Revisión Crítica de La Historiografía Literaria Chilena

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  • Universidad de Chile Facultad de Filosofa y Humanidades Departamento de Literatura

    REVISIN CRTICA DE LA HISTORIOGRAFA LITERARIA CHILENA

    Tesis para optar al grado de Magster en Literatura

    con mencin en Teora Literaria

    Profesor gua: Bernardo Subercaseaux. Tesista: Teresa Flrez.

    Santiago, 2008

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    NDICE

    Pgina

    I. Introduccin

    3

    II. Captulo I: Nociones de ideologa e historiografa

    II.1. La escritura de la historia como lugar de la ideologa

    7

    II. 2. La historiografa segn sus productores

    16

    III. Captulo II: Desentramando

    III.1. Origen de la literatura chilena

    31

    III.2. Criterios de seleccin

    43

    III.3. La visin del Otro: los indgenas, la cultura popular y la literatura de mujeres

    57

    III.4. Aspectos metodolgicos

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    IV. Aperturas

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    V. Bibliografa 101

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    INTRODUCCIN Discurso como espacio del significado. Discurso y establecimiento de significado como formas de sntesis de la diferencia, es decir, como ideologa. Historiografa como construccin de una trama a travs de un discurso. De all la paradoja central que distingue de Certeau en el ejercicio de la historiografa: establecer la relacin de dos trminos antinmicos: lo real y el discurso1. () los hechos nunca , afirma iek, sino que una red de dispositivos discursivos los hace hablar2. El juego del mundo ha sido contado por diversas voces y de distintas maneras. Cada ojo ha recortado, ensanchado y filtrado la historia en una determinada grafa, llenando de un significado peculiar el entramado de los hechos. La historia de la creacin literaria no ha permanecido ajena a este ejercicio, pues tambin se ha tomado su materia para narrar Historias, para tramar grafas cuya focalizacin determina y totaliza la visin que acerca de ella se (nos) plantea, desde la ilusin de un discurso que se pretende verdadero. Desde esta perspectiva, en el presente estudio se buscar mostrar la forma en que la escritura de la historia de la literatura chilena ha estado mediatizada por determinadas totalizaciones ideolgicas, que enmarcan construcciones discursivas asumidas como verdaderas, a partir de las cuales se han limitado las posibilidades de anlisis de las obras que constituyen su objeto, al enfocarlas desde una mirada unilateral. El objeto de estudio est constituido por diez Historias de la literatura chilena escritas en diferentes momentos del siglo XX, con nfasis en la seccin que en ellas se dedica a la literatura desarrollada en nuestro pas durante el siglo XIX. Por qu este nfasis? Si lo que se busca detectar son los lapsus, las fallas del discurso que rompen la totalidad, que hacen visible lo silenciado y lo excluido, entonces el siglo XIX y su literatura resultan particularmente aptos para este tipo de anlisis, debido a la voluntad fundacional (totalizadora, ideolgica) de los autores (autorizados como tales) de esta poca. Tal como seala Subercaseaux: En nuestro pas, la construccin intelectual y simblica de la nacin ha sido particularmente activa en las etapas que preceden, o acompaan grandes cambios. Por ejemplo, a comienzos del siglo XIX, a partir de la Independencia, se genera un largo proceso de elaboracin de la nacin, un proceso que revisti un carcter fundacional y cuyo agente bsico fue la elite ilustrada liberal.3 Se trata de un momento central en trminos de la construccin literaria de una Nacin (aparentemente) an no narrada, a partir de un discurso que intenta fundar una identidad colectiva (aunque desde un grupo bastante restringido y de elite), con clara conciencia del carcter determinante de esta instalacin inicial para el desarrollo futuro de una cultura en el origen de su independencia. Teniendo en cuenta lo anterior, lo que se diga acerca de la

    1 De Certeau, Michel: La escritura de la historia, Universidad Iberoamericana, Departamento de Historia, Mxico, 1993, p. 13. 2 iek, Slavoj: El espectro de la ideologa, en: iek, Slavoj (comp.): Ideologa (un mapa de la cuestin), F.C.E., Buenos Aires, 2004, p. 19. 3 Subercaseaux, Bernardo: Historia de las ideas y de la cultura en Chile, Tomo I, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1997, p. 9.

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    literatura del siglo XIX (y lo que no se diga tambin) ser determinante para observar la situacin desde la cual el discurso historiogrfico establece sus totalizaciones ideolgicas, enmascaradas bajo la apariencia de una verdad absoluta e imparcial. Los autores que constituyen el corpus son: Fernando Alegra, Domingo Amuntegui Solar, Hernn Daz Arrieta (Alone), Francisco Dussuel, Maximino Fernndez Fraile, Vicente Mengod, Luis Merino Reyes, Hugo Montes y Julio Orlandi, Manuel Rojas y Arturo Torres-Roseco. Los criterios considerados en la seleccin son: a) historiografas que se refieren a la literatura chilena del siglo XIX; b) que presentan una visin panormica de esta literatura (esto es, que no se centran solamente en algn perodo particular o en algunos textos especficos); c) que construyen una trama histrica (de acuerdo con este criterio no se consideran, por ejemplo, textos conformados por una serie de ensayos crticos que otorgan sentido estableciendo temporalidad), y d) que han sido escritas durante el siglo XX (con el fin de resguardar que logren abarcar el siglo XIX en su totalidad). En este punto, es importante realizar algunas aclaraciones acerca de lo que se incluye y excluye como objeto de estudio:

    - Alegra es el nico dentro del corpus cuya Historia se refiere exclusivamente al desarrollo de la poesa en Chile, sin considerar los dems gneros. Sin embargo, se decidi incorporarlo debido al inters que provoca el carcter contradiscursivo de su escritura con respecto a los dems autores, evidenciando el dilogo ideolgico en la historiografa literaria en el contexto de produccin de los aos 50 y 60. Este punto se podr apreciar con mayor claridad en el desarrollo de este estudio.

    - Por el criterio de poca de escritura antes sealado, se excluye del corpus la obra de Adolfo Valderrama (Bosquejo histrico de la poesa chilena), pues fue escrita durante el siglo XIX.

    - Considerando el criterio de la trama por sobre el ensayo no se considera el texto de Mariano Latorre, La literatura de Chile, pues se trata ms bien de un conjunto de ensayos (de hecho, es una compilacin de diversas conferencias del autor) centrados en el tema de la localidad, inicindose con un captulo completo sobre la geografa y el paisaje chilenos y refirindose luego a la novela santiaguina y a la novela de provincia. Desde esta misma perspectiva se excluye el texto de Domingo Melfi, Estudios de Literatura Chilena, constituido por una serie de ensayos, cada uno dedicado a un autor en particular y, en un nico caso, a una generacin.

    - Se excluye tambin el texto de Samuel Lillo, Literatura chilena, puesto que est muy cerca del gnero de la antologa. Gran parte del volumen se compone de escritos de los autores que incluye en su seleccin. Por otra parte, algunas de las referencias de los autores tratados son tan escuetas, que se acerca tambin al gnero del diccionario literario, que ms que una trama establece un inventario de nombres y obras.

    - Esto ltimo ocurre tambin con el texto Literatura chilena: apuntes elementales, de Matas Rafide, que hace honor a su ttulo al presentar apuntes muy breves por poca y autor, constituyendo ms una enumeracin o un diccionario literario que una trama histrica. El mismo autor se encarga de aclarar este punto al sealar que

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    Esta obra no es una historia de la literatura chilena propiamente tal, sino ms bien un libro de consulta dirigido a estudiantes4.

    - En Panorama literario de Chile, de Ral Silva Castro, se presenta una aclaracin similar. El autor seala en la introduccin que su texto se aleja de lo que l considera los estudios histrico-literarios5. A ello se agrega que, en ocasiones, el texto presenta un listado de autores ms que una trama6. Por ltimo, contiene una serie de apndices al final del texto sobre algunos temas especficos, entre ellos el movimiento literario de 1842, lo que aleja su produccin de la nocin de narracin histrica continua.

    - Por el criterio de literatura chilena, no se considera a Cedomil Goic, puesto que su trama histrica abarca a la literatura hispanoamericana y, cuando se refiere a la novela chilena, lo hace a travs de ensayos crticos acerca de ciertos textos especficos.

    Previo al anlisis de las historiografas literarias que componen el corpus, se delimitan en el primer captulo algunos conceptos que resultan centrales para el desarrollo de este estudio, principalmente las nociones de historiografa, discurso e ideologa. Esto con el fin de fijar ciertas categoras de acuerdo a la perspectiva con que se asumirn en el trabajo, ya que se trata de nociones ampliamente discutidas a nivel terico, pudiendo ser entendidas de diversas maneras. Junto con ello, se har referencia a la forma en que los autores del corpus entienden la prctica historiogrfica, principalmente determinada por la idea de lo imparcial, lo objetivo (en algunos casos) y, por sobre todo y para todos los autores, lo verdadero. En el captulo siguiente, se desarrolla el anlisis del corpus. En primer lugar, se observa el punto en que cada una de estas Historias establece el origen de la literatura chilena, ya que este aspecto da cuenta de una determinada filiacin con un discurso dominante en trminos de lo que se considera literatura y de las voces que se reconocen como autorizadas dentro de una tradicin tanto literaria como histrica (en este punto ser necesario perder por un momento el foco en el siglo XIX). Luego, se abordan los criterios de seleccin a travs de los cuales se establece un canon especfico, con sus consiguientes exclusiones. A continuacin, se estudia la metodologa establecida para organizar las obras de la literatura chilena, con el fin de observar en estas Historias los siguientes aspectos: subgneros en que las Historias pueden clasificarse; determinaciones ideolgicas de un lugar institucional que permite solamente algunas formas de escribir historia y excluye otras, y ciertas causalidades asumidas como verdad, pero que ms bien constituyen creencias generalizadas. De forma transversal, se aborda la visin con que se presentan las obras del siglo XIX, considerando los puntos de convergencia y divergencia entre las Historias narradas. Finalmente, se establecen conclusiones acerca de los puntos centrales detectados en el anlisis, en relacin con la forma en que las perspectivas que sustentan las Historias analizadas han determinado la visin del desarrollo de la literatura chilena y, a partir de 4 Rafide, Matas: Literatura chilena: apuntes elementales, s.n., Santiago de Chile, 1955, p. 5. 5 Confr.: Silva Castro, Ral: Panorama literario de Chile, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1961, p. 20. 6 Por ejemplo, cuando realiza algunas referencias a la novela chilena del siglo XIX en las pginas 223 y 224 del texto antes citado.

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    ello, han restringido las posibilidades de lectura de los textos que la constituyen. De acuerdo a los principios que se desprenden de los autores crticos frente a la visin tradicional de la Historia y a los que se pueden deducir de las conclusiones surgidas del anlisis realizado, se establecen tambin algunas proyecciones con respecto a qu posibilidades existen para un replanteamiento de la forma en que se aborda el estudio de la historia literaria, que considere su instalacin en un contexto histrico-cultural, que proponga ciertos puntos de encuentro entre sus objetos, en sntesis, que d cuenta de las mltiples voces que dialogan y se contraponen en un tejido ms amplio y complejo.

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    CAPTULO I: NOCIONES DE IDEOLOGA E HISTORIOGRAFA

    1. LA ESCRITURA DE LA HISTORIA COMO LUGAR DE LA IDEOLOGA Historiografa. Lugar de vacos y mltiples silencios, desde el cual se escribe para resucitar a los muertos por siempre perdidos. Cementerio poblado de imgenes fantasmagricas del pasado y construido por una voz que (aparentemente) desconoce ya de lo que habla, a pesar de cualquier intento por asir alguna imagen que parezca real y tangible. Los fantasmas se meten en la escritura, dir de Certeau, slo cuando callan para siempre, es el fantasma de la historiografa, el objeto que busca, honra y entierra7. Hablar de otro, hablar al otro, son procedimientos implicados en la grafa de la historia, pero se trata al mismo tiempo, por la permanente alteridad, de un mecanismo de borramiento que vuelve difusa cualquier imagen del pasado que busca atraer al presente. Carnaval de mscaras y figuras travestidas en hroes o simplemente ausentes, mutiladas dentro de una trama que no las consider lo suficientemente importantes para merecer siquiera un epitafio. Desde la perspectiva de Kahler No hay acontecimiento aislado. Todo acontecimiento est ligado a otros, los que lo generaron y los que l produce. Mas la conexin de acontecimientos no constituye en s misma una [story], y no digamos historia [history]. Para formar una la conexin de los acontecimientos debe tener algn sustrato, o foco, algo con lo que est relacionada, alguien a quien acontezca. Este algo o alguien a lo que o a quien corresponde una conexin de acontecimientos es lo que concede a la pura conexin de acontecimientos una coherencia actual, especfica, que la convierte en . Pero semejante coherencia especfica no se da por s misma, es dada por una mente que perciba y que comprenda.8 Varios espejismos ya se dejan ver en las palabras de Kahler; alucinaciones que han sustentado las perspectivas ms tradicionales acerca de la escritura de la historia. Primer espejismo: la nocin de acontecimiento. Ricoeur se refiere a esta nocin desde la discusin que Raymond Aron instala al respecto: () merece citarse aqu por su gran contribucin a resolver la primera suposicin de sentido comn: la asercin del carcter absoluto del acontecimiento, como aquello que ha sucedido realmente. Al plantear los lmites de la objetividad histrica, Aron llega a proclamar la . Esta conocida tesis ha suscitado desgraciadamente ms de un equvoco. () Slo significa esto: en la medida en que el historiador est implicado en la comprensin y en la explicacin de los acontecimientos pasados, un acontecimiento absoluto no puede atestiguarse por el discurso histrico. La comprensin () no es nunca intuicin directa, sino una reconstruccin.9

    7 De Certeau, ob. cit., p. 16. 8 Kahler, Erich: Qu es la historia?, F.C.E., Mxico D.F., 1982, p. 15. 9 Ricoeur, Paul: Tiempo y Narracin, Tomo I, Siglo XXI editores, Mxico D.F., 1996, p. 172.

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    Por lo tanto, los acontecimientos no son algo dado o algo externo al discurso que pueda percibirse de forma objetiva. No se concatenan naturalmente para que una mente lo suficientemente clara pueda llegar a percibir la conexin que existe entre ellos, sino que es el mismo historiador quien, al estar implicado en la trama que construye, los comprende como acontecimientos y los reconstruye en su discurso. Lo que habra que agregar a esta resignificacin de la nocin de acontecimiento es la pregunta por el criterio que se utiliza para transformar un hecho en acontecimiento. Si la importancia del acontecimiento se define por su contribucin al desarrollo de una trama10, cmo se decide esta importancia?, se puede pensar que para todos los historiadores los mismos acontecimientos son relevantes? Evidentemente esto no ocurre, de manera que la inquietud persiste. Al respecto, en el contexto de la lucha antipositivista de algunas corrientes histricas del siglo XX, seala Ricoeur: La metodologa de la historia econmica sealaba una continuidad ms que una ruptura con la lucha antipositivista de Marc Bloch y Lucien Febvre. En efecto, lo que los fundadores de la escuela de los haban querido combatir era, () quiz sobre todo, la ausencia de criterio de eleccin y, por lo tanto, de problemtica, en la elaboracin de lo que cuenta como en historia. Los hechos () no se dan en los documentos, sino que se seleccionan en funcin de una problemtica. Los documentos mismos no se dan: los archivos oficiales son instituciones que reflejan una eleccin implcita en favor de la historia concebida como un conjunto de acontecimientos y como crnica del Estado. Al no estar declarada esta [s]eleccin, ha podido parecer que el documento gobierna al hecho histrico y que el historiador recibe sus problemas de estos datos.11 En el contexto de este estudio ser relevante, entonces, preguntarse de qu forma los autores del corpus determinan que ciertos escritores y sus obras son los acontecimientos relevantes en el marco de la trama histrica de la literatura chilena, sobre todo cuando no explicitan sus criterios de seleccin, sino que parecen entender que hay ciertos n(H)ombres y grafas que valen en s ms que otras. Desde qu perspectiva (re)construyen el pasado de nuestras letras en el siglo XIX? Qu tan ligada estar esta construccin a la crnica del Estado a la que se alude en la cita anterior? Segundo espejismo de Kahler: la coherencia dada por un foco. A alguien le ocurre algo y es eso lo que da coherencia a la historia que se escribe segn un sustrato (una esencia?). Ese alguien, podr ser cualquiera siempre y cuando lo que le ocurra sea un acontecimiento? Ciertamente, no. Como indica de Certeau, el corte que implica la escritura de la historia opera a partir de una seleccin entre lo que puede ser y lo que debe ser olvidado para obtener la representacin de una inteligibilidad presente12, paradoja que Subercaseaux tambin distingue con respecto a la historiografa chilena, cuando seala que la produccin de pasado siempre implica algn grado de produccin de olvido13. Si existe seleccin, debe existir un criterio para determinar qu alguien puede estar en la historia y qu alguien debe ser borrado de ella para que la historia no pierda su foco. Por lo 10 Ricoeur, ob. cit., p. 185. 11 Ricoeur, ob. cit., p. 188. 12 De Certeau, ob. cit., p. 18. 13 Subercaseaux, ob. cit., Tomo IV Nacionalismo y cultura , 2007, p. 177.

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    tanto, el sustrato no es algo que pertenece al acontecimiento de un pasado considerado como recuperable tal cual fue, sino la mirada que el historiador tiene acerca de lo que narra y a partir de la cual clasifica lo que es importante y lo que no lo es. A qu obedece esta distincin? De dnde proviene el sustrato que determina la seleccin? Ms avanzado este estudio se observar a qu obedecen los cortes que los autores considerados ejercen sobre el cuerpo de la historia literaria chilena, muy lejanos, por cierto, de la imparcialidad, objetividad o verdad que ellos mismos proponen como su lema, rasgos que funcionan ms bien como una mscara institucionalmente aceptada tras la cual se esconden visiones unilaterales. Tercer espejismo: la mente que percibe y que comprende. Dicho de esta manera, pareciera que los acontecimientos se presentaran a una suerte de mente iluminada capaz de comprender su (nico) sentido oculto14. Michel de Certeau responde: en el momento en que la cambia de condicin, deja poco a poco de ser lo que se manifiesta para convertirse en lo que se produce y adquiere, por lo tanto, una forma 15. El paso de la historia (inalcanzable como tal) a su escritura implica desde ya una produccin de sentido y no una manifestacin de l. Es la paradoja del historiador: desea dar cuenta de la realidad de un pasado, pero lo hace a travs de la construccin de un discurso, lugar eminentemente problemtico cuando se gua por la voluntad de verdad a la que alude Foucault: Desde luego, si uno se sita en el nivel de una proposicin, en el interior de un discurso, la separacin entre lo verdadero y lo falso no es ni arbitraria, ni modificable, ni institucional, ni violenta. Pero si uno se sita en otra escala, si se plantea la cuestin de saber cul ha sido y cul es constantemente, a travs de nuestros discursos, esa voluntad de verdad que ha atravesado tantos siglos de nuestra historia, o cul es en su forma general el tipo de separacin que rige nuestra voluntad de saber, es entonces, quiz, cuando se ve dibujarse algo as como un sistema de exclusin (sistema histrico, modificable, institucionalmente coactivo).16 Tal como se ver en la siguiente seccin del presente apartado, los autores del corpus, ms all de los nfasis con que cada uno se instala frente a lo que entiende por historiografa, presentan un factor comn dado por la creencia en la escritura de la historia como el lugar de inscripcin de la verdad. En este sentido, operan desde una postura similar a la de Kahler cuando seala: No hay , no hay historia sin significado. ()

    14 Este espejismo tambin opera en la visin de la historiografa que Subercaseaux distingue como predominante durante el siglo XX chileno, representada principalmente por Francisco Antonio Encina y Alberto Edwards. En ella se reniega de la simple acumulacin de documentos y datos, sealndose que es propia del positivismo y que es solamente un paso previo a la escritura de la Historia. La historiografa segn estos autores implicara, adems de la investigacin, una capacidad intuitiva y evocadora capaz de aprehender el alma de una poca. Subercaseaux cita el siguiente fragmento de Encina, que ilustra la creencia en la posibilidad de comprensin del pasado histrico tal cual fue: Si queremos que tenga algn valor, nuestro concepto de pasado debe empezar por una aprehensin intuitiva. Necesitamos desalojar el propio yo; anular nuestra personalidad, nuestras ideas, nuestros afectos, nuestros odios y nuestros prejuicios morales, patriticos y cientficos; en una palabra, convertirnos en una simple antena (Subercaseaux, ob. cit., Tomo IV, p. 188). 15 De Certeau, ob. cit., p. 26. 16 Foucault, Michel: El orden del discurso, Tusquets Editores, Barcelona, 2002, p. 19.

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    Significado quiere decir coherencia, orden, unidad de diversos aconteceres y fenmenos, tal como los percibe una mente que comprende. Cuando decimos que algo tiene un significado queremos indicar que forma parte de algo mayor o superior a ello mismo ()17. Hay una bsqueda de un significado superior o ltimo que explicara y dara coherencia a la historia que se estudia, desconociendo as la inestabilidad de todo significado que busca la verdad, puesto que todo significado es parte de un discurso construido por un alguien en un espacio institucional determinado; se desconoce que la voluntad de verdad que se nos ha impuesto desde hace mucho tiempo es tal que no puede dejar de enmascarar la verdad que quiere. () ignoramos () la voluntad de verdad, como prodigiosa maquinaria destinada a excluir18. Ricoeur reconoce, por cierto, esta operacin por la cual se otorga coherencia y sentido a lo heterogneo como un procedimiento inherente al discurso historiogrfico. No obstante, lo enfoca desde otro punto de vista, que se aleja de la bsqueda de la verdad y se aproxima a la nocin de narracin como construccin de una trama. En Tiempo y Narracin explica la cercana existente entre los procedimientos de construccin narrativa literaria con los procedimientos de la narracin de tipo histrico. Esta relacin sera oblicua, en el sentido de ciertas correspondencias (no absolutas, sino que determinadas por ciertos desplazamientos) entre categoras literarias e histricas que permiten un proceso de construccin mimtica similar en ambas formas de narracin19. Desde este punto de vista, lo que determina la conexin entre los acontecimientos no es un foco dado naturalmente, sino que los acontecimientos se concatenan a partir de un acto de juicio reflexivo del historiador y por la preocupacin de este por construir una narracin que sea seguible. En este sentido, el ejercicio de escritura de la historia implicar siempre una sntesis de lo heterogneo20 a partir de un juicio inicial que da el foco (no lo encuentra como en un acto mgico de revelacin del sentido oculto de la historia) en base al cual se realiza una construccin narrativa que el lector pueda seguir. Esto no quiere decir que, desde la perspectiva de Ricoeur, la historiografa pierda su relacin referencial con una realidad pasada, pero s se reconoce el carcter mediatizado y diferido de esta relacin: () no he querido ceder a la fcil solucin de decir que la historia es una disciplina ambigua, semiliteraria, semicientfica, y que a la epistemologa de la historia slo le queda dar fe con pesar de esta realidad (). Mi tesis es sta: la historia ms alejada de la forma narrativa sigue estando vinculada a la comprensin narrativa por un vnculo de derivacin, que se puede reconstruir paso a paso, punto por punto, mediante un mtodo apropiado. Este mtodo no proviene de la metodologa de las ciencias histricas, sino de una reflexin de segundo grado sobre las condiciones ltimas de inteligibilidad de una disciplina que, en virtud de su ambicin cientfica, tiende a olvidar el vnculo de derivacin que, sin embargo, sigue conservando tcitamente su especificidad de ciencia histrica. () Reconstruir los vnculos indirectos de la historia con la narracin es, en definitiva, 17 Kahler, ob. cit., p. 16. 18 Foucault, ob. cit., p. 24. 19 Para referirse a este procedimiento de correspondencia oblicua Ricoeur utiliza las nociones de cuasi acontecimiento, cuasi trama y cuasi personaje. Seala al respecto: El cuasi de las expresiones cuasi trama, cuasi personaje, cuasi acontecimiento muestra el carcter analgico del empleo de las categoras narrativas en la historia erudita. En cualquier caso, esta analoga expresa el vnculo tenue y oculto que mantiene la historia dentro de la esfera de la narracin y as preserva su propia dimensin histrica (en: Ricoeur, ob. cit., p. 371). 20 Ricoeur, ob. cit., p. 369.

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    esclarecer la intencionalidad del pensamiento historiador por el que la historia contina buscando oblicuamente el campo de la accin humana y su temporalidad bsica.21 El acto de historiografiar, entonces, implica siempre un vnculo indirecto con el pensamiento narrativo, a partir del cual se busca dar una coherencia particular a los acontecimientos, en el contexto de una trama construida en base a un foco que depende de la intencionalidad o del juicio reflexivo del historiador. Por el contrario, como se ver en el apartado siguiente, los autores considerados en el corpus de este estudio, si bien contemplan la presencia de un juicio o de un otorgamiento de significado como parte central del trabajo historiogrfico, lo hacen pensando en la posibilidad de un juicio imparcial u objetivo (dependiendo del autor), adems de verdadero (esto en todos los autores). Entendida de este modo, la sntesis de lo heterogneo deja de ser un procedimiento exclusivamente narrativo e ingresa al terreno de la ideologa22, al desconocerse la primera crtica del [que] revel en la historia su relacin con un lugar, el lugar del sujeto. Al analizar una (R. Aron), esta crtica le quit a la historia el privilegio del que presuma cuando pretenda reconstruir la de lo que haba pasado23. Los autores del corpus actan en base a este privilegio, borrando el lugar del sujeto; este aspecto se ver a lo largo de este estudio a travs de los vacos, silencios y valoraciones presentes en las Historias de la literatura chilena. Desde la perspectiva postmarxista, es precisamente este acto de totalizacin, de eliminacin de la diferencia, el que define el funcionamiento de la ideologa. As lo describe Michle Barret refirindose a la perspectiva de Laclau acerca de dicho concepto: Aqu Laclau clarifica el slido fundamento epistemolgico de su : . A continuacin, Laclau concluye que tanto la categora de ideologa como la de falsa representacin pueden ser mantenidas, pero invirtiendo su contenido tradicional: sugiere que . La tesis esencial propuesta aqu es que la ideologa es un intento vano de

    21 Ricoeur, ob. cit., pp. 165 166. 22 Seala Hayden White con respecto a este punto: Sin duda, en nuestros tiempos, los historiadores desean ser objetivos, y contar la verdad, as como agudos en lo que tienen que decir acerca del pasado, lo que, en la prctica, normalmente significa ocultar sus propias actividades como compositores de esa condicin de existencia llamada . () Una teora de la historiografa capaz de identificar los elementos ideolgicos en el escrito histrico tradicional debe problematizar, ms que simplemente reafirmar, la utilidad temporal de las pretensiones de la historiografa tradicional de realismo en la representacin y de cientificidad en su pensamiento acerca de la historia en general (en: White, Hayden: El texto histrico como artefacto literario, Paids, Barcelona, 2003, pp. 43 44). 23 De Certeau, ob. cit., p. 69.

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    imponer un cierre a un mundo social cuya caracterstica esencial es el juego infinito de las diferencias y la imposibilidad de cualquier fijacin ltima del significado.24 Desde el momento en que los autores del corpus en estudio, como se ver ms adelante, comprenden que la construccin historiogrfica constituye una prctica orientada a la exhibicin de una verdad, de la verdad, proceden desde la perspectiva de una esencia positiva, sin considerar la permanente precariedad que significa este ejercicio. Intentan fijar significados a travs de la eliminacin y el borramiento de la diferencia. En este sentido, es aplicable a sus construcciones la crtica que, segn Pauline Marie Roseman, los tericos postmodernistas realizan frente a las formas ms tradicionales de escritura de la historia: They contend that history is logocentric, a source of myth, ideology, and prejudice (). History privileges 25. Es el ejercicio de totalizacin o de instalacin del monlogo como mscara de la polifona (Bajtn) el que convierte la escritura de los autores en estudio en una construccin que encubre permanentemente el carcter ideolgico de sus selecciones y exclusiones. Sin embargo, si se entiende que la sutura siempre marca la ausencia de una identidad anterior26, el borramiento nunca podr ser total, y ser a travs de las huellas y cicatrices que la construccin historiogrfica ha dejado sobre el cuerpo literario que el ejercicio del poder se dejar ver en los intersticios de un discurso que busca ser coherente y total. A ello se refiere de Certeau cuando da cuenta de las operaciones de construccin propias del discurso historiogrfico: Pero todo lo que esta nueva comprensin del pasado tiene por inadecuado desperdicio abandonado al seleccionar el material, resto olvidado en una explicacin- vuelve, a pesar de todo, a insinuarse en las orillas y en las fallas del discurso. , o retardos perturban discretamente la hermosa ordenacin de un o de un sistema de interpretacin. Son lapsus en la sintaxis construida por la ley de un lugar; prefiguran el regreso de lo rechazado, de todo aquello que en un momento dado se ha convertido en impensable para que una nueva identidad pueda ser pensable.27 Es precisamente por estas orillas y fallas dentro del discurso totalizador de los autores considerados como objeto de este estudio que se deslizar el anlisis a desarrollar. Se trata de hacer evidente lo rechazado, lo abandonado al olvido en los procesos de seleccin y explicacin implicados en las tramas histricas construidas en torno a la literatura chilena del siglo XIX. Sern los lapsus de los autores los que revelarn la instalacin ideolgica, el lugar institucional desde el cual buscan (y se sienten autorizados a) hacer pensable una nueva identidad histrico-literaria.

    24 Barret, Michle: Ideologa, poltica, hegemona: de Gramsci a Laclau y Mouffe, en: iek, Slavoj (comp.): ob. cit., pp. 291 292. 25 Roseman, Pauline Marie: Humbling history, transforming time, and garbling geography (space), en: Post-modernism and the social sciences (insights, inroads, and intrusions), Princeton University Press, New Jersey, 1992, p. 63. 26 Barret, ob. cit., p. 279 (en este punto est citando la definicin de sutura propuesta por Landry y MacLean). 27 De Certeau, ob. cit., p. 18.

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    En tanto gnero secundario28, la historiografa, desde la perspectiva de Bajtn, implicara el complejo problema de la relacin mutua entre el lenguaje y la ideologa o visin de mundo29, al constituir un discurso complejo y totalizador, que absorbe los gneros primarios y los transforma para sustentar una visin particular. Esta absorcin o ejercicio de totalizacin es sealada por Seyla Benhabib en relacin con el uso del lenguaje en general; refirindose a los planteamientos de Adorno y Horkeimer, afirma que El lenguaje domina la exterioridad () reducindola a un sustrato idntico. () La ratio abstrae, busca comprender a travs de conceptos y nombres. La abstraccin, que puede captar lo concreto slo en la medida en que puede reducirlo a una identidad, tambin liquida la otredad de lo otro30. En este ejercicio de violencia sobre la otredad, de permanente aniquilacin de la alteridad por medio de la homogeneizacin de la diferencia, reside, segn de Certeau, la paradoja central de la escritura de la historia: La historiografa (es decir y ) lleva inscrita en su nombre propio la paradoja y casi el oxmoron- de la relacin de dos trminos antinmicos: lo real y el discurso31. Por lo tanto, si bien todo discurso que busca una totalidad que borra las huellas de su propia imposibilidad32 es ideolgico, la prctica historiogrfica en su sentido ms tradicional implica por principio una sutura que oculta el carcter ideolgico del discurso en una apariencia de realidad; es en s un ejercicio ideolgico (en su visin tradicional, que es la que se observa en los autores del corpus). Por qu orillas se deslizar el anlisis? En qu puntos se buscar detectar los lapsus de los autores en estudio? El primer punto a desarrollar se centrar en los cortes que se establecen dentro de la historiografa literaria chilena: origen y criterios de seleccin33. En nuestros das, seala de Certeau, nos sabemos la leccin al dedillo. Los se hallan constituidos por la introduccin de un sentido en la . Enuncian en el lenguaje del anlisis, que le son

    28 Bajtn explica este concepto de la siguiente manera: () hay que prestar atencin a la diferencia, sumamente importante, entre gneros discursivos primarios (simples) y secundarios (complejos); tal diferencia no es funcional. Los gneros discursivos secundarios (complejos) a saber, novelas, dramas, investigaciones cientficas de toda clase, grandes gneros periodsticos, etc. surgen en condiciones de la comunicacin cultural ms compleja, relativamente ms desarrollada y organizada, principalmente escrita: comunicacin artstica, cientfica, sociopoltica, etc. En el proceso de su formacin estos gneros absorben y reelaboran diversos gneros primarios (simples) constituidos en la comunicacin discursiva inmediata. Los gneros primarios que forman parte de los gneros complejos se transforman dentro de estos ltimos (): pierden su relacin inmediata con la realidad y con los enunciados reales de otros (en: El problema de los gneros discursivos, Esttica de la creacin verbal, Siglo XXI editores, Mxico D.F., 1990, p. 250). Por lo tanto, la historiografa literaria es un gnero secundario de doble complejidad, puesto que se construye a partir de otros gneros secundarios (textos literarios), que a su vez absorben diversos gneros primarios en su textualidad. 29 Bajtn, ob. cit., p. 250. 30 Benhabib, Seyla: La crtica de la razn instrumental, en: iek, Slavoj (comp.), ob. cit., p. 93. 31 De Certeau, ob. cit., p. 13. 32 iek, Slavoj: Cmo invent Marx el sntoma?, en: iek, Slavoj (comp.): ob. cit., p. 367. 33 Dentro de la teora desarrollada en torno al concepto de ideologa, Van Dijk es uno de los pocos (si no el nico) que propone una metodologa concreta para el anlisis de los contenidos ideolgicos del discurso. Dentro de su propuesta seala que dos principios concretos de la reproduccin ideolgica en el discurso corresponden a la presencia o ausencia de informacin en la representacin semntica (), y la funcin de expresin o supresin de informacin en beneficio del hablante/escribiente (en Van Dijk, Teun: Ideologa: un enfoque multidisciplinario, Gedisa, Barcelona, 1999, p. 333). En este sentido, el origen y los criterios de seleccin sern determinantes para observar de qu manera opera la ideologa en los discursos historiogrficos del corpus, a partir de operaciones de supresin/expresin de informacin.

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    anteriores, que no resultan de la observacin y que no son ni siquiera sino solamente gracias a un examen crtico34. El anlisis del corpus revelar la forma en que la fijacin de un origen para la literatura chilena se realiza a partir de la construccin de un mito fundacional que reconoce el inicio de nuestras letras no desde el momento en que empezamos a narrar el mundo, sino desde el instante en que fuimos escritos (La Araucana de Ercilla, y las Cartas de Pedro de Valdivia). Se discutir en esta seccin del trabajo a qu criterios obedece esta primera incisin, de qu manera se va construyendo la sutura que revela el carcter ideolgico del inicio determinado por los autores del corpus. Con respecto al segundo procedimiento de corte, toda construccin de una historiografa literaria implica el establecimiento de un canon de obras y autores considerados como los acontecimientos relevantes dentro de la trama. En este sentido, desde la perspectiva de Bajtn acerca de los gneros discursivos, los textos en estudio corresponden a las fuerzas centrpetas que existen en toda sociedad, esto es, aquellas que buscan fijar o centralizar el mundo verbal-ideolgico a partir del establecimiento de una norma, segn la cual se discrimina lo que s puede entrar en el canon y lo que no puede hacerlo35. El problema de las Historias en estudio reside en la no explicitacin de los criterios a travs de los cuales se realiza la seleccin o, cuando s se enuncian los criterios (lo que sucede en pocos casos), en la poca claridad acerca de su funcionamiento. Es por ello que la segunda orilla por la que se deslizar el anlisis se relaciona con la determinacin del lugar desde el cual surge la seleccin. Se observar el carcter problemtico de lo que los autores entienden por literatura y por literatura chilena, junto con la manera en que determinan la calidad de una obra literaria. A partir de este examen, se observar la primaca de un criterio poltico-institucional y social, que discrimina ideolgicamente las obras y los autores segn su contribucin a la consolidacin de una nacin recientemente independiente. En este sentido es que se observa una comunicacin distorsionada (Habermas) como mecanismo ideolgico, puesto que en un discurso que aparenta operar sobre el campo de lo histrico-literario (desde la verdad), lo que se mueve en realidad son las concepciones ideolgicas de los sujetos enunciantes. La operacin de seleccin de un canon, sin embargo, no implica nicamente procesos de inclusin, sino tambin de exclusin. Se trata de lo abandonado, lo rechazado a que alude de Certeau, por constituir elementos que dificultan hacer pensable la construccin de una nueva identidad. En trminos de Bajtn, son las fuerzas centrfugas o de descentralizacin, que permanentemente se encuentran en pugna con la estabilizacin de las fuerzas centrpetas y por ello son excluidas del discurso oficial. Considerando este punto es que el anlisis abordar no solamente los criterios de seleccin, sino tambin los borramientos ejercidos a partir de este proceso. El estudio se centrar en tres grupos que resultan especialmente menospreciados o simplemente silenciados dentro de las Historias del corpus: los indgenas, las mujeres y la cultura popular. Se observar, a travs de las valoraciones que se infiltran como lapsus en el tejido de las Historias, la forma en que los autores desprecian sistemticamente a ciertos grupos que consideran inferiores por razones tnicas, sociales o de gnero (y nunca propiamente literarias), a partir de las cuales 34 De Certeau, ob. cit., p. 70. 35 Confr.: Bajtn, Mijail: La palabra en la novela, en: Problemas literarios y estticos, Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1986, pp. 83 - 268.

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    excluyen, neutralizan o desautorizan su voz dentro de la trama histrica de nuestra literatura. La voluntad de totalizacin a partir de la necesidad de dar coherencia al relato, obliga a los autores a borrar las presencias que podran quebrar el orden previsto Pero las huellas persisten, vuelven y sobre esas huellas se centrar esta rama del anlisis a desarrollar36. De Certeau se pregunta () cul es la en historia?, para luego responder: La que es reconocida por sus pares. () El libro o el artculo de historia es a la vez un resultado y un sntoma del grupo que funciona como un laboratorio. (). Es el producto de un lugar37. Este lugar, segn el autor, es el que permite solamente un tipo de producciones y prohbe otras38. Al enunciarse desde un lugar institucional que exige y privilegia cierta forma de construccin historiogrfica, ser importante examinar aquellos aspectos metodolgicos que podran relacionarse con una instalacin ideolgica no solamente individual, sino institucional. Es por ello que en otro apartado de este estudio se abordarn los posibles subgneros en los que se puede clasificar a las obras del corpus, segn su propsito, destinatario y formas de expresar un punto vista particular. Adems, se examinar la estructura u organizacin de las Historias, con el fin de observar cul es la forma de construccin institucionalmente vlida, para concluir que esta forma propicia el ocultamiento de una posicin ideolgica tras una apariencia objetiva, imparcial y/o verdadera. Por ltimo, se observar como una prctica exigida en la construccin historiogrfica el establecimiento de ciertas relaciones de causalidad y, desde esta perspectiva, se revisarn algunas de las causalidades ms frecuentes en las Historias en estudio, con el fin de revelar su base en creencias generalizadas que se tienden a establecer como verdades cuando son, en realidad, bastante cuestionables39. A modo de sntesis, la perspectiva que filtrar el anlisis ser la de la teora postmoderna, en trminos de cuestionamiento frente a totalizaciones y verdades consideradas absolutas. De all que se cuestione en este estudio el gran relato historiogrfico en trminos de una totalizacin, que busca ser entendida como verdadera, acerca del desarrollo de la literatura chilena. De all tambin que ideologa se entienda como totalizacin de la diferencia y no 36 Metodolgicamente, estas huellas corresponden a lo que Van Dijk denomina como procedimientos de lexicalizacin que dan cuenta de la presencia de la ideologa dentro del discurso. Al respecto seala: La forma ms obvia () de expresin ideolgica en el discurso puede encontrarse en las palabras escogidas para expresar un concepto. () esto significa que, en general, podemos esperar que, segn el contexto, los del otro grupo sean descriptos con palabras neutras o negativas, y los de nuestro grupo con trminos neutros o positivos. E inversamente, tambin podemos esperar que, con el objeto de describir grupos y sus prcticas, se seleccionen diversas formas de mitigacin y eufemismos, agregando as una dimensin retrica a la lexicalizacin. () Finalmente, la lexicalizacin tambin puede extenderse a la nominalizacin de las proposiciones, en las cuales los agentes o pacientes quedan implcitos (Van Dijk, ob. cit., p. 337). 37 De Certeau, ob. cit., p. 76. 38 De Certeau, ob. cit., p. 81. 39 Van Dijk seala: Los discursos no slo tienen un significado global, sino tambin una forma global o esquema convencional, que consiste en categoras caractersticas que aparecen en un orden especfico. () Teniendo en cuenta que estas categoras son convencionales, y varan segn el gnero y la cultura, tambin tienen importantes funciones sociales. () Dadas las importantes funciones cognitivas y sociales de los esquemas, es razonable suponer que ellos tambin pueden tener funciones ideolgicas. () La informacin y las opiniones sobre Nosotros y Ellos pueden ser organizadas, y convertirse en ms o menos destacadas, por medio de esos esquemas (Van Dijk, ob. cit., p. 338). Es por ello que resulta relevante observar la organizacin de los discursos historiogrficos acerca de la literatura chilena, puesto que su esquema discursivo puede tambin revelar aspectos importantes acerca del funcionamiento de la ideologa en ellos.

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    como falsa conciencia, puesto que esta ltima idea supone la presencia de una Verdad oculta, la nica vlida, lo que implicara instalar una totalizacin en lugar de otra. Junto con ello, se asume la nocin de Van Dijk con respecto a la ideologa, en trminos de un conjunto de creencias socialmente compartidas por un grupo, cuyo objetivo es defender sus propios intereses, negando con ello la oposicin entre ideologa (= falsa conciencia) y verdad, y admitiendo la coexistencia de ideologas de dominacin y de resistencia, las que a travs de sus prcticas discursivas dialogan y discuten permanentemente. Se tratar, entonces, de observar el cuerpo hasta descubrir la sutura, la marca, operando desde la inquietud con respecto a lo que es el discurso en su realidad material de cosa pronunciada o escrita; () inquietud al sentir bajo esta actividad, no obstante cotidiana y gris, poderes y peligros difciles de imaginar; inquietud al sospechar la existencia de luchas, victorias, heridas, dominaciones, servidumbres, a travs de tantas palabras en las que el uso, desde hace tanto tiempo, ha reducido las asperezas40. Destotalizar la totalidad establecida, desestabilizar la tendencia de las fuerzas centrpetas, hacer visible la huella, la herida, el silencio, el cuerpo violentado. 2. LA HISTORIOGRAFA SEGN SUS PRODUCTORES Cul es la nocin de historiografa con que trabajan los autores que componen el corpus de este estudio? Con qu idea de los estudios histricos o de lo que implica escribir una trama histrica trabajan? Son preguntas centrales previas al anlisis de sus Historias, puesto que permitirn conocer los supuestos sobre los cuales construyen sus discursos acerca del desarrollo de la literatura chilena. Es solamente a partir de esta base que ser posible luego instalar una crtica a las visiones unilaterales desde las cuales se han limitado las posibilidades de lectura y anlisis de las obras que componen, segn ellos, la literatura nacional. En primer lugar, es importante sealar que son muy escasos los autores que explicitan la perspectiva historiogrfica desde la cual enfocan el estudio de la literatura chilena, de manera que en la mayora de los casos ser necesario inferir el punto desde el cual entienden esta actividad, a partir de diferentes menciones acerca de ella que se dejan entrever a travs de sus textualidades. Objetividad y/o imparcialidad Arturo Torres-Roseco es uno de los que enuncia de manera explcita su enfoque, sealando al inicio de su estudio: Es sta una Breve historia de la literatura chilena. Est escrita con criterio objetivo, dentro de los lmites posibles de este concepto. ()

    40 Foucault, ob. cit., p. 13.

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    Esta Breve historia tiene carcter ms pedaggico que crtico, ya que est destinada a estudiantes y a aficionados a las bellas letras. El lector no hallar en esta obra novedades de doctrina o de hecho. Lo nico original es acaso la imparcialidad del examen y lo completo de la visin panormica.41 Uno de los rasgos que el autor destaca es el intento de objetividad junto con la imparcialidad del examen que realizar. En este sentido, lo que se esperara de su Historia sera un estudio desinteresado, sin adherencias de ningn tipo, que no juzgue desde concepciones previas a favor de nadie, sino que se centre en su objeto de estudio sin mayores intervenciones de otro tipo. Un segundo punto relevante se relaciona con los destinatarios que predefine para su Historia, pero a ello se har referencia ms avanzado este estudio, cuando se aborden los subgneros que se pueden distinguir dentro del corpus. Las nociones de objetividad e imparcialidad vuelven a aparecer en algunos de los autores en estudio, aunque no en referencia al enfoque con que se est trabajando (pues este no se explicita), sino como parte importante de la labor historiogrfica. Domingo Amuntegui Solar lo seala cuando critica los Apuntes Histricos de Manuel Jos Gandarillas, sobre los cuales afirma: no encierran verdadera historia, en el sentido propio de la palabra; porque carecen de una condicin esencial, cual es, la imparcialidad42. Luego, sobre Diego Jos Benavente dir que el autor no tena la imparcialidad indispensable43; sobre la memoria histrica escrita por Antonio Garca Reyes valorar que Su trabajo () revela imparcialidad, estudio concienzudo de fuentes y dotes naturales de escritor44; por ltimo, frente al estudio histrico de Lastarria acerca de Portales criticar que El dictamen de Lastarria sobre aquel eminente hombre pblico carece de imparcialidad, y se halla lejos de tener los requisitos que debe reunir un captulo de historia45. De la misma manera, Dussuel destacar el gran valor histrico y social de la autobiografa de Prez Rosales, pues no slo refera las aventuras personales del autor, sino que () narraba con perfecta imparcialidad sucesos de la Patria Vieja y del gobierno de OHiggins46, mientras que sobre obras de Vicua Mackenna como El ostracismo de los Carrera indicar que Falta aqu imparcialidad y serenidad. Las pginas de este libro parecen escritas con lgrimas47. El mismo criterio se observa en Montes y Orlandi, cuando sobre la memoria histrica escrita por Salvador Sanfuentes afirman se trata de una obra en que prima el espritu filosfico que confiere imparcialidad y objetivismo a los juicios y trascendencia a las apreciaciones48 o cuando critican la mirada histrica que habra seducido a Francisco

    41 Torres-Roseco, Arturo: Breve historia de la literatura chilena, Ediciones De Andrea, Mxico, 1956, p. 7. 42 Amuntegui Solar, Domingo: Bosquejo histrico de la literatura chilena, en: Revista de la Sociedad Chilena de Historia y Geografa, Tomos VI, XI, XIII XVI, XX XXXV, aos 1913 1920. Esta cita corresponde al Tomo XV, p. 456. 43 Amuntegui Solar, ob. cit., Tomo XVII, p. 135. 44 Amuntegui Solar, ob. cit., Tomo XVII, pp. 135 136. 45 Amuntegui Solar, ob. cit., Tomo XVII, p. 151. 46 Dussuel, Francisco: Historia de la literatura chilena, Ediciones Paulinas, Santiago de Chile, 1954, p. 35. 47 Dussuel, ob. cit., p. 44. 48 Montes, Hugo y Orlandi, Julio: Historia de la literatura chilena, Zig-Zag, Santiago de Chile, 1974, p. 102.

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    Bilbao, pues se trata de un enfoque afectado por aquellas situaciones 49. Idea similar acerca de la labor historiogrfica manifiesta Mengod cuando se refiere a la obra de Pedro de Oa: El protagonista del poema es Garca Hurtado de Mendoza, a quien prodiga alabanzas que la investigacin histrica trata de centrar o excluir50; de estos dichos se infiere que la investigacin histrica debe estar exenta de valoraciones personales que exageren la visin de los personajes y hechos que la componen. Alone, si bien se protege adecuadamente con el adjetivo personal que intercala en el ttulo de su Historia (adjetivo sobre el cual se hablar en detalle ms avanzado este captulo), sigue la lnea a favor de la imparcialidad al criticar las memorias histricas elaboradas durante el siglo XIX dentro de la Universidad de Chile, sealando que el hecho de estar al servicio de la consolidacin de la libertad nacional, hace que presenten ciertas limitaciones: era preciso atacar a Espaa, aborrecer sus instituciones, rehuir el espritu religioso, la tradicin autoritaria e imperial. Ms que ciencia, la historia era un arma51. En este sentido, Alone evidencia una nocin de la historiografa como una actividad cientfica que requiere objetividad o imparcialidad. Algo similar dir sobre Barros Arana: La de Barros Arana cumple un doble objetivo: primero, ser como un diccionario enciclopdico, un arsenal de datos y noticias; segundo, trazar una crnica histrica ms o menos coherente. () El segundo objetivo, el propiamente histrico, se malogr en parte debido al apasionamiento y la estrechez mental de Barros Arana, que no poda, odiando a Espaa, entender su empresa colonizadora; ni, odiando a la Iglesia Catlica, reconocer los servicios que prest a la cultura en el Nuevo Mundo.52 En este sentido, hay una visin negativa acerca de la intromisin de perspectivas ideolgicas personales dentro de los estudios histricos, entendindose as la necesidad de mantener una visin desapasionada frente a los hechos. Esta idea se ve reforzada cuando el autor se refiere a la Historia de la Guerra del Pacfico de Gonzalo Bulnes como la joya de ms precio de la literatura histrica chilena, debido, entre otros aspectos, a la ecuanimidad del juicio53 con que est elaborada54.

    49 Montes y Orlandi, ob. cit., p. 104. 50 Mengod, Vicente: Historia de la literatura chilena, Zig-Zag, Santiago de Chile, 1967, p. 18. 51 Daz Arrieta, Hernn (Alone): Historia personal de la literatura chilena (desde Alonso de Ercilla hasta Pablo Neruda), Zig-Zag, Santiago de Chile, 1962, p. 196. 52 Alone, ob. cit., pp. 200 201. 53 Alone, ob. cit., p. 202. 54 En este punto, es interesante contrastar las afirmaciones de Alone con las que Subercaseaux realiza acerca de la obra de Bulnes. Seala al respecto: El punto de vista de Bulnes es heroico, pico, rescata las peripecias de la contienda como una epopeya de la chilenidad. Con la excepcin de un par de correras de Ambrosio Letelier y algunas discrepancias entre el mando civil y militar, olvida u omite los aspectos de la guerra, aspectos que han sido investigados por autores posteriores. Entre otros, el reclutamiento de presos y nios; las

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    Maximino Fernndez Fraile, por su parte, sealar sobre la obra histrica de Felipe Gmez de Vidaurre que Jos Toribio Medina le concede el valor de la imparcialidad y objetividad ante los hechos relatados, como un nuevo concepto de enfoque histrico, antes tan personal y subjetivo ()55. En este sentido, el autor compara un antes de la historiografa, en que primaba lo subjetivo, y un ahora en que se valora la imparcialidad y la objetividad de la narracin. Fernando Alegra, que como se ver en este estudio se instala siempre desde un contradiscurso frente a las visiones de los autores de Historias anteriores a la suya, revela en su contraargumentacin los mismos principios que los dems integrantes del corpus: Antes que citar a un historiador, a quien considero influido por prejuicios de todas clases y errneo en sus alcances, prefiero ofrecer mi propia interpretacin de algunos hechos. A travs de este ensayo, () se ver que la historia de Chile en la cual baso mis razonamientos no es enteramente la misma que las autoridades nos han acostumbrado a aceptar. () Si la historia de Chile hubiese sido relatada con un criterio democrtico dndosele al pueblo el papel que corresponde en la gestacin de diversos acontecimientos, si los hechos econmicos y polticos se hubiesen explicado con objetividad y no para servir a determinados intereses, si detrs de las paradas militares, de los discursos parlamentarios y la distribucin de los obispados se hubiera expuesto el verdadero hilo que teje el complejo desarrollo de nuestra vida social, no habra sido necesario entrar en tantas disgresiones. La verdad es que los fenmenos culturales del pueblo de Chile no se pueden explicar de acuerdo con las voluminosas narraciones que constituyen la historia oficial.56 Al igual que los dems autores, aunque desde una perspectiva un tanto diferente, Alegra mira como un factor negativo en la construccin de una trama histrico-literaria la influencia de prejuicios y de posturas ideolgicas asociadas a determinados grupos sociales. A partir de ello, instala la objetividad como un principio importante dentro de la historiografa, en trminos de evitar que la narracin de los hechos est al servicio de determinados intereses. Es por ello que su Historia se estructura permanentemente desde una deconstruccin de la historia oficial, para luego construir su propio discurso historiogrfico. Es posible sealar, entonces, que casi todos los autores creen que la objetividad o la imparcialidad son principios fundamentales dentro de la escritura de la historia. A la

    deserciones y fugas; los problemas de alcoholismo y enfermedades venreas; las peleas y divisiones entre miembros de la tropa; los abusos cometidos en la ocupacin del Per; el de la biblioteca de Lima y las penurias de ex soldados y oficiales una vez concluida la guerra. Frente a estos vale la pena tener presente lo que decamos respecto al carcter acomodaticio de la historia, y el rol que ejerce la escenificacin hegemnica del tiempo histrico nacional en clave de integracin (en: Subercaseaux, ob. cit., Tomo IV, p. 199). Tras estas afirmaciones, la ecuanimidad de juicio a la que se refiere Alone resulta bastante cuestionable y parece obedecer a ciertas creencias o intereses compartidos por un mismo grupo ideolgico, si se sigue la lnea de Van Dijk. 55 Fernndez Fraile, Maximino: Historia de la literatura chilena, Editorial Salesiana, Santiago de Chile, 1996, p. 155. 56 Alegra, Fernando: La poesa chilena. Orgenes y desarrollo del siglo XVI al XIX, F.C.E., Mxico D.F., 1954, p. X.

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    objetividad hacen referencia Torres Roseco, Montes y Orlandi, Alone, Fernndez Fraile y Alegra. A la imparcialidad se refieren todos los autores, con excepcin de Alegra (creyente, sin embargo, en la objetividad) y Rojas. Este ltimo autor, no obstante, s rescata la importancia de basar la historia en hechos y pruebas, lo que implica cierta creencia en una base verdadera para la narracin historiogrfica (ver alusin a Rojas en apartado siguiente). Historia como ciencia En directa relacin con las nociones de objetividad e imparcialidad, se observa en varias de las Historias del corpus la consideracin de la historiografa como un estudio de carcter cientfico. As, Torres-Roseco destacar que El abate Molina fue uno de los primeros historiadores nuestros en observar los acontecimientos pasados basndose en cierta disciplina cientfica e inductiva57, de lo que se deduce una visin del deber ser historiogrfico ligado a un criterio cientfico, pues Molina sera el primero en hacer algo que ser correcto desde ese momento en adelante para los historiadores nuestros. Montes y Orlandi tambin subrayan este punto de manera explcita para el gnero de la crnica cuando sealan las diferencias entre el Cautiverio Feliz de Pineda y Bascun y las obras de carcter histrico: Dista mucho, en todo caso, de las meras crnicas que tanto abundaron en el Reino de Chile, porque a diferencia de stas, el libro de Pineda y Bascun no pretende dar una visin de toda una poca ni est escrito con criterio cientfico.58 Estos autores, por lo tanto, ya para las primeras crnicas acerca de Chile distinguen el criterio cientfico como caracterstica inherente de los estudios de tipo histrico. Ms especfico ser Mengod sobre la crnica al afirmar que es una especie de infancia y aprendizaje de la verdadera Historia, ciencia que hoy da utiliza el paisaje y las intenciones de los hombres para fundamentar sus conclusiones59. Para este autor, existe hoy una Historia verdadera, entendida como una ciencia que se basa en hechos para establecer relaciones causales entre ellos. Estas ciencias histricas, como las llama Alone, se caracterizan por constituir una tarea rigurosa60, a cuyo mtodo aluden los diferentes autores a partir de ciertos elementos comunes. Domingo Amuntegui Solar destaca la importancia de la labor historiogrfica basada en la indagacin en fuentes y documentos que permitan establecer la verdad con exactitud. Por ejemplo, dir acerca de la historia poltica escrita por Claudio Gay: () nadie podr negar que leg a los investigadores de nuestro pas inapreciable legajo de papeles histricos, y que ense a los jvenes chilenos a escribir con verdad, segn los mtodos modernos, al respaldo mismo de los documentos.61

    57 Torres-Roseco, ob. cit., p. 21. 58 Montes y Orlandi, ob. cit., p. 47. 59 Mengod, ob. cit., p. 13. 60 Alone, ob. cit., p. 64. 61 Amuntegui Solar, ob. cit., Tomo XV, p. 463.

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    En este sentido, ya desde principios del siglo XX la historiografa literaria da cuenta de una idea de mtodo moderno, basado en la indagacin en fuentes y en una idea de verdad como centro del discurso que se construye. Teniendo en cuenta este mismo principio, describe el mtodo de Vicente Carvallo y Goyeneche para escribir una crnica histrica: Empez por estudiar prolijamente los libros publicados en nuestro pas; reuni y clasific gran nmero de documentos originales; se impuso con detencin de todas las reales cdulas que haba en las oficinas de Gobierno; y examin, por ltimo, los archivos de los Cabildos de Concepcin y Santiago.62 Por el contrario, se referir a la repugnancia por el anlisis positivo de los archivos histricos que senta Lastarria, lo que implicara que en l habra la tela de distinguido publicista, mas no de verdadero historiador63. Indagacin de documentos, estudio prolijo de fuentes bibliogrficas, examen detenido de los archivos histricos, nica fuente donde se encuentra la imagen verdadera del pasado64, son aspectos que el autor destaca como indispensables dentro del mtodo historiogrfico, tal como Torres-Roseco lo deja ver cuando valora el acopio y riqueza de informacin65 dentro de los estudios de Jos Toribio Medina, o cuando seala sobre la obra de Barros Arana: Su sin rival Historia General de Chile () es el producto de las notas, documentos y libros recogidos durante sus fructferos viajes. Esta obra () es de una documentacin reflexiva, bien ordenada, sujeta a un perfecto desenvolvimiento cronolgico libre de errores y, aunque carente de matices brillantes, uniformemente bien delineada. Si el vivo colorido le falta, hay que admitir que el diseo de figuras y hechos es exacto e irreprochable.66 Al acopio de fuentes de informacin y documentos se asocia la exactitud con que se presentan los hechos y figuras, dentro del orden cronolgico que gua la narracin histrica. A ello se agregan otras caractersticas que los diferentes autores van incorporando a este mtodo. El mismo Amuntegui Solar hablar de los aspectos positivos de la (tan criticada por l) memoria histrica de Lastarria refirindose a que el autor funda sus dichos en hechos comprobados por egregios escritores europeos (importancia de la comprobacin y de la cita de autoridad) y destacando las interesantes deducciones aplicables a este pas67 que fue capaz de establecer. Agregar ms adelante que () hay pleno derecho para pedir al autor de un libro de historia la comprobacin de sus palabras68 y valorar en distintos autores de historiografa que sus obras estn fundadas en hechos y en pruebas irredargibles69, que presenten extraordinario respeto a la exactitud de los hechos70, entre otras afirmaciones del mismo tipo. Dussuel sigue esta lnea cuando seala que Bello ense en Chile que nada vale la Historia sin pruebas71,

    62 Amuntegui Solar, ob. cit., Tomo XI, p. 37. 63 Amuntegui Solar, ob. cit., Tomo XVII, p. 133. 64 Amuntegui Solar, ob. cit., Tomo XXIV, pp. 173 174. 65 Torres-Roseco, ob. cit., p. 73. 66 Amuntegui Solar, ob. cit., Tomo XX, p. 123. 67 Amuntegui Solar, ob. cit., Tomo XVII, p. 132. 68 Amuntegui Solar, ob. cit., Tomo XVII, p. 134. 69 Amuntegui Solar, ob. cit., Tomo XX, p. 123. 70 Amuntegui Solar, ob. cit., Tomo XX, p. 134. 71 Dussuel, ob. cit., p. 42.

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    mientras critica en la escritura de Vicua Mackenna la inexactitud de los hechos72. Torres-Roseco har eco de esta crtica sealando sobre el mismo escritor que Su tendencia a la fantasa a veces le hace algo exuberante y no muy exacto desde el punto de vista histrico73. Manuel Rojas adhiere a esta perspectiva cuando critica la obra del padre Ovalle a quien, como prosista y casi historiador, podramos pedirle testimonios ms directos74 o cuando seala que los escritos del abate Molina estn llenos de errores histricos y cientficos75. Por su parte, Fernndez Fraile, otro de los autores que s hace referencia explcita a su forma de entender la historiografa literaria, seala lo siguiente: Lo propio de una historia, ms all de la materia que trate, es ocuparse del devenir, lo que implica de inmediato en una sucesin cronolgica, en nuestro caso, de autores. As lo han considerado casi todos dejo el casi por si se me escapa alguna excepcin quienes han historiado nuestras letras. Ello tiene las ventajas de la exactitud de la disposicin temporal, de la visin evolutiva, de la fcil contextualizacin con otras manifestaciones artsticas y con la historia.76 A la importancia de la exactitud, se agrega en la cita anterior un punto ms dentro del mtodo historiogrfico: la disposicin cronolgica permite tener una visin evolutiva, es decir, permite presentar no solamente hechos aislados, sino tambin las relaciones que existen entre uno y otro (conexin orientada al significado, dira Kahler). A ello se refiere Amuntegui Solar con las interesantes deducciones que valora en Lastarria, puesto que parece entenderse en varias de las Historias en estudio que para la historiografa no es suficiente establecer una sucesin de hechos y personajes, sino que se debe tambin establecer relaciones causales entre los acontecimientos. De all la insistencia a lo largo de la Historia de Dussuel por establecer las causas mediatas e inmediatas de los hechos, junto con sus consecuencias. De all tambin que Montes y Orlandi otorguen al padre Ovalle ttulo de historiador en comparacin con los meros cronistas, puesto que estos ltimos solamente aducen la exactitud cronolgica y el hecho importante, mientras que Ovalle tambin informa sobre la vida misma de la sociedad de su poca77, es decir, narra. En la misma lnea, Mengod seala: No debe olvidarse que la crnica es una de las formas de la Historia. Es algo as como el trmino medio entre los anales y la verdadera Historia. El cronista, testigo de los hechos, se complace en narrar los sucesos, sin establecer relaciones sutiles de causa y efecto, aspecto que sera caracterstico de la verdadera Historia78. Esta voluntad de establecer una lnea coherente a partir de los hechos y personajes es lo que, de hecho, busca realizar Fernando Alegra en su propia Historia: Pueden discutirse los mritos de Oa, de Sanfuentes, de Blest Gana, de Soffia y de tantos otros, pero no se puede negar que en el esfuerzo colectivo de todos estos poetas as como en aislados momentos de autntica inspiracin existe una base para concebir la poesa chilena como un todo armnico, como un organismo cuyo proceso de paulatino

    72 Dussuel, ob. cit., p. 44. 73 Torres-Roseco, ob. cit., p. 72. 74 Rojas, Manuel: Historia breve de la literatura chilena, Zig-Zag, Santiago de Chile, 1965, p. 16. 75 Rojas, ob. cit., p. 19. 76 Fernndez Fraile, ob. cit., p. 20. 77 Montes y Orlandi, ob. cit., p. 39. 78 Mengod, ob. cit., p. 13.

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    crecimiento empieza con la epopeya de Ercilla (), prosigue durante el siglo XIX en una imitacin de la literatura neoclsica espaola, primero, y del romanticismo de Francia, Alemania, Inglaterra e Italia, despus, para dar a fines de siglo un primer aporte original () e ingresar en la revolucin modernista con una contribucin de carcter indudablemente chileno.79 Ms adelante se ver la forma en que esta visin de la literatura en funcin de la construccin de una identidad nacional es lo que intentar salvar permanentemente los borrosos lmites de los criterios con que los autores de las Historias establecen su canon. Tal como sucede con Alegra, frente al escaso valor literario que otorgan a los escritores del siglo XIX (y de otros siglos tambin), se levantar la ideologa de lo nacional(ista) como una suerte de esencia que aparece dando coherencia a los hechos literarios80. Si bien lo hacen desde diferentes perspectivas, se puede concluir, entonces, que los autores del corpus (con la excepcin de Merino Reyes) creen en la historia como una disciplina cientfica o, al menos, como un estudio riguroso de fuentes que apoyan y prueban el establecimiento de ciertos hechos como verdaderos, con el fin de descubrir sus relaciones causales de acuerdo a un sentido que gua la narracin histrica. Es posible categorizar de manera ms fina estas adhesiones: tanto Alone como Torres-Roseco, Vicente Mengod y Montes y Orlandi se refieren explcitamente a la historiografa como una ciencia. Sin embargo, a travs de los principios metodolgicos que enuncian como propios de la escritura de la historia, es posible afirmar que los dems autores tambin estn cerca de esta postura. As, algunos reconocen la importancia del trabajo de indagacin en fuentes y defienden la necesidad de contar con pruebas y de ser exactos frente a los hechos (Amuntegui Solar, Torres-Roseco, Dussuel, Rojas, Fernndez Fraile), mientras otros enfatizan el descubrimiento de relaciones causales a partir de un sentido especfico (a priori) que gua la disposicin cronolgica de los hechos (Amuntegui Solar, Dussuel, Mengod, Montes y Orlandi, Alone, Alegra y Fernndez Fraile). Distancia temporal y relacin historia-memoria/olvido Otro esencialismo que aparece en la metodologa de varios de los autores de las Historias, es la idea del tiempo como juez imparcial que facilita la construccin del discurso historiogrfico literario. Se parte sealando la importancia de la distancia temporal para asegurar la imparcialidad de la seleccin. As seala Alone: A medida que se acerca, la historia se complica. Ya no cabe eliminar sencillamente y sin escrpulos, de acuerdo con el tiempo, los nombres accesorios. Cuntos, cules? Empieza

    79 Alegra, ob. cit., p. VII. 80 De Certeau, al referirse a las prcticas historiogrficas ms actuales en contraposicin con las tradicionales, seala: Si durante algn tiempo [el historiador] esper una y crey poder reconciliar diversos sistemas de interpretacin, de tal manera que pudiera cubrir toda su informacin, se interesa ahora prioritariamente en las manifestaciones complejas de las diferencias (de Certeau, ob. cit., p. 95). En este sentido, reconoce la imposibilidad de un significado totalizador que d coherencia y explicacin a todos los fenmenos en estudio, y propone privilegiar la observacin de las diferencias en toda su complejidad.

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    a faltar la perspectiva; los ltimos son casi nuestros contemporneos: a algunos los hemos visto y tratado.81 Se seala la dificultad metodolgica que la cercana temporal impone, debido a la falta de perspectiva, es decir, a la imposibilidad de contar con una lejana suficiente que juegue a favor de la ya mencionada imparcialidad. La solucin que propone el autor no resulta del todo clarificadora: Siguiendo el criterio de ir hacia las personas y destacar las personalidades, aislamos algunas que por s solas significan algo, simbolizan pocas, tendencias o escuelas82. Ms avanzado este estudio se analizar con mayor detencin este (discutible) criterio. Junto con Alone, Fernndez Fraile exclama: Qu distinta es la situacin cuando todava no existe la necesaria distancia temporal que hace permanecer lo valioso y relega al olvido lo dems!83, y Luis Merino Reyes se refiere, en la misma lnea, a la visin entorpecida por la contemporaneidad y la duda en que se adosa todo juicio esttico, aplicado a expresiones literarias demasiado prximas, desprovistas del eco justo y reconocible, elaborado sin prisa por la perspectiva del tiempo84. Con una mirada similar, Mengod iniciar su Historia problematizando el tema: Todos los perodos indicados tienen la virtud de ser muy flexibles. Admiten interpolaciones, sirven de hilo conductor, a veces bastante quebradizo. Tal es la regla de las fluencias estticas. Sus lneas de avance no son rectas. Su equilibrio dibuja dislocaciones y estratos caprichosos, para finalmente agregar que Slo el tiempo los asienta en una perspectiva que, para fines didcticos, alguien dira normal y clara.85 Pero lo interesante de observar en este aspecto del mtodo es la visin esencialista de la seleccin que el tiempo hara de manera, supuestamente, natural. Al respecto afirma Fernndez Fraile: cualquier historia siempre lo es de una seleccin que se va haciendo poco a poco, con el transcurso del tiempo aos, siglos, inexorablemente, en todo caso. () ms all de todo, el tiempo es el gran juez86. Casi inofensivo suena este criterio, pues pareciera no pasar por el filtro de nadie, sino que sera este tiempo personificado el que decidira qu vale y qu no. La misma base sustenta el mtodo de Alone, quien explica de la siguiente manera su criterio de seleccin: , deca Bergson. La Historia tambin: el tiempo, colaborador del olvido, facilita el trabajo a los historiadores, efectuando de modo automtico y, ciertamente, irredargible, la indispensable seleccin. Basta el trascurso [sic] de algunos aos para que, unos tras otros, vayan cayendo los que deban caer y el campo ofrezca un horizonte despejado, donde unas cuantas figuras se elevan solitarias. Cualquiera, mirndolas, sabe lo que ignoraban o apenas presuman, difcilmente, sus contemporneos87. Nuevamente parece que esto ocurriera sin la intervencin de ningn factor ajeno a la sabidura del tiempo, que otra vez se muestra personificado. Pero la identidad real de este tiempo empieza a aparecer unos

    81 Alone, ob. cit., p. 111. 82 dem. 83 Fernndez Fraile, ob. cit., p. 18. 84 Merino Reyes, Luis: Panorama de la literatura chilena, publicacin de la Unin Panamericana Washington, Editorial Estela, Mxico D.F., 1959, p. 145. 85 Mengod, ob. cit., p. 8. 86 Fernndez Fraile, ob. cit., pp. 17 18. 87 Alone, ob. cit., p. 27.

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    prrafos ms abajo, cuando se explica qu autores sern mencionados y cules no dentro del perodo colonial: Nosotros enfocamos aqu a seis principales, dos secundarios y, de paso, algunos menores. Hemos resistido la tentacin de desplegar la galera de imitadores de Ercilla y de los cronistas insignificantes, con una que otra pgina sabrosa; no decimos nada del P. Lpez, del clebre P. Lpez, mil veces citado, ni tampoco de los del siglo XVIII. Qudense para tratados especiales. Preferimos reservar espacio a los de primer plano, para concedrselo amplio, dentro de las proporciones del libro: es la nica manera de que algo sobreviva en la memoria.88 En este punto, el tiempo es el aparentemente inofensivo juez que permite realizar exclusiones y diferenciar entre autores relevantes e insignificantes. No obstante, raro es, al menos, que se explicite la exclusin de la poesa popular, como una forma de dar un espacio ms amplio a quien, segn el autor, realmente lo merece. Sobre los criterios y posibles causas de estas inclusiones y exclusiones cannicas se profundizar en otros apartados de este estudio. Quede instalada por ahora la sospecha. Interesante es tambin en las citas antes mencionadas el grado de conciencia con que los autores de las Historias manejan la relacin entre la historiografa y la memoria. Saben que su labor implica la posibilidad de rescatar obras y autores del olvido para, de esta manera, hacerlos presentes en la trama histrica de la literatura chilena. As seala Amuntegui Solar sobre el Diario de Viajes de Vicua Mackenna: Este libro () ha cado en el olvido; pero es digno de ser recordado, no slo porque forma parte de la biografa del insigne escritor, sino porque luce mrito intrnseco y duradero.89 Las razones aducidas para el rescate de la obra son ms bien recursivas y no resultan del todo claras (ms adelante se examinarn), pero s esta claro que existe conciencia sobre la relacin entre escribir historia e inscribir en la memoria. De la misma forma, Montes y Orlandi sealan lo siguiente sobre una obra del padre Olivares: Sin duda, es injusto el olvido en que lo tienen los profesores y los lectores cultos. En el proceso de rehabilitacin que parece empezar para nuestra historia literaria, la Historia militar, civil y sagrada de Chile habr de ser una pieza importante.90 Incluso se instala aqu una proyeccin al futuro con respecto al rescate de la obra en la memoria del sistema educativo y de los lectores cultos, a partir del discurso historiogrfico que se construye. En este sentido, hay una especie de misin de los autores frente a la necesidad de sealar a otros lo que deben ver y que hasta ese momento haba permanecido en la oscuridad. 88 Alone, ob. cit., p. 28. 89 Amuntegui Solar, ob. cit., Tomo XXII, p. 142. 90 Montes y Orlandi, ob. cit., p. 54.

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    La misma voluntad se observa en Luis Merino Reyes cuando insiste en reivindicar una imagen biogrfica de Pedro Antonio Gonzlez que, al parecer, le resulta poco decorosa: Insistimos en estos detalles ntimos que hasta ahora no hemos visto escritos, por considerar indispensable desvanecer una leyenda injusta, a contrapelo del trabajo riguroso y sensible, de un creador potico.91 Parece operar aqu incluso un criterio de deber moral, ya que a Merino Reyes le parece incmodo que a un poeta se lo tache de borracho y desordenado, aunque estos aspectos no se relacionen necesariamente con la calidad de su obra. Fernando Alegra tambin opera desde la necesidad de reivindicacin, aunque ms centrado en su visin crtica de la tradicin historiogrfica en torno a la literatura chilena: Naturalmente, para plantear esta concepcin de la poesa chilena es necesario hacer una completa revaluacin de sus principales figuras y de los movimientos en que se agruparon. No slo para descubrir la importancia de cada autor en relacin con el desarrollo general de ella, sino para rectificar juicios errneos y destacar valores que hasta hoy han pasado inadvertidos. En otras palabras, hay necesidad de hacer historia.92 Se observa nuevamente la idea de una misin historiogrfica, que (re)construya la memoria colectiva acerca de la literatura chilena. La nocin compartida, entonces, es la asociacin entre historiografa, tiempo y trascendencia. Alone, Fernndez Fraile, Merino Reyes y Mengod creen en la imparcialidad otorgada por la distancia temporal, cmodo criterio, por cierto, para no tener que explicar mayormente las exclusiones. Este rol del tiempo como juez lleva implcita la nocin de trascendencia natural de ciertos sujetos a lo largo de la historia. Es probablemente esta creencia compartida (Van Dijk) la que mueve a Amuntegui Solar, Alegra, Merino Reyes y Montes y Orlandi a asumir esta suerte de misin historiogrfica que implica salvar ciertos nombres del olvido a travs de la escritura. Quizs el matiz est en que los primeros asumen una postura pasiva frente al tiempo (l es el gran juez, por lo tanto, yo no soy el que selecciona), mientras los segundos se instalan ms activamente al reconocer que de ellos depende que ciertos nombres sean recordados o no. El punto en comn, como se ver ms adelante, reside en el carcter borroso de los criterios que se utilizan para rescatar a algunos y dejar a otros perdidos en esa paralela lnea de tiempo de los olvidados de la Historia. Historiografa como escritura de La Verdad En el fragmento antes citado del texto de Alegra est tambin presente una idea que ya se puede deducir de varias de las citas anteriores, y que cruza gran parte de las Historias en estudio: la historiografa como la construccin de un discurso sobre la verdad93. De lo

    91 Merino Reyes, ob. cit., p. 119. 92 Alegra, ob. cit., p. VIII. 93 De Certeau distingue esta nocin totalizante de la historiografa como propia de una perspectiva tradicional de la disciplina. Seala al respecto: El historiador ya no es un hombre capaz de construir un imperio. Ya no pretende alcanzar el paraso de la historia global. Se limita a circular alrededor de racionalizaciones adquiridas.

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    contrario, Alegra no criticara la presencia de juicios errneos; esta idea supone, evidentemente, la presencia de un juicio correcto. De esta concepcin tambin provienen algunas frases ya mencionadas de Amuntegui Solar acerca de la importancia de escribir la verdad, segn los mtodos modernos o de la construccin de la imagen verdadera del pasado, a lo que se agregan crticas al mtodo historiogrfico de Vicua Mackenna, que, segn su opinin, encierra graves errores e inclina a exageraciones lamentables. No slo da origen a cuadros histricos incompletos sino tambin falsos. Vicua Mackenna abulta a menudo los vicios y las virtudes de sus personajes, y les convierte en figuras fantsticas94. Desde esta perspectiva, la historiografa, en ningn caso, puede permitirse elementos de ficcin. Lo mismo se infiere de las siguientes palabras de Torres-Roseco acerca de la obra histrica de Miguel Luis Amuntegui, de quien destaca su noble deseo de expresin evitando aditamentos, falsas interpretaciones y adulteraciones. Es evidente su continuo esfuerzo por dar al lector la verdad. () se afana por apresar lo que es y no lo que debi haber sido95. As tambin, Montes y Orlandi elogian el afn de ceirse a la verdad96 en la Historia general del Reino de Chile escrita por el padre Rosales. Agrguense a esta nocin de historiografa como construccin discursiva sobre la verdad las citas antes hechas acerca de la rigurosidad y el mtodo en los estudios histricos. Antes de hacer referencia a un ltimo rasgo sobre la visin de la historiografa literaria que presentan los autores del corpus, es necesario detenerse en un punto problemtico ya anunciado: Alone. Su Historia se inicia con la siguiente explicacin: El adjetivo que en este libro sigue al sustantivo lleva dos propsitos: 1.- Advertir que, a diferencia de otras, sta no se basa en clasificaciones ideolgicas, literarias, filosficas, etc., sino en las personas o los personajes, en los actores del drama, reducindolos y aislndolos hasta lo posible para que se destaquen. 2.- Confesar que esto no se debe a teora de ninguna clase, sino a simple y subjetiva inclinacin, a una razn, tambin personal. Otros en la historia ven las masas, las corrientes, los imponderables sociolgicos; nosotros vemos, ante todo, seres humanos, concretos, que nacen, viven y mueren. Tambin .97 Sobre el primer punto, la solucin del problema ya ha sido medianamente anunciada. Si bien no se obedece a una clasificacin preestablecida, hay un criterio de seleccin que implica un mtodo: el de los grandes personajes. Esto se observa en las citas anteriores en las que el mismo Alone seala que hay una suerte de grandeza natural que implicara la Trabaja en las mrgenes. Desde este punto de vista se transforma en un merodeador (en: de Certeau, ob. cit., p. 92). Si quisiramos buscar una contraposicin para el cambio de perspectiva que seala de Certeau, podramos hablar del fundador como la figura propia de la historiografa tradicional en oposicin al merodeador que propone el autor para una resignificacin de la escritura de la historia. 94 Amuntegui Solar, ob. cit., Tomo XXII, pp. 145 146. 95 Torres-Roseco, ob. cit., p. 68. 96 Montes y Orlandi, ob. cit., p. 43. 97 Alone, ob. cit., p. 7.

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    priorizacin de ciertos nombres por sobre otros. Ms avanzado este estudio se analizar qu tan natural es este criterio a la hora de establecer un canon. El segundo punto de la cita, que instala una simple y subjetiva inclinacin como fundamento aparentemente inofensivo, no puede desligarse del sujeto que la enuncia. Su crtica literaria fue siempre considerada como de muy alta calidad por la maestra de su estilo y su gran bagaje cultural que permiti descubrir y estimular a importantes valores de las letras nacionales98, es lo que de l se seala solamente en un diccionario biogrfico. Otros investigadores se refieren a la importancia del clebre crtico y la trascendencia de sus juicios verdaderos dictmenes deseados o temidos por los escritores-99, o a la sobria y equilibrada pluma de uno de los ms destacados crticos de habla hispana100. Alone no es cualquier persona, lo que hara ms admisible la posibilidad de un criterio netamente subjetivo, sino que se trata de uno de los principales crticos de la literatura chilena, quien influy fuertemente en el trazado de un canon de lo que s tena valor literario, y tambin incidi en la exclusin de lo que segn su simple y subjetiva inclinacin consideraba de escaso o nulo valor. A ello se agrega lo que l mismo seala sobre la labor del crtico: El arte es, ciertamente, difcil; pero la crtica es ms difcil an: exige las cualidades propias del artista: imaginacin, sensibilidad, sentido esttico, ms otras rarsimas erudicin, inteligencia, criterio amplio, ideas generales de que los poetas y novelistas suelen y, en rigor, podran prescindir. Por eso en todas partes hay tantos poetas de genio y tantos autores de novelas inmensas, mientras grandes crticos, cuntos, dnde? Por otra parte, nueva dificultad, el crtico slo respira en una atmsfera de cultura, pide inters pblico hacia las bellas letras y, naturalmente, su alimento: libros, bellos libros. Los otros lo matan.101 En este sentido, si se quiere argumentar que la Historia de Alone est ms bien centrada en la mirada del crtico, esta es igualmente excluyente, pues decide desde sus cualidades cules son los bellos libros y cules no. Por lo tanto, la Historia personal de Alone se valida en trminos de verdad desde la autoridad del crtico. La operacin de inclusin-exclusin en el establecimiento del canon, entonces, es doblemente fuerte en trminos de su carcter verdadero, pues rene caractersticas ya enunciadas acerca de la historiografa y agrega a ellas el juicio experto, concluyente y definitivo del crtico. En este punto, es importante agregar que la imparcialidad es una caracterstica que no solamente se atribuye a la historiografa, sino tambin a la crtica literaria. As seala Merino Reyes sobre Ricardo Latcham: Su crtica prdiga en alusiones eruditas, carece, en oportunidades, de imparcialidad y ha exaltado, por ese declive, indudables medianas102. La crtica, segn estas palabras, es tambin juicio que establece verdad y se considera un defecto en ella la ausencia de imparcialidad, pues puede implicar el rescate de obras que

    98 Castillo, Fernando y otros: Diccionario histrico y biogrfico de Chile, Zig-Zag, Santiago de Chile, 1999, p. 147. 99 Villalobos, Sergio: Vieja Deuda, en: Zegers, Pedro Pablo (comp.): Alone y los premios nacionales de literatura, DIBAM, Santiago de Chile, 1992, p. 9. 100 Afirmaciones de Pedro Pablo Zegers en la introduccin al texto referido en la cita anterior. 101 Alone, ob. cit., p. 217. 102 Merino Reyes, ob. cit., p. 143.

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    en realidad no tienen mayor valor (como si esto, nuevamente, fuera una esencia, como si las obras en s fueran buenas o malas y ello no dependiera del dilogo entre lector y texto). Ms adelante agrega sobre Juan de Luigi: Su crtica, no obstante, es apasionada y partidaria, cuando se trata de escritores contemporneos, vecinos suyos de actividad cultural. () Su erudicin, mejor cimentada que la de Latcham, respaldada por una inteligencia ms alta, slo se ve disminuida por un gusto poco permeable o por la arbitrariedad, propia de la pasin poltica103. Otra vez la distancia temporal como requisito y la arbitrariedad como defecto, aunque ahora como aspectos inherentes a la crtica. Juicios u opiniones presentados como hechos El tema de la crtica u opinin frente a las obras estudiadas no es, de hecho, exclusivo de Alone. Se ver ms adelante que todas las Historias en estudio presentan juicios, opiniones y crticas acerca de las obras que componen su canon, la mayora de las veces instalndolos como hechos que no merecen mayor cuestionamiento104. Fernndez Fraile parece aclarar este punto cuando seala que se trata de un elemento propio de la historiografa literaria: Nos interesa plantear brevemente un cuarto punto. Si una historia literaria pretende recordar autores y obras, es natural que, adems de entregar informacin sobre los primeros, haga comentarios sobre las segundas, a menos que quiera establecer slo un listado de nombres, tan til por lo dems, como el de Efran Szmulewicz en Diccionario de la Literatura Chilena. En este ltimo sentido, el ideal, naturalmente, es el acercamiento personal a cada texto, que permite en plenitud la recreacin, siempre nica y diferente, que se produce en la relacin obra-lector. Ello no obsta para que en una historia literaria se expresen opiniones basadas en la apreciacin del propio autor del trabajo en cuanto lector, o en la citas de crticos o estudiosos que oportunamente dieron a conocer las suyas. Si bien esto puede predisponer a un futuro lector, sirve para informar, en general, sobre distintos aspectos de una obra que le pueden ser tiles.105