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“MAGIA” -Date prisa Armin, no querrás llegar tarde al instituto en nuestro primer día- la voz de Alexy se escuchaba emocionada. -Vale, tanto escándalo por cambiar de instituto. Todos son iguales, aburridos y con profes que no saben explicar nada- Armin se notaba algo fastidiado por el entusiasmo desbordante de su hermano. -Armin, no es que los profesores no sepan explicar, es que tú no te enteras de nada por estar jugando siempre- dijo Alexy desde la planta baja. -Quizás sea eso- respondió Armin encogiéndose de hombros y con una pícara sonrisa. -¡¿Pero qué es eso que llevas puesto?!- preguntó con voz horrorizada Alexy, en cuanto vio a Armin descender por las escaleras. -Ah… mi ropa- contestó Armin, sabiendo lo que iba a suceder a continuación. -“Mi hermano” no puede presentarse en esas horribles fachas en nuestro nuevo instituto, venga, tenemos que encontrar algo decente para que lleves puesto- Alexy agarró del

Magia - Armin x Su

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Amor, muerte, fantasía y destino

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Page 1: Magia - Armin x Su

“MAGIA”

-Date prisa Armin, no querrás llegar tarde al instituto en nuestro primer día- la voz de Alexy

se escuchaba emocionada.

-Vale, tanto escándalo por cambiar de instituto. Todos son iguales, aburridos y con profes

que no saben explicar nada- Armin se notaba algo fastidiado por el entusiasmo

desbordante de su hermano.

-Armin, no es que los profesores no sepan explicar, es que tú no te enteras de nada por

estar jugando siempre- dijo Alexy desde la planta baja.

-Quizás sea eso- respondió Armin encogiéndose de hombros y con una pícara sonrisa.

-¡¿Pero qué es eso que llevas puesto?!- preguntó con voz horrorizada Alexy, en cuanto vio

a Armin descender por las escaleras.

-Ah… mi ropa- contestó Armin, sabiendo lo que iba a suceder a continuación.

-“Mi hermano” no puede presentarse en esas horribles fachas en nuestro nuevo instituto,

venga, tenemos que encontrar algo decente para que lleves puesto- Alexy agarró del

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brazo a Armin y lo llevó de nuevo a su habitación.

-Y quién dice que una playera y unos jeans son horribles fachas, a mí me gusta y me

siento cómodo- Armin se quejó un poco, pero sabía que era una batalla perdida.

Armin contempló a su hermano gemelo mientras revolvía su ropa, él siempre decía que no

se parecían, pero la verdad es que eran como dos gotas de agua. Cuando eran niños, ni

su propia madre podía distinguirlos. Ambos de cabellos negros, ambos con enormes ojos

azules, ambos con esa sonrisa tan carismática; que Alexy había sabido aprovechar mucho

mejor que él. Pocas cosas le eran negadas a su gemelo. Era dueño de un atractivo

impresionante, y lo sabía utilizar.

En alguna etapa de su vida, Alexy decidió que ya no era tan divertido ser idénticos.

Curiosamente en la misma etapa en la que anunció que era gay, y curiosamente poco

después que uno de sus admiradores había confundido a Armin con Alexy y casi lo besa.

Desde entonces su gemelo se teñía el cabello de un tono azul bastante llamativo, y usaba

unos pupilentes/lentillas rosas… o violetas… o lilas… bueno, un color entre esos. Todavía

se sorprendían de su enorme parecido, pero al menos ya no los confundían.

Cuando Alexy estuvo satisfecho con la apariencia de su hermano, salieron corriendo de su

casa con destino a su nueva vida escolar.

Un poco antes de llegar al Instituto Sweet Amoris, Alexy quedó en silencio bastante tiempo

como para preocupar a Armin.

-Está bien, Alexy, es sólo un nuevo instituto, serás tan querido como en el anterior- trató de

consolar Armin a su hermano.

-No es eso. Armin, sé que es algo que no me importa, o por lo menos piensas que no me

debe importar, pero… hasta cuándo llevarás esa cosa, ya pasó un año, no has salido con

nadie y… tampoco demuestras interés por nada… o alguien en especial- Alexy se notaba

dolido por algo que no alcanzaba a comprender del todo.

-Tienes razón, Alexy. Te pido, una vez más, que dejes ese tema en paz. ¡Mira, ya estamos

aquí!

-Vaya, parece que llegamos demasiado tarde- comentó desilusionado Alexy, al ver el

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Instituto Sweet Amoris completamente vacío.

-¡Este sitio es genial! Quizás sólo vienen un par de horas a clases- exclamó Armin.

-Sí, eso sería genial, para ti, que aunque asistas al horario completo, no te enteras de

nada. En verdad Armin, que estoy pensando en buscar ayuda para tu adicción a los

videojuegos- reprochó el gemelo de cabellos azules.

-Sí, sí, y ahora qué hacemos, entramos o nos vamos- inquirió Armin.

-Entramos, por lo menos alguien debe estar para que nos diga qué debemos hacer- Alexy

ya se encontraba atravesando la entrada del instituto.

-Temía que dijeras eso, anda, vamos a buscar a alguien, nos separamos y nos vemos aquí

mismo en un rato. Si encuentras a alguien, vienes por mí, si encuentro a alguien, te busco-

Armin se dirigía al fondo del instituto.

*****

Varios meses habían pasado desde la llegada de los gemelos; ese día, por alguna razón,

Armin estaba sin ganas de jugar, y recordaba varias situaciones que se habían presentado

en el instituto en todo ese tiempo.

Como la cara de Honey Sucrette al descubrir que Alexy tenía un gemelo. O cuando él se

había muerto de risa al ver la expresión de Honey cuando supo que Alexy era gay y ella

trataba de empatarlo con una de sus amigas. También recordó las noches que Alexy se

pasó hablando sobre lo linda y maravillosa que era esa chica. Luego cuando Honey

organizó a todo mundo para realizar el concierto en el que no lo habían dejado participar.

Se había divertido limpiando el sótano de la escuela, pero después se habían burlado de él

por querer tocar la batería

También recordó cuando la acompañó a investigar sobre la dichosa Debrah. Y luego todo

aquel embrollo, en donde la culparon de cosas horribles. Honey había llorado en su

hombro, en su pecho. Él era un chico sin complicaciones, y el que una jovencita llorara de

aquella manera en sus brazos… lo había desarmado completamente.

Sabía que Castiel era un maldito idiota, pero por desgracia era el maldito idiota que le

gustaba a Honey.

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Se levantó de la cama y fue a la cocina a buscar un poco de agua. Sentía la garganta

seca. Regresó a su alcoba y buscó en uno de los cajones goma de mascar, su sabor

favorito era mora azul. Encontró un paquetito y se llevó dos pastillas a la boca. Masticó y

sintió la explosión de sabor, intensa y refrescante. Eso era de las mejores cosas que tenía

la vida, a parte de los videojuegos. Goma de mascar sabor mora azul.

Tomó su consola portátil y la contempló por un momento. Pensó en jugar una partida de

Sims, para ver si descubría algunas formas nuevas de matarlos. Pero terminó por aventar

la consola a la cama.

Cerró los ojos, regresó al momento en que se reunieron en casa de Honey, y Rosalya

había dejado expuesta la ropa interior de Sucrette. Él sabía lo que se sentía que otras

personas criticaran tu forma de vestir, sin embargo no podía negar que fue bastante

divertido ver como Honey se ponía toda roja, desde la raíz del cabello hasta la punta de los

pies.

Después de todo lo que pasó, y la forma en que Castiel había tratado a Honey… porque

ella no lo sabía, pero él se dio cuenta cuando el estúpido pelirrojo le gritoneó y la hizo

llorar. En ese momento había necesitado de mucho autocontrol para no decir tres

verdades al idiota de Castiel, y deseó con todas sus ganas que el cruel chico se hubiera

roto la mano al golpear el muro con el puño. Y había necesitado más autocontrol todavía,

cuando Honey había salido corriendo en busca del cabeza de hemorragia, cuando todos

se habían enterado de la verdad.

No había pasado desapercibido para Armin el hecho de que después de todo aquel lío,

Honey ya no veía con los mismos ojos a Castiel. Se notaba algo alejada de él, distante, y

aunque no había dejado de hablarle, ya no era tan… tan… allegada a él.

La aventura con los conejos fue algo realmente alucinante. Cuando se quedaron

encerrados él y Honey en el laboratorio de biología, y cuando la chica se sentó junto a él…

simplemente hubo un momento en que pensó que no lograría controlarse. Honey estaba

tan cerca… su aroma lo mareaba, pero no era el mismo mareo que sentía cuando ganaba

una misión difícil, o lograba subir de nivel. Era de otro tipo, alguna vez leyó en algún lado

algo así como “Su embriagante aroma”. Cuando Honey estaba cerca de él, sabía

perfectamente a qué se refería aquello.

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Exhaló un profundo suspiro.

Sabía que lo sucedido con Castiel estaba muy reciente; no sabía exactamente qué tan

profundos eran, o habían sido, los sentimientos de Honey hacia el chico de cabellera

teñida color mermelada de fresa.

No quería ser rechazado, pero tampoco quería ser el amigo divertido y comprensivo, ese

papel le pertenecía a Alexy, no a él.

Había algo especial en aquella chica, al principio pensó que estaba un poco chiflada, ya

que algunas veces la descubrió hablando sola, pero no en la forma que uno lo hace

cuando está jugando videojuegos, o pensando en voz alta. Ella lo hacía como si realmente

estuviera alguien delante de ella. La había visto una vez en el gimnasio, otra en los

pasillos, una vez en el jardín… Empezaba a creer que Honey realmente necesitaba ayuda

psiquiátrica, cuando sucedió.

Recordaba que había sido el día que Honey lloró y le contó sobre la ex de Castiel. Armin

regresó esa tarde al instituto, ya que gracias a lo que había acontecido, se había olvidado

de su consola portátil en una de las aulas. No recordaba en cuál, así que tendría que

buscar.

Escuchó voces al final del pasillo y entonces la vio, una extraña mujer de largos cabellos

color rosa, y alas como de hada o libélula. Le estaba entregando un bat a Honey, mientras

decía algo.

La mujer, que estaba vestida de forma extrañamente llamativa, dirigió un momento la

mirada hacia donde se encontraba Armin. Honey revisaba el bat con asombro, y la mujer

de rosáceo cabello le había dirigido una pequeña sonrisa a Armin.

Él no tenía idea de quién era esa persona, pero tenía claro dos cosas: Honey no estaba

loca, y ese era el cosplay más genial que había visto en su vida; aunque no sabía a qué

personaje representaba. Tal vez de algún juego otome japonés desconocido para él.

Desde ese momento, Armin había visto algunas veces a la que después se enteró, era tía

de Honey.

Armin no tenía idea, de por qué todos esos recuerdos llegaban a su mente en ese instante.

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Quizás porque en la tarde había visto a Castiel hablando sospechosamente con Honey.

Tal vez sólo era que las vacaciones decembrinas habían dado inicio y no tenía ningún

maldito pretexto para ver a la chica.

Bueno, no tenía pretexto, pero sí tenía a Alexy, el que en sí mismo, era un excelente

pretexto. Ya que su hermano tenía la manía de irrumpir en las casas de los demás sin

invitación alguna, por el sólo hecho de querer ver a la persona en cuestión. Eso sería una

ayuda, pero tendría que esperar a que pasaran algunos días.

La verdad era que Sucrette le interesaba, lo intrigaba, pero verdad también era que en su

mente tenía muy presente a otra chica, una que había logrado en unas horas, lo que

ninguna en todo ese tiempo. Una chica que había muerto en sus brazos.

*****

-¡Buenos días!- canturreó Honey al brincotear escaleras abajo y encontrarse con sus

padres.

-Parece que alguien amaneció de buen humor- el padre Honey decía esto mientras

elevaba el rostro para recibir un beso en la mejilla, de parte de su hija.

-¡Oh sí! Dormí excelente- comentó Honey con una sonrisa.

-Y el que sea el primer día de vacaciones, no tiene nada qué ver, verdad- bromeo la madre

de Sucrette.

-Jajajajaja, que bien me conoces mamá. La verdad es que me fascinan estas vacaciones.

Extrañaré a mis amigos, pero deseo que tía Agatha venga a pasar la temporada con

nosotros- Honey hablaba con la boca llena de los panqueques que su madre había

preparado para el desayuno.

Al escuchar las palabras de su hija, ambos padres intercambiaron miradas.

-Querida, este año, puede que tía Agatha no celebre con nosotros estas fechas- informó la

madre de Honey.

-¿Por qué? Cada año pasamos juntos navidad y año nuevo, yo quiero verla más tiempo,

no sólo unos instantes- Los pucheros de la niña eran enternecedores.

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Sus padres volvieron a intercambiar miradas; la madre de Honey hizo un imperceptible

movimiento de cabeza.

-Hija, ¿Qué recuerdas exactamente de lo sucedido el año pasado?- quiso saber su padre.

Honey quedó en silencio durante un momento, mientras su entrecejo se fruncía, señal de

que trataba de recordar.

-Bien, estuve enferma, en el hospital, entraba y salía de una especie de coma. Tía Agatha

siempre estuvo a mi lado. No recuerdo más, sólo que después de que salí del hospital

decidieron que nos mudáramos a esta nueva ciudad y tía Agatha había tenido que salir de

viaje, por eso no pude despedirme de ella. Los recuerdos antes de mi enfermedad… son…

borrosos… confusos, recuerdo perfecto mi antiguo instituto y a mis amigos, las clases,

pero es todo. Recuerdo que cuando salí del hospital, uno de los doctores dijo que algunos

de mis recuerdos quizás se borraran- concluyó la chica.

Los padres de Honey contemplaron a su hija con cariño. El recordar que casi la pierden,

era algo que todavía no podían superar.

-Ahora debes disfrutar tus vacaciones, has trabajado duro en la escuela, no te costó

ningún trabajo hacer nuevos amigos, a pesar de ese castigo que nunca nos aclaraste por

qué fue- exclamó la madre de Sucrette con duda en la voz

-Un accidente mamá, un accidente que no tiene importancia, las cosas se malentendieron,

lugar equivocado, momento equivocada, ya sabes- contestó sin explicar la chica.

-De acuerdo, creo en ti, y la prueba es que no ha habido más castigos. Así que aprovecha

tus vacaciones, descansa, diviértete, has lo que quieras. Tu madre y yo tendremos

bastante trabajo y no podremos estar contigo, pero si nos necesitas, sabes dónde puedes

encontrarnos- el padre de Honey ya se ponía en pie, tomaba su chaqueta y esperaba a su

esposa en la puerta de la casa.

-Descuiden, vayan tranquilos, ya veré en qué ocupo de mi valioso tiempo- Honey sonreía a

sus padres mientras besaba a ambos.

Los despidió diciendo adiós con la mano al verlos alejarse en el carro de su padre.

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Entró y cerró la puerta, contempló la solitaria casa y suspiró. Fue directo a su alcoba y

tomó uno de sus libros preferidos. Comenzó la lectura, deteniéndose al pasar a la

siguiente hoja. Algo cayó de entre las páginas del libro. Un papel brillante, con aroma. Era

la envoltura de un chicle de mora azul.

Honey tomó el pequeño envoltorio y lo sostuvo entre sus dedos. Cerró los ojos para

regresar semanas atrás, a lo que aconteció momentos antes de que ella recogiera ese

pedazo de papel.

Los recuerdos llegaron uno tras otro.

Todo se había salido de control, Debrah había logrado engatusar a todos en el instituto y

ella parecía culpable de varias acciones infames. Castiel, el chico que le había gustado

desde el primer día que llegó al instituto, y que tanto trabajo le costaba entender, la había

tratado como trapo sucio por defender a su ex. Honey estaba desconsolada, y en el

preciso instante en que sentía que iba a colapsar, apareció Armin.

El gemelo gamer le preguntó qué sucedía y ella sólo atinó a pronunciar su nombre,

abrazarlo y llorar desconsoladamente en sus brazos. Armin no pronunció palabra, pero la

dejó desahogarse por completo, sus delgados pero fuertes brazos le brindaban un confort

indescriptible. Honey sintió las torpes caricias que el chico hacía en su cabeza, y las

agradeció de todo corazón.

Cuando por fin las lágrimas dejaron de salir, Armin solicitó a Honey le contara lo

acontecido. La ira se apoderó del chico cuando estuvo enterado de la verdad. En ese

momento, Honey sintió que algo la había unido a Armin. No fue por el hecho de que la

abrazara, al contrario, ya que el instante había pasado, Sucrette se sintió bastante

abochornada por el numerito que había montado. No fue el contacto físico, no que no le

gustara, porque… ¡Diablos! Si era sincera, el toque de Armin la desconcertó un poco; se

sentía tan bien ese refugio, era como si al estar abrazada a él, nada pudiera dañarla.

Sentía como si conociera esos brazos y estuvieran hechos para sostenerla.

Bueno, el estar pegada a Armin contribuyó en algo, no obstante, la razón principal había

sido otra…El chico creía en ella. Armin, el gemelo de azules ojos y atractivos rasgos, a

pesar de todo, no la juzgó culpable. Y eso, Honey lo atesoró en su corazón.

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Armin dedicó unas palabras de apoyo a Honey antes de separarse, y en ese momento la

chica sintió un dulce aroma. Ella, por más intentos que hizo, no logró identificar la esencia;

sin embargo cuando Armin se retiró, observó que algo cayó de uno de sus bolsillos.

Cuando lo levantó, se percató que era un envoltorio de goma de mascar. Goma de mascar

sabor mora azul.

Honey volvió a colocar el papelito en su lugar, cerrando el libro después.

Suspiró y se recostó en su cama; la que después de un rato se sacudió ligeramente y ella

se apresuró a abrir los ojos, sorprendida a la vez que un poco asustada.

-Hola querida- la voz de su tía siempre hacía que su cuerpo experimentara una sensación

agradable, como si un roce de ternura la recorriera por completo.

-¡¡¡Tíaaaaa!!! Sabía que vendrías, mis padres dijeron que no podrías, pero yo sabía que no

podías faltar en estas fechas- la voz de la chica estaba inundada de alegría.

-Es verdad, me es imposible pasar estas fechas contigo, cariño, pero no significa que

estemos separadas. Recuerda que siempre, pase lo que pase, estoy contigo.

Agatha sonrió de esa forma que Sucrette tanto extrañaba; dulzura, complicidad, cariño. Su

mirada rebosante de un hermoso sentimiento contenido.

Honey se incorporó para tratar de abrazar a su tía favorita.

-¡Auch!- exclamó la chica al caer al suelo.

Se incorporó un poco desorientada, buscando a su tía, sin encontrarla por ningún lado.

-Vaya, me he de haber quedado dormida- susurró mientras sobaba su hombro, que había

recibido el impacto al caerse de la cama.

Al voltear a la cama, se percató de que algo estaba exactamente en el mismo lugar donde,

durante el sueño, se encontraba su tía. Lo tomó en sus manos. Era una especie de pulsera

negra, con un colguije en forma de estrella ninja.

Honey no recordaba tener una pulsera de ese estilo, pero por alguna razón, sintió que ese

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accesorio era realmente importante. Guardó la pulsera en un cajón, para después

quedarse pensativa un momento y volver a sacarla. La observó con detenimiento, luego se

la puso y sonrió.

Una leve punzada hizo que se llevara la mano a la cabeza, pero sin darle demasiada

importancia. Tal vez se golpeó al caer de la cama. Después de un rato, el ligero dolor

había desaparecido.

*****

DOS DÍAS ANTES DE NAVIDAD.

-No, esta vez no pienso ayudarte- Alexy, por primera vez en su vida, se negaba a algo que

Armin le pedía.

-Eso no es justo Alexy, te he acompañado de compras, a casa de Violeta y a rondar la

casa de Kentin. Además ayer mismo dijiste que tenías deseos de ver a Honey, que te

hacía mucha falta platicar con ella y ver su hermosa sonrisa- el enojo de Armin era

proporcional a la desesperación que se filtraba en sus palabras.

-Lo sé Armin, pero no me tomarás como pretexto para ir a verla. Te conozco demasiado

como para saber que fingirás que me acompañas porque te obligo. Y creo que ya es

tiempo de que le digas a Honey lo que sientes por ella. Por una vez en la vida no te

guardes lo que sientes, sal de tu mundo virtual, porque la vida real es mucho más

hermosa- Alexy estaba completamente serio al decir estas palabras.

Armin sabía que no habría forma de convencer a su gemelo. Pocas veces, que podía

contar con los dedos de una mano y le sobraban muchos dedos, había visto a Alexy con

esa actitud… Y sabía que no valía argumento alguno, simplemente no lograría

convencerlo.

-Después no te quejes si no te dejo usarme como maniquí de pruebas- sentenció Armin,

agotando hasta el último recurso que tenía disponible.

-Lo harás. Armin, en verdad, esto, es algo que tienes que resolver tú solo; si deseas ver a

Honey, ve a su casa y habla con ella. Llámala y haz una cita para que vayan a pasear,

tomar una malteada o qué sé yo. Hace una semana que comenzaron las vacaciones y día

tras día has tratado de convencerme para ir a la casa de Sucrette. Ya perdiste una

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semana, yo que tú, no perdería ni un día más.

El gemelo ojiazul se tumbó en la cama, tomó el mando de su consola y comenzó a jugar,

manteniendo la vista fija en la pantalla que tenía frente a él. Alexy suspiró y salió de la

habitación de su hermano.

Armin apagó la pantalla y la consola para después aventar el control inalámbrico, sólo para

lanzarse sobre él y regresar a su posición anterior cuando escuchó que Alexy abría la

puerta de nuevo.

-Por cierto, ayer estuve en casa de Violeta, me comentó que había hablado con Iris. Hasta

donde sé, es probable que Castiel haga su jugada esta semana. No que te importe, claro,

pero por si acaso… te informo… y creo que tu juego sería más interesante y productivo si

tu consola y la pantalla estuvieran encendidas- Alexy sonreía ante la cómica expresión del

rostro de su gemelo.

Después de digerir el incidente, Armin tomó su chaqueta y salió de su casa, sin rumbo

definido; sólo a caminar por ahí. El día era frío, gris, faltaban dos días para Navidad y las

personas caminaban apresuradas, tratando de completar su lista de compras y regalos.

Armin caminaba con la cabeza baja, tratando de protegerse del frío, maldiciendo el

momento en que decidió salir de casa. Su cómoda, segura, templada y poco iluminada

casa.

Entró a una tienda para comprar un paquete de goma de mascar. Al salir, divisó en la

acera de enfrente a la chica que había ocupado sus pensamientos en los últimos días.

La chica avanzaba entre la gente, su andar era lento, pausado, como si no decidiera

exactamente a dónde ir.

Armin dudó un momento, sólo un segundo, a continuación la determinación podía leerse

en su rostro. Esperó para poder cruzar la calle, cuando por fin el semáforo le dio el

derecho de paso y logró atravesar, Honey se había escabullido de su visión.

Caminó hacia el lado contrario de donde venía él, tratando de aguzar la vista para

encontrarla entre la multitud. De pronto la localizó, ahora estaba justamente en la entrada

del almacén que se en encontraba a un lado de la tienda donde minutos antes, él había

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comprado su goma de mascar. Maldijo para sus adentros, pero luego sonrío. Esto era

como un maldito videojuego, pensó el chico. Y se decidió a jugarlo.

Esperó de nuevo para llegar a la otra acera, pero esta vez sin perder de vista a Sucrette, la

chica ya estaba entrando en el almacén que hacía poco habían inaugurado. Armin había

escuchado que tendría de todo, pero realmente no lo había visitado. El chico sentía como

si Honey fuese dueña de una fuerza magnética que lo atraía hacía ella, inevitablemente.

El chico de negros cabellos, fue siguiendo a la niña hasta que entró en una tienda. Armin

esperó un poco para acercarse y observar a través del aparador.

Lo que vio, lo dejó sin palabras.

Desde su ubicación, podía ver la imagen de Honey reflejada en un espejo, sin que la chica

pudiese percatarse de su presencia.

Sucrette estaba muy entusiasmada, poniendo y quitando diferentes sombreros, boinas,

gorros y otros accesorios de su cabeza. Cada que ponía uno y quitaba otro, hacía una

linda pose o mueca a su reflejo. Armin sentía que su respiración se alentaba y aceleraba

de forma intermitente. Contemplaba a Honey con los ojos brillantes y los labios un poco

separados. Sentía un calorcillo sobre sus mejillas y una extraña sensación recorría su

cuerpo por completo.

Absorto como estaba en el pequeño espectáculo que Honey montaba frente al espejo, no

se percató de que ya no se encontraba solo. Dio un pequeño respingo cuando escuchó

que alguien aclaró la garganta.

Con la vista periférica distinguió dos altas figuras situadas a su lado, una de ellas tenía en

la parte superior un ligero resplandor blanquecino; la otra, y aquí Armin maldijo a su

estúpida suerte, un destello rojizo intenso.

-Buenas tardes Armin, una placentera coincidencia encontrarte aquí- la monótona voz de

Lysandro no reflejaba emoción alguna.

-Sí, una verdadera coincidencia encontrar al gemelo 2 sin el gemelo 1- la burla asomaba

en las palabras de Castiel, que contemplaba a Armin con ojos entrecerrados.

Armin imploraba que no adivinaran que estaba espiando a Sucrette, ya que parecía que

Page 13: Magia - Armin x Su

sus compañeros no se habían dado cuenta. Un instante bastó, una milésima de segundo

en que Armin cometió la imprudencia de dirigir un último y fugaz vistazo a Honey, para que

el perceptivo e intuitivo Castiel lo descubriera. El gemelo gamer se pateó mentalmente por

esa pequeña debilidad cuando observó a Castiel voltear hacia donde se encontraba

Honey.

Castiel paseó la mirada hasta dar con la chica, Armin supo el momento exacto en que

Castiel la descubrió, porque el pelirrojo a fuerzas, se tensó por completo para luego mirar a

Armin con ojos asesinos.

Ambos sostuvieron la mirada del otro por unos segundos, ya que fueron interrumpidos por

una alegre voz.

-¡Vaya! Organizaron una reunión y no fui invitada- los pucheros que la chica hacía lograron

que la tensión bajara, un poco.

-Honey Sucrette, qué deliciosa sorpresa, es un verdadero placer el poder saludarte- la

sincera sonrisa de Lysandro mostraba y demostraba el entrañable cariño que la chica

había logrado despertar en él.

-Hola Lys, también estoy feliz de verte- Honey abrazó al albino, ante la sorpresa de éste,

que no lograba acostumbrarse a la efusividad de su querida amiga.

El chico de ojos bicolor dio un ligero abrazo a la pelinegra, para soltarla inmediatamente.

Ante las risas de la niña.

-Vamos Lysandro, si te da pena conmigo, qué será cuando una chica te guste de verdad-

las palabras junto con el guiño con que lo obsequió Honey, lograron que el apacible chico

se sonrojara.

Armin veía divertido los apuros que Honey hacía pasar al poeta del grupo.

-Sí, sí, cuando una chica llegue a gustarle él sabrá lo que tendrá que hacer- la molestia de

Castiel no podía ser disfrazada con nada.

-Hola Castiel- a pesar de que Honey sonreía, se le notaba un poco incómoda ante la

presencia del pelirrojo.

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-Castiel y yo estábamos camino de la fuente de sodas del piso superior. Leigh y Rosa me

comentaron que vale la pena darse una vuelta y probar sus especialidades. Sería un

verdadero deleite que nos acompañaran- Lysandro extendió la invitación a Armin,

educadamente.

-Oh, muchas gracias, en verdad, pero Armin y yo ya tenemos planes para toda la tarde-

Honey se acercó a un sorprendido Armin y se colgó de su brazo.

-En ese caso, no interferimos más- Lysandro dijo esto al comenzar a caminar hacia donde

se encontraban los elevadores, a unos pasos de ellos.

-Entonces ahora te gustan los niñatos obsesionados con los videojuegos, eh. Vas bien,

felicidades, por tu excelente elección- Castiel sonreía socarronamente, pero Armin sabía

que la ira estaba a punto de hacerlo explotar.

-Sí como digas, lo siento, pero tenemos que irnos, fue genial encontrarlos- Armin tomó de

la mano a Sucrette y la remolcó a la salida del almacén.

-Lo siento mucho Armin, meterte en una situación así, pero en verdad no quiero estar

cerca de Castiel- ahora Honey dejaba ver su verdadero sentir.

-No hay problema, ahora sólo tengo una duda.

-¿Qué se estarán imaginando Castiel y Lysandro?

-No, qué haremos el resto de la tarde. No te dejaré sola, podrías volver a encontrarte con

ellos y Castiel se daría cuenta que mentiste salvajemente- Armin utilizó esa sonrisa que

hacía tanto no lucía.

Honey lo miraba fijamente, con una pequeña sonrisa asomada en los carnosos labios,

parpadeaba de modo extraño.

-¿Te sientes mal?

-No, no, es que… nada, nada. Pues… bueno, yo no tengo nada qué hacer, así que

cualquier sugerencia es bien recibida- ahora Sucrette sonría al completo, haciendo que

Armin se perdiera en el brillo de su mirada.

Page 15: Magia - Armin x Su

-De acuerdo, entonces te invito una malteada en la cafetería que se encuentra cerca del

parque. Y ahí decidimos dónde matar el tiempo después.

La niña aceptó, se encaminaron en dirección al parque. Armin aprovechó para, a su

manera, investigar cómo lo estaba llevando Sucrette.

La chica confirmó las sospechas del gemelo. Castiel la lastimó y mucho, esa chica se

encariñó con el pelirrojo, se notaba que el peliteñido también tenía cierta preferencia por

Honey. Hasta que todo el instituto se enteró que Castiel no había logrado superar a

Debrah del todo.

Sucrette le confió que estaba agradecida de que todo aquello hubiese acontecido antes de

que ella sintiera algo más profundo por el amante del rock.

Armin pensaba que tanto Honey como él, compartían algo muy oscuro; ambos tenían la

marca que una persona había dejado. Ambas marcas representaban al dolor, en diferentes

expresiones.

Se sacudió las telarañas mentales que comenzaban a tejerse en sus recuerdos.

Decidieron regresar al almacén, para recorrerlo al completo, ya que era nuevo, querían

saber qué cosas interesantes guardaba entre sus muros.

Para sorpresa de Armin, en el piso superior, estaba el sueño de todo gamer y otaku hecho

tienda. Entraron al establecimiento y se perdieron entre sus secciones. Con goce, el chico

ojiazul observó que Honey sabía mucho de videojuegos, anime y cosplay. Pasaron al área

de entretenimiento y jugaron durante horas, se montaron en motos, se retaron uno al otro,

y rieron a más no poder.

Armin sabía que después de esa tarde juntos, algo estaba cambiando entre ellos, un

sentimiento estaba creciendo y afianzándose entre los dos.

Después de hacer una visita a la fuente de sodas recomendada por Lysandro, y

comprobar que efectivamente sus especialidades eran deliciosas, observaron que ya era

momento de volver a sus casas.

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Armin se ofreció para acompañar a la ojiverde hasta su casa, lo que la chica aceptó de

muy buen humor.

Durante el trayecto de regreso, Armin decidió pasar por el parque en vez de rodearlo.

-Pensé que odiabas los sitios como este- comentó Honey extrañada.

-Los odio, cuando hay sol, en las noches es agradable- indicó el gemelo pelinegro.

-Entonces si quiero pasear contigo por el parque, tendrá que ser de noche- afirmó Honey

más que preguntar.

Armin, a pesar de haberse sorprendido ante la frase pronunciada por la niña, sabía que

ese era el primero de muchos paseos. Cuando se disponía a aceptar aquello como un

hecho ante Honey, se dio cuenta de que la chica se había quedado parada, estaba con los

ojos cerrados y sus manos sujetaban su cabeza entre ellas.

-¿Honey, qué pasa, te sientes mal?- preguntó Armin de forma apresurada y preocupada.

-Sólo un dolor de cabeza, creo que el frío me afecta un poco, lo he sentido desde el inicio

de vacaciones. Es como una punzada muy fuerte, pero pasa en segundos.

Armin la observó detenidamente, estaba muy pálida, sus labios habían perdido el color y

círculos obscuros aparecieron bajo sus ojos. Aquello tenía que ser más que un simple

dolor de cabeza.

-De acuerdo, te llevaré a un médico- sentenció Armin.

-Claro que no, no es necesario, en verdad. Hace un año estuve muy enferma, y los dolores

de cabeza, son como residuos de ello. En verdad, estoy bien, ya pasó.

Armin la contempló, el color había regresado a sus labios y mejillas, y sólo quedaba un

pequeño rastro de las oscuras marcas bajo sus ojos. No muy convencido, decidió dejar a

un lado la idea del médico.

-Y entonces, ¿qué harán tú y Alexy en Navidad?- quiso saber la chica, con toda la

intención de cambiar el tema.

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Armin suspiró, ante el intento de su amiga.

-Estaremos en casa, con nuestros padres, ya sabes, regalos, cena, lo normal.

-Eso es hermoso, me gustaría pasar una navidad así, antes lo hacía con mi tía, porque el

trabajo de mis padres les impide estar conmigo en esa fecha. Aunque celebramos

después, no es lo mismo.

-Entonces que harás esta Navidad, dices que antes la pasabas con tu tía, este vez por qué

no- Armin sentía que era algo muy triste pasar la navidad solo, y más una persona como

Honey, que era todo cariño y ternura, a la vez que divertida y efusiva.

-Por su trabajo también. Hace un año, ella fue la que me cuidó durante toda mi

enfermedad, pero poco antes de que saliera del hospital, la enviaron de viaje. Un viaje que

parece permanente- la niña se notaba triste por la ausencia de su tía.

Armin estaba a punto de preguntar si la tía a la que se refería era la misma que aparecía

de vez en vez por el instituto, sin embargo la voz de Honey lo distrajo.

-Bien, de nuevo en casita- la chica lo miraba con algo que a Armin le pareció duda, en los

ojos.

-Oh, cierto, como que el camino se hizo corto- atinó a decir el gamer, maldiciendo

mentalmente el hecho de que la casa de Honey estuviera tan cerca del parque.

-Gracias Armin, por todo; por seguirme la corriente en el almacén, por pasar el día

conmigo, por invitarme esas deliciosas malteadas y bocadillos. En fin, por estar cuando te

necesito- los brillantes ojos de Honey miraban a Armin de forma especial.

-Gracias a ti, has logrado que pase un día genial. ¡Y sin mi consola portátil!- se burló un

poco Armin, sólo para distraer a su cuerpo y mente de lo que estaba sintiendo en esos

momentos. Porque al mirar a Honey, con la cabeza levantada hacia él para poder verlo a

los ojos, lo primero que observó fue el brillo de su mirada, para posar después sus ojos en

los labios entreabiertos, húmedos de la chica.

Armin casi podía decir que esos labios lo llamaban, lo invitaban a probarlos; le decían que

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esperaban ansiosos por los suyos.

Así que prefirió decir algo gracioso antes de cometer la tontería de besar a Honey, y

quizás asustarla, o confundirla.

-Es verdad que no he visto tu consola para nada- río la niña.

-Te dejo sana y salva en tu casa, espero que tus padres no estén disgustados por tu

tardanza.

Honey suspiró.

-Mis padres trabajan y llegan tarde en la noche, cuando estamos en clases, casi no los

veo, porque tengo que salir muy temprano y ellos aun duermen, como llegan ya muy

entrada la noche, y la mayoría de las veces traen trabajo a casa, se retiran a descansar

prácticamente en la madrugada. Sólo los veo un poco más durante el período de

vacaciones- la tristeza llegó a la mirada de la chica.

-Pasa el día de Navidad con Alexy y conmigo. Mis padres estarían encantados de

conocerte, Alexy siempre está hablando de ti- expresó Armin con una cálida sonrisa.

-Oh, ¿Alexy habla de mí con tus padres?-cuestionó sorprendida la pelinegra.

-Jajajajaja, de hecho habla de ti con todo mundo.

-Quizás ya me alucinas de tanto que escuchas de mí- exclamó Honey con una linda

mueca que trataba de ser un puchero.

-Claro que no, al contrario- dijo Armin tratando de que su voz se escuchara estable.

Se contemplaron durante unos segundos; de pronto un fuerte viento se dejó sentir y unas

pequeñas hojas secas, sobrevivientes del otoño, fueron a caer sobre la gruesa chamarra

de Armin, en el área de los hombros.

Sucrette levantó la mano y las quitó una a una.

Armin se debatía entre sostener la poca cordura que quedaba en él, separarse un poco,

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despedirse e irse corriendo sin mirar atrás; o simplemente dejarse llevar por el momento y

obedecer a lo que su cuerpo y la mitad de su mente le pedían hacer.

El poco control que seguía vivo en él, se hizo cargo de la situación, por sólo unas

milésimas de segundo, pero eso bastó para Armin. Logró dar un paso atrás en cuanto la

ojiverde quitó la última hojita.

-Bueno, creo que es hora de volver a casa, estoy a punto de entrar en temblores y

sudoración por abstinencia de videojuegos- bromeó el gamer.

-Jajajajajaja, sí, gracias una vez más- Honey se alzó en puntillas para abrazar al chico y

besarlo en la mejilla.

Armin se agachó un poco, para abrazar de vuelta a la niña, pero al hacerlo, el beso de

Honey llegó a la comisura de sus labios. Quiso besarla, en ese momento su cuerpo y

mente estaban en ello, en tomarla y saborear sus labios, recorrer su cuerpo… Sin

embargo se quedó quieto, no movió ni un músculo hasta que la chica se separó de él.

Una vez más sus miradas quedaron atrapadas una en la otra. Con mucho pesar, el gemelo

de oscuros cabellos desvió la mirada, como si buscara algo en el cielo.

-Parece que tendremos nieve para navidad- fue lo que salió de su boca.

-Eso creo también- reflexionó Honey al contemplar el firmamento.

La chica sacó las llaves del bolsillo de su chamarra y se dirigió a la puerta de su hogar. Se

giró para decir adiós a Armin con la mano.

El chico ya estaba caminando cuando volteó para despedirse una vez más, pero lo que vio

lo dejó preocupado; Honey entraba a su casa, con una mano sosteniendo su cabeza.

Armin caminaba pensativo, con las manos metidas en los bolsillos de su abultado abrigo,

la mirada perdida en las diferentes grietas que se formaban en el piso del parque, que

recorría de regreso a su propio hogar.

-¡¡¡Armin!!!- se dejó escuchar un angustiado grito, en medio del solitario lugar.

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El chico volteó para todos lados, tratando de descifrar de dónde provino aquel llamado.

Hasta que una colorida figura emergió de los árboles cercanos.

-¡¡Armin regresa con Sucrette, te necesita, no puedo ir en este momento!!- la tía de Honey

no había terminado de hablar cuando Armin ya estaba corriendo en dirección a la casa de

su amiga.

Durante su carrera, atinó a llamar por su móvil al número de emergencia. Llegó casi sin

aliento, pero lo que vio le dio fuerzas para seguir.

La puerta estaba abierta, las llaves en la cerradura y en el umbral yacía Honey sin sentido.

Armin llegó hasta ella y trató de recordar lo que había visto que hacían los paramédicos,

un año atrás. Desabrochó y quitó la chaqueta de la niña, al igual que sus zapatos, y colocó

sus pies en alto, verificó que siguiera respirando y tomó su pulso. Al recorrer la manga del

suéter de la chica para poder tomar mejor el pulso, Armin quedó paralizado. Sentía que la

cabeza le daba vueltas y no podía respirar.

Un empujón lo quitó de donde se encontraba, y sólo así fue que se percató que varias

personas de blanco estaban en la casa de Sucrette, tratando de reanimarla. Una de los

paramédicos, buscó entre la ropa de Honey, encontrando una cadena en su cuello con una

placa, la observó y llamó a uno de sus compañeros. Sin perder tiempo, pusieron a Honey

en una camilla para luego llevarla a la ambulancia.

Armin escuchó que alguien le decía que si era familiar, no supo qué contestó, pero viajó

con Honey al hospital.

En el trayecto al hospital, una imagen daba vueltas en la cabeza del gemelo gamer: La

pulsera que traía puesta Sucrette, esa pulsera él se la había obsequiado a una chica…

una chica que había muerto hacía un año ya.

*****

UN AÑO ATRÁS, DOS DÍAS DESPUÉS DE NAVIDAD

KAKASHI

-Vamos, hermano, dijiste que me acompañarías- Armin se encontraba entre desilusionado

y molesto.

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-Dije, que tal vez te acompañara, nunca prometí nada. Y jamás mencionaste ese ridículo

disfraz- Alexy se mostraba firme en su decisión.

-¡No es un disfraz, es hacer Cosplay! Te lo he explicado miles de veces. Y no es ridículo.

Es nada más y nada menos que de Madara- Armin no podía ocultar su frustración.

En cierta forma, él sabía que esto ocurriría, Alexy odiaba acompañarlo a los eventos de

cosplay, y sobre todo aborrecía hacer cosplay. En fiestas con amigos no le importaba, sin

embargo, por alguna razón, alucinaba los eventos masivos. Además estaba el detalle que

una semana antes lo había, literalmente, arrastrado a la “Expogamer”. Ahora tendría que ir

solo.

Su cosplay era de Kakashi Hatake, y a su parecer, estaba realmente sensacional. La

peluca era genial, tan real, parecía como si hubiese cortado y teñido su propio cabello, las

lentillas una oscura y la otra con el efecto sharingan eran insuperables. Todo el conjunto

en sí, era de primera calidad. No en balde le había costado sus ahorros de todo un año.

Dos de sus compañeros de instituto quedaron de ir con él, pero cancelaron a última hora,

por circunstancias similares; quizás algo tuviera que ver, el hecho de que ambos estaban

castigados por mal comportamiento en el instituto. Armin no entendía a esos chicos que

siempre se metían en problemas. Su mayor problema era que no ponía atención en

clases, de hecho su atención sólo se centraba en sus consolas, ya fueran la de casa o la

portátil.

-Pues lo siento, alguien debe quedarse por si nuestros padres vuelven de una vez por

todas de visitar a la familia, y hasta donde sé, piensas permanecer todo el día en ese

lugar. En Navidad no me dedicaste nada tiempo por jugar todo el día y toda la noche con

ese videojuego nuevo que te regalaron papá y mamá. Ve tu solo si tanto te importa.

Armin agarró su pulsera, la que consideraba casi como un amuleto, la colocó en uno de

sus bolsillos y salió de casa un poco enfadado, pero dispuesto a pasar un buen rato y

sobre todo dispuesto a conseguir algunos artículos de colección. Tomó el autobús, sin

inmutarse ni un poco con las miradas que todos los pasajeros le dirigían. El evento se

llevaría a cabo a varias ciudades de distancia. No muy lejos, pero el viaje era un poco

largo.

Llegando al lugar, se dio cuenta de que este, era mucho más grande y mejor organizado

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que los anteriores a los que había asistido. Los asistentes eran de todas las ciudades

cercanas y quizás de lugares más lejanos.

Armin se adentró en las instalaciones, maravillado con toda la decoración, los stands, la

mercancía expuesta para venta y alguna sólo para ser admirada.

De pronto un pequeño llavero ostentando a Toriko, personaje principal de anime y manga

del mismo nombre, llamó su atención. Estiró la mano para tomarlo y observarlo, pero una

mano o más bien una pata peluda, se atravesó, para tomarlo también. El resultado fue que

ambas manos, la suya y la desconocida, tomaron una parte del llavero.

Armin buscó con la mirada al dueño de aquella cosa peluda, encontrando unos enormes

ojos azul verdoso, pertenecientes a una Neko, su cosplay era totalmente genial. La

caracterización era perfecta, el cuidado maquillaje hacía resaltar los rasgos felinos que

tanto se buscaba en aquel tipo de cosplay.

-Oh, lo siento, también quieres el llavero- dijo la neko con voz dudosa.

-Sólo quiero verlo. ¿Tú lo comprarás?- inquirió Armin sin dejar de admirar la presencia que

tenía frente a él.

-No sé, es para uno de mis primos, pero es terriblemente quisquilloso, si le encuentra

algún defecto después de revisarlo con una lupa, me dirá que soy una pésima

compradora- contestó la neko entre risas.

Entonces sucedió, Armin sonrió de esa manera que hacía mucho tiempo había dejado sólo

para uso de Alexy. No fue una sonrisa fingida, simplemente de pronto estaba ahí.

La pequeña neko lo miró sin parpadear y luego sonrió de vuelta. Armin perdió la cabeza en

ese momento. Se agachó y acarició la nariz de la neko con la propia. Hubiera querido

besarla, pero su cara se encontraba cubierta por la máscara.

Asombrado con su proceder, Armin se separó de la chica, esperando que ella comenzara

a gritar pidiendo auxilio ante semejante acosador. Pero en contra de todo lo que

imaginaba, la neko sonrió de forma pícara, se alzó en puntillas y propinó un lengüetazo en

la mejilla de Armin.

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Desde ese momento no se separaron ni un segundo. Iban, venían, subían, bajaban.

Concursaron en karaoke y ganaron el segundo lugar. Los asistentes los detenían para

tomar fotos, tanto de uno como de otro, y en pareja también. Recorrieron el lugar en varias

ocasiones, sólo buscando estar juntos por más tiempo. Jugaron en las consolas

disponibles, retándose uno al otro, y jugando en pareja también. Ninguno de los dos quería

que ese día terminase.

-No he preguntado, pero, ¿Acaso vienes sola?- quiso saber Armin, extrañado por el hecho

de que nadie hubiese buscado a su nueva amiga.

-Mi tía está aquí, de hecho es quien me convenció de venir y hacer cosplay. Ella trabaja en

una pequeña agencia de publicidad, y les pidieron promocionar algo de una empresa

japonesa que quiere comercializar sus productos en este país, comenzando con ciudades

pequeñas, para luego ir por las grandes- fue la extensa respuesta de la neko.

-Ya veo, lo decía por si querías que te acompañara a casa, ya es tarde y tal vez no querías

irte sola- Armin se golpeó mentalmente por no decir algo más original.

-En verdad me gustaría, eres muy simpático, pero tengo que regresar con mi tía- la neko

hizo un mohín en forma de puchero.

Dos cosas pasaron al mismo tiempo. Armin sintió la forma en que el deseo de besarla se

apoderaba de su cuerpo, tan fuerte era la sensación, que dio un paso atrás. Al retroceder,

un puerta que estaba disimulada entre la decoración, se entreabrió.

Eso fue todo lo que el chico necesitó.

Tomó por la cintura a la neko, la jaló hacia sí y entraron en aquel reducido espacio, que

olía a líquidos para limpieza. Estaban completamente en penumbras, pero era más

excitante de aquella forma. Armin bajó su máscara y buscó los labios de la chica, que lo

esperaban entreabiertos y ansiosos.

Armin había besado a pocas chicas, la mayoría por apuestas o juegos estúpidos, pero

nunca sintió algo como lo que estaba experimentando con esta niña. Su mente estaba por

completo en aquellos labios, su suavidad, su sabor, un poco raro gracias al maquillaje,

pero aun así. Armin sintió cuando la chica abrió sus labios, permitiendo la entrada a su

lengua, que esperaba impaciente la invitación.

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El beso se hizo profundo, ambos se saboreaban, exploraban e incitaban a continuar. Armin

tenía sus manos ocupadas recorriendo el cuerpo de la neko, que gracias a lo ajustado de

su cosplay, era casi como acariciarlo sin ropa. Él sentía las manos de la niña en su pecho,

jugando con sus tetillas, acariciando su abdomen y brazos.

No estaban teniendo sexo, en el sentido literal de la palabra, pero para esos dos chicos, en

ese preciso instante, fue mucho más que sexo, fue una entrega total, fue hacer el amor,

fue conocerse, entregarse y aceptarse, todo, en ese beso que no tenía fin.

-¡Ouch!- se quejó Armin, jadeaba por la falta de aire.

-¿T-te mor-dí?- preguntó con voz entrecortada la chica.

-No, bueno sí, pero no me quejé por eso. Creo que pisé algo y sentí un golpe en la

espalda- contestó Armin tratando de quitar el objeto que le molestaba

-Jajajajaajaja, como en las caricaturas- río la neko

Una estridente melodía se dejó escuchar, logrando que ambos chicos se sobresaltaran.

La chica buscó en una de sus muñecas, debajo de la aplicación de peluche, sacando un

pequeño móvil que brillaba al compás de la melodía.

-Excelente escondite, Neko- murmuró Armin recorriendo el cuello de la niña, rozándolo con

labios y nariz, teniendo como premio un ligero estremecimiento corporal y un gemido.

-Kakashi- susurró Neko, olvidando el móvil por un segundo. Hasta que éste volvió a

comenzar su espectáculo de luz y sonido.

La chica se fijó de quién era la llamada entrante y contestó inmediatamente. Mientras

tanto, Armin besaba cuello y espalda, mientras sus manos se entretenían en las formas de

la parte frontal de Neko, nombre que le había dado ya que en ningún momento

preguntaron por los reales.

-Estoy bien, me entretuve en uno de los concursos… ¿Eh? Ah, es… porque estoy en el

baño, entré un momento para retocar mi maquilla… ¡¿Estás segura?!... ¡Me matarán, me

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obligarán a entrar en un convento en una isla desierta! Espera en el auto, no tardo- con

esto terminó la extraña conversación.

-Mi tía, dice que mis padres la llamaron, se supone que hoy dan una cena muy importante

en casa y debería estar ahí… Lo olvidé por completo, y seguramente ellos no recuerdan mi

número de móvil, lo acabo de cambiar, están como locos buscándome por todos lados. Mi

tía llegó de improviso y me convenció de acompañarla; espero que no la tomen con ella- la

explicación fue torpe y apresurada.

La chica se giró para buscar de nuevo los labios de Armin, fundiéndose en un beso lleno

de promesas.

-Escucha Kakashi, no tengo idea de qué ha pasado aquí, pero ha sido algo lindo, hermoso,

especial, incitante y excitante. No sé si hayas sentido lo mismo que yo, pero eres

demasiado especial. No acostumbro besuquearme con chicos que no conozco y mucho

menos con chicos que usan máscara. Pero sé que lo que ha pasado esta tarde entre tú y

yo, va mucho más allá- la voz de la niña estaba cargada de emoción.

Armin sentía la urgencia en el abrazo de la chica, como si nunca lo quisiera soltar, como si

el separarse de él, le produjera un dolor genuino. Y se sorprendió al reconocer que él se

sentía exactamente igual.

Se besaron nuevamente, esta vez con la desesperación que produce la separación.

Intercambiaron números de móviles, siguiendo con el juego de llamarse Neko y Kakashi,

prometiéndose volver a encontrarse lo más pronto posible. La chica iba a salir del pequeño

cuarto pero Armin la detuvo.

-Es mi pulsera preferida, te la obsequio para que me recuerdes todos los días. Por cierto,

mi nombre es…- Armin se vio interrumpido por una mano peluda.

-No lo digas, seremos Kakashi y Neko, así la curiosidad no te dejará en paz y querrás

verme cuanto antes, sólo espero que no te decepciones al verme sin cosplay - como la

mayoría de las veces, la voz de Neko era divertida.

-Jamás, tal vez la desilusión sea tuya, al ver que no soy nada parecido a Kakashi- Armin

en verdad temía a esto.

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-Nunca, toma- dijo la niña buscando la mano de Armin.

El chico sintió algo cálido en su mano, luego la puerta se abrió y la chica salió corriendo,

sin darle oportunidad a decir nada más. Se quedó inmóvil por un momento, luego la luz

proveniente de fuera, hizo que lo que fuera que tenía en su mano, brillara.

Armin colocó su máscara en su lugar y salió, cerrando los ojos ante la destellante luz. No

se comparaba con el dolor que sentía cuando el sol brillaba en todo su esplendor, pero

también era incómodo. Cuando terminó de acostumbrarse a la claridad observó

detenidamente lo que Neko había puesto en su mano; se trataba de una cadena con tres

pequeños dijes, uno de unicornio, otro de ave fénix y el último era una sirena.

Sonriendo ante los gustos de Neko, lo pasó sobre su cabeza y escondió bajo su ropa.

Decidió que era hora de regresar a casa; revisó su móvil y río cuando se dio cuenta del

número de llamadas perdidas de Alexy, que seguramente estaba en la fase de

arrepentimiento por no querer acompañarlo. Restauró el volumen del móvil e

inmediatamente entró una llamada.

-Estoy bien, voy saliendo y estaré en casa en un rato- dijo antes de que su interlocutor

pudiese expresar algo. Estuvo al móvil unos segundos más y luego se dirigió a la salida.

Estando en la calle se percató de que algo había ocurrido a unas cuadras de donde se

encontraba. Al escuchar la sirena de las ambulancias, un extraño escalofrío recorrió su

espalda. Sin pensarlo dos veces echó a correr en dirección a donde se notaba el

movimiento.

Cuando llegó ante sus ojos se desplegó un terrible accidente ocurrido hacía solo unos

minutos. Un cuerpo yacía cubierto totalmente por una manta blanca. Una ambulancia se

ponía camino a algún hospital cercano. Dos individuos notablemente alcoholizados

estaban siendo subidos a una patrulla; por último, dos paramédicos trataban de sacar a

alguien que se encontraba dentro de uno de los automóviles.

A pesar de la seguridad montada en torno a la escena, Armin logró acercarse, con el

corazón a punto de salir de su pecho. Observó que los paramédicos eran bastante

robustos y no lograban entrar en el pequeño hueco que había, para poder auxiliar al

pasajero que esperaba ser rescatado.

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El cuerpo de Armin se congeló cuando, entre el fierro retorcido, divisó un par de orejas de

peluche. Sentía que lágrimas querían salir y escuchó a lo lejos que alguien gritaba un “NO”

desgarrador. Más tarde supo que él había sido el emisor de dicho grito.

La adrenalina se apoderó por completo de él, haciéndolo reaccionar de la forma correcta.

Se apresuró a entrar en el hueco disponible, ya que su delgado pero atlético cuerpo, le

permitía entrar, moverse para acomodarse y de ser necesario, manipular el cuerpo de la

chica, que se quejaba en forma casi imperceptible.

Las lágrimas opacaban la visión de Armin, pero no le importaba, un penetrante olor a

gasolina invadía el ambiente y humo entraba de alguna parte debajo de él; esto hizo que el

chico se esforzara por darse prisa, más peligro se cernía sobre ellos.

Pudo llegar hasta donde se encontraba la chica, confirmando lo que ya presentía. La niña

tenía la cara cubierta de sangre, su maquillaje debajo de todo aquel color rojo, indicaba

que se había retocado después de dejarlo. Más sangre manaba de la parte posterior de la

cabeza de la niña, Armin se dispuso a tirar del cuerpo de la joven, pidiendo a todas las

fuerzas superiores, que no estuviese atorado o que algo impidiera moverlo y poner a salvo

a la chica que, ahora estaba seguro, había comenzado a amar con todas sus fuerzas.

Soltó el cinturón de seguridad, no sin problemas y comenzó a tirar de la niña.

Al tomar el cuerpo y jalarlo hacía él, se sintió agradecido con todo el universo al sentir que

se movía sin problema alguno. Poco a poco fue saliendo, trayendo a la niña con él,

teniendo mucho cuidado, pero haciéndolo lo más rápido posible, pues temía una explosión

por el derrame de gasolina y el fuego que se estaba produciendo en alguna parte entre los

fierros retorcidos.

Los paramédicos estaban listos para recibir el cuerpo de la jovencita, un camión de

bomberos se alistaba a poner fin al pequeño fuego que comenzaba a esparcirse entre los

dos automóviles involucrados.

Sin embargo Armin no estaba listo para separarse del pequeño cuerpo inmóvil.

Subió con ella en la ambulancia. Sostenía su mano entre las suyas, como si fuese su

objeto más preciado. Y en ese momento lo era. La niña abrió los ojos, buscó su mirada y

sonriendo, levantó la mano para acariciar el rostro del chico.

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-Mi Kakashi- alcanzó a decir en un susurro, haciendo caer en cuenta a Armin que todavía

llevaba el cosplay puesto.

Neko sonrió una vez más, para después dejar caer la mano y quedar inerte, sin moverse,

sin respirar, con los ojos fijos en algún punto lejano.

Para Armin todo pasó tan rápido y tan lento, que no sabía si era ficción o realidad. Su

cosplay teñido de rojo. Los paramédicos tratando de reanimar a la joven, la llegada por el

área de emergencia, él tomando la mano de Neko sin querer dejarla. Enfermeras

separándolo de ella, preguntando los datos de la niña y él sin saber qué responder. Alexy

llegando y convenciéndolo de ir a cambiarse de ropas. La policía buscando al extraño

chico del disfraz para que testificara. Uno de los paramédicos saliendo en su defensa

diciendo que él sólo pasaba por ahí pero se detuvo a ayudar. Y el peor momento de su

existencia, cuando un doctor salía a notificar a los familiares de Neko, que habían llegado

casi de inmediato, que la niña había muerto en la ambulancia poco antes de llegar al

hospital, que habían tratado por todos los medios traerla de vuelta, pero que ya llevaba

casi 10 minutos sin vida.

Armin no supo más, cuando volvió en sí, estaba caminando, abrazado de Alexy, una de

sus manos se encontraba enganchada a algo que tenía colgando del cuello. Supo en ese

momento de qué se trataba. Llegaron a una cafetería, entraron y Alexy pidió dos cafés.

Después de la segunda taza, Armin comenzó a pensar con un poco de coherencia.

-¿Alexy, cómo es que estás aquí?- apenas percibió su propia voz.

-Me llamaste al móvil, escuché la sirena y sólo decías “No es verdad, no es verdad”… Ya

venía en camino, estaba muy cerca del lugar… Tomé las llaves del carro de papá, y me

dirigí al centro de convenciones, esperando lo peor… Me asusté mucho Armin, creía que

algo te había sucedido… Estaba lavando mi plato de la cena, cuando un terrible dolor me

oprimió el pecho, y ante mis ojos apareció una especie de visión de algo, con humo, salí

inmediatamente de casa para venir a buscarte, sabía que algo te pasaba, después cuando

entró tu llamada y escuché tu voz, ha sido el peor momento de nuestras vidas.- Alexy tenía

los ojos llorosos y tomaba las manos de Armin entre las suyas –Cuando llegué escuché

del accidente y del chico con disfraz que había salvado a alguien. Algunas personas

decían que había sido Kakashi, así que supe que se trataba de ti. Pregunté si sabían a qué

hospital los llevarían. Dijeron que había un hospital cercano, apenas un par de cuadras

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adelante. Temía que estuvieras herido, cuando te encontré y vi que estabas bien… pude

respirar de nuevo. Por suerte en el carro había una bolsa con la ropa que mamá llevó a la

lavandería y olvidó bajar- gruesas lágrimas resbalaban por las mejillas de Alexy.

Ambos hermanos se abrazaron y lloraron juntos, conmoviendo a los que estaban

presenciando la escena. Después de unos minutos, ambos lograron calmarse y Armin

comenzó a relatar, sin mucho detalle, lo que había sucedido.

Regresaron a su casa en completo silencio. Alexy nunca había visto tan triste y vulnerable

a su hermano. Respetó su dolor, aunque no lo comprendía del todo.

Armin entro en su alcoba nada más llegar, cerró y no salió de ahí hasta dos días después.

Jamás volvió a tocar el tema, y guardaba silencio cuando preguntaban algo referente a lo

sucedido.

NEKO

No tenía idea de lo que había ocurrido. Se quedó mirando al espejo del baño en donde se

encontraba. Acababa de retocar su maquillaje que tanto tiempo le había costado para que

luciera perfecto. A ella le gustaba mucho hacer cosplay, pero jamás frente a otras

personas. Siempre había sido en la intimidad de su alcoba, y sólo su tía la había visto con

alguno de ellos.

Pensó en su tía, una hermosa y joven mujer que la consentía a más no poder; soltera, con

un trabajo bien pagado. Que por alguna razón, guardaba una inmensa tristeza dentro de

ella. Jamás le había contado nada, pero la niña sabía que su tía sufría por algo, y

esperaba que algún día tuviera la confianza de compartirlo con ella. Quizás solo para

aminorar la carga que llevaba dentro de su mente y sentimientos.

Cerró los ojos y sonrió; jamás se hubiera imaginado lo que iba a experimentar ese día.

Sólo dos días antes, su deseo de navidad había sido el no estar sola, pero sus padres

tenían otros compromisos; pasó la festividad con su tía, pero esta vez fue un poco

diferente, ya que la hermana menor de su madre se encontraba preparando todo lo

necesario para algo importante de su trabajo. Cuando esa mañana su tía apareció y la

animó para que la acompañase, no se sentía muy convencida. Estaría sola por ese

enorme lugar, sin embargo el anonimato que le ofrecía su cosplay terminó por

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tranquilizarla.

Grande fue su sorpresa al encontrar a un Kakashi con casi sus mismos gustos. Desde que

lo miró por primera a los ojos, bueno al ojo, supo que se convertiría en una persona muy

especial en su vida.

Era como si se conocieran de mucho tiempo. Los besos y caricias que compartieron, no se

sentían como si fuera entre dos extraños, o personas que se acaban de conocer.

Implicaban mucho más. No lo entendía, pero no le importaba, con sentir le bastaba. Se

preguntaba cómo sería en realidad, y sonrió al pensar que tal vez él estaría pensando

exactamente lo mismo de ella. Observó la pulsera que le regaló. Cuando empezaba a

colocársela, su móvil volvió a llamar, tomó sus cosas y salió corriendo al estacionamiento,

sin terminar lo que había comenzado.

-Lo siento tía, he demorado un montón- fue lo primero que dijo al subir al carro, ya en

marcha, de su tía.

-No te preocupes querida, antes o después, nos espera una tremenda reprimenda por

parte de tus padres, y más cuando vean que llegamos con estas ropas- contestó con voz

cantarina la tía de Neko –Abrocha el cinturón de seguridad, eso salva vidas, recuérdalo

siempre. Y ponte el abrigo que parece que va a nevar- expresó la joven dama a la niña,

haciendo un guiño.

-No entiendo por qué cambiaste tu camioneta por este auto- exclamó Neko con un matiz

desconcertante mientras obedecía a su tía.

-Mi camioneta era muy vieja ya, su kilometraje era mucho, éste es más reciente, sólo me

preocupa que las bolsas de aire fallan un poco. O por lo menos eso dijo el vendedor, por

eso me lo dio a un precio tan económico. Uno de mis amigos prometió arreglarlo a un bajo

costo, así que ha sido una verdadera ganga. ¿Qué es eso que tienes entre tus manos?-

interrogó la tía de la chica con curiosidad.

La niña se la dio para que pudiera verla, estaban en un semáforo con la luz en rojo. La

guapa mujer sostuvo la pulsera frente a ella.

-Cariño, escucha por favor, si algo sucediera, algo que quizás no logres entender, sólo

recuerda que te quiero más que a nada en este mundo. Más que a mí misma…- apenas

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tuvo tiempo de verlo venir.

Un carro deportivo a muy alta velocidad quiso virar hacia un lado de la avenida, pero

derrapó y con las llantas chirriando giró hacia el contrario, dirigiéndose directamente hacia

ellas.

-¡¡¡Honey!!!- gritó Agatha, y al no tener el cinturón de seguridad puesto, se arrojó sobre

Sucrette, para tratar de cubrirla con su propio cuerpo.

Lo siguiente que ambas escucharon fue un estridente sonido.

Honey sentía que vagaba por un lugar oscuro, corría buscando a su tía, sin recibir

respuesta alguna. No sabía si subía o bajaba, iba o venía. Un terrible dolor en la cabeza y

el pecho hacía que respirar fuera casi imposible.

Logró abrir los ojos para ver que sacaban el cuerpo de su tía, apenas a tiempo, ya que el

otro automóvil había quedado sobre el auto de ellas y en ese momento colapsaba,

impidiendo que la rescataran a ella.

No sabía cuál era la realidad, lo que acababa de ver, o aquella maldita oscuridad. Fuerte

deseo o necesidad de llorar la embargó, pero no recordaba cómo llorar. Recordó a

Kakashi, el chico desconocido cono el que había estado unos minutos atrás, y entonces

sintió agua caliente resbalando por su cara. Quizás aquello era llorar. No recordaba

muchas cosas, su mente parecía una balsa en medio del mar, sin rumbo alguno. Sintió

unas manos tocando su cuerpo, pero no recordaba cómo encender la luz. Quizás fuera

Kakashi, tal vez siguieran en el mismo lugar y no había sucedido nada… ¿Porque algo

había sucedido, verdad? Ya no recordaba qué. Llegaban sonidos a su cabeza, la mayoría

parecían zumbidos, pero uno sobresalía de los demás. Uno que empezaba a mostrarle la

dirección que debía seguir. Una voz que decía algo como “No me dejes” y “Te necesito”.

Los demás ruidos comenzaban a opacar el que le parecía lindo.

Sentía unos cálidos brazos. Abrió los ojos y contempló un rostro cubierto por una

máscara… y sangre. Alcanzó a comprender que el chico la había ayudado.

-Mi Kakashi- susurró mientras levantaba la mano para acariciar aquel desconocido rostro y

trataba de sonreír, para quitar esa mirada llena de pánico y tristeza que podía observar en

el único ojo visible del chico.

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Después no hubo más, sintió que se sumergía en algo viscoso que no la dejaba mover.

Quizás era más como si todo su ser se filtrara por algún pequeño agujero; quería moverse

sin lograrlo, el dolor que sentía al respirar desapareció. Llena de miedo quiso gritar, pero

no recordaba cómo se hacía, o dónde se encontraba su voz. Luego… nada.

*****

DIA ACTUAL, MADRUGADA.

El aroma y sonidos de hospital llegaron de forma tenue a nariz y oídos de Honey. Se

convenció a sí misma de que debía abrir los ojos, pero se sentía tan tranquila, tan en paz

en aquella oscuridad, que ponía mil pretextos para no hacerlo. No quería recordar nada;

sin embargo su mente se mandaba sola, un extraño collage se formaba con fragmentos de

recuerdos que no sabía que existían. O que simplemente no quería reconocer que estaban

ahí, esperando ser requeridos para afrontar la terrible realidad.

Abrió los ojos de golpe. Ahora todo era mucho más confuso. El año anterior no estuvo

enferma, estuvo hospitalizada por un accidente. Accidente en el que su tía también había

estado, pero no había resultado tan lastimada como ella. La recordaba llorando al pie de

su cama. En ese momento tuvo la sospecha del porqué de la repentina mudanza y del

hecho de que su tía ya no la visitara como antes, y cuando lo hacía, era siempre fuera de

casa. Sus padres culpaban a su tía de todo lo sucedido y habían decidido alejarla de ella.

El fuerte dolor de cabeza había desaparecido, pero quedaba en su lugar una sensación de

ardor. Escuchó unos tenues pasos y una blanca figura menuda entró en su visión

periférica. Unos instantes después, el cuarto de hospital donde se encontraba, parecía

empequeñecer, por todas las personas que pretendían entrar en él. Sobre todo médicos y

enfermeras.

-¡Vaya! Nuestra pequeña paciente ha despertado- comentó con voz grave uno de los

médicos.

-No soy tan pequeña- contestó Honey -¿Qué ha pasado?- indagó la chica sintiendo que

todo estaba como en cámara lenta.

-Nos has dado un pequeño susto, pero muy a tiempo para corregir lo que estaba mal y no

tener que lidiar más con ello- expresó una voz que de alguna forma se le hacía conocida.

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El dueño de la voz se acercó a ella, e inmediatamente lo reconoció como uno de los

doctores que la había tratado el año anterior. Casi de inmediato se situó junto a él una

mujer de mediana edad; se trataba de la otra doctora que también la atendió por aquellas

fechas.

Honey se sorprendió de verlos ahí, ya que ellos pertenecían al cuadro de doctores

especialistas del hospital de su antigua ciudad.

-¿Alguien me podría explicar qué está sucediendo?- más que pregunta se escuchó como

una orden.

-Te explicaremos todo, jovencita, sin embargo tendrá que ser al término de unos estudios y

análisis que te practicaremos, nada que tarde demasiado- sentenció el doctor que habló

primero.

Los padres de Honey entraron al cuarto, abrazaron a su hija diciendo que todo estaría

bien, para después quedar atrás mientras la llevaban en camilla a una sala con aparatos.

Posterior a la revisión a la que fue sometida, Sucrette fue llevada nuevamente al cuarto

donde despertó. Se sentía bien, tan bien como para desesperarse por ser llevada en

camilla en vez de caminar. Sus padres la esperaban ansiosos, en cuanto la tuvieron a la

vista, se acercaron a ella y se turnaron para abrazarla y besarla.

Los doctores explicaron que un pequeño coágulo, consecuencia del accidente sufrido un

año antes, estaba oprimiendo una parte de su cerebro, lo que ocasionaba los dolores de

cabeza. El desmayo fue una acción de defensa de su cuerpo, para no tener consecuencias

más graves por dicho coágulo. La ambulancia llegó a tiempo y pudo ser operado, una

pequeña incisión en la ingle para inyectar un fuerte medicamento, que ya lo había disuelto

por completo. Dos cosas jugaron a favor de Honey: Que el coágulo era realmente muy

pequeño, y que llamaron a la ambulancia sin pérdida de tiempo.

También dijeron que los paramédicos descubrieron la placa donde tenía sus datos

médicos y supieron cómo actuar al instante. Al mismo tiempo contactaron con sus padres,

y éstos llamaron a los doctores que la atendieron después del accidente.

Y que tenía mucho que agradecer al chico que la encontró y dio aviso al número de

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emergencia.

Sus padres sonrieron ante esto último, su padre salió de la habitación y regresó

remolcando a un avergonzado pero preocupado Armin.

Todos los presentes notaron la luz en la mirada de los chicos cuando sus ojos se

encontraron; el cambio en sus rostros, de apagados a radiantes. Discretamente y con

pretextos varios, los padres de Sucrette, junto con los doctores, abandonaron la estancia

para dejarlos hablar.

-Así que te debo la vida- exteriorizó la niña tomando entre sus manos las de Armin.

El chico juntó su frente con la de Honey, y suspiró.

-No tienes idea del susto que me diste, pensé que te perdía- murmuró Armin con los ojos

cerrados para impedir que las lágrimas resbalaran por sus ojos.

-¿Qué me perdías?- preguntó la chica.

-Sí, bueno, yo… No sabía qué te había pasado; si tu tía no me avisa en el parque, no

hubiera alcanzado a hacer nada- Armin miraba a la niña a los ojos, y ya no le importaba si

lo veía llorar.

-¡Vaya! Se los dije, yerba mala nunca muere- la inconfundible voz de Castiel se dejó

escuchar por sobre los demás sonidos.

Se encontraba parado en el marco de la puerta, recargado y con los brazos cruzados;

mirando de forma altanera a la chica y desafiante al gemelo de ojos azules.

Rosalya, Violeta, Lysandro, Alexy, Kim, Iris y Nathaniel entraron enseguida. Llevando

pequeños obsequios, como tarjetas y peluches. Nathaniel dijo que los padres de Melody

no le habían permitido salir a esas horas, pero mandaba sus mejore deseos para que se

recuperara pronto. Iris transmitió los mismos deseos de parte de Kentin, que se

encontraba en un campamento por parte de su antigua escuela militar. Después de varias

bromas, luego de expresar la preocupación que habían sentido al enterarse de la gravedad

de su estado, desearon lo mejor a la joven y se despidieron. Todos, a excepción de

Castiel.

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Armin no dudó ni un momento, se excusó pretextando el estar agotado y deseoso de una

bebida caliente. Salió del cuarto para ir en busca de un café.

-Hey, en verdad me preocupaste- comenzó a decir Castiel mientras se acercaba a

Sucrette.

La chica guardó silencio, sospechando y esperando lo que seguiría a esas palabras.

-Escucha Honey, no me gusta ver que frecuentas tanto a Armin, estuvo en el lugar

indicado, en el momento adecuado, pero debes decirle que se aleje- sentenció el pelirrojo.

-¿Y según tú, por qué debería hacerlo?- contestó en forma interrogante Sucrette.

-¿Por qué? Pues porque sólo le estás dando alas, lo ilusionas y luego puede romperse al

saber la verdad. Tú y yo sabemos que entre nosotros existe algo más que amistad o lo que

sea, me gustas y te gusto. No dejes que su imaginación le juegue una mala pasada.

Entendí la lección, sólo estaba dando tiempo a que me entendieras y… perdonaras-

Castiel estaba parado frente a la cama donde se encontraba la chica, mirando hacia abajo

y sonriendo.

-Castiel, algo que no has entendido, y que me tomaré la libertad de explicar a

continuación, es esto. Me gustaste desde la primera vez que te vi, es cierto, pero nunca lo

oculté. Jugué tu juego y pensé que había logrado penetrar tu estúpida coraza. Cuando

pasó lo de tu dulce ex novia, nunca me imaginé que me tratarías como lo hiciste, yo no

tenía por qué mentirte, y no me dejaste dar explicación alguna; brincaste en su defensa sin

importar que me herías con tus acciones y palabras. Después de todo lo que pasó, ni una

sola vez me pediste perdón, ni lo esperaba; sin embargo no definiste lo que querías o

esperabas. Te esperé y nunca llegaste, ahora que te he superado no pretendas que corra

a tus brazos sólo porque así lo quieres. Espero que podamos ser amigos, pero nada más.

Castiel estaba paralizado ante las palabras de Sucrette. No podía creerlo, pero sabía que

eran ciertas.

-En verdad prefieres a ese niñato, en cuanto salga un videojuego nuevo te hará a un lado-

el pelirrojo pronunció estas palabras con voz baja y contenida.

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-Déjalo Castiel, te he dicho lo que siento respecto a ti. No debe interesarte otra cosa- fue la

respuesta de Honey, sosteniendo la intensa mirada que el chico de ojos acero le daba.

-Te he entrenado bien- fue la respuesta de salida de Castiel, sonriendo altaneramente.

En el pasillo se encontró con Armin, que le ofreció un café, Castiel lo contempló como

decidiendo de qué forma actuar con él. Tomó el café, lo bebió de un sorbo y tiró el vaso de

cartón en el contenedor más cercano. Se fue caminando sin mirar atrás ni una sola vez.

-¿Todo bien por aquí?- fue lo único que Armin atinó a decir.

-Sí, ahora todo está bien- respondió Sucrette.

Sin poder decir nada más, se vieron interrumpidos por los padres de Sucrette, que llegaron

acompañados por Alexy. Los doctores recomendaban reposo a la niña, así que su madre

se quedaría velando su sueño, mientras su padre llevaba a los chicos a casa.

Una enfermera llegó silenciosamente, aplicó una inyección a Honey y luego salió. Casi de

inmediato la niña comenzó a sentir los párpados pesados.

-Mamá, tía Agatha…- dijo con voz pastosa.

-Duerme querida, descansa, luego podremos hablar- la figura de su madre se volvió

difusa, después no supo nada más.

Despertó con la noticia de que su evolución ante la operación era más que favorable, y

podía regresar a casa, bajo la promesa de atender todas las indicaciones otorgadas por

los médicos.

Ya en casa, miles de preguntas giraban en la mente de Honey, y estaba ansiosa por

escuchar la respuesta a cada una.

El día antes de navidad, transcurría de forma tranquila, Honey debía guardar reposo, los

doctores dijeron que podría tener leves dolores de cabeza, pero hasta el momento no

sentía indicios de ninguno. La chica estudiaba la mejor forma de abordar el tema con sus

padres, sin encontrar otro que el ser directa. Decidió que la noche sería un mejor momento

para empezar con las preguntas.

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*****

Recibió visitas de familiares y amigos, sin embargo a quien esperaba, no se presentó.

Alexy llegó solo; la niña se percató de inmediato de que algo no andaba bien.

-Alexy, me alegra mucho que estés aquí… pero… -

-Lo sé, no soy el gemelo que esperabas. No sé qué pasa por la cabeza de Armin, creo que

lo sucedido ayer removió muchos recuerdos dolorosos. Ahora tiene esta estúpida idea de

que las chicas por las que siente algo… bueno, son tonterías, pienso que necesita tiempo

para tranquilizarse- Alexy estaba cabizbajo, pero su tono era preocupado y enfadado a la

vez.

-Alexy, no creo que esté entendiendo muy bien lo que me dices, y en verdad te

agradecería si me explicaras por lo menos un poco.

-No me corresponde hablarte de ello, mas no creo que Armin te lo cuente. No se lo ha

contado a nadie, sólo a nuestros padres y a mí, y eso a medias. Es algo extraño y confuso-

Alexy suspiró, se incorporó con decisión en la mirada –Sólo puedo decirte que hace un

año Armin perdió a alguien muy importante para él, una chica, la conoció ese mismo día

en una convención de anime o algo así. Luego se separaron y esta chica estuvo

involucrada en un accidente, con un familiar, creo que una prima o tía, no recuerdo… El

asunto es que la chica murió en brazos de Armin- aquí Alexy tuvo que hacer una pausa, ya

que su voz estaba por quebrarse al recordar el sufrimiento de su hermano.

Después de un momento, Alexy logró calmarse un poco para poder continuar.

-Honey, estoy seguro que al verte tan mal, Armin se… descontroló un poco. Mi hermano

está desquiciado, dice haber visto algo, y ahora cree que lo mejor es alejarse de ti. No

suelta ese estúpido collar, que dice le regaló aquella chica. Nunca se lo quita, y ahora lo ha

hecho y sólo lo contempla, acaricia cada uno de los dijes como si esperara una respuesta

de ellos. ¡Lo invite a una partida de su videojuego favorito y no se tomó la molestia de

contestarme!- Alexy se encontraba al borde de la desesperación.

-Dices que la chica… murió- Honey estaba completamente blanca, sin color en sus labios

o mejillas, pero Alexy estaba tan metido en sus pensamientos que no lo advirtió.

-Sí, eso dijeron los doctores, es una larga historia y como ya dije, no me corresponde

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contarla. Es sólo que Armin está como obsesionado con esos colguijes desde ayer, y temo

que ideas estúpidas pasen por su mente.

-Alexy, cómo son los dijes- Sucrette hacía un profundo esfuerzo por que su voz se

escuchara firme y tranquila.

-No los he visto con detalle, pero se trata de una sirena, un unicornio y creo que una

gallina o algún ave extraña. No me gusta verlo así, le supliqué que viniera conmigo o solo;

pero no deja de decir que la visión de la pulsera fue una señal- Alexy caminaba nervios de

un lado a otro de la alcoba de Honey, demostrando de esa manera lo preocupado que

estaba por su hermano.

Sucrette, trataba de hacer respiraciones para tranquilizarse, los recuerdos llegaban de

golpe, y ahora estaba más confundida todavía.

-Alexy, te quiero, pero creo que es momento de que te retires, y por favor dile a mis padres

que vengan. Ambos- pidió la niña con voz cavernosa.

El gemelo de azules cabellos se sobresaltó por la petición de su amiga, sin embargo sólo

se inclinó para besar su frente y salió de la habitación. Momentos después entraron sus

padres con preocupación en sus semblantes. Más aun cuando vieron que su hija estaba

levantada y vestida.

-Morí- sólo esa palabra salió de los labios de Honey.

Sus padres la miraron con aprehensión, sin emitir ningún sonido, sin hacer ningún

movimiento.

-Hace un año, morí en el accidente que sufrimos tía Agatha y yo- la frase no tenía sentido

alguno, sin embargo ya estaba dicha.

-Honey, querida, quizás la operación te haga pensar cosas que…- comenzó a decir la

madre de la joven, siendo interrumpida.

-Sí hija, tu existencia se vio truncada drásticamente y por un asombroso milagro, volviste a

la vida después de estar clínicamente muerta por casi 12 minutos- era su padre, que harto

de guardar secretos, por fin se decidía a hablar.

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La madre de Honey dio un fuerte respingo, sin embargo su esposo la abrazó para

tranquilizarla.

-Por qué lo guardaron en secreto, por qué no me lo dijeron. Por qué culpan a tía Agatha y

no dejan que esté conmigo. Siempre que viene a verme es fuera de casa o cuando

ustedes no se encuentran. ¡Es injusto lo que hacen, ella no me mató, fue el otro auto el

que nos chocó!- Honey gritaba y lloraba.

-Te diremos toda la verdad, y nuestras razones para actuar como lo hicimos, pero tienes

que calmarte, la cirugía fue sencilla, sin embargo no debes hacer esfuerzos y estar

sosegada. Si no te calmas no diremos nada y regresas al hospital- la firmeza en la voz de

su padre, logró tranquilizar a Honey.

La niña regresó a la cama y sus padres se sentaron al pie de esta.

-Primero necesito saber qué es lo que recuerdas exactamente- expresó el padre de

Honey.

La chica comenzó a hablar de forma automática.

-Recuerdo que un día antes de navidad, dijeron que pasaría nuevamente las fiestas con tía

Agatha. No fue lo mismo, porque estaba muy atareada preparando lo que le habían

asignado en el trabajo, le entusiasmaba mucho más que los anteriores. Al otro día la

pasamos juntos, ustedes y yo, me extrañó mucho que tía Agatha no nos acompañara; ese

mismo día en la noche me recordaron de la cena del día siguiente. Al otro día llegó tía

Agatha muy temprano, estaba emocionada, como si algo especial fuera suceder, pero al

mismo tiempo esa tristeza que nunca la dejaba, se encontraba más presente que nunca en

su mirada. Me convenció de acompañarla y aprovechar para hacer cosplay en un lugar

público. Ahí conocí a un chico y pasé todo el día con él. Ninguno de los dos sabíamos

cómo éramos realmente, ni nuestros nombres reales, pero surgió algo lindo entre nosotros.

Estaba con él cuando tía Agatha llamó diciendo que ustedes estaban muy alterados por mi

tardanza. Entré al baño a corregir mi maquillaje que se había gastado por traerlo todo el

día y corrí a encontrar a mi tía en el estacionamiento. Luego habló de algo que no entendí,

expresó una idea de que si algo llegaba a suceder sólo recordara que me quería mucho,

más que a ella misma. Después el auto nos embistió de frente. Tía Agatha se arrojó sobre

mí para cubrirme, creo que perdí el conocimiento, cuando lo recobré, pude ver que

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sacaban a mi tía por la parte frontal, pero el otro auto estaba casi encima del nuestro y

apenas tuvieron tiempo de quitarse antes de que los aplastara, dejándome atrapada, había

humo, olor a gasolina, creo haber escuchado sirenas y agradecer el que llevaran a un

hospital a mi tía, el dolor era muy intenso y tenía la vista nublada. Después regresó la

oscuridad, hasta que escuché una voz, sentí que me jalaban, y cuando la voz me mostró el

camino, pude abrir los ojos. El chico con el cosplay de Kakashi con el que pasé toda la

tarde, estaba ahí, conmigo, lo vi cubierto de sangre y algo me dijo que él me había

ayudado. Luego sentí que me hundía en algo pegajoso y no supe más. Cuando recobré el

conocimiento estaba en el hospital, conectada a muchos aparatos y nadie me decía nada.

Tía Agatha siempre estuvo conmigo, ustedes iban y venían del lugar, varios familiares me

visitaron, pero cuando no había nadie más era tía Agatha la que estaba presente. Los

doctores me preguntaban si recordaba algo, por más esfuerzo que hacía no lograba

acordarme de nada, ni el accidente, ni el chico, ni que asistí al evento; era como si todo

aquel día nunca hubiera existido. Ustedes y los doctores dijeron que estuve muy enferma y

que podría olvidar cosas, que era normal, también avisaron sobre los dolores de cabeza

que podían presentarse. Entonces cuando pregunté por tía Agatha recibí la noticia de que

se había marchado a un viaje muy largo de trabajo y que pronto no mudaríamos. Regresé

a clases pero ya nada era igual, sabía que pronto tendría que dejar el instituto y a mis

amigos- Honey apenas respiró durante su discurso.

Los padres de la niña quedaron en silencio un momento, mirándose uno al otro.

-Hija, lo que te sucedió… fue algo trágico y milagroso, por no encontrar otras palabras.

Llevábamos varios meses planeando la cena de esa noche. Sería especial, para ti y para

Agatha, esa era la razón real de su entusiasmo, no el trabajo al que la asignaron de último

momento. Decidimos que la acompañaras para que estuvieras entretenida, queríamos que

todo fuera perfecto. Agatha no quería llevarte ese día, porque estarías sola mientras ella

trabajaba, terminamos por convencerla. Cuando decidimos que todo estaba listo,

llamamos a Agatha, estaba ocupada pero no queríamos llamarte para que no hicieras

preguntas anticipadas. Minutos después volvimos a comunicarnos con ella y aseguró que

ya había terminado su trabajo por ese día y que estaba a punto de localizarte.

Esperábamos su llegada cuando el jefe de Agatha llamó, le informaron del accidente y nos

llamó de inmediato. Cuando llegamos al hospital nadie nos decía nada, los paramédicos

que te atendieron contaron lo sucedido en el lugar del accidente, por más buscamos no

logramos encontrar al chico vestido de forma extraña y con máscara. Supusimos que se

fue en cuanto se lo permitieron- el padre de Honey hizo una pausa para tomar aire y poder

continuar.

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Honey podía ver la tensión que sus padres experimentaban, presentía que esa noche se

iba a enterar de algo más, algo que no sabía, algo que iban a decirle el día del accidente.

Algo que su muerte había impedido que llegara a conocer.

-Un doctor salió y preguntó por nosotros. Nos dijo que a pesar de todos sus esfuerzos,

habías fallecido en la ambulancia, de camino al hospital. Aun así trataron de reanimarte sin

resultados favorables. A pesar que el hospital se encontraba sólo a unas cuadras del lugar

del accidente, no lo habías logrado- tanto el padre como la madre de Honey lloraban,

abrazando a su hija que trataba de comprender lo que estaba escuchando, aunque lo

hubiera adivinado, era difícil de creer.

-Teníamos que hacer el papeleo correspondiente, pero primero preguntaron si queríamos

despedirnos de ti. Entramos al lugar donde te encontrabas, lloramos, gritamos, te

abrazamos, quedábamos sólo los tres en aquel sitio, estabas desconectada de todo

aparato, frágil y sin vida. Una doctora entró para decir que era tiempo de salir y que si eras

donadora de órganos. Un pequeño ruido se escuchó a nuestras espaldas, volteamos y no

había nada. Tu madre y la doctora ya habían cruzado la puerta cuando escuché un débil

quejido; corrí hacia ti y pude ver un leve movimiento de tus ojos, la palidez de tu rostro no

era tan pronunciada… y caí de rodillas sin poder articular palabra. Llegaron doctores,

enfermeras, especialista y creo que hasta un sacerdote. Nadie podía dar crédito a lo que

acababa de pasar. Tu madre y yo fuimos firmes en que la noticia no se diera a conocer, no

queríamos personas ajenas metidas en nuestras vidas… Y también decidimos no decir

nada, a menos que recordaras todo y comenzaras a preguntar. No estoy seguro si hicimos

bien o mal, pero los médicos estuvieron de acuerdo, siempre y cuando les mantuviésemos

informados de cualquier alteración en tu comportamiento y salud en general- el padre de

Honey hablaba con voz más serena pero todavía conmocionada.

-Los doctores… tuvieron que dar… alguna explicación… - Sucrette necesitaba, quería

saber qué fue lo que le pasó realmente.

-Quisieron, trataron, pero no pudieron- esta vez la mamá de la chica fue la que respondió.

Un nuevo momento de silencio se hizo presente, hasta que Honey habló.

-Necesito decirles algo; Armin, el chico que me encontró hoy y llamó al número de

emergencia y Kakashi, el chico que me ayudó en el accidente y con el que había pasado

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todo el día… son el mismo. Quiero que lo llamen, si se lo piden ustedes sé que no se

negará. Él no ha comprendido que soy la misma chica y está formándose ideas extrañas.

Le debo una explicación y… mi vida.

Los padres de Sucrette aceptaron gustosos llamar al chico. En ese momento se sentían

mucho más que agradecidos con el amigo de su hija. El padre de Honey solicitó a su hija

que marcara al móvil de Armin, y cuando el chico atendió la llamada, logró convencerlo de

ir con ellos esa misma noche.

Honey todavía tenía preguntas sin respuesta, pero las conseguiría.

-¿Por qué culpan a tía Agatha? Ella me protegió y no dejan que esté conmigo, eso es…

injusto, horrible- la tristeza opacaba un poco al enojo.

-Querida, cuando llegaste a casa después de salir del hospital, comenzaste a preguntar

por mi hermana- comenzó a relatar la madre de la niña –Decías que ella había cuidado de

ti en el hospital, y que venía a verte cuando te encontrabas sola. Consultamos a los

doctores y todos coincidieron en que era mejor alejarte del entorno que traía recuerdos.

-Recuerdos… recuerdos de qué, no entien… - la comprensión de la dimensión real de lo

que había ocurrido empezó a filtrarse en la mente de la chica.

-Cariño, mi hermana… pereció ese día… cuando la sacaron del auto, ella… - la madre de

Honey no pudo seguir hablando, el llanto se lo impedía.

El padre de la chica abrazó a su esposa y la reconfortó.

-Murió al instante, dijeron los doctores que no había sufrido y en verdad que eso espero.

También expresaron que gracias a ella, tú… - el padre de Sucrette no encontraba las

palabras precisas.

-¡Ella, me protegió, ella dio su vida por mí! Ella sabía que pasaría, por eso hizo mención de

que si algo llegaba a pasar… - Honey sentía que estaba al borde de un colapso nervioso,

un shock o algo así.

-Honey, ella se… refería a otra situación- murmuró su padre.

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-¡Felipe, no!- la alterada voz de la madre de la chica, la puso sobre aviso.

-¿Qué situación? ¡Por favor, no más secretos, no más mentiras!- exigió la niña.

La madre de Honey suplicaba con la mirada a su esposo, pero al final, terminó cediendo.

-Antes que nada, queremos que sepas, que eres lo más importante en nuestra vida, te

amamos por sobre todo y daríamos lo que fuera por que nunca tuvieras que pasar por más

sufrimiento- fueron las palabras que pronunció el padre de Sucrette -Honey, escucha bien,

pequeña, y no hagas juicios adelantados. Analiza lo que te diremos, y perdona, si es que

actuamos mal, pensando en tu felicidad- pidió su padre.

-Cariño, mi hermana era una pequeña muy vivaz, alegre y llena de planes. Optimista y

enamorada de la vida. A los trece años experimentó su primer amor adolescente… por

desgracia sólo ella era la adolescente. El hombre de quien se enamoró era mucho mayor,

por lo que mantenía en secreto su relación. Sospecho que era algún profesor o amigo de

la familia, ya que jamás nos dijo su nombre. Vivían su amor al máximo, y la pequeña

Agatha quedó embarazada. Tu padre biológico, al que nunca conocimos, estaba de viaje

cuando mi hermana le avisó que sería padre, y como pasa en muchas ocasiones, jamás lo

volvió a ver. Mis padres, educados ambos de forma recta y estricta, querían correr a

Agatha de la casa; tu padre y yo estábamos recién casados y la recibimos en nuestro

pequeño hogar. Ella estaba alterada, confundida, deprimida, asustada… y nosotros

acabábamos de recibir la noticia de que, por extraños designios, se nos negaba el derecho

de ser padres… una anomalía aquí, una deficiencia acá, el resultado de varios análisis era

el mismo, ambos éramos estériles. Decidimos actuar como tanto criticábamos… egoísta e

hipócritamente. El bebé de Agatha lo registraríamos como nuestro y ella podría seguir con

su vida y permanecer cerca de su hijo o hija. Con la promesa de que cuando ella lo

decidiera, si es que en algún momento lo hiciera, entre los tres hablaríamos con nuestro

hijo o hija y le contaríamos la verdad. Aceptando su decisión de seguir viviendo con

nosotros, ir con Agatha o lo que fuera que se nos viniera encima- la madre de Honey, con

la mirada imploraba perdón y comprensión por parte de la chica.

-Hija, desde antes que nacieras, te esperábamos con ilusión y amor. Nuestra juventud e

inexperiencia influyeron en nuestras decisiones; con el tiempo lo comprendimos y cada

que pensábamos en contarte la verdad, alguno de los tres, o los tres, encontrábamos un

pretexto para aplazarlo. Miedo, temor a lastimarte y que no lo comprendieras hicieron que

pospusiéramos cada vez más nuestra confesión. Agatha estaba decidida por fin, y dijo que

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con o sin nuestra aprobación, hablaría contigo. Quería hacerlo el día de navidad, pero la

convencimos de que lo dejara para dos días después, ya que sabíamos que esa fecha no

tendríamos trabajo. Sin embargo… el accidente… no supimos… no pudimos tu madre y

yo… - el padre de Sucrette quedó en silencio.

Honey estaba en silencio, su mente parecía un torbellino de imágenes, pensamientos,

sentimientos. Era como si se elevara para permanecer suspendida y luego descendiera

precipitadamente sin saber en qué momento llegaría al final.

-Salgan, ambos, déjenme sola, por favor- susurró Honey.

Los padres de la chica salieron de la alcoba, esperando que el impacto de su confesión no

perturbara demasiado a su hija.

Alexy, que esperaba en la sala de la casa a petición de los padres de Sucrette, se

encontraba ya en compañía de Armin.

Los padres de Honey, totalmente abatidos, indicaron con la mirada al gemelo de cabello

oscuro el camino a la alcoba de su hija.

Armin se encontró con una puerta blanca con algunos detalles en rosa, llamó y esperó la

respuesta de su amiga… que nunca llegó. Suspiró y rogó porque aquella puerta no

estuviese bloqueada. No lo estaba. Entró y él sí se aseguró que la puerta tuviera el

seguro/pasador puesto. Así nadie los interrumpiría. Necesitaba que Honey le explicara lo

que acababa de escuchar, no porque se dedicara a espiar, realmente Spy vs Spy no era

su fuerte, pero las voces eran tan altas y con la puerta abierta… bueno, es que terminó

enterándose de casi todo, sólo había un problema… su mente todavía no terminaba de

asimilar lo que estaba pasando.

*****

ALGO MÁGICO

Armin quedó de pie y en silencio a la mitad de la habitación, había un osito de peluche

sobre la cómoda junto a un hermoso marco… con una extraña fotografía de un Castiel con

cabello oscuro, su semblante proyectó inmediatamente el enfado que esto le causaba.

Paseó la vista más allá, observando algunos libros, y ¡Bingo! Una consola de videojuegos.

Armin esbozó una sonrisa. La alfombra silenciaba sus pasos, se acercó a la cama vacía y

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algo llamó su atención, en el buró al lado de la cama había una bolsa vacía y… un paquete

de goma de mascar sabor mora azul, muy sospechosamente de su marca favorita; su

sonrisa se hizo mayor. Suspiró, cerró los ojos y entonces escuchó un casi inaudible hipeo.

Se dirigió al armario de Sucrette, ya conocido gracias a Rosalya, abrió la puerta y encontró

a la chica hecha un montón lloroso y tembloroso. Su cuerpo le urgía abalanzarse sobre

ella, abrazarla, beber sus lágrimas y besarla hasta conseguir calmarla. Respiró

profundamente, entró al armario, que por suerte era bastante amplio, y se sentó junto a

Honey.

-Hace un año expiré, mi fecha de caducidad se cumplió prematuramente. Mi tía, que

resultó ser mi madre biológica, se sacrificó por mí. Al parecer estoy loca porque la veo por

todos lados y me habla. No tengo idea de por qué regresé, quién, qué o para qué

necesitan que esté viva. Fui el producto de un engaño, de un abuso a una niña, un bebé

no deseado ni planeado… - Armin no tenía idea de si la niña hablaba para sí misma o

compartía sus pensamientos con él.

Abundantes lágrimas mojaban más que humedecer, el rostro de Sucrette. Armin tomó lo

primero que sus manos encontraron y se dio a la tarea de secar y limpiar la cara de la

niña. Lenta y suavemente pasaba la prenda sobre ojos hinchados y mejillas teñidas de rojo

de tanto llorar. Cuando por fin las lágrimas se hubieron secado, el joven paseo su mano

por la acalorada piel de la chica, deteniéndose en el mentón para sostenerlo y así,

obligarla a que levantara el rostro y lo mirara.

Honey pensaba que Armin tenía una paciencia infinita, por todas las veces que había

lidiado con ella y sus problemas. Al observarlo así tan cerca de ella, sus pensamientos se

concentraron en lo atractivo que le resultaba, su cuerpo instintivamente sabía y reconocía

aquel aroma, aquella calidez; el toque de sus dedos era increíblemente reanimador… y su

mirada, tan llena de ternura y deseo, tenía un efecto reconfortante, sin embargo también

logró que recordara el día que se conocieron… el día que su vida llegó a su fin y a un

nuevo inicio.

Armin prácticamente podía leer todos los sentimientos que la chica estaba experimentando

y decidió empezar a hablar, en vez de actuar.

-Podrías explicarme todo, desde un principio, para quizás entender de lo que estás

hablando. Recibí una llamada de tu padre suplicando por mi presencia aquí. Cuando

llegué Alexy me esperaba en la puerta y me hizo pasar. Sus voces se escuchaban hasta la

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sala, capté algunas cosas de la conversación… discusión… lo que sea que eso haya sido;

pero en verdad quiero y necesito que me expliques todo, para que mi cerebro empiece a

entender, o por lo menos lo intente- Armin hablaba en voz muy baja, intentando con ello no

exaltar más a Honey de lo que ya estaba.

El chico de orbes azul zafiro contempló de penetrante forma Honey, sólo unos segundos,

para después acomodarse de manera que él la pudiese sostener como a una niña

pequeña.

Sucrette permitió que el chico, al que sabía perfectamente le debía la vida por partida

doble, se colocara detrás de ella para luego recostarla entre sus brazos, cargando el peso

en su lado izquierdo y así poder acariciar su rostro con la mano derecha. Armin esperó a

que la niña estuviese lista para comenzar la explicación.

Honey profirió un profundo suspiro y se dispuso a narrar los hechos a su amigo. Después

de terminar la confusa y extraordinaria historia, permanecieron en silencio, más no se

trataba de un silencio incómodo, sino de uno de esos momentos en los que sabes que

estás en completa armonía con la persona que se encuentra a tu lado.

Necias lágrimas aparecían de vez en vez en los ojos de Honey, y Armin las secaba con la

yema de sus dedos o con un ligero beso.

Armin exhaló el aliento que había estado conteniendo mientras la niña hablaba. No podía

creer que la chica que tenía en sus brazos fuese realmente la joven de la que

extrañamente se enamoró un año antes, que fuera la compañera de una deliciosa tarde en

la que todo había terminado catastróficamente; era casi mágico el hecho de que la chica

que vio y sintió morir en sus brazos, estuviese ahí con él, tibia y respirando; pero sobre

todo daba gracias a todo y todos los que tuviera que agradecer, por haber intervenido e

interferido en el orden de las leyes naturales y por ello le permitieran experimentar toda la

gama de sentimientos y emociones que corrían, rodaban y giraban en su cuerpo y mente.

El chico había malinterpretado las cosas. En el momento que encontró a Honey en el piso

sólo podía pensar “No por favor, otra vez no”. Más cuando se percató de la pulsera que

llevaba puesta la niña, su mente quedó en blanco. Si era sincero, debía admitir que el

pánico se apoderó de él. Interpretó la visión de la pulsera como señal de que algo terrible

pasaría. El miedo de perder a Honey era casi doloroso. Después, cuando supo que la

chica se encontraba bien, y al parecer fuera de peligro, su mente le jugó una mala pasada,

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haciéndolo pensar que era él quien iba a provocar la muerte de Sucrette. Tomó el haber

visto su pulsera como una señal inequívoca de que debía separarse de la niña, ya que si

no lo hacía, algo fatal sucedería. Sólo atinó a quitarse el collar que había sido su

compañero inseparable en el último año y contemplar los dijes, como buscando una

respuesta, una clave, un código… lo que fuera. Había decidido evitar a Sucrette por

cualquier medio, así tuviese que cambiar de instituto de nuevo, recordó que sostenía el

dije con forma de ave fénix cuando su móvil comenzó a sonar. Era un número extraño pero

contestó, una voz llena de emoción que suplicante le pedía que acudiera a la casa de

Honey, vagamente recordaba que la voz le había explicado que era el padre de la chica y

que urgía su presencia en el hogar de la familia de su compañera. Sin más explicación,

Armin colgó y salió de inmediato, esperando encontrarse con letales noticias. Sin embargo

Alexy lo esperaba, consiguiendo tranquilizarlo un poco. Ambos escucharon la discusión y

confesiones que se gestaban en el piso superior. Alexy tenía la mano sobre la boca, para

no emitir ningún sonido, en tanto que Armin sentía que estaba siendo tragado por una

vorágine. De pronto sentía como si fuese el protagonista de un videojuego con dificultad

extrema y sólo una vida de más.

-Es horrible, ¿No es verdad? El saber que nadie te deseaba ni esperaba y de pronto tienen

que cargar contigo- al parecer eso incomodaba demasiado a la niña.

-No lo creo, tu tía te amaba demasiado y lo demostró. Tus padres son geniales y te

adoran, por lo que dices y alcancé a entender, ellos realmente te deseaban y esperaban

con mucha ilusión- Armin acariciaba la cabeza de Honey con la barbilla.

-Pero mi padre biológico era un ser horrible, hacerle eso a una niña… nunca nos quiso, ni

a mi madre y mucho menos a mí, tengo miedo de tener algo de él en mis genes- Armin

sonrió ante el alegato de la niña.

-Nadie es completamente bueno o malo, eres linda, generosa, ayudas a las personas,

también eres gentil y valiente. Sin dejar de ser extremadamente curiosa, al igual que yo;

celosa, y algo comunicativa. Todos estamos llenos de cosas buenas y malas, creo que ya

está en ti, qué lado quieres alimentar más- Armin miraba divertido a su amiga -¿Sabes

algo? Yo también soy un hijo no deseado y no esperado. Mis padres habían decidido

desde un principio tener sólo un descendiente, ellos preferían por mucho, que fuese niña.

Mis padres eran inexpertos, como todos los primerizos, mandaron a mamá a un curso y en

él le lavaron la cabeza con ideas de que todo debía ser lo más natural posible, así que

nunca se hizo un ultrasonido… y al parecer el corazón de mi hermano y el mío estaban

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perfectamente sincronizados, pues ningún doctor se percató de que eran dos en lugar de

uno. Cuando llegó la hora de salir de la barriga de mamá, Alexy fue el primero en salir,

imagino que yo estaba entretenido jugando con su hígado o algún riñón. Mamá dice que

cuando pensaban que ya había pasado todo, comenzó a sentir dolores nuevamente, y

entonces unos momentos después supo que su plan de tener sólo un hijo se había venido

abajo. Y no por eso me quieren menos que a Alexy, o me reprochan el haber llegado sin

invitación. Tu madre te amaba y la muestra es que naciste dos veces, nunca pensó en

abortar y te dio la oportunidad de vivir nuevamente. Tus padres, o los que reconoces como

padres, también te han prodigado de amor, ternura, cariño, comprensión, y todo lo que

cualquier hijo ansía o anhela. Así que considérate afortunada. Y por cierto, tu tía, la que

hace cosplay y que me encontró en el parque, también se nota que te quiere un montón-

terminó Armin con una tierna sonrisa.

-Armin, creo que has entendido todo perfectamente, salvo una cosa. Tía Agatha, mi

madre, es la tía que viste en el parque… ¡Espera! ¡Si tú puedes verla entonces no estoy

loca!- gritó Sucrette.

Se incorporó de un salto y tomó a Armin de la mano, bajaron la escalera casi volando.

Alexy platicaba con Lucía, la madre de Honey, mientras Felipe caminaba de un lado a otro

lentamente.

-Te lo digo de verdad, tienes excelente gusto para vestir, pero en este caso, un cinturón

negro sería el complemento perfecto- la voz de Alexy era como la de todo un profesional

en moda.

-¡Cariño, qué sucede!- Lucía fue la primera en ver a los chicos descendiendo.

-Mamá, papá, no estoy loca, ni sufro de alucinaciones. ¡Armin también ha visto a tía

Agatha!- Honey no podía estar más animada.

-¿Eso es verdad, jovencito?- el padre de la chica se notaba completamente perplejo.

Armin explicó todo lo referente a Agatha, desde que pensaba que Honey estaba un poco

chiflada, hasta el encuentro en el parque.

-Ese era el traje que tenía puesto tía Agatha ese día, no quiso perder tiempo en

cambiarse, además era su manera de apoyarme, ya que yo llegaría a casa con mi cosplay,

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y al cambiarnos nos daría tiempo para planear la supuesta disculpa por demorar tanto- La

tristeza retornó al semblante de la niña y gruesas lágrimas resbalaron por su rostro, una

vez más.

Armin la abrazó, ante el asombro de Alexy y la complacencia de los padres de Sucrette.

Ellos sabían que ese chico estaba ligado a su hija más allá de su comprensión. Los chicos

no lo habían pedido ni buscado, sin embargo estaban destinados. Algo mágico y milagroso

había sido escrito y definido en algún momento, en algún lugar. O quizás sólo era el

destino, una coincidencia, la magia de la navidad… ellos no lo sabían, pero lo aceptaban y

sabían que le debían a ese atractivo muchachito… todo.

-Pequeña, no has tenido alimento alguno por horas, y con todo esto, no hemos preparado

nada, iremos a comprar algo que te siente bien y regresamos para cenar todos en familia.

Alexy, serías tan amable de llamar a tus padres e invitarlos a venir, no creo que sea buena

idea el mantenerlos al margen de todo esto- el padre de Sucrette contenía emoción en su

voz, toda una gama de ella, pero sabía controlarse, sobre todo porque veía que su hija, sí

su hija, estaba tranquila, aliviada y viva.

-Gracias, pero creo que una llamada no bastará, será mejor que vaya por ellos y les

explique, o trate de explicar, todo esto- Alexy ya se colocaba su chaqueta de llamativos

colores.

-Entonces te dejamos en tu casa, buscamos algo para comer y regresamos por ustedes…

Será mejor si durante la explicación también estamos presentes, así que mejor primero

vamos por la cena y luego pasamos a tu casa- Felipe ya tenía su abrigo puesto y las llaves

del auto en las manos.

-¿Estarán bien? Armin, sé que dejándola en tus manos está segura, pero ante cualquier

situación, te agradecería que nos llamaras- la madre de Sucrette estaba feliz pero

preocupada al mismo tiempo.

-Sin problema, vayan con cuidado- Armin se portaba de maravilla ante los padres de

Honey, pero internamente estaba ingeniando algo.

Ambos padres abrazaron a Sucrette y Armin, Alexy se despidió y salió junto a la pareja.

Armin tenía bien planeado lo que quería hacer, pero al verse solo con Sucrette, quedó

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desconcertado, pensando en lo atrevido que sería y que quizás la chica no reaccionara

como el esperaba y deseaba. Se insultó mentalmente por si quiera haber considerado

actuar de aquella forma. Decidió esperar el momento oportuno y se dio una palmada

imaginaria en la espalda por su buena y decente decisión.

Al girarse para sugerirle a la niña que se recostara en el sofá, se encontró con el cuerpo de

Honey casi pegado al suyo. La chica elevaba los brazos para pasarlos por detrás de su

cuello y atraerlo hacia ella.

El beso de Honey fue algo que Armin deseaba pero no esperaba; ansioso, hambriento de

ella como lo estaba, no tardó en reaccionar.

-¡Vaya! Ya me estaba preocupando, pensé que sólo yo ansiaba esto- comentó la chica en

forma sensual mientras restregaba su cuerpo contra el de Armin.

-Honey, yo… - el pelinegro estaba realmente apenado, por haber sido descubierto.

Y eso fue lo último coherente que el chico pudo pronunciar.

Honey se apoderó de la boca del ojiazul, loca, salvaje, desenfrenada. Sabía que debía

tener cuidado, una cirugía como la que le habían practicado no era cualquier cosa, pero

también pensaba que si toda la información recibida no causó una recaída o algo

parecido… bueno, esto que deseaba con asombrosa intensidad no podía originar nada

peor de lo que ya había vivido.

Sentía el calor del cuerpo de Armin que traspasaba las ropas de ambos, estaba sumergida

en el sabor de ese chico que por alguna razón, sabía que era de ella y para ella. Sus

manos encontraron la forma de meterse debajo de la ropa de un muy acalorado Armin,

para dedicarse a recorrer el torso, pecho y espalda.

Armin sentía clavarse las uñas de Honey en su espalda, esto lo excitaba más, si es que

eso era posible. El cuerpo de la chica parecía querer grabarse en su piel, y lo estaba

consiguiendo.

-Honey, creo recordar que el médico dijo que no debías esforzarte mucho- pronunció el

chico en los labios de Honey mientras tomaban un segundo para respirar.

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La respuesta de la chica fue enredar su pierna en una del pelinegro. Armin interpretó

perfectamente el movimiento, tomando a Sucrette para elevarla y que la chica pudiera

rodearlo con ambas piernas.

Armin sujetó firmemente a la chica por las caderas y se giró para recargarla en el muro, no

es que pesara, pero tampoco quería que por alguna razón las fuerzas le fallaran.

Honey rodeaba con sus brazos el cuello del chico, sentía la pronunciada erección que

tenía Armin, y entonces… sucedió que toda aquella pasión, necesidad que sentía por él,

comenzó a transmutar en algo más. Sus besos ya no eran tan desesperados, se volvían

lentos, tiernos, sin dejar de lado la pasión.

La joven sintió que su cuerpo se alejaba del muro donde Armin la había recargado, sintió

movimiento y supo que se dirigían a su alcoba. Instantes después era depositada en su

cama, no quería separarse de Armin, pero lo liberó de su fuerte agarre. Abrió los ojos para

perderse en los azules del chico, que la contemplaban vehementemente. Honey observó el

rostro del chico descender hacia su cuello. Un estremecimiento recorrió su cuerpo por

completo.

Armin besaba, lamía y mordisqueaba el cuello de la chica de lado a lado. Sucrette tomó la

orilla baja de la playera y tiró de ella intentando quitar tan estorbosa prenda. El pelinegro

hizo un rápido movimiento para ayudar a la chica a despojarlo de su ropa.

Honey miraba divertida la forma en que Armin se enredaba con su pantalón por tratar de

sacarlo rápido. Cuando por fin se vio libre de casi toda su ropa, sonrió a la chica de

manera divertida mientras subía en la cama, quedando de rodillas, una a cada lado de

Honey.

La chica elevó sus manos y acarició el atlético torso del ojiazul, Armin ostentaba un

delgado cuerpo no sin signos de algún tipo de ejercicio. El chico suspiraba ante el ataque

de las caricias de la jovencita. Honey se las ingenió para cambiar de posición, siendo ella

quien quedara sobre el chico. Continuaba acariciando el pecho del joven, que al parecer le

gustaba en demasía. Los suspiros de Armin se incrementaban, al igual que su erección.

Honey sonrió y bajó lentamente hasta una de las tetillas del chico, pasó su lengua por toda

su circunferencia logrando que el pequeño pezón se pusiera erecto y que el chico gimiera

de placer. Estuvo entreteniéndose de esa forma, de un lado y otro; hasta que decidió

avanzar un poco.

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Ella era inexperta, pero su cuerpo le indicaba cómo actuar. Además del curso intensivo

que obtuvo de varias pelis picantes que había mirado con Rosalya mientras morían de risa

al ver ciertas escenas.

Tratando de recordar, comenzó a acariciar el cuerpo de Armin con los labios, aliento y

lengua. Recorría cada centímetro de piel accesible, pasaba sobre el bóxer que el chico

aun llevaba puesto haciendo con ello que el excitado chico acelerara su respiración y

comenzara a gemir. Honey llegó al elástico del bóxer, lo sujetó con los dientes y comenzó

jalar hacia abajo, sin embargo la erección de Armin le dificultaba la tarea, así que puso

más empeño en la tarea, con el resultado de que el miembro de Armin se dobló a fuerza y

cuando se vio libre rebotó en la cara de Honey, golpeándola en la nariz.

-¡Auch!- exclamaron ambos, para luego reír a carcajadas.

Honey continuó en donde había sido interrumpida, pero ahora utilizó sus manos para evitar

accidentes. Armin elevó un poco las caderas para facilitar la acción a la chica.

Sucrette, tomó el miembro de Armin entre sus manos y aguantando un poco la risa, por las

escenas que venían a su mente, inició un cadencioso movimiento de sube baja por toda la

longitud del hinchado y duro trozo de virilidad del chico. Cuando sintió que Armin estaba

listo, llevó lo que tenía en las manos, a su boca.

Armin profirió algo inteligible, acompañado de gruñidos y gemidos. Su aliento era

entrecortado y sus ojos estaban fuertemente cerrados.

Honey supo que lo estaba haciendo bien, o por lo menos que al chico le estaba gustando

como que demasiado. Lo introdujo más profundo teniendo cuidando de no rozarlo con los

dientes, y comenzó a frotar, chupar y lamer, disfrutando ella más de lo que tenía esperado.

Armin jadeaba profusamente, sudaba y sólo porque apretaba fuertemente la mandíbula no

lanzaba gritos de éxtasis.

-Su, su, y-ya, yaaaaaa…- consiguió a decir el gemelo gamer.

Sucrette era curiosa, así que siguió masajeando con la mano el miembro de Armin,

mientras observaba con interés la intensa salida del líquido blanquecino, espeso y cálido.

Quedó maravillada de la fuerza con que salpicaba por todos lados, para luego sólo brotar y

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resbalar. Armin parecía estar sufriendo convulsiones a los ojos de Honey, pero al ver su

semblante supo que sólo era placer lo que estaba sintiendo el chico.

Después de que Armin se recuperara un poco, se incorporó a medias y observó la escena:

Él, completamente desnudo, tendido en una cama medio revuelta y con claras evidencias

de lo ocurrido; mientras que Honey tenía toda su ropa puesta, aunque algo despeinada, no

presentaba alteración alguna que demostraran lo que acababa de suceder.

-¡Hey, aquí algo no cuadra!- expresó el chico con una seductora sonrisa.

Sucrette tomó un paquete de pañuelos desechables y ayudó al chico a limpiar donde era

necesario. Terminado aquello, Armin sujetó a Honey por la cintura y la atrajo hacia él, sus

dedos inexpertos peleaban con la ropa de Honey, tardando un poco más de lo que hubiese

querido en despojarla de todas aquellas prendas. Una a una las ropas de la chica fueron

cediendo y cayendo.

Armin intentaba que sus apresuradas caricias no lastimaran a Sucrette, así que intentó ir

más despacio. Rozaba la piel de la niña con sus dedos y labios, ahora él se posicionaba

sobre ella, sosteniendo su peso con los brazos y recorriendo el cuerpo de Honey total y

completamente.

Besaba cuello, mejillas, ojos, nariz, pecho, abdomen, piernas, brazos, manos, espalda,

caderas, para luego repasar cada lugar con su lengua. Adoraba la forma en que Honey

reaccionaba, sus gestos, sus quejidos de deleite, sus mohines de placer. Los muslos de la

chica comenzaron a temblar un poco mientras la boca de Armin succionaba, chupaba,

lamía, mordía y jugaba con los pezones erectos de Sucrette, y sus manos acariciaban sus

redondas caderas y sus dedos exploraban un poco en la intimidad de la chica, sintiendo la

humedad que ya imperaba en aquel lugar.

Armin estaba listo, el saber que podría estar dentro del cuerpo de la chica, para llevar a

cabo aquel ritual ancestral en donde dos se volvían uno, logró que sus ganas regresaran

intensamente. Dirigió su boca a la intimidad de Honey, paseo su lengua por toda la

superficie, para luego separar aquellos labios íntimos y llegar más profundo. Su boca,

golosa, disfrutaba del sabor que la chica le obsequiaba, besaba y degustaba aquella

maravillosa parte que brillaba húmeda ante él.

Se acostó boca arriba colocando a la chica sobre él, entre los dos, no sin torpezas y risas,

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lograron acomodarse. Armin tomó su viril miembro con la mano y lo dirigió a la cavidad de

Honey.

-¿Crees que me dolerá?- preguntó la chica con voz entrecortada.

-No lo sé, espero que no- respondió Armin un poco preocupado –Puedo parar cuando lo

pidas- ofreció el chico.

Se besaron de forma tierna, rozando sus labios, la intensidad de aquel beso fue subiendo

y la excitación de los dos chicos con ella. Jóvenes dispuestos a disfrutar, experimentar,

aprender. Armin sintió cuando la chica estaba dispuesta y comenzó empujar dentro de ella.

Honey se quejó un poco, pero aguantó, sus ganas, su deseo, lograron apaciguar el dolor y

ardor que sentía.

Con un poco de paciencia, terminaron por acoplarse e iniciar un vaivén sensual, que poco

a poco se tornaba frenético.

Honey sentía que todo su cuerpo era acariciado por el placer, un intenso cosquilleo se

apoderó de la parte baja de su abdomen, seguido de una sensación de calor intenso y algo

no definido que hizo que todo su cuerpo se tensara. Ahogó un grito, y sintió que se

desmayaba, que dejaba de respirar, que el cuarto daba vueltas, no podía escuchar y su

cabeza palpitaba al igual que la parte de Armin que se encontraba dentro de ella.

El placer y sensualidad, deseo y excitación se hicieron uno y la abordaron por todos lados.

Gruesas gotas de sudor resbalaban por su cuerpo y podía jurar que flotaba.

Poco a poco regresó a la realidad, luego de haber visitado el cielo, el universo y nadado en

un arcoíris. O por lo menos eso era lo que sentía. Abrió los ojos para encontrarse con que

Armin la contemplaba extasiado.

La bajó y acostó de lado en la cama, se puso detrás de ella y acomodó su miembro entre

las nalgas de la chica. La abrazó y comenzó a acariciar los pezones de Honey, que

respondieron inmediatamente. Armin frotaba su miembro y Sucrette comenzó a mover las

caderas, haciendo la sensación de Armin mucho más placentera.

La chica sintió cuando Armin estaba listo para llegar al clímax nuevamente y aceleró un

poco sus movimientos. Armin la abrazó con más fuerza y la chica sintió el momento en que

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el espeso y pegajoso líquido comenzó a ser expulsado. Se quedaron acostados

abrazados, Armin acariciaba la mano de la chica que lucía una pulsera negra con una

estrella ninja colgando. Esa había sido su pulsera, la pulsera que regaló a una chica que

había muerto en sus brazos y que ahora, un año después, le había dado el más

maravilloso y mágico regalo. Besó su cabeza y espalda y pegó su frente a ella.

Lucía y Felipe, acompañados de Alexy y sus padres llegaron cargados con varias bolsas.

Les había llevado bastante tiempo explicar a los padres de los gemelos toda la situación.

Lucía se dirigió con Alexy a la cocina y Felipe atendía a la pareja invitada. Cuando ambos

estuvieron instalados y con bebidas, subió silenciosamente a la habitación de su hija, abrió

la puerta y se llevó una grata sorpresa al encontrar a Honey plácidamente dormida y a

Armin sentado en una silla jugando con la consola portátil de Sucrette.

-¡Oh, hola, no les escuché llegar! ¿Ha ido todo bien?- Armin se puso de pie y se acercó al

padre de Honey.

-Sí, a tus padres les ha costado un poco entender, pero no los culpo, yo mismo no

encuentro una explicación lógica a todo esto. Sólo puedo estar agradecido de que esté con

nosotros y de que tú también lo estés- Felipe puso un brazo en el hombro de Armin y

sonrió.

Luego se acercó a su hija y la despertó suave y dulcemente para informar de su llegada y

de que ya los esperaban para cenar.

Felipe salió de la alcoba y los chicos se dirigieron cómplices y emotivas miradas. Bajaron

las escaleras tomados de la mano, mientras un resplandor que dibujaba el contorno de

unas alas de libélula se desvanecía en lo alto de la escalera.

*****

-Todavía no entiendo cómo es que la pulsera llegó a mi cama- pronunció Honey en la

puerta de su casa mientras se despedía de Armin, a quien su familia esperaba ya, en el

auto del padre de la chica.

-Estás aquí, he podido ver y escuchar a tu tía-mamá, estamos juntos. No busques

respuestas donde no las vas a encontrar. Es algo mágico que sólo algunas personas

experimentarán alguna vez en su vida. ¡Feliz Navidad!- exclamó el pelinegro poniendo su

frente en la de la chica, abrazándola después.

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Con un leve roce en los labios se despidió.

Armin se encontraba exhausto, literalmente, había sido demasiado para un día y ansiaba

descansar un buen rato. Estaba feliz y no pretendía entender y buscar y rebuscar

respuestas a lo que estaba viviendo. Se cambió de ropa, luego hizo una visita al baño.

-¡Pero qué…!

Honey esperaba esa llamada, así que tomó el móvil en cuanto comenzó a sonar. La voz

de Armin era divertida.

-¿En qué momento lo hiciste que no me di cuenta?- quiso saber Armin.

-No busques respuestas donde no las encontrarás. Es magia, ahora duerme y sueña

conmigo, que yo soñaré contigo. ¡Feliz Navidad!- fue la respuesta de la chica y luego

terminó la llamada.

Ya tenía puesto el pijama, saboreaba la dulzura de una goma de mascar sabor mora azul.

Cerró los ojos y recordó su pequeña travesura.

Poco después de que Armin llegara al clímax, se quedó profundamente dormido, ella se

levantó para limpiarse y vestirse por si llegaban sus padres. En el buró que estaba junto a

su cama había un marcador y no perdió tiempo, dibujó una carita feliz en la punta del

miembro de Armin, que por lo agotado que estaba, no se enteró de nada. Sólo esperaba

que el marcador no fuera permanente.

FIN