Prueba formativaSexto año - Educación PrimariaÁrea LecturaCiclo 2014

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Prueba formativa - Sexto año - Educación Primaria - Área Lectura - Ciclo 2014

Prueba Evaluación Formativa 6° Primaria LECTURA 2014

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Platón, un filósofo griego que nació en el siglo V antes de Cristo, escribió:

"Cuando la luz que llega del exterior se introduce en el ojo, mil colores estallan."

Vamos a referirnos a ese maravilloso privilegio de ver que tenemos el mayoría delos seres humanos. Para que podamos ver, además de la luz, necesitamos contarcon un órgano que nos permita conocer la forma, el tamaño, el color, la luminosidad,la situación, la distancia y el movimiento de los objetos. Este órgano de la visiónes el ojo.

La Mochila N°26 (adaptación)

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Platón, un filósofo griego que nació en el siglo V antes de Cristo, escribió:

"Cuando la luz que llega del exterior se introduce en el ojo, mil colores estallan."

Vamos a referirnos a ese maravilloso privilegio de ver que tenemos el mayoría delos seres humanos. Para que podamos ver, además de la luz, necesitamos contarcon un órgano que nos permita conocer la forma, el tamaño, el color, la luminosidad,la situación, la distancia y el movimiento de los objetos. Este órgano de la visiónes el ojo.

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Platón, un filósofo griego que nació en el siglo V antes de Cristo, escribió:

"Cuando la luz que llega del exterior se introduce en el ojo, mil colores estallan."

Vamos a referirnos a ese maravilloso privilegio de ver que tenemos el mayoría delos seres humanos. Para que podamos ver, además de la luz, necesitamos contarcon un órgano que nos permita conocer la forma, el tamaño, el color, la luminosidad,la situación, la distancia y el movimiento de los objetos. Este órgano de la visiónes el ojo.

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Platón, un filósofo griego que nació en el siglo V antes de Cristo, escribió:

"Cuando la luz que llega del exterior se introduce en el ojo, mil colores estallan."

Vamos a referirnos a ese maravilloso privilegio de ver que tenemos el mayoría delos seres humanos. Para que podamos ver, además de la luz, necesitamos contarcon un órgano que nos permita conocer la forma, el tamaño, el color, la luminosidad,la situación, la distancia y el movimiento de los objetos. Este órgano de la visiónes el ojo.

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EL ABUELO DE YON(Leyenda japonesa)

Yon era feliz en lo alto de la montaña. Allí vivía, en la casita humilde ylimpia, sin otra compañía que su abuelo. El viejo abuelo era guardián de losarrozales en aquella isla de los mares de Japón. ¡Con cuánto orgullo mirabaextenderse por las laderas la plantación que alimentaba a su pueblo! Amaba asu sembrado casi tanto como a su nieto Yon y prodigaba sus cuidados a lasplantas y al niño con igual amor y desvelo. Era todavía fuerte y robustos eransus brazos y anchas sus espaldas, aunque ya ligeramente encorvadas por elpeso de los años.

Pero en ocasiones parecía rejuvenecer. Una lucecita de felicidad seencendía en sus ojos cuando el sembrado fructificaba y una sonrisa iluminaba

su viejo rostro curtido.

A sus pies, más allá de los arrozales, la población se ofrecía a sus ojos como un mundo de juguete.Las casitas de los pobladores asomaban sus techos inclinados entre la arboleda y las ventanitas parecíanojos curiosos que le hacían guiños de amistad. Hasta la misma orilla del mar llegaban las viviendas, que seveían todavía más frágiles junto a la inmensidad de las aguas, con sus olas espumosas y su lejano horizonte.

El viejo conocía a todos los habitantes del pueblo, sabía de sus alegrías y de sus infortunios,recordaba sus nombres, eran sus amigos. Toda su vida estaba encerrada en los cuatro puntos cardinales dela isla, junto a sus arrozales y a su pequeño nieto.

Un día en que el viejo guardián estaba sentado a la puerta de su casa, vio a lo lejos una negra sombraque subía por el mar. Enseguida se irguió, plegaron su frente mil arrugas, y llamó a Yon. La sombra negraseguía creciendo.

Yon acudió, asustado. A gritos le pidió su abuelo que buscara una rama seca y él corrió con suspiernas ágiles, trayendo lo que le pedía. El abuelo prendió fuego a la rama y echó a correr con ella laderaabajo. El niño lo llamó, aterrorizado, al ver al viejo enarbolando la rama encendida. Pero todavía habría deasustarse más, porque el anciano, como enloquecido, comenzó a prender fuego a la plantación.

Pronto pudo verse desde el pueblo lo que pasaba. Nadie podía creerlo: la plantación ardía. ¿Quéhacía el guardián que no lo impedía? Pero cuando los primeros moradores comenzaron a subir la cuesta, elasombro se trocó en indignación. No solo el viejo guardián no impedía que el fuego corriera, sino que élmismo se encargaba de atizarlo.

El pueblo entero trepó la montaña dando voces airadas contra el viejo guardián. Había que darle sumerecido. Por su culpa padecerían hambre. Pero cuando ya enfrentaban al anciano, enardecidos, un ruidosordo y pavoroso les hizo volver la cabeza. Una terrible montaña de agua cayó desde el mar sobre elpequeño pueblo, allá abajo. Otra más y otra todavía, derribando las casas, inundándolo todo con terrible furia.Cuando renació la calma, los pobladores cayeron de rodillas.

El viejo abuelo de Yon había encontrado la única manera posible de que abandonaran el pueblo antesdel desastre. A él le debían la vida.

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EL ABUELO DE YON(Leyenda japonesa)

Yon era feliz en lo alto de la montaña. Allí vivía, en la casita humilde ylimpia, sin otra compañía que su abuelo. El viejo abuelo era guardián de losarrozales en aquella isla de los mares de Japón. ¡Con cuánto orgullo mirabaextenderse por las laderas la plantación que alimentaba a su pueblo! Amaba asu sembrado casi tanto como a su nieto Yon y prodigaba sus cuidados a lasplantas y al niño con igual amor y desvelo. Era todavía fuerte y robustos eransus brazos y anchas sus espaldas, aunque ya ligeramente encorvadas por elpeso de los años.

Pero en ocasiones parecía rejuvenecer. Una lucecita de felicidad seencendía en sus ojos cuando el sembrado fructificaba y una sonrisa iluminaba

su viejo rostro curtido.

A sus pies, más allá de los arrozales, la población se ofrecía a sus ojos como un mundo de juguete.Las casitas de los pobladores asomaban sus techos inclinados entre la arboleda y las ventanitas parecíanojos curiosos que le hacían guiños de amistad. Hasta la misma orilla del mar llegaban las viviendas, que seveían todavía más frágiles junto a la inmensidad de las aguas, con sus olas espumosas y su lejano horizonte.

El viejo conocía a todos los habitantes del pueblo, sabía de sus alegrías y de sus infortunios,recordaba sus nombres, eran sus amigos. Toda su vida estaba encerrada en los cuatro puntos cardinales dela isla, junto a sus arrozales y a su pequeño nieto.

Un día en que el viejo guardián estaba sentado a la puerta de su casa, vio a lo lejos una negra sombraque subía por el mar. Enseguida se irguió, plegaron su frente mil arrugas, y llamó a Yon. La sombra negraseguía creciendo.

Yon acudió, asustado. A gritos le pidió su abuelo que buscara una rama seca y él corrió con suspiernas ágiles, trayendo lo que le pedía. El abuelo prendió fuego a la rama y echó a correr con ella laderaabajo. El niño lo llamó, aterrorizado, al ver al viejo enarbolando la rama encendida. Pero todavía habría deasustarse más, porque el anciano, como enloquecido, comenzó a prender fuego a la plantación.

Pronto pudo verse desde el pueblo lo que pasaba. Nadie podía creerlo: la plantación ardía. ¿Quéhacía el guardián que no lo impedía? Pero cuando los primeros moradores comenzaron a subir la cuesta, elasombro se trocó en indignación. No solo el viejo guardián no impedía que el fuego corriera, sino que élmismo se encargaba de atizarlo.

El pueblo entero trepó la montaña dando voces airadas contra el viejo guardián. Había que darle sumerecido. Por su culpa padecerían hambre. Pero cuando ya enfrentaban al anciano, enardecidos, un ruidosordo y pavoroso les hizo volver la cabeza. Una terrible montaña de agua cayó desde el mar sobre elpequeño pueblo, allá abajo. Otra más y otra todavía, derribando las casas, inundándolo todo con terrible furia.Cuando renació la calma, los pobladores cayeron de rodillas.

El viejo abuelo de Yon había encontrado la única manera posible de que abandonaran el pueblo antesdel desastre. A él le debían la vida.

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EL ABUELO DE YON(Leyenda japonesa)

Yon era feliz en lo alto de la montaña. Allí vivía, en la casita humilde ylimpia, sin otra compañía que su abuelo. El viejo abuelo era guardián de losarrozales en aquella isla de los mares de Japón. ¡Con cuánto orgullo mirabaextenderse por las laderas la plantación que alimentaba a su pueblo! Amaba asu sembrado casi tanto como a su nieto Yon y prodigaba sus cuidados a lasplantas y al niño con igual amor y desvelo. Era todavía fuerte y robustos eransus brazos y anchas sus espaldas, aunque ya ligeramente encorvadas por elpeso de los años.

Pero en ocasiones parecía rejuvenecer. Una lucecita de felicidad seencendía en sus ojos cuando el sembrado fructificaba y una sonrisa iluminaba

su viejo rostro curtido.

A sus pies, más allá de los arrozales, la población se ofrecía a sus ojos como un mundo de juguete.Las casitas de los pobladores asomaban sus techos inclinados entre la arboleda y las ventanitas parecíanojos curiosos que le hacían guiños de amistad. Hasta la misma orilla del mar llegaban las viviendas, que seveían todavía más frágiles junto a la inmensidad de las aguas, con sus olas espumosas y su lejano horizonte.

El viejo conocía a todos los habitantes del pueblo, sabía de sus alegrías y de sus infortunios,recordaba sus nombres, eran sus amigos. Toda su vida estaba encerrada en los cuatro puntos cardinales dela isla, junto a sus arrozales y a su pequeño nieto.

Un día en que el viejo guardián estaba sentado a la puerta de su casa, vio a lo lejos una negra sombraque subía por el mar. Enseguida se irguió, plegaron su frente mil arrugas, y llamó a Yon. La sombra negraseguía creciendo.

Yon acudió, asustado. A gritos le pidió su abuelo que buscara una rama seca y él corrió con suspiernas ágiles, trayendo lo que le pedía. El abuelo prendió fuego a la rama y echó a correr con ella laderaabajo. El niño lo llamó, aterrorizado, al ver al viejo enarbolando la rama encendida. Pero todavía habría deasustarse más, porque el anciano, como enloquecido, comenzó a prender fuego a la plantación.

Pronto pudo verse desde el pueblo lo que pasaba. Nadie podía creerlo: la plantación ardía. ¿Quéhacía el guardián que no lo impedía? Pero cuando los primeros moradores comenzaron a subir la cuesta, elasombro se trocó en indignación. No solo el viejo guardián no impedía que el fuego corriera, sino que élmismo se encargaba de atizarlo.

El pueblo entero trepó la montaña dando voces airadas contra el viejo guardián. Había que darle sumerecido. Por su culpa padecerían hambre. Pero cuando ya enfrentaban al anciano, enardecidos, un ruidosordo y pavoroso les hizo volver la cabeza. Una terrible montaña de agua cayó desde el mar sobre elpequeño pueblo, allá abajo. Otra más y otra todavía, derribando las casas, inundándolo todo con terrible furia.Cuando renació la calma, los pobladores cayeron de rodillas.

El viejo abuelo de Yon había encontrado la única manera posible de que abandonaran el pueblo antesdel desastre. A él le debían la vida.

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EL ABUELO DE YON(Leyenda japonesa)

Yon era feliz en lo alto de la montaña. Allí vivía, en la casita humilde ylimpia, sin otra compañía que su abuelo. El viejo abuelo era guardián de losarrozales en aquella isla de los mares de Japón. ¡Con cuánto orgullo mirabaextenderse por las laderas la plantación que alimentaba a su pueblo! Amaba asu sembrado casi tanto como a su nieto Yon y prodigaba sus cuidados a lasplantas y al niño con igual amor y desvelo. Era todavía fuerte y robustos eransus brazos y anchas sus espaldas, aunque ya ligeramente encorvadas por elpeso de los años.

Pero en ocasiones parecía rejuvenecer. Una lucecita de felicidad seencendía en sus ojos cuando el sembrado fructificaba y una sonrisa iluminaba

su viejo rostro curtido.

A sus pies, más allá de los arrozales, la población se ofrecía a sus ojos como un mundo de juguete.Las casitas de los pobladores asomaban sus techos inclinados entre la arboleda y las ventanitas parecíanojos curiosos que le hacían guiños de amistad. Hasta la misma orilla del mar llegaban las viviendas, que seveían todavía más frágiles junto a la inmensidad de las aguas, con sus olas espumosas y su lejano horizonte.

El viejo conocía a todos los habitantes del pueblo, sabía de sus alegrías y de sus infortunios,recordaba sus nombres, eran sus amigos. Toda su vida estaba encerrada en los cuatro puntos cardinales dela isla, junto a sus arrozales y a su pequeño nieto.

Un día en que el viejo guardián estaba sentado a la puerta de su casa, vio a lo lejos una negra sombraque subía por el mar. Enseguida se irguió, plegaron su frente mil arrugas, y llamó a Yon. La sombra negraseguía creciendo.

Yon acudió, asustado. A gritos le pidió su abuelo que buscara una rama seca y él corrió con suspiernas ágiles, trayendo lo que le pedía. El abuelo prendió fuego a la rama y echó a correr con ella laderaabajo. El niño lo llamó, aterrorizado, al ver al viejo enarbolando la rama encendida. Pero todavía habría deasustarse más, porque el anciano, como enloquecido, comenzó a prender fuego a la plantación.

Pronto pudo verse desde el pueblo lo que pasaba. Nadie podía creerlo: la plantación ardía. ¿Quéhacía el guardián que no lo impedía? Pero cuando los primeros moradores comenzaron a subir la cuesta, elasombro se trocó en indignación. No solo el viejo guardián no impedía que el fuego corriera, sino que élmismo se encargaba de atizarlo.

El pueblo entero trepó la montaña dando voces airadas contra el viejo guardián. Había que darle sumerecido. Por su culpa padecerían hambre. Pero cuando ya enfrentaban al anciano, enardecidos, un ruidosordo y pavoroso les hizo volver la cabeza. Una terrible montaña de agua cayó desde el mar sobre elpequeño pueblo, allá abajo. Otra más y otra todavía, derribando las casas, inundándolo todo con terrible furia.Cuando renació la calma, los pobladores cayeron de rodillas.

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EL ABUELO DE YON(Leyenda japonesa)

Yon era feliz en lo alto de la montaña. Allí vivía, en la casita humilde ylimpia, sin otra compañía que su abuelo. El viejo abuelo era guardián de losarrozales en aquella isla de los mares de Japón. ¡Con cuánto orgullo mirabaextenderse por las laderas la plantación que alimentaba a su pueblo! Amaba asu sembrado casi tanto como a su nieto Yon y prodigaba sus cuidados a lasplantas y al niño con igual amor y desvelo. Era todavía fuerte y robustos eransus brazos y anchas sus espaldas, aunque ya ligeramente encorvadas por elpeso de los años.

Pero en ocasiones parecía rejuvenecer. Una lucecita de felicidad seencendía en sus ojos cuando el sembrado fructificaba y una sonrisa iluminaba

su viejo rostro curtido.

A sus pies, más allá de los arrozales, la población se ofrecía a sus ojos como un mundo de juguete.Las casitas de los pobladores asomaban sus techos inclinados entre la arboleda y las ventanitas parecíanojos curiosos que le hacían guiños de amistad. Hasta la misma orilla del mar llegaban las viviendas, que seveían todavía más frágiles junto a la inmensidad de las aguas, con sus olas espumosas y su lejano horizonte.

El viejo conocía a todos los habitantes del pueblo, sabía de sus alegrías y de sus infortunios,recordaba sus nombres, eran sus amigos. Toda su vida estaba encerrada en los cuatro puntos cardinales dela isla, junto a sus arrozales y a su pequeño nieto.

Un día en que el viejo guardián estaba sentado a la puerta de su casa, vio a lo lejos una negra sombraque subía por el mar. Enseguida se irguió, plegaron su frente mil arrugas, y llamó a Yon. La sombra negraseguía creciendo.

Yon acudió, asustado. A gritos le pidió su abuelo que buscara una rama seca y él corrió con suspiernas ágiles, trayendo lo que le pedía. El abuelo prendió fuego a la rama y echó a correr con ella laderaabajo. El niño lo llamó, aterrorizado, al ver al viejo enarbolando la rama encendida. Pero todavía habría deasustarse más, porque el anciano, como enloquecido, comenzó a prender fuego a la plantación.

Pronto pudo verse desde el pueblo lo que pasaba. Nadie podía creerlo: la plantación ardía. ¿Quéhacía el guardián que no lo impedía? Pero cuando los primeros moradores comenzaron a subir la cuesta, elasombro se trocó en indignación. No solo el viejo guardián no impedía que el fuego corriera, sino que élmismo se encargaba de atizarlo.

El pueblo entero trepó la montaña dando voces airadas contra el viejo guardián. Había que darle sumerecido. Por su culpa padecerían hambre. Pero cuando ya enfrentaban al anciano, enardecidos, un ruidosordo y pavoroso les hizo volver la cabeza. Una terrible montaña de agua cayó desde el mar sobre elpequeño pueblo, allá abajo. Otra más y otra todavía, derribando las casas, inundándolo todo con terrible furia.Cuando renació la calma, los pobladores cayeron de rodillas.

El viejo abuelo de Yon había encontrado la única manera posible de que abandonaran el pueblo antesdel desastre. A él le debían la vida.

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Yon era feliz en lo alto de la montaña. Allí vivía, en la casita humilde ylimpia, sin otra compañía que su abuelo. El viejo abuelo era guardián de losarrozales en aquella isla de los mares de Japón. ¡Con cuánto orgullo mirabaextenderse por las laderas la plantación que alimentaba a su pueblo! Amaba asu sembrado casi tanto como a su nieto Yon y prodigaba sus cuidados a lasplantas y al niño con igual amor y desvelo. Era todavía fuerte y robustos eransus brazos y anchas sus espaldas, aunque ya ligeramente encorvadas por elpeso de los años.

Pero en ocasiones parecía rejuvenecer. Una lucecita de felicidad seencendía en sus ojos cuando el sembrado fructificaba y una sonrisa iluminaba

su viejo rostro curtido.

A sus pies, más allá de los arrozales, la población se ofrecía a sus ojos como un mundo de juguete.Las casitas de los pobladores asomaban sus techos inclinados entre la arboleda y las ventanitas parecíanojos curiosos que le hacían guiños de amistad. Hasta la misma orilla del mar llegaban las viviendas, que seveían todavía más frágiles junto a la inmensidad de las aguas, con sus olas espumosas y su lejano horizonte.

El viejo conocía a todos los habitantes del pueblo, sabía de sus alegrías y de sus infortunios,recordaba sus nombres, eran sus amigos. Toda su vida estaba encerrada en los cuatro puntos cardinales dela isla, junto a sus arrozales y a su pequeño nieto.

Un día en que el viejo guardián estaba sentado a la puerta de su casa, vio a lo lejos una negra sombraque subía por el mar. Enseguida se irguió, plegaron su frente mil arrugas, y llamó a Yon. La sombra negraseguía creciendo.

Yon acudió, asustado. A gritos le pidió su abuelo que buscara una rama seca y él corrió con suspiernas ágiles, trayendo lo que le pedía. El abuelo prendió fuego a la rama y echó a correr con ella laderaabajo. El niño lo llamó, aterrorizado, al ver al viejo enarbolando la rama encendida. Pero todavía habría deasustarse más, porque el anciano, como enloquecido, comenzó a prender fuego a la plantación.

Pronto pudo verse desde el pueblo lo que pasaba. Nadie podía creerlo: la plantación ardía. ¿Quéhacía el guardián que no lo impedía? Pero cuando los primeros moradores comenzaron a subir la cuesta, elasombro se trocó en indignación. No solo el viejo guardián no impedía que el fuego corriera, sino que élmismo se encargaba de atizarlo.

El pueblo entero trepó la montaña dando voces airadas contra el viejo guardián. Había que darle sumerecido. Por su culpa padecerían hambre. Pero cuando ya enfrentaban al anciano, enardecidos, un ruidosordo y pavoroso les hizo volver la cabeza. Una terrible montaña de agua cayó desde el mar sobre elpequeño pueblo, allá abajo. Otra más y otra todavía, derribando las casas, inundándolo todo con terrible furia.Cuando renació la calma, los pobladores cayeron de rodillas.

El viejo abuelo de Yon había encontrado la única manera posible de que abandonaran el pueblo antesdel desastre. A él le debían la vida.

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