Mark Anthony - Antologías de Dragones II - Los Dragones en Guerra

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  • 7/23/2019 Mark Anthony - Antologas de Dragones II - Los Dragones en Guerra

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    DragonLance:

    LOS DRAGONES EN GUERRA(Recopilaciones: "Antologas de Dragones", vol.02)

    1996, The Dragons at WarTraduccin: Marta Mabres

    [Mark Anthony] El Pueblo del Dragn[Chris Pierson] El fin de la gloria

    [Linda P. Baker] Una tregua en la batalla[Jeff Grubb] Pum

    [Nick O'Donohoe] Los narradores de cuentos

    [D.Perrin & M.Weis] El arma secreta del primer ejrcito de losDragones[Roger E. Moore] Por la puerta del cielo[Douglas Niles] Los huevos de Aurora

    El Pueblo del Dragn[Mark Anthony]

    Cuando las gentes del valle descubrieron aquella vieja sepulturame mandaron llamar.

    Slo haca una semana que los clidos vientos de la primaverahaban tomado el valle para soltar las duras garras del invierno que se

    aferraban a los montaosos parajes del sur de Ergoth. Como siempre,yo agradeca el cambio de estacin. A pesar de que la cueva dondeviva en los ltimos aos era fresca e incluso cmoda en verano, enlos meses oscuros era una tumba en la que ningn fuego, natural omgico, poda dar calor. Sin embargo, el invierno haba pasado y yoya haba corrido a un lado la cortina de piel que colgaba ante laestrecha boca de la entrada para permitir que la luz y el aire

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    dispersaran la malsana oscuridad del interior.La cueva era pequea, no ms de cinco pasos de ancho y quince

    de profundidad. Sin embargo, a m me bastaba. El suelo era seco yarenoso y haba espacio ms que suficiente para mis escasaspertenencias: un camastro de sauce con un jergn tejido con juncos,un estante para secar hierbas y una repisa con marmitas de barroselladas con cera y llenas de aceite, pescado curado con sal yaceitunas secas. En el brasero, situado en el centro de la cueva, ardaun pequeo fuego y las espirales de humo encontraban su salida porrendijas ocultas en el techo.

    Yo estaba sentado en una alfombrilla rada colocada junto albrasero y examinaba un pequeo esqueleto de topo que previamentehaba pegado a un trozo de corteza con savia de abeto. Por naturalezame gusta aprender y siempre he sentido especial fascinacin por la

    estructura de los seres vivos. He constatado que cada uno de losanimales que he examinado dispone de caractersticas perfectamenteadaptadas a su modo de vida.

    El topo no era distinto. La osamenta de los brazos,extremadamente compleja, permite el acoplamiento de los poderososmsculos empleados para cavar; y los dientes, afilados y puntiagudos,son perfectos para atravesar los caparazones de los escarabajos, queson su principal alimento. Empap mi pluma en un frasco de tintahecha de hierba mora y empec a dibujar el esqueleto del topo sobreun trozo de piel de cordero extendida a la vez que anotaba lascaractersticas ms interesantes.

    Una sombra se dibuj en el umbral. Levant la vista, sorprendido.Una pequea silueta se recortaba en la entrada de la cueva. La figuraoscura se asust al ver mi sobresalto y se dio la vuelta, dispuesta aecharse a correr.

    --Espera! --chill.La silueta se detuvo pero no dio un paso para acercarse. Dej mi

    pluma, me puse en pie y me acerqu a la entrada. Al llegar al umbralde piedra y pasar de la oscuridad a la luz pude ver a mi misterioso

    visitante: era un chico, de no ms de doce inviernos. Vesta una ropaholgada de tejido spero y se balanceaba nervioso sobre sus piesdescalzos.

    No era raro que la gente del valle acudiera a m. De vez encuando, uno de ellos emprenda el camino sinuoso que ascenda a micueva desde la descuidada aldea a travs de un bosquecillo delamos de color verde y plateado. Por lo general, venan a pedir una

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    pomada para heridas infectadas, hierbas que paliaran el dolor demuelas o una infusin para que una mujer estril pudiera concebirhijos. Para los del valle, yo era un ermitao, un sabio que haba vueltola espalda al mundo exterior y que se haba marchado a las montaaspara proseguir sus estudios en soledad. Loco, tal vez, pero nopeligroso. Naturalmente, si alguna vez hubieran conocido miverdadera naturaleza, se habran vuelto contra m y me hubieranquemado vivo en la cueva.

    Haca ya cinco aos que haba logrado escapar de la destruccinde la Torre de la Alta Hechicera de Daltigoth. En ocasiones, todavasoaba con aquellas llamas.

    La avalancha de gente se produjo antes de lo esperado. ElPrncipe de los Sacerdotes haba decretado que todos los magosramos una abominacin, servidores del Mal, y que la magia en s era

    hereja. Istar dista casi un continente de Daltigoth, que se encuentraen el extremo oriental del Imperio. Pensbamos que an tenamostiempo... tiempo para terminar lo que estbamos haciendo, embalarcon cuidado nuestros libros y anotaciones y viajar a refugios secretosdonde reanudar nuestros estudios de magia en paz.

    Nos equivocamos.El edicto del Prncipe de los Sacerdotes circul por el pas como

    el viento, espoleado por el miedo, acelerado por el odio, dejando unaestela oscura de densas nubes de ignorancia. Cuando aquella turbaavanz por las calles de Daltigoth hacia la Torre blandiendo antorchasy armas brillantes nosotros no respondimos al ataque; el hacerlo slohubiera perjudicado a nuestra gente. Por eso permitimos que entraranpor las puertas abiertas, incendiaran siglos de conocimiento yderruyeran por completo nuestra maravillosa Torre.

    Yo fui uno de los afortunados. Pude escapar de aquella confusinslo con heridas leves y huir hacia el sur de la ciudad, a las montaas,hasta este valle remoto donde nadie saba qu aspecto tena un mago.

    A veces me preguntaba cuntos hermanos y hermanas habranlogrado escapar de la destruccin de la Torre. Si alguno lo haba

    conseguido, difcilmente podra reconocerme ahora. Hubo un tiempoen que fui Torvin, un mago Tnica Blanca, un joven valiente yelegante. Ahora slo era Torvin, el ermitao. Vesta ropas marrones yme haba dejado crecer el cabello oscuro y la barba. Continuabasiendo alto, pero con la vida que llevaba estaba muy delgado, casiesculido.

    De hecho mi aspecto era el de un ser solitario. Y a ello le deba mi

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    vida. Los del valle eran un pueblo sometido al Imperio con lealtad ytemor. Si descubran que yo no era un ermitao, sino un servidor de lamagia, me sealaran como hereje. Y no hay otro castigo para lahereja que la hoguera. Aqulla no era una vida sencilla: siempreescondiendo mi poder y negando quin y lo que era. En ocasiones,deseaba poder volar en las alas de la magia y huir del miedo, el odio yla ignorancia para siempre. Pero hasta que llegara ese da era mejordisimular que morir.

    Ante m el nio del valle se morda los labios, nervioso, con losojos desorbitados de miedo. Le mostr mi sonrisa ms conciliadora.

    --No te preocupes --le dije en tono amable--. Los ermitaos nomordemos, a no ser que estemos terriblemente hambrientos. Y t hastenido suerte pues acabo de comer. Todava queda algo de sopa en lamarmita. Te gustara comer un poco?

    El nio me mir como si le acabara de ofrecer un caldo de araasvenenosas. Trag saliva con esfuerzo y por fin farfull rpidamenteunas palabras.

    --Mi padre me manda llamarle. Mientras araban en el campo hanencontrado unos huesos.

    --Huesos? --pregunt levantando una ceja con curiosidad.--Encontraron esto con los huesos --dijo el nio asintiendo con la

    cabeza--. Y ms cosas parecidas.Me alarg un objeto pequeo procurando evitar que yo tocara su

    mano sucia al cogerlo. Lo contempl entre mis dedos mientras miexcitacin iba en aumento. Era un cuchillo de piedra.

    Aquel objeto era de ftanita marrn lisa. Un lado tena un extremocortante y el otro estaba despuntado y abombado en forma de asa. Elcuchillo se ajustaba de forma fcil y cmoda a la palma de mi mano.De pronto se me ocurri que la ltima vez que aquel objeto habasabido del roce de una mano humana haba sido miles de aos atrs.

    No era la primera vez que examinaba un objeto de piedraobtenido por casualidad en grandes cementerios enterrados bajo lacapa del tiempo. Muchos crean que estas cosas las haban hecho

    goblins o trolls, pero no era as. Quienes crearon esos cuchillos depiedra, puntas de flecha de obsidiana y hachas de cobre no fuerongoblins. Fueron personas. Personas que vivieron hace mucho tiempo,antes de que se fundaran las ciudades, se domaran los caballos y selograra arrebatar a los enanos el secreto de cmo trabajar el oro y elacero. Lo s porque he utilizado los objetos que dejaron tras de s paraver a travs de sus ojos antiguos.

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    --Nos da miedo continuar arando --prosigui el muchacho,envalentonado--. Scaldirk ha dicho que podra ser un mal presagio. Mipadre me ha pedido que le haga venir, dice que usted sabrexplicarnos qu son esos huesos y apaciguar su espritu.

    Yo no saba nada sobre el poder de apaciguar espritus, pero nose lo dije al chico. Apret con fuerza el cuchillo de piedra.

    --Llvame donde habis encontrado esto.El chico asinti y se volvi para descender rpidamente por el

    estrecho camino. Me apresur tras l. Mi cueva se encontraba al piede la montaa que delimitaba el lado norte del valle. Por el centrodiscurra un ro de curso impetuoso junto al cual habitaba la mayorade personas en unas casas de piedra con tejados de paja. El valle seestrechaba en direccin sur y luego se empinaba mucho en undesfiladero que penetraba en las montaas azules. Se trataba de un

    paso, un camino entre las montaas, y, por lo que yo saba, nadie sehaba aventurado jams por l.El desfiladero ascenda por innumerables y enormes peascos

    hacia los picos coronados de blanco que se elevaban como nubesafiladas en la distancia. Pese a que todo tena una altura de vrtigo,una cumbre despuntaba por encima de las otras: una en forma decuerno, que pareca penetrar en el cielo. Las gentes del valle lallamaban Montaa del Dragn por la forma del pico. Por lo menoseso era lo que yo crea.

    Segu al muchacho por brezales y extensiones rocosas. Por finalcanzamos una pendiente y vi el grupo de gente. Estaban de pie en elcentro de un campo de barbecho, vestidos con ropas sucias de colormarrn y gris y con la vista clavada en el suelo. Me acerqu a la tierrafangosa levantando mis vestiduras por encima de los tobillos. Unasformas blancas sobresalan de la tierra oscura y recin removida. Mearrodill sobre el terreno resquebrajado mientras mi aliento seescapaba en forma de niebla en el aire hmedo. Mi excitacin fue enaumento al examinar lo que el arado haba puesto al descubierto.Limpi con cuidado los restos de suciedad mientras mi curiosidad

    aumentaba al ver los objetos antiguos que tena ante m.Era una tumba.La observ detenidamente y distingu una lnea delgada en la

    tierra donde el color de sta cambiaba, marcando as el borde del fosoque se haba cavado y rellenado de nuevo mucho tiempo atrs. Elesqueleto estaba intacto excepto las piernas, pues el arado las habamovido. Por la forma de los huesos de la cadera, la falta de crestas

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    frontales en el crneo y el pequeo tamao de la protuberancia seatras la cavidad de la oreja supe que haba sido una mujer.

    Sin embargo, los extremos de los huesos del brazo no parecanmuy desgastados y las muelas del juicio, aunque haban salido,apenas mostraban desgaste. Se trataba, por lo tanto, del esqueleto deuna mujer joven, que falleci cuando apenas tena veinte aos. Habandoblado su cuerpo con las rodillas hacia la barbilla, en posicin fetal,para que volviera al mundo que le haba dado la vida. El suelo estabateido por un rojo de herrumbre, restos del ocre con el que habanpintado su piel.

    Por los tesoros de la tumba, supe que haba sido una especie deprincesa. Unas cuentas de jade y hueso labrado en el suelo cerca delcuello hacan pensar en un collar, a pesar de que la hebra que los unase haba deshecho haca muchos siglos. Llevaba unos anillos de

    cobre todava enroscados en los dedos y junto a ella haba una copade marfil as como un peine hecho de cuerna. Aquella riqueza slopoda acompaar a la otra vida a una mujer importante. Me imaginque haba sido la hija de un jefe de tribu. A pesar de que era precisoun examen ms detenido de los objetos para estar seguro, crea quela haban enterrado dos mil aos atrs unas gentes olvidadas quehaban habitado esa zona mucho antes que el pueblo del valle.

    Perd la concentracin en cuanto uno de los hombres habl. Porel parecido en el rostro, supuse que aqul era el padre del chico quehaba venido a buscarme.

    --Qu le parece, Torvin? --pregunt. El miedo brillaba en suspequeos ojos negros--. Nunca he visto nada parecido. Es un elfo?

    --Venga ya, Merrit. Los elfos no existen --dijo uno de los otroshombres, un tipo flaco de piernas arqueadas, despus de soltar unarisotada.

    Aquella risa se propag pesadamente en el aire fro y los demsmiraron de un lado a otro con nerviosismo mientras hacan con losdedos el gesto contra el Mal.

    No les dije que los elfos existan de verdad. Nunca tuve la suerte

    de ver uno, ni tampoco pude viajar a sus ciudades secretas en elbosque. Pero en mis estudios haba ledo bastantes cosas sobre loselfos, lo suficiente como para saber que nunca haran objetos tanburdos como aqullos. Ellos trabajaban el oro y el cristal, nunca loshuesos o la ftanita.

    Les dije que no haba nada que temer, que slo era una tumba yque los huesos eran de una persona no muy distinta a nosotros. Sus

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    posesiones parecan extraas porque haba vivido haca muchotiempo. Mis palabras los animaron un poco. Expliqu a algunoshombres cmo sacar los huesos y los dems objetos y les dije que losenterrara en un lugar secreto donde el espritu de aquella mujer noperturbara a nadie.

    Lo que no les cont es que antes quera estudiarla. No hubierancomprendido mi deseo de aprender y les habra asustado mi interspor la muerte.

    Cuando los hombres empezaron a trabajar, me alej un poco. Mesent sobre un tocn viejo y les observ para controlar que notrabajasen sin la debida precaucin. Entonces fue cuando la vi: unapiedra en forma de arco que sobresala del suelo recin removido

    junto a mis pies, demasiado pulida y regular para ser natural. Escarben la tierra y saqu el objeto. Limpi aquel trozo pesado de piedra y lo

    examin.La piedra haba sido tallada en forma de media luna. Un extremoera ancho y con muescas, seguramente haba llevado atado un mangocon tendones o bramante. El otro extremo finalizaba en punta, como elextremo de un pico de enano. Ya haba visto este tipo de objetos. Eraun zapapico. Sin duda, la tumba se haba cavado con esaherramienta.

    De pronto me sent dominado por un impulso. Era algo peligroso.Saba que deba esperar hasta estar a salvo en mi cueva donde nadieme viera, pero eso poda significar esperar durante horas. Por otraparte, la gente del valle, ocupada en su trabajo, no estaba pendientede m. Ellos no se daran cuenta. Quera saber quin era la mujer de latumba. Y qu mejor modo de saberlo que verla a travs de los ojosde quien haba cavado su tumba haca tanto tiempo?

    Tom el zapapico y me volv de espaldas a los del valle. Sinpensar antes detenidamente en lo que estaba haciendo susurr unaspalabras mgicas que acudieron a mis labios. En cuanto termin elconjuro, un escalofro recorri mi cuerpo. Mis dedos se movieron sobrela piedra y todo se volvi blanco. Abr y cerr los ojos varias veces y

    cuando pude volver a ver bien lo hice a travs de unos ojos que noeran los mos.

    Estaba en pie junto a la orilla de un lago de alta montaa.Un viento glido agitaba el cabello oscuro y tiraba de la piel de uro

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    que sostena sobre los hombros. Era un hombre alto y robusto. Apesar del rigor de las alturas en que su tribu habitaba, tena un rostrohermoso, suave y sin arrugas. Sin embargo, el brillo de sus ojos claroscontradeca su edad. No era joven. Estaba temblando puesto que,salvo la piel forrada de rojo, iba desnudo. Haban llegado sin nada allago del Dragn. Y se marcharan de ah sin nada. Aqulla era la leyde la Partida.

    La tribu se arremolin tras l; eran una docena de hombres ymujeres vestidos con ropajes ceidos hechos de piel de ciervo. Todoslos miembros del Pueblo del Dragn eran altos y, curiosamente, aligual que aquel hombre, pareca que el tiempo no les afectaba. Susrostros orgullosos y bellos mostraban una expresin dura y severa. Lapreocupacin se reflejaba en sus ojos claros. A espaldas de la tribu, lacumbre de una montaa se recortaba inmensa contra el cielo azul. A

    sus pies, la cresta en forma de cuerno se reflejaba en la superficieplateada del lago del Dragn. Aunque al mirar la montaa no lopareca, cuando el pico se reflejaba en las aguas, por un efecto pticopareca un dragn con la cabeza y los cuernos elevados al cielo y lasalas plateadas extendidas.

    Un hombre de la tribu, muy musculoso, dio un paso haciaadelante. A pesar de que, como los dems, pareca no tener edad,unas lneas blancas asomaban en su barba de color cobre y en lalarga cabellera. En lugar de tener los ojos grises, los suyos eran delcolor de la miel vieja. Habl en una voz tan rica y salvaje como elviento.

    --Ests seguro de lo que vas a hacer, Skyleth?Tras un largo momento, Skyleth asinti con la cabeza mientras

    que sujetaba con fuerza la piel de uro.--La quiero, Tevarrek.--Es un amor peligroso que va a separar tu camino del nuestro

    para siempre.--Lo s.Tevarrek estaba confundido y enfadado.

    --Muchos del Pueblo parecen comprenderte, Skyleth. Creo inclusoque hay quien envidia este amor. Yo no puedo decir lo mismo. Creoque ests haciendo una locura. Pero, bueno, yo aqu siempre he sidoel raro no? --El tono de su voz era despreciativo y burln--. Tanbella es, esa criatura de la tribu del valle?

    --S, es muy bella. Pero no me voy slo por eso. S tan bien comot lo efmera que es la belleza humana --dijo Skyleth tras una fugaz

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    sonrisa.Ambos se miraron y por fin Tevarrek suspir profundamente.--En cuanto hayas descendido y pasado la Barrera nunca podrs

    regresar. Aceptas este destino, Skyleth?--S, lo acepto --contest Skyleth tras dudar un instante.Tevarrek alarg la mano, tom la piel de uro que cubra los

    hombros de Skyleth y la tir al suelo.--Entonces mrchate! Vete y no regreses jams a este lugar!

    A pesar de que Skyleth haba escogido para s aquel destino,aquellas duras palabras le golpearon como una bofetada. Tras dirigiruna ltima mirada a los rostros de las gentes del Pueblo, que ya noeran su gente, se volvi y ech a correr a lo largo de la orilla del lago.El fro, como un lobo, le clavaba dentelladas en la piel desnuda y laspiedras afiladas le cortaban las plantas de sus pies desnudos.

    Al final del lago, una corriente caa por un desfiladero de piedras einiciaba un largo descenso por encima de musgo y piedra hasta elvalle verde que se adivinaba entre brumas muy abajo. Skyleth empeza descender por el desfiladero angosto. Al poco tiempo perdi de vistael lago y a quienes se encontraban junto a l. Apart las lgrimas delos ojos y se esforz por centrarse en el peligroso camino que tenaante s.

    Al cabo de aproximadamente una hora resbal por una morrena yse detuvo. Los tentculos de la niebla flotaban sobre las piedras quetena ante s y se le enrollaban en las piernas. Era un banco de densaniebla gris que se aferraba a la ladera de la montaa y que seextenda en un abrazo sin fisuras en todas direcciones. Haba llegadoa los primeros mrgenes nebulosos de la Barrera.

    Skyleth no entenda la magia que la Barrera creaba. Haba sidoconjurada haca siglos, para proteger al Pueblo del mundo, despusdel Tiempo Oscuro, cuando el resto de sus parientes haban cado odesaparecido de la tierra. Tras aquel tiempo, los pocos supervivientesdel Pueblo subieron al lago del Dragn y forjaron la Barrera para quenadie pudiera ascender desde el valle y descubrirlos. Slo estaran

    seguros en la medida en que el mundo no supiera que ah, en aquellasalturas, habitaban los ltimos descendientes del Pueblo del Dragn.Skyleth no quiso mirar atrs antes de abrazarse los hombros y

    entrar en la Barrera. Inmediatamente el fro le envolvi y el mundo setransform en un remolino plateado. Descendi temblando y a tientas.Resbal y patin una y otra vez por la ladera rocosa. En una ocasincay y se cort las manos contra las piedras afiladas. Por fin la niebla

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    se dispers. Unas formas confusas se mostraron a su alrededor: unrbol muerto, un espoln de granito desgastado. S. Aqul era el lugardonde la vio por primera vez, como una sombra ligera en la niebla:Ulanya.

    Se pregunt qu destino les hizo aventurarse en la nieblapreternatural en la misma maana primaveral; ella desde abajo y ldesde arriba. No lo saba. Lo nico cierto para l era que al ver susilueta esbelta en la niebla tuvo la certeza de que la amaba. Aquel dapartieron hacia el punto de encuentro de la niebla y la luz, ms all delcual l no se atreva a poner un pie. Tres veces ms consiguieronencontrarse entre las brumas. En la ltima despedida acordaron queya no habra otra.

    Skyleth, con el corazn latiendo con fuerza, avanz por la laderasin notar las piedras que saltaban bajo sus pies descalzos. La niebla

    era cada vez menos densa y, por fin, se fue convirtiendo en jironeshasta dispersarse. Se detuvo cegado por la brillante luz del sol:acababa de atravesar la Barrera.

    Una voz, clara como el agua le habl.--Skyleth, has venido.Por fin pudo verla. Ante l haba una mujer joven y esbelta, con

    unos ojos tan marrones como sus ropas hechas de piel de ciervo y uncabello oscuro como el cuchillo de obsidiana que llevaba prendido a lacadera. Le tenda una piel de lobo plateada. Avanz trabajosamentehacia ella y de pronto se encontr envuelto en la clida piel y el dulceabrazo de ella.

    Se estremeci entre sus brazos. Las temibles palabras treparonpor su garganta seca.

    --No podr regresar jams, Ulanya.--Entonces vendrs conmigo, al valle. Nuestra cabaa nos est

    esperando --dijo ella abrazndole con ms fuerza.Sus temblores ya haban remitido y asinti. Entonces record el

    regalo que haba trado consigo en contra de las reglas de la Partida yque haba llevado escondido en la nuca, oculto tras su larga cabellera.

    Apart los mechones de cabello que lo sostenan y el objeto le cay enlas manos. Luego se lo ofreci a ella: era una pulsera de marfil,grabada con dibujos. Era muy antigua y uno de los tesoros msimportantes del Pueblo.

    Ulanya profiri una exclamacin de agrado y, tal como l le indic,hizo pasar el anillo por su brazo. El color plido del marfil brillaba en supiel morena. l sonri. Ms tarde le explicara el secreto de aquella

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    pulsera. De momento bastaba con ver cmo la embelleca. La bes yluego empezaron a descender la montaa.

    Cuando ya haban dado unos pasos, una rfaga fra de viento seabalanz desde las cumbres sobre la chica. Una mano de niebla sedesprendi del muro gris de la Barrera y se interpuso entre Skyleth yUlanya. De pronto, ella se vio apartada de l y el pnico se apoder deSkyleth.

    --Ulanya! --exclam.Durante un momento terrible no obtuvo respuesta alguna. Mir sin

    ver nada en la niebla ondulante. Luego una mano fra cogi la suyacon fuerza.

    --Estoy aqu.El viento cambi de direccin y devolvi la niebla de nuevo a la

    Barrera. Su corazn se tranquiliz. Esta vez decidi no soltarla

    mientras bajaban la ladera y pronto la alegra volvi a l.Sin embargo, durante todo el camino hacia el valle, Skyleth nopudo olvidar por completo el modo en que la fra niebla se habainterpuesto de pronto entre ellos.

    --Torvin? Maese Torvin?Todo me daba vueltas en una confusin de colores y luego se

    detuvo de repente. La gente del valle haba abandonado su trabajo enla tumba; algunos de sus miembros se haban arremolinado a mialrededor y me miraban con una expresin de preocupacin dibujadaen sus rostros sencillos y ajados por el viento. Antes, cuando ejerca lamagia de ver el pasado, las visiones que obtena a partir de un objetofocal eran turbias y apagadas, como si fueran acontecimientos vistos atravs de un cristal deslustrado y odos a travs de gruesas capas deropa. Pero esta vez haban sido tan claras, tan reales. Todavaresonaban en mi cabeza, de un modo fragmentario, claro, pero casims ntidas que mis propios recuerdos. Nunca haba sentido algo as.

    Agarr la azuela con fuerza.--Maese Torvin Se encuentra bien?Levant la vista. Aquella voz tosca era la de Merrit, el padre del

    chico que haba venido a buscarme a la cueva. Evidentemente, no mesenta bien; mi cabeza estaba dolorida por el despertar sbito delconjuro, pero era preciso disipar sus temores. Consegu erguirme;todava tembloroso.

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    --No es nada. Un mareo pasajero, eso es todo. Un ltimo achaquede la fiebre invernal. De todos modos, debera regresar a mi cueva.

    Mi explicacin pareci satisfacerles y Merrit profiri un gruido deaprobacin a mis palabras. Explic que haban terminado de cavar latumba, haban envuelto los huesos y los dems enseres en unasbana vieja y que dos se haban adelantado ya hacia mi cueva con elbulto. Dej a la gente del valle para que reanudara las tareas de aradoy me encamin lentamente por los campos estriles hacia arriba, porel camino sinuoso que llevaba a mi cueva. Cuando por fin llegu alumbral de piedra, no haba ni rastro de los hombres que me habanprecedido. En cambio, el bulto que haban trado estaba depositado enel centro de la cueva.

    Dej a un lado la azuela, de la que no haba queridodesprenderme a pesar de su peso, y encend el brasero con un

    conjuro mgico. Incluso aquel pequeo hechizo me provoc unpinchazo agudo en la frente. Puse agua a calentar y me hice unainfusin amarga de corteza de sauce y escaramujo. La beb y cuandoo a los gorriones despedir la tarde con su canto a la entrada a lacueva, com algo de pan sin levadura a pesar de no sentirmehambriento.

    Cuando cay la noche, la infusin ya haba hecho efecto y el dolorde cabeza se encontraba en un nivel tolerable. Me dispuse adesplegar la sbana mientras me preguntaba si los huesos y losenseres se habran roto al ser desenterrados o si la gente del vallehaba procedido tal como yo haba indicado.

    Me volv y contempl la azuela que se encontraba junto albrasero. Era una locura volver a intentar tan pronto aquella magia,incluso poda resultar peligroso. De todos modos, me embarg unimpulso repentino, tan fuerte, que saba que no iba a poder resistirlo.Quera conocer algo ms de aquella historia. La de Skyleth. No sabapor qu aquel deseo era tan abrumador. Al fin y al cabo, se trataba deun hombre que vivi y muri haca ms de dos mil aos. Cmo podaimportarme lo que le hubiera ocurrido? Pero algo haca que me

    importara. Tal vez fuera simplemente porque yo saba lo que es ser unmarginado.Me sent con las piernas cruzadas y levant la cabeza curvada

    del zapapico que tena en el regazo. Pas los dedos por la piedrapulida, como si fueran capaces de sentir los recuerdos impresos enella. Aspir profundamente, nervioso. Luego las palabras del conjurosurgieron de mis labios con fluidez.

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    Su hija naci en pleno invierno. La llamaron Iliana, que en elidioma del valle significaba Hija del Cielo. A pesar de que, como sumadre, era de piel oscura y tena el pelo negro como la obsidiana,ningn nio de la tribu tena los ojos de ella. Eran de color grisazulado, el color del cielo en invierno, igual que los de su padre.

    El parto no fue fcil para Ulanya. Estuvo tres das retorcindosede dolor dentro de la cabaa, cubierta de pieles. Durante ese tiempo,la mujer sabia de la tribu dirigi miradas siniestras a Skyleth, como siaquella arpa arrugada creyera que todo aquello era culpa de l. Alfinal hubo mucha sangre, pero la mujer hizo bien su trabajo y tanto lamadre como la hija salieron con vida. A pesar de que la nia era fuerte

    y se desarroll pronto, aquella experiencia dej a Ulanya muy dbil.Permaneci una luna sin abandonar la cabaa y durante variaslunas ms apenas pudo hacer otra cosa que permanecer sentada alldonde la colocaran, abrigada en pieles clidas. Sin embargo, enverano la fuerza regres a Ulanya. Y, aunque todava se le marcabanlos huesos en las mejillas, por lo menos stas ya tenan un aspectoms saludable.

    A pesar de que al principio la tribu haba tratado a Skyleth conpies de plomo, incluso con miedo, esto tambin empez a cambiar.

    El da en que Ulanya le llev al crculo de cabaas de tejadosredondos, al verlo tan alto, con aquellos ojos de color azul grisceo ydesnudo a excepcin del abrigo que ella le haba dado, la tribu pensque la mujer haba encontrado un espritu de las montaas. Paraapaciguar sus temores, l haba cogido un cuchillo de piedra y sehaba hecho una herida en el brazo para demostrarles que su sangreera roja, como la de cualquier otro hombre. Sin embargo, a diferenciade los dems, el jefe de la tribu no se haba asustado, sino enfadado.Ulanya era su nica hija y le haba prohibido unirse a aquel extranjero;al orlo, los ojos de ella brillaron con fiereza. Luego haba tomado la

    mano de Skyleth y le haba acompaado hasta su alojamiento. Lasmujeres tenan derecho a tomar el hombre que quisieran y llevrselo asu cabaa.

    Durante muchos meses, la gente de la tribu rehuy a Skyleth. Sinembargo, ms tarde, durante la primavera posterior al nacimiento deIliana, el hijo ms joven del jefe cay al ro, que corra espumeante ycrecido a causa de la nieve fundida. El muchacho se hubiera ahogado

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    de no ser por Skyleth que, haciendo algo que ningn otro se atrevi,nad en el agua helada y lo rescat.

    Despus de esto, las cosas empezaron a cambiar. La gente de latribu, si bien no aceptaba a Skyleth, por lo menos no pareca temerosade l. Les ense buenos lugares donde apostarse para acechar a losuros de largas pieles rojas y les mostr cmo un arco ms curvadohaca que las flechas con punta de piedra volaran ms lejos y con msfuerza. Los ojos de Ulanya brillaban con ilusin al verle hacer esascosas y durante aquel ao los das transcurrieron felices.

    En invierno, Ulanya cay enferma. Pero cuando los vientos de laprimavera empezaron a soplar desde las montaas, la enfermedad yahaba desaparecido y Skyleth se olvid pronto. Por aquel entoncesIliana ya andaba y estaba aprendiendo a hablar por lo que les exigatoda su atencin. Una tarde en la que el verde verano dejaba paso al

    otoo dorado, Ulanya le comunic a Skyleth que volva a esperar unhijo. l la bes y la abraz con fuerza.--Lo eres todo para m, Ulanya --murmur casi con devocin.Ella sonri, y, sin responder, le acarici dulcemente la mejilla.Tres das ms tarde falleci.La mujer sabia dijo que el nio haba sido mal concebido. Haba

    salido fuera del cuerpo de la madre y al hacerlo la haba desgarrado.Todo ocurri muy rpidamente. Skyleth estaba de caza. Cuando llega la cabaa, Ulanya ya se haba ido.

    l mismo cav la tumba con un zapapico de piedra. Los dems ladepositaron al lado cubierta por una sbana y adornada con abaloriosy pieles finas. Skyleth se arrodill y bes los labios sin vida. Luego lequit el brazalete de marfil que le haba regalado.

    --No necesitas volar ms, amor mo --murmur, y se lo coloc ensu propio brazo.

    Iliana lloraba y llamaba a su madre, pero ninguna de las mujeresconsol a la chiquilla. Skyleth la cogi y en cuanto se sinti en brazosde su padre, se tranquiliz. Muchos de la tribu les lanzaban miradassombras. Su buena voluntad hacia l se haba extinguido con Ulanya

    y de nuevo sus rostros estaban llenos de temor y supersticin. Eraposible que hubieran llegado a aceptar a Iliana de no ser por sus ojosclaros, que la sealaban como distinta. Ah ya no quedaba nada paraninguno de los dos.

    Mientras los dems depositaban el cuerpo inerte de Ulanya en latierra, Skyleth elev sus ojos hacia la cima en forma de cuerno que seasomaba por encima del valle. Le recorri un extrao escalofro. Le

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    haban prohibido regresar al lago. Pero no a Iliana. El Pueblo delDragn ahora era el pueblo de ella. Slo ellos podan ensearle quinera realmente. Aunque Tevarrek haba dicho que era imposibleregresar tena que intentarlo por el bien de Iliana.

    Cuando los dems se marcharon tras lanzar unos puados detierra a la sepultura, Skyleth sujet firmemente a Iliana y parti dejandocaer el zapapico para...

    La visin se desvaneci.En cuanto abr los ojos jade. Me qued mirando el zapapico

    durante un buen rato, luego lo dej caer de mis manos. No tena msrecuerdos que contar. Esta vez el dolor en la frente no era tan intenso.

    Es posible que la infusin an hiciera algn efecto. O tal vez meestaba acostumbrando al poder de aquellas imgenes.Me arrodill junto al bulto que los hombres haban llevado a mi

    cueva y abr aquel paquete de tela basta. Los huesos brillaban a la luzdel fuego y el cobre centelleaba con un rojo intenso. La mujer de latumba era definitivamente Ulanya. Sent en mis mejillas una levehumedad y me la sequ. Es curioso que llorara por alguien a quien noconoc jams y que haba desaparecido miles de aos antes de que yonaciera.

    Me puse en pie y me dirig al fondo de la cueva. Para cualquierotro, slo pareca la sombra estrecha de una piedra. Pero yo sabaque era otra cosa. Encend una vela, me escurr por la hendiduraestrecha y pas a la pequea cavidad que haba tras ella. Sobre unaestantera de piedra descansaba un bal de cedro. Levant la tapa yse elev un dulce aroma. All guardaba todas aquellas cosas que nome atreva que viera la gente del valle: rollos frgiles de pergamino,frascos de cristal de colores y vasijas de arcilla llenas de ungentos ypolvos. Mis enseres, las herramientas mgicas.

    Pas los dedos por el fino tejido blanco de mi tnica,

    perfectamente doblada. Como Skyleth, me pregunt si podra regresaralguna vez a la Torre y a mis estudios. Qu encontrara si lo hiciera?No lo saba. Posiblemente, lo mismo que Skyleth encontr si algunavez logr regresar al lago del Dragn. Si alguna vez... No haba modode saberlo a no ser que...

    En cuanto se me ocurri aquella idea, supe que lo iba a intentar.Prepar las cosas que necesitara: comida, un frasco con agua y mi

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    ropa de viaje. Pas el resto de la noche extendiendo los huesos deUlanya en la sbana y colocando a su alrededor los tesoros de lasepultura de forma apropiada. Cuando regresara le dara un entierroadecuado. De momento, esto tena que esperar.

    Con la luz gris previa al amanecer me puse en marcha hacia elpaso que conduca al lago. En cuanto cruc el valle observ que lagente ya estaba en pie y empezaba el duro trabajo del da. Al pasar

    junto al grupo de casas de piedra me top con Merrit. Me dirigi unamirada extraa. No era habitual en m pasar por el pueblo,especialmente tan temprano.

    Merrit me salud y luego se frot las manos.--Enterr ya los huesos, maese Torvin?--S, s. --Ment contrariado por aquel retraso--. Hoy ya no hay

    espritus que te puedan inquietar, Merrit. Oye, no tienes que ir a arar?

    Agach la cabeza y se march apresuradamente, no sin antesdirigir una mirada de soslayo en mi direccin. Si yo no hubiera tenidootras cosas en la cabeza, posiblemente me hubiera llamado laatencin la sospecha que brillaba en sus ojillos. Sin embargo, prosegupor mi camino en direccin al extremo sur del valle. All el estrechodesfiladero ascenda, y de un terrapln de piedra a otro, llegaba hastael pico en forma de cuerno, la Montaa del Dragn, que se alzaba antem, teida del color carmes de la primera luz de la maana. Inici laascensin.

    La marcha no fue fcil. La vida en la Torre y luego en la cueva nome haban preparado para un ejercicio tan duro y pronto me qued sinaliento. Sub penosamente por la cuesta empinada pues las botasresbalaban por las morrenas de piedra suelta. Pronto me di cuenta deque mi bculo no me ayudaba a avanzar, entonces lo abandon yempec a usar brazos y piernas para ascender. Conforme ibasubiendo, el aire era menos denso y penetraba en mis pulmones comoun cuchillo afilado.

    Cuando cre que no iba a poder proseguir por ms tiempo, lainclinacin de la cuesta disminuy. El paso se ensanchaba en un valle

    extenso cuyo fondo circular me dio a entender que haba sido talladopor los glaciares mucho tiempo atrs. El suelo ahora estaba cubiertopor pastos verdes. Al llegar ah aceler el paso, si bien de vez encuando me detena a beber agua o tomar algo de comida.

    Por fin consegu atravesar aquel valle verde. Al volver la vistaatrs, comprob que haba llegado mucho ms lejos de lo quepensaba. El valle donde yo viva se encontraba abajo, a lo lejos, ocult

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    por la neblina y la distancia. Me gir y alargu el cuello. No vea laMontaa del Dragn. Las montaas tienen la curiosa cualidad deverse ms fcilmente de lejos que cuando se est cerca de ellas. Detodos modos, la saba cercana.

    Decid descansar un poco antes de emprender el ascenso final.Cerca de m haba una gran piedra plana, caliente por el sol. Me senten ella, com unos frutos secos y beb unos sorbos de agua. Luego mepuse en pie para continuar la marcha.

    Entonces los vi, desparramados por la base de aquella piedra.Cog uno. Era un pequeo trozo de slex, grueso por un extremo y finohasta ser afilado por el otro. Alguien, haca muchos aos, se habadetenido en este lugar al igual que yo y se haba hecho unaherramienta de piedra, probablemente un cuchillo. Aquellos trozos deslex eran los restos como los fragmentos de piedra desechados de

    una escultura artstica abandonados en el suelo de un estudio.Contempl el trozo de piedra en la palma de mi mano. Mepregunt si era posible. Pocos eran los que haban tomado aquelcamino alguna vez. Apret con fuerza el trozo. Slo haba un modo desaberlo. Puse mi mente en blanco y susurr las palabras del hechizo,que ahora ya me resultaban familiares.

    Skyleth se detuvo al sentir que sus fuertes piernas se doblabantras subir por unas rocas. Ante l se ergua una ondulante muralla deniebla gris: la Barrera.

    Iliana se retorca nerviosa en sus brazos. Sus piernecitas querancorrer, pero no en aquella direccin. Skyleth cogi a la nia con fuerzasin hacer caso de sus lloros de protesta. Un tentculo de niebla sedesprendi y le roz el brazo; aquella frialdad le hizo retroceder, perologr sobreponerse. La nica esperanza para Iliana estaba ms all dela Barrera. Se irgui con decisin y dio un paso hacia adelante. Laniebla se cerr en silencio tras l.

    De pronto no pudo respirar. Aquel ambiente grisceo parecaquerer llenarle los pulmones y asfixiarle. Oy llorar a Iliana pero aquelsonido le llegaba distante y amortiguado, a pesar de que poda sentirsu diminuta figura aferrada a l con terror. La cogi con an msfuerza y le pareci que la niebla aflojaba la presin y que le dejabatomar aire en bocanadas dificultosas. Apenas bastaban paramantenerle con vida, pero era todo lo que precisaba.

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    Avanz trabajosamente. La niebla se apart de l de mala gana.Era como intentar pasar por barro semicongelado. El aire hmedo sepegaba a l y le debilitaba cada vez ms hasta que apenas pudomover las piernas. Sin embargo, los brazos de Iliana se agitabannerviosos, desenfrenados y salvajes, sin que la niebla le resultara unestorbo. Se inclin sobre ella. La niebla se separaba de Iliana a supaso y de este modo pudo avanzar algo, como una hoja flotando trasla estela de una canoa.

    Sin Iliana, no hubiera sido capaz de avanzar diez pasos dentro dela Barrera. A ella no le afectaba el destierro que pesaba sobre l. Eracomo una llave, con ella poda avanzar penosamente, mascando yahogndose en aquella niebla antinatural, con sus poderososmiembros luchando contra la magia invisible que se le opona.

    Por fin el llanto de Iliana se volvi un gemido dbil y Skyleth sinti

    la cabeza extraamente ligera. La niebla se arremolinaba de formasalvaje a su alrededor y se pregunt si estaba volvindose loco. Supensamiento se volvi vago y confuso. Entonces tropez contra unaroca lisa que no haba visto, cay de rodillas y se cort. En aquelpreciso instante, una repentina rfaga de aire hizo trizas la niebla quese deslizaba sobre el suelo rocoso. De repente ante l apareci unacuesta de color verde grisceo que ascenda hacia las altas cumbres.Detrs, el muro de niebla se desvaneci con el aire fro.

    Se le escap un sollozo y escondi su cabeza en la cabellerasuave y negra de Iliana. Ella, presintiendo la importancia de aquelmomento, estaba quieta y contemplaba la montaa con sus ojosazules bien abiertos.

    Finalmente, Skyleth se detuvo. Ambos estaban hambrientos ynecesitaban comer antes de emprender el ascenso final. Vio un conejoque haba penetrado en la niebla y se haba perdido. Lo mat de unrpido golpe en la nuca y lo llev a la piedra plana donde haba dejadoa Iliana. Fabric rpidamente un cuchillo de slex y lo utiliz paradescuartizar el conejo. Comieron la carne cruda y luego descansaronun rato.

    Luego Skyleth se levant. Iliana se haba quedado dormida y latom cuidadosamente en sus brazos.--Vamos, cario. Vamos a casa --susurr inclinndose sobre ella.Y de nuevo emprendieron el camino.

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    Llegu al lago a la puesta del sol.Senta que mis pulmones ardan y mis piernas temblaban de

    cansancio. Sin embargo, no me detuve para descansar. Skyleth lohaba hecho tras pasar la Barrera. Las visiones que obtuve de lostrozos de piedra desechada as lo confirmaban. Pero qu ocurridespus? Un marginado puede regresar? Tena que saberlo.

    Me qued contemplando el lago y entonces sofoqu un grito deasombro. Bajo las aguas cristalinas yaca un Dragn de Cobre. Setrataba, en realidad, del reflejo de la cima con forma de cuerno,baada por la luz del crepsculo. La imagen reflejada en las aguaspareca tan real que por un momento mi corazn dio un vuelco; enparte dese y en parte tem que el dragn fuera una criatura real. Sinembargo, los dragones son un mito y se trataba, simplemente, de unailusin creada por la luz y el agua. Me volv de espaldas al lago y

    empec a buscar algo. Tena que haber alguna cosa ah, algnvestigio de aquellos tiempos remotos.Es posible que el azar me condujera al lugar adecuado, o tal vez

    fuera que Skyleth y yo estuviramos relacionados de alguna extraamanera. En cualquier caso, al trepar por un montculo de cantosrodados para ver mejor, una de las rocas cedi bajo mis pies. Al notener donde apoyarme, ca a un estrecho hoyo que haba debajo.

    l estaba tumbado sobre una piedra, exactamente igual que comohaba quedado recostado dos mil aos atrs mientras exhalaba sultimo suspiro. No s por qu pero supe que era l. Tena los huesosamarillos y quebrados por el tiempo, muchos estaban rotos yastillados. No obstante, al verlos, supe que en vida haban pertenecidoa un hombre alto y de porte imponente. Cualquier duda que hubierapodido tener se despej al ver el brazalete de marfil que todava lerodeaba el brazo.

    Era extrao, me sent como si hubiera encontrado de nuevo a unviejo amigo despus de muchos aos de separacin; en cierto modoes posible que as fuera. Aunque separados por milenios, de algnmodo, nuestras vidas, nuestro destino, se haban encontrado. Me

    tembl la mano al tocar y coger el brazalete, su regalo para Ulanya,del viejo hueso donde se encontraba.--Perdname --murmur. Y me sent perdonado.Contempl largo rato aquella joya tan profusamente labrada que

    tena en las manos. Luego, por ltima vez, utilic mi magia para ver atravs de los ojos de otro.

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    Estaba en pie a la orilla del lago. La tribu se haba arremolinado asu alrededor y sus semblantes reflejaban un gran disgusto. Uno deellos dio un paso al frente, era un hombre corpulento de pelo cobrizo.

    Al hablar, su voz son amenazante.--Contigo has trado nuestra destruccin, Skyleth.--No, Tevarrek. --Skyleth neg con nfasis agitando la cabeza--.

    Os he trado la esperanza.Skyleth puso la nia ante Tevarrek. La chiquilla lo contempl

    callada y con expresin tranquila.--No hay esperanza con esta abominacin --gru Tevarrek a la

    vez que sealaba con un dedo acusador la pulsera de marfil queSkyleth llevaba en el brazo--. Primero nos robaste nuestro tesoro ms

    sagrado y luego lo regalas a alguien que jams debera haberlorecibido para hacer esa... esa cosa. --Tevarrek seal con enojo aIliana--. Con su ayuda has logrado destruir la Barrera. Ahora slo escuestin de tiempo que nos descubran. Tendremos que huir y no sadonde. De todos modos, sea donde sea, t no vendrs con nosotros.

    --Eso no me importa. --Skyleth dio un paso al frente--. Basta conque os llevis a Iliana con vosotros. Es todo lo que os pido.

    --Jams! --La ira tea las mejillas de Tevarrek--. No es una delos nuestros.

    --S lo es --implor Skyleth-- Mrale los ojos!--sa es mi decisin y digo que no vendr --dijo Tevarrek con un

    ademn de marchar sin mirar siquiera a la nia.--Entonces tengo que desafiarte.Un grito sofocado surgi de la gente all reunida. Antes de que

    Tevarrek pudiera responder, Skyleth dej la nia en el suelo y abri losbrazos. Luego inclin su cabeza hacia atrs y dej escapar un aullidoferoz que retumb por las montaas. Tevarrek se volvi de un saltocon una mirada furibunda. El cuerpo de Skyleth se estremeci en unespasmo. Bajo la piel sus msculos cambiaron de forma y crecieron

    de un modo imposible, rompiendo las ropas. Su cuerpo creci a granvelocidad y empez a tomar una nueva forma. De pronto, Skyleth, elhombre, desapareci y en su lugar se irgui hacia el cielo una granforma de enormes alas plateadas, que ladeaba la cabeza provista decuernos sobre una garganta sinuosa y lanzaba un grito atronador.

    Era un dragn de plata. La euforia embarg a Skyleth cuandoempez a batir sus alas y se alz sobre el lago, cada vez ms arriba.

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    Disfrut la sensacin de sentir el aire en sus escamasresplandecientes. Llevaba cinco siglos sin adoptar aqulla, su formaverdadera. Desde la Guerra de los Dragones no haba sentido el gozode la lucha. Al final de la guerra, aquel al que los mortales llamabanHuma haba expulsado a todos los dragones del Mal, y los del Bien sehaban marchado voluntariamente para mantener el equilibrio en elmundo, excepto algunos de ellos que adoptaron la forma humana yllegaron a aquel lugar para ocultarse de un mundo del que ya noformaban parte. Ahora todo aquello haba terminado.

    Skyleth surcaba el aire, casi ebrio por la sensacin de volar trastanto tiempo sin hacerlo. Sin embargo, un aullido de furia procedentede abajo le devolvi a la realidad. En la tierra, Tevarrek extendi losbrazos y empez a brillar. De pronto, en su lugar apareci en el aire ungran dragn de escamas de bronce. Las alas de color rojo y dorado se

    agitaron y el cuerpo de bronce se abalanz contra el de plata a unavelocidad brutal. Skyleth saba que el otro dragn le aventajaba, peroaquel desafo era la nica esperanza para Iliana.

    Entretanto la tribu contemplaba desde abajo cmo los dosdragones daban vueltas por encima del lago. Tevarrek, sin previoaviso, cambi de direccin y embisti. Skyleth se defendi pero fuealgo lento. Las garras del Dragn de Bronce abrieron una herida en uncostado de Skyleth. Sin embargo al agitar con fuerza las alas pudoesquivar a su contrincante y luego cambiar de direccin. Durante unmomento confuso no pudo ver a su enemigo. Luego lleg a sus finosodos un repentino ruido procedente de arriba. Levant su cuellosinuoso y aull. En sus aos de humano haba olvidado muchascosas. Desplazarse por el aire no era lo mismo que por tierra. Alparecer Tevarrek se acordaba ms que l.

    El Dragn de Bronce se le vena encima.Skyleth haba olvidado la ventaja de la altura. Mientras hua,

    Tevarrek se haba encumbrado en el cielo. Ahora aquel enormedragn haba plegado sus alas y caa a una velocidad aterradora.Skyleth arque su espalda y agit las alas, pero saba que no tena

    tiempo suficiente para evitar la acometida de su enemigo.Justo entonces, por un instante, ah abajo, algo le llam laatencin. Skyleth mir hacia abajo durante una fraccin de segundo.Una diminuta forma estaba al lado del lago agitando los brazos,intentando alcanzarle. Una punzada de amor y dolor le toc elcorazn. Saba lo que tena que hacer. No haba escape para l.

    Ahora lo importante era la libertad de la nia.

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    Levant la cabeza. Tevarrek casi estaba sobre l. Los ojos delDragn de Bronce brillaban con una mortal luz dorada. Una muecavictoriosa dejaba al descubierto sus afilados dientes. Skyleth tens susalas y luego vol hasta chocar contra su enemigo. La furia de los ojosde Tevarrek se transform en sorpresa. Aqulla no era la accin queesperaba. Se estaban precipitando de cabeza el uno contra el otro.Tevarrek extendi sus alas para intentar cambiar de direccin pero yaera demasiado tarde.

    Los dos dragones chocaron con estruendo. Un dolor inmenso seapoder de Skyleth, pero sobreponindose clav sus dientes enTevarrek, sin que las garras de su oponente pudieran hacer mella enl. Tevarrek se agitaba con fuerza, intentando librarse, pero le eraimposible. No poda extender sus alas lo suficiente para mantenerseen el aire. Los dos dragones se precipitaron hacia el suelo en un

    amasijo de plata y bronce. Durante unos instantes sus chillidosconfusos resonaron contra las fras rocas. Luego, como si fueran unosolo, cayeron sobre unas rocas puntiagudas y se hizo el silencio.

    Skyleth supo inmediatamente que Tevarrek haba muerto y que llo hara pronto. No poda moverse y su mente le pareci ligera comolos vilanos mecidos por el aire. Una sombra cruz su vista. Vio queuna mujer del Pueblo llevaba a Iliana en brazos. La nia le mir sinasustarse; no pareci reconocerle. Es natural --se dijo--, no conoceesta forma. Se concentr en las pocas fuerzas que le quedaban. Sucuerpo magullado yaca ahora en forma humana sobre las rocas,desnudo a excepcin del brazalete de marfil que todava le rodeaba elbrazo.

    --Tenemos que irnos ya --dijo la mujer con la tristeza reflejada ensus ojos claros.

    --Adonde? --musit sin fuerzas Skyleth.--Creo que vamos a abandonar este mundo --respondi ella--.

    Vamos a unirnos a los dems, tal como deberamos haber hecho hacemucho tiempo.

    Iliana extendi su manita y acarici las mejillas de Skyleth, que

    estaban cubiertas de sangre. Luego, la mujer, con la nia en brazos,se march para unirse al resto del Pueblo.Al poco, Skyleth parpade. La mujer haba desaparecido y, con

    ella, todo el Pueblo del Dragn. La orilla del lago estaba desierta. Sinembargo, reflejadas en el agua, vio cmo se elevaban hacia el cielodos docenas de magnficas formas plateadas. Con ellas se elevabatambin una forma menor, que extenda unas alas pequeas y

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    brillantes. Skyleth sonri viendo cmo se marchaban en el crepsculo.Luego, por fin, todo se oscureci.

    Haban llegado atrados por el reflejo del lago; pero no deban a lsu nombre. Ahora ya lo saba. A pesar de lo que la gente deca, losdragones no eran un mito.

    Abandon el lago al amanecer. La noche haba sido larga y fra ytem bajar por el paso a oscuras. Adems, una parte de m no queraalejarse. Era como abandonar algo de m mismo debajo de las piedrasfras. Deslic el brazalete de marfil en mi bolsillo. Por lo menos habaconseguido esto. Ech un ltimo vistazo al plateado lago del Dragnantes de dar la vuelta y descender por la montaa.

    Divis el humo cuando todava estaba por encima del valle.Ascenda en forma de una delgada lnea azul, si bien a aquelladistancia no poda distinguir el origen. Continu descendiendo por laladera rocosa. A cada paso creca en m una cierta desazn que nome poda explicar. Comenc a avanzar ms deprisa.

    En cuanto llegu a la parte baja del paso ech a correr sin atenderal suelo poco firme de la pendiente. Finalmente los muros de rocadesaparecieron de los lados y me encontr en el conocido paisaje delvalle. Corr por los campos a medio arar: estaban vacos, sin nadie a lavista. A pesar de mi cansancio avanc a toda prisa por el camino delbosquecillo de lamos que llevaba a mi cueva. Al doblar el ltimorecodo me detuve de golpe y me qued sin aliento. Por fin saba elorigen del humo y de mi extraa inquietud.

    Haban incendiado mi cueva. Un humo negro y azulado emergade la entrada y se elevaba perezosamente hacia el cielo. Sorprendido,avanc un paso inseguro pero el intenso calor me hizo volver atrs.Demasiado tarde. Todo estaba perdido: Ulanya, los artefactos, mispergaminos, mis libros y mi blanca tnica. Contempl paralizado elhumo ondulante. No estaba enfadado ni apesadumbrado, slo me

    senta extraamente vaco.O el quejido de unas ramas al quebrarse detrs de m. Unassombras avanzaron desde el bosque hacia el claro que haba delantede la cueva.

    --As que has vuelto.Me volv lentamente. Era Merrit. Una luz peligrosa arda en sus

    ojillos y sostena una horca en sus manos carnosas. Tras l avanzaba

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    un grupo de gente del valle, con rostros que traslucan odio ysupersticin. Todos llevaban algn tipo de arma, un hacha, una pala ouna estaca.

    Merrit dio un paso hacia adelante con actitud desafiante.--Sabemos lo que eres.No dije nada. No poda apartar mi vista de la horca que llevaba en

    las manos.--Esta maana Selda vino a tu cueva por un dolor de muelas

    --prosigui Merrit en un tono de voz siseante-- y encontr los huesosque habas dicho que habas enterrado. Estaban todos desperdigados,como si fuera una especie de hechizo. Nos llam y registramos lacueva. Lo encontramos todo: esas ftidas pociones y los malditoslibros de magia negra. Nos has mentido todo este tiempo pero ahoraya no puedes ocultarte... hechicero.

    Aquella ltima palabra la pronunci como si fuera un veneno. Nopude impedir una mueca de dolor ante el aborrecimiento que sereflejaba en su voz. Sin querer, di un paso atrs, hacia la entrada demi cueva, que estaba llena de humo. Ellos avanzaron siguiendo mismovimientos y levantando las armas. Queran matarme.

    --No lo entendis --murmur en voz baja. No lo dije a modo deprotesta o de denuncia: slo era una constatacin de hechos.

    --Yo s lo entiendo. --Una sonrisa terrible asom en el rostro deMerrit--. Entiendo que vas a morir quemado, como dice el Seor deIstar que tienen que morir todos los herejes. --Hizo una sea a losdems--. A la cueva con l!

    En cierto modo me alegraba de que por fin terminara aquellacharada tan prolongada. Al igual que el Pueblo del Dragn, yo slopoda ocultar lo que era hasta cierto punto. Met la mano en el bolsilloy extraje el brazalete de marfil. La gente del valle avanzaba en bloquecon sus armas en alto. El calor del fuego me quemaba la espalda.Haba deseado durante mucho tiempo liberarme de los temores, delodio y de la ignorancia. Por fin haba llegado el momento. Cerr losojos y coloqu la pulsera en el brazo a modo de tesoro para mi propio

    funeral.Entonces el gritero de los del valle se alej en la distancia. Seoan gritos, pero me pareci que eran ms de miedo que de odio. Elcalor del fuego desapareci y un aire fro me rode. Senta mi cuerpoextraamente suave y brillante. Una energa radiante me circulaba porlas venas. Era una sensacin gloriosa. Aquello era morir?

    Abr los ojos y supe de pronto que no haba muerto. Por algn

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    motivo, las gentes del valle, que ahora estaban debajo de m, tirabanlas armas al suelo aterrorizadas y se desperdigaban por el bosquecomo ratones asustados. Mientras les miraba, el mundo se ibahaciendo cada vez ms pequeo y por fin la entrada humeante de lacueva dej de verse. Los lamos altos parecan ramitas de colorplido.

    Ascend con una sensacin de energa y libertad desconocidaspara m. El valle desapareci en la neblina y pronto una cima en formade cuerno se mostr ante m: la Montaa del Dragn. Mir hacia abajoy comprend por fin el poder de aquel brazalete y el tipo de regalo queSkyleth le haba hecho a Ulanya. De nuevo en la superficie del lagodel Dragn vi reflejado un dragn enorme: las ondulantes alasplateadas, el grcil cuello extendido y los ojos brillantes como zafiros.Pero esta vez no era un juego de luces y agua. Aquel dragn era real.

    Nunca podra regresar pero poda volar libremente.Abr la boca y dej escapar un aullido triunfante de alegra; micorazn se elevaba del mismo modo que el aire que me haca subircada vez ms alto.

    El fin de la gloria[Chris Pierson]

    El viento del verano, haciendo ondear los banderines azules ydorados, trajo consigo el leve fro del otoo. En las murallas delcastillo, los caballeros arrastraban penosamente los pies y miraban

    con inquietud las Llanuras de Solamnia en direccin sudeste. Siempreal sudeste. Un escudero osado haba dicho en una ocasin que si unejrcito atacaba el alczar por el noroeste, echara abajo las murallasy estara tomando un refrigerio en la fortaleza antes de que nadiepudiera darse cuenta de ello. Al or el chiste, su seor le haba enviadoa limpiar establos por deslenguado. Haca tiempo que en el alczar noreinaba el buen humor: la causa de ello era la proximidad de la batalla

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    contra el ejrcito enemigo.Aun as, sir Edwin no pudo reprimirse y mir hacia el noroeste con

    una sonrisa al salir del edificio que antes haba sido la capilla delcastillo, antes del Cataclismo, antes de que los dioses se volvieran deespaldas al mundo. Sacudi la cabeza mientras ascenda por lasescaleras que conducan a la muralla interior del alczar. Saba que elchiste era inofensivo: aunque los caballeros estaban cercados por elenemigo, el peligro no vendra del noroeste, pues no era all donde seconcentraba el grueso del ejrcito enemigo.

    En cambio, el sudeste era otra cosa. Aunque tampoco en aquelladireccin haba nada que ver. Los exploradores situaban el ejrcito avarios das de marcha y el castillo de Archuran todava estaba en sucamino. Entre las tropas circulaban rumores terribles. Se deca inclusoque los dragones haban regresado y oscurecan los cielos con sus

    alas igual que ya hicieron en los tiempos de Huma.La mayora de caballeros se mofaban de aquello, pero elsemblante de Edwin se oscureca al considerarlo. Sus compaeros nodaban mucha importancia a las leyendas antiguas pero haca tiempoque l, aun a riesgo de ser tenido por loco, crea que muchos deaquellos cuentos eran ciertos. Edwin era uno de los pocos que todavahonraba el recuerdo de Huma Dragonbane. Si Huma existi, entoncestambin los dragones deberan haber existido Dnde podran estarahora? Edwin se pregunt si tal vez la respuesta no vendrademasiado pronto.

    Mir a las almenas y por fin distingui la silueta que buscabacerca de la torre de sudeste. Estaba en pie, rgido, con la espaldavuelta hacia la muralla y la capa azul agitndose al viento. Los demscaballeros rehuan su trato mientras paseaban por las almenas yninguno se detena para intercambiar con l saludos de camaradera.Edwin suspir y se encamin hacia el caballero mientras cantaba losversos de una antigua cancin solmnica de guerra:

    A Hanford lleg el Caballero Encapuchado,

    con capa de oro y corcel bayo,su espada, brillante y plateada,

    por matar un dragn sedienta estaba.El Seor de Hanford le recibi aliviado

    pues de su reino el dolor y la afliccin se haban apoderado:Angethrim, as llamaban al dragn,era de las gentes del pueblo la perdicin.

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    Aos haca que la bestia sobre ellos se cernaarrojando un hlito de fuego mientras las fauces abra.Con la luna roja, tres veces al mesquien a l se enfrentaba mora.

    Edwin nunca haba sido un gran cantante pero el talento que lefaltaba lo compensaba con su entusiasmo. Los dems caballerossonrieron y saludaron a su paso. Era bueno verles animados pues ladesazn estaba a la orden del da.

    La cancin tena ms versos y Edwin los hubiera cantado todos,pero el caballero le hizo callar con una mirada implacable. A aquelhombre la cancin no le haba animado, ms bien al contrario, puesadopt un aire severo al notar que el joven caballero se le acercaba.Edwin se detuvo y guard una distancia respetuosa.

    --Flaco favor nos haces hablando as de los dragones --dijo elcaballero.--Slo es una cancin, hermano, para elevar el espritu de los

    hombres --dijo Edwin queriendo quitarle importancia.--Propaga el miedo --repuso el caballero--. Deja los dragones para

    los cuentos de nios.--Pero y si... --Edwin se call pero era demasiado tarde.El meditabundo caballero dio la espalda a las llanuras y, con un

    golpeteo de su armadura, se volvi y mir con enfado a Edwin.El joven caballero sostuvo la mirada penetrante de su hermano

    durante un momento y luego la apart.--Ibas a preguntar qu ocurrira si los rumores fueran ciertos?

    --replic el caballero de mayor edad con su habitual expresin ceuda.--S, hermano, lo he estado pensando --repuso Edwin con una

    mirada sorprendida--. Ya conoces el dicho Cuando el ro suena, agualleva.

    --Aunque hubiera realmente dragones entre las filas del enemigo--dijo el veterano caballero volviendo la vista de nuevo hacia lasllanuras yermas--. Qu bien hara a los hombres el saberlo? Ya estn

    suficientemente inquietos tal como est la situacin. Poner dragonesen su imaginacin solamente empeora las cosas, existan o no. Estalocura tiene que acabar!

    Edwin baj la cabeza y mir fijamente las baldosas.--S, Derek --dijo con fatiga. A lo largo de sus treinta aos de vida,

    haba pronunciado estas palabras ms veces de las que podarecordar.

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    Lord Derek Crownguard volvi la cabeza y pos la mano conguantelete en el brazo de Edwin.

    --No pretenda ser brusco, hermano --dijo--. La batalla se ciernesobre nosotros y me preocupa la moral de los hombres. Lashabladuras sobre dragones podran desanimarles. --Se detuvomirando a todos lados para cerciorarse de que nadie les escuchaba--.

    A veces me pregunto si los hombres de lord Gunthar no habrndivulgado estas historias precisamente con esa intencin.

    Edwin asinti y contempl a su hermano. Todo el mundo sabaque haba ms amor entre caballeros y goblins que entre DerekCrownguard y Gunthar Uth Wistan. Ambos ambicionaban desde hacatiempo el codiciado puesto de Gran Maestro de la Orden de Caballeray los aos de rivalidad haban levantado un muro de piedra entre ellos.

    Sus maniobras polticas se asemejaban a una gran partida de

    khas, el juego favorito de Derek. A Edwin jams le haba interesado elkhas ni la poltica pero comprenda que con el castillo de Crownguarda punto de ser sitiado y con lord Gunthar, cabeza nominal del GranConsejo, presuntamente a salvo en la isla de Sancrist, Derek estaba apunto de perder la partida. Aunque se afanaba por librarse de aquelladesagradable impresin, Edwin presenta que perder en polticasignificaba para Derek ms que perder el castillo de su familia o supropia vida.

    --Se sabe algo de Sancrist? --pregunt Edwin.Ahora fue Derek quien baj la mirada y se inclin levemente, pero

    slo Edwin se dio cuenta de ello. En cambio, la furia de su miradaresultaba evidente para cualquiera que mirara en aquella direccin.

    --Nada --dijo en un gruido--. Seguro que Gunthar conoce nuestrasituacin. Se est retrasando el envo de refuerzos con la esperanzade verme vencido.

    --Decir esto no es justo --dijo Edwin--. Cmo puedes pensar as?Derek mir bruscamente a su hermano. No se le escap la

    acusacin implcita que haba en la pregunta: si los papeles sehubieran invertido, Derek hubiera hecho lo mismo, si no algo peor, con

    Gunthar.--Hara cualquier cosa por impedir que yo sea Gran Maestre.

    Incluso impedir que lleguen refuerzos. Pero no le saldr bien. --Derekse volvi y mir su castillo como si fuera una torre en un tablero dekhas--. Recuerda lo que voy a decirte: Llegar un da en que Guntharlamentar todo lo que ha hecho para desbaratar mis planes.

    Permanecieron en pie en las almenas sin decirse nada ms.

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    A menudo los que no los conocan se sorprendan al descubrirque Derek y Edwin Crownguard llevaban la misma sangre. Derek eraserio, duro y hurao mientras que Edwin jams frunca el ceo y tenauna mirada brillante y bondadosa. Incluso haba quien a sus espaldasle llamaba inocentn.

    En los tiempos antiguos era costumbre que el primer hijo varn deun seor fuera su heredero. Su segundo hijo, que no heredaba lastierras, a menudo ingresaba en el clero. A pesar de que,evidentemente, desde el Cataclismo no exista el clero, los caballerosdecan con burla que Edwin bien podra haber sido clrigo. Adems decreer en viejas leyendas, pasaba mucho tiempo en la antigua capilladonde, segn l deca, encontraba la paz interior.

    Derek se mofaba de esas ideas. No toleraba ese tipo decomportamiento en nadie que no fuera su hermano y tena la

    esperanza de que algn da ste perdera la costumbre. Sin embargo,al ver que su hermano era tan feliz sin la carga que la nobleza ponasobre sus hombros, Derek se dio cuenta de que Edwin no cambiara

    jams. Y, aunque hubiera quien se riera de Edwin Crownguard y lellamara tonto, Derek se preguntaba a menudo si aquello que losdems consideraban inocencia en Edwin no era en realidad unaclaridad de visin que Derek nunca tuvo.

    --Atencin! Vista a las llanuras!El grito provena de un joven Caballero de la Corona que se

    encontraba en lo alto de la gran torre del noreste. Sealaba a lo lejos.Derek, Edwin y los dems caballeros se volvieron y miraronasustados. Durante unos momentos permanecieron en silencio, luegouno de los caballeros maldijo en voz baja.

    --Que Virkhus y sus legiones nos amparen! --musit Edwinmientras tocaba con sus dedos a Trumbrand, su antigua espada.

    Derek no dijo nada y se qued mirando hacia el horizonte, queestaba cubierto de nubarrones.

    A lo lejos, un grueso penacho de humo que el helado vientoenroscaba en negras espirales, se elevaba en el cielo.

    Al medioda, el patio interior del castillo de Crownguard estabaabarrotado de refugiados, la mayora tan aterrorizados que les faltabahasta el habla. Los caballeros encontraron un hombre que no se habavuelto loco de miedo y lo condujeron ante Derek en el gran saln de la

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    torre de homenaje.--Linbyr de Archester, un curtidor --anunci sir Windfrid, el

    senescal, y a continuacin hizo pasar a un hombre calvo y corpulento.Derek levant la vista de la gran mesa de guerra ocupada por un

    mapa de Solamnia y unas marcas que representaban los caballeros ylas ubicaciones de los ejrcitos de los Grandes Seores. Estudi alcampesino a la rojiza luz del fuego de la chimenea, retorcindose unextremo del largo bigote castao. Linbyr le devolvi la mirada. Derek,que no estaba acostumbrado a ver esta actitud en un plebeyo, monten clera.

    --No te quedes ah parado hacindome perder el tiempo. Dime--gru--. Qu mal os aflige a ti y a tu gente?

    --Qu mal? Yo os lo dir, seor --dijo enfadado y con vozronca--: confibamos en que gente como vos nos protegera. ste es

    nuestro mal.Derek hizo ademn de incorporarse, apretando los puos, peroluego se control. No poda dejarse llevar frente a un inferior. De todosmodos habl con la suficiente rabia para que Linbyr se calmara.

    --Qu quieres decir con eso?--Lo que quiero decir, milord, es que los ejrcitos de la Reina

    Oscura han saqueado Archester --dijo Linbyr con desdn.--Imposible --repuso Derek frunciendo el entrecejo--. Eso nunca

    ocurrir mientras el castillo de Archuran proteja...--El castillo de Archuran tambin ha cado.Derek se qued tan pasmado que pas por alto la interrupcin del

    hombre.--Lord Aurick?--Muerto, seor, junto a sus hombres.Derek se recost en el silln. Lord Aurik haba sido uno de sus

    mayores apoyos polticos. Haba sido, adems, un amigo, unformidable guerrero y un hombre de honor. Era impensable que l y elcastillo de Archuran hubieran cado. Derek jams haba odo hablar deun asedio tan breve.

    --Qu traicin ha provocado esto?--No ha habido ninguna traicin, mi seor. El ejrcito tom el

    castillo --dijo Linbyr con un tono ms atemperado por respeto a loscaballeros cados; sin embargo, esta actitud compasiva slo lograumentar la ira de Derek.

    --Durante miles de aos, las murallas del castillo de Archuranjams cayeron, ni por asedio ni por hechicera.

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    --Es posible que as fuera --repuso Linbyr--, pero sedesmoronaron como si fueran de arcilla tras el paso de los dragones.

    Derek apart la mirada y apret los puos. Se haba vueltorealidad. La cancin de Edwin haba cobrado vida. A sabiendas de queaquello era irracional, secretamente culp a su hermano por loocurrido.

    --S, mi seor, dragones --repiti Linbyr--. Como en las viejascanciones. Los caballeros estaban demasiado ocupados muriendopara defender a nuestro pobre pueblo. --Y sacudiendo la cabezaagreg:-- Y pensar que creamos que nos podran mantener alejadosde todo peligro.

    Dicho esto, y sin pedir permiso para retirarse, Linbyrd dio mediavuelta y abandon la sala. Derek no hizo gesto alguno paraimpedrselo.

    En la mente de Derek una palabra se repeta sin parar:dragones. Los dragones haban derribado las murallas del castillode Archuran, haban matado a Aurik y sus hombres y haban destruidode golpe las ambiciones de Derek. Movi cuidadosamente la mano yquit del mapa la marca que representaba el castillo de Archuran.

    --Mi seor?Derek levant la vista de la mesa y vio a sir Winfrid en el umbral

    de la puerta. El rostro envejecido del senescal reflejaba preocupacin.--Y bien? Qu ocurre? --dijo Derek bruscamente, con ms

    dureza de la que pretenda.Winfrid conoca bien el temperamento de su seor y si la

    brusquedad de Derek le haba molestado, no lo demostr.--Un jinete se acerca por el noroeste, mi seor --dijo--. En su

    escudo luce el blasn de caballero.Curiosamente lo primero que vino a la cabeza a Derek fue que, al

    fin y al cabo, el escudero bromista se haba equivocado: a pesar detodo, los centinelas miraban al noroeste.

    --Crees que ser un mensajero de lord Gunthar? --pregunt.--Se est aproximando a las puertas --dijo Winfrid encogindose

    de hombros--. Los arqueros estn dispuestos, seor, por si se trata deuna trampa.--De acuerdo --repuso Derek--. Veamos quin es.Sali de la sala tras Winfrid y cruz el patio interior. Edwin estaba

    all atendiendo a una aldeana, una joven con la pierna ensangrentada.Derek no se molest en dirigirle una segunda mirada. Edwin tena

    un don para sanar enfermos y heridos. Saba de plantas y de cmo

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    curar huesos rotos. La gente deca que su sola presencia les hacasentir mejor. Para Derek todo aquello era absurdo. Ni su hermano nilos aldeanos asustados y exhaustos ocupaban su pensamiento.

    Acompaado de Winfrid, Derek entr por el puente levadizo yascendi por las escaleras de la torre de vigilancia. En lo alto, losarqueros se agazapaban entre los merlones con las flechasdispuestas. Derek mir hacia el camino que llevaba hasta las pesadaspuertas. Un jinete se aproximaba a galope y su escudo brillante lucael martn pescador, la rosa, la espada y la corona de los Caballeros deSolamnia. Su armadura iba cubierta de hierbas con la intencin decamuflarlo. El jinete, al aproximarse a las puertas, detuvo su caballocastao, que echaba espuma por la boca. Mir hacia atrs como si lepersiguieran y luego salt de la montura. Las piernas no le sostuvierony cay al suelo en medio de un gran estrpito y mascullando un

    juramento.Derek observ al caballero que yaca en el suelo. A juzgar por suaspecto, poda decirse que haca poco que haba vivido duras luchas.No era de extraar: en las colinas abundaban los agentes enemigos ylos caminos resultaban demasiado peligrosos para que un jinete seaventurara a viajar solo. El caballero se puso de rodillas y luego sesac de un tirn el casco con visera. Una mata de cabello pelirrojo sedesparram sobre los hombros. La cara del hombre estaba plida yuna delgada costra de sangre seca le manchaba la barbilla. Sinembargo, al alzar la vista hacia la torre de vigilancia hubo un destellodivertido en sus ojos.

    --Salve, viejo amigo! --grit a Derek. Estall en un acceso de tos,pues haba estado cabalgando durante tiempo y estaba sin aliento. Alrecuperarlo, jade--. Un da fantstico para cabalgar por el campono?

    Su bigote rojo se arqueaba sobre unos amplios labios. Derek sesorprendi. Aquella capa verde, el cabello pelirrojo, aquel sentido delhumor irreprimible: slo conoca a un caballero como aqul.

    --Aran? --exclam en cuanto el hombre consigui ponerse en

    pie.--El mismo que viste y calza --repuso el caballero de cabello

    rojizo. Mir hacia atrs en un gesto que pareca ser ms reflejo queconsciente y luego, hacia la torre de viga--. Supongo que no teimportar levantar el rastrillo y dejarme entrar.

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    Derek baj de la torre de viga y se dirigi a las puertas del

    castillo. Dos escuderos jvenes le haban precedido para auxiliar a sirAran Tallbow. Aran se esforzaba por apartarlos.

    --Marchaos --deca entre gruidos--. Acabo de cruzar a caballomedia Solamnia. Creo que podr llegar al maldito patio yo solo.

    --Ocupaos del caballo --orden Derek a los escuderos--. Que lesequen el sudor, le alimenten y le den de beber. Y que le saquentambin las bardanas de la crin.

    Los escuderos asintieron y tomaron las riendas del animal deAran, se inclinaron y llevaron al caballo por la barbacana al patiointerior.

    Aran Tallbow, Caballero de la Corona, mir a Derek de arribaabajo y avanz cansado y cojeante.

    --Me alegra volverte a ver --dijo sonriendo a pesar del dolor quesenta por las largas horas de cabalgada.Derek avanz hacia l, le estrech en sus brazos y esboz un

    gesto que era lo ms parecido a una sonrisa que nunca haba hecho.--Parece que has pasado momentos difciles --dijo.--He tenido algo de mala suerte cerca de Owensburg --contest

    Aran con una mueca de dolor--. Me top con una patrulla dehobgoblins, nunca haba visto tantos de esos cabritos, y tuve queabrirme camino disparando flechas.

    Aran tom el carcaj que llevaba a su espalda y lo abri: slocontena dos flechas.

    --Me pisaban los talones. He hecho galopar tanto a mi viejaByrnie, que temo haberla reventado.

    --Se pondr bien --le asegur Derek--. Qu te trae por aqu enestos tiempos tan difciles? Parece un mal momento para visitar a lasviejas amistades.

    --Es cierto, pero aqu estoy --contest Aran riendo mientras secolocaba de nuevo el carcaj en la espalda--. Estaba en el castillo UthWistan cuando lleg el mensajero con tu peticin de refuerzos.

    Pregunt a Gunthar si me poda enviar aqu.--Entonces Gunthar viene en mi ayuda. --Derek dio un paso atrs

    y se frot las manos con deleite. La sonrisa de Aran desapareci.--Bueno, no es as, me temo. Soy todo lo que poda enviar --dijo

    rascndose la nuca.--Maldito sea! --Derek escupi y dio un golpe en la pared con el

    puo enguantado en cota de malla. El metal reson en la piedra --.

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    Ese idiota! Acaso no se da cuenta...?Se interrumpi y mir a su alrededor para ver si alguno de sus

    hombres haba presenciado aquel acceso de clera. Aran contemplpreocupado a su amigo y luego volvi a sonrer.

    --No he dicho que fuera el nico que viene hacia aqu --dijo--.Antes de que el Consejo se retirara apart a un lado a Alfred MarKeniny tuve unas palabras con l. Le expliqu lo agradecido que estaras,como Coronel Guerrero, con aquellos que te hubieran ayudadocuando los necesitabas. Se mostr de acuerdo en enviar unacompaa de Caballeros de la Espada sin que Gunthar lo sepa.Llegarn desde Solanthus de aqu a una semana. No adivinaras quinest al frente de ellos.

    --No ser Brian Donner... --dijo Derek asombrado mientrasasuma cuanto escuchaba y se tragaba todo el odio contenido.

    --Exacto. Lo has adivinado --dijo Aran con su sonrisa ms ampliay cautivadora. Dio un palmetazo a Derek en la espalda--. Los tresjuntos de nuevo Qu te parece? Igual que cuando ramos jvenes,nos acababan de armar caballeros y tenamos ganas de guerrear.

    Derek asinti. Entretanto en su mente evaluaba ya el estado de supartida de khas y meditaba una nueva estrategia.

    --Gracias por esto, Aran --dijo.--No ha sido ningn problema, amigo --repuso el caballero de

    cabello rojizo. Mir hacia a la casa de la guardia--. Est Edwin?--Est en el patio interior. Atendiendo a los necesitados.--Hay cosas que nunca cambian. No me extraa. Todava suea

    con seguir los pasos de Huma? Bueno, tal vez ahora tendr laoportunidad --dijo Aran riendo. Derek frunci el ceo.

    --No es momento para bromas.Aran iba a decir que aquello no era una broma, pero la dura

    expresin del rostro de Derek le hizo callar.--Voy a saludarle --dijo Aran volvindose para marcharse--. Creo

    que luego me echar a descansar. No puedes imaginarte cmo meduele todo el cuerpo. No soy tan joven como antes. Esta noche habr

    una fiesta de bienvenida para m no?Derek asinti y Aran parti hacia el interior del castillo. Pese alcansancio y el dolor que senta, el caballero del cabello rojizo todavatena un porte gil en su modo de andar, como el que l mismo habatenido aos atrs, cuando eran hermanos de aventuras junto con BrianDonner. Derek volvi a sus pensamientos sombros. Aqul haba sidoun da aciago, lleno de malas noticias. Primero, el cuento de Linbyr

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    sobre los dragones, el cual, se dijo para s, no haba sido confirmado,y ahora, por fin, una prueba de la negativa de Gunthar a reforzar elcastillo de Crownguard.

    --Crees que puedes vencer dejndome indefenso ante el enemigo--susurr a las sombras apretando con fuerza un puo--. Crees queme puedes sacrificar como si fuera un clrigo en una partida de khas.Reza para que tengas razn, Gunthar. Reza por ello.

    --Me temo que nuestra hospitalidad ya no es la que era --dijoEdwin al ver que Aran Tallbow se serva personalmente una porcinde jabal asado.

    En el gran saln los sirvientes se afanaban por mantener las

    jarras llenas de cerveza negra caliente. El pan, el queso y la frutaestival yacan esparcidos por la gran mesa de comedor pero, encomparacin con las fiestas de los tiempos de paz, parecan escasear.Edwin hizo un gesto con su cuchillo sealando a los dems caballerosque se haban reunido para el banquete.

    --A estas alturas, la mayora ya nos hemos acostumbrado a lasgachas de avena y al cerdo salado.

    Derek, que apenas haba hablado desde que se cort la primerarebanada de pan mir con fiereza a su hermano.

    --Edwin, cllate.Aran esboz una sonrisa tras su pedazo de carne. Tom un sorbo

    de cerveza y sacudi la cabeza mientras su cabello rojo se agitabacon alegra.

    --No temas, Derek --dijo sin ms--. He sufrido ya otros asedios.Por lo menos no tenis que contentaros con carne de rata. Recuerdouna vez que...

    No continu. Excepto Edwin, no haba nadie que le escuchara y nisiquiera se esforzara por pretender que lo haca. Aran mir a loscomensales e hizo un gesto de descontento. Por mucho que se

    esforzara en levantarles la moral, aquellos hombres parecandeterminados a sentirse pesimistas. Al fin y al cabo, se dijo, tenanrazones para estarlo, como l mismo no haba tenido ms remedioque admitir. Antes de la fiesta haba echado un vistazo a la mesa delmapa. El castillo de Crownguard estaba rodeado. Los hobgoblins quetantos problemas haban causado a Aran venan por el norte. Y segntodas las informaciones, un ejrcito considerable se acercaba hacia

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    all procedente del sur, un ejrcito que haba asolado nada menos queel castillo de Archuran. Esto Derek lo haba odo de los campesinosantes de que partieran a probar fortuna en las colinas. Les habaadvertido que era posible que no lograran sobrevivir mucho tiempo entierras agrestes, pero ellos se mostraron decididos a no permaneceren el castillo.

    Sin embargo, lo que a Aran ms le preocupaba era su anfitrin.Derek siempre haba sido serio, incluso taciturno, pero ahora estabasombro y siniestro como una nube de tormenta. Y a Aran no le hacaninguna ilusin escuchar el estallido del trueno.

    --Con la ayuda de cuntos caballeros podemos contar, sir Aran?Cundo llegarn? --pregunt mientras se frotaba su bigote gris elviejo Pax Garrett, Caballero de la Espada, uno de los ms ntimosamigos del padre de Derek.

    --Bueno, veinte o treinta, siempre y cuando no se pierda ningunopor el camino. Llegarn en cinco o seis das, siempre y cuando, denuevo, todo vaya bien --respondi Aran, algo violento, tras aclararse lagarganta y dejar el cuchillo a un lado.

    --Veinte o treinta! --repiti Pax sorprendido--. Cinco o seis das!Por el Abismo! Es insuficiente! Qu se cree Gunthar que esthaciendo?

    --Gunthar no hace nada --exclam Derek con enfado mientrastodas las miradas se posaban en l--. Est sentado en su castillo,acumulando tropas sin enviarlas al frente.

    --No es as, mi seor --dijo Aran mientras negaba con la cabeza--.La verdad es que en Sancrist quedan muy pocos caballeros. Apenasbastan para proteger el Gran Consejo. La mayora est luchando enVingaard y Solanthus. Gunthar expres su malestar por no poderayudar...

    --Bah! --repuso Derek gruendo con los ojos brillantes por la luzde la chimenea--. Seguramente l y sus hombres se estarn riendo denosotros. Lo ha hecho deliberadamente, para eliminarnos de sucamino. Para eliminarme a m de su camino. De hecho, no me

    sorprendera saber que ha hecho un pacto con el enemigo paradejarnos como pasto para los lobos y quedar l libre.Toda la sala se qued en silencio. Los caballeros miraban

    asustados a Derek. Aran baj la vista al plato.--Hermano! --dijo Edwin en tono acusador-- No hablars en

    serio!Derek contempl la sala con asombro. Luego se frot la frente,

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    roja de ira.--Lo siento. No quise decir eso --dijo cansado--. Pero el caso es

    que Gunthar nos ha dejado virtualmente sin ayuda para soportar elembate de las fuerzas del enemigo.

    --Con todos los respetos, Derek, pero aqu no hay mucho queinterese al enemigo --repuso Aran.

    Eso era cierto. A pesar de que la familia Crownguard en su tiempofue una de las ms poderosas de Solamnia, en la actualidad lordDerek tena un dominio pequeo. El prestigio de la familia se habavenido abajo haca tiempo y slo aos de delicadas y constantesmaniobras haban puesto al alcance de Derek el puesto de GranMaestro. Pero ahora incluso eso empezaba a hacerse trizas; alpensarlo Derek se enfureci y clav el cuchillo en la mesa.

    --Atacarn --dijo.

    --Pero por qu? --pregunt Aran-- De qu servira? Incluso lordAlfred dudaba de la necesidad de mermar tropas de Solanthus paraenviarlas a defender Crownguard cuando el enemigo puedesimplemente pasarnos por alto y atacar a jinetes.

    --Nos atacarn --repuso Derek con la mirada imperturbable--porque pueden ganar con rapidez.

    --Y tienen dragones --agreg Edwin.Esta vez incluso los sirvientes se detuvieron, mirando

    asombrados. Derek lanz una mirada de rencor a su hermano; todavano haba explicado a los dems el cuento de Linbyr. La explicacin, detodos modos, no era necesaria, pues los otros ya haban odorumores, pero aqulla era la primera ocasin en que alguien lopronunciaba en voz alta. Pax y los dems caballeros tenan elsemblante afligido.

    Aran rompi el silencio con una risa falsa.--Dragones! Vaya, vaya! --exclam a la vez que intentaba

    hacerlo pasar como un chiste. A decir verdad no se lo poda creer--.Esto s que es una buena broma, Edwin. No es as, Derek?

    Pero los dems caballeros no se rean y Aran miraba fijamente a

    Derek.--No es as, Derek? --insisti con mayor vehemencia.--Aunque lo haga con su habitual falta de tacto, mi hermano dice

    la verdad --dijo Derek con brusquedad mientras remova la carne desu plato. Luego tom un trago de cerveza que le supo igual que aguasucia--. Los dragones han matado a Aurik y a sus hombres y hanarrasado el castillo de Archuran. Todos y cada uno de los

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    supervivientes cuentan la misma historia.Aran resopl. Ahora entenda por qu la conversacin tranquila

    que haban sostenido en la mesa durante la fiesta haba sonado tanforzada y poco entusiasta. Por fin comprenda la desesperacin deDerek. Dej el cuchillo a un lado, de pronto se le haba quitado elapetito, y contempl las filas de escudos brillantes que colgaban de lasparedes del saln. Cada una luca el blasn de un Crownguard,marcado con el sello de un Caballero de la Rosa. Aunque los Tallboweran un clan menos notable, Aran poda comprender el orgullo queDerek senta por su herencia. Y sta ahora estaba condenada sinremedio.

    --Qu es esto? --retumb sir Pax mientras golpeaba la mesa conel puo--. Pesimismo ante la perspectiva de una muerte honrosa?Sin duda los que me rodean no son Caballeros de Solamnia; stos no

    ponen el semblante fnebre ante sus jarras de cerveza cuandopiensan en enfrentarse con dragones en una lucha justa.Esas palabras animaron a los caballeros, pero en cuanto la fiesta

    termin todos se dispersaron rpidamente para vigilar durante lanoche desde las almenas. Al poco slo quedaron Derek, Edwin y Arantomando una copa de licor alrededor de la mesa del mapa.

    --Cunto falta para que llegue el ejrcito? --pregunt Aran por finmientras agitaba su copa de licor dorado.

    --Los campesinos dijeron que el enemigo les sigui durante partedel camino y que en las cercanas de Axewood se retir. --Derekseal un pequeo grupo de rboles en el mapa--. Tendrn quereponer sus carros de avituallamiento; pero supongo que lesavistaremos en dos das a partir de maana.

    --Por lo tanto, seguramente la compaa de Brian no llegar atiempo --dijo Aran con firmeza--. No podemos contar con ms de loque ya tenemos.

    --Hemos levantado ya las defensas --aadi Edwin--. Nos gustaraque encabezaras a nuestros arqueros.

    --Esperaba que me lo solicitarais. Ser un honor. Por supuesto,

    con tu permiso, lord Derek --dijo Aran.Derek asinti con un ademn ausente. No haca falta decir queAran, uno de los mejores arqueros de Solamnia, encabezara a losarqueros del castillo. La mente de Derek estaba en otro lugar.

    --Aran t qu sabes sobre dragones? --pregunt.--Me temo que no ms que t, es posible que incluso menos. Slo

    s lo que mi niera me cont cuando era pequeo --repuso el

  • 7/23/2019 Mark Anthony - Antologas de Dragones II - Los Dragones en Guerra

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    caballero del pelo rojo--. Son grandes, tienen escamas, dan miedo ycomen nios malos para almorzar.

    Solt una risita y Edwin sonri. Derek, sin embargo, frunci elentrecejo. Aran lanz un suspiro y sacudi la cabeza. Agit el licor enla copa y le cayeron unas gotas en los dedos.

    --Maldita sea, Derek! Qu quieres que te diga? Hasta estanoche ni siquiera saba que los dragones existan. Y, desde luego, nos cmo matar a una de estas malditas bestias. Si crees en loscuentos, Huma us la Dragonlance. No tendrs por casualidad unade estas lanzas en la armera, verdad?

    Derek echaba fuego por los ojos pero no respondi. Aran,disgustado