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Poder Judicial de la NaciónTRIBUNAL ORAL EN LO CRIMINAL Y CORRECCIONAL NRO. 4 DE LA CAPITAL FEDERAL
CCC 15638/2011/TO1
///nos Aires, 12 de abril de 2019.
Y VISTOS:
El Sr. Presidente del Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional
n°4 de la Capital Federal, Dr. Julio C. Báez, con la presencia del Secretario de
Cámara, Dr. Ignacio Iriarte, dicta sentencia en la causa n° 15638/2011 (4686)
seguida por el delito de homicidio culposo, respecto de Mónica Beatriz CEI
(argentina, titular del D.N.I. nro. 14009105, casada, médica toco-ginecológica,
nacida el 14 de agosto de 1959 en Cap. Fed., hija de Juan Pedro Cei y de Sara
Cecilia González, con domicilio real en Baigorra 4157, dpto. “B”, Cap. Fed., y
constituido a los fines del presente proceso juntamente con los Dres. Eduardo El
Yar y Vadim Alexis Mischanchuk, en Avda. Corrientes 1515, piso 7mo., “A”,
Cap. Fed., cuenta con el Prio. policial A.G.E. nro. 165.363 y con el informe del
Registro Nacional de Reincidencia O-3879151 del 11/03/2019); una vez
finalizado el debate correspondiente que tuvo lugar con la intervención del señor
Fiscal General Dr. Marcelo Saint Jean, del querellante, Emiliano Gastón
Rodríguez y su letrado apoderado, Dr. Tomás Monte y de los Sres. Defensores
Particulares, Dres. Eduardo El Yar y Vadim Alexis Mischanchuk, ejerciendo la
defensa de Mónica Beatriz Cei.
Y CONSIDERANDO:
I. - LA PLATAFORMA FÁCTICA:
Que según el requerimiento de elevación a juicio de fs. 617/622, el
Sr. Fiscal de Instrucción atribuyó que “el día 14 de febrero del año 2011, a las
12:00 horas, la damnificada Liliana Soledad Correa, con la cobertura de su obra
social Galeno Life, ingresó al Sanatorio de la Trinidad Mitre, sito en la calle
Bartolomé Mitre 2553 de esta ciudad, en razón de tener una cesárea programada
para ese día con su médica obstetra, la Dra. Mónica Beatriz Cei. La paciente se
Fecha de firma: 12/04/2019Firmado por: JULIO CESAR BAEZ, JUEZ DE CAMARAFirmado(ante mi) por: IGNACIO FABIAN IRIARTE, SECRETARIO DE CAMARA
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encontraba en ese momento compensada y estable, pese a ser una mujer obesa
que sufría de hipertensión arterial gestacional, y había tenido una cesárea
anterior siendo el ‘diagnóstico de ingreso: cesárea programada + cesárea
anterior + HIE, Sem gestación: 38,2 x eco. Peso actual 123 kg. Presentación
cefálica móvil’.
A las 14:00 horas, se le asignó a Correa la habitación nro.
219 y a las 15:00 horas fue llevada al quirófano, habiendo sido catalogada en
cuanto riesgo quirúrgico como ASA3, o sea, paciente con patología preexistente
con posibilidad de descompensación. Media hora más tarde ingresó al quirófano
la pareja de la paciente, Emiliano Gastón Rodríguez, tras tomar conocimiento
que no había sido posible suministrársele la anestesia peridural a su mujer, por
lo cual se le suministró anestesia general. Ello en razón de las características
anatómicas de la paciente (obesidad mórbida), que no posibilitaban la anestesia
raquídea.
Se realizó entonces la cesárea, en la cual intervinieron la
Dra. Mónica Cei como cirujana, el Dr. Benjamín Carlos De La Vega
(sobreseído) como ayudante, y María Verónica Candenas (sobreseída), como
anestesióloga. A las 15:46 horas nació la niña en perfecto estado y Rodríguez se
retiró del quirófano.
En el parte quirúrgico obstétrico, la Dra. Cei no describió
si realizó una incisión vertical en el útero, no especificó el retiro de la placenta,
ni mencionó control de hemostasia prolija en cada uno de los planos. Según
dicho protocolo, la operación cesárea se inició a las 15:00 horas y finalizó a las
16:30 horas, sin registrarse complicaciones y no hay tampoco registro médico
obstétrico del estado de la paciente al salir del quirófano, es decir, no hay
constancia por parte de la cirujana interviniente de la evolución clínica del post
operatorio inmediato.
Liliana Correa arribó a la habitación tiempo más tarde,
siendo que según el relato de Emiliano Rodríguez la nombrada estaba despierto,
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se aquejaba de fuertes dolores en brazo, abdomen, espalda y pecho, y decía
sentir mucho frío. Sin embargo, la enfermera les dijo que todo era normal y que
eran los efectos de la anestesia, para lo cual le suministró un calmante y les hizo
saber que a las 20:30 hs., le podía colocar una faja para aliviar el dolor.
Indicó Emiliano Rodríguez que entre las 18:45 horas y las
20:00 horas, su suegra y él fueron varias veces a la enfermería para pedir ayuda
para su mujer, sin resultado, siendo que recién a las 20:00 horas se presentó en
la habitación otra enfermera, quien al ver el estado en que estaba su pareja salió
de la habitación para dar la alarma. Seguidamente aparecieron varias personas
que suponían que serían médicos, y a las 20:10 horas llegó la Dra. Mónica Cei.
Finalmente, a las 20:30 horas, Correa fue trasladada a
terapia intensiva, en camilla, con respirador y sonda. Unos minutos después, la
nombrada Cei le informó a Rodríguez que Correa presentaba líquido en los
pulmones, convulsiones, baja presión y estaba descompensada, pero estable, y
que había que esperar. A las 23:20 horas, un médico de terapia intensiva
textualmente le refirió al querellante ‘me la traen con respirador artificial y sin
pulso. Hice todo lo humanamente posible, le inyecté las drogas más fuertes que
tenía, pero nunca reaccionó … está en manos de Dios’. Por último, a las 23:30
horas, la Dra. Cei confirmó el deceso de Correa, sin dar explicación alguna.
Al margen de lo expuesto por el querellante, del parte de
enfermería surge que a las 17:40 horas la paciente regresó del quirófano estable,
y que a las 18:00 horas el bebé fue llevado a la habitación, horario en que se le
aplicó la medicación a la paciente.
A las 18:40 horas se encuentra asentado que la paciente
estaba sudorosa y con falta de aire –signos clínicos que hacían sospechar una
posible complicación-, siendo que a las 19:00 horas se avisó a la Dra. Nevoran –
sobreseía en autos-. A las 19:40 hs. se registró que se presentaron en la
habitación el Dr. Correa y la Dra. Cei, y se colocó máscara de oxígeno, pero
dichas constancias no concuerdan con las anotaciones realizadas en la historia
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clínica por la anestesista Candenas a partir de las 20:10 hs, existiendo una
diferencia horaria de 30 minutos entre ambos documentos.
En las pericias médicas practicadas en autos se constató
que durante el postoperatorio inmediato la paciente sufrió una descompensación
hemodinámica, motivo por el cual se colocó máscara con oxígeno, solución
fisiológica, monitor de ECG y Sat. De Ox. Asimismo, al presentar deterioro del
sensorio se efectuó la intubación oro traqueal y asistencia ventilatoria, hasta ser
finalmente Correa derivada a la Unidad de Terapia Intensiva, donde ingresó con
diagnóstico de shock hipovolémico y falleció tres horas más tarde.
Debido a la falta de control y seguimiento médico, no
resulta posible determinar en qué momento exacto se produjo el grave
desequilibrio hemodinámico en la paciente, el cual fue advertido por el personal
de enfermería a las 18:40 horas. Ante la ausencia de controles médicos, no puede
establecerse si existieron indicadores que pudieran hacer presumir tales
complicaciones. No hay constancias en la historia clínica sobre el origen certero
y puntual del cuadro hipovolémico, aunque por el cuadro clínico desarrollado
(shock hipovolémico con ecografía que mostraba imagen líquida en abdomen)
era verosímil pensar en un sangrado intra-abdominal.
Por otra parte, al no haber sido practicada la autopsia
toda vez que no se denunció el hecho, no es posible determinar con certeza
absoluta la causa de la muerte de la víctima, no obstante lo cual, en base a las
constancias médicas existentes, en la pericia médica se concluyó que la muerte
de Liliana Soledad Correa, se produjo por shock hipovolémico por hemorragia
interna con alteración posterior de la coagulación. O sea, la nombrada falleció
por una hemorragia interna aguda inmediata a la cirugía programada de
cesárea, de tal magnitud que agotó los sistemas compensatorios de su organismo
e inundó la cavidad abdominal pelviana a través de uno o más vasos sangrantes
que no recibieron la debida hemostasia. Ello provocó un pérdida continua de su
volemia y una coagulopatía por consumo (impedimento en la formación de
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coágulos) que se advirtieron como un shock hipovolémico irreversible y derivó
por último en un paro cardiorespiratorio que generó su muerte.
En esas circunstancias, al no haber hemorragia externa,
con un hematrocito del 12%, y confirmada la existencia de abundante líquido en
la cavidad abdominal, el único tratamiento de emergencia era el quirúrgico, a
través de la cirugía laparotomía exploratoria y quirúrgica, para buscar y
reparar el vaso sangrante, sea por sutura, o por técnica de embolización arterial
local, o por histerectomía de urgencia (en caso de constatarse que se trataba de
un vaso uterino). Pese a ello, y al encontrarse indicado en la historia clínica la
necesidad de realización de laparatomia pro la propia Dra. Cei, la misma no se
llegó a concretar y la paciente fue tratada sintomáticamente hasta su
fallecimiento, que se produjo finalmente por un paro cardiorespiratorio que no
respondió a las técnicas, maniobras y drogas aplicadas en el intento de
reanimación.
En base a lo expuesto, le imputo a Mónica Beatriz Cei, no
haber efectuado el debido control y seguimiento médico postquirúrgico de
Liliana Correa, que incluyera como acción médica, cada media hora, la toma a
la paciente del tipo de pulso, frecuencia cardíaca, frecuencia respiratoria,
tensión arterial, color de piel (para evaluar palidez), constatar si orina o no, y
estudios de laboratorio, especialmente teniendo en cuenta que se trataba de una
cesárea programada en una paciente alto riesgo (por obesidad mórbida,
hipertensión arterial gestacional y haber tenido una cesárea previa), que había
sido catalogada como ASA3 y requería en consecuencia mayor diligencia para
detectar a tiempo signos de alarma o inconvenientes de un puerperio inmediato.
En efecto, la falta de constancias médicas en la historia
clínica desde la finalización de la intervención quirúrgica hasta las 20:10 horas,
no permiten conocer el cuadro evolutivo clínico de la damnificada. Al no haber
anotaciones médicas durante ese extenso lapso de tiempo, hubo más de tres
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horas sin seguimiento y control médico y, en consecuencia, sin diagnóstico de
hemorragia interna.
Incluso no hay constancias de controles médicos durante la
primer hora post-quirúrgica en que la paciente habría permanecido en el
quirófano, hasta ser llevada a la habitación. Esta pérdida de horas privó a la
víctima de un tratamiento precoz para el mantenimiento de su vida.
Existió así, por parte de la imputada Mónica Beatriz Cei,
omisión de un obligado seguimiento médico postquirúrgico –serio, sistemático,
estricto y constante- en las primeras tres/cuatro horas posteriores a la cesárea
programada, máxime tratándose de una paciente de alto riesgo. Las
complicaciones que presentó la paciente guardan directa relación con el acto
quirúrgico y su insuficiente seguimiento post-quirúrgico.
Mónica Beatriz Cei, no actuó conforme a las reglas del
arte de curar y violó las deberes de cuidado a su cargo. La imputada, en su
condición de médica toco-ginecológica de la damnificada, luego de practicarle
una cesárea, no adoptó las diligencias necesarias que la ‘lex artis’ exigía, al no
efectuar el debido control y seguimiento médico que ameritaba el delicado
cuadro de su paciente.
A raíz de ello, se advirtió en forma tardía el grave
desiquilibrio sufrido por Correa, quien rápidamente evolucionó en forma
desfavorable hasta devenir en shock hipovolémico que la paciente presentó en el
post operatorio inmediato, el cual derivó por último en un paro cardíaco
respiratorio que generó la muerte de Correa, quien falleció por una hemorragia
interna aguda inmediata a la cirugía de cesárea programada.
Calificó el accionar como constitutivo del delito de homicidio
culposo que endilgó a la imputada en carácter de autora. (artículos 45 y 84, C.P).
El querellante Tomás Monte, en representación de Emiliano
Rodríguez, viudo de la fallecida Correa, formuló su requerimiento de elevación a
juicio a fs. 607/614, en similares términos que los de la Fiscalía.
Fecha de firma: 12/04/2019Firmado por: JULIO CESAR BAEZ, JUEZ DE CAMARAFirmado(ante mi) por: IGNACIO FABIAN IRIARTE, SECRETARIO DE CAMARA
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II.- LA PRUEBA:
Se ha contado durante el desarrollo del debate con el siguiente
manantial probatorio:
1) la partida de defunción de fs. 35;
2) los informes realizados por las Juntas Médicas obrantes a fs. 69/80,
281/309, 353/359;
3) los informes de los peritos de parte de fs. 86, 87/148, 312/318,
333/347, 360, 368/369 y 371/377;
4) la historia clínica de la damnificada reservada en Secretaría (ver fs.
448);
5) la nota de enfermería de fs. 393;
6) el informe del Sanatorio de la Trinidad (fs. 394);
7) las fotocopias de fs. 463/466 y 520/529
8) el manual de normas y procedimientos médicos del Servicio de
Obstetricia y Ginecología del Sanatorio de la Trinidad Mitre.
III.- LA PRUEBA SUSTANCIADA EN EL DEBATE:
Durante el debate, declararon los siguientes testigos.
Emiliano Gastón RODRÍGUEZ.
Comenzó contestando preguntas efectuadas por el Sr. Fiscal
General.
Dijo que cuando su esposa había quedado embarazada, buscaron
por la cartilla de su obra social a algún obstetra y eligieron a la Dra. Cei para que
se encargase del tratamiento de su esposa e hija; que, en el primer embarazo, su
esposa ya había tenido problemas de presión y en el segundo se repitió el mismo
problema; que, por tal motivo, la Dra. Cei había programado una cesárea; que él
no podía acompañar siempre a su mujer porque trabaja, pero que siempre quien la
había acompañado había sido la madre de ella; que ellas dos habían sido las que
más relación habían tenido con la obstetra; que, el día de la cesárea programada
(el 14 de febrero de 2011), se habían juntado con la Dra. Cei; que él se había
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encargado de realizar los trámites de admisión y optó por presenciar el parto; que
él estaba “tranquilo porque ella estaba bien”; que la llevaron para la sala de parto
y a la media hora lo llamaron: que todo habría ocurrido entre las 14 y las 15 hs.;
que, en un momento dado, una anestesista le dijo “que no agarraba la anestesia y
que le iban a aplicar anestesia general”; que “ahí adentro ella estaba con los pies y
los brazos atados, con zonda y cables”; que, finalmente, la beba nació, le dieron
las inyecciones y se retiró; que, alrededor de las 16.30 hs. llevaron a su esposa a la
sala porque no se le iba el efecto de la anestesia; que cuando la vio entrar no la
había visto bien; que ella le decía que le dolían mucho las manos, no podía mover
las piernas y transpiraba mucho; que la enfermera le decía a él y su suegra que
eran los síntomas de la anestesia, que “ahora viene el médico y la va a ver” y que
estaba sofocada porque había mucha gente en la habitación; que no le decían por
qué no iba el médico; que entre las 18.30 y las 19 hs. había ido a alquilar el
servicio de T.V. y al volver había notado muy mal a su esposa; que estaba muy
hinchada, transpiraba mucho y se quejaba de que le dolía mucho las manos; que,
en ese momento se había acercado la enfermera y “así como se acercó salió
corriendo a buscar un médico”; que esto habría sido a las 20 hs.; que llegaron un
montón de médicos y él se había quedado en la puerta viendo qué pasaba; que
habían traído a un equipo de reanimación y “alguien se le había subido arriba para
hacerle como reanimaciones”; que le cerraron la puerta y alguien se le había
acercado a decirle que la tenían que llevar a terapia intensiva porque estaba muy
mal; que se la llevaron a terapia y a la media hora sale un médico para decirles
que ella no estaba bien, sin pulso; que para esto ya eran las 21 hs.; que estuvieron
un tiempo golpeando la puerta y no salía nadie hasta que salió un médico que les
dijo que ya se la habían llevado sin pulso y muy débil; que la habían “sacado de
un paro y habían hecho todo lo humanamente posible para salvarla”; que
siguieron esperando hasta que se les acercó la Dra. Cei diciendo que había hecho
todo lo posible; que recordaba que en la habitación solo había habido dos
enfermeras y no estuvieron juntas; que nunca había estado un médico; que a las
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22.30 hs. había ido a ver el cuerpo y a las 23 hs le habían dicho que se lo tenía
que llevar.
Continuó contestando preguntas de la querella. Manifestó que, en
los tratamientos previos, la Dra. Cei le había dicho que si quería participar con su
grupo de médicos debía pagar 400 pesos extras y que a él no le parecía bien
porque ya pagaba la obra social y además no tenía el dinero; que, pese a haber
rechazado la oferta, la Dra. se lo volvió a manifestar y le volvieron a decir que no;
que, en un primer momento, la cesárea estaba programada para el 12 de febrero y
luego, sin saber por qué había sido programada para el 16 de febrero, pero que su
esposa no quería “tener la beba” porque en esa fecha había fallecido su padre y
además no querían esperar cuatro días más y, entonces, se fijó para el 14 de
febrero; que él se había tenido que encargar de realizar todos los trámites del
velatorio y que la obra social “Galeno” no se había hecho cargo de nada; que a las
3 hs. ya le habían entregado el cuerpo y a las 5 hs. ya estaba en la casa velatoria;
que “la mujer de la casa velatoria le había dicho: no sé qué le pasó, pero el cuerpo
estaba largando mucho líquido por los oídos, nariz y boca en mucha cantidad”;
que “la señora iba cada una hora y la limpiaba”; que nadie le había sugerido hacer
una autopsia y que, pasado un tiempo, había entendido que “se querían sacar el
cuerpo de encima”; que mientras habían querido reanimar a su esposa, ningún
médico le había dado un diagnóstico de lo que pasaba; que lo único que le decían
era que había entrado en estado de shock y que nadie le decía cuál era su causa.
Finalizó respondiéndole al Dr. Saint Jean que su esposa era
obesa, pero que nadie le había dicho que eso era un riesgo; que sólo le habían
recetado unas pastillas por la presión.
Susana NEVORÁN.
El Sr. Fiscal General le realizó varias consultas a las que respondió
que, el día del hecho, cumplía funciones de médica de guardia en el piso de
maternidad; que, por lo general, son tres los médicos de guardia y ella estaba en
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maternidad; que sus funciones eran “hacer recorrida de los pacientes que no
tienen médico a cargo e ir estableciendo los diagnósticos ya sea de embarazadas o
parturientas”; que sólo acude a ver a un paciente que tiene un médico tratante
cuando haya algo que le pidan de enfermería; que “de todo” se encarga el médico
tratante y, por lo general, en un pos operatorio vuelve el día siguiente a la
operación y de todo lo demás se encarga enfermería; que ese día había tomado la
guardia como todos los días a las 8 hs. y que sabía que la paciente Correa iba a ser
operada por Cei porque se lo dijo ella y el Dr. De la Vega que era el otro médico
de guardia; que cuando Cei se lo había dicho no le había hecho ninguna
advertencia ni le nombró nada en particular, que no sabía nada de la paciente;
que, por la tarde había habido varias cesáreas y en un determinado momento
cuando estaba realizando una de ellas, le sonó el radio por el que le solicitaron su
presencia en la sala de la paciente Correa; que esto habría sido a las 19 hs. y que,
como la paciente no tenía médico tratante, no debía avisarse a la Dra. Cei, sino
que le tenían que avisar a ella; que fue a la habitación y cuando había visto el
panorama le avisó a la Dra Cei porque sabía que estaba en el sanatorio; que a la
paciente la había notado descompensada y por eso le había pedido suero a la
enfermera y llamó a la anestesióloga que había estado en la cesárea y además
pidió que le pusieran oxígeno; que en ese momento se había hecho presente la
Dra. Cei; que no recordaba cuánto tiempo había tardado, pero que había sido casi
de inmediato porque estaba en el ala externa de la clínica, en consultorios
externos; que en ese momento habían decidido llamar a los médicos terapistas y
decidieron pasar a la paciente a terapia acompañada por Cei y uno de los
terapistas porque necesitaba monitoreo constante; que no recordaba cuánto tiempo
pasó, pero que en ese momento había dejado de tener contacto con la paciente;
que la había notado hipertensa y además así se había comprobado cuando le había
tomó la presión; que había suficiente personal de enfermería en el piso; que, por
lo general, había dos enfermeras por piso, una por cada ala, toda vez que las salas
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se encuentran divididas entre las que se encuentran cerca del quirófano y otras
que están un poco más lejos.
Ante consultas efectuadas por la querella, dijo que desconocía quién
estaba a cargo de las cesáreas, pero que el Dr. De La Vega era el de la guardia;
que respecto de un paciente ASA3 el que evalúa ese diagnóstico es el
anestesiólogo y es quien decide cuándo se saca de quirófano y decide si va a sala
común o terapia; que no hay un protocolo para ello; que es habitual que, a veces,
no están en condiciones las salas y entonces quedan los pacientes en, quirófano;
que ASA3 es la evaluación que se le hace a un paciente en un prequirúrgico; que
solo le habían dicho que era obesa; que había otros dos médicos de guardia, pero
no sabía si le habían avisado por radio; que respecto del tratamiento que recibió
Correa, consideraba que todo se había hecho en los cánones normales; que las
causas de la descompensación podrían haber sido múltiples; que cuando no hay
una hemorragia ostensible primero hay que hacer el sostén del paciente, llevarla a
terapia y compensarla y que el tratamiento varía en función de la causa de la
descompensación; que aunque se presumiera que la paciente tuviera una
hemorragia interna, primero hay que compensarla y después ver cómo se procede.
Vuelve a contestar preguntas de la Fiscalía y dijo que el
anestesiólogo sabe de la condición de ASA3 y que ello se deja asentado en la
historia clínica, pero no hay un protocolo de cómo se debe seguir en esos casos y
depende del criterio de cada médico; que, en ese sentido, consideraba que no
suele ser habitual que la persona esté en sala, sino que debió estar en terapia, pero
que esto lo decide el anestesiólogo y, a veces, se consensa con otros médicos.
Culminó contestando a la querella que pasar de una
anestesia local a una general no aumenta los riesgos pos operatorios.
Agustín Matías PALAZZO .
Comenzó contestando preguntas efectuadas por el Dr. Saint Jean.
Dijo que, el día del hecho, era coordinador de terapia intensiva y cumplía
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funciones de guardia; que no recordaba mucho del hecho; que, en terapia
intensiva, estaban presente los dos médicos, pero que a un paciente de estas
características debía dársele la mejor atención por su estado de shock; que la
paciente había entrado a terapia a las 20.25 hs y se hicieron tres horas de
reanimación hasta las 23.30 horas; que el estado hemodinámico lo deciden los
médicos tratantes; que todas las medidas que se realizaron son las que se hacen
ante un shock refractario; que cuando decidieron hacer la intervención y estaban
preparando el quirófano la paciente murió; que la paciente venía con el equipo
que debía operar y creía que era Cei la que había entrado junto a la paciente y que
lo único que sabían era que había tenido una cesárea programada y nada más; que
respeto de un paciente ASA3 desconoce qué debe hacerse; que suelen entrar
pacientes con cesáreas, pero no programadas, sino porque se complicó el parto,
además de que en terapia no se suelen hacer las cesáreas.
Ante consultas de la querella y aclaró que un pulso
filiforme, significa que es casi un pulso inexistente; que no recordaba si él o el Dr.
Camerlingo habían hablado con el marido de Correa; que a la paciente se le
habrían suministrado unos 10 ls. de droga para poder reanimarla; que cuando hay
estado de shock los vasos se transforman en permeables y dejan de ser “tubos por
los que circula líquido”; que, entonces, “todo lo que entra sale” y, por tal motivo,
se le suministró tanta droga; que esto se puede establecer mediante la medición de
la presión arterial; que se usaron cuatro medidas de drogas para poder compensar
a la paciente, cuando ya, en la segunda dosis, se trata de un caso excepcional; que
entrar en estado de shock refractario puede deberse a varios orígenes; que el
shock suele ser un espiral descendente que, por lo general, no permite resolver la
causa que lo dio; que la solución de urgencia es intentar revertir ese shock; que,
incluso, si se corrige el shock tampoco se puede solucionar el tema.
Continuó su testimonio contestando preguntas efectuadas
por la defensa. Manifestó que la coagulopatía es un coágulo que evita una
hemorragia y que es un estadio final en la cual se han consumido todos los
Fecha de firma: 12/04/2019Firmado por: JULIO CESAR BAEZ, JUEZ DE CAMARAFirmado(ante mi) por: IGNACIO FABIAN IRIARTE, SECRETARIO DE CAMARA
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factores; que el cuerpo genera varios coágulos que genera daños; que refractario
significa que no responde a dos medidas de tratamiento y acá, además, la paciente
nunca se recuperó; que, en esa condición; es inviable el traslado de un paciente;
que en cirugía se intenta dar la mejor hemodinamia para poder dar tratamiento;
que a veces se lo logra y otras no; que, en este caso, la paciente había sido
refractaria con dos drogas, se le suministraron dos más y, a pesar de eso, no varió
el cuadro.
Sebastián CAMERLINGO.
Ante preguntas realizadas por el Dr. Saint Jean, respondió que
recordaba que había ingresado una paciente en estado crítico a terapia y que creía
que el cuadro era grave con respiración mecánica y en estado de shock; que
tampoco recordaba cuánto tiempo había estado en terapia intensiva, pero que sí
recordaba que se le había aplicado el protocolo de reanimación por unas tres
horas; que no recordaba qué médico le había dado la noticia del fallecimiento al
marido; que él no había sido y que, por lo general, lo hace el coordinador de
terapia intensiva; que, a veces, hay cesáreas de urgencias que terminan en terapia
intensiva, pero, por lo general, las que son programadas no terminan en terapia.
Ante pedido de aclaraciones de la querella respecto de lo
plasmado en la historia clínica de Correa, dijo que la paciente estaba muy grave o
crítica; que líquido en cavidad significa que había sangre en abdomen y que no
debía estar ahí, es decir, un sangrado activo que habría sido lo que había generado
el estado de shock; que sería una hemorragia interna; que él, como residente, sólo
se había limitado a reanimar al paciente, que él no tomaba ninguna decisión.
Diego Enrique NOVAL.
Sólo contestó preguntas de la defensa. Dijo que lo que conocía del
caso era porque se lo habían contado porque llegó a la clínica después del deceso
de la paciente y que visó la historia clínica por cuestiones administrativas; que la
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paciente entró a terapia intensiva en estado de shock, el que nunca había podido
ser revertido; que la condición era hipercrítica e irreversible.
Viviana Manuela OVANDO
Comenzó su testimonio contestando preguntas que le efectuara el
Dr. Saint Jean. Refirió que era enfermera del Sanatorio Trinidad-Mitre y que
había atendido a la paciente Correa, quien había tenido una cesárea programada;
que había encargado del control de “los vitales” y que, además, la había preparado
para poder llevarla al quirófano; que esa tarea había consistido en colocarle una
vía y hacerle “los baños prequirúgicos”; que no le habían indicado nada en
especial; que a la paciente la había atendido junto a otra compañera que la
ayudaba, pero que no era del sector que ella tenía a cargo y que a la paciente la
había recibido junto a su compañera; que estaba despierta cuando salió de la
operación [cesárea], la pasaron de camilla a cama y le había controlado “los
vitales y la parte quirúrgica”; que le había colocado un pañal por debajo y había
controlado las pérdidas; que la había cubierto porque tenía frio y luego se había
retirado para preparar los analgésicos que tenía recetados; que a la paciente se la
deja en cama y es el camillero quien le da la historia clínica; que no le habían
dicho que tuviera que prestar atención a alguna cosa; que la paciente le había
manifestado que tenía dolores en la parte abdominal, por lo que le había
comunicado por teléfono al médico de guardia que la paciente tenía dolores
abdominales que no cesaban en la parte de la herida; que, ante el llamado, se
habían constituido en la sala la Dra. Nevorán y luego el Dr. De La Vega; que la
paciente le habría manifestado que empezó a tener ese dolor unos 25 minutos
después de haber salido del quirófano; que cuando fueron los médicos, la
medicaron, le pusieron máscara de oxígeno y del resto se ocuparon los médicos;
que no había hablado con Cei ni antes ni después de la cesárea y que no recordaba
si había pasado a la habitación cuando habían llegado los médicos.
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Ante consultas de la querella, dijo que generalmente hay
una sola enfermera en cada sector y que las habitaciones suelen estar llenas; que
atiende a unos nueve pacientes; que nadie le había referido algo en especial sobre
esta paciente; que ellos [los enfermeros] no pesan a los pacientes.
El Fiscal General volvió a interrogarla y respondió que
había ido una persona a la habitación, pero que no había hablado con ella; que
había sido ella la encargada de explicar a los familiares cómo era el
procedimiento pos operatorio; que no se había hecho presente ningún médico en
la habitación hasta que llegó la jefe de servicio.
María Inés CASTILLO.
Contestó solamente preguntas efectuadas por la querella. Refirió
que había sido ella la que siempre acompañó a su hija a los tratamientos previos
con la Dra. Cei y que le había molestado que tuviera que pagarle de más porque
ya tenían obra social; que cuando su hija le había respondido que no iba a pagarle,
la Dra. Cei había tenido un cambio y la había empezado a tratar distinto, no como
la trataba al principio y le había cambiado dos o tres veces la fecha de la cesárea;
que no le había gustado la atención de los médicos y de la enfermera en la clínica;
que ella no había presenciado el parto y cuando llevaron a su hija a la sala “todo
era agua que salía por todos lados y no podía levantar los brazos”; que, ante tal
panorama, habían pedido ayuda y no le “daban bolilla, hasta que empezó a
gritar”; que le habían dicho que transpiraba porque hacía calor, pero que “era
claro que algo estaba mal porque tuve 5 hijos” (sic); que, al final, una enfermera
se había hecho cargo, pero ya habían pasado unas cuantas horas y su hija había
empezado a ponerse fría, con el cuerpo tibio; que la habían llevado sin pulso a
terapia intensiva; que “la sacaron muerta de ahí”; que después había salido un
médico diciendo que había problemas y que tenía mucho líquido en los pulmones;
que, como a las 23, salió la Dra. Cei para decirles con lágrimas en los ojos que
había hecho todo lo que podía y que ella le dijo: “hasta que no me la mataste no
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paraste”; que la Dra. Cei se fue corriendo y después no la había visto nunca más;
que apenas vio llegar a su hija a la habitación había notado que estaba mal; que,
cuando se llevaron a su hija al quirófano ya había dejado de hablar y transpiraba
mucho; que habría hablado dos veces con la enfermera, quien “no le daba bolilla
y le contestaba mal”; que le decían que eran síntomas por “haber tenido familia”;
que “ahí hubo algo más”.
IV.- EL DESCARGO DE LA IMPUTADA.
En oportunidad de rendir explicaciones durante la sustanciación de
la altercación oral, cuyo detalle obra de manera minuciosa en el acta autorizada
por el Actuario a la que me remito, en lo pertinente, la inculpada hizo uso de su
derecho constitucional de no declarar y se remitió a su declaración indagatoria
brindada en instrucción a fs. 421/427.
V.- VALORACIÓN DE LA PRUEBA.
En la oportunidad procesal prevista por el art. 393 de la ley de rito
el Sr. Fiscal Gral. y la querella, al unísono y por las consideraciones que
palmariamente da cuenta el acta autorizada por el actuario, dieron por probada
tanto la materialidad del hecho como la pertinente responsabilidad que, en el
mismo, le cupo a la inculpada.
A su hora, los Sres. Defensores particulares -también por las
argumentaciones consignadas en dicho instrumento público- reclamaron la
absolución de su ahijada procesal.
Trabada como se encuentra la tensión instalada por los adversarios
procesales, infiero que he de acompañar a la defensa en la solución
desincriminatoria que prohija, solo por el estricto apego a los alcances del artículo
3 del Código Procesal Penal de la Nación.
Para ello, si bien no deja de llamarme poderosamente la atención que no
se ha practicado la correspondiente autopsia - pese a que la manda legal prevista
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en el art. 264 del C.P.P.N. conmina a su realización - lo cierto es que este extremo
no puede ser puesto en cabeza de la perseguida.
Tampoco puede ser subrogada su realización por el suscripto ya
que, a la luz del modelo acusatorio en el cual afilia nuestra legislación,
significaría entrometerse –hacia un lado o hacia otro- respecto de una actividad
que le es ajena, como la probatoria, sin perjuicio de resaltar que, al menos de
momento, se desconocen las causales que llevaron al óbito a Liliana Correa.
Por otra parte, no puedo dejar de resaltar las inconsistencias
que revelan las distintas consignaciones plasmadas en forma escrita en la historia
clínica, en la cual se alude a una participación plural de diferentes profesionales,
en horarios diversos, no pudiéndose establecer de ese intercambio si el resultado
letal acaeció por una atención médica desidiosa de la enfermera Ovando (ver fs.
358/3599, de la Dra. Nevorán (fs. 467474) por la labor de De La Vega, Palazzo y
Camerlingo o de la propia Cei.
Más allá de la comunicación de Ovando a Nevoran, y de
ésta a la acusada, lo cierto es que no puedo determinar, particularmente en esta
última, que se hubiese enmarcado en una actitud desaprensiva o de falta de interés
tal respecto de su paciente con connotaciones de tipo criminal, con posterioridad a
que se llevara a cabo la cesárea programada, en relación a una paciente cuyas
características físicas se pusieran de relieve en la audiencia de debate.
La junta médica en su informe plasmado a fs. 358/359,
luego de evaluar las constancias de la inconsistente historia clínica ya
mencionada, si bien destacaron la demora por parte de los profesionales
intervinientes o la falta de debido control médico, no han podido ser apodícticos
en cuanto a que ese tratamiento impropio del arte de curar fuera resorte exclusivo
de Cei y que fuera esta quien - a partir de una posible desatención crucial -
pusiera en marcha un proceso causal ciego, que desembocara en el luctuoso
suceso por el cual se trabara la altercación oral.
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Si bien no se desconoce la problemática particular que
rodea a la perspectiva analizada en el marco del principio de confianza y la
división de tareas propias de la actividad médica, lo cierto es que no se puede
determinar cuál de los profesionales tratantes habría infringido dicho principio,
generando una suerte de castillo de naipes sobre el cual se verifica una accionar
inapropiado en las reglas del arte de curar.
Por fuera de ello, si bien el principio de confianza obliga a
que el profesional delegante controle la actividad del otro, lo cierto es que
observo en el suceso ventilado un proceso de interacción que no me permite
establecer que Cei haya delegado tareas que debía controlar o que, por el
contrario, se verificara una suerte de desidia autónoma al permanecer en lugar no
contiguo para el debido contralor y que permitiría colocar en cabeza de otro
médico una actividad delictiva.
De la normativa consagrada en el Manual de Normas y
Procedimientos médicos de Servicio de Obstetricia y Ginecología surgen
actividades definidas. En ese marco, fue que Cei, al culminar la cesárea, delegó en
Verónica Cárdenas toda la actividad vinculada con la parte anestesiológica
retirándose del lugar y procediendo, como acreditara la defensa, a realizar otras
actividades en el mismo nosocomio, atendiendo a otros pacientes en la dinámica
particular que ofrece un sistema de salud, sin dudas hoy en crisis.
Esta permanencia de Cei en el nosocomio y su interacción
con otros individuos aquejados en su salud me permiten inferir – aunque no de
manera extendida - una actividad múltiple que le impedía virtualmente
desdoblarse y asistir de manera diferenciada a Correa con mayor extensión, aun
cuando no observo en ella un celo elevado en la atención referenciada .
Las propias prescripciones del Manual indicado ponen en
cabeza de los médicos de guardia de internación, la vigilia de los pacientes que no
tienen médico particular designado y es allí donde habría un tramo que podría
alcanzar, también, a la Dra. Nevoran.
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Retomando el hilo conductor entre la comunicación de
Ovando a Nevoran y de Nevoran a Cei, entiendo que existe, cuando menos, un
cierto grado de vacilación en torno a la diligencia que Cei debía extremar en su
actividad propia siempre en función de la semántica recortada de las normas
criminales.
Es cierto, como lo afirman los familiares de la occisa, que
luego de la falta de integración de un “suplemento dinerario” para complementar
la labor, se verificó un quiebre en la relación donde aparecería una actitud que, si
bien puede ser moralmente reprochable a la Dra. Cei, lo cierto es que ésta no
autoriza a enmarcar toda la actividad posterior en un desempeño negligente y que
éste se encuentra unido, como el valle a la montaña, al deceso de Cei, en los
términos del artículo 84 del Código Penal.
Es cierto también, que Cei y los demás profesionales
deberían haber extremado o haber actuado con mayor celo y prudencia, aún
dentro del cuadro seráfico en que se lleva a cabo la actividad médica pero, esa
falta de esmero, no permite hablar de un supuesto de mala praxis profesional en
función del contorno limitado que dimana de una exégisis semántica, restrictiva,
excepcional y refractaria con la que sumerge la cuestión las previsiones del art. 84
del C.P.
Insisto pues, en que todo el derrotero dialéctico el cual, en
su confrontación con el material probatorio cargoso, me sumerge en territorios
ambiguos, con siluetas indefinidas y que me impiden –en función del marco
propio del titubeo– suscribir una conclusión lindante con la autoría responsable de
la acusada.
Las partes acusadoras no han desentrañado con nitidez qué
profesionales, al hallarse en posición de garante, habría tenido una incidencia
directa – con los alcances del artículo 84 del C.P. - en el deceso comentado,
merced a una actividad desidiosa tomando en cuenta, insisto, la semántica
restrictiva que acuña la norma penal.
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No es ocioso recordar –en torno a la modalidad limitativa con que
debe ser despuntada la manda criminal- que el principio de interpretación
restrictiva se expresa en un segundo momento puramente analítico: dentro del
alcance de las palabras legales puede haber un sentido más amplio para la
criminalización o uno más limitado o restrictivo. Las dudas interpretativas deben
ser resueltas en la forma más limitativa de la criminalización paradigma que
comulga con la excepcionalidad que se desprende de la criminalización primaria (
Zaffaroni, Eugenio Raúl; Alagia, Alejandro y Slokar, Alejandro “ Derecho
Penal. Parte General Pág. 119 Ediar Bs. As. 2002; Manual de Derecho Penal.
Parte General Pág. 107/108 Ediar. Bs. As. 2005).
Ese enfoque reductor ha sido recogido, de manera lozana, por
nuestra Cámara Federal de Casación Penal la cual es tributaria en señalar que es
el canon de máxima taxatividad restrictiva el que obstaculiza cualquier
inteligencia extensiva en la interpretación de las normas penales (C.F.C.P. , sala
II, causa 8.699 “ Medina, Alberto Darío “ rta. 27/12/2012, voto del juez Slokar).
Puesto el énfasis en los ribetes propios de la adecuación
interpretativa de la norma penal no me canso de recalcar que, tampoco, se ha
acreditado que un determinado y definido profesional haya sido el que habría
aplicado un tratamiento impropio u omitido efectuarlo, sin sopesar una conducta
alternativa que hubiese evitado el desenlace fatal.
Han sido diversos galenos que han testimoniado en la audiencia de
debate; los mismos se han explayado, de manera azas, respecto de los pormenores
de las enfermedades que han alcanzado a la fallecida; no obstante ello, de la
evaluación que efectúo a la luz de la sana crítica, no trepido en afirmar que el
punto de equilibrio de todas ellas no logra superar el umbral de lo conjetural.
Todos los galenos han explicado diversos y posibles
procedimientos alternativos; pero, ninguno de ellos, coligió – con amplitud para
erigirse sobre los restantes– respecto de cuál era el tratamiento que hubiese
evitado el desenlace y que profesional debió haber sido el que debía suministrarlo.
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En este aspecto quiero ser claro y preciso: no he esperado que los
deponentes en el debate subroguen al magistrado en un posible juicio sobre la
autoría responsable; tampoco esperaba, ni espero, de un testigo – aun cuando sea
un profesional del arte de curar en un delito que es propio de la disciplina
médica– que delineara la calidad de autor que pudiere alcanzar a un imputado
definido, cuya consagración es resorte exclusivo de la judicatura.
No se me oculta, ciertamente que, por lo general, en la actividad
curativa, incluso con el empleo correcto de la lex artis, puede desembocar en un
resultado infausto ya que la medicina no tiene manera de superar todos los
problemas de salud ( Terragni, Marco Antonio “ El delito culposo en la praxis
médica “ pag. 94 Rubinzal Culzoni Bs. As. 2003).
En los delitos imprudentes que se atribuyen a los médicos es
necesario que el resultado se haya producido como consecuencia de la infracción
del deber de cuidado del profesional y que el efecto sea uno de los que provocaba
evitar la norma respectiva (Terragni, Marco Antonio “El delito culposo en la
praxis médica “ pag. 69 Rubinzal Culzoni Bs. As. 2003).
La formulación de la imputación al médico se dará cuando esta
haya incrementado el riesgo mas allá de lo permitido y cuando el resultado es la
consecuencia de ese aumento de peligro (Terragni, Marco Antonio “El delito
culposo en la praxis médica” pag. 69 Rubinzal Culzoni Bs. As. 2003).
Necesario es recordar que la teoría del incremento del riesgo
constituye un elemento imprescindible para la definición del comportamiento no
permitido pero inidóneo para aportar algo sobre la relación de finalidad de la
norma entre acción y resultado. Las dudas acerca del aspecto fáctico constituyen
un problema procesal y deben resolverse con arreglo al principio “in dubio pro
reo “(Jakobs, Gunther “Derecho Penal. Parte General”, pag. 287 Marcial Pons
Madrid 1997).
Es cierto que en sucesos como el presente – donde innegablemente
aparecen actuaciones plurales – los baremos de la imputación podrían exceder la
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mera causalidad física (Terragni, Marco Antonio “ El delito culposo en la praxis
médica “ pag. 69 Rubinzal Culzoni Bs. As. 2003) pero, esa peculiaridad de la
actividad, no exime de determinar qué profesional o profesionales han generado
un riesgo jurídicamente desaprobado que se materializó en el resultado típico.
La prudencia, entonces, impone que desande los senderos que he
transitado; aun cuando ha existido una suerte de mancomunación de
intervenciones médicas, los acusadores – pese al denodado esfuerzo puesto de
manifiesto y la seriedad con que han cumplido la función propia de sus
ministerios – no han logrado determinar en que segmento y bajo la actuación de
qué profesional o profesionales se estandarizó el incremento o la elevación del
riesgo en el marco funcional y donde se instaló transitivamente el deceso
atribuible a esa elevación.
No me parece atinado, ni mucho menos compatible con la
edificación de un sistema republicano, que se diseque un cuadro de imputación
basado en la probabilidad.
Aun para sucesos como los analizados –donde la prueba del injusto
médico, por su ontología, en muchos casos, adquiere el rótulo de recóndita-
estimo que esa posible calidad de inextricable no puede -ni debe– ser sopesada
respecto de quienes resisten el progreso de la acción.
Si de certeza se habla, la misma debe adquirir un cariz tal que
deber ser rayana o lindante con la seguridad; la mera probabilidad o la posible
inferencia que la conducta alternativa hubiera impedido eventualmente el
resultado cede ante un instituto, de linaje magno, como es el “in dubio pro reo“.
No me pasa desapercibido que, desde la doctrina, se ha intentado
ampliar el abanico en la ponderación probatoria en abierta contraposición con la
posición tradicional; en esta concepción de los hechos se sostenía que si los
peritos intervinientes no se expedían en torno a la relación de causalidad, la
misma no se encontraba acreditada y el hecho quedaba impune; pero -a la luz del
conocido fallo "Holzschutzmittel" resuelto por el Superior Tribunal Alemán
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donde se propone una nueva mirada de la cuestión- se ha empezado a estimar que
(si bien el magistrado no puede reemplazar al perito), los nuevos elementos
brindados por parte de las técnicas y de las ciencias que operan sobre
probabilidades y estadísticas permiten brindar grados de aproximación muy
precisos que, sumados a los elementos de prueba colectados, permiten acreditar
una vinculación comunicativa entre el comportamiento del autor y el resultado
(Arce Aggeo, Miguel Angel "Responsabilidad por el producto y sistema penal" en
Revista Jurídica Nova Tesis 2007-23/24; Arce Aggeo, Miguel Angel “ Sistema
del Delito “págs. 226/228; Arce Aggeo, Miguel Angel “Derecho Penal. Parte
General”, págs 644/647 Cathedra Jurídica Bs. As 2011).
Me parece infortunado suscribir dicha ponencia; avalar la misma,
tendería a diezmar el marco de la culpabilidad del autor como fundamento y
medida de la pena.
Creo que avanzar en el sentido de la incriminación que reconoce
como antecede la automática elevación del riesgo y variables tales como
probabilidades y estadísticas genéricas colisionan, en mi modo de ver las cosas,
con el marco constitucional del enjuiciamiento criminal.
Resulta sosegado proclamar que el núcleo básico lo constituye la
infracción al deber de cuidado. A ella debe sumársele la causación de un resultado
penalmente disvalioso (relación de causalidad) provocado por ese
comportamiento negligente (nexo de determinación) (Tribunal de Casación de la
Provincia de Buenos Aires; Sala III, causa 40.437” F.L. 2 rta. 23/3/2010; voto del
juez Carral; “Arce Aggeo. Miguel- Báez, Julio C., Asturias, Miguel “Código
Penal” Cathedra Jurídica Bs. As 2018 pag. 462).
El mismo Roxin – aun cuando se erige como el creador de la
teoría del incremento del riesgo - reconoce las críticas o las limitaciones que a
ellas se le formulan en cuanto a que solo se puede aceptar una conducta respecto
de un resultado dañoso si es seguro que con una conducta el resultado no se
habría producido. En caso contrario, no es seguro que se haya realizado el peligro
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no permitido y, en virtud del principio “ in dubio pro reo “ el acusado debe ser
absuelto ( Roxin, Claus “ Derecho Penal. Parte General. Tomo I pag. 380 Civitas.
Madrid 1997).
La subjetividad del agente en el homicidio culposo se inserta en un
marco que requiere que se trate de un resultado encuadrable dentro de los
esquemas de la culpa en un sentido de previsibilidad, concepto este que fija los
límites subjetivos de la figura; la imputación del hecho se funda aquí en algunas
de las formas de la culpa admitida por la ley (Nuñez, Ricardo, "Tratado de
derecho penal", t. III, vol. I, p. 157; TOC Nº 4, causa 41606/13, "Gómez García,
Kiler Dahyan", rta. 22/06/2015; voto de la juez Mora; Corbetta, Paola “El
maltrato infantil negligente y su adecuación en las figuras culposas”,
SJA 10/10/2018 , 11 • JA 2018-IV Cita Online: AP/DOC/598/2018).
El resultado causado por el agente solo se puede imputar al tipo
objetivo si la conducta del autor ha creado un peligro para el bien jurídico no
cubierto por un riesgo permitido y ese peligro también se ha realizado en el
resultado concreto ( C.C.C., Sala I, "Vallejos, Néstor Gabriel", c.33141 en
Corbetta, Paola “ El maltrato infantil negligente y su adecuación en las figuras
culposas “ SJA 10/10/2018 , 11 • JA 2018-IV Cita Online: AP/DOC/598/2018).
La “ relación de causalidad entre acción y resultado" y "la
causación del resultado no debe ser ajena a la finalidad de protección de la norma
de cuidado infringida", debiendo requerirse entonces, en el caso, que "el resultado
causado realice el riesgo creado por la infracción de la norma de cuidado ( Roxin,
Claus, "Fundamentos de la estructura de la teoría del delito", en Derecho penal.
Parte general, Ed. Civitas SA, Madrid, 1997, t. I, p. 367; Corbetta, Paola “El
maltrato infantil negligente y su adecuación en las figuras culposas “
SJA 10/10/2018, 11 • JA 2018-IV Cita Online: AP/DOC/598/2018).
Considero necesario señalar que la configuración de la
imprudencia no guarda relación con la presencia o ausencia de un elemento
volitivo. Concretamente considero que "se debe apreciar imprudencia cuando un
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resultado típico es objetivamente imputable y el autor ha tenido un error sobre el
riesgo de su producción, a pesar de la posibilidad de conocer tal riesgo" (Mir
Puig, Santiago, "Derecho penal. Parte general", Ed. B de F, Montevideo-Buenos
Aires, 2004, 7ª ed., p. 298) y que, por ende, el actuar del tercero no haya obrado
interrumpiendo esa relación (TOC Nº 4, causa 41606/13, "Gómez García, Kiler
Dahyan", rta. 22/06/2015; voto de la juez Mora; Corbetta, Paola “El maltrato
infantil negligente y su adecuación en las figuras culposas “ SJA 10/10/2018 , 11
• JA 2018-IV Cita Online: AP/DOC/598/2018).
Ahora bien, ya de regreso al conjunto probatorio para hablar de
negligencia o de violaciones al deber de cuidado – con los contornos restrictivos
que anida la ley penal – es necesario que los acusadores acrediten de manera
apodíctica dichos extremos.
Por el contrario, en el derrotero del legajo, no se ha articulado
ningún tipo de material probatorio unidireccional, homogéneo e inequívoco que
conduzca a la condena; por el contrario las conjeturas – por su carácter sombrío –
son el común denominador que germina del marco dialéctico trazado en paralelo
a la altercación oral sostenida por los adversarios en el proceso.
Cualquier índice de probabilidad o estadística que se abrigue en
aras de comulgar con un pronunciamiento admonitorio es contrario al principio
“in dubio pro reo” angular en nuestra legislación que milita en el sistema
continental europeo.
Desde otra banda, si analizo de manera panorámica y a manera de
conjunto los testimonios en cuestión, más allá de su laxitud, infiero que los
mismos, en más de un segmento, colisionan entre sí y no permiten establecer que
ellos concurran en abono del cargo.
Ya entrando a sopesar las experticias de autos, me veo obligado al
análisis de la parte final del inc. 4° del art. 263 en cuanto ha preceptuado que el
juez valorará la pericia de acuerdo con las reglas de la sana crítica.
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Con atinado acierto, enseñan Navarro y Daray (Código Procesal
Penal de la Nación, Tomo I, pág. 559 Pensamiento Jurídico Editora Bs. As., 1996)
que el juez deberá tener en cuenta la uniformidad de opiniones, los antecedentes
científicos de quienes las vierten, los principios en que se basan y su concordancia
con el resto del plexo probatorio recopilado.
En opinión de Manzini ("Tratado de Derecho Procesal Penal", t.
III, p. 379, Ed. El Foro, Buenos Aires, 1996) más que un medio de prueba la
pericia representa un elemento subsidiario para la valoración de la prueba o para
la resolución de una duda. Adita, que no quiere decir que el perito sea en sentido
estricto un auxiliar del juez. La peritación no puede considerarse como
suplementaria o complementaria a la actividad jurisdiccional (ya que el juez
siempre permanece libre a las conclusiones periciales) sino también porque el
perito aporta una contribución original suya de observaciones y de juicios al
objeto de la prueba.
Desde este sendero, cuadra aditar, que los resultados de las
experticias no obligan o condicionan la resolución por parte del magistrado; el
juez no debe acomodarse a la forma de pensar del profesional.
La voz del experto no hace prisionero al juzgador; el juez no se
encuentra encadenado frente a la conclusión del perito. En esa ruta, se ha
establecido que "el sistema de sana crítica racional establece la más plena libertad
de convencimiento de los jueces pero exige, a diferencia de lo que ocurre con el
sistema de libre convicción, que las conclusiones a la que se llegan sean fruto
racional del análisis de la prueba. Se caracteriza así en que el magistrado logre sus
conclusiones sobre los hechos de la causa, valorando toda la prueba con total
libertad, pero respetando los principios de la recta razón, es decir, las normas de la
lógica, la psicología y de la experiencia común "(C.C.C., sala IV, "Pedraza, José
A.", rta. 06/06/2001, Bol. Int. de Jurisp. N° 2 - 2001).
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La confrontación de las experticias y los testimonios médicos
aclaratorios o complementarios de éstas – por las razones suministradas- me
impiden disecar una solución incriminante en los decesos.
Me introduzco pues en el otro “holding” de probanzas que pueden
ponderarse. Y allí vuelvo a percibir un nuevo anclaje en la construcción de la
imputación.
No dudo del dolor que cobija a los familiares de la fallecida; estos,
al momento de deponer, nos ilustran de las desatenciones comentadas pero ellas
son insuficiente para lograr la incriminación; las otras probanzas anejadas
tampoco ameritan abrir un surco homogéneo y sustentable para vertebrar la
atribuibilidad.
Dicho material, comulgando con los otros testimonios y las
experticias médicas, tampoco logra desandar el camino de la ambigüedad que es
imposible abandonar; ellas me sumerge en el titubeo, en cavilaciones que no me
permite descifrar, en definitiva, quien o quienes, por negligencia, habrían llevado
a la inmolada al óbito.
Desde otro espigón, es mi deber señalar, que a la luz del modelo
acusatorio con que se edifica nuestro juicio oral es el fiscal general y el
querellante quienes llevan la iniciativa probatoria y pesa sobre ellos la carga de
probar la culpabilidad del imputado ( Granillo Fernández, Héctor M – Herbel ,
Gustavo“ Código de la Procedimiento Penal de la Provincia de Buenos Aires “ T.
II pag. 301 Ed LA LEY Bs As. 2009).
No se me pasa por alto, ciertamente, la matriz adversarial con que
se cincela el juicio oral pues- aún cuando se advierta que el ordenamiento
procesal se enrola en la tipología de un sistema mixto pese a que la tendencia y la
legislación actual no abdican en enmarcar progresivamente al mismo dentro del
primero- es el debate un segmento procesal de neto corte acusatorio donde cobran
relevancia las exigencias de oralidad, continuidad, publicidad y contradicción,
apotegmas éstos que no son una concesión graciosa de la ley procesal sino que
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germinan de la Carta Suprema (Langevin, Julián “Los límites punitivos del
juzgador en materia penal” LA LEY 2007-D-633).
Dicho enfoque es tributario de las enseñanzas de Vélez Mariconde
(“Derecho Procesal Penal” tomo I pág.21 Marcos Lerner Córdoba 1986) en
cuanto a que es unánime la doctrina en que la etapa de juicio, aún en el sistema
mixto, es netamente acusatoria.
A no dudarlo, que ha sido nuestro tribunal cimero el que ha
reconocido que Juan Baustista Alberdi y los constituyentes de 1853 optaron por el
modelo norteamericano – originariamente opuesto por completo al europeo, su
antípoda institucional – y que el proceso penal es un sistema horizontalmente
organizado que no puede comulgar con otro sistema que no sea el acusatorio
( C.SJ.N. causa 21.923/02 “Sandoval, David Andrés s/ recurso de hecho” rta. el
31 de agosto del 2010; considerando 14 del voto del Ministerio Zaffaroni).
Es ese marco acusatorio el que ha dado pábulo a nuestra Corte
Federal para profetizar que corresponde al Ministerio Fiscal - y a la querella -
probar la conducta y todos sus extremos y que cualquier atisbo de duda debe ser
evaluado a favor del encartado so pena de violar la defensa en juicio (C.S.J.N
“Abraham Jonte, Ronaldo”, JA 2002-II-753).
No debe perderse de vista que la sentencia, para ser condenatoria,
debe apoyarse en el triunfo probatorio de la acusación y ausente de la más mínima
duda racional ofreciendo la absoluta seguridad que los hechos han ocurrido de
determinada manera.
Este cuadro de sombras me permite formular el siguiente
interrogante:
a) ¿Ha exteriorizado la acusada un cuadro de desatención tal en su
calidad de obstetra que se enlazara de manera directa y condijera el óbito a la
occisa, siempre en función de las previsiones del artículo 84 del Código Penal?
b) ¿Poseía la imputada un grado de comandancia sobre los diversos
profesionales que intervinieron en la atención de aquélla?
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c) ¿Se verifican actividades profesionales alternativas que, por su
cuadro de desidia, aceleraran causalmente el proceso letal verificado?
No puedo afirmar, ni descartar, ninguno de los interrogantes
formulados; no puedo inclinarme ni por una conclusión incriminatoria ni por otra
decididamente desvinculante de la lejanía con la negligencia profesional.
Lamentablemente, al carecer de respuestas adecuadas para evacuar
dichos interrogantes, fundamentalmente en relación a la sometida al proceso,
respecto del cual las acusadoras han habilitado la jurisdicción, debo adecuar la
cuestión en las previsiones del artículo 3 del ceremonial.
Dentro de este contexto, se ha sostenido que — si bien los jueces
son libres de apreciar el valor probatorio de los elementos producidos durante el
debate— resulta necesario que se respeten las reglas que rigen la carga de la
prueba entre las partes que, resultando cierto que en el derecho penal les incumbe
al Ministerio Público o la parte civil, probar la culpabilidad del prevenido,
conforme a la regla "actori incumbit probatio", el cual es reforzada por la
presunción de inocencia que beneficia al prevenido y que se impone en su
beneficio en caso de duda (in dubio pro reo), cuando esta versa sobre un extremo
relacionado con el hecho y no con el derecho, que es afirmada en el art. 9º de la
Declaración de los Derechos Humanos, retomada en el preámbulo de la
Constitución de 1958 (francesa), esta presunción de inocencia es igualmente
consagrada por el art. 6º de la Convención Europea de los Derechos de Humanos
de 1950 ( Bore, Jacques, "La cassation en matiere pénale", nros. 1970 y ss.,
LGDJ, 1985, p. 596, citado por el juez Tragant, en su voto en la causa 10.172, de
la CFed. Cas. Penal, sala III, "Recaite, Diego Fabián s/ recurso de casación", del
03/06/2009; TOral Crim. Nº 4 causa 50806/2009 "Olivera Da Conceicao, Antonio
G.", rta. el 22/06/2016; voto del juez Calvete; Corbetta, Paola “ El imputado u la
posibilidad de aplicar el in dubio pro reo en la instrucción sumarial “ LA
LEY 2018-E , 1056; Ver mi voto T.O.C. 4 Causa N 1955/2013 Duarte, Víctor -
Duarte Álvarez, Víctor, rta. 5/04/2016 elDial.com - AA961A).
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Puedo ensayar innúmeras hipótesis, probabilidades o inferencias
que ingresarían en un dédalo discursivo y que me aleja de la solución lineal con el
rigorismo propio de una sentencia admonitoria.
Más allá de ciertas cavilaciones que anido en mi interior en torno a
la actividad de Cei destaco que todo me lleva a la duda; desde la Provincia de
Buenos Aires se ha identificado la duda juzgador al momento de fallar,
representado por una indecisión del intelecto puesto a decidir sobre la existencia o
la inexistencia de un hecho determinado, indecisión que se deriva del contraste y
compensación existente entre los elementos que llevan a afirmarla y aquellos que
conducen a negarla, sin que ninguno de ellos logre, en definitiva, desequilibrar
una paridad (Tribunal de Casación de la Provincia de Buenos Aires, Sala I, causas
5136 y 5163, caratulada "Aguilar, Ariel José s/ recurso de Casación deducido por
el Ministerio Público Fiscal y causa N° 6171" rta 9/1/2004 LA LEY 2006-
B , 1078).
Por esa banda, estimo que la racionalidad es una de las
características del derecho de toda república (art. 1 de la Constitución Nacional;
ver mi voto en causa Tribunal en lo Criminal N° 1 de La Matanza, causa
00787/2006 “Azame, Gerardo y otros” rta. 30/9/2011; fallo publicado en LLBA,
2012, (marzo) 160; cita ON LINE AR/JUR/59252011) y que una teoría del
derecho penal no puede prescindir de su función de límite al poder ya que, esa
teoría, es la que organiza conceptualmente una función constitucional. La función
política de una constitución es la de poner límites jurídicos al ejercicio del poder
por intermedio de esa legislación penal especifica (Alagia, A., “Genealogía del
injusto imaginario” en Revista del Ministerio Público Fiscal, Bs. As., 2001, pág.
171/172, con cita de Kelsen, H. “¿Quién debe ser el defensor de la Constitución?,
Madrid, 1995, p. 171/172; Ver mi voto T.O.C. 4 Causa N 1955/2013 Duarte,
Víctor Duarte -Duarte Álvarez, Víctor rta 5/04/2016 elDial.com - AA961A ).
No deviene baladí acudir a un tórrido pronunciamiento de nuestra
Corte Federal en cuanto ha predicado que de acuerdo a la forma republicana de
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gobierno y representativa de gobierno que establece nuestra Constitución el poder
se divide entre tres departamentos con diferentes funciones -a lo que me permito
agregarle la existencia de un órgano extra poder, que es el Ministerio Público- que
encuentran el límite de actuación en el respeto al proyecto de república
democrática que aquélla establece y al principio constitucional que ningún poder
puede arrojarse mayores facultades que las que le hay sido conferidas
expresamente (C.S.J.N., R. 369 XLIX, “Rizzo, Jorge Gabriel Apoderado de la
Lista 3 Gente de Derecho s/ acción de amparo (P.E.N. ley 26.855, medida
cautelar (Expte N° 3034/13)”, con cita de Fallos 137:47; Ver mi voto T.O.C. 4
Causa N 1955/2013 Duarte, Víctor Duarte -Duarte Álvarez, Víctor rta 5/04/2016
elDial.com - AA961A ).-).
Me permito profundizar, aún más, en todas las circunstancias
vinculadas al acogimiento, en la especie, de las previsiones del “in dubio pro
reo”.
En este punto es necesario detenerme; estoy convencido que, en la
especie, se avizoran todos los prepuestos que ameritan canalizar el tópico a
resolver sobre dicho instituto.
En primer lugar, corresponde anidar el segmento temporal del
mismo por cuanto, como lo reclama la mejor doctrina (Almeyra, Miguel Angel
“Código Procesal Penal de la Nación” T. II pag. 760 Ed La Ley Bs. As. 2007) la
duda que alude el artículo 3 de la ley procesal es aplicable en los momentos en
que el proceso se debate entre la absolución y la condena luego de sustanciada la
altercación oral.
En segundo término, comulgan en la especie las circunstancias de
fondo que permiten, como dijera, encarrilar la cuestión al sol del mismo toda vez
que, en consonancia con nuestro programa constitucional, la duda que
palmariamente se evidencia en el legajo no descansa en una actitud psíquico-
volitiva de este judicante, de un estado de escepticismo o de alguna indecisión de
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mi intelecto respecto de un elemento tangencial o periférico, sino que la tiniebla
jurídica se aposta en la falta de armonía del conjunto probatorio mismo.
Lleva dicho la Sala II de la Cámara Federal de Casación penal que
todo veredicto de condena se debe cimentar en una multiplicidad de pruebas
homogéneas, unívocas y unidireccionales que acrediten, con el grado de certeza
necesario la recreación histórica del acontecimiento y la participación del agente
(C.F.C.P. , sala II causa 19882 “ Aliandre, Marcelo Javier “ rta. 26/4/2012; voto
del juez Slokar).
Creo que el panorama probatorio, que emerge del extendido debate
de autos, no hace más que sumergirme en un cuadro pendular el cual reposa en la
real intervención de la encartada en el suceso que se le adjudica; esa
ambigüedad, barrunta a soterrar cualquier proximidad con la culpabilidad de la
encausada destruyendo, de ese modo, el estado de inocencia que reconoce, como
dijera, linaje magno.
Vuelvo sobre un aspecto que no quiero soslayar; si bien es cierto
que los profesionales que han atendido a la fallecida – en los segmentos
descriptos en el sufragio que abre el Acuerdo - tal vez no han extremo el celo en
las actividad que les ha sido confiado donde han obrado, sin duda, con cierta
desidia, esa actitud descuidada no tiene la entidad suficiente para encarrilar la
cuestión en el reproche imprudente.
Me permito proseguir en la duda beneficiante y su consonancia con
un estado de derecho.
Más allá de las sensaciones encontradas que albergo en mi fuero
íntimo respecto de toda la actuación profesional lo cierto es que vivimos en un
estado republicano donde, al amparo de la enmienda del año 1994, ha mutado el “
status constitucional “del instituto que vengo despuntando.
Creo conveniente evocar a Cafferata Nores (“In dubio pro reo y
recurso de casación contra la sentencia condenatoria. ¿Cambió algo con los
artículos 8.2.h de la Convención Americana de Derechos Civiles y Políticos “y
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75, inciso 22 de la Constitución Nacional?” LA LEY 1999- F 544) cuando anota
que hasta hace poco tiempo (sobre todo, antes de la reforma constitucional de
1994) se había sostenido pacíficamente que el "in dubio pro reo "era un simple
precepto de carácter procesal; pero hoy el "in dubio pro reo" es una garantía
constitucional pues es la contracara del principio de inocencia (art. 8.2, CADH;
art. 14.2, PIDCP, art. 75 inc. 22 Constitución Nacional), que exige expresamente
para que se pueda dictar una sentencia de condena, que se pruebe la culpabilidad
(art. 14.2, PIDCP) plenamente, es decir, más allá de cualquier duda razonable. Y
este último aspecto de tal exigencia es evidenciado por la propia normativa
supranacional porque, si para revisar una sentencia de condena a favor del
condenado requiere hechos "plenamente probatorios" (art. 14.6, PIDCP) de la
comisión de un error judicial sobre su culpabilidad, es claro que la misma fuerza
conviccional ("plena prueba") es la que exigirá para admitir como probada su
culpa: sería absurdo pensar que para declarar "mal probada" la culpa hubiese más
exigencias que para admitirla como "bien probada" (o sea que para dar por
acreditado el error, hubiese más exigencias que para dar por acreditada la verdad).
Cornejo (“Acerca de la revisión de la sentencia penal, el in dubio
pro reo y la justicia” LA LEY 2002-C- 975) señala que el principio "in dubio pro
reo" -que literalmente significa que, en caso de duda, debe estarse a lo más
favorable al imputado- se erige sin discusión en la actualidad como un principio
de raigambre constitucional, derivado del estado de inocencia del que goza todo
imputado en el proceso penal. Su proyección práctica conlleva a la exigencia de
que la sentencia de condena -y, por consiguiente, la aplicación de una pena- sólo
puede estar construida a partir de la certeza en el juzgador acerca de la existencia
de un hecho punible atribuido al acusado. El no haber arribado a la certeza,
traduce la imposibilidad de los órganos públicos de destruir el aludido estado
constitucional de inocencia que ampara al perseguido penalmente, razón por la
cual su falta conduce a la absolución. En otras palabras, la duda o la probabilidad,
impiden la condena y obliga a un pronunciamiento desincriminatorio. Su máxima
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expresión, tal como se infiere de lo expuesto, se halla en el momento del dictado
de la sentencia que pone fin al proceso penal: si no se ha obtenido la certeza
positiva en orden a la existencia del hecho y la participación punible en el mismo
del imputado, se torna operativo el principio que examinamos, lo cual conducirá
indefectiblemente a un fallo absolutorio.
Es que la sentencia, para ser condenatoria, no debe sustentarse en
una ponencia voluntarista del tribunal de mérito. Por el contrario, aquélla debe
germinar de una situación objetiva -no en el simple ánimo de los judicantes- que
se enlaza merced a la prueba que ha sido objeto de debate y de la asegurada en la
instrucción sumarial.
La conducta criminal, sin duda, es consecuencia de un aprendizaje
que se realiza en un proceso de comunicación (Righi, Esteban “Los delitos
económicos” pág. 73 Ad Hoc Bs. As. 2000) pero la edificación de la imputación
no es solamente teórica, en el sentido de que el hecho histórico nunca se presenta
intacto sino que se observa con posterioridad a la manifestación del autor, se la
aprehende en un proceso cognitivo producto de la observación judicial. Por ello,
toda posibilidad de acceso comunicativo por medio de la interpretación del hecho
que el observador judicial haga podrá realizarse sobre elementos comunicativos
en el plano objetivo, es decir, sobre elementos de prueba y a través del sistema
cognitivo del observador (Arce Aggeo, Miguel Angel “La imputación construida”
pág. 239 /241 Universidad Bs. As. 2008).
Por fuera de ello, en la relación gnoseológica que dimana de la
construcción de la imputación, los jueces tienden más que a reconstruir un hecho
histórico pasado a edificar su propia representación en relación al suceso materia
de juzgamiento, auxiliados, para ello, no sólo del sustento probatorio sino del
marco lingüístico trabado al sol de la altercación que entablan los legitimados
procesales y que les permite arribar a la construcción de la verdad procesal.
He dicho en oportunidad de desempeñarme como juez de la
Provincia de Buenos Aires (Tribunal Criminal N° 1 de La Matanza, causa
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00787/2006 “Azame, Gerardo y otros” rta. el 30/9/2011; fallo publicado en
LLBA, 2012, (marzo) 160; cita ON LINE AR/JUR/59252011) que en los hechos
materia de juzgamiento los jueces no podemos penetrar en la esfera íntima del
sujeto activo o en los aspectos más sensibles de su pensamiento o de su contorno
volitivo pero si podemos delinear la existencia o inexistencia de determinado
vínculo procesal haciendo jugar para ello, armónicamente, todo el material
probatorio recopilado en el legajo.
Los dictados de la lógica ya me impiden homologar cualquier
cercanía de la encartada con el injusto; es evidente –dada la delicada naturaleza de
la emergencia en trato – que no deseo llegar a la obtención de una verdad
metafísicamente pura porque ello es materialmente imposible para el ser humano
(Nieva Fenoll, Jordi “ Fundamentos de Derecho Procesal Penal “ pag. 282 I B de
F Montevideo Bs. As. 2012.
Afirman Binder y Holman (“Teoría del caso”, pág 22 Ediciones
Didot Bs. As., 2012) que la verdad que se edifica en paralelo con el desarrollo del
proceso tiende a mirar hacia el interior del contradictorio de las partes y no hacia
una verdad histórica que es inalcanzable: lograr esa cercanía con la verdad
histórica es lo máximo que podemos hacer y aspirar pues no es posible que en un
juicio se reproduzca la verdad íntegra de lo ocurrido.
Creo que en el caso de autos lejos estamos de arribar a una
cercanía contigua o lindante con la verdad procesal que se una al delito.
La vaguedad del material reunido –como panoplia habilitante para
amonestar a la imputada a la luz de normas definidas que disecan un estado de
derecho– me impide arrimarme a una verdad incriminatoria y enlazar un proceso
comunicativo que me permita una representación mental que cabalgue sobre
territorios comunes con la ornamentación de la conducta criminal circunstancia
que confluye, inexorablemente, en las previsiones del artículo 3 de la ordenanza
procesal.
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VI.- EXTRACCION DE TESTIMONIOS.
Más allá que este órgano, en función de las consideraciones
efectuadas, se abstendrá de expiar a la acusada, no me pasa desapercibido
ciertamente que, en función de la naturaleza del servicio que nuclea a la actividad
médica, amerita poner en conocimiento de lo actuado al órgano de
superintendencia de todos los profesionales tratantes de la occisa, así como
también en relación a la propia jefatura del Sanatorio La Trinidad este
pronunciamiento final, a fin de que se proceda a la sustanciación de las
actuaciones administrativas que fueren menester, en caso de que así se estime
apropiado.
Va de suyo que los niveles de responsabilidad que pudieren surgir
de la confección de un procedimiento administrativo son diversos y abarcan un
campo más ensanchado que el restrictivo perímetro que abraza al enjuiciamiento
criminal.
Entiendo que la responsabilidad administrativa se desenvuelve en
lo esencial en lo interno del servicio que se presta a la vez que la penal se
desenvuelve fuera de ese ámbito; el proceso criminal tiende a aplicar las normas
de nuestro cuerpo codificado y de las leyes donde las figuras delictivas se hallan
especificadas; en el procedimiento disciplinario, la aplicación de la norma
descansa en principios genéricos (Marienhoff, Miguel. “ Tratado de Derecho
Administrativo, Tomo III, B, pág. 425, Editorial Abeledo Perrot, Bs. As, 1974).
De allí que se haya establecido que la absolución o sobreseimiento
dictada en sede penal no siempre es título suficiente para impedir la sanción
administrativa, aún cuando estas se impongan por hechos directamente vinculados
a los que dieron lugar a la absolución o sobreseimiento penal (Marienhoff, Miguel
Tratado de Derecho Administrativo, Tomo III, B, pág. 428, Editorial Abeledo
Perrot, Bs. As, 1974).
Desde ese mirador, si hay algo que no se encuentra controvertido
es, por un lado, el fallecimiento de la inmolada y, por el otro, que el deceso
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habría tenido como antecedente una práctica médica inapropiada, aun cuando ese
rotulo sea insuficiente para acuñar las previsiones del artículo 84 del C.P., en
función de lo diluida que se encuentra la responsabilidad personal propia de esta
disciplina de excepción a la que la Corte Federal ha rotulado como “ultima ratio”
(fallos 320:2959).
La circunstancia que haya escogido la absolución propiciada no
impide, ciertamente, que la cuestión sea analizada –si es que el órgano
correspondiente así lo estima adecuado- en un perímetro diverso a este territorio
fuertemente condicionado por la “última ratio”, como es la pertinente instancia
disciplinaria, con ribetes de evaluación de la responsabilidad profesional mucho
más laxo que los que confluyen en la jurisdicción criminal.
VII.- HONORARIOS Y COSTAS.
No se regularan los honorarios de los profesionales actuantes hasta
tanto den cumplimiento a la normativa específica.
Respecto de las costas procesales, entiendo que las mismas deben
ser soportadas en el orden causado habida cuenta que, por fuera de la solución
liberatoria que he prohijado, lo cierto es que la misma ha descansado únicamente
en la duda beneficiante y, como alfa y omega de la misma, surge de manera
irrefutable que la querella ha tenido una razón plausible para litigar.
Por los fundamentos expuestos y lo establecido en los arts. 18 de la
Constitución Nacional y 3, 396, 398, 399, 402 y 530 del Código Procesal Penal;
RESUELVO:
I.- ABSOLVER a Mónica Beatriz CEI, de las demás condiciones
personales obrantes en autos, en orden al delito de homicidio culposo, por el que
fuera acusada por el Sr. Fiscal General y por la querella, por el beneficio de la
duda (art. 3ro, C.P.P.N), con costas en el orden causado.
Fecha de firma: 12/04/2019Firmado por: JULIO CESAR BAEZ, JUEZ DE CAMARAFirmado(ante mi) por: IGNACIO FABIAN IRIARTE, SECRETARIO DE CAMARA
#24647296#231938859#20190412140359173
II.- HACER SABER a la Sra. Titular del Ministerio de Salud y
Desarrollo Social de la Nación el resultado de la presente adjuntando copia de la
sentencia, a los fines de que allí se evalúe la posibilidad de confeccionar
actuaciones disciplinarias de rigor, en relación a la totalidad de profesionales e
instituciones de salud involucradas, en caso que se estime menester.
Tómese razón, comuníquese a quien corresponda, insértese copia
en el registro de sentencias, y archívese.
Ante mí:
Fecha de firma: 12/04/2019Firmado por: JULIO CESAR BAEZ, JUEZ DE CAMARAFirmado(ante mi) por: IGNACIO FABIAN IRIARTE, SECRETARIO DE CAMARA