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#24647296#231938859#20190412140359173 Poder Judicial de la Nación TRIBUNAL ORAL EN LO CRIMINAL Y CORRECCIONAL NRO. 4 DE LA CAPITAL FEDERAL CCC 15638/2011/TO1 ///nos Aires, 12 de abril de 2019. Y VISTOS : El Sr. Presidente del Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional n° 4 de la Capital Federal, Dr. Julio C. Báez, con la presencia del Secretario de Cámara, Dr. Ignacio Iriarte, dicta sentencia en la causa n° 15638/2011 (4686) seguida por el delito de homicidio culposo, respecto de Mónica Beatriz CEI (argentina, titular del D.N.I. nro. 14009105, casada, médica toco-ginecológica, nacida el 14 de agosto de 1959 en Cap. Fed., hija de Juan Pedro Cei y de Sara Cecilia González, con domicilio real en Baigorra 4157, dpto. “B”, Cap. Fed., y constituido a los fines del presente proceso juntamente con los Dres. Eduardo El Yar y Vadim Alexis Mischanchuk, en Avda. Corrientes 1515, piso 7mo., “A”, Cap. Fed., cuenta con el Prio. policial A.G.E. nro. 165.363 y con el informe del Registro Nacional de Reincidencia O-3879151 del 11/03/2019 ); una vez finalizado el debate correspondiente que tuvo lugar con la intervención del señor Fiscal General Dr. Marcelo Saint Jean, del querellante, Emiliano Gastón Rodríguez y su letrado apoderado, Dr. Tomás Monte y de los Sres. Defensores Particulares, Dres. Eduardo El Yar y Vadim Alexis Mischanchuk, ejerciendo la defensa de Mónica Beatriz Cei. Y CONSIDERANDO : I. - LA PLATAFORMA FÁCTICA: Que según el requerimiento de elevación a juicio de fs. 617/622, el Sr. Fiscal de Instrucción atribuyó que “el día 14 de febrero del año 2011, a las 12:00 horas, la damnificada Liliana Soledad Correa, con la cobertura de su obra social Galeno Life, ingresó al Sanatorio de la Trinidad Mitre, sito en la calle Bartolomé Mitre 2553 de esta ciudad, en razón de tener una cesárea programada para ese día con su médica obstetra, la Dra. Mónica Beatriz Cei. La paciente se Fecha de firma: 12/04/2019 Firmado por: JULIO CESAR BAEZ, JUEZ DE CAMARA Firmado(ante mi) por: IGNACIO FABIAN IRIARTE, SECRETARIO DE CAMARA

Poder Judicial de la NaciónQue según el requerimiento de elevación a juicio de fs. 617/622, el Sr. Fiscal de Instrucción atribuyó que “el día 14 de febrero del año 2011, a

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Poder Judicial de la NaciónTRIBUNAL ORAL EN LO CRIMINAL Y CORRECCIONAL NRO. 4 DE LA CAPITAL FEDERAL

CCC 15638/2011/TO1

///nos Aires, 12 de abril de 2019.

Y VISTOS:

El Sr. Presidente del Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional

n°4 de la Capital Federal, Dr. Julio C. Báez, con la presencia del Secretario de

Cámara, Dr. Ignacio Iriarte, dicta sentencia en la causa n° 15638/2011 (4686)

seguida por el delito de homicidio culposo, respecto de Mónica Beatriz CEI

(argentina, titular del D.N.I. nro. 14009105, casada, médica toco-ginecológica,

nacida el 14 de agosto de 1959 en Cap. Fed., hija de Juan Pedro Cei y de Sara

Cecilia González, con domicilio real en Baigorra 4157, dpto. “B”, Cap. Fed., y

constituido a los fines del presente proceso juntamente con los Dres. Eduardo El

Yar y Vadim Alexis Mischanchuk, en Avda. Corrientes 1515, piso 7mo., “A”,

Cap. Fed., cuenta con el Prio. policial A.G.E. nro. 165.363 y con el informe del

Registro Nacional de Reincidencia O-3879151 del 11/03/2019); una vez

finalizado el debate correspondiente que tuvo lugar con la intervención del señor

Fiscal General Dr. Marcelo Saint Jean, del querellante, Emiliano Gastón

Rodríguez y su letrado apoderado, Dr. Tomás Monte y de los Sres. Defensores

Particulares, Dres. Eduardo El Yar y Vadim Alexis Mischanchuk, ejerciendo la

defensa de Mónica Beatriz Cei.

Y CONSIDERANDO:

I. - LA PLATAFORMA FÁCTICA:

Que según el requerimiento de elevación a juicio de fs. 617/622, el

Sr. Fiscal de Instrucción atribuyó que “el día 14 de febrero del año 2011, a las

12:00 horas, la damnificada Liliana Soledad Correa, con la cobertura de su obra

social Galeno Life, ingresó al Sanatorio de la Trinidad Mitre, sito en la calle

Bartolomé Mitre 2553 de esta ciudad, en razón de tener una cesárea programada

para ese día con su médica obstetra, la Dra. Mónica Beatriz Cei. La paciente se

Fecha de firma: 12/04/2019Firmado por: JULIO CESAR BAEZ, JUEZ DE CAMARAFirmado(ante mi) por: IGNACIO FABIAN IRIARTE, SECRETARIO DE CAMARA

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encontraba en ese momento compensada y estable, pese a ser una mujer obesa

que sufría de hipertensión arterial gestacional, y había tenido una cesárea

anterior siendo el ‘diagnóstico de ingreso: cesárea programada + cesárea

anterior + HIE, Sem gestación: 38,2 x eco. Peso actual 123 kg. Presentación

cefálica móvil’.

A las 14:00 horas, se le asignó a Correa la habitación nro.

219 y a las 15:00 horas fue llevada al quirófano, habiendo sido catalogada en

cuanto riesgo quirúrgico como ASA3, o sea, paciente con patología preexistente

con posibilidad de descompensación. Media hora más tarde ingresó al quirófano

la pareja de la paciente, Emiliano Gastón Rodríguez, tras tomar conocimiento

que no había sido posible suministrársele la anestesia peridural a su mujer, por

lo cual se le suministró anestesia general. Ello en razón de las características

anatómicas de la paciente (obesidad mórbida), que no posibilitaban la anestesia

raquídea.

Se realizó entonces la cesárea, en la cual intervinieron la

Dra. Mónica Cei como cirujana, el Dr. Benjamín Carlos De La Vega

(sobreseído) como ayudante, y María Verónica Candenas (sobreseída), como

anestesióloga. A las 15:46 horas nació la niña en perfecto estado y Rodríguez se

retiró del quirófano.

En el parte quirúrgico obstétrico, la Dra. Cei no describió

si realizó una incisión vertical en el útero, no especificó el retiro de la placenta,

ni mencionó control de hemostasia prolija en cada uno de los planos. Según

dicho protocolo, la operación cesárea se inició a las 15:00 horas y finalizó a las

16:30 horas, sin registrarse complicaciones y no hay tampoco registro médico

obstétrico del estado de la paciente al salir del quirófano, es decir, no hay

constancia por parte de la cirujana interviniente de la evolución clínica del post

operatorio inmediato.

Liliana Correa arribó a la habitación tiempo más tarde,

siendo que según el relato de Emiliano Rodríguez la nombrada estaba despierto,

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se aquejaba de fuertes dolores en brazo, abdomen, espalda y pecho, y decía

sentir mucho frío. Sin embargo, la enfermera les dijo que todo era normal y que

eran los efectos de la anestesia, para lo cual le suministró un calmante y les hizo

saber que a las 20:30 hs., le podía colocar una faja para aliviar el dolor.

Indicó Emiliano Rodríguez que entre las 18:45 horas y las

20:00 horas, su suegra y él fueron varias veces a la enfermería para pedir ayuda

para su mujer, sin resultado, siendo que recién a las 20:00 horas se presentó en

la habitación otra enfermera, quien al ver el estado en que estaba su pareja salió

de la habitación para dar la alarma. Seguidamente aparecieron varias personas

que suponían que serían médicos, y a las 20:10 horas llegó la Dra. Mónica Cei.

Finalmente, a las 20:30 horas, Correa fue trasladada a

terapia intensiva, en camilla, con respirador y sonda. Unos minutos después, la

nombrada Cei le informó a Rodríguez que Correa presentaba líquido en los

pulmones, convulsiones, baja presión y estaba descompensada, pero estable, y

que había que esperar. A las 23:20 horas, un médico de terapia intensiva

textualmente le refirió al querellante ‘me la traen con respirador artificial y sin

pulso. Hice todo lo humanamente posible, le inyecté las drogas más fuertes que

tenía, pero nunca reaccionó … está en manos de Dios’. Por último, a las 23:30

horas, la Dra. Cei confirmó el deceso de Correa, sin dar explicación alguna.

Al margen de lo expuesto por el querellante, del parte de

enfermería surge que a las 17:40 horas la paciente regresó del quirófano estable,

y que a las 18:00 horas el bebé fue llevado a la habitación, horario en que se le

aplicó la medicación a la paciente.

A las 18:40 horas se encuentra asentado que la paciente

estaba sudorosa y con falta de aire –signos clínicos que hacían sospechar una

posible complicación-, siendo que a las 19:00 horas se avisó a la Dra. Nevoran –

sobreseía en autos-. A las 19:40 hs. se registró que se presentaron en la

habitación el Dr. Correa y la Dra. Cei, y se colocó máscara de oxígeno, pero

dichas constancias no concuerdan con las anotaciones realizadas en la historia

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clínica por la anestesista Candenas a partir de las 20:10 hs, existiendo una

diferencia horaria de 30 minutos entre ambos documentos.

En las pericias médicas practicadas en autos se constató

que durante el postoperatorio inmediato la paciente sufrió una descompensación

hemodinámica, motivo por el cual se colocó máscara con oxígeno, solución

fisiológica, monitor de ECG y Sat. De Ox. Asimismo, al presentar deterioro del

sensorio se efectuó la intubación oro traqueal y asistencia ventilatoria, hasta ser

finalmente Correa derivada a la Unidad de Terapia Intensiva, donde ingresó con

diagnóstico de shock hipovolémico y falleció tres horas más tarde.

Debido a la falta de control y seguimiento médico, no

resulta posible determinar en qué momento exacto se produjo el grave

desequilibrio hemodinámico en la paciente, el cual fue advertido por el personal

de enfermería a las 18:40 horas. Ante la ausencia de controles médicos, no puede

establecerse si existieron indicadores que pudieran hacer presumir tales

complicaciones. No hay constancias en la historia clínica sobre el origen certero

y puntual del cuadro hipovolémico, aunque por el cuadro clínico desarrollado

(shock hipovolémico con ecografía que mostraba imagen líquida en abdomen)

era verosímil pensar en un sangrado intra-abdominal.

Por otra parte, al no haber sido practicada la autopsia

toda vez que no se denunció el hecho, no es posible determinar con certeza

absoluta la causa de la muerte de la víctima, no obstante lo cual, en base a las

constancias médicas existentes, en la pericia médica se concluyó que la muerte

de Liliana Soledad Correa, se produjo por shock hipovolémico por hemorragia

interna con alteración posterior de la coagulación. O sea, la nombrada falleció

por una hemorragia interna aguda inmediata a la cirugía programada de

cesárea, de tal magnitud que agotó los sistemas compensatorios de su organismo

e inundó la cavidad abdominal pelviana a través de uno o más vasos sangrantes

que no recibieron la debida hemostasia. Ello provocó un pérdida continua de su

volemia y una coagulopatía por consumo (impedimento en la formación de

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coágulos) que se advirtieron como un shock hipovolémico irreversible y derivó

por último en un paro cardiorespiratorio que generó su muerte.

En esas circunstancias, al no haber hemorragia externa,

con un hematrocito del 12%, y confirmada la existencia de abundante líquido en

la cavidad abdominal, el único tratamiento de emergencia era el quirúrgico, a

través de la cirugía laparotomía exploratoria y quirúrgica, para buscar y

reparar el vaso sangrante, sea por sutura, o por técnica de embolización arterial

local, o por histerectomía de urgencia (en caso de constatarse que se trataba de

un vaso uterino). Pese a ello, y al encontrarse indicado en la historia clínica la

necesidad de realización de laparatomia pro la propia Dra. Cei, la misma no se

llegó a concretar y la paciente fue tratada sintomáticamente hasta su

fallecimiento, que se produjo finalmente por un paro cardiorespiratorio que no

respondió a las técnicas, maniobras y drogas aplicadas en el intento de

reanimación.

En base a lo expuesto, le imputo a Mónica Beatriz Cei, no

haber efectuado el debido control y seguimiento médico postquirúrgico de

Liliana Correa, que incluyera como acción médica, cada media hora, la toma a

la paciente del tipo de pulso, frecuencia cardíaca, frecuencia respiratoria,

tensión arterial, color de piel (para evaluar palidez), constatar si orina o no, y

estudios de laboratorio, especialmente teniendo en cuenta que se trataba de una

cesárea programada en una paciente alto riesgo (por obesidad mórbida,

hipertensión arterial gestacional y haber tenido una cesárea previa), que había

sido catalogada como ASA3 y requería en consecuencia mayor diligencia para

detectar a tiempo signos de alarma o inconvenientes de un puerperio inmediato.

En efecto, la falta de constancias médicas en la historia

clínica desde la finalización de la intervención quirúrgica hasta las 20:10 horas,

no permiten conocer el cuadro evolutivo clínico de la damnificada. Al no haber

anotaciones médicas durante ese extenso lapso de tiempo, hubo más de tres

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horas sin seguimiento y control médico y, en consecuencia, sin diagnóstico de

hemorragia interna.

Incluso no hay constancias de controles médicos durante la

primer hora post-quirúrgica en que la paciente habría permanecido en el

quirófano, hasta ser llevada a la habitación. Esta pérdida de horas privó a la

víctima de un tratamiento precoz para el mantenimiento de su vida.

Existió así, por parte de la imputada Mónica Beatriz Cei,

omisión de un obligado seguimiento médico postquirúrgico –serio, sistemático,

estricto y constante- en las primeras tres/cuatro horas posteriores a la cesárea

programada, máxime tratándose de una paciente de alto riesgo. Las

complicaciones que presentó la paciente guardan directa relación con el acto

quirúrgico y su insuficiente seguimiento post-quirúrgico.

Mónica Beatriz Cei, no actuó conforme a las reglas del

arte de curar y violó las deberes de cuidado a su cargo. La imputada, en su

condición de médica toco-ginecológica de la damnificada, luego de practicarle

una cesárea, no adoptó las diligencias necesarias que la ‘lex artis’ exigía, al no

efectuar el debido control y seguimiento médico que ameritaba el delicado

cuadro de su paciente.

A raíz de ello, se advirtió en forma tardía el grave

desiquilibrio sufrido por Correa, quien rápidamente evolucionó en forma

desfavorable hasta devenir en shock hipovolémico que la paciente presentó en el

post operatorio inmediato, el cual derivó por último en un paro cardíaco

respiratorio que generó la muerte de Correa, quien falleció por una hemorragia

interna aguda inmediata a la cirugía de cesárea programada.

Calificó el accionar como constitutivo del delito de homicidio

culposo que endilgó a la imputada en carácter de autora. (artículos 45 y 84, C.P).

El querellante Tomás Monte, en representación de Emiliano

Rodríguez, viudo de la fallecida Correa, formuló su requerimiento de elevación a

juicio a fs. 607/614, en similares términos que los de la Fiscalía.

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II.- LA PRUEBA:

Se ha contado durante el desarrollo del debate con el siguiente

manantial probatorio:

1) la partida de defunción de fs. 35;

2) los informes realizados por las Juntas Médicas obrantes a fs. 69/80,

281/309, 353/359;

3) los informes de los peritos de parte de fs. 86, 87/148, 312/318,

333/347, 360, 368/369 y 371/377;

4) la historia clínica de la damnificada reservada en Secretaría (ver fs.

448);

5) la nota de enfermería de fs. 393;

6) el informe del Sanatorio de la Trinidad (fs. 394);

7) las fotocopias de fs. 463/466 y 520/529

8) el manual de normas y procedimientos médicos del Servicio de

Obstetricia y Ginecología del Sanatorio de la Trinidad Mitre.

III.- LA PRUEBA SUSTANCIADA EN EL DEBATE:

Durante el debate, declararon los siguientes testigos.

Emiliano Gastón RODRÍGUEZ.

Comenzó contestando preguntas efectuadas por el Sr. Fiscal

General.

Dijo que cuando su esposa había quedado embarazada, buscaron

por la cartilla de su obra social a algún obstetra y eligieron a la Dra. Cei para que

se encargase del tratamiento de su esposa e hija; que, en el primer embarazo, su

esposa ya había tenido problemas de presión y en el segundo se repitió el mismo

problema; que, por tal motivo, la Dra. Cei había programado una cesárea; que él

no podía acompañar siempre a su mujer porque trabaja, pero que siempre quien la

había acompañado había sido la madre de ella; que ellas dos habían sido las que

más relación habían tenido con la obstetra; que, el día de la cesárea programada

(el 14 de febrero de 2011), se habían juntado con la Dra. Cei; que él se había

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encargado de realizar los trámites de admisión y optó por presenciar el parto; que

él estaba “tranquilo porque ella estaba bien”; que la llevaron para la sala de parto

y a la media hora lo llamaron: que todo habría ocurrido entre las 14 y las 15 hs.;

que, en un momento dado, una anestesista le dijo “que no agarraba la anestesia y

que le iban a aplicar anestesia general”; que “ahí adentro ella estaba con los pies y

los brazos atados, con zonda y cables”; que, finalmente, la beba nació, le dieron

las inyecciones y se retiró; que, alrededor de las 16.30 hs. llevaron a su esposa a la

sala porque no se le iba el efecto de la anestesia; que cuando la vio entrar no la

había visto bien; que ella le decía que le dolían mucho las manos, no podía mover

las piernas y transpiraba mucho; que la enfermera le decía a él y su suegra que

eran los síntomas de la anestesia, que “ahora viene el médico y la va a ver” y que

estaba sofocada porque había mucha gente en la habitación; que no le decían por

qué no iba el médico; que entre las 18.30 y las 19 hs. había ido a alquilar el

servicio de T.V. y al volver había notado muy mal a su esposa; que estaba muy

hinchada, transpiraba mucho y se quejaba de que le dolía mucho las manos; que,

en ese momento se había acercado la enfermera y “así como se acercó salió

corriendo a buscar un médico”; que esto habría sido a las 20 hs.; que llegaron un

montón de médicos y él se había quedado en la puerta viendo qué pasaba; que

habían traído a un equipo de reanimación y “alguien se le había subido arriba para

hacerle como reanimaciones”; que le cerraron la puerta y alguien se le había

acercado a decirle que la tenían que llevar a terapia intensiva porque estaba muy

mal; que se la llevaron a terapia y a la media hora sale un médico para decirles

que ella no estaba bien, sin pulso; que para esto ya eran las 21 hs.; que estuvieron

un tiempo golpeando la puerta y no salía nadie hasta que salió un médico que les

dijo que ya se la habían llevado sin pulso y muy débil; que la habían “sacado de

un paro y habían hecho todo lo humanamente posible para salvarla”; que

siguieron esperando hasta que se les acercó la Dra. Cei diciendo que había hecho

todo lo posible; que recordaba que en la habitación solo había habido dos

enfermeras y no estuvieron juntas; que nunca había estado un médico; que a las

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22.30 hs. había ido a ver el cuerpo y a las 23 hs le habían dicho que se lo tenía

que llevar.

Continuó contestando preguntas de la querella. Manifestó que, en

los tratamientos previos, la Dra. Cei le había dicho que si quería participar con su

grupo de médicos debía pagar 400 pesos extras y que a él no le parecía bien

porque ya pagaba la obra social y además no tenía el dinero; que, pese a haber

rechazado la oferta, la Dra. se lo volvió a manifestar y le volvieron a decir que no;

que, en un primer momento, la cesárea estaba programada para el 12 de febrero y

luego, sin saber por qué había sido programada para el 16 de febrero, pero que su

esposa no quería “tener la beba” porque en esa fecha había fallecido su padre y

además no querían esperar cuatro días más y, entonces, se fijó para el 14 de

febrero; que él se había tenido que encargar de realizar todos los trámites del

velatorio y que la obra social “Galeno” no se había hecho cargo de nada; que a las

3 hs. ya le habían entregado el cuerpo y a las 5 hs. ya estaba en la casa velatoria;

que “la mujer de la casa velatoria le había dicho: no sé qué le pasó, pero el cuerpo

estaba largando mucho líquido por los oídos, nariz y boca en mucha cantidad”;

que “la señora iba cada una hora y la limpiaba”; que nadie le había sugerido hacer

una autopsia y que, pasado un tiempo, había entendido que “se querían sacar el

cuerpo de encima”; que mientras habían querido reanimar a su esposa, ningún

médico le había dado un diagnóstico de lo que pasaba; que lo único que le decían

era que había entrado en estado de shock y que nadie le decía cuál era su causa.

Finalizó respondiéndole al Dr. Saint Jean que su esposa era

obesa, pero que nadie le había dicho que eso era un riesgo; que sólo le habían

recetado unas pastillas por la presión.

Susana NEVORÁN.

El Sr. Fiscal General le realizó varias consultas a las que respondió

que, el día del hecho, cumplía funciones de médica de guardia en el piso de

maternidad; que, por lo general, son tres los médicos de guardia y ella estaba en

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maternidad; que sus funciones eran “hacer recorrida de los pacientes que no

tienen médico a cargo e ir estableciendo los diagnósticos ya sea de embarazadas o

parturientas”; que sólo acude a ver a un paciente que tiene un médico tratante

cuando haya algo que le pidan de enfermería; que “de todo” se encarga el médico

tratante y, por lo general, en un pos operatorio vuelve el día siguiente a la

operación y de todo lo demás se encarga enfermería; que ese día había tomado la

guardia como todos los días a las 8 hs. y que sabía que la paciente Correa iba a ser

operada por Cei porque se lo dijo ella y el Dr. De la Vega que era el otro médico

de guardia; que cuando Cei se lo había dicho no le había hecho ninguna

advertencia ni le nombró nada en particular, que no sabía nada de la paciente;

que, por la tarde había habido varias cesáreas y en un determinado momento

cuando estaba realizando una de ellas, le sonó el radio por el que le solicitaron su

presencia en la sala de la paciente Correa; que esto habría sido a las 19 hs. y que,

como la paciente no tenía médico tratante, no debía avisarse a la Dra. Cei, sino

que le tenían que avisar a ella; que fue a la habitación y cuando había visto el

panorama le avisó a la Dra Cei porque sabía que estaba en el sanatorio; que a la

paciente la había notado descompensada y por eso le había pedido suero a la

enfermera y llamó a la anestesióloga que había estado en la cesárea y además

pidió que le pusieran oxígeno; que en ese momento se había hecho presente la

Dra. Cei; que no recordaba cuánto tiempo había tardado, pero que había sido casi

de inmediato porque estaba en el ala externa de la clínica, en consultorios

externos; que en ese momento habían decidido llamar a los médicos terapistas y

decidieron pasar a la paciente a terapia acompañada por Cei y uno de los

terapistas porque necesitaba monitoreo constante; que no recordaba cuánto tiempo

pasó, pero que en ese momento había dejado de tener contacto con la paciente;

que la había notado hipertensa y además así se había comprobado cuando le había

tomó la presión; que había suficiente personal de enfermería en el piso; que, por

lo general, había dos enfermeras por piso, una por cada ala, toda vez que las salas

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se encuentran divididas entre las que se encuentran cerca del quirófano y otras

que están un poco más lejos.

Ante consultas efectuadas por la querella, dijo que desconocía quién

estaba a cargo de las cesáreas, pero que el Dr. De La Vega era el de la guardia;

que respecto de un paciente ASA3 el que evalúa ese diagnóstico es el

anestesiólogo y es quien decide cuándo se saca de quirófano y decide si va a sala

común o terapia; que no hay un protocolo para ello; que es habitual que, a veces,

no están en condiciones las salas y entonces quedan los pacientes en, quirófano;

que ASA3 es la evaluación que se le hace a un paciente en un prequirúrgico; que

solo le habían dicho que era obesa; que había otros dos médicos de guardia, pero

no sabía si le habían avisado por radio; que respecto del tratamiento que recibió

Correa, consideraba que todo se había hecho en los cánones normales; que las

causas de la descompensación podrían haber sido múltiples; que cuando no hay

una hemorragia ostensible primero hay que hacer el sostén del paciente, llevarla a

terapia y compensarla y que el tratamiento varía en función de la causa de la

descompensación; que aunque se presumiera que la paciente tuviera una

hemorragia interna, primero hay que compensarla y después ver cómo se procede.

Vuelve a contestar preguntas de la Fiscalía y dijo que el

anestesiólogo sabe de la condición de ASA3 y que ello se deja asentado en la

historia clínica, pero no hay un protocolo de cómo se debe seguir en esos casos y

depende del criterio de cada médico; que, en ese sentido, consideraba que no

suele ser habitual que la persona esté en sala, sino que debió estar en terapia, pero

que esto lo decide el anestesiólogo y, a veces, se consensa con otros médicos.

Culminó contestando a la querella que pasar de una

anestesia local a una general no aumenta los riesgos pos operatorios.

Agustín Matías PALAZZO .

Comenzó contestando preguntas efectuadas por el Dr. Saint Jean.

Dijo que, el día del hecho, era coordinador de terapia intensiva y cumplía

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funciones de guardia; que no recordaba mucho del hecho; que, en terapia

intensiva, estaban presente los dos médicos, pero que a un paciente de estas

características debía dársele la mejor atención por su estado de shock; que la

paciente había entrado a terapia a las 20.25 hs y se hicieron tres horas de

reanimación hasta las 23.30 horas; que el estado hemodinámico lo deciden los

médicos tratantes; que todas las medidas que se realizaron son las que se hacen

ante un shock refractario; que cuando decidieron hacer la intervención y estaban

preparando el quirófano la paciente murió; que la paciente venía con el equipo

que debía operar y creía que era Cei la que había entrado junto a la paciente y que

lo único que sabían era que había tenido una cesárea programada y nada más; que

respeto de un paciente ASA3 desconoce qué debe hacerse; que suelen entrar

pacientes con cesáreas, pero no programadas, sino porque se complicó el parto,

además de que en terapia no se suelen hacer las cesáreas.

Ante consultas de la querella y aclaró que un pulso

filiforme, significa que es casi un pulso inexistente; que no recordaba si él o el Dr.

Camerlingo habían hablado con el marido de Correa; que a la paciente se le

habrían suministrado unos 10 ls. de droga para poder reanimarla; que cuando hay

estado de shock los vasos se transforman en permeables y dejan de ser “tubos por

los que circula líquido”; que, entonces, “todo lo que entra sale” y, por tal motivo,

se le suministró tanta droga; que esto se puede establecer mediante la medición de

la presión arterial; que se usaron cuatro medidas de drogas para poder compensar

a la paciente, cuando ya, en la segunda dosis, se trata de un caso excepcional; que

entrar en estado de shock refractario puede deberse a varios orígenes; que el

shock suele ser un espiral descendente que, por lo general, no permite resolver la

causa que lo dio; que la solución de urgencia es intentar revertir ese shock; que,

incluso, si se corrige el shock tampoco se puede solucionar el tema.

Continuó su testimonio contestando preguntas efectuadas

por la defensa. Manifestó que la coagulopatía es un coágulo que evita una

hemorragia y que es un estadio final en la cual se han consumido todos los

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factores; que el cuerpo genera varios coágulos que genera daños; que refractario

significa que no responde a dos medidas de tratamiento y acá, además, la paciente

nunca se recuperó; que, en esa condición; es inviable el traslado de un paciente;

que en cirugía se intenta dar la mejor hemodinamia para poder dar tratamiento;

que a veces se lo logra y otras no; que, en este caso, la paciente había sido

refractaria con dos drogas, se le suministraron dos más y, a pesar de eso, no varió

el cuadro.

Sebastián CAMERLINGO.

Ante preguntas realizadas por el Dr. Saint Jean, respondió que

recordaba que había ingresado una paciente en estado crítico a terapia y que creía

que el cuadro era grave con respiración mecánica y en estado de shock; que

tampoco recordaba cuánto tiempo había estado en terapia intensiva, pero que sí

recordaba que se le había aplicado el protocolo de reanimación por unas tres

horas; que no recordaba qué médico le había dado la noticia del fallecimiento al

marido; que él no había sido y que, por lo general, lo hace el coordinador de

terapia intensiva; que, a veces, hay cesáreas de urgencias que terminan en terapia

intensiva, pero, por lo general, las que son programadas no terminan en terapia.

Ante pedido de aclaraciones de la querella respecto de lo

plasmado en la historia clínica de Correa, dijo que la paciente estaba muy grave o

crítica; que líquido en cavidad significa que había sangre en abdomen y que no

debía estar ahí, es decir, un sangrado activo que habría sido lo que había generado

el estado de shock; que sería una hemorragia interna; que él, como residente, sólo

se había limitado a reanimar al paciente, que él no tomaba ninguna decisión.

Diego Enrique NOVAL.

Sólo contestó preguntas de la defensa. Dijo que lo que conocía del

caso era porque se lo habían contado porque llegó a la clínica después del deceso

de la paciente y que visó la historia clínica por cuestiones administrativas; que la

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paciente entró a terapia intensiva en estado de shock, el que nunca había podido

ser revertido; que la condición era hipercrítica e irreversible.

Viviana Manuela OVANDO

Comenzó su testimonio contestando preguntas que le efectuara el

Dr. Saint Jean. Refirió que era enfermera del Sanatorio Trinidad-Mitre y que

había atendido a la paciente Correa, quien había tenido una cesárea programada;

que había encargado del control de “los vitales” y que, además, la había preparado

para poder llevarla al quirófano; que esa tarea había consistido en colocarle una

vía y hacerle “los baños prequirúgicos”; que no le habían indicado nada en

especial; que a la paciente la había atendido junto a otra compañera que la

ayudaba, pero que no era del sector que ella tenía a cargo y que a la paciente la

había recibido junto a su compañera; que estaba despierta cuando salió de la

operación [cesárea], la pasaron de camilla a cama y le había controlado “los

vitales y la parte quirúrgica”; que le había colocado un pañal por debajo y había

controlado las pérdidas; que la había cubierto porque tenía frio y luego se había

retirado para preparar los analgésicos que tenía recetados; que a la paciente se la

deja en cama y es el camillero quien le da la historia clínica; que no le habían

dicho que tuviera que prestar atención a alguna cosa; que la paciente le había

manifestado que tenía dolores en la parte abdominal, por lo que le había

comunicado por teléfono al médico de guardia que la paciente tenía dolores

abdominales que no cesaban en la parte de la herida; que, ante el llamado, se

habían constituido en la sala la Dra. Nevorán y luego el Dr. De La Vega; que la

paciente le habría manifestado que empezó a tener ese dolor unos 25 minutos

después de haber salido del quirófano; que cuando fueron los médicos, la

medicaron, le pusieron máscara de oxígeno y del resto se ocuparon los médicos;

que no había hablado con Cei ni antes ni después de la cesárea y que no recordaba

si había pasado a la habitación cuando habían llegado los médicos.

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Ante consultas de la querella, dijo que generalmente hay

una sola enfermera en cada sector y que las habitaciones suelen estar llenas; que

atiende a unos nueve pacientes; que nadie le había referido algo en especial sobre

esta paciente; que ellos [los enfermeros] no pesan a los pacientes.

El Fiscal General volvió a interrogarla y respondió que

había ido una persona a la habitación, pero que no había hablado con ella; que

había sido ella la encargada de explicar a los familiares cómo era el

procedimiento pos operatorio; que no se había hecho presente ningún médico en

la habitación hasta que llegó la jefe de servicio.

María Inés CASTILLO.

Contestó solamente preguntas efectuadas por la querella. Refirió

que había sido ella la que siempre acompañó a su hija a los tratamientos previos

con la Dra. Cei y que le había molestado que tuviera que pagarle de más porque

ya tenían obra social; que cuando su hija le había respondido que no iba a pagarle,

la Dra. Cei había tenido un cambio y la había empezado a tratar distinto, no como

la trataba al principio y le había cambiado dos o tres veces la fecha de la cesárea;

que no le había gustado la atención de los médicos y de la enfermera en la clínica;

que ella no había presenciado el parto y cuando llevaron a su hija a la sala “todo

era agua que salía por todos lados y no podía levantar los brazos”; que, ante tal

panorama, habían pedido ayuda y no le “daban bolilla, hasta que empezó a

gritar”; que le habían dicho que transpiraba porque hacía calor, pero que “era

claro que algo estaba mal porque tuve 5 hijos” (sic); que, al final, una enfermera

se había hecho cargo, pero ya habían pasado unas cuantas horas y su hija había

empezado a ponerse fría, con el cuerpo tibio; que la habían llevado sin pulso a

terapia intensiva; que “la sacaron muerta de ahí”; que después había salido un

médico diciendo que había problemas y que tenía mucho líquido en los pulmones;

que, como a las 23, salió la Dra. Cei para decirles con lágrimas en los ojos que

había hecho todo lo que podía y que ella le dijo: “hasta que no me la mataste no

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paraste”; que la Dra. Cei se fue corriendo y después no la había visto nunca más;

que apenas vio llegar a su hija a la habitación había notado que estaba mal; que,

cuando se llevaron a su hija al quirófano ya había dejado de hablar y transpiraba

mucho; que habría hablado dos veces con la enfermera, quien “no le daba bolilla

y le contestaba mal”; que le decían que eran síntomas por “haber tenido familia”;

que “ahí hubo algo más”.

IV.- EL DESCARGO DE LA IMPUTADA.

En oportunidad de rendir explicaciones durante la sustanciación de

la altercación oral, cuyo detalle obra de manera minuciosa en el acta autorizada

por el Actuario a la que me remito, en lo pertinente, la inculpada hizo uso de su

derecho constitucional de no declarar y se remitió a su declaración indagatoria

brindada en instrucción a fs. 421/427.

V.- VALORACIÓN DE LA PRUEBA.

En la oportunidad procesal prevista por el art. 393 de la ley de rito

el Sr. Fiscal Gral. y la querella, al unísono y por las consideraciones que

palmariamente da cuenta el acta autorizada por el actuario, dieron por probada

tanto la materialidad del hecho como la pertinente responsabilidad que, en el

mismo, le cupo a la inculpada.

A su hora, los Sres. Defensores particulares -también por las

argumentaciones consignadas en dicho instrumento público- reclamaron la

absolución de su ahijada procesal.

Trabada como se encuentra la tensión instalada por los adversarios

procesales, infiero que he de acompañar a la defensa en la solución

desincriminatoria que prohija, solo por el estricto apego a los alcances del artículo

3 del Código Procesal Penal de la Nación.

Para ello, si bien no deja de llamarme poderosamente la atención que no

se ha practicado la correspondiente autopsia - pese a que la manda legal prevista

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en el art. 264 del C.P.P.N. conmina a su realización - lo cierto es que este extremo

no puede ser puesto en cabeza de la perseguida.

Tampoco puede ser subrogada su realización por el suscripto ya

que, a la luz del modelo acusatorio en el cual afilia nuestra legislación,

significaría entrometerse –hacia un lado o hacia otro- respecto de una actividad

que le es ajena, como la probatoria, sin perjuicio de resaltar que, al menos de

momento, se desconocen las causales que llevaron al óbito a Liliana Correa.

Por otra parte, no puedo dejar de resaltar las inconsistencias

que revelan las distintas consignaciones plasmadas en forma escrita en la historia

clínica, en la cual se alude a una participación plural de diferentes profesionales,

en horarios diversos, no pudiéndose establecer de ese intercambio si el resultado

letal acaeció por una atención médica desidiosa de la enfermera Ovando (ver fs.

358/3599, de la Dra. Nevorán (fs. 467474) por la labor de De La Vega, Palazzo y

Camerlingo o de la propia Cei.

Más allá de la comunicación de Ovando a Nevoran, y de

ésta a la acusada, lo cierto es que no puedo determinar, particularmente en esta

última, que se hubiese enmarcado en una actitud desaprensiva o de falta de interés

tal respecto de su paciente con connotaciones de tipo criminal, con posterioridad a

que se llevara a cabo la cesárea programada, en relación a una paciente cuyas

características físicas se pusieran de relieve en la audiencia de debate.

La junta médica en su informe plasmado a fs. 358/359,

luego de evaluar las constancias de la inconsistente historia clínica ya

mencionada, si bien destacaron la demora por parte de los profesionales

intervinientes o la falta de debido control médico, no han podido ser apodícticos

en cuanto a que ese tratamiento impropio del arte de curar fuera resorte exclusivo

de Cei y que fuera esta quien - a partir de una posible desatención crucial -

pusiera en marcha un proceso causal ciego, que desembocara en el luctuoso

suceso por el cual se trabara la altercación oral.

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Si bien no se desconoce la problemática particular que

rodea a la perspectiva analizada en el marco del principio de confianza y la

división de tareas propias de la actividad médica, lo cierto es que no se puede

determinar cuál de los profesionales tratantes habría infringido dicho principio,

generando una suerte de castillo de naipes sobre el cual se verifica una accionar

inapropiado en las reglas del arte de curar.

Por fuera de ello, si bien el principio de confianza obliga a

que el profesional delegante controle la actividad del otro, lo cierto es que

observo en el suceso ventilado un proceso de interacción que no me permite

establecer que Cei haya delegado tareas que debía controlar o que, por el

contrario, se verificara una suerte de desidia autónoma al permanecer en lugar no

contiguo para el debido contralor y que permitiría colocar en cabeza de otro

médico una actividad delictiva.

De la normativa consagrada en el Manual de Normas y

Procedimientos médicos de Servicio de Obstetricia y Ginecología surgen

actividades definidas. En ese marco, fue que Cei, al culminar la cesárea, delegó en

Verónica Cárdenas toda la actividad vinculada con la parte anestesiológica

retirándose del lugar y procediendo, como acreditara la defensa, a realizar otras

actividades en el mismo nosocomio, atendiendo a otros pacientes en la dinámica

particular que ofrece un sistema de salud, sin dudas hoy en crisis.

Esta permanencia de Cei en el nosocomio y su interacción

con otros individuos aquejados en su salud me permiten inferir – aunque no de

manera extendida - una actividad múltiple que le impedía virtualmente

desdoblarse y asistir de manera diferenciada a Correa con mayor extensión, aun

cuando no observo en ella un celo elevado en la atención referenciada .

Las propias prescripciones del Manual indicado ponen en

cabeza de los médicos de guardia de internación, la vigilia de los pacientes que no

tienen médico particular designado y es allí donde habría un tramo que podría

alcanzar, también, a la Dra. Nevoran.

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Retomando el hilo conductor entre la comunicación de

Ovando a Nevoran y de Nevoran a Cei, entiendo que existe, cuando menos, un

cierto grado de vacilación en torno a la diligencia que Cei debía extremar en su

actividad propia siempre en función de la semántica recortada de las normas

criminales.

Es cierto, como lo afirman los familiares de la occisa, que

luego de la falta de integración de un “suplemento dinerario” para complementar

la labor, se verificó un quiebre en la relación donde aparecería una actitud que, si

bien puede ser moralmente reprochable a la Dra. Cei, lo cierto es que ésta no

autoriza a enmarcar toda la actividad posterior en un desempeño negligente y que

éste se encuentra unido, como el valle a la montaña, al deceso de Cei, en los

términos del artículo 84 del Código Penal.

Es cierto también, que Cei y los demás profesionales

deberían haber extremado o haber actuado con mayor celo y prudencia, aún

dentro del cuadro seráfico en que se lleva a cabo la actividad médica pero, esa

falta de esmero, no permite hablar de un supuesto de mala praxis profesional en

función del contorno limitado que dimana de una exégisis semántica, restrictiva,

excepcional y refractaria con la que sumerge la cuestión las previsiones del art. 84

del C.P.

Insisto pues, en que todo el derrotero dialéctico el cual, en

su confrontación con el material probatorio cargoso, me sumerge en territorios

ambiguos, con siluetas indefinidas y que me impiden –en función del marco

propio del titubeo– suscribir una conclusión lindante con la autoría responsable de

la acusada.

Las partes acusadoras no han desentrañado con nitidez qué

profesionales, al hallarse en posición de garante, habría tenido una incidencia

directa – con los alcances del artículo 84 del C.P. - en el deceso comentado,

merced a una actividad desidiosa tomando en cuenta, insisto, la semántica

restrictiva que acuña la norma penal.

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No es ocioso recordar –en torno a la modalidad limitativa con que

debe ser despuntada la manda criminal- que el principio de interpretación

restrictiva se expresa en un segundo momento puramente analítico: dentro del

alcance de las palabras legales puede haber un sentido más amplio para la

criminalización o uno más limitado o restrictivo. Las dudas interpretativas deben

ser resueltas en la forma más limitativa de la criminalización paradigma que

comulga con la excepcionalidad que se desprende de la criminalización primaria (

Zaffaroni, Eugenio Raúl; Alagia, Alejandro y Slokar, Alejandro “ Derecho

Penal. Parte General Pág. 119 Ediar Bs. As. 2002; Manual de Derecho Penal.

Parte General Pág. 107/108 Ediar. Bs. As. 2005).

Ese enfoque reductor ha sido recogido, de manera lozana, por

nuestra Cámara Federal de Casación Penal la cual es tributaria en señalar que es

el canon de máxima taxatividad restrictiva el que obstaculiza cualquier

inteligencia extensiva en la interpretación de las normas penales (C.F.C.P. , sala

II, causa 8.699 “ Medina, Alberto Darío “ rta. 27/12/2012, voto del juez Slokar).

Puesto el énfasis en los ribetes propios de la adecuación

interpretativa de la norma penal no me canso de recalcar que, tampoco, se ha

acreditado que un determinado y definido profesional haya sido el que habría

aplicado un tratamiento impropio u omitido efectuarlo, sin sopesar una conducta

alternativa que hubiese evitado el desenlace fatal.

Han sido diversos galenos que han testimoniado en la audiencia de

debate; los mismos se han explayado, de manera azas, respecto de los pormenores

de las enfermedades que han alcanzado a la fallecida; no obstante ello, de la

evaluación que efectúo a la luz de la sana crítica, no trepido en afirmar que el

punto de equilibrio de todas ellas no logra superar el umbral de lo conjetural.

Todos los galenos han explicado diversos y posibles

procedimientos alternativos; pero, ninguno de ellos, coligió – con amplitud para

erigirse sobre los restantes– respecto de cuál era el tratamiento que hubiese

evitado el desenlace y que profesional debió haber sido el que debía suministrarlo.

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En este aspecto quiero ser claro y preciso: no he esperado que los

deponentes en el debate subroguen al magistrado en un posible juicio sobre la

autoría responsable; tampoco esperaba, ni espero, de un testigo – aun cuando sea

un profesional del arte de curar en un delito que es propio de la disciplina

médica– que delineara la calidad de autor que pudiere alcanzar a un imputado

definido, cuya consagración es resorte exclusivo de la judicatura.

No se me oculta, ciertamente que, por lo general, en la actividad

curativa, incluso con el empleo correcto de la lex artis, puede desembocar en un

resultado infausto ya que la medicina no tiene manera de superar todos los

problemas de salud ( Terragni, Marco Antonio “ El delito culposo en la praxis

médica “ pag. 94 Rubinzal Culzoni Bs. As. 2003).

En los delitos imprudentes que se atribuyen a los médicos es

necesario que el resultado se haya producido como consecuencia de la infracción

del deber de cuidado del profesional y que el efecto sea uno de los que provocaba

evitar la norma respectiva (Terragni, Marco Antonio “El delito culposo en la

praxis médica “ pag. 69 Rubinzal Culzoni Bs. As. 2003).

La formulación de la imputación al médico se dará cuando esta

haya incrementado el riesgo mas allá de lo permitido y cuando el resultado es la

consecuencia de ese aumento de peligro (Terragni, Marco Antonio “El delito

culposo en la praxis médica” pag. 69 Rubinzal Culzoni Bs. As. 2003).

Necesario es recordar que la teoría del incremento del riesgo

constituye un elemento imprescindible para la definición del comportamiento no

permitido pero inidóneo para aportar algo sobre la relación de finalidad de la

norma entre acción y resultado. Las dudas acerca del aspecto fáctico constituyen

un problema procesal y deben resolverse con arreglo al principio “in dubio pro

reo “(Jakobs, Gunther “Derecho Penal. Parte General”, pag. 287 Marcial Pons

Madrid 1997).

Es cierto que en sucesos como el presente – donde innegablemente

aparecen actuaciones plurales – los baremos de la imputación podrían exceder la

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mera causalidad física (Terragni, Marco Antonio “ El delito culposo en la praxis

médica “ pag. 69 Rubinzal Culzoni Bs. As. 2003) pero, esa peculiaridad de la

actividad, no exime de determinar qué profesional o profesionales han generado

un riesgo jurídicamente desaprobado que se materializó en el resultado típico.

La prudencia, entonces, impone que desande los senderos que he

transitado; aun cuando ha existido una suerte de mancomunación de

intervenciones médicas, los acusadores – pese al denodado esfuerzo puesto de

manifiesto y la seriedad con que han cumplido la función propia de sus

ministerios – no han logrado determinar en que segmento y bajo la actuación de

qué profesional o profesionales se estandarizó el incremento o la elevación del

riesgo en el marco funcional y donde se instaló transitivamente el deceso

atribuible a esa elevación.

No me parece atinado, ni mucho menos compatible con la

edificación de un sistema republicano, que se diseque un cuadro de imputación

basado en la probabilidad.

Aun para sucesos como los analizados –donde la prueba del injusto

médico, por su ontología, en muchos casos, adquiere el rótulo de recóndita-

estimo que esa posible calidad de inextricable no puede -ni debe– ser sopesada

respecto de quienes resisten el progreso de la acción.

Si de certeza se habla, la misma debe adquirir un cariz tal que

deber ser rayana o lindante con la seguridad; la mera probabilidad o la posible

inferencia que la conducta alternativa hubiera impedido eventualmente el

resultado cede ante un instituto, de linaje magno, como es el “in dubio pro reo“.

No me pasa desapercibido que, desde la doctrina, se ha intentado

ampliar el abanico en la ponderación probatoria en abierta contraposición con la

posición tradicional; en esta concepción de los hechos se sostenía que si los

peritos intervinientes no se expedían en torno a la relación de causalidad, la

misma no se encontraba acreditada y el hecho quedaba impune; pero -a la luz del

conocido fallo "Holzschutzmittel" resuelto por el Superior Tribunal Alemán

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donde se propone una nueva mirada de la cuestión- se ha empezado a estimar que

(si bien el magistrado no puede reemplazar al perito), los nuevos elementos

brindados por parte de las técnicas y de las ciencias que operan sobre

probabilidades y estadísticas permiten brindar grados de aproximación muy

precisos que, sumados a los elementos de prueba colectados, permiten acreditar

una vinculación comunicativa entre el comportamiento del autor y el resultado

(Arce Aggeo, Miguel Angel "Responsabilidad por el producto y sistema penal" en

Revista Jurídica Nova Tesis 2007-23/24; Arce Aggeo, Miguel Angel “ Sistema

del Delito “págs. 226/228; Arce Aggeo, Miguel Angel “Derecho Penal. Parte

General”, págs 644/647 Cathedra Jurídica Bs. As 2011).

Me parece infortunado suscribir dicha ponencia; avalar la misma,

tendería a diezmar el marco de la culpabilidad del autor como fundamento y

medida de la pena.

Creo que avanzar en el sentido de la incriminación que reconoce

como antecede la automática elevación del riesgo y variables tales como

probabilidades y estadísticas genéricas colisionan, en mi modo de ver las cosas,

con el marco constitucional del enjuiciamiento criminal.

Resulta sosegado proclamar que el núcleo básico lo constituye la

infracción al deber de cuidado. A ella debe sumársele la causación de un resultado

penalmente disvalioso (relación de causalidad) provocado por ese

comportamiento negligente (nexo de determinación) (Tribunal de Casación de la

Provincia de Buenos Aires; Sala III, causa 40.437” F.L. 2 rta. 23/3/2010; voto del

juez Carral; “Arce Aggeo. Miguel- Báez, Julio C., Asturias, Miguel “Código

Penal” Cathedra Jurídica Bs. As 2018 pag. 462).

El mismo Roxin – aun cuando se erige como el creador de la

teoría del incremento del riesgo - reconoce las críticas o las limitaciones que a

ellas se le formulan en cuanto a que solo se puede aceptar una conducta respecto

de un resultado dañoso si es seguro que con una conducta el resultado no se

habría producido. En caso contrario, no es seguro que se haya realizado el peligro

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no permitido y, en virtud del principio “ in dubio pro reo “ el acusado debe ser

absuelto ( Roxin, Claus “ Derecho Penal. Parte General. Tomo I pag. 380 Civitas.

Madrid 1997).

La subjetividad del agente en el homicidio culposo se inserta en un

marco que requiere que se trate de un resultado encuadrable dentro de los

esquemas de la culpa en un sentido de previsibilidad, concepto este que fija los

límites subjetivos de la figura; la imputación del hecho se funda aquí en algunas

de las formas de la culpa admitida por la ley (Nuñez, Ricardo, "Tratado de

derecho penal", t. III, vol. I, p. 157; TOC Nº 4, causa 41606/13, "Gómez García,

Kiler Dahyan", rta. 22/06/2015; voto de la juez Mora; Corbetta, Paola “El

maltrato infantil negligente y su adecuación en las figuras culposas”,

SJA 10/10/2018 , 11 • JA 2018-IV Cita Online: AP/DOC/598/2018).

El resultado causado por el agente solo se puede imputar al tipo

objetivo si la conducta del autor ha creado un peligro para el bien jurídico no

cubierto por un riesgo permitido y ese peligro también se ha realizado en el

resultado concreto ( C.C.C., Sala I, "Vallejos, Néstor Gabriel", c.33141 en

Corbetta, Paola “ El maltrato infantil negligente y su adecuación en las figuras

culposas “ SJA 10/10/2018 , 11 • JA 2018-IV Cita Online: AP/DOC/598/2018).

La “ relación de causalidad entre acción y resultado" y "la

causación del resultado no debe ser ajena a la finalidad de protección de la norma

de cuidado infringida", debiendo requerirse entonces, en el caso, que "el resultado

causado realice el riesgo creado por la infracción de la norma de cuidado ( Roxin,

Claus, "Fundamentos de la estructura de la teoría del delito", en Derecho penal.

Parte general, Ed. Civitas SA, Madrid, 1997, t. I, p. 367; Corbetta, Paola “El

maltrato infantil negligente y su adecuación en las figuras culposas “

SJA 10/10/2018, 11 • JA 2018-IV Cita Online: AP/DOC/598/2018).

Considero necesario señalar que la configuración de la

imprudencia no guarda relación con la presencia o ausencia de un elemento

volitivo. Concretamente considero que "se debe apreciar imprudencia cuando un

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resultado típico es objetivamente imputable y el autor ha tenido un error sobre el

riesgo de su producción, a pesar de la posibilidad de conocer tal riesgo" (Mir

Puig, Santiago, "Derecho penal. Parte general", Ed. B de F, Montevideo-Buenos

Aires, 2004, 7ª ed., p. 298) y que, por ende, el actuar del tercero no haya obrado

interrumpiendo esa relación (TOC Nº 4, causa 41606/13, "Gómez García, Kiler

Dahyan", rta. 22/06/2015; voto de la juez Mora; Corbetta, Paola “El maltrato

infantil negligente y su adecuación en las figuras culposas “ SJA 10/10/2018 , 11

• JA 2018-IV Cita Online: AP/DOC/598/2018).

Ahora bien, ya de regreso al conjunto probatorio para hablar de

negligencia o de violaciones al deber de cuidado – con los contornos restrictivos

que anida la ley penal – es necesario que los acusadores acrediten de manera

apodíctica dichos extremos.

Por el contrario, en el derrotero del legajo, no se ha articulado

ningún tipo de material probatorio unidireccional, homogéneo e inequívoco que

conduzca a la condena; por el contrario las conjeturas – por su carácter sombrío –

son el común denominador que germina del marco dialéctico trazado en paralelo

a la altercación oral sostenida por los adversarios en el proceso.

Cualquier índice de probabilidad o estadística que se abrigue en

aras de comulgar con un pronunciamiento admonitorio es contrario al principio

“in dubio pro reo” angular en nuestra legislación que milita en el sistema

continental europeo.

Desde otra banda, si analizo de manera panorámica y a manera de

conjunto los testimonios en cuestión, más allá de su laxitud, infiero que los

mismos, en más de un segmento, colisionan entre sí y no permiten establecer que

ellos concurran en abono del cargo.

Ya entrando a sopesar las experticias de autos, me veo obligado al

análisis de la parte final del inc. 4° del art. 263 en cuanto ha preceptuado que el

juez valorará la pericia de acuerdo con las reglas de la sana crítica.

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Con atinado acierto, enseñan Navarro y Daray (Código Procesal

Penal de la Nación, Tomo I, pág. 559 Pensamiento Jurídico Editora Bs. As., 1996)

que el juez deberá tener en cuenta la uniformidad de opiniones, los antecedentes

científicos de quienes las vierten, los principios en que se basan y su concordancia

con el resto del plexo probatorio recopilado.

En opinión de Manzini ("Tratado de Derecho Procesal Penal", t.

III, p. 379, Ed. El Foro, Buenos Aires, 1996) más que un medio de prueba la

pericia representa un elemento subsidiario para la valoración de la prueba o para

la resolución de una duda. Adita, que no quiere decir que el perito sea en sentido

estricto un auxiliar del juez. La peritación no puede considerarse como

suplementaria o complementaria a la actividad jurisdiccional (ya que el juez

siempre permanece libre a las conclusiones periciales) sino también porque el

perito aporta una contribución original suya de observaciones y de juicios al

objeto de la prueba.

Desde este sendero, cuadra aditar, que los resultados de las

experticias no obligan o condicionan la resolución por parte del magistrado; el

juez no debe acomodarse a la forma de pensar del profesional.

La voz del experto no hace prisionero al juzgador; el juez no se

encuentra encadenado frente a la conclusión del perito. En esa ruta, se ha

establecido que "el sistema de sana crítica racional establece la más plena libertad

de convencimiento de los jueces pero exige, a diferencia de lo que ocurre con el

sistema de libre convicción, que las conclusiones a la que se llegan sean fruto

racional del análisis de la prueba. Se caracteriza así en que el magistrado logre sus

conclusiones sobre los hechos de la causa, valorando toda la prueba con total

libertad, pero respetando los principios de la recta razón, es decir, las normas de la

lógica, la psicología y de la experiencia común "(C.C.C., sala IV, "Pedraza, José

A.", rta. 06/06/2001, Bol. Int. de Jurisp. N° 2 - 2001).

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La confrontación de las experticias y los testimonios médicos

aclaratorios o complementarios de éstas – por las razones suministradas- me

impiden disecar una solución incriminante en los decesos.

Me introduzco pues en el otro “holding” de probanzas que pueden

ponderarse. Y allí vuelvo a percibir un nuevo anclaje en la construcción de la

imputación.

No dudo del dolor que cobija a los familiares de la fallecida; estos,

al momento de deponer, nos ilustran de las desatenciones comentadas pero ellas

son insuficiente para lograr la incriminación; las otras probanzas anejadas

tampoco ameritan abrir un surco homogéneo y sustentable para vertebrar la

atribuibilidad.

Dicho material, comulgando con los otros testimonios y las

experticias médicas, tampoco logra desandar el camino de la ambigüedad que es

imposible abandonar; ellas me sumerge en el titubeo, en cavilaciones que no me

permite descifrar, en definitiva, quien o quienes, por negligencia, habrían llevado

a la inmolada al óbito.

Desde otro espigón, es mi deber señalar, que a la luz del modelo

acusatorio con que se edifica nuestro juicio oral es el fiscal general y el

querellante quienes llevan la iniciativa probatoria y pesa sobre ellos la carga de

probar la culpabilidad del imputado ( Granillo Fernández, Héctor M – Herbel ,

Gustavo“ Código de la Procedimiento Penal de la Provincia de Buenos Aires “ T.

II pag. 301 Ed LA LEY Bs As. 2009).

No se me pasa por alto, ciertamente, la matriz adversarial con que

se cincela el juicio oral pues- aún cuando se advierta que el ordenamiento

procesal se enrola en la tipología de un sistema mixto pese a que la tendencia y la

legislación actual no abdican en enmarcar progresivamente al mismo dentro del

primero- es el debate un segmento procesal de neto corte acusatorio donde cobran

relevancia las exigencias de oralidad, continuidad, publicidad y contradicción,

apotegmas éstos que no son una concesión graciosa de la ley procesal sino que

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germinan de la Carta Suprema (Langevin, Julián “Los límites punitivos del

juzgador en materia penal” LA LEY 2007-D-633).

Dicho enfoque es tributario de las enseñanzas de Vélez Mariconde

(“Derecho Procesal Penal” tomo I pág.21 Marcos Lerner Córdoba 1986) en

cuanto a que es unánime la doctrina en que la etapa de juicio, aún en el sistema

mixto, es netamente acusatoria.

A no dudarlo, que ha sido nuestro tribunal cimero el que ha

reconocido que Juan Baustista Alberdi y los constituyentes de 1853 optaron por el

modelo norteamericano – originariamente opuesto por completo al europeo, su

antípoda institucional – y que el proceso penal es un sistema horizontalmente

organizado que no puede comulgar con otro sistema que no sea el acusatorio

( C.SJ.N. causa 21.923/02 “Sandoval, David Andrés s/ recurso de hecho” rta. el

31 de agosto del 2010; considerando 14 del voto del Ministerio Zaffaroni).

Es ese marco acusatorio el que ha dado pábulo a nuestra Corte

Federal para profetizar que corresponde al Ministerio Fiscal - y a la querella -

probar la conducta y todos sus extremos y que cualquier atisbo de duda debe ser

evaluado a favor del encartado so pena de violar la defensa en juicio (C.S.J.N

“Abraham Jonte, Ronaldo”, JA 2002-II-753).

No debe perderse de vista que la sentencia, para ser condenatoria,

debe apoyarse en el triunfo probatorio de la acusación y ausente de la más mínima

duda racional ofreciendo la absoluta seguridad que los hechos han ocurrido de

determinada manera.

Este cuadro de sombras me permite formular el siguiente

interrogante:

a) ¿Ha exteriorizado la acusada un cuadro de desatención tal en su

calidad de obstetra que se enlazara de manera directa y condijera el óbito a la

occisa, siempre en función de las previsiones del artículo 84 del Código Penal?

b) ¿Poseía la imputada un grado de comandancia sobre los diversos

profesionales que intervinieron en la atención de aquélla?

Fecha de firma: 12/04/2019Firmado por: JULIO CESAR BAEZ, JUEZ DE CAMARAFirmado(ante mi) por: IGNACIO FABIAN IRIARTE, SECRETARIO DE CAMARA

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c) ¿Se verifican actividades profesionales alternativas que, por su

cuadro de desidia, aceleraran causalmente el proceso letal verificado?

No puedo afirmar, ni descartar, ninguno de los interrogantes

formulados; no puedo inclinarme ni por una conclusión incriminatoria ni por otra

decididamente desvinculante de la lejanía con la negligencia profesional.

Lamentablemente, al carecer de respuestas adecuadas para evacuar

dichos interrogantes, fundamentalmente en relación a la sometida al proceso,

respecto del cual las acusadoras han habilitado la jurisdicción, debo adecuar la

cuestión en las previsiones del artículo 3 del ceremonial.

Dentro de este contexto, se ha sostenido que — si bien los jueces

son libres de apreciar el valor probatorio de los elementos producidos durante el

debate— resulta necesario que se respeten las reglas que rigen la carga de la

prueba entre las partes que, resultando cierto que en el derecho penal les incumbe

al Ministerio Público o la parte civil, probar la culpabilidad del prevenido,

conforme a la regla "actori incumbit probatio", el cual es reforzada por la

presunción de inocencia que beneficia al prevenido y que se impone en su

beneficio en caso de duda (in dubio pro reo), cuando esta versa sobre un extremo

relacionado con el hecho y no con el derecho, que es afirmada en el art. 9º de la

Declaración de los Derechos Humanos, retomada en el preámbulo de la

Constitución de 1958 (francesa), esta presunción de inocencia es igualmente

consagrada por el art. 6º de la Convención Europea de los Derechos de Humanos

de 1950 ( Bore, Jacques, "La cassation en matiere pénale", nros. 1970 y ss.,

LGDJ, 1985, p. 596, citado por el juez Tragant, en su voto en la causa 10.172, de

la CFed. Cas. Penal, sala III, "Recaite, Diego Fabián s/ recurso de casación", del

03/06/2009; TOral Crim. Nº 4 causa 50806/2009 "Olivera Da Conceicao, Antonio

G.", rta. el 22/06/2016; voto del juez Calvete; Corbetta, Paola “ El imputado u la

posibilidad de aplicar el in dubio pro reo en la instrucción sumarial “ LA

LEY 2018-E , 1056; Ver mi voto T.O.C. 4 Causa N 1955/2013 Duarte, Víctor -

Duarte Álvarez, Víctor, rta. 5/04/2016 elDial.com - AA961A).

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Puedo ensayar innúmeras hipótesis, probabilidades o inferencias

que ingresarían en un dédalo discursivo y que me aleja de la solución lineal con el

rigorismo propio de una sentencia admonitoria.

Más allá de ciertas cavilaciones que anido en mi interior en torno a

la actividad de Cei destaco que todo me lleva a la duda; desde la Provincia de

Buenos Aires se ha identificado la duda juzgador al momento de fallar,

representado por una indecisión del intelecto puesto a decidir sobre la existencia o

la inexistencia de un hecho determinado, indecisión que se deriva del contraste y

compensación existente entre los elementos que llevan a afirmarla y aquellos que

conducen a negarla, sin que ninguno de ellos logre, en definitiva, desequilibrar

una paridad (Tribunal de Casación de la Provincia de Buenos Aires, Sala I, causas

5136 y 5163, caratulada "Aguilar, Ariel José s/ recurso de Casación deducido por

el Ministerio Público Fiscal y causa N° 6171" rta 9/1/2004 LA LEY 2006-

B , 1078).

Por esa banda, estimo que la racionalidad es una de las

características del derecho de toda república (art. 1 de la Constitución Nacional;

ver mi voto en causa Tribunal en lo Criminal N° 1 de La Matanza, causa

00787/2006 “Azame, Gerardo y otros” rta. 30/9/2011; fallo publicado en LLBA,

2012, (marzo) 160; cita ON LINE AR/JUR/59252011) y que una teoría del

derecho penal no puede prescindir de su función de límite al poder ya que, esa

teoría, es la que organiza conceptualmente una función constitucional. La función

política de una constitución es la de poner límites jurídicos al ejercicio del poder

por intermedio de esa legislación penal especifica (Alagia, A., “Genealogía del

injusto imaginario” en Revista del Ministerio Público Fiscal, Bs. As., 2001, pág.

171/172, con cita de Kelsen, H. “¿Quién debe ser el defensor de la Constitución?,

Madrid, 1995, p. 171/172; Ver mi voto T.O.C. 4 Causa N 1955/2013 Duarte,

Víctor Duarte -Duarte Álvarez, Víctor rta 5/04/2016 elDial.com - AA961A ).

No deviene baladí acudir a un tórrido pronunciamiento de nuestra

Corte Federal en cuanto ha predicado que de acuerdo a la forma republicana de

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gobierno y representativa de gobierno que establece nuestra Constitución el poder

se divide entre tres departamentos con diferentes funciones -a lo que me permito

agregarle la existencia de un órgano extra poder, que es el Ministerio Público- que

encuentran el límite de actuación en el respeto al proyecto de república

democrática que aquélla establece y al principio constitucional que ningún poder

puede arrojarse mayores facultades que las que le hay sido conferidas

expresamente (C.S.J.N., R. 369 XLIX, “Rizzo, Jorge Gabriel Apoderado de la

Lista 3 Gente de Derecho s/ acción de amparo (P.E.N. ley 26.855, medida

cautelar (Expte N° 3034/13)”, con cita de Fallos 137:47; Ver mi voto T.O.C. 4

Causa N 1955/2013 Duarte, Víctor Duarte -Duarte Álvarez, Víctor rta 5/04/2016

elDial.com - AA961A ).-).

Me permito profundizar, aún más, en todas las circunstancias

vinculadas al acogimiento, en la especie, de las previsiones del “in dubio pro

reo”.

En este punto es necesario detenerme; estoy convencido que, en la

especie, se avizoran todos los prepuestos que ameritan canalizar el tópico a

resolver sobre dicho instituto.

En primer lugar, corresponde anidar el segmento temporal del

mismo por cuanto, como lo reclama la mejor doctrina (Almeyra, Miguel Angel

“Código Procesal Penal de la Nación” T. II pag. 760 Ed La Ley Bs. As. 2007) la

duda que alude el artículo 3 de la ley procesal es aplicable en los momentos en

que el proceso se debate entre la absolución y la condena luego de sustanciada la

altercación oral.

En segundo término, comulgan en la especie las circunstancias de

fondo que permiten, como dijera, encarrilar la cuestión al sol del mismo toda vez

que, en consonancia con nuestro programa constitucional, la duda que

palmariamente se evidencia en el legajo no descansa en una actitud psíquico-

volitiva de este judicante, de un estado de escepticismo o de alguna indecisión de

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mi intelecto respecto de un elemento tangencial o periférico, sino que la tiniebla

jurídica se aposta en la falta de armonía del conjunto probatorio mismo.

Lleva dicho la Sala II de la Cámara Federal de Casación penal que

todo veredicto de condena se debe cimentar en una multiplicidad de pruebas

homogéneas, unívocas y unidireccionales que acrediten, con el grado de certeza

necesario la recreación histórica del acontecimiento y la participación del agente

(C.F.C.P. , sala II causa 19882 “ Aliandre, Marcelo Javier “ rta. 26/4/2012; voto

del juez Slokar).

Creo que el panorama probatorio, que emerge del extendido debate

de autos, no hace más que sumergirme en un cuadro pendular el cual reposa en la

real intervención de la encartada en el suceso que se le adjudica; esa

ambigüedad, barrunta a soterrar cualquier proximidad con la culpabilidad de la

encausada destruyendo, de ese modo, el estado de inocencia que reconoce, como

dijera, linaje magno.

Vuelvo sobre un aspecto que no quiero soslayar; si bien es cierto

que los profesionales que han atendido a la fallecida – en los segmentos

descriptos en el sufragio que abre el Acuerdo - tal vez no han extremo el celo en

las actividad que les ha sido confiado donde han obrado, sin duda, con cierta

desidia, esa actitud descuidada no tiene la entidad suficiente para encarrilar la

cuestión en el reproche imprudente.

Me permito proseguir en la duda beneficiante y su consonancia con

un estado de derecho.

Más allá de las sensaciones encontradas que albergo en mi fuero

íntimo respecto de toda la actuación profesional lo cierto es que vivimos en un

estado republicano donde, al amparo de la enmienda del año 1994, ha mutado el “

status constitucional “del instituto que vengo despuntando.

Creo conveniente evocar a Cafferata Nores (“In dubio pro reo y

recurso de casación contra la sentencia condenatoria. ¿Cambió algo con los

artículos 8.2.h de la Convención Americana de Derechos Civiles y Políticos “y

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75, inciso 22 de la Constitución Nacional?” LA LEY 1999- F 544) cuando anota

que hasta hace poco tiempo (sobre todo, antes de la reforma constitucional de

1994) se había sostenido pacíficamente que el "in dubio pro reo "era un simple

precepto de carácter procesal; pero hoy el "in dubio pro reo" es una garantía

constitucional pues es la contracara del principio de inocencia (art. 8.2, CADH;

art. 14.2, PIDCP, art. 75 inc. 22 Constitución Nacional), que exige expresamente

para que se pueda dictar una sentencia de condena, que se pruebe la culpabilidad

(art. 14.2, PIDCP) plenamente, es decir, más allá de cualquier duda razonable. Y

este último aspecto de tal exigencia es evidenciado por la propia normativa

supranacional porque, si para revisar una sentencia de condena a favor del

condenado requiere hechos "plenamente probatorios" (art. 14.6, PIDCP) de la

comisión de un error judicial sobre su culpabilidad, es claro que la misma fuerza

conviccional ("plena prueba") es la que exigirá para admitir como probada su

culpa: sería absurdo pensar que para declarar "mal probada" la culpa hubiese más

exigencias que para admitirla como "bien probada" (o sea que para dar por

acreditado el error, hubiese más exigencias que para dar por acreditada la verdad).

Cornejo (“Acerca de la revisión de la sentencia penal, el in dubio

pro reo y la justicia” LA LEY 2002-C- 975) señala que el principio "in dubio pro

reo" -que literalmente significa que, en caso de duda, debe estarse a lo más

favorable al imputado- se erige sin discusión en la actualidad como un principio

de raigambre constitucional, derivado del estado de inocencia del que goza todo

imputado en el proceso penal. Su proyección práctica conlleva a la exigencia de

que la sentencia de condena -y, por consiguiente, la aplicación de una pena- sólo

puede estar construida a partir de la certeza en el juzgador acerca de la existencia

de un hecho punible atribuido al acusado. El no haber arribado a la certeza,

traduce la imposibilidad de los órganos públicos de destruir el aludido estado

constitucional de inocencia que ampara al perseguido penalmente, razón por la

cual su falta conduce a la absolución. En otras palabras, la duda o la probabilidad,

impiden la condena y obliga a un pronunciamiento desincriminatorio. Su máxima

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expresión, tal como se infiere de lo expuesto, se halla en el momento del dictado

de la sentencia que pone fin al proceso penal: si no se ha obtenido la certeza

positiva en orden a la existencia del hecho y la participación punible en el mismo

del imputado, se torna operativo el principio que examinamos, lo cual conducirá

indefectiblemente a un fallo absolutorio.

Es que la sentencia, para ser condenatoria, no debe sustentarse en

una ponencia voluntarista del tribunal de mérito. Por el contrario, aquélla debe

germinar de una situación objetiva -no en el simple ánimo de los judicantes- que

se enlaza merced a la prueba que ha sido objeto de debate y de la asegurada en la

instrucción sumarial.

La conducta criminal, sin duda, es consecuencia de un aprendizaje

que se realiza en un proceso de comunicación (Righi, Esteban “Los delitos

económicos” pág. 73 Ad Hoc Bs. As. 2000) pero la edificación de la imputación

no es solamente teórica, en el sentido de que el hecho histórico nunca se presenta

intacto sino que se observa con posterioridad a la manifestación del autor, se la

aprehende en un proceso cognitivo producto de la observación judicial. Por ello,

toda posibilidad de acceso comunicativo por medio de la interpretación del hecho

que el observador judicial haga podrá realizarse sobre elementos comunicativos

en el plano objetivo, es decir, sobre elementos de prueba y a través del sistema

cognitivo del observador (Arce Aggeo, Miguel Angel “La imputación construida”

pág. 239 /241 Universidad Bs. As. 2008).

Por fuera de ello, en la relación gnoseológica que dimana de la

construcción de la imputación, los jueces tienden más que a reconstruir un hecho

histórico pasado a edificar su propia representación en relación al suceso materia

de juzgamiento, auxiliados, para ello, no sólo del sustento probatorio sino del

marco lingüístico trabado al sol de la altercación que entablan los legitimados

procesales y que les permite arribar a la construcción de la verdad procesal.

He dicho en oportunidad de desempeñarme como juez de la

Provincia de Buenos Aires (Tribunal Criminal N° 1 de La Matanza, causa

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00787/2006 “Azame, Gerardo y otros” rta. el 30/9/2011; fallo publicado en

LLBA, 2012, (marzo) 160; cita ON LINE AR/JUR/59252011) que en los hechos

materia de juzgamiento los jueces no podemos penetrar en la esfera íntima del

sujeto activo o en los aspectos más sensibles de su pensamiento o de su contorno

volitivo pero si podemos delinear la existencia o inexistencia de determinado

vínculo procesal haciendo jugar para ello, armónicamente, todo el material

probatorio recopilado en el legajo.

Los dictados de la lógica ya me impiden homologar cualquier

cercanía de la encartada con el injusto; es evidente –dada la delicada naturaleza de

la emergencia en trato – que no deseo llegar a la obtención de una verdad

metafísicamente pura porque ello es materialmente imposible para el ser humano

(Nieva Fenoll, Jordi “ Fundamentos de Derecho Procesal Penal “ pag. 282 I B de

F Montevideo Bs. As. 2012.

Afirman Binder y Holman (“Teoría del caso”, pág 22 Ediciones

Didot Bs. As., 2012) que la verdad que se edifica en paralelo con el desarrollo del

proceso tiende a mirar hacia el interior del contradictorio de las partes y no hacia

una verdad histórica que es inalcanzable: lograr esa cercanía con la verdad

histórica es lo máximo que podemos hacer y aspirar pues no es posible que en un

juicio se reproduzca la verdad íntegra de lo ocurrido.

Creo que en el caso de autos lejos estamos de arribar a una

cercanía contigua o lindante con la verdad procesal que se una al delito.

La vaguedad del material reunido –como panoplia habilitante para

amonestar a la imputada a la luz de normas definidas que disecan un estado de

derecho– me impide arrimarme a una verdad incriminatoria y enlazar un proceso

comunicativo que me permita una representación mental que cabalgue sobre

territorios comunes con la ornamentación de la conducta criminal circunstancia

que confluye, inexorablemente, en las previsiones del artículo 3 de la ordenanza

procesal.

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VI.- EXTRACCION DE TESTIMONIOS.

Más allá que este órgano, en función de las consideraciones

efectuadas, se abstendrá de expiar a la acusada, no me pasa desapercibido

ciertamente que, en función de la naturaleza del servicio que nuclea a la actividad

médica, amerita poner en conocimiento de lo actuado al órgano de

superintendencia de todos los profesionales tratantes de la occisa, así como

también en relación a la propia jefatura del Sanatorio La Trinidad este

pronunciamiento final, a fin de que se proceda a la sustanciación de las

actuaciones administrativas que fueren menester, en caso de que así se estime

apropiado.

Va de suyo que los niveles de responsabilidad que pudieren surgir

de la confección de un procedimiento administrativo son diversos y abarcan un

campo más ensanchado que el restrictivo perímetro que abraza al enjuiciamiento

criminal.

Entiendo que la responsabilidad administrativa se desenvuelve en

lo esencial en lo interno del servicio que se presta a la vez que la penal se

desenvuelve fuera de ese ámbito; el proceso criminal tiende a aplicar las normas

de nuestro cuerpo codificado y de las leyes donde las figuras delictivas se hallan

especificadas; en el procedimiento disciplinario, la aplicación de la norma

descansa en principios genéricos (Marienhoff, Miguel. “ Tratado de Derecho

Administrativo, Tomo III, B, pág. 425, Editorial Abeledo Perrot, Bs. As, 1974).

De allí que se haya establecido que la absolución o sobreseimiento

dictada en sede penal no siempre es título suficiente para impedir la sanción

administrativa, aún cuando estas se impongan por hechos directamente vinculados

a los que dieron lugar a la absolución o sobreseimiento penal (Marienhoff, Miguel

Tratado de Derecho Administrativo, Tomo III, B, pág. 428, Editorial Abeledo

Perrot, Bs. As, 1974).

Desde ese mirador, si hay algo que no se encuentra controvertido

es, por un lado, el fallecimiento de la inmolada y, por el otro, que el deceso

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habría tenido como antecedente una práctica médica inapropiada, aun cuando ese

rotulo sea insuficiente para acuñar las previsiones del artículo 84 del C.P., en

función de lo diluida que se encuentra la responsabilidad personal propia de esta

disciplina de excepción a la que la Corte Federal ha rotulado como “ultima ratio”

(fallos 320:2959).

La circunstancia que haya escogido la absolución propiciada no

impide, ciertamente, que la cuestión sea analizada –si es que el órgano

correspondiente así lo estima adecuado- en un perímetro diverso a este territorio

fuertemente condicionado por la “última ratio”, como es la pertinente instancia

disciplinaria, con ribetes de evaluación de la responsabilidad profesional mucho

más laxo que los que confluyen en la jurisdicción criminal.

VII.- HONORARIOS Y COSTAS.

No se regularan los honorarios de los profesionales actuantes hasta

tanto den cumplimiento a la normativa específica.

Respecto de las costas procesales, entiendo que las mismas deben

ser soportadas en el orden causado habida cuenta que, por fuera de la solución

liberatoria que he prohijado, lo cierto es que la misma ha descansado únicamente

en la duda beneficiante y, como alfa y omega de la misma, surge de manera

irrefutable que la querella ha tenido una razón plausible para litigar.

Por los fundamentos expuestos y lo establecido en los arts. 18 de la

Constitución Nacional y 3, 396, 398, 399, 402 y 530 del Código Procesal Penal;

RESUELVO:

I.- ABSOLVER a Mónica Beatriz CEI, de las demás condiciones

personales obrantes en autos, en orden al delito de homicidio culposo, por el que

fuera acusada por el Sr. Fiscal General y por la querella, por el beneficio de la

duda (art. 3ro, C.P.P.N), con costas en el orden causado.

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II.- HACER SABER a la Sra. Titular del Ministerio de Salud y

Desarrollo Social de la Nación el resultado de la presente adjuntando copia de la

sentencia, a los fines de que allí se evalúe la posibilidad de confeccionar

actuaciones disciplinarias de rigor, en relación a la totalidad de profesionales e

instituciones de salud involucradas, en caso que se estime menester.

Tómese razón, comuníquese a quien corresponda, insértese copia

en el registro de sentencias, y archívese.

Ante mí:

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