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“MINISTRANDO AL SEÑOR” EL PODER DE SU PRESENCIA DE: ROXANNE BRANT TRADUCCION LIBRE ESPAÑOLA POR: CLAUDIA JUÁREZ GARBALENA [email protected] Y JUAN LUIS MOLINA [email protected] 2ª Revisión Enero de 2011. Agradecemos la valiosa colaboración de César Bolaños En la revisión de este libro.

MINISTRANDO AL SEÑOR-2a. REVISION

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“MINISTRANDO AL SEÑOR”

EL PODER DE SU PRESENCIA

DE: ROXANNE BRANT

TRADUCCION LIBRE ESPAÑOLA POR:

CLAUDIA JUÁREZ GARBALENA

[email protected]

Y JUAN LUIS MOLINA

[email protected]

2ª Revisión

Enero de 2011.

Agradecemos la valiosa colaboración de César Bolaños

En la revisión de este libro.

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Ministrando al Señor- El Poder De Su Presencia Página 2

INDICE

Comentario s de los traductores …………………………………………… . 3

Introducción …………… …………… … ………………………………………. 6

Capitulo Uno - ¿Qué es ministrar al Señor ?........................... ... ............... . 7

Capitulo Dos – Nuestro Primer Ministerio …………………………… … 21

Capitulo Tres – Las maneras de Ministrar al Señ or ………………… . . . 34

Capitulo Cuatro – Algunos resultados que se obtienen

Ministrando al Señor … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … . 43

Testimonio – Por Claudia Juárez ………………………………………… . 50

Testimonio – P or Gracinha Bento………………………………… . 55

Alabanza – P or Charo Quesada…………………………………… . 5 9

Alabanza y Adoración - Por Juan Luis Molina…………………… . . 60

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COMENTARIOS DE LOS TRADUCTORES

mada familia de Dios:

Es un verdadero tesoro, privilegio, honor, regocijo y deleite el que nos ha otorgado nuestro

maravilloso Abba Padre en esta Era de Gracia. El consolador que prometió Jesucristo que vendría

después de él, nos está guiando a TODA la verdad.

¡Que tiempos tan maravillosos estamos viviendo con nuestro Abba revelándose poderosamente

delante de nuestros ojos! El poder contemplar Su Gracia, Su poder y Su gloria en medio de

milagros, señales y maravillas es algo que nos embelesa y apasiona a aquellos que amamos a

nuestro Dios con todas nuestras fuerzas.

Ha sido un verdadero gozo y privilegio trabajar en este maravilloso libro “Ministrando al Señor, El

Poder de Su Presencia” poniendo la mirada fija en nuestro Abba. Podemos dar testimonio ante Su

Presencia, de que las verdades espirituales contenidas en este libro han cambiado nuestras vidas y

nos han hecho crecer considerablemente en nuestra relación intima y personal con Él.

Agradecemos a nuestro amado Dios que inspirara a Roxanne Brant, esta hermosa hija Suya

miembro del Cuerpo de Cristo, a escribir este libro que es una herramienta muy útil para obtener

más luz sobre el tema de la adoración, la alabanza y la comunión con nuestro Padre.

Nosotros, muy escasamente sabíamos lo que es la alabanza poco tiempo atrás. Pensábamos que

sería cosa de “religiosos” alabar a Dios cantando y levantando las manos al cielo, por ejemplo. Pero

la Biblia expone muy claramente cómo el pueblo de Israel alababa así a su Dios.

David, "un varón conforme al corazón de Dios”, fue menospreciado por su esposa Mical, cuando lo

vio saltando y danzando por el gran gozo de haber recuperado el arca del pacto de los filisteos y

traerla a su ciudad. (2ª Samuel 6: 14-16). Pero a David no le importó en lo más mínimo este

menosprecio, antes respondió a Mical “…danzaré delante de Jehová. Y aun me haré más vil que

esta vez, y seré bajo a tus ojos; pero seré honrado delante de las criadas de quienes has hablado”

(vers. 21b, 22). El rey David alababa a su Dios con gran alegría, con todas sus fuerzas, lo hacía

públicamente y no se avergonzaba porque sus alabanzas eran delante de su Dios. ¡Y a Dios le

agradó en gran manera el corazón de David! Como hijos amados de Dios, debemos considerar estas

alabanzas del siervo David. Su actitud nació como una respuesta natural y lógica al contemplar la

hermosura del corazón de nuestro amoroso Dios y, es así como nace también de nosotros alabar a

nuestro Padre. El libro de los Salmos está repleto de alabanzas no sólo de David, sino de otros

hombres y mujeres que amaban a Dios.

Reyes como David, Salomón, Josafat y Ezequías, alababan a Dios delante de todo el pueblo, lo

bendecían y lo glorificaban. ¡Aun el rey Nabucodonosor de Babilonia –un gentil y pagano- se

humilló ante el Dios Todopoderoso cuando reconoció Su grandeza y poder y lo alabó! (Daniel 4:

34- 37). Era una práctica común entre los hijos de Israel y en la cual nuestro Dios se agrada

profundamente. Tristemente la alabanza, y aun más la adoración, es escasa entre muchos cristianos

hoy día.

Por supuesto que nuestro Señor Jesucristo también adoró y alabó a su Padre:

…Porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo servirás. Mateo 4:10b

A

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En aquella misma hora Jesús se regocijó en el espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del

cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos y las has revelado a

los niños. Si, Padre, porque así te agradó. Lucas 10:21.

El apóstol Pablo usó con frecuencia este vocabulario:

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda

consolación. 2ª Corintios 1:3.

También puedes leer Romanos 1:25, 1ª Timoteo 1:17, Efesios 1:3; 3:20,21. Estos son unos pocos

ejemplos que constan en la Biblia de cómo creyentes alababan y glorificaban a Dios. También se

ven estas expresiones en los libros de Pedro, Santiago, Apocalipsis y en realidad, ¡Toda la Biblia

alaba a Dios!

Cuando comprendemos lo infinitamente amados que hemos sido por Dios, cuando el espíritu santo

nos muestra cómo hemos sido reconciliados, comprados, dignificados, hechos justos y santificados

por la obra perfecta y finalizada de Cristo Jesús, nuestro Señor y Salvador, cuando nuestro Padre

nos permite ver –según lo buscamos- Su muy profundo anhelo de establecer una relación íntima,

personal, dulce y muy amorosa con cada uno de nosotros, nuestra vida es absolutamente

transformada.

El amor de Dios es la fuerza más poderosa en el universo, y cuando somos tocados por ese amor

somos conmovidos profundamente y el natural anhelo de nuestros corazones llega a ser amar como

hemos sido amados, primero al Altísimo Señor, a nuestro Todopoderoso Padre que nos ha amado

como jamás imaginamos ser amados ni en nuestros mejores sueños. Y después, por consecuencia

lógica, a nuestro prójimo.

Podemos dar testimonio con gran júbilo en nuestros corazones, de que hay un poder absoluto

envuelto en este amor.

Establecer una íntima relación de comunión con nuestro Padre Celestial que, si nosotros queremos,

puede llegar a ser la más hermosa e incondicional amistad con Él, es un pleno, maravilloso e

incomparable deleite. El sabernos tan amados sana por entero nuestra vida y nos inunda de

agradecimiento. Entonces, adorar al Dios Vivo y Verdadero con el corazón desbordado de amor

llega a ser un altísimo y natural gozo, honor y privilegio que crece cada día más. Mientras lo

buscamos a Él, nuestro Padre nos atrae a Si Mismo y nos da a conocer Su gloria, entonces amarlo,

adorarlo, alabarlo y tener comunión con Él se convierte en la vida misma. Nuestro Dios llega a ser

la fuerza y el regocijo de nuestro corazón en medio de este mundo de tinieblas.

“Ministrando al Señor - El poder de Su Presencia”, muestra Escrituras y verdades que exponen

cómo la alabanza y la adoración, es, no sólo algo que le agrada en gran manera a nuestro Dios, sino

que también es algo que nuestro Padre anhela profundamente.

La ofrenda y sacrificio vivo que nuestro Padre anhela de nosotros en esta Era de Gracia, es nuestro

amor a Él derramado en alabanzas (reconocimiento por Sus obras y Su grandeza) y en nuestra

adoración (acercarnos a Él no sólo para pedir, sino para expresarle nuestro amor y gratitud desde lo

más profundo de nuestro corazón).

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Nuestro Dios anhela profundamente y necesita que cada uno de nosotros tome un tiempo íntimo y

personal para ministrarlo a Él, sin distracciones, sin prisas, sin obligación, sino por un puro y

espontáneo amor a Su Persona.

Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adoraran en espíritu y en verdad;

porque también el Padre tales adoradores busca (“zeteo”-“buscar con ahínco y celo anhelante”)

que le adoren. Juan 4:33

Muchas veces, corremos de un lado a otro haciendo cosas en el mundo y aun actividades para

nuestras iglesias: Enseñamos, estudiamos, ministramos la Palabra y sanidad, pero este tiempo no

equivale, o no es lo mismo que tener un tiempo personal con nuestro Padre para ministrarle.

Ministrar a Dios, es deleitarnos íntima y personalmente con Él, dándole, ofrendándole a nuestro

Abba el amor y agradecimiento más profundo del corazón. Es un tiempo entre Él y tú, aunque

también está disponible hacer reuniones de adoración y alabanza, las cuales son muy poderosas

como describe este libro.

SEÑOR, DIGNO ERES DE RECIBIR LA GLORIA Y LA HONRA Y EL PODER; PORQUE TÚ

CREASTE TODAS LAS COSAS, Y POR TU VOLUNTAD EXISTEN Y FUERON CREADAS.

Apocalipsis 4:11

Para quienes hemos descubierto la preciosa joya que es este tiempo individual con nuestro Abba,

podemos testificar que es el deleite más maravilloso sobre esta Tierra. Estas reuniones de adoración

son realmente muy poderosas y sanadoras.

Te invitamos a leer este libro con los ojos de Cristo, es decir, con el espíritu que llevas dentro. No te

distraigas si encuentras algo en lo que no estás de acuerdo o no entiendes; si tú buscas crecer en tu

relación con Dios de una manera íntima y profunda “Ministrando al Señor- El Poder de Su

Presencia” puede serte de gran utilidad.

Hemos incluido al final del libro testimonios personales de la forma tan maravillosa en que nuestro

Abba Padre ha transformado nuestras vidas y entendimientos con este libro.

Es nuestra oración al Altísimo Señor que creó los cielos y la tierra, que el espíritu que llevas dentro

te siga guiando a toda la verdad y que ilumine tu entendimiento sobre la importancia y el deleite que

se encuentra en “Ministrar al Señor” y que este libro sea para ti una puerta abierta para venir a tu

Padre, amarlo, adorarlo y alabarlo libremente y que disfrutes con Él la más maravillosa aventura de

tu vida en Sus brazos, ¡una aventura que durará toda la eternidad!

Con amor en Cristo,

Claudia Juárez y Juan Luis Molina.

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INTRODUCCIÓN

as verdades que contiene este pequeño libro han revolucionado mi vida y mi ministerio. Son

verdades Divinas. Después de varios años de enseñar y predicar este mensaje, siento más

intensamente que nunca que, si sólo miramos a Dios y antes que nada le ministramos,

veremos a la iglesia de Jesucristo erguirse con una nueva gloria y brillo, encendida con Su fuego e

inundada de una santa pasión por hacer Su voluntad.

Hemos estado demasiado tiempo adorando los ídolos de nuestros días. Se han exaltado las

tradiciones por encima de Su Evangelio y la institución se ha sobrepuesto a Su Señor. Precisamos

mudar el rumbo. Hemos permitido que todas las demás cosas prevalezcan en la iglesia, y ahora es el

tiempo de que se "levante Dios, y sean esparcidos Sus enemigos." (Salmos 68:1) a medida que nos

volvemos a Él completamente para ministrarle y para hacer Su voluntad.

Este pequeño libro no cubre de ninguna manera todos los detalles acerca de este tema de ministrar

al Señor. Se escribe simplemente para dar a conocer lo que Cristo ha hecho tan palpablemente en mi

vida. También se ha escrito porque esa ha sido la voluntad de Dios, Él me dijo que lo escribiera.

Espero que cambie tu vida de la misma manera que mudó la mía.

Dios te bendiga

Roxanne Brant

L

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Capitulo Uno

QUÉ ES MINISTRAR AL SEÑOR

“Nosotros le amamos a Él, porque El nos amó primero” 1ª Juan 4:19

na de las más importantes razones, por las que hay "falta de poder" hoy en día en la iglesia

Cristiana, se debe a que los cristianos han dejado de ministrar al Señor. Bíblicamente

hablando, es evidente que nuestra ministración al Señor debe ser primordial y anterior con

respecto a la ministración a los hombres si queremos ser eficaces. Aun después de ser llenos con

espíritu santo, si nuestras prioridades con respecto a estas dos ministraciones están al contrario,

vamos a ser de poca ayuda e impotentes delante del mundo pagano en el cual vivimos.

Necesitamos de una vez por todas volver a sumergirnos de nuevo en el manantial de la vida Divina

y embebernos en Él, La Fuente Única de aguas vivas. Precisamos envolvernos del maravilloso

Cristo resucitado, conocerle íntima y profundamente. Sólo entonces veremos que nuestra

ministración a Dios es la que nos capacita con renovada frescura y poder para ejercer nuestra

ministración posterior a los hombres. Será entonces que, no sólo hablaremos del poder de Dios, sino

que también lo veremos demostrado y en manifestación en nuestras vidas.

Nunca antes me había Dios iluminado tanto y grabado mi alma con otra verdad: la verdad de que

nuestra primera ministración es para Él y no para los hombres.

La revolución en mi vida se dio un día en el que el espíritu santo comenzó gentilmente a insistirme

diciendo: "Ministra al Señor. Ministra al Señor." Durante varios días seguidos, esta frase continuó

repitiéndose en mi mente. Por eso comencé a investigar en las Escrituras. En ellas encontré que,

servir al Señor, o ministrar al Señor, podían haber sido traducidas de las mismas palabras hebreas y

griegas (“sharath” en hebreo; “diakoneo” en griego).

Hay muchas maneras en las que los creyentes ministran, o sirven, al Señor. Podemos ministrarle a

través de ministrar a los que Él ama (Mateo 25:40). Podemos hacerlo también presentándole

nuestros diezmos y ofrendas. Y podemos ministrarle ofreciéndole nuestras alabanzas y adoraciones.

A pesar de las numerosas maneras en las que podemos ministrar a Dios, yo sabía que el espíritu

santo se refería a esta última vía en su insistencia – la vía que dice respecto a ministrar a Dios con

nuestras alabanzas y adoraciones.

Es impresionante ver cuán a menudo se menciona en la Biblia este asunto de "ministrar al Señor."

U

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Cuando Israel llegó a Sinaí, durante su travesía en el desierto, “…apartó Jehová la tribu de Leví

para que llevase el arca del pacto de Jehová, para que estuviese delante de Jehová para servirle, y

para bendecir en su nombre..." (Deuteronomio 10:8).

Durante los tiempos de esterilidad espiritual anteriores al gobierno de los reyes de Israel, cuando la

Palabra de Jehová era escasa y había pocas visiones, el pequeño Samuel "ministraba a Jehová en

presencia de Eli". (1ª Samuel 3:1).

Cuando el templo fue acabado de edificar, durante el reinado de Salomón, el arca fue traída desde

Sión y puesta en el Lugar Santísimo:

Y cuando los sacerdotes salieron del santuario...sonaban pues las

trompetas, y cantaban todos a una, para alabar y dar gracias a Jehová, y a medida que alzaban la

voz con trompetas y címbalos y otros instrumentos de música, y alababan a Jehová, diciendo:

Porque él es bueno, porque su misericordia es para siempre; entonces la casa se llenó de una nube,

la casa de Jehová. (2ª Crónicas 5:11a, 13-14).

María, la madre de Jesús, ministraba al Señor mientras desbordaba las adoraciones y alabanzas al

Poderoso. (Lee Lucas 1:46-55 y compara con 1ª Samuel 2:1-10).

Ana, la profetiza, que "hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén"

(Lucas 2:38) nunca se apartaba del templo "sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones"

(vers.37).

Los que eran considerados como columnas de la primera iglesia no sólo ministraban al Señor en

privado sino que también se presentaban públicamente para ministrar al Señor. (Hechos 13:1-3).

No somos sólo nosotros los que ministramos al Señor aquí en esta tierra, sino que hay millones de

seres ministrándole en los lugares celestiales.

El apóstol Juan escribió lo siguiente:

Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres

vivientes, y de los ancianos; y su número era de millones de millones, que decían a gran voz: El

Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la

honra, la gloria y la alabanza. Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de

la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono,

y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Los cuatro

seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron

al que vive por los siglos de los siglos. (Apocalipsis 5:11-14).

¡Cuán numerosas son las referencias en la Biblia que nos exhortan a ministrar al Señor! ¡Cuán

importante es que entendamos el amoroso designio que Dios tiene para nosotros a medida que

aprendemos a ministrarle ahora y que nos preparemos para ministrarle por toda la eternidad!

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ENTENDER EL PROPOSITO DE DIOS

Antes de que podamos entender el privilegio de ministrar al Señor y de verlo en su perspectiva

correcta, debemos entender primero el propósito de Dios desde el principio del mundo e incluso

antes de la creación.

Es importante observar que, Dios ha declarado soberanamente que Él hizo todas las cosas,

incluyendo al hombre, para Sí Mismo, es decir, para Su deleite y para Su gloria:

Porque en Él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos

y las que hay en la tierra...todo fue creado por medio de Él y para Él: Y Él es antes de todas las

cosas, y todas las cosas en Él subsisten. (Colosenses 1:16-17).

En Apocalipsis 4:8-11 el apóstol Juan describe las cuatro criaturas vivientes que adoraban a Dios

día y noche diciendo, "Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el

que ha de venir " (vers.8b). Juan se refirió a los veinticuatro ancianos que se postraban ante Dios en

sus adoraciones diciendo, "Tú eres digno, oh Señor, de recibir la gloria y el honor y el poder

porque tú creaste todas las cosas, y para tu gloria fueron todas creadas."

Dios dice, pudiendo aplicarse sobre nosotros, en Isaías 43:7, "Todos los llamados de mi nombre;

para gloria mía los he creado, los formé y los hice." Él declara soberanamente, "Este pueblo he

creado para mí; mis alabanzas publicará." (vers.21).

Tú has sido hecho por Dios para ser Su delicia y para que le alabes y adores para siempre. Dios te

salvó ante todo para que fueses Suyo. Pero Su deseo es que le ofrezcas tu vida libremente, no

porque puedas hacer algo para Él. Sino que Él te salvó porque te amó y te anhela muchísimo.

El hombre es creado por Dios. Dios ama tanto a Cristo que Él quiere llenar el universo con un

Cuerpo de miembros creados a su misma imagen (Romanos 8:29). Él quiere personas que le

ministren por toda la eternidad y a quienes pueda ofrecerse también a Sí Mismo.

Igual que ocurre con Israel, así sucede con nosotros. Dios nos escogió porque nos amó y no porque

nosotros tuviésemos algún tipo de virtud o habilidad. Moisés le dijo al pueblo de Israel:

No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová

y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos; sino por cuanto

Jehová os amó… (Deuteronomio 7:7-8a).

¿Por qué amas a Dios?

¿Será porque te ha concedido dones, te ha dado prosperidad, te ha sanado y ha derramado

bendiciones en tu vida? Está bien, esto puede que sea parcialmente verdad, pero no debería serlo

totalmente. Sin embargo, para muchas personas, su religión es la moneda que compra los beneficios

de Dios.

¿No habrá una manera más sublime de amar a Dios?

Cuando comenzamos a ver quién es Dios y apreciamos Su Persona, ¿no es maravilloso amarle por

Quién es en Sí Mismo?

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Nosotros no amamos a nuestros hijos debido a sus habilidades. Los amamos por lo que son en sí

mismos. Igual ocurre con nuestras esposas, nuestros maridos, nuestros padres y madres: estamos

agradecidos por lo que han hecho por nosotros, pero los amamos por quienes son en sí mismos.

Amamos a Dios por aquello que es en Sí, y "porque Él nos amó primero" (1ª Juan 4:19). Dios

anhela nuestro amor y que le ministremos; sin embargo, muy a menudo, sólo nos dirigimos a Él

para recibir cosas Suyas y para obtener Sus favores.

Esto me recuerda una historia que escuché una vez acerca del Presidente Lincoln con una mujer

anciana que hizo un pedido para encontrarse con él una tarde. Cuando se presentó en la oficina del

Presidente, éste se levantó, le pidió que se sentase y le preguntó, "¿En qué puedo servirla, señora

mía?" La pequeña anciana respondió, "Sr. Presidente, yo sé que usted es un hombre muy ocupado.

Yo no he venido para pedirle nada. He venido simplemente para traerle esta cajita de galletas,

porque he oído que a usted le gustan mucho."

Hubo un silencio en el cual las lágrimas afloraron de los ojos del Presidente. Finalmente, levantó su

cabeza y le dijo a la mujercita: "Señora, le agradezco mucho por su gentil regalo. Estoy

profundamente emocionado por eso. Desde que soy Presidente de este país, miles de personas han

pasado por esta oficina pidiéndome favores y demandándome pedidos. Usted es la primera persona

que ha pedido presentarse aquí sin pedir favores y además, trayéndome este regalo. Se lo agradezco

desde lo más profundo de mi corazón."

De la misma manera, Dios anhela y espera que nos acerquemos a Él porque le amamos, en vez de

simplemente por lo que pueda ofrecernos. Él fue Quien nos hizo para Él, y somos nosotros los que

podemos presentarnos a nosotros mismos a Él y ofrecerle nuestra adoración.

La Biblia dice que nosotros, así como Israel, somos heredad Suya. "Porque la porción de Jehová es

su pueblo, Jacob la heredad que le tocó." (Deuteronomio 32:9). ¡Dios tiene una herencia en los

santos!!

Pablo oró sin cesar por la iglesia que estableció. A la iglesia en Éfeso escribió:

No ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en

mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os de espíritu de

sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento,

para que sepáis cual es la esperanza a que él os ha llamado, y cuales las riquezas de la gloria de su

herencia en sus santos. (Efesios 1:16-18).

¡Date cuenta! La Biblia dice que Dios quiere que sepamos cuán ricos somos en Cristo. Y quiere que

nos acerquemos a Él por nuestro libre albedrío. Dios está interesado en relacionarse con nosotros en

amor.

Cuán erradamente ha enseñado la iglesia a los nuevos cristianos que fuimos salvos para servir a

Dios. ¡No! Nosotros fuimos salvos, antes que nada, porque Él quiso tener una familia. Eso es por lo

que a Él le "…agradó librar mi vida del hoyo de la corrupción; y por lo que echó tras sus espaldas

todos mis pecados." (Isaías 38:17).

Dios no negocia, ni se interesa en salvar a las personas porque precise de un gran número de siervos

que ganen el mundo para Cristo, o porque sin nosotros Él pueda perder la batalla que sostiene

contra el Diablo. Sin embargo, muchos son los cristianos que están convencidos de que están

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trabajando para un Dios parcialmente impotente que necesita de ayuda, y que espera de ellos

correspondencia debido a Su bondad.

La Biblia no habla ni una sola vez, ni nos dice nunca que hagamos algo por Dios. Nos dice que, en

Su amor y gracia, Dios desea envolvernos en la obra que Él está llevando a cabo. Podemos, eso sí,

trabajar con Él para llevar a buen puerto esa finalidad.

Desafortunadamente, debido a que la iglesia ha enseñado tan a menudo que estamos aquí para servir

a Dios, hoy en día tenemos un abundante número de Martas repletas de culpa, que están cargadas

con un sentimiento de ansiedad y de servicio. Y hay una gran escasez de sentidas adoradoras

Marías, que se hayan involucrado en una relación amorosa con Dios, la cual suple naturalmente

todas las necesidades humanas.

Cuan sencillamente las palabras de nuestro Señor nos muestran la prioridad de Dios:

Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer

llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual

sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres,

y acercándose dijo: Señor, ¿No te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que

me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas.

Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.

(Lucas 10:38-42).

Jesús no reprendió el servicio de Marta, sino su excesiva y ansiosa preocupación con "muchas

cosas" antes que poner primero a Dios. El servicio que nace de una relación de amor no es ansioso,

sino lleno de sentido y pleno de gozo.

Nuestra prioridad en nuestra relación con Dios es el amor. Sin embargo, hemos fijado nuestra

atención en ministerios, dones, órdenes y diferentes tipos de programas y servicios. Hemos puesto

nuestra atención en todo, menos en nuestro Padre. Podemos observar el resultado que ha producido

esa falta de atención en la vida de nuestra iglesia hoy en día.

Dios nos dice a nosotros lo mismo que le refirió a Israel, diciendo,

Porque dos males ha hecho mi pueblo; me dejaron a mí, fuente de

agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no contienen agua. (Jeremías 2:13).

Dios me asombró hace unos años atrás cuando me enseñó que muchas de las personas en el

movimiento carismático se habían vuelto "cisternas rotas" en vez de mirarle a Él. Debido al flujo

de buenas enseñanzas, las personas estaban adquiriendo cintas grabadas, libros y atendiendo

seminarios para aprender más acerca del poder de Dios y de Sus caminos y de lo que Él estaba

realizando en ese tiempo. Las cintas, libros y conferencias son buenas, pero Dios me mostró que Su

gente fue sustituyéndolas y ya no le daban importancia al tiempo que invertían mirándole solamente

a Él.

Muchas veces, es tan fácil oír por boca de otros hombres las cosas de Dios y lo que está haciendo,

que no nos damos al trabajo de ir a Su Presencia para procurar saber lo que quiere decirnos

personalmente. No nos molestamos en comunicar y en recibir directamente de parte de Dios Su

Palabra de Vida. Cuando así ocurre, entonces, esas cintas, libros y conferencias llegan a ser

cisternas rotas. Y las aguas provenientes de las cisternas nunca serán tan frescas y puras como las

aguas que corren y fluyen vivas de la fuente de Dios.

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El peligro que existe hoy en día es que nos centremos básicamente en el "árbol de la ciencia"

(Génesis 2:9) y nos olvidemos del "árbol de la vida" (vers.9); que nos demos por satisfechos con el

conocimiento y nos olvidemos de la vida de Dios; que nos sintamos llenos recibiendo sólo palabras

de hombres y nos olvidemos de la necesidad que tenemos de recibir las palabra de vida que

provienen directamente de Dios.

Muchos de nosotros tenemos el deseo y la necesidad de volvernos a Dios y de permitirle a Él, la

"fuente de agua viva", (Jeremías 2:13), que fluya a través de nuestras vidas, limpiándonos y

llenándonos diariamente con Su Misma Vida. Precisamos llenarnos de Dios a través de Su espíritu,

revelándonos todas las cosas de una manera fresca y viva. Necesitamos acercarnos a Dios por lo

que Él es en Sí Mismo y para recibir de Él Su "Palabra vivificante."

Los Fariseos sabían lo que Dios había declarado. Pero se dedicaron a edificar cisternas rotas. Se

hicieron ciegos y sordos a lo que Dios estaba declarando en aquel tiempo en el cual vivían,

simplemente porque prefirieron olvidarle y construir cisternas alrededor de Su Palabra. Necesitamos

saber lo que Dios ha dicho y lo que nos dice en nuestro tiempo. Cuando nosotros, igual que los

Fariseos de entonces, no estamos inmersos en el flujo vivificante de Dios, entonces nuestros

sentidos espirituales tienden a quedarse vacios y dormidos. Entonces tenemos muy poca o ninguna

percepción o discernimiento espiritual.

Dios nos dice a voces, "Venid a mí." (Lee, por ejemplo Isaías 55:3; Mateo 11:28; Juan 7:37). Él

nos ha sacado del Egipto de tinieblas y esclavitud y nos ha dado herencia en Su Reino. Pero

nosotros, igual que Israel, nos hemos salido de Su Presencia y nos hemos vuelto a los ídolos,

aunque sean ídolos religiosos. Verdaderamente, la adoración a las tradiciones, programas, órdenes,

y otras cosas que sobreponemos a Dios en importancia, es idolatría. Si nosotros, igual que Israel,

ponemos el énfasis en lo externo y olvidamos la vida, entonces pasamos a ser meros legalistas,

sectarios y eventualmente nos quedaremos dormidos espiritualmente. Estaremos aferrándonos a la

basura de las cosas externas, mientras que la vida de Dios se moverá en el corazón de los que lo

ponen a Él por encima de todas las cosas. Igual que Israel, nos estaremos volviendo a la esclavitud

de Egipto si no ponemos a Dios primero ni le amamos sobre todas las cosas.

Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo.

Cuanto más yo los llamaba, tanto más se alejaban de mí; a los baales sacrificaban, y a los ídolos

ofrecían sahumerios. Yo, con todo eso enseñaba a andar al mismo Efraín, tomándole de los brazos;

y no conoció que yo le cuidaba. (Oseas 11:1-3).

En nuestras relaciones humanas, al igual que en nuestra relación con Dios, nuestra prioridad es

amar. El éxito fuera del hogar no justifica la falta de amor dentro del hogar. El orden de Dios en un

hogar, no significa nada si no hay el amor y la vida de Cristo.

Sin embargo, muchas personas prefieren invertir su tiempo en el servicio antes que al amor.

Desafortunadamente, somos por naturaleza hacedores igual que Marta, en vez de amantes y

adoradores como María. Pero Dios está buscando a quienes le amen y se acerquen a Él para

adorarle. No está buscando hacedores, sino que busca con gran anhelo adoradores. Él procura

aquellos que le "adoren en espíritu y en verdad". (Juan 4:24).

Solamente después de que esa relación amorosa se arraigue y permanezca estable y de que

centremos todas las atenciones en Él, podrá Dios enviarnos a trabajar y a cooperar con Él.

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Ministrando al Señor- El Poder De Su Presencia Página 13

El hombre es hecho por Dios. Pero Dios es también de alguna manera hecho para el hombre. Dios

hizo al hombre para establecer una dependencia con Él. En otras palabras, Dios quiere darse a Sí

Mismo al hombre. El nos ha creado no solamente para que nos entreguemos a Él, sino también para

que Él pueda ofrecerse a nosotros.

Fue Dios quién descendió y se acercó primeramente para andar con Adán y Eva en el paraíso.

(Génesis 3:8). Él nos creó con la capacidad de recibirle. Cuán a menudo sucede, cuando adoramos a

Dios en el espíritu y en verdad, que Su Espíritu desciende sobre nosotros. Eso es lo que vemos

reflejado en las Escrituras y también en nuestra experiencia: la adoración nos lleva a la Presencia de

Dios y nos trae la Presencia de Dios en nosotros. A medida que adoramos a Dios, Él se nos ofrece a

Si Mismo.

En 2ª Crónicas 5, es interesante notar que cuando el templo de Salomón fue concluido y los

ancianos de Israel fueron reunidos, el arca fue traída al templo por los Levitas, pero la gloria de

Dios no descendió en ese momento. Hubo innumerables sacrificios, sin embargo, la gloria de Dios

no descendió mientras se ofrecían.

Fue solamente cuando sonaron “las trompetas y cantaban todos a una, para alabar y dar gracias a

Jehová" (vers.13) que la gloria de Dios descendió. "…Entonces la casa se llenó de una nube, la

casa de Jehová. Y no podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube; porque

la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios." (2ª Crónicas 5:13-14).

No fue cuando construyeron el templo. No fue cuando ofrecieron los sacrificios. Fue solamente

cuando alabaron y adoraron a Dios que la gloria de Jehová llenó toda la casa.

Yo creo que cuando Dios oye a Su gente adorándole y encomendándose en Sus manos, Él se derrite

y se dice a Sí Mismo: "Tengo un deseo enorme de descender y escuchar a mi gente, para ver cómo

Me adoran. Se están poniendo en Mis manos, por eso, ahora seré Yo quien Me ofrezca a ellos." Es,

por tanto, cuando Le adoramos que Él desciende sobre nosotros. Porque la adoración nos lleva a

estar en Su Presencia y nos trae Su Presencia en nosotros.

Siempre que asisto a servicios en los que se realizan dones de sanidad, le enseño a la gente cómo

ministrar al Señor. Yo estoy persuadida de que es cuando le ministramos a Él, que Él desciende y

nos ministra y un flujo de vida aparece donde estamos reunidos. A medida que adoramos a Dios, las

personas sanan y Dios desciende sobre ellas. Pero lo más maravilloso es la nítida sensación de Su

Presencia.

Algunas veces, hay un momento en las reuniones que la sensación de Su Presencia llega a ser tan

intensa, que se suspenden todas las actividades y esperamos en un conmovedor silencio para ver

qué es lo que Él va a hacer. Algunas veces esperamos cinco minutos, otras veces más, simplemente

respirando profundamente y siendo conscientes de los latidos de nuestro corazón y de la proximidad

de nuestra comunión con el Padre Todopoderoso, a medida que Él se impregna y nos imprime de Sí

Mismo.

Hubo una vez, cuando estábamos adorándole y cantando "Él Me Tocó," en que la mitad de las

personas presentes en la reunión escucharon ángeles cantando junto con nosotros. Yo misma no los

escuché, por eso pregunté cómo era el sonido que producían. Las personas dijeron que el coro de las

voces angelicales tenía un tono por lo menos con una octava por encima de un alto soprano y

sonaban como una centena de resonantes y magníficas campanas.

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Ministrando al Señor- El Poder De Su Presencia Página 14

En otra reunión, mientras adorábamos al Señor, mis ojos fueron abiertos durante un cierto tiempo, y

vi un ángel formidable de pie delante del púlpito donde yo me encontraba. Estaba mirando de frente

a las personas, así que yo sólo podía verle sus espaldas. Me di cuenta de lo imponente y poderosa

que era su imagen, de cerca de diez pies de alto, y estaba vestido de blanco con una llave Griega

estampada y bordada a oro en su vestimenta. Por breves momentos me quedé estupefacta. La

Presencia de Dios inundaba el santuario.

Entonces me di cuenta de por qué estaba allí aquel ángel tan poderoso. Comencé a oler la suave

fragancia a incienso y sentí la Presencia de Dios de una manera muy especial. Los minutos pasaron

a medida que todo se envolvía en el reposo de Su Presencia. El incienso permaneció en el santuario,

y era inhalado por cada uno de los presentes. Algunos se arrodillaron, a otros les corrían lágrimas

por su cara y otros, sencillamente permanecieron quietos y en silencio adorándole, teniendo

comunión con Él en el dulce sosiego de Su Presencia.

Es cuando le adoramos que Él desciende sobre nosotros y se nos ofrece a Sí Mismo para que

podamos recibirle de una manera fresca y plena. Él nos creó para que le ministremos. Fuimos

creados para Su gloria, para ofrecerle nuestras alabanzas y adoraciones y para comulgar con Él,

para que así, cuando lo hacemos, Él pueda ofrecerse a Sí mismo a nosotros.

Cuando Dios sacó los cuatro millones de hebreos fuera de Egipto, es interesante notar que Él plan

original de Dios en Su corazón era el hacer de todos ellos sacerdotes. Él no quería una única tribu

sacerdotal, la tribu de Leví. Sino que, en un principio, quiso hacer de la totalidad de la nación “un

reino de sacerdotes, y gente santa" (Éxodo 19:6) para Él. Ese era Su propósito.

Dios ordenó a Moisés:

…Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de

Israel: Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé bajo las alas de águilas, y os he

traído a mí. Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial

tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de

sacerdotes, y gente santa. (Éxodo 19:3b-6a).

Dios atrajo hacia Sí Mismo a los hijos de Israel. Él les prometió que, si ellos cumpliesen dos

condiciones - obedecer a Su voz y guardar Su pacto, entonces serían Su especial tesoro sobre la

tierra, "un reino de sacerdotes, y gente santa." Dios les estaba diciendo "Yo quiero hacer de cada

uno de ustedes un sacerdote para Mí. Todo lo que tienen que hacer es obedecer Mi voz y guardar

Mi pacto.”

El pueblo respondió: "Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho" (Éxodo 24:3b). Pero no

pasó mucho tiempo antes de que comenzaran a adorar un becerro de oro (uno de los viejos dioses

que adoraban en Egipto) y de que se sentasen a comer y a beber y se levantasen para jugar. (Lee

Éxodo 32).

Antes de que Moisés descendiese del Monte Sinaí con las tablas de la Ley en sus manos, ya el

pueblo había quebrado el pacto y desobedecido Su voz. Cuando "ardió la ira de Moisés" (vers.19) y

arrojó las tablas de la Ley y las quebró, solamente estaba exteriorizando, al quebrar las tablas, lo

que todo el pueblo estaba haciendo interiormente, quebrando la Ley de Dios en sus corazones y a

través de sus acciones.

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Ministrando al Señor- El Poder De Su Presencia Página 15

El pueblo violó las dos condiciones que Dios había estipulado. No pudo hacer de ellos un reino de

sacerdotes. No solamente desobedecieron Su voz, sino que ellos "rogaron que no se les hablase

más, porque no podían soportar lo que se les ordenaba." (Hebreos 12:19b-20a).

La única alternativa, pues, que le quedó a Dios, fue establecer como sacerdotes para Él una sola de

las tribus: la tribu de Leví.

En aquel tiempo apartó Jehová la tribu de Leví para que llevase el arca del pacto de Jehová,

“…para que estuviese delante de Jehová para servirle, y para bendecir en su Nombre hasta hoy,

por lo cual Leví no tuvo parte ni heredad con sus hermanos: Jehová es su heredad, como Jehová tu

Dios le dijo.” (Deuteronomio 10:8b-9).

Dios quiso hacer con todo Israel aquello que acabó finalmente haciendo con una sola tribu. Dios

quiso haber hecho de todo Israel sacerdotes para Él: con el propósito de que llevasen el arca del

pacto de Jehová, es decir, para que llevasen la Presencia de Dios con ellos y para que estuviesen

delante de Dios ministrándole y bendiciendo Su nombre. De esa forma, el mismo Jehová sería la

herencia de todos, y todos y cada uno se gloriarían en Él.

¿Te das cuenta de lo que Él quería en aquel tiempo y de lo que quiere hoy? Su propósito para los

Levitas fue el propósito original que tenía para todo Israel. Y es el mismo propósito que tiene hoy

en día para nosotros. Dios desea un Cuerpo de miembros que le ministren y un Cuerpo de miembros

Suyos a los que Él pueda ofrecerse.

A través de Cristo (la Cabeza del Cuerpo), Dios ha cumplido Su propósito. ¡Ahora, reuniéndonos en

el Cuerpo cuya Cabeza es Cristo, cada uno de nosotros es un hijo Suyo muy amado!

El propósito de Dios ha sido llevado a cabo en Cristo. A través de Cristo, cada creyente ha pasado a

ser un hijo Suyo delante de Él, para llevar consigo Su Presencia y para que permanezca delante de

Él ministrándole y bendiciendo Su nombre. A su vez, el Mismo Dios y Padre se nos ofrece a

nosotros. ¡Él ha llegado a ser nuestra herencia! ¡Qué cosa tan maravillosa!

ALABANZA, ADORACIÓN Y COMUNIÓN

Cuando hablamos de ministrar al Señor, hablamos primeramente de tres cosas: alabanza, adoración

y comunión.

Como hijos de Dios que somos, ya no tenemos que ofrecer los sacrificios de sangre del Antiguo

Testamento. Nosotros ofrecemos los sacrificios vivos espirituales del Nuevo Testamento.

Hebreos 13:15 nos dice que "…ofrezcamos siempre a Dios por medio de él, (Cristo) sacrificio de

alabanza, es decir, fruto de labios que confiesen Su nombre."

Alabanza, adoración y comunión están envueltas en la ministración al Señor. Estas tres cosas son

diferentes entre sí.

Yo creo que la razón por la cual hacemos tanto énfasis sobre la alabanza y se habla tan escasamente

sobre adoración hoy en día, se debe a que la gente no ha entendido bien la diferencia que existe

entre estos dos tipos de ministración. Existen muchos libros que hablan sobre alabanza, pero muy

pocos escritos sobre adoración.

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Ministrando al Señor- El Poder De Su Presencia Página 16

Me gustaría centrarme en nuestra ministración al Señor en la adoración, pero será necesario que

disertemos primero brevemente sobre la alabanza. Generalmente, la diferencia básica entre alabanza

y adoración es que la alabanza es una respuesta a Dios por lo que Él ha hecho (Sus grandes obras,

etc.), mientras que la adoración se centra en Quién es Dios, en Su Persona (por ejemplo, decirle

"Cuán Grande y Maravilloso Eres").

La palabra "alabanza" proviene de una variedad muy grande de raíces hebreas y griegas. Algunas de

ellas son traducidas de la siguiente manera: "alabanza", "dar gracias" (hillulim en hebreo), "salmo"

(tehillah en hebreo), "confesión" (todah en hebreo), "coraje," "excelencia" (arete en griego),

"gloria" (doxa en griego), "encomienda" (epainos en griego), "bendecir," "declarar bendiciones"

(barak en hebreo), "extender la mano hacia", confesión" (yadah, en hebreo), "hablar bien de"

(eulogeo, en griego), "alardear," alabar" (halal en hebreo), "cantar himnos" (humneo en griego).

Por tanto, cuando alabas a Dios, lo que estás haciendo es bendecir, encomendar y engrandecerle a

Él. Algunas veces dándole gracias, con salmos e himnos y extendiendo las manos santas hacia Él,

glorificándole al hablar acerca de Su excelencia y grandeza.

En todas partes, la Biblia nos manda que alabemos al Señor. De hecho, está escrito que, "Todo lo

que respira alabe a Jehová" (Salmos 150:6).

A medida que ministramos a nuestro Padre, nosotros "entramos por sus puertas con acción de

gracias, y por sus atrios con alabanzas" (Salmos 100:4) porque estamos llenos de gratitud hacia Él

y bendecimos Su Nombre.

Así, pues, yo creo que podemos "entrar por sus puertas con acción de gracias, y dentro de sus

atrios con alabanzas," pero si deseamos postrarnos a Sus pies, tenemos que saber cómo adorarle.

Suelo repetir que, la diferencia básica entre alabar y adorar reside en que la alabanza se centra en lo

que Dios ha hecho y adoración se centra en Quién es Él. Todos sabemos que podemos agradecer y

alabar y enaltecer seres humanos, del mismo modo que al Dios Todopoderoso. Pero no podemos

adorar a ningún ser humano. Sólo podemos adorar a Dios. ¿Por qué? Pues porque sólo Dios es

digno de recibir adoración.

La palabra "adoración" (worship en inglés) proviene de la palabra anglosajona, Weorth-scipe. Con

el paso de los años llegó a ser Worth-ship. En Inglaterra, para denominar a los señores ingleses,

todavía se emplea, your worth-ship. Esta palabra ha pasado a ser ahora en lengua inglesa “worship”

y se traduce al castellano como “adoración”.

Adorar significa "atribuir dignidad y honor". Es por eso que, en Apocalipsis 4:11 leemos que el

Señor "es digno de recibir la gloria y la honra y el poder." Él creó todas las cosas. Y Las creó para

deleitarse con ellas.

Es interesante notar que Dios es digno "de recibir”.

Muy a menudo, estamos solamente interesados en lo que nosotros podemos recibir de parte Suya.

David no pidió solamente por las bendiciones de Dios, (lee, por ejemplo, Salmos 67:1). Él también

dijo, "Bendice alma mía a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre". (Salmos 103:1).

En la adoración nosotros nos dirigimos a Dios por Quién Él es, en vez de simplemente por lo que ha

hecho.

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Ministrando al Señor- El Poder De Su Presencia Página 17

Otro aspecto acerca del significado de adoración lo encontramos en Génesis 22, donde aparece su

primer uso en la Biblia. Cuando Dios probó a Abraham diciéndole que saliera y ofreciese a Isaac en

sacrificio en la tierra de Moriah, Abraham oyó el mandato de Dios y se levantó para obedecerle. En

el tercer día de su viaje, Abraham vislumbró el lugar en el cual debía realizar el sacrificio y le dijo a

los hombres que le acompañaban, "…Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta

allí y adoraremos…" (Génesis 22:5). Vemos, por tanto, que adoración implica la ofrenda de algo a

Dios.

La Biblia nos dice, "Dad a Jehová la honra debida a su nombre; traed ofrenda, y venid delante de

él; Postraos (adorad) delante de Jehová en la hermosura de Su santidad”. (1ª Crónicas 16:29).

Cuando aquellos hombres sabios provenientes de Oriente vinieron a Jerusalén a adorar a Dios por

Su salvación, ellos entraron en la casa donde se encontraba Su Hijo amado y:

…Vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y

abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. (Mateo 2:11).

La adoración lleva siempre consigo el ofrecimiento de algo a Dios, porque recuerda, Él es digno de

recibir.

Algunos años atrás me sucedió algo tan sobrenatural e inolvidable, que me dejó profundamente

impresionada. La visión que tuve en aquel día me hizo ver que mi primer ministerio o servicio tenía

que ser dirigido al Señor y, además, me hizo comprender que alabarle sin adorarle no era suficiente.

El Señor Mismo se me acercó y me mostró esta verdad. Me enseñó la diferencia que existe entre

alabanza y adoración en una impresionante visión.

Esto sucedió en un día al final de la tarde, mientras me encontraba ministrando en una iglesia

Presbiteriana carismática. La persona que dirigía el auditorio con las canciones, estuvo haciéndolo

durante veinte minutos. Estuvieron cantando las músicas habituales de alabanza y de acción de

gracias a Dios por sanidad, prosperidad y la salvación de las personas, canciones tales como,

"Sublime Gracia," "Él Me Tocó" "Bendita Confianza," y otras.

Cuando llegó mi turno, el ministro comenzó a presentarme a la congregación, y de repente, al lado

derecho del ministro, vi la imagen misma de Cristo. Estaba de pie, y con la más insólita expresión

de soledad en su cara que yo haya podido contemplar jamás. Sus dulces ojos castaños se

encontraban llenos de lágrimas que comenzaron a desbordarse silenciosamente a través de sus

vestidos hasta llegar a sus pies. No emitía sonido alguno, ningún gemido, ni hacía cualquier

movimiento excepto aquellas lágrimas que descendían por su faz silenciosamente hasta el suelo. La

sensación que me produjo su soledad inundó todo mi ser. Quise consolarle. ¡Cuán amargamente

solitario se encontraba!, ¡aún en medio de sus hermanos!

Esta visión desapareció, así, tan repentinamente como había surgido. En un instante, Dios me

mostró el porqué de aquella visión de Cristo con sus lágrimas. Se mostraba tan solitario porque, a

pesar de todas nuestras atenciones cantándole al Padre por su vida, sus hermanos ignoraban esa

maravillosa vida que de él fluía como manantial de aguas vivas. No debe extrañarnos sus lágrimas

en la visión. ¡Claro que estaba llorando!

Mi alma estaba tan atónita con lo que se me dio a ver que, cuando me di cuenta de que acababa de

ser presentada a la congregación, sentí que era incapaz de hablar o de decir cualquier cosa. Por fin

reaccioné y miré a todos y absorta todavía con el impacto de la visión que inundaba mi ser, intenté

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decir algunas palabras, pero todo lo que salía de mis labios era: "Bien, vamos a adorar a Dios,

vamos a adorar a Dios."

Inmediatamente me pareció como si el Espíritu Santo Mismo inundase el santuario y comenzase a

moverse como un viento dulce y apacible a través de una gigante y divina arpa musical.

Durante los quince a veinte minutos siguientes, cada una de las personas que había en la

congregación comenzó a cantar de una manera tan exquisita y preciosa, que ninguna mente humana

pueda imaginarse jamás.

El espíritu santo llenó nuestros cuerpos y fuimos instrumentos de honra para Dios. Todos

aprendimos lo que es la verdadera adoración. Antes, sólo se veía nuestros ignorantes intentos para

alabar a Dios. Ahora, nuestro Padre había llenado, a través del Cristo que poseíamos, todo nuestro

ser para ofrecerle una perfecta adoración.

¡Cuán indispensable es la interconexión del Cristo que tenemos cada uno, el espíritu santo que

reside y nos une a todos y cada uno de nosotros! Me acuerdo, especialmente, de cómo un hombre

que se encontraba en uno de los lados del auditorio y una mujer en el otro, cantaban en unísono y

manifestaban ríos de agua viva de palabras proféticas de adoración en un tono de escala musical con

perfecta armonía entre los dos. Ambos estaban ligados por coyunturas y tuétanos espirituales

adorando al Señor. El sonido que producían, era como si los pasajes del Libro de Apocalipsis

hubiesen sido traídos en concretización en aquel momento.

A medida que cada uno (entrelazados) íbamos adorando al Padre, me fui dando cuenta de que algo

estaba sucediendo dentro de mí. La extrema soledad que había experimentado previamente, fue

progresivamente abandonándome. Fue siendo reemplazada por un sentimiento de satisfacción y

gozo maravilloso. Aunque la figura de Cristo nunca más me apareció, el espíritu santo me permitió

ver que él estaba viviendo y sintiendo con nosotros lo mismo que vivíamos y disfrutábamos. Supe

que su soledad había sido modificada, a medida que sus hermanos continuaban ministrando a Dios.

Supe, pues, que el gozo y regocijo de este Cristo que tenemos dentro, reside en la verdadera

adoración que le ofrecemos al Padre tan maravilloso que tenemos.

Había en el ambiente una tan maravillosa gloria y una nítida y festiva Presencia del Espíritu Santo,

que nos sentimos como si estuviésemos celebrando un banquete celestial en el cual, de un momento

para otro, podríamos todos extender nuestros brazos sobre el hombro del Rey de reyes y marcharnos

ya juntos con él hacia la gloria del Padre.

Después de un espacio de tiempo, el Espíritu Santo fue gradualmente separando Su brazo del

templo y yo sabía que era el momento de entregar Su mensaje. Una vez más, el espíritu santo me

habló claramente y dijo: "Tú has ministrado al Padre y el Padre va a ministrarte a ti." Entonces me

levanté y proferí el mensaje que me dio: "Ministrad al Señor."

Comparto este testimonio contigo porque estoy convencida de que, Cristo, el espíritu que puso Dios

en cada uno de nosotros, nada tiene que ver con lo que frecuentemente pensamos que estamos

haciendo para servir a Dios en su nombre. Hay demasiados servicios centrados únicamente en la

alabanza y en los cuales, simplemente, se ignoran totalmente Su Presencia - la Presencia del Padre

con nosotros. ¡La alabanza no basta! - ¡No es suficiente! - También precisamos recogernos en Él y

adorarle. Es decir, estar sumergidos en una adoración tal, en la que cada uno de Sus hijos sea

impregnado de Su dulce Presencia, siendo consciente de Quién es Él de una forma viva y presente.

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Hemos hablado de alabanza y adoración. Ahora precisamos decir algo acerca de la comunión con

Dios, donde nos acercamos al Lugar Santísimo y a Su Presencia, y nos elevamos por encima del

incienso que inunda el templo.

Cuando una persona renace es vivificada. Pasa a tener vida espiritual. Comienza a tener comunión

con Dios en este santísimo espíritu que nos puso dentro de nuestro ser. En ese espíritu es donde

reside la verdadera "Comunión con el Padre, y con su Hijo Jesucristo". (1ª Juan 1:3).Es en el

espíritu - y no la mente - el lugar donde Dios se comunica con nosotros, a medida que simplemente

esperamos reposados mirándole solamente a Él. Es exactamente ahí, donde nuestro Padre nos

descubre Sus revelaciones, a medida que permitimos recibirlas a través de Su espíritu (Cristo en

nosotros) y de Su Palabra.

Déjame recordarte ahora que esto no es ninguna nueva revelación, como algunos predican; sino que

estas son, sencillamente, las buenas y sólidas verdades bíblicas hechas nuevas y frescas por el

Espíritu Santo. No olvides jamás que todo debe estar en armonía y alineado con los propósitos y la

verdad establecida por Dios, Su Palabra escrita.

A medida que tenemos esa dulce comunión con Dios, se establece en nosotros Su flujo de vida en

abundancia.

Isaías escribió:

Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas

como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán. (Isaías 40:31).

Cuando esperamos y miramos sólo al Señor, se produce un cambio o mudanza en nuestra fuerza. Si

esperamos reposados en el Señor, intercambiamos nuestra debilidad por el esfuerzo de Él.

("Mudanza" sería una mejor traducción de la palabra hebrea "chalaph," que significa "cambiar”,

“mudar por" en vez de "tendrán" como aparece en el pasaje).

A medida que esperamos sólo en el Señor y tenemos comunión con Él, vamos absorbiendo parte de

Su fuerza. Él graba o imprime Su imagen y Sus pensamientos y pasan a ser los nuestros. Esto es por

lo que el salmista dijo, "Esperé yo a Jehová, esperó mi alma; en su palabra he esperado. Mi alma

espera a Jehová más que los centinelas a la mañana, más que los vigilantes a la mañana." (Salmos

130: 5-6).

Necesitamos aprender a ministrar al Señor en alabanza, adoración, y comunión. Es cuando le

alabamos y le damos gracias por Su inmensa bondad para con nosotros que podemos tan fácilmente

entrar en el reposo de la adoración. Adorándole sencillamente por Quién Él es. Es entonces, cuando

le adoramos, que el fluido de esa adoración nos eleva a Su Presencia, justo delante del Trono de

Dios Todopoderoso. Su Presencia entonces se mueve dentro de nosotros de una manera que nos

hace sentirle y se establece la comunión.

Es entonces cuando el corazón de nuestro Padre se conmueve. Comienza a moverse dentro nuestro

derramando Sus bendiciones, es decir, derramándonos Su Presencia, Sus revelaciones y Sus delicias

espirituales en nuestro espíritu, en cuanto nosotros simplemente reposamos y esperamos sólo en Él,

permitiéndole que nos ministre.

¡Cuán sencillamente cada una de las facetas que conlleva la ministración al Señor fluye y se

compagina con las demás! ¡Cuán excitante es permitirle al Espíritu Santo que se mueva a través de

nuestro espíritu para ministrarle, para ministrar al Señor de todo el universo!

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Una vez que ya hemos hablado sobre lo que es ministrar al Señor y sobre los conceptos y

contenidos envueltos en esa ministración, pasaremos a ver ahora la prioridad que le otorga la Biblia

a la ministración.

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Capítulo Dos

NUESTRO PRIMER MINISTERIO

a Biblia dice muy claramente que la prioridad del cristiano es ministrar al Señor. Dios es

Quien establece esta prioridad.

Aun en sentido corporativo, cuán claro vemos leyendo las Escrituras que, la razón por la cual existe

la iglesia, es primeramente para ministrar al Señor; en segundo lugar, ministrar a los santos, y

después, ministrar a todos los hombres naturales.

La primerísima razón por la que fuimos bautizados en el espíritu no fue para que testificásemos a

los hombres sino para que adorásemos al Señor, para tener comunión con Él. Cuando ponemos esto

en primer plano, todas las demás cosas esenciales de la vida del cristiano caen en su debido lugar.

Es por este motivo que el espíritu capacita al creyente para que hable en lenguas desconocidas y

sobrenaturales, con las cuales se adora a Dios convenientemente. Nosotros no podemos cumplir

correctamente nuestro primer ministerio para Él sin la manifestación del espíritu de hablar en

lenguas.

Siempre que Dios hace algo por primera vez, es bueno que veamos de cerca todos los detalles que

están envueltos en su realización. Por ejemplo, en el primer capítulo del Libro de Génesis, vemos

que, cuando Dios creó los cielos y la tierra, Él primeramente Se movió a través de Su Espíritu

(Génesis 1:1), después habló la Palabra y todas las cosas se concretaron. (Lee Génesis 1).

Primero, el Espíritu se movió; segundo, la Palabra de Dios apareció. Dios se mueve de acuerdo a

este mismo modelo hoy en día.

Es bueno que leamos cuidadosamente el primer capítulo de Génesis. Necesitamos aprender esta

valiosa lección: El Espíritu Santo y la Palabra trabajan siempre juntos.

En Hechos 2, vemos otra vez el mismo modelo de Dios. Pentecostés es el registro de la primera vez

que fue derramado el espíritu santo "sobre toda carne" (vers.17), no simplemente sobre los

profetas, sacerdotes y reyes. "Toda carne" incluye hombres, mujeres y niños, sin tener en cuenta la

posición social que disfrute en su vida.

A medida que estudiamos de cerca cómo Dios operó en el momento en que derramó espíritu santo

por primera vez sobre toda carne, vemos que Él inspiró primeramente a los hombres y mujeres para

que hablasen las maravillas de Dios. Después inspiró a Pedro a predicar el Evangelio a varios miles

de personas y como resultado muchos de ellos fueron convertidos. La adoración a Dios viene

primero. Testificar a los obreros que Él nos envíe viene después.

L

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A través del Nuevo Testamento, las Escrituras son siempre testigos de este mismo orden. También

en los días de hoy, ésta, es la manera como el Espíritu Santo se mueve, si queremos ser guiados por

Él en nuestras vidas.

En Pentecostés, los nuevos cristianos hablaron en otras lenguas, "según el espíritu les daba que

hablasen" (Hechos 2:4). Todos los judíos dispersos que estaban reunidos pudieron oírlos y muchos,

entendieron las hermosas lenguas que estaban hablando. Ellos oyeron a los nuevos cristianos hablar

"las maravillas de Dios" (vers.11) en las lenguas que provenían de manifestar el don de espíritu

santo:

Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de

repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó la casa

donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose

sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del espíritu santo, y comenzaron a hablar en otras

lenguas, según el espíritu les daba que hablasen. (Hechos 2:1-4).

La primera cosa que los nuevos cristianos hicieron cuando recibieron espíritu santo fue hablar “las

maravillas de Dios”. Sólo después habló Pedro inspirado con ese espíritu y predicó aquel sermón

que resultó en la conversión de cerca de tres mil personas. (Vers. 14-41).

Las Escrituras nos dicen, por tanto, que la primera razón por la que fuimos bautizados en espíritu

santo, fue capacitarnos para ministrar a Dios -alabarlo, adorarlo y tener comunión con Él, y la

evangelización de los obreros que Dios nos envía llega después y es una consecuencia directa de esa

ministración a Él.

Para poder ser eficaces a la hora de adorar a Dios en espíritu y en verdad, precisamos de la conexión

sobrenatural denominada bautismo en espíritu santo, es decir, nacer desde lo alto.

La primera evidencia que manifestamos en el mundo de los sentidos cuando somos llenos del don

de espíritu santo es hablar en un idioma desconocido para nosotros, una lengua sobrenatural que

proviene del espíritu. Nuestros corazones se vuelven completamente a Dios, con Quien hemos sido

reconciliados por Jesucristo en el justo momento en que renacimos. (Lee Romanos 5:10; 2ª

Corintios 5:18-19; Colosenses 1:21-22) Ahora hemos sido hechos cercanos a Él. Vemos una

expansión de Dios. Tenemos una nítida revelación Suya. Hemos sido trasladados a una nueva

dimensión.

Viendo a Dios con este prisma, deseamos adorarle en las lenguas que ha puesto en nuestro espíritu.

No hay otra respuesta posible de un creyente para su Dios, después de haber sido bautizado en

espíritu santo, que no sea la de adorarle. Las palabras humanas son demasiado limitadas. Ellas no

pueden contener el flujo de adoración que desborda el espíritu. Por tanto, Dios ha puesto dentro de

nuestro espíritu una lengua sin limitaciones, un lenguaje que es sobrenatural, una de sus

manifestaciones.

Hay muchas personas que me preguntan, "¿Para qué necesito hablar en lenguas?"

Yo sencillamente les digo que si ellos no llevan a cabo esta manifestación del espíritu, entonces no

podrán cumplir su primer ministerio, que es el de ministrar a Dios.

Hay una cantidad enorme de gente diciéndole a Dios, que les gustaría evidenciar todas las

manifestaciones del espíritu menos la de hablar en lenguas.

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Ministrando al Señor- El Poder De Su Presencia Página 23

¡No confían que sean buenos los dones que les da Dios!

Son como un hombre que entra en una zapatería y compra un par de zapatos pero le dice al

dependiente: "Yo no me llevo este par de zapatos hasta que no le corte la lengüeta." ¡Cuán

estúpido!!

Confía en Dios y toma partido de todas las manifestaciones del espíritu que te ha ofrecido, para Su

gloria y en beneficio de muchos.

Cuán maravilloso es estar capacitado para adorar a Dios sin limitaciones, estar embebidos en la

gloria y la maravilla de la persona de Cristo y llegar a conocer a Dios más íntima y profundamente

de lo que sería posible por cualquier otra vía.

Y cuando vienen las tribulaciones que se sobreponen hasta al más fuerte de los santos, uno continúa

adorando, porque es infundido de poder por el don de espíritu santo.

La Biblia nos muestra muy claramente que nuestro primer ministerio es para el Señor y nuestro

segundo, como consecuencia, ministrar a los hombres.

En el segundo capítulo de su primera epístola, Pedro comparó a los cristianos a “piedras vivas”.

Esas no son piedras ordinarias. Ellas están vivas. A primera vista, eso parece una manera muy

extraña para describir a un creyente en Cristo. Pero cuando nos acordamos de que Cristo es

comparado a una roca y nosotros que creemos recibimos su naturaleza de roca, entonces podemos

comenzar a entender por qué Pedro utilizó la metáfora de las “piedras vivas”:

Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa

espiritual y sacerdocio santo para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de

Jesucristo. Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por

Dios para que anunciéis las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable.

(1ª Pedro 2:5, 9).

Pedro declaró que cada creyente es edificado como casa espiritual. Nosotros crecemos juntos como

vivas y sonantes piedras. De esta manera, todo el edificio espiritual crece para ofrecer sacrificios

espirituales, los sacrificios de alabanza y adoración. Nosotros estamos continuamente ministrando

al Señor como hijos amados, para ofrecerle los sacrificios de alabanza y adoración a Dios sin cesar.

Cuán a menudo nos aproximamos a Dios solamente para obtener lo que de Él esperamos: "Dios

dame un mensaje para Tu gente. Sana a mis amigos. Provee mis necesidades. Ayuda a este

programa," y cosas por el estilo.

Pero Dios está intentando hacernos entender algo. Nos está diciendo: "Si tú solamente me adoras a

Mí, si tú sencillamente vienes y Me ministras, entonces cada oración que yo te ponga en tu corazón

será respondida. Todo lo demás vendrá por añadidura si solamente te acercas y antes que nada Me

adoras; si te acercas y Me procuras a Mi, el Único que se encuentra por encima de todas las cosas.”

Dios nos ha creado, formado y hecho y nos ha llenado para que seamos vasos que transbordan, que

derraman alabanzas a Dios, derramando un ministerio de adoración para Él que irá en aumento

hasta la eternidad.

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Ministrando al Señor- El Poder De Su Presencia Página 24

Nosotros somos el templo de Dios. La Biblia dice que nuestros cuerpos son el templo del Espíritu

Santo. Tú sabes lo que ocurre en el templo: Alabanzas y adoraciones, horas de alabanza y

adoración.

Cuando estamos llenos del espíritu santo, horas de alabanza y de adoración se derraman a Dios

sobre el altar de nuestros corazones. Y no olvides que, el fuego en el altar del tabernáculo en el

Antiguo Testamento nunca desaparecía, ni de noche ni de día - tampoco desaparece nunca el fuego

del espíritu santo de tu corazón. Arde continuamente, inspirándote a alabar y adorar a Dios sin cesar

para ministrarle.

Esto significa que, como hijos de Dios, nosotros le ministramos siempre. Por ejemplo, a las siete de

la mañana, cuando ustedes los hombres se están afeitando, ofrezcan algún sacrificio espiritual a

Dios, alguna alabanza y adoración para Él.

En ese momento, cuando ustedes mujeres están dándole vueltas a los huevos en la freidera, ofrezcan

algún sacrificio espiritual a Dios.

El espíritu permanece vivo y ardiendo dentro de ti veinticuatro horas al día, tanto da que estés

despierto como dormido. El espíritu nunca duerme. El te lleva a que ministres al Señor veinticuatro

horas por día, si tú se lo permites.

Estos son los días de la restauración, es decir, de la restauración de la verdad.

¿Te acuerdas de lo que le dijo el maestresala al esposo en la boda de Caná, donde Jesús transformó

el agua en vino? - Le dijo así, "Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido

mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora" (Juan 2:10).

Nosotros sabemos que el vino del final del banquete era el mejor, porque Jesús lo hizo así

milagrosamente. Y el mejor vino, hablando en buenos términos de enseñanza Bíblica, todavía está

por llegar en nuestros días. Una de las verdades que Dios está mostrando en el presente tiempo es

que la primera responsabilidad del creyente es ministrar a Dios.

Yo creo que es fatuo pensar que podemos ministrar efectivamente a los hombres sin haber

aprendido primero cómo ministrar a Dios. Es nuestro ministrar a Dios lo que nos lleva al cuidado de

los hombres con una efectividad y poder que necesitamos desesperadamente hoy en día. El

bautismo en espíritu santo es el potencial único que provee ese poder. Cuando ministramos al Señor

y nos embebemos en Él, a través de Su espíritu, llegamos a un punto en el cual Él es nuestra

Recompensa. ¡No un ministerio, no cosas, no sanidad, no prosperidad financiera, sino que el Señor

Mismo es nuestra Recompensa! Él es nuestra respiración, nuestro "TODASLASCOSAS."

Hay tantas personas que usan su religión como moneda de cambio para poder ganarse los beneficios

de Dios. ¡Qué cosa tan atroz! ¡Dios no lo quiera! Esos miembros religiosos ministran para

glorificarse a sí mismos y gastan todas sus energías para la obra del Señor. ¡Qué cosa tan horrible!

Si lo único que hacemos es lo que Dios nos guía, todo lo demás caerá en su debido lugar. Y será

siempre Él Quien reciba toda la gloria.

Él dijo, "Mas buscad primeramente el reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas os serán

añadidas" (Mateo 6:33).

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Ministrando al Señor- El Poder De Su Presencia Página 25

Hemos visto que Dios habla, responde oraciones, y nos bendice con Su Presencia mucho más

abundantemente, cuando le ministramos, que cuando simplemente le pedimos cosas.

Déjame darte un ejemplo varón amado de Dios, imagínate que tienes una hija pequeña de seis años,

y que ella sale corriendo para abrazarte cuando llegas del trabajo, salta encima de ti y con sus

pequeños brazos alrededor del cuello, te da un abrazo y entonces dice: "Papi, he visto una linda

muñeca en la tienda. A mí me encanta porque es de color limón y tiene una deliciosa sonrisa y sólo

vale tres dólares. Anda papi, ¿puedes darme tres dólares para comprarla?"

Ahora bien, si solamente te pidiera la muñeca, es posible que le des los tres dólares y es posible

también que no se los des. Sin embargo, suponte que la hija pequeña se te acercara de otra manera.

Qué si ella entrara en la sala, saltase para tu pecho, pusiese sus lindos bracitos sobre tu cuello, te

diese un gran abrazo y te dijese, "Papi, estoy tan feliz de que Dios me haya dado un padre como tú.

Tú eres el mejor padre del mundo entero. ¡Te amo tanto!”

Ella no precisó pedirte nada. Pero te garantizo que sé muy bien cómo te complacería cuando te

dijera eso: Te sentirías tan bien que echarías mano de tu cartera y la vaciarías en sus manitas. ¿Por

qué? Simplemente porque te conmovió el corazón con la expresión de su amor.

Así es con nosotros. Cuando vamos a Dios simplemente por lo que Él es en Sí Mismo y le

expresamos nuestro amor, Su corazón se conmueve. Derrama Sus bendiciones sobre nosotros y nos

corona nuestros pedidos de una manera tierna y generosa.

¡Cuán a menudo no es satisfecho o saciado el Señor de la obra, mientras nosotros estamos

ocupándonos con la obra del Señor!

Hemos puesto nuestra ministración primera en segundo lugar (en Portugal se dice "poner la carroza

delante de los bueyes" Nota del traductor). Realmente tenemos que mudar de sentido, porque

haciendo así cometemos idolatría. Habremos sobrepuesto la institución por encima del Señor.

Estaremos exaltando la tradición de los hombres por encima del Evangelio. Habremos exaltado la

obra del Señor por encima del Señor Mismo. Estaremos demasiado ocupados haciendo esto o

aquello o lo de más allá.

Lo que Dios está intentando decirnos es: "Haya paz. Ve a cualquier sitio y minístrame a Mí.

Entonces no habrá esfuerzos inútiles, ni palabras inútiles, y todo será hecho en el poder de Mi

Espíritu".

Algunas personas encuentran muy difícil creer esto, pero, cada vez que me aparto así para buscar a

Dios, es Él quien me encuentra. Y quiero decir que en todas partes. No me importa nada dónde sea.

Me lleva sólo unos minutos hasta que me elevo en adoración a Él.

Esto también puede darse en tu vida, si cultivas tu relación con Él. Requiere decisión, pero

ciertamente nada es tan digno de tu atención como el Dios vivo y verdadero.

Ana, la profetisa, pasaba mucho tiempo ministrando al Señor y en comunión con Él:

Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser,

de edad muy avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su virginidad, y era viuda

hacia ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y

oraciones. (Lucas 2:36-37).

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Ministrando al Señor- El Poder De Su Presencia Página 26

El pasaje nos dice que Ana estaba "sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones" (vers.37).

Podría también haberse traducido que Ana "ministraba al Señor de día y de noche con ayunos y

oraciones."

Voy a ser sincera. Cuando llegué a ser cristiana, leía aquel pasaje y pensaba que Ana tenía que

ministrar al Señor "de día y de noche con ayunos y oraciones" porque tenía aquella edad tan

avanzada. Yo suponía que no tendría más cosas que hacer. O que no podía hacer nada

prácticamente, como por ejemplo ganar almas para Dios, una vez que era demasiado anciana y

débil.

Después de saber que la primera ministración del cristiano debe ser dirigida para el Señor, me di

cuenta entonces de que Ana estaba ejerciendo la cosa más importante, realizando el más importante

de los ministerios.

Si intentamos ir a cualquier lugar sin haber orado por ese sitio, o lo que es igual, si intentamos

hacer la obra antes de haber ministrado a Dios, entonces estaremos cayendo en nuestros propios

esfuerzos. Y todo ese trabajo será con limitado provecho:

Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas,

madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues

por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la

obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá

pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego. (1ª Corintios 3:12-15).

Cuando María y José siendo Jesús niño lo trajeron al templo, Ana sabía exactamente lo que estaba

sucediendo. Ella estaba en el sitio cierto de Dios, en el momento cierto de Dios, repleta de la

revelación que había recibido acerca de quién era Jesús. Ella le dio gracias a Dios y "hablaba del

niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén." (Lucas 2:38).

Muchas personas dirían que Ana era consciente de los propósitos de Dios en Cristo y de quién era

Jesús porque ella era una profetisa. Por tanto, Dios le revelaría Sus secretos, ya que Amos 3:7 dice

que "Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas."

Pero yo estoy convencida de que Dios le mostró Su secreto, no precisamente porque fuese profetisa,

sino porque estaba siempre delante de Él ministrándole. Fue cuando se encontraba ministrando al

Señor que Dios le reveló Sus planes con el niño.

Si ministramos a Dios, Él también nos declarará Sus secretos, Sus revelaciones y Sus misterios a

nosotros.

Ana no estaba haciendo las cosas con su propio esfuerzo. Ella se encontraba esperando en Dios y

reposada en Él, ministrando a Dios a través de su espíritu. Ana era una mujer espiritual.

Hay demasiada obra Cristiana sin sentido. Sin las bendiciones de Dios, porque no estamos en

conexión con Dios.

Muy a menudo, estamos fuera de comunión con Dios y hacemos sólo suposiciones acerca de Dios.

Nos adelantamos a Sus propósitos.

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Ministrando al Señor- El Poder De Su Presencia Página 27

Cuán a menudo nos adelantamos al Señor y corremos haciendo un montón de cosas que sólo nos

parecen buenas a nuestros propios ojos. Y, sin embargo, el Señor nunca nos pidió que hiciésemos

nada. Así, seremos como los falsos profetas que iban de un lado para otro, en tanto, Dios decía

acerca de ello: "no envié Yo aquellos profetas." (Jeremías 23:21a).

Debemos aprender a ministrar al Señor y a saber esperar en Su Presencia hasta que nos dé luz verde

para movernos. Tenemos que aprender que, hacer lo que Dios no nos haya mandado, es pecado,

aunque sean "buenas obras" las que hagamos.

Hay demasiadas personas que están muy ocupadas haciendo cosas buenas y que se encuentran lejos

de lo mejor que Dios tiene para ellos. Sus vidas están muy lejos de Su propósito supremo.

Adelantarse al Señor y presuponer que podemos cumplir cualquier cosa para Su Reino es totalmente

absurdo. Que Dios nos perdone por este pecado de altivez.

Hasta que no ministremos primeramente al Señor no vamos a poder ser eficaces a la hora de

ministrar a nuestros hermanos. No podemos obstinarnos y poner delante de Dios nuestras

convicciones -hacer algo que no nos pide que hagamos. Ni tampoco deberíamos ser rebeldes contra

el Señor y andar en nuestros propios caminos y por separado. Tenemos que seguirle a Él y andar

con Él. Obstinarnos ante Dios y adelantarnos a Él es un mal pecado comparable en la Biblia al de

rebeldía, el cual nos hace seguir nuestros propios caminos por separado y fuera de la Presencia de

Dios.

Alguien dijo alguna vez que, si el Espíritu Santo (Dios) saliese de la tierra, el ochenta por ciento de

la obra cristiana seguiría realizándose como de costumbre. Si eso es verdad, significaría que ochenta

por ciento de las cosas que la iglesia de Dios está realizando estarían impregnadas en el pecado de

rebeldía ante Dios.

Cuán convictamente citamos la Escritura, "No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha

dicho Jehová de los ejércitos." (Zacarías 4:6b), y, sin embargo, muchas veces ponemos la obra

antes de haber ministrado al Señor.

Nuestro ministerio a los hombres debe ser una consecuencia de nuestro ministrar al Señor si

queremos que sea eficaz. De otra manera será llevado a cabo con el poder del alma humana y con

una motivación equivocada. De alguna manera, podemos decir que la adoración debe venir antes

que la obra y que, la adoración intensiva, es la que nos lleva a la ministración eficaz extensiva, o

ministración a los hombres.

Cuando ponemos la obra delante de la adoración, todo lo que hagamos se quedará muy corto.

La carne tiende siempre a las obras. La naturaleza carnal nos repite incesantemente: "¡Haz esto...haz

lo otro...haz lo de más allá!”

Dios nunca nos dice nada de eso. Todo lo contrario, Él nos dice, "Reposa en Mí, Permanece en Mí.

Cuando sea el momento, seré Yo quien te envíe a mis obreros para que los ministres."

Hay una bella imagen en el Cantar de los Cantares en la cual Dios se refiere a la esposa de Israel

diciendo, "Tus ojos (son) como los estanques de Hesbon" (Cantar de los Cantares 7:4).

Dios tiene una multitud de ríos. Tiene muchos lagos y océanos y cataratas, pero no tiene muchos

estanques. Él tiene una multitud de personas que van deambulando de un lado para otro, que se

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Ministrando al Señor- El Poder De Su Presencia Página 28

apresuran haciendo todo tipo de cosas. Pero no hay muchas personas a las cuales Dios pueda

decirles, "estate quieto y reposa" y que le obedezcan y se regocijen esperando ante Él.

¿Qué es lo que hace un estanque? Reflejar. El creyente refleja a Cristo exactamente de la misma

manera que este almacén de agua refleja al sol en el estado natural. ¿Quieres obtener una fotografía

verdadera del sol, de las montañas o de los árboles? Entonces echa una ojeada a un estanque de

aguas quietas y profundas.

Eso es lo que Dios quiere hacer de ti y de mí: Un reposado y profundo estanque que refleje a Su

propio Hijo.

Después de retirarle el barro, Dios delimita estos depósitos o estanques con las piedras de Su

verdad. Y, después, los llena de aguas puras y cristalinas, el espíritu santo, que es la vida de Cristo

en ellos. Entonces es cuando surge una profundidad, una frescura y una claridad que no teníamos

anteriormente en nuestras vidas.

Este es uno de los resultados de nuestra adoración a Dios, de nuestra comunión con Él. Aprendemos

a esperar en el Señor y pasamos a ser sosegados y profundos estanques reflejando a Cristo. De la

misma manera que el estanque mantiene el reflejo quieto en él, así tenemos que aprender a estar

quietos y a esperar ante el Señor para que vaya progresivamente grabando Su impresión en

nosotros.

Llevamos a cabo todo tipo de programas y técnicas de difusión para que el movimiento Cristiano se

mantenga activo, trabajando y haciendo obras voluntarias, pero realmente no pasará casi nada hasta

que el estanque refleje a Cristo. Este tipo de poder no proviene nunca de hacer obras, sino por estar

quietos y reposados ante Dios.

Yo ando en seminarios y conozco todos los programas. Me paso cuatro horas allí. Se cuantos

programas tenemos para conseguir que las personas se envuelvan trabajando y sirviendo, para

mantener a las personas dando. Pero ninguno de esos programas tendrá éxito a menos que el vino de

Dios corra en cada estanque.

Cuando quieras entrar en contacto con el Dios Todopoderoso, métete en una habitación durante

varios días, cierra la puerta, y pasa tiempo a solas con la Biblia y con Dios. Cuando le digas a Dios

que no saldrás de esa sala hasta que obtengas todo lo que Él tiene para ti en Cristo, Dios tendrá que

moverse. Él verá tu persistencia y Su vino fluirá por tu vida. Las personas se te acercarán para oírte,

porque tú estuviste ministrando al Señor.

Comenzarás a ver a personas realmente tocadas por la mano del Salvador, no sólo por el mensaje

sino por el Espíritu Mismo de Dios.

Permanece quieto. Comienza a leer la Palabra. Comienza a ministrar a Dios. Él nos dará el método

a seguir. Él nos dará la forma en que llevemos a cabo nuestra aproximación. No importa nada si el

creyente vive en una gran mansión o en una casa de ladrillos, la aproximación a Dios es la misma

en todas partes: ¡En adoración y proveniente de la ministración!

Cuando estamos repletos de alabanza y adoración al Señor, se llega a andar en la plenitud del don

de espíritu santo. Pablo, en el quinto capítulo de la epístola a los Efesios, nos dice que si nosotros

nos mantenemos andando en la plenitud del espíritu santo, entonces aparecerán tres resultados:

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... Sed llenos del espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con

himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando

siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Someteos los

unos a los otros en el temor de Dios. (Efesios 5:18b-21).

En primer lugar, alabaremos y adoraremos a Dios (vers.19); segundo, le daremos gracias a Dios por

todas las cosas (vers.20); y tercero, nos someteremos los unos a los otros en el temor de Dios

(vers.21). Estos son los tres resultados básicos que debemos procurar en nuestras vidas a medida

que andamos en la plenitud del espíritu santo.

Cuán interesante es observar que Pablo diga que, la primera evidencia de nuestro andar en la

plenitud del espíritu santo, es desbordar adoraciones y alabanzas que emergen espontáneamente

del espíritu de Cristo que habita en nuestros corazones. Estamos empapados de Cristo y de toda su

plenitud.

Lo más maravilloso de mi vida no son los milagros o los dones de sanidades, sino el gozoso

privilegio que tengo de ministrar a mi Padre en los lugares celestiales. Es la maravillosa conciencia

que tengo, en cada minuto del día, de que soy un hija de Dios, guiada y llevada por el espíritu santo

y andando con el Rey de reyes.

La iglesia del primer siglo sabía que su primer ministerio era para el Señor.

En Hechos 13, encontramos que los líderes de la iglesia de Antioquía conocían un poderoso secreto.

Sabían que, a medida que ministraban a Dios, también Él les ministraría a ellos en sus vidas. Se

reunían para celebrar y orar y ministrar ante el Señor. Ellos tenían una iglesia para cuidar, y todo un

mundo a ganar para Dios. Pero estaban conscientes de que sólo podrían llevar a cabo ese cometido

con el poder de Dios:

Ministrando éstos al Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme

a Bernabé y a Saulo para la obra que los he llamado. (Hechos 13:2).

Cuando estaban ministrando al Señor, Dios habló y les entregó Sus métodos, Su sabiduría y Su

poder para que conquistasen el mundo.

Muy a menudo decimos, "Señor haz esto por nosotros. Señor, bendice nuestros esfuerzos." Estas

oraciones nunca serán las mejores; en vez de eso, deberíamos primeramente ministrar al Señor, ser

llenos de Su poder y llegar a ser aquellos estanques donde el espíritu santo pueda imprimir la

soberana voluntad de Dios.

Cuando los líderes cristianos del primer siglo se reunían, ellos ministraban al Señor, Y el Espíritu de

Dios dirigía sus operaciones y les llenaba de poder para conquistar al mundo.

La prioridad de ministrar al Señor también se encontraba en el corazón de los sacerdotes del

Antiguo Testamento, así como en el de los creyentes de Nuevo Testamento.

Los sacerdotes del Antiguo Testamento ministraban al Señor y a la gente. Pero antes que nada,

ministraban al Señor.

En Ezequiel 44 hay un hermoso pasaje concerniente a los dos tipos de ministerios que debemos

llevar a cabo: La ministración al Señor y la ministración a las personas (porque los demás podemos

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incluirlos en uno de estos dos ministerios). Los dos tipos de ministerio son esenciales. El trágico

error reside en poner primero nuestra ministración a las personas antes que la ministración al Señor.

Ciertos levitas permitieron que Israel cayese en la adoración de los ídolos porque antepusieron otros

asuntos delante de Dios. Llegaron a estar tan preocupados con la ministración a la gente que pura y

simplemente se alejaron de Dios. Y Dios manifestó Su indignación de la siguiente manera:

Y los levitas que se apartaron de mí cuando Israel se alejó de mí, yéndose

tras sus ídolos, llevarán su iniquidad. Y servirán en mi santuario como porteros a las puertas de la

casa y sirvientes en la casa; ellos matarán el holocausto y la víctima para el pueblo, y estarán ante

él para servirle. Por cuanto les sirvieron delante de sus ídolos, y fueron a la casa de Israel por

tropezadero de maldad; por tanto, he alzado mi mano y jurado, dice Jehová el Señor, que ellos

llevarán su iniquidad. No se acercarán a mí para servirme como sacerdotes, ni se acercarán a

ninguna de mis cosas santas, a mis cosas santísimas, sino que llevarán su vergüenza y las

abominaciones que hicieron. Les pondré, pues, por guardas encargados de la custodia de la casa,

para todo el servicio de ella, y para todo lo que en ella haya de hacerse. Mas los sacerdotes levitas

hijos de Sadoc, que guardaron el ordenamiento del santuario cuando los hijos de Israel se

apartaron de mí, ellos se acercaran para ministrar ante mí, y delante de mí estarán para ofrecerme

la grosura y la sangre, dice Jehová el Señor. (Ezequiel 44:10-15).

No importa que el ídolo sea de madera o de piedra o motivaciones personales en servicios a Dios,

todos son idolatría.

Dios dijo: "De acuerdo, ellos son todavía mis levitas, pero tienen que cargar con su pecado. Y la

consecuencia de su pecado es que mientras sean ministros en mi santuario y estén a cargo de las

puertas de la casa, ellos ministrarán solamente a la casa."

Servirán las ofrendas y todos los sacrificios para el pueblo. De cierta manera, podríamos decir que,

estos levitas, ilustran también a todos los que acercan a la gente a Cristo a través de su sangre sin

ministrar primero a Dios. A los que anteponen la obra, al Señor de la obra. Estos creyentes, aunque

establezcan la paz entre Dios y el pueblo y evangelicen a la multitud, se estarán perdiendo de lo

mejor.

Por eso Dios añade acerca de aquellos levitas, "No se acercarán a mí" (vers.13). Medita un

momento lo que esto quiere decir: Estos levitas todavía podrán ministrar la casa, pero no disfrutarán

de un verdadero sentimiento de proximidad con Su Dios aún siendo Sus ministros. Podrán hacer la

obra del Señor, pero no podrán ministrar al Señor de la obra.

Para alguien que entienda lo que significa ministrar al Señor, esta debe ser la más terrible

consecuencia con la que haya que cargar. Esto no tiene por qué sucederle a nadie necesariamente.

Los otros sacerdotes mencionados en esta escritura son los denominados hijos de Sadoc (vers.15). Y

ya que Sadoc significa "justo" y que Jesucristo es el único justo, cuán significativamente estos hijos

de Sadoc representan aquellos cristianos que vendrían y que pondrían la ministración a Dios en

primer lugar en sus vidas.

Estos hijos de Sadoc, dice esta parte de la Escritura, se mantuvieron fieles en el cuidado del

santuario del Señor mientras que los otros sacerdotes de los israelitas guiaban a perdición a Israel

anteponiendo otros asuntos primero.

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Dios dice de estos hijos de Sadoc: "Ellos entrarán en mi santuario, y se acercarán a mi mesa para

servirme, y guardarán mis ordenanzas". (vers.16).

Dios dice que se acercarán a Él así por haberle ministrado antes que a nada ni a nadie. Solamente

los que le ministran así poseen el más precioso de los ministerios: La ministración para el Señor.

Nada nos debe privar de nuestro ministerio al Señor.

Deja que lleguen catástrofes, permite que venga la depresión, que se instale la recesión, deja que

venga lo que quiera, ¡nosotros jamás debemos parar de ministrarle ante todo y sin cesar! Antes de

comer, antes de cenar, antes de desayunar, antes de cualquier cosa, nosotros debemos ministrarle

ante todo. Nada puede obstaculizarnos ni se debe entremeter en ese sagrado y permanente tiempo

con Él. Si permites que algo interfiera ahí, serás robado de tu privilegiado tiempo de adoración. Si

dejas que algún compromiso se entrometa, saldrás perdiendo, pues serás robado de la plenitud de

gozo que hay en Su Presencia.

Había un hombre que había escrito muy buenos libros acerca de la Biblia. Empleaba seis horas

diarias de su vida es su estudio de la Biblia. Un día fui a verle y le pregunté, “¿Cómo puede usted

hacer eso?” Y él respondió, "tomándome el tiempo, sencillamente."

Esta es una declaración bastante simple y real. Él empleó 100.000 horas de su vida estudiando la

Biblia y pronunció muchísimos comentarios sobre ella. Todo porque no permitió que nada, ni nadie

interfiriese o le distrajera de su estudio de la Biblia.

Eso es exactamente lo que debemos hacer nosotros. Si somos suficientemente cuidadosos,

tomaremos este tiempo y nos aferraremos a él. Dios se mantiene recordándonos cuán celoso es Él,

y sólo a los hijos de Sadoc, el remanente fiel que se presentó para ministrarle, les fue permitido

mantenerse en Su Presencia.

Ezequiel declaró la Palabra del Señor posteriormente con un aviso muy interesante:

Y cuando entren por las puertas del atrio interior, se vestirán vestiduras

de lino; no llevarán sobre ellos cosa de lana, cuando ministren en las puertas del atrio interior y

dentro de la casa. Turbantes de lino tendrán sobre sus cabezas, y calzoncillos de lino sobre sus

lomos; no se ceñirán cosas que los haga sudar. (Ezequiel 44:17-18).

Aquí, por tanto, se declara que cuando los sacerdotes se introdujesen en el patio interior, ellos

debían vestirse sólo con piezas de lino y no debían traer nada en su cuerpo que fuese de lana cuando

ministraban delante de la Presencia de Dios.

Nuestro Dios es un Dios celoso y nosotros somos Sus adoradores. Por tanto, Él no permite que

contaminemos Su gloria con nuestro sudor.

Pero, ¿Qué representa el sudor?

La clave para entenderlo se encuentra en el Nuevo Testamento:

Pues mirad hermanos vuestra vocación, que no sois muchos sabios según

la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para

avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del

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mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie

se jacte en Su Presencia. (1ª Corintios 1:26-29).

¡Observa el paralelismo tan bello que se da con Ezequiel 44!

Los sacerdotes debían llevar turbantes de lino, calzoncillos de lino, así que nada podrían vestir que

les hiciese sudar. Está claro que la carne es la que suda y no el espíritu.

Dios nos está diciendo que Él no quiere ver ningún tipo de obra de la carne. Ninguna carne podrá

jamás jactarse en Su Presencia.

Dios no puede utilizar, como instrumento Suyo, a hombres y mujeres que se estriben en sus

habilidades carnales y que confíen en sí mismos. El procura a aquellos que se apoyan sólo en Él, en

todas las cosas que emprendan. De esta manera, Dios es Quien recibe toda la gloria y no el hombre.

Toda nuestra educación y entrenamiento tienen que llevarse y ser depositadas en la cruz, juntamente

con todos nuestros pecados, para que ninguna carne se vea tentada a jactarse en sí misma, sino que

el Espíritu Santo y sólo Él, pase a ser la única sabiduría para nuestras vidas.

Pablo declaró, hablando acerca de sí mismo:

Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida

por amor de Cristo. Y ciertamente, aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del

conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por

basura, para ganar a Cristo. (Filipenses 3:7-8).

Nada que produzca sudor puede penetrar en la Presencia de Dios. Dios está harto de servicios y

adoraciones carnales y se encuentra procurando incesantemente personas que le ministren a Él en el

poder del espíritu.

Eso es por lo que Jesús le dijo a la mujer Samaritana:

Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán

al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.

Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. (Juan 4:23-

24).

Dios está procurando gente que le ministre, que le adoren en espíritu y en verdad.

Nuestra función más importante es ministrar a Dios. Y esa ministración debe anteponerse a todo lo

demás. Jesús nos enseña esto utilizando una parábola.

¿Quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al

volver él del campo, luego le dice: Pasa, siéntate a la mesa? ¿No le dice más bien: Prepárame la

cena, cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú? ¿Acaso

da gracias al siervo porque hizo lo que le había mandado? Pienso que no. Así también cuando

hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos

hacer hicimos. (Lucas 17:7-10).

Aquí vemos mencionados dos tipos de trabajos para nuestro Señor: Arar el campo o apacentar al

ganado y el trabajo de servir al Maestro.

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Cuando regresamos del trabajo diario en el mundo, se nos manda primeramente que ministremos a

Dios, que procuremos Su deseo antes de satisfacer el nuestro.

Lo que nos pide que hagamos es: "Prepárate para servirme a Mí, hasta que haya acabado de cenar

Yo, después cuidarás de ti."

Este no es un retrato fiel de la vida de muchos cristianos. Después de un fastidiante día de trabajo,

llegamos a casa, leemos el periódico o vemos las noticias y nos sentamos a comer con la familia.

Después de cenar, jugamos con los hijos y les leemos una historia de la Biblia antes de que se vayan

a la cama. Entonces los metemos en la cama y les decimos buenas noches. Esto nos deja unas dos o

tres horas de tiempo libre para trabajar, descansar, y conversar antes de que felizmente cerremos

nuestros ojos para pasar la noche.

Nos sentimos satisfechos, calientitos y repletos. Sin embargo, mientras descansamos tan

confortablemente, El Señor se encuentra todavía sin cenar en la mesa y lleno de hambre.

No ha sido ni calentado ni alimentado. Ni tampoco ha sido ministrado. Sus anhelos no le han sido

satisfechos. ¡Dios no lo quiera!! Necesitamos arrepentirnos.

Él procura gente que le ministre. Está hambriento de nuestra adoración y alabanza. Precisamos

arrepentirnos y ponerle a Él primero y prepararnos para ministrarle a Él.

Debemos aprender a acercarnos a Él y decirle: "Señor, no vengo con otro propósito sino el de

adorarte a Ti, Yo estoy muy cansado esta tarde, pero antes de irme a la cama esta noche, Señor, he

venido a ministrarte a Tí.” Y después que lo hayamos puesto primero a Él y de que lo hayamos

ministrado hasta que se dé por satisfecho, todavía tenemos que darnos cuenta de que "somos siervos

inútiles, porque simplemente hemos hecho lo que debíamos hacer."

Necesitamos ir a Dios y decirle: "Padre, perdóname por haberte dejado a un lado y pensado sólo en

mí mismo. Verdaderamente lo siento. Quiero volver a mi primer y más importante ministerio, mi

ministración a Tí. Pero preciso de Tu ayuda. Ayúdame a levantarme y a esperar en Tí. Ayúdame,

cuando vengan tantas cosas que parezcan reclamar mi tiempo y atención, para ponerte a Ti primero,

no importa lo que eso cueste, todo dejaré a un lado."

La adoración está antes que el trabajo. El Señor de la Obra está antes de la obra del Señor. Para

tener un campo externo ministerial que florece lleno de frutos, tenemos que poner nuestro campo

interno a ministrarle primeramente. Porque es a medida que le ministremos a Él, que Él nos ministra

a nosotros y a través de nosotros. Si procuramos primero el Reino de Dios y Su justicia, todas las

cosas que necesitemos vendrán por añadidura (Mateo 6:33).

Cultiva la Presencia del Señor, Acércate a Su Presencia, y deja que Su Presencia te inunde y repose

en ti.

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Capitulo Tres

LAS MANERAS DE MINISTRAR AL SEÑOR

osotros aprendemos a ministrar al Señor estudiando en las Escrituras cómo le ministraba Su

gente y, además, ministrándole cada uno por nosotros mismos.

Hay varios aspectos respecto a ministrar al Señor que están expuestos en Génesis 22 donde la

palabra "adoración" se menciona por primera vez en la Biblia.

Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad aquí con el asno, y yo y el

muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros. (Génesis 22:5).

En primer lugar, vemos que Abraham creyó a Dios. Igual que Abraham, necesitamos la fe para

adorar a Dios.

La Biblia dice:

Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que

se acerca Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. (Hebreos 11:6).

Solamente después de ser renacido y de haber entrado en Su Reino, te puedes presentar delante de

Dios, por fe y llegar a ser consciente verdaderamente de lo cercano que de ti se encuentra.

Solamente entonces puedes unirte en adoración a través de la guía del espíritu santo.

En segundo lugar, Abraham obedeció al mandato de Dios y salió para ofrecerle el sacrificio o

adoración. Obediencia y adoración son interdependientes entre sí.

A medida que le obedecemos a Él, más y más cada área de nuestras vidas llega a estar

completamente en Sus manos porque comenzamos a ver más y más Quién es Él y vamos

aprendiendo que Él es absolutamente confiable en Su fidelidad. Cuando vemos y conocemos a

Dios, no tenemos ningún otro impulso que no sea adorarle.

La Biblia dice que nuestros pecados nos separan de Dios. Hacen que se esconda Su rostro para

poder escucharnos (Isaías 59:2). El pecado nos aleja de Dios, de sentir Su Presencia y de poder

adorarle. Pero si nos acordamos del valor de la sangre y recordamos cómo nos limpia

continuamente de nuestros pecados podemos presentarnos a cara descubierta para que nos vaya

transformando y podamos obedecerle en todos los detalles y minutos de nuestra vida y así disfrutar

de una dulcísima comunión con Él, que, a Su vez, nos va enriqueciendo en nuestra ministración

para Él.

N

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Ministrando al Señor- El Poder De Su Presencia Página 35

Observa que Abraham se preparó para adorar o sacrificar y se acercó a Dios separándose de los que

le acompañaban, para adorar al Señor.

Debemos prepararnos para adorar al Señor. No podemos encender la televisión en un minuto y

adorar a Dios en el minuto siguiente. Para poder disfrutar este tiempo personal con Dios, debemos

salirnos de todas las confusiones, dejando a un lado personas y situaciones, y permanecer

mentalmente preparados para adorar. Necesitamos llegar a un punto donde, individual o

colectivamente, nuestras mentes y espíritus se puedan centrar en Dios sin distracción alguna.

Abraham se apartó para ofrecer a Isaac a Dios y lo denominó adoración. Adoración significa

ofrecerle algo a Dios, porque Él es digno de recibir "el poder, las riquezas, la sabiduría, la

fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza." (Apocalipsis 5:12).

Dios bendijo previamente a la estéril Ana dándole el hijo por el que ella le había orado. Le puso por

nombre Samuel y lo trajo para ofrecérselo al Señor en Silo como se lo había prometido.

Ella dijo:

Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico

también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová. (1ª Samuel 1:27).

Ana dijo "El Señor me lo dio; yo se lo doy al Señor." Y adoraron al Señor en aquel lugar.

La clave para la verdadera adoración se encuentra en ofrecer algo a Dios.

Adoración va siempre junto con sacrificio.

[Sacrificio significa: “Ofrenda a Dios en señal de homenaje o expiación”. En esta administración de

la Gracia, hemos sido expiados por la sangre preciosa de Cristo, entonces, ¿Qué podemos ofrendar a

Dios?: ¡Nuestro amor! ¡Nuestro agradecimiento, reconocimiento y veneración! Nota de

traductores].

Después de que Pablo y Silas fuesen azotados y puestos en la cárcel por predicar el Evangelio, ellos

oraron y cantaron alabanzas a Dios. (Hechos 16:25). Sus adoraciones fueron un sacrificio muy

agradable para Él.

Cuando Job fue informado que todos sus hijos habían sido asesinados, él "se levantó, y rasgó su

manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró" (Job 1:20). ¡Este tipo de adoración

requiere sacrificio!

Aunque la palabra adoración no se utiliza para describir el hecho de María en Juan 12, la historia de

su ofrenda nos da un ejemplo maravilloso de adoración. Jesús vino a cenar con Marta, Lázaro, y

María:

Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho

precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del

perfume. (Juan 12:3).

Del mismo modo que María, cuando nos sentamos a Sus pies y ponemos en marcha nuestra

ministración para Él (observa que el perfume era "de mucho precio") entonces Él se nos presenta y

la fragancia de Su Presencia inunda el santuario de nuestras vidas.

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La adoración envuelve fe, obediencia, preparación, separación y derramar sacrificio para Él.

La Biblia nos dice más cosas acerca de cómo podemos adorar a Dios en Juan 4. En este pasaje,

Jesús se encontró con la mujer samaritana en el pozo de Jacob.

Ella le dijo:

…Señor, me parece que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en

este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. Jesús le dijo:

Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.

Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene

de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre

en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es

Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad, es necesario que adoren. (Juan 4:19-24).

En este pasaje se nos ofrecen varios aspectos al respecto de dónde, a Quién y cómo adorar.

Jesús resaltó que la verdadera adoración es interior, del corazón, y no está en conexión con ningún

lugar particular, como Jerusalén o el Monte Gerizim o cualquier ritual externo en especial.

También señaló que hay mucha gente que adora ídolos y conceptos de hombres sobre Dios, pero no

saben lo que adoran. Sin embargo, Jesús dijo que la nueva generación de adoradores sería diferente,

porque conocerían de cerca al verdadero Dios y le adorarían en "espíritu y en verdad".

Jesús era la voluntad de Dios puesta en marcha. Él dijo, "El que me ha visto a mí, ha visto al

Padre". (Juan 14:9). Sólo podemos saber a Quién adoramos si conocemos al Jesús que revelan las

Escrituras de una manera íntima y personal.

Expresamos nuestra adoración al Padre en espíritu, porque el espíritu santo nos ha sido dado. Y

porque ese espíritu es el mismísimo Cristo en nosotros y es quien nos muestra todas las cosas de

nuestro amoroso Padre Celestial, nosotros, como Cristo, también estamos capacitados para adorar a

Dios en espíritu y en verdad.

Ya hemos dicho que la adoración es primeramente interior y que es la buena disposición del

corazón y no el lugar o la postura del cuerpo lo que es importante.

Pero, no obstante, Dios quiere que el cuerpo también se encuentre envuelto en la adoración.

A medida que le adoramos a Él, nos damos cuenta automáticamente que nuestra adoración se

expresa también con actitudes apropiadas del cuerpo.

La palabra hebrea más común usada para "adoración" es shachah, que significa "postrarse" o

"recogerse en sumisión, inclinarse."

Eliezer, el siervo de Abraham, "se inclinó, y adoró a Jehová."

Moisés "bajó la cabeza hacia el suelo y adoró" (Éxodo 34:8) cuando Dios descendió y estuvo con

él en el Monte Sinaí.

Cuando Esdras bendijo al Señor:

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Ministrando al Señor- El Poder De Su Presencia Página 37

Todo el pueblo respondió! Amén! ¡Amén! alzando sus manos; y se

humillaron y adoraron a Jehová inclinados a tierra.

El salmista clamó, "Venid, adoremos y postrémonos; Arrodillémonos delante de Jehová nuestro

Hacedor”.

Aunque muchas veces nos levantamos y adoramos al Señor, como el pueblo de Israel que "se

levantaba cada uno a la puerta de su tienda y adoraba" (Éxodo 33:10), también muchas veces nos

postramos y nos inclinamos, recogiéndonos sumisos delante de Él.

La palabra griega más empleada para adoración es proskuneo, que significa, "dar un abrazo”, o

“besar la mano a”. Generalmente, se refiere a una inclinación delante de Dios como la que hicieron

las mujeres gozosas que, cuando vieron a Jesús resucitado: "abrazaron sus pies, y le adoraron."

(Mateo 28:9).

Pablo, estando en adoración y orando, dobló sus "rodillas ante el Padre de nuestro Señor

Jesucristo" (Efesios 3:14). Él también nos exhorta a levantar "manos santas, sin ira ni contienda"

(1ª Timoteo 2:8) a medida que adoramos a Dios.

Cuando adoramos y estamos en comunión con Dios, hay momentos en los que entramos en un

profundo recogimiento donde no caben palabras o sonidos. Hay momentos cuando Él nos dice,

"Estad quietos, y conoced que yo soy Dios." (Salmos 46:10). Momentos cuando nos manda,

"Temblad, y no pequéis, meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama y callad." (Salmos

4:4).

A medida que Él "cambia la tempestad en sosiego, y se apaciguan sus ondas" (Salmos 107:29), así

Él se acerca a nosotros y nosotros reposamos en Su Presencia a medida que le adoramos y tenemos

comunión con Él.

No tenemos que adorar a Dios con una manera estudiada o específica. Pero hay una variedad muy

rica de maneras de alabarle y adorarle, tanto individual como colectivamente, según somos guiados

por el espíritu santo.

En primer lugar, podemos alabar y adorar a Dios con instrumentos.

Salmos 150 nos manda que alabemos al Señor "por Sus proezas: Alabadle conforme a la

muchedumbre de Su grandeza" (vers.2). El salmo hace una lista completa de todos los instrumentos

musicales conocidos en el tiempo de David y nos exhorta a alabar a Dios con ellos.

El versículo 3 declara: “Alabad al son de bocinas; alabadle con salterio y arpa."

El versículo 3 declara: "Alabadle al son de bocina (shophar en hebreo: Especie de trompa curva),

Alabadle con salterio (nebel en hebreo: Un instrumento portátil de diez cuerdas) y arpa (Kinnor en

hebreo: Un arpa o lira de tres a cinco cuerdas).

El versículo 4 dice: “Alabadle con pandero, (toph en hebreo: Tambor, tamboril) y danza; Alabadle

con cuerdas (minnim en hebreo: Como una cítara) y flautas.

El versículo 5 continúa: “Alabadle con címbalos resonantes; alabadle con címbalos de júbilo”

(tseltelin en hebreo: Platillos o platos de bronce).

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Todo lo que respira alabe a Jehová. Aleluya. (vers.6).

Cuando David y los 30.000 hombres de Israel se dispusieron a traer el arca de Dios de Baala a

Jerusalén, colocaron el arca de Dios en un carro nuevo. (Lee 2ª Samuel 6:1-5; 1ª Crónicas 13:1-8).

Y David y toda la casa de Israel danzaban delante de Jehová con toda

clase de instrumentos de madera de haya; con arpas, salterios, panderos, flautas y címbalos.

(2ª Samuel 6:5).

Y David y todo Israel se regocijaban delante de Dios con todas sus

fuerzas, con cánticos, arpas, salterios, tamboriles, címbalos y trompetas. (1ª Crónicas 13:8).

El rey David utilizó todo tipo de instrumento conocido en su tiempo para ministrar al Señor. Está

muy claro, por tanto, que debemos ser muy libres de emplear cualquier instrumento disponible hoy

en día también, en nuestra adoración a Dios. Además, por supuesto, de utilizar nuestros órganos

vocales para alabar y adorar a Dios y hablarle, aclamarle y cantarle Sus alabanzas.

El Salmista dijo:

La alabanza de Jehová proclamará mi boca: y todos bendigan Su santo nombre

eternamente. (Salmos 145:21).

Yo alabaré a Jehová en gran manera con mi boca, y en medio de muchos le

alabaré. (Salmos 109:30),

Como de meollo y de grosura será saciada mi alma. (Salmos 63:5).

Sea llena mi boca de tu alabanza, de tu gloria todo el día. (Salmos 71:8).

Señor, abre mis labios, y publicará mi boca tu alabanza. (Salmos51:15).

Cuando se echaron los cimientos de la fundación del templo durante el liderazgo de Esdras, los

sacerdotes se vistieron y pusieron en sus cintos sus trompetas.

…Y a los levitas hijos de Asaf con címbalos, para que alabasen a Jehová, según

la ordenanza de David rey de Israel. Y cantaban, alabando y dando gracias a Jehová, y diciendo:

Porque Él es bueno, porque para siempre es Su misericordia sobre Israel. Y todo el pueblo

aclamaba con gran júbilo, alabando a Jehová, porque se echaban los cimientos de la casa de

Jehová. (Esdras 3:10b-11).

El Salmista escribió, "Pueblos todos, batid las manos; aclamad a Dios con voz de júbilo." (Salmos

47:1).

En una oración a Dios, David le pidió que, "Tus sacerdotes se vistan de justicia, Y se regocijen tus

santos”. (Salmo 132:9). Y Dios respondió que Él había escogido a Sión (vers.13) y que, por Su

voluntad, "Vestiré de salvación a Sus sacerdotes, y Sus santos darán voces de júbilo." (vers.16).

Siendo como somos, hijos de Dios y no sacerdotes, no solamente tenemos el gozo de hablar y

proclamar Sus alabanzas, sino también de cantar Sus loores.

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El apóstol Pablo nos enseñó que debemos cantar "con gracia en nuestros corazones." (Colosenses

3:16).

Si dejamos fluir el espíritu santo, nos saludaremos "con salmos, con himnos y cánticos espirituales,

cantando y alabando al Señor en vuestros corazones." (Efesios 5:19).

Después de que Pablo y Silas fuesen castigados con azotes (flagelados) y metidos en prisión por

echar fuera un espíritu de adivinación de una muchacha, ellos oraron y cantaron himnos (humneo en

griego) delante de Dios. (Hechos 16:25).

Los Salmos están repletos de exhortaciones para cantarle canciones al Señor, por ejemplo,

Cantad a Jehová cántico nuevo; cantad a Jehová toda la tierra. Cantad a

Jehová, bendecid Su nombre; anunciad de día en día Su salvación. (Salmos 96:1,2).

Moisés y los hijos de Israel cantaron delante del Señor después de haber sido librados por Él de

Egipto e introducidos por el Mar Rojo. (Lee Éxodo 15:1-21.)

Débora y Barac cantaron alabanzas a Dios cuando les dio la victoria sobre los cananitas. (Lee

Jueces 5:1).

Nosotros, también, podemos ministrar a Dios, alabarle por la grandeza de Sus obras y la

misericordia que derrama sobre nosotros.

Yo creo que debemos enfatizar mucho más el ministrar coros, que el perfeccionar los coros, en

nuestras iglesias hoy en día. Precisamos unir en coro esas canciones y ministerio al Señor durante el

tiempo necesario hasta que, por su influencia, se levante toda la congregación y ministren al Señor

también.

Cuando David trajo el arca del pacto desde la casa de Obed-Edom y se la llevó de vuelta a

Jerusalén, escogió cantores y músicos para que alabasen a Dios delante del arca:

Y David iba vestido de lino fino, y también todos los levitas que llevaban

el arca, y asimismo los cantores; y Quenanías era maestro de canto entre los cantores. Llevaba

también David sobre sí un efod de lino. De esta manera llevaba todo Israel el arca del pacto de

Jehová, con júbilo y sonidos de bocinas y trompetas y címbalos, y al son de salterios y arpas.

(1ª Crónicas 15:27-28).

Qué fácil es darse cuenta de que, en nuestros días, así como en los días de David, es sólo a medida

que primeramente ministramos a Dios en alabanzas y adoraciones, que Su Presencia -como el arca

representaba- se hace manifiesta y viva.

Cuando el arca fue recogida y puesta en reposo en Jerusalén, David encargó a los jefes de los padres

de Israel el servicio de las canciones en la casa del Señor:

Los cuales servían delante de la tienda del tabernáculo de reunión en el

canto, hasta que Salomón edificó la casa de Jehová en Jerusalén; después estuvieron en su

ministerio según su costumbre. (1ª Crónicas 6:32).

David estableció a estos sacerdotes para que cantasen delante del Señor -no para que sirviesen de

diversión para los israelitas. Ellos cantaban 24 horas por día delante de Él. Eso es lo que algunos

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hacían, de hecho, los principales entre el pueblo, eran los escogidos para el cargo. Algunas veces

usaban instrumentos y los armonizaban con sus alabanzas y adoraciones. Estos sacerdotes

ministraban delante del Señor "de acuerdo a su orden" día y noche hasta que Salomón construyó el

templo en Jerusalén.

Cuando Salomón dedicó el templo, añadió 120 sacerdotes tocando trompetas a los 288 Levitas que

ya eran los cantores o músicos instituidos por David. (2ª Crónicas 5:12).

Como ya hemos referido, fue “cuando sonaban, pues, las trompetas y cantaban todos a una, para

alabar y dar gracias a Jehová, y a medida que alzaban la voz con trompetas y címbalos y otros

instrumentos de música, y alababan a Jehová, diciendo: Porque Él es bueno, porque su

misericordia es para siempre; entonces la casa se llenó de una nube, la casa de Jehová. Y no

podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube; porque la gloria de Jehová

había llenado la casa de Dios”. (Vers. 13-14).

La gloria descendió, no cuando construían el templo o cuando ofrecían sacrificio, sino cuando

ministraron al Señor.

Tanto David como Salomón, sabían muy bien que la prioridad máxima era la de ministrar al Señor.

Salomón continuó preservando los designios de su padre. Durante su reinado, los sacerdotes

continuaron ministrando delante del Señor día y noche con alabanzas y acciones de gracia y

adoración.

¿No deberíamos nosotros ahora como hijos de Dios que somos, ministrarle también, como le

ministraban los sacerdotes debajo del antiguo pacto?

Algunas veces, cuando estamos ministrando al Señor, somos exhortados a levantar con júbilo los

brazos.

El Salmista escribe, "Pueblos todos, batid las manos; Aclamad a Dios con voz de júbilo”. (Salmos

47:1).

Hasta los ríos son convidados a tener gozo, sabiendo que viene Dios a emitir Sus juicios en la tierra,

y a "batir sus manos." (Salmos 98:8).

Isaías escribió que cuando Israel fuese traído de vuelta e introducido en la tierra para estar al frente

de las naciones, “los montes y los collados levantarán canción… y los todos árboles del campo

darán palmadas de aplauso.” (Isaías 55:12).

Además, se nos exhorta a mover y levantar las manos a medida que Le ministramos.

La Biblia dice:

Mirad, bendecid a Jehová, vosotros todos los siervos de Jehová, los que

en la casa de Jehová estáis por las noches. Alzad vuestras manos al santuario, y bendecid a Jehová.

(Salmos 134:1,2).

Las manos no se han diseñado para que nos sentemos encima de ellas. Debemos también ponerlas

para la gloria de Dios. Lázaro salió vendado de pies y manos, pero nosotros somos libres, libres

para usar las manos para la gloria de Dios.

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Pablo le dijo en su carta a Timoteo, "quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando

manos santas, sin ira ni contienda”. (1ª Timoteo 2:8).

Las expresiones “manos santas”, “manos limpias”, se refieren a un limpio corazón y vida. Así,

pues, debemos lavarnos en la sangre de Jesús y con la Palabra de Dios antes de acercarnos a Su

Presencia.

El Salmista oró y dijo, "Suba mi corazón delante de ti como el incienso, el don de mis manos como

la ofrenda de la tarde." (Salmos 141:2).

Después de haber dedicado Salomón el templo al Señor, él "se puso luego delante del altar de

Jehová, en presencia de toda la congragación de Israel, y extendió sus manos" (2ª Crónicas 6:12)

en oraciones y loores.

Esdras, en una oración de intercesión, se arrodilló y extendió sus manos al Señor su Dios. (Esdras

9:5).

Utiliza tus manos para bendecir al Señor; elévalas en Su Nombre (Salmos 63:4). Elévaselas a Él.

Ponlas a Su servicio. Déjalas mecerse con gozo. Elévaselas a Dios, y Sus ríos de poder y vida se

desbordarán.

Podemos alabar a Dios de muchas formas. Podemos alabarle acostados. La Biblia dice "Regocíjense

sus santos por su gloria y canten aún sobre sus camas." (Salmos 149:5).

Se nos exhorta para que lo alabemos "danzando" (Salmos 149:3); y "con pandero y danza."

(Salmos 150:4).

Alabamos a Dios cuando nos acostamos y cuando nos levantamos:

Alabad el nombre de Jehová, alabadle, siervos de Jehová. Los que estáis

en la casa de Jehová, en los atrios de la casa de nuestro Dios. (Salmos 135:1-2).

Dios dijo, refiriéndose "A los sacerdotes hijos de Sadoc...se acercarán para ministrar ante mí, y

delante de mí estarán para ofrecerme la grosura y la sangre." (Ezequiel 44.15).

Cuando Salomón pronunció su oración dedicatoria del templo, "se arrodilló delante de toda la

congregación de Israel, y extendió sus manos al cielo." (2ª Crónicas 6:13).

David escribió, “Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová nuestro

Hacedor." (Salmos 95:6).

Daniel se arrodillaba mirando a Jerusalén tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su

Dios. (Daniel 6:10).

Hasta Jesús se arrodilló algunas veces mientras oraba al Padre (Lucas 22:41).

Teniendo en cuenta todo lo visto, tanto en las alabanzas como en las adoraciones, movemos la

cabeza o nos recogemos sumisos delante de Dios. Ciertamente, hay momentos en los que no

importa cuál es la actitud de nuestros cuerpos, las rodillas espirituales están postradas. Pero Dios

quiere que usemos el cuerpo para expresarle nuestra adoración cuando eso sea posible.

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No tenemos que ministrar al Señor de ninguna manera especial. Pero hay una cierta y rica variedad

de caminos para expresar nuestra alabanza y adoración al Padre, a medida que somos guiados por el

espíritu santo.

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Capitulo Cuatro

ALGUNOS DE LOS RESULTADOS QUE SE OBTIENEN MINISTRANDO

AL SEÑOR

uceden muchas cosas a favor nuestro cuando ministramos al Señor, pero solamente vamos a

tratar con algunos de esos beneficios.

Algunas veces la adoración culmina en revelación, aunque, normalmente es la revelación la que nos

guía a la adoración.

Cuando Moisés subió al Monte Sinaí, "El Señor descendió en la nube y estuvo allí con él,

proclamando el nombre de Jehová" (Éxodo 34:5). Y entonces "Moisés, apresurándose, bajó la

cabeza hacia el suelo y adoró." (Vers.8). Cuando Jehová se manifestó a Moisés, su reacción fue

adorar.

Cuando Jesús sanó al hombre que había sido ciego de nacimiento, el hombre fue inquirido por los

fariseos, expulsado de la sinagoga y posteriormente hallado por Jesús. Cuando Jesús le dijo a este

hombre que él era el Hijo de Dios, el que había sido ciego respondió con su adoración diciendo:

"Creo, Señor, y le adoró”. (Juan 9:38).

Hay innumerables ejemplos de personas a quienes Dios se les manifestó y cuya respuesta fue

adorarle. Abraham, Jeremías, Isaías, Daniel, todos ellos tuvieron revelaciones del Señor de una

manera u otra y le adoraron.

Cuando Dios se revela a nosotros, tanto si es en Su Palabra, a través de alguna manifestación de Su

poder o a través de alguna experiencia en la que Él nos visita, nuestra respuesta inmediata es la

adoración.

La revelación que nos hace Dios no sólo provoca en nosotros una respuesta de adoración, sino que,

además, generalmente es con la adoración y comunión a Dios, que Él decide revelarse a Sí Mismo y

darnos a conocer Sus verdades. Es decir, la adoración normalmente nos guía a la revelación.

Tomemos, por ejemplo, el caso de Ana, en Lucas 2. A medida que Ana adoraba al Señor y estaba

en Su Presencia, Dios le mostró muchos de Sus secretos, le enseñó muchas cosas acerca de Jesús y

en cuanto vio aquel bebé en el templo, se dio cuenta que era Jesús, y: "Hablaba del niño a todos los

que esperaban la redención en Jerusalén." (Lucas 2:38).

Cuando los líderes de Antioquía se encontraban reunidos y ministrando al Señor, el Espíritu Santo

habló y les reveló Su voluntad en cuanto a Bernabé y Pablo. Les dijo, "Apartadme a Bernabé y a

S

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Saulo para la obra a que os he llamado." (Hechos 13:2). Sus adoraciones causaron la revelación de

parte de Dios.

Isaías probablemente se encontraba orando en el templo cuando tuvo aquella tremenda experiencia

contemplando a Dios:

En el año que murió el Rey Uzías, vi yo al Señor sentado sobre un trono

alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de Él había serafines; cada uno tenía

seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. El uno al otro

daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su

gloria. Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se

llenó de humo. Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de

labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey,

Jehová de los ejércitos. Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón

encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca dijo: He aquí que

esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. Después oí la Voz del Señor, que

decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.

(Isaías 6:1-8).

Isaías tuvo una revelación de la santidad de Dios. Dios Se mostró Santo y Altísimo. Isaías lo vio

formidable en Su grandeza, esplendor y majestad. Hasta los serafines se cubrieron sus rostros y pies

y se daban voces el uno al otro diciendo: "Santo, Santo, Santo." (Vers. 3).

Es interesante resaltar que los serafines tuviesen cuatro alas para cubrirse y dos alas para volar. En

otras palabras, podríamos decir que pusieron dos veces más énfasis en la adoración que en la obra.

Ya hemos visto que nuestras obras proceden y fluyen de nuestra adoración.

También cuatro seres vivientes dijeron lo mismo en una visión que le fue revelada a Juan:

Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por

dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor

Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir. (Apocalipsis 4:8).

Cuando la palabra del Señor vino a Jeremías y Dios le encomendó ser profeta para las naciones,

Jeremías se consideraba a sí mismo profundamente inadecuado para el cargo. Dijo: “¡Ah! ¡Ah,

Señor Jehová! He aquí, no se hablar, porque soy niño." (Jeremías 1:6).

Moisés también sintió la misma dura realidad de su propia incapacidad cuando Dios se le apareció

en la zarza encendida y lo llamó para librar a los hebreos de la esclavitud de Egipto. Él dijo:

Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón,

y saque de Egipto a los hijos de Israel? (Éxodo 3:11).

Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! Nunca he sido hombre de fácil

palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de

lengua. (Éxodo 4:10).

Job, también, cuando se le manifestó el Señor se humilló ante el Señor le dijo:

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¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo

hablaba lo que no entendía...De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me

aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza. (Job 42:3, 5-6).

Job adoró y vio al Señor.

Igual que sucedió con Isaías, Jeremías, Moisés, Job y muchos otros, nosotros también precisamos

de una revelación del Dios Viviente. Necesitamos llegar a Su maravillosa Presencia a medida que le

adoramos. Tenemos que ser iluminados con Su poder y vislumbrar Su santidad y esplendor si

vamos a ser instrumentos Suyos. Y eso casi siempre comienza con adoración.

La adoración, no sólo nos introduce en la revelación de Dios, Sus propósitos y planes, y nos dice de

Quién somos, sino que, además, la adoración también nos hace tener un mismo sentir, es decir, nos

entrelaza milagrosa y extraordinariamente de una forma natural en la unidad del Espíritu.

Cuando adoramos al Señor con otros hermanos, llegamos a disfrutar con ellos de una unidad de

propósito juntos, un cuerpo único. En vez de concentrarnos en nuestras diferencias, nos miramos en

Cristo y enfocamos al Padre. A medida que somos introducidos en Su maravillosa Presencia, todas

nuestras diferencias desaparecen y no tienen cabida a Su lado. Es cuando nos vestimos de Cristo

para adorar al Padre que llegamos a estar cerca de Dios porque Él nos atrae a Sí Mismo y también

nos acerca con otros hermanos que están en un mismo sentir adorando a Dios.

Alguien hizo una vez una ilustración hablando de esto, dijo que era como si los cristianos fuesen

predispuestos en un círculo alrededor de Dios, como en una rueda. A medida que cada uno de

nosotros se aproxima de Dios, cerrando el aro de la rueda, también vamos siendo más cercanos los

unos de los otros.

Adorar a Dios hace que seamos de un mismo sentir, y que tengamos un mismo propósito.

Pablo exhortó a los Colosenses a que se asiesen "de la Cabeza" (Colosenses 2:19), a mirar a Cristo

para recibir el crecimiento que da Dios y no hacer caso de las ordenanzas mundanas, tales como, no

hagas esto o no hagas lo otro. Pablo dijo que si nos vestimos de Cristo y nos mantenemos

enfocándonos a Dios, seremos juntamente nutridos y unidos con todo "el crecimiento que da Dios."

(vers.19).

A través de todo el Libro de Hechos, vemos que los cristianos del primer siglo estaban unidos en un

mismo corazón, y mientras estaban juntos adoraban a Dios y tenían un mismo propósito.

Adorar a Dios no solamente nos lleva a que tengamos un mismo propósito los cristianos, sino que

también hace florecer la vida y el poder de Dios.

Hay un poder en la alabanza y la adoración que expulsa las influencias satánicas y liberta las

divinas y eso nos hace llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo. Dios habita en

medio de las alabanzas de Su gente (Salmos 22:3). A medida que alabamos a Dios, el poder del

espíritu se eleva dentro de nosotros y nos saca de las influencias del enemigo.

Yo precisaba antiguamente invertir una gran cantidad de tiempo para reprender al Diablo. Pero

ahora, sólo le reprendo una sola vez y comienzo a adorar y alabar a Dios. De esa manera, el Diablo

es echado fuera automáticamente a medida que el espíritu santo me va libertando y yo le manifiesto.

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Podemos ver un buen ejemplo de esto en 2ª Crónicas 20 cuando Moab, Amón y Edom se aliaron

para luchar contra Judá y Josafat su rey. Josafat se presentó en medio de la congregación de Judá y

le preguntó a Dios lo que deberían hacer teniendo en vista la inminente batalla.

Dios Le respondió y dijo:

"… Oíd Judá todo, y vosotros moradores de Jerusalén, y tú, rey Josafat.

Jehová os dice así: No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es

vuestra la guerra, sino de Dios..... No habrá para que peleéis vosotros en este caso; paraos, estad

quietos, y ved la salvación de Jehová con vosotros. Oh Judá y Jerusalén..." (2ª Crónicas 20:15, 17).

En el día de la batalla, Josafat:

"…Puso algunos que cantasen y alabasen a Jehová, con vestidos de

ornamentos sagrados, mientras salía la gente armada, y que dijesen: Glorificad a Jehová, porque

Su misericordia es para siempre. Y cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, Jehová puso

contra los hijos de Amón, de Moab, y del monte de Seir las emboscadas que ellos mismos que

venían contra Judá, y se mataron los unos a los otros." (2ª Crónicas 20:21-22).

Yo creo que, cuando el pueblo de Dios avanzó contra sus enemigos, sus espíritus se elevaron en

alabanzas y adoraciones. Pasaron del medio natural al sobrenatural, cantando las canciones del

Señor y siendo inspirados por sus espíritus. A medida que iban ministrando al Señor, el Señor

actuaba por medio de ellos derribando a sus enemigos.

Las adoraciones y alabanzas ponen en evidencia la vida y el poder de Dios.

Cuando Pablo y Silas fueron azotados y puestos en prisión por predicar el Evangelio y por haber

libertado a una muchacha de la posesión de espíritus diabólicos, ellos cantaron alabanzas a Dios. El

resultado fue la manifestación inmediata del poder de Dios:

"Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que

los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de

todos se soltaron.” (Hechos 16:26).

Sus alabanzas produjeron un poder que abrió las puertas de la cárcel.

Cuando alabamos a Dios hoy en día, el poder es tan grande que produce sanidad, liberación y

derriba las puertas de prisiones que el enemigo nos intenta levantar.

Cuando los primeros discípulos alababan y oraban al Señor:

"…El lugar donde se encontraban congregados tembló; y todos fueron

llenos del espíritu santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios." (Hechos 4:31).

El poder y la vida de Dios se manifiestan a medida que le alabamos y le adoramos.

Somos recipientes (vasos de barro) a través de los cuales la vida y el poder de Dios pueden

manifestarse en este obscuro mundo. Cristo es la vida y a medida que vivimos por él y bebemos de

su fuente, su vida fluye por nosotros y se conecta con Dios. Cuando obedecemos a Dios y andamos

por fe, esa propia vida mana de nosotros y se propaga por el desierto del mundo.

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Jesús se puso en pie y clamó en el último día de la Fiesta de los Tabernáculos:

"…Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la

escritura, de su interior correrán ríos de agua viva." (Juan 7:37-38).

Jesús se estaba refiriendo a la plenitud del espíritu santo que sería ofrecido a los cristianos después

que él hubiese sido glorificado. (vers.39).

Cuando vivimos en Cristo y bebemos su vida, se establece una fluido de aguas espirituales. Dios

desea que ese manantial se manifieste para vida. Dios no se contenta con que recibamos

simplemente vida, sino con que lleguemos al punto de manifestarla en abundancia y corra

inundando también la vida de otras personas.

Adán recibió la vida y fue hecho alma viviente. Cristo, "el postrer Adán fue hecho espíritu

vivificante". (1ª Corintios 15:45).

Dios no se contenta con que recibas vida o con producir en ti vida, Él te ha dado el mismo espíritu

que habita en el Cristo resucitado, para que puedan fluir a través de ti, a través de ese espíritu santo,

verdaderos ríos de agua viva. Dios está interesado en ambas cosas: en inundarte interiormente de

Cristo y en que tú lo manifiestes exteriormente.

Jesús se tomó el tiempo, en la Fiesta de los Tabernáculos, para decir que si alguien viniese a él y

bebiese, de la parte más íntima de su ser correrían verdaderos “ríos de agua viva”. (Juan 7:37-38).

Fue durante el tiempo en el cual los sacerdotes purificaban las aguas del estanque de Siloé, para

mezclarlas con el vino en el sacrificio de la mañana que depositaban en el altar, cuando Jesús

pronunció esas palabras.

Si los sacerdotes derramaban suficiente agua purificada sobre el altar, esas aguas se desbordaban a

través del altar y salían al patio exterior, atravesando las puertas del templo, las calles de la ciudad,

hasta llegar al Valle de Kidron y desembocaban en el Mar Muerto.

Fue mientras los sacerdotes estaban purificando el agua mezclada con vino en el altar y la gente se

encontraba cantando con gran gozo que Jesús se puso en pie y clamó en alta voz: "Si alguno tiene

sed, venga a mí y beba. El que crea, como dice la escritura, de su interior correrán ríos de agua

viva." (Juan 7:37-38).

Cristo derrama sus ríos de agua viva por nosotros cuando vivimos por él y bebemos de él. Cuando

adoramos a Dios y le obedecemos, estos ríos corren del seno de Dios y el de los hombres

respectivamente.

Ezequiel vio en una visión desbordarse y descender el Río de Dios procedente del templo de

Jerusalén. Y "aguas que salían de debajo del umbral de la casa hacia el oriente." (Ezequiel 47:1) y

salían del lado derecho del altar, a través del lado sur de la puerta oriental y, eventualmente,

también por la parte del campo al este hasta el desierto. En un determinado punto al sur de

Jerusalén, se dividía en dos ríos, un río desembocaba en el Mar Mediterráneo y el otro en el Mar

Muerto.

No hay salida para las aguas del Mar Muerto. Está muerto porque no tiene desagüe. Esto también

sucede en la vida de muchas personas, y ese es el motivo por el cual se encuentran espiritualmente

dormidos.

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Pero el Río de Dios está fluyendo hacia el Mar Muerto y sus aguas están siendo saneadas. Habrá un

fluido y un desagüe del Mar Mediterráneo para el interior del Mar Muerto y vendrán una multitud

de peces a ocupar las aguas del Mar Rojo.

Una vez que, en la Biblia, el significado de un océano o mar se da sobre una masa de gente humana,

el Mar Muerto significa una masa humana de gente espiritualmente muerta. Pero Dios está haciendo

que fluya y se desborde Su Río de Vida hacia la enorme masa de gente humana no regenerada.

Ellos beberán de ese Río de Vida y serán sanados.

Dios está produciendo "ríos en el desierto" (Isaías 43:19). Está dando "aguas en la soledad"

(ver.20). A medida que los hambrientos y sedientos vengan a Él y beban, Su vida también correrá y

se desbordará por ellos y también adorarán a Dios con un río de alabanzas. Entonces, serán movidos

a obedecerle y entenderán por qué han sido creados en el espíritu santo para adorarle.

Ezequiel vio desbordarse el Río de Dios comenzando como si fuese una pequeña naciente y fue

creciendo hasta llegar a ser un gran río con cerca de cinco kilómetros de anchura. Esto es lo que de

alguna manera también sucede en nuestro tiempo.

Adorar al Señor no es solamente dejar fluir Su vida y poder a través de nosotros, sino que también

nos mantiene equilibrados espiritualmente. También nos ayuda a mantener todas las cosas en su

perspectiva apropiada en nuestras vidas.

Necesitamos mantenernos enfocados siempre a Dios, más en Sí Mismo que en Sus bendiciones y

más en Su vida que en la manera a través de la cual Su vida fluye.

Es tiempo de que "Se levante Dios" (Salmos 68:1). Es tiempo de ponerle a Él en primer lugar y no a

nosotros o a nuestras ideas y proyectos.

Cuantas veces ridiculizamos al mundo pagano que adora y sirve a las criaturas más que al Creador.

(Romanos 1:25).

Muy a menudo, también acusamos a los fariseos que adoraban los rituales externos que les entregó

Dios -los cuales señalaban las Cosas venideras- y cuando Cristo de hecho vino, lo desecharon

debido a esos mimos rituales.

¿No hacemos nosotros lo mismo?

Así pues, muchas personas hoy en día tienen una gran variedad de ídolos, ídolos que exaltan por

encima de Dios Mismo. Esos ídolos pueden ser métodos espirituales, dones, órdenes, revelaciones,

etc. Pero sea lo que sea, si lo ensalzamos por delante de Dios, será siempre un ídolo.

Muchas veces en la historia, Dios ha utilizado a personas, programas y cosas como vehículos para

manifestar Su poder. Pero, muy a menudo, los hombres han terminado adorando y poniendo la

preeminencia en los rituales y las cosas externas y han dejado de lado a Dios. Los hombres

generalmente dejan la vida y se vuelven para la parte externa que contiene la vida. Sucedió en el

Antiguo Testamento y continúa sucediendo también hoy en día.

Todos hemos alguna vez oído que, en Números 21, cuando el pueblo de Israel era mordido por las

serpientes ardientes en el desierto, Moisés fue instruido para hacer una serpiente de bronce. Él "la

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puso sobre una asta; y cuando alguna serpiente mordía alguno, miraba a la serpiente de bronce, y

vivía." (Números 21:9).

La vida de Dios se movía a través de la serpiente de bronce. Cuando las personas la miraban, eran

sanadas. Sin embargo Israel se olvidó de la vida y fijó sus ojos en lo ritual y externo.

Durante 900 años, Israel adoró aquella serpiente de bronce y le quemaron incienso hasta que

Ezequías la partió en pedazos. Porque Ezequías:

…Quitó los lugares altos, y quebró las imágenes, y cortó los símbolos de

Asera, e hizo en pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta entonces le

quemaban incienso los hijos de Israel; y la llamó Nehustán. (Cosa de bronce). (2ª Reyes 18:4).

Los hijos de Israel estuvieron 900 años adorando el vehículo o instrumento que Dios utilizó en vez

de la verdadera Fuente, Dios Mismo.

¿No se hace lo mismo hoy en día?

Cuando ponemos programas, revelaciones o métodos por encima de Dios Mismo nos

desequilibramos, nos inclinamos a los rituales y símbolos estériles y la vida de Dios la dejamos a un

lado.

Pero si ministramos a Dios primeramente y le damos la preeminencia que merece, entonces nuestras

vidas serán continuamente enriquecidas por Él y seremos instrumentos Suyos para bendecir a otros

hombres y mujeres.

Nunca podrás amarle en demasía. Nunca podrás invertir demasiado tiempo con Él ministrándole

primeramente. Porque Tú “Señor, eres digno de recibir la gloria y la honra y el poder; porque Tú

creaste todas las cosas, y por Tu voluntad existen y fueron creadas. (Apocalipsis 4:11).

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TESTIMONIO

Por: Claudia Juárez

uy amada familia de Dios:

Por voluntad de nuestro Padre deseo compartirles un testimonio personal respecto

al tema de “ministrar al Señor”.

Por la gracia y la misericordia de Dios en los meses de octubre a diciembre del

año 2009, nuestro amado Padre comenzó a darme luz, junto con otros muy amados hermanos,

respecto al tema de la adoración. Tuve varias visiones y revelaciones que me mostraron lo que es la

adoración en espíritu y en verdad de la cual hablan las Sagradas Escrituras y que expone este libro.

Milagrosamente, porque yo así lo considero, meses después, Dios nos hizo llegar como un precioso

regalo este maravilloso libro “Ministrando al Señor- El Poder de Su Presencia”.

Entre las visiones que el espíritu me mostró, deseo compartir una en particular. Esta visión la recibí

meses antes de siquiera saber que existencia este libro: Me encontraba yo dormida, y en alguna hora

de la madrugada Dios me despertó y pude ver a muchas personas gimiendo y reclamándole a Él,

“escupiéndole, arrojándole en la cara” su profundo dolor y tristeza pensando que Él es el autor de

todo el mal que les sucede a ellos y al mundo. Pude ver y sentir el tremendo clamor que llega hasta

Sus oídos desde la tierra. Después Dios me dijo: “! Te necesito! ¡Minístrame el corazón!” Y sentí

la profunda necesidad de recibir amor en el corazón de nuestro Padre. Yo me quedé simplemente

atónita. Le pregunté: “¿Cómo es que el Creador de los cielos y la tierra me necesita „a mí‟ que soy

menos que un granito de arena en el universo!!!?” ¡Simplemente me parecía increíble lo que Él me

decía!!! Pero mi Señor insistió: “! Te necesito! ¡Minístrame el corazón!”.

Yo había leído la expresión de “ministrar” en el libro de 1ª Samuel, en donde dice que “Samuel

ministraba a Jehová”, pero en realidad este concepto era nuevo para mí, sin embargo, el espíritu me

mostró lo que me estaba pidiendo nuestro Dios. Lo que Él deseaba y me pidió con gran anhelo y

necesidad, fue que lo amara en adoración. Comencé a hablar en lenguas para ministrarlo,

adorándolo y alabándolo con amor diciéndole lo que nacía de mi corazón de Cristo: lo hermoso y

maravilloso que Él Es y le agradecí por Su bondad, Su amor, Su gracia y Su misericordia. No puedo

recordar las palabras exactas que usé aquella noche, pero habrán sido algo muy similar a lo

siguiente:

¡Oh Padre mío te adoro y te alabo mi Señor! Eres tan bueno, hermoso, tan sublime y

misericordioso! ¡El Rey majestuoso de Tu creación, el Todopoderoso, el Altísimo! ¡No hay ningún

otro como Tu! ¡No hay bien fuera de Ti! ¡Eres el Primer Amor de mi vida! ¡Tuyo es el Reino, el

poder y la gloria! ¡Eres muy digno de ser alabado, bendecido, glorificado, exaltado y adorado! ¡Te

amo con todo mí ser Señor, Dios y Rey mío! ¡Eres maravilloso! ¡Glorioso! ¡El Dios eterno,

misericordioso, rico en gracia y asombroso! ¡Eres mi precioso Tesoro!,! Eres la alegría y la fuerza

de mi corazón, por Quien vivo y existo! ¡Abba Padre…te amo entrañablemente mi Señor! ¡Así

clama mi espíritu! ¡Te adoro y te alabo con todo mí ser!!...

M

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El recurso de hablar en lenguas y adorarle perfectamente con palabras dadas por el espíritu es

maravilloso. Sin embargo, la verdadera adoración envuelve más que sólo hablar en lenguas, ¡y de

ninguna manera menosprecio esta o cualquier otra manifestación del espíritu! ¡Es simplemente que

el amor de Dios siempre es el camino más excelente!

1ª Corintios 13:1-3:

Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena,

o címbalo que retiñe.

Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal

manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.

Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser

quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.

No tengo idea del tiempo que transcurrió mientras lo ministraba, pero aquella “necesidad urgente”

que sentía mi espíritu por ofrendarle mi amor y mi adoración, cesó y después de un rato

simplemente volví a dormirme.

Recientemente, se ha levantado una controversia entre algunos hermanos, respecto a este libro y a la

palabra “ministrar”, argumentando que es impropio, inadecuado o inexacto usarla como sinónimo

de adoración, ya que, dicen ellos, “ministrar” era el servicio que los sacerdotes hacían en el Antiguo

Testamento.

Bueno, pues “ministrar” es simplemente “dar, suministrar algo a alguien que lo necesita”, así lo

define el diccionario.

Ministrar o servir a Dios, no es sinónimo de adorar. Adorar es parte de ministrar, pero “ministrar a

Dios” es simplemente DAR A QUIEN ES DIGNO DE RECIBIR TODA LA GLORIA, LA

HONRA, LA ALABANZA, EL HONOR Y EL PODER, como hemos leído de las Sagradas

Escrituras en este pequeño libro. Pero, ¿¡Qué podemos darle al Altísimo Señor que creó los cielos y

la tierra!!?: NUESTRO PROFUNDO AMOR, RECONOCIMIENTO, VENERACION Y

AGRADECIMIENTO.

En la iglesia en la que he crecido y convivido por años, se usan expresiones tales como: “ministrar

sanidad” o “ministrar el Pan de Vida” o “ministrar en ciertas situaciones de asuntos espirituales”.

La Biblia habla de “ministrar a los santos” en el Nuevo Testamento” (Romanos 15:25), En 2ª

Corintios 9:1, habla de “la ministración para los santos” hablando de las ofrendas que se usan para

suplir las necesidades de las iglesias con carencias materiales. Sí, el Antiguo Testamento habla

también de ministrar como el servicio que hacían los levitas en el templo, pero también se ve en la

Biblia este uso de “dar algo a alguien que lo necesita”.

A Dios DAMOS o MINISTRAMOS alabanza y adoración en comunión con Él. A los que requieren

sanidad DAMOS o MINITRAMOS sanidad con el poder y la autoridad que se nos ha otorgado en

Cristo. A los que no conocen la Palabra o que necesitan escucharla, les DAMOS o

MINISTRAMOS el Pan de Vida. Esta explicación es muy simple.

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El espíritu de Dios es Quien nos guía y muestra a cada hijo Suyo toda la verdad. No tengo

necesidad de defender este libro, porque es Dios mismo Quien lo ha prosperado y Quien lo seguirá

haciendo prosperar, conforme a Su Voluntad. Es Dios mismo Quien lo hará llegar a aquellos que Él

desee y esté llamando a una intima comunión con Él. Pero nuestro Padre me ha expresado Su

Voluntad de que yo comparta mi testimonio. Él me habló de esta palabra “ministrar” antes de yo

siquiera saber que existía este libro, este concepto me lo mostró el espíritu, y será Su Voz quien les

muestre a cada uno de ustedes la verdadera adoración en espíritu y en verdad.

También deseo dar testimonio de cómo las reuniones en las que he participado “ministrando al

Señor” son asombrosas. La nitidez de Su Presencia en estas reuniones es sublime y maravillosa

cuando le adoramos y alabamos con todo el amor de Dios en nuestro corazón. En particular quiero

hablar de una reunión en la que participé en Valencia, España en el verano de 2010 durante una

visita que hice a los santos en la Península Ibérica.

La iglesia de Valencia es una reunión en casa floreciente y muy amorosa a la que fuimos invitados

varios amadísimos hermanos en Cristo de Portugal y yo, que venía de México, entre ellos Juan Luis

Molina, mi amado hermano con quien he traducido este libro. Las reuniones fueron llenas del calor

y gran ternura del amor de Dios. Nuestra tan hermosa familia en Cristo ahí nos recibió con gran

expectación, agradecimiento y muchísimo amor de Dios. Una de las reuniones la dedicamos muy

específicamente a ministrar a nuestro Padre, aunque libremente puedo decir que los días de nuestra

estancia en Valencia, ministramos a nuestro Dios juntos todo el tiempo. Tuvimos una deliciosa y

muy rica comunión cantando y alabando a nuestro Dios, compartiendo el pan juntos y compartiendo

sobre la bendita gracia de Dios en las Sagradas Escrituras. Sin embargo, esta reunión de la cual doy

este breve testimonio, fue especial. Quisimos derramarle juntos el corazón a nuestro Padre

alabándolo, cantándole, orando, dando acciones de gracias y manifestando el espíritu santo por

medio de palabra de profecía y hablar en lenguas con interpretación. ! Fue maravilloso! Cada hijo

Suyo ahí, caímos de rodillas en nuestros corazones conmovidos por la Presencia de Dios entre

nosotros, El descendió y nos ministró el corazón a cada uno. Muchos derramaron lágrimas de amor

y agradecimiento hacia nuestro Padre por Su liberación que en ese momento recibimos. Todos

reconocimos que la Presencia de nuestro Abba nos estaba acariciando el corazón y manifestándonos

Su amor eterno e inconmensurable. Muchas sanidades se dieron lugar ese día, del cuerpo, del alma

y liberaciones de espíritus inmundos sin necesidad de ministrar a nadie. Yo personalmente fui

sanada de un malestar físico que me había sobrevenido unos días atrás. Nuestro majestuoso y tierno

Abba se desbordó sobre nosotros, mientras nosotros nos desbordamos a Él. Su Presencia nos sanó

tierna y maravillosamente.

Vivo muy agradecida a nuestro Abba Padre por el gozo y la luz de este entendimiento que se ha

abierto frente a nuestros ojos sobre “ministrar al Señor” y el tremendo poder que hay en Su

Presencia. Buscar el Rostro de nuestro Dios “a puerta cerrada” en profunda intimidad con Él, es

un verdadero y maravilloso deleite, honor y privilegio que nos ha sido dado sólo por Su bendita

gracia y el sacrificio perfecto de nuestro amado Señor y Salvador Jesucristo. Con su muerte y

resurrección tenemos el derecho de presentarnos en el Lugar Santísimo, en la mismísima Presencia

del Dios Todopoderoso lavados por su sangre, justificados por su sacrificio. Esto sólo es posible por

la infinita gracia y misericordia de Dios y jamás por obra u esfuerzo humano alguno. Sólo

Jesucristo, nuestro amado Salvador, es El Camino, La Verdad y La Vida.

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Ministrando al Señor- El Poder De Su Presencia Página 53

Mi Dios me ha enseñado por medio del espíritu que no hay mayor regocijo y deleite en este mundo

que tener una muy intima y personal relación con nuestro Dios y Padre. La adoración nos lleva Cara

a cara con Él y Dios se revela a Si Mismo a nosotros: nos muestra Su apacible quietud, Su

asombrosa ternura, Su dulzura, Su inconmensurable, infinito e incondicional amor eterno y nos

revela Sus altísimos caminos y pensamientos. Nuestro muy generoso Abba nos envuelve y abraza

en la relación más cálida, tierna, amorosa y llena de libertad que jamás soñamos tener y nos

manifiesta el regocijo con el que Él recibe nuestras ofrendas de amor en adoración. ! Qué

hermosísimo e indescriptible privilegio!

Los que hemos descubierto el tesoro que hay en ministrarlo, constantemente derramamos lágrimas

de gozo y agradecimiento ante Su sanadora y majestuosa Presencia. Llegamos a conocer cada día

un poquito más del amoroso corazón del Todopoderoso, a Aquel que los cielos de los cielos no

pueden contener, a Aquel que nos ha amado, esperado y anhelado desde antes de la fundación del

mundo y que entregó a Su más preciado Tesoro por nosotros: Su hermoso Unigénito.

Cuando Dios comenzó a revelarse a mí muy vivamente después de muchos años de conocer las

Sagradas Escrituras, yo le pregunté porque podía verlo con tanta nitidez y claridad justo ahora. Él

me llevó a Mateo 7:7-11:

Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe;

y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.

¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra?¿O si le pide un

pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a

vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le

pidan?

¡El que busca, encuentra! ¡Busca a tu Dios! ¡Busca Su Rostro cada nuevo amanecer! Búscalo de

todo corazón y pídele que se manifieste a ti! ¡El está deseoso de mostrarte Su amor, ternura y

dulzura! Ciertamente Dios te responderá porque es muy amoroso y fiel, ¡Eres Su hijo muy amado!

¡Él es tu Padre que te ha esperado desde antes de la fundación del mundo! ¡Ninguna cosa creada

puede separarte de Su amor!

Dios te bendiga.

Con gran amor en Cristo,

Claudia Juárez.

¡Te alabo Dios, Señor y Rey mío por tu grandeza, gloria y poder!

Dios mío…Abba mío, ¡enséñame a hacer tu voluntad!, porque tú eres mi Dios, tu buen espíritu me

guie a tierra de rectitud. ! Enséñame a glorificar y alabar tu Santo Nombre! ¡Bendito seas por tu

misericordia que más alta que los cielos y mejor que la vida ¡Exaltado seas sobre los cielos, sobre

toda la tierra sea Tu gloria! Santo, Santo, Santo.

¡Te amo Abba mío! ¡Te exaltare mi Dios, mi Rey y bendeciré tu Nombre, eternamente y para

siempre, cada día te bendeciré!

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Salmos 63:1-5

Dios, Dios mío eres tú; De madrugada te buscaré;

Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, En tierra seca y árida donde no

hay aguas,

Para ver tu poder y tu gloria, Así como te he mirado en el santuario.

Porque mejor es tu misericordia que la vida; Mis labios te alabarán.

Así te bendeciré en mi vida; En tu nombre alzaré mis manos.

Como de meollo y de grosura será saciada mi alma, Y con labios de júbilo te

alabará mi boca.

Salmos 108:3-5

Te alabaré, oh Jehová, entre los pueblos; A ti cantaré salmos entre las

naciones.

Porque más grande que los cielos es tu misericordia, Y hasta los cielos tu

verdad.

Exaltado seas sobre los cielos, oh Dios,

Y sobre toda la tierra sea enaltecida tu gloria.

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TESTIMONIO

Por: Gracinha Bento

Alabanza:

¡TODA LA GLORIA LA HONRA Y EL PODER PARA NUESTRO AMADÍSIMO

ABBA PADRE!!! TÚ ERES DIGNO DE NUESTRA PLENA ADORACIÓN. TU ERES

NUESTRO PRIMER AMOR Y SABER QUE NOS MIRAS CON TAN

INCONMENSURABLE AMOR. NOS DERRITE EL CORAZÓN. ¡DERRAMAMOS

LÁGRIMAS DE GOZO AL VER TU TIERNA MANO QUE NOS ACARICIA EL

ROSTRO Y POR TU COBIJO Y ABRAZO ETERNOS! ¡NOS POSTRAMOS EN EL

CORAZÓN ROSTRO EN TIERRA Y A TUS PIES! ¡ABBA!, ¡AMADÍSIMO PADRE!

¡TU ERES NUESTRO MÁS HERMOSO SUEÑO QUE SE VOLVIÓ NUESTRA

BENDITA REALIDAD!!!!

Mis amadísimos hermanos:

¡Dios nos siga bendiciendo como siempre!

La adoración es un tema muy presente en nuestra relación con Dios. Cuando repaso las

Escrituras, veo en ellas el inmenso poder que se desborda de Dios cuando las personas lo

adoran de todo corazón y se encomiendan en Sus Manos. Roxanne Brant dice que "a

medida que adoramos a Dios, las personas sanan y Dios desciende sobre ellas. Pero lo más

maravilloso es la nítida sensación de Su Presencia." Pensaba en Ana, la madre de Samuel y

en cómo devolvió a Dios lo más precioso en su vida. Sólo lo mejor fue suficiente en el

corazón de esta mujer para ofrecerle a Dios y expresarle su profundo agradecimiento. Su

“ungüento de mucho precio” fue lo que ofreció en alabanza y para glorificar la Santa

Majestad de Dios, que era el hijo que no tenía y por el cual era menospreciada por la otra

mujer de Elcana su marido.

Qué impacto tiene sobre el corazón de Dios cuando le damos no sólo nuestra vida, sino la

disposición del corazón para decirle que no hay nada en este mundo que se compare con Su

Presencia.

Que hermoso y significativo es el pasaje en Marcos 14:3-8, donde dice que María vino a

Jesús con un vaso de alabastro con perfume de nardo puro de mucho precio, y quebró ese

vaso de alabastro y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús y algunos dijeron: “¿Para

qué se ha hecho este desperdicio de perfume? Porque podía haberse vendido por más de

trescientos denarios, y haberse dado a los pobres.” Ella dio al Señor Jesucristo lo más

precioso que tenia, aunque para los demás haya sido un desperdicio, incluyendo a los

mismos apóstoles. Podemos aprender de este pasaje la forma en cómo podemos darle a

nuestro Dios también lo más precioso que tenemos.

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Cuando somos inundados por el amor y la gracia de Dios, nuestro “vaso de alabastro”

(nuestro ser entero) desea derramarle un amor único y escogido a Él, por ejemplo, cantando

en lenguas para adorarlo, ¡como Pablo y Silas en la cárcel cantaban himnos y se sacudían

los cimientos de la misma! ¿Cómo no va nuestro Padre a manifestarse cuando le ofrecemos

nuestra plena adoración con todo el amor en el corazón? Esta ofrenda, es de olor grato a

Dios cuando “desperdiciamos” nuestras vidas para Él, porque nos damos por muertos en la

vieja naturaleza y es Cristo ahora quien vive en nosotros para glorificar al Padre.

En el libro de Bullinger-La Cueva, “Diccionario de Figuras de Dicción” se ve la actitud del

corazón de Jesús alabando a Dios, en medio de la tribulación:

“En aquel tiempo, respondió Jesús y dijo, es decir, tomó Jesús la palabra y dijo. De

esta forma solemne, se centra nuestra atención en lo que dijo: “Te alabo Padre,

etc.”Asimismo, se nos hace observar que Jesús “respondía” a las circunstancias de

“aquel tiempo”. ¿Qué circunstancias eran éstas? Juan el Bautista había enviado a sus

discípulos para esclarecer sus dudas sobre si Cristo era el Mesías prometido o no

(Mateo 11:2-6); la gente se había burlado de Juan y de Jesús mismo (v.16-19); las

obras maravillosas de Jesús parecían no producir fruto alguno (v.20-24). Pero,

precisamente, “en aquel tiempo”, cuando todo parecía terminar en fracaso, el Señor

Jesús descansa en sumisión completa a la voluntad del Padre, y ofrece descanso a

todos los que se hallen fatigados y cargados, etc.”(v. 28,29).

No siempre son felices las circunstancias para nosotros, como no lo fueron para Jesús, pero

siempre hay una oportunidad para adorar a Dios porque Él es digno de recibir toda la

gloria, la honra y el poder.

Nunca pude imaginar la cercanía que nuestro Padre desea tener con cada uno de nosotros.

Lo que estoy viendo y disfrutando más claramente en estos últimos tiempos es la intimidad

que Dios desea ardientemente tener con cada uno de Sus hijos y cómo, con en Él, tenemos

absolutamente todo. Es indescriptible cómo El Padre tiene siempre la última palabra, Él

reina y gobierna en nuestras vidas si así se lo permitimos.

En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor

del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y

las revelaste a los niños. Mateo 11:25

¡Hermoso! ¿verdad? Deseo aprovechar esta oportunidad para dar un testimonio de algo que

Dios me mostró hace ya muchos años y que jamás podré olvidar. Vi como la naturaleza

rindió alabanza a Dios en un momento especial. Era el final de una clase de la Palabra de

Dios en que muchos estábamos reunidos con el propósito de renacer del espíritu de Dios, y

en consecuencia todos hablaríamos en lenguas. Mientras desbordábamos esos ríos de aguas

vivas, yo muy llena de gozo, abrí mis ojos y esto es lo que vi: ¡Las hojitas de una planta

empezaron a dar palmadas!, ¡como las manos de un hombre que con regocijo rinde

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alabanza y adoración a Dios! La naturaleza misma dio un grito dando gloria al Creador y

proclamó su alabanza dando palmadas de aplauso al ver derramarse el espíritu santo sobre

nosotros.

Porque con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos; los montes

y los collados levantarán canción delante de vosotros, y todos los árboles del campo

darán palmadas de aplauso. Isaías 55:12

Que tremenda señal fue para mí y hoy pienso que es un ejemplo a seguir, deseamos en el

corazón rendirle nuestra plena adoración alabando a Su Santa Majestad dando palmadas de

aclamación y alabanza a Dios con palabras de nuestro entendimiento o en lenguas por sus

increíbles hechos ¡Esto fue para mí realmente inolvidable!

No me canso de leer el relato de Josafat y de ver la gracia de Dios para su pueblo. En ese

entonces, todavía no había venido Cristo quien venció por nosotros, todas las batallas. Es

asombroso darnos cuenta de lo que Dios dice: Que en esa ocasión no iban a pelear ellos,

“porque no es vuestra la guerra, sino de Dios”. Su pueblo solamente le alabó y vio delante

de sus ojos la salvación de Jehová. En la traducción en portugués que es mi idioma natural,

dice que ¡ordenó cantores que alabasen a la Santa Majestad de Dios y que ellos salieron

delante de la gente armada! ¡Qué confianza de ir a “pecho abierto” al encuentro de una

gran multitud enemiga, sabiendo que Dios los iba a librar! “Y cuando comenzaron a

entonar cantos de alabanza”, el enemigo se encargó de aniquilarse a sí mismo. Este no

sería nunca el orden de prioridades de un estratega militar, sin embargo, Josafat escogió

hacer la voluntad del Padre que era empezar a entonar cantos de alabanza.

Entonces Josafat se inclinó rostro a tierra, y asimismo todo Judá y

los moradores de Jerusalén se postraron delante de Jehová, y adoraron a Jehová. Y se

levantaron los levitas de los hijos de Coat y de los hijos de Coré, para alabar a Jehová el

Dios de Israel con fuerte y alta voz.

Y cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, Jehová puso contra los hijos de

Amón, de Moab, y del monte de Seir, las emboscadas de ellos mismos que venían contra

Judá, y se mataron los unos a los otros

Y todo Judá y los de Jerusalén, y Josafat a la cabeza de ellos, volvieron para regresar a

Jerusalén gozosos, porque Jehová les había dado gozo librándolos de sus enemigos. Y

vinieron a Jerusalén con salterios, arpas, y trompetas, a la casa de Jehová. 2 Crónicas

20:18, 19, 22, 27,28.

Deseamos “quebrar nuestro vaso de alabastro” y “derramar sobre la cabeza de nuestro

Dios” el mejor ungüento que es adorarle, si es posible, las 24 horas del día. ¡Nadie, ni nada

es más precioso que nuestro Padre! Todo nuestro tiempo, recursos y disposición del

corazón no serán nunca demasiados para Quien es digno de toda la alabanza y adoración.

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Cuando se alumbran los ojos de nuestro entendimiento espiritual sobre la naturaleza

amorosa de nuestro Padre, sabemos que todo el trabajo en beneficio del alma humana (la

obra del Señor) es precioso y valioso solamente cuando ocupa el lugar apropiado. No hay

nada superior al Padre a Quien servimos con nuestra adoración. Adorar a nuestro Abba

Padre es como la “buena obra” que María hizo con el Señor Jesús ungiéndolo antes de su

muerte y sepultura. “Siempre tendréis a los pobres con vosotros y cuando queráis les

podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis”. Estas palabras del Señor Jesús

establecen claramente la prioridad que es servir al Señor de la Obra, a nuestro

Todopoderoso Dios. Su Majestuosa Presencia y Sus sublimes pensamientos ciertamente se

manifiestan cuando le entregamos nuestras vidas por completo en adoración y amor.

Adorando al Señor,

Gracinha Bento

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ALABANZA

La Consecuente Adoración a mi Padre Celestial

Por Charo Quesada

eseo expresarte oh Padre mío, el profundo sentir que TU AMOR produjo en la más

íntima partícula de mi ser. Pero dime Padre mío: ¿Cómo lo haré? ¿En lenguas?

¿Lenguas angélicas, que según aprendimos es la oración perfecta? Oh Padre

amado, mi espíritu clama con ardientes deseos de decirte: “cuánto te amo, consecuencia de

Tu sublime amor por mí” también con palabras humanas que entiendo, porque Tú Padre

mío despertaste en mí este sentir.

¡Oh mi bendito Creador! Si Padre, Te entiendo como mío, exclusivo, íntimo y personal,

este eres Tú, esta es Tu ilimitada e incondicional naturaleza: ¡Tu AMOR el cual sobrepasa

todo entendimiento!

Recuerdo “a fuego”, cómo me esperaste, callando de amor Padre, ¡cómo amándome me

cautivaste! Así Padre nuestro conquistas y cautivas los corazones de cada uno de Tus hijos.

SOFONÍAS 3:17 Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti

con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos.

Padre, Tú eres el único que mereces toda la Gloria, todo loor, toda alabanza, toda

reverencia… Si Padre, ante Tu majestuosidad y magnificencia toda rodilla que te conoce

Cara a cara se dobla para “adorarte en espíritu y en verdad”.

¡Ohhh Padre cuánto callaste amándome, cuanto me esperaste Padre mío! Y, es tanto el

efervescente júbilo que produce Tu Espíritu en mi ser Dios, que mi espíritu se presenta ante

Ti Dios mío para servirte, para adorarte y reverenciarte. Te canto himnos de alabanza, Te

bailo danzas con mis mejores atuendos Padre mío. ¡Cuánto honor y privilegio Padre amado,

cuánto descanso y paz concedes por Tu bendita gracia a mi ser Padre, pudiendo

presentarme ante Ti, sin nada más que ofrecerte, que la consagración de todo mi ser, tuya

soy Padre para adorarte y exaltar Tu Santo Nombre eternamente!

Tu hijita, Charo Quesada

D

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ALABANZA Y ADORACIÓN

Por Juan Luis Molina

mado Teófilo:

Hoy, mientras venía a casa cabizbajo pensando en un montón de cosas, quejándome

de todo con el Padre y diciéndole que mandase ya de una vez por todas al amado en

las nubes, se puso un mirlo a cantar a pocos metros de donde yo estaba, y me dijo el

espíritu: ¡Eh, tú! ¡Pues mira! Éste aquí, mientras tú te pasas la vida quejándote, él

se la pasa alabando con sus trinos al Padre. - De repente, fue como si recordase las palabras de las

clases en las que fui instruido cuando comencé en la Palabra y me cuestioné lo siguiente: Si al mirlo

éste, le están saliendo con sus trinos, alabanzas al Altísimo, entonces, ¿qué clase de trinos pueden

ser estos? ¿Angélicos o de aves? y me volvió a hablar el espíritu diciendo: No midas tanto la menta,

el eneldo ni el comino y atiende a lo que verdaderamente te estoy diciendo - “Pero, Padre”, repuse

yo - El mirlo tiene muchos tipos de trinos, o a mí por lo menos eso me parece cuando los escucho.

Si los oigo en mi jardín por la mañana temprano, me suenan como un clarín de trompetas de júbilo

y, si los escucho al atardecer, entonces me parecen gemidos de felicidad y satisfacción. Así que, lo

mismo que le sucede al mirlo, nos sucede a nosotros que tenemos lenguas angélicas y humanas: Sí,

en todos los trinos del mirlo y en todas nuestras lenguas humanas o angélicas que provienen del

espíritu, puso el Altísimo este íntimo deseo de alabar al Creador.

Amada familia, todos los “trinos y clarinetes” que trae nuestro Cristo alaban al Padre. Lo mismo

para lo que hizo al mirlo, hizo a todas Sus criaturas el Creador: A todas las ha hecho Dios y a todas

ellas las destina Él para Su gloria y alabanza. Cristo no es ninguna excepción a ésta regla. Él fue

creado para adorar y alabar al Padre. Y el bendito milagro es que nosotros podemos hacer lo mismo

que él, presentarnos al Padre con la misma justicia que tiene Cristo Jesús y poder ver con él

sentaditos a los pies del Padre Sus magníficos escenarios. Porque, sin ver estos majestuosos

escenarios, de ninguna manera podrá salir por nuestros labios la verdadera exclamación: esa voz,

ese clamor, ese grito de victoria de emoción y júbilo. Adoración tiene que ver más con este grito de

júbilo que con cualquier otra cosa. Es decir, la verdadera adoración sería como la exclamación de

un niño de pecho habiendo quedado satisfecho de la leche que ha bebido y por todo el amor con que

lo ha inundado su madre. Tiene que ver con la risa de plena satisfacción que se le dibuja al niño en

su rostro, a esto lo denomina mi espíritu la verdadera alabanza y adoración.

La verdadera adoración, la que sale de nuestro Cristo hacia el Padre, es algo en lo que los ángeles

ponen su atención y añoran mirar. Ellos desean estar presentes cuando eso sucede. Y además,

también es algo que no pueden soportar los oídos de los espíritus inmundos. Hay un poder

impresionante en medio de la verdadera adoración. Se consiguen victorias asombrosas y

contundentes sobre el adversario y todas sus moscas cuando se destapa la adoración y alabanza al

Altísimo. A nosotros se nos encendieron las antorchas -como a Gedeón en la batalla contra los

Madianitas- mientras entonábamos alabanzas y adoraciones en íntima comunión con nuestro Abba.

Dice nuestro Dios:

A

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Esperando al amado en las nubes, hasta que Yo lo mande, quiero rodearte de mis mensajeros los

ángeles; porque a ellos les deleita el trino que tiene tu nuevo hombre para Mi, Tu Padre y no

permitirán que dardo de fuego alguno te toque. En medio de tu adoración y alabanza, todo se

vuelve un suave vientecillo dulce, agradable y apacible.

Por eso y muchas otras cosas más, ha sido un gran privilegio para nuestras vidas que Dios nos

acercase el trino de Su mirlo Roxanne Brant en éste libro "Ministrando al Señor": porque con él nos

abrió nuestro Abba el entendimiento en Su verdadero propósito: ¿Cuál es la verdadera finalidad

para TODO lo que ha sido creado por nuestro Abba Padre? O antes o después, toda la creación

acabará a Sus pies recostadita, entonándole las más suaves y dulces melodías al Altísimo, en medio

de una orquesta perfecta y divina de Cuerpos celestiales.

En Su amor primero,

Juan Luis Molina.