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7/21/2019 PIO XII Humanis Parte Final
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26. Por ello es muy deplorable que hoy en día algunos desprecien una filosofía que la Iglesia ha
aceptado y aprobado, y que imprudentemente la apelliden anticuada por su forma
y racionalística (así dicen) por el progreso psicológico. Pregonan que esta nuestra filosofía
defiende erróneamente la posibilidad de una metafísica absolutamente erdadera! mientras ellos
sostienen, por lo contrario, que las erdades, principalmente las trascendentales, sólo pueden
conenientemente e"presarse mediante doctrinas dispares que se completen mutuamente,
aunque en cierto modo sean opuestas entre sí. Por ello conceden que la filosofía enseñada en
nuestras escuelas, con su l#cida e"posición y solución de los problemas, con su e"acta precisión
de conceptos y con sus claras distinciones, puede ser #til como preparación al estudio de la
teología escol$stica, como se adaptó perfectamente a la mentalidad del %edieo! pero &
afirman& no es un m'todo filosófico que responda ya a la cultura y a las necesidades
modernas. gregan, adem$s, que la filosofía perenne no es sino la filosofía de las esencias
inmutables, mientras que la mente moderna ha de considerar la existencia de los seres singulares
y la ida en su continua eolución. mientras desprecian esta filosofía ensal*an otras, antiguas
o modernas, orientales u occidentales, de tal modo que parecen insinuar que, cualquier filosofía
o doctrina opinable, a+adi'ndole &si fuere menester& algunas correcciones o complementos,
puede conciliarse con el dogma católico. Pero ning#n católico puede dudar de cu$n falso sea
todo eso, principalmente cuando se trata de sistemas como el Inmanentismo, el Idealismo,
el Materialismo, ya sea histórico, ya dial'ctico, o tambi'n el Existencialismo, tanto si defiende
el ateísmo como si impugna el alor del raciocinio en el campo de la metafísica.
Por fin, achacan a la filosofía ense+ada en nuestras escuelas el defecto de que, en el proceso del
conocimiento, atiende sólo a la inteligencia, menospreciando el oficio de la oluntad y de los
sentimientos. o cual no es erdad. a filosofía cristiana, en efecto, nunca ha negado la utilidad
y la eficacia de las buenas disposiciones que todo espíritu tiene para conocer y abra*ar los
principios religiosos y morales! m$s a#n- siempre ha ense+ado que la falta de tales disposiciones
puede ser la causa de que el entendimiento, bao el influo de las pasiones y de la mala oluntad,
de tal manera se obscure*ca que no pueda ya llegar a er con rectitud. el /octor com#n cree
que el entendimiento puede en cierto modo percibir los m$s altos bienes correspondientes al
orden moral, tanto natural como sobrenatural, en cuanto que e"perimenta en lo íntimo una cierta
efectia connaturalidad con esos mismos bienes, ya sea natural, ya por medio de la gracia
diina 013! y se comprende bien cómo ese conocimiento, por poco claro que sea, puede ayudar
a la ra*ón en sus inestigaciones. Pero una cosa es reconocer la fuer*a de la oluntad y de los
sentimientos para ayudar a la ra*ón a alcan*ar un conocimiento m$s cierto y m$s seguro de las
cosas morales, y otra lo que intentan estos innoadores, esto es, atribuir a la oluntad y a los
sentimientos un cierto poder de intuición y afirmar que el hombre, cuando con la ra*ón no
puede er con claridad lo que debería abra*ar como erdadero, acude a la oluntad, gracias a la
cual elige libremente para resolerse entre las opiniones opuestas, con lo cual de mala manera
me*clan el conocimiento y el acto de la oluntad.
24. 5o es de maraillar que, con estas nueas opiniones, est'n en peligro las dos disciplinas
filosóficas que por su misma naturale*a est$n estrechamente relacionadas con la doctrina
católica, a saber- la teodicea y la 'tica. ostienen ellos que el oficio de 'stas no es demostrar con
certe*a alguna erdad tocante a /ios o a cualquier otro ser trascendente, sino m$s bien elmostrar que cuanto la fe ense+a acerca de /ios personal y de sus preceptos, es enteramente
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conforme a las necesidades de la ida, y que por lo mismo todos deben abra*arlo para eitar la
desesperación y alcan*ar la salación eterna. firmaciones 'stas, claramente opuestas a las
ense+an*as de nuestros predecesores eón 7III y Pío 7, e inconciliables con los decretos del
concilio 8aticano. In#til sería el deplorar tales desiaciones de la erdad si, a#n en el campo
filosófico, todos mirasen con la debida reerencia al %agisterio de la Iglesia, la cual por diina
institución tiene la misión no sólo de custodiar e interpretar el depósito de la erdad reelada,
sino tambi'n igilar sobre las mismas disciplinas filosóficas para que los dogmas no puedan
recibir da+o alguno de las opiniones no rectas.
III. LAS CIENCIAS
29. :esta ahora decir algo sobre determinadas cuestiones que, aun perteneciendo a las ciencias
llamadas positivas, se entrela*an, sin embargo, m$s o menos con las erdades de la fe cristiana.
5o pocos ruegan con insistencia que la fe católica tenga muy en cuenta tales ciencias! y ello
ciertamente es digno de alaban*a, siempre que se trate de hechos realmente demostrados! pero
es necesario andar con mucha cautela cuando m$s bien se trate sólo de hipótesis, que, aun
apoyadas en la ciencia humana, ro*an con la doctrina contenida en la agrada ;scritura o en
la tradición. i tales hipótesis se oponen directa o indirectamente a la doctrina reelada por
/ios, entonces sus postulados no pueden admitirse en modo alguno.
2<. Por todas estas ra*ones, el %agisterio de la Iglesia no prohíbe el que &seg#n el estado
actual de las ciencias y la teología& en las inestigaciones y disputas, entre los hombres m$s
competentes de entrambos campos, sea obeto de estudio la doctrina delevolucionismo, en
cuanto busca el origen del cuerpo humano en una materia ia pree"istente &pero la fe católica
manda defender que las almas son creadas inmediatamente por /ios&. %as todo ello ha de
hacerse de manera que las ra*ones de una y otra opinión &es decir la defensora y la contraria al
eolucionismo& sean e"aminadas y u*gadas seria, moderada y templadamente! y con tal que
todos se muestren dispuestos a someterse al uicio de la Iglesia, a quien =risto confirió el
encargo de interpretar aut'nticamente las agradas ;scrituras y defender los dogmas de la
fe 0113. Pero algunos traspasan esta libertad de discusión, obrando como si el origen del cuerpo
humano de una materia ia pree"istente fuese ya absolutamente cierto y demostrado por los
datos e indicios hasta el presente hallados y por los raciocinios en ellos fundados! y ello, como
si nada hubiese en las fuentes de la reelación que e"ia la m$"ima moderación y cautela en esta
materia.
>. %as, cuando ya se trata de la otra hipótesis, es a saber, la del poligenismo, los hios de la
Iglesia no go*an de la misma libertad, porque los fieles cristianos no pueden abra*ar la teoría de
que despu's de d$n hubo en la tierra erdaderos hombres no procedentes del
mismo protoparente por natural generación, o bien de que Adán significa el conunto de muchos
primeros padres, pues no se e claro cómo tal sentencia pueda compaginarse con cuanto las
fuentes de la erdad reelada y los documentos del %agisterio de la Iglesia ense+an sobre el
pecado original, que procede de un pecado en erdad cometido por un solo Adán indiidual y
moralmente, y que, transmitido a todos los hombres por la generación, es inherente a cada uno
de ellos como suyo propio 0123.
>1. como en las ciencias biológicas y antropológicas, tambi'n en las históricas algunos
traspasan auda*mente los límites y las cautelas que la Iglesia ha establecido. /e un modo
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particular es deplorable el modo e"traordinariamente libre de interpretar los libros del ntiguo
?estamento. os autores de esa tendencia, para defender su causa, sin ra*ón inocan la carta que
la =omisión Pontificia para los ;studios @íblicos enió no hace mucho tiempo al ar*obispo de
París 01>3. a erdad es que tal carta adierte claramente cómo los once primeros capítulos del
A'nesis, aunque propiamente no concuerdan con el m'todo histórico usado por los e"imios
historiadores grecolatinos y modernos, no obstante pertenecen al g'nero histórico en un sentido
erdadero, que los e"egetas han de inestigar y precisar! los mismos capítulos &lo hace notar la
misma carta&, con estilo sencillo y figurado, acomodado a la mente de un pueblo poco culto,
contienen ya las erdades principales y fundamentales en que se apoya nuestra propia salación,
ya tambi'n una descripción popular del origen del g'nero humano y del pueblo escogido.
>2. %as si los antiguo hagiógrafos tomaron algo de las tradiciones populares &lo cual puede
ciertamente concederse&, nunca ha de olidarse que ellos obraron así ayudados por la diina
inspiración , la cual los hacía inmunes de todo error al elegir y u*gar aquellos documentos. Por
lo tanto, las narraciones populares incluidas en la agrada ;scritura, en modo alguno pueden
compararse con las mitologías u otras narraciones semeantes, las cuales m$s bien proceden de
una encendida imaginación que de aquel amor a la erdad y a la sencille* que tanto resplandece
en los libros agrados, aun en los del ntiguo ?estamento, hasta el punto de que nuestros
hagiógrafos deben ser tenidos en este punto como claramente superiores a los escritores
profanos.
>>. ;n erdad sabemos 5os cómo la mayoría de los doctores católicos, consagrados a trabaar
con sumo fruto en las uniersidades, en los seminarios y en los colegios religiosos, est$n muy
leos de esos errores, que hoy abierta u ocultamente se diulgan o por cierto af$n de noedad o
por un inmoderado celo de apostolado. Pero sabemos tambi'n que tales nueas opiniones hacen
su presa entre los incautos, y por lo mismo preferimos poner remedio en los comien*os, m$s
bien que suministrar una medicina, cuando la enfermedad est' ya demasiado ineterada. Por lo
cual, despu's de meditarlo y considerarlo largamente delante del e+or, para no faltar a nuestro
sagrado deber, mandamos a los obispos y a los superiores generales de las órdenes y
congregaciones religiosas, cargando graísimamente sus consecuencias, que con la mayor
diligencia procuren el que ni en las clases, ni en reuniones o conferencias, ni con escritos de
ning#n g'nero se e"pongan tales opiniones, en modo alguno, ni a los cl'rigos ni a los fieles
cristianos.
>B. epan cuantos ense+an en Institutos eclesi$sticos que no pueden en conciencia eercer el
oficio de ense+ar que les ha sido concedido, si no acatan con deoción las normas que hemos
dado y si no las cumplen con toda e"actitud en la formación de sus discípulos. ;sta reerencia y
obediencia que en su asidua labor deben ellos profesar al %agisterio de la Iglesia, es la que
tambi'n han de infundir en las mentes y en los cora*ones de sus discípulos.
;sfu'rcense por todos medios y con entusiasmo para contribuir al progreso de las ciencias que
ense+an! pero eiten tambi'n el traspasar los límites por 5os establecidos para la defensa de la
fe y de la doctrina católica. las nueas cuestiones que la moderna cultura y el progreso del
tiempo han hecho de gran actualidad, dediquen los resultados de sus m$s cuidadosas
inestigaciones, pero con la coneniente prudencia y cautela! finalmente, no crean, cediendo a
un falso irenismo, que pueda lograrse una feli* uelta &a la Iglesia& de los disidentes y los
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que est$n en el error, si la erdad íntegra que rige en la Iglesia no es ense+ada a todos
sinceramente, sin ninguna corrupción y sin disminución alguna.
Cundados en esta esperan*a, que uestra pastoral solicitud aumentar$ todaía, como prenda de
los dones celestiales y en se+al de nuestra paternal beneolencia, a todos osotros, enerables
hermanos, a uestro clero y a uestro pueblo, impartimos con todo amor la bendición
apostólica.
Dado en Roma, unto a !an "edro, el #$ de agosto de #%&', año duod(cimo de nuestro
pontificado.
PÍO PP. XII
NOTAS
013 =onc. 8at. /@ 1946, =onst. De )ide cath* cap. 2- De revelatione.
023 =I= c. 1>2B! cf. =onc. 8at. /@ 192, =onst. De )ide cath. cap. B- De )ide et ratione.
0>3 +c 1, 16.
0B3 Pío I7, Inter gravIssimas 29 oct. 194- cta 1, 26.
0D3 =f. =onc. 8at. i- =onst. De )ide cath. cap. 1- De Deo rerum omnium creatore.
063 =f. enc. Mstici -orporis -hristi, >B (1<B2), 1<> ss.
043 =f. =onc. 8at. I- /@ 14<6.
093 =I= can. 1>66, 2.
0<3 >9 (1<B6) >94.
013 =f. !um* theol* IIEII. q.1 a.B y > y q. BD, a.2 c.
0113 =f. lloc. Pont. ad mem.ra Academiae !cientiarum, > no. 1<B1- >> (1<B1) D6.
0123 =f. Rom. D, 12E1<! =onc. ?rid. ses. D, can. 1EB.
01>3. 16 en. 1<B9- . B (1<B9) BDEB9.
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