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La democracia es una flor de lo más delicada. Apenas brota, amenaza con marchitarse a cada instante. Por eso le resulta del todo imposible florecer en ámbitos fanáticos, chapoteando entre dogmas y supuestos va - lores tradicionales, por no decir obtusos. Un fanático no puede dialogar —abrirse a la realidad— porque sólo habla consigo mismo, y a ver quién lo convence de lo contrario. Hacia allá apuntó su aguda mirada Carlos Monsi- váis, muy especialmente en su famosa columna Por mi madre, bohemios, que llegó a cumplir, entre Siempre! y Proceso, más de cuarenta años. Su ojo de lince desenmas - caraba el autoengaño, la cursilería (Gómez de la Serna de- finía la cursilería como un exaltado sentimiento, pero im- posible de ser compartido), el descaro o la banalidad o la estupidez misma. El autor de la columna se escondía en la enigmática R. y desde ahí se miraba mirar, y por mo- mentos uno se preguntaba si al transcribir y calificar —o clasificar— tanta tontería, reía o lloraba. Yo a veces creía que, por sus encabezados y paréntesis, más bien lloraba. Curiosa suposición: imaginar a Carlos Monsiváis lloran- do al escribir cada semana Por mi madre, bohemios. Acto dolorosamente compasivo ante la estupidez humana. ¿O lloraba de risa? Como aquel personaje cortazariano que al salir de un velorio declara: “Era de risa, todos lloraban”. Por las páginas de Por mi madre, bohemios, cada se - mana se delataban por sí solos (bastaba con oírlos aten- tamente) los intransigentes moralistas, los pulcros pa- REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO | 19 Por mi madre, bohemios: nuestro México mismo Ignacio Solares Dotado de un ingenio casi sobrenatural, el sentido del humor de Carlos Monsiváis era capaz de arrancar lo mismo sonrisas que llanto en sus lectores, sobre todo en su legendaria colum- na Por mi madre, bohemios, donde Monsiváis se dedicaba a “ahorcar con sus citas” a personajes de la vida pública del país. Ignacio Solares recuerda la famosa columna, un verdadero clá- sico del humor mexicano. Para Consuelo Sáizar, por la amistad compartida con Carlos

Por mi madre, bohemios nuestro México mismo · al salir de un velorio declara: “Era de risa, todos lloraban”. Por las páginas de Por mi madre, bohemios , cada se - mana se delataban

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La democracia es una flor de lo más delicada. Apenasbrota, amenaza con marchitarse a cada instante. Poreso le resulta del todo imposible florecer en ámbitosfanáticos, chapoteando entre dogmas y supuestos va -lores tradicionales, por no decir obtusos. Un fanáticono puede dialogar —abrirse a la realidad— porquesólo habla consigo mismo, y a ver quién lo convencede lo contrario. Hacia allá apuntó su aguda mirada Carlos Monsi-

váis, muy especialmente en su famosa columna Por mimadre, bohemios, que llegó a cumplir, entre Siempre! yPro ceso, más de cuarenta años. Su ojo de lince desenmas -caraba el autoengaño, la cursilería (Gómez de la Serna de -finía la cursilería como un exaltado sentimiento, pero im -

posible de ser compartido), el descaro o la banalidad o laes tupidez misma. El autor de la columna se escondía enla enigmática R. y desde ahí se miraba mirar, y por mo -mentos uno se preguntaba si al transcribir y ca lificar —oclasificar— tanta tontería, reía o lloraba. Yo a veces creíaque, por sus encabezados y paréntesis, más bien lloraba.Cu riosa suposición: imaginar a Carlos Mon siváis lloran-do al escribir cada semana Por mi madre, bohemios. Actodo lorosamente compasivo ante la estupidez humana. ¿Olloraba de risa? Como aquel personaje cortazariano queal salir de un velorio declara: “Era de risa, todos lloraban”. Por las páginas de Por mi madre, bohemios, cada se -

mana se delataban por sí solos (bastaba con oírlos aten-tamente) los intransigentes moralistas, los pulcros pa -

REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO | 19

Por mi madre,bohemios:nuestroMéxico mismo

Ignacio Solares

Dotado de un ingenio casi sobrenatural, el sentido del humorde Carlos Monsiváis era capaz de arrancar lo mismo sonrisasque llanto en sus lectores, sobre todo en su legendaria colum-na Por mi madre, bohemios, donde Monsiváis se dedicaba a“ahorcar con sus citas” a personajes de la vida pública del país.Ignacio Solares recuerda la famosa columna, un verdadero clá -sico del humor mexicano.

Para Consuelo Sáizar, por la amistad compartida con Carlos

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dres de familia, las intrigantes maestras de civismo, losrepresentantes católicos de dedo flamígero, los políticosde ideas firmes e intolerantes…

La columna dejó en la memoria, a lo largo de losaños, la idea de una ópera bufa, porque en ella, comoen una vasta composición musical, ciertos seres y te -mas se in sinuaban, desaparecían y luego reaparecían,engarzados en otros, dentro de un movimiento inte-grador y sin tético que, en un momento dado, se im po -nía como un mun do autónomo, compacto y autosufi -ciente: nuestro México mismo. Casi nada. Ésta pa recíaser una de las funciones de Por mi madre, bo hemios: re -cordar a sus lec tores que, por más firme que parezca elsuelo que pisan y por más radiante que luzca la ciu-dad que habitan, hay demonios declarantes escondi-dos por todas partes, en todos los ámbitos de nuestravida social y política, que pueden, en cualquier mo men -to, provocar un cataclismo. (La R. se hubiera desespe-rado ante tanta retórica y amenazaría con incluirnosen su siguiente entrega).

A esa (mal) llamada “identidad nacional”, que estámás allá de los discursos y los sellos oficiales, y que másbien se manifiesta en lo artístico y en lo popular, con-tribuyó sobremanera a develarla Por mi madre, bo -hemios. Mé xico ya no será el mismo sin Por mi ma dre,bohemios.

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Publicado por Ediciones La Jornada en el libro Por mi madre, bohemios I, México, julio de 1993

Carlos Monsiváis por Rafael Barajas (El Fisgón)Monsi de charrito

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