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16 de enero de 2010 • Número 28 Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver Suplemento informativo de La Jornada • Bolivia: revolución agraria • Agricultura familiar en Brasil • Luchas campesindias en Guatemala • Venezuela profunda • Bolivia: revolución agraria • Agricultura familiar en Brasil • Luchas campesindias en Guatemala • Venezuela profunda NUESTRA AMÉRICA • El cambio climático va • Desafane gubernamental • Calentamiento social • El cambio climático va • Desafane gubernamental • Calentamiento social Y COPENHAGUE PARIÓ UN RATÓN La cumbre del fin del mundo La cumbre del fin del mundo TEMA DEL MES

No. 28 La cumbre del fin del mundo

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• Agricultura familiar en Brasil • Luchas campesindias • Luchas campesindias • Bolivia: revolución agraria • Bolivia: revolución agraria • Calentamiento social • Calentamiento social • El cambio climático • Venezuela profunda • Venezuela profunda en Guatemala en Guatemala • El cambio climático va va TEMA DEL MES 16 de enero de 2010 • Número 28 Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver Suplemento informativo de La Jornada

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Page 1: No. 28 La cumbre del fin del mundo

16 de enero de 2010 • Número 28

Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver

Suplemento informativo de La Jornada

• Bolivia: revolución agraria

• Agricultura familiar en Brasil

• Luchas campesindias en Guatemala

• Venezuela profunda

• Bolivia: revolución agraria

• Agricultura familiar en Brasil

• Luchas campesindias en Guatemala

• Venezuela profunda

NUESTRA AMÉRICA

• El cambio climático va

• Desafane gubernamental

• Calentamiento social• El cambio climático va

• Desafane gubernamental

• Calentamiento social

Y COPENHAGUE

PARIÓ UN RATÓN

La cumbredel fin del mundoLa cumbredel fin del mundo

TEMA DEL MES

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Te invitamos a que nos envíes tus opiniones, comentarios y dudas a [email protected]

La Jornada del Campo, suplemento mensual de La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Me-dios, SA de CV; avenida Cuauhtémoc 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, delegación Benito Juárez, México, Distrito Federal. Teléfono: 9183-0300.Impreso en Imprenta de Medios, SA de CV, avenida Cuitláhuac 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, delegación Azcapotzalco, México, DF, teléfono: 5355-6702. Reserva de derechos al uso exclusivo del título La Jornada del Campo en trámite. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin la autorización expresa de los editores.

Suplemento informativo de La Jornada 16 de enero de 2010 • Número 28 • Año III

EL NEGOCIO DEL FIN DEL MUNDO

En diciembre del año pasado, los repre-sentantes de 193 países, entre ellos los poderosos personeros de las potencias, se arracimaron en Copenhague du-

rante una cumbre de la ONU cuyo propósito era acordar las medidas necesarias para atenuar los efectos catastróficos del cambio climático provo-cado por el hombre. Durante 11 días debatieron temas que ya habían sido previamente aborda-dos en exhaustivas negociaciones bilaterales. Y no pudieron llegar a ningún acuerdo... salvo el de seguir buscando un acuerdo. Las metas del Protocolo de Kioto, vigente desde 2005, vencen dentro de dos años y no hay nuevos compromi-sos con montos y plazos definidos. Largamente preparada, la Cumbre de Copenhague resultó un fiasco que se llevó al mundo entre las patas.

No es el desorden comercial, no es la crisis financiera, no es una emergencia bélica o sani-taria; lo que está a debate es cómo prevenir el fin del mundo, de nuestro mundo. Y no es posi-ble llegar a acuerdos gubernamentales porque, en el fondo, no hay disposición para lograrlos.

Durante el pasado siglo el holocausto, el Gu-lag y las guerras mundiales nos enfrentaron al vértigo del mal; en el tercer milenio la pasividad ante el Apocalipsis nos enfrenta a los abismos del desafane. ¿Por qué, si todos están de acuerdo en el diagnóstico y en el pronóstico, no se ataca la enfermedad?

En los de a pie es quizá el pasmo ante la enor-midad del desafío: ¿qué puedo hacer yo que no sea pedir mi pan en bolsa de papel en vez de plástico? Y sin embargo se han hecho revolucio-nes por libertad, justicia, pan, paz, tierra, digni-dad... cuantimás por la sobrevivencia del género humano. No son suficientes, pero con todo es alentador que en el Klimaforum, la cumbre al-ternativa de Copenhague, decenas de miles se hayan congregado para reclamar y proponer.

Pero, y los que tienen el poder político y econó-mico, ¿por qué esa pasividad culpable? A mi ver hay muchos factores que, sin justificarlo, explican la displicencia, el criminal desafane. Uno de ellos es que el fin del mundo es un buen negocio.

Me explico. Lo primero es entender que los que gobiernan en verdad no mandan, mandan los poderes fácticos y ante todo manda el gran dinero. Y el capital, al que quiéranlo o no representan los gobiernos de las potencias, es incapaz de asimilar que su modelo de producción y consumo es insos-tenible y nos lleva al despeñadero. Ciego a todo lo que no sea negocio –ceguera que los fans de la libre concurrencia consideran virtud–, al capital lo mueve el lucro y lo guían las señales del merca-do. Pero resulta que el tal mercado no registra los costos ambientales, sobre todo los acumulativos que se manifiestan en el mediano o largo plazos. Lo que significa que por su propia naturaleza el capital tiende a destruir las condiciones de su re-producción. Adicto a la plusvalía, el gran dinero, como otros adictos, es suicida.

Cierto, los gobiernos nacionales y multina-cionales pueden tomar medidas para identificar y ver que se sufraguen las “externalidades” am-

bientales, pero aunque sea por su propio bien, los capitales le sacan la vuelta a pagar esos costos.

Con esto bastaría para que estuviéramos en un atolladero. Pero el problema es aún mayor. Porque resulta que al gran dinero no lo mueven tanto las más o menos riesgosas ganancias pro-venientes de la inversión, como las siempre se-guras rentas originadas en la propiedad. Rentas que son más elevadas cuanto más escaso es el bien que se posee de manera excluyente.

Renta es la forma que adquiere en el mercado el beneficio económico generado por el empleo productivo de un bien natural escaso y diferencia-do, cualquiera que éste sea. Lo valorizado puede ser tierra, agua, aire, paisaje, biodiversidad, recur-sos del subsuelo, franjas del espectro electromag-nético o ubicaciones geográficas privilegiadas. Aprovechar estos recursos supone inversiones que se deben recuperar con ganancias. Pero por tratarse de bienes limitados, su aprovechamiento deviene monopolio, lo que a su vez genera un sobrelucro, una renta que es mayor cuanto más escaso es aquello que se posee en exclusividad.

La clave de agriculturas extractivas o “mine-ras”, como la de los soyeros, no son sus inversiones sino la disposición de vertiginosos latifundios; los ingresos de Pemex, que en las décadas pasadas fi-nanciaron el gasto público y con él la acumulación privada, provienen del hecho de tener petróleo y no de lo que se gasta en sacarlo; las utilidades del duopolio televisivo no resultan de lo que invierten en su programación sino de que usufructúan de manera excluyente el espectro electromagnético...

Al capital le place decir que la ganancia es la recompensa que merece por la inversión, cuando en muchas ocasiones el lucro proviene de la priva-tización de un bien escaso, de modo que el gasto productivo es sólo un medio para obtener la renta.

Siempre fue así. Ya David Ricardo en sus Princi-pios de economía política, de 1817, había estableci-do que la ley de los precios funciona para las mer-cancías “cuya cantidad puede ser aumentada por el esfuerzo de la industria humana y en cuya pro-ducción la competencia actúa sin restricciones”, no así en aquellas “que no pueden ser aumentadas por la industria humana”, cuyos precios incluyen una renta. Sobrelucro que proviene de su escasez: “cuando la tierra es muy abundante, productiva y fértil no produce renta” y “si hubiera abundancia

de minas igualmente fértiles de las que cualquiera pudiera apropiarse, no producirían renta”.

Deslumbrados por los logros de la industria, los primeros estudiosos del capital pensaron que la potencia productiva de los ingenios humanos sustituiría paulatinamente a las potencias natu-rales, provocando el declive de las rentas. No fue así. La simbiosis entre la producción social y los ecosistemas es condición permanente de la vida humana. Y contra lo que esperaban, el indus-trialismo y la urbanización consumieron recur-sos que parecían inagotables y hoy son escasos.

“Si el aire (y) el agua (...) fueran de diferen-tes calidades, si pudieran ser apropiados, y cada calidad existiese solamente en cantidad mode-rada, estos agentes, lo mismo que la tierra, pro-ducirían renta”, señalaba Ricardo.

Pues bien, ya sucedió. Si añadimos a los fac-tores naturales que señala el economista inglés otros que dos siglos de expansión productiva han vuelto limitados y privatizables, tendremos una imagen de la colosal dimensión de las ren-tas de nuestros días.

“El trabajo de la naturaleza se paga no porque rinde mucho sino porque rinde poco. En la medi-da en que se vuelve mezquina en sus dones, exige un precio mayor por su trabajo”, escribe Ricado. Es decir, que las rentas son directamente propor-cionales a la escasez. Y es precisamente la escasez de los recursos naturales que hemos agotado lo que define los actuales descalabros ecológicos.

El capitalismo del cambio climático y de la cri-sis ambiental es un sistema económico cada vez más rentista, un capitalismo gandalla donde la riqueza creada por el trabajo se desvía a la valoriza-ción de la propiedad excluyente de los recursos na-turales. Especulación que se añade a las ganancias de la rapiña financiera, para configurar un orden muy distinto del que se auguraba hace 200 años.

¿Por qué los gobiernos de las grandes po-tencias, que gastan 8.4 trillones de dólares en salvar a los bancos, no son capaces de destinar siquiera 200 mil millones a combatir el cambio climático? ¿Por qué no tratar de contener un desorden ambiental que ya como va es dañino y de rebasar los dos grados centígrados provocará hambrunas, pandemias, migraciones, guerras y desaparición de naciones enteras?

Porque cuanto peor, mejor. Porque la escasez paga rentas. Porque el cambio climático, el des-calabro ecológico, el estrangulamiento energé-tico, el agotamiento del agua potable, la crisis alimentaria... son un gran negocio para quienes acaparan millones de hectáreas de tierras férti-les, controlan las cosechas mundiales, poseen los grandes reservorios de agua dulce, especu-lan con el precio de los combustibles fósiles...

El fin del mundo es un gran negocio. Y mientras los negocios sean más importantes que la vida, las reuniones cumbre de las Nacio-nes Unidas terminarán sin acuerdos, como la de Copenhague, o con acuerdos placebo que no atacan a la enfermedad.

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COMITÉ EDITORIAL

Armando Bartra Coordinador

Luciano Concheiro Subcoordinador

Enrique Pérez S.Lourdes E. RudiñoHernán García Crespo

CONSEJO EDITORIAL

Elena Álvarez-Buylla, Gustavo Ampugnani, Cristina Barros, Armando Bartra, Eckart Boege, Marco Buenrostro, Alejandro Calvillo, Beatriz Cavallotti, Fernando Celis, Luciano Concheiro Bórquez, Susana Cruickshank, Gisela Espinosa Damián, Plutarco Emilio García, Francisco López Bárcenas, Cati Marielle, Brisa Maya, Julio Moguel, Luisa Paré, Enrique Pérez S., Víctor Quintana S., Alfonso Ramírez Cuellar, Jesús Ramírez Cuevas, Héctor Robles, Eduardo Rojo, Lourdes E. Rudiño, Adelita San Vicente Tello, Víctor Suárez, Carlos Toledo, Víctor Manuel Toledo, Antonio Turrent y Jorge Villarreal.

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Diseño Hernán García Crespo

BUZÓN DEL CAMPO

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El anuncio de la catástrofe que vendrá si no frena-mos el cambio climáti co paraliza quizá porque es la primera vez que nos enfrentamos al fi n el mundo. Lo han anunciado antes pero ahora va en serio. Y como que no nos la acabamos de creer, como que no nos cae el veinte. Pero más vale que nos aplique-mos cuando aún estamos a ti empo de ponerle re-medio. Porque nadie lo va a hacer si no lo hacemos

nosotros, los de a pie. Los gobiernos no sirven para eso. A la hora de la verdad, cuando hay que agarrar el toro por los cuernos, lo que cuenta es la gente.

Para facilitarnos la tarea de salvar al mundo vale recordar otros temores y otras catástrofes. San Juan nos da su visión del Apocalipsis. La descripción de la gran inundación de 1729 viene en un viejo diccionario. Juan N. Adorno anuncia devastadores

terremotos y nos recuerda que en vez de echarle la culpa a la naturaleza hay que conocer sus leyes y adaptarse a ellas. Pero es la crónica de Carlos Monsiváis sobre el sacudimiento de 1985 la que nos señala el camino: las sociedades se crecen al casti go y si hace 25 años los chilangos transforma-mos la tragedia en vislumbre de la utopía solidaria, ahora le toca a la humanidad ponerse guapa.

Cuando observo la configuración y estruc-tura del hermoso valle en que posa esta importante ciudad no puedo menos que sentirme afectado por su suerte futura (...)

Los volcanes del Anahuac (...) se levantan como los principales gigantes de esta zona plutónica. Estas colosales moles se comuni-can todas por medio de una prolongada y angosta caverna que une sus plantas entre ambos océanos como una galería líquida, y que pronta siempre a ponerse en actividad puede convertirse en horno de fuego y vo-mitar llamas y lava y agua hirviente por las bocas actualmente tranquilas y sembrar la devastación y las cenizas donde ahora exis-ten las ciudades más opulentas de este suelo.

Todo en este valle (...) indica una agitación subterránea, y el mismo Popocatepetl, con su emisión perpetua de humo, de azufre y de piedrezuelas, indica constantemente que existe dentro de él un fuego, que lejos de ser extinto, se halla pronto a convertir en confla-gración y en llamas.

No puedo dejar de llamar la atención acer-ca de los repetidos temblores que sufrió México el 28 de marzo de 1787, coincidien-do éstos con el raro fenómeno de haberse

retirado el mar violentamente en las costas de Acapulco, y después por una rápida re-acción invadió las mismas costas muchas varas dentro de tierra y permaneciendo en una terrible agitación, en cuyo tiempo se conmovió el suelo con violentas sacudidas, hasta que el mar volvió a su caja normal (...)

¿Sucumbirá (la ciudad de México) un día bajo las fuerzas colosales de la naturaleza, y no quedará de sus suntuosos templos, de sus magníficos palacios y de sus grandes man-siones ni piedra sobre piedra? Estas rientes campiñas, estas nobles montañas, estos es-pesos bosques ¿se verán sacudidos por sub-terráneas convulsiones que harán mortífera la habitación del hombre y que reducirán a escombros acaso en minutos, los edificios por siglos levantados? ¿Este mal intermiten-te es irremediable acaso, o acaso la ciencia tiene recursos suficientes para prevenirlo?

Hoy lamentamos los terremotos que de cuando en cuando arruinan nuestras casas y suelen destruir ciudades y provincias en-teras, sin advertir que no es la naturaleza la que ha de trastornar sus leyes para respetar nuestras mansiones deleznables, sino el hombre el que ha de construir sus casas, sus palacios y sus ciudades en concordia con las leyes de la naturaleza.

Selección y notas de A. B.

FOTO: Archivo La Jornada

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16 de enero de 20104

Odón de Buen Rodríguez

Los resultados de la Conferencia de las Partes de la Con-vención Marco de

Cambio Climático (COP) realizada hace unas semanas en Copenhague resultaron, para muchos, magros y preocupantes.

El que sólo se haya logrado un compromiso sobre el límite del incremento de la temperatu-ra de la atmósfera a dos grados sin una defini-ción, con carácter vinculante, de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, es un resultado por debajo de las expectativas en este paso dentro de un complejo y lar-go proceso de negociación.

En esa perspectiva, la pro-puesta que puso México so-bre la mesa en esas negocia-ciones de comprometer una reducción de 30 por ciento de sus emisiones para el 2020, condicionada a disponer de apoyo económico para lle-varla a cabo, fue importante pero no sirvió para mover a otros actores con mayor peso a comprometerse con el mis-mo nivel y bajo las mismas condiciones de reducciones medibles y verificables.

Acciones urgentes. No obs-tante del resultado final sin compromisos de reducciones y sin el apoyo internacional que los apoyen, México se va a ver obligado a la acción rela-tivamente inmediata no sólo porque la siguiente COP se desarrollará en la Ciudad de México, sino porque su condición de país pe-trolero exportador, con alta dependencia en los combustibles fósiles en su economía, se deterio-ra rápidamente: en muy pocos años, quizá al fi-nal del actual sexenio y debido a la acelerada caí-da de la producción en el campo de Cantarell, México va a ser deficitario en energía primaria.

En otras palabras, el resultado de Copen-hague no es el que determinará el futuro energético de México, sino el hecho de que estamos ya demasiado cerca del momento en que dejaremos de tener petróleo para ex-portar (y cubrir los déficit presupuestarios) y no vamos a poder satisfacer plenamente las necesidades internas que hoy se cubren con

lo que el país extrae del subsuelo en forma de hidrocarburos líquidos.

Esta situación, inminente e inevitable, únicamente podrá resolverse de dos maneras: importando esa energía primaria (y a cre-cientes precios internacionales) o mediante una producción sustituta de origen local, que nunca será más barata que la actual, por lo que dentro de muy poco vamos a tener que pagar más por la energía (ya sea directamente en la factura o por meido de los impuestos que se cobran a algunos para que se cubran

los subsidios de otros). Esto se va a reflejar, principalmente, en los costos de los energéti-cos para transporte, la generación de electri-cidad y el calentamiento de agua.

En este sentido, un posible escenario es que el gobierno, a un costo cada vez más oneroso para toda la economía, siga subsi-diando los energéticos como lo ha hecho por décadas y, en la última década, con los dineros obtenidos de la exportación de petróleo. Además de ser sumamente impro-bable, este escenario sería una solución sui-cida para una economía y un sistema fiscal que ya no pueden sostener una carga de este tipo, que puede llegar a ser de varios cientos de miles de millones de pesos.

Modificación de los subsidios. Más bien, lo que se perfila (y se requiere) es que estos sub-sidios desaparezcan en la forma actual. En su caso, los apoyos que el Estado mexicano debe dar a las familias más necesitadas tendrán que ser manejados de manera más focalizada y fuera de los mecanismos de la facturación energética.

Así, por ejemplo, además de los apoyos económicos directos a las familias, los sub-sidios podrían canalizarse vía sistemas de transporte público y/o en financiamiento a

tasas bajas o nulas para el cambio de equipos que usan energía en el hogar.

Con esto, la rentabilidad de las alternativas al petróleo –como son los equipos y sistemas que utilizan energía renovable y el ahorro y uso eficiente de la energía– va a ser signifi-cativamente mayor. Y sus costos medidos en unidades energéticas serán menores; en el su-ministro, menores a los que se obtienen por combustibles fósiles o, en el caso del ahorro y uso eficiente de la energía, sus costos de amor-tización por unidades energéticas ahorradas,

menores a las de las unidades energéticas compradas.

Energías alternativas. Así y como ejemplos de una gran variedad de alternativas, el calentar el agua con energía solar –que ya es rentable en las condiciones actuales– será aún más atractivo; el generar electricidad con viento resul-tará más barato que con plan-tas de ciclo combinado a gas natural, y aislar térmicamente las casas en regiones de clima cálido se pagará con los aho-rros en menos de dos años.

Por supuesto, todas estas alternativas serán más atrac-tivas por estar basadas en tecnologías maduras y ya pro-badas exitosamente durante muchos años, inclusive en nuestro propio país.

En otras palabras, no sola-mente por nuestro compromi-so como país para combatir el cambio climático, sino tam-bién para poder responder a los retos que nos significa la caída de la producción petrole-

ra, México debe aceptar que su modelo ener-gético tiene que cambiar mucho y muy pronto; que tenemos que dejar de pensar que todas las soluciones tienen que pasar por el gobierno; o que las necesidades energéticas se tienen que resolver con derivados del petróleo; que las so-luciones sólo son posibles con esquemas cen-tralizados de grandes plantas de generación, o que podemos seguir resolviendo el problema de la movilidad invirtiendo en segundos pisos para autos.

La transformación que se necesita traerá consigo inversiones y actividad económica: lo que ahora extraemos del suelo lo susti-tuiremos (ya sea evitando su uso o aprove-chando otras fuentes de energía) con mate-riales que habrá que producir, transformar y transportar; equipos que se tendrán que ensamblar e integrar, y sistemas que habrá que diseñar, construir y operar.

En síntesis, además de quitarnos la de-pendencia del petróleo y reducir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero, la transformación del actual modelo energéti-co traerá consigo nuevos empleos, tan nece-sarios en nuestro país. Energía, Tecnología y Educación, SC (Ente)demofi [email protected]

a la sombra de Copenhague y más allá de Cantarell

TRANSICIÓN ENERGÉTICA EN MÉXICO T E S T I M O N I O S

ILUSTRACIONES: José Guadalupe Posada

Domingo López Díaz

Santo Domingo Las Palmas, municipio Maravilla Tenejapa, Chiapas

El cambio climáti co causó inundación e in-cendios. Vivimos la contaminación del me-dio ambiente y enfermedades de vías respi-ratorias. El fuego pasó por las comunidades, quemó cafetales, potreros. Los pueblos se organizaron para apagar el incendio, pero las ti erras quedaron inférti les y ya no se puede producir. Este año ya no hay la mis-ma producción de antes. Se produce el café, maíz, frijol, plátano, pero ahora la situación está muy dura después de los incendios.

Cuando llueve mucho, nuestra fruta del café no queda igual porque se caen las hojas. Ahora hay muchas plagas y en-fermedades, entonces ya no se da tanto como antes. Antes no había tanta enfer-medad en el plátano, café, maíz. Ahora cayó mucha gusanada.

Merly Santi z Maldonado

Libertad del Pajal, municipio Ángel Albino Corzo, Chiapas

En la zona Frailesca lo que perjudica es el calor, porque se está quemando y nos hace mucha falta el agua. La producción de maíz y frijol está muy baja. A veces em-pieza a llover cuando no es ti empo. Ya no podemos producir el café porque al lavar-lo no fermenta bien. Nuestro producto ya no ti ene la misma calidad. Ya no entende-mos el ti empo y no sabemos cómo hacer-le con nuestros productos.

Alfonso López Díaz

Berlín, Simojovel de Allende, Chiapas

La lluvia se llevó las casas. Las familias perdieron sus animales, sus casas, sus pertenencias. Partes de los terrenos se perdieron por los deslaves. Varias co-munidades quedaron incomunicadas, se cayeron los puentes. Varias hectáreas de terreno entre potreros, cafetales y milpas se perdieron en ese momento. Afectó mucho la cosecha, en octubre el café se cayó por el frente frío. En febrero y mar-zo, que se ti ene que madurar, no se ma-duró el grano y se cayó.

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El resultado de Copenhague

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Lourdes Edith Rudiño

Las próximas ne-gociaciones inter-nacionales sobre cambio climático

se perfilan con dos opciones totalmente con-trapuestas, y México, al ser anfitrión de la Conferencia de las Partes 16 (COP 16), habrá de jugar un papel crítico. Así lo vislumbra Alejandro Nadal, investigador de El Colegio de México, quien escribió en las semanas re-cientes un conjunto de artículos profundos en La Jornada alrededor de la Cumbre de Copenhague, lugar donde, dice, un puñado de países poderosos secuestraron este impor-tantísimo debate global.

Los escenarios que prevé Nadal son: uno, el más viable y pesimista, que en los próxi-mos meses o años –no se sabe pues después del acuerdo anodino de Copenhague quedó una gran incertidumbre– se establezca el mercado de bonos de carbono como meca-nismo central para la solución al problema del cambio climático, y ello resulta perverso pues “premia a los que contaminan”, deses-timula en las industrias contaminantes la inversión en tecnologías limpias, provoca especulación y, según la experiencia de la Unión Europea, no propicia en lo absoluto una reducción en los gases de efecto inver-nadero (GEI).

Y el escenario alternativo, el ideal, sería que México ejerciera una diplomacia eficien-te y asumiera una posición de liderazgo pre-vio y durante la COP 16, estableciendo una visión independiente del interés petrolero y energético de Estados Unidos –que pretende el uso de combustibles fósiles eternamente– y generando una alianza política de primer nivel con los países (incluido el Grupo de los 77, que sería fuerte respaldo) y las organiza-ciones civiles de todo el mundo “que están reclamando a gritos una posición real frente al problema del cambio climático”.

México tendría así que generar un docu-mento de negociación alternativo a las pro-puestas de los países ricos, con la participación de científicos, técnicos y sociedad civil inter-nacional, donde se sustente la necesidad de que el mundo baje del actual nivel de 390 par-tes por millón de CO2 a 350 partes en el año 2050, en el cual se estabilizaría el aumento de la temperatura a uno o 1.5 grados centígrados.

Ello, no obstante que el Panel Internacio-nal de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) ha definido la meta de 450 partes por millón de bióxido de carbono, la cual está ligada a un aumento de temperatura de dos o 2.5 grados centígrados.

La razón es que ya con dos o 2.5 grados centígrados son previsibles las catástrofes para África y Oceanía (sequías, huracanes, muertes humanas) y para países como Boli-via, donde se esperaría el derretimiento de glaciares y por tanto la pérdida de fuentes de agua para muchas comunidades, y también son previsibles el descongelamiento de capas de subsuelo en Alaska y en Siberia (lo cual liberaría gran cantidad de carbono y propi-ciaría mayores incrementos de temperatura

global), más sequías en el Amazonas e incen-dios que arrasarían bosques.

De acuerdo con Nadal, las posibilidades de que los países poderosos consoliden el mercado de bonos de carbono como elemen-to central contra el cambio climático son muchas y si eso ocurre, “ya nos amolamos”.

Recordó que este mercado surgió en el Protocolo de Kioto (PK), pero como algo subsidiario. En el Anexo 1 del PK hay una serie de países desarrollados que adquirie-ron la obligación de reducir sus emisiones de GEI en un promedio de cinco por ciento entre 1990 y 2012, “lo cual resulta positivo” y para cumplir esa meta tales países pactaron recurrir a mecanismos flexibles, como los mecanismos de desarrollo limpio (MDL) y los mercados de carbono.

Estos mercados de carbono funcionan esta-bleciendo un límite de emisiones permitidas para diversas unidades (industrias, ramas, ins-talaciones en una región) y a cada una se le asigna una cuota de emisiones; aquella parte de la cuota que no agote la unidad, puede ser vendida a otra unidad o empresa que exceda su cuota permitida. Aparentemente el interés de estos mercados es crear incentivos para quienes tengan tecnologías más limpias y cas-tigos para los de tecnologías menos limpias.

Pero la realidad es otra, dice el entrevista-do. Hay muchas imperfecciones y perversio-nes. Las mencionadas unidades son agentes contaminantes de muy diferente naturaleza (industrias muy intensivas en uso de com-bustibles fósiles, como la eléctrica; o muy cercanas a la base de recursos naturales, como las de aluminio, pulpa y papel y side-rúrgica; o de bienes de capital, o automotriz, todas ellas con horizontes muy diversos para la amortización de inversiones y con inter-dependencias industriales muy distintas) y por tanto no es lo mismo una reducción de GEI en una industria que de rutina tenía que hacer inversiones en mantenimiento a otra donde una inversión en tecnología tiene repercusión interindustrial y permite pensar en reducciones de GEI mucho más pronun-ciadas en los años posteriores por los efectos multiplicadores sobre otras industrias.

La principal experiencia de mercado de carbono está en la Unión Europea (UE), aunque también la hay en Chicago y Nueva York, “y se está buscando afianzar, ramificar estos mercados”. El de la UE concluyó su pri-mera fase con resultados negativos. Se die-ron cuotas permitidas a muchas industrias y en niveles tan elevados que los sobrantes fueron muy grandes y se desplomaron es-trepitosamente los precios de la tonelada de

bióxido de carbono. Hay una corrección en la segunda etapa pero las industrias ponen mucha resistencia y presión política para evi-tar que les reduzcan sus cuotas permitidas, y entonces esto pospone el funcionamiento del mecanismo.

Y “un grandísimo problema” es que las cuotas iniciales fueron regaladas, en lugar de haberse subastado. “Se debió haber di-cho: ‘usted tiene una empresa de química pesada y genera tantas toneladas de bióxi-do de carbono, pues ahora va a tener que pagar el derecho a seguir contaminando’. Lo que se hizo fue decir ‘tú emites cien to-neladas de CO2, te voy a dar una cuota de 120 para que puedas seguir contaminando y además vender 20 toneladas’. Se ha gene-rado así incentivos de especulación y que permiten a las industrias quedarse estan-cados en su tecnología.

”La prueba de que este mercado no es adecuado es que no ha bajaron las emisio-nes de carbono durante la primera etapa del esquema de la UE”.

El mercado de carbono se distorsionó. Ori-ginalmente era un mecanismo flexible del PK y ahora se le plantea como el corazón en la estrategia frente al cambio climático. “Me temo que cualquier tratado nuevo lo va a te-ner como punto central”. Y hemos llegado a este punto porque están cristalizando los me-canismos financieros que funcionan alrede-dor del mercado europeo, con cantidades de dinero muy fuertes y muchos intereses. Los bonos de carbono se convierten en títulos fi-nancieros y empiezan a tener vida propia con derivados y otros instrumentos que entran a la especulación. “El asunto desemboca en especulación pura. Se tenía un problema de calentamiento global y ahora se convierte en un negocio de rentabilidad y privatización”.

Respecto de la posibilidad ideal de que México asuma el interés de los pueblos ex-cluidos del debate sobre el cambio climático, Alejandro Nadal considera que nuestro país debe olvidarse de la posición que ha asumi-do de que “vamos a reducir nuestras emi-siones GEI pero lo condicionamos a recibir financiamiento multilateral”.

Ésa, señala el académico, “es una posición equivocada –y demuestra nulo liderazgo y actitud de país débil, secundón– porque la población de México está expuesta a una gran vulnerabilidad por el cambio climáti-co, sobre todo quienes viven en las costas y quienes viven de la agricultura. Lo que debe-mos hacer es reorganizar nuestra economía nacional para generar recursos y enfrentar el problema. El costo de la adaptación lo te-nemos que enfrentar nosotros (...) y adoptar una política agrícola, donde trabajemos muy bien con los pequeños productores, a los que hay que fortalecer y apoyar porque allí va a estar la clave de la adaptación del país al cambio climático”.

Con esta posición, México tendría la au-toridad moral para demandar a la comuni-dad internacional que asuma responsabili-dades y no simples acuerdos vacuos como el de Copenhague.

Gerónimo Bartolón Orti z

Motozintla, Chiapas

Nos pegan mucho los huracanes. Senti -mos el miedo cuando los arroyos estaban grandes, las casas y los postes de luz se derrumbaron. Las ofi cinas se inundaron. El temor de las personas. Cuando vino la calma empezamos a ver los destrozos que dejó el huracán. Los cauces de los ríos ti -raron muchas casas. Las grandes familias se ubicaron en los albergues. Iglesias, es-cuelas, auditorio fueron uti lizados como albergues. Las casas que no las ti raron de agua se llenaron de arena, de ti erra, de palos. Las cosas que tenía la gente se per-dieron. Las cosas eléctricas se echaron a perder. A las familias que no les pasó nada se solidarizaron con nosotros, los que fui-mos afectados.

Abraham López Ramírez

Coquijá, municipio de Tila, Chiapas

Las grandes lluvias que pasaron provoca-ron muchos derrumbes. Se cayeron puen-tes, casas, carreteras. En la tarde se dieron cuenta que no había forma de salir. En el mes de mayo, cuando empiezan los prime-ros aguaceros y los vientos, comienza a ha-ber fi ebre, diarrea. Cada año, desde hace diez años pasa eso. La gente dice que hay que guardarse en los primeros aguaceros. De repente hay mucho viento y la fl oración de café ya no pega, hay poca cosecha. Lo mismo pasa con la milpa, el maíz no está creciendo, se queda en puro xiloti llo. Los problemas sociales son cada vez más gra-ves porque hay que comprar más alimento para las familias. Los jóvenes han comen-zado a emigrar, es muy grave.

POSICIÓN DE MÉXICO, CLAVE PARA NEGOCIACIONES DEL CAMBIO CLIMÁTICO: ALEJANDRO NADAL• Mercados de carbono, instrumento perverso que impulsan poderosos

fil d

“El asunto (del mercado de

bonos de carbón) desemboca

en especulación pura.

Se tenía un problema de

calentamiento global y ahora

se convierte en un negocio de

rentabilidad y privatización”

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16 de enero de 20106

Alejandro Aguilar Reyna

Motozintla, Chiapas

El impacto del cambio climáti co lo vivo con miedo. Estudio el clima diario, intentando adquirir destrezas para sobrevivir. Trato de ser más efi ciente en la adquisición de insumos y alimentos. Cuando es ti empo de lluvia, procuro observar un punto es-tratégico alto. En ti empo de calor trato de no exponerme, ni a mi familia, al sol. Sobre todo cuando vienen las enfermeda-des que están siendo pandemias, procuro aprender los conocimientos que nos per-miten mantenernos sanos. El cambio cli-máti co afecta también mi economía por-que al venir los temporales, las sequías, las lluvias, los alimentos se ponen más caros. Estamos siempre pendientes del clima. Eso también se está viviendo. Las enfer-medades están apareciendo y tenemos que estar atentos a lo que se nos dice. Yo pienso que también algunas enfermeda-des como la infl uenza, son producto del cambio climáti co. Pero no es la única, tam-bién ha incrementado la diarrea, el agua es insalubre. Vivimos aterrorizados. Los bebés, los niños, los ancianos son los más afectados por las enfermedades. Los pre-cios de los productos básicos han subido. Se derrumba la carretera, se cae el puente y ya no pueden llegar los productos bá-sicos, y cuando llegan, los precios están muy altos. Eso nos afecta directamente en los ti empos críti cos. En las comunidades donde estamos se va mucho la luz, ya casi no hay luz en la temporada de lluvia.

Ruli de Jesús Coello Gómez

Municipio Venusti ano Carranza, Chiapas

No nos pegó el Stan. Lo que nos está pe-gando es la producción, que en este año, tronamos. Tuvimos una cosecha de maíz exitosa el año pasado, pero este año no vamos a cosechar nada. Tronamos defi ni-ti vamente. En los mananti ales ha venido una decadencia y han quedando desér-ti cos los mantos freáti cos. En los meses que debe haber calor, ahorita hay frío. Nos ha afectado en que ya nos desubicó. Teníamos una temporada de siembra, la del mes de julio. En este año, ninguna siembra funciona. Anteriormente tenía-mos producción de maíz y frijol con la que podíamos sobrevivir; ahora tene-mos que comprar granos y más caro. En la afectación del cambio climáti co, entró una plaga que se llama mal amarillo y se acabó la cosecha. Tenemos que buscar una alternati va para garanti zar la alimen-tación de la familia y de los compañeros de la organización. El que no esté orga-nizado se va a morir de hambre con esta desubicación de la naturaleza.

Juan Manuel Torres Rojo

El cambio climático es una afectación atribuida directa o indirectamente

a la actividad humana, que altera la composi-ción de la atmósfera mundial y se suma a la va-riabilidad natural del clima observada durante largos períodos de tiempo. Esta afectación se atribuye en mayor medida a la creciente emi-sión de gases de efecto invernadero (GEI), que aumentan la capacidad de retención de radia-ción solar de la atmósfera. Sin ellos, el mundo sería un lugar frío con condiciones poco fa-vorables para la vida. Sin embargo, cuando el volumen de estos gases es considerablemente más alto que el nivel natural y crece de mane-ra continua, provocan un efecto de invernade-ro que origina una elevación artificial de las temperaturas acompañada de un cambio en el régimen de precipitación pluvial.

En este contexto, los bosques juegan un papel primordial en la mitigación del cambio climático, pero a su vez son ecosistemas muy vulnerables al fenómeno. Algunos de ellos pre-sentan un alto riesgo de extinción. La acción de mitigación de estos ecosistemas sigue dos vías: la conservación de inventarios de carbono y la captura del mismo. La primera vía conside-ra que los bosques (templados, tropicales y de regiones áridas y semiáridas) contribuyen posi-tivamente, en mayor o menor medida, a lograr un balance global de carbono, dado que man-tienen altas reservas de este elemento tanto en su biomasa como en el suelo donde se susten-tan; de aquí que el mantener estas reservas con actividades que reduzcan la deforestación y la degradación de bosques, mediante la protec-ción, restauración o la conservación de su sa-lud y biodiversidad, debe ser una alta prioridad en la estrategia en contra del cambio climático.

La segunda vía considera que estos ecosis-temas, sobre todos aquellos en edad o estadios inmaduros, capturan grandes volúmenes de carbono de la atmósfera por medio del proce-so fotosintético. Esto implica que el fomento de actividades que amplíen la cobertura fores-tal o incrementen el inventario de arbolado existente en las zonas forestales contribuirá a capturar más carbono de la atmósfera. Así, las actividades de reforestación, de establecimiento de plantaciones forestales comerciales y de ma-nejo forestal sustentable en bosques naturales son estrategias basadas en la actividad forestal que contribuyen a la adaptación y mitigación del cambio climático.

Tales estrategias de mitigación y adapta-ción por ambas vías requieren que la estruc-tura de gobierno de los bosques y el diseño institucional permitan la aplicación de los diferentes instrumentos de política pública, con incentivos, financiamiento, construc-ción de capacidades y reducción de riesgos de inversión, con la participación de todos los agentes involucrados en el manejo forestal.

ProArbol. A partir de la presente adminis-tración, el gobierno federal ha aumentado notablemente el presupuesto para fortalecer cada uno de los elementos que permitan desa-rrollar una estrategia forestal para enfrentar el cambio climático. Una de ellas, quizá la más

importante, es el programa ProArbol. Este programa cumple con un objetivo dual, ya que por un lado pretende mejorar el bienestar de los pobladores de las áreas forestales, usual-mente los de mayor nivel de marginación en el país, y por otro, fomenta la calidad y canti-dad de los bosques del país. Bajo esta óptica, el programa destina recursos a estrategias de conservación novedosas como el Pago por Servicios Ambientales, mecanismo median-te el cual se retribuye económicamente a los dueños y poseedores de áreas forestales con alto riesgo de cambio de uso del suelo, el cos-to de obligarse a conservar tales áreas. México es líder en este tipo de estrategias de conser-vación, que intentan desarrollar un mercado de servicios ambientales de cara a las acciones propuestas a escala internacional para mitigar el cambio climático. De igual forma, ProAr-bol impulsa otras estrategias de conservación no tradicionales, como la certificación fores-tal, el fomento del manejo forestal sustentable, la construcción de capacidades en los dueños y poseedores de los bosques, la integración de cadenas productivas, el fomento de la compe-titividad de los productos maderables y no ma-derables, así como otras estrategias para abatir degradación y cambio de uso del suelo. Como estrategias de restauración y promoción de actividades productivas en torno al cambio climático, ProArbol tiene un componente de reforestación y otro de establecimiento de plantaciones forestales comerciales. Todos estos componentes del ProArbol han contri-buido a que el país sea reconocido como lí-der en la aplicación de diferentes estrategias forestales contra el cambio climático, no sólo por la diversidad de instrumentos de política pública, sino por la diversidad de condiciones ambientales y socioeconómicas donde se han aplicado dichos instrumentos. Director general de la Comisión Nacional Forestal (Conafor)

Francisco Chapela

Los bosques de México están en el centro de los dilemas de diseño

institucional que debe enfrentar el país para encarar sus compromisos frente al cambio climático. Para reducir en 30 por ciento las emisiones netas en los próximos diez años, deberá detenerse la deforestación y la degradación forestal y deberán fortalecerse las economías regionales. Con esto, se reducirán las emisiones por la eliminación de árboles, se capturará carbono atmosférico al aumentar la biomasa forestal y se reducirán las emisiones por transporte de personas y mercancías.

El Programa Especial de Cambio Climá-tico 2009-2012 (PECC) estima que 30 por ciento de las reducciones de emisiones de México pueden provenir de reducir la defo-restación y la degradación de los bosques, y de recuperar áreas forestales.

¿Cuáles deben ser los incentivos y entra-mados institucionales que se requerirán para lograr los objetivos de México en este desafío?

Incentivos para la industrialización. Méxi-co empleó durante buena parte del siglo XX un enfoque industrial para el aprovechamien-to forestal. Mediante esquemas de inversión privada o público-privada, se desarrollaron grandes proyectos de aprovechamiento fores-tal en bosques concesionados por el gobierno a empresas con capital suficiente para esa escala de operaciones. El incentivo principal era el poder hacer un negocio más o menos reditua-ble. El horizonte de tiempo lo establecía el gobierno al fijar el período de la concesión, es decir, 20 a 30 años. En este esquema no cabe el promover que los bosques perduren, pues no es éste un objetivo de la empresa ni es algo compatible con los plazos de las concesiones.

Como resultado, se estima que entre 1955 y 1985 la superficie de bosques templados en el país pasó de 49 a 38.5 millones de hectáreas y la de selvas de 41 a 37.5 millones. El entrama-do institucional de la época hizo perder al país cada año un promedio de 350 mil hectáreas de bosques templados y 117 mil hectáreas de selvas.

Esta política también degradó los bosques. Una evaluación económica de los bosques de las comunidades oaxaqueñas de La Tri-

nidad, Xiacuí, Capulalpam y Comaltepec mostró que al inicio de la concesión indus-trial valían 172.6 millones de pesos de 1975. En 1975, al terminar el período de conce-sión, esos mismos bosques sólo valían 149.3 millones de pesos de 1975. Las comunidades sufrieron una pérdida de más de 1.2 millones de pesos anuales durante la concesión.

Incentivos para la perduración. En los 80s, en México se dio una innovación impor-tante. Se constituyeron unidades de manejo forestal cuyo interés primario no era la gene-ración de ganancias, sino desarrollo y bien-estar social. Estas unidades de manejo, que eran propiedad de grupos rurales, iniciaron la “silvicultura comunitaria”. A semejanza de otras empresas, deberían competir en los mercados para lograr los ingresos necesarios a fin de tener viabilidad económica. Pero el carácter “comunitario” de estas empresas las hace tener dos diferencias fundamentales: (1) deben orientar sus ganancias no a la mera acumulación, sino a la generación de bienes-tar y desarrollo social, pues para eso se consti-tuyen, y (2) al estar formadas por miembros de la comunidad local y ser parte de ella, las em-presas de silvicultura comunitaria están

EL PAPEL DE LOS BOSQUES EN AMORTIGUAR EL EXCESO DE GEI

SILVICULTURA COMUNITARIA Y CAMBIO CLIMÁTICO

ti id d h

reducir la deforestación y la

degradación de bosques, mediante

la protección, restauración o

la conservación de su salud y

biodiversidad, debe ser una alta

prioridad en la estrategia en

contra del cambio climático

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16 de enero de 2010 7

obligadas a promover la permanencia de las empresas mismas y de su base de recur-sos: los bosques naturales, con su diversidad biológica y de recursos asociados.

Esto crea un esquema de incentivos, en el que la permanencia de la empresa forestal y de su base de recursos son elementos cen-trales. En la actualidad existen cerca de 500 comunidades en todo el país que manejan alrededor de tres millones de hectáreas de

bosques y selvas con programa de manejo fo-restal y cerca de un millón de hectáreas con buen manejo certificado.

La silvicultura comunitaria hace que México tenga una posición muy importante, tanto por la extensión del esquema, que puede abarcar más de 60 por ciento de los bosques y las selvas del país, como por la particularidad de que aquí se reconoce por ley el derecho de las comunidades locales a manejar y cosechar los productos forestales. Estas características convierten a nuestro país en líder mundial en innovación en el manejo forestal, únicamente comparable con muy pocas naciones, como son Papúa Nueva Guinea o Bolivia.

De acuerdo con nuestros análisis prelimi-nares de la información sobre cubierta vege-tal publicada por el Instituto Nacional de Es-tadística y Geografía (INEGI), la expansión de la silvicultura comunitaria y su esquema de incentivos a zonas amplias del país está contribuyendo a reducir sustancialmente la tasa de deforestación en las zonas en donde se ha puesto en práctica este enfoque. Así como el esquema industrial generó incentivos para la deforestación y la degradación forestal, la silvicultura comunitaria está generando un esquema de incentivos que está deteniendo

la deforestación y puede revertir la degrada-ción y la pérdida de competitividad del sector forestal, poniendo bajo resguardo efectivo la mayor parte de los ecosistemas forestales de México, ricos en diversidad biológica. Ante los retos y compromisos que plantea el cambio climático, México debe resolver un dilema de diseño institucional. Por un lado, puede optar por fortalecer los sistemas de sil-vicultura comunitaria, generando el esque-ma de incentivos que ya está deteniendo la deforestación y la degradación y es capaz de contribuir a fortalecer las economías regio-nales. Por el otro, podría optar por una políti-ca coercitiva que lanzara a la ilegalidad a las actividades comunitarias de aprovechamien-to forestal y privilegiara al mismo tiempo la participación de los grandes capitales.

La experiencia de mediados del siglo XX fue que la apuesta por atraer de manera privilegiada grandes capitales produjo deforestación y degradación. La experiencia de fines del siglo XX y principios del XXI sugiere que la silvicultura comunitaria es capaz de detener la deforestación y la degradación forestal. Esperamos que la elección que hagamos como país sea esta vez sensata. Director ejecutivo de Estudios Rurales y Asesoría, [email protected]

Iván Zúñiga

A pesar del gran fra-caso de la Cumbre de Copenhague para detener el in-

cremento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a la atmósfera, en las ne-gociaciones destacó el acuerdo unánime para iniciar cuanto antes esfuerzos para Reducir las Emisiones por Deforestación y Degrada-ción de los bosques del planeta (REDD), ya que este fenómeno es responsable de 20 por ciento de las emisiones globales anuales y el mecanismo REDD es la opción más barata de mitigación con grandes beneficios adicionales hacia la biodiversidad y la sustentabilidad de los ecosistemas terrestres.

Dado que la mayor parte de la deforesta-ción y degradación de los bosques sucede en los países en desarrollo, la creación de un es-quema REDD como un sistema internacio-nal de compensación dirigido a los dueños de las áreas forestales en esos países consti-tuye una importante iniciativa para promo-ver un manejo forestal sustentable a escala global que podría financiarse con montos de entre 12 mil y 30 mil millones de dólares al año. Tan sólo para México, la inversión in-cremental requerida para REDD durante las siguientes décadas podría acercarse a los mil cuatro millones de dólares.

¿Qué pasa en los bosques mexicanos? Más allá del estado de las negociaciones para el esta-blecimiento de un mecanismo REDD interna-cional, para México es fundamental la genera-ción de un esquema que revierta las causas de la deforestación y la degradación de los bosques.

Investigaciones nacionales e internaciona-les han demostrado que en México la defo-

restación y degradación de los bosques son resultado de un proceso multifactorial in-fluido fuertemente por la política económi-ca gubernamental hacia el desarrollo rural, en combinación con la falta de apoyos para el fortalecimiento del manejo forestal susten-table para que las personas puedan vivir de sus bosques sin comprometer la estabilidad de los ecosistemas. Esto desmiente los seña-lamientos comunes de que la tala ilegal y la pobreza son las principales causas del daño.

Por ello, un programa REDD para Méxi-co basado en el manejo forestal sustentable por parte de los ejidos y las comunidades in-dígenas abre la oportunidad de dar un giro a la estrategia de combate a la deforestación y la degradación, toda vez que esta actividad tiene el mayor potencial para la reducción de emisiones a costos negativos o relativamente bajos al lograr la valorización económica del bosque, y por lo tanto, su conservación.

REDD Plus para México. Para lograr un esquema REDD en México es necesario ir más allá de los esquemas simplistas que acos-tumbran adoptar los programas guberna-mentales y considerar los enfoques llamados REDD Plus que promueven un manejo inte-gral del territorio incluyendo la agricultura, la silvicultura y otros usos del suelo.

Necesitamos un REDD Plus que considere la disminución de emisiones, la conservación de los inventarios forestales, la conservación de la biodiversidad y el fortalecimiento del ca-pital social por medio de una serie de acciones dirigidas al manejo sustentable de los bosques.

En estos momentos la discusión sobre las condiciones para implementar un REDD Plus es fundamental para el futuro de los bosques y las emisiones, pero sobre todo

para los 13 millones de personas que habitan y dependen directamente de los bosques, ya que existe un serio riesgo de incurrir en un esquema enfocado sólo a la mitigación de emisiones por la vía de limitar el mane-jo del bosque. Un esquema que no permita los aprovechamientos puede actuar en detri-mento de los servicios y productos forestales que requiere la sociedad y que sustentan la conservación en el largo plazo. También hay el riesgo de que se generen programas asis-tencialistas que produzcan retrocesos en el desarrollo del manejo sustentable.

El esquema REDD Plus mexicano debe considerar al manejo sustentable de los bos-ques naturales como el mecanismo básico para detener la deforestación y conseguir mejores tasas de captura neta de carbono, pero también como mecanismo para generar beneficios adicionales en términos sociales y económicos para amplias regiones rurales del país que logren el reforzamiento de los derechos de propiedad sobre los territorios y recursos de los pueblos indígenas y las comu-nidades locales, y debe incluir instrumentos transparentes para la definición, gestión y evaluación del programa.

Es por esto que la implementación de un REDD Plus representa una gran oportunidad para apuntalar otros aspectos de la agenda del sector forestal nacional, como el fortaleci-miento del marco institucional a nivel regio-nal y la incorporación de una visión económi-ca y social en la lucha contra la deforestación, mejorando las capacidades de la política fores-tal para lograr la conservación de los bosques sin eliminar la provisión de bienes y servicios necesarios para el desarrollo del país. Consejo Civil Mexicano de Silvicultura Sostenible (CCMSS)[email protected]

REDUCIR EMISIONES POR DEFORESTACIÓN Y DEGRADACIÓN

t d l

Para reducir en 30 por ciento las

emisiones netas en los próximos

diez años, deberá detenerse la

deforestación y la degradación

forestal y deberán fortalecerse

las economías regionales

Baudencio Pérez

Frontera Comalapa, Chiapas

El cambio climáti co ha provocado enfer-medades que han afectado la producción del campo, de la milpa. Por eso en mi co-munidad, con 25 familias, toda la juven-tud se ha ido a trabajar fuera del estado y del país. Aquí no encontraron forma de emplearse. La producción ha mermado en el frijol, maíz y cacahuate; la sequía vi-vida en julio, agosto y septi embre impidió que los culti vos alcanzaran su madurez y la producción por hectárea bajó de tres toneladas a 500 kilos. Hay mucha pobreza y la gente se está yendo a otros estados.

Edelmiro López López

Rincón del Bosque, municipio de Motozintla, Chiapas

El huracán Stan tuvo un impacto de terror y miedo. La gente se tuvo que salir a los lu-gares más altos para la protección de sus familias y hubo familias que fueron sepul-tados por los deslaves. La gente se lamen-taba porque no sabía dónde refugiarse. Mis papás dicen que no habían vivido una catástrofe como ésta de 2005. Por los cam-bios climáti cos, la producción ha mermado 80 por ciento en el culti vo del café; antes se producían 25 quintales por hectárea y ha bajado hasta dos quintales por hectárea. La gente ha emigrado y eso ha venido a dividir las familias. Antes el café era el sustento y fuente principal de ingresos de la comuni-dad. Actualmente hay fuertes vientos, se-quías y frentes fríos. La fl or y el grano de café no llegan a la madurez total y por las lluvias el fruto del café se esta cayendo. En la sierra se ha disminuido la producción a comparación de la selva y de la Frailesca, donde la producción se manti ene. Además el número de hectáreas de producción de café se redujo por los deslaves provocados por el Stan, De diez hectáreas que yo pro-ducía ahora sólo trabajo dos.

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16 de enero de 20108

Con el apoyo de Oxfam México-Rostros y Voces, las organizaciones cam-pesinas FIECH, OREPPA y COOPCAFÉ rea-lizaron un foro de “audiencias climáti cas” en Tuxtla Guti érrez, Chiapas. Los anterio-res son algunos de los testi monios de los campesinos parti cipantes. Oxfam desta-ca que desde la década pasada Chiapas ha senti do fuertes impactos del cambio climáti co, desde las tormentas tropicales y huracanes de 1997 y 1998, el huracán Stan en 2005, los frentes fríos que con más frecuencia azotan al estado, o la se-quía del 2009, que provocó daños en 80 por ciento del territorio agrícola del es-tado, además de que se prevé que 2010 será aún más seco.

Co n s i d e r a n d o que México será uno de los diez países donde el

calentamiento global afectará más grave-mente en disponibilidad de agua y agricul-tura, debemos comenzar ya, de inmediato y en forma drástica, a modificar las prácticas productivas, pues “estamos hablando de que un 50 por ciento de los 20 millones de hec-táreas dedicados hoy a granos tendrán que reorientarse hacia cultivos que requieran menos agua”.

Víctor Manuel Villalobos, quien fungió hasta el 31 de diciembre como coordinador de Asuntos Internacionales de la Secretaría de Agricultura (Sagarpa) y el uno de enero asumió la dirección general del Instituto Interamericano de Cooperación Agrícola (IICA, con sede en San José, Costa Rica), hizo esta advertencia y afirmó: “tendremos que dejar de sembrar maíces donde hay me-nos posibilidades de éxito, donde cada vez será más difícil predecir los periodos de llu-vias, pues dado que las precipitaciones plu-viales se concentrarán en menos tiempo, no habrá garantía de cosecha”. El Bajío y los va-lles altos de México serán los más afectados. “Posiblemente tendremos que movernos ha-cia donde tengamos más seguridad del agua, como el sur del país, aunque allí vamos a enfrentarnos a otros problemas, enfermeda-des y toxicidad de aluminio y acidez en los suelos y no tenemos muchas variedades de maíz para esas condiciones”.

Señaló que los ajustes deben hacerse lo más pronto posible, pues en 15 años las condiciones de producción del país serán totalmente diferen-tes. “Ya sabemos lo que puede pasar, cuáles son las expectativas; entonces hay que actuar ahora; no ser reactivos como nos ha pasado en otras ocasiones. Debemos alentar la investigación; ge-nerar una capacidad nacional fuerte para hacer mejoras genéticas de nuestros materiales; cultu-rizar hacia nuevas formas de manejo de suelos y riego, e implementar nuevas prácticas agríco-las más sustentables, como la incorporación de materia orgánica para retener humedad en los suelos. Debemos revisar nuestros cuadros técni-cos y programas científicos y fortalecerlos, y para ello se requieren decisiones políticas importan-tes y un aporte de recursos que no sea limitado”.

En este marco, dijo, los recursos naturales genéticos cobran gran importancia –y así lo están viendo países como Turquía, que están en la misma franja que México y enfrentarán problemas agrícolas similares–, pues hay es-pecies y genes en los bancos de germoplasma del mundo que confieren habilidades a las plantas para tolerar el estrés hídrico.

“Existen estudios en el Centro Interna-cional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) para un transgénico tolerante a estrés hídrico en el caso del trigo y en Centro de Investigaciones Avanzadas (Cinvestav) del Politécnico se ha venido trabajando durante algunos años en tolerancia a estrés hídrico en maíz. Estas investigaciones van a dar re-sultados en tres o cuatro años, de tal forma

que son compatibles con las expectativas. Si bien no serán la única solución, tendremos una oferta de nuevas variedades acorde con los tiempos que enfrentaremos en 15 años”.

De acuerdo con el funcionario –quien ha sido caracterizado por organizaciones ambien-talistas como promotor de los transgénicos– es evidente que las grandes corporaciones desa-rrolladoras de transgénicos van mucho más rápido que las instituciones científicas interna-cionales o nacionales. Por eso debe fortalecerse la capacidad nacional para las mejoras genéti-cas. “Tendríamos que anteponer nuestras ne-cesidades, nuestros maíces y no permitir que nos traigan híbridos de la franja maicera de Estados Unidos a tratar de adaptarlos acá (...) Además, qué pasa con el frijol, los chiles y otras especies que no resultan de interés económico para las grandes empresas. Tenemos que ha-cerlo nosotros (la investigación) y si al final no-sotros vamos a querer reemplazar por ejemplo las áreas destinadas al maíz donde ya no va a haber tanta agua, saber cuáles son los materia-les que vamos a poner y dónde están y cuándo se van a preparar. Y creo que ya estamos tarde en ese proceso”. (Lourdes E. Rudiño)

DEBERÁ REORIENTARSE 50% DE LA SUPERFICIE DE GRANOS: VILLALOBOS

ANTE LA AGUDIZACIÓN DE LA CRISIS ECONÓMICA DEMANDAMOS

LA REORIENTACIÓN DE LA POLÍTICA HACIA EL CAMPO

Soberanía Alimentaria, revalorización de la producción campesina y producción sustentable entre los princi-pales ejes de la Política Rural que proponemos

Alertamos sobre el riesgo de utilización del presupues-to rural para fi nes electorales durante 2010. El aniversa-rio de la movilización campesina de 2003 que dio lugar a la fi rma del ANC no debe ser pretexto para fortalecer políticas clientelares con fi nes electorales y sin trans-parencia

PAN y PRI corresponsables en el alza de impuestos, de la escalada de precios y de un presupuesto rural orien-tado hacia el gasto asistencial

Inseguridad alimentaria, pobreza, degradación y agota-miento de los recursos naturales es el resultado de la actual política económica y rural

Demandamos al gobierno tener una política congruen-te en términos de sustentabilidad como sede de la Con-ferencia sobre Cambio Climático

Como si la ofensiva desatada contra la economía popular e in-tensifi cada en 2009 con el pretexto de la crisis económica no fuera sufi ciente, el gobierno federal la agudiza con los incre-mentos a los impuestos y a los energéticos en este inicio de 2010, alentando más la recesión y no la reactivación de la eco-nomía, agravando la pobreza y marginación en el campo y las ciudades.

Apenas han transcurrido 10 días del presente año y con los au-mentos a la gasolina, al diesel, al gas doméstico, al IVA y al ISR, el costo de 45 productos básicos se ha disparado entre un 10 y un 15%. Esto, luego que durante el año pasado el salario mínimo perdió un 9% de su poder adquisitivo para acumular un deterioro superior al 50% desde 1982.

Toda esta ofensiva a la economía del pueblo es fruto de una políti-ca económica concertada por el gobierno federal, el PAN y el PRI. Prueba de ello es que el Paquete Económico 2010 -que por el lado de los Ingresos contempla la elevación de los impuestos y por el lado de los egresos privilegia el gasto asistencial sobre el produc-tivo y los indultos para las grandes empresas- fue aprobado en la Cámara de Diputados propuesto por el gobierno y apoyado por las fracciones del PRI y PAN, aunque ahora el PRI pretenda evadir el costo político y endosarle la factura sólo al gobierno y al PAN.

En este sentido resultan hipócritas las acusaciones del tricolor al gobierno panista, pues en el Congreso de la Unión ambos parti-dos se coludieron para imponer un paquete económico que ahora padecemos.

El modelo económico y la política hacia el campo que contempla han generado solo mayor pobreza en el país, mayor desigualdad así como el agotamiento y degradación de los recursos naturales por mucho que el gobierno pretenda presentar a México como un modelo de sustentabilidad. En tan solo un año se elevó primero de 13.8 a 19.5 millones el número de personas en inseguridad ali-mentaria severa y luego hasta 23 millones, todo este crecimiento de pobreza en el mismo periódo que aumentaron los presupues-tos asistenciales. Con la actual carestía el número de mexicanos que no pueden realizar el mínimo de comidas necesarias va a seguir aumentando. Las organizaciones que formamos el CONOC reiteramos nuestro rechazo al modelo económico que sigue sosteniendo a toda costa el gobierno panista; rechazamos también la política agroalimen-taria de Estado que desprecia a los productores campesinos de alimentos básicos y privilegia a los productores de exportación y a las grandes compañías trasnacionales del agronegocio; que privilegia el gasto asistencial para el campo y reduce el productivo por serle más útil para fi nes electorales y que agota y degrada nuestros recursos naturales.

En la víspera del aniversario de las movilizaciones campesinas del año 2003 manifestamos que nos mantendremos unidos para seguir denunciando estas maniobras y develando esta alianza ver-gonzante de los partidos de la oligarquía. Al mismo tiempo declara-mos que nos movilizaremos durante el año para exigir la puesta en marcha de un modelo agroalimentario y de desarrollo rural susten-table basado en la soberanía alimentaria con campesinos.

POR LO ANTERIOR PROPONEMOS Y EXIGIMOS LO SIGUIENTE:1. Reversión inmediata de los incrementos al IVA,

ISR, IDE y precios de los combustibles aprobados

por el Congreso de la Unión en un periodo extraor-dinario de sesiones. Al mismo tiempo aprobar un plan radical de austeridad del gasto corriente gu-bernamental y eliminar los sistemas de privilegios para obligar a las grandes corporaciones a tributar.

2. Reorientación radical de las políticas agroalimenta-rias impuestas desde 1982 hasta la fecha, con base en la soberanía alimentaria, la producción campe-sina de alimentos y la agricultura sustentable. Un presupuesto con enfoque productivo.

3. Aprobación por la Cámara de Diputados de la minu-ta de reforma constitucional el Derecho a la Alimen-tación, a la cual se ha opuesto sistemáticamente el gobierno de Felipe Calderón.

4. Aprobación por la Cámara de Senadores la minuta de la Ley de Planeación para la Soberanía y Seguri-dad Alimentarias y Nutricional.

5. Aprobación por el Congreso de la Unión de un Decreto por el cual ordene al Ejecutivo Federal a establecer una Reserva Estratégica de alimentos y la aprobación de una ley para establecer un meca-nismo permanente de administración del comercio exterior de los alimentos estratégicos para la Sobe-ranía y Seguridad alimentaria del país.

6. Establecimiento de acciones contra los monopo-lios agroalimentarios, por la Comisión Federal de Competencia y la PGR.

¡MÉXICO Y EL CAMPO NO AGUANTAN MAS!¡POR NUEVAS POLÍTICAS PARA EL CAMPO A FAVOR DE LOS CAMPESINOS Y DEL DESARROLLO SUSTENTABLE!

Atentamente,Consejo Nacional de Organizaciones Campesinas CONOC

Asociación Mexicana de Uniones de Crédito del Sector Social (AMUCSS)

Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC)

Coordinadora Nacional de Organizaciones Cafetaleras (CNOC)Coordinadora Estatal de los Productores

de Café de Oaxaca (CEPCO)Frente Democrático Campesino de Chihuahua (FDC)

Movimiento Agrario Indígena Zapatista (MAIZ)Red Mexicana de Organizaciones Campesinas

Forestales (Red MOCAF)

www.conoc.org.mx [email protected]

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Urgen cambios en la agricultura: Víctor M. Villalobos

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16 de enero de 2010 9

Cecilia Conde Álvarez

La composición at-mosférica de nues-tro planeta es tal que permite que

gases con concentraciones mínimas como el vapor de agua, el bióxido de carbono, el meta-no y algunos otros produzcan el llamado efecto invernadero. Gracias a él, la Tierra tiene en pro-medio una temperatura en superficie de 15 gra-dos centígrados. Sin ese efecto invernadero, esa temperatura estaría cercana a 30 grados menos.

Es claro que si se cambia la composición at-mosférica, aumentando algunos de esos gases, el planeta se calentará. Las acciones humanas están modificando esa composición atmos-férica, emitiendo a la atmósfera por quema de combustibles fósiles toneladas de gases de efecto invernadero (GEI). También los proce-sos de cambio de uso de suelo, especialmente la deforestación, provocan emisiones de estos gases y además disminuyen la cubierta vegetal que captura el bióxido de carbono atmosférico.

En su último Reporte de Evaluación, el Pa-nel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) establece que de manera inequívoca se pueda afirmar que esas emisiones antropogé-nicas ya han cambiado la concentración de los GEI y, por tanto, el calentamiento observado durante el siglo XX puede atribuirse a la acción humana. La temperatura global ha aumenta-do en 0.74 grados centígrados, que es el mayor incremento en mil 300 años. También el nivel

del mar ha aumentado entre seis y diez centí-metros, y los cuerpos de hielo y nieve se han reducido de manera significativa. Por ejemplo, para 2007 en el Ártico se habían perdido cerca de 4.3 millones de kilómetros cuadrados.

Asociados a los cambios climáticos descri-tos, se han detectado cambios generalizados en las cantidades de precipitación, además de cambios en los eventos extremos, como sequías, lluvias torrenciales, ondas de calor e intensidad de los ciclones tropicales.

Los cambios físicos observados han provoca-do que ya se presenten impactos en los sistemas biológicos e hídricos en el planeta. Por ejem-plo, el IPCC ha documentado que entre 1970 y 2004 se observaron más de 30 mil evidencias de cambios en los patrones de migración de las aves, en la floración de las plantas y en el des-hielo y la recarga de ríos y acuíferos, que están asociados al calentamiento del planeta.

Así pues, las observaciones indican claramen-te que el proceso de cambio climático ya está en marcha, y que sus impactos ya se están dando.

Proyecciones del clima futuro. El clima para los próximos cien años no se puede pro-nosticar. En primer lugar, tendríamos que poder pronosticar las emisiones futuras, aso-ciadas a la economía, al crecimiento poblacio-nal, al cambio de uso de suelo, a los avances tecnológicos y a las fuentes de energía que se emplearían. Para incluir ese conjunto de fac-tores en las proyecciones del clima futuro, el

IPCC ha establecido, en lugar de pronósticos, escenarios de emisiones. Éstos proyectan los cambios en las emisiones antropogénicas en función de las posibles trayectorias socioeco-nómicas futuras. En cualquier caso, siguien-do cualquiera de esas trayectorias, se prevé que el planeta se seguirá calentando.

Para el año 2100 la temperatura puede incrementarse entre 1.8 y cuatro grados y el nivel del mar elevarse entre 18 y 59 centíme-tros, y es muy probable que los extremos de calor y las precipitaciones torrenciales sean más frecuentes. Los cambios observados en los sistemas biofísicos descritos anteriormente se acentuarían, poniendo en riesgo de extin-ción entre 20 y 30 por ciento de las especies vegetales y animales si la temperatura global promedio excede entre 1.5 y 2.5 grados centí-grados. En cuanto a los sistemas humanos, es probable que aumentará el número de perso-nas expuestas a la falta de disponibilidad de agua, a inundaciones y al aumento del nivel del mar. Para la producción agrícola, en los países de latitudes bajas se proyecta que la productividad de granos básicos disminuirá aun con aumentos de temperatura menores, de entre uno y dos grados centígrados.

Hay que señalar que los anteriores se de-nominan “impactos potenciales” pues no consideran las medidas o estrategias de adap-tación que pueden aplicar los posibles afec-tados. Poco se ha documentado con respecto a estas medidas (espontáneas o planeadas) ante el cambio climático observado, pero es

claro que urge diseñar estrategias que permi-tan anticipar y planear las posibles acciones ante el cambio climático actual y futuro.

Cambio climático y sus impactos en Méxi-co. Los escenarios de cambio climático proyec-tan en general aumentos de temperatura para todo el país, particularmente en la región nor-te. Algunos escenarios también indican que la precipitación puede disminuir en regiones áridas y semiáridas, ya de por sí sensibles a la sequía. Sin embargo, también hay escenarios de cambio climático que indican aumentos en la precipitación, aun para esas regiones.

En el Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM (CCA-UNAM; http://atmos-fera.unam.mx/) se han desarrollado para el país escenarios de cambio climático men-suales y para diferentes regiones de México. Todas las bases de datos están disponibles, así como una guía para que los usuarios generen sus propios escenarios de cambio climático.

Las consecuencias en sectores prioritarios para México también han sido analizadas en diversos estudios. Los métodos empleados y los resultados obtenidos por expertos en sec-tores prioritarios están en la misma página del CCA-UNAM y en la del Instituto Nacional de Ecología (INE; http://www.ine.gob.mx/).

En general, se ha evaluado que en condicio-nes de cambio climático la cobertura vegetal del país se vería afectada hasta en 50 por ciento en condiciones de cambio climático. Integrante del Grupo de Cambio Climático y Radiación Solar del CCA- UNAM y miembro [email protected]

MÉXICO EN EL CAMBIO CLIMÁTICO GLOBAL

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“El acuerdo es un triunfo de la

propaganda por encima de la sustancia”

Jeremy Hobbs, director ejecuti vo

de Oxfam Internacional

El acuerdo climáti co anunciado en Co-penhague es un triunfo de la propagan-da sobre la sustancia. El acuerdo –que ha sido anunciado por Estados Unidos, India, China y Sudáfrica– no fue respal-dado por otros muchos países.

El acuerdo no ofrece confi anza de que será evitado el cambio climáti co catas-trófi co o que los países pobres recibirán el dinero que necesitan para adaptarse al calentamiento global. Los líderes tam-bién han pospuesto un acuerdo legal-mente vinculante hasta fi nales de 2010.

“Éste no es un pacto cerrado, ya que un acuerdo debe ser aprobado por todos los países. Este acuerdo apenas logra ocultar las enormes diferencias entre los países que han plagado las nego-

ciaciones durante dos años”, declaró en Copenhague Jeremy Hobbs, direc-tor ejecuti vo de Oxfam Internacional.

“El acuerdo es un triunfo de la propa-ganda por encima de la sustancia. Reco-noce la necesidad de mantener el calen-tamiento global por debajo de los dos grados, pero no compromete la manera de hacerlo. Deja atrás las decisiones im-portantes sobre reducción de emisiones y elude temas de fi nanciación.

“Millones de personas en todo el mundo no quieren ver morir en Copenhague sus esperanzas de un acuerdo ambicioso, justo y vinculante. Los líderes ti enen que volver a la mesa negociadora a principios de 2010 y tomar las decisiones políti cas que se necesitan urgentemente para que se consiga un acuerdo tal.”

Propaganda vs realidad en el acuerdo Propaganda: cien mil millones de dólares al año para ayudar a los países pobres.

Realidad: Está formulado como un objetivo, no como un compro-miso. En consecuencia, los países pobres no tendrán ninguna seguri-dad de que recibirán el dinero que necesitan para adaptarse al cam-bio climático y reducir sus propias emisiones.

Cien mil millones de dólares es sólo la mitad del dinero que se necesita. El défi cit en los fondos podría signifi -car que los trabajadores del sistema de salud en el sur de Asia y en África subsahariana no conseguirán los mil 500 millones de dólares al año que necesitan para evitar las muertes provocadas por la malaria y la dia-rrea, que se expanden por culpa del calentamiento global.

No hay garantí a de que los cien mil millones de dólares vayan a ser adi-cionales a los compromisos de ayuda ofi cial ya existentes. Esto signifi ca que

el dinero podría ser desviado de los presupuestos de educación y salud para pagar protecciones contra las inundaciones.

Los cien mil millones de dólares pue-den no ser dinero público. A no ser que el fi nanciamiento para el cambio cli-máti co provenga de fuentes públicas, no hay garantí as de que llegará a la gente que más lo necesita, en el lugar adecuado y en el momento preciso.

Propaganda: Mantener el incre-mento de la temperatura global por debajo de dos grados centrígados

Realidad: El acuerdo no incluye metas que garanti cen que el calen-tamiento del planeta se mantendrá por debajo de los dos grados centí -grados. La ciencia es clara en que se necesita una reducción de emisiones de al menos 40 por ciento en 2020. Metas específi cas son esenciales.

Simone Lovera

Desde muchas perspectivas, la 15 Conferencia de las Partes en

la Convención sobre Cambio Climático (COP 15) celebrada en Copenhague se vislumbraba como una “crónica de una muerte anunciada”.

Hace más de seis meses quedó claro que el contaminador más grande del mundo, Estados Unidos (EU), no iba a comprometerse a un acuerdo vinculante para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) con el 49 por ciento requerido por la ciencia para evitar la marcha del clima planetario hacia un desti-no catastrófico. Este compromiso requiere una legislación nueva y revolucionaria, y los borra-dores de la legislación que están sobre la mesa en Washington hasta ahora no logran compro-meter al país a una reducción de más de cuatro

por ciento en comparación con los niveles de 1990. He ahí la gran responsabilidad de los ciu-dadanos estadounidenses. ¿Serán lo suficiente-mente conscientes de su papel histórico o per-manecerán en su burbuja carbónica protegidos por el poderío militar de sus ejércitos?

Entonces, la pregunta principal antes de Copenhague no era si habría un fracaso en la COP 15, sino quién asumiría la responsabilidad del fracaso. La estrategia de prensa de Estados Unidos estuvo muy bien desarrollada: asegurar que todo el mundo piense que China era la oveja negra de la conferencia de Copenhague y que Barack Obama era el gran salvador. En ver-dad, China es el contaminador más grande del mundo desde hace dos años, cuando arrebató la delantera a EU, aunque esto se debe a que uno de cada seis seres humanos del planeta vive en ese país. Esto es alarmante, pero lo es más que las emisiones de cada estadounidense son cinco veces más elevadas que las de cada chino.

Estados Unidos casi logra imponer su es-trategia: la prensa apuntó a China como gran contaminador y, aunque no venía a ofrecer nada, Barack Obama aparecería el último día de la conferencia como el presunto gran salvador. Hasta ese momento la conferencia había sido una pesadilla, más que nada por la actitud negativa de la delegación de EU que trataba, entre otras cosas, de aniquilar el Pro-tocolo de Kioto, el único acuerdo que com-promete de manera vinculante a los países económicamente desarrollados, en conjunto los principales emisores de GEI, a reducir sus emisiones. Durante un día caótico, Obama se reunió con un pequeño grupo de países en un estilo copiado a las negociaciones so-bre el comercio global en el seno de la Or-ganización Mundial del Comercio (OMC). Las naciones con reivindicaciones legítimas, tales como la demanda del reconocimiento de la deuda ecológica causada por el cambio climático, no fueron invitadas a participar en

la sesión paralela para países “selectos”. Al final del día, un triunfante Obama anuncia-ba a la prensa mundial que había logrado un acuerdo, e inmediatamente salió para casa, dejando al presidente de la conferencia la quimérica tarea de asegurar el apoyo de toda la conferencia para este acuerdo –irregular a ojos de muchos–, incluyendo la nimiedad de lograr el respaldo de los más de cien países, Partes en la Convención, que fueron ignora-dos en las reuniones de selectos.

El mentado acuerdo entre Obama y sus selectos amigos no incluyó ningún compro-miso vinculante de reducción de emisiones de GEI. Incluyó apoyo financiero, de 30 mil millones de dólares, pero 25 mil millones van a venir de “recursos existentes”, o sea, básica-mente los países en desarrollo van a pagar sus propias cuentas. El apoyo incluye un monto de diez mil millones para el sector forestal. Pero la misma delegación de EU trabajó activamente durante dos semanas para asegurarse de que no se contemplara en las decisiones de la

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El veredicto de Oxfam

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COP ninguna condición ambiental o social para invertir esos fondos. Entonces, en vez de detener la deforestación o restaurar bosques por medio de iniciativas comunitarias, de pueblos indígenas, de mujeres y campesinos, el sector forestal puede usar este dinero para el establecimiento de plantaciones de monocultivos de árboles de gran escala, que comprobadamente tienen un impacto ambiental muy negativo. Así, los fondos comprometidos al combate del cambio climático, pueden volverse en un arma de doble filo, que inflija aún más daño al sistema climático global, al mismo tiempo que proporcione un cal-do de cultivo apto para la proliferación de serios problemas socio ambientales.

Pero como en una mala película, la última noche de la COP 15 en Co-penhague tuvo un final feliz: el acuerdo de Obama fue rechazado por una coalición diversa de pequeños países con un gran interés en un resultado de las negociaciones justo y realista. Así, la democracia internacional le ganó la partida a la arrogancia de los países ricos, que pensaban que se podía comprar el apoyo de otras naciones para firmar cualquier acuerdo débil e injusto.

Como resultado, las negociaciones continuarán en 2010. Con base en el reclamo de poder de los países pobres, tales como Bolivia y los Pequeños Estados Insulares, basados en la defensa de la dignidad de sus pueblos, y de los grandes movimientos sociales –los cuales pelearon por la llamada “justi-cia climática” en las calles de Copenhague– existe hoy, más que nunca, la posibilidad de que la próxima Conferencia de las Partes, a celebrarse en la Cuidad de México, vaya a dar su nombre a un acuerdo más justo, socialmen-te equitativo y ambientalmente responsable. Coalición Mundial de Bosques

Nnimmo Bassey

Pocos esperaban que la Cumbre de Co-penhague rindiera resultados significati-vos. No obstante, más de 40 mil personas acudieron a las negociaciones. Los líderes

mundiales hablaron allí de compromisos ambicio-sos, pero su comportamiento mostró una enorme brecha entre las palabras y las acciones.

La reunión fue arrastrada a una conclusión con un discordante “acuerdo” vacío de compromisos serios que pudieran indicar un entendimiento de la urgencia de la crisis climática.

Las voces de la gente fueron ignoradas y las protestas, completamente pacíficas, fueron bru-talmente reprimidas. La conferencia fue un fraca-so para los pobres y para los más afectados por el cambio climático.

Lo que resultó preponderante en Copenhague fue el visible surgimiento del movimiento Justicia Climática. Las demandas de las personas se escu-charon más fuertes que nunca en el “foro climáti-co” alternativo, en las calles, pero también en los pasillos de la conferencia oficial.

Nadie logró silenciar las exigencias de justicia climática, incluida la del pago de la deuda climá-tica. Delegaciones de va-rios países, como Bolivia por ejemplo, fueron muy claras al establecer que el punto de partida del de-bate debía ser dar aten-ción a tales exigencias.

¿Quién es responsable por las emisiones de ga-ses de efecto invernadero (GEI) que han propicia-do el calentamiento glo-bal? Los países ricos, los desarrollados (los cuales están legalmente obliga-dos a reducir sus emisio-nes de GEI, de acuerdo con el Protocolo de Kio-to de las Naciones Unidas) son históricamente la fuente de la gran mayoría de emisiones de carbo-no, y por tanto son las más responsables de este fenómeno.

Consideremos por ejemplo que más de la mitad de las emisiones de carbono en la atmósfera de la Tierra han provenido de la Unión Europea y de Estados Unidos, los cuales juntos representan sólo diez por ciento de la población global. En contras-te, el diez por ciento más pobre de la población del mundo ha contribuido con menos de uno por ciento de tales emisiones.

Las emisiones de carbono per cápita de Estados Unidos en 2005 fueron de 19.6 toneladas, mientras que las de China sumaron 3.9 y las de la India 1.1 toneladas.

¿Cuál es el reto de México en 2010? El desafío crítico para México como huésped del debate cli-mático de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2010 es permitir que las voces de las víc-timas sean escuchadas, y hacer que la justicia cli-mática asuma el protagonismo en las discusiones.

El gran obstáculo que México tendrá que en-frentar es el mismo que ha estado presente en las negociaciones de las Naciones Unidas desde el principio: la tendencia a tomar en cuenta y satis-

facer los caprichos de los países históricamente responsables del cambio climático.

Otro gran obstáculo que se prevé es la propen-sión en las negociaciones de la ONU a aceptar falsas soluciones para el cambio climático, tales como los mercados de bonos de carbono y otros mecanismos basados en el mercado. Si los acuer-dos de la ONU dan cabida a los intereses de los grandes contaminadores tales como Estados Uni-dos y permiten soluciones falsas como el mercado de carbono, esos acuerdos resultarán completa-mente ineficientes en la batalla contra el cambio climático.

Arrojarles algunas monedas a los países en de-sarrollo para mitigar el cambio climático y para su adaptación no ayuda si las raíces, las fuentes del problema, permanecen intocadas.

¿Cuál es la solución a la crisis climática? Ne-cesitamos urgentemente reducir el uso de ener-gías no renovables, como los combustibles fósiles y pagar la extensa deuda climática. ¿Tiene sentido que el mundo sepa que las imprudentes emisio-nes de carbono nos han conducido a este punto de la crisis y aun así continuemos perforando para extraer más petróleo crudo, excavando minas para obtener más carbón y rasgando la tierra para sacar arenas asfálticas y otras energías fósiles sucias?

En última instancia, los impactos de la crisis climática recaen en la gente y la gente debe or-ganizarse para confrontar la crisis. En México y en todo el mundo las fuerzas sociales progresistas deben unir sus manos, sumarse al movimiento de Justicia Climática y forzar a los líderes a actuar en consecuencia con las demandas.

Necesitamos resolver la crisis climática con justicia, lo cual significa que debemos asegurar la soberanía de la gente del mundo y organizarnos y actuar en nuestras comunidades y a escala nacio-nal. Las negociaciones de las Naciones Unidos en México serán una oportunidad si el movimiento de Justicia Climática es reconocido por lo que es: una voz legítima de la gente que se alza para expresar problemas reales y que ofrece soluciones reales.

Es muy largo y empinado el camino desde Copenhague a México, pero es un camino que afortunadamente se desvía a Cochabamba, Boli-via, donde se realizará la Cumbre Mundial por el Cambio Climático del 19 al 22 de abril de 2010.

Esta cumbre es organizada como una conferen-cia mundial de movimientos sociales y fue anun-ciada por el presidente de Bolivia, Evo Morales, como una respuesta al fracaso de la reunión de Copenhague. Presidente de Friends of the Earth International

Y EL 2010 EN MÉXICO

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Lorena Paz Paredes

“Las acciones de más de 40 mil familias in-dígenas y campesinas latinoamericanas y

caribeñas” con quienes trabaja el Programa de Intercambio, Diálogo y Asesoría en Agri-cultura Sostenible y Seguridad Alimentaria (PIDAASSA) “mitigan de manera relevante las consecuencias del cambio climático, y tienen efectos en la detención de la hambru-na, en la preservación y conservación de los recursos naturales y en la articulación de las comunidades a una forma de vida acorde con la cosmovisión de los pueblos”.

Esta conclusión fue integrada en la de-claración final del Tercer Encuentro Regio-nal del PIDAASA Mesoamérica-Caribe y su taller sobre cambio climático, realizados en la ciudad de Panamá en octubre pasado con la participación de 44 representantes cam-pesinos e indígenas de Costa Rica, Nica-ragua, Honduras, El Salvador, Guatemala, México, Cuba y Panamá.

Thomas Hirsch, asesor de Pan Para el Mundo, explicó allí que la acumulación de gases de efecto invernadero, el derretimien-to de los glaciares y el aumento del nivel del mar están sucediendo tres veces más rápido respecto de lo previsto en octubre de 2008, en el peor escenario, por el Panel Interguberna-mental de Expertos sobre Cambio Climático.

Recordó que el Programa de Medio Am-biente de las Naciones Unidas declaró que para 2100 la temperatura habrá aumentado 4.3 grados centígrados, lo que conducirá a la pérdida de casi todos los ecosistemas del planeta. Evitar el colapso “requiere mante-ner el calentamiento debajo de los dos grados centígrados”, lo que exige que “los países in-dustrializados reduzcan sus emisiones en 40 por ciento hasta 2020 y en 80 y 95 por ciento hasta el año 2050”. Un modelo justo, según Hirsch, “sería uno que regulara las emisio-nes per cápita y no por país”.

El cambio climático tendrá efectos de-sastrosos en los sistemas alimentarios y en más hambrunas, afirmó. Si la temperatura aumenta más de tres grados centígrados, entre tres mil 300 millones y cinco mil 500 millones de personas padecerán dramáticas pérdidas agrícolas, y regiones enteras, como Australia, quedaran fuera de la producción. En la región occidental de Mesoamérica y el Caribe se prevé una disminución de las precipitaciones hasta de 40 por ciento para el 2100; sequías prolongadas en Cuba, México, el norte de Nicaragua y el sur de Honduras; inundaciones y huracanes, sobre todo en el Caribe, y aumento de la temperatura de dos grados a cuatro grados centígrados en 2050, particularmente en México, donde se afec-tarán 370 mil kilómetros cuadrados. Un es-tudio reciente del Banco Mundial anticipa que en el 2100 México perderá hasta 85 por ciento de sus explotaciones agrícolas y por ese concepto América Latina tendrá pérdi-das de 35 mil millones de dólares a 120 miles de millones de dólares por año. El desafío “es lograr una adaptación basada en derechos

humanos, con la participación de las perso-nas y dando prioridad a los más vulnerables”, concluyó Hirsch.

¿Cómo perciben el cambio climático los campesinos de la región? Los y las partici-pantes en el taller dijeron que en los años re-cientes en Cuba han aumentado los ciclones; en México hay más sequías y los temporales se han tornado irregulares y erráticos; en Ni-caragua y Honduras más de 14 mil personas perdieron cosechas e infraestructura por los huracanes Mitch y Félix, y lo mismo provocó el Stan en Guatemala; en El Salvador las pér-didas se elevaron a ocho millones de toneladas de maíz por la sequía de 2009; en la década pasada Panamá sufrió dos tornados, desliza-

mientos de suelo, sequías y vendavales; Costa Rica enfrentó dos huracanes, dos inundacio-nes por año, sequía y deslizamientos de suelos, lo que ha significado pérdida de cosechas, de vidas humanas, de animales y viviendas, esca-sez y contaminación de agua, hambre, migra-ción, enfermedades y aumento de la pobreza.

“Los impactos de cambio climático en Centroamérica serán muy graves” –dijo Ro-drigo Noriega, doctor panameño en derecho ambiental–. Se predice la disminución de lluvias hasta en 20 por ciento en los próximos años, “con lo cual ya en 2011 el norte de Ni-caragua y el sur de Honduras entrarían en la etapa de sequía permanente. Además se per-derán 30 por ciento de las playas caribeñas”.

Los asistentes coincidieron en que la agricul-tura sostenible y diversificada es parte de la solu-ción, y “puede capotear adversidades climáticas y mitigar la emisión de gases de invernadero, pero urgen políticas públicas favorables”. Y a de-cir de Juan Arguedas, de Costa Rica, “debemos influir con estos enfoques en otros actores de la agricultura alternativa y articular propuestas ante los Estados y los organismos internaciona-les (multilaterales y de cooperación)”. Y es que mediante prácticas de agricultura sostenible, las familias campesinas conservan, mejoran y re-cuperan suelos; protegen fuentes de agua; cui-dan la montaña y la fauna y flora nativas; inter-cambian semillas; experimentan tecnologías ecológicas; usan recursos locales, y están mejor preparadas para resistir desastres ambientales.

En la “Declaración por la vida y la agri-cultura sostenible” formulada en el taller y presentada después en Copenhague, las or-ganizaciones coincidieron en que “la forma de vida sustentada en la dependencia de la industria y en el petróleo para la producción de alimentos ha provocando efectos irreversi-bles en los ecosistemas, comprometiendo la calidad de vida de las generaciones actuales y futuras”. Por ello exigen “cambiar a un pa-radigma sustentado en prácticas productivas sostenibles que fomenten la soberanía ali-mentaría y el buen vivir”. Demandan tam-bién “políticas y leyes que mitiguen y deten-gan los efectos del cambio climático; que los países industrializados se responsabilicen del impacto negativo del calentamiento global, reduciendo en no menos de 40 por ciento las actuales emisiones hasta el año 2020, y en un período máximo de 50 años en no menos de 90 por ciento; que compensen los daños que están causando, disponiendo anualmen-te de al menos uno por ciento de su producto interno bruto, iniciando con 160 miles de millones de dólares de forma inmediata”. Investigadora del Instituto Maya A.C. y parte del Comité Coordinador del PIDAASSA- México

Encuentro de grupos del PIDAASSA

CAMPESINOS DE MESOAMÉRICA Y EL CARIBE FRENTE AL CAMBIO CLIMÁTICO

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Eduardo Tamayo G.

Los variopintos go-biernos progresistas que se han instalado en América Latina,

pese a que su mayor mérito es haber dado prio-ridad a la inversión social --tan venida a menos en el largo período neoliberal--, no parecen estar sintonizando con las cuestiones ambien-tales tan indispensables para salvar la vida en el planeta. Tal parece ser la conclusión a la que llegan algunos ecologistas del cono sur.

“Un rápido repaso muestra que tenemos avances en aspectos normativos como en la Constitución ecuatoriana sobre los derechos de la naturaleza, la creación del Ministerio del Am-biente en Perú y el nuevo marco ambiental que se discute en Chile, pero más allá de estos pe-queños casos referidos a la normativa y el marco legal, en la gestión y elaboración de políticas hay un estancamiento e incluso un retroceso en algunos países, en los que se ve sobre todo la in-sistencia de flexibilizar las medidas ambientales para permitir la llegada de inversiones y mante-ner las exportaciones”, manifiesta el uruguayo Eduardo Gudynas, investigador del Centro La-tino Americano de Ecología Social (CLAES).

Gudynas asevera que los gobiernos pro-gresistas han tenido enormes dificultades en entender la cuestión ambiental y aún más di-ficultades para plantearse nuevos estilos de de-sarrollo que no impacten de manera negativa sobre la naturaleza. En el caso de Bolivia, el presidente Evo Morales, el 22 de abril de 2009 propuso en la Asamblea General de las Nacio-nes Unidas la necesidad de adoptar una Decla-ración Universal de los Derechos de la Madre Tierra que contiene cuatro puntos básicos: el derecho a la vida, el derecho a la regeneración de su biocapacidad, el derecho a una vida lim-pia y el derecho a la armonía y al equilibrio con todos y entre todos y todo. Sin embargo, casa adentro, “la política doméstica persiste en su desarrollo extractivo (…); el presidente más de una vez ha reivindicado la necesidad de explo-tar los recursos naturales diciendo ‘¿de qué otra forma vamos a vivir?’”, señala Gudynas.

“La Constitución boliviana, en el área ambiental, tiene algunos artículos que im-plican un retroceso en tanto establecen como mandato del Estado la industrialización de la naturaleza, por lo tanto, allí se crea una para-doja: mientras la nueva Constitución ecuato-riana es un paso de vanguardia en el tema am-biental, la Constitución boliviana en algunos artículos mantiene el orden convencional y en otros artículos es un paso hacia atrás”.

En Argentina la situación no es mejor. El argentino Carlos A. Vicente, integrante de GRAIN y Acción por la Biodiversidad, señala que “El gobierno sigue apostando al modelo de saqueo y contaminación que está emble-máticamente representado por los 20 millo-nes de hectáreas de soya transgénica que se sembrará este año y por los cientos de proyec-tos mineros que se están intentando imponer a los pueblos a lo largo de toda la cordillera de los Andes”. A lo largo y ancho de Argen-tina –-agrega Vicente-- surgen resistencias y denuncias de movimientos sociales y comu-nidades locales. “Pero lamentablemente el gobierno no supo ver que era en esta alianza con sectores urbanos y campesinos donde po-día encontrar un punto de apoyo para contra-rrestar la potente embestida de la derecha que sufrió el último año, a partir del conflicto con los grandes y medianos terratenientes rurales”.

En Ecuador, el gobierno presidido por Rafael Correa puso a consideración de la co-munidad internacional la iniciativa Ishpingo - Tambocha Tiputini (ITT), consistente en dejar en tierra el petróleo de la reserva del Parque Yasuní (una de las áreas de mayor di-versidad del planeta y donde habitan pueblos libres en aislamiento voluntario) a cambio de una compensación internacional estimada en 350 millones de dólares. Esta propuesta cons-tituye una iniciativa emblemática para enfren-tar el calentamiento global, un paso adelante para salir de la lógica extractivista y una op-ción para construir el buen vivir, entendido como la vida en armonía de los seres huma-nos consigo mismos y con la naturaleza. Sin embargo, la decisión del gobierno de impulsar la actividad minera lo ha distanciado de los movimientos sociales y grupos ecologistas que han organizado varias movilizaciones para oponerse a dichos proyectos considerando que se afectarán las fuentes de agua y se ocasionará daños medioambientales irreparables.

-Gobiernos como el del Ecuador –-pre-guntamos a Eduardo Gudynas-– dicen que se necesitan recursos para la inversión social y entonces se necesita extraer, porque no hay otra forma de obtener dinero…

-Los gobiernos progresistas sí cuentan con recursos; el problema es cómo los utilizan. Por ejemplo, en la propuesta de Rafael Correa para atender la urgencia agroalimentaria destinó un paquete de más de 400 millones de dólares, del cual más de la mitad estaba dirigido a subven-cionar los agroquímicos. El gobierno en vez de utilizar ese dinero en la reconversión del sector agropecuario hacia una producción de menor impacto y más directamente ligada a la alimen-

tación local, lo utiliza para comprar productos cuyo beneficio y cuya renta van a terminar en un conjunto de empresas que hacen agroquí-micos, muchas de ellas trasnacionales.

-Otro argumento gubernamental es que los recursos que se obtengan de la actividad minera van a servir para preparar el terreno para abandonar el extractivismo y se llegue a una sociedad de servicios y del conocimiento.

-Eso puede ser; el movimiento ambienta-lista no postula suspender de la noche a la mañana todas las acciones extractivas; lo que postula es cómo vamos a balancear, cuáles de ellas van a permanecer y qué modelo de transición va a haber a otro estilo de desa-rrollo. Por otro lado tenemos que tomar el ejemplo de otros países que no tienen sector minero desarrollado, no tienen sector petro-lero desarrollado y tienen niveles de calidad de vida y de equidad mejores que los de Ecuador, por ejemplo Uruguay.

-¿En donde está la clave para desarrollar un nuevo modelo que supere el extractivismo?

-La clave está en cómo ir rediseñando la estrategia de desarrollo; una estrategia de desarrollo pos-material va a implicar un plan de transición para ver cuál de esos sectores extractivistas tiene que ser reducido y cómo se va a compensar ese desbalance económico con otro tipo de producción que no tenga ese daño ambiental, genere mayor valor agregado o mayores beneficios económicos y tenga una mayor demanda de empleo. El problema con el extractivismo, bajo los gobiernos progresis-tas, es que siempre se termina en un discurso del chantaje en que no tengo otra opción más que hacer extractivismo hoy porque si no el país no tiene dinero, y no existe evidencia empírica de que esto suceda porque no todos los países son extractivistas. Además, eso es aceptable sólo en algunos casos y redobla la responsabilidad de los gobiernos de turno de tener esquemas de transición hacia otro desa-rrollo. Esto, además, requiere repensar la in-tegración regional, porque un país aislado no puede abandonar la estrategia extractivista; debe ser el conjunto de países, y por lo tanto eso hay que comenzarlo a discutir en los blo-ques regionales; sea en la Comunidad Andi-na, sea en el Mercosur o sea en la Unasur, no está en la agenda coordinar políticas mineras, de hidrocarburos o agropecuaria. Y tampoco está en la agenda, bajo los actuales gobiernos progresistas, coordinar la producción para po-der salir de la dependencia global de exportar minerales o hidrocarburos. O sea, la tarea de la integración es generar una integración au-tónoma que permita otro estilo de desarrollo.

Coincidencias y diferencias. Pregunta-mos a Carlos Vicente: ¿Cuáles son las dife-rencias y discrepancias entre los movimien-tos sociales y los gobiernos de izquierda?

-Creo que la búsqueda de una sociedad más justa y equitativa y el cuestionamiento al modelo neoliberal son importantes puntos de coincidencia que han permitido valiosos pro-cesos de cooperación. El principal punto de conflicto con los gobiernos de izquierda jus-tamente es que los fundamentos económicos de los mismos siguen siendo la explotación de los recursos naturales de nuestro continente. En ese sentido es claro que las “venas abiertas de América Latina” siguen sangrando.

“En la actualidad se suman a los viejos mecanismos de extracción de recursos ener-géticos y minerales las nuevas mercancías

globales que invaden nuestro continente con distintos rostros pero con los mismos objetivos de alimentar al Norte opulento y a quienes vi-ven de manera opulenta en nuestro cada vez más empobrecido Sur. Entonces, ya se trate de soya, caña de azúcar, palma aceitera, piña, eucaliptus o pinos estamos viviendo una in-vasión territorial que desplaza comunidades y destruye la naturaleza sin que los gobiernos de izquierda (con todas las diferencias y mati-ces que hay entre ellos) se animen a enfrentar.

“En el mismo sentido, la declarada bús-queda de la soberanía alimentaria de nues-tros pueblos no se encara promoviendo una agricultura local en manos de campesinos e indígenas, sino que sigue apelando a modelos de agricultura industrial que alimentan fun-damentalmente a grandes corporaciones”.

Confluencia social–ecologista. Los mo-vimientos ecologistas de América Latina que actúan en el escenario descrito son muy he-terogéneos y muy diversos. Allí encontramos organizaciones urbanas y rurales, grupos de académicos, líderes sociales, redes nacionales y coordinaciones internacionales en torno a los temas de la minería, la conservación de áreas naturales, la protección de los bosques, la de-fensa de las semillas criollas y contra la pene-tración de los transgénicos y la lucha contra el ruido y la contaminación en las ciudades. Una tendencia que se ha venido gestando y reforzan-do en los años recientes ha sido la confluencia entre los movimientos ecologistas y los sociales para avanzar en propuestas transformadoras.

“Por supuesto, señala Carlos Vicente, exis-te un ámbito del espacio ambientalista que persiste en propuestas tecnocráticas y que se ha aliado a los grandes capitales para avan-zar en procesos de privatización y de ataque a comunidades locales, con lo que nosotros no sólo no coincidimos sino que permanen-temente denunciamos como uno más de los caminos de agresión a los pueblos.

“Pero dentro del espectro de organizaciones que trabajamos en el marco de la ecología so-cial y la ecología política, no hay duda que el encuentro con movimientos campesinos, con pueblos indígenas y con movimientos urbanos de base ha sido uno de los hechos más impor-tantes en la construcción social transformado-ra en América Latina en la década reciente”.

-Usted ha planteado una alianza estratégica de los movimientos sociales y ambientalistas. ¿Cuáles deberían ser los ejes de esa estrategia?

-La lucha por la soberanía alimentaria, por el control por los pueblos de las semillas y la biodi-versidad y contra la apropiación de la vida por me-dio de la patentes han sido ejes de una convergen-cia que aún tiene mucho camino por recorrer.

“Estoy convencido que la lucha contra la ex-plotación de las personas por las personas tiene todo en común con la lucha contra la explota-ción de la naturaleza por los hombres. Y en ese sentido los conocimientos tradicionales de los pueblos indígenas y campesinos convergen tam-bién con las búsquedas de modelos de sociedad que permitan la convivencia armónica que los movimientos ecologistas vienen planteando en las décadas recientes. Creo que las propuestas del buen vivir de los pueblos andinos son un ejemplo concreto de cómo se está avanzando en un camino común”. * Texto publicado en el número 450-451, de diciembre de 2008, de América Latina en Movimiento, revista de la Agencia Latinoamericana de Información (Alai)

¿Qué ha cambiado con los gobiernos del cambio?

GOBIERNOS PROGRESISITAS Y MOVIMIENTOS AMBIENTALISTAS

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16 de enero de 201014

Ingrid Spiller y Jorge Villarreal

“Mucho ruido, pocas nueces” puede describir los resulta-dos de la Cumbre de Copenhague. Ni la participación de más de 130 presidentes y jefes de Estado pudo evi-tar que la cumbre fuera el chasco más grande de estos

tiempos. Uno detrás de otro expusieron que ahora, después de hablar, había llegado el momento de actuar. Sin embargo, al fin salieron con un documento sin compromisos: el Acuerdo de Copenhague, mismo que la asamblea no aprobó; solamen-te “tomó nota”. Este Acuerdo incumple con los tres criterios esenciales que se predefinían como decisivos para el fracaso o el éxito de la conferencia. Primero: la determinación de metas de reducción de gases de efecto invernadero (GEI) que limiten el calentamiento global a dos grados centígrados (o mejor a 1.5). Segundo: promesas concretas de financiamiento para la protec-ción del clima, prevención del cambio climático y adaptación. Y tercero: un acuerdo de derecho internacional vinculante.

Aunque con este Acuerdo por primera vez se reconoce en la meta común de dos grados centígrados, la falta de la deter-minación de metas de reducción de emisiones de GEI hace que este objetivo se quede en el aire. Al final de la Conferen-cia Marco, China e India se negaron a firmar compromisos concretos de mitigación para el 2015 y 2050, como consecuen-cia de los débiles compromisos de países desarrollados como Estados Unidos (EU) y los de la Unión Europea (UE), entre otros.Respecto del financiamiento, los países ricos perdie-ron la oportunidad de dinamizar las negociaciones. Parti-cularmente la UE jugó sus cartas con mucho riesgo y tardó demasiado en presentar una oferta atractiva para el finan-ciamiento a largo plazo, enfadando así a los países pobres y obstaculizando los consensos.

Finalmente, no hubo avance frente a la gran pregunta de si se tendrá un nuevo acuerdo de derecho internacional vinculante después del 2012 (cuando vence el primer perio-do de compromisos del Protocolo de Kioto). Las negocia-ciones mostraron una vez más la diversidad de los intereses involucrados: derechos a contaminar la atmósfera contra la pérdida de recursos naturales (o en algunos casos hasta del territorio mismo), limites al desarrollo en el actual modelo de consumo energético frente a la lucha contra la pobreza. En la COP 15 los países tiraron de la misma cuerda, pero lamentablemente en direcciones diferentes.

En este complejo escenario y frente a estos retos, México jugó un rol muy particular que lo diferencia del resto de los países: buscó ser un país “cuña” que genere consensos. No lo logró, pero tuvo avances diferenciados. Por ejem-plo, su Fondo Verde logró colocarse –gracias a un inten-so cabildeo– como la propuesta principal de mecanismo de financiación para el cambio climático en la COP 15, empatándose así con otras iniciativas para la obtención de fondos, y generando con ello un amplio apoyo de parte del resto de los países. En esta misma lógica de buscar pro-tagonismo y liderazgo, Felipe Calderón anunció el com-promiso mexicano de reducción de 30 por ciento de GEI para el 2020; sin embargo, lo que pareciera un anuncio muy importante, se desluce cuando el gobierno federal no da detalle de cómo se hará esta reducción, cuánto de este porcentaje será con esfuerzo propio o cuánto con ayuda internacional. Además, este compromiso de mitigación no está respaldado por una política nacional de cambio climá-tico que soporte este ambicioso anuncio. Lejos de buscar que México se retracte, organizaciones de la sociedad civil exigen que este anuncio se amarre con decisiones guber-

namentales contundentes que fortalezcan la débil política pública climática en el país.

El éxito de México en materia de financiación y la buena voluntad en la reducción se ven demeritados frente a la inde-finición pública en la arquitectura del mecanismo global de reducción de emisiones. Esta postura coloca al país en una posición más cercana a EU y la UE, que buscan no tener un acuerdo global jurídicamente vinculante, lo que no es bien visto por el resto de los países en desarrollo y que no provee de las mejores condiciones para facilitar un consenso al respecto.

En el discurso, México busca abarcar mucho, generar consensos, ser progresista, protagonista, ser “puente” entre desarrollados y en desarrollo, entre ricos y pobres. Así lo deja entrever Calderón y así lo han manifestado algunos funcionarios que forman parte de la delegación nacional que participa en estas negociaciones. Pero no hay hechos concretos que sustenten esta postura. En México la cultura popular expresa muy bien este nivel de improvisación de la política climática: mucho ruido y pocas nueces. Y Méxi-co, de cara a presidir y alojar la COP 16, no puede darse el lujo de hacer ruido sin resultados tangibles. México no sólo debe definir su posición frente a los temas centrales en la negociación, además requiere desarrollar una gran ca-pacidad diplomática para generar consensos con prácticas democráticas, inclusivas, transparentes y participativas. La responsabilidad de presidir la COP 16 es una oportunidad histórica: puede ir más allá de la buena voluntad y la im-provisación. Para ello deberá trabajar desde ahora con lide-razgo para alcanzar un consenso internacional, empezan-do con sustentar sus compromisos fortaleciendo una débil política nacional que haga frente al cambio climático. Debe demostrar que atrás del ruido, tiene mucha nuez. Heinrich Böll Stiftung. Ofi cina Regional México, Centroamérica y el Caribe.

Susana Cruickshank

Después del esta-blecimiento de la Convención Marco de Na-

ciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC) en 1992, el Protocolo de Kioto fue el marco jurídico en el que los compro-misos internacionales con respecto a reduc-ción de emisiones frente al cambio climático se hicieron obligatorios y vinculantes.

A pesar de que se firmó en 1997, el Pro-tocolo entró en vigor en 2005 y la vigencia de dichos acuerdos finaliza en el 2012; por eso la urgente necesidad de establecer com-promisos en un marco vinculante a partir de 2012 y hasta 2017. Lamentablemente, es sabido por la comunidad internacional que Estados Unidos, el mayor emisor histórico (de emisiones acumuladas, el 24 por ciento del total mundial) no ratificó dicho Protoco-lo y en Copenhague ha desconocido el úni-co marco jurídico internacional que puede hacer frente de forma global a un problema que atañe a la vida en el planeta.

El hecho de que el presidente Obama y otros líderes mundiales no hicieran mención a este Protocolo y desconocieran los avances hechos a partir de su establecimiento (así como los acuerdos de los cuatro grupos de trabajo parte de este proceso, a saber: miti-gación, adaptación, financiamiento y trans-ferencia de tecnología, así como a partir del Plan de Bali) en un documento consensuado por unos cuantos países, y que dejó a varios

países considerados entre los más vulnera-bles fuera del consenso, es un hecho ya muy grave de por sí. Japón y los países de la Unión Europea también fueron partícipes del fraca-so de Copenhague; sin embargo, el mundo esperaba un fuerte liderazgo de Estados Uni-dos. No es que fracasara Copenhague, es que fracasó el sistema de las Naciones Unidas.

La pregunta es entonces ¿cómo se recu-perarán las Naciones Unidas de este duro golpe a su legitimidad cuando por un lado la nación más poderosa la desconoce y por otro aún hay líderes de otros países generando procesos alternativos? ¿Cómo se vinculará este documento final, consensuado por tan sólo 25 de los 190 países presentes en Copen-hague, al marco jurídico internacional?

Hay comunidades científicas en Estados Unidos que hablan de una “subgobernabili-dad” del cambio climático a partir de acuerdos regionales de reducción de emisiones, y de financiamiento. El gran peligro es que el pro-blema es un problema global. Los países más pobres frente a países con una gran responsa-bilidad histórica no deben asumir los costos de

los más responsables que tal vez estén muy le-jos regionalmente, pero sus emisiones les afec-tan al grado de estar en riesgo su supervivencia.

Antes de que Naciones Unidas cumpliera 50 años, ya se cuestionaba su existencia. La gue-rra que Estados Unidos declaró a Irak puso aún más en duda su legitimidad. Diferentes grupos de trabajo han hecho propuestas de reestructu-ración, pero su máximo órgano, el Consejo de Seguridad, aún es altamente cuestionado en su composición, obsoleta ya, pero también en su toma de decisiones. El cambio climático es un tema de emergencia internacional, y el Consejo de Seguridad podría o debería tomar en sus ma-nos el tema, pero ¿cómo, si es el país que tiene derecho de veto es el mismo que ha negado la existencia de las Naciones Unidas en el tema?

Mucho hay aún que definir hacia la con-creción del Plan de Bali, la continuidad del Protocolo de Kioto y el reconocimiento de las naciones más poderosas de un marco jurídico internacional que ponga límites a las grandes corporaciones de la energía. Cualquier meca-nismo de gobernabilidad regional deberá suje-tarse a los acuerdos internacionales y respetarlos.

México, en donde se realizará la siguien-te reunión de la Conferencia de las Partes (COP 16) en noviembre o diciembre de 2010, tiene grandes retos por delante: a) ser parte de las reuniones bilaterales y de grupos espe-cíficos como el Grupo de los Ocho; el grupo de las economías más grandes (MEF por sus siglas en inglés), y la pre-COP, prevista para junio del 2010, con propuestas que realmen-te se hagan cargo del tamaño del problema en cuanto a reducción y a formas de finan-ciamiento. b) Ser anfitriones que enarbolen la tradición diplomática que nuestro país tuvo por mucho tiempo y ha perdido hace unos sexenios, y ofrecer buenos oficios no para alcanzar acuerdos mediocres, sino acuerdos atrevidos, pertinentes, certeros, congruentes. Y c) ser anfitriones no sólo de los gobiernos, sino de los Estados nación, in-cluida la sociedad civil que busca espacios, que busca ser incluida en sus propuestas, que busca ser escuchada, pues está en riesgo la vida del planeta.

El gran reto es generar el compromiso de la economía más grande en materia de re-ducción de emisiones: 40 por ciento al 2020 para los países más desarrollados y 30 por ciento para las naciones en desarrollo con respecto a los niveles de 1990 (nada más y nada menos que lo considerado necesario por el Panel Intergubernamental de Exper-tos de las Naciones Unidas para el Cambio Climático). Y en materia de financiamien-to, un mecanismo que sea capaz de tener lo requerido según el mismo panel: 140 mil millones de dólares anuales para mitigación, adaptación, vulnerabilidad y transferencia de tecnología, con claras formas de gobernabi-lidad y acceso a éste. Muchos son los retos, pero se trata nada más y nada menos que de la vida de millones de seres humanos, de se-res vivos, del planeta entero. Directora de Campañas de Greenpeace México

CUMBRE DE COPENHAGUE: EL SISTEMA JURÍDICO INTERNACIONAL Y EL FUTURO DE LA HUMANIDAD

COP 15: MUCHO RUIDO, POCAS NUECES

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16 de enero de 2010 15

Gisela Villamil

En la reunión de la Conferencia Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CM-NUCC), realizada en Bali en

2007, se evidenció la primera moviliza-ción mundial que marcaba el ingreso del movimiento de Justicia Climática dentro de estas negociaciones.

Los cambios en el clima son procesos normales y periódicos de la Tierra, pero desde el inicio de la era industrial se han acelerado de manera incontrolable debido a un aumento en la emisión de gases de efec-to invernadero (GEI).

Cuanto más industrializado es un país, mayores son sus emisiones GEI. Consi-derando que los países desarrollados son los más consumis-tas, es posible afir-mar como patrón general que son los que más conta-minan. El 20 por ciento de personas del mundo son responsables del 80 por ciento del total de emisio-nes, entre los que están indudable-mente incluidos los miembros del Grupo de los Ocho.

La humanidad ha superado en 30 por ciento la capacidad biológica de la Tierra; los índices de Huella Ecológica y Huella Hídrica nos alertan sobre el consumo desmedido de algunos países en relación con otros, y principalmente nos dan una idea clara de que el espacio atmosférico, los recursos naturales y la Madre Tierra son limitados.

Todos los países tienen derecho al desa-rrollo, pero no todos pueden conseguirlo. Los más pobres y en vías de desarrollo de-berán depredar sus espacios para alcanzar niveles de desarrollo aceptables, pero en la actual crisis climática estos espacios ya no pueden considerarse propiedad de un país u otro, sino espacios de la humanidad.

Paradójicamente, los menos responsa-bles de esta crisis climática son los más vulnerables a sufrir sus efectos; los países pobres no tienen las capacidades de miti-gación y adaptación de los ricos, ni la tec-nología ni los recursos económicos para hacer frente a los desastres climatológicos actuales, Los gastos ocasionados por estos desastres pueden ser iguales en cada país, pero no representan lo mismo para un país rico que para uno pobre.

Lo observado en el proceso de nego-ciación sobre el clima a lo largo de 2009 nos hace pensar que estas negociaciones ya no tienen nada qué ver con el clima o con la humanidad, sino más bien con los intereses económicos de los países desarrollados. Las metas de reducción de emisiones propuestas por los integrantes del Anexo I (países desarrollados) son

minúsculas, obviamente porque la re-ducción en sus emisiones significa un estancamiento en su economía.

La injusticia climática que se observa en las negociaciones internacionales ha tenido un fuerte rechazo de la sociedad civil que vislumbra con horror el futuro.

En enero de 2009, durante el Foro So-cial de Belem, Brasil, nació la propuesta de la creación de un Tribunal Internacional de Justicia Climática, que fue desarrollado e impulsado por diferentes movimientos sociales, pueblos indígenas y campesinos y redes de activistas, que celebraron la pri-mera audiencia de este tribunal en octu-bre de 2009 en la ciudad de Cochabamba, Bolivia. A pesar de no tener carácter de Estado ni vinculante, pues su constitución y funcionamiento no se origina en el Po-

der Judicial sino en la sociedad ci-vil organizada, sus resoluciones bus-can implicaciones morales, éticas y políticas y se pro-yectan a construir un sistema ético que interpele a los gobiernos y las entidades multi-laterales a asumir

sus responsabilidades en el marco de la equidad y la justicia climática.

A nivel gubernamental, algunos países del Grupo de los 77 (G77) han asumido una posición de respaldo a nuevas pro-puestas del gobierno boliviano, que sos-tiene que los países desarrollados deben reconocer y asumir la deuda climática que tienen con los países que no lo son y con la Madre Tierra.

El gobierno boliviano ha tenido un papel muy importante en este contex-to, con propuestas que incluyen la carta “Salvemos al planeta del capitalismo” dirigida a la CMNUCC en Poznan, Po-lonia, en 2008; la promoción ante las Na-ciones Unidas de que se instituya el día internacional de la Madre Tierra (22 de abril); la petición formal de la creación de un tribunal de justicia climática en el CMNUCC, que juzgue los crímenes que vulneren los derechos de la Madre Tie-rra, y la Cumbre Social Alternativa con carácter vinculante a realizarse en abril del 2010, para que los pueblos sean escu-chados y decidan su destino armónico.

Rumbo a este encuentro y el futuro, la responsabilidad de cada individuo es cues-tionar nuestros modos de vida y nuestra participación en este sistema depredador y consumista, y asumir nuestra responsabi-lidad de construir un sistema integral con un nuevo modelo de desarrollo que per-mita no solamente vivir bien y en paz y ar-monía con la Pacha Mama (Madre Natu-raleza), sino además construir un cimiento de respeto del ser humano hacia ella. Investigadora y colaboradora de la Plataforma Boliviana Frente al Cambio ClimáticoSkype: gsvillamil

Sandra Guzmán

La 15 Conferencia de las Partes (COP 15), o Cumbre del Clima, celebrada

en Copenhague había sido esperada y con-siderada un hito en el combate al cambio climático, pues allí, se pensaba, se establece-rían los compromisos futuros para lograr la estabilización de gases de efecto invernadero (GEI) causantes del calentamiento global, y evitar con ello que la temperatura planeta-ria aumente más de dos grados centígrados –pues una subida así comprometería la exis-tencia de la humanidad, según advertencias del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC).

A pesar de ello y de las constantes ame-nazas, impactos y evidencias del cambio cli-mático, los países del mundo se sumergieron en un proceso de negociación que lejos de resolver el problema, lo profundizó; llevaron la discusión a niveles políticos y económicos, dejando de lado lo ambiental y social.

La Cumbre de Copenhague no logró lo que la sociedad esperaba, un acuerdo equitativo, ambicioso y jurídicamente vin-culante; concluyó con un acuerdo excluyen-te, pues sólo cinco países (Estados Unidos, China, Brasil, India y Sudáfrica) decidieron los puntos finales y el resto de 192 naciones participantes en las negociaciones quedó al margen. Ello restó credibilidad al proceso “democrático” que se pretendía y dio la es-palda a 20 años de discusiones globales: al Protocolo de Kioto –el único pacto vincu-lante que hoy se tiene en la materia– y al trabajo desarrollado por la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC).

Si bien el acuerdo firmado en Copenha-gue señala las contribuciones monetarias que podrían ayudar a enfrentar de manera inicial el problema (30 mil millones entre 2010 y 2012 y cien mil millones anuales del 2012 al 2020), se trata de un acuerdo condi-cionado y no jurídicamente vinculante, lo que significa que las partes no están obliga-das a cumplirlo.

Así culminó la COP 15, con la inconformi-dad de los más de 15 mil observadores (organi-zaciones no gubernamentales, grupos indígenas y demás miembros de la sociedad civil) que fue-ron excluidos del proceso, y de muchos países como los africanos y Tuvalu y el grupo de países isleños, todos los cuales reclaman y lamentan que el mundo se maneje con dinero y poder. Porque mientras Estados Unidos y China discu-ten los mecanismos de mercado que habrán de regir al mundo, aquellas naciones en desarrollo se preocupan por su seguridad alimentaria y por la supervivencia de sus territorios y poblaciones.

Este escenario pone a México ante gran-des retos. Al ser sede de la siguiente COP en 2010, deberá mostrar un liderazgo en la lucha contra el cambio climático, no sólo en la reducción de emisiones, sino también en la reducción de la vulnerabilidad a la que su población está expuesta. Deberá mostrar con-gruencia entre sus actos y sus discursos, de lo cual actualmente carece. Además deberá velar porque el proceso de negociación y el acuerdo que se persiga sea incluyente, equitativo, justo, ambicioso y jurídicamente vinculante, mante-niendo la transparencia y el respeto a los cana-les de negociación existentes. Centro Mexicano de Derecho Ambiental (Cemda)

CONCIENCIA, CUESTIÓN DE SOBREVIVENCIA

RESULTADOS DE COPENHAGUE: FRACASO PARA EL MUNDO PERO RETOS PARA MÉXICO

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Ricardo "El ronco" Robles

1937-2010"Llegó por él el Dios de los rarámuri a la una y media de la tarde y sin avisar"

Alfredo Zepeda

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Raúl Benet

La agricultura es un ámbito donde la reducción de la po-breza, la seguridad

alimentaria y el cambio climático se reúnen y deben ser atendidos integralmente. Hay cuatro grandes objetivos que pueden ser alcanzados mediante cambios en las prácticas agrícolas:

1. Mitigación. Más carbono retenido y me-nores cantidades de gases de efecto de invernadero emitidas mediante prácticas agrícolas sustentables.

2. Adaptación (resilencia): Mejor capacidad de enfrentar el cambio climático vía una mejora en los medios de vida y mediante ecosistemas más robustos.

3. Seguridad alimentaria: Vinculada a un incremento en la productividad basado en prácticas agrícolas apropiadas.

4. Medios de vida. Mejores ingresos por medio de mayor productividad y el pago por captura de carbono y por servicios ambientales.

Esta visión es defendida en las negociacio-nes climáticas por organismos internacio-nales encabezadas por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), y por instancias de la sociedad civil, pero éstas últimas señalan el grave riesgo de que los resultados sean adver-sos en cada uno de los objetivos propuestos, si no se toman en cuenta algunos principios básicos como los siguientes:

a) El papel de los mecanismos de merca-do y los bonos de carbono. En un lado del debate se ubican quienes esperan recibir

inmensas sumas de dinero proveniente de mecanismos de mercado. Es el caso del gobierno mexicano, que pretende ser el gran beneficiario de las operaciones de compraventa de derechos a contaminar. Sin embargo, muchas organizaciones no gubernamentales, académicos e incluso gobiernos del sur, dudan que tales meca-nismos de mercado puedan reducir la po-breza o mejorar el medio ambiente.

b) Financiamiento. ¿Cómo debe recaudarse el dinero, a quién debe distribuírsele y con base en qué criterios?; ¿quién debe tomar las decisiones?, y ¿qué es lo apropiado para monitorear, reportar y verificar (MRV) la instrumentación de las acciones? ¿El financiamiento debe enfocarse a maxi-mizar la reducción de las emisiones, o también debe considerar la capacidad de adaptación de las comunidades, la segu-ridad alimentaria y el bienestar?, y ¿qué papel jugará el gobierno en el financia-miento para la mitigación, la adaptación y la promoción de una agricultura ambien-talmente favorable?

c) Productividad vs uso de suelo en relación con la seguridad alimentaria. Se prevé que la demanda por alimentos se duplique en las próximas décadas. ¿Cómo hacer frente a este incremento? Generalmente los intere-ses corporativos y la agroindustria promue-ven un sistema agrícola de altos insumos, basado en fertilizantes, pesticidas, tecnolo-gía transgénica, etcétera, mientras que las comunidades campesinas tradicionales, organizaciones no gubernamentales, aca-démicos y grupos de producción orgánica argumentan que es posible elevar la produc-ción mediante prácticas agrícolas de bajos insumos, recuperación de semillas, prácticas de conservación de suelos y buen manejo del agua y la energía, y que esto además contri-buye a la resilencia ante el cambio climático.

d) Control sobre los recursos naturales, in-cluyendo agua y tierra. El cambio climá-tico está incrementando la presión sobre los recursos naturales en la medida que los impactos físicos, el flujo de recursos finan-cieros y las decisiones políticas promueven mayor demanda por las tierras, y por el

agua y el carbono que contienen. ¿Cómo salvaguardar la tierra, el agua y los derechos de las comunidades rurales, amenazados por la voracidad de las compañías, los go-biernos y los inversionistas?

e) Instituciones, gobernanza. En general se acepta la necesidad de involucrar a las co-munidades afectadas, a los pequeños pro-ductores campesinos, a las mujeres y a las comunidades indígenas. Sin embargo, no es claro cómo llevar a cabo estas intenciones. ¿Es suficiente contar con consultas, con un consentimiento previo? Las comunidades demandan más bien participar de manera muy significativa en la toma de decisiones, en el monitoreo, en la acción, en el finan-ciamiento. La transparencia es crucial.“Sin agricultura no hay trato”, fue el

lema adoptado por la comunidad agrícola en Copenhague. Y no hubo trato. La referencia crucial a la agricultura, que promovía el fi-nanciamiento, la investigación, el desarrollo y la transferencia tecnológica para la agricul-tura, quedó “entre paréntesis” (en brackets, es decir, sin acuerdo), en el texto final impuesto por Estados Unidos. El vago acuerdo sobre REDD (reducción de emisiones por defores-tación y degradación de bosques) tampoco incluyó el tema de agricultura, aunque ésta era una demanda de muchos países pobres.

¿Qué expectativas tiene la agricultura para la COP 16 en México? No obstante todo lo anterior, hay una clara tendencia a la vincu-lación entre los temas de agricultura, seguri-dad alimentaria y cambio climático. Muchos países seguirán insistiendo durante las nego-ciaciones climáticas del 2010 para asegurarse de que en la atención al cambio climático se integre plenamente los temas de agricultura y seguridad alimentaria. Oxfam México se-guirá respaldando a las organizaciones cam-pesinas y sociales para evitar que el cambio climático se convierta en una causa más de pobreza, migración y pérdida de derechos de las comunidades campesinas mexicanas. Oxfam México

AGRICULTURA Y SEGURIDAD ALIMENTARIA: LOS OTROS EXCLUIDOS DEL BELLA CENTRE

Thomas Hirsh

La Cumbre de Copenhague concluyó con un de-sastre absoluto. En vez de un tratado ambicioso, justo y vinculante jurídicamente que condujera a medidas de corto, mediano y largo plazos para

mitigar el peligroso cambio climático (manteniendo el in-cremento de temperatura debajo de dos grados centígrados) y prepararse para el inevitable impacto adverso del calenta-miento, la conferencia sólo “tomó nota” de una débil decla-ración política negociada entre Estados Unidos, otros países industrializados, las economías emergentes y algunos países en vías de desarrollo como Bangladesh y Etiopía.

Esta declaración política, denominada Acuerdo de Co-penhague, menciona el objetivo de los dos grados centígra-dos e insta a los Estados a actuar a la brevedad. También remite a un registro de objetivos de reducción de las emi-siones de bióxido de carbono (CO2) ofrecidos voluntaria-mente por las diferentes naciones, pero no obliga a cumplir estas reducciones ni especifica cómo medir, verificar e in-formar sobre las acciones de reducción. Asimismo se queda corto ante posibles vacíos legales en aspectos tales como los sumideros de CO2 y la deforestación.

En términos de financiación climática, el acuerdo incluye el compromiso de Europa, Japón y Estados Unidos de finan-ciar las medidas de adaptación y mitigación en los países más vulnerables y pobres, incluyendo Filipinas. Las promesas de corto plazo, para 2010-2012, ascienden a unos 30 mil millones

de dólares y las de largo plazo a unos cien mil millones de dó-lares en 2020. Pero es una incógnita cuánto de estos montos realmente se sumará a la ayuda oficial al desarrollo (AOD).

En vez de esa débil declaración política, lo que se re-quiere urgentemente es un tratado vinculante con objeti-vos claros de reducción de las emisiones de CO2 para los países industrializados en un rango de 25 a 40 por ciento hacia el 2020 en comparación con 1990, y reducción a lar-go plazo de 85 por ciento para el 2050. Asimismo, las eco-nomías emergentes deberían comprometerse con una re-ducción de las emisiones de entre 15 y 30 por ciento hacia el 2020 y, en la medida de lo posible, recortes absolutos en las emisiones de países como China e India. En tercer lugar, la deforestación debe reducirse y frenarse absolutamente hacia el año 2025. Todo esto con base en estándares y crite-rios de medición, verificación e información aprobados por acuerdo común. Sólo así se eliminarían los vacíos legales.

¿Por qué el fracaso? Es evidente que hubo una cla-ra falta de voluntad política de la mayoría de los líderes mundiales para afrontar el cambio climático de la forma requerida. La mayoría de los países industrializados, sobre todo Estados Unidos y Canadá, carecieron de la ambición necesaria para asumir objetivos de reducción vinculantes en un nuevo periodo de compromiso (posterior a 2012) bajo el Protocolo de Kioto. Y no mostraron disposición para in-crementar la financiación a medio plazo hasta el 2020, de modo que ésta hubiese sido adecuada, fiable y adicional a otros compromisos para con los países en vías de desarrollo.

Por otro lado, China e India eludieron que sus objetivos de reducción fueran internacionalmente vinculantes y su-jetos a una medición y verificación acordada en común.

Los países exportadores de petróleo como Arabia Sau-dita también jugaron un papel destructivo; frenaron una y otra vez el proceso de negociación. Asimismo, el papel que jugó el representante del G77 + China, el sudanés Lumumba Di-Aping, debe analizarse de forma crítica: fue acusado por muchos de los países en vías de desarrollo más vulnerables –como los de la Asociación de Pequeños Esta-dos Insulares (AOSIS), algunos africanos y otros– de no ha-ber negociado en interés de estos Estados en la vanguardia del cambio climático.

La Unión Europea, Sudáfrica, Brasil y otros posibles tendedores de puentes y negociadores mostraron demasia-do tarde su interés de darle una dirección más positiva al debate, mientras que la AOSIS casi se quedó sola con sus reivindicaciones. La gestión de la conferencia por parte del país anfitrión, Dinamarca, así como del secretariado de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cam-bio Climático (CMNUCC) fue muy deficiente, lo que so-cavó todavía más las negociaciones.

Copenhague concluyó con un desastre. Será necesario realizar un nuevo intento y un análisis profundo de la con-ferencia para poder enfrentar el cambio climático de la única manera posible: de forma ambiciosa y justa y dentro del sistema de las Naciones Unidas, con obligaciones co-munes vinculantes jurídicamente pero diferenciadas para todos los países. Asesor de Pan para el Mundo

EL DESASTRE DE COPENHAGUE

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Lourdes Edith Rudiño

De la misma for-ma que Brasil expresa su lide-razgo latinoame-

ricano en indicadores económicos y estrate-gias frente a la conflictiva financiera mundial, sus políticas a favor de la agricultura familiar marcan pauta para confrontar la crisis alimen-taria, mejorar el nivel de vida de los produc-tores de pequeña y mediana escala e incluso para empezar a transformar el modelo de mer-cados libres trasnacionalizados.

Renato Maluf, presidente del Consejo Na-cional de Seguridad Alimentaria (Consea) de la Presidencia de la República de Brasil, ex-plica que la agricultura familiar fue práctica-mente ignorada en este país hasta mediados de los 90s pero, por presión de las agrupaciones de productores, ha sido dotada desde entonces de una serie de políticas públicas e incluso de un ministerio especial --el de Desarrollo Agra-rio nacido en 1998, y paralelo al de Agricul-tura enfocado al agrobusiness--, de tal forma que hoy esta agricultura se ha convertido en “garantía sociopolítica, que hace la diferen-ciación frente a la agricultura de gran escala, descarnizada y de grandes extensiones”.

En entrevista, comenta que fortalecer la agricultura familiar con el otorgamiento de créditos a tasas bajas por diez millones de reales anuales (siete mil millones de dólares) en un programa llamado Más Alimentos, junto con la política de “recuperación del valor del sueldo mínimo oficial en términos reales” para la población pobre objetivo de programas sociales, son los dos instrumen-tos que han permitido a Brasil atenuar los efectos de la crisis alimentaria.

Pero hay mecanismos adicionales que es-tán apuntalando la agricultura familiar, como el Programa de Adquisición de Alimentos (PAA), que inició en 2003 y que implica que el aparato público establezca contacto entre organizaciones agrícolas y los gestores locales que necesitan comprar alimentos para sus programas de escuelas, hospitales, guarde-rías, etcétera. Este programa, que reorientó las compras, pues antes se hacían con la industria o grandes agricultores, ha permitido revalorar regionalmente los productos agrícolas, y ade-más fue inspiración para la Ley de Alimenta-ción Escolar de 2009, la cual, a iniciativa del Consea, ajustó las características de un progra-ma de alimentos para escuelas que existe desde los 50s, al establecer que “por lo menos 30 por ciento de las compras de alimentos se hagan directamente de la agricultura familiar local o de la región”, lo cual ocurrirá a partir de 2010.

Al respecto Maluf señala que este programa, que es enorme, pues sirve 35 millones de comi-das diarias gratuitas -–y que se refuerza con la nueva ley porque determina que “la alimenta-ción escolar es un derecho, no un regalo o una concesión a los niños pobres”—, tendrá impac-tos tremendos de reactivación e impulso de la agricultura familiar, pues el gasto público es de unos 300 millones de dólares al año tan sólo

de recursos federales, más montos también sig-nificativos que provendrán de los municipios. Maluf señala que, según el censo agrícola de 2006, hay casi cinco millones de unidades agrí-colas en Brasil, y de ellas cuatro millones 300 mil son clasificadas en agricultura familiar; aunque éstas representan 70 por ciento de las unidades, emplean a siete de cada diez trabaja-dores del campo y participan con 70 por ciento del alimento que se consume internamente en Brasil, no cubren más que 30 por ciento del área agrícola total. “Esto demuestra el elevado grado de concentración de la tierra en el país”.

La agricultura familiar es muy heterogé-nea en Brasil. Por ley, se declara que implica propiedades de hasta cuatro módulos fisca-les, pero la extensión de cada módulo varía según la región: en la Amazonía (donde la gente vive de cosechar productos de la selva, y con escaso ingreso) puede ser de cien hec-táreas, mientras que en el sureste de dos a tres. Con excepción de la Amazonía, la agri-cultura familiar está en un rango de áreas muy pequeñas y de hasta 20 o 30 hectáreas o la más capitalizada que puede llegar a cien.

Y hay nexos entre la agricultura familiar y el agronegocio. El 70 por ciento de la produc-ción de carne porcina y de pollo proviene de pequeños productores integrados a la agroin-dustria bajo contrato. En el caso de los granos básicos y otros fundamentales de la dieta cario-ca, el asunto es más complejo. El frijol y la yuca están en manos de la agricultura familiar y el maíz lo está en un 60 por ciento; aunque el 40 por ciento del maíz restante es producido en grandes predios y lo mismo pasa casi con todo el arroz, pues “Brasil pasó por un proceso fuer-te de modernización de su agricultura; una modernización conservadora, como decimos, que conserva la propiedad y expulsa a la gente”.

Según Maluf, lo que busca el Consea es promover instrumentos “que fortalezcan la producción, el abasto, el empleo y el ingre-so de la agricultura familiar --que se supone es más sustentable y más equitativa-- y que mantenga a la gente en condiciones dignas”.

Disputas con el agronegocio. Aclara que el impulso a la agricultura familiar ocurre como parte de “dinámicas contra-hegemónicas”, pues en Brasil, “hay una disputa fuerte de tie-rra, de biodiversidad; estamos bajo una ofensi-va del agronegocio (el cual es poderoso: genera 60 por ciento del valor de la producción agrí-cola total y está centrado en productos expor-tables como la soya, el ganado vacuno, el alco-hol de caña de azúcar, buena parte del café, jugo de naranja, etcétera); (...) nuestras polí-ticas son defensivas. Tengo conciencia de los límites, de hasta dónde hemos logrado llegar”.

El entrevistado afirma que la crisis ali-mentaria global es sistémica, no coyuntural. “Revela aspectos del modelo agroalimentario mundial que deben ser cuestionados: el vín-culo entre alimentos y especulación financie-ra; la integración de cadenas bajo el control de cuatro o cinco corporaciones; la dirección que ha tomado el consumo alimentario, dan-do como resultado la obesidad, etcétera”.

Por ello, “es momento de impulsar diná-micas que van contra corriente de este mo-delo integral: circuitos regionales; produc-ción agroecológica; aproximar la producción al consumo (...) recuperar la regulación del Estado; tener políticas soberanas de suminis-tro. En el Consea la sociedad defiende que las repercusiones de la crisis se enfrenten con iniciativas que modifiquen hasta donde sea posible al sistema alimentario mundial con una perspectiva de soberanía y derecho.

“Todos los países abandonaron las políticas de abastecimiento alimentario. Dijeron ‘no hay que regular’, pero siempre hay regulación. Lo que pasa es que el abastecimiento está ahora bajo re-gulación privada; son los supermercados, las cor-poraciones los que dicen qué comemos, cuánto comemos, cómo comemos, cuánto pagamos. Lo que estamos defendiendo en Brasil es que el gobierno retome una política de abastecimiento soberana, con acciones descentralizadas, ali-mentación adecuada y diversificada, con circui-tos regionales; e incluso lo estamos proponiendo como forma de integración en Sudamérica“.

Pablo Sigüenza Ramírez

Las organizaciones campesinas de Gua-temala son herede-ras históricas de la

lucha indígena en la Colonia expresada en el conjunto de motines de indios que, según el historiador Severo Martínez Peláez, se contabi-lizaron en al menos uno por semana durante los casi 300 años de cordón umbilical extracti-vo desde la corona española.

Encontramos así un fuerte movimiento agra-rista que durante el gobierno de Jacobo Arbenz Guzmán construyó el proceso de reforma agra-ria de 1952 a 1954. La aplicación de la Ley de Re-forma Agraria, Decreto 900, conformó en todas las regiones del país comités agrarios locales que fueron la semilla que perduró y resistió la repre-sión estatal contrarrevolucionaria. Fue en los años 70s cuando resurgieron los movimientos agrarios, bajo la bandera de lucha campesina.

El 15 de abril de 1978 nació el Comité de Unidad Campesina (CUC) y marcó el inicio

de la lucha campesina contemporánea en el país. Entre algunos hechos relevantes de su trayectoria, la historia y la memoria popu-lar seguramente recuerdan la participación de miembros del CUC en la ocupación de la embajada de España, en enero de 1980, en protesta por la represión que cientos de comunidades sufrían a manos de la política contrainsurgente del Estado; la gran Huel-ga de la Zafra en 1980, en la que más de 80 mil campesinos paralizaron la industria del azúcar por alrededor de 20 días; la conme-moración de los 500 años de la resistencia indígena, negra y popular americana, en la que el Comité impulsó el debate a nivel na-cional, y la participación del CUC en la con-formación de otras entidades como CONA-VIGUA, CONDEG y la Defensoría Maya.

La movilización continental de 500 años de lucha popular, negra, indígena y campesi-na en 1992 consolidó en Guatemala una iden-tidad indígena en el seno de las organizacio-nes campesinas. Hoy existen al menos cinco centrales campesinas, tres de ellas ligadas a La Vía Campesina Internacional: la Coor-

dinadora Nacional de Organizaciones Cam-pesinas (CNOC), la Coordinadora Nacional Indígena y Campesina (Conic) y el CUC.

La demanda principal de las organiza-ciones campesinas ha sido por el acceso, el uso y la propiedad de la tierra. En un país con el segundo grado más alto de concentra-ción del suelo cultivable en pocas manos de América Latina, es lógico que la lucha por una reforma agraria esté en el centro de la estrategia indígena y campesina. En el lustro reciente se ha evidenciado una mayor pre-sión del capital nacional y trasnacional sobre los territorios indígenas que son reservorio de agua, bosque y minerales, por lo cual las or-ganizaciones del campo, por demanda de las comunidades, han incorporado la lucha por la defensa de los recursos naturales y la Ma-dre Tierra dentro de sus acciones. El Tercer Congreso Nacional Campesino mandató a las organizaciones nacionales volver la vista y la cabeza a las comunidades, regresar al terri-torio local, fundamento de la organización.

El movimiento campesino guatemalteco enfrenta retos monumentales en lo interno. La existencia de cinco centrales campesinas evidencia fracturas, estrategias disímiles y contradicciones. La unidad granítica es im-posible, pero el reciente proceso de Diálogo Nacional por el Desarrollo Rural entre go-bierno y organizaciones demostró que hay

puntos de encuentro. A este diálogo llegaron las organizaciones nacionales por rutas dis-tintas, pero los contenidos propuestos giraron en la misma sintonía y como fruto de estas acciones hoy se tiene una Política Nacional de Desarrollo Rural Integral.

Otro debate campesino actual es cómo no abandonar las luchas estratégicas al momento de acceder a programas gubernamentales de apoyo para la población campesina agremia-da. El reto está en no convertirse en prolonga-ción de la asistencia social del gobierno, pero sí proveer de recursos productivos que permi-tan a la población campesina organizarse con el respaldo de una base económica mínima.

Las grandes corporaciones y la clase te-rrateniente sostienen un discurso y una es-trategia política de criminalización de las luchas campesinas. Aunado a esto existe un constante hostigamiento a la organización del campo. Sólo en 2009 ocurrieron nue-ve asesinatos a dirigentes de la CNOC y se ejecutaron más de 60desalojos a comuni-dades que ocuparon fincas en reclamo por el derecho a producir alimentos. Los retos son grandes pero a inicios del siglo XXI la organización campesina e indígena es las más fortalecida dentro de la organización social del país. Investigador del Instituto de Estudios Agrarios y Rurales (Idear), de Guatemala

Guatemala

LA LUCHA INDÍGENA Y CAMPESINA EN EL SIGLO XXI

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ANTE CRISIS ALIMENTARIA, APOYAR AGRICULTURA FAMILIAR

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Carlos Walter Porto-Gonçalves

La elección de Hugo Chávez Frías como presidente de Ve-nezuela en 1998

sorprendió a todos, inclusive a los que lanza-ron su candidatura. De cierta forma, sucedió algo parecido a lo ocurrido en Brasil con la elección de Fernando Collor de Mello en 1989. No es que Collor y Chávez sean igua-les. Al contrario, están en campos opuestos, sobre todo en cuanto a sus posiciones frente al imperialismo. Realmente los bloques de poder tradicionales en Latinoamérica, al ad-herirse al Consenso de Washington y todo el conjunto de políticas de Estado mínimo para el pueblo (y máximo para el capital), acabaron dando un tiro en sus propios pies al desmontar los mecanismos tradicionales de dominación. Siendo así, muchos gobiernos no consiguieron presentarse como alternati-va a las intensas luchas sociales que se desen-cadenaron en la región contra las políticas neoliberales que, incluso, tuvieron su inicio en la misma Venezuela, con el dramático 27 de febrero de 1989, cuando miles de vene-zolanos fueran masacrados en las calles de Caracas al protestar contra las medidas an-

tipopulares del gobierno neoliberal de Car-los Andrés Pérez. El episodio sería conocido como “Caracazo”.

Desde esa época más de una docena de gobiernos electos democráticamente caye-ron en Latinoamérica, ya no por golpes de Estado, sino por movilizaciones de calle con-tra las políticas neoliberales antipopulares. Es de destacar que dos grandes marchas divi-dieron a Bolivia y Ecuador en 1990, trayendo a la escena política el protagonismo de los pueblos indígenas que pasarían a tener un papel destacado en la nueva etapa que des-de entonces se inauguró en Latinoamérica. Siendo así, si para muchos 1989 posee la mar-ca de la caída del muro y aparece como una victoria, aunque parcial, del neoliberalismo, en Latinoamérica el año de 1989/1990 mar-ca el inicio de un nuevo patrón de conflictos donde esas políticas neoliberales comienzan a perder legitimidad, como lo demuestran los innumerables gobiernos derrumbados a partir de movilizaciones callejeras.

Fue así que un dislocamiento político con implicaciones continentales ocurriría con la elección de Hugo Chávez Frías en 1998. Des-de entonces, otros gobiernos de izquierda se eligieron beneficiándose de esas amplias movilizaciones populares que fueron, poco a poco, minando el consenso neoliberal.

La elección de Hugo Chávez acabó propi-ciando que una Venezuela profunda ganara la escena política colocando una serie de demandas sociales, económicas y políticas. Hoy 46 por ciento del presupuesto del gobier-no venezolano se destina a fines sociales vía programas de salud y educación, así como al área de la producción. Ningún país de La-tinoamérica tiene un presupuesto con ese perfil. Incluso una reforma agraria, aunque tímida frente a las necesidades, está siendo implementada.

Pero hay un núcleo de poder en Venezue-la que, todo indica, se mantiene incólume e impide que el socialismo del siglo XXI se libere de los fantasmas del socialismo del siglo XX, como propugna con cierta razón el presidente Hugo Chávez. Se trata de los sectores minero y energético, en particular del petróleo, que da lugar a gestores estata-les que manipulan con cierta maestría el discurso nacionalista. Según datos de 2008, aproximadamente 92 por ciento de las divisas del país provienen del petróleo, y han finan-ciando el proyecto desarrollista de apertura de carreteras, puertos y plantas energéticas, incluso hidroeléctricas. Para eso, el gobier-no de Chávez viene abriendo espacio a in-versiones de empresas trasnacionales como Vale do Rio Doce, la Norberto Oderbrecht y una serie de otras empresas con capitales de origen ruso, francés, chino y hasta estado-

unidense. Tal como el Plan de Aceleración del Crecimiento (PAC) de Lula da Silva, en Venezuela se pone en práctica toda una logística de apoyo a la Iniciativa de Integra-ción Regional Sudamericana (Iirsa). Como es sabido, esta Iniciativa fue propuesta en 2000 por Fernando Hernique Cardoso como la base material necesaria para implementar el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Lo que merece atención es que go-biernos que por un lado se muestran críticos del ALCA, por el otro crean su base material con pesadas inversiones con miras hacia una integración continental que en la práctica ha causado enormes conflictos sociales.

El significado político y social de este hecho es mucho más importante que su significado económico, aunque los dos estén asociados. Es que hay un núcleo de poder, que se estructura a partir del Estado venezolano, que detenta el monopolio de la extracción mi-nera y que a partir de ahí se enarbola como guardián de los intereses nacionales ignoran-do la complejidad de la nación, que emana de la propia revolución bolivariana. Ésta es una de las mejores expresiones de lo que de-nominamos Venezuela profunda, misma que surgió de esa verdadera revolución democráti-ca, porque pasa por Venezuela y por el reco-nocimiento en la Constitución de 1999 de los derechos indígenas, derechos hasta entonces ignorados en el país. Incluso fue promulga-da una Ley Orgánica de los Derechos de los Pueblos Originarios, en donde se especifican los derechos de esos pueblos a sus territorios, además de que se instituyó un Ministerio para los Pueblos Indígenas y el gobierno firmó el importante Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) con el apoyo del Congreso. Sin embargo, todo ese proceso no ha sido capaz de impedir los conflictos con las poblaciones indígenas, particularmente con las que tradicionalmente habitan la región del Lago de Maracaibo, en el estado de Zu-lia, involucrando diferentes pueblos como los yukpas, los bari y los wayuu. Ahí, el gobierno de Hugo Chávez ha venido encontrando difi-cultades en posicionarse frente al núcleo duro del Estado venezolano, o sea el sector minero, que involucra a los militares. Es que aquellos pueblos indígenas habitan la Sierra de Perijá,

donde son grandes los intereses y las concesio-nes históricas del Estado venezolano con las empresas trasnacionales de explotación mine-ra (de carbón y uranio). Dichas concesiones no fueron anuladas por el gobierno actual. Ahí una política equivocada de demarcación de tierras en islas de inspiración americana –semejante a lo que la derecha y los milita-res brasileños defendían en Raposa Serra do Sol– impide que la lucha de aquellos pueblos por sus territorios ancestrales sea, por fin, reco-nocida. Hacendados ocupan tierras indígenas a pesar de que el presidente Chávez haya de-clarado explícitamente que “entre hacendados e indígenas, ese gobierno está con los indíge-nas”, posición que nos parece correcta, sin em-bargo, se muestra insuficiente. Esto porque el verdadero examen revolucionario de un socia-lismo para el siglo XXI exigiría que, además, el gobierno pudiera decir que “entre las empre-sas mineras y los indígenas, ese gobierno está con los indígenas”. Ahí sí, estaríamos delante de una verdadera revolución que sabe respetar la quincentenaria resistencia de los pueblos originarios e incorporar la diversidad de colo-res que reconozca que el socialismo del siglo XXI tendrá los colores de la Wyphala, o sea, el complejo de colores del arcoíris de la bandera de los pueblos originarios de Bolivia. La revo-lución bolivariana corre el riesgo de perder su legitimidad por no comprender la legitimidad histórica de la lucha de esos pueblos, tal como los sandinistas se fragilizaron por su incom-prensión con relación a los indígenas miskitos.

Lo que sorprende en el caso de la lucha de los pueblos yukpas, bari y wayuu en el Lago de Maracaibo es el silencio de la derecha, que po-dría tomar ese caso para blandir su anti-chavis-mo inconsistente, ya que es golpista y mediáti-co. Sin embargo, la derecha también es racista, latifundista y posee intereses en la explotación minera de la Sierra de Perijá; por tanto, su si-lencio es cómplice, lo que nos muestra que en Venezuela hay algo mucho más profundo que la polarización entre la derecha y el chavismo, como los medios por aquí tanto alardean.

¡Todo apoyo a la lucha de los pueblos yukpas, bari y wyuu en la Sierra del Perijá! ¡Por la libertad del Cacique Sabino de la co-munidad de Chaktapa, revolucionario que se reivindica chavista, y que está preso injusta-mente por defender la demarcación de los te-rritorios ancestrales! ¡Por un socialismo con los colores de Wyphala! ¡Por un socialismo con los colores de Wyphala! Profesor del Programa de Postgrado en Geografía de la Universidad Federal Fulminense de Río de Janeiro y ganador del Premio Chico Mendes en Ciencia y Tecnología en 2004.

Venezuela Profunda

CONTRADICCIONES DE LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA

Evento: Bioferia Vegetariana 2010. Orga-niza: Bioferia Vegetariana. Lugar: Parque España o México. Col. Condesa. Fecha: 30 de enero de 2010. Informes: Dayan Ruiz Córdova (coordinadora) 55 29 53 75 / [email protected]

Evento: Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra. Organiza: El gobierno del Estado Plurinacional de Bolivia. Lugar: Cochabamba, Bolivia. Fecha: 20 al 22 de abril del 2010.

Libro: Los movimientos sociales de lo local a lo global. Coordinadores: Francis Mestries (UAM-Azcapotzalco), Geoffrey Pleyers (Universidad Católica de Lovaina) y Sergio Zermeño ( Instituto de Investiga-ciones Sociales, UNAM). Autores: Varios. Editores: Anthropos /Coedición con UAM-Azcapotzalco (México). Informes: UAM (Azcapotzalco, Iztapalapa, Xochimilco, Cuaji-malpa) así como en la librería de la Casa del Tiempo, Pedro Antonio de los Santos # 84, Col. San Miguel Chapultepec.La globalización ha producido en países periféricos como México, en el ojo del hu-racán del globalismo neo-liberal, efectos devastadores en la estabilidad económico-fi nanciera, la agricultura, la industria tradi-cional y los medios masivos, si bien propició también la democratización del sistema político. Los movimientos sociales, aunque favorecidos por el entorno más democrático, han sido afectados por la erosión de los ac-tores sociales clasistas, el cierre del espacio político por los partidos, la agudización de la lucha por la supervivencia y los cambios culturales individualizantes. Entonces las luchas populares se centran en la defensa de un territorio y una identidad contra pro-yectos desarrollistas del Estado y las tras-nacionales, buscando construir relaciones sociales alternativas para densifi car lo social, defender férreamente su autonomía política y tejer redes de apoyo mutuo y coordinación con organizaciones y ONG a nivel nacional e internacional, tendiendo puentes de lo local a lo global.

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La revolución bolivariana

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legitimidad por no comprender

la legitimidad histórica de la

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Armando Bartra“Somos anticapitalistas, pero no te-

nemos prisas doctrinales”Alejandro Almaraz, viceministro de Tierras.

Con 63 por ciento del electorado, el pasado 6 de diciembre el pre-

sidente Evo Morales y el vicepresidente García Linera ganaron las elecciones para esos mismos cargos, mientras que los candidatos de su partido, el Movimiento al Socialismo (MAS), consiguie-ron la mayoría parlamentaria con 25 de las 36 curules del senado y 82 de las 130 diputaciones. Una de las palancas del triunfo es la Revolución Agraria que impulsa el gobierno desde el 8 de noviembre de 2006, en que expidió la Ley 3545.

Con sus pututus y mausers viejos traídos de El Chaco, a mediados del pasado siglo, los que-chuas y aymaras hicieron una revolución para que la tierra fuera de quien la trabaja y de paso desmantelaron el sistema servil terrateniente del altiplano boliviano. Cincuenta años después los guaraníes y otros grupos de las tierras bajas han emprendido una nueva revolución agraria, ahora contra el neolatinfundismo amazónico conformado en el pasado medio siglo por la perversión de la reforma agraria de 1953.

Y es que de los 57 millones de hectáreas que se distribuyeron de 1953 a 1992, el 68 por ciento quedó en manos del 18 por ciento de los be-neficiarios, medianos y grandes propietarios, algunos extranjeros, que a título gratuito se embolsaron casi 40 millones de hectáreas en latifundios que a veces rebasan las cien mil, mientras que los indígenas de la Amazonía eran tratados como nómadas selváticos, mano de obra servil para los empresarios soyeros, ma-dereros y castañeros del oriente. Paralelamente, la política inicial de fomento para la autosufi-ciencia alimentaria se pervirtió en fomento al agronegocio exportador, conformándose un modelo dual: minifundismo improductivo en las tierras pobres y gastadas del altiplano, don-de la reforma del 53 fue redistributiva, y en las bajas, donde fue reconcentradora, latifundio predador de tierras y hombres, orientado al mercado externo. Se edificó así, en El Cha-co y Los Llanos, el imperio de los Barones de Oriente, que políticamente son el núcleo de la derecha oligárquica atrincherada en los re-lativamente poco poblados departamentos de Santa Cruz, Beni y Pando, que sin embargo abarcan la mitad del territorio nacional.

Nuevos alzamientos rurales impusieron la aprobación en 1996 de un Ley de Reforma Agraria, que si bien reconoció el derecho sobre sus tierras de las comunidades origi-narias, sobre todo de las andinas, facilitó la legalización de los enormes latifundios ama-zónicos. Fue necesario que un aymara llega-ra al poder, para que en respuesta a la gran marcha indígena de noviembre de 2006, Evo Morales promulgara una Revolución Agraria cuyo objetivo es “transformar las estructuras de tenencia y acceso a la tierra, desmontan-do la herencia colonial aún presente en El estado”, y cuyo principal instrumento es la Ley 3545 de Reconducción Comunitaria de la Reforma Agraria, que en tres años ha ope-rado una profunda mudanza tanto material como espiritual en el agro boliviano.

“En esta segunda etapa de la reforma agraria –dice Miguel Urioste, de la Funda-ción Tierra– el protagonismo es de los pue-blos indígenas de la Amazonía, mientras que los nietos de la reforma agraria de 1953, los quechuas y aymaras de los altos, son en esto marginales. Y está siendo resistida por los Ba-rones de Oriente, no sólo en términos jurídi-cos, sino a sangre y fuego. Y es posible que se resistan aún más, cuando se aplique en regiones particularmente sensibles de la Me-dia Luna una ley que, por cierto, legaliza al latifundio, aunque lo reduce notablemente”

En el momento de la negociación del mar-co jurídico, el peso de la derecha en la correla-ción de fuerzas obligó a reconocer la legalidad de propiedades de cinco y hasta diez mil hec-táreas en una norma que además no es retro-activa de modo que latifundios aun mayores deberán ser respetados. Pero esto no ató las manos del gobierno encabezado por Evo Mo-rales, pues al aplicar con firmeza y celeridad la Ley 3545, que es básicamente de saneamiento de la propiedad, pudo afectar millones de hec-táreas en manos de la oligarquía; tierras que fueron apropiadas mediante procedimientos irregulares o fraudulentos o que no cumplen la “función económica social” establecida por la Ley, es decir que no tienen un uso produc-tivo o mantienen sistemas de trabajo serviles.

Así, sin necesidad de expropiaciones, en tres años el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) saneó y tituló casi 40 mi-llones, de los cien millones de hectáreas

existentes, interviniendo casi 11 millones con irregularidades, que se redistribuyeron a favor de unas 57 mil familias. También se identificaron casi 14 millones de hectáreas de tierras fiscales indocumentadas o inde-bidamente apropiadas, algunas de las cuales son de conservación, mientras que 3.6 millo-nes son susceptibles de dotación, habiéndose entregado, hasta ahora, algo más de un mi-llón en beneficio de unas seis mil familias.

“Este gobierno viene de la demanda de re-distribución de la tierra –dice Alejandro Al-maraz, viceministro de Tierras del Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras–, entonces la im-portancia económico-social de la Revolución Agraria es enorme, pero también su impor-tancia simbólica. Ésa era la primera demanda de quienes derrumbaron el poder neoliberal: territorio a los pueblos originarios y tierra a los campesinos, y de ahí se pasó a otros recursos estratégicos: bosques, hidrocarburos…

“Las tierras disponibles se entregan necesa-riamente de manera comunitaria. Porque la propiedad comunitaria es poder político que da seguridad, no sólo material sino espiritual, lo que es aún más profundo en los pueblos in-dígenas. La decisión de titular las tierras de forma comunitaria no nace de este gobierno sino de la sabiduría de quienes han luchado por ella durante muchos años. En cierto modo es al revés: el gobierno de Evo es resultado de esa decisión. Hay que reconocer al sujeto del proceso agrario, que son las organizaciones indias y campesinas, campesindias, pues.

“Pero no basta con que las tierras de los pueblos originarios se titulen de manera co-munal. Esta fórmula fue resultado de una correlación de fuerzas, de una negociación. Lo que se busca es que las tierras comunita-rias de origen sean reconocidas como territo-rio indígena. Pero esto será tarea del nuevo Legislativo pluriétnico.

“La oligarquía se resiste y el Tribunal Agrario obstruye la reforma. Pero a pesar de todo hemos avanzado. Pienso que estamos a la mitad del ca-mino y lo bueno es que ya no hay regreso.”

Lo primero es redistribuir la tierra, dice el funcionario, pero paralelamente hay que impul-sar la producción, lo que en la Amazonía obede-ce a un modelo agroforestal comunitario con ca-denas de valor, como aserraderos y carpinterías.

Sin embargo, la mitad faltante del cami-no incluye también encontrarle una salida al problema económico-social del altiplano, donde predomina el minifundio sobre tierras estragadas. Hay una marcha de los altos a las

tierras bajas, pero ésta no es la solución de fondo: “En el oriente hay tierra para todos –afirma Juan Carlos Rojas, responsable del INRA–. Pero no puede llevarse a la gente del altiplano a la amazonía como si fueran animales”.

La solución al problema de los altos está mayormente en los altos, donde se ubican 150 de los 200 territorios de comunidades originarias, pero donde la tierra colectiva se entrevera con la pequeña propiedad campe-sina, lo que demanda regularizar la tenen-cia. El altiplano necesita también reforesta-ción para recuperar los suelos. Y sobre todo requiere proyectos de desarrollo que, dadas las condiciones de la región, no podrán ser únicamente agropecuarios. Lo que plantea dificultades, pues las leyes agrarias regulan el aprovechamiento agropecuario y silvícola de los recursos renovables, sobre los que las comunidades indígenas tienen plenos dere-chos, pero no el de los no renovables, como los mineros, importantes en los altos, sobre los que los originarios sólo tienen preferencia y que están sujetos a otras leyes.

Bolivia necesita empleos dignos y alimen-tos sanos y a precio justo, lo que sólo se logra-rá recuperando la soberanía laboral y la sobe-ranía alimentaria extraviadas por gobiernos neoliberales que prefirieron exportar bolivia-nos e importar alimentos. Y en esto la indus-trialización puede ser una palanca, pero la clave está en el campo donde la Revolución Agraria tendrá que pasar de la redistribución y regularización al fomento agropecuario.

Dice Lidio Julián, del Movimiento Sin Tierra, del Gran Chaco: “Debiera haber un ministerio de producción y tierras. La refor-ma agraria no sólo es repartir, también se ne-cesita acompañamiento productivo basado en procedimientos agroecológicos”.

La reforma agraria boliviana forma parte de una mudanza mayor, la Revolución Agra-ria, que ha su vez es parte de una revolución mayor, la de los campesinos e indígenas que luchan por sus derechos históricos, pero tam-bién por los derechos de la humanidad toda.

“Somos anticapitalistas, pero no tenemos prisas doctrinales –dice el viceministro de Tierras–. Nuestra alternativa estratégica es el fortalecimiento de las comunidades, su empoderamiento. Sí, queremos postcapi-talismo, pero no socialismo real de partido único y pensamiento único, donde el Estado se apropia de todo. Las decisiones deben ve-nir de las comunidades, no de una estructu-ra centralizada”.

Bolivia: la Pacha Mama está de plácemes

TERCER ANIVERSARIO DE LA REVOLUCIÓN AGRARIA

El 27 de noviembre , en la celebración del tercer aniversario del inicio de la Revo-lución Agraria, que se desarrollaba en el salón central del edifi cio que ocupa el go-bierno, Julia Ramos Sánchez, hasta hace poco luchadora agraria en organizaciones de mujeres y ahora ministra de Desarrollo Rural y Tierras, lo planteó así: “Hoy no sólo es el aniversario de la Revolución Agraria, también lo es de la Madre Tierra, de la Pa-cha Mama. Que nunca más nadie puede trafi car con la Madre Tierra. Porque no podemos hablar de seguridad y soberanía alimentaria sin la Pacha Mama”.

Y luego narró una experiencia propia que retrata la profundidad de la revo-lución boliviana: “En 1996 –dijo– si yo caminaba frente a la puerta del palacio de gobierno, los policías me apuraban con sus armas: ‘¡Pase! ¡Pase señora! No puede pararse ahí’. En cambio hoy esta-mos en palacio y nadie nos saca”.

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JULIA RAMOS SÁNCHEZ, MINISTRA DE DESARROLLO RURAL Y TIERRAS

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