Puente Ojea Gonzalo - La Existencia Historica de Jesus

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    LA EXISTENCIAHISTRICADE JESSen las fuentes cristianasy su c ontexto judo

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    EspaaMxicoArgentina

    Todos los derechos reservados. Prohibida la reproduccintotal o de esta obra por cualquier procedin~ iento yasea grcfico, electr>nico, ptico, qum ico, mec nico, fotoc opia,etc.) y el almacenamiento o transmisin d e sus contenidos cnsoportes magnticos, sonoro s, visuales o de cualquier otr o tiposin permiso expreso del editor.

    Primera edicin, septiembre de 2008O IGLO XX l DE ESf>A%4 EDITORES, S. A.Menndez Pidal, 3 bis. 28036 Madriduww.sigloxxieditores.comO Gonzalo Puente Ojea, 2008Diseo de la cubierta: OuterstudioMaquetacin: Jorge Bermejo & Eva GirnDERECHOS RESERVADOS COUPORhlE A LA LEYImpreso y hecho en EspaaPnntcd and mude zn Spuin

    En memoriade mi hQa Mercedes

    1SBN: 978-84-323 136 2-2Depsito legal: S. 1.339-2008Impresin: Grficas Varona, S. A.Polgono El Montalvo37008 Sala~nanc a

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    1. LA EVIDENCIA INTERNA COM O PRUEBA DE LA EXISTENCIADE j ~ s s . . . . . . . . . ... . . . . . . . . . . . . . . , . . . . . . , , . . , . . 12. EL JUDEOCRISTIANISMO Y EL PAULINISMO . . . . . . . . . . . . 173. EL EN F REN TA M IEN TO A BIERTO D E P A BLO CO N LO SA P ~ S T O L E S. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 254. LA RIVALIDAD RELIGIOSA, SOCIAL Y POLTICA ENTREPAULINOS Y APOSTLICOS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 375 . LA IDEOLOGA DE LA GEN UINA MESIANIDAD FALLIDADEJESUS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 456. LA MANIFIESTA T E R G I V E R S A C I ~ NHISTRICA DE LAA U T O C O M P R E N S I ~ N E JESS . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . 537. LA FIGURA DE JESS EN EL CONTE XTO RELIGIOSO DE SUTIEMPO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 598. EL PERFIL DE LA HISTOKIA DE JESS HASTA SU MUERTE. . 739. EL ERR N EO EN F O Q U E D E LO S N EG A D O RES D E LAEXISTENCIA DE JESS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105

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    APROXIMACI~N RELIMINAR

    La demostracin de la ex istencia real e histrica de Jess a la luzdel ncleo bsico del Nuevo Testa men to (Epstolas, Evangelioscannicos y Apocalipsis) es posible y necesaria, y para ello esindispensabledar los pasos siguientes:

    PRIMERO.roceder a una nueva lectura completa y contex-tual de la totalidad de ese ncleo bsico, registrando meticulo-samente sus interrelaciones, sus ambigedades y, sobre todo,sus contradicciones dentro de cada documento, y de todos losdocumentos entre s, como literatu ra ideolgica polmica y anta -gonista.

    SEGUNDO.dentificar los dos modelos bsicos y su antagonis-mo conceptual e histrico, a saber: el modelo de Pablo de Tarsoy el modelo subyacente de los evangelistas, trabajando sobre latradicin oral y escrita ms antigua.

    TERCERO.nvestigar los soportes docum entales del Evan geliopaulino y su carcter esencia lmente metafi'sico,sobrenaturalistay espiritualista de un Cristo como un ser de naturaleza divi-na en su procedencia y en su destino final; as como investigartambin los soportes do cumentales del Evangelio judeocristianoy su carcter esencialmen te histrico, biogrfico y naturalista ensu contexto escatolgico-mesinico, y la especfica coloracin

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    AI'KOXIMACI~NRELIMINARapocalptica y simblica que le imprimi Juan, dentro del mar-co eminentemente judo de la ideologa mesinica.CUARTO.stablecer la radical contraposicin e incompatibili-dad teolgica, soteriolgica y antropolgica de ambos mode los enlos documentos, y las implicaciones politicas y culturales de losrespectivos dos modelos doctrinales.QLTINTO.nalizar el intento de conciliacin de ambos m ode-los cristolgicos, en particular a la luz de l fallido inte nto de fun-dir el personaje real delJe ss mesinico con el Cristo celeste, quese ofrece en el Evangelio de Marcos ( y os paralelos sinpticos yla fuente jonica) mediante el llamado ccsecreto mesinico.SEXTO. resentar los puntos fundamentales de oposicin ypolmica entre Pablo y su escuela cristolgica sobrenaturalista ylos Evangelios Sinpticos, as como la cristologia jonica con suparadjico contraste entre su riqueza informativa acerca del Je-ss de la historia y su teologa de Cristo como Logos o Palabrade Dios.SPT~MO.xplicar el carcter y sentido de la polmica ideo-lgica entre Pablo y los Apstoles en Jerusaln y Antioqua, odems sinagogas de la dispersin.O C ~ A V O .xponer los datos y referencias que permiten iden-tif car la figura del Jess histrico en los text os conservados, y enparticular la naturaleza, fundamentos y alcance de su idea dela ccmesianidad>>n el contexto del farisesmo y del zelotismo,suprimiendo los , sus causas. Ningunaideologa de poder t iene lideres inventa dos.DECIMOTERCERO.a Iglesia con su dogmtica condujo a mu-chos ateos a negar la realidad hi.ctrica, y a muchos creyentes aabandonar las filas cristianas, ante el radicalismo espiritualistay el sobrenatura lismo irracional practicados por la cultura cris-tiana, perpetuando la falacia animista y el dualismo metafiic ofrente a los conocimientos y resultados de la Ciencia.DECIMOCUARTO.atisfechos los requerimientos para dar todosestos pasos, emerger de las adulteraciones, omisiones y adia'o-nes que gravitan en los documentos una figura nueva pero ge-nuina de la personalidad de Jess, y se resolvern numerosas apo-rasy contradiccionesnacidas de las falsificaciones deliberadas ofortuitas al fin detectables en las doctrinas y textos pertinentes.Este M esias nada tien e que ver con el Cristo paulino y eclesisti-co. Las contradicciones>>,tc., son de orden ideolgico>>.DEC~MOQUINTO.emostrar docume ntalm ente la realidad his-trica de Jess equivale, por implicacin, a demostrar el errorde la negacin de esa realidad por los mitlogos, a causa de sumon ume ntal equivocacin entre el Jess de los Evangelios y elCristo de las Epistolas.

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    1. LA EVIDENCIA INTERNA COMO PRUEBA DE LAEXISTENCIA DE JESS

    Cualquier estudioso que no est muy condicionado previa-mente por el credo cristiano probablemente experimentar, altrmino del examen del Nuevo Testamento, un cierto grado deasombro o de malestar ante las graves contradicciones y antino-mias relativas a la naturaleza y personalidad de la figura centralque se supone que protagoniz los episodios y vicisitudes des-critos en los cuatro bloques literarios del relato, presentadosen el siguiente orden convencional: Evangelios, Hechos de losApstoles, Epstolas y Apocalipsis. Espero que muchos comoyo concluyan, tras meditadas reflexiones y consultas, que pare-ce que es razonable colegir, como afirmacin general prelimi-nar, que ha exi ~tid o ealmente un personaje conocido histri-camente por el nombre de Jess de Nazaret, pero que ams haexistido realmente un personaje con el apelativo de Jesucristocomo supuesto Hijo consustancial de Dios, encarnado huma-namente para realizar tareas soteriolgicas en la tierra, final-mente resucitado, y como tal an hoy adorado por las iglesiascristianas. En este breve ensayo intentar exponer los funda-mentos de m i tesis.

    1. Comenzar por exponer una potente razn formal y deevidencia analtica interna, que ya expres en mi libro de snte-sis publicado en 1992:

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    A mi juicio, la prueba mayor de que existi histricamente un hom-bre conocido despus como Jess de Nazarel o el Nazareno radica enlas invencibles dificultades que los textos evanglicos afrontan paraarmonizar o concordar las lradiciones sobre e ste personaje con el mitode Cristo elaborado teolgicamente en estos mismos textos. Nadie seesfuerza por superar aporas derivadas de dos conc eptos divergentesy contrapuestos del mismo referente existencial, si dichas aporas nosurgieran de testimon ios histricamente insoslayables. La imposibili-dad conceptual de saltar de modo plausible del Jes s de la historia alCristo de la fe constituye una evidencia interna -aunque aparente-mente paradjica- de la altsima probabilidad de que haya existidoun mesianista llamado Jess que anunci la inminencia de la instaura-cin en Israel del reino mesinico de la esperanza juda en las prome-sas de su Dios. Ninguna otra prueba alcanza un valor de conviccincomparable a los desesperados esfuerzos, a la postre allidos para unamirada histrico-crtica, por cohonestar el Cristo mtico de la fe conla memoria o ralmente transmitida, de modo fragmentario, de un he-breo que vivi, predic y fue ejecutado como sedicioso en el siglo I denuestra era (E l Evangelio de Marcos. Del Cristo de la fe alJe ss de lahistoria, 1992, p. 10).En el librito aparec ido en el ao 2000, precisaba esquem tica-mente mi argumento:Nadie a sume arti fcialme nte datos o testimonios que daaen a sus pro-pios intereses, a no ser que exista una tradicin oral o escrita que seaimpo sible desconocer>>,n cuyo caso slo resta el inseguro expedien-te de reinterpretarla o remodelarla tergiversando>>u sentido genuino[ . l El deseo de apuntalar histricamente el nuevo mensaje soteriol-gico -cuestin que an no le preocup a Pablo- oblig a los evan-gelistas a usar reiteradamente -casi siempre de modo intermitente yelusivo- tradiciones muy antiguas sobre actitudes y palabras del Na-zareno. De este precioso matevial, que podramos calificar defurtiuo,puede inferirse con estimable seguridad que Jess fue un agente me-

    sianzco que asumi sustancialmente los rasgos bszcos de la tradicindavdica popular>> de la escatologa de origen proftico, aderezadascon acentos apocalpticos.Su mensaje anunci la inminente llegada delreino mesinico sobre la tierra de Israel transformada por una suertede palingenesia, un reino en el que lo religioso y lo poltico aparecanfundidos -slo disociables con una mentalidad occidental- paraentrar en l, y en el cual el arrepentimiento y la reconversin espi-ritual (teshuvah, mctanoia) resultaban inaplazables y eran requisitosindispensables para la intervencin sobrenatural de Dios. El verda-dero tour de force que signific remodelar este material y verterlo enlas categoras del misterio cristiano exigi una fe ciega y se desarrollmore rabbinico, es decir, acudiendo a los argumenta e scriptura y a losuaticinia ex eventu, aislndolos de sus contextos e integrndolos enuna interpretacin tipolgica y alegrica extravagante e inverosmil(E lmito de Cristo, 2000, pp. 18-20).El hecho de qu e prcticamente todas las Biblias de la familiacristiana, en primer plan o d e la Iglesia romana, siten los E van-gelios y los H echos en primer lugar, y las Epistolas atribuidas aPablo de Tarso u o tros , y el Apocalipsis, en segundo y en ltimolugar, genera la malsana im presin , buen a nueva, en el sentido tcnico deltrmino, es decir , el mensaje proclamado acerca de la muert e yresurreccin de Cristo>>; que en todo el espacio de vigenciade la misin paulina y de la literatura que es dependien te dePablo y sus cartas, no hay ev idencia de que e l t rm ino " evan-

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    gelio" est de algn mod o relacionado con escritos evanglicoso con cualquier otra forma de m ate ri~ les scritos, segn afir-ma Helmut Koester, con su autoridad de biblista, remachandoque dos Evangelios Sinpticos pertenecen a este espacio y sondependien tes de l>> An cien t Christian G ospels. Their H istoryand Deuelopment, 1990, pp. 9-10). Por otro lado, sabemos quelos cuatro Evangelios cannicos y Hechos son cronolgicamentey escriturariamente tardos. Pero, sorprendentemente, resultaque mientras que en el legado paulino nada se informa sobre elJess h istrico, pese a su proximidad existencial, las mencio-nadas fuentes narrativas tardias estn saturadas de noticias y dedatos sobre ese me sianista galileo y su fallida carrera.

    Estos dos grupos de fuen tes no slo son teolgicamente con-tradictorius en cuan to a sus mo delos cristolgicos, sino tambinideolgicamente antagnicos -entendiendo por el trminoideologa todo sistema de ideas y conceptos en el co ntexto desus relaciones con situaciones y aspiraciones de - n elmu ndo histrico real de la politica y de la vida econm ica. Cabrasuponer, en circunstancias histricas normales, que los testimo-nios de testigos recientes de u n acontecimiento seran ms ricosy ms fidedignos, en cuanto a sus contenidos informativos, quelas noticias transmitidas por testimonios tardios en cuanto a surecepcin esmita. Pero en el extrao cdenmeno cristiano queestamos analizando ha sucedido lo contrario: el legado paulinoes de absoluta pobreza en noticias sobre Jess a pesar de la cer-cana histrica del protagonista, del cual solamente encontra-mos un estimable repertorio de datos personales de pretensinhistrica en los documentos de datacin ms alejada de ste y re-cogidos en el Nuevo Testamento y otras uentes.

    La consecuencia indub itable men te catastrfica -en variossentidos- de este extrao fenmeno se hace evidente, tanto

    para el historiador como para el eventual creyente, tan prontocomo se haya realizado un adecuado estudio comparativo de loscontenidos de los dos grupos testimoniales entre S( y tambindentro de s i mismos, en el con texto histrico concreto en el quecada uno se haya producido. En efecto, se comprueba entoncesque la fe de la Iglesia representa un a aberra nte tergiversacin his-trica de la tradicin cristiana sobre Jess en su gnesis y en sudesarrollo.

    Resulta oportuno evocar ahora las palabras con las que ex-presaba en mi ensayo El mito de Cristo (2000, pp. VII-VIII) laevidencia de esta alsedad:Para comprender el perfil definitorio del mito neotestamentario deCristo, y las argucias de su falsedad, se necesita slo buen sentido,respeto de las reglas que impone el sano razonamiento, y la atentalectura de los propios Evangelios cannicos en lo que se refiere a lainformacin sobre el contexto judo del protagonista, una vez des-pojada de los aditamentos de los exegetas creyentes y de las premisasdogmticas que adulteran la esencia histrica de la predicacin y de laaccin de Jess. Una lectura de los datos exenta de los prejuicios dela fe pone de manifiesto una contradiccin irredactible entre el anun-cio mesinico del cual era ~o rt ad or , rimero, y luego ejecutor, y elinesperadoy sangriento desenlace del que fue la vctima cruenta. Des-de este trgico suceso, la fe fantica de unos pocos de sus seguidorescomenz la tarea de transformar radicalmente a un artesano galileo,ofuscado por las promesas del Reino, en el Hzjo de Dios, consustancialy coeterno con el Padre, encarnado para sufrir en la Cruz una muerteexpiatoria de los pecados de la humanidad.Esta absurda leyenda nacien la mente de un outsider del crculo cristiano originario que pareceque lleg a creerse el privilegiado receptor de una revelacin particu-lar a su persona para corregir el error de unos discpulos que habrantergiversado el genuino mensaje de su Maestro. Me refiero obviamen-te a Pablo d e Tarso y los crculos gentiles de la dispersin, creando

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    as un abismo insondable entre cristianismo y judasmo: el mito delCristo divino.2. El locus documental del Nuevo Testamento donde se pro-dujo este abismo es exactamente, de un modo explcito, las pe-rcopas del Evangelio cannico de Marcos 8.3 1-33 Comenza ensearles [a los discpulos] cmo era necesario que el Hijodel hombre padeciese mucho, y que fuese rechazado por losancianos y los prncipes de los sacerdotes y los escribas, y quefuese muerto y resucitara despus de tres das. Claramente leshablaba de esto. Pedro, tomndole aparte, se puso a reprender-lo. Pero l, volvindose y mirando a sus discpulos, reprendia Pedro y le dijo "Qutate all, Satn, pues tus pensamientosno son los de Dios, sino los de los hombresn. Este pasaje esluminoso e inequvoco, y demuestra dos puntos: 1 ) Que Pedroconocia la naturaleza mesinica de la personalidad d e Jess en elcontexto judo y especficamente davdico de las promesas deYahv, conocimiento directamente derivado del magisterio delMaestro en la convivencia cotidiana con ste y con los demsdiscpulos, y que Jess le pide silencio y discrecin sobre ello.2) Que, inesperada e inexplicablemente, el mismo Jess habrahecho una declaracin antimesinica que echaria por tierra laproclamacin de mesia nidad que acababa de admitir por la bocade Pedro, al anunciar lo que implicitamente descartaba a radi-ce la pretensin mesinica de cualquier pretendiente, es decir,la derrota y la crucifixin. Pero, adems, esta profeca autodes-tructiva deba mantenerse estrictamente en secreto (como di-cen los exegetas, el secreto mes zdn ico~ ).Puede afirmarse con slidos fundamentos que esta silenteprofeca soteriolgica no figuraba, ni explcita ni implcitamen-te, en n ingun a tradicin oral o escrita de procedencia prepascual,

    o sea, procedente de Jess. La conclusin es clara: entre la tra-dicin prepascual de la historia de Jess, anterior a su muertecomo sedicioso contra Roma, se interpuso, como un meteoritoprocedente de otras esferas, una nueva idea originaria de otramentalidad y otra ideologa, cuya fuente era Pablo de Tarso olas comunidades gentil-cristianas coetneas - e s t a disyuntivano es excluyente o adversativa, ni afecta al significado de la no-vedad-. Como escribe el citado Koester, recogiendo una po-sicin ya de amplio consenso, el me nsaje proclamado acerca dela muerte y resurreccin de Cristo -ncleo teolgico del g-nero evangelio- es dependiente de Pablo y sus Cartas (op.cit., p. 9 ) .Pues bien, en 1 Cor 15, Pablo declara,porprimera vezen el Nuevo Testamento , Pues yo trans mitt en primer lugar, loque yo m ismo recibi del Seor: que Cristo muri por nuestrospecados conforme a las Escrituras; y que fue enterrado; y queha sido resucitado al tercer da conforme a las Escrituras. Elautntico ombligo de la supuesta revelacin recibida perso-nalmente por Pablo es el sintagma Cristo muri por nuestrospecados conforme a las Escrituras, como razn soteriolgicafundacional de la fe cristiana formulada dogmticamente porla Iglesia.Frente a los Apstoles que dirigan la Iglesia-madre de Je-rusaln, escribe Pablo: Quiero que sepdis, hermanos, que elevangelio anunciado por m in o es una i n v e n d n de hombres, puesno lo rc.cib6 n i lo aprendt de homb re alguno . lesum isto es quienme lo ha revelado (Gl 1.14).Y en la salutacin a los glatasreitera el origen de su legitimidad apostlica: Pablo, elegidoapstol no por disposicin humana, ni por intervencin de hom-bre alguno, sino por designio de Jesucristo y de Dios Padre quele resucit de entre los muertos, junto con todos los humanosque estn conmigo, a las iglesias de Galacia (1.1-2).Y advierte

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    taxativamente que el evangelio que l predica es el nico vlido:no hay otro evangelio. Lo que sucede es que algunos estn des-concertados al querer manipular el evangelio de Cristo.Pues seamaldito quienquiera -yo o incluso un ngel del cielo- que osanuncie un evang elio distinto del qu e yo o s anunci>>1.7-9).Pero los cuatro evangelistas cannicos ni cayeron bajo esamaldicin, ni podan hacerlo, pues cuando escribieron los tex-tos que hoy conocemos los paulino s ya te nan bien ganada la par-tida frente a quienes haban convivido con el Jess real, el cualno quiso ser divino sino el Mesas de Israel. Los cuatro evangelis-tas incorporan, como el verdadero fundamento del Evangelio,el Cristo paulino, es decir, divino, sobrenatural y trascendente,que nada tena que ver con el Mesas de los hombres. La Igle-sia subsiguiente, al aceptar solamente el evangelio de Pablo,se sita en la insuperable situacin de carecer de argumentosy de datos fiables que permitan demostrar la existencia del ju-do galileo Jess. En mi ensayo El m ito de Cristo (2000) explicocmo se origin esta situacin sin salida. Pero no cabe duda deque los evangelistas y su iglesia intuyeron de algn modo quepara que el misterio que ellos predicaban, siguiendo el mo-delo antijudo de Pablo, triunfase sobre las dems religionesde misterios>>ra necesario recuperar lo que stas no tenan, esdecir, el Jess ka t sarka>>,egn la carne, pero previa su inter-pretacin en trminos rigurosamente espiritualirtas, trascenden-talistas y universalzj-tas.Sin embargo, en el curso de esta opera-cin de filtrado de la tradicin histrica, sobrevivi importantematerial genuino, que yo califico de urtivo por haber escapadoa las censuras ideolgicas, que ha permitido reconstruir, des-pojado de las interpolaciones, adiciones y manipulaciones, unmodelo mesinico de intencionalidad esencialmente histricacontrapuesto radicalmente al modelo paulino, referidos respec-

    tivamente a Jess como pretendiente mesinico davdico y comoCristo mistrico sobrenatural. La lnea de disyuncin esencial deestos dos modelos antagnicos ha quedado de hecho estableci-da en la ficcin del secreto mesinico ofrecida por el Evangeliocannico de Marcos, cronolgicamente el ms antiguo y mode-lo para Mateo, Lucas y, en diferente forma, para Juan. En loscuatro textos, este saltus del Jess histrico al Cristo keyg m -tico obliga a entender los relatos de delante hacia atrs, es de-cir, desde la Pasin al nacimiento y concepcin de Jess, segnhe explicado en mi ensayo El Evangelio de Marcos, un relatoapocalptico (recogido en mi libro Viv ir en la realidad. Sobremitos, d ogmas e ideologas,2007, pp. 283 -347).Todo lo que queda dicho hasta aqu exige que precisemoscmo debemos valorar el ncleo bsico del Nuevo Testamento,y especialmente los cuatro Evangelios cannicos, en cuanto a sufiabilidad y a su utilidad para reconstruir el modelo mesinicodel Jess histrico. Como la intencin de mi escrito no es sloofrecer mi percepcin del asunto, sino tambin ilustrarlo conaportaciones importantes de otros estudiosos, es convenientetraer a estas pginas algunas de Paul Winter (O n the Trial oflesus, 1974,2."ed. revisada y ampliada) sobre este tema:Jess de Nazaret [escribe] fue juzgado y sentenciado a morir por cruci-fixin. stos son hechos histricos, atestiguados por autores cristianos,judos y romanos en documentos existentes. Como hechos, son un ob-jeto de investigacin histrica respecto al cargo por el que fue juzga-do, a los fundamentos de la prosecucin, y al curso del procedimiento.Suficientes para sostener el hecho del juicio, nuestras fuentes nos es-quivan en lo que concierne a estas cuestiones [...] Lo que subsiste dearchivos judos y paganos del juicio y subsiguiente ejecucin de Jesses de fecha demasiado tarda, de carcter demasiado secundario, y denaturaleza demasiado fragmentaria, y demasiado tendencioso para ser

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    LAEXISTENCIA I ~I ST ~I UC AE JESSms que de valor suplementario en un intento sistemtico de recons-truir la historia del caso. Los relatos procedentes de fuentes cristianas-principalmente los Evangelios- son a la vez ms antiguos en fecha yms completos en descripcin [...]Sin embargo, sin anlisis histrico,incluso los Evangelios no suministran los datos necesarios. Pues mien-tras nos proveen de informacin de alguna especie, los Evangelios nofueron escritos con el propsito de guiar a los historiadores. El uso parael cual los autores los escribieron era religioso, no histrico. Cuando losevangelistas redactaron el proceso de Jess, no lo hicieron con vistasa preservar un registro para la investigacin histrica, sino en orden atransmitir un mensaje religioso. En esto, no carecieron de precursores.La predicacin cristiana ms antigua giraba alrededor del tema de laPasin y Resurreccin de Jess. El evangelio deca que Jess no que-daba aniquilado por la crucifixin, sino que era elevadoal cielo, desdedonde regresara luego a la tierra para manifestarse como el Cristo enSeoro, e instaurara el Reino entre los suyos [Winter, cita de JuliusWellhausen,Das Evangelium lohannes, Berln, 1908,p. 1211.Cuando nos referimos a los Evangelios como nuestras fuentesprimarias para una investigacin del proceso de Jess, la palabraprimarias requiere cualificacin. Son fuentes primarias en tan to encuanto que reflejan las situaciones en las que sus autores -miem-bros de ciertas comunidades cristianas antiguas- se encontrabanellos mismos, y en tanto en cuanto expresaban las creencias corrien-tes en aquellas comunidades. No son fuentes primarias en el sentidode que provean de evidencia de primera mano de los acontecimientosque ellos describieron. Pueden utilizarse como fuente de informacinsobre ciertos sucesos en la vida de Jess, con tal de que examinemoscmo ocurri que se atribuyese este significado a los sucesos descri-tos, y cmo se haban originado los registros mismos.Los precursores de los evangelistas, si estaban transmitiendooralmente tipos de predicacin antigua, o si haban intentado recogertal predicacin en forma escrita, fueron movidos por sus propios ob -jetivos -propsitos no siempre idnticos a los de los autores de losEvangelios cannicos-. De aqu que se nos exija, como si dijramos,

    entrar en los relatos evanglicos hasta llegar a las tradiciones que estndetrs de ellos para cernir esas tradiciones con vistas a determinar susfuentes y su relativa antigedad, a separar lo que es adicin editorial,y, finalmente, a inferir de la forma ms antigua de la tradicin el even-to histrico que la ocasion [...] Ni los transmisores de la predicacintemprana ni los evangelistas que los sucedieron estaban interesadosen los acontecimientos a causa de su realidad histrica. Su inters ra-dicaba en diferentes campos. Lo que nos dicen los Evangelios de lavida, y en particular del proceso de Jess, no es una narracin hist-rica de lo que realmente tuvo lugar, sino que es una representacinde la manera en la cual la Pasin del Seor fue interpretada en ciertoscrculos cristianos tempranos. No escritos con algn propsito his-trico sino con uno religioso, los Evangelios pueden afectar la formaexterna de una biografa, pero son mucho ms tratados teolgicos ba-sados en tradiciones colectivas e incorporando la predicacin comu-nal acerca de Jess segn se haba desarrollado durante un perodode varias dcadas. Sin embargo, la tradicin tambin contiene in for-maciones que se derivan del hecho histrico [...] Pero incluso Marcosde ninguna manera es un registro biogrfico de la vida de Jess, sinouna obra compuesta bajo la presin de las preocupaciones teolgicasdel autor; el escritor recoge y reinterpreta relatos factuales y pronun-ciamientos kerygmticos concernientes a las actividades de Jess detal modo que se manifieste el significado de esas actividades segn llas ve L..] El arreglo de las sucesivas secciones de los Evangelios estgobernado por consideraciones pragmticas, y no cronolgicas, aun-que la presentacin como un todo est superficialmente disfrazadacon la forma de una narrativa continua. Por consiguiente, para llegara las tradiciones subyacentes, ten emo s que prescindir de l marco dado alos elementos del evangelio por los redactores de los Evangelios. Peroincluso si logramos llegar a las unidades tradicionales ms primitivas,todavia no h emos separado la historia de la interpretacin [como indi-ca C. Kingsley Barrettl , hasta donde podem os regresar para rastrearlas unidades de la tradicin inocente de interpretaciones, stas llevanlas huellas de la interpretacin cristolgica. Aquel los que las han entve-

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    gado [lo hicieron] con la conviccin de que solamente la historia .. queestaban narrando daba sentido a la historia ..., la tradicin histrica fuedesde el comienzo .. utilizada en los intereses de la conviccicn de que'~e sss el Seorn [citado de Yeste rday , Today, and For Ever: TheNew Testamen t Problem. Inaugural Lecture, 1959,p. 71. .3. Agrego, por mi cuenta, que esa conviccin decisiva comopunto de arranque de todo el Nuevo Testamento tuvo su ori-gen y su arquitectura fundamental en los escritos de Pablo, oatribuidos a su pluma, de tal manera que pertenece a l y a sucrculo la nota radicalmente diferenciadora y definitoria de laidentidad de la fe cristiana tal y como la ha asumido y difundidola Catholica Ecclesia; en consecuencia, la investigacin de lasfuentes cristianas para descubrir elJ es s real de la historia comoel mod elo interpretativo fiel al perfil de lo realmente acontecido,pasa previamente por la identifcacin y su bsiguiente aislamien-to e impugnacin del mod elo cristolgico paulino.

    Esta empresa es posible, pues como escribe Winter, aunas, los Evangelios pueden rendir informacin histrica conside-rable, con tal de q ue el historiador sepa cmo hay qu e leerloss .Es caracterstico de las tradiciones evanglicas -contina- el hechode que sean la ocasin para presentar en forma narrativa proposicio-nes teolgicasy argumentaciones apobgticas, y de que asuman asla apariencia de declaraciones de hechos. Por ello, nuestra tarea eshacer una investigacin histrica sobre la base de documentos queno son, ni escritos para propsitos histricos, ni por personas habi-tuadas a pensar en trminos histricos [...] Es en tal modo oblicuoque pueden transmitirse datos histricos en parbolas que parecensin artificio y en narraciones que parece que los Evangelios conectancon Jess [...] Raramente en el Nuevo Testamento encontramos tan

    En todas las citas, las cursivas son mas. [N. delA.112

    amplia variedad descriptiva de un mismo evento como la desplega-da en los Relatos de la Pasin de los cuatro Evangelios. Esto indi-ca que mviles cambiantes gobernaron la formacin de la tradicin[...] Si hubiera algo como un axioma en la investigacin acadmicadel Nuevo Testamento, sera que entre los ms viejos recuerdos quefueron conservados por sus adherentes habra algn relato acerca delas circunstancias que condujeron a la muerte de Jess. El Evange-lio -entendiendo por esta expresin una narracin de la vida y en-seanzas de Jess, de su muerte y resurreccin- creci hacia atrs.La predicacin cristiana, las tradiciones ms antiguas, se centraronen torno al tema del sufrimiento y la gloria del Mesas. Slo ms tar-de, cuando el Evangelio haba crecido, se prefaci la narracin dela Pasin de Jess, como si dijramos, con reminiscencias de sucesosde su vida. El punto en el cual comienza el Evangelio fue rastreadoretrogresivamentedesde el tiempo de su muerte hacia el tiempo delbautismo; ms tarde, hacia su nacimiento; y finalmente, para empezarcon el Comienzo Mismo, hasta la Palabra que Era con Dios (op. cit.,pp. 1-61,El hecho de que el motivo inicialy el motor bsico fuesen explicary narrar por qu y cm o Jess se revel como el C risto muerto yresucitado ya en cu anto Hijo d ivino de Dios demuestra que fue elmod elo paulino de carcter mistrico y sobrenaturalista, asumidosin reservas por los redactores evanglicos,el un dame nto de la fecristiana definido por la gran Iglesia,y para el que trabajaron dis-ciplinada e incansablemente los biblistas a su servicio, luchandopor borrar sin escrpulos toda huella del Jess judo, mesianista,slo humano, resistente, armado, antirromano y adems con lasarmas de lafe en un milagro de su Dios para liberar a su pueblo yerigir en Israel el reino prometido. El milagro ams ocurri, perosus discpulos no se resignaron ante elfrac aso y acabaron por en-tregarse al nuevo mito diseado bajo el seuelo del evangelionpaulino, finalmente no slo formulado con categoras soteriol-

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    LAEVIDENCIA INTEmA COMO PRVEBA

    gicas paganas, sino alimentado tambin por modelos teolgicosdesarrollados en el seno del m o n o t e ~ m o f i l o s f i c o la vez orien-talista y grecorromano. La alianza oficial de la Iglesia con e l Im-perio representa la entron iacin romana de u n udo crucif icadopor u n delito de sedicin contra e l Csar. .Wint er todava reclama nuestra atencin para otras impor-tantes observaciones:

    Si alguna relacin de los sucesos que precedieron inmediatamente a lamuerte de Jess hubiese sido redactada antes de que algo se formulaseconcerniente a su magisterio y sus actividades, asumiramos que una talrelacin fue entregada sin cambios a las subsiguientes generaciones, yque su forma, tan pronto fijada, fue retenida esquemticamente duran-te el proceso de transmisin oral y literaria. Una mirada alNuev o Testa-mento muestra que no es ste el caso. Raras veces hay en los Evangeliostanta variedad de relatos divergentes y repetidamente conflictuales delos mismos acontecimientos como en las narraciones que describen e larresto, proceso, crucifixin y resurreccin de Jess. Esto puede parecerparadjico -?es, sin embargo, realmente sorprendente?-. La Pasihz,como un preludio a la Resurreccin, fue el tema de importancia en laproclamacin cristiana. Todo lo conectado de la ms remota maneracon este evento fue objeto de reflexin en las mentes de los creyentes,fue dicho y redicho muchas veces. Emergieron nuevos signzj%ados delacontecimiento segn iba siendo reactuado mentalmente, y un nuevoentendimiento exiga progresiva reformulacin del relato primitivo ori-ginal. No se dispuso de ning n testigo ocular presente, o en un examenpreliminar de Jess o en la sesin del tribunal en el que se aprob lasentencia de muerte. La carencia de evidencia directa de primera manocondujo por s misma a una expansin de los informes tal como habanvenido circulando. La gente que transmiti estos informes, primerode boca en boca, ms tarde de pluma en pluma, no eran historiadoresL...] Cualesquiera que fueran los recuerdos del arresto y crucifixinque haban sido preservados por coetneos, la informacin pronto

    gan velocidad, creci en volumen, y se extendi no en una direccinsino en muchas [...] Cuan do se penetra a travs de los relatos evangli-cos existentes hasta las tradiciones subyacentes, discernimos diferentesetapas de una tradicin ya desarrollada que n o obstan te an retiene loselementos ms antiguos de un inform e redactado por hombres que ue-ron coetneos de Jess. Y solamente esta informacin, combinada si sepuede con una interpre tacin de los sucesos registrados, probablem enteha de producir informacin histricamente valio.sa. La sucesiva sepa-racicn de lo editorial, de 10 tradicional, de los elementos secundarios,de los primarios, obviar la nrw sidad de extender los eventos descritosen los cuatro Evangelios sobre u n periodo de varios dias. En lugar desiete escenarios de una sesin judiczal, nos quedamos con un o. En lugarde cinco descripciones de la rid iculizacin de Jess, emerge u na qu e co-rresponde al escenario ms antiguo (op . cit., pp. 6-7 ) .El caso de los relatos de la Pasin pued e servir, en diversa medi-da, para numerosos e importan tes pasajes del acervo evanglico.La situacin fragmentaria y desordenada de las fuent es existen-tes acerca de la persona de Jess, junto con el hecho evidente dela suplantacin paulina de la tradicin histrica genuina sobre I,deben conducir lgicamente a la tarea urgente de consolidar ysistematizar el material furtivo conservado, a fin de recuperar laverdadera personalidad de l Jes s real. Se trata de la reconstruc-cin del modelo mesinico que fluye de esos datos, mediante elanlisis exhaustivo de sus conexiones y su significado autntico,y de emplear u n m t od o heurstica de aproximacin activa -nomeramente pasivo, como el de la exges is eclesistica o acadmica,que avanza dogmt icamente percopa tras percopa com o si setratase de la sagrada palabra de Dios- que anticipe propuestasm u y probables para la reconstitucin m esianista d e la vida pblicadel Nazareno. Segn adelant e n la

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    1) Prejuzgar de modo voluntarista que cada uno de los cuatroEvangelios cannicos es el resultado de la percepcin ccper-sonal de su autor en la presencia inmediata de la tradicinbistricu prepascual, y no mediatizada decisivamente por elmod elo cristolgico paulino, como realmente es el caso.

    2) E x c l u i ~adicalmente de la conciencia de Jess, en el cursoevolutivo de su experiencia externa e interna, la presencia devivenciasy de propsitos de ord en poltico y polz'tico-religioso.

    El conjunto de estas consideraciones lleva a esta conclusingeneral: Una vez cribados todos los textos disponibles porlas tcnicas de la Formsgescbicbte, la Redaktionsgescbicbte,la Religionsgescbicbtlicbe Schule, y otras, los datos extrados-palabras, dichos, hechos, intenciones consignadas- debentomarse inicialmente, y aisladamente, como elementos yunid ades de la tradicin hbiles para a gruparse o combina r-se en hipottico s mo delos de signzj%acin y de interpretacin entrminos beurz'sticos. Es decir, el repertorio de datos obteniblesformar el contenido de un reservorio o repositorio de materia-les al servicio de la construccin de modelos. Pero pasando delo abstracto a lo concreto, nuestro avanzado conocimiento delos datos qu e ofrecen las fuentes exige la directa reconstruccindel modelo mesihnico 3u dh -con los matices que procedan-que habitaba en la mente de Jess, desalojando as el dogmticomodelo paulino con el que se ha construido fraudulentamentela fe cristiana -el modelo de un Cristo celeste que desciende,predica, muere y resucita-. Se ver entonces que la mayorade las contradicciones -que son realmente ideolgicas-se disuelven como un azucarillo en el agua.

    2. EL JUDEOCRISTIANISMO Y EL PAULINISMO

    El artfice de la fe cristiana eclesistica, en su formulacin nu-clear inicial como plataforma doctrinal de los Evangelios, nofue otro que Pablo de Tarso, como lo acreditan inequvoca-mente sus epz'stolas, no obstante sus interpolaciones o adulte-raciones textuales, as como las adiciones producidas por suescuela. Un gran biblista y exegeta independiente, Hyam Mac-coby, ha formulado las preguntas y las respuestas pertinentes:Puede la doctrina de la .salvacin de Pablo ser derivada de fuentes ju-das, o es algo enteramente nuevo y sin precedentes en relacin con eljudasmo? Si lo segundo, tendremos que considerar si la doctrina dePablo fue enteramente creacin suya, o si otras influencias no-judasoperaron a este efecto. En uno y otro caso, consideraremos qu efectostuvo la doctrina de la salvacin de Pablo, combinada con influenciasgnsticas [...] en el desarrollo sobre el antisemitismo cristiano. [La ha-zaa paulina] puede expresarse sumariamente como sigue: la humani-dad est en las garras del pecado y de Satn. Esta servidumbre no puederomperse por esfuerzo alguno por parte del hombre, pues su naturalezamoral es demasiado dbil. En consecuencia, la humanidad est conde-nada al castigo sin fin. Sin embargo, Dios, en su misericordia, ha provis-to de un modo de liberacin enviando a su H i o divino al mundo parasufrir una muerte cruel que expa el pecado de la humanidad. Aceptan-do con fe y gratitud esta muerte, la humanidad puede participar msti-camente en ella, y tambin compartir la resurreccin y la inmortalidad

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    del Hijo de Dios. Aquellos que no tienen fe, y persisten en pensar queescapan a la condenacin por sus propios esfuerzos morales (guiadospor la Torah), estn destinados a la condenacin eterna [...l.El mitocontiene los siguientes elementos: (1 la desesperada condicin moralde la humanidad; ( 2 )el descenso del Salvador divino en un cuerpo hu-mano; (3 ) a muerte violenta del Salvador divino; (4 ) la resurreccin,inmortalidad y divinidad del Salvador crucificado; ( 5 ) a expiacinvicaria efectuada por la muerte divina en favor de los que tienen fe enS U eficacia; (6 ) la promesa de resurreccin e inmortalidad a los devo-tos del Salvador (Pauland Hellenism, 1991, pp. 54-55).Esta soteriologz esotrica y dualista, en ltimo trmino recondu-cible a categoras gnsticas, vino a constituir la esencia del mis-terio cristiano como plataforma teolgica del Nue vo Testamento,es decir, de la nueva alianza del Verus Israel>>, ue irrumpe ca-tastrficamen te e n la tradicin davz'dica -an muy viva y vigoro-sa en los Sinpticos- mediante el secreto mesinico anunciadopor Marcos, como si fuese un meteorito asumido y desarrolladode modo eminente en el seno de la Catholica Ecclesia. El mismoMaccoby, en otra obra excelente, completa el alcance de esta no -vedad, que entraaba la invencin de una nova religios:En la mente juda, la idea de resurreccin no ue asociada con la cZivini-dad [...]Los fariseos crean que todos los hroes de la historia judaseran eventualmente resucitados, juntamente con los justos de cadageneracin, incluyendo a justos no-judos. As, la asociacin entre re-surreccin y divinidad, que pareci tan inevitable a los cristianos geil-tiles, era comp letamen te extraa para los udios (Rev olutio n in ludaea .Je.sus and the Jewish Resistance, inicialmente en hebreo; trad. inglesaen 1973; cito por la ed . de 1980,p. 124).Sin abordar ahora la cuestin de cmo y cundo seforjo' e n lumen te d e Pablo su concepcin mistirica del Christs Jess, hay

    datos suficientes para afirmar que fue antes de los aos50 d. C.,cuando empezaba ya a arreciar la crisis poltica y econmica.En esos momentos predicaban en Siria, Asia Menor, Macedo-nia y Grecia proselitzstas de un nuevo culto de misterios, entrelos que destaca el Tarsiota, ciudadano romano por herencia,constructor de tiendas de acampada, de mentalidad pequeo-burguesa y refractario a actitudes revolucionarias, como indi-ca Archibald Robertson con fundamento:Un hombre tal como Pablo, mientras que tal vez deseaba trabajar poruna regeneracin moral de la sociedad, no tena ningn inters en larevolucin. Lleg a alarmarse por la propaganda del Rein o de Dios*sobre la tierra conducida por sus compaeros udos de la d ispersin.En Hechos y en tres Epstolas leemos que Pablo em pez persiguiendopropagandistas mesinicos. Pero an un muchacho, no poda habersido el archiperseguidor descrito en Hechos 8-9; ni el escenario de suactividad persecutoria puede haber sido Jerusaln. Si eso no fue as,su rostro no habra sido desconocido en las iglesias de Judea (Gl1.22)pocos aos ms tarde. Es notable que las Epistolas no se refie-ran ni una sola vez a Esteban, contra quien Saulo (o Pablo) dirige lalapidacin, segn Hechos. Es indudablemente un hecho: la tempranaactitud antimesianista de Pablo. Pero en Hechos ha sido dramatizaday adornada, y falsamente localizada en Jerusaln. En los Hechos y lasEpstolas se co incide en poner en Damasco el escenario de la conversinde Pablo. Pero las Epistolas en ningn lugar mencionan la visin mila-grosa relatada tres veces (con variaciones) en Hech os. La referencia enGlatas sugiere una iluminacin interior, no necesariamente sbita.Fue el buen placer de Dios revelarme a su Hijo en mi (1.15-16)L..]Pablo lleg a la conclusin d e que no deba combatir el mesianismocon el arma de la Ley. Porque encontraba entre los mesianistas a losque persegua un espritu de soliddridad y camaraderz'd del que el mun-do necesitaba, y que en su opinin era divino. Ya no podia perseguir-los.Pero tena que salvarlos a toda costa, as como a las masas a las que

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    estaban cap tando,de los alsos lderesy de choques frontales con Romaque l , como ciudadano rom ano, saba que slo podan terminar endesastre. l predicaria, como ya otros estaban predicando, un m esianis-mo espiritualizadopara las masas, que de otro m odo poda ser barridoen una insurreccin desesperada y peligrosa. As,Pablo se dirigi a lasmasas y habl su lenguaje. Predi& una religin mistrica fmystery-reli-gion] en la que el Cristo-Jessde la propaganda revobcionaria se trans-form en un espiritu divino por el cual los hombres mortales podanrevestir la inmortalidad. Traslad el Reino de Dios de este mundo alsiguiente. Esto tena que e nfrentarle con los mesianistas revoluciona-rios (T he Origins of Christianity,1962, pp . 104-104).Lo asombroso es que, como veremos, en Hechos, no hay dzye-rencia entre la enseanza de Pedro y la de Pablo. Ambos pro-claman el mismo Jeszis histrico como Cristo resucitado de entrelos muertos y salvador del m undo . Sin embargo, el Pablo deGlatas (aos 49-50) y el Pablo de Hechos son dos hombresdiferentes* (ibdem,p. 105) .Se referia al de Jerusa ln.Pablo, perfectamente consciente d e que su eva ngelio es dis-tinto de la tradicin mesinica davdica que habitaba la mented e los apstoles que encabezaban la Iglesia-madre de Jerusaln,no disimul nunca su vocacin y sus ttulos: Quiero que se-pis, herm anos, que el evangelio anunciado por m i no es una in-vencin de hombres, pues n i lo recibi n i lo aprend de hombrealguno. Jesucristo es quien me lo ha revelado. Habis odo, sinduda , hablar de mi antigua conducta en el judasmo: con qufuria persegua yo a la iglesia de Dios intentando destrozarla.Incluso aventajaba dentro del judaisrno a muchos com patr io-tas de mi edad como partidario fantico de las tradiciones demis antepasados (1.11- 14). No debe haber equvoco para loslectores d e hoy: los antagonistas principales a los que ahora seopone Pablo son los judeocristianos de la comunidad origina-

    via postpascual asentada en la capital de Jude a. Efectivamente,despus de su iluminacin divina particular en Damasco, tuvoque escapar con ocasin de una orden de arresto, all entre losaos 34 a 37, y por una ventana fui descolgado mur o abajo enuna espuerta (2 or 11.32-33) para evitar caer e n mano s d e lapolica (cfr.Robertson, op. cit., p. 103).Despuks de permanecertres aos en Ar abia, subi a Jerusaln G l 1.18-19). Nadadice Pablo d e lo hablado, pero agrega, para mayor perplejidad,que Dios es testigo de que no m iento. Seguidamente informad e q u e pasados catorce aos, sub iotra vez a Jerzdsalnjunto conBernab y llevando tambin conmigo a Tito. Subidebido a una"revelacin" y, e n conversa cin privada con los principales dirt-gentes, les di cuenta del evangelio que anuncio a los gentiles, n ofuera que ahora y entonces me estuviera afanand o intilmente.Pues b ien , ni siquiera T ito, m i acompaante, que era gentil, fueobligado a circuncidarse. El problema lo crearon esos intrusos,esos falsos herma nos infiltrados solapada mente para coartar lalibertad que Cristo nos ha conseguido y convertirnos en esclavos.Mas ni po r un instante ceda su pretensin esclauimnte, pues eranecesario que la verdad del evangelio permaneciera ntegra en-tre vosotros ( G i l2.1-5), es dec ir, entre los glatas. Se infiereque la revelacin recibida de Dios afectaba a la evangeliza-cin de los gentiles, lo mismo q ue a Pedro la d e los judos, yaque el mismo Dios que constituy a Pedro apstol de los udzs,me constituy a mi apstol de los gentiles. Reconociendo, pues,la misin que se me haba confiado, Santiago, Pedro y Juan,tenidos por columna s de la Iglesia, nos dieron la man o a m i ya Bernab en seal de comunin: nosotros evangelizaramos alos gentiles, y ellos a los judos. Tan slo nos pidiero n q ue nos

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    EL UDEOCRISTIANISMO Y EL PAULINISMOacordsemos de sus pobres, cosa que yo he procurado cumplircon gran solicitud (G12.6-10).

    Si se lee atentamente la sutil redaccin de esta sustancial no-ticia teolgica, en el contexto informativo del resto de la Epsto-la, destacan dos puntos: elprimero, la ingenua pretensin paulinade hacer creer a sus destinatarios en general que los principa-les dirigentes y columnas de la Iglesia se fiaron sin mas dela supuesta revelacin a un outsider al que durante catorceaos no le haban visto el pelo, y que andaba misionando portierras paganas o de la dispora con la oposicin de hermanosinfiltrados que coartaban la libertad que Cristo nos ha conse-guido y que buscaban convertirnos en esclavos; el segundo,la solapada intenc in paulina de hacer pasar como una cu esti n demera pureza ritual y de jurisdiccin territorial apostlica aquelloque comportaba graves consecuencias teolgicas, soteriolgicas ypoliticas, tal como lo era la cuestin de la circuncisin. Hayque concluir, o bien que las columnas>>ran unos incautos e in-competentes en el ejercicio de su tarea, o bien que la noticia queha dejado Pablo para la posteridad es una sagaz argucia pastoralpara legitimar de mala fe la sustitucG n de la empresa nzesinicade lju di Jess por la predicacin universa lista de u n ccsoti?r>>ele-nistico inserto en una religiosidad mistrica de alcance cosmopo-lita. La opcin no puede ser dudosa, pues como se conoce porla misma pluma de Pablo -y a pesar de las tergiversaciones delEvangelio y los Hechos de Lucas un siglo despus-, la polmicaa muerte acerca de la circuncisin sell el destino hzj-tricode la fecristzdna. Jams hubo esa biparticin misional ni poda haberlaen las circunstancias de aquella actividad proselitista.

    As, escribe Pablo, cuando lleg a Antioqua, tuve que en -frentarme abiertamente con l [Pedro] a causa de su inadecuadoproceder. En efecto, antes de que vinieran algunos de los de San-

    tiago, no tena reparo en comer con los de origen gentil; perocuando vinieron, comenz a retraersey apartarse por mied o a lospartidarios de la circuncisin . Los dem s judios lo imitaron enesta actitud, y hasta el mism o Bernab se dej arrastrar por ello s.Viendo, pues, que su proceder no se ajustaba a la verdad delevangelio, dije a Pedro en presencia de todos: "Si t, que eresjudo, vives como gentil y no como judo, por qu obligas a losde origen gentil a comportarse como judos?" (G12.11-14).

    Puede verse difanamente en esta noticia, aunque vertidaen un lenguaje oblicuo tpicamente paulino, que lo que Pabloexiga a Pedro era impli'citamente su apostash de la Torah y larevelacin mosaica, y que abrazase una revelacin nueva e in-compatible con el judaismo del Nazareno. Pablo haba adopta-do, desde el inicio mismo de la predicacin de su verdad, unestilo pastoral abstracto, ambigu o y mistico, con reiteradas in-vocaciones retricas al Cristo, a Jesucristo, y a Dios, pero emi-nentemente formal y vaco de sustancia teolgica especfica enel marco de la tradicin hebrea. En este sentido, que rehyensistemticamente los exegetas creyentes, la prosa paulina es es-capista y siempre aborda lateralmente los temas esenciales dela fe cristiana, como lo muestra lo que sigue: Nosotros somosjudos de nacimiento y no pecadores de la gentilidad. Sabemos,sin embargo, que Dios salva al homb re no por el cump limien tode la Ley, sino a travs de la fe en Jesucristo. Est arbitraria-mente implicito en esta declaracin que la fe en Jesucristo noincluye el cumplimiento de la Ley -o sea, toda la peculiari-dad deljudaz'smo como especfica religin del pueblo del queJess pretenda ser su ms plena expresin-, como lo prue-ba l an ms inequvocamentea l insistir en que nosotros hemo screido en Cristo Jes spara alcanzar lasaludn on por med io de esa feen Cristo, y no por el cumplim iento de la Ley. En efecto, por el cum -

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    plimiento de la Ley, ningn hombre alcanzar la salvacz6n (Gl2.15-16).En este entimema se hace muy manifiesta la sofirtiqueriapaulina: de una premisa fa lsa, a saber, que la salvacin por mediode la fe en Cristo exclzqe conceptualm ente el cumplimien to de laLey, deduce Pablo falsamente que el cumplimiento de la Ley noasegura que se alcance la salvacin. Esta radical disociacin de laLey mosaica y la enseianza de Jess no se encuentra ni en la letrani en el sentido propio del k&ygvza anunciado por el Nazareno,sino que est escondida inicialmente y despus clarnorosamenrevoceada por la Iglesia romana, cuando la comunidad primitiva delos judeom istianos de Jerusaln ue borrada del mapa de los vivos.En su estilo grandilocuente pero hueco, el Tarsiota exclama: lamisma Ley me ha llevado a romper con la Ley, a fin de vivir paraDios. Estoy muczfcadocon Cristo,y ya no vivo yo, sino que es Cri.~toquien vive en m i L..] No quiero hacer estril la gracia de Dios;perosi la salvano n se alcanza por la Ley, entonces Cristo habra muertoen vano (2.19-21).Esta theologia crucis furiosamente antijuda re-cuerda, aunque para otros usos poltico-religiosos, el desprecio delos coitos d e mmirterios>>or los cultos antiguos de la ciudad>>.ablosaba, frente al oportunismo de apstoles ansiosos de proslitos yde limosnas, que su rechazo de la circuncisin,presentada como unaminu& ritual, acaba& haciendo saltar por los aires el gran edzfc iodel mesianismo udo del que Jess ue el ms eximio representantefallido). En definitiva, a travs de la fe en Cristo, la imaginanonteolbgica de Pablo haba forjadodos evangelios de ideologia contra-distinta, el evangelio de la circwncisin y el evangelio de lu incircun-asin, el primero de vocacin mesin zh y el segundo de vocacinuniversa l y espiritualista, y ambos de gran alcance teolgico.

    3. EL ENFRENTAMIENTO ABIERTO DE PABLO CONLOSAP~STOLES

    El astuto juego de Pablo consista en usar sin definicin precisael trmino multismico de ungido (christs) para designar alprotagonista del misterio que iba predicando por lugares ysinagogas de la dispersin. Con gran perspicacia, seala Ro-bertson que la mayora de nosotros lee las Epistolas paulinasa la luz de los Evangelios, y asume que eso se refiere a la cruci-fixin deJes s el Nazareno por Pilato ( op. cit., p. 1 o) ,pues noen vano el magisterio eclesistico coloca, et pour cause, lasEpstolas en segundo lugar, como si se tratara de un desarrollopersonal de la narracin principal de Evangelios y Hechos; y noa la inversa, como sucedi en la historia real -primeramente,la revelacin comunicada al Tarsiota por Dios en persona-.Como indic Koester, el kcvygma paulino m ode l para siem-pre el referen te soteviolgico y m stico del dios que padece, mu e-re y resucita para i nfu nd ir la inm ortalidad> > lo s fieles, cuyaepopeya se relat en dichas narraciones cannicas de inten-cin histrica. Robertson escribe, evocando correctamente-pese a las interpolaciones- el trasfondo gnstico de Pablo:Hemos visto que Filn llama Lagos al icprimognitoHijo de Dios,la imagen de D zos ~ el mediador>>ntre Dios y el mundo, e inclu-so llama logoi a los hombres sagrados -encarnaciones del Logos-.Pablo puede no haber ledo a Filn; pero estas ideas estaban en el

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    aire. El Cristo predicado por Pablo, aunque de n ombre idnticoal Mesas popular del judasmo, es en el pasaje citado [ 1 Cor 1-21idntico al Logos y a la gnosis. La epstola 1 Corintios est llena deabrupta s transiciones. Un a taque al sectarismo (1.10-17) es seguidopor una rapsodia potica sob re el misterio paulino. Al arranquede esto encontramos la chocante frase el "Logos" de la cruz, queconduce a un pasaje que ha sido ritmado para ser memorizado porpobres y esclavos analfabetos que atestaban el gran centro co mer-cial y administrativo romano de Corinto, pero que representa sinembargo la lnea de Pablo: Predicamos a Cristo cruczj$cado, un es-collo para losjudlosy una insensatez para los gentiles; pero a quienesson llamado s, ambos judos y griegos, a Cristo, el poder de Dios y lasabidura de Dios. Porque la insensatez de Dios es ms sabia que loshombres...No muchos sabios segn la carne, no muchos poderosos ...Que pueda l convertir en nada las cosas que son: que ninguna carnese glorifique en presencia de Dios. Los Apstoles estaban >(op. cit.)Pero la revolucin>> ue predica Pablo ar-chontes) es gnstica y para denotar que los demonios gobiernanel mundo material y hacen infeliz a la huma nidad. Efectivamen-te, as como el C risto paulino es presentado como a funcin po-ltico-religiosa del M esas judz y la tradicin davdica de Israel,porque la salvacin no dependa del mundo de la carne sinodel Espritu, ante el cual no haba griego y hebreo, romano yjudo, sino slo seres humanos, todos creados igualmente porDios para salvarse o condenarse. El particularismojudo queda-ba eliminado.

    Por consiguiente, el trabajo de demolicin ideolgica del me-sianism o judz, iniciado por Pablo en Glatas fren te a los jefesjudeocristianos d e la Iglesia-madre de Jerusaln, se prosiguein crescendo en las dos Epstolas a los Corintios, como ya he-mos visto anteriormente: 1 Cor data probablemente de la pri-mera m itad del a o 56, y abord a los grandes temas teolgicosde l mito cristiano, como lo har tambin ese conglomeradode varios escritos refundidos en la Epstola a los Romanos. En2 Cor se contiene una singular apologa de s mism o por un Pa-blo q ue se muestra despechado por no ser reconocido como elcampen del verdadero evangelio. Es imposible decidir con ladeseable seguridad hasta dn de todos esos documentos tienenal Tarsiota com o autor autn tico o nico, o si hay en ellos sig-nificativas aportaciones de su escuela, aunque parece ms bienlo primero. P ero ese pun to es irrelevante para nuestro anlisisideolgico.

    Pablo comienza 1 Cor afirmando que su palabra y su pre-dicacin no consistieron en sabios y persuasivos discursos,cuando rea lmente es d e e l lo de lo que adolecen, s ino unademostracin del poder del " Espritu" , para q ue vuestra fe sefundara no en la sabidurta humana, sino en el poder de Dios( 2 . 4 - 5) ; nsistiendo en que su sabidurh no es de este mundo,n i de los poderes qu e gobiernan este mund o y estn abocados a la

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    des tr~cc in>~ues de lo que hablam os es de una sabidura divi-na, misteriosa, escondida L..], y que ningun o de los poderosos d eeste mundo ha conocido, pues de haberla conocido, no habrancrucificado al Seor de la gloria (7-8).Es patente que los des-tinatarios eminentes de estos ataques son los Apstoles comotransmisores humanos del magisterio directo de Jess. Enton-ces, Pablo muestra escuetamente el ncleo de su informacinen 1 Cor 15, el famoso captulo de la Resurreccin, contradi-cindose, en cierta medida, a causa de una interpelacin:Os doy a conocer, hermanos, el Evangelio que he predziado, en el queos mantenis,firmes, y por e l cual sois salvados si lo retenis tal como yoos lo anunci, a no ser que hayis creido en vano . Pues en verdad os hetransmitido, en primer lugar, lo que yo m ismo recibi:Que Crzito muri por nuestros pecados conforme a las Escrituras;Y que ue enterrado;Y que ha sido resucitado al tercer dia co nfi rm e a las Escrituras;Y que ue visto por Cefa s [Pedro], luego por los Doce;Luego ha sido visto por mas de quinientos herman os de una vez;De los que la mayor parte quedan hasta ahora, pero algunos se ha ndormido;Luego ha sido visto por Santiag o;Luegopor tod os los apstoles;Y el ltimo de todos, como por u no nacido fuera de cuenta, fue vistopor mitambin;Porque yo soy el men or de todo s los apstoles;Que no alcanzo a ser llamado u n apstol, porque persegui a la Iglesiade Dios.Pero por la gracia de Dios yo soy lo qu e soy:Y por su gracia que me fue otorgada no fui haliado vano;Pero labor mas abundantemente que tod os ellos:Sin embargo, no yo, slno la gracia de D ios que estaba conm igo.Si, entonces, sea yo o ellos,asiprrdicamos, y as creis vosotros (15.1-11).

    Robertson, con su ilustrado talento habitual, seala queeste pasaje se ha convertido en el balance bsico de quienesafirman la "histrica" resurreccin de Jess. Para los que recha-zan la resurreccin, pero todavia mantienen la autoria paulinadel pasaje, es la prueba de vision es extticas clasifcables e ntre las"variedadesde la experiencia religiosa". Pero antes de decidir loque prueba el pasaje, est bien conocer quin lo escribi. Tienemuchas peculiaridades. Primeramente [. ] todo el capitulo 15es tan fuertemente rtmico como cualquiera en el Nuevo Tes-tamento. Tal como lo tenemos, no es una carta o parte de unacarta, sino una rapsodid sobre la resurreccin, memorizada pararecitar en las reuniones cristianas. El captulo puede contenermateria ~a ul in a, ero tal como est hoy no es de Pablo. En se-gundo lugar, en los versiculos 3-4 la creencia en la resurreccinest basada en "las Escrituras", pero en los versiculos 5-11 lo esten la evidencia ocular. "Escrituras" significa aqu, no los Evan-gelios, que an no estaban escritos, sino el Antiguo Testamen-to . Mediante la interpretacin forzada, los cristianos desde elprincipio encontraron en el Antiguo Testamento profecias de lamuerte y la resurreccin del M e s h . Poemas incluidos en el librode Isaias, y realmente referentes al sufriente pueblo de Israel,fueron aplicados a la mu erte del Mesias; y fueron aplicadas a suresurreccin frases significativas en los Profetas y en los Salmossobre el reizacimiento nacional. Pero tal exgesis no convenczd anadie que no quisiera ser convencido. Una onza de hechos valapor una tonelada de Escritura. Es d$cil en consecuencia, verpor q u el autor de los versculos 3-4 habra apelado a "las Escri-turas'),sipod ia apelar a "testigo s oculares". Surge la sospecha deque l apel a la Escritura porque no habia n ing n testig o ocular,y de que los versiculos 5-1 I son de una man o posteriom (op . cit.,pp. 116-117).Se trata de interpolacionesen unapseudocarta.

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    Como indica Robertson, el resto del captulo confirma la su-perfluidad, para la teologia de Pablo, del te stimonio recibido, puesen su revelacin e Dios el misterio inc luh ya enuna sola entrega todos los momen tos del mito de Cristo inventa-do por Pablo, es decir, el sufrimiento, la crucifixin, la expiacin,la muerte, la resurreccin, la redencin y la promesa escatolgica(parousz) para celebrar el juicio e instaurar en la gloria el Reinode Dios. En consecuencia, el Cristo paulino es el H i o de Dios,no el Hijo del hombre. El "Reino de Dios" paulino es un reino node "carney sangre", no de este mundo , sino de espiritus liberados dela materia por un milagro.El misticismo de Pablo, como todo mis-ticismo, refleja la insolubilidad del dilema creado por la sociedadde clase de sus das (ibidem,p. 119).Pues bien, as como 1 Cor15.1-1 nada nos dice del carcter histricoy personal de Jess deNazaret, tampoco los versculos 12 -13 y 17-19 aportan informa-cin alguna al respecto, pues all el]esLs histrico es ignorado,dejando solamente el Cristo mistico (p. 118),como puede leerse:Ahora, si Cni to es proclamado por haber sido resucitado de entre losmuertos,> or la que vinc ulala res~rreccin e Cristo a la resurreccin de los muertos, y vi-ceversa. Como advierte Robertson, a menos que ellos [loscristianos] resuciten de entre los muertos, Cristo no ha resu-citado. No es asi como se habla de "un hecho histrico" (ibi-dem). Pero entonces aparece claramente que el autor de losversiculos 12-19 no pudo haber escrito los versiculos 5-11 . Paral, Cristo no es un individuo cuya resurreccin es atestiguadapor testigos oculares, sino el "Logos" encarnado de la comuni-dad cristiana, a travs de la cual ellos derrotaran a la muerte yse harn inmortales (ibdem).El resto del captulo lo dedica Pablo a explicarnos la in -mo~ta lidad el alma con argumentos forjados a partir de la msobscena ,ue alimenta la cadena de sofis-mas que suscita la polmica sobre la resurreccin de los sereshumanos, y que es exactamente la misma consagrada dogma ti-camente por la Iglesia catlica (cfr.1Cor 153 5 57,y las pginascorrespondientes de mi mencionado libro ). Robertson poneuna excelente coda a tanto desvaro:Claramente, el autor de esta rapsodia jams pudo haber credo en uncuerpo material surgiendo de una tumba, caminando, conversando,probando su identidad por la huella de los clavos, comiendo pescadoasado y ascendiendo a los cielos, segn se describe en los Evangelios.Igualmente claro, el Reino de Dios en la tierra, el eslogan de las ma-sas judas en la lucha contra la explotacin romana, desaparece delcuadro. El mundo material es descartado como irredimible (op. cit.,p. 119) .

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    EL EXFRENTAMIEKTO ABIERTOLos creyentes, telogos o no, suelen acu dir a la institucineucarstica relatada en 1 Cor 11 23-3 , como la gran baza de lafe en el Cristo paulino en tr minos de un conocim iento histri-co y concreto del llamad o Jesucristo. N o es menester transcribir

    aqu este texto d e privilegiada mem oria en tre los cristianos, pore l cual Pablo pre tende haber recibido su relato de la Cenadel Seor . Escribe Robertson incisivamente q ue es del todoimprob able que [Pablo] apelase a una revelacin personal si pu-diera haber invocado testigos oculares. Pero es bastante proba-ble que un interpolador hubiera inventado una "revelacin" aPablo para acreditar su propia narracin, cuando estuviesenmuerto s todo s los testigos oculares (si "existiese" algu no) (op.cit., p. 14) .Teolgicamente, el asunto n o cambia.

    Ya en 1926, el gran exegeta Ha ns Lietzmann, d e encomia-ble vocacin de independencia cr t ica, sealaba en su l ibroMesse 2nd Herrenmahl que la institucin e ucar stica~ o perte-nece a las palabras de Jess en la ltim a Cena, y que podemosafirmar qu e a Pab lo le es familiar la misma tradicin d e la lti-ma Cena que sigui Marcos C...], y probablemente n o nos equi-vocamos si presuponemos que esta concepcin fue general enlas iglesias paulinas de los cristianos gentiles (M ass and Lor d'sSupper, trad. ingl. 1 979, p. 185).Esto implicara qu e no era unatradicin originada en el testimonio de los apstoles asistentes aesa comida, y que sin dud a fue concebida despus en crculos devocacin exttica y tradicin mistrica difundida en medios hele-nisticos. Como indiqu en El m ito de Cristo (2000), cualquierapoda ver, an antes de Lietzmann, que la comunidad original[judeocrist iana, de Ped ro, Santiago y Juan] no celebraba el me-morial sacramental de la mue rte d e Jess, sino slo la piadosacostumbre uda de la "frdccindelpan" que el Nazareno practi-c con sus discpulos (M c6.41, 14.22; Lc 24.30); lo que corro-

    bora la Didach~, .3 y 14.1. El relato d e Hechos sobre la praxispiadosa judeocristiana dice escuetamente que "perseveraban enor la enseanza d e los apstoles y en la unin, en la fraccin delpan, y en la oracin" (2.4 2). Estas precisas noticias nos mues-tran qu e en el agape fraterno de las primeras comunidades nohub o institucin [sa crame ntal] de la "euch aristia" (p . 76 ) .

    Hyam Maccoby ofreci en 1991 una indagacin que parecedefinitiva, sob re la frase de 1 Cor 11.23: Os doy a conocer, her-manos, e l evange lio que os he predicado, que hab is recibido, en e lque os manten is firmes, y por el cual sois salvos si lo retenis ta lcomo yo os lo anunci, a no ser que hayis credo en vano. Pues ala verdad os he transmitido, en primer lugar, lo que yo mism o herecibido: que el Seor Jess. .M.Partiendo de la base ms que pro-bable de que no e xiit G t al revelacin personal, y de que su con-tenido, puesto en boca del Nazareno, fue inventado por Pablo opor u n interpolador, puede afirmarse que las palabras de la in sti -tucin de la eucaristi en sentido sacramental no tien en su asien toni en la mente ni en la fe del Jess h i s t a . Maccoby demostrque la frase recibi de>>parlabon apo) no puede tergiversarsecon la interesada traduccin eclesistica, segn la cual slo para,y n o apo, expresa inmediatez>>; que la versin correcta es

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    hzrtoria original, slo se conten el tem a apocalijtico [ M c 14.25:"En verdad os digo que ya no beb er del fruto d e la vid hasta elda en qu e lo beba d e nuevo en el Reino de Dios", tema repeti-d o e n M t 26.29 y en Lc 22.18, pero sintomticamente ignoradopor I'ablo]. La secuencia vino-pan es la natural en una comidafestiva juda, en la cual el quiddush se dice primeramente so breuna copa de vino, qu e es luego distribuida; despus tiene lugar"la fraccin del pan ", qu e marca el comienzo d e la comida. Elquiddush no form a parte realmente de la comida, sino que es unaceremonia introductoria y separada "santificando" el propio dafestivo, no la com ida L..] Esta secuencia judia an pue de verse enel relato d e Lucas, pues muestra a Jess em pezando con el vino(22.17)y luego siguiendo con el pan (22.19).Puesto que, sin em-bargo, la secuencia vin o-pa n es inapropiada para el tem a eucaristi-co, que requiere una secuencia pan-vino, tie ne que transformar lasecuencia natural, y esperada, de una palabra apocal@tica sobre elpan en una palabra eucaristica, que luego ha de ser completada porla introduccin de una segunda copa de v ino (Pa uland Hellenisvt,p. 104), para acom paar la accin de gracias, que era de mu chamenor im portancia que la bendicin con el quiddush. Pero pre-cisamente la secuencia pan-vino es caracterktica del ccagap>> e lacomun in ( koin onia) en las religiones de misterios. La conclusines que Pablo crea una nueva liturgzir de carcter wacramental>>,nla que el tema escatolgico-mesinico (o,om oprefiere decir Maccoby) ha quedado recubierto y prcticamentesuprimido por el tema eucaristico. As, la secuencia pan-v ino,siendo natural en el rito mirtico de incorporacin siiizblica de lacarne y la sangre de un dios inmolad o, da una indicacin estruc-tural del origen helenzStico de la eucaristz [. . .]S (op. cit., p. 107).

    En suma , n i la declaracin d e fe de Pablo en la pasin ymuerte d e Cristo Jess, de 1 Cor 15.1-1 ; nila declaracin de fe

    en su resurreccin, d e 12-13 ; n i a declaracin d e fe en la trans-formacin del pan y el vino en su cuerpo y sangre para que losfieles participasen simb licamente, al ingerirlos, en el cuerp omstico d e l , de 20-22, 35-38 y 42-44; ninguna aumenta n i unpice nuestro conocimiento de la existencia y la personalidad deJess, porq ue la frase Messaiah Joshua solamente cobraba senti-do si estaba incorporada a un individuo hum ano de carne y hue-so (k at sarka), pero se converta en una entelequia fantasmal si,como en las epstolas paulinas, se disociaba ontolgicamentede aqu l y se transmutaba en un Espiritu fantasmagrico y Lo-gosi} divino .

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    4. LA RIVALIDAD RELIGIOSA, SOCIAL Y POLITICAENTRE PAULINOS Y APOSTLICOS

    La composicin social de las comunid ades paulinas, en marcadocontraste con las judeocristianas, estaba radicada en zonas ur-banas y tena un nivel econmico autosuficiente, caractersticode los devotos de las religiones de misterios. Pablo describe assu individualismo e insolidarid ad social: El caso es que, cuan-do os reuns en asamblea, ya no es para comer la cena del Seor?pues cada cual empieza comiendo su propia cena, y as resul-ta que, mientras uno pasa hambre, otro se emborracha. Pero?es que no tenis vuestras casas para comer y beber? En tanpoco tenis la asamblea cristiana, que no os importa avergon-zar a los que no tienen nada? L..]>> 1Cor 11.20-22). Advirtaseque la eucharistia judia consista en una comida comn, que in-clua una oracin por la llegada del Rein o de Dios, concluyen-do con el ruego, ven Seor>>maranatha), en un ambiente decamaradera caracterstico de gentes de campo. Las comuni-dades judias de conversos cristianos que continuaban fieles a ladisciplina del Templo, comenzando por la Iglesia de Jerusaln,eran de origen rural y escandalosamente indigentes. En estacircunstancia se apoy sobre todo el reto paulino a la jerarquaapostlica, como lo atestigua el alarde que indirectamentehaceel propio Pablo ante ella en ese monumento de vanidad que es2 Corintios, pieza quiz apcrifa pero significativa y fidedig-

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    na. La ayuda econmica a la comu nidad jerusalem ita ocupa unprimer plano en la rivalidad apostlica y doctrinal de Pablo conel evangelio primitivo genuino: Porque no nos anunciamos anosotros mismo s, sino a Jesucristo, el Seor, y no somos ms queservidores vuestros por am or a ]ess (4.5).Se lamenta el Tar-siota, una vez ms, de que a l nadie le ha ayudado en su ac-tividad misionera, pero lo pone en su cuenta, pues si somosatribulados es para que ta mbin vosotro s recibis consuelo y so-portis los mismos sufrimientos que nosotros padecemos. Y loque esperamos para vosotros tiene un firme funda mento , puessabemos que si comparts nuestros sufrimientos, compartiristambin nuestro consuelo (1.6-7);ya que si de algo estamosorgullosos es de que nuestra conciencia da testimonio de quenos hemos comportado en todo lugar y particularmente entrevosotros con la sencillez y la sinceridad que Dios nos ha dado;es decir, que ha sido fruto de la gracia de Dios y no de la sabidu-ra humana (1.12).Pero al mismo tiempo que Pablo canta laheroicidad de sus glorias, estampa esta declaracin a la vez dereproche encub ierto y de explicita divisin d el trabajo proseli-tista : Por vuestra parte, nos ayudar is con vuestra oracin paraque la gracia que Dios nos conceda por intercesin de muchos,sirva para qu e muchos den gracias (a Dios) por nuestra causa(1.11).Y aade que no es que pretendamos [los paulinosl con-trolar como dspotas vuestra fe -ya que, por lo dems, en la feos mantenis firmes-, sino que queremos ms bien contribuira vuestro gozo (1.24).Pero con una esperanza as actuamoscon plena libertad, y no como Moiss, que se cubra el rostrocon un velo para que los israelitas no vieran el fin de lo queera pasajero (3.12-13);y por ello, no in tentamos justifcarnosde nuevo ante vosotros, sino daros ocasin de que estis orgullo-sos de nosotros, para que as podis responder a los que presu-

    men de simples apariencias y no de realidades [...] As que enadelante ya no consideraremos a nadie con criterios hum anos.Y si en algn mo mento consideramos as a Cristo, ahora ya no .De modo que si alguien vive en Cristo, es una nueva criatura; elhom bre vie jo pas y ha aparecido el nuevo (2 Cor 5.12,16-17).La lucha segua viva entre los de Jerusaln y los de la dis-persin paulina, y an era as a finales de los aos cincuenta,lo que hace que Pablo vuelva a reiterar que pornuestra parte,no queremos presumir ms que lo usto y nos atenemos al campoque Dios nos ha asignado y que os incluye tambin a vosotros. NOestamos, pues, traspasando los limites, como si vosotros no per-tenecieseis a nuestro campo, siendo asque de hecho hemos sidolos primeros e n llevaros el evangelio de Cristo ( 2 Cor 10.13- 4) .En este texto subyace un posible equvoco, porque Pablo reivin-dica para si la evangelizac in en C on nto , territorio gentil, perola misin de losjudios cristianos no renunciaba a evangelizar asus hermanos judos y, eventualmente, tambin a los paganos.La continuacin del pasaje despeja elsen tido que Pablo atribuyea u n

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    soportis tan a gusto. ;Pues creo que no soy en nada inferior aesos superapstoles! L...] Porque esos tales son falsos apstoles,obreros embaucadores que se digrazan de apstoles de Cristo.Y no es de maravillarse, ya que si el mismo Satans se disfra-za de ngel de luz, parece natural que sus ministros se disfracende agentes de salvacin (2 Cor 11.4-5 13-14).

    Pero no se trata ah slo de gnsticos, judaizantes, o jerusa-lemitas, sino de cualquiera que no suscriba en exclusivid ad larevelacin personal paulina: Me refiero a eso que unos y otrosandis diciendo: " Y o oy de Pablo, yode Apolo, yode Pedro, yodeCristo" .Pero es qu e est dividido Cristo? [. ID 1 Cor 1.12- 3 .

    Probablemente, ese mosaico temtico bautizado comoEpistola a los Romanos, donde la doctrina de Pablo interpretacon los ms conmovedores arpegios su acendrado espiritualir-mo , comienza con el talante de antagonismo militante que locaracteriza: la ira de Dios se manifiesta desde el cielo contrala impiedad y la injusticia de aquellos hombres que obstaculizaninjustamente la verdad E...], que estn llenos de injusticia, ma-licia, codicia y perversidad r...]>> 1.18 y 29). Pero nahora, conindependencia de la Ley, .se ha mdnifestado la fuerza salvadorade Dios, atestiguada por la Ley y los profetas [. 1, por medio dela fe en jesucnho L..] Y no hay distincin: todos pecaron y to-dos es tn priYadus d e la gloria de Dios; pero ahora Dios los salvagratuitamente por su bondad en virtud de la redencin de Cristojess (3.21-24).Pues nj de qu podemos presumir s i toda jac-tancia ha sido excluida? (3.27).Eljudaismo y la Ley quedabanabolidos.

    Esta Epstola a los Romanos ofrece una sutil contmposicinde la Ley y la fe cuya inten cin armonizadora tant o en la doctviwacomo en la realidad resultfracasada. Entonces -se interrogaPablo-, jestaremos anulando la Ley al dar tanto valor a lafe?

    De ninguna manera! Confirmamos, por el contrario, la Ley(R o m 3.3 1) . ess deberia ser el mediad or de la reconciliacinde todos los hombres con Dios: As, pues, por un hombre entrel pecado en el mu ndo y con el pecado la mu erte. Y como todoslos hombres pecaron, a todos alcanz la muerte C...] Y comopor la desobediencia de un o solo todos fueron hechos pecadores,asi tambi n por la obediencia de uno solo to dos alcanzarn la sal-vacin. En cuanto a la Ley, su presencia sirv i para qu e se mul -tiplicara el delito. Pero cuanto m s se multiplic el pecado, msabun d la gracia; de mod o que si el pecado tm jo el rein ado de lamuerte, tambin la gracia reinar alcanzndo nos, por med io denuestro Seor jesucristo, la salvacin que lleva a la vida eterna(5.12,19-21) .Pero ahora nos hem os desligado de la Ley, somoscomo m uertos respecto a la Ley que nos dom inaba, y podemosya servir a Dios segn la nueva vida del "Espritu" y no segn lavieja letra de la Ley (7 .6) .No el Jess humano y judo, sino elEspritu.

    Sin embargo, Pablo dice sentir dolor y tristeza por los u dos:Desearia, en efecto, verme yo mismo separado de Cristo comode algo maldito, por el bien de mis hermanos de raza. Son des-cendientes de Israel, les pertenecen la adopcin filial, la presen-cia gloriosa de Dios, la alianza, las leyes, el culto y las promesas;suyos son los patriarcas y de ellos, en cuanto hombre, procedeCristo, que est sobre todas las cosas y es Dios bendito siem-pre. Amn (9.1-5).Entonces, yo pregunto: jes que Dios harechazado a su pueblo? ;De ninguna manera! Que yo tambinsoy israelita, del linaje de Abraham y de la tribu de Benjamn.Dios n o ha rechazado a su pueblo, al que haba eleg ido [. .] Puesas tambin en el tiempo presente ha quedado "un resto)' gra-tuitamente elegido. Y si es por graci4 ya no se debe a las obras,pues de lo contrario la gracia no sera grdcia. 2Qu signif;ca esto?

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    Pues que no todo Israel ha alcanzado lo que buscaba. Lo han al-canzado los elegidos, mientras que los dems se han endurecido[...ID ( 11.1-2 y 5-7). Pero los judzs, con su cuida y fracaso sehan convertido en riqueza para el mun do y para los gentiles [...]N(11.12);y cuando se convierta el conjunto de los gentiles, en-to me s todo Israel ser salvo ( 11.25-26). Se tratara del VerusIsrael, la Iglesia.

    A partir de este instante, en el que se hace difano que losisraelitas aparecen como enemigos de Dios para provechonuestro (11.281,Pablo desvela su entraa de ciudadano roma-no y su concepcin de la reconciliac in de las razas, de los pueblosy de las clases sociales bajo la gida de la ccpax romana:Todos deb en som eterse a las autoridades constituidas.No hay autoridad que no venga de Dios, y las que hay, por l han sidoestablecidas.As iq ue el que se opone a la autoridad, se opone al orden establecido porDios, y los que se oponen recibirn su merecido.Los magistrados, en efecto, no estn para infun dir temo r al que se povtabien, sino al que hace el mal.Quieres no tener m i d o a la autoridad? Haz el bien y tendrs su apro-bacin, pues es u n in strum ento de Dios para ayud arte a hacer el bien.Pero si te portas m al, tem e, pues est dotada de poder eficaz y est alservicio de Dios para impar tir justicia y castlgar al que hace e l mal.Y es necesario que os sometis n o slo por temo r al castigo, sino porconviccin personal.Por eso pagis impu estos, y quienes los recaudan son como representan-tes de Dios ocupados en ese ofzcio.Dad, pues, a todos lo qu e corresponda: al que tributo, tributo; al queimpuesto, impuesto; al que ho~zor, onor (13.1-7).Este texto, que representa la formulacin extrema de la ideo-logia delpoder,,, se funda en una cosmovzj.in dualista y espiri-

    tualista radicalmente opuesta al mesianismo judio, y solamentesostenida por una fe teolgica como fen men o psicolgicamentecompensatorio de una condicin sufriente y humillada, que re-nuncia a la vida en aras de la obediencia y sumisin a un Dioscuyo Hljo realiza la funcin expiatoria de una culpa colectiva he-reditaria -que slo existi en la imaginacin alienada de unpueblo pariah-. El Cristo de Pablo es una entidad desdobla-da de un Dios de carcter metafirico pero de personalidad an tro-pomrfca, y cuyo papel en esa ontologia solamente era expiar>>mediante su muerte y resurreccin. Es un Cristo mitico, segnla Epictola a los Filipenses (datable en 56-57), que teniendo lanaturaleza divina, no juzg como tesoro codiciable el aparecerigual a Dios. Al contrario, se despoj de su grandeza, tom lacondicin de esclavo y se hizo semejante a los hombres. Y en sucondicin de hombre se humill a sim ism o hacindose obedientehasta la muerte, y muerte en cruz (2.6-8).Aparece as como elparadigna de la obediencia y la sumisin incondicional. En latarda Epstola a los Efesios, la escuela paulina, con materialesde su fundador, establece un catlogo de normas parenticasprescribiendo la sujecin de las mujeres a sus maridos (5.21-31), de los hijos a los padres (6.1-4), de los esclavos a los amos(6.5-y),que la Iglesia exigira a todos los humanos hasta nues-tros mismos das.En definitiva, y como primera conclus in parcial, puede afir-marse que el Cristo de Pablo no ha existid o jams, n i pudo exis-tir, aunque haya constituido el soporte del evangelio eclesisticoelaborado paulatinam ente en el seno de la comunid ad primitivapostpascual, pues consiste en un producto homiltico y literarionacido de la cdantasia teolgica operan te sobre profundos esta-dos alterados de conciencia que carecen de funda mento algunopara su pretensin d e verdad. La doctrina de la comunidad apos-

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    tlica postpuscual, sumida en e xtrema perplejidad tras el desastremesinico, ensay tambin otras vas para conservar su espe-ranza, en la lnea general de un regreso del Mesias en persona(parousia)para instaurar en gloria el Rein o de Dios e n Jerusa ln.La esencia del reino mesinico est in nuce en Lc 1.46-54, co-nocido justamente como el Magnficat, y opuesto al evangeliopaulino. El episodio narrado en Mc 12.35-37 ( M t 22.41-46, Lc20.4 1-44) acredita que Jess llev el titu lo mesznico davidico,que se le atribuye como declaracin liminar en M t 1.18-21 encuanto M esas descendiente de D avid.

    5 . LA IDEOLOGIA D E L A G E N U I N A M E S I AN I D A DFALLIDA DE JESS

    En el Evangelio de Marcos, el primero crono lgicamente de loscuatro cannicos, se contienen, por lo que d ice y por lo q ue deli-beradam ente adultera o silencia, los datos suficientespara disearfehacien temente el perfil bsico del Jess de la historia, es decir,exonerado de los materiales miticos sobreaadidos que han desfi-gurad o su m agisterio y su ministerio mesinicos, en los co ntex-tos pertinentes para la aplicacin del mtodo heuristico que heempleado en mis obras anteriores de 1 974 ,199 2,20 00 y, en lti-mo trmino, en la sntesis titulada El Evangelio de Marcos, unrelato apocalptico>>, apare cida en mi libro Viv ir en la realidad.Sobre mitos, dogmas e ideologias, 2007, pp. 283-347).En el ya mencionado ensayo de A. Robertson, The Originsof Christianity, ste opta acertadam ente po r iniciar su investiga-cin con las siguientes palabras q ue describen el ncleo duro deesa historia: No hay nada improbable en la afirmacin segnla cual Poncio Pilato, procurador de Judea bajo Tib erio entre 26 y36 de nuestra era, cr ucifi a Jess el Nazareno como u n presuntoMesias o Rey de los udios. Pero el material mitico ciertamente hacontribu ido tambin a la historia evanglica, la cual, en su etapams temprana, no fue escrita antes del ao 70 d. C..Agregandoun facto r primordial: De nada poda el pueblo judo estar msorgulloso de s mismo qu e de su abolicin de los sacrifcios huma-

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    nos, todava aut or iud os por la religin pagana. Cuando la histo-ria de u n Mesas crucficado lleg a ser contada, nada sera msnatural que los detalles fueran suministradospor aquellos ritossacrifciales q ue se practicaban e n el mu nd o pagano a expensas delos ine rmes excluidos sociales>>op. cit., pp. 74-75) .

    El segundo hecho determinante de esa azarosa historia fueel allido proyecto mesiknico de fiss, dependiente de su fe enuna intervencin milagrosa de Dios en el mom ento mir mo de suenfrenta miento real con Za fuerza armada del gobernador romo-n o y sus cmplices, los supremos sacerdotes d e Israel, in terven-cin que no tu vo lugar. Cuando la comunidad primitiva, la de losapstoles q ue presenciaron y conocieron los ins tantes cruciales dela carrera de ks zi s y de su j inconmovible, se vieron ante la tareainesperado de encontrar u no razn teolgica de l fracaso, surgila posibilidad de que un genio religioso como Pablo, sensible,a la vez, a las solicitaciones del repertorio mtico de la tradi-cin hebrea y de las , udiese especularsobre u n mo delo cristolgico hbrido con materzales de ambastradiciones, pero e sencia lmen te antiii

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    Todos estos cultos pudieron acomodarse fcilmen te en la religin delEstado, pues todos, comoquiera que se transform asen para satisfacer lasnecesidades de las masas urbanas, llevaban inequivocamente las sea-les de su prehistcrico origen campesino. El judaismo, .solamente, habiasido deliberadamente expurgado y convertido en una e sustancia religiosa em inen tem ente pagana,y q ue se centraba y descansaba en el misterio de u n Cristo divi-no pero encarnado en u n homb re cuya misin consistia en reali-zar la redencin h uma na media nte su cru cifxi n expiatoria paraborrar el pecado original y despus resucitar como man ifestaci ndel triun fo r o b o la muerte, la Iglesia primitiva de Jerusaln per-maneci fiel al signifi ado judi'o de las enseanzas mesinicas deJess, y reafirm su obediencia a las exigencias de la Ley mosaicay a los rituales del Temp lo.

    Debemos al historiador judo Flavio Josefo el testimoniofehaciente de la fe de la Iglesia jeruralemit a en un pasaje b-sico que dice, en una breve noticia, que en el ao 62 d. C. elSumo Sacerdote judo Ananus orden ejecutar a Santiago, elherm ano de Jess, que fue llamado e l Cristo, y a cier tos ot ro u(Antigedade s de los judios , xx, 9 , 1) . Como se sabe por los

    Sinpticos, Santiago era el efe de la Iglesia-madre, y su fe eraindudablemente la de los disc+ulos del Nazareno y sus testi-gos histricos privilegiados. El gran historiador Emil Schreranaliz meticulosamente ese texto y le atribuy plena auten-ticidad y veracidad (c fr . Th e His tory of th e Jewish People inthe Ag e of Jesus Chris t, 2." ed. revisada y aumentada, 1973,vol. 1, pp. 430-432). A. Robertson estima que puede sergenuino, y que la nica objecin a l es que sera extraoque Josefo se refiriese aqu y en ningn otro lugar, agregan-do que los miticistas (o mitlogos) rechazan esta noticiay tambin la que se refiere al propio Jess en XVIII, 3.3. Sinembargo, el argumento de stos sobre el silencio de Jess,como seala Robertson, Cartas, X , 97). Robertson advierte que veinteaos hacia atrs, a partir de 111-113,nos retrotrae a 91-93, lamism a fecha en la que Josefo escribi sus "Antig edad es", jy sesupone q ue no ha conocido a ning n cristiano! [...ID (ibi'dem).Esto no es posible en un historiador de altsimo rango paraconocer la historia no slo judia, sino ta mbi n todas sus rela-ciones con e l mu nd o romano or iental y su his tor ia, Adems,los cristianos estuvieron relacionados con el ideal del zelotis-m o y con el esenismo, y ninguna historia de aquella poca (si-

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    LA EXISTENCIA HISTRICA DI; JESS L A IDEOLOC;IA D E LA C;I:NIIINA MESI ANI DAD E4LLIDAglo I), incluso en sus grandes trazos, puede omitir la inclusznen su panorama del movimiento de Jess, a no ser por gravesrazones de >,uya esencia es padecer, morir y re-sucitar segn el plan csmico decretado desde el principio de lostiempos por D ios. Pero Santiago, Pedro y Juan t ambi n podrinnhaberse preguntado si el fracaso de Jess y su cruc ifixin fue unaccidente no esperado, o, de modo similar aunque no idnti-co a Pablo, si fue la trgica condicin expiatoria prevista por elinexorabl e plan divin o, en cuyo caso este plan se apartaba deljudak mo mesinico en un punto fundamental del concepto quetuvo Jess, y sus inm ed i~ to s isc+ulos, de un Mesas victorio-so sobre el campo de batalla con la decisiva y milagrosa asisten-cia de l Dios judio .

    Sin embargo, los judeocristianos de la Urge meinde (co-munidad primitiva originaria de Jerusaln) rechazaban la inter-pretacin paulina, y nunca abdicaron de la concepcin juda delmes