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Los siete sabores de la 7 La Iguaná pujante Anastacia El mirador oculto Es normal –o al menos para mí- que al momento de comprar me asalte la duda acerca de la procedencia de lo que compro, qué químicos usaron para esto, para aquello, etc., qué tan fresco está y hasta cómo se cultivaron los ingredientes con los que pienso ha- cer la ensalada para mi almuerzo. Pág. 6 Pág. 8 Pág. 10 Pág. 12 www.habitante7.com ¡Lo escribimos todos! Distribución Gratuita 10.000 Ejemplares el mirador oculto Civitón: @Habitantesiete Periódico Habitante Siete Pág. 5 Diciembre 2014 Edición Especial 52 Pág. 8-9

Periódico Habitante 7 - Edición 52

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Esta edición fue escrita por el semillero de Periodismo, de la Escuela de Comunicación Comunitaria de Robledo 2014 como resultado del proceso de aprendizaje.

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Los siete sabores de la 7 La Iguaná pujante AnastaciaEl mirador oculto

Es normal –o al menos para mí- que al momento de comprar me asalte la duda acerca de la procedencia de lo que compro, qué químicos usaron para esto, para aquello, etc., qué tan fresco está y hasta cómo se cultivaron los ingredientes con los que pienso ha-cer la ensalada para mi almuerzo.

Pág. 6 Pág. 8 Pág. 10 Pág. 12

www.habitante7.com

¡Lo escribimos todos!

Distribución Gratuita10.000 Ejemplares

el mirador ocultoCivitón:

@Habitantesiete Periódico Habitante Siete

Pág. 5 Diciembre 2014

EdiciónEspecial 52

Pág. 8-9

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Contenido

Un taller con sentido colectivo

ISSN 2322-8628

Crear interacciones sociales entre los habitantes de la comu-na permite desarrollar y generar conciencia colectiva, este es el propósito de Habitante Siete, un periódico que da pro-

tagonismo a la comunidad y a sus historias. La construcción de ideas y escenarios comunes entre las personas genera un sentido de apropiación del territorio de tal forma que se busque el pro-greso hacia una comuna más tolerante y abierta. Este es el espa-cio para informar a los habitantes sobre procesos barriales, relatar vivencias, conocer perfiles y especialmente, para conectar y unir nuestros territorios.

Esta edición fue diseñada y pensada por un grupo de novatos e intrépidos reporteros, los participantes del semillero de periodis-mo perteneciente a la Escuela de Comunicación Comunitaria de Robledo 2014. Este taller nos brindó herramientas, propició espa-cios de diálogo y capacitación para quienes vivimos en los barrios, caminamos las calles de esta comuna y queremos aportar un gra-nito de arena a su progreso. El reto siempre estuvo en mejorar. Cada sesión sirvió para acercase a la reportería como medio para comunicar lo que sucede en el sector, despertar la elocuencia de los participantes e implementar el correcto uso del lenguaje tanto hablado como escrito, generar interés por aquellos hechos simples o complejos que suceden en la cotidianidad, develando así las iden-tidades de nuestra zona y su pluralidad.

Cuando se habla de interacciones sociales y de conciencia colectiva no hay mejor lugar para generarlas que a través de procesos comu-nicativos. La travesía por este taller nos permitió conocer personas con ideales y creencias distintas y entender que las diferencias no son obstáculo para lograr una meta colectiva. La muestra de ello es esta edición, construida paso a paso y con detalle durante los encuentros. Cada uno de nosotros expuso, relató e informó sobre los problemas, situaciones o curiosidades que reflejan nuestro inte-rés por el bien de una comuna participativa. Personas que con sus letras quieren hacer la diferencia, marcar un punto de partida para seguir hacia adelante y colaborar con el desarrollo cultural y social de todo el sector.

Todos aquellos a quienes les interesa conocer lo que está ocurrien-do en el lugar que habitan y transitan a diario, están invitados a leer este periódico, seguro se sentirán identificados con algunas de las temáticas aquí tratadas.

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Movilidad El miradorLos siete sabores Venga Parchemos

Dirección especial para la ediciónLuis Fernando Muñoz Gómez

Comité EditorialEscuela de Comunicaión Comunitaria

ComunicacionesThilma Navarro

RedacciónJosé David Vélez, Gabriel Barboza, Clara Inés López,

Paula Zapata,Adriana Patricia Tobón,

Estefania Mazo, Diego Alejandro Gallego,

y Erica Patricia Chica

Diseño y DiagramaciónChristian Camilo Quintero

Organización Ejecutiva Mundo Urbano Comunicaciones

ImpresiónCarvajal S.A.

Los artículos firmados son de exclusiva respon-sabilidad de sus autores y pueden ser reprodu-

cidos citando la fuente.

Cll 75 # 69-194 PBX: 441 66 46 [email protected]

Cel: 314.872.90.87

Editorial

¡Lo escribimos todos!

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4 Así vamos

Robledo y su vía-crusis

Por: Paula Andrea Zapata Vélez/ [email protected]

Primera estación: las quejas

Segunda estación: las opiniones

Fotos Elvis González

No son aún las seis de la mañana y ya se ve la aglomeración de vehículos que desfi-lan por las lomas de Robledo, parte alta.

“¡Esto es pan de cada día!”, exclama una mujer que va en el bus y que, como muchos habitan-tes del sector, se enfrenta a diario con trancones interminables.

Para muchos, salir de su casa a determinadas horas del día se ha vuelto un completo viacru-cis. Algunos piensan que el problema se debe a las pocas vías de acceso que hay en el sector, lo cual hace que llegar hasta sus lugares de trabajo

o destino en general, sea en cuestión de horas, sobre todo en los horarios pico o en los fines de semana cuando transitan más vehículos de lo habitual, pues este es el único camino hacia el occidente del departamento.

La gente ve pocas soluciones a corto plazo. En las conversaciones del día a día se escucha que la más factible sería la conexión que se está lle-vando a cabo desde el sector del Éxito de Ro-bledo hasta el Túnel de Occidente Fernando Gómez Martínez, construcción que, en cierta medida, aliviaría la situación.

Frente al asunto, Omar Hoyos, secretario de Mo-vilidad, planteó que la Alcaldía estaría trabajan-do en el plan TPM, que será la reestructuración del Transporte Público de Medellín. En una en-trevista para el noticiero Hora 13, el funcionario manifestó, refiriéndose a dicho plan, que una de las variables generadas sería “la preferencia para el transporte público, con carriles prefe-renciales para que los ciudadanos elijan si usan transporte público o particular”. Sin embargo, aún no hay suficiente claridad sobre cómo esta medida descongestionaría las vías de Robledo.

“El recorrido de venida es el más frustrante por-que dura casi 45 minutos desde la Facultad de Minas de la Universidad Nacional hasta la en-trada a La Pola”, dice Daniela Vélez, estudiante universitaria y habitante de La Campiña.

Los trancones no solo retrasan, también afec-tan el bolsillo. En los últimos meses se ha vuelto común que algunos taxistas pongan tarifas es-peciales para las carreras hacia Robledo Parque, La Pola, La Campiña, Fuente Clara, entre otros; esto con el argumento de que pierden mucho tiempo y gasolina al desplazarse hacia este lado de la ciudad.

“No hay día en que me salve de taco en la maña-na y taco en la tarde”, afirma descontenta Sara Rojo, habitante de Robledo Parque. Esta situa-ción es la misma para la mayoría de los traba-jadores que viven en la Comuna 7 y en sectores

aledaños. En horas picos y fines de semana las vías no dan abasto y los tiempos de viaje cada vez aumentan más. Para esta situación será de-cisivo el nuevo Plan de Ordenamiento Territo-rial, POT, pues el asunto de la planeación y el análisis previo respecto a las vías es determi-nante en asuntos como este.

La cuestión de movilidad en el occidente de la ciudad es un tema complejo que tiene muchas variables, diversas causas y consecuencias. Res-pecto a estas últimas, se desearía mayor aten-ción por parte de las autoridades de tránsito con el fin de que fueran menos caóticas las horas pico, que en este sector no descansan ni los fines de semana.

Por otra parte, sería necesaria mayor planifica-ción, pues en los últimos años se han construido cientos de viviendas sin tener en cuenta las es-casas vías de acceso y las condiciones topográ-ficas que dificultan la creación o ampliación de las calles.

Algunos medios locales han dado cuenta de lo que se ha denominado el “embotellamiento de Robledo”, entre ellos el periódico El Colombiano y los noticieros de Teleantioquia y Telemedellin, en los que se han evidenciado la falta de vías y de señalización siendo esto, en algunas ocasio-

nes, motivo de accidentes de tránsito.

Además está el alto número de vehículos gran-des como buses intermunicipales, camiones y tractomulas que circulan a diario por estas vías y que hacen más difícil la movilidad de otros ve-hículos.

“Se necesitan más semáforos, señalización y sobretodo educación vial”, señala José Zapata, quien fue por muchos años guarda de tránsito y es habitante de La Campiña.

Por su parte, expertos en el tema, como el vice-alcalde de Gestión Territorial en Medellín, ase-guran que en Robledo como en toda la ciudad en estas últimas dos décadas ha faltado planea-ción y que la solución al problema de movilidad está no solo en el hecho de construir y ampliar vías, también en el uso racional del vehículo y en la reestructuración del transporte público. Fotos Paula Andrea Zapata

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Un mercado campesino en la ciudad

Por Paula Andrea Zapata Vélez/ [email protected]

Cultura Viva

Es normal –o al menos para mí- que al mo-mento de comprar me asalte la duda acer-ca de la procedencia de lo que compro,

qué químicos usaron para esto, para aquello, etc., qué tan fresco está y hasta cómo se cultiva-ron los ingredientes con los que pienso hacer la ensalada para mi almuerzo.

Pues bien un domingo en el que decidí salir a caminar con Canela, la chandita que me acom-paña en todas mis aventuras, descubrí que en Pajarito, un barrio campestre con una fabulo-sa vista, realizan todos los domingos mercados campesinos. La curiosidad de ver toldos con techos de colores como en la plaza de un pue-blo hizo que me acercara a ver qué vendían y quiénes eran esos hombres y mujeres de rostros amables, que invitaban a acercarse. “Arrímese y antójese, todo lo que ve aquí lo hemos sembrado nosotros”, decían algunos.

Como mi plan era caminar con Canela y no ha-cer mercado, no llevaba plata para comprar un manojo verde y muy frondoso de espinaca, que ya imaginaba coloreando un plato de arroz, así como el que mi mamá hizo el día que me gradué del colegio, arroz con espinaca y maní. Como buena curiosa que soy, decidí recorrer la calle donde se ubican, que es en toda la entrada del barrio, entre el colegio y la iglesia; y ver todo lo que ofrecían.

Al llegar a mi casa les conté a mis papás sobre mi descubrimiento y de inmediato lo apuntamos como plan para el domingo siguiente. La sema-na transcurrió sin novedades y llegó el día en el que iría a mercar, por fin sabría la procedencia de cada cosa que comprara. Llegamos a Pajarito y ya los coloridos toldos estaban listos. Al pri-mero que me acerqué fue al de esas espinacas en las que no había dejado de pensar desde el domingo pasado. Mientras tanto, mi mamá se emocionaba viendo que en otro toldo vendían cilantrón, una variedad de cilantro de hojas más grandes, algo díficil de conseguir en las revuel-terías de La Campiña, que es donde vivo.

Hicimos las compras mientras conversábamos con una señora de rostro alegre y manos grue-sas, mi mamá y yo estábamos encantadas con las historias que nos relataba y entre charla y

charla nos invitó a su casa o como ella le dice su “finquita” en donde tiene sembrado cilantrón, cilantro con sus flores incluidas, zanahorias, cebolla, lechugas, espinacas que las cuida con sigilo de las gallinas y conejos que también cría para la venta. Pero la idea de comprar un conejo con esa carita y aspecto de peluche para hacerlo en un guiso o asado me pareció algo desalmado. Aunque es paradójico que piense que es un acto tan cruel comer conejo, y no así, comprar una gallina para hacer un sancocho en la casa de mi abuela.

Fue la primera vez que supe con certeza de dón-de provenían y quienes habían sembrado, culti-vado, cuidado y cosechado lo que había compra-do. Me sentía tranquila al saber que quizás era una de las pocas veces en mi vida que comería realmente sano y que no envenenaría mi cuerpo con todos esos químicos que suelen usar en los cultivos normales. No sé si es porque quedé tan encantada con la amabilidad de los campesinos de jeans y tenis que el sabor de la comida tomó tonos más frescos y deliciosos.

Fotos Paula Andrea Zapata

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os siete sabores de la 7 L Por José David Vélez/ [email protected]

Lugar: La Pola. Calle 64 A con la 94 B.

Lugar: Calle 73 con la 72.

Lugar: Pilarica. Calle 73 con la 69.

Cultura Viva

Sabor Alitas

Sabor Tradicional

Sabor Internacional

Este es un recorrido gastronómico por algunas de las mejores comidas que se preparan en el barrio. Chefs, amas de casa, cocineros improvisados, ex-pertos de la parrilla y emprendedores que ofrecen una experiencia gratificante al paladar. No es una crítica culinaria, no es un ranking, no es una competencia, es una invitación a explorar nuevos lugares, nuevos olores, nuevos espacios, nuevos puntos de encuentro en el territorio del que todos

hacemos parte. Estas páginas buscan provocarles un antojo y recrearles la sensación de un buen sabor en la boca.

Saco la última papita a la francesa y siento que podría seguir co-miendo esto durante mucho tiempo. Un empaque práctico permi-te beber la soda a través de un pitillo que sube hasta el nivel de las alitas saborizadas y la montaña de papitas crujientes.

La calle está llena, la gente va de un lado a otro observando cuál es la mejor opción para calmar el apetito voraz que trae las altas ho-ras de la noche; hay un sitio particular donde cuelgan una especie de ‘farolitos’ que llaman la atención y con los cuales los transeún-tes chocan al pasar cerca de aquel lugar. Quizás esta sea la estra-tegia más directa para llamar al cliente, tener un encontronazo con el producto y después toparse con el olor, una miel-mostaza y salsa BBQ que despiertan el olfato y hacen girar la cabeza. Las alitas bañadas en estas salsas te enganchan con esa combinación de sabor dulce, salado y picante; junto a unas papitas a la francesa que hacen la pareja perfecta del producto.

El sabor tradicional es el que pasa de generación en generación, una sa-zón que es la favorita de los nietos, el encanto de los hijos y el enamora-miento de una pareja. Pues bien, esta receta se prepara hace casi treinta años: una sobrebarriga, delgada, muy dorada y bien acompañada.

El plato es inmenso para darle cabida a la porción que llega caliente. Una carne aún rechinando que acaba de salir de la paila, tiene unos leves cortes que guían los cubiertos para ir saboreando porciones pe-queñas en bocados llenos de delicia. Papas y yucas cocinadas al vapor se deshacen con solo pasarles el cuchillo, ‘el hogao’ de cebolla y tomatico finamente picado se desliza por el interior de cada porción y le da ese gustico que transporta en el tiempo y el espacio a los sabores y olores de una finca montañera. Una ensalada ácida le da equilibrio al plato, siendo un contrapeso de frescura para la sensación saturada de la boca. De beber un refajo frío con hielos que golpean el cristal del vaso y des-encadenan el deseo de saciar esa sed aguda por tremendo almuerzo.

Esta es una cocina de inspiración mexicana: burritos, fajitas, chi-michanga, tampiqueña, enchilorio y flautas, comidas de nombres extraños que para los más osados pueden sonar como grandes manjares. La flauta es un plato agradable a primera vista, nachos en una esquina y pico de gallo en otra, en el centro una grande y magnifica tortilla rellena de pollo, tocineta y maicitos, cubierta por un guacamole saladito con cierto toque de encebollado. Y si verlo es provocativo, probarlo es un delirio: sabores equilibrados, tortilla suave, nachos crujientes y pico de gallo fresco. La chi-michanga no se queda atrás, apetece apenas sueltan el plato en la mesa, es como abrir un regalo y en su interior encontrar esa salsa mexicana que lo distingue; acompañado por una crema sour cream y guacamole, uno quisiera que nunca se acabaran los na-chos.

Es un lugar acogedor, la virgen de Guadalupe parece que le diera la bendición a cada receta porque cada bocado es saborear una especie de milagro. Cuadros de Chaplin, Don Quijote y un collage de imágenes amenizan el espacio. Aunque hay otra opción, un balcón, donde se pueden degustar los platos con una brisa fresca y serena. La carta tiene varias sorpresas que valen la pena probar. En definitiva es una lluvia de sabores, es un Palo de Agua de sazón y parrilla.

Fotos José David Vélez

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Lugar: López de Mesa. Calle 80 con la 75.

Lugar: Calle 78 B con la 85 A.

Lugar: Calle 76 EB con la 83ª.

Lugar: Calle 77B con la 85ª.

Cultura Viva

Sabor Arepa Piña

Sabor Gourmet

Sabor Dulce

Sabor Patacón Pisao

Este es un ‘casao’ de esos populares a los que dan paso la imaginación e inventiva culinaria características de nuestra cultura.

No hay banquitas, unos cuantos cojines en fila sobre un muro son los que van marcando el punto de llegada de cada pedido. No hay impaciencia en la espera, porque mientras se está sentado se puede visualizar la arepa rellena de queso sobre la plancha aceitosa. Con una habilidad pasmosa la señora voltea cada una, como si supiera de forma exacta el momento en que debe girar para que no se quemen. Plato, listo; mantequilla, lista; 4 ó 5 cucharadas de piña que no alcanzo a contar bien y mucha lecherita, ya estoy saboreándome. El queso que estira casi del largo de la mano, ya ni sé como coger el plato para no enredarme, la mantequilla se derrite sobre ese mozzarella saladito, la lecherita se mezcla y la piña culmina la buena sensación del primer mordisco. Es una porción para calmar el antojo, para reírse de todo lo que estira el queso, para reconocer que la lecherita y el queso son el ‘casao’ perfecto.

Descubierto por casualidad, este es un delicioso barquillo crujiente, em-pacado con detalle y esmero. Mordisco tras mordisco me voy encon-trando que debajo de las puntas de chocolate, donde empieza y termina la experiencia, se encuentra un magnifico relleno de crema whisky que se desborda en un abuso de exquisitez. Y es que estos barquillos tienen un dúo de alto calibre, puntas de chocolate que encierran arequipe en tres versiones: tradicional, moca, cappuccino y en un capítulo aparte el de relleno de crema de avellana. Pero no son los únicos en escena, la degustación ahora pasa por los alfajores, que con un vaso de leche dan la sensación de vivir un momento perfecto, tranquilo y reposado. Ese efecto, casi sublime, es el que se siente al encontrarse en el paraíso del chocolate dulce y semiamargo con todas las combinaciones ideales. Incluso en las pequeñas trufas que de un solo bocado explota su relleno de brownie o crema de maní, que despiertan y asombran los sentidos. Una inhalación profunda y un saboreo intenso para acabar con los ojos cerrados intentando retener aquel sabor para siempre.

Y patacón pisao’, pisao’; y patacón pisao’, pisao’… Un éxito en la música y un éxito en el plato. Una bandeja como de dos cuartas es la que trae este crujiente plátano tostadito y acompañado de guacamole, queso y carnes mixtas que se pueden pedir al gusto. Es el pedido más solicitado, está en la mesa de al lado, la señora lo lleva empacado y algún nuevo visitante se queda en la mitad porque no es capaz de acabarlo. El sabor es genuino, hace pensar que la preparación fue hecha por manos costeñas donde es popular esta receta, toda una delicia local.

Pero el lugar tiene una variedad notoria, en su menú también figura una lista de arroces no muy comunes y que en su descripción dejan la elec-ción más que reñida para un cliente indeciso. “Arroz pig”, es el nombre del plato que me dispongo a cucharear, trozos de tocineta, chicharronci-tos y pierna de cerdo acompañan el arroz, papitas a la francesa, una arepa frita y ensalada de repollo para completar la faena. El sabor es compla-ciente y termina por calmar el hambre que tenía. Se acaba el plato, me espera un delicioso jugo natural sobre la mesa y pienso en que ustedes lo deberían venir a probar.

Encuentro la palabra ‘express’ entre algunos avisos y la sigo -un mal pre-sagio, me digo a mí mismo; como reprochándome la entrada aquel lu-gar- sin embargo el sitio no falla en ser una alternativa perfecta para el resguardo del frío en estos días. Miro la carta. Para sorpresa me topo con un nombre poco común en las comidas de mi cuadra: “crepes de pollo y jamón en salsa blanca”; lo ordeno sin pensarlo mucho y para tomar pido limonada de cereza, algo que no pensé encontrar a la vuelta de la esquina.

La orden tarda en llegar, pero aparece humeante y provocativa en un pla-to de cristal bien servido y con unas hojitas que dan un toque elegante. El primer corte es perfecto, se siente una masa esponjosa que al abrirla deja ver un relleno abundante de jamón ahumado con pollo desmechado un poco dorado. El bocado es suave, la combinación del ahumado con el pollo seco es fina y perfecta. La salsa, de un sabor difícil de describir, en-vuelve cada ingrediente y le da un toque de simpleza pero intensifica cada sabor en la boca. La limonada con una capa de escarcha encima se antoja a simple vista, su color fucsia vivo resalta y provoca un ansioso impulso de saborearla pronto. La boca se vuelve agua aún sin saber que al final se encuentra una sorpresa, una cereza que completa la comida y determina el final del sabor gourmet como el punto de este párrafo. .

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8 Mi Comuna

El miradoroculto

La historia

Fotos Maria Paola Zuluaga

Civitón no aparece en los mapas de Medellín, pero es un barrio de la Comuna 7 ubicado en la parte alta de Robledo. Por sus calles se respira un aire de paz que llega con los vientos que van y vienen, y que circulan entre los árboles y las plantas que, con esmero, han sembrado los vecinos

Yo tenía 17 años y mi hermana Elizabeth 21, cuando emprendimos el viaje hasta la que sería nuestra primera casa propia en

Civitón.

A Elizabeth le habían descubierto el síndrome de Guillain-Barré desde que era niña, un tras-torno neurológico que genera incapacidad para sentir calor, dolor y otras sensaciones, además de paralizar progresivamente varios múscu-los del cuerpo. La secuela de esta enfermedad le dejó una hemiplejia en la pierna izquierda y finalmente pudo seguir caminando a pesar de una leve cojera. Para entonces ella trabajaba en Amigos de los Limitados Físicos y había asumi-do la responsabilidad económica de la casa. Fue cuando le ofrecieron una casa y ella feliz la reci-bió y nos trajo a vivir a todos.

Después de subir varias calles empinadas lle-gamos a la nuestra, con todos los corotos arru-mados en la puerta trasera del camión. Las 104 casas prefabricadas se parecían a las de los pe-sebres y evocaban una perpetua navidad. Las calles tenían rieles con rampa de acceso a las casas, los niños jugaban fútbol en un amplio te-rreno, y uno que otro arbusto adornaba el pai-saje. Era 31 de diciembre de 1983 y los vecinos celebraban el primer año del barrio.

La palabra Civitón proviene de “Civi” que signi-fica civilización y “Ton” de teletón o recolecta. Este barrio se construyó con el fin de dar vivien-da a personas con discapacidad. Fue fundado el 31 de diciembre de 1982 por el entonces Alcalde de Medellín, José Jaime Nicholls; su esposa, Lina Vélez; y varios empresarios del municipio, con la realización de un teletón para adjudicar vi-viendas a personas con discapacidad.

Se formaron convites para la construcción de las calles y la comunidad participó de varias ac-tividades para recoger fondos, y así, hombro a

hombro, se formó el comité cívico que se en-cargaba de conseguir recursos para suplir va-rias necesidades de los habitantes entre las que predominaron la solicitud de un servicio de sa-lud cercano, obtención de aparatos ortopédicos, medicamentos y servicio de ambulancia. En 1984 se inició la conformación de la junta de acción comunal, JAC, y al siguiente año ya se tenía personería jurídica. Elizabeth Tobón, mi hermana, fue elegida Presidenta de la JAC, para esa época y durante varios períodos ha ejercido esa función con el carisma y el amor

que la caracteriza. A partir de la gestión colec-tiva y el apoyo de algunas administraciones, se consiguió que las calles fueran pavimentadas, se construyó la cancha de baloncesto y el centro de salud, que luego fue modernizado.

El barrio está ubicado en la zona noroccidental de la ciudad. Desde sus balcones y miradores se divisa el oriente y el centro. Limita con los barrios Bello Horizonte, Villa Flora, Aures 1, El Diamante, Barrios de Jesús y El Mirador. Tiene una gran variedad de árboles y plantas, huertas caseras y jardines.

Por: Adriana Patricia Tobón/ [email protected]

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9Mi Comuna

Elizabeth Tobón, presidenta JAC Civitón.

La salud en el barrio

Organizaciones que trabajan por el barrio

Después de varios años Ahora que regreso a Civitón después

de 25 años en los que formé mi pro-pio hogar, viví en otros barrios, es-

tudié y trabajé en sectores alejados de aquí; veo un barrio diferente al que conocí. Ya no me recuerda los pesebres de navidad, pero se nota el progreso de la gente. Los bloques de concreto han sido reemplazados por ca-sas de ladrillo; siendo la mayoría de dos y tres plantas, muchos están en obra negra y blanca, y sólo quedan unas cuantas casas prefabricadas.

La Institución Educativa Fe y Alegría Villa de la Candelaria cuenta con el hogar infantil Los Moninos, que atiende a niños entre 1 y 4 años de edad. En la institución estudian 200 niños bajo el cuidado y apoyo de once pro-fesionales que se ocupan de su formación.

Por su parte, la Sede de la Acción Comunal es la misma caseta metálica de cuando lle-gamos al barrio, pero ya desmejorada por el

clima y el uso, con poca iluminación y ven-tilación. Según me cuenta Elizabeth, presi-denta actual de la JAC, aún no han asignado recursos para su legalización y remodela-ción.

Las calles están bien asfaltadas y se constru-yeron varias vías peatonales, además de los senderos que comunican diferentes barrios. Lo que sí continúa siendo una característica es la gran inclinación de algunas pendien-tes que parecen más muros que calles. Esto puede ser riesgoso para personas de edad o para quienes tiene algún tipo de discapaci-dad.

Según un censo realizado por iniciativa de la JAC, hoy en día viven en el barrio 45 perso-nas con algún tipo de discapacidad. Sus eda-des están entre los 10 y 75 años. Algunos de ellos manifestaron la necesidad de tener un subsidio económico que ayude a solventar las dificultades de su situación.

La Facultad de Enfermería de la Universidad de Antioquia a través de las prácticas acadé-micas y convenios con estudiantes brindan apoyo con la identificación y análisis del es-tado de salud de los habitantes del sector.

Según conclusiones de estos estudios, las deficiencias de salud más comunes en el sec-tor se deben a factores como: tabaquismo, bajo consumo de frutas y verduras, sedenta-rismo, poco cuidado de los pies, uso de cal-zado inadecuado y obesidad. A pesar de que se hace buen uso de los servicios de salud, se ha llamado la atención respecto a la poca asistencia a talleres de autocuidado.

En cuanto a los hallazgos referidos a la ali-mentación, se ha determinado que ésta se basa en una dieta alta en azúcares, grasas y carbohidratos, lo cual ha generado un des-

equilibrio nutricional en la población, con consecuencias como enfermedades metabó-licas y cardiovasculares. Según la Organiza-ción Mundial de la Salud “un estrato socioe-conómico bajo influye negativamente en el patrón nutricional”. En la actualidad la obe-sidad es una enfermedad común en los paí-ses de ingresos bajos y medianos. Civitón es de estrato 2, la mayoría de ingresos econó-micos son de un salario mínimo, por lo que en la canasta familiar no incluyen alimentos ricos en fibra y proteínas como frutas, ver-duras, leguminosas, entre otros.

Para mitigar esta situación, la Alcaldía hace su aporte cada mes con el programa “Segu-ridad Alimentaria”; la Sociedad San Vicente visita a las familias más necesitadas y hace dotación de alimentos cada quince días

Con los jóvenes está la Corporación Nueva Ge-neración de Civitón, que proyecta películas al aire libre con mensajes de vida. Además ha fa-cilitado el ingreso a la educación superior a 35 jóvenes, a través de los recursos de presupuesto participativo.

En el sector hay muchos jóvenes con deseos de trabajar. Sin embargo, algunos a falta de expe-riencia no los reciben en las empresas y otros no encuentran una oportunidad a pesar de su búsqueda. Muchas veces, Elizabeth les ayuda con este tema, y encuentra vacantes para ellos, como vendedores o empacadores en algún al-macén de cadena.

A los niños se les inculca el juego limpio y pa-cífico a través de un torneo de microfútbol or-ganizado por la JAC. Aunque les faltan los uni-formes, ellos se motivan con el hecho de estar ocupados y divertirse un rato. Paralelo a esto tienen entrenamiento deportivo dos veces a la semana con el Instituto de Deportes, Inder.

La Asociación Vivir Alegre se ocupa del adulto mayor y está integrado por personas entre los 50 y 70 años de edad, que procuran tener una

vida mejor mediante actividades de sano espar-cimiento como danza, juegos de salón y eventos de integración.

“La fortaleza de la comunidad está cimentada en la oración” dice doña Doris Cardona –una de las primeras habitantes del barrio– mientras reco-rre las calles con su venta de empanadas, arepa de huevo y pasteles de pollo calientes.

En el barrio hay varios grupos religiosos que oran al igual por la unidad: católicos, cristianos, testigos de Jehová y otros. Pero a pesar de la oración, la gestión formativa de los líderes co-

munitarios y del centro de salud, Civitón no se salva de las problemáticas que aquejan la so-ciedad actual; los casos son pocos, pero se pre-sentan situaciones de adicción a las drogas o al alcohol y de violencia intrafamiliar.

Sin embargo, en los tiempos de conflicto urba-no, Civitón conserva su aire de paz, tal vez sea por lo pequeño, o por el espíritu pacífico de la mayoría de sus habitantes. La cuestión es que, en comparación con otros sectores aledaños, este es un oasis, para mí y para muchos que vi-vimos aquí.

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La Iguaná pa’ delante

Por Estefanía Mazo Loaiza/ [email protected]

Cada vez que alzo la mirada lo primero que veo es el cerro El Volador, un gi-gante que ha sido testigo de la histo-

ria de un barrio pequeño en extensión, pero grande en “berraquera” y ganas de progresar.

El nombre de La Iguaná se debe a que los pri-meros habitantes del sector decían ver mu-chos de estos reptiles en sus riveras, además anteriormente la quebrada tenía forma de iguana.

El barrio tiene una sola calle vehicular con casas a un costado y pocas entradas; pero cabe decir que es uno de los barrios más cen-trales ya que está situado a unos quince mi-nutos del centro, yéndose a pie, al frente está la Universidad Nacional, también es cerca del Éxito, del Estadio, de la minorista, de la Universidad de Antioquia, del Carlos E. Res-trepo y de la Biblioteca Pública Piloto.

Sus orígenes se remontan a la década de los cuarenta, cuando varias familias provenien-tes de los municipios de San Carlos, Marini-lla, San Rafael y del departamento del Chocó llegaron desplazadas por el conflicto entre conservadores y liberales y se radicaron en los terrenos cedidos por doña María Gaviria.

El primer tugurio fue levantado por la seño-ra Julia Rendón Aristizábal en 1945, en pre-dios que eran propiedad de Don J. B. Lon-doño. El agua que se utilizaba para entonces eran residuos de las aguas negras que venían del barrio Robledo. Las primeras familias que llegaron a este lugar se dedicaban a extraer materiales de construcción de la quebrada; fue con esos mismos materiales que cons-truyeron sus viviendas.Así fue creciendo el barrio de tugurios. En pocas décadas y ante la llegada de más campesinos las casas au-mentaron y se iluminaron con luz de contra-bando.

La naturaleza y la vilonecia

El sector se divide en dos zonas: norte y sur, ambas afrontaron varias borrascas, como las de 1961 y 1964, que destruyeron las vivien-das casi en su totalidad. Pero a pesar de que el agua ha querido desaparecer el barrio en varias oportunidades, sus habitantes han sa-lido a reconstruirlo con empeño una y otra vez.

Gladis Pilar Carmona, presidenta de la Junta de Acción Comunal del barrio, sostiene que la quebrada era una gran preocupación en el pasado, pues se salía cada vez que caían aguaceros fuertes. Hoy en día está canaliza-da gracias al trabajo y la gestión de sus habi-tantes y al aporte de entidades oficiales.

El sector ha vivido fuertes impactos de vio-lencia, delincuencia e incluso pobreza extre-ma, razón por la cual ha sido estigmatizado

Mi Comuna

Fotos Maria Paola Zuluaga

como una zona peligrosa. Como dijo alguna vez una habitante, “La Iguaná es un lugar na-cido de la violencia y el dolor”.

A pesar de que la seguridad ha mejorado mucho en los últimos años, en el pasado el barrio fue azotado por varias olas de violen-cia. Gladis Mazo, recuerda que “hace trein-ta años, las bandas hicieron presencia en el sector, aunque las milicias habían desapare-cido dejaron su impronta de guerra por todas partes”. En la década de los ochenta también vivieron la crisis de violencia y de grupos ar-mados que se sintió en todo Medellín. Clau-dia Cristina Loaiza, por su parte, cuenta que “antes era un barrio muy caliente, tanto así que los negocios debían cerrar temprano”; sin embargo, dice que desde hace unos diez años la violencia disminuyó en gran medida.

Transformaciones y luchas del barrio

Hoy en día el barrio se llama Nueva Villa de La Iguaná y ha tenido grandes y exitosas transformaciones a nivel social y urbanísti-co. Ya cuenta con todos los servicios básicos de una sociedad como agua potable, luz eléc-trica, alcantarillado, algunas zonas de recrea-ción, escuelas e iglesias de diversas creencias.

La más reciente lucha de los habitantes de Multifamiliares La Iguaná fue lograr mante-ner los mismos privilegios económicos que tenían antes, pues el barrio era informal y no se hablaba de estrato, ni de acceso legal a los servicios públicos.

Gladis Mazo dice que ahora se siente feliz “porque su barrio es bueno y seguro, pero no siempre fue así, antes se mataba mucho y se violaban los derechos de sus habitantes”. La comunidad en general reconoce las mejoras que ha tenido el lugar, pero solicitan más

opciones de empleo y recursos para llevar a cabo algunos arreglos pendientes de la que-brada.

Antes los niños no tenían donde jugar y la mayoría de sus habitantes eran jóvenes con poca educación y pocas oportunidades. En la actualidad han tenido un mejor panorama, han visto que el futuro está en tener buenos principios, buenos aprendizajes y sobreto-do en ser cada vez mejores, superándose día tras día.

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11Habitante 7

Cuando conocí El Olaya

Un día cualquiera me avisa-ron que habían vendido el apartamento en el que vivía.

Entonces, salí a recorrer las calles de esta ciudad –a la que llegué hace cinco años proveniente de Cali–, para reubicarme y encontrar un arriendo del mismo valor del que pagaba antes. Momentos críticos de mi vida.

En esas un amigo, al verme tan em-balada, me permitió vivir en su casa por unos días, mientras desocupa-ban un apartamento en un sector hasta entonces desconocido para mí, El Olaya, un barrio alto que hace parte de la Comuna 7, pero al que se accede por la Comuna 13.

Allí estaba ubicada mi futura casa, y para llegar hasta allí comencé lo que sería toda una odisea, pues es casi como ir hasta el fin del mundo. Debía esperar la ruta en la cancha del barrio Blanquizal, según las in-dicaciones de mi amiga, la que me mostraría mi nuevo hogar. El con-ductor muy generoso me llevó por 500 pesos, que era lo único que te-nía en el bolsillo.

Mis ojos se sorprendieron desde las ventanas del bus con un sector lleno de calles estrechas, callejones, lomas y escalones. Me preguntaba dónde quedaría El Olaya. Parecía una niña asustada preguntándole al conductor si faltaba mucho para llegar. Iba sentada al lado de un se-ñor de edad avanzada que me pre-guntó si yo no era de este lugar, a lo que le asentí con una sonrisa.

Ya iba entretenida con el señor de al lado que me contaba sobre su vida en el barrio, cuando escuché al conductor que me miró por el re-trovisor y me dijo que ya había lle-gado. Perdón ¿a dónde?, le pregun-té y él me contestó ¿No me dijo que a la frontera de El Olaya?, sí señor, le dije. Busqué con un poco de des-espero a mi amiga por la ventana y ahí estaba ella, en el andén, con una sonrisa y dispuesta a reírse a carcajadas porque ya se imaginaba mi travesía. Empecé a subir con ella otro camino a pie y llegamos a un lugar con un aroma especial y am-biente de pueblo, la gente se veía alegre. Con una cordialidad poco habitual. Escuché: ¡Buenos días, esta es tu casa! Era una vivienda humilde y pequeña toda hecha de madera, pero me gustó mucho.

Estaba en la sala de mi amiga cuan-do entraron sus hijos, ella me ofre-ció un café y con mucho orgullo se paró a mostrarme el resto de su casa, su pieza era pequeña y acoge-dora, seguía la de sus hijos, luego la cocina y el baño, sin lujos pero ante mis ojos y mi corazón era el sitio más espectacular de la vida, se res-piraba una paz y una tranquilidad increíble.

A los días, me pasé para el aparta-mento que estaba esperando con mi familia. Los vecinos fueron muy ge-nerosos, tocaban mi puerta con in-vitaciones a almorzar o a tomar el algo. Transcurrieron los días y em-pecé a conocer El Olaya y su gente. Ya no llegaba a la frontera sino al cuadradero de buses, y disfrutaba de llegar al que ahora era mi ba-

rrio, con ese ambiente pueblerino, sus almacenes de ropa, de todo a 1.000, de celulares, revuelterías, supermercados, iglesias de diver-sos credos y la fundación a la cual llegué por motivos adversos a mi vida, donde me recibió su sacerdo-te y hermanas de la caridad con un amor muy familiar. Allí descubrí un mundo maravilloso donde los valores se rescatan cada día, donde se les da amor y comida a los que lo necesitan.

Con el paso de los días, conocí ve-cinas que se convirtieron en ami-gas y una noche me invitaron a rumbear en El Olaya. Por ese tiem-po no estaba muy bien de salud, pero me hacía falta una salidita a bailar como las que acostumbraba a hacer en Cali. Los sitios nocturnos

del barrio son como su gente, dife-rente, pero muy divertida; al empe-zar la noche sentía que estaba en el lugar equivocado pero con el ritmo de las horas empecé acoplarme a ellas, pero como a la 1 de la maña-na cuando la noche estaba en todo su furor, llegó la Policía y nos tocó volver a la casa. Me divertí mucho, pero quedé con el sinsabor de que acá, la rumba empieza temprano, se acaba temprano.

Las noches de los viernes y sába-dos a veces me entretengo viendo a los niños jugar bote-tarro, lo más gracioso es que siempre se les va el tarro loma abajo.

El hablar de su gente, sus costum-bres, sus vientos huracanados, sus miradores lineales que nos llevan a ver el otro lado de la ciudad, y has-ta ver con claridad el Estadio y los colores de las tribunas, que indican qué equipo va a jugar.

Los fines de semana llegan al barrio los familiares de vecinos que viven en pueblos de Antioquia, cargados con costales llenos revuelto, enton-ces es muy común que los sábados y domingos se respiren aromas a sancocho, morcilla, tamales, bu-ñuelos y arepas; y en las tiendas de cada esquina, se reúnen varios mineros, que también vienen de vi-sita, con sus amigos degustando de unas buenas polas.

Por Clara Inés López - [email protected]

pa’ delante

Fotos Christian Camilo Quintero

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Anastasia

Por Diego Alejandro Gallego Carmona/ [email protected]

Las mascotas generan simpatía y a veces hasta sabiduría en sus amos. Esos animales, unas veces peludos, húmedos o plumíferos dan compa-ñía y alegría. Pero esto no es solo es una cualidad de perros, gatos, peces, hámsters o tortugas; las gallinas también son buenas mascotas.

Me levanté de la almohada con los ojos todavía pegados. Eran las siete y media de la mañana. Me paré y me

dispuse a recorrer el pasillo que pasa por el baño. En el camino miré hacia el patio, y en un lapso de dos segundos que duró mi paso por esta parte de la casa, me pareció ver una gallina sobre la lavadora. No me detuve. Fui al baño extrañado y me pregunté cómo era posi-ble que de la noche a la mañana, literalmente, apareciera una gallina en una casa del barrio Bello Horizonte de Robledo. Me lavé la cara, me sequé y fui a reconfirmar que lo visto, no fuera a ser un síntoma de recienlevantado.

Era una gallina mediana, de unos treinta cen-tímetros de alto, de contextura delgada, patas color gris, plumas amarillas y de ojos curio-sos. La agarré, miré hacia arriba, tal vez había caído del tercer piso. La llevé para la sala y de inmediato, fue hacia el balcón que estaba cerrado. Comprendí entonces, que para una gallina el hecho de ver el sol brillante como sinónimo de un espacio abierto y de libertad era algo más que importante, necesario.

Mientras buscaba cómo romper el vidrio y sa-lir, tomó una postura alargada y el sol le pe-gaba en una parte de su cuerpo, como admi-rándola. Tomé mi cámara y la fotografié. En esa imagen descubrí la simpleza y la grandeza que encierra un animal, que supuestamente, solo debería poner huevos.

Anastasia, así se llama mi gallina, tenía como destino un pueblo antioqueño llamado San Francisco, donde se quedaría en un proceso de

engorde para más tarde ayudar a engordar al primero que la comprara. Pero cuando supe, sentí un impulso por descubrir algo que solo se conoce por pequeños detalles. Quise cono-cer algo que se supone sencillo y sin mayor gracia, así que no deje que se la llevaran y me quedé con ella, en contra de toda convención.

Convivir con un ser vivo que te sigue, solo por creer que te mueves para darle comida; te caga la casa cada vez que terminas de limpiar-la, cacarea cada que estás dormido, se te come los papeles importantes, revuelca la basura, etc., es toda una proeza, es desesperante y la paciencia no encuentra cabida. Sin embargo, hay algo de magia cuando te levantas y des-cubres que en vez de amanecer en su sitio, la gallina está durmiendo encima tuyo, te sigue a todas partes y corre a la puerta cuando nota que has llegado.

Una tarde mi madre movió las camas de su habitación para barrer más fácil. Anastasia entró y comenzó a moverse por todos lados muy agitada y angustiada. Estaba desespera-da por encontrar algo. Mientras corría miraba por debajo de las camas y hacía sonidos como reclamando un objeto perdido. Cuando mi madre curiosa buscó debajo de las camas pen-sando que tal vez había un animal, encontró dos huevos de tonalidad azul, los sacó ponién-dolos a disposición de Anastasia que en ese momento se calmó.

Los sonidos que hizo después cambiaron de manera radical, ahora su propósito era el de arrullar sus huevos, al momento de mimarlos

los movía de un lado a otro suavemente con su pico hasta poder acomodarse sobre ellos. “Los cuida como una madre a sus hijos”, fue-ron las palabras de mi mamá que después de ver la escena reconoció la angustia que solo el amor y el compromiso de una progenitora pueden generar.

Ya sea por lo anterior, porque le roba la co-mida a quienes nos visitan, las chocolatinas a mi hermana, porque se resbala en la baldo-sa cuando anda a las carreras, o por el hecho de que responde a su nombre o por cualquier otra razón; estoy seguro que me quiero que-dar con “Ana”.

Claro está, no aprende trucos ni se puede ju-gar con ella como con un perro, ni busca rego-cijo en las piernas de su dueño como un gato. Tal vez, un perro no caga la casa tan seguido como lo hace una gallina. Toca lidiar con sus ganas de comer a toda hora, contrario a lo que sucede con otras mascotas. Pero con Ana com-prendí cosas que no había entendido antes y se puede decir que esto sucede con cualquier otro animal, pero a mí me tocó con un plumí-fero, una gallina que me desafía cada que me acerco a sus huevos, que se echa cerca de mí a pesar de que no se deja acariciar, pero lo más importante es que es una simple ave, que no vuela, pero que te muestra lo grandioso que es el solo hecho de ser y estar en la vida sin pre-ocuparse por la atención de los demás. Que en ese solo “ser”, está lo que para nosotros toda-vía se torna incomprensible, pero que para los animales resulta tan sencillo: la simpleza del existir , ser libre, ser para sí mismo.

Habitante 7

Foto Diego Alejandro Gallego

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13Aprender y Jugar

¡Robledo,Venga Parchemos!

Cortesía: Robledo Venga Parchemos

Por Diego Alejandro Gallego Carmona/ [email protected]

Uno a veces cree que no queda mucho por hacer en una comuna inmersa en los conflictos urbanos; con los recuerdos

vivos de tiempos en los que era más fácil topar con el ojo de un arma que con la sonrisa amiga-ble de un vecino. Sin embargo, hay iniciativas que encaran esta realidad para transformarla, son esas mismas que toman su voz y su lugar en diversos jóvenes que proponen un camino hacia la resignificación de los espacios y hacia la construcción de comunidad.

Robledo Venga Parchemos –muestra de que sí hay iniciativas– es un colectivo de jóvenes que lleva más de dos años reuniéndose, y que a través de actividades o parches alternativos buscan transformar la realidad desde y para la comunidad. Su planteamiento es la apropiación y resignificación de espacios a partir del arte y la cultura.

Me faltaba poco para llegar, subía caminando por la pendiente de Villa Sofía cuando pensé que tal vez estaba perdiendo el tiempo, acababa de llover, los muchachos quizás habían decidi-do quedarse en su casa tomándose un chocola-te caliente.

En el momento en el que llegué al –TAL– Tea-tro al Aire Libre del parque La Batea, vi de es-paldas, sentadas en unas escaleras a dos figu-ras humana, una dio vuelta y me saludó, para mi alivio era un rostro familiar, Viviana, quien hace parte de esos rostros que aprendí a distin-guir después de tantas tardes en la universidad discutiendo. Con el paso de los minutos fueron sumándose más personas que me saludaban de tal forma que no las sentía desconocidas. Nos hacemos en ronda y algunos empiezan a

charlar. Son dispersos, hablan, se ríen, se sien-tan, se paran, se sientan, se acomodan, se pa-ran, son indecisos o tal vez inquietos.

Los muchachos llevaron revistas, textos escri-tos por ellos, novelas y poesías. Eran de dife-rentes autores, pero tenían algo particular, eran escritos que buscaban dar un grito de rabia y dolor a través de letras silenciosas que son mudas, salvo para quien las lee. Ese sábado se conmemoraban las jornadas de la indignación y la pregunta recurrente era: “Y a vos, ¿qué te indigna?”.

Los libros estuvieron acompañados por una ronda de cervezas. Había un ambiente ameno, literatura, cerveza, debates, escrituras colec-tivas, ideas y opiniones. Todo esto hace parte de la “Cerveciada Literaria”, un encuentro que se realiza cada quince días con el fin de com-partir un rato. La verdad es que mucha cerve-za no hubo esa vez, pues el número de botellas depende del estado del bolsillo, que ese día no andaba muy lleno, lo digo por mí. Pero si hubo mucha literatura y poesía.

Al final escribimos entre todos lo que llaman el cadáver exquisito, una hoja que rotan para que cada uno escriba una frase y doble la hoja para que el siguiente no vea lo que hay escrito. Al terminar, un compañero abrió la hoja mojada en la que todos habíamos escrito tiritando por el frío y leyó un texto, que terminó siendo un bello poema.

Los parches

La apropiación del espacio público por parte de los jóvenes a través de actividades en las que se

comparten ideas y arte, hace parte de una de las tantas propuestas del colectivo.

Los diferentes parches que proponen son: los encuentros alrededor de la literatura, talleres de malabares y clown como forma de expresión alternativa. También realizan las Lunadas, un parche en el que el grupo y todos los que quie-ran ir, inclusive de otros barrios, se dan cita en el TAL de La Batea, para tomarse la noche jun-tos por medio del arte, la cultura, la lectura y la diversión. Con esta idea buscan darle un nue-vo sentido a la noche, tan temida en algunas ocasiones, habitándola, nutriéndola de magia y compartiendo un espacio en el que el territorio y sus habitantes cobran un nuevo sentido.

Estos parches son la forma como estos jóvenes ven que se puede aprovechar cada parte del te-rritorio que se habita, al tiempo que se genera un desarraigo a los conflictos y se apuesta a una realidad distinta, divertida y pacífica, con jóve-nes que vivan alegres, conscientes y tranquilos. También, es una forma de derrumbar fronteras, lógicas de terror y resignificar espacios olvida-dos.

Por otro lado, estos procesos plantean la cons-trucción de comunidad como algo que depen-de de todos y todas; teniendo en cuenta lo que cada individuo, como integrante de la comuni-dad, tiene para aportar. Además, buscan darle valor a las subjetividades y propuestas olvida-das en los planes de desarrollo, que pretenden hacer realidad la utopía de una vida digna para todos.

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14 A Viva Voz

Comuna 7Por Erica Patricia Chica

Convivencia y Derechos Humanos

Las tensiones generadas entre los líderes de la Comuna 7 en las discusiones sobre Presupuesto Participativo y en otros espacios de participación y deliberación, llevó a algunos líderes a pensar

en la importancia de trabajar el tema de la convivencia.

Con este fin se creó la Mesa de Convivencia y Derechos Humanos en el año 2009, a pesar de tener muchos detractores. A partir del 2010 se consolidó y se le dio una estructura formal. Así, comenzó su par-ticipación de forma activa con propuestas e iniciativas en temas de convivencia y defensa de los Derechos Humanos.

La agrupación trabaja las líneas de prevención y defensa. Se enfoca en las familias y en establecer relaciones con las organizaciones co-munitarias y sociales. Cuenta con una estrategia de intervención en los barrios con la compañía de las juntas de acción comunal e insti-tuciones educativas.

Está conformada por jóvenes, adultos, líderes de distintos barrios de la comuna, organizaciones y personas del común que buscan mejorar la convivencia para así tener un desarrollo equitativo, logrado desde el ejemplo, el respeto y la aceptación de las diferencias.

Su objetivo principal es generar procesos de convivencia y promo-ción de los Derechos Humanos en la Comuna 7, articulando las fuer-zas vivas del sector. Lo cual permita realizar acciones de prevención y sensibilización formando tejido social.

En caso de vulnerabilidad de derechos, la mesa orienta a los habitan-tes de la comuna sobre las medidas que pueden tomar y las entidades a las que deben dirigirse.

Este medio es apoyado parcialmente con dinerospúblicos priorizados por habitantes de la Comuna 7(Robledo) en el Programa de Planeación Local yPresupuesto Participativo de la Alcaldía de Medellín.

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15A Viva Voz

Por Gabriel Barboza Salgado/ [email protected]

en las faldas de Robledo

Un costeño

Fotos Gabriel Barboza Salgado

Me levanté a las once de la mañana. Había quedado de encon-trarme con un amigo a las 2 de la tarde para ir a conocer Pajarito, un barrio alto de la Comuna 7.

Fui a prepararme el desayuno, solo había arepa de chócolo y el último pedazo de queso que me quedaba. Tomé un baño largo. Después fui a almorzar a la pensión donde empecé esa semana. Como cosa rara el bus, que pasa por el Pablo Tobón, el del dibujito –como me indicó Diego, el amigo en cuestión–, se demoró en pasar. Terminé llegando casi a las tres a Bello Horizonte, además de que el bus se demoró, iba lleno, casi todos de pie y de igual forma, el conductor siguió recogien-do pasajeros.

Cuando toco a la puerta de Diego, vaya sorpresa, me abre él, todavía en pantaloneta, descamisado y sin bañarse. Terminamos saliendo de su casa casi a las cuatro de la tarde.

El trayecto lo sentí normal hasta que empezamos a subir a La Campi-ña. Me habían advertido lo empinadas que eran las lomas de la parte alta de Robledo, pero bueno Sincelejo también tiene lomas, pensé. Pero las faldas que me tocó subir no tienen punto comparación. Va-rias veces me tuve que sentar a descansar, comprábamos mecato y seguíamos subiendo más y más lomas. Llegamos a una unidad re-sidencial compramos helados, Diego saludó a varios conocidos. Le enseñamos a montar bicicleta a un niño, en fin. Entre todo esto, pasó un tiempo corto, pero luego me enteré que aún no habíamos llegado. Entonces, figuró seguir subiendo.

Llegamos a una manga y Diego me dijo que podríamos rodearla o atravesarla para llegar más rápido. Dejé que decidiera, no me impor-taba. Lo que me tenía molesto era que la manga también era una loma.

A la final valió la pena la subida y el cansancio, lo que vi por primera vez -en lo alto de esa manga-loma- fue asombroso. Habíamos llegado a Pajarito. La vista de Medellín desde allá era perfecta, el clima y las casas campestres me encantaron. Las personas del lugar fueron muy amables, nos acercamos a una tienda a preguntar algo y nos dieron agua, y eso fue una bendición para mí en ese momento. La señora no sabe, pero me salvó la vida.

La tranquilidad que sentí en ese lugar me despejó la mente de los pro-blemas que se viven, se leen y se escuchan en el centro de la ciudad. No había ruido de motores. A esa hora solo escuché los susurros de los estudiantes saliendo de clases. Me dio nostalgia, recordé las tardes en mi ciudad cuando era yo el que salía de clases. Uno se acostumbra a la rutina, de la casa a la universidad, a almorzar, a la universidad otra vez y a la casa de nuevo, estar siempre haciendo lo mismo; a veces aburre, por eso esta salida fue como una liberación.

No conocí todo el lugar puesto que nuestro trayecto debía seguir más arriba, otra vez más lomas y peores que las anteriores. Pero hay algo seguro y es que volveré a Pajarito y cuando eso pase me aseguraré de traer de vuelta mejores recuerdos y más completos, ¡ah! y también, compraré algo en la tienda de la señora que nos dio agua.

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16 Reverso