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E ditorial L etralia letralia.com/ed_let Colección Poesía Internet, febrero de 2012 Paz Díez Taboada http://www.letralia.com/ed_let/lucerna

Lucerna

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Refiere la leyenda que Carlomagno, incapaz de doblegar a Lucerna, pidió un milagro y la ciudad fue en consecuencia arrasada por las aguas y sus habitantes convertidos en peces mitológicos. En este poemario, la escritora española Paz Díez Taboada escarba entre la ficción y la realidad de esta historia

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Colección PoesíaInternet, febrero de 2012

Paz Díez Taboada

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Escribir es un artepero también es un oficio y una profesión. El poder de llevar la

creatividad al nivel de una obra maestra encaja en la primera definición;el manejo apropiado de herramientas en la segunda; corresponde a ciertocarácter de escritores intentar que la tercera se desarrolle en un esquema

que no interrumpa al arte ni al oficio.

Uno de los objetivos últimos de la literatura —obviamente, no elúnico— es publicar. Ver el propio nombre impreso puede ser alimento

para el ego, pero también es la culminación de un proyecto que tuvo enun principio sus planos y coordenadas como cualquier otro.

Pero el mundo está cambiando y el papel no es soporte suficientepara la inquietud humana. En un lapso relativamente corto, el nuevo

medio de comunicación que es Internet ha entrado en nuestras vidas y lasha revuelto, provocando rupturas en las fronteras de los paradigmas y

concibiendo novedosas manifestaciones en todos los órdenes. Laliteratura no ha escapado a ello.

Para respaldar la obra de los escritores hispanoamericanos, larevista Letralia, Tierra de Letras, ha creado la Editorial Letralia, un

espacio virtual para la edición electrónica.La Editorial Letralia conjuga nuestra concepción de la literatura comoarte, oficio y profesión, y la imprime sobre este nuevo e intangible papiro

de silicio.

Los libros que conforman las colecciones dela Editorial Letralia en los géneros de narrativa, poesía y ensayo son en

su mayoría inéditos. Se acompañan con magníficas ilustraciones deartistas contemporáneos, muchos de ellos también inéditos. Pueden ser

leídos en formato de texto o en HTML, y cada uno tiene su propio diseño.La tecnología le permitirá no sólo leer el libro que seleccione, sino

además comentar con el autor o con el ilustrador sus impresiones sobre eltrabajo.

La Editorial Letralia imprime sus libros desde la pequeña ciudadindustrial de Cagua, en el estado Aragua de Venezuela. Nació en 1997

como un proyecto hermano de la revista Letralia, Tierra de Letras y es laprimera editorial electrónica venezolana.

Reciba nuestra bienvenida y siéntase libre de enviarnos sussugerencias y opiniones. A los escritores que nos visitan, les animamos a

participar de esta iniciativacon toda la fuerza de sus letras.

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In memoriam Chity Díez Taboada,que, en tiempo más feliz,

nos acompañó a Las Médulas y al Lago.

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Índice

A manera de prólogo ................................................................................................................................... 7

I. Ruina móntium ...................................................................................................................................... 13

II. Luiserne, la sarracena ............................................................................................................................ 17

III. La caída ............................................................................................................................................... 21

IV. Lago de Carucedo ................................................................................................................................. 23

V. Lucerna, dónde ...................................................................................................................................... 25

VI. La ventosa ............................................................................................................................................ 27

VII. La leyenda ........................................................................................................................................... 29

VIII. Hic et nunc ........................................................................................................................................ 31

IX. Memorias de Lucerna .......................................................................................................................... 33

Nota ........................................................................................................................................................... 35

Nota biobibliográfica ................................................................................................................................. 37

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A manera de prólogo

Lucerna Ventosa, quae dícitur Karcessa,urbs munitíssima..., est in valle víridis...1

Estas palabras de la Crónica del Pseudo-Turpín2 se refieren a la legendaria«Lucerna Ventosa, también llamada Carcesa, muy fortificada ciudad» sarrace-na que se suponía sita en el «camino francés», la más larga y famosa de las rutasa Compostela o Camino de Santiago por antonomasia. Tratando de precisar susituación, la Crónica añade que est in valle viridis, o sea, «en el valle verde»,pero, ¿en cuál de los verdes valles del norte de la Península Ibérica por los quediscurre el mítico Camino?

Cuenta la Crónica que un día llegó ante Lucerna Carlomagno con sus pares ymesnadas, la sitió y atacó, pero las rojas murallas de la ciudad infiel resistían losenvites de los francos, por lo que el Emperante —así lo llama el RomanceroEspañol— elevó sus ruegos a Jacob Bonaerges, el Hijo del Trueno, solicitandoun milagro. Escuchó Santiago al cristiano y un fiero e impetuoso turbión rom-pió las murallas y arrolló casas y habitantes, hundiendo para siempre a Lucernaen un lago tranquilo y misterioso, en donde, convertidos en ágiles y ondulantespeces negros, nadan los sarracenos. Y la misma leyenda se narra en Anseïs deCarthage (h. 1200) y Guy de Bourgogne (p. 1211), dos chansons de geste delciclo carolingio que aluden al rojo encendido de las murallas de la legendariaLucerna: «Li mur... plus vermeil ke charbons en foyer» y «Murs vermeils...»,respectivamente; porque era frecuente que la épica medieval explotara asuntos

1. Aunque el latín escrito no tiene tilde para indicar la sílaba tónica de las palabras, las escribimos conella para que puedan pronunciarse correctamente los vocablos latinos. Además, téngase en cuentaque, en el latín clásico, «c» ante «e, i» se pronunciaba «k»: Lukerna; que «ll» eran dos eles: val-le;que «g» ante «e, i» se pronunciaba suave —no como nuestra «j»—; y que, en los grupos «qu» + vocal,se pronunciaba la «u»: quae > cuae.

2. Crónica latina que se creyó escrita por el franco Turpín, arzobispo de Reims (Francia), en el siglo IX.Es la parte IV del «Líber Sancti Iacobe», contenido en el códice que los gallegos llaman O Calistiño, osea, el Códex Calixtinus (s. XII), se guardaba en la catedral de Santiago de Compostela, de donde hadesaparecido recientemente, y cuya autoría se atribuyó, falsamente, al papa Calixto II.

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3. Como en otros casos, al unirse el apócope de «valle», val, al nombre del río que por él discurre, aquélacabó dando nombre a éste; así Val del Cárcere > Valcarce; Val del Oza > Valdoza > Valdueza; Valdel Orna > Valdorna > Valduerna; Val del Avia > Valdavia, etc.

ya tratados en las crónicas; aunque también, a veces, sucedía a la inversa.

A principios del siglo XX, el medievalista Joseph Bédier rastreóexhaustivamente el oculto camino de esta leyenda que, como todas, está ligadaa una tierra concreta y basada en hechos históricos que la memoria colectivaretiene, aunque confundidos y amalgamados por la imaginación popular, queen ellos se proyecta. Descubrió Bédier que Ventosa era el nombre que recibía,desde la Alta Edad Media, la ciudad céltica Bérgidum, apellidada Flávium trasla conquista romana, que estaba ubicada en el cerro llamado aún hoy Castro dela Ventosa, próximo al pueblo de Pieros, en la comarca leonesa de El Bierzo —término que deriva, precisamente, del nombre de la citada ciudad céltica—; yaveriguó también que Karcessa o Carcesa era topónimo derivado del antiguonombre del río Cárcere, que discurre por un estrecho y sombrío valle al que danombre, el Valcarce.3 Más le costó al estudioso francés precisar cuál era el vallevíridis, pero, en «De la Santa Iglesia de Astorga», tomo XVII de la monumentalobra España Sagrada del padre Enrique Flórez de Setién, encontró que SantaMarina de Valverde era el antiguo nombre de la parroquia de Corullón, puebloberciano próximo al Castro y al Valcarce.

Sin embargo, ¿de dónde brotó el turbión que arrolló a la pagana y opulentaLucerna?, ¿cuáles eran los picachos en que los peregrinos franceses creyeronver las ardientes murallas de la mítica ciudad?, ¿cuál el lago en que fue anega-da..? Y quién sabe si aún nadarán allí los sarracenos que el Bonaerges convirtióen peces negros por su contumaz resistencia a las mesnadas cristianas... Pues,sí... Y ahora la leyenda nos retrotrae a un tiempo más lejano y al más bello lugarde la comarca berciana. Hemos de caminar hasta Las Médulas, con sus rojospicachos que, desde lejos y al fulgor del ocaso, semejan muros devorados por unincendio o flamantes torres de una ciudad en llamas. El espectáculo, aún hoy, esimpresionante, asombroso. Y con asombro lo han contemplado, desde hace másde mil años, los ojos atónitos de tantos peregrinos santiagueros, atentos al mis-terio y expectantes del prodigio.

Fue la insaciable codicia del pueblo-rey —como denominó a Roma el Vizcondede Chateaubriand— la que proyectó la ruina móntium que dio origen a LasMédulas. Desde los imponentes Montes Aquilianos, cuya cumbre más elevadaes La Aguiana (< Aquilana), diversos carriles tallados en la roca viva hacíanconfluir las aguas de lluvias y neveros en los túneles que el sudor de los esclavos—los humillados amos y señores de aquellas tierras vencidas— había abierto enlas entrañas del monte, y por aquellos túneles se colaba el turbión, arrollando a

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su paso piedra y tierra, hasta llegar a unos desaguaderos y cribas situados másabajo, en donde se escogían y lavaban las pepitas de oro. Luego, abriendo unascompuertas, se dejaba que aguas, barros y limos siguieran la pendiente hastaremansarse en lo que es hoy el Lago de Carucedo. Así, horadado como un quesode Gruyère y atravesado una y otra vez por la furia del agua, el monte acabó porderrumbarse, mostrando desde entonces sus rojizas entrañas descarnadas. Y,en el sereno Lago de formación artificial, nadan unos delgados peces negros quelos lugareños conocen bien: los pescan y se los comen.

Pero lo que no pudo averiguar Bédier —fue explícito al rendirse ante el mis-terio— y que nadie ha desvelado todavía es en dónde estaba Lucerna, la ciudadque el Pseudo-Turpín identificaba con Ventosa y Carcesa en las tierras delValverde; Lucerna, la ciudad que el ciclo carolingio soñó como la sarracenaLuiserne, bien defendida por sus rojas murallas pero hundida para siempre enun extraño lago por el ruego airado del Emperador Carlomagno y por obra ygracia del Apóstol Santiago.

A despecho de desecaciones y otras salutíferas modernidades, en las tierrasdel Noroeste español había y aún hay muchos lagos y lagunas en donde se supo-ne que está asolagada una ciudad pagana y perversa que fue castigada por po-deres sobrenaturales. Es la vieja leyenda de La Ciudad Sumergida que atraviesatoda Europa, de este a oeste, y cuyo más antiguo testimonio se encuentra en elTimeo de Platón (s. V a.c.). Así, en Galicia, Doniños, Cospeito, Antela...; Saliencia,en Asturias; Isoba y Ausente, en León... o Villalverde de Lucerna, en el oscuroLago de Sanabria, la más famosa de todas las ciudades sumergidas españolasgracias a Unamuno que, conocedor de la Crónica latina, la rebautizó Valverdede Lucerna. También en el mar hay ciudades sulagadas; por ejemplo, en lacosta lucense, la de Estabañón (del gr. stephanionen), frente a la playa de Area(en Faro). Y, como en la bretona Is, de la que habló el francés Renan, la ciudadsumergida —cualquiera que ella sea y en dondequiera que se halle— vive en lasaguas una vida misteriosa, como en sueños, de la que da señales a ciertas horasy en ciertos días del año: al amanecer del de San Juan o a las doce de la noche del31 de diciembre.

Sin embargo, de todas las ciudades sumergidas, ninguna más inquietanteque la proteica Lucerna, que fue Ventosa asentada en el viejo Castro céltico, yCarcesa oculta en el Valcarce; que enseñoreó el locus amœnus del Valverde eirguió sus muros llameantes en Las Médulas; que duerme para siempre el sueñodel misterio bajo el cristal del Lago de Carucedo... Y que aún, arropada en laleyenda, avanza por el Camino de Santiago, discurre, una y diversa, por las pági-nas de nuestra literatura —Gil y Carrasco, Unamuno, Casona, Cortezón...— yvive, imperecedera, en la memoria de las gentes del Noroeste...

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I

Ruina móntium

Cuando mandó Antonino a sus agrimensorespara fijar las millas del Imperio,se alzaba sobre el cerro, urbs munitíssima,la gran Bérgidum Flávium.

Nuevos amos asientan sus deidades lascivasdonde antaño Rodianus lanzó sus llamaradas.El caldero dorado rueda por la laderay Lug camina tras el sol poniente.

Hacia los montes áureos, los señores del robleavanzan en la cuerda que, crueles, azuzanroncas voces latinas. Por las calles resuenael chasquido del látigo que golpea sañudoel vigor de las duras espaldas atezadas.

Arañando la sacra piel de la tierra madre,horadando su entraña, penetrando en la hondura,quebrantando el solemne empaque de la piedra,la insaciable codicia de la lejana Romaproyectó la locura de violar las montañas.

Caerán —cayeron miles— bajo el broncogrito rudo del torpe legionario.cayeron, confundida su derrotacon el derrumbamiento de los montes.

Rojo queda el semblante de la tierra

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del furor y la sangre de sus hijos.Con los huesos de astures y galaicosse cimentaron, imperecederas,las vías del Imperio. ¡Vae victis!

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II

Luiserne, la sarracena

Li murs... plus vermeilske charbons en foyer...

Anseïs de Carthage (h. 1200)

Cuenta el Pseudo-Turpín —y es cosa cierta—que llegó a la ciudad grande y dorada,al pie de las murallas de Lucerna,Carlos el Emperante con sus fuertesy rubios capitanes. Peregrinosa la siempre soñada Compostela,marchaban por la ruta que en la alturacon luz de las estrellas está escrita.

Mas ansiaban la gloria y tomar al asaltoaquellos muros rojos —carbones encendidos.Sus corazones fieros, cerrados en las cotas,deseaban trocar el gris en oro.

—¡Bonaerges, escucha desde tu trono! Miracómo resiste terca la ciudad el envitede mis mesnadas, cómo los viles sarracenosdefienden la dorada Lucerna del empujede mis mejores capitanes. Nadie,ni Roldán ni Oliveros, ha logradofranquear los portillos,alcanzar las almenas,ni derribar un tantode sus flamantes muros infernales.Atiende mi clamor, Hijo del Trueno.

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Lanza tu rayo y hiere, quema y derruye. Broteel vengador turbión que para siemprehunda y anegue en las malditas aguasla oscura terquedad de la cerradaciudad del oro y de la luz, Lucerna.

Y Santiago, el señor del más bello camino,escuchó la oración del Emperante,y un hambriento turbión que bajó de La Aguianaasolagó por siempre la ciudad de los sueñosbajo el cristal del lago, sin salida.

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III

La caída

Lo susurran las hojas de los árboles,lo murmuran los ríos y las fuentes,lo comentan en corro, bajo la parra augusta,los campesinos de melados ojos.Lo clama, sucesiva, la ondulantefila de peregrinos en mil lenguas:¡Cayó, cayó Lucerna, la dorada!Se hundió en el blando barro de los sueños.La arrastró hasta el olvido el turbión que, furioso,derrumbó con estrépito la majestad del monte.

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IV

Lago de Carucedo

Un aire leve ondula y riza el lago,donde duerme Lucerna su existencia dorada.Las luces del ocaso irisan sus fulgoresen los temblores curvos de la hondura.

En el fluir sin cauce de las aguasvagan los sarracenos; sus perfilesson comas y arabescos con que el tiempoescribió en el misterio de las ondasun quebrado renglón de interrogantes.

Emergen claridades. Como tela onduladase agita la corriente. Las airosas agujasde las torres ocultas de la ciudad perdidahieren el aire de la tarde. El cielose enrojece de sangre del viejo dios que muere.

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V

Lucerna, dónde

Lucerna, aquí o allí. Lucerna, dónde.Allá, en el Castro airoso, batido por los vientos,humillado su orgullo en los muros enanosde lo que fue una vez Bérgidum Flávium.

Lucerna, allí, bajo la sombra humildede los chopos lanzales, junto al fluir del Cárcere,encerrada entre llantos y susurrosdel sombrío y doliente valle víridis.

Quizá Lucerna aquí, en la hondura glaucade las aguas, en donde reina el ágilgarabateo de los peces negros,durmiendo para siempre su leyendaen el barro del Lago. Asolagada.

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VI

La ventosa

Por las laderas arduas se derraman las videshasta arraigar al pie del Castro, coronadopor un fosilizado anillo de sillaresque el tiempo y la derrota carcomieron.

En la cima los vientos orean las heridasde Bérgidum, la altiva ciudad celta,apellidada Flávium por la garra de Roma.Esta urbs munitíssima, que codicia el Imperio,se alza airosa y dorada por un halo de pámpanos,señora de los claros horizontes.

Castro de la Ventosa, dulcis aradel rubio norte que se emboza en brumas,en ti descubre, sin cansarse, el tiempoel fiero acoso de la sed sureña.

Castro de la Ventosa, rodeadade vides y cercada por los vientos,tú, la del viejo nombre transmutado,¿estuvo en ti Lucerna?

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VII

La leyenda

No se sabe si un fuego de la alturadevoró la ciudad de la leyenda,si una riada la inundó, envolviendotemplos y casas en el rojo limo,como pidió a Santiago el Emperante.Nadie sabe si está —si nunca estuvo—junto a los ricos montes arruinadospor la sed acezante del Imperio,si su huella se encuentra confundidacon la escoria dorada de Las Médulas.

Quizá fue castigada por el viento,viajero por los Montes Aquilianos,y sus fuertes murallas, acosadas,rodaron en el polvo del Camino.

¿Qué fue de ti, Karcessa, prisioneraen el verde lamento del Valcarce?¿Qué fue de ti, Lucerna, asolagadaen el áureo fluir de la leyenda?

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VIII

Hic et nunc

Donde se cruza el ancho camino de la historiacon el sendero oculto y arduo de la leyenda,donde el paso triunfante de legión y mesnadase paró ante la ruta temblorosa del mito;donde el viajero inane, donde el turista huerono encuentran en el mapa nombre ni carretera,ahí es, en el punto en que estrellas y montes,valles, ríos y lagos enlazan sus perfiles.

Al lado y lejos, más allá y aun antes,donde los ojos ya no ven y nadaoye el oído. Donde suelo y cielose confunden y cierran. En el hondo,frío seno del lago del olvido,yace Lucerna, la ciudad del oro.

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IX

Memorias de Lucerna

Al pronunciar tu nombre,evoco aquel paisajede sombra, que se pierdeen un recodo íntimodel corazón. Temblandocontra el ocaso cárdeno,late el sueño entrevistoen la hondura del agua.

Oh azules, prisionerosentre barro y castaños,rodantes con las horas,atados en el viento.Ondulante y oscuramarea de memoriasque fluye bajo el halodorado de la tarde.

Atrás quedan, inanes,varadas en la umbría,las palabras ocultasde un ayer olvidado;pero, en el horizonte,un viejo sol que muereentre nubes escribecon su sangre tu nombre.

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Nota

En Caminar conociendo, revista del Ayuntamiento de Las Navas del Mar-qués (Ávila), cuando con tanto entusiasmo y tesón la dirigía el maestro nacionaly bibliotecario José María Amigo Zamorano, se publicaron, con variantes res-pecto de la versión actual, el artículo-prólogo, titulado «Lucerna», y el poema«La caída» (núm. 5, 1996, págs. 20-21); y, al año siguiente, los poemas «Lago deCarucedo», «Lucerna ¿dónde?», «La Ventosa» y «La leyenda» (núm. 6, 1997,pág. 33).

En libro, Lucerna fue publicado por primera vez en Málaga, 1998, núm. XIIde la colección de poesía «vizland & palmart», en edición no venal al cuidado deCarmen Peralto.

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Nota biobibliográfica

Paz Díez Taboada nació en Vigo (Galicia, España), fue niña en Compostela,la ciudad de su memoria sentimental y poética, y reside en Madrid desde hacemuchos años. Licenciada en Filología Románica y doctora en Hispánica, es pro-fesora universitaria de Literatura Española y autora de diversos trabajos pro-pios de su quehacer profesional. Ha editado obras de Gil y Carrasco, Bécquer yValle-Inclán y, en colaboración con su marido, Miguel Díez R., ha publicadoLiteratura Española. Textos, crítica y relaciones (dos tomos, Alhambra, 1980 y1984), Antología de la poesía española del siglo XX (Istmo, 1991), La memoriade los cuentos. Un viaje por los relatos del mundo (Espasa Calpe, 1998; nuevotítulo: Relatos populares del mundo, 2007), Antología comentada de la poesíalírica española (Cátedra, 2005), Cincuenta cuentos breves. Antología comen-tada (Cátedra, 2011).

Aunque escribe poesía desde su adolescencia, sólo tardíamente ha publica-do los poemarios Voces tomadas (plaquette, ed. particular, 1990); El fuego os-curo (plaquette, Valencia, 1991 y 1993); El curso de la sombra (Madrid, 1994, yMálaga, 1997); Rumor de vida (Málaga, 1996); Lucerna (Málaga, 1998) y Caídalibre (Las Palmas de Gran Canaria, 2003).

Estos poemas sobre la mítica «Lucerna», que ahora se editan por segundavez, son muestra de su afición a mitos y leyendas y de su amor a las tierras delNoroeste español y al Camino de Santiago.

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