Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

Embed Size (px)

Citation preview

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    1/113

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    2/113

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    3/113

    ALFRED KUBIN

    HISTORIAS BURLESCASY GROTESCAS

    Traduccin:Jorge Segovia y Violetta Beck

    MALDOROR ediciones

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    4/113

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    5/113

    HISTORIAS BURLESCASY GROTESCAS

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    6/113

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    7/113

    EL PRIMER AMOR DE UN NIO

    ara la mayor parte de los hombres, la rea-lizacin de su existencia se sita a decirverdad en el futuro. Ven en lo que quiz an va aocurrir la posibilidad de justificarse. Esperan com-pensaciones por las desgracias sufridas,una nuevafelicidad, impresiones ms fuerte y otras cosas simi-lares.A menos que no quieran sencillamente recu-perar lo que han dejado escapar, reparar las faltascometidas, llevar a trmino las obras comenzadas.En m, es diferente. Para m, el futuro no tiene nin-gn sentido, ninguna forma: me parece completa-

    mente vaco y, en el fondo, considero que no exis-te. Las imgenes de mi pasado me llenan con unafuerza mucho ms grande y de manera casi per-manente. En los mejores momentos emergen en m,con sus sensaciones, su tonalidad y sus colores,supremamente vivas y saturadas de otros tiempos.

    7

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    8/113

    Esos verdaderos milagros de la memoria son lamayora de las veces provocados por los aconteci-

    mientos ms insignificantes: una palabra cuyo sen-tido me es indiferente pero que es extraamentesubrayada, un ligero susurro que de una manera ode otra aflora a mis rganos auditivos, un olor sen-tido al pasar ante la puerta abierta de una casa:una impresin nfima de esa naturaleza basta para

    hacer resurgir todo un mundo enterrado.Es as como me ha venido al recuerdo, hace algu-nos das, la historia de mi primer amor. Y eso es loque quisiera contar aqu.Mi primer amor, el ms tierno y el ms misterioso,

    tuvo por objeto una muerta.En el pueblo de montaa acogedor y ultracatlicoconvertido hoy en lugar de cura siniestro y mun-dano donde retoz mi infancia, por decirlo as,en una incesante agitacin, ocurri que la hija msjoven de un comerciante respetado, que era tam-bin consejero municipal, muri de manera inespe-rada tras una breve enfermedad. Yo an no tenasiete aos y era no slo completamente indiferentea aquella Mara, que deba tener alrededor de lasdiez primaveras, sino incluso casi despreciativo,

    como lo son los jvenes galopines con las mucha-chas.Yo nunca haba ido a casa de sus padres, nohaba jugado nunca con ella y no le diriga la pala-bra. Slo saba que ella exista y vea de vez encuando su rostro insignificante de sonrosadas meji-

    8

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    9/113

    llas entre la pandilla de los colegiales. Fue nica-mente al saber que haba muerto en el transcurso de

    la noche cuando se despert mi inters, y, he dedecirlo, ms por el incidente que por su persona.En mi recuerdo yo me veo con algunos camaradas,tan fatigados como de costumbre, casi extenuadospor el juego, sentados en un banco a la orilla dellago, guiando los ojos ante la superficie centelle-

    ante del agua, animada por un ligero movimiento.Uno de ellos propuso: Vamos a ver a la pequeaMara! Su cuerpo ya est expuesto! Estuvimostodos de acuerdo y, movidos por la curiosidad, nosdirigimos hacia la casa de la muerta. Al echar un

    vistazo por la ventana de la tienda, vi al comer-ciante inclinado sobre sus libros de cuentas y a sumujer sirviendo a los clientes como de costumbre.Ese da, sin embargo, los dos batientes de la pesa-da puerta cochera estaban abiertos de par en par.Las cajas y balas de mercancas, que habitualmen-te obstruan la entrada, haban sido llevadas a undepsito situado en la parte de atrs. Un carruajede postas que transportaba una pesada carga lle-gaba justamente con un ruido atronador y chasqui-dos de fusta. Subimos con paso firme la escalera

    recin lavada hasta el segundo piso y, despus,acompaados en nuestra progresin por el olor acanela y races secas que llegaba de la vieja tien-da, seguimos un estrecho corredor al final del cualse encontraba el saln. Haba sido preparado para

    9

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    10/113

    la muerta. Al entrar no vimos al principio ms quealgunos cirios encendidos, pues, como venamos

    del exterior, nuestros ojos an estaban acostumbra-dos a la luz del sol. Con las persianas cerradas, lapieza era parecida a una pequea capilla escasa-mente iluminada. All, sobre una cama que habansobrealzado, yaca el cadver, con medio bustolevemente erguido. En su vestido blanco adornado

    con lentejuelas, flores y pequeas imgenes piado-sas, ofreca un espectculo de los ms singulares.A la turbacin interior que senta el muchacho que

    yo era sucedi el asombro.Aquella no era la Maraque yo crea conocer! Era un pequeo rostro extra-

    o, como de cera. Sus plidos prpados ms som-bros slo ocultaban la mitad de sus globos ocularesen cuya humedad las llamas de los cirios, que seconsuman lentamente, hacan nacer una luz devida. Yo la contemplaba fijamente, con la mayoratencin, sin perderme nada. Sus cabellos castaosle caan sobre la frente, rectamente cortados (porentonces, se denominaba a ese peinado un flequilloa lo Gisele, en referencia a la hija del emperador,la archiduquesa Gisele). Frente a la cama haba unreclinatorio cubierto de coronas mortuorias; contra

    las paredes, objetos cotidianos una mquina decoser protegida por una funda, aparadores en losque haba dispuestos tarros de compota contrasta-ban extraamente con la cama de la difunta queestaba adornada como un altar. Yo tena el corazn

    1 0

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    11/113

    particularmente oprimido ante aquel cadver erael primero que vea y me volv, un poco inquieto,

    hacia mis dos camaradas, que de hecho ya habanabandonado la habitacin mortuoria y que, en elexterior, reciban de manos de una vieja mujer untrozo de pan. Era la costumbre: haban preparadodos cestas de pan para los visitantes. Aquella mujerera la vieja sirvienta de la casa entr en compa-

    a de madame Gadensttter, la comadrona delpueblo, y o sus palabras lloriqueantes e imperso-nales detrs de m. La sirvienta le contaba a la otrael doloroso combate que la difunta haba libradocontra la muerte en el transcurso de la noche pre-

    cedente y cmo est haba llegado a su fin al alba.Tambin explic que las ropas y medias se habansbitamente revelado demasiado pequeas en elmomento en que se haba querido vestir el cadver.Oh, s, los muertos se agrandan, coment lacomadrona lo que me hizo estremecer. Fue enton-ces cuando las dos mujeres me vieron. La sirvientase adelant hacia m y me pregunt: Quieresrociar con agua bendita a la pequea Mara?, altiempo que me tenda una copa de pulido cristalllena de agua en la que flotaba una ramita de boj.

    Roci vigorosamente a la muerta: el agua alcanzsus pequeas manos slidamente juntas como pararezar, pero una espesa gota rod tambin, comouna lgrima, a lo largo de su rostro de una bellezainconcebible. Fue en esa ocasin cuando me di

    1 1

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    12/113

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    13/113

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    14/113

    Quera hacerle una verdadera ofrenda! Yo tenadesde haca mucho tiempo un tesoro. Estaba a

    buen cuidado en una slida caja. Mi pieza ms pre-ciosa era un fragmento de la asa dorada de unjarrn chino; si no, tena tambin un adorno de coti-lln, que mi madre me haba ofrecido, diversasinsignias de un club de tiro as como un pequeosalero de rojo cristal tallado. Mi tesoro comprenda,

    igualmente, un general austriaco en uniforme grisazuloso que llevaba un fajn y un casco con pena-cho verde, que mi padre haba pintado para m conmucho arte y al que estaba muy unido y, para aca-bar, una seleccin de mis ms bellos cuadros. Ese

    era mi tesoro y aunque nunca suscit la codicia delos ladrones, yo pensaba que tena que cambiarloregularmente de escondrijo. Durante un tiempo lodispuse bajo el asiento de un viejo fiacre que ya nose utilizaba; despus en el tronco hueco de unsauce, completamente recubierto de despojos. Esosolo duraba, cada vez, algunos das. Tales eran losobjetos mis bienes ms bellos y preciosos que yoquera ofrecerle a la muerta.Aproximadamente dos semanas despus del entie-rro, mi padre tuvo que ausentarse por razones de su

    trabajo. Era de noche, yo haba devorado mi reba-nada de pan con mantequilla y haba llegado lahora de ir a acostarse. Le rogu entonces a mimadre que me permitiese ir una ltima vez al jardnpara atrapar las mariposas nocturnas en el creps-

    1 4

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    15/113

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    16/113

    dificultad en cavar en la tierra an blanda, recinamontonada, un hondn lo bastante grande como

    para depositar all mi tesoro. Todava hoy, cuandoya han pasado cinco decenios, recuerdo perfecta-mente cmo mi corazn pareca querer salrsemedel pecho y cmo tena la garganta anudada mien-tras estaba ocupado en ese trabajo. En mi extremaagitacin murmuraba: Ests abandonada, com-

    pletamente abandonada! y otras palabras absur-das.Cuando hube acabado, aplast la tierra con lamano para borrar cualquier huella de mi paso.Mientras tanto, una oscuridad total haba reempla-zado a la penumbra.

    Fue entonces cuando o pasos.Un camino parta dellago,atravesaba el cementerio, rodeaba la iglesia yllegaba hasta la plaza vieja. Vi un pequeo puntoluminoso en la direccin de donde vena el ruido yadivin en el acto que se trataba de la punta incan-descente de un cigarro. El fumador pronto iba apasar a mi lado, y, a pesar de las emociones queacababa de conocer, tuve ganas de aprovecharaquella extraa situacin para hacer una de misdiabluras. Me dej deslizar suavemente en las altashierbas, al lado del tmulo de la pequea Mara.

    Slo estaba separado por una hilera de tumbas delsendero por el que el hombre, sin duda ebrio, avan-zaba titubeando. Tendido en el suelo, yo no hacael menor ruido y, en el momento preciso en quepasaba ante m, lo llam susurrando: Psst, psst,

    1 6

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    17/113

    acrquese!Dios mo, cmo me sorprend cuando vique el hombre se pona a gritar, tiraba, asustado,

    su cigarro y parta a todo correr hacia el lago. Pocodespus, yo volva a mi casa en la noche profunda.Mi madre dorma ya, pero la criada me esperaba yme abri la puerta.Despus de enterrar el tesoro, senta que un lazocasi fsico me ataba al cadver que yo amaba por

    encima de todo. Sin duda, la muchacha haba sidosustrada para siempre a nuestros ojos terrestrespero ella estaba an presente en mi excitada ima-ginacin. La vea ante m, envuelta en sus velos, alalcance de la mano y misteriosamente seductora.

    Slo algunos metros de tierra, en efecto, me sepa-raban de la pequea Mara. Yo poda ir discreta-mente a la tumba tantas veces como quisiera: nadieme perturbaba en mis divagaciones solitarias.Transcurrieron tres meses; despus, lleg la festivi-dad de los muertos, esa triste jornada consagradaal recuerdo de los difuntos. Haba nevado toda lanoche anterior. La nieve se haba fundido en granparte dejando en los caminos grandes charcos deagua y mucho barro. Sin embargo, quedaba bas-tante como para algunas rpidas escaramuzas de

    bolas de nieve.Despus de la comida nos dirigimos al cementerio.Mis padres, mi hermana que estaba completa-mente endomingada y yo, para ver las tumbas,que se haban adornado para la ocasin. Yo bus-

    1 7

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    18/113

    qu inmediatamente con la mirada la nica tumbaque contaba para m, mi santuario. Sobre la cruz

    de madera haban colgado una corona de astersotoales con un lazo negro; en cuanto al pequeomontculo,estaba cuidadosamente adornado de sin-forosas. En su centro arda la lgubre llama de unalmpara funeraria. Fue entonces cuando el espantose apoder repentinamente de mi corazn. Al lado

    de la tumba, pisoteada en el barro, vi la ms pre-ciosa de las cosas que haba enterrado: mi magn-fica medalla de cotilln. La situacin me aparecientonces en todo su horror. El tesoro que yo habaescondido haba sido descubierto por el jardinero o

    la persona fuera quien fuese que haba prepara-do la tierra para la festividad de los muertos! Mepuse a buscar febrilmente los dems objetos.Cerca del muro del cementerio, aislado por unaempalizada de tablas, se encontraba un rincn detierra no consagrado. Estaba cubierto de ortigas yotras malas hierbas. Era all donde se enterraban alos nios nacidos prematuramente y muertos sinhaber sido bautizados, los miembros amputados ascomo los cuerpos de los suicidas que se sacabandel lago. Fue ah, tambin, donde mi ojo petrifica-

    do pronto descubri los otros lamentables vestigiosde mi tesoro: fragmentos del asa del jarrn, unapequea guila dorada de dos cabezas, un ciervocon una minscula diana en el extremo de una cintanegra y amarilla, despus, completamente arruga-

    1 8

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    19/113

    do y destrozado por la humedad, el pequeo pa-quete que contena mis laboriosos cuadros y, para

    acabar, la cabeza arrancada del general que mipadre haba pintado para m con tanto arte.

    1926

    1 9

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    20/113

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    21/113

    MI PRIMERA CURDA

    u inconcebible poder tiene, igualmen-te, nuestra memoria! Si miro hacia

    atrs, me veo, hombrecito en constante movimiento,

    de un natural astuto, desenrrollando sin fin el hilo demi infancia. El escenario de esa vida fue un peque-o pueblo que hoy encuentro, despus de ms decincuenta aos, profundamente cambiado. S i nembargo fue ciertamente ah donde se desarrolla-ron nuestros ruidosos juegos infantiles. C o rr a nentonces los aos 1880, con su nimbo, me parece,de un autntico bienestar hoy desaparecido.El mal crnico del que sufra mi pobre madre medaba regularmente la posibilidad tan deseada deescapar a la vigilancia familiar y alejarme de la

    casa. He crecido en libertad, pues mi padre, irasci-ble y severo, estaba siempre muy ocupado por susobligaciones profesionales y sus costumbres. Enesas condiciones, yo prefera otras casas y jardinesa los mos, donde estaba prohibido silbar, o gritar,

    y donde no poda andar con un paso firme sino que

    2 1

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    22/113

    deba desplazarme de puntillas. El conjunto de gra-neros y desvanes situados en el flanco de la monta-

    a constituan para nosotros, es decir para m y unadocena de otros muchachos mal pulidos, de los quela mayora estaba en la edad del pavo, un inago-table territorio para toda clase de aventuras. Un daque disfrutbamos de los policas y los ladronesjuego que nos gustaba por encima de todo, yo

    me deslic hasta el dormitorio del alcalde, persona-lidad muy respetada, y me escond bajo la camaconyugal donde ningn camarada desempeandoel rol de polica vendra a buscarme. Estaba tantranquilo bajo aquella cama, y tan agotado, que un

    benfico y profundo sueo se apoder pronto dem. Me despert avanzada la noche. Mi situacinera tan curiosa que comenc a sentirme mal porestar all. Suspir con el fin de llamar discretamentela atencin de la pareja de magistrados municipa-les, que se haba dormido justo encima de m a laluz de una pequea lmpara de aceite, como en uncompartimento de coche-cama. Consegu el efectocontrario del que buscaba: se asustaron mucho y,por encima de mi cabeza, una voz que inspirabarespeto profiri contra m horribles amenazas. Me

    senta muy poco a gusto: sin embargo yo no era unladrn, slo un tunante inofensivo.De buena ganahubiese cambiado aquella situacin inslita y tanpoco confortable por mi cama! Dije mi nombre tem-blando. Mi desaparicin ya haba sido sealada.

    2 2

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    23/113

    En vano haban batido todo el pueblo y una partede las orillas del lago en mi bsqueda. Fui inme-

    diatamente llevado a casa, para alivio de mispadres. A pesar de su alegra por haber encontra-do a su hijo sano y salvo, mi padre no dej, a esahora avanzada de la noche, de administrarun buencorrectivo al pobre pecador, al que crean ya aho-gado en el lago.

    Aquello no cambi nada. Era sencillamente imposi-ble retenerme cerca de casa. Yo continuaba apro-vechndome del mal estado de salud de mi madrepara ir all a donde tena ganas. Yo me dejaba,por lo dems, arrastrar tan fcilmente! Una tarde, el

    deshollinador tuvo que ir al lejano pueblo de Bruckpara cobrar dinero. Llev con l a su hijo Matthias,al que llambamos el pequeo Hias. Este ltimo erami mejor amigo y mi principal aclito. Al princi-pio yo quera solamente hacer un trecho del caminocon ellos, pero finalmente regres muy avanzada lanoche, al claro de luna. El viejo deshollinador siem-pre tena sed. Esa es la razn por la cual, tras haberconseguido al fin hacerse pagar, se detuvo en unalejana posada del pueblo y se puso a beber. Alcabo de algunas horas yo comenc a inquietarme,

    pero, muy alegre, el deshollinador me asegur quel asumira la entera responsabilidad de mi retrasoante mi padre. Aqullo me convena perfectamente.Al principio chapoteamos, Hias y yo, en una cina-ga situada justo detrs de la pista de bolos de la

    2 3

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    24/113

    posada. Cogimos las sanguijuelas del caballo,parientes de la sanguijuela medicinal hngara, que

    no se encuentra entre nosotros, despus nos aplica-mos mutuamente sobre el rostro aquellos gusanosnegros de mordedura vida. Colgando como mi-nsculas salchichas, nos daban un aire de aventu-reros. Cuando dimos por acabados nuestros juegosera ya de noche, y, cansados, regresamos a la sala

    de la posada y nos sentamos cerca del padre de miamigo que, calamocano, estaba particularmenteindulgente y de muy buen humor. Disip mi insis-tente temor a ser castigado por mi tardo regreso yme tranquiliz con la promesa de explicarle a mi

    padre que l era el nico responsable de todo.Paracalmar nuestra sed y distraernos, nos sirvieron aguaazucarada en cantidad generosa, tanta como pod-amos beber. Para preparar aquella mixtura rica ysimptica que nos pareci exquisita, haba bastadocon echar un puado de trozos de azcar en unlitro de agua. Hacia las once horas, tomamos elcamino de regreso. Nuestros saciados estmagosborboteaban. Nuestro gua cantaba y vacilaba demanera muy inquietante; el pequeo Hias camina-ba tranquilo al lado de su progenitor: slo yo care-

    ca de entusiasmo. Deba darme nimos a cadamomento y hubiese preferido que la aventura yahubiera terminado. Nuestro alegre tro haca laentrada en el pueblo con un paso militar y caden-cioso, cuando descubr con pavor la silueta de mi

    2 4

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    25/113

    padre disimulada en la sombra de una casa situa-da no lejos de la nuestra. Con una voz apagada y

    cavernosa, que me pareci un poco teatral, me hizolos reproches habituales: yo le haba robado unavez ms diez aos de su vida, me esperaba alldesde haca dos horas, y el resto por el estilo. El sal-vador con el que yo haba contado articulaba tanmal que no poda defenderme eficazmente. Intent

    demostrar yo mismo mi inocencia pero, a pesar desu sinceridad, mi intento fracas y deb entoncesafrontar mi destino.En el colegio tambin nos encontramos en situacio-nes imposibles. Nuestro maestro, un dspota ner-

    vioso y cruel, tena una forma de reaccionar de lasms cmicas cuando un alboroto estallaba en laclase. Un da, bien escondido tras las espaldas deun joven y corpulento campesino sentado delantede m, coma un trozo de tocino con pan que mehaba dado mi vecino. Leamos el relato de la bata-lla de Leipzig. Se designaba a un alumno, quecomenzaba a leer en voz alta hasta que otro loreemplazaba. De una manera o de otra, quiz gra-cias a un espejo, o sencillamente por intuicin,nuestro maestro debi darse cuenta de que yo esta-

    ba ocupado en hacer otra cosa. Grit: Kubin,contine! Entonces, lo ms rpido que pude, saqude mi boca el trozo de tocino a medio masticar, melevant de un salto y comenc a leer en voz alta unprrafo escogido al azar. Por supuesto, no retom

    2 5

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    26/113

    la lectura en el lugar adecuado.Todos se echaron areir y nuestro severo maestro y juez descendi de su

    ctedra y se dirigi hacia m con aire amenazador.Me grit: Donde tienes la cabeza? Qu escon-des, ah, en la mano? Mustramelo inmediatamen-te! Al principio me negu, avergonzado pero estoi-co. Obligado finalmente a ceder, deposit, obe-diente, la papilla viscosa en la mano derecha del

    maestro que, enojado, la tir al suelo.Aquel ser enfermizo tambin se comportaba aveces de manera grotesca! Recuerdo muy bienhaber intentado en clase sentarme como los turcos,a la turca. Cuando fui llamado, aquella postura

    incmoda me impidi levantarme sobre la marcha.El maestro se precipit entonces hacia m. Su rostroestaba como la grana. Se arrodill ante m y mesuplic, con las manos alzadas: Alfred, eres comoun caballo salvaje! Ten piedad de m!Naturalmente, todos estallamos en risas.Sin embargo, un da vi a aquel miserable tiranoescolar, que daba libre curso a sus pulsiones sdi-cas con su manera de castigar a los alumnos, tem-blar por mi vida en una circunstancia funesta. Fueen la ocasin de mi primera y casi nica borrache-

    ra. Yo tena nueve aos, y los sufrimientos de mimadre se haban agravado de tal manera que nopoda abandonar la cama. A fin de que recuperarafuerzas, un mdico le haba prescrito un vino diges-tivo tnico, que trajeron de Klosterneuburg en una

    2 6

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    27/113

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    28/113

    paso o planeando deliciosamente como si tuviesealas, descend la escalera sin esfuerzo. Lleno de

    una inmensa euforia, como el Maestro de las fuer-zas divinas, enfil la calle a la manera de un pilotode avin. Slo mantena la mirada en objetivos muylejanos la iglesia, el colegio hacia los cuales mediriga con una ligereza fabulosa.Tuve la impresinde haber llegado a clase en nada de tiempo, pero

    sin embargo haba llegado con un poco de retrasotoda vez que los ejercicios de caligrafa ya habancomenzado. Mi cuaderno estaba sobre el pupitre.Aquel da nos ejercitbamos en hacer las mayscu-las. Nuestro maestro las escriba en el encerado y

    exclamaba: h romana, mayscula, curva, llena,suelta, l romana, mayscula, curva, llena, suelta,etc. El extrao arrebato que me animaba se trans-mita tambin, al parecer, a mi escritura.Constat, sorprendido, que en una pgina no habaespacio ms que para una sola letra como mximo.Incluso con frecuencia, la pluma desbordaba rpi-damente del cuaderno, lo que haca reir a mi veci-no, que se haba dado cuenta de ello. l haba tra-zado muchas letras en su pgina; yo, una sola ymagnfica G mayscula. Y he aqu que observa-

    ciones y sentimientos a menudo contradictorios seprecipitaban en la trrida sala de clase, que mepareci repentinamente demasiado estrecha. Unmar de fondo irresistible se levant en el interior demi cuerpo. Me senta mal, y un vmito rojo sangre

    2 8

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    29/113

    mezclado con sopa de arroz escap de mi boca.Mis camaradas estallaron en risas y se apartaron

    de m. Un poco borroso, como si lo viese a travsde un cristal ondulado, el maestro permaneca antem. An pude oir su voz mientras apostrofaba a losalumnos que berreaban o me miraban fijamente:Granujas! Desalmados! No veis que vuestrocompaero est muy enfermo y que tiene una hemo-

    rragia? Os parece divertido?No recuerdo lo que ocurri despus, pero mstarde supe por otros que me haba llevado a suhabitacin, justo al lado de la sala de clase, meacost sobre un silln y me hizo tomar no s qu

    balsmica medicina. Slo el carcter patolgico desu extrema agitacin puede explicar que la verda-dera naturaleza de mi enfermedad se le hubieseescapado. Cuando volv en m, el doctor y mi padreestaban all, y o decir a nuestro buen mdico defamilia: El chico est completamente borracho.Que duerma la borrachera, eso es todo!Cosa que hice.

    1930

    2 9

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    30/113

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    31/113

    LA CMARA LCIDA

    a historia ocurre en la poca en que yo toda-va era aprendiz en el taller de mi to, fot-grafo de renombre. Yo tena quince aos y habaencontrado en Josef, el segundo aprendiz, un pocoms joven que yo, un buen camarada. Cuando ellote de faenas cotidianas se haba llevado a cabo,nuestra verdadera vida no haca ms que comen-zar: practicbamos la gimnasia, trepbamos a losmuros y los tejados o bien nos sumamos en loslibros que sacbamos de la biblioteca asociativa delos impresores, donde tenamos nuestras relaciones.

    Leer juntos libros de evasin, como El conde deMontecristoy otras novelas igualmente fabulosas,embriagaba y encenda de tal manera nuestra ima-ginacin que nos regocijbamos con escenas ente-ras. Cuando, tras el cierre de la tienda, ordenba-mos juntos el estudio de retoques y el laboratorio,

    3 1

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    32/113

    poda ocurrir, por ejemplo, que yo me precipitarasbitamente sobre Josef como un tigre, lo agarrase

    por el cuello, lo echase a tierra y le gritara: Perro,cmo te atreves a manchar con tus calumnias elhonor de la condesa? A lo que l responda conuna sonrisa fra y antiptica: Seor, mreme bien!Desde hace cincuenta aos, esta cabeza encaneci-da slo cumple con su deber! Y despus una nueva

    pasin se apoderaba repentinamente de nosotros ynos acaparaba: pesca de cangrejos, filatelia, crade orugas u otra cosa. La vida interior de un futuromuchacho es siempre confusa y rica en sensacio-nes, y, as, la imaginacin promete casi siempre

    cien veces ms de lo que la realidad puede ofrecer.A ese respecto, recuerdo que en la sala de esperadonde se disponan las revistas ilustradas, me llampoderosamente la atencin un anuncio ms bieninslito, publicado en Fliegende Bltterde Munich.Deca all:

    Todo el mundo puede ser un artistagracias a

    LA CMARA LCIDAdel Dr Stachura

    Con la ayuda de este aparato, es posible, inclusopara los menos dotados, dibujar copiando unmodelo o bien de la naturaleza. Este aparato

    admirable, de una ingeniosa concepcin, se adap -

    3 2

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    33/113

    ta a todos los ojos y ofrece los resultados ms sor -prendentes. En su elegante estuche, con todas las

    piezas que lo componen as como un descriptivocompendio, cuesta 7 marcos y 50 pfennigs, gastosde envo incluidos. Para hacerse con l, basta con

    enviar esa suma alDr STACHURA, BERLN(segua la direccin)

    Al lado de ese texto, en una minscula vieta publi-citaria, se vea a un seor que manifiestamente erade la mejor sociedad. Sentado a una mesa, con-templaba un paisaje de alta montaa a travs de un

    objeto difcilmente identificable, parecido a unalente, y lo dibujaba. Dios mo! Cmo me gustaratener un aparato semejante! Cuando no estaba deviaje, el to, que haba olfateado mis aptitudes, meimpona con frecuencia, hasta bien entrada lanoche, el dibujo a partir de un modelo de ojos,narices, orejas y bocas de las ms aburridas queuno pueda imaginarse. No sabra expresar la re-pugnancia que senta por aquel mtodo montonoque nunca dio buenos resultados. Sin embargo elaparato milagro del misterioso Dr Stachura suprima

    todas las dificultades! Ah, pintar! Yo coloreaba amenudo fotografas y escoga alegremente parahacer eso los colores ms vivos. Aquello me parecamucho ms fcil que el prfido dibujo donde cadatrazo debe estar en su sitio. En mi fuero interno yo

    3 3

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    34/113

    haba tomado ya mi decisin: necesitaba imperio-samenteaquel aparato que todo lo realizaba bien

    y suprima cualquier esfuerzo y dificultad! Disponade los medios: tena seis marcos, que habaahorra-do, y Josef me prestara el resto.Aunque l no esta-ba dotado para el dibujo si no ms bien atrado porel teatro, se dio cuenta, sin embargo, en su idealis-mo que se trataba de algo importante. As fue como

    sin dudar envi el dinero a Berln.Siguieron entonces una serie de das encantados!Slo aqul que es capaz de recordar el deliciosoestado en el que la espera pone al alma infantilcomprender lo que quiero decir.Pensar en las po-

    sibilidades que poda ofrecerme aquel envo sinsaber exactamente lo que me aportara me procu-raba una felicidad casi ininterrumpida. Yo habarecortado el anuncio y lo relea sin cesar, aunque losaba de memoria. Cmo funcionaba aquel mag-nfico aparato? A qu poda parecerse? Yo merepresentaba un mecanismo extremadamente com-plicado, con numerosos y pequeos engranajes,resortes y lentes de cristal. El conjunto quiz recor-dase de lejos un teodolito, como los que se utilizanpara construir un camino. Siete marcos cincuenta,

    era una sagrada cantidad de dinero y, por unasuma tan coqueta, uno tena derecho a esperar algoslido. En tanto esperaba, no dije nada de eso a losadultos, en casa: nunca me hubiesen comprendido.Slo Josef estaba al corriente.l era el nico testigo

    3 4

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    35/113

    de mi exaltacin y de la impaciencia verdadera-mente frentica que me habitaba.

    Yo examinaba con l a todas las personas con lasque podra ms tarde contar como modelos, y reu-nimos as una coleccin de buenas cabezas. Anera posible complacer a uno u otro ofrecindole unretrato bien hecho. Eso no me preocupaba. Desdela terraza donde ponamos a secar las pruebas el

    lugar ms alto de la casa, la montaa, al fondo debellos jardines y los tejados de un cuartel de hsa-res, ofreca una vista magnfica. Yo quera dibujarese paisaje en una gran hoja de papel amenizn-dolo con mil detalles gracias a la cmara lcida.

    Mejor an: en previsin de los clidos das de vera-no, se levantaba en el patio una tienda de lona bajola cual el to tena la costumbre de jugar al tarot consus invitados. Yo haba ya previsto que Josef posa-se semidesnudo ante esa tienda con un turbante enla cabeza y una culebra alrededor del cuello.Titulara ese dibujo: Saltimbanqui indio. Dibujarno presentaba la menor dificultad. En una palabra,lo discutamos todo hasta en los mnimos detalles, y

    yo le describa al bueno de Josef el centenar dedibujos que elaboraba imaginariamente.

    Al octavo o dcimo da de haber hecho el pedido,un campanillazo me llam a la oficina donde ladama de la recepcin se ocupaba de la contabili-dad y reciba las entregas cotidianas del correo.Me dijo que haba un paquete para m. Mi mirada

    3 5

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    36/113

    escrutadora ya haba abrazado desde haca tiem-po todo lo que haba sobre el mostrador. Pero all

    no haba ni paquete voluminoso ni estuche, comoms o menos yo lo esperaba. Slo vea algunas car-tas y un pequeo envoltorio casi insignificante, queuna mano de hombre bastara para ocultar.Empujaron este ltimo hacia m. No haba duda,vena de Berln! No sin cierta consternacin le all

    mi nombre y, encima, la mencin siguiente:Mercanca sin valor.La seorita esboz una sonrisa un poco maliciosa,aunque amable. Sal para dejar provisionalmente elpaquete desesperadamente ligero en mi habitacin.

    Quera abrirlo ms tarde, una vez cerrada la tien-da, para no ser molestado por la curiosidad deaqullos que no saban nada. Todos los empleadosme interrogaron por el paquete que haba recibido

    y me pidieron si podan ver el aparato. Respond aquien quera orlo que me haba ofrecido a mmismo la cmara lcida por mi cumpleaos, quecaa en dos das, y que no abrira el paquete antesde esa fecha.Interiormente, temblaba de excitacin,

    y esperar al cierre del taller me cost muchos esfuer-zos.Finalmente lleg la hora!

    Por desgracia, ese gran momento inminente habasido un poco malbaratado por la ligereza y peque-ez singulares del paquete. Comoquiera que fuese,cort el cordel, retir el embalaje y tuve entonces enlas manos una caja revestida con un lamentable

    3 6

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    37/113

    papel rojo. En la tapa figuraba en diagonal, impre-sa en letras doradas, la inscripcin: cmara lci-

    da. Ninguna duda, era el elegante estuche delque hablaba el anuncio. Yo estaba ms interesadopor los contenidos que por los continentes, por muyfastuosos que fueran estos ltimos, y nadie, nisiquiera un espectador que asistiese al desvela-miento de una sepultura faranica recin descu-

    bierta, estara ms impaciente de lo que yo estabaen aquel momento.La caja contena:1 Un lpiz delicadamente afilado, Faber 3B, semi-duro. 2 Dos modelos de dibujos del tamao de

    una carta de la baraja y que representaban, uno,una cafetera, otro, un pequeo chalet suizo. Yahora, atnito lector, te preguntars y con razn,como yo mismo me lo pregunt por entonces:Dnde est el aparato, la mquina, el instrumen-

    to? Pues estaba all. Consista en tres varillas pla-nas de madera, unidas por dos tornillos. Para aca-bar, como la ostra contiene la perla, la caja conte-na tambin: 4 un pequeo trozo de cristal trian-gular, de aproximadamente una pulgada de largo.Ese modesto contenido me caus una fuerte decep-cin. Desconcertado, an encontr en el fondo dela caja un papel impreso: eran las instrucciones deuso. Apenas o que golpeaban discretamente a lapuerta, que haba tenido cuidado de cerrar. Era

    3 7

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    38/113

    Josef, que me peda que le dejase entrar. Tambinl estaba sorprendido, pero naturalmente ms tran-

    quilo que yo, el propietario del objeto. Entonces le-mos juntos la descripcin: el aparato consista entres varillas A, B y C y tres tornillos A1, B1 y C1.El tornillo A1 terminaba en una pinza prevista pararecibir el prisma, que con razn poda llamarse el

    verdadero ojo del aparato, como pomposamenteestaba escrito. Me di cuenta entonces que el prismapresentaba a intervalos regulares facetas que brilla-ban cual espejos, como tambin poda leerse en ladescripcin. Si se quera dibujar a partir de un

    modelo, bastara con situar este ltimo en la mues-ca prevista a ese efecto en la varilla C. El inventorpretenda que se vea dos veces la imagen, es decirel modelo o el objeto natural, cuando se miraba atravs del prisma: se la vea una primera vez en rea-

    lidad, recta ante uno, y una segunda vez, reflejadaal sesgo hacia abajo, all donde se encontraran elpapel y la mano del artista, la cual poda desdeentonces seguir tranquilamente y sin esfuerzo loscontornos de la imgen con el lpiz. Pero aqullono funcionaba. Las instrucciones de Stachura eranpuras mentiras. Era sencillamente imposible dibujaruna cafetera en tanto es poco reconocible confor-mndose con la percepcin deformada que daba elprisma. Intent entonces hacer el retrato de Josef. Lo

    3 8

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    39/113

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    40/113

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    41/113

    EL DULCE ALOIS

    curri durante mi primera estancia enM u n i c h , a comienzos del otoo d e1898, tras las vacaciones. Yo estaba a la bsquedade un alojamiento agradable, y as fue como cono-c a madame Lotze, la viuda de un jubilado, unamujer maciza de unos sesenta aos, que vestaropas de luto y una pequea cofia de encaje sobresus blancos cabellos. La muerte acababa tambinde llevarse a su hijo. La bondad y la resignacin sereflejaban en su avejentado rostro. La pieza som-bra y casi lujosamente amueblada que me hizo visi-

    tar ejerci al momento sobre m una atraccin sin-gular con sus paredes recubiertas de cuero marrn,pero el alquiler de treinta marcos mensuales quepeda por aquella habitacin, que alquilaba porprimera vez, exceda la cantidad mxima de quin-ce marcos que me autorizaba mi bolsa. Le expliqu

    4 1

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    42/113

    francamente a la buena mujer que mi pequeaherencia, que me era absolutamente indispensable

    para financiar mis estudios, deba permitirme man-tenerme algunos aos. La pieza me pareca sin em-bargo magnfica, y tan acogedora que tena la im-presin de haber vivido ya en ella. Le confi todoesto sin segundas intenciones, como una opinin,hasta el momento en que, sorprendido, vi en el ros-

    tro de mi simptica interlocutora que experimentabauna emocin extraa y tena la garganta oprimidapor los sollozos. Con tacto, quise despedirme deella cuando, para mi sorpresa, dijo:Es increble loque usted puede recordarme a mi difunto Alois!

    Dejmoslo as, qudese con la habitacin por quin-ce marcos. Yo no tengo necesidad de esos ingresosde dinero. Las diversas fotografas del difunto col-gadas encima del enorme escritorio mostraban a unhombre joven que era, me pareci, de un tipo casiopuesto al mo: tena el pelo rizo y muy rubio pero,puesto que el corazn de madame Lotze lo desea-ba y que a m tambin me convena, admit debuena gana aquel parecido. Por qu no?Me vea llevando una existencia de lujo entre todoaquello; el espeso tapiz mullido que cubra el suelo,

    la colgadura afelpada de color verde oscuro ybellamente fruncida que ocultaba la puerta, sinhablar de la gran cama labrada, ciertamente sun-tuosa con su vaporoso edredn. Qu diferencia,cuando pensaba en ello, con la estrecha cama demrtir sobre la que dorma en mi primera habita-

    4 2

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    43/113

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    44/113

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    45/113

    dio paso progresivamente a una tranquila atmsfe-ra de mausoleo que tenda a oprimirme. Con el

    tiempo, mi patrona acabara por comprender queyo no corresponda completamente con la idea quese haba hecho de m, que yo no era un segundoAlois. Est en la lgica de las cosas: las relacionesfalsas y trucadas se denuncian por s mismas anteso despus. Fue entonces cuando ocurri el fatal inci-

    dente que habra de enemistarnos. Un da llev acasa una preciosa culebra, que haba capturado enOberfhring. La instal en una cubeta de cristal deforma cilndrica que haba encontrado bajo la ropablanca y que un da, slo Dios sabe con qu fin,madame Lotze debi necesitar. Para su desgracia,la viuda hizo su aparicin justo en el momento enque baaba al pequeo reptil y lo haca nadar. Laanciana se asust de tal manera ante aquel espec-tculo que la bandeja en la que me traa el desa-

    yuno estuvo a punto de carsele de las manos. Sali

    de mi habitacin completamente plida y sin unapalabra. Cuando regres, ya de madrugada, en-contr un mensaje en el que me rogaba desemba-razarme inmediatamente de aquella pavorosa cala-midaderan sus palabras.Slo faltaba eso! Intentcomo pude tranquilizar a madame Lotze, pero sinmucho xito.Sin ningn xito. Mi breve conferenciazoolgica, que insista en el carcter no venenoso,la utilidad y belleza de la culebra, fue acogida conestas palabras insistentemente repetidas: Cllese!Cllese! Despus la incorregible mujer abandon

    4 5

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    46/113

    la casa, posiblemente para ir a recogerse, como decostumbre, ante la tumba de sus prximos, en el

    cementerio situado al norte de la ciudad. Yo habainvitado a un amigo a fin de pasar juntos la tarde.Queramos llevar la culebra al pantano deOberfhring donde yo la haba encontrado. Miamigo, que haba trado su teckel, se sent en eldivn y se puso a examinar mis dibujos mientras

    que yo buscaba una caja lo bastante slida paratransportar el reptil. ste estaba en su cubeta decristal, que yo haba dejado en el suelo, y el perrolo importunaba: lo olfateaba ladrando furiosamen-te.Cmo ocurri aqullo y cul fue la mala estrellaque entonces ejerci su influencia, no sabra decir-lo, pero, cuando quise atrapar la culebra, stahaba desaparecido. Apartamos todos los mueblesde la pared, levantamos el tapiz, miramos por todaspartes e incitamos tambin al perro a buscar: seplant sobre sus cortas y robustas patas, pero no

    encontramos nada. Mi amigo insista para que nosmarchsemos: no bamos a seguir buscando indefi-nidamente. Entonces escrib el mensaje siguiente enuna hoja grande de papel, que dej bien a la vistasobre la mesa: Querida madame Lotze, la serpien-te est en la pieza. Sin duda conseguiremos coger-la maana por la maana! Al volver a casa, haciala noche, constat que mi patrona haba recibido lavisita de la vecina, la mujer de un alfarero. En efec-to, sta sala de la casa de la vieja dama en elmismo momento en que yo llegaba, y me cay enci-

    4 6

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    47/113

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    48/113

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    49/113

    pieza con un gemido apagado y, sobre la marcha,me dio a entender mi desahucio por escrito.

    1931

    4 9

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    50/113

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    51/113

    MIMI

    mo pasa el tiempo! Esta aventura seremonta a mis memorables aos munique-ses, hace ahora cerca de cuarenta aos, una pocaen que mis das estaban como cargados de aconte-cimientos grotescos.Yo viva entonces en la Theresienstrasse, en casa deun viejo pintor decorador cuya exuberante mujerla cuarentena pasada, senta nacer en ella, trasdiez aos de matrimonio, una joven vida. La felici-dad de la pareja, que se haba hecho a la idea deque no tendra hijos, era, se comprende, ms bien

    limitada. El seor Muckel comenzaba sus activida-des por la maana temprano. En cuanto a su mujer,trabajaba gran parte del da en casa de ricos par-ticulares como ayudante de cocina, etc. Pasabansus veladas juntos y disfrutaban tranquilamente desu vida. Pero la llegada de un nuevo ser iba a tras-

    5 1

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    52/113

    tornar aquella modesta felicidad! Qu enojoso era!Mas la naturaleza sigui su curso, y, una noche

    cuando ya me haba percatado, la vspera, de unagitado vaivn o a travs de la pared un tiernogemido que me anunciaba la llegada de un recinnacido. Era una nia: delgada y dbil. Alguienhabl de sus escasas posibilidades de sobrevivir.Los mismos padres repitieron aquel pronstico con

    un dbil matiz de esperanza cuando los vecinosvinieron a darles sus amables felicitaciones. Y asocurri que la pobrecilla, durante las pocas sema-nas de su existencia terrestre, consigui turbar efec-tivamente la tranquilidad de la pareja que ya no

    era joven y trastornar el curso de su vida, y modi-fic tambin profundamente mis propios hbitosdomsticos. Pensaba ya en rescindir mi alquiler acausa de los perpetuos gemidos de la pequeaMimi, que, en aquella casa exiga, penetrabanhasta mi habitacin y me impedan dormir. Me ocu-rra, adems, encontrar con frecuencia en la cocinahasta entonces tan limpia-- de madame Muckel lospaales mojados de Mimi al lado de mi desayuno

    y otras cosas an menos llevaderas. El Cielo se mos-tr entonces razonable! Envi una enteritis y se llev

    de esa manera a su pequeo ngel.Por entonces yo tena a un joven msico por amigo.ste posea un teckel lleno de vida que se llamabaFlorian. Volvan ambos a Munich, tras una ausenciade varios meses, en el momento en que tuvieron

    5 2

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    53/113

    lugar los acontecimientos que relato. La seoraMuckel acababa de salir para disponer lo concer-

    niente al entierro, cuando llamaron imperiosamentea la puerta de entrada. Fui yo mismo a abrir y acogcon placer a mi camarada con el que haba pasa-do tan buenos momentos. Florian tambin estaba deexcelente humor y se dirigi inmediatamente a sulugar preferido, en un rincn del sof. Mi amigo

    pronto se interes en mis trabajos ms recientes,que estaban dispuestos sobre la mesa. Fue entoncescuando la excitacin o bien algn diablo me soplla idea de un acto que hoy no puedo calificar sinode perfectamente descabellado,a pesar de toda la

    indulgencia que yo tengo para mis locuras de juven-tud.Como haba estado mucho tiempo ausente, miamigo no saba absolutamente nada ni del naci-miento ni de la desaparicin de la progenie de losMuckel, y yo quera aprovecharme de ello para sor-prenderlo con la brutalidad de los hechos. Aban-don la pieza con aire inocente y me deslic conpaso sigiloso a la estrecha habitacin del matrimo-nio. Me encontr all a la nia muerta en su peque-o fretro, a la luz turbia de una lmpara de aceite

    que arda en un nicho sombro en forma de alcoba.Cog a la amortajada con su fretro que tena elaspecto de un juguete y volv a mi habitacindonde mi amigo an segua absorbido por el exa-men de mis dibujos. Me acerqu a l por detrs

    5 3

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    54/113

    como si de nada se tratase y le puse repentinamen-te, sin una palabra, el pequeo fretro conteniendo

    el cadver ante los ojos. Cuando mi amigo, un po-co miope, tuvo casi cerca de la nariz el azuloso ros-tro al que la muerte haba conferido los rasgos deuna pequea anciana, reaccion exhalando ungrito de espanto.Yo encontraba aqullo tan cmicoque la risa me impidi explicarle de qu se trataba.

    Mi alborozo despert la curiosidad de Florian, quepronto sinti las ganas urgentes de divertirse tam-bin l. De un solo salto, se abalanz desde el sofhasta nosotros y agarr entre sus dientes un jirndel blanco vestido mortuorio que sobresala del

    fretro. Los acontecimientos enseguida se encade-naron a la velocidad del relmpago. Antes de quepudiese impedrselo, el miserable teckelme habaarrancado el cadver que, durante un instante, osci-l desgraciadamente entre l y yo. Yo gritaba y miamigo que quera saber lo que todo aqullo signi-ficaba grit igualmente, mientras que Floriancorra a travs de la pieza blandiendo triunfalmen-te su mueca. En tanto lo persegua para arrancar-le su botn lo ms rpidamente posible y antes deque pudiese destrozarlo, las ideas ms desagrada-

    bles atravesaban mi pensamiento. Si el animal muti-laba a la pequea, podan acusarme de ser unodioso bruto que profanaba los cadveres o almenos castigarme severamente por aquella enormetontera. Iba seguramente a perder mi habitacin en

    5 4

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    55/113

    el momento en que las cosas perecan arreglarsepara m. Sin dejar de pensar, continu la agitada

    brega de mi desenfrenada caza.Quien conoce losteckel sabe lo difcil que es arrancarles a la fuerzalo que han robado. Por el momento no poda con-tar con la ayuda de mi amigo: estaba paralizado,no comprenda nada y se asombraba de todo. Mearrastr como un loco bajo la cama en persecucin

    del chucho, pero ste se meti detrs del sof,levantando a su paso una enorme cantidad depolvo, pues la corpulenta madame Muckel, quetema agacharse, no barra desde haca muchotiempo aquellos rincones inhabitados de la pieza.

    Hacindome dao en una rodilla al tropezar con unt a b u rete, le grit, desesperado, a mi amigo:Agrralo! Te lo explicar todo! Florian arrastra-ba a Mimi por su vestido mortuorio de tal forma quela puso a valsar, pero finalmente consegu arran-carle su botn entre la puerta y el armario. No mere-ca verse, la pobre Mimi: tena los ojos llenos de unespeso polvo y estaba toda manchada. Mi amigo,que provisionalmente haba dejado a un lado suasombro y curiosidad, retena por el cuello a aquelcanalla de teckel, que otra vez quera comenzar la

    misma gracia. Por mi parte, arregl lo mejor quepude el vestido del pobre y pequeo cadver almismo tiempo que descubra, al echar un vistazofortuito por la ventana, a madame Muckel atrave-sando el patio que separaba nuestro inmueble del

    5 5

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    56/113

    delantero. Un estremecimiento helado recorri miespinazo. Fue entonces cuando apareci la ancia-

    na viuda del cuarto derecha. Le ofreca sus condo-lencias, al parecer. Al menos, entablaron una con-versacin. As, pues, tuve tiempo para meter a ladesdichada criatura mal que bien en su pequeofretro, de colocarle la corona y el velo, y de ponertodo en su sitio aunque precipitadamente y con el

    corazn agitado en la estancia de mis patrones.No consegu ponerle juntas las minsculas manos,antes cuidadosamente unidas como para rezar,pero an tuve tiempo de mojar rpidamente lapunta de mi pauelo en el vaso de agua bendita y

    de limpiar el pequeo rostro. Pero en mi prisa lonico que consegu fue extender el polvo, de mane-ra que Mimi tena ahora el aire de un deshollinadorencolerizado. Es la ltima imagen que me llev dela pobre criatura.

    De vuelta a mi habitacin, ya a salvo y profunda-mente aliviado, encend un cigarrillo y le ofrecexplicaciones a mi amigo. La seora Muckel, aquien le estrech la mano con compasin algunosdas ms tarde, cuando regres del entierro, me

    dijo solamente que haba encontrado a Mimi muydestapada en su fretro. Aunque no siendo supersti-ciosa y negndose a creer en la existencia del dia-blo, quiso, sin embargo, que diesen una misa suple-mentaria por la salvacin del pequeo ngel.

    1922 5 6

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    57/113

    LA VISITA A OLCHING DEL PRNCIPEDE PERSIA MUZAFFAR ALDIN

    omo a todos aqullos a quienes les contla siguiente aventura se rieron de buena

    gana, se me ocurri la idea de ponerla aqu porescrito.Sucedi a finales del mes de septiembre de 1900o fue en 1901? Habiendo llegado a su fin misvacaciones universitarias, abandon la casa de mipadre para encontrar de nuevo mi querida ciudadde Munich. Una hora despus de mi llegada yohaba ya corrido al caf lite, en la Schellingtrasse,

    que era por entonces nuestra guarida. El ambientetranquilo y confortable del crculo familiar habaacabado por parecerme tan pesado e insoportableque, en la pequea ciudad de filisteos en donde viv-amos, haba comenzado a sentir, a lo largo de la

    5 7

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    58/113

    ltima semana, un profundo anhelo de libertad.Estaba impaciente por volver a encontrar la indes-

    criptible excitacin en la que viva con mis amigosy ni las discretas alusiones de mi padre ni la mani-fiesta perturbacin de mi querida hermana consi-guieron hacerme cambiar el da fijado para mi par-tida.Una vez llegado a mi vieja habitacin, ni siquiera

    deshice la maleta. Slo salud a madame Bruck-ner, la mejor de todas las patronas que jams hayatenido, que estaba cambiando las sbanas de micama en la sombra alcoba, y despus de un breveaseo y tras cepillar rpidamente mis ropas, sal a

    recorrer mi calle preferida, en la ms bella de lasciudades.Mientras coma en el caf restaurante, el patrn mehizo saber que casi ningn miembro de nuestro cr-culo Die Sturmfackel haba vuelto definitivamentea la ciudad, que la mayora de aquellos seores sehaban quedado trabajando en sus barrios, ms omenos alejados de Munich. An seguan viniendode vez en cuando a hacer sus compras. Por lodems l mir por la ventana MM. M. y L. esta-ban all, en el pequeo jardn del restaurante. No

    tard en estar fuera. M. y L. jugaban una partida deajedrez. Perfectamente dueo de sus palabras yexpresiones, L. me mir con un rostro extraamenteimpasible, como si nos hubisemos separado mediahora antes, cuando en realidad pronto hara cuatro

    5 8

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    59/113

    lunas desde que no nos veamos. E. M. que vesta,como siempre por entonces, su traje de pana

    marrn y su chistera, tena artsticamente hablan-do un aire de los ms interesantes. Me dierontodas las respuestas posibles al torrente de pregun-tas que les hice a propsito de nuestros dems ami-gos, de los trabajos que haban realizado duranteel verano, etc. Lament no haber compartido ciertas

    diversiones, re de buena gana con sus ltimas bro-mas y me sent de nuevo miembro a parte entera denuestro singular crculo.Supe entonces que S. y St. estaban igualmente enMunich aquel da, y que podan aparecer por el

    caf en cualquier momento. No tardaron efectiva-mente en llegar y, en un ambiente cada vez msexuberante, fue de la manera ms natural como seimpuso a nosotros la farsa que voy a contar aqu,una farsa que pesa con un peso tan determinante enel encadenamiento de los asuntos terrestres como laconstruccin de la torre de Babel o las campaasde Napolen.No s a quin de nosotros cinco fue al primero quese le ocurri la idea. Comoquiera que fuese, yosupe que en el pequeo pueblo de Olching, a una

    hora de tren, aproximadamente, de Munich, seencontraban Hans von Hayek y su escuela mixta depintores de animales y paisajistas, un curso hastaentonces desconocido para m, en el que algunosde mis amigos, entre ellos los presentes, haban par-

    5 9

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    60/113

    ticipado durante el verano. Pintarrajeaban all estu-dios titulados Braunhof,Buttersack, Incendio de

    bosque I, II, y III o cosas por el estilo.Convenimos entonces que haba que agasajar aaquellos honorables y virtuosos habitantesy granje-rosde Olching as como a los espermoslo tanhonorables y virtuosos alumnos del Gremio de SanLucas, antes de que stos ltimos se separasen en el

    o t o o , con la prestigiosa visita del prncipeMuzaffar alDin, uno de los parientes cercanos delshah que reinaba entonces en Persia. Aqullo slosera, pues, una farsa de martes de carnaval ade-lantada al comienzo del otoo.

    Era yo quien deba interpretar a ese prncipe y, aun-que yo nunca he pretendido los primeros roles enesta vida y haya preferido permanecer en la som-bra, me fue imposible sustraerme a la decisingeneral. Hay que decir que yo era el nico en serdesconocido en Olching.Quiz haban odo hablarde m, pero,a excepcin de algunos miembros delSturmfackel, no me conocan ah personalmente.M., del que ciertos lectores tal vez se acuerden porser el excelente humorista de los Elf Scharfrichter, elcabaret donde actuaba bajo el nombre de Arcus

    Troll, tena un prodigioso sentido de las relacionessociales lo que demostr una vez ms con ocasinde esta comedia. Acto seguido deba dirigirse aOlching para anunciar nuestra llegada y disponapara hacer eso de apenas una hora, pues la tarde

    6 0

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    61/113

    ya estaba muy avanzada y el tren sala a las seishoras. He aqu lo que tena que contar:

    L., haba visto al prncipe por azar que era invita-do del regente en una carroza de la Corte.Muzzafar alDin, que slo se encontraba de pasocamino de su lejana patria, haba conocido a L. enPars, donde haban seguido juntos un curso de pin-tura con unmaestrocreo que mencion a Carrire.

    El joven prncipe, que como de costumbre reaccio-n con sencillez, estaba absolutamente encantadode volver a ver a L. Se inform de manera detalla-da de su situacin y se mostr muy curioso por des-cubrir el medio artstico de Munich tras el de Pars.

    Cmo no ponerse a su disposicin? M. deba pre-parar nuestra visita contando esta historia y anun-ciarla para el da siguiente, a las once y mediaexactamente. Se ver ms tarde como M.cumpliperfectamente esa misin.M. era con diferencia el mayor de todos nosotros.Tena ms de treinta y cinco aos, ya haba inter-pretado en malas compaas de teatro y tambinhaba subido a un coche celular. Abandon el ejr-cito con el grado de vice-sargento y aprendi, porlo dems, el oficio de electricista. Fue su desdicha-

    do amor por la pintura lo que acab empujndoloa nuestro crculo.Oh,M., brillante amigo,cmo anhoy me conmueve tu precoz desaparicin! Cuandote llev la muerte, tu alma encontr sin duda refugioen mejores esferas. Todos admirbamos la figura

    6 1

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    62/113

    esplndida, alta, fuerte y dotada de una infinitaprestancia de M. En las caricaturas que encontr-

    bamos en el caf y que cada uno poda multiplicara voluntad, M. apareca con sus ojos de buho y supequea perilla bajo cien disfraces distintos. Ginode Finetti le ha dedicado a l solo siete volmenesde esas variaciones: su sptimo libro de M. es elms bello.

    Despus de estas solemnes consideraciones, retomoel hilo de mi historia. Era absolutamente necesarioque se tomase en serio la entrada en escena de M.,

    y nosotros sabamos que con l, nuestro asunto que-daba en buenas manos. No tenamos nada ms que

    hacer ese da; an dispondramos de bastante tiem-po la maana del da siguiente para preparar nues-tra bufonada.A la maana del da siguiente, pues, me dirig altaller que ocupaban los dioscreos S. y St. en laGabelsbergerstrasse. All, llam varias veces segnun cdigo que habamos convenido haca muchotiempo. Al punto, un colosal cherkes me abri lapuerta. En principio me desconcert completamen-te, y, despus, poco a poco, reconoc en la semioscuridad, bajo un enorme gorro de piel de carne-

    ro, el anguloso rostro de S. cuya esbelta silueta ibaperfectamente con ese ropaje de gala nacional, consu larga casaca, su pual, su cartuchera, sus cor-dones multicolores y las charreteras esplndidas.Sacha no slo tena el aire autntico, l lo era:

    6 2

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    63/113

    vena en efectode Tiflis, donde muchos hombres sepasean vestidos con esa clase de uniformes, y

    haba trado de su casa aquel ropaje que le pare-ca idneo para cualquier suerte de festejo.Lamentablemente, yo no poda presentarme conropas tan suntuosas y, tras algunas reflexiones, con-venimos que un prncipe persa deba tener un airesencillo pero noble. L., que haba llegado entre

    tanto, envi a la sirvienta a buscar su nueva levitaa lo Rostand muy larga y entallada de una formaun poco esnob. Tena derecho a conservar mi muyelegante pauelo, uno de esos pauelos que cubr-an a la vez el pecho y una gran parte de cuello,

    como a menudo se llevaba en la poca en los cr-culos de los jvenes artistas, as como mis zapatosde charol. Lo esencial, en efecto, era la cabeza. S.me puso un pequeo birrete que tena un interiorabigarrado de un brillo sedoso, que, por una vez,era verdaderamente persa y ocultaba completa-mente mis cabellos. An me pusieron encima,audazmente ladeado, un gorro de estracn. Miscejas, por naturaleza bastante claras, fueron resal-tadas con un trazo vivo a base de almendra derre-tida. El prncipe estaba dispuesto.

    St. sali para la estacin antes que nosotros y pro-meti enviarnos una calesa. El cochero llam final-mente a la puerta de abajo. Descendimos. L. que,como siempre, estaba bien vestido, adopt ostento-samente el aire afectado de un hombre de mundo.

    6 3

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    64/113

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    65/113

    todo el mundo nos miraba ya con los ojos muyabiertos, y slo faltaba un pelo para que tuvisemos

    que vrnoslas, as ataviados, con la polica de laestacin y que nos pidiese los papeles. Intu quenuestra empresa poda acabar en escndalo yquiz tambin en ultraje a agente de la fuerzapblica.Un segundo grupo, igualmente compuesto de tres

    personas, hizo su aparicin en la grande y alta salade espera y se sent en el rincn de la pieza dia-gonalmente opuesta a nosotros. Destacaba la figu-ra bien alimentada de un prncipe de la Iglesia deaire indulgente, reconocible por sus medias de seda

    roja y el sombrero con dorados cordones. Era pro-bablemente un cardenal, pero tambin poda ser elnuncio apostlico monseor Sambucetti, cuyo retra-to yo haba visto en numerosos escaparates. Unjoven y moreno eclesistico testimoniaba un profun-do respeto al anciano y se mostraba atento con l.El tercer hombre, de pie y mirando con celo, con unequipaje de mano, detrs de los asientos que ocu-paban los dos precedentes, era un criado en libreanegra y plateada.En realidad, hubiese podido apreciar plenamente el

    extrao cuadro que ofreca aquella sala, con esosseis hombres que simbolizaban de manera tanadmirable las fuerzas culturales de Oriente yOccidente, si mi agitacin interior no me lo hubieseimpedido. Yo fumaba, pues, cigarrillo tras cigarrillo

    6 5

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    66/113

    con una expresin hastiada. L. tena un aire perf e c t a-mente natural, lo que no poda ms que serme ben-

    fico. En cuanto a Yussuf, no dejaba de echar miradasp rovocadoras hacia los tonsurados.Qu bien podahacerle eso? Como musulmn, era fatalista!En aquel momento un ruido llam nuestra atencin:golpeaban claramente a la ventana que daba alandn. Para nuestro disgusto, vimos a St. y P., un

    muchacho de Wrzburg que se le haba unido,hacindonos muecas. Un comportamiento tan lla-mativo era inadmisible y poda comprometerlotodo. En principio, hicimos como si no nos hubise-mos dado cuenta. Pero los otros dos, en el exterior,

    no dejaban de golpear y de hacernos seas demanera muy ostensible: era evidente que algo noiba bien. La situacin se hizo an ms penosa paranosotros. Un pblico variado nos haba ahora des-cubierto, y cada vez eran ms las caras extraas ycuriosas en la ventana. Yo acab por enviar a L.afuera. Haba que actuar. Lo vi discutir algunos ins-tantes con los otros, despus volvi, se acerc a mhacindome una profunda reverencia y me dijo envoz baja: No te quedarn dos marcos? No nosllega el dinero para los billetes. Tuve que reprimir

    la risa que me ganaba, sobre todo al ver los petrifi-cados rasgos de la cara de L. An tena un marcoen el bolsillo del pantaln, pero el resto de mi dine-ro estaba en la chaqueta, que haba dejado en eltaller en el momento de cambiarme.

    6 6

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    67/113

    Yussuf sac un poco de dinero de un pliegue de suimponente capa, y result que disponamos de una

    fortuna de casi nueve marcos. En el rincn opuestode la sala el partido de la coronilla no prestaba nin-guna atencin a esta escena, si no se hubiese dadocuenta necesariamente de que muchas cosas cojea-ban en nosotros.Durante el intervalo el tren de cercanas lleg al

    andn. Entonces nos abrimos paso entre el gentoque se haba amontonado ante la puerta para ver-nos. Con el sombrero en la mano, L. rechazaba aun lado a los ms importunos. En el momento enque quise pasar el control, un revisor me agarr

    rudamente por la manga. Yussuf le puso entoncestodos nuestros billetes bajo la nariz (bamos a ocu-par un compartimento entero),y nos dej pasar.Como aquel tren de cercanas slo llevaba vagonesde tercera clase, debimos, evidentemente, conten-tarnos con ello.Tuvimos que rechazar cortsmente aun hombre del pueblo que quera instalarse entrenosotros, despus el tren se puso en marcha.Apenas el tren haba comenzado a moverse cuan-do P. me agarr fuertemente, me sent sobre susrodillas y... adorn el ojal de mi levita con una esca-

    rapela, al mismo tiempo que me abroncaba conganas. Los dems tambin se pusieron a gritar paracompensar el respeto que me deban en pblico.Estbamos de muy buen humor todo haba salidobien, y pasbamos revista a cada uno de los acon-

    6 7

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    68/113

    tecimientos. Slo entonces pude admirar el prodi-gioso accesorio que St. que ya en otro momento

    haba tenido ocasin de demostrar su sorprendentehabilidad y su gran inventiva haba fabricado apartir de un simple tejido dndole el aspecto delbronce, pegando en l cintas amarillas y rojas ydespus fijndolo en una varilla de bamb.Como nos acercbamos a Olching, me asom a la

    ventanilla, pues, al ser llano el paisaje, se vea a lolejos la pequea estacin. Lo que entonces vi meoblig a replegarme y abandonar la ventanilla rpi-damente, a la vez excitado y asustado. Todos pudi-mos ver, uno tras otro, un hormigueo de personas,

    espectculo que segundo a segundo pareca msimpresionante. Aqullo significaba que tenamosque poner buena cara si queramos, por nuestraparte, hacer honor a la situacin.Quisiera mencionar aqu lo que M. me cont mstarde acerca de sus preparativos. Con su fabulosacapacidad de persuasin, haba conseguido entu-siasmar a todo el pueblo. Entre los pintores, puso alcorriente, qu duda cabe, a aquellos de nuestrosamigos que me conocan; a los dems les explicque se trataba de una broma, y todos contribuyeron

    con celo a propagar entre los habitantes la noticiade la visita del prncipe. Una alegre impaciencia sehaba apoderado de todo el mundo. Era as comopoda explicarse el milagro que nos aguardaba. M.incluso haba dado a entender a alguno de los ms

    6 8

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    69/113

    importantes propietarios de casas y terrenos que SuAlteza poda eventualmente decidirse a comprar tie-

    rras: esos soberanos orientales son tan imprevisi-bles! Si les gusta algn lugar, de inmediato mandanconstruir un castillo, no es dinero lo que les falta.M. haba ido a ver tambin al maestro, al capitnde los bomberos y al vicario, encontrando en todaspartes buena acogida.

    Dado que el maestro von Hayek, que como res-ponsable de sus estudiantes, gozaba de un enormecrdito moral ante ellos, se haba contentado conalzar los hombros sonriendo y acept guardar elsecreto, se daban todas las circunstancias para

    favorecer nuestra empresa. En una palabra, el trenlleg a la estacin. An no se haba detenido cuan-do Yussuf atraves el vagn corriendo, salt alandn, vino a situarse delante de nuestro comparti-mento, abri bruscamente la portezuela y esperhaciendo una profunda y humilde reverencia, conlos brazos cruzados. Al descubrir aquella muche-dumbre de jvenes muchachas vestidas de blanco,de escolares enarbolando una pancarta de bienve-nida, de inmaculadas chisteras, de bomberos uni-formados y otras cien o doscientas personas ms

    entre las cuales, Weisgerber, Cardineaux, Finettique lanzaban vivas sin cesar, Su Alteza el prncipeMuzaffar al-Din ya slo se senta mnimamente prin-cipesco. Tambin nosotros debimos causar una im-presin desconcertante en aqullos que nos espera-

    6 9

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    70/113

    ban. Apoyndome en los fuertes hombros de miguardaespaldas cherkes, fue con el aire decadente

    de un nio mimado de harn principesco comorecorr la alfombra que haban extendido desde lapequea sala de espera hasta el vagn, pasandoas ante los espectadores que, a cada lado, forma-ban un pasillo de honor. Recib graciosamente demanos de una joven muchacha vestida de blanco,

    que dijo algo que no comprend a causa del ruido,un enorme ramo de flores que tend a Yussuf. Saluddespus militarmente a todos lados, le di las graciasen mal alemn a M. por su discurso la excitacinle quebr la voz en algn momento y alab a Al

    por permitirme vivir un da as. El maquinista y elrevisor de la locomotora an tuvieron tiempo parareponer fuerzas con una jarra de cerveza; pocodespus el tren parta. Yo conced audiencia en lasala de espera de la estacin donde tambin mepresentaron a las muchachas de la escuela de pin-tura. Madame Kahte Hofrichter, a quien ya conoca,me hizo una reverencia magistral; yo hice el elogiode la cadena de su reloj y su broche, algo que pare-ci muy persa.Algunas damas se haban puesto enel ojal pequeas y coquetas flores y yo acab por

    pellizcarle la mejilla a una de ellas, especialmentebonita, por aqullo de sacar provecho tambin dela mascarada.Mis amigos, hombres y mujeres, se partan de risa.Hayek me dio algunos informes sobre su escuela,

    7 0

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    71/113

    salimos, y yo me agarr entonces a su brazo. L.,caminaba al lado de Yussuf, que mantena sobre

    nosotros la preciosa sombrilla; despus, los demsterminaron por acercarse y la pequea comitiva sedirigi hacia el pueblo.Olching no tena ms que algunas casas, perotodas aparecan engalanadas con pequeas ygrandes banderas blancas y azules, siendo las ms

    bellas la posada y la tienda de ultramarinos, dondetambin haban puesto algo de verde y ramas deabeto. En ocasiones yo me detena para interrogara Hayek, por ejemplo ante la iglesia, donde le pre-guntaba con inters si era verdad que se trataba de

    una iglesia catlica. De vez en cuando me volvahacia Yussuf e intercambiaba con l palabras de lasms extraas, expresiones sin duda tpicamente per-sas. Despus examin una parcela de terreno, y L.tuvo que tomar nota de algunas observacionesimportantes. Recuerdo tambin a un viejo campesi-no que, creyendo al principio que S. era el prncipea causa de sus suntuosas ropas y su alta estatura, sevolvi hacia m, con el sombrero en la mano, unavez disipada la equivocacin, y me mir a los ojoscon candor. Cuando el sueo acab por desvane-

    cerse lo que de hecho ocurri muy pronto, elanciano continu aferrndose al mismo y debi deser el nico en haber credo hasta el final de su vidaque yo era verdaderamente de sangre persa.El punto culminante de mi ficticia realeza fue el

    7 1

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    72/113

    momento en que sirvieron la comida y donde sepresentaron nuevos matices. A la mesa an logr

    comportarme al modo persa, pues toda clase deancdotas sobre el viaje a Europa del Shah, quemuri despus, acudan a mi memoria. Beb ruido-samente la sopa en el mismo plato, despus tirhacia atrs los restos de cartlago incomestible delasado de cerdo, plato que desde el punto de vista

    religioso probablemente me estaba prohibido. Lehice una seal a Weisgerber, que tena la costum-bre de llevar la broma demasiado lejos, y desapa-reci con S. Pudimos or entonces temerosos gritos,que significaban que S. le propinaba una tunda a

    Weisgerber.Una vez terminada la comida, mis posibilidades entanto que prncipe se desvanecieron. Los habitantesde Olching ya saban que todo aqullo no habasido ms que una nueva broma de pintores. SloS., que, en un recodo campestre delante de la posa-da, preparaba el caf para nuestra pequea com-paa y que me sirvi a m el primero yo estabatumbado sobre una espesa capa de fieltro arrojadaen la hierba, una burkadecan, tena una miradaespecialmente socarrona. Yo lo conoca bien y me

    tema de su parte una mala jugada. No me habaequivocado! Se desnud hasta la cintura y sbita-mente dijo que Su Alteza deba ahora someterse asu cotidiano masaje digestivo para preservar susublime salud.

    7 2

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    73/113

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    74/113

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    75/113

    LA PRINCESA

    n el viejo cementerio de un pueblo de losAltos Alpes de Salzburgo, donde pas mi ju-ventud, haba una sepultura notable por las dimen-siones de su piedra tumbal. Ya por entonces, las in-temperies haban hecho difcilmente descifrable loque estaba grabado bajo los suntuosos blasonesque representaban una luna en cuarto creciente:

    Aqu descansa en el Seor, inconsolablementellorado por su esposa

    SU ALTEZA EL PRNCIPE FLIX CZETWERTYNSKI

    Coronel del ejrcito imperial realde la guardia de los coracerosMuerto el 11 de agosto de 1852

    a los 65 aosR.I.P.

    7 5

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    76/113

    Era la tumba de un noble polaco, oficial de la guar-dia austriaca. Ya era anciano y estaba retirado de

    su oficio cuando se enamor de una hermosa bai-larina del cuerpo de ballet de la pera de Viena, secas e hizo as de ella una princesa. Enamorada delas bellezas de la vida, la pareja viaj durante uncierto tiempo a travs del mundo. Fue en el trans-curso de su ltimo viaje que los haba llevado a

    nuestro pueblo de alta montaa, por entonces ancompletamente aislado, donde la muerte sorprendial noble esposo. Por fidelidad a su memoria, laviuda, al parecer verdaderamente inconsolable, sequed en el pueblo el resto de su larga vida a fin

    de permanecer cerca de la tumba. No disponiendode pensin ni de retiro, slo subvena aparente-mente a sus necesidades vendiendo poco a poco loque posea. Despus recibira algunas ayudas oca-sionales. Es de esta mujer, tan diferente de aqullosque la rodeaban, de quien tratan estos brevesrecuerdos.Se comprender fcilmente que mi imaginacininfantil haya sido fuertemente impresionada poraquella figura casi fantstica, que se contoneaba alandar, siempre vestida con ropas negras y extraa-

    mente anticuadas (an vesta un miriaque).Todavaconservo en la memoria la expresin serena y com-pletamente ausente del rostro de aquella mujerenvejecida, cuando dejaba vagar su mirada sobrenosotros, escolares turbulentos, desde el asiento que

    7 6

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    77/113

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    78/113

    ceniciento, excesivamente voluminoso, una peque-a diadema retena un velo negro que llegaba

    hasta el suelo. Mi padre incluso crey haber vistoun ribete de armio. La princesa haba puesto anteella diversos papeles y algunas fotografas. En elmomento de la despedida, tendi su mano derechaen la cual llevaba una especie de mitn que dejabadescubiertas las ltimas falanges. Mi padre bes la

    extremidad de los dedos de Su Alteza y le ofrecims tarde el esbozo del plano que haba dibujado.Una vez yo era entonces un granuja de onceaos, entr personalmente en contacto con la prin-cesa. Sobre uno de los bancos del paseo, encontr

    un libro de oraciones con cierre dorado en el quef i g u r a b a n , tambin doradas, las armas deCzetwertynski. Slo Dios sabe qu recompensapuede valerme sto!, pens, y corr a casa del alfa-rero donde solicit ver a la princesa. S, ella estabaen la casa y abra justamente su puerta. Tuve asocasin de echar un rpido vistazo a una piezadonde las paredes desaparecan hasta el techobajo las maletas y las cajas. Su Alteza llevaba unvestido casero de terciopelo, un poco gastado yligeramente abullonado, y una cinta negra alrede-

    dor de su ya arrugado cuello. Su expresivo rostromostraba ese brillo de soledad y despojamiento delque ya he hablado. Su voz no me pareci cmicaen absoluto a pesar de su afectacin, que se habaconvertido desde haca mucho tiempo en una

    7 8

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    79/113

    segunda naturaleza: Has encontrado mi libro deoraciones, encantador muchacho. Voy a recom-

    pensarte por tu honestidad! Despus de una largabsqueda, la princesa acab por echar mano a unmedio-kreutzer, la ms pequea de las piezas decobre, y me la tendi con majestad y condescen-dencia. Jams olvid esa escena, aunque slo volva ver a aquella extraa mujer con mi comprensin

    de adulto treinta aos ms tarde, durante el ltimoao de la guerra mundial. Yo estaba de visita en mipueblo natal, que entre tanto se haba convertido enun lugar de cura clebre en todo el mundo, y meencontraba en aquel momento en La Vieja Estafeta,

    sentado al lado de la patrona. Era en pleno verano,haca mucho calor y, para refrescar la sala, la puer-ta que daba al corredor estaba abierta de par enpar. Entonces, pude ver que afuera pasaba renque-ando una monstruosa criatura, una mujer deforme,calzando toscas y pesadas botas de montaa y conla cabeza cubierta por un gastado fieltro por dondeasomaba la estopa, a no ser que se tratase de losfalsos cabellos de una peluca. Pero lo ms inquie-tante era su plido rostro semejante a un pergami-no endurecido: recordaba de manera horrible a

    una rata despellejada. Quin es?, pre g u n t horrorizado. La patrona me respondi entoncestranquilamente: Pero no la reconoce, es la prince-sa! Me cont que sta, que ahora tena noventa ycinco aos, no haba dejado de empobrecerse.

    7 9

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    80/113

    Haba vendido todo lo que posea e incluso la pie-dra tumbal de su bienamado esposo, a la memoria

    del cual sigui siempre fiel. Despus, La ViejaEstafeta le daba cada da ms o menos por cari-dad, de comer por algunas monedas.Yo estaba tur-bado. La patrona crea que la anciana no estababien de la cabeza: dorma ahora en un cajn llenode paja en compaa de una gallina, que cada da

    le pona un huevo y de la que era imposible sepa-rarla. Un da la patrona lleg a sorprender a SuAlteza hurgando en el cubo donde se meta el ali-mento de los cerdos. Ella, despus de coger losmejores trozos, los deslizaba en su saco.

    Cuando volv a la posada, dos aos ms tarde,supe que la princesa acababa de morir, y, extraa-mente, de una indigestin. Un agista berlins vio ala pobre criatura y se lament de su destino.Encontr aqullo escandaloso y quiso ofrecerle,

    por una vez, mejores das a la medio loca. La invi-t cubriendo los gastos a que pidiese todo lo quequisiera. La pobre mujer engull as una tras otradistintas porciones de asado, de salchichas, deaves y an de otras cosas. En la noche que sigui,la vieja mujer de noventa y siete aos fue presa deespasmos, y, finalmente sin haber recuperado laconciencia muri.

    1931

    8 0

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    81/113

    TIP Y GIOVANNI

    o tengo, profundamente enraizado enm, un indestructible amor por los anima-les, pero sin embargo debo reconocer que no tengomadera para ser un amigo de los animales ejem-plares. Me falta paciencia: estoy demasiado a mer-ced de los caprichos de mis nervios. La frecuenta-cin de esos pequeos hermanos de los hombres yla observacin de sus emociones me cautivan tantocomo me abruman los cuidados que hay que prodi-garles cuando vivimos con ellos bajo el mismotecho. Casi todas las experiencias que he tenido

    con los animales han conocido, de una manera uotra, un triste final. En el recuerdo, lo que se ha vivi-do adquiere la mayora de las veces un tinte msarmonioso que la realidad. Pienso a menudo en Tip

    y Giovanni, los dos monos que hemos tenido y queantao compartieron uno despus del otro y no al

    8 1

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    82/113

    mismo tiempo, alabado sea Dios este puerto depaz que es nuestro hogar. Supe de la existencia de

    Tip por el Tierborse, un interesante peridico delcual yo era un ferviente lector. La abundancia deofertas era tal que mareaba y, ante semejante elec-cin y la imposibilidad de decidirse, el peligrosodeseo de poseer un animal acababa por desvane-cerse. En el caso de Tip, el anuncio estaba redacta-

    do con tal ingenio que fui incapaz de resistirme. Le:Tip, joven mono capuchino, domesticado, especial-mente amistoso con los humanos, perfecto compa-ero de juegos para los nios. Sabe dar la mano yhacer el muerto. Se vende por sesenta marcos.

    Encargu el mono de inmediato, esperando ascomplacer igualmente a mi mujer, y, despus dealgunos das, una caja provista de una rejilla deaeracin lleg de Hamburgo. Aqul a quien yoesperaba impacientemente surgi de la misma sintardanza. Era una oscura silueta flexible, muchoms grande de lo que yo haba imaginado, y quepronto salt familiarmente sobre mis rodillas. Tenauna cuerda de aproximadamente un metro de largoatada a la cintura.El animal estaba manifiestamen-te perturbado por su largo viaje en la oscuridad.

    Me di cuenta de ello por su temeroso comporta-miento. Sin embargo, tuve la impresin de que meconsideraba como un buen amigo. D e s g r a c i a -damente pronto perdi la buena opinin que tenade m, pues, en el momento en que me levantaba

    8 2

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    83/113

    para ir a buscar el plato de frutas y bizcochos quele habamos preparado, me ech un rapapolvo,

    todo excitado, ensendome los dientes por algunarazn que se me escapaba. No obstante, yo sloestaba animado de buenas intenciones. Mi cuada,que por aquel entonces pasaba unos das en nues-tra casa, fue mordida por el pequeo monstruo enun brazo hasta sangrar, cuando le tenda gentil-

    mente una taza de leche al gran viajero. No tardmucho, por desgracia, en reinar un ambiente tensoen mi apacible biblioteca. Se agrav considerable-mente cuando uno de mis amigos hizo su aparicin,acompaado de su enorme perro lobo. Apenas este

    ltimo asom la punta de su hocico cuando Tip, deun gran salto, se encaram sobre mis hombros, y,aunque el enemigo se retir enseguida, fue yaimposible convercerlo de que abandonase su per-cha. Emita extraos balbuceos que, en el lenguajede los monos, tenan sin duda valor de cumplido yse mantena acurrucado sobre mi espalda, aferradopara ms seguridad al cuello de mi camisa por sumaligna cola prensil. Componamos as, ambos, ung ru p o tan ridculo como siniestro que divert amucho a los espectadores de esa escena. Al mar-

    charse, mi amigo, que no viva lejos de nuestracasa, me prometi hacernos llegar inmediatamenteuna vieja jaula de papagayo: queramos encerrarah al mono y suprimirle al menos su libertad demovimientos. Mientras esperaba, permanec senta-

    8 3

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    84/113

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    85/113

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    86/113

    marcos que yo haba desembolsado, me propusie-ron dos magnficos jarrones de China o un joven-

    csimo mono de Java. Como el ser humano sloobedece a su destino, escog el pequeo animal,sobre todo porque me aseguraron formalmente quean tena dientes de leche y no haba riesgo de quemordiese. Estaba escrito que yo tena que poseer unsegundo mono y, una semana ms tarde, lleg una

    minscula caja. Era tan pequea que ni siquierapoda contener una fuerza hostil. Y as fue, en efec-to,una adorable criatura sali de ella.Mi mujer, unpoco menos entusiasta que yo ante la idea de pose-er un mono, estaba entonces encamada porque no

    se senta bien.No obstante, tambin sucumbi a suencanto cuando l le tendi su pequea manonegra para saludarla. Le pusimos al mono el nom-bre de Giovanni. Su exiga talla, su moderada agi-lidad y su fragilidad hacan de l un buen compa-ero de habitacin. Adems, tampoco tena una deesas colas prensiles como tienen sus congneresamericanos y que a m me parecan innecesarias. Al le gustaban muy especialmente las efusiones debienvenida, los seres afectuosos y el agradablecalor. Un da, al regresar, lo encontramos acurruca-

    do en el horno que gracias a Dios! ya se habaenfriado: se haba metido all en busca de calor. Sucadena se haba enredado en la puerta del horno,

    y no poda liberarse solo. Finalmente pudo salir,sano y salvo, con slo algunas ampollas en sus

    8 6

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    87/113

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    88/113

    poda ms que reirse de sus proezas. A menudopermaneca en el jardn durante horas, colgado de

    la horcadura de un viejo peral, ocioso como un lordo bien absorbido por el examen de toda clase deobjetos que haba birlado y llevaba escondidos ensus abazones. Nada escapaba a su ansioltica ycuriosa mirada.Cuando llegaba la oscuridad, unaangustia sin duda atvica se apoderaba de su

    pequeo ser. Intentaba entonces captar nuestraatencin con lastimeros gritos hasta que lo soltba-mos de la cadena y le hacamos entrar en la casa.Sin embargo, el lugar que prefera era y siguesiendo mi bata de casa sobre la que le doy a

    veces, a modo de recompensa suprema, permisopara instalarse y donde tena entonces derecho acomer la misma cosa que yo. Era tan vido comoun nio: quera tener todo lo que tienen los adultoshasta cuando era manifiestamente imposible queaqullo le gustase.Un da, durante una cura, tuveque beber una tisana de absinto tan amarga comola hiel. l pretendi beberla tambin y para hacer-lo meti su pequea cabeza puntiaguda en el inte-rior de la taza a fin de no dejar escapar una solagota de aquella repugnante bebida. El nico pro-

    blema con Giovanni era el aseo, y aunque indi-rectamente fue esa enojosa caracterstica lo quepuso un trmino anticipado a su vida.Cuando un da, en el zoo de Frankfurt, hablaba deGiovanni con el guarda del pabelln de los monos,

    8 8

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    89/113

    me predijo: Le dar satisfacciones hasta que sehaga adulto y se ponga a morder. Aquella opinin

    de experto se revel desgraciadamente acertada:de un mes a otro mi tesoro se mostraba cada vezms irritable, despus le salieron unos cortantescaninos. Detestaba el indispensable bao que tenapor finalidad asearlo. Esa operacin, que provoca-ba su furia, se haba convertido para nosotros en un

    verdadero tormento. Mi mujer comenzaba por enja-bonarlo bien y despus lo cepillaba en el aguacaliente, mientras yo lo agarraba con firmeza por lagarganta sin apretar mucho para que pudiese res-pirar a fin de impedirle que mordiese. Una vez que

    lo habamos lavado, envolvamos al animal anfurioso en su suave y clida toalla de bao mientrasyo continuaba agarrando firmemente su delgadocuello. Despus, extraamente, su clera se apaga-ba pronto de tal manera que, por lo regular, yaestaba calmado antes de haber conseguido zafarsede la toalla de bao. Un da, como mi mujer habapartido de viaje y nuestra sirvienta le tena un santohorror al animal, tuve que llevar a cabo yo soloaquella serie de operaciones tan minuciosamenteestudiadas. Fue entonces cuando comet la mala

    accin que, por amor a la verdad, debo confesarleal lector, aunque sto no sea para corazones frgi-les.El amo y el mono estaban tan nerviosos el uno comoel otro, pero, a pesar de las cuatro manos de mono

    8 9

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    90/113

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    91/113

    pus de un cuarto de siglo, podra invocar que esesuceso ya ha prescrito,as como las circunstancias

    atenuantes debidas a mi aturdimiento juvenil deentonces, eso no quita nada a mi sentimiento de cul-pabilidad.

    1934

    9 1

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    92/113

  • 7/31/2019 Maldororediciones Kubin Historias Burlescas y Grotescas

    93/113

    EL REGALO DEL DANUBIO

    n sbado, hacia finales del otoo, elcorreo me trajo una carta conteniendouna agradable noticia. Mi joven amigo de Ham-burgo me deca que en recuerdo de la feliz semanaque yo haba pasado en su casa el ao anterior porla misma poca, me enviaba un pequeo barril cont re s docenas de excelentes ostras holandesas.Precisaba que haba preferido enviarlas a Passau,ciudad bvara fronteriza y muy prxima, a casa deuna dama que ambos conocamos, a fin de evitar-me cualquier problema con la aduana. Mi genero-

    so donante me sealaba, adems, que era reco-mendable retirar el perecedero envo lo antes posi-ble. Nos alegramos, por supuesto, por aquel her-moso d