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Centro Diocesano de Estudio y Reflexión Escuela Universitaria de Teología Profesorado de Teología La oración ante el Crucifijo de San Damián de San Francisco de Asís

Oración ante el Crucifijo de San Damián de San Francisco de Asís

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Seminario de Arte Sacro sobre la oración frente al Crucifijo de San Damián de San Francisco de Asis.

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Page 1: Oración ante el Crucifijo de San Damián de San Francisco de Asís

Centro Diocesano de Estudio y Reflexión

Escuela Universitaria de Teología

Profesorado de Teología

La oración ante el Crucifijo de San Damián

de San Francisco de Asís

Alumno: Corda Gabriel

Matera: Seminario de Arte Sacro

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Intruducción

El presente trabajo consta de 3 partes. La primera es una breve síntesis de la vía

pulchritudinis, es decir, de la vía de la belleza como medio de Evangelización. La

segunda parte describe la obra elegida en el trabajo que es la Oración ante el Crucifijo

de San Damián de San Francisco de Asís. Por último, la tercera parte se vale de la

belleza de la oración de San Francisco para realizar un encuentro parroquial de oración.

Via Pulchritudinis

El documento Via Pulchritudinis del Pontificio Consejo para la Cultura presenta

el camino de la belleza como uno de los posibles itinerarios, quizá el más atractivo y

fascinante, para comprender y alcanzar a Dios: “La vía de la belleza, partiendo de la

experiencia sencilla del encuentro con la belleza que sucita la admiración, puede abrir el

camino de la búsqueda de Dios y es capaz de disponer el corazón1 y el espíritu para el

encuentro con Cristo”2. Esto se debe a que lo bello nos cautiva, nos seduce, engendra

emociones (tales como el gozo y el sentimietno de plenitud), por lo que dispone

interiormente a la persona, moviendo su corazón y atrayéndola hacia ella. ¿Que mejor

entonces para evangelizar y para poder amar a Dios con toda nuestra alma, con todo

nuestro corazón y con todas nuestras fuerzas que la via de la belleza que tiene la

capacidad para tocar el corazón de las personas de esta forma?

Por otra parte, el documento señala que la vía de la belleza responde al íntimo

deseo de felicidad que habita en el corazón de todos los hombres; ya que todo hombre

quiere ser feliz y la belleza “abre horizontes infinitos que empujan al ser humano a salir

de sí mismo, de la rutina y del instante efímero que pasa, a abrirse a lo trascendente y al

misterio, a desear como último fin de su deseo de felicidad y de su nostalgia absoluta,

aquella Hermosura original que es Dios mismo”3. Sin embargo, no siempre la belleza

causa esta apertura a lo trascendente y este encauzamiento a nuestro sumo bien; debido

a que ella, al ser dependiente de la subjetividad humana, puede ser reducida a un

esteticismo efímero sometido a las modas impuestas por la sociedad de consumo. La

belleza artística de hecho, al ser un producto humano, esta marcada por el pecado, y si

1 En el trabajo se utilizará la palabra corazón para referirse al centro de la persona, aquello que abarca todos sus deseos, proyectos, sueños en fin, todo lo que lo impulsa a vivir.

2 Consejo Pontificio para la Cultura, Via Pulchritudinis3 Consejo Pontificio para la Cultura, Via Pulchritudinis

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no se educa a la percepción para no reducirla a mero placer de los sentidos (perdiendo

su universalidad y trascendencia) termina transformando el icono en idolo, el medio en

fin. En cambio, si se educa la percepción reguardando la relación de la belleza con la

verdad, ella se vuelve auténtica y nos encamina hacia Dios, nuestro sumo bien, el único

que puede saciar nuestro corazon inquieto y deseo de felicidad. Por lo tanto, la belleza

auténtica se encuentra en estrecha relación con la verdad y con el bien. Esto lo pone de

manifiesto de forma muy elocuente el teólogo Von Balthassar en su libro Gloria al decir

que no es extraño que en esta sociedad que se despreocupa por lo bello se vean

debilitadas también sus fuezas para hacer el bien y para alcanzar la verdad, incluso,

perdiendo su capacidad para amar.4 También Ratzinger hace referencia a ello diciendo: “una búsqueda de la belleza que fuese extraña o separada de la búsqueda humana de la verdad y de la bondad se transformaría, como por desgracia sucede, en mero estetismo, y, sobre todo para los más jóvenes, en un itinerario que desemboca en lo efímero, en la apariencia banal y superficial, o incluso en una fuga hacia paraísos artificiales, que enmascaran y esconden el vacío y la inconsistencia interior. (…) debemos aspirar a una razón de mayor amplitud, en la que el corazón y la razón se encuentren, en la que la belleza y la verdad se toquen.”5

Por último el documento propone 3 caminos distintos por los cuales llegar, a

partir de la belleza, a la búsqueda de Dios. Estos son: la vía de la belleza de la creación,

la vía de la belleza artística y la vía de la belleza del Hijo, de la santidad y de la Liturgia.

La primera vía es la de la creación; debido a que como dice el autor del libro de

la Sabiduría: “de la grandeza y belleza de las creaturas se llega, por analogía, a

contemplar a su Autor” (Sb 13, 5). Esto se debe a que el contemplar un paisaje, los

campos cubiertos de flores, una puesta de sol, un cielo estrellado, la inmensidad del

mar, un cielo celeste tras las hojas de los árboles, la abundancia de las plantas y de las

especies animales, suscita toda una multitud de sentimientos que nos llevan a

interiorizar, a salir de una vida superficial y rutinaria, a alcanzar esa armonía de espíritu

y esa apertura de corazón que nos predispone a trascendernos, a alcanzar lo invisible a

partir de lo visible, en fin, a encontrarnos con Aquel que le da sentida a nuestras vidas.

Esto mismo, fue escrito por San Agustín de un modo muy elocuente:

"Interroga a la belleza de la tierra, interroga a la belleza del mar, interroga a la belleza del aire amplio y difuso. Interroga a la belleza del cielo, interroga al orden de las estrellas, interroga al sol, que con su esplendor aclara el día; interroga a la luna, que con su claridad modera las tinieblas de la noche. Interroga a las fieras que se mueven en el agua, que caminan sobre la tierra, que vuelan en el aire: almas que se esconden, cuerpos que se muestran; visible que se deja guiar, invisible que guía. Interrógales! Todos te responderán: Míranos: somos bellos! (...) Esta belleza mudable ¿quién la ha creado, sino la Belleza Inmutable?"6

4 H. U. Von Balthasar, Gloria. La percepción de la forma, Encuentro, Madrid 1985, pp. 22-23 5 Benedicto XVI, Formar en la admiración y deseo de la belleza, Mensaje al Presidente del Pontificio

Consejo de Cultura con ocasión de la XIII Sesión pública de las Academias Pontificias6 San Agustín, Sermón CCXLI

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Además, dentro de la Iglesia la tradición franciscana resalto de un modo enorme

este camino de la creación para alcanzar al Creador, haciendo tomar conciencia a la

Iglesia de su importancia. Esto se observa en el mismo testimonio de San Francisco de

Asis quien “...contemplaba al muy Hermoso en las cosas Hermosas”7 y de los escritos

de San Buenaventura y Dun Scotus Eriugena que le asignan a la creación una dimensión

“sacramental”, es decir, la consideran símbolo de su autor, por llevar en ella las huellas

de sus orígenes.8 Finalmente, podemos tomar la encíclíca Fides et Ratio en donde Juan

Pablo II dice que el fenómeno debe conducirnos al fundamento9, de lo cual se puede

deducir válidamente que la creación y los fenómenos naturales pueden conducirnos

hacia su Autor y Creador.

Por otra parte, el documento señala que la mirada cristiana sobre la belleza de la

creación encuentra su perfección en la noticia maravillosa de su re-cración de la cual se

tratará en la tercera vía. También advierte que actualmente por el desarrollo de las

ciencias se corre el peligro de tener una mirada parcial respecto a la naturaleza,

contemplando solo elementos fragmentarios de la misma y perdiendo la capacidad de

llegar mediante ella a la contemplación de su creador. Otros peligros que advierte el

documento son la falta de conciencia ecológica y la manipulación desmedida de la

naturaleza que traen como consecuencias los catástrofes naturales que se observan en

nuestros días y la idolatrización de la naturaleza que enaltece su importancia en sí

misma sin conducir al creador.

La segunda vía que propone el documento es la de la belleza artística. Respecto

a la belleza artística puede decirse lo mismo de lo que se decía de la belleza en general:

que sucita la emoción interior, que provoca en el silencio, esa salida de sí mismo, donde

la persona se encuentra como transportada fuera del mundo sensible por la intensidad

del sentimiento experimentado. Si bien estos aspectos generales los comparte con el

resto de los caminos, el arte cristiano tiene la singularidad de ser un símbolo, una

realidad que reenvía más allá de ella misma, evocando así lo indecible del misterio de

Dios. Esto se debe a que, de alguna manera, el artista prolonga la revelación al

plasmarla en forma, imagen, color o en sonido; mostrando, de esta forma, que hermoso

es Dios y el bien que Él es para el hombre. Incluso Juan Pablo II compartió su

convicción de que, en cierto sentido, el icono es un sacramento:; por el hecho de que

hace presente el misterio de la encarnación en uno u otro de sus aspectos. Estas dos 7 San Buenaventura, Leyenda Mayor, IX8 Juan Escoto Eriúgena, De divisione naturae 1.3; San Buenaventura, Collationes in Hexaemeron II.27 9 Fides et ratio 83

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notas características que señalamos de la belleza artística, la capacidad de mover el

corazón y de manifestar la revelación y misterio de Dios, hacen del arte cristiano una

pieza fundamental para la evangelización. Esto se pone aún más de manifiesto si

observamos los testimonios de tantos hombres y mujeres de otras épocas que han

experimentado una profunda emoción (hasta llegar a abrir su corazón a Dios) al

contemplar el rostro de Cristo en la cruz como fue el caso de San Francisco de Asis ante

el Crucifijo de San Damián.

Por otro parte, el documento tambien advierte sobre el peligro de juzgar a las

obras unicamente por su aspecto estético-formal, sin interesarse por su contenido,

reduciendo la dimensión espiritual del hombres y encerrándose únicamente en una

emoción sensible. Esto es de suma importancia en la cultura actual, en donde se hace un

real abuso de la imagen, disociándola de la verdad y el bien y usándola como medio de

enriquecimiento, sin importar si ella encamina al hombre hacia su verdadero bien, o si al

contrario, desordena sus afectos. Al respecto de lo que se esta diciendo considero

oportuno citar al santo Juan Pablo II:“En un mundo inundado por la imagen, imagen de todo tipo, violenta, robótica, comercial, imagen que toca o que seduce, ¿Acaso no hay una sed cada vez más grande de la imagen pura, de la imagen santa, de la imagen que suscita compasión, gozo, que eleva el corazón hacia el amor de Dios y que nos sensibiliza a la verdadera belleza, aquella de Dios y de su creación? Es imagen “de arriba”, y esa imagen nos habla del mundo de Dios, que nos transcribe una inspiración que no viene simplemente de los bajos fondos de nuestro subconsciente, de nuestros deseos confundidos o no satisfechos, sino que es recibida “de arriba”, en una escucha y un acoger en lo que Dios dice y regala al hombre”10

En conclusión, el arte religioso no es sólo de sumo interés para la evangelización

por su capacidad de mover el corazón y expresar la revelación y el misterio de Dios;

sino que es de suma necesidad para colmar el mismo deseo que brota del corazón del

hombre contemporaneo, que al verse insatisfecho ante las continuas imágenes efímeras

y superficiales que le brinda la sociedad de consumo, busca una imagen pura que lo

conduzca hacia su verdadero bien, hacia Aquella única persona que podra saciar nuestro

incesante deseo de felicidad.

Por último, el documento señala la vía de la belleza del Hijo, “el más hermoso

de los hijos de los hombres” (Sal 45, 2), la belleza de la santidad y la belleza de la

Liturgia que permite experimentar a Dios. Si bien los 3 puntos constituyen una solo vía,

se desarrollaran por separado para facilitar la explicación. Por otro lado, si bien es la vía

que se presenta al final del documento, ella es la primera en importancia; debido a que:

¿que mejor para sembrar la búsqueda de Dios que Aquel quien hace visible al invisible,

10 Duodecimum Saeculum 24

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que el testimonio dado por aquellos que fueron tocados por su gracia y que el lugar

donde Él mismo vuelve a renovar su sacrificio por nosotros?

El camino hacia la belleza de Cristo: Jesús es la fuente de toda belleza porque

como Verbo de Dios hecho carne, es la manifestación del Padre “El que me ha visto a

mí ha visto al Padre” (Jn 14,9). Además, la belleza singular de Cristo proviene de ser un

modelo de santidad, de una vida verdaderamente hermosa. Esta belleza única de

Jesucristo se manifiesta tanto en el hecho de su transfiguración, como en el de su

crucificción, en donde si bien su cuerpo físico se hallaba desfigurado, aún resplandecía

en su ser la belleza “del amor infinito de Dios que llega hasta revestirse de la fealdad del

pecado para elevarnos a nosotros más alla de los sentidos hacia la belleza divina que

supera toda otra belleza y no se altera jamás (…) Es la hermosura que encuentra su

cumplimiento en el dolor, en el don de sí mismo sin pedir nada a cambio. Es la belleza

del amor que es ás fuerte que el mal y la muerte”11

Reflejo de la belleza de Cristo en la santidad cristiana: la santidad de los

hombres es participación en la santidad de Dios y por ello en su belleza. El mismo

Evangelio nos dice: "Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean

vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mt 5, 16).12

Por eso mismo para ser creibles en nuestro anuncio de la buena noticia, debemos

irradiar con nuestra propia vida y testimonio la belleza de la vida en Cristo; así como la

Virgen María y tantos santos por ser testigos atractivos de la belleza singular de Él,

siguen llamando y motivando a tantos hombres a seguir a Cristo según sus carismas.

Esto se debe a que allí donde irradia la caridad, el compromiso al servicio de la justicia

y de la paz, allí se manifiesta la belleza y bondad de Dios, que por medio de su gracia

nos transforma y nos permite ser instrumentos de su amor. Por lo tanto, esta vía consiste

en tratar de transformar en “hechos de belleza” a todos los gestos de caridad cotidiana y

el conjunto de actividades diarias para testimoniar con ellos la belleza de Cristo que

obra en nuestro interior. Esto mismo lo expresó Ratzinger en su mensaje al presidente

del Pontificio Consejo para la Cultura, con ocasión de la XIII Sesión pública de las

Academias Pontificias, en donde dice: “Nuestra misión diaria debe convertirse en

transparencia elocuente de la belleza del amor de Dios para que llegue de modo eficaz a

nuestros contemporáneos, a menudo distraídos y absorbidos por un clima cultural no

11 Consejo Pontificio para la Cultura, Via Pulchritudinis12 Conviene notar, como bien lo hace Ratzinger en su mensaje al presidente del Consejo Pontificio para

la Cultura, que en el texto griego se habla de kalà erga, es decir, de obras bellas y buenas al mismo tiempo.

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siempre propenso a acoger una belleza en plena armonía con la verdad y la bondad, pero

deseosos y nostálgicos de una belleza auténtica, no superficial y efímera!”. Esto se debe

a que cualquier acontecimiento de belleza, en especial si son aútenticos y van de la

mano con la bondad y la verdad, sos susceptible de sucitar admiración, de provocar la

reflexión y de incitar a la conversión. Igualmente, este segundo punto de la tercera vía

de la belleza depende radicalmente del primer punto, porque como dice claramente

Benedicto XVI: “El Santo es aquel que esta tan fascinado por la belleza de Dios y por

su perfecta verdad que es progresivamente transformado por ello. Por esta belleza y esta

verdad esta dispuesto a renunciar a todo, hasta a sí mismo.”13 De esto se deduce, que

para poder ser realmente testigos de la belleza de Cristo debemos en primer lugar

enamorarnos de Él, dejándonos atraer por su belleza y, así, ser transformados

interiormente y capacitados para amar y obrar santamente por su gracia.

La belleza de la Liturgia: “La belleza del amor de Cristo sale cada día a nuestro

encuentro, no sólo a través del ejemplo de los santos, sino también en la sagrada

liturgia, sobre todo en la celebración de la Eucarstía, en la que el Misterio se hace

presente e ilumina con sentido y belleza toda nuestra existencia”.14 La belleza de la

liturgia, no puede reducirse a mero esteticismo, a una mera belleza formal; sino que es

ante todo, la belleza profunda del misterio de Dios que se hace presente en medio de los

hombres renovando continuamente su sacrificio de amor. Por otra parte, el documento

señala que no debemos olvidar nunca que la liturgia no es un hacer humano, sino una

obra divina; advirtiendo sobre el peligro en que se cae muchas veces de prestar más

atención a los elementos pedagógicos y didacticos a llevar a cabo en la Liturgia para

que todos entiendan el mensaje, que a su sentido real y más profundo que es introducir

todo nuestro ser sobre el misterio del Dios cercano que se hace presente en la Eucaristía.

Oración de San Francisco ante el crucifijo de San Damián

Para comprender en su totalidad el contenido de esta oración del pobrecillo de

Asís es necesario ubicarse en el contexto en la que fue escrita. San Francisco nació en

una familia bien posicionada economicamente, ya que su padre, Pedro de Bernardone,

era comerciante de telas. En su juventud, según datan sus biografías escritas por sus

contemporaneos, vivía una vida bastante licenciosa y su corazón se inquietaba y

13 Benedicto XVI, Homilía del 23 octubre del 2005. 14 Consejo Pontificio para la Cultura, Via Pulchritudinis

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motivaba por la gloria personal: quería ser un reconocido caballero. A fines de 1202,

cuando el tenía unos 21 años, es tomado como prisionero en Perusa tras el intento

fracasado de cumplir sus vanas esperanzas. Allí estuvo un año entero viviendo en una

cripta subterranea en condiciones deplorables. A fines de 1203, cuando fue liberado y

volvió a Asís, se encontraba en un pésimo estado de salud: debilidad fisica, problemas

digestivos y frecuentes ataques de fiebre. El pobrecillo de Asís habia contraido la

malaria (enfermedad viral que fue epidemia en Italia en esa época), de la que recién

pudo reponerse a mediados de 1204. Todas estas situaciones adversas influyeron mucho

sobre Francisco; quien, a pesar de que pudo volver a asistir a fiestas y festivales con sus

amigos, ya no encontraba alegría en todas estas cosas que antes le agradaban y no le

encontraba sentido a nada, vivíendo sin ningún tipo de entusiasmo.

En esta situación y en este contexto15 fue cuando San Francisco se acerco a la

pequeña, vieja y abandonada Iglesia de San Damián, que se encontraba fuera de la

ciudad (a 1,5 km de sus murallas). Había ido para aquel lugar por un deber que le habia

dado su padre, e ingreso en la Iglesia por encontrarse cansado tras caminar horas bajo el

sol. Una vez dentro, se sentó frente al crucifijo,16 que estaba ubicado encima del altar, y

al contemplar al Cristo que este contenía vió como sus labios se movían y le decían:

“Francisco, ¿no ves que mi casa se derrumba? Anda, pues y reparala” TC 13c . En ese

momento él “experimentó tan inefable cambio, que ni él mismo ha acertado a

describirlo”,17 la niebla de su vacío y confusión se disipó, ya tenía una misión: no

volvería a vivir encerrado en sí mismo, en sus necesidades, su pasado, sus placeres, su

dolor, su gloria, sus conquistas; a partir de ese momento sólo se centró en permanecer

atento a la voz que se había dirigido a él, permitir que la conversación prosiguiese.

15 Deliberadamente se decidio no relatar el hecho de la visión de Espoleto (más conocido como sueño de Espoleto), en donde el Señor se le aparece a San Francisco, le pregunta porque sirve al vasallo en vez de al amo y Él le responde, al igual que San Pablo, “Señor ¿Qué quieres que haga?”. Esta omisión se debe a que, si bien esta visión le hace volver a Francisco del viaje para alistarse en un ejército, no aumenta su predisposición para el encuentro con el Señor, ni el vacío existencial que sentía; es decir, se omite este episodio por no es tan significativo en su vida personal y no ayuda a comprender mejor la oración que ahora se pretende explicar.

16 El crucifijo de San Damián es un icono de 2,10 por 1,30 metros, hecho en madera de nogal con colores alegres y vivos. Fue pintado en el siglo XII por un artista desconocido con una marcada influencia sirio-bizantina. La singularidad del crucifijo es que si bien Cristo se encuentra crucificado, el no está representado como el varón de dolores; al contrario, aparece lleno de soberanía, con los ojos abiertos, con los brazos ampliamente extendidos, sin contracciones, y de pie (no pendiente de la cruz). Estos detalles manifiestan a un crucificado ya envuelto en Gloria y Majestad y hacen del Crucifijo de San Damián un icono excepcional, en donde se encuentran íntimamente unidos el viernes santo y el domingo de resurrección. Además, en él figuran los personajes relacionados de algún modo con la crucifixión, al igual que los ángeles de la resurrección y las mujeres ante la tumba vacía. Los apóstoles contemplan al que asciende. Por último, el Crucifijo muestra la puerta del cielo, representado en la parte superior, donde aparece la mano del Padre.

17 Celano, Vida Segunda, Cap. VI

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Precisamente en este momento, para conmemorar este encuentro con Cristo, entre los

años 1205 y 1206, es cuando San Francisco de Asís compuso la breve Oración ante el

crucifijo que dice:

“Altissimo glorioso Dio,

illumina le tenebre de lo core mio

et da me fede dricta,

sperança certa e caritade perfecta,

senno et cognoscemento,signore,

che faça lo tuo santo e verace commandamento”18

(Altisimo y glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi corazón y dame fe recta,

esperanza cierta y caridad perfecta, sentido y conocimiento, Señor, para cumplir tu santo

veraz mandamiento). Esta oración, como puede observarse, manifiesta la situación

personal en la que se encontraba San Francisco; que al experimenetar la presencia de

Cristo, su corazón siente tal debilidad e impotencia frente a su Santidad que pide luz

para discipar sus tinieblas y, a su vez, siente un deseo intenso (tan intenso que no deja

lugar a ninún otro tipo de deseo) de querer entregar su vida entera al Altísimo, por lo

que sólo pide cosas para realizar su voluntad y ya no se encuentra en él deseo de

vanagloria. Esto resulta aún más sorprendente si consideramos que en aquel momento

no tenía aún un gran fervor religioso, es decir, que esto acontece, precisamente, tras un

extraño acontecimiento místico que cambia totalmente el rumbo de su vida.19

18 Es una de las únicas dos oraciones de San Francisco que nos llegaron escritas en su lengua materna (en italiano), por lo que pudo haber sido escrita por él mismo. El resto de las oraciones nos llegaron escritas por un latin defectuoso que posiblemente sea el de algunos de sus frailes a quien se las hacia escribir para que tengan un uso más universal.

19 Igualmente no podemos considerar su conversión únicamente a partir de este acontecimiento, sin tener en cuenta el encuentro con los leprosos. El mismo San Francisco en su testamento adjudica la conversión de su corazón a los leprosos y no al hecho ocurrido en San Damián: “... como estaba en pecados, me parecía muy amargo ver leprosos. Y el Señor mismo me condujo en medio de ellos, y practiqué con ellos la misericordia. Y, al separarme de los mismos, aquello que me parecía amargo, se me tornó en dulzura de alma y cuerpo; y, después de esto, permanecí un poco de tiempo y salí del siglo” Test 2-3. Este “salí del siglo” con que finaliza este fragmento, hace referencia precisamente a su opción por el Evangelio, a el término de su conversión. Sin embargo, conviene notar que dice que el Señor lo condujo en medio de los leprosos; por lo que, igualmente, puede considerarse a lo sucedido en San Damián como el primer paso de su conversión, ya que sin ese toque de la gracia divina, el no hubiese podido abrir su corazón a los más necesitados y rechazados de su tiempo. Esta aclaración que es totalmente innecesaria para profundizar en la oración que es objeto de estudio en el presente trabajo, fue presentada de todos modos por el hecho de señalar la importancia que tienen los otros para el desarrollo de todas nuestras facultades e incluso de nuestra propia salud anímica. Esto es aún más evidente tras las neurosis psicológicas causadas por esta cultura predominantemente individualista. Nunca debemos olvidarnos de nuestros semejantes, del rol de mediador que tiene toda hombre (como imagen de Dios) para llegar al Padre, de la salud anímica que causa ese abrirse y preocuparse por los otros, en vez, de estar ensimismados egoistamente en nosotros mismos, en fin, del poder transformante del encuentro cara a cara con las personas (principalmente necesitadas) que convierte lo amargo en dulce, en alegría lo que antes era dolor, en ganancia lo que antes le parecía

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Una vez analizado el contexto en el que fue escrita, es lícito (para una correcta

interpretación) proseguir explicando su contenido. Lo primero que se debe destacar es

que al analizar las oraciones de San Francisco se puede ver con claridad que esta se

distingue notablemente del resto, principalmente, por el lugar predominante que ocupa

en ella la petición, mientras que el resto la actitud más que de suplicante, es de alabanza.

Esto se explica facilmente por su biografía, ya que al escribirla se encontraba perdido,

en un momento de profunda oscuridad y vacío, y al vislumbrar la luz de nuestro Señor,

lo primero que hace es pedirle que disipe su oscuridad y le de lo que necesita para

realizar su voluntad, cosa que efectivamente le otorga nuestro buen Dios dándole el

valor para salir al encuentro de los leprosos quienes lo tranforman de tal forma que se le

vuelve dulce lo amargo. Es evidente que la oración se vincula con su proceso de

conversión, en donde el descubre a Dios que es Sumo Bien y quiere aprender a vivir

según su designio, es decir, se siente tan interpelado por el Crucificado que no pudo

hacer otra cosa sino responderle con la misma sinceridad y profundidad, formulándole

su súplica. En conclusión, la oración ante el crucifijo es una oración de súplica, unica

oración de este estilo entre las que se conservan de este Santo.

En cuanto al contenido interno de la oración, se observa que ella consta de dos

invocaciones y dos peticiones. La primera invocación está ampliada con dos adjetivos,

con los que Francisco reconoce que Dios es alto y glorioso. Francisco se encontraba en

circunstancias personales y familiares adversas y, sin embargo, no comienza su oración

mirándose a sí mismo, sino que primero contempla al Altísimo y Glorioso. Como dice

Leonhard Lehmann: “¿Cuántas veces estamos pendientes de discordias y discrepancias, de problemas y trabajos por resolver? Cuando eso nos ocurre, nos arrastramos penosamente, sin ver salida alguna. Somos incapaces de mirar adelante, nos quedamos fijos el punto donde estamos. En ese caso puede sernos de gran ayuda el levantar la mirada y orar pausadamente: Altísimo. Quien así ora, reconoce: hay alguien más grande que yo; yo soy el más pequeño, el hermano menor, la hermana menor. Quiero volverme hacia el más Grande, establecerme en Él.”20

Le sigue la primera petición, en la que Francisco al encontrarse en tinieblas y al

reconocer la luz de Dios, le pide que lo ilumine; dándole fe recta, esperanza cierta y

caridad perfecta, sentido y conocimiento. Ante la luz de Dios y ante la entrega total del

crucificado el hombre sólo puede exhibir su propia oscuridad y debilidad. Por eso, a la

invocación le sigue, perfectamente, la súplica; a la contemplación del sacrificio de

Cristo, la petición para tener la misma fuerza de Él de entregarnos enteramente. Entre

una pérdida.20 Leonhard Lehmann, “La oración de San Francisco ante el crucifijo de San Damián”, Enciclopedia

Franciscana, [en línea] http://www.franciscanos.org/enciclopedia/lehmann.html

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las súplicas encontramos primero la de iluminar el corazón, que, como ya hemos

señalado, el corazón hace referencia al centro de la persona por lo que Francisco se

implica todo entero para Dios. Luego pide las 3 virtudes teologales. En la fe, el ser

humano se entrega, como Abraham, al otro. En la época de Francisco habia varias

corrientes heréticas por lo que Francisco pide luz para optar por la fe verdadera y

mantenerse fiel a ella. Esta petición por una fe auténtica es de suma actualidad en

nuestros días por el pluralismo cultural al que nos encontramos expuestos y por la

búsqueda de una religiosidad desvinculada de la verdad. Por otra parte, también

corremos el riesgo contrario, de encerrarnos mucho en nuestras propias convicciones,

considerando como verdades indiscutibles nuestras propias opiniones. Como dice

Leonhard Lehmann: “La petición dame fe recta puede preservarnos tanto de la excesiva

seguridad en nosotros mismos, como de ese estar a merced de la última opinión del

momento”. 21

En la esperanza, se mira más allá de uno mismo a aquel deseo que no defrauda.

Francisco corrió tras las ilusorias apariencias del bien: ostentosidad, riqueza, vanagloria.

Ahora, al encontrarse con Cristo, pide esperanza cierta, una esperanza segura, que no

defraude, que una vez alcanzada no produzca hastío o insatisfacción, que se mantenga

firme, en fin, una esperanza que se encuentre sustentada en el Señor, en lo

auténticamente bueno. También en la actualidad se observa la necesidad que

experimentamos de esta gran virtud: tanto por tadas las veces que nos desilusionamos

por mirar los bienes aparentes y terrenos, en vez del trascendente; y también por las

veces que perdemos la esperanza en nuestro Dios, que venció el mal y la muerte, por el

predominio colectivo en nuestra sociedad de desórdenes morales, el relativismo ético, el

ateismo o agnosticismo, etc.

Por último, en la caridad, se entrega el ser de uno y se da en una respuesta

personal al tú. Frente al crucificado y su entrega de amor por nosotros, Francisco siente

en su interior un deseo interior de imitarlo: de entregarse por entero hacia el servicio de

los demás. Para ello, necesita la caridad que le oriente de una forma nueva hacia el

prójimo, por lo que la pide en su plenitud (“caridad perfecta”). Nosotros también

debemos aprender de Francisco a pedirse al Señor que nos de caridad, en definitiva

nuestro vida se define por lo que amamos (“ama y has lo que quieras”22). Por lo tanto,

¿Como puede faltar en nuestra oración esta petición humilde hacia nuestro Dios para 21 Leonhard Lehmann, “La oración de San Francisco ante el crucifijo de San Damián”, Enciclopedia

Franciscana, [en línea] http://www.franciscanos.org/enciclopedia/lehmann.html 22 San Agustín, Homilía VII, párrafo 8

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que nos enseñe a amar con la plenitud con la que ama Él? Esta importancia se vuelve

aún más fácil de advertir si atendemos a lo que Dios obro despues en la vida de

Francisco: en su servicio humilde a los leprosos y a la fraternidad y en su amor

universal que incluye incluso a los seres inanimados.

Luego de pedirle las virtudes teologales, la oración prosigue pidiéndole sentido y

conocimiento ("sensum et cognitionem"), cosas conciernientes más bien a sus

capacidades y fuerzas anímicas. Sensus es una palabra italiana que hace referencia a los

sentidos y a la sensibilidad. Por eso, la oración puede entenderse de dos formas:

Podría ser que le de una sensibilidad recta, es decir, un afecto purificado, para

desear con las propias inclinaciones naturales lo que es verdaderamente bueno.

O podría referirse a que le de sensibilidad para captar su voluntad, en el sentido

de experimentar de forma tangiblemente qué es lo que Dios quiere de Él.

Por otra parte, Cognitio significa la capacidad de reconocer y comprender, es

decir, significa entendimiento y comprensión. Sin lugar a duda Francisco no le pide

conocimiento en el sentido meramente intelectual o memorístico, su intención no era ser

un erudito ni resaltar delante de los hombres por su sabiduría. Lo que pide realmente

Francisco es el poder reconocer el camino recto, comprender los planes de Dios y el

saber cuales son los medios adecuados para llevarlos a la práctica. Así pues, con las

palabras sentido y conocimiento se alude al hombre en su totalidad, abarcando tanto la

esfera corporal y afectiva como la espiritual y anímica. Pero enseguida sale a nuestro

encuentro las debilidades humanas, que nos hacen incapaces para esta entrega total del

hombre; por eso mismo, a continuación, Francisco hace una segunda invocación: Señor.

Esta segunda aclamación es más corta que la primera, sin embargo, en ella Francisco

reconoce la pobreza del ser humano y su dependencia de Dios. Por último, se encuentra

la frase conclusiva: para que cumpla tu santo y verdadero mandamiento. En ella se pone

de manifiesto que Francisco no pide nada para sí mismo: toda su petición tiene como

objetivo hacer que su proyecto de vida pueda ajustarse al mandamiento de Dios.

Francisco se desprenderá tanto de sí mismo que, hacia el final de su vida, el Crucificado

imprimirá su propia imagen en el cuerpo del Pobrecillo mediante la estigmatización.

De lo expuesto detalladamente sobre el contenido de la oración se puede

concluir que ella reconoce el señoria y alteza de Dios, la debilidad y dependencia de su

Creador por parte del hombre y que todo lo que quería San Francisco (y lo único

verdaderamente importante en la vida) es poder realizar la voluntad del Padre, ser

capaces de cumplir su santo y verdadero mandamiento, por lo que le pide: fe,

Page 13: Oración ante el Crucifijo de San Damián de San Francisco de Asís

esperanza, caridad, sentido y conocimiento. Me parece importante remarcar el hecho de

que la oración empieza invocando a Dios y continúa con peticiones que sólo tienen

como propósito el cumplir el santo mandamiento de Dios; es decir, que San Francisco se

encuentra en un estado de total apertura, con un corazón abierto que sólo quiere dar, sin

ensimismarse en sí mismo, sin aislarse, sin pensar en sus propios intereses.23

Encuentro parroquial de oración

Este encuentro de oración esta dirigido para un grupo parroquial (pensado más

bien para jóvenes) y para realizar en el tiempo litúrgico de Cuaresma. Esto último se

debe a que, al ser una oración que fue escrita en el tiempo de conversión de San

Francisco y al manifestar un deseo fervoroso por entregarse totalmente al Padre, es muy

apropiada para este tiempo de cambio (a lo que lleva la penitencia), renovación y

conversión. Como en toda oración es muy importante ambientar el lugar, considerando

que sea un lugar tranquilo (donde haya la menor cantidad de distracciones posibles),

apagar las luces, encender varias velas(junto a la vasija para realiar el gesto), en lo

posibe poner alguna imagen y la Biblia. Continuar poniendose en presencia de Dios y

cantando una canción (recomiendo en mi Getsemaní de Meana por su contenido que

esta estrechamente relacionado con la oración) para entrar en clima. Una vez terminada

la canción se lee pausadamente la exhortación que hizo el Papa para la Cuaresma en su

carta del año pasado:

“La Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de

qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza.” 24

Se invita a reflexionar sobre las cosas que queremos cambiar, sobre nuestra comodidad

(que nos impide salir de nosotros mismos), sobre las cualidades de nuestro carácter que

no edifican, sobre nuestra falta de atención a las cosas que necesitan las personas de

23 Resalto este hecho porque el actual Papa, Francisco, insiste mucho en la apertura al mundo que nos rodea (en especial el encuentro personal con el resto de los hombres y con Cristo) como camino para hallar la verdadera alegría. Como un ejemplo de esta insistencia del Sumo Pontífice se citará un fragmento de Evangelii Gaudium, 2: “El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien.”

24 Francisco I, Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2014: Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza, [en línea], http://w2.vatican.va/content/francesco/es/messages/lent/documents/papa-francesco_20131226_messaggio-quaresima2014.html

Page 14: Oración ante el Crucifijo de San Damián de San Francisco de Asís

nuetro alrededor, etc; y todo el bien que podríamos hacer a los demás, la felicidad que

podríamos irradiar si sabemos transformar esas actitudes. Luego de un momento de

silencio se pide que escriban esas cosas a cambiar en un papel y se deja otro tiempo de

silencio para que sigan pensando y escribiendo.

Se prosigue señalando que muchas veces frente a estas debilidades que tenemos nos

sentimos impotentes, que a pesar que queremos hacer el bien es el mal el que nos sale al

encuentro. Por lo que se los invita a rezar la Oración ante al Crucifijo de San Damián de

San Francisco contándoles que la misma precisamente se caracteriza por redactarse en

un momento en el que él se encontraba sumergido en una gran debilidad moral que

cambia totalmente a partir del encuentro con Dios que tuvo lugar en aquella Iglesia y,

también, por el espiritu de total entrega del Pobrecillo que la única voluntad que

manifiesta en la misma es cumplir los mandamientos del Padre. Se reparte una hoja a

varios de los chicos con un fragmento de la oración junto a un comentario o gesto para

que la vayan leyendo, pausadamente y según el orden que corresponde. Estas hojas

contienen lo siguiente:

1. Altísimo y Glorioso Dios. Francisco se encontraba en circunstancias personales y

familiares adversas y, sin embargo, no comienza su oración mirándose a sí

mismo, sino que primero contempla al Altísimo y Glorioso. “¿Cuántas veces

estamos pendientes de discordias y discrepancias, de problemas y trabajos por

resolver? Cuando eso nos ocurre, nos arrastramos penosamente, sin ver salida

alguna. Somos incapaces de mirar adelante, nos quedamos fijos el punto donde

estamos. En ese caso puede sernos de gran ayuda el levantar la mirada y orar

pausadamente: Altísimo. Quien así ora, reconoce: hay alguien más grande que

yo; yo soy el más pequeño, el hermano menor, la hermana menor. Quiero

volverme hacia el más Grande, establecerme en Él.

2. Ilumina las tinieblas de mi corazón. Para ese fragmento se los invita a tirar en

una vasija con fuego el papelito que contiene nuestras debilidades: símbolo que

el desprendersnos de aquellas cosas que no edifican se transforma en luz tanto

por el bien que nos hace a nosotros mismos como a los demás. También el que

quiera puede, a la vez que tira el papelita, dirigirle una oración a nuestro Padre

bueno entregandole alguna situación concreta que este viviendo de fragilidad,

angustia, tristeza, alguna preocupacion que lo inqieta y no lo deja tranquilo u

otra cosa que quiera pedirle a Dios para que ilumine esa situación.

Page 15: Oración ante el Crucifijo de San Damián de San Francisco de Asís

3. Y dame fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta, Sentido y conocimiento,

Señor, para cumplir Tu Santo y Verdadero mandamiento. Dejar de lado nuestros

propios intereses y las cosas que nos gustan sin duda lleva consigo un sacrificio,

lo que no llegamos a percivir con claridad es que a la larga llevan a una mayor

satisfacción. Esto lo expreso varias veces nuestro Señor: “Quien quiera salvar su

vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí la encontrará” (Mt 16, 25) y

“¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?” (Mt

16, 26). Esto se debe a que cuando la vida interior se clausura en los propios

intereses nuestras tantas preocupaciones nos ahogan en una tristeza

individualista, en donde ya no hay espacio para los demás, ya no se escucha la

voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el

entusiasmo por hacer el bien.25 También Francisco dejó su testimonio de como lo

que parece una perdida termina siendo una ganancia, de cómo lo que a simple

vista nos parece que va a ser doloroso y amargo termina siendo más placentero y

dulce: “... como estaba en pecados, me parecía muy amargo ver leprosos. Y el

Señor mismo me condujo en medio de ellos, y practiqué con ellos la

misericordia. Y, al separarme de los mismos, aquello que me parecía amargo, se

me tornó en dulzura de alma y cuerpo” Test 2-3.

Ahora, con esta confianza de que nuestro Padre nos ama y que si nos pide cosas

es porque sabe que es lo mejor para nosotros, rezamon sin interrupción la oración

completa con el corazón, sabiendo nosotros mismos, como San Francisco, que en esta

vida no hay nada mejor para alcanzar aquella felicidad que tanto anhelamos que

entregarnos con todo nuestro ser a realizar lo que Dios quiere de nosotros.

Altísimo y Glorioso Dios

Ilumina las tinieblas de mi corazón

Y dame fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta,

Sentido y conocimiento, Señor,

Para cumplir Tu Santo y Verdadero mandamiento

25 Evangelii Gaudium 2

Page 16: Oración ante el Crucifijo de San Damián de San Francisco de Asís

Bibliografía

Benedicto XVI, Formar en la admiración y deseo de la belleza, Mensaje al Presidente

del Pontificio Consejo de Cultura con ocasión de la XIII Sesión pública de las

Academias Pontificias

Consejo Pontificio para la Cultura, Via Pulchritudinis [en línea]

http://www.cultura.va/content/cultura/es/archivio/documenti/ViaPulchritudinis.html

Francisco I, Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2014: Se hizo pobre

para enriquecernos con su pobreza, [en línea],

http://w2.vatican.va/content/francesco/es/messages/lent/documents/papa-

francesco_20131226_messaggio-quaresima2014.html

Guerra, José Antonio, San Francisco de Asís: Escritos, Biografías, Documentos de la

época, B.A.C, Madrid, 1998

H. U. Von Balthasar, Gloria. La percepción de la forma, Encuentro, Madrid 1985, pp.

22-23

Leonhard Lehmann, “La oración de San Francisco ante el crucifijo de San Damián”,

Enciclopedia Franciscana, [en línea]

http://www.franciscanos.org/enciclopedia/lehmann.html

Spoto, Donald, Francisco de Asís: el santo que quiso ser hombre, Byblos, Barcelona,

2007.