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FE PARA HOY ISTOCKPHOTO.COM 26 EL CENTINELA H asta que la muerte los separe. Esta frase, dicha en cada boda, asalta las mentes de personas insatis- fechas con su vida matrimonial. Raquel es una de ellas. En su mente, el divor- cio no es una opción; al menos, no en este momento. Y ella tampoco está dispuesta a resignarse a un matrimonio que vaya desvane- ciéndose poco a poco. Ella quiere saber cómo quedarse con su esposo bajo nuevos términos, más favorables para ambos, porque piensa que cuando se casaron, desconocían las lecciones aprendidas hasta ahora, después de un par de décadas compartidas. Deseosa de saber cómo condensar tales lecciones en palabras, la respuesta la obtuvo una fría tarde de invierno durante un servicio nupcial. En el evento, ambientado con pétalos, con vestidos color pastel, candelabros con luces tenues y música de ocasión, ella se concentró en un manojo de cinco llaves que el oficiante diera a los contrayentes. En ese momento, Raquel introdujo la mano dentro de su bolso, tomó una lapicera y comenzó a tomar nota con actitud expectante. Algo le hacía creer que ahí, sentada en aquel pequeño santuario, adornado por bellos vitrales que filtraban una tenue luz inver- nal, ella escucharía la respuesta que buscaba. Términos para renovar la vida matrimonial “El matrimonio es un regalo momentá- neo”, 1 afirma John Piper. Cuando leí esto, recordé lo que había dicho Jesús: En la eter- nidad no existirá el matrimonio, sino que seremos “como los ángeles que están en el cielo” (S. Marcos 12:25) * . Tratándose de un regalo que apenas dura esta vida, amerita mejorar la forma como vivimos el vínculo matrimonial. Propongo al lector los siguientes cinco términos que Raquel anotó para reno- var su relación conyugal: Propiedad “Tú serás tuyo, y yo seré mío; te invito a entregarnos juntos a Dios. Nos casamos para conservar lo mejor de ambos, y para compartir nuestras vidas el uno con el otro”. Según 1 Corintios 7:4, “la mujer ya no tiene derecho sobre su propio cuerpo, sino su esposo. Tampoco el hombre tiene derechos sobre su propio cuerpo, sino su esposa”. El matrimonio se trata de un derecho justo compartido entre pares. Además, es una relación donde cada uno sigue siendo el dueño abso- luto de sí mismo. El texto siguiente anima a las parejas a no negarse el uno al otro, “a no ser de común acuerdo” (vers. 5); desde luego, porque Quiero otro contrato matrimonial JUAN F. ALTAMIRANO Redefiniendo los términos de la vida conyugal.

Quiero otro contrato matrimonial

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La relación matrimonial ocupa de pautas justas para ambas partes porque el amor se construye sobre el fundamento del respeto. El artículo presenta cinco "llaves" para abrir nuevas posibilidades a la felicidad conyugal.

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TO.C

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2 6 E L C E N T I N E L A

Hasta que la muerte los separe. Esta frase, dicha en cada boda, asalta las mentes de personas insatis-fechas con su vida matrimonial.

Raquel es una de ellas. En su mente, el divor-cio no es una opción; al menos, no en este momento. Y ella tampoco está dispuesta a resignarse a un matrimonio que vaya desvane-ciéndose poco a poco. Ella quiere saber cómo quedarse con su esposo bajo nuevos términos, más favorables para ambos, porque piensa que cuando se casaron, desconocían las lecciones aprendidas hasta ahora, después de un par de décadas compartidas.

Deseosa de saber cómo condensar tales lecciones en palabras, la respuesta la obtuvo una fría tarde de invierno durante un servicio nupcial. En el evento, ambientado con pétalos, con vestidos color pastel, candelabros con luces tenues y música de ocasión, ella se concentró en un manojo de cinco llaves que el oficiante diera a los contrayentes. En ese momento, Raquel introdujo la mano dentro de su bolso, tomó una lapicera y comenzó a tomar nota con actitud expectante. Algo le hacía creer que ahí, sentada en aquel pequeño santuario, adornado por bellos vitrales que filtraban una tenue luz inver-nal, ella escucharía la respuesta que buscaba.

Términos para renovar la vida matrimonial“El matrimonio es un regalo momentá-

neo”,1 afirma John Piper. Cuando leí esto, recordé lo que había dicho Jesús: En la eter-nidad no existirá el matrimonio, sino que seremos “como los ángeles que están en el cielo” (S. Marcos 12:25)*. Tratándose de un regalo que apenas dura esta vida, amerita mejorar la forma como vivimos el vínculo matrimonial. Propongo al lector los siguientes cinco términos que Raquel anotó para reno-var su relación conyugal:

• Propiedad“Tú serás tuyo, y yo seré mío; te invito a

entregarnos juntos a Dios. Nos casamos para conservar lo mejor de ambos, y para compartir nuestras vidas el uno con el otro”.

Según 1 Corintios 7:4, “la mujer ya no tiene derecho sobre su propio cuerpo, sino su esposo. Tampoco el hombre tiene derechos sobre su propio cuerpo, sino su esposa”.

El matrimonio se trata de un derecho justo compartido entre pares. Además, es una relación donde cada uno sigue siendo el dueño abso-luto de sí mismo. El texto siguiente anima a las parejas a no negarse el uno al otro, “a no ser de común acuerdo” (vers. 5); desde luego, porque

Quiero otro contrato matrimonial

JUAN F. ALTAMIRANORedefiniendo los términos de la vida conyugal.

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en el matrimonio cada uno retiene el título final de propiedad sobre su propio cuerpo. Uno no es “mercancía” del otro para tratarlo a su antojo. El acento bíblico sobre la pertenencia mutua des-cansa en la búsqueda del “común acuerdo”.

• Poder“Tú podrás vivir sin mí, y yo podré vivir sin

ti; te invito a vivir dependiendo de Dios. Nos casamos para que los tres juntos alcancemos muchos más logros”.

Génesis 1:27 dice: “Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó”. El punto aquí es sencillo. Aunque sabemos que del cuerpo de Adán salió una costilla para Eva, la vida de Eva no derivaba de Adán, sino de Dios. El matrimonio no hace de uno el centro de la existencia del otro; ese lugar es solo para Dios. El vínculo de los dos en “un solo ser” (2:24) no borra el potencial indivi-dual de valerse por sí mismos. Más bien, de esa unión voluntaria resulta un nuevo ser (4:1). El matrimonio multiplica la vida sin despojar a sus partes del poder de ser, realizarse y vivir. • Plenitud

“Sin mí eres completo, y yo sin ti soy alguien completo; te invito a recibir la plenitud de Dios. Nos casamos para crecer juntos en nue-vos niveles”.

Dios dijo que “no es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2:18), y creó a Eva para que ambos experimentaran el amor como una relación entre dos personas. No es que Adán era una especie de “media naranja”, y que Dios lo creó así para que encontrara su otra mitad en una mujer. Eso reduciría la vida conyugal a un nivel utilitario. Solo Dios puede saciar-nos a la altura del “nada me faltará” (Salmo 23:1); solo “Cristo es todo y está en todos” (Colosenses 3:11); y solo en su presencia tene-mos “plenitud de gozo” (Salmo 16:11, RV60). El matrimonio es para que ambos convivan en la plenitud de Dios y se desarrollen juntos en todas las expresiones de la vida.

• Propósito“Tu misión en la vida no es convertirme en

tu razón de ser, y mi misión en la vida no es ser

tu razón de vivir; te invito a realizar juntos el sueño de Dios para nosotros”.

El Salmo 138:8 dice: “El Señor cumplirá en mí su propósito”. Aunque David compartía su vida con su cónyugue, él ve la definición del propósito de su vida a partir de Dios, y no a partir de su pareja. La función de ella sería contribuir a que David llegara a vivir ese sueño, como también que David usara todos sus dones y atributos para ser él, el “aliado” principal en la empresa de conquistar el pro-pósito divino para la vida de ella.

• Permiso“Tú no tendrás el permiso para decidir mi

felicidad, y yo no aceptaré tener el permiso para decidir la tuya; te invito a experimentar la felicidad con Dios, y a compartirla el uno con el otro”.

Muchas parejas se achacan mutuamente el motivo de vivir infelices.

Es un error poner la expectativa de nues-tra felicidad en manos de otra persona, ni siquiera en las del cónyugue. ¿La razón? Lo más constante del ser humano es ser “inconstante en todo lo que hace” (Santiago 1:8). En lugar de eso, se nos instruye: “Pon tu delicia en el Señor, y él te dará las peticiones de tu corazón” (Salmo 37:4; versión Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy). Derivamos nuestra felicidad de Dios. El apóstol nos entusiasma: “Alégrense siempre en el Señor” (Filipenses 4:4). Cuando compartimos con nuestro cónyuge la felicidad de estar relacio-nado con Cristo, ocurre el efecto milagroso expresado por el escritor Paulo Coelho: “La felicidad es algo que se multiplica cuando se divide”.

Como los contrayentes que Raquel obser-vara en la calidez interior de aquel templo, aprovechemos estos cinco principios para lle-var nuestra vida matrimonial a un nuevo nivel de satisfacción.

* Las citas bíblicas han sido tomadas de la Nueva Versión Internacional.1 John Piper en Pacto matrimonial (Desiring God Foundation, 2009, Crossway Books, Illinois, USA, p. xv.

El autor es escritor y pastor adventista de la iglesia hispana en Nampa, Idaho, desde donde escribe para El Centinela.

JUAN F. ALTAMIRANO