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Pierre Boileau & Thomas Narcejac Las diabólicashace estallar la vulgaridad de la película policíaca y confirma de manera totalmente independiente sus extraordinarias dotes de brujo

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INTRODUCCIÓN

EntreLaquenoexistía…ylapelículaqueestanovelahainspiradoaH.G.Clouzot,Lasdiabólicas,sólohayunarelación, tan ligeraquepodríaconsiderarse lapelículaajenaallibro,ytansólidaqueunoseve,sinembargo,obligadoareconocersuíntimoparentesco.Enrealidad,ambasdesarrollanlamismaideaconmétodosdiferentes,ypuedeinclusodecirsequecuantomáslapelículaseesforzaseenmantenersefielalanovela, más obligada estaría a apartarse de ella. En este sentido, la película deClouzot es mucho menos una adaptación que una nueva creación de la que esoportunosubrayarlaoriginalidad.

Losautoresdellibrohanimaginadounanovelapolicíacaclásica,peroenlugardeempezarporelcrimen,hanempezadoporlamaquinaciónqueconduceaél.Elrelatoestá escrito enteramentedesde el puntodevistade lavíctima, loque constituye lamisma esencia del suspense. La angustia nace de la soledad asediada de un sercondenadodesdehacemuchotiempo,yesprecisamenteesasoledadloquelanovelatrata de hacer sensiblemediante una técnica compleja en sus efectos, pero sencillaporsunaturaleza,puestoquenoutilizamásquepalabras.

En cuanto al director, éste trabaja con imágenes, y la imagen es mucho másrebeldequelapalabra.Imposibleslosmonólogosinteriores,imposibleelclaroscurosicológico.Laimageneselmundoreal,eldelosobjetosydelosrostros.Clouzotnopodíaaislaralpersonajeclavey,noobstante,debíahacersensiblesudrama.Leerapreciso,pues,inventarunahistoriaenquelasimágenes,asuvez,fuesencapacesdementirsinperderesecarácterdeverdadqueeslaesenciadelcrimen.EnElcuervolarealidaderaenigmática;enElsalariodelmiedoestabaprofundamentecorroídaporlaamenaza de una catástrofe inminente. En este caso se convierte en una máscara.Clouzot, gracias a una intriga notablemente ajustada, alcanza esa perfidia de laimagenque reúnedemanera torturante el realismoconel expresionismo.Conellohaceestallarlavulgaridaddelapelículapolicíacayconfirmademaneratotalmenteindependientesusextraordinariasdotesdebrujo.

Perolaambigüedaddelapelículacorrespondealadelanovela.Enéstaelmundoestambiénunamáscaraylamentiracorrompeinvisiblementehastalosaspectosmásfamiliaresdelavida.Elhéroedellibroesunhombresobrequiensehalanzadounamaldiciónyque,pocoapoco,seveaplastadoporaparienciasqueyanocomprende.Los autores han querido en la medida de sus posibilidades, que son modestas,desembarazarsedeloslugarescomunesdelanovelapolicíaca.

Así, pues, es cierto que Clouzot se ha apartado deliberadamente de nuestranovela.Comotodoslosgrandescreadores,hahechogaladeunagranindependencia.

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Peroesigualmenteciertoquenonoshatraicionado,puesloquenosotrostratábamosde aportar como novedad es exactamente lo que él ha desarrollado, profundizado,ilustradoconesafuerza,esepunchquecaracterizansuestilo.Yporquetenemosunanociónexactadeloqueledebemos,hemosquerido,alprincipiodeestelibro,rendirhomenajealrealizadordeLasdiabólicas.Gracias,señorClouzot.

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CAPÍTULOI

—¡Fernando,telosuplico,cesadepasearte!Ravinelsedetuvoantelaventanayapartóelvisillo.Lanieblaseespesaba.Era

amarillentaalrededordelosfarolesqueiluminabanelmuelle,verdosabajolaslucesdegasdelacalle.Avecessehinchabaenformadehumaredayotrasseconvertíaenpolvillodeagua,enlluviamuyfinacuyasgotitasbrillabanenelaire.Elcastillodeproa del Smoelen aparecía confusamente por los agujeros de la niebla, con susventanillos iluminados.CuandoRavinelpermanecía inmóvil, seescuchabaa rachaslamúsicadeungramófono.Seadivinabaqueeraungramófonoporquecadapiezaduraba unos tres minutos. Luego se sucedía un silencio muy breve. El tiempo decambiareldisco.Ylamúsicasereanudaba.Procedíadelmercante.

—¡Peligroso!—observóRavinel—.SupónquealguiendelbarcoveaentraraquíaMireya.

—¡Quéva!—exclamóLuciana—.Novaarodearsedetantasprecauciones…Yademás,sonextranjeros.¿Quépodríancontarellos?

Con el dorsode lamano, él limpió el cristal, que su respiración empañaba.Sumirada, pasando por encima de la verja del minúsculo jardincillo, descubría a laizquierdaunpunteadode lucespálidasydeextrañasconstelaciones rojasyverdes.Unas, parecidas a ruedecitas dentadas, como llamas de cirios en el fondo de unaiglesia, las otras casi fosforescentes como luciérnagas. Ravinel reconocía sindificultad la curvadelmuellede laFosse, el semáforode la antiguaestaciónde laBolsay la faroladelpasoanivel, la linterna suspendidade las cadenasquepor lanocheimpidenelaccesoalpuentetransbordador,ylaslucesdeposicióndelCantal,delCassard y del Smoelen. A la derecha empezaba el muelle Ernest Renaud. Elresplandordeunfaroldegasproyectabasuspálidosreflejossobrelasvías,descubríaelhúmedoadoquinado.AbordodelSmoelen,elgramófonotocabavalsesvieneses.

—Talvezcojauntaxi,porlomenoshastalaesquina—dijoLuciana.Ravinelsoltóelvisilloysevolvió.—Esdemasiadoahorradora—murmuró.Elsilenciosehizodenuevo.Ravinelreemprendiósuspaseos.Oncepasosdela

ventanaalapuerta.Lucianaselimabalasuñasy,devezencuando,alzabalamanohacialalámpara,ylahacíagirarlentamentecomosisetratasedeunobjetodevalor.Conservaba puesto el abrigo, pero había insistido en que él se pusiese el batín, sequitaseelcuelloylacorbataysecalzaralaszapatillas.

—Acabas de llegar. Estás cansado. Ponte cómodo antes de comer…¿Comprendes?

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Ravinel comprendía perfectamente. E incluso comprendía demasiado bien, conunaespeciedelucidezdesesperada.Lucianalohabíaprevistotodo.Alverqueélsedisponía a sacar unmantel del cajón del bufete, ella lo había detenido con su vozronca,acostumbradaamandar.

—No,nadademantel.Acabasdellegar.Estássolo.Comerápidamentesobreelhule.

Ellayahabíadispuestosucubierto: la lonchade jamón,ensubolsa,habíasidoechada descuidadamente entre la botella de vino y el jarro. La naranja estabacolocadasobrelacajadecamembert.

«Una bonita naturaleza muerta», había pensado Ravinel. Y se había quedadohelado durante un largo momento, incapaz de moverse, con las manos llenas desudor.

—Falta algo—había dicho Luciana—. Veamos. Te desvistes… Te dispones acomer… solo… No tienes puesta la radio… ¡Ya caigo! Echas una ojeada a lospedidosdeldía.¡Esnormal!

—Peroteaseguro…—¡Damelacartera!Había esparcido sobre una esquina de lamesa las hojasmecanografiadas cuya

cabecerarepresentabaunacañadepescaryunsalabardocruzadocomounasespadas.

MaisonBlancheetLehuédé145,BoulevarddeMagenta-París.

Enaquelmomentoeranlasnueveyveinte.Ravinelhubiesepodidorelatarminutoaminutotodoloquehabíanhechodesdelasocho.Antetodo,habíaninspeccionadoelcuartodebaño,sehabíanaseguradodequetodofuncionababien,quenoexistíaelriesgodequealgofallaseenelúltimomomento.Fernandohubiese inclusoqueridollenarenseguidalabañera,peroLucianasehabíaopuesto.

—Reflexiona…Ellaquerrávisitarlotodo.Sepreguntaráaquévienetantaagua…Habíanestadoapuntodepelearse.Lucianaestabademalhumor.Peseatodasu

sangrefríaselanotabatensa,inquieta.—Cualquieradiríaquenolaconoces…Hacecincoaños,mipobreFernando.Pero,justamente,élnoestabamuysegurodeconocerlabien.¡Unaesposa!Sela

encuentraalahoradelascomidas.Seduermeconella.Losdomingosselallevaalcine. Se hacen economías para comprar una casita en los arrabales. Buenos días,Fernando.Buenasnoches,Mireya.Tieneloslabiosfrescosydiminutaspecasjuntoala nariz. Sólo se las ve al darle un beso.No pesa gran cosa cuando se la coge enbrazos. Delgaducha pero robusta, nerviosa. Una amable mujercita, insignificante.¿Porquésehacasadoconella?¿Acasounosabeporquésecasa?Laedadquese

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echa encima.Se tienen treinta y tres años.Uno está cansadode los hoteles, de lastascasyde los restaurantes.Noesagradable ser representantedecomercio.Cuatrodíasporesosmundos.Cuandollegaelsábado,unosealegradevolveraencontrarlacasitadeEnghienyaMireya,sonriente,quecoseenlacocina.Oncepasosdesdelapuertaalaventana.LosventanillosdelSmoelen,tresdiscosdoradosquedescendíanpoco a poco, porque la marea bajaba. Procedente de Chantenay, un tren demercancíasdesfiló lentamente.Las ruedaschirriaban sobre los rieles, los techosdelos vagones se deslizaban con unmovimiento suave, pasaban bajo el semáforo enmediode unhalo de lluvia.Unviejo vagón alemán, congarita, se alejó enúltimotérmino,conunfarolrojocolgadoporencimadelostopes.Lamúsicadelgramófonovolvióahacerseperceptible.

Alasnuevemenoscuartohabíanbebidounvasitodecoñacparadarseánimos.Acontinuación,Ravinelsehabíadescalzado,sehabíapuestoelviejobatín,agujereadopordelanteacausadelaschispasdesprendidasdesupipa.Lucianahabíadispuestolamesa. No habían encontrado nada más que decirse. El autovía de Rennes habíapasadoalasnueveydieciséis,haciendocorrerporeltechodelcomedorunrosariodeluces,ydurantemuchoratosehabíaoídoeltraqueteoprecisodesusruedas.

El tren deParís no llegaba hasta las diez y treinta y unminutos. ¡Todavía unahora! Lucianamanejaba sin ruido la lima. El despertador, sobre la chimenea, latíaprecipitadamentey,aveces,suritmosealteraba,elmecanismoparecíadarunpasoenfalso,luegosereanudabaellatidoconunasonoridadalgodistinta.Ambosalzabanlavista,semiraban.Ravinelsesacabalasmanosdelosbolsillos,selasjuntabaporlaespalda,continuabaandando, llevándosela imagendeunaLucianadesconocida,derasgostensos,defrentepreocupada.Estabancometiendounalocura.¡Unalocura…!¿Y si la carta de Luciana no hubiese sido entregada…? Si Mireya estuvieseenferma…Si…

Ravinelsedejócaerenunasilla,juntoaLuciana.—Nopuedomás.—¿Tienesmiedo?Élseirguióinmediatamente.—¡Miedo!¡Miedo!Nomásquetú.—Ojalá.—Esestaespera.Mecrispalosnervios.Ellalepalpólamuñecaconsumanodura,experta,hizounamueca.—Escomotedigo—prosiguióél—.Comoveras,estoyenfermando.Estaríamos

apañados.—Todavíaestamosatiempo—dijoLuciana.Se levantó. Se abrochó lentamente el abrigo, se pasó el peine por sus cabellos

morenos,rizados,muycortos.

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—¿Quéhaces?—balbucióRavinel.—Memarcho.—¡No!—Entonces,domínateunpocomás…¿Dequétienesmiedo?Laeternadiscusiónibaareanudarse.¡Ah!,sesabíadememorialosargumentos

deLuciana.Élloshabíaexaminado,estudiadounoporunodurantedíasymásdías.Poralgohabíavaciladotantoantesdedecidirse.LeparecíaestarviendoaMireya,enlacocina.Sehallabaplanchandoy,devezencuando, ibaadarunasvueltasaunasalsa que preparaba en una cacerola. ¡Qué bien había sabido mentir! Casi sinesfuerzo.

—MeheencontradoconGradére,unantiguocamaradaderegimiento.Yatehehablado de él alguna vez, ¿verdad…? Está metido en seguros. Parece que ganamucho.

Mireyaplanchabaunoscalzoncillos.Labrillantepuntadelaplanchaseintroducíadelicadamenteentrelosbotonesdejandotrasdeellacomounapistablancadelaquesedesprendíaunligerovapor.

—Me ha estado hablando largo y tendido sobre un seguro de vida… Oh, teconfiesoque,alprincipio,mesentíamásbienescéptico…Yatepuedesimaginarquelosconozcobien.Enloprimeroquepiensanesensucomisión.¡Esnatural!Pero,detodosmodos,reflexionandobien…

Elladejabalaplanchaenelsoporteydesenchufabaelcordón.—Enmiprofesión,nohayretiroparalasviudas.Ahorabien,yocirculomuchoy

voyentodaclasedevehículos…Unaccidentellegacuandomenossepiensa.¿Quéseríadeti?Notenemosdinero…Gradéremehapresentadounproyecto…Laprimano es enorme y las ventajas son verdaderamente atractivas… Si yo llegase adesaparecer…¡Caramba,nuncasesabequiénpuedesobrevivir,yquiénmorirse…!Cobraríasdosmillones.

Aquelloconstituíaunapruebadeamor.Mireyasehabíaconmovido.—¡Québuenoeres,Fernando!Quedaba ahora la parte difícil: hacer firmar a Mireya una póliza análoga a

beneficiodeél.Pero¿cómoabordarestetemadelicado?YfuelapobreMireyaquienunasemanamástarde,espontáneamente,lopropuso.—¡Cariño!Yotambiénquierosuscribirunseguro.Comomuybiendices,nunca

sesabequiénpuedemorirseantesdelosdos…Eimagínatecompletamentesolo,sincriada,sinnadie…

Élhabíaprotestado.Sólolojusto.YMireyahabíafirmado.Ydeesohacíayaunpocomásdedosaños.

¡Dosaños!Elplazoexigidoporlascompañíasparaasegurarelfallecimientoporsuicidio. Pues Luciana no había dejado nada a la casualidad. ¿Quién sabía a qué

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conclusiónpodíanllegarlosinvestigadores?Ahorabien,eraprecisoquelacompañíadesegurosnotuvieradóndecogerse.

Todoslosdemásdetalleshabíansidoperfiladosconelmismocuidadoexquisito.Endosañossetienetiempoparareflexionar,parapesarlosprosyloscontras.No,nohabíanadaquetemer.

Lasdiez.Ravinelse levantóasuvez,colocóse juntoaLuciana,ante laventana.Lacalle

estabavacía,reluciente.Cogióasuamanteporelbrazo.—Esmásdeloquepuedoresistir.Setratadelosnervios.Cuandopienso…—Puesnopienses.Permanecieroninmóviles,elunojuntoalotro,conelenormesilenciodelacasa

pesando sobre sus hombros y, detrás de ellos, el febril tictac del despertador. LosventanillosdelSmoelenflotabancomolunasblanquecinas,cadavezmáspálidas.Laniebla se iba espesando. Lamúsica del gramófono se hacía brumosa a su vez, seasemejabaalagangosidaddeunteléfono.Ravinelacababapornosaberyasiestabavivo.Cuandoerapequeñoseimaginabadeestamaneraellimbo:unalargaesperaenmediodelaniebla.Unalargayaterrorizadaespera.Cerrabalosojosy,siempre,teníala impresión de que se caía. Era vertiginoso, terrible, y, sin embargo, bastanteagradable.Sumadrelosacudía:

—¿Quéhaces,tonto?—Estoyjugando.Abríalosojos,atontado,desencajado.Sesentíavagamenteculpable.Mástarde,

en el momento de su primera comunión, cuando el abate Jousseaume le habíainterrogado: «¿Ningún mal pensamiento? ¿Ninguna acción contra la pureza?», élhabía pensado inmediatamente en el juego de la niebla. Sí, ciertamente era algoimpuro,prohibido,y,sinembargo,nuncahabíarenunciado.Eljuegosehabíainclusoperfeccionado con los años. Ravinel tenía la sensación de hacerse invisible, deevaporarsecomounanube.Eldíaenquehabíaenterradoasupadre,porejemplo…Aquel día había una niebla verdadera, tan densa, que el coche fúnebre parecía losrestos de un naufragio que se hundiesen sin sacudidas a través de pegajosasespesuras.Sevivíayaenotromundo…Noeranitristenialegre…Unagranpaz…Elotroladodeunafronteraprohibida.

—Lasdiezyveinte.—¿Qué?Ravinel volvió a encontrarse en una habitación mal iluminada, pobremente

amueblada,juntoaunamujerquellevabaunabrigonegro,quesacabadesubolsillounfrasquito.¡Luciana!¡Mireya!Respiróprofundamenteyvolvióavivir.

—¡Vamos,Fernando!Despabílate.Traeeljarro.Ellalehablabacomoaunniño.PoresoprecisamenteamabaaladoctoraLuciana

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Mogard. Otro pensamiento extraño, desplazado. ¡La doctora era su amante!Habíamomentos en que esto le parecía casi increíble, monstruoso. Luciana vació elcontenidodelfrasquitoenelaguadeljarroyagitóunpocolamezcla.

—Compruébalotúmismo.Ningúnolor.Ravinelolfateólagarrafa.Enefecto:ningúnolor.Lainterrogó:—¿Estásseguradequeladosisnoesdemasiadofuerte?Lucianaseencogiódehombros.—Si se bebiese toda el agua, no digo que no. Y aun así y todo… Pero se

contentará conunoodosvasos. ¡Imagínate si conoceré los efectos!Sedormirá enseguida,puedescreerme.

—Y…encasodeautopsia,noseencontraráningunatrazade…—Nosetratadeunveneno,mipobreFernando.Essólounsoporífero.Sedigiere

rápidamente…Pontealamesa.¡Toma!—Talvezpodríamosesperarunpocomás.Miraron el despertador. Las diez y veinticinco. El tren de París debía de estar

cruzando la estación distribuidora de Blottereau. Al cabo de cinco minutos sedetendría en la estación de Nantes. Mireya andaría aprisa. No necesitaría más deveinteminutos.AlgomenossicogíaeltranvíahastalaplazadelComercio.

Ravinelsésentó,desenvolvióeljamón.Experimentónáuseasalveraquellacarnede color rosado enfermizo. Luciana le sirvió vino y echó una última ojeada a sualrededor.Pareciósatisfecha.

—Yaeshoradequetedeje…Notealteres;muéstratenaturalytodosaldrábien.Yaverás.

ApoyólasmanosenloshombrosdeRavinelyrozósufrenteconunrápidobeso.Lo miró de nuevo antes de abrir la puerta. Resueltamente, él cortó un pedazo dejamóny se puso amasticarlo.No oyó salir aLuciana, pero, por cierta calidad delsilencio,supoqueestabasoloylaangustiavolvióainvadirlo.ErainútilqueRavinelrepitiesesusademanesdetodoslosdías,desmigaseelpan,tamborileasesobreelhuleconlapuntadelcuchilloycontemplasedistraídamentelashojasmecanografiadas:

MolinetesLuxor(10).................................30.000francos»Botas,modelo«Sologne»(20pares)....31.500»Cuñas«Flexor»(6)...................................22.300»

Eraincapazdetragarunbocado.Untrensilbóalolejos,talvezhaciaelladodeChantenay. Quizás hacia el puente de Vendée. Imposible estar seguro con aquellaniebla. ¿Huir? Luciana debía de estar esperando en algún lugar del muelle. Erademasiadotarde.NadapodíasalvaryaaMireya.

¡Ytodopordosmillones!TodoparasatisfacerlaambicióndeLuciana,quequería

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establecerseporsucuentaenAntibes.Losplanosdelainstalaciónestabanlistos.Ellateníauncerebrodenegociante,semejanteaunficheroultraperfeccionado.Todossusproyectosestabanordenadosimpecablementeensucabeza.Nuncaseproducíanielmenorerror.Entrecerrabalosojosymurmuraba:«¡Cuidado,nonosconfundamos!»,y el mecanismo funcionaba, los engranajes giraban, la respuesta surgía completa,precisa.Entantoqueél…Seconfundíaensuscuentas,debíapasarhorasordenandoyseleccionandosuspapeles,sinsaberyaquiénhabíaencargadocartuchosyquiénlosbambúesjaponeses.Estabahartodesuprofesión.MientrasqueenAntibes…

Ravinel contemplaba el brillante jarro a través del cual su rebanada de pan sedeformaba semejando una esponja… ¡Antibes! Una tienda elegante… En elescaparate, fusiles de aire comprimido para la pesca submarina, gafas, máscaras,escafandrasligeras…Unaclienteladericosaficionados…Yelmarenfrente,elsol…Sólo pensamientos ligeros, fáciles, de los que uno no puede avergonzarse.Terminadas las nieblas del Loira, del Vilaine… ¡Terminado el juego de la niebla!Otrohombre.Lucianalohabíaprometido.Elporveniraparecíaenlaboladecristal.Ravinel se veía con unos pantalones de franela y una camisa deportiva. Estababronceado.Atraíalasmiradas…

Eltrensilbócasibajolaventana,yRavinelsefrotólosojosyfuealevantarunapuntadelvisillo.EradesdeluegoelParis-QuimperquesedirigíahaciaRedon trasuna parada de cinco minutos. Mireya había viajado en uno de aquellos vagonesiluminadosquehacíancorrerporlacalzadaunahileradegrandesrectángulosclaros.Había compartimientos vacíos, con encajes, espejos, fotografías por encima de losasientos.Había compartimientos llenos demarineros que comían.Las imágenes sesucedían, apenas reales, sin relación conMireya. En el último compartimiento, unhombre dormía con un diario desdoblado sobre la cabeza. El furgón de coladesapareció,yRavinelnotóquelamúsicahabíacesadoabordodelSmoelen.Yanoseveíanlosventanillos.Mireyaestabasola,sindudanomuylejosdeallí,enlacalledesierta,andandorápidamentesobresusaltostacones.¿Llevaríatalvezensubolsounrevólver,elqueélledejabacuandosalíadeviaje?Peroellanosabíautilizarlo.Ytampoco tendría motivo para hacerlo. Ravinel cogió la garrafa por el cuello, lalevantóhacialaluz.Elaguaeralímpida;ladroganohabíadejadoningúnposo.Mojóeldedo, loacercóa la lengua.Elagua teníaundébil regusto. ¡Pero tandébil!Paranotarlohabíaquesaberlo.

Lasdiezycuarenta.Ravinel se obligó a comer algunos bocados de jamón. Ahora no se atrevía a

moverse.Mireya debía sorprenderlo así, cenando en un extremo de lamesa, solo,triste,cansado.

Yderepentelaoyóandarporlaacera.Imposibleequivocarse.Suspasoserancasiimperceptibles.Sinembargo,loshubiesereconocidoentreotrosmil:unpasoligero,

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desigual, entorpecido por la estrecha falda del traje sastre.La verja apenas chirrió.Luego,elsilencio.Mireyaatravesabadepuntillaseldiminutojardín,dabavueltaalpomodelapuerta.Ravinelseolvidabadecomer.Volvióacogerjamón.Asupesar,semanteníaunpocodeladoenlasilla.Teníamiedodelapuerta,quequedabaasuespalda.Mireya estaba ciertamente junto a ella, con la oreja pegada a la madera,espiando. Ravinel carraspeó, hizo chocar el gollete de la botella de vino contra elbordedesuvaso,arrugóunospapeles.Siellaesperabaoírruidodebesos…

Lapuertaseabrióconfuerza,Ravinelsevolvió.—¿Tú?Dentro de su traje sastre azul marino, con su abrigo de viaje completamente

abierto,Mireyaaparecíaesbeltacomounmuchachito.Llevababajoelbrazosugranbolso negromarcado con sus dos iniciales:M.R., y retorcía los guantes entre susdelgados dedos. No miraba a su esposo, sino al aparador, las sillas, la ventanacerrada, luegoelcubierto, lanaranjaenequilibrio sobre lacajadelqueso,el jarro.Avanzódospasos, levantó suvelillo, sobreelquequedabanpresasunasgotitasdeagua,comoenunateladearaña.

—¿Dóndeestá?¿Quieresdecirmedóndeestáella?Ravinelselevantólentamente,conairesorprendido.—¿Quién?—Esamujer…Losétodo…Esinútilmentirme.Maquinalmente, él adelantó su silla y, con los hombros algo inclinados y una

arrugadesorpresaenlafrente,lasmanoscolgantes,conlaspalmashaciaarriba,seoyódecir:

—MipequeñaMireya…¿Quéteocurre?¿Quésignificatodoesto?Entoncesellasedejócaerenlasillayconelrostroapoyadoensubrazodoblado,

suscabellosrubioscayendosobreelplatode jamón,sepusoasollozar.YRavinel,cogidodesorpresa,muyconmovido,ledabapalmaditasenelhombro.

—¡Ea!¡Ea!Cálmate,vamos.¿Quéesesahistoriasobreunamujer?Creíasqueteengañaba…¡Mipobrepequeña!Bueno,venaverlo…¡Sí,sí!Insisto.Despuésyateexplicarás…

La hacía levantarse, la sostenía por el talle, la obligaba a andar mientras ellallorabaconlacabezaapoyadaenelpechodeél.

—Mirabienportodaspartes.Notengasmiedo.Con el pie abrió la puerta del dormitorio y palpó para encontrar el interruptor.

Hablabaenvozalta,conunaespeciedeamistosidadburlona.—Reconoces la habitación, ¿verdad? Sólo la cama y el armario.Nadie bajo el

lecho,ninadieenelarmario. ¡Huele!Olfateaconmásfuerza…Sí,huelea tabaco,porque fumoantesdedormirme.Peroes inútilque tratesdedescubrirun rastrodeperfume.Ahora,elcuartodebaño…Ylacocina,sí,insisto.

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Abriólaalacena.Mireyaseenjugabalosojos,empezabaasonreíratravésdesuslágrimas.Lehizodarmediavueltaylecuchicheójuntoalaoreja:

—¡Qué!¿Convencida?¡Chiquilla!Enelfondonomedesagradaqueseascelosa.Perohacerunviajeasí.¡Ennoviembre!¡Tehabráncontadocosashorribles!

Habíanregresadoalcomedor.—¡Caramba!¡Nosolvidábamosdelgaraje!—Hacesmalenburlarte—balbucióMireya.Y,denuevo,estuvoapuntodeecharseallorar.—Bueno,vena contarmeesegrandrama.Acomódateen labutacamientrasyo

enchufoelradiador.¿Muycansada?Yanotoquenopuedesmás.Porlomenos,pontecómoda.

Acercóelradiadoralaspiernasdesuesposa,ladesembarazódesusombreroysesentóenelbrazodesubutaca.

—Unacartaanónima,¿eh?—¡Sisólosetratasedeunacartaanónima!EsLucianaquienmehaescrito.—¡Luciana…!¿Tieneslacarta?—Yalocreo.Abrióelbolsoysacóunsobre.Élseloarrancódelasmanos.—Esdesdeluegosuescritura.¡Caramba,quéraro!—¡Oh!Ynohatenidoinconvenienteenfirmar.Él fingió que leía. Se las sabía dememoria aquellas tres páginas que Luciana

había escrito la antevíspera en su presencia: «… una mecanógrafa del "CréditLyonnais", una pelirrojamuy joven, que va a verlo todas las noches. He vaciladomuchotiempoantesdedecidirmeaadvertirte,pero…».

Ravinelandabadeunladoparaotro,agitandolasmanos.—¡Esinimaginable!Lucianadebehabersevueltorepentinamenteloca…Deslizólacartaensubolsillo,conunademánquequeríasermaquinal,yconsultó

eldespertador.—Evidentementeesunpocotarde…yademás,miércoles;elladebedeestarenel

Hospital… ¡Lástima! Habríamos aclarado inmediatamente este embrollo. En todocaso,nadaperdemosconesperar.

Sedetuvobruscamenteyabriólosbrazosenseñaldeperplejidad.—Una mujer que se titula amiga nuestra… Que consideramos como de la

familia…¿Porqué?¿Porqué?Sesirvióunvasodevinoylobebiódeuntrago.—¿Quierescomeralgo?Detodosmodos,noesunarazónqueporqueLuciana…—No,gracias.—Entonces,¿unpocodevino?—No.Sólounvasodeagua.

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—Comoquieras.Cogióeljarro,sintemblar,llenóelvasoylodejóanteMireya.—¿Ysialguienhubieseimitadosuescritura,sufirma?—¡Vamos,vamos!Laconozcodemasiadobien.¿Yestepapel?Enfin,lacartaha

sidoenviadadesdeaquí.Fíjateenelmatasellos:Nantes.Fuedepositadaayer.Laherecibidoporelcorreodelascuatro.¡Oh,quésorpresa!

Sepasóelpañueloporlasmejillasyalargólamanohaciaelvaso.—¡Ah!Nohevaciladoniunmomento.—Enesotereconozcobien.Ravinelleacariciósuavementeelcabello.—Enel fondo, talvezLucianaestésencillamentecelosa—murmuró—.Veque

estamosunidos…Haypersonasquenopuedensoportarlafelicidaddelosdemás.Alfinyalcabo,¿sabemosloqueellapiensa?Tecuidóadmirablementehacetresaños.Oh,deesonopuedehaberduda.Inclusopuedeafirmarsequetesalvólavida.Porqueestabasbastanteenferma,¿sabes?Pero,enfin,suoficioessalvaralagente.Yluego,talvezsetratasedeuncasodesuerte.Notodaslasfiebrestifoideassonmortales.

—Sí,perorecuerdaloamablequefue…HastahizoquemellevaranaParísenlaambulanciadelhospital.

—¡Deacuerdo!Pero¿quiénpodríaasegurarqueyadesdeentoncesnopensaraeninterponerse entre nosotros? Ahora que medito en ello, me ha hecho algunasinsinuaciones. Me sorprendía encontrármela tan a menudo… Oye, Mireya, ¿y siestuvieseenamoradademí?

Porprimeravez,elrostrodeMireyaseiluminó.—¿Deti?—dijo—.¿Deunvejestorio?¿Quiéntecreesqueeres?Bebióapequeñossorbos,dejóelvasovacíoy,alveraRavinelmuypálidoycon

losojosbrillantes,agregómientraslecogíalamano:—¡Noteenfades,cariño!Hedichoesoparahacerterabiar. ¡Ahorametocabaa

mí!

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CAPÍTULOII

—Porsupuesto,nohabrásidoacontárseloatuhermano…—¡Figúrate!Hubiesetenidodemasiadavergüenza.Apartequeapenassihetenido

tiempoparacorreralaestación.—Enresumen,nadieestáalcorrientedetuviaje.—Nadie.Notengoporquédarexplicaciones.Ravinelalargólamanohaciaeljarro.—¿Otropoquitodeagua?Llenóelvasosinapresurarse,luegorecogiólashojasmecanografiadasesparcidas

por la mesa: Maison Bláche el Lehuédé… Durante un momento permaneciópensativo:

—No obstante, no se me ocurre otra explicación. Luciana quiere separarnos.Acuérdate… Ahora hace justamente un año, cuando pasó unos días en París.Confiesaquehubiesepodidoencontraralojamientoenelhospitaloenelhotel.Perono.Quisoinstalarseennuestracasa.

—Para corresponder a todas las atenciones que había tenido conmigo, eraimprescindibleinvitarla.

—Nodigolocontrario.Pero¿porquésequedótantotiempo?Yporunpocomássehubiesepuestoamangonearlotodo.Túacabasteobedeciéndolacomosifuerasunacriada.

—Oh,vayaquiénhabla.¿Acasonotehacíabailartambiénatialsonquequería?—Detodosmodos,noerayoquienlecocinabasusplatosfavoritos.—No.Peroleescribíasamáquinasucorrespondencia.—Esunamujerextraña—dijoRavinel—.¿Quépuedeproponersealenviarteesta

carta? Bien ha debido pensar que tú vendrías en seguida… y sabía que meencontraríassolo.¿Entonces?Sufalsedadseponíainmediatamenteenevidencia.

Mireya pareció alterarse y Ravinel experimentó un áspero placer. No podíaaceptarqueellaconfiasemásenLucianaqueenél.

—¿Porqué?—murmuróMireya—.Sí,¿porqué…?Sinembargo,ellaesbuena.—¡Buena…!Biensevequenolaconoces.—¡Laconozcotanbiencomotú!—¡Mipobrepequeña!Yolahevistoensuambiente.Perotúnotienesidea.Por

ejemplo,susenfermeras.Sisupiesesdequémaneralastrata…—¡Notecreo!Quisolevantarse,debióagarrarsealsillón;luegovolvióacaerysepasóeldorso

delamanoporlafrente.

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—¿Quétesucede?—Nada…Unvahído.—Sólotefaltabaeso.Sicaesenferma…Entodocaso,noseráLucianaquiente

cuidará.Mireyabostezóyserecogióloscabellosconunademánlánguido.—Ayúdame,porfavor,voyatendermeunpoco.Derepentemehaentradounsueñoterrible.Ravinel la cogió por los sobacos. Ella estuvo a punto de caer de bruces y se

agarróalbordedelamesa.—¡Querida!¡Miraqueponerteenesteestado!Lallevóhaciaeldormitorio.LaspiernasdeMireyasedoblaban,selequedaban

flácidas.Suspiessearrastraronporelparquetyperdióunzapato.Ravinel,casisinaliento,ladejócaerenlacama.Ellaestabalívidayparecíarespirarcondificultad.

—Creoque…hehechomal…Suvozerauncuchicheo,perosusojosconservabanunapequeñallamadevida.—¿NodebíasverunodeestosdíasaGermánoaMarta?—preguntóRavinel.—No…Hastalasemanapróxima,no.Colocóelcubrecamaporencimadelaspiernasdesumujer.LosojosdeMireya

nocesabandemirarle.Unosojosderepenteangustiados,enelfondodeloscualesseadivinabalaoscuraelaboracióndeunpensamientoapuntodedesfallecer.

—¡Fernando!—¿Quémásquieres?Descansadeunavez.—…elvaso…Novalíalapenamentir.Ravinelquisoapartarsedelacama.Losojosleseguían,

implorantes.—¡Duerme!—exclamó.LospárpadosdeMireyasemovieronunavez,dosveces.Nosevislumbrabamás

queunminúsculopuntodeclaridadenelcentrodelaspupilas,luegoaquelbrilloseapagóylosojossecerraronlentamente.Ravinelsepasólamanoporelrostro,conunademánbrusco,comounhombrequesientesobrelapielunatelaraña.Mireyayanosemovía.Entresuspintadoslabiosaparecíalanacaradalíneadelosdientes.

Ravinel salió del dormitorio y avanzó a tientas por el vestíbulo. La cabeza levacilaba un poco y tenía pegada a la retina la imagen de los ojos deMireya, unaimagenamarilla,tanprontobrillantecomoconfusa,quesecolocabaanteélentodaspartes,comounamariposadepesadilla.

Atravesóeljardincilloentreszancadas.EmpujólaverjaqueMireyahabíadejadoentreabiertayllamóamediavoz:

—¡Luciana!Éstasalióinmediatamentedeentrelassombras.

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—¡Ven!—dijoél—.Yaestáhecho.Ellaleprecedióparaentrarenlacasa.—Ocúpatedelabañera.Pero él la siguió al dormitorio, al pasar recogió el zapato y lo colocó sobre la

chimenea,enlaquedebióapoyarse.LucianalevantabalospárpadosdeMireyaunotras de otro.Se veía el globoblanquecinodel ojo, la pupila inerte y comopintadasobrelaesclerótica.YRavinel,fascinado,nopodíavolverlacabeza.Sentíaquecadagesto de Luciana penetraba en sumemoria y se imprimía en ella como un tatuajehorrible.Habíaleídoenrevistas,artículosyreportajessobreelsuerodelaverdad.SilaPolicía…Tembló,unió lasmanos; luego, asustadoporaquel suplicanteademán,las colocó a su espalda. Luciana examinaba con atención el pulso deMireya. Susdedoslargosynerviososcorríanalolargodelamuñecablancacomounaágilbestiaquebuscalaarteriaantesdepicarodemorder.Sedetuvieron,sejuntaron.Luciana,sinmoverse,ordenó:

—Labañera.¡Aprisa!Habíaadoptadosuvozprofesionaldedoctora,unavozunpocosecaqueteníala

costumbre de pronunciar frases indiscutibles, la voz que tranquilizaba a Ravinelcuandosequejabadelcorazón.Searrastróhastaelcuartodebaño,abrióelgrifoyelagua crepitó con gran ruido contra el fondo de la bañera. Temeroso, lo cerró amedias.

—Ybien—gritóLuciana—,¿quéesloquenomarcha?YcomoRavinelnocontestaba,ellaseacercóhastalapuerta.—Elruido—dijoél—.Vamosadespertarla.Luciananisemolestóencontestar,peroamaneradedesafíoabrióalmáximoel

grifodelaguafría,luegoeldelaguacaliente.Despuésvolvióaldormitorio.Elaguasubíalentamenteenlabañera,unaguaunpocoverde,atravesadaporburbujas,yunvaho ligero se formaba por encima de la superficie, se condensaba en gotitas bienredondas, apretadas las unas junto a las otras sobre las paredes de esmalte blanco,sobre la pared y hasta el estante de vidrio del lavabo. El espejo, empañado, sólomostraba a Ravinel una silueta confusa, irreconocible. Tocó el agua, como si sehubiesetratadodeunverdaderobañoy,derepente,seenderezó,mientraslassienesle latían con fuerza. Una vez más, la verdad acababa de golpearle, pues era unverdaderogolpe.Ungolpeyalmismotiempounailuminación.Comprendíaloqueestabahaciendoytemblabadepiesacabeza…Afortunadamente,estaimpresiónnoduró.Muy pronto dejó de comprender que él,Ravinel, era culpable.Mireya habíabebidoun soporífero.Unabañera se llenaba.Nadadeesto separecía auncrimen.Nadadeestoeraterrible.Habíaechadoaguaenunvaso,llevadoasumujerhastalacama…Ademanes de todos los días.Mireyamoriría, por así decir, por su propiaculpa, como de una enfermedad contraída a causa de una imprudencia. No habíaningún responsable. Nadie odiaba a aquella pobre Mireya. Era demasiado

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insignificante…Ysinembargo,cuandoRavinelhuboregresadoaldormitorio…Erauna especie de sueño absurdo.Ya no estabamuy seguro de si no soñaba.No.Nosoñaba.Elaguacaíapesadamenteenlabañera.Elcuerposeguíaallísobrelacama,yenlachimeneahabíaunzapatodemujer.LucianaregistrabatranquilamenteelbolsodeMireya.

—¿Quéhaces?—preguntóRavinel.—Busco su billete—explicó Luciana—. Supón que haya cogido uno de ida y

vuelta.Hayquepreverlotodo…¿Ymicarta?¿Lahasrecuperado?—Sí.Latengoenelbolsillo.—Quémala.Enseguida.Seríascapazdeolvidarlo.Cogeelceniceroquehayenla

mesilladenoche.Ravinel encendió una esquina del sobre con su encendedor y no dejó la carta

hasta que las llamas le lamieron los dedos. El papel se torció en el cenicero, secontrajo,bordeadodeunhilillorojizoqueparecíamoverse.

—¿Nohahabladoanadiedeesteviaje?—Anadie.—¿NisiquieraaGermán?—No.—Damesuzapato.Ravinelcogióelzapatodelachimeneayseloentregó;unaespeciedesollozole

hinchólagarganta.LucianacalzódiestramenteelpiedeMireya.—Elagua—ordenó—.Yadebedehaberbastante.Ravinelandabaahoracomounsonámbulo.Cerró los grifos y el brusco silencio lo atolondró. Vio el reflejo de su rostro,

deformado por las ligeras ondulaciones. Un cráneo calvo, cejas espesas, tiesas,vagamenterojizas,yunbigoteenformadecepillobajolanarizirregular.Elrostrodeunhombreenérgico,casibrutal.Unasencillamáscaraqueacostumbrabaengañaralagente, que había engañado al propio Ravinel durante años, pero que ni por unsegundohabíaconfundidoaLuciana.

—Dateprisa—dijoésta.Èl se sobresaltóy regresó juntoa lacama.Lucianahabía levantadoelbustode

Mireya y se esforzaba en quitarle el abrigo. La cabeza deMireya se bamboleaba,doblándoseyasobreunhombro,yasobreelotro.

—¡Sujétala!Ravinel debió apretar los dientes, en tanto que Luciana, con precisión, hacía

resbalarlasmangasdelaprenda.—¡Enderézala!Ravinelsujetabaasuesposacontrasí,enunaespeciedeabrazoamorosoquelo

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atemorizó. Volvió a dejarla caer sobre la almohada, se enjugó las manos, respirópesadamente,Luciana doblaba el abrigo con esmero, lo llevaba al comedor, dondehabíaquedadoel sombrerodeMireya.Ravinel tuvoque sentarse.Había llegadoelmomento. Ahora era imposible pensar: «¡Aún hay tiempo para detenerse, paracambiardeopinión!»estepensamiento,envariasocasiones,selehabíapresentado,lo había incluso alentado. Se había dicho que, tal vez, en el último momento…Siemprelodejabaparamástarde,porqueunacontecimientoqueseimaginaconservauna fluidez tranquilizadora. Se le puede dominar. No es auténtico. Esta vez, elacontecimientoestabaallí.Lucianaregresó,palpólamanodeRavinel.

—Estonomarcha…—murmuróél—.Sinembargo,hagoloquepuedo.—Yolacogeréporloshombros—dijoella—.Túsólotendrásquesostenerlelas

piernas.Estoseconvertíaenunacuestióndeamorpropio.Casidedignidad.Ravinelse

decidió.RodeóconsusdedoslostobillosdeMireya.Frasesabsurdaslecruzabanporla cabeza: «Te aseguro que no sentirás nada, mi pobreMireya…Ya ves… Estoyobligado…Sin embargo, te juro que no te deseo ningúnmal…Yo también estoyenfermo… Uno de estos días reventaré… Un síncope cardíaco». Sentía ganas dellorar.Deuntaconazo,Lucianaabriólapuertadelcuartodebaño.Eravigorosacomounhombreyestabaacostumbradaatransportarenfermos.

—Apóyalaenelborde…Así…Yabasta.Déjamehacer.Ravinel retrocedió tan precipitadamente, que golpeó con el codo el estante de

encima del lavabo y estuvo a punto de romper el vaso para lavarse los dientes.Lucianaempujóprimero laspiernasdeMireya, luegodejó resbalar todoelcuerpo;saltaronunassalpicadurasquecayeronsobreelmosaico.

—Bueno—dijoLuciana—,dateprisa…Veabuscarlosmorillosdelachimenea.Losdelcomedor,sí.

Ravinelsealejó.«Yaestálisto…,listo…Estámuerta».Laspalabraslegolpeabanelcráneo.Noconseguíaandarderechoybebióungranvasodevinocuandollegóalcomedor.Un tren silbó bajo la ventana.El ómnibus deRennes, sin duda…En losmorillos había un poco de grasa. ¿Era preciso limpiarlos?Aunque nadie lo sabríanunca.

Cogió los morillos, se detuvo en el dormitorio, sin atreverse a avanzar más.Lucianaestabainclinadasobrelabañera,inmóvil.Noseveíasubrazoizquierdo,quepermanecíasumergidoenelagua.

—Déjalosahí—ordenóella.Ravinelnoreconociósuvoz.Abandonólosmorillosjuntoalapuertadelcuarto

debañoyLuciana se agachó, los cogióuno trasotro con lamano libre.Pese a suturbación, no hacía ningún ademán inútil. Los morillos iban a mantener como unlastre,elcadáverenelfondodelagua.Ravinel,conpasosvacilantes,seacercóala

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cama, hundió la cabeza en la almohada y dejó estallar su congoja. Ante sus ojos,desfilaban las imágenes de otros tiempos: Mireya visitando la casita de Enghien:«Pondremos la radio en el dormitorio, ¿verdad, cariño?». Mireya palmoteandocuandoélcompróelcoche:«Podríamosinclusodormirenél;esbastantegrande»,ytambiénotras imágenes,algomenos límpidas:unabarcaconmotor,enAntibes,unjardínllenodeflores,unapalmera…

Luciana hacía correr el agua en el lavabo.LuegoRavinel oyó el tintineo de labotelladelaguadeColonia.Ellaselimpiabalasmanos,losbrazos,metódicamente,comodespuésdeunaoperación.¡Detodosmodos,Lucianahabíatenidomiedo!Lasteorías son muy bonitas. Se finge menospreciar la vida humana. Se exponenopinionesatrevidas.Quienpersigueunpropósito…Sí,desdeluego.Perocuandolamuerteestáallí,inclusolamuertedulce,laeutanasia,comoelladice,puesbien,lascosas son distintas. No, no olvidaría la mirada de Luciana en el momento en elmomentoquerecogíalosmorillos,unamiradaturbada,extraviada…UnamiradaquetranquilizóaRavinel.Ahoraerancómplices.Ellanopodríadejarlo.Alcabodeunosmeses,secasarían.Enfin,esoestabaporver.Nohabíanadoptadoningunadecisióndefinitiva.

Ravinel se secó los ojos, sorprendido al comprobar que había llorado tanto. Sesentóenlacama.

—¿Luciana?—¿Quéhay?Ellahabíavueltoahallar suvozhabitual.Enaquelmomentoélhubiese jurado

queLucianaseempolvabayseponíaunpocodecarmínenloslabios.—¿Ysiterminásemosestanoche?Derepente,ellasaliódelcuartodebaño,conlabarritadecarmínenlosdedos.—¿Ysinoslallevásemos?—prosiguióRavinel.—Oh, ya vuelves a perder la cabeza. Entonces no hubiese valido la pena de

prepararunplansemejante.—Tengotantaprisadeque…todohayaterminado.Lucianaechóunaúltimaojeadaalabañera.Apagólaluzycerrólapuertamuy

suavemente.—¿Ytucoartada…?LaPolicíapuedemuybiensospechardeti,ysobretodola

compañía de seguros. Es preciso que haya testigos que te vean esta noche. Ymañana…ypasado.

—Desdeluego—dijoél,abrumado.—¡Vamos!Cariñomío,lomásdifícilyahapasado.Noirásaflaquearahora.Leacariciólasmejillas.SusdedosolíanaaguadeColonia.Ravinelselevantóy

seapoyóenelhombrodesuamiga.—Tienesrazón.Así,pues,novolveréaverteantesdel…viernes.

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—Por desdicha. Bien lo sabes…, tengo el hospital… Y además, ¿dónde nosencontraríamos?Aquíno,desdeluego.

—¡Oh,no!Hablóliteralmenteagritos.—Haztecargo…Noeselmomentomásoportunoparaquenosveanjuntos.Sería

estúpidocomprometerlotodoporunachiquillada.—Entonces,¿hastapasadomañanaalasocho?—Alasocho,enelmuelledel’Île-Gloriette,segúnloacordado.Esperemosque

lanocheseaoscura,comohoy.FueabuscarloszapatosylacorbatadeRavinelyleayudóaponerseelabrigo.—¿Quévasahacerduranteestosdosdías,Fernando?—Nolosé.—Aúndebendequedartealgunosclientesquevisitarporestosalrededores.—Oh,encuantoaeso,siemprelostengo.—¿Túmaletaestáenelauto?¿Tumaquinilladeafeitar?¿Elcepillodedientes?—Sí.Todoestálisto.—Entonces,larguémonos.MedejarásenlaplazadelComercio.Lucianacerró tranquilamente laspuertas,diodosvueltascon llavea lacancela

mientrasélibaaabrirelgaraje.Losfarolesparecíanbrillaratravésdeunastelas.Lanieblaera tibia;olíaamoho.Unmotorronroneabaenalgúnsitio,haciael ladodelrío,un«Diesel»queteníafallos.Lucianamontóenlacamioneta,alladodeRavinel,quemanejaba nerviosamente el cambio demarchas.Dejó el vehículo de cualquiermodo, junto a la acera, bajó la puerta ondulada del garaje,manipuló la cerradura;luego,alzandolacabeza,mirólacasaysesubióelcuellodelabrigo.

—¡Enmarcha!Elautoavanzópesadamente,cortandounasustanciablanduzcaqueseapartabaen

formadevelosamarillentos,sepegabaalparabrisas,pesealosmovimientosdeloslimpiadores.Secruzaronconunalocomotoraquedesaparecióenseguida,formandoenlabrumaunaavenidamásclaraenlaquebrillaronlosrieles,losdesvíos.

—Nadiemeverábajar—cuchicheóLuciana.UnfarolrojolesindicóeledificiodelaBolsayalmismotiempodistinguieronlas

lucesdelostranvíasalineadosalrededordelaplazadelComercio.—Déjameaquí.LucianaseinclinóybesóaRavinelenlasien.—Nadadeimprudencias.Tenmuchacalma.Teconstaqueerainevitable,cariño.Cerródegolpe laportezuelaysehundióenelmurogrisáceoenelquesupaso

hizonacer lentasvolutasdehumo.Ravinelsequedósolo,con lasmanoscrispadassobreelvolante.Entoncestuvolacertidumbredequeaquellaniebla…¡No!Noeraunacasualidad,aquellanieblateníaunsignificadopreciso.Él,Ravinel,estabaallí,en

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aquellacajademetal,comoenelumbraldeljuiciopostrero…Ravinel…Unpobrediablo que en el fondo no eramalo. Se veía con sus gruesas y frondosas cejas…FernandoRavinel…, atravesando la existencia con lasmanos extendidas, comounciego… ¡Siempre la niebla…! Apenas algunas siluetas entrevistas…, siluetasengañosas…Mireya… Y el sol no surgía nunca. Estaba seguro. No escaparía deaquelpaíssinfronteras.Unalmaenpena.¡Unfantasma!NoeralaprimeravezqueestaideaatormentabaaRavinel.¿Ysi,peseatodo,noeramásqueunfantasma?

Embragó,diolavueltaalaplazaenprimera.Detrásdeloscristalesempañadosdelos cafés se distinguían sombras chinescas, una nariz, una gran pipa, una manoabiertaque,bruscamente,aumentabadevolumen,seasemejabaaunarotura,yluces,luces…Ravinel tenía necesidad de ver luces, de llenar de luz aquel envoltorio decarne, de repente demasiado grande para él. Se detuvo ante la «Cervecería de laFosse»,franqueólapuertagiratoriasiguiendolospasosdeunamuchachaaltayrubia,quesereía.Seencontróenvueltoenotrahumareda,ladelaspipasyloscigarrillos,queseesparcíaentrelosrostros,seaferrabaalasbotellasqueuncamareropaseabasobreunabandeja.Lascabezassealzaban.Losdedoschasqueaban.

—¡Fermín!¿Ymiaguardiente?Las monedas tintineaban en el mostrador, sobre las mesas, y una máquina

registradoratriturabacifrasentreeltumultodelosencargos.—¡Ytrescafés,tres!Lasbolasrodabansobreelbillar,entrechocabanconunruidodiscreto.¡Elruido!

Elruidodelavida.Ravinelsedejócaerenlaesquinadeunabanqueta,yrelajótodossusmúsculos.

«Yahellegado»,pensó.Tenía lasmanos ante su vista, sobre el velador, junto al cenicero cuadradoque

llevabaencadaunodesusladoslapalabraByrrhenletrasoscuras.Eraagradablealtacto.—¿Quétomaráelseñor?El camarero se inclinaba con una deferencia llena de cordialidad. Entonces,

Ravineltuvounainspiración.—Unponche,Fermín—dijo—.¡Unponchebiengrande!—Bien,señor.Ravinelolvidabalentamentelanocheylacasadealláabajo.Teníacalor.Fumaba

un cigarrillo que olía bien. El camarero actuaba con movimientos cuidadosos yglotones.El azúcar, el ron…Ymuy pronto el licor ardía.Una hermosa llama queparecía nacer espontáneamente en el aire, por encima del líquido. Una llama alprincipioazul,luegoanaranjada,contembloresypequeñosrastrosdecolordefuego.Los ojos se animaban. Ravinel recordó un calendario que había contempladolargamentecuandoerapequeño:unanegraarrodilladaenunbosquecillodeárboles

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exóticos, junto a una playa dorada que bañabaunmar azul.Volvía a encontrar lasmismastonalidadesexaltadasenlallamadelponche.Ycuandobebiótragoatragoelardientebrebaje, fuecomosivertieseoroensu interior,comounsol tranquiloquerechazaba los temores, losescrúpulos, laangustia.Él también teníaderechoavivirplenamente,poderosamente,sinrendircuentasanadie.Sesentíaliberadodealgoqueleahogabadesdehacíatiempo.PorprimeravezmirósintemoralotroRavinel,alquese le enfrentaba desde el espejo. Treinta y ocho años. Un rostro de viejo y sinembargo todavía no había empezado a vivir. Era contemporáneo del chiquillo quecontemplabaalanegrayalmarazul.Peroaúnnoerademasiadotarde.

—¡Fermín!¡Otro!Yunaguíadeferrocarriles.—Bien,señor.Ravinel sacó del bolsillo una tarjeta postal. Naturalmente, era Luciana quien

habíatenidoaquellaideadeenviarunaspalabrasaMireya.«Llegareelsábadoporlamañana…»Sacudiósuestilográfica.Elcamareroregresaba.

—Dime,Fermín.¿Acuántoestamoshoy?—Pues…acuatro,señor.—Acuatro…¡Esverdad!Acuatro.Yesoque loheestadoescribiendo todoel

día.¿Notendríasporcasualidadunsello?La guía estaba grasienta, manchada por las esquinas. Pero Ravinel ya no era

sensible a tales detalles. Buscó el cuadro de los trenes que iban al Mediterráneo.Evidentemente, saldrían de París. ¡Y por tren! ¡Ni hablar de la camioneta! Estabafascinadoconlosnombresquesudedodescubría:Dijon,Lyon,todaslasciudadesdelvalle del Ródano… Número 35 —Riviera-Express - Primera y segunda clase -Antibes—7,44…Habíarápidos,comoaquélquellegabahastaVentimiglia,oírosquepasabandirectamenteaItaliaporMódena.Habíatrenesconvagónrestaurante,otrosconcoches-camas…Loslargoscoches-camasazules…Losveíaenlahumaredadesuscigarrillos.Imaginabasulentobalanceoylanocheenlasportezuelas,unanocheclara,llenadeestrellas,unanochealaquepuedemirarsedefrente.

Elalcohollellenabalabocadeungustodecaramelo.Ensucabezahabíacomounrumordeviaje.Lapuertagiratoriahacíadarvueltasaramilletesdeluz.

—Vamosacerrar,señor.Ravinel echa a su vez dinero sobre el velador, desprecia el cambio. Con un

ademán,apartaaFermín,apartaalacajera,queloestámirando,apartaelpasado.Lapuerta lo engulle, lo lanzaa la acera.Vacila, se apoyaun instante en lapared.Suspensamientosseoscurecen.Unapalabraleacudealoslabios,sinmotivo:Tipperary.NosabeloquequieredecirTipperary.Sonríeconcansancio.

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CAPÍTULOIII

¡Nadamásqueundíaymedio!¡Sóloundía!Yahora,Ravinelvaacontarporhoras.Habíatemidoqueestaesperaseríaterrible.No.Noloes.Pero,enunsentido,talvezseapeor.Esinterminableymonótona.El tiempohaperdidosuritmo.Elprisionerocondenadoacincoañosdebeexperimentaralprincipiounsentimientoparecido.Yelprisionero condenado a cadena perpetua… Ravinel rechaza este pensamiento quezumbaobstinadamenteensucerebro,comounamoscaatraídaporlapodredumbre.

Bebe.Masnoparahacersenotar.Noparaemborracharse.Sóloparamodificarlacadencia de su vida. Entre dos vasos de aguardiente, uno se da cuenta de que hatranscurrido mucho tiempo, sin que se sepa cómo. Uno medita en detallesminúsculos.Por ejemplo: el hotel en queha debidodormir la víspera.Mala cama.Café infecto. Gentes que van y vienen sin cesar. Trenes que silban. Hubiese sidopreciso dejar Nantes, darse una vuelta por Redon, por Anceny. Pero imposiblemarcharse. Tal vez porque el despertar va unido a una lucidez aguda,descorazonadora. Uno calcula las probabilidades. Parecen tan mínimas queverdaderamente no vale la pena de luchar.Hacia las diez, de repente, la confianzaretorna.Escomounaluznuevaqueiluminaconextrañezalasrazonesdedudarylasconvierteenrazonesparaconfiar.Entonces,valerosamente,seempujalapuertadel«Café Français». Uno se enfrenta con los amigos. Siempre están allí, dos o tres,tomandocaféycopa.

—¡EseviejoFernando!—Pero,oye,¡quémalacaratienes!Hay que sentarse entre ellos, sonreír. Afortunadamente, aceptan la primera

explicaciónqueselesda.Mentiresmuyfácil.Bastaexplicarquesehatenidodolordemuelas,queunosehaatontadoafuerzadeanalgésicos.

—Yo—diceTamisier—,elañopasadotuveunamueladeljuicio…«Sihubiesecontinuado,creoquemehabríaarrojadoalagua,tangrandeeraelsufrimiento».

Es curioso, incluso reflexiones como ésa uno las acoge sin pestañear. Uno sepersuade de que tiene dolor de muelas y todo ocurre como si verdaderamente lotuviese.Yalaotranoche,conMireya…Laotranocheera…¡Diosmío!Eraayer…¿Es que uno miente? ¡No! Es mucho más complicado que eso. Uno se conviertebruscamente en el hombre de otra vida, comoun actor. Sólo que el actor, una vezcaídoeltelón,dejadeconfundirseconsuspersonajes.Entantoqueparaalgunos…imposiblesaberquiéneselhombreyquiéneselpersonaje.

—Oye,Ravinel,¿esimportanteelnuevomolinete«Rotor»?HevistoelanuncioenlaPescaIlustrada.

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—Noestámal.Sobretodoparapescarenelmar.Una mañana de noviembre, con un sol blanco al fondo de la niebla y aceras

mojadas.Devezencuando,enelmismoángulodelcafé,untranvíatomalacurvaysus ruedas chirrían sobre los rieles con un sonido agudo, prolongado, nodesagradable.

—¿Quétalportucasa?—Bien.Ytampocoestavezhamentido.Resultaunpocoalucinanteestedesdoblamiento.—Extraña vida —observa Belloeil—. ¡Siempre viajando! ¿Nunca has sentido

deseosdecogerlaregiónparisiense?—No.Antetodo,laregióndeParísestáreservadaalosviajantesmásantiguos.Y

además,aquímicifradeventasesmuchomásinteresante.—Siempre me he preguntado por qué has escogido esta profesión—comenta

Tamisier—.¡Contuinstrucción!Y explica a Belloeil que Ravinel es licenciado en derecho. ¿Cómo hacerles

comprenderloqueunomismonohaacabadodeaclarar?Elatractivodelagua…Hantranscurridolashoras.Porlatarde,elcine.Porlanoche,elcine.Luegootro

hotel,éstedemasiadotranquilo.PresenciaobsesionantedeMireya.NodeMireyaenlabañera,sinodeMireyaenEnghien.UnaMireyabienviva,alaquedebuenaganahubieseexplicadosus temores.«¿Quéharías tú,Mireya,enmi lugar?».Obligadoacomprenderquelaamatodavía,omásbienqueempiezaaamarlatímidamente.¡Esgrotesco!Esodiosohastaelinfinito,ysinembargo…

—¡Caramba!Pero…siesRavinel.—¿Qué?Sondoslosquesedetienenanteél.Cadiouyotro,unoaltoydelgado,conuna

chaquetadepiel,quelomirafijamente,comosi…—TepresentoaLarmingeat—diceCadiou.¡Larmingeat! Ravinel ha conocido bien a Larmingeat en otra época, un

muchachito con delantal negro que le explicaba sus problemas. Se observan.Larmingeatalargalamanoelprimero.

—¡Fernando!Vayasorpresa…Caramba,sihaceporlomenosveinticincoaños…Cadioudaunaspalmadas.—¡Trescoñacs!Apesarde todo, seproduceun instantede incomodidad. ¿Larmingeat, ese tipo

altodenarizaguileñayojosfríos?—¿Quéesdetuvida?—preguntaRavinel.—Soyarquitecto…¿Ytú?—¡Oh!Yo,representantedecomercio.Esto establece inmediatamente una distancia. Larmingeat le mira de reojo, se

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dirigeaCadiou.—Fuimos juntos a la escuela enBrest. Creo recordar que pasamos a la vez el

examendeEstado…¡Quélejosquedatodoeso!Calientasucoñacconlapalmadelasmanos,vuelveadirigirseaRavinel.—¿Ytuspadres?—Hanmuerto.LarmingeatsuspirayexplicaenobsequiodeCadiou:—Supadreeraprofesorenelinstituto.Mepareceaúnverlo,consuparaguasysu

cartera.Nosonreíaamenudo.No. No sonreía a menudo. Estaba tuberculoso. Pero eso, Larmingeat no tiene

necesidaddesaberlo.Nohablemosdeesepadresiempredenegro,apodadoSardinaporloschicosdelinstituto.Enelfondo,esélquienhahechoqueRavinelaborrezcalos estudios. De tanto repetir: «Cuando yo no esté ya aquí… Cuando ya no metengas…».Yeraprecisotrabajar,trabajar…Enlamesa,dejabadecomer;examinabaasuhijoconatención.«Fernando,¿lafechadeCampo-Formio…?¿Lafórmuladelbutano…? ¿La concordancia de los tiempos en latín?». Era un hombre preciso,minucioso, que todo lo ponía en fichas. Para él, la Geografía era una lista deciudades,laHistoriaunalistadefechas,elhombreunalistadenombresdehuesosyde nervios. A Ravinel le entran aún unos sudores fríos cuando piensa en subachillerato.Yamenudonombresextrañoslevuelvenalamemoria,comobriznasdeuna pesadilla: Pointe-á-Pitre…, cretáceo…, monocotiledónea… No se esimpunementehijodeelSardina.¿QuédiríaLarmingeatsiRavinel leconfesasequeha rogado para que su padre muriese, que ha acechado todos los síntomas de supróximofin?¡Ah!Estábienempolladoenmedicina.Sabeloquesignificaunpocodeespuma en la comisura de los labios, una ciertamanera de toser durante la noche.Sabe también lo que significa ser el hijo de un enfermo. Temblar siempre por susalud,vigilarsutemperaturaenloscambiosdeestación.Comodecíasumadre:«Ennuestracasapocoslleganaviejos».Ellamurióalgunosmesesdespuésquesumarido,sinalboroto,agotadaporloscálculosylaseconomías.ComoRavinelerahijoúnico,apesardesuedadtuvolaimpresióndeserunhuérfano.Yhaseguidosiéndolo.Algoen su interior no ha conseguido desarrollarse y siempre se sobresalta cuando unapuertasecierradegolpeocuandoalguienlollamadeimproviso.Temelaspreguntasaquemarropa.NadielepreguntayaporlafechadeCampo-Formio,evidentemente,perocontinúateniendomiedodenosaberquécontestar,deignorarundatoesencial.Y en efecto, le ha sucedido olvidar su número de teléfono o la matrícula de suvehículo. Un día olvidará su nombre. No será ya hijo, ni marido, ni nada… Unhombre entre los otros y, ese día, quién sabe, tal vez sea feliz, con una felicidadprohibida.

—¿RecuerdasnuestrospaseosalapuntadelosEspañoles?

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Ravinelvuelvelentamentealasuperficie.¡Ah!Sí,Larmingeat.—Me hubiese gustado conocer a Ravinel en aquella época —dice Cadiou—.

Imaginoqueseríauntipoduro,¿verdad?—¿Untipoduro?LarmingeatyRavinelsemiran.Sonríenalavezyescomosiacabasendesellar

unpacto.PorqueCadiounopodríacomprender…—Untipoduro,sí,desdeluego—asienteLarmingeat,quieninterroga—:¿Estás

casado?Ravinelmirasualianzayseruboriza.—Sí.VivimosenEnghien,juntoaParís.—Conozcoaquello.Seproducenbaches en la conversación.Hay tiempode sobra para examinarse.

Larmingeat lleva también una alianza.A veces se seca los ojos porque no tiene lacostumbre de beber alcohol. Podría interrogarlo, mas ¿para qué? La vida de losdemásnuncalehainteresadoaRavinel.

—¿Marchabienlareconstrucción?—preguntaCadiou.—Novamal—respondeLarmingeat.—¿Quécostaráunaplantabajamedianaperoconfortable?—Eso depende. Cuatro habitaciones y cuarto de baño, alrededor de los dos

millones.Naturalmente,merefieroauncuartodebañodelomásmoderno.Ravinelllamaalcamarero.—Tomemosotraronda—respondeCadiou.—No.Tengounacita.Discúlpame,Larmingeat.Estrecha unasmanos fláccidas. Larmingeat adopta un aire un poco frío.Desde

luego,noquieremostrarseindiscreto.—Bienmirado—gruñeCadiou—,hubiesespodidoalmorzarconnosotros.—Enotraocasión.—Cuentoconello.Teenseñaréelterrenoqueacabodecomprarenelpuentede

Cens.Ravinel sevaconpasos rápidos.Se reprocha su faltade sangre fría,pero¿qué

culpatieneéldesersensiblehastaloabsurdo?¿Esqueotroensulugar…?Transcurrenlashoras.ConducesucamionetaalaestacióndeserviciosdeErdre

Engrase. Pleno de carburante. Por precaución, hace llenar dos latas adicionales.LuegosedirigealaplazadelComercio,pasafrentealaBolsa,cruzalaexplanadadelaislaJoliette.Veelpuertoasuizquierda,laslucesdeunmercantequesealeja,elLoira,llenodereflejos.Nuncasehasentidotanpróximoalascosas,tanliberadodesímismo y, sin embargo, su pecho se crispa dolorosamente, sus nervios se tensanpara soportar la prueba inminente. Desfila un interminable tren de mercancías.Ravinelcuenta losvagones.Treintayuno.Lucianahadebidosalirdelhospital.La

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dejaráterminareltrabajo.Alfinyalcabo,esellaquienlohacombinadotodo.¡Ah!¡Latelaencerada!Sabequeestádetrásdeél,dobladaenunángulodelacamioneta,y, no obstante, se vuelve para mirarla. Una tela encerada «California» lo que élpresentacomomuestrapuraelmaterialdecamping.Cuandoseendereza,distingueaLucianaquellegasinruido,consussuelasdecrepé.

—Buenasnoches,Fernando…¿Quétal?¿Tesientescansado?Inclusoantesdeabrirlaportezuelasehaquitadolosguantesparapalparlamano

deRavinel.Haceunamueca.—Medaslaimpresióndequeestásmuynervioso…Ynotoquehasbebido.—Erainevitable—gruñeélmientrastiradelbotóndearranque—.Túmismame

hasrecomendadoquemedejasever.El auto sigue elmuelle de la Fosse. Es la hora de la desbandada.Docenas de

lucecillasredondas,zigzagueantes,secruzanenlanoche:losciclistas.Hayqueirconlosojosbienabiertos,peroRavinel,sinoesunmecánicomuybueno,sabeconducirconhabilidad.Sedeslizadiestramente.Másalládeltransbordador, lacirculaciónesmuchomásfácil.

—Damelasllaves—murmuraLuciana.Ravinelmaniobra,hacemarchaatrás,yellacierralapuertadelgaraje.Ravinelse

beberíadebuenaganauncoñac.—Latelaencerada—pideLuciana.Abre la otra puerta, la del fondo. Escucha. Luego asciende los dos escalones,

entraen lacasamientrasRavinelsaca la tela, ladespliega, laenrolla.Yderepenteoyeelruidoquetemía…Elagua…Elaguaquesevacíadelabañera…Eltubodedesagüepasa por el garaje.Envarias ocasiones ha visto personas ahogadas.En suprofesiónsecirculamuchoalolargodelosríos.Noresultaunbonitoespectáculounahogado.Aparecenegro,hinchadoportodaspartes.Lapielestallabajoélbichero…Asciende losdosescalones.Allá, al fondode la casa silenciosa, labañera sevacíaconhipos,congorgoteos…Ravinelsemeteporelcorredor,sedetieneenelumbraldeldormitorio.Lapuertadelcuartodebañoestáabierta.Lucianasehallainclinadasobrelabañera,delaqueseescapaunúltimogorgoteo.Estámirandoalgunacosa…La telaenceradacae,Ravinelnosabesi lahasoltado, siha resbalado…Damediavuelta, entra en el comedor.El litrodevino sigue sobre lamesa, al ladodel jarro.Bebedelabotellahastaquepierdeelaliento.¡Quécaramba!Bienhayquedecidirse.Retrocede,recogelatela.

—Extiéndelabienllana—ordenaLuciana—.¿Qué?—Latelaencerada.Ostentaunrostroduro,implacable,queélnoleconocíaaún.Ravineldesenrolla

eltejidoimpermeable.Formaunainmensaalfombraverdosa,demasiadograndeparaelcuartodebaño.

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—¿Qué hay? —cuchichea Ravinel. Luciana se ha quitado el abrigo, se haremangadolablusa.

—¿Quéhay?—repiteRavinel.—¡Imagínate!—diceella—.Despuésdecuarentayochohoras…¡Extraño poder de las palabras!Ravinel siente bruscamente frío.Tiene frío por

Mireya.Quiere ver. Se inclina sobre la bañera como un hombre presa del vértigo.Descubre la falda pegada a las piernas, los brazos doblados, las manos apretadasalrededordelagarganta…¡Ah!Laangustia.Cierralaportezueladegolpe,embraga.Conduceendireccióna laestación,escoge lascallesmal iluminadas, llegaa ladelGeneral Buat. La camioneta se balancea sobre el adoquinado, adelanta tranvíastraqueteantes.

—¡Nohaynecesidaddeirtanaprisa!—recomiendaLuciana.PeroRavineltienedeseosdeabandonarlaciudad,derodarporlacampiñaoscura.

Los surtidores de gasolina, rojos, blancos, desfilan… Los barrios obreros… Lasparedesdelasfábricas.Alextremodeunaavenidalasbarrerasdeunpasoanivelsebajandespidiendodestellos.Esahoracuandoelmiedoasciende,asciende.Ravinelsedetienedetrásdeuncamión,apagasusfaros.

—Porlomenos,respetaelcódigo.¿Es,pues,demadera,estamujer?El trenpasa,un trendecarga remolcadopor

una vieja locomotora cuyo hogar incendia la noche.El camión arranca.El caminoestálibre.Ravinelrezaríasinohubieseolvidadotodaslasoraciones.

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CAPÍTULOIV

Ravinel viaja a menudo de noche. Por gusto… Se está solo. Uno se hunde en laoscuridada todamarcha.Nohayque frenarmientras se atraviesa lospueblos.Losfarosiluminanextrañamentelacarretera,quepareceuncanalrecorridoporunaligeraondulación.Setienelaimpresióndeirencanoa.Yluego,derepente,ladedeslizarseporuntobogán:lospostesblancosquebalizanlascurvasdesfilanvertiginosamente,con resplandores de piedras preciosas…Uno dirige, casi a su gusto, una fantasíaturbadora;unoseconvierteenunaespeciedemagoque,con lapuntadesuvarita,rozaobjetosinformesenelfondodeunhorizonteinciertoysacaalvueloguirnaldasdefuego,resplandoresdescoloridos,ramilletesdeestrellas,desoles.Unosueña.Salelentamentedelapropiapiel.Noseesmásqueunalmaaladeriva,queruedaporelmundo dormido.Calles, praderas, iglesias, estaciones que se deslizan sin ruido, sedesvanecen.¿Talveznohanexistidonunca?Seeseldueñodelasformas.Bastaconacelerar:nosevenmásquelíneashorizontales,flexibles,quesilbanenloscristalescomoenlasparedesdeuntúnel.Perosielpiefatigadoselevanta,esotradecoración,igualmenteirreal,unrosariodeimágenesdelasquealgunaspermanecenenlaretina,pegadasporlavelocidad,comoesashojasqueseadhierenalradiadoroparabrisas:unpozo, una carreta, la casita de unguardabarreras o los brillantes frascos de unafarmacia.Ravinelama lanoche.Angerssealeja;enel retrovisoryanoesmásqueunaconstelaciónde lucesanimadadeun lentomovimientoderotaciónque lahacesalirpocoapocodelespejo.Lacarreteraestádesierta.Lucianapermanecesilenciosa,conlasmanosmetidasenlasmangas,labarbillahundidaenelcuellodesuabrigo.Ravinel va a una velocidad moderada desde que ha salido de Mantés. Tomasuavementelascurvas.Sientepenaporelcuerpo,atrás,quelosbachesdebensacudir.No tiene necesidad de consultar el velocímetro. Sabe que circula a una media decincuentaporhora.AestamarchallegaráaEnghienantesdequeamanezca,segúnloprevisto.¡Sitodosalebien…!Elmotorhatenidounastoseshaceunrato,duranteelcrucedeAngers.Ungolpedeaceleradorytodosehapuestoenorden.¡Quéestúpidohasidodenohaberhecho limpiarelcarburador!Unaaveríaestanoche losdejaríabien arreglados. No hay que distraerse. Es preciso vigilar el motor. Son comoaviadoresporencimadelAtlántico.Laaveríasignifica…

Ravinelcierralosojosunsegundo.Haypensamientosqueatraenlamalasuerte.Allá a lo lejos,una luz roja.Esuncamión.Escupeunaespesahumaredadeaceitepesado.Seapartaamedias,dejandoalaizquierdaunpasoestrechoporelquedebenmeterse, fiándose del azar. Ravinel vuelve al centro, siente que está plenamenteiluminado por los faros del camión. Desde su cabina, el chófer debe distinguir el

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interior del vehículo.Ravinel acelera, y elmotor vacila unpoco.Seguramentehaypolvoenelinyector.Luciananosospechanada.Estásomnolienta.Ellanoessensiblea todo lo que conmueve a Ravinel. Es curioso lo poco femenina que es Inclusocuando ama. ¿Cómo ha podido convertirse en su amante? ¿Quién de los dos haescogidoalotro?Alprincipio,parecíanoverlo.Sólo se interesabaporMireya.Latratabamuchomenoscomoclientaquecomocamarada.Mireyateníalamismaedadqueella…¿Comprendióqueelmatrimonionoeramuysólido?¿Cedióaunimpulsobrusco?Peroélsabedesobraquedistadeserguapo.Tampocoesespiritual.Comoamante, es más bien mediocre. Jamás se hubiese atrevido a tocar a Luciana…Luciana pertenece a otro universo, distinguido, refinado, culto. El universo que supadre, el pequeño profesor del instituto de Brest, miraba desde lejos, con ojos depobre.Durante algunas semanas, Ravinel ha creído que era un capricho demujer.¡Extrañocapricho…!Brevescontactos,avecesenunacamadeconsulta,alladodelamesadevidriocubiertadeinstrumentosniquelados,tapadoscongasas.YenalgunasocasionesLucianaletomabalatensión,después,puesleinspirabamiedosucorazón.Ellatemía…No.Nisiquieraesoeraseguro.Puessiamenudolorodeabadecuidadosyparecíaverdaderamenteinquieta,tambiénavecessedesembarazabadeélconunasonrisa:«No,cariño,leaseguroquenoesnada».Estaincertidumbrehabíaterminadopor desquiciarlo completamente. Lo más probable… «¡Cuidado! Este cruce esmalo…».Lomásprobableesquedesdeelprimerdíaellahubiesemiradoalolejos…Muy lejos. Le era necesario un cómplice. Desde el principio, desde la primeramirada, fueron cómplices… El amor no cuenta mucho, el amor tal como se leentiendenormalmente…Loquelosunenoeselcapricho,esalgomásprofundoqueafectaundominiotenebrosodelespíritu.¿Eseldinero,sóloeldineroloqueatraeaLuciana?Másbienelpoderquedaeldinero,laautoridad,elderechoamandar.Ellanecesita reinar. Por eso él se ha sometido en seguida. Pero esto no es todo. HaytambiénenLucianaunaespeciedeinquietud.Esalgofugitivo,apenassisesiente,ysinembargonohaymaneradeequivocarse.Lainquietuddeunserqueestáenfalso,nodeltodonormal…Heaquíporquésehanencontrado.Pueséltampocoesnormal,normalalamaneradeLarmingeat,porejemplo.Vivecomolosotros,entrelosotros,pasa incluso por ser un excelente representante, pero es una apariencia…«¡Condenada cuesta! Decididamente este motor no va bien…» ¿Qué estabadiciendo…?Sí,vivoenellindero,comounevadidoquetratadeencontrarsuhogar.Yella tambiénbusca, sufre, carecedealgo.Avecespareceaferrarseamícomosiestuviese aterrorizada. A veces me mira como si se preguntase quién soy yo.¿Podremosvivirjuntosalgunavez?¿Esquedeseovivirconella?».

Frenazo. Dos faros deslumbradores. Un vehículo pasa con un latigazo de aire.Luego,denuevo,lacarreteralibre,losárbolespintadosdeblancohastalaalturadeun hombre, la línea amarilla enmedio de la calzada.De vez en cuando, una hoja

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muerta que desciende, completamente negra, parece de lejos una gran piedra o unhoyoenelalquitrán.Ravinelvuelvearepasarlosmismospensamientos.Olvidaalamuerta.OlvidaaLuciana.Tienecalambresenlapiernaizquierdaydesearíaencenderuncigarrillo.Sesienteprotegidoenestevehículobiencerrado,comoantañosesentíaabrigado,cuandoibaalaescuela,ensuesclavinabienabrochada,bajoelcapuchón,desdeelqueveíasinservisto.Entoncesseimaginabaqueeraunvelero,seordenabaa sí mismomaniobras complicadas: «¡Izad los juanetes! ¡Largad el trinquete!» Seinclinaba,obedecíaalviento,sedejabaguiarhastaelcolmadodondeibaacomprarun litro de vino. Desde aquella época había deseado estar en otro sitio, fuera delmundodelaspersonasmayoresquesólopredicanvirtudesáridas.

Lucianacruza laspiernas,secubrecuidadosamente las rodillasconelabrigo,yRavineldeberealizarunesfuerzopararecordarquetransportauncadáver.

—HubiéramosidomásaprisaporTours.Luciana ha hablado sin volver la cabeza. Ravinel tampoco se mueve, pero

respondeconrabia:—LacarreteraestáenreparacióndespuésdeAngers.Yademás,¿quéimportancia

tiene?Siellainsistiese,élaceptaríaladisputa,sinrazón.Lucianasecontentaconsacar

losmapasdelabolsadelaportezuelayponerseaestudiarlos,inclinándosehacialaluzdelsalpicadero.TambiénesteademánirritaaRavinel.Losmapassonalgoqueleconciernenaél.¿Acasoélmetelanarizenloscajonesdeella?Dehecho,nuncahavistoelapartamentodeLuciana.Están losdosdemasiadoocupados.Sólodisponendeltiempoparaalmorzarjuntos,poraquíoporallí,odeencontrarse,depasada,enelhospital,adondeélfingequeacudeavisitarse.LomáscorrienteesqueLucianavayaalapequeñacasadelmuelle.Esallídondelohancombinadotodo.¿QuésabeéldeLuciana,desupasado?¡Ellanoesmuypropensaalasconfidencias!Undíalecontóque su padre había sido juez en el Tribunal deAix.Murió durante la guerra. Lasprivaciones.Encuantoasumadre,nuncahabladeella.Hasidoinútilqueélhicieraalguna alusión. Un fruncimiento de cejas. ¡Eso es todo! Es fácil de adivinar queLucianayano lave.Sinduda, algunapelea familiar.En todocaso,Luciananohavueltonuncaallí.Ysinembargo,esaregióndebeatraerlamucho,puestoqueesenAntibesdondequiereestablecerse.Notienehermanosnihermanas.Ensuconsultoriohayunapequeña fotografía, omejor dicho, la había, pues hacemucho tiempoquedesapareció;lafotografíadeunajovenmuyhermosa,rubia,detipoescandinavo.Másadelante,Ravinel se informará.Despuésde sumatrimonio. ¡Lapalabra suena rara!Ravinel no se imagina casado conLuciana.Lucianay él, es curioso, perohayquedecirlo, tienen tiposde solterones.Tienen tambiénmaníasde tales.Encuantoaél,susmaníasformanpartedesupersona.Lasquiere.Perodetesta lasdeLuciana.Superfume.Unperfumeacrequehuele a flor,pero tambiénabestia.El anillo alque

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hacedarvueltasmientrashabla;unanillomacizoquesentaríamuybieneneldedomeñiquedeunbanqueroodeunindustrial.Sumaneradecomer,agrandesbocados,y siempre es preciso que la carne esté sangrienta.Aveces, hay algovulgar en susmovimientos,ensusexpresiones.Ellasevigilaasímisma.Estáperfectamentebieneducada. Pero a veces ríe sonoramente o mira a las personas con una especie deinsolenciacanalla.Tienemuñecasgruesas,tobillosmacizos,casicarecedesenos.Esalgochocante.Ycuandoestásolafumaunosdelgadoscigarrosnegrosqueapestan.Alo que parece, es una costumbre adquirida en España. ¿Qué ha estado haciendoLucianaenEspaña?¡Porlomenos,elpasadodeMireyacarecíademisterio!

DespuésdeLaFleche, el paisaje se vuelveondulado.Hay concavidades en lasque flotaunanieblaquesedepositasobre losvidrios,en formadegotitas.Ravineldebe trepar en segunda algunas cuestas.Estamezcla binaria es unverdadero timo.Destroza losmotoresyno funcionamejorqueungasógeno.El cieloestá cubierto.Lasdiezymedia.Nadieenlacarretera.Sihiciesenunhoyoenelcampoparaenterrarelcuerpo,nadievendríaamolestarlos.Nivisto,niconocido…¡Peronose tratadeeso…! ¡PobreMireya! Nomerece que se piense en ella de esa forma. Ravinel laevoca con una ternura apenada. ¿Por qué no sería de lamisma raza que él? ¡Unapequeñaamadecasatanseguradesímisma!Yqueinstintivamentepreferíatodoloqueerarococó:laspelículasencolor,losalmacenesdeprecioúnico,elCorreodelamujer,lasplantasgrasasinteriores,enmacetasminúsculas.Ellasejuzgabasuperioraél.Criticabasuscorbatas,seburlabadesucalvicie.Nocomprendíaporqué,ciertosdías,élerrabaporlacasa,conlafrentearrugada,lasmanoshundidasenlosbolsillos,losojossombríos:«¿Qué teocurre,cariño?¿Quieresquevayamosalcine…?Si teaburres,dilo».Deningunamanera,noseestabaaburriendo.¡Eramuchopeor!Sentíarabiacontralavida,heaquílafrase.Ahorasabequesiemprelatendrá.Esprofundo,sinremedio.Mireyaestámuerta.¿Quécambioharepresentado?Talvezmás tarde,cuandoesténinstaladosenAntibes.

A ambos lados de la carretera se extiende una llanura inmensa. Se tiene laimpresión de que el coche no avanza. Luciana, con su mano enguantada, frota elvidrio, contemplapasar elmismo taludmonótono.Las lucesdeLeMans aparecenalláabajo,enelbordedellejanohorizonte.

—¿Notienesfrío?—¡No!—diceLuciana.TampococonMireya,Ravinelhabíatenidosuerte.LomismoqueconLuciana.O

biencarecedeexperienciaobien sólo tropiezaconmujeres indiferentes.Era inútilque Mireya aparentase que se conmovía. Nunca lo había engañado: permanecíaprofundamenteinsensible,inclusocuandogemíayseaferrabaaél,tratandodeperderlacabeza.Luciananotratadefingir.Esevidentequeelamorlairrita.PerolapobreMireyasecreíaobligadaafingirlaseducción,selotomabaenserio.Sualejamiento

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procedía de ahí. Él ya no toma nada en serio. Lo que habría que tomarverdaderamenteenserionotienenombreniformaEsunpeso.Estambiénunvacío.Lucianalosabe.Amenudotieneunamiradadilatada,fija,quenoengaña.¿QuerríatalvezMireyahaberaprendidoesto,comodeseabaaprenderaamar?¿Puedeelamorser un camino hacia ese lugar interior? Ravinel piensa en el juego de la niebla.Hubiese hecho falta esmerarse más con Mireya. Ciertamente era sensible y muyfemenina.LocontrarioqueLuciana.

Ravinelseprohíbeestospensamientos.¡PuesalfinyalcabohamatadoaMireya!Precisamente, es el punto turbador.No llega a persuadirse de que ha cometido uncrimen. Un crimen le parecía monstruoso, se lo sigue pareciendo. Hay que sersalvaje, sanguinario. Y él no es en absoluto sanguinario. Hubiese sido incapaz decogeruncuchillo…oinclusodeapretarelgatillodesurevólver.EnEnghien,ensuescritorio,hayun«Browning»cargado.EsDavril,eldirector,quienlehaaconsejadoquevayaarmado…Lascarreteras…,lanoche…,nuncasesabeconquiénpuedeunoencontrarse.Alcabodeunmeshaacabadopormeterenuncajónelrevólver,cuyagrasamanchaba losmapas. ¡Pero nunca se le hubiese ocurrido la idea de dispararcontra Mireya! Su crimen es un encadenamiento de pequeñas circunstancias, dediminutas cobardías consentidaspor indiferencia.Siun juez,un individuocomoelpadredeLuciana, leinterrogase,contestaríaconcompletabuenafe:«¡Nohehechonada!». Y como no ha hecho nada, nada lamenta. Para lamentar, habría quearrepentirse. ¿Arrepentirse de qué? Pasando de una cosa a la otra, habría quearrepentirsedeserloqueunoes.Yestocarecedesentido.

Unrótulo:LeMans1Km.500.Estacionesdeservicio,todasblancas.Lacarreterapasabajounpuentemetálico,discurreentrecasasbajas.

—¿Evitaselcentro?—No.Cojoporelcaminomáscorto.Esoestodo.Lasonceyveinticinco.Lagentesaledeloscines.Lasacerasestánmojadas.El

motor despierta ecos en las calles vacías. De tarde en tarde, una taberna aúniluminada. A la izquierda, una plaza que atraviesan dos policías que empujan susbicicletas.Luegootrobarrio iluminadocon farolesdegas.Denuevocasasbajasyestacionesdegasolina.Sedejaatrásel adoquinado.Otropuente,queatraviesaunalocomotorademaniobras.Secruzauncamióndemudanzas.Ravinelaceleraunpoco,corre a setenta y cinco. Al cabo de unos instantes van a llegar a la Beauce. LacarreteraesfácilhastaNogent-le-Rotrou.

—Llevamosuncochedetrás—diceLuciana.—Yalohevisto.Elreflejodelosfarosparecedepositarsobreelvolante,sobreelsalpicadero,un

polvillo dorado que uno siente deseos de rechazar con la mano, y de repente lacarretera,pordelante,parecemásnegra.Elauto losadelanta,un«Peugeot»quese

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enderezademasiadoaprisa.Ravinelblasfema,deslumbrado.Yael«Peugeot»sealeja,como una silueta que empequeñeciese en una pantalla. Luego se iza, muy lejos,contra el cielo, empujando dos cuernos luminosos.Va por lomenos a ciento diez.Precisamente en ese momento, el motor tose, jadea. Ravinel tira del botón dearranque. El motor se detiene. El vehículo sigue avanzando por inercia.Intuitivamente,Ravinel lomete en la cuneta, frena, apaga los faros y enciende laslucesdeposición.

—¿Quétesucede?—preguntaLuciana,agresiva.—¡Unaavería!¡Túnolocomprendes,claro!Hemossufridounaavería.Sinduda

eselcarburador.—¡Vayagracia!Comosiéllohubiesehechoadrede.YmuycercadeLeMans.Enunlugardonde

el tráfico es intenso, incluso de noche.Ravinel se apea del vehículo, con el pechooprimido.Unvientecilloagriosilbaentrelosárbolesdesnudos.Todoslosruidossonclaros, sorprendentemente próximos. Se oyen perfectamente los vagones que segolpean,luegounconvoyquearranca.Elgritodeunabocinaatraviesa,sinprisas,lacampiña. Hay personas que viven, que se desplazan, a menos de un kilómetro,Ravinellevantóelcapódelcoche.

—Damelalinterna.Lucianaselatrae,seinclinasobreelmotorcalienteyoscuro,sobreelqueresbala

eldestornillador.—¡Dateprisa!Ravinelno tienenecesidaddeconsejos.Resoplay se esfuerza, enmediodeun

vaporsofocantequehueleagasolinayaaceite.Lafrágilpiezareposaensumano.Seráprecisodesmontarel inyector,dejarenalgúnsitio losminúsculostornillos.Suseguridad depende de una sola de estas pequeñas partículas metálicas. El sudorempapa la frente de Ravinel, le escuecen los ojos. Se sienta en el estribo, ordenacuidadosamenteanteéllosfragmentosdelcarburador.Lucianadejasujetalalinternaentreunostraposyandaporlacarretera.

—Haríasmejorenayudarme—observaRavinel.—Enefecto,talveziríamosmásaprisa.Nuncasesabe…—¿Nuncasesabequé?—¿Peronoseteocurrequeelprimerautomovilistaquepasepuedepreguntarnos

sitenemosnecesidaddealgo?—¿Yqué?—¿Qué?Puedeapearseparaecharnosunamano…Ravinelsoplaendiminutostubitosdecobrequellenansubocadeunsaboracre,

ácido.YanooyelasobservacionesdeLuciana.Sóloescuchasusangrequegolpea,golpea,talessuexcitación.Finalmenterecuperaelaliento.

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—¡LaPolicía!¿QuéestádiciendoLuciana?Ravinelsesecalosojos,lamira.Ellatienemiedo.

¡Nohayduda!¡Revienta de miedo! Saca su bolso del auto. Al instante, Ravinel se levanta,

tartamudeaconelinyectorentrelosdientes:—¿Noirása…dejarme?—¡Escucha,imbécil!Unvehículo.ProcededeLeMans.Estájuntoaellosantesdequehayanpodido

hacerunademán.Sesientendesnudosantelacapadeclaridadquelosrodeaconuntrazo brillante. El vehículo no esmás que unamasa negra que se agranda y frenapocoapoco.

—¿Algograve?—gritaunavozrisueña.Adivinanlaformadeungrancamión.Elhombreseasomaporlaportezuela.La

puntitarojadesucigarrilloesclaramentevisible.—¡No!—exclamaRavinel—.Yaheterminado.—Porquesilaseñoraquierevenirconmigo…Elhombreseríe,agitalamanoalpasar.Elcamiónsealejaentreelchirridodelas

marchascambiadassucesivamente.Luciana se desliza en el asiento, debilitada por la emoción. Pero Ravinel está,

sobretodo,furioso.Eslaprimeravezqueellalotratadeimbécil.—Vas a hacerme el favor de permanecer tranquila, ¿eh? Y de guardarte tus

reflexiones.Siestamosaquí,tantaculpatienestúcomoyo.¿Hapensadoellaverdaderamenteenhuirhaceunrato?¿EnregresaraLeMans?

Comosinoestuviesenatadoselunoalotro.Comosilafugahubiesepodidoponerlaasalvoaellasola.

Luciana se calla. Por su actitud, es fácil comprender que está decidida a nomoversemás.¡Queélselasarregle!Ysinembargo,esuntrabajodifícilmontaruncarburador casi sin luz, con una linterna colocada en equilibrio sobre losacumuladores,sobreelejeosobreeldelco.Acadainstantelostornillosestánapuntode caer, de rodar entre la grava. Pero la cólera da a los dedos de Ravinel unaseguridad,unahabilidad,unsentidodelamaniobraquenuncahaposeído.Davueltaalvehículo,accionalapuestaenmarcha.¡Yaestá!Elmotorfunciona,consuscuatrotiemposbienmarcados.Entonces,porbravata,Ravinelcogeunodelosbidonesy,sindarseprisa,llenaeldepósitodebencina.

Uncamióncisternalosadelanta,iluminaviolentamenteelinteriordelvehículo,ellargopaquetedeunverdepegajoso.Lucianaseacurrucaenelasiento.¡Tantopeor!Ravinel deja el enorme bidón sobre el entarimado, que resuena, y cierracuidadosamente la puerta. ¡El camino! Las doce y media. Ravinel aplasta elacelerador.Estácasicontento.Lucianahatenidomiedo.Sehaasustadomuchomás

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queenelmomentodelabañera,queencualquierotromomento.¿Porqué?Elriesgoes siempre el mismo. En todo caso, entre ellos hay algo que súbitamente se hamodificado.Lamujerhaestadoapuntodetraicionarle.Nuncavolveráahablarsedeeso, pero Ravinel se prometemirarla de ciertamanera, cuando ella adopte su vozcortante.Lalucecillarojadelcamióncisternaseaproxima.Elcamiónesadelantado,se desliza hacia atrás. He aquí la Beauce. El cielo se ha despejado. Está lleno deestrellas que se desplazan lentamente en las portezuelas. ¿En qué pensabaLucianacuandohacogidosubolso?¿Ensusituación,ensucategoría?Ella lodespreciaunpoco.¡ViajantedeComercio?HacemuchoqueRavinellohaadvertido.Loconsideracomouninfelizynosospechaqueél,lohaadivinado.¡Noestantontocomocree!

¡Nogent-le-Rotrou!Unacallequenuncatermina,tortuosa,sonora,unpuentecitoyunasuperficiedeaguanegraquese iluminaalpasar.Precaución-Escueta.Por lanochenohayescuela.Ravinelnofrena.Llegaalapendientequesubealameseta.Elmotorroncamaravillosamente.

¡Maldita sea! Gendarmes. Tres, cuatro. Un «Citroen» detenido de través,formandobarrera,motocicletasenlacuneta,todoellosinrelieve,conunaluzcrudaque embadurna de amarillo las botas, los correajes, los rostros. Agitan los brazos.Hayquedetenerse.Ravinelapagalosfaros.Unasbruscasganasdevomitarlehacenretorcerse, como allá, en el cuarto de baño. Maquinalmente, frena con fuerza, yLucianadebesujetarseconambasmanos.Ellagime.Nosevenada,exceptoelojoredondodeunalámparaeléctricaquebarreelcapó.Sepaseasobrelacarrocería.Unquepis surge por la portezuela. Los ojos del gendarme estánmuy cerca de los deRavinel.

—¿Dedóndevienen?—DeNantes.Soyviajantedecomercio.Ravinelhapensadoqueestaaclaraciónpuedesalvarlos.—¿NohanadelantadoaunagrancamionetacercadeLeMans?—Esposible.Unoacabapornoprestaratención.LosojosdelgendarmemiranaLuciana.Ravinelpreguntacontodalanaturaleza

posible.—¿Bandidos?Elotroechaunaojeadaporencimadelasientoyapagasulinterna.—¡Contrabandistas!Transportanunalambique.—Extrañooficio—diceRavinel—.Prefieroelmío.ElgendarmeseapartayRavinelarrancasuavemente,luegopasaanteloshombres

alineados.Aumentaprogresivamentelavelocidad.—Estavezsíquehabíacreído…—murmura.—Yotambién—confiesaLuciana.Apenassireconocelavozdeella.

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—Entodocaso,loquenoesimposibleesquehayaanotadonuestramatrícula.—¿Yqué?¡Claro,esverdad!¿Quéimporta?Ravinelnotieneintencióndeocultaresteviaje

nocturno.Enunsentido, inclusoseríadeseablequeelgendarmehubieseanotadolamatrícula. Así, en caso de necesidad, el hombre podría testimoniar… De todosmodos,hayuninconveniente.Lapresenciadeunamujerasulado.Pero¿cómovaaacordarseelgendarme…?

El reloj de a bordo sigue avanzando monótonamente. Las tres. Las cuatro.Chartresquedalejos,haciaelSudoeste.LleganalacurvadeRambouillet.Lanochesiguesiendomuynegra.Conestaideahanescogidoelmesdenoviembre.Peroahoralos vehículos se multiplican. Camiones de lecheros, carretas, una furgoneta decorreos.ARavinelyanolequedatiempodemeditar.Vigilalacarreteraconmiradatensa.HeaquílaentradadeVersalles.Laciudadduerme.Unosbarrenderosavanzanenlínea,detrásdeunenormecamiónconlosremachesaparentes,comountanque.LafatigapesasobreloshombrosdeRavinel.Sientesed.

Villed’Avray…SaintCloud…Puteaux…Casasportodaspartes.Peroaúnnosedistingueluzalgunadetrásdelaspersianasbajadas.Luciananohamovidonilapuntadelosdedosdesdeel incidenteconlosgendarmes.Masnoduerme.Mirafijamenteanteellaatravésdelparabrisasempañado.

Un agujero de sombras sin fondo. El Sena. Y pronto, las primeras casitas deEnghien.Ravinelvivenolejosdellago,alextremodeunacallejuelaquenoconducea parte alguna.Cogeun viraje e inmediatamente desembraga, corta el contacto.Elautocontinúaavanzando sin ruido,por inercia.Ravinel sedetieneen la especiedeplacita circular que forma la extremidad de la calle. Se apea. Tiene lasmanos tanentumecidasquenopuedenicoger la llave.Por finempuja losdosbatientesde lacancela,haceentrarelcoche,cierraapresuradamente.Aladerecha,lasombradelacasita,alaizquierda,ladelgaraje,bajoymacizo,conairedefortín.Alextremodeuncaminoquedesciende,entreunbosquecillo,eltrazooblicuodeuncobertizo.

Luciana vacila, se coge al pomo de la portezuela. Se ve obligada amover laspiernas una después de la otra, a doblarlas, tan anquilosada está. Tiene el rostrohermético,sombrío,delosdíasmalos.Ravinelhalevantadoyaeltableroposteriordelacamioneta.

—¡Ayúdame!El paquete está intacto. Un extremo de la tela ha resbalado ligeramente y

descubreunzapatoarrugadoporelagua.Ravineltirahaciasí.Lucianacogeelotroextremo.

—¿Vamos?Ellaasienteconlacabeza.¡Hop!Unotrasotro,mediocurvados,desciendenpor

elcamino,bordean losperalesqueformanunaespeciedeverja.Elcobertizoesun

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pequeñolavadero.Unarroyuelo,casisincorriente,rozaelbordedelatablainclinada.Seremansahasta llegaraunrebosadero,caeformandounacascadairrisoriayvaaperderseenellago,trasunenormerecodo.

—¡Tulinterna!Lucianarecuperaelmando.Extiendenelpaquetesobrelaspiedrasdellavadero.

Ravinel enfoca su linternaeléctricaen tantoqueLucianaempiezaadesenvolver latela. El cuerpo rueda sobre sí mismo en medio de un desorden de vestimentasarrugadas.Bajo loscabellos,quesehansecadoysealborotan,el rostrodeMireyaaparecegesticulante.Bastaahoraconunempujón,elcuerposedeslizasobrelatabla,formaunaolaque llegahasta laorilla.Todavíaotropoco.Luciana loapartaconelpie,sehunde.Ellarecogelatelaatientas,puesyaRavinelhaapagadosulinterna.Seveobligadaaarrastrarlo.Lascincoyveinte.

—Dispongodeltiempojusto—murmuraLuciana.Entranenlacasa,cuelganenunpercherodelrecibidorelabrigoyelsombrerode

Mireyaydejansubolsoencimadelamesadelcomedor.—¡Date prisa! —cuchichea Luciana, que recupera el ánimo—. El expreso de

Nantessalealasseisycuatrominutos.Nopodemospermitirquesemeescape.Vuelvenasubiralacamioneta.Ravinelsientequeahorasehaquedadoviudo.

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CAPÍTULOV

Ravinel bajó lentamente la escalinata de la estación deMontparnasse, compró unpaquete de tabaco a la entrada del vestíbulo y se dirigió a casa Dupont.En casaDupont todo es bueno. El letrero luminoso tenía un color rosado anémico en lahumedad del alba. A través de los amplios cristales se distinguía una hilera deespaldas juntoalbar,yunaenormecafetera,convolantes,manecillasycuadrantesqueuncamareropulíamientrasbostezaba.Ravinelsesentódetrásdeunapuerta,sepuso cómodo. ¿Cuántas veces, a aquella misma hora se había detenido de igualmanera? Daba un rodeo por París para no llegar demasiado temprano, para nodespertaraMireya.Unamañanasemejantealasotras…

—Uncafé…ytrescroissants.Esmuysencillo:éleracomounconvaleciente.Teníaconcienciadesuscostillas,

desuscodos,desusrodillas,decadaunodesusmúsculos.Al menor movimiento, una ola de fatiga lo recorría. Había en su cabeza una

sustanciaardientequelatía,queleoprimíalosojos,queresecabalapieldesurostroy la tensaba dolorosamente sobre los pómulos y las mandíbulas. Poco le hubiesecostadodormirse en aquella silla, en la ruidosa tibiezadel café.Y sin embargo, lomásdifícilquedabaporhacer.Leeraprecisodescubrir el cadáver.Pero tenía tantosueño… Todo el mundo se lo imaginaría abatido por el dolor. En un sentido, suagotamientoleserviría.

Echódinerosobrelamesa,mojóuncroissant.Encontróqueelcaféteníagustoabilis.Reflexionando,elincidentedelgendarmeperdíatodasuimportancia,inclusosiel hombre recordaba la presencia de unamujer en el vehículo. Tal mujer era unadesconocidaquehacíaautostop.LahabíaencontradoalasalidadeAngers.Sehabíaapeado enVersalles.Ninguna relación con lamuerte deMireya…Y luego, ¿quiénpensaría en investigar acerca de su viaje de regreso? Admitiendo incluso que sesospechase de él por un momento, lo único que tratarían de comprobar sería sucoartada. Ravinel no había abandonado la región de Nantes. Treinta testigos loafirmarían.Podría comprobarse su empleodel tiempohora por hora, o casi.Ni unfallo.Elmiércoles,cuatro—pueslaautopsiapermitiríaprecisarlafecha,yaquenolahoraprecisadelamuerte—,¿elmiércoles,cuatro…?¡Aguarden!Pasélaveladaenla«Cervecería de la Fosse». Estuve allí hasta después demedianoche. Interroguen aFermín, el camarero, seguramente lo recordará. Y el cinco por la mañana charlécon…Pero¿porquéremoverdenuevotodosesospensamientos?Lucianaselohabíavuelto a repetir antes de subir al tren. La versión del accidente se impondrá. Unvahído, la caída en el arroyuelo, la asfixia inmediata…Esto ocurre todos los días.

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Evidentemente,Mireyallevabavestidosdecalle.Así,pues,¿quéhabíaidoahacerallavadero?Unasprendasquedebíadehaberolvidado,ounpedazode jabón.Por lodemás,nadieseharíatalespreguntas.Ysialguienprefiereelsuicidio,asugusto.Yahan transcurrido los dos años, estos dos años antes de los cuales la compañía desegurosnoacepta…

Lassietemenosdiez.¡Enpie!Debíairse.Ravinelnopudoresolverseácomerelúltimo croissant. Los otros dos formaban aún en su boca una pasta grasienta,repugnante,quenoconseguíatragar.Vacilóalbordedelaacera.Losautobusesylostaxis circulaban en todos los sentidos. Una muchedumbre de empleados, dehabitantesdelosarrabales,salíacorriendodelaestación.Ruidodeneumáticos,ruidode pies. Un día cubierto, grisáceo, enfermizo. Toda la desolación de París alamanecer.¡Enmarcha!Debíairse.

Lacamioneta sehallaba aparcadamuycercade las taquillasde la estación.Enuna especie de escaparate había un gran mapa de Francia semejante a una manoabierta con líneas de arriba abajo. París-Burdeos, París-Toulouse, París-Niza…Líneas de suerte, líneas de vida. ¡La fortuna! ¡El destino!Ravinel salió enmarchaatrás. Habría que avisar a la compañía lo antes posible. Enviar un telegrama aGermán.Habría que arreglar la cuestión del funeral.Mireya hubiese deseado algodigno y la ceremonia en la iglesia, sin duda alguna…Ravinel conducía como unautómata.Sesabíadememorialascalles,losbulevares…,ylacirculaciónnoeraaúnmuy abundante… Mireya no era creyente, pero de todos modos iba a misa. Depreferencia,alamisamayor,acausadelosórganos,delcanto,delvestuariodelosfeligreses. Y nunca se dejaba escapar un sermón del padre Riquet, por la radio,durantelacuaresma.Nosiemprecomprendía,perosíqueeloradorhablababien.Yademás,¡undeportado…!LapuertadeClignancourt.Algorosadotratabadehoradarelcielo…¿Ysielalmaexistiese,sinembargo?Dicenquelosmuertosnosven.QuizáMireyaloestabaviendoenaquelmismomomento.Entonces,sabríaqueélnohabíaactuadopormaldad.¡Ridículo…!Yningunaprendanegraqueponerse.Tendríaquecorrer a la tintorería, pedirle a una vecina que le cosiese un brazal. En cuanto aLuciana,aguardaríamuytranquilaenNantes.¡Noerajusto!

Ravinel dejó de pensar porque ante él había un viejo «Peugeot» que rehusabadejarse adelantar. Por último lo pasó, un poco antes de Epinay, pero aminoró lamarcha inmediatamente. «¡Veamos! Llego de Nantes. Ignoro que mi mujer hamuerto».Esoeralomásdifícil.Ignoro…

Enghien.Sedetuvoanteunestanco.—Buenosdías,Morin.—Buenos días, señor Ravinel… ¡Va usted más bien retrasado! Tengo la

impresióndeque,porlogeneral,leveopasarmáspronto.—Eslanieblaquemehaentretenido.¡Unanieblacondenada!Sobretodohacia

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Angers.—¡Siyotuviesenecesidaddeconducirtodaunanoche…!—Esunasencillacuestióndeentrenamiento.Demecerillas…¿Nadanuevopor

aquí?—No,nada…¿Quéquiereustedqueocurradenuevoenestelugar?Ravinel salió. Ya no podía retrasarse más. Si por lo menos no estuviese solo,

¡cuántomássencilloymenos temibleparecería todo!Y luego,seríamagníficoquealguienconfirmase…¡Ah!¡Caramba!EltíoGoutre.¡Vayaoportunidad!

—¿Cómoestáusted,señorRavinel?—Voytirando…Mealegromuchodeencontrarle.Precisamentedeseabaverle.—¿Enquépuedoservirle?—Mi cobertizo apenas se aguanta.Uno de estos días nos caerá encima.Como

dicemimujer:«DeberíashablarconeltíoGoutre».—¡Ah!Elpequeñolavaderodelfondo.—Sí.¿Disponedeunminuto…?¡Vamos!Nostomaremosunvasitoparaempezar

bieneldía.—Esque…tengoquéiraltaller.—Unmoscatelde«Basse-Goulaine».Compradodirectamentealpropietario.Ya

veráustedloqueesbueno.Goutresedejómeterenelauto.—Sólounminuto,¿eh?Tailhademeespera.Recorrieron en silencio algunos centenares de metros, entre lujosos hotelitos.

Ravinelfrenóantelaverjaadornadaconunrótuloesmaltado:«VillaAlegría».Tocóprolongadamentelabocina.

—No,no.Noseapee.Mimujernosabrirá.—Talveznoestélevantadatodavía—dijoGoutre.—¿Aestahora?Ustedbromea.Ysobretodoensábado.Tratódesonreíryoprimiódenuevolabocina.—Laspersianasestánaúncerradas—observóGoutre.Ravinelsaliódelacamionetayllamó:—¡Mireya!Goutre,asuvez,seapeó.—Talvezestéyaenelmercado.—Mesorprendería.Tantomáscuantoque leheanunciadomi regreso.Siempre

quepuedoseloadvierto.Ravinelabrió.Lasnubessedesflecaban,descubriendoelazuldelcieloatravésde

agujeroscambiantes.—El veranillo de SanMartín—comentó Goutre. Y agregó—: Su reja se está

estropeando,señorRavinel.Necesitaríaunabuenamanodeminio.

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Porelbuzónasomabaamediasundiario.Ravinellosacó,arrastrandoconélunatarjetapostal,unadecuyasesquinassehabíametidoentrelafajayelperiódico.

—Mi tarjeta —murmuró—. Mireya no está. Ha debido de ir a casa de suhermano. Con tal de que no le haya ocurrido nada a Germán…Desde la guerra,siempreestáalgodelicado.

Sedirigióhacialacasa.—Voyadesabrigarmeyenseguidalealcanzo.Yaconoceustedelcamino.Lacasaolíaacerrado.Ahumedad.Ravinelencendiólalámparadelpasillo,una

lámpara provista de una pantalla de seda rosa, con colgaduras. Mireya la habíaconfeccionado ella misma de acuerdo con un modelo encontrado en «Modas yPasatiempos».Goutrepermanecíaplantadoantelapuerta.

—¡Camine!¡Camine!—exclamóRavinel—.Enseguidaestoyconusted.Seentreteníaenlacocina,dejabaqueGoutreseadelantase,yelotro,desdelejos,

decía:—Tieneunasescarolaspreciosas.Hasidoustedmuyafortunado.Ravinelsalió,dejandolapuertaabierta.Encendióuncigarrilloparadominarsus

nervios.Goutrellegabaallavadero.EntróyRavinelsedetuvoenmitaddelcamino,incapazdedarotropaso, incapaz inclusode respirar,mientrasunpocodehumo lesalíaporlanariz.

—¡Oh!¡SeñorRavinel!Goutrelollamaba,yRavinelordenabainútilmenteasuspiernasquesepusieran

enmarcha.¿Seríaprecisogritar,llorar?¿ObienagarrarseaGoutre,comounhombreabrumado?Goutrecomparecióenlaentradadellavadero.

—Oiga,¿havistousted?Ravinelsediocuentadequeestabacorriendo.—¿Qué?¿Quésucede?—¡Oh!Novalelapenaponeresacara.Esreparable.¡Mire!Señalaba un punto del maderamen y, con el extremo de su metro plegable,

hurgabaenél.—¡Podrida! Completamente podrida. Esa viga ha de cambiarse en toda su

longitud.Ravinel,deespaldasalarroyuelo,noseatrevíaavolverse.—Sí,sí…Yaveo…Completamente…podrida…Tartamudeaba.—Haytambién…latabla…juntoalagua…Goutrediomediavuelta,yRavinelcesódeverlaviga.Todoelconjunto,consus

macizos pilares, se puso a girar como una rueda, lentamente, de una maneramareante.«Voyadesvanecerme»,pensó.

—Elcementoesbueno—observabaGoutreconsuvozmásnatural—.Latabla

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evidentemente…¿Quéquiereusted?¡Todosegasta!«¡El muy imbécil!» Al precio de un esfuerzo agotador, Ravinel miró

decididamentey soltó sucigarrillo.El arroyuelo se remansabaante el lavadero.Sedistinguíanclaramente losguijarrosdel fondo,unarcodebarril,oxidado,delgadashierbasestiradasyelbordedelrebosadero,dondeelaguasellenabadeluzantesdederramarse. Goutre palpaba la tabla, se enderezaba, dirigía una mirada circular allavadero,yRavinelmiraba.

—Unmomento,tíoGoutre.Bajoalabodega.Malditofuese, tendríaalcabosumoscatel,yacontinuaciónse largaría,ode lo

contrario…Ravinelapretabalospuños.Untrastornoindescriptiblelosacudía,comounespasmo.Alapuertadelabodega,sedetuvo.¡Labodega…!Pero¿porquéteníaqueencontraraMireyaenlabodega?¿Aquéveníaeseestúpidoterror?Encendiólaluz.Labodegaestabadesierta,desde luego.Sinembargo,Ravinelno seentretuvo.Cogióunabotellayvolvióasubirprecipitadamente.Nopodíaevitarelhacerruido,golpeandolaspuertasdelaparadoralcoger losvasos, tropezandoenelbordede lamesa con la botella. Sus movimientos carecían de seguridad. Estuvo a punto deromperelgolletealquitareltapón.

—Sirvausted,tíoGoutre.Mismanostiemblan…Ochohorasdecoche…—Seríaunalástimadesperdiciarlo—convinoGoutreconlamiradabrillante.Llenólentamentelosdosvasos,comounexperto,yselevantóparahacerhonor

almoscatel.—Asusalud,señorRavinel.Yaladesuesposa…Esperoquesucuñadonoesté

enfermo.Aunqueconestahumedad…Amímeatacaenlapierna.Ravinelvaciódegolpesuvaso,volvióallenarlo,lovació,dosveces,tresveces.—Vaya—dijoGoutre—,buenprovecho.Sevequeestáustedacostumbrado.—Cuandosientomuchafatiga,estomereanima.—Oh,esto—convinoGoutre—.Estoreanimaríaaunmuerto.Ravinelseagarróalamesa.Enaquelmomentolacabezaledabavueltasenserio.—TíoGoutre,discúlpeme,peroespreciso…Tengoeltiempojusto…Nomeaburroconusted,peroyasabeloqueocurre…Goutreseencasquetólagorra.—¡Bien,bien!Memarcho.Porotraparte,eneltallermeesperanparaempezar.Inclinólabotellaparaleerlaetiqueta:MoscatelsuperiorBasse-Goulaine.—Felicite usted a quien ha recolectado este vinillo, señor Ravinel. No es un

ignorante,puedeustedcreerme.Enelumbralhuboaúnotrointercambiodesaludos;luegoRavinelcerrólapuerta,

dio la vuelta a la llave, se arrastró hasta la cocina y vació el resto del vino.«¡Imposible!», murmuraba. Estaba perfectamente lúcido, pero lúcido como unhombredormido:veunapuerta,latoca,sabequeexisteysinembargopasaatravés

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deella,sientequepasaporella,experimentaenelinteriordelcuerpoladurezadelasfibras de la madera y encuentra eso completamente natural. El reloj, sobre lachimenea,seguíaconsutictac,recordándoleelruidodeotrorelojalláenelcomedordeNantes.

—¡Imposible!Ravinelseenderezó,entróenelcomedor.ElbolsodeMireyacontinuabaallí.Y

tampocosehabíanmovidodelrecibidorelabrigonielsombrero.Seguíancolgandodelperchero.Subióalprimerpiso.Lacasitaestabavacía,rigurosa,totalmentevacíaysilenciosa.EntoncesRavinelnotóqueempuñabalabotellavacíaporelgolletecomosi fuese una maza. Estaba asustado hasta el tuétano. Dejó la botella en el suelo,suavemente,comosielmenorruidoestuvieseprohibidoapartirdeentonces.Abriósu escritorio, evitando los chirridos. El revólver seguía allí, envuelto en un trapograsiento.Losecó,tiródelaculataparameterunabalaenlarecámara.SeoyóunclicyRavineldiomediavuelta.Fuealgosuperiorasusfuerzas.¿Quéibaaimaginar?Yaquel revólver, ¿para qué serviría? ¿Es que puedematarse a tiros a un resucitado?Suspiró y deslizó el arma en el bolsillo del pantalón. Era tal vez ridículo, pero sesentíaunpocotranquilizado.Sesentóenelbordedelacama,conlasmanoscruzadasentre las rodillas. ¿Por dónde empezar? El cuerpo de Mireya no estaba ya en elarroyuelo.Esoeratodo.Laevidenciadelhechoempezabaapenetrarensucerebro.Ni en el arroyuelo, ni en el lavadero, ni en la casa. ¡Maldición! Había olvidadoexaminarelgaraje.

Ravinelbajólosescalonesdedosendos,cruzóelpatio,yabrióelgaraje.¡Nada!¡Erainclusocómico!Elgarajesóloconteníatresocuatrolatasdeaceiteyunostraposllenosdemugre.Otra idea se leocurrióaRavinel.Recorrió lentamenteel camino.SushuellasylasdeGoutreaparecíanclaramentevisibles.Peronohabíaningunaotra.Porlodemás,Ravinelnosabíaexactamenteloquebuscaba,loquepensaba.Cedíaabruscos impulsos porque era preciso actuar. Hacer algo. Desesperado, miró a sualrededor.Tantoaderechacomoaizquierdaseextendíanterrenosnoedificados.Susvecinosmás inmediatosúnicamentepodíanver,desde lacalle; la fachadade«VillaAlegre». Ravinel regresó a la cocina. ¿Buscar por los alrededores? Decir: «Hematadoamimujer…¿Nohaencontrado su cadáver?» ¡Eragrotesco! ¿Luciana…?PeroLucianaestabaeneltren.Imposibletelefonearleantesdelmediodía.¿RegresaraNantes?¿Bajoquépretexto?¿Ysi el cuerpo fuesehalladoenalgúnsitioduranteaqueldía?¿Cómojustificarsumarcha,sufuga?

¡El círculo! El círculo infernal. Imposible moverse. Imposible saber. Ravinelconsultó el reloj. ¡Las diez! Tenía que pasar por el bulevar deMagenta, por casaBlacheyLehuédé.Ravinelcerrócuidadosamentelapuertadelacasa,sacóelcoche,reemprendióelcaminohaciaParís.Elambienteerasuave,ligero.Aquelprincipiodenoviembre tenía calidades primaverales. Un «203» se cruzó con Ravinel. Sus

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pasajeroshabíanplegado la capota.Reían, con los cabellos al viento, yRavinel sesintiódébil,viejo,culpable.Sentía rabiacontraMireya.Acababade traicionarlodemalamanera.Había tenidoéxito a laprimera intentonaen loqueél siemprehabíafracasado: había franqueado la misteriosa frontera; estaba al otro lado, invisible,inalcanzable, como un fantasma, como uno de aquellos jirones de niebla queascendían de la carretera. Se puede estar a la vezmuerto y vivo.Amenudo habíasentidoaquello.Sí,pero¿yelcuerpo?

Sus ideas se entremezclaban. Tenía sueño. Un extraño manejaba los mandos,maniobraba infaliblemente, reconocía las calles, los cruces. La camioneta pareciódetenerseporsísolaanteelalmacén.

DesdeelbulevardeMagenta,elautolocondujohaciaelcentro,haciaelLouvre.Unlugaralquenoibacasinunca.Sóloqueaqueldíanoeracompletamentedueñodesusdecisiones.Calculaba,seconfundíaconlascifras…Veamos,eltrenllegabaalasonceyveinte…,oalasonceycuarenta…Elviajeduracincohoras…,esdecir,lasonceydiez…Yelhospitalestáacincominutosdelaestación.Lucianadeberíahaberllegadoya.

Sedetuvoanteunpequeñocaférestaurante.—¿Elseñoralmuerza?—Sí,sileparece.—¿Cómo?Siamí…Elcamarero contemplóa aquel clientemal afeitadoque sepasaba lamanopor

encimadelosojos.Bienmirado,loshayquetienenunapintabienextraña…—¿Elteléfono?—Enelfondo,aladerecha.—¿Puedopedirunaconferencia?—Diríjasealacajera.LapuertadelacocinasemovíasincesardetrásdeRavinel.«¡Tresentremeses…!

¡Yenviadunsolomillo!»Lalíneahacíaruido.ApenassipodíareconocerlavozdeLuciana.Procedíade lejos,de tan lejosqueeraabrumador.E imposibleentendersebienenmediodeaquelalboroto.

—¿Oye…? ¿Oye, Luciana…? Sí, soy yo, Fernando… Ella ha desaparecido…¡No!Nadiehavenidoabuscarla…Ellahadesaparecido…Estamañanayanoestabaallí…

A su espalda, alguien quiere telefonear y que se entretiene peinándose ante elespejodellavabo.

—¡Luciana!¿Meoyesbien…?Esprecisoqueregreses…¿Unparto?Meimportaunbledo…No,noestoyenfermo…ynohebebido…Séloquemedigo…¡No!Nirastro…¿Cómo…?Bueno,no imaginarásque inventounahistoriaasíparahacerteregresar…¿Qué…?Claroque lohubiesepreferido.En fin, si te es completamente

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imposiblemarcharteestanoche…Entonces,hastamañana,a lasdoceycuarenta…¿Eh?¿Quevuelvaallí…?¿Amirar…?¿Ydóndequieresquemire…?Yotampocoloentiendo…¡Sí!Deacuerdo.Hastamañana.

Ravinelcolgóysefueasentarjuntoaunaventana.Eracomprensiblelaactitudde Luciana. Si alguien le hubiese telefoneado la noticia a él, Ravinel, ¿la hubiesecreído? Comió maquinalmente y volvió a subir al auto. De nuevo la puerta deClignancourt, la carretera deEnghien.Luciana tenía razón.Másvalía regresar allí,buscar de nuevo y a falta de otra cosa, dejarse ver por los vecinos.Ganar tiempo.Sobretodo,aparentarunaspectonormal,comosinotuviesenadaquereprocharse.

Ravinel abrió la puerta. Seguía cerrada con llave. Quedó vagamentedecepcionado. ¿Qué esperaba? A decir verdad, ya no esperaba nada. Deseaba lacalma,lapaz,elolvido.Setragóunapíldora,subióaldormitorio,seencerró,colocóel revólver sobre la mesita de noche y se durmió sin ni siquiera desnudarse. Sesumergióinmediatamenteenunsueñoembrutecido.

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CAPITULOVI

Ravinelsedespertóhacia lascinco,anquilosado,conelestómagopesado,el rostroabotargado, lasmanos húmedas. Pero cuando se planteó la pregunta: «¿Qué se hahechodelcuerpo?», larespuesta llegó, inmediata,evidente:«Elcuerpohavolado».Y, por el momento, Ravinel se sintió algo tranquilizado. Se levantó, se lavócuidadosamente con agua fría, se afeitó sin demasiado nerviosismo. ¡Lo habíanrobado, pardiez! Era grave, muy grave, pero, en fin, el peligro cambiaba denaturaleza.Conunladrónesposiblearreglarse.Bastaconfijarelprecio.

Las últimas brumas del sueño acababan de disiparse en su cabeza. Volvía aestablecercontactoconeldormitorio,losmuebles,lavida.Comprobabasuspiernas:semostraban firmes. La casa lo rodeaba, familiar, amistosa, sinmisterio.Veamos,con un poco de sangre fría, mucha casualidad sería que… ¡Lo habían robado,caramba…!¡Nohabíaquedarlevueltas!Peroamedidaqueexaminabaestaideamásdetenidamente, surgían las dudas, cada vez más numerosas. ¿Robar un cadáver?¿Paraqué?¡Yquériesgosparaelladrón!Conocíabienasusvecinosinmediatos:aladerecha, según se sale, Bigaux, empleado de los ferrocarriles, cincuenta años, untipejosinningunapersonalidad.Sutrabajo,sujardín,supartidadecartas.Nuncaunapalabramásaltaqueotra.¡Bigauxescondiendouncadáver!Eragrotesco.Ysumujertenía una úlcera de estómago. Se la hubiese podido ahogar con un cabello…A laizquierda,Poniatowski,contableenunafábricademuebles,divorciado,casisiempreausente.Inclusosesusurrabaqueteníaintencióndevendersucasita…Porlodemás,niBigauxnielcontablehubiesenpodidosertestigosdelaescenadellavadero.¿Eraposiblequedescubriesenelcuerpomástarde?Peronohabíaaccesoalarroyuelo.Amenosdecruzarlosterrenosenbarbechoolapraderadeenfrente.Además,¿paraquéapoderarsedelcadáver,siseignorabaelcrimen…?Puessóloexistíaunmotivoqueexplicaseelrobo:elchantaje.Peronadieestabaalcorrientede lapólizadeseguro.¿Entonces? ¿Qué se puede sacar de unviajante de comercio?Todo elmundo sabeque Ravinel se gana honradamente la vida, sin más… Verdad es que ciertoschantajistasseconformanconpoco.Unapequeñacantidadfija…,unarenta.¡Apesardetodo…!Sinhablardelvalornecesario.Quiénsabesielprimervenidoescapazdeconvertirse en ladrón de cadáveres. Ravinel, ciertamente, no hubiese tenido lasagallassuficientes.

Barajaba todas estas hipótesis sin formar un razonamiento concreto, y elsentimiento de su impotencia lo abrumaba de nuevo.No, el cadáver no había sidorobado. Y sin embargo ya no estaba allí. Por lo tanto, lo habían robado. Pero noexistía razón alguna para que lo robasen. Ravinel sintió un dolorcillo en la sien

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izquierdaysefrotólafrente.Nopodíaenabsolutocaerenfermoenunmomentoasí.Pero¿quéhacer,Diosmío,quéhacer?

Daba vueltas por el dormitorio, mordiéndose los labios, apabullado por lasoledad.Nisiquieratuvofuerzasparaalisarelcubrecama,completamentearrugado,paravaciarellavabolleno,deaguagrisácea,pararecogerlabotellaolvidaba,quesecontentóconempujarbajounarmarioconlapuntadelpie.Cogióelrevólver,bajólaescalera.¿Adóndeir?¿Aquiéndirigirse?Abriólapuerta.Lanocheempezabaacaer.Largaspinceladasrosadasseextendíanporelcieloyunaviónzumbabaalolejos.Uncrepúsculo vulgar y solemne, que hinchaba el corazón de pena, de rencor, deremordimientos.Un crepúsculo como el de su primer encuentro conMireya, en elmundodelosGrands-Augustins,muycercadelaplazaSaint-Michel.Élhurgabaenel puesto de un librero. Ella estaba allí hojeando un volumen… Las luces seencendíanalrededordeellosypodíaoírseelsilbatodelurbano,anteelpuente.¡Quéestupidezrecordaraquellascosas!¡Hacendaño!

Ravinel anduvo hacia el lavadero. El arroyuelo espumaba un poco, bajo elrebosadero,removiendoreflejosrojizos.Unacabrabalóenelprado,enlaotraorilla;la cabra del cartero. Ravinel experimentó una pequeña sacudida. La cabra delcartero…Cadamañana,lapequeñalatraía,laatabaaunaestacamedianteunalargacuerda.Todaslasnochesvolvíaarecogerla.¿Ysi…?

Elcarteroeraviudo.Noteníaningúnotrohijo.LapequeñasellamabaEnriqueta.Engeneral,sequedabaenlacasa,porqueeraunpocoatrasadamental.Secuidabadelacocina,delalimpieza.Selasarreglababienparasusdoceaños.

—Quisierauninforme,señorita.Nadielallamabaseñorita.Intimidada,noseatrevíaahacerentraraRavinel,yél,

incómodo, trataba de sosegar su respiración, porque había corrido, y no sabía pordóndeempezar.

—¿Hasidoustedquienhallevadolacabraalpradoestamañana?Lapequeñaseruborizó,inmediatamentealarmada.—¿Quéhahecho?—Vivoenfrente…«VillaAlegría»…Elpequeñolavaderomepertenece.Como ella bizqueaba un poco, Ravinel le miraba ambos ojos sucesivamente,

tratandodeadivinarunaposiblementira.—Mimujerhabíadejadounospañuelosparaquesesecasen…Unaráfagadeaire

hadebidollevárselos…Eraunpretextoabsurdo,ridículo,peroestabademasiadoagotadoparamostrarse

sutil.—Estamañana…¿Nohavistonadaqueflotasedelantedellavadero?Laniñateníaunacaritalargayestrecha,entredostrenzasrígidas,ylosdientesle

asomaban,peseaqueteníalabocacerrada.Ravinelsentíavagamentequehabíaalgo

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patéticoenaquelencuentro.—Usted ata su cabramuy cerca del arroyuelo. ¿Nunca se le ha ocurridomirar

haciaellavadero?—Sí.—Puesbien,tratedeacordarse.Estamañana…—No…Nohevistonada.—¿Aquéhorahaidoustedalprado?—Nolosé.Delfondodelpasillollegóunaespeciedechisporroteo.Ellasepusomáscolorada

yretorciósudelantal.—Eslasopa—aclarólapequeña—.¿Puedoiraver?—Desdeluego…Déseprisa…Ellasaliócorriendo,yRavinelpenetróenelpasilloparahurtarsealasmiradasde

losVecinos.Distinguíaun rincónde la cocinayunas servilletas extendidasenunacuerda. Más le valdría marcharse. No era nada bonito interrogar así a aquellachiquilla.

—Eralasopa—confirmóEnriqueta—.Sehaescapado.—¿Mucho?—No.Unpoco…Talvezpapánolonote.Las aletas de su nariz se habían contraído. Tenía pequeñas pecas alrededor de

aquélla,comoMireya.—¿Lariñe?—preguntóRavinel.Inmediatamentelamentóhaberdichoaquello,comprendiendoquelapequeña,no

obstantesusdoceaños,debíatenerunaexperienciadevieja.—¿Aquéhoraselevantausted?Ellafruncíaelceño,seestirabalastrenzas.Talvezbuscabalaspalabras.—Cuandoselevanta,¿estodavíadenoche?—Sí.—¿Yvaenseguidaallevarlacabra?—Sí.—¿Nosepaseaunpocoporelprado?—No.—¿Porqué?La muchachita se secó los labios con el dorso de la mano y balbució algo

mientrasvolvíalacabeza.—¿Eh?—Tengomiedo.Alosdoceaños,éltambiénteníamiedocuandosedirigíaalaescuela.Lahúmeda

oscuridad,elbarrillo, lascallesestrechasyobstruidaspor loscubosde labasura…

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Siempreteníalaimpresióndequealguienandabadetrásdeél.Entonces,sihubiesedebidollevarunacabraaunprado…Contemplabalaviejacarita,yacorroídaporlosescrúpulosyeltemor.VeíaderepentealpequeñoRavinel,aqueldesconocidodelquenadie le había habladonunca, en el que no le gustabapensar, peroque siempre loacompañaba, como un testigo, y no encontraba nadamás que decir. Si él hubiesevistoflotaralgosobreelagua…

Imposiblesaberlo.Eracomounsecretoentreellos.—¿Nohabíanadieenelprado?—No…Nolocreo.—Yenellavadero…¿Havistoaalguien?—No.Encontró en su bolsillo una moneda de diez francos y abrió la mano de la

pequeña.—Parausted.—Élmelaquitará.—No.Yaencontraráalgúnlugardondeesconderla.Laniñasacudiópensativamentelacabeza,luegocerrólosdedossinconvicción.—Yavolveréaverla—prometióRavinel.Era preciso despedirse con una frase de confianza, con una impresión de

optimismo,hacercomosinoexistieselacabraniellavadero.Ravinelsalió,tropezócon el cartero, un hombrecillo seco que llevaba una cartera por delante, comounamujerencinta.

—Buenos días, señor… ¿Deseaba verme?—dijo el cartero—. Supongo que esporelsobre.

—No.Es…,esperounacartacertificada…¿Hatraídounsobre?Elotroleobservabapordebajodelarotaviseradesugorra.—Sí.Hellamado,peronadiemehaabierto.Entonceslohedejadoenelbuzón.

¿Estáausentelapatrona?—HaidoaParís.Nada leobligabaa responder,peroahorasesentíahumilde.Debía reconciliarse

condemasiadaspersonas.—¡Hastalavista!—sedespidióelcartero,quienentróycerródeunportazo.¿Uncertificado?SindudanoprocedíadeBlacheyLehuédé,pueshabíaestado

allíhacíapoco.¿DeGermán,acaso?Muypocoprobable.AmenosqueelcertificadoviniesedirigidoaMireya.

Ravinelregresabaasucasasiguiendolascallesiluminadas.Derepentesehabíapuestoahacerfrío,y lospensamientoscirculabanmásaprisaensucabeza.Lahijadelcarteronohabíavistonada,osihabíadistinguidoalgonolohabíaentendido,ysiinclusolohabíaentendido,secallaría.TodoelmundoconocíaaMireya.Sialguien

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hubiesedescubiertosucuerpo,sindudaalgunalohabríanavisado.Peroestabaelmensajecertificado.Talvezeraelladrónquienescribíaparadictar

suscondiciones.El sobre estaba en el buzón, caído de través.Ravinel fue a examinarlo bajo la

lámparadelacocina.SeñorFernandoRavinel.¡Aquellaescritura…!Cerrólosojos,contóhastadiez,pensóquetalvezestabaenfermo,muyenfermo.Volvióuabrirlosojos, los fijó en la dirección. Alteraciones de la memoria…, de la personalidad.Antaño había aprendido esto en filosofía, en el viejo libro de Malapert… Laspersonalidades alternativas, la esquizofrenia… No, era la escritura de Mireya.¡VálgameDios!¡Nopodíasersuescritura!

Elsobreestabacuidadosamentepegado.Ravinelbuscóenelcajóndelaparador,extrajoelcuchillode trinchar.Losujetabacomounarmamientrasseacercabaa lamesasobrelaquedescansabaelsobremalva,entrelosreflejosdellinóleo.Lapuntadelcuchillobuscóvanamenteunagrieta.EntoncesRavineldestripólacarta,conunademánsalvaje,laleyóunavez,deuntirón,sinentenderlo:

Cariño:Meveoobligadaaausentarmepordosotresdías.Peronoteinquietes.Noesnada grave. Ya te explicaré. Encontrarás provisiones en el armario de labodega.Terminaeltarrodemermeladaempezadoantesdeabrirotro,ynoteolvides de cerrar bien la espita del gas cuando ya no necesites el fogón.Siempreseteolvida.¡Hastapronto!Recibeunfuerteabrazodetu

Mireya.

Ravinelvolvióaleer,máslentamente, luegoempezódenuevo.Unerrorpostal.Mireyahabíadebidoausentarseaprincipiosdelasemana.Buscóelmatasellosenelsobre.Parts7denoviembre, 16horas.El7denoviembre era…¡Eshoy!Pardiez.¿Porquéno?MireyaestabaenParís,contodaevidencia.¡Erabienlógico!Algoseanudóen sugarganta.Reía, reía comoquienvomita.Las lágrimas leoscurecían lamiradayde repente,con todasu fuerza, lanzóelcuchilloa travésde lacocina.Lahoja se hundió profundamente en la puerta, vibrante como una flecha, y Ravinelpermaneció atónito, con la boca abierta, el rostro torcido; luego el suelo parecióalzarse,sucabezagolpeócontraélypermanecióinmóvil,entrelamesayelfogón,conunasalivaespesaenlacomisuradeloslabios.

Su primer pensamiento, al cabo de un espacio de tiempo probablemente muylargo,fuequeibaamorir.Reflexionando,leparecióinclusoquedebíaestarmuerto.Emergía poco a poco de una especie de fatiga confusa, flotaba; era ligero, como

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desprovisto de densidad. Se dividía como unamezcla de aceite y de agua que sesepara en dos capas. En una parte de sí mismo experimentaba una liberación, unalivio infinito, y en la otra se sentía aún pesado, caótico, espeso, pegajoso. Unpequeñoesfuerzo;ibaahoradarunadelgadapared,abriólosojosenotrositio.Perosusojosyano lepertenecían.Habíauna transmisiónqueno llegabaa funcionar.Yluego,derepente,tuvoconcienciadeunaextensiónincolora.Ellimbo.Porfinestabaliberado.Seencontrabaintacto;sucerebronoestababiendespejado…Seasemejabaaunamateriamuyfluidaquepuedeadoptarcualquierforma…Unalma…Sehabíaconvertidoenunalma…Podríaempezardenuevo…¿Empezarqué?Lapreguntanotenía de momento ninguna importancia. Lo esencial era vigilar aquella blancura,impregnarsedeella,sentirseluminoso,comounaguaanimadahastaelfondoporunreflejo.Seragua,aguapura.Lablancura,allídelante,seteñíadedorado.Noeraunespacio cualquiera.Comprendía zonasmás sombrías y, sobre todo, una gran playaopaca de donde llegaba un ruido regular, mecánico, tal vez el ruido de la vidaanterior.Algosemovióenmediodelablancura,unpuntonegro,giratorio.Bastabacon una palabra para saber. Una sola palabra y la frontera sería franqueadadefinitivamente.Elsentimientodeestagranpazcesaríadeserprecario.Setrocaríaenunaalegríatranquila,algomelancólica.Lapalabraseformabaenalgunaparte.Nacíamuy lejos.Acudíadurmiendo.Disimulabaunaamenazaque ibaaestallar: ¡mosca!Mosca.Era unamosca.En el techohabía unamosca…Lagranmancha negra delrincóneraelaparador.Todovolvíaaempezarenelsilencioyelfrío.

«Palpoelmosaicoamialrededor.Estoyhelado.Estoytendido.SoyRavinel.Hayunacartaencimadelamesa…»

Sobre todo,nocomprenderlo.No interrogarse.Mantener todoel tiempoposibleesta especie de indiferencia desesperada. Es difícil. Es agotador. Pero no hay quepensar.Hayquecontentarseconmoverunmúsculodespuésdelotro…Losmúsculosobedecenbien.Losbrazossealzansiuno lodesea.Losdedossedoblan.Losojosmiranobjetosagradablesdever.Unodesearíadeletrearestosobjetos:E-lf-o-g-ó-n…Elm-o-s-a-i-c-o…Esonomiente.Entantoquesobrelamesa,esepapelmalva,esesobreabierto…¡Peligro!Hayquepasarbienapartado,arrimadoalapared,abrir lapuerta a tientas, cerrarla de un solo impulso, aherrojarla, una vuelta, dos vueltas.Ahoraunoyanosabeloqueocurredetrásdeestapuerta.Másvalenosaberlo.Talvezveríacómolaspalabrasdelacartasehinchan,seseparan,sedividenentrozosque,colocadosunosdetrásdeotros,formaríanunasiluetaterrible.

Al llegar al extremo de la calle, Ravinel se vuelve. Allí abajo, la casa parecehabitada,acausadelaslucesquehanquedadoencendidas.Amenudo,porlanoche,veía pasar detrás de las persianas la sombra deMireya cuando él regresaba. Peroahoraestádemasiadolejos.Inclusosilasombrapasa,nopodráverla.Sedirigealaestación.Llevalacabezadescubierta.Sebebedoscervezasenelcafévecino.Víctor,

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el camarero delmostrador, estámuy ocupado; de lo contrario, sin duda, entablaríaunaconversación.Guiñaunojo,sonríe.¿Cómoexplicarqueunacervezatanfrescapuedaquemar el pecho como si fuera alcohol? ¿Huir?Esoyano significabanada.OtracartamalvapuedellegaralacomisaríadePolicíaydescubrirelcrimen.Mireyapuedequejarsedehabersidoasesinada.¡Alto!¡Pensamientoprohibido!Haymuchagenteenelandén.Loscoloresdañan lavista.Laseñal rojaesdemasiado rojay laseñalverdeesdulzonacomounjarabe.Losdiariosdelquioscohuelenatintafresca.LapropiagenteseponeaexhalarunolordebestiasalvajeyeltrenapestacomoelMetro. ¡Ya está!Aquello debía terminar de esamanera.Undía u otro, fatalmente,debía percibir lo que permanece oculto a los demás. Los vivos, los muertos, sonsiempre la misma gente. Porque nuestros sentidos son groseros, imaginamoscorrientementequelosmuertosestánenotraparte,creemosquehaydosmundos.¡Enabsoluto!Estánahí,invisibles,mezcladosanuestravida,prosiguiendosuspequeñastareas.Noteolvidesdecerrarbienlaespitadelgas.Hablanconsubocadesombras;escriben con sus manos de humo. Todo eso no es perceptible para las gentesdistraídas, pero sehace evidente en ciertasocasiones.Basta sindudaconnohabernacidodeltodo,nohabersesumergidoporcompletoenlavidaruidosa,colorida,enla tempestad de sonidos, de colores, de formas… Esta carta no es más que elprincipiodeunainiciación.¿Porquéasustarse?

—Losbilletes,porfavor.Elrevisor.Esrubicundo,condosplieguesenlanuca.Apartalosviajerosconun

ademánimpaciente.Nosospechaqueapartatambiénunamuchedumbredesombrasmezcladasconlosvivos.Notodoelmundopuedevivirbienlimitado.AhoraMireyano tardará enmostrarse. Esa carta es una advertencia. No ha querido venir por símisma. Se ha ausentado dos o tres días, por una especie de discreción.Me veoobligadaaausentarme;laarguciaesinfantil.Noesnadagrave.Yateexplicaré.Lamuerte no es nada grave, en suma, la vida sin el frío, sin la preocupación, sin laangustia de estar en una situación falsa. ¡Mireya no es desdichada! Ella explicarátodoesto.¡Oh!Notendráqueexplicarmuchascosas.Ravinellosabe.Delamismamanera que, repentinamente, comprende bien su pasado. Los otros, padre, madre,amigos,siemprehanintentadoligarlo,enraizarlo,distraerlodeloesencial.Exámenes,ofició,otrastantastrampas.InclusoLuciananocomprende.¡Eldinero,eldinero!Nopiensamásqueeneso.Comosieldineronofueseelprincipiodelapesadez.¿NohasidoellaquienhahabladoenprimerlugardeAntibes?

Sihubiesesol,muchosol, todocambiaría.Mireyanosemanifestaríamás.¿Nosonlasestrellasborradaspor la luz?Ysinembargo, lasestrellassiguenexistiendo.¡Antibes!Laúnicamaneradematar aMireya.Esdecir, deborrarla.Luciana sabíabienloquesehacía.Peroahoraélhacomprendidoyyanosientedeseosdehuir,deevadirsehacia la luminosidaddelSur.Unmiedoatrozquesóloesperaunaocasión

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favorable para saltar. Será difícil acostumbrarse. Tal vez será preciso pensar, sinestremecerse,en labañera,enMireyamuerta, rígida, fría,conloscabellospegadosporelagua.

Losrielesseanudanydesanudanatodavelocidadalolargodeltren.Convoyes,estaciones, puentes, almacenes, desaparecen rápidamente. El vagón se balanceasuavemente, iluminado por lámparas azuladas. Uno tiene la sensación de que haemprendidounviajemuy largo.Dehecho,unoha salidohacemucho tiempoynollegaráaningunaparte,puestoquedesembocaráentrelosvivos.

Llueve.Lashumaredasdelaslocomotorasseabaten,seesparcen,ylosfaquinesentorpecen el paso. Hombres y mujeres corren, se hacen signos, se reúnen, seabrazan.RecibeunfuerteabrazodetuMireya.PeroMireyaaúnnopuedeestarahí.Suhoranohallegado.Eldepartamentodeteléfonos.

—¡QuisierahablarconNantes!Enlasparedeshayinfinitosborrones,números,dibujosobscenos.—¿Oiga?¿Nantes…?Elhospital…LadoctoraLucianaMogard.Alrededordelacabinanoseoyemásqueelrumordelamuchedumbre,comoel

deunríoquesedivideanteelpilardeunpuente.—¿Oiga…?¿Erestú…?Ellamehaescrito.Regresarádentrodealgunosdías…

¡PuesMireya!EsMireyaquienmehaescrito…Unsobre…Teafirmoqueesella…No, no.Estoy completamente cuerdo…No trato en absoluto de atormentarte, peroprefieroquelosepas…Sí,medoycuenta.Peroyoempiezoacomprenderbastantescosas…¡Oh!Seríademasiadolargodeexplicar…¿Loquevoyahacer?¿Acasoporventuralosé…?Sí,entendido.¡Hastamañana!

¡PobreLuciana!Estanecesidaddequerersiemprerazonar…Yalocomprobará,comohahechoél…Tocaráelmisterioconlamano.Verálacarta.

Pero¿podráver lacarta?Evidentemente,puestoqueelcarterolahatraído,queunempleadodecorreoslahasellado,queotroempleadolaharecogidodeunbuzón.Lacartaesbienreal.Essólosusignificadoloquenoestáadaptadoalentendimientodecualquiera.Esnecesariosaberpensarenlosdosmundosalavez.

ElbulevardeDenain.Losdardosluminososdelalluvia.Elrebañorelucientedelosautos.Larondadelasapariencias.Loscaféssoncomograndescuevasrutilantes,de profundidades multiplicadas hasta el infinito mediante espejos invisibles. Lafrontera pasa por aquí, separando las imágenes y los reflejos sin que nadie presteatención.

Lanochellenaelbulevarcomounlíquidoagitadoporremolinos,comounaguafangosa que transportamezclados los olores, las luces y los hombres. ¡Vamos! Séfranco.Hassoñadoinnumerablesvecesqueeresunahogadoperdidoenelfondodeestasgrandesfosasquesonlascalles.Obienerasunpezytedivertíasentoparconlanariz contra las vitrinas, en contemplar estas nasas que las iglesias, colocadas en

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plena corriente, estos herbarios que las plazas, donde las formas se buscan, sepersiguen,sedevoranentrelasredesdesombras.Sihasaceptadolaideadelabañera,esacausadelagua,¿noescierto?Deesasuperficiebrillanteylisapordebajodelacualocurrealgoquetedavértigo.HasqueridoqueMireyaparticipeeneljuego.Yahoratesientesatuveztentado.

¿Esquequizálaenvidias?Ravinelhacaminadoalazar,muchorato,mucho.Yheloaquíquellegaalborde

del Sena. Bordea un parapeto de piedra que se alza casi hasta su hombro. Másadelantehayunpuente,ungranarcoqueabrigaunhormiguerodereflejosgrasientos.La ciudad parece abandonada. Sopla un viento persistente que huele a exclusa yabrevadero.Mireyaestáahí,enalgúnsitio,mezcladaconlanoche.Losdosexisten,cadaunosumergidoenunelementodistinto,eincapacesdereunirse.Vivenenplanoscuyas características difieren. Pero las interferencias son posibles, los cruces, lasseñalesqueintercambian,comolospasajerosdelosbarcosquesealejan.

¡Mireya!Pronuncia la palabra suavemente. No puede dejarlo para más tarde. Tiene

necesidaddehuirasuvez,deromperelespejo.

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CAPÍTULOVII

Aldespertarse,Ravinelreconocióunahabitacióndehotel,recordóquehabíaandadomucho rato, volvió a encontrar la imagen de Mireya y suspiró. Necesitó variosminutosparadecidirqueaqueldíaeraprobablementedomingo.Porfuerzateníaqueserlo,puestoqueLuciana ibaa llegarenel trende lasdoceypico.Debíaestarencamino.¿Quéhacermientraslaesperaba?¿Quépuedehacerseeldomingo?Esundíamuerto, caído a través de la semana, impidiendo el paso, y Ravinel tenía prisa.¡Sentíadeseosdellegar!

¡Lasnueve!Selevantó,sevistió,apartóelraídovisilloquecubríalaventana.Uncielogris.

Techos. Claraboyas, algunas de las cuales estaban aún pintadas con el azul de ladefensapasiva.¡Noteníagracia!Descendió,pagólanotaaunaviejaconrizadores.Yaenlaacera,sediocuentadequeseencontrabaenelbarriodelMercadoCentral,adospasosdelacasadeGermán.¿PorquénoGermán?Estolepermitiríaesperar…

ElhermanodeMireyavivíaenelcuartopisoy,comoelencendidoautomáticodela luzestabaestropeado,habíaque subir a tientas, entre los ruidosy losoloresdeldomingo. Detrás de los delgados tabiques había personas que canturreaban, queencendíanlaradio,quepensabanenelpartidodelatarde,enlapelículadelanoche;la leche se vertía chisporroteando sobre un fogón, los chiquillos gritaban. Ravinelquedaba excluido de la fiesta.Era una especie de extranjero.La llave estaba en lapuerta.Lallavesiempreestabaenlapuerta.PeroRavinelnuncalautilizaba.Llamó.FueGermánquienabrió.

—¡Caramba,Fernando!¿Quétalteva?—¿Yati?—Unpococarraca…Disculpaeldesorden.Acabode levantarme.¿Tomarásun

pocodecafé?¡Sí,hombre,tómalo!Precedía a Ravinel hacia el comedor, apartaba las sillas, hacía desaparecer un

saltodecama.—¿YMarta?—preguntóRavinel.—Ha ido a misa, pero no tardará en regresar… Siéntate, Fernando. No te

pregunto por tu salud. Mireya me ha dicho que estabas en plena forma. ¡Tienessuerte!Entantoqueyo…Porcierto,quenohasvistomiúltimaradiografía…Toma,sírvete;elcaféestáenelfuego.Voyabuscártela.

Ravinelhusmeabacondesconfianzaunolorcilloaeucaliptoyafarmacia.Alladode la cafetera había una pequeña cacerola que contenía agujas y una jeringa, yRavinellamentóhaberidoacasadesucuñado.Germánbuscabaensuhabitación.De

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vezencuandogritaba:—Yaverásloclaraquees…Comohadichoeldoctor…Concuidado…Cuandounosecasa,unocreeunirseaunamujer,yseuneaunafamilia.Atodas

las historias de una familia: Uno se casa con la cautividad de Germán, con lasconfidenciasdeGermán,conlosbacilosdeGermán.Lavidaesmentirosa.Cuandosees pequeño parece llena de maravillas, y luego… Germán regresaba con unosenormessobresamarillosquehacíanpensarenelcorreodeunpolítico.

—¡Bueno,sírvete,amigomío…!Claroqueacasoyatehabrásdesayunado…EldoctorLeizeesunhacha.¡Sacaunosclisés…!¡Ysabeinterpretarlos!Unomiraynovemásquemanchasblancasynegras;éltedescifratodosestossignoscomosileyeseenunlibro.

Levantóantelaventana,acontraluz,lacrujientefotografía.—Ahí,fíjate,porencimadelcorazón…Sí,esamanchablancaeselcorazón.A

fuerzadeverlo,yomismoacaboporentenderlo…Justoporencimadelcorazón,esaespeciedelíneacorta…Estásdemasiadolejos.¡Acércate!

Ravinel detestaba aquello. No deseaba saber cómo están hechos los órganoshumanos. Experimentaba siempre un extraño malestar ante esos fragmentos deesqueleto que la radiografía revela y poetiza a la vez. Hay cosas que debenpermanecerocultas.Unonotienederechoamostrarlas.Unonotienederechoaviolarciertos secretos.Germán siempre le había repugnado a causade aquella curiosidadmonstruosa.

—Lacicatrizaciónestámuyadelantada—explicabaGermán—.Sóloque,desdeluego,hayquetenerprecaución.Detodosmodos,esparaanimarse…Espera,voyaenseñarteelanálisisdelosesputos…¿Dóndehemetidoelpapeldellaboratorio…?LapobreMartalopierdetodo…AmenosquelohayaenviadoyaalSeguro…Pero,porotraparte,Mireyayatecontará.

—Sí,sí.Germán, amorosamente, deslizaba la fotografía dentro del sobre y, por puro

placer,sacóotracopia,quecontemplóinclinandolacabeza.—¡Tres mil francos cada foto…! Afortunadamente, me van a aumentar la

pensión.Pardiez,esuntrabajobienhecho.Comodiceeldoctor:«Esusteduncaso».Lallavediovueltaenlacerradura.Martaregresabademisa.—Buenos días, Fernando. Eres muy amable al haber venido. No se te ve a

menudoporaquí.Marta era un poco agridulce. Se quitaba el sombrero, cuyovelillo doblaba con

precaución.Siemprellevabalutoporalguienylegustabaelnegro,porloquetienededignoydedistinguido.«Nohatenidosuerte»,murmurabalagenteasusespaldas.

—¿Vanbienlosnegocios?—preguntóMarta,conundejedesospechaenlavoz.—Novanmal.Nopuedoquejarme.

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—Tienessuerte…Germán,tumedicina.Yasehabíapuestoundelantalyquitabalamesa,conademanesvivosyprecisos.—¿CómosigueMireya?—Haestadoaquíhaceun,rato—dijoGermán—.Acababasdeirteamisa.—Sehavueltomuymadrugadora—observóMarta.Ravinelrealizabaesfuerzosparacomprender.—Perdón,perdón…—murmuró—.¿Mireyahavenido…?¿Cuándo?Germáncontinuabacontandosusgotas,quedejabacaerenunvasodeagua—Diez…, once…, doce…—Arrugaba la frente, rehusaba dejarse distraer…—

Trece…,catorce…,quince…—¿Cuándo?—repusoGermánconvozausente—.Puesbien,haceunahora.Tal

vezunpocomás…Dieciséis…,diecisiete…,dieciocho…—¿Mireya?—Diecinueve,veinte.Germánenvolvióelcuentagotasenunpedazodealgodón,luegoenunpapelde

seda,alzólacabeza.—Mireya, sí. ¿Qué tiene de extraño…? ¿Qué te ocurre, Fernando…? ¿Qué he

dicho?—¡Espera!—cuchicheóRavinel—.¡Espera…!¿Haentradoaquí?¿Lahasvisto?—¡Pardiez! ¿Que si la he visto? Estaba aún en la cama. Ha entrado como de

costumbre.Mehadadounbeso.—¿Estásbiensegurodequetehabesado?—Vamos,Fernando,noteentiendo.Marta,quehabíaentradoeneldormitorio,seacercóunmomentoalapuertapara

observaralosdoshombres,yRavinelsacóuncigarrillodesupitilleraparaocultarsuconfusión.

—No—dijoGermán—.Yasabes,elhumo…Eldoctormelohaprohibido…—Esverdad.Discúlpame.Ravineldabamaquinalmentevueltasalcigarrilloentresusdedos.—Escurioso—consiguiódecir—.Nomehabíaadvertido.—Queríaconocerelresultadodemiradiografía—precisóGermán.—¿Lahasencontrado…normal?—Sí.—Cuandotehadadoelbeso,supiel…Enfin,¿eracomodecostumbre?—Notecomprendo…Pero,bueno,¿quéteocurre,Fernando…?Escucha,Marta,

FernandonoparececreerqueMireyahayavenido.MartaseaproximóyRavinelcomprendióenseguidaqueellasabíaalgo.Sepuso

rígido,comounacusadoantesujuez.—¿CuándohasregresadodeNantes,Fernando?

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—Ayer…,ayermañana.—¿Ynohabíanadieenlacasa?Ravinellamiró.Nuncahabíatenidolosojosmásbrillantes,labocamásapretada.—No.Mireyanoestaba.Martaasintióconlacabezavariasveces.—¿Creestú?—murmuróGermán.—Seguramenteeseso—afirmóMarta.Ravinelnopudocontenerse.—¡Hablad,malditasea!¿Quésabéisvosotros…?¿Fuisteisayeracasa?—¡Oh!—protestóGermán,ofendido—.¡Enelestadoenqueestoy!—Sería mejor que se lo explicases —observó Marta, y desapareció

silenciosamenteeneldormitorio.—¿Explicarmequé?—preguntóRavinel—.¿Aquévienetodoestemisterio?—Cálmate —recomendó Germán—. Marta tiene razón… Es mejor que lo

sepas…Enrealidad,hubiesedebidoadvertírtelocuandooscasasteis.Sóloquepenséqueelmatrimonioprecisamenteloarreglaríatodo.Eldoctorhabíaafirmadoque…

—¡Germán!Desembuchayterminemosdeunavez.—Lamento causarte pena,mi pobre Fernando.Bueno,Mireya siente deseos de

fugarse.Marta,desdeel fondodeldormitorio,vigilabaaRavinel.Éstesentíasumirada,

queloespiaba.Completamenteasombrado,repitió:—¿Fugarse…?¿Fugarse?—Oh,nomuyamenudo—dijoGermán—.Esolocogióhacialoscatorceaños.—¿Yseibaconhombres?—Deningunamanera.¿Quétefiguras?Yatehedichoquesonfugas.¿Nosabes

lo que es…?Mireya abandona bruscamente la casa.Elmédico nos explicó que setratabadeunaperturbacióndelcarácter.Aloqueparece;esfrecuenteenelmomentode la formación.Tomaba el tren o bien andaba hasta caer agotada…Cada vez eraprecisoavisaralaPolicía.

—Lo que resultaba muy bonito para los vecinos —intervino Marta mientrassacudíaunaalmohada.

Germánseencogiódehombros.—En todas las familias hay alguna cosa. Incluso en lasmejores…Después, la

pobrepequeñalosentíamucho…Peroeraalgosuperioraella.Cuandoledabaeso,teníaquemarcharse.

—¿Yqué?—dijoRavinel.—¿Yqué…?Tienesbuenasocurrencias,Fernando.Puesmeda la impresiónde

queMireyaestásufriendounacrisis.Suausenciadecasa,supasofugazporaquíestamañana…Entodocaso,regresarádentrodepocosdías,puedoasegurártelo.

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—¡Peroesoesimposible!—estallóRavinel.Germánsuspiró:—Heaquíloqueyotemía.Noquierecreernos…Marta,noquierecreernos.Martaalzóunamano,comoparaprestarjuramento.—Mepongoensulugar.Noesunanoticiaagradable.Yo,cuandohesabidoque

Mireya…,enfin…¡Pobrepequeña!,noexperimentonadacontraella…Sóloquesiyohubiesetenidovozyvotoenelasunto,tehabríaadvertidodesdeelprimerdía…Yaún,nopuedesquejarte.Notenéishijos.Hubieseispodidotenerunrorroconellabioleporino.

—¡Marta!—Séloquemedigo.Unavezselopreguntéalmédico.¡Otravezelmédico!Ylasradiografíasenunaesquinadelamesa.Elcuentagotas

envueltoensupapeldeseda.¡YMireyaquesefugabaaloscatorceaños!Ravinelsecogiólacabezaconambasmanos.

—¡Basta!—murmuró—.Vaisavolvermeloco.—Así que he llegado me he dado cuenta de que las cosas no iban bien —

proseguíaMarta—.YonosoycomoGermán.Élnuncanotanada.Sihubieseestadoantes aquí, yo en seguida habría visto queMireya no se encontraba en su estadohabitual.

Ravineldesmenuzabasucigarrillo,quenoformabamásqueunmontoncitonegroyblancoencimadelamesa.Sentíatentacionesdecogeralosesposos,degolpearunacontra la otra sus cabezas falsamente conmiserativas. ¡Una fuga! Como siMireyapudiesehuir aún.Mireya, aquienél, con suspropiasmanos,habíaenrolladoen latelaencerada.Eraunaconfabulación.Estabantodosdeacuerdo…Perono…Germánerademasiadoestúpido.Yahabríametidolapata.

—¿Cómoibavestida?—Aguarda…Lahevistounpocoacontraluz.Mepareceque llevabaelabrigo

grisconelcuellodepiel.Sí,estoyseguro…Yelsombrero.Enelprimermomentohepensado que iba muy abrigada para este tiempo. Corre el peligro de pescar unconstipado.

—¿Ibatalvezacogereltren?—insinuóMarta.—Oh,no.Nomehadadoesaimpresión,enabsoluto.Cuantomáslopienso,más

me extraña no haberle notado un aire un poco raro.Antes, en elmomento de suscrisis, seponíanerviosa,crispada.Llorabaporcualquier tontería.En tantoqueestamañanaparecíamuytranquila…

Y,comoRavinelcontraíalospuños,agregó:—Esunabuenamuchacha,Fernando.Martaremovíalascacerolasdetrásdesucuñadoyrepetíadevezencuando:—Notemolestes…Puedopasarmuybien.

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PeroRavineldebíacambiarincesantementedesitiosusilla,ycadamovimientoleresultaba costosode ejecutar.El reloj, un relojito absurdo sostenidopor dosninfasconlossenosalaire,marcabalasdiezyveinte.LucianadebíasalirdeLeMans.Lahabitaciónseiluminabapocoapococonunaclaridadtristequedejabalosrinconesaoscuras y depositaba como un fino polvillo sobre las paredes, los muebles y losrostros.

—Yaséloquepiensas—dijoGermán.Ravineltuvounsobresalto.—Creesqueellateengaña,¿verdad?¡Quéimbécil!No,seguramentenoestabafingiendo.—Haríasmal si teobcecaras con ideas así.ConozcobienaMireya.Talvezen

ciertosmomentosseadifícildecomprender,peroeshonesta.—¡PobreGermán!—suspiróMarta,quemondabapatatas.Yesosignificabaclaramente:«¡PobreGermán!¿Quésabestúdelasmujeres?»Germánseirguió.—¿Mireya? ¡Vamos, vamos! No piensa más que en su casa y en sus labores.

Bastaverla.—Está demasiado amenudo sola—murmuróMarta—.Oh, no es un reproche,

Fernando. Tú te ves obligado a viajar, desde luego, mas para una mujer joven,imaginoquenosiempreresultarádivertido.Mereplicarásquenuncatealejasmucho.Esverdad.Perolaausenciasiempreeslaausencia.

—Yo,cuandoestabaprisionero…—empezóGermán.Eraprecisamenteesafraselaquehubiesehechofaltaevitar.Ahora,Germán,ya

lanzado,ibaacontarrelatosveintevecesoídos.Ravinelyanoescuchaba.Tampocoreflexionaba.Sesumergiósuavementehastael fondodeunensueñoalgodoloroso.Se desdoblaba. Regresaba a Enghien, deambulaba por las habitaciones vacías. Sialguiensehubieseencontradoallí,enelmismoinstante,sindudapudiesepodidoverflotar una silueta indecisa semejante a Ravinel. ¿Es que se conocen todos losmisterios de la telepatía? ¡Germán afirmaba haberla visto! Pero todos los que hanvistoapariciones,yformanlegión,hancreídoalprincipioqueteníananteellosseresvivosyreales.Mireya,muerta,habíapreferidoaparecerseasuhermanoenelprecisoinstanteenqueéste,acababadedespertar,noeraaúncapazdeprestarunaatenciónsuficientealoquecreíaver.Uncasoclásico.Ravinelhabíaleídomuchosotros,todosparecidos,enlaRevistaMetafísica,alaqueestabasuscritoantesdesumatrimonio.Por otra parte, estas fugas demostraban que Mireya tenía cualidades de médium.Debíadeserextremadamentesensibleatodaslassugestiones.¡Inclusoahora!Talvezbastaríapensarenellaconmuchaintensidad,conmuchoamor,parainducirlaaquesematerializase.

—¿Quéhadichoellaexactamente?—preguntóRavinel.

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Germán estaba contando sus embrollos con los enfermeros del stalag. Seinterrumpió,algoofendido.

—¿Quequéhadichoella…?Oh,haztecargo,noheanotadosuspalabras…Hesido más bien yo quien he hablado, puesto que Mireya quería saber lo de miradiografía…

—¿Sehaquedadomuchorato?—Unosminutos.—Hubiesepodidoesperarme—gruñóMarta.¡Precisamente!SiMartahubieseestadoenel apartamento,Mireyano sehabría

mostrado.Tambiénlosobrenaturaltienesulógica.—¿Nosetehaocurridoabrirlaventana,observarenquédirecciónsemarchaba?—No.¿Porquéteníaquehacerlo?¡Lástima! Si Germán hubiese acechado la salida de Mireya, sin duda hubiese

comprobadoquesuhermananoabandonabaeledificio…¡Quémagníficaprueba!—Notepreocupesdemasiado,amigomío—recomendóGermán—.¿Quieresun

consejo…? Pues bien, regresa a «Villa Alegría». Tal vez ella esté ya allíesperándote…Ysiestáapenada,yasabrásconsolarla,¿eh?

Tratódereírsonoramente,tosió,yMartalomiróconseveridad.—Cuandoerapequeña—dijoRavinel—,¿nofuenuncasonámbula?Germánvolvióaponerseserio.—Ella,no…Peroyo sí, algunavez.Nocorríapor los tejadosal clarode luna,

desde luego, aunque hablaba dormido, gesticulaba,…A veces me levantaba y medespertabaenunpasillo,enotrahabitación.Nosabíadóndeestaba.Eranecesarioquemeacostasendenuevoyquemesujetasen lasmanos.Nomeatrevíaavolvermeadormir.

—Cualquieradiríaqueesotecausaplacer,Fernando—observóMartaconsuvozmáscáustica.

—Yahora—prosiguióRavinel—,¿yanosufrescrisis?—Dios no lo quiera… Bebe con nosotros, Fernando. No te invito a almorzar

porquemirégimenesbastanteespecial…—Esprecisoqueregreseasucasa—interrumpióMarta—.Nopuededejarsolaa

sumujer.Germánsacabadelaparadorunabotellayvasosminúsculos,conpiedeplata.—Yasabesloqueteharecomendadoelmédico—observóMarta.—Oh,sólounagota.Ravinelhizoacopiodetodosuvalor.—¿YsiMireyanoharegresadoestanoche?—preguntó—.¿Quéospareceque

deberíahacer?—Yoesperaría.¿Nocrees tú,Marta?Al finyalcabo,nada teobligaasalirde

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viaje mañana mismo. Tal vez de ello dependa tu felicidad, ¿sabes? Cuando ellaregrese,siencuentralacasavacía…Ponteensulugar…Créeme,pideochodíasdepermisoyhazaveriguacionesdiscretas.Siverdaderamenteestásufriendounacrisis,sindudaseocultaráenParís.Antes,cuandohuía,erasiempreparairaParís.Paríslaatraía,eraformidable.

Ravinel,asupesar,perdíapie,acababapornosabersisumujerestabamuertaoviva.Brindaron.

—Alatuya,Germán.—AlasaluddeMireya.—Porsuprontoregreso—dijoMarta.Ravinelsebebiódeunavezellicorysepasólamanoporencimadelosojos.No.

Noestabasaltando.Elalcohollecalentabalagarganta.Elrelojtocólasonce.Seguíaestandoenelmismoladodelafrontera.Sabíaloquehabíavistoconsusojos,tocadoconsusdedos…Porejemplo,losmorillos.Esonoserefutafácilmente,unosmorillosquepesanbastanteskilos.

—Ysalúdaladepartenuestra.—¿Qué…?EraMarta, que lo acompañaba hasta la puerta. Él se había levantado sin darse

cuenta.—Ydaleunbesodelamía—recomendabaGermán.—Sí,sí.Sentía deseos de gritarle: «Si estámuerta,muerta…Lo sé bien, puesto que he

sido yo quien la ha matado». Se contuvo, porque Marta se sentina demasiadodichosa…

—Adiós,Marta.Notemolestes.Yaconozcoelcamino.Ellaloescuchababajar,asomadaalabarandilladelaescalera.—¡Cuandosepasalgodenuevo,avísanos,Fernando!Ravinelentraenlaprimeratasca,bebedosvasosdeaguardiente.Eltiempopasa.

Da igual. Con un taxi, llegará a la hora. Lo que cuenta, lo primordial es meditarinmediatamente. «Veamos, yo, Ravinel, estoy en pie, ante un bar. No desvarío.Razonofríamente.Yanotengomiedo.Ayernochesíquelotenía.Erapresadeunaespeciededelirio.Perohapasado.¡Bien!Examinemosloshechoscontodalacalmaposible… Mireya ha muerto. Estoy seguro de ello, porque lo estoy de Ravinel,porque no hay ni una sola laguna enmis recuerdos, porque he tocado su cadáver,porqueenestemomentoestoybebiendounvasodeaguardienteyporquetodoestoesla realidad…Mireyaestáviva.Tambiéndeesoestoyseguro,porqueconsupropiamanohaescritounacartaqueelcarterohatraído,porqueGermánlahavisto.Nohaymotivo para poner en duda su afirmación. Sólo que, ¡ése es el problema! ¿Cómopuede estar a la vez viva y muerta…? Es preciso que esté medio viva y medio

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muerta…Esprecisoqueseaunfantasma.Lalógicalorequiereasí.Nosoyyoquientratadetranquilizarse.Porotraparte,noesnadatranquilizador.Quizásemeaparezcapronto a mí. Yo acepto el hecho porque sé que es posible. Pero Luciana no loaceptará.Acausadesuformaciónuniversitaria.Desumaneraderazonar.¿Entonces?¿Quévamosadecirnos?»

Bebeuntercervasodeaguardienteporquetienefríoensuinterior.SinoexistieseLuciana…

Paga, busca una parada de taxis. Sólo faltaría que ahora no se encontrase conLuciana.

—¡AMontparnasse,aprisa!Se reclina enel asiento, se abandona.Empieza apreguntarse si loquepensaba

haceuninstantenoesunadivagacióndesucerebrofatigado.Yempiezalentamenteaconvencersedequesehallaenunasituaciónsinsalida.Detodosmodos,esunapresafácil para laPolicía. Se siente fatigado.Ayer hubiese queridover aMireya.Sentíaque eraposible.Ahora la teme.Adivinaqueva a atormentarlo. ¿Cómopodría ellahaber olvidado…? ¿Por qué los muertos no han de recordar…? ¡Otra vez estospensamientos…!Afortunadamente,elcochesedetiene.Ravinelnoesperaelcambio.Seprecipita.Tropiezacon laspersonas, llegaa losandenes.Unamáquinaeléctricaavanzaconlentitudsedetieneantelatoperayunamareadeviajerosemanadeltren,seesparceporlosandenes.Ravinelseacercaalrevisor.

—¿EseltrendeNantes?—Sí.Unaextrañaimpaciencialoinvade.Seponedepuntillas,casisedislocaelcuello,

ladistingue,Luciana,sobriamentevestidaconuntrajeoscuro,tocadaconunaboina,tranquilaenapariencia.

—¡Luciana!Seestrechanlamano,sindudaporprudencia.—Tienesunacaraquedamiedo,Fernando.Fernandosonríetristemente.—Esquetengomiedo—contesta.

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CAPITULOVIII

SearrimaronalabarandilladelMetroparaescaparalasapreturas…—Nohetenidotiempodereservarunahabitación—sedisculpóRavinel—.Pero

notendremosdificultad.—¡Unahabitación!Pero si es absolutamenteprecisoquememarche a las seis.

Tengoservicioestanoche.—¡Oh!Noirása…—¿Quéesloquenovoyahacer…?¿Aabandonarte?Esloquequieresdecir.Te

creesenpeligro…Veamos,¿nohayporaquíuncafé tranquilodondepoderhablarlibremente? Porque he venido sobre todo para hablar, ¿sabes? Para ver si no estasenfermo.

Se quitó un guante, cogió lamuñeca deRavinel, lo hizo sin hacer caso de lostranseúntes,lepalpóelrostro,lepellizcóunamejilla.

—Has adelgazado, palabra. Tienes la piel amarillenta, blanda, los ojospreocupados.

ÉsaeralafuerzadeLuciana.Nosepreocupabanuncadelaopinióndelosotros.Seburlabadeloquepodíanpensardeella.Enmediodelosvendedoresdeperiódicosque vociferaban su mercancía, era capaz de contar los latidos de su corazón, deexaminarsulenguaodepalparsusganglios.YyaRavinelsesentíaseguro.Luciana,cómodecir…Eralaantítesisdelablandura,delanebulosidad.Lucianaeradecidida,incisiva, casi agresiva. Su voz era firme, nunca vacilaba. Algunas veces hubiesedeseadoserLuciana…Yotrasladetestabaporlosmismosmotivos…Porquehacíapensar en un instrumento quirúrgico, frío, pulido, niquelado, insólito. De todosmodos,hoyleseríadifícilexplicar…

—VayamosalacalledeRennes—propusoél—.Seguramenteencontraremosallíalgunatascadesierta.

Cruzaron la plaza.Era ella quien lo sostenía por el brazo, comoparaguiarlo oimpedirlequesecayese.

—No he entendido en absoluto tus dos llamadas telefónicas.Ante todo, se oíamal. Y luego, hablabas demasiado aprisa. Procedamos con orden. Cuando ayermañanaregresasteatucasa,elcadáverdeMireyahabíadesaparecido.¿Eseso?

—Esoes,exactamente.Él la acechaba de reojo, preguntándose cómo resolvería el problema ella, que

siempre repetía: «No nos precipitemos… Con un poco de sentido común…»Andaban sin dejarse distraer, sin dejar que sus miradas vagasen por la profundaperspectivadelacallequesevolvíaazuladahacia laplazaSaint-Germain,comoel

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fondodeunvalle.Ravinelsetranquilizaba.Ahoraletocabaaellallevarlacarga.—No existen muchas soluciones —dijo Luciana—. ¿Ha podido la corriente

arrastrarelcuerpo?Ravinelsonrió.—¡Imposible! Ante todo, casi no hay corriente, lo sabes tan bien como yo. E

inclusoadmitiéndolo,elcadáverhubiesequedadoencalladodespuésdelrebosadero.Lohubiesendescubiertoalaprimeramirada.Yapuedesfigurartequehebuscadoportodaspartesantesdetelefonearte.

—Melofiguro,sí.Empezaba a fruncir las cejas, y él, pese a su inquietud mal disimulada,

experimentaba una verdadera alegría al notar que se quedaba sin saber qué decir,comouncandidatosorprendidoporunapreguntafueradeprograma.

—Quizásalguienharobadoelcuerpoparahacerteunchantaje—sugirióLucianasinconvicción.

—¡Imposible!Dejabacaerlapalabraconunaligeracondescendencia,parahumillaraLuciana.—¡Imposible!Heexaminadoconlupatalhipótesis;puedoasegurarlo.Hellegado

inclusoainterrogaralahijadelcartero,unachiquillaquecadamañanallevasucabraapaceralpradoquequedafrenteallavadero.

—¿Esohashecho…?¿Nohasospechadonada,porlomenos?—He tomado precauciones. Por lo demás, la pequeña es medio idiota… En

resumen,lahipótesiscarecedebase.¿Porquéteníanadiequerobarelcadáver?Parahacermechantaje,comodices,osencillamenteparaperjudicarme.Ahorabien,nadiese preocupa de mí… Y luego, date cuenta, robar un cadáver…Mira, ahí hay unpequeñocaféquenosvendrádeperlas…

Dosmacetasconhortensias,unabarraminúscula,tresmesasagrupadasalrededordeunaestufa.Eldueñoleíaundiariodeportivoantelacaja.

—No.Noservimosalmuerzos…Perosideseanustedesbocadillos…¡Muybien!Ydosdobles.

Elhombrepenetróenlatrastienda,queseadivinabaexigua.RavinelapartóunamesaparaqueLucianapudierasentarse.Losautobusessedeteníanchirriandoanteelcafé, soltabandoso tresviajerosy reemprendían lamarcha.Sumasaproducíaunasombrarápida.Lucianasehabíadestocadoyapoyabaloscodosenelvelador.

—Yahora,¿quéesesahistoriadelsobre?Avanzabayalamano.Élmeneólacabeza.—Sehaquedadoallí.Nohevueltoaacercarmeacasa.Peromesédememoriael

contenido.Escucha:Meveoobligadaaausentarmepordoso tresdías.Perono teinquietes. No es nada grave… ¡Ejem…! Encontrarás provisiones en el armario…Terminaeltarrodemermeladaempezado…

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—¿Cómo?—Sébienloquedigo:Terminaeltarrodemermeladaempezadoantesdeabrir

otro,ynoteolvidesdecerrarbienlaespitadelgascuandononecesitesyaelfogón.Siempreseteolvida.Hastapronto.Recibeunfuertebeso…

Luciana dirigió a su amante una aguda mirada. Después de un momento desilencio,interrogó:

—Naturalmente,habrásreconocidolaletra.—Naturalmente.—Esopuedeimitarsealaperfección.—Yasé.Peronoessólolaletra,eseltono.Estoysegurodequeesacartaprocede

deMireya.—¿Yelmatasellos?¿Esverdadero?Ravinelseencogiódehombros.—Puestosapreguntar,pregúntamesielcarteroeraunverdaderocartero.—Entalcaso,sólosemeocurreunaexplicación.Mireyatehabíaescritoantesde

marcharseaMantés.—Teolvidasde lafechadelmatasellos.ElsobrehasidodepositadoenParísel

mismodía.¿Quiénlohubieseechadoalcorreo?Eldueñoregresóconbocadillosamontonadosenunplato.Sirviólosdosdoblesy

volvióasumergirseenlalecturadesudiario.Ravinelbajólavoz.—Y además, si Mireya hubiera sentido el más pequeño temor, nos habría

denunciado. No se hubiese contentado con comunicarme que quedaba un tarro demermeladaabierto.

—Paraempezar,nohubieseidoaNantes—observóLuciana—.No,conformeatodaslasevidenciasnohapodidoserescrita…antes.

Pegóunmordiscoaunbocadillo.Ravinelsebebiólamitaddesucerveza.Nuncahabíacomprendidotanclaramenteloabsurdodesusituación.YsentíaqueLucianaperdíapocoapocosuseguridad.Elladejóelbocadilloyempujóelplato.

—Notengohambre.Estan…inesperadoesoquemeexplicas…Porque,enfin,siesacartanohapodidoserescritaantes,aúnmenoslahapodidoescribir…después.Yno contiene ninguna amenaza, como si quien la ha redactado estuviese privado dememoria.

—Muybien—cuchicheóRavinel—.Llegasaello.—¿Cómo?—Yoyameentiendo.Prosigue.—Esqueprecisamente…nolocomprendo.Semiraron largamente, profundamente. Luciana volvió por último la cabeza y

aventuró:—Talvezesunerrordeidentidad.

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Estavez,Lucianaseconfesabavencida.¡Unerrordeidentidad!¡Habíanahogadoaotrapersona!

—No—prosiguió ella inmediatamente—. ¡Es ridículo…! Suponiendo que unamujer pueda parecerse extraordinariamente a Mireya, ¿cómo podrías tú haberteconfundido…? E incluso, yo, cuando la he visto muerta… ¡Y esa mujer hubieseacudidoaofrecerseanuestrosgolpes!

Ravinel le dejó aún un poco de tiempo para que reflexionase. Los autobusesrozabanlaacera,sealejabanconsucargadeviajeros,suavementebalanceadosenlaplataforma. De vez en cuando entraba un hombre, pedía una bebida, lanzaba unaojeadahaciaaquellaparejainmóvil,quenocomía,quenobebía,quenoparecíaestarjugandoalajedrez.

—Aúnnotelohedichotodo—prosiguióbruscamenteRavinel—.EstamañanaMireyahavisitadoasuhermano.

Una expresión de estupor, luego de miedo, pasó por los ojos de Luciana. ¡LaorgullosaLuciana!Ahoralacamisanolellegabaalcuerpo.

—Hasubido;lehadadounbeso;hancharladounmomento.—Evidentemente —convino Luciana, pensativa—, la mujer que se le parece

podía ser la otra, la segunda. PeroGermán, lomismo que nosotros, no se hubieseengañadoconunasustitución.Dicesquelehahablado,quelohabesado…¿Esqueotramujerpodríatenerlamismavoz,lamismaentonación,losmismosademanes…?¡No! Es increíble. Las personas tan idénticas que se confunden son cosas quesolamentesucedenenlasnovelas.

—Habría aún una solución —dijo Ravinel—. ¡La catalepsia! Mireya habríapresentadotodoslossíntomasdelamuerte…yhabríarecuperadoelconocimientoenellavadero.

Ycomoellanoparecíacomprenderlo:—Lacatalepsiaexiste—prosiguió—.Hacetiempoleíunosartículossobreella.—¡Lacatalepsia,despuésdecuarentayochohorasbajoelagua!RavinelpresintióqueLucianaibaaenfadarse,y,conlamano,lehizoseñaspara

quenoalzaralavoz.—Escucha—dijoLuciana—. Si se tratase de un caso de catalepsia, yo dejaría

inmediatamente de ejercer, ¿me entiendes? Porque la medicina no sería ya unaciencia,porque…

Parecíaheridaenlovivo.Subocatemblaba.—Nosotros los médicos sabemos reconocer la muerte. ¿Quieres que te dé

pruebas?¿Queteexpliquecómohecomprobado…?Demodoque¿teimaginasquefirmamospermisosdeinhumaciónasí,decualquiermodo?

—Cálmate, teloruego,Luciana.Secallaron,conlosojosbrillantes.Lucianasesentíaorgullosadesusconocimientos,desuposición.Sabíaquelodominabadesde

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todalaalturadesuprofesión.Siemprehabíatenidonecesidaddelaadmiracióndeél.Y helo aquí que se permitía…Ella lo vigilaba, en espera de una palabra o de unademándedisculpa.

—No hay necesidad de discutir—prosiguió con su voz de hospital—.Mireyaestámuerta.Elresto,explícalocomoquieras.

—Mireyaestámuerta.Ysinembargo,Mireyaestáviva.—Habloenserio.—Yotambién.CreoqueMireya…¿DebíaconfesárseloaLuciana…?Nuncalehabíareveladosuspensamientosmás

secretos, pero sabía que ella lo conocía a fondo, sin duda de una manera algonovelesca,peromuysegura.Sedecidió.

—Mireyaesunfantasma—susurró.—¿Qué?—Lo que oyes: un fantasma. Aparece donde quiere, cuando quiere… Se

materializa.Lucianalecogióotravezlamuñecayélseruborizó.—Nunca me atrevería a decir una cosa así a según quién. Te confío un

presentimiento,unasuposición…Amímepareceplausible.—Seráprecisoqueteexaminecondetenimiento—murmuróLuciana—.Empiezo

acreerquetienesuncomplejo.¿Nomeexplicasteundíaquetupadre…?Su rostro se endureció de repente y sus dedos apretaron lamuñeca deRavinel

hastahacerledaño.—¡Fernando,mírame…!¿Noestarás,porventura,representandounacomedia?Rió nerviosamente, cruzó los brazos, se inclinó hacia delante. Desde la calle

habríapodidocreersequeofrecíalabocaasuamante.—¿No me tomarás por una estúpida…? ¿Tienes intención de engañarme por

muchorato?Mireyaestámuerta.Losé.Yquerríashacermecreerquesucadáverhasido robado, que ha resucitado, que se pasea por París…Y yo, porque…, sí, bienpuedoconfesarlo,porqueteamo…,meestoytorturandoelcerebro.

—Másbajo,Luciana,teloruego.—Empiezo a entenderlo…En suma, puedes explicarme lo quequieras. ¡Yono

estaba presente! Pero, de todos modos, hay límites que no se pueden sobrepasar.¡Vamos!Porunavez,séfranco,¿quéteproponesconesto?

Ravinel no la había visto nunca tan alterada. Casi tartamudeaba de ira, y unamanchapálidaseextendíaalrededordelasaletasdesunariz.

—¡Luciana!Tejuroquenoteengaño.—Ah,no.No insistas.Estoydispuesta a aceptarmuchascosas,peronoacreer

queuncírculoescuadrado,queunmuertoestávivo,queloimposibleesposible.Eldueñodelbar leía, indiferente.¡Habíavistotantasparejas!¡Habíaescuchado

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tantas conversaciones estrambóticas! Pero Ravinel, inquieto al sentir aquellapresenciadetrásdeél,agitóunbillete.

—Oiga,porfavor…Estuvo a punto de disculparse por no haber tocado los bocadillos. Luciana se

empolvaba, con el rostro oculto detrás del bolso. Se levantó la primera; salió sinmirarsiéllaseguía.

—Escucha,Luciana…Tejuroquehedicholaverdad.Ella andaba con la cabeza vuelta hacia los escaparates, y él no se atrevía a

levantarlavoz,acausadelostranseúntes.—¡Escúchame,Luciana!Resultaba demasiado estúpida esta escena que no había sabido prever. Y el

tiempo transcurría, transcurría. Muy pronto, ella regresaría a la estación,abandonándoloatodaslasamenazas,todoslospeligros…Desesperado,lecogióunbrazo.

—Luciana…,sabesdesobraquenotengointerés…—¿No?¿Yelseguro?—¿Quéquieresdecir?—Esbiensencillo.Sincadávernohayseguro.Entoncesme explicarás que la compañía aseguradora no ha pagado.Que tú no

hascobradonada.Un hombre los contempló con insistencia. ¿Habría tal vez oído la frase de

Luciana?Ravinelmiróasualrededorconojosatemorizados.Aquelladiscusiónenlacalle…¡Eralopeordetodo!

—¡Luciana!¡Telosuplico!Sipudiesesimaginartodoloquehesoportadoya…Entremosahí.

Acababan de cruzar la plaza de Saint-Germain y pasaban junto al jardincillopegadoalaiglesia.Losbancosestabanmojados.Unaluztristepenetrabaatravésdelasramasdesnudasdelosárboles.

Sin cadáver no había indemnización. Ravinel no había considerado ni un soloinstanteesteaspectodelproblema.Sesentóenelextremodeunbanco.Estavezeraelfinal.Lucianapermanecíadepiejuntoaél,yconlapuntadelzapatoapartabalashojasmuertas.Lospitidosdelosguardias,eldeslizamientodelosvehículos,tenuesmelodíasdeórganosquesefiltrabanatravésdelapuertaacolchadadela iglesia…¡Lavidadelosdemás!¡Ah!¡NosermásqueRavinel!

—¿Meabandonas,Luciana?—Perdón,creoqueerestúquien…Ravinelextendiósobreelbancounfaldóndesuimpermeable.—Venaquí…¿Noiremosapelearnosprecisamenteahora?Luciana se sentó a su vez. Unas mujeres que cruzaban el jardincillo los

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observaroncondesconfianza.No,aquellosdosnoeranunosenamoradoscomo losotros.

—Para mí, esto nunca ha sido una cuestión de dinero, y tú lo sabes bien—prosiguióélconcansancio—.Yluego,reflexionaunpoco…Admitamosquequieraengañarte.¿Podríaesperarenserioquetúnoteenterasesnuncadelaverdad…?NotendríasmásqueveniraEnghienparainformarteylosabríasenseguida.

Lucianaseencogiórabiosamentedehombros.—Dejemoslodelseguro.¿Ysihubiesestenidomiedodellegarhastaelfinal?¿Y

sihubiesesflaqueado,sihubiesespreferidoocultarelcuerpo,enterrarlo?—Peroesoseríaaúnmáspeligrosoparamí.Yanopodríatratarsedeunaccidente

yenseguidasesospecharíademí…Enfin,¿porquéhabríainventadoelsobreolavisitaaGermán?

Losescaparatesseiluminabanantelacrecienteoscuridad.Laslucesdeposicióndelosvehículosempezabanabrillar,peroaúnhabíaclaridadeneljardincillo.Eralahoraindecisaqueéltemíasiempre,lahoraque,antaño,poníapuntofinalasusjuegosen la habitación estrecha donde sumadre hacía calceta, junto a la ventana que seoscurecía lentamente, hasta convertirse en un perfil negro cuyasmanos de sombraparecíanjugarconcuchillos.Comprendíabruscamentequeyanopodríahuir.¡EstabalistolodeAntibes!

—Esquenotedascuenta—murmuróél—.Silacompañíadesegurosnopaga,nuncatendréelvalorde…,de…

—Siempreestáspensandoenti,mipobreamigo—dijoella—.¡Siporlomenoshiciesesalgo!Perono.Terefugiasennoséquéensueñosfantásticos.Estoydispuestaa admitir que el cuerpo ha desaparecido. ¿Qué has hecho para encontrarlo? Uncadávernosepaseasolo.

—Mireyahasidosiemprepropensaalasfugas.—¿Cómo?¡Teestásburlandodemí!Desde luego, él comprendía lo absurdo de su observación. Y sin embargo,

adivinabaqueaquellahistoriadelasfugasteníaimportancia,serelacionabaenciertomodoconladesaparicióndelcadáver.RepitiólaspalabrasdeGermán,yLucianaseencogiónuevamentedehombros.

—¡Sea!Mireya tenía tendenciaahuircuandoestabaviva.Perosiempreolvidasqueestámuerta.Prescindamosdelacarta,delavisitaasuhermano…

EraunaexpresiónmuydeLuciana:«¡Prescindamos!»Fácildedecir.—Loqueimportaeselcuerpo.Forzosamenteestáenalgúnsitio.—Germánnoestáloco.—Loignoro.Ynoquierosaberlo.Melimitoaloshechos.Mireyaestámuerta.Su

cadáver ha desaparecido. Todo lo demás no significa nada. Así, pues, es precisobuscar y encontrar ese cadáver. Si tú no lo buscas, eso demuestra que nuestros

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proyectosnoteinteresan.Enesecaso…El tono significaba claramente que Luciana proseguiría por sí sola aquellos

proyectos, que semarcharía sola. Pasó un sacerdote, envuelto en una largamanta.Desaparecióporunapuertecillacomounconjurado.

—Si lo hubiese sabido—dijo Luciana—, habría preparadomis planes de otramanera.

—Estábien.Volveréabuscar.Ellapegóunapatadaenelsuelo.—No se trata de buscar sin convicción, Fernando. Pareces no comprender que

estadesapariciónesmuypeligrosa.SeráprecisoqueteresignesaavisaralaPolicía,undíauotro.

—LaPolicía—repitióél,asustado.—¡Caramba!Tumujernodaseñalesdevida…—Pero¿ylacarta?—¡Lacarta…!Sí,enrigor,puedeproporcionarteunpretextoparaesperar…Lo

mismoqueesahistoriadelasfugas.Pero,endefinitiva,elresultadoserásiempreelmismo.Unasencillacuestióndetiempo.Habráquedecidirse.

—¡LaPolicía!—Sí, laPolicía…Nohaymediodeevitarlo.Demodoque,créeme,noesperes,

Fernando, busca.Busca en serio.Ah, si yo no viviese tan lejos, te aseguro que laencontraría.

Se levantó, se estiró el abrigo, semetió el bolso bajo el brazo con un ademánseco.

—Eslahoraynomeinteresaviajardepie.Ravinelselevantópesadamente.¡Bueno!NosepodíacontaryaconLuciana.¿No

habíaestadoapuntodeabandonarlocuandolaaveríadelacarretera…?Ensuma,eranormal.No,nuncahabíansidomásquedosasociados,doscómplices.

—Naturalmente,metendrásalcorriente.—Desdeluego—suspiróRavinel.NohabíanhabladomásquedeMireyayeltemaparecíaagotado,demodoqueno

tenían nada más que decirse. Ascendieron por la calle de Rennes en silencio. Enrealidad, ya no estaban juntos. Bastaba mirarla para comprender que ella siempreconseguiríaescabullirse.SilaPolicíasevolvíademasiadocuriosa,seríaélsoloquienpagaría,yleconstaba.Estabaacostumbrado.¡Pagabadesdehacíatantotiempo!

—Tambiéndesearíaquetecuidases—dijoLuciana.—Oh,sabes…—Nobromeo.¡Exacto!Luciananobromeabanunca.¿Cuándolahabíavistotranquila,sonriente,

confiada?Vivía a largo plazo, a semanas ymeses de distancia. El porvenir era su

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refugio,como,paralamayoríadelosotros,elpasado.¿Quéesperabadelporvenir?Élnuncaselohabíapreguntado,porunaespeciedetemorsupersticioso.Noestabamuysegurodeocuparunlugarimportanteeneseporvenir.

—Loquemehasdichoantesmeinquieta—prosiguióella.Ravinelcomprendióaloquesereferíay,bajandolavoz,aseguró:—Sinembargo,esoloexplicaríatodo.Lucianalecogióelbrazoyseleaproximóunpoco.—Hascreídoverlacarta,¿noescierto?Sí,cariño,empiezoacomprenderloque

teocurre.Hehechomalenexcitarme.Siempredeberíarazonarcomomédico…Losmentirosos no existen. Sólo hay personas enfermas. De momento he creído quequeríashacermeunajugarreta.Hubiesedebidopensarqueelviajedelaotranoche…Ytodoloqueprecedióhaagotadoturesistencia.

—Pero,puestoqueGermán,porsuparte…—DejaaGermán.Sutestimonioesdelomásdudoso,ytúseríaselprimeroen

reconocerlosiestuviesesenestadodereflexionar.Tendréqueenviarteaque teveaBrichet.Teharáunpsicoanálisis.

—¿Ysihablo?¿Ysilocuentotodo?Lucianaalzólacabezaconunmovimientobruscoquehizosobresalirsubarbilla.

DesafiabaaBrichetyatodoslosconfesores;desafiabaalbienyalmal.—SitienesmiedodeBrichet,nolotendrásdemí.Yomismateexaminaré.Yte

prometoquenoverásmásfantasmas.Entretanto,voyadarteunareceta.Sedetuvobajounfarol,sacóunalibretadesubolsoysepusoaescribir.Ravinel

sentía confusamente lo chocante y falsa que era aquella escena. Luciana intentabatranquilizarlo.Perosindudapensabayaenquenoregresaría,quenoloveríamásyque él estaba perdido sin remedio, como un soldado a quien se abandona en supuesto,enlatierradenadie,mientrasseleafirmaqueelrelevonotardaráenllegar.

—¡Toma…!Receto casi únicamente calmantes. Trata de dormir, cariño.Desdehacecincodíasvivesconlosnerviosdepunta.Esopuedeacabarmal,¿sabes?

Llegabanalaestación.El«Dupont»estabailuminado.Losvendedoresdediarios,los taxis, lamuchedumbre…De segundoen segundo,Luciana se convertía enunaextraña.Compróunascuantasrevistas.¡Seveíacapazdeleer!

—¿Ysiyotambiénmemarchase?—Fernando,¿estásloco?Tienesquedesempeñartupapel.Ypronuncióestaasombrosafrase:—Alfinyalcabo,Mireyaeratumujer.Cualquieracreeríaqueellanoexperimentabaningúnsentimientodeculpabilidad.

Él había deseado que su mujer desapareciese. Luciana le había prestado suinteligencia, su iniciativa, a cambio de una participación en los beneficios. Suresponsabilidad no pasaba de ahí. Allá se las arreglara él. Pensó—lo que no era

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menosasombroso—queMireyayélestabanmuysolos.SacóunbilletedeandénysiguióaLuciana.—¿Vas a regresar a Enghien? —preguntó ella—. Sería preferible. Y desde

mañana,empiezaabuscarafondo.—Afondo—repitióélconironíadolorosa.Pasaronjuntoaunahileradevagonesdesiertosyfranquearonporunpuenteuna

largaavenidabalizadaconlucesqueparecíanunirse,muylejos,bajouncielogrisdehinchazonespálidas.

—Noteolvidesdepasarportucasa.Pídelesunpermiso.Notelonegarán…Yluego,leelosdiarios.Esposiblequeteenteresdealgo.

Todoesono eranmásque consuelos.Palabrasvacías.Unamanerade llenar elsilencio,de lanzarentreambosunapasarela frágilque sehundiría al cabodeunospocosminutosparacaerenunprofundoabismo.Ravinelhizocuestióndehonoreljugar el juego hasta el final. Buscó un compartimiento; encontró un rincón en unvagónnuevoqueolíaabarniz.YLucianainsistióenpermanecerenelandéntodoeltiempoposible.Fueprecisoqueunempleadolehicieseunademán.BesóaRavinelconunaviolenciaquelodejósorprendido.

—Tenvalor,cariño.¡Telefonéame!Eltrenarrancómuylentamente.ElrostrodeLucianasealejaba:noeramásque

una mancha blanca. Otros rostros, en las ventanillas, pasaban, y todos los ojosmirabanaRavinel.Sesubióelcuellodelabrigo.Sesentíamal.Eltrenseprecipitabahacia una lejanía agujereada por señales policromas. Ravinel dio media vuelta eirguiólacabeza.

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CAPÍTULOIX

Antes de dormirse, Ravinel pensó durantemucho rato en las palabras de Luciana:«Uncadávernosepaseasolo».Alamañanasiguiente,traslasprimerasvacilacionesdel despertar, descubrió de repente un detalle que hasta entonces se le habíaescapado.Algotansencilloquelehizopermanecerinmóvil,conelrostrocrispadoyla cabeza llena de tumulto. Los documentos de identidad deMireya estaban en subolso, y éste se encontraba en Enghien, en la casa. Así, pues, no había nada quepermitieseidentificarelcuerpo.Silosladronessehabíandesembarazadodesufardocomprometedor,siselehubiesedescubierto…¡Pardiez!¿Yadóndevanloscadáveresanónimos?¡Aldepósito!

RavinelsearreglóapresuradamenteyluegotelefoneóalbulevardeMagentaparasolicitarvariosdíasdepermiso.Ningunadificultad.Acontinuaciónbuscóenellistíntelefónico la dirección del depósito, y recordó a tiempo que se llama oficialmenteInstitutoMédico-Legal…EnlaplazaMazas,esdecir,enelmuelledeLaRapé,adospasosdelpuentedeAusterlitz.¡Porfin!Ibaasaber…

HabíadormidoenelhoteldeBretañayalsalirvolvióaencontrarlaexplanadadela estación Montparnasse, pero tuvo dificultad en orientarse. Una espesa nieblaverdosa transformaba la plaza en una especie de meseta submarina, surcada deformas extrañamente luminosas. El «Dupont» se asemejaba a un trasatlánticohundidocontodaslaslucesencendidas:Brillabamuylejos,enelfondodelasaguas,yRavineldebióandarmuchoratoparaalcanzarlo.Sebebióuncafé,enpiejuntoalmostrador, al lado de un empleado de ferrocarriles que explicaba al camarero quetodos los trenes llevaban retraso y que el 602, procedente de Le Mans, habíadescarriladoenlasproximidadesdeVersalles.

—Yelserviciometeorológicoafirmaqueestabasuravaadurarvariosdías.Aloqueparece,enLondreslostranseúnteshandecircularconlinternaseléctricas.

Ravinel experimentó una inquietud sorda. ¿Por qué la niebla? ¿Por quéprecisamente hoy? ¿Cómo reconocer, entre las siluetas que nos rozan, las quepertenecena losvivosy lasque…? ¡Absurdo!Pero¿cómohacerpara impedirqueesta bruma viscosa penetre en el pecho, dé vueltas lentamente en el interior de lacabezacomounanubedeopio?Alternativamente,todosevuelvefalsooverdadero.

Echóunbilleteenelmostrador,seaventurósobrelaacera.Yaasusespaldaslasluces perdían todo el vigor, cesaban de ser protectoras. Junto al paso de peatonesempezaba el vacío húmedo, la extensión indistinta donde yacían mezclados losmotores,losfarosblancoscomoojossinmirada,losruidosdepasos,ruidosdepasoshastaelinfinito,sinquehubieramediodesaberquiénandaba.Untaxisedetuvoante

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el«Dupont»yRavinelseapresuró.Noseatrevióadecir:—¡Aldepósitodecadáveres!—ybalbuceoexplicacionesconfusasqueeltaxista

escuchóconairedeaburrimiento.—Bueno,mejorseráquesedecida.¿Adóndequiereir?—AlmuelledeLaRapée.El taxi arrancó tan brutalmente queRavinel cayó de espaldas sobre al asiento.

Lamentóenseguidasudecisión.¿Qué ibaahacereneldepósito?¿Quédiría?¿Enquétrampairíaacaer?Porquehabíaunatrampaenalgúnsitio.Unatrampacebadaconuncadáver.De repente leparecióver losgarlitos, los extrañosmecanismosdealambrecuyomanejoexplicabaasusclientes.«Ahíataustedunpedazodecarneodetripa de gallina…Lo sumerge de cara a la corriente, entre las hierbas…El pez nisiquieranotaqueestápreso».Habíaunatrampaenalgunaparte.

Unfrenazohizochirriarlosneumáticos,yRavinelcasicayódebruces.Eltaxista,asomado a la portezuela, lanzaba invectivas contra la niebla, contra el transeúnteinvisible.Reemprendió lamarchaconuna sacudida.Devezencuando limpiabaelparabrisas,antesusojos,conelcantodelamano,sincesardemurmurar.Ravinelnoreconocía el bulevar. No sabía ya en qué barrio estaban. ¿Acaso el propio taxistaformabapartedelatrampa?PorqueLucianateníarazón:uncuerponosevolatiliza.Mireyaeratalvezcapazdemanifestarse,dereaparecer,peroeraunproblemaaparte,unasuntoentreMireyayél.Mientrasqueelcuerpo…¿Porquéteníanquehaberlorobadoyluegoabandonado?¿Quéseproponían?¿LaamenazaprocedíadeMireya,delcuerpodeMireya,odeambosalavez?Planteadaasí,lapreguntateníaalgodealucinante,pero¿cómoplantearladeotraforma?

Unaslucesdesfilaronporladerecha,confusas,temblorosas,sindudalaestacióndeAusterlitz.Eltaxiviróysesumergióenunaespeciedealgodóndondelaluzdelos faros quedaba ahogada. El Sena debía discurrir muy próximo, pero por laportezuelanoseveíamásqueunanubeinmóvily,cuandoeltaxisedetuvo,ungransilencio,apenasturbadoporelmotoramarchalenta,rodeóaRavinel,unsilenciodebodega,desubterráneo,unsilencioqueadquiríaelvalordeunaviso.Elauto,ocultopor la bruma, se alejó lentamente yRavinel distinguió el ruido del agua, el de lasgotasquecaíandelosaleros,loschapoteosdelatierraempapada,elmurmullodeunarroyo, rumores vagos, fluidos como los de un pantano. Recordó el lavadero y sumano se dirigió al revólver.Era el únicoobjeto duro en el quepodía apoyarse, enmediodeladescomposiciónuniversaldelespacio.Tanteóalolargodelparapeto.Lanieblalerozabalospies,seenrollabaalrededordesustobilloscomounahilachafría.Levantaba las piernas instintivamente, comounpescador que se aventura sobre unfondomovedizo.El edificio se irguióde repente ante él como surgidode la tierra.Ascendiólosescalones,entrevióalfondodeunvestíbulounacamillaconruedasdegomayempujóunapuerta.

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Unescritorio,unosarchivadoresyunalámparaverdequeformabaenelsueloungran círculo luminoso.Un radiador sobre el que ronroneaba una cacerola llena deagua. Había vapor, humo de tabaco y niebla. La pieza olía a humedad y adesinfectante.Elempleadoestabasentadodetrásdelamesa,consugorra,provistadeunescudodeplata, echadahacia lanuca.Unhombrehacíacomoquesecalentabaanteelradiador.Llevabaunabrigoremendadoybrillantealaalturadelosriñones,peroteníazapatosnuevosquecrujíancuandoandaba.LosdosobservaronaRavinel,queseadelantócondesconfianza.

—¿Quédesea?—preguntóelempleadomientrassebalanceabaensusilla.Eraexasperantesentirlapresenciadelotro,detrás,escucharelligerochirridode

suszapatos.—Vengopormimujer—dijoRavinel—.Heregresadodeunviajeynoestáen

casa.Suausenciameinquieta.Elempleadoechóunaojeadaalhombre,yRavinel tuvola impresióndequese

esforzabaparanosonreír.—Habrádadopartealacomisaría…¿Dóndeviveusted?—EnEnghien…No.Todavíanoheavisadoanadie.—Hahechoustedmal.—Nolosabía.—Lapróximavezlosabrá.Desconcertado, Ravinel se volvió hacia el hombre. Éste, con las manos muy

próximasalradiador,paseabadistraídamentesumiradaporelvacío.Eragrueso,conbolsas bajo los ojos y una papada color de cera que casi ocultaba el cuello de lacamisa.

—¿Cuántohacequeharegresadousteddeviaje?—Dosdías.—¿Eslaprimeravezquesuesposaseausenta?—Sí…Es decir, no…Cuando eramuy joven alguna vez se fugaba. Pero hace

añosque…—¿Quétemeustedexactamente…?¿Unsuicidio?—Nolosé.—¿Cómosellamausted?Aquelloseparecíacadavezmásaun interrogatorio.Ravinelestuvoapuntode

protestar, deponer en su sitio a aquel individuoque lo examinabade arriba abajo,mientras se pasaba la lengua por los dientes. Pero tenía que enterarse a cualquierprecio.

—Ravinel…FernandoRavinel.—¿Cómoessuesposa…?¿Quéedadtiene?—Veintinueveaños.—¿Alta…?¿Baja?

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—Mediana.Aproximadamenteunmetrosesenta.—¿Cabello,dequécolor?—Rubio.El empleado seguía balanceándose con las manos apoyadas en el borde de la

mesa. Sus uñas aparecían mordidas, y Ravinel se volvió hacia la ventana, cuyoscristaleseranopacos.

—¿Cómovavestida?—Llevauntrajesastreazulmarino.Enfin,losupongo.Eratalvezunerror,pueselempleadomiróhaciaelradiador,comositomaseal

desconocidoportestigo.—¿Nosabecómovavestidasuesposa?—No.Engeneralllevauntrajesastreazul,peroavecesseponeencimaunabrigo

concuellodepiel.—Deberíahaberlocomprobado.Elempleadosealzólagorra,serascóelcráneo,

volvióaponérsela.—LaúnicaqueveoeslaahogadadelpuentedeBercy…—¡Ah!Hanencontrado…—Todoslosdiariosdeanteayerhablarondeello.¿Esqueustednoloslee?Ravinelteníalaimpresióndequeelhombrequeestabaasuespaldanodejabade

mirarlo.—Espérese—dijoelempleado.Diouncuartodevueltaapoyadoenunapatadelasilla,selevantóydesapareció

porunapuertajuntoalaquehabíadospercheros.Ravinel,algoperdido,noseatrevíaamoverse.Elotroseguíaexaminándolo,estabaseguro.Aveceschirriabaunzapato,casi imperceptiblemente.La espera se hacía horrible.Ravinel imaginaba hileras decuerposen lasestanterías.Elsujetode lagorradebíapasearseanteesasestanteríascomo un bodeguero que busca un «Haut-Brion 1939» o un champaña de etiquetadorada.Lapuertaseabrió.

—¿Quiereustedpasar?Había un corredor y se desembocaba enuna sala conmosaicos en las paredes,

dividida en dos por un cristal inmenso. El menor ruido despertaba un ecointerminable.De la lámparaquecolgabadel techodescendíauna luzcruda,que semultiplicabaenreflejoslívidos.Hacíapensarenunapescaderíadespuésdelahorademercado. Ravinel sentía casi tentaciones de buscar por el suelo restos de algas ypedazosdehielo.Distinguióaunguardiánqueempujabauncarrito.

—Acerqúese.Notengamiedo.Ravinel se apoyó en el cristal. El cuerpo se deslizaba hacia él, y creyó ver a

Mireyasaliendodelabañera,conloscabellospegadosysuropamojadadibujándolelosmuslos.Reprimióunaespeciedehipo;susmanosseposaronsobreelcristal;su

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alientoempañólaparedtransparente.—¡Bueno,qué!¡Examínela!—dijoelempleadojovialmente.No.NoeraMireya.Yeraaúnmásterrible.—¿Qué?—No.Elempleadohizounademán,yelcarritodesaparecióremolcadoporelguardián.

Ravinelsesecóelsudordesurostro.—Laprimeravez impresionaunpoco—comentóelde lagorra—.Peropuesto

quenoessuesposa…VolvióaconduciraRavinelaldespachoysesentó.—Lo lamento. En fin, es unamanera de hablar. Si tenemos algo nuevo, ya le

avisaremos.¿Sudirección?—«VillaAlegría»,enEnghien.Laplumaraspaba.Elotroseguíajuntoalradiador,inmóvil.—Ensulugar,yoavisaríaalaPolicía.—Muyagradecido—balbucióRavinel.—Oh,nohaydequé.Se encontró fuera, con las piernas fláccidas y los oídos silbantes. La niebla

continuabasiendoigualmenteespesa,perounresplandorrojizolapenetraba,lateñía,leconferíaunaconsistenciademuselina,detelamojada.RavinelpensóenelMetro,muycercano.Seorientó,cruzólacalle.Losvehículosyanocirculaban.Losruidos,deformados, parecían bogar en el silencio, caminando a lo largo de complicadaspistas. Algunos procedían de muy lejos; otros morían en seguida, y uno tenía laimpresiónde ir escoltadoporpresencias, formarpartedeunmundoenmarcha,deuna especie de entierro solemne y secreto. De vez en cuando, un farol brillabatenuemente, velado por un crespón grisáceo y flotante. Mireya no estaba en eldepósito.¿QuédiríaLuciana…?¿Ylacompañíadeseguros?¿Habíaqueavisarla…?Ravinelsedetuvo.Sesentíaahogar.Entoncesoyóchirriarunoszapatoscercadeél.Tosió.Lospasossedetuvieron.¿Dónde?¿Aladerecha?¿Alaizquierda…?Ravinelreemprendió lamarcha. El chirrido volvió a oírse, algunosmetrosmás atrás. ¡Ah!Eranmuy listos. ¡Qué bien habían sabido atraerlo al depósito…!Pero no…Nadiepodíasaber…Ravineltropezóconunbordillo.Vislumbróunasiluetaqueseapartabaysesumergíaenlabruma.LabocadelMetrodebíaabrirseapocadistancia.Ravinelcorrió, cruzándoseconotras siluetas, sorprendiendo rostrosqueparecíanmodelarseen aquelmismo lugar, en la propiamateria de la niebla, para luego deformarse yderretirsecomocera.Elchirridoseguíasiendoperceptible.¿Querríatalvezmatarloel hombre? Un cuchillo que surge de la bruma, un dolor agudo, nunca:experimentado…Pero¿porqué?¿Porqué?Ravinelnoteníaenemigos…,exceptuadaMireya.¿CómopodíaserMireyasuenemiga?No,noeraeso.

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ElMetro…Yde repente loscuerposvolvíana servisibles,hombresymujeresqueserecomponían,quebrillabanacausadelasmilgotitasadheridasasusabrigos,asus cabellos, a sus cejas. Ravinel esperó al hombre al pie de la escalera. Vio suszapatos en el borde del escalónmás alto, su abrigo de bolsillos abultados. Pasó alandén.Elhombreloseguía.¿Seríatalvezélquienhabíarobadoelcadáver?Yahorasedisponíaadictarsuscondiciones.

Ravinelsubióenelcochedelantero;adivinóelabrigoquesemetíadospuertasmásatrás.AlladodeRavinel,unguardialeíaL’Equipe.Estuvoapuntodetirarledelamanga,dedecirle:«Mesiguen.Estoyenpeligro».Pero¿noseburlaríandeél?¿Ysiporcasualidadlotomabanenserioylepedíanexplicaciones?No.Nohabíanadaquehacer.Nada.

Lasestacionesdesfilabanconsusanunciosgigantescos.Lascurvasapretabanelcuerpo de Ravinel contra el del guardia, que contemplaba la airosa silueta de unsaltador de pértiga. ¿Despistar el perseguidor? Esto representaba demasiadosesfuerzos,astucia, fintas.Erapreferibleesperar.¿Merecía lavidaserdefendidacontantaaspereza?

Ravinel se apeó en la estación del Norte. No tenía necesidad de volverse. Elhombreseguíadetrás.Asíquelamuchedumbresehacíamenosdensa,sealargabaporlos corredores, el chirrido se reanudaba, obstinado. «¡Quieren azararme!», pensóRavinel.Llegóalvestíbulodelaestación,adquiriósubilletedelantedeldesconocido,que igualmentepidióunoparaEnghien.El reloj de la estación señalaba las diezycinco. Ravinel buscó un coche desocupado. El hombre se vería obligado adescubrirseamostrarsujuego.Ravinelseinstaló,colocóundiariofrenteaél,sobreelasiento,comoparareservarelsitio.Yelhombreapareció.Señalóelrincón.

—¿Mepermite?—Leestabaesperando—dijoRavinel.Elhombresesentópesadamente,despuésdehaberapartadoeldiario.—DeseadoMerlin—murmuró—.InspectordePolicíaretirado.—¿Retirado?Ravinelnohabíapodidoreprimirlapregunta.Comprendíacadavezmenos.—Sí—afirmóMerlin—.Lepidoperdónporhaberleseguido.Tenía ojos azules, muy pálidos, muy vivos, que contrastaban con el

abotargamiento de su rostro. Parecía bonachón, con los codos apoyados en susenormesmuslosy la cadenadel reloj cruzándoleel chaleco.Miróa sualrededoryluego,inclinándosehaciadelante,habló:

—Haceunrato,porunaverdaderacasualidad,heescuchadosuconversaciónyhepensadoquepodríaserleútil.Dispongodemuchashoraslibresydeveinticincoañosdeexperiencia.En fin,meheencontradocondocenasdecasoscomoel suyo.Unamujer desaparece, su marido la cree muerta, y luego, el día menos pensado…

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Créame,queridoseñor,amenudoespreferibleesperarantesdeponerenmovimientoalaPolicíaoficial.

El tren arrancó, arrancó lentamente por un paisaje sin contornos en el que sedesplazabanmanchas luminosas.Merlin tocó la rodilla deRavinel y prosiguió convozdeconfesor:

—Estoymuybiensituadoparaefectuarciertas investigacionesypuedo indagarsin ruido, sin alboroto, discretamente…Desde luego,noharíanada ilegal, peronoexistemotivoalgunoparasuponer…

Ravinelpensóenloszapatoschirriantesysetranquilizó.AquelMerlinteníacaradebuenapersona.Debíaestaralacechodepequeñosasuntillos,loqueexplicabasupresenciaenelInstitutoMédico-Legal.Lajubilacióndeuninspectornodebíadesermuy importante. Pues bien, llegaba a tiempo el talMerlin. Tal vez él conseguiríaencontrar…

—Enefecto,creoquepodríaustedayudarme—asintióRavinel—.Soyviajantedecomercio,yengeneralregresoamicasatodoslossábados.

Puesbien,anteayernoencontréamiesposaencasa.Hetenidopacienciadurantedosdías,yestamañana…

—Permítameantetodoquelehagaunaspreguntas—cuchicheóMerlintrasunanuevamiradacircular—.¿Cuántotiempollevanustedescasados?

—Cinco años.Mimujer se hamostrado siempremuy formal y no creo que…Merlinlevantósumanorolliza.

—¡Aguarde!¿Tienenhijos?—No.—¿Ylospadresdeusted?—Hanmuerto.Peronorelaciono…—Déjemehablar.Estoyacostumbrado.¿Ylosdesuesposa?—Tambiénhanmuerto.Mireyanotienemásfamiliaqueunhermano,casado,que

vive en París. —Bien. Ya veo… Una mujer joven, que vive sola… ¿Algunaenfermedadimportante?

—Ninguna. Hace tres años padeció fiebre tifoidea. Es muy robusta. Con todaseguridadmuchomásqueyo.

—Allí en el depósito ha hablado usted de fugas. ¿Las ha observadopersonalmente?

—No. Mireya siempre me ha parecido muy equilibrada. A menudo estabanerviosa,irritable.Pero,enelfondo,nomásdelocorriente.

—¡Habráqueverlo!Demomento, trato dehacermeuna idea…¿Seha llevadoalgúnarma?

—No.Ysinembargohabíaunrevólverenlacasa.—¿Hacogidodinero?

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—No.Inclusoolvidósubolso.Contienevariosbilletesdemil.Guardamospocodineroenefectivo.

—Era…Quierodecir:¿esahorradora?—Sí,bastante.—Observe que, a espaldas de usted, muy bien ha podido hacer economías

importantes.Recuerdouncasoocurridoenmilnovecientoscuarentaysiete…Ravinel escuchaba cortésmente. Miraba el cristal rayado por las gotas, la vía

descendente,pocoapocovisibleentre laniebla,que seaclarabaenciertospuntos.¿Tenía razón? ¿Estaba equivocado? Ya no lo sabía. Desde el punto de vista deLuciana,procedíasensatamente,sindudaalguna.Pero¿ydesdeelpuntodevistadeMireya…?Sesobresaltó.Aquellareflexióneraestúpida.Ynoobstante…¿SoportaríaMireya la intrusión de aquel policía? Merlin hablaba, volcaba con nostalgia susrecuerdos,yRavinelseesforzabaennopensarmás,ennoprevermás.Yasevería.Lascircunstanciasindicaríanladecisiónquehabíaquetomar.

—¿Qué?—Lepreguntosisuesposanosehallevadoenrealidadningúndocumento.—No.Tantosutarjetadeidentidadcomosutarjetaelectoralestánenelbolso.Elvagóntraqueteóalpasarundesvíoyaminorólamarcha.—Estamosllegando—dijoRavinel.Merlinselevantóybuscósubilleteentrelospapeluchosqueseamontonabanen

susbolsillos.—Evidentemente,laprimerahipótesisqueaunoseleocurreesladesufuga.Si

suesposasehubiesesuicidado,sehabríaencontradoelcadáver.¡Imagínese!Alcabodedosdías…

Sinembargo,eraesecuerpoloquehabíaqueencontrar.Pero¿cómoexplicárseloa Merlin? La pesadilla empezaba de nuevo. Ravinel sintió deseos de pedir alhombretón sus documentos de identidad. Pero el otro debía de haber adoptado susprecauciones. La petición no lo cogería por sorpresa.Aparte que, ¿por qué dudar?¿Noeralomásverosímilquesetratasedeverdaddeuninspector?No,nohabíanadaquehacer.MerlinsaltabayaalandényesperabaaRavinel.Imposiblehuir.

—¡Vamos! —dijo Ravinel con un suspiro—. La casa está a unos minutos decamino.

Anduvieron entre la niebla, que los aislaba mejor que una pared. Los zapatoschirriabanconmásfuerza,yRavineldebíahaceracopiodetodasufuerzayvoluntadparanocederalpánico.¡Latrampa!Estabaenlatrampa,Merlin…

—¿Esustedverdaderamente…?—¿Qué?—No,nada…Mire,éstaeslaentradadelacalle.Lacasaquedaalfondo.—Esustedafortunadoalpoderseorientarenmediodeestanegrura.

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—Eslacostumbre,inspector.Regresaríaamicasaconlosojoscerrados.Suspasosresonaronsobreelcemento,antelaverja,yRavinelsacólasllaves.—Nuncasesabe…Talvezhayaalgoenelbuzóndelcorreo—dijoMerlin.Ravinelabriólaportezuela,yelpolicíadeslizólamanoenelbuzón.—Nada.—Mehubiesesorprendido—gruñóRavinel.Abriólapuertadelacasitayentró

rápidamenteenlacocina,dondeescamoteólacartaquehabíaquedadoencimadelamesa,yquitóelcuchillohundidoenlapuerta.

—Es una casita agradable—comentóMerlin—.Un diminuto hogar como éstefuemisueñoenotrotiempo.

Se frotó lasmanos y se quitó el sombrero, descubriendo un cráneo casi calvo,dondeelsombrerohabíadejadounaseñalroja.

—Enséñemela,¿quiere?Ravinellointrodujoenelcomedor,despuésdehaberapagadolaluzdelacocina,

porcostumbre.—¡Ah!¡Heaquíelbolso!—exclamóMerlin.Loabrióy,sacudiéndolobocaabajo,vacióelcontenidosobrelamesa.—¿No hay llaves? —preguntó mientras esparcía con un dedo la polvera, el

mechero, el pañuelo, la barrita de carmín y un paquete empezado de cigarrillos«High-Life».

¿Lasllaves?Ravinelhabíaolvidadocompletamenteesedetalle.—¡No!—negóparazanjarelasunto—.Laescaleraestáporaquí.Subieronalpiso.Eneldormitorio,lacamamostrabaaúnlashuellasdelcuerpode

Ravinel.—¡Yaveo!—dijoMerlin—.¿Quéesesapuerta?—Elarmarioempotrado.Ravinelloabrióyapartólosvestidos.—Nofaltanada,aexcepcióndeunabrigoconelcuellodepiel,peromimujer

teníaintencióndehacerloteñiryesmuyposible…—¿Yeltrajesastreazul?Ustedhadichoeneldepósito…—Sí,sí…Eltrajesastrefaltatambién.—¿Zapatos?—Están todos aquí, por lo menos los nuevos. Mireya regalaba sus prendas

usadas.Demodoque,¿cómosaberlo?—¿Yesahabitación?—Midespacho.Entre,inspector.Disculpeeldesorden,…Siénteseenestabutaca.

Tengoahíunabotelladelicor.Esonosreconfortará.Sacódeunarchivadorunabotellaqueconteníatodavíaunpocodecoñac.Perono

habíamásqueunvaso.

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—Siéntese.Ahoravuelvo.Voyabuscarotrovaso.LapresenciadeMerlinlotranquilizabaunpoco,lepermitíasentirseconfiadoen

la casa. Bajó la escalera, atravesó el comedor, entró en la cocina y se detuvobruscamenteantelaventana.Allí,detrásdelaverja,aquellasilueta…

—¡Merlin!Elgritodebiódeserespantoso,pueselinspectorseprecipitó,bajódandotumbos

ycompareció,muypálido.—¿Qué?¿Sucedealgo?—¡Allí…!¡Mireya!

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CAPÍTULOX

No había nadie en la calle.Ravinel sabía ya queMerlin perdía el tiempo, que erainútilcorrer,buscar.

—Enfin,¿estáustedseguro,Ravinel?Elpolicíaregresabasinaliento.Habíaidohastaelextremodelacalle.No. Ravinel no estaba seguro. Había creído… se esforzaba por revivir su

impresión exacta, pero hubiese necesitado calma, silencio, y el otro acababa deaturdirlo con sus preguntas, sus idas y venidas, sus amplios ademanes. La casaresultabademasiadopequeña,demasiadofrágilparaunhombrecomoMerlin.

—Veamos, Ravinel —había suprimido espontáneamente el «señor»—, ¿medistingueusted?

Elinspectorsehabíaalejado,sehabíacolocadodetrásdelaverjaydebíagritarparahacerseoír.Eraridículo.Parecíaqueestuviesenjugandoalescondite.

—Venga…Contésteme.—No.Noveonada.—¿Yaquí?—Tampoco.Merlinregresóalacocina.—Vamos, Ravinel. Confiéselo. No ha visto usted nada. Está alterado.

Tontamente,haconfundidoelpostecon…¿Elposte?Al finyalcabo,quizásera laexplicaciónsensata…Ysinembargo,

no. Ravinel recordaba que la sombra se había movido. Se dejó caer en una silla.Merlin,asuvez,pegabaelrostroalcristaldelaventana.

—Entodocaso,nopodíaustedreconocer…¿PorquéhagritadoMireya?El inspectorsevolvió.AplastabasupapadacontraelpechoymirabaaRavinel

conairesuspicaz.—¡Oiga!¿Noestarátratandodeengañarme?—¡Selojuro,inspector!YaayerhabíajuradoaLuciana.¿Quélesocurríaatodosquedesconfiabandeél?—Bueno,reflexioneunpoco.Sihubiesehabidoalguienenlacalle,forzosamente

habríaoídosuspasos.Nohetardadonidiezsegundosenllegaralaverja.—Noesseguro.Ustedmismohacíamuchoruido.—¡Esoes!Ahoraresultaráquelaculpaesmía.Merlinrespirabaruidosamentey

susmejillastemblaban.Paracalmarsetratódeliaruncigarrillo.—Yademás,mehedetenidouninstanteenlaaceraparaescuchar.—¿Yqué?

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—¿Qué?Nocreoquelanieblaimpidaoírlospasos.¿Dequéservíainsistir,discutir,explicarlequeMireyasehabíavueltosilenciosa

como la noche, impalpable, inalcanzable como el aire? Tal vez ella estuviese allí,muypróximaaellos,esperandolamarchadelimportunoparamanifestarsedenuevo.¡HacerbuscarunalmaporuninspectordePolicía!¡Grotesco!¿CómohabíapodidoesperarenserioqueaquelMerlin…?

—Noexisten demasiadas soluciones—prosiguió el policía—.Ha sufridoustedunaalucinación.Yo,ensu lugar, iríaaverunmédico.Seloexplicaría todo…:missospechas,mistemores,misvisiones…

Pasólalenguaporelcigarrillo,dejóvagarlentamentelamiradaporlasparedes,poreltecho,comosiquisieraimpregnarsebiendelaatmósferadelacasa.

—Nodebíadesermuyagradableparasuesposaestarsiempreaquí—observó—.Yademás,unmarido…Hum…

Volvióaponerseelsombrero,seabrochóconcalmaelabrigo,dominandoconsuestructuraaRavinel,quepermanecíasentado.

—Suesposasehamarchado,sencillamenteytengolaimpresióndequenotodalaculpaesdeella.

Heaquíloquepensaríalagente,puestoquenoeraposibledecirles:«Hematadoamimujer.Estámuerta».Nopodíayacontarconnadie.Estababienlisto.

—¿Cuántoledebo,inspector?Merlindiounrespingo.—Pero… Perdón. Yo no quería… En fin, si está usted seguro de haber visto

algo…¡Ah,no!Noibanaempezardenuevo.Ravinelsacósubilletero.—¿Tresmil?¿Cuatromil?Merlinaplastósucigarrilloenelsuelo.Derepentepareciómuyviejo,necesitado,

lastimoso.—Lo que le parezca —murmuró, y miró hacia otra parte, mientras su mano

palpabalamesaysecerrabasobrelosbilletes.—Hubiesedeseadoserleútil,señorRavinel…Enfin,siseproducealgúnnuevo

acontecimiento,desdeluegoestoyasudisposición.Aquítienemitarjeta.Ravinel lo acompañó hasta la verja. El inspector desapareció inmediatamente

entrelabruma.Peroelchirridodesuszapatoscontinuósiendoaudiblemuchorato.Desdesupuntodevista,teníarazón.Lanieblanoimpideoírlospasosdealguienqueande.

Ravinelregresóalacasa,cerrólapuerta,yelsilencioseabatiósobreél.Estuvoapuntodegemiryseapoyóenlapareddelrecibidor.Estavez,estabaseguro,algosehabíamovido.Tantodabaquetodoslocreyesenenfermo.Élsabíaquelohabíavisto.YtambiénGermánafirmabahabervisto.¿PeroyLuciana?Ellanosólohabíavisto.

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Habíatocado,palpadolacarnehelada.Habíahecholaprueba.¿Entonces?Ravinelsepellizcó,semiró lasmanos.Nohabíaerrorposible.Unhechoesun

hecho.Regresóalacocinaysediocuentadequeelrelojestabaparado.Experimentóuna especie de satisfacción amarga. Si se encontrase enfermo, ¿se habría fijado enaqueldetalle?Sedetuvoante laventanapararevivir laexperiencia.¡Ah!Elbuzón.Habíaunamanchablancadetrásde la rejadelmismo.Ravinelsalió, seacercóconpasoslentos,comoparasorprenderunabestiadormida…¡Unacarta!YaquelidiotadeMerlin no había visto nada. Ravinel abrió el buzón. No era una carta, sino unpedazodepapeldobladoporlamitad.

Cariño:Lamentomuchísimonopodérteloexplicaraún…Perosindudaregresaréestatardeoestanoche.Besos.

¡La letra de Mireya…! La nota estaba escrita con lápiz, pero no había dudaposible. ¿Cuándo la había escrito? ¿Dónde? ¿Apoyando el papel en su rodilla?¿Contra la pared…? ¡Como si Mireya tuviese una rodilla! ¡Como si las paredespudiesen ofrecer resistencia a sumano!Noobstante, el papel era verdadero papel,rasgadoapresuradamente.Quedabainclusounfragmentodelmembrete,impresoconletrasazules:…CalleSaint-Benoit…¿QuéqueríasignificarcalleSaint-Benoit?

Ravineldejaelpapelenlamesadelacocina,loalisaconlamano.CalleSaint-Benoit. Le arde la frente pero resistirá. Tiene que resistir. ¡Con calma! Nada decrispaciones.Retenersupensamiento,quetratadeescapar,comoelvapordemasiadocomprimidoenlacaldera.Antetodo,beber.Enelaparadorhayunabotelladecoñac.Lacoge,buscaelsacacorchos.¡Tantoda!Nohaytiempo.Rompeelgolleteconungolpe seco contra el borde del fregadero, y el alcohol salpica un poco por todaspartes, pegajoso como la sangre.Llenaunvasodelque sebebe lamitad.Arde, sehincha. Rebosa de lava, como un volcán.Calle Saint-Benoit. La dirección de unhotel.Lahojaparecehabersidoarrancadaapresuradamentedeunblocdenotas.Así,pues,esprecisoencontraresehotel.¿Yluego,qué…?Luego,yaverá.Mireyanohapodidoalquilarunahabitación,deacuerdo.Perosindudaquierequeélse informe,que descubra ese hotel. ¿Se reserva acaso ese momento para hacerle el signodecisivo,paraatraerlojuntoaella?

Se sirvemás licor, lo vierte sobre el linóleo.No tiene importancia.Ahora notaclaramente que se adelanta hacia una especie de iniciación religiosa. Lamentomuchísimonopodérteloexplicaraún…Haysecretosquenopuedentransmitirsesinprecauciones,esevidente.¡YhacetanpocotiempoqueMireyaestáalcorriente!Sinduda,aúnnosabemuybiencómohacerlo.Regresaráestatardeoestanoche.¡Bien!Pero de todosmodos se ha tomado lamolestia de venir a dejar aquella nota.Así,

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pues, significa algo, algo esencial. Significa que cada uno debe hacer un esfuerzoparareunirseconelotro.Vanatientas,cadaunoporunladodelcristal,comoallá,enel depósito, donde una pared de vidrio separa a los vivos de los muertos. ¡PobreMireya!¡Québiencomprendeeltonodesusdoscartas!Ellanoestánadaenfadada.Sesientefelizenesemundodesconocidoenelqueloespera.Nopiensamásqueenhacerle compartir su dicha. ¡Y él que tenía miedo! ¡Y Luciana que hablaba delcuerpo!Elcuerponocuenta.Elcuerpoesunpensamiento,unapreocupacióndelosvivos.Lucianaesmaterialista,impermeablealmisterio.Porlodemás,todoelmundosehavueltomaterialista…Bienmirado,escuriosoqueMerlinnohayadescubiertolacarta. Pero, precisamente, las personas como él no pueden ver ciertas cosas. ¡Enmarcha!

Son más de las dos. Ravinel entra en el garaje y sube la puerta metálica. Yaalmorzarámástarde.Tambiénlosalimentossonalgodespreciable.Poneenmarchaelmotordelafurgonetaysacaelvehículo.Lanieblahacambiadodecolor.Esdeungrisazulado,comosilanocheempezaseaempaparla.Losfarostrazanenesacenizaensuspensióncomounaespeciedesurcolíquidodeluzgrasienta.Ravinelcierraelgaraje,porhábito,yseinstalatraselvolante.

¡Extraño,viaje!Yanohaynitierra,nicarretera,nicasas,sinosóloluceserrantes,constelaciones vagabundas, aerolitos que gravitan en un infinito de niebla fría.Únicamente las ruedas transmiten indicaciones útiles, señalan mediante ruidosfamiliareslacunetaconsugrava,eladoquinado, losrieles, luegounbulevarporelqueunoparecedeslizarsesobreunasustanciaencerada.Hayqueinclinarse,vigilarlaopacidad inmaterial de las fachadas para distinguir el hueco de una avenida,semejante a la entrada de un fiordo. Ravinel está pesado, entumecido, doloridointeriormente.Sedetienealtuntún,despuésdelaplazaSaint-Germain.

¡La calle Saint-Benoit! Afortunadamente, no es larga. Ravinel sigue la aceraizquierda,encuentraenseguidaelprimerhotel,unpequeñohotelparaclientesfijos,conuntablerodondesólohaycolgadasunaveintenadellaves.

—¿PuededecirmesilaseñoraRavinelsealojaaquí?Se le quedan mirando. Va vestido de cualquier modo y no está afeitado. Su

aspectodebeserligeramenteinquietante.Sinembargo,seconsultaporfinelfichero.—No.Nolaencuentro.Debeustedequivocarse.—Gracias.Segundohotel,deaspectomodesto.Nadieenlarecepción.Entraenunsaloncito,

junto a la caja.Algunas butacas demimbre, una planta, guías arrugadas sobre unamesitabaja.

—¿Hayalguien?LavozdeRavinelresuena,irreconocible.Derepentesepreguntaloquevienea

haceraaquelhoteldondenohaynadie.Cualquierapodríaregistrarloscajonesdela

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caja,obiendeslizarseporlaescaleraqueconducealashabitaciones.—¿Hayalguien?Unos zapatos que se arrastran. Un viejo de ojos lacrimosos sale por una

puertecilla.Ungatonegrosemueveentresuspiernas,conlacolaverticalyvibrante.—¿PuededecirmesilaseñoraRavinelsealojaaquí?El hombre coloca la mano junto a su oreja, formando pantalla, y adelanta la

cabeza…—¡LaseñoraRavinel!—Sí,sí.Yaloheoído.Caminaapasosmenudoshastalarecepción.Elgatosaltasobrelacaja,entorna

sus ojos verdes y observa a Ravinel. El viejo abre un libro y se pone unas gafasmetálicas.

—Ravinel…Bueno,deberíaestaraquí.Losojosdelgatonoformanmásqueunaestrecharendija.Recogefrioleramente

la cola y la apoya sobre sus patasmanchadas de blanco.Ravinel se desabrocha elimpermeable,laamericana,sepasaundedoporelcuellodelacamisa.

—¡DigolaseñoraRavinel!—Sí,sí.Nosoysordo.LaseñoraRavinel.¡Desdeluego!—¿Está?El hombre se quita las gafas. Sus acuosas pupilas se fijan en los casilleros en

dondesecuelganlasllavesysedepositalacorrespondenciadelosclientes.—Hasalido.Ahíestásullave.¿Aquécasilleroestámirando?—¿Hacemuchoquehasalido?Elviejoseencogedehombros.—Sicreequedispongodetiempoparacontemplarcómolosclientespasan…Van

yvienen.Esasuntodeellos.—¿HavistoustedalaseñoraRavinel?El vejete acariciamaquinalmente la cabeza del gato. Alrededor de sus ojos se

dibujanunasarrugas,mientrasreflexiona.—¡Espere…!¿Noesunarubia…,joven…,conunabrigodecuellodepiel?—¿Hahabladoustedconella?—No.Yono.Esmimujerquienlahainscrito.—Pero…¿lahaoídohablar?Elviejosesuena,sesecalosojos.—¿EsusteddelaPolicía?—No,no—tartamudeaRavinel—.Setratadeunaamiga…Hacevariosdíasque

labusco.¿Llevaequipaje?—No.

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Eltonosehavueltoseco.Ravinelarriesgalaúltimapregunta.—¿Sabecuándoregresará?Elviejocierradegolpesulibro,deslizalasgafasenunestucheverdoso.—Ésa…Nuncasesabe.Se lacree fuerayestádentro.Se lacreedentroyestá

fuera…Nopuedoprecisárselo.Sealeja,encorvado,renqueante,yelgatolesigue,enarcandoellomoalolargo

delapared.—¡Aguarde!—gritaRavinel.Sacadesucarteraunatarjetadevisita.—Detodosmodos,voyadejarleesto.—Oh,comoustedguste.Yelviejoponedetravéslatarjetaenuncasillero.Numero19.Ravinelsaleyse

meteenuncafévecino.Tienelasensacióndequesubocaesdecuero.Sesientaenunrincón.

—¡Coñac!—pide.¿Estáellaallíverdaderamente?¿Haparecidoelviejoestarcompletamenteseguro

desuexistencia?Yningúnequipaje,nisiquieraunmaletín.Selacreedentroyestáfuera.Selacreefuerayestádentro.Esesoexactamente.Sielpobrevejetesupiesequé clasede ser aloja…Talvezhubiese sido convenientehablar con su esposa, laúnicapersonaquehaconversadoconlahuéspeddelabrigoconcuellodepiel.Peroprecisamentenoestaba.Deesamaneraexistíanunaseriedetestimoniosqueparecíanincontrovertibles y que, no obstante, así que se los examinaba, perdían fuerza,densidad.

Ravinelechaunbilleteencimadelamesayseprecipitahacialacalle.Lanieblalehumedeceelrostro,unanieblaquehueleasebo,aarroyo,arancio.Ravinelcaminatres pasos. El vestíbulo del hotel se halla vacío. Empuja la puerta, que unmuellecierra suavemente…La llave yace bajo el número de cobre, y la tarjeta no se hamovido.Avanzadepuntillas.Apenassirespira.Descuelgalallave,sinhacertintinearlaplacaquevaunidaaella.El19debedeestarenelsegundopiso,oquizáseneltercero.Laalfombraquecubrelospeldañosdelaescalerabrilladetangastada,perolamaderanocruje.Sóloquenohayluz.¡Escuriosoestehoteldormido!Heaquíeldescansillo del primer piso. Está negro como boca de lobo. Ravinel busca suencendedor, lo alza por encima de su cabeza.Una alfombra oscura se hunde en lapenumbradeuncorredor.Probablemente,nohaymásdecuatroocincohabitacionesa cada lado. Ravinel prosigue la ascensión. De vez en cuando se asoma por labarandillaydistingue,alláabajo,enunarepugnanteeinseguraluz,algoquepodríaserunabicicleta.Mireyasabíaloquehacíaalvenirabuscarrefugioaquí.Pero¿porquépensarqueellabuscarefugio?Esmásbienélquien,situviesevalor…

Eldescansillodelsegundo.Alaluzdelencendedor,Ravineliluminalaslucesde

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lashabitaciones.15…,17…,19…Loapaga,escucha.Enalgúnsitio,un lavabosevacía.¿Debeentrar?¿Novaadescubrirencimadelacamauncadáveraúnempapadode agua? ¡No!Tieneque rechazar tales ideas…Ravinel trata de contar, de fijar suatenciónenunobjetocualquiera.Tiembla.Desdeelinteriordebeoírsele.

Vuelveaencenderelmecheroydescubrelacerradura.Introducelallave,espera.Nada se mueve. Es estúpido ese terror sin nombre, puesto que no tiene nada quétemer,puestoqueahoraMireyaesunaamiga.Davueltaalpomode lapuertaysedeslizaenlahabitación.

La pieza está vacía, oscura. Entonces reúne todas sus fuerzas, la atraviesa,descorrelascortinasyenciendelalámpara.Unaluzamarillentailuminapobrementelacamadehierro, lamesacubiertaconun tapetemanchado,elarmariopintado, labutaca deslucida. Sin embargo, hay algo que revela una presencia: el perfume deMireya, Imposible equivocarse. Ravinel da media vuelta, aspira delicadamente elaire. Es desde luego su perfume, tan pronto apenas perceptible, tan prontoconcentrado, casi penetrante. Un perfume económico de la casa «City». Muchasmujeres loutilizan.¿Se tratadeunasencillacoincidencia?Pero¿yesepeine,enelestantedellavabo?

Ravinel lo tiene en la mano, lo sospesa. ¿Es esto una coincidencia? Él lo hacompradoenNantes,enunalmacéndelacalledelaFosse.Ylaúltimapúaestárotapor lamitad. En todo París no hay otro peine semejante. ¡Y los cabellos dorados,enrolladosaúnentornoalmango!Yesacajade«bi-oxyne»,cuyatapadera,utilizadacomo cenicero, sostiene un cigarrillo apenas quemado, un «High-Life». PorqueMireyaseobstinabaenfumarcigarrillos«High-Life».Nolegustan,peroencuentrabonito su nombre. Ravinel se ve obligado a sentarse en la cama. Querría llorar,sollozar,conlacabezahundidaenlaalmohada,comohacíaantaño,cuandonohabíasabidocontestar algunade laspreguntasde supadre.Tampocohoy sabe contestar.Repite en voz baja: «Mireya…, Mireya…», mientras contempla el peine y loscabellosquebrillan.Sinoestuviesenesoscabellos, talvezseríamenosdesdichado.Vuelve a ver los cabellos, los otros, los que el agua había oscurecido y que sepegaban a la piel del rostro como un tatuaje. Y ahora sólo queda ese peine y esecigarrillomanchadodecarmín.Esprecisoquedescifretalindicio,quecomprendaloqueMireyaesperadeél.

Selevanta.Abreelarmario,loscajones.Nada.Seguardaelpeineenelbolsillo.Al principio de sumatrimonio, a veces peinaba aMireya por lamañana. ¡Cuántoamabaaquelloscabellosquecaíansobreloshombrosdesnudos!Aveceslosacercabaasuslabiosparaaspirarsuolordehierbacortada,detierrasalvaje.¡Éseeselindicio!Mireya no ha querido dejar ese peine allá, en la casa, donde hubiese quedadodesprovistodetodosignificado,yhavenidoadepositarloenestahabitaciónanónimapara recordar el tiempo de su amor. Está claro, ella no podía explicar nada. Era

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preciso que él se adentrase paso a paso, por el camino sombrío, que tratase dealcanzarla.Ylanotaledaunacita:«Sindudaregresaréestatardeoestanoche».

Ahoranopuededudarya;veráaMireya.Ella sevolverávisiblea susojos.Lainiciacióncasihaterminado.Lafiestaesparaesanoche.Tienefiebre,yderepentesequedatranquilo.Sellevaelcigarrilloaloslabios.Noquieresaberquélabioslohansujetado y reprime la náusea que le hincha la garganta en el instante en que él lochupaasuvez.Mireyaencendíaamenudoloscigarrillosantesdedárselos.Prendeelencendedor,aspiralaprimerabocanadadehumo.Estádispuesto.Unaúltimamiradaaaquellahabitacióndondeacabadeadoptar,apesarsuyo,unaresoluciónquenoseatreveaformular.

Sale, cierra con llave, distingue dos puntos fosforescentes en el extremo delpasillo.Unosminutosantes, sindudahubieraperdidoel sentido, tangrandeera sutensiónnerviosa.Ahoraseadelantahaciaaquellosdosojosinmensosqueleobservandesdeelfondodelanoche,ydistingueelgatonegrosentadofrentealaescalera.Elgatodesciende con él, sevuelve, y las dos lunaspálidaspermanecen inmóviles unsegundo.Ravinelnisiquieraprocuraahogarelruidodesuspasossobrelospeldaños.Llegaalaplantabaja,yelgatomaúllaunavez,unasola,deunamaneraquellegaalcorazón.Elviejoapareceporlapuertecilla.

—¿Noestáarriba?—selimitaamurmurar.—Sí—diceRavinel,volviendoacolgarlallave.—Yaselohabíaadvertido—prosigueelviejo—.Selacreefuerayestádentro.

Essuesposa,¿verdad?—Sí—diceRavinel—.Esmimujer.Elviejomenealacabeza,cualsihubieseprevistoloqueocurre.Comohablando

consigomismo,agrega:—Conlasmujereshayquetenermuchapaciencia.Damedia vuelta, seguido por el gato. Ravinel ya no se sorprende. Se da bien

cuentadequeacabadeentrarenunmundodondelasleyesdelaexistenciavulgaryanoseaplicande lamismamanera.Cruzaelvestíbulo.Sucorazón latemuyaprisa,comoocurrecuandosehanbebidovariastazasdecafémuycargado.Lanieblasehaespesado.Sufrescorllegahastaelfondodelospulmones.Lanieblaesfraternal.Unodesearía impregnarse de ella y borrarse poco a poco. Un indiciomás. Empezó enNantes, la noche en que… Está allí, como una barrera protectora. Sólo que esnecesarioconocerelsentidodetodoeso.

Ravinelbuscasuvehículo.SeveráobligadoacorrerensegundahastaEnghien.Arranca,oprimelabocina.Losfaros,colocadosalaalturadelosejes,esparcenunaluzenfermizasobrelacalzada.Acabandedarlascinco.

Este regreso es apacible. Ravinel tiene la impresión de estar libre. No de unacarga, sino del aburrimiento que se arrastra por todo su pasado como una niebla

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tenaz.Esaprofesiónabsurda,esavidaimposible,declienteencliente,deaperitivoenaperitivo.PiensaenLuciana,perosinelmenorafecto.Lucianaestálejos.Sevuelveborrosa.Sólohaservidoparaaproximarloalaverdad.Ysinolahubieseencontrado,detodosmodos,alalarga,habríaacabadoporcomprender.

El limpiaparabrisas zumba y acelera sus rígidos vaivenes. Ravinel sabe quecirculaporelbuencamino.Unsentidodeorientacióninfalibleloguíaenmediodelabruma.Porotraparte,escasielúnicoquecircula.Losotrostienenmiedo.Necesitanmucha luz, los itinerarios bien marcados, los guardias en los cruces. Ravinel, porprimera vez, se arriesga por caminos poco frecuentados, adopta una decisión dehombre.Evitapensarenloqueleesperaallí,enlacitadeEnghien,peroestállenodesuavidadycasidemisericordia.Aceleraunpocoenlacarretera.Unodeloscilindrosfalla.Normalmente,deberíaacudiralmecánico.Peroyanadaesnormal.Ytodasesaspequeñaspreocupacionesmaterialesquedansobrepasadasapartirdeentonces.

Un vehículo lo deslumbra, lo roza, y él experimenta una oleada de pavor,inmediatamenteamortiguada.Perofrena.Seríamuyestúpidosufrirunaccidenteesanoche.Leinteresallegarasucasaconscienteyresuelto.Abordaelúltimovirajeconprecaución, descubre las primeras luces de Enghien, pálidas como luciérnagas.Cambiademarcha;heaquísucalle.Sienteunpocodefrío.Elautocorreporinercia.Frenaantelaverja.Apesardelabruma,distingueluzdetrásdelaspersianas.

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CAPITULOXI

Hayluzdetrásdelaspersianas.Ravinelvacilaunpoco.Sisesintiesemenoscansado,tal vez en el últimomomento no entraría. Es posible que incluso huyera gritando.Toca el peine, que yace en su bolsillo,mira hacia lo alto de la calle.Nadie puedeverloya,einclusosileviesen,únicamentepensarían:«¡Caramba!ElseñorRavinelregresa»,sinpreocuparseyamásporelhecho.Sehaapeadodelacamionetayestáantelaverja.Todoocurreexactamentecomodecostumbre.EncontraráaMireyaenelcomedor,cosiendo.Ellalevantarálacabeza.

—Hola,cariño,¿hastenidobuenviaje?Y él se descalzará para no ensuciar la escalera cuando suba a cambiarse. Sus

zapatillasestaráncolocadasenelprimerpeldaño.Luego…Ravinel mete la llave en la cerradura. Regresa. Todo se ha borrado. Él no ha

matadonunca.AmaaMireya.Siemprelahaamado.Acausadelarutinadelavida,se había imaginado… Pero no. Es aMireya a quien ama. Nunca volverá a ver aLuciana.Entra.

Elrecibidorestáiluminado.Enlacocina,labombillaluceencimadelfregadero.Cierralapuertaydicemaquinalmente:

—¡Soyyo…,Fernando!Olfatea.Hueleaestofado.Penetraenlacocina.Sobreelfogónhaydoscacerolas

quehumean.Lallamahasidograduadaporunamanodiestrayahorradora.Apenassiformaunagotitaazuladaalrededordecadaagujero.Elmosaicohasidolavado.Handadocuerdaalreloj.Señalalassieteydiez.Todoaparecelimpio,reluciente,yelolora estofado embalsama la pieza. A su pesar, Ravinel levanta la tapadera de unacacerola. Cordero con habichuelas, su plato preferido.Mas ¿por qué precisamentecordero?Todoesoesdemasiado íntimo,demasiado…amable.Tantapaz suave,decalmaambigua…Preferiríaunpocodedrama.Seapoyauninstanteenelaparador.Lacabezaledavueltas.TendráquepedirunremedioaLuciana.¿ALuciana?Peroentonces… Inspira con fuerza, como un buceador que asciende de Dios sabe quéprofundidades.

Lapuertadelcomedorsehallaentornada.Ravineldistingueunasilla,unaesquinade lamesa,un fragmentode la tapiceríaazul.Una tapicería sembradadepequeñascarrozas y deminúsculos torreones. EsMireya quien ha escogido este dibujo, querecuerda loscuentosdehadas.Lamayorpartedel tiempo,ellase instala juntoa lachimenea,dondeenciendeelfuegocuandohayhumedad.Ravinelpermaneceantelapuerta,conlacabezagacha,comounculpable.Ysinembargo,no,fióbuscapalabras,no tratadehallarunaexcusa.Esperaquesucuerpoobedezca,ysucuerposepone

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rígido,serebela,seaferraalsuelo,suplica,sedebateenunaluzinmóvilysilenciosa.DerepenteexistendosRavinel,comoexistendosMireyas.Haydosespíritusquesebuscan y dos cuerpos que se repelen. Hay algo que cruje y chisporrotea en elcomedor.Elfuego.Lachimeneaestáencendida.¡PobreMireya!¡Debedetenertantofrío!Instantáneamente,surgelaimagendelabañera.¡No!¡No!¡Esfalso!

Tembloroso,Ravinelempujaligeramentelapuerta.Distinguemejorlamesa.Estádispuesta.Reconoce su servilleta por el servilletero demadera. La luz de la arañarelampagueasobrelapanzadeljarro.Cadaobjetoesacogedorytemible.

—¡Mireya!Esélquienmurmura,quienpidepermisoparaentrar.¿Quéaspectohaescogido

ella?Elque tenía antesde…oeldedespués…,con los cabellospegados, lanarizcontraída… O tal vez otro distinto, el aspecto fluido y blanquecino de losectoplasmas. ¡Veamos! No hay que dejarse aplanar. No perder… Es el mecánicoquiendiceesto:«Noperderlospedales».

Acabadeempujarlapuerta,laabredeparenparhastaquedacontralapared.Elsillónestávacío,juntoalfuegoqueardetraselparachispasdecobre.Enlamesahaydos cubiertos. ¿Porquédos?Pero ¿porquéno?Sequita el impermeabley lodejasobre el sillón. ¡Ah!Unanota en el plato deMireya.Esta vez, ella ha utilizado elpapeldecartasdelacasa.

Cariñomío:Decididamente,noestamosdesuerte.Cenasinmí.Enseguidavuelvo.

¡Enseguidavuelvo!¡Quépalabramásextraña!Ellanolohahechoadrede,y,sinembargo,esoloexplicatodo.Examinaotravezlaescritura,comosipudiesedudar.Pero¿porquéMireyanohafirmadosusdosúltimasmisivas?Talvez,allídondeseencuentraahora,yanotieneunapersonalidaddefinida.Loquelaindividualizabasehaatenuado…¡Sifuesecierto!¡Siunopudiesesoltardegolpetodasucarga,pasado,destinoyhastaelnombre!NoseryaRavinel.Nollevarmáselapellidoridículodeaquelprofesorcillomaniáticoqueaterrorizósuinfancia.¡Ah,Mireya,quéesperanza!

Cae pesadamente en el sillón, y susmanos, tranquilizadas ya, desabrochan loszapatos y luego atizan el fuego. Se está calentito junto al hogar. Como en unaincubadora.CuandoMireya llegue,deberáexplicárselo todo…TendráquehablarledeBrest,puesfueenBrestdondetodoempezó…Nuncasehanatrevidoacontarsesuinfancia.¿QuésabeéldeMireya?Ellahaentradoensuvidaalosveinticuatroaños,como una desconocida. ¿Qué hacía diez años antes, cuando no era más que unamuchachitacontrenzas?¿Sabíajugarsola?¿Aquéjuegossecretos?Talveztambiénaljuegodelaniebla.¿Teníamiedoporlasnoches?¿Seveíaperseguidaensueñosporunaespeciedeogroqueempuñabaunastijerasparecidasadoshocescruzadas?¿Qué

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secontabanentreellaslasjovencitas?¿PorquésesentíaMireyaderepenteobligadaamarcharse,airsemuylejos,quiénsabesihastaAntibes?Elunojuntoalotrohanvividoignorandoquepadecíanlamismaenfermedadsinnombre.Habitabanallí,enaquellacasademasiadosilenciosa,yhubiesendeseadoencontrarseenotrositio,noimportabadónde,contaldequehubiesesol,flores,dequefueseunparaíso.Ravinelsigue creyendo en el paraíso. Recuerda a sor Magdalena, que le enseñaba elcatecismo.Hablabadelpecadoconunaireferoz.Bajosutocapuntiaguda,selaveíamuy vieja y, a veces, parecíamala. Pero cuando hablaba del paraíso, uno se veíaobligadoacreerla.Lodescribíacomosi loconociera:ungranparquedeslumbrantedeluz…,conbestiasportodaspartes,dócilesbestiasdeojostiernosyextrañasfloresazulesyblancas.Yagregaba,posandolamiradaensusviejasmanosdesgastadasyennegrecidasenlasarrugas:«Ynosetrabajarámás,nuncamás».Y.élsesentíaalaveztristeydichoso.Estabayasegurodequeseríamuydifícilentrarenelparaíso.

Selevanta,llevaloszapatosalacocina.Losdejaensusitio,encimadeunatablainmediataalaparador.Suszapatillasloaguardanalpiedelaescalera,unaszapatillasquehacompradoenNantes,cercadelaPlazaReal.Esabsurdorecordartodosesosdetalles, pero su memoria está sobreexcitada. Tiene la cabeza llena de imágenes.Apaga el gas. No tiene apetito. Mireya tampoco lo tendrá. Por lo demás, ella nopuedeyatenerlo.Asciendelosescaloneslentamente,conunamanooprimidasobreelcostado.Lalámparadelaescaleraestáencendida.Tambiéneneldormitoriohayluz,asícomoeneldespacho.Eso imprimea lacasaunairedefiesta.Cuandofueronavivir a ella, él había tenido la precaución de iluminarla por completo para que lasorpresa fuese aún más total y conmovedora. Y Mireya palmeteaba, tocaba losmuebles, las paredes, como para persuadirse de que no soñaba. Va y viene,desorientado,conunaligerajaquecadetrásdelasien.Lacamahasidorehecha.Labotellavacíayanoestábajoelarmario.Tambiéneldespachohasidoordenado.Sesienta ante la mesa, donde se amontonan carpetas multicolores. En «Blache etLehuédé»lehanpedidouninforme…¿Uninformesobrequé?Lohaolvidado.¡Todoestoqueda tan lejos,es tan inútil!Fueraseoyeun ligeroruido.Cruzaeldespacho,luegoeldormitorio,yescuchajuntoalaventanaquedaalacalle.Seoyeunpasodehombre,luegounapuertasecierra.Eselempleadodeferrocarrilesquevuelveasucasa.

Ravinel regresa al despacho. Ha dejado todas las puertas abiertas para no sersorprendido.Probablemente,reconocerálapresenciadeMireyaporundeslizamiento,por un roce. ¿Por qué registra los cajones de su escritorio? ¿Por necesidad derecapitularsuexistencia,dehacerunbalance?¿Opornecesidaddedistraerlaespera,deremoverpapeluchosparafijarunaatenciónquesedesvíadolorosamente?Abajo,el reloj desgrana sordamente los segundos. Acaban de dar las siete y media. Loscajones están llenos de papeles. Prospectos, borradores de informes, anuncios de

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cebos,demolinetes,decañas,deanzuelos…Fotografíasdepescadores,albordedeuncanal,deunestanque,deunrío…Recortesdeprensa:«ElconcursodepescadeNort-sur-Erdre…UnpescadordelaGaulehacapturadounluciodedocelibras.HautilizadoelsedalAriane».¡Tantasfutilidadesparallegaraestavelada!¡Unavidasinimportancia!

En el cajón de la izquierda, el material para fabricar las moscas. Ravinelexperimenta un pesar fugaz.De todosmodos, a sumanera, ha sido un artista.Hainventadomoscasartificialescomootrosinventannuevasflores.EnelcatálogodelacasahayunapáginaencoloresdedicadaalasmoscasRavinel.Loscompartimientosdelcajónaparecenllenosdepelos,devellos,deplumas,decuerpecillostemblorososqueseamontonan,comounenjambrefriolero,comounaeclosióndeefímerasqueelfrescor de la noche derriba a montones al pie de una pared. Resulta un pocorepugnanteesteamontonamientodebestezuelasvelludas.Aunquesesepaqueestánhechas de hilo, de plumas y demetal.Hacen pensar, sobre todo las verdes, en lascantáridassobreundespojosangriento.

Ravinelcierraelcajón.Notendráya tiempoparaescribirel libroquemeditabasobre las moscas. Va a perderse algo que hubiese podido… ¡Vamos! Nada dedebilidades.Escucha.Elsilencioestanprofundo,tanuniforme,quelepareceoírelmurmullodelarroyuelo,juntoallavadero.Evidentemente,esunailusión:Unailusióndesagradable, que hay que rechazar por todos los medios. Mete la mano en otrocajón, saca papelesmecanografiados, copias, encuentra en el fondo unmontón derecetas. ¡Ah, sí! ¡Qué antiguo es!Es anterior a sunacimiento.Sehabía imaginadoqueteníauncáncerporquenopodíacomer,ypermanecíanochesenterasdespierto,estremecido, con un gusto de sangre en la boca.Y luego comprendió que se dabamiedoconunapalabra,queseimponíaunaespeciedecastigo,comosihubiesesidojustoqueunaenfermedadleroyeselasentrañasdíatrasdía.Serepresentabaelcáncerbajo la forma de una araña, porque demuy pequeño desfallecía a la vista de talesinsectos,queabundabanenlacasadeBrest,abundabanincreíblemente.Quiénsabeinclusosinosehainteresadoporlasmoscasporque…

Laescalerahacrujido,yRavinelsequedainmóvil,alacecho.Uncrujidoseco,yluegonadamás,exceptoeltictacdelreloj.Esprobablementeelroblequehacealgúnmovimiento. Todas esas lámparas encendidas adquieren de repente un aspectolúgubre.Y siMireya apareciese ahí, en el umbral del despacho, sienteque algo serompería también en su interior, crujiría con un sonido claro, y él se derrumbaría,fulminado. Siente, pero esto no quiere decir nada. Bien que sentía el cáncer, y noobstantesigueestandovivo.Nosemueretanfácilmente.Lapruebaesquehansidoprecisodosmorillos…¡Basta!¡Basta!

Selevanta,echaelsillónhaciaatrásparahacerruidoyromperelencantamiento.Andadeunladoparaotro,luegoentraeneldormitorio,abreelarmario.Losvestidos

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están allí colgando de sus perchas, envueltos en el acre olor de la naftalina. Otroademán estúpido. ¿Qué esperabadescubrir?Cierra la puerta deunapatada, baja laescalera.¡Tantacalma…!Porlogeneral,seoyenpasarlostrenes,perolanieblahaextinguidocualquier formadevida. ¡Nohaymásqueese relojmaldito!Lasnuevemenos cuarto. ¡Ella nunca ha regresado tan tarde! Es decir, que… Se encoge dehombros.Sevemoverse.Seoyehablary,almismotiempo,ideasabsurdasestallanensucerebro.SeguramentelehaocurridoalgoaMireya…¡Unaccidente!Ideasdeantes que se mezclan con las de después… Y todo eso zumba, gira, oprime lasparedesdesucráneo.Pasaporelcomedor.Elfuegoseapaga.Tendríaqueirabuscarmásleñaalsótano.Perolefaltavalorparabajaralsótano.¿Estarátalvezlatrampapreparadaallí?¿Quétrampa?Noexisteningunatrampa.

Seescanciaunpocodevino,quebebea sorbitosparsimoniosos. ¡Cuánto tardaMireya! Vuelve a subir. Se siente pesado, pesado. ¿Y si ella no viene? ¿Deberáesperarlahastalamañanay,denuevo,hastalanoche,yaúnmás,ymás…?Llegaallímitedetodaresistenciaposible.SiMireyanoviene,éliráasuencuentro.Sacaelrevólver, tibio por el contacto de su cuerpo. Está en su mano, como un juguetebrillante e inofensivo.Con el pulgar levanta la palanca de seguridad.No consigueentender ya el mecanismo del percutor, la explosión. No se imagina en absolutoarrimandoestecañónazulasupechooasusien.¡No!Segúntodaslasevidencias,noesasícomohandeocurrirlascosas.

Vuelveameterelarmaenelbolsillo,seinstalaotravezantesuescritorio.¿SeríatalvezconvenienteescribiraLuciana?Peroellanolecreería.Pensaríaquemiente.¿Qué piensa de él, exactamente? ¡Vamos! Hay que desengañarse. Luciana loconsideracomounpobrediablo.Soncosasqueseadivinanaprimeravista.Ellanolodesprecia, no. Aunque… Pero no es desprecio. Más bien lo considera un… Hautilizado una palabra extraña…Un abúlico. Un hombre sin nervio, vaya. Y en elfondo, es eso precisamente. Se ha pensado, se ha actuado demasiado en su lugar.Demasiadoamenudosehadispuestodeélsinconsultarle.LamismaMireya…¡Unabúlico!Noobstante,Lucianasehasentidosiempreatraídapor…¿Porqué?Élbienveíaqueella loestudiabasincesar,que tratabadedefinir sucaráctery,aveces, ladoctora tenía un impulso de verdadera ternura. Sus ojos parecían decir: ¡Valor! Obienellalehablabaamablementedelporvenir,sinprecisarnada,peroapesardetodoeramuchomás que una promesa.Verdad es que también semostraba amable conMireya. Tal vez es fraternal con todas sus enfermas cuando van a morir. ¡Adiós,Luciana!

Distraídamente remueve los papeles esparcidos. Y helo aquí que saca a la luzotras fotografías. Fotos de Mireya, tomadas con la «Kodak» que le regaló élprecisamentepocosdíasantesdequecayeseenfermadetifus.HaytambiénfotosdeLuciana,quedatancasidelamismaépoca.Alinealascartulinasheladas,debordes

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irregulares, las compara. ¡Qué fina es Mireya! Delgada como un muchachito,atractiva, con sus grandes ojos cándidos, fijos en el objetivo, pero quemiranmáslejos,muchomás lejos,más allá de la espaldade él, como si hubieseocultado sinquerer la imagen de la felicidad. Como si se hubiese interpuesto torpemente entreMireyayalgoqueMireyaesperabadesdehacíamucho tiempo.Luciananoestá talcomo siempre la ha visto. Severa, impersonal, con los hombros casi cuadrados, labarbilla algo abultada, hermosa a pesar de todo, con una especie de belleza fría ypeligrosa.Encuantoaél…No,nohayningunafotosuya.Mireyanuncahatenidolaocurrencia de coger el aparato para fotografiarlo. Luciana tampoco. Revuelve laespesa capa de papeles, de sobres. Acaba por encontrar una foto de carnet,amarillenta. Se la sacó para el permiso de conducir. ¿Qué edad tenía entonces?¿Veinticinco,veintidósaños?Entoncesnoeracalvo.Surostroeradelgado,ávidoydecepcionado a la vez. El rostro aparece confuso. No queda de él más que esevestigio medio borrado. Sueña ante las fotos que, así aproximadas, contienen unahistoriaquenadiesabrájamás.Debedesertarde.¿Lasdiez?¿Lasdiezymedia?Lahumedadexterior se infiltra lentamentepor lasparedesdemasiadodelgadas.Sientefrío. Se amodorra en su butaca. No le queda la energía suficiente para dirigir suspensamientos. Está como preso en una gelatina de silencio y de luz cruda. ¿Va adormirseallí?¿SeproponeMireyaaprovecharesesueño?Abredesesperadamentelosojos, se levanta gimiendo.El despacho le parece insólito, irreal.Hadebido dormirunossegundos.Nohayquedormir.Aningúnprecio.Arrastrandolospies,desciendela escalera, regresa a la cocina. El reloj señala las diezmenos diez. La fatiga caeahora sobreRavinel, lo aplasta.Hace noches y noches que no duerme. Susmanostiemblansincesar,comolasdelosalcohólicos,ytienesed,estáseco,árido,sesienteinteriormente requemado. Pero renuncia a buscar el bote de café, el triturador.Tardaríademasiado.Selimitaaponerseelabrigoyasubirseelcuello.Consubarba,suszapatillas,¿quéaspectodebede tener?Haceunrato,conelgasencendidoy lamesa puesta, todo le ha parecido fantástico y terrible.Ahora tiene la impresión deandarensueñosporunacasaqueyanoescompletamentesuya.Sehaninvertidolospapeles.El fantasmaesél.Mireyaes laqueestáviva, laquegozadebuenasalud.BastaráqueellaentreparaqueRavinelsevearechazadohacialanada.

Andaentornoalamesa,cadavezmenosaprisa.Vaconlacabezadesnuda,peroleparecequeunsombrerodemasiadoestrecholeoprimelafrente.Porfin,agotado,apaga la luz de la planta baja y sube al piso. En el dormitorio reina también laoscuridad, por lo que se refugia en el despacho, cuya puerta cierra. No volverá abajar.Notendríafuerzasparaafrontarlastinieblasdelaescaleraydelacocina.Detodosmodos,yaoirá…

Transcurre el tiempo. Acurrucado en su sillón, Ravinel se ve invadido poco apoco por un entumecimiento angustiado. Recuerdos incoherentes desfilan por su

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mente. Pero no duerme. Espía el silencio enorme que, en ciertos momentos, seconvierte en zumbido, en ronquido.Está solo en el centro de una isla de claridad,como un náufrago. Es un náufrago. Va a ahogarse, a descender al mundo pálido,traicionero y viscoso de los peces. Un sueño vivido muchas veces. También hasoñadoamenudoqueerainvisible,queatravesabalasparedes,queveíasinservisto.Erainclusounsistemadeescaparalapreocupacióndelosdeberes,delosexámenes.Desaparecía. Se le creía ausente, pero él lo observaba todo. Tal vez, gracias a sucontacto,Mireyahayaconseguidolafacultaddeestarenvariossitiosalavez.Algosehamovido.

Searrancaalasomnolenciaquelequemalosojosylehielalaepidermiscomounapelículadelaquesehubiesemomentáneamentealejado.¿Hasidounruido?Hatenidolaimpresióndequeprocedíadeljardín.Deljardín,otalvezdelporche.

Alolejosseoyeunpitido.Lostrenesvuelvenacircular.Sinduda, lanieblasedisipa.

Esta vez lo oye. La puerta acaba de cerrarse. Alguien tantea. El clic delconmutador…

Ravineljadeasuavemente,comounmoribundo.Elairesilbaensugarganta,seladesgarra.

La puerta de la cocina es a su vez empujada.Y de repente se escucha el pasoligero, desigual, entorpecido por la falda estrecha del traje sastre. EsMireya. Lostacones golpean el mosaico. Luego el interruptor da un chasquido, y él crispadolorosamenteelrostro,comosilaluzdelacocinalodeslumbrara.Unsilencio.Elladebe quitarse el sombrero. Todo ocurre como de costumbre, como antes…Ella sedirigehaciaelcomedor.

Ravinelgime,sesienteahogar,seretuerceparaponerseenpie…¡Mireya…!No.Ellaestáapuntodeentrar…Nohayque…

Elatizadorvibra.Lostroncossederrumban,luegotintineanlosplatos.Unlíquidollenaunvaso.Losobjetosseponenahablar,amoverse.Loszapatoscaenuno trasotro. Las zapatillas bajan de su tabla y hacen flip-flap a través de la cocina, endirecciónalaescalera.Flipenelprimerpeldaño,flapenelsegundo.

Ravinelllora,dobladosobresímismo.Nopodrálevantarse,andarhastalapuertaparadarvueltaalallave.Sabequeestávivo,queesculpable,quevaamorir.

Flipeneltercero,flapenelsiguiente.Flip-flap.Flip-flap.Seacerca,sube,subehastaeldescansillo.Hayquehuir,franquearellímite,perforarladelgadapareddelavida.Sepalpa.Susdedosseponennerviosos,seazaran.

Alotroladodelpasillo,unospiessedeslizanporelmosaicodeldormitorio.Lalámpara se enciende.La parte baja de la puerta del despacho se ilumina.Ella estádetrás,exactamentedetrás,ysinembargoesimposiblequehayaalguien.Atravésdelobstáculo,elvivoyelmuertoseescuchan.Pero¿dequéladoestáelvivoydequé

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ladoelmuerto?Y luego, elpomode lapuerta empiezaagirar, lentamente,yRavinel se relaja.

Toda su vida ha estado esperando ese instante.Ahora debe convertirse otra vez enunasombra.Serhombreesdemasiadodifícil.Yanoquieresaber.LapropiaMireyayanoleinteresa.Cierralabocaentornoalcañóndelrevólverparaaspirarlamuertecomounbebedizo.Paraolvidar.Aprietaconfuerzaelgatillo.

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EPÍLOGO

—¿FaltamuchoparaAntibes?—preguntólaviajera.—Cincominutos—contestóelrevisor.Al otro lado de los cristales rayados por la lluvia no se veían más que luces

errantes,ydevezencuando,mientraselexpresocorríaalolargodeunterraplén,lalínea temblorosadesusvagones iluminados.Nosesabíayasielmarquedabaa laderechaoalaizquierda,sieltrenavanzabahaciaItaliaoregresabaaMarsella.Unaráfagabrutalazotóloscristales.

—Granizo—murmuróalguien—.CompadezcoalosturistasqueesteañovenganalaCosta.

¿Nohabríaalguna intenciónocultaenaquellaobservación?Laviajeravolvióaabrirlosojos,sefijóenelhombresentadoanteella.Éstelamiraba.Ellahundiómásprofundamente las manos en los bolsillos de su abrigo, pero ¿cómo impedir quetemblasen?Debíanotarseque tenía fiebre,queestabaenferma,enferma…Siemprehabía sabidoque caería enferma, queno tendría fuerzaspara resistir hasta el final.Aquelhombre,sentadoallídelantedesdehacíatantorato…,desdeLyónaDijon…,talvezdesdeParís…Yanoseacordaba…Lecostabauntrabajoinfinitoconcentrarsusideas…Peroestabaconvencidadeunacosa:dequebastareflexionaruninstanteparacomprenderqueunamujerquetose,quetiritadefiebre,hacogidofrío.Ysihacogido frío es que ha estado mojada… A partir de ahí el primer curioso que sepresentase podría comprender todo el resto, hasta la noche pasada bajo la telaencerada…Nohubiesetenidoquecaerenferma.Eraestúpido.Erainjusto.Yeratalvezpeligroso,puesahorayanosetratabadeunconstipadomalcuidado.

Tosió.Ledolíalaespalda.Recordóaunaantiguacompañeraquesehabíavueltotuberculosaporquehabíacogidofríoalsalirdeunbaile.Todoelmundodecía:«¡Lapobrechica!¡Quécruzparasumarido!Unamujersiempreencamanotienenadadeagradable…».

Eltrentraqueteósobrediversosdesvíos,yelhombreselevantó.Guiñóunojo…¿Habíaverdaderamenteguiñadounojo?¿Eratalvezunamotadepolvoquetratabadeeliminar?

—¡Antibes!—murmuróelindividuo.Elvagón sedeslizabaa lo largodeunandéncubiertoporuna sustancia rojiza.

Habíaquepermanecer en el tren, esperar…«Unamujer siempre en camano tienenada de agradable». Esa frase iba a volverse obsesionante. Lo era ya. ¿Quién laestaba recitando con una voz baja, tan baja, tan baja, tan llena de aprensión? Laviajeracogió sumaleta,perdióel equilibrio, seagarróalportaequipajes.Másvalía

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apearse, realizar un último esfuerzo, luchar contra el vértigo. ¡Ah! ¡Dormir,dormir…!

La lluvia era fría. El andén se alargaba, interminable, con su cemento rojizo.¿Cuánto rato debería andar para alcanzar la silueta inmóvil de allí lejos, que nisiquiera alargaba los brazos? El hombre había desaparecido. En el mundo noquedabanmásquedosmujeres,aquelpavimentocolordesangresecaylalluviaquebrillabasobrelosrieles.Diezmetrostodavía…Otrosdiezpasos…

—¡Mireya…!¡Perosiestásenferma…!¿Lloras…?Lucianaesfuerte.Unapuedeapoyarseenella,dejarseconducir.Ellasabedónde

hayqueiryloquehayquehacer.Sí,Mireyallora…Lafatiga,laangustia…NooyebienloquediceLuciana,acausadelruidoqueproduceelviento.

—¿Meescuchas?—preguntaMireya—.¿Nossigueél?Pierdeunpoco lanociónde lascosas,pero tieneperfectaconcienciadequees

palpadaporunamanonerviosa,sostenidaporunbrazoqueleimpidecaerse.—Ayúdeme…Laportezuela…EsLuciana quien acaba de hablar, y después sólo hay un agujero negro.Y sin

embargo,Mireya comprendequeviajan en taxi, luegoqueun ascensor se la lleva.Siguehabiendoese ruidodevientoqueahoga laspalabrasdeLuciana.Luciananocomprendequetodosehaperdido.Esprecisoexplicarle,espreciso…

—¡Estátequieta,Mireya!Mireyano semueve.Pero sientequedebehablar, quedebe explicar aLuciana

cosasdeunaimportanciaprimordial.Esehombre…—Acuéstate,querida.Teaseguroquenadieteseguía…Nadiesepreocupabade

ti.El viento esmenos fuerte. Y por lo demás, ¿cómo podría haber viento en esa

habitación apacible, iluminada por unamariposa? Luciana prepara una jeringuilla.¡No!¡Sobre,todo,nadadejeringuillas!¡Nadadeinyecciones!¡Mireyahaabsorbidoyatantasdrogas!

Luciana aparta las sábanas. La aguja penetra. Apenas si se siente como unpellizcorápido.Lasábanavuelveacubrirla.Estáfresca,yMireyaseacuerdadelabañera en la que ha debido hundirse la primera vez cuando Fernando la creíanarcotizada, y luego, una segunda vez, cuando Fernando la creía ahogada,muertadesdedíasantes.Derepentevuelveavertodoslosdetalles.Ellasemanteníaestiraday rígida. Tenía miedo…, miedo de parecer demasiado viva. Pero Luciana habíapreparadolatelaencerada…Fernandonohabíavistomásqueuncuerpochorreantequedebíaserenvueltoconlamáximarapidez.Lanocheterriblehabíaempezadounpocomástarde…:elfrío,loscalambresy,paraterminar,elresbalónoblicuohaciaelarroyuelo; ya en el lavadero, el pecho que se oprime, el agua que penetra por lanariz…TanprontocomoFernandosehuboalejado,hubiesesidoprecisoseguir las

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prescripcionesdeLuciana,enlugardedejarlasparamástarde…Mireyasejuraquevaaserdócil.Empiezayaaexperimentarunasensacióndebienestarydeseguridad.Le parece que su frente está menos ardiente. ¡Si hubiese obedecido siempre lasrecomendaciones de Luciana…! ¿Acaso Luciana no sabe, a cada instante, de unamanerainfalible,loqueconvienehacer?¿Nohabíaprevisto,hastaelmenorademán,todaslasreaccionesdeFernando?Élnopodíaentretenerseenelcuartodebaño…,élno podía contemplar por última vez a la que estaba muerta…, él no podíacomprenderelmisterio,inclusorazonando,sobretodorazonando…Lucianavelaba,dispuestaaintervenir,dispuestaaencarrilarlafatalidadporelbuencamino.Ysi,apesarde todo,Fernandohubiesedescubierto…¿Quéarriesgaban ellas?El asesinoeraél.EsanocheLucianasiguevelando.Seinclinasobrelacama.Mireyacierralosojos.Sesientebien.Perdón,Luciana,porhabertedesobedecido…Perdón,Luciana,por haber ido a visitar a mi hermano sin tu permiso, a riesgo de comprometerlotodo…Perdón por haber dudado de ti alguna vez…Eres dura,Luciana.Nunca sesabesiobrasimpulsadaporelamoroelinterés…

—¡Cállate!—murmuraLuciana.¿Demodo que ella lo oye todo, incluso los pensamientosmás secretos, o bien

Mireyahahabladoenvozalta,aturdidaporelsueñoqueseaproxima?Mireyavuelvea abrir los ojos.Muy próximo a ella distingue confusamente el rostro deLuciana.Entonces trata de reaccionar. Ha olvidado lo esencial… Su misión aún no haterminado.Seaferraalassábanas,seincorpora.

—Luciana…Yalohedejadotodoenorden…,enelcomedor…,enlacocina…Nadiepuedesospecharque…

—¿Ylasnotasenqueleanunciabasturegreso?—Selashesacadodelosbolsillos.Luciananosabránunca loque tal acción lehacostadoaMireya.Había sangre

portodaspartes.¡PobreFernando!LucianacolocalamanosobrelafrentedeMireya.—Duerme…Nopiensesmásenél…Estabacondenado.Undíauotrohubiese

ocurrido.Nopodíavivirmás.¡Qué segura estaba de sí misma! Mireya se agita. Hay algo que la atormenta

aún…Una ideaalgovaga…Seduerme,pero, enunpostrer relámpagode lucidez,tienetiempodepensar:«Puestoqueélnohasospechadonada…Puestoqueélnuncaha vuelto a pensar en la primera póliza de seguro, la que había suscrito en mibeneficio, para inducirme a que firmase la otra…». Sus párpados se cierran; surespiraciónsehaceuniforme.Siempreignoraráqueelremordimientolaharozado.

Ahora hay sol.Ahora la vida vuelve a emprender su curso al cabo de horas yhoras de inconsciencia. Mireya gira la cabeza, a derecha e izquierda. Está muyfatigada, pero sonríe porque distingue una palmera en un jardín, una gran palmeracuyotroncoestácubiertodeunaestopanegruzca.Agitasobrelascortinasunabanico

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de sombras. Sus hojas crujen suavemente. Da una impresión de lujo. Mireya nopiensayaenlaspreocupacionesdelavíspera.Esrica.Sonricas.¡Dosmillones!Lacompañíadesegurosnopondráningunadificultad.¿Nohasidorespetadoelplazodedos años previsto para el suicidio? Todo está perfectamente en regla. Sólo faltarestablecerse.

Una frase zumba de repente en el cerebro deMireya. «Unamujer siempre encamano tienenadadeagradable».Un ligero rubor le subea lasmejillas. ¡No!Notiene nada de agradable para nadie. Pero ella no estará siempre en cama. Lucianadebe conocer remedios eficaces. Es su oficio.A su pesar vuelve a ver la casa delmuelle «de la Fosse» y a Fernando levantando el jarro… «Unamujer siempre encamanotienenadadeagradable…».Enlamesilladenochehayunabotelladeagua.Mireya la contempla. La botella se irisa con luces delicadas, como esas bolas decristalenque lasadivinasdistinguen lasiluetadelporvenir.Mireyanosabe leerelporvenirenelcristal,seestremecey,cuandolapuertaseabre,apartarápidamentelamirada,comocogidaenfalta.

—Buenosdías,Mireya…¿Hasdormidobien?Luciana va vestida de negro. Sonríe, se acerca con su paso hombruno, firme.

CogelamuñecadeMireya.—¿Quétengo?—cuchicheaMireya.Lucianalacontemplafijamente,comosicalcularasusprobabilidadesdeviviro

demorir.Secalla.—¿Esgrave?Laarterialatebajolosdedosquerodeanlamuñeca.—Serácosalarga—suspirafinalmenteLuciana.—¡Dimeloquees!—¡Chitón!Lucianacoge labotellayse la llevaparacambiarelagua.Mireyase incorpora

sobreloscodos,vuelvesucaritacuriosahacialapuertaentreabierta,quedescubrelaclaraalfombradelvestíbulo.Porlosruidos,siguetodoslosmovimientosdeLuciana.Elúltimogorgoteoenellavabo,laligeramodulacióndelchorroquecaedentrodelabotella y cuyo tono cambia bruscamente cuando el agua llega al gollete. ¿Tantotiempohace faltapara llenarunabotella?Conuna risa forzada,que terminaenunarrebatódetos,grita:

—¡Esigual!Hahechofaltaquetuviesemuchaconfianzaenti…Porque,enfin,hastaelúltimosegundo,podíasescoger.

Lucianacierraelgrifoysecalentamentelabotellaconeltrapoquecuelgadelapared.Entredientes,entonomuybajo,murmura:

—¿Quiéntedicequenovacilé?

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BOILEAU-NARCEJAC. Es el seudónimo conjunto de dos famosos escritoresfrancesesdeobrasde suspensee intriga, algunasde las cuales formanpartede losclásicos de la literatura policíaca y que han sido adaptadas a la pantalla grande opequeña por maestros del séptimo arte, como Henri-Georges Clouzot o AlfredHitchcock.

Pierre Ayraud, cuyo seudónimo era Thomas Narcejac (1908-1998) fue filósofo deformaciónyestabainicialmente interesadoenlanovelanegraconelfindeescribirvarios ensayos.Es su encuentro conPierreBoileau (1906-1989) el queda lugar alcomienzodesucarreradenovelista.

Amboseranyaautoresconsagradosyhabíanobtenidosendas recompensasporsusobras, por ejemplo elPrix du Roman d'Aventures (Boileau en 1938 yNarcejac en1948).Trassuencuentroen1948,decideniniciarsucolaboración,enlaqueBoileause responsabilizará del argumento yNarcejac de la creación de la atmósfera de lanovelaydelapersonalidaddelosprotagonistas.

Sus obras conjuntas tienen lugar usualmente en ambientes provincianos, estánconstruidasconungran rigoryempleanunaparte importantedesuextensiónparaexplicarlapsicologíadelospersonajesysusmotivaciones.

Otracaracterísticaeslapuestaenescenadeunaatmósferaangustiosayopresiva,enla que los protagonistas se ven envueltos en las maquinaciones ideadas por otraspersonasyen laque losautoresbuscan involucraral lector,creandounaconfusión

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entreloimaginadoyloreal.

Así, su objetivo es normalmente que éste piense que ha tomado parte o se haidentificado sin reservas con un mundo de apariencias y que, finalmente, sólo haexistidoensumenteyladelosprotagonistasdelanovela.Enrealidad,susescritosjueganconelementosinclusometafisicos…

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