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Mandragora

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    Primera edicin: junio 2003

    Segunda edicin: octubre 2003

    Tercera edicin: febrero 2005

    Cuarta edicin: febrero 2006

    Quinta edicin: junio 2006

    Sexta edicin: mayo 2007 Todos los derechos reservados. Queda prohibida, salvo excepcin prevista en la ley, cualquier forma de reproduccin, distribucin,

    comunicacin pblica y transformacin de esta obra sin contar con autorizacin de los titulares de propiedad intelectual. La infraccin de los

    derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 ysgts. Cdigo Penal). 2003 respecto a la primera edicin en espaol por: Pearson Educacin S.A. Ribera del Loira, 28 28042 Madrid . ; www.pearsoneducacion.com del texto: Laura Gallego ' , . , ... Editora: Ana M.a Maestre Casas Alhambra es un sello editorial autorizado de Pearson Educacin ISBN:978-84-205-4068-9 Depsito Legal: M. 18.094-2007 Impreso en Espaa - Printedin Spain Este libro ha sido impreso con papel y tintas ecolgicos

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    Laura Gallego

    Mandrgora

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    Nosotras conocemos el rostro femenino de Dios dijo la muchacha cuando nos pusimos

    a caminar de nuevo. Nosotras, las mujeres, que entendemos y amamos a la Gran Madre.

    Pagamos nuestra sabidura con las persecuciones y las hogueras, pero sobrevivimos. Y ahora

    entendemos sus misterios.

    Paulo Coelho, A orillas del ro Piedra me sent y llor.

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    Argumento La historia comienza en la corte del rey Hctor, que busca un nuevo sabio para sustituir a Cornelius, el erudito real, que ha desaparecido misteriosamente.

    A la corte llegan el sabio Zacaras y su hija Miriam para cubrir el puesto vacante pero, sobre todo, para tratar de averiguar qu sucedi con Cornelius. Miriam, que es una muchacha inteligente y culta, pero plebeya, trata de encajar en la corte, donde la princesa ngela y sus doncellas la desprecian, y el apuesto prncipe Marco no parece notar su existencia.

    Pero pronto estos problemas quedarn a un lado cuando Miriam y su padre descubran una oscura trama destinada a destronar al rey, y en la que intervienen tambin perversos conjuros de magia negra.

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    ndice

    Prlogo. El nigromante ................................... 7

    I. El sabio y su aprendiz ................................. 9

    II. En la corte del rey Hctor ............................ 18

    III. La biblioteca secreta de Cornelius .............. 26

    IV. Cul es mi lugar en el mundo? .................. 36

    V. El baile ........................................................ 44

    VI. Se descubre el fantasma ............................. 52

    VII. Una justa accidentada ................................ 59

    VIII. Caballeros espectrales ............................. 67

    IX. Las Guardianas del Bosque ........................ 75

    X. Al final del tnel ........................................... 82

    XI. Jugo de acnito y raz de Mandrgora ........ 90

    XII. Prisioneros ................................................. 99

    XII. La prohibicin ............................................ 107

    XIII. La ltima orden del capitn ....................... 115

    EPLOGO. Adis a la corte .............................. 128

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    PRLOGO

    El nigromante

    Las noches de luna nueva son las ms apropiadas para practicar la magia negra.

    La persona que se hallaba aquella noche en los stanos del castillo del rey Hctor

    lo saba.

    Haba estudiado durante aos grimorios arcanos y tratados prohibidos sobre las

    artes nigromnticas. Haba practicado con cientos de pequeos conjuros, con la

    esperanza de que as, poco a poco, su mente y su alma fuesen abrindose a las oscuras

    fuerzas que pretenda invocar aquella noche. Haba reunido pacientemente todos los

    secretos ingredientes que necesitaba para tal fin, viajando a los rincones ms remotos del

    mundo y corriendo graves riesgos personales para obtenerlos. Haba conversado con los

    demonios para conseguir azufre del mismo infierno, y volado hasta el corazn de la noche

    a lomos de una arpa para arrancarle una pluma griscea y reseca. Haba sobrevivido a la

    mirada del basilisco para arrebatarle un colmillo, y haba vivido otras experiencias

    semejantes que prefera no recordar.

    Pero haba valido la pena.

    El nigromante se permiti un momento de descanso en su trabajo para imaginar lo

    que ocurrira cuando llevase a trmino el conjuro. No pudo reprimir una risa siniestra. Se

    acabaran los aos de obedecer rdenes y de fingir que no era ms que un inofensivo

    ratn de biblioteca. Ya no tendra que soportar la sonrisa pretendidamente magnnima del

    rey Hctor, aquel zoquete que no entenda ms all de guerras, armas y caballos, pero

    que se crea un gran monarca. S, se acabara todo aquello. Por fin.

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    Respir profundamente y se sec el sudor de la frente. Por supuesto, saba que

    siempre exista un riesgo. Si el conjuro sala mal...

    Reprimi aquellos pensamientos y sigui trazando los smbolos arcanos en el

    suelo mientras murmuraba las palabras de la invocacin final, palabras de un lenguaje

    maldito slo recordado por unos pocos que, como l, buscaban el poder en las artes os-

    curas. Percibi que algo cambiaba en el ambiente a medida que las iba recitando, pero

    procur no sentirse eufrico por el momento. Si perda la concentracin, aunque slo

    fuera un instante, los poderes tenebrosos que estaba invocando podan desbocarse, y l

    poda morir de cien espantosas maneras diferentes, que era mejor no imaginar.

    Sinti que se abra un vrtice en el centro del pentculo que haba dibujado en el

    suelo. Fue horriblemente consciente de que aquella abominacin que haba creado se

    alimentaba de toda su fuerza, sorbiendo cada vez ms energa y dejndolo a l exhausto

    y vulnerable; pero no cedi.

    Por fin, cuando el vrtice se agrand lo suficiente como para dejar entrar a aquello

    que haba invocado, una profunda oscuridad se adue de la estancia y un silencio

    sobrenatural acall todos los sonidos de la noche.

    Cuando el nigromante alz la mirada, la criatura ya se hallaba en el centro de la

    habitacin, con sus ojos clavados en los de l. Y un espantoso fro espectral se col en

    todos los rincones de su cuerpo, helndole hasta el tutano de los huesos.

    No pudo evitarlo: grit.

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    I

    El sabio y su aprendiz

    Querido, esto no puede seguir as dijo la reina Leonora. La torre est muy

    abandonada desde que Cornelius se fue.

    Y qu quieres que haga? gru el rey Hctor, que estaba preocupado

    porque su halcn favorito se haba escapado. Nadie sabe dnde encontrarle.

    Adems aadi la reina sin enfadarse, est el asunto de esos estpidos

    rumores que difunden los criados...

    Rumores? repiti el rey, perdido.

    Dicen que Cornelius muri en extraas circunstancias y que su espectro ronda

    la torre por las noches explic la reina, frunciendo el ceo. Y estas absurdas historias

    de fantasmas no favorecen, ni mucho menos, el prestigio de una corte como la nuestra.

    Es evidente que necesitamos un nuevo sabio que habite la torre y haga callar a los

    supersticiosos.

    Para qu molestarnos? Cornelius sale a menudo de viaje. No tardar en

    volver, y entonces se aclarar todo.

    Pero y si no regresa? Nunca se haba ido sin avisar... Querido, han pasado

    ms de seis meses y no tenemos nuevas de l. Y me pregunto... qu clase de sabio

    desaparece sin ms, sin siquiera pedir licencia a su rey? No es un comportamiento serio

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    ni apropiado; aunque volviese, no deberamos mantenerlo en nuestra corte.

    El rey detuvo su nervioso pasear por el patio de armas para considerar la

    propuesta de su esposa. Lo cierto era que le costaba evocar los rasgos de Cornelius, a

    pesar de que llevaba en la corte ms tiempo del que poda recordar; pero el sabio era un

    hombre gris que se pasaba el tiempo encerrado en la torre, con sus libros, .y slo sala de

    all cuando el rey lo mandaba llamar para consultarle algn asunto. Ni siquiera lo vean a

    las horas de las comidas, porque estaba siempre tan atareado que, ya desde el principio,

    haba dado instrucciones de que le subieran comida tres veces al da y no lo molestaran a

    no ser que fuera por mandato real.

    El monarca suspir. Era cierto que al tal Cornelius apenas se le vea fuera de la

    torre, y que en los ltimos aos se haba ausentado del castillo en varias ocasiones, pero

    no dejaba de ser un individuo til. Porque el rey Hctor saba cmo dirigir a sus caballeros

    en una batalla, cmo gobernar sus tierras, cmo tratar a sus iguales y sus inferiores,

    cmo recaudar sus impuestos y cmo impartir justicia, pero poco ms. Y Cornelius estaba

    en la corte para suplir aquellas carencias. El rey lo llamaba cuando quera hacerle

    consultas sobre legislacin, botnica, geografa e incluso astrologa. Cornelius pareca

    saberlo todo y, si haba algn detalle que ignoraba, no tardaba en ir a consultarlo en sus

    gruesos volmenes para regresar momentos despus con la respuesta a la pregunta que

    se le haba formulado. Porque, aunque el rey Hctor era capaz de leer razonablemente

    bien, lo cierto era que no saba gran cosa de latn, la lengua que solan emplear los

    eruditos para escribir sus tratados.

    Tienes razn dijo finalmente, con un enrgico cabeceo. Necesitamos otro

    sabio.

    La reina carraspe delicadamente.

    Ten en cuenta que las cosas han cambiado bastante por aqu desde que

    Cornelius lleg. Tu reino es ahora mucho ms poderoso y floreciente.

    El rey Hctor hinch el pecho, lleno de orgullo. Saba que era un buen rey. Desde

    su llegada al trono haba ampliado considerablemente el territorio heredado, aadiendo a

    sus posesiones los condados de Rosia y Castel Forte. Su corte se haba llenado de

    jvenes que acudan all para que l los armase caballeros, y su hija, la princesa ngela,

    tena como doncellas a las damas ms nobles. Mercaderes de todos los reinos acudan a

    venderle todo tipo de maravillas procedentes de tierras lejanas, y los ojos de todas las

    princesas casaderas del continente estaban puestos en su primognito, el apuesto

    prncipe Marco.

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    Lo s dijo, con una sonrisa. Pero qu tiene que ver eso con Cornelius?

    La reina sonri, indulgente. Su esposo era un buen rey, pero no terminaba de

    comprender las sutilezas de una corte medianamente refinada.

    Un castillo como el tuyo, querido le explic, no debera conformarse con un

    sabio gris y desconocido.

    Ah, no?

    No confirm la reina con energa. Debe tratarse de un sabio famoso, un

    sabio a quien todos los reyes del mundo querran tener. Sabes quin fue el sabio de

    Alejandro Magno? Nada menos que Aristteles! Por qu ibas t a conformarte con

    menos?

    Querida, Aristteles est muerto...

    Lo que quiero decir es que el sabio de tu corte debera ser tan importante como

    Aristteles explic la reina pacientemente.

    El rey se acarici la barbilla, pensativo. La reina casi poda ver los engranajes de

    su cerebro analizando la cuestin. Se estaba preguntando si era realmente necesario

    tomarse la molestia de buscar al sabio ms importante de todos, si no servira igual

    cualquier otro sabio y si le iba a costar muy caro.

    Has pensado en alguien en concreto, querida?

    Ella se ruboriz levemente, en un gesto que el rey consideraba delicioso.

    S, me haba tomado la libertad de pensar en ello. Vers... Nemesius, el sabio

    del rey Simn, tiene fama de ser el ms instruido. Nadie lo aventaja en conocimientos y

    saber.

    El soberano frunci el ceo. Haca relativamente poco que haba firmado un

    tratado de paz con el rey Simn, y no era cuestin de provocar una disputa robndole a

    su sabio. Adems, el rey Hctor saba que, si bien poda confiar en el criterio de su

    esposa para la mayora de las cosas, conoca tambin su aficin a compararse con la

    reina Viviana, la esposa del rey Simn, a quien envidiaba abiertamente. La corte del rey

    Simn era a todas luces ms refinada y elegante que la suya, pero Hctor, que lo haba

    derrotado en una justa, no vea grandes ventajas en ello. Estaba claro que un rey vala lo

    que su espada y su caballo.

    Desgraciadamente, la reina Leonora no pensaba igual.

    Querida, no s si el rey Simn ver con buenos ojos que traslademos a su sabio

    a nuestra corte. Sobre todo si, como dices, es el ms famoso de nuestro tiempo.

    Su esposa frunci los labios. Era su modo de decir que estaba disgustada. El rey

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    saba que era demasiado discreta como para discutir con l en pblico, pero saba

    tambin que lo esperaba una buena reprimenda en cuanto estuvieran a solas en la

    alcoba.

    Trat de buscar rpidamente una solucin.

    Pero enviar a mis mensajeros en busca de un sabio ms sabio que ese tal

    Menesius.

    Nemesius le record la reina, an con gesto de enfado.

    Los enviar muy lejos sigui diciendo el rey, deprisa, a Oriente. No te

    gustara tener un sabio que procediese de Oriente?

    Un sabio pagano? se horroriz la reina.

    Oh, no, querida! Hay reinos cristianos en Oriente. Podemos traer a un sabio

    griego. Qu te parece? Como Aristteles. O de los nuevos reinos cristianos de Tierra

    Santa. O...

    Querido, las cortes de Tierra Santa no son nada refinadas. Sus reyes estn todo

    el tiempo peleando contra los infieles.

    ... incluso puedo enviar heraldos al reino del Preste Juan concluy el rey.

    Al reino del Preste Juan? Los ojos de la reina Leonora relucieron,

    ilusionados; el mohn desapareci.

    Todo el mundo saba que para llegar al mtico reino del Preste Juan haba que

    emprender un largusimo viaje lleno de peligros y amenazas, a travs de tierras pobladas

    de salvajes inhumanos y bestias pavorosas. En el caso de que algn mensajero lograse

    llevar a cabo la proeza de llegar hasta all... razonablemente vivo, habra que esperar

    despus que regresase con el sabio. Era mucho suponer y, ahora que la reina haba

    logrado convencerlo de la necesidad de encontrar un nuevo erudito, el rey Hctor no

    estaba dispuesto a dejar tantas cosas al azar.

    Le pedir al Preste Juan que nos enve al mejor sabio de su corte le asegur

    a su esposa, no obstante. O al segundo mejor, si es que no quiere desprenderse del

    primero al ver que los labios de la reina comenzaban a fruncirse de nuevo, aadi

    rpidamente: Siempre ser mejor que el sabio de Viviana, no?

    La reina sonri.

    An tuvo que recordrselo no menos de cinco veces antes de que el rey enviase

    por fin los mensajeros que haba prometido; y los envi no slo a Oriente, sino en todas

    direcciones, con un bando que proclamaba que la corte del poderoso rey Hctor

    necesitaba un sabio instruido en todas las artes, que hablase latn y griego con tanta

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    fluidez como su lengua materna y que tuviese tambin amplios conocimientos de otras

    lenguas de sabios, como el hebreo, el arameo y el rabe. Deba ser una eminencia,

    asimismo, en todas las artes del Trivium y el Quadrivium, lo cual inclua, por supuesto,

    Gramtica, Lgica, Retrica,

    Aritmtica, Msica, Astronoma y Geometra. A esto deba aadirse un gran

    dominio de otras ciencias, que el rey llamaba naturales y que encontraba de suma

    utilidad para ciertas cosas: botnica, medicina, zoologa, geologa y, a ser posible, algo de

    alquimia. Adems deba ser un erudito en cuanto a Teologa cristiana (de esta manera, el

    rey se aseguraba de que ningn sabio pagano acudiese a su llamada).

    Y, para que no quedase ningn cabo suelto, el monarca aadi entre los requisitos

    conocimientos en materias tales como historia, leyes, geografa, lenguas modernas y, si

    no era mucho pedir, que supiera citar dichos latinos y frases de personajes clebres de la

    Antigedad (el rey Simn sola hacerlo a menudo, y el rey Hctor no quera ser menos).

    Pas el tiempo, y ningn sabio importante contest a la llamada del rey. Este

    estaba empezando a desesperarse cuando, una soleada tarde de invierno, uno de sus

    emisarios regres con una carta de un conocido erudito. El rey la ley. El sabio solicitaba

    ocupar el puesto vacante en la corte del rey Hctor, y slo peda como condicin especial

    que se le permitiera conservar a su lado a su aprendiz.

    El rey casi no poda creer su buena suerte. Por lo que haba averiguado, aquel

    sabio en cuestin jams haba servido a ningn noble ni monarca, porque haba dedicado

    su vida a recorrer mundo, visitando las bibliotecas ms importantes de todas las culturas

    conocidas. Los rumores afirmaban que incluso haba llegado hasta el reino del Preste

    Juan en su largo peregrinar. Los entendidos lo consideraban el hombre ms sabio de su

    tiempo.

    El rey Hctor se apresur a redactar una obsequiosa respuesta en la que dejaba

    bien claro que tanto l como su aprendiz seran bien acogidos en la corte.

    Despus, corri a comunicar las noticias a la reina Leonora.

    Es un gran sabio, querida ma le asegur. Un hombre que no slo ha

    dedicado su vida al estudio, sino que adems ha viajado por todo el mundo. Y estuvo en

    la corte del Preste Juan.

    Qu quieres decir? Que no es el sabio del Preste Juan?

    Querida, querida respondi el rey, saboreando de antemano su victoria,

    ahora viene lo mejor. l no quiso trabajar en la corte del Preste Juan. De hecho, ha

    rechazado los requerimientos de todos los reyes que lo han solicitado... excepto el

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    nuestro.

    A la reina le brillaron los ojos de nuevo.

    Por fin lleg el da en que el sabio deba presentarse en la corte. El rey consider

    oportuno recordarlo durante la comida, pero nadie prest demasiada atencin.

    La princesa ngela hablaba en susurros apresurados con sus doncellas, Valeria e

    Isabela, y de vez en cuando las tres soltaban risitas tontas. El prncipe Marco fingi que

    escuchaba, pero en realidad estaba pensando en el nuevo caballo de guerra que su padre

    le haba prometido por su decimosexto cumpleaos. En cuanto a sus compaeros, hijos

    de nobles encomendados a la tutela del rey Hctor para que los instruyese como

    caballeros, tambin tenan la mente en otras cosas. Daro devoraba su pierna de cordero

    como si no existiese nada ms en el mundo; Rodrigo trataba de atraer la atencin de la

    princesa ngela, y Santiago pareca sentir ms inters por su lad, que estaba afinando

    en aquellos momentos, que por lo que se deca en el otro extremo de la mesa.

    El rey no los rega; al fin y al cabo, eran jvenes. Pero la reina les dirigi una

    mirada severa que no presagiaba nada bueno. Y aunque el ama Brgida llam la atencin

    a las doncellas, ellas no le hicieron caso.

    Al caer la tarde, el sabio y su aprendiz aparecieron en el camino que llevaba al

    castillo, pero slo la reina, que se haba asomado al balcn y oteaba el horizonte con

    impaciencia, los vio llegar. Los observ con atencin. El chico iba envuelto en una capa y

    ayudaba a caminar a su maestro, que pareca todo lo anciano que debe parecer un sabio

    y, adems, luca una larga barba blanca. La reina suspir, satisfecha. Todo lo que

    Cornelius haba conseguido en sus largos aos de estudio en la torre era una mediocre

    barba gris. Estaba casi segura de que su nuevo erudito podra vencer al de la reina

    Viviana en un concurso de longitud de barbas.

    Corri a avisar a su esposo cuando los recin llegados se detuvieron ante la

    puerta del castillo. Nadie les pregunt su nombre ni su identidad. Los guardias se limitaron

    a bajar el puente levadizo y a abrirles de par en par las puertas de la morada del rey

    Hctor.

    Momentos despus, los dos se hallaban en presencia de los reyes.

    Majestades dijo el sabio, inclinndose ante sus anfitriones, es para m un

    honor encontrarme hoy aqu. Si lo deseis, os har una breve relacin de mis estudios y

    aptitudes para...

    Oh, no es necesario, maese Zacaras interrumpi el rey, sonriendo

    ampliamente. Vuestra fama os precede. Si lo prefers...

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    Zacaras? interrumpi la reina, mirando al sabio como si no hubiese odo

    bien.

    As me llamo, seora dijo el anciano.

    La reina lanz una mirada acusadora a su esposo. ste se encogi ligeramente de

    hombros.

    Ocurre... algo con mi nombre? vacil el sabio.

    No es nombre de sabio declar rotundamente la reina.Todos los sabios

    llevan nombres latinos. De modo que, mientras habitis en este castillo, atenderis al

    nombre de maese Zacarius.

    Za...Zacarius? repiti el erudito, con una cmica expresin de desconcierto.

    Su aprendiz carraspe abruptamente, en un claro intento de reprimir una risa, y la

    reina se fij por primera vez en l. Se haba retirado la capucha de la cabeza, y una larga

    mata de cabello castao rizado caa sobre sus hombros. Fue entonces cuando la reina se

    dio cuenta de que lo que llevaba bajo la capa era un vestido. Porque el aprendiz del sabio

    Zacaras... o Zacarius... era...

    Una doncella! exclam la reina, desconcertada.

    Una muchacha, se corrigi inmediatamente. Estaba claro que no era de noble

    cuna. Tendra trece o catorce aos. Sus ropas eran vulgares, su cabello creca suelto y

    descuidado y su rostro era moreno y con unas saludables mejillas sonrosadas salpicadas

    de pecas. Nada que ver con los finos semblantes de porcelana de las doncellas de su

    corte.

    Oh, s, lo olvidaba! exclam Zacaras; pareca todava algo perplejo por la

    cuestin de su nombre. Mi discpula... Miriam.

    La muchacha se inclin ante los reyes. No fue una reverencia muy correcta ni

    elaborada, pero la ejecut con decisin y energa.

    Una muchacha repiti la reina, como si todava no diera crdito a sus ojos.

    Se trata de mi hija, majestad explic el erudito.

    La reina se levant y camin lentamente en torno a Miriam, observndola con

    atencin. La chica cambi el peso de una pierna a otra, inquieta.

    Por qu no te has peinado hoy? le pregunt la reina.

    Pero si me he peinado... respondi Miriam, sorprendida. Majestad aadi

    rpidamente.

    Dnde est el resto de tu vestuario? No tienes nada mejor que ponerte?

    ste es el mejor vestido que tengo, el de los das de fiesta. El otro me lo pongo

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    durante la semana.

    -Y tus joyas?

    No tengo, seora.

    Sabes taer la vihuela?

    No, seora.

    Sabes bordar?

    No, seora. Pero s zurcir medias y calzas.

    La reina estaba horrorizada. Se volvi hacia Zacaras.

    Pero qu clase de educacin se le ha dado a esta criatura?

    El sabio iba a responder, pero Miriam se le adelant:

    S leer en latn y en griego, y un poco de hebreo. He ledo a Aristteles, Platn,

    Cicern, Sneca, Escoto, Prudencio, Avicena, Horacio, Casiodoro...

    Es suficiente, gracias cort la reina con sequedad, pero Miriam sigui

    hablando:

    ...Boecio, Averroes, Ovidio, Justiniano, Hipcrates, Salustio, Virgilio, Euclides...

    He dicho que es suficiente!

    Aunque Miriam call, segua brillando un destello de rebelda en sus ojos

    castaos.

    Como veis aadi suavemente, he recibido una esmerada educacin.

    Eso parece intervino el rey. Pero, si no me equivoco, casi todos los autores

    que has mencionado son paganos.

    Conozco la Biblia replic ella; aunque pareca un poco ms insegura.Y he

    ledo las obras de algunos Padres de la Iglesia, como San Agustn o Santo Toms...

    sa no es la cuestin interrumpi la reina, intentando volver a tomar las

    riendas de la conversacin. No me parece decoroso que una doncella sea tan...

    Leda? la ayud el rey.

    Exacto. Todo el mundo sabe que la erudicin es una cosa de hombres.

    Pero... empez Miriam; su padre se le adelant:

    Majestad, si me permits... Miriam es mi nica hija. Es mi voluntad que sea la

    heredera de mis conocimientos.

    La reina frunci los labios. Estaba claro que no aprobaba nada de todo aquello.

    Se me concedi permiso para instalarme aqu con mi aprendiz le record el

    sabio.

    No especificasteis que se tratase de una doncella, maese Zacarius.

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    Con todos mis respetos, majestad..., no comprendo cul es el problema.

    Es evidente. Si fuese una muchacha cualquiera (aunque eso es exactamente lo

    que parece), la mandara con las criadas. Pero, al ser vuestra hija, debemos concederle

    un trato especial. Y no es lo bastante refinada como para relacionarse con mi hija y sus

    doncellas!

    El rey intervino oportunamente.

    Sin embargo, maese Zacarius tiene razn. Le conced permiso para traer a su

    aprendiz, y yo soy un hombre de palabra.

    Os lo agradezco, majestad.

    El rey mir a su esposa y vio que estaba a punto de montar. en clera.

    Aunque aadi rpidamente la joven Miriam deber comportarse como una

    doncella de noble cuna. Aprender con la dama Brgida a vestir y actuar de acuerdo con

    su nueva posicin en nuestra corte.

    Y mis estudios? pregunt Miriam, asustada; y aadi enseguida:

    Majestad.

    Rogara a sus majestades que le permitiesen continuar estudiando conmigo la

    apoy Zacaras.

    En tal caso, deber repartir su tiempo entre ambos menesteres dictamin el

    rey; mir de reojo a su esposa y comprob que sta pareca bastante menos

    disgustada. He dicho.

    Y ahora, los criados os acompaarn a la torre, maese Zacarius. Sin duda

    estaris cansado del viaje. Haba hecho preparar un rincn para vuestro aprendiz en la

    misma habitacin, pero, dadas las circunstancias, creo que ser mejor que la joven

    Miriam ocupe un cuarto en el ala oeste, donde se encuentran los aposentos de las

    doncellas y el de la dama Brgida. se es todo el equipaje que trais?

    No, majestad respondi el sabio.Tras nosotros viene un carro cargado con

    todos nuestros libros. Los mozos que lo conducen deben de estar al llegar.

    Me ocupar de que los libros sean trasladados a la torre en cuanto lleguen

    asinti el rey, aunque no los necesitaris: Cornelius dej all toda su biblioteca.

    Zacaras arque una ceja y cruz con su hija una mirada significativa. Ella asinti.

    Bien, maese Zacarius, podis retiraros declar el rey.

    El sabio se inclin de nuevo. Los reyes se quedaron mirndolo expectantes. Hubo

    un incmodo silencio.

    Y bien? pregunt entonces la reina Leonora, frunciendo el ceo.

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    Perdn? vacil el sabio, inseguro.

    Mi esposa est esperando que, como buen erudito, os despidis con alguna cita

    o adagio latino explic el rey.

    Zacaras parpade, perplejo.

    Oh, bien! Yo... medit un momento. Con vuestra licencia, regresar a mis

    estudios, ya que Ars loriga, vita brevs, es decir, la tarea es larga y la vida es breve.

    La reina asinti, satisfecha.

    II

    En la corte del rey Hctor

    Los sirvientes los condujeron fuera de la sala. En el pasillo se cruzaron con tres

    doncellas que los miraron descaradamente, muertas de curiosidad. Al reparar en Miriam,

    una de ellas cuchiche algo a sus compaeras, y las tres se rieron disimuladamente.

    Miriam saba que, como plebeya, deba mostrarse humilde con ellas, puesto que eran

    nobles, pero no pudo evitarlo: les devolvi una mirada resuelta y desafiante. Mientras

    suban las escaleras, Zacaras le susurr a su hija:

    Crees que sers capaz de hacerlo?

    Qu, comportarme como una doncella de noble cuna y fingir que soy tonta,

    presumida y superficial? replic ella en el mismo tono. Me pides demasiado.

    Si disgustas a la reina, te echarn del castillo. Y te necesito para averiguar

    dnde est Cornelius.

    Si ni siquiera es amigo tuyo, padre. Por qu te tomas tantas molestias?

    Zacaras no respondi, porque en aquel momento llegaron a su nueva habitacin

    en la torre. Miriam lleg a vislumbrar las docenas de libros que se acumulaban en las

  • - 19 -

    paredes, pero no tuvo ocasin de echarles un vistazo, porque los criados la condujeron

    inmediatamente al ala oeste del castillo.

    La habitacin que le proporcionaron, inundada por la luz del crepsculo, no era

    muy grande, pero s confortable. Tena una cama con dosel, una cmoda y un tocador, y

    una palangana con agua en un rincn. Miriam haba estado en habitaciones como

    aquella, e incluso ms lujosas, porque, acompaando a su padre, se haba alojado en

    palacios y castillos tanto de Oriente como de Occidente. Pero nunca se haban quedado

    mucho tiempo.

    Aquella vez, segn le haba dicho Zacaras, era diferente, de manera que Miriam

    volvi a contemplar su nueva habitacin y se hizo a la idea de que, definitivamente, era la

    suya.

    Se ech sobre la cama slo para comprobar si era cmoda y se qued

    dormida.

    La dama Brgida era la viuda de un conde que haba muerto cuando un noble rival

    haba invadido sus tierras, apropindose tambin de su castillo. Ella haba logrado

    escapar; el rey Hctor la haba acogido en su corte y, como ya no tena edad para volver

    a casarse, haba aceptado ser el ama de cra de la princesa ngela. Ahora que ella ya era

    mayor, Brgida se encargaba de cuidar de ella y de sus doncellas, y no era una tarea

    sencilla. La dama Brgida era una mujer seria y severa, y aquellas revoltosas chicas la

    agotaban. Pero, como jams se habra atrevido a admitir ante los reyes que no poda con

    ellas, la mayor parte de las veces las doncellas lograban salirse con la suya, y Brgida no

    las delataba.

    Las haba dejado arreglndose para la cena porque la reina le haba

    encomendado una tarea.

    Por lo visto, el nuevo sabio haba trado consigo a su hija, una jovencita malcriada

    y medio salvaje, a la que haba que ensear buenos modales. En otros tiempos, el ama

    habra aceptado la tarea con entusiasmo no poda permitirse que hubiese jovencitas

    malcriadas en ningn castillo decente, pero ahora estaba, sencillamente, harta de las

    jovencitas, y deseando que se casasen todas para poder gozar de un bien merecido

    descanso.

    Cuando entr en la habitacin de Miriam y mir a su alrededor, esperando ver a la

  • - 20 -

    muchacha salvaje de la que le haba hablado la reina, slo vio a una chica profundamente

    dormida sobre la cama. Se le escap una leve exclamacin consternada, y Miriam se

    despert.

    Eh... qu ocurre? pregunt, algo aturdida.

    El ama olvid sus reparos y avanz hacia ella derrochando energa y

    determinacin.

    Que es casi la hora de la cena, perezosa, y todava no te has preparado. Qu

    van a decir los reyes si llegas tarde?

    Oh... murmur Miriam, hacindose cargo de la situacin.Yo... lo siento. Me

    qued dormida. El viaje ha sido largo...

    La dama Brgida la contempl con un nuevo inters. La princesa y sus doncellas

    no solan disculparse por nada, a no ser que se las obligase.

    Espera aqu le dijo finalmente. Buscar un vestido que puedas ponerte.

    Mientras tanto, lvate la cara.

    Y sali de la habitacin.

    Miriam se qued sola. Se senta incmoda. Aunque no era la primera vez que se

    alojaba en un castillo, nunca antes se la haba considerado un miembro de la corte y, por

    tanto, nunca antes haba tenido que actuar como tal. Y no se senta a gusto. Para no

    pensar en ello, fue a la palangana y se lav la cara, el cuello y las manos. Se pregunt

    entonces si habran llegado los libros, y se sinti inquieta. En cualquier parte del mundo,

    los libros eran caros porque el papel escaseaba. Miriam y su padre llevaban una autntica

    fortuna en aquel carro, pero, en realidad, para ambos el valor de los libros no estaba en el

    papel, sino en el contenido, en toda la sabidura y enseanzas que atesoraban en su

    interior. Por este motivo, cada volumen era valiossimo, porque para hacer un duplicado,

    un monje deba copiarlo a mano, al pie de la letra, pgina tras pgina. Era un trabajo lento

    y laborioso. Pero vala la pena.

    Zacaras haba tardado muchos aos en reunir aquella biblioteca rodante, y Miriam

    apreciaba sus libros casi tanto como l.

    Por eso, los dos se haban percatado de algo que los nobles de la corte haban

    pasado por alto: el hecho de que un erudito como Cornelius jams habra dejado atrs

    sus libros voluntariamente.

    Miriam suspir. Tal vez su padre estuviera en lo cierto, y la desaparicin de

    Cornelius no tuviese nada de normal.

    Se dirigi a la puerta, dispuesta a averiguar qu haba sido de sus preciados

  • - 21 -

    libros, pero en ese mismo momento el ama entr en la habitacin. Traa un vestido de

    seda, unos zapatos, un cepillo y una redecilla de hilo plateado para el pelo.

    Ponte esto, deprisa dijo. Se hace tarde.

    Miriam obedeci. Cuando se hubo puesto el vestido, el ama la observ con gesto

    crtico.

    Te est un poco estrecho dijo, pero creo que te valdr para esta noche.

    Despus se lo dar a Mara para que te lo arregle.

    Oh, no es necesario, yo puedo... empez Miriam, pero se call ante la mirada

    severa del ama.

    Y habr que hacer algo con ese pelo prosigui ella. No hay tiempo para

    hacerte unos tirabuzones como Dios manda, as que tendr que recogerlo.

    Mientras hablaba, se coloc detrs de Miriam y le ech el pelo hacia atrs. La

    chica estuvo a punto de decirle que los tirabuzones le parecan un peinado ridculo, pero

    record las instrucciones de su padre y se mordi la lengua. Despus, aguant sin

    quejarse las horquillas que el ama le fue colocando por toda la cabeza, y luego sinti que

    le recoga los cabellos en el interior de la redecilla.

    Tienes demasiado pelo dijo el ama, intentando que no se le escapase ningn

    mechn. Y tan rizado!

    Miriam call, pero en su interior se senta bastante molesta y dolida. Siempre

    haba credo que su pelo era bonito.

    Cuando el ama termin, la chica casi suspir de alivio.

    Mmm... murmur Brgida, estudindola con ojo crtico. Esa cara pecosa...!

    Debera haberte maquillado con polvos de arroz, pero no tenemos tiempo. Ya

    intentaremos arreglarte un poco ms para el baile.

    El... baile?

    El baile que organizan sus majestades la semana que viene con motivo del

    aniversario del prncipe le explic el ama pacientemente.

    Pero yo no tengo que asistir, verdad? pregunt Miriam, horrorizada; los

    bailes, fiestas y dems fastos cortesanos le parecan absurdos y muy aburridos.

    Oh, s, claro que asistirs! replic la dama Brgida en tono severo. Pero

    hablaremos de ello en otro momento. Vamos, sgueme. Llegamos tarde.

    Miriam obedeci. Los zapatos le venan un poco pequeos y le hacan dao al

    andar, pero se esforz por mantener el ritmo del ama.

    Por fortuna, llegaron al comedor antes de que comenzara la cena. Caballeros y

  • - 22 -

    damas estaban de pie todava, hablando entre ellos en pequeos grupos, esperando a

    que llegasen el rey y la reina. Miriam localiz a su padre un poco ms all. Aliviada, se

    dispuso a dirigirse hacia l, pero la dama Brgida la retuvo por el brazo y la oblig a

    seguirla hasta el fondo del saln, donde tres doncellas conversaban animadamente.

    Miriam las reconoci: se haba cruzado con ellas en el pasillo aquella tarde.

    Alteza dijo la dama Brgida dirigindose a la ms alta y rubia de todas, esta

    doncella es Miriam, hija de maese Zacarius, nuestro nuevo erudito. Miriam aadi, te

    hallas ante la princesa ngela, hija del rey de estas tierras, y sus doncellas: Isabela de

    Rosia y Valeria del Lago.

    Es un honor respondi Miriam con voz inexpresiva, inclinndose ante ellas.

    Oy que se rean con disimulo, y les dirigi una mirada molesta.

    A partir de ahora, alteza prosigui el ama, y por orden de vuestro padre, el

    rey, Miriam ser una ms de vuestras doncellas.

    Miriam advirti enseguida que a la princesa y sus compaeras se les helaba la

    sonrisa en los labios. ngela le dirigi una fra mirada despectiva, pero no hizo ningn

    comentario hasta que el ama se alej. Entonces dijo:

    Eso que lleva puesto es mi viejo vestido?

    Miriam la mir, desconcertada, hasta que se dio cuenta de que la princesa no

    estaba hablando con ella, sino de ella.

    Dira que s respondi Isabela. Cunto tiempo hace que no te lo pones?

    Un mes dijo ngela, como si eso fuese mucho tiempo. Cmo se habr

    atrevido el ama a dejarle mi viejo vestido?

    A ti te sentaba mejor coment Valeria.

    Desde luego. Fijaos en esa cintura: le est estrecho.

    Las tres se inclinaron para observarla mejor, y Miriam retrocedi un paso, con el

    rostro encendido de rabia y vergenza.

    No tienes nada que decir, Miriam de...? la princesa se interrumpi y la mir

    con fingido desconcierto. Lo siento, no he odo bien el resto de tu nombre.

    Miriam respondi ella, irritada, pero insegura de pronto. Slo Miriam.

    Miriam de Slo Miriam repiti ngela. Y qu tipo de feudo es Slo Miriam?

    Un reino, un principado, un ducado, un condado, una barona... o nada de nada?

    Valeria e Isabela se echaron a rer, y ngela se uni a ellas.

    Miriam jams se haba sentido tan humillada. Iba a responder cuando, de pronto,

    se hizo el silencio en la sala y entraron los reyes. Mientras todos se acercaban a la mesa

  • - 23 -

    para ocupar sus respectivos asientos, Miriam se aproxim a Zacaras.

    Me siento ridcula, padre protest. Cundo vamos a marcharnos?

    Ya lo sabes: cuando averigemos qu pas con Cornelius. No olvides que esa

    es la razn por la que hemos venido aqu.

    En aquel momento, el rey Hctor se aproxim a ellos.

    Maese Zacarius, os he reservado un asiento a mi lado dijo

    obsequiosamente. ,

    Gracias, majestad, es un honor...

    Me alegro de que hayis decidido uniros a nosotros. Cornelius prcticamente no

    sala de esa torre, y no creo que sea bueno ese exceso de libros y estudio, no creis?

    No, majestad, desde luego. El rey mir fijamente a Zacaras y ste aadi,

    deprisa: Ya lo decan los latinos: primum vivere, deinde philosophare.

    Que significa: primero vivir y despus filosofar, no es cierto? pregunt el

    rey, muy contento. se es bueno! Tengo que apuntarlo...

    Miriam vio entonces que la dama Brgida la llamaba con un gesto y, suspirando

    con resignacin, acudi junto a ella.

    Los reyes se sentaron a la mesa, que tena forma de U, y el resto de comensales

    tom asiento a su vez. Siguiendo las instrucciones del ama, Miriam se sent en un

    extremo, y respir aliviada al ver que la dama se colocaba a su lado, entre ella y las

    doncellas. Y, aunque se encontraba aislada del resto de los asistentes, se senta mejor

    as.

    Mientras servan la comida, Miriam se dedic a estudiar a los comensales. El rey

    haba sentado a su nuevo sabio a su izquierda, y los dos conversaban animadamente. A

    la derecha del rey se hallaba la reina, y junto a ella, la princesa, sus doncellas y algunas

    damas. Al otro lado de la mesa se sentaban varios caballeros y el capelln del castillo.

    Miriam advirti que haba cuatro sillas vacas, y tampoco se le escap que la reina las

    miraba con preocupacin.

    Estaban sirviendo la sopa cuando cuatro jvenes caballeros entraron en el

    comedor, armando un alboroto considerable. Miriam los observ con curiosidad. Deban

    de tener entre catorce y diecisis aos, y eran evidentemente nobles de alta cuna.

    Uno de ellos era fuerte y robusto, aunque su rostro, cuadrado y de ojos pequeos,

    mostraba cierta expresin estpida. Lo acompaaba un chico ms ligero y esbelto, de

    cabello negro que le caa sobre los hombros, facciones delicadas y ojos brillantes,

    indudablemente guapo. Tras ellos esperaba un muchacho algo enclenque, que portaba un

  • - 24 -

    lad a la espalda y miraba a su alrededor con gesto aburrido e indiferente, aunque sus

    ojos parecan observarlo todo con calculada atencin.

    Pero fue el cuarto joven el que despert el inters de Miriam. Era ms apuesto que

    sus compaeros, de pelo claro y rostro atractivo, y sus ojos azules parecan comerse el

    mundo. Cuando su mirada pas por el extremo de la mesa donde Miriam se encontraba

    sentada, la muchacha sinti que el corazn le lata ms deprisa.

    Lo observ saludar a los reyes con respeto, aunque con evidente familiaridad, y

    apreci entonces su parecido con el rey Hctor.

    Es el prncipe Marco le susurr el ama, como si le hubiese ledo el

    pensamiento. No mires con tanto descaro.

    No lo estaba mirando, se dijo Miriam, molesta. Pero baj la vista hacia el plato.

    No obstante, en cuanto el ama se distrajo de nuevo, volvi a mirar a hurtadillas al prncipe

    Marco. El joven se haba sentado a la mesa y bromeaba con sus amigos. No es ms que

    otro noble presuntuoso, se dijo Miriam. Sin embargo, a lo largo de la cena sigui

    echndole miradas furtivas cuando el ama no estaba pendiente de ella. Hasta que, en un

    momento dado, de pronto su mirada tropez con unos ojos oscuros clavados en los

    suyos. Parpade, sorprendida. Se dio cuenta entonces de que era el muchacho del lad

    quien la observaba fijamente, con un destello burln en su mirada. Miriam baj la cabeza,

    molesta. Fingi interesarse en lo que decan las doncellas, pero apenas las escuchaba.

    Entonces, el chico del lad se puso bruscamente de pie.

    Seoras y seores! exclam, plantndose ante los comensales.

    Majestades! aadi, haciendo una exagerada reverencia ante los reyes. Hoy

    recibimos a un nuevo sabio entre nosotros, y deseara darle la bienvenida como se

    merece.

    Los nobles rieron, y Miriam adivin que estaban acostumbrados a aquellas salidas

    de tono. La chica haba visto a muchos bufones, y saba que aqul no lo era. No vesta un

    atuendo de colores chillones ni llevaba cascabeles; y, aunque no presentaba la

    complexin atltica de sus compaeros, y que era propia de los caballeros jvenes,

    resultaba evidente, por sus finas ropas, que se trataba de un noble.

    Adelante, Santiago dijo el rey, sonriendo.

    El llamado Santiago volvi a inclinarse ante el monarca, con otra de sus floridas

    reverencias. Despus se situ ante Zacaras, puls un par de cuerdas de su lad y recit:

    Oh, sabio entre los sabios! Vos, que tantos libros habis ledo, que tantas

    tierras habis visitado, que a tantos eruditos habis dejado en ridculo! Contestadme,

  • - 25 -

    sabio entre los sabios, a una sencilla pregunta!

    La gente ri. Miriam observ que su padre pareca incmodo, y sonri para s

    misma sin poderlo evitar.

    No voy a preguntaros prosigui Santiago cul es el ms poderoso de todos

    los reyes, quin es el ms viejo de todos los hombres o dnde vive la ms hermosa de las

    mujeres, qu animal es el ms rpido, qu estrella la ms brillante ni qu ave vuela ms

    alto. Aunque podra hacerlo! Y no dudo que sabrais contestar aadi, con una sonrisa

    picara.

    La gente ri de nuevo. Zacaras esboz una media sonrisa insegura.

    No! clam Santiago; sus dedos recorrieron las cuerdas del lad, arrancndole

    una meloda que acab en un tono alto. Lo que deseo saber es mucho ms simple.

    Comenz a pasear arriba y abajo. Miriam segua sus movimientos con inters,

    pero se sobresalt al darse cuenta de que aquellos paseos lo acercaban cada vez ms a

    ella.

    Lo que deseo saber concluy Santiago, es cmo un hombre tan viejo y feo

    como vos puede ser el padre... se detuvo ante Miriam y le dirigi una mirada

    penetrante de una criatura tan joven, bella y delicada como sta.

    La corte entera estall en carcajadas. Miriam, enrojeciendo intensamente, alz la

    mirada hacia Santiago y sus ojos se cruzaron. El muchacho, con un gesto teatral, se ech

    hacia atrs, como herido por un rayo.

    Hermosa doncella, no me miris de esa forma, que me destrozis el corazn!

    Miriam se levant de un salto, hirviendo de ira, y le cruz la cara de un bofetn.

    Los comensales rean a mandbula batiente.

    Ya he tenido bastante declar.

    Y sali corriendo hacia a su habitacin, mientras, a sus espaldas, los nobles

    seguan rindose estruendosamente.

  • - 26 -

    III

    La biblioteca secreta de Cornelius

    Aquella noche, Miriam tuvo un sueo muy extrao.

    So con una mujer que la miraba con unos ojos tan profundos como el corazn

    de un bosque. Miriam no la haba visto nunca, pero senta que la conoca desde siempre.

    Mandrgora, dijo la desconocida.

    Quin eres?, pregunt Miriam, pero los labios de la mujer susurraron:

    Mandrgora.. .Vuelve... Recuerda...

    Yla oscuridad se cerr sobre Miriam, como si fuese a devorarla.

  • - 27 -

    Despert en su cama, angustiada. Aunque tard un poco en darse cuenta de que

    todo haba sido un sueo, eso no la hizo sentirse mucho mejor.

    Se arrebuj de nuevo entre las sbanas y trat de dormir; no lo consigui. Dio

    varias vueltas sobre la cama y despus opt por quedarse quieta y en silencio, esperando

    que el sueo la venciese.

    Y entonces lo oy.

    Al principio pens que se haba tratado de su imaginacin, pero aguz el odo y

    escuch el inconfundible sonido de unos pasos deslizndose por el pasillo. Miriam se

    incorpor, intrigada. Quin andara por all a aquellas horas de la noche? Se levant,

    dispuesta a averiguarlo; se estremeci cuando sus pies tocaron el fro suelo de piedra,

    pero no se detuvo, y sali con cuidado de la habitacin.

    Pegada a la pared, se asom al pasillo para poder espiar sin ser vista. Los pasos

    se oan todava en alguna parte. Era tan slo un rumor, pero en el silencio de la noche se

    escuchaban con mucha claridad. Miriam mir a su alrededor. No vio a nadie, y eso la llen

    de inquietud. Se acurruc an ms contra la pared. Saba que haba alguien, lo estaba

    escuchando. Los pasos avanzaban pasillo abajo... pero segua sin ver a nadie!

    Aunque estaba asustada, la curiosidad pudo con ella. Haciendo de tripas corazn,

    sigui el sonido de aquellos pasos corredor abajo, procurando hacer el menor ruido.

    Estuvo a punto de perder la pista en una bifurcacin, pero volvi a escucharlos un poco

    ms arriba, y se dio cuenta de que aquel ser invisible estaba subiendo las escaleras.

    Ella tambin subi. Se senta en una especie de sueo, siguiendo algo que oa

    pero no vea. Tal vez fuera aqulla la razn por la cual tard un poco en darse cuenta de

    que se encontraba en la torre donde habitaba su padre.

    Cuando se percat del detalle, se despej de pronto y decidi correr a avisarlo.

    Empuj la puerta para abrirla, pero sta ya estaba abierta, de modo que entr...

    La habitacin estaba a oscuras, nicamente iluminada por la luz de la luna, que se

    filtraba por la ventana. Miriam distingui una figura junto a las estanteras, rebuscando

    entre los libros.

    Padre? murmur, insegura.

    La figura se qued quieta un momento, y entonces avanz hacia ella. La luz de la

    luna ilumin un rostro plido, demacrado, espectral, parcialmente oculto por una barba

    encrespada.

    Miriam grit y retrocedi hasta la pared. La figura gru algo ininteligible, se retir

    hacia las sombras... y desapareci.

  • - 28 -

    Eh? Qu? Qu pasa? se oy la voz adormilada de Zacaras.

    Muerta de miedo, Miriam corri al catre donde dormitaba su padre y lo sacudi sin

    contemplaciones.

    Despierta! Despierta! lo llam con urgencia. Hay alguien en la habitacin!

    Para cuando lograron encender una vela, el misterioso visitante se haba ido.

    Miriam todava temblaba.

    Qu ha pasado? pregunt Zacaras, mirndola con seriedad. Qu haces

    aqu a estas horas?

    Miriam le cont en pocas palabras lo que haba visto... y lo que no haba visto.

    Zacaras la escuch, pensativo.

    Seguro que no ha sido un sueo?

    No replic Miriam. O los pasos pero no haba nadie. Y ese hombre

    extrao...

    Cmo era?

    No lo vi con claridad. Era alto y delgado, pareca viejo. Llevaba barba, y tena los

    ojos hundidos...

    Podra ser Cornelius dijo Zacaras, al cabo de un momento de silencio.

    Pero... no lo entiendo. He seguido sus pasos por el castillo, y no lo he visto.

    No olvides lo que hemos venido a investigar. Las Guardianas del Bosque dijeron

    que alguien estaba usando magia negra en este castillo, y cuando se trata de magia

    negra, todo es posible. Tal vez Cornelius haya encontrado la manera de hacerse invisible.

    Padre, siempre me hablas de esas Guardianas del Bosque a las que no

    conozco. Cmo puedes estar seguro de que no se equivocan?

    Porque la magia negra es la magia de la muerte, lo contrario a la vida a la que

    ellas rinden culto. Si alguien ha estado utilizando artes prohibidas en este lugar, no les

    debe de haber resultado difcil detectarlo.

    Miriam reflexion sobre aquello, impresionada. Despus, sugiri:

    Y si no fuera invisible? Y si muri y ahora es un fantasma, un alma en pena?

    Tampoco podemos descartar esa posibilidad, por descabellada que parezca.

    Y qu vamos a hacer ahora? Espectro o no, me da muy mala espina. Podra

    volver.

    En eso tienes razn. Si ha venido a esta torre, ser por algn motivo.

    Seguramente volver a intentarlo.

    Y qu supones que anda buscando?

  • - 29 -

    Lo nico de valor que hay aqu: libros.

    Eso tiene sentido asinti ella. Porque lo he visto ah, junto a esas

    estanteras.

    Zacaras se acerc al lugar sealado por Miriam y examin los libros a la luz de la

    vela. La muchacha se sent sobre un taburete y mir a su alrededor, fascinada.

    Este lugar es increble coment. Ese Cornelius debe de estar muerto; nadie

    abandonara todos estos libros por propia voluntad.

    Zacaras no la escuchaba. Sac algunos libros de la estantera y los deposit con

    cuidado sobre la mesa.

    Son volmenes sobre gramtica latina murmur. Por qu querra

    Cornelius recuperar estos libros y no otros?

    Tal vez Satans le haya pedido que d clases de diccin a sus malhablados

    diablillos.... Qu ests haciendo?

    Estaba muy concentrado examinando la estantera, y no contest. Miriam lo

    observ, intrigada. Zacaras haba introducido la mano por el hueco que haba dejado en

    el estante al sacar los libros, y manipulaba algo que, al parecer, estaba detrs, en la

    pared. Dej el volumen sobre la mesa y se acerc para mirar, con curiosidad.

    De pronto, Zacaras retrocedi y la estantera entera comenz a moverse. Miriam

    ahog un grito, convencida de que se les vena encima, y retrocedi a toda prisa.

    Entonces, la joven se dio cuenta de que la estantera no se caa, sino que toda la pared

    se deslizaba hacia un lado, dejando al descubierto...

    Ms libros! exclam, sorprendida.

    Efectivamente: tras aquella falsa pared haba un pequeo cuarto con ms

    estanteras llenas de volmenes y pergaminos. Miriam se adelant un paso, pero su

    padre la retuvo.

    Espera dijo.

    Entr en el cuarto y ech un vistazo a su alrededor. Su rostro se ensombreci a

    medida que fue leyendo ttulos.

    Las Guardianas tenan razn dijo finalmente. Aqu dentro se encuentra la

    coleccin de libros de nigromancia ms completa que he visto en mi vida. Parece que

    nuestro amigo Cornelius haca algo ms que jugar con las artes prohibidas: es un

    autntico experto.

    Entonces, crees que sigue vivo?

    No lo s. Puede que invocase a algo peligroso, algo a lo que no le hizo mucha

  • - 30 -

    gracia que un simple mortal como Cornelius lo invocase... Pero, en el caso de que fuera

    su espectro lo que has visto, qu razones tendra para volver aqu?

    Bueno, ya s que sta no es una torre muy acogedora, pero supongo que un

    viejo grajo como Cornelius podra considerarlo un bonito hogar.

    Sin sarcasmos, Miriam. Esto es serio.

    De acuerdo. Me ests diciendo que Cornelius era un nigromante, pero aqu no

    veo ms que libros. Dnde estn los ingredientes para los hechizos, los amuletos y todo

    eso? Y, por otro lado, ya s que el rey Hctor no es muy listo, pero, si su sabio invocase a

    demonios y cosas por el estilo, no se habra dado cuenta?

    En tierras del rey Hctor, la brujera se castiga con la hoguera. No es de

    extraar que lo mantuviese en secreto, no te parece?

    Es verdad. Pero no entiendo nada! Est o no est vivo? Si lo est, cmo se

    las arregla para ser invisible? Y, en cualquier caso, qu es lo que busca aqu?

    Zacaras movi la cabeza, pensativo.

    Parece que ha venido por estos libros. Voy a examinarlos con calma. Tal vez

    encuentre alguna pista.

    Y yo, qu hago?

    Intenta averiguar algo sobre Cornelius. Haz algunas preguntas..., pero s

    discreta.

    Zacaras volvi la mirada hacia la ventana y vio que el horizonte comenzaba a

    clarear.

    Hablaremos ms tarde concluy.Vuelve a tu habitacin antes de que la

    dama Brgida descubra que no ests.

    Oh, no suspir Miriam, al recordar de pronto sus desastrosos comienzos

    como dama de la corte. Voy a tener que aguantar a ngela y sus doncellas hasta que

    nos vayamos?

    Mmmm... Respecto a eso, la reina me dijo que estaba muy disgustada contigo.

    Ya sabes, por el asunto del joven trovador.

    El se lo busc gru Miriam. Al captar la mirada severa de su padre, aadi

    . Est bien, intentar ser una buena doncella para que la reina no tenga queja de m.

    As me gusta.

    Miriam dio media vuelta para marcharse. Cuando ya estaba en la puerta, vacil un

    momento.

    Padre?

  • - 31 -

    S?

    Qu significa Mandrgora?

    Es una planta que chilla.

    Que chilla?

    Eso dicen. Por qu lo preguntas?

    Miriam dud un momento.

    Por nada.

    Sali de la habitacin, sin percatarse de la extraa mirada que le dirigi Zacaras.

    El da siguiente no fue mejor. La dama Brgida le consigui un vestido ms

    apropiado: era de su talla y un poco ms discreto que cualquiera de los viejos trajes de

    ngela, con lo que se sinti bastante ms cmoda. Sin embargo, despus el ama se

    empe en transformar sus espesos rizos en delicados tirabuzones, y la joven tuvo que

    aguantar los tirones de pelo y las quemaduras de las tenacillas calientes en la nuca y las

    orejas durante toda la maana. Aun as, el resultado no fue exactamente lo que el ama

    haba pensado. La mitad de la abundante cabellera de Miriam segua siendo rizada,

    mientras que la otra mitad tena una conformacin imprecisa y slo algunos tirabuzones

    aparecan claramente definidos.

    No puedo con este pelo capitul finalmente el ama, secndose el sudor de la

    frente. Deberas haber domado estos rizos desde pequea, en lugar de dejar que

    creciesen as, sin ms. No pens tu madre en eso?

    No llegu a conocer a mi madre, seora respondi Miriam.

    No pretenda inspirar compasin. Lo haba superado haca mucho tiempo, a pesar

    de que su padre nunca hablaba del tema. Pero la dama Brgida debi de sentirse

    conmovida, puesto que no insisti ms con las tenacillas y se limit a trenzarle el cabello

    con hilo dorado. No quedaba mal del todo.

    Despus, trat de disimular el tono moreno de su piel maquillndola con polvos de

    arroz. Pero, cuando aquel fino polvillo se le meti por la nariz, a Miriam le dio un ataque

    de estornudos, y el ama tuvo que renunciar a seguir acicalndola.

    Dej el resto en manos de Mara, una joven criada que, segn le dijo a Miriam,

    sera su camarera personal. Miriam estuvo a punto de responder que ella no necesitaba

    que nadie la ayudase a vestirse y a peinarse todas las maanas, puesto que saba

  • - 32 -

    hacerlo sola, pero se lo pens mejor y no hizo ningn comentario.

    El ama las dej solas. Mara estaba terminando de adornarle el pelo, y ella esper

    unos minutos antes de preguntar:

    Hace mucho que sirves en el castillo, Mara?

    Desde nia, mi seora.

    Por favor, no me llames as. Llmame Miriam.

    Oh, no, mi seora, no podra. La dama Brgida no lo consentira.

    Pero si yo no soy noble.

    Sin embargo, pertenecis al squito de su alteza la princesa ngela, y se os

    debe guardar el respeto que corresponde replic Mara, como quien recita una leccin

    aprendida de memoria.

    Pero yo no soy como ellas insisti Miriam. Soy la hija del sabio, lo sabas?

    S, mi seora, me lo haban dicho.

    La mir de forma extraa, con cierto temor, y Miriam se sinti inquieta.

    Cmo era el otro sabio?

    Mara vacil.

    Maese Cornelius era un hombre muy... solitario. No sola participar en las

    actividades de la corte.

    Y nunca hablaste con l?

    No, seora. Slo soy una criada.

    Nadie me ha contado por qu se fue. Sabes algo?

    La criada guard silencio. Miriam decidi tirar ms de la cuerda.

    Si ofendi a los reyes de alguna manera, me gustara saberlo aadi. No

    querra que mi padre cometiese el mismo error.

    Oh, no, mi seora, no es por eso dijo rpidamente Mara, bajando la voz

    .Vuestro padre debe de saberlo. Al fin y al cabo, vive en la torre, no es cierto?

    No lo entiendo... qu tiene eso que ver?

    Mara ech un vistazo alrededor, para asegurarse de que nadie la escuchaba, y

    aadi en un susurro:

    Los seores actan como si nada sucediera, pero los criados sabemos la

    verdad: maese Cornelius fue asesinado y su espectro vaga por los pasillos en las noches

    sin luna. Muchas veces se le oye caminar, pero casi nunca podemos verlo.

    El corazn de Miriam empez a latir ms deprisa.

    T lo has visto alguna vez? pregunt, bajando la voz.

  • - 33 -

    Mara volvi a mirar a su alrededor antes de decir:

    S, una vez lo vi. Veris, mi seora, una noche me despert de madrugada y o

    ruidos en el pasillo. Me asom y vi a maese Cornelius vagando por el castillo en direccin

    a la torre. Le vi la cara cuando pas junto a la ventana. Pareca un loco. Y de pronto entr

    en una habitacin... y desapareci!

    Mara call de golpe, porque el ama entr en la estancia y se qued all hasta que

    la criada se retir. Miriam suspir para sus adentros. Tendra que continuar con sus

    pesquisas en otro momento.

    La dama Brgida la condujo a un saln donde, sentadas en un estrado, la princesa

    ngela y sus doncellas charlaban animadamente mientras bordaban.

    Miriam se qued en la puerta, indecisa, pero el ama le puso un bastidor entre las

    manos.

    Vamos, adelante. Debes aprender a bordar como una doncella bien criada.

    La muchacha se sent un poco ms all y fingi elegir los colores que iba a

    emplear en su bordado. Cuando el ama sali de la habitacin, Miriam suspir aliviada y

    apart los hilos.

    Qu ests bordando, Miriam? pregunt entonces ngela.

    Ella se volvi y se dio cuenta de que las tres doncellas la miraban fijamente.

    Todava no he empezado repuso.

    Bueno, entonces, qu vas a bordar? Yo estoy acabando un pao con la

    imagen de la dama y el unicornio.

    Le mostr su bordado, y Miriam tuvo que reconocer que era muy bonito;

    representaba a un unicornio apoyando la cabeza sobre el regazo de una doncella sentada

    en un prado.

    Isabela le ense su pauelo con primorosos diseos de lilas y azucenas, y

    Valeria exhibi orgullosa una mantelera cuya figura central mostraba a una dama

    caminando sobre las aguas para entregar una espada a un caballero.

    Son el caballero Lancelot du Lac y su hada protectora, la Dama del Lago le

    explic. Mi linaje se remonta nada menos que a la Tabla Redonda.

    Bien, yo... todava no s lo que voy a bordar.

    Lo que pasa es que no sabes bordar replic ngela, burlona.

    Claro que s! minti Miriam.Y voy a bordar un pauelo con un... un...

    mir a su alrededor en busca de inspiracin y la encontr en uno de los tapices. ...Un

    dragn! dijo por fin.

  • - 34 -

    Vas a bordar la batalla de San Jorge contra el dragn? pregunt Valeria.

    No... slo pensaba bordar un dragn.

    Para qu quieres bordar un monstruo si no hay un caballero matndolo? No lo

    entiendo.

    Empezar con el dragn cort Miriam, molesta. Y luego ya veremos.

    Se puso manos a la obra. Mientras intentaba plasmar en su lienzo la figura de un

    dragn, escuchaba lo que decan las doncellas.

    Estaban hablando del prncipe Marco y sus amigos. A Santiago ya lo conoca, pero

    aquella tarde se enter de que el joven grande y fuerte era Daro, y el otro, el de pelo

    negro que era tan guapo, se llamaba Rodrigo de Rosia, y era hermano de Isabela. Por lo

    visto, la mitad de las doncellas del reino suspiraban por l y, aunque se deca que al joven

    no le disgustaba ser tan admirado, llevaba meses detrs de la nica doncella que no

    estaba interesado en l: la princesa ngela.

    Si te casases con mi hermano, seramos casi hermanas le deca Isabela.

    Isabela era prima de ngela, y la doncella de ms alto rango en la corte despus

    de la princesa. Su padre era el conde de Rosia, hermano del rey Hctor y gobernante de

    una floreciente ciudad que privilegiaba las artes y el conocimiento. Pese a ello, nadie

    habra dicho de Isabela que fuese culta, aunque saba leer algo mejor que sus amigas.

    Ya te lo he dicho muchas veces, yo me tengo que casar con un prncipe, y no

    con el hijo de un conde. Pero sabes que seremos hermanas de todas formas.

    Y las tres rieron como tontas. Miriam chasque la lengua, con disgusto. Toda

    aquella charla le pareca estpida y sin sentido. Se oblig a s misma a calmarse y ser

    paciente. Por la tarde estara de nuevo con su padre en aquella maravillosa torre llena de

    libros.

    Y t aadi ngela, dirigindose a Valeria, deberas dejar de pensar en

    Daro, sabes que no tiene muchas luces. Le interesan ms los caballos que las doncellas.

    Pero yo le har cambiar de opinin dijo Valeria con tozudez.

    ngela tiene razn intervino Isabela.Vendrn muchos caballeros al

    cumpleaos de Marco. Conocers a ms gente.

    Miriam aguz el odo al escuchar el nombre del prncipe. Pero enseguida sacudi

    la cabeza y sigui con lo suyo. Por qu habra de preocuparse por un prncipe que,

    seguramente, sera tan necio y engredo como su hermana? Por no mencionar el hecho

    de que l jams se fijara en ella.

    Apret los dientes, frunci el ceo y sigui con su bordado, pero no era tan sencillo

  • - 35 -

    como pareca en un principio. Una hora despus de haber empezado, haba roto varios

    hilos, y su dragn era algo alargado con muchas patas y ojos saltones.

    Mirad lo que ha bordado Miriam! grit entonces Valeria, espiando por encima

    de su hombro. La muchacha intent esconder el lienzo, pero era demasiado tarde: ngela

    le quit el bastidor de las manos para estudiarlo a la luz.

    Qu es esto? Parece una enredadera de color rojo.

    Es un dragn dijo Miriam de mala gana, y las tres se echaron a rer

    nuevamente. Qu pasa? Es que no conocis el estilo de Bizancio?

    Las doncellas dejaron de rer y la miraron, perplejas.

    El estilo de Bizancio? Qu es eso?

    El tipo de bordado que est de moda en las ms refinadas cortes orientales

    minti Miriam, recuperando su bastidor. Consiste en hacer un bordado algo ms

    abstracto, de manera que haya que adivinar las figuras que representa. Pero claro

    aadi, con tono inocente, olvidaba que no habis viajado mucho y, por supuesto,

    jams habis estado en Constantinopla...

    Las tres doncellas cruzaron una mirada y estudiaron el bordado con nuevos ojos.

    Me dejas copiarlo? pregunt ngela con voz melosa.

    Os lo regalo, alteza respondi Miriam con voz solemne, tratando de que no se

    le notase que estaba aguantando la risa. No me cuesta nada hacer otro.

    Dej a las doncellas examinando su lienzo y sali de la sala apresuradamente,

    riendo entre dientes. Iba con tantas prisas que no se dio cuenta de que alguien caminaba

    en direccin contraria, y estuvo a punto de chocar contra l. Cuando alz la mirada con

    una disculpa en los labios, descubri que ante ella estaba el prncipe Marco en persona,

    observndola con curiosidad. Enrojeci intensamente y no fue capaz de decir nada.

    Te encuentras bien? pregunt el prncipe con amabilidad.

    Miriam asinti, sin poder hablar todava, y sintindose torpe y ridcula.

    Ten cuidado, Marco dijo una voz burlona, que Miriam conoca bien. No seas

    demasiado gentil con ella, que te pegar.

    Miriam descubri entonces que Daro, Rodrigo y Santiago estaban tambin en el

    pasillo, tras el prncipe. Y la voz era de Santiago.

    Marco ri alegremente.

    Te lo tenas bien merecido, Santiago, por tratar de seducir a una doncella

    decente como ella delante de todo el mundo. Si yo hubiese estado en su lugar, tambin te

    habra pegado.

  • - 36 -

    Miriam sonri y se qued mirando a Marco, embelesada.

    Nos dejas pasar? dijo el prncipe.

    Miriam reaccion.

    Oh! Por supuesto, yo... qu tonta soy! Disculpad, alteza.

    Se apart de su camino, con las mejillas ardiendo. Los jvenes caballeros pasaron

    junto a ella. Santiago la mir, rindose entre dientes. Estpido bufn, pens Miriam,

    resentida.

    Sinti de pronto unas ganas terribles de llorar, y corri a refugiarse en la torre.

    IV

    Cul es mi lugar en el

    mundo?

  • - 37 -

    Miriam entr en el saln y todos dejaron de bailar y se volvieron para mirarla. Hubo

    murmullos de admiracin. La muchacha llevaba un precioso vestido de terciopelo rojo

    bordado con oro y diamantes, y una diadema cuajada de joyas deslumbrantes. Sus

    cabellos castaos estaban primorosamente peinados en perfectos tirabuzones, y todas

    las pecas haban desaparecido de su rostro, que ahora era suave y marfileo.

    El prncipe Marco estaba bailando con una bella princesa extranjera, pero la dej

    para acercarse a Miriam y pedirle un baile. Ella sonri gentilmente y acept con un gesto.

    La pareja comenz a bailar en el centro del saln, mientras Santiago trataba de cantar,

    pero no poda porque se haba quedado afnico, y la princesa ngela y sus compaeras,

    olvidadas en un rincn, bordaban compulsivamente al estilo de Bizancio.

    Todo era perfecto, hasta que el prncipe dijo que Miriam estaba muy hermosa

    aquella noche. Ella sonri y respondi citando versos de Ovidio... en latn. El prncipe

    cambi de conversacin y le habl de la luna y de las estrellas, y a Miriam slo se le

    ocurri recitar un pasaje de Hesodo... en griego. Los intentos posteriores fueron de mal

    en peor. Marco trataba de hablar con ella de cualquier cosa, pero Miriam no poda

    responderle nada que no hubiese ledo en los libros, hasta que todos dejaron lo que

    estaban haciendo para mirarla como si fuese una atraccin de feria, murmurando entre

    ellos y sealndola con el dedo. Marco se apart de ella, horrorizado, y Miriam trat de

    pedirle que no se marchase, pero slo consigui pronunciar parte de uno de los discursos

    de Cicern. Los nobles de la corte rean abiertamente, y fue entonces cuando Miriam se

    dio cuenta de que ya no llevaba puesto aquel precioso vestido, sino sus ropas ms

    viejas... Grit una cita del Venerable Beda, y slo obtuvo por respuesta las crueles

    carcajadas de la gente que la rodeaba...

    Mandrgora..., susurr la voz de la mujer desconocida, mientras los nobles

    seguan rindose.

    Miriam despert sbitamente, con el corazn latindole con fuerza. La luz de la

    tarde le haca dao en los ojos, y parpade sorprendida. Las risas todava se oan en

    alguna parte. Fue consciente entonces de que estaba sentada ante un escritorio, junto a

    la ventana de la habitacin de su padre en la torre. No haba ningn baile. Todo haba

    sido un sueo. Haba estado estudiando y se haba quedado dormida sobre el libro de

    botnica. Las risotadas de los caballeros jvenes, que se ejercitaban en el patio armando

    un alboroto considerable, la haban despertado.

    Has dormido bien? se.oy la voz de Zacaras.Te he visto tan cmoda que

  • - 38 -

    no he querido despertarte.

    Miriam se volvi hacia l y lo descubri ocupado examinando los tratados de

    nigromancia de Cornelius.

    Cunto hace que me he dormido? pregunt, sintindose culpable.

    No lo s, no me he fijado. Es muy aburrido ese libro?

    No, no es eso. Es que no duermo bien por las noches.

    Zacaras no hizo ningn comentario, y Miriam volvi a centrarse en el libro, con un

    suspiro resignado.

    Las cosas no marchaban bien, por varios motivos. En primer lugar, en los ltimos

    das haba seguido preguntando sutilmente a los criados por el desaparecido Cornelius,

    pero no haba llegado a ninguna conclusin. La mayora juraba que haban odo al

    fantasma de Cornelius recorrer el castillo por la noche, pero slo dos personas ms,

    aparte de Mara, lo haban visto. De todas formas, los relatos eran vagos e imprecisos y

    no le haban aportado nada.

    En segundo lugar, la princesa ngela haba descubierto que le haba mentido con

    respecto al estilo de Bizancio. Se le haba ocurrido ensear al ama el desastroso

    dragn de Miriam, diciendo que lo haba bordado ella misma. La dama Brgida haba

    reprendido a la princesa por haber confeccionado un bordado tan tosco y mal hecho, y le

    haba asegurado que no exista ningn estilo de Bizancio y que, en el caso de que

    existiese, haba sido inventado por alguien que no saba bordar. Por supuesto, ahora

    ngela y sus amigas la aborrecan abiertamente, y hacan todo lo posible por mortificarla.

    Adems, Mara le haba contado lo de Marco e Isabela.

    Bueno, en realidad no haba nada entre ellos dos, le haba asegurado.

    Pero, desde nias, ngela ha estado diciendo a todo el mundo que su prima

    Isabela se casara con su hermano le explic.Y, aunque no es oficial, todos en la

    corte lo dan por hecho. Yo no entiendo mucho de estas cosas, pero he odo decir que el

    rey no lo vera con malos ojos. La condesa de Rosia, madre de Isabela, estaba

    emparentada con la realeza inglesa.

    Y por qu no se casa ngela con Rodrigo de Rosia?

    No es sencillo, sabis? La princesa tiene las cosas muy claras. Dice que se

    casar con un prncipe. Y, en cuanto a lo de su hermano... baj la voz, ella e Isabela

    se las han arreglado para espantar a todas las pretendientas del prncipe Marco.

    En serio? se asombr Miriam; luego pens que de aquellas arpas poda

    esperarse cualquier cosa. Sin embargo, sin duda los reyes tendrn sus propios planes

  • - 39 -

    para sus hijos...

    Oh, pero la princesa es la nia de sus ojos, mi seora! Una vez, el rey sugiri

    casarla con el hijo del duque de Alta Roca. Ella llor y patale, y se encerr en sus

    habitaciones y no quiso comer ni hablar con nadie hasta que el rey le prometi que no la

    casara con aquel joven. Y no era mal partido, seora, no lo era. Pero ya veis...

    Lo peor era que, a pesar de que Miriam se repeta que en absoluto le importaba lo

    que hiciera Marco, no le haba gustado nada enterarse de que el prncipe formara pareja

    con Isabela en el baile que se celebrara al da siguiente en el castillo.

    Miriam se haba cruzado con Marco en varias ocasiones. Aunque nunca haban

    hablado ms de cuatro palabras, no poda dejar de pensar en l.

    Pero qu me pasa? se dijo, furiosa, intentando concentrarse de nuevo en el

    tratado de plantas medicinales que tena ante s.

    La botnica era su especialidad. Desde nia, su padre haba puesto un especial

    inters en que aprendiese todo lo que haba que saber acerca de las plantas, y ahora

    haba descubierto en la biblioteca de la torre un volumen sobre el tema escrito por un

    desconocido sabio rabe que, no obstante, pareca toda una eminencia. El libro era difcil

    y oscuro, y Miriam llevaba toda la tarde intentando estudiar. Sin embargo, el tratado no

    tena la culpa de que se hubiera dormido. Eran aquellos extraos sueos. Le impedan

    descansar por las noches. Intua que significaban algo, aunque no saba qu. Habra

    querido decrselo a su padre; pero Zacaras estaba tan preocupado por el asunto de

    Cornelius que Miriam tena la sensacin de que cualquier otro problema era una tontera

    comparado con aqul.

    Intent volver a concentrarse, pero no lo consigui. Los jvenes caballeros hacan

    demasiado ruido.

    Molesta, ech un vistazo por la ventana. Aquella maana haba llegado al castillo

    el nuevo caballo del prncipe Marco, y l y sus amigos estaban en el patio, admirando su

    planta y montndolo por turnos, bajo la supervisin de Len, el capitn de la guardia. Los

    cascos del caballo sonaban como truenos en el silencio de la tarde. Adems, los chicos

    hablaban a gritos, y estallaban en escandalosas risotadas con cada gracia de Santiago.

    Miriam volvi a centrarse en el libro. Al pasar la pgina hall un dibujo de una

    planta baja con flores acampanadas de color purpreo.

    La mandrgora murmur.

    Ley con atencin lo que se deca de ella. La raz tena forma de homnculo, y el

    autor del libro aseguraba que la planta chillaba cuando se la arrancaba de la tierra.

  • - 40 -

    Tambin aada que con la raz de la mandrgora podan elaborarse venenos, narcticos

    y filtros amorosos.

    Filtros de amor susurr.

    El corazn empez a latirle un poco ms deprisa. Sera aqul el motivo por el

    cual la mujer de su sueo haba pronunciado la palabra Mandrgora?

    Sigui leyendo con renovado inters las propiedades de la raz de Mandrgora. De

    pronto, los jvenes del patio se echaron a rer de nuevo, rompiendo su concentracin.

    Furiosa, cerr el libro de golpe.

    Se acab! exclam. As no se puede estudiar.

    Oculta tras el muro para no ser vista, se asom un poco a la ventana y mir lo que

    suceda abajo. Los chicos haban sacado del establo sus respectivos caballos y

    cabalgaban juntos por el patio. Miriam descubri en un balcn a la princesa ngela y sus

    doncellas, quienes contemplaban a los muchachos soltando aquellas risitas que tan

    tontas le resultaban.

    Son unos estpidos, pens. Todos ellos.

    Sin embargo, no poda dejar de mirar al grupo, caballeros y doncellas, y se sinti

    de pronto muy sola. No le caan bien, era cierto, pero en el fondo los envidiaba, y no slo

    porque fueran ricos, atractivos y admirados, sino, sobre todo, porque formaban parte de

    algo.

    Miriam saba que era diez veces ms inteligente y culta que todos ellos juntos.

    Aunque... de qu me sirve si estoy sola y no tengo amigos?, se pregunt con

    amargura. Ni siquiera encajaba con los plebeyos, porque todos ellos eran, en general,

    incluso ms ignorantes que los seores. Cul es mi lugar en el mundo? Dnde encajo

    yo? Poda seguir desdeando a ngela y sus amigas pero, por mucho que se burlara, en

    el fondo deseaba ser como ellas. Tal vez porque cualquiera de ellas tena la posibilidad de

    atraer la atencin de un chico como Marco.

    Despierta!, se dijo a s misma. l es un prncipe y jams se fijar en ti.

    Adems, por muy guapo que sea, seguro que es tan tonto como su hermana.

    Sin embargo, se le encogi el corazn cuando vio que Marco se plantaba con su

    nuevo caballo bajo el balcn de las doncellas y lo haca realizar unas cuantas cabriolas en

    su honor. Isabela dej caer su precioso pauelo de seda, y Marco lo recogi y se lo anud

    a la mueca con una corts reverencia.

    Es propio de caballeros servir a las doncellas dijo la voz de su padre a sus

    espaldas. No se lo tengas en cuenta.

  • - 41 -

    Y a quin le importa? replic Miriam bruscamente, separndose de la

    ventana.

    Volvi a sentarse, abatida, frente a su libro de botnica.

    No me has dicho cmo te han ido las pesquisas entre los criados le record

    Zacaras.

    Todos creen que Cornelius es un fantasma respondi Miriam sin mucho

    inters. He hablado con Tobas, el chico que le suba la comida, y me ha contado que

    en los meses anteriores a su desaparicin, el sabio se fue volviendo cada vez ms raro,

    arisco e intratable. Adems se haba descuidado bastante; a veces se olvidaba de comer,

    no se peinaba y se lavaba ms bien poco.

    Hum! Eso nos lleva a una interesante conclusin.

    Que Cornelius era un guarro?

    No, Miriam! Que estaba trabajando en algo muy importante, algo que lo

    absorba hasta el punto de olvidarse de s mismo. Y haz el favor de centrarte, esto es

    serio le rega.

    Cmo? Miriam apart la mirada de la ventana. Oh, lo siento! Cmo te va

    a ti con esos libros de magia negra?

    Todava me faltan muchos por revisar.

    Por qu no dejas que te ayude?

    Ni hablar repuso Zacaras, muy serio. Algunos de estos libros son

    realmente espeluznantes y no quiero que los leas. No s qu se propona Cornelius, pero

    no era nada bueno, te lo aseguro. Sin embargo, echo en falta algunos tratados bsicos

    que deberan hallarse en la biblioteca de cualquier nigromante que se precie. Y no estn.

    Miriam no respondi. Haba vuelto a centrar su atencin en la ventana. Zacaras la

    mir con gravedad.

    Ests bien?

    Ella no contest enseguida.

    Nunca me has regalado un vestido bonito dijo con voz suave. Nunca he

    tenido ninguna joya. Todo el dinero que conseguamos lo invertamos en nuestros viajes,

    o en libros. En mi ltimo cumpleaos me regalaste una copia del De consolatione

    philosophae de Boecio. Pens que te hara ilusin dijo su padre, consternado.

    Y me gust, y s que te cost una fortuna. Pero... oh, pap, ojal fuera una

    chica normal.

  • - 42 -

    No lo eres? A m me parece que s. Tienes dos ojos, dos orejas, una nariz...

    Vale ya, padre. Esa broma no tiene gracia.

    No es una broma. Vamos a ver dijo, cogindola por los hombros. Qu

    tienen esas doncellas que no tengas t?

    Todo, pens Miriam, aunque no lo dijo.

    Vaya coment entonces Zacaras, creo que ya empiezan a llegar los

    invitados a la fiesta del prncipe Marco.

    Miriam volvi la mirada hacia la ventana. Un grupo de caballeros acababa de

    entrar en el patio del castillo.

    Llevan las divisas del conde de Castel Forte murmur Zacaras. Es raro que

    no los acompae ninguna dama, no crees? Al fin y al cabo, vienen a un baile.

    Oh, no! exclam de pronto Miriam, recordando algo. El baile! Le dije al

    ama que la ayudara a bordar los blasones que adornarn el saln.

    Pero si t no sabes bordar, Miriam.

    Dmelo a m suspir ella, antes de salir por la puerta.

    La maana siguiente pas muy lentamente. El ama fue a hablar con Miriam acerca

    del baile, y no le gust nada enterarse de que no saba bailar.

    La fiesta es esta noche, y no podr ensearte gran cosa en un solo da le dijo,

    preocupada.Aunque creo que al menos podrs aprender algunos pasos. Qu opinas?

    Miriam dijo que s, sin prestar demasiada atencin. Enseguida descubri que la

    danza no era lo suyo. A lo largo de la maana se equivoc tantas veces con los pasos

    que la dama Brgida perdi la paciencia y la dej por imposible.

    Vuelve a tu habitacin y dile a Mara que te arregle ese pelo despus de comer.

    Quiero que ests presentable para el baile.

    Miriam obedeci. Durante toda la tarde, mientras el castillo bulla de excitacin

    ante la llegada de los invitados ms nobles, ella permaneci sentada ante el tocador,

    apretando los dientes y aguantando estoicamente el proceso de acicalamiento al que la

    criada la someti sin piedad. Y cuando, al ponerse el sol, Mara termin su trabajo y la

    joven se mir al espejo, no se reconoci.

    El vestido de raso que el ama haba elegido para ella era de un color verde

    brillante que combinaba perfectamente con su cabello castao, recogido en un elegante

    peinado y salpicado de adornos dorados como estrellas. Perfectos tirabuzones caan

    sobre sus hombros descubiertos. Por otro lado, Miriam pens que jams haba tenido las

    pestaas tan espesas, los labios tan rojos y la piel tan fina.

  • - 43 -

    Qu me has hecho? pregunt, sin aliento.

    No os gusta, mi seora?

    Miriam no contest enseguida. Soy como una de ellas, pens. Como Valeria, o

    Isabela, o tal vez incluso como ngela. Apenas unos das antes, aquel pensamiento la

    habra horrorizado. Ahora, no habra sabido decir si se vea muy guapa o muy ridcula.

    S, est... bien respondi, algo confusa.

    Sali de la habitacin, sintindose extraa, y se dirigi al saln donde tendra lugar

    el baile.

    Caminaba pasillo abajo cuando una voz la detuvo:

    Majestad, os lo ruego, si tan slo me escuchaseis un momento...

    La voz del rey Hctor le contest:

    Conde Gregor, os he dado audiencia para maana por la tarde. Por qu esta

    insistencia?

    Miriam se detuvo. Las voces venan del interior de una de las salas. La chica se

    peg ms a la pared y aguz el odo.

    No puedo esperar a maana por la tarde, majestad. Puede que ya sea

    demasiado tarde.

    Intrigada, Miriam se asom un poco para mirar. Vio al rey junto a un individuo

    plido y vestido con ropas oscuras, de aspecto algo siniestro.

    Hoy es el aniversario de mi primognito, conde Gregor. Despus de la cena

    disfrutaremos de un baile...

    No he venido para eso! estall el conde Gregor, perdiendo la paciencia.

    Castel Forte est muriendo, mi seor. No nos recuperamos de las ltimas inundaciones,

    la tierra se ha convertido en un cenagal y el hambre y las epidemias acaban con mi

    gente...

    Conde Gregor interrumpi el rey, yo no puedo hacer nada al respecto.

    Mi rey, slo os pido ayuda para...

    Ayuda? Estis siendo atacado, acaso? Porque, si es as, no dudis que mis

    caballeros y yo acudiremos a apoyaros, como debe hacer todo buen rey cuando los

    territorios de sus vasallos se ven amenazados por sus enemigos. Sin embargo, el hambre

    y las epidemias no se pueden combatir con la espada y, por tanto, no son asunto mo.

    El rey le dio la espalda al conde Gregor, pero ste corri tras l y lo agarr del

    brazo con urgencia.

    Si sois mi seor, mis gentes son asunto vuestro! susurr, irritado.

  • - 44 -

    El rey se lo sacudi de encima, molesto.

    Guardad la compostura, conde! Y no me amarguis este gran da con cosas

    desagradables. Si no sabis cuidar de mis tierras, encomendar a otro el condado de

    Castel Forte.

    El conde no insisti, pero Miriam apreci que temblaba de rabia. El rey se dirigi a

    la puerta de la sala, y Miriam se ocult tras unas gruesas cortinas. Cuando el rey se hubo

    alejado, oy que el conde Gregor murmuraba, con una voz repleta de odio:

    Necio! Te lo har pagar!

    Con el corazn latindole con fuerza, Miriam aguard a que el pasillo quedase

    despejado. Entonces se encamin a toda prisa al saln.

    V

    El baile

  • - 45 -

    Lleg sin aliento, pero se detuvo en la puerta, insegura.

    Caballeros y damas ya estaban all, esperando la llegada de la familia real para

    sentarse a la mesa. Haba mucha ms gente que de costumbre. Todos los nobles al

    servicio del rey Hctor haban acudido con sus familias; adems, tambin se hallaba

    presente parte de la corte del rey Simn invitado de honor aquella noche y diversos

    caballeros de otros reinos.

    Cmo es posible que una doncella tan gentil como vos no est acompaada?

    dijo de pronto una voz suave y bien modulada a su espalda.

    Miriam se volvi rpidamente. Descubri tras ella a un hombre que vesta con

    exquisita elegancia; en su rostro destacaban un bigote y una perilla perfectamente

    recortados.

    A-acabo de llegar, mi seor.

    Aun as, no puedo permitir que entris sola en el comedor declar el

    caballero, y le ofreci el brazo.

    Miriam lo acept con un titubeo. Ambos entraron en el saln.

    Nunca os haba visto por aqu. Decidme, pertenecis a la corte del rey?

    Soy doncella de la princesa ngela, mi seor.

    Ah! Entonces, sin duda conocis a mis hijos, la doncella Isabela y el joven

    Rodrigo.

    Vos sois... el conde de Rosia?

    En cuerpo y alma, mi seora respondi l, con una corts inclinacin de

    cabeza. Para serviros a vos y a todas las damas.

    Es cierto lo que se cuenta de la biblioteca de vuestro castillo? pregunt

    Miriam, sin poderse contener. Poseis la coleccin completa de las obras de

    Aristteles?

    El conde le dirigi una mirada divertida. Miriam enrojeci.

    Siento... cierta inclinacin hacia el estudio, mi seor se justific.

    Muy loable en una doncella. Ojal mis hijos mostrasen un poco ms de inters

    por el conocimiento. Por supuesto, estar encantado de recibiros en mi castillo cuando lo

    deseis, y mi biblioteca estar siempre abierta para vos.

    Miriam le dio las gracias efusivamente. En ese momento, dos damas se acercaron

    para hablar con el conde de Rosia, y Miriam se apart un poco para que l pudiese

    atenderlas. Mir a su alrededor y distingui a lo lejos al prncipe Marco, que acababa de

    entrar con Isabela de Rosia. Apart la mirada para no verlos juntos.

  • - 46 -

    Zacaras se reuni con ella.

    Ah, ests aqu. Te he estado buscando y... qu te has hecho en el pelo?

    No te gusta?

    Ests preciosa, hija. Slo que... se te ve tan distinta... No pareces t.

    Miriam tuvo la impresin de que a su padre no le convenca del todo su nuevo

    aspecto, y cambi de tema rpidamente.

    He conocido al conde de Rosia, padre. Es encantador. No le parece extrao que

    las doncellas estudien, y me ha dicho que puedo visitar su biblioteca cuando quiera.

    Iba a hablarle de la tensa conversacin que haban mantenido el rey Hctor y el

    conde Gregor de Castel Forte, cuando se les acerc un anciano que luca una larga barba

    blanca.

    Sois vos maese Zacarius? pregunt.

    As me llaman respondi Zacaras. Y vos sois...?

    Nemesius, el erudito al servicio del rey Simn y la reina Viviana se present el

    recin llegado. Me han hablado de vos, y he venido a comprobar si es cierto lo que se

    dice acerca de vuestra sapiencia. Al fin y al cabo, stultomm infinitus numerus, es decir, el

    nmero de tontos es infinito, y la mitad de los que se autoproclaman sabios en realidad

    no lo son tanto, no creis?

    Eh... fue todo lo que pudo responder Zacaras.

    Oportunamente, la familia real hizo su aparicin en el saln. Tras ellos venan el

    rey Simn, su esposa y una doncella de profundos ojos verdes y serena belleza, que iba

    cuajada de valiosas joyas y vesta un traje an ms esplndido que el de ngela.

    Es la princesa Rosala, la hija del rey Simn! oy murmurar Miriam alrededor

    suyo.

    Hermosa doncella, si me permits decirlo coment Nemesius. Su

    matrimonio con el prncipe Marco establecera una alianza segura y duradera entre

    nuestros dos reinos. Lo