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 LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN MÉXICO ~ PIPPA NORRIS 15/VII/2002 1 La participación ciudadana: México desde una perspectiva comparativa Pippa Norris Profesora de la cátedra McGuire de Política Comparativa Facultad de Gobierno John F. Kennedy Universidad de Harvard Cambridge, MA 02138 [email protected] www.pippanorris.com  S in ops is : ¿Qué consecuencias ha tenido la democratización en la participación ciudadana en México en comparación con una amplia gama de democracias en transición, en consolidación y ya establecidas? Para analizar este tema, en la Primera parte de este documento se establece el marco teórico que contrasta aquellas perspectivas en que se subraya el deterioro secular en las formas tradicionales de participación ciudadana con las teorías de la modernización que destacan la reinvención del a ctivismo político. La Segunda parte describe el marco comparativo, las fuentes de la información y las medidas que se emplearon en el estudio, derivadas tanto de indicadores agregados como de la Encuesta Mundial de Valores. Para examinar las evidencias, en la Tercera parte se comparan tres indicadores conductuales de activismo político, incluyendo los niveles de participación electoral, la participación a través de asociaciones civiles y las experiencias con políticas de protesta. Posteriormente, la Cuarta  parte se enfoca hacia la comparación cultural, analizando el apoyo a la democracia como ideal y evaluando sus resultados en la realidad, así como los patrones de confianza institucional. En la conclusión se ofrecen reflexiones sobre los resultados más importantes relativos a la participación ciudadana y sus implicaciones para el proceso de consolidación de la democracia en América Latina en general y en México en particular.

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La par t i c ipación c iudadan a:Méx ico desde una perspect i va com para t i va

Pippa Nor r is

Profesora de la cátedra McGuire de Política ComparativaFacultad de Gobierno John F. Kennedy

Universidad de HarvardCambridge, MA 02138

[email protected]

Sinopsis : ¿Qué consecuencias ha tenido la democratización en la participación ciudadana enMéxico en comparación con una amplia gama de democracias en transición, en consolidación yya establecidas? Para analizar este tema, en la Primera parte de este documento se estableceel marco teórico que contrasta aquellas perspectivas en que se subraya el deterioro secular enlas formas tradicionales de participación ciudadana con las teorías de la modernización quedestacan la reinvención del activismo político. La Segunda parte describe el marcocomparativo, las fuentes de la información y las medidas que se emplearon en el estudio,

derivadas tanto de indicadores agregados como de la Encuesta Mundial de Valores. Paraexaminar las evidencias, en la Tercera parte se comparan tres indicadores conductuales deactivismo político, incluyendo los niveles de participación electoral, la participación a través deasociaciones civiles y las experiencias con políticas de protesta. Posteriormente, la Cuarta parte se enfoca hacia la comparación cultural, analizando el apoyo a la democracia como idealy evaluando sus resultados en la realidad, así como los patrones de confianza institucional. Enla conclusión se ofrecen reflexiones sobre los resultados más importantes relativos a laparticipación ciudadana y sus implicaciones para el proceso de consolidación de la democraciaen América Latina en general y en México en particular.

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Durante fines de los años ochenta y principios de los noventa, el florecimiento de lasdemocracias en transición y la consolidación de las de la tercera ola generaron una marejadade creación de instituciones en el mundo entero. Las agencias internacionales, como el BancoMundial, se dieron cuenta de que un buen gobierno no era un lujo que pudiera aplazarse entanto se cubrían las necesidades sociales básicas, como el suministro de agua potable y losservicios básicos de salud y educación, sino que el establecimiento de la democracia era una

condición esencial para el desarrollo humano y el buen manejo de la pobreza, la desigualdad ylos conflictos étnicos.1 La caída de muchos regímenes antidemocráticos en América Latina,Europa Central, Asia y África ofreció nuevas oportunidades de desarrollo político que fueronreconocidas por la comunidad de donantes.2 Las historias subsecuentes demuestran que elproceso de profundización de la democracia y el buen gobierno ha estado plagado dedificultades, con muy pocos cambios en muchos de los estados represivos de Medio Oriente,una consolidación apenas frágil e inestable en muchas naciones africanas e inclusoocasionales vueltas a regímenes autoritarios, como lo ejemplifican Zimbabwe y Pakistán.3 

En América Latina, el proceso de profundización de la forma de gobierno democráticotambién ha mostrado un historial accidentado e incierto.4 Tras la crisis de su sistema monetario,Argentina se ha visto plagada por inestabilidad gubernamental, huelgas, manifestaciones y

bloqueos carreteros. En Venezuela, país rico en petróleo, el intento de golpe de estado encontra del Presidente Hugo Chávez y las subsecuentes manifestaciones masivas en favor y encontra del régimen trajeron recuerdos de épocas que habíamos considerado superadas. EnColombia la incapacidad del gobierno de negociar un acuerdo con los guerrilleros de las FARCha llevado al fracaso los intentos por frenar los persistentes problemas de violencia, secuestrosy delitos relacionados con el narcotráfico. Como resultado del fraccionamiento del gobierno y ladebilidad de los partidos, Brasil ha experimentado impasses entre el legislativo y el ejecutivo yparalizaciones en la formulación de políticas, lo que ha generado lo que se conoce como una“democracia estancada”, o una crisis de gobernabilidad.5 A pesar de haber adoptado lapanacea de reformas de mercado radicales, gran parte de las economías de la región siguenestancadas con problemas endémicos de desempleo masivo, deudas nacionalesdesenfrenadas, pobreza generalizada, el deterioro de los servicios públicos y la proliferación de

la delincuencia.

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Las secuelas de los sucesos del 11 de septiembre de 2001 y otrosacontecimientos han desviado la atención internacional de la región hacia otros problemasglobales, como la construcción de una nación en Afganistán, el terrorismo en el Medio Oriente ylos problemas del VIH/SIDA en el África al sur del Sahara. Por supuesto que el panoramaregional en América Latina no es totalmente sombrío; otros logros importantes en añosrecientes incluyen el avance acelerado y substancial de México hacia la consolidación estable yuna efectiva competencia entre los partidos, tras el desplazamiento del PRI de la presidenciapor primera vez en más de setenta años, así como la imposición de mayores límites a lasfacultades de la presidencia y una renovada atención a las cuestiones de derechos humanos.7 Asimismo, las elecciones peruanas eliminaron el corrupto régimen del Presidente AlbertoFujimori. Se han seguido llevando a cabo elecciones; de las 35 naciones de las Américas, elinforme de 2001-2002 de Freedom House calificó a 32 de democracias electorales, con 23estados considerados libres, 10 como parcialmente libres y solamente 2 (Cuba y Haití) como nolibres.8 Sin embargo, a fin de cuentas, las esperanzas más optimistas que se expresaron engeneral a principios de los noventa a menudo se han visto sustituidas por evaluaciones máscautelosas de los avances hacia la consolidación democrática.

¿Cuáles han sido las consecuencias de la democratización en cuanto a la participaciónciudadana en América Latina? En este estudio se entiende que este concepto comprende tantolas dimensiones conductuales, como el activismo político, como las dimensiones actitudinales,ejemplificadas por la aprobación de los ideales democráticos y la confianza en el gobierno. Esimportante analizar la participación ciudadana porque el proceso de consolidación requiere de

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una amplia aceptación de las ‘reglas del juego’ democrático en toda la sociedad, de tal maneraque las instituciones democráticas se arraiguen profundamente en la cultura y adquieran asíuna mayor resistencia a las amenazas de desestabilización y los cuestionamientos populistas.Hay quienes han dibujado un panorama lúgubre de las tendencias en años recientes y sugierenque el optimismo exagerado sobre las consecuencias de la democracia, común hace apenasuna década en América Latina, se ha desvanecido desde entonces para ser sustituido por

señales de una paulatina desilusión pública hacia la democracia, impulsada en buena parte,según sugieren algunos, por el deterioro de la economía.9 Sin embargo, siguen siendo limitadaslas evidencias de encuestas multinacionales que comparen la opinión pública enLatinoamérica, en especial en lo que toca al análisis de las tendencias a largo plazo, y el usode solamente uno o dos indicadores seleccionados puede arrojar una interpretación engañosade las pautas generales. Cualquier análisis integral tiene que derivarse de indicadoresmultidimensionales de la participación ciudadana e incorporar indicadores tanto conductualescomo actitudinales, además de comparar a muchos países del globo. Este proceso puedeestablecer un contexto más amplio que permita la comparación con los resultados de lasactitudes de la gente hacia la democracia en México, según las declara la Encuesta Nacionalsobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas de México de 2001.

Para examinar estas cuestiones, en la Primera parte se establece el marco teórico quecontrasta aquellas perspectivas en que se subraya el deterioro secular en las formastradicionales de participación ciudadana con las teorías de la modernización que destacan lareinvención del activismo político. La Segunda parte describe el marco comparativo, las fuentesde la información y las medidas que se emplearon en el estudio, derivadas tanto de indicadoresagregados como de la Encuesta Mundial de Valores. En este documento corto nosconcentramos exclusivamente en las diferencias entre países y dejamos de lado lasvariaciones importantes y bien establecidas entre grupos e individuos basadas en variablessociales estándar, como género, clase, edad, nivel educativo u origen étnico, o basadas enotros valores sociales y políticas relacionados. Para examinar las evidencias, en la Tercera parte se comparan tres indicadores conductuales de activismo político, incluyendo los nivelesde participación electoral, la participación a través de asociaciones civiles y las experiencias

con políticas de protesta. Posteriormente, la Cuarta parte se enfoca hacia la comparacióncultural, analizando el apoyo a la democracia como ideal y evaluando sus resultados en larealidad, así como los patrones de confianza institucional. En la conclusión se ofrecenreflexiones sobre los resultados más importantes relativos a la participación ciudadana y susimplicaciones para el proceso de consolidación de la democracia en América Latina en generaly en México en particular.

Primera parte: El marco teórico

Existe un acuerdo generalizado entre los teóricos de la democracia, desde JeanJacques Rousseau hasta James Madison, John Stuart Mill, Robert Dahl, Benjamin Barber,David Held y John Dryzak de que la participación de las masas es esencial para la vida de la

democracia representativa, aunque se debate continuamente sobre la cantidad de participaciónciudadana que se considera necesaria o deseable.10 Los teóricos que defienden la democracia‘fuerte’ sugieren que el activismo y la deliberación de los ciudadanos son intrínsecamentevaliosos por sí mismos. Las concepciones más minimalistas, propuestas por los teóricosschumpeterianos, sugieren que el papel esencial de los ciudadanos debe ser relativamentelimitado y restringirse principalmente a la elección periódica de representantes parlamentarios,

 junto con el escrutinio permanente de las acciones gubernamentales.11 Pero sea extensa olimitada, todos los teóricos están de acuerdo en que la participación es uno (pero sólo uno) delos indicadores de la solidez de cualquier democracia.

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¿El deterioro secular del activismo político y la participación ciudadana? 

¿Cuál es el estado actual del activismo político y la participación ciudadana? En labibliografía imperan dos corrientes de pensamiento. Por un lado está la visión del deterioro , quesugiere que desde fines del siglo XX muchas sociedades postindustriales han experimentadotendencias seculares continuas de distanciamiento de los ciudadanos de los canales

tradicionales de participación política. Entre los síntomas de este mal se incluyen la caída enlos niveles de participación en las elecciones, la intensificación de los sentimientosantipartidistas y la decadencia de las organizaciones civiles. Se ha expresado preocupaciónrespecto a estas cuestiones en discursos públicos, columnas de opinión y estudiosacadémicos. Estas voces se escuchan con mayor frecuencia en los Estados Unidos, pero enmuchas otras democracias se escuchan ecos similares. La visión del deterioro hace hincapiéen que esta pauta es particularmente evidente en muchas sociedades postindustrialesprósperas y en las democracias más añejas, aunque pueden encontrarse síntomas semejantesen las democracias en consolidación y en los países en desarrollo. Puesto que el contagioaqueja a muchas sociedades, las explicaciones se buscan en causas generales y no en lasexperiencias particulares de cada nación.

El punto de vista estándar señala una letanía conocida de males civiles que se

considera que han minado los canales democráticos que tradicionalmente vinculan a losciudadanos con el estado. Las elecciones son la forma más común para que las personasexpresen sus preferencias políticas, y las urnas semivacías se consideran el síntoma máscomún de la mala salud de las democracias.12 El concepto de una democracia participativa sinpartidos es impensable, pero los estudios de las organizaciones partidistas sugieren ladeserción de los miembros de las bases, por lo menos en Europa Occidental, durante lasúltimas décadas.13 Una amplia literatura sobre la deserción de los partidos ha establecido quelas lealtades vitalicias que anclaban a los votantes a los partidos se han estado erosionando enmuchas democracias establecidas, lo que contribuye a una reducción en la concurrenciaelectoral y genera un electorado más inestable expuesto al influjo de fuerzas de corto plazo. 14 La movilización política a través de las agencias y redes tradicionales de la sociedad civil, comolos sindicatos e iglesias, parece verse amenazada. Las explicaciones estructurales recalcan

que la participación en los sindicatos está sufriendo deterioro por la caída del empleo en laindustria manufacturera, el cambio en las estructuras de clases, los mercados laboralesflexibles y la propagación de los valores individualistas.15 Las teorías de la secularización,provenientes originalmente de Max Weber, sugieren que el público en las sociedadesmodernas ha estado abandonando las bancas de las iglesias por los centros comerciales.16 Loslazos de pertenencia a la plétora de asociaciones comunitarias y organizaciones de afiliaciónvoluntaria pueden estarse rayendo y desgastando y más que antes.17 Putnam plantea el másamplio conjunto de evidencias para documentar la anémica participación ciudadana en losEstados Unidos, que puede verse en actividades tan diversas como las reuniones comunitarias,redes sociales y afiliación a asociaciones.18 Las encuestas de opinión pública sugieren que elcreciente cinismo público respecto al gobierno y los asuntos públicos se había vueltoomnipresente en los Estados Unidos, por lo menos antes de los sucesos del 11 de septiembre

de 2001, mientras que los ciudadanos se han vuelto más críticos de las instituciones delgobierno representativo en muchas otras democracias establecidas.19 

Las causas que subyacen a cualquier deterioro secular común en la participaciónciudadana son complejas, y los distintos autores han resaltado factores diversos que se creeque han contribuido a estos acontecimientos, ya sean experiencias muy arraigadas de la grandepresión y de las dos guerras mundiales que afectaron los años formativos de lasgeneraciones anteriores y posteriores a la guerra; el proceso de globalización que erosiona lasfacultades y la autonomía del estado-nación; la atención de los medios de comunicación a los

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escándalos que corroen la fe y la confianza en las instituciones tradicionales y las figurasrepresentativas de la autoridad; el fin de las enormes divisiones ideológicas entre izquierda yderecha en los principales partidos con el fin de la guerra fría, la ‘muerte del socialismo’ y elsurgimiento de los partidos acomodaticios; la proliferación de grupos y causas con un objetivoúnico que generan la fragmentación de las demandas y las agendas políticasmultidimensionales en el sistema político y dificultan que el gobierno satisfaga los intereses

diversos; y las mayores expectativas de la ciudadanía y la falta de resultados del gobierno paracumplir estas expectativas en la prestación de los servicios básicos.20 

Pero antes de considerar una explicación, ¿está realmente justificada estapreocupación sobre el deterioro de la participación ciudadana? Si la participación se encuentraen verdad en una constante picada en todas sus modalidades y en muchos tipos desociedades y está debilitando los vínculos entre ciudadanos y estado, entonces sí debe haberuna causa de alarma genuina. Pero aunque existe una amplia suposición, de hecho lasevidencias del deterioro secular a menudo se encuentran dispersas y fragmentadas; no haysuficientes datos congruentes y confiables de tendencias longitudinales; y la mayoría de lasinvestigaciones sistemáticas previas se han limitado a estudios de casos en paísesparticulares, en especial los Estados Unidos, y a evidencias comparativas pero incompletas

entre las democracias establecidas de Europa Occidental, lo que dificulta una generalizaciónmás amplia. A menudo las evidencias anecdóticas alarmistas se han exageradodesmesuradamente para convertirse en ‘crisis de la democracia’, mientras que la políticaestable recibe menos atención. Dadas todas estas restricciones, es necesario actualizar losanálisis y examinar las tendencias más amplias en las últimas décadas de las cuales se cuentacon evidencias en muchos países, incluidos los que se hallan en transición y consolidación,tanto como en las democracias establecidas

¿La reinvención del activismo político? 

La otra perspectiva sugiere que más que erosionarse, la naturaleza del activismopolítico se ha reinventado en las últimas décadas a través de la diversificación de las agencias  (las organizaciones colectivas que estructuran las actividades políticas); los repertorios (lasacciones que se emplean comúnmente para la expresión política); y los objetivos (los actorespolíticos en los que los participantes pretenden influir). El repentino auge de la política deprotesta, los nuevos movimientos sociales y el activismo por Internet pueden interpretarsecomo ejemplos de distintos aspectos de este fenómeno. Si bien las oportunidades de expresióny movilización política se han fragmentado y multiplicado con los años, como un río crecido quese ve alimentado por sus distintas afluentes, la participación democrática puede haberseadaptado y evolucionado de acuerdo con la nueva estructura de oportunidades en lugar desimplemente atrofiarse. ¿Por qué habríamos de esperar que las formas de activismo político semodifiquen con el tiempo? La razón más plausible proviene de las teorías de la modernizaciónque sugieren que el factor que impulsa estos cambios es el proceso a largo plazo del desarrollohumano, particularmente el aumento en los niveles de alfabetización, educación y riqueza.Según este punto de vista, existen distintas pautas de participación ciudadana evidentes en lassociedades agrícolas, industriales y postindustriales, aunque el ritmo del cambio se vecondicionado por la estructura del estado, el papel de las agencias movilizadoras en cualquiersociedad en especial y las diferencias en los recursos y motivaciones entre los grupos y losindividuos.21 

Las teorías de la modernización se han forjado a partir de la labor de Daniel Bell,Ronald Inglehart y Russell Dalton, entre otros. Estas teorías son atractivas por su afirmación deque los cambios económicos, culturales y políticos van juntos en formas predecibles, demanera que existen trayectorias que en líneas generales son similares y que integran patronescoherentes. Estas explicaciones se resumen de manera esquemática en la Tabla 1. Las teorías

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de la modernización sugieren que los cambios económicos en los procesos de producciónsubyacen a los cambios en el estado; en particular, que el aumento en los niveles deeducación, alfabetización y riqueza en la transición de las economías agrícolas de subsistenciaa naciones industrializadas genera condiciones que favorecen una mayor participaciónciudadana. Cuando los ciudadanos tienen la oportunidad de expresar sus preferencias políticasa través de las urnas, entonces puede esperarse que el aumento en los niveles educativos

durante la primera etapa de la industrialización fomenten la participación electoral, además deimpulsar otros aspectos más amplios de participación ciudadana, como el crecimiento de lasorganizaciones partidistas y sindicales en las áreas urbanas e industriales. Sin embargo,podemos esperar un efecto de tope por el impacto del desarrollo humano. En particular, unavez que la educación primaria y secundaria se generalizan entre la población y producen lashabilidades cognoscitivas básicas que facilitan la conciencia ciudadana y el acceso a losmedios masivos de comunicación en las sociedades industriales, entonces los mayoresavances en la proporción de la población que asiste a las universidades y los niveles enconstante crecimiento de la riqueza personal, los ingresos y el tiempo de ocio en lassociedades postindustriales no producen por sí mismos mayores aumentos en la participaciónelectoral.

[Tabla 1 aproximadamente aquí]Se cree que algunas tendencias comunes en las sociedades postindustriales, entre

ellas los niveles de vida más elevados, el crecimiento del sector de servicios y las mayoresoportunidades educativas, han contribuido a un nuevo estilo de política ciudadana.22 Seconsidera que este proceso exige una participación pública más activa en el proceso deformulación de las políticas a través de acciones directas, nuevos movimientos sociales ygrupos de protesta y que al mismo tiempo debilita las lealtades diferenciadas y el apoyo a lasorganizaciones y autoridades jerárquicas tradicionales, como las iglesias, los partidos y losgrupos con intereses específicos. No obstante, existen algunas diferencias importantes dentrode la perspectiva de la modernización, que se discuten en mayor detalle en otras fuentes. 23 Inglehart sugiere que la modernización de la sociedad conduce a que se sustituya laparticipación tradicional en actividades como la participación en las elecciones y la afiliación

partidista por nuevas formas de actividad más exigentes, como la participación en los nuevosmovimientos sociales y las campañas de apoyo a referendums, en un juego de suma cero.Pero podría ser preferible considerar que este proceso complementa más que desplazar loscanales tradicionales de la expresión y la movilización política, de manera que los otros canalesde expresión política coexistan en las democracias representativas. Según este punto de vista,muchos activistas de las corrientes dominantes se dirigirán estratégicamente a cualquiermodalidad o forma de organización política que consideren más eficiente, ya sea las campañasen partidos y elecciones, el trabajo a través de organizaciones de grupos de interéstradicionales como los sindicatos y las asociaciones civiles, o la difusión de sus inquietudes através de manifestaciones y protestas en las calles.24 

Así pues, si las tesis del deterioro ofrecen la imagen más precisa de losacontecimientos, esperaríamos encontrar tendencias seculares congruentes de reducción de laparticipación ciudadana, por lo menos en las sociedades postindustriales, medida porindicadores estándares, como la participación en las elecciones y la afiliación a asociacionesciviles tradicionales, como los sindicatos y las iglesias. Los indicadores culturales incluirían unamayor desilusión hacia los ideales democráticos y un descontento con el desempeño de losgobiernos democráticos. Por otro lado, si las teorías de la modernización ofrecen unadescripción más satisfactoria, entonces esperaríamos encontrar variaciones sistemáticas en laconducta política entre las sociedades agrícolas, industriales y postindustriales, medidas por loscontrastes en los niveles de participación en las elecciones y afiliación en las asociaciones

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civiles, así como los niveles de activismo de protesta. En cuanto a los indicadores culturales,las teorías de la modernización sugieren un apoyo continuo y creciente de los idealesdemocráticos, incluso si los ciudadanos se vuelven más críticos del rendimiento deinstituciones, funcionarios y líderes políticos particulares.

Segunda parte: Datos y evidencias

Dentro del espacio limitado de un documento podemos apenas esbozar algunos deestos asuntos y argumentos, que se tratan con mucho mayor detalle en otras fuentes. 25 En esteestudio se pretenden analizar las evidencias comparando a distintos países del mundo yaprovechando al máximo las ventajas de la estrategia comparativa de la ‘mayor diferencia’. 26 Gran parte de las investigaciones existentes sobre participación política se basan en losEstados Unidos, así como en democracias de Europa Occidental y angloamericanas bienestablecidas. No obstante, no queda claro qué tanto se puede generalizar a partir de estospaíses en particular. Las pautas de participación que evolucionaron gradualmente con lapropagación de las democracias a mediados del siglo XIX y principios del siglo XX, tras unlargo proceso de industrialización, muy probablemente no se asemejen a las que se encuentran

en los países latinoamericanos que han experimentado regímenes autoritarios y gobiernosmilitares, o a los de Europa Central, que se desenvolvieron bajo la hegemonía de los partidoscomunistas. Si las experiencias históricas particulares dejan su sello cultural en estos países,en un patrón que depende de su trayectoria, pueden seguir influyendo en las pautas deactivismo político de la actualidad.

Asimismo, como han hecho resaltar desde hace mucho los primeros estudioscomparativos, los sistemas políticos ofrecen a los ciudadanos distintas estructuras deoportunidad de involucrarse en su gobierno.27 En las sociedades plurales, como los EstadosUnidos, por ejemplo, las organizaciones de afiliación voluntaria, asociaciones profesionales ygrupos comunitarios tienden a movilizar a las personas para que participen en la política, y lasiglesias desempeñan un papel particularmente importante.28 En contraste, en EuropaOccidental las organizaciones partidistas ramificadas a menudo desempeñan un papel más

fuerte. Y en muchas sociedades en desarrollo, como las Filipinas y Sudáfrica, los movimientossociales de las bases atraen a la gente hacia la política de protesta y dirigen las estrategias deacción de la comunidad local. En resumen, las pautas de activismo en Europa Occidental y losEstados Unidos pueden ser atípicas de la gama de democracias en transición y consolidaciónde los otros países.29 Ha habido intentos por generalizar sobre la cultura latinoamericana conbase en la comparación de unos cuantos países, como Chile, México y Costa Rica,30 pero dadala gran diversidad entre las naciones de América Latina, es necesario que las comparacionessean más amplias para reflejar los substanciales contrastes en el desempeño político y eldesarrollo económico que existen en la región, así como algunas posibles semejanzas con lasdemocracias más recientes de Europa Central.

Dadas estas consideraciones, en este estudio se sigue la bien conocidaconceptualización de Prezeworski y Teune y se adopta el diseño de investigación de ‘sistemasmás distintos’, en un intento por obtener los máximos contrastes entre una amplia gama desociedades para distinguir grupos sistemáticos de características asociadas a las diversasdimensiones del activismo político.31 Obviamente, este enfoque implica importantes sacrificios acambio de esta ventaja, en particular la pérdida de la riqueza y profundidad que se puedenobtener con la comparación de estudios de casos de unos cuantos países similares dentro deregiones relativamente semejantes. Un escrutinio más amplio aumenta la complejidad decomparar sociedades con amplias variaciones en cuanto a legados culturales, sistemaspolíticos y tradiciones democráticas. Sin embargo, la estrategia de intentar una comparación

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que abarque la totalidad del globo, si se cuenta con los datos necesarios, ofrece múltiplesventajas. La más importante es que el marco mundial nos permite examinar si, como afirmanlas teorías de la modernización de la sociedad, las pautas de activismo político evolucionan conlos cambios de sociedades rurales tradicionales con poblaciones en gran medida iletradas ypobres, a través de las economías industriales basadas en la manufactura y con una clasetrabajadora urbana creciente, hasta las economías postindustriales basadas en una amplia

clase media del sector de servicios.Los países se clasificaron para su análisis según su nivel de desarrollo humano. El

Índice de Desarrollo Humano que publica el PNUD anualmente nos ofrece una medidaestándar de modernización de la sociedad, combinando niveles de alfabetización y educación,salud e ingresos per cápita. Esta medida se utiliza extensamente y tiene la ventaja deproporcionar un indicador más amplio del bienestar de una sociedad que los simples niveles deingreso económico o riqueza financiera. La única distinción que se ha hecho a la clasificaciónestándar del PNUD que se emplea en este documento es que las naciones con la clasificaciónmás alta en desarrollo humano se subdividieron en ‘sociedades postindustriales ’ (los estadoscon mayor prosperidad del mundo, clasificados del 1 al 28, con la calificación más alta en elIDH del PNUD y un PNB promedio per cápita de USD $23,691) y ‘ otras sociedades altamente 

desarrolladas ’ (clasificadas del 29 al 46 por el PNUD con un PNB promedio per cápita de USD$9,006). Esta subdivisión se consideró más precisa y coherente que el uso convencional de losestados miembros de la OCDE para definir la industrialización, pues unos cuantos miembros dela OCDE, como México y Turquía muestran un desarrollo bajo, aunque en la práctica lamayoría de los países se traslapan.32 

A través de los años se han hecho múltiples intentos por medir los niveles dedemocracia, y el índice de Gastil que mide anualmente Freedom House ha adquirido ampliaaceptación como una de las medidas estándar de la democratización. Freedom House ofreceuna clasificación anual de los derechos políticos y las libertades civiles en el mundo. Para esteestudio, la historia de la democracia en cada uno de los estados-nación del mundo se clasificacon base en las calificaciones anuales obtenidas de 1972 a 2000.33 Se hace una distinciónimportante entre las 39 democracias más antiguas , definidas como aquellas que han

experimentado por lo menos veinte años de democracia continua (1980-2000) y con unacalificación actual de Freedom House de 2.0 o menos, y las 43 democracias más recientes, conmenos de veinte años de democracia y una calificación actual de Freedom House de 2.5 omenos. Siguiendo la clasificación de Freedom House, otros países se clasificaron con base ensus calificaciones más recientes (1999-2000) en semidemocracias (conocidas a menudo comodemocracias ‘parcialmente libres’, ‘en transición’ o ‘en consolidación’) y no democracias (queincluye una amplia variedad de regímenes sin derechos políticos o libertades civiles, incluyendodictaduras militares, estados autoritarios, oligarquías elitistas y monarquías reinantes).

El estudio se basa en los datos agregados de 193 estados-nación independientesderivados de muchas fuentes, como los niveles de participación electoral medidos de 1945 a2000 por International IDEA, y gran parte del análisis se deriva de datos de encuestas deopinión pública de la cuarta ola del Estudio Mundial de Valores que se llevaron a cabo en másde 75 sociedades a principios de los años ochenta, a principios de los años noventa, amediados de los años noventa y en 1999-2001. Podemos examinar primero los indicadoresconductuales de la participación electoral, la afiliación en asociaciones y el activismo deprotesta, que ofrecen tal vez las pruebas más sólidas de las pautas de participación ciudadana,antes de comparar el apoyo cultural de la democracia y las instituciones políticas.

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Tercera parte: Tendencias del activismo político

Siguiendo la tradición establecida por Sidney Verba y sus colegas, los estudios sobre laparticipación política se han concentrado desde hace mucho en la comparación demodalidades alternas, como la votación, la organización comunitaria y las actividades decontacto, cada una con demandas y recompensas diferenciadas.34 Para examinar distintas

formas de activismo político, este estudio se concentra en tres tipos distintos; la participación electoral , entendida como la acción más extendida que experimentan la mayoría de losciudadanos, el activismo ciudadano dentro de asociaciones comunitarias y organizaciones deafiliación voluntaria, debido al interés que se ha generado en este tema por las teorías delcapital social y, por último, las experiencias del activismo de protesta , entendido como ejemplode formas menos ortodoxas de expresión y movilización política. El análisis de factores de laTabla 2, que se extrae de ciertos puntos selectos para medir cada forma de activismo delEstudio Mundial de Valores, confirmó que estas tres dimensiones de participación ciudadanason distintas, como se esperaba.

[Tabla 2 aproximadamente aquí]

La participación electoral 

Si la mayoría de los ciudadanos acuden en masa a las urnas, eso no debe equipararseautomáticamente como un indicador de una democracia electoral eficaz, pues muchosregímenes, como los de Zimbabwe y Birmania, tratan de manipular las votaciones deplebiscitos masivas, con muy poca competencia partidista genuina, como una forma delegitimar sus gobiernos. El acto de votar también es atípico, por requerir menos tiempo yenergía y ofrecer menos recompensas que muchas otras formas de activismo. No obstante, laparticipación electoral es uno de los indicadores más comunes de la solidez de unademocracia, del cual tenemos también los datos oficiales más completos y confiables dedistintos países a lo largo de muchas décadas. Las pautas de participación electoral puedenmedirse ya sea como proporción del electorado registrado o como proporción de la poblaciónen edad de votar. Esta última forma ofrece la gran ventaja de incluir a cualquier grupo grandede ciudadanos, como las mujeres o las minorías étnicas, a las que se les pueden negar sus

derechos ciudadanos de votar. Las tendencias sobre votos válidos emitidos como proporciónde la población en edad de votar se presentan de manera sencilla en la Figura 1, que ofrece lasprimeras evidencias substanciales que apoyan la tesis de la modernización.

[Figura 1 aproximadamente aquí]

Las tendencias muestran que durante los últimos cincuenta años, los países con undesarrollo humano acelerado han sido testigos de un crecimiento substancial de suparticipación electoral, en particular en Asia y América Latina. Al mismo tiempo, lapreocupación respecto a que las sociedades postindustriales estén experimentandoinevitablemente una profunda erosión secular de la participación electoral durante el últimomedio siglo son muy exageradas. En términos generales, la mayoría de las nacionespostindustriales muestran una pauta a largo plazo de fluctuaciones sin tendencia definida o de

estabilidad en la participación electoral. Los modelos de regresión (que no se muestran aquí)revelaron que solamente ocho sociedades postindustriales experimentaron una erosiónsignificativa de la participación electoral a lo largo de las décadas siguientes a 1945. Aunque seencuentran buenas evidencias de una ligera caída a corto plazo de la participación electoraldurante la década de los noventa en muchas sociedades postindustriales, la época en queocurre este cambio implica que esto no es plausiblemente atribuible al tipo de tendenciassocioeconómicas glaciales, como la suburbanización o la secularización que integran el núcleode las teorías de la modernización. Podemos especular sobre distintas explicaciones para labaja a corto plazo en esta etapa, pero, sea cual fuere la explicación, que requiere un mayor

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análisis sistemático, la pauta sugiere que este fenómeno nos exige concentrarnos en lossucesos políticos de corto plazo más que en las tendencias socioeconómicas de largo plazo.

[Figura 2 aproximadamente aquí]

Para analizar la participación electoral con mayor detalla, la Figura 2 muestra lastendencias de 1945 a 2000 divididas por país para todas las sociedades en desarrollo con

elecciones continuas durante este período. Como confirmación adicional del aserto básico de lateoría de la modernización, el aumento en la participación electoral es más notable en todaLatinoamérica, conforme las democracias electorales se fueron consolidando gradualmente,como ocurrió en Nicaragua, Perú, Chile y Uruguay. Los modelos de serie temporal sirvenentonces como confirmación adicional de la proposición de que el cambio de sociedadesagrícolas a industrializadas se relaciona con un crecimiento de la participación electoral, lo cualsugiere que debemos examinar más profunda y sistemáticamente qué características delproceso de modernización pueden estar impulsando este aumento en la participación electoral,en especial el papel de la educación, la riqueza y la alfabetización.

[Figuras 3 y 4 aproximadamente aquí]

Para analizar más detalladamente las tendencias en México, la Figura 3 presenta los

resultados de las elecciones presidenciales y legislativas desde 1946. Al igual que muchosotros países de América Latina, es evidente un aumento progresivo en las eleccionessucesivas durante los años cincuenta y sesenta, antes de alcanzar un nivel estable con unaserie de elecciones que muestran fluctuaciones sin tendencia definida alrededor de la media.Es interesante notar que a pesar del interés y de las perspectivas de cambio que rodearon a laselecciones del año 2000, ello no atrajo a un número excepcional de votantes a las urnas.Asimismo, si comparamos la participación electoral promedio en México durante la década delos noventa con la gama más amplia de 35 países de América (véase la Figura 4) losresultados muestran que México se encuentra por debajo del promedio, con considerablesvariaciones entre los líderes, como Santa Lucía, Uruguay, Antigua y Barbuda y Chile, todosellos con una participación electoral superior al 80%, y otros países rezagados, como Haití,Colombia y Guatemala, con el nivel más bajo. Podemos concluir entonces que la participación

electoral en el mundo no ha experimentado una caída secular; de hecho, durante el últimomedio siglo ha ocurrido exactamente lo contrario, y el creciente número de electores queacuden a las urnas es más evidente en aquellas sociedades que han atravesado por unperíodo de rápida modernización social.

Las asociaciones civiles y el capital social 

¿Pero qué hay de las otras formas de participación ciudadana, más exigentes? Unabuena parte de la preocupación en años recientes, generada por la labor de Robert Putnam, seha dirigido al capital social.35 Desde hace mucho se ha considerado que los grupos de interéstradicionales y los movimientos sociales nuevos desempeñan un papel vital en la movilizaciónde la participación en las sociedades plurales. Lo más sorprendente sobre las teorías modernasde la sociedad civil es la afirmación que las actividades deliberativas típicas frente a frente y la

colaboración horizontal con las asociaciones de afiliación voluntaria muy alejadas de la esferapolítica, como los clubes deportivos, las cooperativas agrícolas o los grupos filantrópicos,promueven la confianza interpersonal y fomentan la capacidad de trabajar en conjunto en elfuturo, con lo que crean los lazos de la vida social que sirven de base para la sociedad civil y lademocracia. Los grupos organizados no solamente logran ciertos objetivos instrumentales, sinoque, según se afirma, en este proceso generan también las condiciones para una colaboraciónulterior, o el capital social.

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Para Putnam, el capital social se define como “ las conexiones entre los individuos, las redes sociales y las normas de reciprocidad y confianza que de ellas surgen .”36 Lo másimportante es que esto se entiende entonces al mismo tiempo como un fenómeno estructural  (las redes sociales) y como un fenómeno cultural (las normas sociales). Esta naturaleza doble amenudo genera problemas relacionados con los intentos por medir el capital social quegeneralmente se enfocan a una u otra de estas dimensiones, pero no a ambas. Tres

afirmaciones básicas constituyen el núcleo de la teoría de Putnam. En primer lugar, que lasredes horizontales que comprende la sociedad civil y las normas y valores relacionados conestos vínculos, tienen importantes consecuencias, tanto para las personas que las integrancomo para la sociedad en general, y producen tanto bienes privados como públicos. Putnam vamás allá que otros teóricos contemporáneos al afirmar que el capital social tiene consecuenciaspolíticas significativas. La teoría puede interpretarse como un modelo en dos etapas sobre lamanera en que la sociedad civil promueve directamente el capital social y cómo a su vez secree que el capital social (las redes sociales y normas culturales derivadas de la sociedad civil)facilita la participación política y el buen gobierno. Por último, en Bowling Alone, Putnamplantea el conjunto más extenso de evidencias de que la sociedad civil en general y el capitalsocial en particular han sufrido una erosión substancial en los años de la postguerra en losEstados Unidos. Putnam es adecuadamente precavido al extender estas afirmaciones para

sugerir que hay evidencias de tendencias similares en otras sociedades postindustrialessemejantes, pero si estos países han experimentando cambios seculares similares entecnología y en los medios de comunicación a aquellos que se afirma han provocado la caídaen la participación ciudadana en los Estados Unidos, entonces, por implicación debe habertambién ciertas evidencias de una caída paralela en el capital social de esos países.

No contamos con tendencias de serie temporal confiables, pero podemos comparar unaamplia gama de sociedades en distintos niveles de desarrollo humano y político para ver enqué situación se encuentran en términos de la fortaleza de la afiliación en las organizaciones deafiliación voluntaria.37 En el componente del Estudio Mundial de Valores de 1995 se midió laafiliación en las asociaciones como sigue: “Voy a leerle ahora una lista de organizaciones de afiliación voluntaria; ¿podría decirme, en el caso de cada una de ellas, si usted es miembro 

activo, miembro inactivo o no es miembro de ese tipo de organización?” En la lista seincluyeron nueve categorías amplias, incluyendo organizaciones religiosas o iglesias,organizaciones deportivas o recreativas, partidos políticos, organizaciones artísticas, musicaleso educativas, sindicatos, asociaciones profesionales, organizaciones de beneficencia,organizaciones ambientales y cualquier otra organización de afiliación voluntaria. La gamacubría los grupos de interés tradicionales y las asociaciones civiles comunes, además dealgunos movimientos sociales nuevos. La medida nos permite analizar pautas de afiliación enlos tipos más comunes de asociaciones, incluidas las religiosas, sindicales y de gruposambientales que proporcionan algunas de las organizaciones clásicas de vinculación con lospartidos políticos. La confianza social se midió en el Estudio Mundial de Valores de 1995mediante la pregunta: “En términos generales, ¿diría usted que se puede confiar en la mayoría de las personas o que nunca se puede ser demasiado precavido al tratar con la gente? ” Estamedida exhibe múltiples limitaciones. Da a los encuestados la opción de una simple dicotomía,mientras que la mayoría de los componentes de las encuestas modernas actuales planteanescalas continuas más sutiles. El doble negativo en la segunda parte de la pregunta puederesultar confuso para los encuestados. No se plantea un contexto social, ni hay manera dedistinguir entre distintas categorías, como los niveles relativos de confianza en los amigos,colegas, familiares, extraños o compatriotas. No obstante, este componente se ha aceptadocomo indicador estándar de la confianza social o interpersonal tras haberse usado como serie alargo plazo en la Encuesta Social General (GSS) estadounidense desde principios de los años

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setenta, por lo que se adoptará en este estudio para facilitar su reproducción en distintosestudios.

[Figura 5 aproximadamente aquí]

El resultado de la comparación de la Figura 5 muestra algunas agrupacionessorprendentes de sociedades que se relacionan en forma marcada a legados culturales en

distintas regiones del mundo. Las sociedades más ricas en capital social, que se ubican en laesquina superior derecha, incluyen los países nórdicos (Noruega, Suecia y Finlandia) yAustralia, Alemania Occidental y Suiza. Los Estados Unidos ocupan un lugar excepcionalmentealto en cuanto a activismo asociativo, como han hecho resaltar otros estudiosos, como Curtis et al .,38 al tiempo que muestran un nivel moderadamente fuerte de confianza social. Si acaso seha presentado una erosión sistemática en la participación organizacional estadounidense, éstase ha dado a partir de una base relativamente alta, y muchas otras democracias fuertes yestables se manejan con eficacia con niveles más bajos de activismo.

Por el contrario, muchas naciones se ubican en el cuadrante opuesto, con nivelespobres de capital social, incluidas las antiguas Repúblicas Soviéticas de Europa Central, comoMoldavia, Georgia, Azerbaiyán y Rusia, que se aglutinaron en un nivel bajo de confianza y

activismo, al lado de Turquía.

39

Los países sudamericanos, como Uruguay, Venezuela yArgentina se caracterizan por un activismo asociativo ligeramente mayor, pero vínculosigualmente débiles de confianza interpersonal.40 Las naciones centroamericanas parecenubicarse entre la posición de los Estados Unidos y la de las sociedades sudamericanas,caracterizándose por un nivel moderadamente bajo de confianza social, pero con mayoresvínculos organizacionales. Las tres naciones africanas se concentran en el cuadrante de laesquina inferior derecha, como naciones con una afiliación extensa, pero un nivel bajo deconfianza social. Y en el cuadrante opuesto, las tres sociedades que comparten una culturaconfuciana (China, Japón y Taiwán) muestran un nivel moderado de confianza social conparticipación organizacional relativamente baja.41 Japón podría tener lo que Fukuyamadenomina ‘sociabilidad espontánea’,42 con un fuerte sentido de las normas compartidas y unacultura de confianza personal, pero asociaciones institucionalizadas más débiles. Lassociedades ‘mixtas’ son importantes desde el punto de vista teórico, y es necesario queconsideremos las razones culturales e institucionales que conducen a que los no afiliadosconfíen y los no confiados se afilien.

Estas pautas se vieron confirmadas en un análisis de variables múltiples (que no se haincluido aquí) donde se detectó que los países de Europa Central y Oriental sonsignificativamente más débiles que el promedio en cuanto a sociedad civil, mientras queAmérica Latina mostró un grado significativamente mayor de desconfianza y las sociedadesescandinavas obtuvieron resultados significativamente mayores al promedio en ambasdimensiones. La distribución general sugiere que hay largas tradiciones históricas y culturalesque operan de tal manera que imprimen patrones distintivos en grupos de países, aunquealgunos caen fuera de los grupos esperados. Podemos cuestionar la naturaleza, los orígenes yel significado del capital social, pero parecería que sea cual fuere el factor nórdico ‘X’, se trata

de un factor ausente en las antiguas sociedades soviéticas.El activismo de protesta 

Muchos estudios han llamado la atención a los niveles crecientes de protestas políticas,entendidas ya sea como la propagación de la ‘democracia de las manifestaciones’ (Etzioni1970), el crecimiento de la ‘sociedad de la protesta’ (Pross 1992), una expresión de la‘sociedad civil global’ (Kaldor 2000), o la más popular entre los titulares contemporáneos: elsurgimiento de la ‘generación de Génova’.43 Los estudiosos a menudo informan que la políticade la protesta ha crecido en las últimas décadas y quizá la explicación más común, y la

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principal causa de preocupación, sugiere que una creciente desilusión política hacia lasinstituciones convencionales del gobierno representativo ha generado este fenómeno. Esteenfoque tiene un ejemplo de mediados de los años setenta en el informe trilateral de graninfluencia ‘The Crisis of Democracy ’, de Crozier, Huntington y Watanuki,44 que calificóconsternadamente los disturbios callejeros de mayo de 1968 y sus subsecuentesreverberaciones como una seria amenaza a la estabilidad del gobierno representativo. No

obstante, una perspectiva distinta sugiere que considerar a los manifestantes como radicalesopuestos al estado refleja estereotipos populares comunes en la forma en que se enmarcó alos movimientos sociales durante los años sesenta, cuando los noticieros estadounidenses seenfocaron a los hippies, yippies y radicales Panteras Negras y la prensa europea mostró lasimágenes de los estudiantes revolucionarios de 1968 en París, Londres y Berlín, pero que estaimagen tal vez no refleja ya las pautas de participación en el mundo contemporáneo, si lapoblación manifestante se ha ‘normalizado’ gradualmente a través de los años para pasar a sermayoritaria y convencional.45 

¿Sigue existiendo una dimensión diferenciada de política ‘de protesta’ o se ha llegado afusionar con otras actividades comunes, como la afiliación a sindicatos o partidos? Siguiendo latradición establecida por Barnes y Kaase,46 el activismo de protesta se mide utilizando cinco

componentes de la Encuesta Mundial de Valores, que incluyen la firma de una petición, laparticipación en boicots, la asistencia a manifestaciones legales, la participación en huelgas nooficiales y la ocupación de edificios o fábricas. Los resultados del análisis de factores que sepresentan en la Tabla 1 confirmaron que estas actividades están comprendidas dentro de unadimensión diferenciada en comparación con otras que se han examinado ya en el estudio,como la participación electoral y la afiliación a grupos civiles, como sindicatos, organizacionesreligiosas, clubes deportivos y artísticos, asociaciones profesionales, organizaciones debeneficencia o grupos ambientales.

[Figura 6 aproximadamente aquí]

En la Figura 6 se examinan las experiencias reales en distintos países de la política deprotesta y de las manifestaciones, que representan una de las formas más populares de accióndirecta. Los resultados demuestran que las manifestaciones y el activismo de protesta son máspopulares en las sociedades postindustriales prósperas, como predice la teoría de lamodernización. En países como Bélgica, Suecia e Italia, una tercera parte o más de lapoblación se ha manifestado en algún momento en su vida, un porcentaje mucho mayor al demiembros actuales de los partidos políticos. En la mitad de la distribución se encuentra unaamplia gama de naciones, desde los Estados Unidos hasta Rusia, donde la política de protestavaría substancialmente. Por último, en la esquina inferior izquierda se ubican las naciones quemuestran los niveles más bajos tanto de manifestaciones como de activismo de protesta, segúnlos datos del Estudio Mundial de Valores de 1999-2001, e incluyen a México, Venezuela yArgentina (antes de la actual oleada de protestas), así como a Vietnam y Zimbabwe dondeoficialmente se desalientan estas actividades. Parece que las protestas y manifestaciones sehan difundido en muchas democracias establecidas y sociedades prósperas, como sugieren lasteorías de la modernización, de manera que ya no resulta adecuado considerarlas como formas‘no convencionales’ de participación ciudadana. Las evidencias que se plantean en otrasfuentes, donde se examinan las características actitudinales y sociales de la poblaciónmanifestante en Bélgica muestra también que en estas acciones participan grupos diversos, yque factores semejantes, como interés y eficacia, que ayudan a predecir la concurrencia en lasformas tradicionales de participación ciudadana también ayudan a predecir la concurrencia alas manifestaciones.47 

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Cuarta parte: La opinión pública respecto a la democracia

Hasta ahora hemos examinado el activismo político, pero ¿cuál es la situación de laopinión pública respecto al gobierno democrático en América Latina y en otras partes delmundo? Mark Falcoff resume la situación en la región con base en los resultados de laencuesta del Latinobarómetro de 2001, realizada por MORI en 17 países:

“Hace quince años, los latinos hablaban de la democracia como si fuera una cura mágica para todos sus males. Hoy en día este clima tiende a invertirse: para muchos el problema parecería residir en los procedimientos a través de los cuales la gente elige a sus líderes.En una encuesta llevada a cabo por... Latinobarómetro… el único país de la región donde se detectó un incremento en el apoyo a la democracia fue México, es de suponer que como resultado de haber elegido por primera vez a la presidencia a un candidato de la oposición. Aun así, creció solamente un punto porcentual, de 45 a 46 por ciento... En otros países las cifras son mucho más perturbadoras. Por un lado, la mayoría de los ciudadanos aparentemente se suscriben a los objetivos amplios de una sociedad capitalista democrática; por el otro tienen poca fe, si acaso, en la capacidad de sus instituciones de conducir a las sociedades a donde desean ir.”48 

Marta Lagos, Directora del Latinobarómetro, que ha llevado a cabo encuestas anualesdesde 1995, sugirió que la opinión pública en América Latina en la encuesta de 2000 continúasiendo ‘conflictiva y ambivalente’ con el apoyo más fuerte para la democracia en Costa Rica,Uruguay y Argentina, un compromiso democrático apenas tentativo en la mayoría de las demásnaciones y una ‘crisis’ de las actitudes públicas en unas cuantas.49 La encuesta Hewlett de1998 estudió la opinión pública en Chile, Costa Rica y México y, con base en el análisis,Roderic Ai Camp concluyó cautelosamente que entre los latinoamericanos no existe unconsenso sobre el significado de la democracia, pues las distintas culturas resaltaban susdimensiones ya fuera políticas o socioeconómicas.50

 

No obstante, las evaluaciones de la opinión pública en los países particulares de laregión sufren de ciertas limitaciones comunes. En primer lugar, si estos estudios no realizancomparaciones con el panorama más amplio de las democracias en transición y consolidación

comparables en el resto del mundo, o con las tendencias a largo plazo en cada nación,entonces las líneas de base que se empleen para cualquier evaluación pueden resultarengañosas. Por ejemplo, si el 60% de los latinos están de acuerdo con la afirmación “La democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno ”, como se indica en elLatinobarómetro de 17 países de 2000, es difícil saber si el vaso está medio lleno o mediovacío. ¿Coincide este nivel de acuerdo con la opinión pública en las democracias en transicióny consolidación de otras partes del mundo? ¿Están los ciudadanos latinoamericanos más omenos a favor de los ideales democráticos que los de, digamos, Rusia, Sudáfrica o Taiwán?Los resultados deben interpretarse dentro de un contexto longitudinal o multinacional másamplio.

Algo incluso más relevante es que las respuestas culturales hacia el sistema políticoson multidimensionales, de tal manera que al basarse demasiado en un solo indicador de lasactitudes o conductas se puede generar una interpretación distorsionada del verdadero estadode la opinión pública. Por el contrario, se requieren medidas múltiples para construir una ideacombinada de la forma en que los ciudadanos evalúan sus sistemas políticos. Ninguna medidapor sí sola se puede considerar definitiva, pero al reunir distintas piezas del rompecabezas sepuede armar una perspectiva más confiable. Desgraciadamente, esto limita en buena parte elgrado en que podemos confiar en algunos análisis previos; por ejemplo, Alejandro Morenocomparó una medida del “apoyo a la democracia” en América Latina a partir de un solo índiceutilizando siete variables del Estudio Mundial de Valores de 1995.51 Concluyó a partir de esta

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base que el “apoyo a la democracia” varía entre los distintos países, así como por edad,educación, nivel de información, valores e ideologías. Empero, al repetir este índice empleandoel análisis factorial de componentes principales sobre los mismos datos se reveló que de hechoexistían dos dimensiones dentro de la medida única, que reflejaban el apoyo a la democraciacomo ideal y el apoyo al funcionamiento de la democracia. La desafortunada fusión de estasdos dimensiones en una sola medida sólo puede conducir a resultados turbios y confusos, ya

que puede ser perfectamente congruente y lógico creer en el ideal democrático y al mismotiempo estar en desacuerdo con su funcionamiento, o vice versa.

Como se ha argumentado en otras fuentes, el apoyo a los sistemas es un conceptomultidimensional que incluye distintos indicadores.52 El importante marco que estableció DavidEaston distingue entre el apoyo a la comunidad, al régimen y a las autoridades. 53 Estasdistinciones aportan un punto de partida esencial, pero se pueden refinar más las categoríaspara reflejar gradaciones teóricas y empíricas significativas dentro de distintas partes delrégimen. Según el concepto de Easton, el régimen constituye el marco básico para gobernar elpaís: la gente no puede seleccionar entre distintos elementos del régimen y aprobar algunaspartes al tiempo que rechaza otras. Sin embargo, en la práctica los ciudadanos parecendistinguir entre los distintos niveles del régimen y a menudo creen firmemente en los valores e

ideales democráticos, por ejemplo, mientras se muestran críticos de la manera en que losgobiernos democráticos operan en la práctica. La gente parece también emitir juicios clarosrespecto a distintas instituciones dentro del régimen, como al expresar confianza hacia lostribunales y simultáneamente criticar al Congreso. Así pues, podría ser útil ampliar laclasificación original de Easton para obtener un marco quíntuple en que se distingue entre elapoyo político hacia la comunidad , los principios del régimen, el funcionamiento del régimen,las instituciones del régimen y los actores políticos . Estos niveles pueden considerarse comoun continuo que va desde el apoyo más difuso del estado-nación a través de niveles sucesivoshasta llegar al apoyo más concreto de los políticos individuales.

Dentro del espacio de este breve documento nos concentraremos en tres indicadoresen torno a los cuales tal vez se ha expresado la mayor preocupación en América Latina, asaber, la opinión pública hacia los principios del régimen (el apoyo de la democracia como

ideal), el funcionamiento  del régimen (qué tan bien piensa la gente que funciona la democraciaen la práctica) y la confianza institucional (la confianza en el gobierno y la administraciónpública). Las medidas seleccionadas para la comparación surgieron como diferenciadas en elanálisis factorial (que no se reproduce en este documento), integrando escalas consecuentes ylas preguntas específicas que se plantearon en el análisis se enumeran después de las figuras.

[Figura 7 aproximadamente aquí]

La Figura 7 muestra las pautas multinacionales de apoyo a los ideales y elfuncionamiento de la democracia. Muchas de las democracias establecidas muestran losniveles más altos de aprobación, entre ellas Alemania, Australia, Dinamarca y Suecia. Sinembargo, como señaló Klingemann en un estudio anterior, el apoyo a la democracia como idealse ha difundido en la mayoría de las sociedades del mundo, incluidas las democracias más

recientes, como Bangladesh, Croacia y Venezuela.54

Las naciones de América Latina seconcentran en la mitad de la distribución, y México se ubica poco más abajo que sus parientesregionales. El país que muestra la mayor desilusión tanto hacia los ideales como hacia elfuncionamiento de la democracia es Rusia, aunque muchas de las naciones de Europa Centraly Oriental también se agrupan hacia la parte inferior de la distribución. México entoncesmuestra un apoyo ligeramente más bajo a la democracia que Argentina, Chile o Venezuela,pero al mismo tiempo los mexicanos muestran una mayor fe en la democracia que muchos delos estados postcomunistas.

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La confianza institucional 

Una buena parte de la preocupación por el apoyo público a la democracia se relacionacon la confianza en las instituciones políticas nucleares que vinculan a los ciudadanos con elestado. Por supuesto que es de esperarse hasta cierto punto que la confianza en el gobiernoaumente y disminuya como parte de la política ‘normal’, como un reflejo de la forma en que se

evalúa el crecimiento económico logrado o los servicios públicos prestados por el estado. Perosi se detectan patrones persistentes que indican que la gente ha perdido la fe en la eficacia y elfuncionamiento del gobierno, en la integridad y eficiencia de los funcionarios públicos o en otrasinstituciones, como la fe en la legitimidad, honestidad e integridad de los procesos electorales,esto podría tener consecuencias significativas potenciales al socavar la fe en la democraciacomo ideal.55 La Figura 8 muestra las pautas de la confianza institucional en el gobierno, laadministración pública, el parlamento y los partidos políticos, medida cada una en escalas decuatro puntos de menor a mayor, en la docena de sociedades de América en las que se cuentacon datos de mediados de los años noventa en adelante. Los resultados arrojan algunasvariaciones predecibles, con una mayor confianza en los países que han experimentadodemocracias estables, como Canadá, los Estados Unidos, Chile y Uruguay. En contraste,Argentina, la República Dominicana y Perú se quedan atrás. México muestra resultados medios

en su distribución con calificaciones más o menos uniformes en los cuatro tipos deinstituciones.

[Figura 8 aproximadamente aquí]

Quinta parte: Conclusiones e implicaciones

¿Qué implicaciones tiene este estudio tanto para la evaluación de las teorías generalessobre la participación ciudadana como para la comprensión de la cultura política en México enparticular? La teoría del deterioro de la participación ciudadana sugiere que a fines del siglo XXmuchas sociedades postindustriales han experimentado un distanciamiento generalizado de losciudadanos de los canales tradicionales de participación política. Se cree que los síntomas deeste mal incluyen la caída en los niveles de participación electoral (ejemplificada quizás en lasrecientes elecciones británicas), la intensificación de los sentimientos antipartidistas (ilustradapor la acentuación repentina del apoyo a partidos de la extrema derecha, como el FrenteNacional de Le Pen en Francia y el partido de Pym Fortuyn en Holanda) y la decadencia de lasorganizaciones civiles, como partidos, iglesias y sindicatos. Los brotes impredecibles deprotestas pueden considerarse también como desestabilizadores de los gobiernos, ya sea queocurran en reuniones de jefes de estado en Seattle, Gotenburgo y Génova o en las calles deBuenos Aires, Caracas y San Salvador Atenco.

La teoría de la modernización que se esboza en este estudio sugiere que los cambiossocioeconómicos en los procesos de producción subyacen a los cambios en el estado; enparticular, que el aumento en los niveles de educación, alfabetización y riqueza en la transiciónde las economías agrícolas de subsistencia a naciones industrializadas genera condiciones que

favorecen una mayor participación ciudadana en las urnas. La transición subsecuente de lassociedades industriales a postindustriales, con niveles crecientes de educación, información ycomunicaciones, establece las bases para una participación ciudadana con formas másexigentes de expresión, organización y movilización política, ejemplificadas por lasmanifestaciones. Las formas más antiguas de participación ciudadana tradicional nonecesariamente se atrofian con ello, en un juego de suma cero, aunque los nuevos canalescomplementan a los anteriores. Los ciudadanos con mayores habilidades cognoscitivas y mejorinformados pueden volverse más críticos de las operaciones del gobierno y del funcionamientode las instituciones políticas tradicionales, pero al mismo tiempo muestran un acopio

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considerable de fe en los principios e ideales de la democracia representativa. Las evidenciasque se han presentado en este documento proporcionan un apoyo empírico constante de estaexplicación, ya sea en términos de conductas, como la participación electoral, el activismoasociativo, o la política de protesta, o de los indicadores actitudinales de las culturasdemocráticas, aunque al mismo tiempo el ritmo de cambio derivado del proceso demodernización se ve condicionado en cualquier nación en particular por la estructura y las

instituciones del estado, el papel de las agencias movilizadoras en cualquier sociedad y lasdiferencias de recursos y motivacionales entre los distintos grupos e individuos.

¿Cómo encaja México dentro de esta interpretación general? En la primera encuestacomparativa sistemática a nivel micro de actitudes y conductas políticas, en la revolucionariaobra Civic Culture , de Almond y Verba (1963), se consideró a México como un país quecombinaba aspiraciones y marginación. Este estudio efectuado en cinco naciones encontró quemuchos mexicanos expresaban orgullo sobre su sistema político y aspiraciones de participar enla política, además de confianza en su capacidad de hacerlo. Sin embargo, al mismo tiempo,los mexicanos mostraron los niveles más bajos de actividad política, participación enasociaciones de afiliación voluntaria e información política. Como resumieron Almond y Verbaen su evaluación: “Muchos mexicanos carecen de experiencia y de habilidad política, pero sus 

esperanzas y su nivel de confianza son elevados; sin embargo, las tendencias generalizadas de ambición de los participantes se combinan con cinismo y marginación respecto a la infraestructura y la burocracia política” .56 Cuatro décadas más tarde, si combinamos losresultados de las comparaciones de México con otros países latinoamericanos con niveles dedesarrollo similares, las evidencias que plantea este estudio dibujan un panorama máscomplejo. Las tendencias a largo plazo en la postguerra muestran que México, al igual quemuchas naciones de América Latina, ha experimentado niveles crecientes de participaciónelectoral, aunque al mismo tiempo las pautas durante los últimos treinta años muestranfluctuaciones sin tendencia definida. México manifiesta también un promedio relativamente bajode participación electoral (votos/población en edad de votar) durante los años noventa encomparación con otros países de América Latina. En términos de su capital social, losmexicanos son moderadamente activos en las asociaciones de afiliación voluntaria y

organizaciones comunitarias (con un nivel superior al promedio en América Latina), perotambién muestran un nivel bastante bajo de confianza social (aunque ésta ha aumentado enaños recientes57). Y México presenta niveles bajos de participación en la política de protesta ylas manifestaciones, además de poca fe en los ideales democráticos, baja aprobación delfuncionamiento de la democracia y confianza moderada en las instituciones políticas. Resultadifícil llevar a cabo una comparación estricta con la línea de base en Civic Culture , dadas lasdiferencias en las medidas y los marcos comparativos. No obstante, el estudio más amplio dedistintas naciones sugiere que algunos de los elementos más antiguos de la cultura políticamexicana persisten, mientras que otros indicadores, como el activismo en asociaciones pareceplantear un panorama distinto de la situación de hace cuatro décadas. Sólo puede esperarseque las actitudes culturales básicas y las pautas de comportamiento político que se adquierenen el hogar y la familia, el lugar de trabajo y la comunidad durante los años formativos de la

 juventud y la adolescencia se modifiquen gradualmente, por lo que mostrarán un marcadoretraso con respecto a las reformas institucionales. Queda por verse qué tanta capacidadtienen los importantes cambios institucionales que se han experimentado en los últimos añosen México como parte del proceso de consolidación democrática —en especial la competenciagenuina de confrontación entre partidos, la alternancia del gobierno y la oposición en el poder,que facilitará la responsabilidad ante el electorado, una presidencia más limitada y contiendaselectorales más cerradas, así como las tendencias más amplias a largo plazo del desarrollohumano— para generar una renovación de la participación ciudadana y de la confianza en elproceso político, particularmente en las generaciones más jóvenes, en las décadas por venir.

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LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN MÉXICO ~ PIPPA NORRIS 15/VII/2002

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Tabla 1. Tipología de las etapas de modernización de las sociedades

De sociedades agrícolas a industriales De industriales a postindustriales

Población  El cambio poblacional de pueblos agrícolas aconurbaciones metropolitanas

La difusión de las áreas urbanas a los suburbios.Mayor movilidad social y geográfica, incluyendo lamigración transnacional, que genera sociedades más

multiculturales.Capital humano 

Niveles crecientes de educación, alfabetismo yconocimientos aritméticos con la generalización de laescolaridad básica.

Niveles más altos de educación, en especial de nivelsecundario y universitario, que generan mayoresniveles de capital humano y habilidades cognoscitivas.

Fuerza de trabajo 

El cambio de extracción y agricultura a manufactura yprocesamiento.

La generación de ocupaciones profesionales yadministrativas en los sectores público y privado y unamayor especialización profesional.

Estatus social  Surgimiento de las clases trabajadoras y la burguesíaurbana y descenso del campesinado y los interesestradicionales de los terratenientes.

Cambio de los papeles ocupacionales y socialesadquiridos de nacimiento hacia un estatus adquirido apartir de la educación formal y la trayectoriaprofesional.

Condiciones de vida 

Estándares de calidad de vida crecientes, mayorlongevidad y más tiempo de ocio.

Crecimiento económico que impulsa la expansión delas clases medias, la elevación de los estándares decalidad de vida, mayor longevidad y salud y más

tiempo de ocio.Ciencia y religión 

La revolución industrial en la producciónmanufacturera. División creciente entre iglesia yestado. Diversificación de sectas y denominacionesreligiosas.

Rápidas innovaciones tecnológicas y científicas.Proceso de secularización que debilita la autoridadreligiosa.

Medios de comunicación 

La mayor disponibilidad de periódicos de circulaciónmasiva y, durante el siglo veinte, el acceso a losmedios electrónicos.

El cambio de los medios de comunicación de difusiónmasiva a difusión más especializada y limitada, con lafragmentación de los medios en distintos mercados ytecnologías.

Gobierno  La expansión del derecho al voto, el crecimiento de laburocratización weberiana y el uso de la autoridad legaly racional en el gobierno.

Aumento de las formas estratificadas de gobierno, aniveles globales y locales, y expansión del sector sinfines de lucro.

Protección social 

El desarrollo de los primeros cimientos del estadobenefactor y de los elementos de protección social

contra enfermedades, desempleo y vejez.

Liberalización de los mercados y contracción delestado, que desplaza la protección social cada vez más

a los sectores sin fines de lucro y privados.Estructuras familiares 

Contracción de la familia extendida a nuclear yreducción gradual de las tasas de fertilidad.

Erosión de la familia nuclear, aumento de los hogaresno tradicionales y cambios en las pautas de matrimonioy divorcio.

Roles sexuales 

Ingreso de un número mayor de mujeres a la fuerza detrabajo remunerada.

Creciente igualdad de los papeles de género en ladivisión del trabajo en el hogar, la familia y el lugar detrabajo y aumento del número de mujeres(especialmente casadas) en la fuerza de trabajoremunerada.

Valores culturales 

Seguridad material, autoridad tradicional y obligacionescomunitarias.

Cuestiones de calidad de vida, autoexpresión,individualismo y postmaterialismo.

Participación ciudadana 

Expansión de la participación electoral y de la afiliacióna organizaciones civiles tradicionales, como partidos ysindicatos.

Estabilidad en las formas tradicionales de asociacióncivil y expansión de formas más exigentes de activismopolítico, incluyendo nuevas movimientos sociales ypolítica de protesta.

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Tabla 2: Dimensiones de la participación política

Activismocívico

Activismode protesta

Participaciónelectoral

Pertenecen a una organización ambiental .680

Pertenecen a una organización de beneficencia .647Pertenecen a una organización artística, musical oeducativa 

.643

Pertenecen a una asociación profesional .638

Pertenecen a un partido político .584

Pertenecen a una organización deportiva orecreativa 

.536

Pertenecen a una iglesia u organización religiosa .521

Pertenecen a un sindicato .423

Asisten a una manifestación legal .765Participan en boicots .764

Participan en una huelga no oficial .756

Firman una petición .687

Ocupan edificios o fábricas .680

Votaron en las elecciones .926

 

% de varianza 20.1 19.6 7.2Notas: Método de extracción: Análisis de componentes principales. Método de Rotación:Normalización Varimax con Kaiser.

Activismo de protesta: “Ahora le voy a pedir que mire esta tarjeta. Voy a leerle varias formas de acción política en que la gente puede participar y me gustaría que me dijera, en el caso de cada una, si usted ha hecho alguna de estas cosas, si es posible que lo hiciera, o si nunca,bajo ninguna circunstancia lo haría”.

Fuente: Encuesta Mundial de Valores, mediados de los años noventa.

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Figura 1: Tendencias de participación electoral por década por tipo de sociedad, 1945-2000

Votación promedio/ Población en edad de votar

Postindustrial

Alto

Medio

Bajo

Tipo de sociedad

Postindustrial

Desarrollo alto

Desarrollo medio

Desarrollo bajo

Nota: Se calcula la participación electoral como el número de votos válidos emitidos comoproporción de la población en edad de votar en todas las elecciones legislativas ypresidenciales.

Fuente: Calculado a partir de la base de datos de International IDEA Voter Turnout from 1945 to 2000 . <www.idea.int>.

Figura 2: Participación electoral promedio por década en las sociedades en desarrollo conelecciones ininterrumpidas, 1945-2000

Votos/PEV

Antigua Argentina Barbados Bolivia Brasil Chile

Colombia Costa Rica Rep Dom. Dominica Ecuador El Salvador

Grenada Guatemala Honduras India Jamaica Liechtenstein

México Nicaragua Panamá Paraguay Perú Sri Lanka

San Cristóbal San Vicente Tailandia Trinidad Turquía Uruguay

Venezuela

Década

Nota: Se calcula la participación electoral como el número de votos válidos emitidos comoproporción de la población en edad de votar en todas las elecciones legislativas ypresidenciales. Véanse en el Anexo A los detalles de la clasificación. La comparación incluye atodas las sociedades en desarrollo que han llevado a cabo por lo menos una elección nacionalpor década de 1945 a 2000. Fuente: Calculado a partir de la base de datos de InternationalIDEA Voter Turnout from 1945 to 2000 . <www.idea.int>.

Figura 3: Participación electoral en México

Participación (Votos/PEV) en las elecciones en México, 1946-2000

! Legislativas! Presidenciales

Fuente: Base de datos de International IDEA Voter Turnout since 1945 . <www.idea.int>.

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Figura 4: Participación electoral en las Américas en la década de los noventa (votos emitidoscomo proporción de la población en edad de votar)Guat

Col

Hait

JamEUA

Ven

Para

Hon

RepDom

ElSal

Bol

Méx

Can

Perú

Beli

Bar

Ecu

Bahm

Tri

Sur

SanC

Pan

Guy

Bras

SanV

Nic

Arg

Dom

CRica

Gren

Chil

Ant

Uru

StaL

Total

Fuente: Base de datos de International IDEA Voter Turnout since 1945 . <www.idea.int>.

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Figura 5: Capital Social (confianza social y activismo asociativo), mediados de los años noventa

Confianza social

Activismo asociativoCapital social alto

Capital social bajo

Brasil

Turquía

Filipinas

Perú

Puerto Rico

Macedonia

Colombia

Eslovenia

Venezuela

Azerbaiyán

Argentina

Rumania

Moldavia

Georgia

Estonia

Ghana

Sudáfrica

Bulgaria

Bangladesh

Rusia

Nigeria

Hungría

Latvia

Uruguay

Croacia

Eslovaquia

Alemania Oriental

Chile

Ucrania

Rep. Checa

Serbia

España

Montenegro

Bosnia Herceg

India

Corea del Sur

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México

Rep Dominicana

Japón

Suiza

China

TaiwánAlemania Occidental

Nueva Zelandia

Australia

EUA

Finlandia

Suecia

Noruega

Nota: Organización de afiliación voluntaria : Número de organizaciones en que perteneceactivamente la gente, como sociedades culturales, sindicatos, partidos y clubes deportivos.

Confianza social: “En términos generales, ¿diría usted que se puede confiar en la mayoría de las personas o que nunca se puede ser demasiado precavido al tratar con la gente? ” Fuente:Encuesta Mundial de Valores 1995-1997.

Figura 6: Experiencias en política de protesta, 2000

Manifestaciones

Activismo de protesta

RegiónMéxico

América

Otras

Nota: Manifestaciones “¿Alguna vez ha participado en una manifestación legal?” Activismo de protesta : “¿Alguna vez ha... firmado una petición, participado en boicots, participado en unamanifestación legal, participado en huelgas no oficiales, ocupado edificios o fábricas?”

Fuente: Encuesta Mundial de Valores 1999-2001

Figura 7: Actitudes hacia los ideales y el funcionamiento de la democracia

Funcionamiento de la democracia

Ideal democrático

RegiónMéxico

América

Otras

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Nota: Funcionamiento de la democracia Acuerdo/desacuerdo “Las democracias son indecisas yprovocan demasiados problemas por insignificancias” y “Las democracias no son eficaces paramantener el orden”. Ideales democráticos: “Tal vez la democracia tenga sus problemas, pero esla mejor de entre todas las formas de gobierno” y “Tener un sistema democrático... es muybueno”. Fuente: Encuesta Mundial de Valores 1999-2001.

Figura 8: Confianza en las instituciones políticas en AméricaArgentina

República Dominicana

Perú

Colombia

Venezuela

México

El Salvador

Brasil

Uruguay

Chile

Estados Unidos

Canadá

! Parlamento

" Gobierno

! Administración Pública

! Partidos

Nota: “Voy a mencionar a varias organizaciones. En el caso de cada una de ellas, dígame por favor cuánta confianza le tiene usted: mucha confianza (4), bastante (3), no mucha (2),o ninguna en absoluto (1)?… El gobierno en (la capital)/ la administración pública/ el congreso/ los partidos políticos ” Fuente: Encuesta Mundial de Valores 1995-2001.

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Nota: Algunos de los materiales para este documento se tomaron de un libro por publicarse: Pippa Norris. Otoño de2002. Democratic Phoenix: Reinventing Political Activism . Nueva York: Cambridge University Press. Véase tambiénPippa Norris. Primavera de 2003. Institutions Matter: Electoral Rules and Voting Choices . Para mayores detalles,incluidos los borradores de los capítulos, consultar <www.pippanorris.com>. 

1 Véase uno de los argumentos más explícitos en favor de esta tesis en Amartya Sen. 1999.Development as Freedom . Nueva York: Anchor Books.2 Véase Thomas Carothers. 1999. Aiding Democracy Abroad: The Learning Curve . Washington DC:Carnegie Endowment.3 Véase una evaluación anual del estado de la democracia y los cambios en el mundo en FreedomHouse. Freedom in the World. Véase <www.freedomhouse.org>.4 Véanse Larry Diamond, Jonathan Hartlyn, Juan Linz y Seymour Martin Lipset. Eds. 1999. Democracy 

in Developing Countr ies: Latin Am erica. 2ª edición. Boulder, Co.: Lynne Rienner Publishers; Juan Linzy Alfred Stephan. 1996. Problems of Democratic Transition and Consolidation: Southern Europe, South 

America, and Post-Communist Europe. Baltimore: Johns Hopkins University Press; Jorge I.Dominguez. 1998. Democratic Politics in Latin Am erica and t he Caribbean. Baltimore: Johns HopkinsUniversity Press.

5 Barry Ames. 2001. The Deadlock of Democracy in Brazil. Ann Arbor: University of Michigan Press;Leslie Bethell. 2000. ‘Politics in Brazil: From Elections without Democracy to Democracy withoutCitizenship’. Daedalus . 129 (2): 1-27.6 Las estimaciones del Banco Mundial indican que después de aumentar del 0.6 por ciento en 1999 al3.8 por ciento en 2000, el crecimiento anual del PIB de América Latina y el Caribe se redujo al 0.6 en2001 y se espera que permanezca alrededor de ese nivel en 2002. Esta situación es resultado de unaeconomía global débil, el deterioro de la situación económica de Argentina, la caída del comerciomundial, la baja en los precios del café, las sequías y el descenso de los ingresos derivados delturismo. A pesar de sus inmensos recursos y de sus sociedades dinámicas, persisten profundasdesigualdades en la riqueza en América Latina, donde casi la tercera parte de la población (168 de los510 millones de habitantes de la región) viven en situación de pobreza (con ingresos inferiores a $2dólares por día). No obstante, existen evidencias de avances a largo plazo durante la última década:el Banco Mundial estima que la proporción de personas que viven con ingresos inferiores a un dólar

por día en la región se redujo del 16.8 por ciento en 1990 al 12.1 por ciento en 1999. Véase<http://lnweb18.worldbank.org>.7 Véanse las discusiones en Howard Handelman. 1997. Mexican Polit ics: The Dynam ics of Change.

Nueva York: St Martin’s Press; Jorge I. Domingues y Alejandro Poire. Eds. 1999. Toward Mexico’s 

Democratization: Parties, Campaigns, Elections and Public Opinion. Nueva York: Routledge; Roderic AiCamp. 1999. Politics in Mexico: The Decline of Aut horit arianism . 3a edición. Nueva York: OxfordUniversity Press; Vikram K. Chand, 2001. Mexico’s Political Awakening. Notre Dame, Ind.: Universityof Notre Dame Press; George W. Grayson, 2001. Mexico: Changing of the Guard . Nueva York: ForeignPolicy Association; Daniel C. Levy y Kathleen Bruhn. 2001. Mexico: the Str uggle for Democratic 

Development . Berkeley: University of California Press.8 Véase una evaluación anual del estado de la democracia y los cambios en el mundo en FreedomHouse. Freedom in the World . Véase <www.freedomhouse.org>.9

Marta Lagos. 2001. ‘Between Stability and Crisis in Latin America’. Journal of Democracy . 12(1);Juan Linz. 2000. ‘The Future of Democracy’. Scandinavian Political Studies 23(3); Roderick Ai Camp.10 Véase la discusión en David Held. 1987. Models of Democracy . Stanford: Stanford University Press.11 Joseph A. Schumpeter. 1952. Capitalism, Socialism and Dem ocracy . Londres: George Allen & Unwin, 4ª edición.12 Sobre la caída en la participación electoral en las sociedades postindustriales, véase Mark Gray yMiki Caul. 2000. ‘Declining Voter Turnout in Advanced Industrial Democracies, 1950 to 1997’.Compar ative Political Studies 33(9): 1091-1122.

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13 Sobre las tendencias de la deserción partidista, véanse Peter Mair. 2001. ‘Party Membership inTwenty European Democracies 1980-2000’. Party Politics . 7(1): 5-22; Susan Scarrow. 2001. ‘Partieswithout Members?’ En Part ies without Partisans . Ed. Russell J. Dalton y Martin Wattenberg. NuevaYork: Oxford University Press.14

Véase un resumen de las teorías y evidencias de deserción partidista en Russell J. Dalton y MartinWattenberg. Eds. 2001. Parties wit hout Partisans . Nueva York: Oxford University Press.15 C. Kerr. 1983. The Future of Industrial Societies: Convergence or Continuing Diversity? Cambridge,MA: Harvard University Press; L. Griffin, H. McCammon y C. Bosko. 1990. ‘The Unmaking of amovement? The Crisis of U.S. Trade Unions in Comparative Perspective’. En Changes in Societal 

Institutions. Eds. M. Hallinan, D. Klein y J. Glass. Nueva York: Plenum. Véase, empero, el punto devista contrario de que los arreglos institucionales afectan los niveles de densidad sindical en BernhardEbbinghaus y Jelle Visser. 1999. ‘When Institutions Matter: Union Growth and Decline in WesternEurope, 1950-1995’. European Sociological Review . 15(2): 135-158. También S. Blashke. 2000.

 ‘Union Density and European Integration: Diverging Convergence’. European Journal of Industrial 

Relations . 6(2): 217-236; Organización Internacional del Trabajo. 1997. El Trabajo en el Mundo 1997- 

98 . Ginebra: OIT. <http://www.ilo.org/public/spanish/bureau/inf/pkits/wlr97.htm>.16 Steve Bruce. 1996. Religion in the Modern World: From Cathedrals to Cults . Oxford: Oxford

University Press; Sheena Ashford y Noel Timms. 1992. What Europe Thinks: A Study of Western European Values. Aldershot: Dartmouth; Wolfgang Jagodzinski y Karel Dobbelaere. 1995.

 ‘Secularization and Church Religiosity’. En The Impact of Values . Eds. Jan W. van Deth y ElinorScarbrough. Oxford: Oxford University Press; L. Voye. 1999. ‘Secularization in a Context of AdvancedModernity’. Sociology of Religion . 60(3): 275-288. Véase, empero, el argumento contrario en Peter L.Berger. Ed. 1999. The Desecularization of t he World . Washington DC: Ethics and Public Policy Center;Rodney Stark. 1999. ‘Secularization, RIP’. Sociology of Religion . 60(3): 249-273.17 Véase una discusión sobre las evidencias de la diversidad de tendencias en muchas sociedadespostindustriales en Robert Putnam. Ed. 2002. Democracy in Flux . Oxford: Oxford University Press; JanWillem Van Deth. Ed. 1997. Privat e Groups and Public Life: Social Participation, Voluntary Associations 

and Political Involvement in Representative Democracies . Londres: Routledge; J.E.Curtis, E.G. Grabb yD.E. Baer. 1992. ‘Voluntary Association Membership in 15 Countries – a Comparative Analysis’.American Sociological Review 57(2): 139-152.

18 Robert Putnam. 2000. Bowling Alone . Nueva York: Simon & Schuster. P. 46.19 Respecto a las tendencias de la confianza en el gobierno estadounidense, véanse John R. Hibbing yElizabeth Theiss-Morse. 2001. What is it About Government that Americans Dislike? Cambridge:Cambridge University Press; Joseph S. Nye. 1997. ‘Introduction: The Decline Of Confidence InGovernment’. En Why People Don’t Trust Governm ent , Eds. Joseph S. Nye, Philip D. Zelikow y DavidC. King. Cambridge: Harvard University Press. En cuanto a otras naciones, véase, Hans-DieterKlingeman. 1999. ‘Mapping Political Support in the 1990s: A Global Analysis’. En Critical Citizens: 

Global Support for Dem ocratic Governance . Ed. Pippa Norris. Oxford: Oxford University Press.20 Véase una discusión en Joseph Nye. 1997. ‘Introduction: The Decline Of Confidence InGovernment’. En Why People Don’t Trust Governm ent , Eds. Joseph S. Nye, Philip D. Zelikow y DavidC. King. Cambridge: Harvard University Press.21

Véase una discusión detallada de esta tésis en Pippa Norris. 2002. Democratic Phoenix: Reinventing Political Activism. Nueva York: Cambridge University Press; véase también, sobre la teoría de lamodernización, Ronald Inglehart y Pippa Norris. 2003. Rising Tide: Gender Equality and Cultur al 

Change Around t he World . Nueva York: Cambridge University Press.22 Daniel Bell. 1999. The Coming of Post-Industrial Society: A Venture in Social Forecasting. NuevaYork: Basic Books; Russell Dalton. 2001. Citizen Politics: Public Opinion and Political Parties inAdvanced Western Democracies. 3ª edición. Chatham, NJ: Chatham House; Ronald Inglehart. 1997.Modernization and Postmodernization. Princeton, NJ: Princeton University Press.

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23 Véase Pippa Norris. 2002. Democratic Phoenix: Reinventing Political Activism . Nueva YorkCambridge University Press. Capítulo 10.24 Véase Pippa Norris. 2002. Democratic Phoenix: Reinventing Political Activism . Nueva YorkCambridge University Press.

25 Véase Pippa Norris. 2002. Democratic Phoenix: Reinventing Political Activism . Nueva YorkCambridge University Press.26 Adam Przeworski y Henry Teune. 1970. The Logic of Comparativ e Social I nquiry . Nueva York:Wiley–Interscience.27 Sidney Verba, Norman Nie y Jae-on Kim. 1978. Participation and Political Equality: A Seven-Nation 

Comparison. Nueva York: Cambridge University Press. Tabla 3.2, pp. 58-59.28 Sidney Verba, Kay Schlozman y Henry E. Brady. 1995. Voice and Equality : Civic Voluntarism in 

American Politics . Cambridge, MA: Harvard University Press.29 Sidney Verba, Kay Schlozman y Henry E. Brady. 1995. Voice and Equality : Civic Voluntarism in 

American Politics . Cambridge, MA: Harvard University Press. Figura 3.4, pág. 80. Véase una discusiónde algunas de las razones de este fenómeno, por ejemplo, en Seymour Martin Lipset. 1996. American 

Exceptionalism: A Double Edged Sword . Nueva York: W.W. Norton.30 Véanse John A. Booth y Mitchell A. Seligson. 1984. ‘The political culture of authoritarianism inMexico: A reexamination’. Latin American Research Review 19(1): 112-117; John A. Booth y MitchellA. Seligson. 1994. ‘Paths to democracy and the political culture of Costa Rica, Mexico and Nicaragua’.En Political culture and Democracy in Developing Countr ies . Ed. Larry Diamond. Boulder, Co: LynneRienner; Roderic Ai Camp. Ed. Citizen Views of Dem ocracy in Latin Am erica . Ed. Pittsburgh: Universityof Pittsburgh Press.31 Adam Przeworski y Henry Teune. 1970. The Logic of Comparativ e Social I nquiry . NY: Wiley–Interscience.32 Las principales diferencias son la exclusión de Hungría y Polonia (clasificadas por el PNUD comoaltamente desarrolladas), México y Turquía (clasificados ambos como medianamente desarrollados) yla inclusión de Singapur como país postindustrial. Hong Kong está incluido también en la lista del

PNUD, pero se ha excluido de este estudio como territorio dependiente. Véase en el Anexo A laclasificación detallada de todos los países.33 Las sociedades se definen con base en las calificaciones anuales que les ha asignado FreedomHouse desde 1972. El nivel de libert ad se clasifica de acuerdo con la calificación promedio combinadade derechos políticos y libertades civiles en las encuestas anuales de Freedom House de 1972 a 2000.Freedom of the World . <www.freedomhouse.org>. 34 Sidney Verba, Norman H. Nie y Jae-on Kim. 1971. The Modes of Democratic Participation: A Cross-National Analysis. Beverley Hill, CA: Sage; Sidney Verba y Norman Nie. 1972. Participation inAmerica: Social Equality and Political Participation. Nueva York: Harper Collins; Sidney Verba, NormanNie y Jae-on Kim. 1978. Participation and Political Equality: A Seven-Nation Comparison. Nueva York:Cambridge University Press.35 Las obras fundamentales son Robert D. Putnam. 1993. Making Democracy Work: Civic Traditions in 

Modern I taly Princeton, NJ: Princeton University Press; Robert D. Putnam. 1996. ‘The StrangeDisappearance of Civic America’. The American Prospect, 24; Robert D. Putnam. 2000. Bowling Alone: 

The Collapse and Revival of Am erican Comm unity . NY: Simon and Schuster. Véanse investigacionescomparativas más recientes en Susan Pharr y Robert Putnam. Eds. 2000. Disaffected Democracies: 

What’s Troubling the Trilater al Count ries? Princeton, NJ: Princeton University Press; Robert D. Putnam.Ed. 2002. Democracies in Flux. Oxford: Oxford University Press.36 Robert D. Putnam. 2000. Bowling Alone: The Collapse and Revival of American Comm unity . NuevaYork: Simon and Schuster. Pág. 19. Putnam ofrece también otra definición relacionada: “Por ‘capitalsocial’ me refiero a las características de la vida social —redes, normas y confianza— que permiten a

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los participantes actuar más eficientemente en conjunto en la persecución de objetivos compartidos”.Robert D. Putnam. 1996. ‘Who Killed Civic Life’. The American Prospect. P.56.  37 Cabe señalar que se modificó la terminología de los componentes del activismo asociativo en lassucesivas olas del Estudio Mundial de Valores, lo que impide una comparación confiable a través del

tiempo.38 James E. Curtis, Edwards G. Grabb y Douglas E. Baer. 1992. ‘Voluntary Association Membership inFifteen Countries: A Comparative Analysis’. American Sociological Review . 57(2): 139-152.39 Véase un estudio detallado de Rusia que emplea medidas distintas del capital social en RichardRose. 2000. ‘Uses of Social Capital in Russia: Modern, Pre-modern and Anti-modern’. Post-Soviet 

Affairs . 16 (1): 33-57. Véase también Richard Rose, William Mishler y Christopher Haerpfer. 1997. ‘Social Capital in Civic and Stressful Societies’. Studies in Comparative International Development . 32(3): 85-111.40 Véanse los detalles de las tendencias recientes en la confianza social en el Latinobarometro en ‘AnAlarm Call for Latin American Democrats’. The Economist. 28 de julio de 2001. Véase también RodericAi Camp. 2001. Citizens’ Views of Dem ocracy in Latin Am erica . Pittsburgh: University of PittsburghPress.

41 Véase una discusión de los casos de China y Taiwán en T.J. Shi. 2001. ‘Cultural Values and PoliticalTrust – A Comparison of the People’s Republic of China and Taiwan’. Compar ative Politics 3(4): 401-412.42 F. Fukuyama 1992. The End of History and t he Last Man. Nueva York: Free Press. Pág. 159.43 A. Etzioni 1970. Demonstration Democracy . Nueva York: Gordon and Breach; H. Pross. 1992.Protestgessellschaft. Munich: Artemis and Winkler; Mary Kaldor. 2000. Civilising Globalisation? TheImplications of the ‘Battle in Seattle’. Millennium-Journal of International Studies 29 (1): 105.44 Michel Crozier, Samuel P. Huntington y Joji Watanuki. 1975. The Crisis of Dem ocracy: Report on the 

Governability of Democracies to the Trilateral Commission . Nueva York: New York University Press.45 Peter Van Aelst y Stefaan Walgrave. 2001. ‘Who is that (Wo)man in the Street? From theNormalization of Protest to the Normalization of the Protester’. European Journal of Political Research .

39: 461-486.46 Alan Marsh. 1977. Protest and Political Consciousness. Beverly Hills, CA: Sage; Samuel Barnes yMax Kaase. 1979. Political Action: Mass Participation in Five Western Democracies . Beverley Hills, CA:Sage.47 Pippa Norris, Stefaan Walgrave y Peter Van Aelst. ‘Who Demonstrates? Anti-State Rebels orConventional Participants?’ Documento en elaboración. www.pippanorris.com.48 Mark Falcoff. 2001. ‘Latin Democracy and Its (Increasing) Discontents’. Latin American Outlook.

< http://www.latinobarometro.org/English/inicuest-i2.htm>49 Marta Lagos. 1997. ‘Latin America’s Smiling Mask’. Journal of Dem ocracy 8(3): 125-126.50 Roderic Ai Camp. Ed. 2001. Citizen Views of Dem ocracy in Latin Am erica . Pittsburgh: The Universityof Pittsburgh Press.51 Alejandro Moreno. 2001. ‘Democracy and Mass Belief Systems in Latin America’. En Citizen Views of 

Democracy in Latin America . Ed. Roderic Ai Camp. Pittsburgh: University of Pittsburgh Press.52 Pippa Norris. Ed. 1999. Crit ical Citizens: Global Support for Dem ocratic Governance . Oxford: OxfordUniversity Press.53 David Easton. 1965. A Systems Analysis of Political Life. Nueva York: Wiley; David Easton. 1975. ‘AReassessment of the Concept of Political Support’. British Journal of Political Science, 5:435-457.

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LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN MÉXICO ~ PIPPA NORRIS 15/VII/2002

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54 Hans-Dieter Klingemann. 1999. ‘Global Support for Democracy’. En Critical Citizens: Global Support 

for Democratic Governance . Ed. Pippa Norris. Oxford: Oxford University Press.55 Véase una discusión en J.A. McCann y Jorge Dominguez. 1998. ‘Mexicans React to Electoral Fraudand Political Corruption: An Assessment of Public Opinion and Voting Behavior’. Electoral Studies 17

(4): 483-503; A. Schedler. 1999. ‘Civil Society and Political Elections: A Culture of Distrust?’ Annals of the American Academy of Political And Social Science 565: 126-141.56 Gabriel A. Almond y Sidney Verba. 1963. The Civic Cultur e: Political Attit udes and Democracy in 

Five Nations . Princeton: Princeton University Press. Pág. 39. Véase una crítica en Ann L. Craig yWayne A. Cornelius. 1980. ‘Political Culture in Mexico: Continuities and Revisionist Interpretations’. EnThe Civic Culture Revisited . Ed. Gabriel A. Almond y Sidney Verba. Boston: Little Brown.57 Matthew Kenney. 2001. ‘Transition to Democracy: a Mexican Perspective’. En Citizen Views of 

Democracy in Latin America . Ed. Roderic Ai Camp. Pittsburgh: University of Pittsburgh Press. Véasetambién Timothy J. Power y Mary A. Clark. ‘Does Trust Matter? Interpersonal Trust and DemocraticValues in Chile, Costa Rica and Mexico’. En Citizen Views of Dem ocracy in Latin Am erica . Ed. RodericAi Camp. Pittsburgh: University of Pittsburgh Press.