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Las leyendas en la historiografía del Siglo de Oro: el caso délos «falsos cronicones» por Pedro CÓRDOBA (Universidad de Toulouse-Le Mirail) In memoA-cam ULchzl Foucault. A ¿>u enóeñanza en eZ COII&QZ de Ftance, duAantz <LÍ a m o 1975- 1976, debo la mayoi pcmte. de la& ¿deas aqiu. zxpuJLt>£a&. La visión de la historia propuesta por los "fal- sos cronicones" se sitúa entre dos imágenes de la sobe- ranía divergentes entre sí. La primera, de raíz medieval, supone una trascendencia de la sociedad en la figura del monarca y, más allá, en Dios. La segunda, propia de la Ilustración, supone una trascendencia idéntica pero ori- ginada en un Pacto fundador, libremente consentido entre los sujetos sociales y expresión de una Voluntad general. La monarquía de derecho divino y el Contrato social, a pesar del abismo que los separa, tienen en común esa idea de una legitimidad superior a todas las leyes, que circula en ellas y las funda en razón, no siendo los artículos del derecho positivo más que derivados, histó- ricamente cambiantes, de una Ley general y trascendente, CÓRDOBA, Pedro. Las leyendas en la historiografía del Siglo de Oro: el caso de los "falsos cronicones". En Criticón (Toulouse), 50, 1985,pp. 235-253.

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Las leyendas en la historiografía

del Siglo de Oro:

el caso délos «falsos cronicones»

por Pedro CÓRDOBA(Universidad de Toulouse-Le Mirail)

In memoA-cam ULchzl Foucault.

A ¿>u enóeñanza en eZ COII&QZ deFtance, duAantz <LÍ a m o 1975-1976, debo la mayoi pcmte. de la&¿deas aqiu. zxpuJLt>£a&.

La visión de la historia propuesta por los "fal-sos cronicones" se sitúa entre dos imágenes de la sobe-ranía divergentes entre sí. La primera, de raíz medieval,supone una trascendencia de la sociedad en la figura delmonarca y, más allá, en Dios. La segunda, propia de laIlustración, supone una trascendencia idéntica pero ori-ginada en un Pacto fundador, libremente consentido entrelos sujetos sociales y expresión de una Voluntad general.La monarquía de derecho divino y el Contrato social, apesar del abismo que los separa, tienen en común esaidea de una legitimidad superior a todas las leyes, quecircula en ellas y las funda en razón, no siendo losartículos del derecho positivo más que derivados, histó-ricamente cambiantes, de una Ley general y trascendente,

CÓRDOBA, Pedro. Las leyendas en la historiografía del Siglo de Oro: el caso de los"falsos cronicones". En Criticón (Toulouse), 50, 1985, pp. 235-253.

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Ley de leyes de la cons t i tuc ión s o c i a l . Esa t e o r í a j u r í -d i c o - p o l í t i c a de la soberanía implica una manera de e s -c r i b i r la h i s t o r i a desde un punto de v i s t a un iversa l ein t ang ib l e , midiendo l a r e l a t i v i d a d deleznable de losacontecimientos a l a sol idez monolí t ica de un Pr incipioabsoluto y fundador. Los "falsos cronicones", creo yo,se inscriben en otra tradición muy dis t inta , de r e l a t i -vismo total en un campo histórico inmanente, sin contac-to con el mundo de los valores absolutos, descentradocon relación a la universalidad jurídica. Desde este se-gundo punto de vista, las diferentes leyes, constitucio-nes o regímenes políticos son continuación, por otrosmedios, de una guerra interminable, efímeros ecos delruido y del furor destinados a ser sepultados por nuevosy distintos ecos de un enfrentamiento sin fin. Es un pun-to de vista que se podría llamar "historicista", ya que,en vez de supeditar la historia a una concepción filosó-fico- jurídica de la soberanía, somete todos los princi-pios al propio movimiento sin leyes ni reglas de una his-toria eternamente descentrada y cambiante (1) .

Si no se plantea el problema de esta manera, meparece muy d i f íc i l situar la especificidad de los "fal-sos cronicones" dentro del género más amplio de la his-toria narrativa. En particular, resulta casi imposibledistinguir los "falsos cronicones" de la tradición medie-val de la crónica, pues ni la sintaxis narrativa ni elcontenido semántico del relato difieren notablemente.No se me oculta una posible (evidente) objeción : hay

(1) Se me podría objetar que la "teoría de la soberanía" aparecepor vez primera en la República de Jean Bodin, en el año 1576, yque por lo tanto no pertenece como tal al pensamiento medieval.Pero no hay que confundir historia del pensamiento político e his-toria de la filosofía política. La utilización de la noción por loscronistas medievales es muy anterior a su elaboración filosóficapor Bodin. Un buen rastreo de las mutaciones semánticas de la voz"soberanía" en distintas crónicas españolas pueden hallarse en J.A.Maravall, Estado moderno y mentalidad social, siglos XV a XVII,Madrid, Revista de Occidente, 1972, pp. 24-9-311, y un excelente aná-l i s i s del trasfondo histórico en Walter Ullmann, A history of Po-litiaal Thought : The MiÁdle Ages, Penguin Books Ltd., 1965.

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narraciones verdaderas y otras falsas. Pero este criteriono me parece determinante. La Edad Media ha sido, sinlugar a dudas, la época en que se han producido el mayornúmero de falsificaciones de todo tipo y la historiogra-fía medieval más seria mezcla sin remilgos en un mismocontinuum textual la leyenda y la historia. Si nos atu-viéramos al criterio positivista de la veracidad, habría,como mucho, una diferencia cuantitativa entre los croni-cones fraudulentos de Román de la Higuera y, por ejemplo,la VnÀJKUia. cA.oru.ca. QIWUUJJL. Por otra parte, si decimos quela leyenda cuenta como ciertas cosas que no han ocurrido,no estamos hablando de valor semántico sino de valorreferencial. Llegamos así a una primera conclusión queme parece importante en el marco de este Coloquio : noexiste una teoría puramente formal de los géneros porque,además de los elementos sintácticos y semánticos, cumpletener en cuenta los criterios pragmáticos . Pero no sóloestá el problema de la adecuación a la realidad sino elde la intencionalidad del autor. sólo desde un punto devista pragmático se puede distinguir un error de una men-tira y el que introduce una leyenda en la historia noestá cometiendo un error sino profiriendo un embuste.Al menos que él mismo crea en la verdad de la leyenda,pero éste no es siempre el caso de la historiografíamedieval. Un error intencionado es una mentira y hay mu-chas mentiras —daré luego algún ejemplo— en la Ge.neA.dtEitotUM. de Alfonso el Sabio, que podemos tomar como ejem-plo de "seriedad" historiográfica en el siglo XIII (2) .Asumiendo el riesgo (y la tentación) de la paradoja, di-ré pues que lo que me parece menos característico de los"falsos cronicones" es su falsedad. Esta falsedad no esun problema, es una evidencia — y todos los argumentosen contra de los plomos del Sacromonte ya están recogi-dos, en aras de su refutación, por Gregorio López Madero,fiscal de la Chancillería de Granada por aquellos añosy defensor a ultranza de los apócrifos (3). Nada podría

(2) Las cosas en realidad no son tan sencillas : ¿donde esta la men-tira cuando uno cree simultáneamente en "verdades" contradictorias ?Lógica de la verdad y psicología de la creencia están con frecuen-cias reñidas y las capacidades de auto-engaño son casi infinitas.

(3) Gregorio López Madera, fiscal de su Majestad en la Chancillería,

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añadir yo a l a c r í t i c a contemporánea de Juan Baut i s ta Pé-r e z , Luis de Marmol, Arias Montano (o sus d i s c í p u l o s ) ,Pedro de Valencia , e l Padre Casas, Nicolás Antonio, e t c .El l i b r o de Godoy Alcántara ( 4 ) , modelo insuperab le deerudición positivista, me parece en este aspecto casidefinitivo y lo único que quisiera hacer es proponer unareflexion sobre algo que también apunta el ilustre Acadé-mico pero de forma tal vez un poco rápida y que consti-tuye, a mi modo de ver, el verdadero meollo de la cues-tión. El problema de los "falsos cronicones" no es el desu falsedad sino el de su éxito. ¿ Por qué tuvieron tanvertiginoso impacto en el siglo XVII unos toscos y bur-dos apócrifos, sarta de mentiras y ficciones que salta-ban a la vista de quien los leyera ? Mas aún :¿ por quésiguen celebrándose el Io de febrero en el Sacromontede Granada unas romerías en honor de San Cecilio cuandoel propio Vaticano condeno' los libros plúmbeos —únicaprueba de la estancia del Santo en Granada— prohibiendoterminantemente su lectura y difusión ? ¿ Por qué han pa-sado todos los inventos de los "falsos cronicones" a lahistoria regional española, contaminando hasta el díade hoy las obras de "cronistas oficiales de la villa"y demás "eruditos locales", quienes siguen utilizandoesas viejas patrañas señalando en algunos casos su fal-sedad —pero, entonces, ¿ por qué repetirlas ?— y lamen-

Discuvsos de la certidumbre de las reliquias descubiertas en Grana-da desde el año de 1588 hasta el de 1598, Dirigidos al IlustrísimoSeñor Cardenal de Guevara, Inquisidor General de los Reinos del Con-sejo de Estado de su Majestad, Granada, Sebastián de Mena, 1601. Es-te libro se conserva en la Biblioteca del Hospital Real de Granaday merece un estudio detenido : es un claro testimonio de cómo laerudición y el razonamiento pueden ponerse al servicio del auto-en-gaño. Partiendo de una cita de Séneca que el más exigente de los crí-ticos ha de compartir ("no es muestra de ingenio desatar las dudasque uno mismo para sí ha inventado"), proporciona la l is ta completade todos los argumentos en contra de los plomos efectivamente apor-

-i. tados por los contrincantes y los contesta uno por uno con cuidado-í ;so y delirante esmero.

(v) José Godoy Alcántara, Historia critica de los falsos cronicones,Máífrid, R.A.H., 1968, reed. facsímil, Colección Alatar, 1981. Es aún

,sjafeHüto'O de referencia sobre la cuestión, el único estudio de con-junto del que disponemos.

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tando, en otros, la "falta de pruebas", al tiempo que arre-meten contra los "críticos melindrosos" y las nuevas "ge-neraciones, raquíticas de espíritu y pobres de pensamien-to, en mala hora engendradas por el filosofismo y la cur-silería francesas" ? (5).

Dejando a un lado el tema de la falsedad, quisie-ra plantear el problema de los "falsos cronicones" en elmarco de la teoría pragmática, no preguntarme lo que dicensino lo que hacen. Solo así podremos distinguir la funciónde las leyendas en la historiografía medieval y en la delSiglo de Oro. La respuesta me parece clara : las leyendasmedievales tienen como objetivo elaborar una teoría de lasoberanía e imponer una visión trascendente de la historia;las leyendas forjadas en las postrimerías del siglo XVIy en la primera mitad del siglo XVII defienden una visióninmanente de la historia, desgarrada por la "guerra de ra-zas" y los enfrentamientos locales.

Las crónicas medievales se inscriben en la tradi-ción cristiana de la historia universal, que se prolongadesde Eusebio de Cesárea hasta Bossuet. Francisco Ricoseñala, a la zaga de R.G. Collingwood, ese aspecto "tota-litario" de nuestra religión : "unus et solus verus", elDios cristiano es Dios de "todos los reyes de la tierray de los pueblos todos", y por lo tanto "en Él se realizaen última instancia la unidad de la especie humana : porreferencia a Él quedan abolidas la raza, la patria y laciudad" (6). La historia comienza con la Creación y abar-ca el mundo entero, separándose así de la tradición roma-na "ab urbe condita". Por supuesto, también existen cró-nicas "nacionales" o "particulares", pero el proyecto his-toriografico medieval consiste en refundirlas constante-

(5) Rafael Ponce de León Almazán, Granada ante el Monumento de elTriunfo de la Inmaculada, su presente y su porvenir, Conferencialeída en la sesión publica de la Semana Mariológica Diocesana convo-cada por el Exmo. y Revmo. Sr. Arzobispo Dr. D. Rafael García y Gar-cía de Castro con motivo del Año Santo Mariano, Con censura eclesiás-tica, Granada, 9 de noviembre de 1954, p. 11.

(6) Francisco Rico, Alfonso el Sabio y la "General Estoria", ed. co-rregida y aumentada, Barcelona, Ariel, 1984, p. 15.

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mente, compilando cuantos materiales se tienen a manopara diseñar la perspectiva "católica" —es decir univer-sal— de una historia cuyo caos aparente se resuelve enel proyecto unitario de Dios. El soberano es lugartenien-te de Dios y la unidad del poder terrenal es fiel trasun-to de la divina unidad. Las crónicas medievales estánsiempre dedicadas a la figura trascendente del Rey y lasque se refieren a individuos excepcionales, como el Cid,son relativamente tardías, no provienen de la compilacióndel material historiografico sino de los cantares épicosy, por fin, están destinadas a integrarse, como puedeverse en la PtuJKAa QiÓnLcxL.., en el marco extensible y tota-lizador de las "crónicas de reyes", las cuales serán asu vez refundidas en una "historia universal". Asi pues,el unitarismo inherente al concepto de soberanía explicasimultáneamente el objeto —hazañas y succesiones de re-yes— y el método —compilatorio— de la historiografíamedieval.

En ese marco, la principal función de las leyen-das es cantar la gloria del soberano, aumentar el fastode la monarquía, exaltar la majestad del trono. Es lo quedelata la etimología, falsa pero significativa, que hacederivar crónica o coronyca de corona : "coronyca : histo-ria de personajes coronados". En la GznViat Eito^ÚJi figurapor ejemplo la leyenda del rey Hispan, compañero de Hércu-les y constructor del acueducto de Segovia. Alfonso X"manda refazer e adobar" "aquella puente, que viniesse elagua por ella a la villa como solía, ca avía ya granttiempo que non venié por y" (7). El gesto del monarca nosolo restaura un puente en estado ruinoso, sino que, comolo señala Francisco Rico, instaura un puente simbólicoentre un pasado fabuloso y un presente mayestático, esta-blece una continuidad sin tropiezos entre la leyenda y lahistoria. Heredero del rey Hispan, Alfonso el Sabio en-tronca también, en una genealogía mítico-legendaria, conel propio Júpiter a través de Alejandro el Magno, Eneas,.Romulo, los cesares romanos, su bisabuelo Barbarroja ysu tío Federico II. El Dios cristiano sólo tuvo un hijoy lo crucificaron. El Rey no puede aspirar, sin graves

(V) Referencia en F. Rico, ob. cit., p. 120.

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conflictos con la Iglesia, a semejante ascendencia. Debeconformarse con ser su reflejo terrenal. Pero, a costade un sincretismo que linda con el sacrilegio, busca (yencuentra) una estirpe jupiterina, una relación genealó-gica con el Dios supremo del Panteón pagano. La historiadel mundo se convierte así, por medio de la leyenda, en"historia de familia" y confirma las aspiraciones delRey de Castilla al envidiable y envidiado título de RexRomanorum, Emperador de una monarquía tan universal comola historia que manda escribir.

Al citar estas dos leyendas —una relacionada conun monumento de Segovia y otra con un parentesco fabulo-so— no pretendo, claro esta, agotar el tema. Estoy ha-blando únicamente de historiografía. El mayor numero deleyendas medievales son de tipo hagiográfico —se escri-ben un sinfín de V-idai de Santoi—, pero lo que me parececaracterístico es que inciden mínimamente en la redacciónde las crónicas. La leyenda de Santiago se forja a par-tir del siglo VIII, pero aparece por primera vez en lahistoriografía en la QiorU.ua. dzl SílzniZ o sea cuatro siglosmás tarde, cuando por fin se le puede asignar una funcio'npolítica, en la glorificación de Alfonso VI. El hecho esque existe una escisión importante en la historiografíamedieval entre la historia política, los anales monásti-cos y eclesiásticos y las vidas de Santos . Es como si nopertenecieran al mismo género, sólo a partir del siyloXII la fidelidad al universalismo empezará a combinarsecon aspiraciones más nuevas, integrando muy poco a pocoy muy parcialmente un material cuya naturaleza no erapercibida como verdaderamente historiográfica. De igualmodo, las innumerables falsificaciones que se producenen aquella época cumplen una función puramente utilita-ria y material. Dejaré aquí la palabra a Marc Bloch.unode los creadores de la "nueva historia" francesa :

La mayonXa di ¿OÍ {¡aliOi diploma*, de loi idzaiztoi pont¿h¿cioi, de ¿OÍ ¿aua* cap¿¿wtan.z&, zn-tonczi ^abAJ-cadcu en tan qn.an númesio, lo £uzn.on pon.¿ntzAéi. Loi ^a¿ianJioi no ¿e pnoponían otn.a coia quzaizguAan. a una ¿gtuía un b-tew que le. disputaban, oapoyan, ¿a autonAdad de Roma, o dz¿zndzn. a toi monjzicanina. z¿ obiipo, a ¿OÍ oblipoi corvüia ¿OÍ mztiopotl-tanoi, al papa, contra loi ¿obeAano*, al dcon&ia z¿ papa. ( 8 )

(8) Marc Bloch, Apologie pour l'histoire ou Métier d'historien, Paris,

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sólo desde un punto de vista contemporáneo se considera-rían este tipo de textos como documentos históricos. Nun-ca, o muy rara vez, formaron parte del material compila-ble a ojos de los cronistas . Las leyendas puramente reli-giosas y la impostura particular no tienen cabida en lateoría de la soberanía. Son por lo tanto excluidas de lahistoriografía medieval.

La situación cambia completamente con los "falsoscronicones" del Siglo de Oro. En el marco de este histo-ricismo de la guerra de razas y las disensiones locales,sí cumplen una función primordial y van a proliferar ba-jo la pluma de ingeniosos, aunque toscos, falsarios. Noestoy diciendo que los enfrentamientos raciales o regio-nales sean más agudos en el Siglo de Oro que en la EdadMedia. Sería dejar el terreno elegante, aunque resbaladi-zo, de la paradoja para hundirme en el ciénago del desa-tino. Por supuesto, la guerra generalizada en la penínsu-la ibérica tuvo lugar durante ese largo período que seha dado en llamar "Reconquista" . Lo que ocurre es quehasta 1492 no se cierra la unidad territorial y que has-ta el advenimiento de Carlos de Habsburgo tampoco rigeuna unidad política. (Nunca ha habido, dicho sea entreparéntesis, reyes españoles en España : en una época por-que no existía tal nación y en la siguiente porque ocupa-ron el trono casas extranjeras. Puede así decirse, sinriesgo alguno de equivocación, que la mayor leyenda dela historia de España es la de su propia existencia polí-tica. España, si existe algún día, será republicana, noes concebible otra opción) . La península ibérica es du-rante la Edad Media un mosaico de culturas, de religio-nes, de razas y de reinos en guerra unos contra otros.Pero no se trata de guerras civiles sino de guerras ex-teriores. Cada rey es soberano (o aspira a la soberanía)sobre su propio territorio y la guerra tiene como obje-to — a parte de la ganancia económica— un cambio de fron-teras. Con Isabel y Fernando y, sobre.todo, con Carlosde Habsburgo, estas fronteras desaparecen o, mejor dicho,devienen fronteras internas. Se desvanecen moros, judíos,mozárabes y mudejares, y nace un nuevo enfrentamiento,

A. Colín, 1949. Cito por la traducción castellana, Introducción a laHistoria, México, Fondo de Cultura Económica, 1978, p. 76.

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que marcara de su sello todo el Siglo de Oro : el decristianos nuevos y cristianos viejos . La guerra de ra-zas — y esto me parece muy importante desde el punto devista que intento desarrollar— pasa a ser matriz de unaguerra social. En cuanto a la hostilidad entre distintosreinos, desemboca en una lucha, que dura hasta hoy, con-tra el centralismo castellano, no sólo en el terreno har-to conocido de los enfrentamientos económicos y políticos,sino también en materia religiosa. Hablando de la cues-tión de la primacía, que enveneno las relaciones entreIglesias desde la época visigótica, Godoy Alcántara dejabien claro lo que quiero decir :

Lijo* de. amonXÁjQaanJta, zt kabzAií compteXado taanidad nacionat ta habió. zxaipeAado. ViépdtábanieZaToteÁo, Santiago, Suvilta, TaAAagona y Btaga. ( 9 )

Es en este contexto de disensiones internas generalizadas— y de la nueva visión de la historia aportada por elRenacimiento sobre la que luego hablaremos— como hay queplantear la cuestión de los "falsos cronicones".

Lo que suele llamarse de forma genérica y un tan-to abusiva "falsos cronicones" es en realidad un conjun-to de objetos y textos bastante heterogéneos. Cabria dis-tinguir por lo menos tres series principales :

- la serie de los "falsos cronicones" propiamentedichos, apócrifos forjados por Román de la Higuera y al-gún que otro imitador suyo como Tamayo Salazar;

- las dos historias EcÁZAiMtica de Eópaña y de Jotz-do y iu. tiviAa. escritas por el mismo autor;

- la serie de reliquias y textos hallados en elSacromonte (antes Valparaíso) de Granada.

En cuanto a los primeros, tal vez cumpla recordarque un "cronicón" no es de por sí falso como a veces sepiensa hoy, por influencia sin duda de las connotacionespeyorativas que conlleva el sufijo -ón en el castellanoactual. Un cronicón es simplemente una pequeña crónica,y asi lo indica la etimología : chronicon es un neutro

(9) José Godoy Alcántara, ob. cit., p. 10.

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singular griego y chronica un neutro plural. La crónicaes más amplia que el cronicón y la oposición correspondea los conocidos dobletes españoles, cesto/cesta por ejem-plo (hay que señalar que la palabra aparece con frecuen-cia bajo la forma crónico). "Falso cronicón" no es unaredundancia sino que designa exactamente un cronicón, ocrónico, o pequeña crónica... falso. El jesuita toledanoRomán de la Higuera escribió varios de ellos atribuyéndo-los a eruditos y casi desconocidos monjes medievales :Dextro, Máximo, Eutrando, etc. Estos textos ficticioslos utilizaba —lo cual es muy significativo desde unpunto de vista historiográfico— para "autorizar" la K¿4-to>U.a. &QjLeJ,¿á&¿Lca de. España, que dejó interrumpida en elreinado de Sisebuto al cabo de veinte libros, y luegosu Hi&tonÁa de, ta. ciudad de. Totedo y -404 -t¿&v¡.aó. Estas dos his-torias son también falsas, pero de un tipo de falsedadbastante diferente, puesto que no se trata de apócrifossino de libros firmados por su autor y basados en unadocumentación-fantasma. Se podría resumir la prácticahistoriográfica de Higuera diciendo que invierte la com-pilatoria medieval. En vez de refundir historias anterio-res, va creando,a medida que las necesita, un número cadavez mayor de fuentes supuestas. No se trata de una his-toriografía sintetizadora sino, por el contrario, de unahistoriografía proliferante, desmultiplicadora de textos,laberíntica maraña de verdades y mentiras cuya meta eraproporcionar argumentos a las reivindicaciones de lasdistintas Iglesias de España, forjando a partir de la na-da unas leyendas que luego pasarían a la tradición oral :muchísimas leyendas locales de asunto religioso —talvez la mayoría— tienen ese origen a la vez culto y frau-dulento .

Hay un problema de fechas que quisiera subrayar.La primera serie del ciclo de los "falsos cronicones"es anterior a la invención de los plomos del Sacromonte.Basto' con una sonrisa burlona de Juan Bautista Pérez paraque Román de la Higuera renunciara definitivamente aellos y que estos cronicones cayeran en el más absolutode los olvidos (sólo se publicaron mucho mas tarde en la&¿b¿y¿othzca ve-toó de Nicolás Antonio) . Pero tras el magnífi-co éxito de Miguel de Luna y Alonso del Castillo en Gra-nada, Roman de la Higuera, que intentó por todos los me-dios meter baza en el asunto sin conseguirlo, supo reac-cionar con rapidez y volvió a la carga sacando unos nue-

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vos cronicones de Dextro, Máximo y Eutrando y añadiéndo-les fragmentos de San Braulio y de Heleca, composicionespoéticas de Tajo'n y Valderedo, forjando los croniconesde Luitprendo y Julián Pérez, etc. Hay pues dos etapasen la carrera de falsario de Higuera y sólo conoció eléxito en la segunda, después del asunto del Sacrornonte.Sugiero la hipótesis que sin éste último ciclo de apócri-fos — e l de los plomos granadinos— los falsos cronico-nes de Higuera no habrían existido o no habrían pasadode ser una mera fantasía personal, una locura como otracualquiera, sin la menor relevancia histórica (10).

Lo que pasó en Granada es bien conocido. Unos mo-riscos, sensibles al peligro que corría su raza despuésde la guerra de las Alpujarras, decidieron crear una nue-va religión, sincretismo de Islam y catolicismo, escon-diendo, primero en la Torre de la Mezquita mayor en tran-ce de destrucción por las obras de la Catedral, y luegoen unas cuevas del Monte Valparaíso (a partir de enton-ces Sacromonte), unos textos crípticos en arabe, supues-tamente redactados por San Cecilio y otros discípulos deSantiago, en los que se ponían de relieve los puntos decontacto entre ambas religiones y se sostenía la peregri-na idea de que los primeros evangelizadores de Españafueron moros. Por sorprendente que pueda parecer, el Va-ticano tardo' un siglo en condenar dichas tesis, teniendoen contra toda la Iglesia de Granada y gran parte de laIglesia de España. La razón principal de este triunfode los falsarios es que satisfacía tanto a la "naciónde los cristianos viejos" como a la "nación morisca"(hay que tomar la palabra "nación" como equivalente dela actual "raza"). El interés de los moriscos era eviden-te : evitar la expulsión, cuya amenaza se cernía con ca-da vez más precisión y fuerza. Pero la obstinación de laIglesia católica, en particular del obispo granadinoPedro de Castro, y de algunos cristianos viejos como elmarqués de Estepa, sólo tiene una explicación. Al habersido el último reducto islámico, el reino de Granadacarecía cruelmente de leyendas. Había un hueco de ocho

(10) Hay que matizar : independientemente de su repercusión, unalocura ha de ser históricamente posible. Ni siquiera las fantasíaspersonales pueden ser desvinculadas de un momento histórico.

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siglos imposible de colmar. Los católicos prefirieronlos huesos de un San Cecilio moro a un desarraigo totalde la fe cristiana y a una penosa ausencia de tradicioneslegendarias que alimentasen el fervor popular. No creoaventurado asignar a la impostura doctrinal del Sacromon-te el papel de condición de posibilidad de las falsifica-ciones historiograficas de Román de la Higuera. Y el frau-de granadino es incomprensible si no se tiene en cuentael contexto de "guerra de razas" entre las dos "naciones"que componían hasta principios del siglo XVII la pobla-ción española. Una guerra no sólo ideológica sino arma-da durante el sangriento episodio de las Alpujarras yque terminó, como es sabido, por una expulsión masiva,tal vez la mayor de la historia de Europa. Como dice Go-doy Alcántara, mientras los moriscos granadinos inten-taban reconciliar razas, Higuera quiso reconciliar Igle-sias . No consiguieron los primeros su objetivo político,pero sí desviaron esas distintas falsificaciones el cur-so de la historiografía española.

El fraude sin embargo es evidente : interesesdañados en algunos casos, honradez intelectual en otroshacen que surjan impugnadores y se suceden así a lo lar-go de años y años objeciones, respuestas a las objeciones,ataques, contraataques, defensas y contra-defensas. Siguepues la proliferación textual : los apócrifos suscitancríticas y las críticas nuevos apócrifos para colmar hue-cos, salvar contradicciones y acallar objeciones. Dichoen otras palabras : la controversia se apodera de la his-toria. Es la gran diferencia entre la historiografía me-dieval y la que inaugura el Renacimiento. La verdad his-tórica era estable y se vuelve inestable, era trascenden-te y deviene inmanente, un proceso disgregador sustituyeun proceso cumulativo . Contrariamente a lo que suelepensarse, el Renacimiento no introduce el "espíritu cien-tífico" en la historia, si se entiende por ello que lanueva historia es mas "verdadera" que la anterior. Sim-plemente cambia el "programa de verdad" (11), cambia la

(11) El concepto de "programa de verdad" es teorizado por Paul Veyneen un maravilloso librito titulado Les Grecs ont-ils cru à leurs my-thes ? (Paris, Des Travaux/Seuil, 1983). Éste y su anterior Commenton écrit l'histoire son dos hitos fundamentales en la actual reflexión

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noción de "ciencia". El espíritu crítico no sirve paradescubrir la verdad, sino para discutirla. La lucha porla verdad es inseparable de otra lucha, más radical, con-tra la idea de una verdad absoluta : porque sólo hay ver-dades precarias, controvertidas. Por eso la supersticiónpositivista de la verdad me parece una mutilación, y has-ta una forma de incomprensión, del gran cambio que a par-t i r del Renacimiento se produce efectivamente en la his-toria del pensamiento occidental : la controversia, has-ta entonces limitada a los temas filosóficos y jurídicos,invade el campo de la historiografía.

No se trata de negar la visión crítica de los hu-manistas, la importancia de un Lorenzo Valla, cuyas Anota-Á de 1449 sobre e l Nuevo Testamento anuncian claramen-

sobre historiografía. Constituyen el horizonte metodológico de mipropio trabajo y la mejor respuesta al reproche de "nihilismo" o"aventurismo" que se le podría hacer desde un punto de vista estre-chamente positivista. Mis colegas y amigos de la Universidad de Tou-louse Robert Jammes y Odette Gorsse tuvieron la bondad de comunicar-me después de mi ponencia una separata de su artículo Nicolas Antonioet le combat pour la vérité (31 lettres de Nicolas Antonio a VázquezSiruela), en Hommage des Hispanistes français a Noël Salomón, pp. 411-429. Es uno de los poquísimos trabajos recientes sobre los "falsoscronicones" y logra totalmente el objetivo que se propone : apoyándo-se sobre una serie de cartas manuscritas, los autores describen lasnumerosísimas dificultades que hubo de enfrentar Nicolas Antonio ensu "combate por la verdad". El juicio algo apresurado de Godoy Alcán-tara queda pues en entredicho y la personalidad de Nicolás Antoniosale engrandecida de este cuidadoso examen de su correpondencia. Sinembargo, el enfoque general de este trabajo rae parece demasiado "po-sit ivista" y adolece en mi opinión de una falta de reflexión sobrequé es una verdad y qué una mentira. No creo que se puedan oponer de-forma tan sencilla e intemporal como hacen los autores. En mi propioestudio intento argumentar mi discrepancia. Pero tengo que hacerlode forma tan fragmentaria y rápida que no puedo esperar convencer-les en este amistoso y "científico" debate. Me limitaré, pues, a re-mitirles en esta nota a los dos libros de Paul Veyne, internacional-mente reconocido como uno de los más destacados historiadores fran-ceses contemporáneos. Por mi parte no sé de otra reflexión tan ela-borada, brillante y profunda sobre el tema que nos ocupa : las re-laciones entre la verdad y la historia.

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te la labor de Erasmo, sino de reflexionar sobre hechoscomo el siguiente : la Ve.clama¿¿0 de Lorenzo Valla contrala falsa Donación de Constantino es de 1440; en Roma apa-recen en 1497 los apócrifos de Beroso, Manetón, Filón,e t c . , forjados por Annio de Viterbo y el afio siguientesus CommntaAÁÁ sobre los mismos que empiezan así una exi-tosa vuelta de Europa con múltiples ediciones a lo largode todo el siglo XVI (12). Pues bien, no cabe oponer unracional is ta y un oscurantista : Lorenzo Valla y Annio deViterbo son dos humanistas, tan de su tiempo el uno comoel o t ro . El Renacimiento no supone la aparición de unespí r i tu "científ ico" que sólo habrá de desarrollarseen el tiempo para asegurar el progreso indefinido y con-tinuo de la verdad. Cada triunfo de la razón engendrasus propios monstruos y nuestro siglo XX, creo, algo deel lo sabe (o debería saber) . La denuncia renacentistadel mayor fraude medieval, la VonacÁÓn de Constantino, nosuprime las falsif icaciones sino que al cambiar la natu-raleza de la verdad también cambia la forma de la mentira.Por eso no basta decir que siempre ha habido fals i f icacio-nes h is tór icas , desde los evangelios apócrifos hasta los"diarios" de Hitler : hay que intentar reconstruir, conla mayor precisión posible, una h is tor ia de la mentiraa lo largo de los siglos porque también la mentira tienesu h i s to r ia , tan digna de atención como la his tor ia de

(12) Los apócrifos de Annio de Viterbo recibieron una fervorosa aco-gida por parte de los historiadores franceses del siglo XVI, cons-tituyéndose así el mito nacional de los Galos, que perdura hastahoy en las aventuras cómicas de Asterix. Existe un libro de C.G.Dubois sobre el tema, Celtes et Gaulois au XVIe siècle (Paris, Vrin,1972), en el que se examinan las obras de Le Maire de Belges, Guil-laume du Bellay, Robert Céneau, Jean Picard, Guillaume Postel, GuyLe Fèvre de la Boderie, Etienne Forcadel, Noël Taillepied, así comolas primeras críticas de Pierre Ramus, François Hotman, Etienne Pas-quier, Claude Fauchet, Jean Bodin y La Popelinière. Se trata delúnico estudio que conozco sobre las repercusiones de los apócrifosde Annio de Viterbo sobre determinada historiografía nacional y se-ría deseable que sehiciesen investigaciones semejantes sobre otrospaíses. Libro completo y muy útil, hay que manejarlo sin embargo conalgún cuidado : existe una nota sobre los "falsos cronicones" espa-ñoles que sólo demuestra la total ignorancia del autor sobre el tema.

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la verdad. Y decir que la verdad y la mentira son nocioneshistéricas y cambiantes presupone que no hay criteriosintemporales y unívocos, como pretende el positivismo,para distinguir una de otra. Es más : el propio afinamien-to de la crítica textual inaugurado por el Renacimientohace que las falsificaciones sean más difíciles de detec-tar : los falsarios son mucho más hábiles, no cometen loserrores groseros de sus predecesores. Los pastiches delerudito oratoriano Jérôme Vignier, presentados en el si-glo XVII como copias de manuscritos medievales, no fuerondesenmascarados hasta el año 1886. Ocurre que los propiosapóstoles del "espíritu crítico" sean los artífices delengaño : suele citarse —ejemplo anecdótico pero hartosignificativo— el LibeA. de duptccú. maA£yU.o, atribuido a SanCipriano en la PattioCogÁjt taZina. de Migne y que salió de lapluma avisada y aviesa de ... Erasmo de Rotterdam.

En la Edad Media se falsificaron documentos jurí-dicos , a partir del Renacimiento se empiezan a falsificarlibros de historia. Y este nuevo ciclo de fraudes, abier-to por el humanista Annio de Viterbo y al que pertenecennuestros "falsos cronicones", corresponde a la renovaciónde los métodos historiográficos y en particular a la va-loración de las fuentes antiguas : sin el interés rena-centista por apoyar la historia sobre documentos del pasa-do, nunca se habría pensado en falsificarlos. Los cronis-tas medievales creían que la verdad de la historia ya es-taba escrita y que sólo se trataba de conservarla por me-dio de sucesivas recopilaciones. Cuando los humanistasafirman que todavía está por descubrir, algunos piensanque pueden inventarla. Así pues, el fraude de los "falsoscronicones" no es un vestigio del oscurantismo medievalen pleno Siglo de Oro sino una consecuencia lógica (aun-que perversa) de la influencia de la crítica humanistasobre la manera de escribir la historia.

Un fraude, sin embargo, es un fraude y el historia-dor no puede inventar los hechos, tiene que interpretar-los. Ahí reside la gran diferencia entre la anti-historiaespañola de los "falsos cronicones" y la contra-historiaeuropea de los siglos XVII y XVIII. Una y otra son "mo-dernas", en el sentido de que ambos son post-renacentis-tas y contemporáneas de unos enfrentamientos socio-polí-ticos percibidos en el prisma de la "guerra de razas". Enese marco, los "falsos cronicones" son doblemente anti-

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históricos : por fraudulentos y por apaciguadores (quie-ren suprimir, por la magia de unos relatos ficticios, unaguerra real, concillando lo históricamente inconciliable).Pero en la misma época surge en Inglaterra una contra-historia sajona frente a la oficial normanda : es el ar-ma esgrimida por los "levellers" populistas y radicalespoco antes de la Revolución burguesa. De la misma manera,la "reacción nobiliaria" francesa de finales del sigloXVIII lleva a cabo, en particular con la obra de Boulain-villiers, una ingente labor de reinterpretación históri-ca del pasado nacional-. Aunque de signo político opuesto,estas dos contra-historias sustituyen a la teoría de lasoberanía el discurso de la guerra de razas : sajones ynormandos en un caso, galos y francos en el otro. No setrata ya del ceremonial heroico de las crónicas medieva-les sino de una historia de los sufrimientos pasados deuna raza, del largo exilio interior, de las derrotas se-culares y la paciente espera de una tierra prometida ypor venir : una historia mucho más próxima de los profe-tas bíblicos que de los analistas romanos. La memoriahistórica cambia entonces de sentido y de función : nose trata de conservar el pasado para no olvidarlo sinode buscar una verdad tergiversada por el discurso enga-ñoso de la historia oficial. Conservadora o progresista,la idea de Revolución implica siempre la existencia deuna contra-historia de ruptura profética, la voluntad dedescifrar una guerra real desfigurada por la paz de losvencedores. Se puede decir que la utilización de la his-toria en la lucha política nace entonces, cuando aparecen— y esto es lo que nos separa de la historiografía medie-val— maneras diferentes de escribir la historia segúnel sujeto social que asuma el relato : la historia de losoprimidos nada tendrá que ver en adelante con la historiade los opresores. La historiografía deviene así objetode una pugna, la verdad deja de ser trascendente y uni-versal para volverse una noción polémica, inmanente alcampo de los enfrentamientos políticos. La relación conla visión marxista es evidente y reconocida por el propioCarlos Marx en carta a Engels de 1882 : "Nuestra idea dela lucha de clases la hemos encontrado en los historiado-res franceses de la guerra de razas".

En España esta contra-historia no ha existidocomo tal, salvo tal vez bajo la forma de los "jofores"moriscos que alentaron la rebelión de Aben Humeya. Frentea la contra-historia inglesa y francesa, España sólo pue-

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de proponer la cr ip to-his tor ia morisca y la an t i -h i s tor iade los "falsos cronicones " ,frente a los primeros intentosde hermenéutica una serie de fraudes. Atajanto posibleslamentos y nostras culpas, quisiera terminar con una re -ferencia a la reciente historiografía nacional. Todos re -cordarán que hace algiln tiempo, todavía en vida del Difun-to, surgió' una curiosa y durísima polémica entre dos gran-des intelectuales de izquierda. Creo que el carácter in-comprensiblemente acérrimo de la misma se debe a que re -novaba, dentro de una idéntica oposición al régimen, elenfrentamiento mucho más radical y antiguo entre la razade los cr is t ianos viejos y la raza de los cr is t ianos nue-vos . Tal vez tuviera razón el historiador en muchos delos puntos que reprochaba al ensayista. Pero de lo queno se dio cuenta Sánchez Albornoz —y resulta paradójicoque un historiador no lo advirtiera— es de la naturalezaexacta de esta tergiversacio'n : como representante dela raza judía, Américo Castro acababa de escr ibir por f in,con más de tres siglos de re t raso, la primera contra-his-toria de la his tor ia de España, proponiendo una peculiar"visión de los vencidos". No tendría mucho sentido tomarpartido en la polémica : porque España no es una realidadni un enigma sino, como cualquier país, una impostura (13).

(13) Este modesto trabajo apenas constituye el esbozo y el principiode una reflexión sobre "leyendas e historiografía", que habrá de lle-varse a cabo en otro contexto. La amplitud del tema y el abandonocientífico en que se encuentra me ha impedido respetar como lo desea-ba el marco propuesto a nuestra reflexión por los organizadores delColoquio : las relaciones entre géneros en el Siglo de Oro. En miproyecto inicial, que no he podido realizar por falta de espacio ytiempo, se trataba de examinar el género de las falsificaciones his-tóricas como híbrido de historiografía y ficción novelesca. Faltaríapues una segunda parte, dedicada a estudiar las relaciones entre los"falsos cronicones" y la más importante novela de nuestro Siglo deOro (y tal vez de la historia de la novela) : Don Quijote de la Man-cha. En un cuento que es un vademécum de crítica literaria, JorgeLuis Borges propone leer el Quijote como si fuera escrito por el ni-meño Pierre Ménard. Yo me propongo, de forma tal vez menos anacró-nica, leerlo como si fuera escrito por Alonso del Castillo o Románde la Higuera (y leer los "falsos cronicones" como si fuesen obrade Cervantes). Algún provecho, creo, podría sacarse de esta doblee incorrecta atribución. La tesis de Michel Moner sobre Cervantes,cuando se publique, no será desdeñable escudo en tan azaroso (o qui-jotesco) empeño.

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CÓRDOBA, Pedro. Las leyendas en la historiografía del Siglo de Oro. El caso de los "fal-sos cronicones". En Criticón (Toulouse), 30, 1985, pp. 235-253-

Resumen. Siempre han existido falsificaciones históricas. Pero los llamados "falsos cro-nicones" presentan una serie de peculiaridades que explican su vertiginoso impacto enel siglo XVII español y el cobijo que han encontrado hasta hoy en la "erudición local".Cabe preguntarse por qué razones se produjo en aquel momento semejante contaminaciónde la historia por la leyenda —que desemboca en la constitución de un auténtico géne-ro híbrido— sin olvidar que no puede aplicarse el simple criterio positivista de laoposición verdad/mentira. Se delinean aquí algunos rasgos definitorios de los "falsoscronicones" con respecto a la tradición medieval y también en relación con las nuevastendencias historiográficas que surgen un poco antes en el pensamiento radical inglés yun poco después en la reivindicación aristocrática francesa. La anti-historia de los"falsos cronicones" podría situarse así entre la historia legendaria de raíz medieval,la cripto-historia de los "jofores" moriscos y la contra-historia de los "levellers"ingleses y de la "reaccio'n nobiliaria" francesa, en el marco de una teorizacio'n de la"guerra de las razas", que según confesión de Marx a Engels origino' su propio conceptode la "lucha de clases".

Résiné. Les falsifications historiques ont toujours existé; mais les "falsos cronicones"offrent des particularités qui expliquent leur vertigineux impact au Siècle d'Or etl'accueil qu'ils ont reçu jusqu'à nos jours au sein de 1'"érudition locale". Il convientde s'interroger sur les raisons de l'apparition à cette époque d'une semblable contami-nation de l'histoire par la légende —qui aboutit à la constitution d'un véritable gen-re hybride— sans oublier l'insuffisance du simple critère positiviste de l'oppositionvérité/mensonge. On s'essaiera ici à définir les traits spécifiques des "falsos croni-cones" par rapport à la tradition médiévale, et vis-à-vis, également, des nouvellestendances historiographiques qui surgissent, un peu auparavant, dans la pensée radica-le anglaise et, un peu après, dans la revendication aristocratique française. L'anti-histoire des "falsos cronicones" se situerait ainsi entre l'histoire légendaire desource médiévale, la cripto-histoire des "jofores" morisques et la contre-histoire des"levellers"anglais et de la réaction nobiliaire française, dans le cadre d'une théori-sation de la "guerre des races", qui, comme le confessait Marx à Engels, a été a l'ori-gine de son propre concept de "lutte des classes".

Suaaary. Historical falsifications hâve aluays existed but the "falsos cronicones"présent some peculiar features which explain their great impact during the Golden Spa-nish Age and the acceptance they hâve met, until today,in "local érudition". One shouldtry to determine the causes of the advent at that epoch of such a historical contamina-tion of history by legend which leads to the création of a hybrid manner; on the otherhand, the simple positivist criterion of opposition between truth and falsehood can inno way be an explanation. We try to define the spécifie caracteristics of the "falsoscronicones" with regard to medieval tradition and also to the new historiographie trendsuhich appear at an earlier stage in the radical english thought and, later on, in thefrenen aristocratie claims. Itie anti-history of "falsos cronicones" coulá be placed

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between the legendary history of medieval age, tfie cripto-history of the "joforesmoriscos" and the counter-history of the english "levellers" and the french nobiliaryreaction, in the framework of a theoretical élaboration of the "racial war" wich, asMarx confessed to Engels, has been the source of his own conception of "class struggle".

Palabras clave : "Falsos cronicones". Historiografía.