Mi Conde de Lucanor por Alex

Álex Fernández Perera – 3 ESO E

El Rico y

el Mercader


Estaba el Conde de Lucanor en

su castillo dando vueltas a un

asunto que le traía preocupado

y mandó llamar a sus

consejeros a la sala del trono.


Una vez se hubieron sentado,

se dirigió a su consejero

Patronio de esta forma:


- Patronio, esta mañana he recibido una carta del Infante Don Enrique, pidiéndome permiso para atravesar mis tierras con mil hombres, pues se dirigen a ayudar al Rey en su lucha contra el infiel. Y ya sabes, buen consejero, que su padre, y antes el padre de su padre, siempre han pretendido estas tierras, y le resultaría fácil atacarnos y pillarnos desprevenidos.


Pero si le digo que no, creerá que no quiero colaborar y puedo encontrarme con la ira del rey. Por la confianza que tengo en vos y por vuestro buen juicio, os ruego que me deis consejo para obrar como mejor deba. - Señor Conde de Lucanor – dijo Patronio – la cosa es importante y complicada. Para que pueda ayudaros en vuestra decisión, os contaré lo que le pasó a un hombre rico que yo conocía.


En Persia vivía un hombre rico, que vestía sedas lujosas y traía perfumes de oriente. Un día un mercader le dijo que si podía comprarle un perfume de aquellos que traía de oriente y el hombre rico, que no se fiaba del mercader, le pidió el pago por adelantado y aceptó traérselo.


Al día siguiente le pidió un barril entero de perfume, que también pagó por anticipado. Al mes siguiente le pidió 5 barriles que continuó pagando por adelantado. Y así cada mes hasta convertirse en su mejor cliente y en un buen amigo, y cada domingo comían juntos y compartían risas.


Un día vino el mercader a decirle: “Me pide el Rey en persona 500 barriles de perfume, para regalar al Rey de Francia por la boda de su hijo. Pero yo no tengo dinero para adelantar un pago así” El hombre rico entonces le dijo que no se preocupase, se fiaba de él, de su gran amigo, “ya me pagarás cuando te pague el rey”-dijo.


Y cuando llegaron los quinientos barriles, el mercader se fue a entregárselos al rey, y nunca volvió. Y el hombre rico entendió al cabo de los días que todo había sido una estafa.


- Vos, señor Conde de Lucanor, dijo entonces Patronio - si no confiáis en Don Enrique no debéis de hacerlo ahora porque os diga que es para servir al rey, puede ser un engaño, como lo fue para el hombre rico. Por tanto, podéis decirle que en lugar de con mil hombres , que cruce cada día con cincuenta hombres, y en veinte días habrá terminado. Así de esta forma podréis escoltarles y darles comida y agua si lo necesitasen, no así si fueran mil.


Al conde le agradó mucho lo que Patronio le dijo, pues comprendió que le daba un buen consejo.

Y como don Juan vio que este cuento era muy bueno, lo mandó poner en este libro e hizo los versos que dicen así:

Nunca olvides que un contrato no es de amistad sino un trato

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