LCDE083 - A. Thorkent - Los Conquistadores de Ruder

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LCDE083 - A. Thorkent - Los Conquistadores de Ruder

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LOS CONQUISTADORES DE RUDER

LTIMAS OBRAS PUBLICADASEN ESTA COLECCIN

77 Los comandos del Sol. A. Thorkent 78 El trasplantador. Glenn Parrish 79 El regreso del Ms All. Keith Luger 80 Mundo olvidado. A. Thorkent 81 Diario de un cosmonauta. Curtis Garland 82 Marte, ao 5000. Glenn Parrish

A. THORKENT

LOS CONQUISTADORESDE RUDER

ColeccinLA CONQUISTA DEL ESPACIO n. 83Publicacin semanal

EDITORIAL BRUGUERA, S. A. BARCELONA - BOGOT - BUENOS AIRES - CARACAS - MXICO

Impreso en Espaa - Printed in Spain

1 edicin: febrero, 1972

A. THORKENT - 1972texto

ANTONIO BERNAL - 1972cubierta

Concedidos derechos exclusivos a favor de EDITORIAL BRUGUERA, S. A.Mora la Nueva, 2. Barcelona (Espaa)

Todos los personajes y entidades privadas que aparecen en esta novela, as como las situaciones de la misma, son fruto exclusivamente de la imaginacin del autor, por lo que cualquier semejanza con personajes, entidades o hechos pasados o actuales, ser simple coincidencia.

Impreso en los Talleres Grficos de EDITORIAL BRUGUERA, S. A.Mora la Nueva, 2 - Barcelona - 1972

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Conocidas o no por sus miembros, el Orden Estelar respetar las leyes nativas de cualquier planeta que ofrezca un coeficiente de 0,5 de civilizacin y goce de solvente independencia.

(De Normativa Galctica del Orden Estelar) Captulo primeroLos pasillos estaban llenos de humo y se ola a metal derretido, ropas y carne quemada. El oficial Prakol corra por ellos, dando tumbos y agarrndose a los asideros de la pared. Tosa y tena los ojos enrojecidos. Pareca que nunca iba a llegar al puente de mando, y no saba si iba a encontrarlo an en servicio. Desde haca unos minutos todo el sistema de comunicacin interna se haba interrumpido y en las torretas se careca de toda informacin del almirante. Prakol haba dejado su puesto de artillera al mando del teniente Lira y corra a lo largo del acorazado. Los ascensores tampoco respondan a su llamada, por lo que al llegar hasta la puerta acerada que daba acceso al puente, adems de moral, estaba agotado fsicamente. Haba corrido tan aprisa como pudo. Aquel esfuerzo, unido al denso humo que invada el acorazado, aparte de que el sistema de ventilacin funcionaba apenas al cincuenta por ciento de su capacidad, eran motivos suficientes para hundir al hombre de mayor fortaleza. Y Prakol estaba considerado como uno de los hombres ms fuertes de la tripulacin del acorazado insignia Averno, de la armada ruderiana. Cuando despus de golpear insistentemente la pesada puerta de acero le permitieron la entrada desde el otro lado, dos soldados tuvieron que llevarle a rastras a la presencia del almirante. Con dificultad, Prakol se incorpor y salud a su superior. El aspecto del almirante no era mejor que el del capitn. Su rutilante uniforme amarillo estaba sucio, manchado por todas partes. Su rostro tena un vendaje en la frente y presentaba chamuscada la densa barba blanca. Qu sucede, capitn? pregunt el almirante, con aparente tranquilidad pese a la seriedad de la situacin. Estamos disparando a ciegas los caones, seor dijo Prakol despus de aspirar con ansiedad el aire en el puente de mando, que pareca ser mejor que en el resto del acorazado. S, lo comprendo asinti el almirante. No podemos comunicarnos con ustedes. Pens que el enemigo haba conseguido volar el puente? Preguntndose Prakol si alguna vez el almirante perdera su sangre fra, asinti en silencio. La situacin es delicada admiti el almirante. Cada una de nuestras unidades pelea por su cuenta, sin poder coordinar el esfuerzo con las dems. Tambin el enemigo parece estar bastante castigado; pero eso no podemos saberlo ni nos importa demasiado si no podemos estar seguros de una victoria rotunda. Nos faltan artilleros, seor dijo Prakol. Por eso he venido hasta aqu. Todas las bateras de babor estn necesitadas de hombres de refresco. Apenas si disparamos con la cuarta parte de nuestros efectivos. Y esto puede inclinar la batalla a favor del enemigo. Si continuamos as mucho tiempo, entonces no necesitaremos los artilleros porque no existirn piezas que disparar. El almirante sac un pauelo del bolsillo y trat de limpiarse un poco la suciedad que cubra su rostro. Entonces Prakol se percat que una seccin del puente de mando debi de estar ardiendo hasta haca poco tiempo. Algunos hombres terminaban los conatos de fuego, mientras otros retiraban los cadveres carbonizados. Tambin all debieron pasarlo mal durante el primer y furioso ataque de los rebeldes. No hay reservas, capitn respondi, lgubremente, el almirante. Tendremos que arreglarnos con los hombres que disponemos. Aquella noticia cay como un mazazo sobre el capitn. Y el almirante se lo anunciaba como si tal cosa! Es que no comprenda que si no utilizaban todo el grandioso poder ofensivo del acorazado nunca podran salir de aquella trampa, reunirse con el grueso de la armada y dar a los rebeldes lo que se merecan? Pronto restablecern el sistema de emergencia de comunicacin, capitn dijo el almirante. Esperemos que esto alivie la situacin. S, era importante contar con medios de comunicacin dentro de la nave, pero mucho ms lo era disponer de brazos para manejar los caones. An podemos hacer algo, almirante. ste dej de observar el trabajo de los hombres retirando a los muertos. Se volvi hacia el capitn y le pregunt: Qu sugiere, capitn? Tenemos los hombres de la sala de mquinas. Esos? Le cre ms juicioso, capitn. All hay ms de cien hombres insisti Prakol. Con menos de quince bastar para hacer funcionar durante diez horas los inyectores de protoplasma. Tendremos ochenta o cien hombres para poner en funcionamiento todas las piezas que ahora no pueden disparar. Tenemos que reemplazar a los que murieron en el primer ataque! Olvida quines son esos hombres? La mitad no son ruderianos. Y ninguno de ellos es capaz de dar su sangre por nuestra causa. Ya habrn adivinado que si el Averno es destruido, morirn. Lucharn por sus vidas. El almirante se rasc su quemada barba. Es posible que no sea un disparate lo que dice. Recuerda que la mayora son prisioneros de Ruder y que odian a los ruderianos con toda su alma? A algunos les parecer poco salvar la vida tan slo. Podemos ofrecerles tambin la libertad. Eso no est a mi alcance, capitn. Lo que yo les ofrezca puede ser revocado por el prncipe. Impaciente por la prdida de tiempo, Prakol se atrevi a insinuar: Nadie se acordar de ellos si salimos con vida del combate. Podemos dejar en cualquier planeta a los sobrevivientes que consientan en ayudarnos y decir que murieron. El almirante termin por sonrer. Si salimos con vida, capitn, terminaremos en la cmara desintegradora o colmados de honores. Est bien. Vaya usted mismo a hablar con los hombres de la sala de mquinas. Prakol agradeci con una expresiva mirada al almirante sus palabras. No le pesar, seor. Dse prisa. Un tcnico se acerc a ellos, haciendo una seal convenida y el almirante aadi: La comunicacin interna ya est restablecida. Pronto podremos tambin dar rdenes a las dems unidades de la armada. El capitn salud y descendi los escalones. Estaba llegando a la salida cuando una gran explosin sacudi al acorazado. Desde arriba, el almirante le grit: Espero que sus voluntarios sean unos buenos artilleros. Antes de salir, Prakol hizo sea a dos soldados armados con pesados rifles energticos para que le acompaaran. Al salir del puente y entrar en los corredores, el capitn comprob con cierto alivio que el pesado y pestilente humo estaba siendo aspirado por los ventiladores. Corrieron escaleras abajo al llegar a ellas, hasta entrar en la sala de mquinas, despus que Prakol hubo roto los sellos de la puerta. Dentro el ambiente era ms pesado. El olor a grasa, aceite y sudor fatig de inmediato a los tres hombres. El capataz de la sala de mquinas corri al encuentro de los recin llegados. Slo vesta unos pantalones cortos. Todo el resto de su cuerpo, desnudo, brillaba de sudor y lubricante. Qu es esto, capitn? pregunt a Prakol, extraado. Nunca en su larga carrera como oficial de mquinas haba sido testigo de que un capitn entrase all con dos soldados armados. Los sellos de la puerta slo se rompan despus del combate. Prakol mir al capataz. Era uno de los pocos hombres que all haba que no eran prisioneros del Reino de Ruder. Por tal motivo luca un arma colgada al cinto, que posiblemente en ms de una ocasin haba tenido que usar para aplacar los nimos de los peligrosos hombres que all trabajaban, en el peor puesto del acorazado. Cuando una nave de guerra era tocada, los tripulantes podan salvarse, pero nunca lo conseguan los hombres prisioneros de la sala de mquinas. Slo el capataz y sus ayudantes disponan de una fala de salvamento. El capitn, sin hacer caso al capataz, se acerc a la barandilla metlica, mirando hacia abajo para observar a los hombres que trabajaban entre las grandes mquinas que infundan vida al enorme navo estelar de guerra. Desde todos los rincones de la sala, cerca de un centenar de pares de ojos se volvi para mirar al oficial. Prakol tom un micrfono y habl por l para que su voz llegase a toda la sala de mquinas, ahogando el ruido de los motores. Prisioneros de Ruder, escuchadme. Soy el capitn Prakol y vengo a ofreceros no slo la vida, sino tambin la libertad. Un mecnico se acerc hasta cerca de la barandilla que ocupaba Prakol, gritando: Ahrrate palabras y ve al grano, hijo de perra. Los ayudantes del capataz intuyeron que algo grave poda ocurrir y sacaron sus porras elctricas. Tambin los soldados que acompaaban a Prakol levantaron sus armas y apuntaron. Est bien asinti el capitn mordindose los labios. En otras circunstancias hubiera ordenado que aquel insolente fuese azotado hasta morir. Necesitamos artilleros. Quienes deseen servir a Ruder y a su Serensimo Prncipe recobrarn la libertad cuando termine este combate. El prisionero solt una carcajada. Volvindose a sus compaeros, les dijo: No escuchis esto sin desear vomitar, amigos? El lacayo del prncipe nos propone que luchemos a su lado nosotros, la escoria de los planetas que dominan. Estpido dijo el oficial, conteniendo sus deseos de empuar su pistola y matarlo. El Averno corre grave peligro. Todos moriremos, ruderianos y prisioneros, si no combatimos juntos. Si nos ayudis podemos vivir y vosotros recobrar la libertad. En caso contrario, si perdemos la lucha, el final ser igual para todos. Prakol se alegr de no haber matado a aquel hombre que le hablaba con tanta insolencia. Pareca ser el lder de los prisioneros que trabajaban en la sala de mquinas. Todos los hombres le dejaban a l, al parecer, la decisin de aceptar la propuesta o no. El capataz susurr al odo del oficial: Es Drem Domar, un sujeto peligroso. Sus compaeros le admiran... o temen. Harn lo que l diga. Pero no se fe de Drem. El oficial de Ruder se dirigi de nuevo a aquel hombre llamado Drem Domar: Os prometo, en nombre del almirante, la libertad si combats con arrojo y eficacia. Y a ti, Drem, se te entregarn adems doscientas unidades de platino. Y un pasaporte aadi Drem. De acuerdo asinti el oficial, cada vez ms furioso, pero deseando acabar con aquel regateo de una vez. A sus compaeros de prisin, Drem les dijo: Ya lo habis odo, amigos. Algunos de vosotros conocis un can de energa tan bien como nuestros cerdos amos. Les demostraremos que somos mejores que ellos y que si salimos ilesos de esta trifulca se lo debern a unos desharrapados prisioneros? Un gritero de asentimiento acogi las irnicas palabras de Drem, quien agradeci aquella muestra de afecto de sus compaeros con las manos en alto; el prisionero salv la barandilla metlica y se plant ante Prakol. Ya tienes hombres para los caones, oficial. Pero, por los dioses, te aconsejo que no hayas mentido al prometernos la libertad. Dudas de la palabra de un oficial de la armada ruderiana? pregunt con desdn Prakol. Es cierto. Dudo de ti, como de todos los de tu ralea. Entonces haces mal en ofrecerte voluntario. No combatirs con ardor. Aun sin prometernos dejarnos libres hubiramos accedido. Tanto apreciis vuestras vidas? pregunt, un tanto sorprendido, el oficial. Tan hermosa os parece, incluso encerrados para siempre aqu? Si no me equivoco, habis sido condenados a trabajos forzados de por vida. S. Yo deba morir en la cmara desintegradora, me libr de ella para serviros en las salas de mquinas de los acorazados. Entonces...? Conservamos la esperanza de ver algn da cmo el Reino de Ruder se consume entre las llamas del infierno. No hagas que lamente haberte hecho la promesa, Drem Domar mascull el oficial. Los hombres salan de la sala. Haban llegado ms soldados que se estaban encargando de llevarlos hasta los distintos puntos donde estaban instaladas las bateras. Drem, antes de unirse a los suyos, dijo a Prakol: Yo s lamento tener que combatir, para salvar la vida, a vuestros enemigos, los que en realidad deban ser nuestros amigos. Es algo que temo me corroa la conciencia en el futuro. sos son cochinos rebeldes que no merecen piedad. Su planeta, Ohbur, ser convertido en un sol cuando acabemos con su flota. Al menos son capaces de defenderse mejor que nosotros cuando tu prncipe decidi conquistar nuestro pacfico planeta. Prakol escupi: Slo erais unos miserables campesinos cuando nuestras invictas naves llegaron a vuestro mundo. T seras un hombre libre y feliz, trabajando para la grandeza del prncipe si no hubieras cometido el delito por el cual te condenaron primero a muerte y luego a trabajos forzados. Drem no quiso responder. No conducira a nada. Se uni a sus compaeros. Junto con seis de ellos, fueron dejados dentro de la esfera metlica donde estaban colocadas las cuatro grandes piezas de artillera. All quedaron un sargento y un oficial, que armados no dejaban de vigilar los movimientos de los prisioneros. El acorazado Averno, repuesto de las graves averas causadas por el inesperado ataque de la flota rebelde, volva al lugar de la batalla. Los prisioneros se ocuparon afanosamente de tener siempre dispuesto el cudruple can para que el oficial encargado de l pudiese activarlo cuando el enemigo estuviese bajo la mirada de sus aparatos de deteccin. Los caones ya estaban dispuestos y la nave prxima a entrar en el rea espacial de la lucha. Todos esperaban que el oficial entrase en la esfera adosada al casco del acorazado. Con mal disimulado disgusto, Drem comprob que el capitn Prakol penetraba en el recinto, sonriendo malignamente al lder de los prisioneros. Subindose a su pupitre con los aparatos de deteccin, dijo a Drem: S, yo soy el oficial encargado de estas piezas. Te destin aqu porque deseo vigilarte personalmente. Deseando ofenderle vivamente, Drem replic: No soy exigente para las bestias; me da igual una que otra. En seguida, ante la mirada furiosa de Prakol, Drem se arrepinti de sus palabras. A veces se dejaba llevar por su violenta personalidad. Nada iba a ganar irritando al oficial. A causa de su carcter haba sido condenado a trabajos forzados despus de librarse de la cmara desintegradora. Haba olvidado que segua siendo un prisionero y que con aquella actitud slo lograra empeorar su situacin. Te arrepentirs de tus ofensas mascull entre dientes el oficial. Drem volvi a prestar su atencin a la carga de energa que deba entrar en el tubo catdico, donde una andanada de lser deba propulsarla contra las naves enemigas que volvan a la carga, confiadas en asestar el golpe definitivo a las sorprendidas unidades de combate del Reino de Ruder. Captulo IILa batalla, que haba comenzado bajo los mejores auspicios para las naves rebeldes de Ohbur, empez a inclinarse lentamente a favor de los poderosos acorazados del Reino de Ruder. Al cabo de varias horas de combate, los ohburianos comprendieron que slo con valenta no poda ganarse una batalla, si apenas se contaba para la guerra con viejas naves de transporte adaptadas. La mayor tcnica ruderiana fue imponindose de forma paulatina pero inexorable. Aunque pareci que los ruderianos no podran recuperarse despus de la primera embestida de Ohbur, la flota rebelde se vio sorprendida por un violento contraataque. Los acorazados reales, que haban empezado a mostrar cierta debilidad en su fuego, recobraron la plena potencia de ste. Sobre todo el acorazado insignia: el Averno irrumpi demoledor entre las filas ohburianas. Mientras las maltrechas naves rebeldes supervivientes se retiraban a su planeta perseguidas por los acorazados de Ruder, el almirante orden que las unidades ms averiadas no siguiesen tras las fugitivas. Y como el Averno tena algunas averas de consideracin, se qued junto con algunas decenas de otras naves a una distancia de unos diez millones de kilmetros de Ohbur. El almirante estaba pletrico de satisfaccin. Las naves que perseguan a las fugitivas slo llegaran hasta trescientos mil kilmetros del planeta rebelde. Hasta all destruiran las que pudieran, y luego regresaran junto al grueso de la armada. No tenan rdenes de invadir el planeta Ohbur; slo de destruir su flota. Y esto lo haban conseguido. Ahora deban regresar a Ruder a restaar las heridas sufridas. Ohbur era una fruta madura que pronto caera del rbol. Haba que tener paciencia.

* * *

Dentro de la esfera, Drem y sus compaeros yacan derrumbados en el suelo, vencidos por la fatiga del combate. Durante ocho largas horas haban servido al insaciable cudruple can, que, sin cesar, el oficial Prakol se encargaba de disparar contra las naves enemigas. El capitn sonrea complacido. Lo que tan mal haba comenzado concluy con un felicsimo resultado. Y pens que l tena gran parte en aquel final, al proponer al almirante la utilizacin del elemento prisionero. De no haber sido por la ayuda prestada por ellos, tal vez el resultado de la batalla hubiera sido otro muy distinto. Entonces repar en la figura cansada y sucia de Drem. No haba olvidado las palabras insolentes con que antes le ofendiera el prisionero. Recomendando la vigilancia a los soldados, sali de la esfera camino al puente de mando, en donde, adems de recibir la felicitacin del almirante, deseaba exponer un detallado informe acerca del comportamiento de los prisioneros. Drem vio salir de la esfera artillada al capitn. Haba percibido en el oficial la mirada irnica que le dirigi al marcharse. No le gustaba aquello. Fingiendo ms cansancio del que senta, se levant y pidi al sargento que les vigilaba un poco de agua. La atmsfera segua siendo densa dentro del acorazado, y tena la garganta seca. El sargento envi al soldado en busca de agua. Drem, a su lado, estaba apoyado contra la pared y pareci resbalar de sta al suelo, quedndose all gimiendo y solicitando agua entrecortadamente. Los dems prisioneros observaban a Drem un tanto confundidos. Nunca haban visto a su lder tan desfallecido. El sargento tambin sudaba y se secaba el rostro con la manga de su guerrera. De improviso, Drem se levant como un rayo y agarr al sargento por el cuello, derribndolo y colocndose sobre l. El sargento era fuerte y Drem comprendi que el soldado volvera pronto con el agua. Sus dedos oprimieron con fuerza el cuello de su presa. La pierna de su contrincante se apoy contra el estmago de Drem, quien puso ms fuerza en la presin de sus dedos alrededor de la garganta. Drem hizo un supremo esfuerzo cuando descubri que la mano derecha del sargento bajaba hasta la funda de su pistola y empezaba a extraerla. No le dio tiempo a terminar de desenfundarla. Contrayendo los msculos, sus dedos convertidos en garras terminaron la labor. El sargento sufri una violenta convulsin y ofreci su cuerpo desmadejado a la furia de Drem. Qu has hecho, Drem? pregunt uno de los prisioneros ayudndole a incorporarse. Ests loco dijo otro. Nos prometieron la libertad... Ahora nos matarn. No seis ilusos jade Drem. No pensaban cumplir nada. Cogi al sargento por los sobacos y lo ocult detrs de las piezas. Luego indic a sus compaeros que se tumbaran en el suelo, aparentando el mismo cansancio que antes. Cuando regres el soldado con unas botellas de agua y sus ojos recorrieron la esfera buscando al sargento, Drem, desde el suelo y alzando las manos para alcanzar el agua, dijo: Alguien vino a buscar al sargento. Dame el agua! El soldado entreg las botellas y se apost junto a la puerta de salida, an sin poderse explicar cmo el sargento haba dejado el puesto. Pens que tal vez considerara a los prisioneros demasiado cansados para intentar algo. Bien, de todas formas, qu podan hacer dentro de una nave acorazada? Drem hizo un guio a sus compaeros. En su mano izquierda tena la pistola del sargento. Sospechaba que pronto iba a necesitarla, si es que sus presentimientos no le haban jugado una mala pasada. Si as era, le iba a servir para levantarse la tapa de los sesos. No estaba dispuesto a seguir siendo prisionero para cuando descubrieran el cadver del sargento. Al cabo de unos minutos regres el capitn Prakol. Se apoy sobre el quicio de la puerta. No se percat de la ausencia del suboficial. Toda su atencin recay sobre Drem, a quien dijo: El Reino de Ruder y su Serensimo Prncipe os agradecen la colaboracin prestada, hombres. Ahora os necesitamos para que regresis a la sala de mquinas. El capataz y sus ayudantes estn ansiosos porque as sea. Es demasiado trabajo el que tienen ahora ellos. Drem baj la mirada, no queriendo cruzarla con la de Prakol. Uno de los prisioneros medio se incorpor y el capitn, extrayendo su pistola, le apunt. Quieto ah amenaz. Habis ganado la batalla. Qu pasa con nuestra libertad? El almirante ha reconsiderado su oferta. Piensa que era demasiado generosa y cree, con buen juicio, que ser efectiva cuando Ohbur caiga totalmente bajo nuestro poder. Entonces seris libres. Nos habis engaado escupi el prisionero. Prakol sonri, burln. Pensad que he cometido un pequeo error. Donde dije batalla deb haber dicho guerra. Eso es. Cuando la guerra contra Ohbur termine con la victoria de las armas ruderianas, seris libres. No antes. Cochino ruderiano empez a decir el hombre, mientras terminaba de incorporarse y avanzaba hacia Prakol. Te dije que te quedases quieto dijo el capitn. Drem oy cmo la pistola de Prakol se montaba para disparar y ya no lo dud ms. Su mano sali rpida de entre sus ropas y por dos veces dispar contra el capitn. Prakol recibi la muerte con una mirada de sorpresa en el rostro. Su cuerpo se derrumb al suelo, convertidos piernas y tronco en masas de carne y huesos quemados. El soldado giraba su rifle de energa hacia Drem cuando ste volvi a disparar. El haz de energa de la pistola del prisionero se estrell primero contra el rifle al que fundi en una cascada de metales derretidos y luego contra el cuerpo del desdichado, en el cual incrust una parte del metal lquido. El grito de dolor que profiri el soldado fue tan grande que Drem temi que fuese odo hasta en el mismo puente de mando. Levantaos orden a sus compaeros. Debemos liberar a los dems. Temo que te hayas vuelto loco, Drem sonri uno de aquellos hombres; pero esta clase de locura me agrada. Salieron al pasillo y penetraron como una tromba destructora dentro de otra cabina de artillera. Drem, que iba el primero, se hizo rpido cargo de la situacin y fulmin a los dos guardias armados que custodiaban a los prisioneros. Drem dijo que tomasen las armas de los muertos y dividi a sus hombres en dos grupos. Cada uno de ellos ira recorriendo los diversos puestos artilleros de babor, hasta terminar de apoderarse de aquella parte de la nave. Luego deban apoderarse del puente de mando, si la suerte continuaba sonrindoles como hasta entonces. Solamente la confusin que se adue del acorazado Averno despus de la lucha en el espacio, permiti a Drem y los amotinados terminar de libertar a todos los condenados de babor, conseguir un buen nmero de armas y empezar a pensar seriamente en la posibilidad de obtener la libertad que les haba negado el almirante. Rodeado por los condenados, Drem procur calmar su entusiasmo. An queda por hacer lo ms difcil, amigos. Si no conseguimos apoderarnos del puente de mando, seguiremos tan prisioneros como antes. Recordad que estamos rodeados por naves de Ruder. Al puente de mando, a por el almirante! grit un hombre. Yo lo arrojar al espacio, sin escafandra, claro prometi otro, ante la hilaridad de sus compaeros. Nadie tocar al almirante afirm Drem. Olvida tus proyectos, Nefen. Lo necesitaremos vivo. No te vuelvas blando, Drem contest socarrn Nefen. Ser nuestro salvoconducto hasta que lleguemos a Cetso. El nombre de Cetso, el planeta libre que comerciaba con todos los mundos de aquella parte de la galaxia, dibuj una sonrisa de placentera esperanza en los rostros sucios y sufridos de los condenados. All no podra alcanzarles la venganza de Ruder. Veo que la perspectiva de ir a Cetso os agrada sonri Drem. Si queris conseguir eso debis obedecerme. Ya habis visto cmo los ruderianos no pensaban cumplir con su palabra. Ahora debemos obrar con cautela, para no perder lo que hemos conseguido. Faltru, necesitar de tu habilidad. Un hombre corpulento se adelant, diciendo: Qu necesitas de m? Sobre el puente de mando est el computador que gobierna la nave. Necesito que lo desconectes del mando central del almirante. Es imprescindible que no puedan comunicarse con los dems acorazados, para evitar que nos intercepten. Recordad que no podremos viajar a velocidad supralumnica hasta que salgamos del radio de accin de esta estrella. Si conseguimos tal cosa, nada nos impedir llegar a Cetso. Drem indic a una docena de hombres que acompaasen a Faltru hasta la cmara del computador. Luego dividi el resto de su pequeo ejrcito en dos. Nefen tom el mando de una parte, y los dems marcharon con l en cabeza hacia el puente de mando. Nefen cuidara que no acudiesen en ayuda del puente las dems dependencias y niveles de la nave. Captulo IIIDos hombres condujeron al almirante ante Drem sin ningn miramiento. Esto les costar caro chill el almirante, que definitivamente haba perdido su serenidad. Drem le respondi con una insolente sonrisa. Estaba sentado precisamente sobre el silln del almirante, desde el cual dominaba y gobernaba la nave en el puente de mando. Nos minti, almirante. El capitn Prakol dijo que usted nos libertara tan pronto como la batalla terminase victoriosa para Ruder. Fue mentira. El capitn ya pag con su vida el haber querido engaarnos dijo Drem lentamente. Las palabras sonaron a los odos del almirante como cargadas de funestos presagios para l. Quiere decir que me va a matar a sangre fra? No use tales trminos. Por qu no una ejecucin? Ustedes han llevado a cabo muchas contra mis compatriotas, no? Ante la palidez del almirante, Drem agreg: Pero no tema. Le necesitamos vivo para salir de aqu. Hasta el momento los dems acorazados no se han percatado de que en el Averno ha estallado una revuelta y ha triunfado. Con su ayuda, almirante, saldremos hasta el espacio libre, donde podamos viajar a mayor velocidad que la luz hasta Cetso, en donde encontraremos la definitiva libertad mis compaeros y yo. Suea si piensa que colaborar con ustedes respondi altivo el almirante. Drem sonri. Faltru era un hombre de ciencia en mi planeta. l har, con el uso de unas drogas, que usted se convierta en nuestro ms leal servidor. No ser su comportamiento muy natural, pero s convincente si tengo que ponerle delante de un visor para que ordene a sus comodoros que nos dejen el paso libre. Ellos no sospecharn que es nuestro prisionero. Faltru, quien despus de su eficaz labor en la cmara del computador haba regresado al puente de mando, asinti ante las palabras de Drem. Seguro que as ser dijo. Ya he visto el laboratorio del acorazado y disponemos de lo suficiente para fabricar la droga en unos minutos, Drem. Pues mano a la obra. Llvate al almirante y tremelo bien amaestrado. El cientfico se march seguido por el almirante, escoltado por dos hombres armados que no perdan ocasin de propinar golpes al militar. Lo van a magullar demasiado opin Nefen, fingiendo preocupacin. Drem se encogi de hombros. Mientras no alteren su rostro... Ser lo nico que vern los dems jefes de acorazados por la pantalla visora. Nefen ri sonoramente. Ya se haba apoderado de la caja de cigarros del almirante y los reparta a todos los que pasaban por su lado y que se dedicaban a retirar los muertos habidos en la corta pero feroz lucha por la posesin del puente de mando. Estuviste magnfico conteniendo las tropas enemigas que suban en ayuda del puente le dijo Drem, aceptando uno de aquellos cigarros. Bah, no tuvo importancia respondi Nefen. Tan pronto como hablaste por los altavoces anunciando que el almirante se haba rendido, arrojaron las armas. No eran muchos tampoco, y estaban hartos de tanta lucha. Cuando hayamos alcanzado el punto adecuado para viajar a velocidad supralumnica, los embarcaremos en un par de chalupas. No quiero llevar prisioneros. Ellos no hubieran sido tan nobles con nosotros, Drem dijo muy serio Nefen. De haber fracasado la revuelta nos hubieran arrojado al espacio o a los hornos de plasma. Es posible respondi Drem, aunque estaba seguro de que Nefen tena toda la razn. Pero matar por matar me desagrada. Adems, llevndolos con nosotros hasta Cetso slo conseguiramos crearnos problemas. Los cetsonianos son muy celosos de su neutralidad y suerte tendremos si consienten que aterrizemos en su planeta con este acorazado de Ruder. No te preocupes por eso. Los de Cetso devolvern el Averno a Ruder despus de obtener una prima de rescate. Harn incluso buen negocio a nuestra costa. Ya sabes como son, no? Algunos hombres se acercaron para informar que los trabajos de limpieza estaban concluidos. El capataz y sus guardianes, convertidos ahora en prisioneros, haban accedido a trabajar en la sala de mquinas, llenos de miedo por cierto, pero contentos de salvar por el momento el pellejo. Drem descendi del asiento del almirante y recorri el puente. Los hombres ms capacitados estaban instalados en los puestos vitales. Muchos de ellos haban servido en naves mercantes antes de ser hechos cautivos y Drem confiaba en su eficacia. Incluso se haban puesto uniformes ruderianos. Si se estableca comunicacin visual con las dems naves, quienes les observasen no deban descubrir nada alarmante en el puente de mando del Averno. Tan pronto como Faltru nos termine de preparar al almirante, daremos la orden de partida dijo Drem. Tema que el tiempo pasase y en los dems cruceros se impacientasen ante el silencio de la nave insignia. Drem saba que los dems oficiales ruderianos no vacilaran en destruir al Averno, con su almirante y la tripulacin superviviente. La disciplina dentro de la armada de Ruder no poda ser ms frrea al respecto. Minutos ms tarde Faltru retorn al puente. Le segua el almirante, que caminaba con pasos inseguros. Est dispuesto dijo Faltru sealando al ruderiano. Nos ayudar, almirante? pregunt Drem. Les ayudar. Estoy a su servicio replic el almirante. Su voz sonaba algo carente de entonacin, pero sera bastante convincente si alteraban un poco la claridad en la retransmisin del sonido. Aquello no ofrecera problema alguno. Magnfico asinti Drem. Celebro su espritu de colaboracin. Ahora, cuando en la pantalla aparezca la imagen de su vicealmirante, dgale que los dems acorazados debern aguardar el regreso de los que fueron a perseguir a los rebeldes. El Averno ha recibido un urgente mensaje del Serensimo Prncipe para que vuelva de inmediato a Ruder. No sospecharn algo? pregunt receloso Faltru. No. Estn acostumbrados a las reacciones inesperadas del prncipe. El almirante ir a la capital a recibir instrucciones y terminar de reparar las averas. La totalidad de la armada podr volver tan pronto se reincorporen los dems acorazados. Ha comprendido, almirante? S, he comprendido contest ste con su voz un tanto mecnica. Drem le condujo hasta el asiento privilegiado del puente. Del techo descendi una pantalla de televisin. El hombre encargado de establecer la comunicacin hizo un movimiento de cabeza a Drem y ste dijo al almirante: El vicealmirante ha sido solicitado para que hable con usted. Dgale lo que le he dicho. Sea lacnico. No permita que el vicealmirante comente la lucha. Corte tan pronto reciba acuse de que sus instrucciones sern obedecidas. La pantalla se ilumin y el rostro del vicealmirante apareci en ella. Drem se apart en seguida de su campo de visin. Los hombres guardaron total silencio, quiz temerosos de que la droga no surtiese efecto. Finga el almirante estar en trance? No poda ser. Faltru deba haberse asegurado, sin duda. El Averno regresar a la capital, vicealmirante dijo el comandante en jefe de la armada a la imagen de la pantalla. Sucede algo, seor? pregunt el vicealmirante. He recibido una comunicacin de su Serensimo Prncipe. Me reclama en Ruder. Usted esperar el regreso de las unidades que fueron tras los fugitivos. Cuando se reagrupen, puede disponer la vuelta a la base. Es todo. Drem se mordi los labios. La droga no fallaba, pero imprima en la voz del almirante un excesivo tono mecnico. Entonces record que en los dems acorazados la estaran escuchando con interferencias y se sinti aliviado. As se har, seor respondi el vicealmirante inclinando levemente la cabeza. El jefe de los rebeldes cautivos no quiso arriesgarse ms e indic al tcnico que cortase la comunicacin. Es suficiente dijo Drem. Palme la espalda del almirante, diciendo: Le felicito por su perfecta representacin. Los hombres soltaron risas nerviosas. Durante aquellos segundos haban retenido la respiracin, temiendo que la farsa fuese descubierta. Llevaos al almirante a un camarote y que dos hombres vigilen desde el pasillo dijo Nefen. Saldremos en seguida de esta zona llena de naves ruderianas. No debemos abusar de nuestra buena suerte anunci Drem, dirigindose a los improvisados pilotos. Faltru tom a Drem por un brazo y lo condujo a donde nadie pudiese escucharlos. Creo que deberamos escoger otro planeta que no fuese Cetso. Por qu? pregunt sorprendido Drem. Mientras nos embarcaban en esta nave los soldados hablaban de algo que sucede en Cetso y nos concierne. Dime de una vez qu demonios pasa. Cre que ir a Cetso era una idea que agradaba a todos. Has odo hablar del Orden Estelar? Drem se encogi de hombros. Algo. Corren rumores de que hace unas semanas una nave del Orden lleg a Cetso. Nefen se haba acercado y escuch las ltimas palabras de Faltru. Curioso, pregunt: Qu es el Orden Estelar? No estoy seguro respondi Faltru rascndose la barbilla; pero creo que se trata de una organizacin poltico-militar de la Tierra que se fund cuando termin la Primera Era, al desintegrarse el Gran Imperio. Me aseguraron que en la Tierra ya no quedaban emperadores. El ltimo lo mataron. Han proclamado uno nuevo? No neg Faltru. Esa organizacin se hace llamar Orden Estelar no porque dependa de un emperador, sino porque pretende volver a unificar la galaxia dentro de un orden legal, sin violencias. Aseguran que slo pretenden rescatar las viejas colonias del aislamiento e integrarlas en el nuevo orden. Los planetas que por su suficiente desarrollo no quieran pertenecer al Orden, pueden negarse tranquilamente sin temor a represalias. Eso me suena a un bonito cuento farfull Nefen. Pues parece que es verdad suspir Faltru. Quienes han tenido la suerte de visitar algunos planetas de la galaxia unidos al Orden afirman que esta organizacin no us de la violencia en ningn caso, si no era para defenderse. No quiere dominios, sino aliados firmes. Hasta ahora parece que han conseguido convencer a un buen nmero de lo que antiguamente form el Gran Imperio. Pero como t, yo no me creo todo esto. Por eso, Drem, la presencia del Orden en Cetso me intranquiliza. Pues no tenemos otro sitio adonde ir. Est bien; nos arriesgaremos. Confiemos que los que hablan bien del Orden no exageren termino Faltru. Drem dej a sus amigos y se dirigi hasta una gigantesca pantalla visora conectada con el exterior. El Averno se haba puesto en marcha, dejando atrs las unidades averiadas de la armada del reino de Ruder. Tras ellos quedaba la estrella y el planeta Ohbur, que se negaba a someterse al dominio del Serensimo Prncipe. Sonri incrdulo recordando las palabras de Faltru referentes al Orden Estelar. Drem no poda creer que unos hombres organizasen un cuerpo poltico-militar para ayudar a los planetas sumidos en el salvajismo y hambrientos de tcnica y comida. El llamado Orden no poda ser mejor que Ruder, con su corte depravada y sus generales ansiosos de guerra, conquistas y fama. Apenas el prncipe Grehan ascendi al trono, y cuando an por ley le faltaban cinco aos para ser proclamado rey, su propio planeta, pacfico y comerciante, ya haba cado bajo las garras de Ruder. Y ahora le tocaba el turno a Ohbur, aunque ste estaba resultando un hueso duro de roer. Pronto Ruder sera el amo del sistema planetario. Quin aseguraba que Cetso, en el vecino sistema solar, no iba a ser la siguiente vctima? Tal vez, dentro de unos aos, se convertira en un mundo amenazado. Cuando eso ocurriese, Drem se preguntaba dnde tendra que ir para no caer de nuevo bajo la crueldad de los ruderianos.

* * *

Entre los ex cautivos haba hombres que podan manejar incluso un pesado crucero por el espacio normal, pero cruzar el hiperespacio a velocidad superior a la de la luz era cuestin muy distinta. Drem salv aquella dificultad gracias a que el computador del Averno dispona de datos almacenados para ir automticamente a Cetso. Aquel mundo era bastante frecuentado por las naves de Ruder para abastecerse de energa. Por tal motivo, pese a las noticias dadas por Faltru, no tenan otro sitio mejor donde ir que no fuera Cetso. El computador nada ms poda conducirles automticamente all, a Ruder o al conquistado planeta de Drem. Cuando el Averno alcanz los lmites del sistema de Ohbur, los prisioneros ruderianos fueron embarcados en dos de las falas. El almirante todava estaba bajo el efecto de las drogas cuando fue introducido en una de ellas. Los tripulantes del Averno no esperaban salir con vida y no daban crdito a sus ojos cuando se alejaron del acorazado, radiando constantemente su posicin para que otras unidades de Ruder acudiesen a rescatarles. Con las falas no podan ir muy lejos. Poco antes de ordenar el salto por el hiperespacio, Drem coment: Estoy seguro de que encontrarn pronto las dos falas. Quienes escucharon sus palabras se dijeron que su jefe, al menos por una vez, deba equivocarse. Algunos incluso lamentaban no haber estrangulado con sus propias manos al almirante. A una seal de Drem, un hombre conect el dispositivo que pona el acorazado bajo la direccin del computador. Antes de diez horas estaran en Cetso. Resultaba una paradoja que slo precisasen de ese tiempo para salvar una distancia de dos aos luz cuando para alcanzar la periferia del sistema desde cerca de Ohbur necesitaron cinco das. La pantalla que todava estaba conectada con el exterior se ilumin de forma vertiginosa. Al distorsionarse las estrellas, todos comprendieron que estaban a salvo. Las naves de Ruder ya no podran alcanzarles. Viajaban por el hiperespacio. Captulo IVEl regidor Cokh verti sobre la copa de su bella e importante husped un poco de licor, diciendo: Le agradar, comandante. Est destilado segn las viejas normas de nuestros antepasados. La mujer se llev la copa delicadamente labrada hasta los labios y bebi un sorbo. Sonri y asinti. Tiene razn dijo. Es delicioso este licor. Ya en la Tierra no puede beberse algo semejante. Su planeta sacrific la artesana por conseguir tcnica hace muchos siglos. Pero su mundo es sumamente tcnico y, sin embargo, an conserva artesanos tan habilidosos como los que hicieron este licor. Resulta un verdadero milagro sonri Cokh. Los dioses no permitan nunca que desaparezcan nuestros pacientes artesanos. Antes consentiramos en que nuestras fbricas se derrumbasen. Alice Cooper slo conoca desde haca unas semanas al regidor Cokh y ya le admiraba profundamente. Aquel hombrecillo menudo, casi insignificante, gobernaba un planeta de cientos de millones de seres dedicados al trabajo, a la industria y al comercio en todas sus facetas. La tarea encomendada a sus frgiles manos poda parecer demasiada, pero Alice estaba segura que Cokh sobrellevaba la labor con eficacia. El regidor poda engaar a cuantos le viesen por primera vez. Su exterior dbil encerraba una voluntad frrea y su inteligencia era algo fuera de lo comn. No poda ser de otra forma. En un planeta de hombres inteligentes y trabajadores slo poda gobernar el ms intelectual y ms laborioso de ellos. El Hermes lleg a Cetso hace cuarenta das, comandante. Usted nos dijo que slo permanecera cincuenta. Es cierto que dentro de diez das tendremos la desdicha de verles marchar? Alice pens que el viejo era un zorro. Pretenda recordarle con aquellas amables palabras que era hora que se marchasen? Lamento haberme equivocado en mis clculos, regidor suspir Alice queriendo jugar un poco con el hombre. No estaremos diez das ms. No? pregunt Cokh. En su rostro no poda leerse si le conturbaba la noticia o le alegraba. Nos marcharemos dentro de ocho. Sorbiendo un poco de licor, el regidor repuso pausadamente: Lamentable. Y Alice se qued sin saber si an le parecan muchos das los que los hombres del Orden an permaneceran en Cetso o todo lo contrario. Mis compaeros y yo confiamos en que habr usted podido completar su informe aadi el regidor. Slo me quedan unos pequeos detalles. Referentes a Cetso? No. De su planeta tengo ms informes de los que necesito. Me refiero a sus vecinos. Hay uno, Ruder, que no parece gozar de las simpatas de Cetso. Ciertamente. Ruder se ha convertido en un problema. Por qu sus jefes no le ordenaron que visitara Ruder? Se solicit permiso para realizar una visita de buena voluntad a todos los planetas de esta zona galctica. Algunos lo rehusaron, y Ruder estaba entre ellos. Slo su mundo, regidor, fue el ms amable. Gracias. Lamento que tenga que regresar a la Tierra sin completar datos sobre Ruder. Ya sabe usted que Cetso recibir con agrado a los comerciantes y gente de paz procedentes de los mundos del Orden. Es posible que ms adelante pensemos en una integracin plena. Alice sonri. Saba de la furibunda neutralidad de Cetso. Aunque slo sea como amigos, el Orden puede sentirse satisfecho con ustedes. Otra vez gracias. Es usted excesivamente amable con nosotros. La comandante del Hermes consider que ya haba llegado el momento de preguntar al regidor qu tena que comunicarle. Haba sido llamada el da anterior por l personalmente. Aunque la cortesa en aquel planeta era algo muy delicado, empezaba a sentirse impaciente. Pero decidi esperar un poco. Ciertamente estamos ansiosos por regresar a la Tierra, regidor, aunque deseo que no tome como ofensivas mis palabras. La hospitalidad ha sido excelente. Ocurre que mis hombres y yo llevamos cerca de seis meses sin ver nuestro planeta natal. Inmediatamente Alice pens en una persona que semanas antes dej el Hermes para trasladarse a la Tierra, en donde nuevamente deba enfrentarse con unas duras pruebas. Apenas regresamos de una misin a nuestra base de Vega-Lira, nos comunicaron que debamos trasladarnos a su planeta antes de volver a la Tierra a disfrutar de un largo permiso aadi Alice. Uno de los oficiales tena que ir all irremisiblemente y apenas estuvimos el tiempo suficiente para esperar a su relevo. Enferm ese oficial, comandante? No. El alto mando del Orden acept una recomendacion ma para que pasase una nueva prueba de capacidad. Yo estimo que sus cualidades estn muy por encima del grado que le otorgaron despus del primer examen que sufri. S, ya me cont usted durante una de nuestras primeras entrevistas que los oficiales reciben su grado segn su capacidad. Me lo explic cuando yo le hice notar que en su nave sus capitanes son de mayor edad que la suya. Y el teniente que mand a la Tierra, Adn Villagran, tambin es mayor que yo. Las mquinas debieron cometer un error con l. El regidor mir a Alice con ojos entornados. No creo en el error de las mquinas dijo, y s en el de los hombres que las manejan, conscientemente o no. Alice mir al anciano, sin llegar a comprenderle. Deseando cambiar de tema, dijo: En estos ocho das de estancia que nos quedan en Cetso an es posible que recibamos un permiso de su Serenidad Prncipe de Ruder para que visitemos su planeta. Veo que insiste en llevar a sus jefes ms datos sobre Ruder que los que nosotros hemos podido proporcionarles. Esto me recuerda el motivo por el que le rogu ayer que me visitase, comandante. La mujer sonri para su interior. Al fin iba a conocer qu tena que contarle el regidor. Se trata, precisamente, de Ruder. Acaso les han comunicado a ustedes que desean recibir nuestra visita? pregunt Alice. Pens que se iban a poner en contacto directamente con nosotros. Conocen nuestra onda lser... Lamento decirle que se equivoca. Un acorazado de Ruder aterriz ayer en nuestro astropuerto. Ruder comercia con ustedes. Es algo anormal? Lo es, porque viene tripulado por ex cautivos de Ruder. Son gente de varios planetas, casi todos de los que Ruder ha conquistado recientemente. Es la primera vez que emplea la palabra conquista para asignrsela a los ruderianos sonri Alice. Hasta ahora deca que Ruder dominaba en todos los planetas habitados de su sistema solar. Recuerde que somos neutrales. No nos agrada hablar mal de nuestros vecinos... y clientes Cokh pareca disculparse ante una pequea falta. Mi lengua se ha equivocado. Volvamos al acorazado ruderiano. Qu sucede con l? Su llegada puede traernos dificultades con Ruder. Mis ayudantes estuvieron interrogando al jefe de los hombres que lo tripulan, un tal Drem Domar. Es un campesino o mercader del planeta Burga, sometido al reino desde hace tres aos. Ha tenido la delicadeza de no hacernos perder el tiempo y confesar que se sublevaron contra los ruderianos al trmino de una batalla espacial cerca de Ohbur, mundo que se halla en guerra contra Ruder. Alice se pregunt si no sera ms bien que Ruder combata contra Ohbur para someterlo tambin a sus dominios. Sigui, empero, en silencio. El tal Drem Domar asegura que el almirante les prometi la libertad si les ayudaban a combatir contra los ohburianos cuando la batalla se presentaba mal para Ruder. Drem dice que no cumplieron con su palabra y por tal motivo se sublevaron. Mataron a la tripulacin del acorazado que se rindi? Ellos juran que los supervivientes y el almirante tueron dejados en dos chalupas de salvamento y que es seguro que sus compaeros les debieron de recoger ms tarde. Entonces, cul es el problema, regidor? Es que no se hace cargo de l, comandante? Esos ex condenados solicitan asilo. Quieren quedarse en Cetso. En otros tiempos la cosa no hubiera sido difcil, aunque hubiesen asesinado a la tripulacin del acorazado; pero era cuando Ruder no se mostraba tan belicoso como en la actualidad. Alice pens que el regidor, con aquellas palabras, admita de lleno que los ruderianos estaban lanzados a una guerra de conquista. Piensa entregar esos hombres a los ruderianos? Cokh neg con la cabeza. No tenemos establecidas leyes de extradicin con Ruder. Cierto que podemos entregarlos; pero es una cosa que nos desagrada. Los ruderianos seran implacables con ellos. Creo que nos limitaremos a devolver el acorazado. Me alegra or tal cosa, regidor. No esperaba menos de usted y su pueblo. Pero necesitar de usted, comandante. De m? pregunt Alice cogida por sorpresa. S. No tardarn en llegar naves de guerra ruderianas para hacerse cargo del acorazado. Y de paso querrn llevarse a sus antiguos prisioneros para juzgarles. O tal vez los maten sin juicio alguno. Ignoro qu puedo hacer yo. Puede hacerlo todo. Diremos a los ruderianos que usted otorg asilo poltico a los sublevados. Deber llevarlos a su nave y tenerlos all hasta que se marchen convencidos que digo la verdad. La comandante arrug el ceo. En seguida comprendi las implicaciones que le acarrearan aquello. Si hago tal cosa, Ruder no querr saber nunca nada del Orden. Y yo confo en recibir una invitacin para visitar su planeta antes de marcharme de Cetso. Los ruderianos saben que una nave del Orden est en Cetso. Comprendern que su actitud no quiso ofenderles. Olvidarn el incidente pronto y eso no influir en que ms adelante acepten iniciar conversaciones con el Orden Estelar, aunque yo desconfo que puedan llegar a un acuerdo con el prncipe. Qu ocurrir si no acepto su peticin de ayuda? pregunt Alice, mirando fijamente al viejo. ste suspir y dijo: Tendr que pensar que los deseos de amistad de la Tierra, representados por el Orden, son escasos. Me pone en una difcil situacin. Aceptara una propuesta por mi parte? Es posible. Dgame cul es. Antes de responderle deseara conversar personalmente con el jefe de los sublevados. Para qu? Para asegurarme de que no son unos vulgares asesinos. Ellos afirman ser presos polticos. Eso lo debo comprobar yo. El regidor de Cetso cerr los ojos, meditando. Est bien. Pero deber decidirse antes de cinco horas. Por qu ese tiempo? Es el que calculamos que tardarn los acorazados de Ruder en llegar a nuestro planeta. Comprender que ya hemos informado a los ruderianos que tenemos su acorazado. Debieron esperar. Si lo hicisemos, ellos hubieran sospechado que estamos de parte de los sublevados. Alice se levant. La admiracin que senta por el anciano disminuy un tanto; ahora le vea egosta. O tal vez fuera demasiado severa con l; Cokh slo se preocupaba por la seguridad de su pueblo. De todas formas agreg el regidor, hasta veinticuatro horas despus de aterrizar las ruderianos, Cetso no decidir si entregar a los fugitivos o no. Eso ser si yo me niego a concederles asilo, no? Naturalmente sonri el viejo. Caminaron hasta la salida del amplio despacho del regidor. En la puerta esperaban el alfrez Kortit, del Orden, y el secretario de Cokh. Disponga que la comandante Cooper sea conducida hasta el acorazado ruderiano orden el regidor a su secretario. A la mujer, dese: Suerte. Ella salud con un movimiento de cabeza y sali de la estancia, seguida por el alfrez y el secretario. Una vez solo, el anciano anduvo lentamente hasta un ventanal. Desde all dominaba una gran parte de la ciudad y algo del astropuerto. En aquella gran explanada, separados por cinco kilmetros de pista, la nave de exploracin Hermes y el acorazado Averno an parecan ignorarse. A Cokh le hubiera gustado saber en aquel momento si la tranquilidad que durante siglos haba disfrutado Cetso, viviendo en la opulencia gracias al comercio pacfico con sus vecinos, no iba a terminarse con su mandato. Por qu tenan que ocurrir tales cosas? Por qu aquellos desdichados, despus de sublevarse, haban elegido Cetso? En seguida se dijo que probablemente no haban tenido otro sitio. En otros planetas quiz tenan ms miedo a Ruder que en Cetso. La situacin estaba mala, delicada. Un paso en falso podra provocar con facilidad la ira del prncipe de Ruder. Y Grehan ya haba demostrado que le importaba muy poco una nueva guerra. En menos de cuatro aos haba iniciado tres. Gan dos y estaba a punto de terminar victorioso la tercera, conquistando a Ohbur. Aunque Ruder respetaba a Cetso, Cokh no confiaba en que tal cosa durase mucho tiempo. Cetso era una fruta apetecida por muchos. El temor a Ruder era lo que le haba impulsado a aceptar la amistad del Orden. Pero Cokh saba que el Orden slo ayudaba a sus amigos. Si Cetso era atacado, el Orden no podra intervenir por no tratarse de un planeta unido. Pero el regidor, as como sus consejeros, se resistan a perder la plena autonoma que hasta entonces haban disfrutado. Sin embargo, los tiempos haban cambiado, pens dolorido. Y los acontecimientos se precipitaban vertiginosamente. Captulo VNefen empuj hacia Drem una taza de caf. Est bueno. Lo prepar Faltru. l quera hacerlo en el laboratorio; pero yo le dije que el sitio adecuado para hacer caf era la cocina. No me fo de ese tipo cuando est rodeado de potingues ri Nefen. Drem tom la taza. Ola bien. Desde que recobraron la libertad volvieron a saborear muchas cosas que perdieron cuando fueron apresados por la feroz polica del prncipe Grehan. La mayor parte de los antiguos cautivos terminaban su almuerzo en el gran comedor que sirviera a la tripulacin ruderiana. Solamente media docena de hombres vigilaban la entrada y algunos puestos que no podan dejarse de cubrir en el puente y la sala de mquinas, en donde la presencia del capataz y sus servidores aconsejaba una constante vigilancia. Entr Faltru, con las manos metidas en los bolsillos y gesto aburrido. Regresaba del laboratorio. Si all no haba encontrado distraccin alguna, podan afirmar quienes le conocan bien que su estado de nimo dejaba mucho que desear. Sintate, Faltru. Quieres caf? Te recuerdo que t lo hiciste le dijo Nefen. Eh, levanta ese nimo, amigo. Sin hacer caso a Nefen, Faltru dijo a Drem: Por el tiempo que llevamos detenidos en este astropuerto ya debamos saber qu piensan hacer con nosotros los cetsianos. Drem no quera alarmar a sus compaeros. l tambin estaba preocupado. Nunca pens que fueran a ser recibidos con tanto recelo. Empero, respondi: Una decisin importante requiere su tiempo. Ya es demasiado. Ahora estamos peor que antes de llegar a Cetso. No podemos marcharnos siquiera. Nos anclaron tan pronto aterrizamos y el Averno se ha convertido en nuestra crcel otra vez. Nefen abandon su buen humor. Faltru tiene razn dijo, olvidndose del caf. Esta gente parece que no nos cree. Yo tambin empiezo a sospechar que van a entregarnos a los ruderianos. No lo harn. Todo depender del dinero que les ofrezcan. Acaso ests seguro de que nos permitirn vivir aqu? No, no estoy seguro; pero los de Cetso nunca simpatizaron con Ruder, y mucho menos desde que Grehan fue investido como prncipe. Pero ahora Ruder es fuerte y temido record Faltru. Hace poco sub hasta la cspide del acorazado y descubr que los cetsianos estn instalando bateras a pocos kilmetros de nosotros. Es una tontera mascull Drem. No podemos hacer nada. Ni marcharnos, ni utilizar las armas de a bordo contra ellos. Nuestro ngulo de tiro nos impide hacerlo. Y ninguno de nosotros es capaz de manejar los proyectiles dirigidos por lser. Pero ellos no lo saben y toman precauciones. Es lgico. Temern que nosotros nos impacientemos y cometamos una locura. La locura fue venir a Cetso dijo un hombre. Drem se volvi para mirarle furibundo. Os he dicho mil veces que no tenamos otro sitio donde ir. Los hombres empezaron a mirar a su jefe. Drem se arrepinti en seguida de haber alzado la voz. Aquello poda ser tomado como una muestra de nerviosismo, que fcilmente poda contagiar a los dems. l era el jefe y deba conservar la calma. Sera una locura que los hombres, cansados de esperar, saliesen ahora de la nave. Record el cordn de policas armados que rodeaba el acorazado. Bien le haba advertido el funcionario cetsiano que bajo ninguna excusa deban abandonar el Averno. El vigilante de la entrada penetr en el comedor. Haba llegado corriendo y jadeaba. Acercndose a la mesa donde estaba Drem, dijo: Se aproxim un vehculo y baj una mujer con uniforme negro y plata. Me dijo que deseaba ver a nuestro jefe. Drem mir a sus colaboradores. Faltru dijo: Es extrao. Entre la gente de Cetso las mujeres no ocupan cargos pblicos o militares. A no ser que... Qu? Quin crees que pueda ser esa mujer? Recordis lo que hace unos das os dije acerca del Orden Estelar? Pues me parece que sus miembros usan uniforme negro y plata. Si durante la Primera Era en la Tierra las mujeres servan en el ejrcito, por qu no iban a hacerlo ahora? Drem asinti. Puede ser. De lo que estamos seguros es que las mujeres ruderianas no son soldados. Aunque tampoco me agrade, prefiero alguien del Orden a un enviado del prncipe. An no sabemos lo que puede ser peor apunt con pesimismo Nefen. Hazla pasar a ella y su comitiva al despacho del almirante. Supongo que es el sitio adecuado para recibirla dijo Drem, levantndose e indicando a Nefen y Faltru que le siguiesen. No espero que eso la impresione demasiado. Lo que me pica la curiosidad es el motivo que la hace venir a nosotros. Pronto saldremos de dudas sentenci Drem.

* * *

Alice, nicamente acompaada por el alfrez Koritz, entr en el despacho del almirante. Mientras se acomodaba en la silla que le haban ofrecido, estudi a los tres hombres que tena delante. El ms joven de ellos, sentado tras la mesa de slice, deba ser el jefe y era el nico que continuaba vistiendo el viejo uniforme de recluso-mecnico de sala de mquinas. Quienes le acompaaban y permanecan de pie a su lado vestan como todos los dems hombres que hasta entonces haba visto, ropas sacadas del almacn del acorazado. La mayora, vanidosamente, haba elegido guerreras de oficiales. La terrestre intuy que Drem ejerca una gran influencia sobre los dems sublevados. Era el cabecilla nato, capaz de arrastrar a las multitudes incluso a una muerte ciega. Soy la comandante Alice Cooper, jefe de la unidad exploradora Hermes del Orden Estelar. Drem, esbozando una sonrisa irnica, respondi: Y yo Drem Domar, jefe de los sublevados o ex esclavos del acorazado Averno, de la armada de su Serensimo Prncipe Grehan, seor de Ruder, tirano de Burga, de Dhor y pronto, si el infierno no lo impide, de Ohbur. Alice no se hizo esperar para responder a la mordacidad de Drem. Cre que me iba a responder con su nombre, no haciendo un resumen de las cualidades del prncipe de Ruder. Me parece que esta mujer que juega a soldados es de lengua rpida, Drem opin Nefen. Molesto, Drem dijo a la mujer: Vayamos al grano, seora. Para qu ha venido aqu? No quiero perder el tiempo. Vaya, me alegro de encontrar a alguien que no se ande con rodeos dijo Alice, simulando un suspiro de alivio. Antes perd un buen rato para que el regidor de Cetso me dijese que pretende que nosotros, los del Orden, les ofrezcamos el asilo poltico que pidieron a este planeta. Quiere decir que Cetso no est dispuesto a concedrnoslo? casi grit Nefen. Drem hizo un ademn tajante a Nefen para que guardase silencio. l era quien tena que hacer las preguntas. Pero Alice ya estaba respondiendo: No culpen a los cetsianos. Ustedes, con su presencia, les han creado un grave problema: hacen que peligre su neutralidad, tan celosamente guardada. Y sus negocios con Ruder tambin. Yo no estaba plenamente convencido de la avaricia de esos mercaderes mascull Drem. Y qu piensa hacer usted? Nos conceder proteccin? Es posible. Si accedo a ello, slo ser por el tiempo suficiente para que los ruderianos admitan que ustedes estn bajo la proteccin del Orden y se marchen. Luego los cetsianos les permitirn vivir en paz en su planeta. Por qu no nos dice ahora si nos otorgar asilo? Alice mir a Drem, descubriendo en sus ojos la natural ansiedad. Pero ella estaba decidida a negarse si aquellos hombres no eran unos desgraciados cautivos polticos del ambicioso prncipe. Decan que no se haban comportado como asesinos durante ni despus de la revuelta. Los ruderianos, segn palabras de Drem al mando de Cetso, fueron puestos en libertad poco antes de que el acorazado entrara al hiperespacio. Deba asegurarse si decan la verdad antes de consentir protegerles. Drem y sus colaboradores seguan esperando la respuesta de Alice. Debemos esperar algo an dijo ella. Tengo que realizar consulta con mis oficiales. Teme cobijar en su nave a unos asesinos? pregunt Drem, apoyando con fuerza las manos sobre el tablero de la mesa. Alice pudo haber mentido, o responder con cualquier cosa, pero contest: S. Quiero comprobar que los ruderianos y el almirante fueron dejados en las chalupas como afirma. Drem resopl. Est bien. Cunto tiempo necesitar para eso? Unas horas; tal vez al anochecer. Eh, Drem intervino Nefen. Por qu no le preguntas qu nos pasar si los de Cetso y ella no quieren ayudarnos? Mejor ser que no lo sepamos refunfu Drem. Alice sonri levemente. Dijo: Ahora me gustara conversar un rato con usted sobre otros temas, seor Domar. Preferira que se marchase en seguida a pedir consejo a sus oficiales, comandante dijo Drem encogindose de hombros. Pero si con eso la complazco... Quiero que me hable de Ruder, de su prncipe y cules son los motivos que iniciaron esta guerra. Ruder es un planeta vecino al mo, seora. Y... call y mir fijamente a la mujer, diciendo extraado: Creo que usted lleva mucho tiempo en Cetso. Qu puedo contarle yo que no hayan podido hacerlo los cetsianos? Ellos evitan hablar de Ruder y lo que ocurre en ese sistema planetario. Me interesa saber su propia versin de los hechos. Est bien. Le creo. Los cetsianos ponen precio a todo. Tan caro le pidieron por informarle de la guerra? No hablaron de dinero. Simplemente, rehusan tocar ese tema. Comprendo. Como deca, Ruder fue siempre un planeta pacfico, hasta que muri Othop dejando dos hijos. Berlah es la mayor, pero por ser mujer y a causa de las leyes ruderianas, no poda reinar. Su hermano Grehan fue proclamado prncipe. Cuando alcance la edad prevista, ser coronado rey. Pero para entonces exigir ser emperador.Hasta hace unos aos, Grehan se comport de forma comedida, sin mostrar sus ambiciones. A partir de la convalecencia de una grave enfermedad, de la que cuid su hermana Berlah da y noche pese a la locura que dicen algunos que tiene, su carcter cambi totalmente. Convoc a sus ministros, generales y dems gente importante y les anunci que con l, Ruder alcanzara un gran poder.Estn rodeados por tres planetas de escaso poder militar. Primero conquist su planeta hermano de rbita y luego el mo, Burga. Ahora est a punto de conseguir apoderarse de Ohbur. Pese a la resistencia que encuentra en este ltimo, las modestas naves de Ohbur tendrn que rendirse ante los modernos acorazados de Ruder. Ya han perdido la primera batalla, aquella en la que nosotros intervinimos, y no creo que tengan fuerzas para afrontar la segunda.Grehan, se rumorea, no piensa esperar a la fecha que dicta la ley para ser rey. Tan pronto como sus tropas dominen en Ohbur, se proclamar rey de Ruder y emperador de todo el sistema planetario. Y despus de esto, es posible que caigan Cetso y otros planetas, hasta que domine toda la zona estelar o alguien le mate. Ruder, desde el fin de la Primera Era, nunca mostr sus ansias blicas? pregunt Alice, vivamente interesada por el relato de Drem. No respondi ste. Aunque dotado de un fuerte ejrcito y una armada potente, Ruder nunca apeteci conquistar nuevos planetas. Pero el prncipe Grehan ha enloquecido a la juventud, a la tropa, a los generales y almirantes con sus encendidas palabras de gloria y conquistas. Los ha hipnotizado. Su personalidad, aumentada despus de su enfermedad, se agigant, cautivando a sus subditos. Siempre fue querido por los suyos y gobern con justicia pero, repentinamente, surgi en l el caudillo capaz de arrastrar a cientos de millones de seres a una guerra de conquista. Alice asinti. Comprenda el temor de los cetsianos ante la posibilidad de irritar a los ruderianos. Para aquella zona galctica, Ruder significaba un peligro mayor de lo que en un principio se haba figurado. Seora le dijo Faltru, aseguran que el Orden pretende imponer la paz en la galaxia. Por qu no interviene aqu y detiene el afn expansionista de Ruder? La mujer mir al cientfico. Con cierto pesar, respondi: El Orden tiene sus cdigos. Y debe atenerse a ellos. Todava recelan de nosotros en muchos lugares de la galaxia, creyendo ver en nuestra organizacin una reencarnacin del extinguido Gran Imperio. Tenemos que obrar con precaucin. Nosotros no podemos intervenir en aquellos planetas que no pertenezcan al Orden por voluntad propia. Si Ruder atacase a un mundo unido a nosotros, lo defenderamos como si fuese la Tierra. Pero aqu slo somos invitados. Si llegasen a atacar Cetso, no tendramos otra alternativa que retirarnos. No quiso Cetso unirse al Orden? inquiri Drem. Slo hemos firmado un tratado de amistad y de comercio. Es insuficiente para permitirnos intervenir con las armas. Esos cetsianos estn locos gru Drem. Saben que tarde o temprano Ruder caer sobre ellos. Acaso usted no se los explic? Naturalmente que s asinti Alice; pero Cetso quiz no confe en nuestro poder. Deben pensar que si se unen al Orden, Ruder puede anticipar el ataque y nosotros no cumpliramos con nuestra palabra. Son desconfiados; prefieren la seguridad actual que una duda futura. Es posible que abriguen la esperanza de que Ruder nunca les quiera conquistar. Alice oy a su espalda que su alfrez tosa discretamente. Se volvi hacia l, interrogndole con la mirada. Es una llamada del Hermes, comandante respondi l, al tiempo que le tenda una pequea cajita metlica que caba en la mano. Pidiendo disculpas con la mirada, Alice se la acerc al odo. No quera que los dems se enterasen del mensaje. Durante unos minutos la comandante estuvo escuchando, respondiendo nicamente con monoslabos. Cuando devolvi la cajita al alfrez, se volvi para mirar a Drem y sus compaeros. Me habl mi lugarteniente, la capitana LeLoux explic. En el Hermes se ha recibido una comunicacin del palacio del regidor, anuncindonos que diez acorazados de Ruder se han detenido a doscientos mil kilmetros de Cetso. El almirante, desde su nave insignia, pide permiso para aterrizar en este astropuerto. Los fugitivos cambiaron miradas de alarma entre ellos. Solamente Drem permaneci sereno. Sus ojos parecan querer arrancar a Alice una respuesta satisfactoria mientras preguntaba: Ya sabe que no matamos al almirante. Qu hay de su asilo? O an tiene que consultar con sus oficiales? Alice se levant. No es necesario. Les creo dijo. Empez una sonrisa y agreg: Les espero en mi nave dentro de veinte minutos. Procuren no saquear el acorazado antes de abandonarlo. Yo les entregar all lo que pudieran necesitar. Drem tom las manos de Alice y las apret con fuerza. Gracias. Aunque demostraba lo contrario, estaba seguro que usted nos ayudara. Era un presentimiento. No les ayudo yo, sino el Orden. Dir al regidor que a partir de este instante estn bajo nuestra proteccin. Mientras Alice sala de la estancia, Drem dijo: Pero yo siempre pensar que ha sido usted quien nos ayud. El Orden Estelar es algo impersonal, todo lo contrario de usted. Captulo VIEn el astropuerto exista una amplia zona que los cetsianos utilizaban para celebrar en ella entrevistas importantes con los diplomticos y misiones comerciales de otros planetas. Tal zona acotada era llamada Lugar Neutral y all deba dirimirse las cuestiones delicadas, dando a la parte extranjera un sitio donde las leyes cetsianas eran nulas. Alice Cooper terminaba de colocarse la corta capa de ceremonias en la estancia de recepcin del Hermes; junto a ella, vistiendo el uniforme de suboficial del Orden, Drem Domar sonrea al verse enfundado en las ropas negro y plata. Afuera esperaba el vehculo que les llevara al Lugar Neutral, donde ya aguardaban los ruderianos y el regidor, acompaado ste ltimo por sus consejeros. De veras cree que har un buen papel? pregunt Drem, sealndose a s mismo. Por qu no? sonri divertida Alice. El uniforme le sienta bien. Si algn da su planeta llegara a unirse al Orden, recuerde que reclutamos voluntarios en todos los planetas adeptos. Lo tendr en cuenta. Lleg el capitn Kelemen, entregando a Alice dos diminutas esferas. La comandante, colocando una dentro de la oreja de Drem, ante la sorpresa de ste, dijo: Durante la entrevista usted permanecer cerca de m, Drem. Lo que ahora lleva en el odo le permitir escuchar las confidencias que yo desee hacerle sin que nadie se entere. Del mismo modo, podr responderme o decir lo que desee si se limita a formular las palabras con un simple movimiento de garganta. Ya comprendo por qu sugiri que la acompaase sonri Drem. Pero, de tanto le valen mis consejos? Ya lo ver ms tarde. Ahora haga la prueba. Es as. Sin que Alice moviera para nada los labios, dentro del odo derecho de Drem pareca ella estar susurrndole. Es cierto. La entiendo perfectamente. Pero es poco original desearme suerte. Esccheme. Ocultando una irnica sonrisa para mantener sus labios apretados, Drem observ divertido cmo Alice, primero le miraba sorprendida y luego un poco enfadada. Pero la mujer termin por rer. Al principio tom sus palabras como una grosera dijo. Luego record que usted no me mira como oficial del Orden. Como mujer, con un poco de benevolencia, puedo llegar a darle las gracias. Pese a todo, me he quedado corto respondi Drem haciendo una inclinacin de cabeza. Es hora de marchar les record el capitn Kelemen. Se introdujeron en el elevador gravitacional adosado al fuselaje del Hermes. Una vez en la pista del astropuerto, se acomodaron en un vehculo descubierto. El cetsiano que lo conduca lo puso en marcha dirigindose hacia el Lugar Neutral, apenas a cinco kilmetros de distancia de ellos. Pronto avistaron a las personas que, de pie y pacientemente, les aguardaban. Alice sorprendi a Drem mirando hacia atrs, al Hermes. No se preocupe por sus hombres le dijo. Estn cmodos. Presenciarn la entrevista desde una pantalla de televisin. Mis tcnicos han conseguido montar un visor que nadie podr descubrir a poca distancia del Lugar Neutral. Drem se volvi hacia ella. Es eso correcto segn sus leyes? De ningn modo. Pero mis oficiales tambin quieren saber lo que ocurrir. Algo nos dice que ser interesante. Al mismo tiempo, sus hombres se distraern. La comandante mir al frente y Drem hacia ella, pensando que aquella mujer era algo fuera de serie. No poda ser de otra forma, si gobernaba una nave tan grande y potente como pareca ser el Hermes. Pero aparte de sus cualidades como militar, segua pensando Drem, Alice Cooper era una mujer completa. Los gestos que a veces usaba, firmes y decididos, llenos de autoridad, no disminuan en nada su feminidad ni su hermosura. Record al oficial que Alice haba enviado a la Tierra para que pasase una nueva revisin. Si ella, con su alto intelecto, le consideraba capacitado para ostentar un grado superior al de teniente y era capaz de darse cuenta, aquel tipo tena que ser algo excepcional. Sinti celos repentinos por el teniente, que le pareca que se llamaba Adn y algo ms. En seguida, se ri para s de su arrebato de envidia por el teniente Adn. Qu poda importarle a l la bella comandante, ni aquel teniente por el que Alice pareca mostrar cierta amistad? O sera algo ms que amistad? Se encogi de hombros. Pensar demasiado le incomodaba. Y ya no tena tiempo de hacer cabalas estpidas. El vehculo estaba llegando al Lugar Neutral, detenindose a pocos metros donde cetsianos y hombres de Ruder aguardaban su llegada para comenzar la entrevista. Cuando Drem, que segua a Alice y al capitn Kelemen a prudente distancia, vio al almirante rodeado por varios oficiales ruderianos, su corazn sufri un vuelco. Pero pronto se tranquiliz, al recordar que la nica vez que el almirante le vio en plena consciencia, antes de tomar las drogas de Faltru, su rostro estaba sucio, lleno de grasa. No podra de ninguna forma reconocerle dentro de un uniforme del Orden. El regidor Cokh se adelant y present a la comandante al almirante ruderiano. El cambio de saludos fue fro. El almirante pareca estar nervioso adems de impaciente. Sbitamente, dijo a Alice: El regidor acababa de comunicarnos que usted, en representacin del Orden Estelar y la Tierra, ha concedido asilo poltico a los asesinos que mataron parte de mi tripulacin y robaron el acorazado Averno, de la armada de Ruder. Alice se tom su tiempo para responder mientras estudiaba con curiosidad a los tres hombres uniformados de rojo que permanecan un poco aparte del grupo formado por oficiales espaciales de Ruder. Sus rostros parecan tallados en piedra. Es cierto. El Orden ampara a los antiguos presos forzados de su nave de guerra, almirante admiti Alice. Como ver, seor intervino el regidor, conciliador, la comandante Cooper actu de la forma que ya le he explicado. Las leyes de su planeta, la Tierra, le permiten realizar tales actos. El almirante se volvi lleno de furia hacia el regidor. Ustedes no debieron permitirlo, regidor dijo silabeante. No es bastante que nos anunciaran que el acorazado lleg a su planeta. Junto con la nave, debieron entregarnos a los culpables. Sus antiguos prisioneros vinieron directamente a m solicitando proteccin explic Alice, queriendo apartar de la discusin al regidor. En verdad, no quera complicar a Cetso. Yo les ofrec mi nave. Considrelos fuera de su alcance. El ruderiano fulmin a Alice con la mirada. Nunca o hablar del Orden, seora dijo. Pero le prevengo que con su actitud no conseguir que el Serensimo Prncipe acceda a iniciar conversaciones con su organizacin. Alice sonri complacida. Veo que est enterado de nuestra peticin de entrada en Ruder. Su Serenidad nunca lo permitir si no nos devuelve a los prisioneros. En el odo de Alice son la voz queda de Drem, diciendo: Ahora tiene una buena oportunidad de franquear la frontera de Ruder. Particularmente a Drem, la comandante le replic por el mismo sistema: No diga tonteras. Luego se dirigi en voz normal al almirante: Sera lamentable, pero ya pensbamos en regresar sin tener el honor de ser recibidos por Su Serenidad. El almirante se adelant hasta colocarse a menos de medio metro de Alice. Rpidamente Drem la advirti: Tenga cuidado. Nunca haba visto al almirante tan fuera de s. Siempre tuvo fama de gozar de una gran serenidad. No est ahora en su patria, comandante dijo el almirante. Ruder no permitir que se marchen con los prisioneros. Recuerde que sobre Cetso tengo veinte acorazados. Debera llevarlos a combatir contra Ohbur, no dedicarlos a recuperar a unos pobres diablos que le robaron su nave respondi burlona la comandante. Drem iba a prevenirle nuevamente. Alice estaba irritando demasiado al almirante. Qu pretenda ella? La mujer siempre haba gozado fama de buena poltica, as le dijeron los miembros del Orden cuando le hablaron de ella. Por qu pareca que buscaba ofender a! ruderiano? Por ltima vez, comandante, le pido que devuelva los prisioneros. Alice se entretuvo unos segundos para responder: Ahora son hombres libres. No puedo hacerlo. El Orden nunca revoca una decisin. El almirante lanz un grito de ira mal contenida. Drem no tuvo tiempo de actuar. Cuando termin de comprender lo que estaba pasando, el almirante ya apuntaba a la comandante con una pequea pistola, que sostena nerviosamente en su diestra. La matar. Usted..., usted se perder conmigo. Ni Drem ni el capitn Kelemen se atrevan a hacer movimiento alguno por temor de precipitar los acontecimientos. Los ojos del almirante relucan como los de un demente. Cuando con exasperante lentitud su dedo empez a oprimir el disparador de su arma, los tres ruderianos vestidos de rojo actuaron. Fue una triple descarga la que envolvi al almirante en una candente y flamgena cortina. El hombre chill apenas por un segundo y luego cay al suelo convertido en algo irreconocible y negro. Los terrestres y cetsianos miraron a los tres hombres uniformados que haban matado al almirante. Uno de ellos se adelant, diciendo: Soy el general Wulkro, de la Polica Especial de Su Serenidad su voz era seca, taladrante. El almirante estaba condenado por el prncipe a morir si no consegua recuperar a los prisioneros. La sentencia ha sido ejecutada. Alice, plida y an ms irritada, pregunt al regidor: Cmo consiente que esto ocurra ante sus narices? Cokh se encogi de hombros. Estamos en el Lugar Neutral, un terreno que es de todos. Usted intua algo semejante dijo Alice, reprobadora. El regidor respondi framente a la mirada desafiante de la comandante. Es posible, pero no poda saber quin iba a ser el muerto.

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Pude haber sido yo? Antes de que los hechos se consumaran, todo era posible. De las reacciones de los ruderianos nadie puede asegurar nada. El general Wulkro salud militarmente a Alice. Si el almirante fracasaba, deba transmitirle un mensaje de Su Serenidad dijo. El prncipe Grehan desea que la misin de paz del Orden visite Ruder. Crea que la guerra contra Ohbur impeda el inicio de nuevas relaciones diplomticas apunt Alice. Ohbur se ha rendido a las victoriosas naves de Su Serenidad, quien piensa que los miembros del Orden se sentirn complacidos de asistir a las fiestas de coronacin. Transmita a Su Serenidad dijo Cokh, simulando su sorpresa mis felicitaciones por su anticipado paso de prncipe a rey. El general dirigi una sonrisa de orgullo al regidor y dijo: Su Serenidad ser erigido emperador de Ruder y Tres Planetas. Dando un rpido giro sobre sus talones, el general empez a alejarse en direccin del acorazado ruderiano, lejos del Lugar Neutral. Un soldado de rojo le sigui, as como los navegantes del espacio. Estos ltimos estaban serios, reflejando vivamente en sus rostros la impresin causada por la inesperada muerte del almirante. El hombre uniformado de escarlata que haba hablado antes avanz unos pasos y dijo a terrestres y cetsianos: La coronacin tendr lugar dentro de tres das. Las fiestas durarn cinco das ms, despus que Su Serenidad sea investido como emperador de Ruder y Tres Planetas. En ese tiempo se reanudarn las inmunidades polticas. Se retir sin decir nada ms ni saludar. Alice pregunt a Cokh: Qu pasa con las inmunidades? Hasta ahora todo el mundo, incluso los extranjeros, estaban sometidos a la vigilancia de la polica especial en Ruder. Por ese motivo nunca nos decidimos a enviar embajadores ni cnsules. Pero mientras duren las fiestas, podremos estar tranquilos. Yo no me fiara plenamente. Puede hacerlo. El pueblo de Ruder nunca consentira que en los das que duren los festejos reales... imperiales ahora, se violen sus viejas leyes. Ni Grehan se atrevera a hacer semejante cosa. Toda su popularidad se vendra abajo. Alice sonri. Entonces iremos a Ruder.

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De regreso al Hermes, Drem coment: No creo que usted hubiera desistido de su propsito de ir a Ruder aunque no existiesen garantas diplomticas. Acierta plenamente admiti Alice. Me hubiera desagradado regresar sin comprobar por mis propios ojos si Ruder no significar en un futuro no muy lejano un peligro para el Orden. Est segura de que lo ser. No menosprecie al Orden. Estoy convencido de que ustedes son fuertes y capaces de derrotar a Ruder; pero si los dejan mucho tiempo, llegarn a ser poderosos. Ahora es el momento de atajar el peligro. El Orden nunca declara una guerra. Pues lo har Ruder, no lo dude. Eso sera diferente. Drem estudi a la comandante. Por su mente pas una idea descabellada, pero se atrevi a exponerla. Sera capaz de sacrificarse para provocar un incidente que libere de toda responsabilidad al Orden si declara la guerra a Ruder? Quiere decir que si no me importa que el prncipe me haga su prisionera y me ejecute junto con mis hombres? Ms o menos, s. Ella ri con cantarina entonacin. No se preocupe, no suceder nada de eso. No conozco a Su Serenidad, pero intuyo que debe tratarse de una persona inteligente, calculadora. Llegar a la conclusin de que an no est preparado para declarar la guerra al Orden. Ojal sea as. Bien, ir a entregar este uniforme al almacn. No lo haga. Le servir para acompaarme a las fiestas de la coronacin. Nunca estuvo en Ruder? No, claro. Me gusta la idea, aunque ignoro qu se propone usted. Pero... qu pasar con mis hombres? Ahora que ha pasado la crisis, el regidor permitir que vivan en este planeta. Sern conducidos a distintas ciudades. Separados, nadie notar su presencia. Y yo? Usted se quedar a mi lado como consejero. Me gustara mucho que fuese para algo ms replic Drem, mirando con deseo a Alice. Slo necesito un consejero respondi ella tajante. Y Drem la vio alejarse pasillo adelante, erguida y segura de s misma. Captulo VIIEl Hermes parti de Cetso al da siguiente, rumbo a Ruder. Horas antes lo haba hecho la nave del regidor acompaado por su extensa comitiva. Alice haba retenido un poco el momento de la marcha porque se preocup de que los ex prisioneros de Ruder encontrasen alojamiento adecuado en distintas ciudades de Cetso. Ninguna nave de aquella zona poda hacer lo que el Hermes: viajar por el hiperespacio sin necesidad de salir de los confines del sistema planetario. Pero Alice no quera descubrir an el secreto celosamente guardado por el Orden y que daba a sus unidades de guerra una notable ventaja sobre todas las dems de la galaxia. El Hermes no surgi en el espacio normal hasta estar a una distancia de treinta millones de kilmetros de Ruder. Pese a haber partido antes, la nave del regidor haba quedado muy atrs. Todos se sorprenderan de la velocidad de la nave terrestre, pero no pensaran que dispona del dispositivo especial que le permita desplazarse a velocidad supralumnica por el hiperespacio en distancias planetarias incluso. Ahora navegamos como un navo corriente explic Alice a Drem, que la acompaaba en aquel momento en el puente de mando. Drem estaba maravillado. Aunque no era un experto en viajes estelares, comprenda que aquella ventaja de las naves de la Tierra les confera una supremaca total sobre las dems. Estoy por apostar lo que sea a que ninguna nave de esta zona de la galaxia podra viajar ms de prisa que sta, sin utilizar el hiperespacio aadi Alice, con cierto orgullo en la voz. Drem admiti aquello en silencio. Intrigada por el mensaje que en aquel momento estaba recibiendo Kelemen desde la seccin de comunicadores, Alice se alej de Drem. El capitn se levant al verla llegar y dijo: Una nave se ha puesto en contacto con nosotros, comandante. Su jefe solicita pasar al Hermes para hablar con usted. Se ha identificado? pregunt extraada. Pareca estar esperndonos. Dice ser de la flota de Ohbur. Ese planeta se rindi hace unos das. Pero pueden haber quedado unidades que han optado por no deponer las armas argument Kelemen. Saben que somos del Orden? Me parece que s. Inmediatamente, Alice orden: Haga pasar al comandante de esa nave. Y que el Hermes disminuya la velocidad; no creo que puedan mantener por mucho tiempo nuestro ritmo de marcha. Al regresar Alice junto a Drem, ste dijo: Conozco a la gente de Ohbur. No admitirn la derrota. Seguirn luchando mucho tiempo por su independencia. Qu supone que querrn de nosotros? pregunt. Es obvio, no? Ayuda. La mujer no contest. No poda hacerlo porque no saba qu responder.

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Minutos despus, el comandante de la nave ohburiana estaba delante de Alice. Era un hombre de unos cincuenta aos, en la plenitud de su vida. Quizs antes de ser jefe de una nave de guerra lo fuera de un mercante; la guerra con Ruder lo habra obligado a convertirse en soldado. Alice adivin en seguida que no era un militar profesional, pero no por ello lo trat con menosprecio. Por el contrario, procur que su trato hacia l fuese todo lo amable posible. Bien venido a mi nave, comandante dijo al ohburiano. Me llamo Klem, seora. Y, si no me equivoco, estoy en un navo del Orden Estelar. As es. Puede explicarme cmo supo que seguiramos esta ruta y cul era nuestra identidad? Aspirando aire, Klem dijo: Antes de que nuestro planeta tuviera que rendirse, pensamos en enviar una misin a Cetso para entrevistarnos con los miembros del Orden. All tenemos algunos enlaces. Hace poco recibimos un mensaje impulsado por lser que nos comunic su ruta. Pero la verdad es que no esperbamos que llegaran tan pronto. Lamento que las circunstancias hayan impedido que la misin que alude no haya podido desplazarse a Cetso. Klem se mordi los labios. Los ruderianos lanzaron un feroz ataque y tuvimos que rendirnos antes de lo que esperbamos explic. Pero yo era quien iba a ser el portavoz y pude escapar. Ahora puedo transmitirle los deseos de mi pueblo. Cules son? Alice hizo la pregunta, aunque ya saba la respuesta. Es necesario que la ambicin de Grehan sea detenida a toda costa. Si no lo impedimos, antes de veinte aos ser dueo de muchos planetas ms. Y qu sugiere? Dicen que el Orden impone la paz en la galaxia. Si es cierto, ste es un buen lugar para que ustedes corroboren este rumor. A Alice le dola, pero no tena otra alternativa que decir: No eran exactamente ciertas sus informaciones, comandante Klem. Existen casos en los que el Orden se ve imposibilitado de hacer uso de las armas. Y explic que ellos no tenan firmado ningn tratado de defensa con ninguno de los planetas invadidos, y mucho menos pertenecan al Orden. Si es por eso, yo tengo plenos poderes para firmar tratados. El desaparecido Consejo de mi mundo me los otorg antes de la rendicin. Pero no representa ya a un planeta que pueda regirse por s mismo, no es as? Alice trataba de disimular su pesar ante la actitud que forzosamente tena que adoptar. S, pero... De todas formas, usted sabe que Ruder es el agresor. Acaso no repudian su proceder? Van a permitir que siga esclavizando mundos enteros? No puedo aprobar ni repudiar nada. Slo me atengo a las reglas. El Orden es lo que es porque las respeta. No seramos nosotros respetados en la galaxia si vulnersemos nuestras propias leyes. Klem adelant la barbilla y apret los labios. Lamento haberla molestado, seora. Me dijeron que esta nave iba a Ruder, que estaban invitados a las fiestas de la coronacin. Esos datos me debieron haber impedido venir. Otro, menos iluso, debi comprender que nada positivo obtendra. Lo siento respondi lacnica, Alice. Iniciando la retirada, Klem dijo, a guisa de saludo: Divirtanse en los festejos. Sern hermosos, regados con sangre. Alice lo vio alejarse hacia la esclusa donde le esperaba la pequea nave de transbordo. El hombre, ante lo sucedido, haba perdido lo poco de militar que tena, surgiendo en l el sencillo navegante del espacio convertido en soldado a la fuerza. De vuelta al puente, la mujer dijo a Drem, que caminaba a su lado: Antes de juzgarme debe reconsiderar las circunstancias. Yo no la juzgo. La admiro. Ella se detuvo. Aunque me crea un ser deshumanizado, incapaz de ayudar a quienes lo necesitan? Drem empez una pequea sonrisa. Deb decir no que la admiro, sino que la deseo. Cuando un hombre desea a una mujer como usted, todo lo dems, lo que ella haga, le trae sin cuidado. Tal vez, en otro momento, Alice se hubiera sentido halagada con aquellas palabras o hubiera echado a rer. Pero an tena reciente la mirada mezcla de odio y resentimiento de Klem. Est olvidando que es un simple husped, Drem. Comprtese como tal. Si sta es la manera de cortejar que usa en su planeta, recuerde que pertenezco a otra civilizacin. Mejor que la ma? Distinta. Con otras costumbres. No me diga que la ofendo. O es que teme terminar en mis brazos? No le temo; me molesta. Eso es todo. Ahora disclpeme; tengo una tarea importante que realizar. Rpidamente, Alice ascendi hasta su palco. Desde all vio como Drem sala del puente. A solas, pudo dedicarse a sus pensamientos. Se imaginaba lo que iba a suceder, al menos si juzgaba los hechos acaecidos. Tendra que presenciar unas fiestas fastuosas, casi brbaras, en Ruder. Incluso era posible que el prncipe y futuro emperador se dignase a recibirla, para manifestarle que su nuevo imperio no deseaba mantener relaciones con el Orden. Con aquello tendra suficiente para llenar el informe. El alto mando se encargara de analizarlo y decidir si era conveniente o no seguir ocupndose de aquella zona estelar. Lo ms probable sera que durante muchos aos, o siglos, ninguna nave del Orden regresase all. El naciente imperio de Grehan crecera o se derrumbara. Aunque ocurriese lo primero, por mucho poder que acumulase, nunca representara un serio peligro para el Orden y los planetas unidos a l. Alice pens que ojal hubieran transcurrido aquellos ocho das sin que se recibiese la invitacin del prncipe. El Hermes hubiera regresado a la Tierra antes de un mes, donde a su tripulacin les esperaba un merecido descanso. La idea de regresar a la Tierra hizo sonrer a Alice. An estara all Adn. Entonces sabra si sus presentimientos eran ciertos y, por una vez, las mquinas se haban equivocado al asignarle el grado de teniente. Ella estaba segura de que Adn posea cualidades para servir al Orden ms que como un simple oficial. Pero arrug el ceo, porque pens que si todo haba sido una falsa esperanza, el golpe que Adn iba a recibir sera demoledor para su moral. Tardara mucho en rehacerse y solicitara el inmediato envo al frente rebelde. Alice suspir, dicindose que ya tendra tiempo para preocuparse por aquel problema. Ahora tena otro al que dedicar su atencin. Pronto llegara a Ruder. Deseaba conocer al prncipe.

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Me fastidia que ese tipo de Burga, Drem, est siempre detrs de la comandante coment Kelemen. LeLoux, divertida, respondi: Si estuviera aqu el teniente Villagran seguramente ya le habra dado un puetazo. Sigues pensando que Adn estaba enamorado de ella? Eso pensamos todos, no? dijo la capitana, encogindose de hombros. Pero ahora lo dudo un poco. Su viaje a la Tierra ech por la borda tal hiptesis. Es extraa su marcha. Creo que la comandante lo envi all por expresa voluntad. De todas formas, l quera marcharse del Hermes. Le pregunt a la comandante por los motivos que tena Adn de dejarnos y no quiso responderme. Yo creo que... Callaron al ver aproximarse a Alice seguida de su inseparable acompaante. Hemos recorrido la ciudad dijo Alice. Drem me acompa y celebro que lo haya hecho. Pese a que est bellamente engalanada para las fiestas de la coronacin, los adornos no ocultan que una gran parte de sus habitantes viven tan miserablemente como los que llaman prisioneros de guerra y no son otra cosa que esclavos, mano de obra barata. Drem tena el semblante sombro cuando dijo: He visto miles de compatriotas mos trabajando en las labores ms duras. No saba que hubiera tantos en Ruder. El prncipe ha debido traer muchos de mi planeta. Teniendo en cuenta el sistema social de Ruder, es lgico que utilicen esclavas dijo Kelemen. Las mujeres aqu no sirven en el ejrcito ni trabajan en ninguna profesin un poco dura. Si quieren llevar adelante una costosa guerra de conquistas, han de echar mano a los hombres de las tierras conquistadas para cubrir los puestos de los que marchan al combate. Pero, de todas formas, la inmensa mayora de los ruderianos no nada en la abundancia insisti Alice. No es que pasen miseria, pero carecen de muchas comodidades. Antes esto no suceda dijo Drem. Pero sin duda alguna el pueblo idolatra a su prncipe manifest con cierto disgusto Alice. Eso ya lo saba yo y se lo dije record Drem. Le apena haberlo comprobado con sus propios ojos? Era la nica posibilidad que tenamos de poder intervenir militarmente en este planeta si la situacin lo requiriese dijo Alice. Si el gobernante es un tirano, podemos forzar un referndum. Es un medio poco usado por el Orden, pero legal dentro de nuestras leyes. Drem mir con asombro a A