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Reportajes. Volumen I

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Page 1: Reportajes. Volumen I

1968

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Eugenio Evtushenko, el rebelde de la revolución

Eugenio Evtushenko nació en Zima, una estación iberiana, el 18 de julio de 1933. Sus antepasado eran

rudos campesinos, revolucionario . Su padre un inte­lectual de profesión geólogo, lo mismo que u madre, quien era también cantante. Eugenio tenía cinco años cuando se divorciaron.

"Pero no por razones política: eran eres diferentes, opuestos", dice el poeta en u Autobiografía preco-;..

-Si reconozco que mi padre me inculcó de de la primera infancia el amor a los libros, no e. toy menos reconocido hacia mi madre por haberme enseñado a amar la tierra y el trabajo. Creo que soy medio intelec­tual y medio campesino.

Vivía en un mundo de ilusiones

El poeta pasó su infancia en la biblioteca paterna en­tre lo clásico de la literatura universal; digamo que acuno su ueño en el infierno del Dante, en los dra­ma de Schiller, en el humanismo de Tolstoi, en las fan­tasías de Dumas y Cervantes. Eso autores marcaron en alguna forma su futura vocación.

-Se puede imaginar qué ensalada se hizo en mi ca­beza. Vivía en un mundo de ilusiones, sin ver nada ni a nadie a mi alrededor.

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El lamento de las sirenas

En 1941 los alemanes invadieron a Rusia, el poeta fue evacuado de Moscú a Siberia. Tenía ocho años.

-Yo era una especie de joven romántico convenci­do de que los hombres sufren únicamente en los libros. El principio de la guerra me pareció muy animado. Me gustaba mirar los reflectores antiaéreos, barriendo la noche del cielo de Moscú. Los reflectores no me daban miedo, sino más bien admiración. Me gustaban tam­bién los lamentos de las sirenas tocando la alerta aérea y envidiaba a los adultos por recibir tan bonitos cascos y fusiles, y marchar hacia el apasionante lugar de fanta­sía que se llamaba el frente.

Durante esos cuatro años el niño poeta ayudaba a los campesinos en las cosechas, a recoger hierbas me­dicinales para los heridos, y como no había papel, es­cribió una novelita en los espacios blancos de un libro de Marx y una colección de cancione folclórica don­de se le reveló "la belleza múltiple de la lengua rusa".

El espectro del terror

Su primer encuentro cara a cara con la muerte fue una noche que tropezó en plena oscuridad con do corzo muertos que su primos habían cazado y traído a casa.

-Sus grandes ojos me miraban de una manera completamente humana, como para preguntar algo. Me arrodillé, comencé a darles masajes, después soplé so­bre ellos. No ocurrió nada. De pronto, al mirar a uno de ellos, noté un hilillo de sangre sobre su frente casi in­fantil. Y me puse a llorar cálidas lágrimas, mientras se­guía estrechando a los dos corzos muertos.

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La calle me educó

En 1944 Eugenio y su madre regresan a Moscú al terminar la guerra. Ella se va a cantar al frente. Él se queda en la ciudad, solo.

-La calle me educó. Me enseñó a jurar, fumar, es­cupir con arrogancia a través de los dientes y a tener mis puños siempre en estado de alerta ... La calle me en eñó también a no tener miedo de nada ni de nadie. Me en eñó que lo principal en la vida e vencer en sí mismo el miedo a los más fuertes .

No sé qué es la electricidad

Cuando su madre regresa del frente, Eugenio in­gresa a la e cuela donde adquiere fama de rebelde y pésimo estudiante. No está hecho para vivir entre pa­redes, ni someter e al rigor frío de la di ciplina e co­lá ti ca.

-Mi curio idad por la vida me impulsaba hacia las aventura más invero ímile . Tenía un carácter difícil. Para cierta materias como la fí jea, simplemente no estab~ dotado. Todavía ahora soy incapaz de compren­der qué e la electricidad y de dónde viene. A pe ar de todo escribía bien. casi sin errore , aunque encontraba innecesario aprender la leye muerta de la gramática.

La escuela de la gran ciudad

Simplemente estaba dotado para otro destino. la poe­sía, y obedecer irresistiblemente a su llamado.

-Desde mi banco, bajo el retrato de Stalin tenía la mirada fija en la ventana y soñaba en escaparme hacia otra escuela, la escuela de la gran ciudad que significaba

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la nieve y los cigarrillos, el combustible de los coches y los cálidos "pastelillos" de los vendedores ambulantes.

Jamás olvidaré aquella noche

Para liberarse de los bichos, el atribulado poeta se aleja en la estepa en busca de una cantera para asearse. El poeta llora de asco, de compasión hacia sí mismo. Así lo encuentra una campesina y lo arrastra a su choza donde lo consuela y lava sus ropas .

-Desnudo, solo, temblando de asco y de frío, me aborrecía a mí mismo. Tuve la impresión de que las mismas ranas de la cantera me miraban con desprecio.

-Ella levantó el cobertor y se deslizó cerca de mí: contra el mío su cuerpo vigoroso guardaba un perfume de madera cortada y de jabón. No olvidaré jamás aque­lla noche ... Desde ese día, sé que no hay en el mundo nada más valioso que la inimitable, magnífica conmo­vedora ternura femenina. I

Poesía y fútbol

La otra pasión en la vida del poeta es el fútbol. En su juventud fue un portero de porvenir, pero gracias a un malhadado incidente se eclip aron su sueño de a tro de las canchas. Otra estrella lo per eguía.

-En la noche escribía versos; durante el día jugaba fútbol. .. El ruido de la patadas contra el balón de cuero me parecía la más embriagadora de las músicas ... era un placer verdaderamente poético ... Por extraño que pueda parecer, he creído siempre que el fútbol tiene algo en común con la poesía. El fútbol me ha enseñado mucho en la vida, y más tarde en mi lucha literaria.

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Me sentí genial

Al fin de un rechazo sistemático de sus colaboracio­ne en redacciones de periódicos y revistas. El Deporte Soviético acoge uno de sus poemas y decide publicar­lo. ¡La gloria en letras de molde ~

Detesto la vida tranquila

Su madre se oponía a que fuera poeta. sabía la tradi­ción trágica y atormentada de los poetas rusos , y temía que su hijo tuviera el mismo fin de MaiakovslG y E se­nin que se habían suicidado.

-Mi madre me suplicaba incesantemente que me interesara en algo "serio". Mas. para mí. lo "serio" era precisamente la poe ía ... Mi madre encontró un argu­mento supremo contra mi porvenir poético: "la poesía nunca te dará una vida tranquila. ni dinero '. Pero yo detestaba la vida tranquila, con la misma fuerza que desprecio el dinero .

Ruptura y piojos en el Asia

Este poeta que detesta a muerte el conformismo y el dinero. . que sin duda piensa como Proudhom que la propiedad es un robo. no tarda en ponerse en pugna con la autoridad y ser expulsado de la escuela a causa de un incidente trivial en el que era inocente -se ha­bían robado las calificaciones. El director de la escuela lo acusa. él protesta que nada tiene que ver en el asun­to . Su madre trata de que pida perdón al director para ser admitido nuevamente, pero Eugenio se niega: "re­husaba humillarme por un delito que no había cometi-

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do". En vez de arrodillarse salta al techo de un tren de carga con rumbo al Asia, en busca de su padre que diri­ge una expedición geológica. "Había decidido conver­tirme en un hombre independiente '.

Su padre, para ayudar a su ideal de independencia. le aconseja que oculte su identidad para no ser tratado con privilegios. Eugenio acepta guardar el secreto y un puesto de simple peón en la expedición. Tenía quince años , pero "aprendí a no sentirme delicado. Una vez descubrí con espanto que tenía piojo ' .

-A las siete de la mañana arranqué de manos de un vendedor el primer ejemplar de El Deporte Soviético y pude ver, al fin mi nombre impreso bajo un poema. La tierra tembló bajo mis pies. Me sentí genial. Compré cincuenta ejemplares en el kiosko, y blandiéndolo triun­falmente, me precipité a ca a. Cuando le mo tré mi obra, mamá no encontró má que este cumplido: 'Mi pobre hijo, ahora estás perdido definitivamente" .

Un gol del poeta contra el portero

A causa de su primer poema, tenruna in gloria la ca­rrera deportiva de Evtushenko. El diario le pagó 350 ru­bIo de honorarios, y para celebrar su triunfo se va de fiesta con un amigo y dos chica . Al amanecer lo dejan en su casa como un racimo de plátanos. En pleno delilio recuerda que a las diez tiene cita en el estadio para exhi­bir su dotes de portero.

- Me instalé en la portería, pero era incapaz de se­guir el juego. Veía dos o tres balone a la vez y no blo­queaba ninguno. El entrenador vino a verme un poco inquieto. "¿Amaneciste enfermo?' , me preguntó cor­tésmente. Pero al sentir mi aliento, lanzó gritos de in­dignación: "A la diez de la mañana, completamente

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ebrio. j Un chiquillo de quince años! Odio vivir en se­mejante siglo". Mi carrera de futbolista terminó allí. sin gloria.

Rusia perdió un portero, j pero el mundo ganó un poeta!

Un viaje alrededor del mundo literario

A partir de su fracaso como futbolista, Evtushenko se empeña a fondo en la lectura de lo grande mae­tro entre los cuale lo apasionan tremendamente He­mingway, Joyce, Freud, Hamsum, Proust, Steinbeck Saint-Exúpery. Federico Nietzsche.

-Sentí un verdadero dolor físico cuando supe que 10 fasci ta habían tratado de utilizar la obra de Nietzs­che como arma ideológica.

-Quedé anonadado por la grandeza e piritual de La montaña mágica, de Thoma Mann, montaña con -truida con las piedras del sufrimiento humano.

- Pero sobre todo fue el mundo de la poesía el que me apa ionó. Me embriagaba con la grandeza Whitman. la exuberancia de Rimbaud, el trágico desollamiento de Bau­del aire, la hechicería de Verlaine el pedantismo de Rilke, la per picacia de Elliot y la abiduría campiñana de Frost. ..

-Las frases difíciles de Tolstoi, fuertes como el gra­nito la reflexiones plenas de finura de Chejov, compa­rables a hojas de otoño, los arranques nerviosos de Dostoiev ki, todo eso me hizo de cubrir al fin la belle­za de la lengua rusa y la profundidad de mi herencia.

Los esclarecedores del porvenir

El poeta publica su primer libro en 1952. Se llama Los esclarecedores del porvenir. Tiene diecinueve años.

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El libro fracasó: demasiado estético, preciosista, formal. Definitivamente no era su camino lo abandona con desolación y amargura. Él mismo reconoce el error. Era "sólo palabras que nada tienen que ver con la vida .. . comprendí de golpe, con gran claridad, que no podía servir de nada ni a nadie. Todos mis ritmos y todas mis metáforas caían en el vacío".

Crimen y castigo

Una noche, errando desesperado por la ciudad abrumado por el pe o intolerable "del salario de la mentira" , el poeta se detiene a mirar desde el puente las aguas del Moscova y decide, en un acto de hone -tidad admirable, arrojar al río el fajo de billetes que le habían pagado por derecho de autor. Al liberarse de su culpa por una expiación tan sencilla, el poeta re­cupera su pureza, el respeto por sí mi mo y por la poe­sía. Se presenta, reo arrepentido ante el tribunal de su propia conciencia , y destruye la prueba del delito . En e e momento Evtushenko era el nuevo Raskolnikov que mata u alma para re ucitar a la vida y ocupar su lugar en el mundo de los hombre: "Me entía culpa­ble ante el mundo entero .

El poeta se casa con Bella

En una reunión de poeta y estudiantes, Eugenio conoce a Bella Ajmadúlina, una poeti a que sería des­pué u esposa. El amor hacia Bella le entró por los ojo, por el alma y por la fe en la revolución.

Ante esos bellos ojos expliqué que era necesario salvar a la juventud de la incredulidad y el pesimismo. purificando nue tro ideal revolucionario . Nue tro

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deber de poetas era abastecer de armas ideológicas a todos esos jóvenes para que pudieran servirles en su combate por el porvenir. Y los ojos de Bella me com­prendieron y me dieron la razón. Poco después nos ca­samos.

El dandy de la juventud nihilista

Eugenio Evtushenko es actualmente uno de los jó­ven e poeta rusos con más audiencia en su país y en el mundo. Sus recitales reúnen multitudes de jóvenes, su voz desata un delirio, un fervor, un misticismo vital y revolucionario. La juventud 10 tiene como un ídolo de sus rebeliones, de su ímpetu creador. Él interpreta u sueños y sentimientos.

Los críticos estereotipado recelan de su libertad y u de bordante prestigio . Lo censuran agriamente , a

veces quisieran confinarlo en el silencio o en la ago­biante di ciplina "reali ta de la Sociedad de Escritore . Pero él odia la frontera fí icas e intelectuales. Sueña que algún día la patria de la re olución erá por e o mi mo la patria de la libertad. Y no sólo ueña como un ideaJista, sino como un poeta de la acción .

Su adver ario del viejo estilo e taliniano qui ieran noquear al joven campeón de la poe ía oviética con in­sultos denigrante que en ez de abatirlo consolidan u fama. Se le ha dicho que es el "Jefe espiritual de los ma­leante , "Ídolo de las señoritas poco exigentes", "Un dandy de la juventud nihilista", Amante del desenfre­no", "Lírico de alcoba" y 'Falso revolucionario". Pero la juventud y el pueblo creen en su poesía. A su vez, el poeta tiene fe en sí mi mo, en su pueblo, y en el porvenir de la revolución. Su poesía esta íntegramente al servicio de esa fe y de esos ideales.

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La ruta de los entusiastas

Con este título que es best-seller en Rusia, el poeta abre el ciclo de una nueva era de libertad y fe en el porvenir: "En ruso la palabra poeta es casi sinónimo de 'combatiente'''.

El poeta cierra su Autobiografía precoz casi con un juramento en el que se percibe el propósito irrevocable de conquistar nuevas fronteras, y avanzar con una fe militante por los caminos del socialismo, "la patria in­ternacional de los hombres buenos". Esa esperanza es también una firmeza de que los espectros del pasado no regresarán a tiranizar el alma del pueblo ruso, ni a des­velar sus sueños.

Los poetas de todo el mundo estamos con él. -Estoy orgulloso de no ser un mero espectador sino

participar en la lucha heroica de mi pueblo por su por­venir. Pienso que lo tengo todo por delante, y que mi pueblo también 10 tiene todo por delante.

Así es y piensa "el poeta maldito de la Plaza Roja", como 10 definió París Match. Pero Zhénia no se iente maldito: ' on lo dogmáticos lo que me maldicen".

Sí Zhénia canta para que Stalin duerma en su tumba eternamente ...

Evtushenko el poeta de la voz y el martillo

Quisiera poder, en el curso de mi vida, incorporar a mis poemas el aliento de los demás sin renunciar a mi propio 'yo'. Por otra parte, estoy convencido de que el día en que perdiera ese "yo", perdería al mismo tiempo mi facultad de escribir.

.. , La patria no es un término geográfico o literario, ino la imagen de hombres vivos. Desprecio el nacionali -

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mo. Para mí. el mundo entero se compone sólo de dos naciones: la de los hombres buenos y la de los hombres malos. Soy patriota de la nación internacional de los hombres buenos.

La lengua es como la nieve, en la ciudad siempre está cubierta por el polvo y el hollín de las fábricas. Sólo en los campos y en los bosques permanece total­mente blanca.

Para ser poeta no basta saber e cribir poema e necesario también ser capaz de defenderlo .

A mi juicio, el dinero ha sido siempre y e aún, el arma maldita de la esclavitud. Cuando no se tiene, es la e clavitud de lo hombre tratando de procurárselo. cueste lo que cueste, para vivir. Cuando se tiene, es otra forma de esclavitud: la ob e ión de conservar o aumen­tar e a pose ión.

Me parecía incompren ible extraño, que cierto hom­bre , con el carnet del partido comunista en el bolsillo, amaran de tal modo el dinero. En mi espíritu, la pala­bras comunismo y desinterés son inónimos.

El pan no p drá reemplazar el ideal para quien no lo tien~; pero el ideal puede reemplazar el pan. Tal es a mi juicio, la naturaleza del hombre. Y estoy convencido de que únicamente los grandes ufrimiento engendran los grandes ideales.

Así como e injusto juzgar al cri tianismo por los inquisidores. sus falsos sacerdote , sus fariseos, de igual modo es imposible confundir la gran idea comunista con la acción de algunos oportunistas y neo-inquisido­res que han tratado de acapararla ... Para mí, un comu­nista no es cualquier hombre, y su calidad no tiene nada que ver con la regularidad de] pago de sus cuotas al partido.

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El poema puede ser simple o complicado, pero debe tener una cualidad indispensable: ser necesario a sus lectores. La verdadera poesía no es un hermoso coche deportivo que corre en un circuito cerrado. Es necesa­rio compararla más bien a una ambulancia que se arroja a través de las calles para salvar a alguien ...

El ardor optimista, si carece de fundamento , no po­drá ser el motor de la acción humana.

Nuestros críticos literarios defendían aún la teoría de 'la ausencia de conflicto en el mundo socialista" . In­tentaban demostrar que en la vida soviética, el conflic­to no podía existir entre los malos y los buenos, sino únicamente entre los buenos y los mejores.

Para los artistas, las loas a Stalin eran más el refle­jo de su íntima tragedia que la manife tación de su bajeza.

El estalinismo es la teoría que con idera a los hom­bres como simples engranajes de una gran empresa industrial. Aplicada a la vida esta teoría dio resultados terroríficos.

Stalin era lo contrario de Lenin. La base de pen a­miento del creador de la República Soviética puede re­sumirse en su máxima: "El comunismo debe e tar al servicio de los hombre ". La convicción de Stalin era justamente la inversa: "Todos los hombre deben e tar al servicio del comunismo".

El antisemitismo me ha sido siempre odioso. Prime­ro porque creo en la enseñanza de Lenin má que en cualquiera otra co a. Despué , porque soy un verdade­ro ruso.

El crimen más grande de Stalin no fue el terror, los arrestos y la exterminación de su víctimas. No, el cri­men de sus crímenes fue la descomposición de las al­mas humanas .

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Maiakosvki pudo afirmar que su pluma valía más que una bayoneta. Todos lo tiranos en Rusia han con­iderado a lo poeta como u peore enemigo.

De la fe ciega a la incredulidad total. no ha más que un paso.

Las época de grande transformacione histórica no son. sin duda, propicias para las arpas. En estos pe­ríodo la gente prefiere el sonido de la trompeta.

Tengo amigos entre lo comuni ta de la edad de mi. padre y con ello me iento má cómodo que con cierto jó ene de mi edad que huelen ya a naftalina. La juventud interior no conoce frontera entre la gene­ra ione .

Bori Pasternak actuaba ante los hombre no como un ser humano sino como un perfume, una luz, un su­surr .

Pa ternak amó a u paí no tuvo jamá intención de negarlo. Ciertamente hubo co a que no llegó a com­prender: pero no fue por mala voluntad: implemente no podía entenderla.

El realismo e a pe ar de todo la forma uperior del arte ... Sé que hay mucho charlatane e peculadore en el mundo del arte moderno, pero también he apren­dido a distinguirlo de lo verdadero artista quienes, hone tamente y a menudo con genio, bu can camino nuevo . Sé también que e nece ario er totalmente dog­mático para hablar de eso. arti tas como de "lastres de la burguesía" .

Se te insulta y e o no es muy grave ' pero e te ama: e o es una obligación que tú no tiene derecho a despil­farrar.

"Únicamente escribe la verdad, hijo, únicamente la verdad ... Bú cala en ti mismo y dala al pueblo: búscala en el pueblo y ponla en ti '.

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U n verdadero marxista es un hombre en constante formación.

No tendría respeto por mí mismo si me contentara con criticar a los demás.

Maldito sea Stalin: ¡duerme aún en nuestras almas! Pero creo que hace falta estar ciego para no ver los

gigantescos cambios producidos en nuestro país des­pués de la muerte de Stalin. Desde 1953 vivimos una auténtica revolución espiritual compleja y que exige mucha paciencia y energía. La minoría dogmática, vie­ja o joven no puede nada contra esto, pues la mayor parte de los soviéticos, sobre todo los jóvenes, están ligados a las ideas de progreso y están dispuestos a ha­cerlas tri unfar.

El poeta tiene el deber de presentarse a sus lectores con sus sentimientos, sus pensamientos y sus actos en la palma de la mano. Para tener el privilegio de expre­sar la verdad de los demás debe pagar el precio: entre­garse, sin compasión, en su verdad.

Cromos, N°. 2.625. Bogotá, 4 de marzo de 1968, pp. 22-26~

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Cochise

El Corazón de Jesús má feo del mundo e tá en el Barrio Simón Bolívar: Cra. 84 A N°. 37-6, de Medellín.

En e a ca a vive Martín Emilio Rodríguez Gutiérrez, alias Cochise.

El cuatro vece Campeón Nacional de Cicli mo, Medalla de Oro en Winnipeg, y otros re onante triun­fos internacionales.

Con los campeones no tengo buena uene. Cuando doy al chofer la dirección, me lleva a otro barrio, al otro extremo de la casa que bu ca.

De pués de perdernos en un laberinto de nomencla­tura digo al camarada conductor que e a dirección e donde vive Cochi e el campeón de cicli mo.

-Si me lo dice al principio lo llevo como un tiro. Son las seis y media de la noche. Estoy atrasado media

hora. Frente a la ca a del campeón hay un Volkswagen estacionado, recién briliado. Toco el timbre.

Aparece una eñora con cara de mamá. -¿Está Cochise? -Sí, entre. Ahí mismo queda la sala de recibo. Al fondo el co­

medor. Ese que está comiendo debe ser él. Digo: "hola". Él dice: "ya me iba a ir". Yo digo: "entonces llegué a tiempo".

Me siento en un sofá rosado, chillón. Ese Corazón de Jesús me aturde con su llamarada en el pecho ame-

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nazando quemar toda la casa, su propia melena. Luce recién salido de la peluquería, la barba rubia debe oler a Jean Marie Farina. La melena se precipita en un raudal de bucles engominados con glostora. No es un Cristo Redentor. Es una lámina para decorar un salón de cos­méticos de Max Factor.

Las lámparas chorrean de los cielo rasos una luz ce­gadora. Hay terracotas, porcelanas feas pero baratas. Al lado de un conjunto de ballet clásico, hay un bigotudo horrendo fumando una pipa, o un cerdo barrigón que sirve de alcancía.

Frente a la sala está el barcito prefabricado, lleno de bandera y colorines. Todo delata el mal gusto del pro­letariado burgués.

Por una escalera se sube al segundo piso, donde es­tán los dormitorios. La televisión está prendida. Una emisora muele música de pachanga a todo vapor. Es una casa muy animada por dentro.

La Hora Calmadoral anuncia que son las 6 y 45. Mi hombre llega al fin. Se para al frente sin mirarme. Como no dice nada me levanto y le doy la mano. Él se escarba con la uña una tinta de carne que se le quedó enredada en los dientes. Sigue in decir nada, como a mil kilómetro de distancia. Este campeón parece difícil de entrevistar. Su tontería o falta de hospitalidad me desaniman bárbaramente.

Mientras se pre ta al diálogo lo observo: es un tipo alto, mide un metro con ochenta pesa 75 kilo buen mozo, de aspecto ingenuo pero viril. Vi te un bluyín azul, camisa bicolor, irradia el esplendor propio del éxi­to y la buena salud.

Nada enturbia su mirada ni su frente: ni el pensa­miento ni una nube de tristeza.

Acaba de cumplir veintiséis años. Nació el 14 de abril de 1942, en Guayabal, el barrio de los tejares de Medellín.

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Cochise / 497

Ese debió ser un barrio muy pobre en su tiempo, sin agua, sin luz, sin alcantarillas, un vivero mortífero de plagas.

Los campeones suelen nacer en esos barrios proleta­rios con muchas mangas mucho barro, muchas penas, mucha miseria dentro y alrededor.

La mamá de Martín es una viejita que está ahí enta­da oyendo sin mirar remendando algo. Con un aire tier­no y beatífico. Se llama Gertrudis Gutiérrez. E viuda. No abrió la boca sino para confirmar la fecha del naci­miento del hijo.

El padre de Cochi e llamaba Victoriano Rodríguez, pero murió a lo once días de nacer el campeón, con lo cual la pobreza se umó al dolor de su llegada al mundo.

En total son ei hijos: tre hombre y tre hembras. Estudió hasta quinto de primaria. Dejó los e tudios

para trabajar. Su primer oficio, naturalmente, tenía que ver con bicicleta: cobrador en un gabinete de odontólo­go . E to profe ionale lo e timularon en su v cación. Hoy lo llaman "lo Cochi e" por u culto idolátrico al campeón.

Luego trabajó como "de pachador ' en Caribú, aforan­do caja y bulto de mercancía. Un obrero del montón.

Empieza a tomar en erio el cicli mo, entrena, parti­cipa en competencia regionale: como turi mero . Se apunta el primer triunfo en la Doble a San Pedro.

Participa en una Vuelta a Colombia, el máximo evento deportivo y ocupa el sexto lugar. E un buen presagio.

Cada año se acerca un poco má a la meta y la glo­ria, y por varia vece se clasifica subcampeón.

Hasta que se corona por fin y repite la hazaña cua­tro vece con ecutivas, sin rival a la vi ta para di putar­le la corona. Este año se verá.

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Con la fama llegan los privilegios, los patrocinios. De los sótanos de mercancía asciende a empleado de las oficinas de la empresa. Le pagan por no hacer nada, o muy poco. Pero debe hacer acto de presencia como todo el personal. Puede disponer del tiempo que nece­sita para entrenamientos.

Como la hinchada ocupa todo el tiempo el conmuta­dor de la fábrica, el gerente Gabriel Ángel decide que se quede en casa, que sólo vuelva a cobrar el sueldo. Inclu­so, le propone que funde un pequeño almacén para que atienda a u clientela, y le ofrece créditos y garantías.

Cochise funda el Almacén Cochise, donde vende blue-jeans Cochise. Por cada bluyín que vende encima un autógrafo. Es un éxito, bate el récord de ventas de los grandes almacenes. Una hermana del campeón y su colega Papaya Vanegas, lo administran. Él hace acto de presencia dos horas por la tarde, de 5 a 7.

Su patrón se preocupa y piensa que su patrocinado dejará de ser un día campeón, pues esa es la fatalidad de la gloria: no ser eterna.

Por esa razón, el doctor Ángel le co tea profesores a domicilio para que le enseñen co itas y hagan del cam­peón un ciudadano útil a la sociedad en el futuro. En us horas libres, Martín estudia historia patria, inglés y

ortografía. Afortunadamente su cultura patria no se le nota ni

por el forro, pues si lo meten de lleno en la sintaxis se caerá del galápago.

La sublime virtud del campeón radica, precisamen­te, en su absoluta animalidad, en su poder irracional. Nunca en saber qué diablos es un sufijo lo cual sería la ruina de su carrera deportiva.

Para cumplir esas hazañas hay que tener cerebro de plomo, alma de torero, y pies de oro.

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El único enemigo que tiene Cochise, e el tiempo. Un año de estos lo derrotará la edad, nadie más.

El ciclismo es su vida, su gloria, lo que más ama. A eso lo sacrifica todo: amor. fiestas, diversiones, muje­res. No fuma no bebe, no parrandea. Se economiza Ín­tegramente para la hora de la verdad: j la victoria!

Se levanta a las 7 de la mañana, desayuna, monta en la cicla. Entrena 5 horas diarias. Va y viene por todas las carreteras, por todos los climas. Corre en llanos. en su­bida , en bajada, en frío, en caliente.

A la una de la tarde regre a, e baña. almuerza, duer­me dos hora . E tudia con su profe ore . Luego e va para el Almacén Cochise a ver cómo anda el negocio.

A las 7 de la noche regresa al hogar. L:ome, va un rato donde la novia o ve televi ión. A las diez está ron­cando.

Así todo lo días, invariablemente. durante año . Es una vida heroica y a cética la de lo campeone. El pre­cio de su gloria es renunciar a lo privi legio que da, pue de lo contrario no erían campeone .

El reportaje no duró una hora como e taba previ too sino cuatro.

Pue por la ca a del campeón de filan ecino. hin­cha , deportista . Esa noche, un bu estacionó en la ca a con 50 pa ajero . Venían de un pa eo dominical. Que­rían verlo, conocerlo, admirar u trofeo, pedirle un autógrafo.

Subían por tandas al egundo piso donde e tún la copas, la medallas y todo e o .. Doña Gertrudi e pu o activa, vigilante. para que no se fueran a robar nada.

A Cochise se le despertó el seductor, galanteaba inocentemente a las chica de minifalda o bluyine . A las bonita les deCÍa "mamacitas". Me llamaba la aten­ción para que tomara nota de su éxito.

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500 / Reponajes

-Oíste, ¿VOS qué opinás de este bomboncito, ah? La chica ríe como un perrito agradecido, es decir, como una perrita, y al saborear el elogio deja ver el cobre de su belleza: le faltan tres dientes.

Como debían oler a paseo de día entero, la cosa no me entusiasmaba, francamente. Para que no pensara que yo era un maldito envidioso, le seguía la corriente: "Oh, divino el bomboncito".

Cuando el paseo se marchó y la casa quedó oliendo a salchichería, una mezcla de olores amotinados. Pero el campeón estaba feliz de haber abrazado a sus "bom­boncitos '.

Un perro vino y se echó en mitad de la sala. Era grande y manso. El campeón lo acarició con cariño.

¿ Cómo se llama? Blek. Pensé en William Blake. ¿ Blake? ¿ Como el poeta inglés? No, "Blek". Aunque no era negro, sino café con leche, pregunté

si "Black". No, hombre, "Blek , ¿cuántas veces te lo tengo que

repetir? Cochise me trató como a un "lagarto" a quien está

haciendo el honor de conceder un reportaje. Nunca me llamó por mi nombre. En realidad, no sabían quién era yo: nadaísta poeta, "Aliocha' y todo eso. A veces se ponía furioso con alguna pregunta que le parecía ab­surda, o que no entendía. Entonces me regañaba. Decía frases paisas de uso popular que yo no entendía bien, como "ni piper " o "ya voy Toño".

Sin embargo, me ofreció una cerveza. Dije que pre­fería mejor un aguardiente. Él dijo: "Vos sí sos exigen­te, ¿no?".

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Cochise /501

Fue al barcito, sacó varias botellas de whisky sin descorchar para notificarme que en materia de licore no le ganaba nadie. Me ofreció un whisky. Antes de que se enojara acepté. A última hora cambió de idea y dijo que si prefería un Tequila Cuervo, purito de Méxi­co. Me estaba de lumbrando con su bar.

Está bien lo que sea Me trajo una copa rebozan te y e quedó ahí de pie.

mirándome. El trago es una tontería, nunca bebo. Puse la copa en la mesa y anoté: "no bebe". Oye, ¿por qué te llaman Cochise? Despué te digo, tómate primero el tequila a ver

qué tal. Como era una orden mu amable. le obedecí. Yo

abía que en el fondo tenía un corazón de oro. Vacié la copa de un 010 trago ... ¡Rayos! No había

ni una gota dentro del cri tal. Miré la co a extrañado. sin comprender. El líquido seguía ahí sin derramar e. Entonces el campeón se tiró al tapete a morir e de risa. feliz de haberme ga tado una broma. La copa tenía do­ble fondo, era un juguete.

"Blek", al ver a su amo como un condenado epilép­tico, se puso a ladrar con ganas de darme un mordisco. Él gritaba "¡te la hice! ¡Te la hice! , ¡ja ja, ja!".

Me dio gana de romperle la copa en la cabeza pero ólo dije: "buena esa, campeón", y me reí de rabia.

(¿Qué má podía hacer, don Camilo? ¿No cree que uno. a pe ar de er tan buen escritor. e merece por lo menos el Premio Nacional de Periodismo?).

Cuando se calmó, trajo una copa de verdad. y la bo­tella de Tequila Cuervo. Esta vez yo mismo me serví un auténtico trago doble. y juré que me bebería la botella entera aunque tuviera que emborracharme.

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502 / Reponajes

Bueno, ¿ de dónde salió eso de Cochise? De La flecha roja, una película de indios. Así se lla­

maba el protagonista, un tipo legal. Por eso yo me puse Cochise.

Después de Cochise, ¿ a cuál ciclista colombiano admiras más?

A Rubén Darío GÓmez. Ahí donde lo ven tan chi­quito y "camina' . A Hernán Medina. A Papaya Vane­gas. A ver a quién más ...

¿ A Ramón Hoyos no? Ah sí, Ramón ... (Por alguna secreta razón o rivalidad, noté que le

tiene bronca al ex campeón). ¿ Cuál es tu máxima aspiración deportiva? Ser campeón mundial de los cuatro mil metros. ¿A los cuántos años te piensas retirar? Cuando decaiga. ¿ No crees que es mejor retirarse invicto que de­

rrotado? El deporte no es sólo triunfar sino competir. Pero, ¿ si este al10 no llegas de primero sino de

quinto ... ? ¿De quinto? ¡Ni piper! ... (ofendido). ¿ Por qué no? En deporte todo es posible. A Ramón

Hoyos le pasó. Yo soy Cochise, yo me conozco, sé hasta dónde doy. Claro, eres el jet de las carreteras, pero aún aSÍ ... Puede que hasta de segundo ¿pero de quinto? En

todo caso esta será la última vuelta en que participo. ¿A qué te piensas dedicar? Me gustaría competir en Italia y Francia. Cuando re­

grese me dedicaré al almacén y pondré un tallercito con la ayuda de Dios.

¿ El ciclismo te ha dado plata?

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Cochise / 503

Qué va, hombre, todo se va en fama, en fotos, pero la "lana" no se ve.

¿ y esta casa de dónde salió, y el carrito, y el alma­cén y el sueldo de Caribú y cuánto tienes en el banco?

Eso no me lo dio el ciclismo sino mi trabajo. Yo 10 que tengo lo he sudado.

De acuerdo, pero si no fueras campeón todavla es­tarlas aforando bultos en Caribú con mil pesos de suel­do.

No niego que Caribú se ha portado bien conmigo y por eso oy fiel. Pero, ¿qué me ha dado Antioquia? ¡Nada! A Ramón sí le dieron, pero a mí sólo me piden el autógrafo. a í, ¿la fama para qué?

¿ Cuánto ganas por la Vuelta a Colombia? Cuatro mil mugres. eso no paga sudar la gorda. An­

tioquia ha sido tacaña conmigo yeso me ofende. Por ejemplo, cuando trajimos todos los trofeos de México el año pasado, el alcalde de Bogotá nos regaló de a diez mil. En cambio en Medellín nos salieron con la migaja de dos mil. ¿No ve?, nadie es profeta en su tierra.

Pero eres profeta en Colombia: el aílo pasado te eli­gieron el deportista del aiio, o ea, diez millones de colombianos son hinchas tuyos. ¿ Por qué no te lanzas de candidato a senador en las próximas elecciones? Estoy seguro que saldrías elegido.

¿ y yo qué gano con eso? Pues hombre, ganas gloria, te enciman die-;. mil

pesos mensuales por 110 hacer nada. Ah por diez mil pesos ni hablar. ¡listos! Cuenta con mi voto} el de "los bombonGÍtos ". ¿ y tu

novia? No hablemo de eso. ¿Cómo se llama? Lía Correa.

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504 / Reponajes

¿ Te piensas casar? Natural, como todo el mundo, no me voy a quedar

de reliquia. ¿ Cuándo? Ahora es temprano para pensar en eso. Primero el

ciclismo. ¿ Te casarías con una reina de belleza? Yo soy modesto. una reina no se fijaría en mí. ¿ Por qué 110? Eres campeón, eres famoso, tienes

"pinta ", tienes almacén, ¿ qué más quieres? No. reinas no. La que algún día sea mi e po a debe

ser una mujer legal. ¿ Cómo es una mujer legal? Pues una que sirva para e posa. mejor dicho. que ea

virtuosa. hogareña, que no u e minifalda ni ea ye-ye. ¿ No Te gusta la moda aCTUal? Claro que sí. me gustan la chica que usan minifal­

da. e a que van a la heladería. tengo muchas amiga de esas. pero mi novia tiene que ser seria. una dama.

Según eso, ¿ las que usan minifalda no son damas? Yo no digo que no ean buena muchacha. hay de

todo. pero para mi gu too no hay como una mujer ería. que no e té mostrando la pantorrilla por ahí. ..

Veo que eres un antioqueíio de armas lOmar. Estoy seguro que tienes un santo de tu devoción.

Fray Martín de Torres. Aunque sobra la pregunta, ¿ eres conservador o li­

beral? De política no hablo. Yo . í voté una vez. pero no

digo por quién. A mí me hicieron votar. ¿ Por el doctor Carlos Lleras? No digo. Si te mandaran a hacer la guerra en Vietnam, ¿ qué

harías?

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Cochise / 505

Ya voy Toño ... ¿ y por qué voy a ir?, esa no es conmigo.

Pero suponiendo que te obligue el gobierno, la patria.

Ah, si es por la patria habría que ir. ¿ y si te matan? Pues hombre, ese sería el fin del pobre Cochise. Cassius Clay perdió su corona de campeón por ne-

garse a ir a la guerra. ¿ Qué piensas de eso? Él hizo bien, para no traicionar u religión. Pero el gobierno lo obligaba, la patria. Es que lo gringo son muy orgulloso , y ese orgu-

llo los va a enterrar, ponga cuidado y verá. ¿ Cuál consideras tu mejor cualidad? Soy sencillo; como deportista soy res pon able. ¿ y tu mayor defecto? Yo soy feíto pero gustador, ¿no vio pues? Claro, la locura .. . ¿ Qué clase de música te gusta ? La música clásica me gusta machamente. ¿ Cuáles son tu músicos favoritos ? Javier Solís y Roberto Ledesma. ¿ y entre los modernos ? Raphael. Yo bailo go-go pero no muy bien que di-

gamos . ¿ Te gusta Pablus Gallilla~o ?

¿ Gallinazo? ¿ Qué es eso? Olvídate . Cochise, ¿ cuántos libro has leído en tu vida ? A ver. .. leí uno que se llama Descanse y viva ... a

ver. .. ¡ej! qué memoria tan condenada ... arriba tengo unos libritos, si quiere lo bajo.

Me gustaría verlos. El campeón subió a su cuarto. Aprovecho para echar­

me un tequila doble y otro de repuesto.

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Bajó cinco libros: Los titanes de la música, Cómo triunfar en los negocios, Poesías románticas y uno que me llamó poderosamente la atención, no por la chica semidesnuda que adorna la portada, sino por la frase que se destaca en letras rojas y entre comillas:

"Extraordinaria, me enciende la sangre ". Nada menos que firmada por Henry Miller. Se titula

Ella, de Rider Haggard, best-seller mundial, a quien no tengo el honor de conocer.

No puede ser que una novela que le enciende la san­gre al autor de La crucifixión rosada se la encienda tam­

bién a Cochise. O Miller está loco, o Cochise es un mentiroso. Pero él asegura que la leyó en los descansos durante la Vuelta a México, y que le encantó. Como no conozco el libro se lo pido prestado.

Pero me lo devuelve. Lo prometo. Francamente me desalienta leer este li ­

brito pero no es porque dude del buen gusto de Cochi­se sino del anciano Mr. Miller.

Si te enamoraras perdidamente, ¿ dejarías el ciclis-mo por una mujer?

Ni por veinte. ¿ y si te ofrecieran medio millón de pesos? Creo que no llegaría ese caso. Supongamos que yo te los ofrezco ahora mismo ... ¿Al contado? Bueno, supongo que me darás un placito. Entonces no. La Hora Calmadoral dice que son las 10. Pido per­

miso para llamar por teléfono a un amigo a ver si puede venir en su carro a recogerme. Estará aquí dentro de quince minutos. Cochise está cabeceando de sueño.

Dice que le encantan los toros. Una vez le ofrecie­ron cuatro mil pesos por torear en una novillada en la

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Cochise / 507

Plaza de la Macarena. Toreé dos vaquitas sin tragedias que lamentar.

Sus otras pasiones son el fútbol, el automovilismo y la aviación: "Si algún día llego a tener plata me com­praré una avionetica".

Cochise, ¿ le darías la vuelta al mundo en bicicleta? ¿ Y en qué llevo la ropa, ah? Vos si que me creés

bobo -dice furioso. Tienes razón no había pensado en eso, perdona Ahí está mi amigo. Le grito por la ventana que voy

en dos minutos. Cochise abre la puerta y lo invita a en­trar. Los presento.

Hola, Cochise. Hola, "Fugitivo". El Cid me mira extrañado como preguntando qué

diablos es eso de "Fugitivo". Yo estoy en las mismas. Se ponen a hablar de carros, como no entiendo me de­dico al tequila.

Cuánto me encimas, Fugitivo, y te lo cambio al mío. No, Cochise, no tengo plata. Decime, ¿qué es eso de

"Fugitivo"? Hombre, es que te pareces al "Fugitivo' de la televi­

sión, ni pintado. Ordeno las notas, me tomo otro doble! y me levanto

para despedirme del campeón. Las cosas parecen tem­blar. Endemoniado tequila. Acerco un cigarrillo a la lla­mita trémula de la pared.

Hombre, qué estás haciendo con eso ... Enciendo mi cigarrillo. ¿Pero no ves que son las llamas del Corazón de

Jesús? Caramba, pensé que eran de verdad. Salimos a la calle. La brisa susurra en los astromelios.

Bueno, que ganes la vuelta, y gracias por el tequila.

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Oíste, ¿yeso dónde lo van a publicar? En Cromo ¿Es una revista extranjera? No, de Bogotá Ah, como es tan bonita yo pensé que no era de aquí. Con razón: si Cochise supiera quién es Gonzalo Aran-

go, o de qué país es la revista Cromos, estoy seguro que no sería el Campeón Nacional de Ciclismo.

y es mejor que lo siga ignorando si no quiere perder la corona.

Cromos, N°. 2.636. Bogotá, 20 de mayo de 1968, pp. 10- 11 , 40-45.

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Una monja revoluciona la montaña

o el diablo no exi te o yo no soy un poeta maldito. Después de una conferencia en Medellín una monja e acercó a felicitarme . Se llama Rosaleen.

De paso, me invitó a una charla con sus discípulas de literatura inglesa en el Mary Mount.

Nada menos en el colegio más aristocrático, era in­ólito. Pensé que la monjita se había equivocado de

poeta. Lo más eguro e que no sabe español, pues de otra manera no me invitaría.

Pero, ¿cómo decir no a una mujer, aunque ea mon­ja? Dije sí, con una sonrisa.

¿Andará loco el mundo o al revés? Nada de e o. Lo que .pasa es que hasta las monja están haciendo lo im­posible por desenredarlo y ponerlo a rodar sobre u descarriados rieles.

Rosaleen encarna el renacimiento de la nueva con­cepción del cristianismo. Es una monja moderna a quien ya no le basta rezarle a Dio en la soledad de un altar.

A su manera pone de moda una nueva santidad en la tierra, la santidad por el amor, la solidaridad, el sacri­ficio, y la auténtica beatitud. No la beatería.

Este reportaje se hizo en varias etapas durante las cuales compartimos la intimidad la cátedra la acción educativa en su barrio marginado, y el altar.

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Para empezar, al Mary Mount no le tenía simpatía por ser un colegio exclusivo de la alta sociedad. Esa debía ser una educación ambigua para bachillerar se­ñoritas con cartón de idiotas sofisticadas aptas para el ocio burgués, el despilfarro, el glamour y la infelicidad conyugal.

Tenía la impresión de que egresar del Mary Mount era equivalente a ser "un buen partido", pertenecer al partido de los grandes privilegios aristocráticos y eco­nómicos.

¿ Qué otra cosa podía esperarse de una juventud edu­cada con el criterio de que la vida es color de rosa, un espejismo en que mira la realidad desde la fortaleza in­expugnable de seculares privilegios, como si el destino de la mujer fuera lucir como una porcelana china?

Pero una mujer no es un maniquí, ni la vida es un té canasta de caridad.

Por tanto, la cosa más idiota y más trágica que le podía pasar a una joven, era ser educada para un desti­no de maniquí, y no de ser humano.

Pero la cosas han cambiado, están cambiando, y admito que mi prejuicio de ayer, contradice la verdad de hoy. Rosaleen sintetiza así la misión educativa: 'De­sarrollar en la mujer su dignidad de persona su con­ciencia moral y social no de sociedad".

Un viento de modernidad ha soplado en la montaña del Mary Mount, y este espíritu reformador lo están imponiendo dos monja . de la "nueva ola" 'revolucio­nistas" como se autodenominan graciosamente: Sor Rosaleen, que aun viste el hábito: y Sor Gregory, que lo colgó en su ropero.

Ellas, lentamente, están liquidando los caducos sis­temas educativos, las convenciones seculares de la mon­jería, y vinculando el aula a la vida contemporánea.

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Una monja revoluciona la montaña / 511

¿Por qué Rosaleen insiste en conservar el hábito?, le pregunté en la casita del Padre Gabriel en el barrio La Cima. Gabriel contestó por ella: "Porque es a la única monja que le luce".

El día de mi charla con las estudiante de literatura inglesa estaba programado para una tarde de dos a tres. Pero duró de tres a cinco. La profesora de química nos cedió su hora de probetas y e sacrificó por amor al arte, pues las jóvenes tenían mil preguntas y mil dudas que aclarar en torno a problema de su generación. En honor a la verdad debo decir que se interesan más por el budis­mo de los Beatles. que por los dramas de Shake peare.

El diálogo e pudo prolongar hasta el anochecer, pero en la poesía como en el amor es mejor no cansar, ni decirlo todo, para dejar a la imaginación un poco de uspenso.

Entonce descubrí su horizontes, su inquietud abierta a todos los tema u sinceridad y ausencia de prejui­cios, su disponibilidad de integrarse a la ociedad ac­tual no como maniquíes sino como personas pensante .

Me alegré por este de pertar cuya influencia será decisiva algún día en lo de tino de la sociedad y en su propio destino de mujeres.

Ese aire de renovación le ha descubierto la existen­cia de otros horizonte , de un mundo más real, má allá del club y la ventana de su cuartos, esa otra cara del espejo en que ya no sueñan en el "príncipe azul" que vendrá a re catarlas de la "prisión '. Porque también pien­san en la vida, en un porvenir donde su propia felicidad es inseparable de la tragedia del mundo. Pues ya saben que existe el dolor, la injusticia, el hambre, y que es inhumano esperar una felicidad egoísta si de cada uno de nosotros depende que el mundo sea menos cruel y menos desdichado.

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Después de la conferencia, la monjita me invitó a tomar un café, mejor dicho un Nescafé que ella misma preparó, y nos sentamos a una mesa a conversar uno frente al otro. Preguntó si quería un sandwich: no quería.

En realidad no conversamos de nada, hacíamos si-1encio' ensombrecidos por una rara turbación.

Después de todo éramos un hombre y una mujer ca i desconocidos, aunque ella fuera una monja y yo un poeta.

Ella no miraba nada, su lindos ojos caían al vacío, como perdido en un horizonte abstracto, en el ocaso de la ciudad, allá lejos . Yo sí la miraba.

Si sólo fuera una mujer diría que era hermosa y lo es a pesar de su hábito, pero no me voy a permitir eufo­rias con su belleza. Sólo agregaré que esta belleza está aureolada de una profunda espiritualidad.

Sus ojos celestes. de una vivacidad radiante. Cuan­do habla se iluminan con un fulgor hechizante.

Aunque e má bien baja de e tatura, tiene la medi ­da de una gran pre encia.

La nariz respingada. La boca hecha para todo los matice de la ternura, la bondad y la onri a.

Todo lo demá e tá oculto por el hábito. Y un Cri to pende de una cadena de plata obre u pecho, y yo é que ese Cristo no está muerto, que vive de las palpita­cione de ese pecho en que el cristianismo ha resucita­do de lo viejos ímbolos caducos para iniciar una nueva era de esperanza en la tierra. Porque el Cristo de Ro­saleen e un Cristo redentor.

Pero la belleza inefable de esta monja está en sus manos. Con ella parece acariciar. recrear. Al expresar­se refleja sus sentimientos, su desesperaciones, su fu­ror santo. Má que las palabras, son el lenguaje de su corazón y su espíritu .

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Una monja revoLuciona La montaña /513

Son manos que bendicen y consuelan. Manos que construyen una nueva fe en la vida y en el destino del hombre. Pero sobre todo, manos que luchan por un mundo mejor.

¡Dios mío, bendice esas manos, son limpias! Nuestro silencio era de plomo, debido en parte a que

ella temía expresarse mal en español, yo en un medio­cre inglés de bracero.

Además, me sonaba ridículo decirle 'Madre a e ta joven mujer que tampoco podía llamar "señorita" por ser monja.

Inhibiciones de esta naturaleza hacían imposible el diálogo, pero me bastaba contemplarla, bella y ausente.

Las foto son elocuentes de su figura y no diré má . Sólo agregaré el elogio que hizo de ella mi amigo Pa­blus Gallinazo una tarde al verla entrar a la clínica Soma donde nos saludamo fugazmente . Pablus dijo:

"Es tan bella que provoca creer en Dios' . (Y que conste que Gallinazo estaba má muerto que

romántico pues se había roto una pata en un accidente de motocicleta, como quien dice tenía un pie en la tierra y otro en la tumba).

Gracia a Dios al fin vino Sor Gregory y nos liberó. Rosaleen nació en Irlanda no sé cuándo. No me atre­

ví a preguntarle la edad. Aparentemente revela veinti­dós años pues su hábito la hace lucir más joven de lo que es.

Un sábado que había regresado embarrada de sus actividades en La Cima se cambió el hábito por una falda y un suéter. Cuando la vi vestida de "mujer", supe que tenía más edad, tal vez veintiséis años.

Pero dejemos esta frivolidad de costurero. Rosaleen, simplemente tiene la edad que merece: la de un feroz y fervoroso amor a la vida.

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Antes de ser monja, estudió en Londres y París. "Pero en París sólo me divertí de lo lindo", y debe ser cierto porque esta monjita tiene una alegría de vivir que no le cabe en el cuerpo.

Al final de su experiencia y su cultura "mundanas" se hizo monja en el Mary Mount de Nueva York.

En Bogotá, su primera estancia en Colombia, asistió dos años a la cárcel Modelo, que significó una expe­riencia desgarradora por la situación vil en que viven los reclusos.

Desde entonces vive y enseña en Medellín, donde ha realizado una tarea educativa y social que ha trans­formado el espíritu de la institución, en asocio de Gre­gory y otras monjas de su generación, que representan la vanguardia del nuevo cristianismo.

"De cada uno depende que el mundo sea menos in­humano" dice Rosaleen.

Para que sus alumnas descubrieran con sus propios ojos ese mundo del dolor y las lágrimas vedado a su experiencia y su mirada, la monja un día se los reveló, no para que se apiadaran pasivamente de la miseria de sus semejantes sino para que en la medida de su solida­ridad, trataran de remediarlo y superarlo.

Tres tardes de la semana: viernes, sábado y domingo Rosaleen y un grupo de muchacha se van a La Cima, un barrio a media hora de Medellín donde habitan pobre gentes desplazadas que han levantado en los desfilade­ros de la montaña un techo exiguo, donde viven con suma pobreza pero con esfuerzos colosal e para formar una digna comunidad de desposeídos, a la que aún no han llegado los Derechos del Hombre, pero que ya tienen un hombre que se los hará valer: Gabriel Díaz, el cura.

Una tarde me invitaron a subir con ellas. Efectiva­mente no suben a hacer caridad, ni actividades iglesie-

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Una monja revoluciona la montaña /515

ras. Rosaleen no regala espejito ni medallas de cobre con la imagen de Fray Escoba y la Virgen de lo,s Mila­gros. Ella cree en el milagro de mejorar el mundo con el milagro de la voluntad. Cree que la vida es el milagro mismo que los hombres tienen que merecer. Cree que Dios hace lo suyo y que el hombre debe hacer su parte, es decir, colaborar con Cristo en sus ideales de amor y justicia para toda la humanidad.

Por eso, ellas no suben a consolar ni prometer mila­gros sino a educar a los hijos del pueblo y ocupan to­do los itio disponibles para dictar cinco cursos de primaria que Rosaleen espera algún día serán aproba­do oficialmente. Esa e cuela flotante funciona en lo cuarto de la Casa del Pueblo y en la iglesia de ladrillo que construyó el padre Gabriel.

Diré que era emocionante contemplar a esas jóvenes educando a los hijos de lo campe inos que viven en eso desfiladeros. olvidado de la mano de Dio y del Estado. Ella sacrifican con desinterés sus tardes de ocio para contribuir en la medida de sus posibilidades. a la dignificación de esta pobres gente a la que la vida les ha negado toda e peranza.

Es.a esperanza en la dignidad humana e la que el padre Gabriel y Rosaleen han querido restituir a la de -amparada gente de La Cima.

Aquella tarde Ro aleen y yo no entamo en el co­rredor de la casita curaL que es un balcón sobre Mede­llín . En el patio se yerguen irile 10 tallos de lo gira oles. y un surtido multicolor de flore y hortaliza caseras.

Estos fueron sus pensamientos: "Dios no puede hacerlo todo. Él está muy ocupado

en el cielo. Sin lucha. la vida no tendría gracia ni senti­do . El hombre tiene que luchar contra el mal de la so-

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ciedad que es la miseria, y contra su propio mal, que es el miedo".

"Hay mucha injusticia en el mundo, yeso no está bien. Hay que hacer todo lo que sea necesario para que la gente tenga una vida decente a la que todo ser huma­no tiene derecho".

"Los problemas no se resuelven pensando que los que están arriba, bajen a consolar a los de abajo, sino que éstos luchen por alcanzar a los de arriba".

"No basta soñar y esperar que las injusticias se re­suelvan solas, es necesario actuar ahora mismo para que se resuelvan pronto y mejor".

"Mi idea de la educación e que no basta instruir a los jóvenes sobre un montón de cosas, sino desarrollar su propia personalidad, despertar a su conciencia. Si no es así la función de la educación sería un fracaso".

"La educación del pueblo es fundamental para que éste ascienda en la escala económica y cultural, esa edu­cación es el impulso mismo de su ascenso".

"De nada vale la fe sin esperanza, ni el amor cristia­no sin actos. Éstas son bases del nuevo cristianismo, que ya no es contemplativo sino activo".

-Gonzalo ¿por qué no hacemo un recital de poe­tas nadaístas en la iglesia del Mary Mount durante una misa?

-¿ y por qué no? ¡Me parece genial! La noche empezó a caer sobre La Cima. Nos fuimos

por una callecita polvorienta a encontrarnos con el res­to de la "tripulación". Una mujer sentada en el quicio de su casucha invitó a Rosaleen a que entrara para mos­trarle algo. Entramos: era un niño muerto.

Este niño tenía florecitas en la boca, y era casi un fantasmita blanco.

Rosaleen muy impresionada, le preguntó por qué.

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Una monja revoluciona La montaña /517

La madre dijo: "Se murió de hambre ahora que está muerto que al menos coma florecitas".

He aquí un drama para quitarle el apetito al más valiente. Rosaleen cerró el puño con un gesto de desespera­

ción de rabia impotente, y dijo con voz desolada: "Esto no puede ser, esto no puede pasar ... ". Pero pasa.

También yo cerré el puño, para no llorar, y súbita­mente sentí que la belleza en un mundo tan cruel era un insulto, una traición a alguien, una injusticia contra alguien, tal vez contra este niñito muerto que 'comía' flore marchita .

Entonces odié la flores y a mí mismo, porque en tí que exaltar la belleza que ellas simbolizan era poner la poe ía de parte del dolor. Dios mío, ¡qué de ierto en mi alma!

Si al menos uno pudiera orar, o disparar una bala en el corazón de u siglo o del culpable entonce yo mata­ría. Lo juro. Pero no, todo era inútil , todos éramos cul­pables: Dios en u cielo, la monja en u oración, el poeta en u poema, la fría indiferencia de lo a tras, la com­plicidad del hombre con el mal , el silencio de la natura­leza.

Con el corazón oprimido de angustia regresamo a la ciudad. Un cielo estrellado coronaba La Cima con su fulgor frío y los viento cortante. Esa estrellas, eran su luz eléctrica.

La avenidas asfaltadas y luminosas de Medellín pro­clamaban el de equilibrio entre la amarga pobreza que quedó atrá , el barro rojo, la noche sin esperanza y e te espejismo centelleante que era una risotada ante el ca­dáver del niñito con su cena de flores fúnebres, para quien mañana no saldría el sol en sus ojos y que nunca sabremos qué pudo llegar a ser, si un redentor, o un asesino.

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Porque antes de ser lo que debía ser, tú y yo lo ma­tamos.

Cromos, N°. 2.644. Bogotá, 15 de julio de 1968, pp. 16-19.

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Gonzalo el Simbad (1)

El mar no e como lo pintan los poetas. Si dice que es hermo o y azul como los ojos de la amada, sencilla­mente e un mentiroso. Y estoy seguro que ese tal poeta no sabe del mar sino por las po tales a fotocolor o por el hechizante espejismo que reverbera en la playa.

Pero el mar de los marinos es un mar siniestro, no lírico sino apocalíptico.

Conocí su dimensión aterradora en una aventura que duró diez día en los que alterné las emociones más fa­bulosas con la más de graciadas. Una odisea de gloria y espanto, y no me arrepiento ni un milímetro de espuma.

Operación Unitas

¿Sabe lo que e la Operación Unitas? Yo tampoco. Es algo así como uno barquitos que juegan a la gue­

rra en la paz, para que lo rojos y lo barbado no per­turben con u orque ta de hoces y martillos el sueño dorado del Tío Sam. En otras palabras, e un picnic de alta mar donde Estados Unidos hace de Ulises, y Sura­mérica de grumete.

El hecho es que había una invitación de la Armada para ir a Puerto Rico, y como don Camilo no puede darse el lujo burgués de perder el tiempo en "aventuras bélicas", me cedió el camarote.

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-¿ Qué condiciones? ¿Qué debo hacer? Nada, ir. Era todo lo que se me exigía. Y si me inte­

resaba la maniobra, escribir unas crónicas para la re­vista.

Pero no tengo papeles, pasaporte, ni un miserable dólar. No importa. Lo importante es que esté mañana a las 9 en El Dorado para tomar el jet rumbo a Cartagena. El barco zarpa a las once, y no esperan ni a Nuestro Señor Jesucristo. Así lo hice.

El capitán Morales nos despide en el aeropuerto. Allá encontré a Nereo y Anuro Navas, igualmente tripulan­tes de este sueño fantástico hecho real en el decolaje del HK-Ciento Muerte que 50 minutos después me ha­ría despertar sobre las aguas espejeantes del Caribe.

No salía del estupor; por primera vez en mi vida iba a montar en un barco y conocer un país extranjero: ¡fas­cinante aventura!

ARe Antioquia

Llegamos a las lOa la ba e nava] donde están ancla­dos los barcos. Un teniente dividió la tripulación de la prensa en dos barcos; el Antioquia y el Padilla. A mi me asignaron el Antioquia no sé si por azar o como un ho­menaje para que me sintiera en casa. Mi compañero de camarote fue Arturo Navas, colega de Cromos, a quien sólo conocía fugazmente, pero que resultó mi salvavi­das en alta mar pue lo que me esperaba no estaba es­crito. Iba feliz de embarcarme, con la idea romántica del mar que los poetas pintan de saudades y color de rosa para sus amadas terrícolas.

En la Cámara de Oficiales nos presentaron media docena de marinos más pulcros que gaviotas:

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Capitán Díaz. Callado, introspectivo, el aire del mar ha tallado su figura de almirante (algún día lo será).

Capitán Uribe. Un humanista del mar, efusivo, inte­ligente, de una ólida cultura literaria, también con aire y méritos de futuro almirante.

Capitán Guerrero. Comandante del Antioquia, ma­rino juvenil, experto, bajo su timón cruzaríamos el Atlán­tico en las más desapacibles tormentas. Me decía ' tigre" yeso me gustaba porque me daba valor para resistir el zarandeo de la muerte.

Capitán Martínez. Segundo comandante, tran paren­te como el aire, de una bondad luminosa. Me prestó diez dólares para comprar bluyine en San Juan .

Capitán Po la/lÍa. Silencioso, inolvidable, profunda calidad humana. Sus camaradas le dicen en broma "Ca­pellán", por su aire taciturno y solemne.

Capitán Jaramillo . Ex edecán del presidente Lleras, apuesto, refinado, legible como un libro abierto.

Teniente Fabio Arepa. Una mezcla de marino y filó­sofo folclórico, así apodado cariño amente por ser pai­sao Cuando se empaca una copas en puerto, u pensa­miento vuela como una bandada de pato salvaje. E el último moralista que le queda a Colombia.

En fin, rodos desde el comandante ha ta el grumete, una familia unida, fraternal , las fuerzas navale del co­razón, el honor, y el más intenso amor a Colombia.

Con este grupo de compatriota en que la amistad me brindó todos los dones y la piedad todos sus con­suelos, levamos anclas bajo un sol que sacaba chi pas a lo cañones y un cielo azul embanderado.

La banda de la Armada nos despidió con un himno y el barco se deslizó furtivamente en las aguas centellean­tes de la bahía, a las órdenes del comandante que decía: dos nudos estribor ... proa latitud norte ... y así nos ale-

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jamos del puerto con el corazón proa a la aventura, he­cho un remolino de emociones que fluctuaban entre la nostalgia de la dulce tierra colombiana, y las insonda­bles sorpresas del mar.

El comodoro

A mi colega de alta mar, Arturo Navas debo consig­nar en este relato mi gratitud sin orillas.

Resulta que este Navas es un periodista con alma de grumete. Sólo nos hicimo amigos a bordo. Su mayor orgullo intelectual es haber navegado 20 mil millas, y posee la estrafalaria virtud de no marearse. Cada año es invitado inefable de esta operaciones, y es la novena vez que se embarca. Su gran felicidad en la vida es na­vegar, y su máxima aspiración es que la Armada le dé algún día una medallita de hojalata por sus servicios distinguidos de cronista naval. Ese homenaje sería para él más honroso que el Premio Nobel. Si no lo logra, este comodoro sentirá que su vida ha sucedido en vano, y sería capaz de meter e de grumete a los cincuenta años, con tal de ser condecorado con un ancla imbólica. En San Juan estaba de olado por no tener plata para tatuar­se una Nereida tricolor en el pecho. Tal es su amor a la marina que cuando la tragedia y hundimiento de la Fra­gata Padilla, lloró lágrima de cocodrilo huérfano, y en vez de escribir las crónica para el periódico se embo­rrachó quince días en señal de duelo, por lo cual fue declarado cesante.

Estas cosas tiernas y humanas me encantaron del comodoro, y le perdoné, por contraste, su gris intelec­tualismo santafereño.

Como el comodoro conoce al derecho y al revés los dédalos de la marinería, sus navíos, sus tripulaciones,

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me introdujo en sus secretos. Me advirtió, para iniciar­me en mi carrera de lobo de mar que en el barco yo podía hacer todo, menos sentarme en la silla donde se sienta a comer el comandante. Fuimos a la cámara de oficiales y me la señaló:

-Nadie más puede sentarse aquí. excepto el presi-dente de la república y Jaime.

-¿Quién es Jaime? -El almirante Parra, mi amigo. -Comprendo. Dimos un paseo por el barco: me explicó que eso de

adelante se llama proa: lo de atrás popa; que la longitud del navío se llama eslora. y el ancho manga: que nue tro ARe Antioquia mide cien metros de eslora diez de manga; que a la derecha se dice estribor a la izquierda babor; que esas cuerdas para atar el barco en los puenos no son lazos ino cabos: que lo que se mueve allá arriba como una veleta es el radar: que este poderoso reflector se usa para dar eñales luminosas en lenguaje morse; que esa banderi tas se izan y e otro istema de comunica­ción entre los navegantes; que este aparatico en forma de media luna sirve para medir di tancias entre do barco ) e llama sextante; y que este falo metálico se llama cañón

y se usa para abatir los avione enemigos. ¿entiendes? Digo que más o menos y que me explique 10 que

significa ARC. y él dice jubiloso: "Mu interesante tu pregunta, querido chato: eso significa Armada Repúbli­ca de Colombia".

-Muy bien, comodoro: ahora enséñame a di tin­guir a un teniente de un capitán, no sea que de pronto meta la pata.

-Eso es elemental' basta que mires la insignia el rango: dos rayas es teniente, tres rayas es capitán. Aun­que los hay de diversos grados: de corbeta de fragata,

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y de navío. Pero no te compliques la vida con eso, guía­te por las rayas solamente, y recuerda: si dos, teniente; si tres capitán; es infalible.

-¿ y los generales? -De eso no tenemos en la Armada, mi querido cha-

to: aquí el único "general' es Jaime. -¿ Quién es Jaime? -El almirante Parra mi amigo. -Ah ... -Te lo presentaré en Puerto Rico él viaja en avión

y allá se embarcará con nosotros al regre o. Un tipo extraordinario, como verás, se puso la mar de feliz cuan­do le conté anoche que te embarcarías con nosotros.

-Ajá ... -Ahora vamos a quince nudos de velocidad, eso

equivale en kilómetros más o menos ... déjeme ver, un nudo ... ¿cómo es la cosa? ¿Cuántos kilómetros d un nudo? Por el momento se me e capa, en todo ca o e una velocidad notable si consideramos que un buque que de plaza 50 mil toneladas de .. .

-Por Dios, comodoro, el baño .. . -¿Te sientes mal? - Voy a trasbocar. -No te molestes, hazlo por la baranda. Es lógico

sucede siempre. A mí nunca me sucedió, ni siqui ~a la primera vez. Corno comprendes, en mi juventud ané el mar, pero ólo en la madurez lo estoy disfrutando: una especie de vocación tardía, si me permites expresarlo a í.

Cuatro días a bordo de la náusea

La cosa se vino sin pedir permiso y no alean 'é la baranda. Menos mal pues abajo laboraba un gru¡:;o de grumetes. Me derrumbé al pie de un cañón en un e>pas-

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mo de agonía interminable zarandeado por las bruscas oscilaciones del barco que rompía olas de tres pisos al­canzándome su chispero salado. Mi cara aplastada con­tra esa mole de acero con su capa de aceite viscoso he­rrumbroso. Santo Dios, mándame la muerte de un tiro qué diablos hago aquí en este terremoto de agua, mamá mía, por qué no estoy en mi camita durmiendo, soñan­do reptando sobre un bichito de capul bajo una palmera en las somnolientas playas de La Boquilla, fabricando con mi amor ca tillos de arena, corazone flechados, besos ardiente, sed con limonada y trocito de hielo' escribiendo mi nombre arriba del ombligo de tu piel con espuma imborrable y un laguito de sudor salado en tus seno para que nade 1 abelita cada vez que pronun­cias la palabra amor, en la playa tiemblo como el pez eléctrico. como ahora todo mi cuerpo tiembla de espan­to por la ira de Neptuno que arroja u maldiciones u centella de agua en mi fangosa conciencia, mi oscu­ras nubes racionales que me tapan la faz de Dio, la mirada que me busca in verme perdido en esta conste­lación líquida, in meta. in horizonte: o cura, o cura. oscura sin razón mi linda patria de jugo de naranja dul­ce tl:l boca de miel , mis labios de colibrí melando de flor en flor sin detenerme en ninguna, en vez de e tar echan­do el alma por la tripa y oyendo a este cretino comodo­ro racionalizando el viento, las tormentas el siniestro milagro de los mares amotinados en sus arcana pro­fundidade en guerra, contra el abismo del pensamien­to del cielo, de mi imposible salvación eterna, incon­vertible en nudo de kilómetros, en siglo en la fastuosa memoria de los besos fugaces y mortales que Deteo nos cobró en venganza de nuestra dicha en el Pacífico; ¡oh amor! ya imposible para el incendio de la sangre y las bendiciones ...

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Ahí sigue el comodoro al pie de mi agonía reduci~n­

do sus malditos nudos mientras yo me desintegro er el asco .

-Te voy a traer un caldito de pollo y un sandwch. -No, por los clavos de Cristo, llévame al camalote

o me le tiro al primer tiburón que pase. -El maestro mareado ¡qué maravilla! Voy a tornar­

te una foto para que la enviemos de regalo a Camib. -Oye, hijo de perra te voy a hacer tragar esa :(0-

dac como un erizo. Finalmente me ayudó a reptar por un laberint de

máquinas y camarotes, la frente perlada de sudor, más blanco que el lirio de la mañana.

Al cabo de varios kilómetros o siglos llegarnos 1 lo que posiblemente era mi camarote o no, lo mismo dlba. Me tiré en la litera de metro y medio bajo otras tres por encima de mis ojos, un cielo raso de alambres que ~hj­

rriaban peor que cama de resorte en luna de mi , y donde yazgo como un costal de carne mareada, p re­facta, pues esta litera es mi tumba y de aquí no me sa­can hasta el Juicio Final.

Cierro los ojo y hago la noche en mí y en el r!sto del mundo.

No sé cuántos días han pasado hasta este mommto en que me despierta el comodoro para indagar pOI mi mareo, y de paso invitarme a que subamos al pue e a contemplar la luna.

Digo que la luna me importa un chorizo, que el mar es una rellena podrida que si esta chatarra no se htnde pediré asilo político en Puerto Rico con tal de no vd ver a montar en esta lata de buque.

El comodoro, muy alarmado con mis blasfemÍls a los barquitos de la ARC, me ofrece un caldito de galli­na, una cerveza Karla, un cigarrillo, y hasta los origina-

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les de su libro Fantasía en negro para que me distraiga y le dé mi "sincera y autorizada opinión".

Si el comodoro se empeña en traer su libro, creo que voy a vomitar hasta la silla turca. Por lo cual le suplico que sea bueno, apague la luz, y vuelva mañana por mi cadáver.

-Te informo, mi querido chato, que vamos a 25 nu­dos el barco parece un pez volador, y tenemos un chi­rriadísimo "mar 4". ¿Sabes lo que es un "mar 4"?

-Oka) , almirante navitas, ya basta, por Dios. Me desea buenas noches y se va. Al fin solo. Me pregunto qué será "mar 4". Como no

sé, ni me interesa pienso que es un mar cuatro veces cochino. Eso es (continuará).

Cromos, N°. 2.650. Bogotá, 26 de agosto de 1968 pp. 18-20, 23-25.

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N o sé cuánto llevo navegando. El tiempo del mar es otro tiempo, no se mide en ho­

ras, sino en esperas. O mejor, en desesperaciones. Qué nostalgia tengo de ver un árbol, una mujer, el

color de una naranja. Si estuviera en tierra, besaría la llaga de un leproso, a mi peor enemigo. Pero esto pasa aquí sin esperanza, en un tedio moral.

Esta mañana vino el enfermero a ver cómo amanecí. Le digo que un asco.

Dice que tengo que comer o la cosa irá peor. Que si no como me deshidrato.

Le digo que no tengo ni tris de apetito, que la lengua se me secó como un alpargate, que todo me sabe a hie­rro viejo. Se empeña en ponerme suero para revivirme un poco. Digo que no, que al diablo.

Predice que entonces estaré perdido. Digo que no importa. Me suplica pero soy implacable, no me dejaré pinchar. La aguja e saldrá del pellejo cada dos minutos por la oscilación y dolerá una barbaridad. De sólo pen­sarlo me mareo otra vez; cielos y rayos.

El enfermero, tiernamente furioso, se va y trae un frasco con un líquido lila, echa veinte gotas en un vaso de agua y me hace beber el brebaje a los trancazos. Sabe a cobre azucarado yagua podrida; vomito.

Nada qué hacer, enfermero; soy un caso perdido, un paciente sin remedio. Se va desilusionado. Sé que

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lo único que puede hacer por mí es rezar un Yo Pe­cador.

Más tarde viene el teniente Fabio Arepa a darme lo buenos días en nombre de la tripulación, y con un solo ojo le digo que pasé una noche de perros. Vuelvo a ce­rrar el ojo.

-El comandante lo invita a recibir un poco de brisa en el puente; es muy bueno contra el mareo.

-Gracias, teniente, no soy capa';.. -Haga un pequeño esfuerzo. -Es inútil. Díganle al comandante que gracias. y

que pare el buque en el primer lerronero que encuen­tre, aunque sea en Haití. Yo me bajo.

-No se desanime amigo. En el mar el tiempo pasa volando como las gaviota . Pronto estaremos en San Juan.

-¿ Cuánto falta para eso, mi teniente? -Tres días exactamente. -De aquí a eso seré cadáver. -No sea pesimista, paisano. Usted e un escritor va-

liente. -Gracias, pero este mareo nos está saliendo en

verso mi teniente. Dígame: ¿ cuántos días llevamos na­vega lJ.do ?

-Uno. -¡Virgen del Carmen, un día! Así que' el tiempo vuela como la gaviota ", ¡ja!

Este Fabio Arepa debe er poeta o relojero. El comodoro vino muy peinado y afeitado a echar­

me una mirada, pero no le abrí ni un ojo. Olía a e a loción verdecita que nos regalaron en el aeropuerto (muestra gratis). Me contempló un rato, desolado. Dijo "pobre maestro' , y se fue.

A medio día vino el comandante en persona y me sacó físicamente de la litera. Primero me invitó a subir

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al puente: negativo. Segundo, me aconsejó subir: nega­tivo. Tercero, dio una amistosa orden militar, y como donde manda capitán ... Con la ayuda del Ángel de la Guarda me amarré los zapatos, pasé por el baño, me eché un puñado de agua en la cara, y subí tres escale­ras ... Allí estaba el cochino mar: fastuoso , cruel, im­pensado, la anonadante inmensidad. Y nuestro barquito embistiendo como un piojo las crestas de este monstruo que si fuera sensible sería odioso, como para hacérselo tragar al peor enemigo o a la pandilla soñadora de sus adoradores platónicos, los poetas.

Por mi parte, oh mar, sólo pido tres días de plazo para denunciar al mundo tus iniestras traiciones.

El comandante pidió que me trajeran un sandwich de carne que duré tres horas en comer, con la cabeza apoyada en la baranda, y los ojos fijos en el infinito.

Si en este instante el diablo me propone jugar mi alma por un minuto de tierra con paisaje, se la habría apostado mil a uno. Pero el diablo no es bobo: su reino es del fuego .

Tampoco este mar e. mi patria: es el destierro. Y to­dos mis pensamientos son de barro, de árboles, del cuer­po de la amada.

Seis de la tarde

Doy un paseo por la proa con Nereo que hace su primera salida a la brisa, pues también ha pasado con la cara en el tarro. Perdió su encanto fotogénico. Nos con­solamos mutuamente y hacemos un pacto terrícola de no volver a pisar el mar sino en la playa, yeso en com­pañía de lindas Nereidas.

Charlamos un rato con los grumetes que acaban de comer. Gente estupenda, puro limo del pueblo. Algu-

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nos se embarcaron por primera vez y el mar les ha dado duro. También se han mareado. Pero ellos tienen que trabajar, debe ser terrible.

El grumete gana sesenta pesos al mes. Como es lógi­co, está en la Marina por idealismo, es un romántico. Casi todos tienen mujeres y símbolos tatuados en el cuerpo, en colores. Un tatuaje cuesta según la figura y el tamaño, entre 5 y 50 dólares. O sea, deben ahorrar la paga de varios meses para tatuarse en la primera salida al mar.

Todo grumete que se respete tiene un tatuaje o no será completo marino.

En general, son muchacho' inquietos, inteligentes: para ingresar a la Marina se exige haber cursado tercero de bachillerato. Incluso, hay poetas a bordo.

Con increíble sorpresa me enteré que han leído mis libro, mi artÍCulos de Cromos, y saben tanto como yo la hi toria del nadaí mo, sus peripecia. Uno de Cali me preguntó por el Festival de Arte' otro tenía las cancio­nes de protesta de Gallinazo y bailaba al son de este ritmo de balacera. Uno se sabía de memoria el poema "Oración", de Eduardo E cobar.

En vista de la afinidade literarias, lo grumete del ARC Antioquia fueron mis crepusculares discípulo en mis errancias peripatética de proa a popa y aquí le mando un centenar de abrazos.

Nereo, por su lado, tiene también su hinchada, y lo rodean con entusiasmo. Traen sus Kodaks y le piden explicaciones, consejos que el gran fotógrafo e toma la paciencia de exponer en un lenguaje práctico tipo Chambacú.

El mar brisa y se enfurece. Una ola de babor empa­pó varios marineros. Subimos al puente a echar pupila. A un kilómetro detrás viene el Almirante Padilla saltan-

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do olas como un caballito. Su proa desaparece comple­tamente, se pierde como si fuera no más un pato zaran­deado por un turbión. Una montaña de agua y tiniebla borra al Almirante. Anochece ...

Al comandante se le ocurre la idea siniestra de tener apetito y me invita a comer. No hay más remedio.

La comidita es modesta pero cariñosa. No soy exi­gente. Lo que pasa es que esto no provoca con mareo. En un esfuerzo supremo me senté a la mesa para hacer honor a la culinaria del ARC pero con la primera cucha­rada de sopa la taza saltó mesa abajo empuercando el mantel. Pedí perdón a los oficiales, pero la culpa era del cochino mar que se puso bravucón, oleando de babor a estribor, bramando como un loco apocalíptico.

El parlante dio la orden de cerrar la compuertas y no salir a cubierta. Quedamos cautivos.

Después del accidente de la sopa no tuve aliento de comer ni de bajar al camarote. Los pie me alcanzaron escasamente hasta el sofá y me derrumbé. El corazón latía como un cañonero.

El capitán Uribe, antes de alir, calculó por los cim­bronazos del barco que estábamos navegando en un "Mar 5".

Dentro de este e calafón del terror "Mar l ' es man­so como en las bahías. De ahí en adelante, hasta 7, e clasifica por su grado de tenebro idad y violencia. Mar 7 es el ciclón, la cima de la turbulencia, el abismo desen­cadenado que puede partir en dos un barco con la sen­cillez con que un cuchillo corta una bola de nieve.

Esta noche estamos a do grados de la catástrofe, es macabro.

Ahora recuerdo: el capitán Martínez al salir de Car­tagena me entregó una tarjetica de a bordo donde me asignaba, ' en caso de emergencia' , la lancha número 4

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y me explicó teóricamente lo que debía hacer pero no le entendí o ya no recuerdo, y me da lo mismo que esta coca se sumerja o que una ola nos mande de un zarpa­zo a los infiernos. Es lo que deseo, además: hundirme en la inconsciencia submarina, nadar eternamente en los oscuros dominio de Poseidón.

Ni siquiera tengo miedo, eso no. La naturaleza de este pánico anula la psicología, borra los límite entre la vida y la muerte, el instinto de supervivencia. Me importa un pito poner a salvo este montón de carne nau eabunda, mi o amenta. Nada vale la pena: ni Dio ni yo ni la tierra ni el cielo. Por lo tanto que vengan la maldicione , lo maremoto , los ciclone . el dilu­vio y rompa nuestra Arca Antioquia en mil pedazos y nos sumerja en el seno madre de la nada. Sí, que ven­ga la dicho a muerte y nos sepulte en la líquida eterni­dad, el feliz olvido de no ser en esta noche in memoria sin esperanzas sin ti amor mío, monja de in ondable distancia , de terror en mi carne de sed in de eo en mi alma muerta, in no otro mi pobre niña, j olo ~ para siempre!

Al otro día

El comodoro madrugó a tomar café. Su repugnante loción me entra por la nariz como un mal agüero. E a loción me revuelve las tripas, no sé i por el color bili -verdo o, o porque la matutina limpieza del comodoro me despierta unos celo del demonio, una envidia cri­minal. El maldito tiene agallas de pez. De mil amore le cambiaría mi cerebro por u hígado. ¡Qué humillación!

Al verme hecho un ovillo sobre el sofá me conduce por entre este calvario de acero hacia mi sofocante tum­ba subterránea. la litera. ¡Qué Dios lo bendiga!

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Resumiré esta noche de espanto diciendo que si no morí, fue simplemente porque ya estaba muerto.

Duermo todo el día.

La cenicienta del Caribe

Al cabo de 50 horas de mareo no queda nada en las tripas ni siquiera tripas. Subo al puente del comandante.

Milagrosamente el mar se apacigua frente a las cos­ta de Santo Domingo, y empecé a revivir. Una pausa para los goces del alma y el éxtasis del mar que la luna platea con un lamparazo formidable.

Me dejo mecer por la dulzura del desapego y la cáli­da indiferencia del cielo.

A lo lejos se divisa el faro de Isla Mona, entre Santo Domingo y Puerto Rico: es la ruta de los barcos que vienen o van para Europa. Era grato descubrir en la noche estas diminutas inmensidades flotantes, por las que se sentía una especie de solidaridad silenciosa. Nos lanzaban sus fogonazos de morse para advertirnos su presencia. El "señalero" del barco respondía su mensa­je con un nervioso centelleo rojo . Luego pasaban, se alejaban, se perdían en el infinito. El corazón en secre~

lO les decía adiós. En estas costa que no se ven pero se adivinan, el

mar tiene un aroma de dulzura que respiro a todo pul­món. Ese aroma no es para los sentidos, sino para el alma; e el presentimiento de la dulce tierra de Cuba, que me colma con la más deliciosa embriaguez.

Cuba: la boca se vuelve azúcar y poesía. Me siento soñador esta noche. El cielo invita a fu­

mar en la proa solo, y dejo errar mis pensamientos hasta La Habana, donde los poetas están haciendo re­volución en el arte y en la vida. Quisiera estar allá com-

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partiendo su lucha, sus esperanzas, su terrón de azú­car racionado.

Sueño, claro está. Sé que Cuba está lejos de este bar­co, pero pienso que sería estupendo que vinieran lo submarinos cubano y no pusieran manos arriba, y no llevaran a dar un paseíto por "Fidelandia", o mejor por "Fidelpatria' .

Rezo a los planeta a ver si perdemo el mmbo, i e ponen a delirar de dicha la brújula y lo extante, si Fabio Arepa se vuelve marxi ta-lenini ta de repente ...

Pero deliro, no hay co as visible en e te amanecer frío y mejor me voy a dormir para no oñar y olvidar que soy "poeta de guerra" de la Operación Unita. don­de participan los paíse de América menos Cuba.

El sol se levanta, me reconcilio con el mar. De pué de todo, el poeta Rimbaud tenía razón: 'La eternidad e el cielo unido al mar".

Cromos, N°. 2.651. Bogotá, 2 de septiembre de 1968, pp. 40-41.

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A la monja

La soledad es como un barco que se hunde. El ansia de llegar a puerto se ha vuelto una obsesión

casi neurótica. ¿Existirá una enfermedad que se llame "marfobia"? Si no existe la acabo de inventar: eso es lo que tengo.

Definitivamente no seré nunca lobo de mar: si aca­so, un modesto corderito.

Las algas flotan en tomo a nuestro barco: e el indi­cio que salvó a Colón de convertirse en menú de tiburo­nes aquella mañana de octubre, ante la marinería de rufiane amotinado. Es evidente que no se mueve una ola al azar, sino para engendrar nueva olas y formar oleaje: lo mismo en el mar que en la hi toria humana.

Una gaviota perdida ronda en torno del radar: es el presagio de tierra.

Diario de proa

Duermo en una pequeña litera sin espacio para un recuerdo, ni siquiera para pedir socorro. Mareado todo el tiempo desintegrado. Y si te atreves a desafiar lo im­posible y desear un cuerpo amado viene el diablo y te lleva, viene la tentación de esa locura carnal y te enlo­quece.

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Ese mareo en los sentido , en el pensamiento. no cesa' arruina mi poesía. Sin un pajarito en el cielo, in una hoja in un ramito de olivo para entir otra vez que ere un

terrícola de la tierra del pan y la sed. Sólo agua. Agua más agua. abismos de agua. iglo de agua. eternidad de agua, y la boca se te vuelve ceniza ... ¡Es desolador!

Mar: desierto de agua: olvido de la memoria. La má insignificante partícula de vida -dijo el poeta

Maiakovski-. es má valiosa que todo lo hecho por mí y por todos.

Era un pensamiento bello. exaltador. en la ciudad psicópata. En el mar me anonada. Este mon truo a­quea mi alma. Soy apenas una partícula racional, ni si­quiera de vida. Mi er e lo tragó el océano.

Hay que abonarle al mar su poder pacificador de lim­piar las neurosis del alma.

El marino es, por virtud de su naturaleza. de su ofi­cio. un e píritu idealista. un hombre de corazón gene­roso, y además pacífico.

(No se lo digamo a lo chino. ni a los ecuatoria­no . pero nunca pude imaginar al teniente Fabio Arepa o al "Capellán" Polanía cañoneando al enemigo. E to no ignifica que el 'enemigo" e pueda permitir el lujo peligro o de atacarno , pue i e trata de amar y defen­der la patria. no ha nadie más di pue to al acrificio que e to compatriota ).

Un marino como Fabio Arepa. nunca erá un mari­ne. Colombia es gran puebl moral , amasado con tierra de fuego y soplo de paz.

Estoy orgullo o de mi país: e tá destinado a er en América una gran potencia del alma.

El fotógrafo Nereo amaneció furio o porque todo se mueve en este barcazo meno su estómago. Hace tre día que no va al water. Sostiene la teoría del in-

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dividualismo estético en el baño como en la cama. El problema es que a Nereo le gusta filosofar en el retre­te, y aquí es imposible. A bordo todo se hace de afán y colectivamente, pues no hay tiempo que perder. Están excluidos los lujos burgueses, incluso el de filosofar en el retrete. Esta mañana pasó por mi camarote a poner­me la queja de su estreñimiento: echaba chispa contra la vida marinera. Lo consuelo diciéndole que yo ando en las mismas, pero que pronto nos desquitaremos en San Juan.

En ese momento el parlante dio orden de "formar guardia", lo cual significa que los oficiale ya termina­ron su aseo matinal, y que el par de retretes colectivos que nos asignaron están disponibles.

Nereo se va como una flecha echando rayos y jura­mentos. Le deseo éxito.

Media hora después regresa cantando un vallenato de Escalona y gritando j eureka, eureka! como i acaba­ra de ganar la batalla de Boyacá.

El comodoro no tiene problemas intestinales: todo le funciona a todo vapor, hasta sus tripas responden al rit­mo inefable de la navegación. No hay nada que hacer. E un lobo.

Si el mar no es tan "celeste" como lo pintan los poe­tas, tampoco los marinos son tan "blancos" como lucen en tierra. Esta blancura es solamente su imagen ocial.

Dentro del barco, la actividad marinera es terrible, aparatosa. De de el comandante hasta el último grumete.

Existen tres turnos diarios de a cuatro hora el tiem­po justo para rendir un e fuerzo eficaz. En suma, traba­jan doce horas y descansan el resto. Es una tarea agobiante, disciplinada.

En la sección de máquinas y calderas, el calor es en­demoniado. El personal se deshidrata, sus ropas empa-

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padas como si salieran del baño turco. Ingieren sal para compensar la pérdida de no sé qué sustancia vital en el organismo. A esa temperatura se pueden freír huevo . Ni condenado pasaría un día en ese horno dante co.

y in embargo, e os jóvene e encierran año y año en esta tumba udante para ascender un grado y coro­nar una carrera, con una devoción y sacrificio que lin­dan en el heroí mo. Los admiro in límites: son héroes anónimo realmente.

Dotado para resi tir como caballo de fuerza. Per su oraje e también del alma: la invencible fuerza de su ideal.

y a í son todos cada uno en su puesto de "coman­do' curtido. por el sol y la penalidade de a bordo que op rtan con un estoici mo épico.

Sólo cuando desembarcan, al final de la 'aventura", lucen corno ga iotas. E el plumaje externo del' lobo" .

Ayer tarde, al pen ar en Colombia, fue un pensa­miento dedicado a mi generación. He dejado planteada la crisis d 1 nadaí mo. ¿Cuál será el próximo pa o? No é. E te barco no e adecuado para pen ar soluciones.

Aquí la idea on fugace , e pumosa , sin con istencia. lternativa: ¿revolución de bala, o de balada?

No se puede elegir intelectualmente. El tiempo y la vida no empujarán a a umir lo com­

promi o ineludible con nue tra poe ía de pan y girasole . Eduardito pre iona para "arre o]verar" el nadaísmo

sin perder má tiempo en palabra. No e tan sencillo. Ha ta hoy, el nadaí mo ha ido una revolución em­

pedrada de pétalo, un jardín de flore explo iva , vio­lenta. Pero lo "jardinero ' están hartos de e te jardín florido cuyas flores estallan sin matar la raíz de la eter­na injusticia del mundo. La belleza sola no basta para existir en un mundo tan feo.

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Por lo tanto, el problema esencial del nadaísmo es dar "el paso a la acción": alternar la adoración de la flor con el rifle.

O sea, explosión de flores y rifles en el jardín na­daísta. Revolución de sueños armados, no acostados.

El nadaísmo clama por tierra firme desde las marea­das y desesperadas profundidades de su naufragio.

Volver a Colombia a darle pies y cabeza a este mons­truo y un camino para salir del laberinto.

(Tarea nada fácil meter un poco de sentido en este manicomio: que Dio me ayude).

N oche estrellada

En proa, de cara al cielo. Mi vida se ve de aquí como un cuento idiota, sin importancia. El mar inspira un sen­timiento de humildad, de casi total indiferencia ante el mundo. Toda conquista es vana, espuma de gloria. Este desapego me libera de la muerte, del peso terrible del destino. Ahora mismo podría desaparecer sin remordi­miento. ¿Por qué no? Todo es azar, contingencia, un salto al vacío. Irresistible tentación, atraído por el hon­do y cálido sexo del mar, tumba de lo dioses y las eter­nas desesperaciones del hombre.

Feliz, irresponsable de no ser más un "yo" frente a Dios, un pez ateo perdido en la compleja red del uni­verso. De este cataclismo absurdo sólo salvo la mujer, la promesa de su oscura ternura sexual, más bella que todas las rendiciones.

Nada más tiene importancia fuera de la brisa brusca que me despeina. Mi pensamiento nada en el cielo va­cío, náufrago sin esperanza y sin Dios.

"Tú en la soledad de los espejos

Yo en la soledad de tu vida ". ¿Recuerdas?

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"Mi pobre amor, mi dulce amor, mi amor perdido, dentro de mí te llevo como un pájaro yerto ... "

Relevo de guardia

Bostezos trasnochados y perezosos. Me doy los bue­nos días con mis compañeros de camarote, seis tenien­tes que llegan al lecho tibio o lo abandonan.

El comodoro en calzoncillos ronca en su litera, lo contemplo: parece un niño barbado. Quisiera desper­tarlo para contarle que estoy hecho un Ulises que pasé la noche en proa fumando y meditando. E o lo haría feliz, pues está empeñado en mi 'conver ión' a la man­na en que me vuelva un marino de corazón: "Jaime estaría encantado", se la pasa diciendo.

Pero me arrepiento y lo dejo dormir como una le­chuza, pues recuerdo que estoy amenazado de leer su Fantasía en negro, lo que me haría volver el mareo, inexorablemente. A pe ar de todo quiero al comodoro, y hasta le perdono que ape te a loción nue tro acolilla­do y marlborizado camarote.

Ahora que recuerdo: tengo barba de tre, día. y no me he bañado de de que me embarqué en Cartagena. Sin duda huelo a pirata. Está bien me gu tan 10 pira­tas , eran grande poeta en el odio lo mlsmo que en el olor. No olían a loción como el comodoro. El comodo­ro no e pirata: e un intelectual como Ari tóteles , o como el doctor Cabaric Briceño, nuestro jefe de redac­ción. Barti tampoco e pirata aunque ante de alir para Cromos se lociona con dinamita.

En San Juan me pondré en regla con la higiene para pisar tierra y arrodillarme como el almirante mas no para bendecirla ino para decir adiós al mar.

Las ensoñadoras aguas del Leteo me adormecen. Leteo, mar del 01 vido ...

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¡ Cuando despierte será día de fiesta en San Juan! ¡Tierra otra vez! ¡La tierra!

Qué dulce y poética la palabra tierra, es femenina. Uno se cansa de decir hombre, barco, mareo, pensa­miento, terror, teniente, capitán: masculinos de una pe­sadilla interminable: el mar.

Pero la tierra es una mujer, el despertar de esa pesa­dilla. Mar muerto, mar negro: la muerte es azul.

Yo creo que lo que da sentido al mar es el ansia de una mujer, la adorable tortura de soñarla. Si no fuera por las mujeres, sería tan idiota ser marino como pastor en el desierto.

Pronto esta ilusión será una sonri a viva, deliciosa­mente turbadora, dolorosamente real en mi carne.

En una emisora de San Juan identifico la voz de Az­navour que canta por un transistor:

"Tus pestañas son un vuelo de golondrina pintadas por la luz marina" ...

Sí. Todo está bien a bordo este amanecer, nuestro buquecito batiendo olas proa al alba que resplandece con u tenues rosa y lila en el horizonte.

Esperanza: fin del mar. Palmeras: flores de aire y luz. Mujer: sed yagua dulce. Dentro de poco un océano me robará la patria: seré

un extranjero. Es como si el corazón se abriera de par en par para invitarme a una loca aventura.

¿Podría sucederme algo más dichoso? ¡Imposible! Lo que suceda está bien, aunque no tenga un dólar

para ser feliz. Te daré los días que no te amé, los besos que no te

di, ¡mi tristeza marina! ¿ Qué más puede dar un poeta?

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Palmeras en fila india, fortalezas ca tillos, rascacie­los todo bañado de sol bajo una tenue llovizna. Hemos llegado.

Por Dios, San Juan, ¡eres bella como una muchacha desnuda!

Cromos, N°. 2.652. Bogotá, 9 de septiembre de 1968 pp. 23-25.

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Un poeta pobre en Puerto Rico

U n remolcador nos da empujoncitos neumáticos hasta tocar tierra en Puerto Rico. Anclamos. Oh Pro­meteo, no siempre las cadenas son para encadenar!

Soy el primero en salir de esta chatarra flotante. Algo inesperado: al descender la escalerilla tuve la impre ión de que la tierra giraba bajo mis pies como una rueda de Chicago. Me recosté contra un árbol para no caer: es el mareo de tierra. Se identifica en el andar de los marine­ros que remedan la oscilación de un péndulo o el me­neo de babor a estribor.

El sol es una chispa cegadora. A la sombra de esta palmera espero al comodoro que fue a gestionar un pe­queño préstamo para sobrevivir en San Juan. Al fin apa­rece con dos tristes dólares que nos repartimos amiga­blemente.

-No te preocupes, Simbad, es sólo por envolatar el bolsillo hasta la noche, pues con Jaime no nos faltará nada.

-¿Cuál Jaime? -El almirante Parra, mi amigo.

El salto mortal

Nos dejamos ir al azar en un vagabundeo delirante, deslumbrados por el fasto del progreso la soberbia y soleada belleza del trópico; el desfile flamante de auto-

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móvil e que pasan di parado a una velocidad homici­da; lo hotele ra cacielo e yerguen con una un­tuosidad ofisticada en la zona turí tica. que ha de pla­zado con su auge la "zona negra' del viejo San Juan.

Todo e de orbitado. mecanizado. eloz. El brusco cimbronazo del desarrollo ha dislocado en su ba e la e tructura ocial y la tradición histórica. E al mi mo tiempo un gigantismo de a tador y con tructivo en que la arcadia ha perdido su alma.

San Juan no vive de u ueños: vi e del dólar. En u colosal metamorfosi perdió u identidad. u

perfile espiri tu al e . De un 010 alto ha caído en la órbita del time e money. Puerto Ri o a no e una patria: es una pequeña potencia económica. Y San Juan e la capital ro­botizada de e te emporio de riqueza ajena y extra agante.

El banquete del dólar

Despué de cinco hora de errancia por e te de ieno comercial, el comodoro e uble a y dice que tiene ham­bre, ed y melancolía: qu no da un pa o má . que en­tremos a un restaurante a derrocharno nuestro par de dólar.e en un almuerzo.

Me niego rotundamente. Alego que in el dólar en el boj illo e taremo perdido . que e o no dará optimí. ­mo)' eguridad p icológica.

El comodoro. enfurecido. reprocha mi actitud a ara y capitalista. Hasta me of nde in inuando que i píen o meter mi dólar en la caja de ahorros .

E tá bien. comodoro. que no lleve el Diablo, pero te advierto: aquí sin un dólar no eres nadie. ni iquiera un hombre.

Entramo a un re taurante da e-media que anuncia en la vitrina almuerzo a dólar. No sacamo lo gorros de

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marineros. El comodoro asume un aire pequeño-burgué , refinado, y pide la carta en un "impecable" inglés "San Victorino", como si tuviera mil dólares en el bolsillo.

Me pongo a sudar como un condenado porque este comodoro se va a equivocar de tarifa pidiendo una ex­quisita barbaridad y me apresuro a decirle al camarero que nos traiga el almuerzo que está avi ado en la vitrina y san-se-acabó.

El míster, decepcionado con nuestra falta de gu to apetito, arrebata al comodoro la carta en que su ojo naufragan en un fantástico menú internacional.

Luego nos despachan con una salchicha. un rábano viejo, tres hojas de lechuga y un puré de papa. E o fue todo.

A la hora de pagar recordamos que tal vez era obli­gatorio dar propina, por lo cual dejamos sobre la me el par de mugrosos dólares y salimos disparados .

Una vez fuera de peligro, el comodoro hace un aná­lisis de la situación, dándose golpecito en la barriga:

-Con ese dólar me habría comido tres mondongo en Bogotá y sobraba para el taxi. Ahora tengo más ham­bre que antes, no tenemos ni para el bu . y estamo a ochenta cuadras del barco. ¿Qué hacemos?

-Podemos ir a un Radiorreloj a poner un clasifica­do diciendo que hay dos colombianitos extraviados, a ver si vienen a reclamarnos.

-Si Jaime pasara por aquí sería la salvación. -¿Cuál Jaime ? -El almirante Parra, mi amigo.

"Simbad, hazlo por la marina"

Después de una corta siesta decidimos echar pata haciendo estaciones cada veinte cuadra , derretido de

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calor y de ira. Mientra más avanzamos menos se ven los barcos y más se aleja la posibilidad de llegar.

Como nadie camina por la avenida digo al comodo­ro que sólo Dios sabe que me la he aguantado, pero que no puedo más, así que aprovecho esta palmera para desaguar.

-j Por Dios, no se te vaya a ocurrir, on diez dólares de multa!

-Diremos que en Colombia somos subdesarrolla­dos y que allá hacemos como los perro.

El comodoro me uplica que tenga paciencia, que en último caso busquemo un bar.

-En el bar eso debe ostar plata. -Yo no creo a lo sumo diez centavo. -Como quien dice, casi un peso colombiano. Yo no

me dejo explotar. Además, no tenemos ni cinco. Me alisto para la ceremonia sin atender las prote -

tas del comodoro que e interpone entre la palmera y el tumulto de automóvile. en una púdica guardia de honor:

-¿ Te das cuenta lo que puede pasar? Diez dólar o la cárcel, qué desgracia ... ¿Qué dirá Jaime cuando lo sepa? Yo é que a ti no te importa pero por Dios, Sim­bad, hazlo por la ARC.

-¿ Por quién? -Por la ARC: Armada República de Colombia. En ese m mento se operó el milagro: no sé por qué

pero el conmovedor patriotismo del comodoro me e -pantó la gana. Sea.

De regreso al calvario

Respiramos una tonelada de aire mezclado con humo de gasolina, y con los pulmones provisto de combu ti-

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ble continuamos el interminable calvario de regreso al barco.

Es casi la noche. Cuando pasa alguna chica en minifalda, el comodo­

ro exclama alelado: "Ay, quién fuera Cristóbal Colón". Pero las minifaldas no se inmutan, ni siquiera nos ha­cen el honor de un desprecio ante un piropo tan intelec­tual y tan flojo.

No hay nada que hacer, se nos ve el cobre por encima. Sus ojos naufragan de sed en la dulzura melancólica

de la belleza imposible, como dos moscas en un panal de miel.

- Vamos, comodoro, Orfeo está en los infiernos por mirar.

La noche nos cayó encima como un ladrón. Para acortar distancia nos metemos por unos predios de­siertos que huelen a brea y a crimen. Nos guiamos por las luces de la flota naval que parece una constelación de arco iris en la pantanosa y cálida oscuridad de la bahía.

Saltando alambradas y violando embarcaderos pri­vados llegamos al barco en tan lamentable estado que el oficial de guardia pregunta qué nos pasó.

-Nada, teniente: dos poetas en busca de un navío ebrio, pero nos perdimos.

y el comodoro, con ilusión, casi angustia: -¿ Vino Jaime? -¿Cuál Jaime? -El almirante Parra, mi amigo. -No, no ha venido. -¿Ni ha dejado razón para mí? -No creo, señor. -Es extraño -remata el comodoro con resignación

cartesiana.

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Socorro, los bomberos

La cámara de oficiales está desierta. Luna el cama­rero, mira la televisión. Al ver nuestras embarradas y lamentables figuras nos brinda un aguardiente doble. Nosotros lo brindamos por el fin de la piojosa aventura pedestre y el triunfal retorno a la "patria".

-y esta noche, ¿qué haremos? -pregunta sombrío el comodoro.

-¿Qué te parece si echamos una canita al aire en el HiLtOll con un par de churros? Tú dirás ...

Al comodoro no le hace gracia :mi humor negro. No hundimos en un silencio más negro aún, y sin pensarlo quedamo atrapado. en la pantalla de televisión, como do cucaracha viudas.

No é si de rabia, fatiga o frustración, siento una olea­da de fiebre que me ube de la tripas al cerebro. Esto e. idiota: una especie de Gloria Valencia agringad ani­ma un programa de Fab y regala cajitas a la ama de casa. El mundo e una redonda porquería que gira alre­ded r del sol y la televi ión.

Para colmo. la pantalla e ) lena con el ro tro de un gordito que e pone a ge tÍcular y echar bla bla bla en inglé . Mi fiebre sube dos grados. A juzgar por la cara de ogro y los puños amenazantes habla de salvar el mundo. Otro grado. Creo reconocer al orador. he vi to su foto en lo periódicos. Otro grado. ¿Será él? No hay duda es él. Mi fiebre alcanza el máximo de ignición, ardo, e rompe el termómetro, me incendio socorro, ¡lo bombero! ¡Help! ¡Helppppp! Dio mío cinco días de mareo cruzando el Atlántico para terminar en un te­levi or oyendo a Richard Nixon ... ¡Me suicido!

-¿Qué te pasa, Simbad, a dónde vas? -A pegarme un cañonazo, ¡maldita sea.'

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Doy un portazo que triza en monosílabos la frase del comodoro:

-Ja-i-me-no-de-be-de-mo-rar ... ¡Merde!

Orfeo en el mar muerto

Bajo al camarote y me acuesto. Juro no salir más de esta ratonera hasta volver a Colombia. Por mí, que se lleve el diablo a San Juan con todas sus hembras, gringos, co­modoros, almirantes y grumetes. De aquí no me saca ni la Séptima flota, lo juro por el Dios de todos los ejércitos.

Saco una botella de Ron Buc que tengo en la mochi­la, la destapo, bebo un trago a pico de botella.

Separado por el negro océano del tiempo brindo por mis amores difuntos, por la última noche que dejaste media copa sin beber; por esa mañana de adioses en el vuelo HK-Ciento Muerte ... Amor, ¿qué hiciste nuestra sed? Bebo este cáliz hasta la última gota del mar muer­to: mi alma.

Si pudiera bajar al abi mo de Dios aunque tuviera que morir. Si el abismo de Dios no estuviera vacío de Dios. Orfeo al menos descendió a lo infiernos en bu -ca de Eurídice, y supo que el infierno existía. Fue afortu­nado. Los dioses de la fábula jugaban limpio. Los de la razón juegan sucio, sin piedad. No valen un trago de ron, ni una colilla de "mota" partida en dos por la amistad.

Decido que es más divino un borracho que un cuer­do endiosado. Buenas noches.

Noche de gala en el Minas Gerais

El portaviones brasilero Minas Geraís ofreció una fiesta a bordo a los oficiales de la ARC y de Estados Unidos.

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Esa noche el comodoro se engalanó con su azulejo y arrugado Everfit, se encorbató y se vació medio fra -co de Mennen en el cuerpo. Apestaba a cinco millas a la redonda. Fulminaba zancudo con la puntería mortífera del Black-Flag.

En vista de nuestra bancarrota económica y la cade­na de fracasos romántico en San Juan sobra decir que el comodoro echaba chi pa de felicidad ante la noche galante que se abría a su imaginación como una rosa de pétalo erótico y perfume afrodi íaco . Juraba te­ner sed para un barril de whisky y que no quedaría una sola puertorriqueña sin que se de mayara de Mennen en u brazos.

Yo no me hacía ilu ione . En vez de ir a la fie ta pensaba salir a vagabundear por el San Juan nocturno al encuentro de la aventura. A punto de alir del barco a la fabulosa noche extranjera, luciendo un intimidante aire de apache, me capturó el teniente Fabio Arepa con la orden irrevocable de a i tir a la fie tao A í lo decidió la tripulación.

- Mire, teniente, ¿ tengo cara de ir a un baile de gala ? Yo no tengo corbata, ni traje de baile, ni bailo. ~ Vamos a re olver e e problema ya mi mo, pero lo

que es usted viene com ea, con traje o sin traje. De paso dio la orden de que no me dejaran alir del

barco, y se pu o a movilizar un ejército de salvación para reclutar corbata, cami a blanca aco, pantalón y hasta un fra co de Glostora para a entar el pelo.

Sin e cape po ible acepté la cami a y una corbata que me enredé al cuello y archivé el gorrito de marine­ro. En medio de aquella bandada de gaviotas lucía un aire ruino o de espantapájaros.

En un bus de la "Navy ' no dirigimo al gigantesco y carnavalesco portavione donde ya corrían catarata

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de whisky y una orquesta sambeaba la samba brasileña con exaltado frenesí reviviendo cálidas y amantes no­ches de lujuria de carnaval en el exótico Río legendario y otro manantial de belleza se precipitaba a raudales en los ardientes brazos de los sedientos lobos de mar que se volvían soñadores entre las acariciantes sedas y rese­das y perfumes de la flor y nata del manzano de frutos paradisíacos del refinado aristocrático San Juan de Puerto Rico, más la belleza imperial de Estados Unidos con su e plendor de minifaldas desorbitadas en la pista de án­geles delirantes girando en el torbellino loco del rock al borde del éxtasis como celebrantes de noches báquicas en honor a dioses de guerra, amor violencia y embria­guez, al son de tambores y el latir de la música órfica a punto de incendiar las naves del ensueño, desatar los cabos del pensamiento para navegar en los perfumes Dior de la perdición hacia la zona tórrida del sexo de la sed, del "otro" que se abraza porque es sed y manan­tial, soledad y salvación, pez y red del deseo en el cielo de olvido, de placer, de inmortalidad en los constelados locos abismos de la caricia que ilumina los corazones y lo mundo. ¡Oh dio es tenebroso de lujuria, libertad y muerte: en tus orga mos encomiendo mi espíritu!

El comodoro y yo arrinconados como un par de e -cobas viejas, ardemos de envidia al borde del incendio mirando alelados como bombero sin saber qué hacer, apagando nuestros ardores galantes con enormes va os de whisky y soda, y envolatando nuestro feroz apetito de lobo de mar con trocitos de mortadela y carne de diablo. ¡Qué porquería!

-Comodoro, esto es humillante, vámonos. -Ni peligro. De aquí no me voy sin bailarme un

churro. Además, el corazón me avisa que Jaime va a aparecer de un momento a otro ...

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-¿Cuál Jaime? -El almirante Parra, mi amigo.

Cromos, N°. 2.653. Bogotá, 16 de septiembre de 1968, pp. 40-43.

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Simbad en la guerra atómica

Para Aurita

Bahía de San Juan ... Castillo del Morro ... palmas de coco ... rascacielos que la luz esfuma ... el llano in­menso del mar otra vez. Atrás, ninguna nostalgia. Den­tro de cinco días: ¡la patria!

"No son bellas las playas del destierro, hasta que se le dice adiós" (Martí).

Al fin conocí al héroe mitológico del comodoro: 'el almirante Parra mi amigo".

Pasé por el puente del comandante a purificar mi pulmones y me acerqué a un grupo animado donde me abrieron un hueco. Había dos figuras nuevas en la tri­pulación del Antioquia: uno alto y otro bajito.

Entonce supe que lo conocía de de siempre, que éramo viejos amigo : "Señor almirante, cómo e tá" -dije yo-o "Qué tal, Gonzalo" -dijo él-o Era el señor alto, no sólo por la e tatura también por su gran personalidad. Pensé en el comodoro con nostalgia, y le dediqué con todo cariño como un ciclista, esta amis­tad que él había planeado tan amorosamente durante todo el viaje. Pobre comodoro allá enlatado en su cáp­sula a 500 metro submarinos, perdiéndose este instan­te glorioso.

El señor bajito resultó ser nada menos que el general Mejía Valenzuela, comandante de las Fuerzas Armadas.

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¡Qué susto! Recordé al Niño Jesús discutiendo la revo­lución cristiana con los doctores y los generales roma­nos allá en la "naves" del templo.

Era más o menos lo mismo: un poeta nadaísta rodea­do de lo altos mando militare de la república, en una nave de la ARe.

A pesar de que los intelectuales tenemos fama de antimilitaristas, me extrañaba no estar cohibido ante lo " upremos". Al contrario, desde el primer instante me sentí imanado por una efusividad auténtica, incera. Descubrí con a ombro que lo general e no eran tan temibles, con alma de acero. Que bajo la guerrera de un militar e esconde, vulnerable y humano, el nido de un hombre, de un posible camarada.

Con todo el respeto debido a su jerarquía, pero en honor a la verdad, debo decir que el general Mejía e un hombre má chiquito que yo y má flaco que yo. Por alguna o cura razón psicológica entí ante él un jubilo o complejo de uperioridad como i el corazón me gritara desde la barrera: ¡ánimo, Gonzalo, tú le puede!

Lo que quiero decir es e to: que el general Mejía y yo hacemo una pareja de pe 'o pluma muy empatada para . ubir al ringo Sólo aparentemente, claro e tá, pue en el fondo debe "pegar' má duro que Caraballo, ya que no e es general impunemente, despué de pa ar treinta año en los cuartele .

A este re pecto contó una anécdota: "Mis camara­da de la e cuela militar me llamaban en broma Gene­ral'. Tuve que esperar treinta años para poderme quitar el apodo. ¿Qué les parece?".

Ya ven este es un general con humor, inteligente. Incluso - egún me chismeó el almirante- toca tiple y es un apasionado admirador de la poesía del maestro Valencia. Esto en cuanto a lo espiritual.

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En cuanto a lo militar, compartimos peligrosas haza­ñas de guerra, tales como cruzar el mar de una orilla a otra entre dos barcos o izamos cincuenta metros por los aires hacia un helicóptero en movimiento atados por una cuerdita alrededor del ombligo. No se mosqueaba por nada, aunque esas aventuras marineras no eran su campo de batalla, es decir, su especialidad militar. Se lanzaba a esas aventuras con una mezcla de frío coraje y resignación desdeñosa como quien no teme el peli­gro, como quien ha templado los nervios desafiando la muerte en su terreno. Lo mi mo el almirante Parra: el lobo más homérico de la Marina.

Ese valor se los da creo yo, un sentimiento que los civiles no tenemos: el honor militar.

El heroísmo no es una virtud intelectual. Pero es, o debe ser, una virtud militar. Estos desprecian el peligro como un imperativo de su profesión. Y si no lo despre­cian, lo asumen y enfrentan racionalmente.

Como me tocó el honor y el terror de compartir au­dacias marineras que mi imaginación nunca había so­ñado yo me hacía el respetuoso de las jerarquía y les cedía el primero y el segundo tumo al general y al almi­rante para estar seguro que la poesía no iba a parar al fondo del mar al intestino de un tiburón.

Entretanto, yo miraba la operación con un fal o aire de indiferencia nihilista (haciendo de tripa corazón), pero temblando de arriba a abajo y de babor a e tribor, por decirlo así.

El almirante me invitaba a esta odiseas como una deferencia, o porque daba por un hecho mi vocación poética por la aventura.

Yo le decía que Í, por pena de decirle que no, pero a la hora de pa ar de un buque a otro entado en una miserable sillita como un lisiado, bajo un torren tazo de

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olas que hacían un arco iris eclipsando el cielo, yo que­ría decirle al almirante que me olvidara, que le agrade­cía en el alma la invitación, pero que pensándolo bien yo no era Simbad el Marino, que esas historias eran pura imaginación, tonterías de algún novelista que ni siquie­ra conoce el mar que mejor yo lo esperaba en la cáma­ra de oficiales para que me contara su vida "secamente", o yo contarle la mía que era muy interesante, y hasta le habría prometido hacerle un reportaje con tal que me eximiera del honor y el placer de acompañarlo por mar y cielo como si yo fuera una nube, un ángel o una ga­viota, pero ¡qué va! señor almirante yo soy un modes­to peatón, por qué mejor no le cedemos mi puesto a Fabio Arepa que es un teniente muy noble y valiente, él se siente en el mar como pez en el agua y llegado el caso es capaz de hablar de filosofía, de la colonización del Quindío por los antioqueños, de la teoría darwinia­na sobre el origen de las especies, de lo amore secre­tos del almirante Padilla, etc., así que yo me sacrifico para que él disfrute de esta magnífica experiencia y ten­ga la memorable oportunidad de cruzar la cuerda hacia el atómico Josephu Dantels de los gringo ubir la cuerda hacia el helicóptero brasileño que ha de trans­portarnos al portaviones Minas Gerai , todo e o me pa­rece admirable de lejitos, así que con u venia yo me

. retiro al camarote, mi querido señor almirante Parra; y e ta noche nos veremos para continuar nuestras ame­nas charla sobre la vida, inclu ive le prometo dictar una conferencia en alta mar sobre el nadaísmo, para su señoría y toda la tripulación ... ¿okay?

Pero todo era inútil , pues a la hora de subir o cruzar la cuerda, yo estaba moralmente embarcado en la odi­sea y era muy tarde para arrepentirme sin contar con que ahí estaban 500 marinos presenciando la escena y

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que pasaría tristemente por cobarde más esas 200 cá­maras fotográficas captando el dramático momento de nuestro tránsito a la eternidad. en caso de que a la cuer­dita se le ocurriera reventarse de risa con nuestro he­roísmo y enviamos dc una vez ante el eterno con todo el peso de nuestras culpas, amén .. .

Pero ya el general Mejía vuela por los aires como un ángel de la guarda. como queriéndome decir: no tengas miedo Gonzalo, esto es más fácil que escribir versos, sube, la vida es un suspiro en las mano de Dios y no se cae una hoja del árbol de la vida sin su Divina Volun­tad, así que no te preocupes muchacho, pue Dio no quiere la muerte del nadaísmo sino que se convierta, ¿qué te parece? Claro que sí. mi general, todo eso ue­na muy bonito, lo del suspiro en las manos de Dios pero ¿si va y Dio resulta manco por el asuntico aquel que le hicieron en la Cruz y e le enconaron sus divinas heridas por falta de médico? E mejor pensar en todo, mi general , como aconseja sabiamente la medicina pre­ventiva. que en aquella época de Pilato estaba muy atra­sada como u ted sabe.

Entonces le de eo feliz viaje al general y al almi­rante a quiene el hehcóptero acaba de izar por los aire rumbo al Mina Gerais donde el almirante Figuereido nos está esperando para ofrecerno su hospitalidad y un almuerzo a bordo de u gigante co portaviones.

Mientra regre a por Nereo y yo que somos "los go­rila ., de la expedición, arreglo mis asunticos pendien­tes en Colombia, me pongo a paz y sal o con la concien­cia y redacto mi te tamento para la inmortalidad, que por falta de notario depo ito en las fieles mano del te­niente Fabio Arepa, para que 10 entregue a los periódi­cos como última voluntad del poeta, en ca o de que se cumpla el pronóstico del general, de que uno e un u-

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piro en las manos de Dios suponiendo que Dios tenga manos y si las tiene, no le dé por estornudar mientras lo suspira a uno en su mano, ¡oh Niño Jesús de Praga!

Testamento a los colombianos

Yo: Gonzalo el Simbad, dejo: Mi mala reputación a la familia. Mi mal olor a la Intemational Petroleum Company. Mi tiempo perdido al tesoro nacional. Mi cerebro a una babosa. Mi corazón al pez espada. Mi ángel de la guarda a la Academia de Hi toria. Mi inmortalidad al primer gusano. Mi sexo a la nereida. Mis do pie a la memoria de Arthur Rimbaud. Mi gloria a los pobre de e píritu. Mi felicidad a lo psiquiatras. Mi sífili a la posteridad. Mi mano derecha a la revolución. Mi izquierda al Manco de Lepanto. Mi ombligo al Mu eo del Oro. Mi 'crisi " nervio a al nadaísmo. Mis zapatos roto al infinito. Mi castidad al Mu eo de Arte Colonial. Mi caja de diente al enterrador. Mi saldo rojo a las tinieblas. y mi intestino delgado a la República de Colombia. Fdo.: Gonzalo el Simbad. (Dado en alta mar, en la popa del ARC Antioquia,

ante el fotógrafo Nereo, el 'capellán' Polanía, y el te­niente Fabio Arepa).

PO.: En caso de que me trague la tierra o un tiburón, ésta e mi última voluntad, ¡oh compatriotas de mi alma!

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y sin más por el momento, me despido hasta el juicio final, en que tendré el gusto de verlos a todos haciendo cola a la siniestra de mi padre (Vale).

La guerra en acción

El primer día de operaciones en alta mar, todos los barcos de Estados Unidos, Brasil y Colombia, respalda­dos por los aviones y helicópteros del Minas Gerais, se dedicaron conjuntamente a una persecución implaca­ble del submarino atómico SS Chopper de los gringos allá donde va el comodoro. La consigna era darle caza al temible' enemigo" y "destruirlo' .

Ese combate simulado se llama zafarrancho, o sea que, aunque es una guerra de mentiras, uno se tiene que portar seriamente, como si la cosa no fuera con los gringos, sino con los rusos. Como si el ubmarino que estamos cazando no fuera un SS, sino una especie de Potemkin, que en vez de dejarse cazar, fuera al revé , y nos mandara al diablo por la popa con us tenebrosos buscaniguas atómicos con lo cual no quedaría del An­tioquia ni para hacer jabón.

En la posibilidad, pues, de que aparezcan ine pera­damente los rusos, los chino y lo cubanos con su po­derosa flota de submarinos y sus e cuadrones de Migs dispuestos a no dejar ni pío de nuestra invencible ARe, nos hemos puesto en la cabeza esos horrible casco de acero el optimista salvavidas por lo que pueda ocurrir.

Todo están en us puesto esperando el ataque del enemigo, o listos al contraataque. Los cañone provi to de balas del tamaño de una pata de pajo a punto de abrir fuego antiaéreo que estalla atronadoramente al di parar­se, uno siente el cimbronazo en la columna vertebral, y aJ rato se oye la explosión lejísimos, aJ caer al mar.

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Muy interesante la maniobra de los cañones, pero me dio dolor de oídos y algo de estómago por las sacu­didas. La próxima vez no me la pienso dar de héroe, ni de corresponsal de guerra, sino que permaneceré pací­ficamente en mi camarote, pensando en lo feliz que se­ría el comodoro luciendo ante "Jaime" el casco de acero y dispuesto a morir por la patria, o por una medalla.

Todos los barcos en fila india, por turno, han hecho tres ataque antiaéreos cañoneando un avioncito de co­lor rojo que los gringo lanzaron al aire y controlan con radar. Este avioncito es un bombardero "enemigo" y no es por azar que esté pintado de rojo. Gira y gira en el cielo demarcando un área extensa en la que opera el control, dando oportunidad al fuego de lo cañones para que hagan blanco en 'el rojo".

Los barcos que participan en la Operación Unita , por convicciones democráticas y un explicable orgullo naval nacionali ta, e disputan heroicamente el honor de derribar el Mig que pa a por el delo, diminuto y veloz como una golondrina, indiferente al aguacero de plomo que le llueve de de los barco .

Do hora de pués de e te pum pum fulgurante, el ra­dar ordena al avi ncit volver a la ba e, y é te regre a obediente sin un fa guño que lamentar, feliz de haber e -capado ileso de la balacera democrática y muerto de ri a por haber dejado al "enemigo" con lo cresp hecho.

En fin es tamo vivo aunque derrotado lo cual e preferible a estar victoriosos pero náufragos .

Esta es mi humilde opinión, y mi ángel de la guarda está feliz pues el agua está fría y el pobre es muy pro­penso a lo resfriados.

Buenas noches, queridos lectores; y buena noche querido Niño Jesús de Praga por salvar nuestro barqui­to de los ataques comunistas.

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(Si Dios y los rusos me dan vida y salud, no se pier­dan por nada del mundo las aventuras de Gonzalo el Simbad en plena guerra atómica, venciendo todos los peligros con el solo poder de su imaginación ... hasta luego).

Cromos, N°. 2.655. Bogotá, 30 de septiembre de 196 , pp. 21-23.

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De la rosa de los vientos a la eternidad

Los barcos se abren en abanico formando un exten-o círculo, a varia millas uno de otro. La consigna e

"capturar el ubmarino atómico SS Chopper que por ahí ronda sólo Dios sabe a qué profundidad.

La maniobra consiste en evitar que el submarino "enemigo" penetre este cinturón de barcos y darle caza antes que logre su objetivo. Si los barco lo descubren, ganan la 'guerra". Si el submarino consigue penetrar la barrera, seremos nosotros los que pasamos a mejor vida.

Se inicia el 'zafarrancho"; son la 7 de la mañana. El cielo luce azul, sin una nube. El sol es tibio, límpido. El mar refleja su luz, el azul, la paz inmensa del cielo. Mi corazón late feliz , en bodas con la belleza del mund . No me rodean el mar y el cielo; es un milagro el que me rodea' el misterio vi ible pero incompren ible de Dio . No importa, lo bendigo. Porque no e mi razón la que se deslumbra con la luz divina: e mi angre la que divi­niza mis sentido mi alma animal, y desata en mi carne una furia idolátrica que sube de mí al cielo corno un canto una oración, o el resplandor de una hoguera.

En medio de este esplendor apenas digno de un rito sagrado, lo hombres jugamos como locos a la destruc­ción del milagro. Perdónanos, Dios, porque somos tus enemigos, y ultrajamos la luz.

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Perdónanos, camarada Dios, porque nos hemos he­cho fuertes, inhumanos, para deificar el poder.

El portaviones Minas Gerais lanza al espacio media docena de aviones y helicópteros que salen en misión de reconocimiento. Desatan un zumbido atronador en el cielo. Van equipados de radar y sonar que captan con su misteriosa sensibilidad la presencia invisible del "ene­migo". Arrojan al mar unas bombas que detectan el sub­marino y envían ondas electrónicas a unos "cerebros" que funcionan en el portaaviones.

No lo puedo explicar técnicamente, e muy comple­jo para un poeta. El almirante Figuereido nos explicó el asunto, pero yo siempre he preferido la magia a la tec­nología. Y en pleno siglo XX sigo creyendo que la luz eléctrica tiene que ver má con el milagro que con la ciencia. Yo desafío la lógica a que me explique la llama de un fósforo. Abrumado de razones ha ta la má ate­rradora evidencia, diré aún que e falso, que el inventor del fósforo no fue un sabio, sino un poeta.

La lógica de la poesía es la metáfora. Desde luego es una verdad poética, pero es con la única que puedo explicar la guerrita de lo avione que tratan de cazar el submarino con us enigmático radare y onares. Es como un enamorado de hojando lo pétalos de una margarita pensando en el corazón de la amada: me quie­re ... no me quiere .. . me quiere .. .

Así nosotros no pasamos el tiempo deshojando la Rosa de lo Viento buscando el blanco del submarino para flecharlo con nuestros dardos de guerra, pero el maldito no se deja querer' .

La actividad "bélica" de esta mañana radiante es in­tensa, a bordo todo el mundo está en pie de guerra, en su lugar de combate listo a entrar en acción . Ni siquie­ra hemos desayunado, pues el enemigo ataca inespera-

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damente. Se dice que guerra avisada no mata soldado, y es cierto. Aquí al menos el ambiente está cargado de dramatismo, angustia y terror. La po ibilidad del ataque contamina el aire de tragedia, de un aliento tenso, so­brecogedor.

Estamos contagiados de amenaza, inexorablemente. Ni una mirada alegre en la tripulación, ni un saludo cor­dial. A lo sumo, una solidaridad muda taciturna: la fra­ternidad de la impotencia y el miedo.

Cada marino e tá po eído de su irrevocable deber, y de la po ibilidad amarga de su muerte. Yo mi mo estoy ensombrecido y atemorizado. Es un hecho que estoy "viviendo' un in tante trágico y definitivo de mi desti­no: la guerra puede tornar este instante en eternidad.

Si el tal Chopper irrumpe súbitamente sacando la trompa, o enfoca nue tro barco con su mortífer bu­canigua atómico allá en su lejura ubmarina, no que­dará del ARC Antioquia ni ei ángel de la guarda para contar qué pasó, y e ta crónica se quedará inédita.

Estamos muy nervio os, y con un hambre del cara­jo. No é qué me oprime más: si el ca co de acero o la angu tia.

El teniente Fabio Arepa no se separa un segundo del extante calculando di tancia entre los barco . Se la

va dictando en voz alta al capellán Polanía, que nunca . dice nada, pero uno abe que u pen amiento trabaja en

las altas matemática del e píritu, terriblemente preocu­pado por salvarno la vida y la dignidad de la Armada nacional. Él y Fabio Arepa me inspiran una extraña cer­teza de que soy "inmorible , de que la Armada de Co­lombia es invencible, aunque ean chatarritas subdesa­rrolladas. Debe er porque yo creo más en el poder indestructible de lo ideales, que en el de los cañones. y que, en última instancia, el triunfo no erá de los co-

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hetes, sino de los sueños del hombre, y de la fe que los alienta.

El señalero manipula su potente ojo lumino o envian­do mensajes a los barcos en su lenguaje morse. No sé lo que significa ese titilar nervioso, pero puede expresar la inminencia de un peligro, la catástrofe, qué sé yo.

El almirante Parra, mudo de responsabilidad históri­ca, horada el infinito con sus binóculos buscando un signo, la presencia delatora del enemigo. Tran mite sus sospechas o presentimientos al general Mejía, o discute la situación con el comandante guerrero el capitán Uri­be, y el capitán Díaz, que a toda hora hace una cara esquiliana de tragedia griega: sobre todo hoy. Y no es porque su corazón sea una roca inconmovible. Sería más exacto decir que no lo conmueve ni la tr gedia, ni la risa porque su corazón superó las pasione en una aceptación estoica del destino. Ese capitán Díaz era como un Buda del mar, con su serenidad a flor de piel más elocuente que la risa .. Todo el viaje envidié esa calma filosófica, sobre todo para usarla con las palabras cuan­do escribo y con la mujere cuando amo: do tentacio­ne paradisíacas en que vivo apostando mi alma, unas veces a la inteligencia de la serpiente, y otras a la dulzu­ra de la manzana. Pero por más que lucho gana el de­monio, en una secreta y gozosa complicidad con mi amada.

El fotógrafo Nereo, por su parte, parece consciente de que nunca má en su vida volverá a di frutar los "horrare ' y peligro de una guerra naval. P r lo cual anda como loco mirando ángulos y rostros a través de su metafísico "ojo de pescado", reflejando el drama, las situaciones el temor, la esperanza, la impac:encia los pensamientos, todos los matices de la psicolo::>ía, según su punto de vista personal.

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Al descubrirle por ahí cavilando contra un cañón, en una tristeza informulable, aprovecha para retratar mi soledad en que la muerte ha clavado su mirada de cu­chillo, quizás por última vez.

Ajá. Este Nereo no es bobo como parece, con esa facha risible en que lo ridículo y lo patético se combi­nan, con su mini-pantalón a rayas, su casco de guerra, su cami eta sicodélica, y esas gafa de magi trado o pastor metodista.

y digo que no es bobo porque e ha hecho la ilu­sión de obrevivir a este zafarrancho, y yo sé lo que está pen ando al retratarme: está pen ando venderle mi foto a don Camilo por cien pe O" o ea por el do­ble para ilustrar la noticia póstuma en 'A quien pueda interesarle '. en ca o de que lleguen "los rojo " y no dejen del nadaísmo ni el pegado. Me toma otra muy dramática pensando en la portada de Cromos, pero ahí e le fue el tiro por la culata, pue don Jaime e opon­

drá de todo corazón y le dirá a Camilo que ni por el diablo me deja inmortalizar en la carátula, en vez de acar un churro de la Paramount que tiene mejore pier­

na que yo. No importa. don Camilo. no e le vaya a ocurrir renunciar por esa tontería que yo me vengaré de de el cielo con la ayuda del E píritu Santo, para que lo ilumine y haga de u ted un gran escritor con el fin de que todos los lectore de "En gran ínte i" e pa en a "A quien pueda interesarle", atraído por la re plandeciente y podero a Anchicayá del E píritu Santo, que e va a quedar in una bujía para convertir­lo a usted en un gran escritor (En caso de que hagan falta alguno megatones de radiante, puede contar con mis luces para completar su electrificación. No se pre­ocupe pue , que el de la paloma y yo haremo de us­ted un "brillante" escritor).

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Como he adivinado las intenciones siniestras del tal Nereo tomándome foticos para vender al doble, me acabo de acordar que olvidé en la otra chaqueta el tiquete que me entregó el subcomandante Martínez al embarcarme, y en el que consta que soy pasajero de la lancha núme­ro 4, la que debo abordar en caso de naufragio. Será mejor tenerlo a mano pues estos marinos son muy dis­ciplinados y de pronto me dejan aquí con la ratas, lo cual haría feliz a Nereo haciendo miles de copias para enviar a la mala prensa europea y norteamericana, in­cluyendo el New York Times con portada a siete colores, dedicada a mí.

Bajo al camarote a traer el tiquete de náufrago, y de paso me bebo a pico de botella el resto de ron Buc para evitar el resfriado en caso de que nos hunda el submari­no y el agua esté muy fría.

Se va la tarde y aparecen las primera e trellas. Todo ha pasado in novedad en el mar y en el cielo. salvo mi dolor de estómago por los cañonazos del ARC Antioquia.

La verdad es que, desde el punto de vista militar, la operación ha sido un fraca o para las democracia oc­cidentale , pues no hemo podido tumbar el avioncito rojo, ni cazar el ubmarino.

Pero desde el punto de vista del instinto de con­servación, no podemos quejarnos: estamo IVOS , y la noche que llega será como Dios quiera. Por lo que pa e, confío mi alma al Dio de las tinieblas.

Lo que pasó e a noche no estaba escrito e los ana­le de guerra, ni en la historia de la marina desde que Colón pi ó el Nuevo Mundo.

Lo vientos de la rosa desfloraron la calm del mar. La noche era ideal para una novela de horror borrasco­sa, oscura, como para un ataque submarino. El zumbi­do de la tempestad era de tal modo espeluznante que

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uno se imaginaba a Drácula invadiendo el barco con su terrorífico escuadrón de vampiros. Quizás, ahora mi -mo, Drácula en persona estaría al timón de la nave. Es medianoche ...

De repente irrumpe en la cámara de oficiale el mo­jado y lívido teniente Fabio Arepa, con cara de náufra­go o de telegrama con mala noticia se quita el ca co y pide permiso para dirigir e al almirante:

-Señor, una llamada urgente para usted. -¿Para mí? ¿Qué pa a? .. . ¿De dónde? -¡Del ~ubmarino SS Chopper! ¡Lo llama Arturo Navas! ¿Qué le parece? No otro bu cando el maldito Cho­

pper por mar y cielo con todo el poderío naval del Atlán­tico y ahora aparece el comodoro en plena noche draculiana, a quién sabe qué remota profundidades, llamando a 'Jaime' por teléfono como i e tuviera en­tado en u e critorio de la revi ta Cromos.

Con razón el almirante exclamó de pué del bre­salto: 'Ahí está Nava pintado: a nadie se le hubiera ocurrido semejante cosa! ¡Qué tipo! ' .

Lo que pa a e que el comodoro debe tener loco a lo gringo hablándole del 'almirante Parra, mi ami­go",.y como no lo pueden tirar por la borda pue 10 ubmarinos no tienen borda, ahí 10 tenemo en alguna

parte indeterminada del profundo océano llamando al . ARC Antioquia, poniendo en peligro a nu stro enemi­go el Chopper, para darle las buena noches al almiran­te ante de irse a acostar.

Me lo imagino allá en el abi mo, al borde del colap­so, con el par de audífonos calados en las oreja , rebo­sante de júbilo inmortal, no ólo por el orgullo patrio de volver a hablar en su cervantino-santafereño, sino ful­minado por la gloria de oír a Jaime': versión Caribe de los héroes homéricos ...

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-Aquí, Arturo Navas, del SS Chopper, llamando a "Pargo" ... al almirante Parra: mi amigo. Over ...

-"Pargo" recibido ... Un momento, señor Navas, ya pasa el almirante ...

-Gracias, mi queridísimo chato ... (Pasa el almirante). -¿Cómo estás, Arturo? -¡Ooooooohhhhhh, señor almirante! , exclama el

comodoro fulminado de felicidad , y enmudece como si acabara de tragar un erizo.

-¿Aló? ¿Aló? ¿Qué pasa? ¿Aló? ¿Me oye Arturo? -Perfectamente señor almirante : ¡over! -¿Qué tal viaje? Gonzalo te envía saludes. Dice que

estás haciendo falta aquí. -Oh, señor almirante, si eso dice Gonzalo, ¿qué diré

yo sin ustedes? ¡Es terrible! Anoche soñé que me vol­vía una ola para ir a saludarlo: ¡over!

- ¿Soñaste ser una ola? ¡Muy interesante! ¿Y qué pasó?

- Pues nada, señor almirante que como el sueño era en español y aquí todo el mundo habla inglé , no me dejaron salir. ¡Over!

- Lo lamento mucho, mi querido Arturo. De todo modo mil gracias.

-Señor almirante: ¿qué tal luna tienen allá? - ¿Cómo dices? -Si hay luna . .. estrellas . . . allá en el cielo: overo - No, nada de eso tenemos temporal un "Mar 4"

aproximadamente . -Ahhh, señor almirante, qué belleza: Mar 4. ¡SU­

pongo que el pobre Gonzalo estará vomitando hasta el remordimiento! Cuánto daría por salir de esta lata de sardinas y fumarme un Pielroja bajo ese cielo de tor­mentas, en su grata compañía, desde luego ... over.

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-Bueno, Arturo, mil gracias por la llamada, y buenas noches. Dele recuerdos de mi parte al almirante Parker.

-Se va a poner feliz con u mensaje. Ju tamente hemos pasado la noche escuchando música clá ica y hablando de usted. Claro, en mi modesto inglés "San Victorino' como dice Gonzalo. Estos chatos son uno gentlemen, señor almirante. ¿Conoce usted "Las ruinas de Atenas"? Over.

-¿Las ruinas de Atena ? Bueno, más o meno, he estado en Grecia varias veces, muy interesantes, e as ruinas ...

-Perdón señor almirante, me expre é mal. Yo me refería a la otra "Ruina de Atena ", la musicales , mejor dicho a la obertura de Beethoven que ahora e tá sonando aquí en una interpretación de película a cargo de la Orquesta Filannónica de Berlín, dirigida por Joseph Keilberth; no sabe cuánto de earía compartir con u ted este momento sublime en alta mar aquí abajo, di fru­tando esta pequeña obra mae tra del genio ale .... aló? Señor almirante Parra, ¿me oye? Dígale a Gonzalo que si ve por allá mi loción que me la guarde ... ah , y otra cosa: mis veintiún cañonazo de re peto al general Me­jía Valen-zu-gluuuuup-up-gluuuuu-up-up-u-p ...

El oficial gringo debió cortar la comunicación, pue el comodoro habla má que una señora del Chicó. O

. po iblemente el Mina Gerai ha interceptado la ubica­ción de Chopper y acaba de descargar una bomba. O en el mejor de los caso una ballena diluviana se acaba de tragar al comodoro, con Chopper y todo.

Pobre comodoro: no era gran cosa ni siquiera un héroe. Pero murió en su sal como los peces. Que Nep­tuno lo reciba en su gloria, igual que a sus antepasa­dos Ulises, Eneas, y Palinuro, lo inmortales de los mares.

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572 / Reportajes

Para honrar su memoria inscribiré su epitafio con la luz del rayo, en la cresta más alta de las olas:

Aquí yace el comodoro: ¡muerto, pero feliz.'

Epílogo para el almirante:

Colombia es un país rodeado de mares por todas partes, menos por eL corazón de los marinos donde la patria es amor.

Cromos, N°. 2.656. Bogotá, 7 de octubre de 1968, pp. 21-23, 54.

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La Divina Providencia vendrá a Bogotá

La acogida de que fue objeto el Sumo Pontífice du­rante su reciente visita a Bogotá, tuvo repercusiones mundiales.

Ninguna otra ciudad que haya tenido el honor de haber sido sede de un Congreso Eucarí tico había dado mayores muestras de virtud cristiana, de fe católica, como la que regi tró nue tra capital.

Tan excepcional fue la repercusión que, según el corre pon al de la Nada Pre s en el cielo, comunicó a u colega en Bogotá, de que aun allí el uceso fue objeto de tan favorable comentarios, que el propio Dio, ante esta evidente muestra de amorosa acogi­da a u representante en la tierra, ha decidido vi itar a Colo·mbia.

En vi ta de la inesperada visita del Altí imo, toda las fuerza vivas del paí e han organizado en comités, juntas de festejo de recepción. de relacione públicas. de cultura, de turismo de homenajes, etc. y la máxima entidad directiva ha hecho lo siguiente decreto y nom­bramiento para salir "airo o " de tan delicado com­promiso:

Dieta alimenticia. A cargo de Chez Segundo, Mar­cel Goerres Sofía Ospina de Navarro y Hernando Gi­raldo.

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574 / Reportajes

Ambientación celestial (Del Hotel San Francisco don­de se instalará al Divino Huésped): Saúl García, Feliza Burztyn, Álvaro Barrios y Bernardo Salcedo.

Flores y floreros . Bertha de Ospina, Gonzalo Ariza y S usana de Goenaga.

Jefe de protocolo. Gonzalo Arango. Subjefe: León de Greiff.

Consejero divino. Emilio Urrea. Consejeros teológicos. Octavio Arizmendi Posada,

Deogracias Fonseca y Teófilo Rojas. Intérpretes. Tuso Navarro O pina, Urdaneta Arbe­

láez y Óscar Echeverry Mejía. Asesores intelectuales. Enrique Uribe White, Marta

Traba, Javier Arango Ferrer, Ugo Barti y Casimiro Eiger. Médico de cabecera. Alfonso Bonilla Naar (sin

versos) . Guardae paldas. Kid Gavilán Camilo Re trepo

Bernardo Caraballo y Héctor Roja Herazo. Información pren a. Calibán. Enrique Santos 1,

Enrique Santos n, Enrique Santo IIJ , Arturo Navas y Elkin Mesa (quien llama al creador "fuente bien infor­mada' ).

Comité f emenino. Migdonia Barón, Tere a Cuervo. María Currea de Haya y Leonor Reye (sin minifalda) .

Mensajero. Germán Zea Hernández.

Programa de festejos (único día)

6 a.m. "Di curso de bienvenida al Altísimo ': doctor Belisario Betancur.

7 a.m. Desayuno en el Minuto de Dio (acto alusivo). 9 a.m. Rueda de prensa en la Plaza de Bolívar. ante

80 mil fotógrafos y 200 mil periodi ta de la mala prensa.

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10 a.m. Misa oficiada por Monseñor Valencia en el barrio Los Laches (entrada libre).

11 a.m. Desfile militar por la carrera séptima para rendir honores al Señor.

12 m. Almuerzo ofrecido por la colonia antioqueña en el Portal del Marinillo (platos típicos).

2 p.m. Firma de autógrafo. 3 p.m. Corto paseo a pie por la calle de la ciudad

en compañía de Virgilio Barco. Descubrimiento de una placa conmemorativa del inmortal acto: di cur o (en latín) del doctor Eduardo Mendoza Varela. y copa de champaña.

5 p.m. Paseo en ' Gusano" a la Catedral de Sal. Pi­quete campestre por cuenta de la Empre. Colombiana de Turismo. Oferente : Raúl Eduardo Arbeláez.

6 p.m. Visita a la oficina y tallere de El Tiempo. Discurso de Roberto García Peña. Entrevista "Tema nombres', obre lo hecho de la Pa ión. Coordinador: Jaime Paredes Pardo (autor del oportuno libro: " Por Colombia de la mano de Dio. "). E curio o anotar que la primera pregunta del reportaje estuvo a punto de de a­tar un nuevo diluvio :

"padre eterno ¿cuánto año tiene u ted?" . 7 p.m. Concentración popular en el barrio Kennedy.

Cabildo abierto con lo jefe de acción comunal. Pala­bra de] profe or Jo é O ario , líder alfabético de lo barrios marginado .

8 p.m. Homenaje de los arti tas al Santí imo Sacra­mento en la Media Torta (acto de variedade ).

Programa

Saludo de Harry Gainer. "Dios y la televisión' : Bernardo Romero Lozano.

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"Esta es Colombia, Divina Majestad": Juvenal Be-tancur.

Estudiantina Colombiana (12 bambucos). Clase de catecismo por la Escuelita que dirige doña Rita. Breve radionovela, actuación viva del grupo Ca-

racol. 9 p.m. Encuentro a alto nivel de los economistas jó­

venes con el Altísimo en el Club de Ejecutivos. Invita­dos: "La Ceja", "La Pintada", "La Anti-pintada" y "Los Macondinos" .

Temario

"San Isidro Labrador, precursor de la reforma agra­ria". Por Enrique Peñalosa.

"El niño Jesús de Praga, el Comecon y la invasión rusa a la luz de Gilberto Vieira". Por José Arizala.

"Las perspectivas teológicas de la productividad en otro planetas". Por Julio Nieto Bernal.

"San Pascual Bailón y el go-go '. Por Fabito Lozano Simonelli .

"Incolda e amor, luego es Dios". Por Simón González. "Descentralización del cielo y participación de Antio­

quia en la eternidad". Por Raúl Aguilar ("La Pintada"). "San Nicolás de Tolentino y el costo de la vida '. Por

Hernando Agudelo Villa. "La vida es un vallenato y lo demás es ... Escalona".

Por Consuelo de Molina. 'La idea divina en Laureano GÓmez". Por Alberto

Dangond Uribe. "El contrabando a la luz del derecho divino". Por

Jorge Valencia Jaramillo. "La Divina Comedia de Tercer Mundo' . Por Belisa­

rio Betancur.

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La Divina Providencia vendrá a Bogotá / 577

Conclusiones

10 p.m. Programa televisado de "Co ta a costa", pa­trocinado por Top Tanques Eternit y Lady Armonía; animación de Gloria Valencia de Ca taño.

11 p.m. Banquete del millón en el Palacio de San Carlos. Asi tencia del cuerpo diplomático acreditado ante el Gobierno. Senado y cámara de repre entante en pleno. Jerarquía eclesiá ticas, militare y civile . Familia presidencial con nieto .

-Palabra del jefe del e tado. "Altí ¡ma Maje tad: confía en mí".

-El pan celestial. Padre García Herrero .. -Consejo a u Divina Majestad. por Emilio Urrea. -Los negros van al cielo por Manuel Mo quera

Garcés. -Anapo y la teocracia, por Blasteyo Trejos . -El 9 de abril la protección divina, por Mariano

Ospina Pérez. -El Frente Nacional es el infierno, por La Nena. -La Nena es el diablo, por doña Bertha. -Brindi por Lucifer por Guillermo León Valencia. F:in del banquete: los invitados alen a comer al Joc­

key Club. 12 p.m. Festival de Vanguardia entre gallo media

. noche: Casa de la Cultura. Programa extraordinario. En-trada $1 O. E Uldiantes y obrero: do pe os. Traje de calle.

"El c· elo y teatro del ab urdo". Por Santiago García. "Esperando a Godot '. Dirección: Carlos José Reye . "Mesa redonda en torno al problema de la prede ti-

nación '. Intervienen: Patricia Ariza, Cony, Juan Sebas­tián, Fanny Mikey, Víctor Muñoz Valencia, Numa Pompilio Delgado, Efraín Arce Aragón. Moderador: Antonio Montaña.

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Conferencia de Gonzalo Arango: "La Providencia y el nadaísmo".

"Canciones de protesta". Cantan: Pablus Gallinazo Eliana, Gracián el Baladista Triste, Juan Sebastián y Leonor González.

Segunda parte

"Los intelectuales y la revolución cubana". Por Mar­ta Traba.

"Los monstruos sagrado y el urreali mo social de Fidel Ca tro". Por Marta Traba.

"Cuba y la novela latinoamericana". Por Marta Traba. "El imperialismo y la decadencia de Gómez Jarami­

lIo". Por Marta Traba. "La flore reaccionarias de Ariza". Por Marta Traba. "Marta Traba y el futurismo ociali ta '. Por Marta

Traba.

Cromos, N°. 2657. Bogotá, 14 de octubre de 1968, pp. 34-36.

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Una visita al Altísimo

Yo fui edecán de Dios

CNada-Pres, ¡extraordinario!): Es inenarrable queridos lectore , estupefaciente; ven­

gan a mirarlo u tedes mismo , yo se lo presento oy el edecán de la mi ión divina.

¡El Creador en Bogotá! E increíble, un milagro la 'choz' más cenial de Nada-Press. Todo el mundo e tá loco gritando: i Aleluya, aleluya! quinientos millone de peregrinos andan por la éptima: lo huevo a cien pe­sos, pero no hay' no queda ni un zen zen en lo super­mercados; mondongos a mil dólare en El Zaguán de Hernando, que gracia a Dio ahora se podrá dedicar a rico y comprarse un título apolillado de marqués (aun­que sea el de Sade)' Virgilio lógicamente, e tá en Siba­té metido en una jaulita pue le dio por ser canario.

Abellita, metido a "gorila", está intrigando un repor­taje exclusivo con el Creador para pedirle el milagrito de que le conceda diez centímetro má de "grandeza" (Arturito quiere decir de estatura). 200.000 colega de Avellita buscan al Creador. Pero él anda muy ocupado y no se deja ver para esfumar e de e as montonera.

Por mi parte, al primer descuido de los guardaespal­das, pero en complicidad con don Camilo, pienso hacer un reportaje sobrenatural con el Divino Maestro, para el Concurso Hernando Caycedo, y dejar a Iáder e te

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año con los crespos hechos, pues Iáder en materia de alta metafísica es un simio que no ha leído la Suma Teo­lógica, ni al Padre Chardin, ni a Kierkegaard, ni a Spino­za (no es de la familia de Abdón), ni a San Pascual Bailón "que bailaba al son que le toquen", según expresión afor­tunada de Fabito Lozano en el Club de Ejecutivos, en sus tesis sobre "El go-go y la transformación nacional".

Los "altos estudios ' de Iáder antes de meterse de rolo al regimiento. son el Padre Astete, en filosofía; la preceptiva del Padre Ruano, en literatura; la historia de Henao y Arrubla, y The capital of Charles Marx. Pero todo eso es anacrónico. Así que no ueñes en tu golo ina de 20 mil este año, mi querido gorila, pues Dios es de vanguardia como yo y tú ni siquiera sabe latín. ni conoces por el fOlTO a los existencialis tas cris­tiano . Por lo tanto no te metas en el abismo de la po­sibilidad. Mejor vete a El Dorado para que entrevistes a la invasión de peregrino que e tán llegando en jet, en cohetes en paracaídas, en mulas en bicicleta, para conocer al Rey del Universo en persona y presentarle sus respetos.

Acaban de aterrizar Richard Nixon y H3, lo candi­dato a la Blanca, en compañía de Mohamed AH, carga­dos de regalos como los tres reyes magos de Oriente: Nixon con la tea de la estatua en la mano derecha. H3 con 30 moneda en un taleguito, más los intereses. Y Cla) con un par de guantes de boxeo.

También e tán aterrizando Papá Doc con un carga­mento de zombies y ton-ton macouts, armado de ame­tralladoras hasta lo colmillo.

A continuación hace su llegada triunfal el general Franco portando a su espaldas la Cruz de 1 s Caídos que pesa 200 toneladas, y a su espalda el príncipe Juan Carlos haciendo de cireneo.

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y ahora toma pista el superjet del general De Gaulle que trae la manos vacías para que el Altísimo e las llene de presentes como corresponde al má alto gene­ral de todas las Francia .

Luego hace su aparición su graciosa majestad la rei­na Isabel en compañía de los Beatles, quienes aspiran darle una serenata al Altísimo, pero nadie les para bo­las, ni les piden autógrafos, y los gracioso melenudo de Liverpool están echando chispa de ira por el mal recibimiento de la fanaticada nuevaolera de Radio 15, y su graciosa majestad tiene que echar e a la espalda el tambor de la batería, los platillos y su propia maleta.

A partir de este momento ha ta nueva orden el paí se declara en emergencia, y no se moverá una hoja ni con el consentimiento de Dios. Ahí vienen Goldwater y Lindon Be al frente de la Naciones Unida a rotran -portada , más U Than, la OTAN, la OEA, el Pentágono, los marines (¡ help !), la Séptima flota, los Ranger, lo paracaídistas, la Cía., la General Motor, la indu tria pe­sada y todo eso a rendir honores al Señor Dio de 10 Ejércitos con veintiuna bombas atómica como corre -ponde a u Divina Majestad Omnipotente.

A última hora acaba de aparecer en el cielo de Mon­serrate un enjambre de avioneta particulare con a -tros y estrellas de Hollywood, torero , millonario , dictadores africanos, jefecillos de e tado, Lui Miguel Dominguín (¡no podía faltar!).

Asoma en el horizonte el jet turbo-hélice de Frank Sinatra dispuesto a gastar e un ojo de la cara y un casi­no con tal de que le tomen una foto con el Eterno para hacer subir su accione de galán joven en la Metro Goldwin Mayer, y para impresionar a la Lolita de Las Vegas, para 10 cual ya contrató a Hernán Díaz por un millón de dólares. Hernán por su parte, se compromete

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bajo la gravedad del juramento a borrarle arrugas a Frank hasta dejarlo como nuevo, como un hippie de veintidós, haciéndole desaparecer las dos terceras par­tes de su agitada, turbulenta, y lobtera existencia.

y ahora es el turno de El Cordobés, con su cuadrilla a bordo oliendo a establo, sus fotógrafos, profesores, poetas, pintores cocineros, espadas, mosqueteros. in­térpretes, periodistas, bufones, guitarristas, filósofos, fi­nancistas, recaudadores, tesoreros, guardaespaldas economistas jóvenes y José Pardo LIada quien viajó expresamente a traer al "Mechas" para que Dios lo co­nociera.

Pero el "Mechas" se va a quedar con los crespos hechos, pues Kid Gavilán lo detesta de muerte, y Leo no simpatiza políticamente con el cubano, por lo cual me ha pedido como edecán del Altísimo que en nombre del "Che" no dejemos juntar al Redentor con ese me­chudo falangista y con el cubana anticastro.

Como admiro a Leo el apocalíptico, no me queda más remedio que decir' conducente", como no ense­ñó el doctor Zea Hernández en el abecedario de proto­colo elemental.

El Cordobés trae en su tripulación un precioso mi­notauro de cuatro mil arroba heredero por línea mito­lógica del de Creta, pero más feroz, tan feroz que se come al desayuno 20 vaca de Mondoñedo 80 mela­nios y 300 maletillas de las cuadrillas privadas del "Me­chas", y lo trajo exclusi vamente para torearlo ante nuestro Amo.

Pero en vista de la aversión de Leo el taumaturgo por la tauromaquia, la tal corrida no se llevará a cabo en Bogotá. sino en la Feria de Cali, según informó el doc­tor Alfonso Bonilla, que está haciendo un préstamo de 50 millones de dólares con el Banco Mundial, para pa-

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Una visita al Altísimo /583

gar el minotauro del "Mecha ". ¡Bravo por la Sultana y por Bonar!

y claro no podía faltar en este zoológico de lumina­rias la figura radiante y non santa de la muy Bardot, con su séquito, quien viene a invitar al Beatífico para llevár­selo a la Costa Azul, pero ya Dios sabe de quién se tra­ta, o sea, la encarnación de la pervertidí ima trinidad del mundo, el demonio y la carne la uplente personal de Lucifer en París, quien ha mandado má alma a los infiernos que el mismo Sataná .

Pero don Camilo no e queda atrá y está pensando para su yo íntimo: "Ay, Dio mío, déjame er Dio por un ratico, y te dedico portada en tecnicolor con foto de Rabelo, má mis comentario en 'A quien pueda inteíe­sarle', má la 'anécdota de la semana, má 'En gran síntesi " má 'En tono confidencial' , más la 'página sociale " más la 'Última página' de Aliocha má todo lo que quieras porque i no quiere, Dio mío, má me valiera no haber nacido ¡ay de mí! '.

Ma . el Divino parece adivinar la tragedia de Electra de mi jefe con la manzana gala, y le dice: "De e a tuna no comerá, hijo mío Camilo, alvo que ea. el dueño del Mu e del Oro".

Per el noble Kid Gavilán. 'u colega guardae pal­das , de hecho en lágrima de compasión, lo con uela con cariñ . a. palmadita en la cara, diciéndole: "áni­mo campeón", con tan mala uerte que el pobre Cami­lo cae al pa imento nock-out técnico, pue el imbatible luchador 01 idó que Camilo e boxeador jubilado. que colgó lo guante hace veinte primavera. para empu­ñar la pluma. A í que Kid recoge lo elegante. y acri­billado kilitos de u colega, e mete a Camilo bajo el sobaco, y se lo lleva volando para la policlínica, a que lo re ivan ...

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Ah, pero aquí está Rabelo que viene de parte del doctor Cabarico Briceño, nuestro plenipotenciario jefe de redacción, a tomarle un fotocolor al Altísimo para el número extraordinario que le pensamos dedicar con mo­tivo de su triunfal retorno a la tierra, y en cuyo sobera­no homenaje brillarán las plumas de los mejores teólogos de la humanidad, tales como Mileto, Fray Le­jón, el doctor de Aquino, Domingo Sabio, fray Martín de Porre , Porras Troconis, Arturo Navas, Marco Fidel Suárez, Teófilo Gautier, Aristóteles, Elisa Mujica, Des­cartes.

El pobre Rabelo, temblando como un perejil de la emoción, enfoca la Divina Faz Inmaculada pero como el Eterno está algo distraído firmando autógrafos, le dice con infinito respeto:

-Su Divina Majestad, hágame el favorcito y mira para el cielo, ¿sí? Dios, que es un ser sencillo, mira con dulzura, y el fotógrafo hace dic, dic ...

A pesar de que Dio es infinitamente sabio, justo y poderoso, también es un ser curioso y le pregunta a Rabelo:

-Hijo mío, ¿en qué revista vas a publicar mi Sagra­da Estampa?

-En Cromos, u Divina Majestad: es que yo soy el fotógrafo de los dioses.

Nuestro Señor aprovecha para recomendarle: -Al amado y nobilísimo Jaime no he tenido el gus­

to de saludarlo, pero dile que siempre lo recuerdo en mis oraciones, que aquí le mando mi celestial bendi­ción, y que le suba el sueldo a Gonzalo ...

-Pierda cuidado Divina Majestad, el patrón no ha podido venir a verlo porque está en Washington D.C. y ahora sí le pido un permisito ...

-Sigue, amado Rabelo y que la luz sea contigo.

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-Dios le pague, Divina Majestad, y mil recuerdos a mi difunto padre si lo ve por allá, le dice que por aquí todos estamos regularcito, que yo al fin me casé hace cinco años. Y ya vamos para seis hijos.

-¿ y ese descontrol de la natalidad a qué se debe Rabelo?

-Pues al oficio, su Majestad. Imagínese que me toca retratar todo el día churro ni que uno fuera de vidrio, Ave María ...

-"Inconducente' como diría nuestro amado Ger­mán Zea. Mucho ojo con la explosión, Rabelito, no sea que pierda la i ta y te quede in trabajo.

Ya muy fatigado p r la actividade del día y ien­do las dos de la madrugada, nuestro Amo e di culpa por la falta de protocolo, e hace invisible en un abrir y cerrar de ojos y e sube por el aire, mientra Leo el pro­tocolario y yo no quedamo viendo un chi pero.

Antes de imo a dormir, Leo el ebrio me invita a to­mar un trago en El Automático, charlamo de la expe­riencia del día, y concluimo humildemente que ya tenemos a egurado un buen itio en el otro mundo".

(romos. 0.2.658. Bogotá, 21 de octubre de 1968, pp. 45.47-48.

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Caras y máscaras en el reinado de Cartagena

Gonzalo en Cartagena

Cartagena. 1968, mes de noviembre: las murallas siguen ahí como hace siglos.

Rodeada del mar y del tiempo la ciudad no se inmu­ta está fundada en la permanencia de la piedra.

Vive del pasado: nada e pera, ni la agita: e una reli­quia. Y las reliquias mientras má viejas, más valen.

A lo sumo se oxida Pero su belleza resiste toda amenaza. Ni los cartageneros, ni lo cacharrero , ni la prolifera­

ción de Leye y Sears, ni los reinados de belleza, han podido arruinar sus glorias, esa grandeza épica que le e tan propia como el cielo y el mar: on lla de u historia.

Sólo la Phillips con su fatal embeleco moderni ta, profanó con el e pectáculo de 'Luz y sonido" la gran­deza heroica del más bello monumento del genio e pa­ñol en el Nuevo Mundo.

Para lucir u majestad, San Felipe no necesita más luz que la del 01 naciente o la estrella .

En cuanto a su leyenda, el milagro e niega a ser explicado y electrificado. El alma del hombre tiene su propia luz que comprende y adivina. Eso le basta para el asombro y el éxtasi .

Hay que desterrar de San Felipe de Barajas esa idio­ta modernidad que niega los encantos arcanos del casti-

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Caras y máscaras en el reinado de Canagena / 587

110 Y convierte su historia en una farsa ridícula en me­lodrama radionovelesco y risible.

Nunca había e tado en un reinado de belleza. Pues bien: me pareció una comedia para vender cos­

méticos, whisky y de aburrir del tedio a la alta sociedad (Ese tedio mortal que se enrosca en el alma de la gente donde nunca sucede nada). Parodiando una frase de Camu sobre Parí se me ocurre decir que Cartagena durante el reinado e una ciudad sucia donde la gente tiene la piel negra.

Eso í: hay que hacer ju ticia al heroísmo de la can­didata ; linda en el martirio. Esos tumultos. ese asedio. ese griterío idiota. es un sacrificio digno de mejor cau­sa, en realidad. no compensa tan efímera gloria.

La muerte se bebe en cocteles a 38 grado de calor. Del refinamiento al ridículo sólo hay un paso de baile. La alta sociedad baila en lo clubes, en trajes de gala. amortajados por el frac . Esta seudoaristocracia suda como caballo al galope.

A los fotógrafo no los dejan hacer su oficio si no van vestidos de paño y corbata negra: era una ofen a a la nobleza.

¿Era e to una fiesta? i Que decepción! Preferí irme a dormir al camarote del ARC 20 de ju­

lio anclado a do kilóm tro de la bahía. Al meno se me ofrecía el mar y el cielo para oñar y un poco de oledad bajo las estrellas, y otro poco de tristeza por

preferir la dulzura melancólica del silencio a las orque -tas: es el precio que pagan los poetas por comer la man­zana del desapego ...

De regreso a la ba e naval encontré a Escalona esta­cionado con la reina del Cesar bajo un parasol de Residen­cias Bocagrande. Me acerqué. Un conjunto folclórico

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cantaba "La cañaguatera". Yo tenía razón: ¡La vida es un vallenato y lo demás es... Escalona!

Con esta música se me espantó la tristeza. Me fui a dar un paseo por las casetas enfiladas a lo largo de la Bahía de las Ánimas, hasta la plaza de mercado. Siem­pre he sido feliz en esos lugares "antisociales" donde el peligro tiene un aroma seductor, y el hombre es sólo el hombre con toda su miseria y grandeza.

Lo poco que sé de la vida lo aprendí en esos arraba­les donde la oscuridad atrae la aventura y la violencia se acuesta con el amor. la inocencia con el crimen.

Una vez más descubro que lo único hermo o y au­téntico que tiene una ciudad está en su pueblo: el pue­blo como tumulto humano vital generoso. instintivo, opue to a la élite de alma maquillada, difunta. Esa que al revés de Dostoievski llamaría con infinita pie­dad: pobres gentes de sociedad.

Aquí abajo arde una hoguera fulgurante: la vida, el carnaval en todo su apogeo. Las estrellas giran en mi cabeza. Mil traganíqueles vomitan música a los cuatro vientos: hacen un ruido atronador parecido al silencio. Los cantos se chocan en el aire como planeta loco y e desintegran. Un ritmo muere para que nazca otro sin

pausa para pensar o esperar. Esta noche la libertad vuelve a ser un sueño africano

y salvaje: un sueño hecho danza y embriaguez cele­bración de un reino sin esclavos: ¡la tierra!

La alegría se ha disfrazado de locura, y el sexo e ha encapuchado de fraile para burlarse de la moral y procla­mar el amor libre, el triunfo de la pa ión sobre la virtud.

La verdadera fiesta de Dionisios está aquí, e el car­naval de pueblo. Lo que sucede en los clubes es un velorio. Sin embargo, ningún fotógrafo ni cronista da testimonio de esta locura fabulosa.

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Durante mucho mese el pueblo prepara religio a­mente su carnaval, que es, ante todo un culto a la dan­za y la libertad. Aunque el calendario eñala el 11 de noviembre como fecha clásica, la verdad es que el pue­blo ha decretado que el 11 de noviembre dure quince días, durante los cuales la ciudad se desborda en un delirio colectivo, en un deleite sin esperanza ni memo­ria. Por algo es el me de su emancipación.

En e to arrabale se concentra todo lo vivo de la ciudad: es una cita del pueblo con us tradiciones y sus dioses. Sólo hay e pacio y tiempo para rendir culto al placer, a la loca alegría. Se pierde toda noción, el enti­do de lo razonable, del límite y ha ta e a tiranía del co­razón que hace del amor un entimiento avaro, po e ivo. Los cuerpo dejan de er propiedad privada de lo aman­tes ... No es lujuria. E una generosidad honda y pura en el que el yo e rompe y se funde en lo olidario, el hombre en la humanidad, el uno en el todo.

El hombre e hermo o cuando renuncia a er yo y e celebra como pueblo. como fraternidad de alma y cuer­pos: comunión de vida con la vida.

El carnaval e integra en el delirio de la multitud. Como un mon truo agrado, ediento antropófae ' de­vora tu individualidad y te arroja en la gran hoguera crepitante donde la danza te purifica ha ta alcanzar el éxta is, la libertad.

Imposible pararse a la orilla de este torbelI ino, ser testigo. Irresistible ondas magnéticas te atraen sin pen­ar a la pista de arena, rinden tu voluntad, tu razón. De

repente está participando en el rito como iniciado. En­tonces sí estás perdido como Ego.

A í bailé indistintamente con la muerte con un "frai­le , un rey mago, una pro tituta. un homosexual, y hasta con el "diablo". No había que dar las gracia por

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ser seducido, ni pedir permiso para seducir. Todo era amor.

Algo insólito que la moral puritana no podría ver sin sentir asco: la mayoría de los hombres se disfrazaban de mujeres. No ocultan que son hombres de pelo en pecho, pero aún así lucen una placentera, coqueta, casi morbosa satisfacción de su metamorfosis sexual. La ambigüedad de ser confundidos con el eterno femeni­no, ejercía en ellos una secreta excitación, cierta nostal­gia y devoción al culto de lo prohibido.

Los indiscutibles "reyes" del carnaval son los pede­rastas: con sus trajes espléndidos, sus maquillajes, u pelucas, imprimen al arrabal un lujo de fábula oriental de fantasía deslumbrante. No dudo que alguna de esta "beldade " podría competir en belleza y elegancia por el cetro y la corona. Si algo me asustó de verdad fue la belleza fascinante de estas mujeres al revés. Parecían naturales en todo, meno en lo esencial.

Según dicen, alguno seductores se llevaron una in­grata sorpresa a la hora de la verdad, pero ya era dema­siado tarde para arrepentirse del romance, y se sacri­ficaron por amor a la patria.

Moraleja: hay que tocar para creer, pues a las luce del carnaval no basta tener una bata para ser "una men­tira con los ojos azules" como dijo el poeta.

Con la elección de la reina el 11 de noviembre, el carnaval alcanzó su apogeo y su decadencia.

Formidable zambullida en el ¡olvídate! Un alba afligida se derramó sobre la ciudad cuyos

restos de fiesta humeaban al sol un sol de remordimiento. Cartagena se despoja la careta del carnaval y vuelve

a recuperar su rostro normal, decente implacable como la maldición. Transeúntes recién bañados se dirigen ta­citurnos al trabajo. Su mirada púdica, de un odio cívico

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fulminante, nos reprocha gozar los estertores póstumos de la fiesta.

El sol se pega a la piel como un pecado mortal al alma.

Poco a poco la ciudad se evaporó en el cielo en una mezcla gaseosa de ron y amoníaco.

Definitivamente, las glorias de Dionisio son efíme­ras y hediondas.

El infierno no es más que el ocio de Dios cada siete días. Nietzsche.

Bahía de las Ánimas ¡adiós!

Cromo , N°. 2.666. Bogotá, 16 de diciembre de 1968, pp. 48-52.

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Popayán, por los siglos de los sueños

Era de verdad como un sueño que emergiera de un sueño olvidado, de repente entre el azul y la colina.

Era también como encontrar un fantasma a medio día. Sembrada en un remanso del tiempo. sin más por­venir que un pasado colmado de destino.

Ciudad sin afán, de vivir austero, sin los delirios sui­cidas del progreso.

No olvidaré su quietud, sus ecos coloniales mezcla­dos al estallido del girasol, proclamando la fertilidad de la tierra.

Allí era y perduraba la ciudad, de cara al sol de los antepasados, inmutable a reformismo, a la demencia de la modernidad, sin ambiciones de metrópoli, orgullosa de ser morada del espíritu, serenidad del ser.

Para sobrevivirse, no necesitó asesinar su alma, ni abdicar su tradición en el espejismo del progreso.

Defendió la piedra, el muro, la yedra, la reliquia sa­grada como centinela de su pasado porque la piedra del cimiento y la raíz testimonian la huella del hombre, su fe viva.

Preservó sus templos contra el sordo ateísmo de las máquinas y los dioses colectivos, fiel a lo que había creado con adoración y sacrificio, con ese arte de vivir que es el arte de la permanencia.

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Popayán, por los siglos de los sueños / 593

Alabo el respeto religioso de la ciudad por su propia alma. He ahí lo que llamo nobleza: la cantera del cora­zón en que fue fundada y que constituye su razón de ser y su orgullo.

Ciudad hecha a la medida del alma, para la morada del alma, y los deleites del alma. La mirada allí, tennina en un balcón donde empieza el cielo. Porque encima de Popayán todo e cielo: los ojos y el corazón más cerca de las nubes. No desterró de sus calles su historia de siglos, sus sueños subcelestes.

Hay una frase ideal de Novalis que yo inscribiría como homenaje sobre us muros antaños:

"el mundo se vuelve sueño, y el sueño se vuelve mundo". La ciudad moderna en cambio, podría definirla como

antiPopayán: desalmada, mecanizada, muladar del exi­liado y el p icópata; el reino de la pesadilla ambulante. Hecha de ostentación y artificio inhumana en su fal a grandeza. Lo que gana en altura lo pierde en dignidad. Su símbolo de poder e el ra cacielo : erupción de su vanidad y su vacío interior. Vi ero de mi eria . crÍme­nes cuna del horror.

En u aparatosa y flamante estructura no difiere de una dantesca prisión, precursora de lo círculo infer­nales. Oprimida por un cielo sucio. irre pirable, de donde es inútil esperar un igno propicio.

La civilización sofocó en el hombre su impulso viril de tra cendencia, y la ausencia de alma dejó un vacío donde sepultó su sueño de felicidad. El hombre de la metrópoli es un 'desterrado ' al romper us vínculo vitales con la naturaleza.

En Popayán no se rindió el espíritu a las alternativas criminales del progreso: preserva su inocencia contra

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los virus de la peste civilizada, inmune a los materialis­mos confort y la técnica.

Practica y vive conforme a una consigna grata al es­píritu: es mejor ser que poder.

Pasé como un meteoro por esta capital del Cauca y la cultura pero su cielo místico, su interioridad, sus glo­rias coloniales, cierta embriaguez de eternidad, me li­garon a Popayán con un fervor y un amor muy parecidos a los de la sangre.

Fue un roce efímero, el de una caricia en la piel que abre los paraísos del éxtasis y el deseo.

Mi amor a Popayán fue una conversión : pues es de e as ciudades que se aman por nostalgia de lo que se ha perdido; por veneración de lo que se ha oñado; por un ansia terrible de inocencia y pureza.

Hace tiempo conservo un libro cerrado sobre mi mesa de trabajo, que no he osado leer por falta de so iego de un paisaje propio a la reflexión de la grandeza. Es un libro que habla el lenguaje de los sueños má altos y profundos, el idioma de las almas. Se llama Ciudadela, y es un libro inmortal, escrito por un hombre cuya vo­cación y cuyo oficio tenían por meta las alturas: Antoi­ne de Saint-Exúpery, aviador.

Cuando descubrí a Popayán, me dije: he aquí la "ciu­dadela" para hacer honor a la belleza y los sueños del poeta. Era el escenario ideal para este encuentro del es­píritu con el espíritu. De de entonces sueño en el silen­cio nocturno, entre parede de cal que el soplo vivificante del arte iluminará como la luz de un altar.

Allá rezaré, bajo el cielo arcano y la noche perfuma­da de duraznos, esa oración que a vece digo cuando la soledad me habita, y que es, justamente una 'plegaria de Saint-Exúpery a la soledad:

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Popayán, por los siglos de los sueños / 595

Ten piedad de mí, Señor, pues me pesa mi soledad. No existe nada que yo espere Heme aquí en esta habitación donde nada me habla y sin embargo no son presencias 10 que solicito, porque me

descubro más perdido aún si me hundo en la multitud ... Señor, tampoco reclamo nada que deba ser visto o

escuchado. Tus milagros no son para los sentidos. Pero te basta

iluminarme el espíritu acerca de mi morada para curarme.

El viajero en su destino, Señor. se regocija si pertenece a una casa habitada, a pesar de saberla en los confines de) mundo. Ninguna distancia le impide ser alimentado, y si muere lo rodea el amor. Yo no pido. Señor, ni siquiera que mi morada esté cerca.

El que pasea por entre la gente y ha ido conmovido por un rostro, he ahí que se transfigura, aunque el rostro no sea para é1. Lo mismo que ese soldado enamorado de la reina. Se torna soldado de una reina.

Yo no pido, Señor, ni siquiera que esa morada me sea prometida.

A lo largo de los mares hay destinos ardientes consagrados a una isla que no existe. Los del navío cantan el cántico de la isla y son dichosos. Porque no es la i la la que los colma, sino el cántico.

La soledad, Señor, no es más que el fruto del espíritu cuando está enfermo. No habita más que una patria, la cual es el sentido de las cosas. Lo mismo que el templo, cuando es el sentido de todas las piedras. No tiene alas má que para ese espacio. No se regocija con los objetos. sino con el único rostro que se lee a través de ellos y que lo ata. Haz simplemente que aprenda a leer. Entonces, Señor, se habrá terminado mi soledad.

A Popayán se llega, pero no se sale lo mismo. Se sufre una metamorfosis como en el amor en que la en-

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trega es recíproca y fecunda. El alma del viajero saquea los tesoros artísticos de la ciudad, formando algo así como un botín de recuerdos. A su vez, la ciudad saquea tu memoria, como prenda de fidelidad , para que la po­seas a través de la nostalgia.

Mi colega ruso, Eugenio Evtushenko, me dijo mi­rando atrás con nostalgia: "Cuando me jubile, poeta, volveré a vivir en Popayán". Es un elogio que supera todos los cantos y alabanzas.

Regre amos a Cali bajo una luna tibia, amarillenta. Olor a gasolina y paso de semana santa. Melancolía del paisaje y la euforia del 01 , del deseo y la sed.

"La felicidad es el sufrimiento que no se cansa ... ". Amor, amor ... el tiempo nos borra como pai ajes de

un tren en marcha ... empezando por tu cuerpo que bus­co en el horizonte de este ocaso caucano en las muda estrella , pagando todos los precios por un signo ... desde Dios ha ta el crimen.

Ma , no se goza plenamente la belleza del mundo si no se paga con el terror de la carne: el sentimiento trági­co de que nada de lo que ES es eterno. Ni la gloria ni el amor. Hasta esta indiferencia del cielo que me roba tu muerte despojándome de lo que soy: la piel del deseo, y este sueño de inmortalidad impo ible que se e fuma en 10 confine de la noche como el eco de un disparo, o el zumbido del zancudo en la noche caliente del mar donde ahogamos la memoria entre las olas y los plane­tas ¡oh amor mío!

Noche abrumada de ¡lencios y de e trellas ... ¡Popayán, ciudad de los siglos y los sueños, amén!

Cromos, N°. 2.667. Bogotá 23 de diciembre de 1968, pp. 27-30.

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