Pedro Cardim Religion Conflictos

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    Religin y conflictos blicos en la Amrica Portuguesa

    (Siglos XVI-XVIII)

    Pedro CardimUniversidade Nova de Lisboa

    Como es sabido, la proyeccin de las dos monarquas ibricas fuera de Europa

    tuvo una marcada dimensin religiosa. Factor de motivacin expansionista y decohesin entre las gentes del Viejo Mundo y las nuevas sociedades ultramarinas, el

    catolicismo desempe un papel decisivo en los conflictos blicos que tuvieron lugar en

    la colonizacin de Amrica. En las pginas que siguen examinaremos la presencia del

    elemento religioso en las diversas guerras que tuvieron lugar durante la colonizacin

    portuguesa de Amrica e incidiremos, aunque forzosamente de manera sucinta, en los

    comienzos del asentamiento portugus.

    ***

    En el proceso de construccin de la Amrica portuguesa, la religin catlica

    empez siendo y fue durante mucho tiempo una fuerza de movilizacin. El

    catolicismo impuls la conquista, la colonizacin y la guerra contra todos aquellos que

    se oponan al esfuerzo llevado a cabo por los portugueses, ya fuesen indgenas,

    africanos, franceses u holandeses. Este papel central del catolicismo se remonta, al

    menos, a finales del siglo XV, cuando la Corona portuguesa enfatiz su carcter

    catlico. Esa opcin no slo la llev a adoptar una poltica de homogeneidad religiosa1,

    sino tambin a adherirse a un proyecto de expansin en nombre de la difusin de la fe.

    Imitando a su homloga castellano-aragonesa, la Corona lusa asumi el proyecto de

    dominio universal y lo cierto es que a partir del tratado de Alcovas las dos

    monarquas ibricas se repartieron los mundos ultramarinos y, cada una por su parte,

    manipularon la ideologa y la escatologa de la universalidad imperial o de la

    catolicidad. Ms all de haber animado, justificado y legitimado la expansin universal,

    este elemento catlico otorg a los protagonistas del proceso de expansin martima un

    * Traduccin de Ana Isabel Lpez-Salazar Codes.1Federico Palomo,A Contra -Reforma em Portugal, 1540-1700, Lisboa, Livros Horizonte, 2006.

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    sentimiento de excelencia religiosa y de superioridad moral. Como seal con acierto

    Antonio Feros, todo ese nfasis concedido a la religin llev a adoptar una visin

    puritana de la poltica, en la que se asumi como elemento fundamental la defensa del

    catolicismo2.

    Comn a portugueses y espaoles, este sentimiento de superioridad es

    perceptible en diversos momentos de la colonizacin de las tierras ultramarinas y se

    plasm en la confianza en la supremaca de la cultura y de la religin llevada por los

    ibricos y, tambin, en el desprecio ms o menos generalizado por las culturas y

    religiones extraeuropeas. La introduccin de Portugal en la Monarqua de Felipe II en

    1581 subray, an ms, el carcter poltico-religioso de la expansin ultramarina. En

    realidad, al incorporar la Corona portuguesa y sus territorios ultramarinos3, la

    Monarqua de Felipe II vio cmo sus dominios se aumentaban enormemente, lo que

    contribuy a incrementar el entusiasmo milenarista y providencialista 4. La religin

    demostr que era un poderoso elemento de identificacin y de vinculacin entre los

    pueblos que vivan en los numerosos dominios de los Austrias5. Como seal John H.

    Elliott, es cierto que con el progreso de la experiencia americana, muchas de estas

    convicciones se volvieron ms tenues. Pero, an as, durante mucho tiempo pervivieron

    proyectos como, por ejemplo, el de las reducciones jesuitas que combinaban

    elementos providencialistas con utopas divinas6.

    ***

    Desde el punto de vista portugus, el catolicismo fue tambin determinante

    como elemento de legitimacin de la guerra contra los indgenas. En efecto, la

    conquista de Amrica implic, desde el principio, un programa de conversin religiosa

    2 Antonio Feros, Por Dios, por la Patria y el Rey: el mundo poltico en tiempos de Cervantes, enAntonio Feros y Juan Gelabert (dirs),Espaa en tiempos d el Quijote, Madrid, Taurus, 2004, p. 90.3Maria da Graa Ventura (coord), A Unio Ibrica e o mundo Atlntico. Segundas Jornadas de HistriaIbero-Americana , Lisboa, Colibri, 1997.4Serge Gruzinski, A Amrica espanhola vista a partir do Brasil portugus , en VV. AA, CongressoLuso-Brasileiro Portugal-Brasil: Memrias e Imaginrios , Lisboa, GTME, 2000, vol. I, pp. 232-244, yGuida Marques, Linvention du Brsil entre deux monarchies. LAmrique Portugaise et lUnionIbrique (1580-1640): un tat de la question,Anais de Histria de Alm-Mar, 6 (2005), pp. 109-138.5Cfr. Xavier Gil Pujol: Un rey, una fe, muchas naciones. Patria y nacin en la Espaa de los siglos XVIy XVII, en Bernardo Garca y Antonio lvarez-Ossorio (orgs), La Monarqua de las Naciones. Patria,nacin y naturaleza en la Monarqua de Espaa , Madrid, Fundacin Carlos de Amberes y Universidad

    Autnoma de Madrid, 2004, pp. 39 -76.6John H. Elliott,Imperios del Mundo Atlntico. Espaa y Gran Bretaa en Amrica, 1492-1830, Madrid,Taurus Historia, 2006, p. 284.

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    y de civilizacin de acuerdo con los patrones de la Europa occidental7. Pronto corri

    el rumor de que los americanos nunca haban odo el Evangelio, lo que haca de su

    conversin un asunto prioritario. Las autoridades portuguesas, as como las espaolas,

    sintieron que formaban parte de una misin mesinica universal y, en este contexto,

    tanto la Corona como las instituciones eclesisticas, especialmente las rdenes

    religiosas, desempearon un papel decisivo.

    El resultado fue la conquista espiritual, es decir, el desarrollo de un formidable

    esfuerzo de conversin. Al mismo tiempo que pretenda difundir la fe catlica, supuso

    un gran empeo para comprender la historia y las costumbres de los pueblos que se

    intentaban convertir para optimizar esta tarea. Debemos tener en cuenta que el programa

    religioso implicaba un proyecto de lusitanizacin, puesto que cristianismo y civilidad

    tenan muchos puntos en comn8.

    En algunos lugares de Amrica los indios se adaptaron con una rapidez

    sorprendente a la cultura de los conquistadores. Asimilaron muchas conocimientos y

    seas culturales y llegaron incluso a darse casos de adhesin entusiasta a la religin

    cristiana. Pero, por supuesto, los colonizadores respondieron a menudo con desprecio y

    desdn hacia los indios y su cultura. Adems, hubo tambin muchas reacciones de

    escepticismo acerca de la capacidad de los indgenas para convertirse de forma sincera y

    profunda.

    Una cosa es segura: tanto las autoridades religiosas como las seculares

    consideraron como una obligacin la difusin del catolicismo. En trminos doctrinales,

    se entendi que la guerra contra quienes obstaculizaban la expansin del catolicismo no

    slo era justa sino tambin necesaria. Por ello, de una forma u otra, la violencia contra

    las poblaciones indgenas que en Brasil fue endmica debido a que se trataba de un

    territorio poco pacificado e integrado y, precisamente por ello, en estado de guerra ms

    o menos permanente fue casi siempre aprobada por las autoridades, que considerabanjustas estas agresiones porque se dirigan contra quienes que rechazaban la religin

    catlica.

    7Jos Adriano de Carvalho, La prima evangelizzazione del Brasile (1500-1550): gli anni del silenzio,en Lucciano Vaccaro (org), LEuropa e levangelizzazione del Nuovo Modo, Miln, Centro Ambrosiano,1995, pp. 213-232.8Entre la abundante bibliografa al respecto, vid. Dauril Alden, The Making of an Enterprise. The Society

    of Jesus in Portugal, its Empire and Beyond, 1540-1750 , Stanford, Stanford University Press, 1996. Algosemejante sucedi en la Amrica espaola, como seala John H. Elliott en Imperios del Mundo Atlntico.Espaa y Gran Bretaa en Amrica, 1492-1830, Madrid, Taurus Historia, 2006, pp. 122 y ss.

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    Evidentemente, para esa guerra presentada como justa, hubo que movilizar a

    las personas tanto a travs de la instruccin religiosa sobre todo mediante la catequesis

    y los sermones9, ya que hasta el siglo XIX no hubo ninguna universidad en Brasil

    cuanto por medio de la difusin de figuras protectoras y aglutinadoras. Tambin fue

    frecuente en el mbito de la Amrica portuguesa la invocacin de lo sobrenatural y de

    su influencia en el resultado de la guerra, as como la satanizacin de los indgenas. En

    efecto, el discurso de justificacin de la violencia contra los indgenas inclua casi

    siempre referencias a su brutalidad. Se procuraba demostrar su crueldad para, de ese

    modo, legitimar la agresin o respaldar su empleo en trabajos forzados. Entre algunos

    de los rasgos negativos que se atribuan habitualmente a los indgenas se encuentran la

    oscuridad de su lengua, equiparada con frecuencia a una lengua de brbaros, su

    excesiva docilidad, la facilidad engaosa con que se adheran a la doctrina cristiana o,

    incluso, la mala cualidad de las gentes (sola calificarse a los indgenas de brutos,

    ingratos, inconstantes y contrarios al trabajo).

    Desde la segunda mitad del siglo XVI, la Inquisicin tambin intervino en la

    represin en nombre de la fe10. Es cierto que, a diferencia de lo que ocurri en la

    Amrica espaola, en Brasil no hubo ninguna sede de tribunal inquisitorial. Y, si bien

    en la Amrica espaola la Inquisicin contaba con recursos exiguos para la enorme

    extensin del espacio que estaba bajo su vigilancia, en Brasil esas dificultades eran an

    mayores debido al carcter poco integrado del territorio.

    Sea como fuere, conviene tener presente que, en muchas ocasiones, la definicin

    eminentemente religiosa y moral de la guerra justa termin por actuar a favor de los

    indgenas, pues llev a condenar la violencia que ejercan sobre ellos los habitantes de

    la Amrica portuguesa. Fue el caso de los pobladores de los Campos de Piratininga,

    donde la futura So Paulo se convertira, con el tiempo, en uno de los principales

    centros generadores del trfico de indgenas11

    . Los jesuitas y la Corona se esforzaron enimpedir esa prctica, no slo en So Paulo, sino tambin en diferentes puntos de

    9 Alcir Pcora, Teatro do Sacramento. A unidade teolgico-retrico-poltica dos sermes de AntnioVieira, So Paulo, Universidade, 1994; Thomas Cohen, The fire of tongues. Antnio Vieira and themissionary church in Brazil and Portugal, Stanford, Stanford University Press, 1998.10Adems de los fundamentales trabajos de Anita Novisnky, debemos sealar de Ronaldo Vainfas (org),Confisses da Bahia, So Paulo, Companhia das Letras, 1997; Bruto Feitler, Inquisition, Juifs etNouveaux-Chrtiens au Brsil. Le Nordeste XVIIe et XVIIIe sicles, Lovaina, Presses Universitaires deLouvain, 2003; Daniela Calainho, Agentes da f. Familiares da Inquisio portuguesa no Brasil colonial,Bauru, Edusc, 2006, y el reciente libro de Ronaldo Vainfas, Bruno Feitler y Lana Lage (orgs) :Inquisio

    em Xeque : Temas, Controvrsias, Estudos de Caso , Rio de Janeiro, EDUERJ, 2007.11John Manuel Monteiro,Negros da terra: ndios e bandeirantes nas origens de So Paulo, So Paulo,Companhia das Letras, 1994.

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    Brasil12. Sin embargo, los resultados fueron limitados pues, como es sabido, a pesar de

    todas las prohibiciones, siguieron producindose casos de violencia contra los nativos

    durante los siglos XVII y XVIII. Durante la llamada guerra de los brbaros el ciclo

    de combates intermitentes (entre 1651 y 1704) que diezm los pueblos indgenas de la

    regin comprendida entre el interior de Baha hasta Maranho hubo momentos en que

    la Corona tuvo incluso que intervenir para frenar la violencia ejercida por sus

    soldados13. Ms tarde, en pleno siglo XVIII, la regin de Minas fue escenario de luchas

    constantes entre los nativos y los pobladores de ese territorio, que invocaban la auto-

    defensa contra los ataques indgenas para justificar sus agresiones. Por otra parte,

    aunque se tratase de una prctica residual, pervivi la captura de indios. Maria Lenida

    Chaves Resende identific noventa y tres expediciones de captura de indgenas durante

    el siglo XVIII, setenta y tres de las cuales tuvieron lugar a partir de la dcada de 1760 14.

    ***

    En el contexto colonial, la religin desempe tambin un relevante papel a la

    hora de dotar de sentido a la ruptura histrica que tuvo lugar con la llegada de los

    europeos. Conviene tener presente que los indios desarrollaron sus propias

    percepciones sobre ese acontecimiento. Desde el principio, los habitantes de Amrica

    demostraron su capacidad para reaccionar de forma creativa a la llegada de los europeos

    e incorporarlos rpidamente a su universo mental. Como seal, entre otros, Neil L.

    Whitehead15, los tupguaranes llamaban a los europeos caraiba o mai, unos

    trminos que hacan referencia a un estatus semidivino y que implicaban la creencia

    subyacente de que los europeos tenan un origen extra-terrenal. As, los europeos y, ms

    tarde, tambin los africanos fueron integrados en la fuerte tradicin mesinica de los

    tup guaranes que, a veces, llegaron a atribuir un carcter carismtico a ciertas figuras

    lusitanas.

    Los pueblos indgenas demostraron que posean una perfecta capacidad parareformular sus mitos y sus concepciones del mundo y para construir, aunque fuere de

    forma potica, una percepcin compartida del pasado histrico. Por violento que fuese

    el contacto con los europeos, hay siempre una reaccin creativa por parte de los

    12Charlotte de CastelnauL Estoile,Les Ouvriers dune Vigne Strile. Les jsuites et la conversion desIndiens au Brsil. 1580-1620, Pars Lisboa, Centre Culturel Calouste GulbenkianCNCDP, 2000.13Pedro Puntoni, A Guerra dos Brbaros. Povos indgenas e a colonizao do serto norte do Brasil,1650-1720, So Paulo, Hucitec/Edusp, 2002.14 Maria Lenida Chaves Resende, Devassa da vida privada dos ndios coloniais nas vilas de El-Rei,

    Estudos Ibero-Americanos, PUCRS, vol. 30, n. 2 (diciembre de 2004), pp. 49-69.15 Neil L. Whitehead, Native American Cultures along the Atlantic Littoral of South America, 1499-1650,Proceedings of the British Academy, 81 (1993), pp. 197-231.

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    indios, recuerda Regina Celestino de Almeida16. En sus trabajos, esta investigadora ha

    llamado la atencin sobre un caso ilustrativo de resistencia indgena en el Brasil de los

    siglos XVI y XVII: la santidad de Jaguaripe, es decir, el mito de la tierra sin mal

    predicado por los adeptos de esa santidad y ejemplo de rebelda contra la catequesis17.

    Este mito tuvo un fuerte impacto y llev a muchos indios a huir de las zonas

    colonizadas por los portugueses18. Y, con el paso del tiempo, el mito fue reelaborado y

    se transform en un movimiento anticristiano que publicaba los males ocasionados por

    la colonizacin y que, incluso, predeca la victoria de los indios sobre los blancos. En el

    fondo, el mito de la tierra sin mal era una forma de mesianismo tupguaran 19.

    Los indios tambin fueron capaces de apropiarse, hasta cierto punto, de los

    valores y recursos simblicos transmitidos por el colonizador. Por ejemplo, si

    participaban en la defensa de los territorios ocupados por la Corona portuguesa, podan

    presentarse ms tarde como miembros partcipes de ese conjunto poltico y reivindicar

    algn tipo de contrapartida. Como seala Regina Celestino de Almeida, sus historias se

    entrelazaban con las de los colonizadores y en sus relatos se situaban en la posicin de

    vencedores, aliados de los poderosos portugueses con los que compartan las honras y

    glorias de las conquistas militares20. Entre los diversos casos ilustrativos de lo que

    acabamos de sealar destaca la participacin indgena y especialmente los grandes

    hechos de Araribia en la lucha contra los franceses en la baha de Guanabara y en la

    defensa de la ciudad de Ro de Janeiro en mediados del siglo XVI. Regina Celestino de

    Almeida concluye que estos indgenas que lucharon junto a los lusos contra los

    franceses mezclaban sus historias con la de los primeros [los portugueses] y se

    integraban en ellas, no como derrotados, sino como hroes victoriosos que trabajaban

    codo con codo con los sacerdotes y las autoridades21.

    Otra de las formas de resistencia al orden colonial fue el regreso a las antiguas

    creencias religiosas y, claro est, el rechazo al cristianismo, as como la permanencia de

    16Regina Celestino de Almeida, Os ndios Aldeados: histrias e identidades em construo, Tempo.Revista da Universidade Federal Fluminense, n. 12 (2001), pp. 65 y ss.17 Alida Metcalf, Millenarian Slaves? The Santidade de Jaguaripe and Slave Resistance in theAmericas, The American Historical Review, 104:5 (1999), pp. 531-559.18 Ronaldo Vainfas, en A heresia dos ndios. Catolicismo e rebeldia no Brasil colonial, So Paulo,Companhia das Letras, 1995, estudi este caso y demostr que su cabecilla, Antonio, haba sido discpulode los jesuitas .19 Hlne Clastres, The Land-without-Evil: Tup-Guaran prophetism, Urbana, University of IllinoisPress, 1995. Eduardo Viveiros de Castro, From the enemys point of view: humanity and divinity in an

    Amazonian society , Chicago, University of Chicago Press, 1992.20Regina Celestino de Almeida, Os ndios Aldeados... , 2001, pp. 67-68.21Regina Celestino de Almeida, Os ndios Aldeados... , 2001, p. 68.

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    los antiguos cultos bajo una apariencia cristiana 22. Juan Carlos Garavaglia y Juan

    Marchena sealan que los misioneros interpretaron habitualmente esta prctica como la

    negacin de su derecho a predicar, lo que les permiti justificar de manera ms fcil

    eventuales acciones violentas como, por ejemplo, las campaas de extirpacin de

    idolatras 23. Adems, como sabemos, la Amrica del perodo colonial fue un terreno

    abonado para la proliferacin de sincretismos religiosos y para el desarrollo de la idea

    de que el mundo se gobernaba por fuerzas sobrenaturales. Tal idea puede estar

    relacionada con el hecho de que esas comunidades se sentan acosadas por un ambiente

    hostil24.

    La resistencia armada tambin existi en casi todas las fronteras, si bien

    debemos tener presente que en Amrica y especialmente en la Amrica portuguesa la

    frontera se encontraba por todas partes. Las fronteras fueron escenario de una guerra

    continua hasta bien entrado el siglo XVIII. En muchas ocasiones se trataba de una lucha

    alentada por convicciones religiosas. Fue el caso de la resistencia ejercida por los

    quilombos, comunidades integradas por negros, mulatos, indios e, incluso, por

    algunos blancos, soldados desertores o excluidos por las autoridades coloniales25.

    Especialmente numerosas en Pernambuco y en Alagoas, estas comunidades llegaron a

    alcanzar varios miles de personas en la segunda mitad del siglo XVII, debido en parte a

    que las guerras entre portugueses y holandeses provocaron que los esclavos tuviesen

    mayores oportunidades de huir26. Los quilombos terminaron siendo un terreno abonado

    para el desarrollo de formas complejas de vida religiosa e, incluso, hay noticias de que

    existieron santuarios y cultos sincrticos en algunos de ellos27.

    22 Ronaldo Vainfas, Trpico dos Pecados. Moral, Sexualidade e Inquisio no Brasil, Ro de Janeiro,Editora Campus, 1989, y A heresia dos ndios. Catolicismo e rebeldia no Brasil colonial, So Paulo,Companhia das Letras, 1995.23

    Juan Carlos Garavalhia y Juan Marchena, Sometimiento y Resistencia. El Mundo Americano frente ala Conquista, en Amrica Latina. De los orgenes a la Independencia, Barcelona, Crtica, 2003, vol. I,pp. 235 y ss.24Laura de Mello e Sousa, O diabo e a terra de Santa Cruz. Feitiaria e Religiosidade Popular no BrasilColonial, So Paulo, Companhia das Letras, 1986, e Inferno atlntico. Demonologia e colonizao.Sculos XVI-XVII, So Paulo, Companhia das Letras, 1993.25Flvio dos Santos Gomes,A hydra e os pntanos. Mocambos, quilombos e comunidades de fugitivos noBrasil (sculos XVII-XIX) , So Paulo, UNESP, 2005; y, de Slvia Hunold Lara, Marronnage et pouvoircolonial. Palmares, Cuca et les frontires de la libert au Pernambouc la fin du XVIIe sicle ,Annales.Histoire et Sciences Sociales , v. 67 (2007) pp. 639-662.26Joo Jos Reis,Negociao e conflito. A resistncia negra no Brasil escravista , con Eduardo Silva, SoPaulo, Companhia das Letras, 1981. Slvia Hunold Lara, Campos de violncia Escravos e Senhores naCapitania do Rio de Janeiro 1750 1808, Ro de Janeiro, Paz e Terra, 1988, y Fragmentos setecentistas.

    Escravido, cultura e poder na Amrica portuguesa , So Paulo, Companhia das Letras, 2007.27 Joo Jos Reis y Flvio Gomes (org), Liberdade por um Fio. Histria dos quilombos no Brasil, SoPaulo, Companhia das Letras, 1996.

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    Sabemos con seguridad que hasta finales del siglo XVIII y an en el perodo

    decimonnico, la disidencia religiosa sigui alentando la resistencia contra las

    autoridades. Es el caso de la revuelta que estall en Salvador de Baha en vsperas de la

    independencia de Brasil o, incluso, de la rebelin de los Mals, ya en la tercera dcada

    del siglo XIX28.

    No debemos olvidar que tanto los indgenas como los africanos comprendieron

    rpidamente que el rgimen colonial proporcionaba muchos elementos que podan

    aprovecharse para llevar a cabo una resistencia efectiva. Por ejemplo, el de la va

    judicial, a la que recurrieron muchas personas. Asimismo, la poblacin de origen

    africano, que desde mediados del siglo XVI fue trasladada en grandes cantidades a

    Amrica, encontr en la religin un medio de resistencia no slo a travs del

    sincretismo religioso, sino tambin, una vez ms, con los recursos proporcionados por

    los propios colonizadores29. Un buen ejemplo de ello es el caso de las cofradas negras.

    Al menos a partir de finales del siglo XVI, las hermandades negras intervinieron en las

    relaciones entre seores y esclavos30. Y a pesar de que la Corona intent limitar esta

    intervencin, hoy sabemos que la pertenencia a una cofrada proporcionaba a los

    africanos la posibilidad de familiarizarse con el aparato jurdico31. Ello hizo posible,

    incluso, que apareciera un discurso crtico para con las relaciones de autoridad entre

    seor y esclavo, as como quejas por la violencia sexual de que eran vctimas las

    mujeres32.

    ***

    Curiosamente, al mismo tiempo de constitua un elemento legitimador de la

    conquista y de la sumisin de miles de personas, el catolicismo proporcion tambin las

    bases conceptuales que permitieron a los portugueses llevar a cabo una autocrtica

    28

    Joo Jos Reis, Rebelio Escrava no Brasil: a Histria do Levante dos Mals (1835) , So Paulo,Companhia das Letras, 2003.29Lo mismo suceda en la Amrica espaola, como sealan Juan Carlos Garavaglia y Juan Marchena enSometimiento y Resistencia..., 2003, vol. I, pp. 223 y ss.30Caio Csar Boschi, Os Leigos e o Poder. Irmandades leigas e poltica colonizadora em Minas Gerais,So Paulo, tica, 1986. Eduardo Frana Paiva, Escravos e l ibertos nas Minas Gerais do sclo XVIII, SoPaulo, Annablume, 1996. Elizabeth Kiddy,Blacks of the Rosary. Memory and History in Minas Gerais,Brazil, Penn State University Press, 2007.31Stuart Schwartz, Slaves, peasants and rebels. Reconsidering brazilian slavery, Urbana & Chicago,August Meir & John H. Bracey, 1992. A. J. R. RussellWood, Vassalo e soberano: Apelos extrajudiciaisde africanos e de indivduos de origen africana na Amrica portuguesa, en Maria Beatriz Niza da Silva(org), Cultura portuguesa na terra de Santa Cruz, Lisboa, Editorial Estampa, 1995, pp. 215-233.32Luciano Figueiredo, O avesso da memria. Cotidiano e trabalho da mulher em Minas Gerais no sculo

    XVIII, Ro de Janeiro, Jos Olympio Editora, 1993. Leila Mean Algranti, Honradas e devotas. Mulheresda Colnia, Ro de Janeiro, Jos Olympio Editora, 1993. Jnia Ferreira Furtado, Chica da Silva e ocontratador dos diamantes, So Paulo, Companhia das Letras, 2003.

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    del trato que haban dado a los indgenas. Desde el punto de vista temporal, esta

    autocrtica surgi a mediados del siglo XVI y se prolong hasta mediados del siglo

    XVIII, por ejemplo, a travs de las numerosas repulsas al cautiverio de indgenas en

    Minas o del escndalo provocado por las masacres de nativos durante las llamadas

    Guerras Guaranes.

    Como sabemos, la cuestin de la esclavitud de los indgenas gener un profundo

    debate en Espaa en la primera mitad del siglo XVI 33. Por lo que atae a la Amrica

    portuguesa, a pesar de que no origin una discusin tan intensa, la colonizacin dio

    lugar a una controversia sobre las causas que justificaban la conquista y la situacin de

    las poblaciones americanas. Se reflexion, sobre todo, acerca de la obligacin

    evanglica de predicar a toda criatura y se evoc el famoso debate que tuvo lugar en

    la Universidad de Salamanca y tambin la posicin de Juan Gins de Seplveda.

    En la Amrica espaola, los malos tratos relacionados con la encomienda pronto

    originaron denuncias de la dura situacin en que se encontraban muchos indgenas. La

    discusin consiguiente cre un clima moral en el que la Corona no tuvo otra alternativa

    que asumir la obligacin de defender a los indios contra sus opresores. No podemos

    olvidar que en la Amrica espaola, las Leyes Nuevas comenzaron a promulgarse a

    partir de la dcada de 1540. Aunque no siempre fueron aplicadas de forma sistemtica,

    todas estas iniciativas legislativas revelan el relativo compromiso de la Corona en la

    proteccin de los indios34.

    Tambin lleg hasta Brasil el eco de los cambios que tuvieron lugar en la

    Amrica espaola con respecto a los indgenas35. En la legislacin portuguesa se

    adoptaron algunas normas de proteccin de los indgenas contra los cautiverios

    injustos y a mediados de la dcada de 1590 se reuni en Lisboa una junta de expertos

    para debatir sobre el problema de los esclavos.

    A partir de entonces, los misioneros y ciertos representantes de la Coronacriticaron la violencia ejercida por los portugueses en Amrica36. Llevaron a cabo una

    33Vase, maxime, Anthony Pagden, The fall of natural man. The american indian and the origins ofcomparative ethnology, Cambridge, Cambridge University Press, 1982.34 Joo Francisco Marques, Frei Cristvo de Lisboa, Missionrio no Maranho e Gro-Par (1624-1635), e a defesa dos ndios brasileiros, en John Manuel Monteiro y Francisca Nogueira de Azevedo(orgs), Confronto de Culturas: Conquista, Resistncia, Transformao, So Paulo, EDUSP, 1997, pp.229-259.35Luiz Felipe de Alencastro, O Trato dos Viventes, Formao do Brasil no Atlntico Sul. Sculos XVI eXVII, So Paulo, Companhia das Letras, 2000.36

    As sucedi tambin en la Amrica espaola, como recuerda Jean-Frdric Schaub en La MonarquaHispana en el Sistema Europeo de Estados, en Antonio Feros y Juan Gelabert (dirs), Espaa en tiemposdel Quijote, Madrid, Taurus, 2004, pp. 97-128.

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    accin represora del trfico, pero chocaron con los intereses de los pobladores, lo que

    provoc numerosos conflictos, por ejemplo, entre los ignacianos y los paulistas. Los

    jesuitas lucharon por impedir la esclavitud de los indios y, a pesar de los frecuentes

    ataques paulistas, consiguieron crear las primeras reducciones jesuticas en las regin

    del Guair (Paraguay).

    Como es sabido, los que combatan a favor de los indgenas subrayaban la

    condicin humana de los pueblos autctonos de Amrica, lo que, como seal Alcir

    Pcora37, implicaba su pertenencia a la Iglesia. sta quedaba definida, en trminos

    catlicos, por una triple condicin. En primer lugar, la pertenencia slo poda

    entenderse en tanto que asociada a una relacin jerrquica que ordenaba el crculo de la

    Iglesia. En segundo lugar, el reconocimiento de la pertenencia a la comunidad implicaba

    la concesin de una serie de derechos que todos los vasallos de un rey catlico estaban

    obligados a respetar. Por ltimo, supona la instauracin de un derecho natural

    misionero que deba ser reconocido por los indgenas y que se asentaba en la

    conviccin de que la divinidad haba ordenado la predicacin de la fe catlica a todas

    las criaturas38. Como sealamos, el rey de Portugal, en tanto que monarca catlico,

    asumi la obligacin de integrar a los indgenas en el cuerpo poltico como sujetos

    libres por naturaleza. Esta libertad era ratificada por la aceptacin de la doctrina de los

    Sacramentos (conversin), mediante la cual el indgena pasaba a formar parte del

    cuerpo poltico y eclesistico. As, la conversin se presentaba no slo como un hecho

    posible sino tambin, sobe todo, como una misin necesaria.

    Integrado en el cuerpo mstico, el indgena pasaba a ocupar un lugar definido

    jerrquicamente, por el que tena que responder en trminos jurdicos, polticos y

    morales. No cumplir la obligacin de ofrecer al indgena el ingreso en la Iglesia era

    motivo de condena. Al comienzo de este ensayo hemos sealado que la expansin de la

    Monarqua portuguesa en territorios extra-europeos fue, desde el comienzo, justificadapor la misin de propagar la fe. En el caso de que no se cumpliese este deber, la Corona

    dejara de contar con el fundamento mstico que le daba origen y apoyo. Todo ello

    explica por qu la realeza, en diversos momentos, encabez los intentos de reprimir el

    trfico. As, por ejemplo, en la dcada de 1630, la Corona combati el cautiverio

    37 Alcir Pcora, Le Sauvage Amricain entre Calvinistes Franais et Catholiques Ibriques, en FrankLestringant (org), La France-Amrique (XVIe-XVIIIe sicles). Actes du XXXVe colloque international

    dtudes humanistes, Pars, Honor Champion diteur, 1998, pp. 315-327.38Como sealamos antes, este ltimo aspecto supona que impedir la evangelizacin confera una justacausa a la guerra promovida por el conquistador.

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    indgena que se llevaba a cabo desde el Piratininga y decret la prisin de Raposo

    Tavares y de otros paulistas culpables de la esclavitud indgena. Los jesuitas apoyaron

    doctrinalmente esta ofensiva que se efectu, de manera intermitente, en el transcurso del

    siglo XVII39.

    ***

    En el proceso de construccin de un orden social de tipo europeo, la religin

    actu como un lenguaje comn que sirvi no slo para la descripcin y

    clasificacin de la realidad, sino tambin como un criterio para distinguir los que

    eran miembros de la comunidad de los que no formaban parte de ella.

    Desde sus orgenes, el catolicismo entra una determinada forma de concebir la

    comunidad que implicaba cierta organizacin de la vida colectiva. En cuanto modo de

    concebir el cuerpo socio-poltico, el cristianismo se present, por lo tanto, como una

    manera de pensar, pero tambin de conceptuar el panorama del mundo colonial para

    convertirlo en algo susceptible de ser gobernado por los colonizadores.

    As, el Cristianismo, en su dimensin de lenguaje comn, constituy un discurso

    que clasific, jerarquiz, distingui y separ y, como es lgico, llev a cabo todo ello de

    acuerdo con los patrones occidentales40. Generalmente, ese discurso efectu una burda

    simplificacin de la realidad; redujo la variedad a la unidad y convirti dicha realidad en

    un objeto susceptible de ser administrado y dominado. Adems, ante un territorio en el

    que proliferaban las diferencias, los particularismos, la diversidad de identidades

    basadas en la lengua o en la religin, ese discurso impuso una narracin comn41. As,

    el expansionismo europeo termin por constituir el triunfo no slo de un grupo sobre

    otro sino tambin de un sistema poltico, de un conjunto de creencias y de una visin del

    mundo sobre las dems. El mundo fue modelado por los europeos para coadyuvar a sus

    intereses, necesidades y proyectos42.

    39Vese, de Carlos Alberto Zeron, La Compagine de Jsus et linstitution de lesclavage au Brsil. Lesjustifications dordre historique, thologique et juridique et leur intgration par una mmoire historique,tesis defendida en la cole des Hautes tudes en Sciences Sociales, Pars, 1998.40 Mahmood Mandani, Beyond Settler and Native as Political Identities: Overcoming the PoliticalLegacy of Colonialism, Comparative Studies in Society and History, vol. 43, n. 4 (octubre de 2001), pp.651-664.41 Por lo que respecta al Atlntico portugus, vase, de Miguel Vale de Almeida, O Atlntico Pardo.Antropologia, ps-colonialismo e o caso lusfono, en Cristina Bastos, Miguel Vale de Almeida y BelaFeldman-Bianco (orgs), Trnsitos coloniais: dilogos crticos luso-brasileiros, Lisboa, Imprensa de

    Cincias Sociais, 2002, pp. 23-38.42 Anthony Pagden, Introduction, en A. Pagden (org), The Idea of Europe. From Antiquity to theEuropean Union , Cambridge, Cambridge University Press, 2002, pp. 12 y ss.

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    A esto se une que la colonizacin fue tambin una forma de apropiarse de la

    memoria de los pueblos colonizados, lo que implic un proceso de destruccin de varios

    de sus recuerdos. En este sentido, el trabajo llevado a cabo por los misioneros fue

    fundamental y tuvo unas consecuencias profundas, a tal punto que, hasta poca reciente,

    ha sido muy difcil tanto para los antiguos colonizadores como para los ex-colonizados

    pensar al margen de los esquemas mentales generados por la dominacin colonial43.

    Por lo tanto, la religin llevada por los portugueses ejerci una marcada

    influencia en la configuracin de las nuevas sociedades ultramarinas; impuso el patrn

    de la sociedad que se desarroll en la Amrica portuguesa y conquist el universo

    mental de los autctonos.

    En el contexto de la colonizacin, se desarrollaron campaas de evangelizacin

    y de conversin que tuvieron un fuerte impacto en la transformacin del orden

    comunitario indgena. Conviene recordar que el catolicismo tena un carcter inclusivoe

    integrador muy marcado, dotado de una cultura asimiladora. Iberoamrica fue

    concebida, casi siempre, como un lugar en el que todos caban, pero donde cada cual

    deba conocer su posicin. Todos integrados, s, pero de manera jerrquica.

    Sin duda, el mejor ejemplo de lo que acabamos de sealar es la creacin jesutica

    del sistema de aldeas, es decir, poblaciones protegidas donde concentraban a los

    indgenas y los obligaban a vivir de acuerdo con los patrones europeos. Como sabemos,

    cuando empezaron a sufrir mayores ataques, los jesuitas se desplazaron hacia el sur y

    fue en pleno territorio guaran donde desarrollaron plenamente su sistema de aldeas,

    donde los indgenas quedaban protegidos de ataques.

    Sea como fuere, Juan Carlos Garavaglia y Juan Marcena recuerdan que estas

    concentraciones ms o menos forzadas de nativos provocaron muchos daos, pues

    obligaron a las poblaciones a abandonar el hbitat disperso caracterstico del perodo

    precolonial, que se encontraba directamente relacionado con el sistema deaprovechamiento integral de los recursos y con la organizacin indgena del trabajo44.

    Conviene hacer una ltima referencia a la dimensin comunitaria del catolicismo

    en tierras americanas. No resulta casual que las misiones vivas se estableciesen, sobre

    todo, en territorios de frontera, que se encontraban en proceso de definicin del limesy

    43

    Vase, in genere, Cristina Bastos, Miguel Vale de Almeida y Bela Feldman-Bianco (orgs), Trnsitoscoloniais: dilogos crticos luso-brasileiros, Lisboa, Imprensa de Cincias Sociais, 2002.44Juan Carlos Garavaglia y Juan Marchena, Sometimiento y Resistencia..., 2003, vol. I, pp. 237.

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    donde las autoridades seculares no contaban an con una presencia efectiva. En diversas

    ocasiones, la conquista espiritual fue la verdadera avanzadilla de la colonizacin.

    ***

    Tambin en lo que atae a la dimensin comunitaria del catolicismo, a

    semejanza de lo que ocurri en varias regiones del Viejo Mundo, la Amrica

    portuguesa fue escenario del enfrentamiento entre el catolicismo y la religin

    protestante.

    Los portugueses que poblaron el territorio que se corresponde con el actual

    Brasil entraron pronto en conflicto con otras confesiones europeas. Adems, fue en

    Amrica, ms que en el Viejo Mundo, donde los portugueses tuvieron que combatir con

    los protestantes y enfrentarse al modelo de comunidad que aqullos preconizaban y que,

    en muchos aspectos, chocaba con el lenguaje comunitario del catolicismo. En tierras

    americanas, los protestantes intentaron instaurar una comunidad pluri-confesional.

    Los primeros protestantes con los que combatieron los portugueses en el mundo

    americano fueron franceses45. Como es sabido, a mediados del siglo XVI, Nicolas

    Durand de Villegaignon cre una pequea colonia en un islote de la baha de Guanabara

    (1555). Se trataba de un proyecto que contaba con el apoyo del cardenal de Lorraine y

    del almirante Coligny quienes aspiraban a crear una Repblica Cristiana en los

    trpicos. A principios de 1556, Villegaignon lleg incluso a escribir a Calvino, su

    compaero en la Facultad de Derecho de Orleans, para pedirle que enviara a Guanabara

    un conjunto de seguidores de la religin reformada. En 1557, catorce hugonotes

    mandados por Calvino desembarcaron en la isla. Sin embargo, en vez de pacificar la

    situacin, este grupo acentu an ms las divisiones. Los calvinistas terminaron

    abandonando el fuerte de Coligny y buscaron refugio entre los Tupinambs que estaban

    en tierra firme. Entre ellos se encontraba el hugonote Jean de Lry, autor de una de las

    ms notables crnicas del Brasil: Histoire dun voyage faict en la terre du Brsil(1578).Para algunos investigadores, este libro constituye un manifiesto anticolonialista en

    contra de la tirana de Villegaignon y de las crueldades lusas y espaolas. Adems de

    condenar cualquier tipo de proyecto evanglico y colonial en Amrica, sugiere cierta

    identificacin entre el hugonote perseguido y el salvaje maltratado.

    45

    Maurice Pianzola, Des Franais la conqute du Brsi (XVIIe sicle). Les perroquets jaunes, Pars,LHarmattan, 1991. Frank Lestringant, Le Huguenot et le Sauvage. LAmrique et la controverse colonialen France au temps des guerres de Religion , Pars, 1990.

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    De todas formas, la experiencia francesa en la baha de Guanabara fue efmera,

    puesto que poco tiempo despus los portugueses derrotaron a los franceses y pusieron

    fin al proyecto de la Francia antrtica46.

    En el trnsito al siglo XVII aparecieron nuevos proyectos de colonizacin

    francesa en Amrica: la Francia equinoccial, una empresa dirigida al norte de Brasil.

    El primer intento tuvo lugar en 1594, con la expedicin que acab en fracaso del

    capitn Jacques Riffault. Parte de la gente permaneci en el lugar. Entre ellos se

    encontraba Charles des Vaux, que pas mucho tiempo entre los indios antes de regresar

    a Francia, donde consigui convencer a Enrique IV de que promoviese una nueva

    expedicin. Como consecuencia, el rey de Francia orden al seor de La Ravadire que

    acompaase a des Vaux en una nueva empresa. En los aos siguientes, el asentamiento

    en la regin que ms tarde sera Maranho y Par fue dirigido por dos ricos nobles:

    Razilly y Harley. En 1612, la regente Mara de Mdicis respald la fundacin de la

    Francia equinoccial y nombr a los seores de La Ravardire y de Razilly

    lugartenientes del rey de Francia en la isla de Maranho. Adems, escogi un grupo

    de misioneros capuchinos para la evangelizacin de los tupinamb que vivan en la

    regin. Pero tambin haba hugonotes dentro de la expedicin francesa.

    Andrea Daher47, la estudiosa en la que nos hemos basado para estos comentarios

    sobre la Francia equinoccial, recuerda que eran varios los franceses que vivan entre

    los indgenas en la segunda mitad del siglo XVI, puesto que en la costa brasilea se

    solan abandonar nios pobres, muchos de ellos procedentes de Normanda, que

    acabaron por actuar como intermediarios culturales48. Jos de Anchieta y otros jesuitas

    que recorrieron los alrededores de Ro de Janeiro en la dcada de 1560 encontraron

    varios franceses y consideraron que se hallaban muy indianizados. Y fray Cristvo

    Severim, cuando lleg a Maranho despus de la derrota francesa, quem muchos

    libros que encontr de los franceses herejes y muchas cartas de tocar y oracionessupersticiosas que muchos utilizaban, separ a los amancebados de sus concubinas e

    hizo muchas obras del servicio de Nuestro Seor...49. Es decir, a poco surgi una

    especie de mezcla cultural franco-tup: los llamados truchements.

    46Franck Lestringant,Le Huguenot et le Sauvage... , 1990.47Andrea Daher, O Brasil Francs. As singularidades da Frana Equinocial. 1612-1615, Ro de Janeiro,Civilizao Brasileira, 2007.48

    Alida Metcalf, Go-Betweens and the colonization of Brazil, 1500-1600, Austin, University of TexasPress, 2005.49Andrea Daher, Do selvagem convertvel, Topoi, Ro de Janeiro, 5 (septiembre de 2002), p. 74.

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    Asimismo, Andrea Daher seala que desde mediados del siglo XVI en Francia

    predominaba una percepcin de los indgenas en la que emerga cierta comprensin

    etnogrfica ante la alteridad cultural50. Fueron varios los que, como Michel de

    Montaigne, elogiaron la inocencia del salvaje y relativizaron el canibalismo.

    Ciertamente los relatos de Lry o de otros cronistas franceses reflejan un respeto por la

    integridad fsica del indgena que no encontramos en las narraciones portuguesas. Por su

    parte, el capuchino Claude DAbeville, autor de una de las principales crnicas de esta

    tentativa francesa en tierras equinocciales, presenta el encuentro entre tupinambs y

    franceses como beneficioso para el rey de Francia, al que atribuye el papel de protector

    de los indios frente a los portugueses. DAbeville llega a revestir ese encuentro con

    toques de predestinacin e insiste en la idea de que Dios lo habra propiciado por el bien

    de los nativos, en una narracin en la que es perfectamente perceptible cierta lusofobia

    indgena. Adems, el mismo DAbeville proporciona ejemplos para demostrar la

    compatibilidad entre la buena naturaleza del indgena y la supuesta conversin dulce

    llevada a cabo por los capuchinos.

    Sin embargo, los aos siguientes no fueron favorables para la Francia

    equinoccial, pues debido al matrimonio entre Luis XIII y Ana de Austria, la Corona

    francesa renunci a su penetracin en Brasil. Y en noviembre de 1615 una armada

    dirigida por Alexandre de Moura expuls las fuerzas francesas de Maranho51. En la

    primera inspeccin tras la victoria, los soldados y los misioneros portugueses

    encontraron muchos franceses protestantes casados con indgenas, los truchementsa los

    que antes nos referamos.

    Mucho ms serio que esta efmera presencia francesa fue el desafo a la

    soberana portuguesa en Amrica que lanzaron los holandeses. Desde 1620, una crisis

    militar sin precedentes alcanz Iberoamrica y culmin con la conquista holandesa de

    buena parte del noreste de Brasil en la dcada siguiente52

    .El proyecto de colonizacin holandesa de Brasil tena como objetivo crear una

    sociedad multitnica. Segn Benjamin Schmidt, los holandeses estaban convencidos de

    que los protestantes y los amerindios eran aliados naturales y que se uniran

    50Andrea Daher, O Brasil Francs..., 2007.51Guida Marques, O Estado do Brasil na Unio Ibrica: dinmicas polticas no Brasil no tempo de Filipe

    II de Portugal,Penlope. Revista de Histria e Cincias Sociais, n 27 (2002) pp. 7-35.52Vase, maxime, Evaldo Cabral de Mello, Olinda Restaurada. Guerra e Acar no Nordeste, 1630-1654, 2 edicin corregida y aumentada, Ro de Janeiro, Topbooks, 1998.

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    espontneamente para combatir la invocada tirana ibrica53. Por eso, no resulta extrao

    que Diederik van Waerdenburch, comandante de la flota holandesa que atac

    Pernambuco en 1630, considerase que los indgenas y l tenan un enemigo comn: los

    catlicos portugueses.

    Por lo tanto, la penetracin en Brasil fue considerada por los holandeses como

    una cruzada calvinista contra los ibricos catlicos, tildados de infieles. La conquista

    de parte de Brasil constituy un motivo de jbilo patritico para los holandeses y la

    literatura que circul en Holanda durante esos aos celebr las victorias ms decisivas y

    denunci la tirana catlica en Amrica, lo que contribuy a exaltar an ms los

    nimos54.

    El fundador de la Compaa Holandesa de las Indias Occidentales (WIC),

    Willem Usselincx (1567-1647), se consideraba dotado de una indiscutible superioridad

    moral y esperaba que la poblacin indgena acatase la autoridad de la WIC por los

    malos tratos que sufra de los ibricos. Lleg incluso a propugnar el fin de la esclavitud

    de los africanos, pues confiaba en la productividad de los colonos del norte de Europa.

    Sin embargo, con el tiempo los holandeses terminaron aceptando la esclavitud de los

    negros y llegaron incluso a organizar expediciones punitivas contra los quilombos55.

    En el fondo, Usselincx deseaba y anhelaba crear una colonia con poblacin

    protestante y con moldes muy diferentes de las sociedades concebidas por los catlicos

    en Amrica. Lo cierto es que los holandeses consiguieron obtener en algunos lugares el

    apoyo de los indgenas, como, por ejemplo, de los tapuya y de los potiguaras de Baha.

    Seis potiguaras fueron llevados a Holanda voluntariamente para ser instruidos en la fe

    reformada. El objetivo era convertirlos en intermediarios entre la WIC y su nacin

    indgena.

    Por lo que atae a las creencias llevadas desde Europa y a pesar de los prejuicios

    anticatlicos, el Brasil holands fue habitado por tres grupos principales56

    : losprotestantes del norte de Europa, los catlicos luso-brasileos y, finalmente, los judos.

    53 Benjamin Schmidt, Inocence Abroad. The Dutch Imaginations and the New Word, 1570-1670,Cambridge, Cambridge University Press, 2001.54Ernst Pijning, Idealism and Power: the Dutch West India Company in the Brazil Trade (1630-1654),en A. I. Macinnes y A. H. Williamson (orgs), Shaping the Stuart World, 1603-1714, Leiden-Boston, Brill,2006, pp. 207-232.55Pedro Puntoni, A Msera Sorte. A escravido africana no Brasil Holands e as guerras do trfico noAtlntico Sul, 1621-1648, So Paulo, HUCITEC, 1999.56

    Vera Lucia Amaral Ferlini, Resistncia e acomodao. Os Holandeses em Pernambuco (1630-1640)en Werner Thomas y Bart De Groof (orgs), Rebelin y resistencia en el mundo hispnico del siglo XVII,Leuven, Leuven University Press, 1992, pp. 227-249.

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    A pesar del predominio de la Iglesia reformada holandesa, se mantuvo cierto grado de

    libertad religiosa. Las autoridades permitieron el culto catlico en sus territorios, aunque

    prohibieron la llegada de sacerdotes procedentes de la ciudad de Salvador ante el temor

    de que pudiesen instigar alguna revuelta.

    Con el paso del tiempo, se intensific el proselitismo protestante, que, como es

    lgico, implicaba tambin cierta tarea de aculturacin holandesa. Muchos crean que

    mediante la conversin al calvinismo los indgenas apoyaran la administracin

    introducida por los holandeses. Por este motivo, diversos ministros calvinistas

    (predikanten) se esforzaron en demostrar que su fe, y no la catlica, era la verdadera.

    Sin embargo, este empeo tuvo sus propios lmites. En primer lugar porque las

    divisiones religiosas entre remonstrantes arminianos y los contra-remonstrantes

    calvinistas debilitaron la accin de la WIC en Amrica. Adems, los predikanten

    causaron frecuentes polmicas. As ocurri, por ejemplo cuando decidieron separar a los

    nios de sus padres para convertirlos al calvinismo con mayor facilidad, lo que termin

    generando una revuelta tup. Algo semejante ocurri cuando se autoriz la esclavitud de

    nativos que luchaban junto a los luso-brasileos. Con el tiempo, la poblacin indgena

    fue pasando al bando luso-brasileo y termin siendo determinante en algunas regiones

    para la revuelta que sobrevino despus. An as, la WIC consigui el apoyo de

    numerosos tup y tapuya y lleg incluso a utilizarlos en operaciones militares tanto en

    Amrica del Sur como en Angola. Pero Ernst Pijning insiste en que la conversin no

    debi ejercer gran influencia en este proceso. Ms decisiva sera la capacidad de la WIC

    para oponerse a la esclavitud y para proteger a los indgenas de la violencia luso-

    brasilea57.

    Debemos tener en cuenta que el catolicismo tena un carcter mucho ms

    inclusivoe integrador que el calvinismo. Y a medida que la WIC demostraba que no era

    capaz de proteger a los indgenas, stos, as como muchos mestizos, cambiabanfcilmente de bando. ste fue el caso de Felipe Camaro: l y su pariente Pieter Poti se

    enzarzaron en una disputa y, a travs de las cartas que intercambiaron, intentaron

    persuadirse mutuamente para cambiar de bando en el conflicto y convencerse uno al

    otro de la superioridad de su forma de cristianismo.

    En el Brasil holands floreci, tambin, una significativa comunidad de judos.

    La poblacin de culto judo ya estaba presente en el nordeste brasileo antes de 1630,

    57Ernst Pijning, Idealism and Power..., 2006.

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    pero despus de la conquista holandesa afluy en mayor nmero, incitada por el

    ambiente de pluralidad confesional que se haba implantado. Adems de su potencial

    financiero, los judos resultaban valiosos por sus conocimientos lingsticos.

    Para los judos, el Brasil holands se presentaba como una especie de tierra

    prometida, debido, incluso, a que la WIC les concedi varios privilegios y garantas58.

    Sin embargo, tanto los luso-brasileos como los holandeses desconfiaban de los

    sefarditas. Johan Maurits von Nassau, uno de los principales gobernadores del Brasil

    holands, consideraba que los judos se pasaran fcilmente al lado enemigo si los luso-

    brasileos prometiesen libertad de conciencia. Por su parte, los luso-brasileos que

    vivan en el Recife holands no disimularon su desagrado cuando se inici el culto

    judaico pblico en esa ciudad. La Classis, es decir, la asamblea de las iglesias

    calvinistas de la colonia, se mantuvo vigilante antes los avances de las dems

    confesiones religiosas y en algunos momentos intent incluso restringir sus derechos 59.

    El contraste entre el orden comunitario catlico y las concepciones sociales

    procedentes de Holanda fue evidente en algunos aspectos60. Sin embargo, en otros casos

    los catlicos y los protestantes mantuvieron un comportamiento semejante. Los pastores

    calvinistas especialmente David van Dooreslaer experimentaron las mismas

    dificultades que los misioneros catlicos, adems de que, como seala J. A. Gonsalves

    de Mello, los predicadores calvinistas deban a veces emplear el portugus61.

    A partir de 1640 comenzaron a restringirse las libertades de los catlicos y de los

    judos del Brasil holands. En este contexto lleg la noticia de la insurreccin que tuvo

    lugar en Lisboa en diciembre de 1640 y de la consiguiente ruptura entre Portugal y la

    Monarqua de Felipe IV62.

    Los judos establecidos en Holanda influyeron en la firma de las treguas entre

    Portugal y las Provincias Unidas en 1641, pues no slo aspiraban a conseguir libertad de

    comercio entre el Brasil holands y los territorios portugueses, sino que tambindeseaban que se suavizase la presin inquisitorial. En este contexto surgi una ola de

    58Nathan Wachtel,La Foi du Souvenir. Labyrinthes Marranes, Pars, Seuil, 2001.59Evaldo Cabral de Mello, Nassau. Governador do Brasi l holands, So Paulo, Companhia das Letras,2006, pp. 88 y ss.60Evaldo Cabral de Mello,Nassau... , 2006, pp. 88 y ss.61Jos Antnio Gonsalves de Mello, Gente da nao. Cristos-novos e judeus em Pernambuco, 1642-1654, Recife, Fundao Joaquim Nabuco, 1989. Vase, asimismo, de Ernst van den Boogart, Infernalallies: The Dutch West India Company and the Tarairiu en E. van den Boogart (org), Johan Maurits van

    Nassau-Siegen, 1604-1679 , La Haya, Johan Maurits van Nassau Stichting, 1979, pp. 518-538.62Rafael Valladares, El Brasil y las Indias espaolas durante la sublevacin de Portugal (1640-1668),Cuadernos de Historia Moderna, 14 (1993), pp. 151-172.

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    milenarismo asociada a la nueva dinasta Bragana. En este sentido, el jesuita Antnio

    Vieira ejerci bastante influencia, ya que en muchos de sus escritos subray el papel de

    Portugal como reino escogido por Dios para la redencin y para el imperio universal.

    Los judos fueron sensibles a este discurso, ya que afrontaron la subida de la dinastia de

    Bragana al trono como una posibilidad para volver a empezar en tierras portuguesas 63.

    Como sabemos, despus de las treguas de 1641, la reconciliacin luso-holandesa

    se complic. En 1644 hubo combates en Maranho, que constituyeron un duro golpe

    para las esperanzas de los judos. La reaccin en msterdam fue de intensa ira, lo que

    slo se explica si se tiene en cuenta el fervor milenarista asociado a las esperanzas de

    1640. Sin embargo, los sefarditas de msterdam tenan sobrados motivos para estar

    preocupados: en 1645 comenz un levantamiento generalizado contra la presencia

    holandesa en el nordeste brasileo. Resulta significativo que el manifiesto que justifica

    la insurreccin armada luso-brasilea contra los holandeses denomine el enfrentamiento

    como guerra de la libertad divina. Y entre las quejas que enumera destacan las de tipo

    religioso los holandeses son acusados de establecer restricciones a la religin catlica,

    al tiempo que se manifiestan, tambin, sentimientos contra judos y protestantes.

    La Corona portuguesa apoy la revuelta en secreto hasta 1648 y a partir de este

    ao pas a cooperar con ella de forma enrgica. Como sabemos, la insurreccin contra

    los holandeses aglutin a un grupo heterogneo y con motivaciones muy diversas y

    difciles de reducir a un lineal antagonismo religioso: los seores de ingenios que haban

    huido para Salvador; los seores de ingenios endeudados; varios clrigos catlicos;

    colonos que se sentan inseguros frente a los indgenas; indgenas sometidos a colonos

    del norte de Europa y personas de origen africano a las que se prometi la libertad en

    caso de que se uniesen a la revuelta. Los motivos eran, por lo tanto, muy diferentes. Sea

    como fuere, la guerra y la ulterior victoria sobre los holandeses, en 1654, fueron

    representadas no slo como la recuperacin del dominio portugus en Brasil, sinotambin como una restauracin catlica, el restablecimiento de la homogeneidad

    religiosa, de signo catlico, en la Amrica portuguesa.

    Por su parte, los sefarditas que vivan en Holanda no ocultaron su indignacin

    tras conocer el trato cruel que los portugueses estaban dando a los judos capturados en

    las regiones conquistadas a los holandeses. Circularon historias de ejecuciones

    63

    Jonathan Israel, Dutch Sephardi Jewry, Millenarian Politics and the Struggle for Brazil, 1650-54, enConflicts of Empires. Spain, the Low Countries and the Struggle for world supremacy, 1585-1713 ,Londres-Ro Grande, The Hambledon Press, 1997, pp. 145-170.

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    sumarias, tanto sefarditas como asquenazes, y, en consecuencia, el dirigente de la

    comunidad juda present una vehemente protesta a las autoridades holandesas. Las

    noticias de los autos de fe celebrados en Lisboa como el de diciembre de 1647 en el

    que muri Isaac de Castro con 22 aos provocaron an mayor conmocin. En l fueron

    ejecutados, tambin, tres judos capturados en la fortaleza situada junto al ro San

    Francisco (Abraham Mendes, Samuel Velho y Abraham Bueno). Desde 1646, el

    Mahamad (lder de la comunidad juda de msterdam) diriga peticiones y protestas a

    los Estados Generales y dej de presentarse en nombre de la nacin portuguesa para

    pasar a hablar en nombre de la gemeene Joodsche Natie. Al atribuir un carcter

    religioso al conflicto que tena lugar en el Brasil holands, el dirigente de la comunidad

    juda contribuy a radicalizar an ms los nimos64.

    ***

    A semejanza de lo que ocurra en el Viejo Mundo, tambin en el Brasil

    holands se aprecia cierta inestabilidad y fluidez de identidaden el contexto de los

    enfrentamientos65.

    No cabe duda de que la guerra contra los holandeses tuvo un carcter religioso:

    la monarqua de Felipe IV, primero, y la dinasta Bragana, despus, presentaron la

    lucha como una guerra santa. Pero, a pesar de ello, la fidelidad de los soldados era

    frgil y hubo casos en los que cambiaron de campo con una facilidad sorprendente.

    Veamos algunos ejemplos. Los soldados franceses catlicos que integraban las fuerzas

    de la WIC amenazaron con entregar la ciudad de Recife a los portugueses cuando

    apareci una flota de la monarqua catlica. Gaspar Dias Ferreira fue uno de los luso-

    brasileos que se uni a Johan Maurits y termin incluso por seguirle a Holanda en

    1644. Por su parte, fray Manuel Calado pas de apoyar a Nassau a unirse a la revuelta

    despus de que ste partiese. Como l hubo otros tantos, como ha demostrado

    recientemente Ronaldo Vainfas66

    . Y todo hace pensar que el propio Nassau lleg aconsiderar la posibilidad de pasarse al lado portugus.

    La misma fluidez de identidad se percibe entre los indgenas que participaron en

    esas guerras. Como dijimos, las autoridades holandesas consideraban que los indios

    64Ernst Pijning, Idealism and Power..., 2006.65A. J. R. Russell-Wood, Fronteiras da Integrao en F. Bethencourt y K. Chaudhuri (dirs), Histria daExpanso Portuguesa , vol. I, Lisboa, Crculo de Leitores, 1998, pp. 238 y ss. Tambin de Russell-Wood,Populao e Sociedade en F. Bethencourt y K. Chaudhuri (dirs), Histria da expanso portuguesa...,1998, vol. II, pp. 126 y ss.66

    Ronaldo Vainfas, Manoel de Moraes: lealdades incertas no Brasil holands en Ronaldo Vainfas,Georgina Silva dos Santos y Guilherme Pereira das Neves (orgs), Retratos do imprio: traje ctriasindividuais no mundo portugus nos sculos XVI a XIX, Niteroi, EDUFF, 2006, pp. 135-154.

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    convertidos al calvinismo difcilmente se pasaran al campo enemigo. Pero, sin duda,

    fue ms importante el que la WIC hubiese decidido desde el principio liberar a todos los

    nativos esclavizados por los luso-brasileos y prohibir, adems, el trfico de tups y

    tapuyas67.

    Lo cierto es que la fluidez de identidad no es algo exclusivo de las guerras contra

    los holandeses. En realidad, constituye un elemento intrnseco al proceso colonizador en

    su conjunto y surgi, por ejemplo, entre los indgenas integrados en el sistema de

    aldeas. De hecho, al volverse indios aldeados, los nativos se convertan en vasallos

    del rey de Portugal y asuman una nueva identidad jurdica y cultural68. En vez de juzgar

    esas trayectorias como un proceso de prdida o desfiguracin tnica y cultural, Regina

    Celestino de Almeida considera ms acertado contemplar a esos indgenas como gentes

    que participaron de un proceso de recreacin de identidades, culturas e historias. Las

    aldeas indgenas funcionaron sobre todo como espacios de re-socializacin y estos

    grupos diferentes pasaron a ocupar, como aldeados, un lugar en el orden social

    instaurado por los portugueses. Los temimin se distinguieron por su inclinacin a

    establecer alianzas con los lusos; los apoyaron en el proceso de colonizacin y sacaron

    partido de los portugueses en sus luchas contra los tamoyo. De acuerdo con la misma

    Regina Celestino de Almeida, la fluidez y flexibilidad de las relaciones de alianza y

    conflicto con el otro eran ya caractersticas destacadas de los grupos tup, unas

    caractersticas que la presencia europea, con seguridad, acentu, al instigar los odios e

    intensificar las guerras; incentiv, as, la inconstancia de los indios y contribuy, creo, a

    la reelaboracin o invencin de identidades tnicas69.

    La misma investigadora seala, adems, la flexibilidad de estos indios a la hora

    de identificarse. Llama la atencin la facilidad con que de tamoyo pasaban a temimin y

    de temimin a indios de la aldea de San Lorenzo70. Es probable que esta inestabilidad

    fuese slo aparente, de cara a los portugueses, y que entre los indios, dotados de suspropios criterios de caracterizacin, la identificacin fuese mucho ms rgida. En

    diferentes puntos de Amrica, los indios supieron adaptarse a la presencia europea, se

    metamorfosearon y advirtieron las necesidades de los colonos, para sacarles partido.

    67Ernst Pijning, Idealism and Power..., 2006.68 ngela Domingues, Quando os ndios eran vassalos. Colonizao e relaes de poder no norte do

    Brasil na segunda metade do sculo XVIII, Lisboa, CNCDP, 1999.69Regina Celestino de Almeida, Os ndios Aldeados..., 2001, p. 55.70Regina Celestino de Almeida, Os ndios Aldeados..., 2001, p. 55.

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    Los comentarios anteriores se refieren tambin a la poblacin de origen

    europeo71, y aun a los numerosos hombres y mujeres que fueron desde frica y que

    participaron asimismo en el proceso de colonizacin de Brasil. La misma fluidez y

    transformacin de identidad est presente en su proceso de adaptacin a la realidad de la

    Amrica portuguesa y uno de los resultados de ese proceso fue, sin duda, la cultura afro-

    brasilea72.

    De este modo se advierte que la adopcin de nuevas identidades polticas y

    religiosas formaba parte de la dinmica colonial y poda incluso suceder que la

    atribucin de determinada identidad religiosa favoreciese intenciones polticas. Veamos

    un ejemplo. En el contexto de las tensiones generadas por la fuerte presencia lusa en la

    Amrica espaola, durante la primera mitad del siglo XVII, estos portugueses

    establecidos en Lima o en Mjico fueron acusados de judasmo en diversas ocasiones73.

    De esta forma, sus rivales sobre todo en el mbito comercial lograban lanzar la

    represin inquisitorial contra sus adversarios. As sucedi en Per en la dcada de 1630

    y en Mxico tras la revuelta de 164074. Con respecto a este ltimo caso, debemos referir

    el escrito de Jos de Pellicer y Tovar titulado Comercio impedido(1640). Se trata de un

    tratado antiportugus motivado por la preponderancia lusa en las Indias y en el que los

    portugueses son presentados como judaizantes.

    ***

    Antes de concluir esta reflexin sobre el papel de la religin en los conflictos

    blicos que tuvieron lugar en la Amrica portuguesa en el perodo colonial debemos

    recordar que Amrica del Sur tambin fue escenario de la desconfesionalizacin

    de las relaciones entre las dos monarquas ibricas.De hecho, desde finales del siglo

    XVII, espaoles y portugueses trabaron conflictos militares bastante duros, que

    71Stuart Schwartz, Actitudes portuguesas de tolerancia religiosa en el Brasil holands en Jos ManuelSantos Prez y George Cabral de Souza (orgs), El desafo holands al dominio ibrico en Brasil en elsiglo XVII, Salamanca, ediciones de la Universidad de Salamanca, 2006, pp. 161-176.72 Marina de Mello e Souza, Reis negros no Brasil escravista. Histria da festa de coroao de reiCongo, Belo Horizonte, UFMG, 2002. Mariza de Carvalho Soares, Devotos de cor. Identidade tnica,religiosidade e escravido no Rio de Janeiro, sculo XVIII, Ro de Janeiro, Civilizao Brasileira, 2000.Tambin de Mariza de Carvalho Soares: From Gbe to Yoruba: Ethnic Changes within the Mina Nationin Rio de Janeiro en Toyn Falola and Matt Childs (orgs), The Yoruba Diaspora in the Atlantic World,Bloomington, Indiana University Press, 2005.73 Jonathan I. Israel, Razas, clases sociales y vida poltica en el Mexico colonial, Mxico, Fondo deCultura Econmica, 1996.74 Stuart B. Schwartz, Pnico nas ndias. A ameaa portugesa ao Imprio espanho, 1640-1650 en Da

    Amrica Portuguesa ao Brasil. Estudos Histricos, Lisboa, Difel, 2003. Cayetana lvarez de Toledo,Crisis, reforma y rebelin en el mundo hispnico: el caso Escalona, 1640-1642 en Geoffrey Parker(coord),La Crisis de la Monaqua de Felipe IV, Barcelona, Crtica, 2006, pp. 255-286.

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    enfrentaron a catlicos contra catlicos y en los cuales ambas partes no dudaron en

    aliarse con protestantes.

    Una de las fronteras luso-espaolas en Amrica, la del Ro de la Plata, fue

    escenario, a partir de finales del siglo XVII, de un largo enfrentamiento militar entre las

    dos monarquas ibricas. En este conflicto, las razones religiosas no tuvieron peso

    alguno y por primera vez ambas partes buscaron el apoyo de aliados protestantes 75. Lo

    mismo ocurri durante la Guerra de Sucesin de la Monarqua Hispnica, especialmente

    con la conquista espaola de la plaza portuguesa de Colonia de Sacramento, en la

    desembocadura del ro de la Plata. An as, cuando se negoci el ingreso de Portugal en

    la Gran Alianza, se debati mucho lo que ocurrira con las poblaciones de la Amrica

    espaola que fuesen conquistadas por generales protestantes76.

    Despus de que, durante los primeros doscientos cincuenta aos de la

    colonizacin de Amrica, el catolicismo hubiese funcionado como un elemento de

    cohesin, motivacin y legitimacin de ese proceso, desde mediados del siglo XVII y

    en plena poca de afirmacin de la jurisdiccin real, la religin pas a constituir un

    elemento de controversia con el poder regio.

    De hecho, el perodo posterior al tratado de Madrid de 1750 resulta muy

    ilustrativo de este cambio, pues en l se percibe bien la utilizacin de lo religioso por el

    poder secular, as como la supremaca de la Corona sobre el universo clerical. sta se

    manifiesta claramente en los conflictos con los jesuitas y su expulsin de los territorios

    de la monarqua portuguesa (1759). Lo mismo puede decirse de la puesta en prctica del

    Directorio de los Indios, que constituy, en el fundo, la secularizacin del sistema de

    misiones en la regin de Par y Maranho77. Sea como fuere y a pesar del conflicto

    entre la Corona y algunos sectores de la Iglesia, sigui presente la matriz religiosa y su

    capacidad para generar cohesin comunitaria. Es evidente que la fuerza y la violencia

    contribuyeron al mantenimiento de la presencia portuguesa en Amrica. Sin embargo, yen la lnea de lo que sostiene John H. Elliott con respecto a la Monarqua Hispnica y su

    proyeccin americana, sera ms decisivo an el paulatino desarrollo de una

    comunidad de intereses (culturales y econmicos, ideolgicos y sectoriales) que

    75 Lus Ferrand de Almeida, A Colnia do Sacramento na poca da sucesso de Espanha, Coimbra,Faculdade de Letras da Universidade de Coimbra, 1973. Fabrcio Prado, Colnia do Sacramento. OExtremo Sul da Amrica Portuguesa , Porto Alegre, Prefeitura, 2002.76

    Alan David Francis, The First Peninsular War. 1702-1713, Londres e Tonbridge, Ernest Benn Limited,1975.77Rita Helosa de Almeida, O directrio dos ndios, Braslia, Editora Universidade de Braslia, 1997.

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    mantenan unido el ncleo de la monarqua y sus partes componentes78. Y lo prueba el

    hecho de que, tras los movimientos de protesta y rebelin que tuvieron lugar en este

    perodo, la mayor parte de las veces la Corona recurriese a diferentes perdones y

    concesiones al estilo tradicional para resolver el problema 79.

    78John H. Elliott, Rey y Patria en el Mundo Hispnico en Vctor Mnguez y Manuel Chust (orgs), ElImperio Sublevado. Monarqua y Naciones en Espaa e Hispanoamrica, Madrid, CSIC, 2004, p. 19.79 Rodrigo Bentes Monteiro, O Rei no Espelho. A Monarquia Portuguesa e a colonizao da Amrica,1640-1720, So Paulo, Hucitec, 2002, pp. 231 y ss. Luciano de Figueiredo, O Imprio em apuros. Notas

    para o estudo das alteraesultramarinas e das prcticas polticas do imprio colonial portugus, sculosXVII e XVIII en Jnia Ferreira Furtado (org),Dilogos Atlnticos. Minas Gerais e as novas abordagenspara uma histria do Imprio Ultramarino Portugus, Belo Horizonte, Humanitas, 2001, pp. 197-254.