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Elcuerpoacuerpoconlamadre* LuceIrigaray M iintenciónesproponer,conunaarticulaciónmásomenosele- ganteoinelegante,unciertonúmerodetemasdediscusión . Enotraspalabras:expondrésobretodoalgunosinterrogantes quemehansugerido,entreotrascosas,losnumerosísimosencuentros quehetenidodesdemillegadaaQuebec . Estomehaimpulsadoaproponerunaseriedereflexiones,motivo deintercambiosydediscusiones,envezdelaconferenciamáscohe- rentequetraíaredactadadeParís. Elamplísimonúmerodeestascuestionesllegóaasustarmeyhe tenidoquehacerunareselección,asídepronto,enelúltimomomento . Peroalgunasmehansidosugeridas,enciertoscasos,porvariasdelas mujeresqueheconocidodesdemillegadaaMontrealycuyapresen- ciamealegramuchosentiraquíestanoche .Esperoqueellaslasrecono- ceránytalvezpodránrelanzarlosdebatesquesehandesarrolladoentre nosotrasdesdequeestoyaquí . Paraempezar,quisieraagradeceralcomitéorganizadordelcolo- quiosobrelasaludmentallaeleccióndeltema"Lasmujeresylalocura", estoes,sucontribuciónasacardelsilenciounsufrimientomasivode las mujeresquecondemasiadafrecuenciasemantieneescondido . Mesorprende-ynomesorprende,¡pordesgracia!,peromegusta seguirsorprendiéndome-quetanpocosprofesionaleshombreshayan venidohoyaescucharloquepuedendecirlasmujeressobre su locura . *ConferenciapresentadaenelSo .Coloquioquebequéssobrelasaludmental : Las mujeresylalocura, celebradoenMontrealel30 y 31demayode1980 .PublicadoenLu- ceIrigaray, Elcuerpoacuerpoconlamadre .ElotrogénerodelanaturalezaOtromododesen- tir, laSal,edicionsdelesdones,Barcelona,1985,traduccióndeMireiaBofilly Anna Car- vallo . 32

Luce Irigaray - Cuerpo a Cuerpo Con La Madre - Sobre Loucura

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Conferência de Luce Irigaray sobre gênero, loucura e psicanálise.

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  • El cuerpo a cuerpo con la madre*

    Luce Irigaray

    Mi intencin es proponer, con una articulacin ms o menos ele-gante o inelegante, un cierto nmero de temas de discusin .En otras palabras: expondr sobre todo algunos interrogantes

    que me han sugerido, entre otras cosas, los numerossimos encuentrosque he tenido desde mi llegada a Quebec .

    Esto me ha impulsado a proponer una serie de reflexiones, motivode intercambios y de discusiones, en vez de la conferencia ms cohe-rente que traa redactada de Pars.

    El amplsimo nmero de estas cuestiones lleg a asustarme y hetenido que hacer una reseleccin, as de pronto, en el ltimo momento .Pero algunas me han sido sugeridas, en ciertos casos, por varias de lasmujeres que he conocido desde mi llegada a Montreal y cuya presen-cia me alegra mucho sentir aqu esta noche . Espero que ellas las recono-cern y tal vez podrn relanzarlos debates que se han desarrollado entrenosotras desde que estoy aqu .

    Para empezar, quisiera agradecer al comit organizador del colo-quio sobre la salud mental la eleccin del tema "Las mujeres y la locura",esto es, su contribucin a sacar del silencio un sufrimiento masivo de lasmujeres que con demasiada frecuencia se mantiene escondido .

    Me sorprende -y no me sorprende, por desgracia!, pero me gustaseguir sorprendindome- que tan pocos profesionales hombres hayanvenido hoy a escuchar lo que pueden decir las mujeres sobre su locura .

    *Conferencia presentada en el So . Coloquio quebequs sobre la salud mental : Lasmujeres y la locura, celebrado en Montreal el 30 y 31 de mayo de 1980 . Publicado en Lu-ce Irigaray, El cuerpo a cuerpo con la madre . El otro gnero de la naturaleza Otro modo de sen-tir, laSal, edicions de les dones, Barcelona, 1985, traduccin de Mireia Bofill y Anna Car-vallo .

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    Su ausencia, siendo como son mayoritariamente los mdicos de esas mu-jeres enfermas, constituye un sntoma de su prctica clnica, concreta-mente psiquitrica .

    Al parecer, poco les importa lo que dicen las mujeres. Se bastan pors mismos para saber qu ocurre con ellas y el tratamiento que deben re-cetarles o imponerles. Ninguna necesidad de escucharlas, a ellas . Lo cualsin duda explica sus opciones teraputicas, de las que se ha hablado estamaana. Pero he odo irritarse tantas veces a los hombres contra los en-cuentros no mixtos entre mujeres, queriendo penetrar a cualquier precioentre ellas, que su ausencia de hoy me parece todava ms significativa.No estaban excluidos de este coloquio en el que tomaran mayoritaria-mente la palabra las mujeres. Cmo se explica, entonces, que su curiosi-dad no los haya impulsado a venir a escuchar, por una vez? A los queestn aqu presentes les toca comprender el por qu y en qu sentido re-presentan ellos una excepcin!

    Lo que ha retenido a los dems, esto es, a la mayora de los profe-sionales, no entrar dentro del registro del poder? En efecto, no domi-nan este coloquio . O del registro de la vergenza, vistas las estadsticasque se han expuesto esta maana? O del desprecio? El coloquio hasido organizado por y para las mujeres. De la indiferencia sexual? Dejoabierta la interpretacin .

    En cualquier caso, esta ausencia constituye, por s sola, una ex-plicacin de la locura de las mujeres : su palabra no se oye. Lo queellas dicen no tiene derecho de ciudadana en la elaboracin de los diag-nsticos, de las decisiones teraputicas que las afectan . Los discursosy prcticas cientficas serias siguen siendo privilegio de los hombres .Como la gestin de lo poltico en general y de lo ms privado de nues-tras vidas de mujeres . En todas partes, en todo, sus discursos, sus va-lores, sus sueos y sus deseos dictan la ley. En todas partes y en tododefinen la funcin y el papel social de las mujeres y, desde ya, la identi-dad que stas deben tener o no tener . Ellos saben . Ellos tienen acceso ala verdad . Nosotras no. A duras penas a la ficcin, a veces!

    Como me confesaba no hace mucho un amigo particularmente"honesto", no sin sorprenderse de su propio descubrimiento : "Es cierto,siempre he pensado que todas las mujeres estaban locas ." Y aadi: "Sinduda as pretenda soslayar el tema de mi propia locura ."

    As se plantea efectivamente la cuestin. Cada sexo tiene relacincon la locura. Todo deseo tiene relacin con la locura . Pero, aparente-

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    mente, un deseo se ha tomado a s mismo como sabidura, mesura y ver-dad, dejando al otro sexo el peso de una locura que l mismo no queraver ni llevar .

    Esta relacin del deseo con la locura tiene lugar de forma privile-giada en la relacin con la madre . Tanto para el hombre como para lamujer. Pero, con demasiada frecuencia, el hombre abdica de ella y ladescarga sobre la mujer, las mujeres .

    Deseo loco, esta relacin con la madre, ya que constituye "el conti-nente negro" por excelencia . Permanece en la sombra de nuestra cultura,es su noche y sus infiernos . Pero los hombres no pueden prescindir deella, no ms (y ms bien menos) que las mujeres. Y si actualmente existeuna tal polarizacin sobre los temas de la concepcin y del aborto, noser para escapar una vez ms a la pregunta sobre qu ha sido de larelacin imaginaria y simblica con la madre, con la mujer madre ; qu hasido de esta mujer ms all de su papel social y material de reproductorade criaturas, de nodriza, de reproductora de fuerza de trabajo?

    Una funcin que subyace a todo el orden social, y al orden del de-seo, pero que siempre se mantiene dentro de una cierta dimensin denecesidad. A travs de la satisfaccin de las necesidades individuales ysociales se exorcisa a menudo lo que hay de potencia femenina mater-nal, particularmente en lo tocante al deseo.

    El deseo de ella, su deseo (de ella), esto es, lo que viene a prohibirla ley del padre, de todos los padres. Padres de familia, padres de na-ciones, padres-mdicos, padres-curas, padres-profesores . Morales o in-morales . Siempre intervienen para censurar, rechazar, con todo el buensentido y la buena salud, el deseo de la madre .

    Tal vez hayamos llegado a un momento de la historia en que yano es posible seguir evitando esta cuestin de dominacin que ejercedlos padres. Un momento que vendra determinado -o ayudado- porvarias causas: la contracepcin y el aborto, que plantean el tema delsentido de la maternidad, y las mujeres (sobre todo a partir del he-cho de su entrada y sus encuentros en los circuitos de la produccin),que han iniciado la bsqueda de su identidad sexual y comienzan asalir del silencio .

    A partir de aqu, tanto los hechos ms cotidianos como el conjuntode la sociedad y de nuestra cultura evidencian que esta sociedad y estacultura funcionan originariamente sobre la base de un matricidio .

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    Cuando Freud describe y teoriza, concretamente en Totem y tab,el asesinato del padre como fundador de la horda primitiva, olvida unasesinato ms arcaico: el de la mujer-madre, necesario para el estableci-miento de un determinado orden en la ciudad .

    Con algunos aadidos, nuestro imaginario contina funcionandosegn el esquema de las mitologas y tragedias griegas . Tomar, portanto, el ejemplo del asesinato de Clitemnestra en la Orestada .

    Clitemnestra, desde luego, no corresponde a esta imagen devirgen-madre que vienen proponindonos como ideal desde hace si-glos. Sigue siendo una amante apasionada . Y adems llegar hasta elcrimen pasional, matar a su hombre . Pero, por qu?

    Haca aos y aos que l estaba en el extranjero, adonde haba par-tido con otros hombres para reconquistar a la bella Helena . En total ri-validad, entre hombres . Para llevar a buen trmino su expedicin military amorosa, hizo inmolar a Ifigenia, la hija adolescente que haba tenidocon Clitemnestra. Cuando regresa lo hace acompaado de otra mujer,su ensima amante sin duda .

    Clitemnestra tambin tena un amante . Pero ella crea muerto asu hombre despus de tanto tiempo sin tener noticia de l . EntoncesClitemnestra mata a Agamenn, que regresa glorioso con su amante . Lomata por celos, tal vez tambin por miedo, y porque ha permanecido in-satisfecha y frustrada durante tan largo tiempo .

    Pero el orden pide que, a su vez, ella muera a manos de su hijo,inspirado por el orculo de Apolo, hijo dilecto de Zeus : el Dios Padre .Orestes mata a su madre porque as lo exigen el imperio del Dios Padrey su apropiacin de los arcaicos poderes de la tierra-madre . Mata a sumadre y enloquece a resultas de ello, al igual que su hermana Electra .Pero Electra, la hija, continuar loca . El hijo matricida debe ser salvadode la locura para poder instaurar el orden patriarcal . El bello Apolo,ms amante de los hombres que de las mujeres, amante narcisista desu cuerpo y de su palabra, amante que hace tan poco el amor como Ate

    nea, su hermana del mismo padreZeus,le ayuda a salir de la locura.Locura que, por otra parte, se presenta como una banda de mujeres

    encolerizadas que lo persiguen, lo acosan por doquier, como aparicionesde su madre: las Erneas. Mujeres que claman venganza, otras en rebel-da que persiguen, unidas, al hijo asesino de la madre . Mujeres en lucha,una suerte de histricas, revolucionarias, que se sublevan contra el poderpatriarcal que, en ese momento, se encuentra en vas de instaurarse .

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    Como veis, todo esto es sumamente actual . La mitologa no hacambiado, todo esto sigue ocurriendo. Sigue teniendo lugar, al igual quesurgen, de aqu y de all, las Ateneas de turno engendradas por el solocerebro del Padre-Rey. Totalmente a sueldo suyo -o sea, al de los hom-bres en el poder- y que entierran a las mujeres en lucha bajo su san-tuario, para que no perturben el orden de los hogares, el orden de laciudad, el orden, punto . Reconoceris a estas Ateneas de turno, mode-los perfectos de feminidad, siempre veladas y acicaladas de la cabezaa los pies, muy dignas, por esta caracterstica : son extraordinariamenteduchas en la seduccin (que no es forzosamente lo mismo que seduc-toras), extraordinariamente duchas en la seduccin pero hacer el amor,de hecho, no les interesa.

    El asesinato de la madre se salda, pues, con la impunidad del hijo,el enterramiento de la locura de las mujeres -o el enterramiento de lasmujeres en la locura-, el acceso a la imagen de la diosa virgen, obe-diente de la ley del padre. Y, de hecho, cuando Edipo haga el amor consu madre, de entrada esto no le causar ningn dao, si se nos permitedecirlo as. En cambio, se volver ciego y loco al saber que se trataba desu madre. Aquella a quien l ya haba matado, segn su mitologa .

    Esta es una interpretacin posible y que nunca tiene lugar Elsuceso se asocia siempre a la ocupacin del lugar del padre, al asesinatosimblico del padre . Ahora bien, Edipo reactualiza sin duda la locura deOrestes. Teme a su madre cuando sta se le revela como tal . Su crimenoriginal le retorna como un eco, teme y detesta su acto, y a aquella queha sido objeto del mismo. Secundariamente se enfrenta con la ley delpadre. Pero quiero decir que lo hace en segundo lugar

    Ahora bien, toda teora y toda prctica de inspiracin analtica noestn acaso basadas en esta ambivalencia de Edipo frente a su padre?Ambivalencia que tiene como prenda a la madre, pero que se proyectararetroactivamente sobre la relacin arcaica con el cuerpo de la madre . Y,ciertamente, al ocuparse de la vida pulsional, el psicoanlisis nos habladel seno de la madre, de la leche que ella da a beber, de las heces que ellarecoge -regalo por el que manifiesta mayor o menor inters- e inclusode su mirada y de su voz. Demasiado poco, sin duda . Todo ese cuerpo acuerpo con la madre, que no deja de plantear sus dificultades, no se fan-tasea, de hecho, ya postedpicamente? Reproyectado a partir del edipo?La madre no queda ya desgarrada en pedazos por el odio de Edipocuando es as dividida en fases, cada parte de su cuerpo teniendo que

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    ser investida y luego desinvestida para poder crecer? Y cuando Freudhabla del despedazamiento del padre por los hijos de la horda primi-tiva, no olvida acaso, con una total negacin e ingratitud, a aquella queha quedado desgarrada entre hijos y padre, entre los hijos?

    Una relacin de "pulsiones parciales", por tanto, que iran dirigi-das al cuerpo que los trajo al mundo, enteros . Definiendo la pulsin ge-nital como aquella merced a la cual el pene flico le arrebatara a la madreel poder de hacer nacer, de alimentar, de centrar . El falo erigindose enel lugar que antes ocupaba el cordn umbilical? Convirtindose en or-ganizador del mundo de y para el hombre-padre, en el lugar en el cualel cordn umbilical -primer vnculo con la madre- ha hecho nacerel cuerpo del hombre y de la mujer En una matriz original, primeratierra nutricia, primeras aguas, primera envoltura en la que la criatura semantiene ENTERA, y la madre ENTERA . En la cual se hallan ligados, segnlos trminos de una relacin ciertamente disimtrica, previamente atodo corte y recorte de sus cuerpos en pedazos .

    Los psicoanalistas ven bastante mal este primer momento, noc-turno por otra parte . "Regresin fetal", dicen, sobre la cual no puededecirse gran cosa. Planea una prohibicin . Habra un riesgo de fusin,de muerte, de sueo letal, si el padre no viniera a romper ese vnculo de-masiado estrecho con la matriz original . Para poner, en su lugar, la matrizde su lengua. Pero su ley proscribe ese primer cuerpo, esa primera casa,ese primer amor. Lo sacrifica para convertirlo en materia de su lenguay de su imperio.

    Y cuando se le da apellido a la criatura, ste ya viene a ocupar ellugar de la seal ms irreductible del nacimiento, el ombligo . El apellidoe incluso ya el nombre de pila siempre se hallan desfasados respectoal ms irreductible rastro de identidad : la cicatriz del corte del cordn .El apellido y hasta el nombre de pila se deslizan sobre el cuerpo cualrevestimientos, piezas de identidad exteriores al cuerpo.

    Sin embargo, el psicoanalista, cualquiera que sea el uso que hagade la ley, de lo simblico, de la lengua y del apellido (el nombre delpadre), en su prctica, al menos en general, se sita detrs del anali-zando, cual la madre hacia la que no deberamos volvernos . Se tratarade progresar, de avanzar, de salir, olvidndola . Y si el paciente sevolviera, se encontrara tal vez con que ella haba desaparecido? Lahabra aniquilado? Como Orfeo que devuelve a Eurdice a los infier-nos al volverse?

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    El orden social, nuestra cultura, el mismo psicoanlisis, as loquieren: la madre debe permanecer prohibida . El padre prohibe elcuerpo a cuerpo con la madre .

    Pero me entran deseos de aadir: si al menos fuera cierto! Es-taramos muchsimo ms en paz con nuestros cuerpos, que los hombrestanto necesitan para alimentar su libido. Pues la prohibicin, por for-mal que sea, no impide un cierto nmero de cosas .

    Pero dnde queda, para nosotras, lo imaginario y lo simblico dela vida intrauterina y del primer cuerpo a cuerpo con la madre? En qunoche, en qu locura quedan abandonados?

    Y la relacin con la placenta, esa primera casa que nos rodea y cuyohalo transportamos por todas partes, cual una seguridad del primer mo-mento, cmo se representa esta relacin en nuestra cultura?

    A falta de una representacin de la misma, no existe siempre elpeligro de reconstituir la matriz original? De buscar refugio en todoslos cuerpos abiertos? De habitar y anidar incesantemente en el cuerpode las otras?

    As, la abertura de la madre o, por qu no, la abertura a lamadre, aparecen como la amenaza de contagio, de contaminacin, dehundimiento en la enfermedad : en la locura. Nada de todo lo cual,evidentemente, permitir avanzar progresivamente con paso seguro .Ninguna escalera de Jacob permite volver a la madre . La escalera de Ja-cob sube siempre al cielo, hacia el Padre y Seor, el Salvador

    Y quin creera, por otra parte, en la inocencia de este vnculocon la madre, cuando sobre quien intenta ligarse a ella recae el crimenperpetuado contra ella?

    La madre se ha convertido en monstruo devorador por efectoretroactivo del consumo ciego que de ella se hace dentro de su vientre.Su boca, su garganta, su vientre se abren con sorpresa ante la gestaciny el nacimiento, dados sin reservas a travs de ella . A menos que seaun asesinato para olvidar el placer?

    El carcter inalterable de lo que, en las terapias analticas, se de-nomina "oralidad", la sed infinita, el deseo de estar colmado de ella delque tanto nos hablan y que, segn dicen, hace imposibles ciertas curas,ese carcter abismal de una boca de lactante-o de un sexo de mujer, porotra parte-, no se piensa o fantasea ya a partir del odio de Edipo? Nohay motivo alguno para que el hambre de una criatura ni el apetito se-xual de una mujer deban ser insaciables . Todo demuestra lo contrario .

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    Pero esa abertura bucal de la criatura se convierte en abismo cuando secensura la estancia in utero y cuando el corte con esa primera morada yla primera nodriza permanece sin interpretar, impensado, en su cicatriz.Entonces, lo que la criatura pide al seno materno, no es acaso recibirlotodo? Ese todo que reciba en el vientre de su madre : la vida, la casa, laque habita y la de su cuerpo, el alimento, el aire, el calor, el movimiento,etc. Este todo se desplazara a la avidez oral, a la falta de hallarse situa-do en su espacio, en su tiempo, y en el exilio de aqullos.

    La herida imparable, e irreparable, es la del corte del cordn .Cuando el padre o la madre amenazan a Edipo con el cuchillo o las ti-jeras, olvidan que el cordn ha sido cortado ya y que basta dejar cons-tancia de ello.

    El problema est en que al negar a la madre su poder de engen-drar, al querer ser el nico Padre (con mayscula), ste superpone almundo corporal, carnal, arcaico, un universo de lengua que ya no echaraces en aqul, excepto como si arraigara en un agujero en el centro delvientre. Cual una estaca o un rbol hundido en la tierra y que delimi-tara el espacio sagrado dentro de toda tradicin religiosa? Un lugar se-guro, sin duda, en el cual puede reunirse el pueblo (de los hombres?),pero tambin lugar de sacrificio, lugar basado en la inmolacin que con-sagra su espacio .

    Se sacrifica la fertilidad de la tierra para delimitar el horizonte cul-tural de la lengua paterna (errneamente llamada materna) . Pero estono se dice . Al olvido de la cicatriz del ombligo correspondera el agujeroen la tela de araa de la lengua. Red que se querra prestar o devolver alpoder materno, a la madre flica; pero cuando se proyecta as sobre ella,se convierte en una reja defensiva proyectada por el hombre-padre so-bre los abismos de un vientre mudo y amenazador, amenazador porquemudo. As, la matriz, no pensada como lugar de la primera morada enla que nos hacemos cuerpo, se fantasea como boca devoradora, comocloaca o vertedero anal o uretra], como imperio flico, como reproduc-tora en el mejor de los casos . La matriz con la cual se confunde, en unimaginario siempre mudo, todo el sexo de la mujer.

    Para hablar de l, para nombrarlo, no hay palabras que sean su-cias. Y, como efectos correspondientes, la angustia, la fobia, la aversiny la obsesin de la castracin . Experimentados cuando se produce el re-torno a lo que siempre se ha negado, denegado, sacrificado para y en laconstruccin del mundo simblico paterno .

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    La angustia de la castracin no ser una rememoracin incons-ciente del sacrificio que consagra la ereccin flica como nico valor se-xual? El mismo nombre del padre no bastara como salvaguarda paramantener siempre erecto el sexo del hijo . Y no es el asesinato del padreel que sostiene y amenaza la ereccin flica, como nos hace creer el psi-coanlisis en una suerte de fe en la tradicin y la religin patriarcales .

    A menos -pero, hasta hoy, esto sigue siendo impensable- queese deseo de asesinato del padre no sea un deseo de ocupar su lugar,un deseo rival y competitivo con l, sino deseo de abolir al que ha rotoartificialmente el vnculo con la madre para hacerse con el poder .

    La ereccin flica no todopoderosa sera entonces la versin mas-culina del vnculo umbilical. Repetira, si respetaba la vida de la madre-de la madre en toda mujer, de la mujer en toda madre-, el vnculovivo con sta . En el lugar que ocupaba el cordn, aparecera el pene queune, da vida, abreva, alimenta y recentra al cuerpo recordando, en laeyaculacin y la detumescencia, la efusin y la cicatriz original que mar-can el paso de la vida intrauterina al nacimiento, para el hombre y parala mujer .

    Esta no tendra nada que envidiar al pene, que repetira, con ella,la escena de la concepcin, de la gestacin y del nacimiento . Nada deprivilegio para uno u otro sexo, un doble re-traer al mundo por y en elreconocimiento del goce de uno y otra . Una doble separacin, una doblecicatriz. No la misma, sin duda: interna (tambin externa, puesto que ellanace igualmente) para la mujer, externa para el hombre . La separacinde uno y otra difiere. Mientras que l se aleja y sale de ella, abandonandosu vientre, ella es vivida como la que pone fin a la ereccin dando a luzsu goce .

    De qu pueden servirnos todas estas descripciones a nosotras, lasmujeres? Puede que a algunas os haya sorprendido que aborde las cosaspor este lado. Pero comprender e interpretar todo esto viene a repre-sentar para nosotras la salida de un mundo de locura que, de hecho,no es el nuestro . De un miedo a la noche, de un miedo a lo no iden-tificable, de miedo a un asesinato original que, culturalmente, no es elnuestro. Pienso que es muy importante tomar nota de ello, porque nossiguen colocando una y otra vez en los lugares de esas proyecciones . Yporque todava nos vemos presas y cautivas, una y otra vez, de esos fan-tasmas, de esa ambivalencia y de esa locura, que no es la nuestra, y de-volvmosles a los hombres la suya .

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  • Luce Irigaray

    Por nuestra parte, creo que es importante que rehusemos someter-nos a una funcin abstracta de reproduccin y a un papel social desub-jetivado, regido por un cierto orden, sometido a la divisin del trabajo-productor/reproductora-, que nos encierra en una simple funcin.Se ha pedido jams a los padres que renuncien a ser hombres? Noso-tras no tenemos que renunciar a ser mujeres para ser madres .

    Otra cuestin . Me propongo enunciar varias de ellas para abrir ointroducir el dilogo entre nosotras. Tambin es importante que des-cubramos y afirmemos que siempre somos madres, desde el momentoque somos mujeres. Traemos al mundo otras cosas adems de criaturas,procreamos y creamos otras cosas adems de criaturas : amor, deseo,lenguaje, arte, expresin social, poltica, religiosa, etc . Pero esta creacin,esta procreacin, nos ha estado secularmente prohibida y es preciso quenos reapropiemos esta dimensin maternal, que en tanto mujeres nospertenece.

    La cuestin de tener o no tener hijos, para que no se plantee deforma traumatizante y patolgica, no debera abordarse siempre so-bre el trasfondo de otra procreacin : una procreacin, una creacin delimaginario y lo simblico (si se quieren emplear estas palabras). Las mu-jeres y sus criaturas saldran ganando infinitamente con ello .

    Otro aspecto que debemos cuidar es, sobre todo, no volver a matara esa madre sacrificada en el origen de nuestra cultura . Se trata de de-volverle la vida a esa madre, a nuestra madre en nosotras, y entre noso-tras. De no aceptar que su deseo quede anulado por la ley del padre. Dedarle el derecho al placer, al goce, a la pasin . De darle el derecho a laspalabras y, por qu no, a veces a los gritos, a la clera .

    Tambin tenemos que encontrar, reencontrar, inventar, descubrir,las palabras para nombrar la relacin a la vez ms arcaica y ms actualcon el cuerpo de la madre, con nuestro cuerpo, las frases que traducenel vnculo entre su cuerpo, el nuestro, el de nuestras hijas . Un lenguajeque no sustituya al cuerpo a cuerpo, como lo hace la lengua paterna, sinoque lo acompae; palabras que no cierren el paso a lo corporal, sino quehablen en "corporal" .

    Es importante que conservemos nuestros cuerpos al mismo tiempoque los sacamos del silencio y la servidumbre . Histricamente, somoslas guardianas de lo corporal ; no debemos abandonar esta guardia, sinoidentificarla como nuestra, invitando a los hombres a no convertirnosen "sus cuerpos", una salvaguarda de sus cuerpos . Su libido precisa, a

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    menudo, que alguna (mujer-madre) guarde su cuerpo . En este sentidonecesitan a una mujer en la casa, aunque tengan amantes en otras partes.Este es un punto muy importante, aunque parezca benigno .

    Por tanto, es deseable, para nosotras, que hablemos durante el in-tercambio amoroso. Y tambin es importante que hablemos mientrasalimentamos a una criatura, para que no viva esa alimentacin comoatiborramiento violento, como violacin. Es importante hablar mientrasacariciamos otro cuerpo. El silencio es tanto ms vivo cuando existe lapalabra. No nos dejemos convertir en las guardianas del mutismo, deun mutismo de muerte .

    Pienso que tambin es necesario, para no ser cmplices del asesi-nato de la madre, que afirmemos la existencia de una genealoga de mu-jeres. Una genealoga de mujeres dentro de nuestra familia : despus detodo, tenemos una madre, una abuela, una bisabuela, hijas . Olvidamosdemasiado esta genealoga de mujeres puesto que estamos exiliadas (sise me permite decirlo as) en la familia del padre-marido ; dicho de otromodo, nos vemos inducidas arenegar de ella . Intentemos situarnos den-tro de esta genealoga femenina, para conquistar y conservar nuestraidentidad. Y no olvidemos tampoco que ya tenemos una historia, queen la historia, aunque haya sido difcil, han existido algunas mujeres yque con demasiada frecuencia las olvidamos.

    A travs de todo esto, lo que debemos hacer (pero no se trata dehacer lo uno antes que lo otro) es descubrir nuestra identidad sexual, esdecir, la singularidad de nuestro autoerotismo, de nuestro narcisismo, lasingularidad de nuestra homosexualidad . Sin olvidar que las mujeres,dado que el primer cuerpo con el cual tienen contacto, el primer amorcon el que tienen contacto es un amor maternal, es un cuerpo de mujer,las mujeres, digo, mantienen siempre -a menos que renuncien a sudeseo- una cierta relacin arcaica y primaria con lo que se denominahomosexualidad . En tanto que los hombres, normalmente, se situaransiempre en la heterosexualidad, puesto que su primer objeto de amor yde deseo es un cuerpo de mujer. Para las mujeres, la primera relacin dedeseo y de amor va dirigida al cuerpo de una mujer . Y cuando la teoraanaltica dice que la nia debe renunciar al amor de y hacia su madre,al deseo de y hacia su madre, a fin de acceder al deseo del padre, estsometiendo a la mujer a una heterosexualidad normativa, corriente ennuestras sociedades, pero completamente patgena y patolgica. Ni lania ni la mujer deben renunciar al amor a su madre .

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  • Luce Irigaray

    Intentemos descubrir tambin la singularidad de nuestro amorhacia otras mujeres. Lo que podramos llamar (pero no me gustan es-tas palabras-etiqueta) entre muchas comillas "`homosexualidad secun-daria""" . Con ello intento designar simplemente una diferencia entre elamor arcaico a la madre y el amor hacia las otras mujeres-hermanas .Este amor es necesario para no seguir siendo servidoras del culto flico,u objetos de uso y de intercambio entre los hombres, objetos rivales enel mercado, situacin en la que nos han puesto a todas.

    Es importante que descubramos la singularidad de nuestro goce .Desde luego es posible que una mujer goce segn el modelo flico y nofaltarn hombres ni porngrafos dispuestos a hacer decir a las mujeresque gozan extraordinariamente dentro de tal economa . Pero subsiste elinterrogante de si entonces no se ven exiliadas de s mismas . Perdidaspara ellas mismas, sin imgenes, sin espejo, que las devuelvan a su iden-tidad. Existen al menos dos modos de goce para las mujeres . Uno, pro-gramado dentro de una cierta economa libidinal, segn un cierto ordenflico . El otro, mucho ms correlacionado con lo que son, con su iden-tidad sexual. Y, con frecuencia, las mujeres son completamente desgra-ciadas, estn paralizadas, se dicen frgidas, porque no llegan a abrirsedentro de determinado modelo normativo de economa sexual, cuandotal vez lo conseguiran si intentaran reencontrar su propio goce . Lo cualno significa que deba renunciarse al otro . No es mi intencin poner aquienquiera que sea ante alternativas y elecciones . Dicho lo cual, piensoque, para descubrir la propia identidad sexual, es importante saber quepara nosotras existe otra relacin con el goce, distinta de la que funcionasegn el modelo flico .

    Tenemos muchas cosas que hacer . . . Pero ms vale tener el futuropor delante que por detrs! . . . [Risas de la sala].

    No esperemos, cual bellas durmientes del bosque, que llegue elprncipe encantado para despertarnos, ni que el dios-falo nos concedasu gracia. El dios-falo, s, pues si "Dios ha muerto", el falo sigue bienvivo . [Risas]

    Y muchos portadores del susodicho falo no se toman acaso hoypor dioses hechos y derechos! [Risas .] En todas partes, tambin y to-dava, y quisiera acabar con este punto, dentro de la santa Iglesiacatlica . . . [Risas]. . . cuyo sumo sacerdote considera apropiado volver-nos a prohibir, hoy en da, los anticonceptivos, el aborto, la homo-sexualidad, las relaciones extraconyugales, etc. Entonces, cuando ese

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  • cuerpo y psicoanlisis

    ministro de Dios nicamente, del Dios-Padre, pronuncie las palabraseucarsticas : "Este es mi cuerpo, sta es mi sangre", segn el rito cani-balstico que ha sido secularmente el nuestro, tal vez podramos recor-darle que l no estara all si nuestro cuerpo y nuestra sangre no le hu-bieran dado vida . [Risas] Y que es a nosotras, a las mujeres-madres, aquienes est ofreciendo como alimento cuando as procede . Pero estono debe saberse. Por esto las mujeres no pueden celebrar la Eucaris-ta . . . Parte de la verdad que se oculta tras ella quedara brutalmentedesenmascarada .

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