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 26. Por ello es muy deplorable que hoy en día algunos desprecien una filosofía que la Iglesia ha aceptado y aprobado, y que i mprudentemente la apelliden anticuada por su forma y racionalística (así dicen) por el progreso psicológico. Pregonan que esta nuestra filosofía defiende erróneamente la posibilidad de una metafísica absolutamente erdadera! mientras ellos sostienen, por lo contrario, que las erdades, principalmente las trascendentales, sólo pueden conenientemente e"presarse mediante doctrinas dispares que s e completen mutuamente, aunque en cierto modo sean opuestas entre sí. Por ello conceden que la filosofía enseñada en nuestras escuelas, con su l#cida e"posición y solución de los problemas, con su e"acta precisión de conceptos y con sus claras distinciones, puede ser #til co mo preparación al estudio de la teología escol$stica, como se adaptó perfectamente a la mentalidad del %edieo! pero & afirman& no es un m'todo filosófico que responda ya a la cultura y a las necesidades modernas. g regan, adem$s, que la filosofía perenne no es sino la filosofía de las esencias inmutables, mientras que la mente moderna ha de considerar la existencia de los seres singulares y la ida en su continua eolución. mientras desprecian esta filosofía ensal*an ot ras, antiguas o modernas, orientales u occidentales, de tal modo que parecen insinuar que, cualquier filosofía o doctrina opinable, a+adi'ndole &si fuere menester& algunas correcciones o complementos,  puede conciliarse con el dogma católico. Pero n ing#n católico puede dudar d e cu$n falso sea todo eso, principalmente cuando se trata de sistemas como el  Inmanentismo, el Idealismo, el Materialismo, ya sea histórico, ya dial'ctico, o tambi'n el  Existencialismo, tanto si defiende el ateísmo como si impugna el alor del raciocinio en el campo de la metafísica. Por fin, achacan a la filosofía ense+ada en nuestras escuelas el defecto de que, en el proceso del conocimiento, atiende sólo a la inteligencia, menospreciando el oficio de la oluntad y de los sentimientos. o cual no es erdad. a filosofía cristiana, en efecto, nunca ha negado la utilidad y la eficacia de las buenas disposiciones que todo espíritu tiene para conocer y abra*ar los  principios religiosos y morales! m$s a#n- siempre ha ense+ado que la falta de tales disposiciones  puede ser la causa de que el entendimiento, bao el influo de las pasiones y de la mala oluntad, de tal manera se obscure*ca que no pueda ya llegar a er con rectitud. el /octor com#n cree que el entendimiento puede en cierto modo percibir los m$s altos bienes correspondientes al orden moral, tanto natural como sobrenatural, en cuanto que e"perimenta en lo íntimo una cierta efectia connaturalidad  con esos mismos bienes, ya sea natural, ya por medio de la gracia diina 013! y se comprende bien cómo ese conocimiento, por poco claro que sea, puede ayudar a la ra*ón en sus inestigaciones. Pero una cosa es reconocer la fuer*a de la oluntad y de los sentimientos para ayudar a la ra*ón a alcan*ar un conocimiento m$s cierto y m$s seguro de las cosas morales, y otra lo que intentan estos innoadores, esto es, atribuir a la oluntad y a los sentimientos un cierto poder de intuición y afirmar que el hombre, cuando con la ra*ón no  puede er con claridad lo que d ebería abra*ar como erdadero , acude a la oluntad, gracias a la cual elige libremente para resolerse entre las opiniones opuestas, con lo cual de mala manera me*clan el conocimiento y el acto de la oluntad. 24. 5o es de maraillar que, con estas nueas opiniones, est'n en peligro las dos disciplinas filosóficas que por su misma naturale*a est$n estrechamente relacionadas con la doctrina católica, a saber- la teodicea y la 'tica. osti enen ellos que el oficio de 'stas no es demostrar con certe*a alguna erdad tocante a /ios o a cualquier otro ser trascendente, sino m$s bien el mostrar que cuanto la fe ense+a acerca de /ios personal y de sus preceptos, es enteramente

PIO XII Humanis Parte Final

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26. Por ello es muy deplorable que hoy en día algunos desprecien una filosofía que la Iglesia ha

aceptado y aprobado, y que imprudentemente la apelliden anticuada por su forma

y racionalística (así dicen) por el progreso psicológico. Pregonan que esta nuestra filosofía

defiende erróneamente la posibilidad de una metafísica absolutamente erdadera! mientras ellos

sostienen, por lo contrario, que las erdades, principalmente las trascendentales, sólo pueden

conenientemente e"presarse mediante doctrinas dispares que se completen mutuamente,

aunque en cierto modo sean opuestas entre sí. Por ello conceden que la filosofía enseñada en

nuestras escuelas, con su l#cida e"posición y solución de los problemas, con su e"acta precisión

de conceptos y con sus claras distinciones, puede ser #til como preparación al estudio de la

teología escol$stica, como se adaptó perfectamente a la mentalidad del %edieo! pero & 

afirman& no es un m'todo filosófico que responda ya a la cultura y a las necesidades

modernas. gregan, adem$s, que la filosofía perenne no es sino la filosofía de las esencias

inmutables, mientras que la mente moderna ha de considerar la existencia de los seres singulares

y la ida en su continua eolución. mientras desprecian esta filosofía ensal*an otras, antiguas

o modernas, orientales u occidentales, de tal modo que parecen insinuar que, cualquier filosofía

o doctrina opinable, a+adi'ndole &si fuere menester& algunas correcciones o complementos,

 puede conciliarse con el dogma católico. Pero ning#n católico puede dudar de cu$n falso sea

todo eso, principalmente cuando se trata de sistemas como el Inmanentismo, el Idealismo,

el Materialismo, ya sea histórico, ya dial'ctico, o tambi'n el Existencialismo, tanto si defiende

el ateísmo como si impugna el alor del raciocinio en el campo de la metafísica.

Por fin, achacan a la filosofía ense+ada en nuestras escuelas el defecto de que, en el proceso del

conocimiento, atiende sólo a la inteligencia, menospreciando el oficio de la oluntad y de los

sentimientos. o cual no es erdad. a filosofía cristiana, en efecto, nunca ha negado la utilidad

y la eficacia de las buenas disposiciones que todo espíritu tiene para conocer y abra*ar los

 principios religiosos y morales! m$s a#n- siempre ha ense+ado que la falta de tales disposiciones

 puede ser la causa de que el entendimiento, bao el influo de las pasiones y de la mala oluntad,

de tal manera se obscure*ca que no pueda ya llegar a er con rectitud. el /octor com#n cree

que el entendimiento puede en cierto modo percibir los m$s altos bienes correspondientes al

orden moral, tanto natural como sobrenatural, en cuanto que e"perimenta en lo íntimo una cierta

efectia connaturalidad  con esos mismos bienes, ya sea natural, ya por medio de la gracia

diina 013! y se comprende bien cómo ese conocimiento, por poco claro que sea, puede ayudar

a la ra*ón en sus inestigaciones. Pero una cosa es reconocer la fuer*a de la oluntad y de los

sentimientos para ayudar a la ra*ón a alcan*ar un conocimiento m$s cierto y m$s seguro de las

cosas morales, y otra lo que intentan estos innoadores, esto es, atribuir a la oluntad y a los

sentimientos un cierto poder de intuición y afirmar que el hombre, cuando con la ra*ón no

 puede er con claridad lo que debería abra*ar como erdadero, acude a la oluntad, gracias a la

cual elige libremente para resolerse entre las opiniones opuestas, con lo cual de mala manera

me*clan el conocimiento y el acto de la oluntad.

24. 5o es de maraillar que, con estas nueas opiniones, est'n en peligro las dos disciplinas

filosóficas que por su misma naturale*a est$n estrechamente relacionadas con la doctrina

católica, a saber- la teodicea y la 'tica. ostienen ellos que el oficio de 'stas no es demostrar con

certe*a alguna erdad tocante a /ios o a cualquier otro ser trascendente, sino m$s bien elmostrar que cuanto la fe ense+a acerca de /ios personal y de sus preceptos, es enteramente

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conforme a las necesidades de la ida, y que por lo mismo todos deben abra*arlo para eitar la

desesperación y alcan*ar la salación eterna. firmaciones 'stas, claramente opuestas a las

ense+an*as de nuestros predecesores eón 7III y Pío 7, e inconciliables con los decretos del

concilio 8aticano. In#til sería el deplorar tales desiaciones de la erdad si, a#n en el campo

filosófico, todos mirasen con la debida reerencia al %agisterio de la Iglesia, la cual por diina

institución tiene la misión no sólo de custodiar e interpretar el depósito de la erdad reelada,

sino tambi'n igilar sobre las mismas disciplinas filosóficas para que los dogmas no puedan

recibir da+o alguno de las opiniones no rectas.

III. LAS CIENCIAS

29. :esta ahora decir algo sobre determinadas cuestiones que, aun perteneciendo a las ciencias

llamadas positivas, se entrela*an, sin embargo, m$s o menos con las erdades de la fe cristiana.

 5o pocos ruegan con insistencia que la fe católica tenga muy en cuenta tales ciencias! y ello

ciertamente es digno de alaban*a, siempre que se trate de hechos realmente demostrados! pero

es necesario andar con mucha cautela cuando m$s bien se trate sólo de hipótesis, que, aun

apoyadas en la ciencia humana, ro*an con la doctrina contenida en la agrada ;scritura o en

la tradición. i tales hipótesis se oponen directa o indirectamente a la doctrina reelada por

/ios, entonces sus postulados no pueden admitirse en modo alguno.

2<. Por todas estas ra*ones, el %agisterio de la Iglesia no prohíbe el que &seg#n el estado

actual de las ciencias y la teología& en las inestigaciones y disputas, entre los hombres m$s

competentes de entrambos campos, sea obeto de estudio la doctrina delevolucionismo, en

cuanto busca el origen del cuerpo humano en una materia ia pree"istente &pero la fe católica

manda defender que las almas son creadas inmediatamente por /ios&. %as todo ello ha de

hacerse de manera que las ra*ones de una y otra opinión &es decir la defensora y la contraria al

eolucionismo& sean e"aminadas y u*gadas seria, moderada y templadamente! y con tal que

todos se muestren dispuestos a someterse al uicio de la Iglesia, a quien =risto confirió el

encargo de interpretar aut'nticamente las agradas ;scrituras y defender los dogmas de la

fe 0113. Pero algunos traspasan esta libertad de discusión, obrando como si el origen del cuerpo

humano de una materia ia pree"istente fuese ya absolutamente cierto y demostrado por los

datos e indicios hasta el presente hallados y por los raciocinios en ellos fundados! y ello, como

si nada hubiese en las fuentes de la reelación que e"ia la m$"ima moderación y cautela en esta

materia.

>. %as, cuando ya se trata de la otra hipótesis, es a saber, la del  poligenismo, los hios de la

Iglesia no go*an de la misma libertad, porque los fieles cristianos no pueden abra*ar la teoría de

que despu's de d$n hubo en la tierra erdaderos hombres no procedentes del

mismo protoparente por natural generación, o bien de que Adán significa el conunto de muchos

 primeros padres, pues no se e claro cómo tal sentencia pueda compaginarse con cuanto las

fuentes de la erdad reelada y los documentos del %agisterio de la Iglesia ense+an sobre el

 pecado original, que procede de un pecado en erdad cometido por un solo Adán indiidual y

moralmente, y que, transmitido a todos los hombres por la generación, es inherente a cada uno

de ellos como suyo propio 0123.

>1. como en las ciencias biológicas y antropológicas, tambi'n en las históricas algunos

traspasan auda*mente los límites y las cautelas que la Iglesia ha establecido. /e un modo

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 particular es deplorable el modo e"traordinariamente libre de interpretar los libros del ntiguo

?estamento. os autores de esa tendencia, para defender su causa, sin ra*ón inocan la carta que

la =omisión Pontificia para los ;studios @íblicos enió no hace mucho tiempo al ar*obispo de

París 01>3. a erdad es que tal carta adierte claramente cómo los once primeros capítulos del

A'nesis, aunque propiamente no concuerdan con el m'todo histórico usado por los e"imios

historiadores grecolatinos y modernos, no obstante pertenecen al g'nero histórico en un sentido

erdadero, que los e"egetas han de inestigar y precisar! los mismos capítulos &lo hace notar la

misma carta&, con estilo sencillo y figurado, acomodado a la mente de un pueblo poco culto,

contienen ya las erdades principales y fundamentales en que se apoya nuestra propia salación,

ya tambi'n una descripción popular del origen del g'nero humano y del pueblo escogido.

>2. %as si los antiguo hagiógrafos tomaron algo de las tradiciones populares &lo cual puede

ciertamente concederse&, nunca ha de olidarse que ellos obraron así ayudados por la diina

inspiración , la cual los hacía inmunes de todo error al elegir y u*gar aquellos documentos. Por

lo tanto, las narraciones populares incluidas en la agrada ;scritura, en modo alguno pueden

compararse con las mitologías u otras narraciones semeantes, las cuales m$s bien proceden de

una encendida imaginación que de aquel amor a la erdad y a la sencille* que tanto resplandece

en los libros agrados, aun en los del ntiguo ?estamento, hasta el punto de que nuestros

hagiógrafos deben ser tenidos en este punto como claramente superiores a los escritores

 profanos.

>>. ;n erdad sabemos 5os cómo la mayoría de los doctores católicos, consagrados a trabaar

con sumo fruto en las uniersidades, en los seminarios y en los colegios religiosos, est$n muy

leos de esos errores, que hoy abierta u ocultamente se diulgan o por cierto af$n de noedad o

 por un inmoderado celo de apostolado. Pero sabemos tambi'n que tales nueas opiniones hacen

su presa entre los incautos, y por lo mismo preferimos poner remedio en los comien*os, m$s

 bien que suministrar una medicina, cuando la enfermedad est' ya demasiado ineterada. Por lo

cual, despu's de meditarlo y considerarlo largamente delante del e+or, para no faltar a nuestro

sagrado deber, mandamos a los obispos y a los superiores generales de las órdenes y

congregaciones religiosas, cargando graísimamente sus consecuencias, que con la mayor

diligencia procuren el que ni en las clases, ni en reuniones o conferencias, ni con escritos de

ning#n g'nero se e"pongan tales opiniones, en modo alguno, ni a los cl'rigos ni a los fieles

cristianos.

>B. epan cuantos ense+an en Institutos eclesi$sticos que no pueden en conciencia eercer el

oficio de ense+ar que les ha sido concedido, si no acatan con deoción las normas que hemos

dado y si no las cumplen con toda e"actitud en la formación de sus discípulos. ;sta reerencia y

obediencia que en su asidua labor deben ellos profesar al %agisterio de la Iglesia, es la que

tambi'n han de infundir en las mentes y en los cora*ones de sus discípulos.

;sfu'rcense por todos medios y con entusiasmo para contribuir al progreso de las ciencias que

ense+an! pero eiten tambi'n el traspasar los límites por 5os establecidos para la defensa de la

fe y de la doctrina católica. las nueas cuestiones que la moderna cultura y el progreso del

tiempo han hecho de gran actualidad, dediquen los resultados de sus m$s cuidadosas

inestigaciones, pero con la coneniente prudencia y cautela! finalmente, no crean, cediendo a

un falso irenismo, que pueda lograrse una feli* uelta &a la Iglesia& de los disidentes y los

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que est$n en el error, si la erdad íntegra que rige en la Iglesia no es ense+ada a todos

sinceramente, sin ninguna corrupción y sin disminución alguna.

Cundados en esta esperan*a, que uestra pastoral solicitud aumentar$ todaía, como prenda de

los dones celestiales y en se+al de nuestra paternal beneolencia, a todos osotros, enerables

hermanos, a uestro clero y a uestro pueblo, impartimos con todo amor la bendición

apostólica.

 Dado en Roma, unto a !an "edro, el #$ de agosto de #%&', año duod(cimo de nuestro

 pontificado.

PÍO PP. XII

NOTAS

013 =onc. 8at. /@ 1946, =onst. De )ide cath* cap. 2- De revelatione.

023 =I= c. 1>2B! cf. =onc. 8at. /@ 192, =onst. De )ide cath. cap. B- De )ide et ratione.

0>3  +c 1, 16.

0B3 Pío I7, Inter gravIssimas 29 oct. 194- cta 1, 26.

0D3 =f. =onc. 8at. i- =onst. De )ide cath. cap. 1- De Deo rerum omnium creatore.

063 =f. enc. Mstici -orporis -hristi, >B (1<B2), 1<> ss.

043 =f. =onc. 8at. I- /@ 14<6.

093 =I= can. 1>66, 2.

0<3  >9 (1<B6) >94.

013 =f. !um* theol* IIEII. q.1 a.B y > y q. BD, a.2 c.

0113 =f. lloc. Pont. ad mem.ra Academiae !cientiarum, > no. 1<B1- >> (1<B1) D6.

0123 =f. Rom. D, 12E1<! =onc. ?rid. ses. D, can. 1EB.

01>3. 16 en. 1<B9- . B (1<B9) BDEB9.

 

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