206
1 PRIMERA PARTE LA REVOLUCIÓN AMERICANA MONTAIGNE Y LOS CANÍBALES Como Montaigne abordó todos los temas, habló también de las Américas y de los americanos. El título de su capítulo es muy descortés: Los Caníbales. Dijo allí, sin embargo, muchas cosas buenas, y me ha parecido curioso observar hasta qué punto, desde su descubrimiento, el Nuevo Mundo ha suscitado por la vieja Europa un debate de la civilización, que ese debate prosigue siempre y que no ha variado, al extremo de que gira de continuo en torno de las mismas cuestiones, y que desde el principio ha estado lleno de malentendidos. Los americanos de que habla Montaigne son indios, de la región que un día sería el Brasil. No importa; al comienzo de este libro sobre los Estados Unidos de América del Norte, esos americanos y el mismo Montaigne me dan ocasión de precisar mi propósito. "Durante mucho tiempo he tenido conmigo -—escribe Montaigne—a un hombre que había permanecido diez o doce años en ese otro mundo que ha sido descubierto en nuestro siglo . . . Ese descubrimiento de un país infinito parece ser de consideración. .. Ese hombre que yo tenía era hombre simple y rudo, que es una condición propia a dar testimonio verdadero, porque las gentes finas observan más curiosamente y más cosas, pero las glosan; y por hacer valer su interpretación e inducir a aceptarla, no pueden evitar el alterar un poco la historia . . . es necesario un hombre muy fiel, o tan simple que no tenga con qué construir y dar verosimilitud a invenciones falsas y que no se haya apegado a nada. El mío era un tal así . . . " Es así también como yo quisiera ser en este libro. En septiembre de 1946, en Ginebra, ante los delegados intelectuales de toda Europa, Bernanos decía, o más bien exclamaba con voz extraña, ahogada por la angustia: "La civilización europea se derrumba y no se la reemplaza por nada, he ahí la verdad". Todos le escuchaban en silencio, pero él no decía nada nuevo a nadie. No hacía sino repetir lo que los espíritus más lúcidos sabían y decían desde hacía treinta años y más. Habitualmente esos mismos espíritus se detienen ante la comprobación, añadiendo, según su disposición de ánimo, suspiros de impotencia y de pesar o los sarcasmos del cinismo. Piensan y admiten que Europa se desploma por una ley de vejez y de desintegración fatal. Y si, no obstante, esto no fuese cierto; si, por el contrario, se pudiese todavía recobrar todo y, si no salvar todo, por lo menos salvar lo esencial; si se estuviese aún a tiempo de rehacer la sociedad europea y al hombre europeo; si hubiera aún en el mundo una salvación para Europa, ¿no se debería tentar todo para asegurar esa salvación? Cuando la antigua Bizancio, capital de la cristiandad y de la civilización occidental, se hundía poco a poco, más aún por la desintegración interior que bajo los golpes de los turcos, en la misma época, a orillas del Atlántico, en Francia y en Inglaterra, una sociedad se edificaba sobre la misma antigua herencia y, al edificarse, edificaba a Europa. Bizancio se hubiera salvado comprendiéndolo.

Republica Moderna

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Republica Moderna

1

PRIMERA PARTELA REVOLUCIÓN AMERICANAMONTAIGNE Y LOS CANÍBALES

Como Montaigne abordó todos los temas, habló también de las Américas y de losamericanos. El título de su capítulo es muy descortés: Los Caníbales. Dijo allí, sinembargo, muchas cosas buenas, y me ha parecido curioso observar hasta qué punto,desde su descubrimiento, el Nuevo Mundo ha suscitado por la vieja Europa undebate de la civilización, que ese debate prosigue siempre y que no ha variado, alextremo de que gira de continuo en torno de las mismas cuestiones, y que desde elprincipio ha estado lleno de malentendidos. Los americanos de que habla Montaigneson indios, de la región que un día sería el Brasil. No importa; al comienzo de estelibro sobre los Estados Unidos de América del Norte, esos americanos y el mismoMontaigne me dan ocasión de precisar mi propósito.

"Durante mucho tiempo he tenido conmigo -—escribe Montaigne—a unhombre que había permanecido diez o doce años en ese otro mundo que ha sidodescubierto en nuestro siglo . . . Ese descubrimiento de un país infinito parece ser deconsideración. .. Ese hombre que yo tenía era hombre simple y rudo, que es unacondición propia a dar testimonio verdadero, porque las gentes finas observan máscuriosamente y más cosas, pero las glosan; y por hacer valer su interpretación einducir a aceptarla, no pueden evitar el alterar un poco la historia . . . es necesario unhombre muy fiel, o tan simple que no tenga con qué construir y dar verosimilituda invenciones falsas y que no se haya apegado a nada. El mío era un tal así . . . " Esasí también como yo quisiera ser en este libro.

En septiembre de 1946, en Ginebra, ante los delegados intelectuales de todaEuropa, Bernanos decía, o más bien exclamaba con voz extraña, ahogada por laangustia: "La civilización europea se derrumba y no se la reemplaza por nada, heahí la verdad". Todos le escuchaban en silencio, pero él no decía nada nuevo anadie. No hacía sino repetir lo que los espíritus más lúcidos sabían y decían desdehacía treinta años y más. Habitualmente esos mismos espíritus se detienen ante lacomprobación, añadiendo, según su disposición de ánimo, suspiros de impotencia yde pesar o los sarcasmos del cinismo. Piensan y admiten que Europa se desplomapor una ley de vejez y de desintegración fatal.

Y si, no obstante, esto no fuese cierto; si, por el contrario, se pudiese todavíarecobrar todo y, si no salvar todo, por lo menos salvar lo esencial; si se estuviese aúna tiempo de rehacer la sociedad europea y al hombre europeo; si hubiera aún en elmundo una salvación para Europa, ¿no se debería tentar todo para asegurar esasalvación? Cuando la antigua Bizancio, capital de la cristiandad y de la civilizaciónoccidental, se hundía poco a poco, más aún por la desintegración interior que bajolos golpes de los turcos, en la misma época, a orillas del Atlántico, en Francia y enInglaterra, una sociedad se edificaba sobre la misma antigua herencia y, aledificarse, edificaba a Europa. Bizancio se hubiera salvado comprendiéndolo.

Page 2: Republica Moderna

2

Prefirió su desprecio feroz a la rudeza franca, y su odio a los latinos a su propiasalvación. Apenas pocos días antes de la caída de Constantinopla, uno de los másaltos dignatarios del imperio bizantino hizo esta declaración: "Más vale el turbanteturco que la mitra latina". El turbante turco significaba la desaparición definitiva desu patria y un retroceso decisivo de la civilización occidental. ¿Vamos nosotros arepetir la misma historia?

Hace más de tres siglos, y mientras que Europa se deshacía poco a poco, seedificaba en América una nueva sociedad, donde los mismos principios (religiosos,políticos y culturales, que habían antaño hecho a Europa, se ensayaban de nuevopara la salvación de nuevos pueblos. Se entiende, América no es Europa, pero es sinembargo una imagen de estilo europeo lo que ofrece al mundo. Esta imagen puedeque de lejos nos parezca un poco "croma", un poco "imagen de Epinal", como segúntodo el imperio de Carlomagno debía parecer a los embajadores de Bizancio,quienes, en el año 812, en Aix-la-Chapelle, lo declararon Basileus; es, no obstante,una imagen auténticamente europea: nada de lo que es esencial a la civilizacióneuropea se desconoce allí. Si, por desgracia, Europa debiera desaparecer como hadesaparecido Bizancio, la tradición europea continuaría en América, intacta en suesencia. El Arca de Noé no tenía por función salvarlo todo, sino salvar lo esencial.

No deseo de ningún modo el diluvio. No digo tampoco que Europa debecopiar a América. Pero es necesario decir, y decirlo claramente, que los principiosvitales de civilización que antaño han hecho a Europa bien pueden rehacerla, que enmanera alguna están gastados, puesto que han creado y hecho florecer, del otro ladodel Atlántico, cierto que en un estilo muy original, una nueva sociedad en plenasalud y vigor. Vale, quizá, la pena, primeramente que ello sea advertido, despuésque se lo considere atentamente. "Este descubrimiento de un país infinito parece serde consideración." El mismo lo es todavía más hoy que en tiempos de Montaigne.

Para juzgar bien lo antedicho, Montaigne nos da juiciosos consejos: "Ahorabien -—dice—, encuentro, para referirme nuevamente al tema, que no hay nada debárbaro ni de salvaje en esa nación, de acuerdo con lo que se me ha informado, sinoque cada uno llama barbarie lo que no le es habitual; como que ciertamente pareceque no tenemos otra mira de la verdad y de la razón que el ejemplo y la idea de lasopiniones y usos del país que habitamos. Allí está siempre la perfecta religión, laperfecta policía, el perfecto y acabado empleo de todas las cosas". Sí, es buenoreleer a Montaigne para sacudir nuestra pereza de espíritu. Montaigne no reprochapor otra parte a los franceses de su época por hallar todo perfecto en Francia. Tantomejor, después de todo, que los franceses encuentren todo perfecto en Francia, losespañoles en España; son ellos quienes viven allí y quizás ese optimismo nacionallos ayuda en efecto a vivir. Pero él nos advierte que cuando no se trata tan sólo másque de disfrutar del presente sin preocuparse del porvenir, sino de comprender loque ocurre en el mundo, débese huir absolutamente de ese optimismo impuesto odisimulado, trascender los usos y costumbres de su propio país, elevarse

Page 3: Republica Moderna

3

valientemente al nivel de una razón universal y de sus exigencias, para tratar decomprender un país diferente del nuestro.

Es cierto que, aunque esencialmente fiel a la herencia europea, América esdiferente. Lo que prueba un a vez más la extraordinaria riqueza de esa herencia.Francia tampoco es Inglaterra, del mismo modo que Inglaterra y Francia no eranBizancio. Tampoco digo que no sea necesario un gran esfuerzo para comprender lasdiferencias: seguramente es más fácil, como dijera Montaigne, llamar barbarie atoda diferencia y no pensar más en ello

Yo no soy ciudadano americano. No lo seré jamás. No me he "apegado" aAmérica, para retomar la expresión de Montaigne. Y, por otra parte, la admiraciónque se puede tener por un país no está nunca desprovista de matices. Muy bien sepuede tener la más auténtica admiración por la Escuela de París en pintura y hacerlas más expresas reservas sobre la enseñanza de la Sorbona o el sistema dedistribución alimenticia de los mercados parisienses.

Pero tampoco abracé los "slogans" difamantes que corren actualmente por elmundo a propósito de América. Hoy día es moda en Europa pensar y hablar contraAmérica, así como es moda en América hablar contra la política francesa. Yo notengo por la moda, en su dominio, tanta veneración como la que le tenía Baudelaire,quien consideraba el atavío "como uno de los signos de la nobleza primitiva delalma humana". Pero importa, efectivamente, distinguir los dominios y no veo porqué la filosofía social y política deba sacar sus métodos de la alta costura. La modaes asunto de arte. Toda la filosofía es asunto de la verdad. Durante los últimos añosde su vida, Einstein escribió con tristeza, con ese estupor cándido ante losdesfallecimientos de la inteligencia que caracteriza a todos los grandes sabios: "Mees difícil comprender cuan particularmente, en las épocas de transición y deincertidumbre, la moda juega en la ciencia un papel apenas inferior al que juega enel vestido de las mujeres. El hombre es verdaderamente un animal muy sensible a lasugestión en todas las cosas".

Es perfectamente honorable para una mujer, bien que muy costoso para sumarido, el ceder constantemente a la sugestión periódica de los grandes modistas. Esdeshonroso para un sabio, un filósofo, un escritor y sus lectores, el seguir una modamás bien 'que el buscar la verdad. Y es extremadamente costoso para todo el mundo.Montaigne nos advierte asimismo sobre estas puerilidades y que no se debe juzgar atoda una sociedad por un detalle de la vestimenta. Habiendo terminado ladescripción de las costumbres americanas, y como descorazonado de antemano porel género de objeciones que prevé, concluye diciendo: "Todo eso no está demasiadomal, pero no lleva calzones".

Tocqueville escribía, en la introducción de su gran libro sobre la América:"Confieso que, en América, he visto más que a la América". ¿Cómo, a mitad denuestro siglo veinte, que pone todo a discusión, cómo no ver más que América,cuando se vive en ese país y se lo estudia atentamente? Por su historia, sustradiciones, las diferentes razas que la habitan, América es ella misma más que

Page 4: Republica Moderna

4

América. Tocqueville añadía: "No es, pues, solamente para satisfacer unacuriosidad, por lo demás legítima, que he examinado a América: he querido hallaren ella enseñanzas de las que pudiéramos aprovecharnos". Es ése exactamente mipropósito y mi ambición. América representa para el mundo una esperanza o norepresenta nada. Yo escribo exactamente para aquellos que se sienten tentados adesesperar de Occidente.

Como los fascismos, el comunismo no es la causa sino un síntoma de ladesintegración de Europa. Es una manera como cualquier otra de llamar a un cúmulode problemas que asedian la conciencia europea. Tengo la convicción de queAmérica ha resuelto esencialmente algunos de los problemas que más atormentan laconciencia europea y que los ha resuelto sin renegar de nada de la herencia europea.A esa herencia ella aporta su contribución positiva, su fecunda diferencia, como enotras épocas Inglaterra, Francia o España han aportado sus contribuciones y susdiferencias. Esta contribución americana, como todas las otras, no es diferente sinoporque es viva, y si no se ve en seguida cómo conciliar esa contribución con laherencia común, es porque todavía no se han hecho suficientes esfuerzos paracomprender. Pareciéndome de consideración el descubrimiento de este país infinito,he intentado al menos comprenderlo.

LA TABLA RASA Y LA UTOPÍA

Es extremadamente difícil hacerse a la distancia una idea de lo que eldescubrimiento del continente americano ha podido representar para la vieja Europa.Este descubrimiento ha sobreexcitado hasta el delirio todas las esperanzas de loshombres. Ocurre por lo demás así con todos los grandes descubrimientos, en todoslos dominios. En la misma época el descubrimiento de la imprenta provocó tambiénun entusiasmo inmenso, y pienso que la Reforma ha debido beneficiarse de esafiebre: si la Reforma dio tanta importancia (por oposición a la Tradición y alMagisterio) a la Biblia como sola contenedora de la Palabra de Dios, es tambiénporque el descubrimiento de la imprenta ponía efectivamente por primera vez ellibro en todas las manos. En el último siglo, los progresos de la biología dieron aalgunos la esperanza de que el hombre crearía un día directamente la vida y venceríala muerte. Las cabezas recién empiezan a enfriarse. Freud sintió la misma fiebre antesu descubrimiento. Hoy la liberación de la energía atómica, que se expresó alprincipio en un gesto aterrador de aniquilamiento de ciudades, comienza a provocartambién una esperanza, la esperanza de un dominio absoluto del hombre sobre lamateria. De este modo la humanidad avanza a saltos, como en la tragedia, del terrora la esperanza, de la esperanza al terror.

Es muy posible que antes de Cristóbal Colón otros navegantes europeoshayan visitado las costas americanas, sobre todo por el Norte. Su descubrimientoquedó ignorado, o, si fue conocido, no despertó ningún eco en la Europa deentonces. La importancia de Cristóbal Colón no está solamente en el hecho material

Page 5: Republica Moderna

5

de su descubrimiento, sino en la esperanza a que ese descubrimiento respondía y quecolmaba oportuna y maravillosamente. En la época de Cristóbal Colón, Europaesperaba el descubrimiento de América, lo deseaba, lo necesitaba, sin saberexactamente qué era lo que deseaba con un ansia confusa y violenta.

La caída de Constantinopla había cerrado para la cristiandad vastas tierrasmisionarias y la ruta del comercio y de la civilización hacia las Indias Orientales.Hacía falta abrir una nueva ruta por Occidente, lo que explica que los navegantes nocreyeran descubrir nuevas tierras sino las Indias mismas.

El sueño de las Cruzadas, que había ocupado durante siglos en Europa elgusto de la aventura, estaba abandonado: se necesitaba dirigir la aventura hacia otraparte.

Casi en toda Europa el gran movimiento de libertad política que habíamarcado el apogeo de la Edad Media sufría un cruel retroceso. El advenimiento delas monarquías absolutas y de los nacionalismos, la extensión de las guerrasnacionales y religiosas, creaban minorías que no tenían otra alternativa que laabjuración de sus convicciones religiosas y de sus aspiraciones políticas, o el exilio.Se comenzaba a ahogarse en Europa.

La condición económica y social de las clases inferiores del pueblo se hacíaintolerable. Al perder el sentido de sus responsabilidades colectivas y del ejerciciode sus funciones, las aristocracias habían perdido mucha de su utilidad, peromantenían tercamente sus privilegios. Poco a poco la inferioridad social no era otracosa que una esclavitud en provecho de las clases que detentaban la riqueza y elpoder.

Para los misioneros y para los aventureros, para los refugiados políticos yreligiosos, para los pobres que desesperaban del pan cuotidiano, para los siervosuncidos a la gleba de padre a hijo indefinidamente bajo el yugo del señor, para lagente sencilla cansada de las guerras y de los quebraderos de cabeza teológicos, paralos criminales apremiados por las leyes y para los anarquistas que las despreciaban,el descubrimiento de América hizo el mismo efecto que una bala de cañón que abrede repente una brecha liberadora en una prisión. Por fin se podía escapar; por finhabía un sitio en el mundo donde se podía respirar libremente y vivir a su manera.En seguida el oro y las riquezas del Nuevo Mundo atrajeron por igual lasconcupiscencias de los mercaderes y de los reyes. Del mismo modo razas nuevas,ignorantes del cristianismo, atrajeron el celo de los misioneros. Es esta mezclaasombrosa y disonante la que ha hecho a América: el heroísmo de las virtudesteologales y la ferocidad de las concupiscencias, las esperanzas más modestas, elpan cuotidiano y la seguridad, y los deseos más fanáticos, el amor de la gloria y elgusto al retiro, los sueños de ríos que arrastran oro y la invencible atracción detierras vírgenes "donde siendo hombre de honor se tiene la libertad".

En cada nación se encuentran diferentes factores que ayudan a crearla: factorgeográfico, factores económicos y sociales, factores racial y religioso, factorespolítico y lingüístico. A buen seguro que en las primeras colonias de lengua inglesa

Page 6: Republica Moderna

6

que se establecieron a orillas del Atlántico norte, entre lo que es ahora la Florida y elCanadá, se vuelven a encontrar todos esos factores mezclados. Pero lo que mássorprende, cuando se estudia el origen y la formación de la nación norteamericana,es la importancia del factor geográfico. Inmediatamente, para los primerosemigrantes, ese factor geográfico adquirió un valor y una expresión místicos: seconvirtió en el signo de la libertad, la afirmación irrefutable de su personalidad.

En primer lugar estaba la distancia, ¡y qué distancia!, la de un océano quehabía que atravesar en las frágiles embarcaciones de entonces. Se tardaba seis mesesen llegar de Londres a Boston y es aterradora la proporción de barcos, cuerpos ybienes perdidos en esa época. Ya no sabemos bien lo que son las distancias, y sisabemos lo que son los viajes sin retorno, es porque las naciones hoy día seencierran detrás de absurdas cortinas artificiales. En los siglos XVI y XVII seexpatriaba por el océano y bien raros eran aquellos que volvían. Entre los emigradosy la antigua patria, no había más que el mar inmenso, vacío y terrible. El primerservicio regular entre Inglaterra y sus colonias se estableció recién en 1755, menosde treinta años antes de la independencia. En 1775; en su discurso sobre laconciliación con las colonias, Edmundo Burke dirá: "Hay tres mil millas de océanoentre vosotros y ellas. Y no hay medios de impedir el efecto de esta distancia; todogobierno se extenúa a causa de ella. El mar se encrespa y los meses pasan entre laorden y su ejecución. La necesidad de una explicación rápida sobre tal punto essuficiente para paralizar todo un sistema". Muy lejos, por otra parte, de lamentarsede esta distancia, los emigrantes se felicitaban de continuo. Ellos vivían en Américacomo en otro planeta, y eso era exactamente lo que deseaban.

¿Qué era lo que esos emigrantes hallaban en América que tanto lesencantaba? Parece que lo que más les encantaba es precisamente que allí no hallabannada. Todo había que comenzarlo a partir de cero, en un continente del que noconocían los límites, habitado hasta entonces por pueblos dispersos y nómadas, sinagricultura y sin industria, y que pronto habrían de hacerse temibles. Esa tierrasalvaje e inculta, bajo un cielo inclemente, estaba cubierta de bosques, lo cualaumentaba aún el misterio. Hacía falta quemar el bosque, desmontar la tierra,sembrarla, defender las cosechas y la familia contra las incursiones de los indios. Derepente esos hombres de la vieja Europa volvían a encontrar las condiciones deheroísmo que habían señalado la aurora misma de la civilización. En esa soledad yesa inmensidad hostil, cada uno se hallaba solo enfrente de Dios, enfrente de unanaturaleza feroz que debía ser domeñada, enfrente de las necesidades cuotidianas dela subsistencia y de la seguridad. No había otros recursos u otros auxilios que susdos brazos. Se hallaba verdaderamente en el origen de los tiempos, siendo a la vezsacerdote, soldado y productor del núcleo social que establecía sobre una tierravirgen. Muy lejos de desalentarlo, la novedad y la dificultad de la empresa loembriagaban de orgullo. Y amaba el bosque en la misma medida que amaba elocéano, como la morada de su libertad y de su fuerza.

Page 7: Republica Moderna

7

Lo más extraordinario, y que por sí solo da una idea de la profunda decepciónque empujó a los hombres fuera de Europa, es que inmediatamente, esa tierra y esascondiciones de vida les parecieron un paraíso. Hablan de ellas con el entusiasmo y laternura de los hebreos por la Tierra Prometida, "donde corren ríos de leche y demiel". El descubrimiento de América les había dado la ocasión de rehacer a travésdel océano el viaje sagrado de Moisés a través del mar Rojo y el desierto. Esosemigrantes deseaban a tal punto huir de Europa, que todo les hubiese resultadoTierra prometida. Terminaban por creer que esa tierra misma les había estadoesperando desde hacía milenios y que ellos eran su pueblo elegido tanto como ellaera su tierra de elección. Cuando echaban una mirada atrás, hablaban de Europa conel mismo menosprecio que los hebreos hablaban de Egipto o de la cautividad deBabilonia: "Jamás ha habido —escribía Increase Mather en 1677— una raza quehaya sacudido tan perfectamente el polvo de Babilonia, su régimen civil así como eleclesiástico, como la primera generación de cristianos que han venido a esta tierra,por el amor del Evangelio". Y William Penn: "Oh, qué dulzura en la tranquilidad deestos países, liberados de las inquietudes y de los problemas de la miserableEuropa".

Sería absurdo pensar que todos los emigrantes tenían conciencia de esemesianismo. Pero los puritanos que se establecieron en Nueva Inglaterra tuvieron deél una conciencia extrañamente fuerte y es ese pequeño número de personas el quedebía determinar la historia, formulando en primer lugar las ideas directrices de loque llegaría a ser un día la gran República norteamericana. Tan pequeña, tanlimitada, tan mediocre en su realidad como era originalmente su experiencia políticay social, ellos la veían no obstante como los judíos del Antiguo Testamento, en elplan universal de una promesa que llenaría un día la tierra y el cielo. Según las vivaspalabras de Harrington, ellos no querían plantar una enclenque planta de invernaderoy en un pequeño tiesto, sino un árbol corpulento que tendría la tierra entera por raízy el cielo inmenso por follaje: The Earth for her Root, and Heaven for her Branches.

Los historiadores de Occidente han dedicado gran espacio a la Reforma, a lafilosofía cartesiana y a la Revolución Francesa. Han tenido razón: estos tresacontecimientos han formado verdaderamente el mundo moderno. Pero es posibleque el punto de vista de los historiadores haya estado demasiado limitado por la geo-grafía y que no hayan advertido toda la importancia de la empresa americana. Talvez también esta empresa americana no fuera tan espectacular, puesto que ella hasido lenta en madurar y no ha salido armada de la frente de Júpiter. Pero cuando seestudian los orígenes de la nación norteamericana, no puede evitarse el sorprendersepor la similitud de esa aventura en el orden político con la aventura cartesiana enfilosofía.

Descartes no nació por generación espontánea, sino que corresponde bien a sutiempo. Más aún que la época de la razón y de las luces, ese tiempo me parece ser elde la Utopía. Si no es Tomás Moro quien inventó la palabra Utopía, es al menos élquien le dio éxito por su descripción de una isla lejana, donde la imaginación del

Page 8: Republica Moderna

8

autor pudo hartarse, escapada de una realidad demasiado limitativa y cruel. En elfondo, esa isla lejana donde la imaginación puede reconstruir todo a partir de cero,es exactamente la tabla rasa de Descartes. La tabla rasa es la Condición misma de laUtopía. Si la Utopía pasa a la realidad, se convierte en una Reforma o en unaRevolución.

Es este radicalismo de la tabla rasa, condición necesaria de la Utopía, que meparece esencial al mundo moderno. El mismo caracteriza todas las grandesrealizaciones de este último. Descartes no lo inventó. Ese radicalismo animaba laReforma. Flota sobre los sueños de Tomás Moro, de Cervantes, quizá sobre Elmisántropo, de Moliere; en todo caso sobre los Viajes de Gulliver. Se lo vuelve ahallar en Rousseau y el jacobinismo francés, más tarde entre los anarquistas, y aunen Lenin. Para Descartes, todo se encuentra muy simplificado: él redujo la filosofíaa la Utopía. A partir de él y de su tabla rasa, el idealismo iba a negar la realidadobjetiva, lo que facilita grandemente la filosofía. Tomás Moro, Cervantes, Moliere,Swift han quedado dentro del dominio de la creación literaria, es esto lo que da a susobras ese carácter desencantado, o cínico, o secretamente desesperado, según elhumor de aquéllos. Los jacobinos y Lenin eran utopistas revolucionarios: nohallando tabla rasa a su disposición, insatisfechos de una isla lejana e imaginaria,hicieron la tabla rasa alrededor de ellos por el Terror. El utopista es esencialmenteintolerante: construye su Tierra Prometida sobre las ruinas de una Babilonia. Elutopista literario ve bien el aspecto cómico de su intolerancia: Cervantes y Molierelo vieron. Los utopistas revolucionarios no se ríen: Saint-Just llama tirano a un reydesgraciado como Luis XVI y le lince enriar la cabeza. Marx y los comunistas nochancean más con la burguesía. Los puritanos de Nueva Inglaterra no chanceabancuando trataban a Europa de Babilonia.

En filosofía, para hacer tabla rasa basta con tener genio, con encerrarse en una"poéle" * y escribir. Para hallar o para hacer tabla rasa en política la cosa es másdifícil. En los siglos xvi y xvn ni Europa, ni Asia, ni siquiera lo que se conocía deÁfrica eran tabla rasa. Para nuestros radicales políticos y sociales de NuevaInglaterra, América fue la tabla rasa natural e inesperada de su esperanza política ysocial, el país donde no había nada, la tierra maravillosa donde iban a poderconducir a su manera su experiencia humana, una experiencia pura, como cabe autopistas que se llamaban a sí mismos y muy conscientemente puritanos. Al llegar aesas costas desiertas y salvajes, sacudían en primer lugar cuidadosamente el polvode sus pies, el polvo de la antigua Babilonia europea, luego se arrodillaban parabesar piadosamente la Tierra Prometida, la tabla rasa de su Utopía.

* "Poéle". Hornillo At calefacción, fijo o transportable. En Alemania, y aun en algunasprovincias del norte de Francia, se le llama también así a la habitación común donde está instaladoese hornillo. La mención en este texto es, evidentemente, por extensión, con referencia a laconocida frase de Descartes: Je demeurais tout le jour enfermé seul dans un poéle. (Yo permanecíaencerrado solo todo el día en una "poéle"), o sea en una habitación con estufa. (N.delT.)

Page 9: Republica Moderna

9

'Cierto es que muchas colonias se fundaron en todo el mundo al azar de lanavegación y de las ambiciones de los navegantes. Swift tiene una página terriblesobre ese punto. Muchas colonias se fundaron asimismo por el gusto de la Conquistay del engrandecimiento territorial, sin gasto superfino de imaginación política, sinopara reproducir en un mundo nuevo lo que se conocía del antiguo. América ha sidoasí para muchos el país del oro y del tabaco, de las especias y de las pieles; ellaofrecía el medio de enriquecerse rápidamente o de convertirse en virrey de unaEspaña nueva o de una Francia de ultramar. Pero los emigrantes de Nueva Inglaterraeran bien diferentes, sus ambiciones iban mucho más lejos. Hay entre ellos yaquellos colonos al, azar la diferencia que hay entre Descartes, que reconstruía todala filosofía, y todos los profesores de la escolástica que filosofaban en su tiempo yque están olvidados. Los puritanos querían no solamente crear un establecimientocolonial, sino intentar una experiencia política como tal y proseguirla hasta el final.Habían hallado su tabla rasa; ella iba a servir de base para su utopía. Utopistasrevolucionarios, podían salir del sueño y comenzar a construir a partir de cero.Tocqueville cita, con justa admiración, esa Declaración firmada por los primerosPeregrinos Puritanos: "Nos, cuyos nombres siguen, que por la gloria de Dios, el(mejoramiento de la fe cristiana y el honor de nuestra patria, hemos emprendido elestablecimiento de la primera colonia sobre estas costas distantes, convenimos por elpresente, por consentimiento mutuo y solemne, y delante de Dios, en formarnos encuerpo de sociedad política, con el fin de gobernarnos y de trabajar para élcumplimiento de nuestros designios; y en virtud de este contrato, convenimos enpromulgar leyes, decretos, ordenanzas, y en instituir según las necesidades de losmagistrados a los cuales prometemos obediencia y sumisión".

Si la Revolución consiste en hacer pasar la Utopía a la realidad, entonces laRevolución americana comenzó en el siglo XVI con el desembarco de losPeregrinos en Plymouth. Aconteció allí lo que hubiese acontecido dos siglos mástarde si los jacobinos franceses, en lugar de hacer la Revolución en Francia haciendotabla rasa por el Terror, se hubiesen ido a edificar una sociedad a su gusto en unaisla desierta. Queda un privilegio para nuestros puritanos: ellos hicieron pasar suUtopía a la realidad sin destruir nada precioso porque encontraron la tabla rasaplenamente preparada. Sin la condición geográfica americana, uno puedepreguntarse si hubieran tenido éxito.

Si no se ha reflexionado sobre la importancia mítica del océano y de la selva,de la tabla rasa y de la Utopía, no creo que pueda comprenderse el carácteramericano: un fenómeno político como el aislamiento, un fenómeno literario comola obra de Faulkner, donde la selva tiene efectivamente una existencia mítica, uniconoclasta como H. L. Mencken, ni aun Henry Ford que ha mezclado con sumodelo T un sueño misionario. No se puede imaginar que un alcalde de Londres se

Page 10: Republica Moderna

10

presente en el Paraíso sin su peluca. Los americanos, por el contrario, permanecensiempre prontos a hacer tabla rasa y a recomenzar desde cero. Hace mucho tiempoque han dejado caer pelucas y tradiciones en el océano.

Me parece cierto, en todo caso, que no se rendirá plena justicia a laRevolución americana si no se la vuelve a colocar en la tradición de ese radicalismoutópico que a todo lo largo de la época moderna ha provocado tantas obras maestrasy revoluciones en todos los sentidos. Existen miles de utopías posibles y la utopía,porque es utopía, no se recomienda por ella misma, sino que es necesario ademásconocer su contenido y juzgarlo. ¿Cuál era <i contenido de la Utopía de nuestrospuritanos (le la Nueva Inglaterra?

Page 11: Republica Moderna

11

LA CARTA MAGNA Y LA PALABRA DE DIOS

Políticamente el final del siglo XVI en Europa fue dominado por el antagonismo dedos grandes naciones y de dos grandes soberanos, quienes pretendían igualmente elimperio del mundo: la España católica y Felipe II de un lado, la Inglaterrasistemática e Isabel del otro. En ese momento el conflicto entre Inglaterra y Españaera necesario, por el hecho mismo de la ambición al imperio universal que lasanimaba a las dos. Ese conflicto hallaba justificaciones en todos los planos, sin elmenor matiz, en negro y blanco y en una perfecta mitología del héroe y del villano.Para los ingleses, España, Felipe II, el Papa, todo ello era el diablo y el infiernodesencadenados. Para los españoles, Inglaterra era una hidra infernal e Isabel, lagran prostituida del Apocalipsis. El catolicismo estaba proscrito en Inglaterra, nosolamente como una abominable superstición, sino aun como un delito contra elEstado y su seguridad. El protestantismo estaba proscrito en España y por lasmismas razones. En esas condiciones, y si en un momento dado el héroe se siente elmás fuerte y tiene ocasión de aniquilar al villano, en toda conciencia, no deja perderesa ocasión: a ello se lo llama "guerra preventiva". Es la historia de "La ArmadaInvencible". España, como Don Quijote, su héroe nacional, gastó toda su gran fuerzay toda su enorme sustancia contra los vientos.

Inglaterra triunfaba. Cada inglés se sentía héroe cada vez más, con esaconvicción confortable de que Dios mismo ora inglés y que quería que el mundo quehabía creado fuese inglés. El hecho es que, si Inglaterra hubiese sido vencida, elprogreso de la libertad política hubiese quedado sin duda detenido por un tiempo yla experiencia americana hubiera sido bien diferente.

Durante el comienzo de la Edad Media, Inglaterra y Francia habían seguidopoco más o menos la misma evolución política, hacia un acrecentamiento constantede las franquicias comunales, corporativas y universitarias, es decir hacia unaparticipación más o menos directa del pueblo en su propio gobierno. A partir deFelipe el Hermoso, esa revolución fue contrariada en Francia por la monarquía ydefinitivamente quebrada por Richelieu y Luis XIV. En Inglaterra, por el contrario,la evolución hacia el establecimiento de la libertad política fue ciertamente muylaboriosa, ella sufrió muchos fracasos y aun retrocesos, pero nunca fue totalmenteinterrumpida. Esa aspiración hacia la libertad política halló su primera expresión enla Carla Magna, y mucho más tarde en el triunfo del Parlamento sobre la Corona.La Reforma, al proclamar en el dominio religioso el principio del libre examen,excitó grandemente las aspiraciones hacia la libertad política. A un principio así nose le puede fijar término. Si se lo proclama en un dominio, acaba por desbordar aotro. Muchos protestantes vieron las conclusiones políticas del principio del libreexamen.

Paradójicamente, en Inglaterra la Reforma tuvo un sentido diferente. NiEnrique VIII, ni Isabel eran particularmente partidarios del principio de libreexamen en religión, aún menos en política. Se trataba menos, para ellos, de

Page 12: Republica Moderna

12

"reformar" la religión que de hacer de la Iglesia de Inglaterra una Iglesia nacional,que escaparía al control del papa, pero para caer enteramente bajo el control delsoberano. En Inglaterra, el cisma no tuvo absolutamente el sentido de una reformaliberal sea en religión, sea en política, sino el sentido de una sujeción total delorganismo eclesiástico al Estado. |

Jacobo I (1603-1625), sucesor de la gran Isabel, expresó bien su pensamiento,en respuesta a una petición de los puritanos que reclamaban una reforma más radicalque el cisma. Les respondió que si encaraban el tipo de protestantismo en boga enEscocia, "ello concuerda con una monarquía como Dios con el diablo". Añadía:"Nada de obispo, nada de rey; si ése es el programa da vuestro partido, os obligaré aconformaros, o bien os arrojaré fuera del país". En lugar de "conformarse", lospuritanos se convirtieron en cismáticos del cisma, hicieron sus maletas y emigrarona Holanda primeramente, luego, como ya lo he dicho, al continente americano.

Ellos insistían sobre el libre examen, tanto en política como en religión. Eranviolentamente anticatólicos porque, para ellos, Roma representaba un principio deservidumbre eclesiástico. Pronto se volvieron anti-anglicanos porque, al separarse deRoma, la Iglesia de Inglaterra no había abandonado ese principio de servidumbreeclesiástica; par el contrario, lo había reforzado. Se los acusó de ser republicanos.Seguramente estaban en contra del derecho divino de los reyes. Para ellos, en todocaso, el rey no podía ser revestido de ningún carácter sagrado e inamovible: el reyno era sino un socio, el gerente que les debía rendir cuenta y al que ellos no ledebían esa obligación.

Nuestros puritanos no estudiaban la Biblia como exégetas, aún menos comoracionalistas. Ella era su vida. Extraían de ella certidumbres extremadamentesencillas. Dios había creado al hombre. Él lo había creado a su imagen y semejanza.Lo había creado libre y para que dominara la naturaleza. Dios había dado también alhombre una ley, inscrita en la Biblia. Pero le había dado también y ante todo la leynatural, inscrita en el corazón y la razón del hombre, donde nadie la podía borrar. Sedebía obedecer siempre a Dios en lugar que a los hombres.

Todas esas certidumbres bíblicas eran esencialmente para nuestros puritanosverdades místicas y aun prácticas, tan sencillas que no tenían necesidad de ningunajustificación, de ninguna interpretación. Debía tomárselas al pie de la letra, talescomo eran, y seguir adelante. Éste fue su genio. No hacían ciertamente ningunadistinción entre la libertad metafísica y la libertad política. Si Dios había creado libreal hombre, constituía un escándalo y un sacrilegio, una ofensa a Dios el negar esalibertad a los hombres, en cualquier dominio que fuere, comprendido el dominiopolítico. Es en efecto sobre ese plano místico y práctico de la libertad política que sehalla su descubrimiento y su gloria. Es esencialmente allí donde está el contenido desu utopía; es ésa la gran revelación original que han aportado al mundo y sobre lacual América está fundada aun hoy día. Es el principio mismo de su Revolución tanradical y original como la Revolución cartesiana en filosofía, pero infinitamentemejor colocada.

Page 13: Republica Moderna

13

Nuestros puritanos no eran absolutamente anarquistas. Ellos creían en la leydura como el hierro. Pero no admitían ser descartados de la confección de las leyeshechas para ellos, conscientes como eran de retener ellos mismos la autoridad deDios en el orden político. La ley, su ley, era para ellos la Palabra misma de Dios,concretamente interpretada para ellos, por ellos. La ley tenía la majestad misma deesa divina Palabra. Y ella era al mismo tiempo la garantía de su libertad, puesto queella emanaba de su voluntad libre. Ellos eran verdaderamente lo contrario deanarquistas. "Los grandes despreciadores son los grandes fervientes", escribíaNietzsche. Aquéllos llevaban al extremo el no-conformismo político, lo llevabanasimismo hasta la tabla rasa tanto como Descartes su no-conformismo filosófico, noporque ellos no tuvieran ningún ideal social, o que su ideal fuese la destrucción detoda sociedad, sino, bien por el contrario, porque tenían en el corazón un ideal desociedad tan elevado que era propiamente religioso. Su utopía era bíblica: "BibleCommonwealth".

La sociedad política era para ellos tan sagrada como el matrimonio, del cualestá escrito que el hombre no debe deshacer lo que Dios mismo ha cimentado. Y, noobstante, tan elevado y tan sagrado como es, el matrimonio constituye esencialmenteel fruto del consentimiento mutuo y libre de los esposos. Así, para los puritanos, lasociedad era también el fruto de un contrato libre entre los ciudadanos, pero una vezestablecida, esa sociedad quedaba revestida de un carácter sagrado el sello de Dios:"¡Ay de quien lo tocase!" Eran tan sensibles a la legitimidad de esa sociedad librecomo ciertos clanes primitivos lo son a la santidad del lazo conyugal: se la quemaviva a la mujer adúltera. Entraban en sociedad como se entra en religión y Dios erael garante del pacto que ellos habían hecho al entrar en sociedad. Pero ese pactofundamental es libre, sin lo cual no sería más un pacto. Una sociedad política,fundada sobre una voluntad exterior a la comunidad de ciudadanos, la sola voluntadreal, por ejemplo, les hubiese parecido tan extraña y contraria a tedas las leyesdivinas y naturales, como puede parecemos un matrimonio de pura convenienciasocial, arreglado por los padres y fuera del consentimiento libre de los esposos. Enresumen, el derecho divino en política les parecía lo que es realmente, una enormesuperchería. En su época, su utopía era admirable.

Todas las cosas humanas son mezcla de bien y de mal, y el destino de laspalabras que las designan es a veces bien desconcertante. Cuando se habla depuritanismo, aquello en que se piensa al punto no es absolutamente lo que lospuritanos han aportado de precioso, sino lo que han aportado de peor: el veneno delmaniqueísmo en las relaciones humanas más naturales. Pero aquí, es la utopíapolítica de los primeros puritanos americanos lo que yo describo, y ella es tanto máspreciosa cuanto que no ha quedado en el aire y descarnada, sino que aquéllos hanlogrado hacerla pasar a la realidad. No han dejado tras de sí un gran libro como LaCiudad de Dios o el Contrato Social: no eran utopistas literarios. Pero han influidodirectamente en la Declaración de Independencia y la Revolución Americana, han

Page 14: Republica Moderna

14

echado sobre una tierra firme y virgen los fundamentos de una cristiandad moderna,es decir, una sociedad política basada sobre la Biblia. Eran utopistas revolucionarios.Mientras que la organización y la administración de un inmenso imperio, la riquezay el poder que de ello derivaban, distraía por un tiempo la atención de los inglesesde su propia tradición de libertad política, esa tradición se ensayaba de nuevo, sedesarrollaba y se enriquecía por los cuidados de puritanos que no habían podido"conformarse" a Inglaterra. Y ese ensayo era infinitamente más radical que todocuanto había sido intentado hasta entonces, aun en Inglaterra. Es no obstante deInglaterra que un socorro teórico les llegó a nuestros ingleses de América en suevolución política. La Biblia suministraba la base mística a esa evolución. Unescritor inglés iba a suministrar la doctrina. Es John Locke quien dio a losrevolucionarios americanos su catecismo doctrinal: éste tuvo para ellos laimportancia que Carlos Marx tendrá más tarde para Lenin.

Sucede que los libros sobrepasan las intenciones de sus autores. Es el caso deTwo Treatises of Government, publicado por John Locke en 1690. John Locke nopensaba absolutamente en el porvenir, como pensaba Marx al publicar El Capital.Locke quería simplemente justificar la revolución que acababa de consumarse en1688 en Inglaterra por el triunfo del Parlamento sobre la Corona. Sentó ciertosprincipios para llevar a buen término esa justificación; pero esos principios, comoles ocurre a los principios, desbordaron el caso particular y fueron hallados deaplicación universal. Los ingleses de América supieron muy bien justificar, nosolamente la situación adquirida en 1688 en Inglaterra, sino también toda resistenciaa las usurpaciones no tan sólo del rey sino del Parlamento. El Parlamento seencontró, pues, en la situación, siempre embarazosa, de rehusar a las colonias elejercicio de un derecho del que él mismo había hecho uso. La visión cambia cuandose pasa de la resistencia al ejercicio del poder. El libro de Locke estaba allí paradenunciar ese cambio de visión: los americanos se sirvieron de él contra elParlamento como de un arma que hacía blanco en todas direcciones.

Lo más significativo no es el libro de Locke en sí, sino el que entre tantosotros de la literatura inglesa haya sido elegido por los ingleses de América. Allíestriba además una enorme diferencia entre una revolución marxista y la Revoluciónamericana. En una revolución marxista, el libro de Marx es a priori: la realidadpolítica debe conformarse a Marx; se halla allí aún el fin de la Revolución. Por elcontrario, el libro de Locke fue elegido como catecismo revolucionario porque élconcordaba con las ideas políticas de los ingleses de América y porque servíaadmirablemente a su querella. Esas ideas hubiesen existido sin el libro de Locke: eselibro no les aportaba más que una expresión y un valor táctico contra el Parlamento.

La doctrina política de Locke no es muy original y los ingleses de América losabían bien. Según esa doctrina, el hombre es anterior a la sociedad y, porconsecuencia, tiene una dignidad propia que la sociedad no podría violar, y que, porel contrario, está obligada a respetar y a expandir. Anteriormente a la sociedad elhombre se hallaba en lo que se llamaba "estado de naturaleza", donde disfrutaba de

Page 15: Republica Moderna

15

una Libertad política y social total. El campo que él elogia para cultivar Era sucampo. La familia que establecía, la gobernaba inscrita en su corazón por elCreador. El hecho de que los hombres se hayan constituido pronto en sociedad nopodría contradecir esa ley natural y esos derechos primitivos que el hombre haejercitado siempre. Si los hombres se han constituido en sociedad, lo han hecholibremente, y el gobierno debe estar controlado siempre por ellos tan severamenteque éste no pueda jamás usurpar los derechos naturales del hombre ni sus deberespara con su Creador. Si sucede que el gobierno comete usurpación, pasa a sertiránico y la resistencia a esas usurpaciones no es solamente un derecho sino que esun deber.

Nuevamente, todo eso no es muy original; es hasta quizás un poco simple.¡Qué abismo entre esa filosofía simplista y la impresionante arquitectura de Hegel yde Marx! Y bien, precisamente es en esa simplicidad que reside la profundahonestidad de la utopía americana. Ella se halla al alcance de todos los espíritus y esasimismo su fuerza. No puede evitarse el olfatear la superchería en las doctrinaspolíticas que no pueden ser perfectamente comprendidas y apreciadas más que pordoctores en filosofía. Una vez más, lo maravilloso es que la utopía americana fueratan simple, tan bien al alcance de todos, que pasara a los espíritus, luego a larealidad, sin que haya habido necesidad de largas y complicadas iniciaciones o deadoctrinamiento sistemático. Ella pasó a la realidad poique era esencialmente unautopía cristiana, porque los sencillos cristianos de América habituados a la Biblia lacomprendían perfectamente, porque en ella creían violentamente, no sólo por fereligiosa, sino aun por fe cívica y revolucionaria. Entre tantos textos que seríanecesario citar, escogí el de Hamilton, justamente famoso: "Para descubrir losderechos sagrados de la humanidad, rio hay por qué hurgar entre viejos pergaminoso papeles enmohecidos. La mano misma de la divinidad los ha inscrito, como con unrayo de sol, en el libro completo de la naturaleza humana donde ninguna potenciamortal podrá jamás borrarlos u oscurecerlos".

Hasta el fin, por lo demás, hasta su consumación victoriosa, la Revoluciónamericana debía conservar ese carácter religioso, propagada como era por lospredicadores que, en el pulpito, citaban a John Locke tan gustosamente, y casi contanto respeto como a la misma Biblia. Nadie mejor que Burke ha expresado, en laépoca misma en que se desarrollaban los acontecimientos, esa profunda conexiónentre la libertad civil y el cristianismo, realizada tan fuertemente por los puritanos deAmérica: "Esas gentes son protestantes y del protestantismo más opuesto que sepueda ser a toda sujeción del espíritu y de la opinión. Es una fe no solamente enfavor de la libertad, sino basada sobre ella. Yo no creo, señor, que la razón de esaaversión, en las iglesias disidentes, por todo lo que se asemeja a un gobiernoabsoluto, deba buscársela del mismo modo en sus convicciones religiosas que en suhistoria. Cada uno dice que la religión católica romana es al menos contemporáneade los regímenes políticos donde ella domina. Ella ha marchado de la mano con esosregímenes, ha recibido grandes privilegios y toda especie de apoyo de parte del

Page 16: Republica Moderna

16

gobierno. La Iglesia de Inglaterra misma se ha desarrollado desde la cuna por elcuidado bienhechor del gobierno establecido. Pero los intereses de los disidentes hanbrotado en oposición directa a todos los poderes establecidos en este mundo y ellosno pueden justificar su oposición si no es por una fuerte reivindicación de la libertadnatural. Su existencia misma depende del poder y de la insistencia en la afirmaciónde esa reivindicación. Todo protestantismo, aun el más tibio y más pasivo, es unasuerte de desacuerdo. Pero la religión que más domina nuestras colonias de Américaes un refinamiento dentro del principio de resistencia. Es el desacuerdo y elprotestantismo de la religión protestante".

Page 17: Republica Moderna

17

EL HONOR DE SER INGLÉS

Después de un tiempo, y luego que las amarguras del exilio estuvieran olvidadas, losamericanos se percataron que Inglaterra bien podía ser Babilonia, pero que seguíasiendo la patria de la Carla Magna. Ellos mismos se sintieron cada vez más ingleses,hombres libres ingleses. En 1700, Cotton Mather decía a la Asamblea deMassachusetts: "No es poca bendición de Dios el que formemos parte de la nacióninglesa".

Las colonias americanas habían sido fundadas mucho antes del triunfodefinitivo del Parlamento sobre la Corona. Para los ingleses de América quesiguieron de lejos la lucha, la resistencia parlamentaria al poder real era sagrada.Pero en tanto que en Inglaterra, luego de su victoria sobre el rey, el Parlamentousurpó por sí mismo el poder absoluto, como debía hacerlo más tarde en Francia laConvención y el Comité de Salud Pública, los ingleses de América no vieronninguna razón de inclinarse y de abdicar sus libertades ante una Asamblea, tantomás cuanto que no se habían inclinado ante la Corona. En calidad de ciudadanosingleses y por ser ingleses, continuaron la lucha contra todo poder absoluto, tantocontra el Parlamento como contra el rey.

Vistos a la distancia los acontecimientos, como podemos ahora verlos yjuzgarlos, no hay duda que son los americanos quienes tenían razón y quecontinuaban, sin traicionarla y de la manera viviente más inflexible, la tradicióninglesa, mientras que el Parlamento la desconocía. De hecho esos ingleses deAmérica se habían vuelto ingobernables, si no por ellos mismos, incapaces deobedecer otras leyes que aquellas que consentían en darse. Habían llevado alextremo en política los principios de la Carla Magna y de John Locke, así como elprincipio protestante del libre examen.

En esas condiciones el conflicto que los enfrentó a la madre patria adquirióun carácter muy particular. El mejor título de las colonias americanas a laindependencia es que en esa época habían alcanzado un punto de desarrollo políticoy un grado de madurez propiamente político inigualado ni siquiera en Inglaterra.Empero, puede ser que el mejor signo de que las colonias americanas merecíanverdaderamente la independencia es que en ese momento no la querían. Fueron, porasí decirlo, obligadas a ella.

El conflicto que enfrentó a los ingleses de Inglaterra con los ingleses deAmérica es esencialmente un conflicto de principios y de tradiciones. Ese conflictofue tanto más grave cuanto que esos principios y esas tradiciones eran comunes a losingleses en todas partes, tanto en América como en Inglaterra. Es exactamente ellolo que dio al conflicto todos los caracteres y toda la solemnidad de un cisma.Cuando los árabes de Argelia se rebelan contra Francia es en primer lugar porque sereconocen diferentes y rechazan por lo tanto la comunidad francesa: no pretendenser más franceses que los franceses. Los ingleses de América no se declarabandiferentes y no querían ser diferentes de los ingleses de Inglaterra. Por sobre todo,

Page 18: Republica Moderna

18

no rechazaban la tradición inglesa y la comunidad imperial inglesa. Pretendían, porel contrario, tener tantos derechos como los ingleses de Inglaterra; muy pronto sedieron en pensar que los ingleses de Inglaterra abandonaban demasiados derechos enmanos del Parlamento; querían restaurar en su integridad y en su dignidaduniversales los derechos del hombre inglés, y quizás un día liberar al imperio y a lamadre patria misma de lo que ellos consideraban una insoportable desviación en lalínea de la tradición política inglesa auténtica.

ROMA NO ESTÁ MÁS EN ROMA;ELLA ESTÁ TODA DONDE YO ESTOY

No sueño. Es un hombre tan grave y moderado como Franklin quien, en1760, escribía a Lord Kames: "Mi opinión desde hace mucho tiempo es que loscimientos de la grandeza futura y de la estabilidad del imperio británico radican enAmérica. Y aunque, como todos los demás cimientos, aún son pequeños y bajos, sinembargo son extensos y suficientemente fuertes para sostener la más grandearquitectura política que la sabiduría humana haya jamás construido".

Las cosas llegaron a un punto en que hubiese sido necesario que la propiaInglaterra aceptara la interpretación americana de su propia tradición. Puedepensarse que eso es lo que hizo por la subsiguiente organización tan flexible delComimonwealth. Pero, por el momento, no estaba absolutamente dispuesta aadmitirse equivocada y a aceptar las lecciones de sus colonias. Bajo la guerra deindependencia americana, se encuentra ese gran debate de ortodoxia política. En elfondo América hizo en el plano político con respecto a Inglaterra lo que la Iglesia deInglaterra había hecho en el plano religioso con respecto a Roma. Separada deRoma, la Iglesia de Inglaterra pretende ser más católica que el papa. Rebelándose, lacomunidad inglesa de América pretendió también ser más inglesa que Inglaterra. Lalucha nacida de tales controversias es generalmente inexpiable. Ella se termina poruna excomunión mutua; luego, si uno de los dos tiene poder para ello, por unaCruzada para volver a traer al disidente a la ¡unidad. Pero es muy raro que laCruzada rehaga jamás la unidad. La desgracia está en llegar a aquel punto.

Seguramente, como en todas las Cruzadas, muchos otros motivos jugabanaparte de los motivos de ortodoxia. Los historiadores han expuesto abundantementelas causas económicas y administrativas de la querella. Han tenido razón. Esascausas existían, pero coloreadas por el debate de ortodoxia subyacente: ellas eran laexpresión de este último.

La creación del Imperio había planteado a Inglaterra un problema deconciencia. Era una responsabilidad, pero era aún más terrible tentación. La cuestiónconsistía en saber si Inglaterra, su civilización y sus costumbres políticas seextenderían, más allá de los mares y sobre un plano de igualdad con la madre patria,o si la madre patria utilizaría para su provecho exclusivo las riquezas y la clienteladel Imperio. Los ingleses de América optaron prontamente por la primera solución.

Page 19: Republica Moderna

19

Los ingleses de Inglaterra optaron con la misma presteza por la segunda solución,contenida bajo el nombre de "teoría mercantilista". Los ingleses de Inglaterraadoptaron la posición de que sus costumbres políticas estaban hechas para ellos,dentro de su isla, y que ellas no eran de exportación. Solos, ellos eran dignos decualquier grado de libertad política. Los otros, lejos de su isla, ingleses, no ingleses,estaban sujetos a impuestos y a servidumbre a discreción. La política imperial era,pues, opuesta a la política interior. A buen seguro, los ingleses de América noentraron en ese juego. Burke ha expresado asimismo muy bien la situación: "Eltemperamento y el carácter que dominan en nuestras colonias no pueden, segúntemo, ser modificados por un procedimiento humano. Temo que no podamosfalsificar los orígenes de ese pueblo orgulloso y convencerlo de que no sale de unanación que lleva en sus venas la sangre de la libertad. La lengua misma que vosotroshablaréis para decirle esa historia traicionará la impostura, las palabras ostraicionarán. Un inglés es la última persona en el mundo que pueda convencer a otroinglés a que acepte la esclavitud".

Los colonos americanos se resintieron, pues, aún más vivamente por lanegativa de igualdad política que se les hacía que por las trabas a su comercio y a suindustria o por los enredos administrativos. Pero esas trabas y esos enredos lesresultaban por sí mismos insoportables. No se sentían en manera alguna convocación para enriquecer a la madre patria, empobreciéndose ellos mismos. De esasituación salieron felizmente en primer lugar por el contrabando, que era unainstitución casi oficial en Nueva Inglaterra. Luego, cuando el contrabando no bastómás para asegurar su autonomía comercial, entraron en resistencia abierta contra laadministración de Londres. Supieron tan maravillosamente utilizar las necesidadeseconómicas y fiscales para retraer a la razón a los gobernadores ingleses, que ocurrióque uno u otro de éstos, en cambio de entrar en querellas sin fin, hacían un arregloamigable desde el comienzo de su administración y se hacían comprar. Aquél poníael precio, los americanos pagaban y tenían paz, es decir, hacían lo que querían ycomo querían.

Bien típicamente inglesa aún fue la manera en que los colonos establecieronun lazo necesario entre los derechos políticos y el sistema impositivo. Nada deimpuestos sin la representación política en el Parlamento. Como esa representaciónno le fue jamás acordada, no pagaron prácticamente casi nunca impuestos directos.El derecho de "self determinadon" pasaba a ser un derecho de "self taxation". Aprimera vista se puede despreciar como demasiado mezquina esa manera de reducirlos derechos políticos de los ciudadanos a una materia de contribución impositiva.Es, no obstante, la manera más eficaz de proteger esos derechos y de hacerlos pasara la realidad. No se trata absolutamente de comprar el derecho de representaciónpolítica, que los colonos americanos consideraban como un derecho natural einalienable, aun cuando les era negado. Se trataba solamente de haber comprendidodolo esta gran verdad práctica:

Page 20: Republica Moderna

20

—Un gobierno que detenta el poder no acuerda jamás de buena gana todos susderechos a los gobernados: es necesario que sea de alguna manera forzado.—No importa qué gobierno, bien intencionado o mal intencionado, tiene necesidadde dinero. Las más pequeñas dificultades se toman muy graves sin dinero. Las másgraves se tornan propiamente insolubles.—Como el gobierno no puede finalmente contar más que con el dinero de losgobernados, un medio más eficaz que la violencia, más eficaz sobre todo que noimporta cuál reivindicación oratoria, de obtener su derecho es, para el gobernado, elnegociarlo a cambio del impuesto.

Los gobiernos son cínicos. Soportan perfectamente ser llamados tiranos, Perono soportan seis meses de vacío en la caja. Esta humilde filosofía política no es muyromántica, pero tiene la ventaja de ser muy concreta. Es sobre ella que los colonosamericanos fundaron sus reivindicaciones. Es sorprendente ver cuán poco ha sidoutilizada la violencia en América en la agitación que procedió a la guerra deindependencia. Cada vez que hubo violencia por parte do la muchedumbre,sorprende ver cuánto los jefes mismos de la resistencia a Inglaterra lamentaron esaviolencia y la de aprobaron. Puede decirse asimismo que a casi todos los americanosla violencia ocasional del populacho y aún más el terrorismo sistemático lesproducía horror. No era ello en absoluto debilidad de su parte. Era tan sólo quesabían utilizar mejor la fuerza.

Quien paga impuesto tiene derecho a ser representado en las decisiones delpoder. En virtud de este principio muy inglés, los ingleses de América reivindicaronobstinadamente una representación en el Parlamento inglés. Esa representación lesfue rehusada obstinadamente. Del punto de vista estrictamente inglés, las razones deesa negativa eran graves. Con el enorme crecimiento del imperio, si los inglesesaceptaban el principio de representación y lo aplicaban universalmente, seencontrarían un día en minoría dentro de su propio Parlamento e Inglaterra, en lugarde ser la madre patria al servicio de la cual existían las colonias, no sería más queuna provincia de un inmenso imperio descentralizado. El control del poder se lesescaparía y ella se hallaría en la situación de tener que soportar leyes dictadas porsus colonias. En ese momento nadie pensaba en la solución de la federación. Esaquerella era, pues, esencialmente una querella de hermanos enemigos: el hombreinglés de Inglaterra se rebelaba a la idea de soportar un día leyes que él no habríahecho, de igual modo que el hombre inglés de América se rebelaba a la idea de tenerque soportar indefinidamente leyes en la confección de las cuales se le rehusaba todaparticipación.

De una parte y de otra las razones políticas eran, pues, las mismas, yarrancaban de la más auténtica tradición inglesa. Pero al final la reivindicación deuna parte y la negativa de la otra se inficionaron con argumentos psicológicos y dejuicios de valor que, como acontece en las familias, se volvieron imperdonables.Una vez más la fatal mitología del héroe y del villano envenenó de una parte y de la

Page 21: Republica Moderna

21

otra una situación ya tensa. Los ingleses decidieron que los americanos eran unacasta muy inferior a ellos. Los americanos decidieron que los ingleses estabanpodridos hasta el corazón. Para los ingleses, los americanos no eran sino "la escoriay la barredura de todas las naciones", "un revoltillo de extranjeros tontos yfanáticos", "apenas algo más que una cuadrilla de esclavos que trabajan paranosotros y de un solo grado superior a los negros que les llevamos". Dar a esasgentes un derecho de representación en el Parlamento inglés era suponer "que unaasamblea de aventureros haya podido llevar consigo los poderes legislativos de laGran Bretaña". En 1768 un inglés declaraba: ''Pienso que podríamos ahora solicitarun representante entre los franceses o los españoles con tanta razón que unrepresentante de Boston, ya que ni Francia ni España han sobrepujado a losbostonianos en maliciosos complotes contra nuestra existencia".

Por más pacientes que fuesen, y no lo eran demasiado, los americanos prontose sintieron bastante irritados. Samuel Curwen escribía: "Mi orgullo se ofende, loconfieso, al oírnos llamar nuestras colonias, nuestras plantaciones, en términos talesy con un aire tal como si les perteneciéramos en cuerpos y bienes, como los siervosy sus casuchas en el sistema feudal". Escuchemos a Franklin: "Cuando considero deuna parte la extrema corrupción que domina todas las clases de hombres en esteviejo régimen podrido y de otra parte la gloria de las virtudes cívicas que domina detal modo nuestro joven país, no puedo sino temer más daño que ganancia de unaunión más estrecha". Ya no era cuestión de la Carta Magna, ni aun de John Locke. Ysi los puritanos americanos citaban aún la Biblia, no era más que por alusión aBabilonia. De una parte y de otra del Atlántico la mitología del héroe y del villanotriunfaba sin restricción: es el prólogo natural de las guerras.

No todos entraban en la guerra de buena gana. Cerca de dos siglos despuésdel acontecimiento, vemos bien todas las ventajas que Norteamérica obtuvo de laindependencia. En la época de la opción, no se las veía tan claramente. Loscomerciantes y los navegantes, que poseían en las colonias una parte tan grande dela riqueza, tomaron partido en América contra la administración inglesa, pero hastaun cierto punto solamente, exactamente hasta el punto en que sus intereses se veíanperjudicados por los reglamentos sobre la navegación, las aduanas y el comercio.Más allá de este punto, su patriotismo local se extenuaba, y ellos eran los que mejorcolocados estaban para evaluar justamente todas las ventajas que les aportaba supertenencia al imperio y la protección de la flota inglesa. De seguro ellos eranmenos inmediatamente sensibles, en punto do honor, que a los precios corrientes delalgodón y del tabaco. Es ésa la reacción normal y universal dentro del comercio. Esde notar, sin embargo, que cuando la guerra se desencadenó, en su gran mayoríaaquéllos se mantuvieron firmes del lado americano. Después de todo era de ese ladoque estaba el porvenir, aun el porvenir de su comercio. Pero en esa época tuvieron elmérito de verlo.

La suerte de las suertes para Norteamérica es que ella tuvo en ese momentocrítico una élite que respondía exactamente al sentimiento popular y que era capaz

Page 22: Republica Moderna

22

de orientar ese sentimiento. Como en todas las revoluciones, hubo bastantesdemagogos y fanáticos, pero no fueron ellos quienes tuvieron la última palabra, nofueron ellos los que finalmente formaron el destino del país, la élite norteamericanade entonces era esencialmente intelectual, formada en las disciplinas europeas,imbuida de la tradición inglesa, pero muy consciente de las necesidades particularesy de la personalidad de América. Esa élite era políticamente heredera de lospuritanos de Nueva Inglaterra, pero se había desembarazado de sus prejuicios y desu fanatismo. Era más revolucionaria que utopista, y dos siglos de establecimiento,sobre un nuevo continente habían transformado la tabla rasa en una preciosa patriaque inspiraba tanto respeto como amor. No se trataba ya más, Como para losprimeros Peregrinos, de hacer una experiencia política, sobre una tierra virgen, sinode defender esa patria corno se protege una planta joven y frágil, pero vivaz. Esaélite norteamericana era una gran élite política, con un sentido agudo de la necesidadde la conciliación dentro de las cosas humanas, pero también de los límites moralesdel compromiso, es decir, del honor. Si Inglaterra no fue capaz de entenderse conuna élite tal, es verdaderamente que no había ninguna posibilidad de entendimientoy que el honor, aun el honor inglés, exigía resistir a Inglaterra. Sobre el plano de losprincipios, y es bien seguro que sobre ese plano se desarrolló en primer lugar laguerra de independencia, ésta fue esencialmente una guerra civil, la más inevitable yla más legítima de las guerras, puesto que, de las dos partes, existe el mismo ideal ycada uno reivindica ese ideal contra el adversario. Hay pocas, verdaderamente pocasguerras de independencia colonial que hayan tenido esa dignidad.

Page 23: Republica Moderna

23

LA GUERRA

Esta guerra comenzó, como tantas otras, en base a un malentendido. En 1774Boston se hallaba una vez más en disputa con el gobernador inglés a propósito deimpuestos sobre el té. Una noche, una cincuentena de bostonianos, disfrazados deindios, abordaron un barco inglés anclado en el puerto, y arrojaron el cargamento deté al mar. Ese acto de violencia, bastante pueril en suma, fue no obstante condenadopoco a poco universalmente con indignación en todas las colonias. La ciudad deBoston misma se aprestaba a presentar excusas y a ofrecer reparaciones a la Corona,cuando el Parlamento precipitó todo por su impaciencia. Respondió al vuelco de uncargamento mediante ordenanzas punitivas que reducían a la miseria el puerto deBoston ("Intolerable Acts"). Para reforzar esas ordenanzas, el Parlamento envió alteniente general Gages con una guarnición de cinco mil hombres. Era conocer mal elcarácter americano, y uno de los rasgos más profundos, el más persistente de esecarácter, cual es el de acudir espontáneamente en auxilio de aquel que está endesventaja. Inmediatamente todas las colonias, que el día anterior todavíalamentaban y desaprobaban la violencia de los pretendidos indios bostonianos,organizaron auxilios para Boston condenada al hambre por la madre patria.

Ellas hicieron algo más notable aún. A excepción de Georgia, eligieronrepresentantes que, en setiembre de 1774, se reunieron en un Congreso en Filadelfia.Fue ése el primer Congreso americano, y el mismo tuvo lugar antes de laindependencia. Según las palabras de Samuel Adams, cada uno sentía "que eratiempo de que todos se uniesen en la resistencia a la violación de la libertad detodos". No obstante, tan sólo Boston era la víctima; pero por primera vez un actojuzgado tiránico contra una sola colonia creaba, frente al gobierno inglés y enoposición a él, la unidad de la nación americana y daba de un solo golpe un foro,una tribuna y una voz a esa nueva unidad política. Todo ello se hizo sin ningunaclandestinidad, debajo de las narices y las barbas de los funcionarios y del ejércitoinglés, por el juego y la reacción natural de las costumbres políticas ya tradicionales.Frente a un peligro de opresión, los americanos elegían un Congreso, su Congreso,para representarlos, como un peral da peras. Todo tomaba partido por laindependencia, antes mismo de que la palabra fuese pronunciada, antes mismo deque la mayoría de los americanos pensaran en ella.

Los ingleses pensaban en ella. Al firmar las "Leyes Intolerables", Jorge IIIhabía dicho: "Los dados están echados. Las colonias deben ahora triunfar osometerse". No hay quizás error más funesto en un conflicto político que laexigencia de la rendición sin condición. Los problemas se tornan exasperantes, serenuncia a resolverlos y no se le deja al adversario más que la opción entre unavictoria completa o el aniquilamiento. Todo lo que los ingleses harían en adelante noharía sino apresurar la independencia.

Cuando una situación es explosiva hasta ese punto, siempre hay una cerillapara ponerle fuego. El 18 de abril de 1775 el teniente general Gages envió una

Page 24: Republica Moderna

24

columna de mil hombres para confiscar y destruir un depósito de municiones a unasdecenas de millas de Boston, en Concord. En el trayecto se produjo un choque conmilicianos americanos. Porque a la vez que elegía un Congreso, esa extraña coloniatenía asimismo sus milicias y municiones, es decir, un embrionario ejército nacional.La escaramuza tuvo lugar en Lexington. Los milicianos tuvieron ocho muertos ydiez heridos. La columna inglesa prosiguió su marcha hasta Concord, dondedestruyó sin otro incidente las pocas municiones que los americanos no habíantenido tiempo de retirar. Al regreso, los ingleses se encontraron por primera vez, noya con la reclamación, sino con la cólera americana. Todos los alrededores se habíansublevado. Los milicianos atacaron la columna inglesa, la forzaron a retirarse, lahostigaron y finalmente trocaron esa retirada en derrota. Cuando la columna inglesavolvió a entrar en Boston había perdido doscientos setenta y tres hombres. Losmilicianos no abandonaron su ventaja e improvisaron, con dieciséis mil hambres, unsitio en regla en Boston. Ese sitio debía terminar en 41 marzo de 1776 bajo el mandode Washington, con la evacuación de Boston por los ingleses.

Muchos años más tarde, un joven estudiante entrevistó a un ancianocombatiente de Concord:

—Capitán Preston, ¿por qué fue usted a la batalla de Concord el 19 de abril de1775?El anciano, encorvado bajo el peso de los años, se enderezó, tornó hacia mí, y dijo:—¿Por qué fui?—Sí —repliqué yo—; los libros me dicen que ustedes, hombres de la Revolución,tomaron las armas contra "una opresión intolerable". , |—¿Qué son esas opresiones? Yo jamás las he sentido.—;Cómo? ¿No se ha sentido usted oprimido por la "Stamp Act"?—Jamás he visto uno de esos timbres. Siempre comprendí que el gobernadorBernard los había puesto todos en el castillo William. Estoy bien seguro de no haberpagado nunca un penique por uno de ellos.—¿Y el impuesto sobre el té?—¿El impuesto sobre el té?... Nunca he bebido una gota de ese líquido. Losmuchachos lo arrojaron por la borda.—Supongo de todas maneras que usted leyó a Harrington o a Sydney y a Lockesobre los principios eternos de libertad...—No conozco nada de eso... Solamente leíamos la Biblia, el catecismo, los himnosy los salmos de Watt, y el Almanaque.,—En fin, ¿qué ha habido? ¿Cuál era su idea al ir a esa batalla?—Joven, nuestra idea al ir contra esas chaquetas rojas: nos gobernábamos a nosotrosmismos y siempre hemos tenido esa idea. Ellos pensaban que nosotros no debíamostenerla.

Page 25: Republica Moderna

25

Atribuyo la más extrema importancia a esas declaraciones del viejo soldadode Concord. Resulta bien evidente que la utopía del self governrnent, traída antaño aeste continente por un grupo do puritanos refugiados, ya no era más absolutamenteuna utopía; olla había pasado a ser carne y sangre de todo un pueblo. Sin ese puebloella no hubiese sido nada. El viejo soldado jamás había leído a Locke ni bebido té.Pero había percibido perfectamente, de una manera simple pero irreductible, elfondo del debate. Tal es el pueblo americano.

En su autobiografía, Franklin cuenta cómo, enviado a Londres por lascolonias desde 1757, tuvo con Grandville, entonces presidente del Consejo de laCorona, la conversación siguiente:

"Vosotros, los americanos, tenéis ideas falsas sobre la naturaleza de nuestraConstitución. Vosotros pretendéis que las instrucciones que el rey da a sus gobernadores notienen la fuerza de ley y os consideráis libres de aceptarlas o de rechazarlas a vuestradiscreción. Pero esas instrucciones no son como las recomendaciones personales dadas a unembajador para ayudarlo a conducirse en un ceremonial un poco complicado. Ellas sonprimeramente elaboradas por jueces versados en derecho; en seguida son estudiadas,discutidas, a veces enmendadas en Consejo; por último son firmadas por el rey. Entoncespasan a ser, en lo que a vosotros concierne, la ley del país, porque el rey es el legislador delas colonias. Yo respondí a Su Señoría que una teoría semejante era completamente nuevapara mí. Siempre he abrigado el sentimiento de que, según nuestras cartas constitucionales,nuestras leyes debían ser hechas por nuestras asambleas y presentadas en seguida al reypara su acuerdo, pero que una vez otorgadas, el rey no podía ni abolirías ni alterarlas. Y delmismo modo que las asambleas no podían hacer leyes permanentes sin su acuerdo, asítampoco el rey podía hacer leyes para ellas sin su acuerdo. Él me aseguró que yo estabacompletamente equivocado. Pero yo no lo creí".

Veinte años antes de la guerra, Franklin razonaba exactamente como debíarazonar un día el combatiente de Concord. Franklin era, pues, mucho más de lo queel ministro inglés podía imaginar, el auténtico representante de una nación aún leal asu soberano, pero ya mayor de edad. El diálogo entre Franklin y el jefe del gobiernoinglés no tenía, pues, salida. Mucho más que un diálogo, eran más bien dosmonólogos yuxtapuestos o, si se prefiere, un diálogo de sordos. El caso de Concordera la conclusión inevitable de ello.

Conclusión de un largo diálogo de sordos, pero introducción a una largaguerra. Es siempre relativamente fácil comenzar una guerra; lo difícil es proseguirlay terminarla en victoria. De igual modo los generales capaces de ganar una batallason relativamente numerosos. Mucho más raros son los generales capaces desostener una guerra desde el comienzo al fin y de ganarla. La liberación de Bostonpor Washington y sus milicianos es un hermoso hecho de armas. La grandeza deWashington es la de no haberse detenido allí. La dificultad de la guerra era inmensa,los recursos propiamente militares poco menos que nulos, el enemigo en el apogeode su riqueza y de su poderío. Al jefe de las tropas americanas le hacía falta aún más

Page 26: Republica Moderna

26

obstinación e inflexibilidad que genio, o más bien el genio de Washington, estaría ensu obstinación inflexible.

Cuando reflexiono en el carácter de este hombre y trato de hallar un punto decomparación en la historia europea, es en De Gaulle en quien pienso. Hacía faltahaber adivinado toda3 las posibilidades y los recursos de la guerra que comenzaba,pero hacía falta sobre todo una esperanza bien insolente en el destino de la patriapara, en junio de 1940, pretender que Francia no había perdido sino una batalla, queno había absolutamente perdido la guerra. Tras la liberación de Boston y arrojadoslos ingleses una primera vez al mar, Jorge Washington debió medir toda la amplitudde la tarea que había por delante. América no había ganado sino una batalla, estababien lejos de haber ganado la guerra. Y nada se habría adquirido en tanto que esaguerra no hubiese sido ganada. No más que en 1940, no se sabía en el mundo quiénera De Gaulle: en 1776 no se sabía muy bien, ni en Londres ni en otras partes, quiénera ese general Washington. Iba a sabérselo. Habiendo ganado la primera batalla, ibaa ganar además la guerra.

Page 27: Republica Moderna

27

LA INDEPENDENCIA

Los norteamericanos son un pueblo lento, pero es raro que se vuelvan atrás. No digoque todos los norteamericanos sean lentos. Pero los que entre ellos son demasiadorápidos no hacen sino confirmar la regla: no van por lo demás muy lejos y no tienenque arrepentirse de su prontitud. Los norteamericanos son lentos porque tienen elsentimiento profundo de que la vida es una continuidad que no progresa sino através de las contradicciones, y de que esa continuidad no se enriquece sinoresolviendo, tanto como sea posible, las contradicciones, no ignorándolas oimponiéndoles silencio. Emplean esfuerzos enormes y una obstinación singular enmantener unidos los dos términos extremos de la contradicción que se presenta y enhallar una solución que armonice a los dos, aun cuando esa armonía a veces no seamás que aparente: no abandonan uno de los términos extremos sino cuando resultabien claro que es imposible armonizarlo con el otro y reducirlo a la continuidad.Pero una vez que un término es abandonado, no lo consideran más que como unobstáculo del que es necesario deshacerse lo más pronto. Los norteamericanos sonlentos por dos cualidades que parecen oponerse: un deseo de conciliación casi a todoprecio. Digo casi, porque tienen igualmente una inflexibilidad cierta en su honor ysu interés. Pero una vez que llegan a una decisión, sea de conciliación, sea, si laconciliación ha probado ser imposible, de intransigencia, son rápidos y tan claros enla ejecución como han sido lentos y oscuros en la deliberación. Desde el exterior, nose ve más que la última fase, la de la ejecución. Es esto —y sus máquinas que sonrápidas, en efecto— lo que le ha valido a Norteamérica la reputación de ser el paísde la rapidez intensa, en tanto que es uno de los países del mundo con la cadenciaprofunda más lenta. Si los norteamericanos se obstinan en ganar tiempo, es porqueestán habitualmente en retraso con respecto a lodos sus proyectos.

Puede pensarse a este propósito en la dialéctica hegeliana de la tesis, laantítesis y la síntesis, pero la dialéctica norteamericana es totalmente práctica; es uncierto estilo de vida y de eficiencia, y que no se define jamás como dialéctica. No esabsolutamente un asunto resuelto filosófico, aún menos un juego del espíritu. Es laexpresión orgánica de una continuidad de esfuerzos hacia un fin que puede estarextremadamente lejano, que puede hasta hallarse bastante oscuro en tanto que nohaya sido completamente alcanzado. (Psicológicamente es la expresión, por unaparte, de una modestia auténtica (¿quién puede jactarse de tener completamenterazón y que el otro está completamente equivocado?), y por otra parte, de unoptimismo saludable (haciendo en cada caso todo lo bien que se puede todo terminapor arreglarse). Es éste el estilo de acción que da a veces la impresión de que losnorteamericanos son versátiles o que se contradicen: pesan solamente una despuésde otra la tesis y la antítesis, antes de llegar a la síntesis.

Un espectador atento del primer Congreso americano hubiese sin duda tenidola impresión del caos. Los miembros más radicales del Congreso pensabanseguramente ya en la independencia, pero no osaban confesarlo. Otros se habían

Page 28: Republica Moderna

28

comprometido por anticipado frente a sus electores a mantener a cualquier costo lascolonias dentro de la unidad del Imperio británico. Por sobre todo, se deseabagrandemente la unión de las colonias entre ellas en la peligrosa crisis en que habíanentrado. Es esa unión la que únicamente podría asegurar la continuidad. Y nada eramás difícil de mantener que esa unión, tan divergentes eran los intereses y lasopiniones en las diferentes colonias. La unión existía, sin embargo, sobre la cuestióncapital de que era absolutamente necesario mantener los derechos tradicionales delas colonias, amenazadas por las usurpaciones del gobierno inglés. Para manteneresos derechos, hacía falta definirlos claramente, lo cual constituía otra dificultad,dado que todos no tenían la misma idea acerca de esos derechos y de su extensión.Es tratando de resolver todas esas contradicciones que se pasaron todo el tiempo ytodas las deliberaciones del primer Congreso. Pero los norteamericanos tienentambién un sentido agudo de la necesidad de dar término a una cosa. John Adams,miembro influyente del Congreso, escribió las líneas siguientes: "Luego que unamultitud de mociones hubiesen sido propuestas, discutidas, rechazadas, pareció queno podríamos jamás entendernos sobre nada. El señor John Rutledge, de Carolinadel Sud, que formaba parte del Comité, se dirigió a mí y tuvo la gentileza dedecirme:

“Adams, es necesario que nos entendamos sobre algo. Vos parecéis conocer elasunto tanto como cualquiera de entre nosotros. Vamos, tomad una pluma y ved si podéisescribir un texto que nos ponga a todos de acuerdo». Otros miembros del Comité apoyaronal señor Rutledge. Yo tomé una hoja de papel y compuse un artículo. Tras su lectura, creoque nadie del Comité se sentía plenamente satisfecho. Pero todos reconocieron en seguidaque no había ninguna esperanza de lograr un resultado sobre el cual pudiéramos acordarnoscon más satisfacción. Nuestro acuerdo consistía en eso y es allí que se hizo la unión de lascolonias".

Cuando se lee de cerca esa Declaración de los derechos se la encuentra tannotable así por lo que ella evita decir o no dice más que a medias, como por lo queexpresa claramente. El llamamiento repetido a los derechos tradicionales del hombreinglés indica en todo caso muy bien que, aun después de Concord, el Congreso y losamericanos confiaban todavía no ser separados del Imperio británico. Cuando sepertenece a una ortodoxia, es siempre duro provocar un cisma. He aquí esaDeclaración de los Derechos. El Congreso proclama:

"-—Que, por las leyes inmutables de la naturaleza, los principios de laConstitución inglesa y sus diversas cartas y acuerdos, los habitantes de las coloniasinglesas de América del Norte gozan de los derechos siguientes: derecho a la vida, ala libertad y a la propiedad. Y que no han cedido jamás a ninguna potenciaextranjera, cualquiera que fuere, el derecho de disponer de una o de otra sin suconsentimiento.

Page 29: Republica Moderna

29

"—Que nuestros antepasados que han fundado primeramente estas coloniasgozaban, en el momento de su emigración de la madre patria, de todos los derechos,libertades y franquicias de que gozan en Inglaterra todos los súbditos del reino porderecho de nacimiento y de libertad.

"—Que por su emigración de ninguna manera han sido privados de susderechos ni los han abandonado o perdido, sino que los conservaban y susdescendientes conservan hoy el poder de ejercer todos esos derechos, dentro de loslímites en que las circunstancias locales u otras les permiten ejercerlos y disfrutarlos.

"—Que la libertad inglesa y todos los gobiernos libres están fundados sobreel derecho, dentro del pueblo, de participar en consejo legislativo que hace sus leyes.

Como las colonias inglesas no están representadas y, por consecuencia de lascircunstancias locales y otras, no pueden estar convenientemente representadas en elParlamento británico, ellas tienen por tanto el derecho al Poder Legislativo libre yexclusivo en sus diferentes legislaturas provinciales, único lugar donde el derecho derepresentación puede ser preservado, en todas las cuestiones de impuestos y depolítica interior, estando sometido ese derecho legislativo solamente al veto de susoberano, de tal manera como es ya de uso y costumbre".

Felices las madres patrias cuyas colonias están ya tan evolucionadas que ellaspuedan ofrecer, por sí mismas, un programa semejante. Si ese programa hubiesesido aceptado, ello hubiera significado ya la federación del Commonwealth que sefundaba. Estando considerado el derecho de representación para la determinacióndel impuesto y la confección de las leyes como la base de toda sociedad política, esnecesario hacer la unidad de esa sociedad sobre ese derecho y no contra él. Estandodefinidos los derechos de las colonias, quedaba por afirmar el otro extremo de lacontradicción. Para probar bien que, pese a todo, se quería permanecer dentro de launidad del imperio británico, esa Declaración fue enviada al rey con una peticiónextremadamente respetuosa de que se dignara tomar en consideración esos derechos.Pero en tales circunstancias, la fuerza de las cosas es más grande y más poderosaque la voluntad de los hombres. No correspondía ya más al Congreso el quererpermanecer dentro del Imperio. Esa fuerza de las cosas traicionaba las intenciones yhasta el lenguaje de los hombres. Porque, finalmente, cuando el Congreso proclamaque los americanos no han dejado jamás a ninguna potencia extranjera disponer desus derechos, ¿qué se entiende por "potencia extranjera" —Foreing Power? ¿Se tratade Francia o de España que, ocasionalmente, en el curso de guerras con Inglaterrahan atacado en efecto a las colonias, o bien se trata de Inglaterra misma? Todo elcontexto sugiere, aun cuando no fuera eso lo que explícitamente el Congreso quisodecir, que esa foreing power es la madre patria, que evidentemente no es más lamadre patria si ha pasado a ser ya una potencia extranjera.

Page 30: Republica Moderna

30

Por otra parte, en el momento mismo en que el Congreso protestaba su lealtadal Imperio británico, realizaba ya los gestos de la independencia. Reconocía elestado de guerra con Inglaterra y votaba un presupuesto para sostenerlo, organizabael ejército y nombraba a Jorge Washington general en jefe, buscaba secretamentealianzas. Cuando no se es soberano, tales actos se llaman alta traición. Es al menosasí que los juzgó el gobierno inglés. El rey rechazó la petición de las colonias y lasproclamó fuera de la protección del Imperio y de su flota (Prohibitory Act, 22 dediciembre de 1775). Aun cuando ellas no la quisiesen, las colonias eranirresistiblemente arrastradas hacia la independencia.

Francia también ayudaba. Ella salía de una guerra desastrosa con Inglaterra.Evidentemente no le disgustaban las dificultades de Londres con las coloniasamericanas: veía en ellas para sí misma la ocasión de un desquite. Ella aparecíacomo aliada natural de esas colonias en rebelión contra la madre patria. En el fondolos americanos se hallaban frente a frente con Francia en la misma situación que DeGaulle debía hallarse en Londres el año 1940, primeramente frente a frente deInglaterra, luego frente a frente a la misma América. Los americanos querían hacersu guerra para sí, como De Gaulle en 1940 quería continuar la guerra de Francia. Eluno y los otros comprendían muy bien que desde el momento que se hace la guerraes necesario ganarla, pero ellos no eran bastante fuertes para ganar la guerra solos ypor sí mismos. Ahora bien, contraer una alianza es un acto de soberanía. Antes deempeñar a Francia en una alianza con las colonias americanas el gobierno de LuisXVI exigió que la independencia fuese proclamada. Es precisamente allí donde lacomparación con De Gaulle no vale más. En 1940 Inglaterra y más tarde Américapretendieron, por el contrario, reducir a De Gaulle a un papel puramente militar,mantener la ficción jurídica del gobierno de Vichy y negar al gobierno de la FranciaLibre la soberanía. El rey de Francia, al contrario, rehusó entrar en la ficción jurídicade la soberanía inglesa sobre las colonias americanas y forzó a éstas a laindependencia y a la soberanía por premio mismo de su alianza. Se aprecia bien aquíla diferencia entre el carácter anglosajón y el carácter francés.

Continuando la guerra, las colonias no podían pasarse sin el apoyo deFrancia. Para hacer la guerra, es necesario un comercio floreciente, y cuando se esuna potencia marítima, hace falta una flota para proteger ese comercio. Losamericanos, no teniendo más la protección de la flota inglesa, estaban fatalmenteobligados a buscar la protección de la flota rival. Se sabe por lo demás que laprotección de Francia no se limitó en los mares. Francia envió dinero y armas, envióa La Fayette con un contingente, y el apoyo de ese contingente, conjugado con elbloqueo realizado por la flota francesa, se demostró decisivo en la batalla que ganóla guerra en favor de América.

Pero en el primer año de la guerra, el Congreso quedó muy dividido y aundesgarrado. Sin embargo veía cada vez más claramente que no había delante de símás que una alternativa cuyos términos Zubly no cesaba de repetirle: "O la

Page 31: Republica Moderna

31

reconciliación con Gran Bretaña, o los medios concretos de hacer la guerra". Lareconciliación significaba la abdicación deshonrosa de los derechos más sagrados delas colonias y eso, aparte del Congreso, el pueblo americano gritaba cada vez másfuerte que no lo aceptaría jamás. La guerra y la continuación de la guerra acarreabanla independencia. El honor imponía la guerra. El honor y el interés de la guerraimponían la independencia. Apremiado por el clamor de la nación y por lasnecesidades exteriores, el Congreso no tenía más la opción. El 7 de junio de 1776Richard Henry Lee, en nombro de la delegación do Virginia, presentó al Congresotres resoluciones, la primera de las cuales declaraba que "estas colonias unidas son ydeben ser, de pleno derecho, Estados libres e independientes, que ellas estándispensadas de toda lealtad a la Corona británica y que todo lazo político entre ellasy el Estado de Gran Bretaña es, y debe ser, totalmente disuelto".

El 2 de julio siguiente, esa resolución fue finalmente votada por el Congreso.La soberanía de la nación americana nació ese día, por el consentimiento mismo delpueblo americano y la declaración de sus representantes. Entre el suceso de Concordy la independencia habían transcurrido cerca de quince meses.

Page 32: Republica Moderna

32

LA VOCACIÓN NACIONAL

Entonces aconteció una cosa extraordinaria. Habiendo solamente proclamado laindependencia el 2 de julio de 1776, dos días después, el 4 de julio, el Congresovotaba una Declaración de Independencia. Digo que es una cosa completamenteextraordinaria porque, en esos dos días, América pasó, sin quizá percibirloclaramente, del estado de guerra al estado de revolución. La proclamación de laindependencia el 2 de julio consagraba el estado de guerra con Inglaterra: esaindependencia que se proclamaba sería efectivamente obtenida por la victoria, en1733, cuando Inglaterra misma la reconocería por tratado. "Y ese día laindependencia sería definitivamente y una vez por todas adquirida.

La Declaración de Independencia del 4 de julio de 1776 está en una líneatotalmente diferente de la guerra, de la victoria y del tratado que, al consagrar esavictoria, terminaba esa guerra. Esa Declaración está en la línea del largo debate deortodoxia política que animaba la querella de las colonias con la madre patria y^ dela utopía política de los primeros fundadores de esas colonias. Pero esa Declaracióneleva definitivamente el debate por encima de la guerra civil y de una querellanacional, y hace pasar definitivamente la Utopía al plano concreto de la Revolución.Esa Declaración comienza una revolución y ella la comienza en el plano propio delas revoluciones, el cual se extiende mucho más allá de una reivindicación deterritorio o de soberanía política o aun de un cambio de régimen. Una revolucióndigna de ese nombre se realiza en el terreno de los principios de la sociedad, de losderechos y de los deberes de los hombres entre sí. Un acontecimiento tal excede enmucho la independencia política; él define un ideal que debe en adelante gobernar lavida misma de ese país. Tal fue la Revolución americana: ella excede aun el marcode la nación americana en lo que tiene de ejemplar para toda sociedad política. Esdecir que habiendo tenido un comienzo, ella no podría en principio tener término olímite, ni en el espacio ni en el tiempo.

Es esto más original de lo que parece, ,Para no tomar más que dos ejemploscontemporáneos, cuando la India, Egipto, Túnez, después de no pocas dificultades,pero en fin sin guerra, obtuvieron finalmente su independencia, no buscaron máslejos: habían obtenido lo que querían, y se sentían satisfechas. No se trataba enadelante más que de hacer sus naciones más grandes, más prósperas, más respetadas.Al conquistar la independencia nacional, ninguna de esas naciones se sintió obligadaa hacer al mismo tiempo una declaración de principios. Si prácticamente todaadquisición de la independencia nacional se acompaña de una revolución, es en unsentido práctico y muy limitado que debe tomarse esa palabra revolución: cambio degobierno y de administración. Pero al obtener la independencia, ninguna de e3asnaciones ha querido hacer una Revolución en los principios mismos de la sociedadpolítica. Los americanos lo quisieron. Ellos conocieron por instinto que cuando unanación se halla en peligro de perder todo, ella debe dar lo más de sí misma. Así, no

Page 33: Republica Moderna

33

satisfechos de luchar solamente por su independencia elemental, los fundadores dela nación norteamericana daban además al mundo una Revolución.

El 2 de julio el Congreso afirmaba el derecho imprescriptible de la naciónnorteamericana a la existencia. El 4 de julio el Congreso definía la permanenteresponsabilidad y la vocación revolucionaria de esa nación. Y como lasresponsabilidades son siempre de una dignidad muy superior a los derechos, lanación norteamericana nunca ha sido más ella misma que cuando asume plenamentesu responsabilidad y su vocación revolucionaria. Ello es la razón de por qué no esmenos significativo que sea el 4 de julio, no el 2, el día elegido como fiesta nacionalde la República norteamericana. América acuerda aún más importancia a suvocación revolucionaria que a su independencia nacional, o más bien el sentidodecisivo de su existencia nacional no se cumple plenamente sino en la fidelidad a suvocación revolucionaria.

Es muy natural que una nación que se emancipa de la tutela extranjera hagasu fiesta nacional del día aniversario de su emancipación. Todas las repúblicassudamericanas lo han hecho. No os, sin embargo, su emancipación, sino laRevolución que la acompañaba, lo que América quiso celebrar. Otras dos grandesnaciones se dieron por fiestas nacionales fechas revolucionarias: Francia y Rusia.Rusia celebra un golpe de estado, la toma del poder por los bolcheviques en 1917.Francia celebra la toma y la destrucción de la Bastilla. Rusia hubiese podido celebrar"el Manifiesto Comunista". Francia "la Declaración de los Derechos del Hombre ydel Ciudadano". No; una y otra celebran un acto revolucionario, pero un acto deviolencia. América también celebra un acto revolucionario, pero un acto totalmenteintelectual, una declaración de principios. Ella es más revolucionaria en eso queFrancia y Rusia: ella no celebra un acto que pertenece solamente al pasado, sino unacto por encima del tiempo y del espacio, un acto que es todavía para todos lospueblos tanto como para ella, una responsabilidad y una esperanza.

Juana de Arco no hubiese sido nunca más que una pequeña campesinailetrada, escondida y desconocida en el seno de la historia, si no hubiera recibido unavocación, un llamamiento que la sacó de su aldea para lanzarla a las grandesacciones y finalmente a la hoguera. La admiración que provoca aún su destino esfruto de esa vocación y de la fidelidad heroica de esa pastorcilla a su vocación. Unavocación prende en un pescador sobre el lago de Galilea y hace de él un pescador dehombres; prende en una pequeña guardiana de ovejas a orillas del bosque lorenés yhace de ella una pastora de ejércitos.

Lo mismo es en cuanto a las naciones. Ellas son lo que son, gozan delpresente, tratan de ser ellas mismas, de perseverar en el ser, todas aplicadas alinterés y a la supervivencia nacional. ¡Cuántas han sido absorbidas en la historia ycuyos nombres ya nadie los sabe! Pero algunas reciben por añadidura una vocaciónque les confiere una responsabilidad y una misión más alta que el interés nacional,propiamente universales. Cuando ellas responden plenamente a esa vocación, esentonces que son al máximo ellas mismas y que provocan la admiración y la gratitud

Page 34: Republica Moderna

34

de las generaciones. Cuando se piensa en el Israel de Isaías, en la Grecia de Platón,en la Italia de Leonardo o en la Francia de Pascal, se siente subir al corazón elorgullo de pertenecer al mismo mundo y de haber recibido su herencia.

Es exactamente en el mismo sentido que los fundadores de la Repúblicanorteamericana tuvieron conciencia, no solamente de la comunidad nacional y de suinterés, sino aún más de su vocación. El 4 de julio de 1776 Jefferson definió paratodos ellos, para todos nosotros y para siempre, esa vocación nacional americana.

¡Cuánto tiempo, energías, talento y papel, entusiasmo y sangre gastados envano, perdidos, perdidos para siempre, para saber cuál es el mejor régimen político!La cuestión, al estar mal planteada, no tiene gran sentido. Es infinitamente másimportante saber lo que ocurre en primer lugar: si los hombres o su régimen político.Un, régimen político es siempre ante todo una construcción del espíritu. Loshombres son allí anteriores, nacen, viven, se reproducen y mueren, en suimprevisible, inalterable y quizás ingobernable individualidad. Oue el régimenpolítico, es decir, la construcción del espíritu ocurre antes que los hombres y que loshombres tienen que conformarse a él, es una posición que, en no importa qué^régimen político, monarquía, aristocracia o república, ha tenido, tiene y tendrásiempre defensores: toda tiranía tratará siempre de justificarse así. Pero hágaseocurrir primeramente a los hombres antes del régimen político, cualquiera que sea,en el que viven, y entonces es todo el movimiento de la vida política lo que hace unviraje completo. Se produce una transposición análoga a la que opone elconocimiento deductivo al conocimiento inductivo, o la teología que dimana de unarevelación a la ciencia natural que se edifica toda entera sobre la experimentación;constituye, opuesta a teólogos feroces, la réplica misma de Galileo: "Y no obstante,gira". Y no obstante, sí, los hombres son más importantes y más preciosos que lasmás bellas construcciones del espíritu humano y que las más armoniosas ideologíaspolíticas. Es ésa una revolución tan considerable en su orden como el paso de laastronomía aristotélica a la astronomía copernicana. Es, desgraciadamente, unarevolución que no se logra por entero jamás, que se rehace sin cesar, tanto el pesonatural de todo régimen político, monarquía, aristocracia, democracia es de devenirtiránico. Al igual que en el lenguaje corriente, olvidamos siempre que es la tierra laque gira alrededor del sol, y no lo contrario.

Es Thomas Jefferson quien me conduce a estas reflexiones. Creo, en efecto,que la revolución copernicana en política e3 América que, por primera vez, la hahecho pasar a lo concreto. "Si alguna vez acontece —escribe Jefferson— que elpueblo se desentienda de los asuntos públicos, vos y yo, y el Congreso, y lasasambleas, jueces y gobernadores, todos nos volveremos lobos. Parece ser ésa la leygeneral de nuestra naturaleza, pese a excepciones individuales." Y en otra parte:"Hay ciertas formas de gobierno mejor organizadas que otras para proteger alindividuo en el libre ejercicio de sus derechos naturales y que están al mismo tiempoellas mismas más preservadas contra toda degeneración. Sin embargo, la experienciaha mostrado que, aun bajo los regímenes mejores, los que poseen el poder, luego de

Page 35: Republica Moderna

35

un cierto tiempo y por una lenta evolución, lo han pervertido tornándolo en tiranía".Jefferson llega asimismo hasta a hacer la declaración siguiente: "Existen tres tiposde sociedad: aquellas que no tienen gobierno, como entre nuestros indios; acuellasdonde la voluntad de cada uno tiene una justa influencia sobre el gobierno; aquellasregidas por la fuerza. Es una cuestión que mi espíritu no ha aclarado la de si laprimera situación no es la mejor".

Sería erróneo ver en tales expresiones ocurrencias de un anarquismo absolutoo aun de un escepticismo a lo Montaigne. Es, por el contrario, una fe vigorosa en elhombre, en los hombres existentes y concretos, por lo que ellas manifiestan unaconfianza cándida en ellos para asegurar su salvación temporal. Es también unalucidez sin trampa sobre la fragilidad de su libertad frente a la concupiscencia delpoder. De allí una extrema desconfianza, una desconfianza de principio, contra noimporta qué gobierno que se sustituye a los hombres para el manejo de sus propiosasuntos. Para Jefferson la libertad individual es siempre un terreno conquistadosobre el gobierno y sin cesar amenazado por él, como I03 holandeses hanconquistado su país contra el mar al que le han opuesto diques que los amenazasiempre.

Para comprender bien una revolución hace falta no solamente entender losprincipios, sino, más aún tal vez, comprender el carácter de los hombres que hanllevado a cabo esa revolución. Jefferson es quien mejor personifica la Revoluciónamericana. Su ideal altamente revolucionario, en efecto, es, todo entero, el deinclinar el gobierno, las instituciones y las layes al respecto de los hombres. Frente aél, me ha parecido esclarecedor dibujar el retrato de un tipo de revolucionario, elrevolucionario que por instinto y, desgraciadamente, por misión, inclina por lafuerza a los hombres al ideal de la revolución. Así como Jefferson fue el teórico yuno de los mejores artesanos de la Revolución Americana, Saint-Just fue elincomparable teórico y uno de los maestros artesanos de la Revolución francesajacobina. Jefferson escribió la Declaración de Independencia, fue legislador ypresidente de la joven república norteamericana. Saint-Just hizo votar la muerte deLuis XVI, fue el "Arcángel del Terror", antes de perecer él mismo en el patíbulo.

Los dos hombres habrían podido encontrarse. Jefferson se hallaba en París enel momento de la convocatoria de los Estados Generales. Sin duda no seencontraron, pues la carrera política de Saint-Just no comenzó sino un poco mástarde. Su diálogo hubiese sido notable.

Es en primer lugar interesante notar la actitud de Jefferson con respecto a laRevolución francesa en sus comienzos. En la época de su embajada en París,disfrutaba entre los franceses del inmenso prestigio de la Revolución americana yacumplida y lograda con todo éxito. Fue convocado para escuchar su consejo por LaFayette y sus amigos, entonces jefes del movimiento revolucionario francés. En elconflicto que oponía ya la Asamblea al rey, el republicano Jefferson aconsejó laconciliación, es decir la monarquía constitucional. "Fui extremadamente apremiante,dice, en favor de una transacción inmediata, para asegurar lo que el gobierno estaba

Page 36: Republica Moderna

36

en ese momento dispuesto a conceder, y remitiendo a ocasiones venideras lo quequedaba aún, por obtener." "El rey", escribiría además, "era en adelante uninstrumento pasivo en las manos de la Asamblea, y si se lo hubiera dejado a decisiónde él mismo, hubiera aceptado con gusto no importa qué proyecto que ella hubierapresentado por el bien de la nación". De acuerdo con su opinión, hubiese sidonecesario dejar al rey "con los poderes bastante grandes para que fuese capaz dehacer Indo el bien posible en su posición, y tan limitados para impedirle jamásabusar de ellos".

Puede ser que la diferencia más decisiva entre el utopista y el revolucionarioes que el revolucionario hace entrar en todos sus cálculos la dimensión concreta deltiempo, mientras que el utopista no la tiene para nada en cuenta. Los amigosfranceses de Jefferson eran utopistas, más apasionados realmente de la tabla rasa quede la Revolución. Frente a ellos, Jefferson hace el efecto de un prudente jardinero.Él mira crecer el árbol de la libertad: hace falta cortar aquí o allá, hace falta sostenerel árbol mediante estacas que lo mantengan derecho hasta que sea bastante grande,bastante fuerte para que se desarrolle por sí solo. Pero sabe que no puedenapresurarse las estaciones, que es necesario tiempo para que una nación se hagalibre, verdaderamente libre por crecimiento natural y no solamente por decreto.Seguramente los revolucionarios franceses no comprendieron nada de esta botánicay rechazaron toda transacción.

Volviendo mucho más tarde sobre los acontecimientos, Jefferson atribuíajustamente el sofocamiento de la libertad en Francia y en Europa, y, porconsiguiente, la quiebra inmediata de la Revolución francesa, a esa negligencia deltiempo concreto y a esa negativa de conciliación. Es a esa negligencia y a esanegativa que él atribuía el largo período de servidumbre política en la que Europahabía entrado primeramente con Napoleón, luego con la Santa Alianza. Hablando deLa Fayette y de sus amigos, escribía: "Los acontecimientos han demostrado su errorlamentable". Ellos no habían previsto, añade, "las tristes consecuencias de suobstinación bien intencionada y que el vigor físico de su país sería confiscadoprimeramente por un tirano para hollar la independencia y aun la existencia de otrasnaciones". Su lamentable error iba a "suministrar un ejemplo fatal a la conspiraciónatroz de reyes contra sus pueblos, engendrar su sacrílega alianza homicida, por lacual, haciendo causa común entre ellos, quebrarían por la fuerza del conjunto losesfuerzos de cualquier partido que fuere por moderar sus abusos y sus opresiones".

Esta actitud de Jefferson acerca de la Revolución francesa no es tansorprendente como instructiva. Ella nos da ocasión de examinar y de definir más decerca el carácter político americano y la naturaleza exacta de la conciliación que meparece estar en la base de ese carácter. En su famosa oposición entre Mística yPolítica, bien hecha para entusiasmar a los jóvenes, donde Péguy toma tanvalientemente el partido de la Mística, yo no estoy ya tan seguro que Péguy no hayacedido a los arrebatos de la elocuencia, no estoy ya tan seguro que tengacompletamente razón. Si se miran de cerca las grandes catástrofes de la historia, sus

Page 37: Republica Moderna

37

monstruosos abortos, los cataclismos que más han pesado sobre el destino de lospueblos han sido provocados por la introducción de la Mística en el orden político.¿Cuál es la ley principal de la Mística, aquella de la que proceden todas las otras? Esesencialmente el Todo y Nada de San Juan de la Cruz, la ley del Todo y Nada. Estambién la ley de la Utopía y de la tabla rasa.

Se llama originalmente vida mística el intercambio de amor que se estableceentre Dios y su criatura. El amor, en su naturaleza, tiene ya una tendencia totalitaria:aquel que más es amado, es amado más que todos los demás a la vez. Pero cuandose trata de Dios, ese totalitarismo es llevado al extremo. Siendo Dios no solamente elcreador de todo lo que existe, sino también en Sí mismo plenitud de ser y deintensidad dentro del ser, suple a todo, y cuando se lo posee, el resto es consideradocomo nada. "Yo soy Aquel que soy y tú eres aquella que no es", le decía el Cristo aSanta Catalina de Siena. Es el Todo y Nada. Los santos más místicos han tenido enel más alto punto ese sentido de lo absoluto y del nihilismo. Pero las cosas humanas,y en general las cosas creadas, son todas relativas, proporcionadas; ellas son elinmenso dominio de la apreciación, de la distinción y de la jerarquía. Su valor varíay aun con relación a Dios tienen más o menos importancia. Ahora bien, la política esdel dominio de las cosas humanas.

No niego que los más grandes hombres políticos sean al mismo tiempomísticos, por ejemplo San Luis y Abraham Lincoln. No niego que todo granmovimiento revolucionario esté animado por una determinación mística, porejemplo: "La libertad o la muerte". Pero los grandes políticos, cuando llegan alplano de la política observan la ley de la política que es la ley de lo concretamenteposible. Ellos tienen tan sólo una inteligencia más profunda de lo posible o de lomejor; hacen posible, por su determinación y su adivinación infalibles, muchascosas que todos los demás juzgaban imposibles. En 1940, ¿quién juzgaba fríamenteque Francia participaría un día en la victoria? De Gaulle no lo dudaba, no más de loque Juana de Arco dudaba en cuanto a que el delfín debía ser consagrado en Reims.Y entre las revoluciones, aquellas que han triunfado son aquellas que han sidoservidas por políticos que, sin renegar del ideal místico de esa revolución, han tenidono obstante el sentido de lo posible. Las grandes revoluciones que triunfarenmantuvieron, transformaron, construyeron más aún de lo que destruyeran. Tal fue laRevolución americana y, para servirla, tal fue Jefferson.

Instintivamente y por la razón, Jefferson sentía horror del todo o nada enpolítica. No era en absoluto un utopista y un partidario de la tabla rasa. Era unrevolucionario lúcido y eficaz, que quería hacer progresar la libertad. ¡Qué distanciaentre él y los primeros puritanos de Nueva Inglaterra! Es no obstante el mismo idealel que animaba a éstos y a aquél. Pero el tiempo había, en efecto, pasado, y ese idealno era más una utopía; pero se había hecho carne y sangre de todo un pueblo aimagen del antiguo combatiente de Concord que siempre se había gobernado por símismo. Jefferson sabía que las cosas humanas son siempre provisionales, frágiles yrelativas. Sabía que su patria no era más una tabla rasa y que, si se demuele

Page 38: Republica Moderna

38

totalmente la vieja morada, antes de haber construido una nueva casa, se corre elriesgo de encontrarse a la intemperie, a merced de los ladrones y los asesinos, sinhablar de la lluvia y del frío. Sabía que, dentro de las cosas humanas, laimposibilidad de obtener de un golpe la perfección corre el riesgo de introducir unvacío, en el que se introducen las peores locuras. Como no se obtiene el Todo, secrea la Nada, y es en ese nihilismo donde florece la tiranía y los hombres sonsacrificados. Es de notarse que, de todas las revoluciones ¡modernas, la Revoluciónamericana sea la única que no haya cedido nada al nihilismo, a la mística insensatadel "Cero y el Infinito". Es probable que, si se hubiera escuchado a Jefferson, laRevolución francesa hubiese, en efecto, tenido el mismo éxito que la Revoluciónamericana. Pero, ¿cómo hubiese sido escuchado? Frente a ese jardinero prudente,amigo de los hombres y de sus libertades concretas, los revolucionarios francesesdesgraciadamente eran místicos, locamente enamorados de una república utópica yaun de la tabla rasa, que iba a llamarse el Terror.

Aunque yo cite ahora a Saint-Just, no se le dará fe. ¡Pobre Saint-Just!; él creíatambién amar la libertad y de ella habla como de un yugo: "Las facciones abrumadasse doblarán bajo el yugo de la libertad". Creía amar a los hombres y, encargado demisión en Estrasburgo, hace detener en masa a todos los sospechosos. Como se leexpusiera que ha encarcelado sin duda a muchos inocentes con los culpables,responde: "Tenéis tal vez razón en cuanto a algunos; pero existe un gran peligro y nosabemos dónde golpear. Y bien, un ciego que busca un alfiler en un montón depolvo, coge el montón de polvo". Pero ese polvo eran hombres y mujeres, francesescomo él. Es un místico: "No se hace una revolución a medias", repite sin cesar, yhelo aquí atrapado hasta el final en la horrible dialéctica del Todo o Nada. Él amauna libertad tan perfecta que ella no es más que una utopía. Quiere a los francesestan perfectos que ellos no existen ni existirán jamás más que en su ideal. Se nos dicey se nos vuelve a decir que los vicios corrompen a las sociedades, y eso es verdad.Pero un amor fanático de la virtud ha contribuido más al infortunio de los hombres ya la destrucción de las sociedades que todos los vicios reunidos. "Las leyes tienen elrango de Dios —escribió Saint-Just—. Ellas deben doblegar todo a la moral ydoblegarse ellas mismas." Todavía el yugo, siempre el yugo sobre la nuca de loshombres. Resulta extremadamente pueril hacernos pasar a los terroristas porviciosos; ellos son habitualmente fanáticos de la virtud, de una cierta virtud. NiSaint-Just ni Lenin eran viciosos. Hitler mismo tenía su ideal de virtud: la pureza dela raza alemana. Un testigo da cuenta de estas palabras de Saint-Just: "Una naciónno se regenera más que sobre montones de cadáveres". Habla ahora de"regeneración", como su compatriota Cal-vino. Saint-Just es un místico en lapolítica y los montones de cadáveres no son allí sino la consecuencia de unaregeneración y del triunfo de la virtud. Es Saint-Just quien carga con la condena amuerte del rey. "No se puede reinar inocentemente." "Para mí, yo no veo puntomedio: este hombre debe reinar o morir." "Causará asombro un día el que en el sigloXVIII se haya estado menos adelantados que en tiempos de César: entonces, el

Page 39: Republica Moderna

39

Tirano fue inmolado en pleno Senado, sin otra formalidad que veinticinco golpes depuñal y sin otra ley que la libertad de Roma." Él no ve punto medio, no ve jamás elmedio, no más de lo que San Juan de la Cruz lo viera en la mística del holocausto.Pero en la política, esas palabras y esa actitud son horribles.

Así como Descartes, Saint-Just hace tabla rasa: no quiere mantener nada delpasado. Todo comienza a partir de él. "Todas las artes han producido maravillas. Elarte de gobernar no ha producido más que monstruos." ¡Oh, cómo este francés esfrancés!. . . Él hace de la política como Racine hace una tragedia, como Mallarmé,que tenía un antepasado jacobino, defiende la pureza de la poesía, como Cézannesacrifica todo a la pureza de la pintura. "Lo que constituye una república, diceademás, es la destrucción total de lo que se le opone." La idea de Jefferson, demantener al rey, limitándole su poder para hacer progresar concretamente la libertadde los franceses, hubiese indignado a ese purista, como los versos de los parnasianosdebían indignar a Mallarmé.

Allí radica el error. El artista es amo de su materia; no es siquiera artista sinoen la medida en que la domina. Cézanne dijo de manera equivalente que lo queconstituye la pintura es la eliminación total de lo que no es el color. No se puedenegar que Francia haya llevado hasta un extremo de excelencia todas las leyes delarte. ¿Cuáles son esas leyes del arte? Aquellas mismas de una pureza absoluta.Cierto es que un pintor tiene siempre demasiados colores sobre su paleta, un pianistasiempre demasiadas notas sobre su teclado, un poeta siempre demasiadas palabrasen su vocabulario. Saint-Just pensaba que, para realizar la obra maestra de unaRepública francesa, había seguramente demasiados franceses. De ahí el Terror, muylógico dentro de su arte poético. "Un gobierno tiene a la virtud por principio, si no alterror. ¿Qué quieren aquellos que no quieren ni la virtud ni el terror?" Y otra vez:"No reconocemos más que un medio de detener el mal: es inmolar sin piedad sobrela tumba del tirano lo que echa de me-nos la tiranía y todo lo que estaría interesadoen vengarla, todo lo que puede hacerla revivir entre nosotros". Se trata siempre paraSaint-Just de edificar la república virtuosa, como Mozart componía una sinfonía:eliminando todas las falsas notas. Pero en la sinfonía de Saint-Just las falsas notaseran hombres y la eliminación se hacía bajo la cuchilla de la guillotina. Desde unpunto de vista artístico, él tendría razón. Todo arte auténtico es un holocausto y unaelección. El artista, en el ejercicio de su arte, es un asceta que depuraconstantemente su materia, como San Jerónimo castigaba su cuerpo. El arte estáhecho de autos de fe y de excomuniones, tiene sus hogueras y su cadalso. Pararesumir, digamos que la ley del Todo o Nada, que vale para la mística, valeasimismo para el arte, pero ella es lamentable en política.

He nombrado a Calvino, compatriota de Saint-Just. Podría hablarse tambiénde Torquemada. Igualmente a título de utopía y de tabla rasa y por las mismasrazones, la Inquisición domina el mundo moderno. Los comunistas, Hitler o Saint-Just no tenían la misma utopía que Torquemada, eso es todo; pero se trata siemprede hacer tabla rasa para construir sobre la utopía. "O el Terror, o la virtud." No todos

Page 40: Republica Moderna

40

tienen el mismo ideal de la virtud, pero todos los terrores se asemejan extrañamente.Por último, todos puritanos. "O la virtud o el Terror." En toda la historia de loshombres y de las naciones, no conozco expresión más perfecta y más concentradadel puritanismo, y es debida a un francés. Ella hubiese indignado a Jefferson.

Por una paradoja de la historia, increíble si no fuese verdad, Francia, que pasapor la menos puritana de las naciones, lo ha sido al máximo en su revolución. YAmérica, fundada por puritanos, y donde el puritanismo pesa aún tanto sobre lasideas y sobre las costumbres, hizo la revolución más humana, la menos puritana quese pueda hacer. Puede ser que todas las naciones, todas sin excepción, lleven a suvera esa plaga purulenta del puritanismo, pero que el puritanismo no se exprese enellas de la misma manera. Que Francia sea purista en su arte, he ahí su gloria, he ahídonde ella es ejemplar. Que haya sido tan perfectamente puritana en su revolución,he ahí una gran pena. Que América sea puritana en sus costumbres y sus ideas, estambién ciertamente una gran pena. Pero que haya sido tan poco puritana, tanhumana, tan inteligentemente humana en su revolución, he ahí su gloria, he ahídonde es ejemplar. Y ello se lo debe en gran parte a Jefferson.

En mi retrato de Saint-Just no creo haberme dejado arrastrar por el espíritu desistema de analogía. Saint-Just habla de la República como San Agustín y SanIgnacio hablan de la Iglesia triunfante opuesta al infierno. Es él, Saint-Just, quiendebe hacer triunfar esa Iglesia y quizás el infierno. "Para vosotros, decía a laConvención, destruid el partido rebelde, broncead la libertad; vengad a los patriotas,víctimas de la intriga; no permitáis que haya un desdichado ni un pobre dentro delEstado: no es sino a ese precio que habréis hecho una revolución y una repúblicaverdaderas. ¿Es que acaso estaréis satisfechos con el infortunio de los buenos y lafelicidad de los malvados?" Helo ya encargado de hacer la felicidad de los buenos yla desdicha de los malvados, como Dios el Padre, el día del Juicio Final, en lafachada de una catedral, pone las ovejas a su derecha y a los machos cabríos a suizquierda. No hay. más que héroes y villanos, los héroes todos blancos, los villanostodos negros, como en un western. ¿Y quién podría decirse completamente blancoante las miradas de un inquisidor semejante? Finalmente todo el mundo es negro,salvo él, Saint-Just. Dirigiéndose directamente a Dios, Saint-Just escribirá: "Dios,protector del inocente y de la verdad, puesto que me han conducido entre algunosperversos, sería sin duda para desenmascararlos". Él es el elegido, el predestinado,aquel que ha recibido la misión de purificar el mundo.

En su extraordinaria novela del puritanismo escocés, The Prívate Memoirsand Confession of a justified Sinner, que tanto gustaba a André Gide, James Hoggnos presenta un héroe que se asemeja a Saint-Just como un hermano. El héroe esconsagrado por su tutor a Dios; he aquí en qué términos: "Señor, lo pongo en tusmanos, como un capitán deposita una espada en la mano de su soberano para ladevastación del enemigo. Que él sea en tu mano una espada de dos filos y en tu bocauna lanza para destruir, vencer y dominar. Que los enemigos de tu iglesia caigandelante de él y se conviertan en estiércol para engordar la tierra". El héroe de la

Page 41: Republica Moderna

41

novela se siente encantado de esta extraña dedicación. "Desde ese momento, dice,conocí que era un decreto del cielo el que yo sea, no el ministro del Evangelio, sinosu campeón, para cortar en pedazos a los enemigos del Señor y exterminarlos de lafaz de la tierra. Y me regocijé de esa vocación, hallando más de acuerdo con minaturaleza el cortar en pedazos a los pecadores en lugar de arengarlos desde lo altodel pulpito." Ocurre que el héroe es además confirmado en esa maravillosa vocaciónpor un extraño compañero, quien le dice: "Tú estás llamado a una alta vocación:aquí, en tu patria, tú purificarás el santuario de tu Dios derramando sangre. Vamos,ve, como una potencia de orden y un espíritu de dominación y de desolación, ypenetra hasta en las moradas de los malvados. Alta será tu recompensa aquí abajo yallá arriba".

¿,Por qué es asimismo Saint-Just el que dijo: "Nada se parece a la virtudcomo un gran crimen"? Esta palabra podría ser puesta como leyenda en la novela deJames Hogg, a tal punto resume bien su acción y su espíritu. Y al final de la novela,pero demasiado tarde para que escape, el héroe se percata que el fiel amigo que loanimaba tan vivamente en su vocación, no era otro que el diablo. James Hogg nonombra, sin embargo, nunca al diablo, pero se lo reconoce bien en el hecho de queno anima jamás a otra cosa que al crimen aunque no habla más que de virtud. Pero,entonces, ¿Saint-Just tenía también un compañero, y quién era el compañero delArcángel del Terror? El Anticristo tendrá un semblante austero y hablará también ellenguaje de la virtud.

Page 42: Republica Moderna

42

ESPARTA, ROMA, JAUJA 0 LA TARTARIA

Tanto en Francia como en América, todos los revolucionarios se han arrogadoel ideal de la libertad política inaugurado por la primera República romana. Saint-Just escribió: "El mundo está vacío desde los romanos, y su memoria lo llena yprofetisa aún la libertad". Esas palabras son admirables, pero, a mi modo de ver, seaplican mucho más al esfuerzo de la Revolución americana que a la Revoluciónjacobina. Tendré ocasión de mostrar que América es la que retomó la tradición delibertad política, de la que Roma es el símbolo.

Existen otros símbolos. Danton odiaba el puritanismo político de Saint-Just.Se le atribuye esta ocurrencia: "No me gusta ese extravagante. Él quiere darnos laRepública de Esparta; es la República de Jauja la que nos hace falta". Se comprendebien lo que quiere decir y cómo la Tercera República francesa estuvo más dentro delespíritu de Danton que dentro del de Saint-Just. La República francesa no esromana: oscila entre el Terror o el "laisser-aller", entre Esparta y Jauja.

Debemos además a Saint-Just una frase de un simbolismo extraordinario:"Que los hombres revolucionarios sean romanos y no tártaros". Esparta o Jauja,Roma o la Tartaria, estos símbolos resumen la historia política de Occidente duranteestos dos últimos siglos. La Revolución tártara la hemos vivido. Desde octubre de1917, ella cubre una parte del mundo, absorbe Esparta y el Terror, amenaza portodas partes a la Jauja, resiste a Roma.

Por muy elocuentes que sean, quitemos los símbolos. El mundo acaba devivir los dos siglos más extraordinarios en política. En ellos todas las experienciashan sido hechas y llevadas hasta el fin con la pureza de las parábolas.

De una parte, la introducción de las leyes de la mística en la política, Todo yNada, ha conducido todo directamente a la tabla rasa y al nihilismo: la utopíatotalitaria aplasta al hombre hasta el aniquilamiento. Es un desarrollo histórico de lautopía, ya perfectamente definido por Saint-Just: "Está dentro de la naturaleza de lascosas, escribió, que nuestros asuntos económicos se enreden cada vez más, hasta quela República establecida abarque todas las relaciones, todos los intereses, todos losderechos, todos los deberes, y le dé un andar común a todas las partes del Estado. Esinútil pretender tomar la continuación de Roma; es a Hegel, Marx, Lenin, Stalin aquienes llama, es a la Tartaria de la que él es el Profeta. Para él la soberanía no estámás en el pueblo y en la voluntad popular libremente expresada. Toda la potenciaestá en las leyes, "que ocupan el lugar de Dios", es decir, en un sistema políticoabstracto al que los hombres y los pueblos son inmolados.

"Que la República establecida abarque todas las relaciones, todos losintereses, todos los derechos, todos los deberes." Palabras atroces: jamás se hadefinido mejor el nivelamiento totalitario. Marx, Lenin, el cáncer aplicado de MeinKampf, Stalin, desarrollarán ese tema hasta el infinito, cada uno en su lenguaje ysegún su pedantismo propio, pero no añadirán nada de esencial. Es en una hermosacabeza francesa, rizada y empolvada, donde el monstruo totalitario moderno fue

Page 43: Republica Moderna

43

concebido a la perfección. Ya no se trata más en adelante de comprender, respetar,ayudar a la naturaleza y a los hombres; se trata de transformar la naturaleza,inclusive la naturaleza humana, de conformarla de buen grado por la fuerza a unautopía. La monstruosidad de ese hermoso sistema radica en que el mismo es, enefecto, un sistema. Con todos los desarrollos dialécticos que se quiera, con todas lasjustificaciones puritanas y todos los llamamientos a la virtud que se quiera, contodos los refinamientos artísticos que se quiera, con toda la honestidad científica quese quiera, el ideal de esa primera República jacobina que abarca todas las relaciones,todos los intereses, todos los derechos y todos los deberes, su Estado-límite,nosotros lo conocemos ahora, lo hemos visto con nuestros propios ojos; es la ciudadconcentracionaria, con su horno crematorio, donde se quema a los hombres, comoBernard Palissy quemaba sus muebles, para acabar su descubrimiento.

Por la otra parte... Y bien, por la otra parte está la República de Jefferson. Esdifícil por lo demás hablar de ella, porque precisamente, no siendo un sistema, ellase definirá más bien por la preferencia absoluta, por la preferencia incondicional yobstinada, dada a los hombres, a los hombres concretos y vivientes, contra todosistema político por más perfecto en teoría que sea.

El pensamiento de Jefferson no es menos claro. Para él, es una ley general elque los regímenes políticos, todos los regímenes políticos, tienen una fastidiosapropensión a traicionar la confianza de los pueblos y a sojuzgarlos. A la inversa delo que debe ocurrir con respecto a un individuo ante la justicia, Jefferson tendría debuena gana a todo gobierno por culpable de tiranía, hasta tanto no haya hecho laprueba ostensible de su inocencia. Lo que puede decirse en favor de la República esque la República constituye aún el régimen político que, de tiempo en tiempo, agrandes intervalos, escapa más fácilmente a esa ley general de culpabilidad y detiranía. De tiempo en tiempo, a grandes intervalos, los pueblos se expresan en ellalibremente, no son traicionados ni engañados, obtienen lo que desean. En la jergaactual se diría que el régimen republicano, en lugar de conformarse a élconstantemente, tiene más probabilidades que otro de escapar al determinismohistórico. Aun de eso, estamos menos seguros hoy que Jefferson.

Si Jefferson es republicano, no es pues a la manera de Saint-Just o aun de lasRepúblicas soviéticas. Ello es porque él cree que la república puede mejor respetar ydistribuir las libertades individuales. Pero él no quiere sino la libertad y que loshombres disfruten de la libertad. Le hubiera repugnado una república totalitaria yhabría preferido sin vacilar un rey constitucional. Las fórmulas de Saint-Just: "Paramí, no veo término medio..." "No se hace una revolución a medias..." "Este nombredebe reinar o morir", le hubiesen parecido de una torpeza homicida. Torpeza, porqueellas atestiguan una confianza ciega y perfectamente utópica en _ un sistema políticodado. Homicida, porque llevan a la inmolación masiva de todos aquellos que noestán de acuerdo. Es con fórmulas tales que Hitler se desembarazaba de los judíos,Stalin de las "desviaciones" y de los "burgueses".

Page 44: Republica Moderna

44

La república de Jefferson no es tan afectada y enervada. Él sabe muy bien quela libertad del hombre no se conserva sola. Si no se la tiene, hay que tomarla, con lasarmas en la mano si es necesario. Una república de Jauja le hubiese parecidodestinada a la mediocridad, y finalmente al sojuzgamiento. Jefferson no erapacifista,_ ni aun en política interior. Estaba por el derecho sagrado a la insurreccióny porque ese derecho no cayera en desuso, sino que fuese siempre concretamenteejercido. "Gusto de una pequeña rebelión de vez en cuando", escribía. "El espíritu deresistencia al gobierno tiene tanto precio en ciertas ocasiones que deseo que se lomantenga siempre vivo. Con bastante frecuencia se ejercerá injustamente, pero aúnvale más eso que si no se ejerciera para nada." Y otra vez: "Si la felicidad de la masadel pueblo debe ser salvaguardada a expensas de una pequeña tempestad de vez encuando, o aun de un poco de sangre, ello sería una adquisición preciosa. Malolibertatem periculosam quam quietem servituíem"'. Sabía bien que la libertad essiempre peligrosa y el la amaba así.

Inútil es subrayar que esa actitud no revela ningún gusto por el Terror. ElTerror es un sistema de gobierno. La insurrección, preconizada por Jefferson, seejerce contra el gobierno, para escapar precisamente al sistema político quepretendiera colocar a los hombres bajo el yugo.

Volvemos siempre a esto: los enemigos mortales de la libertad no eran, paraJefferson, tal o tal otra forma de gobierno, como lo hemos visto en su consejo a LaFayette. Ellos no estaban siquiera en la condición de colonia: él hubiera mantenidocon gusto la pertenencia al imperio británico si el gobierno de Londres hubieserespetado las libertades tradicionales de las colonias. Mucho más tarde, al final de suvida, Jefferson tuvo una visión del porvenir de América del Sud, de la que no puedesino admirarse la clarividencia, y que nos puede ayudar aún a comprender lo queocurre hoy y lo que ocurrirá mañana un poco en todas partes, en Asia, en África o enel Cercano Oriente. "Mucho me gustaría dar mejor esperanzas a nuestros hermanosamericanos del sud", escribió. "Ganarán su independencia con respecto a España, deello no hay duda. Pero la cuestión muy seria es la de saber qué será lo que lesacontecerá en seguida. La ignorancia y el fanatismo, como todas las otrasinsanidades, son incapaces de gobernarse a sí mismas. Caerán bajo un despotismomilitar, y se convertirán en los instrumentos homicidas de sus Bonapartesrespectivos." Esa profecía de Jefferson se convirtió en la historia de la América delSud durante un siglo. Ella será la historia de muchas otras naciones en todo elmundo, que sacuden el yugo colonial. Dios sabe que hoy de todas partes se vensurgir Bonapartes, Hitler, Stalin, y de todos los colores. Todos anticolonialistas,todos nacionalistas, todos admiradores de la Declaración de Independencia escritapor Jefferson, y de la cual no comprenden ni la primera palabra. Hace falta nocansarse de destacar la distinción entre, de una parte, el paso del estado de colonia alestado de independencia nacional, y de otra parte, la revolución, de tal modo mássignificativa y profunda, implicada en esa Declaración de Independencia, escrita porJefferson.

Page 45: Republica Moderna

45

La ignorancia y el fanatismo y muchas otras insanidades, decía Jefferson.Entre esas otras insanidades, la obstinación bien intencionada, pero utópica, .de LaFayette y sus amigos. Ellas son las insanidades que Jefferson combatió toda su vida,para la defensa de la libertad y del self government. He ahí por qué atribuía a laeducación una importancia tal. Había aprendido que todo puede tornarse enfanatismo; nosotros lo sabemos aún mejor que él. Sabemos que la religión puedetornarse en fanatismo, como ocurrió con Saint-Just; sabemos que el amor a una raza,a una nación, a una clase, puede tornarse en fanatismo.

Con un sentido extraordinario de las leyes de la tragedia, la vida se encarga aveces de dar una conclusión ejemplar a un destino ejemplar. Se sabe lo que leaconteció a Saint-Just. Él mismo subió al cadalso al que había enviadoprimeramente a Danton: la República de Esparta se reunía en la cesta con laRepública de Jauja. El verdugo mostró una última vez al populacho parisiense esacabeza encantadora y ensangrentada que había concebido la República puritana ytotalitaria.

En cuanto a Jefferson, el epílogo trágico, digno del Shakespeare más terrible,no debía sobrevenir sino después de su muerte. Cito aquí, sin cambiar u omitir unasola palabra, a un hombre cuya información, autoridad y conciencia sonirrecusables. Se trata de Alejandro Roos, canadiense de nacionalidad, que ocupócargos importantes en su país, y que fue además amigo personal y hombre deconfianza de Abraham Lincoln. Roos escribió en sus Memorias: "Thomas Jefferson,el autor de la Declaración de Independencia, por una cláusula de su testamento,confirió la libertad a sus hijos naturales nacidos esclavos. Lo hizo en la medida enque el Código de esclavitud de Virginia se lo permitía, supliendo la facultad que lefaltaba por una humilde petición a la Legislatura de Virginia para que confirmarasus disposiciones testamentarias y diera a esos esclavos el permiso de permanecerdentro del Estado en que tenían su parentela. Dos de sus hijas, que había tenido deuna de sus esclavas nacidas de mulata y blanco, fueron, después de la muerte deJefferson, llevadas de Virginia a Nueva Orleáns donde fueron vendidas en elmercado de esclavos por 1.500 dólares cada una y utilizadas a fines que no se puededecentemente decir. Esas dos desdichadas hijas del autor de la Declaración deIndependencia eran muy blancas, sus ojos eran azules y sus cabellos, largos ysedosos, eran rubios. Las dos tenían una gran instrucción y una perfecta educación.La más joven de las dos hermanas huyó de casa de su amo y se suicidó para escapara los horrores de su condición".

No es sino con una inmensa tristeza que uno se encuentra con un hechosemejante en la historia de una nación. Es una acción más cobarde aún y más feaque el asesinato de los dos hijos de Eduardo, que tenía al menos la excusa de larazón de Estado. Ella suministra atrozmente razón a la desconfianza instintiva queJefferson abrigaba hacia toda organización gubernamental. Porque nadie duda queella fue cometida, en perfecto acuerdo con las leyes de Virginia, en un país quehabía antaño combatido por la afirmación y la defensa de los derechos naturales y de

Page 46: Republica Moderna

46

la libertad de los hombres. Saint-Just escribió: "El pueblo más oprimido será aquelque lo sería en nombre de sus propios derechos. El crimen se exigiría en una suertede religión". Jefferson tenía razón. No se termina nunca de conquistar la libertad. Larepública, según su sentir, estaría en revolución permanente.

Page 47: Republica Moderna

47

LA DECLARACIÓN DE INDEPENDENCIA

El Congreso había elegido a Jefferson para redactar la Declaración deIndependencia. Más tarde, Jefferson mismo explicó acerca de lo que había queridohacer al escribir ese documento, el más solemne de la nación norteamericana.Escribió sin abrir un libro y, muy visiblemente, de una sola tirada, casi sincorrecciones ni borraduras. Es el Congreso quien introducirá correcciones. Jeffersonno quiso ser original. Estaba consonantado con su pueblo y escribió ese texto comoun violín se pone a sonar solo, cuando le llegan ondas sonoras que le son acordes. Selo había elegido a él porque era el más sensible, porque él recogería fielmente todoslos efluvios, todos los sentimientos, todas las convicciones de la nación, y porqueexpresaría todo eso acertadamente. Ésas son las palabras de John Adams, quien nosdice que Jefferson poseía a peculiar felicity of expression. Jefferson escribió con elmismo movimiento espontáneo y sencillo que había empujado a los milicianosamericanos a batirse en Concord.

Puede dividirse la Declaración de Independencia en dos partes: 1?, unadeclaración de principios políticos, y 2°, la aplicación de esos principios a lasituación histórica que trajo la independencia. Es evidentemente la declaración deprincipios la que solamente nos interesa aquí, porque ella posee un valorpermanente, porque es aplicable a toda situación política, es decir, porque espropiamente revolucionaria. He aquí esa declaración de principios:

"Cuando en el curso de la historia humana ocurre que un pueblo se halla en lanecesidad de disolver los lazos políticos que lo han ligado a otra nación y de asumir, entrelas potencias de la tierra, el rango de igualdad y de separación a que las leyes de lanaturaleza y de Dios, autor de la naturaleza, le dan derecho, el respeto y la cortesía debidosa la opinión pública de los hombres exigen que ese pueblo declare las razones que lo hanobligado a esa separación.

"Nosotros sostenemos estas verdades como evidentes por sí mismas:"—que todos los hombres son creados iguales;"—que ¡los hombres han recibido de su Creador ciertos derechos inalienables, entre

los cuales se hallan la vida, la libertad y la búsqueda ¡de la felicidad;"—que los gobiernos han sido instaurados entre los hombres para salvaguardar esos

derechos;"—que la justicia del poder político deriva del consentimiento de los gobernados;"—que cada vez que un gobierno, cualquiera que sea su forma, tiende a la

destrucción de esos fines, es derecho del pueblo el modificar o abolir ese régimen, instituirun nuevo gobierno, fundar ese nuevo gobierno sobre aquellos principios, y organizar suspoderes de manera tal que ese pueblo los encuentre más adecuados para asegurar susalvaguardia y su felicidad.

"La prudencia ordena, sin embargo, que, si no se tiene más que causas leves ymomentáneas de descontento, no se cambie un gobierno establecido desde largo tiempoatrás. Esto es así porque la experiencia siempre ha demostrado que los hombres están

Page 48: Republica Moderna

48

dispuestos a la paciencia en tanto que los males sean soportables, en lugar de hacersejusticia por sí mismos aboliendo las formas a las cuales se hallan acostumbrados.

"Pero cuando una larga serie de abusos y de usurpaciones, persiguiendoinvariablemente el mismo objeto, revelan con evidencia el designio de reducir ese pueblo ala servidumbre de un despotismo absoluto, es derecho -de ese pueblo, es su deber, derrocara un gobierno semejante y proveer nuevos guardianes para su seguridad futura".

Sigue una larga serie de quejas que detalla los cargos hechos contra Inglaterra porlas colonias, y en la que el rey de Inglaterra ocupa el lugar mítico que la burguesía ocuparáen el "Manifiesto Comunista". Quiero ir en seguida a la conclusión, aunque ella seaevidentemente menos general que la declaración de principios:

"Debemos, pues, inclinarnos ante la necesidad, declarar nuestra separación,considerar en adelante a Inglaterra como consideramos al resto de la humanidad: en laguerra, una enemiga; en la paz, una amiga.

"Nos, por tanto, representantes de los Estados Unidos de América, reunidos enCongreso General,

"—apelando al Juez Supremo por la rectitud de nuestras intenciones,"—en nombre y por la autoridad del buen pueblo de estas colonias,"—declaramos pública y solemnemente que estas colonias unidas son y deben ser

por derecho Estados libres e independientes,"—que ellas están eximidas de toda fidelidad a la Corona de Inglaterra y que todo

vínculo político entre ellas y el Estado de Gran Bretaña es y debe ser completamentedisuelto,

"—y que, como Estados libres e independientes, ellas tienen pleno poder para hacerla guerra, concluir la paz, contraer alianzas, establecer un comercio y realizar todos losdemás actos y todas las demás cosas que los Estados independientes tienen derecho arealizar.

"En fe de lo cual, y en apoyo de esta Declaración, "—seguros y confiados en la¡protección de la Divina Providencia,

"—empeñamos los unos a los otros nuestras vidas, nuestras fortunas y nuestrosagrado honor".

Considerada fuera de su contexto histórico, puede resumirse esta Declaraciónasí: Dios es quien ha creado la naturaleza, y a la humanidad dentro de esanaturaleza. Todos los hombres son creados iguales. De esa igualdad del comienzoderivan derechos y también obligaciones, no estando las obligaciones explícitamenteformuladas, aunque, sin embargo, se hallan claramente implicadas.

Los derechos son, en primer lugar: la vida, la libertad y el derecho deprocurarse la felicidad.

Las obligaciones son para con Dios quien, siendo Creador, tiene derecho anuestro homenaje religioso: siendo Juez, recompensa el bien y castiga el mal; siendoProvidencia, gobierna todo el orden de la naturaleza que ha creado, incluso lahumanidad y cada hombre dentro de esa naturaleza, hacia un justo fin. Lasobligaciones son también para con la humanidad a la cual débese respeto y cortesía:a decent respect.

Page 49: Republica Moderna

49

Todo ello se adquiere al comienzo, considerado como verdades manifiestas,considerado como un orden de cosas que no podría ser negado o comprometido, sinofensa grave hecha a Dios y a la razón humana, sin el trastornamiento de lanaturaleza entera. Todo ello es anterior a toda organización política. La organizaciónno viene y no puede venir sino después, no para contrariar o restringir en Jo que seaese orden natural, sino para conformarse a él, garantirlo, reforzarlo y eventualmenteprotegerlo. La validez y la justicia de todo régimen político, de todas lasinstituciones, su legitimidad esencial, son así evaluadas según su conformidad conese orden natural invariable y sagrado. El orden de la naturaleza es primero. Elorden político es segundo, estando subordinado al orden natural. La justicia delorden político no es inmediatamente evidente. El orden político no es justo sino porsu conformidad con el orden natural.

En consecuencia, si un régimen político, en lugar de preservar el orden de lanaturaleza, lo contraría y lo pone en peligro, constituye un derecho sagrado, aun undeber religioso, el modificar y derribar ese régimen.

Como esa Declaración es la base de toda la filosofía política americana, voyademás a resumirla en otros términos para estar seguro de aclararla bien:

El orden entero de la naturaleza está creado por Dios y, en el interior de eseorden, el hombre mismo. De esa creación derivan para el hombre ciertos derechosfundamentales e inalienables: la vida, la igualdad, la libertad y el derecho de buscarla felicidad. Del ejercicio de esos derechos fundamentales el hombre no debe darcuenta más que a Dios, Creador y, por tanto, Providencia y Juez de toda lanaturaleza y del hombre mismo.

Para mejor ejercer esos derechos, el orden entero de la política está creadopor los hombres, para los hombres, para su utilidad. Los hombres están por encimadel orden político, como Dios está por encima del orden natural. Como los hombresson los creadores' de todo el orden político, ellos son igualmente la providencia y losjueces supremos del mismo. Pueden formalmente delegar el derecho de gobernarlos,pero es para con ellos desde luego que los gobiernos tienen deberes, es a ellos queesos gobiernos deben rendir cuentas.

Trastornar ese orden político, sojuzgar a los hombres en lugar de servirlos,transformar su delegación original de poder en despotismo absoluto, es una ofensa alorden entero de la naturaleza, a la humanidad entera, a Dios mismo; es unaimpiedad. En ese caso la resistencia y la insurrección son más que un derecho: sonun deber y una obligación religiosa.

Varios caracteres extremadamente nítidos surgen de un análisis de laDeclaración, y, primeramente, su carácter esencialmente religioso. Digo religioso,no digo eclesiástico. No se hace ninguna referencia, en la Declaración, a ningunarevelación, cualquiera que fuere, ninguna referencia siquiera a la Biblia y alcristianismo de los que América está, sin embargo, tan profundamente impregnada.No es en absoluto, a la manera de Bossuet, una "política sacada de las SagradasEscrituras". Menos evidencia hay aún en alguna referencia a cualquier Iglesia que

Page 50: Republica Moderna

50

sea. No se trata sino de la naturaleza, de Dios autor de la naturaleza, y de verdadestenidas por evidentes de suyo. Dicho esto, es Dios y sólo Dios quien, siendoCreador, funda la igualdad de los hombres entre sí, garantiza la inalienabilidad desus derechos y la justicia de los gobiernos. Fuera de ese fundamento de Dios,Creador, Providencia y Juez, todo se derrumba: el orden político, los derechosfundamentales, la igualdad de los hombres entre sí y finalmente toda justiciapolítica. Cuando hablo del carácter esencialmente religioso de la Declaración, quierosubrayar esta afirmación: que todo el orden político y social depende, dentro de sunaturaleza misma, de la soberanía divina; que el mismo constituye una participaciónen el gobierno de Dios sobre la naturaleza.

El segundo carácter de la Declaración es su carácter democrático. Todo podery toda justicia políticos residen primeramente en el pueblo mismo. Es decir, que losgobiernos son esencialmente representativos de la voluntad y del consentimientopopulares, o bien no son legítimos en absoluto. Sobre este punto, y es muyinteresante de notar, la Declaración permanece, no del todo vaga, pero general. Noes una Declaración estrictamente republicana. Ella so eleva por encima de todos losregímenes políticos (república, aristocracia, monarquía), para definir la legitimidadpolítica esencial. De hecho, en ninguna parte, ni siquiera indirectamente, laDeclaración sugiere que la autoridad del rey sobre las colonias haya sido en todomomento ilegítima. Rompiendo con Inglaterra, las colonias no rompían con supasado. La joven nación americana podría siempre volverse hacia ese pasado ymirarlo sin vergüenza. Aun bajo la autoridad de los reyes de Inglaterra y dentro de launión del Imperio, la autoridad no había jamás derivado sino del consentimiento delos súbditos. Al retirar estos súbditos su consentimiento, esa autoridad no existía yamás sobre ellos.

Por el contrario, el jacobino Gregoire declarará algunos años más tarde: "Losreyes son en el orden moral lo que los monstruos son en el orden físico, y la historiade los reyes no es sino el martirologio de las naciones". No es, pues, sino vergüenzapara una nación el haber obedecido durante largos siglos a monstruos. LaRevolución Francesa creó deliberadamente en Francia, con respecto al pasado y a lainfancia de la nación, un complejo de vergüenza análogo a las peores desviacionesseñaladas por el psicoanálisis. Los revolucionarios americanos fueron en granmanera más prudentes. La Revolución rusa ha querido también romper con elpasado de Rusia y el peso de esa ruptura no está cerca de desaparecer en el destinode la nación.

Pero sea lo que fuere de la legitimidad de todos los otros regímenes políticos—legitimidad que la Declaración americana no discute— resulta bien evidente queuna afirmación tan nítida acerca de la igualdad de los hombres entre sí, de laposición original del poder político por el pueblo y, por lo tanto, del carácteresencialmente delegado y representativo de toda autoridad de hecho de un régimenrepresentativo, de una sociedad democrática y finalmente de un régimenrepublicano.

Page 51: Republica Moderna

51

A esta altura se hace cada vez más claro que el ideal político americano esuna república, que no reconoce sino a Dios por encima de la autoridad difusa, perorealmente constituida en un pueblo de ciudadanos. Se ve cómo la tradición de losprimeros puritanos de Nueva Inglaterra se había perpetuado, enriqueciéndose.La palabra "fraternidad" no es pronunciada. Pero la afirmación, por un lado, deDios, Creador, Providencia y Juez y, por el otro, de la igualdad universal de loshombres entre sí, implica esa fraternidad. La declaración definió los deberesesenciales de esa fraternidad: a decent respect, cortesía y respeto por la opinión delos demás. Y, como los intereses de los hombres no coinciden siempre, en la paz,amistad; en la guerra, enemistad.

Un tercer carácter es lo que yo llamaría con gusto el de la relatividad política.La realidad y el poder políticos no son jamás absolutos y no pueden llegar a serlonunca. Su justicia es totalmente relativa, con respecto a Dios y al orden natural enprimer lugar, con respecto a los hombres y a su utilidad así como a suconsentimiento después. La Declaración de Independencia no carece de elocuencia,y se halla desprovista totalmente de fanatismo ideológico, de abstracciones huecas,de exageraciones. Como se guarda de hacer tabla rasa del pasado, no diviniza másuna utopía. Es quizás en eso donde permanece siendo más revolucionaria. Si sehubiese preguntado a Jefferson qué hay de la patria o de los ciudadanos, esapregunta no hubiera tenido sentido para él. De hecho, no lo tiene. Una patria noexiste fuera de los hombres que la forman; son ellos quienes la crean por suconsentimiento mutuo sin cesar renovado; son ellos quienes velan sobre ella: ellosson sus jueces así como sus testigos. Ella está hecha por ellos, para ellos, y no ellospara la patria. Los hombres son anteriores a la patria. La Declaración deIndependencia funda libremente una patria. Tanto como una Declaración deIndependencia y un corolario, ella es una Declaración de unidad nacional, y esaunidad se funda sobre un juramento mutuo: We mutually pledge to each other ourLives, our Fortunes and our sacred Honor. Esa comunidad libre y siempreconsentida de las vidas, de las fortunas y del honor sagrado: es eso y no otra cosaque eso una patria. Bien mirado, es mucho, pero no es un ídolo.

La famosa frase que la Convención había inscrito sobre la pared, comopreámbulo de la "Declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano": "Elciudadano nace, vive y muere por la patria", esa frase es una impiedad, es unaprofesión de idolatría en el sentido de que ella confiere a una realidad creada, ycreada por los hombres, la patria, un derecho divino sobre el individuo. LaDeclaración americana está en oposición a una idolatría tal. Según esta Declaración,el hombre nace, vive y muere libre, creado por Dios para la felicidad; vive y muerebajo la Providencia de Dios y en espera de su juicio. La felicidad, para la cual estáhecho, no se halla definida en esta Declaración. Corresponde a cada hombre elencontrarla según su corazón. Lo que me parece lo más admirable, lo más precioso,lo más verdadero, lo más atrevido también, es que la igualdad y la libertad son dadasal comienzo, desde el origen, a cada hombre, con la vida misma. No es la patria la

Page 52: Republica Moderna

52

que las da; es Dios, y Él las da sin distinción, a los malvados como a los buenos,como da su sol y su lluvia. Es tan sólo para mejor asegurar esos valores de origen yde comienzo que los hombres crean las patrias: las patrias nacen y viven parasalvaguardar esos derechos primitivos e inalienables. Las patrias mueren cuando, enlugar de salvaguardar esos derechos, los abandonan o los violan. Es precisamenteesto lo que les ocurrió a los americanos: la patria inglesa murió para ellos, por nohaber respetado sus derechos nativos. La patria americana nació y sobrevive paraprotegerlos, respetarlos y hacerlos respetar.

El último de los derechos esenciales del hombre, mencionado en laDeclaración, es el derecho a procurarse felicidad. La Declaración no dice "elderecho a la felicidad". Constituye esto asimismo una nota de esa relatividad y deesa modestia, en oposición a toda utopía, que caracterizan a la Declaración. Si bienlos hombres viven, son iguales y libres por derecho de nacimiento, no son felices porderecho de nacimiento, pero todos quieren serlo y tienen el derecho de querer serlo.La patria no puede dar la felicidad, pero ella está allí para ayudar a los hombres enesa búsqueda de la felicidad. Si el bien común de esa patria no viniera a ser más quela suma de los males particulares, la patria misma sería viciosa.

Así creadas y constituidas por los hombres, para los hombres, las patriasmismas tienen derechos: la guerra y la paz, el comercio y las alianzas y, sobre todo,posición de igualdad entre las naciones. Los hombres tienen también deberes paracon sus patrias. Para que las patrias puedan cumplir su misión protectora, loshombres les dedican, si es necesario, sus vidas, sus fortunas y su honor sagrado. Esen esta abnegación que se fundan la unidad y la fuerza de una patria. Es esaabnegación, no la fuerza y la riqueza, lo que da a esa patria posición de igualdad yde honor entre las naciones.

Los hombres no tienen sino deberes para con las patrias. Y tienen un derechoterrible, pero, él también, imprescriptible y que deriva de la relatividad esencial delas patrias: el derecho a la insurrección. Hay a este respecto en la Declaración unanota de templanza humana, que no es quizá lo suficientemente puesta de relieve. LaDeclaración reconoce sobre los hombres el poder de la costumbre, que estradicionalmente una de las más vivas y de las más legítimas fuentes de la justicia ydel derecho. Ella modera por la prudencia el derecho a la insurrección. LaDeclaración reconoce que el sufrimiento, la tolerancia y la paciencia de los hombresson también realidades políticas. Pero afirma que esa paciencia debe tener límitesmás allá de los cuales la paciencia no es sino cobardía y la tolerancia, deshonor.Cuando se exceden esos límites, la insurrección es el más sagrado de los deberes:"La libertad o la muerte".

Tal es la Declaración americana de Independencia y de unidad nacionales.Esta primera descripción del documento famoso muestra ya hasta qué punto laconcepción política de Jefferson y de sus pares era vasta, concretamente humana,matizada y sólidamente equilibrada. Es menester ir más lejos y estudiar ahora suformación histórica, luego su significación profética y revolucionaria

Page 53: Republica Moderna

53

LAS CORRECCIONES DEL CONGRESO

Jefferson tenía quizás aún más acierto en las ideas que en el estilo. Cuando seintenta descubrir cuál era la filosofía de Jefferson, la decepción puede llegar hasta laconsternación. Jefferson tenía las ideas de su siglo y ese siglo, que se creía y se decíael siglo de los filósofos, no era seguramente el siglo de la filosofía. La filosofía,habiéndolo invadido todo, había perdido toda distinción y hasta su identidad.Newton era considerado como un gran filósofo. Cuando Franklin habla de susdescubrimientos en electricidad, habla de ellos como de descubrimientos filosóficos.Esa filosofía del siglo XVIII, optimista y glotona, se creía todo lo contrario de laalquimia medieval; pero los contrarios están en el mismo género. La alquimiaconsistía en querer dominar la naturaleza por la aplicación, fuera de su orden, de unprincipio puramente filosófico: en la circunstancia la teoría aristotélica de la materiay de la forma. La filosofía del siglo XVIII consistía en pretender conocer, explicar,disolver todos los misterios por la aplicación, fuera de su orden, de los principiospuramente racionales de la mecánica newtoniana, o, peor aún, de unasentimentalidad a la Rousseau. El universo no era sino una máquina inmensa, por lodemás muy complicada, y Dios no era más que el Relojero de ese mecanismo. ¿Hayalgo más tranquilizador? Con trabajo, atención, paciencia, aplicando estrictamentelas leyes ya descubiertas, se concluiría por conocer cada vez más de cerca la infinitacomplejidad de la inmensa máquina y, conociéndola, por controlarla. En cuanto alRelojero, se admiraba su arte, pero lo que Dios es en Sí mismo y lo que puede tenerpara decirnos, no era en el fondo muy interesante. Él había dicho, una vez por todas,en su obra, en la naturaleza, todo cuanto tenía para decirnos que pudieseinteresarnos. Quizás algún día se llegaría a pasarse completamente sin Él, cuando seconocieran, tan bien como Él las conoce, todas las leyes del universo. No dudandonadie de La bondad innata y fundamental del hombre, según el Evangelio de JuanJacobo, no hacía falta más que esperar a tener el conocimiento de la naturaleza, paraque el hombre mismo se volviera cada vez más divino. No siendo el mal más que undesorden provisional, se acabaría por corregirlo completamente, desde el momentoen que se conocieran las ruedas descompuestas. Habiendo eliminado el mal, seterminaría por eliminar el sufrimiento y quizá la misma muerte.

Esa filosofía ignorante y alborotadora, perezosa y mentirosa, mentirosa de lapeor manera, dado que despertaba esperanzas que no colmaría y hacía promesas queno podría cumplir, era la filosofía de un siglo que se creía el siglo de las luces. Era lafilosofía corriente en Francia, en Inglaterra, en la Europa entera. Ella dominaría elsiglo xix. Ella era, por desgracia, la filosofía de las personas cultas, lo mismo que enAmérica. Reléase a Tomás Paine, a Benjamín Franklin, reflexiónese en esta extrañaocurrencia del mismo Jefferson: "¿Por qué iré a buscar en Moisés para hallar en él loque Dios muy bien ha dicho a Juan Jacobo Rousseau?" Se comprenderá entoncesque los firmantes de la Declaración de Independencia —al menos los que entre ellosposeían una educación superior y Jefferson en primer lugar— tenían su cerebro

Page 54: Republica Moderna

54

intoxicado por esa filosofía a la moda. Digo que es allí donde esos hombres hanestado felices porque, definitivamente, ellos valían infinitamente más que sufilosofía, porque su carácter, sus tradiciones de hombres americanos, valían más queesa parte de su cerebro formado según las modas de Europa, porque la Declaraciónde Independencia es mucho má3 el fruto de su carácter y de su temperamento, ensuma, de una tradición nacional, que el producto de su filosofía.

Un estudio minucioso del borrador de Jefferson comparado con el textodefinitivo votado por el Congreso, precisa y confirma a la vez lo que quiero deciraquí. En exégesis, nada es más elocuente que un texto corregido. Las principalescorrecciones introducidas por el Congreso, las que valen la pena que se recuerdenporque modifican profundamente el sentido de ese texto, radican en dos puntos:Dios y la esclavitud. En la enumeración de los cargos que no he citado, Jeffersonhabía introducido un largo párrafo sobre la esclavitud en las colonias y de la cualechaba la culpa a Inglaterra. El Congreso suprimió ese párrafo, bajo la presión de losdiputados del sud. Pero añadió varias menciones de Dios extremadamentesignificativas. Sin hacer un paralelo completo, basta comparar, sobre ese puntocapital, la redacción de Jefferson con la del Congreso.

JEFFERSON. — Sostenemos estas verdades como evidentes por sí mismas: que todos loshombres son creados iguales e independientes; que de esa creación en la igualdad derivanpara ellos derechos inherentes e inalienables, entre los cuales se hallan la preservación de lavida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.EL CONGRESO. — Sostenemos estas verdades como evidentes por sí mismas: que todoslos hombres son creados iguales; que han recibido de su Creador ciertos derechosinalienables, entre los cuales se hallan la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.JEFFERSON. — Nos, por tanto, representantes de los Estados Unidos de América,reunidos en Congreso General, en nombre y por la autoridad del buen pueblo de estosEstados...EL CONCRESO. — Nos, por tanto, representantes de los Estados Unidos de América,reunidos en Congreso General, apelando al Juez Supremo por la rectitud de nuestrasintenciones, en nombre y por la autoridad del buen pueblo de estas colonias.. .JEFFERSON. — Y en apoyo de esta Declaración, empeñamos los unos a los otros nuestrasvidas, nuestras fortunas y nuestro honor sagrado.EL CONGRESO. — Y en apoyo de esta Declaración, seguros y confiados en la protecciónde la divina Providencia, empeñamos los unos a los otros nuestras vidas, nuestras fortunasy nuestro honor sagrado.

Me parece cierto que el Congreso no tenía la misma idea de Dios que Jefferson. Unadiferencia grave sobre este punto implica dos filosofías profundamente diferentes.Jefferson, no obstante, había mencionado, en el comienzo de su texto, al "Dios de lanaturaleza", mención que el Congreso conservó. Pero Jefferson no se comprometió agran cosa por esa mención. En el contexto de la filosofía reinante, que era la suya,resulta evidente que el Dios de la naturaleza es todo aquello que hay de más vago, es

Page 55: Republica Moderna

55

el Dios del "Vicario saboyano", el Gran Relojero de Voltaire, aquel que laDeclaración francesa de los Derechos del Hombre, nación y el fin de un mundo, deuna época, de un ciclo y, al mismo tiempo, el advenimiento de un orden, de unmundo, de una época, de un ciclo nuevos. Son esenciales estos tres elementos:consumación, fin y comienzo. El cristianismo, que reivindica tan fuertemente sucontinuidad con Israel, es, respecto de Israel, un acontecimiento típicamenteapocalíptico: es el cumplimiento de las profecías, abolición de la ley antigua,fundación de una ley nueva, la ley de la Gracia. Lo mismo es en política; todarevolución deroga un régimen antiguo, cumple una tradición y un deseo latente,funda un orden nuevo y una nueva esperanza. Para juzgar bien una revolución, sucarácter más o menos completo al mismo tiempo que bienhechor o nefasto, hacefalta considerar:—Si lo que realiza merece ser mantenido y acabado;-—Si lo que deroga merece ser derogado; puede ser que derogue demasiado, puedeser que no derogue lo bastante;—Si la esperanza que ella funda es justificada, si esa esperanza es lo bastanteelevada, lo bastante universal; si ella abre, en lugar de cerrarlo, el destino delhombre.

Page 56: Republica Moderna

56

LO QUE LA REVOLUCIÓN AMERICANA REALIZÓ

Nada es más antiguo en Occidente que la tradición de la libertad política. Esatradición, que viene de la República romana y de las repúblicas griegas ha sufridobastantes averías en el transcurso de los siglos; pero aun cuando se ha abjuradocruelmente de ella en los hechos, es mantenida casi constantemente en lasdeclaraciones de principios, en la enseñanza de los doctores, en los libros. Aun elpoder imperial y real desde el comienzo ha sido considerado como delegado por elpueblo. A principios del siglo III, el gran jurisconsulto romano Ulpiano, queriendosin duda salvar la continuidad de la legitimidad entre la antigua República romana yel Imperio, explicaba: Quod Principi placuit, legis habet vigorem, utpote cum populus...Ei et in Eum omne suum imperium et potestalem conferat. "Lo que ha agradado alpríncipe tiene fuerza de ley, dado que el pueblo ha depositado en él y sobre él supropia soberanía y su poder." Es, pues, el pueblo quien posee originalmente lasoberanía política, puesto que puede delegarla. Para Ulpiano, así como paraJefferson, va de suyo "que la justicia del poder político deriva del consentimiento delos gobernados".

Algunos siglos más tarde, el Papa Gregorio el Grande distingue al emperadorde los reyes bárbaros en que el primero gobierna a hombres libres y los segundosdominan sobre esclavos. Al comienzo del siglo XI San Pedro Damiano, obispo deGubbio, hombre austero y que no tenía nada seguramente de lo que hoy llamaríamosun "liberal", escribió la fórmula más perfecta:

Potestas est in Populo A Summo dala Domino.

"Toda soberanía política deriva de Dios, pero reside esencialmente en elpueblo." Fórmula que será equivalentemente retomada por el papa Pío XII (2 deoctubre de 1945): "El pueblo mismo es el titular originario del poder civil que derivade Dios".

Lo repito: la fórmula de San Pedro Damiano es de comienzos del siglo xi. Meparece que ella resume por adelantado la Declaración de Independencia que afirma,de una parte, que no hay legitimidad política sino por el consentimiento de losgobernados y, de la otra parte, que Dios es Creador, Providencia y Juez de loshombres y del mundo. La Declaración americana se halla en la senda pura de unatradición, y esta tradición es la más antigua, la más venerable en el orden polílico deOccidente, pues que ella está ligada por igual a la revolución judeo-cristiana y a suconcepción de Dios, a Roma y a la Sabiduría griega y a su concepción de la Ciudady del hombre. Si se quiere hallar una filosofía adecuada a la Declaración deIndependencia, débese asimismo remontarse a mucho más alto que a la mediocrefilosofía del siglo XVIII, mucho más alto aún que a Locke. La Declaraciónamericana es un momento y una expresión privilegiada de una Política Perennis de

Page 57: Republica Moderna

57

Occidente. Es en la Philosophia Perennis de Occidente donde puede encontrárselebases y una justificación filosófica.

La Declaración de Independencia no es un documento utópico. Ella no hizoen absoluto tabla rasa como la Revolución cartesiana o la Revolución jacobina. Porel contrario, ha vuelto a encontrar, ha mantenido, desarrollado y realizado la másantigua profecía política de Occidente. Es también la filosofía tradicional deOccidente, que deriva de la Sabiduría griega, del Derecho romano y de la revelaciónjudeo-cristiana, y no una filosofía de tabla rasa, la que puede mejor hacer valer elsentido y las palabras de la Declaración. Es ella la que nos enseña mejor lo que esDios, Creador de la naturaleza, Providencia y Juez. Es ella además la que definemejor lo que es esa naturaleza creada, particularmente la naturaleza humana, susderechos, sus deberes, su destino. Es ella asimismo la que explica mejor el caráctersagrado de la vida y del honor humanos {Our Lives - Our Sacred Honour), es ella laque enseña el mejor uso de las cosas de este mundo (Our Fortunes). Ella asigna alhombre como fin último la beatitud (Pursuit of Happiness). Esta filosofía puede dara esa búsqueda de la felicidad toda su poesía desgarrante, su cruel ambigüedad, puesella nos enseña que el hombre aspira tanto a la eternidad como a la felicidad. Es ellala que mejor ha definido la libertad del hombre y toda la amplitud de susresponsabilidades. Es ella la que demuestra mejor la igualdad de todos los hombres,en su dignidad natural y sobrenatural de hijos de Dios y de hermanos bajo esecomún Padre y Juez. Yo decía que es necesario tomar la Declaración deIndependencia tal como ella es. Cierto, así es; pero es leyéndola a la luz de estafilosofía tradicional que se comprenderá mejor lo que ella es y lo que ella dice. Estaconfrontación sería todo lo que hay de más fructuoso para definir el sentidoprofético y, en consecuencia, revolucionario de esa Declaración.

Dije que los signatarios de ¡a Declaración de independencia valían más que lafilosofía de la época. Falta decir también que la Declaración los sobrepasa a ellosmismos, como la profecía sobrepasa siempre al profeta. En verdad, resultaprodigioso pensar que es el siglo XVIII el que produjo un documento semejante. Escomo una prueba de que la Providencia de Dios se ejerce por todas partes y siempre.Tomada tal como es, esa Declaración es tan completa, tan perfecta, que tiene unvalor de revelación natural; yo vería en ella casi el efecto de una gracia sobre lanación americana. Es en todo caso la más alta expresión de la vocación de esanación.

Pero, ¿qué siglo, antes del XVIII, hubiese podido producir esa Declaración?Si es válido decir que ella es el fruto de una tradición, que esa tradición es la másantigua, la más venerable, la más constante del mundo occidental, es necesario decirtambién que, hasta esa Declaración, esa tradición, se había afirmado sobre todo enlos libros. Y, en ese dominio, hay entre la teoría y la práctica todo el abismo que hayentre un excelente tratado de equitación y el hecho de ganar el Derby o entre unadefinición de las leyes de la pintura y el hecho de pintar el cielo raso de la CapillaSixtina. Por primera vez en la historia de la humanidad una joven y vigorosa nación,

Page 58: Republica Moderna

58

establecida sobre un inmenso continente, iba a intentar concretamente y en vastaescala la experiencia de la soberanía popular. La antigua República romana, laspequeñas repúblicas griegas, los primeros clanes germánicos, las ciudades libres dela Edad Media, por sus mismos límites en el tiempo y el espacio no habían sido másque excepciones que no probaban gran cosa. En el siglo XVIII era idea universal lade que una gran nación no podía ser una república. La fórmula admirable de SanPedro Damiano no era más que una especie de profecía lapidaria y, por otra parte,pertenecía a una época olvidada. Y una profecía que no se realizaría jamás no erasino sueño y quimera. Pero también la realización, el^ paso de una profecía a larealidad es siempre más grande, más maravilloso que la profecía, porqueprecisamente ya no se trata más de una fórmula, por muy bella que sea, sino de unarealización. Es la pequeña simiente de que habla el Evangelio, que en sí misma no esnada o casi nada, pero que si se encuentra tierra donde arrojarla, va a convertirse enun gran árbol.

Page 59: Republica Moderna

59

LO QUE LA DECLARACIÓN ABOLIÓ

Toda realización revolucionaria comporta también la abolición de una cosadejada atrás, de un Antiguo Testamento en adelante vacío de su sentido. Lo que ladeclaración de Independencia abolió, es, en pocas palabras, "el derecho divino" enpolítica. Digo el derecho divino en política; no digo solamente el derecho divino delos reyes. Aunque históricamente aquél se trataba en primer lugar principalmente delpoder real. ¿Qué se entiende exactamente por "derecho divino" en política?

Desde un comienzo en Occidente había sido cosa entendida y se comprendíaen principio que la soberanía política descendía de Dios al pueblo, quien, por sí solo,la ejercía de pleno derecho. Es en el ejercicio mismo de esa soberanía popular que seintrodujo el poder real. Como lo dijera Ulpiano, el pueblo delegaba su soberanía alpríncipe, y ese príncipe, emperador o rey, ejercía, en nombre del pueblo y para lasalud de la República, los poderes que le fueran delegados. Se tenía por tanto esteencadenamiento de soberanía:

1. Dios, fuente de todo derecho y de toda justicia;2. El pueblo, que posee naturalmente toda soberanía;3. El rey, a quien le es delegada la soberanía política y, que la ejerce para el

pueblo, en nombre del pueblo;4. Y, finalmente, el pueblo mismo, sobre quien se ejercía esa soberanía. El

pueblo es, pues, considerado a la vez como fuente única de la soberaníapolítica y como súbdito de esa soberanía. El ceremonial de la consagración delos reyes, por ejemplo, señala claramente ese encadenamiento y cada eslabónde la cadena: en ella resulta claro que el rey no es rey más que por laautoridad de Dios, expresada en el consentimiento del pueblo. Hasta allí,nada más legítimo. El poder real continúa estando esencialmente delegado. Elpueblo tiene, evidentemente, el derecho de delegar su soberanía a quienquiere, aun a un rey, aun por toda la vida, aun al hijo mayor de la reinaindefinidamente. Pero el corolario es que también puede retomar susoberanía. Aquí la legitimidad del poder real reside esencialmente en elconsentimiento continuado del pueblo a ese poder real.

La estabilidad misma del poder real, el respeto de que estaba rodeado, la fuerzade que disponía y el orgullo que alimenta la fuerza en aquel que la detenía, hanhecho perder de vista el origen popular de ese poder. En el encadenamiento: "Dios-el pueblo el, rey-el pueblo", se suprimió el segundo eslabón, y se obtuvo elencadenamiento: "Dios-el rey-el pueblo". El pueblo no ha sido más consideradocomo poseedor de la soberanía política, sino únicamente como súbdito de esasoberanía. Los reyes se consideraron como directamente investidos por Dios en elorden político. Es entonces que nació la teoría del derecho divino, perfectamenteexpresada en una declaración de la Universidad de Cambridge dirigida a Carlos II:

Page 60: Republica Moderna

60

"Los reyes reciben su autoridad, no del pueblo, sino de Dios... A Él solodeben ellos rendir cuentas". No se puede negar más descaradamente, la Magna Cartay la tradición inglesa, pero esos profesores han tenido al menos el mérito de serclaros.

En adelante los reyes gozarán en el dominio político de los atributos divinos, y,en primer lugar, de la infalibilidad y la omnipotencia. El pueblo les debía la mismaobediencia ciega y confiante que se debe a Dios. Pese a su nombre, ese famosoderecho divino no tiene gran cosa que ver con Dios, al menos con el verdadero Dios.Remitir el gobierno al solo juicio de Dios es reconocer que el gobierno esincontrolable sobre esta tierra y en el tiempo. Cierto, mientras el rey tenía unaconciencia cristiana, esa conciencia podía moderar su acción. Pero el Estado sehallaba esencialmente desligado de toda responsabilidad para con el pueblo, en tantoque la sujeción del pueblo al Estado se tornaba absoluta. El día en que el Estadorechazara al mismo Dios, el Estado se hallaría desligado de toda responsabilidad deconciencia. Nada limitaría ya su poder, dado que no conservaría menos para sí todoslos atributos divinos. Constituye propiamente una idolatría conferir a una criatura loque no pertenece sino a Dios. Es en este derecho divino donde es necesario buscar,sin ninguna duda, el origen del totalitarismo moderno. Haciéndose a sí mismocreador, providencia y juez de su pueblo, el Estado sería dios para ese pueblo. Esesto el retorno a la más antigua barbarie, donde cada nación tenía su dios para sí ysus propios ídolos.

Al restituir y reafirmar solemnemente el primitivo encadenamiento de lasoberanía política: Dios-el pueblo-el gobierno, justiciable del pueblo —el pueblo,súbdito de las leyes que él se da y de las que el gobierno es el guardián—, laDeclaración americana abolió y destruyó de raíz el derecho divino en política y susconsecuencias totalitarias.

Sobre este punto, considero la Revolución Americana como infinitamentemás radical que la Revolución Francesa. Cuando la Revolución Francesa afirma, ensu Declaración de los Derechos que "el principio de toda soberanía resideesencialmente en la nación", no deroga el derecho divino, no hace sino transferirlo,extenderlo y reforzarlo. Lo extiende, porque ella se guarda bien de precisar que nose trata sino de soberanía política; ella dice "toda soberanía". La refuerza, noreconociendo la soberanía nacional ninguna otra soberanía por encima de ella. Y nohace sino transferir el derecho divino, así extendido y reforzado, de la persona delrey a la nación. En adelante, y de un día al otro, la nación puede pasar a sertotalitaria, cosa que ella pasó a ser en efecto. La nación también puede pasar a ser unídolo. ¡Qué extraña idea la de que la tiranía no tiene nunca más que una cabeza!Como la Bestia del Apocalipsis, puede tener una multitud de cabezas, las cualesrenacer! sin cesar. Una multitud puede que no sea sino la presencia universal de untirano universal. En el siglo XVIII se podía abrigar alguna ilusión sobre la inocenciainfalible del pueblo. Hoy, después de la experiencia de las grandes democraciastotalitarias, ya no es permitido ignorar que las democracias tienden fácilmente a la

Page 61: Republica Moderna

61

tiranía. Después de todo, Hitler hubiese aceptado el principio de que: "Todasoberanía reside esencialmente en la nación". Él se consideraría la encarnación de lavoluntad de potencia nacional, y lo era en efecto. El comunismo mismo transfiere alproletariado el derecho divino en política, como la Convención lo había transferido ala nación.

Para abolir el derecho divino en política, y es allí donde el Congreso teníarazón sobre Jefferson, no es bastante dar al pueblo toda la soberanía. Falta ademásreconocer que los derechos inalienables del hombre, que fundan esa soberaníapopular, vienen de Dios, Creador, Providencia y Juez. Es verdad que el pueblo tienesus derechos, imprescindibles e inalienables, pero no tiene todos los derechos. Él nopuede hacerse dios y adorarse a sí mismo,

Los derechos mismos que tiene le vienen de Dios: no puede ejercerlos sinoobedeciendo a Dios. En el ejercicio mismo de su soberanía él es el súbdito de Dios.Sin religión, la democracia misma está expuesta a todos los peligros de la tiranía. LaDeclaración americana se guarda bien de hacer del pueblo un absoluto; ella norompe la cadena en su favor; ella continúa el encadenamiento tradicional y remontalos derechos imprescriptibles de los hombres a Dios, fuente de toda justicia y detodos los derechos. Ella sabe y dice que todas las realidades políticas, aun las mássagradas, son finalmente relativas, porque son creadas y dependientes. Es en esteequilibrio de relaciones de la criatura con su Dios donde ella funda sólidamente laigualdad y la libertad, y donde funda al mismo tiempo la majestad de las leyes.Corta de raíz toda anarquía al mismo tiempo que toda tiranía. En esa continuidad dela soberanía política, el pueblo se reencuentra constantemente y al mismo tiempo essúbdito libre y soberano. Súbdito de sus propias leyes y de la justicia de Dios. Libreporque no obedece sino a las leyes que él se da. Soberano, porque su soberaníaparticipa del soberano dominio de Dios.

Potestas est in Populo A Sumno data Domino.

Page 62: Republica Moderna

62

UN NUEVO RÉGIMEN POLÍTICO

Los utopistas jacobinos creían hacer tabla rasa y desembarazarse del derechodivino; no hicieron más que disimularlo bajo otras transformaciones. Porquevolvieron a encontrar por instinto la más antigua tradición del mundo occidental, losrevolucionarios americanos extirparon todo derecho divino de la sociedad política yfundaron un régimen político nuevo. Abrieron en su continente una era de libertadque no se creía posible, que se creía por lo demás imposible. En el curso de unalarga conversación con un amigo que ocupó, en el régimen de la IV RepúblicaFrancesa, los más altos cargos de responsabilidad, yo le hacía observar que nosotrosestábamos en trance de olvidar completamente, y por consecuencia, de traicionar, laaspiración hacia la libertad que animaba a Francia en 1789. Ya no se habla siquierade libertad en Francia; se deja que el Estado se ocupe de todo, controle todo, y elEstado se muestra siempre diligente en extender cada vez más su control. Mi amigome respondió que su experiencia del gobierno le había enseñado queespontáneamente los franceses solicitan y desean tener todo de manos del Estado. Alo que yo respondí que él acababa de dar una definición perfecta del cortesano y quepara suprimir una monarquía de derecho divino no bastaba con decapitar al rey; hacefalta además suprimir a los cortesanos. "En ese caso —dijo— sería necesariodecapitar a todos los franceses." Mi amigo no es en absoluto fascista. Es socialista.No desea más que yo la decapitación de los franceses. Es posible tan sólo que unaRepública socialista no sea otra cosa que una monarquía de derecho divino sin rey,pero donde todos los ciudadanos son cortesanos. La Revolución Francesa está aunenteramente por hacer.

Los despotismos totalitarios, a la manera de Hitler o de Stalin, o a la manerarusa en Hungría, ofrecen un doble peligro. Pueden apoderarse de toda sociedad: heahí un peligro directo, inmediato, que todo el mundo ve y que horroriza a todos loshombres libres. El segundo peligro es más sutil. Las grandes manifestaciones dedespotismo feroz nos impiden ver que hay muchas maneras más suaves de perder lalibertad. Cito aquí una página de Tocqueville. Nadie sabría decir mejor: "Por encimade aquéllos se eleva un poder inmenso y tutelar, que se encarga por sí solo deasegurar su goce y de velar sobre su suerte. Es absoluto, minucioso, regular, previsory suave. Trabaja con gusto por la felicidad de todos, pero quiere ser el único agentey el solo arbitro de ellos; provee a su seguridad, prevé y asegura sus necesidades,facilita sus placeres, conduce sus principales asuntos, dirige su industria, regla sussucesiones, divide sus herencias: ¿por qué no puede quitarles enteramente el trabajode pensar y la pena de vivir?

"...Hay en nuestros días mucha gente que se acomoda muy fácilmente a estaespecie de transacción entre el despotismo administrativo y la soberanía del pueblo yque piensa tener bastante garantida la libertad de los individuos cuando es al podernacional que la entrega.

Page 63: Republica Moderna

63

"Eso no me basta. La naturaleza del amo me importa mucho menos que laobediencia".

Eso no hubiera bastado tampoco a los fundadores de la República americana.Toda la atención de éstos se concentraba en la ampliación constante de los derechosy de la responsabilidad del individuo, y en el control más desconfiado ejerciciosobre el Estado. Ellos no querían que la nación que fundaban se convirtiese en unpueblo de esclavos, pero tampoco un pueblo de cortesanos o un rebaño de carneros.Y adoptaron todos los medios para que ello no ocurriese. Hicieron de este modo larevolución que más lejos fue, no solamente en la destrucción de todo despotismo,sino también en el enervamiento de todo control administrativo sobre el individuo.Llevaron la experiencia hasta el límite de lo posible, al punto de que, en el momento,los espíritus más sensatos creyeron que aquéllos arrastraban su joven nación a laanarquía. El deán de Gloucester, en Inglaterra, que sentía afecto por los americanos,escribió: "En cuanto a la futura grandeza de América, a la posibilidad de que lleguea ser un gran imperio bajo una sola cabeza, monárquica o republicana, constituyeuna de las fantasmagorías más fútiles que hayan sido concebidas, aun por losnovelistas. Las antipatías mutuas, los intereses discordantes de los americanos, lasdiferencias en sus gobiernos, sus hábitos, sus maneras, muestran que no tendránjamás un centro de unión, ni un interés común. No se unirán jamás en un régimenorganizado bajo no importa qué forma de gobierno. Pueblos desunidos hasta el finde los tiempos, desconfiados y suspicaces los unos de los otros, permanecerándivididos y subdivididos en pequeñas comunidades o principados, según susfronteras naturales, por los golfos de mar, por sus grandes ríos, sus lagos y suscadenas de montañas". No es posible engañarse mejor.

Resulta evidente que el Estado tiene siempre excelentes razones para privar alos individuos de sus derechos o para disminuir el ejercicio de esos derechos. Entreesas excelentes razones, ninguna es tan poderosa como el interés común y la unidadnacional. Los fundadores de la República americana pensaron que el interés comúny la unidad nacional serían mejor salvaguardados si se los dejaba a cargo, lo másposible, de las iniciativas privadas y de la libertad individual. Es en eso donde sonoriginales. Pensaron que ningún régimen del mundo antes de ellos había depositadobastante confianza en los recursos, en la inteligencia y en la buena voluntad de losindividuos. Sabían que había riesgos, y una atroz guerra civil vino después a ilustraresos riesgos. Pero aun el riesgo de una guerra civil les pareció menos grande para elinterés y la unidad nacional que la disminución de la libertad, y ello es debido a queel derecho a la insurrección forma parte de manera tan esencial en su concepciónpolítica. La experiencia ha demostrado que tuvieron razón y que la libertad puedeconstruir una nación más unida y ¡más poderosa que todos los controlesadministrativos y todos los despotismos. Esta experiencia tiene un valor universal.Estoy convencido de que el día en que las naciones europeas, en lugar de ir en elsentido de una mayor centralización administrativa, vayan en el sentido de unamayor autonomía individual y concedan la mayor parte posible a la iniciativa

Page 64: Republica Moderna

64

privada, habrán de asombrar al mundo una vez más. Así como esa confianza en lalibertad no impidió la unidad de los diferentes pueblos de los Estados Unidos,tampoco impedirá la unidad de Europa. Ella, por el contrario, la favorecerá, acondición de que la experiencia sea hecha de buena fe y sin reticencia.

Ya he destacado que, en la Revolución americana, la vida, y una vidahumana, la igualdad de los hombres entre sí, la plena y peligrosa libertad humana,todo ello está en el comienzo de la aventura, todo ello está adquirido en el principio,dado por Dios; y los dones de Dios son sagrados, intocables, sin arrepentimiento.Esos derechos están desde entonces fuera de discusión. No se hallan al fin de lahistoria, sino que ellos comienzan la historia y la orientan definitivamente. Allíestán, y es necesario que la sociedad los adopte, venga lo que viniere. Constituyenun riesgo inmenso para los hombres y para la sociedad misma; pero es la condiciónmisma de la sociedad el que ésta sea humana y el que la historia que siga sea unahistoria propiamente humana. La Declaración de Independencia pone así sobre loshombros de cada hombre la plena responsabilidad, todo el peso de su destinohumano, y no solamente de su propio destino personal, sino de su solidaridad contodos los hombres en el desarrollo ulterior de ese destino.

He ahí, a mi juicio, la gran diferencia entre la Revolución americana y unarevolución marxista. Los comunistas hablan también de libertad y de igualdad. Peroéstas deben venir al término de la revolución. Ellas son el resultado hipotético de larevolución marxista. Digo hipotético, por cuanto nada, en suma, nos garantiza queellas llegarán un día. A la espera\de que la revolución se cumpla, se nos pide quecambiemos nuestra libertad humana, nuestro derecho de igualdad y de fraternidadhumanas, nuestras vidas humanas en caso necesario, y nuestro honor humano, poruna promesa de la que no sabemos si miente, por un cheque de felicidad futura parael que no sabemos si hay alguna provisión. Mientras esperamos que esas promesassean cumplidas, la dictadura infalible debe crear el orden justo, del que saldrá, tardeo temprano, el hombre infalible. Ese día se producirá el salto de la necesidad a lalibertad. ¿Y quién nos dice que la libertad no será olvidada en el camino? ¿Quiénnos dice que, cuando estemos al final del camino, tendremos aún el gusto y el deseopor aquélla? Se llega a la paradoja de que todo lo que va contra el orden presente ylas necesidades incontrolables de ese orden compromete la libertad y la igualdadfuturas. De ahí la violenta supresión de la libertad presente para mejor garantizar lalibertad por venir, el terror en nombre de esa libertad futura.

La Declaración americana afirma que la libertad y la igualdad no podríanesperar y que la vida deja de ser humana sin ellas. Afirma que el peor desorden conellas vale más que la más bella arquitectura política y social sin ellas, porque todo loque es humano está por encima de lo social. El hombre crea la sociedad; él no es lacriatura de ella. El destino y la felicidad humana sobrepasan lo social por todaspartes. La esperanza revolucionaria del hombre no tiene propiamente límites.

Tal es la República norteamericana. Ella es primero y ante todo la libreRepública de los hombres americanos libres. La razón por la que ha llegado a ser tan

Page 65: Republica Moderna

65

poderosa es la fuerza de la libre abnegación que se atrajo. Ella es esa mismarepública que entreveía Montesquieu: "No hay nada tan poderoso como unarepública donde se observan las leyes, no por el temor, no por la razón, sino por lapasión, como lo fueron en Roma y Lacedemonia: porque en aquel tiempo, a lasabiduría de un buen gobierno se unió toda la fuerza que podría tener una facción".

Page 66: Republica Moderna

66

SEGUNDA PARTE

LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y SOCIAL

MONTAIGNE AÚN Y OTROS CANÍBALES

Montaigne, siempre en su famoso capítulo sobre América del Sur, relata lavisita a Roñen de tres indios, en tiempos en que el rey Carlos IX, todavía niño, sehallaba allí con toda la corte. Entre las reflexiones que esos indios hicieron, y queMontaigne nos transmite, hay una que plantea de una manera simple y aun brutal lacuestión que yo abordo en esta segunda parte de mi libro. Montaigne observaprimeramente que esos indios "tienen una forma de lenguaje tal, que nombran a loshombres por mitades los unos de los otros, lo que constituye una manerasorprendente de expresar la esencial solidaridad e igualdad de los hombres entre sí.Dijeron, por tanto, que habían notado que entre nosotros había hombres llenos yrepletos de toda suerte de comodidades, y que sus mitades eran mendigos a suspuertas, descarnados de hambre y de pobreza; y hallaban extraño cómo esas mitadesaquí menesterosas podían sufrir una injusticia tal y no tomaban a los otros por elcuello, o le ponían fuego a sus casas".

Esos aborígenes de América habían puesto desde el primer momento el dedoen la llaga que iba a envenenar toda la vida de Europa durante toda la épocamoderna. Esa Haga se llama la Cuestión Social, que no está todavíaconvenientemente resuelta en Europa, pero a la cual creo que la América del sigloxx aporta una respuesta digna de ser examinada, a la vez más evolucionada ycompleja de lo que podía esperarse en tiempos de Montaigne, pero existente porcompleto, sin embargo, en el espíritu de esos indios, en su sorpresa ante la miseriade unos y la desigualdad de las condiciones, y su indignación ante la injusticia. Ensuma, esos salvajes habían visto bien que la yuxtaposición del lujo extremo con lapobreza extrema es una explotación del hombre por el hombre, una formaeconómica de canibalismo. Pero esta vez los caníbales estaban en otro continente.

Resulta evidente que los primeros colonos americanos se hallaron encondiciones económicas y sociales completamente excepcionales. No sería exactodecir que antes de ellos los indios poseían la tierra. Nómadas, ellos vivían de la cazay de los frutos naturales. Pero, ignorantes de toda agricultura sistemática y de todaindustria, no hacían verdaderamente nada de ese suelo sobre el que vivían. Delpunto de vista político, lo he dicho, ese suelo era verdaderamente una tabla rasa. Eraigualmente tabla rasa desde el punto de vista económico y social. En el momento deldescubrimiento, esa tierra no pertenecía verdaderamente a nadie, es decir, que ellapertenecía a no importa quién fuese, al primer ocupante.

Se encuentra aún en el Medio Oeste un símbolo bien elocuente de ese estadode cosas. Dos ruedas de carro, fijadas en la tierra, marcan de una parte a otra, laentrada de una propiedad. Cuando, viniendo de Boston, de Nueva York o de

Page 67: Republica Moderna

67

Virginia, después de varias semanas o de varios meses de viaje sobre huellas maltrazadas y mal conocidas, los primeros pioneros llegaban, al paso lento de suscarromatos que transportaban a sus familias, sus herramientas y todos sus bienes, ycuando descubrían por fin un rincón del bosque o de la llanura no ocupado y que lesconvenía, se detenían, destornillaban las ruedas del carromato y las clavaban en latierra, para indicar al pasante que ese rincón de tierra, que hasta entonces no era denadie, res nullius, era en adelante su tierra y su propiedad, res domini.

Se instalaban, desmontaban, con el sudor de su frente, el bosque o la llanura,abrían un pozo o hacían venir el agua de manantial, levantaban una casa, sembraban,plantaban, cosechaban. Su propiedad nacía y tomaba forma por su trabajo: nodistinguían entre ella y el sudor de su frente. Se volvían prestatarios de una tierravirgen hasta su llegada, que no había sido registrada nunca en ningún planocatastral. De la misma manera eran libres por el alejamiento de todo gobiernocentral. Nada era más legítimo, porque nada era más natural, que esa propiedadnacida del trabajo y que esa libertad, nacida de la soledad.

Seguramente, esa situación no duró mucho tiempo. Las diferentes coloniasprimeramente, el gobierno federal a continuación, reclamaron y ejercitaron underecho de policía y de supervisión sobre los diferentes establecimientos de lospioneros. Pero por el solo hecho de que en América, y no hace mucho tiempo, lapro-piedad no nació de la herencia, sino únicamente de la iniciativa, de la aventura ydel trabajo individual, en una tierra abierta a todos, el derecho mismo de propiedadtiene allí connotaciones de azar, de trabajo o de esfuerzo individual como no lo tieneabsolutamente en Europa. América no conoció jamás "el derecho divino" no más enel dominio económico y social que en política. Ventaja inmensa, que le ha evitadolas grandes convulsiones revolucionarias de que Europa y Asia son todavía víctimas.Se sabe, además, en América que la tierra y los bienes de la tierra no pertenecieronsiempre a quienes los poseen hoy, que antes y no mucho tiempo antes, la tierra noera de nadie más que de Dios, que ella hubiese podido pertenecer a otros, que bajo elsol debe haber allí lugar honorable para todos, puesto que la tierra ha sido creada porDios para la subsistencia de todos. Si los grandes lemas revolucionarios que asuelana Europa y Asia han tenido en América un efecto tan limitado y casi nulo, es porque,desde luego, no fueron allí comprendidos. Allí llegaban como de otro planeta.

Page 68: Republica Moderna

68

JEFFERSON CONTRA HAMILTON

Después de la guerra con Inglaterra, una vez la independencia conquistadapor la fuerza, afirmada y reconocida, América comenzó, en la vida cotidiana, la duraexperiencia de la soberanía nacional, es decir, que experimentó las dificultadeseconómicas. El gran hombre de la época es definitivamente Hamilton, ministro deFinanzas y de Economía en el primer gobierno de Washington. Inglés por su padre,hugonote francés por su madre, este americano vio muy bien el problema que se leplanteaba a la joven República; lo vio seguramente mejor que Jefferson. Hastautilizará magistralmente la inexperiencia de Jefferson en materia económica, y esteúltimo se arrepentirá amargamente, más tarde, de haber "tenido la vela" en lasmaniobras de las que en el momento no comprendió el alcance y, a su juicio, lamalignidad. Ello constituyó un largo y apasionado debate.

¿Qué era América al día siguiente de su independencia? Tres millones dehabitantes, dispersos sobre una inmensa costa, con un país interior todavía másextenso, no muy conocido, poco menos que inexplorado. Una parte misma de esacosta, como la Nueva Inglaterra, era pobre. El dinero era escaso, el utilaje industrialcasi nulo, la deuda nacional era enorme, aplastante para la época. Financieramentehablando, América, victoriosa e independiente, era al momento de la partida unanación arruinada. Hamilton, ministro de Finanzas, se halló con la dificultad especialde que, por así decirlo, no había finanzas. Pensó que era necesario, a no importa quéprecio, y desgraciadamente por todos los medios, crear finanzas. Hamilton era untécnico y un aventurero. Su genio consistió en haber comprendido profundamente lanaturaleza del dinero y las condiciones económicas de la joven República.Comprendía perfectamente que el dinero es, no solamente signo de los productos encirculación, sino también y quizá más aún, medio de transporte del poder de compra.Comprendía que la escasez de los efectos monetarios amenazaba a la joven nacióncon una parálisis general: si no hay dinero en circulación, el poder de compra seinmoviliza, los productos no circulan más, la producción misma se detiene.

Para estimular la producción, fuente primera de la riqueza, hacía falta hacercircular dinero, aunque provisionalmente fuese un dinero ficticio. En un organismoeconómico tan debilitado, hacía falta una transfusión de sangre. Hamilton hizo esatransfusión y tuvo pleno éxito. Creo personalmente que él salvó la existencia deAmérica: sin esa transfusión, el organismo se hubiera ido debilitando cada vez más,hubiesen nacido graves inconvenientes de la miseria creciente y generalizada, y launidad misma de la joven nación habría quedado en peligro.

Hamilton vio muy claramente la relación de causa y efecto entre prosperidadeconómica y unidad nacional. De ella hablaba con no menor claridad. Todo susistema financiero, decía, consistía "en cimentar más estrechamente la Unión de losEstados". No es absolutamente por azar que Hamilton y sus amigos, los federalistas,fuesen los campeones de la Constitución. Ellos fueron quienes la redactaron, ellosfueron los que la hicieron votar. Y era ahora Hamilton quien consolidaba esa

Page 69: Republica Moderna

69

Constitución federal, quien la hacía aprobar, no solamente en las leyes y en los usos,sino en los intereses comunes de la nación.

Otras naciones, como Francia, pudieron hacer su unidad por la constanteamenaza de la invasión y la ley suprema de la Patria en peligro. En un país comoAmérica, que no se hallaba ya en peligro de invasión, Hamilton reconoció que elmás seguro medio de asegurar la unidad era constituir la nación en sociedadcomercial, que englobara a todas las partes dispersas del país en la inextricable redde un mercado común y único. La ley de la oferta y de la demanda desempeñó así enla unificación de América del Norte el papel de la consolidación que la ley de lapatria en peligro desempeñó durante siglos en la unificación de Francia. A la verdad,la ley de centralización económica no fue, para Hamilton, tan imperiosa sino porqueél había comprendido que ella era, para América, la ley misma de la Patria enpeligro. Si no estimulaba la producción, si no creaba un mercado común a todo elpaís, América se disgregaría. En la aplicación de esa ley de centralizacióneconómica, Hamilton fue tan inflexible, tan insensible, y quizá tan injusto comodebía serio en Francia el Comité de Salud Pública. Quiero decir que Hamiltonsacrificó deliberadamente la parte de la nación que le parecía un peso muerto, contanta sangre fría como un cirujano amputa un miembro para salvar la vida.

Ocurrió que la parte de la nación así sacrificada era con mucho la másnumerosa. En ese primer momento América era un país casi exclusivamenteagrícola. Hamilton creyó que hacía falta canalizar el dinero hacia aquellos solos quelo hacen circular, es decir, hacia los comerciantes, los armadores, losmanufactureros. Sin duda fue el primero en tener la visión de América, gran paísindustrial. Favoreció con todo su poder a la clase, poco numerosa entonces, delcomercio y de la industria, en detrimento de los campesinos. Por la manera con queadministró la deuda pública, por los efectos de crédito, por los bancos, loscampesinos, que eran ya pobres, se hallaron despojados en provecho de losespeculadores. La transfusión de sangre que revigorizó la economía americana sehizo con "la sangre del pobre". Hamilton tenía la filosofía, compartida por muchosde los economistas modernos, de que, en ciertas crisis graves y prolongadas, elsaneamiento financiero del país no puede producirse más que a través de muchasbancarrotas individuales. "Que la miseria sea a los pobres" es la traducción delantiguo anatema. 'Que la desgracia sea a los vencidos."

Hamilton no distinguió entre producción y especulación. Puede ser que nopudiese distinguir, puede ser que no quisiese. Deseando favorecer la producción y elintercambio, era necesario dar el poder de compra a quienes se servirían de él máseficazmente. Hamilton favoreció pues la especulación y lo hizo muyconscientemente. Los especuladores eran al mismo tiempo los que podían crearmanufacturas, extender el comercio, hacer circular el dinero; en suma, construir lajoven República como una sociedad económica dinámica y próspera.Pero se comprende mejor desde entonces la antipatía, que llegaba hasta el desprecio,que Jefferson alimentaba por Hamilton. Los dos hombres se oponían en toda la

Page 70: Republica Moderna

70

línea. Esa oposición era ante todo una oposición de principios, que es necesariocomprender bien porque esa oposición de principies persiste aún hoy en la sociedadamericana.

Al día siguiente de la independencia, América se encontró con que tenía másque nunca necesidad de Inglaterra. Américá había simplemente pasado del estado decolonia política al estado de colonia económica. Hamilton favorecía ese estado decosas; para él, hacía mucha falta pasar por eso: nadie puede correr antes de sabercaminar y, para aprender a caminar, hace falta que, durante un tiempo, alguien másgrande y más fuerte, os guíe y os sostenga. La joven América no podíaabsolutamente bastarse económicamente. Eso resolvía el problema para Hamilton.Esa colonización económica enseñaría a América las artes de la industria y delcomercio, hasta el día en que ella pudiese bastarse y aun rivalizar con Inglaterra.Hamilton tenía sin duda razón. Pero Jefferson seguía siendo el héroe de laDeclaración de Independencia.

"Cuando nos damos cuenta —escribió, hablando de los ingleses— que ellosposeen el taller adonde vamos por todo aquello de que tenemos necesidad, que ellosestán en el centro, directa o indirectamente, de todo el trabajo de nuestras manos ode nuestras tierras, que poseen abierta o secretamente la gran parte de nuestranavegación, que hasta se guardan para sí, por naturalizaciones ficticias, la comisiónsobre sus asuntos, y que esos extranjeros, esos falsos ciudadanos, constituyen hoydía el cuerpo de lo que se llama nuestros comerciantes, llenan nuestros puertos, seestablecen en las menores ciudades y en todos los distritos del interior del país,controlan todo en las ciudades por sus propios votos y los de sus clientes, en losdistritos por sus infiltraciones y la influencia de sus acreedores del Estado, que seapropian rápidamente del monopolio sobre nuestros bancos y el tesoro público, queestán actualmente ocupados en poner nuestras finanzas bajo su control; que hanhecho alianza con los personajes más influyentes en cargos públicos o fuera de ellos;cuando se ve que por esas presiones sobre las diversas ramas del gobierno puedenforzarlo a marchar no importa en qué dirección dictada por ellos y desviar losintereses de este país enteramente al capricho de otro país; cuando se mira todo eso,digo, nos es imposible pretender que estamos en un pie de independencia, imposibleque un espíritu libre no vea las cadenas que atan a nuestro país, imposible no gemir."Nadie jamás ha descrito más claramente ni con más detalle la condición de coloniaeconómica. Llegado a presidente, Jefferson mismo no pudo cambiar esa condición,que no obstante lamentaba tan vivamente. Para liberarse de una dependencia tal, senecesita más que una Declaración: se necesita aún más que una guerra ganada; senecesita poder bastarse, es decir, se necesita tener su propia producción autónoma, ypor ello es que América no se liberaría de la dominación económica ole Inglaterrasino convirtiéndose ella misma en una gran nación industrial. Sobre este punto, esHamilton quien tenía razón. Esa emancipación económica debía insumir cien años.Jefferson tenía seguramente una visión sentimental del problema. Él participaba delos sentimientos de Rousseau: el buen Dios vive en un jardín; el hombre no puede

Page 71: Republica Moderna

71

ser inocente sino en el campo, libre sino en lo profundo de los bosques, lo más lejosposible de la civilización industrial y de las ciudades. Este sueño romántico es demuy antigua data. Para Jefferson, la industria, él comercio y sobre todo los bancos,eran las obras mismas y las pompas del diablo. Al menos por lo que concierne a losbancos, ése será asimismo el sentimiento de Henry Ford.

Pero había más que sentimentalismo y romanticismo en la actitud deJefferson. En su espíritu la producción industrial no marchaba sin especulaciónfinanciera; así pues, para él estaba manchada con la sangre del pobre. La honestidadprofunda de Jefferson se rebelaba a la idea de que las manipulaciones de dineroenriqueciesen a los ricos y empobreciesen a los pobres. Excepción completamenteextraordinaria, aun en su tiempo, Jefferson abandonará la vida pública más pobre delo que era cuando entró en ella. El desarrollo industrial y comercial de la jovennación se le aparecía como un peligro para las costumbres y el espíritu democrático.Sin embargo, cuando fue presidente, no suprimió el sistema bancario que Hamiltonhabía establecido. Se contentó con fiscalizarlo severamente. Fue finalmente un granbien para América el que Hamilton haya tenido su oportunidad en el gobierno y enel momento en que la tuvo. Cuando Jefferson llegó a la presidencia, la unidadeconómica de América, América como mercado común, había hecho tales progresosque ya no se podía volver atrás. La unidad nacional se hallaba profundamentefundada.

Por carácter y por convicciones, la tendencia de Jefferson era considerar lalibertad individual antes de la unidad nacional. No es que él fuese indiferente a launidad nacional: "Empeñamos los unos a los otros nuestras vidas, nuestras fortunasy nuestro honor sagrado". Pero para él la República americana y su unidad estabanprimeramente basadas sobre la libertad individual. Jefferson presentía que laorganización de una sociedad industrial pondría en peligro esa libertad individual.Hoy que Hamilton ha ganado tan perfectamente la partida contra Jefferson, al puntode que la agricultura misma se industrializa y de que América ha pasado a ser la másgrande nación industrial del mundo, debemos sin embargo volver a ocuparnos, parameditarlas, de las advertencias de Jefferson. Es cierto que la inmensa y complicadamaquinaria de la organización industrial pone en peligro la libertad individual. Escierto que, si no es imposible, al menos es muy difícil permanecer fiel al espíritu yaun a la letra de la Declaración de Independencia, en una sociedad de massproduction y de mass distribution, en la que el individuo corre el riesgo de dejarsedisolver en un conformismo tanto más opresivo cuanto que es inconsciente.Seguramente es más fácil permanecer uno mismo en una sociedad agrícolaprimitiva, donde cada uno cultiva su propia huerta y subsiste de su producto. Elpresentimiento de Jefferson no era pues absurdo. Él presintió el problema central delmundo moderno; de qué modo el individuo puede liberarse de la opresión social asícomo se liberó ya poco más o menos de la opresión y del terror que ejercían antañosobre él la naturaleza y sus elementos?

Page 72: Republica Moderna

72

CARLOS MARX, AMÉRICA Y EL JURAMENTO DE HIPÓCRATES

Acerca de la manera en que Marx y Engels juzgaban la situación económica ysocial en América no tenemos ninguna hipótesis que formular. Ellos mismos seexplicaron perfectamente. Existe una correspondencia entre ellos y susrepresentantes en América, y que se extiende de 1848 a 1895. Constituye un libroabsolutamente fascinante. Citaré en primer lugar y un poco extensamente una cartaque me parece definir muy bien el estado de la cuestión que abordo en este capítulo.Esa carta de Carlos Marx a Weydemeyer está fechada en Londres el 5 de marzo de1852:

"...Finalmente en vuestro lugar yo diría una vez por todas a esos señoresdemócratas que harían mejor en trabar conocimiento con la literatura burguesa antesde osar despotricar sobre esas contradicciones... Antes de tratar de criticar la críticade la Economía Política, debieran adquirir ellos mismos los primeros elementos deeconomía política. No se tiene más que abrir la gran obra de Ricardo, por ejemplo,para encontrar esas palabras en la primera página: «El producto de la tierra —todoeso que emana de su superficie por la aplicación combinada del trabajo, lamaquinaria y el capital— se divide en tres clases de la comunidad, y que son: elpropietario de la tierra, aquel que posee los fondos o el capital necesario para elcultivo de la tierra, y los trabajadores por la industria de los cuales el suelo escultivado».

"Que la sociedad burguesa en los Estados Unidos no esté aún bastantedesarrollada para hacer evidente y comprensible la lucha de clases, he ahí un hechoprobado de una manera sorprendente por H. C. Carey (de Filadelfia), el únicoeconomista americano de importancia. Él ataca a Ricardo, el representante másclásico de la burguesía y el adversario más estoico del proletariado, como siendo unhombre cuyas obras son un arsenal para los anarquistas, los socialistas y todos losenemigos de la sociedad burguesa. Y no solamente lo acusa a él, sino que acusatambién a Malthus, Mili, Say, Torrens, Wakefield, Me Culloch, Senior, Wakley, R.Jones, etc.; en suma, a todos los maestros pensadores de la economía en Europa. Losacusa de destrozar a la sociedad y de preparar el camino para la guerra civil, por laprueba que aportan de que los fundamentos económicos de clases diferentes debennecesariamente suscitar entre ellas un antagonismo siempre creciente. Trata derefutarlos.. . tratando de demostrar que las condiciones económicas —el precio delalquiler (propiedad inmueble), la ganancia (capital), y los salarios (remuneración deltrabajo)— son condiciones de colaboración y de armonía, en lugar de condicionesde lucha y de antagonismo. Todo lo que él prueba, naturalmente, es que confundelas condiciones sociales «atrasadas» en los Estados Unidos con condiciones sociales«normales».

"En cuanto a mí, no se debe imputarme el descubrimiento o la existencia delas clases en la sociedad moderna o de la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, loshistoriadores burgueses han descrito el desarrollo histórico de esa lucha de las clases

Page 73: Republica Moderna

73

y los economistas burgueses han diseñado la anatomía de esas clases. Lo que hice, yque era nuevo, fue probar:

1. Que la existencia de las clases está solamente ligada a fases históricasespecíficas dentro del desarrollo de la producción;

2. Que la lucha de las clases conduce necesariamente a la dictadura delproletariado;

3. Que esa dictadura misma constituye solamente la transición hacia la aboliciónde todas las clases y hacia una sociedad sin clases.

Pedantes ignorantes como Heinzen, que niegan, no solamente la lucha, sino lamisma existencia de las clases, no hacen sino probar que, a pesar de sus alaridos queos hielan la sangre y de sus grandes aires humanitarios, consideran las condicionessociales bajo las cuales la burguesía gobierna como el producto final, el nec plusultra de la historia, y que ellos no son sino los criados de la burguesía. Y cuantomenos esos mismos pedantes comprenden la grandeza y la necesidad provisoria delrégimen burgués, tanto más resulta repugnante su servidumbre". (Todas las palabrassubrayadas lo han sido por Marx.)

Pocas páginas son tan claras en la obra de Marx, pocas son más importantes parameditar; pocas páginas, en toda la literatura social del mundo pueden ayudarnosmejor a comprender a América y su situación presente.

1. Marx reconoce sin vacilación su filiación legítima con la tradición burguesa ycapitalista de la economía política. Este punto es todo lo que hay de másimportante: permite rendir justicia a Marx. Permite quizá rendir justicia aotros, por ejemplo a Henry Charles Carey, citado aquí por Marx. En la mismaproporción en que Marx tiene razón, en la misma proporción en que eslógico, es lógico y tiene razón dentro de esa tradición capitalista de laeconomía; no es lógico y no tiene razón sino en el interior mismo de esatradición. Para tomar un ejemplo, si uno se atiene a la pretendida leyeconómica enunciada por Adam Smith, retomada por Ricardo: "Según quelos salarios y las ganancias sean altos o bajos, los precios suben o bajan",resulta evidente que en una sociedad orientada sobre la mayor ganancia ybasada sobre la competencia, uno se ve forzosamente inducido a:

a) Mantener los precios relativamente bajos para hacer frente a lacompetencia;

b) Bajar lo más posible los salarios para aumentar las ganancias. Dentrode esa línea, Marx tiene cien veces razón, y la condición obrera debedeteriorarse constantemente. Aun hoy, no se puede refutar eficazmentea Marx a menos de rechazar al mismo tiempo a Adam Smith, Ricardo,Malthus y a todos los grandes economistas de la tradición capitalista,como Henry Charles Carey parece haberlo comprendido bien. Marx no

Page 74: Republica Moderna

74

hace sino llevar más lejos esa tradición; él la desarrolla, saca de ellaciertas consecuencias nuevas; pero no solamente no sale de ella, sinoque la reconoce como suya, la honra intelectualmente, ella le pareceirrefutable. Hasta cuando combate el sistema burgués y pretendederribarlo, permanece atinadamente en el interior de ese sistema. Suposición es que el capitalismo burgués tiene una verdadera grandeza, yque es a la vez necesario y transitorio. Según él, los grandesteorizadores del capitalismo han analizado admirablemente laanatomía de una larva; desgraciadamente no comprendieron que esalarva debía necesariamente transformarse en mariposa. Él, Marx, locomprendió: ése es su descubrimiento propio. Así como unagolondrina anuncia la primavera, Marx era el profeta de laresplandeciente mariposa socialista que debía nacer de la larvacapitalista. Pero Marx sabe muy bien y lo dice sin ambages, que elestudio de la mariposa así como el de la larva pertenecen a la mismaciencia, la entomología. Es por lo que afirma tan vivamente sucontinuidad "científica" con Malthus, Ricardo y toda la tradiciónburguesa de la economía.

2. Marx señala no menos claramente su aporte personal a esa . tradición:

a) "La existencia de las clases está ligada solamente con frases históricasespecíficas, dentro del desarrollo de la producción". Esta proposición tiene unaire aceptable; no obstante, está llena de oscuridades. Hay aquí esa confusión,casi constante en Marx, entre causas, condicionamientos y consecuencias. Enla Europa medieval, ¿la aristocracia militar se ha constituido en clasedominante porque poseía la tierra, o bien ha poseído la tierra porque estaba yaconstituida en clase dominante como consecuencia de la guerra? Otroejemplo, en la democracia moderna francesa se puede considerar a losintelectuales como una clase dominante; sin embargo, no poseen los mediosindustriales de producción. A ello muchos intelectuales francesesresponderán que ellos son proletarios, y con alguna razón, puesto que son engeneral pobres y están mal alimentados. Pero ¿se es proletario porque no seposeen los medios de producción o porque no se pertenece a la clasedominante? No hay ninguna razón que impida ser la clase dominante sinposeer los medios de producción.

b) "La lucha de las clases lleva necesariamente a la dictadura del proletariado."En Miseria de la filosofía Marx ha explicado muy bien cómo en el sistemacapitalista la condición obrera debe envilecerse constantemente. Cita aRicardo: "Disminuid los gastos de fabricación de los sombreros y su precioterminará por caer a su nuevo precio natural, aunque la demanda puedaduplicarse, triplicarse o cuadruplicarse. Disminuid los gastos de

Page 75: Republica Moderna

75

mantenimiento de los hombres, disminuyendo el precio natural de laalimentación y de las ropas que sustentan la vida, y veréis los salariosterminar por bajar, aunque la demanda de brazos haya podido aumentarconsiderablemente". (Ricardo, tomo II, página 253.) Las palabras subrayadaslo son por Marx; la referencia está dada por Marx. Marx comenta:"Ciertamente, el lenguaje de Ricardo no puede ser más cínico. Colocar en lamisma línea los gastos de la fabricación de los sombreros y los gastos delmantenimiento del hombre es transformar al hombre en sombrero. El cinismoestá en las cosas y no en las palabras que expresan las cosas". Esta vez soy yoquien subraya esta comprobación de Marx acerca de un estado de cosas, paraél así como para Ricardo, inevitablemente. Para Marx como para Ricardo esfatal que la clase obrera, a medida que se aumenta la producción, llegue a noexistir sino "bajo ese aspecto de la clase más sufriente", despojada de todadignidad humana, a merced, como los sombreros, de las fluctuaciones delmercado. Lo que se comprende menos es cómo esa clase sojuzgada ymiserable pueda un día conquistar la dictadura. Aquí, yo creo que todas lascríticas de Simone Weil contra Marx son absolutamente irrefutables. Lanombrada escribe: "La fórmula de Marx, según la cual el régimenengendraría sus propios sepultureros, recibe todos los días cruelesdesmentidos; y uno se pregunta por otra parte cómo Marx ha podido jamáscreer que la esclavitud pudiese formar hombres libres. Nunca aún en lahistoria un régimen de esclavitud ha caído bajo los golpes de los esclavos. Laverdad es que, según la fórmula célebre, la esclavitud envilece al hombrehasta hacérsela amar; que la libertad no es preciosa sino a los ojos de quienesla poseen efectivamente: y que un régimen enteramente inhumano..., lejos deforjar seres capaces de edificar una sociedad humana, modela a su imagen atodos aquellos que le están sometidos, tanto oprimidos como opresores". _

c) "Esa misma dictadura no constituye más que la transición hacia la aboliciónde todas las clases y hacia una sociedad sin clases." Las palabras classlesssociety, que tienen hoy una tan extraña fortuna lo mismo en América que enRusia, no quieren decir, tal vez, gran cosa. Los americanos quieren decir,quizá, por esa expresión que, entre ellos, todo el mundo puede llegar a serpropietario, y los rusos que, entre ellos, ninguno lo es, salvo la sociedadmisma. No se sigue menos de esto que, en América, los que poseenefectivamente, sea el dinero, sea los medios de producción, poseen un poderque los demás no tienen; y que, en Rusia, como Milovan Djilas explicó,quienes controlan el Estado detentan efectivamente los medios deproducción, y por lo mismo poseen un poder tanto más absoluto cuanto queéste no tiene competencia.

En esa carta, Marx no lo dice, pero habla de ello en otras partes a menudo contraBakunín, la revolución proletaria una vez terminada, toda civilización burguesa una

Page 76: Republica Moderna

76

vez liquidada, los medios de producción una vez por todas en las manos de lacomunidad, el Estado, habiendo terminado su papel, debe disolverse por sí mismo.Nadie duda que esta visión no corresponda al sentimiento más profundo de CarlosMarx. Pero cuarenta años después de la Revolución de octubre, tenemos unaoportunidad que Marx no tenía: la de poder cotejar esa intuición de Marx con larealidad. Si uno se coloca en el estricto punto de vista científico, como Marxpretendía colocarse, no hay por qué temer una comparación tal, sino que se debedesearla. Claude Bernard ha escrito: "El método experimental, método dellibrepensador, no busca sino la verdad científica. El sentimiento, del que todoemana, debe conservar su espontaneidad entera y toda su libertad para lamanifestación de las ideas experimentales; la razón debe, también ella, conservar lalibertad de dudar y, por ello, se obliga a someter siempre la idea al control de laexperiencia... El genio se traduce por un sentimiento delicado al que presionan deuna manera justa las leyes de los fenómenos de la naturaleza; pero lo que nuncadebe olvidarse es que la justeza del sentimiento y la fecundidad de la idea no puedenestablecerse y probarse sino por la experiencia".

Ahora bien, M. Djilas nos explica que la revolución proletaria, en lugar de abolirlas clases, no hizo sino establecer una nueva clase poseedora inamovible en susprivilegios, y nosotros vemos todos los días que, lejos de haber abolido la opresióndel Estado, ella no ha hecho sino reforzarla en un organismo totalitario. Hay paraello buenas Tazones, que el señor Khrushchev se toma la molestia de explicarnos.Pero allí está el punto. Cuarenta años después di; la Revolución de Octubre,comparando el sentimiento y la idea de Marx con la realidad, y sometiéndolos alcontrol de la experiencia, es científico preguntarse si no habrá siempreindefinidamente buenas razones para diferir la abolición total de las clases y ladisolución del Estado; es científico preguntarse si el sentimiento de Marx era"justo", si su idea era "fecunda" o si su teoría titulada científica no es más que unade esas hipótesis utópicas de que está sembrado el camino recorrido por la ciencia através de los siglos y que ha debido siempre abandonar para progresar. Es científicopreguntarse si la dictadura del proletariado no ha sojuzgado a los obreros en lugar deemanciparlos.

Marx nació en 1813. Napoleón, prisionero en Santa Elena, vivía aún. Tan cercade los hechos, Marx vio de igual modo muy bien, lo mismo que Jefferson, elcarácter utópico y desastroso de la Revolución Francesa. No tuvo inconveniente endecir que, en lugar de Libertad, Igualdad y Fraternidad, la revolución no había dadoa los franceses sino Infantería, Artillería, Caballería. ¿Por qué tendríamos nosotrosmás inconveniente que él en juzgar la Revolución de Octubre, y comprobar que enlugar de todo lo que ella prometió, no ha traído al mundo más que Estado, Policía,Ejército, Terror? A buen seguro, no es lo que Marx quiso. Pero Saint-Just y LaFayette no quisieron tampoco a Napoleón: sin embargo, contribuyeron a crearlo.Pero esta carta de Marx, que me induce a todas estas reflexiones, es de unaimportancia particular en mi asunto. Él, que emplea frecuentemente los epítetos más

Page 77: Republica Moderna

77

desdeñosos para todos aquellos que osan contradecirlo, habla sin embargo conrespeto de un economista americano, Henry Charles Carey, The only Americaneconomist of importance. Esta mención por parte de Marx vale un cuadro de honor yhubiese debido precipitar a las universidades norteamericanas a averiguar quién eraCarey, y sobre todo cuáles eran sus ideas en economía. Ahora bien, aun losespecialistas conocen apenas su nombre y yo no he encontrado a ninguno de ellosque se acordase de esta carta de Marx a propósito de Carey. Refiriéndome aquísolamente a lo que Marx dijera de él, me parece, no obstante, que este HenryCharles Carey (de Filadelfia) tuvo, según las expresiones de Claude Bernard, ideaseconómicas y sociales sobre América singularmente penetrantes y un sentimientosingularmente justo acerca de su próxima evolución. La diversidad social, creadapor una producción evolucionada, le parece un elemento de armonía más bien quede batalla, y, cosa más importante aún, no teme atacar de frente a los ídolos"científicos" de Marx: Malthus, Ricardo, y toda la escuela clásica de la economíacapitalista, in short the economic masterminds of Europe.

Carey parece haber comprendido perfectamente lo que Marx ni Engelscomprendieron, lo que el señor Khrushchev no comprende todavía: que América seorientaba hacia una organización económica y social enteramente diferente, no sólodel socialismo comunista, sino hasta y al mismo tiempo del sistema capitalistaclásico, definido por Malthus, Ricardo y Adam Smith. "Él trata de refutarlos, añadeMarx, intentando demostrar que las diversas condiciones económicas soncondiciones de colaboración y de armonía más bien que condiciones de lucha y deantagonismo." Este juicio extraordinario de Marx sobre Carey data de más de cienaños: 5 de marzo de 1882. Por muy lenta que la historia sea, un siglo es una baseexperimental sólida para juzgar quién está equivocado o quién tiene razón, yo digoexperimentalmente, Marx diría "científicamente", quién estuvo equivocado o quiéntuvo razón, Carlos Marx o Carey, en sus puntos de vista opuestos sobre la situaciónde América. Ahora bien, Marx concluyó según su manera siempre perentoria: "Todolo que (Carey) prueba, naturalmente, es que él confunde las condiciones socialesatrasadas ("undevelopped") de los Estados Unidos con condiciones sociales"normales". Habría gustado que Marx hubiese dudado un poco más de sí mismo,que hubiese sido más "científico", de acuerdo con la recomendación de ClaudeBernard: "La regla única y fundamental de la investigación científica se reduce a laduda".

Porque, en una palabra, después de un siglo de experimentación es difícilsostener aún que la situación social americana sea siempre undevelopped. Ahorabien, después de un siglo, la situación social americana, con lentitudes y a buenseguro con retrocesos, ha progresado en el sentido previsto por Carey,contrariamente a las previsiones de Marx. Ha evolucionado en el sentido de laarmonía, no de la lucha de clases. Y yo trataré de explicarlo en esta parte de milibro. A uno le resulta siempre fácil decir que una situación, que no está de acuerdocon la propia teoría, no es una situación "normal", que no es sino una situación

Page 78: Republica Moderna

78

"transitoria". Pero después de un siglo, ese razonamiento termina por gastarse, o, loque viene a ser lo mismo, todo el mundo acaba por comprender que unrazonamiento tal no es más que una manera como cualquier otra do remitir a lagente a las calendas griegas, que es el único recurso de los utopistas.

Nada es más desalentador para la inteligencia que el persistente error de losmarxistas con respecto a América. Los teólogos católicos fueron menos obstinados:cien años después de la condenación de Galileo, ninguno de entre ellos osaba yasostener la validez científica de la astronomía de Ptolomeo y del Génesis. Estoy, noobstante, seguro de que hoy, sobre la sola autoridad de Marx, el señor Khrushchevcondenaría aún los libros de Henry Charles Carey. El 3 de junio de 1886 Engelsescribía, y su juicio es digno do notarse hasta el punto preciso en que interviene elsistema: "Después de todo, América es el ideal de todos los burgueses: es un paísrico, vasto, en plena expansión, con instituciones puramente burguesas que no hansido contaminadas por los residuos feudales de una tradición monárquica, y que notiene proletariado permanente y hereditario. Allí cada uno puede convertirse, si noen un capitalista, en todo caso en un hombre independiente, productor ocomerciante, por sus propios medios y por su propia cuenta. Y porque no había, almenos porque no había todavía (subrayado por Engels) clases cuyos intereses fuesenopuestos, nuestros —y vuestros— burgueses pensaron que América quedaría porencima (subrayado por Engels) de los antagonismos y de las luchas de clases. Estailusión está ahora deshecha: el último paraíso burgués sobre la tierra se transformarápidamente en purgatorio, y nada puede impedir que se convierta, como Europa, enun infierno, nada sino la marcha hacia adelante y el progreso que acompañan aldesarrollo del proletariado de América, en lo sucesivo mayor... Quisiera tan sólo queMarx hubiera vivido lo bastante para verlo con sus propios ojos". Lástima, en efecto,que Marx haya muerto, y que no tuvo la constitución física de Matusalén parapermitirle aguardar la realización de sus profecías sobre la situación socialamericana. Esas mismas expresiones de infierno, de purgatorio y de paraíso son deun vocabulario de utopista. Los valientes americanos, como Henry Charles Carey,siempre supieron que una sociedad no es jamás el paraíso, que se puede y se debeimpedir que se convierta en un infierno, que hace falta simplemente hacerlahabitable a los mortales que somos nosotros.

Volvamos a Carey. Este hombre tuvo la rara inteligencia de haber percibido,en esa época, la necesidad de rechazar a la vez y a un mismo tiempo la economíatradicional capitalista y el marxismo que de ella derivaba. De Marx a Carey, deMarx a América, existe la diferencia entre la geometría euclidiana y una geometríano euclidiana. En economía política, Euclides se llama Ricardo. Marx permanece enel sistema de Euclides. Carey y América se salen de él. Hasta el siglo XIX, el mundono sospechó en geometría otra desarrollo posible que el basado sobre el postulado deEuclides. Lobachevski creó por primera vez una geometría no euclidiana, que secomporta y progresa muy bien desde entonces, pese a los sarcasmos vertidos sobreella por los euclidianos. Por la misma época, un economista americano, Carey, se

Page 79: Republica Moderna

79

atrevió a abandonar los postulados de Ricardo y Malthus, retomados, seguidos ydesarrollados por Marx como por un escolar aplicado y estudioso. Carey precedía aAmérica en eso, a América que, del punto de vista económico y social, tomó una víatan diferente de la trazada por Smith, Ricardo, Malthus y Marx, como la geometríade Lobachevski es diferente de la de Euclides. Seguramente los marxistas y aun loscapitalistas europeos no gustan de ello, y se rehúsan a admitir la posibilidad mismade esa diferencia, como los euclidianos detestaron a Lobachevski.

Todo esto es perfectamente humano, es decir, natural, "normal", hubiesedicho Marx. Para los marxistas, Marx y Ricardo son más importantes que la verdad.La economía política de ellos está actualmente en el punto en que estaba lamedicina, hace cien años, cuando Claude Bernard escribía: "La medicina se hallatodavía en las tinieblas del empirismo, y padece las consecuencias de su lado deatraso.. . Lo maravilloso y la superstición juegan en ella mi papel considerable. Loshechiceros, los sonámbulos, los curadores en virtud de un don del cielo, sonescuchados al par que los médicos. La personalidad médica está colocada porencima de la ciencia por los médicos mismos. Éstos buscan sus autoridades en latradición, en las doctrinas, o en el tacto médico. Este estado de cosas es la pruebamás clara de que el método experimental no ha llegado todavía en la medicina".

Y, en otro pasaje, estas líneas fulgurantes de verdad: "Ocurre además muynaturalmente que quienes creen demasiado en sus teorías no creen bastante en las delos demás. Entonces la idea dominante de esos desdeñadores de lo ajeno es hallar enfalta las teorías de los demás y buscar contradecirlas. No hacen experiencias sinopara destruir una teoría, en lugar de hacerlas para buscar la verdad, lineenigualmente malas observaciones, porque no toman de sus resultados de susexperiencias sino lo que conviene a su finalidad lo que no se refiere a ella, yseparando idea que ellos quieren combatir. Se ven así conducidos... a falsear laciencia y los hechos".

No es por azar, o por el placer de una reconciliación imprevista que cito congusto a Claude Bernard, el incomparable teórico del método experimental enmedicina. A mi juicio, existe una profunda y muy esclarecedora analogía entre lamedicina y la economía política. La economía política tiene por objeto la salud delcuerpo social, como la medicina tiene por objeto la salud de los cuerpos físicosindividuales. Las mismas dificultades, las mismas querellas que oscurecen lanaturaleza, los métodos y los fines de la medicina oscurecen también la naturaleza,los métodos y los fines de la economía política. Las dos disciplinas tienen lasmismas tentaciones, los mismos peligros y quizá las mismas obligaciones morales.Claude Bernard escribió: "El método experimental y la experimentación han sidointroducidos desde hace largo tiempo en las ciencias psicoquímicas, las cuales lesdeben su brillo... Nuestro único fin es y siempre ha sido el de contribuir a hacerpenetrar los principios bien conocidos del método experimental en las cienciasmédicas". También el fin declarado de Marx fue el de descubrir las leyes de laproducción y constituir la economía política en ciencia exacta. Pero Claude Bernard

Page 80: Republica Moderna

80

se dio muy bien cuenta que, para la medicina, ese fin se hallaba aún lejano: "En cadagénero de ciencia —dice— los fenómenos varían y presentan una complejidad ydificultades de investigación que íes son propios. Es esto lo que hace que losprincipios de la experimentación... sean incomparablemente más difíciles para laaplicación a la medicina y a los fenómenos de los cuerpos vivos que a losfenómenos de los cuerpos' brutos". Ricardo y Marx están bien lejos de haber tenidola misma prudencia. Y, sin embargo, los fenómenos sociales son tan complejos ydelicados como los sometidos a la investigación médica; tal vez son más complejos,resisten mejor que aquéllos al análisis. Ahora bien, aún hoy día, y según admisión delos médicos mismos, la medicina opera sobre hipótesis, generalizacionesprovisionales, presunciones, pero, salvo quizás en bioquímica, no todavía sobreleyes. Es esto también por lo que el error básico, aquel del que derivan todos losotros errores de juicio y de profecía, de Ricardo y de Marx, consiste en haberpretendido dictar leyes, cuando la economía política está aún más atrasada que lamedicina. En el dominio científico, cuando las leyes no se hallan sostenidas porhechos, aquéllas no son más leyes, no son sino postulados sistemáticos, que impidenel progreso de la ciencia en lugar de apresurarlo.

Tales son los, postulados marxistas en economía, y entre ellos los postuladosformulados por Ricardo y la escuela capitalista inglesa. Y, sin embargo, la ambiciónfinal de Marx y Ricardo era justa. Debe desearse que la economía política salga delempirismo y del sistema y se constituya un día en ciencia, como lo deseamos para lamedicina. Pero ni la economía política ni la medicina son todavía ciencias, y laeconomía política menos aún, sin duda, que la medicina. Una y otra no son todavíasino artes, que utilizan recetas, observaciones, experiencias y la casualidad, pero noleyes propiamente dichas. Por lo menos la medicina reconoce francamente susituación, sin renegar por ello de su ideal científico. Por el contrario; desde ClaudeBernard, los laboratorios de medicina se han multiplicado en todo el mundo, y lomismo los descubrimientos. Jamás la vida y la salud del hombre han estado másprotegidas. Pero la economía política sufre de la manía de grandezas: ha queridocorrer antes de saber caminar. Hay algo de asombro al pensar que gente inteligentecomo Ricardo y Marx hayan podido imaginar leyes que creían científicas yobjetivas, en dominio tan vasto, complejo y delicado como el de la economía.Cierto, no debe renegarse de la ambición científica, aun en un dominio; pero, lomismo que en medicina, esa ambición debe expresarse por la modestia de laempresa, la sumisión absoluta a los hechos y a inmensos trabajos de laboratorioantes de entrever a posibilidad misma de establecer leyes. Hace falta ser unignorante o un charlatán para atreverse para legislar en un dominio todavíaenteramente sumergido en el empirismo.

La analogía entre la medicina y la economía política debe llevarnos todavíamás lejos que esta duda metódica y esta modestia laboriosa, que convienen en talesdominios y que son la única expresión de honestidad de una vasta ambicióncientífica. Por cuanto, en suma, aun cuando ella no es todavía una ciencia, hace

Page 81: Republica Moderna

81

mucho tiempo que la medicina existe y se practica como un arte, Cuyo objeto esconservar la salud y curar las enfermedades. Esa finalidad declarada y tradicional dela medicina es, desde un punió de vista científico, extravagante; Deteriorarsistemáticamente la salud, provocar la enfermedad o la muerte, no es médico, alMenos directamente, da lo que en los laboratorios, las experiencias hechas pormédicos alemanes en los campos de concentración aun cuando ellos han sido para elprogreso general de la medicina, seguirán siendo siempre una monstruosidadmédica. Desde el juramento de Hipócrates, el médico no es completamente libre deobrar a su voluntad, ni aun para el progreso científico de la medicina. Es oportunocitar aquí_ algunos pasajes de ese famoso juramento: "Yo adopto esta profesión parael beneficio de mis pacientes, en la medida de mis capacidades y de mi juicio, y nopara hacerles mal o causarles algún daño. No daré a ninguna persona droga mortal,aun cuando me lo pida, y desaconsejaré su uso. . . Sea cual fuere la casa en queentrare, no iré sino para el beneficio del enfermo, y me abstendré de llevar cualquierdaño que fuere, o de corromper a quienquiera que fuere. Me abstendréespecialmente de todo acto de seducción. . .'

Desde los orígenes de la sociedad humana, en toda la historia de la economíapolítica, lo que más ha faltado, aquello cuya ausencia ha causado más catástrofes, es,quizás, un juramento de Hipócrates, el cual hubiera creado en la práctica del arteeconómico la misma tradición de desinterés, de abnegación, de preocupaciónhumana que existe entre los ejercitantes de la medicina. Lo cual no quiere decir quetodos los médicos se hallen a la altura del juramento de Hipócrates, aunque ningunose atreva a afirmar que la medicina tenga otra finalidad que aquella señalada porHipócrates. Sobre este punto la economía política me parece estar en retraso sobre lamedicina. Sobre este punto aún Carlos Marx me parece superior a Ricardo y a laescuela capitalista inglesa: en función de la evolución económica, Marx prevé lareconciliación definitiva del hombre con el hombre. Entretanto, el hombre no es másque un conejillo de Indias de laboratorio sobre el que se aplican leyes. Marx seengaña sobre esas leyes y sobre esa evolución, pero tiene al menos para un porvenirquizás utópico una preocupación humanista. Ricardo no la tiene.

Creo que la economía norteamericana tiene una ambición humanista. No mebasta con afirmarlo; debo probarlo, según la definición de Claude Bernard: "Laexperimentación es un razonamiento por el cual sometemos nuestras ideas a loshechos".

Page 82: Republica Moderna

82

"EL CAPÍTULO DE LOS SOMBREROS"

Antes de entrar a un análisis detallado de la economía política en América, que meparece ser la menos sistemática de todas las economías políticas, quiero despejar elterreno delante de ella mostrando los estragos del espíritu de sistema en economíapolítica. Una vez más, Marx me abre la puerta.

Comparando a Hegel y Ricardo, Marx escribió: "Si el inglés transforma a loshombres en sombreros, el alemán transforma los sombreros en ideas. Estatransformación de hombres en sombreros, y de los sombreros en ideas de sombreroses la caricatura más concisa con que se haya jamás representado a la economíacapitalista y a la filosofía hegeliana. Como toda buena Caricatura, ella,desgraciadamente, es verídica. Y Marx tiene algo «pío ver en el hecho de que laeconomía política se haya convertido en esa máquina transformadora de hombres enideas de sombreros. Inútil es añadir que esa máquina no aparenta tener muchaspreocupaciones humanistas.

Cuarenta años después de la Revolución de Octubre, no faltan los críticos delcomunismo. Uno se pregunta quién es responsable de ese monstruosodistanciamiento entre el socialismo místico y el socialismo histórico. La mayoría, yentre ella tenemos la ventaja de contar al señor Khrushchev, acusa a Stalin. Algunos,y entre ellos el señor Milovan Djilas, llegan hasta a acusar a Lenin también. Delantede Marx, se vacila. La buena voluntad y el desinterés del viejo barbudo son tanresultantes, que se teme atacar su memoria y escupir sobre su tumba. Como si setratase de escupir sobre su tumba o aun de atacar su memoria... Es su juicio, y másaún su presunción "científica" lo que solamente está en juego. A partir de él, todosesos personajes que se suceden en la escena marxista, solemnes o bufones, perosiempre seguros de sí mismos, infalibles, nos recuerdan otros personajes que tienenlos mismos gestos, las mismas palabras, la misma arrogancia, y que ya hemos vistoen alguna parte. ¡Caramba, si todos son el vivo retrato de los médicos de Moliere!Pero si el señor Khrushchev se parece más a Sganarelle, el desdichado Marx separece como un hermano al señor Diafoirus y al señor Purgon.

Mi intención no es burlarme. Hasta puede ser que Moliere, que muriómientras en la escena representaba a Argan y sin llamar al médico, como se habíajurado hacerlo, no reía tanto como se cree cuando describía esos personajesgrotescos pero peligrosos que eran los médicos de su tiempo. Escribiendo El MédicoImaginario o El Médico a pesar suyo, aquel que había escrito Tartufo o Las MujeresSabias, desenmascaraba sencillamente pero sin temor otra hipocresía y otropedantismo, desenmascaraba sin temor a quienes se pretendían sabios en tanto queno lo eran, que no podían serlo en el estado pre-científico de la medicina en esaépoca, desenmascaraba sin temor a quienes no eran más que nuevos tartufos, queutilizan para su provecho el temor que los creyentes tienen del infierno. Dos siglospor adelantado, Moliere abría en medicina la vía a Claude Bernard, positivamente, lahacía posible. Con su intrépida ironía, protegía por anticipado sus trabajos.

Page 83: Republica Moderna

83

Lo que más falta en economía política es un Claude Bernard, que hiciese la teoríadel método experimental en economía política. Pienso que si no tenemos todavía aese Claude Bernard de la economía política es porque el terreno está todoenmarañado de teorías falsamente científicas, de pedantismo e hipocresía, y porqueno hemos tenido aún a un Moliere de la economía política, para hacer reventar ydesinflar la seguridad y el orgullo de quienes tajean y cortan a la manera de losmédicos de Moliere. No importa quién sea el charlatán que pueda pasearse ylevantar su tablado, utilizar la miseria de los pueblos, la esperanza que tienen de salirde ella y todas las compasiones que esa miseria inspira, como en tiempos de Molierelos charlatanes de la medicina utilizaban la enfermedad, el temor de la muerte, laesperanza de curarse y todas las compasiones que el sufrimiento despierta en loscorazones sensibles y generosos.

Todo lo cómico de los médicos de Moliere proviene de una equivocación yesa equivocación es cruel. El médico pretende tener la ciencia y el poder de curar lasenfermedades y de impedir la muerte. En realidad, no tiene ni esa ciencia ni esepoder; pero para mantener su pretensión, el prestigio y el dinero que de elloproceden, le es indiferente matar: no siente ninguna responsabilidad. De igual modolos economistas pretendidos "científicos" re-c laman muy alto la ciencia y el poderde salvar a los pueblos de la miseria. En realidad, no tienen ni ese poder ni esaciencia; no pueden tenerlos; por pedantismo llegan a ser profundamente indiferentesa la suerte de los pueblos, a su miseria, a la opresión, al terror, al homicidio en masa.Todo lo que quieren es tener siempre razón y ser respetados sin contradicciónposible. Puesta en Ubios de Lenin, de Stalin, de Mao Tse-tung, de Tito, deKhrushchev, esa profesión de fe de Sganarelle presta un sonido siniestro peroverdadero:

SC.ANARELLE. — Hallo que éste es el mejor oficio de todos; porque, seaque se haga bien, sea que se haga mal, siempre se es papado de la misma manera. Elmal trabajo no recae jamás sobre nuestras espaldas; y cortamos como nos place en latela sobre la mal trabajamos. Un zapatero, al hacer zapatos, no podría echar a perdera un hombre sin que pague por ello los platos rotos; pero aquí se puede echar aperder a un hombre sin que ello cueste nada los yerros no son absolutamente denosotros, y siempre .son la culpa del que muere. En fin, lo bueno de esta profesiónes que hay entre los muertos una honestidad, una discreción que son las más grandesdel mundo; y jamás se los ve quejarse de quien los ha matado.

LEANDRO — Es verdad que los muertos son gente sumamente honesta enesta materia.

En su discurso solemne en ocasión del 409 aniversario de la Revolución deOctubre, el señor Khrushchev tuvo la osadía de evocar la sublevación húngara.Habló de ella exactamente en el tono del señor Purgon: "He aquí una audacia biengrande, una extraña rebelión de un enfermo contra su médico..." Uno se imagina por

Page 84: Republica Moderna

84

otra parte muy bien al mariscal Zhukov, tranquilizando en ese momento al ComitéCentral del Partido sobre la suerte de Hungría: "No os inquietéis; tengo remediosque se burlan de todo, y espero la agonía". "Allí perderé toda mi medicina: o laenferma reventará, o bien os pertenecerá." Los médicos del cuerpo social son hoydía mucho más poderosos que los médicos de Moliere, tienen remedios eficaces ymasivos de otra manera. Pero tienen la misma seguridad en el ejercicio de su arte.Pero es Marx, el mismo Carlos Marx, quien les ha metido a todos en la cabeza esehermoso sistema. Marx, más que todos los otros, con su profetismo apocalíptico,habla el lenguaje de los médicos de Moliere: "Quiero enfermos de importancia,buenas fiebres continuas, con transportes al cerebro, buenas urticarias, buenaspestes, buenas hidropesías, buenas pleuresías con inflamaciones de pecho; es eso loque me complace, es entonces cuando triunfo; y yo quisiera, señor, que vos tuvieraistodas las enfermedades que acabo de nombrar, que fueseis abandonado de todos losmédicos, que estuvieseis desesperado, en la agonía, para mostraros la excelencia demis remedios, y el deseo que yo tendría de serviros". A lo que nosotros debemosresponder como el mismo Argan: "Os estoy agradecido, señor, por las bondades quetenéis para conmigo".

Nada es más fríamente, nada es más obstinadamente, nada es másinconscientemente cruel que el pedantismo. Nada hace estúpido más fácilmente.Carlos Marx tiene más hijos dignos de los que tiene Claude Bernard o Moliere. Seobstruye hoy día todo descubrimiento y todo progreso en economía política ennombre de Marx y Hegel, como en el siglo XVII la Sorbona condenaba el uso de laquinina en nombre de Aristóteles. Pero es siempre, bajo otros patronazgos, el mismofanatismo y los mismos pedantes. "Es firme en la disputa, terco como un turco ensus principios; no se desdice nunca de sus opiniones, y persigue un razonamientohasta los últimos repliegues de la lógica. Pero, sobre todas las cosas, lo que imeplace de él, y en ló que sigue mi ejemplo, es que se adhiere ciegamente a lasopiniones de nuestros antiguos, y que no ha querido comprender ni escuchar lasrazones y las experiencias de los pretendidos descubrimientos de nuestro siglo. .. yotras opiniones de la misma especie."

El 29 de enero de 1886 Engels escribía: "Aun en América, la condición de laclase obrera debe gradualmente hundirse cada vez más bajo". Si hoy, setenta añosdespués de esa sorprendente predicción tan perfectamente contradicha por loshechos, se pide cuenta a un comunista acerca de este evidente desmentido, no tendráa menos de responder con Sganarelle: "Esta gran salud es de temer". Desde hacecien años se intenta convencernos de que América va de mal en peor. América es elenfermo imaginario por los marxistas, y lo que no se le perdona es que se rehuse acreerse enferma.

CLÉANTE. — Señor, me place encontraros de pie y de ver que estáis mejor.TOINETTE. — Cómo, que está mejor. Eso es falso. El señor está siempre mal.

Page 85: Republica Moderna

85

CLÉANTE. — He oído decir que el señor estaba mejor y yo lo encuentro de buensemblante.TOINETTE. — ¿Qué queréis decir con eso de buen semblante? El señor estásiempre muy malo; y son impertinencias vuestras decir que estaba mejor. Nunca haestado tan mal.ARGAN. — Ella tiene razón.TOINETTE. — Camina, duerme, come y bebe igual que los demás, pero eso noimpide que esté muy enfermo.ARCAN. — Eso es verdad.CLÉANTE. — Señor, estoy desesperado de oír esto.

Dejemos a otros esa desesperación.Se halla asimismo en Moliere un bello análisis de la dictadura tan deseada por Marxpara el proletariado. El pequeño diálogo que voy a citar puede ayudar al lector acomprender mejor un libro, famoso en Francia que hace el elogio conjunto delhumanismo y del terror. El médico de Moliere intenta crear en varios miembros delorganismo una conciencia de clase, que debe terminar en lucha de clasesY por la derrota y la eliminación de los miembros que impedían a los otros queprosperaran.

TOINETTE (disfrazada de médico). — ¿Qué diantre hacéis con ese brazo?ARGAN. — ¿Cómo?TOINETTE. — He ahí un brazo que me haría cortar en seguida si yo estuviera envuestro lugar.ARGAN. — ¿Y por qué?TOINETTE. — ¿No veis que él se lleva todo el alimento y que impide medrar deese lado?ARGAN. — Sí; pero necesito mi brazo.TOINETTE. — Tenéis allí también un ojo derecho que me haría saltar, si yoestuviese en vuestro lugar. ARGAN. — ¿Hacer saltar un ojo?TOINETTE. — ¿No veis que él incomoda al otro y le sustrae su alimento? Creedme,hacéoslo saltar lo más pronto: veréis más claro con el ojo izquierdo.ARGAN. — Eso no corre prisa.BERALDE. — He ahí un médico que me parece muy hábil.ARGAN. — Sí, pero va un poco demasiado ligero.BERALDE. — Todos los grandes médicos son así.

Dios me guarde de pensar que los profesores de la Sorbona no son grandesprofesores, y sé que los siglos pasarán, pero que la Sorbona no pasará jamás. Ellasigue siendo hoy lo que era en tiempos de Juana de Arco. Mi única esperanza es que,frente a esa sabia y poderosa institución, Moliere tampoco perezca. Moliere, hoy díaes quizás un muchachito húngaro, demasiado joven para saber lo que es la Sorbona,

Page 86: Republica Moderna

86

pero que mira pasar por las calles de Budapest los cascos rusos. Los mira pasar conla insolencia que debe tener el pequeño Poquelin para los bonetes puntiagudos de losdoctores de la época. Ésa fue siempre la finalidad de los grandes comediantes:divertir a los hombres con su desdicha. Puede ser que el nuevo Moliere tenga máspena aún que el primero y que sea muy difícil hacer reír al pueblo húngaro.

Moliere hace más que denunciar; describe las causas de la locura humana.Debo citar aquí extensamente un diálogo admirable, en el que Beralde sostiene elpartido de la razón, contra su hermano Argan intoxicado de remedios y depedantismo. El diálogo muestra que no hay gran cosa que hacer contra el fanatismoinculcado por una falsa ciencia. Ninguna prueba en sentido contrario hará jamásnada allí porque el fanático no tiene necesidad de verdad; él tiene necesidad de sucreencia. El que haya todavía en Europa occidental obreros dispuestos a sercomunistas, después de la masacre de los obreros húngaros, es una prueba, tanevidente como Argan, de lo que digo.

ARGAN. — ¿Así, pues, en vuestra opinión, los médicos no saben nada?BERALDE. — .. .toda la excelencia de su arte consiste en un pomposo galimatías,en una especiosa charla que os da palabras por razones, y promesas por efectos.ARGAN. — Pero, en fin, hermano mío... todo el mundo recurre a los médicos.BERALDE. — Es un signo de la debilidad humana y no de la verdad de su arte.ARGAN. — Pero es necesario que los médicos crean que su arte es verdadero,puesto que de él se sirven para sí mismos.BERALDE. — Es que hay entre ellos mismos quienes están en elerror popular, del cual se aprovechan, y otros que se aprovechan de él sin estar en él.Vuestro señor Purgon, por ejemplo, no ve en ello ninguna fineza; es un hombre...que cree en sus reglas más que en todas las demostraciones de los matemáticos, quecreería ser un delito querer examinarlas, y que no ve nada de oscuro en la medicina,nada de dudoso, nada de difícil, y que, con una impetuosidad de prevención, unafirmeza de confianza, una brutalidad de sentido común y de razón. . . no titubeasobre nada. No hay que quererle mal por todo lo que pueda haceros: es de la mejorbuena fe del mundo con que os hará morir; y no hará haciéndoos morir, más que loque le hizo a su mujer y a sus hijos, y lo que en caso de necesidad hará consigomismo... Es nuestra inquietud y nuestra impaciencia lo que echa a perder todo. Ycasi todos los hombres mueren a causa de sus remedios y no a causa de susenfermedades.ARCAN. — Mas es menester convenir, hermano mío, en que se puede ayudar a estanaturaleza por medio de ciertas cosas.BERALDE, — Por Dios, hermano mío, ésas son puras ideas con que nos gustaalimentarnos; en todo tiempo se han deslizado entre los hombres bellasimaginaciones que llegamos a creer porque ellas nos halagan y porque sería dedesear que fuesen verdaderas. Cuando un médico os habla de ayudar, de socorrer, dealiviar la naturaleza, de quitarle lo que la daña y de darle lo que le falta, de

Page 87: Republica Moderna

87

restablecerla y de reponerla en una plena disposición de sus funciones... os refierejustamente el cuento de la medicina. Pero cuando llegáis a la verdad y a laexperiencia, no encontráis nada de todo eso; y ello es como esos hermosos sueñosque no os dejan al despertar sino el disgusto de haberlos creído.

Los médicos de hoy harían muy mal en guardarle rencor a Moliere. Es apartir de él que puede fecharse la medicina moderna, la que ofrece alguna esperanzade llegar un día a ser científica. Después de Moliere los médicos abandonaron "elcuento de la medicina" para atenerse "a la verdad y a la experiencia". Y cuando, eneconomía política, uno se atiene igualmente "a la verdad y a la experiencia",advierte asimismo que cuando Marx "os habla de ayudar, de aliviar, de socorrer (a lasociedad), de quitarle lo que la daña y de darle lo que le falta, de restablecerla y dereponerla en una plena disposición de sus funciones... os refiere justamente el cuento(de la economía política)". No se le puede querer mal, por cuanto obra de buena fe,pero nada es más peligroso que la buena fe de los pedantes, que se propaga como lapeste.

"Es nuestra inquietud y nuestra impaciencia lo que echa a perder todo", diceMoliere. Inquietud bien legítima cuando se muere de hambre, impaciencia cienveces justificada cuando se está oprimido. No se trata evidentemente de negar losmales de la sociedad capitalista que Marx vio de cerca en Londres. Él pretendellevar remedio a esos males, y nosotros corremos el riesgo de morir, menos de laenfermedad que del remedio. Lo que constituye fruto de la imaginación de Marx esel encadenamiento de causalidades que él asigna a esos males. Alain analiza muybien ese fenómeno, hablando justamente de Argan, y da el siguiente ejemplo: "Elbebé que siente la punta de un alfiler chilla como si estuviera enfermo: es que notiene idea de la causa ni del remedio. Y a veces hasta se hace daño a fuerza de llorary por ello los males imaginarios son tan sólo imaginarios en que los mantenemospor nuestros propios movimientos, al mismo tiempo que acusamos de ellos a lascosas exteriores. No son solamente los bebés los que se irritan llorando".

Un alfiler hundido en la carne hace mal a todo el mundo. Y todos sabemosque el feroz capitalismo, según Ricardo, era más que alfiler hundido en la carne; eraun venablo que llegaba hasta el corazón de la dignidad humana. Si el bebé conocierala causa y el remedio, es decir, si viera las cosas- tal como son, si tuviera unrazonamiento justo y la habilidad de seguirlo, quitaría el alfiler. Es que siempre hantratado de hacer los americanos. Pero los marxistas se rehúsan a conocer lasverdaderas causas y los verdaderos remedios; se ponen a gritar y a agitarse,manteniendo los males a causa de sus propios movimientos. Hacen un "cuento" delvenablo o del alfiler hundidos en la carne, en lugar de quitarlos. Marx es tal vez elBalzac de la economía política. Pero el cuento de la economía política no es másinteresante que el cuento de la medicina. Nadie puede obligarme a admirar esegénero de cuentos. Y se me hace reír si, además, se lo pretende "científico".

Page 88: Republica Moderna

88

THE ONLY AMERICAN ECONOMIST OF IMPORTANCE"El único economista americano de importancia

Existe esa carta en la que Carlos Marx habla de Henry Charles Carey comodel único economista americano de importancia. ¿Quién era Carey?

Su padre, Mathew Carey, había nacido en 1760 en Irlanda, hijo do un ricopanadero que pudo darle una excelente educación, los oficios manuales estaban enboga y el joven Mathew Carey se hizo impresor Fundó un periódico que imprimía élmismo y en el que atacó violentamente la dominación inglesa. Ello le acarreóprimeramente cárcel, después el exilio. Llegó a París, donde encontró a Franklin,quien era entonces embajador de la joven República americana. Franklin le confiólos trabajos de imprenta de la embajada.

Algunos años más tarde se lo vuelve a hallar a Mathew Carey en Filadelfia,verosímilmente llevado en la comitiva de Franklin. Se relaciona con Jefferson,Madison, Hamilton. Siempre impresor, funda, con el dinero de La Fayette, una casaeditorial que debía enriquecerlo por la publicación de la Biblia católica (Douai) y dela Biblia protestante (rey Jacobo). Reembolsó íntegramente a La Fayette. Entretanto,se convirtió en uno de los más influyentes libelistas de América.

Su hijo, Henry Charles Carey, aquel que nos interesa, nació en Filadelfia en1793. Franklin había muerto hacía tres años. Washington era entonces presidente delos Estados Unidos. Jefferson tenía cincuenta años. Henry Charles Carey murió en1879, cuatro años antes que Marx. En 1793 Samuel Gompers, el gran sindicalistanorteamericano, fundador de la American Federación of Labor, tenía veintinueveaños, Henry Ford tenía dieciséis. Por la extensión misma de su vida, Henry CharlesCarey realizó la ligazón entre la gran generación americana del tiempo de laIndependencia y la América moderna. Realizó igualmente la ligazón por supensamiento. Ninguna obra como la suya pudo hacernos comprender cómo el geniodinámico, optimista, individualista y emprendedor que se había expresado tanfuertemente en el dominio político, se encarnó en el dominio económico y social.El padre tuvo ciertamente una gran influencia sobre el hijo. Le pasó su odio aInglaterra. Le transmitió también una preocupación social. Entre los libelos deMathew Carey, uno se titula, con la elegancia de estilo de la época: "Exhortación alos ricos del país, Damas y Caballeros, sobre el Carácter, la Conducta, la Situación yel Porvenir de aquellos cuyo único recurso es el trabajo de sus manos". Este libeloafirma claramente que no se puede hacer todo en economía política y que hay unapreocupación acerca de los pobres, esencial a la salud del cuerpo social:"Quienquiera que traspase esta línea de demarcación es culpable del crimenabominable de oprimir a los pobres".

La vida de Henry Charles Carey es extremadamente típica de una ciertatradición americana, aún viva hoy, muy difícil de comprender por parte de loseuropeos. Nosotros no sabríamos dónde clasificarla. ¿Qué era el pequeño Henry

Page 89: Republica Moderna

89

Charles Carey cuando tenía diez años? Era muy ciertamente un niño inteligente,valeroso, trabajador, que prometía mucho. Su padre era, por sus escritos y una vastacultura, uno de los hombres más conocidos y más respetados de América. Por susamistades, ese padre estaba asociado a los más grandes nombres de la época de laIndependencia. Por su imprenta y sus ediciones, era un hombre rico. ¿Qué podíasoñar el padre para el hijo, en tales circunstancias, si no era lo que soñaría un padrefrancés? Ante todo, llevar los estudios lo más lejos posible y en las mejores escuelasposibles.

Ahora bien, vemos que Henry Charles Carey, hacia la edad de diez o doceaños, abandonó definitivamente la escuela: la decisión fue suya; la escuela ledisgustaba. Lo sorprendente es que su padre no se opuso lo más mínimo a esadecisión. Es que los americanos no piensan que la escuela sea el medio necesario,único e indispensable de instruirse. Todos cuantos conocieron a Henry CharlesCarey atestiguan que llegó a ser uno de los hombres más instruidos de su tiempo.Hablaba y escribía el francés muy bien. A la edad de sesenta años aprendió elalemán. Era un lector infatigable; leía todo cuanto caía en su mano: filosofía,historia, novelas, poesía, cuentos de niños, ciencia. Más tarde, atribuyó a lainfluencia de su padre su excepcional erudición. Su padre, decía él, le habíainculcado el gusto de los libros y un sentido agudo, experimental y práctico de lavida. Mathew Carey hizo de su hijo, que acababa de dejar definitivamente la escuelay que no tenía más que doce años, un "businessman". Lo lanzó solo a los negocios ylo envió a Baltimore para dirigir una filial de su empresa editorial.

Los negocios, la ruda disciplina de los negocios, donde reina la estricta reglade las causas y de las consecuencias que se inscriben implacablemente en unpresupuesto a balancear: tal fue la educación de Henry Charles Carey. Losamericanos piensan que nada puede reemplazar a la experiencia de ganarse la vida,como nuestros antepasados pensaban que no se podía armar caballero a unmuchacho sino después que hubiese ganado sus espuelas en el campo de batalla. Ydespués de todo, en una sociedad industrial v comercial, la lucha por el pancotidiano es tan áspera como cualquier Otra batalla de hombres. La educaciónadquirida en un Campo de batalla semejante forma hombres lúcidos y fuertes. Y eseso lo que importa 1 una educación hecha al contacto de la dura realidad, sea ella laguerra o la competencia de la producción y del comercio abre el espíritu y forma elcarácter, da un cierto temple que las escuelas no dan. La escuela es el último capullode la larva humana. Es necesario salir de él para hacerse hombre. Henry CharlesCarey fue una mariposa precoz.

Los negocios, donde fuera introducido tan joven, fueron evidentemente paraél el medio de ganar dinero: es así en todos los países. Y como fue un muy buenhombre de negocios, pronto se hizo, si no rico, al menos persona de posición muydesahogada. Poseía no solamente la empresa editorial sino también inversiones enlas principales industrias de Pensilvania. Tenía su casa de residencia habitual enFiladelfia y una propiedad rural en Nueva Jersey. Llevó la vida agradable y cómoda

Page 90: Republica Moderna

90

de un hombre que tiene dinero. Pero los negocios fueron para este americano muchomás que un medio de ganar dinero: fueron para él principalmente el medio de ganarsu independencia y para, finalmente, consagrarse por entero a lo que él pensaba erasu vocación. En 1835, a la edad de cuarenta y dos años, en plena salud y en laplenitud de sus fuerzas, Henry Charles Carey se retiró de los negocios para escribir yedificar una doctrina completa de economía política.

He aquí lo que es asimismo bien americano. Me ha ocurrido varias veces, enAmérica, encontrar hombres de negocios que triunfan en todo lo que emprenden yque no sueñan más que en retirarse, no para descansar, sino para consagrar suinteligencia y su talento a una obra más desinteresada, que aproveche a un grannúmero de personas y hasta más allá de las fronteras de su propio país. Con másfrecuencia todavía y casi universalmente, se encuentra a jefes de empresa que llevande frente la responsabilidad de sus negocios y una multitud de otras empresas decarácter intelectual, social, humanitario, y que les devoran las nueve décimas partesde su tiempo.

Henry Charles Carey se retiró completamente, y dejó a otros a cargo de suempresa editorial. A partir de ese momento su vida fue la de un sabio y de unescritor. Como en su infancia había menospreciado la escuela, se mantuvo siemprealejado de las universidades. Aprendió no obstante a su manera: escribía en losperiódicos, fue durante largos años uno de los principales redactores del New YorkHerald Tribune, que era por entonces en América el diario más influyente en lascuestiones económicas. Publicó un número prodigioso de libelos, dictó numerosasconferencias en los clubes de businessmen. Publicó, además, libros, de los cuales losmás importantes son Principles of polilical economy (1837) (tres volúmenes), ThePast and the Future (1848) y su obra maestra, Principies of social Science (tresvolúmenes) (1856-1860). Es necesario añadir a ello una inmensa correspondencia,no solamente con compatriotas, sino con muchos europeos. Fue miembro de laAcademia Real de Suecia, de la Academia Americana de Artes y Ciencias, y demuchas otras doctas sociedades.

Su actitud acerca de la política se asemeja a su actitud con respecto a lasuniversidades. No quiso jamás entrar en ella. Declinó ser nombrado candidato parael gobierno de Pensilvania y para el gobierno de Nueva Jersey. Se habló asimismode nombrarlo candidato a la presidencia de la Nación, pero él se mantuvo siempreapartado. Empero, todo el mundo reconoce que ejerció, indirectamente, una inmensainfluencia sobre la política y la legislación de su tiempo. Estaba ligado con algunosde los miembros más influyentes del Congreso. Estuvo en relación constante convarios presidentes, entre los cuales se cuenta Abraham Lincoln, quien le consultabasobre proyectos de ley o aun sobre la designación de miembros del gobierno.

Por sobre todo, su casa de Filadelfia fue frecuentada sin cesar por todo lo queAmérica contaba de más eminente. Cada domingo a la tarde recibía, y venía gentede Nueva York o de Washington, segura de encontrar en su casa a visitantesamericanos o extranjeros que podían discutir con autoridad los problemas del

Page 91: Republica Moderna

91

momento o ciertas posiciones filosóficas más generales. La atmósfera era libre,cortés, pero a menudo animada hasta la vivacidad. La conversación era amenizadapor vinos que Henry Charles Carey coleccionaba como conocedor.

Si me he extendido sobre la vida de este hombre es por llevar al lector a unajusta apreciación de su obra. Si el lector se inclina del lado marxista, el testimoniode Marx, que consideraba a Carey como "el único economista americano deimportancia", le bastará. Si el lector se inclina en sentido contrario del marxismo,me parece que la carrera de Carey en la sociedad americana no puede dejar deimpresionarlo. En los dos casos la obra de Carey merece consideración.

He dicho que Henry Charles Carey estaba hoy poco menos que olvidado. Doslibros han aparecido, sin embargo, sobre él recientemente, uno en 1931, el otro en1951. Los he leído. El segundo sobre todo de Arnold W. Green, es importante; perono puede, desgraciadamente, sino confirmar al público americano en la creencia deque la obra de Henry Charles Carey no tiene ningún valor. Yo no soy absolutamentede ese parecer. Debe reconocerse sin embargo que esa obra tiene defectos, ydefectos graves. Reconocer esos defectos es asimismo el solo medio de salvar, enesa obra, lo que rosta de valioso y grande. Pero Carey tiene grandeza.

Henry Charles Carey pertenece a su tiempo. Como Marx y tantos otros de suscontemporáneos, fue víctima del cientificismo, de la extrapolación, de lageneralización prematura, del prestigio de la física newtoniana. Y, no obstante, allado de eso, en completa contradicción con eso, su obra palpita de intuicionesfulgurantes y profundamente ciertas. Ella vale por esas intuiciones y no vale másque por ellas. Pero ellas hacen crujir por todas partes el edificio que se pretendecientífico. Ellas son como un árbol que crece dentro de un muro y que termina porarruinar la casa entera. Pero el árbol está vivo, sano y robusto; es precisamente porello que demuele todo. La arquitectura supuestamente científica de Carey es de sutiempo y no tiene nada de original: desde Descartes, Europa abunda en falsasarquitecturas de ese género. Pero el árbol que echa la arquitectura por tierra, eseárbol es americano; y eso es lo que Carey tiene de original.

Henry Charles Carey había descubierto bien la analogía entre la economíapolítica y la medicina. En ello estaba en la buena vía, aun cuando no haya avanzadomuy lejos en esa vía. Carey escribió: "El médico, aunque no esté obligado a tratar alhombre que goza de una salud perfecta, comienza invariablemente su estudioestableciendo lo que es la acción natural del sistema; hecho ello, se siente capacitadopara examinar las causas del desorden por las cuales la salud y la vida sonconstantemente destruidas. La fisiología es el preliminar necesario de la patología. Yello es tan cierto de la ciencia social como de la ciencia del cuerpo físico". A partirde allí, no restaba más que introducir el método experimental en las cienciassociales, como Claude Bernard lo introdujera en la medicina. Pero la mala suerte deCarey es que Claude Bernard vino después que él. El gran libro de Carey, Principiesof Social Science, es de 1858. El pequeño libro de Claude Bernard es de 1865. Yaun antes de Claude Bernard, los médicos eran infinitamente menos pretenciosos

Page 92: Republica Moderna

92

que los economistas. Desde el comienzo del siglo XIX un médico inglés, el doctorCaleb Hiller Parry of Bath, había escrito: "Es más importante saber qué clase depaciente ha contraído una enfermedad, que saber qué clase de enfermedad unpaciente ha contraído". Es, tal vez, recién hoy que se sospecha que la economíapolítica, como la medicina, se ocupa de casos individuales siempre nuevos, y queuna devaluación del franco no puede tener la misma significación que la devaluaciónde la libra inglesa, y que aun en Francia una devaluación en 1957 no tiene la mismasignificación que una devaluación en 1936.

Por lo menos Carey, cuando no se acaloraba a propósito de Newton o de laley de gravitación universal, no se hacía ninguna ilusión sobre el estado de la cienciasocial, y decía: "Apenas si se puede decir que la ciencia social tiene existencia... Laeconomía política sostiene la misma relación con la ciencia social que lasobservaciones de los pastores caldeos con la astronomía moderna". Es decir, que noestá sino en los balbuceos de la infancia. En la misma época, el l9 de febrero de1859, Carlos Marx escribía: "Espero ganar una victoria científica para nuestropartido". Yo prefiero a los pastores caldeos. Sin ellos, no habrá jamás cienciaevolucionada. Es siempre por ellos que es necesario comenzar. Desgraciadamente,Carey mismo no tuvo siempre la paciencia de permanecer al lado de ellos. Condemasiada frecuencia se deja extraviar por los mil demonios del sistema.

Y, en primer lugar, ¿qué es la economía política? ¿Cuál es el objeto de ella?He aquí la definición de Adam Smith, el patriarca reverenciado del

capitalismo: "El gran objeto de la economía política para cada país es el de aumentarla riqueza y el poder de ese país". Esa definición es bien clara. Ella me pareceestrictamente nacionalista e imperialista, tanto como los sueños de Napoleón. Lapalanca de este imperialismo mercantil, no es más la guerra, sino la riqueza. Perocomo es urgente ser justo para con aquellos a quienes no se ama, yo debo añadir queAdam Smith tenía de la economía política una visión limitada; ella no era para élmás que una parte del arte de gobernar, el conjunto de los conocimientos queconvienen a un ministro de la economía nacional. Son sus sucesores los que hicieronde la economía política la ciencia misma de la civilización. Debe decirse además queAdam Smith tenía preocupaciones humanitarias y que quería el bien de lostrabajadores. Creo que es justamente por eso que Carey no lo atacó nunca, en tantoque es despiadado con Ricardo, Malthus y los otros teorizadores del capitalismo.Pero la lógica del sistema de Smith contradecía sus preocupaciones humanitarias y,finalmente, una vez más, la lógica del sistema se lleva la palma sobre las buenasintenciones

Veamos un poco la idea que Carey se hace de la economía política lo menosque puede reconocerse es que él ensanchó singularmente el debate. Ve conamplitud, con gran amplitud en la cuestión, con ello se halla en la mejor tradiciónamericana. Comienza por explicar que la vida entera del hombre es "una lucha conla naturaleza". Es verdad que la vida del hombre es una batalla, sobre varios frentes,por lo demás. Está la batalla propiamente metafísica, que se desarrolla en el interior

Page 93: Republica Moderna

93

del espíritu, entre el ser y la nada. Está, asimismo, ese gran debate que el hombreprosigue de edad en edad con Dios. Pero lo que interesa a Carey es la lucha delhombre con la naturaleza, y la victoria del hombre sobre la naturaleza, ImperiumNaturae, según las expresiones de Francis Bacon. Carey ve en esa lucha el origen dela sociedad: las fuerzas del hombre aislado son de tal modo desproporcionadas enesa lucha con la naturaleza, que está vencido de antemano si no se asocia con otroshombres. Esa asociación de los hombres entre sí es todo lo que hay de más concreto;es una asociación de fuerzas convergentes para lograr imperio sobre la naturaleza; yesa asociación abarca realmente no sólo el espacio entero de la tierra sino todos lossiglos de la historia. Cuando yo viajo en automóvil soy solidario con quien antañodescubrió la rueda, y cuan aprehendió.

El imperio sobre la naturaleza no es cosa muy original. Pero donde Careyllega a ser muy típicamente americano es cuando asigna a esa asociación de fuerzasy de producción un objetivo más lejano, más elevado, una finalidad más urgente queel solo imperio sobre la naturaleza. Carey escribió estas palabras sorprendentes: "Elobjeto final de todo esfuerzo humano es la producción de ese ser al que se lo sabe elhombre, capaz de las más altas aspiraciones". Es allí donde Carey da el pasodecisivo. Que se relea a todos los teóricos de la escuela capitalista, que se relea delprincipio al fin a Marx y a Lenin: jamás se hallará en ellos palabras tales. La únicacosa en el fondo que interesa a Carey es el hombre y el hombre cada vez máscivilizado. Aún más que la economía política, lo que Carey pretende construir es unateoría de la civilización. Para Carey, no solamente el hombre es más grande que lanaturaleza entera, sino que aquél se halla aún por encima de la victoria que obtienesobre la naturaleza. La civilización comienza con esa victoria; ella está lejos, muylejos de ser alcanzada. La civilización debe aún colmar "las aspiraciones más altas"del hombre.

La ambición de Carey es, pues, construir finalmente una filosofía de lacivilización. No está infortunadamente provisto para esa tarea. No distingue losgrados del saber y ni siquiera la filosofía moral de la física newtoniana. Error comúnen su tiempo, el mismo Kant identificaba en su espíritu esa física con la filosofía dela naturaleza. Pero ello no impide que, tan pronto como Carey retorna "a la verdad ya la experiencia", abunda en puntos de vista originales y profundos, ofreceprofusamente elementos sólidos para quien quiere hacer el análisis de la sociedad yde la civilización americanas. Carey, pues, vio muy bien que todos los poderesconquistados sobre la naturaleza, todas las riquezas adquiridas por el trabajo, nosirven de nada si esos poderes y esas riquezas no son finalmente puestos al serviciodel hombre que los utiliza para sus fines propios, humanos. Y así como la naturalezadel hombre está por encima de la del bruto, las aspiraciones más altas y lasfinalidades últimas del hombre se hallan por encima del orden material. El hombrees más importante, tiene más valor que la naturaleza entera, más aún que el imperiosobre la naturaleza y que la sociedad. Carey está formalmente dentro de la línea deJefferson.

Page 94: Republica Moderna

94

Lo que Carey no perdona a la escuela inglesa de economía política, escuelaque se está de la misma manera obligado a llamar históricamente capitalista, lo queno perdona en particular a Ricardo y a Malthus, tan profundamente respetados porMarx, es asignar a la civilización entera la búsqueda, no de la felicidad, sino de lariqueza y del poder, de rebajar al hombre a una conquista que está por debajo de él,puesto que la fuerza y el bienestar son también el ideal de la bestia, de olvidar a loshombres y a la naturaleza humana para aplicar pretendidas leyes que reducen alhombre a la categoría de los brutos. Cita a Sismondi, el amigo de Mme de Staël: "Yque, ¿la riqueza es todo, y el hombre nada completamente?". Y Carey comenta: "Alos OJOS de la economía política moderna, el hombre no es nada, y ello es posibleporque esta economía política no tiene en cuenta las cualidades que lo distinguen dela bestia; llega de este modo a considerarlo como un simple instrumento para uso delcapital y consecuentemente el propietario de ese capital tiene el derecho de obtenercompensación por el uso de ese instrumento". Estas palabras severas de Carey noson sino una comprobación de la verdadera significación del capitalismo. Sobre estepunto Marx y Carey están de acuerdo. Pero todos aquellos que han leído a Ricardono pueden estar sino de acuerdo.

Es verdad que Carey detestaba a Inglaterra. Sería, no obstante,profundamente injusto explicar su posición anticapitalista por ese aborrecimiento.Su posición proviene de la lucidez de su juicio. Es verdad que el cuerpo social tieneenfermedades como el cuerpo físico, objeto de los cuidados del médico. Cuando enel siglo XVI la propagación de la sífilis, a través de toda Europa, atacó la vidamisma en sus fuentes, los ingleses llamaron a esa horrible enfermedad "el malfrancés"; los franceses lo llamaron "el mal napolitano"; los italianos lo llamaron "elmal español", imputándose un país al otro la primera responsabilidad del azote. Peroesa no menos horrible enfermedad, esa enfermedad del cuerpo social que pervierteel sentido de la producción económica, que somete al hombre a los bienes terrestres,recibió su justificación teórica en la escuela inglesa del capitalismo, y ella cubre hoyuna gran parte del mundo, en una de sus ampliaciones homogéneas que es elmarxismo. Es un inmenso mérito de Henry Charles Carey el haber atacado, en sutiempo, tan juiciosamente el origen mismo de esa enfermedad social. Según miconocimiento, Carey no habla jamás de Marx, pero lo refuta por la base en susataques constantes contra la escuela del capitalismo. Se lo podría citarindefinidamente. Toda su obra no es sino una larga requisitoria, implacable por suscitas, su documentación, su honestidad, contra ese horrible sistema del que loseconomistas ingleses hicieron la teoría y que Marx ha creído de ligero a ojoscerrados. Tal es el carácter de la economía política: no solamente no percibe ella "elsoplo del espíritu", sino que ignora la existencia misma del espíritu. La hallamos entren de definir lo que ella gusta de llamar la tasa del salario: "El precio que se debepagar para dar a los trabajadores, considerados en su conjunto, la posibilidad desubsistir y de perpetuar su raza, sin aumento ni disminución". (Ricardo.) Dicho deotro modo, el precio que se debe pagar para dar a algunos el poder de acrecentar sus

Page 95: Republica Moderna

95

riquezas y su raza, mientras que los otros perecen de hambre, de frió y de desnudez.Tales son las enseñanzas de un sistema que ha merecido bien ser llamado "la cienciahorrorosa" (Dismal science).

Este americano es infinitamente más radical que Marx. No es él quienhubiese admitido, lo que Marx admitía con gusto en su carta a Weydemeyer, "lagrandeza y la necesidad provisional del régimen burgués". Para Carey, no había, enel capitalismo burgués definido por la escuela inglesa, nada de grande, nada denecesario, ni aun temporariamente; era pura y sencillamente una enfermedadhorrorosa y una infección social que se debía combatir y curar. Aun hoy, no hay otromedio de refutar el comunismo que denunciar al mismo tiempo esa forma delcapitalismo que le ha dado nacimiento. Y ya, en la denuncia de Carey, se sientenasomar algunos indicios de una filosofía americana original del trabajo y de laproducción. "Si se perciben las tendencias de su enseñanza, no ha de sorprender quela economía política moderna inglesa considere en el hombre solamente un animalque va a reproducirse, al que se lo debe alimentar y que puede ser confeccionadopara el trabajo (es Carey quien subraya), un instrumento para uso del negocio. No hade sorprender que ella repudie todas las cualidades distintivas del hombre y se limitea considerar las cualidades que el hombre posee en común con las bestias de carga olas bestias de presa. No ha de sorprender que niegue que el Creador ha querido quetodo hombre pueda hallar un sitio en Su mesa, que no vea ninguna razón para que unobrero pobre, hábil y que desee trabajar, deba tener más derecho a la alimentaciónque el que tiene un hilandero de encontrar mercado para su tela. No ha de sorprenderque asegure a sus estudiantes que "el trabajo es una mercadería".

Ciertamente, sería un error pensar que una denuncia tal no revela más que unodio ciego a Inglaterra. La división del mundo en bestias de presa y en bestias decarga explica bastante los fermentos de revolución y de anticolonialismo que elmarxismo explota para su provecho. Pero no es Marx quien creó esa división: él latuvo ante sus ojos.

Para hablar en parábolas, se nos ha contado una fábula, la fábula de los lobosy de las ovejas; se nos la ha contado en dos versiones.

Primera Versión: Ricardo y la escuela capitalista nos han dicho: "Lahumanidad se divide en lobos y en corderos. Los lobos no pueden subsistir yacrecentar su vigor si no es comiendo los corderos. Pero deben organizarsecientíficamente para ello. Si los lobos se comen todos los corderos de un golpe, o sino le dan nada absolutamente de comer a los corderos, ellos mismos corren el riesgode morir de hambre. Se necesita, pues, que los lobos y los corderos se procreen ysobrevivan, que les den de comer lo justo para ello y que calculen justamente almáximo cuanto corderos deben sobrevivir para que haya siempre bastante presaspara los lobos".

Segunda versión: Llega Marx y nos dice: "Está desgraciadamenteestablecido científicamente, y es por ello indiscutible, que la humanidad se divide enlobos y en corderos y que está en la naturaleza de los lobos el comerse los corderos.

Page 96: Republica Moderna

96

Yo voy a cambiar todo eso. Quiero convencer a los corderos de que no hay suertemás miserable que la de estar perpetuamente destinados a ser comidos. Yo crearé,pues, entre los corderos, una conciencia de clase. Corderos de todos los países,uníos. Todos juntos, haremos la revolución de los corderos y estableceremos ladictadura de los corderos. Entonces los corderos se comerán a los lobos. Cuandolodos los lobos estén comidos, no habrá más necesidad de dictadura, no habrá másnecesidad ni aun de Estado, y no habrá más que corderos. Eso será lo que yo llamouna sociedad sin clases. Y el libre desarrollo de cada cordero será la condición dellibre desarrollo de todos los corderos".

Es menester admitir tan sólo que la versión capitalista es más consistente quela versión marxista. Se comprende mal cómo, aun uniéndose, los corderos puedenun día comerse a los lobos. A menos de convertirse ellos mismos en lobos; yentonces todo sería un recomenzar, como Milovan Djilas parece haberlocomprendido bien.

El americano Carey aparece y dice: "Vuestra fábula es innoble. Yo no laacepto ni en su versión capitalista ni en su desarrollo marxista. No puedo negar queentre los instintos del hombre está el que lo empuja a convertirse en bestia de presa.No puedo negar que la debilidad del hombre lo expone a ser explotado. Pero, por loque tiene de específicamente humano, el hombre no es ni lobo ni cordero; eshombre, bien por encima de las bestias de presa o de las bestias de carga. Lo que elhombre tiene de específicamente humano le prohíbe tanto explotar a los otroshombres como dejarse explotar por ellos. Pero el hombre sabe muy bien que su másgrande recurso, la garantía misma de su libertad personal y de su poder sobre lanaturaleza, se halla en la asociación del hombre con el hombre. No es sinodominando sus instintos de presa y su cobardía que lo inclina hacia la servidumbreque un hombre permanece un hombre, y que puede entrar en sociedad con otroshombres para una producción que los hace vivir a todos y para una mayor felicidadcomún".

Para expresar las mismas posiciones sin rodeos ni parábolas, debe decirse:

1. Según el capitalismo clásico, definido por la escuela inglesa, la finalidadsuprema terrestre es el acrecentamiento constante de la riqueza y del poderpor la explotación de los recursos naturales y del sometimiento del trabajo yde los trabajadores al capital y al dinero. El resultado es una sociedad deamos y de esclavos. Esa sociedad ha existido históricamente, puedenasignársele históricamente muchos crímenes precisos en el dominio social oel dominio colonial. Ese tipo de sociedad es siempre un peligro. Quiero decirque ninguna sociedad se halla infaliblemente inmunizada contra ese cáncersocial, donde aquellos que detentan los medios de producción explotan a lostrabajadores.

2. Según Carlos Marx, la finalidad suprema terrestre es una ciudad armoniosa yfraternal, donde el hombre es definitivamente reconciliado con el hombre. El

Page 97: Republica Moderna

97

advenimiento de esa ciudad sobreviene por la revolución que "destruyeviolentamente el antiguo régimen de producción". El Héroe y el Obrero deesa revolución es el Proletariado. El proletariado es el conjunto de víctimasde la explotación capitalista. El proletariado se constituye como clase bajo elrégimen capitalista; no puede siquiera existir sino bajo ese régimen y noexiste bajo ese régimen "sino bajo ese aspecto de la clase más sufriente". Larevolución marxista no es, pues, concebible más que en un régimencapitalista. Ella no puede producirse más que allí.Al momento en que la revolución se produce, el proletariado "destruye almismo tiempo que ése régimen de producción las condiciones deantagonismo de las clases, destruye las clases en general y, por ello mismo,su propia dominación como clase". Se obtiene entonces la ciudad armoniosay fraternal. Históricamente, todo prueba que el marxismo se detiene siempreen el camino, que no solamente no alcanza jamás su finalidad suprema, quees la reconciliación del hombre con el hombre, sino que la revoluciónproduce exactamente lo que ella pretende destruir, es decir, una nueva claseposeedora de los medios de producción y explotadora sin piedad del trabajo yde los traba-¡adores. Es lo que Milovan Djilas ha establecido muy bien.Históricamente los infortunados marxistas viven al pie de la letra lasaventuras del desdichado Don Quijote, enamorado de Dulcinea del Toboso.Dulcinea es evidentemente, la más bella y la más noble de las princesas comola ciudad comunista es, evidentemente la más armoniosa y la más fraternal.Pero hay siempre en alguna parte encantadora malévolos que separan a DonQuijote de Dulcinea, y cuando este termina por encontrarla, aquéllos hantransformado a la "soberana y alta dama" en la más fea de las criadas debajos menesteres. Lo que no impide a Don Quijote el guardar una admiracióny una fidelidad inmutables.

3. El americano Carey rechaza a la vez el postulado capitalista y el corolariomarxista. Reconoce perfectamente la diversidad de las funcioneseconómicas, diversidad cada vez más grande a medida que la producción seperfecciona y se extiende; esa diversidad le parece una condición de armonía,como las diferentes 1 unciones del organismo fisiológico, más que unacondición de Antagonismo y de lucha de las clases. Demuestra, contraRicardo y Malthus, que la condición económica de los trabajadores puede vdebe siempre mejorarse, por la asociación dinámica e inventiva del trabajo yde la acumulación. Trabajo y acumulación se entiende para él tanto en elplano material como en los planos intelectual y aun espiritual, tanto en laextensión del espacio como en la continuidad de los tiempos. Asigna por finsupremo del esfuerzo terrestre, no solamente los bienes de este mundo, sinola civilización misma, es decir, los hombres cada vez más civilizado»: "laproducción de ese ser que sabemos es el hombre, capaz de las más altasaspiraciones". El gran medio de alcanzar ese fin de la civilización le parece

Page 98: Republica Moderna

98

ser, no la revolución (como para Marx), no la feroz explotación sistemáticade los pobres por los ricos (como en el sistema capitalista), sino la asociaciónde todos hacia ese fin común. Históricamente, creo que un ideal así no essolamente el ideal de un hombre llamado Charles Carey, sino que estípicamente americano, y que, en la medida en que un ideal es realizable, lasociedad americana entera tiende hacia un ideal así, como me queda porestablecer por los hechos en los capítulos que siguen, según la recomendaciónde Claude Bernard: la experimentación es un razonamiento con ayuda delcual sometemos metódicamente nuestras ideas al control de los hechos.

No pretendo hacer aquí una exposición completa de la obra de Carey, obra tanembrollada como rica. No pretendo transformar esa maleza en un jardín a lafrancesa. Pretendo más bien dar sobre ella un vistazo a vuelo de pájaro.

Carey expone sus ideas económicas y sociales con ayuda de un mitomoderno, el de Robinson Crusoe. Toma al hombre, solo frente a la naturaleza, y,desde allí, explica la necesidad de asociación y el progreso del organismoeconómico. Pero no utiliza solamente un mito. Utiliza una experiencia única, de laque Ricardo, Malthus y Marx carecían por igual: la experiencia de la vida de lospioneros americanos en lo que se llamaba entonces The Frontier. Apoyándose en esaexperiencia, pulveriza los postulados de la escuela inglesa sobre los orígenes y eldesarrollo de las sociedades. Esa parle de su obra, debido a que está fundadaexperimentalmente, me parece aún hoy irrefutable. Carey se sentía un poco solitarioen sus métodos, pero sabía que tenía razón: "La ciencia social —decía—, tal cual esenseñada en algunos colegios de enseñanza superior (universidades) de este país yde Europa, se halla en el nivel en que se encontraba la química en la primera partedel siglo pasado. Y permanecerá allí tanto tiempo como sus maestros continúenmirando al interior de sus propios espíritus e inventando teorías, en lugar de mirarafuera en el gran laboratorio del mundo para recoger los hechos con el propósito dedescubrir las leyes". Creo que es extremadamente fecunda esa distinción entre unateoría inventada y una teoría descubierta. Ella constituye toda la diferencia entre unmédico de Moliere y Claude Bernard. Ella constituye, quizá, toda la diferencia entreLenin y un sindicalista americano. Sobre esto volveré a ocuparme. Careyciertamente estaba solo, pero no dudaba que estuviese en la buena dirección. Con uncandor que desarmaba, y que se lo halla en todos los grandes puritanos americanos,decía: "La salvación, la salvación está en mí y en mis libros".

Carey parece haber tenido, en un grado raro para esa época, el sentido de laambigüedad de lo social. Comprende muy bien cómo una necesidad económica dalugar a una servidumbre, que no puede ser superada sino por la asociación de loshombres entre sí. Pero esa asociación puede, ella misma, ocasionar una nuevaservidumbre, social esta vez, que deberá ser superada a su turno por una asociaciónal mismo tiempo más extensa y más ajustada. Carey tiene ese sentido, muy

Page 99: Republica Moderna

99

americano, de la continuidad del progreso, tan fundamentalmente opuesto al idealdel Todo-o-Nada y de la Revolución utópica, nihilista y totalitaria.

Al comienzo, el hombre halla su subsistencia en la caza, la pesca, larecolección de frutos. Todo lo que el hombre adquiere, lo adquiere bajo la forma decaza, de presa, de botín. El hombre no posee verdaderamente la tierra; depende deella enteramente. Es su parásito al mismo tiempo que el esclavo. No existepropiedad propiamente dicho, sino apropiación. Carey introdujo aquí una distinciónIon a mi inicio muy importante, entre propiedad y apropiación. No hay (propiedad,para él, si no hay trabajo y producción humana. En la propiedad, el hombre norecibe si primeramente no da. En la apropiación, recibe lo que no ha sembrado. yello para todos los grados de la escala económica. Un golpe de la bolsa, queenriquece a un financista a expensas de una multitud anónima, es tambiénparasitismo y apropiación. Carey no estaría tan lejos de pensar que, no la propiedad,sino la apropiación, es el robo.

La segunda etapa es, pues, la de la propiedad. El hombre se asocia a la tierrapor el trabajo y para la producción. Para facilitar su trabajo y para acrecentar laproducción, los hombres se asocian entre ellos y se dividen el trabajo. Cuanto más laproducción aumenta y se diversifica, tanto más el trabajo se vuelve fácil yremunerativo, sobre todo a partir del momento en que las herramientas seperfeccionan. A esa asociación primitiva y fundamental de los hombres para elacrecentamiento de la producción y el incremento del bien común Carey la llama elComercio. Entiende por comercio todo intercambio de bienes, de ideas, de servicios,de utensilios, no solamente a través del espacio, sino del tiempo. Hay quienes se hanmofado de esa extensión dada a la palabra "comercio", hasta hacerla un sinónimo desociedad y de civilización. Yo encuentro, por el contrario, muy bella y muyinteligente esa extensión y, además, tradicional. Nosotros somos quienes hemosrestringido el sentido de la palabra comercio, como el sentido de muchas otraspalabras. Aun en el siglo XVIII, en la lengua de los enciclopedistas, todointercambio de ideas, toda lectura de un bello libro, la correspondencia de Voltairecon Federico II, era un "comercio". Y la liturgia llama a la Encarnación de Cristo,por la cual Dios mismo entra en sociedad con los hombres, AdmirabileCommercium.

A causa de la diversidad en la producción, cada uno es a la vez productordentro de un sector limitado, consumidor en todos los otros. Carey introdujo allí unanueva distinción entre Comercio y Negocio (Trade). El comercio consiste en ponerla producción de todos a la libre disposición de todos. Pero entre productores yconsumidores existe un obstáculo: la distancia. De ahí la necesidad del transporte.Para Carey el transporte es, sobre la producción, el más pesado de los impuestos. Elperceptor de ese impuesto es el negociante (trader), el intermediario (middle man),quien se interpone entre el productor y el consumidor. Carey reconoce bien lanecesidad del negocio, pero lo encara como una servidumbre, que es necesarioreducirlo siempre cada vez más. El ideal es reducir siempre más la distancia entre

Page 100: Republica Moderna

100

productor y consumidor, dispersar la producción, poner el mercado al alcance delproductor, asociar lo más estrechamente posible la carreta del labrador, el oficio deltejedor y el yunque del herrero. Carey encara una sociedad industrial infinitamentedispersada y orgánica por medio de la autarquía económica tan completa como seaposible de las pequeñas comunidades en el interior de la comunidad general de lacivilización. Cuando se ha viajado un poco en la América de hoy, uno se pregunta siese gran sueño de Carey, definido hace cien años, no se ha convertido en realidad.El menosprecio de Carey por el negociante y el intermediario no tiene límites. Careyreconoce la necesidad del negocio y del transporte, ¿cómo no habría de reconocerla?Pero denuncia con vehemencia el peligro que existe en ese trayecto del productor alconsumidor: es en ese trayecto que el productor y el consumidor son robados. Elideal del negociante es comprar lo más barato posible, y de revender lo más caroposible. Eso no puede hacerlo sino por la distancia que separa al consumidor delproductor. Esa distancia es para el consumidor así como para el productor unaservidumbre. El negociante es el parásito de esa servidumbre; se enriqueceexplotando esa servidumbre. El tráfico y el transporte son necesarios, pero elmomento en que el tráfico se vuelve un robo es cuando se transforma en monopolio,en acaparamiento, en especulación, con vistas a hacer bajar los precios de compra yde elevarlos en la reventa.

La distinción de Carey entre comercio y negocio es general y profunda. Ellaexplica todas sus posiciones particulares. Carey denuncia los abusos del negocio, dela especulación y del monopolio, en todos los grados y en todos los dominios; losdenuncia no solamente sobre la moneda y los valores del banco, sino sobre lasmaterias primas y los productos manufacturados, y sobre ese valor más sagrado quetodos: el trabajo; los denuncia no solamente sobre el mercado local, sino aún mássobre el mercado nacional y sobre el mercado internacional. Desarrolla a partir deallí una huiría de la guerra, del Estado, de la colonización, infinitamente másinteligente que lodo lo que se puede hallar en Marx. Puede ser que en lodo eso lefalte un poco de sutileza, que no discierna muy bien cómo una guerra puede serjusta, como el estado tiene su utilidad; en cuanto a la colonización, volveré sobre eltema: pero en su en su desconfianza sistemática de la guerra, del estado y de lacolonización, es muy americano, está muy bien en la línea de Jefferson.

“La guerra y el negocio —escribe— consideran al hombre como uninstrumento que se utiliza, en tanto que el comercio considera el negocio como uninstrumento al servicio del hombre. Para el comerciante de algodón o de azúcar,importa poco si sus mercancías crecen sobre las colinas o en los valles, sobre árboleso sobre arbustos. Para el traficante de esclavos, no importa que su ganado sea machoo hembra, padres o hijos; todo cuanto pide es saber si, habiéndolo comprado barato,puede venderlo caro... El soldado desea que el precio del trabajo sea barato parareclutar más fácilmente. El gran propietario desea también que sea barato para que élmismo pueda apropiarse de una parte grande do los productos de la tierra; y el

Page 101: Republica Moderna

101

negociante desea que sea barato para poder citar tanto las condiciones en quecomprara como aquellas en que venderá.

Esta analogía _ entre el negocio y la guerra lleva a Carey a sostener un juicioque no he hallado más que en él, y que me parece admirablemente justo cuando seconoce la historia de Francia. Carey piensa que los dos hombres que han sido máscatastróficos para Francia son Napoleón y Luis Felipe. El primero arrojó a la guerraa trabajadores que hubieran podido producir. El segundo, entregó la riqueza públicaa la avidez de los especuladores y de los tenderos. Los dos reforzaron siempre máslos monopolios del Estado, tanto sobre la producción intelectual como sobre laproducción material. A partir de ellos el Estado, en Francia, pasó a ser esemonstruoso y tentacular intermediario, parásito de la producción y del consumo, yque se interpone constantemente, por sus licencias, por sus patentes, por susimpuestos, por sus privilegios, por sus monopolios, entre el maestro y el alumno,entre el escritor y el lector, entre el campesino y el que come y bebe, entre elindustrial y el que se viste, el que viaja, el que se casa, el que trabaja, el que habitauna casa. Que en lugar de ser un pequeño tendero sea el Estado el que se conviertaen el intermediario, ello no cambia su naturaleza parasitaria de la servidumbre de lospueblos; por ello no es sino más peligroso, más parasitario y más horrible.Parasitario, el intermediario paraliza así cada vez más la producción. No se observalo bastante en Francia que la gran escuela de pintura moderna se desarrolló, nosolamente fuera de las escuelas oficiales de Bellas Artes sino contra ellas. Losgrandes pintores que hacen la gloria de la Escuela de París no deben casi nada alEstado y a su enseñanza oficial. La producción no es grande sino en la medida enque ella es libre. Carey lo ha comprendido muy bien.

Carey había comenzado a ser un caluroso partidario del Libre Cambio (FreeTrade), tal como era preconizado entonces por Inglaterra. A primera vista, elloconcuerda bien con su teoría general del comercio, cuyo ideal es suprimir todoobstáculo en los intercambios. Pero tras reflexionar, cambió completamente deparecer y pasó a ser, en América, el campeón del proteccionismo. Es que en lascondiciones concretas de la época, Carey se dio cuenta que, pese a su nombre, elLibre Cambio, practicado por los ingleses, no era sino el instrumento de unmonstruoso monopolio y de un colonialismo económico, que en lugar de reducirsiempre la distancia entre consumidores y productores no hacía más que agrandarladesmesuradamente, que en lugar de emancipar a los hombres, los sojuzgaba bajouna esclavitud parasitaria. Los ingleses compraban, un poco en todo el mundo y almenor precio, las materias primas, transportaban esas materias primas a su isla,haciendo pagar ese primer transporte por el vendedor, luego transportaban un poco atodas partes del mundo los productos manufacturados, vendiéndolos muy caros,haciendo así pagar el transporte de retorno por el comprador. A pesar de laindependencia política de América, Carey vio, tan claramente como Jefferson, queese colonialismo económico era un riesgo de servidumbre para la joven nación.Llegó a la convicción, a mi juicio justificada, de que no hay intercambio realmente

Page 102: Republica Moderna

102

libre sino entre productores y que era necesario crear en América una industriaindependiente de Inglaterra a fin de poder un día entrar en libre competencia conella. Para el período de transición, la única solución era el proteccionismo, el cualdebía formar la producción de América hacia la industrialización.

Aún más típica es la actitud de Carey en el momento de la guerra civil enAmérica. Carey nunca quiso mucho a Lincoln: los puntos de vista de los doshombres diferían totalmente. Lincoln era en primer lugar un hombre político,preocupado de los derechos de los hombros. Carey pensaba seguramente que el quehabía inventado la noria había hecho más que San Pablo para, suprimir laesclavitud. Le pareció inútil suprimir políticamente la esclavitud si los negrosestaban destinados a pasar de la condición de esclavos a la condición más máshorrible aún del proletariado económico. La solución para él era apresurar laindustrialización del Sur. Si el sur se industrializara no sería ya más tributaria deInglaterra para la venta de su algodón y la compra de productos ni manufacturados.La prosperidad así engendrada aumentaría progresivamente la condición económicade todos, plantadores y negros, y permitiría muy pronto la emancipación de losesclavos. Antes de la guerra, y aun durante su transcurso, Carey no cesó licitar aLincoln la construcción urgente de una gran ruta que atravesara todo el Sur yvinculara el Sur con el Norte, facilitando de esa manera los intercambios delcomercio y de la producción. Si se resiste a los arrebatos del romanticismo político,se ve cuánta razón tenía Carey. Lincoln no estaba equivocado, a buen seguro. Perono es menos cierto que la guerra civil no resolvió el problema del negro en América,que no podía sin duda resolverlo, que es recién hoy, y por el progreso de laindustrialización en el Sur y en todo el país, que la condición de los negros enAmérica progresa a grandes pasos, por una mayor diversidad de alternativaseconómicas que esa industrialización da a los negros. Saliendo de su condiciónproletaria, el negro está más que nunca en situación de hacer valer sus derechos y deejercitarlos. Esa evolución insumió cien años. Lo que Carey había comprendido esque el Todo-o-Nada es siempre una solución falsa en los problemas humanos y queno hay más solución verdadera que en un progreso continuo.

Un poco tarde, aunque nunca es demasiado tarde para hacer las cosas bien, elgobierno francés comprende también que le hace falta apresurar la industrializaciónde Argelia. Comprende que, si gana un día la guerra, no será menos por las armasque por las rutas y los puentes, las fábricas, el urbanismo, la agricultura industrial yla plantación de bosques, juntamente con las escuelas y la emancipación de la mujermusulmana. Tan sólo hace falta tiempo, y la política del Todo-o-Nada, que seduce atantos miembros de las Naciones Unidas, no me parece en la materia ni de una granlucidez ni de un gran auxilio para los pueblos interesados.

Resulta extremadamente interesante notar que, durante la guerra civil, en elmomento mismo en que Carey reclamaba insistentemente la construcción de unagran ruta a través del Sur, Carlos Marx, en nombre de la clase obrera europea,enviaba a Lincoln una petición solemne exactamente en el estilo de Don Quijote y

Page 103: Republica Moderna

103

de las novelas de caballería que habían trastornado la cabeza del caballero de laTriste Figura. He aquí cómo, en esa petición, Marx caracteriza la guerra civilamericana: "La disputa sobre los territorios que inauguró la cruel epopeya ¿no erasaber si las tierras vírgenes de espacios inmensos iban a unirse en justas bodas con eltrabajo del emigrante, o serían prostituidas por el pesado avance del negrero?". Aesa literatura Lincoln hizo contestar: "El gobierno de Estados Unidos se esfuerza porhacer justicia igual y exacta a todos los Estados y a todos los hombres. Confía en losresultados bienhechores de este esfuerzo para merecer el apoyo de sus ciudadanos yel respeto y la buena voluntad del mundo entero. Las naciones no existen solamentepara sí mismas, sino para promover el bienestar y la felicidad de la humanidad porun comercio benévolo y por el ejemplo. Es bajo este aspecto que los Estados Unidosconsideran su causa como la causa de la naturaleza humana, en este conflicto con losinsurgentes partidarios del mantenimiento de la esclavitud". Acabaré por creer,considerando a Carey y a Lincoln por un lado, y a Carlos Marx del otro, que ladistinción propia del genio americano está en la modestia natural del tono.

Del mismo modo que Jefferson había visto bien los peligros de laindependencia política para las naciones sin educación, Carey veía los mismospeligros para las naciones sin producción autónoma. Él hubiese sido infinitamentemenos anti-inglés si, en lugar de explotar a sus colonias en beneficio de su negocio,Inglaterra hubiese impulsado y favorecido la producción local de éstas y suindustrialización. No hay, sin embargo, que dejarse intimidar por las palabras, y lapalabra colonialismo debe ser mirada de frente: es necesario preguntarse, cada vezque es empleada, qué es lo que cubre. Carey y el mismo Lincoln hubieranseguramente hecho una distinción entre la guerra del opio, hecha por los ingleses aChina para forzarla a comprar el veneno que ésta no quería más, y la conquista delCongo belga por Stanley, que dio a Leopoldo II un territorio inmenso y poblacionessalvajes que Bélgica se ocupa actualmente de llevar lenta pero progresivamente a laindustrialización y a la civilización. Pero lentamente, porque en ese dominio el queno quiere correr se quiebra el cuello.

Después do la muerte de Carey, en 1890, Charles H. Levermore escribía:"Carey y sus amigos no conquistaron jamás nuestros colleges (universidades) Perodurante una generación dominaron |las cinco sextas partes de nuestras oficinas deredacción de los diarios. Es esa una cátedra mucho más influyente que la delprofesor a los cuales Carey dio forma y elocuencia están en los labios de más de lamitad de nuestros hombres de negocios y de los campesinos de este país".

El hecho de que las universidades americanas en un principio hayan dejadode tomar en cuenta a Carey, que hoy día lo hayan poco menos que olvidado, no esdesgraciadamente demasiado sorprendente. Los medios escolares son siempre unpoco tímidos, están un poco en retraso y son conservadores. En la primera parte dela edad Media las escuelas de Francia no hicieron sino leer a tropezones a SanAgustín, y aun hoy la Sorbona machaca sobre él a menudo. En el caso de Carey y delas grandes universidades americanas, existen otras razones. Fue necesaria una

Page 104: Republica Moderna

104

guerra para que América conquistara su independencia política. Le fue necesario unsiglo de esfuerzos después de la Independencia para que dejara de ser una coloniaeconómica de Inglaterra. Dos siglos después de Jefferson, no creo que América hayaconquistado plenamente su Independencia intelectual; creo que en muchos de lossectores de la vida del espíritu, ella no es todavía sino una colonia de Europa Conlodo lo que esa situación comporta de complejos de inferioridad o de superioridad,de nacionalismo presuntuoso o de "liberalismo" sin discernimiento. Lo que digoaquí lo digo sin ofensa. No se escribe un libro ni para ofender ni para adular. No selo escribe sino para comprender y hacer comprender lo que es. Yo voy, pues, a tratarde ser extremadamente preciso y de pesar cada palabra al solicitar al lector quepreste él mismo un poco de atención objetiva más bien que dejarse arrastrar por lasensibilidad.

En primer lugar sería no solamente injusto sino enteramente falso decir queen todos los dominios de la vida del espíritu América es todavía una colonia. Enciencia, un sabio como Oppenheimer; en literatura, un novelista como WilliamFaulkner; en música, un compositor como John J. Becker; algunos jóvenes pintorescomo Richard Florsheim; una pléyade de brillantes arquitectos; un gran número deperiodistas; algunos cineastas; algunos teóricos de la economía americana, yciertamente muchos otros en otros dominios, harían honor no importa a qué granpaís, y colocan desde hoy a América en la primera fila de la producción intelectual yartística del mundo.

PERO —y escribo PERO con letras mayúsculas—, dos elementos justificanlo que acabo de afirmar sobre el estado de colonia intelectual:

1. Ni aun a sus creadores América les rinde siempre justicia. Los ignora a vecesenteramente. Y ello hasta el punto de que, para un observador superficial,como son la mayor parte de los europeos que viajan por América, es fácil deconcluir en que América no tiene creadores en tal o cual dominio, porque nose los conoce; hasta el punto de que, aun yo que vivo en América desde haceocho años, no habría conocido jamás el nombre de Carey si no lo hubieseleído en Carlos Marx. Gertrud Stein hizo conocer a Picasso a los americanos,quienes la escucharon. Una exposición de Picasso atrae siempremuchedumbres en los Estados Unidos. Pero si Picasso, gran pintor como loconocemos, hubiera sido americano, si hubiese nacido y trabajado en elMisurí, Gertrud Stein no se habría, quizás, interesado en él, o bien Américano hubiese escuchado a Gertrud Stein o no le habría creído. Ese estado deespíritu es propiamente colonial y constituye un obstáculo muy grande para laproducción autónoma de los jóvenes pintores americanos. En el fondo losamericanos no creen que puedan jamás tener entre ellos hombres tan grandescomo Stravinski, Picasso, Bergson.

2. A la inversa, aunque los contrarios son del mismo género, acontece que,desesperando de rivalizar jamás con Europa en el plano de la más altaproducción artística e intelectual, los americanos eligen a su alcance un éxito

Page 105: Republica Moderna

105

evidente de América en el dominio práctico y afirman sin ambages que eseéxito es de una cualidad civilización infinitamente superior a todo lo queEuropa ha podido jamás crear. Aquí, nada puede reemplazar la extraordinariacita voy a hacer de M. Edmund Wilson, en un libro reciente (1956) A pieceof my mind (páginas 61-62) : "En cuanto a mí, como americano, no tengo lamenor duda de que el admirable cuarto de baño americano ha vertido sobremí beneficios de civilización y de inspiración infinitamente másconsiderables de los que jamás he recibido en las catedrales de Europa... Lospensamientos nobles, las visiones grandes y creadoras, me han venido enmucho mayor número mientras me remojaba en un baño o me secaba despuésde duchas revigorizantes del que me ha venido estando en ni catedral... Elcuarto de baño es también un refugio para el espíritu; lo tranquiliza y lofortalece, entre la blancura celeste sus paredes en las que relumbran los tubosy las canillas, en que el espejo crea otra extensión líquida." Para aquellos demis lectores que no conocen nombre del señor Edmund Wilson debo precisarque, cuando él afirma que sale todos los días del cuarto de baño “con elespíritu como el diamante", es necesario creerle porque no es absolutamenteun humorista; hasta es mortalmente serio. Todo ese pasaje de su libro esdigno de leerse: en toda la literatura americana no conozco otro que se prestemejor para justificar el menosprecio y los prejuicios prejuicios que muchosde los europeos abrigan contra América.

Pero la situación de las universidades es diferente. Me parece que lasuniversidades tienen, de una manera completamente especial, la responsabilidad delpasado y la continuidad de la nación. Los artistas crean, buscan siempre formasnuevas y están vueltos hacia futuro. Los periodistas hacen el inventario de laactualidad. Los sabios, en los laboratorios procuran descubrir los secretos de lanaturaleza. Son las escuelas las que deben guardar el pasado y enseñar a la juventudy descubrir también lo que al presente es grande en la nación. Las grandesuniversidades americanas no están controladas por el Estado; ellas tienen, pues,instituciones infinitamente superiores a la Universidad Francesa, por ejemplo. Pero,¿qué hacen de esa libertad? La libertad del espíritu es curiosidad, desafío, dudacreadora, crítica. Yo me pregunto si el olvido en que ha caído la obra de HenryCharles Carey no significa solamente que ningún gran profesor en América ha osadopensar que un americano que no ha tenido inconveniente en atacar de frente a toda laescuela economista inglesa, y, como lo dijera Marx, "a todos los maestrospensadores de Europa", podía asimismo tener razón.

Page 106: Republica Moderna

106

EL PROFETA DE UN NUEVO MESÍAS

Cuando en 1890 Charles H. Levermore escribía que las ideas de Carey eranaceptadas por la mitad de los hombres de negocios y de los campesinos de América,Henry Ford tenía veintisiete años. Era en ese momento un hombre joven y pobre,pero que sabía muy bien lo que tenía que hacer en la vida. Más que ningún otro, ibaa hacer pasar concretamente las ideas de Carey a la realidad. Le tomaría tiempo.Porque por largos años todavía las leyes y la situación social no serían muydiferentes en América y en Europa

El inventor americano Thomas Edison escribía en 1912: "Veamos: si vamosal fondo de las cosas, la nuestra es una civilización bonitamente grosera y brutal —bonitamente derrochadora, bonitamente cruel, lo cual viene a ser a menudo lomismo, ¿no es así? Y, en muchos aspectos, nosotros los americanos somos los másgroseros y los más brutales de todos. Nuestra producción, nuestras leyes sociales,nuestras obras de beneficencia, nuestras relaciones entre el capital y el trabajo,nuestra distribución de los bienes, todo es falso, desarreglado. Hemos titubeadodurante algún tiempo, hemos tratado de conducir una civilización nueva por losviejos carriles, pero nos hallamos en el punto donde nos es necesario rehacer elmundo". Este lenguaje no es muy diferente del de Marx o de Lenin, lo que prueba,no que Edison era marxista, sino tal vez que Marx no era muy original cuandodenunciaba la quiebra de la civilización capitalista; cierto es que en 1914 estacivilización estaba en bancarrota y que todo el mundo lo sabía. En 1912, cuandoEdison pronunciaba esas palabras sorprendentes, no hacía veinte años que Marxhabía muerto. Pavlov tenía sesenta y tres años. Freud, cincuenta y seis años. Lenintenía cuarenta y dos años. Stalin, treinta y tres. Einstein, treinta y tres. Mussolini,veintinueve. Hitler veintitrés años. Se iba a rehacer el mundo.

Las palabras de Edison no son en sí mismas revolucionarias, pero tienen unacento que no engaña, y que anuncia las revoluciones. Hay momentos de la historiaen los que se presiente que una civilización está al término de la carrera, y sin que sesepa muy bien lo que va a ocurrir o cómo, se sabe al menos que todo va a sertrastornado. Son ellas épocas excitantes y peligrosas, en las que los pueblos vacilanal borde de los abismos, donde se abre delante de ellos la ruta del progreso, de lacreación y de la aventura, o bien el precipicio del caos, del suicidio y de la locura.Un hombre, uno solo, basta a veces para determinar la elección, como fue el caso deLenin para Rusia, como fue, en parte, el caso de Henry Ford para América. No digoque, sin Henry Ford, América hubiese tomado otro camino del que ha tomado; peroaquél aceleró seguramente el movimiento y ganó para América mucho tiempo.

En 1912, en América como en Europa, el capitalismo se desarrollaba,inclinado hacia la utilidad, atento a la producción, preocupado en superar las crisisque lo sacudían periódicamente, explotando sin piedad al mundo del trabajo.

Page 107: Republica Moderna

107

América acababa de adquirir su independencia industrial respecto de Europa,pero era tributaria del mismo sistema capitalista, definido por Adam Smith, Ricardoy Malthus, aceptado como un postulado por Marx y al mismo tiempo denunciadopor él. Ese sistema era un sistema en el que el dinero era rey, él solo hacía allí la ley,dominaba el mercado y la condición obrera. En Europa el movimiento deemancipación social iba a ser interrumpido, traicionado y quebrado por la guerra,falseado en seguida profundamente por la Revolución de octubre de 1917. EnAmérica, la condición obrera era, si es posible, aún más lamentable. La organizaciónsindical, violentamente combatida por la parte patronal, sin defensa ante las leyes,no lograba formularse, menos aún formarse y unificarse. La inmigración masiva delos últimos años había volcado sobre el continente una mano de obra miserable,iletrada, a merced de las peores explotaciones, toda dispuesta a convertirse en eseproletariado descrito por Marx y "que no tiene nada que perder más que suscadenas".

La dificultad para juzgar a Henry Ford se debe a que, en su país al menos, lamejor parte de sus métodos ha sido tan universalmente adoptada, que ya no se vemás su potente originalidad y su extraordinario beneficio. Se ha mantenido unaenojosa tenencia a no acordarse más que de las extravagancias y de la dureza delhombre, particularmente evidentes en los últimos años de su vida. Pero en 1912Henry Ford iba a tener cincuenta años, no bacía sino muy poco tiempo que sehallaba a la cabeza de fábricas, de las que un escritor irlandés escribía: "Cuandoestudiáis la Compañía Ford, tenéis delante vuestro un gran Estado, perfecto en todas

Page 108: Republica Moderna

108

sus partes, lo que ha aproximado de más cerca para siempre ir la Utopía a la faz dela tierra". Que haya podido hablarse así prueba hasta qué punto la empresa de HenryFord pareció revolucionaria a sus contemporáneos.

Henry Ford nació en 1863, cerca de Detroit, en la granja de su padre. Supadre era en efecto un campesino emigrado y tenía la intención de que el hijo mayorde la familia se convirtiese a su turno en campesino. En realidad, Henry Ford noabandonó definitivamente el trabajo de la tierra para convertirse en mecánico lino en1891, a la edad de veintiocho años. Conservó siempre de sus orígenes rurales unascetismo puritano, un gusto pronunciado por la naturaleza y la soledad, por losárboles y por los pájaros, una determinación completamente revolucionaria dealigerar un día el peso los trabajos y la suerte de los campesinos. Lo hizo másningún otro en el mundo.

Pero por vocación profunda no le gustaba otra cosa que la mecánica. Lafuerza de su genio, pues tuvo genio, fue una afinidad prodigiosa con las máquinas,no importa cuál máquina fuese, desde las ruedas de un reloj hasta una locomotora.Más tarde dirá del tiempo de su infancia: "Entonces, como hoy, mis juguetes eranherramientas". Y luego: "Las máquinas son para el mecánico los libros son para elescritor. Éste saca de ellos ideas, y si tiene algo de cerebro, aplicará esas ideas".Henry Ford había nacido mecánico, no será nunca más que un mecánico, uninventor de mecánica. Ésa fue su fuerza y su límite. El trastorno social juzgadonecesario por Edison, la emancipación social de los obreros de los campesinossoñada por Marx: he ahí en lo que pensaba Henry Ford también constantemente. Élcreía que la máquina y e1 desarrollo mecánico podían, si no alcanzar, por lo menoshacer posibles ese trastorno y esa emancipación. Hoy día parece de tal (nodoevidente que todos los países del mundo busquen industrializarse, que el prestigioque tiene Rusia sobre las naciones atrasadas proviene menos de su marxismo que desus realizaciones industriales, y que no se concibe más una independencia nacionalreal sin industrialización. Pero en 1888, cuando Henry Ford declaraba a su jovenesposa deslumbrada que iba a construir un carruaje sin caballos, a horseless carriage,que por lo demás el caballo estaba definitivamente perimido, y que, de allí a algunosaños, la Quinta Avenida de Nueva York estaría atestada de esos vehículos sincaballos, entonces era menos evidente. Cosa curiosa, Henry Ford había detestadosiempre a los caballos y, según parece, los caballos le retribuían la antipatía.

En una empresa enteramente nueva, hay mucha distancia de la primeraintuición a la realización. Es en la noche de Navidad de 1893 que, en la cocina de sudepartamento en Detroit y con ayuda de su esposa, Henry Ford experimentó conéxito su primer motor a explosión interna. En 1896 construyó su primer cuadricicloa motor. En 1903 vendió recién su primer coche. Tenía entonces cuarenta años. Y noes sino diez años más tarde, con el modelo T, la expansión de las fábricas, laracionalización de la producción y de la distribución, con la famosa jornada de cincodólares por ocho horas de trabajo, que Henry Ford realizó lo que siempre habíatenido en el espíritu y que alcanzó al mismo tiempo la fortuna y la gloria. Hasta

Page 109: Republica Moderna

109

entonces, y salvo su esposa, nadie había creído verdaderamente en su genio. Secuenta que, cuando construyó su primer vehículo automóvil, y, orgullosamente, fuea ver a su padre en la granja, éste le dio una mala acogida. El viejo campesinopensaba seguramente que un muchacho de treinta y tres años, cargado de familia, yque dejaba atrasar tres meses las cuentas de su proveedor de comestibles antes depagarlas, debía hacer algo mejor que entretenerse con artefactos mecánicos, en losque gastaba todo su tiempo y todo su dinero.

Más tarde, cuando Henry Ford buscó accionistas para su nueva Compañía yse asoció con un comerciante de carbón, llamado Malcomson, le costó bastantetrabajo inspirar confianza. Los dos excelentes historiadores de la Ford MotorCompany, Alian Nevins y Frank E. Hill, anotan: "Lo que la gente sabía bien era tansólo que Malcomson era un gran impulsor del salto acrobático en natación, que Fordtenía ya detrás de sí un primer fracaso en los negocios y que se había retirado de unasegunda aventura, y que la fabricación de automóviles parecía ya peligrosamentesuperpoblada". Ford encontró, en todo y por todo, 28.000 dólares de dinero líquido.En lo sucesivo, no tendrá jamás ni una moneda más dada desde afuera paraaumentar ese primer capital. No obstante, durante varias semanas la nuevaCompañía bordeó la bancarrota: del 7 al 11 de julio de 1903 no tuvo más que 223dólares con 65 centavos en bancos, mientras que las facturas llegaban y aquélla nohabía vendido todavía un solo automóvil. Finalmente el primer coche Ford fuevendido el 15 de julio a un médico de Chicago, el doctor E. Pfennig. De allí todo fuecuesta arriba. El 20 de la compañía tenía más de 23.000 dólares en bancos. Diezaños después, el 1 de marzo de 1913, tenía ya pagado a sus accionistas más dequince millones de dólares en dividendos, y sus propiedades estaban valuadas enmás de veintidós millones.

No menciono todos estos detalles solamente porque conciernen a la historiadel más grande capitán de la industria americana y para mostrar que su vida no fuemuy fácil, después de todo. Hay una significación más importante: en el momentomismo en que Ford_ enriquecía a sus accionistas, su vida de jefe de empresa no erasino una larga y áspera querella con ellos. Existe entre la gente que no considera, enuna empresa dada, más que el dinero que ésta puede rendirles, una torpeza particulary una credulidad monumental. Los accionistas de Ford recibían cada mes losdividendos como un maná del cielo, rehusándose obstinadamente a considerar dedónde les venía ese maná. En el momento mismo en que Ford los enriquecía, lasbancarrotas se multiplicaban en la industria automotriz americana. Los accionistasde Ford hubieran podido decirse que las ideas y los métodos de Ford eran superioresa los de los otros industriales y que su maná mensual era quizá simplemente elefecto de esa causa. Ese razonamiento sencillo jamás se lo hicieron. Hasta el final,hasta que Ford los hubo eliminado completamente, los accionistas de Ford noquisieron ni comprender ni admitir la idea enteramente nueva que Ford se hacía dela industria en general y de la industria automotriz en particular. Conozco pocasilustraciones tan precisas de la famosa fábula de la gallina de los huevos de oro.

Page 110: Republica Moderna

110

Puede parecer absurdo, y hasta desagradable, utilizar ciertas palabras en eldominio industrial; no obstante, se está obligado a decir que, mientras que losaccionistas de Ford tenían de la Compañía Ford una idea esencialmente mercantil, elmismo Ford tenia de ella una idea esencialmente apostólica y misionera. Y esa Ideade Ford comenzaba a demostrar su verdad por su éxito. Ford tomó realmente poruna especie de San Pablo, encargado del cuidado y de la solicitud, no de todas lasIglesias, sino sin embargo de todas las partes del mundo, enviando en todas las y atodos los pueblos de la tierra, no ya Epístolas, sino automóviles, camiones, tractores,motores, llevando así a todas las razas, no un mensaje de esperanza sobrenatural,sino una promesa de progreso y de liberación. Henry Ford se consideraba y era elprofeta del motor, el apóstol del motor, el testigo y el mártir del motor: unaconvicción tal de su parte, y sobre todo la intensa calidad de esa convicción, hería,chocaba, trastornaba los hábitos mercantilistas del mundo capitalista. En efecto,según la tradición burguesa mejor establecida, las más venerada, absolutamentesacrosanta, bien pueden tolerarse, como curiosos fenómenos de la civilización, losprofetas y los apóstoles, pero nunca, en ningún momento, jamás de los jamases, selos debe introducir en un Consejo de Administración.

Ahora bien, Henry Ford no solamente formaba parte del Consejo deAdministración de la Compañía, sino que era la cabeza administrativa de ésta, delmismo modo que era el jefe y el organizador de las fábricas de la Compañía. Teníala intención de hacer de su Compañía un instrumento dócil a su profetismo: era fatalque no fuese comprendido, era fatal que tuviese conflictos. Cualquiera que sea laresonancia y el éxito de su mensaje, los profetas viven y mueren solos. En elaislamiento y el absolutismo de los últimos años, que hicieron cometer a Henry Fordtantas torpezas, no es cuestión solamente de mal carácter y de orgullo; entra en ellola certidumbre de haber visto siempre lo que los demás no veían, lo que se habíanrehusado a ver, el sentimiento de haber tenido tanto tiempo, contra todos y él solo, larazón.

Estoy bien seguro aquí de que no transformo ni exagero el pensamiento deHenry Ford. En su libro My Philosophy Of Industry, tituló el primer capítulosencillamente: "Un nuevo Mesías, la Máquina", y resulta bien evidente que él seconsideraba el profeta de ese nuevo Mesías. Para describir la renovación que esemesías aporta, Ford utiliza el lenguaje mismo del Apocalipsis: cielos nuevos, tierranueva. Toda la vida de Henry Ford se explica por esto: la paciencia, la obstinación,el empecinamiento de los largos y difíciles años del comienzo, dedicados, los demáspensaban malgastados, en azarosas experiencias mecánicas; la pobreza indefinida notenida en cuenta para nada con tal de que un día el motor marchara. La inmensafortuna del final, tampoco tenida en cuenta para nada, con tal de que las fábricasmarcharan y produjesen. Cuando era archimillonario, y archimillonario en dólares,un periodista le preguntó solemnemente: "Señor Ford, ¿cuánto vale usted?" Élrespondió: "No lo sé, y por lo demás me importa un bledo". Uno se condena a no

Page 111: Republica Moderna

111

comprender nada de la personalidad de Henry Ford si no se cree que en esemomento decía la verdad desnuda.

Diré cuál es el lugar del dinero en la jerarquía de los valores, según HenryFord. Ese lugar se hallaba en lo más bajo. Lo que más contaba para él era el trabajodel hombre, y el trabajo dentro de su poder creador. Veía en él la alegría y el objetode la vida. No se trabaja para ganarse la vida; el trabajo es la vida misma: "Quienesreflexionan saben que el trabajo es la salvación de la raza, desde todos los puntos devista, moral, físico o social. No trabajamos solamente para vivir; el trabajo es lavicia". Como buen puritano, Ford era esencialmente un buen moralista; como buenpuritano además, reducía toda la moralidad a la práctica de una sola virtud: eltrabajo. Como el mártir es la más alta expresión de la fe del creyente, para HenryFord la industria tenía algo de sagrado y de altamente honorable, porque ella es lamás perfecta expresión del trabajo y de la producción del hombre. Como buenpuritano siempre, Henry Ford no se interesaba en el arte.

Ford vio, sin embargo, y lo vio tan profundamente como Marx, que ciertascondiciones de trabajo pueden degradar al hombre, en lugar de ennoblecerlo. Uno seacuerda de la famosa fórmula de Marx sobre "la degradante división del trabajo entrabajo intelectual y trabajo manual". Si dio en conocerla, imagino que esa fórmulano tenía gran sentido para Ford. Desde hacía mucho tiempo, había resuelto en símismo la contradicción. Ford era esencialmente un trabajador manual; habíacomenzado como campesino, en seguida había sido obrero, siguió siendo siempre unmecánico, pero al mismo tiempo había sido siempre un nombre de reflexión, unpensador si se quiere, ¿por qué? Pretendía aunque su experiencia manual y suafinidad prodigiosa con las herramientas y la materia a transformar le daban másinteligencia de la que los libros dan a quienes hacen profesión de ser intelectuales.En el concepto de Ford, el trabajo manual es considerado —con el mismo título,pero diferentemente, que la intuición intelectual o artística— un medio directo delograr lo que Simone Weil ha llamado soberbiamente "el pacto original del espírituton el universo".

Pero Ford era un apóstol. No le bastaba haber resuelto un problema para él;quería aportar la solución al mundo entero. Si se analiza de cerca lo que fue eldescubrimiento original de Ford, el mismo contiene enteramente una visión aguda yextremadamente práctica del papel universal de la mecánica (engineering) en laemancipación social. Ya Aristóteles había previsto que el desarrollo de la mecánicapermitiría abolir un día la esclavitud. Es decir, que los hombres, en lugar de tener aotros hombres como esclavos, no tendrían más que "esclavos mecánicos". HenryFord realizó esa profecía de Aristóteles, y ello muy conscientemente. Es ahí dondees grande, es ahí donde él es infinitamente más revolucionario que Marx, que no erasino un intelectual. Por lo demás, Rusia lo ha comprendido bien, pues que envió asus ingenieros a que se formaran en las fábricas Ford y pidió ingenieros Rodd paraRusia. Mil veces en su vida, y desde su juventud, Henry Ford se explicó lo másclaramente del mundo acerca de ese tema de la emancipación social aportada por el

Page 112: Republica Moderna

112

progreso mecánico: "No ya más el hombre sino la máquina va a ser en adelante labestia de carga". Y además: "Es necesario quitar el fardo de trabajo y de fatiga quepesa abrumadoramente sobre la carne y la sangre y hacerlo recaer sobre el acero y elmotor".

Esa aproximación de Henry Ford con Aristóteles me lleva a una conclusiónmás general aún. Aristóteles admitía la esclavitud para beneficio de una minoría dehombres libres, emancipados de tareas serviles, capaz así de dedicar sus vidas a lafilosofía, al arte, al gobierno de la República. La esclavitud era la base necesaria deuna sociedad aristocrática. Henry Ford vio que si toda esclavitud se transfería de loshombres a las máquinas, la libertad de la holganza y de la creación sería ofrecida atodos, tendiendo así el desarrollo de las máquinas a la creación de una sociedadaristocrática: la sociedad sigue estando edificada sobre la dialéctica del amo y delesclavo; pero el hombre y todos los hombres pasan al campo de los amos. Y lareconciliación del hombre con el hombre se hace en la dominación de la naturaleza.Ello seguramente deja una visión optimista e ideal. Hemos aprendido concretamenteque la civilización de las máquinas puede crear nuevas opresiones, y Henry Fordtambién lo sabía. Pero yo creo que esa visión optimista e ideal era la suya y quetodos sus esfuerzos consistían en cristalizarla.

La imagen popular de Henry Ford es la de un potentado del automóvil, y esen efecto en la industria automotriz que triunfó de la manera más resonante. Pero suteoría de la producción industrial cubría toda producción posible, al menos todaproducción de utilidad; ella cubría igualmente el comercio y la distribución de losbienes. Habría que añadir a ello la guerra y, para Henry Ford personalmente, tal veztambién la paz. "Hay tres industrias de base -—decía—, ellas son: hacer crecer,fabricar o transportar las cosas". Agricultura, manufactura, transporte, todo debe serindustrializado. Su máxima hubiera sido, y no estoy seguro de que no lo haya dicho:"No hagáis jamás vosotros mismos lo que la máquina puede hacer por vosotros, loque ella hace mejor que vosotros, más rápido, en mayor cantidad y a menor precio".

Es menester ir más lejos. Henry Ford concibió la producción industrial mismacomo una máquina, y su colaborador, Couzens, Concibió la organización comercialy la distribución como una máquina. Es lo que los americanos llaman massproduction y mass distribution, o bien aun asembly Une, bastante mal traducido enfrancés por "cadena de producción". Los dos historiadores de la Ford MotorCompany escriben a este propósito: "En este punto bueno es definir ia significacióndel término mass production. Si en 1915 se le hubiese preguntado a un americanoordinario cuál era el mayor éxito de la Ford Motor Company, aquél habríarespondido equivocándose: «El modelo T, el automóvil ordinario y barato». Enrealidad, la hazaña más notable de la Compañía fue la creación del modelo en el quela industria moderna debía ser transformada, la mass production. Si se le hubiesepedido que definiera la mass production, el ciudadano común habría respondido,equivocándose de nuevo: «Es una producción en gran escala mediante el empleo departes uniformes e intercambiables». En efecto, la mayoría de la gente confunde aún

Page 113: Republica Moderna

113

mass production con la producción de la cantidad, lo cual no es sino una parte de suselementos. En realidad, tal como el mismo Henry Ford escribió: «la mass productiones, sobre una sola operación de manufactura, el haz de siete principios diferentesmetódicamente combinados: la energía, la precisión, la economía, la continuidad, lasistematización, la rapidez, la repetición. Cuando se utilizan metódicamente esossiete principios para fabricar sea un automóvil, sea un tractor, sea un refrigerador,sea un avión, o no importa qué otra mercadería complicada, la mass production abrela puerta a la abundancia, a la baratura, al mejoramiento de las condiciones de vida.En la paz, ella arma a un pueblo contra la miseria; en la guerra, lo arma contra elenemigo; ella se convierte en un instrumento para transformar radicalmente la formamisma de la civilización".

No es Henry Ford quien inventó ese sistema: él lo perfeccionó, lo vulgarizó,vio su aplicación universal. Pero la mass production fue practicada mucho antes queél. La imprenta, por ejemplo, no es otra cosa que la mass production aplicada al artede escribir. Me imagino que en el siglo XVI algunos monjes atrasados y algunosaristócratas refinados habrán maldecido la imprenta, que anunciaba la agonía delarte admirable del manuscrito y de la iluminación. Nadie, sin embargo, se atreve adecir que el descubrimiento de la imprenta marcó un retroceso de la civilización.Bien por el contrario, se atribuye generalmente a la imprenta el progreso de lainstrucción y la generalización de la cultura. Seguramente que un descubrimientotal, como todo poder adquirido por el hombre, puede tender al bien o al mal;corresponde al hombre saber utilizarlo para el bien. La mass production no limitasiquiera las posibilidades artísticas; ella le abre otras nuevas. En definitiva, desdehace ya mucho tiempo, existe un arte del libro. Lo malo es cuando se pretendeintroducir un método de eficacia material en la actividad del espíritu. Creo que esadesgracia le aconteció a Descartes. Reléanse las famosas reglas del Discurso delMétodo para bien conducir su razón, v se verá a mié punto Descartes enumera suspensamientos, los divide, los conduce, los reúne, como Henry Ford enumera, divide,reúne las diferentes operaciones y los diferentes elementos, que finalmenteconstituyen un automóvil. Pero lo que es un progreso decisivo para la industriaautomotriz es una decadencia no menos decisiva para la filosofía.

Se puede caracterizar en pocas palabras la mass production; es undeterminismo detallado y tan absoluto como posible de la producción. Henry Fordcomprendió y aplicó ese determinismo con todo rigor. Allí radica la grandeza de sudescubrimiento, como la grandeza de Pavlov ha consistido en descubrir undeterminismo fisiológico, como la grandeza de Freud ha consistido en descubrir undeterminismo psíquico, como Marx tuvo la intuición de un determinismo social. Elque ese descubrimiento y la grandeza de ese descubrimiento hayan llevado a HenryFord a consecuencias ilegítimas y aun extravagantes, era casi fatal. Después de todo,Marx y Freud, sin hablar de Descartes, fueron llevados a consecuencias ilegítimas,porque éstas eran completamente extrapoladas. De igual manera Henry CharlesCarey; era la época entera la que extrapolaba. Esa época no comprendió del todo

Page 114: Republica Moderna

114

que, cuanto más exacto es un determinismo, más severamente debe ser limitado sudominio. Henry Ford, ingeniero, tan grande en su dominio como Freud en el suyo,tiene, cuando sale de él, exactamente las mismas jactancias que Freud cuando éstesale del suyo. "La rectitud en mecánica y la rectitud en moral son, en el fondo, unasola y misma cosa, y no pueden ser puestas aparte." Esto es grave, muy grave; esuna concepción totalitaria. Como Henry Ford, es bien de nuestro tiempo. Cierto, esimposible negar que haya dentro de la actividad del hombre mecanismos que juegan,es imposible negar que haya dentro de la actividad del hombre y de la sociedad undeterminismo fisiológico, como lo ha mostrado Pavlov, un determinismo psíquico,como lo ha mostrado Freud, Un determinismo social, como lo ha entrevisto Marx;pero lo que dentro de la actividad del hombre es propiamente humano escapa almecanismo y al determinismo, y ello Carey lo vio bien. El hombre no se emancipa yno aumenta su valor propiamente humano niño controlando los mecanismos ydominando los determinismos do éstos. Para controlarlos y dominarlos hace faltaconocerlos. Esta es la razón por la cual Freud y Pavlov son tan útiles. En "descargode todos esos grandes hombres puede decirse de cada uno lo que Roland Dalbiezescribió de Freud: "La equidad obliga A reconocer que el primer explorador de unmundo nuevo no puedo trazar mucho su mapa, porque no conoce ni los accidentes nilos límites de aquél". Ford era un explorador; he ahí por qué divagó tanto. Es dignode observarse que se le reprochan a Ford sus divagaciones mucho más de lo que sele reprochan a Freud las luyas. Y. sin embargo, unas y otras son del mismo calibre,perfectamente definidas por el siguiente pensamiento de Pascal: "Dominación fuerade su orden, tiranía".

Ya Marx había visto bien el peligro que hay, para la dignidad humana delobrero, en ser incluido en el determinismo de la producción. Resulta evidente que,en el sistema de la mass production, el obrero que ocupa, siempre el mismo sitio enla línea, encargado siempre de la misma operación minuciosa, repitiendo siempre losmisinos gestos, a un ritmo que le es impuesto, no ejerce una actitud típicamentehumana. No es más que una rueda dentro de la enorme maquinaria de la producción,una pieza por lo demás intercambiable. El trabajo de fábrica produce así en el obrero“un estado semi-hipnólico, del que el espíritu del trabajador no emerge sino detiempo en tiempo". Así, por una fatalidad irónica y cruel Ford, aun había estadosiempre tan preocupado por quitar de las espaldas de los hombres el fardo deltrabajo servil, creando la “asembly line” había creado también otra clase de trabajoservil, quizá quizás aún más inhumana e intolerable. Lo más grave es que esaconsecuencia parece una circunstancia esencial al sistema: cuando Marx pretendeque se suprimiría una consecuencia tal, dando a los obreros la propiedad colectiva delos medios de producción, ello no es más que una mala y pesada broma deintelectual utopista. Una assembly Une sigue siendo una assembly Une así en Rusiacomo en América. Yo añado esto: cuando Simone Weil critica ese sistema, estoydispuesto a escucharla, pues ella lo hace en nombre de la dignidad humana deltrabajador. Pero ¿en nombre de qué lo critican quienes soportan muy bien una cosa

Page 115: Republica Moderna

115

que yo jamás he podido ver sin indignación: pobres mujeres que, por un salario demiseria, perforan los "tickets" a la entrada del tren subterráneo parisiense? Se tratade una tarea que sería cumplida mejor por las máquinas, como en Nueva York.Puede ser que algún día la automatización resuelva esos problemas e introduzca uncambio tan radical en los métodos de producción que esa particular servidumbre dela assembly Une sea abolida ella también. Puede ser asimismo que resulte utópicopensar que una civilización pueda eliminar completamente toda especie deservidumbre.

Ello no disminuye en nada las inmensas realizaciones de Henry Ford para laemancipación social de los trabajadores. Nada más claro, más afirmativo ni máspersistente que su pensamiento sobre este punto. La mass production y la massdistribution industriales debían permitirle fabricar automóviles en enorme cantidad ya un precio tan bajo, que no importa quién pudiera comprar, y ellas debían permitirleal mismo tiempo elevar constantemente los salarios y reducir las horas de trabajo.No solamente era ése su pensamiento, sino que él es el primero en haberlo realizadoen gran escala. Él realizó ese pensamiento, a pesar de todo el mundo, y su vida nofue sino una larga batalla por ese motivo. Aún hoy, cuando se conoce la América demitad del siglo XX, nada parece menos original; pero hace cincuenta años eramucho más original. Aquellos que ganan las grandes batallas económicas y sociales,las ganan tan perfectamente que se olvida hasta que se hubiese debido nunca libraruna batalla. "Un automóvil a bajo precio", para todo el mundo, "un salario elevado",para los obreros; estas palabras vuelven constantemente a los labios de Henry Ford,y ello desde el comienzo de su carrera de mecánico.

Si hubiera que citar, aun solamente las principales declaraciones sobre elasunto, sería necesario un volumen. Cuando el modelo N, preludio del modelo T,fue introducido en el comercio, la hoja publicitaria explicaba:

La idea de Henry Ford es la de construir un automóvil práctico y de buenacalidad, un automóvil que rinda no importa qué servicio razonable, que se puedamantener dentro de los límites de un gasto razonable, que pueda ser vendido tanaproximadamente como sea posible a los 450 dólares. La idea de Henry Ford es,pues, la de sacar un automóvil de la categoría de los objetos de lujo para ponerlo tanal alcance como para que el ciudadano americano medio pueda poseer su automóvily disfrutarlo.

"Así al establecer el precio del cuatro cilindros, la cuestión no era: ¿Cuántopodemos obtener de este automóvil? sino: ¿Hasta dónde podemos bajar su precio deventa y hacer a pesar de todo una pequeña ganancia sobre cada uno? ¿Cuántosautomóviles debemos sacar al mercado para tener el precio de venta más bajoposible, y la demanda será suficiente para absorber esa enorme producción?"Tales eran las cuestiones y no fáciles de resolver.

"Pero la Compañía Ford hace pasar esa idea a la realidad. El resultado es que,este año, miles de personas van a poseer un automóvil, en tanto que de otra maneraeso no hubiera sido posible".

Page 116: Republica Moderna

116

Bajar los precios, reducir sobre cada artículo la ganancia al mínimo, hacerpasar el artículo fabricado de la categoría de lujo a la de primera necesidad, ponerloal alcance de todos los bolsillos, tales eran los objetivos de Ford, y la massproduction no era para el sino el medio de alcanzar esos objetivos. Ya en 1903 habíadicho: "La manera de hacer automóviles es hacer un automóvil como otroautomóvil, hacerles todos semejantes, hacerlos salir de las fábricas todos semejantes,como un alfiler se asemeja a otro alfiler, cuando éste sale de la fábrica de alfileres;como una cerilla se asemeja a otra cerilla cuando ella sale de la fábrica de cerillas".Y en 1912 escribía: "No hay duda que el hombre que pueda producir un automóvil,de buena calidad mecánica y cuyo precio esté al alcance de los millones de personasque no pueden aún pagarse un automóvil, ese hombre, no solamente se enriquecerá,sino que será, además, considerado como un benefactor público". Y cuando hubopuesto, por fin, a punto su modelo T, que Iba a realizar todas sus ambiciones, HenryFord, loco de entusiasmo, exclamó: "Este automóvil anuncia la muerte de losprecios exorbitantes y de las ganancias enormes".

En esa época, los contemporáneos comprendieron perfectamente lo quesignificaba una revolución semejante en la producción. Ella significaba,evidentemente, el fin de la artesanía y de la fabricación manual. Significaba el fin deun cierto lujo. Significaba el fin, al menos la postergación para más tarde, de unacierta preocupación artística en la fabricación; significaba el reinado de unamonotonía generalizada. Cuando, en 1950, yo llegué por primera vez a Nueva York,un joven americano, que hablaba muy bien el francés, me hizo visitar la enormeciudad. Al cabo de algunas horas, observó en mí lasitud y quizás una ciertadecepción. Me dijo bruscamente: "Evidentemente, todo esto es menos pintorescoque España, Grecia o Italia, pero para nosotros, americanos, lo pintoresco es lamiseria de los demás". Después de ocho años de vida en América, me acuerdosiempre de esas palabras. No hay otras que me hayan ayudado mejor a comprender aAmérica. Henry Ford, que ha puesto al pueblo americano sobre ruedas, ha liberadoal campesino de su aislamiento, le ha permitido alcanzar la próxima vía férrea paraenviar sus productos a Nueva York o a San Francisco y recibir las máquinas y losproductos de la ciudad, ha extendido indefinidamente el mercado nacional,transportando, según el deseo de Carey, el mercado a la puerta del productor; haabierto un país interior inmenso, pleno de recursos desconocidos; ha esparcido losdiarios del Atlántico al Pacífico, hasta las menores granjas, iba pronto a permitir acada uno ir al cine, ha quebrado una soledad. No se sacrifica una emancipación tal a\a calidad de un echarpe de seda tejido a mano.

En la Exposición de San Francisco, en 1915, la Ford Motor Company habíaexpuesto una réplica de la Assembly Une para la fabricación del famoso modelo T.Cuando la línea de montaje comenzó a funcionar, y empezaron a construirse losprimeros automóviles, pieza por pieza, rueda por rueda, bulón por bulón, lamuchedumbre delirante forzó las barreras. Hubo que apresurarse a detener todo y a^evacuar a la muchedumbre, para evitar accidentes. Al día siguiente la demostración

Page 117: Republica Moderna

117

se reanudó detrás de barreras forzadas, y con los espectadores contenidos sobregraderías. Ella constituyó la atracción principal de la Exposición, tanto es verdadque una eficacia masiva en la producción de bienes suscita entusiasmo. El hombrepodía en adelante vencer la miseria de los demás.

Una realización tal bastaría, sin duda, para consagrar a Ford como uno de losgrandes hombres de América. Y, sin embargo, por muy extraordinario que sea, esetriunfo industrial no es más que el modesto preludio de una revolución mucho másprofunda, mucho más universal, en el dominio social. Desde el punto de vista delespíritu que juzga y de la historia de la civilización, la importancia de Henry Ford esconsiderable de otra manera. Los dos historiadores de la Ford Motor Companyrefieren así la primera sesión del 1 de enero de 1914, en la que el Consejo deAdministración de la Compañía tomó una decisión espectacular, y a la cual creo queno se le ha rendido, sin embargo, plena justicia. Hasta entonces los salariosindustriales más altos no sobrepasaban dos dólares cincuenta por jornada de nuevehoras, y esos salarios estaban considerados los más elevados del mundo. "Fordcubrió su pizarrón de cifras. Cuando estableció el total para los salarios, ese totalpareció demasiado reducido en relación con las ganancias previstas. Se puso a elevarel promedio —hasta tres dólares, hasta tres dólares cincuenta; luego, contra laprotesta vehemente de Martin, pero con el apoyo de Will, hasta cuatro dólares ycuatro dólares cincuenta. Según un relato, Couzens observaba ocultando mal suhostilidad. Finalmente, dijo con brusquedad: «Ha llegado usted a cuatro dólaressetenta y cinco. Lo desafío a llegar hasta cinco dólares». E inmediatamente Ford lohizo." Algunos días más tarde, la Compañía anunciaba oficialmente la jornada deocho horas y a cinco dólares. Ella estimaba que el cambio exigiría un desembolsosuplementario de diez millones de dólares al año. Ford añadía para los periodistas:"Esta medida no depende ni de la caridad, ni de un plan de salarios; no es más queuna manera de distribuir las ganancias y de acrecentar la eficacia de la máquina". Seestaba en enero de 1914. El Canal de Panamá iba a ser abierto ese mismo año. Esemismo año sería establecida la primera conexión telefónica directa a través de todoel continente entre Nueva York y San Francisco. América avanzaba a saltos enormesen el progreso industrial y social. Europa iba a sumergirse en la locura furiosa de laguerra y de la Revolución.

Quisiera verdaderamente encontrar las palabras que pudieran concentrar laatención del lector sobre la importancia de esa decisión de la jornada de cincodólares. Es infinitamente más significativo que "un alza de salarios". En situación,como se dice en el teatro, es un golpe de efecto que compromete todo el edificiocapitalista y a la vez se adelanta a toda revolución marxista. Lo digo como lo pienso:lo que Henry Ford hizo el l1-' de enero de 1914 me parece mucho más importantepara la emancipación social de lo? trabajadores que la Revolución de Octubre de1917. La Revolución hecha por Lenin y sus compañeros, aunque sangrienta,permanece siendo literaria, no sale de la "novela" de la economía política imaginadapor Ricardo y Marx. En realidad esa revolución fue sangrienta porque fue literaria.

Page 118: Republica Moderna

118

Pero Henry Ford, a su manera muy americana, sale de la "novela" y de la literatura,cubre de cifras su pizarrón, se constriñe "a la verdad y a la experiencia" y hace loque Marx había soñado. Pero no lo hace sino porque él va mucho más lejos queMarx y Lenin en la empresa revolucionaria. Él pulveriza lo que era hasta entoncesconsiderado como una ley, la famosa "ley de hierro" de los salarios, sobre la cualestaba construida la economía capitalista según Ricardo y que debía servir detrampolín a toda Revolución proletaria.

Como Lincoln, en su respuesta a Carlos Marx, Ford evitaba las grandespalabras, las palabras retumbantes. Más tarde Ford explicaba: "El pago de la jornadade ocho horas a cinco dólares fue la más bella reducción que hayamos realizado denuestro precio de costo". Y agregaba: "Y bien, ustedes deben saber que cuando lespagan convenientemente, ustedes pueden hablar a los hombres". Él sabía, sinembargo, muy bien lo que hacía, sabía muy bien hasta qué punto era revolucionario:"Es posible —decía— descubrir métodos de producción que establezcan que lossalarios elevados son la mejor economía, y que si se reducen los salarios, se reduceel número de clientes". He aquí dejada escapar la gran palabra: la de "cliente"; heaquí la Revolución social hecha por Ford, revolución no en la "novela", sino en larealidad de la economía política. Así como Henry Ford sacó al automóvil de lacategoría de "lujo" para traspasarlo a la categoría de los productos baratos y deprimera necesidad, el 1 de enero de 1914 Henry Ford, delante de su pizarrón, sacó alobrero de la categoría de proletario asalariado", en la que Ricardo y Marx lo habíanencerrado, y lo elevó a la dignidad de "cliente". De un solo golpe Ford abolió "elmínimo del salario" ("el hombre transformado en sombrero"), tan injustamente y tanfuertemente establecido por Ricardo como una "ley económica", tan justamente ytan fuertemente denunciada por Marx; abolió el "mínimo del salario", que no es másque "la suma de los medios de existencia que le hace falta al obrero para vivir comoobrero al punto justo que le es necesario para mantener su magra existencia y parareproducirla". Ford hizo del obrero un cliente en potencia.

Desde aquí veo la objeción. ¿Qué gloria, qué dignidad propiamente humanahay en ser cliente? Quisiera aquí que una vez por todas nosotros, los europeos,abandonáramos los prejuicios del pasado que nos vienen de nuestra concepciónesencialmente aristocrática y militar de la gloria. Las cuestiones sociales yeconómicas pertenecen a un dominio enteramente diferente. Y si uno se coloca en elterreno económico, como Marx pretendía colocarse, no hay la menor duda de que eltítulo de "cliente" representa tanto como el de "ciudadano" de una libre República.Se es cliente en el Mercado, cuando se tiene el poder de compra, como se esciudadano en la República cuando se tiene el poder de controlar los asuntos delEstado. Es finalmente el cliente quien domina el Mercado, es el libre ciudadano deéste. Después de Ford, el obrero americano ha pasado a ser cliente y el mejor de losclientes. Ahora bien, no se puede ser a la vez cliente y proletario, no más de lo quese puede ser a la vez y en la misma proporción amo y esclavo. La emancipación delproletariado que Marx no pudo imaginar sino a través de una Revolución "que

Page 119: Republica Moderna

119

destruye violentamente el antiguo régimen de producción", Henry Ford la hizo sinénfasis y sencillamente, delante de un pizarrón. Es decir, y a ello vuelvo, que sinviolencia y más radicalmente que Lenin, Henry Ford cambió el antiguo régimen deproducción. Sale tan completamente como Carey de la dialéctica Ricardo-Marx.También está fuera del postulado de Euclides. ¿Quién se atrevería hoy a sostenerque los obreros americanos no existen más "que bajo ese aspecto de la clase mássufriente"? Constituye ello un hecho inmenso que ni Ricardo ni Marx habíanprevisto. Laguna imperdonable para "sabios".

Aquí uno puede detenerse para juzgar la asombrosa coherencia en eldesarrollo de la República americana. La Declaración de Independencia mencionaen primer lugar los tres derechos fundamentales del hombre: la vida, y los otros dosderechos sin los cuales la vida no vale la pena de ser vivida, la libertad y la búsquedade la felicidad. Así como en tiempos de Jefferson y Lincoln, la RepúblicaAmericana se aplicó a concretar para todos y a preparar la libertad civil, a partir deHenry Ford su esfuerzo constante ha sido el de concretar para todos y preparar elderecho a la búsqueda de la felicidad. Interrogado por un gran diario sobre lasignificación revolucionaria de la decisión de Ford que llevó a cinco dólares lajornada de ocho horas de trabajo, Edison respondió mediante la siguiente carta: "Heaquí una innovación tan radical que me es imposible por el momento emitir unaopinión sobre su última consecuencia. Hace poco tiempo el señor Ford rebajócincuenta dólares el precio de venta de su maravilloso automóvil: el usuario delautomóvil recibió todo el beneficio de ello. Hoy reduce aún el precio cincuentadólares, pero esta vez son los hombres que fabrican los automóviles los que sebenefician de ello. La organización técnica del señor Ford es especial y altamenteeficaz. Es eso lo que permite tales resultados. Ésa vía se halla en adelante abierta atodos en casi todas las líneas de producción. Que el público cubra de flores a losinventores y llegará el día en que todos seremos felices". Tal vez la felicidad seamás difícil de alcanzar de lo que pensaba Edison, pero la eliminación de la miseriaes un gran paso real en la búsqueda de la felicidad terrestre.

En 1914 la gloria de Ford en América y en el mundo estaba en su apogeo.Pero un retrato de Ford no sería completo si yo no mencionase los hechos que, mástarde, oscurecieron esa gloria, hasta derribar la imagen prestigiosa que los pueblostenían de él. He dicho ya lo que creo es la causa y el origen de las faltas de HenryFord y cité a Pascal a ese propósito: "Dominación fuera de su orden, tiranía". HenryFord pretendió aplicar las leyes de la mecánica a la política, a la banca, a la filosofía,a todo. Pero lo que le acarreó, sin duda, mayor perjuicio fue su antisemitismo y supolítica patronal.

El antisemitismo sistemático siempre ha tenido algo de absurdo, pero desdeHitler tiene un carácter abominable. El antisemitismo de Henry Ford data desdeantes de Hitler y lo desaprobó oficialmente con posterioridad. Absurdo como es elantisemitismo, existen razones, causas al menos. Es muy difícil discernir las causasdel antisemitismo de Ford: él mismo no se explicó nunca claramente a ese respecto.

Page 120: Republica Moderna

120

Si se me permite hacer una hipótesis, pienso que los judíos representaban a los ojosde Henry Ford, la raza por excelencia del Libro y de la Ley, de la especulaciónmetafísica, financiera y casuística, todo un mundo que Henry Ford siempre habíadespreciado, quizá secretamente envidiado, todo un mundo que él no comprendía,que no comprendería jamás, que le estaba cerrado, todo un mundo inconquistablepara la mecánica, un mundo distinto, un poder distinto del mundo del motor y de laelectricidad. Debía sentir, y sentirlo profundamente, que los judíos eran una razaportadora de un profetismo que no era el suyo. El profetismo es totalitario: para unprofeta, todos los profetas de otro profetismo que el suyo propio son evidentementefalsos profetas.

Aún más paradojal fue la conducta de Henry Ford como gran patrón. Resultauna cosa muy triste de comprobar el endurecimiento y la deterioración de su políticapatronal. En 1914, en el mundo entero el nombre de Henry Ford representaba laesperanza más sólida y más concreta de emancipación social de los trabajadores,más que el nombre de no importa qué dirigente sindicalista más que los nombres deMarx y de Lenin. Diez años más tarde; ese mismo nombre representaba una formacasi perfecta de la autocracia industrial. Esa evolución no es enteramentesorprendente. Cuando se piensa que no hay ninguna diferencia entre la mecánica y lamoralidad, puede concluirse que los obreros de una fábrica no son sino las ruedas deuna inmensa máquina, y que evidentemente la máquina tiene infinitamente másimportancia que cada una de las ruedas que la componen. Ya he destacado que lafuerza y el éxito de Ford eran el haber concebido y organizado la producción y ladistribución como una maquinaria. En esa maquinaria, los hombres no son más quepiezas intercambiables-Como el principio que gobierna todo es la eficaciacuantitativa, se cambia una máquina o se reemplaza a un hombre, se controla unamáquina o se supervisa a un hombre, según la eficacia que se quiere obtener en laassembly Une, y todo el resto no tiene ninguna importancia si finalmente esaeficacia está asegurada. Henry Ford mismo lo ha confesado sin dificultad: "Una granempresa es realmente demasiado enorme para ser humana".

Evitemos toda sentimentalidad. Hay una cierta dureza que no solamente escorriente, sino necesaria en toda empresa un poco audaz y nueva. Cuando HenryFord dice: "Compadezco al infeliz tan blando y tan flojo que siempre tienenecesidad de estar rodeado de simpatía para poder hacer su trabajo", tiene cien vecesrazón. No se hace nada grande con la sensiblería. Esas palabras de Ford recuerdanmuchas frases de Saint-Exupéry en Robo de Noche o Tierra de los Hombres, queexpresan la ley de abnegación que gobernaba la aviación en sus comienzos. Ciertoes que el puritanismo de Henry Ford concebía la fábrica a la manera de unmonasterio, en la que la ley del trabajo reemplazaba a la de la caridad, pero imponíalos mismos deberes de obediencia, los mismos acatamientos de silencio y depenitencia; prohibición de fumar, prohibición de beber alcohol, prohibición dehablar, prohibición de sentarse, etc.

Page 121: Republica Moderna

121

Pero como el de Saint-Just, el puritanismo de Henry Ford iba mucho máslejos, hasta concebir una república donde la virtud del trabajo sería protegida por elterror. El reino utópico de las fábricas de Ford en Detroit, descrito en 1915 por unescritor entusiasta, se convirtió, según lo que bien parece ser la ley de la Utopía, enun verdadero Estado totalitario, con todos sus elementos distintivos. Los testimoniosabundan en el sentido de que los obreros estaban organizados como un ejército, loscapataces constituidos como una especie de partido que aplica en detalle la líneageneral de la política del jefe, y una policía controlante del Ejercito y del Partido. Elsistema marchaba gracias a una inquisición y una depuración constantes. No se tratade poner en tela de juicio la sinceridad, y ni siquiera el idealismo de Henry Ford;pero Saint-Just también era un idealista sincero; Lenin muy evidentemente tambiénlo era. No es del todo cierto que el señor Khrushchev no lo sea.

Es menester añadir que esta comparación de las fábricas Ford con un Estadototalitario es intelectual: la depuración no se terminaba por una bala en la nuca o elcampo de concentración, sino simplemente haciendo conocer a un empleado sudespido, sin apelación y sin explicación. Por lo demás, los testimonios sobre esaépoca son contradictorios, al menos aparentemente. Muchos han destacado que hubosiempre gran entusiasmo en las fábricas Ford por los "records" de producción. Peroes indudable que los planes quinquenales han suscitado igualmente entusiasmo enRusia, y que un cierto grado de entusiasmo es enteramente compatible con unaorganización totalitaria. La comparación con un Estado totalitario es sólida y nohabría por lo demás indignado a Henry Ford. A un periodista que le preguntaba:"¿Encara usted una democracia industrial?", él le respondió: "Fn esta etapa denuestro desarrollo, una industria debe más o menos ejercer una autocracia amistosa".Lo malo es que el autócrata se cree siempre el amigo de los hombres, y que creesiempre saber mejor que ellos lo que les conviene.

En una situación tal hay una gran enseñanza, y es a ella que quiero llegar. Laparte más espectacular de los descubrimientos de Henry Ford, la aplicaciónuniversal, a la producción y a la distribución de bienes, de los métodos de laassembly Une, esa parte propiamente mecánica e industrial, es esencialmenteindiferente al régimen social en que ella se realiza. De hecho Rusia, lo mismo queAmérica, adoptó los métodos industriales de Ford, y esos métodos han hecho sinduda más por consolidar el régimen que la absurda filosofía de Marx. Esos métodosindustriales son una herramienta extremadamente perfeccionada de producción y dedistribución y, como toda herramienta, ellos pueden ser manejados por cualesquieramanos. No tienen nacionalidad, no tienen ideología, pueden ser aplicados tan bienen un Estado totalitario como en una democracia, con los mismos resultados deeficacia, como el psicoanálisis puede curar a un enfermo tan bien en París o enNueva York como en Moscú.

En el dominio social, Ford también estableció métodos. Recordemos sulenguaje claro: "Es posible descubrir métodos de producción que establezcan que lossalarios elevados son la mejor economía, y que si usted reduce los salarios, usted

Page 122: Republica Moderna

122

reduce con ello el número de sus clientes". He ahí lo esencial de su descubrimientosocial: es enorme. Ford quebró el resorte del capitalismo y de la revoluciónmarxista, como se quiebra el muelle de un reloj. El sistema capitalista y el sistemarevolucionario marxista son, según él, herramientas descompuestas, y por esa razón,completamente inútiles y perimidas. Ford no fue más lejos que definir esos métodosy aplicarlos. Haciéndolo, mostró cuánto el ideal de armonía social .de Henry CharlesCarey era un ideal práctico y practicable. No siguió a Carey hasta el fin, no vio queel fin último de toda producción era la civilización, o más bien él tenía de lacivilización una visión demasiado exclusivamente material y mecánica. No sabíamucho lo que es "el hombre con sus más altas aspiraciones" y su sentidointransigente de la dignidad personal. Eso se lo iban a enseñar los sindicalistasamericanos.

Pero antes de abordar el análisis del movimiento obrero en América,introduzco aquí un intermedio que dará al lector ocasión de reír o de lamentarse,según su humor y la inclinación natural de sus simpatías.

Page 123: Republica Moderna

123

UN PROCESO DE ORTODOXIA

Hubo varios procesos resonantes en la vida de Henry Ford. Ninguno es másesclarecedor, desde el punto de vista de mi tema, que el que lo enfrentó a los doshermanos Dodge. Las convicciones y el profetismo de Henry Ford son allíexpresados por él en un lenguaje tanto más sorprendente cuanto que el mismo estádesprovisto de todo patetismo. Ford expone allí su concepto de la empresaindustrial, en oposición abierta y en desafío constante, al concepto clásico delcapitalismo. En otros términos, ese proceso es esencialmente un proceso deortodoxia. Más allá de los intereses comprometidos, y ellos eran considerables, setrataba ante todo de saber quién era ortodoxo y quién era herético, quién tenía elconcepto verdadero de la empresa y quién tenía de ella un concepto erróneo.

He aquí los hechos. En junio de 1903 la Ford Motor Company había sidotransformada en corporación con un capital nominal de 100.000 dólares. Lasdiversas contribuciones en valores propios y las patentes representaban casi las trescuartas partes de ese capital declarado. 23.000 dólares tan sólo fueron entregados enefectivo. Sobre las mil acciones emitidas, los hermanos Dodge recibieron cincuentaacciones cada uno. Esas acciones representaban el trabajo v las piezas suministradasa Ford por los talleres Dodge, más 3.000 en efectivo.

La compañía fue modificada varias veces, ciertas acciones fueron eliminadas,el capital nominal fue aumentado, pero nunca con dinero venido de afuera. En 1916contaba con ocho accionistas, siendo Henry Ford por sí solo mayoritario. Desde1915 se estimaba que la Compañía Ford había hecho ya ganar a los hermanos Dodge5.450.000 dólares, y ese mismo año les había pagado 1.200.000 dólares endividendos. Entretanto, los hermanos Dodge habían fundado por su lado unacompañía de automóviles, y contaban a buen seguro con los dividendos Ford paraextender sus negocios. Por su parte Henry Ford no pensaba más que en extender supropia producción, y trazaba los planos de la fábrica de Rouge, que debía ser la másgrande y la más bella fábrica del mundo. Ford tenía necesidad de dinero, y como nisiquiera se le ocurría la idea de reducir los salarios, redujo los dividendos en laproporción de 10 a 1, lo que hacía pese a todo lo bonita suma de dos millones dedólares por mes para la totalidad de los dividendos. Los hermanos Dodge fueronpresas del pánico. Hubo proceso. Los dos protagonistas principales fueron HenryFord y el abogado de los Dodge, Elliot G. Stevenson. Fue un caso memorable.

Para iniciar su Compañía, Henry Ford había tenido necesidad de dinero, esdecir, de accionistas. En esa época, y visto su poco crédito, había tenido muchasuerte al encontrarlo, pero después resultaron ser los accionistas quienes habíantenido aún más suerte al haberlo encontrado a él. Una institutriz de Detroit, hermanade Couzens, había titubeado largamente en colocar todos sus ahorros (200 ó 300dólares) en la Compañía Ford. Prudentemente terminó por no comprar más que unasola acción de 100 dólares. Esa sola acción debía enriquecerla y rendirle 335.000dólares. Lo que contrariaba a Ford en una situación así no era en manera alguna

Page 124: Republica Moderna

124

distribuir sus dividendos, sino estar obligado a tener en cuenta, en el gobierno de suempresa, si no la opinión, por lo menos intereses de gentes que no tenían ningunaresponsabilidad en el negocio y que no tenían absolutamente las mismas ideas que élsobre el modo de conducirlo. Ford llegó a considerar a los accionistas comoparásitos. Cierto, los leones mismos tienen parásitos, pero aparte de que no esnecesario que las pulgas terminen por devorar al león, Ford, con su intransigenciapuritana, no admitía que una sola pulga pudiese vivir a expensas de un león. Así,pues, lo que estaba en cuestión primeramente era la relación del jefe de empresa conlos accionistas: ¿a quién correspondía el control de la empresa?

Pero de pronto hubo una apuesta mucho más grave: ¿cuál es el fin esencialde la empresa industrial y comercial? ¿Hacia cuál está ella en primer lugar yprincipalmente orientada? Los hermanos Dodge, y Stevenson, su abogado,representaban la posición capitalista tradicional y pretendían que la empresa estáesencial y principalmente orientada hacia la ganancia, siempre una ganancia másgrande, es decir, finalmente hacia dividendos cada vez mayores. No tenían ningunadificultad en admitir que, hasta entonces, sus dividendos habían sido más bien"hermosos" —lovely dividends.

Henry Ford tenía de la industria y de los negocios una idea enteramentediferente, por no decir opuesta. Para él, la empresa industrial y comercial eraprimero y ante todo un servicio público, y definía así sus finalidades: "Permitir a ungran número de personas la compra y el uso (de un automóvil) y dar a un grannúmero de hombres trabajo y salarios sustanciales. Tales son los dos fines que yotengo en la vida". Dentro de ese programa, no existe cuestión de dinero o deganancias; se verá que Ford era sincero y que, para él, el dinero y las ganancias noson fines de la empresa sino medios. Definía así su método industrial: "Extender lasoperaciones, mejorar la calidad del artículo, hacer lo más posible los repuestosnosotros mismos, y reducir el precio de costo así como el precio de venta". Laganancia era lo que le permitía continuar haciendo andar la fábrica, perseguir supropósito de expansión y de autarquía industrial; la ganancia era además la señal desu éxito, la prueba de que él tenía razón y de que sus métodos eran buenos: "No seestimaría que yo haya triunfado 6Í al mismo tiempo no pudiera realizar eso y hacer,no obstante, una hermosa ganancia para mí mismo y mis asociados en los negocios".Pero añadía en seguida, con una solemnidad que rozaba la insolencia: "Y que me seapermitido decir aquí que yo no creo que debamos realizar tan monstruosas gananciassobre nuestros automóviles. Una ganancia razonable, está bien; pero no demasiada.Es por ello que mi política ha sido la de reducir con todas mis fuerzas el precio delautomóvil tan pronto como la producción lo permitía, y de dar el beneficio de ello alos clientes y a los obreros. Lo sorprendente en el negocio es que los beneficiosresultantes para nosotros mismos se han vuelto enormes".

Tratar una ganancia elevada, y, consecuentemente, grandes dividendos, de"monstruosos" (awjul), en tanto que los Dodge los hallaban tan "hermosos" (lovely),era blasfemar del buen Dios en su templo, y era eso lo que no podía ser perdonado.

Page 125: Republica Moderna

125

Allí estuvo el fondo del proceso. Y se produjo el diálogo siguiente, en el que seenfrentaron dos concepciones, con la implacable intransigencia de ortodoxiasincompatibles:

STEVENSON. — Y ahora, voy a hacerle la siguiente pregunta: ¿es usted siempre deopinión que esas ganancias eran "ganancias monstruosas"?FORD. — Y, bien, pues pienso que sí. Definitivamente, sí.STEVENSON. — ¿ Y es ello la razón por la cual usted no estaba contento decontinuar haciendo tales ganancias monstruosas?FORD. — Aparentemente no somos capaces de mantener bajo el nivel de lasganancias.STEVENSON. — ¿Es que usted trata de mantener bajo ese nivel? ¿Para qué la FordMotor Company está organizada si no es para las ganancias, quiere usted decírmelo,señor Ford?FORD. —Ella está organizada para hacer el mayor bien que podamos, en todaspartes, para quienquiera que se interese en ella. Para ayudar lo más posible aquienquiera que tenga necesidad de ello. . . Para hacer dinero e invertirlo, para dartrabajo, para mandar el automóvil allí donde las gentes puedan servirse de él... Y,accesoriamente (incidentally) para hacer dinero.STEVENSON. — ¿"Accesoriamente" para hacer dinero?FORD. — Sí, señor.STEVENSON. — Pero lo que para usted define y justifica la empresa. . . ¿es dar aun gran ejército de obreros trabajo y altos salarios, reducir el precio de venta de suautomóvil, de suerte tal que muchas personas puedan comprarlo barato, y aquienquiera que desee un coche, dárselo?FORD. — Si usted da todo eso, el dinero le lloverá en las manos, usted no llegará adeshacerse de él.

En todas las universidades del mundo, a todos los jóvenes que quierenaprender algunas nociones de economía política se les debería obligar a saber dememoria ese extraordinario diálogo. En economía, el mismo es tan importante comola Declaración de Independencia en política. Expresa, lo mismo que aquélla, una ciéde revolución copernicana. La empresa no gira ya más en torno del dinero; el dinerono es sino un planeta de la empresa; pero la empresa misma está al servicio delhombre. De la misma manera que la medicina está al servicio del hombre. Esediálogo fantástico e3 tan importante para quienes ingresan a los negocios como eljuramento de Hipócrates lo es para los médicos.

Los dos historiadores de la Compañía Ford señalan justamente que, en eseproceso entre Ford y los hermanos Dodge, hubiera sido posible una transacción, yque Ford, desde un punto de vista jurídico, hubiese considerablemente reforzado suposición si hubiera consentido en decir: "Nuestra política entera procura finalmenteel interés de los accionistas. La expansión es solamente una necesidad de la

Page 126: Republica Moderna

126

empresa. A la larga esa expansión será inmensamente lucrativa para la Compañía(como la historia lo probó posteriormente). El hecho de que la Compañía creanuevos empleos y puede reducir el precio del automóvil es accesorio (incidental) .En cuanto a los dividendos, ya hemos reanudado el pago de dividendos especiales, ydesde que la situación de la Compañía lo permita, los aumentaremos".

Pero precisamente ese proceso daba a Ford, profeta y apóstol, el foro dondehacer resonar su convicción. ¿Qué le importa perder un proceso? Él se haría cortaren pedazos por su convicción. Pedirle reconocer, por una parte, que las ganancias ylos dividendos eran el fin primero y principal de la empresa, y, por otra parte, que lacreación de nuevos empleos altamente remunerados, juntamente con la rebaja delprecio de venta del producto manufacturado no eran más que un fin secundario yaccesorio, era pedirle a un cristiano que hiciera profesión de fe musulmana o a unmédico que declarara que el corazón está del lado derecho. ¿Cómo pedir a unhombre que reniegue de sí mismo hasta ese punto? Una transacción semejantehubiese deshonrado a Henry Ford a sus propios ojos. No era de ese género dehombre.

Seguramente, perdió su proceso. El juez tomó el partido de la "hermosura" delas ganancias contra su "monstruosidad". La sentencia de ese juez merece sermeditada: habla un lenguaje tan claro como Ford. "Una empresa mercantil —dice—está organizada y dirigida, desde luego y primeramente, para la ganancia de losaccionistas. Las facultades de los directores están empleadas a ese fin... y no puedenextenderse a cambiar el fin mismo de la empresa, o a reducir las ganancias, o aretener las ganancias destinadas a los accionistas para consagrarlos a otro empleoque no son los dividendos." Bendito sea ese juez. Benditos sean los hermanos Dodgey su abogado. Bendito sea ese proceso y la condena. Me parece imposible enadelante hacerse ilusiones sobre la verdadera naturaleza de la economía americana:según que ella haya seguido al juez o a Henry Ford, es capitalista o anticapitalista.No se puede ser a la vez partidario de Henry Ford o del juez. Uno de los ejerciciosque más debería ser practicado en las universidades americanas sería el de rehacer elproceso de Ford y ver si hoy, en el estado presente de las leyes y de las costumbresamericanas. aquél sería todavía condenado. Yo lo dudo.

En realidad y en el momento, no más que Galileo, Ford no perdió del todo suproceso. En primer lugar, evidentemente la sentencia no le cambió las ideas. "Yodebo conducir el negocio —dijo— sobre una base que yo creo sólida y justa. Nadapuedo hacer de otro modo." En seguida, la sola amenaza de que abandonaría laCompañía, dejándola peligrar, para fundar una nueva sin accionistas, determinó atodos los accionistas a venderle sus partes. Los hermanos Dodge recibieronveinticinco millones de dólares. Se dice que Ford bailó de júbilo. En adelante iba amarchar solo hacia la expansión, de la expansión a la autarquía, de la autarquía a laautocracia. Débese señalar en su descargo que no se le había dejado mucha opción.Con su solo parecer, tenía además razón, tal como una inmensa fortuna vino enseguida a probarlo a los ojos de todos.

Page 127: Republica Moderna

127

Pero lo más importante desde el punto de vista de mi asunto es queinmediatamente Henry Ford ganó su proceso ante la opinión pública, y es por elloque se puede juzgar de qué manera esa opinión pública estaba, como el mismo Ford,impregnada de las ideas de Carey. Una cierta concepción de la economía política seformaba en ese país, en oposición a las tradiciones capitalistas todavía mantenidasoficialmente por el juez. Los dos historiadores de la Ford Motor Company sugieren,además, que el gusto de la popularidad dictó a Ford su actitud durante el proceso.No lo creo. O por lo menos pienso que, como todo predicador, Ford estaba contentode tener un auditorio. Pero el hecho de que el público americano lo haya escuchadotan a gusto prueba hasta qué punto esa nación estaba pronto para la revoluciónanticapitalista que Ford definía en la empresa.

Si el juez que condenó a Henry Ford hubiese tenido espíritu y cultura, sihubiese comprendido exactamente todas las implicaciones del proceso y de supropia sentencia, he aquí el discurso que habría podido dirigir al niño terrible de laindustria americana, inútil es decir que ese discurso es, de mi parte, enteramenteimaginado; pero creo que expresa bastante bien la situación respectiva del acusado ydel juez. Imagino asimismo que ese juez habría pronunciado ese discurso en el tonopaternal que un viejo juez afecta gustosamente con una juventud delincuente a laque quiera dejar una oportunidad de rehabilitarse a los ojos de la sociedad, He aquíese discurso:

"Lo he condenado a usted, señor Henry Ford, porque era mi deber y porquerepresento aquí a una sociedad capitalista burguesa, de la que no solamente ustedviola las leyes, sino, lo que es infinitamente más grave, de la que usted hacetambalear la ortodoxia. Si se me permite revelar aquí mis sentimientos personales,diré que mi veredicto no ha sido dictado por ninguna animosidad. Por el contrario, loquiero bien a usted, señor Ford, y le tengo mucho afecto. Para decir la verdad, tengoel corazón desgarrado. De una parte, ¿cómo olvidar que usted es ya un hombre rico,que está en situación de convertirse un día no lejano en un hombre fabulosamenterico, en uno de los hombres más ricos del mundo? ¿Cómo, pues, no sentirle afecto?Con la leche maternal he bebido el amor al dinero. Mi vocación de juez en unasociedad capitalista no hace sino confirmarme en ese amor. Represento con orgullouna sociedad basada sobre la ganancia, y sus ganancias son enormes, señor Ford;enormes. Observe, se lo ruego, que digo "enormes", no tolero que se las llame"monstruosas". Nos hallamos casi en el centro de la querella, señor Ford, de suquerella con la sociedad capitalista burguesa. Lo estimo a usted, pero no puedorespetarlo.

"Confiese que mi caso es trágico. A mi edad, no creía estar ya destinado adesempeñar el papel de uno de esos héroes de teatro, preso entre el amor y el deber,y que no puede respetar completamente el objeto de una pasión fatal. Mi caso escorneliano, y eso parece que lo deja a usted profundamente indiferente. Voy a ir máslejos: aquí, en este tribunal, donde soy juez, los papeles me parecen invertidos. De

Page 128: Republica Moderna

128

una parte, no puedo dejar de estimarlo a usted a causa de su dinero, y de otra parte,me siento infinitamente culpable de estimar a un hombre que, como usted, siente tanpoco la veneración debida al dinero. En realidad, me siento infinitamente másculpable de lo que usted aparenta sentirse culpable. Usted no reconoce sus errores,señor Ford, usted tiene en sus resoluciones el orgullo de una conciencia endurecida yde un pecador sin arrepentimiento. A creerle a usted, soy yo el equivocado, es decir,la ley, y esa sociedad capitalista que represento y que es mi deber proteger aquí.

"No quiero humillar inútilmente a un hombre tan rico como usted. Pero, enfin, señor Ford, ¿qué conoce usted acerca de las leyes de la más sana economía?Tenga por lo menos la modestia de su ignorancia. Quizá ni siquiera ha oído ustedhablar jamás del señor Adam Smith. Voy a decirle pues quién era él. El señor AdamSmith era un intelectual inglés, un profesor, señor Ford, y lie ha escrito un libroadmirable, del que le recomiendo la lectura y que se llama The Wealth of Nations(La riqueza de las naciones). En ese libro el señor Adam Smith ha definidoperfectamente y para siempre las leyes una sana economía, que usted al parecerignora. Ahora bien, ara el señor Adam Smith el objeto, la finalidad suprema de laeconomía política es acrecentar sin cesar la riqueza y el poder que a la riqueza, y nohay que salir de ahí. El acrecentamiento de la riqueza, no es otra cosa que laacumulación de las ganancias. En la definición clásica el señor Adam Smith, quesabe lo que dice, guarda bien de hablar de los obreros y de sus salarios o del teres delos consumidores, y de hacer todo el bien posible, en das partes donde es posible, atodo el mundo posible. Todo ello son ideas de poeta. Y el señor Ricardo, ¿ha oídousted alguna z hablar del señor Ricardo? Los delincuentes que se nos envía hoy díatienen una bien pobre instrucción; es una lástima. El señor Ricardo era un banquerode Londres, hizo un casamiento ventajoso y escribió libros que hacen autoridad. Esnecesario ver como habla del salario de los obreros. En una sana economía, se debenreducir los salarios lo más posible, como se reduce el precio de costo de lossombreros o de toda otra mercancía. Y todo el resto es beneficio, es decir, ganancias,es decir, dividendos, y todo está bien así.

"Piense, señor Ford, que para todo inglés en su sano juicio la autoridad de losseñores Smith y Ricardo es tan sagrada como la peluca del alcalde de Londres. Y esporque los ingleses han aplicado sin temor y sin piedad esas leyes de los señoresSmith y Ricardo, que la reina Victoria reinó sobre la nación más rica y el imperiomás próspero del mundo. ¿Cómo podrían ignorarse tales antecedentes y quién esusted para atreverse a oponerse a todos ellos? ¿No tenéis temor de una soledad así?("Hasta un hombre como el señor Carlos Marx, un intelectual alemán, reconoció elgenio de los señores Smith y Ricardo y la validez científica de su sistema. ¿Dije quela reconoció? Hizo de ella la base de su propio sistema. Observe usted que no sientoningún afecto por Carlos Marx, que vivió en Londres una vida y miserable y cuyasobras las considero muy peligrosas para sociedad. Tengo hasta vergüenza depronunciar su nombre en este recinto. Porque era un revolucionario y pretendía queel sistema capitalista de los señores Smith y Ricardo debía un día transformarse en

Page 129: Republica Moderna

129

sentido contrario, como una larva se transforma en mariposa. También tenía susidea3 de poeta, y todo ese aspecto se lo dejo a usted. Pero, en suma, por muyrevolucionario que fuese, se reconocía discípulo y continuador de los señores Smithy Ricardo. Y bien, señor Ford, siento aún más vergüenza por usted que por Marx,puesto que usted no respeta siquiera a los maestros que él respetaba y parece queusted es infinitamente más revolucionario que él.

"Voy a precisar más mi intención. El señor Adam Smith, maestro de todosnosotros, enunció la ley siguiente, que él sabía era científica, y que fue aceptadacomo tal por los señores Ricardo y Marx: “Si usted eleva o baja los salarios y laganancia, usted eleva o baja al mismo tiempo los precios”. Espero que esa ley esbastante clara para que usted la comprenda. Según la ortodoxia capitalista, de la queel señor Adam Smith es el doctor indiscutido, sobre la cual está fundada nuestrasociedad, y que yo represento aquí, no hay más que un solo medio de bajar el preciode venta del producto: bajar al mismo tiempo los salarios, o las ganancias, o las doscosas a la vez. Como no se puede exigir razonablemente de un capitalista, cuyafinalidad es enriquecerse, que rebaje su ganancia, si ese capitalista quiere, de unaparte rebajar los precios para sobrevivir dentro de la competencia del mercado, siquiere por otra parte mantener y aumentar su ganancia, es llevado fatalmente y poruna necesidad científica a reducir los salarios, a reducirlos cada vez más hasta lo quese llama el mínimo vital, porque es necesario igualmente que los obreros vivan y sereproduzcan, para no agotar la fuente de esa mercancía que se llama trabajo. Eseestado de cosas es lo que es. Reconozco que se reduce a decir que no se puedeenriquecer sino a expensas de los pobres. El señor Ricardo se felicita de ello. Elseñor Carlos Marx lo deplora. Al menos todos reconocen la necesidad científica deese estado de cosas y que el mismo se halla en la base de nuestra sociedadcapitalista.

"Usted, señor Ford, usted solo, con toda la intrepidez de los ignorantes, ustedse atreve a hollar la ley de Adam Smith. Usted pretende a un mismo tiempo rebajarlos precios, elevar los salarios, y lo hace. La consecuencia de la ley es que usteddebería estar arruinado. Nada de eso; usted aumenta, por el contrario, sin cesar lasganancias. Usted trastorna todo el sistema capitalista, señor Ford, usted lo trastornade arriba abajo. Usted camina con la cabeza, y pretende que puede enriquecerse, noempobreciendo a los pobres, sino enriqueciéndolos. Usted camina con la cabeza, soyyo quien se lo dice, pero el escándalo de los escándalos es que ello le reporta a ustedéxito. Pero me dejo arrebatar por mi indignación en lugar de explicarle lasconsecuencias de su locura. Discúlpeme.

"Una empresa, señor Ford, y en general toda organización económica ysocial, se define por su finalidad. Si usted le cambia los fines, le cambia lanaturaleza. Ahora bien, usted cambia los fines de la empresa industrial y comercial,usted le cambia, por lo tanto, la naturaleza. Su empresa no es más capitalista, almenos según la tradición oficial definida por los señores Smith y Ricardo,reconocida y estampillada por el señor Carlos Marx. Y si usted no es capitalista, rico

Page 130: Republica Moderna

130

como usted es, quisiera saber qué es usted. Lo que le reprocho más es embrollartodas mis ideas, y usted no tiene el derecho de hacerlo.

"Usted ha pronunciado una palabra infortunada, señor Ford, una palabraextremadamente infortunada, para no decir perniciosa. Usted ha osado decir que,para usted, el dinero no es sino un elemento como tantos otros en la cadena deproducción, a part in the conveyor line, como el carbón, o el mineral, o una de susnumerosas máquinas. Pero en el sistema capitalista, la ganancia, es decir, el dinero,es el fin supremo, yo iba a decir el ídolo. Pero por el contrario, los salarios y losobreros no son sino un elemento en la cadena de producción, como el carbón o elmineral. Y he aquí que usted invierte todo. Usted no considera sus ganancias en ungrado mayor que una reserva de carbón que le permite a usted hacer marchar susfábricas, sino que, por el contrario, considera usted el alza de los salarios como unode los fines esenciales de la industria.

"Haciendo eso, usted va a una consecuencia social extrema y que consideroaltamente revolucionaria. Usted modifica radicalmente la condición obrera. Elsistema capitalista ortodoxo cuida mucho de reducir y mantener al obrero en elmínimo vital, en lo que el señor Carlos Marx llama justamente la condiciónproletaria. Doblando los salarios de sus obreros, señor Ford, usted ha arruinado porla base esa condición proletaria, usted socava por la base el sistema capitalista.Usted da a sus obreros mucho más que un mínimo vital, usted les da un poder decompra del que ellos disponen libremente, usted les da un derecho común en elmercado, les confiere la dignidad de cliente y de consumidor, en tanto que hastaahora no estaban en el mercado sino a título de mercancía como otra de que sedispone pero que no dispone por sí misma.

Resumo y clasifico mi acusación:

1. Usted rebaja sistemáticamente el precio de venta del producto fabricado yeleva al mismo tiempo los salarios de sus obreros.

2. Usted hace pasar el producto fabricado de la categoría de lujo a la categoríade barato y de primera necesidad.

3. Usted hace pasar al obrero y su trabajo de la categoría de mercancía en elmercado a la categoría de cliente y consumidor.

4. Al hacer esto usted hace pasar a los señores Smith y Ricardo por imbéciles;usted va aún mucho más lejos: hace tambalear al señor Carlos Marx, cuyateoría revolucionaria reposa en su totalidad sobre el hecho de que, en unrégimen capitalista, jamás, jamás el obrero puede elevarse por arriba delmínimo vital y a la dignidad de cliente.

"No sonría, señor Ford; usted debería sentir vergüenza. Usted es un herético, y elpeor de los heréticos. No solamente niega usted el dogma, el dogma capitalistasegún el Evangelio de Adam Smith y de Ricardo, sino que arroja sobre él el ridículo,

Page 131: Republica Moderna

131

pues estoy obligado a confesarlo, pese a todo ello: usted se enriquece mucho yconstantemente, lo cual es el fin supremo del capitalista; usted se enriquece comosin quererlo y divirtiéndose, lo cual es el sueño del capitalista; usted se enriquece, entanto que debería arruinarse. Si no viviéramos en un siglo ilustrado y que hadesterrado toda superstición, yo me preguntaría si no hay alguna brujería en todoeso; y si usted no fuera tan rico, señor Ford, ¡qué placer tendría yo en mandarlo a lacárcel!

Sépalo bien, según la ortodoxia capitalista que yo represento aquí y en nombrede la cual he condenado a usted, su fortuna, por muy grande que sea, está maladquirida, pues usted la ha adquirido enriqueciendo a los pobres en lugar deempobrecerlos más, y usted hace de ella un uso ilegítimo pues pretende que ellaaproveche a todos en lugar de guardarla celosamente para usted mismo. Su fortunano es legítima, puesto que usted viola la ley del enriquecimiento; y lo dejo a ustedcon estas palabras irrefutables que los generales austríacos dijeron a Napoleón, quelos había vencido: «Todas sus victorias son nulas, por cuanto ellas han sidoobtenidas contra el reglamento militar»".

La economía política es un tema tan austero que el lector me perdonará porhaberme entretenido tanto tiempo en una situación divertida. Pero esa situación noes divertida, como las situaciones en el teatro de Moliere, sino porque ella oculta yrevela a la vez una enorme superchería. En la línea de Adam Smith, Ricardo yCarlos Marx, la economía política parece tan fabulosa y mitológica como laalquimia medieval. El proceso Ford contra los hermanos Dodge tiene de único elque desenmascara esa superchería. Es por ello que lo cómico aflora allíconstantemente. Ese proceso debería ser tan famoso en economía política como elproceso de Sócrates en filosofía o el proceso de Galileo en astronomía.

Quizás el lector me perdonará además si, antes de abandonar el tema de eseextraordinario proceso de ortodoxia, dejo aún correr mis reflexiones bajo una formaimaginada. Supongo ahora que el abogado de Henry Ford haya llevado fielmente sudiario; he aquí lo que habría podido escribir allí el 7 de febrero de 1919 a la noche:

"Hoy he perdido un proceso. El más grande proceso de mi carrera de abogado.La apuesta era de varias decenas de millones de dólares y el control de una de lasmás grandes industrias de este país. Yo defendía al señor Henry Ford, de Detroit. Eljuez ha pronunciado su sentencia contra nosotros. Seguramente, no me gusta perderun proceso, sobre todo cuando los intereses comprometidos son tan enormes. Noobstante, no llego a definir los sentimientos que me agitan esta noche. Noexperimento ninguna tristeza y no me siento seguramente con el estado de ánimo deun vencido. En cuanto a mi cliente, él estaba radiante. Debo decir que, en todo eltranscurso del proceso, hizo todo lo que pudo para indisponer al juez. Si hemosperdido, es culpa suya. Pero si mi cliente hubiese ganado, no hubiese estado másfeliz. Me acuerdo de estas palabras de Montaigne: «También hay derrotas

Page 132: Republica Moderna

132

triunfantes que rivalizan con victorias». No se puede describir, en menos palabras, loque ha ocurrido hoy.

"Si los historiadores se interesan algún día en este proceso, lidiarán que quizás hasido el proceso más extraordinario del siglo. Para mí, y que se me perdone, loencuentro más importante que el Tratado de Versalles, que va a ser firmado este año,y más significativo para el espíritu, más revolucionario realmente en la Revoluciónde octubre de 1917 en Rusia. Más allá de los litigantes, es la sociedad misma la queestaba acusada y se defendía. Ella nos ha condenado, pero tengo la certidumbre deque es ella, quien ha perdido finalmente el proceso y de que nosotros lo hemosganado. Es decir, que a partir de hoy la sociedad americana debe reconocer que elcapitalismo es un sistema económico, no solamente perimido, sino absurdo, y queno le conviene más.

"Personalmente, hace ya algún tiempo que yo preveía esta evolución (deberíaescribir esta revolución). He leído a Henry Charles Carey, el gran economistaamericano, y hallo que el señor Ford no ha hecho sino llevar al tribunal las ideas deCarey, tal como las ha aplicado en la industria. He tratado en vano, lo reconozco, deexplicar al juez que América no era más una colonia inglesa, y que nos resultabamuy ventajoso repudiar las ideas económicas inglesas, como nuestros antepasadoshabían arrojado por la borda el derecho divino del rey de Inglaterra y la tiranía delParlamento. Hoy que la forma marxista de esa escuela económica triunfa en Rusia,me parece que deberíamos ver mejor las consecuencias fatales del capitalismo, y queAmérica ha tenido la gran fortuna de haber inventado una economía políticaoriginal, que no tiene nada que ver con el capitalismo o el marxismo, y que nada ledebe. El juez no ha querido entender nada.

"El juez estaba particularmente indignado por el menosprecio que el señor Fordmuestra por el dinero. Su conciencia capitalista sentía remordimientos por esaactitud. Pero Henry Charles Carey no hablaba del dinero de manera distinta queHenry Ford. Es Carey quien escribió que «el dinero es para la sociedad lo que elcombustible es para una locomotora, lo que el alimento es para un organismohumano —la causa del movimiento, del cual resulta la energía». Y no otra cosa.Esas palabras me parecen profundas y muy americanas. El señor Ford tieneexactamente la misma idea acerca del dinero. Se trata evidentemente de una ideaesencialmente anticapitalista, pero ¿por qué no, si ella es verdadera? El juez hareprochado mucho aj) señor Ford el hacer pasar a Adam Smith, Ricardo y CarlosMarx por imbéciles, pero la idea no se le ha ocurrido sino en el terreno de laeconomía política; tal vez son imbéciles, y sean el señor Ford y su maestro Careyquienes tengan razón y tengan genio.

"Lo que he comprendido bien es que el señor Ford, que es seco como unsarmiento, siente por el capitalismo el mismo desprecio que siente por las gentes quetienen la desgracia de ser obesas.

Page 133: Republica Moderna

133

Para él, acumular dinero por el placer de disfrutar de él es tan estúpido comoacumular alimentos por el placer de comer siempre más. En todas las cosas esnecesario un límite. Los médicos no prohíben comer, pero no incitan tampoco a laobesidad. E evidente para mí que esa manera de ver es perfectamente justa Meacuerdo haber leído, en la obra de un economista francés del siglo XVII, Bois-Guillebert, el precepto de que era necesario «rechazar el dinero dentro de sus límitesnaturales». Es lo que Carey recomienda y que el señor Ford ha hecho muy bien. Paraellos, resulta evidente que el dinero no es sino un medio y un servicio público elverdadero fin de la empresa. Es eso lo que no se les perdona, de igual modo que losobesos por sobre-alimentación aborrecen a las gentes delgadas, que tienen bastantecontrol sobre sí mismas para mantenerse con salud y en buenas condiciones físicas.

"En suma, este proceso, aunque perdido para nosotros, me ha parecido muyexcitante para el espíritu y memorable. Es verdaderamente el proceso delcapitalismo, comenzado por América este proceso no acabará allí. Américaemprende este proceso de una manera mucho más radical de lo que lo ha hechoMarx. Ella rechaza como falsas las leyes pretendidamente científicas de la economíacapitalista; hace mucho más que rechazarlas; ella establece la prueba, por los hechosy en la realidad, de que esas leyes son falsas. Resulta evidentemente escandaloso,tanto para un marxista que acepta esas leyes a ojos cerrados como para un capitalistaortodoxo, como nuestro juez, que las venera.

"Dormiré bien esta noche. ¿Puede acaso tocarle a un abogado una suerte másbella que la de haber tenido el honor, una vez en su vida, de litigar en un proceso deortodoxia, en el que aquel que pierde está seguro de haber finalmente ganado?"

Page 134: Republica Moderna

134

SAMUEL GOMPERS Y LENIN "MÁS" Y "TODO O NADA"

A propósito de Jefferson y Saint-Just, he tratado de caracterizar el espíritu de larevolución política en América, su sentido de transacción, que asigna al progresoobjetivos inmediatos y limitados, sin jamás volverse atrás, por oposición al espíritujacobino, esencialmente utópico y totalitario. La misma oposición entre dos espíritusy dos métodos revolucionarios se vuelve a encontrar, igualmente ostensible, entre elespíritu y los métodos del movimiento obrero en América por una parte y, por la otraparte, el espíritu y los métodos de una revolución socialista. En esto también, másque definir dos principios en lo abstracto, quisiera atenerme a dos personajestípicamente representativos de esos dos espíritus y de su oposición. Nadie mejor queLenin representa el espíritu y los métodos de una revolución socialista. En cuanto almovimiento obrero americano, no puede estar mejor representado que por SamuelGompers, de quien George Mean y ha escrito que fue "el guía eminente de larevolución industrial en América". Yo personalmente me inclino a ser menosexclusivo que Meany, puesto que, en definitiva, los principios de la revoluciónsocial de tipo americano me parecen haber sido definidos de antemano por HenryCharles Carey, y ya he indicado el papel de primer plano desempeñado por HenryFord en la revolución industrial. No obstante, es verdad que Samuel Gompers (1850-1924), fundador de la American Federation of Labor, fue el jefe, el guía, elinspirador desde hace cien años del movimiento obrero americano.

El padre de Lenin era lo que hoy llamaríamos un "inspector de escuela",encargado de la administración escolar de todo un distrito. Su madre era hija de unabogado. Su hermano mayor fue estudiante. Este joven muchacho se unió a unaorganización terrorista que tramaba el asesinato del zar; apresado por la policía, fuecondenado a muerte y ejecutado. Lenin tenía diecisiete años. El ajusticiamiento pordelito de derecho común tiende a deshonrar al condenado. La ejecución política, ymás generalmente toda condena por delito ideológico tiene de particular que, muylejos de deshonrar a la víctima, hace de ella un mártir. Ahora bien, la sangre de losmártires ha sido siempre la simiente de nuevos creyentes: la muerte por delitoideológico justifica y fortalece la oposición intelectual y trastorna para siempre elsentido de la justicia. Antaño el martirio de los cristianos multiplicó los apóstoles.La ejecución de su hermano hizo de Lenin un revolucionario. Lenin decidió que suhermano era el héroe, que la sociedad que lo había condenado era una sociedad devillanos, y que esa sociedad merecía perecer. No quedaba más que saber cómohacerla perecer. El mismo año, en 1887, Lenin pasó a ser a su vez estudiante de laUniversidad de Kazan y se distinguió en seguida por su actividad subversiva. Apartir de ese momento, su vida fue un conflicto permanente con el gobierno del zar,conflicto marcado por la prisión, el exilio, la Siberia, todas las etapas clásicas de unacarrera revolucionaria rusa antes de 1914.

Lo que resulta sorprendente en una carrera así es que ella es una carrera deintelectual, estricta, única y típicamente una carrera de intelectual. En todas las

Page 135: Republica Moderna

135

experiencias de infancia y de juventud de Lenin no se vislumbra una, tan sólo una,que tenga alguna relación con el pueblo, obreros y campesinos, con el"proletariado". La ejecución de su hermano fue ciertamente para el una experienciahorrible. Pero, ¿qué tuvo que ver esa ejecución con la condición obrera ycampesina? Rigurosamente, nada. Que esa ejecución en desquite haya tenido muchoque ver con la vocación revolucionaria política de Lenin, ello me parece cierto: lasangre llama a la sangre.

Lenin se hizo marxista y muy pronto pasó a ser una autoridad en marxismo.Pero cuando se lee atentamente sus escritos se observa que, lo que retuvo sobre tododel marxismo, es su aspecto revolucionario. Marx se creía un "científico". Mirado decerca, Lenin considera el marxismo menos como una "ciencia" que copo unaestrategia de la revolución política. Y de esa estrategia él iba a definir la táctica. Élmismo ha relatado cómo muchos estudiantes rusos habían ingresado al marxismo:"Seguramente esos estudiantes no se interesaban mucho en el marxismo, comoteoría; se interesaban en él porque suministraba una respuesta a la pregunta: «¿Quése debe hacer?», porque era un llamado a marchar contra el enemigo. Para Lenin, elmarxismo es esencialmente una declaración de guerra y un llamamiento a las armas.Pero para hacer la guerra no es bastante definir al enemigo; es necesario ademástener tropas. El marxismo es también una estrategia, pues indica claramente dóndereclutar soldados para la revolución. El proletariado, a condición de que esté bienprovisto de cuadros, será la tropa de la revolución, "la carne de cañón" de larevolución. Nada más claro que el pensamiento de Lenin sobre este punto: "La luchaespontánea del proletariado no llegará a ser una «lucha de clases» auténtica a menosque esté dirigida por una fuerte organización de revolucionarios".

Hay entre Marx y Lenin poco más o menos la diferencia que hay entre elRousseau del Contrato Social y Napoleón. Rousseau fue uno de los padres de laRevolución Francesa. Napoleón fue hijo de ella. Pero Napoleón no servía losprincipios de la Revolución Francesa; se sirvió de ellos: ganó las guerras con lossoldados del Año II. De igual modo, cuando Lenin habla de la "lucha de clases",visiblemente la clase obrera le interesa menos que la lucha. La lucha, es decir, larevolución, y, en su espíritu, la clase obrera no existe más que como el instrumentopredestinado de esa lucha, el Gran Ejército de la República. Cuando habla de la"dictadura del proletariado", pone el acento menos sobre "proletariado" que sobre"dictadura" y sobre la conquista del poder político. Los obreros son idealesreclutados para esa conquista: "Los obreros están prontos a batirse aún porreivindicaciones... que no prometen ningún resultado tangible". Los obreros estánsiempre prontos para la movilización general de la revolución; es en eso y sólo eneso que Lenin se interesa, exactamente como Napoleón quería a los franceses: "Elmarxismo —escribió Lenin— da un impulso gigantesco a la iniciativa y a la energíade los socialdemócratas: les abre las perspectivas más amplias y, si puedeexpresárselo así, pone a su disposición la fuerza y la potencia de millones y millonesde obreros, que se levantan «espontáneamente» para la batalla". Siempre como para

Page 136: Republica Moderna

136

Napoleón, uno de los rasgos que debe admirarse más en Lenin es la claridad de laexpresión.

La Revolución fue para Lenin exactamente lo que la guerra fue paraNapoleón: "un arte sencillo y todo de ejecución". Napoleón y Lenin no eranmonstruos. Penetrados de su "arte", no veían más que en una niebla las tragediasindividuales que hacen cortejo a la guerra y a la revolución. El horrible proverbio:"No se hacen tortillas sin romper huevos", los justifica. El carácter esencialmenteartístico de tales aventuras los transfigura pronto en leyendas y Víctor Hugo seconvierte en el cantor del emperador. Pero aun Víctor Hugo sabe bien lo que dice:

.. .después de todo, en la guerra, un hombre es sombra, y eso cuenta poco.

Y Napoleón, que les hizo tanto mal, sigue siendo, para los franceses, elpersonaje más popular de su historia, como es probable que Lenin siga siendopopular en Rusia, aun cuando un día ésta deje de ser comunista. La tumba de losInválidos en París y el mausoleo de la Plaza Roja en Moscú son lugares de devocióny de peregrinaje para las multitudes, en medio de esos pueblos a los que ellos tantoamaron.

Gompers nació en Londres en 1850, y era hijo mayor de una familia de seishijos. Sus padres eran judíos holandeses, en apariencia extremadamente pobres. Elpadre era obrero en una fábrica de cigarros. El joven Samuel hizo su primeraeducación en la calle, entre los niños de la vecindad tan pobres como él. A la edadde seis años entró en una escuela judía, donde aprendió los rudimentos: lectura,escritura, aritmética, historia y geografía, a los cuales debe añadirse un estudioelemental del hebreo y del Talmud. Era un excelente alumno, pero a la edad de diezaños debió abandonar para siempre la escuela y entrar en el taller de su padre paraayudar a equilibrar el presupuesto familiar. Recordando más tarde con algunaamargura esa necesidad que tuvo, siendo muy niño, de dejar la escuela, añadía: "Elhambre del espíritu hace tanto mal como el hambre del cuerpo". En 1860 ser obreroen Londres era tener hambre. El pequeño Gompers, hijo de obrero, obrero él mismo,supo lo que es el hambre, conoció las dos hambres, la del cuerpo y la del espíritu. Ala edad de diez años el pequeño Lenin no sabía nada de eso.

Es aun en los primeros años de la infancia cuando se determinó para Gomperssu vocación de consagración a la condición obrera, lio aquí cómo describe él mismoesa experiencia: "Muchos de nuestros vecinos eran descendientes de hugonotesfranceses que habían huido de Francia después de la revocación del Edicto deNanes. En su nueva patria, ejercieron su maravilloso arte de la seda, que hizo lagloria y la fortuna de Spitafields. Pero el paso del tiempo... había dado lugar acambios en la industria. Uno de mis primeros recuerdos más vivos es el del graninfortunio que cayó sobre los tejedores de la seda cuando fueron inventadasmáquinas que los reemplazaron en su habilidad artesanal y en sus empleos. Nadietuvo la idea de hacer algo para esos hombres que acababan de perder su oficio. La

Page 137: Republica Moderna

137

miseria y la incertidumbre llenaban todo el vecindario de una atmósfera deprimentede temor. La estrecha calle resonaba con los pasos de esos hombres, yendo yviniendo en grupos, y que no tenían trabajo. Tengo en el alma, inscrita a fuego, lahuella de sus lamentaciones: «Dios mío, no tengo trabajo». Niño como era, esosgritos me iniciaron en ese sentimiento de solidaridad universal que siempre une a losoprimidos para luchar contra los que controlan la vida y el destino de losasalariados. Ese sentimiento modeló mi subconsciente. Es un impulso que me guía:a través de los años, se convirtió en la influencia dominante que dio forma a miexistencia".

Cansado de la miseria, el padre de Gompers emigró en 1863 a América consu mujer e hijos. El padre y los hijos entraron en una fábrica de cigarros en NuevaYork y volvieron a ingresar en el sindicato de su oficio. Es este sindicato de loscigarreros de Nueva York el que sirvió de trampolín al joven Gompers y el que seríael primer núcleo de la American Federation of Labor. En 1863 la Guerra deSecesión se terminaba. Es probable que ese acontecimiento no fuera ajeno a ladecisión de la familia Gompers de ir a establecerse en los Estados Unidos. Esaguerra era, más aún que una guerra civil, una guerra social y los obreros del mundoentero hacían votos por la victoria de la Unión. El asesinato de Abraham Lincolnfue, para el joven Gompers, un duelo personal: "La nueva de que un asesino habíaabatido al gran emancipador vino como un cataclismo. Me pareció que el mundoacababa de perder una inmensa potencia bienhechora. Nos era arrebatado un granespíritu en el momento en que más necesidad teníamos de él. Yo lloré, lloré todo eldía". Nada es más conmovedor que las lágrimas de ese niño de quince años. Eseniño iba a llegar a ser, él también, un obrero de la emancipación social; peroentonces habrá cesado de llorar: no es llorando como se ganan las batallas dehombres.

En su Autobiografía, a la cual me refiero aquí constantemente, SamuelGompers hace esta profesión de fe, que se asemeja a los famosos discursos deClemenceau en 1917: "Política exterior: hago la guerra. Política interior: hago lapaz". He aquí lo que escribió Gompers: "Si se me pregunta cuál es mi religión: soyun obrero. Cuáles son mis ideas políticas: soy un obrero. En el menor de misnervios, en la menor de mis fibras, en la menor de mis aspiraciones, estoy del ladoque haga adelantar los intereses de mis camaradas obreros. No digo esto con espíritude provocación o de demagogia, sino con toda sinceridad. Los hombres que tienendinero tienen también sus preferencias políticas, pero es raro que permitan que ellasinterfieran en sus negocios y sus intereses. Yo tengo exactamente la misma posición,sólo que estoy del otro lado de la barricada, del lado de las masas trabajadoras y delos asalariados; allí estoy mediante cada uno de mis actos y cada una de mispalabras".

Toda la vida de Samuel Gompers no es sino una ilustración de estadeclaración. No era ciertamente antirreligioso, pero no pertenecía a ninguna Iglesia.Respetaba profundamente las convicciones religiosas de los demás. La mayor parte

Page 138: Republica Moderna

138

de sus amigos eran católicos, porque ocurría que en esa época, en América, lamayoría de los obreros eran católicos, los sacerdotes permanecían con sus rebaños yeran los aliados naturales del movimiento obrero. Pero Gompers exigía que sedistinguiese cuidadosamente entre religión y sindicalismo, y era sin duda mejor así,para la religión como para el sindicalismo. Para progresar, hace falta en primer lugarsalir de la confusión. Pero a pesar de todas sus amistades entre los católicos,Gompers protestó solemnemente contra la ejecución en España del librepensadorFrancisco Ferrer, quien le parecía injustamente condenado: Gompers tenía horror atodo proceso ideológico.

En política era profundamente indiferente. Los problemas de los obreros leparecían económicos y sociales (trabajo y pan, o la muerte), absolutamente fuera delorden político. A su juicio, el sindicalismo y la condición obrera no podían sinoganar desligándose de toda ambición directamente política. Él mismo fue nombradoalgunas veces para candidaturas políticas: como Carey, declinó siempre tales cargos.Quería que el sindicalismo americano guardase entera su independencia de juicio,que pudiera siempre dar libremente su apoyo a no importa qué candidato de noimporta qué partido, según las circunstancias, las personas ylos lugares, Oon I i -olamira de hacer progresar la situación social.

Sabemos ahora bastante sobre Lenin y sobre Gompers para poderpreguntarnos cuál de los dos tenía en el comienzo más oportunidad de comprender alos obreros, de ayudarlos en sus verdaderas necesidades y de construir una filosofíade la acción emancipadora de la clase obrera. Parece evidentemente que esGompers. Lenin mismo no tiene ninguna dificultad en reconocer que el marxismofue fundado por burgueses, y que se propagó mediante la juventud intelectualburguesa, "portadora del bacilo revolucionario". En su libro, que yo leí en inglés,What is to be done? escribió: "La teoría del socialismo se ha desarrollado partiendode las teorías filosóficas, históricas y económicas que fueron elaboradas por losrepresentantes cultivados de las clases propietarias, los intelectuales. Los fundadoresdel socialismo científico moderno, Marx y Engels, pertenecen ellos mismos a laclase intelectual burguesa. Lo mismo en Rusia, la doctrina teórica de la Social-Democracia nació de una manera totalmente independiente respecto del crecimientoespontáneo del movimiento sindicalista. Nació como un desenlace natural ynecesario de ideas difundidas en la clase intelectual socialista revolucionaria".Después de una declaración semejante, se tiene derecho a preguntarse qué tiene quever el socialismo con el mundo obrero. Quizá no más que la ejecución del hermanode Lenin. Es un movimiento de ideas, fundado por burgueses, propagado porburgueses. Ya he citado a Marx, quien reconocía no menos explícitamente sufiliación ideológica con el capitalismo burgués de Ricardo y Malthus. El socialismoes un hijo rebelado contra su padre, pero es un hijo legítimo del capitalismo burgués.Por el contrario, los americanos, Gompers así como Henry Ford y Carey, no tienenabsolutamente nada de común con esa familia y con las querellas que la dividen.

Page 139: Republica Moderna

139

Algunas páginas más lejos Lenin afirma: No puede haber una ideologíaindependiente, desarrollada por las masas de los obreros en el progreso de sumovimiento. A esta afirmación perentoria, Samuel Gompers le da un desmentidoformal. Lo que Lenin afirma allí, sin tomarse la molestia de probar, es lo contrariode la verdad. Toda la historia del movimiento obrero en América lo prueba en loshechos. Samuel Gompers escribió: "El movimiento sindicalista americano debióelaborar su propia filosofía, su propia técnica, su propio lenguaje. Hemosdesarrollado algo diferente de lo que existe en no importa qué otro país. Me esforzó^por hacer que el movimiento americano fuese práctico, con raíces profundas desimpatía y de sentimiento. Me he rehusado a ceder una sola pulgada de la actividadsindical a no importa qué otro movimiento. Mi posición fue que el sindicalismo eracaapaz de rendir por sí mismo toda suerte de servicios y que no tenía necesidad decrear organismos separados para los diferentes dominios de intereses: unaseparación tal no haría más que dispersar el poder de los obreros".

Lenin prosigue: "Puesto que no puede haber una ideología independiente,desarrollada por las masas de los obreros, en el progreso de su movimiento, entoncesno hay más que una sola alternativa, (subrayada por Lenin) : o bien una ideologíaburguesa, o bien una ideología socialista. No hay término medio, porque lahumanidad no ha creado una «tercera» ideología, y por otra parte, en una sociedaddesgarrada por los antagonismos de clases, no puede haber jamás en ella unaideología que no sea una ideología de clase o que esté por encima de las clases. Porlo tanto, despreciar en no importa qué medida la ideología socialista, desviarse deella en el menor grado (subrayado por Lenin) significa reforzar la ideologíaburguesa". Bueno, todavía ¡tono que, como Saint-Just, no ve término medio, todavía"un extravagante" como hubiese dicho Danton, todavía uno que se embarca, con elcorazón ligero y alegre, en la dialéctica del Todo-o-Nada, todavía uno que nos repitelas palabras del buen Dios: "Quien no está conmigo está contra mí". Desde Saint-Just se sabe muy bien a dónde conduce ese camino: directamente al Terror. Losmarxistas pueden muy bien afectar acusar a los demás de ser utopistas: los peoresutopistas son ellos, porque ellos son totalitarios, porque no ven jamás términomedio, porque se atienen obstinadamente al Todo-o-Nada y porque introducen en lapolítica la ley de la mística en la que no tiene nada que hacer directamente. PeroLenin está lanzado, no se detendrá en tan buen camino; el utopista no se detienejamás. "El movimiento obrero espontáneo es capaz de crear por sí mismo (y crearáinevitablemente) nada más que el sindicalismo, y la política sindicalista de la claseobrera es precisamente una política obrera burguesa." Si se pregunta por qué unapolítica sindical obrera no es necesariamente sino una política burguesa, la únicarespuesta es que ella no es socialista. Y el infortunado Samuel Gompers, obrero, hijode obrero, es tildado sin apelación por el burgués Lenin como un "desviacionistaburgués". Lenin no tuvo jamás miedo al ridículo.

En el fondo de esta comedia, hay dos concepciones contradictorias de larelación Capital-Trabajo. Para Marx y Lenin, o el Capital sojuzga al Trabajo, y es un

Page 140: Republica Moderna

140

régimen capitalista; o el Trabajo suprime al Capital, y es un régimen socialista. Y nohay término medio posible.

Para América y para los americanos, hay un término medio, una "terceraideología", como hubiese dicho Lenin, aunque no me gusta la palabra "ideología"aplicada a América. Pero por último, Carey definió claramente este tercer término.Entre Capital y Trabajo la relación natural y normal es la de la asociación, de unmatrimonio con vista a la producción. Sin el trabajo, el capital es incapaz deproducir. Pero el capital a su turno facilita el trabajo y lo hace siempre másproductivo. Carey observa que la nave de Cristóbal Colón, la Santa María, no teníamás que 90 toneladas de capacidad, que no obstante costó mucho más tiempo,trabajo y dinero para construirla que uno de nuestros grandes transatlánticos querinden servicios infinitamente más numerosos. Atravesar el Atlántico es menos carohoy, menos caro de todas maneras, que en tiempos de Cristóbal Colón. Estareducción en el precio total de la travesía no fue posible sino por la acumulación delos medios de producción; y el primer viaje de Cristóbal Colón forma parte, élmismo, del capital común acumulado para la producción de nuevos transatlánticos.Para Carey hay algo superior al capital y al trabajo: es la producción; capital ytrabajo no tienen finalmente sentido si no es con vista a la producción. Pero laproducción no es posible más que por la asociación de aquéllos. Asociación que, porotra parte, es completamente compatible con un cierto antagonismo.

Para Carey y los americanos la posición intransigente de Lenin se asemeja ala proposición de que todos los seres humanos son hombres o mujeres y que no haytercer sexo. Es verdad, pero la situación natural y normal del hombre y de la mujeres el matrimonio, con vista a la procreación de los hijos. Se puede muy bien disertaracerca de los hombres y de las mujeres no hablando más que de su antagonismo.Pero la disertación no parece completa si no se habla también de su asociaciónposible, y de los hijos que son su resultado natural. Seguramente, todo matrimoniono existe sin querella: el antagonismo entre hombre y mujer persiste en el interiordel matrimonio. Seguramente, se puede también concebir una sociedad donde lasmujeres estuviesen completamente sometidas a los hombres, como en el Islam. Esasí como la sociedad capitalista somete completamente los obreros al capital. Pero laemancipación de la mujer musulmana se haría mal suprimiendo no solamente elmatrimonio, sino a los hombres, a todos los hombres. En el interior de esta relaciónparticular Trabajo-Capital, la posición de un Samuel Gompers era exactamente la deuna mujer fuerte y querellante que, no solamente no quiere asesinar a su marido,sino que se sabe casada para lo mejor y para lo peor y que rehusará siempredivorciarse. Ella no cambia de sexo por ello. Queriendo tanto, y sin duda mucho másque Lenin, la emancipación económica y social de los trabajadores, SamuelGompers hubiese reído mucho de que se lo tratase de "desviacionista burgués".Ahora bien, todo el edificio ideológico del comunismo se desploma como un castillode naipes desde que se reconoce que hay un tercer término posible entre socialismomar-xista y capitalismo burgués. Ese tercer término es no solamente posible, sino

Page 141: Republica Moderna

141

que existe, se comporta muy bien, no debe nada ni al capitalismo ni al socialismo: esla sociedad americana.

Que Gompers fuese anticapitalista, ello es tan evidente para él como lo espara Henry Ford o para Carey. Sin duda es más anticapitalista que Lenin, pues élsufrió sobre su nuca el duro yugo del capitalismo. En 1875 Gompers declarabapúblicamente en un mitin de su sindicato: "Todos aquellos que se hallan presenteshoy deberían estar convencidos de que nuestra condición empeora cada día y de queel porvenir está lleno de peligros. ¿Quién puede negar que las reducciones desalarios llegan casi diariamente porque la sola ambición del capitalista es laganancia?". Otra vez había dicho: "Reconocemos la solidaridad de la clase obrera enla tarea común contra nuestro enemigo común, los capitalistas. Nos comprometemosa sostener a los huelguistas, porque el hambre forzará a los mejores trabajadores atrabajar por salarios bajos. Si permanecemos unidos, constituimos una potencia queserá respetada. Divididos, somos los esclavos de los capitalistas". Como se ve, esuna declaración de guerra, O más bien la comprobación de un estado de guerra,existente entre obreros y capitalistas. Se estaba muy lejos de la armonía norialsoñada por Carey. En las primeras constituciones sindicales, redactadas porGompers, no se trata sino de lucha social, y el enemigo de la clase obrera está enellas perfectamente definido: los capitalistas. Por la misma época, Gomperspublicaba, con algunos amigos un manifiesto que comenzaba así: "A través de lo.Estados Unidos hay numerosos organismos de trabajadores que declaran que elsistema actual social y político es falso, que n» necesario cambiarlo partiendo de labase, que hoy la situación

Entre tantas otras, he aquí una, en la que Lenin la emprende con uninfortunado revolucionario que acababa de publicar un libro de 132 páginas: "¿Aqué escribir un libro de 132 páginas sobre las Cuestiones de teoría y táctica? ¿Nocree usted que, «del punto de vista de la Gran Noche»*, hubiese sido másconveniente haber publicado 132.000 volantes con la breve exhortación:«Mátelos»?"

Henry- Ford consideraba la producción y la distribución industrial como unainmensa maquinaria en movimiento; es así exactamente como Lenin consideraba larevolución política. Cuando habla de la fundación de un diario en el plano nacional,escribe: "Persisto en mi posición de que no podemos comenzar a establecercontactos reales sino con la ayuda de un diario nacional, organizado como unaempresa común, única, regular, para Rusia entera. Ese diario resumirá los resultadosde nuestra actividad bajo todas sus formas, estimulará a nuestro pueblo a ir adelanteinfatigablemente a lo largo de todos los caminos que llevan a la Revolución, en elmismo sentido en que todos los caminos llevan a Roma. Si queremos una unidadque no sea solamente nominal, debemos proceder de suerte que toda célula localasigne inmediatamente, digamos, por ejemplo, la cuarta parte de sus fuerzas a untrabajo activo para la causa nacional y común. El diario llevará inmediatamente aesas gentes el plan general, las dimensiones y las características de esta causa

Page 142: Republica Moderna

142

común. Les indicará los sitios donde no hay bastante agitación, donde los contactosson débiles; mostrará qué pequeña rueda en el gran mecanismo general debe serreparada o reemplazada por una mejor. Entonces una célula, que no ha comenzado¡aún a trabajar, que desea tan sólo trabajar, podrá comenzar, y podrá hacerlo, no a lamanera de un pequeño artesano en un pequeño taller independiente, que no está alcorriente de los progresos que tienen lugar en la industria» o de la situación generalde esa industria particular, y de los métodos de producción que la gobiernan, sinoque ella trabajará, por el contrario, como una parte activa de una inmensa empresa,que refleje el conjunto del ataque revolucionario contra la autocracia. Y másperfecta será la tarea cumplida por cada una de las pequeñas ruedas, más grande seráel número de los obreros de detalle trabajando para la causa común, más ajustadaserá nuestra red, y las inevitables correrías de la policía provocarán menosconsternación en nuestras filas".

Grand soir: se dice a3Í, m broma, del día del triunfo de ]a revolución social.

Y ahora una breve observación, como conclusión de este paralelo entre Leniny Henry Ford. He dicho que los métodos de la assembly Line no tenían ni ideología,ni religión, ni patria. No importa quién pueda aplicarlos no importa dónde, a noimporta qué fin. Puede decirse lo mismo de los métodos revolucionarios de Lenin:son abstractos y perfectos. De hecho, Hitler se sirvió de ellos en Alemania contra elcomunismo. Lenin mismo había estudiado los manuales de la Inquisición y lasconstituciones de los Jesuitas. Si algún día, en la misma Rusia, los jóvenes decidenderrocar el régimen comunista, tendrán el mayor interés en leer a Lenin, enestudiarlo minuciosamente y en aplicar sus métodos: "organización, disciplina ytécnica del secreto llevado a su más alto punto de perfección". Este solo hechoprobaría que lo que hay de más importante en Lenin no es absolutamente laemancipación de la clase obrera, sino algo enteramente diferente que es el arte de larevolución política. Como el arte de la pintura, el arte de la revolución esprofundamente indiferente a las ideas y aun los hombres: "un hombre es sombra".

El arte de la revolución, como el arte de la guerra, como todo arte, esaristocrático. Hace falta una vocación especial, una intuición particular, unentrenamiento intensivo. Nadie más que Lenin ha insistido sobre esos puntos. El quesea esencialmente aristocrático me parece evidente y fatal. En la revolución, comoen la guerra, es necesario que unos manden y que otros sean mandados. Henry Fordtambién era un autócrata, pero al menos él lo reconocía. Lenin siempre lo negó.Contra el reproche de ser antidemocrático, Lenin responde que, en el Partido,cualquiera puede tener acceso a los puestos de mando. Es verdad; pero ello nocambia la estructura jerárquica del partido. Ello importa decir, como se decía delejército de Napoleón, que cada soldado tiene un bastón de mariscal en su morral,pero, en ese ejército, había de igual modo infinitamente menos mariscales quemorrales. En la Iglesia católica también, un pastor puede llegar a ser Papa, y ello ha

Page 143: Republica Moderna

143

ocurrido bastante a menudo; pero una vez Papa, es soberano absoluto e infalible. Élhabla y todo calla.

Existe otra razón para que el socialismo marxista sea esencialmentearistocrático, y es que el mismo pretende ser una ciencia. En esto, Lenin comienzapor citar a Engels: Como el socialismo ha pasado a ser una ciencia, exige el mismotratamiento que toda otra ciencia: es necesario estudiarlo. Lenin comenta: "Todosaquellos que hablan de la importancia exagerada de la ideología, del papelexagerado de los elementos conscientes, etc., se imaginan que el puro y simplesindicalismo puede elaborar por sí mismo una ideología independiente con que sóloarrebaten los obreros de manos de sus líderes sus destinos. Pero en ello se equivocanprofundamente". Lo mismo para Gompers y los sindicalistas americanos. Y paraprobar cuan equivocados están, Lenin explica que no hay término medio entre sersocialista o capitalista burgués. Y como el socialismo es una ciencia, hace falta sersabio para saber de qué se trata. Y como todo el mundo no puede ser sabio, hacefalta un cuerpo instructor y un cuerpo de aprendices, maestros cuya autoridad no sediscute y alumnos que creen todo lo que se les dice.

Me he burlado bastante de los médicos de Moliere para tener el derecho derendir justicia aquí al socialismo marxista. Es verdad que su estructura es científica;pero es una ciencia, no de tipo experimental, sino estrictamente de tipo teológico. Hepasado toda mi vida entre teólogos; sé cómo ellos razonan; razonan exactamentecomo Lenin: por deducción y por autoridad. En su extraordinario párrafo titulado:"Engels, sobre la importancia de la lucha teórica", Lenin menciona primeramente lasacusaciones de que él es objeto: "Dogmatismo, doctrinarismo, osificación delPartido, etc.". Y añade: "Nos sentimos muy contentos de que esta cuestión haya sidoplanteada; tan sólo quisiéramos añadir a ella otra cuestión: ¿cuáles serán losjueces?". He aquí una cuestión que me parece capital, extremadamente interesante ybien planteada.

Pero, ¿cuál es la respuesta? Si el socialismo marxista es una ciencia de tipoexperimental no puede haber más que una sola respuesta posible: el juez, el único ysupremo juez de la ciencia experimental es la experiencia de los hechos. Ahora bien.Por más vueltas que se le quiera dar al párrafo de Lenin, surge que el único juez queaquél reconoce es la autoridad de Engels. Luego el argumento de autoridad es típicodel método teológico. Santo Tomás escribió, en las primeras páginas de la Suma,donde definió el método teológico: "Es necesario decir que la argumentación potautoridad es absolutamente típica de esta enseñanza; en efecto, no se tienen losprincipios de esta enseñanza sino por revelación: es menester, pues, creer en laautoridad de aquellos a quienes les ha sido hecha la revelación".

En este punto, todo lo que Claude Bernard escribió sobre el razonamientoescolástico en oposición al razonamiento experimental ilumina el proceso intelectualde Lenin: éste es esencialmente un escolástico. "La revolución que el métodoexperimental ha operado en las ciencias, escribe Glaude Bernard, consiste en habersustituido la autoridad personal por un criterio científico. El carácter del método

Page 144: Republica Moderna

144

experimental es el de no depender más que de ella misma, porque ella encierra en símisma su criterio, que es la experiencia. Ella no reconoce otra autoridad más que lade los hechos y se libera de la autoridad personal."

El hecho de que el socialismo marxista sea esencialmente escolástico y estébasado sobre la autoridad explica, a mi juicio, su éxito en los países acostumbrados ala discusión teológica. En realidad, su historia se asemeja a la historia de losconcilios. Falta saber si la Europa católica, de antigua obediencia romana obizantina, ha ganado en el cambio al cambiar de obediencia teológica. La autoridaden la religión católica no sería más que impostura si ella no emanase del verdaderoDios: eso lo sabe todo niño en el catecismo. Además, la teología católica acepta almenos discutir sus fuentes. La teología marxista, no más que la teología musulmana,no las discute nunca. Marx y Engels son el Corán, Lenin es su teólogo. Fiel a sumétodo, éste cita la autoridad de Karl Kautsky: "La conciencia socialista de clase esuna cosa introducida desde afuera en la lucha de clase del proletariado, y no unacosa que surja espontáneamente desde dentro de sí". Lenin, doctor de la iglesiacomunista, comenta: "No puede haber todavía entre los obreros conciencia de clasesocialdemócrata. Esa conciencia debe serles aportada desde afuera". Siempre apropósito de la teología, Santo Tomás escribió: "Fue menester al hombre, para susalvación, que ciertas cosas le sean llevadas a su conocimiento por revelacióndivina, porque ellas exceden la razón humana". Todos los comentarios de Leninsobre "la conciencia de clase", que no puede advenirle al proletariado más que desdeafuera, equivalen a decir que el proletariado no puede hacer nada por sí mismo parasu salvación, y que las verdades necesarias a esa salvación deben serle reveladasdesde afuera. Una de las razones que hacen que un hombre de honor no tengadificultad en permanecer siendo católico o en hacerse católico es que la teologíacatólica no ha ocultado jamás su método, y que éste es un método de autoridad. Noocurre desgraciadamente lo mismo en cuanto a la "teología" socialista marxista.Ningún intelectual socialista tiene el derecho de hablar de ella, al punto de que no harespondido claramente a estas cuestiones: si el socialismo es una ciencia, ¿cuál es elcriterio de esa ciencia? ¿Es la experiencia y los hechos, como en una cienciaexperimental? ¿Es la sola autoridad de una revelación, como en la ciencia teológica?Y si es la autoridad de una revelación, ¿cuál es el valor de esa revelación?Personalmente, digo que la teología es una ciencia, cosa que Claude Bernardseguramente no admitiría, pero eso es otra cuestión, que me alejaría aquí mucho demi asunto.

En contraposición, no hay duda acerca del espíritu y los métodos de SamuelGompers. Cuando se lee su Autobiografía, lo que a cada página sorprende al lectores la sujeción de Gompers a los hechos, a la naturaleza, a la experiencia. Como lamayoría de los americanos, Samuel Gompers no tiene absolutamente temperamentoteológico; el argumento de autoridad no tiene ningún valor para él; solamentecuentan los hechos. Es un experimental. "Debemos construir nuestro programa sobrelos hechos y no sobre teorías", escribió. Entre las enormes e incesantes dificultades

Page 145: Republica Moderna

145

que encontró a todo lo largo de su lucha sindicalista, las peores le vinieron siemprede aquellos que "ignoraban los hechos de la naturaleza humana". "Mi experienciame ha convencido de que la legislación no puede llevar a cabo lo que es contrario ala voluntad general y que pueden obtenerse muchos mejores resultados si se llega aun acuerdo unánime después de una investigación completa de los hechos encuestión."

Nos hallamos aquí en el corazón de América, y quizá también en el corazónde su desacuerdo con Europa. En el fondo, en el fondo final de las cosas, nosotroslos europeos, todos, de derecha y de izquierda, comunistas o reaccionarios,cristianos o anticristianos, demócratas o monárquicos, todos, pero todos, somos detradición aristocrática y de formación teológica, creemos en la autoridad dentro delos dominios político y social. Dentro de esos dominios, América no cree más queen los hechos, y nadie tiene el derecho de imponer a los demás lo que éstos nocomprenden y no quieren. América es democrática: ella cree que las leyes siguen alas costumbres en lugar de precederlas. Para Gompers no bastaba jamás que unacosa fuese buena; era necesario aún convencer a los demás a que la quisiesenlibremente. Siempre desconfió de las leyes abstractas e inaplicables, y de todaconferencia que no lleve a la confección de tales leyes: "Una conferencia así trataríade legislar para la industria, en tanto que los cambios realmente constructivos y losmétodos realmente constructivos no pueden emerger sino de la experiencia de laindustria, a la vez mediante aquellos que manejan las herramientas de ella y aquellosque tienen su control".

Retengamos bien estas palabras: la experiencia común a aquellos quemanejan las herramientas de la empresa y a aquellos que tienen su control. Es de esaexperiencia común a los obreros y a los jefes de empresa (management), que nacióesa invención típicamente americana: the bargaining table, textualmente "la mesa deregateo". Me aflige el que la palabra "regateo" suene tan mal en francés, debido aque siempre sentimos un desprecio aristocrático por las cosas y las palabras delcomercio, más por las palabras que por las cosas por otra parte. Pero SamuelGompers no es Mallarmé y atribuía poca importancia a la musicalidad de laspalabras. No se interesaba verdaderamente más que en la emancipación económica ysocial de los obreros, y la bargaining table era para él el instrumento ideal de esaemancipación, la palanca que sacaría al mundo obrero fuera de la miseria. Elprogreso en la emancipación de los obreros americanos no llegó de un golpe, nollegó a lo alto, de afuera, por medio de leyes. Llegó poco a poco, día tras día,mediante una reclamación constante y áspera, obstinada y jamás debilitada,presentada por los mismos obreros a los jefes de la empresa, en el plano mismo de laempresa, apelando constantemente a la experiencia común, que suministra unterreno común y sólido, una medida común, a toda discusión entre obreros y jefes deempresa. Y cuando la discusión fracasaba en el plano de la discusión, en labargaining table, entonces, y recién entonces, la huelga, que es el argumento último

Page 146: Republica Moderna

146

de los obreros, así como la guerra es el supremo argumento de los gobiernos:Ultimata ratio Regum.

No es desde afuera y desde lo alto, como pretendía Lenin, que debe llegar lasalvación temporal de la clase obrera; es desde adentro y de ella misma, de su libre ypersistente esfuerzo. "Los Últimos años —escribió Gompers— han sido una pruebareveladora que ha aportado una distinción decisiva entre lo permanente y lo efímero.Esos años han demostrado una vez más hasta qué punto se puede contar con lasinstituciones libres y voluntarias para asegurar la iniciativa individual. Revelan queel acrecentamiento auténtico y el progreso no vienen de lo alto y desde afuera. Elacrecentamiento auténtico y el progreso no llegan a través de fórmulas y dedeclaraciones, sino a través de una educación y una disciplina librementeconsentidas dentro del movimiento mismo de la vida. El acrecentamiento auténtico yel progreso se manifiestan dentro de un trabajo que es en sí mismo su revelación."Gompers se indignaba vivamente a la sola idea de que se pretendiera enseñar a losobreros lo que necesitan, de que se pretendiera que ellos tienen necesidad de unarevelación infinitamente más grande que todas las disertaciones pretendidamente"científicas". Super omnes docentes me, intellexi. "He comprendido mi destino y misalvación infinitamente mejor que todos aquellos que pretendían explicármelo",habría dicho con el salmo. Si al comienzo de su carrera escribía a Engels que él noera en absoluto anti-socialista, por último el socialismo se había convertido enobjeto de su aborrecimiento. No soportaba la arrogancia de los pedantes: "No haynada más intolerable que el teórico que quiere hacer el bien", escribió.

Su concepto del jefe era el opuesto al de Lenin, y ello no es difícil decomprender. Todas las críticas de Lenin contra aquellos a quienes llamaba "loseconomistas", a los cuales Marx había llamado "los posibilistas", pueden aplicarse aGompers; pero Gompers soportaba esas críticas de buen grado. Él no estaba alservicio de una revolución política abstracta, sino al servicio de los obrerosúnicamente. He aquí lo que hubiera podido responder a Lenin, y estas palabras quecito son de 1896. Pero cuando él mismo las cita en su Autobiografía, Gompersafirma que ellas expresan "un principio de toda mi vida": "Usted me dice que si yoatribuyo importancia a mi posición de «líder» del pueblo, es ahora cuando deboconducirlo. Usted traiciona así el pobre concepto que usted tiene de los principiosfundamentales de nuestro movimiento obrero. Usted parece tener la idea de que lacabeza ejecutiva de una organización debe ser un jefe y un guía, their leader. Usted-no parece comprender que «líder» implica gente que sigue, y que allí donde hayquienes conducen y otros que siguen, no hay sino engañadores y engañados. Ustedno sabe que nuestro movimiento está basado sobre el reconocimiento de la soberaníade los obreros. Cuando los obreros deciden alguna cosa, se considera que saben loque dicen, se considera que obran de acuerdo con su decisión. Lo que exigen de sucabeza ejecutiva no es que se los conduzca, sino que se ejecute su voluntad". Encontraposición a esto, y para el caso de que todas las citas de Lenin ya hechas nobastaran, he aquí aún otra más: "Un socialdemócrata debe ocuparse primero y ante

Page 147: Republica Moderna

147

todo de una organización de revolucionarios capaces de conducir el conjunto de labatalla proletaria por la emancipación".

He aquí ahora en qué términos Gompers describe las diferentes tendencias delmovimiento obrero en Nueva York en 1873, en plena crisis económica: "El grupo delos radicales, llamados a sí mismos comunistas, vio en la situación una ocasión depropaganda. Para ellos la propaganda era la finalidad capital de la vida. Estabanperfectamente de acuerdo para utilizar la miseria humana como un material depropaganda. Los resultados prácticos no estaban previstos en su programa. Eranjóvenes héroes, decididos a desempeñar un gran papel; no sentían pues ningún gustopor el trabajo sin ostentación, silencioso, ordenado, el único que crea un progresoconstructivo... Publicaban circulares de un mérito literario y artístico cierto...Pronunciaban discursos que proporcionaban grandes títulos a los periodistas.Repintaban el cielo con los colores de un plan revolucionario «verdadero» y con unideal extravagante. Otro grupo era de parecer... que el alivio y el auxilio a los sereshumanos constituía lo real". Yo pienso que tales palabras caen sobre Lenin, y sobrelos intelectuales comunistas o comunizantes, como una lluvia de fuego.

La oposición Gompers-Lenin es exactamente la misma que la oposiciónJefferson-Saint-Just: es la humanidad concreta que se protege contra la utopía. Sí, sébien que los comunistas están siempre prontos a acusar a los demás de utopía. Perolas fórmulas de sus doctores están ahí para revelar el carácter esencialmente utópicode su ideal. Ellos tienen el ideal del Todo-o-Nada: la revolución política y ladictadura del proletariado o reventar. Y cuando Lenin vierte a granel sarcasmossobre los "Economistas", lanzándoles a la cara un proverbio ruso que habla de añadirun kopek a un rublo, es él el utopista. Samuel Gompers vio muy bien que añadiendocada día un penique a un dólar se terminaría por cambiar sustancialmente lacondición obrera, haciendo ascender al obrero de la degradante posición deproletario a la dignidad económica de cliente. Pero si no hay más "proletarios" nohay más reclutas para el gran ejército de la Revolución; y eso es lo que inquietaba aLenin. Aauí, Ford y Gompers están profundamente de acuerdo, el jefe de empresa yel sindicalista. El ideal de Gompers no es Todo-o-Nada. Es más y siempre más:More and more.

Si se quiere comprender bien a Estados Unidos es necesario consultar losprocesos verbales de los diferentes comités del Congreso. Esos comités conducenconstantemente encuestas que son, según las recomendaciones de San Ignacio deLoyola, el examen de conciencia cotidiano para esa nación. En 1833 uno de esoscomités realizó una encuesta sobre el estado de ánimo de los sindicalistas. Gompers,y otro dirigente sindicalista, Strasser, comparecieron ante el comité. He aquí algunosextractos del interrogatorio:

EL COMITÉ. — Díganos tan sólo cuáles son los objetivos definidos de ustedes.

Page 148: Republica Moderna

148

STRASSER.— No tenemos objetivos definidos. Avanzamos por nuestro camino dedía en día. Combatimos solamente por objetivos inmediatos, objetivos oue podemosalcanzar de aquí a algunos años.EL COMITÉ. — Sí, comprendo bien, ustedes quieren comer mejor, vestirse mejor,y mejores casas donde vivir.STRASSER.—Sí, señor, queremos mejores habitaciones y una vida mejor, ygeneralmente queremos llegar a ser mejores ciudadanos.EL COMITÉ.— Veo que usted es un poco susceptible ante el pensamiento de quepudiera pasar por un puro teórico. No lo veo a usted absolutamente de esa manera.STRASSER. — Y bien, nosotros decimos en nuestra Constitución que somosopuestos a los teóricos. Yo debo representar aquí a la organización. Somos todoshombres prácticos.Y ahora Gompers ante un comité en 1914:EL COMITÉ. — Dígame: en su actividad práctica en él seno del movimientoobrero, ¿la American Federa/ion of Labor se guía por una filosofía social deconjunto, o no? _ GOMPERS. — Se guía por la historia del pasado, saca suslecciones de la historia. Conoce las condiciones en que viven los obreros. Trabajasegún una línea de menor resistencia. Se esfuerza por obtener los mejores resultadosy por mejorar la condición de los trabajadores, hombres, mujeres y niños, de día endía, haciendo de cada día un día mejor que el que lo precedió. El principio rector, lafilosofía v el objetivo del movimiento obrero es asegurar para todos una vida mejor.EL COMITÉ. — ¿Qué piensa usted del más alto ideal y del mejor ideal de justiciasocial, aplicado a la distribución de la riqueza? ¿No cree usted que bajo un régimental todos los trabajadores, manuales, intelectuales, directores y jefes de empresas,todos juntos recibirían la suma total de todos los productos de su trabajo?GOMPERS. — Evidentemente, es con un cebo que lo tienta como se atrapa un pez.Es con un cebo que los tienta como se atrapan una laucha o un ratón. La inteligenciay el buen sentido de los obreros prefieren atenerse a los problemas de hoy, losproblemas a los cuales deben hacerles frente si quieren avanzar, más bien queocuparse de una imagen y de un sueño que no han tenido jamás y que, e-;oy segurode ello, no tendrán jamás la menor realidad dentro de la marcha real de lahumanidad. Que una imagen tal y un sueño tal sean tomados en serio y estaremosamenazados por el peor sistema para restringir todo esfuerzo y toda actividad quehaya sido jamás inventado por el espíritu humano.

"Es con un cebo que lo tienta como se atrapa un pez": puede decirse que elcomunismo ha realizado la más bella pesca milagrosa de los tiempos modernos. Y silos obreros americanos han escapado a la tentación como al cebo, no es solamentegracias a su buen sentido; es también gracias a Gompers, a su menosprecio de lapolítica. Para Gompers la política es el reino del engaño. • Escribió: "El mundoeconómico es esencialmente científico. La política es el dominio de fuerzasantagónicas. Para salvar el movimiento obrero del dominio de la fuerza, he insistido

Page 149: Republica Moderna

149

en una reglamentación y una restricción del uso de los fallos de Tribunal en lasdisputas industriales". Estas palabras son un poco forzadas, pero cuando se ha leídoa Gompers, se ve bien lo que quiere decir. La política es el dominio de la pasión, dela propaganda, de la credulidad, y finalmente de la explotación del hombre por elhombre, pues lo que más fácilmente se explota en el hombre es su credulidad: en esoes semejante a los peces, a las lauchas y a los ratones. Cuando Gompers dice que eldominio económico es "científico" quiere decir que es el dominio de la experienciay de Ua experimentación, donde todos están obligados a ponerse finalmente deacuerdo. Cuando Luis XIV, rey absoluto y de derecho divino, discute con suministro para saber si una ventana del castillo de Versalles está dentro de laalineación, se toma un metro, y todo está dicho, el rey cede al ministro, y si no cede,es un necio. Pero cuando el rey invoca la razón de Estado, que es el argumentopolítico por excelencia, él es el más fuerte y se este juicio en favor de susemociones, dejó de jugar un papel constructivo en el movimiento obrero".

Otros siguieron el camino inverso y vinieron del socialismo al sindicalismopráctico y laborioso de Gompers: "Muchos de los que ayudaron a echar loscimientos del movimiento sindicalista habían atravesado por la experiencia delsocialismo y finalmente hallaron su camino hacia una más sana política. Eransiempre hombres de imaginación generosa que respondían a una vocación espiritualde camaradería. Pero la cualidad práctica de su instinto los salvó y los llevó más alláde sus emociones hacia principios basados sobre una mejor inteligencia de lahumana naturaleza... La experiencia del socialismo puede ser útil en un planoconstructivo, a condición de que el individuo sea capaz de elevarse por encima delas fórmulas del socialismo: habitualmente hombres así aportaban en elcumplimiento práctico de su deber una lucidez interior y rápida, comprendían quelos objetivos inmediatos y tangibles no eran sino causas puramente instrumentalespara apuntar a un blanco espiritual más elevado".

Gompers sabe muy bien lo que dice, y está dotado de un juicio tan precisocomo Lenin. A la "conciencia de clase", tan cara a Lenin, basada sobre una "teoría"de tipo teológico, Gompers opone "una solidaridad de clase", basada sobre laexperiencia vivida de la condición obrera y sobre la resolución práctica de mejoraresa condición. Allí está, solamente allí, la línea divisoria de las aguas. "Al principio,yo tenía la costumbre de discutir con los socialistas. Les decía que la KlasenBewivustzein (conciencia de clase), de la que tanto caso hacían, no era un elementoni fundamental ni esencial, porque la conciencia de clase era un proceso del espírituque todos aquellos que tenían alguna imaginación podían compartir. En tanto queesa fuerza primitiva, que tiene su origen en la sola experiencia, era Klasengefuhl,una solidaridad realmente experimentada de clase. Esa solidaridad es una de lasfuerzas de cohesión más grandes dentro del movimiento obrero." Uno puedeimaginarse bien la miseria de la condición obrera en Londres hace cien años, comose puede imaginar la cárcel o la enfermedad. Pero aquel que no ha estado nuncaencarcelado, o que no ha estado nunca enfermo, no sabe lo que es cárcel o

Page 150: Republica Moderna

150

enfermedad. La sola diferencia es la experiencia; pero es una diferencia abismal. Esla diferencia fundamental entre Lenin y Gompers.

La impaciencia y la emotividad conducen a la violencia. Cuando a ello seañade, como en el caso de Lenin, una visión sistemática y propiamente utopista, seconcluye en el terror. El terror es ante todo un pecado del espíritu. He aquí lo queescribía Lenin a Zinoiev: "Hay que alentar el vigor y el carácter total del terrorcontra los contrarrevolucionarios". El terror se halla de tal modo en el espíritu delsistema comunista, que cuando Khrushchev denunció los excesos de Stalin, lo que lereprochó es haber aplicado el terror a auténticos comunistas. No se le ocurrió la ideade desaprobar la violencia como sistema de gobierno, ni el terror utilizado contra losno comunistas: no hay inocentes entre aquellos que no se adhieren al régimen. Siustedes no son comunistas, se van al infierno.

Gompers escribió, por el contrario: "Personalmente, siento horror por laviolencia... El movimiento obrero, como toda institución cuyo propósito es un idealrevolucionario, ha debido resistir a lo que lo hubiese arrastrado a la violencia".Gompers consideraba la violencia primeramente como una puerilidad; quería que losobreros tuviesen suficiente madurez de espíritu y de carácter para abstenerse de ella;sabía que la sangre llama a la sangre y que, en esa emi^ación do brutalidad, loshombres pierden la cabeza, que quedan a merced de instigadores, y que pierden elcontrol de su propio destino. No obstante, cuando en Chicago se condenó a muerte aanarquistas por haber hecho un llamamiento a la violencia, Gompers intercedió porellos, porque su culpabilidad no estaba probada. Tenía también otra razón queexpuso al gobernador de Illinois: "Si estos hombres son ejecutados, sencillamente sele da al movimiento que se llama revolucionario un impulso que ninguna otra cosaen el mundo podría darle. Fuera de toda consideración de piedad o de humanidad,esos hombres serán considerados como mártires". Nada sirve a una propagandacomo los mártires, sobre todo, por otra parte, los mártires en la tropa: Lenin y Stalinmurieron en sus lechos.

El mismo espíritu dictaba la filosofía de Gompers sobre la huelga. La huelga,para él, era como el derecho de legítima defensa. No se debe matar a alguien sino encaso de extrema necesidad. Y ello siempre es una desgracia. La huelga política,hecha para fines extraños al interés inmediato de los trabajadores y de ellos solos, leparecía una monstruosidad. El ideal era obtener lo más posible para el bienestar delos trabajadores y de obtenerlo sin huelga. Gompers sabía bien que Ja interrupciónde la producción empobrecía finalmente a todo el mundo, inclusive los obreros.

Como medio principal de progreso social, en cambio de la huelga él preferíainfinitamente la organización, la federación y una disciplina libremente consentida.La manera en que Gompers habla de la huelga es extremadamente sorprendente paraquien está habituado a las declaraciones sindicalistas europeas. Desde 1887Gompers declaraba: "El mejor medio de eliminar huelgas y boicoteos es hacer unaprovisión con vistas a las huelgas y a los boicoteos. No hay mejor medio dedisminuir las huelgas que fabricar hombres de experiencia. Si vuestra organización

Page 151: Republica Moderna

151

es fuerte, se os tratará generosamente, y si el empleador se muestra justo y correcto(fair), los hombres no tienen más el deseo de hacer huelga o de boicotear. El mejormétodo para disminuir las huelgas es organizarse con vistas a la defensa de loshombres en caso de huelga. Cuanto más fuerte es el sindicato, tanto menos huelgashay. Nosotros no queremos las huelgas. Pero si los hombres no están organizados, seven obligados a ir a la huelga. Primeramente disminuirá los salarios un empleador,en seguida otro, hasta que el índice cae tan bajo que los hombres deberán hacerhuelga. Nosotros somos contrarios a las huelgas de simpatía y hechas a la ligera. Laignorancia no es disciplina. Es necesaria más disciplina para pagar una cuota de undólar por semana con el fin de ayudar a quienes están en huelga que ponerse enhuelga de simpatía con ellos. La primera cosa que hace un nuevo sindicato es quererdesatar una huelga. Exageran la potencia de una organización que no tiene recursos.Los sindicatos antiguos no hacen huelga; se les conoce su poder. No tiene que hacerhuelga para resistir los avasallamientos". Como se ve. éstos son, aplicados aldominio social, muy viejos principios: "Si quieres la paz, prepara la guerra", y:"Mostrar su fuerza para evitar servirse de ella" o esto otro: "Hablar suavemente conun bastón en la mano". No es ciertamente una filosofía social de débiles. Gompersconsidera la huelga como la guerra. Se está obligado a veces a recurrir a ella, perono hay que quererla. Porque ella es una gran desgracia que golpea a los inocentescomo a los culpables.

Finalmente, el último reproche hecho por Gompers al socialismo, el últimopero no el menos significativo, es lo que Moliere reprochaba a los médicos de sutiempo: la logomaquia y el galimatías. "Una cierta negligencia en el uso de lostérminos como Socialización, Socialismo, y el hábito de las exageracionesgrandilocuentes, dan a menudo a los sindicalistas europeos una ilusión de«radicalismo» que no se verifica en la práctica. Yo me he formado el hábito de laprecisión en el uso de las palabras. Mi filosofía económica hace que, en lugar detransmitir mis ideas, la terminología socialista las destruye." El horror de Gomperspor las palabras vagas y abstractas, particularmente las palabras terminadas en"ismo" y en "ista", en los dominios económico y social, ocultaba el temor de ser élmismo víctima de engaño y de ser arrastrado a pesar suyo a una traición en unabatalla que no era la de los obreros. Yo no creo que haya utilizado jamás la palabra"proletariado". Si al comienzo de su carrera utilizó la palabra capitalista, no se lavuelve a encontrar más bajo su pluma hasta el fin: "sobre la base de que haysimplemente dos grupos en la sociedad: los empleadores y los empleados". Tiene ellenguaje de un hombre de ciencia, de un Claude Bernard o de un Pas-teur, de unhombre habituado a someterse a la experiencia y a conservar libre su espíritu conrespecto a todo lo que no está asegurado sobre hechos. Se aplicó siempre a desinflarlos globos de propaganda. Cada vez que una palabra era pronunciada delante suyo,la sometía a examen para descubrir lo que esa palabra escondía.

En una conferencia Internacional del Trabajo, celebrada en Londres, y que esextremadamente significativa por su fecha, 17 de setiembre de 1918, se expresó muy

Page 152: Republica Moderna

152

claramente a este propósito: "La tarde del tercer día fue consagrada a Rusia. Huboprimeramente una declaración rusa, y en seguida un largo discurso de Kerenski.Durante toda la tarde, Socialismo, la Revolución socialista, y otras expresionesigualmente convencionales eliminaron completamente la robusta palabra Trabajo,justo antes del final de la sesión observé cuan extraño resultaba no oír la palabra«Trabajo» en una conferencia semejante. Como representante del trabajo, sometí laproposición de que los asalariados fuesen llamados asalariados, y no socialistas".Seguramente era pedir demasiado. (cortas palabras son órdenes de movilizacióngeneral: la palabra socialismo es de ellas. Ciertas palabras son uniformes: la palabrasocialista es de ellas. Desde que un hombre responde a una Orden de movilizacióngeneral, desde que viste el uniforme, pierde la disposición de su destino, cumple lavoluntad de otro. En la revolución, como en la guerra, "la Guardia muere, pero no serinde". Lo malo es que ocurre que no se sepa más por qué se muere, en el momentomismo en que se muere. No importa, otro lo sabe por el que muere. En 1917 doshombres habían lo que significaban verdaderamente las palabras socialismo,involución socialista. Esos dos hombres eran Lenin y Gompers. Kerenski no losabía. Es por ello que debía ser privado del favor como un general incapaz. PeroGompers tenía demasiado olfato para vestir el uniforme: la objeción sobre laspalabras era su objeción de conciencia. Se ganaría mucho propagando en el mundoentero ese género de objeción de conciencia. El choque de las palabras-lemas hace elmismo ruido que el choque de los ejércitos.

Seguramente, los objetantes de conciencia son impopulares en todos loscampos. La ley de la revolución, como la ley de la guerra, permite algunas veceshonrar al enemigo, pero ordena despreciar al neutral. Gompers, negándose a dejarseembriagar, negándose a dejar deslizar el movimiento obrero americano sobre elplano político, negándose a vestir el uniforme y a lanzarse a una batalla de palabrasque no era la suya, ni la de los obreros, inspiró siempre la desconfianza en todos loscampos ideológicos. En la Conferencia Internacional de Bruselas, que se celebró enconexión con la Confederación del Trabajo de Versalles, su posición se hizo más ymás difícil. Él aprovecha la ocasión para explicar las diferencias entre América yEuropa sobre esa cuestión social de la emancipación de los trabajadores. Comoencuadra muy bien dentro de mi tema, cito esa página íntegramente:

"...Desde el primer instante y constantemente, la diferencia aparecía entre elViejo Mundo y el Nuevo. Las filosofías y los métodos políticos, sociales yeconómicos están en contradicción decisiva, por cuanto se han desarrollado enambientes y características nacionales diferentes. El individualismo y el espíritu delNuevo Mundo han conformado nuestro pensamiento y nuestra acción. El ViejoMundo estaba acostumbrado a tratar los problemas del trabajo por medio de lalegislación y de manera muy natural los representantes del Viejo Mundo pensabanen términos de legislación internacional. Tenían en el espíritu el advenimiento de unsuper-gobierno que mejoraría en todas partes la condición de los obreros.

Page 153: Republica Moderna

153

"En el Nuevo Mundo nosotros en primer lugar consideramos los problemasdel trabajo como formando parte del dominio económico, donde los métodos sonesencialmente diferentes de los aplicados en el dominio político. En segundo lugartenemos los problemas que se plantean del hecho de nuestra Constitución escrita yde la forma federal de nuestro gobierno. Para una persona ordinaria de la Europacontinental, es muy difícil comprender el espíritu práctico y los métodos deAmérica. Los representantes de Francia y de Italia estaban francamente en favor deun super-gobierno. No podían comprender las objeciones que presentábamos, elseñor Robinson y yo, ni que ellas estaban basadas sobre hechos y obstáculosconcretos. Parecían atribuirnos una perversidad obstinada, en lugar del honestodeseo de exponer una situación a que era necesario hacer frente".

No se puede concluir un capítulo así sin formularse un interrogante. En esalucha, que dura desde hace más de cien años, por la emancipación en Occidente delos trabajadores, ¿quién, pues, ha ganado la guerra? ¿Es Gompers, es Lenin? ParaGompers, era evidente que Lenin y el socialismo habían fracasado: "Aparte de todaotra consideración, si era necesario demostrar la perfecta exactitud de mi posición, elrégimen soviético lo ha hecho completamente: no existe ejemplo más audaz desocialismo, realizado en todas su ramificaciones, que el régimen de Lenin, deTrotsky y de sus asociados. Bajo ese régimen, la filosofía del socialismo fue puestaen práctica: el resultado lamentable es la brutalidad y la reintroducción del trabajoforzado. Allí, después de cinco años, los Soviets han demostrado fuera de todadiscusión que el socialismo es una majadería en economía, una plaga social y unabsurdo industrial".

Personalmente, no habiendo jamás puesto el pie en Rusia, no tengo ningunaautoridad para hablar de la situación en Rusia. El libro de Milovan Djilas que, él sí,conocía los hechos, parece indicar bien que en el régimen comunista laemancipación de los trabajadores se halla todavía en el estado de utopía, y que laspalabras terribles de Simone Weil son justificadas: "¿Quién sabe si losrevolucionarios no han derramado su sangre tan vanamente como esos griegos yesos troyanos del poeta que, engañados por una falsa apariencia, se batieron diezaños en torno de la sombra de Helena?"

En mi capítulo final abordaré la crisis por que atraviesa actualmente elsindicalismo americano. Basta decir que esa crisis es t DI al mente interior delsindicalismo mismo y que ella no procede absolutamente del antagonismo entreobreros y patrones. Nadie niega hoy, en 1958, que la emancipación económica ysocial de lus obreros es en América un hecho generalmente consumado. El obreroamericano es con mucho el obrero mejor pagado del mundo. El obrero americano esgeneralmente propietario de su casa, i OH televisión, radio, heladera, máquina delavar. Tiene uno o dos automóviles. Tiene cuenta bancaria, y es a veces accionistaen la misma compañía en que está empleado. Mientras que Gompers habíacomenzado la American Federation of Labor con 350 dólares, y que experimentócasi hasta el fin las angustias de un presupuesto falto ríe equilibrio, los diarios

Page 154: Republica Moderna

154

anuncian en este momento que para una sola huelga un solo sindicato ha gastadohasta once millones de dólares. El obrero americano ha conservado, en efecto, elderecho de asociación libre y el derecho de huelga, en tanto que el obrero soviéticoha sido despojado de ambos derechos. El obrero americano no es más un"proletario": al mismo tiempo que obrero y gracias a su trabajo es a la vez cliente enel mercado y aun accionista. Además, sigue siendo el libre ciudadano de una librerepública. Vota como quiere, por quien quiere; nadie le dicta sus preferenciaspolíticas, ni el género de escuela a la que debe enviar a sus hijos.

Por sobre todo, los obreros americanos han terminado por imponer a toda lanación el concepto estrictamente anticapitalista de que el trabajo del hombre no esuna mercadería. Ese punto siempre ha estado en el centro de la lucha librada porGompers. Desde 1891, éste decía: "Usted no puede pesar un alma humana en lamisma balanza en que usted pesa un trozo de tocino. Usted no puede pesar elcorazón y el alma de un niño en la misma balanza en que usted pesaría unamercadería". Citando más tarde esas palabras, Gompers añade: "Fue ésa una de misprimeras tentativas por declarar públicamente el principio de que el trabajo no es niuna mercadería ni un artículo de comercio. En esa época yo combatía lasespeculaciones de los teóricos de la economía, no solamente para proteger al trabajodel pantano a que los teóricos lo llevaban ciertamente, sino para elaborar principiosde economía constructiva que pudiesen servir de guías en los problemas prácticos dela industria.

"La potencia del trabajo es un atributo humano. El control del trabajo resideen la voluntad de cada individuo. Este principio es esencial en la elaboración de unalegislación así como en el desarrollo de los métodos de producción. Es un principioque hemos enseñado a los empleadores, a los periodistas, a los legisladores, aalgunos jueces, aunque los jueces han sido los más lentos en aprenderlo... Cuandolos tribunales ponen la potencia del trabajo humano y las mercancías en la mismacategoría, echan los cimientos de una seria injusticia."

Es verdad; la justicia es lenta, en todos los países. Los jueces de América nohabían comprendido a Gompers más de lo que habían comprendido a Henry Ford, yexactamente por las mismas razones. Gompers, como Henry Ford, minaba en subase y tal vez para siempre en ese país la sociedad capitalista.

Page 155: Republica Moderna

155

LA GRAN REVOLUCIÓN DE LOS TIEMPOS MODERNOS

La enfermedad de que más cruelmente padece Europa y a consecuencia de la cualcorre el riesgo de perecer, enfermedad que ha transmitido a una gran parte delmundo, no es quizás otra que la confusión de los géneros. La confusión de losgéneros parece un mal benigno. Es en realidad el cáncer de la inteligencia, queinvade inexorablemente todas las funciones de ésta. En el sentido en que AugustoCompte hablaba de la "Era teológica" y de la "Era metafísica" de la humanidad,nuestra época se halla en la Era de la Literatura y del Teatro. Juzgamos conforme areglas teatrales acerca de realidades y de dominios que no tienen nada que ver con elteatro. Y pretendemos "comprometer" al teatro y a la literatura, encargarles misionesy mensajes que no pueden cumplir. Inútil es decir que nuestra literatura y nuestroteatro no por ello son mejores. En cuanto a mí, siento horror a que se confíenmensajes a la literatura, y venero como una de las grandes sentencias del siglo laexclamación de Noel Coward: If you have a message, please, dont write a play, callWestern Union.

Los indios de Méjico creían o creen todavía que danzando hacen llover y quedevuelven a la tierra su fecundidad. Constituye esto típicamente una confusión delos géneros: confunden el arte de la danza y el arte de la agricultura. Nosotros enEuropa creemos que se cambia al mundo y que se mejora con guerras y revolucionespolíticas. Constituye esto una confusión de los géneros exactamente del mismoorden. La historia, sobre todo la historia contemporánea, aquella de la que hemossido los testigos, padece de una interpretación teatral. ¿Qué evocan para nosotrosestas tres fechas: 1914, 1917, 1919? La primera evoca el comienzo de la .PrimeraGuerra Mundial, la segunda evoca la Revolución Rusa, "esos diez días que hanconmovido al mundo", la tercera evoca el Tratado de Versalles.

Para aquellos que, como yo, nacieron en la tribu, nada es más difícil quesacudir, poner siquiera en duda, la mitología de la infancia. Pasta que yo cierre losojos para volverme a encontrar en una ardiente jornada de agosto de 1914 y para oíra través de los campos las campanas a rebato llamando a los hombres a la guerra.Vuelvo a ver los trenes cubiertos de flores, colmados de jóvenes soldados riendo ycantando y gritando: "A Berlín". No iban a Berlín; iban a la absurda carnicería deVerdún. Cierro nuevamente los ojos: vuelvo a verme unos años más tarde, en milecho de escolar, en un dormitorio de pensionado. Las ventanas con grandes y seabren a una noche de mayo llena de perfumes. Escucho subir de la calle el cantosoberbio y terrible de la Internacional, vociferada a pleno pecho por millares dehombres que seguramente habían puesto su fe y su esperanza en la Ciudad fraternalpredicha por Marx. ¿Qué queda hoy de su sueño? ¿Cuántos de esos obreros a travésde toda Europa, murieron en la Ciudad concentracionaria? Como los indios deMéjico, cantaron y danzaron para hacer descender el Paraíso a la tierra en una lluviade sangre.

Page 156: Republica Moderna

156

Tanto como cualquier otro yo amo y venero a "Europa en los antiguosparapetos". Ella seguirá siendo siempre mi patria, irreemplazable. Pero heabandonado la tribu y sus prestigios, su mitología y sus hechiceros, que se llaman así mismos "mandarines", que sueñan con dispensar bajo la misma forma todasabiduría y toda justicia, que no temen colocar al verdugo en el rango de loshumanistas. He perdido la cadencia. No sé ya más danzar al unísono las danzasrituales y macabras.

Si amo a América y a los americanos es porque no creen más que esdanzando como se hace llover y madurar las mieses. Ellos han distinguido losgéneros. Tienen de la agricultura una noción mucho más práctica, evidentementemenos teatral. Mientras Europa se entretenía en ia guerra, en la revolución, en unTratado de Versalles, tan frágil como un decorado de teatro, la sociedad moderna semodificaba radicalmente de uno al otro lado del Atlántico y daba nacimiento a untipo de civilización nuevo, al menos en ciertas de sus estructuras esenciales.América liquidó en ella la sociedad capitalista y la reemplazó por una nuevasociedad. Sí, sé bien que los americanos, por una obstinación enfermiza y casisuicida, no abandonan con gusto la palabra capitalismo, pero liquidaron la cosa. Eseso una revolución. Los rusos, al contrario, cambiaron las palabras, pero nocambiaron quizá más que las palabras. Su revolución no es sino literaria; ello es larazón por la que tiene tanto prestigio en nosotros. El libro de Milovan Djilas pareceindicar que aquéllos no han modificado las cosas: no han hecho más que cambiar lafiguración, reemplazar una autocracia blanca por una autocracia roja. No importa;según nuestra manera teatral de juzgar, la gran revolución del siglo la ha hechoRusia. Eso es falso.

Desde que estudié de cerca a América y la sociedad americana me he dadocuenta que la gran revolución de los tiempos modernos, la única que hayamodificado esencialmente las estructuras de la sociedad, es, por el contrario, la quehizo América, aunque sin tambores ni trompetas, pacientemente, silenciosamente,laboriosamente, como se trabaja un campo, surco tras surco. 1914 sigue siendo aúnpara mí una fecha prestigiosa, no ya porque ella me evoca las campanas a rebato y laguerra. Es en adelante, para mí, el año en que Henry Ford, estableciendo la jornadalaboral en ocho horas, llevando de golpe los salarios a más del doble, sacabadefinitivamente al obrero de la condición de "proletario", lo elevaba por encima del"mínimo vital", en que el capitalismo había creído haberlo aprisionado. Es el año enque Henry Ford hizo del obrero un cliente en el mercado. Es el año en que HenryFord instaló la primera gran Assembly Line, estableciendo al mismo tiempo lasbases de una nueva estructura económica y social, la Corporación americana. Es elaño en que hizo pasar el automóvil de la categoría de "lujo" a la categoría de"artículo de primera necesidad". Es el año en que fue abierto el Canal de Panamá,que une los dos más grandes océanos, acercando prodigiosamente Nueva York aChina y San Francisco a Europa. Es el año en que por primera vez un hombre hablódirectamente a otro hombre por teléfono desde Nueva York a San Francisco. Es el

Page 157: Republica Moderna

157

año en que América introdujo en su legislación la ley "Clayton Anti-Trust" quereconocía solemnemente que el trabajo de un ser humano no es ni una mercadería niun artículo de comercio. Esa ley coronaba treinta años de lucha encarnizada de losobreros americanos contra el capitalismo, que considera el trabajo del hombre comouna mercadería en el mercado, de la cual se dispone pero que no dispone de símisma.

Por el contrario, 1917 es una fecha que no me impresiona ya más en absoluto.No creo ya absolutamente que lo que llamamos "la Revolución Rusa" merezca esagran palabra de Revolución. No creo ya absolutamente que esos famosos diez díashayan conmovido seriamente al mundo. Creo que el mundo sería poco más o menoslo mismo de lo que es sin esa revolución. Y, en primer lugar, creo profundamenteque hacen falta más que diez días para conmover al mundo. Si ha de creérsele aMilovan Djilas, y tal' vez la historia definitiva le creerá, 1917 marca solamente unarevolución de palacio, en un país que cuenta con muchas otras de ese tipo, y en laque un zar blanco fue reemplazado por un zar rojo: en el teatro y en la misma obra,un simple cambio de decorado.

Por el contrario, 1919 sigue siendo para mí una fecha importante, no tanto acausa del Tratado de Versalles, que ocupó la atención pública bien poco tiempo yque fue, como se dice, "un fiasco completo", como a causa del proceso de loshermanos Dodge contra Henry Ford. Un juez, representante del sistema capitalistaen adelante perimido, condenó a Henry Ford. Pero ese mismo Henry Ford, entre losaplausos de toda América, había tenido ocasión de afirmar solemnemente que, en laempresa industrial, el servicio público y el bienestar de los obreros deben y puedenestar antes que las ganancias y los dividendos, lo cual es exactamente lo contrariodel capitalismo.

Una revolución semejante, la eliminación del capitalismo como estructura dela sociedad y su reemplazo por una estructura social enteramente nueva se realizóprimeramente en los hechos y las costumbres, antes de realizarse en las leyes. Ellano se realizó mediante un golpe de teatro, no entró en escena como un deus exmachina, a la manera de la revolución política cara a Lenin; no, ella llegó como lacosecha llega después de la siembra; estuvo madurándose largamente, fue elaborada,ensayada y probada experimentalmente, y por último realizada. En los dominioseconómico y social, América salió definitivamente del capitalismo, sin recurrir paranada a la hechicería o a la magia, es decir, a la literatura, al teatro o aun la política.En esta segunda parte de mi libro, he asignado un lugar importante a tres hombresque iiio parecieron merecerlo a causa de su papel decisivo en esa revolución. Esostres hombres son Henry Charles Carey, Henry Ford y Samuel Gompers. No creo queni un solo americano pueda desconocerlos; los tres son típicamente americanos.Ninguno de los tres fue un intelectual, ninguno cedió jamás al prestigio de laspalabras salvo quizá Carey por torpeza y raramente. Resulta notable que los tres ypor las mismas razones eran anti-socialistas: el sistema Ies parecía utópico. Resultanotable que los tres fueron también anticapitalistas: el sistema les parecía carecer de

Page 158: Republica Moderna

158

grandeza y de imaginación. Los tres tenían el carácter optimista y esencialmenteexperimental de los americanos. Los tres se atenían a los hechos y creían, según lasexpresiones de Carey, en el valor de los descubrimientos nacidos de la observación yde la experiencia, y desconfiaban deliberadamente de las invenciones nacidas ydesarrolladas en el interior del espíritu. No querían reformar el mundo, pero estabanbien decididos a mejorarlo: es decir que, para comenzar, no lo encontrabanenteramente malo.

Lo mismo que en política, en los dominios económico y social América no espuritana, en tanto que Europa lo es y que América misma lo es en otros aspectos.Así como el maniqueísmo es la base ideológica del puritanismo, en los dominioseconómico y social América no es maniquea. El capitalismo es maniqueo: él hace enmedida considerable la parte del Diablo y pretende que ello es inevitable. El.socialismo es maniqueo: la famosa lucha de las clases no es sino una transposiciónsecularizada del maniqueísmo, con la creencia infantil de que una revoluciónpolítica, semejante a la Parusía, pondrá definitivamente las ovejas a la derecha y loscabríos a la izquierda. El americano no es ni un reformador, ni un "revolucionario",en el sentido leninista de la palabra. Es un experimentador y un persistente"mejorador", si es que puedo crear esta palabra que le falta grandemente a la lenguafrancesa. Es en este sentido que el americano es auténticamente revolucionario y quesus revoluciones van más lejos que las nuestras, porque ellas están construidas sobreel terreno sólido de los hechos. Ellas son lentas y concretas, pero no se detienen enel camino. La revolución económica y social americana es la única de los tiemposmodernos que haya alcanzado jamás su objetivo.

La enorme producción industrial americana, su dispersión en un inmensoterritorio, la diversidad de las organizaciones, la diversidad misma de laslegislaciones según los diferentes Estados, todo ello da en el primer instante laimpresión del caos. Uno se queda estupefacto ante esa expansión, que parece sinlímites, casi sin reglas; uno se siente un poco asustado; se pregunta a dónde va esaenorme máquina industrial lanzada, al parecer, a toda velocidad, y si no va hacia elprecipicio. Es un sentimiento que yo no soy el único que lo haya experimentado.Muchos europeos lo han tenido al visitar ese país. Hasta muchos americanos loexperimentan: es esto lo que hace que lo que se llama allí recesión, menoraflojamiento, la menor disminución de la marcha, inspira inquietud, casi angustia,casi pánico.

Y después, mirándolo de cerca, uno advierte que, detrás de ese aparente caos,hay un orden, no en absoluto un orden mecánico, sino un orden biológico. Elcrecimiento industrial de América es un crecimiento biológico, como el crecimientode un árbol o de un niño. Ello es la razón de por qué da esa impresión de ímpetuimprevisible e irresistible, vigoroso, pero peligroso. Ello expresa también ladificultad del tema. Interrogue usted a los médicos, pregúnteles qué es lo que laciencia conoce exactamente del fenómeno del crecimiento. Excepto en lo queconcierne a las experimentaciones sobre los genes, le responderán que el

Page 159: Republica Moderna

159

crecimiento sigue siendo un misterio biológico, del cual se ignoran exactamente lasleyes, con mayor razón las fórmulas. Pero todos los días animales y plantas nacen ycrecen, entre la admirable incoherencia del mundo.

Dicho esto, en la economía americana se pueden advertir ciertas estructuras yciertas líneas de fuerza que se vuelven a encontrar en todas partes, y que yo quisieradespejar aquí. Lo haré en torno de ciertos puntos particularmente significativos, enlos que se puede advertir mejor el trastorno provocado en la tradición por laexperiencia americana.

Page 160: Republica Moderna

160

LA PROPIEDAD

Salvo quizás el concepto de "soberanía", no hay concepto que, en los tiemposmodernos, haya sufrido tantas modificaciones como el concepto de propiedad. Serecuerda la famosa frase de Proudhon: "La propiedad es el robo". Pero en tiemposde Proudhon la noción de propiedad era extremadamente rígida, muy habitualmentepersonificada en un solo hombre, fácil de caricaturizar. Esa noción provenía delDerecho romano, que da del derecho de propiedad la definición siguiente: Jus utendiet abutendi: el derecho de usar y de abusar de la cosa poseída. No se ve ningúnlímite a un concepto así; es propiamente un derecho divino. Cuando se reflexionaque los esclavos eran la propiedad de su amo, que el trabajo del hombre eraconsiderado como una mercancía en el mercado, sobre la que se podía impunementeespecular, y de la cual uno podía apropiarse, se asombra menos de las iniquidadesligadas históricamente al reinado del capitalismo. Pero no se puede olvidar tampocoque es en un contexto histórico así donde Carlos Marx filosofaba.

Me parece que hay dos perspectivas, según las cuales la propiedad y elconcepto de propiedad se han modificado profunda y esencialmente, un poco entodo Occidente, pero particularmente en América.

1. — El dominio de la propiedad se ha restringido considerablemente. Se hareconocido que un ser humano no puede ser la propiedad de otro. El ser humano noes más objeto de propiedad, como lo era bajo la esclavitud, como la mujer lo es aúnen el Islam. Se ha reconocido asimismo que el trabajo del hombre no es unamercancía, que no se puede ni comprar, ni vender, que no puede por tantoconvertirse en la propiedad de otro hombre. El contrato de trabajo ha sido por esarazón esencialmente modificado. El obrero no vende más su trabajo; entra enasociación con los jefes de la empresa para una producción común que debeasegurar la subsistencia de unos y otros, al mismo tiempo que un servicio públicomás amplio para los clientes. Cuando se conoce la potencia de los sindicatosamericanos, uno se da cuenta de que ésas no son palabras vanas. El obrero trata deigual a igual con las empresas más poderosas. Año tras año aquél ha terminado porimponer respeto y aun temor. Sobre este punto volveré a ocuparme luego.

2. — La segunda perspectiva según la cual la propiedad se ha modificadoesencialmente en América es que la propiedad misma ha estallado y se hadispersado en un número prodigioso de cabezas. Tomemos el ejemplo de laAmerican Telephone and Telegraph Company. Se trata de la compañía de teléfono yde telégrafo más importante de América. Su informe anual de 1957 nos da cuenta deque posee y controla 52.252.494 teléfonos. Su capital está valuado en cerca de diezmil millones de dólares. Tiene en circulación en el mercado exactamente 64.648.178acciones. Estas acciones se reparten en las manos de 1.605.046 accionistas. Elmayor accionista posee menos de la cuadragésima parte de un uno por ciento de

Page 161: Republica Moderna

161

todas las acciones. Ciertas colectividades, trusts, mutualidades, colegios,fundaciones, etc., poseen un paquete de acciones mayor. El mayor paquete deacciones es de aproximadamente nueve décimas partes del uno por ciento de todaslas acciones. El número de empleados es exactamente de 792.634. Esa compañíatiene, pues, el doble de propietarios que de empleados. Se debe señalar queaproximadamente 250.000 empleados, cerca del tercio, son ellos mismosaccionistas. En una situación tal, y que está lejos de ser un caso aislado en América,la frase de Proudhon ya no tiene sentido inteligible. Si se admite que la propiedad esel robo, hay que preguntar además: ¿quién roba a quién? El propietario, objetoaborrecible de los socialistas del siglo pasado, capitalista de enorme vientre, sentadosobre una caja fuerte, aplastando con sus pies la nuca del proletario, se hadesvanecido en la masa. No se consigue más identificarlo, en todo casoindividualizarlo. Todo es una estampería popular que se desmorona, y que parecetan lejana y pasada de moda como la mitología de Homero. El caricaturista está dehuelga forzada: ¿cómo definir de un trazo la relación entre 800.000 empleados y1.600.000 propietarios? Se ha desintegrado al propietario, como se ha desintegradoal átomo. La propiedad ya no es más una caza vedada o una fortaleza inexpugnable.Es más bien una inmensa hostería. A ella se entra, de ella se sale, mediante un golpede teléfono o un telegrama, como se reserva o se deja una habitación en un hotel. Nohay quizá diez grandes corporaciones americanas capaces de decir exactamente elnúmero de propietarios que han pasado por ellas. La única regla que existe endefinitiva sobre ese punto es habitual-mente impedir la concentración de un grannúmero y sobre todo de una mayoría de acciones en las mismas manos. Quiere decirque se debe impedir la reconstitución del propietario según la imagen capitalistatradicional.

Page 162: Republica Moderna

162

EL CAPITAL

La palabra capital es una palabra honesta. Ella tiene una significación precisa. Laimpostura comienza cuando se le añade la desinencia ismo o ista. Entonces se entraen las teorías. Mi diccionario (Littré), da de capital las definiciones siguientes: "Eneconomía política: Conjunto de productos acumulados; suma de las utilidadesadquiridas; instrumento de trabajo". Y cita a J. B. Say: "Todo capital es uninstrumento de producción". Muchas cosas son interesantes en esta serie dedefiniciones, y, en primer lugar, una cosa extremadamente sorprendente: no se trataabsolutamente de dinero. La palabra ni siquiera es pronunciada. (i En gran parte bajola influencia de Carlos Marx y de su famosa fórmula trinitaria, en la que el capitalestá esencialmente asociado al interés, que la palabra capital se estrechó hasta nosignificar más que el dinero y el poder abusivo del dinero. El inmenso tratado deCarlos Marx sobre el capital puede ser considerado como una denuncia detallada dela usura bajo todas las formas sutiles que la usura revestía en la sociedad de sutiempo. Hay muchas buenas cosas en una denuncia semejante, salvo que esaposición fundamental no es nueva. Toda la teología de la Edad Media condenó lausura y Santo Tomás mismo no hubiese tenido nada que objetar a esta fórmula deMarx: "Si se toma al capital como suma de valor representada bajo la forma dedinero, sería absurdo decir que un valor es superior a él mismo...: 4 no es igual a 5,ni 100 110".

No se observa quizá lo bastante que toda la economía moderna tiende aeliminar la usura, es decir, el préstamo a interés, tan violentamente condenado porlos teólogos medievales y Carlos Marx. Es decir que esa condena está prácticamenteperimida. La constante inflación de la moneda, aun en los países de moneda llamadaestable, hace que, en las condiciones ordinarias de I03 préstamos a interés, elprestamista no recupere jamás el poder de compra que le fuera tomado en préstamo.En las mejores condiciones, lo recupera apenas. En toda Europa, desde 1914, elprestamista a interés, aquel a quien la teología llamaba usurero, ha sido regularmenterobado y robado en espléndidas proporciones. El absurdo denunciado por Marx estáno solamente eliminado de la economía moderna, sino que se halla prácticamente ala inversa. Vistos en su función de poder de compra, cien francos de 1914, prestadospor ejemplo en 1914 al estado francés, no hacen más ciento diez francos, sino que,aun con sus intereses acumulados, apenas hacen cuatro o cinco francos de 1914. Serecuerda la famosa fórmula del siglo XVI: "Aquel que practica la usura va alinfierno; aquel que no la práctica va a la ruina". Hoy día prestar, aun a interés, es elmás seguro medio de arruinarse. El usurero va no solamente al infierno, sino queprimeramente va a la ruina. ¿Qué vale serlo?

No hay que confundir dinero prestado y dinero invertido. Es ésta unaconfusión que Santo Tomás se ha guardado bien de cometer pero a la que CarlosMarx no escapó. El dinero invertido se transforma en un organismo de producción ysufre el destino de ese organismo. Dije cómo Carey y Henry Ford consideraban el

Page 163: Republica Moderna

163

dinero: como el alimento de un organismo vivo, como el combustible en unamáquina, como el carbón en un horno, a part in the conveyor Une. El mismo esnecesario, pero no es evidentemente lo más importante. Si se va a la etimología de lapalabra capital, donde lo que es capital representa lo principal y lo más importante,resulta evidente que en la economía americana actual el dinero merece apenas ladesignación de capital. Y redescubrimos la definición tradicional dada por Littré: losmedios de producción en general y todo instrumento de trabajo son ante todo yprimeramente el capital de esa producción. El dinero forma parte de ella en sucategoría, que no es la primera. El dinero no produce si no es invertido, como elcarbón no produce calor si no es quemado, y el alimento no produce energía si no esingerido y digerido por el organismo vivo. Pero lo más importante, lo que es máscapital que el alimento, es el organismo vivo y sus funciones.

Volveré sobre el sentido de la ganancia en la sociedad industrial americana: eldinero-ganancia no tiene el mismo sentido que el dinero-invertido, nada es más falsoque decir de la civilización americana que ella es una civilización de dinero. Es unacivilización centrada enteramente en la producción y que ha reducido al dinero a suslímites naturales. Si admitimos la definición de Carlos Marx: "el capitalista no esmás que el capital personificado", hay que decir que en la sociedad industrialamericana el capitalista es habitualmente tan inencontrable como el propietario. Enel caso de Henry Ford I, el capital de la Compañía Ford estaba personificado por unsolo hombre que controlaba a voluntad, no solamente todas las acciones, sino todoslos instrumentos de producción y la producción misma, y que recibía además lasganancias. Ese hombre se llamaba Henry Ford. Pero un suceso así ha desaparecidocasi de la escena americana, al menos en lo que concierne a las grandescorporaciones.

En la gran corporación americana no hay habitualmente nadie parapersonificar el capital. ¿Son éste los accionistas? Éstos son de tal modo numerososque no tienen más rostro. Y por otra parte su autoridad sobre la producción no esmás que teórica. ¿Es el público? Ocurrió que una campaña de prensa provoca ladimisión de un presidente de compañía. El gobierno también puede intervenir, encaso de que el interés de la nación estuviese gravemente comprometido. Pero esasintervenciones son raras y no son sino negativas, más para impedir que parapromover.

Tal vez la respuesta verdadera esté dada por la siguiente sorprendente frase deAdolph Berle: "La corporación institucional ha colectivizado el capital". Estacolectivización del capital, si hay colectivización, es exactamente lo contrario delcapitalismo según Marx. No se puede ser a la vez personificado y colectivizado.Creo que, en la realidad, Adolph Berle tiene razón: su frase no expresa sino de otramanera lo que yo he tratado de decir a propósito de la propiedad. Habiendo el títulode propiedad estallado, la propiedad se ha dispersado al infinito, y, haciéndolo, se haseparado de la responsabilidad y del poder.

Page 164: Republica Moderna

164

En este punto, el concepto romano de la propiedad ("derecho de usar y deabusar") y el concepto marxista que personifica el capital han perdido su sentido. Nose ve ya muy bien sobre qué caen las críticas comunistas contra América: ¿quépuede ser un llamado capitalismo, sin capitalista para personificar al capital?

Page 165: Republica Moderna

165

LA GRAN REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

Si se quiere comprender algo de lo que acontece en América, y más que enAmérica, en el mundo entero, desde hace cincuenta años, importa ante tododistinguir muy claramente:

1. La segunda revolución industrial que destruyó el antiguo régimen deproducción para reemplazarlo por un régimen enteramente nuevo, y

2. Las diferentes ideologías políticas y sociales que acompañaron a esadestrucción, pero que no son ni las causas ni los efectos de ella.

La segunda revolución industrial nació en América, en Detroit, con Henry Ford.Ella es del dominio del descubrimiento, no en absoluto del dominio de la ideología,o de la "teoría" en el sentido leninista de la palabra. Ella se basa esencialmente sobreel régimen de producción. A éste lo transforma tan radicalmente como Lobachevskitransformó la geometría. Las conclusiones de la geometría euclidiana no valen yamás en la geometría no euclidiana. De igual modo los juicios filosóficos o moralesbasados sobre el antiguo régimen de producción no valen ya más en el nuevo. Porejemplo, dos personalidades tan opuestas como Carlos Marx y el Papa León XIII,sin ninguna culpa de su parte, no pudieron prever el nuevo régimen de producción.Ambos murieron antes de la segunda revolución industrial. Ambos hablaron de otracosa, en otro contexto. El señor Milovan Djilas no puede tampoco ayudarnosmucho: sigue siendo marxista, es decir, euclidiano, en un mundo no euclidiano.Acaba de decirnos que los rusos traicionan al marxismo. ¿Cómo podría ser de otromodo? Por lo mismo que adoptaron la segunda revolución industrial, los rusos noson ni marxistas ni antimarxistas: están en otro universo distinto del de Marx, al quese adaptaron a su manera, que es rusa, como América se adaptó a él a su manera,que es americana.

El transformismo jamás ha sido demostrado en biología. Pero hay seguramenteuna especie de biología social, donde el transformismo es cosa cierta, donde lafunción acaba por crear el órgano y donde nuevos organismos aparecen pormutaciones bruscas. Lo extraño es que, por muy bruscas que sean esas mutaciones,nosotros mismos estamos tan profundamente sumergidos en lo social, que nopercibimos en seguida su carácter de novedad irreductible. Hace ahora cerca decincuenta años que Henry Ford creó el primer organismo industrial moderno, y no essino ahora que la anatomía, la fisiología, la patología y la psicología de este novelorganismo son por fin exactamente estudiadas, descritas y analizadas. Eldescubrimiento esencial de Henry Ford no es de orden técnico. No es un nuevoprocedimiento de fabricación lo que descubrió. Ford introdujo en el mundo unorganismo social de producción, enteramente nuevo: la empresa industrial moderna.Ello constituye, en la organización humana, un paso tan decisivo como el paso delestado nomádico a la vida en la ciudad de una pequeña república griega. Es un

Page 166: Republica Moderna

166

nuevo estilo de vida, un nuevo régimen, no solamente de producción sino deorganización social de los hombres entre ellos. Es esencialmente una revolución dela actividad humana, es decir, del trabajo del hombre, con resultados de eficaciaabsolutamente sorprendente. Todas las relaciones humanas se encuentran en ellaprofundamente afectadas, no solamente las relaciones económicas propiamentedichas, sino también el estatuto del individuo, de la familia y del estado. PeterDrucker escribió: "El principio de la mass production no es un principio mecánico...Es un principio social —un principio de la organización humana. Lo nuevo en lafábrica de Ford no era la organización de fuerzas mecánicas, era la organización deseres humanos que cumplen una tarea común. Es ello lo que explica la conmociónproducida por el nuevo principio sobre las culturas tradicionales, sobre la relacióndel hombre con la sociedad, y sobre la familia".

En realidad, desde la introducción en el mundo del cristianismo, que tanprofundamente ha modificado la relación del hombre con Dios, no hay quizárevolución más importante que esta reciente revolución industrial, que modificaesencialmente la relación del hombre con la naturaleza. Ella estableciódefinitivamente el dominio del hombre sobre la naturaleza, y la extensión como laprofundidad de ese dominio sobrepasan todos los sueños más fantásticos de hacecien años. El Manifiesto Comunista preveía que el proletariado, convertido por unarevolución política en clase dominante, "destruye violentamente el antiguo régimende producción". Cien años después de esa predicción resulta bien cierto que elantiguo régimen de producción está, o destruido, o a punto de ser liquidado, y elloen el mundo entero. Pero el proletariado no interviene en eso para nada. Henry Fordle arrebató la revolución bajo sus mismas narices. Marx se equivocó, no solamentesobre el agente de esa revolución, que no es el proletario, sino la empresa industrial.Se equivocó además sobre la manera en que se realizaría esa revolución, que estanto más irresistible cuanto que es menos violenta y cuanto que está completamentefuera del plano político. Se equivocó por último sobre los resultados: el resultado dela revolución industrial no es una sociedad sin clases, sino un reagrupamiento socialabsolutamente imprevisible hace cincuenta años. Habiéndose Marx equivocado tancompletamente, puede decirse de él lo que el Manifiesto Comunista dice del"socialismo feudal": "Su impotencia absoluta para comprender la marcha de lahistoria moderna lo ha cubierto constantemente de ridículo".

No importa. Si Marx preveía la destrucción del antiguo régimen de producción,obedece a que en su época se debía sentir venir esa destrucción. En la época de laaparición del cristianismo cierto es que, en derredor de toda la cuenca mediterránea,había una espera de salvación religiosa que el cristianismo maravillosamente colmó,una sed de redención espiritual que maravillosamente sació. En el mundo occidentaldel siglo XIX, el peso creciente de las miserias y de servidumbres impuestas sobrelos trabajadores por la primera revolución industrial, la creencia de que los recursosdel mundo eran limitados, que pronto ellos serían insuficientes para la poblaciónglobal, debieron crear una atmósfera de catástrofe inminente. En tales

Page 167: Republica Moderna

167

circunstancias, el menor grito de sálvese quien pueda provocar dos reaccionestípicas: aquellos que poseen la seguridad se endurecen en el egoísmo más cruel.Aquellos que no tienen nada pero quieren tener recurren a la violencia. En un mundode recursos limitados, el orden de urgencia impuso a los espíritus lúcidos la terribleamenaza de la miseria generalizada y el problema de la supervivencia material. Elcapitalismo y el socialismo no vieron cómo el problema podía ser planteado de otromodo. Trataron de darle dos soluciones contrarias, pero que no modifican loselementos del problema tan desesperantes en un caso como en el otro.

La revolución industrial moderna plantea el problema y los términos mismos delproblema de una manera enteramente nueva, razón por la cual ella permite escapartanto a la solución socialista como a la solución capitalista. Peter Druckerjustamente escribió, subrayándolo: La expansión es posible: he ahí el grandescubrimiento de la revolución industrial. Esto quiere decir: la supervivencia, elcrecimiento ilimitado, la creciente prosperidad de la especie humana es posible. Queel lector relea esas palabras hasta que comprenda bien y concretamente todo lo quequieren decir. Los recursos del mundo y la disposición que el hombre tiene de ellosson prácticamente ilimitados. La humanidad puede multiplicarse sin correr el riesgode morir de hambre y sin disminuir su tren de vida, mejorándolo por el contrario sincesar. Basta con organizarse de una cierta manera. El descubrimiento de Ford esexactamente el descubrimiento del tipo de organización humana que asegura esaexpansión. Esa organización industrial típica es propiamente creadora: ella crea enlo que existe ya nuevos recursos, suprime la preocupación de ajustar el número delos hombres a la cantidad de los recursos, escapa definitivamente al dilema que sehalla en el fondo de todas las teorías sociales del siglo XIX: o racionar a loshombres, o racionar los recursos. En realidad tenemos gran dificultad en percibir lainmensidad de esta revolución industrial, que por otra parte no hace sino reciéncomenzar. Pero vemos cada vez mejor que ella reduce todas las perspectivas detodos los escritores, pero todos, absolutamente todos, que han abordado losproblemas económicos y sociales en el siglo XIX, a proporciones literalmentemiserables. Sus problemas no solamente son anticuados, sino que van a parecemoscada vez más risibles.

La revolución industrial es un fenómeno esencialmente poético, en el sentidooriginal de la palabra: liberación en el interior mismo de la materia de recursos hastaentonces desconocidos. Es ese carácter poético el que da en primer lugar a larevolución industrial todas sus dimensiones, comprendidas en ello sus dimensionesespirituales, que estamos bien lejos de percibir en conjunto. Las dimensiones de esefenómeno poético son tales que abrazan a todo el hombre, conquistan la tierraentera, conquistan los espacios. En el momento en que escribo estas líneas recibo elnúmero correspondiente a marzo de 1958 del Bullelin of the Atomist Scientists.Como puede esperarse de un título semejante, esa revista constituye todo lo que hayde más austero, patrocinada por las autoridades científicamente más eminentes deAmérica. Entre varios artículos, todos más sensacionales que el Julio Verne más

Page 168: Republica Moderna

168

audaz, uno, de James Edson, nos expone el estado en que se halla la astronáutica.Nos explica que muchos planetas si no están habitados, al menos son habitables.Nos predice que serán necesarios 146 días para llegar a Venus, 260 días para ir aMarte. Y se agrega: "Esos períodos serán probablemente necesarios para losprimeros viajes; éstos se harán mucho más cortos a medida que la técnica de lapropulsión astronáutica haga progresos". Si la humanidad es capaz en adelante deemigrar de planeta en planeta, no se ve más límites al dominio del hombre sobre lanaturaleza. Y ello no nos es predicho para pasado mañana, sino para mañana, esdecir, para los próximos treinta años. El primer hombre que pondrá el pie en Marte yen Venus ya ha nacido sin duda. Es fabuloso. Esta fábula nació y se desarrollódirectamente como consecuencia de la revolución industrial inaugurada por HenryFord. No sabemos si ese primer hombre que pondrá el pie en Marte será cristiano,marxista, demócrata, totalitario, blanco, amarillo o negro. Pero sabemos que su viajeno será posible más que por un prodigioso esfuerzo industrial.

La fuerza universal del cristianismo, su llamado al corazón de los pueblos fue larevelación de que el hombre no está solo, que ha sido creado por amor, recreado porgracia, que está por encima del tiempo y salvo en la eternidad. La fuerza universalde la revolución industrial, su prestigio del que estamos lejos de percibir todas lasimplicaciones, es el descubrimiento de que el hombre mismo puede recrear elmundo a su propia imagen y semejanza. Que el hombre fuese creador es cosa quelos artistas lo han sabido siempre; pero su experiencia era infinitamente limitada. Unpintor crea un cuadro; un arquitecto, una casa. Pero rehacer el mundo y el universoentero a imagen y para la comodidad del hombre es una ambición nueva. No hayevidentemente ninguna incompatibilidad entre la revelación judeo-cristiana, de unlado, y del otro lado este descubrimiento fantástico de que el hombre dispone de unacasi omnipotencia poética sobre el universo. Yo veo, por el contrario, unamaravillosa armonía entre una y otro. El hecho de que el hombre haya sido creadono impide que sea a su turno creador: ha sido creado creador y, como lo dice elGénesis, "para dominar", eso es todo. Recién ahora se advierte un poco lo quesignifica un tal dominio. Como lo dijera Dante, el poema es hijo del hombre y nietode Dios; si el universo entero se transforma en un poema del hombre, la soberanía deDios puede ser por ello más resplandeciente.

Puede ser también que el hombre se deje atrapar por el prestigio de su propiapotencia, y que, olvidando a su Creador o haciéndose rival de Él, adore la obra desus manos. Ello ciertamente no sería nuevo: es la tentación de todos los poetas. JNohay descubrimiento humano que pueda eximir al hombre de su destinp y de sulibertad, y de la cruel opción que deberá siempre hacer entre el bien y el mal. LA

Page 169: Republica Moderna

169

EMPRESA INDUSTRIAL

El órgano por excelencia de esta transformación del universo a imagen y parala comodidad del hombre es la empresa industrial. La empresa industrial esesencialmente una comunidad humana de un tipo nuevo. Es una institución, unorganismo colectivo y jerárquico que absorbe y colectiviza para su uso tanto eltrabajo como el capital, el equipo industrial propiamente dicho como los sereshumanos. No es sino recientemente (en el curso de ese siglo XIX que nocomprendió nada) que la palabra Industria se limitó a no significar más que laactividad de fábrica y de manufactura. Anteriormente significó, como lo dice Littré,"todas las operaciones que concurren a la producción". La revolución industrialdevuelve a la palabra Industria su sentido original: la empresa industrial no es otracosa que la organización de todas esas operaciones que concurren a la producción.Es necesario advertir bien dónde se sitúa la novedad. En definitiva, una nave, aun lanave de Cristóbal Colón, no era otra cosa que un organismo jerárquico con vistas altransporte: ella comprendía una tripulación y un utilaje material; la organización dela nave no era otra cosa que el conjunto y el funcionamiento sistematizado de todaslas operaciones que le permitían a la nave atravesar el mar. De igual modo la puestaen escena de una pieza de teatro importa la organización de diferentes operacioneshumanas y de maquinistas, combinadas con los recursos materiales de un teatro, convistas a una representación. Pero transportar no es producir, representar no esproducir. Lo que resulta nuevo en la revolución industrial es la creación de unorganismo colectivo capaz el mismo y sólo en sí de producir. Producir, es decir,crear.

Hasta entonces la producción era obra individual; lo es todavía en el dominioartístico: un pintor sigue estando solo frente a su tela. En tiempos de la primerarevolución industrial, el taller podía emplear a una multitud de obreros, cada uno delos cuales seguía siendo por sí mismo un productor y podía designar su parte propiaen el producto manufacturado definitivo. En la empresa industrial moderna ya nopuede decirlo; el producto no es el producto de nadie sino de la empresa. Que elindividuo humano sea creador, es cosa que siempre se ha sabido; lo que es nuevo enla empresa industrial es la aparición de un organismo colectivo y social, creador élmismo, y sobre el cual recae toda la responsabilidad de la producción. El producto,el creador, el poeta en el sentido original de la palabra, aquel que hace, es unacolectividad. Dios bahía creado al hombre poeta, capaz a su vez de crear. Creando laempresa industrial el hombre crea, no ya solamente un poema, sino ante todo unpoeta, un nuevo organismo capaz de hacer, de producir y de crear. Es este el granproceso de los tiempos modernos y que está en vías de trastornar el mundo. Porqueeste poeta colectivo es infinitamente más inventivo y más poderoso que cualquiergenio individual.

Que el hombre deba obedecer a Dios o pueda rebelarse contra su Creadorconstituye toda la aventura religiosa de la humanidad. La aventura que ahora

Page 170: Republica Moderna

170

comienza para el hombre es saber si este poeta colectivo que él ha creado, laempresa industrial, obedecerá siempre a su creador o si, al contrario, se rebelará eintentará sojuzgar a su creador, menos fuerte que él. Es una aventura fantástica. Elcreador no tiene más que derechos; tiene también responsabilidades, la primera delas cuales es hacerse obedecer por su criatura. Pero haber creado un poeta es habercreado un candidato a la rebelión.

Peter Drucker escribe: "El elemento realmente productivo en la sociedadindustrial moderna es un concepto''' —se está tentado de decir una visión, la vista deconjunto, la visión de un todo organizado. En ese todo organizado no hay un solohombre que sea por sí mismo productor. Pero el todo se convertiría en desorden, laorganización entera perdería su sentido, la producción se detendría de golpe, si lamenor de las operaciones fuese omitida y no fuese cumplida. No hay una solaoperación que pueda decirse "decisiva", pero tampoco hay una sola de la que puedadecirse que no es "necesaria". Para precisar la naturaleza de este concepto, debedecirse que el mismo es principio de operación, es decir, que es un concepto artísticoy poético. Es aquí donde la distinción, clásica en filosofía, entre inteligenciaespeculativa e inteligencia práctica debe ayudarnos para comprender mejor. Segúnlas palabras de Cajétan, la verdad de la inteligencia especulativa es la asimilaciónintencional del espíritu a lo real. Pero la verdad de la inteligencia práctica es dirigirla acción: dirigere actionem. Lo que es principal en la empresa industrial no es elutilaje y los medios de producción: menos lo es aún el dinero; es la organización y ladirección efectiva de la acción colectiva orientada toda ella hacia la producción. Porello digo que la empresa industrial es esencialmente poética. Ella tiene por lo demástodos los caracteres de la empresa poética; todo en ella está subordinado por la obraa hacer, y esa subordinación es a la vez rigurosa, suprema, infalible y necesaria,como en la producción del poema.

Esta unidad de organización, de operación, de operación y de dirección que sellama la empresa industrial, es capaz de dirigir las actividades más diversas, convistas a una eficacia que se asemeja al milagro, como toda producción auténtica deun poema. Es de la producción de los bienes materiales que ella recibe su origen ysu originalidad. Pero ella es aplicable en muchos otros dominios. Puede servir adestruir: ella fue la máquina de guerra americana. Una empresa de administración yde contabilidad puede ser industrializada. La organización de una peregrinaciónpuede ser industrializada. La investigación científica puede ser industrializada, comolo es en los grandes laboratorios americanos. Lenin industrializó la revoluciónpolítica. Las policías totalitarias han sabido muy bien industrializar el terror. Lafamosa clínica Mayo en Estados Unidos es una empresa médica industrializada. Lasgrandes bandas criminales de la década de 1930 eran empresas industrializadas:Murder incorporated.

Lo precedente equivale a decir que la empresa industrial, como toda empresapoética, no tiene moralidad; ella no es en sí misma ni buena ni mala. Puede servir, ymuy eficazmente, al bien como al mal, a matar como a curar, a corromper como a

Page 171: Republica Moderna

171

salvar, a liberar al hombre como a sojuzgarlo. Es una empresa de eficacia; no es unaempresa de salvación. Ella plantea quizá nuevos problemas de moralidad; noresuelve ninguno de ellos. He aquí además por qué se la ha visto adaptarse, con unarapidez fulminante, a las ideologías más contradictorias. La empresa industrial bienpudo nacer en América; no tiene más patria que Iglesia, código de moralidad que dehonor. Peter Drucker escribe: "Sea que la sociedad se organice industrialmente deacuerdo con los principios del capitalismo, o del socialismo, o del fascismo, o delcomunismo, la empresa sigue siendo su institución central: ella tiene en todas partesla misma apariencia, las mismas reacciones, ella encuentra las mismas dificultades ydebe tomar decisiones que en todas partes son las mismas. La empresa industrial esuna institución autónoma".

Es en esta autonomía que reside el problema y, para el hombre, el peligro. Elpeligro se halla asimismo en el hecho de que se huye cada vez menos de la empresaindustrial. Está cercano el tiempo, y en muchos países ya ha llegado, en que no sepodrá siquiera vivir más fuera de ella. Todas las otras instituciones puramentesociales, la familia, las castas, las segregaciones raciales, crujen bajo los golpes deeste mastodonte. Importa saber, pues, qué moralidad será impuesta desde afuera aese mastodonte, que es en sí mismo indiferente al bien como al mal. Peter Druckerescribe: "He aquí la gran cuestión de nuestra época: ¿sobre qué fundamentos devalores y de creencias y con vistas a qué objetivos los problemas de la empresaserán resueltos?" Comparadas con ésa, todas las demás cuestiones son frívolas. Peroprecisamente el carácter dominante de nuestra época me parece la frivolidad. Ahorabien, sin duda no tenemos mucho tiempo. El país que gane la carreara en laindustrialización dispondrá de una potencia tal que estará sin duda en situación deimponer al mundo entero su ideología particular. Y ello puede ser sin violencia,sencillamente porque habrá que pedirle permiso para sobrevivir y respirar.

Peter Drucker insiste con razón sobre el carácter abstracto de la estructurasocial industrial: "La producción no es la aplicación Je las herramientas sobre lamateria. Es la aplicación de una lógica a al trabajo. Es en la medida en que la lógicaconveniente se lique con claridad, consistencia, y racionalidad que la producciónmisma extiende sus fronteras y se abre nuevos campos". Esto está perfectamentedicho, a condición de recordar que no se puede tratar aquí más que de una lógica deorden poético y práctico, cuya verdad es dirigir la acción. En razón de que laempresa industrial ha introducido en el mundo una nueva lógica práctica, una nuevamanera de dirigir la acción y el trabajo humanos, ella es una empresa tanrevolucionaria. En todo caso no es el proletariado sino la empresa industrial la queha destruido al antiguo régimen de producción. Ella lo ha destruido colectivizando ala vez el capital, el trabajo y la producción misma. En la empresa industrial elindividuo no es más productor: solo y librado a sí mismo, es absolutamente incapazde producción. Solamente a la empresa corresponde producir. Los católicos dicen, ypor ello se los ha reprochado bastante: "Fuera de la Iglesia no hay salvación". Hoy

Page 172: Republica Moderna

172

resulta evidente que debe decirse: "Fuera de la empresa industrial no hayproducción".

Este parangón no es fantasía. Pienso que el concepto católico de Iglesia, seentiende que sobre un plano totalmente diferente, es lo que más se asemeja alconcepto moderno de la empresa industrial. Los teólogos dicen que la salvación escolectiva, que nadie puede merecer la salvación, si está separado del CuerpoMístico. La Iglesia católica ha colectivizado la salvación. La empresa industrial hacolectivizado la producción: no hay producción posible sino por ella, con ella y enella. Ya he citado a Adolph Berle, que reconoce que la empresa industrial hacolectivizado el capital, es decir, que el dinero y los medios de producción no estánrealmente a disposición más que de la empresa. Pero la empresa industrial hacolectivizado igualmente el trabajo. Salvo para los artistas, cuya producción guardaaún un carácter individual, cada vez se hace más inconcebible que el individuopueda tener por sí solo acceso a los medios de producción, si no se incorpora a laempresa como el cristiano debe incorporarse a la Iglesia para entrar encomunicación con los canales de la gracia. He aquí lo que le da un carácterexcepcionalmente trágico a la cesación de trabajo en la sociedad industrial. Para unobrero, estar separado de la empresa es una excomunión: está en el infierno. Paradecir sobre este punto todo mi pensamiento, indicaré la analogía siguiente. Lascríticas elevadas por el protestantismo contra la Iglesia católica y su tipo deorganización tienen un extraño parentesco con los ataques hechos contra lacivilización industrial por los partidarios rezagados de la artesanía y de unaproducción en escala individual. La respuesta católica a esas críticas ha sido siempresustancialmente ésta: si la salvación, es decir, la unión con Dios, es verdaderamentesobrenatural, no puede ser sino colectiva. Salvarse directamente y solo es taninconcebible como es inconcebible hoy que un^ químico aislado pueda,completamente solo y sin acceso a medios colectivos de producción y delaboratorio, desintegrar el átomo.

Page 173: Republica Moderna

173

"MANAGEMENT"

Prefiero dejar en inglés la palabra Management: hay un sentido típico que no puedeser expresado por ninguna traducción. Pasará por otra parle fatalmente al francéscomo la palabra Condottiere nos vino del italiano.

El management es el sistema nervioso, coextensivo a la empresa industrialmoderna, en todos sus actos y todas sus actividades. El management ha modificadoesencialmente todas las relaciones del régimen de producción, porque confisca todasesas relaciones, tanto internas como externas de la empresa, las centraliza, lasequilibra y las controla. Es en la empresa el sistema de percepción, de información,de coordinación, de mando y de ejecución. Expresa en el más alto grado ese tercertérmino respecto del cual Marx y Lenin pensaban que era imposible siquieraimaginar. Es un órgano de separación y de mando que no existía absolutamente en elantiguo régimen de producción. El management está entre el capital y el trabajo, estáentre el producto fabricado y el cliente, está entre el accionista y la ganancia, estáentre el gobierno y la producción, está presente en todas partes, es responsable entodas partes y ante todo el mundo.

La naturaleza y la situación del management son sustancialmente las mismasen una empresa nacionalizada de Inglaterra o de Francia, en una fábrica en Rusia, oen una gran corporación americana. Es decir, que el management forma parte de laempresa Industrial como tal. En la sociedad industrial moderna es el management elque toma en todas partes las palancas de comando de la producción. Además, esprácticamente un gobierno absoluto | Independiente en el interior mismo de laempresa. Cierto es que en América es responsable ante los accionistas, en Rusia anteel gobierno. Pero la evolución natural de la empresa es que todo poder extraño a laempresa se vuelve cada vez más teórico. Prácticamente el management, siendo élmismo una colectividad de técnicos, es indispensable. Cuando el gobierno francésnacionalizó los ferrocarriles, el management de ios ferrocarriles quedó como era.

La empresa industrial en América, en Rusia, en Europa occidental, tienesustancialmente la misma estructura; y esa estructura no es en absoluto democrática,en ninguna parte. El management detenta todos los poderes y se recluta por símismo por cooptación. Es una colectividad con poder prácticamente absoluto comolo era la Señoría de Venecia. Es esencialmente una aristocracia basada, no ya en laguerra, sino en la producción. Cada empresa es una baronía, y esas baronías son tanpoderosas como un ducado de Borgoña o un ducado de Aquitania en el siglo XIV.,Según una investigación de las más serias, realizada por el Institute of Technologyde Massachusetts, el cuarenta y cinco por ciento de las propiedades y del activo detoda la industria norteamericana está en poder y es controlado por ciento treinta ycinco corporaciones. Lo que quiere decir que esas ciento treinta y cincocorporaciones controlan indirecta y prácticamente toda la vida económica del país yde varios países. Se piensa, en efecto, en la potencia económica de ciudades como

Page 174: Republica Moderna

174

Venecia, Genova, Hamburgo, que dominaban y controlaban los mares y el comerciode toda Europa. Los reyes no podían nada sin ellas y mendigaban su alianza.

He citado ya lo expresado por Adolph Berle sobre la colectivización delcapital en el interior de la empresa industrial. Cito ahora el párrafo entero que definebien el problema de la empresa industrial: "La corporación institucional hacolectivizado el capital y, como la mayoría de los colectivismos, ha concentrado elpoder en las manos de un pequeño grupo de dirigentes. La combinación de talesgrupos —aproximadamente doscientos—, se ha revelado como el instrumentoprincipal de la revolución del siglo XX, en el mundo occidental y fuera de la cortinade hierro. Hasta el presente la sociedad no ha creado ningún código deresponsabilidad al que esas corporaciones puedan referirse, ningún cuerpoconstituido del que puedan recibir su mandato, del que puedan recibir directivas ensus problemas y la manera en que pueden afectar y en que afectan el curso profundode los acontecimientos. No hay cuerpo de doctrina organizado que les permitaapreciar el valor de sus decisiones en su acción de día tras día". Ese re-baño demastodontes que controlan al mundo no tiene él mismo pastor. Raramente se havisto en toda la historia del hombre una situación en que las olas de fondo quetrastornan la sociedad sorprendan más completamente a todos aquellos que tienentradicionalmente la misión de dirigir la sociedad. Generalmente ni siquiera vendónde se plantea el problema y no comprenden nada de él.

Sea que lo admiráramos o no, sea que nos gustara o no, sea que extrañáramosal antiguo régimen o no, el caso es que la empresa industrial está ahí, en sur "jovenvigor indomable. Ella no conoce ni fronteras, ni cortina de hierro o de bambú o deencajes. A través de todas las ideologías, es ella la que realiza la conquista delmundo. No se puede impedir esa conquista, no más de lo que Roma pudo detener lainvasión de los Bárbaros. No es por casualidad que el libro quizá más meditado porlos economistas americanos sea La Ciudad de Dios, de San Agustín. En ese librovuelven a encontrar a cada paso problemas que les son familiares. En medio delderrumbe de una antigua sociedad, y frente a la aparición de nuevas fuerzas sociales,irresistibles, el problema sigue siendo siempre el de convertir y bautizar a losbárbaros, o de dejarse ir uno mismo hacia la barbarie.

Insisto en esto: la empresa industrial como tal es neutral. Es neutral desde elpunto de vista moral, es neutral desde el punto de vista religioso, es neutral desde elpunto de vista político, es neutral desde el punto de vista social. Ella es neutral, esdecir, bárbara. Frente a esa barbarie, de una potencia desconocida hasta aquí, elproblema de la civilización sigue siendo el problema del hombre. Cuando dije queamo a América, ello no quiere decir que no hallo nada que objetar a su direcciónpolítica o a sus costumbres. Pero más allá de su dirección política, más allá de suenorme potencia industrial, más allá de su riqueza, lo que me interesa más enAmérica es que ella es la nación del mundo en la que el problema del hombre, esdecir el problema de la civilización, es hoy día el más correctamente, el más

Page 175: Republica Moderna

175

honestamente, el más inteligentemente planteado, con plena lucidez de loselementos del problema. Seguramente todos los americanos no se plantean elproblema; pero hay una minoría de personas que se lo plantean y se lo planteancorrectamente. Son siempre las minorías las que hacen las obras maestras decivilización. Es decir, que Estados Unidos de América es hoy día la nación delmundo donde este problema del hombre y de la civilización tiene mayorprobabilidad de ser perfectamente resuelto. Si ello es cierto, me parece queconstituye una razón suficiente para amar a América y perdonarle muchas otrascosas menos recomendables.

Este libro está escrito en su integridad para mostrar hasta qué punto Américapertenece a Occidente, en qué medida ella se asimiló a la tradición occidental, y muyparticularmente en qué medida ha hecho progresar y ha extendido esa tradición.Actualmente, a mitad del siglo XX, resulta claro que nuestro gran problema es el debuscar y descubrir la mejor forma que deba revestir la empresa industrial para, nosolamente no poner en peligro la tradición de civilización occidental, sino parafavorecer esa tradición, servirla y ensancharla con nuevas obras maestras derealización humana. En nuestra situación, en que la empresa industrial debenecesariamente conquistar el mundo, en que de hecho ella ya lo tiene medioconquistado, no se trata ya más de defender cueste lo que cueste formas socialescondenadas y destinadas a desaparecer, y que por lo demás no fueron sin pecado; setrata de aclimatar la empresa industrial al espíritu de la tradición de civilizaciónoccidental, para que, bajo una nueva forma social, esta situación se perpetúe, secontinúe y se enriquezca. Como en tiempos de San Agustín, no se trata más derepeler a los bárbaros; se trata de civilizarlos. Civilizar la empresa industrial,convertirla a todo lo que Occidente venera, obligarla a respetar al hombre, ponerla alservicio del hombre en lugar de que ella sojuzgue al hombre, todo ello constituye latarea a la cual América está dedicada desde hace cincuenta años. El resultadopresente de esa conversión es lo que en América se llama la corporación.

Peter Drucker se ha aplicado a analizar la empresa industrial como tal, en suneutralidad de civilización, en el estado bárbaro si se quiere, tal como ella funcionabajo no importa qué clima, y tanto en Rusia como en China como en América.Rehúsa limitar su estudio a la corporación, exactamente por las mismas razones queaquí me la hacen preferir. Porque la corporación es típicamente americana: es en lacorporación americana donde la conversión de la empresa industrial a la civilizaciónoccidental ha ido más lejos. No digo que todas las corporaciones americanas seancasas de santidad; pero, ¿dónde están en este mundo las casas sin pecado? Mas almenos el ideal de la corporación americana se hace cada vez más claro en lasmejores de su realizaciones: ella es la empresa industrial sometida a fines humanos,es el bárbaro bautizado: "Inclina la cabeza, orgulloso Sicambre". Desde su punto devista, Peter Drucker tiene razón al decir que no hay legitimidad en la empresaindustrial y su poder: ella es lo que es. Pero yo creo que nace aquí una profundareinalterable legitimidad en la corporación dentro de la medida en que ella ha logrado

Page 176: Republica Moderna

176

esa aclimatación y esa naturalización de la empresa industrial al seno de lacivilización occidental.

Cuando se estudia de cerca lo que es la empresa industrial, no se puede dejarde pensar en el feudalismo. Seguramente el desarrollo de una analogía tal no puedeser popular en ningún país. La sociedad moderna, la que nació de la RevoluciónFrancesa, se edificó sobre la liquidación del feudalismo. Todos los manuales dehistoria, en todas las escuelas del mundo, nos enseñan a considerar al feudalismocomo el peor régimen de servidumbre. Pero los manuales de historia tal vez seequivocan y tal vez no dicen toda la historia. Intentemos pues escapar a supropaganda. Lo mismo que la empresa industrial, el dominio señorial (en inglésMejor) era una unidad a la vez económica, social y política. Lo mismo que laempresa industrial, esa organización debió corresponder a una profunda necesidad,irreprimible y generalizada, puesto que se la vuelve a encontrar esencialmentesemejante a ella misma, no solamente en Europa occidental, sino en el ImperioBizantino y en el Japón, de igual modo que se vuelve a encontrar la empresaindustrial en América como en Rusia. El dominio señorial había colectivizado latierra y los medios de trabajarla, como la empresa industrial colectiviza laproducción económica y el trabajo del hombre. Es decir, que el campesino de esaépoca no tenía acceso directo a la tierra, así como el obrero industrial moderno notiene directamente acceso a los medios de producción. Fuera de la produccióncolectiva de la empresa, no hay trabajo, y por consecuencia, no hay salvacióntemporal para el obrero de hoy. También fuera del dominio señorial no había mástrabajo posible y salvación temporal para el campesino. Yo sé bien cuandesagradable es la palabra servidumbre. Pero al menos tiene un sentido sociológicopreciso. Queda por saber si la situación del obrero industrial moderno, tanto enRusia como en América, no sería descrita correctamente por esa palabra. Ladependencia total a la empresa, para el trabajo y la supervivencia, me parece ser unasuerte de servidumbre. Queda asimismo por saber si la condición de siervo no escompatible con un cierto grado de libertad y con el respeto de la persona humana.

¿Debemos tal vez reformar nuestros manuales escolares? Quizás elfeudalismo no haya tenido más que injusticias. Puede ser que dentro de lascondiciones económicas, sociales y militares de esa época, ella fuese la organizaciónhumana mejor adaptada a la salvación colectiva temporal y que fuese tan necesariacomo la empresa industrial lo es hoy. ¿Que los señores feudales con muchafrecuencia hayan abusado de su poder?; ello no parece ofrecer ninguna duda. Perono siempre. En primer término, otros poderes limitaban su poder, el de la Iglesia, porejemplo. Pero sobre todo hubo en el interior del feudalismo una extraordinariaexplosión de civilización que quedará siempre como el honor supremo de eserégimen social: la caballería. Los barones, los señores feudales, los poderosos de laépoca, los bárbaros bautizados, desarrollaron ellos mismos un código de honor y demoralidad que inclinaba su poder a la obediencia superior de exigencias cristianas yhumanas; y ese código de honor, libremente consentido, se ha revelado como

Page 177: Republica Moderna

177

infinitamente más eficaz, para la protección de los débiles y de los pequeños, quetodas las intervenciones eclesiásticas y todas las legislaciones. De hecho, elfeudalismo mismo se perdió cuando la caballería no estuvo más allí para mantenerdesde el interior su sentido del servicio y de la responsabilidad social. Yosorprenderé a muchos al decirlo, y lo digo no obstante porque creo que es cierto, queel fenómeno social determinante en América, en esta mitad del siglo XX, es menosla organización de un feudalismo industrial —ello no es particular de América—que, en el interior' mismo de ese feudalismo, un ensanchamiento del sentido de lasresponsabilidades sociales, que evoca el nacimiento de la caballería y de su códigode honor. La mejor analogía histórica que yo pueda hallarle a una corporaciónamericana consciente de sus responsabilidades sociales es un señor feudal que fuesecaballero.

Que la corporación americana sea una potencia feudal, ello me pareceevidente, no porque ella es americana, o "capitalista", sino simplemente porque ellaes una empresa industrial. Una empresa que colectiviza la producción, el trabajo y elcapital, con-centrando el poder en un organismo directivo, me parece tener todos losrasgos de la potencia feudal; pero ella es completamente tan feudal en Rusia comoen América, y no podría serlo de otra manera. No reconocerlo, revela puerilidad. Elerror básico del libro de Milovan Djilas me parece ser el de no haber comprendido lanaturaleza de la empresa industrial, y que es imposible que ella no llegue a serfeudal. Evidentemente esto está en contradicción con Marx; pero toda la evoluciónde la sociedad moderna está en completa contradicción con Marx. Hoy, aun enRusia, se trata de otra cosa que del marxismo. A los ojos de Carlos Marx y deMilovan Djilas, Rusia no puede de igual modo renunciar a la industrialización quees la forma moderna del feudalismo.

Que la corporación americana tenga preocupaciones humanas, que ella tratede conformarse a las tradiciones de la civilización occidental y a la Declaración deIndependencia, que ella intente formular un código de honor y de moralidad para laindustria, una Magna Charla que limite y civilice su poderío, he ahí donde ella esamericana, he ahí donde llega a ser más interesante. Existen varios factores quecontribuyen a esa obra de civilización. Está sin ninguna duda la influencia y laopresión de los sindicatos, muy celosos de la dignidad obrera. Está la influencia dela opinión pública y del gobierno. Está la influencia difusa del cristianismo y de lasdiversas Iglesias. Pero, a mi juicio, hay sobre todo y principalmente un esfuerzointeligente y generoso de muchos jefes de la empresa misma, cada vez másconscientes del peso de las obligaciones que les impone el poderío. Es ese esfuerzolo que tiende al florecimiento de un espíritu de caballería en el interior mismo de lacorporación americana. Cuando Henry Ford decía que una empresa industrial erarealmente demasiado grande para ser humana, hablaba como señor feudal. Por elcontrario, es una preocupación constante y casi general hoy día, entre los jefes deempresa en América, y cualquiera sea la talla de la empresa, el hacerla cada vez más

Page 178: Republica Moderna

178

humana. A la manera americana, ello no es un sueño; esa preocupación se traduce enlos hechos, y hechos positivos y perfectamente controlables.

Page 179: Republica Moderna

179

MONOPOLIO Y COMPETENCIA

La cuestión de los monopolios se halla en el centro de la sociedad moderna, en elcorazón de la civilización industrial. Es exactamente de acuerdo con la situación delos monopolios en un país como se puede y debe juzgar el grado de libertad queexiste en ese país. Dentro de la sociedad moderna, no existe otro medio de evaluar siesa sociedad es libre o no, y en qué medida es libre o esclava. Yo entiendo sobre elplano concreto y no solamente en las declaraciones de principios, puesto que ocurrea menudo que una sociedad se proclama libre y no lo es, que no advierte siquierahasta qué punto se halla sometida.

Littré definía así el monopolio: "Tráfico exclusivo, hecho en virtud de unprivilegio". En el lenguaje moderno, el monopolio no concierne solamente a losnegocios, sino también a la producción, por lo demás siempre con vistas al dominioy el control del mercado. Es siempre una definición de poder, proveniente de unprivilegio. El titular de un monopolio puede ser el Estado; pero puede serlo tambiénun individuo o una compañía privada. El monopolio tiene siempre un carácterexclusivo; elimina la competencia en virtud de un privilegio.

Bajo pena de paralizar completamente la producción y la distribución de losbienes, no se pueden eliminar completamente los monopolios. Después de todo, uncontrato comercial es el establecimiento de un monopolio. Cuando un escritor confíaun libro a un editor, cede a ese editor el privilegio de fabricar y vender el libro, conexclusión de todo otro editor. Esa cesión de privilegio se identifica con el ejerciciodel derecho de propiedad. Comúnmente, a eso no se le llama "monopolio". Esinteresante observar que el abuso no comienza sino con una cierta desproporción,eliminadora de toda competencia en un terreno dado. La noción de monopolioimplica no solamente que un cierto límite ha sido sobrepasado, sino queprácticamente no hay más límite al privilegio y, por lo tanto, al abuso.

En Europa hace mucho tiempo que esta cuestión de los _ monopolios, tanimportante para la libertad está fuera de la investigación experimental y que nodepende más que de un cierto método teológico. En el curso de una discusión sobreAmérica con un amigo socialista, que tiene una larga experiencia del gobierno: "Nosharía falta vender los monopolios", dije yo. Él dio un respingo, exactamente comoun teólogo católico al que otro teólogo católico acabara de decirle que Jesucristo noestá corporalmente presente en la Eucaristía. Yo procuro conocer el valor de lostérminos que empleo y no los empleo a la ligera. Toda la diferencia de esta cuestiónde los monopolios en Europa proviene de que, para los socialistas europeos, lanacionalización y la constitución de un monopolio del Estado tienen exactamente elvalor indiscutible del sacramento, que confiere la gracia ex opere opéralo. Bastanacionalizar una industria para que esa industria se halle inmediatamente en estadode gracia industrial. Toda discusión queda eliminada de hecho de que se trata envirtud de una revelación.

Page 180: Republica Moderna

180

Por cierto que Francia no carece de gente inteligente. Carece de libertad deespíritu. Es raro que se sometan a discusión los temas importantes. Ello no ocurrepor así decirlo jamás. La cuestión de los monopolios es uno de esos temas: no seacepta siquiera que se lo plantee; ¿cómo podría resolvérsela? Yo no digo que estacuestión no sea difícil. No digo siquiera que la nacionalización sea siempre una cosamala y que no haya circunstancias en que ella se impone para el bien público. Nodigo que para el estado francés revender los monopolios, fraccionarlos, sacar-los almercado impidiéndoles reconstituirse en el plano privado, y volver a introducir entoda la economía de la nación el soplo vivificante de la competencia, no sea unaoperación delicada que involucraría muchos ajustes. Digo que sería una buena cosano excluir a priori esa solución a nuestras dificultades, y, por tanto, favorecer sudiscusión abierta, en una actitud experimental, con exclusión de todo dogmatismo.Venero bastante la teología para saber que el valor económico de los monopolios osu carácter perjudicial no son del dominio teológico. Pero evidentemente es esamanera experimental de abordar el problema a la que más se teme. Visto desde elpunto de vista experimental de la libertad concreta, resulta evidente que elmonopolio de Estado sobre la enseñanza o la radiofonía es para una nacióncivilizada una vergüenza.

Si Estados Unidos de América tiene un a priori, es el de la libertad individual.Ese país está fundado sobre la creencia de que el individuo es superior al Estado, deque protegiendo la iniciativa y la libertad individual la comunidad misma gozarásiempre de mejor salud. No obstante es difícil hablar aquí de un a priori, puesto, que,en definitiva, ese a priori se experimenta con éxito desde hace doscientos años, y laacumulación de esa experiencia es una tradición. Pero si hay algo que no se discuteen América es el principio de la competencia, precisamente por-que la competenciaes,,en el dominio comercial, la expresión de esa tradición. Yo no hago a losamericanos mejores de lo que son. Hay aún en América personas que no piensanmás que en el dinero y en estrangular toda competencia para enriquecerse siempremás y que consiguen en ese aspecto escapar no solamente a la tradición, sino a lasleyes. Es típico que, cada vez, la eliminación de la competencia se hace a expensasde la calidad del producto y finalmente a expensas del público. Existe una cuestiónde orden alimenticio que los europeos se plantean siempre en América: "¿Cómo seexplica que, en un país donde la leche es en todas partes de primera calidad, el quesosea generalmente incomible?" Hay muchas explicaciones que en su totalidad sereducen a ésta: "la industria quesera es en América un monopolio privado en manosde una sola compañía que controla prácticamente todo el mercado y elimina todacompetencia eficaz".

Las leyes no obstante están en favor de la competencia. He aquí citas dealgunos decretos del Congreso: "El corazón de nuestra política económica nacionales desde hace mucho tiempo la fe en el valor de la competencia. En las LeyesSherman y Clayton así como en la Ley Robinson-Patman, el Congreso ha tratado dela competencia para protegerla y del monopolio para impedirlo". Y en otro lugar:

Page 181: Republica Moderna

181

"Creemos que una economía libre favorece mejor el bien público. Elfundamento de esta ley es que los bienes en el mercado deban soportar la fría pruebade la competencia. Al público le corresponde, por intermedio del juicio impersonaldel mercado, distribuir los recursos de la nación, y dirigir así el curso de sudesarrollo económico". En otros términos, libertad del mercado, y aplicación aldominio económico de los principios democráticos.

No obstante, no hay nada de todo esto. El capitalismo burgués ha demostradode manera por demás abundante que la aplicación a la economía de una libertadabsoluta viene a favorecer a los grandes en contra de los pequeños. No sería difícilcitar textos de decisiones jurídicas de hace cincuenta años, en Inglaterra y enAmérica misma, donde la justicia intervenía constantemente para favorecer a loscarteles bajo el pretexto de mantener la libertad absoluta del mercado y de lacompetencia. América ha comprendido que, allí como en otras partes, para serconcreta la libertad tiene necesidad de estar protegida contra los poderosos. Es unacuestión de proporción. Ello es la razón de por qué la legislación americana está enprincipio contra los monopolios. Si un competidor, o un grupo de competidores,adquiere demasiado volumen, el gobierno tiene el derecho de intervenir paraobligarlos a fraccionarse. Y la legislación es tan vaga que a los tribunales se les dejala mayor libertad para, en cada caso, tomar una decisión de acuerdo con la tradicióny el espíritu de la ley, mucho más que con la letra. Esto viene a crear una situaciónartificial de inseguridad para las grandes empresas. La gran corporación americanatiene constantemente suspendida sobre su cabeza una espada de Damocles. Almenor paso en falso, corre el riesgo de quedar partida en dos. Esa amenaza le dahumildad: "Inclina la cabeza, orgulloso Sicambre". Es una amenaza que laspequeñas empresas no tienen. Esa situación viene a favorecer a los pequeños contralos grandes, es decir, a mantener una igualdad de competencia que no existiría deotra manera.

Ello da al gobierno federal y a los diversos estados americanos unaposibilidad casi indefinida de intervención en el dominio económico. He ahí unacosa que es difícil hacer comprender a los europeos. Para ellos la intervención delestado significa socialismo. Pero la diferencia, y es un abismo de diferencia, entre latradición socialista y la tradición americana de la intervención del estado está menosen la interferencia del gobierno que en la manera en que esa interferencia se ejerce.En América, esa interferencia se ejerce de una manera más bien negativa, parareglamentar los metabolismos económicos, ajustar o desajustar el crédito, dividiruna empresa que pone en peligro la libertad del mercado, activar la producción deun sector, frenarla en otro, imponer una escala de impuestos y celebrar contratos,supervisar atentamente el trabajo y el paro laboral, abrir grandes talleres para aliviarla cesación de trabajo, etc. Pero el ideal y la tradición americana son evitar tantocomo sea posible que el estado se convierta en. propietario y sobre todo enadministrador de grandes empresas.

Page 182: Republica Moderna

182

Pienso que hoy ese ideal y esa tradición se hallan en grave peligro, aun enAmérica. El socialismo amenaza a América. Esa amenaza no proviene de unaintoxicación ideológica, como en Europa, donde cándidamente se ha creído que elestado tiene una virtud misteriosa en el dominio económico, como nuestrosantepasados creían que los reyes de Francia curaban los lamparones. Esa amenazaproviene de( una situación de hecho y de la potencia creciente del estado, y sobretodo de la pereza de los ciudadanos. La tradición americana más auténtica ha sidosiempre la de limitar lo más posible los derechos, la acción, los privilegios y laspropiedades del estado, la de colocar al estado ante la justicia en el mismo pie deigualdad con el primer llegado de los ciudadanos. No es además raro que enAmérica el estado pierda un proceso. Quizá tenga menos probabilidad de ganarloque un ciudadano privado.

Pero por razón de la gran crisis económica primeramente, por razón de laguerra después, el estado en América se encontró a cargo de empresas enormes, delas cuales garantiza directamente la administración, con todos los inconvenientesque esa administración comporta. De hecho, el estado ha eliminado en su provechotoda competencia para sectores enteros de la producción y hoy los más importantes.La empresa conocida con el nombre de Tennessce Valley Authorüy, admirable porotra parte en muchos aspectos, es un ejemplo de empresa federal. Ella nació federal.Es el gobierno federal quien tomó la iniciativa para ella en el momento de la grancrisis. Todos los establecimientos militares son también empresas del estado. EnAmérica no ha sido siempre así. Resulta sorprendente leer en las Memorias deTruman cómo, durante la Primera Guerra Mundial, él y algunos ciudadanos tomaronla iniciativa de formar un regimiento que en seguida incorporaron al ejércitonorteamericano. Pero hoy los establecimientos militares federales controlan laindustria atómica y las experiencias teleguiadas. Desde el punto de vista de latradición americana, constituye ello una situación que yo juzgo extremadamentegrave y peligrosa.

Cuando Rusia lanzó el Sputnik al espacio, el Secretario de Estado americanodeclaró que evidentemente, desde el punto de vista de la eficacia, había muchasventajas en ser un estado monolítico y totalitario. Esa reflexión sorprendente ypropiamente escandalosa en la patria de Jefferson pasó casi inadvertida. Creopersonalmente que esa reflexión es en América no solamente escandalosa sinoabsolutamente falsa. Interrogué sobre el tema a varios gerentes de grandes empresasindustriales, y tengo más confianza en su juicio que en el del Secretario de Estadopor lo que concierne a la eficacia industrial de la nación. Mi pregunta era lasiguiente: "Si en lugar de haber sido una empresa militar, es decir, finalmente unaempresa del estado, una empresa nacionalizada, la conquista de la estratosferahubiese sido confiada por contrato a varias empresas industriales privadas, ¿creeusted que América habría estado en retraso respecto de Rusia como lo está hoy?"Todos, pero todos, me dieron la misma respuesta. "América hubiese estadoadelantada varios años respecto de Rusia, la conquista del espacio se haría con

Page 183: Republica Moderna

183

menos gastos. Y es evidente que lo que ha retrasado a América en la conquista de laestratosfera es el hecho de que el estado, y no empresas privadas, la ha tenido a sucargo." En el dominio de la realización industrial, la eficacia en América está ligadaa la libertad de la empresa privada y a la competencia. Si América ha estado enretraso respecto de Rusia en la conquista de la estratosfera, ello no se debe en modoalguno a que ella no sea aún bastante monolítica, bastante estatizada, bastantetotalitaria, sino exactamente a que ya lo es, al menos en parte, y en todo casodemasiado. La reflexión del Secretario de Estado era la de un dogmatista que quierea todo precio tener razón aun contra los hechos más evidentes de la tradiciónamericana. Lo grave es que el público americano no haya reaccionado. No esquimérica la inquietud de que la tradición americana se pierde en América misma. Yen el plano de la eficacia totalitaria, América será siempre inferior a Rusia. Ella iráen ese plano de fracaso en fracaso: el Sputnik debería abrirle los ojos. Ello no haservido por el contrario más que para reforzar al gobierno federal en el monopolioque posee sobre el sector más importante de la industria.

Estoy persuadido de que solamente cincuenta años atrás los ciudadanosamericanos no hubieran soportado eso. Aun hoy los ciudadanos americanos notolerarían que una sola corporación o un cartel de corporaciones explotasen por sísolos el dominio de la energía atómica. Lo soportan del estado. Es pues quereconocen hoy al estado un privilegio que sus antepasados no le reconocían. Cuandose llega a ello, se está en la pendiente del socialismo, y es ésta una pendiente difícilde volver a subir. El advenimiento de la presente administración republicana habíadespertado las más grandes esperanzas sobre este punto; pero después de seis añostodas esas esperanzas han ido quedando defraudadas una tras otra; y no se ve unpartido o siquiera un hombre dentro de un partido, capaz de despertar otra vez y dereivindicar en todo su esplendor la gran tradición de la República Americana.

El gobierno federal, para justificar sus intrusiones, invoca la razón deseguridad. La razón de seguridad no vale nada. En realidad, en América la seguridadnacional está mucho mejor asegurada en la empresa privada que en el estado. Elmonopolio del estado no ha impedido que ciertos secretos atómicos pasasen a Rusia.Es probable que una empresa privada, protegida por una policía privada, no loshubiera dejado escapar. La empresa privada es mucho más precavida que el estado.Ella tiene constantemente que rendir cuentas al estado y a la nación: ella no puedepermitirse que se le reproche de ser un peligro para la nación. En el pasado, losamericanos fueron muy lejos en la confianza otorgada a la empresa privada, aun enel dominio de la seguridad nacional y no han tenido motivo de queja. Tuvieron dequé quejarse gravemente del estado, pero parece que hoy el estado americano puedepermitirse impunemente los más graves abusos. Es esto el comienzo delestablecimiento de un derecho divino. El estado no se equivoca prácticamentenunca.

Para ilustrar el espíritu de la antigua tradición americana en esta cuestión delos monopolios, debo hablar aquí de la American Telephone and Telegraph

Page 184: Republica Moderna

184

Company que designaré, como la designo aquí, por sus iniciales A. T. y T. Ella noes la única compañía de teléfonos en América; hay cerca de cuatro milindependientes unas de las otras. Pero aquélla es con mucho la más importante y,por contraste con las otras, transmite y controla todos los llamados de largadistancia. Todos saben que Estados Unidos de América es el país del mundo dondemejor marchan los teléfonos. A. T. y T. es una compañía privada.Hace dos o tres años un cable transatlántico fue tendido entre el continenteamericano y Europa. Tres países eran cabezas de línea: Estados Unidos, Canadá,Inglaterra. La negociación fue llevada entre, de una parte, los gobiernos inglés ycanadiense que poseen la administración del correo y del telégrafo en sus países, yde la otra parte, los representantes de A. T. y T. Yo pregunté a uno de los directoresde A. T. y T. si para esa negociación y para la firma del contrato de alcanceinternacional y que toca tan directamente la seguridad nacional de tres grandespaíses, A. T. y T. había tenido permiso del gobierno federal americano:

—No —me respondió.—¿,Y por qué no?—¡Porque nunca lo hemos solicitado.-—¿Y por qué no lo solicitaron?—Porque no teníamos necesidad de hacerlo. Tuvimos al gobierno americano alcorriente por cortesía (ésa fue la palabra), pero hemos tratado como hemos querido yde igual a igual con los gobiernos inglés y canadiense. Eventualmente hubiéramosrecurrido a nuestro gobierno para hacer respetar nuestros derechos si hubiesen sidoamenazados por un país extranjero, como cualquier ciudadano privado puederecurrir a su gobierno. Pero cuando todo marcha bien, no pedimos nada al gobierno.

Es de acuerdo con hechos así como se puede juzgar si un país es libre. Unpaís no es jamás del todo libre si primeramente no está libre del estado. Para mí,europeo, la idea de que no se pueda tener con el estado más que relaciones decortesía me pareció positivamente fabulosa. Desde la infancia, estoy habituado aconsiderar al estado como una suerte de pillo, a la vez estafador, mendigo, espía,bandido, falsario (con el ojo en todas las cerraduras, la mano en todos los bolsillos yal cuello de todos) al que se le debe ocasionalmente temer, pero respecto del cual anadie se le ocurriría la idea de que pueda respetárselo o tratárselo con cortesía.

La Ley Sherman y algunas otras leyes votadas con posterioridad han sidodictadas para prohibir los monopolios y las centralizaciones restrictivas delcomercio. No hay ahora y no ha habido jamás una clara definición que indique quégénero de combinación, de fusión o de amalgama es una restricción al comercio yqué género de combinación, por el contrario, aumenta la competencia. Las leyespara mantener la competencia, para impedir toda restricción del negocio, paraprohibir los monopolios son modificadas de tiempo en tiempo y, en consecuencia,su interpretación cambia constantemente.

Page 185: Republica Moderna

185

Esta situación crea una inseguridad considerable para los hombres denegocios y mucho trabajo para los abogados. Y, sin embargo, no conozco un solohombre en los negocios que quisiera que esas leyes fuesen rechazadas y que setoleraran las centralizaciones ilimitadas y las cartelizaciones. Todos creen en lacompetencia. Prefieren leyes muy humanas y falibles, aplicadas por hombres faliblese inconsecuentes, a la posibilidad del monopolio o a la mortal influencia que limitarala competencia.

Hace muchos años James Buchanan Duke organizó la American TobaccoCompany de tal suerte que esa compañía poseía la mayor parte de los negocios decigarrillos en ese país. El gobierno entabló juicio a la compañía ante los tribunales yla obligó a dividirse en varias compañías independientes que, desde entonces, sehacen una competencia encarnizada. Más tarde, el gobierno obligó a la Standard OHCompany a fraccionarse. Recientemente el gobierno entabló proceso a Du PontCompany para obligarla a abandonar sus acciones en la General Motors.Constantemente se producen procesos de esta clase.

En ciertos casos las razones del gobierno parecen traídas de los cabellos yhasta fantásticas. Pero el resultado es que en ese país las grandes compañías pierdenla inteligencia y la aptitud, vienen a menos.

Las grandes corporaciones tienen algunas ventajas pero también desventajas.La aptitud para organizar e insuflar energía a una gran organización es más rara quela aptitud para hacer lo mismo en una pequeña compañía. Y la pequeña compañíapuede muy a menudo y con éxito entrar en competencia con la grande en unsector particular.

De todas maneras, el pueblo americano abraza la tesis de que, cualquiera seala talla de una compañía, la centralización de su poder o la cartelización de unnegocio, no se debe limitar la competencia, y de que no debe haber ningunaconspiración económica para fijar los precios, dividir el mercado o crearmonopolios.

No es seguro que aun cuando no hubiese ninguna ley a este propósito loscarteles o los monopolios sobrevivirían largo tiempo —a excepción de aquellos queprovienen naturalmente de la condición misma de la empresa. Pero siendo lasconvicciones del público tales como las que son, el público quiere estar dos vecesseguro acerca de la cuestión, y entonces hay leyes.

La empresa del teléfono, de la luz o de la energía eléctrica es un monopolionatural. Cuando esas empresas comenzaron, había con frecuencia dos compañías deteléfonos y dos compañías de electricidad en la misma ciudad. Pero se hizo evidenteque resultaba un costoso derroche el tener dos sistemas de líneas telefónicas yeléctricas cubriendo la misma ciudad, y que tan sólo constituía un inconveniente elmantener dos teléfonos en la misma casa con dos guías telefónicas, para estar segurode poder alcanzar a no importa qué destinatario. Asimismo, un doble sistema delíneas eléctricas era un despilfarro: se necesitaban dos veces más cables en la ciudad

Page 186: Republica Moderna

186

donde un solo sistema de cables eléctricos hubiera suministrado la misma cantidadde luz.

La economía americana no es sistemática; ella está basada en la experiencia ylos errores pasados, no está conformada por ninguna teoría gubernamental. Es asícomo las compañías de teléfono y de electricidad tuvieron permiso para convertirseen monopolios locales.

Como los precios de las compañías de teléfono y de electricidad no sufren lacompetencia, son regulados por diferentes comisiones del estado o nacionales.

Ocurre lo mismo en cuanto a las tarifas para los ferrocarriles y las compañíasde aviación. Esas industrias constituyen pues una manera de excepción en el cursoordinario de los negocios en América.

L

Page 187: Republica Moderna

187

LA GANANCIA Y LA RENTABILIDAD

La ganancia desempeña, en la actividad económica americana* exactamente elmismo papel que el mérito en la vida cristiana. A la aparición del protestantismo, lacuestión del mérito dio lugar a un largo debate teológico apasionado, y no se hadicho que el debate no haya oscurecido la cuestión más de lo que la ha aclarado.Desde Carlos Marx la cuestión de la ganancia se halla igualmente en el centro demuchas de las controversias sobre economía, sin por ello estar más clara. Se decideen favor o en contra de la ganancia, por reacción de teólogo a priori más que enconsideración a los hechos.

He destinado en este libro un lugar considerable al proceso de los hermanosDodge contra Henry Ford. El fondo de ese proceso era una oposición de opinionessobre la naturaleza y la función de la ganancia. Henry Ford sostenía que las enormesganancias eran "monstruosas" (awful), y que la mejor parte del dinero debía serreinvertida para aumentar la producción. Los hermanos Dodge estimaban que lasganancias, cuanto más enormes, más "hermosas" (lovely) eran y que ellas debían enprimer lugar servir para enriquecer a los accionistas. Henry Ford perdió su proceso yla sentencia del juez estuvo inspirada en la más estricta ortodoxia capitalista. Noobstante, Henry Ford no cambió sus ideas. Él mismo no veía muy claro, pero ladirección en que estaba empeñado sería la dirección que tomaría toda la economíaamericana.

Dije cómo la empresa industrial había colectivizado la producción, el capitaly el trabajo. Ella ha colectivizado igualmente la ganancia. La analogía entre laempresa industrial (fuera de la empresa, no hay producción) y la Iglesia católica(fuera de la Iglesia, no hay salvación), puede aún ayudarnos a comprender lo que enla corporación americana se entiende actualmente por ganancia. En la Iglesiacatólica es la Iglesia y su Jefe, Cristo, quienes merecen en primer lugar, y merecenplenamente. En la corporación industrial, la ganancia es primeramente la gananciade la empresa; y es el bien general de la empresa, su supervivencia, su crecimiento,su porvenir, los que regulan la ganancia y su distribución.

No podría ser de otra manera. En una economía dinámica, la dimensiónTiempo, la dimensión del porvenir y de los riesgos futuros modifican esencialmentela naturaleza de la ganancia y su función. La función de la ganancia es en primerlugar asegurar el porvenir, es ésta una seguridad que sólo la empresa industrialpuede manejar por sí misma. Cuando se ha comprendido esto, uno se queda atónito,no ante la enormidad de las ganancias en la corporación americana, sino ante sumodicidad. En realidad, las grandes corporaciones americanas, libradas a todos losriesgos de la competencia, están siempre sobre la cuerda floja. Se hallan tan amerced de un receso, de una reducción de los negocios, de una huelga o de una malaventa como, en una civilización agrícola, el campesino se halla a merced de ungranizo. Pero actualmente existen seguros contra el granizo. No los hay contra losaccidentes del mercado para una gran corporación.

Page 188: Republica Moderna

188

He ahí lo que da a la economía americana su aspecto de lucha por la vida. Lacompetencia es en ella despiadada. Es la guerra, donde se arriesga el fracasoeconómico que, en un sentido, es peor que hacerse matar. Cuando se está muerto, nose tienen más problemas. Cuando se arruina, los problemas están siempre presentes,pero insolubles. En efecto, es entre los jóvenes gerentes de las grandescorporaciones americanas donde encontré más fielmente la atmósfera embriagante yvivificante de los regimientos francos, esa mezcla única de desprecio del peligro, deprudencia ascética y de audacia calculada. Cuando hablan de la ganancia y de sunecesidad, esos grandes gerentes sobre cuyas espaldas descansa la prosperidad detoda la nación, hablan como los capitanes sobre el campo de batalla hablan de lavictoria. En este sentido puede decirse que la ganancia determina su acción, según laexpresión de Aristóteles: el jefe está hecho para la victoria. Dux ad victoriam.

La analogía entre la ganancia de una corporación y la victoria militar esbuena y sólida. Una victoria, digna de ese nombre, es la victoria del jefe. Ella estambién la victoria del ejército. Es también victoria para la nación. La ganancia es lavictoria del gerente. Es también la victoria de toda la empresa, inclusive obreros.Pero no es una victoria completa salvo que esa victoria sea de alguna maneracompartida por el público. Se ve cómo ese concepto de la ganancia se reencuentracon la preocupación de Henry Ford: hacer el mayor bien posible, a la mayorcantidad de gente posible, y que, si eso se consigue, el dinero afluirá a las manos sinque se pueda' deshacer de él. En la corporación americana todo está comprendido.La política de la ganancia no se halla dirigida contra nadie. Ella pertenece a unadialéctica distinta de la vieja dialéctica capitalista según la cual uno no se hace ricomás que a expensas de los pobres. Desde Henry Ford, América ha aprendido que elmejor medio de enriquecerse es enriquecer a mucha gente en torno de uno:manteniendo elevado el poder de compra de los obreros, bajando tanto como seaposible el precio del producto manufacturado, extendiendo constantemente elmercado, conformándose con un ligero beneficio sobre un artículo vendido en muypoco número. El verdadero medio de obtener ganancias es rendir servicio a una grancantidad de personas.

Para dar un ejemplo concreto y contemporáneo, la A. T. y T. observó que,cada vez que se extendía alrededor de una ciudad la zona del servicio automático, elnúmero de llamados de teléfono aumentaba de tal modo que la Compañía conseguíaen seguida una ganancia mayor en esa zona dada, en tanto que había reducido elprecio de cada llamada de teléfono en la zona de extensión. Eso es típico. Y nosolamente el número de llamados de teléfono aumentaba en la zona de servicioautomático, sino también los llamados de larga distancia. Todo es ganancia. Ésta esla razón por la que, en América, a cada momento se os ofrece instalar un nuevoteléfono. En Europa hay que solicitarlo como un privilegio.

Esto quiere decir también que el gobierno se abstiene de fijar los precios: dejahabitualmente ese cuidado a la competencia, salvo para los casos de que se hahablado, donde no hay competencia. Finalmente, a lo largo de un tiempo

Page 189: Republica Moderna

189

considerable, esa actitud reservada del gobierno juega en favor del público. EnFrancia, desde la Primera Guerra Mundial, el gobierno fijó el precio máximo de laslocaciones, con la intención evidente de favorecer a los locatarios pobres. Elresultado es que el propietario pierde dinero y que no se edifica más. ¿Sobre quiénrecae el desastre de esa situación? Sobre los pobres, a los que se pretende proteger.Con mucho dinero se puede aún alojarse en París. Cuando se es pobre, no se lopuede hacer decentemente, porque hay crisis de alojamiento. La historia delsocialismo está llena de hechos de este género. Mucho más que cualquier otrorégimen económico, el socialismo puede escribir sobre sus banderas: "Miseria paralos pobres". En América, los alquileres son caros, pero se encuentra donde alojarse,y cuando se trabaja, se está pagado lo bastante como para tener un alojamientodecente.

La ganancia está esencialmente ligada a la competencia. No se elimina lacompetencia: la competencia de la ganancia es la más honesta, la menos parasitariade todas. En una sociedad socializada, sigue habiendo competencia. Pero lacompetencia no tiene más por objeto el dinero; ella tiene por objeto lassatisfacciones de la vanidad. Ahora bien, la vanidad humana es tan devastadoracomo la avaricia. La burocracia, que invade el mundo y amenaza asfixiarlo, es laproliferación objetiva de la vanidad humana. Si yo tengo una oficina más bella quela suya, si tengo tres secretarias en tanto que usted no tiene más que una, si tengo unautomóvil con chófer en tanto que usted toma el ómnibus para ir al trabajo, todo elloindica que yo soy socialmente superior a usted. Solamente que no se djee que esasuperioridad esté objetivamente justificada. No se dice que mi trabajo no estaría tanbien hecho, quizá mejor, con una sola secretaria en lugar de con tres. No se dice queyo tenga absoluta necesidad de una oficina lujosa y de un chófer. Para ir al fondo delas cosas, no se dice que yo merezco objetivamente, realmente, los privilegios deque disfruto. Vuelvo a donde comencé: la ganancia en los negocios es la medidaobjetiva del mérito, a condición de que esos negocios sean conducidos en la libreatmósfera de una competencia real. La ganancia es al manejo de los negocios lo quela experimentación es a la intuición científica. La más bella intuición científica tienenecesidad de ser enfrentada a los hechos y de recibir su confirmación.

Page 190: Republica Moderna

190

LA CALIDAD

Uno de los resultados de la competencia en la libre conquista del mercado esla calidad del producto. Un producto de mejor calidad, como un producto menoscaro, tiene más probabilidades que otro de hacerse aceptar. El esfuerzo hacia lacalidad en la corporación americana es enorme. Es el renombre de la corporación loque está en juego. Es para la búsqueda de la calidad en el producto que las grandescorporaciones han establecido grandes laboratorios de investigación científica. Peropronto comprendieron que, para ser fructuosa, la investigación científica debe serprincipalmente desinteresada. Cada uno de esos laboratorios cuenta con centenaresde ingenieros, de químicos, de físicos, de sabios atomistas, etc. Visitando loslaboratorios Ford en Detroit quedé estupefacto de ver que las dos terceras partes delpersonal están consagradas a la investigación puramente científica, estando dedicadasolamente una tercera parte a los trabajos de aplicación en la industria automotriz. Eldía en que yo me hallaba allí, todo el mundo se regocijaba de la puesta a punto deuna nueva máquina para medir la presión de la sangre en las arterias. Esoslaboratorios de grandes corporaciones realizan, pues, una multitud dedescubrimientos que no les son útiles directamente. Pregunté en los laboratoriosFord si, en ese caso, obtenían patentes de invención y de explotación. "Sí —se merespondió—, por un año, tiempo necesario para recuperar nuestros gastos. Perodespués no nos interesa quién pueda explotar nuestros descubrimientos."

También son las grandes corporaciones las que han fundado las grandesfundaciones americanas para sostener las investigaciones científicas, artísticas, loshospitales, las escuelas. Esas fundaciones pueden un día llegar a ser un poderosoinstrumento para el porvenir de la cultura y de la civilización. Si hablo de ellas enfuturo es porque me parece que esas grandes fundaciones rara vez hasta el presentehan hallado la plena utilidad de su poder. Sostener los hospitales, los museos, lasescuelas, es una tarea inmediata que no demanda mucha imaginación. Un grangerente americano que ha formado parte de comités directivos de grandesfundaciones me decía: "Lo más difícil no es hacer dinero, no es invertir dinero;tenemos para eso métodos que hemos perfeccionado. Mucho más difícil es dardinero". Quería decir seguramente darlo a sabiendas, de tal suerte que ese dinero nosea ni perdido ni malgastado. Todo cuanto puedo decir es que, para el porvenir de lacultura y de la civilización, tengo más confianza en el sentido práctico y concreto delos grandes gerentes americanos, en su sentido de las responsabilidades, que en eljuicio de las universidades. Los profesores no saben lo que es crear: no saben másque comentar el pasado y no siempre lo hacen bien. Pero los gerentes de las grandescorporaciones no son comentaristas: ellos crean un mundo. Después de todo, losMédicis no tuvieron necesidad de profesores para convertirse en el genio de MiguelÁngel y darle su oportunidad.

Page 191: Republica Moderna

191

EL TRABAJO Y LOS SINDICATOS

He consagrado todo un capítulo al nacimiento, desarrollo y espíritu del sindicalismoamericano. Ello me dispensa de extenderme aquí. La situación presente delsindicalismo americano es en todo el menos paradojal. El problema principal delsindicalismo americano en la hora actual es que ha ganado completamente la batallaque había entablado hace cincuenta años. Samuel Gompers muy prudentementehabía limitado las reclamaciones sindicales al plano económico, pero sobre eseplano la victoria del sindicalismo es completa. El standard de vida del obreroamericano es el más alto del mundo. Esa victoria tiene un efecto directo sobre laestructura misma de los sindicatos. Éstos tienen en adelante que habérselas con lasmayores dificultades para conservar sus tropas bajo bandera.

Hace cincuenta años, por razón de su pobreza, los obreros vivían juntos en lasbarriadas más pobres de las ciudades industriales. Hoy se hallan dispersos. Cuando alas ocho de la mañana la gente parte para el trabajo, de tres hombres que salen almismo tiempo de sus casas, en la misma calle, es imposible distinguir quién es elabogado, el comerciante o el obrero metalúrgico. Como el resto de la población, losobreros siguen el movimiento hacia los grandes barrios residenciales, que son losdistritos más bonitos de las grandes aglomeraciones urbanas. Todos tienenautomóviles y se van al campo para pasar los "week-ends". En un estado como el deWisconsin, a la apertura de la pesca y de la caza, las estadísticas de la inactividadlaboral aumentan regularmente: muchos obreros dejan el trabajo para ir a pescar y acazar y se arreglan para cobrar al mismo tiempo las primas del paro. El resultado deesa dispersión es que cada vez se hace más difícil constituir a los obreros en gruposfuera de la fábrica. La3 reuniones sindicales cuentan con escasa asistencia. Aun paralas votaciones más importantes, causa sorpresa ver el reducido número de obrerosque se molestan para ir a votar. En esas condiciones se plantea ¡a cuestión de saberen qué medida los jefes sindicalistas elegidos son en efecto los representantes de losobreros. "Nosotros mismo* hemos construido las rutas que alejan a los obreros denuestras ¡«uniones sindicales", me decía tristemente el secretario de un gransindicato.

Las grandes unions americanas son todavía muy poderosas y prestigiosas,revestidas de la gloria de las batallas pasadas, de las victorias obtenidas, de losinmensos servicios rendidos. Son ricas, a veces extremadamente ricas. Algunos delos antiguos líderes, como William Lee, de Chicago, son universalmente respetadospor su cortesía, su coraje y su prudencia. Pero esas unions dan la impresión de notener más objetivo inmediato. Son compañías de seguros contra recidivas posibles,aunque cada vez más improbales, del capitalismo y de la esclavización de losobreros. Los jefes sindicalistas son cada vez más como curas que dicen y repiten asus ovejas que, si no van a la misa, irán al infierno. Pero el infierno está lejos, es unpoco irreal al espíritu. El infierno, que Engels predecía para el proletariado

Page 192: Republica Moderna

192

americano, parece haber desaparecido, con la condición proletaria misma, de la listade lo posible. Entonces, ¿para qué sirven los sindicatos?

Es ésa la pregunta que los propios jefes sindicalistas se formulan. El peligrode esa situación es grande. Algunos jefes sindicalistas, más jóvenes, dan laimpresión de haber entrado en esa carrera sin verdadera vocación, y tan sólo parautilizar a su provecho un prestigio y una riqueza disponibles, como bajo el AntiguoRégimen los hijos segundos de familia se hacían obispos para disfrutar de losBeneficios. No hay quizás en la historia ejemplo de que una institución haya pasadotan rápidamente del estadio de servicios al estadio de los privilegios y de lafrivolidad, con todo lo que la frivolidad puede entrañar de corrupción y de ambiciónpersonales. Esas grandes máquinas que son las unions desertadas por las tropas,están llenas de jefes jóvenes y ávidos, con dientes largos, con segundas intencionespolíticas o simplemente gustos de "gangsters".

El público está inquieto. El Congreso realiza encuestas. Se llegara sin dudadentro de poco a aplicar la legislación contra los monopolios a las unions, y ello paraproteger a los obreros mismos. Pero eso no resolverá el problema fundamental de lasunions, que es un problema de finalidad. No se puede soñar en una situación queesté en más perfecta contradicción con las previsiones de Carlos Marx.

Por otra parte, la dominación de la corporación sobre el obrero americano escada vez mayor. No solamente porque la empresa industrial 'esté convirtiéndosecada vez más en la unidad económica, social y política de la nación, sino además ytal vez sobre todo a causa de la inteligente política patronal de las grandescorporaciones. Los tiempos de la autarquía, a la manera de Henry Ford I, o aun delpaternalismo, han poco menos que fenecido. Una compañía como Kohler, que tienetodavía ese género de política, es un anacronismo dentro de la nación. Las grandescorporaciones, por el contrario, se muestran extremadamente atentas no solamente albienestar sino a las opiniones de los obreros. En realidad, los sindicatos a menudo sehallan en retraso y las gerencias se les adelantan en el conocimiento de lasnecesidades y de los deseos de los obreros, y en las proposiciones concretas paradarles satisfacción.

Otra cosa. Cada vez en mayor número los empleados son accionistas en lamisma corporación en que trabajan. Siendo accionistas, su punto de vista cambiacon su interés. Según el informe anual de A. T. y T. correspondiente a 1957, elnúmero de accionistas de la corporación es exactamente de 1.605.046. El número deempleados es de 792.634. Pero se estima en alrededor de 250.000 el número deempleados que son accionistas. Esta situación está lejos de ser única. Por elcontrario, representa la tendencia general de introducir a los empleados entre losaccionistas de la corporación. Pero en base a esas cifras de A. T. y T. se compruebaque casi la tercera parte de los empleados son accionistas. Si se reflexiona que laregla general, para decretar una huelga, es la necesidad de que haya dos tercios delas voces obreras, se ve cómo se torna difícil para un sindicato el desencadenar unahuelga.

Page 193: Republica Moderna

193

En 1955 la Ford Motor Company hizo una cosa memorable. He referido en quécircunstancias esa corporación había sido inducida a concentrar todas las accionesen manos de la sola familia Ford. En 1955 la Ford Motor Company sacó lasacciones al mercado.

Lo que resulta memorable es la manera en que ello se hizo. La Compañía dioa todo empleado pagado por hora la posibilidad de comprar acciones. Cadaempleado podía invertir en acciones hasta el diez por ciento de su salario total porun año. La Compa-ñía se comprometía además a pagar de su bolsillo la mitad decada acción comprada por un obrero. Verdaderamente era dar a los obreros una partede los títulos de propiedad de la Compañía. Esa oferta fue hecha oficialmente por lagerencia de la Compañía al sindicato de los U. W. A., presidido por Walter Reuther.Cosa aún más memorable, Walter Reuther no necesitó más que cuarenta y cincosegundos para rechazarla.

Si se reflexiona en los motivos de ese rechazo, no se puede descubrir más queuno solo. Transformar a los obreros de la Compañía en accionistas de la Compañíaera arruinar la influencia del sindicato sobre aquéllos, cortar por la base el poderantagónico del sindicato. Lenin no hubiera reaccionado de manera distinta a la deWalter Reuther. Pero Lenin se burlaba del interés de I03 obreros. Él quería unproletariado, es decir, una tropa siempre disponible, por ser miserable, para larevolución política. Un accionista no está más disponible. Cierto es que WalterReuther lamentó su rechazo y que ahora trata de obtener para los obreros una granparticipación en los beneficios, aunque no en los riesgos.

Seguramente, yo no creo que las grandes corporaciones americanas deseen nien sueños la desaparición de los sindicatos. Su interés es, por el contrario, que lossindicatos salgan cuanto antes de la crisis por que atraviesan y que puedan hablarcon autoridad como representantes reales de los obreros. Pero ellas temen laactividad política de los sindicatos, su influencia sobre los gobiernos. En Detroit,donde el gobierno del estado de Michigan soporta la fuerte influencia delU.W.A.C.I.O., las grandes compañías de automóviles temen la nacionalización. Queese temor no sea quimérico me ha sorprendido. Hay algo en el carácter americanoque le impide recurrir a las fórmulas mágicas en el dominio económico, y lanacionalización es una de esas fórmulas mágicas. Pero en un universo que siguesiendo humano, todo es humano, aun las más grandes torpezas.

La tentación política, de la que Samuel Gompers se había cuidadoconstantemente y a la que el sindicalismo europeo constantemente ha sucumbido, estanto más grande hoy para los sindicatos americanos cuanto que no saben más cómoconservar e interesar a las tropas. Una ambición política no puede significar sino laconquista de un privilegio dentro del estado, y ello estaría en profunda opo-sicióncon la tradición americana.

Por otra parte, la desaparición de los sindicatos sería una catástrofe. El soíohecho de que existen y son temidos mantiene para las gerencias la obligación derespetar la dignidad humana de los obreros. La fuerza de ese nuevo organismo social

Page 194: Republica Moderna

194

que es la empresa industrial es tal que uno se pregunta qué ocurre en Rusia, dondeesa fuerza brutal no está contrabalanceada por los sindicatos independientes. Secomprende mejor el sentido de la rebelión húngara cuya reclamación esencial era laindependencia de los sindicatos obreros. Que toda libertad sea dejada a la empresaindustrial, y que una libertad tal le sea dejada en nombre de la dictadura delproletariado, he ahí una paradoja cuya extravagancia les costará trabajo imaginar alos historiadores del porvenir. Al menos los grandes barones de la Edad Media,cuando ocurría que oprimían a los siervos sujetos afectos a la gleba, no lo hacían ennombre de "la dictadura de los siervos".

Los hombres que nacieron con este siglo y que crecieron con él han visto consus propios ojos hasta dónde puede ir el genio del hombre, pero también su locura, yhan adquirido hasta la náusea ese conocimiento del bien y del mal prometido en elprimer • jardín por la antigua serpiente. Han visto perpetuarse entre ellos unallamada civilización capitalista donde el dinero es el ídolo adorado, pero han vistotambién a Henry Ford, con posterioridad " a Carey, tratar al dinero como uncombustible que hay que quemar para hacer marchar la máquina. Han visto en laciudad concentracionaria sus hornos crematorios donde los hombres servían elcombustible y eran sistemáticamente quemados. Pero no han olvidado tampoco quelos tiempos modernos se han inaugurado por la solemne declaración de los derechosdel hombre. Grandes naciones han renegado oficialmente de Dios; otra hizodescender el fuego del cielo sobre Hiroshima. Pero estamos tal vez en vísperas delmás grande renacimiento religioso que el mundo haya visto: la Sabiduría de Diospermanece crucificada sobre la montaña y capaz de reunir a todos los hijos de Diosque se hallan dispersos. La ciencia tiene mucha mayor humildad de la que tenía hacecincuenta años cuando pretendía explicar todo y reemplazar la religión. La tarea denuestra época es la de reconciliar: hace falta para ello mucha inteligencia y muchoamor. La ciencia también está pronta a doblar la cabeza. ¿Veremos nosotros tambiénuna nueva caballería y un nuevo Código de Honor que proteja a los débiles contralos poderosos? Yo así lo creo. Creo que nos hallamos en el amanecer de una grancivilización que comenzará ella también "por estas palabras: "Inclina la cabeza,orgulloso Sicambre, quema el dinero que has adorado, adora a Dios del que hasrenegado, respeta y venera al hombre al que has quemado".

Page 195: Republica Moderna

195

CONCLUSIÓN

UNA CONFERENCIA EN LA CUMBRE

Este último capítulo debería comenzar como un cuento de hadas: "Había unavez una Conferencia Internacional..." ¿Qué hay pues de fantástico en unaConferencia Internacional?, se me dirá; ¿no se han celebrado en el mundo ya más delas que hacen falta? Sí, pero la que yo imagino es fantástica. No digo que ella no seaaltamente deseable, necesaria aún, y perfectamente razonable. Pero la desgracia denuestra época es que las cosas más evidentemente razonables parecen quiméricas ycompletamente impracticables.

He aquí cómo sería organizada esa conferencia. Habría solamente tresdelegados: un delegado de América, un delegado de Rusia y un tercer delegado.Llamo al delegado americano "Señor América": su nombre no tiene otra importanciamás que la de representar a su país. Está vestido como cualquier otro, y tiene detrásde sí un batallón de expertos. Al delegado ruso lo llamo "Señor Rusia": él tambiénestá vestido como cualquier otro, y también tiene detrás de sí un batallón deexpertos. Es con el tercer delegado que entra lo fantástico. Lo llamo "Señor Entre-los-Dos". Es imposible definirlo de otra manera que no sea negativa. No es niamericano ni ruso. No se dice que represente siquiera a las demás naciones, o a ungrupo particular de naciones. Representa quizá solamente al hombre de la calle, unacalle que no está ni en Rusia ni en América. Tal vez no representa más que a símismo. Primera nota fantástica: está solo, no tiene expertos a su lado, se remite a subuen sentido y quizás a su experiencia. Segunda nota fantástica: .es el señor Entre-los-Dos quien ha convocado la Conferencia, es él quien la preside de derecho, quiendirige a su gusto los debates. Los otros dos están obligados en principio aresponderle. He aquí el discurso inaugural:

SR. ENTRE-LOS-DOS. — Señores, si me he tomado la libertad de convocaraquí a las dos más grandes potencias, las dos únicas grandes potencias del mundo,en esta mitad del siglo veinte, es jorque evidentemente mis razones son de las másgraves. Vuestra sola presencia aquí prueba que no habéis encontrado impertinente^ni invitación. Dios quiera que sea lo mismo por lo que toca a mis preguntas.Quisiera en primer lugar precisar claramente el sentido de esta Conferencia. Antetodo no tengo nada, absolutamente nada que pediros. 'No os pido ni dinero, niasistencia económica, no os pido ni armas, ni protección militar. No os pido jiialianza, ni pacto de no agresión. No soy neutral por ello, y -uno se puede preguntarsi soy también independiente. Es posible que tenga necesidad de una u otra de lascosas mencionadas más arriba, o de todas a la vez; es posible que haga petición deellas a uno o a otro de entre vosotros o a los dos a la vez. Pero eso no tiene nada quever aquí y será objeto de otras conferencias, en otros sitios. No podría insistirdemasiado sobre ese punto.

Page 196: Republica Moderna

196

"Reconozco en seguida vuestro enorme poderío. Reconozco que jiosolamente yo no puedo nada contra vosotros dos, o contra uno u otro de vosotros,sino que reconozco además que no sobrevivo entre vosotros dos más que por vuestratolerancia en lo que a mí respecta, o, que viene a significar lo mismo, por vuestrodesacuerdo a propósito de mí. Señores, vosotros os teméis el uno al otro. Es en eseno man's land, entre vuestros dos temores, que yo sobrevivo. No me extenderé sobrela incomodidad y la inseguridad de mi posición personal: ello tampoco entra en elobjeto de esta Conferencia.

"El objeto de la presente Conferencia es a la vez más profundo y máslimitado: no por ello es de menos excepcional importancia, al menos para mí. Larazón por la cual os he convocado es mi necesidad de comprender. Yo quisieracomprender vuestra situación mutua y mi situación entre vosotros dos, y quisieraque, por vuestras respuestas a mis preguntas, me ayudarais a comprender vuestrasituación y la mía. Por el momento, no quiero cambiar nada de lo que es, no quierotrastornar nada, mejorar nada, empeorar nada; solamente quiero comprender. Queello también sea muy claro, y hacedme el honor de no atribuirme ninguna reservamental: no tengo ninguna. ¿Puedo pediros me permitáis citar aquí a Confucio? Ved,pues lo que dijo Confucio: «Si yo fuera emperador de China, el primero, elprimerísimo decretó que daría sería para definir el sentido de las palabras».Traducido en lenguaje contemporáneo, eso quiere decir simplemente: «Si se quierehacer Conferencias en la Cumbre, la primera Conferencia, la primerísima, sin la cualtodas las otras no pueden conducir más que a la esterilidad y a la confusión, debe serpara definir el sentido de las palabras». Señores, es precisamente una Conferenciaasí que tengo el honor de inaugurar hoy.

"Para limitar asimismo el objeto de nuestra Conferencia, el orden del día nocontiene más que dos palabras a definir. Esas dos palabras son: CAPITALISMO ySOCIALISMO. OS advierto que mantendré firme esta Conferencia sobre el planosemántico, que impediré obstinadamente que desborde sobre el plano político ometafísico, o teológico, o militar, o moral. ¿Estáis de acuerdo? Estáis de acuerdo.Prosigamos.

"A guisa de introducción a nuestros debates, voy a citaros un libro, escritohace cinco cuartos de siglo, para ser completamente exacto, publicado en París en1835. Este libro es famoso; es de Alexis de Tocqueville. Señor Rusia, lamentomucho que el tema de este libro sea América; no creáis en una opinión preconcebidade mi parte. Por lo demás, la cita que voy a hacer concierne a vuestros dos paísespor igual, y a ello se debe el que la traiga aquí. Ella forma parte de la conclusión delprimer volumen de La Democracia en América. Ved, pues, este texto:"«Existen hoy sobre la tierra dos grandes pueblos que, habiendo partido desdepuntos diferentes, parecen avanzar hacia el mismo fin: son los rusos y los anglo-americanos."Los dos han Crecido en la oscuridad: y mientras que las miradas de los hombresestaban ocupadas en otra parte, ellos se colocaron de repente en primera fila entre

Page 197: Republica Moderna

197

las naciones, y el mundo se enteró casi al mismo tiempo de su nacimiento y de sugrandeza.

"»Todos los otros pueblos parecen haber alcanzado poco más o menos loslímites que ha trazado la naturaleza, y no tener otra cosa que hacer más queconservar; pero aquéllos están en el crecimiento: todos los otros se han detenido ono avanzan sino con mil esfuerzos; aquéllos solos marchar con paso fácil y rápido enuna carrera cuyo término la vista no podría aún percibir."«El americano lucha contra los obstáculos que le opone la naturaleza; el rusobatalla con los hombres... Para alcanzar su fin, el primero se remite al interéspersonal, y deja actuar, sin dirigirles, a la fuerza y la razón de los individuos. Elsegundo concentra de cualquier manera en un hombre todo el poder de la sociedad."»Uno tiene a la libertad por principal medio de acción; el otro, la servidumbre."»Sus puntos de partida son diferentes, sus vías son diversas; no obstante, cada unode ellos parece llamado, por un designio secreto de la Providencia, a tener un día ensus manos los destino» de la mitad del mundo».

"Pasemos por alto los detalles. Lo que me interesa en este texto es que, hacecinco cuartos de siglo, un hombre haya podido prever el estado actual del mundo,dividido entre dos grandes potencias, y nombrar esas dos potencias: América yRusia, vosotros dos, señores. En 1835, ni Lenin, ni Stalin, ni Franklin Roosevelthabían nacido. Carlos Marx era aún un escolar, tenía diecisiete años. AbrahamLincoln tenía veintiséis años. Era treinta años antes de la Guerra de Secesión, más detres cuartos de siglo antes de la Revolución Rusa.

"Me parece que se puede sacar legítimamente una primera conclusión de estetexto profético. El antagonismo entre América y Rusia parece estar ligado a lanaturaleza de las cosas, formar parte de un desarrollo de la historia humana, sobre unplano completamente distinto al plano ideológico. Disculpadme, pero me sientoembargado por una horrible sospecha. América, se dice, es capitalista. Rusia, sedice, es marxista. Se cree comúnmente que es ésa la verdadera razón de suoposición. Pero ese antagonismo ideológico no tiene quizá ninguna importanciahistórica, quiero decir real: no se trata tal vez más que de propaganda, de unprocedimiento de estrategia política que no os es útil para dividiros el mundo. En1835, no se trataba evidentemente de eso. Si Carlos Marx no hubiese jamás existido,si el zar reinara todavía, si Rusia siguiera siendo la Santa Rusia, es muy probableque la situación sería exactamente la que actualmente es, que Rusia y América, porotras razones oficiales e imaginarias, bajo otras banderas ideológicas, estaríanexactamente en la misma situación de antagonismo mutuo, sus zonas geográficas deinfluencia imperial serían sensiblemente las mismas, y yo estaría entre las dos o enuna u otra de esas zonas de influencia. Me siento personalmente muy reconocido aTocqueville por haberme hecho sospechar esto. Desconfío de las ideologías queocultan las realidades más de lo que las revelan: son ellas habitualmenteengañabobos. Ahora bien, mi finalidad personal, al convocar esta Conferencia, es

Page 198: Republica Moderna

198

precisamente no ser el bobo. Bien quiero sobrellevar mi destino, pero quiero tantocomo sea posible comprenderlo.

"Como es necesario comenzar por un extremo, propongo que, en estadiscusión de palabras para la cual nos hemos reunido, comencemos por la palabraCAPITALISMO. Veamos, señor América, reflexionad antes de responder, y, sinecesario es, consultad a vuestros expertos. ¿Os reconoceríais, vos mismo, como unpaís capitalista?"

SR. AMÉRICA. — No hay necesidad ni de reflexionar, ni de vacilar: soy un paíscapitalista y estoy orgulloso de serlo.SR. ENTRE-LOS-DOS. — Y vos, señor Rusia, ¿sois vos un país capitalista?SR. RUSIA. — Ciertamente no, y estoy orgulloso de no serlo.SR. ENTRE-LOS-DOS. — Hemos hecho ya un progreso sensible. ¿Estáis deacuerdo sobre esta definición muy general de que el capitalismo es un cierto tipo deorganización económica y social?SRES. RUSIA Y AMÉRICA {al mismo tiempo). — Absolutamente.SR. ENTRE-LOS-DOS. — Si se os preguntara cuáles son los escritores que mejorhan definido y expuesto el sistema capitalista, ¿qué escritores nombraríais?SR. RUSIA. — Adam Smith, y sobre todo Ricardo.SR. AMÉRICA {después de haber consultado a sus expertos). — Adam Smith,ciertamente. Hago reservas sobre Ricardo.SR. ENTRE-LOS-DOS. — Veamos, pues que es interesante, ¿Por qué hacéisreservas sobre Ricardo y no sobre Smith?SR. AMÉRICA. — Porque Ricardo representa un tipo de capitalismo extremo ybrutal, que no tiene nada que ver con la realidad americana.SR. RUSIA. — Empero, no tenéis absolutamente el derecho de recusar a Ricardo, siadmitís a Smith. Es una cuestión de lógica.SR. ENTRE-LOS-DOS. — Sobre este punto, temo que el señor Rusia tengaenteramente razón contra vos, señor América. Ricardo no hizo sino llevar al extremolos principios de Smith. Es igualmente Adam Smith quien asigna a la economíapolítica un solo fin último, que es el crecimiento constante e ilimitado de la riquezay del poder, y nada más. A partir de allí, la escuela capitalista ha desarrollado, muylegítima y lógicamente, el imperativo del enriquecimiento, finalidad suprema de lavida. Todo puede ser vendido y comprado, todo a un precio en el mercado. Todas lascosas no son sino mercancías. La inteligencia y el amor del hombre, su trabajo, todose compra y se vende libremente en el mercado, como sombreros, decía Marx, comotrozos de tocino, decía Gompers. La única regla es comprar al precio más bajo yrevender al precio más alto. El capitalismo, sistema de economía política, definidopor Adam Smith, desarrollado por Ricardo; esto es y no más que esto.SR. AMÉRICA. — Protesto solemnemente. No conozco a la sociedad americana enel infame retrato que hacéis del capitalismo. ¿Puedo consultar a mis expertos?

Page 199: Republica Moderna

199

SR. ENTRE-LOS-DOS. — Deberíais haberlo hecho antes, como os invitaba yo ahacerlo. Mas, en fin, consultad a vuestros expertos. (El señor América consulta a susexpertos. Una amplia sonrisa ensancha la redonda cara del señor Rusia. El señorEntre-los-Dos fuma un cigarrillo.)SR. AMÉRICA. — He aquí lo que tengo que decir contra las monstruosasinsinuaciones de que soy objeto. Es verdad que la esclavitud existió antaño en losEstados Unidos, y que los hombres allí eran vendidos y comprados en el mercado,como una mercancía. Pero hemos hecho una guerra civil, la más sangrienta denuestra historia, para desembarazarnos de esa odiosa plaga social. Desde la Ley deEmancipación, firmada por Lincoln, la esclavitud está abolida en los EstadosUnidos. Fue verdad que el trabajo del hombre, hace ahora cincuenta años, eraexplotado en los Estados Unidos tanto como en otras partes, y que era consideradocomo otra mercancía, pero ya no es más verdad. El 15 de octubre de 1914, la leyClayton Anti-Trust declaró que "el trabajo del ser humano no es ni una mercancía niun artículo de comercio". Esto en cuanto a las leyes. Y por lo que respecta a loshechos, os invito a venir a mi casa para verificar por vos mismo.SR. ENTRE-LOS-DOS. — Ah, querido señor América, ¡cómo me agrada vuestrocandor! Una última pregunta, si no os incomoda. ¿Os proclamáis todavía capitalista?SR. AMÉRICA. — Sí, y sí, y otra vez sí. Soy un país capitalista. Pero micapitalismo no es como el de los otros; es un capitalismo democrático, es uncapitalismo del pueblo, por el pueblo, para el pueblo. Mi capitalismo no tiene nadade común con la pintura que habéis hecho. Para decirlo todo, mi capitalismo esmaravilloso, y os invito a ensayarlo.SR. ENTRE-LOS-DOS. — Yo no estoy aquí para ensayar el capitalismo sino paratratar de comprender. Ahora bien, comprendo cada vez menos, lo que parece indicarque estoy en la buena senda para comprender cada vez mejor. Señor América,permitidme resumir vuestra posición en cuatro puntos:

1. Vos afirmáis que sois un país capitalista.2. Me decís que Adam Smith representó perfectamente el capitalismo.3. Cuando os cito a Adam Smith que, al dar por fin último a la economía

política el enriquecimiento y el poder, justificó por la base la esclavitud, laexplotación del hombre por el hombre y el rebajamiento del trabajo delhombre a la categoría de una mercancía, entonces vos protestáis; me decísque la esclavitud es una odiosa plaga social, de la que América felizmente seha desembarazado, y que la legislación de vuestra república reconocesolemnemente que el trabajo no es ni una mercancía ni un artículo decomercio.

4. Sin embargo, pretendéis siempre ser capitalista. Añadís tan sólo que vuestrocapitalismo no es como el de los demás, que huele bien y que es maravilloso.Hasta me invitáis a probarlo. Querido señor-América, ¿no veis laincoherencia de vuestra posición?

Page 200: Republica Moderna

200

SR. AMÉRICA. — Vuestros conflictos de palabras no tienen sentido.SR. ENTRE-LOS-DOS. — Lo tienen mucho para mí. Ved lo que tengo que deciros,señor América, y os equivocaríais grandemente tomando mis declaraciones a laligera. Hay palabras que es necesario cuidarse de emplear si se rechazan las cosasque esas palabras cubren. La palabra "Capitalismo" está deshonrada en el mundoentero. Peor que eso, siembra el espanto, y las cosas que ella cubre son, como vosmismo lo habéis dicho, odiosas. Históricamente, el capitalismo ha servido debandera y de justificación ideológica a la esclavitud, en la que el hombre es tratadocomo una mercancía a la prostitución, en la que la mujer y el amor son tratadoscomo mercancías; al colonialismo más abyecto, el que hizo la guerra del opio; haservido particularmente de bandera a esa cruel explotación del hombre por elhombre, en la que el trabajo del ser humano es vendido y comprado, en beneficio delos dueños del mercado, justamente llamados capitalistas. Vos sois poderoso, señorAmérica, vos podéis muchas cosas, no dudo que podáis próximamente ir a la luna,con el señor Rusia por otra parte. Pero entre vosotros dos, América y Rusia, mereservo mis ideas, y más modestamente mis gustos fisiológicos, sobre los cuales, porlo demás, yo mismo nada puedo. Vos sois poderoso, señor América, pero vos nopodréis jamás regenerar la palabra "capitalismo", disociarla de sus implicacionesvergonzosas y crueles. Para mí, la palabra "capitalismo" hiede, y las cosas que cubresiempre me sublevarán. Es inútil que me sirváis esa palabra en una vajilla de plata,de oro o de plata dorada, que me la acomodéis a media salsa, con salsa blanca, a lacrema o en una salsa al champaña; sé que el solo olor de la palabra bastará parahacerme vomitar. Renunciad a esa palabra, señor América, es un consejo de amigoel que os doy; renunciad a esa palabra, o bien renunciad a haceros comprender ysobre todo a haceros querer. El más hermoso de los galanes del mundo dirá en vanoque su sífilis no es como la de los demás, que ella es una sífilis democrática, delpueblo, por el pueblo, para el pueblo; todas las muchachas bonitas desconfiarán.

Tendremos ocasión de volver sobre este tema. Por el momento, deseo dejarloenfriar un poco y pasar a la palabra SOCIALISMO. Señor Rusia, ¿sois un paíssocialista?

SR. RUSIA. — Sí, el más grande país socialista del mundo, cuyo título oficial es laUnión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas.SR. ENTRE-LOS-DOS. — Ello es, en efecto, irrefutable. Decidme, señor Rusia,¿cuáles son los teóricos auténticos del socialismo?SR. RUSIA. — Marx, Engels y Lenin.SR. ENTRE-LOS-DOS. — Decidme, señor Rusia, el socialismo, ¿es una ciencia?SR. RUSIA. — El socialismo marxista evidentemente es una ciencia, que nospermite leer a libro abierto la evolución de la sociedad.SR. ENTRE-LOS-DOS. — ¡Qué suerte tenéis, señor Rusia! Decidme, ¿elsocialismo marxista es una ciencia experimental, que tiene por regla la duda, y que

Page 201: Republica Moderna

201

debe progresar constantemente enfrentando sus principios a los hechos, aceptandocompletamente el control de la experiencia?SR. RUSIA. — Permitidme consultar a mis expertos. (Consulta con sus expertos.)Siendo científico, el socialismo no puede equivocarse. Jamás se ha explicado mejorlo que es.SR. ENTRE-LOS-DOS. —- ¿El socialismo es, pues, infalible?SR. RUSIA. — Si así lo queréis, sí, infalible.SR. ENTRE-LOS-DOS. — ¿Es infalible porque es verdadero? ¿0 es verdaderoporque es infalible?SR. RUSIA. — Es a la vez infalible y verdadero, porque tiene el poder de hacerseobedecer.SR. ENTRE-LOS-DOS. — Vos cometéis una confusión. Aquí, yo no podría recibirórdenes. Yo quisiera solamente ser convencido. Y no estoy convencido...SR. RUSIA. — Vos tenéis mala fe. Yo no puedo demostraros que el sol alumbra enpleno mediodía si sois ciego.SR. ENTRE-LOS-DOS. — ¿Soy yo ciego, o de mala fe?SR. RUSIA. — Para mí es la misma cosa.SR. ENTRE-LOS-DOS. — No avanzamos por este camino. Tomemos otradirección. ¿Qué fin se proponían los fundadores del socialismo, que vos llamáis"científico"?SR. RUSIA. — Os cito el Manifiesto Comunista: "El objeto inmediato de loscomunistas es el mismo que el de todos los partidos obreros:

1. Constitución del proletariado en clase.2. Destrucción de la supremacía burguesa.3. Conquista del poder político por el proletariado". SR.

ENTRE-LOS-DOS. — Señor Rusia, al parecer sabéis de memoria el ManifiestoComunista. Yo lo he leído y meditado bastante a menudo. Confieso que, cuanto máslo releo, más difícil se me hace comprenderlo. Lo encuentro oscuro. En la sola fraseque acabáis de citar, por ejemplo, ¿qué quiere decir "El objeto inmediato de loscomunistas es el mismo que el de todos los partidos obreros"? Quisiera precisar.¿Queréis decir que nadie puede ser obrero si no es comunista?SR. RUSIA. — Seguramente no. Pero nadie puede ser obrero "consciente", ningúnobrero puede tener la "conciencia de clase" si no es comunista.SR. ENTRE-LOS-DOS. — ¿Y qué sería, para vos, un obrero que no fuese sinoobrero, trabajando con su manos para ganarse su pan, pero que tuviese el infortuniode no ser "consciente", que no hubiese recibido la gracia de lo que vos llamáis "laconciencia de clase"?SR. RUSIA. — No sería sino un desviacionista burgués.SR. ENTRE-LOS-DOS. — En caso de revolución ¿qué hacéis de los desviacionistasburgueses?

Page 202: Republica Moderna

202

SR. RUSIA. — Si se unen al comunismo, los acogemos. Si resisten, los eliminamos.SR. ENTRE-LOS-DOS. — Encuentro que la historia se repite, yque ello es fastidioso. Me recordáis por entero a Carlomagno, dando a elegir a lossajones entre el bautismo y la muerte. SR. RUSIA. — ¿Y qué aconteció de ello?SR. ENTRE-LOS-DOS. — Todos los cobardes se convirtieron. Señor Rusia, graciaspor vuestra franqueza. Me parece que tengo ahora el derecho de sacar unaconclusión limitada, pero, para mí, importante. Lo que más cuenta, para voz, no esser obrero, sino obrero consciente. Vos bien podéis decirme que "el objetoinmediato de los comunistas es el mismo que el de todos los partidos obreros", dadoque debéis dar a la palabra "partido" un sentido oculto y limitativo, pero no tenéis enabsoluto el derecho de decir de todos los obreros. No hay ecuación entre obrero ycomunista. Vos representáis, pues, una "conciencia de clase", tan oscura para mícomo la iniciación a los Misterios de Eleusis en la antigua Grecia, pero vos norepresentáis a los obreros. Se puede perfectamente concebir a un obrero, que nofuese sino obrero, completamente dedicado a los obreros, sus hermanos, que fuesetan anticapitalista como vos, quizá más, y que fuese -al mismo tiempo anticomunistay anti-socialista.SR. AMÉRICA. — Samuel Gompers, por ejemplo. Era obrero, únicamenteconsagrado a la suerte de los obreros, sus hermanos. Esa única preocupación lo llevóa combatir igualmente a los capitalistas y a los socialistas.SR. ENTRE-LOS-DOS. — Señor América, vos hacéis grandes progresos. SeñorRusia, ¿qué entendéis por "conquista del poder político por el proletariado"?SR. RUSIA. — Cito una vez más el Manifiesto Comunista: "El poder políticopropiamente hablando es el poder organizado de una clase para la opresión de lasotras. Si el proletariado, en su lucha contra la burguesía, se constituye forzadamenteen clase, se erige por una revolución en clase dominante y, como clase dominante,destruye violentamente el antiguo régimen de producción, destruye al mismo tiempoque ese régimen de producción las condiciones del antagonismo de clases, destruyelas clases en general y, por ello mismo, su propia dominación como clase. En ellugar de la antigua sociedad burguesa, con su clases y sus antagonismos de clases,surge una asociación donde el libre desarrollo de cada uno es la condición del libredesarrollo de todos".SR. ENTRE-LOS-DOS. — Resulta siempre muy instructivo tornar a los textos. Detoda esa tirada, no retengo más que la última frase: ".. .surge una asociación donde ellibre desarrollo de cada uno es la condición del libre desarrollo de todos". Me sientocompletamente de acuerdo con un ideal así, señor Rusia. Y vos, señor América,¿qué pensáis de ello?SR. AMÉRICA. — A fe mía, y con toda sinceridad, si no me afirmaseis que esafrase está en el Manifiesto Comunista, creería que fuese también de AbrahamLincoln, o aun de Jefferson.SR. ENTRE-LOS-DOS. — Oh, pero vamos a paso de gigantes. He aquí que estamoslos tres de acuerdo.

Page 203: Republica Moderna

203

SR. RUSIA. — Yo no. No tenéis derecho de separar esa frase de su contexto. Nohay, no puede haber absolutamente más que un solo medio de crear esa "asociación,donde el libre desarrollo de cada uno es la condición del libre desarrollo de todos".Y ese solo medio es la revolución política, "que destruye violentamente el antiguorégimen de producción" y que establece la dictadura del proletariado.SR. ENTRE-LOS-DOS. — Y si, no obstante, hubiese otro medio, ¿no valdría lapena de encararlo? Al menos a título de hipótesis.SR. RUSIA. — No puede haber otro medio. Marx lo hubiese dicho.SR. ENTRE-LOS-DOS. — ¿Y si Marx no hubiese visto todo?SR. RUSIA. —Vos me insultáis. Abandonaré esta conferencia.SR. ENTRE-LOS-DOS. — No, no, señor Rusia, os lo suplico, no os vayáis. Notodos los días os tengo a los dos a mi disposición y tengo aún algunas preguntas queformular. Voy a tomar otro camino. ¿Habéis escuchado alguna vez a un granpianista?SR. RUSIA. — Sí, Emil Gilels.SR. ENTRE-LOS-DOS. — ¿Qué pensáis que es más difícil? ¿Tocar el piano, comoEmil Gilels, o construir una ciudad fraternal, "donde el libre desarrollo de cada unosea la condición del libre desarrollo de todos"?SR. RUSIA. — Pienso que es más difícil armonizar a los hombres que armonizar lossonidos de un piano. Es más difícil construir la ciudad fraternal.SR. ENTRE-LOS-DOS. — Y bien, señor Rusia, no hay ejemplo de que un granpianista se haya hecho en un día o aun en un mes, por una revolución. Hace faltapara ello un largo aprendizaje, escalas y estudios durante años y años. Para llegar aser un gran pianista hay que recorrer un camino muy largo, y los métodos quepretenden enseñar en tiempo abreviado, crear un gran pianista en tres semanas, o entres meses, o en tres años, no son más que supercherías e imposturas. Me interesoenormemente en una ciudad fraternal en la que el libre desarrollo de cada uno sea lacondición del libre desarrollo de todos. Para decir la verdad, no me interesoprofundamente más que en eso. Pero venir a decirme que se puede edificar la ciudadarmoniosa y fraternal en tres semanas de revolución o aun en tres años, unaabreviación semejante huele a superchería desde lejos. En ese dominio lasabreviaciones no conducen sino a resultados desastrosos.

SR. RUSIA. — Nosotros la hemos hecho, sin embargo, en diez días queconmovieron al mundo.SR. ENTRE-LOS-DOS. — ¿Vosotros no tenéis más policía, en Rusia, que puedamolestar el libre desarrollo de cada uno? SR. RUSIA. — Tenemos una, peroprovisional.SR. ENTRE-LOS-DOS. — Marx preveía la abolición del estado, después del triunfode la revolución. ¿Tenéis todavía un estado en Rusia?SR. RUSIA. — Sí, pero es a causa de América, para proteger contra ella lasconquistas de la Revolución.

Page 204: Republica Moderna

204

SR. ENTRE-LOS-DOS. — ¿El estado es provisional también? He ahí algoprovisional que corre el riesgo de durar mucho tiempo. ¿Y las clases? ¿Qué pensáisdel libro del señor Milovan Djilas?SR. RUSIA. — Dejad a ese traidor. Está muy bien en la cárcel.SR. ENTRE-LOS-DOS. — Señor Rusia, ¿quién posee, en Rusia, los medios deproducción, todos los medios de producción?SR. RUSIA. — Los obreros.SR. ENTRE-LOS-DOS. — ¿Directamente e inmediatamente?SR. RUSIA. — Por intermedio del estado y de las nacionalizaciones.SR. ENTRE-LOS-DOS. — A vuestra vez, señor América, ¿quiénposee en América los medios de producción?SR. AMÉRICA. — Eso depende. Algunos pertenecen al estado, pero es unapequeña parte. Por ejemplo, el equipo de la Tennessee Valley Authority, que es unaempresa del gobierno federal. Pero de una manera general, la propiedad de losmedios de producción está infinitamente dispersada. Los medios de producción de laempresa pertenecen a los accionistas de la empresa.SR. RUSIA. — Ah, el accionista; él es el capitalista, el enemigo de los obreros. Citonuevamente el Manifiesto Comunista: "Aquellos que trabajan no ganan, y aquellosque ganan no trabajan". SR. AMÉRICA. — En América ocurre muy a menudo queel obrero mismo sea accionista en la compañía donde trabaja. Esa situación tiendeasimismo a generalizarse. En tal caso el obrero es al mismo tiempo capitalista.SR. RUSIA. — He ahí algo que es completamente imposible.SR. AMÉRICA. — Ello existe, sin embargo. Venid a verlo. La propiedad de losmedios de producción en América se halla desde ahora dispersa en tantos millonesde personas que se hace prácticamente imposible distinguir quién es obrero y quiénes accionista.SR. ENTRE-LOS-DOS. — Y el estado americano, ¿no tiene ningún título depropiedad, directo o indirecto, sobre las grandes corporaciones americanas?SR. AMÉRICA. — Ninguno.SR. ENTRE-LOS-DOS. — Me parece que comprendo un poco. Si admitimos ladefinición de que el capitalismo es la propiedad de los medios de producción,diremos que el Estado americano es capitalista al mínimo puesto que no posee, enAmérica, más que una muy ligera parte de los medios de producción, mientras queel estado ruso es el estado capitalista por excelencia, puesto que posee, en Rusia,todos los medios de producción.SR. RUSIA. — Esto es una infamia.SR. ENTRE-LOS-DOS. — Hablemos un poco del paternalismo. Os propongo estadefinición: el paternalismo es un método social, según el cual el patrón es mejor juezdel interés de los obreros que los obreros mismos. No hacéis ninguna objeción a estadefinición; muy bien. Señor América, ¿quién es en América, de una manera general,último juez del interés de los obreros y de su bienestar?SR. AMÉRICA. — Los sindicatos.

Page 205: Republica Moderna

205

SR. ENTRE-LOS-DOS. — ¿En América los sindicatos son completamenteindependientes del empresario? SR. AMÉRICA. — Completamente.SR. ENTRE-LOS-DOS. — ¿Son igualmente independientes del estado?SR. AMÉRICA. — Perfectamente.SR. ENTRE-LOS-DOS. — Señor Rusia, ¿los sindicatos en Rusia son perfectamenteindependientes?SR. RUSIA. — Vuestra pregunta tiene gran sentido. Es el Partido quien, ejerciendola dictadura del proletariado, es decir, de los obreros, controla a la vez al estado y alos sindicatos patrón puesto que controla al estado y posee finalmente los medios deproducción, es aún mejor juez del interés de los obreros que los mismos obreros.Pero eso es paternalismo, señor Rusia.SR. RUSIA. — Me rehúso en lo sucesivo a responder a vuestras estúpidaspreguntas.SR. ENTRE-LOS-DOS. — Sea; voy a clausurar esta conferencia. Pero en adelante,si queréis que yo os comprenda, cesad de emplear las palabras CAPITALISMO ySOCIALISMO. Son para mí palabras vacías de sentido. En materias tan complejasprefiero por otra parte términos geográficos, más concretos, más honestos,desprovistos de toda resonancia ideológica. Conozco la economía americana,conozco la economía rusa. Sospecho que la economía rusa permanece fiel al espíritude la tradición rusa, y la economía americana, al espíritu de la tradición americana.Me parece que Tocqueville definió muy bien, aun para el día de hoy, esos dosespíritus: "Uno tiene por principal medio de acción la libertad, el otro laservidumbre". Ya no sé más cuál de vosotros dos es el más capitalista o el mássocialista, y, para decir la verdad, ello me importa poco. La oposición Capitalismo-Socialismo me recuerda las explicaciones de los antiguos naturalistas a propósito deese lagarto fabuloso o de esa serpiente, no se sabe muy bien, que se llamababasilisco. Según aquéllos, la sola mirada de ese animal, si se posaba encima vuestro,os mataba a la distancia bonitamente. Cierto es que, interceptando esa mirada con unespejo, se podía del mismo modo matar al basilisco, devolviendo contra él esamirada mortal. El socialismo marxista es ese espejo, y el capitalismo es el basilisco.Este género de historia natural no me interesa. La sola cosa que me interesa, ya os lohe dicho, son los hombres, los hombres concretos y vivientes en pos de su felicidad,su grado de libertad y de dignidad, y la ciudad fraternal que pueden formar entre sí.Vosotros podríais ayudarles grandemente a edificar esa ciudad fraternal; pero paraello haría falta que ambos os despojarais primeramente de vuestros "slogans".Señores, muchas gracias.

Chicago, marzo 1956-abril 1988

Page 206: Republica Moderna

206

PRIMERA PARTE LA REVOLUCIÓN AMERICANAMontaigne y los caníbalesLa tabla rasa y la utopíaLa carta magna y la palabra de DiosEl honor de ser inglésLa guerraLa independenciaLa vocación nacionalThomas Jefferson y Saint-JustEsparta, Roma, Jauja o La TartariaLa declaración de la independenciaLas correcciones del congresoLa revolución americanaLo que la revolución americana realizóLo que la declaración abolióUn nuevo régimen político

SECUNDA PARTE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y SOCIALMontaigne aún y otros caníbalesJeflerspn contra HamiltonCarlos Marx, América y el juramento de Hipócrates"El capítulo de los sombreros""The only american economist of importance"El profeta de un nuevo MesíasUn proceso de ortodoxiaSamuel Gompers y Lenin "Más" y "Todo o nada"La gran revolución de los tiempos modernosLa propiedadEl capitalLa gran revolución industrialLa empresa industrial"Management"La corporación americanaMonopolio y competenciaLa ganancia y la rentabilidadLa calidadEl trabajo y los sindicatos

CONCLUSIÓN