90
Los Hermanos Corsos Por Alexandre Dumas

Los Hermanos Corsos

  • Upload
    others

  • View
    3

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Los Hermanos Corsos

LosHermanosCorsos

Por

AlexandreDumas

Page 2: Los Hermanos Corsos

I

Acomienzosdemarzodelaño1841,viajéaCórcega.

NadahaytanpintoresconitancómodocomoviajaraCórcega:seembarcaunoenToulonyenveintehoras seplantaenAjaccio,o, enveinticuatro, enBastia.

Allísepuedeunocompraroalquilaruncaballo.Sisealquila,cuestacincofrancosaldía;sisecompra,cientocincuentafrancos.Yquenadieseríadelomódicodel precio; ese caballo, ya sea alquiladoo comprado,hace, comoelfamoso caballo del gascón que saltaba del PontNeuf al Sena, cosas que noharíanniProsperoniNautilus,aquelloshéroesdelascarrerasdeChantillyydelChampdeMars.

SepasaporcaminosdondeelpropioBalmathubierautilizadocrampones,yporpuentesdondeAuriolhubierapedidounbalancín.

Por su parte, el viajero no tiene más que cerrar los ojos y dejar que elcaballohagasutrabajo:aesteletraesincuidadoelpeligro.

Añadamos que con ese caballo que pasa por todas partes, se puedenrecorrerquinceleguasdiariassinquepidanidebebernidecomer.

Decuandoencuando,mientraselviajerosedetieneparavisitarunviejocastilloconstruidoporalgúngranseñor,héroeyjefedeunatradiciónfeudal,oparadibujarunavieja torre levantadapor losgenoveses, el caballopelaunamata de hierba,monda un árbol o lame una roca cubierta demusgo, y ahíquedalacosa.

En cuanto al alojamiento de cada noche, todavía resultamás sencillo: elviajerollegaaunpueblo,cruzalacalleprincipal,eligelacasaqueleconvieneyllamaalapuerta.Transcurridouninstante,elseñor,olaseñora,delacasaapareceenelumbral,invitaalviajeroaapearse,leofrecelamitaddesucena,su cama entera si tan solo dispone de una, y, al día siguiente, lo acompañahastalapuertayledalasgraciasporhaberlehechoelhonordeelegirle.

Huelga decir que por nada delmundo se habla de retribución alguna: elamo de la casa consideraría un insulto que se hiciese lamenormención deello.Sienlacasasirveunamuchacha,selepuederegalaralgúnpañuelo,conelqueseapañaráunpintorescotocadocuandovayaalafiestadeCalviodeCorte.Sielcriadoesvarón,aceptarágustosoalgunanavaja,conlaquepodrámatarasuenemigo,sisetopaconél.

Convieneademásaveriguarsiloscriadosdelacasa—yesosucedealgunavez— son parientes del amo, menos favorecidos por la fortuna, que se

Page 3: Los Hermanos Corsos

encargan de tareas domésticas a cambio de las cuales consienten en aceptarmanutención,alojamiento,yunaodospiastrasalmes.

Y no crea el lector que los amos a quienes sirven sus sobrinos o susprimos,endecimoquintoovigésimogrado,recibenpeorservicioporello.No,nadadeeso.Córcegaesundepartamentofrancés;peroCórcegadistamuchodeserFrancia.

Delosladronesnoseoyehablar;delosbandidosendemasía,sí;peronohandeconfundirseunosconotros.

ViajensintemoraAjaccio,oaBastia,conunabolsallenadeorocolgadadelarzóndesusilla,yatravesarántodalaislasinhabercorridoelmásmínimopeligro;peronovayandeOcanaaZevacositienenunenemigoqueleshayadeclaradolavendetta,puesyonoresponderíadeustedesduranteesetrayectodedosleguas.

Asípues,mehallabaenCórcega,comohedicho,acomienzosdemarzo.Estabasolo,puesJadinsehabíaquedadoenRoma.

VeníadelaisladeElba;habíadesembarcadoenBastia,dondecompréuncaballoalprecioyamencionado.

VisitéCorteyAjaccio,yestabarecorriendolaprovinciadeSartène.

Aqueldía,medirigíadeSartèneaSollacaro.

Laetapaeracorta;unadecenadeleguastalvez,debidoalosrodeos,yauncontrafuertedelacadenaprincipalqueformalaespinadorsaldelaisla,yque era menester atravesar, por lo cual había tomado un guía, temiendoperdermeenelmonte.

A eso de las cinco, llegamos a la cima de una colina desde donde sedominatantoOlmitocomoSollacaro.

Nosdetuvimosallíuninstante.

—¿Dóndedeseaalojarsesuseñoría?—preguntóelguía.

Medetuveacontemplarelpueblo,cuyascallesdistinguíaperfectamente,yque parecía casi desierto.Apenas se veían unas pocasmujeres, que ademáscaminabanconpremuraymirandoenderredor.

Como, en virtud de las reglas de hospitalidad allí arraigadas que ya hemencionado,podíaelegirentrelascienocientoveintecasasquecomponenelpueblo,busquéconlosojoslaviviendaquesemeantojaramásconfortable,yme detuve en una casa cuadrada, construida a modo de fortaleza, conmatacanesdelantedelasventanasyencimadelapuerta.

Eralaprimeravezqueveíaesetipodefortificacionesdomésticas,sibien

Page 4: Los Hermanos Corsos

cabeaclararquelaprovinciadeSartèneeslatierraclásicadelavendetta.

—¡Ah!—dijoelguíasiguiendoconlosojoslaindicacióndemimano—,esa es la casa de la señora Savilia de Franchi. Vaya, su señoría ha sabidoelegir,senotaquenolefaltaexperiencia.

No olvidemos señalar que, en ese octogésimo sexto departamento deFrancia,sehablahabitualmenteelitaliano.

Pero¿nohayinconveniente—inquirí—enquesolicitehospitalidadaunamujer?Porque,sinoheentendidomal,esacasaperteneceaunamujer.

—En efecto —replicó sorprendido—; pero ¿qué inconveniente ve suseñoríaenello?

—Siesamujeresjoven—repuse,movidoporunsentimientodedecoro,oquizá,digámosloclaro,porpundonorparisino—,¿nopuedecomprometerlaelqueyopaseunanochebajosutecho?

—¿Comprometerla?—repitióelguía,buscandoatodasluceselsentidodeesa palabra, que yo había italianizado, con el habitual desparpajo que noscaracteriza a los franceses, cuando nos aventuramos a hablar una lenguaextranjera.

—Pues sí —repliqué comenzando a impacientarme—. Esa señora seráviuda,¿no?

—Sí,excelencia.

—¿Yrecibiráensucasaaunjoven?

En1841,yoteníatreintayseisañosymedio,peroseguíaproclamándomejoven.

—¿Sirecibiráaunjoven?—repitióelguía—.¿Puesquépuedeimportarlequeseaustedjovenoviejo?

Advertíque,deseguiresecamino,nosacaríanadaenlimpio.

—¿YquéedadtienelaseñoraSavilia?—pregunté.

—Unoscuarentaaños.

—¡Ah!—exclamé, sin dejar de contestar amis propios pensamientos—.Entonces,perfecto.Ysindudatendráhijos.

—Doshijos,dostempladosmozos.

—¿Losveré?

—Veráauno,elqueviveconella.

—¿Yelotro?

Page 5: Los Hermanos Corsos

—ElotroviveenParís.

—¿Yquéedadtienen?

—Veintiúnaños.

—¿Losdos?

—Sí,songemelos.

—¿Yaquépiensandedicarse?

—ElqueestáenParísseráabogado.

—¿Yelotro?

—Elotroserácorso.

—Ah, vaya —exclamé, pensando que la respuesta era bastantecaracterística,pormásquefuerapronunciadaconeltonomásnatural—.Puessí,meinclinoporlacasadelaseñoraSaviliadeFranchi.

Yreemprendimoslamarcha.

Diezminutosdespuésentramosenelpueblo.

Entonces advertí una cosa que no había podido ver desde lo alto de lamontaña. Cada casa estaba fortificada como la de la señora Savilia; no conmatacanes,pueslapobrezadesuspropietariosnolespermitíasindudaellujoque ello representaba, sino pura y simplemente con maderos, con los quehabían adornado las partes interiores de las ventanas, si bien practicandoaberturas para introducir los fusiles.Otras ventanas estaban fortificadas conladrillosrojos.

Preguntéamiguíacómollamabanaesas troneras;mecontestóqueeranarchères, respuesta que me hizo comprender que las vendettas corsas erananterioresalainvencióndelasarmasdefuego.

Según avanzábamos por las calles el pueblo cobraba un carácter máspronunciadodesoledadydetristeza.

Variascasashabíansufridositiosyestabanacribilladasdebalazos.

De vez en cuando, veíamos brillar a través de las troneras unos ojoscuriosos que nos miraban pasar; pero era imposible distinguir si esos ojospertenecíanaunhombreoaunamujer.

Llegamosalacasaqueyohabíaseñaladoamiguía,yqueefectivamenteeralamásgrandedelpueblo.

Soloquemesorprendióunacosa,yeraque,fortificadaenaparienciaconlosmatacanesqueyohabíaobservado,noloestabaenrealidad,esdecirque

Page 6: Los Hermanos Corsos

las ventanas no tenían ni maderos, ni ladrillos, ni archères, sino simplescristales,protegidos,porlasnoches,conpostigosdemadera.

Ciertoqueesospostigosconservabanseñalesqueunojoexperimentadonopodía sino identificar con balazos. Pero esos agujeros eran antiguos, y seremontabanvisiblementeaunosdiezañosatrás.

Nobienllamómiguíaalapuerta,estaseabrió.Notímidamente,vacilanteoentornada,sinodeparenpar,yaparecióunlacayo…

Cuandodigounlacayo,meequivoco,hubieradebidodecirunhombre.

Lo que hace al lacayo es la librea, y el individuo que nos abrió vestíasencillamenteunachaquetadepana,uncalzóndelamismatelaypolainasdecuero. El calzón se ajustaba al talle con un cinturón de seda abigarrada, dedondeasomabaelmangodeunpuñaldeformaespañola.

—Amigo—ledije—,¿seríaindiscretoqueunextranjero,quenoconoceanadieenSollacaro,acudaapedirhospitalidadasuseñora?

—Desde luegoqueno, excelencia—contestó—;el extranjerohonra a lacasaantelaquesedetiene.Maria—agregóvolviéndosehaciaunacriadaqueasomaba tras él—, avise a la señora Savilia de que ha llegado un viajerofrancésquepidehospitalidad.

Al mismo tiempo, descendió por una escalera de ocho escalones,empinados como los peldaños de una escala, que conducía a la puerta deentrada,ytomólabridademicaballo.

Meapeé.

—Pierdacuidadosuexcelencia—dijo—queencontrarásuequipajeensuhabitación.

Aproveché esa gentil invitación a la pereza, una de las más gratas quepuedebrindarseaunviajero.

II

Subíágilmentelamencionadaescaleraydiunospasosporelinterior.

Alavueltadelpasillomeencontréanteunamujerdealtaestatura,vestidadenegro.

Comprendíqueesamujer,deentretreintayochoycuarentaaños,todavíaguapa,eralaseñoradelacasa,ymedetuveanteella.

Page 7: Los Hermanos Corsos

—Señora —le dije inclinándome—, le pareceré muy indiscreto; soloalegaréquemeexcusalacostumbredelpaísymeavalalaautorizacióndesuservidor.

—Lamadre le da la bienvenida—contestó la señoradeFranchi—,y enbreve se la dará el hijo. A partir de este momento, caballero, la casa lepertenece;portanto,dispongadeellacomosifueselasuya.

—Vengoapedirlehospitalidadsoloporunanoche, señora.Memarcharémañanaalrayarelalba.

—Esustedlibredehacerloqueguste,caballero.Peroesperoquecambiede opinión, y que tengamos el honor de disfrutar durantemás tiempode supresencia.

Meinclinédenuevo.

—Maria —ordenó la señora de Franchi—, acompañe al señor a lahabitacióndeLouis.Enciendalachimeneaahoramismoylleveaguacaliente.Perdón—prosiguió volviéndose hacia mí, mientras la criada se disponía aseguirsusinstrucciones—,séqueloprimeroquenecesitaelviajerocansadoesaguayfuego.Tengalabondaddeseguiraestamuchacha,ypídalecuantonecesite: cenaremos dentro de una hora, y mi hijo, que habrá regresadoentretanto,tendráelhonordemandarqueleavisencuandoestéustedlisto.

—¿Sabrádisculparmiatuendodeviaje?

—No faltaba más —contestó la señora de Franchi sonriendo—, perosiemprequeusteddisculpelarusticidaddelarecepción.

Lacriadaseinternóenlaescalera.

Meinclinéunavezmás,ylaseguí.

Lahabitaciónsehallabasituadaenlaprimeraplantaydabaalapartedeatrás; las ventanas se abrían sobre un bonito jardín lleno de mirtos y deadelfas,atravesadoendiagonalporundeliciosoarroyoquedesembocabaenelTaravo.

Al fondoobstruía lavistaunasuertedesetodeabetos tanapretadosqueparecíanunapared.Comoes frecuente en casi todas las habitacionesde lascasas italianas, las paredes estaban encaladas y adornadas con frescos querepresentabanpaisajes.

Comprendídeinmediatoquemehabíandadoesahabitación,queeraladelhijoausente,porqueeralamásconfortabledelacasa.

Entonces me entraron deseos, mientras Maria encendía el fuego ypreparaba el agua caliente, de hacer un inventario de mi habitación y deformarmeunaideaatravésdelmobiliariodelcarácterdequienlahabitaba.

Page 8: Los Hermanos Corsos

De inmediato pasé del proyecto a la realización, girando sobre el talónizquierdo y ejecutando unmovimiento de rotación sobremímismo quemepermitiópasarrevistaunostrasotrosalosdiferentesobjetosquemerodeaban.

El mobiliario era totalmente moderno, lo cual, en esa parte de la islaadonde todavía noha llegado la civilización, nodeja de ser unamuestra delujo bastante insólita. Se componía de una cama de hierro, provista de trescolchonesyunaalmohada,deundiván,cuatrobutacas, seis sillas,undoblecuerpo de biblioteca y un escritorio; todo ello de madera de caoba yprovenienteatodaslucesdelatiendadelprincipalebanistadeAjaccio.

Eldiván, lasbutacasy las sillas estaban cubiertosde indiana floreada, yunascortinasdelamismatelacolgabanantelasdosventanasyenvolvíanlacama.

Me hallaba en ese punto de mi inventario, cuando Maria salió y mepermitióproseguirconmisinvestigaciones.

Abrílalibreríayencontréunacoleccióndetodosnuestrosgrandespoetas:

Corneille, Racine, Molière, La Fontaine, Ronsard, Victor Hugo yLamartine.

Denuestrosmoralistas:

Montaigne,Pascal,LaBruyère.

Denuestroshistoriadores:

Mézeray,Chateaubriand,AugustinThierry.

Denuestrossabios:

Cuvier,Beudant,ÉliedeBeaumont.

Porúltimoalgunosvolúmenesdenovelas,entrelosquedescubríconciertoorgullomisImpresionesdeViaje.

Lasllavesestabanenloscajonesdelescritorio;abríuno.

Encontré fragmentos de una historia de Córcega, un trabajo sobre losprocedimientosparaeliminarlavendetta,unosversosfrancesesyunosversositalianos,todoellomanuscrito.

Era más que suficiente, y concluí que ya no necesitaba proseguir misinvestigacionesparaformarmeunaopiniónsobreLouisdeFranchi.

Debía de ser un hombre apacible, estudioso y partidario de las reformasfrancesas.

ComprendíquesehubieramarchadoaParísparahacerseabogado.

Page 9: Los Hermanos Corsos

Abuen seguro imaginaba todo un futuro de civilización relacionado coneseproyecto.

Cavilésobreellomientrasmevestía.

Miatuendo,comolehabíadichoalaseñoradeFranchi,conserbastanteoriginal,requeríaciertaindulgencia.

Secomponíadeunachaquetadepananegra,abiertaenlascosturasdelasmangas,alobjetodeventilarmeenlashorassofocantesdeldía,yque,porunasuertedecuchilladasalaespañola,dejabaasomarunacamisadesedaarayas;de un pantalón igual, cubierto desde la rodilla hasta la parte inferior de lapiernaporunaspolainasespañolasabiertasporlosladosybordadasconsedade colores, y de un sombrero de fieltro adaptable a cuantas formas se lequisieradar,peroespecialmenteladelsombreroandaluz.

Acababa de embutirme en esa especie de traje, que recomiendo a losviajeros como uno de los más cómodos que conozco, cuando se abrió mipuerta,yelmismohombrequemehabíahechopasaraparecióenelumbral.

Venía a anunciarme que su joven señor, Lucien de Franchi, acababa dellegar, y me solicitaba el honor, siempre que pudiera recibirle, de entrar adarmelabienvenida.

ContestéqueestabaalasórdenesdeLuciendeFranchi,yelhonradoerayo.

Alpocooíunospasos rápidos,ycasienseguidameencontré frenteamianfitrión.

III

Era, comome había dichomi guía, un joven de entre veinte y veintiúnaños,decabelloyojosnegros,tezcurtidaporelsol,másbienbajoquealto,peroadmirablementeproporcionado.

En su prisa por presentarme sus respetos, había subido tal como habíavenido,esdecirconsutrajedejinete,quesecomponíadeunalevitadepañoverde,alaqueunacartucheraceñidaalacinturaconferíaciertovisomilitar,unpantalóndepañogris,cubierto interiormenteconcuerodeRusia,ybotascon espuelas; una gorra similar a la de nuestros cazadores de Áfricacompletabasuatuendo.

Acada ladode sucartucherapendían,deun ladounacantimplora,ydelotrounapistola.

Page 10: Los Hermanos Corsos

Además,sosteníaunacarabinainglesa.

Pese a la juventud de mi anfitrión, cuyo labio superior apenas aparecíasombreado por un ligero bigote, flotaba en toda su persona un aire deindependenciayderesoluciónquemesorprendió.

Seadivinabaaunhombreeducadoparalaluchamaterial,habituadoavivirenmediodelpeligrosintemerlo,perotambiénsindespreciarlo:serioporseruna persona solitaria, sereno por ser fuerte. Con una solamirada lo abarcótodo,mineceser,misarmas,eltrajequeacababadequitarmeyelquellevabapuesto.

Sumiradaerarápidayseguracomoladetodohombrecuyavidadependeenocasionesdeunamirada.

—Disculpe que le moleste —me dijo—, pero lo he hecho con buenaintención,soloqueríasabersidisponedecuantonecesita.Siempremeasaltacierta inquietud cuando veo llegar a un hombre del continente; los corsosseguimos siendo tan salvajes que, sobre todo con los franceses, siempreejercemos temblandoesaviejahospitalidadque,por lodemás,no tardaráenserlaúnicatradiciónquenosquededenuestrosancestros.

—Haceustedmalpreocupándose—contesté—;esdifícilanticiparsealasnecesidadesdeunviajero tanexquisitamentecomolohahecho laseñoradeFranchi; además —agregué echando a mi vez una mirada en torno a lahabitación—, desde luego no será aquí donde me queje de ese supuestosalvajismoalqueserefiereustedpecandounpocodemodestia,y,sinovieradesdemisventanasesteadmirablepaisaje,podríacreermeenunahabitacióndelaChaussée-d’Antin.

—Sí—contestóeljoven—,eraunamaníademipobrehermanoLouis:legustabaviviralafrancesa;perodudoquealsalirdeParís,esapobreparodiadelacivilizaciónqueabandonarálebastecomolebastabaantesdedejaresto.

—¿Hace tiempo que se marchó su hermano? —pregunté a mi joveninterlocutor.

—Diezmeses.

—¿Loesperanpronto?

—¡Oh!,noantesdetresocuatroaños.

—Unaausenciamuylargaparadoshermanosque,sinduda,nosehabíanseparadonunca.

—Sí,sobretodoqueriéndosecomonosqueríamos.

—Peroquizávengaantesdeacabarsusestudios.

Page 11: Los Hermanos Corsos

—Probablemente,almenosesoesloquenosprometió.

—Encualquiercaso,nadaimpediríaquefueraustedahacerleunavisita.

—No…yonoabandonoCórcega.

Eneltonodesurespuestasubyacíaeseamoralapatriaquecontemplaelrestodeluniversoconunmismodesdén.

Sonreí.

—Lepareceaustedextraño—añadiósonriendoasuvez—quenoquierauno abandonar un miserable país como el nuestro. ¡Qué quiere!, soy unaespecie de producto de la isla, como la encina y la adelfa; necesito miatmósfera impregnada de los perfumes del mar y de los efluvios de lamontaña; necesito atravesar mis torrentes, trepar a mis rocas, explorar misbosques;necesitoespacio,necesitolibertad;simellevaranaunaciudad,creoquememoriría.

—Pero ¿cómo puede existir semejante diferencia temperamental entreustedysuhermano?

—Contanenormeparecidofísico,añadiríaustedsiloconociera.

—¿Separecenmucho?

—Tantoque,deniños,mispadresseveíanobligadosacolocarunaseñalennuestraropaparareconocernos.

—¿Yalcrecer?

—Al crecer, nuestros hábitos provocaron una ligera diferencia de piel,nadamás.Mihermano,siempreencerrado,siempreinclinadosobresuslibrosysusdibujos,sehavueltomáspálido,mientrasqueyo,siemprealairelibre,siempreandandoporlamontañaoelllano,meheoscurecido.

—Espero que me permitirá juzgar esa diferencia encomendándome losencargosquedeseeparasuhermano.

Desde luego, y conmucho gusto, si es usted tan amable. Pero, perdón,ahora me doy cuenta de que me lleva usted ventaja y está ya casi listo, ydentrodeuncuartodehoranossentaremosalamesa.

—¿Pormísevaamolestarencambiarse?

—Aunqueasí fuera, tendríaque reprochárseloasímismo,porquemehadadoustedelejemplo;pero,encualquiercaso,voyvestidodejinete,ytengoquevestirmedemontañés.Despuésdecenar,tengoquehacerunrecado,ymemolestaríanmisbotasconespuelas.

—¿Saleusteddespuésdecenar?

Page 12: Los Hermanos Corsos

—Sí,unacita…

Sonreí.

—No,noenelsentidoqueledausted;esunacitadenegocios.

—¿Mecreeustedtanpresuntuosocomoparapensarquepuedopermitirmerecibirsusconfidencias?

—¿Por qué no?Debemos vivir demodo que podamos decir en voz altatodoloquehacemos.Nuncahetenidounaamante,nilatendré.Simihermanose casa y tiene hijos, es probable que yo ni siquiera me case. Si, por elcontrario,notomaesposa,meveréobligadoatomarlayo;peroloharíaparaquenoseextinguieraelapellido.Yalehedichoquesoyunauténticosalvaje—agregó riendo—;hevenido almundo con cien añosde retraso.Pero sigohablandocomounacotorra,yaestepasonoestarélistoparalacena.

—Pero podemos proseguir la conversación. ¿Su habitación no es la deenfrente?Dejelapuertaabiertaycharlaremos.

—Mejor hagamos otra cosa, acompáñeme; me vestiré en mi cuarto debaño.Entretanto,comomedalaimpresióndequeesaficionadoalasarmas,puedemirarlasmías;algunastienenciertovalor,históricoporsupuesto.

IV

Elofrecimiento se avenía demasiadobien conmi deseode comparar lashabitacionesdelosdoshermanoscomoparaquenoloaceptase.Asípues,meapresuréaseguiramianfitrión,que,abriendolapuertadesusaposentos,pasódelantedemíparamostrarmeelcamino.

Enestecaso,meparecióentrarenunauténticoarsenal.

TodoslosmuebleserandelossiglosXVyXVI.Lacamaesculpida,conunbaldaquinosostenidoporgrandescolumnassalomónicas,estaba revestidadedamasco verde con flores doradas; las cortinas de las ventanas eran de lamisma tela; las paredes estaban recubiertas con cuero de España, y, en losespacios vacíos, había muebles cargados de trofeos de armas góticos ymodernos.

No cabía duda posible acerca de las inclinaciones de quien habitabaaquellahabitación:erantanbelicosascomoapacibleslasdesuhermano.

—Observeusted—medijopasandoasucuartodebaño—:derepenteseencuentraustedinmersoentressiglos.Comoyalehedicho,voyavestirmedemontañés;tengoquesalirnadamáscenar.

Page 13: Los Hermanos Corsos

—Y entre estas espadas, arcabuces y puñales, ¿cuáles son las armashistóricasalasqueserefería?

—Haytres;procedamospororden.Busqueenlacabecerademicamaunpuñalaisladodetazaanchaypomoenformadesello.

—Yaestoyahí.¿Ybien?

—EsladagadeSampiero.

—¿DelfamosoSampiero,elqueasesinóaVanina?

—Nolaasesinó,lamató.

—Yodiríaqueeslomismo.

—Enelrestodelmundotalvez,enCórcegano.

—¿Yestepuñalesauténtico?

—¡Obsérvelo!LlevalasarmasdeSampiero,soloquetodavíanoaparecelaflordelis;yasabequeaSampieronoseleautorizóaestamparlaflordelisensuescudohastadespuésdelsitiodePerpiñán.

—No,ignorabaesacircunstancia.¿Ycómopasóesepuñalasupoder?

—Pertenece a la familia desde hace trescientos años. Se lo regaló a unNapoleonedeFranchielpropioSampiero.

—¿Ysabeustedenquéocasión?

—Sí. Sampiero y mi antepasado cayeron en una emboscada de losgenovesesysedefendieroncomoleones;aSampieroseledespegóelcasco,yenelmomentoenqueungenovésibaagolpearloconsumaza,miantepasadole clavó su puñal en un resquicio de la coraza; el jinete, al sentirse herido,espoleó el caballo y huyó llevándose el puñal de Napoleone, tanprofundamentehundidoenlaherida,queestenopudoarrancárselo;y,comoalparecer, mi antepasado le tenía apego a ese puñal, y lamentaba haberloperdido,Sampieroleregalóelsuyo.Napoleonenosalióperdiendo,puesesteesdefabricaciónespañola,comopuedever,yllevaatravesadasdosmonedasdecincofrancossuperpuestas.

—¿Puedointentarlo?

—Claro.

Deposité dos monedas de cinco francos en el parqué y asesté un golpevigorosoyseco.

Luciennomehabíaengañado.

Cuando levanté el puñal, las dosmonedas estaban clavadas en la punta,

Page 14: Los Hermanos Corsos

atravesadasdeparteaparte.

—Vaya,vaya—dije—,nocabedudadequeeselpuñaldeSampiero.Loúnicoquemeextrañaesque,poseyendosemejantearma,utilizaraunacuerdaparamatarasumujer.

—Yanolaposeía,puestoqueselahabíaregaladoamiantepasado.

—Escierto.

—Sampiero tenía más de sesenta años cuando regresó expresamente deConstantinoplaaAixparadaresagranlecciónalmundo,quelasmujeresnodebeninvolucrarseenlosasuntosdeEstado.

Meinclineenseñaldeadhesiónydejéelpuñalensusitio.

—Bueno—dije a Lucien, que seguía vistiéndose—, ya está el puñal deSampieroensuclavo,pasemosaotro.

—¿Veusteddosretratoscolgadosunoalladodelotro?

—Sí,PaoliyNapoleón.

—PuesjuntoalretratodePaolihayunaespada.

—Efectivamente.

—Eslasuya.

—¡LaespadadePaoli!¿EstanauténticacomoelpuñaldeSampiero?

—Desdeluego,yenestecasolefueregaladanoaunantepasadomío,sinoaunaantepasada.

—¿Aunaantepasadasuya?

Sí. Tal vez haya oído hablar de aquellamujer que, durante la guerra deindependencia,sepresentóenlatorredeSollacaro,acompañadadeunjoven.

—No,cuéntemeesahistoria.

—Bueno,escorta.

—Esigual.

—Nodisponemosdemuchotiempoparacharlar.

—Leescucho.

—Bien, pues aquella mujer y aquel joven se presentaron en la torre deSollacaro, solicitando hablar con Paoli. Pero, como Paoli andaba ocupadoescribiendo, no les permitieron entrar, y, como la mujer insistía, los doscentinelas laapartaron.PeroPaoli,quehabíaoídobarullo,abrió lapuerta,ypreguntóquiénlohabíacausado.

Page 15: Los Hermanos Corsos

»—Hesidoyo—dijolamujer—,porquequeríahablarcontigo.

»—¿Yquéveníasadecirme?

»—Veníaadecirtequeteníadoshijos.Ayermeenterédequeelprimerohabíamuertoendefensadelapatria,yherecorridoveinteleguasparatraertealsegundo».

—Meestáustedcontandounaescenaespartana.

—Desdeluegoqueloparece.

—¿Yquiéneraesamujer?

—Eramiantepasada.Paolidesenvainólaespadayselaentregó.

—Vaya,megustaesamaneradedisculparseconunamujer.

—Esdignadeambos,¿noleparece?

—Bueno,¿yestesable?

—EselquellevabaBonaparteenlabatalladelasPirámides.

—Yprobablementepasóapertenecerasufamiliadelamismamaneraqueelpuñalylaespada.

—Asíes.Despuésdelabatalla,Bonaparteordenóamiabuelo,oficialdelregimientodeguías,quecargase,conunacincuentenadehombres,sobreungrupo de mamelucos que resistían en torno a un jefe herido. Mi abueloobedeció, dispersó a losmamelucosy entregóal jefe al primer cónsul.Perocuando quiso envainar el sable, la hoja estaba tan destrozada por el aceroadamascadode losmamelucosque resultaba imposibleenvainarlo.Entoncesmiabueloarrojólejosdesíelsableylavaina,yainútiles;alverlo,Bonaparteleentregóelsuyo.

—Puesyo—dije—,ensulugar,preferiríaconservarelsabledemiabuelo,pormuydestrozadoquehubieraquedado,quenoeldelgeneral en jefe,porintactoquesemantenga.

—Ya,peromireahíenfrenteyloencontrará.Elprimercónsullorecogió,mandóincrustarenelpuñoeldiamantequepuedeustedver,yseloenvióamifamilia,conlainscripciónqueapareceenlahoja.

Efectivamente,entre lasdosventanas,mediosalidodelavainadondenopodíaentrar,colgabaelsablemelladoytorcido,conestasencillainscripción:

BatalladelasPirámides,21dejuliode1798.

Enesemomento,elmismolacayoquemehabíahechopasar,yquehabíavenidoaanunciarmelallegadadesujovenseñor,reaparecióenelumbral.

Page 16: Los Hermanos Corsos

—Excelencia —dijo dirigiéndose a Lucien—, la señora de Franchi memandadecirlequeestáservidalacena.

—Muybien,Griffo—contestó el joven—, dígale amimadre que ahoramismobajamos.

Saliódelcuartodebaño,vestido,comodecía,demontañés,esdecirconunachaquetaredondadepana,calzonesypolainas;desuotrotraje,solohabíaconservadolacartucheraceñidaalcinto.

Me encontró ocupado examinando dos carabinas colgadas una frente aotra,yconestafechagrabadaenlaculata:

21deseptiembrede1819,oncedelamañana.

—¿Tambiénestascarabinassonarmashistóricas?—inquirí.

—Sí,almenosparanosotros.Unaeslademipadre.

Seinterrumpió.

—¿Ylaotra?—pregunté.

—Ylaotra—dijoriendo—,eslademimadre.Pero,bajemos,yasabequenosesperan.

Y,adelantándoseparaseñalarmeelcamino,meindicóquelosiguiera.

V

Confieso que bajé inquieto por la última frase de Lucien: «Esta es lacarabinademimadre».

Esome indujo amirar, conmayor atención de lo que lo había hecho alverlaporprimeravez,alaseñoradeFranchi.

Suhijo,alentrarenelcomedor, lebesórespetuosamente lamano,yellarecibióesamuestraderespetoconladignidaddeunareina.

—Disculpe,madre—dijoLucien—,creoquelahehechoesperar.

—En todocaso, esculpamía, señora—dije inclinándome—;suhijomeenseñadocosastancuriosasque,comoleheformuladounsinfíndepreguntas,lohehechoretrasarse.

—Nosepreocupe—medijo—,acabodebajar;pero—añadiódirigiéndoseasuhijo—,teníaganasdeverteparapreguntartecómoestáLouis.

—¿Sehallaindispuestosuhijo?—preguntéalaseñoradeFranchi.

Page 17: Los Hermanos Corsos

—EsotemeLucien.

—¿Harecibidoalgunacartadesuhermano?—pregunté.

—No—contestóLucien—,yesoesloquemásintranquilometiene.

—Pero¿cómosabequeestáindispuesto?

—Porqueestosúltimosdíasloheestadoyotambién.

—Disculpetantapregunta,peronoveolarelación…

—¿Nosabequesomosgemelos?

—Sí,melohadichomiguía.

—¿Y no sabe que cuando vinimos al mundo seguíamos unidos por uncostado?

—No,ignorabaesacircunstancia.

—Puestuvieronquesepararnosconunescalpelo;yesohaceque,aunqueenestemomentonoshallemos lejos el unodelotro, seguimos formandounmismocuerpo,demodoquecualquier impresión,ya sea físicaomoral,queexperimente uno de nosotros repercute en el otro. Pues bien, estos días, sinmotivo alguno, he estado triste, taciturno, sombrío. He sentido dolorosasdesazones:nocabedudadequemihermanoestá sufriendoalgunaprofundapena.

Mirésorprendidoaese jovenquemeasegurabaunacosa tanextrañasinparecer albergar lamenor duda; sumadre, por lo demás, parecía abrigar lamismaconvicción.

LaseñoradeFranchisonriótristementeydijo:

—LosausentesestánenlamanodeDios.Loprincipalesqueestéssegurodequeestévivo.

—Siestuvieramuerto—dijotranquilamenteLucien—,lohubieravueltoaver.

—Ymelohubierasdicho,¿verdad,hijomío?

—¡Claro!Enelmismoinstante;selojuro,madre.

—Bien…disculpeusted—añadió, volviéndosehaciamí—,quenohayapodidoreprimirmisinquietudesmaternales:esqueLouisyLuciennosolosonhijosmíos,sinolosúltimosqueostentannuestroapellido.Tengalabondaddesentarseamiderecha…Lucien,túponteaquí.

Yseñalóaljovenelasientovacanteasuizquierda.

Nos sentamos en el extremo de una larga mesa, en cuya punta opuesta

Page 18: Los Hermanos Corsos

estaban puestos seis cubiertos más, destinados a lo que se denomina enCórcega la familia, es decir para esos personajes que en las casas ilustresocupanelespaciointermedioentrelosseñoresyloscriados.

Lamesaestabacopiosamenteservida.

Pero confieso que, aunque invadido en aquel momento por un hambredevoradora, me limité a saciarla materialmente, sin que mi mentedesasosegada me permitiera saborear ninguno de los delicados goces de lagastronomía.Enefecto,medabalaimpresióndeque,alentrarenaquellacasa,habíapenetradoenunmundoextraño,dondevivíacomoenunsueño.

¿Quémujereraesa,queposeíasupropiacarabinacomounsoldado?

¿Quéhermanoeraesequesufríalosmismosdoloresquesuhermano,quesehallabaatrescientasleguasdeél?

¿Quémadre era esa que hacía jurar a su hijo que, si veía a su otro hijomuerto,selodijese?

Fuerza era reconocer que, en todo cuanto me sucedía, había abundantemateriaparalaensoñación.

No obstante, como percibí que el silencio que guardaba resultabadescortés,alcélafrentecomoparaahuyentartodosesospensamientos.

Madreehijo sepercataronenelmismo instantedequeyoquería seguirconversando.

—¿O sea —dijo Lucien, como si reentablara una conversacióninterrumpida—quesehadecididoaveniraCórcega?

—Sí, como ve; hace tiempo que acariciaba ese proyecto, y al final hepodidorealizarlo.

—Puesleaseguroquehahechobienennoposponerlo,porque,dentrodeunosaños,conlasucesivairrupcióndelosgustosylascostumbresfrancesas,quienesvenganaquíabuscarCórcegayanolaencontrarán.

—Encualquiercaso—repliqué—,sielgenuinoespíritunacionalretrocedeante la civilización y se refugia en algún rincón de la isla, será sin lugar adudasenlaprovinciadeSartèneyenelvalledeTaravo.

—¿Ustedcree?—medijosonriendoeljoven.

—Yocreoqueloqueveoamialrededor,aquímismo,yantemisojos,esunhermosoynobleretratodelasantiguascostumbrescorsas.

—Sí, ynoobstante, entremimadreyyo, frente a cuatrocientos añosderecuerdos,enestamismacasaconalmenasymatacanes,elespíritufrancéshavenidoabuscaramihermano,noslohaarrebatadoyselohallevadoaParís,

Page 19: Los Hermanos Corsos

dedondenosvolveráconvertidoenabogado.ViviráenAjaccioenvezdeviviren la casa de sus ancestros; pleiteará; si posee talento, tal vez lo nombrenfiscaldelTribunalSupremo;siesasí,perseguiráa lospobresdiablosquesehanventiladoaalguien,comosediceporaquí;confundiráaquienasesinaconquien mata, como le ha sucedido a usted mismo hace un rato; pedirá, ennombre de la ley, la cabeza de quienes hayan hecho lo que sus antepasadotenían por un deshonor no hacer; sustituirá el juicio de los hombres por eljuicio de Dios, y, por las noches, cuando le haya enviado una cabeza alverdugo,creeráhaberservidoalpaís,haberaportadosupiedraaltemplodelacivilización…comodicenuestroprefecto…¡Ay,Diosmío!

YeljovenalzólosojosalcielocomodebiódehacerAníbaldespuésdelabatalladeZama.

—Pero ya ve usted que Dios ha querido equilibrar las cosas, pues, altiempoquehaconvertidoasuhermanoenadeptoalosnuevosprincipios,lehaconvertidoaustedenpartidariodelosviejoshábitos.

—Ya;pero¿quiénmediceamíquemihijonoseguiráelejemplodesutíoenvezdeseguirelmío?¡PerosiyomismoestoyhaciendocosasindignasdeundeFranchi!

—¿Usted?—exclamésorprendido.

—Puessí,Diosmío,sí.¿QuierequeledigaquéhavenidoustedahaceralaprovinciadeSartène?

—Dígame.

—Havenidoguiadoporsucuriosidaddehombredemundo,deartistaodepoeta:noséquéesusted,niselopregunto;noslodirácuandosemarche,silodesea; si no, guardará silencio, es usted totalmente libre de hacer lo queguste…Puesbien,havenidomovidoporeldeseodeveralgúnpueblodondereinelavendetta,deserpresentadoaalgúnbandidopintoresco,comolosquedescribeelseñorMériméeenColomba.

—Ymedalaimpresióndequetalvezhedadoconellugaradecuado—contesté—;ohemiradomal,olacasadeustedeseslaúnicaenelpuebloquenoestáfortificada.

—Lo que demuestra que yo también estoy degenerando: mi padre, miabuelo,cualquierademisantepasados,habría tomadopartidoporunauotrade lasdos faccionesque tienendivididoalpueblodesdehacediezaños.Encambio, ¿sabeustedquépapeldesempeñoyoen todoesto, enmediode losescopetazos,delaspuñaladas,delosnavajazos?Ejerzodeárbitro.Havenidousted a la provincia de Sartène para ver bandidos, ¿no es así? Pues vengaconmigoestanoche,queleenseñaréuno.

Page 20: Los Hermanos Corsos

—¡Cómo!¿Mepermitequeleacompañe?

—Claro,¿porquéno,siesoledivierte?

—Desdeluegoqueacepto,yconmuchogusto.

—Esteseñorestámuycansado—dijo laseñoradeFranchi lanzandounamirada a su hijo, como si compartiera la vergüenza que a este le producíacontemplarladegeneracióndeCórcega.

—No,madre, no, al contrario, tiene que venir, y, cuando en algún salónparisino,hablenanteéldelasterriblesvendettasydelosimplacablebandidoscorsosquetodavíaasustanalosniñosdeBastiaydeAjaccio,almenos,podráencogersedehombrosycontarlaverdad.

—¿Perocuálhasidolacausadeesagrandiscordiaque,ajuzgarporloquemediceusted,estáapuntodeapagarse?

—Bueno—dijoLucien—, en una discordia no importa la causa, sino elefecto.Elqueunasimplemosca,alvolaratravesada,provoque lamuertedeunhombre,noquitaparaquehayaunhombremuerto.

Viquedudabaenrevelarmelacausadeaquellaterribleguerraque,desdehacíadiezaños,asolabaelpueblodeSollacaro.

Pero, comocomprenderáel lector, cuantomásdiscreto semostraba,másexigentememostrabayo.

—Sin embargo —dije—, esa discordia habrá tenido un motivo. ¿Esemotivoessecreto?

—Porsupuestoqueno.ElconflictoestallóentrelosOrlandiylosColona.

—¿Debidoaqué?

—PuesaqueunagallinaseescapódelcorraldelosOrlandiyvolóaldelosColona.

»LosOrlandireclamaronlagallina;losColonamantuvieronqueerasuya;los Orlandi amenazaron a los Colona con llevarlos ante el juez y hacerlesprestarjuramento.

»Entonces,laancianamadre,quesosteníalagallina,leretorcióelcuelloyselaarrojóalacaraasuvecinaespetándoleestaspalabras:

»—Puessiestuya,cómetela.

»Tras locualunOrlandi recogió lagallinapor laspatas,yquisogolpearcon ella a quien se la había arrojado a la cara a su hermana. Pero, en elmomento en que alzaba la mano, un Colona, que, por desgracia llevabaconsigolaescopetacargada,ledescerrajóuntiroaquemarropaylomató».

Page 21: Los Hermanos Corsos

—¿Ycuántasvidassehacobradoesariña?

—Hanmuertonuevepersonas.

—Ytodoporunamiserablegallinaquevalíacuatroperras.

—Asíes;pero,comoledecíaantes,noimportalacausasinoelefecto.

—¿Yporquehayanmuertonuevepersonas,hademorirotra?

—Bienveustedqueno—replicóLucien—,puesparaellomeheerigidoyoenárbitro.

—¿Quizáapeticióndeunadelasdosfamilias?

—No,nimuchomenos:demihermano,aquienelministeriodeJusticiapidióqueinterviniese.MepreguntoyoquiéndiabloslesmandaalosdeParísinmiscuirseen loquepuedasucederenunmiserablepueblodeCórcega.Lafaena nos la hizo el prefecto, quien escribió a París diciendo que, si yomeprestabaaintervenir,todoestoacabaríacomounvodevil,conbodayuncuplépara el público; de modo que se dirigieron a mi hermano, quien cogió laocasiónpor lospelos,ymeescribiódiciendoquehabíadadosupalabrapormí. ¡Qué quiere usted!—exclamó el joven alzando la cabeza—, no podíandeciralláqueundeFranchihabíaempeñadolapalabradesuhermanoyquesuhermanonohabíacumplidosucompromiso.

—¿Demodoquehazanjadoustedelasunto?

—¡Esometemo!

—Ysupongoqueestanochevamosaveraljefedeunadelasdospartes.

—Exactamente;anochefuiaveralotro.

—¿YvamosavisitaraunOrlandioaunColona?

—AunOrlandi.

—¿Estálejosellugardondehanconcertadolacita?

—EnlasruinasdelcastillodeVicentellod’Istria.

—¡Ah, es cierto!… Me han dicho que esas ruinas se hallaban por losalrededores.

—Másomenosaunalegua.

—¿Demodoqueestaremosallíenunostrescuartosdehora?

—Comomucho.

—Lucien—dijo la señora deFranchi—, cuidado, porque estás hablandoporti.Túeresmontañés,yrecorresesadistanciaentrescuartosdehora;peroesteseñornopasaráporloscaminospordondepasastú.

Page 22: Los Hermanos Corsos

—Escierto;necesitaremosporlomenosunahoraymedia.

—Puesnohaytiempoqueperder—dijolaseñoradeFranchiechandounamiradaalapéndola.

—Madre—dijoLucien—,¿nospermitequelaabandonemos?

LaseñoradeFranchi lealargó lamano,queel jovenbesóconelmismorespetoquealllegar.

—Ahorabien—dijoLucien—,siprefiereacabartranquilamentedecenar,subirasuhabitación,ycalentarselospiesmientrassefumaelpuro…

—¡No, no, de ningún modo! —exclamé—. ¡Qué diablos!, me haprometidoustedunbandido,ynecesitoconocerlo.

—Bien,puesvamosacogernuestrasescopetas,yenmarcha.

Saludé respetuosamentea laseñoradeFranchi,ysalimosprecedidosporGriffo,quenosalumbraba.

Tardamospocoenestarlistos.

YomeceñíuncinturóndeviajequehabíamandadoconfeccionarantesdesalirdeParís,delquependíaunasuertedecuchillodecaza,yqueconteníaenunladolapólvora,yenelotroelplomo.

Lucien, por su parte, reapareció con su cartuchera, una escopeta de doscargas de Manton, y un gorro puntiagudo, obra maestra de bordadoprovenientedelasmanosdealgunaPenélopedeSollacaro.

—¿Acompañoasuexcelencia?—preguntóGriffo.

—No,noesnecesario—contestóLucien—;perosueltaaDiamante;a lomejornoslevantaalgúnfaisán,y,conesteclarodeluna,podríamosdispararcomoenplenodía.

Un instante después, un esbelto podenco brincaba aullando de alegría anuestroalrededor.

Caminamosdiezpasosfueradelacasa.

Por cierto—dijoLucienvolviéndose—, avisa en el pueblodeque, si seoyendisparosenelmonte,habránsidonuestros.

—Descuide,excelencia.

—Denotomarestaprecaución,lagentepodríacreerquesehanreiniciadolashostilidades,yoiríamossonarelecodenuestrosdisparosenlascallesdeSollacaro.

Dimosunospasosmásydoblamosanuestraderechaporunacallejaque

Page 23: Los Hermanos Corsos

conducíadirectamentealmonte.

VI

Pese a hallarnos apenas en los primeros días de marzo, el tiempo eramagnífico,yhubierapodidodecirsequeeracálido,denoserporunadeliciosabrisaque,altiempoquenosrefrescaba,nostraíaelásperoyvivoperfumedelmar.

Asomaba la luna, clara y brillante, tras elmonte deCagna, y se hubieradicho que derramaba cascadas de luz sobre toda la vertiente occidental queseparaCórcegaendospartes,y transforma,enciertomodo,unasola islaendospaísesdistintossiempreenguerra,oalmenosqueseodianentresí.

SegúnsubíamosylasgargantaspordondediscurreelTaravosesumergíanen una noche en cuya negrura intentaba en vano penetrar la vista, veíamosdesplegarseenelhorizonteelMediterráneo,apacibleysemejanteaunvastoespejodeumbrosoacero.

Sonaban ciertos ruidos peculiares de la noche, ya porque desaparecenduranteeldíaveladosporotrosruidos,yaporquedespiertanrealmenteconlastinieblas, y producían, no a Lucien, quien, ya habituado a oírlos, podíareconocerlos, sino a mí, ajeno a ellos, singulares sensaciones de sorpresa,sensacionesquemanteníanenmimenteesaemocióncontinuaque transmiteunpoderosointerésacuantoseve.

Alllegaraunasuertedepequeñabifurcacióndondelacarreterasedividíaen dos, es decir en un camino que parecía rodear lamontaña y un senderoapenasvisiblequeseadentrabaderechoenella,Luciensedetuvo.

—Vamosaver—medijo—,¿tieneustedpiernasdemontañés?

—Piernassí,peroojosno.

—¿Oseaquepadecedevértigo?

—Sí,elvacíomeatraeirresistiblemente.

—Entonces podemos tomar este sendero, donde no encontraremosprecipicios,sinosoloaccidentesdeterreno.

—Ah,bueno,amílosaccidentesdeterrenometraensincuidado.

Tomemosesesendero,nosahorraremostrescuartosdehorademarcha.

Lucienseinternóelprimeroenunpequeñoencinarpordondeleseguí.

Page 24: Los Hermanos Corsos

Diamantecaminaba,acincuentao sesentapasosdenosotros,batiendoelbosque a derecha e izquierda, y, de cuando en cuando, regresando por elsendero, moviendo el rabo para anunciarnos que podíamos, sin peligro yconfiandoensuinstinto,proseguirtranquilamenteelcamino.

Se echaba de ver que, al igual que los caballos de doble uso de esospetimetresdemediopelo,agentesdecambioporlasmañanasypersonajillosporlasnoches,quequierenalavezunanimaldesillaydecabriolé,Diamanteestabaadiestradoparacazaralbípedoyalcuadrúpedo,albandidoyaljabalí.

Paranoparecertotalmenteajenoalascostumbrescorsas,hicepartícipedemiobservaciónaLucien.

—Seequivoca—dijo—;Diamantecazaenefectoahombresyanimales,pero no caza bandidos, sino la triple raza de gendarmes, voltigeurs yvoluntarios.

—Ah,¿entoncesDiamanteesunperrodebandido?

—Comodiceusted,DiamantepertenecíaaunOrlandi,aquienavecesyoenviaba,cuandoestabaescondidoenelcampo,pan,pólvora,balas,vaya,lasdistintascosasquenecesitaunbandido.LomatóunColona,yaldíasiguientesepresentósuperro,queestabaacostumbradoaveniracasayenseguidaseencariñóconmigo.

—Pues me da la impresión—dije— de que, desde mi cuarto, o mejordichodesdeeldesuhermano,viotroperroquenoeraDiamante.

—Sí, ese esBrusco; posee lasmismas cualidades que este; solo quemellegódeunColonaquemurióamanosdeunOrlandi;porello,cuandovisitoaunColona,mellevoaBrusco,ycuando,porelcontrario,tengoqueiraveraunOrlandi,desatoaDiamante.Situviéramosladesgraciadesoltaralosdosalmismo tiempo, se devorarían. Y es que —agregó Lucien esgrimiendo suamargasonrisa—loshombrespuedenreconciliarse,hacerlaspaces,comulgarconlamismahostia,perolosperrosnocomeránnuncaenelmismoplato.

—Magnífico —exclamé yo sonriendo a mi vez—, habré conocido dosauténticos perros corsos; pero me da la impresión de que Diamante, comotodas las almasmodestas, eludenuestros elogios; desdeque la conversacióngirasobreél,haescurridoelbulto.

—Ah,nosepreocupe—dijoLucien—.Yasédóndeestá.

—¿Ydónde?,sinoesindiscreción.

—EstáenelMucchio.

Medisponíaaaventurarotrapreguntaariesgodecansaramiinterlocutor,cuando se oyó un aullido, tan triste, tan largo y tan lastimero, que me

Page 25: Los Hermanos Corsos

estremecíymedetuvetomandodelbrazoaljoven.

—¿Quéeseso?

—Nada:esDiamantequellora.

—¿Yaquiénllora?

—Asu amo…¿O cree usted que los perros son como los hombres, queolvidanaquienesloshanamado?

—Ah,entiendo—dije.

Diamantesoltóotroaullido,más largo,más tristeymás lastimeroqueelanterior.

—Claro—añadí—,matarona sudueño,mehadichousted,yestaremosacercándonosallugardondelomataron.

—Exactamente,yDiamantenoshadejadoparairalMucchio.

—¿OseaqueelMucchioeslatumba?

—Sí, es elmonumentodondecadapersonaquepasaarrojaunapiedrayuna rama de árbol, que van amontonándose en la fosa de todo hombreperecidodemuerteviolenta.Ellooriginaqueenvezdedesmoronarsecomolasdemásfosasbajolospasosdeesegranniveladorqueeseltiempo,latumbadelavíctimasiguecreciendo,símbolodelavenganzaquehadesobrevivirleyacrecentarsesincesarenelcorazóndesusparientesmáspróximos.

Sonó otro aullido, pero, en esta ocasión, tan cerca de nosotros, que, aunconociendolacausa,nopudereprimirunescalofrío.

Enefecto,alavueltadeunsendero,viblanquear,aunosveintepasosdenosotros,unmontóndepiedrasqueformabaunapirámidedecuatroocincopiesdealto.EraelMucchio.

Diamante estaba sentado al pie del extraño monumento, con el cuelloestiradoylabocaabierta.

Lucienrecogióunapiedray,quitándoseelgorro,seacercóalMucchio.

Yoloseguí,calcandotodossusgestos.

Alllegarjuntoalapirámiderompióunaramadeencina,arrojandoprimerolaramayacontinuaciónlapiedra;acontinuaciónsesantiguórápidamenteconeldedopulgar,costumbregenuinamentecorsa,yqueseleescapabaalpropioNapoleónenciertascircunstanciasterribles.

Yoloimitéencuantohizo.

Diamantepermaneciódetrás.

Page 26: Los Hermanos Corsos

Alcabodeunosdiezminutos,oímosunúltimoaullido,ycasideinmediatoDiamante,cabezayrabogachos,pasójuntoanosotros,echóunacarreradeuncentenardemetros,yprosiguiósutareadeexplorador.

VII

Seguíamosavanzando,y, segúnmehabía advertidoLucien, el terreno sevolvíacadavezmásescarpado.

Me coloqué el fusil en bandolera, consciente de que muy pronto iba anecesitarlasdosmanos.Miguía,porsuparte,seguíacaminandoconlamismasoltura,sinparecersiquierarepararenladificultaddelterreno.

Trasunosminutosdeescaladaatravésdelasrocas,conayudadelianasyraíces,llegamosaunasuertedeplataformadominadaporalgunasparedesenruinas.EsasruinaseranlasdelcastillodeVicentellod’Istria,metadenuestroviaje.

Tras cincominutosmás de escalada,más ardua ymás escarpada que laprimera,Lucien,alllegaralaúltimaterraza,metendiólamanoytiródemí.

—Bien,bien,sedaustedbastantebuenamañaparaserparisino.

—Eso se debe a que el parisino al que acaba usted de ayudar a dar suúltimazancadahahechoyaalgunasexcursionessimilares.

—Escierto—dijoLucienentre risas—.¿No tienenustedes enParísunamontañaquesellamaMontmartre?

—Sí,pero,apartedeMontmartre,delaquenoreniego,hesubidoaotrasmontañascomoelRighi,elFaulhorn, laGemmi,elVesubio,Stromboli,oelEtna.

—¡Vaya!Mirapordónde,ahoramedespreciaráustedpornohabersubidonuncaalMonteRotondo.Encualquiercasoyahemosllegado.Cuatrosiglosatrás, mis antepasados le habrían abierto la puerta, y hubieran dicho:«Bienvenido sea a nuestro castillo». Hoy, su descendiente le muestra esabrechaenlaparedyledice:«Bienvenidoseaanuestrasruinas».

—¿Este castillo perteneció a su familia desde la muerte de Vicentellod’Istria?—pregunté,reanudandolaconversacióndondelahabíamosdejado.

—No; pero, antes de su nacimiento, era lamansión de la antepasada detodosnosotros,lafamosaSavilia,viudadeLuciendeFranchi.

—¿NonarraFilippiniunaterriblehistoriasobreesamujer?

Page 27: Los Hermanos Corsos

—Sí…Sifuesededía, todavíapodríaustedver lasruinasdelcastillodeValle;allívivíaelseñordeGiudice.Tanodiadocomoamadaeraella,tanfeocomohermosaeraella.SeenamoródeSavilia,y,comoestanoseapresurabaaresponderasuamorsegúnsusdeseos,lemandóavisodeque,sinosedecidíaaaceptarlocomoesposoenunbreveplazode tiempo,se las ingeniaríapararaptarla a la fuerza.Savilia fingió ceder e invitó aGiudice a cenar conella.Giudice, loco de contento y olvidando que había conseguido tan halagüeñoresultadomercedaunaamenaza,acudióalainvitaciónacompañadotansoloporunoscriados.Secerrólapuertatrasellos,y,aloscincominutos,Giudiceerahechoprisioneroyencerradoenuncalabozo.

Pasé por el camino indicado, y me encontré en una especie de patiocuadrado.

A travésde lasgrietas abiertaspor el tiempo, la luna estampabagrandescharcosde luzenel suelo, salpicadodeescombros.Todoel restode terrenopermanecía en la oscuridad proyectada por las paredes que se habíanmantenidoenpie.

Luciensacóelreloj.

—Ah—dijo—, llegamos con veinte minutos de adelanto. Sentémonos;estaráustedcansado.

Nos sentamos, o más bien nos tumbamos en una pendiente cubierta dehierbaquequedabaenfrentedelabrecha.

—Yocreo—dije—queesanoestodalahistoria.

—No—prosiguió Lucien—. A partir de entonces, todas las mañanas ytodas las noches, Savilia bajaba al calabozo contiguo a aquel en que estabaencerradoGiudice,y,allí,separadadeéltansoloporunareja,sedesvestíaysemostrabadesnudaanteelcautivo.

«Giudice»,ledecía,«¿cómounhombretanfeocomotúhapodidollegarapensarqueposeeríatodoesto?».

Elsupliciodurótresmeses,renovándosedosvecesaldía.Pero,alcabodetresmeses,graciasaunacamareraaquiensedujo,Giudicelogróhuir.Alpocoregresócontodossusvasallos,muchomásnumerososquelosdeSavilia,tomóelcastillo,y,apoderándoseasuvezdeSavilia,laexpusodesnudaenunagranjauladehierro,enuncrucedecaminosdelBosquellamadoBoccadiCelaccia,ofreciendoélmismolallavedelajaulaacuantostentabasubellezaalpasar.Saviliamurióalostresdíasdeversesometidaaesaprostituciónpública.

—Vaya, vaya —observé—, en mi opinión sus antepasados tenían unconceptomuy claro de la venganza, y sus descendientes,matándose pura ysimplementedeunescopetazoodeunapuñalada,handecaídonopoco.

Page 28: Los Hermanos Corsos

—Sincontarqueacabaránnomatándoseenabsoluto.Pero,porlomenos,enmifamiliaesonofueasí.LosdoshijosdeSavilia,quevivíanenAjacciobajo la tutoría de su tío, recibieron una educación de auténticos corsos, ycontinuaron guerreando con los hijos de Giudice. Esa guerra duró cuatrosiglos,ynoacabó,comohabrápodidoverenlascarabinasdemipadreydemimadre,hastael21deseptiembrede1819,alasoncedelamañana.

—Enefecto,recuerdola inscripción,peronohetenidotiempodepedirlequelaexplicase,puesacababadeleerlacuandohemosbajadoacenar.

—Eslasiguiente:delafamiliadelosGiudice,noquedaban,en1819,másquedoshermanos;delafamiliadelosFranchi,solamentequedabamipadre,que se había casado con su prima. Tres meses después de esa boda, losGiudice decidieron acabar de una vez por todas con nosotros. Uno de loshermanosseemboscóenlacarreteradeOlmetoparaesperaramipadre,queregresabadeSartène,mientrasqueelotro,aprovechandoesaausencia,debíaasaltarnuestracasa.Todoseejecutósegúneseplan,peroresultódemodomuydistinto a como se lo esperaban los agresores. Mi padre, que estaba sobreaviso,semantuvoenguardia;mimadre,aquienhabíanalertado,juntóatodosnuestrospastores,demodoqueenelmomentodeesedobleataqueambossehallaban a la espera: mi padre en la montaña, mi madre en mi mismahabitación. Al cabo de cinco minutos de combate, caían los dos hermanosGiudice, unomuerto pormi padre, el otro pormimadre. Viendo caer a suenemigo,mipadresacóelreloj:¡eranlasonce!Viendocaerasuadversario,mimadresevolvióhacialapéndola:¡eranlasonce!Todohabíaterminadoenelmismominuto,noexistíanmásGiudice,laestirpehabíaquedadodestruida.La familia Franchi, victoriosa, conquistó la tranquilidad, y, como habíadesempeñado dignamente sumisión durante esa guerra de cuatro siglos, novolvióainvolucrarseennada;contodo,mipadremandógrabarlafechaylahora de tan extraño suceso en la culata de cada una de las carabinasprotagonistas,ylascolgóacadaladodelapéndola,enelmismositiodondelashavistousted.Sietemesesdespués,mimadrealumbróadosgemelos,unodeloscualesessuservidor,elcorsoLucien,yelotroelfilántropoLouis,suhermano.

Enesemomento,enunadelaszonasdeterrenoiluminadasporlaluna,viproyectarselasombradeunhombreyladeunperro.

EralasombradelbandidoOrlandiyladenuestroamigoDiamante.

Almismo tiempooímos sonar el reloj deSollacaroquedaba lentamentelasnueve.Orlandiera,aloqueparecía,delaopinióndeLuisXV,quien,comoessabido,teníapormáximaquelapuntualidadeslacortesíadelosreyes.

Eraimposiblesermásexactodeloqueloeraesereydelamontaña,conquienLucienhabíaconcertadounacitaalasnueveenpunto.

Page 29: Los Hermanos Corsos

Alverlo,noslevantamoslosdos.

VIII

—¿Noestáustedsolo,Lucien?—dijoelbandido.

—No se preocupe,Orlandi; el señor es un amigo que ha oído hablar deustedyteníaempeñoenconocerle.Mehaparecidoquenodebíanegarleesegusto.

—Bienvenidoseaustedalcampo,señor—dijoelbandidoinclinándoseydandoactoseguidounospasoshacianosotros.

Ledevolvíelsaludoconlamásestrictacortesía.

—Llevarányaaquíunrato—preguntóOrlandi.

—Sí,veinteminutos.

—Esoes,porqueheoídoaullaraDiamanteenelMucchio,yhaceyauncuartodehoraquehavenidoabuscarme.Esunanimalbuenoyfiel,¿verdad,Lucien?

—Sí,esaeslapalabra,Orlandi,buenoyfiel—replicóLucienacariciandoaDiamante.

—Pero,¿sisabíaustedqueLucienyahabíallegado,¿cómoesquenohaacudidoantes?—pregunté.

—Porque no habíamos concertado la cita hasta las nueve—contestó elbandido—,ytanimpuntualesllegaruncuartodehoraantescomouncuartodehoradespués.

—¿Debo interpretarlo como un reproche, Orlandi? —preguntó Lucienriendo.

—No, señor; podía usted tener sus razones; además, va acompañado, yseguramente habrá cambiado sus hábitos por la presencia del señor; porqueusted también es puntual, Lucien, que lo sé yo mejor que nadie; bastantesvecessehamolestadopormícausa,¡aDiosgracias!

—Notienesporquéagradecérmelo,Orlandi;ademáspuedequeestasealaúltima.

—Sobre eso tenemos que tener una charla, ¿no, Lucien? —inquirió elbandido.

—Sí,siquiereseguirme…

Page 30: Los Hermanos Corsos

—Asusórdenes.

Luciensevolvióhaciamí.

—¿Querrádisculparme?

—¡Nofaltabamás!Vayanustedes,porfavor.

Ambos se alejaron, y, subiendo a la brecha por la que había aparecidoOrlandi, sedetuvieronallí, recortándosenítidamentea la luzde la luna,queparecíabañarconunfluidoplateadoloscontornosdesusdossiluetasoscuras.

SoloentoncespudeobservaraOrlandiconatención.

Era un hombre de alta estatura, se dejaba toda la barba e iba vestidoexactamente igual que el joven de Franchi, con la salvedad de que su ropaostentabalahuelladeunfrecuentecontactoconelmonteenelquevivía,laszarzas a través de las cuales se había visto forzado a huir en más de unaocasión,ylatierrasobrelaquedormíatodaslasnoches.

Nopodíaoírloquedecían,primeroporquesehallabanaunosveintepasosdemí,ysegundoporquehablabanendialectocorso.

Peropercibía fácilmenteen losgestosdeambos,queelbandidorefutabacongranvehemenciaunaseriederazonamientosqueeljovenexponíaconunacalmaquehonrabalaimparcialidadconquetratabaaquelasunto.

Al final, los gestos de Orlandi se hicieron menos frecuentes y másenérgicos; su misma voz parecía languidecer; tras una última observación,agachólacabezay,transcurridouninstante,tendiólamanoaljoven.

Alparecer laconversaciónhabíaconcluido,puesambosregresaronhaciamí.

—Miqueridohuésped—medijoel joven—,Orlandideseaestrecharle lamanoparadarlelasgracias.

—Pero¿porqué?—pregunté.

—Poraceptarserunodesuspadrinos.Heempeñadomipalabraporusted.

—Puessihaempeñadosupalabrapormí,desdeluegoqueaceptoinclusosinsaberdequésetrata.

Tendílamanoalbandido,quemehizoelhonordetocarlaconlapuntadelosdedos.

—Así—prosiguióLucien—,podrádecirle amihermanoque todo sehazanjadosegúnsusdeseos,einclusoquehafirmadoustedelcontrato.

—¿Luegohayboda?

Page 31: Los Hermanos Corsos

—No,todavíano,perotalvezsímásadelante.

Enloslabiosdelbandidosedibujóunasonrisadedesdén.

—Pazsí—dijo—,yaque tantoempeñotieneusted,Lucien,peroalianzano:esonofiguraenelpacto.

—No—dijo Lucien—, pero quedará escrito.Muy probablemente, en elfuturo. Ahora cambiemos de tema. ¿No ha oído usted nada mientras yoconversabaconOrlandi?

—¿Deloquedecíanustedes?

—No,deloquedecíaunfaisánnolejosdeaquí.

—En efecto, me ha parecido oír cloquear; pero he pensado que meequivocaba.

—Pues no se equivocaba—dijoOrlandi—; hay unmacho posado en elgrancastañoqueustedyaconoce,Lucien.Loheoídoantesalpasar.

—Bueno—dijoalegrementeLucien—,noslocomeremosmañana.

—Lohubieraabatido—dijoOrlandi—,peromehadadomiedoqueenelpueblopensaranquedisparabasobreotracosa.

—Estánavisados—dijoLucien—.Porcierto—dijovolviéndosehaciamíyechándosedenuevoalhombrolaescopetaqueacababademontar—,lecedoaustedelhonor.

—Espere.Laverdadesquenoestoytansegurodedarenelblanco;ynopiensorenunciaramipartedesufaisán.No,no,dispareusted.

—Quizá no está usted habituado a cazar por la noche, y puede quedisparase demasiado bajo; además, como mañana no tiene nada que hacer,podrádesquitarse.

IX

Salimos de las ruinas por el lado opuesto a aquel por donde habíamosentrado.Luciencaminabadelante.

En el instante en que nos adentrábamos en el monte bajo, el faisán,denunciándoseasímismo,comenzódenuevoacloquear.

Sehallabaaunosochentapasosdenosotros,ocultoentrelasramasdeuncastañoprotegidoportodoslosladosporespesosmatorrales.

—¿Cómoharáparallegarhastaélsinqueleoiga?—preguntéaLucien—.

Page 32: Los Hermanos Corsos

Noparecetareafácil.

—No;sipudieraverloledispararíadesdeaquí.

—¿Cómo desde aquí? ¿Con una escopeta puede usted matar faisanes aochentapasos?

—Conplomo,no;conbala,sí.

—Ah, con bala, no me diga más, eso es otra cosa; ha hecho muy bientomandolasriendasdelasunto.

—¿Quiereustedverlo?—preguntóOrlandi.

—Sí—dijoLucien—,confiesoquemegustaría.

—Entonces,aguarde.

YOrlandisepusoaimitarelcloqueodelahembradefaisán.

Enelmismoinstante,sinveral faisán,advertimosunmovimientoen lashojasdelcastaño;elfaisántrepabaderamaenrama,altiempoquecontestabaconsucloqueoalosrequerimientosquesimulabaOrlandi.

Por último, apareció en la copa del árbol, perfectamente visible,recortándosenítidamenteenlablancuramatedelcielo.

Orlandienmudecióyelfaisánpermanecióinmóvil.

En el mismo instante, Lucien encaró la escopeta, y, tras apuntar unsegundo,disparó.

Elfaisánsedesplomópesadamente.

—¡Busca!—dijoLucienaDiamante.

Elperrosearrojóentrelosmatorralesy,aloscincominutos,regresóconelfaisánenlaboca.

Labalahabíaatravesadoelcuerpodelave.

—Excelentedisparo—dije—,ymásconunaescopetadedoscañones.Lefelicito.

—Bueno—dijoLucien—,tienemenosméritodeloqueustedcree;unodeloscañonesestárayadoyllevaalojadalabalacomounacarabina.

—Esigual.Inclusoconunacarabinaesundisparoexcepcional.

—Bah —dijo Orlandi—, con una carabina Lucien acierta a trescientospasosenunamonedadecincofrancos.

—¿Ydisparaustedconpistolatanbiencomoconescopeta?

—Másomenos—dijoLucien—.Aveinticincopasospuedo acertar seis

Page 33: Los Hermanos Corsos

balasdecadadoceenlahojadeuncuchillo.

—MequitéelsombreroysaludéaLucien.

—¿Ysuhermanoestandiestrocomousted?

—¿Mihermano?¡PobreLouis!Nohatocadonuncaniunaescopetaniunapistola.PoresometemosiemprequetengaalgúnlancedesagradableenParís,porque,siendovalientecomoes,ypordefenderelhonordesupaís,sedejaríamatar.

YLucienintrodujoelfaisánenelholgadobolsillodesuchaquetadepana.

—Bien,queridoOrlandi,hastamañana.

—Hastamañana,Lucien.

—Conozco su puntualidad; a las diez, usted, sus amigos y sus parientesestaránenelextremodelacalle,¿noesasí?Porel ladodelamontaña,a lamisma hora, y en el extremo opuesto de la calle, esperará Colona, con susparientesyamigos.Nosotrosestaremosenlosescalonesdelaiglesia.

—Conforme, Lucien; gracias por las molestias. Y usted, caballero —añadióOrlandivolviéndosehaciamíy saludándome—,graciasporelhonorquenoshace.

Y, traseste intercambiodecumplidos,nos separamos;Orlandi regresóalmonteynosotrosnosencaminamoshaciaelpueblo.

Diamante,porsuparte,permanecióunmomentoindecisoentreOrlandiynosotros,mirandoalternativamenteaderechaeizquierda.Trascincominutosdevacilación,noshizoelhonordeotorgarnossupreferencia.

Confiesoque,alaida,mientrasescalabaladobleparedderocas,mehabíasentidountantoinquietorespectoacómodescendería;losdescensos,comoessabido,entrañanmuchamayordificultadquelosascensos.

Vi no sin agrado que Lucien, adivinando sin duda mis pensamientos,tomabauncaminodistintoaaquelporelquehabíamosvenido.

Esarutamebrindabaunaventajaañadida,yeraladelaconversación,queloslugaresescarpadosinterrumpíanlógicamente.

Y, comoquiera que la pendiente era suave y el camino fácil, no habíarecorridocincuentapasoscuandovolvíamispreguntashabituales.

—¿Asíquehanhecholaspaces?

—Sí, y como habrá podido ver, ha costado lo suyo. Por fin, he logradohacerlecomprenderquelosColonahabíantransigidoentodo.Paraempezar,ensufamiliahabíanmuertocincohombres,mientrasqueenladelosOrlandi

Page 34: Los Hermanos Corsos

solocuatro.LosColonaconsintieronayer en la reconciliación,mientrasquelosOrlandinolohanhechohastahoy.Yensegundolugar,losColonasehancomprometidoadevolverpúblicamenteunagallinavivaalosOrlandi,locualdemostraba que reconocían su culpa. Esta última consideración ha sidodecisiva.

—¿Ylaemocionantereconciliaciónseproducirámañana?

—Mañana, a las diez.Ya ve que tampoco podrá quejarse. ¡Esperaba verunavendetta!—el jovenañadióconunarisaamarga—:¡Bah!,valientecosauna vendetta. Hace cuatrocientos años que no se habla de otra cosa enCórcega. Verá usted una reconciliación. La verdad, algo mucho másinfrecuentequeunavendetta.

Meechéareír.

—Claro—dijo—,seríedenosotros,yno lefalta razón; lociertoesquesomosgentebienrara.

—No,meríodeunacosaextraña,yesqueseenfadaustedconsigomismoporhabercumplidotanbiensuobjetivo.

—Sí, ¿verdad? Ah, si hubiera podido escucharme hace un rato, habríaadmiradomielocuencia.Perovuelvadentrodediezaños,ydescuide,quetodaestagentehablaráfrancés.

—Esustedunexcelenteabogado.

—No, entendámonos, soy un árbitro. ¡Qué demonios!, el deber de unárbitro es la reconciliación. Si me nombraran árbitro entre Dios y Satán,procuraría reconciliarlos, aunque en el fondo de mí mismo sabría que, dehacermecaso,Dioscometeríaunatontería.

Como advertí que esta conversación no hacía sino mortificar a miacompañante,abandonéeltema,y,comotampocoélhizonadaporreiniciarlo,llegamosalacasasinpronunciarunasolapalabramás.

X

Griffonosesperaba.

Antesdequesuseñorsedirigieseaél,hurgóenelbolsillodesuchaquetayextrajoelfaisán.Habíaoídoyreconocidoelescopetazo.

LaseñoradeFranchinoestabaaúnacostada,perosehabía retiradoa suhabitación,no sin antesdar instrucciones aGriffoparaque suhijopasase a

Page 35: Los Hermanos Corsos

verlaantesdeirseadormir.

Eljovenmepreguntósinecesitabaalgo,y,antemirespuestanegativa,mepidiópermisoparacumplirlosdeseosdesumadre.

Ledienteralibertadysubíamihabitación.

Volví a verla con cierto orgullo.Mis estudios sobre las analogías nomehabíanengañado,ymeenorgullecíadehaberadivinadoel carácterdeLouiscomohubieraadivinadoeldeLucien.

Así pues,me desnudé lentamente, y, tras tomar lasOrientales deVictorHugode labibliotecadel futuroabogado,memetíen lacama,satisfechodemímismo.

Acababa de releer por centésima vez El fuego del cielo cuando oí unospasos que subían la escalera y se detenían quedamente ante mi puerta;comprendíqueeramianfitrión,queveníaconintencióndedarmelasbuenasnoches,peroque,temiendosindudaqueyoestuvieseyadormido,dudabaenabrirlapuerta.

—Adelante—dijedepositandoellibroenlamesilladenoche.

Efectivamente,seabriólapuertayasomóLucien.

—Perdón—me dijo—, pero es que, tras pararme a pensar, me he dadocuentadequeheestadomuyhurañoestanoche,ynohequeridoacostarmesinantesdisculparme;demodoquevengoaexcusarme,y,comotodavíaparecetener usted bastantes preguntas que hacerme, a ponerme a su enteradisposición.

—Seloagradezco—contesté—;porelcontrario,graciasasuamabilidadestoymásomenosaltantodecuantoqueríasaber;únicamentemequedaunacosaquemeheprometidonopreguntarle.

—¿Porqué?

—Porque sería una auténtica indiscreción. Ahora, se lo advierto, si meinsiste,norespondodemí.

—Pues entonces, adelante: es malo no satisfacer una curiosidad; esodespiertaconjeturas,y,decadatresconjeturas,siemprehayporlomenosdosquesonmásperjudicialesparaquienesobjetodeellasquelapropiaverdad.

—Poresonotema:missuposicionesmásinjuriosassobreustedmellevantansoloacreerqueesustedbrujo.

Eljovenseechóareír.

—¡Demonio!—dijo—,vaahacermesentirtancuriosocomousted.Hable,porfavor,selopidoyo.

Page 36: Los Hermanos Corsos

—Pues bien, ha tenido usted la bondad de aclararme cuanto era oscuroparamí,exceptounsolopunto:mehaenseñadoustedesasmagníficasarmashistóricasquesolicitarévolveraverantesdemarcharme.

—Puntouno.

—Mehaexplicadoloquesignificabaesadobleysimilarinscripciónenlaculatadelasdoscarabinas.

—Puntodos.

—Me ha revelado que, por obra de ese fenómeno de su nacimiento,experimenta, pese ahallarse a trescientas leguasde suhermano, lasmismassensacionesqueél,comoporsuparte,sinduda,élexperimentalassuyas.

—Puntotres.

—Pero,cuando,respectoaesesentimientodetristezaquelehaasaltado,yque le hace pensar que algún percance desagradable le ha ocurrido a suhermano, la señora de Franchi le ha preguntado si estaba seguro de que nohabíamuerto, usted ha contestado: «No, si hubieramuerto, habría vuelto averlo».

—Sí,escierto,esohecontestado.

—Bien,puessilaexplicacióndeesaspalabraspuedepenetrarenunoídohumano,leruegoquemelasexplique.

Conforme yo iba hablando, el semblante del joven iba tornándose tangravequepronunciélasúltimaspalabrascontonovacilante.

Incluso,cuandodejédehablar,sehizounsilencioentreambos.

—Vaya —dije—, ya veo que he sido indiscreto; hagamos como si nohubieradichonada.

—No,soloqueesustedunhombredemundo,yporconsiguientedementeun tanto incrédula.Verá, temoquepueda tacharde supersticiónuna antiguatradiciónfamiliarquesubsisteentrenosotrosdesdehacecuatrocientosaños.

—Escuche—dije—,lejurounacosa,yesque,enlotocantealeyendasytradiciones,nohaynadietancrédulocomoyo,einclusohaycosasenlasquecreoparticularmente,yesenlascosasimposibles.

—Entonces,creeráenlasapariciones.

—¿Quierequelecuenteloquemehasucedidoamímismo?

—Sí,esomeanimará.

—Mipadremurióen1807;por lo tantoyo teníasolo tresañosymedio;como elmédico había anunciado el inminente final del enfermo,me habían

Page 37: Los Hermanos Corsos

trasladadoacasadeunaviejaprimaquevivíaenunacasaconpatioyjardín.

»Mi primame había puesto una cama frente a la suya,me había hechoacostarmeamihorahabitual,y,pesealadesgraciaquesecerníasobremíydelaqueporotraparteyonoteníaconciencia,medormí;deprontosuenantresviolentosgolpesenlapuertadenuestrahabitación;yomedespierto,bajodelacamaymeencaminohacialapuerta.

»—¿Adóndevas?—preguntamiprima.

»La habían despertado como amí esos tres golpes, y no podía contenerciertoterror,sabedoradeque,estandocerradalapuertadelacalle,nadiepodíallamaralapuertadelahabitacióndondeestábamos.

»—Voyaabrirleapapá,quevieneadecirmeadiós—contesté.

»Miprima saltóa suvezde la camaymeacostóa la fuerza,porqueyollorabasincesardegritar:

»—Papá está en la puerta, y quiero verlo antes de que se vaya parasiempre».

—¿Ydesdeentonces,seharepetidolaaparición?—preguntóLucien.

—No,aunquelohellamadoconbastantefrecuencia;peropuedequeDiosconceda a la pureza del niño los privilegios que niega a la corrupción delhombre.

—Pues en nuestra familia —dijo sonriendo Lucien— somos másafortunadosqueusted.

—¿Siguenviendoasusparientesmuertos?

—Cada vez que va a producirse, o que se ha producido, un importanteacontecimiento.

—¿Yaquéatribuyeeseprivilegiootorgadoasufamilia?

—Esunatradiciónquesehaconservadoenlafamilia:yalehedichoqueSaviliamuriódejandodoshijos.

—Sí,lorecuerdo.

—Esos dos hijos crecieron, queriéndose con todo el amor que hubieranprofesadoa losdemásparientes, dehabervivido estos.Así pues, se juraronque nada podría separarlos, ni siquiera la muerte; y, a raíz de no sé quéencendidaconjura,escribieron,consusangre,enunpedazodepergaminoqueintercambiaron,unjuramentorecíprocosegúnelcualelprimeroquemurieseseapareceríaalotro,primeroenelmomentodesupropiamuerte,despuésentodos losmomentosculminantesdesuvida.Tresmesesdespués,unode losdoshermanosmurióvíctimadeunaemboscadaenelmismoinstanteenqueel

Page 38: Los Hermanos Corsos

otro sellabaunacartadirigidaaél;peroapenasesteestampósuanilloen laceraaúnardiente,oyóunsuspirotrasél,y,alvolverse,vioasuhermanodepie y con la mano apoyada en su hombro, si bien no sentía esa mano.Entonces,conungestomaquinal,lealargólacartadirigidaaél;elotrotomólacartaydesapareció.Volvióaverlolavísperadesumuerte.Alparecerlosdos hermanos no solo habían empeñado su palabra para sí mismos sinotambién para sus descendientes; tan es así que, desde aquella época, lasaparicionesfueronrepitiéndosenosoloenelmomentodelamuertedequienesfallecían,sinolavísperadetodoslosgrandesacontecimientos.

—¿Ypresencióustedalgunaaparición?

—No,pero,habidacuentadequemipadre,durantelanochequeprecedióa sumuerte, fue alertado por su padre de que iba amorir, imagino quemihermanoyyogozaremosdelprivilegiodenuestrosantepasados,dadoquenohemoshechonadaparadesmereceresefavor.

—¿Yeseprivilegiosoloseotorgaalosvaronesdelafamilia?

—Sí.

—¡Quéextraño!

—Peroesasí.

Observé a aquel joven que me decía, frío, grave y tranquilo, una cosaaparentementeimposible,yrepetíaconHamlet:

Therearemorethingsinheavenandearth,

Horatio,

thanaredreamtofinyourphilosophy.

EnParís,eljovenmehubieraparecidounmistificador;peroenunpuebloperdidodeCórcegahabíaqueconsiderarlopuraysimplementecomounlocoqueseengañabadebuenafeocomounserprivilegiadomásdichosoomásdesdichadoquelosdemáshombres.

—Y,ahora—dijotrasunlargosilencio—,¿sabeustedyacuantodeseabasaber?

—Sí, —contesté—; le agradezco la confianza que deposita en mí, y leprometoguardarelsecreto.

—PeroporDios—medijosonriendo—,siaquínohaysecretoalguno,ycualquiercampesinodelpueblolehubieracontadoestahistoriatalcomoselacuento;loqueesperoesqueenParísmihermanonohayahechogaladeesteprivilegio, con lo que no lograría sino que los hombres se le rieran en lasnaricesylasmujeressufrieranunataquedenervios.

Page 39: Los Hermanos Corsos

Y, dicho esto, se levantó y, dándome las buenas noches, se retiró a suhabitación.

Aunqueestabacansado,mecostóbastantedormirme;eincluso,cuandomedormí, tuve un sueño agitado. Se me aparecían nebulosamente todos lospersonajes que había conocido durante el día, pero mezclados de modoincoherente.Solocuandocomenzabaaclarearmedormídeverdad,ynomedespertéhastaquesonólacampana,queparecíatañerenmisoídos.

Tiré demi campanilla, puesmi sensual predecesor había llevado el lujohastadisponeralalcancede lamanodelcordóndeunacampanilla, laúnicasindudaqueexistíaentodoelpueblo.

InmediatamenteaparecióGriffotrayendoaguacaliente.

ViqueLouisdeFranchihabía instruidobastantebienaaquellasuertedeayudadecámara.

Lucienhabíapreguntadoyadosvecessiyomehabíadespertado,yhabíadejadodichoquealasnueveymedia,siyonodabaseñaldevida,entraríaenmihabitación.

Eranlasnueveyveinticinco,demodoquealpocoloviaparecer.

Enestaocasión,vestíadefrancés,einclusodefrancéselegante.Lucíaunalevita negra, un chaleco de fantasía, y un pantalón blanco; y es que enCórcega,acomienzosdemarzo,sellevanyadesdehacetiempolospantalonesblancos.

Advirtióqueyolomirabaconciertasorpresa.

—Lesorprendeaustedmiatuendo—dijo—;esunapruebamásdequemeestoycivilizando.

—A fe que sí—contesté—, y le confieso que me admira no poco queexistaunsastretancapacitadoenAjaccio.Loquepasaesqueyo,conmitrajedepana,noséquévoyaparecercomparadoconusted.

—Es que mi atuendo es puro Humann; ni más ni menos, mi queridohuésped.Comomihermanoyyo somos exactamentede lamisma talla,mehizo la broma de enviarme un guardarropa completo, que, como puedefigurarse,solamentemepongoenlasgrandesocasiones:cuandopasaporaquíelprefecto,cuandoelgeneralquemandaeloctogésimosextoregimientohacelavisitadeinspección,otambiéncuandoreciboaunhuéspedcomousted,yeseplacer secombinaconunacontecimiento tan solemnecomoelquevaaproducirse.

Usabaeljovendeunasempiternaironíagobernadaporunamentesuperior,que,sindejardehacersentirseincómodoasuinterlocutor,norebasabanunca

Page 40: Los Hermanos Corsos

lasbarrerasdeunaexquisitaurbanidad.

Asípues,melimitéainclinarmeenseñaldeagradecimiento,mientrasélseendosaba, con todas las precauciones usuales, un par de guantes amarillosmoldeadosensusmanosporBoivinoporRoussaux.

Coneseatuendoparecíaunauténticoeleganteparisino.

Entretantoyoterminabaamivezdevestirme.

Sonaronlasdiezmenoscuarto.

—Bien—dijo Lucien—, si quiere usted ver el espectáculo, creo que hallegado elmomento de ir a sentarnos al coro; a no ser que quiera almorzarantes,loquesemeantojamuchomásrazonable.

—Gracias;raramentecomoantesdelasonceolasdoce;porlotantopuedoenfrentarmeaambasoperaciones.

—Entonces,vamos.

Tomémisombreroyleseguí.

XI

Desdeloaltodelaescaleradeochopeldaños,quedabaaccesoalcastillodondemorabanlaseñoradeFranchiysuhijo,sedominabalaplaza.

Esta, al contrario que la víspera, estaba atestada de gente.Con todo, esamultitudsecomponíademujeresydeniñosmenoresdedoceaños;entreellosnoseveíaunsolohombre.

En el primer escalón de la iglesia se erguía un hombre solemnementeceñidoconunabandatricolor:eraelalcalde.

Bajoelpórtico,otrohombrevestidodenegroestabasentadoanteunamesaconunescritoalalcancedelamano.Esehombreeraelnotario;elescritoeraelactadeconciliación.

ToméasientoenunodelosladosdelamesaconlospadrinosdeOrlandi.Alotro lado sehallaban lospadrinosdeColona; tras el notario se acomodóLucien,quienapadrinabaporigualaunoyaotro.

Al fondo, en el coro de la iglesia, se veía a los sacerdotes listos paracelebrarmisa.

Elrelojdiolasdiez.

Enelmismoinstanteunescalofríorecorriólamultitud,ytodoslosojosse

Page 41: Los Hermanos Corsos

fijaronen losdosextremosde lacalle, si esquepodíadenominarsecallealdesigualintervalodejadoporcaprichodeunacincuentenadecasasconstruidasalantojodesuspropietarios.

Alpuntosevioaparecer,porelladodelamontaña,aOrlandi,yporeldelrío, a Colona. Cada cual iba seguido por sus adictos; pero, según loestablecido, ni uno solo portaba armas; salvo algunos rostros un tantointimidantes,semejabanhonradosmayordomosdeordenreligiosadesfilandoenunaprocesión.

Los dos jefes de ambos partidos presentaban un contraste físico muymarcado.

Orlandi,comohedicho,eraalto,delgado,moreno,ágil.

Colona era pequeño, achaparrado, fornido; tenía la barba y el cabellopelirrojos;barbaycabelloerancortosyrizados.

Ambossosteníanunaramadeolivo,simbólicoemblemadelapazqueibanasellar,yqueeraunapoéticainvencióndelalcalde.

Colona, además, sujetaba por las patas una gallina blanca, destinada areemplazar, a efectos de daños y perjuicios, la gallina que, diez años atrás,originaraelcontencioso.

Lagallinaestabaviva.

Dichopuntosehabíadebatidolargoytendidoyestuvoenuntrisdeecharportierraelasunto,puesColonaconsiderabaunadoblehumillacióndevolverviva una gallina que su tía había arrojadomuerta a la cara de la prima deOrlandi.

Contodo,afuerzaderazonamiento,LucienlogróconvenceraColonadeque entregara la gallina, al igual que, a fuerza de dialéctica, convenció aOrlandidequelaaceptara.

Nobienaparecieron losdosenemigos, las campanas,que instantesanteshabíanguardadosilencio,comenzaronarepicaralvuelo.

Al advertirlo, tanto Orlandi como Colona reaccionaron con un mismogesto, que indicaba a las claras un recíproco rechazo; no obstante,prosiguieronsucamino.

Enfrente mismo de la puerta de la iglesia, se detuvieron a unos cuatropasoselunodelotro.

Tresdíasatrás,dehaberseencontradoaquellosdoshombresacienpasosdedistancia,abuenseguroqueunodeellosnohubieravueltoamoversededondeestaba.

Page 42: Los Hermanos Corsos

Durantecincominutos,nosoloenlosdosgrupos,sinotambiénentodalamultitud, se hizo un silencio que, pese al propósito conciliador de laceremonia,nadateníadepacífico.

Enesastomólapalabraelalcalde.

—Bien,Colona,yasabequelecorrespondeaustedhablarenprimerlugar.

Colonahizounprofundoesfuerzo,ypronuncióunaspalabrasendialectocorso.

Me pareció entender que expresaba su pesar por haberse hallado envendettadiezañosatrásconsubuenvecinoOrlandi,yqueencompensaciónleofrecíalagallinablancaquesosteníaenlamano.

Orlandiaguardóaquesuvecinohubieseterminadodehablar,yrespondiócon otras palabras en corso en las que por su parte prometía olvidarlo todosalvolasolemnereconciliaciónqueseefectuababajolosauspiciosdelseñoralcalde,bajoelarbitrajedelseñordeFranchi,ydelaquetomabanotaelseñornotario.

Acontinuaciónambosguardaronsilencio.

—Bueno,señores—dijoelalcalde—,segúncreo,habíanacordadodarselamano.

Conunmovimientoinstintivo,losdosenemigossellevaronlasmanosalaespalda.

Elalcaldedescendióelescalónsobreelquesehallaba,buscólamanodeColonatras laespaldadeeste, regresóabuscar ladeOrlandi tras lasuya,y,despuésdenopocosesfuerzosquetratódecamuflarasusadministradosconunasonrisa,logrójuntarambasmanos.

El notario aprovechó la ocasión, se levantó y leyó, mientras el alcaldeaguantaba con firmeza las dos manos, que al principio hicieron cuantopudieronparadesasirse,peroquealfinalseresignaronapermanecerunidas:

«Antemí,Giuseppe-AntonioSarrola,notario realdeSollacaro,provinciadeSartène,

»En laplazamayordelpueblo, frentea la iglesia,enpresenciadelseñoralcalde,delospadrinosydetodoelpueblo;

»EntreGaetano-OrsoOrlandi,llamadoOrlandini;

»YMarco-VicenzioColona,llamadoSchioppone;

»Sehadecididosolemnementeloquesigue:

»Que a partir del día de hoy, 4 de marzo de 1841, cesará la vendetta

Page 43: Los Hermanos Corsos

declaradaentreambos.

»Que a partir delmismodía convivirán comobuenos vecinos y amigos,como vivían sus padres antes del desdichado episodio que provocó ladesavenenciaentresusfamiliasyamigos.

»Entestimoniodelocual,hanfirmadolospresentesdocumentos,bajoelpórtico de la iglesia del pueblo, junto con el señor PoloArbori, alcalde delpueblo, el señor Lucien de Franchi, árbitro, los padrinos de amboscontratantes,yyoelnotario.

»Sollacaro,a4demarzode1841».

Observéconadmiraciónque,porexcesodeprudencia,elnotarionohabíahecholamásmínimareferenciaalagallinaquesituabaaColonaentanmalaposiciónanteOrlandi.

DeahíqueelrostrodeColonaseiluminaraenlamismamedidaenqueseoscurecíaeldeOrlandi.Estemirólagallinaquesosteníaenlamanodejandotraslucir la violenta tentación que experimentaba de arrojársela a la cara aColona.UnamiradadeLuciendeFranchiatajólalatenteintenciónaviesa.

El alcalde, haciéndose cargo de que no había tiempo que perder, subiócaminandohacia atrás, sin soltar lasdosmanosunidasy sinperderdevistaporuninstanteaambosreconciliados.

Actoseguido,paraevitarlanuevadiscusiónquenodejaríadeproducirseen elmomentode firmar, habida cuentadeque cadaunode los adversariosconsideraría sin lugar a dudas una concesión el hechode firmar el primero,tomólapluma,firmóélmismo,y,transformandoeloprobioenhonor,pasólaplumaaOrlandi,quienlatomó,firmóyselapasóaLucien,elcual,usandodelmismosubterfugiopacífico,selaalcanzóasuvezaColona,queestampósucruz.

Enelmismoinstante,resonaronloscantoseclesiásticos,comosecantaelTeDeumtrasunavictoria.

Acontinuaciónfirmamostodossindistinciónderangonidetítulo,comofirmaralanoblezadeFranciacientoveintitrésañosatráslaprotestacontraelduquedeMaine.

Actoseguidolosdoshéroesdeldíaentraronenlaiglesiaysearrodillaronacadaladodelcoro,cadaunoenlasillaqueselehabíadesignado.

ObservéqueapartirdeesemomentoLucienestabatotalmentetranquilo:había acabado todo; se había jurado la reconciliación, no solo ante loshombres,sinotambiénanteDios.

El restodeloficiodivino transcurriópues sinningúnacontecimientoque

Page 44: Los Hermanos Corsos

merezcalapenarelatarse.

Concluidalamisa,OrlandiyColonasalieronconidénticoceremonial.

Enlapuerta,ainvitacióndelalcalde,volvieronatocarselamano;despuéscadacualreemprendió,consucortejodeamigosyparientes,elcaminohaciasucasa,dondehacíatresañosqueniunoniotrohabíanentrado.Lucienyyo,por nuestra parte, regresamos a casa de la señora de Franchi, donde nosaguardabalacomida.

Enseguidacomprendí,alvercómose incrementabanlasatencioneshaciamipersona,queLucienhabíaleídominombreporencimademihombroenelmomentoenqueseestampabaalpiedelacta,yqueesenombrenoleresultabadeltododesconocido.

Por la mañana había anunciado a Lucien mi decisión de marcharmedespuésdecomer;teníaquepresentarmeforzosamenteenParísparaasistiralos ensayos de Un matrimonio en tiempos de Luis XIV, y, no obstante lasinstanciasdelamadreydelhijo,persistíenmiprimeradecisión.

Lucien me pidió entonces permiso para usar de mi ofrecimientoescribiendo a su hermano, y la señora de Franchi, quien, tras su fuerzaancestral no dejaba de ocultar un corazón demadre,me hizo prometer queentregaríaenpersonaesacartaasuhijo.

Aquello tampoco representaba una granmolestia, toda vez queLouis deFranchi,comoauténticoparisino,habitabaenlaRuedeHelder,número7.

Pedí permiso para ver por última vez la habitación deLucien, quienmecondujoaellaenpersonaymedijomostrandocuantohabíaenella:

—Seloruego,sileagradaalgúnobjeto,notienemásquepedirlo,porqueeseobjetoessuyo.

Descolguéunpequeñopuñalsituadoenunrincónlobastanteoscurocomoparaindicarmequenoteníaningúnvalor,ycomohabíavistoaLucienlanzarunamiradadecuriosidadamicinturóndecazayalabarsuapresto, leroguéqueloaceptase.Tuvoelbuengustodeaceptarlosinhacermerepetirelruego.

EnesemomentoaparecióGriffoenlapuerta.

Venía a anunciarme que el caballo estaba ensillado y que el guía meesperaba.

TeníapreparadounregaloparaGriffo;eraunasuertedecuchillodecazacondospistolaspegadasalolargodelahojaycuyosdispositivosdedisparoquedabanocultosbajolaempuñadura.

Jamáshabíavistoembelesosemejantealsuyo.

Page 45: Los Hermanos Corsos

Bajéyencontréa laseñoradeFranchialpiede laescalera;meesperabapara desearme un buen viaje en el mismo lugar donde me había dado labienvenida.Lebesélamano;meinspirabaungranrespetoaquellamujertansencillayalapartandigna.

Lucienmeacompañóhastalapuerta.

—Cualquierotrodía—dijo—ensillaríaelcaballoyleacompañaríahastamásalládelamontaña;pero,hoy,nomeatrevoaabandonarSollacaro,noseaquealgunodenuestrosdosnuevosamigoscometaunatontería.

—Yhaceustedmuybien—repuse—;nosabeustedlomuchoquecelebrohabertenidoocasióndeverunaceremoniatannovedosaenCórcegacomolaqueacabodepresenciar.

—Sí, sí —dijo—, celébrelo usted, porque lo que ha visto habrá hechorevolverseanuestrosantepasadosensustumbas.

—Loentiendo.Supongoqueentreellos lapalabraera losuficientementesagrada como para que no necesitaran que interviniese un notario en lareconciliación.

—Esosnosehubiesenreconciliadonunca.

Metendiólamano.

—¿Nomeencargaustedqueabraceasuhermano?

—Claroquesí,siesonoleesmuchamolestia.

—Pues entonces démonos un abrazo; no puedo transmitir lo que no herecibido.

Nosabrazamos.

—¿Volveréaverloalgúndía?—lepregunté.

—Sí,siregresaustedaCórcega.

—No,sivieneustedaParís.

—Noirénunca—contestóLucien.

—Encualquiercaso,encontrarátarjetasconminombresobrelachimeneadesuhermano.Noolvideladirección.

—Le prometo que, de conducirme un acontecimiento cualquiera alcontinente,recibiríaustedmiprimeravisita.

—Muybien.

Me tendióporúltimavez lamanoynosseparamos;pero,mientraspudovermedescenderlacallequeconducíaalrío,mesiguióconlamirada.

Page 46: Los Hermanos Corsos

Enelpuebloreinababastantetranquilidad,sibienseguíaadvirtiéndoseesasuertedeagitaciónque sucedea losgrandesacontecimientos,yyomealejéobservando conforme pasaba todas las puertas, esperando ver salir a miahijado Orlandi, quien, a decir verdad, me debía unas palabras deagradecimiento,ynohabíadadoseñaldevida.

Perodejéatráslaúltimacalledelpueblo,ymeadentréenelcamposinveranadiequeselepareciese.

Pensabaquesehabíaolvidadototalmentedemí,ydebodecirque,dadaslas graves preocupaciones que debían de atormentar aOrlandi en semejantedía,leperdonésinceramenteeseolvido,cuando,depronto,alllegaralmontedeBicchisano,visalirdelaespesuraaunhombrequeseplantóenmediodelcaminoyaquien identifiquéenelmismo instanteconaquel alque, conmiimpaciencia francesa y con mi hábito a las pautas parisinas, tachaba deingratitud.

Observéqueyahabía tenidotiempodeendosarse lamismaindumentariaconlaquehabíaaparecidoenlasruinasdeVicentello,esdecirqueportabasucartuchera,delaquecolgabalapistoladerigor,eibaarmadoconsuescopeta.

Cuandoestuvoadiezpasosdemí,sequitóelsombrero,mientrasyo,pormiparte,espoleabaelcaballoparanohacerleesperar.

—Señor —me dijo—, no he querido dejarle marchar de Sollacaro sinagradecerleelhonorquehatenidolabondaddehacerleaunpobrecampesinocomo yo, sirviéndole de testigo; y como en el pueblo no me encontrabacómodoniconlibertadparahablar,hepreferidoveniraesperarleaquí.

—Seloagradezco—ledije—,peronoteníaquehabersemolestado,ytodoelhonorhasidomío.

—Además,verausted—prosiguióelbandido—,nopierdeunoasícomoasíloshábitosdecuatroaños.Elairedelamontañaestremendo;unavezquelorespiras,luegoteahogasentodaspartes.Enesasmiserablescasas,medabalaimpresióndequeenelmomentomenospensadosemeibaacaereltechoencima.

—Perohabrádereanudarsuvidahabitual.Poseeunacasa,segúnmehandicho,uncampo,unaviña.

—Bueno,sí;peromihermanacuidabadelacasa,ylosluqueseslabrabanyvendimiaban.Loscorsosnotrabajamos.

—¿Yquéhacenentonces?

—Vigilamos a los trabajadores, nos paseamos con el fusil al hombro,cazamos.

Page 47: Los Hermanos Corsos

—Muybien,señorOrlandi—ledijetendiéndolelamano—,¡ledeseounabuenacaza!Perorecuerdequetantoustedcomoyohemosempeñadonuestrohonor comprometiéndonos a que en lo sucesivo solo dispararía a losmusmones, los gamos, los jabalíes, los faisanes y las perdices, y nunca aMarco-VicenzioColona,nianadiedesufamilia.

—¡Ay!,excelencia—mecontestómiahijadoconunaexpresiónquesolohabíaobservadoenloslitigantesnormandos—,¡muyflacaestabaesagallinaquemehadevuelto!

Ysinañadirunapalabramás,searrojóalmonteydesapareció.

ReemprendíelcaminomeditandosobreesaposiblecausaderupturaentrelosOrlandiylosColona.

EsanochedormíenAlbitreccia.AldíasiguientelleguéaAjaccio.

OchodíasdespuésmehallabaenParís.

XII

El mismo día de mi llegada me presenté en casa de Louis de Franchi.Habíasalido.

Dejémi tarjeta,conunanotitaanunciándoleque llegabadirectamentedeSollacaro, y que traía una carta de su hermano Lucien. Le pedía queconcertásemosunacita,añadiendoquemehabíacomprometidoaentregarlelacartapersonalmente.

Para conducirme al despacho de su señor a fin de escribir esa nota, elcriadomehizoatravesarsucesivamenteelcomedoryelsalón.

Observé todo ami alrededor, con la curiosidad que cabe comprender, yreconocí los mismos gustos que ya había tenido ocasión de atisbar enSollacaro; solo que en esos gustos brillaba por su ausencia la eleganciaparisina. La vivienda de Louis de Franchi me pareció un delicioso piso desoltero.

Aldíasiguiente,mientrasmevestía,esdecirsobrelasoncedelamañana,micriadomeanuncióasuvezalseñordeFranchi.Leordenéquelohicierapasaralsalón,leofrecieraperiódicosyleanunciaraqueenunosinstantesmehallaríaasudisposición.

Aloscincominutos,enefecto,entréenelsalón.

Aloírmellegar,elseñordeFranchi,quien,porcortesíasinduda,sehabía

Page 48: Los Hermanos Corsos

enfrascadoenlalecturadeunfolletínmío,que,poraquellaépoca,aparecíaenLaPresse,alzólacabeza.

Medejópetrificadoelparecidoconsuhermano.

Selevantó.

—Caballero—me dijo—,me costaba creer enmi buena fortuna al leerayerlanotaquemeentregómicriadocuandoregreséamicasa.Diezveceslepedíquemelodescribiera,paracerciorarmedequecoincidíaconsusretratos;enfin,queestamañana,impacientepordarlelasgraciasyporrecibirnoticiasdemifamilia,mehepresentadoensucasasinconsultaranteslahora;porellometemohabersidoquizáuntantomadrugador.

—Disculpe—contesté— que no me apresure a contestar a sus amablespalabras;peroesqueleconfiesoque,cuandolemiro,mepreguntositengoelhonor de estar hablando con el señor Louis de Franchi o con su hermanoLucien.

—Sí, ¿verdad? El parecido es grande —añadió sonriendo—. CuandotodavíavivíaenSollacaro, losúnicosquenonosequivocábamoséramosmihermanoyyo;noobstante,si,desdequeyonoestoy,nohaabjuradodesuscostumbres corsas, lehabrávisto constantemente conunatuendoquemarcaentrenosotrosciertadiferencia.

—Pues,precisamente,haqueridoelazarquecuandomehedespedidodeélvistieraexactamente igualqueusted,exceptuandoelpantalónblanco,quetodavíanosellevaenParís;porello,paradistinguirlapresenciadeusteddelrecuerdodesuhermano,nisiquieracuentoconesadiferenciadeindumentariadelaquemehabla.Pero—añadísacandolacartademicartera—estaráustedimpacienteportenernoticiasdesufamilia;aquítieneestacarta,quehubieradejadoensucasaayer,denohaberprometidoalaseñoradeFranchiqueselaentregaríaenpersona.

—¿Ylosdejóustedbienatodosalmarcharse?

—Sí,peroinquietos.

—¿Pormí?

—Porusted.Perolealacarta,porfavor.

—¿Mepermite?

—Nofaltabamás…

LouisdeFranchiabriólacarta,mientrasyopreparabacigarrillos.

Entretantonodespegabalosojosdeélmientrassumiradarecorríaraudalaepístolafamiliar;devezencuandosonreíamurmurando:

Page 49: Los Hermanos Corsos

—¡MiqueridoLucien!¡Mibuenamadre!…Sí…sí…loentiendo.

Todavíanomehacíaa la ideade tansorprendenteparecido;noobstante,como me había dicho Lucien, observé que su tez era más blanca y supronunciacióndelalenguafrancesamásnítida.

—Bien —dije cuando terminó de leer, ofreciéndole un cigarrillo queencendióconelmío—,habrávisto,comoyalehedicho,quesufamiliaestápreocupada,perocomprueboconalegríaquesinmotivos.

—No —repuso con tristeza—, no del todo. No estoy enfermo, eso escierto; he tenido un disgusto, un disgusto bastante fuerte incluso, el cual leconfiesoquenohacíasinoacrecentarmiideadeque,padeciendoaquí,hacíapadecerallíamihermano.

—Suhermanoyamehabíadicholoquemediceusted;pero,laverdadseadicha,paraquecreyesequealgotanextraordinariopudieseserciertoynounapreocupaciónmomentánea,necesitabalapruebaqueahoratengoantemí.¿Demodoqueustedmismoestáconvencidodequeelmalestarqueexperimentabaallísuhermanodependíadelsufrimientoqueleaquejaaustedaquí?

—Sí,señor,nimásnimenos.

—Entonces, como su respuesta afirmativa me hace interesarmedoblementeporloquelesucede,permítamequelepregunte,porinterésqueno por curiosidad, si el disgusto del que me hablaba antes ha pasado y sicomienzaustedaconsolarse.

—Bueno, ya sabe usted que los dolores más vivos se mitigan con eltiempo, y, si algún accidente no emponzoña la llaga de mi corazón, estaseguirá sangrando algún tiempo, y acabará cicatrizando. Pero sepa que lequedoprofundamenteagradecido,yesperoquedevezencuandomeautoriceparavenirahablarledeSollacaro.

—Conmuchísimogusto,pero¿porquénoproseguimosahoramismounaconversaciónquemeresultatangratacomoausted?Mire,ahívienemicriadoa anunciarme que la comida está servida.Concédame el favor de compartirunacostillaconmigo,ypodremosconversartranquilamente.

—Imposible,nosabecuántolosiento.AyerrecibíunacartadelministrodeJusticia,pidiéndomequemepasehoyporelministerio,y,comocomprenderá,yo,pobreabogadilloenciernes,nopuedohaceresperaratangranpersonaje.

—Ah,probablementelellamaráporelasuntodelosOrlandiylosColona.

—Eso creo, y, como mi hermano me dice que se ha terminado elcontencioso…

—Antenotario,puedocontárselotalcomoocurrió;firméuncontratocomo

Page 50: Los Hermanos Corsos

padrinodeOrlandi.

—Enefecto,algomedicemihermanoalrespecto.

—Discúlpeme—medijoconsultandosureloj—,sonlasdocemenosunosminutos;antesquenada,leanunciaréalministroquemihermanohacumplidosupalabra.

—Desdeluego,religiosamente,deesolerespondoyo.

—¡MiqueridoLucien!Ya sabíayoque,peseanocomulgar conello, loharía.

—Sí,hayqueagradecérselo;porqueleaseguroquelecostólosuyo.

—Hablaremos de todo ello más adelante; como comprenderá, para mírepresenta un inmenso placer volver a ver, con los ojos del pensamiento,evocadosporusted,amimadre,amihermanoyamipaís.Asípues,sitienelabondaddedecirmeunahora…

—Enestemomentovoyaestarmuyocupado.Durante losprimerosdíasposteriores ami regreso, andaréde aquípara allá.Perodígameusteddóndepuedoencontrarlo.

—Escúcheme—medijo—mañanaeslami-carème,¿no?

—¿Mañana?

—Sí.

—¿Y?

—¿VaustedalbailedelaÓpera?

—Síyno.Sí,simelopreguntaparaqueconcertemosunacitaallí;no,sinotengonadaquemellameallí.

—Yotengoqueir;meveoobligadoair.

—¡Ajá!—dijesonriendo—,yaveo,comodecíaustedantes,queeltiempomitigalosmásvivosdolores,yquelallagadesucorazóncicatrizará.

—Seequivoca,porqueallíprobablementemetoparéconotrosmotivosdeangustia.

—Entonces,novaya.

—¡Ay,Diosmío! ¿Acaso hace uno lo que quiere en esta vida?Me veoarrastrado a mi pesar; voy allí donde me empuja la fatalidad. Sé que seríamejornoir,ysinembargoiré.

—Entonces,¿mañanaenlaÓpera?

—Sí.

Page 51: Los Hermanos Corsos

—¿Aquéhora?

—Alasdoceymedia,siustedquiere.

—¿Dónde?

—Enelfoyer.Alaunatengounacitadelantedelreloj.

—Conforme.

Nosestrechamoslamano,ysalióbruscamente.

Estabanapuntodesonarlasdocedelmediodía.

Por mi parte dediqué toda la tarde y la mañana del día siguiente a losquehaceresimprescindiblesparaquienregresadeunviajededieciochomeses.

Yalasdoceymediadelanocheacudíalacita.

Louisllegóunpocotarde;habíaseguidoporlospasillosaunamáscaraquelehabíaparecidoreconocer;perolamáscarasehabíaperdidoenlamultitud,ynopudoalcanzarla.

Quise hablar de Córcega, pero Louis estaba demasiado distraído paraabordar tangrave temadeconversación;noapartaba losojosdel reloj,ydeimprovisomeabandonóexclamando:

—Ah,ahíllegamiramodevioletas.

Y se abrió paso entre la multitud para dirigirse hacia una mujer que,efectivamente,sosteníaunenormeramodevioletas.

Como,porfortunaparalossolitarios,habíaenlasalaramosdetodasuerte,notardóenabordarmeunramodecameliasquetuvoabienfelicitarmesobremifelizregresoaParís.

Alramodecameliassucedióunramoderosasdepitiminí.

Alramoderosasdepitiminíunramodeheliotropos.

Total,queibayapormiquintoramocuandomeencontréaD…

—¡Hombre!, usted por aquí, amigo mío —me dijo—, bienvenido sea,porque cae de maravilla; esta noche cenamos en mi casa con fulano ymengano —mencionó a tres o cuatro amigos comunes—, y contamos conusted.

—Milgracias,queridísimoamigo—contesté—,peropesealomuchoqueme complacería aceptar su invitación, me es imposible, porque estoyacompañado.

—Huelgadecirlequetodoelmundopuedetraerasuacompañante;hemosdecididodecomúnacuerdoqueenlamesahabráseisjarrasdeaguasinmás

Page 52: Los Hermanos Corsos

utilidadquemantenerfrescoslosramos.

—Ah, amigomío, ahí es donde va descaminado, porque no tengo ramoalgunoqueponerensusjarras:estoyconunamigo.

—Bueno,peroyasabeeldicho:losamigosdemisamigos…

—Esunjovenaquiennoconoce.

—Puesbien,nosconoceremos.

—Lepropondréesagrataoportunidad.

—Sí,ysiseniega,tráigaloalafuerza.

—Harécuantopueda,seloprometo…¿Yaquéhorahayquesentarsealamesa?

—Alastres;pero,comonosquedaremoshastalasseis,tieneustedmargendesobra.

—Muybien.

Un ramo demiosotis, que tal vez había oído la última parte de nuestraconversación,tomódelbrazoaD…,ysealejóconél.

Alospocosinstantes,meencontréconLouis,quien,porlastrazas,habíaterminadodehablarconsuramodevioletas.

Comomidominóposeíaunamentebastantemediocre,lomandéaintrigaraunamigomío,ytomédelbrazoaLouis.

—Qué—lepregunté—,¿sehaenteradousteddeloquequeríasaber?

—Desafortunadamente,sí;yasabeustedqueporlogeneralenlosbailesdedisfracessolonosdicenlascosasquedeberíandejarqueignoráramos.

—Pobre amigo mío. Disculpe que lo llame así, pero es que me da laimpresióndequeleconozcodesdequeconocíasuhermano…Veamos…Esustedinfeliz,¿no?¿Quélesucede?

—No,deverdad,nadaquemerezcalapenacontarse.

Comprendíquequeríaguardarelsecretoymecallé.

Dimos dos o tres paseos por la sala en silencio; yo, con bastanteindiferencia,puesnoesperabaanadie;Louis,siemprealacecho,examinandocadadominóquesehallaraalalcancedenuestravista.

—Escuche—ledije—,¿sabeloquedeberíahacer?

Seestremeció,comosilearrancaradesuspensamientos.

—¿Yo?…¡No!¿Quédiceusted?Perdón…

Page 53: Los Hermanos Corsos

—Lepropongounadistracciónquecreoquenecesita.

—¿Cuál?

—Acompáñemeacenaracasadeunamigo.

—Esosíqueno…Seríauncomensaldemasiadotaciturno.

—¡Bah!Dirándisparates,yesoleanimará.

—Además,noestoyinvitado.

—Seequivoca;síqueloestá.

—Muyamableporpartedesuanfitrión,pero,seloaseguro,nomesientodigno…

Enesemomentonos cruzamos conD…Parecíamuyentretenido con suramodemiosotis.

Noobstantemevio.

—Bien,puesquedadicho,¿no?

—Menosdichoquenunca,queridoamigo.Nopuedoirasucena.

—Puesentonces,váyasealdiablo.

Ysiguiósucamino.

—¿Quién es ese señor?—me preguntó Louis, a quien a todas luces lerondabaalgoenlacabeza.

EsD…,unamigomío,hombredegraninteligencia,yesoqueesdirectordeunodenuestrosprincipalesperiódicos.

—¡M.D…!—exclamóLouis—.¡M.D…!¿Yloconoceusted?

—Desdeluego;nosunendesdehaceunosañosinteresescomunesysobretodounabuenaamistad.

—¿Conélteníaquecenarustedestanoche?

—Precisamente.

—¿Yasucasaqueríaustedllevarme?

—Sí.

—Enesecaso,acepto,¡sí!,aceptoconmuchogusto.

—¡Magnífico!Aunquelehayacostadotantodecidirse.

—Quizá no debería ir—añadió Louis sonriendo con tristeza—; pero yasabe loque ledijeanteayer:novamosadondedeberíamos ir,vamosadondenosempujalafatalidad;lapruebaesquehoymeheequivocadoviniendoaquí

Page 54: Los Hermanos Corsos

estanoche.

EnesemomentonoscruzamosdenuevoconD…

—Queridoamigo—ledije—,hecambiadodeopinión.

—¿Yvieneustedanuestracena?

—Sí.

—¡Bravo!Soloquedeboadvertirledeunacosa.

—¿Cuál?

—Puesquequienceneconnosotrosestanochedeberáhacerlodenuevomañana.

—¿Yesoenvirtuddequé?

—EnvirtuddeunaapuestaquehemoshechoconChâteau-Renaud.

Advertí que Louis, que me había tomado del brazo, se estremecíaviolentamente.

Mevolví;peroaunqueestabamáspálidoquehacíauninstante,surostropermanecíaimpasible.

—¿Ycuálesesaapuesta?—preguntéaD…

—Uy, sería demasiado largo de explicar aquí.Además, hay una personainteresada en esa apuesta que podría hacérsela perder a Château-Renaud sillegaraasusoídos.

—¡Muybien!Hastalastres.

—Hastalastres.

Nos separamosdenuevo.Alpasardelantedel reloj, le echéunamirada:eranlasdosytreintaycincominutos.

—¿Conoceusted a ese señordeChâteau-Renaud?—preguntóLouis convozenlaqueintentabaocultarlaemoción.

—Solodevista;hemoscoincididoenalgunacena.

—Entonces,¿noesamigosuyo?

—No,nisiquieraunconocido.

—¡Ah,mejor!

—¿Yporqué?

—Pornada.

—¿Yustedloconoce?

Page 55: Los Hermanos Corsos

—Indirectamente.

—Pesealarespuestaevasiva,nosemeocultóqueentreLouisyChâteau-Renaudexistíaunadeesasrelacionesmisteriosasenqueunamujereselhiloconductor.Porunsentimientoinstintivocomprendíqueerapreferibleparamiamigoquecadacualsefueraasucasa.

—Mire,señordeFranchi,¿mepermitequeledéunconsejo?

—Sobrequé,dígame.

—NovayamosacenaracasadeD…

—Pero¿porqué?¿Nonosespera?O,mejordicho,¿nolehadichoustedquellevabaauninvitado?

—Sí,peronoesporeso.

—¿Yporqué,entonces?

—Sencillamenteporquecreoqueesmejorquenovayamos.

—Pero,enfin,algunarazóntendráparahabercambiadodeopinión;haceunratoinsistíaustedinclusoencontrademivoluntad.

—NosencontraríamosalseñordeChâteau-Renaud.

—¡Tanto mejor! Dicen que es un hombre muy amable, y me encantaráconocerlomásafondo.

—Puesentonces,vayamos,yaquelodeseausted.

Bajamosarecogernuestrosabrigos.

D…vivíaadospasosde laÓpera;el tiempoeraexcelente;penséqueelairelibreserenaríaunpocoamiamigo.Leofrecíirandando,yaceptó.

XIII

Enelsalónnosencontramosconvariosamigosmíos,asiduosalfoyerdelaÓpera,ocupantesdelpalcoinfernal,deB…,L…,V…yA…Además,comoyo ya me figuraba, con dos o tres dominós sin máscara que sostenían susramosaguardandoelmomentodeplantarlosenlasjarras.

Presenté a Louis de Franchi a todo el mundo; huelga decir que fueamablementerecibidoportodos.

TranscurridosdiezminutosllegóD…trayendoalramodemiosotis,quiense despojó de la máscara con un desparpajo y una soltura que revelaban

Page 56: Los Hermanos Corsos

primero aunamujerguapay segundoaunamujerhabituada a esa clasedesaraos.

PresentéalseñordeFranchiaD…

—Yahora—dijodeB…—,unavezhechaslaspresentaciones,lespediréquenossentemosalamesa.

—Se han hecho las presentaciones, pero no han llegado todos loscomensales—contestóD…

—¿Puesquiénfalta?

—TodavíanohallegadoChâteau-Renaud.

—Ah,escierto.¿Nohayunaapuesta?—preguntóV…

—Sí,enlaquenosjugamosunacenadedocepersonasaquenonostraeaciertadamaquesehacomprometidoatraer.

—¿Yquiénesesadama?—preguntóelramodemiosotis—,tanindómitaquesecruzanapuestassobreella.

Miré a de Franchi; estaba aparentemente sereno, pero pálido como unmuerto.

Bueno —contestó D…—, no creo que cometa una gran indiscrecióndesvelando el nombre de la máscara, sobre todo porque de fijo que no laconocerá.Eslaseñora…

LouisposólamanoenelbrazodeD…

—Caballero—dijo—, enprodenuestra reciente amistad, concédameunfavor.

—Dígameustedcuál.

—No nombre a la persona que ha de venir con el señor de Château-Renaud:yasabequeesunamujercasada.

—Sí, pero cuyomarido está enEsmirna, en las Indias, enMéxico, vayaustedasaberdónde.Cuandounamujertieneunmaridotanlejos,yasabe,escomosinolotuviera.

—Su marido regresa dentro de unos días; es un hombre de bien, y megustaría,siesposible,evitarleeldisgustodeenterarse,asuregreso,dequesuesposahacometidosemejantedespropósito.

—Sies así, discúlpeme, caballero—dijoD…—. Ignorabaqueconocieraustedaesadama;inclusodudabaqueestuvieracasada;pero,yaquelaconoce,yaqueconoceasumarido…

Page 57: Los Hermanos Corsos

—Losconozco.

—Noscomportaremosconlamayordiscreción.Señoresyseñoras,vengaonoChâteau-Renaud,vengasolooacompañado,pierdaoganelaapuesta,lespidoquemantenganensecretotodoestelance.

Todos,comounasolavoz,prometieronguardarelsecreto,probablementeno por un sentimiento muy profundo de las conveniencias sociales, sinoporqueestabanmuyhambrientos,y,porconsiguiente,teníanganasdesentarsealamesa.

—Gracias—dijodeFranchiaD…tendiéndolelamano—;leaseguroqueacabausteddecomportarsecomounhombredebien.

Pasamos al comedor, y cada cual ocupó su sitio. Quedaron dos sillasvacías:lasdeChâteau-Renaudylapersonaaquienteníaquetraer.

Elcriadoseacercóaquitarloscubiertos.

—No—dijoeldueñodelacasa—,déjelos;Château-Renaudtienetiempohasta lascuatro.A lascuatro,quitaráusted loscubiertos; cuandosuenen lascuatro,habráperdidolaapuesta.

Yo no despegaba los ojos de Franchi; lo vi volver la mirada hacia lapéndola;marcabalastresycuarentaminutos.

—¿Vabiensureloj?—preguntóLouisfríamente.

—Eso no es asunto mío —dijo riendo D…—; es asunto de Château-Renaud;hehechoponerenhoramipéndolaconsureloj,paraquenosequejedequeloheengañado.

—Por Dios, señores—dijo el ramo de miosotis—, ya que no podemoshablardeChâteau-Renaudydesudesconocidaamiga,nohablemosdeellos;porqueacabaremoscayendoensímbolos,alegoríasyenigmas,locualresultamortalmenteaburrido.

—Tiene usted razón, Est…—contestóV…—; con la demujeres de lasquesepuedehablaryquesemuerendeganasdequesehabledeellas.

—Alasaluddeesas—dijoD…

Ytodoscomenzaronallenarlascopasdechampánhelado.Cadacomensalteníaalladosubotella.

ObservéqueLouisapenasrozabalacopaconloslabios.

—Bebausted—ledije—;yavequenovendrá.

—Todavía son las cuatro menos cuarto —dijo—. A las cuatro, porrezagadoquemehayaquedado,leprometoquealcanzaréalquemellevemás

Page 58: Los Hermanos Corsos

adelanto.

—Magnífico.

Mientrasintercambiábamosestaspalabrasenvozbaja,laconversaciónsehizo general y estruendosa; de vez en cuando, D… y Louis lanzaban unamirada a la péndola, que continuaba su marcha impasible, pese a laimpacienciadelasdospersonasqueconsultabansuaguja.

Alascuatromenoscinco,miréaLouis.

—¡Asusalud!—dije.

Tomólacopasonriendoyselallevóaloslabios.

Sehabíabebidomásomenoslamitad,cuandosonóunacampanilla.

Pensabaquenopodíaponersemáspálido,peromeequivocaba.

—Esél—dijo.

—Sí,peropuedequenoseaella—contesté.

—Ahoraloveremos.

Elcampanillazohabíadespertadolaatencióndetodoslospresentes,yunprofundo silencio sucedióde inmediatoa la ruidosaconversaciónquecorríaentornoalamesayque,decuandoencuando,saltabaporencima.

Seoyóunaespeciedediscusiónenlaantesala.

D…selevantóalpuntoyfueaabrirlapuerta.

—He reconocido su voz —me dijo Louis asiéndome la muñeca yapretándolaconfuerza.

—Vamos,vamos, seaustedunhombre—contesté—; saltaa lavistaqueunamujerquevieneacenarasíporlasbuenasacasadeunhombreaquiennoconoce y con personas a quienes tampoco conoce es una buscona, y unabusconanoesdignadelamordeunhombredebien.

—Selosuplico,señora—decíaD…en laantesala—,pase,por favor; leaseguroqueestamosentreamigos.

—Vamos,pasa,queridaÉmilie—decíaChâteau-Renaud—,notequiteslamáscarasinoquieres.

—¡Miserable!—murmuróLouisdeFranchi.

Enesemomentoentróunamujer,arrastradamásqueconducidaporD…,quecreíacumplirconsucondicióndeseñordelacasa,yporChâteau-Renaud.

—Las cuatro menos tres minutos—dijo en voz baja Château-Renaud aD…

Page 59: Los Hermanos Corsos

—Muybien,amigomío,haganadousted.

—Todavíano,caballero—dijolamujerdirigiéndoseaChâteau-Renaudeirguiéndose cuán alta era—. Claro, ahora entiendo su insistencia… habíaapostadoquemetraeríaacenaraquí,¿noeseso?

Château-Renaudenmudeció.LamujersedirigióaD…

—Yaqueestehombrenocontesta,contesteusted,caballero:¿noesciertoqueel señordeChâteau-Renaudhabíaapostadoqueme traería a cenar a sucasa?

—Nopuedoocultarle, señora,queel señordeChâteau-Renaudmehabíahechoacariciaresaesperanza.

—Puesbien,elseñordeChâteau-Renaudhaperdido,porqueyoignorabaadóndemellevabayporquepensabaqueibaacenaracasadeunaamigamía;comoquieraquehevenidoengañada,elseñordeChâteau-Renauddebe,amientender,perderelbeneficiodelaapuesta.

—Pero ahora que está usted aquí, querida Émilie —replicó Château-Renaud—, se quedará usted, ¿no es así? Como ve, disfrutará de buenacompañía en lo que respecta a hombres y de gozosa compañía en lo querespectaamujeres.

—Ahora que estoy aquí —dijo la desconocida—, agradeceré a estecaballero,quesegúncreoeselseñordelacasa,elbuenrecibimientoquetieneabienhacerme;pero,comodesgraciadamentenopuedoresponderasuamableinvitación, rogaré al señor Louis de Franchi que me dé el brazo y meacompañeamicasa.

Enunsegundo,LouisdeFranchise interpusoentreChâteau-Renaudy ladesconocida.

—Leseñalaré,señora—dijoChâteau-Renaudconlosdientesapretadosderabia—,quequienlahatraídohesidoyo,yque,porlotanto,mecorrespondeamíacompañarla.

—Caballeros—dijo la desconocida—, son ustedes cinco hombres, ymepongobajolasalvaguardiadesuhonor;confíoenqueimpediránqueelseñordeChâteau-Renaudejerzalamenorviolenciasobremipersona.

Château-Renaudhizounmovimiento;todosnospusimosenpie.

—Muy bien, señora —dijo—, es usted libre; ya sé con quién deboentendérmelas.

—Si se refiereustedamí—dijoLouisdeFranchi conunaexpresióndealtivez imposible de expresar—,puede encontrarmemañanadurante todo eldíaenlaRuedeHelder,número7.

Page 60: Los Hermanos Corsos

—Muybien,caballero;talveznotengaelhonordepresentarmeyomismoensucasa;peroesperoquetengaabienrecibirenmilugaradosamigosmíos.

—Lo único que le faltaba, señor mío —dijo Louis de Franchiencogiéndosedehombros—,esconcertarsemejantecitadelantedeunamujer.Vengausted, señora—añadió tomandoelbrazode ladesconocida—,ycreaqueleagradezcoenlomáshondodemicorazónelhonorquemehace.

Yambossalieronenmediodeunprofundosilencio.

—¿Qué le vamos a hacer, señores? —dijo Château-Renaud cuando secerró la puerta—: he perdido, eso es todo. Todos los aquí presentes nosveremospasadomañanaenLesFrèresProvençaux.

Ysesentóenunadelasdossillasvacías,alargandoelvasoaD…,queselollenóhastalosbordes.

Sin embargo, como cabe comprender, pese a la estruendosa hilaridad deChâteau-Renaud, el resto de la cena transcurrió en un ambiente bastantedesangelado.

XIV

Aldíasiguiente,o,mejordichoelmismodía,mehallabaalasdiezdelamañanaantelapuertadeLouisdeFranchi.

Mientrassubíalaescalera,mecrucécondosjóvenesquebajaban:unoeraa todas luces un hombre demundo; el otro, condecorado con la Legión deHonor,parecíamilitar,aunquevestíadepaisano.

MedicuentadequeamboshombressalíandecasadeLouisdeFranchi,ylosseguíconlosojoshastaelpiedelaescalera;acontinuaciónseguísubiendoyllamé.

Salióaabrirmeelcriado;suseñorestabaensudespacho.

Cuando entró para anunciarme, Louis, que estaba sentado escribiendo,volviólacabeza.

—Ah,quéapuntollega—dijoarrugandolanotayarrojándolaalfuego—,estanotaeraparausted, e ibaaenviársela.Estábien, Joseph,noestoyparanadie.

Elcriadosalió.

—¿Nosehatropezadocondoscaballerosenlaescalera?—preguntóLouisacercandounabutaca.

Page 61: Los Hermanos Corsos

—Sí,unoibacondecorado.

—Exactamente.

—Hepensadoquesalíandesucasa.

—Yhaacertado.

—¿VeníandepartedelseñordeChâteau-Renaud?

—Sonsustestigos.

—¡Diablo!Alparecersehatomadoelasuntoenserio.

—Convengaenquenopodíahacerotracosa.

—¿Yvenían?…

—A pedirme que les enviara a dos amigos míos para concretar lospormenoresconellos;entonceshepensadoenusted.

—Mehonraquesehayaacordadodemí,peronopuedopresentarmesoloensucasa.

—He pedido a un amigomío, el barón GiordanoMartelli, que venga acomerconmigo.Llegaráalasonce.Comeremosjuntos,y,alasdoce,tendránustedeslabondaddeacudiracasadeesoscaballeros,quehanprometidonomoversedeallíhastalastres.Estossonsusnombresysusdirecciones.

Louismealargódostarjetas.

Uno era el barón René de Châteaugrand, el otro se llamaba Adrien deBoissy.

ElprimerovivíaenlaRuedelaPaix,número12.

Elotro,que,comoyosospechaba,eramilitar,eratenienteenelregimientodecazadoresdeÁfrica,yvivíaenlaRuedeLille,número29.

Yovolvíunayotravezlastarjetasenlamano.

—¿Quéesloquelepreocupa?—preguntóLouis.

—Me gustaría que me dijera francamente si todo este asunto le pareceserio.Entiendaquedeellodependeránuestraactuación.

—¡Perocómo! ¡Desde luegoquemuy serio!Además, comoyadebiódeoír,mepuseadisposicióndelseñordeChâteau-Renaud,yélmehaenviadosus testigos.Demanera que no tengomás que dejar que las cosas sigan sucurso.

—Sí,claro…peroenfin…

—Acabe—dijoLouissonriendo.

Page 62: Los Hermanos Corsos

—Peroenfin…Habríaquesaberporquésebateusted.Nopuedeunoveradoshombresdegollarsesinsaberalmenoselmotivodelapelea.Comosabeusted,laposicióndeltestigoesmásgravequeladelcontendiente.

—Poresomismoleexplicaréendospalabraslacausadeesteconflicto.Eselsiguiente:

»AlpocodellegaraParís,unamigomío,capitándefragata,mepresentóasumujer.Eraguapa,erajoven;nadamásverlameprodujounaimpresióntanprofunda que, temiendo enamorarme, aproveché raras veces el permiso quemehabíaconcedidomiamigodepresentarmecuandoquisieraenlacasa.

»Miamigosequejabademiindiferencia,hastaqueledijeabiertamentelaverdad; es decir que sumujer era demasiadodeliciosa en todos los sentidoscomoparaquemeexpusieseaverlacondemasiadafrecuencia.Élsonrió,metendiólamano,yexigióquefueseacenarconélelmismodía.

»—QueridoLouis—medijo a lospostres—,dentrode tres semanasmemarchoaMéxico;quizáestéfueratresmeses,quizáseis,oquizámástiempo.Losmarinossabemosaveceslahoradelamarcha,peronuncaladelregreso.TeencomiendoaÉmilieenmiausencia.Émilie,teruegoquetratesaLouisdeFranchicomoaunhermano.

»Lajovencontestótendiéndomelamano.

»Yoestabaatónito;nosupequéresponderydebídeparecerlemuyboboamifuturahermana.

»Tressemanasdespués,enefecto,miamigosemarchó.

»Duranteesastressemanas,exigióqueyofueseacenarenfamiliaconélalmenosunavezporsemana.

»Émiliesequedóconsumadre:nonecesitodecirleque laconfianzaquehabíadepositadosumaridoenmímelahabíahechosagrada,yque,sindejardequererlamuchomásquecomounhermano,nuncadejédeverlasinocomounahermana.

»Transcurrieronseismeses.

»Émilie vivía con sumadre, y, almarchar, sumarido había exigido quecontinuara recibiendo. Mi pobre amigo no temía nada tanto como labrarsefama de hombre celoso. Lo cierto es que adoraba a Émilie y que confiabatotalmenteenella.

»Así pues, Émilie continuó recibiendo. Eso sí, las recepciones eraníntimas, y la presencia de sumadre eliminaba de cualquiermentemaliciosacualquier pretexto de reprobación, por lo que nadie se atrevió a murmurarcualquiermaledicenciaquepudieramancharsureputación.

Page 63: Los Hermanos Corsos

»Hará unos tres meses, el señor de Château-Renaud solicitó que se lapresentaran.

»Creeustedenlospresentimientos,¿no?Nadamásverlomeestremecí;nome dirigió la palabra; se comportó como debe comportarse un hombre demundoenunsalón;ysinembargo,cuandosemarchó,yaloodiaba.

«¿Porqué?Yomismonohubierasabidodecirlo.

»En realidad me di cuenta de que él había experimentado la mismaimpresiónqueyoexperimentéalverporprimeravezaÉmilie.

»Además, me pareció que, por su parte, Émilie lo recibió condesacostumbradacoquetería.Probablementemeequivocaba,pero,comoyalehe dicho, en el fondo demi corazón, no había dejado de amar a Émilie, yestabaceloso.

»Porello,durantelasiguientevelada,noperdídevistaaChâteau-Renaud;tal vez advirtiómi insistencia en seguirlo con la vista, yme pareció que alconversaramediavozconÉmilie,intentabadejarmeenridículo.

»De haberme dejado llevar por la voz demi corazón, esamisma nochehubiera buscado un enfrentamiento y me hubiese batido con él; pero mecontuverepitiéndomeamímismoquesemejanteconductaseríaabsurda.

»Y como comprenderá, desde entonces cada viernes supuso para mí unauténticosuplicio.

»Château-Renaud es un auténtico hombre de mundo, un elegante, unafigura; bajomuchos puntos de vista yo reconocía su superioridad sobremí;perome parecía que Émilie lo tenía en un conceptomás alto de lo que semerecía.

»MuyprontomeparecióadvertirqueyonoeraelúnicoquepercibíaesapreferenciadeÉmilieporChâteau-Renaud,yesapreferenciaseacrecentódetalmanera,resultótanvisiblequeundíaGiordano,queeracomoyounasiduodelacasa,melomencionó.

»A raíz de ello, tomé una decisión; decidí hablar con Émilie, todavíaconvencido de que se comportaba así por pura irreflexión, y de que mebastaría abrirle los ojos sobre su propia conducta para que corrigiera todocuanto, hasta entonces, había podido suscitar que la gente la tachara deligereza.

»Pero,paragranasombromío,Émiliesetomóabromamisobservaciones,sosteniendoqueyoestaba loco,yquecuantoscompartíanmis ideasestabantanlocoscomoyo.

»Insistí.

Page 64: Los Hermanos Corsos

»Émiliemecontestóquenopodíafiarsedemíensemejanteasunto,yqueunhombreenamoradoeraforzosamenteunjuezparcial.

»Mequedéestupefacto;sumaridoselohabíacontadotodo.

»Desdeentonces,comocomprenderá,mipapel,reducidoalpuntodevistadelamantedespechadoyceloso,setornabaridículoyodioso;dejédeacudiracasadeÉmilie.

»Pese a no asistir a las reuniones en casa de Émilie, continué teniendonoticias suyas; seguía sabiendo lo que hacía, y ello me hacía igualmenteinfeliz, pues la gente empezaba a advertir las asiduas visitas de Château-RenaudaÉmilieyacomentarloenvozalta.

»Decidí escribirle; lo hice con todo el comedimiento de que me sentíacapaz,suplicándole,ennombredesuhonorcomprometido,ennombredesumaridoausenteycuyaconfianzaenellaeratotal,quecuidaraestrictamentedeloquehacía.Nomecontestó.

»¡Qué quiere usted! El amor es independiente de la voluntad; la pobrecriatura estaba enamorada, y, como estaba enamorada, era ciega, o, mejordicho,seempeñabaobstinadamenteenserlo.

»Algúntiempodespués,oídecirenvozaltaqueÉmilieera laamantedeChâteau-Renaud.

»Imposibleexpresarloquesufrí.

»Fueentoncescuandomidolorrepercutióenmipobrehermano.

»Transcurrióunadocenadedíasy,entonces,llegóusted.

»El mismo día en que se presentó usted en mi casa, recibí una cartaanónima.LacartaeradeunadamadesconocidaquemecitabaenalbailedelaÓpera.

»Dicha señora me decía que tenía que comunicarme cierta informaciónsobreunadamaamigamía,delaqueporelmomentoselimitabaadecirmeelnombredepila.

»EsenombreeraÉmilie.

»Debíareconocerlaporquellevaríaunramodevioletas.

»Ledijeaustedentoncesquenohubieradebidoacudiraesebaile;pero,selorepito,meempujabalafatalidad.

»Fui; me reuní con mi dominó a la hora y en el lugar indicados. Meconfirmó loqueyamehabíandicho, queChâteau-Renaud era el amantedeÉmilie,y,comoyoloponíaenduda,o,mejordicho,fingíaponerloenduda,me dio como prueba que Château-Renaud había apostado que llevaría a su

Page 65: Los Hermanos Corsos

nuevaamanteacenaracasadeD…

»Quiso el azar que usted conociera a D…; que estuviera invitado a esacena;quepudierallevaraunamigo;quemeofrecióllevarme,yqueyoacepté.

»Elrestoyalosabe.

»Ahora, ¿qué puedo hacer sino esperar y aceptar las propuestas quemehagan?».

Nadahabíaquedeciralrespecto,demodoqueinclinélacabeza.

—Pero—contestéalcabodeun instanteconunsentimientode temor—,creo recordar, y espero equivocarme, que su hermanome dijo que usted nohabíatocadoensuvidaunapistolaniunaespada.

—Escierto.

—Peroentoncessehallaalamerceddesuadversario.

—¡Quélevamosahacer,seráloqueDiosquiera!

XV

EneseprecisomomentoelcriadoanuncióalbarónGiordanoMartelli.

Era, al igual que Louis de Franchi, un joven corso de la provincia deSartène; servía en el 11 regimiento, donde tras protagonizar dos o tresmemorableshechosdearmas,habíasidoascendidoacapitána losveintitrésaños.Niquedecirtienequevestíadepaisano.

—Bueno—dijoaLouistrassaludarme—,alfinalhasucedidoloqueteníaquesuceder,y,segúnloquemehasescrito,recibirás,contodaprobabilidad,lavisitadelostestigosdelseñorChâteau-Renaudalolargodeldía.

—Yalaherecibido—dijoLouis.

—¿Handejadosusnombresydirecciones?

—Aquíestánsustarjetas.

—¡Bien!Mehadichotucriadoquelacomidaestabaservida;comamos,yacontinuacióniremosavisitarlos.

Pasamos al comedor, y no volvió a tratarse del asunto que motivabanuestrareunión.

Solo entonces me preguntó Louis sobre mi viaje a Córcega, y yo halléocasióndereferircuantoyasabeellector.

Page 66: Los Hermanos Corsos

El joven se había ya serenado ante la idea de tener que batirse al díasiguienteconChâteau-Renaud,ytodoslossentimientosdepatriaydefamiliaretornabanasucorazón.

Mehizorepetirunasveintevecesloquemehabíandichosuhermanoysumadre. Conociendo como conocía las costumbres genuinamente corsas deLucien,leemocionóespecialmenteelempeñoquehabíapuestoensolventarelconflictoentrelosOrlandiylosColona.

Sonaronlasdocedelmediodía.

—Sinlamenorintencióndeecharles—dijoLouis—,creo,caballeros,quehallegadoelmomentodehacerunavisitaaesosseñores;sinosentretenemosmás,podríancreerqueescurrimoselbulto.

—Respecto a eso, puede estar tranquilo —repliqué—; hace apenas doshorasquehansalidodeaquí,yustedhanecesitadotiempoparaavisarnos.

—De todas formas —dijo el barón Giordano—, creo que Louis tienerazón.

—Peroantesnecesitamossaber—dijeaLouis—quéarmaprefiereusted,silaespadaolapistola.

—Ah,comoyaledicho,esalgoquemetraetotalmentesincuidado,dadoquenosoyexpertoenningunadelasdos.Porotraparte,Château-Renaudmeahorraráelengorrodetenerqueelegir.Lomásprobableesqueseconsidereélelofendido,y,comotal,podráelegirelarmaqueleconvenga.

—Perolaofensaesdiscutible.Ustednohizosinopresentarelbrazoqueselereclamaba.

—Escuche—medijoLouis—:amientender,cualquierdiscusióncobrarávisos de intentar un arreglo. Soy hombre de costumbres bastante tranquilas,comosabe;distodeserunduelista,noenvanoesestemiprimerlance;peroprecisamentedebidoatalesrazonesquierojugarlimpio.

—Leesmuyfácildecireso,amigomío;ustedselimitaajugarselavida,peroanosotrosnosdeja,decaraasufamilia,conlaresponsabilidaddeloquesuceda.

—Ah,respectoaeso,puedenestartranquilos,porqueconozcoamimadrey a mi hermano. Les preguntarán: «¿Se ha comportado Louis como uncaballero?»,y,cuandocontesten:«Sí»,dirán:«Conesobasta».

—Pero,bueno,quédiablos, aunasí necesitamos saberqué armaprefiereusted.

—Bien,puessiproponenlapistola,aceptendeinmediato.

Page 67: Los Hermanos Corsos

—Esopensabayotambién—dijoelbarón.

—Adelante, pues, la pistola, ya que los dos opinan lo mismo—dije—.Peroconstequelapistolaesunarmaingrata.

—¿Acaso tengo tiempo para aprender a manejar la espada de aquí amañana?

—No.Sinembargo,conunabuenaleccióndeGrisier,talvezaprenderíaadefenderse.

Louissonrió.

—Créame—dijo—,loqueseademímañanaporlamañanaestáescritoenelcielo,y,hagamosloquehagamosustedyyo,nopodremoscambiarnada.

Actoseguido,leestrechamoslamanoybajamos.

Nuestra primera visita fue naturalmente para el testigo de nuestroadversarioquevivíamáscerca.

Asípues,nosdirigimosaldomiciliodelseñorRenédeChâteaugrand,quevivía,comohemosdicho,enelnúmero12delaRuedelaPaix.

LapuertaestabavedadaparatodoaquelquenosepresentaradepartedelseñorLouisdeFranchi.

Informamosdenuestramisión,presentamosnuestrastarjetasysenoshizopasarenelmismoinstante.

ElseñordeChâteaugranderaunhombredemundoenextremoelegante.NoquisoquenosmolestáramoseniracasadelseñordeBoissy,puesnosdijoquehabíanacordadoqueelprimeroencuyacasanospresentásemosmandaseabuscaralotro.

Así pues, mandó de inmediato a su lacayo a avisar al señor Adrien deBoissydequeloesperábamosensucasa.

Durante la espera, no volvió a abordarse el asunto que nos traía allí.Hablamosdecarreras,decazaydeópera.

ElseñordeBoissyllegóalosdiezminutos.

Ni siquiera quisieron manifestarse sobre la cuestión de la elección dearmas: la espada y la pistola resultaban igualmente familiares al señor deChâteau-Renaud;dejaban laelecciónenmanosdel señordeFranchioenelazar.Arrojamosunluisalaire,espadasisalíacara,pistolasisalíacruz.Saliócruz.

Asípues,sedecidióqueelduelosecelebraríaalasnuevedelamañanadeldíasiguiente,enelbosquedeVincennes;quelosadversariossecolocaríana

Page 68: Los Hermanos Corsos

unadistanciadeveintepasos;quesedaríantrespalmadas,yquealatercerapalmada,dispararían.

RegresamosadaresarespuestaadeFranchi.

Lamismanoche,encontréalregresaramicasalastarjetasdelosseñoresdeChâteaugrandydeBoissy.

XVI

A las ocho de la noche me presenté en casa de Louis de Franchi parapreguntarle si tenía alguna recomendación que hacerme; pero pidió queaguardaraaldíasiguiente,contestándomeconexpresiónextraña:

—Lanochetraeconsejo.

Al día siguiente, pues, en vez de ir a recogerlo a las ocho, lo que nosdejabamargensuficienteparaacudiralacitaalasnueve,mehallabaencasadeLouisalassieteymedia.

Estabayaensudespacho,escribiendo.

Aloírelruidoquehicealabrirlapuerta,sevolvió.

Estabapalidísimo.

—Disculpe—medijo—,estoyescribiendoamimadre;siénteseycojaunperiódico, si es que han llegado los periódicos; mire, en La Presse, porejemplo,hayundeliciosofolletíndeJosephMéry.

Cogíelperiódicoquemeindicabaymesenté,observandoconextrañezaelcontrastequeofrecíalapalidezcasilívidadeljovenconsuvozdulce,graveyserena.

Intenté leer, pero seguía con los ojos los caracteres, sin que estostrasladasenningúnsentidoclaroamicerebro.

—Yaheterminado—dijoLouisalcabodecincominutos.

Inmediatamentellamóasucriado.

—Joseph,noestoyparanadie,nisiquieraparaGiordano;hágalopasaralsalón;quieroestara solasdiezminutosconel señor, sinqueme interrumpanadie.

Elcriadocerrólapuerta.

—Verá, querido Alexandre, Giordano es corso, y tiene ideas corsas, demodoquenopuedo fiarmede él para loquedeseo; lepediréqueguarde el

Page 69: Los Hermanos Corsos

secreto, y nadamás; usted, por su parte, tiene que prometerme ejecutarmisinstruccionespuntoporpunto.

—¡Porsupuesto!¿Acasonoesundeberparauntestigo?

—Un deber muy real, máxime porque así evitará a nuestra familia unasegundadesgracia.

—¿Unasegundadesgracia?—preguntésorprendido.

—Mire—medijo—,estoesloqueleheescritoamimadre;leaestacarta.

TomélacartadelasmanosdeLouis,yleíconcrecientesorpresa:

«Mibuenamadre:

»Sinosupieraqueesusteda lavez fuertecomounaespartanaysumisacomounacristiana,utilizaríatodoslosmediosposiblesparaprepararlaparaelhorribleacontecimientoquevaaabatirsesobreusted;cuandorecibaestacarta,yasolotendráunhijo.

»Lucien,excelentehermanomío,¡amaamimadrepornosotrosdos!

»Anteayer, sufrí una inflamación cerebral y presté escasa atención amisprimerossíntomas.¡Elmédicollegódemasiadotarde!Mibuenamadre,yanohay un ápice de esperanza paramí, a no ser que ocurra unmilagro, ¿y quéderechotengoaesperarqueDioshagaesemilagropormí?

»Leescriboenunmomentodelucidez;simemuero,estacartaseráechadaalcorreouncuartodehoradespuésdemimuerte;porque,enelegoísmodemiamor por usted, quiero que sepa que he muerto no echando de menos, delmundoentero,sinosucariñoyeldemihermano.

»Adiós,madre.

»Nolloreusted;laamabamialma,nomicuerpo,ydondequieraquevaya,mialmaseguiráamándola.

»Adiós,Lucien.

»Noabandonesnuncaanuestramadre,ypiensaqueyasololequedastú.

Suhijo,

tuhermano,

LouisdeFranchi».

Trasestasúltimaspalabras,mevolvíhaciaquienlashabíaescrito.

—Bien—ledije—,¿quésignificaesto?

—¿Noloentiende?

Page 70: Los Hermanos Corsos

—No.

—Mañanamoriréalasnueveydiezminutos.

—¿Quemorirá?

—Sí.

—¡Peroestáustedloco!¿Porquésetorturaconsemejanteidea?

—Niestoyloconimetorturo,queridoamigo…Avisadosíqueestoy.

—¿Avisado?¿Porquién?

—¿No le ha contadomihermano—preguntóLouis sonriendo—que losvaronesdemifamiliadisfrutandeunsingularprivilegio?

—Es cierto —contesté estremeciéndome a pesar mío—; me habló deapariciones.

—Exacto.Puesbien,mipadresemehaaparecidoestanoche;poresomehavistotanpálido;elveralosmuertoshacepalideceralosvivos.

Lomiréconsorpresanoexentadeterror.

—¿Havistoestanocheasupadre,diceusted?

—Sí.

—¿Ylehahablado?

—Mehaanunciadomimuerte.

—Hasidounsueñoterrible.

—Hasidounaterriblerealidad.

—¿Dormíausted?

—Estabadespierto…¿Nocreequeunpadrepuedeaparecerseasuhijo?

Agaché la cabeza. En el fondo del corazón, yo mismo creía en esaposibilidad.

—¿Quésucedióexactamente?

—Puesocurriódelamaneramássimpleynatural.Yoleía,esperandoamipadre, pues sabía que si yo corría alguna suerte de peligromi padre semeaparecería,cuando,amedianoche,milámparapalidecióporsísola,lapuertaseabriólentamente,ysepresentómipadre.

—Pero¿cómo?

—Comoibaenvida,vestidoconel trajeque llevabahabitualmente,soloqueestabamuypálidoyensusojosnohabíamirada.

Page 71: Los Hermanos Corsos

—¡Oh,Diosmío!

—Entonces,seacercólentamenteamicama.Yomeincorporéapoyadoenuncodo.

»—Bienvenidosea,padre—ledije.

»Seacercóamí,memirófijamente,ymeparecióquesumiradaapagadaseanimabaavivadaporlafuerzadelsentimientopaterno.

—Continúe…¡Esterrible!

—Entonces, sus labiossemovieron,y,cosaextraña,aunquesuspalabrasnoproducían sonido alguno, lasoía sonar enmi interior, nítidasyvibrantescomouneco.

—¿Yquéledijo?

—Medijo:

»—¡PiensaenDios,hijomío!

»—¿Demodoquemoriréeneseduelo?

»Viquebrotabandoslágrimasdeaquellosojossinmiradayrodabanporelpálidorostrodeespectro.

»—¿Yaquéhora?

»Volvióeldedohacialapéndola.Seguíladirecciónquemeindicaba.Lapéndolamarcadalasnueveydiez.

»—Estábien,padre—contesté—,hágaselavoluntaddeDios.Abandonoamimadre,escierto,peroparareunirmeconusted.

»Entonces se dibujó en sus labios una pálida sonrisa, y, haciéndome ungestodedespedida,sealejó.

»Lapuertaseabrióporsísolaanteél…Desaparecióysecerrólapuerta».

Elrelatohabíasidodescritocontalsencillezynaturalidad,quesaltabaalavista,obienquelaescenaquenarrabadeFranchihabíasucedidoenrealidad,obienque,engañadoporlazozobradesuespíritu,habíasidojuguetedeunailusiónquehabíatomadoporlarealidad,yqueportanto,eratanterriblecomoesta.

Meenjuguéelsudorquemecorríaporlafrente.

—Pero—prosiguióLouis—ustedyaconoceamihermano,¿no?

—Sí.

—¿Quécreequeharácuandosepaquemehanmatadoenunduelo?

Page 72: Los Hermanos Corsos

—Abandonará en elmismo instante Sollacaro para batirse en duelo conquienlehayamatado.

—Exactamente, y simuere él también,mimadre será viuda por terceravez,viudadesumaridoyviudadesusdoshijos.

—Loentiendo,¡quéhorror!

—Puesesodebeevitarse.Poresohequeridoescribirestacarta.Sicreequehemuertodeunafiebrecerebral,mihermanonoculparáanadie,ymimadrehallarámás pronto consuelo creyéndome alcanzadopor la voluntad deDiosquesimesabemuertoamanosdeloshombres.Anoserque…

—¿Anoserque…?—repetí.

—No…—añadióLouis—,esperoquenosuceda.

Viquecontestabaauntemorpersonal,ynoinsistí.

Enesemomento,seentreabriólapuerta.

—Querido de Franchi —dijo el barón Giordano—, he respetado tusinstrucciones en lamedida de lo posible, pero son las ocho; la cita es a lasnueveyestamosaunaleguadedistancia;hayquemarcharse.

—Estoylisto,queridoamigo—dijoLouis—.Pasa,porfavor.Lehedichoaesteseñorloqueteníaquedecirle.

Memiróponiéndoseundedoenlaboca.

—Ya ti,amigomío—agregóvolviéndosehacia lamesaycogiendounacartasellada—,estoesloqueteencomiendo:simesucedeunadesgracia,leeestanota,yatente,teloruego,aloquetepido.

—Descuida.

—¿Oshabéisencargadodelasarmas?

—Sí—contesté—.Pero,enelmomentodemarchar,mehedadocuentadequeunodelosgatillosfuncionabamal.Alpasar,alquilaréunpardepistolasenlatiendadeDevisme.

Louismemirósonriendoymetendiólamano.Habíacomprendidoqueyonoqueríaquelomataranconmispistolas.

—¿Tenéiscoche—preguntóLouis—,oledigoaJosephquevayaabuscaruno?

—Tengo abajo el cupé —dijo el barón—; si nos apretamos un poco,cabremos los tres.Además, como llevamos un poco de retraso, iremosmásrápidoconmiscaballosqueconlosdeuncochedepunto.

Page 73: Los Hermanos Corsos

—Vamospues—dijoLouis.

Bajamos.Josephnosesperabaenlapuerta.

—¿Acompañoalseñor?—preguntó.

—No,Joseph—contestóLouis,no,nohacefalta,nolenecesito.

Acontinuaciónañadió,apartándoseunpoco:

—Tenga,amigomío—dijoponiéndoleenlamanounpequeñocartuchodemonedasdeoro;y,sialgunavez,enmismomentosdemalhumor,lehetratadomal,perdóneme.

—¡Oh,señor!—exclamóJosephconlágrimasen losojos—,¿quéquieredecirconeso?

—¡Chss!—dijoLouis.

Y,precipitándosealcarruaje,secolocóentrenosotrosdos.

Era un buen criado—dijo, lanzando una últimamirada a Joseph—, y sipuedenserleútil,unouotro,seloagradeceré.

—¿Acasoloechas?—preguntóelbarón.

—No—dijosonriendoLouis—,sololoabandono.

Nos detuvimos en la puerta deDuvisme, lo justo para pedir una caja depistolas,pólvoraybalas,yacontinuaciónpartimosponiendo loscaballosaltrote.

XVII

EstábamosenVincennesalasnuevemenoscinco.

Llegó otro coche al mismo tiempo que el nuestro. Era el de Château-Renaud.

Nosinternamosenelbosquepordospuntosdiferentes.Nuestroscocherosdebíanjuntarseenlagranalameda.

Alospocosinstantes,noshallábamosenellugardelacita.

—Señores—dijoLouis apeándose el primero—, comoya saben, nohayarregloposible.

—Pero…—dijeacercándome.

—Por favor, amigomío, recuerde que después de la confidencia que le

Page 74: Los Hermanos Corsos

hice,debeustedmenosquenadieproponerloniescucharlo.

Incliné la cabeza ante aquella voluntad absoluta, que, para mí, era unavoluntadsuprema.

DejamosaLouisjuntoalcocheynosdirigimoshaciaelseñordeBoissyyelseñordeChâteaugrand.

ElbarónGiordanollevabalacajadepistolas.

Nossaludamos.

—Caballeros—dijoelbarónGiordano—,enlascircunstanciaspresentes,loscumplidosmásbrevessonlosmejores,pues,encualquiermomento,puedeimportunarnos alguien. Nos habíamos encargado de traer las armas, y aquíestán; tengan la bondad de examinarlas, acabamos de adquirirlas en unaarmería,ytienennuestrapalabradequeelseñorLouisdeFranchinisiquieralashavisto.

—Esapalabraesinútil,caballero—contestóelvizcondedeChâteaugrand—,sabemosconquiéntratamos.

Y,tomandounapistola,mientraselseñordeBoissytomabalaotra,ambostestigos,comprobaroneldisparoaltiempoqueexaminabanelcalibre.

Sonpistolasdeduelo,quenuncahansidoutilizadas—dijoelbarón—;haytotallibertadderealizareldobletiro.

—Yo creo —dijo de Boissy—, que cada cual debe hacer lo que leconvengaysegúnsucostumbre.

—Bien —dijo el barón Giordano—. Lo mejor para todos es que sedispongadelasmismasoportunidades.

—Entonces, informen de lo acordado al señor de Franchi, y nosotrosinformaremosalseñordeChâteau-Renaud.

—Deacuerdo.Yahora,caballeros,comonosotroshemostraídolasarmas—dijoelbarónGiordano—,lescorrespondeaustedescargarlas.

Ambos jóvenes tomaroncadaunounapistola,midieronrigurosamente lamisma carga de pólvora, tomaron al azar dos balas, y las hundieron en elcañónconlabaqueta.

Duranteesaoperación,enlaquenoquiseparticipar,meacerquéaLouis,quemerecibióconunasonrisa.

—No olvide nada de lo que le he pedido —me dijo—, y consiga queGiordano, a quien, de todas formas, ya se lo pido en la carta que le heentregado,nocuentenada,niamimadre,niamihermano.Cuidetambiéndequelaprensanohabledeesteasunto,odeque,silomencionan,noaparezcan

Page 75: Los Hermanos Corsos

nombres.

—Entonces, ¿sigue usted alimentando esa terrible convicción de que eldueloleseráfatal?—lepregunté.

—Estoymásconvencidoquenunca;peroalmenosmeharáustedjusticia,¿no?,yreconoceráquehecontempladolamuertecomounauténticocorso.

—Suserenidad,miqueridodeFranchi,estangrandequemehaceabrigarlaesperanzadequenoestéconvencidoustedmismo.

Louisextrajoelreloj.

—Todavíamequedansieteminutosdevida—dijo—;tengaustedmireloj;porfavor,consérvelocomounrecuerdomío;esunexcelenteBréguet.

ToméelrelojestrechandolamanodeLouis.

—Esperodevolvérselodentrodeochominutos—ledije.

—Dejemoseso;ahílleganesosseñores.

—Caballeros—dijoelvizcondedeChâteaugrand—,tienequehaberaquí,a la derecha, un calvero que yomismo abrí el año pasado. ¿Quieren que lobusquemos? Estaremos mejor que en un sendero, donde puedenimportunarnos.

—Guíenosusted—dijoelbarónGiordanoMartelli—,leseguimos.

Elvizcondecaminódelante,ynosotrosloseguimosformandodosgruposseparados. Muy pronto, en efecto, nos hallamos, tras una pendiente casiimperceptible de unos treinta pasos, en medio de un calvero, queprobablementehabíasidoentiemposunacharcasimilaraladeAuteuil,yque,totalmente seca, formabaunahondonada rodeadaporunasuertede talud;elterrenoparecía,pues,estarhechoexpresamenteparaunaescenadeltipodelaqueibaaproducirse.

—Señor Martelli —dijo el vizconde—, ¿quiere usted medir los pasosconmigo?

El barón contestó con una señal de asentimiento; a continuación,situándosejuntoalseñordeChâteaugrand,contaronveintepasosnormales.

YomequedéunossegundosmásasolascondeFranchi.

—Por cierto—me dijo—, encontrarámi testamento sobre lamesa en laqueyoescribíacuandoentróusted.

—Bien—contesté—,nosepreocupe.

—Caballeros,cuandoquieranustedes—dijoelvizcondedeChâteaugrand.

Page 76: Los Hermanos Corsos

—Aquí estoy —contestó Louis—: ¡Adiós, querido amigo! Gracias portodas lasmolestiasque lehedado, sincontar—añadióconunamelancólicasonrisa—,laquetodavíaledaré.

Letomélamano;estabafría,peronosepercibíaenellaelmenortemblor.

—Ea—ledije—,olvidelaaparicióndeestanocheyapuntelomejorquepueda.

—¿RecuerdaelFreischütz?

—Sí.

—Pues,yasabe,cadabalatienesudestino…Adiós.

SeencontróensucaminoconelbarónGiordano,quiensosteníalapistolaquelecorrespondíaaél;lacogió,lamontó,y,sinsiquieramirarla,sesituóensupuestoseñaladoporunpañuelo.

Château-Renaudsehallabayaenelsuyo.

Hubo un instante de tétrico silencio, durante el cual los dos jóvenessaludaronasustestigos,acontinuaciónalosdesuadversario,yporúltimosesaludaronelunoalotro.

Château-Renaud parecía totalmente habituado a ese tipo de lances, ysonreía, seguro de su destreza. Tal vez sabía, por lo demás, que Louis deFranchimanejabaporprimeravezunapistola.

Louis estaba sereno y frío; su hermoso rostro semejaba un busto demármol.

—Bueno, caballeros —dijo Château-Renaud—, como ven, estamosesperando.

Louismelanzóunaúltimamiraday,conunasonrisa,alzólosojosalcielo.

—Bien,señores—dijoChâteaugrand—,prepárense.

Iniciólaspalmadas:

—Un…—dijo—,dos…tres…

Ambosdisparossonaronalunísono.

En elmismo instante, vi queLouisdeFranchi dabadosvueltas sobre símismoycaíasobreunarodilla.

Château-Renaud permaneció en pie; la bala solo le había atravesado elfaldóndelalevita.

MeprecipitéhaciaLouisdeFranchi.

—¿Estáustedherido?—ledije.

Page 77: Los Hermanos Corsos

Intentó contestarme, pero en vano; en sus labios asomó una espumasanguinolenta.

Almismotiempodejócaerlapistolaysellevólamanoalladoderechodelpecho.

Apenas se vislumbraba en la levita un agujero del tamaño de un dedomeñique.

—Barón—exclamé—,corraalcuartelytraigaalcirujanodelregimiento.

PerodeFranchihizoacopiodefuerzasy,deteniendoaGiordano,leindicóconunaseñalqueerainútil.

Almismotiempo,cayósobrelasegundarodilla.

Château-Renaudsealejódeinmediato,perosusdostestigosseacercaronalherido.

Entretanto,habíamosabiertolalevitaydesgarradoelchalecoylacamisa.

La bala había penetrado debajo de la sexta costilla derecha y salidoligeramente encima de la cadera izquierda. Cada vez que respiraba elmoribundo,brotabasangreporlasdosheridas.

Saltabaalavistaquelaheridaeramortal.

Señor de Franchi—dijo el vizconde deChâteaugrand—, crea usted quenosconsternaeldesenlacedeestedesdichadoasunto,yesperamosquenoleguardeodioalseñordeChâteau-Renaud.

—No…no…,murmuróelherido,no,leperdono…;peroquesemarche…quesemarche.

Despuéssevolviópenosamentehaciamí:

—Recuerdesupromesa—medijo.

—Sí,lejuroquecumplirésusdeseos.

—Yahora—dijosonriendo—,consulteustedelreloj.

Ysedesplomóexhalandounlargosuspiro.

Eraelúltimo.

Consultéelreloj:eranlasnueveydiezenpunto.

AcontinuaciónmiréaLouisdeFranchi:estabamuerto.

Trasladamos el cadáver a su casa, y, mientras el barón Giordano iba ahacer la declaración a la comisaría del barrio, Joseph y yo lo subimos a lahabitación.

Page 78: Los Hermanos Corsos

Elpobrehombrellorabaalágrimaviva.

Alentrar,mimiradasedetuvosinpoderloevitaren lapéndola.Marcabalasnueveydiez.

Sindudahabíanolvidadodarlecuerda,ysehabíadetenidoaesahora.

Al poco regresó el barón Giordano con los agentes del juzgado, que,alertadosporél,veníanasellarlacasa.

Elbarónqueríaescribiratodoslosamigosyconocidosdeldifunto,perolerogué que, previamente, leyera la carta que le había entregado Louis deFranchiantesdesalir.

Enesa cartaLouis lepedíaqueocultara aLucien la causade lamuerte,instándole a que nadie estuviera al corriente del caso y a que el entierro secelebrarasinboatoalgunoyenmediodelamayordiscreción.

El barón Giordano se encargó de todos estos detalles; yo realicé deinmediatounavisitaalosseñoresdeBoissyydeChâteaugrandpararogarlesque guardaran silencio sobre tan desdichado asunto y apremiarles a queinvitaran aChâteau-Renaud, sin explicarle elmotivo de que se solicitase sumarcha,aabandonarParísenelmenorlapsodetiempoposible.

Meprometieroncumplirmipeticiónenlamedidaenqueestuvieraensusmanos,y,mientrasellosacudíanacasadeChâteau-Renaud,yofuiaecharalcorreo lacartaqueanunciabaa la señoradeFranchiquesuhijoacababademorirdeunainflamacióncerebral.

XVIII

Contrariamentealoqueescostumbreenesetipodelances,elduelotuvoescasaresonancia.

Los mismos periódicos, esas estridentes y falsas trompetas de lapublicidad,callaron.

Solo unos pocos amigos íntimos acompañaron el cuerpo del desdichadojovenalPèreLachaise.Pero,pormásqueseleinstóaChâteau-RenaudaqueabandonaraParís,senegóahacerlo.

Porunmomentosemepasóporlacabezaenviar,traslacartadeLouisasufamilia,otracartamía;pero,pormásquelaintenciónfueraexcelente,esamentira respecto a un hijo y a un hermano me repugnó: tenía elconvencimiento de que el propio Louis había librado una intensa luchaconsigo mismo, y de que, para decidirse a hacerlo, se habían impuesto las

Page 79: Los Hermanos Corsos

razonesquemehabíadado.

Así pues, aun a riesgo de ser acusado de indiferencia y de ingratitud,guardé silencio; estaba seguro de que el barón Giordano había hecho lomismo.

Cincodíasdespués,aesodelasoncedelanoche,mientrastrabajabaantemi mesa, al amor de la lumbre, y con una disposición de ánimo bastantedesapacible, entró mi criado, cerró la puerta precipitadamente, y con vozbastante alterada, me anunció que el señor de Franchi solicitaba hablarconmigo.

Mevolvíylomiréfijamente:estabapalidísimo.

—¿Quémeestácontando,Victor?—inquirí.

—Verá,señor,adecirverdad,yomismonolosé.

—¿AquéseñordeFranchiserefiere?¡Explíquese!

—Puesalamigodelseñor…elquehaestadounaodosvecesenestacasa.

—¡Estáustedloco!¿Acasonosabequetuvimosladesgraciadeenterrarlohacecincodías?

—Sí,señor;yporesomeveelseñortanespantado.Hallamado;yoestabaenlaantesalayheidoaabrirlapuerta.Inmediatamentemeheechadoatrásalverlo.Entoncesélhaentradoyhapreguntadosiel señorestabaencasa;yoestabatanespantadoquehecontestadoquesí.Entonceshadicho:«AnúncielequeelseñordeFranchiquierehablarconél»;yhevenidoadecírselo.

—¡Estáustedloco,ledigo!Probablementelaantesalaestámaliluminada,y ha vistomal; está usted dormido y ha oídomal. Vuelva, y pregúntele denuevosunombre.

—Perosinovaaservirdenada;lejuroalseñorquenomeequivoco;leaseguroquehevistoyheoídobien.

—Puesentonceshágalopasar.

Victorregresó temblandohacia lapuertay laabrió;actoseguidodijosinsalirdelahabitación:

—Tengalabondadelseñordepasar.

Deinmediatooí,pesealaalfombraquelosamortiguaba,unospasosqueatravesaban el salón y que se acercaban a mi cuarto; casi enseguida, viaparecerenefectoalseñordeFranchiantemipuerta.

Confiesoquemiprimeraimpresiónfuedeterror;melevantéydiunpasoatrás.

Page 80: Los Hermanos Corsos

—Disculpequelemolesteataleshoras—dijoelseñordeFranchi—,peroesquehellegadohacediezminutos,ycomprendaquenohequeridoesperaramañanaparavenirahablarconusted.

—¡Oh!,queridoLucien—exclamécorriendohaciaélyestrechándoloenmisbrazos—.¡Esusted,oseaqueesusted!

Y,apesarmío,semeescaparonunaslágrimas.

—Sí,soyyo.

Calculé el tiempo transcurrido: a duras penas debía de haber llegado lacarta,nodiréaSollacaro,sinoaAjaccio.

—¡Oh,Diosmío!—exclamé—;¡entoncesnosabenada!

—Losétodo—dijo.

—¿Cómoquetodo?

—Sí.

—Victor —dije volviéndome hacia mi criado, todavía bastantedesconcertado—,déjenossolos,o,mejordicho,vuelvadentrodeuncuartodehora,conunabandejaservida.Lucien,cenaráustedconmigo,ydormiráaquí,¿verdad?

—Aceptogustoso—dijo—;nohecomidodesdeAuxerre.Yaquí,comonome conocía nadie, omejor dicho—añadió, con una sonrisa profundamentetriste—, como todo el mundo parecía reconocerme donde vivía mi pobrehermano,nohanqueridoabrirme,demodoquemeheidodejandotodalacasarevolucionada.

—Enefecto,queridoLucien,suparecidoconLouisestangrandequeyomismo,ahora,mehequedadohelado.

—¡Cómo! —exclamó Victor, que todavía no había podido decidirse amarchar—,¿oseaqueelseñoreshermano…?

—Sí,perovayaytráiganoslacena.

Victorsalió;nosquedamosasolas.

ToméaLuciendelamano,locondujeaunabutacaymesentéasulado.

—Pero—le dije cada vezmás sorprendido de verlo—, ¿estaba usted encaminocuandoseenteródelafatalnoticia?

—No,estabaenSollacaro.

—¡Imposible!Lacartadesuhermanopuedequenohayallegadonihoy.

—Ha olvidado usted la balada de Bürger, querido Alexandre: «¡Los

Page 81: Los Hermanos Corsos

muertoscorren!».

Meestremecí.

—¿Quéquiereusteddecir?Explíquese;noleentiendo.

—¿Olvida loque lecontéacercade lasapariciones familiaresennuestrafamilia?

—¿Havueltoaverasuhermano?—exclamé.

—Sí.

—¿Cuándo?

—Durantelanochedel16al17.

—¿Yselocontótodo?

—Todo.

—¿Ledijoquehabíamuerto?

—Medijoquelohabíanmatado:losmuertosyanomienten.

—¿Ledijocómo?

—Enduelo.

—¿Quién?

—ElseñordeChâteau-Renaud.

—No,esonopuedeser,dígamequeno;sehaenteradoporotroconducto.

—¿Creequeestoyconánimoscomoparabromear?

—¡Disculpe!Peroesqueloquemecuentaestanextraño,ytodoloquelessucedeasuhermanoyaustedestanajenoalasleyesdelanaturaleza…

—Queseniegaustedacreerlo,¿noesasí?¡Loentiendo!Pero,mire—medijoabriéndoselacamisaymostrándomeunamanchaazulimpresaensupiel,encimadelasextacostilladerecha—,¿creeustedenesto?

—Esverdad—exclamé—,exactamenteahípenetrólabalaenelpechodesuhermano.

—Ysalióporaquí,¿no?…—añadióLucienapoyandoeldedoencimadelacaderaizquierda.

—¡Esmilagroso!—exclamé.

—Yahora—prosiguió—,¿quierequeledigaaquéhoramurió?

—¡Diga!

Page 82: Los Hermanos Corsos

—Alasnueveydiez.

—Escuche, Lucien, cuéntemelo todo del principio al final: me pierdopreguntándoleyescuchandosusrespuestasfantásticas;prefieroquemehagaunrelato.

XIX

Lucienseacodóenlabutaca,memirófijamenteyprosiguió.

—Pero,Diosmío,siesmuysencillo.Eldíaenquemihermanomurió,yohabíasalidoacaballoalpuntodelamañana,eibaavisitaranuestrospastoresporlazonadeCarbini.Depronto,trasconsultarlahoraymeterelrelojenelbolsillo del chaleco, recibí un golpe tan violento en el costado que medesvanecí.Cuandovolvíaabrirlosojos,estabatumbadoenelsueloentrelosbrazosdeOrlandi,quemerociabalacaraconagua.

»Mi caballo se hallaba a cuatro pasos, con el hocico estirado hacia mí,resoplandoyresollando.

»—Pero¿quélehasucedido?—preguntóOrlandi.

»—Pues lo cierto es que no lo sé —contesté—; ¿no ha oído usted undisparo?

»—No.

»—Esquemeparecequeherecibidoundisparoaquí.

»Leseñaléellugardondesentíadolor.

»—Primero que no ha sonado ningún tiro de escopeta ni de pistola; ysegundoquenoseveningúnagujeroensulevita.

»—Puesentonceshanmatadoamihermano—contesté.

»—Ah,esoesotracosa—dijoOrlandi.

»Medesabrochélalevita,yencontrélaseñalqueleacabodemostrar;soloque,aprimeravistaparecíarecienteycomosisangrase.

»Poruninstante,mesentíatandestrozadoporeldobledolorfísicoymoralqueexperimentabaquetuvelatentaciónderegresaraSollacaro;peropenséenmi madre: no me esperaba hasta la hora de cenar, tenía que alegar algúnmotivoparaeseregreso,ynosemeocurríamotivoalguno.

»Porotraparte,noquería,sinposeermayorcerteza,anunciarlelamuertedemihermano.

Page 83: Los Hermanos Corsos

»Demodoqueproseguímicamino,ynoregreséhastalasseisdelatarde.

»Mipobremadreme recibió comode costumbre; resultaba evidentequenosepercatabadenada.

»Nadamáscenar,subíamihabitación.

»Alpasarpor el pasilloqueustedya conoce, un soplode aire apagómivela.

»Medisponíaabajarparaencenderla,cuando,porlasranurasdelapuerta,viluzenlahabitacióndemihermano.

»Pensé que Griffo había estado arreglando la habitación y se le habíaolvidadollevarselalámpara.

»Abrílapuerta:juntoalacamademihermanobrillabauncirio,yenesacamaestabatumbadomihermanodesnudoyensangrentado.

»Por un instante me quedé, lo confieso, inmóvil de terror; luego meacerqué.

«Lotoqué…Estabayafrío.

»Habíarecibidounbalazoquelehabíaatravesadoelcuerpo,enelmismolugardondeyohabíasentidoelgolpe,ybrotabanunasgotasdesangredeloslabiosvioláceosdelaherida.

»Nomecabíalamenordudadequemihermanohabíamuertoamanosdealguien.

»Caíde rodillas,y, apoyando la cabezacontra la cama, recéunaoracióncerrandolosojos.

»Cuando los reabrí,mehallabaen lamásprofundaoscuridad;elcirio sehabíaapagadoylavisiónhabíadesaparecido.

»Palpélacama,estabavacía.

»Escuche, lo confieso,me considero tan valiente como cualquiera; pero,cuando salí de la habitación, a tientas, tenía el pelo de punta y la frenteempapadaensudor.

»Bajéacogerotravela,mimadremevioylanzóungrito.

»—¿Quétesucede?—medijo—.¿Porquéestástanpálido?

»—Nomesucedenada—contesté.

«Y,cogiendootrocandelabro,subí.

»Esa vez la vela no se apagó, y volví a la habitación demi hermano…Estabavacía.

Page 84: Los Hermanos Corsos

»Elciriohabíadesaparecido,ynoseadvertíahuecoalgunoenelcolchón.

»Encendílaprimeravela,queestabaenelsuelo.

»Pese a esa ausencia de nuevas pruebas, había visto lo suficiente comoparasaberaquéatenerme.

»Alguien habíamatado ami hermano a las nueve y diezminutos de lamañana.

»Entréenmihabitaciónymeacosté,presadegranagitación.

»Comopuedeustedimaginar, tardémuchoenconciliarelsueño.Alfinalelcansancioseimpusoalaagitaciónyacabédurmiéndome.

»Entoncestodosereanudóenformadesueño;vilaescenatalcomohabíasucedido; vi al hombre que lo mató; oí pronunciar su nombre: se llamaChâteau-Renaud».

—Pordesgracia, todoloquecuentaustedesdemasiadocierto—contesté—,pero¿quéhavenidoahaceraParís?

—Hevenidoamataralquematóamihermano.

—¿Matarlo?

—Oh,pierdacuidado,noalmodocorso,detrásdeunsetooporencimadeunmuro;no,no,almodofrancés,conguantesblancos,chorreraypuñosdecamisa.

—¿SabelaseñoradeFranchiquehavenidoaquíconesaintención?

—Sí.

—¿Ylehadejadomarchar?

—Mehabesadoenlafrenteymehadicho:«¡Ve!».Mimadreesunacorsadeverdad.

—¡Yhavenido!

—Aquíestoy.

—Perosuhermano,envida,noqueríaservengado.

—Pues entonces —dijo Lucien sonriendo con amargura—, habrácambiadodeopinióndesdequehamuerto.

Enesemomento,entróelcriadotrayendolacena;nossentamosalamesa.

Luciencomiócomounhombrelibredetodapreocupación.

Después de cenar, lo acompañé a su habitación.Me dio las gracias,meestrechólamano,ymedeseóbuenasnoches.

Page 85: Los Hermanos Corsos

Eralacalmaquesigue,enlasalmastempladas,aunadecisiónadoptadademodoinquebrantable.

Alamañanasiguiente,entróenmihabitaciónapenaselcriadoledijoqueyohabíaterminadodevestirme.

—¿QuiereustedacompañarmeaVincennes?—preguntó—.Esunpiadosoperegrinajequequierorealizar;sinotienetiempo,irésolo.

—¡Cómoquesolo!¿Yquiénleindicaráenquélugarexactoestá?

—¡Ah!,yaloreconoceré.¿Nolehedichoquelohabíavistoensueños?

Sentí curiosidad por comprobar hasta dónde alcanzaría tan singularintuición.

—Muybien,leacompañaré.

—Pues prepáresemientras yo escribo aGiordano. ¿Mepermite disponerdesucriadoparaquelleveunacarta?

—Estáasudisposición.

—Gracias.

Salióyregresóalosdiezminutosconlacarta,queentregóamicriado.

Yo había mandado traer un cabriolé; subimos en él y salimos haciaVincennes.

—Estamoscerca,¿no?—preguntóLucienalllegaralcrucedecaminos.

—Sí, a veinte pasos de aquí llegaremos al lugar donde entramos en elbosque.

—Yaestamos—dijoeljoven,deteniendoelcabriolé.

Eraexactamenteeselugar.

Lucien penetró en el bosque sin la menor vacilación, como si hubieraestado ya allí veinte veces. Caminó derecho hacia la hondonada, y, cuandollegóallugardondehabíacaídosuhermano,seinclinóhaciaelsuelo,yalverenlatierraunpuntorojizo,dijo:

—Esaquí.

Entoncesbajólentamentelacabezaybesólahierbaconloslabios.

A continuación se levantó con los ojos centelleantes y atravesó lahondonadaparallegarallugardesdedondehabíadisparadoChâteau-Renaud:

—Aquí estaba —dijo golpeando el suelo con el pie—, y aquí lo verátumbadomañana.

Page 86: Los Hermanos Corsos

—Cómo—dije—,¿mañana?

—Sí,sinoesuncobarde,mañanameconcederáaquímidesquite.

—Pero,queridoLucien,lacostumbreenFrancia,comosabeusted,esqueunduelono impliquemásconsecuenciasque las consecuenciasnaturalesdeeseduelo.Château-Renaudsebatióconsuhermano,aquienhabíaprovocado,peroconustednotienenadaquesolventar.

—Ah,¿deveraslocreeusted?Château-Renaudtuvoderechoaprovocaramihermano,porquemihermanoofreciósuapoyoaunamujeraquiénélhabíaengañado vilmente, y, según usted, tenía derecho a provocar ami hermano.Château-Renaud mató a mi hermano, que no había tocado en la vida unapistola; lomató con lamisma seguridad con que le hubiera disparado a esecorzoquenosestámirando,yyo,yo, ¿novoyapoderprovocaraChâteau-Renaud?¡Venga,hombre!

Yoagachélacabezasincontestar.

—Además—prosiguió—,ustedestáfueradetodoesto.Tranquilícese,estamañana le he escrito a Giordano, y cuando regresemos a París, todo estaráarreglado.¿CreeustedqueChâteau-Renaudrechazarámireto?

—Château-Renaudgozapordesgraciadeunareputacióndevalorquenomepermite,loconfieso,albergarlamenordudaalrespecto.

—Pues entonces no hay problema alguno —dijo Lucien—. Vamos acomer.

Regresamosalsendero,ysubimosenelcabriolé.

—Cochero—dije—,alaRuedeRivoli.

—No—dijoLucien—,leinvitoyoacomer…Cochero,alCafédeParis.¿Nocenabahabitualmenteahímihermano?

—Esocreo.

—Además,mehecitadoahíconGiordano.

—Entonces,alCafédeParis.

Mediahoradespués,estábamosenlapuertadelrestaurante.

XX

LaentradadeLucienenelcomedorfueunanuevapruebadeeseextrañoparecidoentreélysuhermano.

Page 87: Los Hermanos Corsos

ElrumordelamuertedeLouissehabíapropagado,talveznoentodossuspormenores,peroendefinitiva sehabíapropagado,y laaparicióndeLucienparecióconmocionaratodoelmundo.

Pedí un reservado, previendo que el barón Giordano acudiría a reunirseconnosotros.

Nosdieronelquesehallabaalfondo.

Lucien se puso a leer los periódicos con una entereza que rozaba lainsensibilidad.

Giordanollegóamitaddelacomida.

Los dos jóvenes no se habían visto desde hacía cuatro o cinco años; noobstante,laúnicamuestradeamistadquesedieronfueunapretóndemanos.

—Bien,todoestáarreglado—dijoGiordano.

—¿AceptaChâteau-Renaud?

—Sí,peroacondicióndeque,despuésdeusted,lodejentranquilo.

—Ah,por esoqueno se preocupe: soy el últimode losFranchi. ¿Lehavistoustedaéloasustestigos?

—A él. Se ha encargado de avisar a los señores de Boissy y deChâteaugrand.Lasarmas,lahorayellugar,seránlosmismos.

—Perfecto…Siénteseaquí,ycoma.

Elbarónsesentó,yconversaronsobreotrascosas.

Despuésdelacomida,Luciennospidióquelepresentáramosalcomisariodepolicíaquehabíaordenadosellarlavivienda,yaldueñodelacasadondevivíasuhermano.QueríapasarenlahabitacióndeLouislaúltimanochequeloseparabadelavenganza.

Todasestasgestionesllevaronpartedeldía,yhastalascincodelatardenopudoentrarLucienenelpisodesuhermano.

Lodejamossolo.Eldolortienesupudor,ydeberespetarse.

Lucien nos citó a las ocho del día siguiente, pidiéndome que tratara deagenciarme las mismas pistolas, e incluso que las comprase si estaban enventa.

AcudídeinmediatoalatiendadeDevisme,ysellamoseltratoacambiodeseiscientosfrancos.

Alasochomenoscuartodeldíasiguiente,mepresentéencasadeLucien.

Cuandoentré,estabaenelmismositioyescribíaenlamismamesadonde

Page 88: Los Hermanos Corsos

encontré a su hermano escribiendo. En sus labios se dibujaba una sonrisa,aunqueestabamuypálido.

—Buenosdías—medijo—;estoyescribiéndoleamimadre.

—Esperoqueleanuncieunanoticiamenosdolorosaquelaquehaceochodíasleanunciabasuhermano.

—Le anuncio que puede rezar tranquilamente por su hijo y que estávengado.

—¿Cómopuedehablarcontalseguridad?

—¿No le anunció a usted mi hermano su muerte? Yo le anuncio deantemanoladeChâteau-Renaud.

Selevantóydijo,tocándomelasien:

—Mire,aquílealojarélabala.

—¿Yusted?

—¡Amínimetocará!

—Peroalmenosaguardeaqueseresuelvaeldueloparaescribiresacarta.

—Estotalmenteinútil.

Llamó.Aparecióelcriado.

—Joseph—dijo—,lleveestacartaalcorreo.

—¿Peroentonceshavueltoaverasuhermano?

—Sí.

Resultabanextraños esosdosduelos consecutivos, en losqueunode losdosadversariossehallabacondenadodeantemano.

Enesas,llegóelbarónGiordano.

Eranlasocho.Salimos.

Lucien tenía tanta prisa por llegar y apremió tanto al cochero que nospresentamosenellugardelacitaconmásdediezminutosdeadelanto.

Nuestrosadversariosllegaronalasnueveenpunto.Lostresibanacaballo,ylosseguíauncriadotambiénacaballo.

Château-Renaud tenía lamanometidabajo la levita,yalprincipiopenséquellevabaelbrazoencabestrillo.

Aveintepasosdenosotros,seapearonyarrojaronlabridadesuscaballosalcriado.

Page 89: Los Hermanos Corsos

Château-Renaud permaneció rezagado, pero clavó la mirada en Lucien;aunquesehallabaabastantedistanciadenosotros,lovipalidecer.Sevolvió,y, con la fusta que llevaba en la mano izquierda, se entretuvo cortando lasflorecillasquecrecíanenlahierba.

—Aquí estamos, caballeros—dijeron los señores de Châteaugrand y deBoissy—. Saben ustedes nuestras condiciones; son que este duelo sea elúltimo,yque,cualquieraqueseaelresultado,elseñordeChâteau-Renaudnodebayaresponderantenadiedeldobledesenlace.

—Conformes—contestamosGiordanoyyo.

Lucienseinclinóenseñaldeasentimiento.

—¿Tienenustedesarmas?—preguntóelvizcondedeChâteaugrand.

—Lasmismas.

—¿LasconoceelseñordeFranchi?

—Muchomenos que el señor deChâteau-Renaud. El señor deChâteau-Renaudlasutilizóenunaocasión.ElseñordeFranchitodavíanolashavisto.

—Muybien,caballeros.Ven,Château-Renaud.

Deinmediatonosadentramosenelbosquesinpronunciarunasolapalabra.Todos nosotros, apenas repuestos del episodio cuyo escenario íbamos a ver,éramosconscientesdequealgonomenosterribleibaaproducirse.

Llegamosalahondonada.

Château-Renaud,merced a su gran poder de contención, parecía sereno;peroquieneslohabíamosvistoenlosdosenfrentamientos,podíamospercibirladiferencia.

DecuandoencuandolanzabaunamiradaconelrabillodelojoaLucien,yesamiradatraslucíaunainquietudrayanaenelterror.

Talvezeraelgranparecidoentreamboshermanosloqueleatormentaba,ycreíaverenLucienlasombravengadoradeLouis.

Mientras cargaban las pistolas, lo vi sacar por fin la mano de la levita;llevaba la mano envuelta en un pañuelomojado que debía de servirle paracalmarlosmovimientosfebrilesdeesta.

Lucien esperaba, la mirada serena y fija, como quien no alberga dudassobresuvenganza.

Sin que le indicaran su lugar, Lucien se acercó hacia el que ocupaba suhermano, lo cual obligó aChâteau-Renaud a dirigirse hacia el que ya habíaocupado.

Page 90: Los Hermanos Corsos

Lucienrecibiósuarmaconunasonrisadealegría.

Château-Renaud,alrecibirlasuya,depálidoqueestabasetornólívido.

A continuación se pasó la mano entre la corbata y el cuello como si lacorbataleasfixiase.

Cabe hacerse una idea del sentimiento de involuntario terror con que yomirabaaaqueljoven,guapo,rico,elegante,que,lamañanaanterior,pensabateneraúnpordelantelargosañosdevida,yque,enesemomento,bañadoensudoryconelcorazónenunpuño,sesentíacondenado.

—¿Estánustedeslistos,caballeros?

Château-Renaudhizoungestoafirmativo.

Pormiparte,nomeatrevíamiraresaescenadefrente,ymevolví.

Oí lasdospalmadasquesonaronsucesivamente,y,al sonar la tercera, ladetonacióndelasdospistolas.

Château-Renaudestabatumbadoenelsuelo,muertoenelacto,sinhaberexhaladounsuspiro,sinhacerunmovimiento.

Meacerqué al cadáver, impulsadopor esa invencible curiosidadquenosmueve a seguir hasta el final una catástrofe; la bala había penetrado por lasien,enellugarexactoquehabíaindicadoLucien.

Corrí hacia él; permanecía sereno e inmóvil; pero, al verme llegar, dejócaerlapistolaysearrojóenmisbrazos.

—¡Oh, mi hermano, mi pobre hermano! —exclamó—. E irrumpió ensollozos.

Eranlasprimeraslágrimasquederramabaeljoven.

¿Tegustóestelibro?Paramáse-BooksGRATUITOSvisitafreeditorial.com/es