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Kant y la Refutación del Idealismo (conferencia dictada en la UNSAM el 30 de setiembre de 2013) Claudia Jáuregui Universidad de Buenos Aires/CONICET El tema que voy a abordar en esta charla se refiere a un aspecto problemático y ciertamente oscuro de la compleja y a la vez fascinante teoría del conocimiento que Kant propone, particularmente en la Crítica de la razón pura (KrV), (y también en otros textos del período crítico), y que concierne a la posibilidad del conocimiento de nosotros mismos, es decir, a la posibilidad de que el yo se auto- constituya como objeto. ¿Cuál es el trasfondo sobre el cual este problema aparece? El idealismo trascendental kantiano corona un período de aproximadamente 200 años de filosofía en el cual se deja ver la impronta cartesiana que coloca al yo en el centro de la reflexión filosófica. El cogito ergo sum (pienso, luego existo) de Descartes inaugura una nueva manera de hacer filosofía. La existencia que se revela como evidente en la Segunda Meditación Metáfisica es la de un yo que ha quedado encerrado en sí mismo, atrapado en su actividad de pensar. La existencia de los objetos exteriores puede ser puesta en duda, al igual que cualquier otra existencia que no sea la propia. Esto determina, al menos desde mi lectura, un punto sin retorno en la filosofía moderna. La filosofía

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Kant y la Refutacin del Idealismo

(conferencia dictada en la UNSAM el 30 de setiembre de 2013)

Claudia Juregui

Universidad de Buenos Aires/CONICET

El tema que voy a abordar en esta charla se refiere a un aspecto problemtico y ciertamente oscuro de la compleja y a la vez fascinante teora del conocimiento que Kant propone, particularmente en la Crtica de la razn pura (KrV), (y tambin en otros textos del perodo crtico), y que concierne a la posibilidad del conocimiento de nosotros mismos, es decir, a la posibilidad de que el yo se auto-constituya como objeto.

Cul es el trasfondo sobre el cual este problema aparece? El idealismo trascendental kantiano corona un perodo de aproximadamente 200 aos de filosofa en el cual se deja ver la impronta cartesiana que coloca al yo en el centro de la reflexin filosfica. El cogito ergo sum (pienso, luego existo) de Descartes inaugura una nueva manera de hacer filosofa. La existencia que se revela como evidente en la Segunda Meditacin Metfisica es la de un yo que ha quedado encerrado en s mismo, atrapado en su actividad de pensar. La existencia de los objetos exteriores puede ser puesta en duda, al igual que cualquier otra existencia que no sea la propia. Esto determina, al menos desde mi lectura, un punto sin retorno en la filosofa moderna. La filosofa cartesiana instala una distancia entre pensamiento y realidad ante la que ya no es posible permanecer indiferentes. Es as que gran parte de los filsofos modernos, aun aquellos que adoptan puntos de vista muy diferentes del cartesiano, se enfrentan al desafo de tomar posicin, de una u otra manera, respecto de la posibilidad de justificar la objetividad del conocimiento partiendo del yo y sus representaciones.

La filosofa kantiana no escapa a estos lineamientos generales que atraviesan la filosofa moderna. Ya en el perodo pre-crtico Kant se muestra interesado por elucidar cuestiones metodolgicas que conciernen particularmente a la posibilidad de la metafsica Y tras un largo recorrido que lo lleva por momentos a acercarse y por momentos a alejarse de las principales corrientes gnoseolgicas de su poca, presenta en la KrV una teora del conocimiento que determinar una revolucin en la historia del pensamiento. Desde las primeras pginas de la obra, Kant compara la hiptesis que guiar su investigacin con el radical cambio de punto de vista que produjo, en el campo de la astronoma, la tesis heliocntrica de Coprnico. En efecto, la propuesta kantiana no es menos audaz. La pregunta por la posibilidad de la metafsica, y por la posibilidad en general de que la razn pura determine a priori sus objetos se responde bsicamente gracias a una reconsideracin de las nociones de subjetividad y objetividad. Kant advierte que si suponemos que son los objetos los que determinan nuestras representaciones, la metafsica est condenada al fracaso. Los objetos slo pueden determinarnos en la medida en que nos afectan. Pero en tanto esa afeccin no puede ser ms que sensible toda representacin que se origine en una afeccin por parte del objeto ser una representacin emprica, y los objetos no podrn nunca, por ende, ser determinados a priori. Por qu no pensar entonces que son nuestras representaciones las que determinan los objetos? As como el sol se muestra en movimiento porque somos nosotros, como observadores, los que nos movemos con la tierra, podra suceder-siguiendo esta analoga con la revolucin copernicana- que los objetos presentasen ciertas caractersticas porque nosotros, como sujetos cognoscentes, no nos los podemos representar de otra manera. Esto supone una nueva manera de entender la objetividad. Si al conocer determinamos los objetos, ellos no sern ya las cosas tal como son en s mismas. El objeto de conocimiento deber ser considerado, de ahora en ms, siempre como un objeto fenomnico. Y esto supone, a la vez, una nueva manera de entender la subjetividad. Al conocer, el sujeto determina al objeto, es decir, le impone ciertas formas y principios sin los cuales el objeto no sera cognoscible. Sobre la base de este giro copernicano, se pone de manifiesto que las representaciones son objetivas, no porque concuerden con los caracteres que las cosas tienen en s mismas, sino porque se ajustan a las estructuras que el sujeto les impone. Esto no conduce a una posicin escptica desde la cual se renuncie a la objetividad del conocimiento. Todo lo contrario, es la subjetividad, entendida ahora como subjetividad trascendental, la que traza el horizonte de la objetividad.

Este papel fundante del sujeto trascendental se pone de manifiesto, por un lado, en que las formas de la sensibilidad el espacio y el tiempo- dejan aparecer el fenmeno, y, de esta manera, hacen posible el objeto en cuanto permiten que se nos haga presente. Pero, por otro lado, el objeto es tal en cuanto es pensado de acuerdo con ciertos conceptos originados a priori en el entendimiento las categoras- en los que se conciben los diferentes tipos de enlace de representaciones que han de darse en todo objeto para que se lo pueda considerar como tal. Sin las formas puras de la sensibilidad que permiten el aparecer del fenmeno, y sin la aplicacin de los conceptos puros de entendimiento que permiten enlazar la multiplicidad sensible y referirla a una nica conciencia mi conciencia- y a un mismo objeto, la experiencia no sera posible. El sujeto trascendental constituye el mbito de la objetividad, imponiendo a la experiencia los aspectos formales que la determinan como un conocimiento objetivo. El giro copernicano presentado por Kant en el prefacio a la segunda edicin de la KrV nos instala pues en una teora que confiere a las nociones de sujeto y objeto un significado absolutamente novedoso, sobre la base del cual se implementar una estrategia para evitar el escepticismo, justificando la objetividad del conocimiento sin apelar a hiptesis metafsicas inciertamente fundadas. Lo subjetivo ya no se opone a lo objetivo sino que, por el contrario, nos encontramos ahora con una subjetividad que funda la objetividad. El sujeto trascendental es el pilar sobre el cual ha de edificarse esta novedosa teora del conocimiento. Y esto supone una nueva manera de decir yo pienso que cobra significado a la luz del giro copernicano. Las representaciones sern objetivas en la medida en que la imaginacin opere sintticamente sobre ellas, de acuerdo con las formas de enlace concebidas a priori en las categoras, refiriendo lo mltiple, sensiblemente dado, a un yo que es autoconsciente de su propia identidad. Esta autoconciencia idntica la unidad trascendental de la apercepcin- constituye el fundamento ltimo de todo conocimiento objetivo. El yo pienso -dice Kant al iniciar el 16 de la Deduccin Trascendental de las categoras- debe poder acompaar todas mis representaciones, porque de lo contrario ellas no seran nada para m (B 131-132). Pero inmediatamente agrega que no slo cada representacin debe poder estar acompaada por el yo pienso, sino que adems debemos poder ser conscientes de que este yo es siempre el mismo. De no ser as, tendramos un yo absolutamente disperso y, correlativamente, una experiencia absolutamente inconexa, es decir, algo que difcilmente podra denominarse experiencia. Hasta aqu alguien podra pensar que nos encontramos con un yo pienso (con un cogito) bastante parecido al cartesiano, i. e. un yo que es el fundamento ltimo de todo conocimiento y que, a la manera de una sustancia, permanece a travs del trascurrir de sus representaciones. La posicin kantiana, sin embargo, es, respecto de esta cuestin, completamente diferente de la cartesiana. Decamos recin que nos enfrentamos con una nueva manera de decir yo pienso. Y la novedad radica en que el yo de apercepcin trascendental no es un objeto entre otros, sino el fundamento ltimo de toda objetivacin. Difcilmente incluso aunque Kant a veces se exprese de esta manera- podamos decir que tenemos una representacin de este yo, porque si se tratara de una representacin, sera necesario enlazarla sintticamente a todas las dems y referirla nuevamente a un yo idntico, con lo cual nos enfrentaramos con una regresin infinita que nos impedira encontrar el fundamento ltimo de todo conocimiento objetivo. El yo trascendental no es pues propiamente un objeto, y no es posible, por ende, aplicarle conceptos como el de sustancia- que tienen significado slo en tanto se aplican a objetos. Se trata ms bien de una x vaca, la mera conciencia de que todas mis representaciones convergen en un punto: yo. La apercepcin trascendental es, por tanto, una forma originaria de autoconciencia que no constituye una forma de auto-conocimiento.

Si hemos de indagar pues cmo se resuelve el problema de conocimiento de nosotros mismos en el contexto del idealismo trascendental kantiano, debemos tener presente que Kant inaugura una nueva manera de decir yo pienso que no constituye ella misma una forma de auto-conconocimiento, sino que funda toda experiencia: tanto la que tenemos del mundo exterior, como la que tenemos de nosotros mismos. Por otro lado, hemos de tener presente tambin como mencionamos anteriormente- que todo conocimiento para Kant es fenomnico. Y si esto es as, no slo ser incognoscible el yo trascendental -en tanto no es l mismo un objeto sino el fundamento de toda objetivacin- sino que tambin ser incognoscible el yo en s. El rechazo de la metafsica trascendente supone el abandono de las pretensiones de tener un conocimiento del alma. Los lineamientos fundamentales del idealismo trascendental slo nos dejan una va transitable, en lo que al auto-conocimiento se refiere, y es indagar en qu medida nos podemos conocer como fenmenos.

Kant advierte en el 25 de la Deduccin Trascendental (B) que sta es ciertamente una tesis paradjica. El yo, aquello que supuestamente nos es accesible de la manera ms inmediata y originaria, no puede conocerse tal como es en s, sino slo en tanto aparece ante s mismo. La sensibilidad es aquella facultad pasiva que nos abre al mundo, que nos pone en contacto inmediato con los objetos. Ella recibe la afeccin -que proviene presuntamente de la cosa en s- bajo las formas del espacio y el tiempo. La experiencia supone el darse de los objetos; un darse condicionado siempre por nuestra manera de recibirlo. Lo dado sensiblemente nunca ser la cosa como es en s misma, sino la cosa en tanto aparece, i. e. un fenmeno condicionado por las formas a priori que el sujeto le impone. El conocimiento de nosotros mismos no puede presentarse como una excepcin a estos lineamientos fundamentales que recorren la teora. Y si esto es as, de existir la posibilidad de que el yo sea un objeto para s mismo, ha de ser, al igual que los objetos exteriores, un objeto fenomnico (con la diferencia de que los primeros se dan bajo la forma del espacio, o del espacio-tiempo, y el yo se da slo bajo la forma del tiempo).

Esta no es, por cierto, una dificultad menor. La teora parece estar pensada para dar cuenta del conocimiento del mundo exterior. Y esto se comprende si se atiende al inters kantiano, presente ya desde el perodo pre-crtico, por hallar una justificacin de la objetividad de la fsica newtoniana. Ahora bien, aun suponiendo que la propuesta de Kant sea inobjetable cuando se trata de fundamentar el conocimiento de los objetos fsicos, resulta difcil trasladarla sin ms al mbito de lo psquico. Si bien existe cierto paralelismo entre los objetos dados al sentido externo y los objetos (o el objeto) dado al sentido interno, en cuanto que ambos son fenomnicos, resulta problemtico extender ese paralelismo mucho ms all de esta manera de darse. Cuando se quiere dar cuenta de las condiciones de posibilidad de la experiencia, suponiendo simplemente que ella presenta un lado externo la experiencia del mundo fsico- y un lado interno la experiencia de nosotros mismos- comenzamos inmediatamente a tropezar con ciertas asimetras que proyectan una sombra de sospecha sobre la teora en su conjunto.

Curiosamente el pasaje de la KrV que ms elementos aporta para elucidar el problema de la auto-constitucin del yo como objeto es un texto agregado en la segunda edicin de la obra la Refutacin del Idealismo- en el que Kant, lejos de querer abordar la cuestin del auto-conocimiento, lo que intenta ms bien es refutar la tesis cartesiana segn la cual la existencia del mundo exterior puede ser puesta en duda. El momento idealista por el que Descartes pasa en las primeras meditaciones metafsicas, en las que se enfrenta con la desconcertante evidencia de que slo su propia existencia es indubitable, constituye, a los ojos de Kant, el escndalo de la filosofa.

El carcter dudoso de la existencia de los objetos fsicos se establece a partir del supuesto de que slo podemos percibir de un modo inmediato aquello que est en nosotros mismos. La existencia del mundo exterior, en cambio, no puede ser inmediatamente percibida, y slo puede ser inferida como la causa de las percepciones que de l tenemos. Pero como la inferencia de una causa a partir de un efecto dado es siempre incierta, ya que el efecto puede deberse a ms de una causa, la existencia del mundo exterior no puede ser ms que dudosa (A 367 y ss.).

Kant se esfuerza, ya desde la primera edicin de la KrV, en demostrar que esta manera de razonar es falaz, y que en definitiva son los mismos supuestos cartesianos los que estn generando el problema de la existencia del mundo exterior. En el captulo sobre los Paralogismos de la Razn Pura de la KrV (A), llama la atencin sobre la confusin en la que se ve envuelto Descartes al interpretar que las cosas exteriores son aquellas que existen independientemente de que las percibamos o no. Desde el punto de vista del idealismo trascendental, en cambio, los objetos son siempre fenomnicos, y su exterioridad se refiere simplemente al modo espacial en el que son dados. Si se los considera de esta manera, su existencia resulta ser tan indubitable como la ma propia. La nica diferencia reside en que la representacin de m mismo pertenece al sentido interno, mientras que la representacin de los objetos fsicos pertenece al sentido externo. Es as que modificando los supuestos de los que se parte, el problema se resuelve. La presunta asimetra entre el modo inmediato en que accedemos a nuestra propia existencia y el modo inferencial por el que accedemos a la existencia del mundo exterior desaparece si la cuestin se aborda desde el marco conceptual que proporciona el idealismo trascendental. La experiencia externa es tan fenomnica como la interna, y la existencia de sus respectivos objetos se presenta con el mismo grado de certeza.

As pues, la tesis acerca de la distincin entre fenmenos y nomenos y la tesis acerca del carcter ideal del espacio nos permiten al menos establecer que el problema, tal como lo presenta Descartes, est mal planteado.

Ahora bien, cabra preguntarse si ste es un argumento suficiente para refutar al idealista escptico que juega con la posibilidad de una reduccin de la experiencia externa a la interna. Creo que si bien el argumento kantiano logra resolver el problema de la incertidumbre respecto de la existencia de los objetos espaciales, deja sin embargo pendientes dos cuestiones cuya solucin no aparece con claridad dentro del captulo de los Paralogismos. En primer lugar, aun suponiendo la distincin entre dos rdenes dentro del campo de los fenmenos uno temporal y otro espacial- cabra preguntarse si no sera posible que este ltimo fuera meramente imaginado o soado. En segundo lugar, el intento kantiano de romper con la asimetra entre la experiencia externa y la interna da por resultado una equiparacin entre ambas en la cual resultan debilitados los criterios que permiten distinguirlas. El nico criterio que persiste es la diferencia respecto de la forma sensible en que se presentan los fenmenos, es decir, que algunos de ellos aparecen en el espacio, mientras que los otros son dados de un modo temporal. Sin embargo, teniendo en cuenta que Kant mismo afirma que todas las representaciones espaciales, en la medida en que son representaciones, forman parte del sentido interno (cf. por ejemplo KrV A 34 = B 50 y A 99), se desdibuja la distincin entre ambos rdenes y no queda claro dentro de la argumentacin cmo es posible distinguir entre mis representaciones internas, que poseen un carcter subjetivo y privado, y las representaciones correspondientes a un mundo intersubjetivo y pblico, cuyas determinaciones poseen validez universal y objetiva. Para que el idealismo cartesiano quede refutado ser menester encontrar un criterio que permita diferenciar el mundo fsico, como marco exterior que es el mismo para todos, del mero fluir subjetivo de mis estados internos de conciencia al cual slo yo puedo acceder; y distinguirlos de manera tal que adems los objetos exteriores no puedan quedar reducidos a las representaciones que de ellos tenemos. La tarea no es sencilla si se tiene en cuenta que tal refutacin ha de llevarse a cabo desde el marco de una teora que se instala en un muy delicado punto de equilibrio entre la negacin de la cognoscibilidad de la cosa en s y la negacin de la reduccin de los objetos representados a la representacin que de ellos tenemos. Kant se enfrenta al desafo de refutar la posicin cartesiana transitando por este estrecho margen que su propia teora le proporciona, es decir, tiene que refutar el idealismo de Descartes no a partir del realismo, sino a partir de otra forma de idealismo. Desde all ha de intentar evitar el escepticismo o incluso el solipsismo al que conduce el camino recorrido por Descartes.

Probablemente Kant advirti que, para realizar una tarea tan compleja, el argumento presentado en el cap. de los Paralogismos de la primera edicin de la KrV resultaba insuficiente, y tal vez haya sido se el motivo por el cual agreg en la segunda edicin de la obra el pasaje de la Refutacin del Idealismo al que habamos hecho referencia un poco ms arriba.

En este pasaje, Kant intenta, una vez ms, refutar el idealismo problemtico cartesiano, pero lo hace ahora tomando como punto de partida de su argumentacin la nica afirmacin que se presenta para Descartes como indubitablemente cierta., i. e. la proposicin yo soy. La estrategia kantiana consistir en demostrar que si la aceptamos, es decir, si suponemos que efectivamente hay una conciencia de nuestra propia existencia, debemos tambin aceptar las condiciones que la hacen posible. As pues, si se logra establecer que la conciencia de la existencia de los objetos exteriores es condicin de posibilidad de la proposicin yo soy, a la que el cartesiano atribuye absoluta certeza, quedar entonces probado tambin que el carcter indubitable de la propia existencia implica, al mismo tiempo, el carcter indubitable de la existencia de los objetos en el espacio. El idealismo problemtico ser, por tanto, refutado en la medida en que podamos demostrar que no hay experiencia interna sin experiencia externa.

Kant establece pues, en la primera premisa del argumento, aquello que este tipo de idealismo acepta como absolutamente cierto, es decir, que tenemos conciencia de nuestra propia existencia como determinada en el tiempo (cf. KrV, B 275). Es preciso, sin embargo, interpretar esta afirmacin a la luz del idealismo trascendental, para el cual hay dos formas distintas de autoconciencia la apercepcin trascendental y la apercepcin emprica- y, en consecuencia, dos maneras tambin de acceder a nuestra propia existencia que el cartesiano no diferencia entre s. Habamos mencionado anteriormente que la apercepcin trascendental, esta peculiar forma de autoconciencia que Kant coloca a la base de toda experiencia, no es ella misma una suerte de autoconocimiento. En efecto, todo conocimiento requiere, segn la teora crtica, el concurso de la sensibilidad. Pero, en la apercepcin trascendental, el acceso al yo no es intuitivo, es decir, no hay un contenido sensible a travs del cual el yo se haga presente. Se trata de la mera conciencia vaca, i. e. absolutamente indeterminada, de que todas mis representaciones son necesariamente mas.

El yo pienso de la apercepcin trascendental conlleva ciertamente la conciencia de que yo soy. Pero tambin esta conciencia de mi existencia es absolutamente indeterminada. Soy consciente de que soy, pero no puedo saber cmo soy. Dado que esta representacin es un mero pensamiento, y dado que no hay en nosotros intuicin intelectual, el yo pienso/yo soy de la apercepcin trascendental no proporciona ningn contenido a travs del cual mi existencia pueda ser determinada (cf. KrV, B 157 y ss.), y pueda conocerme como existiendo de tal o cual manera.

Para que tal determinacin tenga lugar, se requiere una intuicin que en nosotros no puede ser ms que sensible. El sentido interno es pues el encargado de procurar el material intuitivo que ha de dar contenido al yo soy. Tenemos un acceso emprico a nuestra propia existencia a travs de la sensibilidad interna y, siendo esta ltima temporal, la conciencia determinada de nuestra existencia no podr darse ms que en el tiempo. Existe pues, junto a la apercepcin trascendental, una apercepcin emprica de nosotros mismos; y es a esta ltima a la que hace referencia la primera premisa del argumento de la Refutacin del Idealismo.

A continuacin Kant afirma que toda determinacin en el tiempo presupone algo permanente en la percepcin. En efecto, tenemos conciencia de nosotros mismos a travs de una serie se estados subjetivos siempre cambiantes. Pero para que el cambio se constituya como tal, es necesario un substrato permanente con respecto al cual la multiplicidad interna se determine como sucesiva. Ahora bien, esto permanente, agrega Kant como tercera premisa, no puede ser una intuicin en m. Todo lo que encuentro en el sentido interno son representaciones siempre cambiantes que requieren algo permanente, diferente de ellas mismas, que haga posible la determinacin de mi existencia en el tiempo. En lo que llamamos alma todo est en continuo flujo y no hay absolutamente nada permanente. El tiempo, como forma del sentido interno, slo ofrece a nuestro conocimiento el cambio de las determinaciones, pero no el objeto determinable por ellas (cf. KrV, A 381). Podra pensarse que a partir de la sucesin de estados internos fuera posible constituir un objeto fenomnico yo, del cual tales estados constituyeran las determinaciones, a la manera de los objetos sustanciales del mundo exterior. Pero Kant afirma precisamente la tesis contraria, es decir, que lo que encontramos en el sentido interno se reduce a una sucesin de estados o representaciones, y no hay, por tanto, adems de esta sucesin, un yo sustancial permanente al cual puedan referirse dichos estados en calidad de determinaciones. Tampoco, por otra parte, puede decirse que el yo trascendental permanezca a travs del fluir de mis representaciones. Si bien debe poder acompaar a todas ellas, esto no significa que sea un sujeto real dado en el tiempo. El yo de la apercepcin trascendental no se hace presente intuitivamente a travs de la sensibilidad, sino que es meramente como ya lo habamos mencionado- la conciencia vaca e indeterminada de que todas mis representaciones son necesariamente mas. Nos enfrentamos pues con un yo absolutamente desustancializado que no puede contar como aquello permanente en relacin con lo cual mis estados internos se determinan como sucesivos.

No siendo el yo aquello permanente, podramos tal vez suponer que el tiempo mismo, como forma del sentido interno, es el que cumple esta funcin de substrato. As se expresa Kant, por ejemplo, en la Primera analoga de la experiencia. Todos los fenmenos estn en el tiempo. Slo en l como substrato puede representarse la sucesin y la coexistencia (cf. KrV, B 225). Pero el tiempo no puede ser percibido (cf. loc. cit.). El objeto permanente dado en la percepcin que hace posible la determinacin de nuestra existencia en el tiempo no puede ser, en consecuencia, tampoco el tiempo mismo. Kant concluye, pues, que aquello permanente debe ser una cosa fuera de m, es decir, un objeto en el espacio. Slo a travs de la existencia de cosas reales que percibo fuera de m, puedo determinar mi propia existencia en el tiempo. La autoconciencia emprica est pues mediada por la conciencia de lo que no soy yo. Se invierte as la relacin entre la experiencia interna y la experiencia externa propia del cartesianismo. Lo inmediato ahora no es el acceso a mi propia existencia, sino la conciencia de los objetos exteriores. La autoconciencia emprica carece de autonoma para constituirse por s misma, y slo puede darse, en consecuencia, sobre el trasfondo de un mundo de objetos espacio-temporales permanentes.

El argumento arriba pues, de esta manera, a una conclusin totalmente contraria a la defendida por Descartes. La existencia del mundo exterior no puede ser puesta en duda porque sin la conciencia de un mbito de objetos fsicos permanentes no hay conciencia tampoco de mi propia existencia como determinada en el tiempo.

La estrategia kantiana, sin embargo, arroja un doble resultado. Por un lado, refuta al escptico cartesiano que pone en duda la existencia del mundo exterior. Los objetos en el espacio no pueden ser sistemticamente imaginados o soados, de modo tal que la experiencia externa quede reducida a la interna. El idealismo trascendental permite demostrar que las representaciones de los fenmenos fsicos son estrictamente objetivas y, por ende, irreductibles a nuestros estados subjetivos de conciencia. Pero ste es slo un lado de la cuestin. La refutacin de la posicin cartesiana se apoya en el peculiar modo en que se relacionan entre s los caracteres temporales que respectivamente presentan la experiencia interna y la externa, y permite sacar conclusiones no slo respecto del carcter objetivo del conocimiento del mundo exterior, sino tambin respecto del status gnoseolgico que posee la experiencia de nosotros mismos. En efecto, los objetos espaciales deben ser considerados como existentes porque, no habiendo permanencia en el sentido interno, slo ellos proporcionan el marco de referencia permanente en relacin con el cual podemos volvernos empricamente autoconscientes a travs del flujo de estados internos dados en forma siempre sucesiva. Pero precisamente esa falta de permanencia en el sentido interno determina tambin que no sea posible aplicar al yo fenomnico la categora de sustancia. Y como la categora de sustancia es condicin de la aplicacin de las otras dos categoras de relacin, habra que concluir que ninguna de ellas es aplicable al yo fenomnico. Nos encontramos pues con una suerte de pseudo-objeto que no se ajusta estrictamente a las condiciones que, segn Kant, determinan la posibilidad de un conocimiento objetivo. Este segundo resultado que arroja el argumento de la Refutacin del Idealismo, y al cual Kant no hace referencia de una manera explcita, resulta sumamente problemtico porque, en lo que respecta al auto-conocimiento, la teora excluye la posibilidad de que el yo en s sea un objeto para s mismo, porque no es sensiblemente dado, y excluye, a la vez, la posibilidad de objetivar el yo trascendental, ya que l es el fundamento ltimo de toda objetivacin. De haber alguna posibilidad de auto-conocimiento, ste debera ser fenomnico. Pero el yo emprico que aparece intuitivamente en el sentido interno de un modo solamente temporal y no espacio-temporal como aparecen los objetos fsicos- presenta la peculiaridad de que se muestra a travs de un flujo de representaciones siempre sucesivo. El fenmeno del sentido interno no se presenta bajo los modos temporales de la permanencia o la simultaneidad. Estos modos temporales son propios de los fenmenos que, adems de darse bajo la forma del tiempo, se dan tambin bajo la forma del espacio. Y al parecer, slo aquellos fenmenos que se dan bajo estos modos temporales son susceptibles de ser conceptualizados a travs de la aplicacin de todas las categoras. Dicho de otra manera: slo los objetos en el espacio se sujetan en rigor a las condiciones de una experiencia posible. El tiempo subjetivo, y el yo fenomnico que en l aparece, dan lugar, en cambio a una suerte de pseudo-experiencia, a una forma de autoconciencia emprica que, si es escindida de la conciencia del mundo exterior, carece totalmente de autonoma para sostenerse a s misma como un autntico conocimiento objetivo.

As pues, el argumento de la Refutacin del Idealismo refuta el escepticismo respecto de la existencia del mundo exterior pagando el altsimo precio de instalar en la teora el escepticismo respecto de la posibilidad de conocernos a nosotros mismos.

Si bien Kant nunca se manifiesta en forma totalmente expresa respecto de estas tendencias escpticas implcitas en su pensamiento, hay un pasaje en el que se hace especialmente notoria esta suerte de fisura que su teora del conocimiento presenta cuando se la intenta hacer jugar en el mbito de lo psquico. Me refiero a la Nota general sobre el sistema de los principios, agregada tambin en la segunda edicin de la KrV (cf. KrV, B 288-294). En este significativo texto, Kant comienza llamando la atencin, como muchas otras veces a lo largo de la obra, sobre la imposibilidad de conocer a travs de meros conceptos. De no haber intuicin, no podemos, por ejemplo, saber cmo una cosa puede ser sustancia o causa; ni podemos, en general, llegar a establecer si hay objetos que se sujetan a las categoras. Los conceptos puros del entendimiento no proporcionan por s mismos conocimiento alguno. Para que tenga lugar la experiencia, estas meras formas del pensamiento deben aplicarse a una multiplicidad dada en la intuicin (cf. KrV, B 288).

Hasta aqu Kant no hace ms que reiterar ciertas tesis fundamentales, a las que ya ha hecho referencia en otras partes de la KrV, respecto de las condiciones que hacen posible la experiencia. Pero ms adelante agrega una llamativa afirmacin en la que pone en evidencia, como en ningn otro lugar de la obra, la importancia que tiene el carcter espacial de la intuicin para hacer posible la aplicacin de los conceptos puros del entendimiento. Es un hecho notorio, explica Kant, que para comprender la posibilidad de las cosas en conformidad con las categoras y demostrar as la realidad objetiva de las ltimas, necesitamos intuiciones que sean en todos los casos externas. (cf. KrV, B 291).

Tales palabras sugieren que la multiplicidad dada en el sentido interno no ofrece por s misma un fenmeno que se corresponda con las categoras y que permita demostrar as su realidad objetiva. Si esto es as, debemos concluir que, en efecto, lo que comnmente denominamos experiencia interna no puede ser considerado, en rigor, como un conocimiento objetivo; no al menos en el mismo sentido en que consideramos objetivo el conocimiento de los objetos en el espacio.

Esta es precisamente la idea que aparece en el anteltimo prrafo de la Nota general en el cual Kant concluye:

Toda esta Nota es de gran importancia, no slo para confirmar nuestra precedente Refutacin del idealismo, sino sobre todo -cuando se trata del autoconocimiento a travs de la mera conciencia interna y de la determinacin de nuestra naturaleza sin la ayuda de la intuicin emprica externa- para mostrarnos los lmites de la posibilidad de un tal conocimiento (KrV, B 293-294).

El punto al que hemos llegado resulta ciertamente controversial. El idealismo trascendental kantiano, que decididamente se pronuncia a favor de la posibilidad de justificar el carcter objetivo de las representaciones, parece cerrar la posibilidad de una justificacin del carcter objetivo de la representacin de nosotros mismos. Ciertamente sera posible intentar dar respuesta a esta cuestin desde una perspectiva ms amplia, apelando a otros aspectos del sistema, en los cuales se da cuenta de la subjetividad desde perspectivas que no son estrictamente cognitivas. Pero si se quiere resolver en rigor el problema, sera menester hacerlo, al menos a mi entender, desde la teora gnoseolgica que Kant presenta, ya que una teora que puede dar cuenta de la objetividad del conocimiento del mundo fsico, pero que resulta difcilmente aplicable al mbito de lo psquico podra ser finalmente cuestionada en su conjunto.

Si bien estos pasajes de la KrV parecen ir cerrando los caminos que podran conducirnos a una resolucin del problema, creo que resta todava un margen estrecho, pero aun transitable, para poder encontrar alguna respuesta a esta cuestin dentro del marco terico que ofrece el idealismo trascendental. Para ello, es preciso dejar por un momento a un lado los textos que hemos estado analizando, y centrar nuestra atencin en una serie de reflexiones que Kant elabora aproximadamente entre los aos 1788 y 1793, detenindonos particularmente en la que suele denominarse Reflexin de Leningrado.

En este pasaje, Kant vuelve, una vez ms, sobre la tesis de la dependencia del sentido interno respecto del externo, pero poniendo nfasis ahora no tanto en la necesaria correlacin entre la sucesin de mis estados internos y un orden temporal en el que los objetos pueden ser percibidos como permanentes, sino en la correlacin entre la sucesin de mis estados internos y un orden temporal en el cual los objetos pueden ser determinados como poseyendo entre s relaciones de simultaneidad. Esto ciertamente no agrega mucho a la argumentacin de la Refutacin del Idealismo, sino que ms bien refuerza las conclusiones a las que ella arriba, i. e. que la serie subjetiva de mis estados internos, por la cual me vuelvo empricamente autoconsciente de mi existencia, depende de la conciencia de un mbito fenomnico de objetos permanentes que guardan entre s relaciones de simultaneidad, es decir, depende de la conciencia del mundo fsico.

Sin embargo, Kant parece estar diciendo todava algo ms. La apercepcin emprica, es decir aquella forma de autoconciencia emprica que difcilmente llega a constituir un genuino auto-conocimiento por las razones antes mencionadas, es denominada ahora curiosamente apercepcin cosmolgica. Y se la describe del siguiente modo: Yo soy dice Kant- inmediata y originalmente consciente de m mismo como una entidad en el mundo, y, por esta nica razn, mi propia existencia es determinable como fenmeno, como magnitud en el tiempo.(L II, 4-6). Esto significa al menos de acuerdo con mi interpretacin del texto- que la conciencia emprica que tenemos de nosotros mismos no slo supone la conciencia del mundo exterior, cosa que la RI ya haba demostrado, sino adems la conciencia de que nosotros mismos somos parte de l. Lejos de aislarnos en un cogito que vuelve problemtica nuestra relacin con los objetos exteriores, la apercepcin emprica ahora denominada cosmolgica- nos instala en un orden de interrelaciones, en el que, como fenmenos, somos integrados a la trama total de la experiencia. Somos conscientes de nuestra propia existencia en esta primordial apertura al mundo. La conciencia emprica de nosotros mismos como yoes fenomnicos es originariamente relacional, i. e. es conciencia de nosotros mismos como pertenecientes a un mundo, que comprende algo ms que nuestra propia existencia, y con el cual interactuamos.

Pero en la Reflexin 6315, escrita aproximadamente en la misma poca, Kant avanza todava un paso ms. La apercepcin cosmolgica, tal como se la presenta en la Reflexin de Leningrado, podra interpretarse como la conciencia de que nuestro yo emprico, como fenmeno psquico, conforma, junto con los fenmenos fsicos, un nico orden emprico inescindible, y que toda autoconciencia emprica supone originariamente la apertura a ese orden. Pero la Reflexin 6315 agrega adems la idea que somos para nosotros mismos, ante todo, objetos del sentido externo. La apercepcin emprica se revela pues como una forma de autoconciencia originariamente encarnada. Esto permite echar nueva luz sobre la estrecha conexin entre sucesin y simultaneidad supuesta en la Reflexin de Leningrado: somos empricamente autoconscientes de nuestra propia existencia no slo en tanto nos percatamos de la sucesin subjetiva de nuestros estados internos, sino en cuanto nos consideramos, a la vez, como seres psicofsicos. La conciencia de nuestro propio cuerpo como objeto permanente que, en simultaneidad con otros objetos, interacta con el resto del mundo, forma parte de la conciencia de nosotros mismos como existentes.

Vemos as que aun abordando el problema del auto-conocimiento desde un punto de vista estrictamente terico, los textos nos ofrecen recursos para apreciar hasta qu punto la perspectiva desde la cual Kant aborda la cuestin resulta doblemente superadora de su propia poca. El abandono de la tradicin representacionista no slo conduce a la idea de que la experiencia interna no es lo ms originario a partir de lo cual se construye toda forma de conocimiento, sino, a la vez, a la idea de que ella, desvinculada de la experiencia externa, es una abstraccin epistemolgicamente insostenible. La teora kantiana, lejos de abrir las puertas al escepticismo con respecto al auto-conocimiento, pone ms bien de manifiesto los lmites de la supuesta inmediatez con que accedemos a nosotros mismos a travs del sentido interno. El auto-conocimiento es posible en tanto y en cuanto no olvidemos que el aparecer del yo en el mundo fenomnico tiene siempre e inevitablemente un carcter psicofsico. Slo as puede ser pensado bajo todos los conceptos puros del entendimiento, y ser representado, por ende, de una manera estrictamente objetiva.

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