Maria Luisa Caceres Arismendi, La Heroina Inmortal

MARÍA LUISA CÁCERES ARISMENDI, LA HEROÍNA INMORTAL.

2013

MARIA LUISA CACERES DIAZ DE ARISMENDI

Dedicado a mi padre, FELIPE NATERA WANDERLINDER, admirador de María Luisa y del Libertador, así como de toda

la gesta heroica de la Nueva Esparta de quien fue HIJO ILUSTRE. A mi madre Lida Amundaraín, quien quiere vivir

más de un siglo y a toda la tierra luminosa y bella de la Margarita amada.

CARACAS AL FINAL DEL SIGLO 18:

Francisco Natera Amundaraín. Página 1


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Caracas un lánguido poblado enclavado en el valle de los Caracas, franqueado por el inmenso cerro Guaraira Repano, en una estrecha garganta que se dispone de este a oeste.

No les fue fácil a los invasores blancos venidos allende el mar arrebatarles el territorio a los habitantes originales de estas tierras.

Desde que Francisco Fajardo inventó un pequeño asentamiento por los lados de la hoy urbanización “El Paraíso” en 1.560, luego asiento del viejo hipódromo y ahora parque denominado “Naciones Unidas”, nunca se hubieran imaginado cuán difícil, sangriento y lento sería el apoderamiento de estas tierras extrañas.

El atrevimiento del mestizo, siempre torvo, ladrón y violento, no tuvo mucho éxito y los pocos pobladores traídos del Litoral Central y de la isla de Margarita, no pudieron sostener el enclave, el cual cayó fulminado por tres o cuatro cargas de los Hombres Libres, caribes y arahuacos, que no soportaban la invasión de su querida patria.

Hablaba el mestizo, apurado por salir del territorio:

-Joder, Urosa!. Tenéis que quedaos con la guarnición y siempre estad alertas de los desaforados. Yo voy al Litoral a ver si puedo obtener un respiro de mi tío el cacique Naiguatá. Estaos quietos y confiad en mi regreso…



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Don Francisco con su pinta de blanco español, su brillante peto e inmensa toledana al cinto, se despedía de los pobres embarcados pobladores del “Hato de San Francisco”, enmarcado en un terrible territorio, en donde unos 20 mil guerreros aborígenes se preparaban para defender su sagrado territorio.

“San Francisco”, duró lo que “Catalán en los cachos del toro”, como diría mi abuela…

Esa misma noche dos mil guerreros, comandados por un “Guatoporí” misterioso acabó con ellos en una sangría de terror y gritos.

Luego vino del Tocuyo Don Francisco de Losada y entre el Anauco, el Catuche y el Guaire, con rollo, espada y proclama, como debe ser, fundó igual que a Caraballeda, las dos ciudades castellanas propias del centro de Venezuela, con todos sus derechos derivados de las Leyes de Indias y semillero de la futura Capitanía General, quien nadie recordaba en Europa, pues no había por estos lados minas abundantes de plata y oro.

Y así en una larga transición, desde los primeros poblados, la férrea resistencia de los Hombres Libres, incluida la grana batalla de “Maracapana”, tan importante como Carabobo o Ayacucho, en donde rindieron la vida 10 mil guerreros mariches, arahuacos, tarmas y caribes, bajo el mando directo de Tiuna y la heroica resistencia de Aramaipuro y Urimare, fue consolidándose el pequeño y lánguido poblado de



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Santiago de León, hasta desembocar en los albores del siglo 19, verdadera cantera de lucha por la libertad.

NACE MARIA LUISA:

En una de esas casas solariegas que todavía se encuentran en el casco central de Caracas, un 25 de septiembre de 1799, nace María Luisa Cáceres. Caracas contaba con unos 30 mil habitantes.

Presurosa la partera llegaba entre las esquinas de Chorro y Dr. Díaz, a la casa de Don José Domingo Cáceres, profesor de latín y cabeza de una familia constituida por su esposa Carmen Díaz, sus dos hijos varones Félix y Manuel y 5 hermanas de Don José quienes vivían bajo su sustento.

No eran mantuanos ricos, pero tampoco de orilla o demasiado pobres y al iniciarse los trascendentales acontecimientos del nuevo siglo, la familia abraza las ideas de independencia.

La escuela de latín, materia muy difundida en aquellos días en donde escaseaban las escuelas de cualquier tipo, pues los únicos educados eran los hijos de la clase dominante o mantuana.

-Carmen! Que hoy tenemos visitas de algunos padres interesados en que sus hijos dominen el idioma de Virgilio…hay que tener el salón a punto!



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Siempre preocupado Don José por “la imagen” de su oficio o de su familia, en aquella Caracas tan pueblerina e inculta, que se la pasaba entre fiestas patronales, carnavales grotescos y la absoluta dominación del señor Obispo y sus mandatos de recogimiento.

Para Don José el nacimiento de María Luisa, no vino a añadir ninguna novedad especial, aunque en verdad toda su vida alimentó y quiso mucho a su familia. En la entrada del nuevo siglo les aguardaba una vida diferente y dura.

UNA DECADA TREPIDANTE:

Se inicia el año de 1800 y como veremos la lánguida ciudad, salpicada de iglesias, monasterios y mercados al aire libre, se torna un campo de grandes acontecimientos, de batallas y angustias.

La familia Cáceres llevaba su ordenada vida y Don José seguía en su noble oficio profesoral. Tuvo la oportunidad de presenciar las carreras y sofocos que precedieron al año de 1810 y luego al de la declaración de independencia en el año de 1811.

-Carmen, Venezuela debe separarse de España, porque hemos estado abandonados por esos reyes, que no les importa nuestra suerte como seres humanos, sino el provecho, impuestos, oro y explotación que pueden obtener de nosotros. Yo nunca pagaría dinero por un “titulo”, como hacen algunos criollos y hasta canarios,



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que basan su grandeza en esos papeles ridículos y su “limpieza de sangre”. Por Dios!

-José…no sé...pero presiento que nuestras vidas van a tomar un camino terrible y tal vez definitivo!

-Caracha! Carmen, deja la pava mujer!..La independencia nos hará felices algún día!

-Ya me voy a la plaza mayor a ver el zaperoco ese en contra del Capitán General Emparan, el afrancesado ese!, que dicen es partidario de Napoleón...voy a ver como para esto!..

-José, esposo mío!...ten cuidado y mucha prudencia! Piensa en tus tres hijos!

María Luisa, contaba con 11 años de edad y era muy pegada con su padre, quien le enseñaba los principios básicos del latín, algo de matemáticas y mucho de historia. Ella le fascinaba la historia y constantemente se interesaba por Roma y sus grandes personajes, así como esos rumores que escuchaban por doquier de los graves acontecimientos en Europa.

Su padre la veía sorprendido por su aguda inteligencia y capacidad para aprender, que era siempre una grata sorpresa.

Por esos días, Don José Cáceres estrecha amistad con Don José Toro, en cuya casa vecina lo visitaba y entablaban largas tertulias sobre asuntos filosóficos,



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teológicos y de geografía universal, otro asunto que fascinaba a Don José Cáceres.

Toro, era un ferviente republicano y conocía de las últimas novedades, venidas del viejo mundo, su vocación era la milicia y a veces lucía orgulloso su uniforme de las Milicias de Caracas, en donde era un oficial reputado.

-Vamos Don José, que llegará el día en que nos libremos de estos españoletos sojuzgados por los franceses y aquí crecerá una gran nación libre y soberana!.

-Yo también lo creo Don José, pero presiento que eso será asunto de nuestros hijos o de nuestros nietos!...

-No, que va! José Cáceres, esta vaina se resuelve pronto y tu y yo lo sufriremos y lo veremos!...

Era el patio interior solariego de los Toro, como todas las viviendas caraqueñas, fiel imitación de las árabes con su patio central rodeado de amplios corredores y sembrado de matas con flores y aromáticas, que le daban al ambiente familiar una dulzura inestimable.

El suave viento caraqueño, que en los días decembrinos ponía el clima interno fresco y amable, mantenía la tertulia de los atardeceres en un ambiente suave y confortable.

-Ya viste José el gran zaperoco en contra de Emparan, esto es el comienzo de una gran rebelión, digan lo que



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digan! Y te advierto que estoy preparado para defender con las armas nuestra naciente Venezuela! Ah! Y cuento contigo siempre!.

-Amigo, su amistad para mí es muy cara y usted sabe que nos soy hombre armas tomar.

Para la naciente republica se pusieron las cosas muy difíciles desde el principio y los tiempos de violencia y rebelión, estaban a punto de estallar.

En efecto las reacciones en contra de la independencia alimentadas por venezolanos fueron abrumadoras por doquier en la naciente república.

La reacción comandada por Francisco Monteverde, logra restablecer el dominio realista en Venezuela y entre represalias y violaciones al tratado firmado con Miranda, se les escapa a la Antillas, nada menos que el Libertador, Simón Bolívar. Grave error!.

1814 EL AÑO ENCRUCIJADA FATAL:

Así entre angustias y acontecimientos nos aproximamos al terrible año de 1814 y Caracas, luce sitiada por las huestes de José Tomás Boves.

Llega a Caracas proveniente de Margarita Juan Bautista Arismendi el 19 de junio de 1813 y se pone bajo el mando del general Ribas ejerciendo el cargo de gobernador militar de la ciudad. Ribas lo invitó a una tertulia en el salón de la casa de los Cáceres.



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Allí Arismendi ya viudo y de 38 años, conoció a María Luisa e inmediatamente quedó prendado de la serena belleza de la Cáceres. Ella de apenas 14 años, era todavía una niña que aún jugaba con muñecas, pero ya despuntaba una hermosa mujer, plena de inteligencia y dulzura.

Arismendi volvió varias veces a visitar a los Cáceres y en una oportunidad, le presentó a Don José la posibilidad de entablar una relación amorosa con María Luisa, asunto que le fue negado en base a la corta edad de la pretendida.

Don José Toro, con sus milicias patrióticas es el defensor en Ocumare del Tuy, población aledaña a la capital Caracas y urgido de apoyo le manda un correo a su amigo José Cáceres, para que venga al frente y lo ayude en las tareas de furriel o secretario del contingente armado.

Un caballo llega de madrugada a la casa de Don José Cáceres y ante los aldabonazos impacientes en su puerta acude al portón con una lámpara de mano.

-Señor, ¿Es usted Don José Cáceres?. Y ante la respuesta afirmativa, le entrega un sobre con una misiva.

Don José lee ávido la carta y su rostro refleja sorpresa y sombría presencia…

Doña Carmen, acude al portón y lo interroga angustiada.



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-¿José, que pasa?

-Es mi amigo José Toro, que me llama a acompañarlo en Ocumare y te digo que no puedo negarme!. Mañana mismo partiré para el Tuy.

-José´! Por Dios!...prudencia!, aunque te apoyo en todo!...

Al otro día de madrugada partió José Cáceres rumbo al poblado de Ocumare, aledaño a la capital.

En la casa del comando de la milicia lo recibió Don José Toro comandante de la plaza, en donde se esperaba en pocos días un formidable ataque de los realistas, que avanzaban hacia la capital casi sin resistencia.

Cáceres, tuvo poco tiempo para enfrentar las tareas de escribiente y secretario de la plaza militar. El 6 de marzo de 1814, cuando despuntaba el sol, los parapetos de defensa construidos apresuradamente por los patriotas al mando de Toro, recibieron el empuje de miles de realistas comandados por Rosete, uno de los más sanguinarios y terribles monstruos aparecidos en este nefasto 1814 para destruir a la naciente patria.

DON JOSE CACERES ES INMOLADO POR LA BARBARIE:

Apresuradamente entró José Toro a la sala que fungía de oficina del nuevo secretario.



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-Don José recoja todo lo más importante, pues debemos marcharnos del poblado. Nuestra situación es más que desesperada y debemos retirarnos antes de quedar rodeados.

-¿Cómo así, amigo mío?. ¿Estamos tan mal?

-No hay salvación y con este monstruo de Rosete, no podemos esperar ninguna clemencia, pues viene ejecutando y torturando a todos los patriotas que captura.

-Caramba!, amigo Toro…pero yo creo que en mi caso, por ser un hombre no beligerante y dedicado a las letras y la escritura, no debo temer que sea tomado como alguien peligroso…

-Don José, no creo que sea una buena idea quedarse en Ocumare, le ruego, le ordeno…que salgamos de aquí mientras podamos!.

-No lo creo amigo mío y perdóneme la insubordinación y es que yo no soy militar, sino un pobre civil, que seguramente pasará inadvertido. Una vez los realistas se cansen y bajen la guardia, yo me iré a mi casa en Caracas. Está decidido!...

-Cáceres, no tengo más tiempo y ya se está acabando el poco que nos queda…debo dejarlo y que Dios lo ayude…gracias por haber venido y que tenga suerte!.



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Precipitadamente José Toro, salió a la plaza y seguido de su batallón, emprendió la retirada, en el momento en que cedían todas las garitas de prevención en los alrededores del pueblo. Ya los tiros realistas, casi llegaban a la plaza mayor.

Rosete entró en Ocumare, navegando en un río de sangre y gritos. Nadie se le resistía y todo el que era encontrado en su camino, era de inmediato decapitado sin ninguna ceremonia. A medida que avanzaba iba dejando un surco sangriento.

Don José, desde su oficina escuchaba las explosiones y lamentos, esperó un rato, tomó su sombrero y pausadamente salió a la calle.

De inmediato fue detenido por un pelotón de realistas que entre risotadas, fusilaba a unos cuantos desgraciados que amarrados estaban tirados en el piso.

-Ea! ¿Y para donde va el señor?!. Le encaró un rudo jinete, desde su caballo.

-Yo vivo en este pueblo y soy maestro.

-Aja´¿con que es el maestrico del pueblo? ¿No?.

-Si señor..a sus ordenes..

-Mire señor maestro, este pueblo ha traicionado la causa del Rey y sus sanguinarios habitantes se han



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manifestados bandoleros y rebeldes, por lo tanto, usted debe tener algo que ver con esto!

El jinete, desenvainó un afilado machete y a medio galope de un solo tajo decapitó a José Cáceres, ante las risas de los otros realistas que acompañaban al jinete.

-Con que maestro!. No me joda, esto es lo menos que va a necesitar este maldito pueblo!. Viva el rey!

El cuerpo de Cáceres ensangrentado, estuvo tirado allí como un trasto por dos días, hasta que de noche manos piadosas y anónimas, le dieron sepultura en cualquier pedazo de tierra disponible.

Así, sin ley ni orden, en forma sangrienta y canalla, era como estos bárbaros quería imponer “los paternales cuidados de su majestad a estos díscolos súbditos que se apartaron de su real voluntad”.

Doña Carmen supo del arribo de Don Jose´Cáceres a la sitiada Caracas y acudió a recibir a su esposo, encontrándose con la ingrata sorpresa que no había venido con las tropas.

A los pocos días recibió la noticia de la muerte de Don José, por boca de un viajero que llegó de Ocumare y quien lo conocía desde hacía años.

Doña Carmen sintió un punzante dolor y reuniendo a sus tres hijos, les comunicó la infausta noticia. Sus



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palabras finales fueron, “su padre murió por la patria y ustedes pueden sentirse orgullosos de él”.

FELIX CACERES ENFRENTA SU DESTINO:

Félix Cáceres, escuchaba a su madre y un sordo rencor se le amontonaba por dentro. No podía explicarse como su tranquilo y sabio padre, siempre tan comedido y justo, hubiera tenido tan sangriento y violento final.

A pesar de sus 16 años, entendía que todo el mundo conocido por él y su familia, se derrumbaba a su alrededor.

Al otro día caminó hacia la esquina de Principal, sede del comando de José Félix Ribas, comandante de la plaza de Caracas, a quien esperó pacientemente a las puertas muy transitadas de la oficina.

Al rato Ribas fue informado de la presencia del hijo de Don José Cáceres y recordando el sacrificio de este patriota de inmediato accedió a ver a Félix.

-General, como usted sabe, mi padre fue decapitado en Ocumare y yo me ofrezco para continuar la lucha. No puedo vivir, dejando que la memoria de mi padre me pida venganza, por tan horrendo crimen.

-Hijo… ¿Cuántos años tienes?.

-Dieciséis, general…



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-Yo entiendo tu rabia y deseos de vengar la muerte injusta de tu señor padre, pero aún no tienes la edad para ingresar al ejército. Te faltan dos años y debes dedicarlos a cuidar a tu familia, que mucho lo van a necesitar, ante esta hora de angustia que vivimos. Los realistas nos asedian por doquier y la república perece en un mar de sangre!. Vete a tu casa y le das mis saludos a tu señora madre Carmen de quien guardo nobles recuerdos por sus atenciones y a tus hermanos y tías. Vete en paz!

-Pero...mi general!..Yo puedo luchar y tengo la voluntad. Por favor deme su permiso!.

-Hijo! El primer deber de un soldado es obedecer a su superior. Yo te ordeno ir a cuidar a tu familia y no me gusta que me repliquen. Está decidido!.

Félix, compungido y contrariado se retiró del comando e iba pensando en la forma de desobedecer al general. Tomó el camino en donde estaba el contingente que marchaba a la defensa de Ocumare. Se puso un sombrero y se tapó un poco con una bufanda.

Un grupo de soldados acampaba cerca de sus armas con bayonetas, cruzadas en X. Pronto entablo conversación con ellos y hasta les contó un cuento sobre “El Silbón” y los espantos de la sabana. Todos celebraban con risas, las ocurrencias de este muchacho. A nadie le pareció raro cuando dieron la orden de marchar los acompañara en su destino. Parecía que lo conocían de años.



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La acción en contra de los realistas fue desastrosa y el campo quedó regado por la sangre generosa de los patriotas. Félix fue hecho prisionero, pero al verlo tan joven, sin uniforme, ni armas, momentáneamente fue dejado en custodia.

Todo marchaba bien, hasta que la inexperiencia de Félix Cáceres le costó demasiado caro.

Deseoso de dejar la cárcel, le ofreció dinero a uno de sus custodios quien gustosamente aceptó, pero el inexperto de Félix le presentó dinero republicano. Al ver el papel moneda “rebelde”, el guardia asustado dio la alarma y acudió el oficial de guardia realista, quien al ver lo sucedido, ordenó la ejecución del joven.

Uno de los bárbaros le ordenó quitarse la ropa y con un filoso machete, le cortó la cabeza. Habían pasado solo 10 días de la muerte de su padre.

Doña Carmen recibió la noticia en su ya enlutada familia. Sólo le quedaba María Luisa, Manuel y sus 5 cuñadas. Todos lloraron y rezaron por las almas de sus queridos, tan fieramente exterminados.

Mientras tanto Juan Bautista Arismendi había sido nombrado gobernador militar de La Guaira y en el segundo piso de la Casa Guipuzcoana, famosa edificación de los vascos en Venezuela, estableció su comando.



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Tuvo la infausta obligación de ejecutar las órdenes del Libertador al pasar por las armas a los 1.200 prisioneros realistas que estaban presos en las bóvedas de La Guaira y constituían un grave peligro para la muy asediada república. Por algunos fue tildado de “duro” o “bárbaro”, sin reconocer las atrocidades y torturas de Rosete y otros comandantes realistas en esta guerra cruel.

La Revolución lo nombra Comandante General de la Isla de Margarita y regresa a tomar posesión de su cargo.

José Tomas Boves, el azote de la naciente república, toma La Victoria y en La Cabrera ejecuta a 1.600 patriotas.

LA GRAN HUIDA A ORIENTE:

Cada día las tropas asesinas de los realistas, se acercaban a Caracas y sus habitantes conmocionados deambulaban por sus calles preparando su retirada. Otros tranquilamente esperaban “la liberación” por parte de “sus” tropas realistas y con vehemencia sostenían que todo era “castigo de Dios” por haber retado la “autoridad” del rey español Fernando Séptimo.

Un vecino alarmado les gritaba a otros en la esquina de Mijares.

-Ya vienen los asesinos y no perdonan a nadie, degollán a los niños, a mujeres embarazadas y torturan a los que



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caen con vida en sus manos. Es el anticristo, es el azote de Dios este monstruo de Boves!. Sálvanos Señor!.

La gente corría a sus casas y los patriotas se preparaban para salir de la capital en la mejor forma posible.

Por cierto que no era la primera vez que pobladores de Caracas y sus pueblos aledaños habían encarado esta misma circunstancia angustiosa. En la época de los Hombres Libres en la tierra amada de Fila de Mariches, después de la derrota en la gran batalla de Maracapana, el pueblo mariche liderado por Aramaipuro y Urimare, tuvieron que emprender la gran huída a oriente de Venezuela, para salvar sus vidas de los bárbaros realistas.

El 6 de julio de 1814, Bolívar y Ribas, publican un bando dirigido a la población de Caracas.

Bajo la frondosa ceiba de la esquina de San Francisco, en el atrio destruido por el terremoto del año 12, se plantó el ujier y con voz tonante leyó el bando:

-Se le avisa a todos los pobladores de esta ciudad de Caracas que mañana 7 de julio de 1814, las fuerzas militares que defienden esta plaza, emprenderán la retirada ordenada hacia Barcelona y Cumaná. Todos aquellos ciudadanos que consideren en peligro su vida, podrán unirse a la caravana que partirá de la plaza mayor a las 6 horas de la mañana”.



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Cundió el caos y por doquier se escuchaban gritos y lamentos de los angustiados pobladores. La noche anterior se habían producido intentos de saqueo y disparos en el casco central de la ciudad.

La gente se fue concentrando en la plaza mayor desde temprano en la madrugada y al amanecer miles de caraqueños se preparaban para la gran huída.

En la casa de los Cáceres, todo era zozobra y angustia, doña Carmen y su familia sabían que debían irse, pues estaban suficientemente identificadas con los patriotas como para permanecer sin ser reconocidos y ajusticiados. No había alternativa o marchaban o morían!.

En la sala de la solariega casa, María Luisa le hablaba a su madre.

-Mamá, es necesario prepararnos con premura!. Aquí tengo unos pesos y voy a esperar en la ventana, alguien que nos venda una carreta o un animal de carga, para poder llevarnos algo.

-Hija!, mucho lamento que tu tierna vida se vea tan exigida por estos terribles acontecimientos. Ve y avísame de cualquier novedad.

En efecto, al rato de vigilar la empedrada calle, se apareció un soldado que arrastraba una mula y María Luisa, salió de su casa a conversar con él.



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El soldado vio la delicada niña y de inmediato se paró frente al portón.

-Señor deseo comprarle la mula, pues mi familia la necesita para partir mañana a oriente.

En una rápida conversación y sin mucho regateo, el soldado conmovido por la triste firmeza de la niña, le vendió el animal.

Esa noche angustiosa, todo era un corre corre en la casa y no era posible hacer tantos bultos para llevar. Lo único que nadie pudo evitar fue que María Luisa impusiera en atajo de muñecas de trapo, listas para ser salvadas de la hecatombe. La niña no podía desligarse de su feliz infancia y temía dejar abandonadas sus muñecas!

En la mañana, acompañadas por su ya recargada mula, doña Carmen, sus 5 cuñadas, su hijo Manuel, María Luisa y su negra mucama Tibisay, quien tenía unos dos años mayor que ella, se alinearon para caminar hacia Petare en el hoy estado Miranda.

Todos debían apurarse pues entre las tropas republicanas y emigrados la multitud pasaba de 20 mil personas.

Ya a los 10 días de caminata, lo que se inició en la plaza mayor de Caracas como una romería o paseo sin importancia, había tomado caminos de tragedia. La multitud obligada a hacer jornadas agotadoras vía Guarenas, ya no tenía las limpias ropas citadinas y el



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barro, el sudor y la angustia los envolvía con su feo manto.

Doña Carmen marchaba tratando de mantener a su familia junta y a cada rato les pedía que no se separaran.

En uno de esos momentos hubo un rumor y gran pánico entre los caminantes, por la supuesta presencia de las tropas perseguidoras de los realistas, esto produjo una oleada de gente tratando de esconderse para evitar ser capturados.

Como resultado de este tumulto la familia Cáceres se dividió y las 5 cuñadas de doña Carmen, se perdieron en la huída, se supo posteriormente que fueron asesinadas. Seguían juntos María Luisa, Esteban, la mucama Tibisay y doña Carmen. La preciada mula con los enseres y las muñecas igualmente se perdió.

Ya se aproximaban a las quebradas de Capaya, en un camino angosto y pedregoso, en donde María Luisa perdió sus zapatos, sin la posibilidad de reponerlos debido a la gran pérdida de la mula.

Doña Carmen contemplaba a su hija llena de barro y con los pies descalzos y trataba de ayudarla.

-Hija, amárrate estas telas en los pies, para que no se te laceren con las piedras.



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-Si madre, no te preocupes…ya lo haré, debemos apurarnos pues vamos muy lento…

En la vera del camino, un campesino que tenía su rancho cercano observaba asombrado la multitud de gente tan extrañamente vestida y al ver a María Luisa descalza, se conmovió y saliendo a su encuentro le ofreció un par de alpargatas pequeñas de una de sus hijas.

María Luisa agradeció de corazón al señor y alegremente se puso sus nuevos zapatos.

El gentío enfiló hacia los arenales de la laguna de Tacarigua, camino a los Reventones, buscando la fragosa costa.

Antes de llegar a Uchire, vía Barcelona, se produjeron varios tumultos, ante la supuesta cercanía de las tropas realistas, en estos acontecimientos se perdió para siempre la mucama Tibisay.

Doña Carmen le preguntaba angustiada a María Luisa.

-María Luisa ¿Y Tibisay?.

-No sé mamá, ella corrió con un grupo por el camino y luego escuchamos unos tiros!...

BOLIVAR PRESIENTIENDO SU GRANDEZA:

El abigarrado grupo iba llegando a Barcelona, por etapas y al final venía el batallón “Sagrado” comandado por Bolívar.



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Al pasar Barcelona, El Libertador venía discutiendo con sus edecanes sobre los movimientos realistas en su contra y de pronto, en un grupo harapiento de emigrados, se fijó interesado en la menuda figura de María Luisa.

Volteándose hacia su edecán mayor, tronó su siempre firme voz:

-Paez!

-Sí, mi supremo, permiso para hablar con usted!

-Páez…ves a esa niña de alpargatas, móntela en su grupa y me la lleva a Cumaná. Con su vida me responde por ella!.

-A sus órdenes, mi Supremo!.

El raudo edecán se acercó a la niña, quien caminaba junto a su madre y hablando brevemente con ellas, sin más preámbulos, tomó a la niña en vilo y de un tirón la montó en su grupa, arrancando raudo por el camino a Santa Fe y Cumaná.

Atrás quedaba doña Carmen y su hermano.

Esta precisa escena, fue narrada muchas veces por la ya anciana María Luisa en su casa de campo de Caucagua, unos 50 años después. Todos querían oír de ese contacto breve que tuvo en la gran huída, con el Gigante



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de América y sobre todo su impresión al ser tomada en cuenta por él.

Ella narraba:

-Levanté la mirada hacia el extraño jinete que miraba con ojos penetrantes, la aproximación y breve charla de su edecán con nosotras. Yo ni siquiera pude articular palabra alguna ante la sorpresa y sin resistencia fue puesta en volandas sobre la cabalgadura. El continuaba mirando la escena y en su rostro se dibujó una sonrisa de satisfacción. Cuando pasamos a su lado, el edecán y yo, pude verlo mejor y la luz que emanaba de su rostro era como un halo imposible, un rayo que iluminaba esa oscura tarde de la huida y la derrota.

Por esta inusual vía María Luisa llegó a Cumana y acompañada de su guardián, esperó a su madre y al Libertador a quien estrictamente el jinete debía entregar el “encargo”.

Al otro día todos llegaron y las columnas de la Guardia, iban pasando al lado del edecán Páez y su niña.

El Libertador lo divisó y recordó su pasada orden.

-Bien Páez!..-misión cumplida!. Que la niña vaya con su madre!.

-Si Supremo!, permiso para retirarme!



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María Luisa abrazó a la alborozada doña Carmen y se dirigieron a la playa, al sitio de “La Esmeralda”, en donde se tomaban las lanchas vía isla de la Margarita.

MANUEL CACERES VIVO Y LIBRE:

Manuel Cáceres, apenas tenía 12 años y era el menor de la familia, pero su genio y espíritu era muy activo. Fue uno de los primeros en montarse en una chalupa de ñeros que lo llevaron a Punta de Piedras en la isla. A pesar de su corta edad, él sabía que Arismendi era el Jefe Militar de la isla y lo recordaba en el salón de su casa de Caracas, acompañado por el terrible Ribas.

El camino entre el desembarco de Punta de Piedras y la Asunción era pedregoso y bordeado de cactus. Manuel hizo el viaje de casi un día en una “colita” que le dieron unos arrieros.

Al llegar a la Asunción, preguntando, se encaminó a la plaza mayor, al lado de la catedral, en donde residían los gobernadores de la isla.

Cosa curiosa esa plaza lleva hoy el nombre de su querida hermana, heroína de la patria y la adorna una imponente estatua de ella, la más hermosa, pura y heroica dama de la naciente república.

Al llegar al portalón fue detenido por los guardias republicanos, quienes escucharon al niño decir que venía de Cumaná y quería hablar con el Jefe.



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Lo iban a despedir del sitio, pero el oficial de guardia escuchó que el niño de apellido Cáceres, venía de Caracas y había nombrado al general Ribas y al Libertador.

-Niño!..¿Cual es esa historia que estas inventando?. Denle un tasajo de carne y que se vaya!.

-No señor!.Quiero hablar con el Jefe Arismendi, de parte de mi madre Carmen Cáceres y María Luisa, mi hermana, quienes están en Cumaná.

El oficial le dijo que se sentara en el pórtico de la prevención y esperará.

-Jefe!, afuera hay un niño que dice venir de Caracas y solicita ayuda de parte de una señora llamada Carmen Cáceres y de su hija María Luisa, quienes están en Cumaná.

Juan Bautista quien estaba rodeado de oficiales y despachaba desde el solariego caserón de la Asunción, saltó como un resorte y poniéndose de pie exclamó.

-Capitán, tráigame al niño de inmediato!

Ahora corriendo y empujándolo casi arrastraban al pobre Manuel al salón del comandante.

Juan Bautista, bastante emocionado, vio llegar al niño y lo abrumó a preguntas…



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Manuel, le contó la triste huida y los sufrimientos de su familia quienes peligraban en Cumaná.

JUAN BAUTISTA AL RESCATE:

Juan Bautista, tenso como cuerda de piano, escuchaba al niño y ya planeaba el rescate.

-Capitán Arteaga!.Disponga de una lancha grande con su tripulación, para que vaya a La Esmeralda en Cumaná y traiga a las Cáceres y todo el que quepa en este viaje especial. Recoja usted dentro de tres horas las provisiones, cartas y enseres que le voy a tener disponibles. Arteaga!, quiero rapidez y eficiencia máxima!.

-Si, mi comandante!

Juan Bautista, recabó de sus allegados, ropa, mantas y enseres, y de sus depósitos suficiente comida, como para el viaje de ida y vuelta.

Al otro día zarpaba de Porlamar, una lancha oficial con custodia armada y su tripulación rumbo a La Esmeralda, en Cumaná.

Cuando la lancha llegó de Margarita, doña Carmen y María Luisa, hacían su ronda por la playa, buscando transporte, pero todas las lanchas estaban abarrotadas de emigrados.



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De repente, Arteaga el edecán de Arismendi las divisó y se acercó rápidamente a ellas.

-¿Señora y señorita Cáceres?

-Ellas miraron asombradas al militar republicano y su escolta armada, temiendo lo peor!.

-No señoras, no teman!..Vengo en nombre de mi comandante en Jefe, el coronel Juan Bautista Arismendi y tengo el honor de llevarlas a su presencia en la isla de Margarita.

María Luisa se puso colorada y hasta pensó en rechazar el ofrecimiento, pero su madre presintiendo una niñada de su hija, exclamo:

-Dios bendito!..por fin ayuda de alguien conocido!. Mire señor oficial, ya vamos con usted, porque no tenemos nada que llevar de equipaje.

Arteaga le contó el recibimiento de Manuel en la Asunción y el corazón de madre e hija, se rindieron de agradecimiento hacia su protector y amigo.

El viaje fue placentero y las Cáceres que no tenían transporte, aceptaron a 4 familias con quienes habían hecho cierta amistad en este amargo trance.

Pronto arribaron a la Asunción y ya Arismendi les había dispuesto una casa, cerca de la plaza, con todas las comodidades posibles en tan precaria época.



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Desde el principio, Juan Bautista fue muy directo con doña Carmen y con María Luisa y a los pocos días de su arribo, le manifestó su intención de iniciar la interrumpida relación amorosa con ella. A doña Carmen siempre le cayó simpático este hombrón algo tosco, pero muy sincero y apasionado.

María Luisa, tenía 15 años y ya la vida había estampado en ella la calidad de heroína inmortal de la naciente patria. Aceptó a Juan Bautista, cautivado su corazón por la trepidante historia de este hombre excepcional, luchador incansable, ya condecorado con la “Cruz de los Libertadores” por el propio Bolívar y por la exquisita solicitud con que la trataba, siempre pendiente de su vida y sus necesidades. Ella lo amo profundamente hasta el final de sus vidas.

Juan Bautista adquirió una casa en Santa Ana del Norte, la villa heroica cuna de la Tercera República y lugar en donde Juan Bautista iniciaba su vida apacible de hombre de hogar y por mandato de Dios, terrible escenario de sangrientas luchas y angustias por venir.

SE CASAN MARIA LUISA Y JUEN BAUTISTA:

Santa Ana del Norte, isla de la Margarita, hoy estado Nueva Esparta, aquel 4 de diciembre de 1814, el sacristán Francisco Concepción Romero, subía y bajaba a cada rato las escaleras del campanario de la vetusta iglesia colonial desde donde se puede ver el mar y



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echaba a volar las campanas, para celebrar el casorio más impresionante jamás realizado en el pueblo.

Nada menos que se casaba el Coronel Juan Bautista Arismendi de 40 años de edad, con la linda señorita María Luisa Cáceres, de 15 años, natural de Caracas y “navegada” por causa de la gran huida de los bárbaros realistas que asolaban la patria.

El cura Pedro Manuel Romero, estaba emperifollado con todos sus ornamentos y entre flores y muchedumbre de curiosos y allegados, se celebró en el templo, la ceremonia nupcial.

En la solariega casa de los nuevos esposos, se celebró una nutrida reunión con la familia y amigos del Coronel Comandante Militar. Luego al otro día se retiraron.

María Luisa en las postrimerías de su vida, le contaba a su numerosa familia (tuvo 12 hijos), este episodio de la boda en Sana Ana:

- Tan pronto como nos casamos, dejamos a mi mamá y a mi hermano en la casa del Norte y nos fuimos a pasar nuestra luna de miel a una labranza de su propiedad, donde encontramos la más absoluta tranquilidad. Parecía que Juan Bautista se había olvidado por completo de su condición de militar, sólo pensaba en la porción de tierra fértil, en los hermosos plantíos, en el bullicio de las aves de corral, en sus bestias y en las



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vacas de ordeño, ante todo lo cual nos sentíamos complacidos. A su lado yo vivía satisfechade su comprensión y de su afecto. Era como si no hubiera existido diferencias entre nuestras edades a pesar de la distancia que nos llevábamos: nos amábamos con la misma inocencia de dos jóvenes queacababan de asomar a la vida. Como la lejanía no era mucha, íbamos entre tardes a la casa del Norte y con regularidad a las misas dominicales pero tanta felicidad no duró mucho por culpa de los malvados representantes del Rey".Por aquel año de 1815, casi toda la patria estaba en manos de los realistas y casi solitaria brillaba la estrella libre de Margarita.Arismendi hacia prodigios para mantener a raya los peligros internos y externos a la causa patriota.

Un día amaneció conmocionado el pueblo en las afueras del palacio de gobierno en la capital La Asunción.

DON PABLO MORILLO, EL PACIFICADOR!:

-Vienen los godos!...Señor de los ejércitos, sálvanos de la barbarie!Por doquier los pobladores se agrupaban, buscando noticias sobre la venida de una gran escuadra de barcos de guerra a tomar de nuevo la isla.

Arismendi salió a la calle y se dirigió a todos:



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-Señores! Calma!...Hemos tenido noticia que una gran fuerza enemiga se apresta a desembarcar en la isla, por lo tanto debemos organizarnos para luchar de nuevo!. Aquí nadie se rinde!, aquí nadie se acobarda!. Viva la Patria!.

Mientras tanto en España sucedían grandes acontecimientos y se produce la derrota de Napoleón. Vuelve Fernando Séptimo al poder y con su voluntad absolutista se empeña en “volver al redil a los díscolos suramericanos”.

El rey nombra al teniente general Don Pablo Morillo, como el brazo ejecutor de la “vuelta al redil” y lo envía a Tierra Firme, con una bandada inmensa de barcos, unos 42 barcos artillados, 70 otras embarcaciones de transporte y el magnífico “San Pedro Alcántara”, nave insignia de 74 cañones orgullo de la flota.

Todo este inmenso contingente tocó tierra en Carúpano y luego reforzado y bien aprovisionado, levaron anclas hacia Pampatar, isla de la Margarita en donde recalaron una mañana clarita del 7 de abril de 1815.

La bruma de la madrugada, que bajaba desde el cerro sagrado del “Guayamurí”, se fue disipando y descorrió la escena increíble y nunca vista, de un bosque de velas inmenso que tapaba el mar y con unos tres cañonazos ceremoniales, empezó la nefasta función…



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Don Pablo Morillo en su camarote del castillo de popa de su grandiosa nave insignia, dictaba su proclama para los salvajes, quienes debían ponerse bajo su “protección” de inmediato, so pena de ser pasados por las armas.

Ante el huracán, la hermosa palma se cimbra ante el impetuoso viento y evita ser arrancada de raíz. Ahora Arismendi era palma, doblada por el viento, pero nunca destruida!.Acompañado de un grupo de notables hubo de ir a doblegarse, en el cuartel de los 18 mil realistas que los avasallaban. Juró falsamente lealtad al Rey, solamente para salvar las vidas de los patriotas. Por ahora!, solamente por ahora!.Morillo prometía clemencia, concordia y paz. Ya posesionado de la isla y despachando desde La Asunción, llamó a los “emigrados” a rendir las armas y acogerse a la amnistía que ofrecía, incluyendo a Juan Bautista.

Desde Santa Ana del Norte, Arismendi se preparaba para ir a La Asunción:

-María Luisa, te digo que debemos preservarnos para seguir la lucha. Morillo ofrece falsamente y yo juro falsamente!..Estamos a la par!.

Catorce emigrados, decidieron volver a Tierra Firme y abandonar la isla, entre ellos los Coroneles Iturbide y



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Arrioja, así como dos pequeños niños hijos del general Anzoátegui.

La lancha realista y su guardia tocó puerto en El Morro, cerca de Barcelona en cuya playa fueron encontrados los 14 cuerpos degollados y vagando inconsolables los dos pequeños infantes.

Todo se supo en Margarita y un torrente de rabia e impotencia subió desde El Portachuelo, vía Santa Ana y Juangriego.

Morillo decide que la isla es muy pequeña para su ambición de gran general y conde de España y se dispone a navegar rumbo a Caracas, dejando una guarnición de 800 realistas, cantidad que le pareció “exagerada”, para dominar a estos isleños levantiscos.

Si hubiera dejado 8 mil, no hubieran sido suficientes para aplastar a los ñeros levantiscos!.

UNA FALSA PAZ MARGARITEÑA:

Queda gobernando Arraiz, un españoleto prudente y amigo del buen vivir y comer, quien se deleitaba con banquetes de la excelsa cocina margariteña. El mero a la brasa, acompañado de suaves verduras, vino de España, el increíble pastel de chucho margariteño, empanadas de cazón, sopas divinas de guacuco y chipi chipi, adornaban sus manteles en la casa de gobierno. Las



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tertulias eran interminables y la distención parecía un hecho.

Con Arismendi hizo la paz y hasta dicen que lo visitaba en Santa Ana, tal vez para saber de sus siempre peligrosas andanzas.

Retirado Morillo del territorio de la Capitanía General de Venezuela, rumbo a pacificar la Nueva Granada, quedó Moxó como interino, un hombre sórdido y partidario de asesinatos y torturas. De inmediato sustituyo “al blandengue de Arraiz” por Urrieztieta, una ave de rapiña, tosco y mal hablado, que gozaba viendo sufrir a la gente.

Santa Ana del Norte, la villa heroica, distante a una legua del puerto de Juangriego y de media del pueblito de Tacarigua, parte norte de la Isla de Margarita.

En aquella época tormentosa, y aún ahora, caminar por sus tranquilas calles y reposar frente a la iglesia colonial, es llenarse de sus fragancias y su paz.

La Villa, parece detenida en el tiempo con su atmosfera sosegada, totalmente ausente de cualquier fragor o violencia, mas sin embargo en un cierto tiempo por estas calles tranquilas explotó un volcán de pasiones, gritos, sangre, fuego y fuerza increíblemente racional que introdujo a toda Venezuela de cara con su lucha por la libertad.



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Allí vivía el pacifico labrador Don Juan Bautista Arismendi, entregado a las tareas de la labranza, en sus posesiones del El Tamoco y en el pueblito de Tacarigua, en donde regentaba una destilería de jugo de caña, para producir ron y papelón. Ocupaciones muy comunes en esos tiempos coloniales y que dejaban buenas ganancias a sus propietarios.

Con Arraiz gobernando la isla todo parecía ir en una risueña rutina, hasta que se presentó Urrieztieta y su comandante de la plaza de Santa Ana, el teniente expedicionario Cobían, comandante del fortín “España”, situado fuera del pueblo, vigilante de los caminos norteños rumbo a Juangriego y al valle de “Pedro González”.

María Luisa, su madre Carmen y su hermano Manuel, vivían tranquilamente en la solariega casa santanera, y en las tardes salían al portón a recibir a Juan Bautista, quien venía a caballo desde la labranza.

En domingo después de la misa cantada por el presbítero Romero y siseada en un incomprensible latín margariteño por el sacristán Francisco Concepción Romero, en el salón de los Arismendi se reunían a conversar los amigos y hasta el comandante Cobián, probaba alguna vianda o un buen vino venido de contrabando.



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UNA CELADA CON SABOR A NAPOLEON:

Sin embargo, a pesar de esta inocente atmosfera Cobián, preparaba una celada a Arismendi para complacer a su jefe Urrieztieta, quien lo apremiaba desde La Asunción, para que “hiciera algo, en contra del el monstruo hipócrita de Arismendi, quien seguro estaba conspirando en contra del rey”.

En el comando del castillo “España”, Cobián, miembro del Regimiento “Barbastro”, muy famoso por haber participado años más tarde en la batalla de Carabobo, le hablaba a su segundo Pérez:

-Carbetón!, que Urrieztieta me tiene sute de tanto pedirme la prisión de Arismendi y no encuentro la forma de ponerle un peine y arrestarlo, para salir de esa vaina!.

-Perdóneme mi comandante, pero ¿Para que un peine?, vamos arrestarlo y ya!.

-Carajo!, Carbetón, usted como embajador traería siempre la guerra!. No ve usted que si hacemos eso que usted ni piensa, se nos viene la gente encima. Ese hombre es un ídolo en esta tierra y la gente está pendiente de sus movimientos…

-Si mi teniente, pero ahí es donde está la cosa, el hombre no mueve ni un dedo en contra nuestra!, se la pasa pesando ganado y vendiendo hortalizas y quien lo



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conoce sabe que esa vaina es un mal disfraz!. Ese hombre es más peligroso que una tigra mariposa..!

-Bueno Carbetón!, pero algo habrá que hacer no joda!. Ya viene el 23 de agosto y en este año de 1815, el primer aniversario de la derrota de Napoleón y vamos a dar una fiesta aquí en el fuerte, invitamos a Arismendi y cuando lo tengamos adentro mansito, lo arrestamos y lo mandamos de madrugada para La Asunción y Urrieztieta que resuelva su vaina!.

Afuera en la oficina del secretario, por la puerta mal cerrada, se colaron estas últimas palabras y el furriel Berroteran, un muchacho caraqueño como María Luisa, quien bajo chantaje de Cobían servía en el fuerte, escuchó atento la conversación.

Cobían se percató de la puerta semi cerrada y salió de un empellón a la oficina pero la encontró vacía, pues Berroteran presintiendo algo se había marchado presuroso. Cobían descansó tranquilo…

Berroteran le transmitió la novedad a María Luisa, quien de inmediato le informó a Juan Bautista.

-No que va María Luisa, yo no creo en tanta bajeza!, por más que sea!, yo he sido leal a mi promesa de paz y no pueden acusarme de nada…no lo creo!

-Juan Bautista, por el amor de Dios, el asunto fue escuchado por Berroteran, el muchacho que vino con



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nosotras desde Caracas y yo creo en lo que dice: Para el 23 te van a agarrar en la fiesta esa de Napoleón..

Juan Bautista se presentaba incrédulo delante de María Luisa, pero no dejaba de hacer sus cálculos y le respondió:

-Mándale a decir a Berroteran que me espere en el camino del Tamoco, para que hablemos. Ten cuidado con quien lo alertas…o mejor dale el encargo al sacristán Romero quien es un patriota!...

Berroteran vigilaba las idas y venidas de Arismendi y un día cuando venía de su parcela en El Tamoco, lo abordó:

-Coronel, usted me conoce y sabe que Cobían me ha chantajeado permitiéndome seguir vivo y no haber tenido la suerte de los “navegaos” degollados en El Morro. Yo escuche sobre la celada y hasta creo que Urrieztieta, piensa ejecutarlo en la Asunción esa misma madrugada…

-Carajo Berroteran, que vaina! Y yo que me estaba acostumbrando a esta belleza de paz…que vaina con estos godos de mierda!, no respetan la palabra de los hombres!..De cordero, me voy a volver león!...

El día 22 María Luisa recibió un billete oficial en donde en letra manuscrita, se invitaba “oficialmente” y sin excusas a Juan Bautista Arismendi, amnistiado del Capitán General Morillo a “celebrar la rendición del monstruo Napoleón y de la vuelta de nuestro querido



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rey a su legítimo trono en España y es esta sus posesiones, para júbilo de todos sus amados súbditos”

Ya para amanecer el 22, Juan Bautista escribió una excusa por motivos de viaje a Tierra Firme relacionado con negocios de ganado y le deseaba a los concurrentes “la mejor de las veladas en tan sentida celebración”. Todo un poema de fina hipocresía!

Abrazó a María Luisa y calladamente montó en su caballo, saliendo por la puerta del corral que daba hacía el pueblito del Maco. La noche oscura de Santa Ana se lo tragó en un instante, iba a ser una larga despedida de su dulce hogar.

El propio día 23, en la fulgurante y olorosa mañana santanera, se presentó una comisión armada a casa de María Luisa, comandada por el segundo Carbetón, proveniente del fuerte España, para “asegurarse que Don Juan Bautista, hubiera recibido la “invitación a la fiesta de esta tarde a las 6 pm en el fuerte”.

PRIMERA PRISION DE MARIA LUISA CACERES ARISMENDI:

María Luisa, los recibió tranquila y les respondió:

-Dígale a su comandante que Juan Bautista, ya recibió la invitación y estará presente en el agasajo y dele nuestras gracias por su amabilidad…



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-Gracia señora y que Dios y el Rey os guarde!. Contestó el tosco militar.

Frisando las 7 de la noche, Cobián, Pérez y unos 100 soldados realistas, esperaban en vano en la explanada del fortín y Cobían ya lanzaba espumarajos de rabia:

-Coño Carbetón, que este tío nos ha timado, no joda!, vamos en partida a allanarle la casa en el Norte.

Eran casi las 10 de la noche y la partida de realistas tomaba el portón de la casa de los Arismendi.

-Señora!, sin excusas que ya no hay lugar para pendejadas, dígame, ¿en donde carajo está su marido?

A pesar de la insolencia, María Luisa respondió alargándole la excusa escrita por su marido en la madrugada de la huida.

Cobián leyó la misiva y rojo de rabia ripostó:

-Carbetón!, no joda! Entren a la casa y registren todo y usted señora mía, mentirosa va detenida por cómplice con el bandido de su esposo, todo esto le va a costar muy caro!

En la casa no encontraron lo que buscaban y amarrando a María Luisa con sus manos a la espalda, la subieron a una mula y con una nutrida escolta partieron vía El Portachuelo, rumbo a la capital La Asunción.



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ARISMENDI “EL GATO” DE NUEVE VIDAS!:

En ese mismo instante, en las alturas de la serranía de Copey, espinazo de la isla de la Margarita, frente a una limitada fogata descansaba Juan Bautista, rodeado de uno de sus hijos y cuatro o cinco campesinos amigos.

Se iniciaba una epopeya de heroísmo y resistencia, rara vez visto en lugar alguno. Unos 6 locos ñeros, contra el imperio Español.

España estaba perdida!.

A cada rato toda la zona montañosa era requisada y las patrullas realistas trataban de dominar todas las entradas o salidas de la montaña.

Arismendi se escurría como una sombra o mejor como los mismos moradores se pusieron a nombrarlo, como “El Gato”.

Poco a poco y con unos 15 acompañantes, armados de machetes, se fueron concentrando cerca del poblado de La Vecindad, en un pequeño cerro bautizado “La cueva de El Gato”.

GUERRA, GUERRA PATRIA, HEROICA Y SUBLIME!:

Despuntaba la madrugada del 16 de noviembre de 1815 y los hombres “gatos”, haciendo honor a su nombre sigilosamente le cayeron al fuerte de Juangriego y sin disparar un tiro, apresaron a todos los realistas que



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dormían plácidamente. Muchos se sumaron a las filas gatunas por ser venezolanos “obligados” y unos 23 marcharon rumbo a Sana Ana del Norte.

-Narciso! Que la gente tome el camino del Cerro de La Cruz, frente al poblado de Santa Ana y todos los cardones del cerro me le pones gorra, camisa y un palo que simule un arma.

Así se hizo y al despuntar la clara mañana nortera, desde el fortín España, veían minado el cerro de “soldados rebeldes”.

Cobían fue despertado por su segundo Carbetón

-Comandante!, nos atacan los rebeldes y ya han tomado el Cerro La Cruz!.

Cobían puso sus ciento y pico de soldados del “Barbastro” en alerta roja y se aprestó a defender la cara amenazada del fortín desde el ocupado cerro.

Por el lado contrario, es decir por el camino original seguido por Arismendi, desde La Vecindad y Juangriego, los sigilosos “gatos”, se aprestaban a tomar el fuerte y mediante rusticas escaleras y cuerdas, asaltaron la explanada interior a machete limpio. Todo era arrollado en un surco de sangre y gritos.

Tal fue el ímpetu de los atacantes que lograron detener al propio Cobían, no así el escurridizo Carbetón, quien



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había salido del fuerte a sorprender a los patriotas con una escolta de 10 realistas.

En la salida de Santa Ana, llamada “Culo de Mono”, Carbetón trataba de tomar el camino hacía Tacarigua y La Asunción, dejando abandonado a su propia gente.

Francisco López, era el patriota que cuidaba este vital camino, algo distante del centro de la batalla y desde una pequeña altura pudo ver a Carbetón.

-Caray!, el ladino y cobarde, está tratando de poner los píes en polvorosa! . Ta lejos, pero lo voy a tirotear desde aquí!..

Apuntando cuidadosamente con su fusil, López le disparó certero y le metió el tiro entre los dos ojos. Luego bajó y le quitó al cadáver la espada, la pistola y el mosquete.

Arismendi, recibió la noticia por el mismo López y en agradecimiento a su proeza lo ascendió a teniente y le regaló las armas conquistadas.

Dicen que el fantasma de Carbetón sigue asustando a los viajeros que salen o entran a Santa Ana y siempre lo ven gritando horrores en el dátil en donde fue enterrado.

Cobián y los sobrevivientes, fueron internados en los calabozos del fortín España y se rumoraba su inminente fusilamiento.



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Arismendi mandó a llamar a Cobían a su presencia y calmadamente le recriminó su sanguinaria conducta para con los pobladores y la injusta prisión de María Luisa, quien era una mujer inocente y su sólo pecado era ser sus esposa.

Cobían, temía una dura represalia y callaba cabizbajo.

Urrieztieta brincó furibundo al recibir la noticia de la pérdida de Juangriego, San Juan y Santa Ana en manos de este “monstruo” que debía haber fusilado desde hace tiempo!.

Como respuesta, respondió con el terror y tomando unos 18 patriotas prisioneros en distintos lugares de la Isla, los ejecutó y sus cuerpos fueron lanzados en una playa entre Porlamar y Pampatar.

No había clemencia, ni tregua, era la mano dura imperial en contra de estos salvajes vasallos indignos de su majestad.

Urrieztieta, gritaba colérico a su estado mayor:

-Reúnan a toda la guarnición, a los que puedan caminar, vacié las enfermerías y todo aquel que pueda pelear, lo quiero ver en filas. El que se resista, me lo ejecutan de inmediato!.

Con todo solamente pudo juntar unos 900 hombres y entre tambores y pífanos, marchó como Cesar, rumbo a su imaginaria “Galia” a ver, vencer y triunfar!.



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Pero “una cosa es lo que piensa el burro y otra quien arriba lo arrea” o mejor dicho los que pensaba “El Gato” y un pueblo valiente y unido, que no le temían a españoletos coléricos, ni rebullones.

LOS FURIOSOS MARGARITEÑOS:

Del Portachuelo pá´bajo, la tierra se vestía de patria y todos corrían a Santa Ana del Norte a apoyar a ese felino de la libertad. Era orgullo y amor lo que emanaba de esos pueblos y caminos.

Precisamente desde este glorioso cerro de El Portachuelo, frontera entre la Margarita del Sur y la del Norte, paso obligado en la vía hacia Santa Ana, los realistas lo tomaron a sangre y fuego, haciendo retroceder la pequeña prevención que Arismendi había colocado mas como para dar la alarma que para resistir la embestida.

Precisamente en el tope del Cerro La Cruz, sitio de su genial ejercito de “mamarrachos” o “soldados de paja”, se había estacionado con su escolta y un grupo nutrido de ñeros bravos!.

Urrieztieta, mandó a su tropa en dos grandes columnas, una dirigida a tomar a Santa Ana y otra a atacar al monstruo en el cerro de La Cruz.

La columna realista de ataque al pueblo, fue detenida en “Culo de Mono”, frente a la tumba de Carbetón y recibida a plomo limpio.



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La otra columna subía el cerro La Cruz y nada se lo impedía, cosa que observaba esperanzado Urrieztieta, prudentemente a retaguardia y sin arriesgar mucho su persona.

En la ladera norte del cerro La Cruz, Arismendi estaba tendido en el suelo con sus acompañantes y machetes “despalmaditos” y muy amolados en mano, esperaban al enemigo.

Al llegar los primeros realistas a la cumbre, Arismendi grito “! Viva la Patria! Produciéndose una furiosa carga que dejó perplejos a los cansados realistas.

El empuje fue tan terminante que iba dejando un camino de cadáveres en la urgente retirada de los del rey.

El tropel amenazaba ya a Urrieztieta, quien recibía a los correlones de su otra columna de toma del pueblo.

Todos corrieron Portachuelo arriba, pero el huracán patriota los cegaba y macheteaba sin piedad.

Urrieztieta, incrédulo retrocedió a las alturas del Portachuelo y se parapeteó para contener a los furiosos ñeros. Allí recibió a sus fugitivos y pidiéndoles calma, los preparó para una nueva arremetida.

Lo que no contaba el Gobernador, era que ya Arismendi tenía pueblo y patria!.



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Miles se arremolinaban en la gloriosa Santa Ana del Norte y todos los pueblos aledaños de El Maco, El Cercao, Tacarigua, San Juan, La Vecindad, Pedro González y Juangriego, hacían apuestas a ver quien emprendía más prodigios y entregaba más combatientes para la lucha.

Todo el mundo quería pelear, jóvenes, mujeres y hombres, labriegos y pescadores, unidos al son de el gran gato!

Urrieztieta bajó de El Portachuelo, apostando a una sangrienta venganza y los supuestos salvajes, lo aguardaban apostando a una Margarita y Venezuela libres, origen de la patria nueva.

Antes de llegar a Tacarigua, encontró la férrea resistencia de dos columnas renovadas de increíbles macheteros despalmados.

Los margariteños infundían terror a los realistas y para colmo de pronto viniendo de Santa Ana, en un escena imposible por lo casi irreal, 300 jinetes con lanzas se les abalanzaron de frente, comandados por Joaquín Maneiro.

Ya no era terror, era peor, era un loco frenesí por salvar el pellejo y los realistas corrían hacia La Asunción, abandonando baterías, pertrechos, heridos y dignidad.



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Maneiro casi toma La Asunción, pero es detenido por los fuegos cruzados de las baterías realistas emplazadas en las alturas y en el castillo de Santa Rosa.

Mientras todo este furor transcurría María Luisa, estaba recluida en un cuarto de la casa de la familia Añes, una familia antaño patriota, pero que se había pasado al bando realista. Siempre en todas las épocas han existido y existirán traidores.

María Luisa, sufría calladamente su primera prisión, después de su obligada salida de Santa Ana del Norte.

En el salón de los Añez, se reunían en tertulia, algunos oficiales coloniales realistas y María Luisa escuchaba con gran pesar, las mentiras que ellos charlaban, para darse ánimo entre ellos.

Por supuesto que la muerte de Arismendi, era uno de los temas favoritos y las distintas “maneras de matarlo”, una vez “por traición de sus forajidos acompañantes”, otra “por suicidio”, otra por “ajusticiamiento por sus crímenes en contra del rey” y pare de contar.

Ya María Luisa, pensaba que “su gato”, tenía más vidas que un ídem!.

Juan Bautista, más vivo que nunca, planeaba asaltar la casa de los Añez, pero María Luisa se opuso a esta aventura presintiendo una trampa mortal en contra de él.



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MARIA LUISA A SU SEGUNDA PRISION:

La precaria situación militar de los del rey, aconsejaba a Urrieztieta, prevenir cualquier golpe de mano, para arrebatarle la presa más cotizada que podía desmoralizar al villano de Arismendi.

-A esta señora hay que resguardarla en el Castillo, lo más pronto posible.

El 17 de noviembre de 1815 a las 6 de la mañana, una partida armada se presentó en casa de la familia Añez y amarrada montaron a María Luisa en una mula. El trayecto fue corto al tenebroso castillo de Santa Rosa en la capital de Margarita. María Luisa entraba en su segunda prisión.

El gobernador Urrieztieta, tenía como estrategia para desmoralizar a Arismendi, retener a su esposa en prisión bajo severas condiciones dado que María Luisa presentaba un estado avanzado de gestación.

Fue internada en un calabozo, sin luz ni ventanas, en donde se apreciaba un mal catre y una silla.

Ella permaneció en vigilia por dos días y sus noches, hasta que en la mañana apareció una comida consistente en tasajo de carne salada, un puñado de arroz crudo y una porción de ron. Por otros tres días María Luisa no probó bocado y le daba el ron al cabo que le traía los alimentos.



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Afuera la guerra seguía su curso inexorable con la resistencia furiosa de los margariteños comandados por Arismendi, quien era dueño de toda la isla, menos los puntos fuertes dominados por castillos y baterías.

Ya campeaban en un gran ejército de cuatro mil furiosos margariteños, determinados a vencer o a morir y esto no era cuento, pues lo demostraban a cada rato con acciones casi suicidas en contra del invasor.

Urrieztieta mandó a emisarios a proponerle a Arismendi el canje de su esposa por los realistas que permanecían en su poder.

Arismendi contestó: “Sin patria, no quiero esposa!.

El 23 de enero de 1816, María Luisa lucía desmejorada y con urgentes dolores de parto.

NACE CASI MUERTA JUANA BAUSTISTA:

Una reclusa patriota llena de harapos y con señales del rigor realista en esta cárcel-castillo, se le permitió asistir a la parturienta.

-Doña, que me han mandado a estar con su merced, pero en verdad yo de paridera no sé nada!..

-No te preocupes mujer!... ya Dios me permitirá sobrevivir a mí y mi criatura.

Al cabo de unas angustiosas horas, tendida en su catre de colchón de paja, María Luisa dio a luz a una niña.



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-¿Y qué nombre le ponéis a la criatura?, preguntó el oficial de guardia.

-Juana Bautista Arismendi Cáceres.

-Señora!, deberías cambiar de nombre de inmediato, sino queréis ver a la criatura ensartada en una lanza!.

María Luisa, no cambió el nombre y antes que sus carceleros cumplieran la amenaza, la niña murió debido a las terribles condiciones del parto en la mazmorra húmeda en que se encontraba y por la precaria condición de su madre.

Sobre la capital La Asunción se desgajó una virazón de agua y María Luisa estuvo abrazada a su hija muerta por dos días.

Se presentaron unos niños de la localidad con el encargo de enterrar a la niña, quien María Luisa había ya envuelto en un saco de aspillera, de los que la obligaban a coser y se las entregó a los niños enterradores.

Al cabo de una hora los niños volvieron al calabozo:

-Señora, aquí le traemos el saco, pues usted debe necesitarlo más en este calabozo. La niña la tiramos por un barranco!

Ella contaba años, después que dejo de llorar y sus incontenibles lágrimas que antes eran cataratas, se



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redujeron a una mirada serena. Ya no era posible sufrir más en tan corto tiempo.

Sin embargo sus carceleros estaban dispuestos a martirizarla a pesar de su heroico y digno silencio.

LA TORTURA DE UNA EJECUCION:

-Señora! Gritó un oficial en la boca del calabozo. Salid de allí y seguid la escolta!.

Ella dignamente, salió erguida en su grandeza, pensando que iba a ser ejecutada. Tenía mucho miedo, pero el recuerdo de su esposo en armas, de su pueblo, su madre y de su criatura perdida, la confortaba.

Caminaron por la cara norte del Castillo, que daba al valle de La Asunción y le fue informada que iba a ser fusilada por órdenes del comandante.

María Luisa elevó su vista al cielo e inició calladamente un Padre Nuestro, mientras los soldados se lineaban para la ejecución.

El cabo se acercó para vendarle los ojos y ella lo rechazó con firmeza y a continuación quitándose sus aretes de oro, se los ofreció.

El cabo tomó ávidamente los aretes, que de todos modos hubiera tomado del cadáver y le informó:



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-Señora, perdonad, pero hemos sido ordenados en simular una ejecución con su persona, pero hasta aquí lo dejamos. Ya puede regresar a su calabozo!.

María Luisa lo observó serena, pero desafiante y el cabo español bajó los ojos llenos de vergüenza.

Ya para febrero de 1816, la salud de María Luisa era un desastre y ante su digno silencio, el capellán del castillo, logró que se suavizaran algunas de las rigurosas medidas en su contra.

De la cocina del capellán le fue provista restos de la comida y se le permitió lavar su ropa puesta encima en el rio cercano.

Para esos días de madrugada se presentó una escolta armada en la puerta de su calabozo y se le ordenó seguirla.

MARIA LUISA A SU TERCERA PRISION:

Fue elevada en vilo y colocada en una mula rumbo a otra prisión en el castillo de Pampatar, distante unos kilómetros de Santa Rosa y edificado a la orilla del mar.

El trayecto era peligroso, pues las partidas patriotas dominaban el territorio, pero la escolta puso en lugar muy visible a María Luisa para frustrar cualquier ataque sorpresivo.



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El grupo llegó al castillo “San Carlos de Borromeo” y el oficial transmitió la novedad a su par en la prevención:

-Señor!, por ordenes del gobernador os traigo esta importante prisionera, mujer del monstruo Arismendi y muy peligrosa.

El teniente observó a la flaca y casi niña, exageradamente amarrada y le pareció irónico, el adjetivo de “peligrosa”.

María Luisa fue conducida a otro calabozo, algo más amplio que el otro de Santa Rosa, pero igual de austero e incómodo.

Otro día cualquiera, se le ordenó salir a la playa para ser embarcada en una goleta de guerra.

MARIA LUISA A SU CUARTA PRISION:

“El Gabazo”, era el nombre de la goleta artillada, que suavemente cabeceaba en la playa de Pampatar en donde su tripulación se preparaba para hacerse a la mar rumbo a La Guaira.

En tres días, tras un furioso bamboleo en cabo Codera, la nave arribó al colonial puerto de La Guaira.

María Luisa fue conducida al edificio de la “Aduana”, frente a la imponente casa Guipuzcoana y allí en la oficina fue recibida por el intendente Bobadilla.



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-Señora!, ¿Qué crimen tan horrendo habéis cometido, que hasta una goleta de guerra os trae cautiva?

María Luisa, lo miraba de pie imperturbable.

-Que os estoy preguntando joder!...Ya sabemos que sois la mujer del canalla asesino de Arismendi y debéis pagar por sus crímenes!.

-Señor!.Yo soy una mujer inocente y no he cometido crimen alguno. Su conducta es impropia para conmigo y me niego a contestar nada que venga de usted!

Bobadilla, casi saltó al frente para agredirla, pero se contuvo ante la presencia de otros oficiales españoles, quienes curiosos presenciaban la escena.

-Llevadla y metedla en el calabozo de castigo, joder!.

A empujones María Luisa fue conducida al calabozo sin ventilación y allí quedó en silencio sentada en suelo en perfecta oscuridad. De esta accidentada forma comenzaba su tercera prisión.

Una semana después fue conducida a un calabozo aireado y con ventana al mar.

Noche de luna llena frente al mar de La Guaira y el siempre vivo oleaje de la caleta, salpicaba el pasillo frente a la ventana del calabozo.



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De repente un bulto se deslizó atado a un mecate por la ventana y fue depositado con cuidado en el suelo del calabozo.

María Luisa quien dormía en su catre se alarmó, pero al ver el atajo se tranquilizó y se acercó a averiguar. Una cobija, un vestido seco, toallas y un mapire con comida caliente.

Esta ayuda se repitió por varios días y por la altura de la claraboya a María Luisa le era imposible vislumbrar los pasos de su benefactor, de quien nunca supo su identidad. El perfecto bienhechor!.

MARIA LUISA A SU QUINTA PRISION:

La madrugada del 26 de marzo de 1816, fue interrumpida por las voces de una escolta armada que la conminaba a salir de inmediato al pasillo. Fue conducida rápidamente a una carreta y bajo custodia encaminada a Caracas.

Cerca del medio día, la carreta y la escolta llegaron a la esquina de “Las Monjas”, en la Plaza Mayor, frente al convento de “La Concepción” y tras varios aldabonazos, apareció la encapuchada figura de una religiosa, quien corriendo fue a buscar a su superiora.

-Madre! Por ordenes del Gobierno de Su Majestad, de acuerdo a la ordenanza, os hago entrega de la criminal María Luisa Cáceres de Arismendi, a quien debéis recluir según ordenes escritas recibidas.



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La abadesa se acercó a la carreta y tomó por la mano a María Luisa, internándose en el pasillo del gran convento.

Ya las monjas prevenidas del arribo de la reo, habían dispuesto una celda en donde la mantendrían aislada y con el solo contacto con la abadesa.

La Caracas, de 1816 ya había entrado en los tumultuosos tiempos posteriores a la declaración de independencia y había sido pérdida por los patriotas, retomada otra vez y definitivamente perdida en estos tiempos de Don Pablo Morillo.

Vuelta al redil del Rey, la levantisca ciudad, cuna de alborotos y rebeliones, lucía “pacificada” y sobre todo en poder de una férrea religión que inundaba las parroquias con iglesias, basílicas y conventos por doquier.

Este de “La Concepción”, abarcaba todo el cuadrilátero, que hoy ocupa el Palacio Federal legislativo y por obra del impío y masón del presidente Guzmán Blanco fue demolido sin misericordia y sustituido por la casa que hace las leyes.

Con un jardín central, arcadas, capilla y reclusorio, el convento de cal y canto, era un enclave de aparente paz y rezo, sin embargo en los corrillos de la ciudad se cursaban muchas historias de contenido sexual entre



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monjas insaciables, obispos lujuriosos y curas vagabundos que eran la delicia de los chismosos.

Así pues ese 26 de marzo de 1816, María Luisa entraba en su cuarta prisión, de la firme mano de la Abadesa Mayor, comandanta de las huestes monjiles y rezanderas del mayor convento de la ciudad.

El nuevo régimen carcelario, por supuesto que en comparación con los castillos dejados atrás, era un verdadero alivio, aunque nadie podía acercársele, el solo hecho de hablar con la Abadesa y sobre todo poder usar las pocas facilidades sanitarias, a María Luisa, le pareció un salto al cielo, el cual incluso llegó a considerar como su reclusión de por vida ante la muerte de su esposo y madre, pero Dios en sus insondables designios, le tenía sorpresas mayúsculas, con las cuales ni se imaginaba!

Don Pablo Morillo y su corte se habían mudado para Cartagena de Indias en la Nueva Granada y allí llegó el “pacificador”, degollando y arcabuceando a cuanto patriota podía, para así implantar la paz del rey.

Mientras tanto el diablo o gato furioso, rebelde de Arismendi hacía de las suyas en la Margarita.

El brigadier Pardo, simulaba gobernar una Margarita casi tomada en su totalidad por los insurrectos y se mantenía en tres o cuatro puntos fuertes de la isla.



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Sin embargo la situación de Arismendi, a pesar de contar con su pueblo se tornaba difícil por la falta de pertrechos y el cerco naval de los realistas.

Cada día se acentuaban las bajas en este grupo de esforzados, quienes en realidad contaban con los gigantescos esfuerzos del pueblo llano, quien bregaba por pescar en aquellas costas tan peligrosas, de distribuir las “marusas” de alimentos, el casabe, los canutos de caña, algunas verduras y el pescado salado.

En eso se corrió la voz por toda “Laisla”, aquel mayo del año 16:

-AH! Mujer hoooo!, dicen que por Juangriego es la cosa, disque vienen cientos de barcos, full de armas y por fin vamos a acabar con estos sinvergüenzas españoletos y los vamos a arrojar al mar!.

BOLIVAR FARO PODEROSO DE LA LIBERTAD:

En efecto se trataba nada menos que la esperada expedición de “Los Cayos”, nombrada así en honor a la república de Haití, desde donde partió y su magnánimo presidente negro Petión.

En verdad no se trataba de “cientos de barcos”, sino de 7 buques, en donde venían Bolívar, Brión, Beluche, Piar, Mariño, Dubonil, Pinell, Monié, Rosales, Laminé, Terrero, Mac Gregor, quienes comandaban unos 200 hombres bajo la coordinación de Bolívar.



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Los combates contra la flota realista fueron ardorosos y en especial la caza del navío español el “Intrépido”

-Compatriotas!..Ante nosotros el enemigo, sus fuerzas son formidables, pero nunca comparables con las nuestras, porque ¿Cómo puede compararse el espíritu con la materia?...

El griterío ante la arenga de Bolívar era ensordecedor y los realistas atemorizados buscaban en vano refuerzos u otra circunstancia ante este alboroto.

-Sois caraqueños, sois republicanos, sois venezolanos y con tan SUBLIMES títulos ¿Cómo podéis vivir sin ser libres?..

Encaramado en la base del palo de mesana, espada en mano, parecía un remolino de viento y de gritos, una inmensa tormenta arrasadora, hecha hombre, cuyos ojos vomitaban fuego y se agigantaba como si fuera todo un pueblo.

Tras tres o cuatro embestidas, con la cubierta llena de cadáveres, sus jarcias vencidas y troneras por todos lados, ya agonizaba el “Intrépido”, frente a las azules costas de Juangriego.

El gobernador Pardo escuchó las nuevas que venían de la derrotada flota realista:

-Su excelencia, hoy una gavilla de facinerosos han tomado por sorpresa nuestros pocos buques en



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Juangriego y se aprestan a desembarcar miles de insurgentes…

Pardo quien escuchaba en su eterno resguardo del Castillo de Santa Rosa, ordenó evacuarlo y dirigirse al castillo de Pampatar.

Una vez consolidado el desembarco en Juangriego e instalados sus comandantes en la villa del Norte, Arismendi voló hasta el abandonado castillo de Santa Rosa, en donde estuvo una vez su mujer y en donde murió su recién nacida hija.

-Desmantélese todo pertrecho de guerra, confísquese sus baterías y desde hoy será conocido como cuartel de la patria!.

SANTA ANA DEL NORTE, LA VILLA GLORIOSA:

En Santa Ana del Norte, todo era animación y bullicio. Bolívar fue alojado en la casa del General Policarpo Mata y los otros jefes en casas aledañas.

Se convocó una junta para el 7 de mayo en donde concurrieron a la iglesia del pueblo, todos los jefes y Oficiales de la isla y los que acompañaban a Bolívar desde Los Cayos.

En el pueblo no se podía ocultar que entre los Jefes, habían “disidentes” o mejor dicho los que siempre cuestionaban a Bolívar en casi todo lo que hacía, por allí



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en conversaciones nocturnas estaban algunos, Mariño, Piar y otros.

Arismendi, siempre en conocimiento de todo e informado por el pueblo que lo adoraba, estaba dispuesto a sentar la autoridad del Padre de La Patria y establecer en Santa Ana del Norte, el inició de una nueva era en la república que nacía.

El día amaneció deslumbrante frente al cerro “La Cruz” y tras 7 roncas campanadas y con el disparo de las baterías en los fortines, se inició la sesión:

-Señores!...casi gritaba el Libertador sobre las casi 300 personas que poblaban el recinto de la iglesia…Señores! Estoy lejos de querer, resultar electo pues temo la gravedad de este encargo, además que esto puede suscitar celos y desconfianzas que serían funestas a la causa de independencia. Yo serviré gustoso mandando como obedeciendo, pero recomiendo mucho cuidado en la libertad de elección, pues de ella depende el éxito de esta empresa.

Sus palabras fueron acogidas con un largo silencio y de inmediato ripostó:

-Me retiro de esta augusta asamblea y espero que sean tomadas las decisiones que todos necesitamos.

Con un tilín de espuelas y de la cadenilla de su gloriosa espada, salió rumbo a su posada provisional, frente a la



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plaza, al pasar la guardia le rindió honores presentando armas.

CUNA DE LA AUTORIDAD DE BOLIVAR Y DE LA TERCERA REPUBLICA:

Por unanimidad, Simón Bolívar fue electo Jefe Supremo de la República, con amplias facultades para salvar la patria a como diera lugar.

EL General Santiago Mariño, fue nombrado Segundo Jefe de la República.

Juan Bautista Arismendi, general de división fue elevado al grado y cargo de General en Jefe de los ejércitos de la República.

De inmediato una comisión presidida por Mariño y Arismendi, fueron a la casa de Bolívar, para informarle de las decisiones tomadas.

Igualmente Arismendi le informó a su Excelencia de los preparativos para una gran cena de gala y baile en los salones de la casa que ocupaba, en donde el trajín de ayudantes, cocineros, mesas y sillas era insoportable.

A las 8 de la noche se inició el sarao y la 4 ventanas enormes enrejadas que daban a la calle frente a la iglesia, fueron abiertas de par en par y adornadas con flores y el tricolor nacional.



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Varios faroles alumbraban la entrada en donde a cada rato llegaban caballos, carretas y gente a pie, unos para entrar como invitados y otros simplemente para mirar el inusitado espectáculo y comentar la trascendencia del momento en Santa Ana, dormido pueblo “en donde nunca pasaba nada!”.

En un momento dado comenzó la música a cargo de unos músicos traídos del pueblo de Tacarigua y El Maco.

En el salón del medio, ya los engalanados oficiales e invitados, danzaban alegremente al compás de la deliciosa música.

Unas cuantas barricas de vino fueron abiertas y desde el campanario de la iglesia, se deslizaban curvos los cohetes de la celebración.

Había nacido la Tercera República y la oronda Santa Ana de Norte, Isla de la Margarita, centro del Universo, había tenido el honor de ver a su padre Libertador convertirse en Jefe Supremo para siempre y a su hijo predilecto Juan Bautista Arismendi ascender al último grado de la milicia por merecimiento a sus grandes luchas. La felicidad del pueblo era avasallante!

MI BISABUELA CATALINA NATERA:

Me lo contó mi bisabuela Catalina Natera: Que su bisabuela o tal vez tátara abuela, “había visto al Libertador, cuando entró en Santa Ana del Norte”…



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La viejísima abuela, con sus más de 100 años, me susurraba bajo el añoso tamarindo en la casa de mi abuelo paterno “Opo”, en Santa Ana del Norte.

-Si Panchito….mi bisabuela estaba parada allí cerca de la plaza, en la explanada por el camino que viene de Juangriego...las mujeres vendedoras de pescado, con sus rolletes en la cabeza y sus marusas de pescado, a cada rato gritaban:

-Ah mujer Hoooo!, po allí viene “El hombre”…..

Y en efecto cabalgando entre Mariño, Arismendi y Mac Gregor, montado en un caballo rucio, ataviado con un sombrero ancho, pantalones de montar y camisa fina de mangas largas y puño elaborado, venía nada menos que “EL Libertador”!

LA TATARA-TATARA ABUELA EN PRESENCIA DEL GRANDE DE LOS GRANDES:

La niña Natera, a favor de su menudo cuerpo, pudo ponerse al frente y al llegar al punto, El Libertador la miró, tal vez recordando aquella otra niña que él mismo ayudó en la gran huida de Caracas y que el habían informado por boca de su esposo, los infortunios que había sufrido.

El caballo de El Libertador sofrenó un poco el paso y Bolívar le dedicó a la niña un gran sonrisa y una profunda mirada.



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Mi abuela poeta Catalina, me decía 144 años después todo lo que había pasado en su pueblo cuando sucedieron estas cosas.

-Mira Panchito..La mirada de ese hombre se quedó grabada en el alma de la niña, que luego fue abuela y nosotros sus descendientes la llevamos en al alma para siempre y podemos decir que en Santa Ana del Norte, cuna de la Tercera República vimos al Libertador!

La vieja abuela ya era demasiado anciana para prolongar mucho su gran historia, pero allí me descubrió lo mejor:

EL HIJO PERDIDO DEL LIBERTADOR:

-AH! Panchito…esa noche del año 16, el vino corrió como agua en la montuna Santa Ana y el Libertador bailó toda la noche con una preciosa joven, llamada Ramona, quien era de las familias de Tacarigua.

-El Libertador estuvo en Margarita hasta principio de junio y te digo Panchito que algunos meses después que se marchó, la Ramona parió un hijo misterioso en Tacarigua y a pesar que su familia trató de ocultar la cosa, todavía en ese pueblo se habla del “hijo de El Libertador, nacido en Tacarigua”.

Yo joven de bachillerato, bolivariano de corazón, ya metido en la lucha por los derechos del pueblo en la dictadura de Pérez Jiménez, me saltó el corazón al oír de



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mi propia abuela, un testimonio tan claro de la tradición oral relativa al grande de los grandes…

Cada vez que paso por el pueblo de Tacarigua, mi mirada inconsciente se fija en todos los niños que veo, como buscando en sus ojos esa huella candente de aquella mirada profunda!

Una vez le relaté a mi padre la historia de la abuela y él casi distraído me contestó:

-Por los detalles, las casas y los personajes parece muy real ese cuento.

Mi padre fue igualmente un gran bolivariano y bajo su empeño fue restaurada la casa del baile, la del General Policarpo Mata en donde se alojó el Libertador cuando estuvo en Santa Ana. Su empeño fue tal que hasta se mudó para la casa para dirigir los trabajos y yo pude dormir en el cuarto que usó el Libertador.

Tal vez por un pasaje misterioso y sublime, puede ver algunos de los sueños increíbles que aquel hombre genial tuvo en esos rincones…Quien sabe!

PARDO, VETE YA!

Pero la guerra continuaba en la Isla y el gobernador Pardo atrincherado en Pampatar resistía diariamente el asedio de colmenas furiosas de margariteños, dispuestos a desalojarlo de su querida isla.



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Los pozos de agua de tomar fueron inundados de sal y la guarnición realista empezó a padecer los apremios de la sed.

La resistencia de los del rey se debilitaba y Pardo la noche del 3 de noviembre de 1816, sigilosamente en la oscura madrugada inició el embarque de sus tropas y allegados, rumbo a tierra firme.

El gobernador daba órdenes a diestra y siniestra y preguntaba constantemente por las novedades de los vigías emplazados en las alturas, con el objeto de no ser sorprendido por Arismendi.

Aldama joder!..Gritaba a cada rato Pardo.

-Que hay que apurarnos antes que nos coja la aurora!..Y sobre todo debemos dejar todo preparado para la sorpresita que le tengo preparada a ese canalla de Arismendi!. ¿Cómo va todo Aldama?.

-Bien excelencia!..Vamos a poner una carga de pólvora grande con mechas retardadoras, para que cuando los rebeldes entren al castillo, este vuele y con él medio poblado!...

-Bravo!..Así podremos presenciar desde el mar, el fin de esta canalla!..

Justo antes de la salida del sol, las naves realistas se aparejaron a varias leguas de la costa, teniendo a



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prudente distancia la borrosa imagen del castillo de “San Carlos de Borromeo”.

Juan Bautista y su estado mayor entraron al desierto pueblo sin disparar un tiro y el “gato”, siempre prudente y perspicaz mandó a unos oficiales a inspeccionar el castillo, quienes encontraron en el polvorín, todo un complejo de mechas ardiendo lentamente hacia el grueso de las barricas llenas de pólvora.

Arismendi fue advertido y ordenó inundar con agua el recinto, apagando de inmediato la amenaza.

En el mar Pardo y sus allegados esperaban ver saltar el fortín y ya se impacientaban por el retardo, cuando un cañonazo disparado desde una de sus baterías, les dio un gran susto, al picar el proyectil muy cerca de los barcos.

Esta inesperada circunstancia los impulsó izar velas frenéticamente y desaparecieron rumbo a tierra firme.

ESPAÑA DEJO DE OPRIMIR Y LA ISLA FUE LIBRE:

En ese instante, el poder español dejó de prevalecer en la isla de la Margarita para siempre y nunca más volvieron tropas realistas a pisar el suelo heroico de la Nueva Esparta.

Volvemos al convento de “La Concepción” y la madre superiora jadeante llega a la puerta de la celda de María Luisa, quien apenas se aprestaba en su aseo personal.



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-Querida niña…os debéis preparar para irte de viaje..El gobierno de su majestad os envía a España y ya vienen a buscarte para llevarte a La Guaira…

-Madre..¿Pero qué delito he cometido?..¿Como pueden alejarme de mi patria estos malvados y condenarme al exilio por ser solamente la esposa de Juan Bautista?...

-Hija, yo no sé de estas cosas, pero esa es la orden y mi deber es cumplirla…dentro de una hora debéis estar lista.

A María Luisa, no le costó mucho hacer un alijo con sus muy contadas pertenencias y humildemente se arrodilló frente a la imagen de Cristo Redentor y rezó un rato pidiéndole misericordia y sobre todo que guardara la preciosa vida de su esposo…

MARIA LUISA A SU SEXTA PRISION:

Eran los primeros días de diciembre de 1816 y María Luisa fue sacada del convento y sobre una mula en plena mañana, con miles de personas que realizaban mercado en las calles adyacentes, fue exhibida ante la multitud.

Algunos necios se burlaban de ella, otros callaban y la miraban con tristeza. Ahí iba la mujer de Arismendi, “criminal insurgente contra nuestro señor el Rey.”



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En la plaza de la Pastora la escolta hubo de agregar cuatro pobres diablos acusados, no se sabe de qué crimen.

Ya cayendo la tarde la escolta llegó a El peñón, pueblito cercano a La Guaira a donde llegaron ya entrada la noche, frente al cuartel de artillería, en donde María Luisa fue internada en un inmundo calabozo, aledaño a otro lleno de patriotas capturados.

María Luisa desfallecía de hambre y cansancio tras 10 horas de cabalgar atornillada a su puesto en la carreta, silenciosa y con la frente en alto.

Por la pequeña ventana cruzada de barrotes, María Luisa escuchó que alguien la llamaba del calabozo de los patriotas.

-Señora!..Soy M. Escurra, patriota de corazón...he escuchado de su arribo a esta prisión y me imagino como la tratan estos barbaros... Vamos a mandarle con alguien algo de comida…

María Luisa sorprendida, no sabía que decir y solo atinó a decir quedamente...

-Gracias señor…

Al rato apareció uno de los guardas con un azafate de comida y bebida, seguramente sobornado por los de al lado y abriendo la ventanilla de su puerta lo lanzó al piso de su calabozo…



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Luego de 24 horas de haber llegado a La Guaira de nuevo y fue embarcada en el bergantín “El Popolo” quien se dirigía a la ciudad de Cádiz, España.

Con la marea el Popolo y otros doce barcos eran escoltados por el navío de guerra “EL Gabazo”, zarparon de la cala en el puerto de La Guaira.

Esta precaución de protección armada se realizaba para proteger el cargamento de los bergantines, quienes frecuentemente eran asaltados por corsarios o piratas.

El capitán Navas era el conductor del Popolo y ya en plena navegación llamó a María Luisa, para informarle de su situación.

-Señora...tengo órdenes verbales, más no escritas, de entregarla a la autoridad en la ciudad de Cádiz. Os ruego estéis con las otras familias pasajeros de mi buque y gracias por su cooperación.

María Luisa se había instalado en un camarote con algunas damas de la familia Arévalo, quienes viajaban a España en busca del jefe de la familia.

Igualmente era pasajero el brigadier español Manuel Fierro.

En cierto punto del Caribe, el barco escolta Gabazo, regresó a su base en La Guaira y los 13 barcos mercantes siguieron su navegación hacia España, en la creencia que ya no les aguardaba ningún peligro.



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PIRATAS!, PIRATAS!

El vigía del palo mayor de El Popolo, al filo de la madrugada gritó: Barco a la vista!.

Desde el puente de mando el oficial de guardia mandó a llamar al capitán Navas, quien medio dormido llegó presuroso al puente de mando y con su catalejo procedió a observar al buque avistado.

-Me parece por la arboladura que este es un barco pirata…ahora veo la bandera negra en su popa!..A toda vela maestre!..

La pequeña flota de barcos mercantes, se dispersó en la huida, pero el barco pirata persistía en darle caza a El Popolo, a quien en pocas horas y en plena mañana, hubo de abordar sin mayor resistencia.

El pirata resultó ser un capitán oriundo de Buenos Aires.

-Capitán Navas!..Mi interés es solamente la carga que su barco transporta y en cuanto esta sea asegurada, pienso dejar a toda la tripulación y pasajeros en la Isla Portuguesa de Santa María, en Las Azores, en una discreta playa.En cuanto a los pasajeros, quiero me informe su procedencia y destino, para asegurarme que no constituyen presa de rescate.

Navas, midiendo bien sus palabras contestó de inmediato:



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-Señor, en cuanto a la carga y el barco, nada podemos hacer pues somos mercantes pacíficos y en cuanto a los pasajeros, todos son súbditos españoles que regresan a su país, desde La Guaira.

María Luisa, previamente le había comunicado al capitán Navas su intención de seguir bajo su mando, haciéndose pasar por sobrina de la señora Arévalo.

Meditó mucho esta decisión, pues aventurarse a revelar su identidad de inmediato la podría conducir a una incierta aventura, en mano de estos corsarios, que aunque enemigos de España, no eran de confiar. La decisión tomada la llevaba igualmente al infortunio de seguir presa a España, pero con el respeto y seguridad que hasta el momento había recibido.

ABANDONADOS EN LAS AZORES PORTUGUESAS:

El brigadier Fierro alabó mucho la decisión tomada por María Luisa y al llegar a la Isla Santa María de Las Azores territorio de Portugal, hizo levantar un acta justificativa ante las autoridades portuguesas, en donde María Luisa por voluntad propia, a pesar de ser prisionera y haber podido evadirse, prefirió renunciar a su libertad y seguir su viaje a España.

En Caracas, se supo posteriormente de este acontecimiento y la infame Gaceta de Caracas, prensa servil en aquel momento a los intereses realistas, alabó la “firme conducta de la presa”.



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La villa de Santa María era la capital de la Isla portuguesa en las Azores y los abandonados pasajeros y tripulantes, se aprestaron a contratar otro buque para seguir a España.

Encontraron una vieja e insegura balandra, la cual acondicionaron lo mejor que pudieron y zarparon.

A las pocas horas, se presentó una horrorosa tormenta y el pequeño barco amenazaba con sucumbir ante las enormes olas.

María Luisa como todos los pasajeros era presa del intenso bamboleo y el consiguiente mareo profundo que se manifiesta en estos casos. Pensaba en su destino incierto rumbo a España en donde posiblemente podría ser enviada a una de esas famosas prisiones en donde morían los patriotas que osaron retar al rey.

Quince días duró la dificultosa travesía y el 17 de enero de 1817, arribó el destartalado buque al puerto de Santa María y de inmediato a Cádiz.

El capitán Navas acompañó a María Luisa a la oficina del Capitán General de Andalucía

ESPAÑA Y LA AUTORIDAD:

_-Señor capitán Navas ¿Quién es la señora que usted presenta como reo a esta autoridad?.



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-Señor Capitán General es la señora María Luisa Cáceres de Arismendi y me fue entregada en la Guaira por el señor comandante del puerto.

-Bien..Pero ¿no posee usted un acta con la actuación judicial en contra de la señora?.

-No usía..No me fue entregado papel alguno..

-Vaya!...que tremenda irregularidad!...

-¿Señora, se puede saber de que se os acusa?

-Señor..Yo ignoro cuál es el delito de que se me acusa y me somete injusta prisión..Posiblemente se me castiga únicamente por ser la esposa de Juan Bautista Arismendi.

El secretario miró a su jefe y al oído le hizo un breve resumen de quien se trataba el esposo de la señora, cuya fama había llegado a España. En este caso era improbable que el Capitán General la dejara completamente libre, pero tampoco podía ensañarse mandándola a una prisión sin haber cometido un delito probado.

-Señora, la condeno a vivir en cualquier punto de España, pero en carácter de confinada y cualquier movimiento debéis participarlo con antelación ante este despacho…



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-Señor Capitán, he sido enviada injustamente a España y no he cometido delito alguno, no tengo medios para sostenerme en esta injusta y penosa situación.

-Muy bien señora…os asigno una pensión de 15 duros y debéis presentarse mensualmente al Juez de Alzada para cobrar el estipendio y dar recibo.

Uno de los marinos Lorenzo Catani le recomendó a María Luisa, instalarse en la casa de sus amistades la familia Morón, en donde habitaban el jefe de la familia José Morón, su esposa doña Concepción y sus dos hijas.

MARIA LUISA LA COSTURERA:

Así lo hizo María Luisa y por acuerdo con la familia debía ocuparse de labores de costurera. El señor Morón por escrito hubo de responsabilizarse por María Luisa.

Con su circunspecta bonhomía María Luisa conquistó el corazón de los Morón y fue tratada como una hija de la familia. Los temas políticos de la distante colonia, no eran tratados en las conversaciones familiares y sus miembros se interesaban solamente por la geografía del trópico y la interesante circunstancia de ser María Luisa una habitante de una lejana y pequeña isla perdida en el mar de los caribes, frente a una pobrísima Capitanía General llamada Tierra Firme o Venezuela.

La vida en España discurría lentamente y María Luisa luchaba sola, totalmente incomunicada de noticias procedente de su ensangrentada patria.



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Dos acontecimientos vinieron a perturbar el normal curso de su vida, uno de carácter biológico, al padecer una fea erupción en las manos, que la hizo temer haber contraído una peligrosa enfermedad, afortunadamente solo se trataba de hongos, producto de la frialdad del invierno español.

EL PERDON DEL REY, UNA TRAMPA:

El otro fue una especie de trampa política, que trataron de tenderle las autoridades españolas.

María Luisa fue citada a la Capitanía General de Andalucía por escrito y mediante un acartonado funcionario.

-Señora..El señor Capitán General de Andalucía os cita a su despacho.

María Luisa durmió esa noche con temores de que su ventajosa situación propicia para una vida tranquila, pero más propicia para un escape, siempre acariciado y pensado, le fuera revocada por una lúgubre prisión.

-Señora..En vista de las circunstancias de su arribo a este reinado y de las recomendaciones escritas de la autoridad portuguesa en la Isla en donde fuisteis dejados por los corsarios, he decidido elevar una petición a su majestad el Rey de España, para que os sea concedida la libertad plena. En dicha petición declarareis que os acogéis al amor paternal del Rey y



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como vasalla extraviada de ultramar, protestas la lealtad al rey.

Con sus 17 años a cuestas, María Luisa se dio cuenta de la jugada que encerraba tal petición, ella como dijo la prensa mentirosa de Cádiz y hasta de Londres, pretendía “acogerse a la clemencia del rey, abandonando las oscuras intenciones del traidor de su esposo”.

María Luisa, pensaba calmadamente el riesgo de rechazar esta invitación y las consecuencias de este acto.

Calmadamente y con firmeza enfrentó al Capitán General, quien la veía muy interesado:

-Señor Capitán. “Soy incapaz de deshonrar a mi marido con la firma que se me pide. Su deber es servir a su patria y liberarla”.

El Capitán la miró por un rato y en sus claros ojos se dibujó una sombra de admiración.

-Poderos ir en paz señora y que Dios os acompañe!...

ESPAÑA ESTA PERDIDA!:

Más tarde el Capitán General comentando con su secretario el encuentro en que ambos habían asistido le dijo quedamente:



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-Julián…si esta casi niña en poder de sus enemigos demuestra esta firmeza, puedo decir que España ya no puede contar con las Américas. Todo se ha consumado!”.

Al regresar a la casa de los Morón, toda la familia la esperaba ansiosa para saber el motivo de la entrevista con la autoridad.

-María! Por fin!, la recibió doña Concepción..Criatura, estamos reunidos esperándote y temiendo no verte más. Gracias al Señor has vuelto!. Pero dinos que es lo que pasa!.

-No ha pasado nada amigos. Es que se me quería reducir a firmar un papel pidiendo clemencia al Rey y declarando en contra de mi patria y mi esposo y yo rotundamente me he negado!

-Válgame Dios muchacha! ¿Y no te han reducido a prisión?.

-No señora.Y creo que ante mi negativa me dejaran en paz!.

La familia Morón acrecentó su admiración por esta niña, tan recia en sus convicciones y tan suave en su trato familiar, siempre prudente y llena de prevención por no herir los sentimientos de estas buenas gentes que igualmente tenían su patria y su rey.



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Pero esta noche, la familia toda sentada frente a la chimenea, mientras el invierno arreciaba en sus ventanas, la estimularon para que contara sin limitaciones cuáles eran sus sentimientos de su dura vida.

-Por la sala desfilaron las escenas de la gran huida de Caracas, de la desolación, la sed y el esfuerzo en la marcha, de la mano luminosa del Padre de la Patria, cuando la montó en su caballo, de su llegada a Margarita, su matrimonio con Juan Bautista, su tranquila vida en Santa Ana del Norte, el aciago día de la trampa que le pusieron a su esposo, de su prisión en el Castillo de Santa Rosa y el nacimiento de Juana Bautista, quien duró solo unas horas , su entierro, su sufrimiento y las torturas simulando ejecutarla en un paredón, su destierro a La Guaira, su hambre y vejaciones, su viaje a España y los piratas y en fin la suerte de llegar a esta casa, en Cádiz.

Las mujeres de la familia Morón tenían los ojos llenos de lágrimas y José apenas asentía con un nudo en la garganta…Todo parecía una historia de teatro o un cuento emocionante escrito para una novela.

María Luisa, serena reflejaba en su rostro el fuego de los escogidos, en sus pupilas el fulgor del sufrimiento y la guerra, en su cara la firmeza que todo un pueblo había escogido: Ser libres o perecer en el intento!.



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Por esos días, ya entrado el año de 1818, estaba en Cádiz el coronel republicano Francisco Carabaño, quien había estado en Caracas, durante la caída de la primera república a manos de Monteverde.

LA HUIDA A LA LIBERTAD:

Carabaño se acercó a María Luisa y en privado le expresó lo siguiente:

-Señora Arismendi, conozco a fondo su periplo desde la Isla inmortal de La Margarita y conozco a un caballero inglés Mr. Tottem, amigo de la causa libertaria de Venezuela, quien gustoso podría ayudarla a reintegrarse a su esposo.

A María Luisa, esta noticia le dio un vuelco en su corazón, pero su innata prudencia le aconsejó tener mucho cuidado y con gran calma contestó a su interlocutor:

-Coronel Carabaño, agradezco su preocupación, pero antes de aceptar cualquier ayuda, debo ver a mi benefactor para entender cuáles son sus intenciones.

A Carabaño le pareció prudente la actitud de María Luisa y en días preparó la entrevista con el caballero inglés confinado en España por razón de sus escritos publicados en la prensa a favor de la independencia de las Américas.



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-Señor, deseo conocer cuál es su motivación para ayudarme a volver a mi país.

-Señora, la única posible, que usted vuelva para que la lucha por la libertad al lado de su valiente esposo, continúe en Venezuela, a quien deseo sea libre para siempre del dominio español.

Estas palabras fueron suficientes para convencer a María Luisa que se trataba de una ayuda sincera, pero convino con el caballero que los gastos de su partida, deberían ser posteriormente retribuidos por su esposo, asunto que así quedó arreglado.

María Luisa regresó a la casa de sus benefactores con mariposas en el estomago y su noble corazón palpitándole con fuerza. En la sala la esperaban las tres mujeres de la familia, quienes la recibieron ansiosas.

-Mujer!, cuéntanos de que se trata todo ese misterio de tu salida con el caballero Carabaño.

-Mis amigas, debo deciros la verdad, pues por lo nobles que han sido ustedes no puede haber una mentira entre nosotros que empañe esta eterna amistad. He decidido regresar a Venezuela, con la ayuda de estos señores benefactores que por razone humanitarias desean que vuelva a mi patria y a mi marido a sabiendas que soy inocente y no he cometido crimen alguno!.

Doña Concepción, se le quedó mirando fijamente y luego con mucha calma le contestó:



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-María Luisa, te consideramos una hija de esta familia española y sabemos que en tu corazón no anida ningún odio hacia nosotros, ni siquiera contra la gente de este país. Las sin razones que te han aventado sobre el océano a venir a nosotros han sido de carácter político y no han podido quebrantar tu lealtad a tu marido y a tu país, por lo tanto comprendemos tu afán y te bendecimos, que sea lo que Dios quiera!.

-Madre!..Mi corazón rebosa de alegría por vuestra comprensión. En cuanto a la fianza que habéis firmado, me propongo pedir por escrito un mes de permiso en la isla de León. Cuando hayan pasado unos días el señor Morón deberá manifestar mi ausencia de la casa y así podéis cubríos de toda responsabilidad..

En el puerto estaba surta una fragata norteamericana quien se dirigía a Filadelfia y gracias a los arreglos realizados, su capitán había aceptado a María Luisa a sabiendas de quien se trataba y con todas las precauciones debidas.

Se acercaba inexorable la tarde de la partida y toda la familia Morón estaba reunida en la sala de la casa, en donde abrazaban a María Luisa y le obsequiaban con algunas golosinas y alimentos iniciales para el viaje. Al llegar la hora, el llanto se hizo presente.

-Mi querida familia!.Cuanto desgarra mi corazón esta partida, pero mi destino es volver a mi ensangrentado país y a mi esposo. Les deseo mucha felicidad y les



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agradezco todo lo que han hecho por mi…nunca los olvidaré.

Esta promesa fue cumplida por María Luisa y através de su larga vida se comunicó con emotivas cartas con su familia española.

El carruaje con Carabaño llegó a la puerta de la vivienda de los Morón, donde previamente se había enviado el pequeño equipaje de la viajera.

Trepidante por las oscuras calles de Cádiz se deslizaba la calesa vía al puerto.

María Luisa iba muy agitada y en todo momento presentía que la pudieran detener y en algunos momentos hasta creyó ver policías que controlaban el camino.

Nada sucedió y Carabaño la ayudó a subir la pasarela de la fragata que desplegaba en la popa una gran bandera de barras y estrellas.

El capitán la recibió y fue presentada a los tripulantes del puente como una maestra de español quien se restituía a su comunidad en Filadelfia bajo los cuidados del capitán, amigo de su supuesta familia norteamericana.

Algunas miradas se posaron en la juvenil figura, de aspecto menudo y de serena presencia. A nadie le



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pareció nada extraño, pues muchas veces habían transportado pasajeros que viajaban a Norteamérica.

En su camarote María Luisa hervía de nervios, esperando el zarpe de la nave y temiendo en cada momento ser descubierta en su intento de ser libre.

Medio adormilada pudo sentir las maniobras de zarpe y al cabo de un rato salió al pasillo estribor para ver las luces de Cádiz que se desvanecían en lontananza.

-Adiós España!.Adiós para siempre!, no hay odio en mi corazón y a pesar de las barbaridades que cometen tus sicarios en mi suelo, yo te perdono!. Espero que toda mi gente pueda decir lo mismo pronto!. Así como yo recobro mi sagrada libertad, mi pueblo sufriente lo hará pronto!.

FILADELFIA, ESTADOS UNIDOS DE AMERICA:

Después de una larga navegación la fragata atracó en el puerto de Filadelfia el 3 de mayo de 1818.

El capitán condujo a María Luisa a su casa con su familia provisionalmente, mientras localizaba y presentaba una carta enviada por el caballero inglés de Cádiz Mr. Totten a un acaudalado comerciante, quien a la vista de esta carta de crédito, inmediatamente ordenó el pase de María Luisa a una posada con gente de habla hispana, para que se sintiera a gusto y pudiera comunicarse. Igualmente ordenó una serie de vestidos



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para María Luisa, en una modista de renombre en la ciudad.

-Señor Totten, agradezco todas sus atenciones, pero en cuanto a los vestidos quiero que sean modestos y de poco lujo, pues mi marido debe estar en una precaria situación debido a la guerra, además por tanta sangre derramada, no estoy en condiciones de lucir en ropas ostentosas mientras mi pueblo gime y es exterminado por los realistas!.

Así se cumplieron sus deseos y hasta la posada española hubo de ser cambiada por una francesa, debido a que en la primera algunas personas en conversaciones emitían conceptos contrarios a la liberación de su patria, asunto que ella no podía soportar ni un minuto!.

Pronto la familia del General patriota Lino de Clemente, tomó contacto con la viajera y le brindó todo el apoyo que necesitaba en estas tierras extrañas.

EL COMISIONADO DEL GENERAL:

Una tarde cuando María Luisa reposaba en su cuarto, una de las empleadas de la posada tocó a su puerta.

-Señora, un señor pregunta en el vestíbulo por usted.

-¿Por mi? ¿Y de quien se trata?.

-No dejó su nombre señora, pero insiste en verla personalmente.



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María Luisa pensó en alguna autoridad española, que pretendía ordenar su confinamiento en los Estados Unidos.

En minutos se arregló y salió al encuentro de quien la solicitaba.

Se trataba del coronel republicano Luis Rieux.

-Señora ¿Es usted María Luisa Cáceres de Arismendi?.

-Si señor!.

-Yo soy el coronel de la patria Luis Rieux comisionado de su excelencia el general Juan Bautista Arismendi, con el encargo de restituirla a Margarita y de entregarle estas cartas de su esposo.

Los ojos de María Luisa enmarcados en su bello rostro juvenil, atizaron un destello de alegría.

El coronel Rieux, era un oficial neogranadino al servicio de Arismendi, quien en realidad lo envió a Cádiz para preparar la huida de María Luisa, pero ante la salida de ella para Norteamérica, no le quedó otra que seguir a ese destino para completar su misión.

María Luisa tomó las cartas con ansiedad, pero llevada por su naturaleza prudente y por los enormes sufrimientos producto de tanta represión de sus enemigos, quiso conversar con el emisario.



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-Coronel y cuénteme cual es la situación en Margarita y que otras cosas me puede decir de mi esposo.

-Con casualidad señora, aquí tengo un pequeño cofre sellado de madera, que me fue entregado por el general, con el encargo de ponerlo en sus manos. En cuanto a nuestra isla, todo marcha bien y mi general gobierna el territorio insular, libre ya de la opresión española, pero nuestra patria todavía gime en combates sangrientos por la libertad.

María Luisa se retiró a su cuarto y ansiosa leyó las nuevas noticias que le enviaba su esposo y las instrucciones detalladas para su vuelta a la patria. En el cofre encontró el rosario con la cruz de oro que ella le regalara a Juan Bautista el día de su matrimonio.

Era el carácter de Juan Bautista, quien siempre previsivo hubo de enviarle a su esposa tan íntima prenda de reconocimiento, para que se tranquilizara con los preparativos de su viaje final a la patria.

Al otro día por instrucciones de María Luisa, el coronel Rieux canceló toda la deuda que se le debía a Mr. Totten, quien protestaba y trataba de rebajarla lo más posible.

En días siguientes Rieux, contrató una embarcación para que los trasladara a San Thomas.



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VUELTA A LA PATRIA ENSANGRENTADA:

La travesía hacia el Caribe fue placentera y al arribar a la isla, se encontraron con la noticia que la goleta del capitán Agustinillo, quien hacia cabotaje frecuente a Margarita, estaba presta a partir en uno de sus viajes regulares.

-Mira que suerte!...coronel Rieux..Que mandarme el destino la gracia de llevarle de nuevo su esposa a mi amigo el general Arismendi, carajo! Esto se llama suerte!.

-Agustinillo, le agradezco su diligencia, le expresaba María Luisa, pero con una condición entre usted y yo.

-Dígame mi señora!, no faltaba más!.

-Quiero que mi llegada sea de incognito y que el vigía que ha emplazado mi esposo en el Morro, no pueda avisarle de nuestra llegada.

-Caray doña! Eso va a ser difícil burlar la vigilancia del general, pues el vigía aguarda 24 horas al día, e incluso el general viaja a diario entre Santa Ana y Juangriego, para hacer guardia personalmente. Pero que caray!, si usted me lo pide haremos alguna jugarreta!.

La goleta de la libertad se acercaba rauda en el sereno y azulísimo mar ancestral de Juangriego, amparada por la oscuridad de la noche y de la propia goleta, quien había eliminado todas las luces de navegación. Incluso Rieux,



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quien estaba obligado a izar una banderola de aviso, bajo protesta no lo hizo, ante la mirada suplicante de María Luisa.

Al llegar a la bahía, la goleta se dispuso a fondear en las tranquilas aguas, al lado de numerosos barcos que cabeceaban tranquilos.

La guardia de playa se percató de la entrada de la goleta y como era de rutina envió un buque armado a contactar a su tripulación.

-Capitán!..Llamó el segundo de a bordo a Agustinillo, quien conversaba con Rieux y María Luisa, sobre la sorpresa que se iba a llevar el general, cuando recibió la novedad de la requisa de la guardia costera.

-Manuel!, le ordenó a su segundo ya en el puente, vaya usted a nado a la playa, siga a Santa Ana del Norte y dígale a mí general el arribo de su esposa.

Manuel experto marino margariteño que había estado hasta en el Mar Rojo, se arremangó el pantalón y cual delfín bañado por la luna margariteña, saltó a las negras aguas de la inmortal bahía.

De una vez contrató un caballo y a rienda tendida tomó el oscuro camino a la villa inmortal de Santa Ana.

Al trote llegó frente a la iglesia y la plaza y bajándose del animal, se enfrentó a la guardia de la casa de su excelencia el gobernador de Margarita.



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Los guardias al principio al ver a este húmedo marino, gritando por la presencia del general, creyeron que se trataba de un loco o de algo peor y ya se disponían a reducirlo a la fuerza, cuando en el portón se presentó la imponente figura de héroe.

-Guardias!¿Que pasa aquí?.

-Mi general este loco que casi nos ha saltado encima desde ese caballo, clama por su presencia!.

-Vamos a ver señor! ¿Qué os acontece conmigo?.

-Mi general, vengo de parte de su esposa doña María Luisa, quien ha arribado a puerto hace unas horas, en la goleta de Agustinillo!.

Juan Bautista, calmadamente sospechó que algo andaba mal, pues sus vigías tenían expresas instrucciones de anunciar la llegada de la goleta y hasta dos cañonazos debían ejecutarse para la alerta, además Rieux tenía otras instrucciones de arriar el banderín! ¿Qué carajo estaba pasando aquí!?.

-Suelten a este hombre y que me acompañe con la escolta a Juangriego, pero ya!

Mientras tanto Rieux y María Luisa, habían desembarcado en el bote de la goleta y ya en la playa hermosa de Juangriego, ella había besado la arena de su patria amada. Algunas personas que a esa hora del 26



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de julio de 1818, vieron a las personas desembarcar del bote se acercaron.

-Amigos! ¿En dónde está la casa de los Aristiguieta?. Preguntó María Luisa.

Algunas manos señalaron hacia una casa en el frente del puerto.

El grupo caminó hacia el portón de aquella solariega casa y alguien tocó la aldaba.

Una señora se presentó ante la puerta.

-Amigas! Es María Luisa Cáceres de Arismendi, su antigua amistad que viene a molestarlos en estas horas de la noche!.

-Dios mío!.Gritó la señora y de inmediato se formo un zafarrancho de emoción dentro de la casa. Hombres, mujeres y niños, se agolpaban para ver y tocar a María Luisa, una especie de fantasma mil veces dada por muerta, que regresaba a su tierra a completar el anhelo de libertad para todos!.

Contaba con 19 años de edad, de los cuales los últimos 4 años habían sido de torturas, el parto de su hija muerta, calabozos inmundos, huidas, piratas y viajes interminables, pero al fin regresaba luminosa esta antorcha viviente de la patria ensangrentada y luchadora!



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A los pocos minutos en un tropel llegó el general a la sala de la casa, en donde rodeada de sus amigas, estaba María Luisa.

JUAN BAUTISTA EL FIERO, RENDIDO DE TERNURA:

Juan Bautista, el fiero, el duro, el gato, el implacable defensor de la patria, vencedor de la Nueva Esparta, tinteando sus espuelas de plata, se enfrentó al grupo y confuso no reconoce inicialmente a su mujer!.

Ella se levanta suavemente, como un ángel volador se arroja en sus brazos sollozando abundantes lágrimas. El la aprieta contra su recio pecho y casi la desaparece en su corpulencia de gigante. Así permanecen unidos, ante el llanto de muchos.

De inmediato se inició una sampablera, pues ya la noticia del arribo había chisporroteado como cohete encendido por todo Juangriego y una muchedumbre ya se agolpaba en la puerta de las Aristiguieta, para ver a María Luisa.

El general quería irse a su casa en Santa Ana, pero la gente se oponía con firmeza y en cambio le exigían respeto para el pueblo, que quería ver a su heroína inmortal.

A la carrera se dispuso de una habitación en la casa y se preparó una frugal cena.



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Los esposos pasarían su primera noche de una renovada luna de miel en Juangriego y hasta una comisión de comandantes de los buques de guerra, impusieron devolver en la mañana a María Luisa al barco de Agustinillo y luego bajo el ceremonial naval, darle la bienvenida a la hija emérita de la patria.

La muchedumbre se fue disolviendo en la noche juangrieguera y las mansas olas de la bahía continuaron su amorío con la arena amarilla de la playa.

EL DIA DEL PUEBLO:

El sol se acercaba al Guayamurí, la montaña sagrada del los Guaiqueries, los mismos que regarían con su sangre aborigen la Laguna de los Mártires, la voladura del fortín de Juangriego, la toma heroica de Santa Ana y el desalojo de los españoles de la isla heroica.

Cantar de gallos en la mañanita de Juangriego, olor de café recién colado y escolta uniformada en guardia en la puerta de los Aristiguieta.

María Luisa fue embarcada a media mañana en la goleta de su arribo y los buques empavesados saludaban su nuevo desembarco con 21 cañonazos.

La comitiva esperaba en el muelle, presidida por el general y un gentío inmenso que llegaba de todos lados.



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Venía en el bote María Luisa con un vestido vaporoso inmaculado y su acostumbrado peinado alto con peineta.

Al bajarse un aguacero nutrido de aplausos la saludó y Juan Bautista en uniforme de gala la tomó de la mano, ante el entusiasmo de los ñeros que aplaudían y gritaban por la patria libre.

Montaron en una carreta adornada de palmas de dátiles de San Juan y se inició un cortejo entre Juangriego y la Vecindad, llena de flores y guirnaldas.

Tras varias horas de interrupción ante el bosque de manos que pretendían tocarlos y bendecirlos, llegaron al frente de su casa en Santa Ana del Norte, en donde la esperaba su madre doña Carmen y su crecido hermano Manuel.

Se fundieron todos en un abrazo apretado y lloraron de alegría por este regalo de Dios.

Por días y meses, gentes humildes de todos lados de Margarita, de Macanao, La Asunción, Porlamar, Los Bagres, El Valle, San Juan y cientos de poblados, venían en romería a “ver a la hija de la patria inmortal”.

Poco a poco todo volvía a la dulce rutina de aquellos primeros días en la villa, mientras se acercaba el año de 1819.



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La desunión y las calamidades corroían el cuerpo de la naciente patria libre.

LA RECLUTA EN MARGARITA:

A principios de 1819, le fue ordenado a Juan Bautista desde el naciente gobierno de Angostura, que reclutase entre la exhausta población margariteña un contingente de tropas, para ser enviado al frente de guerra.

Arismendi siempre duro, pero obediente a la autoridad, se aprestó a cumplir la orden, pero entre el pueblo margariteño hubo una resistencia notable a tal destino. Se alegaba que la sangre margariteña ya había regado más que generosamente la tierra de la patria y exigían un descanso en el sacrificio, solo un breve descanso, para reponer fuerzas.

Esto fue interpretado en Ciudad Bolívar como un desacato y fue decretada la prisión de Arismendi, además de sus allegados Joaquín Maneiro y los hermanos Lares.

Como siempre y para dar la cara Arismendi se dispuso a ir a Angostura.

-Me voy María Luisa…otra vez el destino nos separa, por obra de esta inclemente guerra y de la incomprensión que tienen mis compatriotas al mando, de las especiales circunstancias de esta Margarita heroica, nunca cobarde, siempre generosa, pero agotada y ya casi sin jóvenes para ofrecerle a la patria.



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Urdaneta quien era el jefe acusador e instigador del consejo de guerra, al ver la disciplinada actitud de Juan Bautista, desistió del reclutamiento en Margarita.

EL AUGUSTO CONGRESO DE ANGOSTURA:

El Congreso de Angostura sentaba sus fueros y el eco del gran discurso pronunciado por Bolívar, todavía traspasa las edades y se hace verbo viviente ante las realidades de la patria insatisfechas en estos siglos.

Cinco meses había estado Arismendi pagando prisión por su supuesta insubordinación.

-Ah carajo!..Algún día “alguien” va a venir a esta prisión militar y me va a decir: General de la patria, usted está libre!.

Ese “alguien” fue un gentío que casi asalta la cárcel y en tumulto lo llevan a la casa del Congreso, el 14 de septiembre de 1819, en donde el augusto y soberano lo nombra, no solamente libre, sino nada menos que Vicepresidente de la República!. Na! Guará!

Bolívar triunfa en Boyacá y regresa a Angostura, en este periodo de tres meses, de todo había pasado por esos lares y Arismendi, siempre controvertido por sus enemigos, se debatía entre el deber y la desobediencia a acciones trastornadoras que influían negativamente en la naciente patria.



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Presentó su renuncia a la vicepresidencia y se reintegró como Jefe Militar de Margarita.

EL OCASO DE DOS SOLES:

María Luisa volvió a reunirse con su esposo en Santa Ana del Norte y volvieron los días de tranquilidad y sosiego de antaño.

En 1828, durante el gobierno del general Páez, es nombrado segundo en el Ejercito Nacional, luego en 1835 es nombrado senador por Margarita. Era partidario y admirador de José Antonio Páez y apoya a Jose´Maria Vargas, cuando es depuesto.

Debido a estas altas funciones la familia vuelve a Caracas y su casa de campo en Caucagua.

Arismendi muere en Caracas el 22 de junio 1841 a los 66 años.

Juan Bautista Arismendi y María Luisa Cáceres Díaz de Arismendi, tuvieron 12 hijos, incluyendo a Juana Bautista muerta en el castillo de Santa Rosa.

Sus restos descansan juntos en el Panteón Nacional.

MARIA LUISA Y JUAN BAUTISTA:

Juntos en la inmortalidad, la pareja de combatientes de la patria, sin adornos fantasiosos, sin el manoseo de la historia contada por la burguesía apátrida, solamente una historia de amor, lealtad y consagración, como casi



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nunca podemos presenciar en nuestra historia. Juntos en las ausencias, leales hasta la muerte con la causa del pueblo sufriente.

Luminoso ejemplo de empuje, lucha y generosidad del pueblo heroico de la Nueva Esparta, Isla de la Margarita, el lugar más luminoso del espacio.

Fin



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INDICE SUB TITULOS PaginaMaría Luisa Cáceres Díaz de Arismendi 1Caracas, al final del siglo 18 2Nace María Luisa 4Una década Trepidante 51814 el año encrucijada fatal 8Don José Cáceres, inmolado por la barbarie. 10Félix Cáceres, enfrenta su destino 14La gran huida a Oriente 17Bolívar, presintiendo su grandeza. 22Manuel Cáceres, vivo y libre 25Juan Bautista, al rescate. 27Se casan María Luisa y Juan Bautista 29Don Pablo Morillo. El pacificador. 31Una falsa paz margariteña 34Una celada con sabor a Napoleón 37Primera Prisión de María Luisa Cáceres de Arismendi.

40

Arismendi, “El Gato”, de nueve vidas. 41Guerra, guerra patria, heroica y sublime 42María Luisa a su segunda prisión 45Nace casi muerta Juana Bautista 49La tortura de una falsa ejecución 51María Luisa a su tercera prisión 52María Luisa a su cuarta prisión 54María Luisa a su quinta prisión 55

56Bolívar, faro poderoso de la Libertad. 60Santa Ana del Norte, la villa heroica 62



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Cuna de la autoridad de Bolívar y de la tercera república.

63

Mi bisabuela paterna, Catalina Natera 65La tatara-tatara abuela en presencia del grande de los grandes.

66

El hijo perdido del Libertador 66Pardo, vete ya! 68España, dejó de oprimir y la Isla fue libre 70María Luisa a su sexta prisión 72Piratas!, piratas! 73Abandonados en las Azores portuguesas 75España y su autoridad 76María Luisa, la costurera 77El perdón del rey, una trampa! 78España, está pérdida! 80La huida a la libertad. 82Filadelfia, Estados Unidos de América. 87El comisionado del general. 88Vuelta a la patria ensangrentada 90Juan Bautista el fiero, rendido de ternura 94El día del Pueblo 95La recluta en Margarita 97El augusto Congreso de Angustura 98El ocaso de dos soles 99María Luisa y Juan Bautista 100Indice 102Breve Reseña Biográfica 104



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BREVE RESEÑA BIOGRAFICA

FRANCISCO NATERA AMUNDARAIN

Para mi madre, LIDA AMUNDARAIN DE NATERA quien a los 94 aún vive en Pampatar, isla de la Margarita, no le fue fácil parirme en Tucupita, para entonces capital del territorio federal Delta Amacuro el 18 de octubre de 1940, ya que la familia venía de la profundidad de la selva deitana, por los lados del “El Cuartillo” y “La Providencia”, en un sitio tan lejano e intrincado, que mejor es guardarlo en el puro recuerdo.

Mi abuelo Francisco Amundarain, fue un reconocido explorador y emprendedor en los caños del Delta, pero tenía tanta visión del futuro que mandó a su hijo Javier a estudiar ingeniería en Argentina por los años 40.

Mi padre FELIPE NATERA WANDERLINDER fue un periodista, abogado, político y patrimonio cultural de Margarita.

En Caracas, transcurrió otro increíble ciclo de mi vida, con primaria, secundaria y la UCV, en donde me graduaron de Administrador.

Para esos años finales de los 50, caía la dictadura y yo andaba endiablado en la Juventud Comunista y ante el engaño Puntofijista, metido a combatiente en una Unidad Táctica de Combate (UTC) del Frente Armado de Liberación Nacional (FALN).

Luego me fui a estudiar al Norte, para ver si era una quimera y estuve en el área de la bahía de San Francisco, sede de la Universidad de Berkeley, estado de California. Me gradué en conocimiento del funcionamiento del imperio y me volví más comunista.

Porque esta vida mía, siempre me impulsa a lugares y luchas, he estado de vocero comunal, articulista en la Red (Unos 500 artículos



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en Aporrea), empleado público, fundador del MBR200, MVR y PSUV.

No soy imparcial pero me gusta la verdad histórica. Creo en la lucha de clases y en la clase de lucha.

Para finalizar, la Asamblea Nacional, después de 12 años de servicio consideró que ya estaba bueno y me mandó pensionado para mi casa, en donde ahora me dedico a escribir y a pensar, lo cual me parece bueno, pues como dice Fidel Castro, una de las calamidades de nuestro tiempo es la falta de ideas nuevas.

FRANCISCO NATERA AMUNDARAIN

CI: V-2097265

Tels. 0414-2915779

0212- 8304640

0424-2701166


Documents

Maria Luisa Caceres Arismendi, La Heroina Inmortal