integrado por el PS Almeyda, el PC y el MIR- hubo un hondo debate, ya que los socialistas decidieron dar un giro hacia el centro: nunca creyeron los argumentos del PC respecto a que no estaban involucrados en Carrizal Bajo y el atentado.

Tras la emboscada, también se suspendió el llamado Comité Político Privado, que era el único nexo entre los líderes de la DC y del PC.

De los 20 frentistas que escaparon del Cajón del Maipo, varios fueron detenidos, después de que la CNI identificara una huella dejada por los atacantes en el inmueble de La Obra.

El año siguiente seguiría marcado por el humo de las balas. En junio de 1987, la Operación Albania o Matanza de Corpus Christi de la CNI asestaría uno de los más severos golpes contra el FPMR, asesinando a 12 combatientes. El golpe sobrevino justo en los momentos en que el aparato militar del PC se quebraba, en medio de amenazas de muerte e insultos entre sus miembros. Tal fue el inicio de un FPMR autónomo y desbocado por completo, imposible de entender sin calibrar la cuantía del fracaso en el Cajón del Maipo.

Error tras error José Valenzuela Levi, el hombre a cargo de la emboscada en el Cajón del Maipo, era uno de los más preparados combatientes del FPMR entrenados en Cuba. Por eso, hasta hoy algunos ex compañeros de armas se preguntan cómo pudieron cometerse tantos errores durante la llamada Operación Siglo XX, como desobedecer la orden expresa del PC de que militantes sin formación militar no participaran. “Para dejarlos pasar a la historia, se invitó a gente que no debía haber estado”, señala un ex dirigente comunista (6).

“Los lanzacohetes RPG-7, con que se hizo todo el entrenamiento, se cambiaron a último momento por los Law norteamericanos”, afirma un ex frentista que se formó con Valenzuela Levi en la Escuela Militar de Bulgaria. Según este entrevistado, la negligencia fue de un equipo de apoyo que no entregó los RPG-7 en estado operativo para la emboscada. El Law era más moderno, pero requería una más prolija mantención que el RPG-7. Unido al mal cálculo de las ojivas necesarias para batir con seguridad un objetivo, el mal estado de los Law hizo que un impacto directo al coche de Pinochet no explotara.

El puente que no voló

Hubo también una deficiente planificación para bloquear la huida del vehículo presidencial, lo que incluso sorprendió a Pinochet: en su retirada, el general se persignó antes de cruzar cada uno de los tres puentes que lo separaban de El

Melocotón. “No podía creer que un atentado de esa magnitud no hubiese estado preparado con todo, es decir, con la posibilidad de que retrocediera y, por tanto, que hubiese gente esperándolo para rematarlo, o que hiciera detonar una bomba”, contó en 1992 un amigo del ex gobernante a la revista Qué Pasa (7).

Según un ex fusilero frentista, Valenzuela Levi había planificado minar con explosivo plástico T-4 -de origen checo- uno de los puentes, que sería accionado a distancia en caso de que Pinochet huyera. “Pero las cargas no se pusieron por falta de tiempo”. De haber sido así, el auto presidencial literalmente habría volado por los aires.

Mucho más implacables fueron las críticas cubanas.“El error de los chilenos fue empezar el atentado con fusilería y rematarlo con explosivos, cuando debió haber sido al revés”, comenta Lázaro Betancourt, un ex oficial cubano de Tropas Especiales que en 1985 se entrenó con varios frentistas que participaron en la emboscada (8).

La CIA coincide en la apreciación de Betancourt. En un informe desclasificado de abril de 1988 se consigna: “El intento de asesinato a Pinochet fracasó porque muchos de los miembros del FPMR que participaron en el ataque usaban por primera vez los fusiles M-16. Otra razón del fracaso es que se utilizaron fusiles como primera fuerza de ataque, en vez de explosivos y lanzacohetes “ (9).

“La jefatura militar no estuvo plenamente a la altura de la empresa que acometía”, dice al respecto el ex secretario general del PC, Luis Corvalán, en sus memorias De lo Vivido y lo Peleado (11).

5 Ibid... Norberto Fuentes. 6 Serie de entrevistas con el ex dirigente comunista de nombre político Ernesto Contreras. Santiago, septiembre del 2000 hasta enero del 2001.

7 Gibson, Grace. La Historia inédita de un atentado”, Revista Qué Pasa 14 de septiembre de 1992.

8 Ibid... Lázaro Betancourt. 9 Informe secreto de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Abril de 1988.

10 Corvalán Luis, De lo Vivido y lo Peleado.

José Valenzuela Levi: el “comandante” escogido para dirigir la emboscada a Pinochet.

El otro atentado

En enero de 1988, el general Augusto Pinochet suspendió repentinamente una gira a La Serena, programada entre los días 28 y 29 de ese mes. Días después, en el cabezal del aeropuerto de esa ciudad se descubrieron más de mil cartuchos de dinamita. Un mes

después, Pinochet reconoció el hallazgo y atribuyó su nueva escapada a que “Dios no me ha querido llevar y me ha ayudado” (11).

Se trataba de un nuevo intento para “ajusticiar al tirano”, planificado ahora por combatientes del FPMR leales al PC tras el quiebre del aparato, en junio de 1987. Según un ex jefe operativo frentista, consistía en volar el avión presidencial en momentos en que tocara la losa.

El plan lo corrobora un ex miembro de la cúpula comunista hoy residente en Santiago: “Había un plan para tomar las radios Cooperativa, Chilena y Minería, además de las instalaciones centrales de Televisión Nacional. En ese canal, un comandante llamaría al país y a todas las fuerzas a crear una comisión de hombres buenos para lograr la vuelta de la democracia”.

Para que no ocurriera el vacío de iniciativa de 1986, este mismo ex dirigente se comunicó con dos conocidas figuras del partido, a quienes les pidió movilizar a todo el PC cuando se confirmara la muerte de Pinochet. “Pero en vez de hacer eso, dieron instrucciones para que los principales dirigentes se replegaran, a fin de eludir las posibles represalias pinochetistas”.

Enrique Correa (PS), ex secretario general de Gobierno:

“Habría preferido que los cubanos dejaran más tranquilo a Allende”

Uno de los ministros más influyentes de Patricio Aylwin habla de la lucha para desarticular al FPMR y de las condiciones que puso Chile para reanudar lazos con Cuba, entre las que estuvo el fin del apoyo de la isla a la subversión. En su calidad de protagonista clave en estas tratativas, Correa refuta de plano que en la muerte del senador Jaime Guzmán haya estado el gobierno de La Habana.

Por Javier Ortega

Ha estado estrechamente ligado a la izquierda chilena en las últimas tres décadas. Bajo el gobierno de Salvador Allende fue testigo de la molestia gubernamental a raíz de la larga visita de Fidel Castro. Luego del golpe, como dirigente del Mapu Obrero y Campesino, entró y salió clandestinamente del país varias veces, recurriendo incluso a la cirugía plástica para no ser reconocido. En varios de sus viajes recaló en Cuba, donde era recibido por altas autoridades de la isla, como Manuel Piñeiro y el propio Fidel Castro.

En 1990 asumió como ministro secretario general de Gobierno de Patricio Aylwin. En esa calidad, fue pieza fundamental en las negociaciones para cortar el apoyo cubano al FPMR, donde también tomaron parte otros dirigentes como Camilo Escalona y José Antonio Viera-Gallo. El asesinato del senador de la UDI Jaime Guzmán, en 1991, remeció las tratativas, pero terminó por convertirse en el certificado de defunción del grupo subversivo. Al respecto, plantea: “No creo que los cubanos hayan estado detrás de ese horrendo hecho”.

Antes que todo, pide dejar constancia de lo siguiente: “No son comparables los crímenes de la dictadura de Pinochet con el esfuerzo, a veces fatalmente incorrecto, de quienes incluso expusieron su vida para que esa dictadura terminara”. Hecha la aclaración, el ex ministro socialista Enrique Correa se arrellana en su oficina de Providencia -donde se desempeña como consultor internacional- y se prepara a escuchar la primera pregunta.

Fidel y Allende

- El ex embajador cubano Fernando Flórez Ibarra asegura que visitó Chile bajo la administración Aylwin y que usted le organizó una cena para pedirle que Cuba ayudara a desarticular al FPMR y al Mapu Lautaro. ¿Es correcta esa versión?

- Una parte es cierta y otra es discutible. Efectivamente cené con él y le expuse las condiciones que estimábamos indispensables para reanudar relaciones diplomáticas. Pero nunca le dije nada sobre el Mapu Lautaro. A diferencia del FPMR, Cuba nunca tuvo nada con ese grupo.

Entrevistado por este diario, Flórez Ibarra justificó la injerencia cubana en países que rompieron relaciones con la isla.

La injerencia cubana en el continente hay que verla dentro del marco de la guerra fría, bajo el cual se justificaron los más terribles crímenes. Bajo el eslogan de la guerra fría, Estados Unidos levantó y apoyó a dictaduras despreciables y desde el bando contrario también se generaron conspiraciones similares. Pero no tengo antecedentes de que el gobierno cubano haya tenido alguna intervención en los asuntos chilenos luego de la llegada de la democracia. Por otra parte, aunque en todo caso mi idea es hablar de procesos políticos, no de personas, hay una frase de Flórez Ibarra que no me gustó: cuando dice que los fusilados en el anterior período de la revolución cubana no le quitan el sueño. Me parece de una crueldad innecesaria, tanto como cuando Pinochet dijo que como había que ahorrar, se podían enterrar en una misma tumba dos cuerpos.

- ¿Qué tan importante ha sido la influencia de la revolución cubana en la izquierda chilena a partir de Allende?

Hubiera preferido que en su momento los cubanos dejaran gobernar más tranquilo al Presidente Salvador Allende. Los cubanos intervinieron, según mi opinión, más de la cuenta durante el desarrollo de un gobierno que por sí era complejo. Vistas las cosas ahora, con estos años de distancia, resulta increíble que un Jefe de Estado como Fidel Castro haya estado un mes en Chile. Tengo la impresión de que esa presencia tan prolongada enervó las cosas. No digo que haya sido el factor final, pero enervó ánimos que ya estaban bastante caldeados.

- Personas como Jorge Masetti y Fidel Castro afirman que lo que hizo Castro fue sabotear a Allende.

Yo no diría eso. Entiendo el dolor de Jorge Masetti por la muerte terrible e injustificada de su amigo y suegro, el coronel Antonio de la Guardia. Pero Masetti no sabe de política chilena. Lo mejor es que siga hablando de Cuba. En segundo lugar, no creo que ni Fidel Castro ni ningún dirigente cubano haya querido que Salvador Allende fracasara. Lo que sí es claro es que a Castro no le gustaba ni creía en el camino allendista. En el fondo del corazón de muchos de los dirigentes cubanos más duros, Allende era un político burgués, de centroizquierda. Nunca, nunca los cubanos creyeron en la vía pacífica socialista. Nunca, nunca los cubanos creyeron que era posible desarrollar transformaciones sociales por una vía que no fuera la de las armas. Pero de ahí a hablar de sabotaje, no me parece correcto.

- ¿Cómo se reflejó la molestia del gobierno de Allende por la larga gira de Castro?

En ese tiempo yo trabajaba como asesor político de la Cancillería, un cargo de confianza del Presidente. Recuerdo que una señal fue que no hubo declaración conjunta al finalizar la gira. La declaración recién se vino a resolver cuando Fidel Castro estaba en Lima, un mes después. Fidel Castro se despidió del Presidente Allende y no había declaración conjunta. Recuerdo que Carlos Altamirano se acercó a la pista del aeropuerto y me dijo: '¿Cómo no van a firmar dos o tres cosas?'. Y era porque precisamente había diferencias de fondo.

“En el fondo del corazón de muchos de los dirigentes cubanos más duros, Allende era un político burgués, de centroizquierda. Nunca, nunca los cubanos creyeron que era posible desarrollar transformaciones sociales por una vía que no fuera la de las armas. Pero de ahí a hablar de sabotaje, no me parece correcto”.

El giro del PC

- ¿Cómo fue la recepción a los chilenos exiliados en Cuba?

- Los cubanos fueron extraordinariamente solidarios con los chilenos, no sólo con los que pensaban políticamente igual que ellos. Por esa razón es que siendo muy crítico de la política interna cubana, nunca he estado y nunca estaré de acuerdo con ninguna política que aísle a Cuba. Me parece que no es sano aislar a un país que requiere aire para respirar y espacio para desarrollarse y cambiar.

- Usted fue uno de los que conoció personalmente la solidaridad de Cuba.

- Sí, claro, naturalmente. Y sería desleal de mi parte afirmar que, pensando tan distinto a los principales dirigentes cubanos, esa solidaridad de alguna manera no se dejó sentir. Pero creo que es un error centralizar la investigación de este diario en Cuba. La derrota de la izquierda chilena y la muerte del Presidente Allende generaron en el movimiento progresista mundial una polémica muy profunda. Una de las tesis, sustentada por el ideólogo soviético Boris Ponomariov, planteaba que el golpe militar se debió a que la izquierda chilena no se preparó para defender su gobierno. Frente a eso, otro dirigente emblemático, Enrico Berlinguer, postuló que la razón del fracaso era que no se habían unido las fuerzas del cambio, que no habían sabido aliarse el centro y la izquierda. De allí nació su tesis del compromiso histórico, afirmando que Italia y Europa sólo serían gobernables si la izquierda evolucionaba hacia el centro. Esa fue la tesis fundacional del llamado eurocomunismo. Por lo tanto, la cuestión chilena separó muy profundamente al

comunismo europeo. En este contexto, siendo Cuba importante, su papel está inserto en una discusión mayor.

- En 1980 el PC chileno acogió la tesis del vacío militar de la izquierda, lo que marcó el posterior nacimiento del FPMR ¿Recuerda las discrepancias que se producían con los otros partidos de izquierda?

- Hasta 1980 el PC era partidario de la vía pacífica, de la búsqueda de entendimiento entre el centro y la izquierda. El giro de 1980 constituyó un vuelco completo de esta tradición histórica, lo que imposibilitó cualquier entendimiento, porque entonces ya ahí teníamos una diferencia sustancial. Si la línea del PC hubiera predominado en la oposición, la dictadura se habría prolongado por muchos años ¡Por muchos años! Pero creo que es importante precisar que una cosa es el error político que ocasiona tragedias y la responsabilidad política de quienes lo asumen, y otra el valor de quienes las ejecutan. Siendo terriblemente crítico del giro que tomó el PC en 1980, no puedo criticar a los centenares de jóvenes que dieron su vida para poner en práctica una línea política que se constituyó en un error fatal. Creo que dar la vida por lo que se ama, desde el Evangelio hasta ahora, sigue siendo un gran valor.

Los tres requisitos

- ¿Qué prioridad ocupaba para el gobierno de Aylwin la desarticulación de los grupos como el FPMR?

- Ocupaba un lugar muy, muy importante. Nosotros fuimos la única transición de América Latina que tuvo que soportar los golpes despiadados y sin tregua de los grupos terroristas. Por ello, fuimos duros y decididos en combatirlos. Ese es otro punto donde me desagradó la opinión del señor Masetti. Me gustaría que se enterara más de los esfuerzos enormes que se hicieron en Chile y que terminaron finalmente desarticulando al FPMR, objetivo que la dictadura no había logrado, al igual que con el grupo Lautaro.

- ¿Qué garantías dio Castro al gobierno de Aylwin de que no seguiría apoyando al FPMR? Porque esa fue una de las condiciones que ustedes pusieron para restablecer relaciones diplomáticas.

- El gobierno del Presidente Aylwin siempre quiso restablecer relaciones con Cuba, lo que naturalmente pasaba por algunas condiciones: estaba la existencia de un preso chileno en Cuba que había sido acusado de ser agente de la CNI, la persistencia de una deuda de Cuba con el Estado chileno y el apoyo que Cuba pudiera dar a grupos armados de izquierda en el país. Esos tres temas fueron discutidos por varios dirigentes como Camilo Escalona, quien se reunió con el presidente de la Asamblea Legislativa cubana, y José Antonio Viera-Gallo, en su calidad de presidente de la Cámara de Diputados, quien habló con el propio Castro. Pusimos además como requisito que estos temas debíamos conversarlos con el gobierno cubano propiamente tal, no con los equipos del PC de la isla que habían llevado la relación política con los movimientos en Chile. Nos parecía muy importante que la conversación fuera lo más institucional posible.

- ¿En qué concluyó la negociación?

El litigio sobre la deuda fue resuelto a nuestro favor y recibimos garantías de todos los dirigentes cubanos de que no habría ningún tipo de injerencia en los asuntos internos de nuestro país. Creadas esas condiciones instalamos un cónsul en Cuba y posteriormente invitamos a Chile al Vicepresidente de Cuba, Carlos Lage, quien se entrevistó por el Presidente Aylwin. En esos momentos Cuba pasaba por una aguda aflicción económica y nos pidió un crédito que fue concedido por la vía del Banco del Estado y que actualmente existe. Por nuestro lado, estábamos interesados en la libertad de varios opositores

cubanos y así se lo planteó el Presidente Aylwin a Lage. Nuestras peticiones al respecto fueron oídas y esa gente salió libre.

- Por esos días, Castro dio una entrevista a un medio chileno en el que quitó todo apoyo a los grupos subversivos que seguían operando en el país ¿Esa señal fue parte de la negociación?

- Sabía naturalmente el Presidente Castro que eso era parte de nuestras condiciones y sus palabras fueron en esa dirección, pero no le pedimos expresamente que diera esa entrevista.

- ¿Qué tan decisivo fue el compromiso cubano de no injerencia para la desarticulación del FPMR?

- Las palabras de un jefe de Estado, transmitidas por un Vicepresidente de la República como Carlos Lage a otro jefe de Estado, como era don Patricio Aylwin, tienen en el mundo de hoy una fuerza enorme.

- Entonces usted no cree en la tesis de que Cuba estuvo detrás del crimen de Jaime Guzmán.

- Absolutamente no. En mi opinión, un crimen tan horrendo obedeció a un modo muy terrible y muy dañino al que algunos miembros de ese grupo recurrieron para resolver diferencias internas en el FPMR.

“Si la línea del PC hubiera predominado en la oposición, la dictadura se habría prolongado por muchos años ¡Por muchos años! Pero creo que es importante precisar que una cosa es el error político que ocasiona tragedias y la responsabilidad política de quienes lo asumen, y otra el valor de quienes las ejecutan”.

“Hubiera preferido que los cubanos dejaran gobernar más tranquilo al Presidente Salvador Allende. Los cubanos intervinieron, según mi opinión, más de la cuenta. Resulta increíble que un Jefe de Estado como Fidel Castro haya estado un mes en Chile. No digo que haya sido el factor final, pero enervó ánimos que ya estaban bastante caldeados”.

Una oficina en Berlín del Este

Mientras el PC trabajaba aceleradamente para el desembarco de Carrizal Bajo y en la planificación del atentado a Pinochet, la RDA inició una ofensiva para arrebatarle a Cuba el control del FPMR. Esta es la historia de cómo en 1985 los alemanes orientales infiltraron al aparato armado del PC.

A pesar de cohabitar como buenos “camaradas” en el mundo socialista, soviéticos y alemanes orientales discreparon siempre con los métodos de los cubanos para hacer la revolución. Mucho más apegado a los “fierros”, Fidel Castro nunca comulgó con la moderación de Moscú y Berlín del Este. A su juicio, la revolución se conquistaba con fusiles y

sangre. De ahí su apoyo a la lucha desplegada en Chile por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez.

Un episodio desconocido hasta hoy revela, sin embargo, que Alemania Oriental intentó, en la segunda mitad de los 80, disputarle a Cuba el control sobre los mandos del FPMR. El objetivo de la RDA era ganar el favor de los frentistas, a fin de ejercer a través de ellos una cuota de influencia en la incipiente transición política chilena.

En 1984 se instaló en Berlín Oriental una oficina clandestina de apoyo logístico al FPMR. Gracias a la participación de técnicos chilenos y al alto nivel de industrialización de la RDA, en esa oficina comenzaron a recopilarse fondos, explosivos y armas captados en terceros países, a fin de solventar las necesidades del grupo armado, que un año antes había iniciado sus acciones en Chile.

Para este artículo, La Tercera conversó en octubre del 2000 con “Miguel”, un chileno que trabajó en esa oficina como militante de las Juventudes Comunistas y que hoy está avecindado en Europa. Los detalles entregados por este hombre -bajo el compromiso de no revelar su identidad- fueron confirmados con otras dos fuentes en Chile, una de ellas en su calidad de ex agente de la Stasi -la policía política de Erich Honecker- durante su estadía de seis años en la RDA.

Supervisada estrechamente por funcionarios alemanes y liderados por el físico comunista Alan Cabrera, la veintena de técnicos chilenos que allí trabajaban -todos militantes del PC- comenzaron a recopilar fondos, explosivos y armas captadas en terceros países, a fin de solventar las necesidades del grupo armado.

Dinero, explosivos y arsenal médico

La oficina logística ubicó sus instalaciones en la Bornholmer Strasse, una calle del tradicional barrio de Prenzlauer Berg, en Berlín Oriental, a pocas cuadras del Muro. Supervisada estrechamente por funcionarios alemanes y liderados por el físico comunista Alan Cabrera, la veintena de técnicos chilenos que allí trabajaba -todos militantes del PC- no podían informar de sus actividades de apoyo al FPMR a otros camaradas de partido. “Cumplieron esa funciones en paralelo con sus trabajos y estudios en suelo alemán”, cuenta un entrevistado.

“Todo estaba controlado por la Seguridad del Estado alemana. Teníamos físicos y

La misteriosa oficina en el barrio de Prenzlauer Berg (en la foto) se convirtió en una pieza esencial del andamiaje que sostenía al FPMR. Hasta ahí llegaban dineros provenientes de países árabes, arsenales médicos de Hungría y partidas de explosivo T-4, fabricado exclusivamente en Checoslovaquia.

matemáticos, que era la gente que nos interesaba”, afirma “Miguel”, quien por entonces no sobrepasaba los 20 años, pero que comenzó a trabajar en sus dependencias porque “estaba completamente metido en la lucha antifascista contra Pinochet. Había una gran culpa por los compañeros que morían en Chile”.

Ni siquiera el Comité Chile Antifascista -la instancia que aglutinaba a los partidos de la UP en el exilio- sabía de la existencia de esta oficina. Incluso, no existen antecedentes de que dirigentes como Gladys Marín o Luis Corvalán hayan sido informados al respecto. Alentado por los funcionarios alemanes, este secretismo tenía una razón de peso: el gobierno de Honecker había instalado por esos días una oficina de negocios en Santiago. No podía filtrarse que la RDA era, al mismo tiempo que interlocutora comercial de Pinochet, el más importante proveedor de tecnología del FPMR.

Pronto, la misteriosa oficina en Prenzlauer Berg se convirtió en una pieza esencial del andamiaje que sostenía al Frente. Hasta ahí llegaban dineros provenientes de países árabes (ver capítulo V de la serie), arsenales médicos de Hungría y partidas de explosivo plástico de alto poder T-4, fabricado exclusivamente en Checoslovaquia y del cual se encontraron 124 kilos en Carrizal Bajo. Según “Miguel”, en este último país llegó a establecerse una oficina similar, en una villa militar ubicada en las afueras de Praga. “Pero la logística del FPMR estaba en la RDA, acá en Berlín, donde llegaban todas las cosas que necesitábamos”.

Altos dirigentes rodriguistas, como los comandantes “José Miguel” y “Ramiro”, viajaron en más de una ocasión hasta la oficina de Prenzlauer Berg para entrevistarse con sus responsables. “Otro de los que llegó una vez fue un dirigente de nombre “Sebastián”, que venía de Moscú”,

recuerda “Miguel”. Todos estos sigilosos viajes incluían escalas en Buenos Aires, Praga (Checoslovaquia) y Frankfurt (Alemania Federal), lugares donde el FPMR tenía pequeñas estructuras para atender a sus hombres. En Frankfurt, por ejemplo, existía una casa de seguridad. Varios frentistas se hospedaron en ese inmueble, entre ellos Fernando Larenas

Seguel, el subversivo rescatado a sangre y fuego en junio de 1985 desde la Clínica Las Nieves, donde se encontraba herido y detenido.

Egon Krenz: el encargado de los organismos de seguridad de la RDA fue quien propuso en 1985 que Berlín Oriental creara un puente de comunicaciones con el FPMR, independiente del PC y los cubanos.

Comité Chile Antifascista en Berlín Oriental: ni siquiera este comité, que aglutinaba a los partidos de la UP en el exilio, supo de la existencia de la oficina de Prenzlauer Berg. Tampoco hay antecedentes de que dirigentes como Gladys Marín o Luis Corvalán hayan sido informados.

Un puente de comunicación directa

En un principio, los alemanes se limitaron estrictamente a cumplir con el apoyo logístico. Pero a partir de 1985 dieron inicio a una operación más compleja y confidencial: el establecimiento de un diálogo directo con los máximos líderes del FPMR, con el objeto de mermar la influencia de los cubanos sobre el dispositivo militar y disputarles el control.

Por entonces, la inteligencia de la RDA tenía conocimiento de que el PC chileno y La Habana estaban planificando algo grande para 1986, año que era mencionado como el “decisivo” para la caída de Pinochet. Sin embargo, también eran cada vez más evidentes los roces entre los “comandantes” y su partido, lo que agregaba un alto grado de inestabilidad al escenario.

Según un ex dirigente de izquierda que en el exilio se vinculó a la inteligencia germano-oriental, fue entonces cuando el encargado de los organismos de seguridad de la RDA, Egon Krenz, propuso que Berlín Oriental creara un puente de comunicaciones con el FPMR, independiente del PC y los cubanos.

El mismo Krenz había conocido a algunos de los futuros jefes del FPMR en 1978, cuando era presidente de la Juventud del Partido Socialista Unificado Alemán y viajó a Cuba, con motivo del Festival de la Juventud a mediados de ese año. En la isla, Krenz se entrevistó con los muchachos cuando todavía se formaban militarmente al alero cubano. Conversando luego con otros asistentes al festival -entre ellos un dirigente chileno que ostentaba un alto cargo partidista en la RDA-, Krenz afirmó que se había reunido con los que encabezarían “la nueva estrategia para combatir a la dictadura de Pinochet”.

A partir de 1985 dieron inicio a una operación más compleja y confidencial: el establecimiento de un diálogo directo con los máximos líderes del FPMR, con el objeto de mermar la influencia de los cubanos sobre el dispositivo militar y disputarles el control.

¿Cómo los alemanes orientales lograron establecer una comunicación con los máximos líderes frentistas en Chile? Según este ex dirigente, el nexo fue posible gracias a la ayuda de un puñado de militantes de las Juventudes Comunistas que actuaron a espaldas de su partido, entre ellos el propio “Miguel”. Se trataba de jóvenes exiliados en la RDA que fueron reclutados por la oficina de Prenzlauer Berg para que viajaran a Chile y se entrevistaran con los “comandantes”.

“Un agente alemán por diez cubanos”

Los reclutados poseían una gran ventaja para esta tarea: gracias a su exilio en la RDA varios conocían y hasta habían sido amigos de infancia de figuras como Raúl Pellegrín, el máximo líder del FPMR, quien vivió en Alemania Oriental antes de formarse como militar en Cuba e ingresar a Chile. Además, no tenían una trayectoria política que los hiciera conocidos para los servicios de seguridad chilenos, por lo que podían ingresar al “interior” sin costosas operaciones de traslado.

La cúpula comunista chilena no fue informada cuando varios de estos jóvenes fueron enviados al país. “Ellos llegaban y no se presentaban a ningún dirigente comunista, sino que lo hacían directamente con los ‘comandantes’ ”, afirma un testigo.

Pero los alemanes iban más allá de no informar: estaban derechamente montando una operación política al margen del PC chileno. Incluso, varios de sus emisarios eran desde antes agentes de la Stasi, a la que habían ayudado en sus esfuerzos por infiltrar al exilio chileno. “Conocí el caso de uno que vino a Chile utilizando como pantalla un evento cultural, pero que en realidad venía a ofrecer apoyo económico, logístico y político al FPMR”, recuerda un entrevistado.

Cuando los alemanes montaron un puente directo con el FPMR, la estrategia política del grupo armado estuvo en más de una ocasión influida por Berlín Oriental. En la práctica, el PC chileno había sido infiltrado por los alemanes, y en el más delicado de sus asuntos: su aparato militar.

A pesar de estos esfuerzos germanos, cuando el PC y el FPMR dieron inicio a su estrategia para convertir a 1986 en el “año decisivo”, todo el apoyo para el desembarco de armas de Carrizal Bajo y el posteror atentado a Pinochet corrieron por cuenta casi exclusiva de los cubanos, sin que los alemanes hicieran nada por opacar su predominio.

Por eso mismo, una vez que Carrizal Bajo fue descubierto y el atentado fracasó, la sensación entre los que trabajaban en la oficina de Prenzlauer Berg fue una sola: si lo hubieran planificado ellos, ni el atentado a Pinochet ni la distribución de las armas habrían fracasado. Así lo resume “Miguel”: “Los cubanos siempre han sido carne de cañón y nunca destacaron planificando. Cualquier agente alemán oriental valía por 10 de ellos”.

Después del fracaso del “año decisivo”, ya ni los alemanes ni los cubanos, ni el propio PC, pudieron detener la dinámica del proceso: la organización se dividió y surgió el FPMR Autónomo, que prosiguió por su cuenta con la lucha armada. “Incluso, el quiebre abarcó hasta los propios chilenos que trabajaban en la oficina de Alemania, que pronto dejó de funcionar”, acota un protagonista de esta historia.

Las operaciones de Alemania Occidental

El aparato de inteligencia de Alemania Occidental -Servicio Federal de Información o Bundesnachrichtendienst - también tuvo un permanente ojo vigilante sobre la vía armada chilena.

Ya a principios de 1983, las evidencias respecto a la inminente irrupción de un grupo armado en Chile llevó a Klaus Lindenberg, secretario del ex canciller Willy Brandt, a contactar a un exiliado afincado en Bonn para que viajara a informar de los planes militares del PC a la oposición democrática chilena. Tras entrevistarse con Enrique Correa (entonces Mapu OC), Clotario Blest (dirigente sindical), Enrique Silva Cimma (PR) y otros líderes de la futura Alianza Democrática, hoy aquel emisario recuerda: “Todos fueron informados sobre la preocupación en Alemania Federal sobre los planes del PC. El único que tenía información al respecto era Correa”.

En los primeros días de 1985, cuando el FPMR fraguaba Carrizal Bajo, las alarmas de la socialdemocracia alemana volvieron a encenderse. Los servicios de inteligencia poseían indicios de que se preparaba algo grande, por el masivo ingreso de cuadros entrenados en el extranjero.

El mismo chileno enviado a Santiago en 1983 fue nuevamente contactado, ahora con una misión más compleja: obtener información sobre el real poder del FPMR y los planes a futuro. Un valioso contacto al otro lado del Muro, “Miguel” (ver texto central), le facilitó una carta de presentación para los “comandantes” del FPMR. “Miguel” nunca supo que su amigo colaboraba con la inteligencia de Alemania Occidental; en la misiva fue descrito como un “enviado de la República Democrática Alemana”.

En marzo de 1985, el agente llegó a Temuco, donde dirigentes del PC lo llevaron a la casa de una profesora comunista. Esa misma madrugada irrumpieron cinco encapuchados, todos provistos de fusiles automáticos y acompañados por dirigentes comunistas de la zona. Ante el sorprendido forastero, el piquete presentó armas y, acto seguido, el líder rindió un completo informe sobre el control que el FPMR tenía en la Araucanía, incluido un catastro de armas y efectivos.

El subversivo líder le pidió memorizar un mensaje para la RDA: “Compañeros alemanes, esto

no es foquismo, sino una línea planificada que combina la movilización de masas con un componente armado. Todo está supeditado a la estructura del partido, que ha pensado y dispuesto cada paso”. Antes de despedirse, el jefe del piquete le pidió que el mensaje fuera transmitido fielmente a Berlín Oriental, en atención a “los decisivos acontecimientos planificados para los próximos meses”. De vuelta en Bonn, el chileno entregó un informe que dejó aún más preocupados a los alemanes.

La secreta estructura económica del PC

Desde su génesis el FPMR necesitó cuantiosos fondos para operar. Como la ayuda de los países socialistas no bastaba, empresarios comunistas crearon una secreta red de firmas en Chile y el extranjero, cuyas ganancias fluían a las arcas del partido. La más emblemática fue Holland Travel, la cual terminó sumida en un marasmo de pérdidas.

El desafío de cómo financiar la vía armada aproblemó al PC desde que, en 1980, se lanzara públicamente a la aventura de derrotar a Pinochet por todas las formas posibles. Pese a que Carrizal Bajo y el atentado a Pinochet exigieron cuantiosos fondos especiales -sólo para las armas de Carrizal, Gladys Marín habría conseguido US$ 25 millones en la URSS- (1), el diario vivir exigió siempre un enorme flujo de dinero. Para enfrentarlo, el PC montó una estructura económica de envergadura que le ayudara a solventar las acciones subversivas.

Se trataba de algo inédito en su historia, pues hasta ese entonces la colectividad había sobrevivido económicamente gracias a la ayuda de países como la URSS y a unos pocos empresarios simpatizantes que contribuían con fondos en Chile.

A juicio de la dirigencia, una estructura económica propia era la única fórmula que ayudaría a cubrir los gastos de la insurrección armada. Si bien los países socialistas contribuían generosamente con fondos, entrenamiento militar y pertrechos -lo que se mantuvo hasta fines de los ’80- la necesidad de casas de seguridad y otros dispositivos de sobrevivencia para militantes y combatientes, hizo ineludible que el PC contara con una fuente de ingresos propia. Una “caja chica” que le permitiera actuar con rapidez en el escenario de lucha.

Una agencia de viaje para los exiliados

En 1981 el empresario comunista Gerardo Weisner se lanzó a la tarea de montar una estructura económica en Europa, cuyas ganancias comerciales irían a las arcas del PC.

Weisner era un comunista convencido y gozaba de la confianza del partido. Luego del golpe de 1973 vivió nueve años en Moscú y más tarde se trasladó a México. Tenía, además, firmes vínculos con el mundo empresarial chileno. Una hermana suya, Mónica, estaba casada con Isaac Ergas, miembro de un importante grupo económico chileno y accionista del Banco de A. Edwards.

Weisner diseñó un aparato económico asentado casi completamente en Europa Occidental. Su idea era convincente: aprovechando la gran presencia de exiliados en ese continente y los contactos del partido, concibió la creación de una agencia de viajes orientada especialmente hacia los chilenos desterrados, con filiales en los países donde existían las más numerosas colonias residentes.

La agencia fue bautizada como Holland Travel y en sus mejores años llegó a contar con sedes en Santiago, Buenos Aires, Holanda, Bélgica, Cuba y Suecia. Todas las ganancias iban a las arcas del PC. Para el cargo de gerente general fue designado el ingeniero industrial Jaime Moreno Mickle, un exiliado en Holanda que por entonces no alcanzaba los 40 años y que manejaba una casa discográfica especializada en música latinoamericana.

A mediados de 1985, Jaime Moreno no sólo estaba a cargo de Holland Travel, sino que también tenía injerencia en el funcionamiento de otras empresas que la colectividad controlaba en suelo chileno: una conocida cadena de tiendas de perfumería, una distribuidora de abarrotes y una importadora de ron cubano.

Aunque carecía de trayectoria como militante y no contaba con una gran experiencia en los negocios, Moreno Mickle comenzó muy pronto a adquirir un inusitado poder en la estructura económica comunista. Según coinciden varios testigos, su ascenso se debió exclusivamente a su amistad con la dirigenta Gladys Marín, quien en 1983 ya se perfilaba como la más influyente figura del PC en el “interior”. Marín hizo de Moreno uno de sus hombres más cercanos.

De bigotes, elegante y bien parecido, Moreno Mickle se alejaba del prototipo comunista promedio. En algunos círculos de la colectividad -que tempranamente desconfiaron de su capacidad administrativa- era conocido como el “Niño Bonito” o “el Paul Newman del PC”.

En 1983 Moreno volvió a Chile. Mientras las condiciones de vida de la mayoría de los militantes se endurecía con la clandestinidad, circulaban los rumores sobre su vida disipada y el mal andar de las empresas del partido. “Tocaba el saxo, tenía un Volvo, vivía en El Arrayán y gustaba de los trajes Calvin Klein. En las reuniones partidistas destacaba del resto. Si un clandestino pedía una Coca-Cola, él pedía un whisky”, sostiene un ex miembro del comité central del PC.

1 Revista Qué Pasa, Informe Especial Insurrección Abortada, 3 de agosto de 1996. 2 Revista Hoy, marzo de 1991 3 Revista Que Pasa, septiembre de 1993.

Auditoría en el PC

A mediados de 1986, Moreno no sólo estaba a cargo de la filial en Santiago de Holland Travel -constituida como sociedad en mayo de ese año- sino que también tenía injerencia en el funcionamiento de otras empresas que la colectividad controlaba en suelo chileno: una conocida cadena de tiendas de perfumería, una distribuidora de abarrotes y una importadora de ron cubano. “Se lo veía saliendo de las oficinas de Holland Travel Santiago, en Guardia Vieja, y almorzando en el restaurante Canto del Agua, donde gastaba altísimas sumas en cada almuerzo”, afirma un ex comunista.

En marzo de 1991, en un reportaje de tres páginas de la desaparecida revista Hoy, Moreno Mickle fue retratado como el “reactivador de las relaciones comerciales y turísticas con Cuba”, debido a los promisorios negocios de Holland Travel con el régimen de Castro en el área del turismo. Moreno declaraba en el artículo: “Somos la novena agencia de viajes del país, y la tercera de Providencia” (2).

En un posterior reportaje sobre los principales inversionistas chilenos en Cuba, aparecido en septiembre de 1993 en la revista Qué Pasa, Moreno aseguraba que “el año pasado llevé unos 2.000 chilenos a Cuba” (3).

A pesar de estas palabras, ya por esos días las filiales de Holland Travel estaban arrojando pérdidas y el aparato económico del PC mostraba los primeros indicios de estar sumido en un marasmo. Entonces, la colectividad dispuso que se realizara una auditoría interna y que un consultor independiente se hiciera cargo de la investigación.

El consultor -un economista santiaguino de origen árabe- viajó a todos los países donde funcionaban las filiales de Holland Travel para estudiar su estado financiero. Con él viajó un empresario comunista que un año antes había

estado a cargo de Holland Travel Europa, pero que a los pocos meses fue sacado por Moreno cuando comenzó a hacer demasiadas preguntas sobre el mal andar económico.

“Con el consultor le pusimos el certificado de defunción a casi todas las filiales, ya que su situación era desastrosa”, explica este testigo, un ex comunista que actualmente vive en el extranjero.

La auditoría concluyó estableciendo graves errores atribuidos a Moreno y a su equipo con pérdidas calculadas en más de un millón de dólares. En la filial de Estocolmo, incluso, se dio la paradoja de que el encargado de la agencia entregó su filial completamente quebrada al consultor. Por orden de Moreno,sin embargo, debió pagarsele US$ 20.000 al contado por sus servicios.

El empresario comunista que realizó la gira elevó un informe a varios miembros de la comisión política del PC, advirtiendo el descalabro. El documento fue recibido por el ex ministro de Hacienda de Allende, Américo Zorrilla, quien habría considerado “extremadamente grave” el panorama, según afirma un testigo que le entregó en sus manos el informe.

En 1981 el empresario comunista Gerardo Weisner se lanzó a la tarea de montar una estructura económica en Europa, cuyas ganancias comerciales irían a las arcas del PC. Su idea era aprovechar la presencia de exiliados en ese continente y los contactos del partido para crear una agencia de viajes.

Desde este edificio, ubicado en Guardia Vieja, operó en sus primeros años la filial de Santiago de la agencia de viajes Holland Travel.

El derrumbe económico

A pesar de esto, el poder de Moreno continuaba acrecentándose. Un militante de chapa “Julián” era el hombre que manejaba todas las platas del partido en el exterior. Establecido en París, “Julián” cumplió esa tarea desde 1974 hasta 1994, cuando falleció. Por orden de Gladys Marín se entregó esa tarea a Moreno, quien “con el nombramiento recibió prácticamente en sus manos la caja de fondos del PC”, sostiene el empresario que fue testigo de todo el descalabro.

En el PC surgió una pugna entre quienes pedían la salida de Moreno y aquellos que lo defendían. Estos últimos constituían el sector más fuerte de la cúpula: Gladys Marín, Lautaro Carmona y el dirigente Guillermo Teillier, de nombre político “Sebastián”.

Teillier fue uno de los que conoció el informe sobre el mal pie de los negocios. Miembro de la comisión política, desde fines de los ’80 ocupaba el estratégico cargo de representante del PC en La Habana, lo que lo convirtió en un eslabón clave para canalizar el apoyo de la isla al FPMR, en acciones como Carrizal Bajo y el atentado a Pinochet.

Pese a mostrarse sorprendido por el lapidario informe, Guillermo Teillier conocía en profundidad las andanzas económicas de Moreno, pues como el hombre del PC en La Habana había sido el contacto para que éste iniciara su incursión empresarial en la isla. De hecho, ambos aparecen mencionados en una denuncia de negocio fraudulento de importación y exportación de productos a la isla, en junio de 1997, que la prensa de la época bautizó como La Cutufa del PC. Según un reportaje de Las Ultimas Noticias, Teillier actuó como intermediario en una transacción donde la empresa chilena Inversora y comercializadora Nadir S.A. vendió golosinas al gobierno cubano e importó desde ese país langostas, por intermedio de la firma CSJ Expor-Import, de la que Jaime Moreno era representante en Santiago y socio (4). Aparentemente, Moreno nunca le pagó a la firma chilena productora de las golosinas.

Pero antes de que este último caso estallara a la luz pública, Moreno simplemente desapareció del mapa. Actualmente su nombre registra en la base de datos de Dicom 118 cheques impagos por un total de $ 304 millones. Casi todos estos documentos fueron emitidos entre diciembre de 1995 y enero de 1996. Es decir, en la época en que la estructura económica comunista acabó por derrumbarse, al igual que sus negocios.

Según una persona ajena a la colectividad que lo conoció por esos años, Moreno se marchó a vivir a un campo que compró en el sur de Chile, cuando capotaron también otros negocios que mantenía en La Habana, entre ellos la representación de una línea aérea nacional que fue absorbida por una aerolínea más grande.

Varios testigos aseveran que el año pasado decidió establecerse definitivamente en La Habana, donde hoy es socio de una empresa junto a un conocido hombre de negocios chileno. Sin embargo, ni en la embajada ni en el consulado de Chile en Cuba aseguran poseer datos sobre él, por lo que resultó imposible contactarlo. “Cada empresario que trabaja en la isla es libre de acercarse o no a nosotros”, explica Jorge Salinas, primer secretario de la representación diplomática.

Distinto fue el caso de Guillermo Teillier, quien a principios de este año publicó un libro, De Academias y Subterráneos, donde relata la tortura que sufrió tras el golpe de 1973 en la Academia de Guerra de la Fuerza Aérea. Hasta hoy es miembro de la comisión política del PC.

El día que cesó la ayuda soviética Antes de que surgieran las primeras evidencias de descalabro de la estructura económica del PC, la valiosa ayuda económica que prestaba la Unión Soviética a la colectividad se cerró bruscamente un día de 1990, durante una reunión en la que Jaime Moreno fue uno de sus principales protagonistas.

Por esos días la URSS se acercaba a su desmoronamiento y la situación interna no permitía gestos solidarios como los de antaño. Además, los encargados de canalizar la ayuda hacia el PC chileno ya habían oído acerca de los malos manejos en las empresas de sus “camaradas”.

En 1990, una delegación oficial del PC chileno viajó a Moscú y fue testigo de las ácidas críticas de los soviéticos por la confusión imperante en la colectividad entre negocios y política. Un testigo recuerda que en la mesa del hotel moscovita había 10 visitantes chilenos, entre ellos el propio Moreno y algunos integrantes de su equipo económico.

El encargado soviético para Latinoamérica ingresó a la sala y, en perfecto español, abrió los fuegos: “Ustedes han entendido mal ¿Por qué hay tantos aquí? ¿Qué tienen que ver los negocios con el partido?” Clavando su mirada en Moreno, prosiguió: “Esta es una reunión política ¿Qué está haciendo usted acá?” Incómodo, Moreno respondió: “Compañero, tengo que conversar con usted en privado, puedo explicarle”. Sin embargo, el hombre no aceptó explicaciones y se retiró, poniendo abrupto fin al encuentro. Ese día se acabó el apoyo económico de la URSS al PC chileno, quedando sólo en Moscú una minúscula estructura política.

4 Las Ultimas Noticias, 11 de junio de 1997.

El ex ministro de Hacienda de Allende, Américo Zorrilla, recibió el informe de auditoría que reveló las pérdidas de Holland Travel, la agencia que financiaba al PC. Zorrilla consideró “extremadamente grave” la situación financiera.

Varios testigos aseveran que el año pasado Moreno decidió establecerse definitivamente en La Habana, donde hoy es socio de una empresa

junto a un conocido hombre de negocios chileno.

Guillermo Teillier: actual miembro de la comisión política del PC, conoció las redes económicas del partido, e incluso actuó como contacto a la hora de que Moreno iniciara negocios en La Habana.

Pinochet en la mira

En 1985, un cerrado núcleo del PC - en el que estaban, entre otros, Gladys Marín, Luis Corvalán y Guillermo Teillier - decidió atentar contra Pinochet. “O lo hacemos ahora o esto se escapa por la vía de un plebiscito”, sostuvo un alto dirigente. Eran años en que la fórmula rupturista del PC perdía fuerza, mientras la DC ganaba protagonismo.

Por Javier Ortega

Tuando los dirigentes del PC decidieron que 1986 sería el “año decisivo en la lucha contra la dictadura”, sólo un puñado de sus más altos líderes participaron -o fueron informados- de la misión que se le encomendó al FPMR como el golpe final para lograr la “Sublevación Nacional”: matar a Pinochet.

Según el ex dirigente comunista Ernesto Contreras, la idea de atentar contra el general había rondado a la comisión política del PC ya en 1980, “como una conjetura vaga que nunca fue más que eso” (1).

Un ex oficial frentista avecindado hoy en Europa afirma, en cambio, que la idea surgió a fines de 1984: “Se pensaba que en 1986 el desgaste de Pinochet y el desarrollo del FPMR iban ser tales, que estaríamos en condiciones de ajusticiar al tirano”. En esto último coincide el libro Operación Siglo XX, de Patricia Verdugo y Carmen Hertz, que revela detalles del atentado: “La jefatura máxima del FPMR venía dándole vueltas a la decisión de matar al general Pinochet desde fines de 1984” (2).

En la segunda mitad de 1985 los mismos dirigentes que habían dado luz verde a Carrizal Bajo decidieron jugarse a fondo por eliminar al gobernante, en vista de que la postura del diálogo con el régimen marginaba al PC de todo escenario.

Aunque Pinochet estaba lejos de asumir tal “desgaste”, en la segunda mitad de 1985 los mismos dirigentes que habían dado luz verde a Carrizal Bajo decidieron jugarse a fondo por eliminar al gobernante, en vista de que la postura de diálogo de la Alianza Democrática

-que aglutinaba a la oposición moderada- con el régimen marginaba al PC de todo escenario. Tal núcleo dirigencial del PC lo conformaron Luis Corvalán, Gladys Marín y Guillermo Teillier, jefe de la comisión militar del PC.

“La comisión política no fue informada salvo contados casos. Tampoco lo fue el comité central”, afirma un testigo. En cambio, quien sí fue informado, y colaboró activamente en los preparativos de la operación fue el gobierno de La Habana (ver artículo pág. 6).

La condición que puso el PC

De esta soterrada forma se dio inicio a lo que otro dirigente comunista bautizó con una frase: “Romper el palo mayor del velamen dictatorial”.

El objetivo del atentado era reimpulsar mediante un golpe de mano la movilización, apurar el término del régimen militar y negociar un acuerdo con la DC. “O lo hacemos ahora o esto se escapa por la vía de un plebiscito”, planteó uno de los impulsores de la idea.

Para el PC, el control que comenzaba a tener la centroizquierda en las movilizaciones populares era una situación inquietante. A ello se le sumó la unidad de los líderes de la oposición que -algutinados en la Alianza Democrática- se jugaban por una salida institucional al régimen. Excluido expresamente el PC de ese acuerdo, el escenario era demasiado peligroso como para mantener el inmovilismo en el partido.

Así, en mayo de 1986, se optó por la más audaz de las opciones: la acción de un grupo de oficiales formados en Cuba para realizar una emboscada contra la comitiva de Pinochet. Con esa premisa, el oficial frentista José Joaquín Valenzuela Levi, llamado “comandante Ernesto” y líder de los combatientes entrenados en Bulgaria, fue encomendado para diseñar la misión, bautizada como Operación Siglo XX.

Una condición le impuso la colectividad a este veterano de Nicaragua: sólo debían tomar parte combatientes experimentados, y en ningún caso militantes del PC cuya participación pudiera exponer al partido.

1 Serie de 12 entrevistas con el ex dirigente del PC de nombre político Ernesto Contreras. Santiago, septiembre del 2000 hasta enero del 2001.

2 Verdugo, Patricia y Hertz, Carmen. Operación Siglo XX. Pág. 17

Tres tesis, un propósito

Pero como la apuesta del atentado era arriesgadísima, al todo o nada, el PC no jugó en ella todas sus cartas. Mientras los mejores de su brazo armado preparaban la operación -recibiendo algunos de ellos adiestramiento especial y asesoría técnica en Cuba- el PC siguió negociando con las otras fuerzas opositoras al régimen.

Ya en 1985 la nacienta Alianza Democrática, conformada por líderes moderados de derecha, centro e izquierda, había suscristo el Acuerdo Nacional como un incipiente camino para darle una salida institucional al régimen militar. Dado que el PC había sido excluido, Corvalán decidió plantear a la Alianza Democrática su propuesta de las “tres tesis no vinculantes”, como forma de asegurarse de que el PC no quedara marginado de los acuerdos ante un eventual fin del gobierno militar, fuera esto a través de la muerte de Pinochet o de una salida política.

Dos jóvenes dirigentes comunistas fueron designados por el partido para entrar en conversaciones con los líderes de la Alianza Democrática. Según reconoce el ex vocero del PC y actual diputado del PPD Patricio Hales, tales dirigentes fueron Ernesto y Lautaro Contreras. Su misión fue trasmitir las tres tesis que postulaba el secretario general: la unión de todas las fuerzas antipinochetistas para lograr la salida de Pinochet; la creación

de una comisión de hombres buenos que representara a todos los sectores (con nombres como el del cardenal Raúl Silva Henríquez), y que esta instancia convocara a una Asamblea Legislativa para redactar una nueva Constitución.

“Con que se aceptara uno solo de estos tres requisitos el PC quedaría satisfecho. Corvalán ni siquiera planteaba que en la comisión de hombres buenos figuraran comunistas. Bastaba con que estuvieran figuras del PS para que el partido se sintiera representado”, apunta un comunista que en esos años estuvo informado de las negociaciones.

El único contacto que existía en ese entonces entre los sectores rupturistas y de centro era un comité secreto que aglutinaba a todas las fuerzas opositoras, incluyendo al PC. Este funcionaba en diversos lugares, entre ellos el despacho del publicistas DC Jaime Celedón.

El comité secreto

El único contacto que existía en ese entonces entre los sectores rupturistas y el resto de la oposición era un comité secreto que aglutinaba a todas las fuerzas contrarias a Pinochet, incluyendo al PC. En sus memorias, Corvalán se refiere a él como el Comité Político Privado (3).

Este funcionaba en diversos lugares, entre ellos el despacho del publicista DC Jaime Celedón, y a los encuentros concurrían el periodista Jorge Andrés Richards, el comunista Patricio Hales y el DC Genaro Arriagada, entre varias otras personalidades (4).

Como emisario mandatados por el partido, Ernesto y Lautaro Contreras se integraron a la instancia, recuerda Patricio Hales. Ambos tenían la misión de exponer las “tres tesis no vinculantes” de Corvalán a figuras como Genaro Arriagada, Gabriel Valdés, Patricio Aylwin y a otros líderes democratacristianos.

La idea común era la salida de Pinochet. Pero la piedra de tope era la fórmula para lograrlo y luego enfrentar el nuevo escenario. “Ante eso, las tesis de Corvalán eran un muy buen punto intermedio”, apunta el ex comunista Ernesto Contreras.

Escuchando las palabras de los dos Contreras, Gabriel Valdés comentó con sorna: “Ustedes... ¡Tan jóvenes y arrogantes!” A pesar de esa frase, el líder de los “chascones” DC fue uno de los que escuchó con mayor atención sus planteamientos. Por esos días, lo mismo hacía Hales con figuras como Ricardo Lagos y Carlos Briones. Ni los dos Contreras ni Hales sabían que hechos decisivos pondrían abrupto fin a los contactos.

Diez días antes del atentado, el cientista político Raúl Sohr invitó a almorzar a Patricio Hales -la cara pública del PC- donde le preguntó: “¿Nunca han pensado en matar a Pinochet?”. Atragantado, Hales le respondió: “¿Estás loco? ¡Jamás! Desataría una represión tremenda. Como vocero yo sería uno de los primeros en estar muerto”.

"¿Estás loco?"

El 6 de agosto de 1986, mientras las conversaciones proseguían sin un rumbo definido, una noticia estremeció al país: el descubrimiento de los arsenales de Carrizal Bajo. Indignado, el DC Patricio Aylwin habló con franqueza a Lautaro y Ernesto Contreras: “Esas armas no eran para cuidar locales. El PC no puede dialogar y al mismo tiempo internar armas”.

Aunque los dos enviados negaron a rajatabla que su colectividad estuviera tras la internación, intuían que la queja de Aylwin tenía asidero. A fines de agosto le comunicaron a un alto dirigente comunista los problemas reales que enfrentaban en el diálogo. No obstante, éste sólo les pidió a ambos que alargaran lo más posible sus contactos con el mundo DC: “Aguanten un poco, que vamos a generar en muy poco tiempo un hecho político importante”.

Las palabras del dirigente se entendieron una semana después, el 7 de septiembre, en el Cajón del Maipo. “Sólo entonces comprendí todo” relata un comunista que había seguido de cerca las negociaciones.

Diez días antes, el cientista político Raúl Sohr había invitado a Patricio Hales -la cara pública del PC- a almorzar al restaurante El Novillero para inquirirse sobre la línea del partido. En la mesa, Sohr le lanzó una pregunta: “¿Nunca han pensado en matar a Pinochet?” Atragantado, Hales le respondió: “¿Estás loco? ¡Jamás! Desataría una represión tremenda. Como vocero yo sería uno de los primeros en estar muerto”.

Horas después del atentado, efectivos de Investigaciones iniciaron una operación preventiva en la que detuvieron a varios líderes opositores, entre ellos al actual Presidente, Ricardo Lagos. Era la forma de rescatarlos de la violenta razzia que la CNI inició tras la emboscada y que dejó a cuatro opositores acribillados. Uno de los primeros “rescatados” por los detectives era el sorprendido Hales.

3 Corvalán, Luis, De lo Vivido y lo Peleado. 4 Entrevista al diputado PPD Patricio Hales, 9 de mayo de 2001.

CAPITULO VIII Cuba y el epílogo del Frente Fidel y el epílogo del FPMR Así como fue fundamental en su creación, Fidel Castro también jugó un rol decisivo en el repliegue del FPMR. Tras el asesinato de Guzmán y en medio de negociaciones secretas con La Moneda,Castro retiró públicamente su apoyo a las acciones del grupo, que se sumergió tras apoderarse de un botín de US$ 1 millón con el secuestro de Cristián Edwards. El jaque mate a las acciones del FPMR lo dio La Oficina, organismo creado en el gobierno de Aylwin en el que participaron hombres formados en Cuba. Este último hecho, sumado a la impunidad en que quedaron los principales líderes del FPMR y todos los responsables del asesinato de Guzmán, mantiene vivas las sospechas de que en realidad se negoció con los líderes del FPMR su libertad a cambio del fin de sus acciones y de su salida del país. Como quedaría comprobado después, muchos de ellos se refugiaron en Cuba, donde permanecerían hasta el día de hoy.

1 La decisión de matar a Guzmán 2 Una secreta negociación con La Habana 3 Camaradas versus camaradas 4 Platas para el repliegue 5 Protección e Impunidad

1990 En Septiembre: El ministro de Relaciones Exteriores Enrique Silva Cimma se reúne en Washington con el canciller cubano Isidoro Malmierca, para tratar la posibilidad de reanudar las relaciones diplomáticas.

8 de febrero: Raúl Rettig, presidente de la

Comisión Verdad y Reconciliación, hace entrega al Mandatario Patricio Aylwin del Informe Rettig, recopilación de las violaciones a los derechos humanos ocurridos durante el régimen militar.

1991 1 de abril: El senador de la UDI Jaime Guzmán es

asesinado por miembros del FPMR, quienes le disparan en las cercanías del Campus Oriente de la Universidad Católica.

1991 16 de abril : El gobierno acusa al FPMR de violar la

Ley de Seguridad del Estado y suscribe un requerimiento judicial en su contra. El secretario general de Gobierno, Enrique Correa, en su calidad de ministro del Interior suplente, declara que la intención de La Moneda es eliminar los grupos terroristas

1991 19 de abril : El gobierno crea el Consejo de

Seguridad Pública. La nueva entidad “diagnosticará y propondrá medidas de organización estratégicas en las áreas de violencia y terrorismo” al Presidente, a través del Ministerio del Interior. La organización apunta a proponer cursos de acción para recopilar información. Como su secretario ejecutivo es designado el socialista Marcelo Schilling.

1991

2 de junio: Una facción del FPMR asociada al PC

renuncia públicamente a la lucha armada y se convierte en un movimiento político.

1991 19 de julio: El Presidente Aylwin se reúne durante

50 minutos con Fidel Castro en la cumbre presidencial de Guadalajara. Al día siguiente, se anuncia la reanudación de las relaciones consulares y comerciales.

1991 9 de septiembre: El FPMR-A secuestra a

Cristián Edwards del Río, hijo del propietario de El Mercurio, Agustín Edwards. La operación busca fondos para el repliegue táctico del FPMR.

1991 25 de diciembre: Barraza le informa al

director de Investigaciones, Horacio Toro, que había encontrado el lugar donde Edwards estaba cautivo. Toro le da luz verde para crear la Brigada Investigadora de Organizaciones Criminales (Bioc).

1991

23 de marzo: La presencia de un vehículo

de Investigaciones alerta a un grupo de frentistas que acampan en el camping de Colliguay, donde una unidad especial al mando del comisario Jorge Barraza los mantenía bajo vigilancia. Según Barraza, la irrupción de ese auto fue una maniobra para “reventar”sus indagaciones.

1992 25 de marzo: Son arrestados cinco miembros

del comando que secuestró a Cristián Edwards.

1992 27 de marzo: A raíz de los datos obtenidos por las

detenciones de los participantes en el secuestro de Edwards, Barraza informa en La Moneda a Burgos, Schilling y Krauss que tiene serias dudas de que Olea Gaona esté implicado en la muerte de Guzmán. Según esta versión, el gobierno se habría enterado del asunto dos años y medio antes de que el ministro Pfeiffer lo sobreseyera.

1992 Abril: Es asesinado por el Mapu Lautaro el

informante de la Oficina Domingo Faustino Sarmiento.

1992

Mayo: El “Chele” busca refugio en el domicilio del

frentista Agdalín Valenzuela, en Curanilahue. Valenzuela era informante de La Oficina, por lo que monta una trampa para que su amigo sea fotografiado por Investigaciones

1992 14 de diciembre: En el boletín El Rodriguista,

“Salvador”reconoce la autoría del Frente en el asesinato de Jaime Guzmán.

1992 Abril: La Oficina de Seguridad da paso a la

Dirección de Seguridad Pública y las labores que ejecutaban Burgos y Schilling quedan en manos del ex director de Gendarmería, Isidro Solís.

1993 5 de agosto: Agentes de la BIP de Investigaciones

detienen al informante de La Oficina Agdalín Valenzuela en Curanilahue y a Mauricio Hernández Norambuena, “Ramiro”, jefe de la estructura militar del FPMR. Según Barraza, inexplicablemente dejaron escapar al “Chele”.

1993

Septiembre: En México, el subsecretario de

Relaciones Exteriores, Rodrigo Díaz Albónico, declara que Chile está a favor del fin del bloqueo económico impuesto por Estados Unidos a Cuba.

1993 Octubre: El comisario Jorge Barraza es

exonerado de la Policía de Investigaciones.

1994 9 de noviembre: El subdirector de

Investigaciones y principal promotor de inculpar a Olea Gaona, Juan Fieldhouse, renuncia por “motivos de salud”.

1994 15 de noviembre: El ministro Alfredo Pfeiffer

dicta el sobreseimiento definitivo de Sergio Olea Gaona.

1994

11 de octubre: En Curanilahue es asesinado

el ex frentista e informante de La Oficina Agdalín Valenzuela.

1995 9 de abril: Luego de entrevistarse con el ex

comisario de Investigaciones Jorge Barraza, el ministro que investiga la muerte de Jaime Guzmán, Alfredo Pfeiffer, reabre el caso. Una semana después, en un programa televisivo, el ex comisario denuncia que Juan Gutiérrez Fishmann fue uno de los cerebros del atentado, pese a lo cual su nombre había permanecido al margen de la investigación. Barraza apunta a que “El Chele” fue protegido por el Consejo de Seguridad Pública.

1996 7 de junio: El ministro Alfredo Pfeiffer se

inhabilita en el caso Guzmán, aduciendo “intolerables” presiones políticas. En su reemplazo es designada la magistrada Raquel Camposano.

1996 18 de diciembre: La jueza Raquel Camposano

somete a proceso al ex responsable del Consejo de Seguridad Pública, Marcelo Schilling, y al director general de la Policía de Investigaciones, Nelson Mery. Posteriormente, la Corte de Apelaciones revoca el fallo.

1996

30 de diciembre: Cuatro frentistas se fugan en un

helicóptero desde la Cárcel de Alta Seguridad: Mauricio Hernández Norambuena, Pablo Muñoz Hoffman, Ricardo Palma Salamanca y Patricio Ortiz Montenegro. Dos de ellos estaban condenados por el asesinato de Guzmán.

1996 4 de septiembre: Uno de los protagonistas del

escape del FPMR, Patricio Ortiz Montenegro, es arrestado en Zurich, Suiza. El 6 de septiembre las autoridades civiles y militares solicitan su extradición.

1997 8 de octubre: El magistrado a cargo de la

investigación de la fuga de la Cárcel de Alta Seguridad, Lamberto Cisternas, envía un exhorto al gobierno de La Habana respecto a la presencia de los frentistas prófugos en la isla. Más de 20 llamadas realizadas desde Cuba a sus familiares reveló el destino de los subversivos.

1997 10 de noviembre: En el marco de la Séptima

Cumbre Iberoamericana, en Venezuela, el Presidente Frei emplaza a Fidel Castro a responder de manera “oportuna, precisa y veraz” el exhorto enviado por la justicia chilena para acreditar la presencia de los frentistas en la isla. El gobierno de La Habana guarda silencio.

1997

La decisión de matar a Guzmán

El crimen que marcó el fin del FPMR comenzó a tejerse a inicios de la década pasada, en medio de un acelerado proceso de descomposición del FPMR.

En diciembre de 1990, al interior del grupo armado se inició un proceso de “consulta” para determinar la línea política a seguir en democracia, cuando Patricio Aylwin ya había llegado a La Moneda.

Por entonces, dos sectores pugnaban por imponer sus posturas. El primero, aglutinado por frentistas “históricos”, abogaba por transformarse en un movimiento político. En cambio, el sector más “duro” planteaba proseguir la lucha. En este último grupo estaba Raúl Gutiérrez Fischmann, el “comandante Chele” o “Gabriel” -tercero en la línea de mando- y Mauricio Hernández Norambuena, el “comandante Ramiro”, quinto en la jerarquía.

En medio de ambas facciones estaba Sergio Galvarino Apablaza, “Salvador”. Según un ex oficial del FPMR, Apablaza seguía siendo el líder máximo de la organización, pero tenía problemas personales y su autoridad estaba severamente mermada por nuevos elementos que habían copado la

dirección del aparato.

“Salvador” representaba a los comandantes históricos del FPMR formados como oficiales en las Fuerzas Armadas Revolucionarias cubanas (FAR), más disciplinados y jerárquicos

Funerales de Jaime Guzmán. El senador de la UDI fue emboscado por dos hombres de “Ramiro” cuando abandonaba el Campus Oriente de la Universidad Católica, donde impartía clases de Derecho.

que los cuadros que habían asumido posiciones de mando luego de la división de junio de 1987. En contraposición, la nueva hornada se sentía mejor representada por hombres como “Ramiro”, un combatiente formado en el país y que ingresó al aparato sólo en 1984, luego de haber sido simpatizante del MIR.

Por su audacia e innegables condiciones operativas, “Ramiro” había ingresado a la dirección nacional en 1990, a cargo de la fuerza especial del FPMR. Esto último le confería una independencia de acción que ningún otro comandante tenía, pues estaba al frente de un puñado de hombres cuya misión era ejecutar las acciones armadas que ordenara la dirección nacional, para lo cual contaban con un aparato logístico propio.

Juan Gutiérrez Fischmann, “El Chele”, también postulaba que el camino del FPMR era la vía armada. Formado en las Fuerzas Armadas cubanas y ex combatiente en Nicaragua, era un hombre muy cercano al círculo más estrecho de Castro, ya que había estado casado con una hija de Raúl, el segundo hombre de La Habana. “El Chele” tenía una fuerte ascendencia sobre “Ramiro”.

Una orden silenciosa

En marzo de 1991, la cúpula del FPMR se reunió en un fundo cercano a Osorno, para analizar los resultado de la “consulta interna”. De acuerdo con un testigo, el ambiente interno era de total descomposición, cruzado por descalificaciones y sospechas, lo que impedía cualquier diálogo. Sumado esto a la falta de liderazgo de “Salvador”, el encuentro no logró resolver los puntos conflictivos.

Sólo unos pocos de los que se reunieron en esa ocasión sabían que, poco antes, se había echado a andar una acción que interrumpiría todo el debate y que habría sido tomada a espaldas de “Salvador” y de su segundo, el “comandante Gregorio”, Iván Figueroa Araneda, un ex suboficial de la Fach partidario de dejar las armas. Se trataba de atentar contra Jaime Guzmán.

Todos los antecedentes recopilados en el sumario que lleva actualmente la justicia -más el relato de otros testigos- aseveran que “El Chele” y “Ramiro” ya habían acordado la operación antes de celebrarse el encuentro. El objetivo del crimen era interrumpir el debate interno, mediante una acción que bloqueara cualquier posibilidad de abandono de la lucha armada.

Según declaraciones judiciales del ex comisario de Investigaciones Jorge Barraza, su informante Marie Enmanuelle Verhoeven -la “comandante” Ana, sexta en la línea de mando frentista- le informó en 1992 que “El Chele”, el número tres del FPMR, “era el verdadero responsable de la orden de matar a Jaime Guzmán, ya que él le ordenó a “Ramiro” la ejecución”.

Por entonces, Enrique Villanueva Molina, el “comandante Eduardo”, era el cuarto en la escala de mando y bogaba por convertir al aparato armado en un movimiento político durante la discusión de 1990. Entrevistado hace un par de semanas por la revista Caras en Venezuela, confirmó la autoría intelectual de “Ramiro” y “El Chele” . “Después nos enteramos que había sido ese grupo de Ramiro”, dijo Villanueva, quien justificó la cercanía de “El Chele” con ese núcleo, porque “su tradición” era el combate.

El asesinato del legislador de la UDI lo ejecutaron dos miembros del equipo de “Ramiro”, Raúl Escobar Poblete (“Emilio”) y Ricardo Palma Salamanca (“El Negro”). La elección de estos dos jóvenes cuadros, reclutados en 1987, era una perfecta muestra de que ya habían pasado los días de los militares con formación profesional. “Desde marzo de 1991 nos comenzamos a reunir para preparar el atentado”, reconocería posteriormente Palma Salamanca en una de sus declaraciones a la justicia.

Juan Gutiérrez Fischmann, “El Chele”.

Mauricio Hernández Norambuena, “Ramiro”.

| Fidel y el epílogo del FPMR

Una secreta negociación con La Habana En junio de 1991, dos meses después del asesinato de Jaime Guzmán, Fidel Castro concedió una sorpresiva entrevista televisiva a la hija de uno de sus grandes amigos chilenos, Belisario Velasco, transmitida por TVN. Por primera vez, el cubano le quitó públicamente su apoyo a los grupos armados y elogió la transición en Chile. “Este avance debe ser recibido con respeto”, aseveró, en alusión al proceso encabezado por el Presidente Patricio Aylwin. La Moneda recibió el gesto con satisfacción: la desautorización de las organizaciones subversivas chilenas era una de las condiciones que el gobierno Aylwin había puesto en las negociaciones secretas que estaba llevando a cabo para restablecer relaciones con la isla. En medio de ese diálogo había ocurrido el asesinato de Guzmán, el 1 de abril de 1991, cuando acribillaron al senador a la salida del Campus Oriente de la Universidad Católica, donde impartía clases de Derecho.

Para el gobierno de Patricio Aylwin era vital que Cuba dejara de apoyar al FPMR (1). Como moneda de cambio, Santiago ofrecía reanudar los lazos comerciales, seguido por el pronto restablecimiento de las relaciones diplomáticas. Para los cubanos y su alicaída economía, la oferta era de sumo atractiva.

Los sondeos se habían iniciado antes de que Aylwin llegara a La Moneda. Cuando el

Presidente argentino Raúl Alfonsín visitó Cuba en octubre de 1986, a solicitud de la oposición moderada chilena, le pidió a Fidel Castro que dejara de apoyar al FPMR (2).

Bajo la administración Aylwin, las tratativas quedaron a cargo del ministro secretario general de Gobierno, el socialista Enrique Correa (ver recuadro). Otros socialistas como José Antonio Viera-Gallo, Camilo Escalona e Ismael Llona sirvieron de puente con La Habana en las delicadas gestiones.

Para Correa, una condición básica era institucionalizar al máximo el diálogo, ojalá pasando por el propio Fidel y sus ministros (3). Desde un principio se desestimó como interlocutor a Manuel “Barbarroja” Piñeiro. Se estimaba que el hombre que había alimentado la subversión continental no era garantía para neutralizar al FPMR.

A principios de 1991 la administración Aylwin decidió apurar el tranco. “Los cubanos urgían la reinauguración de los lazos, pero en todas sus contactos los chilenos planteaban el problema del FPMR”, sostiene un ex funcionario de Aylwin.

Pero el asesinato de Jaime Guzmán hizo trastabillar el entramado. La operación cayó como una bomba incluso al interior de la cúpula frentista, que sólo un mes después se refirió al hecho. En una entrevista en México, Enrique Villanueva Molina, el “comandante Eduardo”, aseveró: “Guzmán bien ajusticiado está” (4). El vocero no reivindicó el crimen, a pesar de que se trataba del cuarto hombre de la estructura. Recién en diciembre de 1992, el máximo líder, “Salvador”, reconoció en el boletín “El Rodriguista” la autoría.

Consciente de que el asesinato entorpecía las tratativas con Santiago, a los pocos días La Habana reaccionó. De acuerdo con un ex frentista, los cubanos informaron al FPMR que deberían trasladar de la isla su puesto de mando a la brevedad. El nuevo país elegido fue Uruguay, donde el grupo tenía bases desde fines de los ’80.

A través de uno de sus emisarios, La Moneda planteó a los cubanos la posibilidad de ayudar a ubicar los barretines ocultos. “Fidel respondió que una cosa era la no intervención y otra era la delación”, asevera un ex funcionario de La Moneda.

Días después de la entrevista de Castro a TVN, Correa aprovechó un viaje a Estados Unidos del presidente de la Cámara de Diputados, José Antonio Viera-Gallo, para pedirle que hiciera escala en La Habana y comunicara a Castro las condiciones pendientes para restablecer los lazos: la liberación de un chileno preso en la isla acusado de colaborar para la CNI, el pago de una deuda por 46 millones de dólares que Cuba mantenía con Chile y más garantías del compromiso de cesar el apoyo al FPMR (5).

A las dos semanas de que Viera-Gallo cumpliera la misión, Castro y Aylwin conversaron una hora durante su asistencia a la Cumbre Iberoamericana de Guadalajara, en México, en julio de 1991. En la cita, acordaron restablecer los lazos consulares. La reanudación de relaciones diplomáticas deberá esperar cuatro años más, ya que el camino elegido por Santiago era paulatino.

Mientras autoridades cubanas y chilenas ponían marcha a sus consulados, el FPMR empezaba a verse acosado por todos los flancos.

Como respuesta al crimen de Guzmán, la administración Aylwin había dispuesto que militantes de izquierda formados en Cuba y con conocimiento del mundo subversivo se sumaran a la lucha antiterrorista.

Varios de estos hombres conocían a los frentistas por su nombre. Si a esto se suma la insostenible atmósfera interna que vivía la organización armada -con pugnas y acusaciones de delación- fue fácil que estos nuevos adversarios reclutaran a frentistas

desalentados para colaborar en la desarticulación de sus compañeros.

Correa, el operador Como la negociación para conseguir el fin del apoyo cubano al FPMR tenía un carácter político, la administración Aylwin dispuso que la Cancillería y su titular, Enrique Silva Cimma, abordaran los aspectos formales, mientras Enrique Correa y su equipo se ocupaban de las tratativas reservadas.

Además de ser un buen conocedor de Cuba, Correa contaba para la tarea con Ismael Llona, un socialista que había militado con él en el Mapu OC y que era amigo del vicepresidente cubano, Carlos Lage. Llona, además, vívía en la isla. “Como no tenía cargo alguno, era la persona ideal, pues podía moverse libremente por Cuba”, afirma otro ex colaborador de Correa.

Si bien Silva Cimma también contaba con un buen conocedor de Cuba en la persona de su jefe de gabinete, el radical Claudio Vásquez, su condición de funcionario de la Cancillería hizo que pronto Vásquez quedara desplazado por las gestiones de Llona.

Un hecho fortuito, a inicios del nuevo gobierno, contribuyó a desplazar a la Cancillería. A causa de una descoordinación, un subalterno de Silva Cimma activó los trámites para que Cubana de Aviación reinaugurara sus vuelos a Santiago. El enojo del Presidente Aylwin fue mayúsculo. “Aunque Silva Cimma no había sido informado, tuvo que asumir la responsabilidad”, explica un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de entonces.

1 Entrevista con Enrique Correa. La Tercera. 3 de junio de 2001. 2 Alfonsín Llegó a Cuba y Dialogó con Castro. Diario Clarín. Buenos Aires, 19 de octubre de

1986 3 Entrevista con Enrique Correa. La Tercera. 3 de junio de 2001 4 La Misteriosa Historia del “Comandante Eduardo”. La Tercera. 13 de abril de 1997. 5 Entrevista con José Antonio Viera-Gallo. 5 de junio de 2001. 6.- Entrevista con José Antonio

Viera-Gallo. 5 de junio de 2001.

Presiones de Washington

Mientras las conversaciones con Cuba avanzaban, el jefe de la Dirección Política de la Cancillería, Carlos Portales, recibía las presiones del gobierno estadounidense, contrario a que Chile reanudara los lazos con la isla. Algo que también había palpado el diputado socialista José Antonio Viera-Gallo durante un encuentro con representantes del Departamento de Estado norteamericano en Washington, previo a su entrevista con Castro. “La administración de Bush padre tenía una postura muy cerrada” (6).

Pronto, sin embargo, la Casa Blanca constató que el Presidente Aylwin se mantenía firme. Entonces, se limitó a pedir a Santiago que agregara a sus requisitos la liberación de un grupo de disidentes presos en la isla. En la misma dirección apuntó una petición de la Internacional Demócrata Cristiana, canalizada a través de la DC chilena. “Todas las personas apuntadas en la lista enviada por nosotros salieron libres”, reconoce un ex funcionario de gobierno.

Cuando La Moneda le planteó a los cubanos que ayudaran a ubicar los barretines ocultos, Castro respondió: “una cosa es la no intervención y otra la delación”.

Camaradas versus camaradas Un nuevo actor en la trama del epílogo del FPMR entró en escena tras el asesinato de Guzmán. Dos semanas después de la muerte del senador, La Moneda anunció la creación del Consejo de Seguridad Pública, una instancia destinada a recopilar información para desbaratar a los grupos subversivos. Conocida como La Oficina, esta repartición aprovechó la descomposición interna que vivía el FPMR para cimentar su éxito.

Encabezada por Jorge Burgos (DC), y con fondos reservados del Ministerio del Interior, su misión incluía la coordinación de la policía civil y uniformada en materia de información. Por ley, estaba fuera de las facultades de La Oficina la realización de labores operativas o en terreno.

Pese a esto, muy luego sus hombres traspasaron estas restricciones. Por instrucciones de su secretario

ejecutivo, el socialista Marcelo Schilling -su verdadero jefe-, el organismo abrió una oficina paralela en la calle Huérfanos. Se montó una red ilegal de más de 30 informantes pagados que infiltró e hizo tambalear al FPMR.

Según reveló la investigación judicial posterior, La Oficina actuó en innumerables ocasiones al margen de la ley: protegió a subversivos que siguieron operando mientras eran informantes; respaldó la inculpación de un delincuente común sin vinculación alguna con el caso, Sergio Olega Gaona, como autor del crimen de Guzmán, e incluso montó operaciones encubiertas como un traslado de armas en San Bernardo.

Gracias a su pasado como miristas, socialistas “duros” y comunistas, los hombres de La Oficina compartían con sus adversarios del FPMR el mismo tronco histórico. Algunos habían establecido lazos con los líderes frentistas en La Habana, en los albores del exilio, y del FPMR. Otros lo habían hecho en Nicaragua, cuando después del triunfo de la revolución ayudaron a construir el nuevo Estado sandinista. Varios se entrenaron junto a los cuadros del FPMR en las bases guerrilleras de Punto Cero o Pinar del Río (1).

Arriba: En el séptimo piso de este edificio de Huérfanos se instaló la oficina paralela del Consejo de Seguridad Pública. A la izquierda: combatientes chilenos en Nicaragua. Abajo, derecha: desfile militar en La Habana, donde se entrenaron decenas de frentistas y varios hombres de La Oficina.

Incluso, unos pocos llegaron a graduarse como oficiales de carrera en las academias militares de la isla, las mismas por donde pasaron líderes del Frente como Raúl Pellegrín,

“Salvador” y “El Chele”.

Entre numerosos ejemplos está un ex diputado comunista que en 1975 estuvo a cargo del primer enrolamiento de jóvenes comunistas chilenos en las Fuerzas Armadas Revolucionarias cubanas (FAR). Quince años después, trabajaba en La Oficina, el organismo encargado de desarticular a los mismos soldados que había reclutado en Cuba. Actualmente ocupa un cargo gubernamental de nivel administrativo.

Ese conocimiento sobre los cuadros frentistas se traduciría en una eficiencia para desarticularlos que sus críticos califican más bien de negociación a cambio de impunidad. Cuando La Oficina entró en funciones, uno de los más influyentes hombres de la cúpula del FPMR en

1991 le confidenció a un cercano que la entrada en funciones del nuevo organismo marcaría la “hora final” del aparato armado, por lo que era necesario buscar una salida negociada. “Lo que no logró la CNI lo van a lograr ahora”, comentó. Bajo este argumento -y el de evitar muertes innecesarias- varios frentistas optaron por colaborar con las

autoridades.

De la inteligencia cubana a la calle Huérfanos

Pese a que Marcelo Schilling en su exilio nunca fue un hombre allegado a los cubanos, dos de sus hombres más cercanos en La Oficina tenían un pasado estrechamente unido con La Habana: los socialistas Oscar Carpenter y Antonio Ramos, brazo derecho de Schilling y jefe del Departamento de Análisis de La Oficina, respectivamente.

Según el ex informante de La Oficina Humberto López Candia, Carpenter y Ramos se desempeñaron en los ’80 como instructores del Departamento de Operaciones Especiales (DOE) cubano, dependiente del Ministerio del Interior de la isla.

Miembro del aparato de seguridad del Mapu OC durante el gobierno de la UP, Antonio Ramos se trasladó a Cuba tras el golpe militar. Según López Candia, en 1980, cuando oleadas de miristas y socialistas viajaban a La Habana a recibir entrenamiento guerrillero, Ramos era profesor de guerra sicológica y temas comunicacionales en el centro de inteligencia

de La Habana. Allí lo habría conocido como alumno este ex informante de La Oficina, de filiación mirista en esos días (2).

Hombre cercano a Camilo Escalona, en 1991 Ramos se integró a la repartición gubernamental, aunque nunca trabajó en la oficina de Huérfanos. Además de analista, era el nexo del organismo con la Secretaría General de Gobierno, dirigida por Enrique Correa.

La preparación de Oscar Carpenter en temas de seguridad es también extensa (ver recuadro). Quien fuera el principal operador de la red de informantes pagados de La Oficina recibió entrenamiento en inteligencia en Alemania Oriental. Posteriormente, en Cuba fue uno de los escasos socialistas que ingresaron a las Fuerzas Armadas Revolucionarias cubanas, donde estuvieron todos los altos mandos del FPMR. Juan Gutiérrez Fischmann, “El Chele”, lo habría conocido como instructor del Ministerior del Interior cubano, según López Candia.

Oscar Carpenter, el hombre de las labores operativas de La Oficina, hizo cursos de inteligencia en la RDA y fue instructor en Cuba..

1 Según declaraciones del informante de La Oficina Humberto López Candia, tanto él como Agdalín Valenzuela -asesinado por el FPMR- se entrenaron en 1980 en la base guerrillera Pinar del Río.

2 Entrevista en la revista Qué Pasa, 26 de julio de 1997. 3 La Tercera, 28 de diciembre de 1997. 4.- Ibid... Entrevista revista Qué Pasa. “El Coronel” de La Oficina

Quien se desempeñó en la repartición de Huérfanos bajo la chapa de “Juan Carlos Pereira” y dirigió una red de más de 30 informantes recorrió un azaroso camino antes de llegar a ser el brazo derecho de Marcelo Schilling en La Oficina. Socialista desde su temprana juventud, antes del golpe fue instructor operativo de “La aspiradora”, un grupo del PS muy cercano a los Elenos, facción guevarista del partido. “Hacía clases de seguimiento, fotografía operativa, armamento y otras técnicas de conspiración”, relata un socialista que se instruyó posteriormente en la RDA.

Tras el golpe militar, Carpenter se trasladó a Alemania Oriental, donde recibió instrucción en inteligencia. Según un ex dirigente de izquierda exiliado en Alemania, habría formado parte de los Destacamentos Populares Cinco de Abril del PS, cuyos cuadros egresaron en su gran parte de la escuela de formación marxista-leninista de Wilheim Pieck, en las afueras de Berlín del Este.

Al trasladarse a Cuba, Carpenter continuó con su formación. “Fue uno de los pocos socialistas que ingresaron a las Fuerzas Armadas Revolucionarias, por lo que tuvo contacto con la gente que después fue del FPMR”, relata un ex frentista avecindado en Santiago. Según un socialista que vivió en la isla, fue parte del piquete que presentó armas a Carlos Altamirano, secretario general del PS, cuando visitó La Habana.

El triunfo de la revolución sandinista llevó a Carpenter a Nicaragua. Allí se desempeñó en la estructura de seguridad de los comandantes sandinistas. Aunque su paso por Managua le permitiría estrechar vínculos con los militares del PC, años después Sergio Galvarino Apablaza, el líder máximo del FPMR, se expresaría despectivamente sobre él: “Carpenter o Jaimitón, como era conocido en otra época, cumplió funciones en calidad de vigilante de las casas de los comandantes (nicaragüenses). ¿Qué se puede esperar entonces?” (3).

Según López Candia -quien fue su alumno en esa época- en 1980 Carpenter era instructor del Departamento de Operaciones Especiales (DOE) en La Habana, al igual que Antonio Ramos, el posterior jefe de la sección de análisis de La Oficina (4).

Muy bien conceptuado por los cubanos por su formación alemana, Carpenter enseñaba guerra sicológica, conspiración y técnicas de infiltración y tenía el apodo de “El Coronel”.

De vuelta en Chile, cuando en marzo de 1987 Clodomiro Almeyda regresó al país, Carpenter “era algo así como su guardaespaldas”, relata un socialista. Su cercanía con Camilo Escalona lo habría llevado al Consejo de Seguridad Pública en 1991. Sus nexos eran estrechos: además de su asesor, Carpenter fundó con Escalona el Centro de Estudios Sociales Salvador Allende Ltda., en 1990.

Platas para el repliegue El FPMR ejecutó en septiembre de 1991 su última acción de envergadura: el secuestro de Cristián Edwards, uno de los hijos del dueño del diario El Mercurio, Agustín Edwards. Todos los antecedentes en manos de la justicia apuntan a que, más que un secuestro político, el plagio buscaba financiar el repliegue final del FPMR.

El plan comenzó a fraguarse a fines de 1990. Según consta en las declaraciones del frentista Mauricio Hernández Norambuena en el proceso por la muerte de Jaime Guzmán, durante una reunión de la cúpula frentista se concluyó que era necesario realizar “una operación de envergadura” para solventar los gastos que demandaba el funcionamiento del Frente. Los jefes de la organización calculaban que el botín podría superar el millón de dólares, cifra que les permitiría sobrevivir por más de un año, sin exponer a sus militantes en asaltos menores (1).

Como jefe de la estructura operativa, a Hernández Norambuena, “Ramiro”, quinto en la línea de mando, le correspondió distribuir y coordinar las labores de alrededor de 20 subversivos que participaron en la operación. “Ramiro” ya tenía experiencia en operaciones de envergadura: había participado en el atentado contra Pinochet, el secuestro del coronel Carlos Carreño y el asesinato de Jaime Guzmán.

El 9 de septiembre 1991 tres encapuchados tomaron por sorpresa a Cristián Edwards cuando se retiraba de su trabajo. Envuelto en un saco de dormir, lo introdujeron en un vehículo y se perdieron en la ciudad.

A cinco meses del asesinato de Guzmán, el secuestro nuevamente encendió las alarmas en la administración Aylwin, que ya había reanudado sus lazos comerciales con Cuba. Tan sólo en el mes de junio, Fidel Castro había quitado toda legitimidad a la subversión chilena en una entrevista transmitida por la televisión chilena.

Un ex alto funcionario de gobierno reconoce que, debido a la gravedad del hecho, los canales informales con La Habana volvieron a montarse, pero esta vez con una petición taxativa: el gobierno chileno necesitaba urgente información de la isla sobre la pugna interna del FPMR, a fin de dilucidar qué sector estaba detrás del plagio. Aunque el consultado omite hablar sobre si La Habana colaboró o no en el caso, el hecho demuestra que la administración Aylwin tenía plenas garantías en cuanto a que el FPMR ya no era apoyado por Cuba.

Durante los 145 días que se prolongó el cautiverio de Cristián Edwards, los frentistas jamás se atribuyeron el secuestro, lo que recuerda a otros plagios de grupos formados en Cuba con meros fines lucrativos, como el secuestro del empresario brasileño Abilio Diniz, en diciembre de 1989. El rescate de 30 millones de dólares por este frustrado secuestro -en el que tomaron parte miristas chilenos- iba a ser distribuido entre las actividades de los militantes del MIR y el Departamento América cubano (2).

El 1 de febrero de 1992 Cristián Edwards fue liberado a salvo, luego que su familia desembolsara una millonaria suma. Semanas después, cinco miembros del comando implicado en el plagio fueron arrestados, entre ellos Ricardo Palma Salamanca, “El Negro”, uno de los autores del crimen de Guzmán.

1 Revista Qué Pasa, 11 de mayo de 1992. Página 18. 2 Fogel, Jean- Francois y Rosenthal, Bertrand. Fin de Siglo en La Habana. Tercera edición.

Bogotá, Tercer Mundo. S.A.1995. 684 Págs.

Cristián Edwards y sus padres, luego de ser liberado por un comando del FPMR previo pago de US$ 1 millón..

El botín que desapareció

En un maletín de cuero de color café facilitado por los mismos frentistas, la familia Edwards entregó el millón de dólares exigido para el rescate de su hijo Cristián.

Sin embargo, transcurrido casi una década del hecho aún no hay certeza de lo que ocurrió con aquella suma entregada en billetes de US$ 5 y US$ 20. El botín obtenido para financiar la retirada de los frentistas desapareció el mismo 1 de febrero de 1991, día que se realizó el rescate.

Sin embargo, según consigna la investigación judicial del caso Guzmán, la “comandante” Ana, sexta en la línea de mando del FPMR e informante del ex inspector Jorge Barraza, le habría confidenciado que Juan Gutiérrez Fischmann, “El Chele”, viajó junto a ella a Europa a lavar el botín. El US$ 1 millón fue “limpiado” en Holanda y Bélgica. Posteriormente el dinero fue llevado a Cuba por el Chele.

Protección e Impunidad

La verdadera historia del asesinato de Jaime Guzmán y de los principales protagonistas del crimen, así como del secuestro de Cristián Edwards, empezó a salir a la luz pública cinco años después de cometido el atentado contra el senador.

En abril de 1996 el ministro Alfredo Pfeiffer reabrió el caso tras entrevistarse con el ex comisario de Investigaciones Jorge Barraza, quien aportó antecedentes de que uno de los cerebros del asesinato de Guzmán era Juan Gutierrez Fishmann, “El Chele”, ex yerno de Raúl Castro.

La tesis de Barraza era que La Oficina había protegido a Gutiérrez en medio de una negociación para desarticular al FPMR. Barraza señaló que había sido exhonerado de Investigaciones, en octubre de 1994, para abortar sus diligencias conducentes a capturar a la cúpula del FPMR.

La decisión de Pfeiffer de reabrir el caso fue muy combatida en el oficialismo, quien lo acusó de motivaciones políticas, lo que lo llevó a renunciar al caso. En su lugar, fue nombrada la magistrada Raquel Camposano. Al mismo tiempo, la familia Guzmán se hizo representar por el abogado Luis Hermosilla, quien aportó numerosos antecedentes sobre el caso.

En una decisión que remeció al oficialismo, en diciembre de 1996 la jueza Camposano procesó a Marcelo Schilling y al director de Investigaciones, Nelson Mery. La decisión sería revocada posteriormente por la Corte de Apelaciones y por la Suprema.

Pese al resultado adverso del juicio, el proceso sirvió para que salieran a la luz numerosas irregularidades cometidas por los encargados de reprimir al FPMR, entre ellas una inexplicable decisión que le costó la vida al informante Agdalín Valenzuela. Este fue asesinado por el FPMR en 1995 tras haber quedado claro que era informante de La Oficina. Valenzuela era el principal nexo para llegar a Gutiérrez Fishmann, quien se refugió en su casa en Curanilahue.

Sergio Galvarino Apablaza, “Salvador”, máximo líder del FPMR, y “El Chele”, durante una conferencia, en octubre de 1996. Ambos están prófugos.

Lo cierto es que las sospechas de negociación con el FPMR, otorgándole impunidad a cambio de libertad, cobraron fuerza ante la constatación de que ninguno de los cabecillas de la organización -ni tampoco de los autores intelectuales y materiales del asesinato de Guzmán- están presos. La eficiencia de La Oficina para poner fin a las acciones del grupo contrasta con su absoluta incapacidad para lograr información que condujera a la detención de sus líderes, lo que habría permitido aclarar el caso Guzmán.

Respecto del rol de Cuba, existen sólidas pruebas de que al menos le ofreció protección y refugio a los asesinos de Guzmán a sabiendas de quienes se trataban

Marcelo Schilling (PS), secretario ejecutivo del Consejo de Seguridad Pública.

Juan Gutiérrez Fischmann, “El Chele”, habría sido protegido por La Oficina.

“No vamos a dejarlos solos”

Varios indicios señalan que Fidel Castro ha cumplido su compromiso de no abandonar a la generación de jóvenes que se formaron como sus oficiales a partir de 1975. Uno de ellos sería el descubrimiento del nexo cumplido por un diplomático cubano acreditado en Chile, entre los frentistas fugados en 1996 y sus familiares.

Tuando en julio de 1987 una misión del PC chileno viajó a Cuba para informar personalmente a Fidel Castro de la división del FPMR, el comandante en jefe cubano estuvo de acuerdo con el empeño de la colectividad por desmovilizar a su aparato armado. Sin embargo, también recalcó que sentía

a los frentistas rebeldes como a sus “hijos”. En esa línea, afirmó: “No vamos a dejar solos a esos muchachos” (1).

Varios antecedentes apuntan a que el líder cubano ha cumplido con este compromiso, más allá de las peticiones de la justicia chilena. A pesar de que el proyecto político del FPMR Autónomo a ratos pareció marchar a contrapelo de los intereses de Cuba, se trataba de hombres que se graduaron, prestaron servicios y luego combatieron en

Nicaragua como oficiales cubanos. Habían sido, en suma, soldados formados por Fidel Castro.

El mismo Castro se encargó de confirmarlo luego del crimen del senador de la UDI Jaime Guzmán. A pesar de que ordenó que los frentistas trasladaran su puesto de mando desde la isla a Uruguay -en el marco de sus negociaciones con Chile para desmontar al FPMR- cuando un emisario del gobierno de Patricio Aylwin solicitó antecedentes sobre los arsenales ocultos en el país, Castro se negó, diciendo que “una cosa era no intervenir y otra la delación”.

Hoy, todas las pruebas indican que varios de los frentistas implicados en el asesinato o que formaban parte de su cúpula en esos momentos, están o pasaron en algún momento por la isla, cuyo gobierno no ha entregado a la justicia chilena pistas concretas que permitan dar con su paradero. Incluso, un hecho hasta hoy desconocido revela que un diplomático cubano sirvió de nexo entre los frentistas fugados en 1996 y sus familias en Chile.

Por otra parte, el caso de Enrique Villanueva Molina (“comandante Eduardo”), también da luces al respecto. Temiendo por su vida, el hombre que ocupaba la cuarta jerarquía en la cúpula frentista al realizarse el atentado contra Guzmán, abandonó Chile en abril de 1997, luego de ser sindicado como informante de La Oficina. Según consta en el proceso por el homicidio del senador, Villanueva se trasladó a La Habana, donde trabajó en el Ministerio de Educación.

Sin embargo, razones de lealtad impidieron que Villanueva permaneciera en La Habana. Cuando un “tribunal” del FPMR a cargo de identificar y juzgar a los delatores, argumentó en la isla que se le estaba dando protección a un “traidor” que había colaborado con el gobierno chileno en el desmantelamiento del Frente, Cuba le pidió a Villanueva que saliera de la isla (2). Hoy reside en Venezuela.

Según un ex frentista, otro miembro de la cúpula del FPMR al momento de ejecutarse el crimen de Guzmán vivió también en Cuba hasta 1994. Se trataría de Iván Figueroa, el “comandante Gregorio”, por entonces segundo en la línea de mando. Según esta fuente, en 1995 Figueroa habría sido asesinado por otros frentistas, también acusado de ser un traidor.

Un diplomático y una interceptación

En 1997, el hombre del Departamento América en la embajada de Cuba en Santiago era José Luis Ojalvo. Como funcionario del organismo que en los ´80 alimentó la subversión continental, Ojalvo había estado en varios países. Incluso, trabajó con el Che Guevara en 1966, cuando el argentino estuvo en Checoslovaquia preparando su fatal incursión a Bolivia (3). A pesar de ser uno de los hombres más experimentados del Departamento América, un error grave sepultó su carrera.

El diplomático cubano habría hecho llegar un paquete de uno de los prófugos a sus parientes chilenos. Cuando la misión cubana se enteró que esta imprudencia había alertado a la policía chilena, fue enviado de regreso a La Habana.

A mediados de 1997, la policía de Investigaciones interceptó una veintena de llamados telefónicos, realizados desde Cuba, por tres de los cuatro frentistas fugados en diciembre de 1996 desde la Cárcel de Alta Seguridad, por medio de una espectacular operación en helicóptero que contó con la participación de extranjeros.

Se trataba de valiosas pistas sobre el paradero de Mauricio Hernández Norambuena (“comandante Ramiro”); Ricardo Palma Salamanca (“El Negro”) y Pablo Muñoz Hoffman.

Los dos primeros habían sido condenados a presidio perpetuo por el homicidio de Guzmán.

A la luz de estos antecedentes, el magistrado que investiga la fuga, Lamberto Cisternas, envió un exhorto a Cuba inquiriendo sobre la presencia de los frentistas y pidiendo su detención si ésta fuera efectiva, así como la identificación de los teléfonos donde se efectuaron las llamadas (4).

Lo que el magistrado se había reservado en esa diligencia es que, al menos en una de las conversaciones interceptadas, Ojalvo fue captado conversando con uno de los frentistas, a quien el diplomático cubano habría hecho llegar un paquete a sus parientes chilenos. Cuando la misión cubana se enteró que esta imprudencia alertó a la policía chilena, Ojalvo fue enviado de regreso a La Habana. Según un socialista chileno con buenos contactos en la isla, tiempo más tarde murió.

En julio de 1998, Cisternas todavía no recibía respuesta al exhorto, pese a que el propio Presidente Eduardo Frei le había solicitado personalmente a Castro una respuesta “oportuna y veraz” sobre si los fugados estaban o no en su país, durante un encuentro bilateral en el marco de la Séptima Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado, realizada en noviembre de 1997 en Isla Margarita.

Para enojo de Cisternas -y también de Frei- la réplica cubana llegó nueve meses más tarde. En un documento de sólo ocho líneas, el fiscal nacional de Cuba, Juan Escalona, aseveró en agosto de 1998 que los números rastreados no figuran a nombre de los fugados. Investigaciones periodísticas posteriores demostraron que los números habían sido cambiados (5).

Tampoco La Habana ha respondido los oficios enviados por la Cancillería chilena pidiendo información sobre Juan Gutiérrez Fischmann, “El Chele”. Todo indica que este líder frentista, hasta hace poco yerno de Raúl Castro, es el autor intelectual del crimen de Guzmán.

Sobre los prófugos, el fiscal Escalona -uno de los hombres más leales a Fidel Castro- aseveró: “No se encuentran en Cuba” (6). En adelante, todas las pistas sobre el destino del grupo subversivo más poderoso en la historia de Chile, aquél formado bajo la culpa de una derrota, pero que llegó a tener a soldados probados en combate como nunca los tuvo Pinochet, chocan con esa escueta negativa.

1 Entrevista con “Carlos”, ex frentista formado en la base cubana de Punto Cero. 2 Declaraciones judiciales de Humberto López Candia. Santiago. 27 de agosto de 1999. 3 La Vida en Rojo, una Biografía del Che Guevara. Castañeda, Jorge. Compañía Editora Espasa

Calpe Argentina S.A. 1997. Pág. 398. 4 Caso Fuga: Juez Pide a Cuba Detener a Frentistas. La Tercera. 8 de octubre de 1997. 5 Fuga: Policía Detectó Cuatro Números Cubanos. La Tercera. 9 de octubre de 1997. 6 Una Respuesta Resistida. Revista Ercilla. 24 de agosto de 1998.

Palma Salamanca y Hernández Norambuena, autor material y jefe operativo del crimen de Guzmán, estarían en La Habana.

Enrique Villanueva, el “comandante Eduardo”, tuvo que abandonar su refugio cubano cuando el FPMR se quejó de que se le estaba dando protección a un supuesto delator.

Una contribución a la historia de la guerra fría en América Latina

El historiador norteamericano Paul E. Sigmund ha publicado varios libros sobre Chile. A la luz de esta serie, analiza el rol de Fidel Castro en la región.

La serie de reportajes “La historia inédita de los años verde olivo”, que concluye hoy, es una importante contribución a la historia de la

guerra fría en América Latina. Basada en bibliografía de la época, documentos gubernamentales desclasificados y, lo más importante, en entrevistas con muchos de los que estuvieron involucrados directamente, proporciona información e interpretaciones a quienes estén interesados en el período comprendido entre 1960-1990 que vivió América Latina, un tiempo que Jorge Castañeda, aludiendo a su carácter cuasi-religioso, llamó la “Guerra de los 30 años de América Latina”.

Para entender ese período resulta fundamental, según lo revela la serie, el papel que desempeñó Cuba en cuanto a apoyo, entrenamiento y dirección de los movimientos revolucionarios en prácticamente todos los países de América Latina. Aunque estos artículos se centran básicamente en Chile, confirman lo que descubrí hace algunos años cuando sostuve entrevistas con 35 ex guerrilleros en nueve países, desde Guatemala hasta Argentina, que dejó al descubierto que casi todos ellos habían recibido entrenamiento en tácticas de guerrilla en Cuba, Alemania del Este y Europa del Este.

Los anticomunistas acérrimos que vieron a Fidel detrás de todo movimiento revolucionario en América Latina, resultaron estar en lo correcto.

La serie modifica o altera en diversas formas nuestra visión de la historia chilena de las últimas tres décadas:

1) Los embarques de armas descubiertos en los “bultos cubanos” en el aeropuerto de Santiago en 1973 sólo eran la punta del iceberg de una tranferencia de armas dos veces a la semana de Castro a Allende.

2) La insistencia de Castro y de sus apologistas, incluido Gabriel García Márquez, respecto a que Allende murió luchando en La Moneda se explica

por la creencia cubana de que el suicidio es un acto de cobardía y que un verdadero revolucionario debe estar dispuesto a morir combatiendo.

3) El surgimiento del Frente Patriótico Manuel Rodríguez en 1983 en Chile se remonta a la decisión tomada por Castro en 1974 de dar entrenamiento militar y paramilitar a los exiliados chilenos. A diferencia de otros revolucionarios que fueron entrenados en Cuba, los chilenos fueron reclutados en academias militares regulares.

4) El apoyo de Cuba a la revolución latinoamericana fue coordinado por Tropas Especiales, que supervisaba el entrenamiento militar, y el Departamento América, dependiente del comité central del Partido Comunista, con Manuel “Barbarroja” Piñeiro a la cabeza. Ambos grupos solían tener conflictos en donde Castro hacía las veces de árbitro.

5) La deserción de los líderes socialistas y la división del Partido Socialista chileno se debió, en parte, al desacuerdo sobre el entrenamiento armado y por el duro trato que recibían los militantes socialistas en Alemania del Este.

6) Chilenos bien entrenados participaron exitosamente en los últimos enfrentamientos de la Revolución Sandinista en Nicaragua, redimiéndose ante los ojos de los cubanos, quienes constantemente criticaban su falta de resistencia (cojones) durante el golpe de 1973.

7) El cambio de política adoptado por el Partido Comunista chileno en 1980 desde “la vía pacífica” a “todas las forma de lucha” fue el resultado de largos debates en Cuba y Alemania del Este, que concluyeron que en la eventualidad de una rebelión popular en Chile sería necesario contar con cuadros con preparación militar. La victoria de los sandinistas en 1979 no fue la causa de ese cambio, sólo fue una pieza adicional de evidencia de ese camino.

8) A pesar de los esfuerzos de Castro por coordinar una resistencia chilena unida, siempre hubo tensión entre los jóvenes guerrilleros del Frente y los viejos líderes del Partido Comunista. Por algún tiempo Gladys Marín fue capaz de mantener un movimiento unificado, controlado por el PC, pero después del fracaso del atentado a Pinochet en 1986 se dividieron en dos. Este proceso fue ayudado por el acceso directo de los líderes del Frente a los líderes, recursos, asistencia material y financiera de Cuba.

9) Las armas descubiertas en Carrizal Bajo en agosto de 1986 fueron el resultado de un esfuerzo mayor dirigido y supervisado por Cuba, que incluyó el envío clandestino de 80 toneladas de armamento, las cuales sólo fueron descubiertas por la inteligencia chilena a raíz de las indiscreciones de algunos chilenos involucrados. El descubrimiento de estos envíos llevó al fin del diálogo entre los comunistas y los futuros líderes de la Concertación y a la exclusión del PC de un rol significante en la transición.

10) La decisión de enviar armas a Chile y atentar contra Pinochet fueron esfuerzos para tomar la iniciativa en reacción a la formación de la Alianza Democrática, la cual buscaba una solución institucional. El esfuerzo de matar a Pinochet en el Cajón del Maipo falló porque los asesinos usaron lanzacohetes que no sabían utilizar e iniciaron la operación con armas de bajo calibre que alertaron a la caravana de Pinochet, cuya rápida retirada no estaba prevista por los asesinos.

Aunque esta serie se centra básicamente en Chile, confirma lo que descubrí hace algunos años, cuando sostuve entrevistas con 35 ex guerrilleros en nueve países, desde Guatemala hasta Argentina, que dejó al descubierto que casi todos ellos habían recibido entrenamiento en tácticas de guerrilla en Cuba, Alemania del Este y Europa del Este.

11) El secuestro de Cristián Edwards y el asesinato de Jaime Guzmán en 1991 fueron llevados a cabo por el FPMR sin la participación cubana, ya que la condición que se le impuso para establecer relaciones diplomáticas con Chile fue terminar con su apoyo al FPMR. El gobierno de Aylwin fue capaz de combatir el Frente con más éxito, porque algunos de sus miembros usaron su conocimiento acerca del FPMR, obtenido por haber trabajado con éste en el pasado.

12) Jorge Masetti, uno de los tantos ex colaboradores de Castro, que hoy es un opositor al régimen, argumentó en la serie que el apoyo castrista a los revolucionarios en el continente era una táctica para mejorar su capacidad de negociación frente a Estados Unidos. Sin embargo, es más probable que el masivo y costoso esfuerzo cubano respondía al mesianismo y determinación de Castro por crear uno, dos o muchos Vietnam en América Latina.

La revolución cubana resultó ser sorprendentemente efectiva para identificar, entrenar y coordinar un movimiento revolucionario a nivel continental. Con la excepción de Sendero Luminoso en Perú, los anticomunistas acérrimos que vieron a Fidel detrás de todo movimiento revolucionario en América Latina resultaron estar en lo correcto.

Específicamente en el caso de Chile, esta serie aporta un complemento valioso a las 26 mil páginas de material desclasificado acerca de las relaciones chileno-estadounidenses. Especialistas, estudiantes y profesores de relaciones internacionales y el público interesado, tanto en Chile como en el extranjero, debieran estar agradecidos por esta esclarecedora e informativa investigación

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*Paul E. Sigmund es catedrático en Ciencias Políticas de la Universidad de Princeton. Ha sido un asiduo visitante de Chile y ha escrito The Overthrow of Allende and the Politics of Chile (Pittsburggh, 1977)), The United States and Democracy in Chile (Wisconsin, 1993) y más de cientos de artículos sobre la política chilena y las relaciones chileno-estadounidenses.