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Apoya este libro en: http://bit.ly/1sZVYtl Una mujer, presa de sus miedos, del paso del tiempo y llena de amor, decide contar a su nieta, aún por nacer, parte de su historia familiar. Su deseo es dejarle un regalo lleno de tiempo vivido, para que esos pasos que todavía son potencia lleguen a plantarse firmes en el suelo tortuoso de la vida.
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Corazón
Mi querida nieta, imagino que no puedes saber quién te escribe esto en este
instante concreto de tiempo en el que tecleo guiada por un sonoro corazón que
bombea recuerdos. Sobre todo porque es prácticamente imposible, ya que tú
aún no has nacido y tu madre apenas es una niña de cinco años con la que ya
tengo mis pequeñas batallas; tiene un genio increíble y cuando su carácter
explosiona, tu abuelo, tu tío y yo, nos miramos sonriendo, sorprendiéndonos
una y otra vez ante sus ataques volcánicos.
Si las previsiones actuales de tu madre se cumplen, te vas a llamar
Corazón, así que ese va a ser tu nombre en este cuento. No sabes lo difícil que
resulta hacerle cambiar de idea, de hecho me sorprende enormemente lo claro
que lo tiene todo con respecto a los gustos. Yo que voy y vengo, cual ola
marinera se forma y se deshace, yo que digo blanco y a los dos segundos me
planteo que tal vez el negro sería mejor y sin embargo vuelvo al blanco si mi
marido me anima a que elija el negro. Ella no, ella sabe claramente si quiere
blanco o quiere negro, diga yo lo que diga. Rocío es una princesita que baila
sobre las nubes, que imagina mil historias y se las cree, que es capaz de jugar
con un par de piedras porque su imaginación las convierte en princesas en
peligro y las hace bailar y cantar, y pelearse. Marcos es un niño que parece un
pequeño hombre, de vez en cuando patalea y lloriquea como el niño que
realmente es, pero su madurez te hace verlo como un apuesto y sensible
pequeño hombrecito delicado. Ambos me abrazan, se ríen, se pelean, se
quieren, llenan de sentido mi vida y toda yo me sumerjo en su mundo y
prácticamente desaparezco para fundirme en su caminar. Los hijos son un
trocito de ti que vigilas con tiento, por los cuales te olvidas de que el cuerpo
base tiene necesidades, cambias las prioridades, y la creatividad se vuelca en
decorar sus vidas de la mejor manera; y pintas cuadros de colores, y bailas, te
maquillas, te ríes para ellos. Tú ya no caminas sola, eres un conjunto de
trocitos de ti repartidos por el mundo; tú tienes la mente ocupada en hacer todo
lo posible para que la felicidad sea un estado permanente en esas criaturitas
que revolotean por la casa. Cuando tienes un hijo ya nada vuelve a ser igual,
todo se ve de otra manera, tamizado por unos ojos maternales que lloran por
sus tristezas y se iluminan con sus alegrías. No me imagino el momento en el
que tú llegues al mundo o un primo tuyo aterrice en mis brazos de abuela
sabia. Será el momento de hacer sopitas ricas para alimentar con calor de
madre a mis hijos y a mis nietos, para que se sienten en mi mesa y alimente
sus sueños con el conocimiento que me dieron los paseos por la vida. Como
habrás podido intuir, yo soy tu abuela Isabel.
¿Que por qué tiene sentido escribir este libro? Verás, Corazón, el tiempo
pasa tan deprisa que tengo la sensación de que cuando me quiera dar cuenta
habrá pasado todo delante de mis ojos sin dejar apenas un rastro; temo que
llegue un día en el que al mirar atrás no encuentre nada, y también me aterra
pensar que si desaparezco, nada de lo que he vivido se hospede en el
recuerdo de nadie; es como si tuviera la necesidad de inmortalizar momentos
importantes de mi vida para asegurarme de que llegan hasta ti y te pueden
servir. Sé que los consejos son solo para el que quiera que se los den, pero
cuando uno lee una historia con libertad e intriga por saber algo que el autor
estaba dispuesto a contar, tal vez, en algún momento pueda ser útil una frase,
una vivencia, un miedo, sobre todo si esas líneas las escribió alguien en el que
vernos reflejados, alguien que como tú comenzó a caminar por el mundo con el
culo al aire y la maleta vacía. Yo te ofrezco mis vivencias, mis torpezas, mis
dolores y mis sueños, para que tú hagas con todo ello lo que mejor entiendas;
quizás no son los mejores ingredientes para elaborar una apetitosa tarta de
fresa, pero es lo que tengo para darte: mi vida. Así si de repente una
enfermedad neurodegenerativa ataca a mis recuerdos, éstos estarán recogidos
en una serie de páginas escritas con amor y necesidad, y protegidos para
siempre en un rincón de una biblioteca cualquiera. ¿Te has dado cuenta?
Miedo a quedarme sin memoria, miedo a que llegue un día en el que empiece a
vestirme con prendas imposibles y atemporales, miedo a que se repita la
historia.
Ya sé, ya sé que no se puede plasmar todo, lo pensaba el otro día, y tantas
veces; no es posible captar cada segundo en el que miras tu mundo
contemplativamente, y sientes el frío del invierno, el crujir de las hojas que caen
en otoño, el canto primaveral de un pájaro o la molesta sensación de la piel
quemada por una imprudente exposición al sol. No es posible querida hacer
que las sensaciones físicas no mueran con el paso del tiempo, de los minutos,
de las horas. Pero la emoción, esa puede quedar reflejada en un papel. Y los
miedos, tantos miedos que me han ido acompañando, miradas al vacío,
asomándome a un terrible precipicio; las múltiples veces en las que un
desenlace fatal hubiera podido producirse, y las veces en las que se produjo, el
terror, el pánico, el miedo transformado en pesadilla cumplida y realizada. Pero
también el sueño, sí querida, las cosas buenas también pueden ocurrir y los
sueños realizarse, es la única certeza que tenemos, es lo que se evidencia
cuando se cumplen los peores pronósticos: lo mismo puede pasar con las
cosas buenas.