Ley Natural Veritatis Splendor (1)

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    CURSO ON-LINE:

    INTRODUCCIN A LA

    TEOLOGA MORAL

    MANUAL DE CLASES

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    LA LEY NATURAL EN

    VERITATIS SPLENDOR

    George Cardenal Cottier, O.P.

    Introduccin

    1. Ciertamente, Veritatis splendor, cuyo objetivo es tratar algunas cuestiones fundamentales de

    la enseanza moral de la Iglesia, no poda omitir una referencia a la ley natural. La encclica

    aborda estas cuestiones en funcin de la nueva situacin que se ha producido en la Iglesia

    con respecto a problemas controvertidos, tales como la discrepancia entre la respuesta

    tradicional de la Iglesia y algunas posiciones teolgicas, difundidas incluso en seminarios y facultades

    teolgicas, sobre cuestiones de mxima importancia para la Iglesia y la vida de fe de los cristianos, as

    como para la misma convivencia humana. En la base de estas concepciones, se encuentra el

    influjo, ms o menos velado, de corrientes de pensamiento que terminan por erradicar la libertad

    humana de su relacin esencial y constitutiva con la verdad. Y as se rechaza la doctrina tradicional

    sobre la ley natural y sobre la universalidad y permanente validez de sus preceptos (...) (n. 4). El

    diagnstico, esbozado en la Introduccin, explica qu aspecto del tema se considera y en qu

    puntos de la doctrina se pone nfasis. De hecho la encclica cita el Catecismo de la Iglesia

    Catlica, el cual contiene una exposicin completa y sistemtica de la doctrina moral cristiana (n.

    5). Desde el punto de vista metodolgico, es importante no perder jams de vista la

    articulacin de estos dos grandes documentos del actual Magisterio.

    UNIDAD 3

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    I

    El joven rico

    2. El captulo I es una amplia meditacin sobre el dilogo de Jess con el joven rico ( Mt 19,

    16-22). Y en este contexto aparece la referencia a la ley natural. Si quieres entrar en la vida,

    guarda los mandamientos (v. 17). Es preciso continuar la lectura: Slo Dios puede

    responder a la pregunta sobre el bien porque l es el Bien: lo hizo creando al hombre y

    ordenndolo a su fin con sabidura y amor, mediante la ley inscrita en su corazn (ver Rm 2,

    15), la ley natural. El texto, que alude a la enseanza capital de Pablo a los Romanos (2, 14-

    16), prosigue as: sta no es ms que la luz de la inteligencia infundida en nosotros por Dios.

    Gracias a ella conocemos lo que se debe hacer y lo que se debe evitar. Dios dio esta luz y esta ley en la

    creacin. La cita es de Santo Toms. Por consiguiente, la ley natural corresponde a la

    creacin, pero despus Dios dio esta luz y esta ley en la historia de Israel, particularmente con las

    diez palabras, o sea, con los mandamientos del Sina, mediante los cuales l fund el pueblo de la

    Alianza (ver Ex 24) (...). Por consiguiente, el pueblo de la Alianza debe hacer resplandecer la

    santidad de Dios entre todas las naciones. La entrega del Declogo est inscrita en la historia

    de la salvacin, es promesa y signo de la A lianza Nueva, cuando la ley ser escrita

    nuevamente y de modo definitivo en el corazn del hombre (ver Jer 31, 31-34), para sustituir

    la ley del pecado, que haba desfigurado aquel corazn (ver Jer 17, 1). Entonces ser dado

    un corazn nuevo porque en l habitar un espritu nuevo, el Espritu de Dios (ver Ex

    36, 24-28). Se comprende as el significa do de la palabra de Jess cuando dice Si quieres

    entrar en la vida, guarda los mandamientos ( Mt 19, 17). Existe una estrecha relacin entre la

    vida eterna y la obediencia a los mandamientos de Dios. stos indican el camino de la vida.

    Debemos continuar la lectura del texto: Por boca del mismo Jess, nuevo Moiss, los

    mandamientos del Declogo son nuevamente dados a los hombres; l mismo los confirma

    definitivamente y nos los propone como camino y condicin de salvacin. El mandamiento se vincula

    con una promesa: en la Antigua Alianza, el objeto de la promesa era la posesin de la tierra (...); en la

    Nueva Alianza, el objeto de la promesa es el Reino de los cielos, tal como lo afirma Jess al comienzo

    del Sermn de la montaa -discurso que contiene la formulacin ms amplia y completa de la Ley

    Nueva (ver Mt 5-7)-, en clara conexin con el Declogo entregado por Dios a Moiss en el monte

    Sina. Luego el texto precisa el sentido de la historia de la salvacin en su plenitud: A esta

    misma realidad del reino se refiere la expresin vida eterna, que es participacin en la vida misma de

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    Dios; sta se realiza en toda su perfeccin slo despus de la muerte, pero desde la fe se convierte ya

    desde ahora en luz de la verdad, fuente de sentido para la vida, incipiente participacin en una

    plenitud en el seguimiento de Cristo (...) (n. 12).

    Este n. 12, cuya importancia no puede pasar inadvertida, sugiere algunas observaciones.

    Cuando el Magisterio habla de la ley natural, su consideracin es exclusivamente

    teolgica, lo cual no excluye el enfoque filosfico del problema, en s mismo pertinente y

    necesario, como veremos.

    En cuanto a la historia de la salvacin, una Alianza marca cada vez sus grandes etapas. La

    Alianza en el monte Sina anuncia y prepara la Alianza Nueva y eterna con Jess. En esta

    perspectiva, no me parece forzar las cosas al decir que en cierto modo ya la creacin tiene

    valor de Alianza. La obediencia a los mandamientos es la respuesta que el hombre est

    llamado a dar a la iniciativa divina. As se manifiesta el carcter religioso de la vida moral:

    sta se inscribe en el dilogo entre Dios y el hombre, es respuesta de la libertad al don de

    Dios. No hay contraposicin entre una y otra Alianza, hay profundizacin, pero esta

    profundizacin supone, en cada etapa, una intervencin libre de Dios, que el hombre no es

    capaz de lograr puramente con sus propios recursos naturales. En este punto tenemos un

    primer elemento doctrinario vinculado con las relaciones entre la naturaleza y la gracia.

    Historia de la salvacin

    3. El captulo I contiene otros complementos preciosos a lo que acabamos de ver.

    La sntesis y fundamento de los mandamientos es el mandamiento del amor al prjimo (ver

    Rm. 13, 8-10, Mt 19, 19), que expresa precisamente la singular dignidad de la persona

    humana, la cual es la nica criatura en la tierra a la que Dios ha ama do por s misma, segn la

    hermosa expresin de Gaudium et spes, n. 24. As, la ley natural indica cules son los

    verdaderos bienes de la persona. El hombre es lo que es por estar creado a semejanza de

    Dios. Por este motivo la encclica puede decir que la centralidad del Declogo respecto a

    cualquier otro precepto es la afirmacin: Yo soy el Seor tu Dios. De aqu obtiene su luz y

    su fuerza la ley natural (ver n. 13).

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    Esta ley, inserta en la creacin, es retomada en el monte Sina. Jess no ha venido a abolirla,

    sino a darle cumplimiento. l dice la en cclica- es el vnculo viviente y eterno entre la Antigua

    y la Nueva Alianza. Interiorizando y radicalizando sus exigencias, l lleva a cumplimiento los

    mandamientos de Dios, en particular el mandamiento del amor al prjimo. El amor al

    prjimo brota de un corazn que ama y que, precisamente porque ama, est dispuesto a vivir

    las mayores exigencias. Jess muestra que los mandamientos no deben ser entendidos como un

    lmite mnimo que no hay que sobrepasar, sino como una senda abierta para un camino moral y

    espiritual de perfeccin, cuyo impulso interior es el amor (ver Col 3, 14) (ver n. 15).

    4. Otro pasaje de Mateo dice que la ley natural no puede comprenderse si no se considera la

    historia de la salvacin. Se trata de la respuesta de Jess sobre el derecho al repudio (19, 3-

    10): Moiss, teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazn, os permiti repudiar a vuestras

    mujeres; pero al principio no fue as. El origen o el principio alude a la creacin. Expresa el

    designio primordial de Dios sobre el hombre, un designio en relacin con el cual el hombre

    se ha incapacitado despus del pecado. El hombre se ha alejado de este designio originario.

    Al escuchar la invitacin dirigida por Jess al joven rico a renunciar a todos sus bienes y

    seguirlo, los discpulos consternados se preguntaron: Entonces quin se podr salvar?.

    Jess respondi: Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible (Mt 19, 26). Se

    trataba de la exigencia de perfeccin evanglica. Aqu se trata en cambio de una exigencia

    del designio creador, es decir, de la ley natural, cuya observancia parece ser superior a las

    fuerzas puramente humanas.

    La respuesta de Jess remite a la potencia de Dios: Imitar y revivir el amor de Cristo no es

    posible para el hombre con sus solas fuerzas (...). Se hace capaz de este amor slo gracias a un don

    recibido (ver n. 22).

    Est doctrina fundamental ser explicitada por San Pablo en las epstolas a los Glatas y a los

    Romanos, en las cuales compara la economa de la Ley (antigua) con la economa de la

    Gracia (Ley nueva) (ver n. 23). La referencia al contexto histrico y existencial de la

    observancia de la ley natural misma no puede ignorarse, por cuanto de lo contrario se corre

    riesgo de deslizarse hacia el pelagianismo.

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    Santo Toms pudo escribir por tanto que la Ley Nueva es la gracia del Espritu Santo dada

    mediante la fe en Cristo (I-II, q. 106, a 1, conclus. E ad 2 um), (ver n. 24). Consideremos por

    ahora la distincin, vlida tambin para la ley natural: por ser diferente el conocimiento de la

    ley, incluida la ley natural, es diferente la prctica. La relacin entre ambas se comprende al

    interior de la economa de la salvacin. La ley natural no puede ser extrnseca a la ley

    revelada; es asumida por sta, por lo cual el Magisterio tiene autoridad para recordarnos y

    precisarnos sus exigencias.

    Hasta aqu hemos destacado los elementos vinculados con la ley natural que se encuentran

    en el primer captulo. La ley natural est inscrita en el designio creador de Dios, que cre al

    hombre a su imagen. Est integrada en la economa de la salvacin. Su observancia por parte

    del hombre marcado por el pecado requiere el do n de la gracia del Espritu Santo.

    II

    Un diagnstico

    5. El captulo II presenta principios de discernimiento que hacen posible juzgar ciertas

    tendencias de la actual teologa moral. Los prrafos de introduccin (n. 28-33) entreg an un

    diagnstico de la situacin cultural contempornea, antes de tratar algunos temas

    fundamentales: I. La libertad y la ley, II. La conciencia y la verdad, a modo de continuacin

    de la parte anterior, III. La eleccin fundamental y los comportamientos concretos, IV. El acto

    moral.

    La libertad del hombre es el problema crucial ms debatido en la reflexin moral

    contempornea. Como se destaca en la encclica, el sentido ms profundo de la dignidad de la

    persona humana y de su unicidad, as como del respeto debido al camino de la conciencia, es

    ciertamente una adquisicin positiva de la cultura moderna. Esta percepcin, autntica en s

    misma, ha encontrado mltiples expresiones, ms o menos adecuadas, de las cuales algunas,

    sin embargo, se alejan de la verdad sobre el hombre como criatura e imagen de Dios y necesitan por

    tanto ser corregidas o purificadas a la luz de la fe (ver Gaudium et spes, n. 11).

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    As, se ha expresado tanto la gravedad del planteamiento como el criterio de discernimiento:

    el hombre es creado a imagen de Dios (ver n. 31). Los nmeros 32 y 33 presentan a grandes

    rasgos un diagnstico que hace constar los desafos a los cuales debe enfrentarse la

    concepcin cristiana del hombre.

    Estos desafos estn vinculados entre s y reflejan una lgica interna que llega a exaltar la

    libertad hasta el extremo de considerarla como un absoluto. El texto precisa que se trata

    nicamente de algunas corrientes del pensamiento moderno. En esta direccin se orientan

    las doctrinas que desconocen el sentido de lo trascendente o las que son explcitamente ateas.

    Por consiguiente, la conciencia individual llega a ser una instancia suprema, que decide

    sobre el bien y el mal, hasta el punto de estimarse que el juicio moral es verdadero por el

    hecho mismo de que proviene de la conciencia. De este modo, el criterio de verdad

    desaparece en aras de un criterio de sinceridad y autenticidad. Se ha llegado as a una

    concepcin subjetivista del juicio moral.

    Semejante evolucin est vinculada con la crisis en torno a la verdad. Se ha abandonado la

    idea de una verdad universal sobre el bien, que la razn humana puede conocer. Ya no se la

    considera como acto de la inteligencia, con el cual la persona aplica el conocimiento

    universal del bien en una determinada situacin y expresa as un juicio justo. Se le concede el

    privilegio de fijar, de modo autnomo, los criterios del bien y del mal. Nos encontramos as

    ante una tica individualista: cada uno se encuentra ante su verdad. De lo anterior se

    desprende una serie de consecuencias. El individualismo, llevado al extremo, desemboca en

    la negacin de la idea misma de naturaleza humana, o bien se sostiene la antinomia entre ley

    moral y conciencia, entre naturaleza y libertad. Paralelamente a la exaltacin de la libertad,

    se encuentran en la cultura moderna algunos movimientos que ponen en duda y niegan esta

    libertad.

    As, si bien las ciencias humanas han permitid o conocer mejor los condicionamientos de la

    libertad, encontrando aplicacin en diversos mbitos como, por ejemplo, en la pedagoga o

    en la administracin de justicia, la aplicacin poco crtica de sus conclusiones ha llevado a

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    algunos, en cambio, a negar la realidad misma de la libertad humana. Adems se han

    aplicado en forma abusiva algunas interpretaciones de la investigacin cientfica a nivel

    antropolgico llegndose a negar los valores humanos universales y a concebir la moral en

    forma relativista.

    Ciertamente, ningn telogo se refiere a las corrientes subjetivistas e individualistas a las

    cuales hemos aludido, pero muchos de ellos han experimentado su influjo, a raz de lo cual

    surge la tendencia a interpretar de manera nueva la relacin de la libertad con la ley moral,

    con la naturaleza humana y con la conciencia, y proponer criterios innovadores de

    valoracin moral de los actos. Se trata de tendencias que, aun en su diversidad, coinciden en el

    hecho de debilitar o incluso negar la dependencia de la libertad con respecto a la verdad.

    Evidentemente, no existe moral sin libertad, pero el problema es determinar qu libertad.

    Nos referimos al respecto a Gaudium et spes, n. 17: La verdadera libertad es signo eminente de

    la imagen divina en el hombre. Dios ha querido dejar al hombre en manos de su propia decisin para

    que as busque espontneamente a su Creador y, adhirindose libremente a ste, alcance la plena y

    bienaventurada perfeccin.

    Las personas tienen derecho a ser respetadas en el propio camino de bsqueda de la verdad;

    pero existe an antes la obligacin moral de buscar la verdad y de seguirla una vez conocida.

    Es preciso hacer un discernimiento crtico de estas tendencias ideolgicas, capaz de

    reconocer cuanto hay en ellas de legtimo, til y valioso y de indicar, al mismo tiempo, sus

    ambigedades, peligros y errores. Seala la encclica: Debemos examinarlas teniendo en cuenta

    que la libertad depende fundamentalmente de la verdad, dependencia que ha sido expresada de manera

    lmpida y autorizada por las palabras de Cristo: Conoceris la verdad y la verdad os har libres (Jn

    8, 32). Cada seccin del captulo examina un aspecto del problema.

    Antes de proseguir, hagamos dos observaciones. En relacin con la contraposicin entre

    libertad y verdad y sus consecuencias destructivas para la moral, se examina un cierto

    nmero de teoras morales; pero es necesario tener en cuenta una dicotoma ms profunda:

    La contraposicin, ms an, la radical separacin entre libertad y verdad es consecuencia,

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    manifestacin y realizacin de otra dicotoma ms grave y nociva: la que se produce entre fe y moral.

    Esta separacin constituye una de las preocupaciones pastorales ms agudas de la Iglesia en el

    presente proceso de secularismo, en el cual muchos hombres piensan y viven como si Dios no

    existiera, leemos en el n. 88. El problema que debemos tratar nos lleva precisamente a esta

    sepa racin entre libertad y verdad, pero la dicotoma entre fe y moral debe permanecer en el

    horizonte de nuestra reflexin. Y as surge la segunda observacin: la contraposicin entre

    libertad y verdad se considera a partir de concepciones errneas de la libertad. El posible

    acceso a la verdad es puramente supuesto. Con todo, el relativismo no permite cono cer la

    verdad. Por este motivo, debe considerarse la encclica Fides et ratio como un complemento

    requerido por Veritatis splendor.

    III

    Autonoma

    6. La primera seccin del captulo (n. 35-53), titulada La libertad y la ley, considera

    precisamente nuestro problema. Trata esencialmente de la ley natural. Del rbol de la ciencia

    del bien y del mal no comeris (Gn 2, 17). El libro del Gnesis ensea que el poder de decidir

    sobre el bien y el mal no pertenecen al hombre, sino slo a Dios. La libertad no es ilimitada,

    por estar llamado el hombre a aceptar la ley moral que Dios le da. En realidad, la libertad del

    hombre encuentra su verdadera y plena realizacin en esta aceptacin. Estas afirmaciones

    constituyen el principio de una justa concepcin de la libertad. Dios, el nico que es Bueno,

    conoce perfectamente lo que es bueno para el hombre, y en virtud de su mismo amor se lo

    propone en los mandamientos. La ley de Dios, pues, no atena ni elimina la libertad; al

    contrario, la promueve. Esta concepcin se opone a las corrientes centradas en un presunto

    conflicto entre la libertad y la ley. Si se atribuyese a cada individuo o a los grupos sociales la

    facultad de decidir sobre el bien y el mal, la libertad humana podra crear los valores y

    gozara de una primaca sobre la verdad, hasta el punto que la verdad misma sera

    considerada una creacin de la libertad. Semejante autonoma moral prcticamente

    significara su soberana absoluta (ver n. 35). Como podemos ver, no se trata de un debate

    marginal, sino del enfrentamiento de dos antropologas y sus consecuencias ticas.

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    Ciertamente, esta concepcin de autonoma como soberana absoluta nunca ha sido aceptada

    por los telogos catlicos, pero ha ejercido su influencia en algunos. Es preciso reconocer que

    en gran medida no han tenido intencin de condenar, por cuanto esto ha hecho posible un

    dilogo fecundo con la cultura moderna, solicitado tambin por el Concilio Vaticano II. Se ha

    puesto de relieve el carcter racional -y por lo tanto universalmente comprensible y

    comunicable- de las normas morales correspondientes al mbito de la ley. Se ha querido

    reafirmar adems el carcter interior de las exigencias ticas que deriva n de esas normas,

    que no se imponen a la voluntad, sino que operan en virtud del reconocimiento previo de la

    razn humana, y concretamente de la conciencia personal. Con todo, estas tentativas

    teolgicas han olvidado, por una parte, que la razn humana depende de la Sabidura

    divina, y que en el estado actual de naturaleza cada existe la necesidad y la realidad efectiva

    de la divina Revelacin para el conocimiento de verdades morales incluso de orden natural.

    Esta doble referencia es esencial. Volveremos al primer punto. El olvido del segundo punto

    lleva a una presentacin pelagiana y naturalista de la ley natural, de la cual ya hemos

    hablado.

    En la lgica de este olvido, se ha llegado a teorizar sobre una total soberana de la razn en el

    mbito de las normas morales. La ley moral sera una ley que el hombre se da

    autnomamente a s mismo. Dios intervendra nicamente como aquel que ha dado la razn

    al hombre. Estas teoras han llevado a negar, contra la Sagrada Escritura y la doctrina

    perenne de la Iglesia, que la ley moral tenga a Dios como autor y que el hombre, mediante su

    razn, participe de la ley eterna, que no le corresponde a l establecer (ver n. 36).

    Otros telogos han sealado que es tas tesis son incompatibles con la doctrina catlica; pero

    su respuesta es igualmente insuficiente: la palabra de Dios se limitara a proponer una

    exhortacin, una parnesis genrica, que luego slo la razn autnoma tendra el cometido de llenar de

    determinaciones normativas verdaderamente objetivas, es decir, adecuadas a la situacin histrica

    concreta. En este contexto, las normas morales determinadas relativas al llamado bien

    humano no perteneceran a la Revelacin y no seran importantes en orden a la salvacin.

    Por consiguiente, se niega una competencia doctrinal especfica de la Iglesia y su magisterio.

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    Es necesario aclarar precisamente este tipo de tesis morales que gravitan en torno a una

    concepcin errnea de la autonoma: a la luz de la palabra de Dios y de la tradicin viva de la

    Iglesia, las nociones fundamentales sobre la libertad humana y la ley moral, as como sus relaciones

    profundas e internas (ver n. 37). Los nmeros siguientes recuerdan los presupuestos y las

    grandes lneas de la doctrina de la ley natural.

    Teonoma participada

    7. Una primera dilucidacin lleva a una justa concepcin de la autonoma (n. 38-45). El punto

    de partida es una vez ms Gaudium et spes (n. 17). La libertad en el hombre es signo

    eminente de la imagen divina. Al quedar en manos de su propio albedro, el hombre es

    llamado a buscar espontneamente a su Creador y adherirse libremente a l, llegando a la

    plena y feliz perfeccin, y as a participar en la soberana divina. La soberana del hombre se

    extiende, en cierto modo, sobre el hombre mismo. El hecho de gobernar el mundo cada

    hombre, as como la comunidad humana, revela ya el sentido de la autonoma que le

    corresponde; pero de este modo el hombre ha sido confiado a su propia responsabilidad:

    Dios, segn las palabras del Sircida, lo ha dejado en manos de su propio albedro (15, 14). Est

    llamado por tanto a edificar personalmente en su ser dicha perfeccin, confirmando,

    desarrollando y consolidando en s mismo la semejanza con Dios, realizando actos

    moralmente buenos. El Concilio, no obstante, llama la atencin ante un falso concepto de

    autonoma de las realidades terrenas, que seran utilizadas sin hacer referencia de las mismas

    a Dios. El resultado lgico de esta concepcin es el atesmo: Pues sin el Creador la criatura se

    diluye (...) Adems, por el olvido de Dios la criatura misma queda oscurecida (ver n. 38-39). El

    concepto de justa autonoma se aplica de hecho a la razn prctica. La vida moral exige la

    creatividad y la ingeniosidad propias de la persona, origen y causa de sus actos deliberados.

    Por otro lado, la razn prctica encuentra su verdad y su autoridad en la ley eterna, que no

    es otra cosa que la misma sabidura divina. El n. 40 cita el Gn 2, 17 y retoma la cita de Santo

    Toms (ver N. 12), que desarrolla el siguiente elemento esencial de la doctrina: el concepto

    de justa autonoma de la razn prctica implica su participacin en la sabidura del Creador

    y Legislador divino. De aqu se desprende una consecuencia determinante: La libertad del

    hombre y la ley de Dios se encuentran y estn llamadas a compenetrarse entre s, en el sentido de la

    libre obediencia del hombre a Dios y de la gratuita benevolencia de Dios al hombre. Por

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    consiguiente, no se puede hablar de heteronoma, como si la relacin, siendo una relacin de

    contraposicin entre la libertad humana y la omnipotencia absoluta, fuese externa al hombre.

    Dicha heteronoma sera una forma de alienacin, contraria a la sabidura divina y a la dignidad de

    la persona humana. Es preciso hablar de teonoma participada: la obediencia del hombre a la

    ley de Dios implica la participacin de la razn y la voluntad en la sabidura y la providencia

    de Dios. Al someterse a la ley, expresin de la sabidura divina, la libertad se somete a la

    verdad de la creacin (ver n. 41).

    Como podemos advertir, la doctrina de la ley natural forma parte de la teologa de la

    creacin. Se explicita aqu lo anticipado al comienzo de la encclica (n. 12). Para dirigirse

    hacia Dios libremente, el hombre debe hacer libremente el bien y evitar el mal, pero para esto

    debe poder distinguir el bien del mal. Y esto sucede, ante todo, gracias a la luz de la razn

    natural, reflejo en el hombre del esplendor del rostro de Dios. La encclica hace una

    indicacin sobre la cual volveremos. La ley no se llama natural en relacin con la naturaleza

    de los seres irracionales. sino porque la razn que la promulga es propia de la naturaleza humana

    (ver n. 42). En el mbito de la teologa de la creacin, se nos manifiesta por tanto el sentido de

    la justa autonoma de la libertad y la razn humana como participacin en la sabidura

    divina y el sentido de la frmula: naturaleza humana.

    8. La doctrina de la ley natural como participacin en la ley eterna es clsica. La sabidura

    divina es providencia, amor solcito. La razn humana, que conoce la ley eterna con la luz

    natural, llega as a participar de la providencia de Dios. Esta participacin se da con mayor

    excelencia en la criatura racional en comparacin con todas las dems criatura s de la

    naturaleza. Por este motivo hay en ella una participacin en la razn eterna, gracias a la cual

    tiene una inclinacin natural a la accin y al fin debidos. Y semejante participacin en la ley eterna, en

    la criatura racional, se llama ley natural, escribe Santo Toms. La doctrina del Doctor Anglico

    fue asumida en la enseanza moral del Magisterio. La distincin entre el bien y el mal hecha

    por el hombre median te su razn se percibe ms clara y firmemente cuando esta razn est

    iluminada por la Revelacin divina y por la fe. En ms de una pgina, el Antiguo Testamento

    canta la alegra liberadora del conocimiento de la Ley divina. La Iglesia a su vez la acoge con

    reconocimiento. Adems, recibe como don la Ley nueva, que es el cumplimiento de la ley de

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    Dios en Jesucristo y en su Espritu, sobre la cual Santo Toms pudo decir que alude tanto al

    Espritu Santo, que ilumina el intelecto, pero adems inclina a actuar con rectitud, como al

    efecto propio del Espritu Santo, es decir, la fe que acta por la caridad (Gal 5, 6), la cual, por

    eso mismo, ensea interiormente sobre las cosas que hay que hacer... e inclina el afecto a

    actuar (ver n. 45).

    En la reflexin teolgica se suele distinguir la Ley de Dios positiva o revelada de la natural, y

    en la economa de la salvacin se distingue la Ley antigua de la Ley nueva. Estas distinciones

    se refieren a las diversos modos como Dios se ocupa del mundo y el hombre en la historia,

    que lejos de excluirse entre s, se compenetran recprocamente. Todos tienen su origen y

    confluyen en el eterno designio sabio y amoroso con el que Dios predestina a los hombres a reproducir

    la imagen de su Hijo (Rm 8, 29). La aceptacin de este designio es la nica va para la

    consolidacin de la libertad (ver n. 45).

    El hombre, criatura deseada por Dios por s misma, participa de la sabidura y la providencia

    de Dios como persona responsable. En esto consiste su autonoma y la plena realizacin de

    su libertad. La ley natural es la seal, en la criatura responsable, de la Ley eterna. Este

    vnculo constitutivo entre la ley natural y la Ley eterna no debe perderse de vista.

    Objeciones

    9. La idea de la ley natural ha sido rebatida a menudo por diversos motivos. La encclica

    enfrenta una serie de dificultades y objeciones. Es oportuno hacer una serie de indicaciones y

    distinciones de gran importancia.

    As, el presunto conflicto entre la liberad y la ley se replantea hoy con una fuerza singular en

    relacin con la ley natural, y en particular en relacin con la naturaleza. En realidad, este

    debate no es nuevo. El Concilio de Trento ya seala estas tensiones en la poca de la Reforma

    y el Renacimiento. En la actualidad, el conflicto se ha manifestado sin perder su intensidad.

    El n. 46 enumera una serie de factores que condicionan la problemtica actual, mientras el n.

    47 presenta las objeciones contra la idea misma de la ley natural. El gusto por la observacin

    emprica, los procedimientos de objetivacin cientfica, el progreso tcnico y algunas formas

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    14

    de liberalismo han lleva do a contraponer los dos trminos como si la dialctica e incluso el

    conflicto- entre libertad y naturaleza fuera una caracterstica estructural de la historia humana. En

    otras pocas les pareca a algunos que la naturaleza sometiera totalmente el hombre a sus

    dinamismos e incluso a sus determinismos. An hoy da las coordenadas espacio-temporales

    de la existencia humana -las constantes fsico-qumicas, los dinamismos corpreos, las

    pulsiones psquicas y los condicionamientos sociales- parecen a muchos los nicos factores

    realmente decisivos. Se termina considerando los hechos morales como si fueran datos

    explicables con las categoras de los mecanismos psicosociales. En definitiva, se puede llegar

    a valorar el objeto del saber moral y sus prescripciones sobre la base de un resultado

    estadstico sobre los comportamientos humanos concretos y los valores de la mayora.

    Otros, en cambio, por exaltar la libertad, la conciben en oposicin o contraste con la

    naturaleza material y biolgica, sobre la cual debera consolidarse progresivamente. Detrs

    de este presunto conflicto, encontramos diferentes concepciones de la naturaleza que olvidan

    la dimensin de criatura y la integridad de la misma. As, la naturaleza se reduce a material

    para la actuacin humana y para el poder del hombre, destinada a ser transformada y

    superada por la libertad, dado que constituye su lmite y su negacin. Tambin se dice que es

    en la promocin sin lmites del poder del hombre o de su libertad como se constituyen los

    valores econmicos, sociales, culturales e incluso morales. Entonces la naturaleza, entendida

    as, sera un material biolgico o social siempre disponible. En ltimo trmino, se plantea que

    la libertad se define por medio de s misma y es creadora de s misma y de sus valores. En

    definitiva, el hombre ni siquiera tendra naturaleza y sera para s mismo su propio proyecto

    de existencia. El hombre no sera nada ms que su libertad.

    He querido sealar el conjunto de elementos de un diagnstico que permite comprender las

    dificultades enfrentadas actualmente por la propuesta de la doctrina de la ley natural. Las

    tesis recordadas tal vez han influido en la crtica dirigida por algunos telogos moralistas: la

    concepcin tradicional de la ley natural presente en algunos documentos del Magisterio,

    especialmente en el mbito de la tica sexual, habra presentado como leyes morales ciertas

    leyes que en realidad son biolgicas. Por consiguiente hay una acusacin de fisicismo y

    naturalismo. Por lo tanto, el hombre, como ser racional, debe decidir libremente el sentido de

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    sus comportamientos, teniendo en cuenta los mltiples lmites del ser humano, que tiene una

    condicin corprea e histrica. Adems, deber considerar los modelos de comportamiento,

    que va ran de una cultura a otra, y sobre todo deber respetar el mandamiento fundamental

    del amor a Dios y al prjimo. Dios ha creado al hombre como ser racionalmente libre y de l

    espera una racional formacin de su vida. En cuanto al amor al prjimo, significara respeto a

    su libre decisin sobre s mismo (ver n. 47).

    El concepto de naturaleza

    10. Es preciso considerar con atencin el significado del concepto de naturaleza. De lo dicho

    anteriormente se desprende claramente que las crticas a la ley natural provienen de la

    concepcin que se tenga de la naturaleza. Desde el punto de vista lexicogrfico, el trmino

    naturaleza es polismico. A nivel psicolgico, se encuentra dentro del nmero restringido de

    nociones, de las cuales no se puede prescindir, que cambian de significado segn los

    sistemas. Adems, la idea de naturaleza es un presupuesto de las ciencias naturales.

    En los tiempos modernos, con el progreso de las ciencias, el sentido predominante en nuestra

    cultura es el de naturaleza fsica, material y a veces tambin psquica. Desde el punto de vista

    epistemolgico, la distincin entre ciencia y filosofa no ha sido claramente establecida en su

    origen. Por consiguiente, habr una tendencia a entender, en sentido exclusivo, la naturaleza

    como fsica y material, incluyendo tambin la psique humana las corrientes materialistas.

    La Deus sive Natura de Spinoza ejerci cierta influencia; pero con el Iluminismo aparece la

    idea de un sistema de la naturaleza concebida como un gran engranaje, que funciona en

    forma autnoma, seal de su perfeccin, y obedeciendo a un rgido determinismo. Esta

    concepcin es importante para el tema que estamos tratando, ya que influir en los sistemas

    del derecho natural. El etsi daretur Deum non esse quiere evidenciar la perfeccin de la

    naturaleza, y Grocio no niega que haya sido creada, pero entiende que el hecho de que

    funcione de manera independiente revela la excelencia del Artesano divino. Por otra parte,

    se habla ms bien de derechos que de leyes, por cuanto el modelo mecnico elimina la causa

    fina l. En cambio, la consideracin de las inclinaciones es esencial en la doctrina de Santo

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    16

    Toms. El rechazo de los sistemas clsicos del derecho natural fue extendido por muchos a la

    concepcin cristiana tradicional a pesar de ser sumamente distinta.

    Mencionemos adems que desde el Renacimiento hasta el Romanticismo las teoras

    naturalistas estn a menudo vinculadas con el pantesmo. Por otra parte, la dicotoma

    kantiana entre la naturaleza como conjunto de fenmenos y la razn prctica, de orden

    noumnico, est en el origen de la contraposicin entre naturaleza y libertad. Las ciencias de

    la naturaleza ya no dependen hoy de las teoras deterministas; pero lo que me parece

    constituir un obstculo mayor para la comprensin de la doctrina de la ley natural es la

    filosofa y la mentalidad positivista que impregnan amplios mbitos de nuestra cultura.

    Esta referencia, ciertamente esquemtica, a las peripecias de la idea de naturaleza demuestra

    la necesidad de un enfoque filosfico del problema como condicin preliminar para una

    presentacin teolgica.

    Se habr advertido que todas las teoras a las cuales hemos aludido tienden a separar la

    consideracin de la naturaleza de la metafsica y la teologa de la creacin.

    Definicin

    11. Para responder a las dificultades que han surgido, es necesario precisar la definicin de la

    ley natural (ver n. 48-50). Es necesario considerar la recta relacin que hay entre libertad y

    naturaleza humana, y en concreto el lugar que tiene el cuerpo humano en las cuestione s de

    la ley natural. Una libertad que pretenda ser absoluta acaba por tratar el cuerpo humano

    como un ser en bruto, desprovisto de significados morales. As, la naturaleza humana y el

    cuerpo aparecen como presupuestos extrnsecos a la persona y su libertad. Sus dinamismos

    no podran constituir puntos de referencia para la opcin moral. La tensin entre libertad y

    naturaleza implica por tanto una divisin dentro del hombre mismo.

    La enseanza de la Iglesia, tal como fue formulada en el Concilio de Viena y en el Quinto

    Concilio Lateranense, afirma la unidad del ser humano, cuya alma racional es per se et

    essentialiter la forma del cuerpo. El ser humano, cuyo principio de unidad es el alma

    espiritual e inmortal, existe como un todo en cuanto persona, como dice el Concilio Vaticano

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    II (Gaudium et spes, n. 14). Por consiguiente, es en la unidad de alma y cuerpo donde la

    persona es el sujeto de sus propios actos morales. Por este motivo descubre en su cuerpo los

    signos precursores, la expresin y la promesa del don de s misma, segn el sabio designio

    del Creador. Por consiguiente, la razn descubre el valor moral especfico de algunos bienes

    a los que la persona se siente naturalmente inclinada. La exigencia moral originaria de amar

    y respetar a la persona como un fin y nunca como un simple medio, implica tambin el

    respeto de algunos bienes fundamentales, sin el cual se caera en el relativismo y en el

    arbitrio. La enseanza de la Iglesia refleja la enseanza de la Sagrada Escritura y la

    Tradicin, para la cual cuerpo y alma son inseparables en la persona, en el agente voluntario y en el

    acto deliberado, estn o se pierden juntos.

    Advertimos la importancia de este punto de la doctrina: el hombre es una persona en virtud

    de su principio espiritual. Esta afirmacin se opone a algunas teoras de la biotica, que

    niegan la equivalencia entre el individuo de la especie humana y el ser persona. Estamos en

    el mbito de la constitucin ontolgica de la criatura humana. El texto de la encclica precisa

    que el fundamento del deber de respetar la vida humana est en la dignidad de la persona. Y

    las inclinaciones adquieren un significad o moral en relacin con la persona. Se comprende

    entonces que las manipulaciones de la corporeidad son moralmente ilcitas.

    Propiedades

    12. Los n. 51-53 tratan sobre dos propiedades de la ley natural, su universalidad e

    inmutabilidad. En cuanto inscrita en la naturaleza racional de la persona, esta ley se impone

    a todo ser dotado de razn y que vive en la historia. Para alcanzar la perfeccin, la persona

    debe realizar el bien y evitar el mal en los mbitos de la transmisin y la conservacin de la

    vida, el desarrollo de las riquezas del mundo sensible, la vida social, la bsqueda de la

    verdad, la prctica del bien y la contemplacin de la belleza.

    Algunas teoras plantean una divisin entre la libertad de los individuos y la naturaleza

    comn a todos, ofuscando la percepcin de la universalidad de la ley moral por parte de la

    razn; pero al expresar la dignidad de la persona humana y establecer la base de sus

    derechos y deberes fundamentales, la ley natural es universal en sus preceptos, y su

    autoridad se extiende a todos los hombres. Esto no prescinde de la singularidad de los seres

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    humanos ni se opone a la unicidad de la persona; al contrario, abarca bsicamente cada uno de

    su s actos libres, que deben demostrar la universalidad del verdadero bien. Nuestros actos, al someterse

    a la ley comn, edifican la verdadera comunin de las personas, y con la gracia de Dios ejercen la

    caridad.

    La aplicacin de las leyes universales y permanentes en los actos particulares se hace

    mediante el juicio de la conciencia. Por consiguiente, el sujeto asimila personalmente la

    verdad contenida en la ley; se apropia y hace suya esta verdad de su ser mediante los actos y

    las correspondientes virtudes. Algunos preceptos son positivos, universales e inmutables,

    unen en el mismo bien comn a todos los hombres de cada poca de la historia, crea dos para la

    misma vocacin y el mismo destino divino. En cuanto a los preceptos negativos, stos

    obligan sempre et pro sempre, sin excepciones, porque los actos y comportamientos que

    prohben son contrarios a la bondad de la voluntad y a la vocacin de la persona por la vida

    divina.

    Eso no significa que en la vida moral las prohibiciones sean ms importantes que el

    compromiso de hacer el bien. Si obligan siempre y en toda circunstancia, el motivo es el

    siguiente: no hay lmite superior para el mandamiento de Dios y el prjimo, sino ms bien

    uno inferior, por debajo del cual se viola el mandamiento en cualquier situacin. En ltimo

    trmino, siempre es posible que al hombre le sea imposible realizar una buena accin; pero

    nunca se le puede impedir que no haga determinadas acciones, sobre todo si est dispuesto a

    morir antes que hacer el mal.

    El inters por la historicidad del hombre y la cultura, sobre todo por parte del pensamiento

    contemporneo, lleva a algunos a dudar de la inmutabilidad de la misma ley natural y de la

    existencia de normas objetivas de moralidad.

    Se sabe que el hombre no se define por la cultura a la cual pertenece. El progreso mismo de

    las culturas demuestra que en el hombre existe algo que las trasciende. Esto es precisamente

    la naturaleza del hombre, con la cual se mide toda cultura. La persona no es prisionera de

    una cultura en particular, sino que afirma su dignidad viviendo de acuerdo con la verdad de

    su ser. As se comprende la referencia que Jess hizo al principio: el derecho de repudio,

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    admitido por el contexto social de la poca, haba deformado el sentido originario del

    designio primordial del Creador (ver Mt 19, 19). En ese sentido, Gaudium et spes (n. 10)

    afirma que en todos los cambios subsisten muchas cosas que no cambian y que tienen su

    fundamento ltimo en Cristo, que es el mismo ayer, hoy y por los siglos. Habiendo asumido la

    naturaleza humana, la ilumina definitivamente en sus elementos constitutivos y en su

    dinamismo de caridad hacia Dios y el prjimo.

    Llegando a una conclusin, la encclica hace una referencia esencial, delineando una tarea de

    gran urgencia para los pensadores cristianos: Es necesario buscar y encontrar la formulacin de

    las normas morales universales y permanentes ms adecuada para los diversos contextos culturales,

    ms capaz de expresar incesantemente la actualidad histrica y de hacer comprender e interpretar

    autnticamente la verdad. Esta verdad de la le y moral igual que la del depsito de la fe- se desarrolla

    a travs de los siglos. Las normas que la expresan siguen siendo substancialmente vlidas, pero deben

    ser precisadas y determinadas eodem sensu eademque sententia segn las circunstancias

    histricas. sta es la tarea del Magisterio, precedida y acompaada por el esfuerzo de lectura

    y formulacin propio de la razn de los creyentes y de la reflexin teolgica (ver n. 53).

    IV

    Conclusin

    13. Esta ltima indicacin nos conduce a la conclusin. La doctrina de la ley natural es un

    componente necesario de la enseanza moral de la Iglesia; pero se trata de explicar su

    sentido autntico, al margen de las deformaciones que ha experimentado en la historia y

    sobre todo en el contexto de una cultura que tiende a eliminarla en nombre de la exaltacin

    de una libertad que niega su condicin de criatura. Esto requiere un dilogo serio con

    colaboracin de los filsofos. En realidad, el problema es de carcter antropolgico y atae a

    la verdad del hombre (ver n. 86 y ss.).

    La refutacin de la verdad del hombre va ms all del mbito de las teoras filosficas sobre

    la cultura, marcada por el pro ceso de secularizacin.

    El n. 99 cita una pgina sumamente fuerte de Centesimus Annus (n. 44), afirmando que una

    sociedad renovada, capaz de enfrentar los pesados problemas actuales, slo puede

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    construirse en la verdad: la verdad de Dios Creador y Redentor, y la verdad del hombre

    creado y redimido por l. Se trata nada menos que de hacer encontrar nuevamente el

    camino de Dios a una sociedad que, por olvido o rechazo, se ha alejado del mismo. sta es

    evidentemente una de las tareas ms grandes de la nueva evangelizacin, nueva en su ardor,

    en sus mtodos y en su expresin, y de la imaginacin y la caridad que deben acompaarla

    (ver 106).

    A propsito de la cultura actual, en la cual se extiende el relativismo, la encclica habla de la

    perplejidad de un hombre que a menudo ya no sabe quin es, de dnde viene y adnde va. Llevado al

    extremo, el relativismo desemboca en el nihilismo y la desesperacin. Sera un servicio para

    el hombre conducirlo, a partir de lo que en l queda de sentido de su dignidad, a

    reencontrar, como por induccin, el camino de su principio. Asimismo no est dems

    interrogarse sobre factores que, al margen de las razones filosficas e ideolgicas, conducen

    al olvido de la ley natural. Por este motivo, junto al camino del dilogo se encuentra el

    esfuerzo por crear condiciones que favorezcan el acceso a la conciencia de la verdad del

    hombre.

    Pero eso nos llevara a otro discurso.