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Mujeres: X Historias, artes y ofici 8 de Mao de 2013

Mujeres: Historia, Artes y Oficios

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Folleto como reconocimiento a las mujeres UIC que han contribuido con su presencia y aportaciones a la promoción de la dignidad humana en términos de equidad entre hombres y mujeres, que significa labrarnos un mejor destino.

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Mujeres: Historias, artes y oficios

Mujeres:XHistorias, artes y oficios

8 de Marzo de 2013

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Contenido

Más brillante que la luna

Claudia, Una mujer modelo

Elevar desde nuestras raíces la fuerza profunda del alma

Elizabeth, la tejedora de sueños

Si Eva fuera un libro

Dicha plena de mujer

Aprender, enseñar, traducir: Luz

Plenitud y decisiones de vida

Rufina, Una mujer natural

Una pérdida, un destino exitoso

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Ilustraciones

Más brillante que la lunaJimena Alexis Alonso Conde

Claudia, Una mujer modeloAdriana Sarusi Bahena Pérez

Elevar desde nuestras raíces la fuerza profunda del almaAdriana Sarusi Bahena Pérez

Elizabeth, la tejedora de sueñosRoberto Ulises Pimentel Bermudez

Si Eva fuera un libroAna María Gómez Mayorga

Dicha plena de mujerAdriana Sarusi Bahena Pérez

Aprender, enseñar, traducir: LuzJimena Alexis Alonso Conde

Plenitud y decisiones de vidaAurora Natalia Cedillo Alonso

Rufina, Una mujer naturalAna María Gómez Mayorga

Una pérdida, un destino exitosoJimena Alexis Alonso Conde

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Recuperar la presencia vital de 10 mujeres UIC es una forma de destacar su actividad y a la vez enfatizar la importancia de conmemorar a la mujer anónima, a la mujer de todos los días. A manera de memoria colectiva, iluminaremos, a con-traluz, la imagen y los distintos momentos que han querido compartirnos nuestras protagonistas, cuyas nutridas historias las han sacudió, han alterado sus vidas y las han transformado, para hacerlas ser quien son.

Es un homenaje para resaltar la presencia femenina en la UIC, que va más allá de personajes acartonados, de heroínas o mujeres de ficción, cuya perfección o aportación resultaría tan excelsa como increíble. Por el contrario, hablaremos de mujeres de carne y hueso. A través de historias contadas de diversas maneras y estilos, conoceremos la riqueza de sus mundos particulares, de sus dispares trayec-torias individuales, culturales y académicas; de los riesgos que han corrido y, segu-ramente, encontraremos los rasgos comunes que las unifica como seres femeninos.

En el marco del Día Internacional de la Mujer, la Universidad Intercontinental a través de su Dirección General de Formación Integral (DGFI), celebran 10 años de edición de los folletos alusivos a temáticas relevantes en torno a la presencia y desarrollo sociohistórico de las mujeres, hoy ponemos en sus manos el núm. X Mujeres: Historias de vida, artes y oficios.

Las historias son una forma de echar un vistazo al interior de cada una de estas 10 mujeres, para conocer de dónde proviene la fuerza que les ha permitido realizar la travesía de la vida. Las mujeres presentadas aquí, comparten tres ras-gos: ser combativas, emprendedoras y perseverantes. Todas dan sentido a esta conmemoración con sus obligaciones y rutinas; con sus esperanzas y reclamos; con sus utopías y aspiraciones de querer ser en las distancias necesarias y los acercamientos indispensables.

Las historias han sido escritas por compañeras y compañero de los distintos Departamentos que conforman la DGFI: Departamento de Impulso Social y Em-presarial, Departamento de Integración Humana y Difusión Cultural. Cada uno de los textos está acompañado por una ilustración realizada por personas generosas que, gustosamente, se han unido al homenaje.

Sin ningún orden de importancia, sólo alfabético, se presentan las historias de:

Celina López Farías, Claudia Paulina González, Claudia Vara López, Elizabeth Jiménez Alonso, Eva González Pérez, Guadalupe Anaya Hernández, Luz María Vargas Escobedo, María Guadalupe Yolanda Valero Princet, Midelvia Viveros Pau-lin y Rufina Ruiz Hernández.

Solo resta agradecer a cada una de ellas, por habernos concedido penetrar en su experiencia de vida para dar cuenta de lo que les ha permitido reinventarse y enseñarnos lo que vale cada proeza cotidiana.

Mayela Limones Muñiz8 de marzo, 2013

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En un instante, la ventana abier-ta. Lo que sus palabras podían decir, sus ojos lograron confirmar. Será por ello que el mejor de los recuerdos, en la mayoría de nosotros, es la figura femenina que nos relata una historia antes de sosegarnos. Así las frases poco a poco se entretejieron para conformar la historia de una mujer que entrelaza significados en la vida de a quienes les comparte una pa-sión de vida.

Inquieto e incesante por los pasi-llos se ve su andar. Los ojos; brillan-tes, la sonrisa; impecable, el ánimo; majestuoso, y la inteligencia; vivaz. Tal cual la imagino jugando sobre los camellones y bulevares porfirianos, nostálgicos y ambiciosos del estilo parisino, en la Colonia Roma, hasta que la topografía se convirtió en un instante, tan largo e inolvidable, en algo gris como el peor de los recuer-dos arrumbados, 1985.

-Nadie lo ha visto- El rezumbar de frases como esta, no sólo en el coti-diano hablar durante esos días, sino en el corazón que guardaba una es-peranza en todos aquellos que ansia-

ban, que lo ocurrido no fuera verdad, así también rezumbó en sus recuer-dos. En la fotografía de un lugar irre-parable, irreconocible, irrecuperable, se detuvo el devenir de los años de esa ciudad inexistente, que conformó poco a poco el principio de su ado-lescencia.

No obstante, eso no fue una mar-ca tan profunda como el luto por el amor incondicional que perdió antes de lo sucedido. El sonreír, platicar, pelear, compartir, disfrutar, vivir, so-ñar y llorar con ese hermano que se marchó, no sucedió más. Así como tampoco la presencia de una madre a la que se le fue parte del alma con la ausencia de ese mismo amor, pero ¿a quién no? Es como vivir sin la mitad de ti, y sin querer seguir.

Morelia fue el entorno para co-menzar una vez más. Nunca fue fácil. El estigma de ser citadina no se per-dona. No se lo perdonaron. Y a pesar de su mirar profundo y de la sencillez de su alma, lo diferente siempre les provocó incomodidad. Pero no hubo nada que pudiera quebrantar el ca-rácter de una joven en construcción.

Más brillante que la luna

Ranmses Ojeda

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En las aulas universitarias, entre el profundo placer que le provocaba leer los clásicos y las teorías sobre el lenguaje, no sólo se consolidó su in-teligencia, talento, sentido humanis-ta y pasión por la literatura, también la mujer que transformaría en sus estudiantes la perspectiva sobre el mundo, y la que enfrentaría, al igual que tantas, un mundo que favorece a lo masculino.

De la misma naturaleza que con-forma las memorias, así la luz en sus ojos proyectó lo que pertenece ex-clusivamente a una mujer, la magia de ser madre. El sentido de persis-tencia y la fortaleza se magnificaron cuando por primera vez, entre su cuerpo y el corazón, se conformaba una nueva existencia. Entre dudas y miedo, lo inevitable estaba presente; desafiar la dualidad de ser madre y padre de la hermosura que se convir-tió en la razón de su vida durante su muy temprana juventud.

Ahora de nueva cuenta la oportu-nidad de generar una vida ha suce-dido. Entre sus brazos la evidencia de que las maravillas de la existencia

se encuentran en la inocen-cia del sonreír de un hijo, y no hay algo que se compa-re con eso. Y todo se deja atrás, para convertirnos en su guía ante un mundo que nos parece amenazante.

El trabajo que ostenta una mujer como ella ha he-cho sentido en los estudian-tes que la recuerdan como una de las más memorables maestras del Bachillerato de la Universidad Intercon-tinental. No obstante, no sólo sus enseñanzas del co-nocimiento en el aula per-mean en ellos, sino también todas aquellas que no son visibles hasta el momento en que se dan cuenta que

aprendieron de ella mucho más de lo que pensaban.

La sonrisa impecable, los ojos brillantes, y la claridad de un pen-samiento que no tiene confines, le pertenecen a Celina López Farías. Docente, escritora, madre, esposa; mujer. Ella conforma la gente que nos es muy importante en nuestra univer-sidad, pero más en nuestra vida.

Ranmses Ojeda Barreto

Maestro en Guionismo por la Universidad Intercontinental. Escritor, artista escénico y docente. Encargado de Intercambio Cultural del Departamento de Difusión Cultural en la UIC.

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8 de Marzo

Día Internacional de la Mujer

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Claudia, una mujer modelo

Martha Pérez Palomares

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La conocía de por lo menos tres años atrás. La veía por los pasillos del edificio América, en la cafetería, en los eventos que presentaba el Ensamble Musical, algunas veces actuando en obras de teatro del Grupo Represen-tativo y también la reconocía por su fotografía, imagen de ojos color miel y cabellera frondosa, plasmada en uno de los cuadernos de la UIC. Toda ella es una mujer agraciada.

Aquella mañana descubrí a una estudiante de 22 años, de Psicología, de octavo semestre. Ingresó a la UIC porque era amiga de una chica que estudiaba el bachillerato ahí. Al prin-cipio quería estudiar Gastronomía o Canto pero, finalmente, se decidió por Psicología; no porque quisiera ser “loquera”, más bien porque estaba convencida de que esa profesión ayu-da al desarrollo de las personas y ella quería acompañar a las personas en ese desarrollo.

En su adolescencia fue una estu-diante participativa, argumentaba los desacuerdos que tenía, aunque a ve-ces esa actitud le trajera algunos pro-blemitas. Ha sido una chica muy novie-

Las mujeres tienen fuerzas para todo… tienen cualidades especiales, son mujeres,

madres, hijas, amigas…

ra, pues cómo no si es una mujer muy bonita, pero, es hasta ahora que com-prende lo que significa una relación de pareja. Es amistosa, aún se reúne con un grupo de tres amigas de la secun-daria, comparten sus experiencias, tris-tezas, deseos, alegrías y caminos.

Para su formación le ha sido muy útil ser como es. Le gusta investigar y sabe perfectamente cómo aprende, lo cual se refleja en su buen prome-dio. La relación con sus compañeros al principio no fue fácil, pues es un grupo muy competitivo, todos están preocupados por aprender y ser los mejores, sin embargo, al pasar del tiempo poco a poco se ha conformado un grupo de amigos que comparten clases, intereses, alegrías, tristezas, amores, desamores, las fiestas, en fin, su vida universitaria. Los profesores le han compartido sus conocimientos teóricos pero sobre todo le han parti-cipado de su experiencia y vida profe-sional. Se relaciona bien con ellos, son accesibles, le escuchan, saben.

Ella aprovecha todo lo que ofre-ce la Universidad. En la Compañía de Teatro aprendió cómo moverse

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en un escenario, cómo realizar ges-tos de acuerdo con su personaje, y esto le ha ayudado para su carrera. En varias ocasiones la han felicitado por su actuación, recuerda con gusto cuando una maestra le dijo “se me puso la piel chinita”. En ese momento supo que podía transmitir emociones y, sí, sí se emocionó. En el Ensamble Musical hizo amigos y conoció otros lugares de la ciudad para ella antes inexistentes. Ha participado en tres Misiones, dos en Tlapa, Guerrero y una en Puebla, en las cuales disfrutó y conoció distintas experiencias hu-manas; descubrió otras realidades sociales, con personas desapegadas de las cuestiones materiales, quienes brindan todo lo que tienen. Para ella, lo mejor de estas experiencias es que “te conoces a ti mismo” y valorar la vida de los demás por ser personas.

Dos de sus pasiones son la fo-tografía y el modelaje. Le hubiera gustado ser modelo, pero es un am-biente muy difícil y está muy satura-do, textualmente dice: “además eso lo tienes que iniciar desde pequeña

y yo no lo hice”. Quizá no se ha dado cuenta, pero ella, Claudia, todos los días es una bella modelo y es el per-sonaje principal de esa gran obra que es su vida.

Hace algunos años Claudia vi-vió una situación de mucho dolor, la muerte de su hermano de 12 años y de su abuela. Para enfrentar tal des-gracia, ella se dio empujoncitos para seguir con su vida junto a su mamá, con quien tiene una relación muy bue-na. Madre e hija salen mucho de viaje juntas, los fines de semana pueblean, van al mercadito, tienen un micro ne-gocio de pasteles. Junto con estas ac-tividades que le dan sentido a su vida, procura su desarrollo profesional. Ac-tualmente, es becaria en Médica Sur

y está cubriendo su servicio social en el “ASI” Atención a la Salud Integral del Área de Salud, con niños en situación de maltrato; con una compañera está ini-ciando la elaboración de su tesis y cuando termine su ciclo en la Universidad piensa ejercer su profesión e iniciar un diplomado en la UIC sobre tera-pia breve.

Los gustos de Claudia son diversos y delicados, con uno que otro toque de intensidad; de la UIC prefiere el jardincito

“El cuerpo es una carta de presentación, mi cuerpo

transmite mensajes, dice quien soy, qué siento, qué me gusta,

qué quiero, qué hago…”

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que está entre el edificio América y el edificio Europa, justo donde pusieron mesas, ahí se siente libre para trabajar con sus compañeros. Para leer le fasci-nan los lugares solitarios donde dé la luz directa del sol, como la sala de su casa. Le encanta el Centro de Tlalpan, ir al CNA, al festival de Euro-Jazz. Ella quisiera conocer muchos lugares, pero los que ha visitado, los disfruta en ple-no, desde su arquitectura hasta las per-sonas que los habitan. Ama la naturale-za y nadar en el mar. Le asombraron los Cabos, Guanajuato y Tlaxcala, estuvo en Estados Unidos en un curso de ve-rano, conoció varios museos. A ella le gusta el color azul, tal vez porque le recuerda el mar en donde le fascina nadar. Le encantan los sabores fuertes en los quesos, el chocolate amargo, la mostaza, la comida oriental. Le hace feliz expresar lo que siente y piensa, y conversar con personas de mane-ra abierta. Por las tardes, cuando sus actividades se lo permiten, Claudia va con amigos al café, a comer, al cine… a compartir su tiempo, compañía y vida.

Para ella es maravilloso Ser Mujer, siempre está en contacto con su fe-minidad, con su cuerpo, con su belle-za estética y espiritual. “El cuerpo es una carta de presentación, mi cuerpo transmite mensajes, dice quien soy, qué siento, qué me gusta, qué quiero, qué hago…”. Las personas admiran de primera vista su cuerpo pero ya cuando la conocen más, admiran su inteligencia, su interioridad… admiran a Claudia. Considera que Ser Mujer es una experiencia padre, le da la posibi-lidad de ser versátil. Las mujeres, dice, “nos podemos desempeñar en todo y podemos ser buenas en todo”. En un futuro quiere ser buena profesionista, desarrollarse en el Arte, ser esposa y madre, pero sobre todo quiere seguir siendo mujer.

Como mujer, Claudia también re-conoce sus temores y tristezas. Le duele tener una sensación de sole-

dad. Le decepciona sentir que las personas decidan irse de su lado sin conocerla totalmente. De la vida a ella le preocupa el fracaso que pudiese sentir por no hacer lo que realmente quiere. Le preocupa también la indi-ferencia de las personas ante la con-taminación que está enfrentando el mundo, y que nadie haga algo por salvar este bello planeta.

Claudia es una mujer de 22 años que apenas inicia el recorrido por los caminos más significativos de la exis-tencia. Ella tiene un plan de vida en donde se visualiza como mujer-hija-mamá-esposa. Una de sus principales metas es buscar la equidad entre muje-res y hombres. Ya está preparada para enfrentará retos, sueños, decepciones, situaciones que la confirmarán como mujer en toda la extensión de la pala-bra. Bienvenida a la vida de una bella mujer: Claudia.

MarthaPérez Palomares

Licenciada en Pedagogía por parte de la UNAM, con estudios de maestría en educación superior por parte de la Universidad Intercontinental.

Actualmente es coordinadora del Ciclo de Integración y docente de materias de Formación Humanista.

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Hace un par de años al tratar de entender la filosofía budista me encon-tré con un sutra que a la letra decía:

“No quiero nada para mi que no sea para los demás”

Y es ahora conociendo a Claudia, que rememoro la enseñanza. Ella me deja ver con su voz la posibilidad que tiene el ser humano para indagar en sus sentimientos más sublimes, se in-quieta al caer en la cuenta de cómo la sociedad actual nos devora y nos so-mete a una amenazante máquina inte-lectual, para saber vivir hoy. Sutilmen-te, este momento histórico nos seduce y convence a formarnos tras una larga

fila para aspirar a obtener una fuer-te dosis de destrucción y pesimismo disfrazado, renunciando a descubrir y asumir amor por la humanidad, porque hoy día es cursi y anticuado.

Lograr captar la esencia de Claudia a través de su mirada es inefable, ella no necesita usar palabras para expre-sarse pues lo hace por medio de sus ojos -que no son azules como los de sus antepasados ni verdes como los de su madre-; si alguien preguntara diré que su color son la combinación de sus amores familiares que reflejan los tres ideales divinos: son el medio que ella utiliza para conocer el universo, saber vivir y trascender en él y ser el reflejo de su más elevada consciencia.

Elevar desde nuestras raíces

la fuerza profunda del alma

Ana Rosales Cardiel

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Sus ojos dan la pauta para detener-se a pensar en el mecánico, rápido y diario ejercicio de mirarnos al espejo, la modernidad nos ha restado la posi-bilidad de conectarnos con nuestro ser y, más aún, de contemplar a nuestros antepasados como un medio necesa-rio para adueñarnos del gran legado. ¿Alguna vez has hecho el ejercicio de mirarte al espejo y comenzar a ver en tus gestos, tus ojos, tu boca y en cada parte de lo que te conforma a tus an-cestros?, ¿algunas vez has visto a tu abuela o a tu bisabuelo en ti?, ¿has ido más allá de tus padres?... Estoy segu-ra que Claudia dirá que sí, que justo por vivir hasta los 12 años cercana a sus bisabuelos sabe a qué me refie-ro, ella conoce desde temprana edad cómo forjarse a través de una mirada y como sentirse cuidada con gran afecto para construirse en el autoconocimien-to; con sus palabras, proviene de una familia muégano con fuertes raíces y gran convivencia.

Ahora bien, contar fragmentos de una vida no es más que un tributo a la confianza de entregar la esencia. Cuando intentamos describir un ex-tracto de lo que somos, convertimos el tiempo y la historia sólo en hechos y lugares, olvidando con enfadada faci-lidad los olores, el jugueteo de nues-tros sentidos al momento, los colores captados, el tono de voz empleado, la presencia de las aves a la distancia y sin contacto directo, la imponencia de los árboles que acompañan sole-dades y las tonalidades del ambiente que enmarcan los encuentros.

Mi acercamiento a Claudia fue for-tuito, la primera vez que la vi estaba lista para charlar sobre ella y compartir esencia, amores, pasiones, temores, aciertos, éxitos e inquietudes. Al entrar a su oficina conocí de frente un venta-nal que me invitaba a internarme en su escena, recibía al sol entre una gran re-solana que por fuera el viejo árbol pro-yectaba; en seguida el encuentro fue

con su mirada, sus ojos cálidos propi-ciaron una atmósfera de cercanía y ar-monía; lo primero que la delató como mujer fue su temple, su seguridad y un aire maternal; quien la conoce de años dirá que mi primer impresión es muy cercana a lo que ella es.

He escuchado decir que la vida son instantes, instantes como el tiempo que me llevó escribir a lápiz el primer borra-dor de lo que quiero contar de Claudia. Y fue así, la conocí en un breve instante, sólo un par de horas donde sucedieron en espiral palabras, gestos, risas y ojos humedecidos al hablar de ella y de los suyos: bisabuelos, abuelos, padres, her-manas, Lucas, profesión, éxitos, la UIC y sus estudiantes, viajes, reconocimientos y gusto por ser quien es.

En principio, Claudia me contó sobre su gran fortuna: la convivencia con sus bisabuelos hasta entrados sus 12 años. ¿Quién en la actualidad puede presumir de esos quereres en su infancia? Sucede que ella proviene de una familia longeva de esas de an-taño, en su línea paterna el bisabuelo murió a los 104 años y su abuelo a los 98, a este último aún lo recuerda a esa edad jugando frontenis y nadando un kilometro a diario en el club Chapulte-pec. Claudia comparte con orgullo que además de pertenecer a una familia de tanta permanencia, esta es numerosa y sus integrantes parecen contar con un chip de jovialidad y solidaridad que ante cualquier problema estarán para ella. Incluso hoy día, disfruta de sus abuelos maternos radicados en Jalis-co, donde suceden encuentros familia-res en periodos vacacionales y fines de año sin excepción, porque quiere dis-frutarlos en su última etapa de vida, y es que Claudia es el sostén económico de sus padres y abuelos; su noble co-razón y su arraigo a Dios la han guiado para estar siempre atenta y al cuidado de sus grandes amores.

Y ya entrados en materia de amo-res, se vuelve imprescindible mencio-

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nar a Lucas - un pequeño Beagle de dos años de edad -. Debo contarles que los ojos de Claudia se iluminan cuando habla de él, incluso muestra orgullosa su presencia en la oficina por medio de la pantalla de su computa-dora. Lo adoptó siendo un cachorro y lo presenta como un ser que la conec-ta con su lado más tierno y amoroso, con su sentido de responsabilidad y cuidados. La voz le cambia y los ojos se le humedecen cuando me dice que los perros son los animales más fieles, los que mayormente brindan compa-ñía sin cuestionarte y que con certeza estarán a nuestro lado siempre.

Se declara obsesiva en el cuidado a Lucas, pero sintiéndola y escuchán-dola yo diría que es amor real lo que impera en ese vínculo, a él le gusta en ocasiones acompañarla a la UIC y ser testigo de la transmisión del conoci-miento que Claudia procura a sus es-tudiantes – que dicho sea de paso, lo consienten -. También a Lucas le gus-ta dormir cerca de ella cuidándole sus sueños y viajar a su lado compartien-do tiempo, espacio y entendimiento. Lucas es otra razón importante por las que Claudia no cambia sus viajes al rancho de Jalisco, ambos disfrutan correr y regodearse en medio de un aire de libertad y complicidad.

Tal vez por el cuidado tan entre-gado a sus quereres, Claudia se con-venció de no ser madre, su aspiración desde niña no fue esa y se enfocó a brillar en lo profesional, y es que has-ta hoy, nadie puede decir que no lo ha conseguido pues goza de amplio reconocimiento y admiración por su exitosa trayectoria.

Coordinadora en la UIC de las li-cenciaturas en Administración Hotele-ra y Turismo en el área de humanida-des, comunicación y negocios, desde hace 2 años y medio, 20 años de carre-ra en esta Universidad, diversos estu-dios en el ramo hotelero y educativo, soñados viajes al interior de la Repú-

blica Mexicana y el extranjero; hacen que Claudia forje en sí, a una mujer con grandes cualidades y ventajas, po-seedora de una fina inteligencia y una belleza sobresaliente, valora su auto-nomía, dependencia y la continuidad de su crecimiento personal.

Ocupada en la búsqueda de res-puestas, mira en la actualidad y con pena bibliotecas vacías, jóvenes sin interés por la lectura y con una gran manía de ocupar sus mentes y manos con iPods, iPads, laptops y celulares sin mostrar intención por comprar un libro, cargarlo, olerlo y adueñarse de su con-tenido. Interesada desde su lugar en la UIC por la evolución e integración de saberes, por sacar a luz los valores en el contacto con una juventud que se pier-de en los excesos porque ha dejado de existir el esfuerzo, y donde ve aflo-rar el sinsentido individual y social. Se plantea como reto, delinear valores de vida como espina dorsal en la univer-sidad, que los estudiantes aprendan a tatuarse la filosofía comprendiéndola y cimentar el orgullo por su Alma Mater con valor, profesión y ética.

Es en este ámbito donde se eleva con fuerza otra gran pasión de Claudia: conducir a los estudiantes a la com-prensión de la realidad, enseñarlos a involucrarse con disciplina y llevarlos

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al corazón de lo que son. Y como no lograrlo, si cuenta con una excelsa ex-periencia profesional que ellos pueden gozar como un regalo de vida. Entre otras cosas, ser poseedora de un car-go internacional en la Confederación Panamericana de Escuelas de Hotele-ría, Gastronomía y Turismo (CONPE-HT) bajo la responsabilidad que esto conlleva - no sólo en un pequeño seg-mento de jóvenes mexicanos sino en toda América Latina y España -, brinda la calidad educativa que respalda a la Universidad Intercontinental.

Sus trabajos colaterales en el Cole-gio Superior de Turismo, el Instituto de Investigación en Turismo de Reuniones (IITR) y la Secretaría de Turismo (SEC-TUR), son cargos honorarios que le han dado prestigio y sellan su posición den-tro de la UIC, lo que da garantía a sus estudiantes en la excelencia educativa.

Siguiendo al querido Sabines, diré que no lo sé de cierto, pero sospecho que los estudiantes cercanos a Claudia aún desconocen la gran riqueza en co-nocimiento y experiencia que posee esta mujer. Vale decir que el último re-conocimiento sumado a su currículum fue en noviembre de 2012, al ser nom-brada la mejor directora de carrera a nivel nacional por AMESTUR (Asocia-ción Mexicana de Centros de Enseñan-za Superior en Turismo A.C.), merito académico por su efectividad y desa-rrollo en la gestión de los programas educativos de las licenciaturas de Ad-ministración Hotelera y Turismo. Tam-bién ha sido premiada con la medalla especial del Claustro Universitario, al reconocerla como una de las profesio-nistas más comprometidas con la ense-ñanza, y por la Confederación Nacional Turística (CONFET) por el desempeño en su operatividad e involucramiento de los alumnos en la esfera internacio-nal de turismo.

Mujer inquieta, creativa, líder, amante de sus tiempos a solas y de los espacios compartidos en pareja -

donde funciona si impera la libertad necesaria para disfrutarse en todos los aspectos -, agradece a la vida, y en ab-soluta humildad, estar completa y te-ner el trabajo que le gusta.

Reconoce a las mujeres en su esen-cia, en sus arraigados valores, en el ar-duo trabajo y apego a sus raíces. Y yo creo que ello no es más que el reflejo de su propia existencia, pues ser cons-ciente de la historia personal, nos abre la puerta hacia la identidad y autono-mía de la misma manera que presenta la continuación de lo que construimos como tiempo y vida en armonía.

Gracias Claudia por tu esencia y sabiduría compartida que inspira a mu-jeres en este día, a ser poseedoras y constructoras de su propio camino.

Ana Rosales Cardiel

Licenciada de Psicología y estudiante de la maestría en Configuraciones Sistémi-cas Organizacionales de la UNAM. Ha tenido diversos cargos académicos y par-ticipado en la elaboración de programas enfocados al aprovechamiento y capaci-tación docente. Actualmente imparte materias de formación humanista en la Universidad Intercontinental.

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Elizabeth, la tejedora de sueños

Zoidec Limón Núñez

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La ciudad de México desvela un conjunto de oportunidades, que se hacen realidad a tesón de los que por mejorar la calidad de vida, se atreven a construir sueños y fantasías, y a vio-lentar los límites de la frustración y del desánimo.

Así comienza esta historia, con los sueños de Elizabeth. Ella es la séptima de diez hermanos. En su pueblo sólo hay una primaria multigrado y una tele-secundaria. Cada día, al salir el sol, ella

deseaba que abrieran un bachillerato y una universidad, porque así no tendría que dejar su hermosa comunidad. Sin embargo, ese día no llegó.

Al paso del tiempo, apreciando los cerros, con una puesta del sol observó cómo las nubes modificaban la trayec-toria y la intensidad de los rayos. Eso parecía un juego de líneas, de colores y tonos, siempre cambiantes y nunca permanentes. Pensó, no me puedo quedar aquí, sólo con un único color

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de la vida, es necesario salir, conocer otros olores, otras formas…

Elizabeth tomó su camino, con do-lor y tristeza miró hacia atrás, respiro y miró de frente. Llego a la Ciudad de México. Con ayuda de las hermanas trinitarias pronto se ajusto a los nuevos ritmos, aprendió a andar en el metro, a caminar por las calles siempre llenas de gente, y hacer una enorme fila para entrar al baño, para ir a las tortillas, para comprar un boleto del metro.

Aún con el recuerdo del aroma de los cerros dejó fluir su sueño, estudiar. Para pronto se puso a trabajar, se ins-cribió en una carrera técnica, secreta-riado, luego entró al CONALEP, siguió el bachillerato, de esta manera se acer-có a uno de sus anhelos más grandes, entrar a la UNAM. Se preparó intensa-mente, presentó su examen y por fin llegó el día de los resultados. Por diez puntos no se quedó.

Ella se preguntó qué hacía con sus ganas de estudiar; ahora a qué se iba a dedicar; a dónde iba a ir. Recordó que tenía tres hermanos que estaban de ilegales en Estados Unidos, porque querían mejorar su forma de vivir, ellos parecían ser la única opción.

En ese momento, Elizabeth se des-animó. Se sentía frustrada, con todo su esfuerzo no había logrado llegar hasta donde quería. Se decía: no es cierto que querer es poder. Pasaron los días y una de las hermanas trinitarias le co-

mentó que había hablado con el Rec-tor de la Universidad Intercontinental. Ya le había sacado una cita y la animó a ir y exponer su situación.

Para Elizabeth fue una oportunidad de esas que no a cualquiera se le da en la vida. Ingresó a la Universidad con un crédito educativo. Su sueño por fin se había concretado, sin embargo, un re-cuerdo nubló su felicidad al pensar en la falta de oportunidades educativas, allá en su pueblo.

Trabajó y estudió, y hubo momen-tos en que sentía no poder más. Se decía no me voy a quedar estancada, no me voy a quedar sin comer, esta ca-rrera me va ayudar a salir adelante, me va a posibilitar otros sueños.

Trabajar y estudiar la dotó de expe-riencia. Le permitió desarrollar buenas habilidades para hablar y socializar. En su transcurso por la universidad, apren-dió el valor de la vida, de la solidari-dad, de la amistad, pero sobre todo el valor de ser mujer.

La hermana de Elizabeth había de-cidido también venirse a estudiar a la ciudad. Pensó en darle un regalo, en-tonces escribió una cartita. Decía:

“Tips para construir el sueño de estudiar”

Estimada hermanitaEl día de hoy yo te apoyo, pero quiero que el día de mañana tú

apoyes a los demás, a tus herma-nos más pequeños sobre todo,

esto es como una cadenita de apo-yos solidarios. Como tú, un día yo llegué a esta ciudad y muchas ma-nos solidarias me han acompañado y en el camino he aprendido cosas

de la vida. Aquí te las comparto pues pienso te pueden ayudar.

La primera es el valor que te das a ti misma, uno cree que por ser indígena y mujer, no tienes un

valor, sin embargo, nunca olvides que las mujeres tenemos una gran capacidad. No tenemos que sentir que no valemos, porque valemos

más de lo que imaginamos, no necesariamente tenemos que

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depender de alguien para darnos un valor, yo siento que el valor tú

tienes que dártelo a ti misma. La segunda cosa que quiero que

no olvides es que tienes que comenzar siempre tomando una buena decisión. Ser mujer no es

fácil, pero si te valoras como mujer eso es suficiente para saber donde estás parada, y jamás olvidarte de ti. Recuerda, hay que tener faldas

para poder hacer las cosasBienvenida

Con cariño ElizabethCon esta carta Elizabeth recibió a

su hermanita, todo seguía bien en la Universidad. Trabajar y estudiar. Cuan-do pensaba en lo afortunada que había sido, agradecía a la vida que la hubiera puesto donde había oportunidades y ella sabía que las estaba aprovechan-do muy bien.

Elizabeth había roto muchas ba-rreras, sentía que no tenía límites para seguir aprendiendo. Algunas veces se sentía caer, pero se volvía a levantar una y otra vez. Ella decía to-das las veces es necesario levantarse, voy hacerlo.

Por fin concluyó su sueño. Después de terminar su carrera, se preguntaba ¿qué es lo que sigue?

Veía el humo negro del desempleo en la ciudad, pero se resistía a olvidar el aroma de sus cerros que le ayudaban siempre a soñar. Sólo le seguía pidien-do a la vida que la pusiera donde hubie-ra oportunidades para aprovecharlas.

Salió de la universidad con la an-gustia de buscar un buen trabajo. A los tres meses uno de sus profesores le dijo que un periodista estaba inte-resado en su experiencia, ella accedió. Salió un reportaje en el periódico que se titulaba “los que sí estudian pero no encuentran trabajo”. Al poco tiempo de ser publicado, recibió una llamada. Le informaban que le ofrecían trabajo en Petróleos Mexicanos. Ella volvió a agradecer a la vida, el haberla puesto donde hay oportunidades.

Llegó a la empresa con experien-cia, agradecía los años en los que tuvo que trabajar y estudiar, porque le facilitaban la comprensión de sus nuevas actividades. Ahora, ya podía disfrutar de sus descansos en fines de semana, podía llamar a sus padres sin la angustia del dinero, podía pagar su propio espacio, podía compartir su economía con los amigos o con otros necesitados.

Pensaba, hay que sacar lo bueno de todo, lo positivo, porque al fin y al cabo, decía, yo soy la razón por la que estoy aquí, y adonde quiera que vayan mis sueños, voy a seguir siendo lo que soy, siendo yo. Sí quiero que digan ella es indígena, es diferentes, es mujer. Yo pude y los demás también pueden.

Por lo pronto, así concluimos esta historia de Elizabeth, la tejedora de sueños. Creo que ella seguirá recor-dando el aroma de los cerros de su pueblo y la volverán a llenar de espe-ranza, para seguir por esta ruta de ca-minos no hechos en la vida, porque los caminos se hacen a partir de grandes y pequeños anhelos.

Zoidec Limón Núñez

Trabaja en el Departamento de Integración Humana de la Universidad Intercontinental como docente de Formación Humanista. Es licenciada en Pedagogía, actualmente, realiza estudios de maestría en la Universidad Pedagógica Nacional.

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Si Eva fuera un libroJacqueline Gómez Mayorga

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Si Eva fuera un libro seguramen-te no sería uno de matemáticas, ni de geografía ni física. No sería del tipo didáctico, tampoco un best seller. Ella sería un buen libro de historia, un clási-co de estilo novelesco, con ciertas pau-tas líricas, algunas filosóficas.

Su hechura sería la de un libro-objeto, artesanal, singular. De esos cuyo encuadernador se ha esmerado con fervor en los detalles delicados. Al abrirlo, cuantiosas hojas de papel revolución nos recibirían con palabras trazadas con precisión caligráfica, colmadas de olor a tinturas naturales e imágenes plasmadas como huellas sobre tierra. Escrito a mano en perfec-to español, con traducción al griego y al latín, el libro, Eva, hablaría de sí misma, en femenino.

Como lluvia de recuerdos 19,345 páginas refrescarían anécdotas, sue-ños y experiencias del día a día. Val-dría tomarse el tiempo para conocerla, sentirla, comprenderla; acariciar con la yema de los dedos cada hoja de esta obra inacabada. Capítulos dedicados a una vida: vocación, formación, servi-cio, espiritualidad, placer y conquista. Evocarían ante nosotros tiempos y es-pacios traslapados de pasados reser-vados y futuros cautos.

Descubriríamos en los primeros momentos a una joven mujer de afi-ción lectora; imagen temprana de ma-dre; esposa fugaz; trabajadora precoz; escribiente atenta. Antes, un pequeño logro, un concurso de ortografía, defi-niría su destino. Significaría el instante en que ella pudo darse cuenta que podía hacer algo bien. Después, for-mación a fuerza de orgullo traducido en retos: pequeños triunfos, grandes

enseñanzas, metas específicas, mucha reflexión. A partir de entonces, una vida ligada con entereza al estudio. Las letras clásicas darían luz a su camino.

Muchos de los acontecimientos más significativos para Eva estarían relacionados, con pasión, a la palabra universidad. Primero, por su formación profesional en la máxima casa de estu-dios. Segundo, porque la mayor parte de su vida productiva ha transcurrido en un espacio universitario, la UIC. 10, 585 páginas de su historia dedicadas a sus actividades como maestra de latín, coordinadora, jefa de redacción, edito-ra; a la par colega, compañera y amiga.

Entre saltos de hojas y altibajos, hallaríamos con curiosidad dos de sus escenas favoritas: el salón de clases y los Intersticios. Entre sillas y pizarro-nes nos encontraríamos con ella con-tenta. Los recuerdo gratos, los más importantes, los mejores, serían los que ha pasado junto a los estudiantes. Cada clase representaría una ocasión para desvanecer las tristezas y reír mu-cho, bromear mucho, ser feliz. No hay rubor al aceptar sus preferencias, los seminaristas. Lo que en principio vió como algo que limitaba su trabajo, a la larga resultó ser de lo más grato. Enseñar latín a estos chicos le exigi-ría empatía para lograr percibirlos tal cual son, sin alarde. Jóvenes atentos con un cariz como chapado a la anti-gua que los hace ser más respetuosos, más sensibles, más abiertos, más cáli-dos, basta comprenderlos. Agradece en el ahora esta oportunidad y es en ese entonces que nuestras miradas lectoras se detendrían para disfrutar su dicha latente en una frase escrita en un espacio privilegiado del papel:

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Cuando uno ve que la gente que está enfrente está en la misma edad, es como si el tiempo no pasara.

La otra escena predilecta conforma-ría una sección especial: los Intersticios. Esos pequeños recovecos resultarían espacios significativos de refugio y tran-sitar afable. Como si fueran callejones y cerradas de un poblado familiar, ahí encontraríamos a Eva satisfecha, de-sarrollando en pleno y con pasión su papel como editora. Entonces enten-deríamos lo relevante, Intersticios, la revista en donde ella llevaría a cabo su labor con ahínco. Su mayor aprendizaje, su constitución académica, sus mejores decisiones grupales, su trabajo arduo y con rigor, movido por dos fuerzas que han definido su carácter: la obsesión y la búsqueda de la perfección.

El afán de hacer las cosas bien con-duciría a Eva hacia los senderos de la in-tolerancia y la frustración. Su insistencia desmedida la haría perder el equilibrio al grado de confundirla y deprimirla. Por fortuna un giro en la trama la lleva-ría al crecimiento espiritual y ahí, a solas, por largo tiempo, con la fe por delante, llegaría la reconciliación. El ambiente religioso de la universidad sería clave para que ella lograra comprender que la preocupación por la perso-na humana y el hacer sentir a cada uno como los seres más extraordi-narios y únicos del universo, son tesoros invaluables. Estos fueron los detonantes para su crecimien-to personal. Ya con la mente rela-jada lograría controlar sus obsesio-nes, se atrevería a voltear la página y descubrir las cosas más trascen-dentales entretejidas en las frases coloquiales de la plática cotidiana.

El capítulo dedicado a la amis-tad sería el más corto y menos descriptivo, aún así sería el que contendría los cambios más valio-sos, profundos y vitales. A lo largo del libro encontraríamos escasas menciones o encuentros con ami-

gos. Sin embargo, y más próxima a los tiempos recientes, sus compañeros del día a día significarían el todo para Eva al grado de sentir, justo en el departir con sus colegas, el florecer de una par-te de sí misma que antes no conocía. La charla amable, el oído abierto, la disposición receptiva, la paz del silen-cio sin el juicio de por medio la motiva-rían a pensar, a sensibilizarse, a valorar, a valorarse. La llevarían a descubrir su propia filosofía.

Hay vidas que no necesitan estar colmadas de aventuras extremas para ser intensas. Con el hojear de esta po-sibilidad de libro llamado Eva, nos da-ríamos cuenta que su historia es una de ellas. En este caso sería en los detalles sensibles del devenir cotidiano donde se diseminarían pequeñas dosis de in-tensidad sazonados con toques delica-dos de pasión.

Pasión por el lenguaje, pasión por la naturaleza y su transformación arte-sanal, pasión por el orden y la armonía, son el frenesís que avivaría el estallido de sensaciones corporales para tomar forma y comunicar el ímpetu que de-linearía su figura, para presentarla en sus momentos más íntimos a través

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de páginas bellamente ilustradas. Así, apreciaríamos a la mujer nocturna que se disfruta en compañía de sus pasa-tiempos favoritos. Contemplaríamos los olores, las texturas y las siluetas más deleitosas de sueños bordados en telas estampadas, o diseñados como aretes y pulseras integrados de deseos dispuestos como pedrería de colores de la madre tierra. Con sus manos da-ría forma a sus ideales, ordenándolos con pulcritud, con el afán de lograr una meticulosa catarsis para sanar el alma. Una leve brisa nos ayudaría a entender la necesidad de sentir todo limpio y en orden; una frase, como susurro delica-do, acariciaría nuestros lóbulos, escu-charíamos: dicen que es una forma de ordenar el interior.

Así, sus noches nos remitirían a un cálido atardecer en donde el sonido del viento nos ubicaría en la playa. Ocasio-nes confortables para sentirse de barro o de madera, elementos naturales re-conocibles al tacto. Con los últimos ra-yos de sol iluminando nuestros rostros sucedería una transformación empáti-ca. Al visualizarnos la reconoceríamos, al visualizarse ella pesaría en nosotros, en los otros, en particular en sus seres queridos: su hija, su madre, su hermosa gata; sus compañeros de trabajo y su pareja sentimental; su padre; también visitarían su mente los líricos Catulo y Propercio; y aquellos otros que signifi-can su vida. Todos reunidos para com-plementar sus lados femenino y mascu-lino; todos en su pensamiento.

Si Eva fuera un libro, su atractivo resplandecería de manera natural pro-vocando interés en cada hoja y cada palabra. Con la musicalidad clásica del espíritu humanista se construirían frases, párrafos y capítulos enteros de esta historia aún inconclusa. Sería una novela acerca de una mujer tími-da, callada, delicada; de una madre, editora, maestra de latín, amiga, com-pañera, viajera ocasional, diseñadora de sueños; de una persona afecta a

JacquelineGómez Mayorga

Trabaja en el Departamento de Integración Humana de la Universidad Intercontinental como docente de Formación Humanista. Es maestra en Ciencias y Artes para el Diseño y licenciada en Comunicación Social. Es guionista y diseñadora de contenido para medios audiovisuales. Actualmente realiza un doctorado en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

disfrutar sus pocos pero verdaderos amigos; toda ella capaz de percibir al tacto el inconmensurable encanto de la naturaleza con tan solo una caricia dedicada a las plantas y a los anima-les: ratones, conejos, perros, serpien-tes, su gatita Frida. Así es Eva, como un libro al cual hay que dedicarle tiempo, sentarse cómodamente para degustar con calma páginas adecua-damente redactadas, ilustradas y sin espacios en blanco. Y ya avanzados en la lectura, nos daríamos cuenta que aún estamos lejos del final, mas quizá podríamos pronosticar el decurso de los últimos capítulos, probablemente dedicados al estudio, a la sabiduría, al disfrute del espacio familiar en pleni-tud; escrito sin prisas, sin protagonis-mos, con pausas y sin pretensiones.

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Martha Pérez Palomares

Dicha plena de mujer

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Mujer plena: trabajadora, madre, esposa, estudiante, amiga, compañe-ra, de 42 años de edad, de los cuales ha dedicado 25 a trabajar en la UIC, 22 a sus hijos, 2 años a ser buena es-tudiante de una licenciatura directiva de Administración Estratégica, y cada uno de todos sus días a ser una mujer feliz. Lupita es una persona conocida y estimada por la mayoría de quienes trabajamos en esta universidad.

La infancia de Lupita no fue sencilla, sin embargo, fue afortunada. Ingresó al internado con las madres Trinitarias a los 12 años de edad, un lugar con un ambiente cálido acompañada de otras niñas que compartían sus juegos, ale-grías, pesares, la vida. Su madre quiso sacarla del internado porque “dejó de ser católica”, sin embargo, Lupita no lo permitió porque se sentía a gusto en ese lugar, y el estar en ese sitio fortale-cía su espiritualidad.

A los 16 años empezó a trabajar como mecanógrafa en la Escuela de Arquitectura, en donde descubrió un espacio que amplió su horizonte. Se relacionó con nuevas compañeras, con varios jefes, personas con las cua-les constituirían un grupo interesado

“Tengo que agradecer a la UIC que me ha permitido ser una persona, trabajadora, mujer, madre, atender

mi casa, a mis hijos, conocer a mi esposo y ahora estudiar una licenciatura y seguir trabajando.”

en formar profesionistas con un perfil humanista. Logró comprender la im-portancia de considerar al otro como su igual, para desarrollarse en la socie-dad con actitud de servicio. Le encan-tó la idea de estar en este proyecto en la UIC.

La primera vez que entró a la uni-versidad se impactó porque parecía otro mundo lleno de sorpresas, como el lago japonés con el agua cristali-na y hermosos peces; y la vegetación abundante de los jardines. En este ambiente interactuó desde niña, para relacionarse, compartir, convivir, traba-jar, aprender y participar en actividades como en algunos viacrucis. Así, recuer-da que conoció a algunas personali-dades como el sobrino del presidente Ernesto Zedillo Ponce de León; al hijo de Hugo Sánchez, el futbolista; a Lo-rena Herrera, la actriz; a Caló e Iñaqui del grupo musical Fobia; y a otras tan-tas personas que le han dejado gratas satisfacciones personales. Es quizá por todo esto que Lupita tiene bien puesta la camiseta y la tendrá hasta el último día que esté en la universidad como trabajadora, estudiante y mujer. La UIC es su vida.

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Cada día, realiza sus tareas con de-dicación, interés, entusiasmo, pero so-bre todo con mucho amor. Ha trabajado con varios directivos; vio la construcción del edificio Alonso II, actualmente edi-ficio Europa; estrenó las primeras com-putadoras de la universidad justo al co-mienzo de la década de los 90; vivió el momento cuando tomó la dirección de Arquitectura un egresado de la propia universidad, el arquitecto Manuel Her-nández; ha visto cómo se han formado 40 generaciones de profesionistas; y continúa con su labor día a día, con la enorme satisfacción de haber recibido, hasta el momento, 8 reconocimientos por las labores que realiza.

Después de tantas vivencias en la universidad, Lupita ahora extraña las convivencias, los festejos del “día del trabajador UIC”, en particular echa de menos la comunicación entre los actores de la universidad, cuando to-dos tenían puesta la camiseta y el fin único era proponer y solucionar siem-pre en beneficio de los estudiantes, trabajar en comunidad y solidaria-mente, con una identidad definida y única. Comenta: “no es que ahora no tengamos puesta la camiseta, pero

es necesario acomodársela”.Además de su trabajo, Lupita ama

a su familia que está compuesta por su esposo, quien estudio Contaduría y Finanzas en la UIC, y cinco hijos, Ana de 22 años, Diliam de 14 y sus varo-nes Alan de 18, Diego de 17 y Aarón de 11. También tiene una perrita sal-chicha llamada Paris, una tortuga, una rana albina y algunos peces. Lupita es el eje de esta hermosa familia, el amor que siente hacia ellos es el mismo que ella provoca y alimenta cada día, cada hora, cada minuto.

Como madre, Lupita se considera muy responsable. Su familia no sale de casa sin desayunar. Ella está convencida de ser la persona de la cual dependen sus hijos y ser “responsable de que rea-licen sus sueños”. En la forma de edu-carlos hay una condición importante: en su casa primero son las mujeres y en-seguida los hombres. Esto no significa que haga a un lado a los varones, sino más bien lo que pretende es crear rela-ciones más cordiales, no seguir fomen-tando el machismo.Adora a su esposo, es su compañero de vida. Le gusta de él que “no grita”, ni en los momen-tos más críticos y difíciles, es paciente, cooperador, realiza actividades domes-ticas igual que ella, es buen padre, lo describe como “un hombre que ama a sus hijos como una mamá” y la ama incondicionalmente. La apoya para que siga estudiando. Ambos han realizados muchas tareas juntos, actualmente, es-tán escribiendo un libro sobre las fami-lias reconstruidas, pues ellos son una familia reconstruida que es funcional y amorosa, porque de los cinco hijos que tienen, dos son de Lupita, de su primer matrimonio, y dos de su esposo, tam-bién de su primera relación; y el quinto hijo es de ambos.

A Lupita le gusta mantenerse en forma y fomenta que sus hijos hagan ejercicio. Han participado como fa-milia en carreras, como la de los 10 kilómetros, la carrera de Cartoon Net-

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work, e individualmente participó en la carrera de la Mujer. También prác-tica la natación con una de sus hijas, está convencida que el ejercicio es muy importante para sus vidas. Es una mujer de buenas costumbres.

En casa le encanta estar en el sillón grande de la sala, ahí la acompañan historias reales, de ficción y de sue-ños. Con la familia ve películas y come palomitas, mientras se arrulla y viaja a través de sus sueños a otros mundos donde observa otras historias. Tiene una colección de soles y lunas, que ha comprado en sus viajes a varios pue-blos de México y en lugares cercanos favoritos como Xochimilco, Coyoacán y Tlalpan. Ello le recuerda que le gusta caminar por las calles del centro de la ciudad de México, como cuando ca-minó junto con su familia del Zócalo a la Diana Cazadora. También piensa en las cosas que le desagradan como ir al supermercado a las 7 de la noche, sin embargo, “su ser responsable y amo-roso” le permite soportarlo e ir por ví-veres para su familia.

La maravillan las artes, particular-mente, la pintura. Ha participado en cursos desde los 12 años de edad, en la Esmeralda del INBA, en la UIC tomó clases de pintura con el profesor Eduardo Cevallos y de perspectiva y dibujo con el arquitecto Sergio Matien-zo. Ha realizado varias exposiciones individuales y colectivas en la universi-dad, en la Casa de las Campanas de Tlalpan, en el Jardín del Arte de San Ángel Inn y en algunas galerías de la colonia Roma. Cuando está a solas, consigo misma, pinta y lo hace con un inmenso placer.

Lupita es una mujer feliz siempre sonriente. Gracias a su carácter en-tusiasta, acepta a las personas que la rodean como son. Considera que la amistad es un aspecto muy importante para lograr la felicidad, por eso es una amiguera. De su cuerpo le encantan sus ojos, pues está segura que a tra-

vés de ellos se ve realmente como son las personas, “son los ojos del alma”. Además de su mirada, la embellecen su pelo rojo y abundante, su sonrisa, su alegría y su entusiasmo.

En general ella disfruta la vida siendo mujer. Goza sobremanera la dicha de haber dado a luz, de ser ma-dre. Piensa que si no hubiera tenido a sus hijos, seguramente hubiera sido mamá en las Aldeas Juveniles.

Finalmente, ella reflexiona y nos comparte su filosofía de vida que es sencilla y consiste en no ofender a las personas, en ser amable. Le reconforta ayudar a su familia y a quien la necesi-te. Le gusta sentirse útil y decir siempre lo que piensa aunque esto, en algunas ocasiones, le ha traído problemas. Le duele la ingratitud de las personas y que ofendan a los niños, que no los protejan. Le preocupa que los valores no se sigan fomentando, ni practican-do, para lograr una buena convivencia. Todo ello habla de la gran persona hu-mana que es Lupita, una mujer plena.

MarthaPérez Palomares

Licenciada en Pedagogía por parte de la UNAM, con estudios de maestría en educación superior por parte de la Universidad Intercontinental.

Actualmente es coordinadora del Ciclo de Integración y docente de materias de Formación Humanista.

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Mayela Limones Muñiz

Aprender, enseñar,traducir: Luz

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De sabiduría sin alarde, con un tono de voz desenfadado, con sus ojos sin pintar, espontánea, comunicativa e inteligente, llena de historias y de chis-pa, de memoria privilegiada, cronista original de los acontecimientos más relevantes de la UIC, la única mujer que ha dictado dos veces la Lección Magistral en el Claustro Universitario, una como directora académica y otra con representación administrativa: esa es Luz María.

Nace durante la década en que la mujer empezó, de manera incipiente, a incursionar en las actividades políticas y sociales de México, en el seno de una fa-milia que consideraba que la educación debería ser pareja para hombres y muje-res, por lo cual y ¡por fortuna! nunca tuvo que encargarse de las labores de la casa.

La escuela a la que asistió era suma-mente exigente. Aprendió muchísimo y, con el tiempo, pudo valorar y apro-vechar mejor todas las enseñanzas. De igual forma, con la suerte como acom-pañante a largo de su vida, terminó sus estudios de high school y con un solo año más de estudios terminó la prepa.

Luz María se introdujo al mundo la-boral como secretaria bilingüe, en un laboratorio farmacéutico que la enfren-tó a su primera odisea de empleo. Pos-teriormente, incursionó en lo que, con ciertos matices distintos, sería su vida posterior: la docencia. Impartió clases de inglés en primaria y secundaria. Le quedó claro que sí le gustaba la docen-cia, pero no con niños ni adolescentes.

Poco después, también de manera casi inesperada, entró a la Universidad Nacional Autónoma de México a estu-diar Letras Inglesas. Situación azarosa porque no era algo que hubiera esta-do planeado con anticipación y tam-poco correspondía a “una vocación guardada de por vida en el silencio”. La decisión se tomó durante un fin de semana, la prioridad era tener tiempo para las labores del hogar.

Durante el curso de su carrera uni-versitaria tuvo dos hijos varones, que la acompañaron a la Universidad desde que estaban en el vientre. En este pe-riodo fue invaluable el apoyo de sus padres, hermanos y parientes políticos para poder estudiar y ser mamá a la vez.

En 1979 terminó la carrera y empezó a trabajar, como traductora indepen-diente, en diferentes editoriales. Los estudios de traducción tienen esa gran ventaja: se prestan con facilidad al tra-bajo desde casa. Un poco después, se anunció un tercer embarazo y, en este caso, se trató de una niña. Durante dos años y medio cumplió la doble jornada: continuó haciendo traducción desde su hogar y atender casi de lleno a sus hijos.

Cuando su hija estaba prepara-da para entrar a maternal, realizó su examen profesional (más de seis años después de haber terminado la carre-ra) y, como otro testimonio más de su buena suerte, le ofrecieron un trabajo por doce horas a la semana en la Uni-versidad Intercontinental. Su primera responsabilidad fue dar un giro a una carrera que originalmente había esta-do enfocada a la docencia de la lengua moderna para que los egresados fue-ran traductores.

Venía tres horas todos los días, menos los jueves, día en el cual toma-ba un curso de agentes de pastoral. Al mes de haber entrado, se le solicitó cubrir una suplencia de un profesor. La clase, supuestamente, era un Se-minario de Tesis, pero al interactuar con las estudiantes (sólo mujeres), se puso en evidencia que para escribir la tesis primero hay que saber escribir y, por lo tanto, el seminario se convirtió en un taller de redacción. A través de las entregas diarias de textos para co-rregir, aprendió lo inimaginable sobre fútbol americano y de toros. Hasta la fecha conserva una magnífica relación con varias de aquellas primeras estu-diantes universitarias.

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Al poquísimo tiempo, adquirió ma-yores responsabilidades. Fue secretaria académica de la Escuela de Lenguas (incluía la recién nacida licenciatura en Traducción y el Centro de Lenguas Extranjeras) y, a escasos dos años de haber entrado a la Universidad, nue-vamente su buena fortuna apareció, cuando le ofrecieron la Dirección de las dos áreas mencionadas. Lo anterior significaba un reto fenomenal para una persona muy joven, con tres hijos y una casa que atender, pero resultó suma-mente atractivo y, una vez más con el apoyo familiar, lo aceptó.

El trabajo resultó altamente reta-dor y enriquecedor. Fue una época de mucho aprendizaje en todos sentidos. Cómo tratar a la gente, cómo enfren-tar las quejas de los estudiantes, cómo ofrecer calidad a los usuarios y, en es-pecial, confirmar su vocación traducto-lógica y docente. De esas fechas guar-da en su memoria y corazón excelentes relaciones con una gran cantidad de ex alumnos, quienes le siguen compar-tiendo sobre su vida, sus hijos, sus la-bores; el conocimiento de magníficas personas que, de alguna manera, han marcado y siguen marcando su vida; y un gran “colmillo” en el trabajo diario.

En el año 2000, el Centro de Len-guas Extranjeras fue asignado a otra Dirección General y, por ende, dejó de dirigirlo quedándose, únicamente, con la licenciatura en Traducción. Fue un proceso difícil, de cambios físicos y reducción del personal a menos de la mitad. Sin embargo, las relaciones entre los académicos y los estudiantes siguieron siendo favorables e inten-sas, así como el aprendizaje que de-rivó de la modificación de los planes de estudios.

En 2005 (coincidió con el término de la carrera universitaria en la UIC, de su hija), dejó la Licenciatura en Traducción para transitar hacia el mundo adminis-trativo, al ser reasignada a la Coordi-nación de Planeación y Efectividad de

la Universidad. El cambio de giro fue muy notable, ya no se dirigía tanto a la docencia, sino que abarcaba labores administrativas interesantes que con-templaban todas las áreas de la Univer-sidad. Esta experiencia resultó muy ilustrativa, le permitió conocer a la Ins-titución desde facetas muy diferentes: procesos de inscripción, reglamentos, procedimientos de titulación, aplica-ción de nuevos sistemas electrónicos, elaboración de planes operativos, ma-nejo de relaciones con asesores para la implantación de diferentes cosas como el Modelo Educativo, conocimiento de requisitos de la Secretaría de Educación Pública y muchos otros aspectos que ampliaron de manera determinante su visión universitaria.

En esta etapa, los dos procesos más importantes en los cuales Luz María asumió una participación muy activa fueron 1) la creación del Modelo edu-cativo UIC, bajo una dinámica multi e interdisciplinaria e incluyente basada en el estudio y las aportaciones de exper-tos, así como en la experiencia de la la-bor diaria de los compañeros de trabajo y 2) el trabajo intenso relacionado con el proceso de reacreditación de FIMPES. Una vez más, este trabajo colegiado se reflejó en una amplísima gama de acti-vidades de investigación, recopilación, creación de documentos, interacción con los diferentes departamentos, co-nocimiento de las características de los demás compañeros de trabajo, de sus actividades y, en muchos casos, sus in-quietudes y deseos. Finalmente, se ob-tuvo la certificación “lisa y llana” lo cual es un logro enorme para la UIC.

El 2012 fue un año lleno de even-tos. Febrero representó para Luz María un mes parteaguas, porque le suce-dieron grandes acontecimientos que la llevaron a tomar decisiones de vida. Esto la motivó a pensar en la necesdiad de realizar, una vez más, un cambio en su destino y se planteó un derrotero: dejar la comodidad de su tiempo com-

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pleto y quedarse sólo con quince horas para llevar a cabo el pago de su seguro voluntario y, así, asegurar una pensión más digna. Mientras tanto, inespera-damente, en junio falleció su madre, lo que también le dio un giro de ciento ochenta grados a la dinámica familiar.

Como consecuencia de lo anterior, desde agosto de 2012 regresó como coordinadora al origen de sus amores (la Licenciatura en Traducción), dedi-cándole sólo quince horas a la semana.

El 18 de febrero de 2013 Luz Ma-ría cumplió veintiocho años de haber ingresado a la UIC. Las horas, que su-puestamente le quedan libres, no lo son del todo pues siempre tiene mil papeles que desplegar: ser albacea del testamento de su madre, ser abue-la consentidora de sus nietas, ser viaje-ra frecuente para ver a su hija y yerno en Querétaro, continuar en su labor de traductora, leer muchísimo, lo cual ha sido un vicio que se prolonga ya por varias décadas, y, ¡algo nunca visto! hacer ejercicio constante.

Un deseo de Luz María es dedicar unos renglones de esta narración, para incluir una larga lista de personas que le han acompañado en el transcurso de su vida, a manera de testimonio del invaluable significado afectivo que tie-nen: Adriana, Aída, Alejandra, Alfredo, Alma, Ambrosio, Ana Gabriela, Andrea, Andrés, Ángeles, Antonio, Arturo, Au-rora, Beatriz, Bernardo, Carlos, Carmen, Cecilia, Claudia, Cristina, Diana, Emilio, Erika, Esteban, Esperanza, Eva, Francis-co Javier, Gabriela, Guadalupe, Hernán, Hiram, Jessica, Jesús, Joaquín, Jorge, José Antonio, José Luis, José Manuel, Juan José, Juan Pablo, Leonor, Leticia, Lourdes, Luz, Luz María, Marcela, Ma-ría, María Elena, María Eugenia, Mari-beth, Martha, Martín, Martina, Mayela, Midelvia, Miguel, Nora, Norma, Olga, Omar, Paola, Patricia, Ramón, Rebeca, Regina, Roberta, Rodrigo, Roos, Ru-ggero, Sergio, Teresa, Tomás, Víctor, Yolanda y tantísimas otras personas que

han sido guía, apoyo, oído, compañía y otras muchas cosas desde el ámbito personal, familiar, de la amistad y de la enseñanza-aprendizaje.

Esta es la historia de Luz María, una mujer que nunca ha dejado de ser ella misma, que siempre ha cuidado su independencia por mantener su vida propia, que asume su vida pública, su carrera y su vida familiar con gran ca-rácter y singular alegría.

En complicidad narrativa junto conmigo, nos propusimos descorrer a pinceladas el velo de su historia, evo-camos viejos y emotivos momentos que representan la historia de esta gran mujer disciplinada, generosa y constante, a quien no le da pena que la vean con sus debilidades, limitacio-nes y sueños, alguien que ha sabido asirse con talento al carro de la vida y descargar la emoción en cada uno de los acontecimientos. Luz María, un ser entrañable en la vida de la UIC.

MayelaLimones Muñíz

Jefa del Departamento de Impulso Social y Empresarial de la Universidad Intercontinental. Es maestra en Educación Humanista y licenciada en Sociología. Ha coordinado por 10 años la publicación del folleto conmemorativo del Día Internacional de la Mujer en la UIC

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Guadalupe Alonso

Plenitud y decisiones de vida

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De hablar franco, claro, fuerte y a la vez amable, Midelvia narra pasa-jes de su vida con la fuerza y seguridad que la han llevado al lugar profesional y personal que tiene actualmente.

Siempre cuestionadora de la vida, la opción por la psicología no es ca-sual. Le gustaba la biología, la filosofía, le interesaban todas las ciencias dedi-cadas a abordar ese microcosmos que

es la especie humana. Había tenido una constante y tremenda necesidad de comprender a las personas y quería dedicarse a algo que le permitiera tra-tar con ellas, ayudarlas.

Junto al cuestionamiento persis-tente aparece otra característica per-sonal que Midelvia reconoce en las mujeres: la introspección, más de ver-se hacia adentro, a diferencia del hom-bre que tiende a ver más hacia afuera. Desde este pensamiento la elección de la carrera se asocia a un vínculo con su ser mujer, aunque la posibilidad del servicio al otro es en realidad el motor y sentido de la disposición a continuar el rumbo de la psicología clínica, pero eso sí, no en cualquier institución, sino precisamente en la UIC, entre otros motivos, por el prestigio de la carrera en esta institución.

Así, la decisión de ser psicóloga se presentó contundente en la vida de Midelvia. Con su ingreso a la UIC, y el contacto y conocimiento de la calidad del posgrado en psicoanálisis, se cla-rifica de manera importante el rumbo de su trayecto formativo profesional. No sin dejar de considerar, ya en el posgrado, el hecho de que la especia-lidad en psicoanálisis es “brutalmente” costosa y la carga de trabajo, muy fuer-te, como pudo comprobar durante el lapso de sus estudios.

La primera razón que le llevó a ele-gir a la Universidad Intercontinental, fue la relación de cercanía con su casa. Aun-que curioso y quizás insignificante, un detalle como ése haría muy feliz a cual-quier estudiante que debiera pasar un largo tiempo ligado a una institución. Con el tiempo ese detalle ayudó a con-vertir a la escuela en su segundo hogar.

Han transcurrido muchos años de su vida bajo el cobijo de la UIC - 22 si ha-cemos cuentas -, en los que ha podido aquilatar la calidez y cercanía de com-pañeros y autoridades. Recuerda que en su juventud el diálogo con las autori-dades era permitido hasta el punto que,

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en la imprudencia de esa etapa de vida, una vez, ante un percance donde se fue la luz, no dudó en ir a donde el rector para explicarle que había perdido su trabajo y que era necesario poner una planta de luz, y aunque ahora reconoce que ese tipo de actos no eran contun-dentes, sabía que podía ser recibida y escuchada. Ese ambiente de cercanía y hasta cierto punto flexible en el pro-tocolo, es lo que a una persona como Midelvia, expansiva, histriónica, como ella misma se caracteriza, le lleve a re-conocer que durante su formación en la universidad fue muy feliz.

Un carácter tal no podía sino convertirla en una líder entre sus compañeros de gene-ración. El ambiente de la universidad, en ge-neral, le motivó a par-ticipar de cuanta activi-dad y convocatoria se promovía en la escue-la. Pasaba quizás más tiempo en la UIC que en casa; estaba siem-pre activa y llena de cosas. Con el tiempo y esas circunstancias, de-sarrolló un vínculo muy cercano con la universi-dad, mismo que fue de

ayuda para terminar la carrera y, casi inmediatamente, comenzar a impartir clases en licenciatura con apenas 22 años. Su experiencia inicial como do-cente, estuvo definida por una fuerte exigencia hacia su desempeño. Obte-ner resultados positivos en sus evalua-ciones, le llevaron a mantenerse y con-solidar su labor docente cada vez con mejores condiciones.

Terminó el proceso de titulación lo más rápido que pudo, quería con-tinuar el posgrado y estaba en el pro-ceso cuando la muerte repentina de su madre y una situación de salud de su padre, impactaron en la estabilidad emocional y económica familiar y, por supuesto, personal. La muerte de su mamá, de carácter y presencia fuerte, quien fue modelo de vida para ella, motivó la fuerza del trayecto formativo que venía transitando.

En aquellos momentos de su vida, su esfuerzo y constancia como estu-diante le ofrecieron buenas gratifica-ciones, como el reconocimiento por su desempeño entregado por la pre-sidencia de la república de aquella época. Midelvia comenta que ella no se consideraba una “matada” para la escuela, más bien revolucionaria y con-

Ese ambiente de cercanía y hasta cierto punto flexible en el protocolo, es lo que a una persona como Midelvia, expansiva, histrionica, como ella misma se caracteriza, le lleve a reconocer que durante su formación en la universidad fue muy feliz

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testataria, aunque siempre le gustó estudiar y lo hacía con mucho gusto. En clase siempre daba réplica y solía discutir con sus profesores, lo cual, sin embargo, no le impedía mantener buenas relaciones con ellos. No estu-diaba por las calificaciones, aún así re-cibió el premio Ducit et Docet.

Sobre el premio de presidencia re-conoce que al principio no le dio impor-tancia, estaba muy triste por la muerte de su mamá, recuerda que desde su estado de ánimo no podía dimensionar el valor de ese reconocimiento: “Debe ser como un bailable de alguna delega-ción”- le comentó a su padre cuando le mostró la carta…”No seas absurda- me contestó- investiga qué es”.

Aquella respuesta le animó a averiguar un poco más. El recono-cimiento consistió en una beca del CONACYT del 50% para estudiar en el extranjero. Esa carta representaba la posibilidad de lograr el acceso a su anhelado posgrado. Siguiendo el consejo de su padre, logró averiguar que el Diario de México se dedicaba a investigar todas las universidades a nivel nacional para saber cuáles eran los mejores promedios de cada ge-neración. Para conseguir alguna de esas becas, el promedio mínimo re-querido era de 9.8 sobre 100, man-tenido durante toda la carrera. Era necesario también un historial inta-chable, sin extraordinarios. De acuer-do con todas las estadísticas de la UIC, solo había dos alumnas con esas características: una de turismo y una de psicología. Por supuesto, una de ellas era Midelvia.

Asistió, al evento de premiación en los Pinos. Se encontró con que ese día estaba rodeada de unos mil quinientos estudiantes de toda la república. Entre universidades públicas y privadas, don-de quiera que volteara había cabezas con los más altos promedios del país.

Sin embargo, CONACYT no esta-blecía convenio con la UIC y Midelvia

tenía claro que su interés estaba en el posgrado de esa institución, así que tuvo que buscar un acuerdo con la uni-versidad, recurriendo al premio que le había sido otorgado. Consiguió el apo-yo, pero condicionado a mantener su alto desempeño.

Su trayectoria académica, ha co-rrido a la par de su ejercicio como terapeuta, así como de otras activi-dades fuera de la universidad como cursos y asesorías. De manera que su proyecto profesional, ha seguido un rumbo muy afortunado, o muy conse-cuente con su esfuerzo y tenacidad, hoy, después de más de veinte años de ese trayecto, ha afianzado su vida profesional.

La familiaLa muerte inesperada de su ma-

dre, y un año después la de su padre, le hacen buscar y encontrar, en aquella época, lazos afectivos entre sus com-pañeros de la universidad “en la UIC encontraba la vida”.

Hija mayor de tres hermanos, com-partió otro dolor, la muerte en plenitud de vida de uno de ellos. Esta pérdida tan inesperada resultó más difícil de superar que la de sus padres, pero la preocupación por su cuñada y sobrinos se conviertió en una tarea importante para ella. El cariño irrenunciable por sus sobrinos ha llenado una parte fun-damental de su mundo afectivo, por ellos, reconoce, es capaz de renunciar a lo que sea.

Aunque las personas que cono-cen a Midelvia, le han comentado que sería una excelente mamá porque es generosa, compartida y colmada de virtudes, ella decidió, desde los quin-ce años, no tener hijos. Para ella, ser mamá, implica tener una enorme voca-

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GuadalupeAlonso

Maestra en Ciencias de la Educación con especialidad en Investigación Educativa, además de la docencia, ha colaborado en diversos proyectos de investigación educativa, evaluación y diseño curricular en instituciones públicas y privadas, para los niveles básico, medio superior y superior.

ción; a veces la maternidad se idealiza como si todas las mujeres tuviéramos un instinto maternal y eso no es real, el maternaje es algo que se aprende. La maternidad también significa un grado de renuncia en tiempos y espacios a un proyecto profesional que ante todo ha sido su prioridad.

No se arrepiente de tal decisión, porque siempre ha sido muy indepen-diente y esa fantasía de tener hijos para no llegar sola a la vejez no es para ella, porque piensa que lo importante es crear vínculos.

Dedicarse al desarrollo profesio-nal, también llevó a nuestro perso-naje a la decisión de no tener pareja “estable”, hasta ahora. Lo complejo y absorbente del posgrado condi-cionó esa decisión. Además, sus ac-tividades, no siempre correspondían con el rol de mujer que todavía se esperaban en su época de juven-tud, de hecho le tocó una etapa de transición en ese sentido. El tipo de carrera que estudiaba y su persona-lidad decidida, asertiva y proactiva, se vivía más bien como una amena-za para algunos candidatos, a la vez que cuando le demandaban tiempo y espacio “salía corriendo”. Esto no impidió que tuviera experiencias de noviazgo y pareja, a lo largo de su vida. Tranquila con esta decisión, su

existencia se había enriquecido con la presencia constante de amigos y amigas diversos y entrañables, mu-chos de ellos compañeros de la UIC. Hasta que, muy recientemente, se le planteó otro reto: conoce a un hom-bre con el que decide por fin casarse.

En este nuevo desafío, con la fuerza del amor que se gesta en la madurez, Midelvia tiene un cambio de vida de 360 grados, ahora enfren-ta nuevos aprendizajes, como saber recibir lo que el otro puede dar, no tener miedo a sentirse vulnerable, a ver al otro, a compartir. Reconoce que su pareja y ella, se encuentran en situaciones de vida que los hace muy compatibles. Es así que en este momento de su existencia se siente y se percibe como una mujer plena en todos los sentidos.

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La mujer que camina delante de su sombra.Aquella a quien precede la luz como las avesa las celebraciones del solsticio.

La que nada ha guardado para sísalvo su juventudy la piedra engarzada de las lágrimas.

Aquella que ha extendido su pelo sobre el árbolque florece en otoño, la que es dócila las insinuaciones de sus hojas.

La mujer cuyas manos son las manos de un niño.

La que es visible ahora en el silencio,la que ofrece sus ojosal animal oscuro que mira mansamente.

La que ha estado conmigo en el principio,la mujer que ha trazadola forma de las cosas con el agua que oculta.

La mujer que camina Basilio Sánchez

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Jacqueline Gómez Mayorga

Rufina Una mujer natural

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¿Quién tiene la facultad para dis-tinguir los sonidos de la naturaleza en la ciudad bulliciosa? ¿Quién de cami-nar citadino es capaz de reconocer, por su trinar, al menos un par de aves tempraneras? Resulta difícil para la ma-yoría siquiera describir con más de tres adjetivos e imaginar con más de tres tonalidades, un paisaje arbolado den-tro del horizonte urbano. Solo alguien que respeta con su sencillez la vida es capaz de sentir sin detenerse, de dis-tinguir sin limitarse, la belleza del pai-saje que se nos presenta a cada maña-na. Son realmente pocos quienes, aún, procuran esa valiosa costumbre de disfrutar las cosas esenciales del buen vivir. Una de estas personas es Rufina.

Rufis. Con su oído finísimo se de-leita ante la orquesta que anuncia el comienzo del día. Cotorros, primaveras, gorrioncillos, colibríes y zanates par-lotean, cantan y graznan con timbres armoniosos. Apenas se asoman, algo tímidos, los primeros destellos de sol. Hace más de una hora que Rufina está despierta, ya lista para realizar sus labo-res en la universidad. Llega temprano. Antes de su horario de entrada formal, ella comienza su jornada. Prepara cu-betas, trapeadores y demás utensilios para realizar la limpieza al ritmo lumi-noso del canto de las aves, al compás del gemido de una que otra tortolita y el repiqueteo ocasional de algún pájaro carpintero. Sea por lo responsable que es o por la oportunidad de presenciar ese suceso prístino, la cuestión es que Rufina, doña Rufis - como la llaman sus compañeras y más cercanos conocidos – prefiere comenzar a chambear de in-

En las mañanas viera nomás qué chulada. Está uno trabajando, y está uno oyendo los cotorritos que andan aquí graznando, y gritando, porque luego están en parvadas, y luego… ve uno el amanecer.

mediato y hacer de ese primer instante su momento favorito.

- Mi oído está desarrollado porque en el campo todo eso se oye. Los escu-cho porque yo viví en rancho.

Esta es la razón por la cual doña Rufis ama la naturaleza. A través de sus oídos ella invoca las imágenes de su infancia. Cada uno de sus días de tra-bajo, que sumados en años resultan 32, los hermosos jardines de la Universidad Intercontinental vinculan a Rufina con su vida en Veracruz… en Oaxaca… en Pue-bla: recuerdos gratos de niñez y juven-tud; anécdotas de familia numerosa; el trabajo arduo en el campo revestido de respeto y disciplina paterna; enseñanzas de la madre entonces viva, después, su recuerdo glorioso; el cuidado dedicado a los 12 hermanos; el calor del fuego, el olor de la tortilla, la frescura del agua y la faena intensa, siempre.

Si algo define a doña Rufis es ser una mujer bien trabajadora. Como encargada de la limpieza, desde hace 29 años coordina a sus compañeras para realizar juntas, bien y a tiempo, las labores que les corresponden. Su carácter enérgico, herencia del padre, le ayuda a lograr control y mantener el orden. Como ella misma afirma:

- Esa responsabilidad me dieron, pues yo respondo.

Lo que más valora doña Rufis es la amabilidad de las personas y el respeto hacia su trabajo. 27 años de su vida la-boral han transcurrido en el mismo edi-ficio, y aunque sus actividades poco han cambiado, son abundantes las expe-riencias vividas. Para Rufina es muy im-portante mantener los salones limpios,

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los pasillos impecables, las escaleras sin polvo, los vidrios resplandecientes. Todo disponible justo en el momen-to que se necesita. Hay quienes ni si-quiera se dan cuenta; hay quienes se dan cuenta pero son indiferentes; hay quienes aún dándose cuenta, suelen ensuciar con desparpajo lo que Rufina procura con fervor, diariamente. Ante malos tratos y desdenes ella no hace corajes, prefiere recordar a las buenas personas, a los estudiantes atentos, a los maestros agradecidos, al personal cordial. Como aquel profesor de anta-ño que le regalaba momentos musica-les placenteros; mientras ella limpiaba su oficina escuchaba aquellas melodías maravillosas, semejantes a un paisaje oriental, cuyo principal atractivo memo-rable en la imaginación de Rufina, fuera un remanso de agua cristalina y calma.

Paco. Después de un arduo día de trabajo doña Rufis se sienta al lado de la ventana, para sentir en la piel, la luz de la tarde resolana. Acompañada de su chamaco parlanchín, borda con parsimonia la hoja mágica. Una fiesta de colores y motivos de alegría toman forma de flores, pájaros, gatos, ratones y detalles de ocasión: que la navidad, que el día de muertos, que el juego de baño. Es su pasatiempo preferido: te-jer, bordar y perderse en los recuerdos; bordar y olvidar las penas; tejer para dejar descansar las preocupaciones; hacer la labor con el gancho, mientras ríe a carcajada franca con las ocurren-cias de su hermoso loro.

- ¡Paco, estás chuuuuuulo! Una sonrisa embellece el rostro de

Rufis al escuchar el parloteo jacarando-so de Paco. Desde hace 19 años este elocuente y llamativo plumífero forma parte de su familia.

- ¡Maaaaa, mamá ven!La familia. Es la motivación que le-

vanta todas las madrugadas a Rufina para ir a trabajar. Ella sabe bien lo que significa velar por el bienestar de los seres queridos. Desde niña lo aprendió

cuando, al morir su madre, el destino la marcó como la mujer de la casa, la mayor de todos los hermanos, la mano derecha de papá. Desde muy pequeña aprendió a ser la fuerte, la exigente, a estar siempre al pie del cañón. Ahora se da cuenta. Gracias a su carácter ha logrado sobrellevar los episodios amar-gos; como el día que murió su padre de un cáncer fulminante, o como la desdi-cha padecida en los últimos años, a raíz del severo accidente de su hijo, el me-nor. Qué difícil se le ha puesto la situa-ción a Rufina. Se le vino la diabetes, la presión alta, el cansancio, la depresión; pero no hay modo de desmoronarse. El amor y la atención hacia su hijo la sos-tiene firme. Su enorme corazón bom-bea la sangre que la fortalece.

Por fortuna Rufis cuenta con el apo-yo incondicional de su marido y su otro hijo, el mayor, el arquitecto. A su espo-so lo conoció en una fiesta de 15 años, gracias a una compañera de trabajo de la Universidad. Ya son 28 aniversarios, juntos y felices, con su querido compa-ñero; el papá consentidor; el portador de sus momentos dichosos; con quien resuelve las situaciones complicadas. Ambos, unidos, sostienen a la familia limpiando lo que otros ensucian.

Ante cualquier circunstancia, doña Rufis busca ser optimista. Aunque su rostro expresa una vitalidad tenaz, en ocasiones le gana la fragilidad hasta derrumbarse. Más ahora que su suerte está echada como prueba del desti-no. Reflexiona. Ya no hay vuelta atrás. Agradece. Su hijo está vivo. El trabajo manual y la compañía de Paco resultan la mejor terapia. Así distrae las triste-zas, escuchando los agudos parloteos, bordando sueños teñidos con su color favorito, el rojo intenso como el de sus predilectas rosas.

Minas. Melosa y coqueta se conto-nea la consentida de la casa. Es Minas, la gatita atigrada que hace 12 años Ru-fina se trajo de la UIC. Con su encanto felino ganó su lugar como la cuarta in-

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JacquelineGómez Mayorga

Trabaja en el Departamento de Integración Humana de la Universidad Intercontinental como docente de Formación Humanista. Es maestra en Ciencias y Artes para el Diseño y licenciada en Comunicación Social. Es guionista y diseñadora de contenido para medios audiovisuales. Actualmente realiza un doctorado en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

tegrante de la familia. Mientras Rufis ve sus programas de televisión favoritos, esos de recetas de cocina, ambas se hacen compañía.

- Yo me esmero en al cocina, de verdad. Cochinita pibil, mixiotes, tama-les oaxaqueños, hasta el arroz me sale bien; bueno, hasta los frijoles.

A doña Rufis le gusta complacer a su gente con comidas deliciosas. Cuan-do la ocasión lo amerita, ella misma se deleita con su platillo favorito, el mole.

- Lo preparo yo todito, con todos sus ingredientes. De verás me queda bueno, ¡ah, sí!

Su mamá le enseño a cocinar en el rancho, en donde todo se hacía a mano: traer el agua del pozo, preparar el maíz en el nixtamal, vigilar la lumbre. A mano, esa es la manera como apren-dió a trabajar.

- Allá no hay nada, ni luz. A pie o a caballo sale uno. Es la pura naturaleza.

Aquel contacto intenso con lo na-tural le ha otorgado a Rufina una sen-sibilidad exquisita que la ciudad jamás logrará opacar. De ella deriva su aprecio por la vegetación, por los animales, por la sana comida y la buena compañía. Así se nutre el amor que brinda a sus hijos, a su marido, a sus adorados Paco y Minas. Con sus manos Rufis acaricia los días. Minas responde con un sube ronroneo. Ambas saben, sienten, esos momentos en donde todo está bien.

Epílogo. La vida de doña Rufis se presenta como una receta tradicional de un buen guiso que se cocinan a fuego lento. Son los finos ingredientes el secreto para logar los manjares su-culentos, las dosis exactas de formas, colores, olores, sabores y sonidos.

Rufina se siente muy afortunada por laborar en la Universidad pues ahí refrenda su pacto con la naturaleza.

- Está uno trabajando, luego ve uno todo esto, tranquilo. Es lo que más me gusta. Me concentro en lo que estoy haciendo, pero estoy al tanto.

Así es. Las mejores experiencias de

Rufina están vinculadas, en algún sen-tido, con su trabajo en la Universidad: sus recuerdos pueriles, sus placeres concretos, su marido amoroso, el creci-miento de sus hijos, sus animales que-ridos, sus lazos amistosos. Así es. Su enorme corazón también tiene espacio para las amigas. Cuando la ocasión se lo permite visita a sus ex compañeras de trabajo, de quienes, por cierto, ya casi nadie se acuerda. Esta situación la lleva a reflexionar acerca de su futuro, cuando llegue el momento de su jubi-lación. Mejor no pensar en eso. Prefie-re recordar el canto de los cotorritos.

A unos días de cumplir 57, Rufis se concentra en ella, como esposa, como madre, como amiga, como mujer; como una dama que merece un vagón de me-trobús pintado por completo de rosa. Se siente bien. Se considera útil. Activa. Tie-ne el propósito de aprovechar al máximo todo lo que aún le ofrece la vida.

- Estoy a gusto, sigo aquí mientras me aguanten, verdad.

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Mayela Limones Muñiz

Una pérdida, un destino exitoso

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Las remembranzas fluyen tan rápi-do que las frases se atropellan y con cada palabra surge un nuevo recuerdo. Es el torrente de una historia de vida la de Yolanda Valero, madre de fami-lia, docente, odontóloga maxilo facial y apasionada de las ciencias biomédi-cas, justo en ese orden de prioridad.

Todo fluye, como si Yolanda me hu-biese introducido de incógnita en su guardarropa y, ahí, de lo más cómoda, empezara a contarme su historia. Los recuerdos llegan en cadena. No quiere dejar a nadie fuera.

Mujer guerrera, acostumbrada a arrancarle el sí a la vida, a golpe de constancia y pasión; temple que se configura al ser hija única y a sus quin-ce años, un hecho fatal hizo que pasa-ra de ser una niña super consentida, a enfrentarse a una pérdida irreparable: la muerte de su madre; dejándola to-talmente desolada. Sin familia - su pa-dre murió cuando era muy pequeña -, en la incertidumbre, el vacío la obligó a irse a vivir con unas religiosas misio-neras. Este momento fue tan decisivo que marco el rumbo de su existencia. Un nuevo modo de ser, le inyectó una fuerza motora que le enseñó a no clau-dicar, a que en la vida hay que ser au-daces y perseverantes.

De su madre le quedaron valiosas enseñanzas, el haber aprendido a obser-var el mundo que le rodeaba y a saberse reír de sí misma; que la vida no se entien-de sin los libros, recintos en donde se encuentra el conocimiento del mundo y de los seres humanos. De ahí su amor al estudio y su vocación docente.

Discreta, confidente, tierna, consentidora y luminosa

En la actualidad conserva el gusto por el tejido, también herencia de su ma-dre. Teje en todas sus modalidades, con ganchos y agujas, y borda en punto de cruz. Esto aunado a su afición por armar rompecabezas de 5 ó10 mil piezas, re-presentan sus pasatiempos predilectos.

Con la vasta complejidad de su pa-sado, en medio de distintas y sucesi-vas transformaciones, y las constantes en su vida de mujer de hoy, su espíritu está templado, ha aprendido a cargar con las facturas de la existencia y man-tenerse al ras de su horizonte.

A lo largo de los años, Yolanda ha sido una hacedora incontenible de proyectos, que han configurado su presencia en ámbitos odontológicos, hospitalarios, sociales y académicos. Siempre con la inquietud de aportar sus conocimientos; de ayudar al me-joramiento de la salud bucal de toda aquella persona que lo necesite; de movilizar actores y dependencias; de enlazar recursos técnicos, materiales y humanos en pro de causas para el bien común.

A la par, en la continuidad de su presencia, se hayan tareas y responsa-bilidades; como el proceso de reestruc-turación académico-administrativa que vivió en la Universidad Intercontinental, aunado al reto de flexibilizar el plan de estudios del Programa Académico de Odontología. Su liderazgo, su capaci-dad de gestión y el trabajo colegiado producto de la academia han sido sus fortalezas para alcanzar objetivos.

En sus 19 años de vida institucional Yolanda ha representado a la UIC en

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diversos congresos y eventos. Actual-mente, pertenece al Consejo Nacio-nal de Educación Odontológica, A.C. (CONAEDO).

Además, fue votada y elegida como Secretaria Ejecutiva del Comité Nacio-nal de Salud Bucal, cargo de enorme trascendencia por la misión de dicho Comité, que es contribuir al abatimien-to de la frecuencia de las enfermedades bucales de mayor prevalencia e inci-dencia entre la población mexicana. Sin lugar a dudas, la participación proactiva de Yolanda en dichas esferas le permite asumir por segunda ocasión el preoce-so de reacreditación del Programa Aca-démico de Odontología, lo que pone en alto el prestigio académico de la Universidad Intercontinental.

En el terreno profesional una ex-periencia que resultó difícil y al mismo tiempo le dejó una gran enseñanza fue el último año de su residencia, al en-frentarse con la muerte de un paciente operado de un cáncer muy agresivo, cuando aparentemente todo evolucio-naba muy bien. Este hecho la marcó para nunca olvidar que en la práctica odontológica existen tres cosas impor-tantes para una pronta recuperación

del paciente: el procedimiento quirúr-gico; la explicación clara y sencilla de su situación médica y, el trato y la ca-lidad humana. Lección que hasta hoy día sigue trasmitiendo a los estudian-tes como una condición sine qua non.

Paralelamente a su alto desempe-ño profesional, Yolanda se ha dado el tiempo junto a su esposo Héctor, para formar a sus tres maravillosos hijos: Mónica, Adrián y Yolanda. Son su gran motivo de orgullo y felicidad por ser talentosos, de excelencia académica y exitosos profesionales con estudios de posgrado.

Yolanda es tan vital y luchona, capaz de levantarse todos los días a las 5:30 de la mañana para darle de comer a su perrita “Pecas”, arreglar cosas de su casa, salir corriendo para estar en la UIC e impartir cátedra, encontrarse con sus estudiantes de maestría de la asignatura de Diagnóstico y Patología Bucal en la UAM, trasladarse al Hospital Ángeles a practicar una mandibulectomía; lo mis-mo que atender a una persona indíge-na de la comunidad de Tlapa, Guerrero, todo ello con calidad humana y técni-ca. Sin duda, lo disfruta de una manera extraordinaria, es su elemento natural. Por qué a decir de ella, no hay dinero que pague el simple hecho de quitar el “dolor de muelas” a una persona y que le digan “muchas gracias doctora, ya no me duele o ya estoy bien”.

Yolanda es capaz de todo por sus amigos; entre más se encuentren en infortunio, más se solidariza y trata de ayudarlos, es una forma de agradecer-le a la vida todas las bendiciones que ha recibido. Es capaz de sacar una pas-tilla de su bolsa o dar un remedio efec-tivo para cualquier malestar, incluidos los de un apachurrado corazón.

Además de bordar y armar rompe-cabezas, agrega a sus pasiones com-prar ropa; conocer nuevos lugares; viajar en familia; salir a caminar con su consentida “Pecas”; ver la televisión; ampliar su red de amistades pertene-

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cientes a otras culturas; y confiesa que le encanta el color rosa.

Yolanda es intuitiva, bondadosa, preocupada por las “ovejas desca-rriadas”, como llama con cariño a sus estudiantes. Es una conversadora di-vertidísima y la mejor anfitriona. Posee una amplia red de amigos, que ha con-servado a lo largo de la vida, su hogar es refugio para dar calor humano a los demás. Es la que mantiene todo a res-guarado. Invariablemente, puede lle-gar a cualquier lugar, así sea el fin del mundo; y como un privilegio de su per-sonalidad, siempre tiene las llaves para abrir las puertas. En suma es el ángel de la amistad.

Gracias a su vitalidad envidiable, a su hiperactividad, a su sencillez per-sonal y su inquebrantable vocación de ayudar a los demás, siempre está aten-diendo tres cosas a la vez, sin descui-dar los detalles pequeños.

Sus manos son la parte de su cuer-po que tienen, para ella, un valor in-calculable, son un elemento vital por su multifuncionalidad: tocar, sentir, sujetar, abrir, señalar, escribir, extraer, expresar, dar, acariciar, además de re-flejar lo que decimos, quiénes somos y cómo nos vemos a nosotros mismos.

El espacio íntimo que más le gus-ta de su casa, es la cocina. Es el cen-tro neurálgico, evocador de sabores y aromas. Le fascina hornear pasteles y galletas, además de comer fresas, su fruta favorita. La mesa se convierte en el espacio de regocijo familiar para compartir el día a día con sus hijos y esposo, pasar un rato muy agradable, donde se toman algunas decisiones y se comparten los logros. Como ele-gante agenda familiar está la lista de pendientes imantada en la puerta del refrigerador: “pagar el teléfono”; “ir al súper”; “comprar el alimento de Pe-cas”; “mandar arreglar la lámpara”.

Yolanda es particularmente sensi-ble a la pobreza atroz que atrofia las mejores cualidades de las personas.

Tiene un sentimiento de indignación ante la enorme desigualdad social que se vive en México. Le preocupa la grave situación de la salud bucal de la población. Su conciencia y sus preocupaciones las dirigen hacia la im-portancia de la educación de las nue-vas generaciones. Se pronuncia por la sustentabilidad del medio ambiente, considera que las instituciones de edu-cación superior, tienen un compromiso ineludible al respecto, porque de no hacerse nada, implicará altos riesgos para grandes sectores de la población, así como para los recursos naturales.

Así es Yolanda, una historia borda-da con trabajo, compromiso, ilusiones y deseos. Es una pena cerrar, pero le agradecemos la oportunidad de com-partir los instantes abiertos por la me-moria de su recuerdo. Imágenes que como realidades vivas, seguramente se quedarán como un abrazo largo y cálido en todas y todos los lectores.

MayelaLimones Muñíz

Jefa del Departamento de Impulso Social y Empresarial de la Universidad Intercontinental. Es maestra en Educación Humanista y licenciada en Sociología. Ha coordinado por 10 años la publicación del folleto conmemorativo del Día Internacional de la Mujer en la UIC

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Directorio

Mtro. Juan José Corona LópezRector

Mtro. Ramón Enrique Martínez GascaDirector General Académico

C.P. Sergio Márquez RodríguezDirector General Administrativo y Financiero

Mtro. José Arturo de la Torre GuerreroDirección General de Formación Integral

Elaborado por:

Departamento de Impulso Social y EmpresarialMtra. Rosa María Mayela Limones MuñízJefa del Departamento

Departamento de Integración HumanaLic. Eric J. Torrescano ValleJefe del Departamento

Mtra. Jacqueline Gómez MayorgaCorrección y Edición

D.G. Irma Alonso MoncadaDiseño y Formación

Títulos Publicados

I. Día Internacional de la Mujer. 2003II. Una Perspectiva Humanista en el Día Internacional de la Mujer. 2004III La situación de la Mujer en el contexto de la Educación. 2005IV. Mujeres Construyendo Democracia. 2006V. Todas las mujeres, Todos los derechos. 2007VI. Mujeres en el mundo laboral. 2008VII. El papel de la mujer en el mundo cultural mexicano. 2010VIII. Violencia hacia las Mujeres: un problema de todos. 2011IX. Mujer y medio ambiente. 2012

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Tel: 54 87 13 00 y 54 87 14 00