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Renouvin - Historia de Las Relaciones Internacionales - Tomo II

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  • 11 1 1 Maqueta RAG

    La presente OD''(i se public onf;inalnL ::e en francs por!:: Lihrairie lfochctte. de :'ars,

    con el !itulo de H!STO!RE DE'> RELAT!ONS JNTERNAT'ONALES

    Edicin original en espaliot, publicada por Ag11i/a1; S. A. de Ediciones.

    Juan Braio, 38. /\fadrid-1969.

    2." edicin, 1990 Hachette, 1955

    Para la presente edicin AKAL.editor, 1982

    Ediciones 1\k

  • HISTORIA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES

    DIRIGIDA POR

    PIERRE RENOUV/N Profesor de la Sorbona Miembro del Instituto

    TOMO I

    LA EDAD MEDIA: POR FRAN

  • NTRODUCCION

    En i815: fecha"en que se protl~ce ei hundimiento de l~ dominacin napolenica (1), el papel de Europa en la vida del mundo. qued dis-minuido. Amrica estaba a punto de escaprsele, pues las colonias espaolas y portuguesas se haban internado en la senda que los Esta-dos Unidos haban confirmado con el xito alcanzado en 1781; ni Arica ni Asia, con la sola excepcin de la India, ofredan an com-pensacin alguna a 1a expansin europea. En este continente, trastor-nado por veinte aos de guerra, de transformaciones en l vida eco-nmica y profuuda .turbacin de los espritus, el podero ruso se hizo preponderante, desde que Francia, vencida, qued reducida a la &po-tencia. El Imperio austrfaco recobr ciertamente, despus de las fuertes sacudidas sufridas, una influencia predominante en la pennsula ita-liana, ejerciendo, adems, un papel dirigente en los asuntos alemanes a pesar de los progresos de las ambiciones prusianas; pero se hallaba fatigado en exceso para tender sus miras hacia nuevos horizontes, por lo que, en consecuencia, se limit a desear el mantenimiento del es-tatuto territorial establecido por el Congreso de Viena. La decadencia de Espaa fue acentundose; y el Imperio otomano, despus de la revuelta srvia, vio cmo-crecan las amenazas en sus territorios bal-cnicos. Sigui subsistiendo l fraccionamiento poltico en los estados ale-manes e italianos, aunque en forma muy diferente a la anterior al 1789. Con todos estos rasgos, la situacin pareca ofrecer favorables oportuni-dades para la expansin rusa. Gran Bretaa, que habfa compartido con el Imperio de los zares los grandes beneficios de la victoria de los aliados, pero que recibi su recompensa fuera de Europa, se inquietaba ante aquella perspectiva de hegemona continental ms que por un posible desquite francs. Para ell1, Rusia era el "principal enemigo".

    No obstante, en los siguientes decenios, as grandes modificacio-nes en las relaciones internacionales tuvieron un senti0o muy distinto. Rusia no intentaba aprovecharse de la superioridad que Je conceda su potencial demogrfico. Durante treinta y cinco aos Francia se mostr "prudente"; y cuando, al fin, quiso volver a desempear un papel importante, no logr ms que favorecer el xito de las nuevas fuerzas, que transformaron-por la consecucin de Ja unidad alemana y de la undad italiana-todo el mapa del centro del .Continente. En '871 dichas fuerzas nuevas haban conseguido el triunfo. Aun conser-vando intacta su potencia, gracias a la seguridad que le conceda su

    (1) Vanse las conclusiones de "La Revolucin francesa y el Imperio napo-lenico", seccin de esta Histaria dt {a.'i rtloconts ntanocionala.

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    4 TOMO u; EL SIGLO ::!x.-DE 1815}. 1871

    preponderana naval, Gran Bretaa no soaba ya con desempear el papel de rbitro en los. conflictcs continentales. porque no contaba con medios militares adecuados 1Jara ello. Dej, pues, que se esta-bleciera, en beneficio del Impeno alemn, esa hegemona continental que en 1815 haba temido que se produjera en favor. de Rusia. Pero tales cambios, por importantes que fueran para el porvenir de Europa y el del mundo, no podan borrar las nuevas caractersticas de las relaciones entre los continentes: el desarrollo de Jos Estados Unidos, que extendieron sus dominios hasta el Ocano Pacfico, y mostraban su voluntad de mantenerse distanciados de Europa, adquiriendo real-'.llente, despus de la crisis de Secesin, rasgos de gran potencia; la independencia de Amrica latina, que, despus de haberse sacudido la dominacin de los estados ibricos, quedaba, sin embargo, ligada econmica e intelectualment(! a la Europa occidental; la "apertura" de China, Japn e indochina a la influencia econmico-poltica de Europa y Estados Unidos; el reparto de los archipilagos del Pacfico; los contactos establecidos entre los europeos y Afrca.

    lndicar el alcance de estos cambios y sealar sus causas, es la fina-lidad que debe proponerse una historia de las relaciones internacio-nales, pues su estudio es inseparable del de las fuerzas profundas, materiales o intelectuales, qu= contribuyen a determinar la poltica exterior de los estados. Por ello nos ha parecido indispensable trazar. en cada una de las partes de esta seccin, un esquema de tales fuer-zas, refiriendo brevemente los caracteres de- la vida econmica o de los movimientos del pensamiento y tratando de mostrar Ja influenca de estos factores en las relaciones polticas entre los estados. Pero, en e.ste campo, ios trabajo~ bsicos resultan Insuficientes. Las cues-lion'>f econmicas han sido estudiadas, sobre todo, desde el punto de vista de la poltica econmica di( los estados; en la mayora de los casos queda por hacer el estudio de las corrientes comerciales. Las investigaciones referentes a la estructura social son todava poco n'urnerosas. o demasiado suma'rias para que sea factible deducir de ellas interpretaciones que puedan aclarar ciertos aspectos de las re-laciones internacionales. Los movnnientos intelectuales han sido objt:to de trabajos interesantes y sugestivos; pero, con frecuencia, su estudio se centra en los contactos personales entre aquellos if!ividuos que, en los diversos pases. dominaron la vida literaria o artstica u orienta-ron los grandes movimientos ideolgicos; las influencias recprocas de esos movimientos apenas han sido esbozadas. Una tentativa de inler-pre{acin ha de adaptarse a tal estado de las investigaciones histricas, ya que, ciertamente, el autor no puede aportar, salvo en algunas cues-tiones, el resultado de sus investigaciones personales, debiendo limi-tarse a deducir de los_ resultados Y'!- .admitidos las explicaciones ge-. nerales o bien a presentar alguna sugerencia crtica.

    A los riesgos que sempre entraa un ensayo de sntesis-simpli-

    !NTIWDUCCION 5

    ficaciones arbitrarias. resmenes impugnables, selecciones discuti-bles-, vienen a aadirse aqu las lagunas de informacin. Pero hacer constar estas insuficiencias es quiz orientar nuevas investigaciones; .!l papel de una sntesis, siempre mcompleta y provisional, es abrirles el .:amino.

    BIBLJOGRAFlA GENERAL

    Historias generales de Europa.-A. STERN: Geschichte Eurapru van 1815 bu 1870. Stuttgarl, 1894-1915, 10 vals. CH. SEIGNODOS: Histaire palinque de J'Eurape ca11temporai11e, Pars, 1924.-G .. WE!LL: L'frl des Nauona/ites et le Mauve111e11t libal. 1815-1848 ("Peu-ples el Civilisalions". l. XV), Pars, 1930.--Cll. Pou-1:w,s. Dt!macrattes et Cap1taiisme. 1848-1860 ("Pcupies el Ci-vilisat1ons", l. XVI). Pars, 1941.-H. HAUSER. J. MAURAIN. P BENAERTS, F. L'Hu1LLIER. D11 Libralism ti l'lm-pa/isme, 1860-1878 ("Peuples el Civ1-lisat1ons", t. XVID. Pars, 2. ed., 1952.

    Historias generales de las relacio-nes nternaconales.-b11LE UouR-GE01s. Marwd Ilistorique de PoliIq11e trangre, Pars. 1892-193 l, 4 vols., t. ll. 1789-ISJO: t. lll. 1830-1878; l. IV, 1878-1919.-J. Dnoz: His1oire dip/omalque de 1648 d 1919, Pars, 1952.-R. B. MowAT: Histary a/ Eu-ropea11 D1planwcy, Londres, 1928-1933, 3 vols'.--, 1921.-. A.N-CEL. /\la1111e/ //istom11e de la Q11es-tia11 d'Ortrnt. Pars. 1923.-P. HEHRY; V: probli!rr"' des Nario11alitls, Paris, 1937.-G. WEtLL: L'E11rape du XIX' sii!cle et /'idee de Natianalitt, Pars, 1938.-C. HA YES: Tlic f/istortc(l/ E10-/111or1 af !..Jotlcm Nat1arwlism. Nueva York, 19-14.-H. KollN: T he ldrn al

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    Historia de las relaciones econ-micas.-A. SARTOR!US VON WALTERS-llAUSEN; Die E111s1eh11ng der Weltwirt-schaf t, lena. 1931.-A. Buu .. ae: An Eca-11amic Histary af Eurape. 1760-1922, Londres, 1930. trad. francesa: Histoire tco11omique de /'E11rape. Pars, 1'232.-H. HENfON; !Iistoire conamttuc de l'Eurape, i. 11, Paris, trad. francesa, 1950.-D. Cuve: A llisiary a/ Cam-merce, Nueva York, 1932.-A. S!!GRE: Staria del Cammercia. Turin. 1922. 2 vo!s.-J. L\COUR-GAYET: Histore du Cammerce, Pars. 1951-1952, lomos IV y V (por diversos autores).-). Kus-KE. Die Bede11t11ng E11ropas fiir die Enrwick/1111; der Welt1vlrtsch11/t, Co:o-

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  • 6 TOMO 11: EL SIGLO X!X.-DE 1815 A 1871

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    Europe, 1789-1914, Londres, 1937.-H. TEMPERLEY y L. PENSON: Founda-tions of British Policy, 1792-1902, Cam-bridge. 1938 (documentos).-RUS!A P. M!LlOUKOFF. 01. SEJONODOS. L. Ei-SENMANN; Histoire de RllSSie, Pars, 1931, 3 vols., tomos JI y III.--C. DE GRNWALD: Trois Siecle,s de 01p/omo-tie russe, Pars, 1945.-Es!'AFiA: A. DEL R[o CISNEROS: Poltica internacional de Espaiia, /\fodrid, l 946.

    LIBRO PRIMERO

    DE 1815 A 1840

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    1NTRODUCCION AL LlilRO PRIMERO

    Los autores d~ los tratados de pai de 1815 haban consagrado su esfuerzo a la regulacin de las westones riginadas en -la Europa con-rrnental por el hundimiento del lmpeno napolenico. Dos .haban sido las principales preowpaciones de los gobiernos vencedores: conseguir, por ww parte, zm relativo equilibrio de fuerzas; el trazado de las frorz-teras fue prepgrado por una Comis6n de Estadstica, que bara ci-fras sin tener en cuenta las di{ erencias lirigiisticas y religiosas, las tradiciones, las simpatas o antipatas entre los grupos de poblacin. El mapa poltico se estableci,., pues, obedeciendo a una concepcin propia del siglo XV JI!, haciendo caso omiso del sentimiento naconal, que, no obstante, haba desempeiiado zm papel tan importante en la lucha contra /iJ dom111acin napolenica. Por otra parte, aquellos hom-bres proyectaban term111ar con los cambios p'oltzcos y sociales que el dominio f ra11cs haba originado o favorecido, no solo en los territorios t;lemanes e italianos, smo hasta en Polo11ia y en llina. La restaura-cin de las dinastas legtimas deba favorecer, pues, a las autoridades tradicona/es--tales como los grandes terratementes y las Iglesias--. F.11 los pases catlicos, los gobiernos- vean e11 la Iglesia romana un baluarte contra las ideas revolucionarias; y la poltica de la Santa Sede les daba la razn: la alianza del trono y del altar, frmula adoptada por los eg1t1m1stas (ranceses, no era exclusiva de Francia. El arreglo de 1815 no estaba, pues, destinado solamente a destruir el imperia-lismo francs, sino talllbin a ifnpedir la expansin de las ideas fran-cesas, ias de 17 89 y se le conside,raba como un parapeto, al abn'go del cual podran ser restauradas las fuerzas conservadoras.

    Serian duraclerus el! Europa tales resultados? Castlereagh. Cll!JO papel en el Congreso ele, Viena fue esencial, esperaba, por lo menos. haber asegurado la paz "para los siete aos prximos".

    Pero el Congreso de Viena izo haba intentado resolver las crisis rntenwcwnales del lmpen'o colonial espaol y del Imperio otomano (l ), a pesar de que s11 alcance rebasaba el marco de estos dos imperios. La uiestu5n de las colomas espmiolas apenas poda ser tratada en el mo-mento en que las grandes potencias vencedoras restablecan en el trono de Mculrzd a Fernando Vil; cmo iban. pues, a rntervenir en favor de los rebeldes? El misma Castlereagh haba admitido, implcitamente --en alio ele 181-1--, que la dinast espaiiola tena el derecho de aho-gar la revuelta de las colonias, habiendo obtenido de Espaa la promesa

    (1) Vase la seccin "La Revolucin francesa y el Imperio napolenico". de esta fliJfuna de /a.r relociuru:s i11tcmacunii/es, Vol. l. pgi, 1020 a 1025 y 1107 a 1114.

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  • 10 TOMO 11: E.L SIGLO X!X.-DE. 1815 A 187\

    de que se coI:cedera a Gran Bretaa, e11 el aspecto :::omercia/, el trato de naci11 ms favorecida en los domi11ios espaoles. En la cuestin otomana, Mettemich y Castlereagh sugirieron a las otras grandes po-tencias que garantizasen las fronteras del lmperio; en consecuencia, se propusieron proteger al Estado turco contra la expansin rusa; pC;ro el zar logr apwzar la puesta en prctica de tal sugerencia, exigiendo la previa solucin de las disputas ruso-turcas en las zonas del mar Negro y del mar Caspio. El Sultn no accedi a ello. NC!t era, pues, probable que dichos problemas ocuparan pronto, de nuevo, la aten-dn? Haba que tener tambin en c11enta las 1wa,vas aspiraciones que se manifestaban en la vz'da espm'tual: decadencia del racionali~mo y despertar del sentido nacional, por el choque de los acontecimientos que, durante veinticinco mios, haban perturbado el cont.111ente. "Romanticis-110 y nacionalismo--escribe el ms reciente historiador de la. Santa Alianza-van as 11110 al enc11entro del otro, o, con rns exactitud, bro-tan de la misma fuente."

    CAPITULO PRIMERO

    LAS FUERZAS PROFllNDAS

    Las rivalidades de itereses entre los estados durante el perodo 1815-1840 sofo tienen sentido en el cuadro de un esquema general del medio social y econmico, asf como de la!; tendencias del pensa-miento poltico.

    l. EUROPA CONTINENTA,L

    En la Europa continental, el arreglo establecido en 1815 tro1>ez con la oposicin de aquellos grupos sociales cuyas aspiraciones e in-tereses se vean amenazados por la restauracin de los regmenes tra-dicionales; y tambin con la de aquellos pueblos cuyos sentimiento~ se veron desatendidos con ocasin del trazado de sus fronteras. Tales manifestaciones fueron, sin embargo, solamente espordicas. Los gru-pos sociales amenazdos por las tendencias reaccionarias eran los cam-pesinos-alH donde se haban beneficiado de las reformas subsiguientes a la difusin de las ideas de la Revolucin francesa-, los comer-cian tes y los industriales-favorecidos por la disminucin de la influen-cia de Jos grandes terratenientes-; y los intelectuales, seducidos por los principios de 1789. Pero la reaccin de estos grupos era tnuy des-igual. De hecho, los campesinos conservan, en la mayora de los esta-dos, las ventajas materiales que haban conseguido bajo el rgimen francs (supresin de los derechos feudales y posibilidad de transmitir la propiedad): la restauracin no les discuti las 'ventajas adquiridas. l Estaban ms inquietos los artesanos, los comerciantes y los indus-triales? Ciertamente, deseaban poder desarrollar sus iniciativas sin te-mor a intervencin de Ja burocracia; sustraerse de las trabas que, en Prusia y Austria, limitaban la libertad de empresa; obtener, dentro del marco de- la libertad de asociacin, un rgimen favorable a la actividad comercial; podan temer, tambin, que ls gobiernos restaurados prac-ticasen una poltica aduanera influida por los intereses de la gran pro-piedad territorial, aunque, en muchos casos~n Italia del Norte, pqr ejemplo-, habran de quejarse del sistema napolenico, que beneficia-ba a los productores y al comercio francs, en perjuicio de la activi-dad econmica de los estados asociados o vasallos; Ja reconstrucci6n europea no sol les reservaba, pues, sinsabores. Eran numerosos los verdaderos descontentos, los que sufran bien en sus intereses inmedia-tos, bien en sus sentimientos 7 Nos faltan datos para juzgarlo cc>n exactitud. No es sorprendente que haya que contar entre ellos ~ los

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  • 12 TOMO l : EL :>!GLO XIX.-DE 1815 A 187!

    oficales que sirvieron 1 n las filas de la Grande Arme, sin empleo ahora; o a los funcionar os que participaron en la administracin fran-cesa o en la de los gobie1 nos de los estados vasallos del Imperio francs. No es menos cierto que el restablecimiento de la preponderancia de la aristocraca y del clero :ue acogido con desconfianza por los intelec-tuales y por los dedicac os a las profes1011es liberales. As. pues, esta oposicin contab3. con cuadros. Pero dispona de tropas? No lo pa-reca. Los adversarios 't vos de ios regmenes restaurados eran poco numerosos en los estad >S italianos. Trataban de agruparse en asocia-ciones secretas; pero es :as apenas ejercan accin sobre las masas. En los pases alemanes, don je artesanos y campesinos parecan considerar como un mal inevitable ei estado de cosas distente. dicha oposicin, sin embargo, tena base! ms amplias, debido, principalmente, al pro-selitismo de las Umver ;idades, cuyos profesores conservaban cierta libertad de expresin, a ,:ausa del crecimiento-en Renania, principal-mente--

  • 14 TOMO 11: EL SIGLO XIX.-DE. l8!5 A !87J

    permaneci en calma hasta 1830. En aquel momento, la cuestin po-!aca no presentaba, pues, perfiles agudos; y la misma existencia del

    r~parto establec'.a u;ia solidaridad entre las tres potencias que se adju-dicaron los terntonos polacos.

    En la. pennsula italiana, transformada profundamente en la poca napolemca, los tratados restablecieron el fraccionamiento polftico.. ins-

    taurand~ siete esta~os, sin lazo f~deral alguno entre ellos. Aseguraron 3. A~stna la posesin de la regin lombardo-vneta v la influencia dommante sobre los principados de Parma y Mdena, ~sf como sobre el Gran D.uc~do de Toscana. Aquel arreglo territorial caus decepcin

    entr~ los !~altanos que durante el perodo francs haban considerado la perspectiv~ d~ ~a unidad nacional. Era lgico, pues, que protestasen contra los prmc1p1os y las consecuencias de la paz. Pero los que pro-testaban eran muy pocos. casi nicamente intelectuales, nobles libera-les, Y burgueses u oficiales que sirvieron en los ejrcitos napolenicos Y no lograron apoyo en la masa campesina~las ms de las veces mi'-

    s~rable, y siempr~ indiferente a la v~da polfti~a-ni, con raras excep-c10nes, en el n:ed10 artesa!1o de las C1Udades1 activo e inteligente, pero apegado al espzr:tu mumczpal. En aqucH misma resistencia, Ja unidad de puntos de vista no era completa: unos soaban lnicarnente con ?segura~ la ind~pendcnca real de Jos estados italianos, eliminando Ja

    mfl~encia austnaca; otros, los menos, pretendan realizar la unidad nacional: re.ro sin conse~uir dar a sus proyectos una forma precisa.

    E;i la misma Alcmama, donde las poblaciones haban hecho en co~1~n Ja gue:ra. de. liberacin, y, en la que un gran movimiento de op1mn s.e habla mclmado, en la poca del Congreso de Viena. en favor de la umdad nacional, la aplicacin de las clusulas del Acta General del Congreso y la entrada en vigor del Estatuto de la Confederacin germnica !1, encontraron oposicin alguna. Y, sin embargo. aquella Confederac1on de estados, en la que cada uno de ellos conservaba sus

    der~.chos soberanos, no estab::i muy lejos de las sugerencias de un Stem, de un Arndt o de un Girres7 La Dieta de Francfort no era ms que una con~erencia de plenipotenciarios, que no dispona de medios para hacer eecutar sus decisiones. El Estatuto no prevea un ejrcito f,e~eral verdaderamente organizado, ni una representacin diplomtica un;ca cerca ele los estados extranjeros, ni una poltica etonmica co-mun. l cmo hablar de una, ~lemania? l y qu influencia podra ejer-~er tal

  • 16 TOMO ll. EL SIULC XIX.-DE 1815 /\ 1871

    una ayuda p.oderosa, concediendo subsidios y efectuando pedidos del gobierno a la industria. La extrac:in de hulla se desarroll gracias al empleo de mquinas de vapor; la industria textil-en Gante, en Bru-selas-se transform por el equi1.) mecnico. La metalurgia adquiri gran impulso en Namur, Charlerrn y Lieja. Por todas partes haba tc-nicos ingleses. Aparecieron ya en ;tlgunos grandes establecimientos las formas del capitalismo moderno, i 1cluso la bancaria: la Socit gn-rale se fund, en Bruselas, el ao J 822.

    El desarrollo industrial fue m: lento en los dems pases. Cierto que, en Francia, algunos jefes de t mpresa, sobre todo en la industria

    algodon~ra, _pidieron, a raz de 181:, ayuda a los tcnicos ingleses y a la experiencia de la mano de obra 1 !el otro lado del Canal de la Man-cha; se calcula qe en 1824 trabaj; ban en Francia 15 000 obreros in-gleses; pero solo a partir de 1830 la. industrias extractivas hicieron un esfuerzo para incrementar su produt cin. Fue entonces cuando las in-dustrias extractivas del Norte y de \lsacia adoptaron ampliamente el equipo mecnico, y se produjeron la~ ptmeras iniciativas en la indus-tria qumica (jabonera) y en la indu ;tra azucarera; y la alta Banca, con Laffitte y Casimiro Prier, comen ~ a afirmar su poder. El vercla-dero lanzamiento de la produccin 11dustrial no se producira has-ta 1840.

    En los Estados alemanes, la situacin apenas era diferente. Los es-tablecimientos industriales modernos, que se--ereaban frecuentemente con la ayuda de los capitales extranjeros, y siempre con la de tcnicos ingleses, no existieron con anterioridad a 1830 ms que en algunas re-giones: industria textil de Crefeld y Barmen; metalrgica en Efel, que

    usab~ coque mientras en Hesse-Cassel, y en los principados sajones. segutan quemando madera. Pero, a pesar de estas pocas iniciativas, la

    prod~ccin industrial sigui siendo, en' su conjunto, artesana; y solo en elilao de 1835-en que la Unin aduanera ampli el mercado-comenz su impulso. en la provincia renana, nica regin-de Prusia en que exista el rgimen de. libertad de empresa, y en el Rhur.

    En Italia-en donde, entre 1815 y 1830, todos los estados tenan un sistema aduanero proteccionista, los capitales disponibles eran es-Ci\sos y los medios de comunicacin, insuficientes en extremo, hasta 1840-, la industrializacin encontr mayores obstculos. Unicamente en Lombarda-es decir, un territorio unido al Imperio austriaco-se manifes,taron algunas iniciativas. En 1818 exista en la regin mililnesa una s9la hilatura equipada con telares mecnicos; en 1840 eran 20; pero

    1estas empresas modernas no empleaban an la mquina de vapor

    v su 1produccin era insignificante. comparada con la del sector artesa-

    no. Y en el terrena de los textiles no se haba modificado la forma tra-dicional de produccin a tlorn1cilio. Fueta del Milanesado, aparecieron, hacia 1830, algunos hogares industriales en Bolonia, en Pisa y en Pia-monte; pero ni en Liguna ni en Venecia se intent un esfuerzo para adoptar mtodos y tcnicas nuevos.

    1. LAS FU!i:ll2AS Pl\OFUNDAS.-l!l)HOI'/\ CONTINI!N'f/\L 17

    En Austria, la industria nlgodonera de Bohemia y de la Ba a Aus-tna, y la metalrgica de Estria y Ciiriritia, ~s!iban muy ret .asadas, desde el punto de vista tcnico, en relCion co~ Renania.

    En Rusia, por ltimo, en donde .nJr,e u11a poblacin mayor de 50.000.000 de habitantes, no existan, en .1825; Ts que 210.000 obreros, diseminados en ms de 5.000 fbricasi. l~ ptdutcin indust1 ial-me-talurgia de los Urales, refineras e indi.i.td~ textU:-era todav arcaica.

    No obstante los progresos de la industria la economa agrcola ocupaba en todos los pases un papelp:epond~rante, incluso ~n Ingla-terra. Todas las crisis econmicas-1817. 1828-32, 1839-40-'-< omenza-ban por una cnsis agrcola. Por otra pii'tc, la. fisonoma de le agricul-tura apenas cambiaba. .. .

    Entre la aparicin de las formas nuev~s de l Vida industrial J la mar-cha general de las relaciones intcrnadiii,ii'es, fos lazos eran mltiples. No solo porque el crecimiento de una burguesa industrial y mercantil favoreca el desarrollo de las ideas liberales en Francia. en Prusia o en el Lombardo-V foeto, sino tambin porque los intereses econmicos eerdan una inl uencia directa sobre 1

  • 18 TOMO 11: EL SIOLO XlX.-DE 18 l 5 A 187 l

    Jidades. La oposicin beiga a la dominacin holandesa y la resistencia del Lombardo-Vneto a Ja presencia austraca. fueron determinadas, en gran medida, por circunstancias econmicas: Jos intereses de los comerciantes e industriales belgas se enfrentaban con los de los holan-deses; y los industriales milaneses se quejaban de que sus productos estuvieran sometidos a impuestos aduaneros de importacin en Austria, al par que el mercado de Lombardfa se hallaba libremente abierto para las mercancas austracas. No es menos cierto que el desarrollo eco-nmico incit a los comerciantes e industriales de Renania a desear el establecimiento de una unin aduanera que les asegurase mercados. La Zollverein, cuyos primeros indicios son de 1818, y cuya constitucin data de 1834, responda a este deseo. Y Ja unin aduanera poda pre-parar la unin polftica. En esto pensaba el gobierno prusiano al tomar la direccin de tal poltica econmica: "De esta unin, basndose natu-ralmente en una identidad de intereses, y extendindose, necesaria-mente. a Ja Alemania media, nacer una Alemania verdaderamente unida, libre. Jo mismo interior que exteriormente, bajo la direccin de Prusia", escriba en junio de 1829 el ministro de Hacienda, Motz,. en un informe al rey. Y aada: ''La unin de estos estados en una liga aduanera y comercial, originar, al mismo tiempo. la unin en un nico e idntico sistema poltico."

    Pero querer establecer una relacin constante entre las transfor-maciones de la vida econmica y el progreso de los movimientos nacio-nales. sera ir demasiado lejos. Apenas es posible observar esta relacin en Ja Polonia rusa, en donde las relaciones de la vida econmica no hacan presentir, en aquella poca, modificacin importante alguna. Tampoco se advierte en Ja pennsula italiana, de actividad econmica muy escasa. Las manifestaciones de la idea nacional parecen deter-minadas, aqu y all, nicamente por aspiracione~ sentimentales.

    Para acabar de comprender en qu atmsfera, se desarrollaron las relaciones internacionales, es necesario observar, por ltimo, ms all de los intereses materiales; y tener en cuenta el ambiente intelectual. Durante los aos subsiguientes al de 1815, el movimiento romntico se. ex~endi de Alemania e Inglaterra a Francia e Italia: despus, a los pases polacos, checos, balcnicos y magiares; y a la pennsula ibdca, en fin. a favor de los colllactos personales entre grandes es-critores. Hasta 1827, tal movimiento se mantuvo unido, esforzndose en romper con las tradiciones clsicas y. dar nuevo sentido a la obra literaria: el de expresar un estado anmico. Pero, despus de 1830. se produjo un csma, cuya importncia han puesto de manifiesto los es- tudios de Fernand Baldensperger. Unos, permanecieron fieles a Ja inten-cin inicial; otros, intentaron establecer una unin o relacin entre las nuevas tendencias literarias y el espritu radical. La tendencia eman-

    1: LAS FUER7.AS PRCFUNDAS.-EUROPA .CONTINENTAL 19 1

    cipadora domin, a partir de entonces, a los romnticos italianos, a los polacos y a algunos alemanes, que queran utilizar la literatura como vehculo para exaltar la conciencia nacipnal. Este romanticismo del progreso se convirti en un importante fa'ctor de los movimientos de liberacin nacional. '

    Pero estas cqrrientes de la vida intelectual deben atraer tambin la atencin de los historiadores de las relaciones internacionales desde

    o~ro punto de vista, en cuanto permiten conjeturar la imagen que cada uno de los grandes pueblos se formaba de sus vecinos. Este can: po de la inv~stigacin est todava p6co explorado para hacer posrble el bosqueo de _un cuadro de conjunto; no obstante, pueden observarse dos rasgos importantes: la ignorancia casi completa en que. respecto a Rusia y a su pueblo, sei hallaban los occidentales -hasta 1837 no comenzara a levantar esta barrera el libro del mar-qus de Custine--, y la actividad de los intercambios culturales ~ntre los pases de Europa occidental. Desde este punto de vista, es inte-

    re~ante el comportamiento de los crculos intelectuales de Ja vencida Fran~ia: lejos de replegarse sobre s mismos, manifestaron, hacia , los enemigos de la vspera. una simptica curiosidad.

    Esta curiosidad hacia los alemanes lleg casi al apasionamiento sobre todo entr.e 1815 y 1830. En L'Allemagne, cuya primera edici~

    france~a apareci en 1814, madame de Stael dio una imagen. asom-bro:a del car~cter y de la vida intelectual del pueblo alemn. Mostr la 1mpartancia de las corrientes literarias y filosficas, el intenso rebu:hr de las .. nuevas ideas y Ja amplitud del horizonte intelectual Elogi el temJ?Cramento alemn: lealtad, probiad, solidez, tenacidad: profund.o sentido de la justicia. Afirm, incluso, que la libertad efe

    pensa1~1ento er~ mayor all que en Francia. El poder de acci6n de este libro fue mcomprab~e :. y, como _ h~n demostrado Jos trabajos de M. Monchoux, se conv1rt1 en ,la Bzblra de los romnticos, hasta

    18}~ Pero mada'.11~ de Stae! ignoraba el progreso del nacionalismo ger-?1a111co: el sent1m1ento nacional alemn-decfa--era idealista y des-mteresado; los alemanes se mostraban extraos al imperialismo, inca-paces_ de .ado~tar_ una poltica de fuerza. El gran xito de su libro cont_nbuyo a 1lus10nar_ a la opinin pblica. La mayor parte de Jos escntores franceses-filsofos, literatos, incluso historiadores-atribu-yeron al_ pueblo alemn el sent miento riguroso del derecho, el apego a la 111st1cw; deseaba.n ~a grandeza alemana. y observaban con simoatfa el pro?reso del mov11mento nacional. Hasta despus de 1830 est~ in-

    fluencia~ de~ madame ?e Stacl n? conmenz a encontrar serios oponentes. E_i:i l 83L, .t:.dga~ Qu:met, apasionado admirador de Alemania algunos .!JOS antes, se rnqu1etaba por el porvenir. "Alem

  • ?.O Tu!,IU 11. EL SIOLU XIX.-t 1815 h 1871

    tambi.!n que "Prusia :10 quiere deber su rgimen al liberalismo". Al ao siguiente, la adverten.:ia de Enrique Ikine a Francia confirmaba estas inquietudes: "Teni5 ms que temer de la Alemania liberadJ que de toda la Santa Alia1 za." Pero n Heine ni Quinet fueron escuchados. La gran encuesta de ,erminier, profesor del Colegio lle Francia, que public, tambin en L 35, su libro Au-dela d11 Rhin, continuaba domi-nada por la magen ortantsma la influencia de Byron, a partir de 1819; Walter Scott ) Shelley encontraron gran nmero de lecto-res despus de 1825. En 1827 exista en Pars un teatro ingls. que representaba, con gran : :ita, las principales obras de Shakespeim.: y otras producciones inglesa>. "El genio de Shakespeare-escriba un pe-ridico-- ha triunfado de tos grandes preuicios de la nacin francesa y ha ifliciado, quiz, entr' las dos naciones, una reconciliacin que la poltica se ha empeado forante mucho tiempo en hacer imposible." Los liberales franceses, q ie al principio se haban mostrado hostiles a esta anglomana-aun si:!ndo exclusivamente literaria-, se volvieron ms conciliadores, e incluso la observaron con simpata al comprobar que la preponderancia poltica de la aristocracia inglesa se hallaba que-brantada por los esfuerzos del radicalismo. Despus de la revolucin de julio. en Pars, y de la reforma electoral de 1832. en Inglaterra, esta anglo~lia alcanz su apogeo hi.cia 1835; pero siempre en los mismos crculos restringidos: relaciones mundanas-esto es, superficiales-- de una parte; por otra, la curiosidad de algunos grandes escritores: f\!i-chelet, Stendhal, Vigny sobre todo, que admiraban la civilizacin in-glesa. Con excepcin de la Revue des Deux Mondes, no parece encon-trarse en los peridicos estudios continuados e imparciales sobre Inglaterra.

    No consistan ms que en resmenes demasiado generales. Sera preciso poder apreciar la influencia que estos contactos eercieron sobre la ppinin pblica; pero no es todava posible en el estado ac-tual de Ia investigacin histrica.

    No podra la influencia de estos contactos intelectuales abrir el can~ind a una orgarnzacin pacfica de la vida internacional 7

    Alg1:nos innovadores reanimaban una idea que-del abate Salllt-Pierre a Kant-haba sido ya Ja de lo~ grandes espritus del siglo XVIII: fur;dar bs relaciones entre los pueblos en una nueva concepcin de la vida internacional, de manera que los estados subordinasen sus inte-

    l: LhS FUERZhS PllOFUNDAS.-EUHOPA CONTINENTAL 21

    reses privados a la idea de un inters sup.erior comn, que renuncia-ran al ejerccio completo de su soberana y consintiesen en someterse al control de un organismo en que tendran cabida las opiniones de la comunidad europea. En este camiho.se adentraron algunos innova-dores: un alemn, Karl Krause; un polaco, el 'prncipe Czartoryski: un francs, Henri de Saint-Simon. En su' Essm .. sur la Diplomacie, Czar-toryski quisiera fundar esta nocin de solidaridad europea en el res-peto de las nacionalidades. Krause so'aba con un pacto de con{ ede-raci11: los estados europeos renuritiarart a la guerra, estableciendo una garanta mutua contra la agresin'. U.rtlcamente Henri de Saint-Simon trataba de construir un plan ms amplio. En agosto de 181'1

    publi~-en colaboracin con Augustin Thierry:-un libro, titulado De la reorga11izat1011 c{e la Soci6t eurojje1111e, Para asegurar la paz era indispensable "unir a todos los pt:ieblos europeos en una organizacin poltica", puesto que "en toda reun1rde pueblos, como en toda re-unin de hombres, son necesarias las instituciones comunes". Saint-Simon pensaba en un gobierno federl, que dirimira, a tt!lio de znico uez, las disputas entre los gobiernos y aun los conflictos interiores que originara el movimiento de las nacionalidades; que examinara todas "las cuestiones de inters general para la sociedad europea", y que desarrollara la expansin colonial. El principal rgano de este gobierno federal, "enteramente independiente .de los gobiernos nacio-nales", sera un "Parlamento europeo" formad_Q por eleccin , directa, aunque el derecho de sufragio estara limitado a los sabios, a los magistrados, a los administradores y comerciantes, susceptibles de ideas menos limitadas que las de los otros grupos sociales. Saint-Simon se daba cuenta, claramente, de lo incompleto y quimrico de su plan; solo esperaba sembrar ideas e iniciar la ed1Jcacin de la opinin p-blica. Sus frutos apareceran ms tarde.

    La influencia de Hegel ::e produjo en sentido totalmente opuesto. En 1820, en sus Bases de la Filosofa del Derecho, el maestro de 'Ja filosofa alemana desarrollaba un concepto del Estado que deba en-carnar, dice. una unidad de cultura y una unidad nacional, y poseer poderes ilimitados, tanto para evitar "Ja invasin de los egosmos" como para limitar ;! arbitrio individual. El in'dividuo tiene por funcin suprema el servir' al Estado, y el deber

  • 22 rOMO 11: EL SIOLO X!X.-DE 1815 A 1371

    nacionales; y que las enseanzas de Hegel posean una radiacin proselitista que se extendi mucho ms all de las universidades ale-manas.

    II. LOS NUEVOS HORIZONTES

    Es posible observar en los orgenes de la.s amenazas que pe~aban sobre el Imperio espaol y sobre el Imperio otomano las mismas fuerzas, materiales o espirituales, cuya influencia se ejerca en la vieja Europa? . .

    Sin duda, las fuerzas profundas tenan en el In:i;eno colonial es-paol de Amrica-donde los movimientos de rebelton contra. la me-trpoli comenzaron en 1810-una perspectiva por completo d 1ferente a las de Europa cbntinental. La rebelin no era. obra de. las n:as~s (los indios y los mestizos fueron siempre, y cntmuaron siendo, indi-ferentes a la lucha contra Espaa), sino de los criollos, es decir, de los espaoles nacidos en las colonias ame~canas. A fines del siglo xvm eran tres milhnes (en una poblacin de diecisis), y formaban _los cuadros dirigentes de la sociedad y de las activida~es econm~cas hacendados, dueos de explotaciones. abogados y mdicos. Su ob1eto era liberarse de un rgimen administrativo que conceda preponde-rancia a los funcionarios venidos de la metrpoli, y de un rgimen econmico que aseguraba a Espaa un monopolio comerc;ial. As', p~es, el conflicto entre la administracin espaola -y los criollos, s1 bien en el marco de las reivindicaciones liberales e influido por el gran movimiento ideolgico que sacudiera a Francia, era, en el fondo, muy diferente de los que se producan en la Europa continental. Los .jefes del movimiento de independencia luchaban, es cierto, contra el abso-btismo; pero no invocaban los principios de la libertad ms que en su beneficio. Lo que deseaban era asegurar a esta sociedad criolla, rica v llena de vida. el derecho a desarrollar libremente sus inicati-

    v~s. Pero aun as[. e~tre Jos mismos criollos eran ba-stantes los leales partidarios de seguir unidos a Ja metrpoli. Y el movimiento de inde-pendencia no hubiera podido tener xito si no se hubiera beneficiado C.e las circunstancias favorables de la gran crisis espaola de 1808-1810: la encenona de Byona, Ja instalacin de Jos Bon aparte en el trono y la resistencia de las Juntas al dominio francs, que permi-tieron' a la anslocracia criolla proclamar, en 1811, la independencia de :(Nueva Granada y, en 1813, la ele la regin del Plata. A partir de inayo de 1814, en que el rey Fernando volvi al trono cspanol, las perspectivas cambiaron; la monarqua espaola envi trop_as n Amrica; y comenz un esfuerzo de reconquista que hall apoyo entre los elementos leales. Podra Espaa proseguir tal esfuerzo?, Contaba para ello con Ja voluntad y medios materiales 7 Las con-diciones de la poltica interior eran precarias, y escasos los recursos financieros de aquel reino que, durante seis aos, conoci la ocupa-

    'I; LAS FUJ!RZAS PROFUNDAS.-NUEVOS HORIZOli'l!.S

    cin extranjera y la guen-a. Por otra parte, la suerte del Imperio espaol despertaba much:.>:: codici~s- . . _ .

    El movimiento de independencia de las colonias espanolas abn6 nuevos borizntes a la vida econmica del mundo: era un vasto mer-cado el que' se ofreca a la actividad europea. Pero qu consecuen-cias tendra en eJ orden polftico? Poda tolerarse, en el. momento en que se produca en la Europa continental la restauracin d~ las autoridades. legtimas, el xito de la rebelin 1 contra la monarqua espaola 7 En este aspect. la cuestin de las colonias americanas entr a formar parte de los problemas europeos.

    En el Imperio otomano las fuerzas que entraban en juego eran de otro orden, pues la influencia de ios factores econmicos y socia-les, no menos que la de las idea,s liberales se hallaban _entremezcladas y dominadas por las cuestiones religiosas. El pominio que, a ~rtir del siglo xvr, ejerca el sultn sobre 1

  • 2-4 "IOMO U: l!L SIGLO XIX.-DI! 1815 A 1871

    Qu parte es necesa :io ad juditar n estas dificultades otomanas al movimiento ideolgico El llamamiento a Ja libertad, el principio de resistencia a .Ja opresin, incluidos en la Declaracin de los Derechos del Hombre, tuvieron un eco en la pennsula, principalmente desde que la administracin francesa entr en contacto con la poblacin eslava balcnica de las provincias ilirias. Es tambin probable que la idea de la independencia de las nacionalidades favoreciera el despertar de la conciencia colectiva en las poblaciones sometidas al Imperio otomano. Pero si bien estas consignas estaban enraizadas en el espritu de os jefes de los movimientos de resistencia, no lograron xito algu-no entre la masa campesina, agitada nicamente por reflejos elemen-tales: temor a los funcionarios y soldados turcos; deseo de proteger su vida y sus bienes contra excciones y represalias. De esta forma, liberalismo y nacionalismo no podan tener en los Balcanes el mismo sentido que en Ja Europa central. Unicamente la,s Iglesias eran capaces de proporcionar dirigentes a los movimientos de oposicin al dominio musulmn. Pero qu valor tendran en el pensamiento de un pope servio o griego las ideas liberales? _Cul era el sentido del concepto de nacionalidad en una regin en que la pertenencia a un grupo lin-gstico alcanzaba menos importancia que la fidelidad a una u otra de las Iglesias ortodoxas rivales?

    Sin duda alguna, los intereses materiales desempearon un papel ms activo en el deseo de independencia, por lo menos en la parte de la Turqua europea que mantena relaciones comerciales con el ex-tranjero. Los comerciantes de las islas del mar Egeo, que haban logrado hacer fortuna y que siempte temieron la arbitrariedad del fisco otomano, fueron los primeros fautores del movimiento griego de re-sistencia.

    Aunque no exstfa analoga alguna entre estos problemas otomanos y la!\.I cuestiones europeas, las amenazas que pesaban sobre el porvenir del Imperio turco tenJn un alcance internacional. Las cuestiones de principio no eran, sin embargo, las que ejercan mayor influencia. La simpata que despertaban en la opinin pblica europea los movi-rmentos de resistencia a la dominacin turca no se limitaba a los hogares liberales o a los favorecedores. del movimiento de las nacio-nalidades; procedan, ante todo, de un sentimiento de ,piedad y de preocupaciones humanitarias. La tendencia inversa. que deseaba salva-guardar la existencia de una autoridad [egtrnw contra un movimiento revoluciqnaro, tampoco tena, en realidad, gran importancia: el in-ters colectivo de los soberanos en la conservacin del orden esta-blecido se invocara. sin duda, cuando la ocasin se presentase; pero en el fondo, nadie crea verdaderamente que la- soberana del sultn mereciese la misma calificacin que las otras ni consideracin igual. As. pues, la crisis otomana evolucion en un plano totalmente dik-rente a aquel en el que se movan los otros problemas de la epoca.

    LAS FUERZAS PROFUNDAS.-llllil.IUGJl.fflA 25

    BUlLIOGRAFlA

    !Sobre cuestiones econmicas en ge-neral.- Adems d.: las obras citadas en la Bibliografa general, vase J. K. KuuscHER. A//gemeu1e Wir1sclw/1sges-ch1chte des Mitte/alters 1md der Nwz.eit. t. IL Mund1, 1929.-C. BARDAGAL-LO: Le orlgi11e della gra11de industria co111e111pora11ea, 17 50-1850, V e necia, 1929-1930, 2 vols.-WERNER SoMDAJlT: Der Modane Kapitalis11111s, t. III, Mu ncb, 1928.-B. Noo.vw y W. Ow,Lto: L'Evol11t10 d11 Commerce. d11 Crdit et des Tra11sports depuis cwt ci11q11anle am. Pars, 1914.-T S. As1rroN: The Jndustna/ Revo/11tto11, Oxford, 1948.-Adanse las historias econmicas na cionales: J. H. CLAPHAM: An Ecorto-mic Hisfory of Modem Brita111. T/1e early rai/way age, 1820-1850, Camlmd-ge, 1927.-A. D. GAYER: The Growlh and f/11ct1w11011s o/ rhe Brtish. Eco-11omy, 1790-1850, Oxford, 1953, 2 vols. H. SEE: Histo1re co11omic111e de fo Fra11ce, PS intercambios intelectua-ls.- P. VAN Tll!GHEM: Le Mouve.ment io111a11tiqi/e, 2. ed., Pars, 1925; del mismo: L~ Romantlsme dar1s la LJtt-fotire" e11ropnne ("Evolution de l'Hu-inanit". t. LXXVI), Parfs; 1948.->, MONCJ!OUX: L' A lkmag11e devant /e! Le/tres . j~m1raises, 1815-1835. Pars, J'.53.-R,wf.tOND GUYOT: La Premi~re Er1e11te cordialt:. Pars, 1926.-M. Z. ELKINGTON:: Les relato11s de socl" erltre /'J!lig/alerre et la France so11s /cJ Restawa1io11. 1814-1830. Pars, 1929.-G .. Wi!1LL; L'Evd/ des Nationalits et le Mo11ve111e111 Libra/. 1815-1848" ("Peu-ples e! Civillsat1ons", t. XV, l. III. captu-lo 11), Pars. 1930.-P. RENOUVIN: L'de de Fdraton europer111e da11s la pen-s politiille du X IX siec/e, Oxford. i949.-f TEil MEULEN: .Oer Gedallke dt:r foternario11ale11 Orgm11satio11 in sei ner Entwick/1111g, !. Il, La Haya, 1929. La "Revue le Littrature compare" ha publicado' numerosos estudios mo-nognlficos, que es imposible Cllar aquf. lvlencicno so\amenlc. por su particular inters para el tema de este libro: ]

  • CAPITULO II

    LOS HOMBRES DE ESTADO Y LAS POLITICAS NACIONALES

    Las iniciativas o proyectos de los hombres de Estado son los que ocupan la escena ante el teln de fondo formado por las corrientes sentimentales, los intereses econmicos, los movimientos de las ideas. No pueden relegarse a un plano secundario .. Cmo se podran des-atender su temperamento, su estado de espritu, su concepcin de los destinos nacionales y su conocimiento o desconocimiento de las fuer-zas profundas 7

    I. LAS MONARQU!AS ABSOLUTAS

    En 1815, Rusia ocupaba una posesin preponderante, como conse-cuencia del papel que haba desempeado en la derrota napolenica. Era. adems, el pas ms poblado del continente (55 000 000 de habi-tantes). Su potencial demogrfico le aseguraba Ja supremaca militar: el Zar tena un milln de hombres bajo las arl,llas .. Por qu impona a su Estado la carga de tales armamentos? Era evidente-pensaban los otros gobiernos europeos--que porque preparaba una poltica ex-pensionista: Pero en qu direccin 7

    En la de Europa central? Los compafieros de Rusia temieron tal eventualidad durante el Congreso de Viena: y, para oponerse a ella, crearon l;. Confederacin' germnica, destinada a apoyar a Austria y Prusia contra una tentativa ele expansin rusa. La barrera solo poda ser eficaz si estas potencias permanecan solidrias; pero ello estaba en su inters, mientras se hallasen amenazadas por el Este. El Im-perio de los Zares tropezaba, pues, por este lado, con serios obstcu-los. Para vencerlos, le sera preciso jugar. la carta de las nac1011lidades, tratando de quebrantar a Austria, por un llamamiento a la solidaridad entre Js eslavos; pero tal sentimiento de solidaridad' apenas exista en 181; y el Gobierno del Zar no soaba, desde luego, con alentarlo, tanto renos cuanto que en aquella poca los escasos promotores del mo-vimiento paneslavista eran polacos. En realidad. dicho plan no era tenido en cuenta, entre 1815 y 1840, por el Gobierno ruso.

    En la del Imperio otomano? Obtener el acceso al mar libre, es decir, el derecho de paso del Bsforo y de los Dardanelos, objetivo ya entrevisto poi Catalina JI, presentaba un inters econmico y estra-tgico: conseguir que Ja vfa martima, por donde se exportaba el trigo ruso, no pudiera ser cerrada; permitir la actuacin de una fuerza

    26

    11: HOMBRES DI! ESTADO Y POLITICAS.-US MONARQUIAS ABSOLUT/IS 27

    naval rusa en el Mediterrneo. A este respecto, la crisis del Imperio otomano presentaba perspectivas favorables.

    Pero la poltica rusa pareca tener miras ms ambiciosas, orienta-das hacia el Pacfico septentrional. La compaa ruso-americana, fun-dada en 1799. tena su base en Sitka, en la costa de Alaska; y exten-da su accin muy hacia el Sur, estableciendo, en 1816. una factora en Ja baha de Bodega (costa californiana): actividad comercial cier tamente pro tambin una velada intencin poltica; el Gobierno del Zar haba dado ya a entender que sus posesiones se extendan hasta la isla de Vancouver, pretensiones que confirm en septiembre de 1821, en que un decreto del Zar prohibi a los extranjeros el comercio y la pesca en aquella zona.

    El g9bierno ruso dispona de una libertad completa en la direccin de su poltica exterior; apenas haba_ de tener en cuenta a Ja opinin pblica rusa: la masa campesina era amorfa; . la nobleza, con es$sas excepciones, permaneca sumisa a la Corona; la burguesa, muy dbil numricamente, no tena medio alguno de exp:-esar su opinin. Sin duda el Zar sufra la influencia de aquenos que Je rodeaban; a causa de la lentitud de las comunicaciones, vease obligado a delegar en Sllls agentes gran parte de las iniciativas; y estos abusaban, frecuentemen-te, de ello. Pero la decisin dependa nicamente de l: en ninguna otra p;irte el soberano desempeaba un papel tan decisivo.

    En 1815 Alejandro I tena treinta y ocho aos. Reinara an -otros diez. Su inteligencia era brillante, pero superficial; y Ja singularidad de su carcter resultaba evidente. Sus rasgos dominantes eran la va-nidad, el orgullo 'casi enfermizo; padeca locura de fama, el deseo de unir su nombre a una gran empresa y de que se le considerase como el jce de una Europa regenerada. Pero no era estable ni seguro; pa-saba por perodos alternativos de mstica exaltacin y de depresin: era capaz-as lo atestiguan todos los que se le aproxlmaron-de una corazonada, sobre todo cuando .esta poda servir a su propia gloria: y, no obstante, incluso cuando parece que se dejaba llevar por ella, no perda de vista los intereses de su poltica. "Detrs del aparente abandono del emperador, S:! ocultan siempre la astucia y el clculo", observaba e1 embajador francs. Consciente o no, esta doblez era, en todo caso, bastante para despertar la inquietud de los otros gober-nantes. Pero eran fundadas tales inquietudes? En realidad, de los documentos rusos no se desprende que Alejandro I hubiera acariciado los ambiciosos proyectos que sus contemporneos le atribuyeron; ni siquiera se hallaba completamente seguro de la solidez d su Imperio, no obstante la potencia de su ejrcito; tema ver reforzado el hl(Jque de las tres potencias signatarias del tratado de 3 de enero de 1815 O). Por ello conceda gran importJ.ncia a la actitud francesa, que le pa-reca destinada a servir de contrapeso a Austria o a Gran Bretaa.

    ( ll Va,c tomo J. pg. 105R.

  • 21:1 TOMO ll: llL SIGLO XlX.-Dli 1815 11. 1871

    Debemos creer que acariciase otras miras de mayor alcance y que proyectara formar una agrupacin de potencias atlnticas (Espaa y Estados Unidos incluidas) contra Gran Bretaa 7 Esta tesis, sostenida en una obra reciente (1), exigira confirmacin por documentos preci-sos. Ciertamente, Alejandro 1 tena inters en ampliar el concierto de potencas y extenderlo al otro hemiserio, ya que, en Europa, corra el peligro de enfrentarse con una resistencia conjunta de Austria y de Gran Bretaa. Pero tal eventualidad no poda ser bien acogida por la poltica inglesa, deseosa de tratar separadamente-para conservar su libertad de accin en los asuntos martimos y coloniales-las cues-tiones europeas y las extraeuropeas. Por otra parte, Alejandro I no hizo tentativas en este sentido hasta. noviembre. de 1818. Parece tra-tarse -Oe una simple maniobra diplomtica ocasional. Cmo habra podido el Zar conciliar un entendimiento con los Estados Unidos con su poltica de la misma poca en las costas americanas del Pacfico y con el apoyo que se propona prestar a Espaa en la cuestin de las colonias americanas? El fracaso de esta tentativa era. pues, clarameme previsible. Es legtimo construir, sobre una tentativa ligada a cir-cunstancias temporales, una interpretacin nueva de la poltica e'xtt:-rior rusa?

    Nicols I, que subi al trono en 1825, cuando tena verntinueve aos, _era diferente por completo. Tena aspecto seora!: estatura elevada, rasgos enrgicos y mirada penetrante. Abrigaba ideas firmes respecto a la marcha de los asuntos de Estado, y tambin clara con-cencia de sus deberes de soberano. Pero su inteligencia era simplista. Convencido de que reinaba por la gracia de Dios, se vio confirmado en su sentimiento autocrtico por su formacin, casi exclusivamente mi-litar; la insurreccin decembrista-que le pareci amenazar el trono en el mismo momento de su advenimiento-dej en su espritu un re-cuGtdo imborrable. "La revolucin est en las puertas de Rusia; pero yo juro que no entrar mientras yo tenga un soplo de vida." Detestaba aquella revolucin, no solo bajo su aspecto antidinstico, sino en el d~ una mera reivindicacin liberal. La monarq4a constitucional, r-gimen falso, le pareca tan temible como la repblica. Cmo po-dran permitirse los sbditos crticas y objeciones a la voluntad del soberano, inspirada por Dios?

    Al. igual _que su poltica interior, la exterior se caracterizaba por una rigidez inquebrantable. Para evtar el peligro de una penetracin en Rusia de la influencia de las ideas occidentales, no era suficiente vigilav la entrada de libros extranjeros y restringir al mnimo la con-cesiqn de pasaportes a los sbditos rusos; necestbase, asimismo, adoptar medidas conducentes a evitar que la revolucin triunfase en la Europa central. Pero tal preocupacin ofensiva no le haca abando-nar la idea de llevar a cabo, en provecho del Estado ruso, una accin

    (l) La de Pirennc, cll~da en la Bibliog.rafa.

    11, HOMllliliS DE. ESTADO Y POL!T!Cil.S.-Lil.S MONARQU!il.S 11.DSOLUTil.3 29

    ofensiva contra el Imperio otomano. Soaba, pues, con destruirlo? En aquel instante, no era tal su objeto. Rusia podra obtener, induda-blemente, Constantinopla, en caso de hundniiento total y de reparto del Impero otomano. Pero estara en disposicin de asegurar el ac-ceso al Mediterrneo, es decir, el dorilino de 1os Dardanelos? Se ex-pondra, en tal caso, a una guerra gerieral; que era preciso evitar. Me1or sera explotar, en provecho de los intereses rusos, la debilidad de la Puerta otomar,ia, y obtener, mediante presin diplomtica o ar-mada, resultados parciales.

    Las iniciativas de Rusia no cesaban de despertar, en Ja Europa res-taurada, la preocupacin de las otras potencias.

    La posicin del Imperio austraco era, por el contrario, conserva-dora. Los tratados le haban adjudicado i.Jna preeminencia en la Con-federacin germnica y una rnfluentia decisiva en los estados italia-nos. resultados que consideraba suficientes. Sin duda. podra soar con una expansin hacia los Balcanes; pero all se enfrentara con los intereses rusos, rompiendo as el entendimiento entre las grandes po-tencias, que segua siendo necesario. El Congreso ele Viena estableci un equilibrio conforme a los intereses del Imperio; y lo que deba desear la myinarqu danubiana era el mantenimiento del statu qua.

    Tal era l poltica del canciller Metternich. En plena madurez (cua-renta y dos aos en 1815), gozaba de gran pre.tigo. No obstante, no era un espfntu superior ni un temperamento vigoroso. No terHa opi-niones profundas sobre el mtindo en que viva; ignoraba la fuerza dei sentimiento nacional y el religioso, tanto ms cuanto que solo estaba en contacto con la alta aristocracia; vacilaba ante las decisiones gra-ves; y crea fcilmente en la virtud de la contemporizacin. Pero posea dominio sobre s mismo. sangre fra y dotas intelectuales; cul-tura extensa, facultad de asimilacin, finura, fcil exposicin de ideas y opiniones brillantes e ingeniosas y habfa adcjuirido una experiencia de los hombres de Esrndo y de las situaciones polticas, de la que se serva, en las negociaciones. con eficacia. Lo que desconcertaba en l era el contraste entre la finura de espritu y la tendencia a construir teoras rgidas. Aquel' maestro de compromisqs no cesaba de confe-sarse adepto a los principios de la filosofa poltica; y se complaca en declararse inmutable en sus ideas fundamentales, sin duela porque estimaba necesano oponer una doctnna a las ideas de la Revolucn francesa.

    Metternich crea que el Congreso de Viena haba establecido un "!quilibrio en las relaciones internacionaJ~s entre las potencias. que to-dos los gobiernos tenan inters en mantener. Por qu deseaba aquel reposo de las mismas? Porque le persegua el recuerdo de la gran crisis en la que el Estado austraco estuvo a punto de zozobrar antre 1805 y 18 l O. Su fundamental preocupacin era mantener el orden so-cial contra la amenaza de un despertar del esprltll de rnbversin. No

  • 30 TOMO II: l!L S!OLO XIX.-OB 1815 A 1871

    era la revolucin "la r.ieor desgracia que puede ocurrir le a un pas" 7 Toda tentativa para establecer, incluso legalmer.,e, un rgimen liberal -y con mayor razn, democrtico-le pareca contener. en germen,

    graves peligros, pues demcratas y liberales "hacen la cama a la re-volucin". La reivindicacin del derecho de las nacionalidades--en la que vea, nicamente, una fantasmagora-no era menos peligrosa, pues pona en tela de juicio la estabilidad de los estados. Las grandes potencias podran, mediante su intervencin concertada-s permanecan solidarias-ahogar aquellas amenazas; pero cmo se podra evitar el renacer del espritu revolucionario si dicha solidaridad se quebrantaba 7

    Esta conviccin no se hallaba determinada nicamente por el es-tado de espritu o el temperamento del canciller. Obedeca, tambin. a las circunstandas. Los medios de accin militares de Austria no xi-dfan compararse con los de Rusia. Las condiciones de la poltica in-terior austraca no permitan exigir un gran esfuerzo del pas; el sentimiento de cohesin nacional apenas poda existir entre xiblacio-nes diferentes por Ja lengua, las tradiciones y Ja religin; lo nico que facilitaba un lazo de unin era Ja dinasta, creadora del imperio, y que se apoyaba en la burocracia, en Ja Iglesia catlica y en la alta nobleza; pero tenfa buen cuidado de evitar, incluso en estos crculos, la manifestacin de un espritu pblico; el rgimen policaco. ampliado a partir de 1817, trataba, sobre todo, de impedir la manifestacin -e incluso la formacin-de una opinin c..Qlectiva en relacin con la gestin de los asuntos pblicos, de Ja cual el gobierno tena, a su juicio, la responsabilidad exclusiva. Pero aquel gobierno careca de organiza-cin. coherente y no disxina de .fuerza. L.os complicados y enredados engranajes de Ja pesada mquina no reciban el impulso de un jefe nico. Metternich no era jefe del gobierno. y aunque frecuentemente interviniese en cuestiones de poltica interior, no mandaba en aquel terreno, donde, a partir de 1826, se enfrent con la influencia rival de Kolowrat. La situacin financiera fue siempre precaria; el gobierno no se atreva a incrementar los impuestos. por temor a suscitar el descontento; y, para obtener los fondos suplementarios que necesita-ba, acuda a emprstitos bancarios, que agravaban el peso de la deuda pblica y aumentaban el dficit. El emperador Francisco II (que rein hasta 1835) segua los asuntos de cerca: pero con un espritu estrecho, hostil .a toda innovacin. Era una paradoja que aquel estado senil y arcac;~ siguiese conservando en Europa un pap! de primer orden.

    E.n aquella poca, Prusia no podfa desempear un papel compara-ble .1al de Jos otros grandes estados: con sus once millones de habi-tan tes, no dispona an sino de una fuerza ele segundo orden., Necesi-taba tranquilidad para digerir sus anexiones territoriales; para resol-ver, sobre todo. las delicadas cuestiones planteadas por la asimilacin de Ja provincia renana. No obstante. la monarqua de los Hohenzollern abrigaba otras ambiciones, clelimtaclas en el mapa y respaldadas por el patriotismo prusiano. Tena, necesariamente, que pensar en realizar

    11: HOMBRP.S DB ESTADO Y POLITICAS.-LA ORAN BIU!.TAA 31

    la unidad geogrfica, de sus territorios, es decir, la unin entre Bran-deburgo y Westfalia,. separados por el pasi.llo del Weser, en donde se hallaban los territorios- del Hesse-Cassel, del Hannover meridional, del ducado de Brnswick y los minsculos principados de Waldeck y de Lippe. Era lgico que quisiese asegurarse un xito territorial en el mar del Norte, a expensas de Hannover y de Oldemburgo. Poda pre-ver, por ltimo, el momento en que le fuera factible oponerse, dentro de la Confederacin germnica, a la preponderancia austraca, reconci-cida por el estatuto de 1815. Pero, por el momento, tales objetivos no estaban an a su alcance. El Acta federal protega la independencia de los principados del Weser. Hannover estaba ligado a la corona inglesa; y as seguira hasta 1837. Y Prusia no se bailaba an en condiciones de rivalizar con Austria en Jos asuntos alemanes.

    Ei estado de nimo del rey reforzaba tal prudencia. Federico Gui-llermo III permaneca dominado por el recuerdo de los aos de p.Ue-ba; y la ansiedad no le abandonaba, porque an consideraba posible el desquite francs. Tampoco ignoraba la debilidad de su Estado, con-glomerada de provincias, cuya cohesin aseguraban solamente la co-rona, el ejrcito y la burocracia. l Cmo despertar un espritu pblico, un sen ti miento colectivo 7 Para reaVzar la fusin de aquellos territo-rios dispares, er'.1 preciso llegar a establecer una forma de represen-tacin nacional? Esta fue la solucin preconizada, en 1815, por Har-denberg, primer ministro; pero el ministro del Interior y el de Polica se opusieron; el Estado, apenas constituido, no podra soportar un rgimen que permitiera la expresin de una oposicin poltica. El rey vacil. no solo porque era desconfiado y detestaba todo la que se sa-liera de lo ordinario, sino tambin porque, en su deseo de mantener estrictamente. el carcter protestante de su Estado, tema facilitar la ocasin a los catlicos renanos para tender la mano a los catlicos de la Prusia polaca. Admiti, corno mximo, en 1823, la institucin de estados provinciales; pero aplaz indefinidamente el establecimiento de una Constitucin. Aquella tendencia conservadora. asemejaba su poltica a la de Metternich.

    H. LA GRAN IJRETAfiA

    Las condiciones de la poltica exterior inglesa eran muy diferentes. Gran Bretaa necesitaba conservar la libertad :le trfico de las rutas martimas con el fin de asegurar la importacin de las materias pri-mas necesarias para su industria y encontrar mercados de exportacin en Europa y fuera de ella. Su polftica tena, pues, a la vez, un horizonte extraeuropeo y otro continental.

    En sus relaciones con los otros continentes no reconoca rival, pues era la nica potencia europea poseedora de un gran imperio colonial, por sus puntos de apoyo en el mundo entero y por su indiscutible su-premaca naval. Pero, en sus relaciones con el continente europeo. se

  • 32 l )MU 11: EL SIGLO XIX.-. le. 1815 A 1871

    sena menos .firme, debido a la carenciil de medios militares. La solu-cin ms sencilla y ms conforme a su tradicin insular sera p

  • 34 TOMO 11: E.L SIGLO XIX.-01'. 1815 A IG71

    intermedia, prudente, porque desconfiaba de las tendencias democ~ticas y no experimentaba simpata alguna por los regmenes absolu~1~tas. Cannng, que le sucedi de 1822 a !~37, despus ~e haber dm-gido, como miembro del Gabinete. la .oficma 1de _1~ India, se mostr menos desconfiado hacia las tendencias demorrat1cas: y, por otra parte, era hostil al espritu de areop~go y. a los mtodos de. los con-gresos, pues crea que aquellas reuniones internac~m1ales podan pro-porCionar ocasin a los grandes estados del ?ontmente para .fi:mar su solidaridad. Canning observaba con desconanz.a tal cntencUm1ento entre las potencias continentales y trat de destruirlo. .

    Despus de tres aos de vacilaciones, el Foreig.n Offzce encontr,. partir .de noviembre de 1830, un. jefe de gran calidad, y lo conservo, salvo durante unos cuantos meses. hasta 1841. En el momento en que Palmerston tom posesin de su cargo tena cuarenta '! cin?o ~os. Era miembro de la Cmara de los Comuns desde hacia casi vemte, y durante la crisis napolenica ocup un puesto ministerial importan' te: el de secretario de Guerra. Aunque en. su circunscnpc1n e.lecto_ral mostraba apariencias de tribuno; se hallaba profundan;ente mflu~do por los rasgos de la alta arstocraci;i, a la que pertenecla, convencido de que esta tena el deber y el derecho de gobernar a Inglat~rra. Sus dotes eran notables: seguridad y agudeza en sus puntos de vista: ca-pacidad de trabajo, que Je permita asombrar a sus mterlocutores. por lo extenso de sus conocimientos, su fuerza de voluntad y su rapidez de decisin. Pero su manera de conducirse resultaba ruda, desagra~able con frecuencia, porque su. expresin .era altiva y sus conversacio: nes y sus escritos adoptaban un .t?no de segundad .absoluta, como s1 estuviera convencido de su mf alzbzlzdad. Los extran1eros le reprocha-ban su orgullo, su arrogancia. su gusto apasi.onad? por la controversia, en Ja que hallaba ocasin para mostrar su mgemo; pero todos le .te-man. Tales rasgos de su carcter y de su ter;iperamento .1~ hacian adoptar iniciativas en todos los campos de accion de la poh ti ca exte-rior, ms all todava de aquellos que interesaban directamente a la Gran Bretaa.

    11!. FRANCIA

    Aunque vencida, Francia continu .siendo el ccnt~o de la poltica interncional por su situacin geogrfica, por el nr;i~ro de sus ha~tantes (29 700 000 en 1815) y por Ja fuerza proselitista de que dio

    mue~tras durante ms de veinte aos. Tratada de poner ~n. t.el~ de juicio el estatuto territorial que fuera establecido en su pequici? ! La eventualidad ele otra explosz'n inquietaba _sm ces.ar a Jos ?obiernos europeos. La garanta proporcionada por la ocupacin extranera esta-. ba limitada a cinco aos, plazo fijado por el segund? tratado de Pa-rs; pero, de hecho, no dur ms de tres, pues los alzad~s teman que su prolongacin agravase el descontento por la ocupacion, y compro-metiese Ja estabilidad de la monarqua restaurada. A partir de 1818,

    11: HOMBWS DE l!STADO y POLmcAS.-FRANC!J\ 3.5

    Francia recobr la autonoma de su poltica exterior y reorganiz su ejrcito. Cules seran en adelante sus objetivos?

    El gobierno de la restauracin se hallaba necesitado sobre todo de prestigio. La pesada tara que sufra era la de haberse c~loca~o en la estela del extraniero. Deba, pues, pensar en dar una sat1sfacc1n a la opinin pblica y consolidar sli autoridad moral. Tal era el anhelo de los ultrarrealistas, que deseaban una gran poltica extranjera, si bien la conceban en funcin de su poltica interior, es decir, del triunfo de la contrarrevolucin. Pero los ministros no estuvieron interesados en satisfacer este anhelo hasta 1'827 (unos-los moderados. el duque de Richelieu sobre todo--, porque seguan intimidados, preocupados por tratar a Ioglaterr_a con miramientos: otros-tal el caso de Villele-, porque teman las cargas financieras que necesariamente acompaan a una accin militar) .. Entre este personal gobernante, que desconfiaba de las seduccio'nes de la imaginacin y de los riesgos de una avenq,p-a. Chateaubriand era una excepcin, y sus iniciativas no significaban sino un intermedio. Unicameihe en los ltimos aos del reinado de Carlos X cambi el espritu de l!- polftica exterior, pues el gobierno; amena:i:ado por una oposicin liberal ms activa, sentfa como nunca la necesidad de conseguir la adhesin de la opinin pblica, aunque lo persiguiera en la direccin en .que no tema encontrar una decidida resistencia. Sin embargo, en una ocasin se apart de la prudencia necesaria y so con discutir el estatuto territorial establecido en 1815, en caso de que pudiese contar con f!l concurso de Prusia y el de Rusia. Pero ello no fue sino una voluntaa antojadiza; todo lo ms, un sondeo (1).

    Despus de la cada de Carlos X, la sacudida que provoc en una parte del continente la revolucin de julio abri nuevas perspectivas a la poltica exterior francesa, y se quebrantaron las bases del estatuto territorial establecido en 1815. No haba llegado ei momento de apro-vecharse de estas circunstancias para borrar el recuerdo de las derro-tas, para que Francia volviese a la adopcin de la iniciativa y acaso al papel dirigente de la poltica europea 7 Tal era el anhelo de una im-portante fraccin de la opinin pblica, sobre todo en los partidos de izquierda. No obstante, e1;a necesario sealar matices. La oposicin republicana p_odfa fcilmente estudiar una guerra de propaganda revo-lucionan'a para liberar a los pueblos, ya que no corra el peligro de tener que cargar con las responsabilidades del poder y de rc;alizar su programa. lo que importaba, sobre todo, era la actitud de aquellos que, entre los mantenedores de Ja monarqua burguesa, impulsaban a la accin exterior-los hombres del Partido del movimiento, los miem-bros de la izquierda dinstica-. En la primavera de 183 l, Odilon Bar-rot afirm en la cmara de los Diputados que no deseaba la guerra por la guerra, puesto que no ignoraba los peligros que originara un posible conflicto para la libertad y la civilizacin; acept incluso, de

    (1) Vase ms adclanlc, pilg. 87.

  • 36 TOMO 11: EL SIOLO XIX.-DI! 1815 A 1871

    hecho, los tratados de l815; pero aadi que Franca no deba adhe-nrse a una poltica de rw intervencin ni tolerar que otras potencias atent~r~n contra el dere ~ha de los pueblos. No invocaba las afinidades 1deo/og1cas, sno solame lte los intereses franceses en los pases veci-nos, que habra que d' tender con las armas, si fuere preciso. Los mismos moderados, aun prefiriendo limitarse a una accin diplomtica, declararon que no retrae ederan ante el empleo de la fuerza si la dig-nidad de Francia lo exig :era .

    . Este .rebrote de , ~acic nalismo francs estaba contenido por el rey. Luis Felipe era pac1f1co ior temperamento y por conviccin. Conoca todos los peligros a que Francia se vera expuesta si acometiese una poltica de aventuras; s iba tambin que las divergencias entre las grandes potencias-;-aumentadas an desde la subida al poder, en In-glaterra, de un Gabinete liberal-no impediran el restablecimiento de una solidaridad contra Francia, s1 estimasen que la mona,rqua de julio amenazapa la paz. El rey no cesaba de moderar, personalmente, las iniciativas de sus ministros.

    As, pues, Francia fue prudente durante todo aquel perodo; resul-tado que no se haban atrevido a esperar sus vencedores en I 815.

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  • 38 TOMO rt: BL SIGLO XlX.-DB 18!5 A 187!

    ''Aspira~ione.s filantrpicas, ocultas \baj0 la mano de la religin", dijo Mett~rmch. Y Gentz .consider el tratado como una nulidad pollica.. Equivale esto a decir que no sospecharon -que el Zar conduca un frente de apostolado de apariencia anodina y una maniobra poltica 7

    ?Fuero~ engaados? No; en Viena y en Berln el_ tratado parecfa 1~ofens1vo porque no contena clusula alguna que significase obliga-cin para los contratantes y porque se limitaba C"' suma a una decla-

    raci~n ele principios. Por ello, los gobiernos austraco y prusiano no consideraron necesario presentar objecin alguna al proyecto del Zar, Y I~ con~edieron una corts adhesin que halagaba su vanidad, El gabinete ingls se mostr ms reticente. A Castlereagh le hubiera agradado hacer fracasar aquella manifestacin de "sublime misticis-mo", no solamente porque el tratado _era una "insensatez", sino porque poda tener resultados perjudiciales en cuanto estaba abierto a la ad-hesin de Francia. Como no haba logrado tmpedear el proyecto, de-seaba que Gran Bretaa se mantuviera apartada de l, amparndose en los principios constitucionales ingleses, que prohben al soberano firmar solo un acta internacional; el prncipe regente se limit, pues, en carta personal al Zar, a declararse de acuerdo con los sentimientos de que se hada portavoz el tratado.

    Realmente, el porvenir dara la razn a Gentz: el pacto de 26 de septiembre de 1815 apenas desempeada papel alguno en las relacio-nes internacionales, no obstante el hecho de que el trmino Santa Alianza se convirtiese en el lema de una poHtica. El papel activo co-rrespondi a la iniciativa inglesa.

    Castlereagh deseaba mantener, Ja solidaridad entre los vencedores en inters de Gran Bretaa y para impedir cualquier tentativa de des-quite francs; pero deseaba tambin encuadrar a Rusia, cuyas ambi-ciones tema. El medio para ello era renovar el tratado de Chamount, con las modificaciones a que obligaba la restauracin en Francia. Tal era, en octubre de 1815, la sugerencia inglesa: una alianza de los Cuatro contra Francia,

    Durante las negociaciones entre los aliados, se ampli el proyecto, a iniciativa del Zar. En lugar de una alianza dirigida exclusivamente

    contra Francia, Alejandro sugiri que el acuerdo fuese considerable-mente ~mpliado: las cuatro potencias se garantizaran tnutuamente el conjunt6 de sus posesiones: afirmaran tambin el dereGJho de ejercer una vigilancia en los asuntos interiores de los Estados y a intervenir colec.tivamente para reprimir las tentativas revolucionarias. Para coor-dinar su accin, los gobiernos de los cuatro Estados celebraran con-ferencias peridicas.

    Tales concepciones resultaban demasiado amplias y vagas para el gusto de Castlereagh. El gabinete ingls se limit a una garanta co-lectiva de las fronteras fijadas por el segundo tratado de Pars; es decir, a una proteccin establecida contra Francia, y rehus extender sus compromisos al conjunto del estatuto territorial. Rechaz, pues,

    llI: LAS l'RlMl!.RAS AMi'ONAZAS.--'EL SISTF-MA P.UROPllO D'E. 1815 39

    el proyecto de una ntervc1cin colectiva destinada a garantizar la estabilidad interior de los Estados; solamente deba , intervenirse en caso de que la paz general fuera amenazada por revueltas revolucio-narias. No obstante, del programa ruso se retuvo la idea de reunir conferencias entre los representantes de los estados vencedores; pero se vaci esta idea :de su contenido por las restricciones que significa-ba para la accin colectiva. Cules fueron los motivos de su actitud 7

    La oposicin que manifest a una vigilancia de los asuntos inttrio-res de los Estados respondfa ciertamente al e~tado de nimo de los medios polticos ingleses. Por qu Gran Bretaa, dotada de un rgi-men. constitucional y parlamentario, se haba de asociar a un plan que tendiera a proteger en el continente los regmenes de monarqua ab-soluta? Pero no le preocupaba solamente aquella cuestin de princi-pio; pensaba, sobr'e todo, en la situacin de Francia, en donde la Car-ta de 1814 estableci un sistema poltico inspirado en el rgimen inals, aunque caracterizado por una mayor independencia del poder ejecu-tivo respecto a la representacin nacional. No hara el proyecto ruso que las potencias tomasen partido en las dificultades interiores que, sin eluda, comportara el funcionamiento de las instituciones francesas? Castlerc;igh no deseaba lanzarse por aquel camino; no saba por qu medios y en provecho de qu intereses sera ejercida tal accin.

    Es menos fcil de comprender por qu la poltica inglesa se pro-nunci contra un proyecto de garanta general del estatuto territoriai. Ya que Castlereagh tema las ambiciones de Rusia, no tendra inters en ligar al Zar por una promesa y tomar las medidas propias parn asegurar su respeto, llegado el caso? S desech aquella solucin fue, sin duda, porque no quera imponer a Gran Bretaa responsabilidades o cargas demasiado pesadas en los asuntos continentales y porque con-taba con que Austria y Prusia seran $Uficientes para impedir un in-tento de penetracin rusa en la Europa central. Pero tambin pudo ser porque, en defecto de un pacto general de garanta, las potencias europeas adoptasen, unas hacia otras, una actitud de inquieta vigi-lancia, y que tales rivalidades dejaran a Gran Bretaa mayor libertad de accin. Esta es, no obstante, una interpretacin muy hipottica.

    Pero Ja posicin de Gran Bretaa bast para hacer fracasar el pro-yecto ruso, ya que Metternich no apoy fas sugerencias del Zar. El canciller austraco tema, sin embargo--al igual que Alejandro-, los movimientos revolucionarios, y vea en la estabilidad interior de los Estados una condicin' indispensable para el mantenimiento de la paz general; pero desconfiaba de la poltica rusa y no quiso proporcionar-le medios pari intervenir--

  • 40 1'0M
  • 42 TOMO 11: EL SIGLO XIX.-DE 1815 A 1871

    EstEl deseo unnime de los aliados era ver en el poder a los elementos realistas moderados; la tarea de estos se presentaba difcil, y aquellos tenan inters 'en ayudarlos. La presencia en el poder del duque de Richelieu, presidente del Consejo desde el 24 de septiembre de 1815, les satisfaca. Richelieu, que durante la ocupacin haba vvido en Rusia y all habfa sido gobernador de Odesa. posea la confianza per-sonal del Zar. Por tanto, fue aceptado de buena gana, porque tena . reputacin de ser moderado y leal, y se haba hecho merecedor de tal confianza abstenindose de cualquier tentativa de enfrentar a unos aliados con otros. Y cuando el presidente del Consejo se encontr con la oposicin de los ultrarrealistas, que haban logrado mayora en la Chambre ntrouvable. Inglaterra y Rusia se pusieron de acuerdo para aconsejar a Luis XVIII Ja disolucin ele la misma (septiembre de 1816). Las _nuevas elecciones concedieron mayora a los moderados. La situa-ci11- interior de Francia pareca, pues, afirmada, en 1817, en el sentido quy los aliados deseaban.

    El duque de Richelieu se aprovech de aquel respiro para tratar de establecer la independencia de la poltica exterior francesa. Sus dos objetivos inmediatos eran obtener la evacuacin del territorio, sin tener que esperar el transcurso del plazo fijado por el segundo tratado de Pars, y conseguir que los alhdos admitiesen la entrada de Francia en el concierto europeo. Cmo lo consigui 7

    Para decidir a los aliados a la evacuacin anticipada del territorio

    Il: LAS PR!Ml!Jl.AS AMENhZAS.-fOLITICA DE !NTERVENCION 43

    francs, el gran argumento que esgrim~ era de poltica in~erior. Al prolongar la ocupacin-deca-. los aliados imponen a la poblacin cargas financieras, obligaciones materiales y morales, que contribuyen a aumentar el nmero de descontentos y a afpentar, eLreserttimiento contra el vencedor, favoreciendo, en consecuencia, el resurgir del esp-ritu revolucionario. Los aliados, no obstante, vacilaban, porque se pre-guntaban si el gobierno francs no correra el r\esgo de ser derro"cado por un. movimiento bonapartista o republicano, el dfa que perdiese la proteccin de las tropas extranjeras. Los ultrarrealistas no hadan nada para vencer .dicha vacilacin; ms bien la confirmaban. Vitro1les aconsej, incluso--en nota dirigida a Wellington, comandante de las tropas de ocupacin-, el mantepimiento .de esta, pues si faltare--de-cia--Ja revolucin sera inevitable. Verdad es que otros-Bertier de Sau-vgny entre ellos-declararon desear la retirada de las. tropas -extran-jeras; pero con qu reticencias l La insistencia con que seal~~n Ja inestabilidad de la situacin interior francesa. tenda a agravar la in-quietud de los aliados y a contrarrestar los deseos de Richelieu. Entre estos realistas, Ja pasin poltica preyaleca sobre el inters nacional. Ante las contradictorias afirmaciones del president~ del Consejo y de sus adversarios franceses, Wellington se decidi a enviar investigado-res para que estudiasen el estado de la opinin pblica y valorasen sus nesgos. Aquella encuesta le hizo pensar. en la exactitud de los argu-mentos de Richelieu. En la primavera de 1818, Jos gobiernos de las cuatro potencias victoriosas se mostraron dispuestos a seguir el con-sejo de Wellington. Este asunto, pues, quedaba arreglado en principio, a reserva .de la ntegra satisfacci'n de la indemnizacin de guerra. Cuando decidieron convocar la Conferencia de Aquisgrn, primera de las reuniones previstas por el artculo 6. del tratado de 20 de noviem-bre de 1815, los aliados aceptaron incluir en su orden del da la reti-rada de las tropas de ocupacin; y tai solucin se acept sin mayor dificultad .

    No se veran obligados los aliados. despus de la evacuacin, a revisar su poltica respecto a Francia? Era la Cudruple Alianza, es-tablecida por el tratado de 20 ele noviembre de 1815, necesaria an, en vista de que los aliados reconocan el buen comportamiento del Gobierno francs? Era an oportuna la repulsa forfIAulada contra Francia? Tan pronto como qued resuelta la cuestin de la liberacin del territorio, el duque de Richelieu pidi a los aliados la admisin de Francia en el grupo de las potencias dirigentes. "Si se concediera esta s;it isfaccin al amor propio nacional-dice-, se consolidara la mo-narqua." Crea tambin seguro el xito de los moderados en las elec-ciones, en perjuicio de los ultrarrealistas. Pero Ja desconfianza de los aliados pareca impedir el xito de aquel proyecto. La poltica ru;,a cleseaba hacer entrar a Francia en el concierta europeo para que sir-viera de contrapeso a Inglaterra y a Austria. Gran Bretaa preferira m;i ntener la repulsa de J 818 hacia Francia, no tanto porque con ti-

  • TOMO 11: EL SIGLO XIX.-r-DI! 1815 A 1871

    n_uaba creyendo :::n d peligro francs, sno porque tema una colabora-cin ru~o-ftancesi1. Dicho temor era compartido por Austria y Prusia, que esttm~ban, n i obstante, que se agravara el peligro si se rechazase la ~retenstn. trances~: el gob~~no francs. decepcionado, podra en-

    ~onces orientarse hacia una poht1ca de "alianza particular con Rusia". tn las Conversac:ones de Aquisgrn se lleg a1 un compromiso, el 12 de

    ~~tubre de 1818. Por una parte, el Zar acept mantener la Cwidruple ianza: los cuatro. :e compro.metieron, pues. a mantenerse solidarios,

    en caso de r_eap~nc10n del. peligro de un desquite francs. Por la otra, el gobierno mgle " consmtl en admitir a Francia en las conferencias previstas por el

  • 46 TOMO ll '. EL SIGLO XIX.--DB 18 l 5 A 18 71

    espaolas .. ms all del mbito europeo 7 ('l). No pretenda Alejandro mostrar. a\ mundo que la paz dependa solo de l. y tambin dejar establecida la preponderancia rusa en la poltica internacional?

    L.a sugestin del Zar ha_ba sido, pues, descartada por simple pre-t~nc1n. en la declaraczn frnal de la Conferencia de Aquisgrn. Solu-cin fc:l, ya que las molestias revolucionarias no se manifestaban an. Pero cuando estas amenazas pasaron a formar parte de la realidad in-mediata, la proposicin rusa volvi a ser atendida; y, de hecho se aplic la po!~ica de intervencin. Por tres vees-en el Congreso' de Troppau (d1c1embre de 1820), en el de Laybach (enero de 1821 l y e1'. el de Verana. (v;rano de 1822)-las potencias se lanzaron por el camrno que haba 111d1cado el Zar, no obstante las reticencias de Gran Brctafia: accin contra la revolucin de Npolcs. en donde Austria fue encargada de una intervencin armada, en inters del orden eu-ropeo; decisin de restaurar en Espaa el poder ele Fernando VII. me-dia~te una intervencin armada de Francia. Por qu Austria, que babia ~egado su apoyo, en Aquisgrn, al principio ele intervencin, lo fav?rec1a ahora 7 Por qu se asociaba Francia a aquella poltica? Por encima de las maniobras diplomticas, tales preguntas se imponen a nuestra atencin. -

    El ca~1bio de opinin de Metternich se explica fcilmente. En la conferencia de Aquisgrn la poltica de intervencin se encuadraba en el plan d~ una alianza general, que haba parecido sospechosa. Pero, des.aparecida ;sta consideracin. ~ principio era aceptable. Y la revo-luc11; de N~poles amenazaba d1rectamente los intereses austracos. Pod1a Austria abandonar al rey de las Dos Sicilias, que, por el tratado sec~~to de, 21 de junio de' 1815, le haba prometido no adoptar reforma polit1ca alguna con las instituciones monrquicas tradicionales? Tal abandono comprometera toda la influencia austraca en Italia. No es, pues. ~orprende?te que, en este caso. Metternich estimara indispensable n;curnr a una mtervencin armada. En principio, no obstante, estara bien dispuesto a hacerlo por propia iniciativa, sin invocar los intere-ses colectivos de Europa. En la poca en que comenz la revolucin napolitna, estaba a punto de ahogar los movimientos espordicos que se producan en Alemania. Se guard bien de mezclar en este asunto al conjunto de las potencias: en la Conferencia de ;Carlsbad haba

    establ~cido. mediante un acuer~o directo con Prusia y los prncipes alema,nes, las bases de la represin. En 1820, el Acta de Viena inter-pret? el pacto federal de tal suerte que la Dieta tendra, en lo suce-sivo, el derecho de intervenir, en ciertos casos. en los asuntos interiores de los estados alemanes. Tambin el canciller austraco estara dis-puesto a restablecer el orden por sus propios medios en la cuestin italiana: despus de haber tomado las precauciones de asegurarse de que ninguna de las otras potencias reconocera al gobierno napolitano

    (l) Vase ms adelanlc, el Cap. V.

    11!: LAS ll'l'UMP.RAS AME.NALAS--POLfTICA OR INTl"IWENCION 47

    salido de la revolucin. Por qu0 someter la cuestin a un Congreso y dar as a los otros estados ocsin de eJCpresar sn punto de vista en la solucin de un asunto de inters primordial para Austria? Si, no obstante, el Gobierno austraco se vio obligado a aceptarlo as, fue porque el Zar aprovech la ocasin para volver a adoptar--e impo-ner-su plan de

  • 48 TOMO 11. EL SIGLO XIX.-DE 1815 A 1671

    tema compromete. a Francia en una nu . . . . . movimento preten la basarse . . .... estton hnanc1era. Pero aquel

    1 . umcamente en los int f

    no en os principio : de la intervencin l, f C ereses ranceses, cuestin espaola nte el C co ec iva. uando se plante la

    ' ongreso de Ve 1 Gobierno francs a sus plenipot . . f rana as rnstrucciones del

    1 encianos ueron las de d .

    c1auva a guna, no s. ilictar n aceptar d no a optar mi-de .ccin de Franci.t, que no estab d~n mu11 ato, reservar la libertad tancias de las poten :ias de la S ta ~~mesta a hacer la guerra a ins-de la necesidad de una inte an. ~ C1~nza y deseaba ser nico juez . . . rvenc1on. 1erto es q d . m1ciat1vas personale de Mathi' d M ue, espues de las

    eu e ontmorency b as rnstrucciones recibidas el . s t . que so re pasaban

    , a un o tomo otro as t p por _pura nece:sidad S convirti el Gobier f . pee o. ero solo las potencias. ne resig l nicament dno ra?ces e.n mandatuno de la resistencia que el ( ;abinete i gl~ cuan ? se VIO ?bligado a ello, ante paa, para asegurarse . le que ll~ga~s 1oma a tal rntervencin en Es-Tambin hizo resaltar que ~scoge : e.l m~mento, no se vera aislado. d .. c r.a e mismo la fecha d l

    1c1 n. uando, en ener) de 1823 Lu XV . e a expe-relaciones diplomticas ~an Es '- s h. III ~nu?c1 la ruptura \le las tura adoptada por los t~es est~~~ dno l l~o s1qu1e~a alusin a Ja pos-ocupacin fue que todo a 1 s e a anta Alianza. Su gran pre-empresa francesa. que asunto conservara el carcter de una

    En estas dos ocasiones las nicas . . tervencin. el desarrollo 'de i . en. qu~ se aplico la poltica de in-F

    . ' s1tuac1on mternaci l f . rancia y Austria estaban dis b ona ue analogo;

    d puestas a o rar por pro . . . ,

    margen e toda decisin colectiva. 1 . . p1a m1ciat1va, al a la iniciativa del Zar. no obsta' t a reun10n de un Co~greso se deba s1st en conceder un' mandat n e, su resultado efectivo nico con-

    o europeo a las dos t preparaban a llevar a cabo la int ' . po encias que se La actitud de ambas fue determi er~enc1 n .srn esperar dicho mandato. El Gobierno austraco quera sal:~ a ~or mtereses, no po~ principios. El francs quera mostrar que e aguar ard su preponderancia en Italia. militar en Europa del qu r capalz . e volver a ocupar un rango z e se aprovec iana en ~ !' .

    ar no obtuvo ventaja directa al una. u ~ .1t1ca rntenor. El los que esperaba sacar partido e~ se' ui1:ro establec10 !''.ecedentes de En resumen: en lo que se d. 11 g p~ra su poht1ca balcnica. el principio de intervencin c~e~~i ama~ pol1t1ca d.e la Santa Ali unza. retumbantes no sirvi ms que d va, ~1 Ien fue afirmado en frmulas b D ' e mascara a maquiw .

    ras. urante todos aquellos con r l . . ac1ones o rnamo-cuestiqn de palabras; de hecho s~l~sos, e b mteres. europeo fue solo res d~ los estados. , canta an los mtereses part1cula-

    ~ro la nocin misma de la acci l . cho:por la actitud del Gobierno in n cEo ect1va fue puesta en entredi-b d 181

    , ges. n octubre de 1815 .re e 8, Castlereagh haba manifestad . y en octu-

    t10nes del Zar y a la idea de t . . o su res1stenc1a a las suges-los estados. y haba impuest n ervenc1ond en. los asuntos interiores de cambio d ' . 0 su punto e vista. Y cuando, debido al

    e oprn1n de Austna y Francia, se aplic la poltica de nter-

    1: . .

    .

    ti ~. [ l' f

    -------------- --

    111, LAS P!UMl!HAS AMENA2AS.-POLITICA PE !NTERVENCION 49

    vencin, no se resign a aceptarla: el Gabinete ingls decidi tomar partido, resueltamente, contra los principios de la Santa Alianza. y formular aquellos en que se inspiraba. Su nota de 5 de mayo de 1820 seal una fecha en la evolucin del sistema europeo.

    La alianz