Revista de Historia Naval Nº75. Año 2001

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    INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA NAVALARMADA ESPAOLA

    REVISTADEHISTORIA NAVAL

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    REVISTA DE HISTORIA NAVAL .CoNsaso RECTOR:Presidente: FernandoRiao Lozano, contralmirante, director del Instituto deHistoria y Cultura Naval.Vicepresidentey Director: RafaelEstrada Gimnez, coronel de Intendencia.Redactor Jefe: JosAntonio Ocampo Aneiros, coronel de Mquinas.Vocales: JosCervera Pery, general auditor y periodista; Hugo ODonnell yDuque de Estrada, de la Comisin Espaola de Historia Martima;Enrique Martnez Ruiz, catedrtico de Historia de la Universidad

    Complutense de Madrid.Redaccin, Difusin yDistribucin: IsabelHernndez Sanz, Ana Berenguer Berenguer, Isabel SurezZaccagnini.Administracin: M.ngeles Garca Cruz, capitn de Intendencia de la Armada;Roco Snchez de Neyra Espuch.Dt1uCcIN Y ADMINIsTRACIN:

    Instituto de Historia y Cultura Naval.Juan de Mena, 1, l.a planta.28071 Madrid (Espaa).Telfono: 91 379 50 50.Fax: 91 379 5945.

    E0ICIN DELMINI5TEIu0DEDEFENsAIMPRIME:

    Servicio de Publicaciones de la Armada.Publicacin trimestral: cuarto trimestre de 2001.Precio del ejemplar suelto: 650 pesetas (3,91 euros).Suscripcin anual:

    Espaa y Portugal: 2.600 pesetas (15,63 euros).Resto del mundo: 4.000 pesetas (24,04 euros).Depsito legal: M. 16.854-1983.ISSN-0212-467-X.NIPO: 076-01-024-X.Impreso en Espaa. - Printed in Spain.CUBIERTAANTERIOR:Logotipo del Instituto de Historia y Cultura Naval.CUBIERTAPOsTERIOR:Del libro Regimiento de Navegacin, de Pedro de Medina (Sevilla, 1563)y logotipo de la Comisin Espaola de Historia Martima.

    Las opinionesemitidasen esta publicacinsonde la exclusivaresponsabilidadde losautoresde las mismas.

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    SUMARIOPgs.

    NOTA EDITORIAL5La diplomacia espaola en el siglo XVI, por Miguel ngel OchoaBrown7Memoria de la Guerra de Espaa, 1936-1 939. Submarinosrepublicanos, por Nicolai Pavlovich Eguipko23La oficialidad de la Armada en el Departamento de Ferrol, 1780-1857, por Alfredo Martn Garca67Una curiosa descripcin de la isla de Luzn del ao 1819, por JosMara Cano Trigo83Objetos de la Casa Real depositados en el Museo Naval durante elsiglo xix, por Jos 1. Gonzlez-Aher Hieno89La historia vivida:Una oda a Trafalgar, por JosCervera Pery105Documento: Desembarco, por enfermedad, de Federico Gravinaen 1795109La Historia Martima en el mundo: La batalla de Trafalgar: Snte

    sis bibliogrfica (III), por Jos Antonio Ocampo113Noticias Generales117Recensiones125

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    COLABORAN EN ESTE NMERO

    Miguel ngel Ochoa Brown es embajador de Espaa, doctor en Filosofa y Letras(Seccin de Historia) y licenciado en Derecho. Ex director de la Escuela Diplomtica,de la que es profesor honorario, desempea asimismo la docencia en la Sociedad deEstudios Internacionales. Miembro de la Asociacin del Corpus Christi Collegede Cambridge y del Consejo Superior de Investigaciones Cientficas de Espaa. Autorde Historia de la Diplomacia espaola (1990-1999), obra que comprende cincovolmenes publicados y uno en prensa. Entre sus restantes publicaciones se cuentanlibros y artculos sobre relaciones diplomticas, incluida la historia de stas.Nikolai Pavlovich Eguipko fue almirante de la Marina rusa. Dirigi durante doceaos la Escuela de Submarinos del Komsomol de Lenin y fue jefe del Departamentode Relaciones Exteriores de las Fuerzas Armadas de la URSS. Siendo capitn decorbeta, mand los submarinos republicanos C-6 y C-2 durante la guerra civil espaola (1936-1939). En 1938 fue comandante de flotilla de la Flota del mar Negro y en1939 mand la flotilla de submarinos de la Flota del Bltico.Alfredo Martn Garca es doctor en Historia Moderna por la Universidad de Santiago de Compostela (1996-1997) y doctor en Humanidades por la Universidad deLa Corua (2001). Sus trabajos de investigacin, desarrollados gracias al apoyo denumerosas becas, se han plasmado en ponencias, comunicaciones en congresos sobrelas materias de su especialidad, y en artculos para las revistas con que colabora, entreellas Obradoiro de Historia Moderna (Universidad de Santiago de Compostela),Anuario de Estudios Americanos y Cuaderno de Estudios Gallegos. Alfredo Martnes, asimismo, autor de las obras Dun Finisterre a outro: A emigracin galega Patagonia (Santiago, 1999) y La Orden Tercera de San Francisco en la ra ferrolana(1743-1 860) (en prensa).Jos Mara Cano Trigo. Cartgrafo de la Armada, actualmente ejerce como jefe delServicio Histrico del Instituto Hidrogrfico de la Marina y como profesor de laEscuela de Estudios Superiores en el Real Observatorio de Marina de San Fernando.Especialista en Cartografa, ha publicado numerosos trabajos sobre esta materiacentrados particularmente en el siglo xvm. En su condicin de cartgrafo, colaborcon el Patronato del Y Centenario en la organizacin de diversas exposiciones relativas al acontecimiento.Jos Ignacio Gonzlez-Aher Hierro es contralmirante de la Armada. Especialista ensubmarinos y artillera, y diplomado en guerra naval, ha sido director del Museo Navalde Madrid y del Instituto de Historia y Cultura Naval. Este activo articulista y conferenciante sobre temas de su especialidad ha publicado numerosas obras de asunto naval, delas que citaremos aqu: La batalla del Mar Ocano, 1568-1604 (tres volmenes encinco tomos, 1993); Catlogo-Gua del Museo Naval de Madrid (tres volmenes, 1996); Espaa en la Mar: una historia milenaria (1998). Es vocal de variospatronatos, fundaciones e institutos relacionados con el mbito naval y est en posesin de numerosas condecoraciones espaolas y extranjeras.

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    NOTA EDITORIALComo ya anuncibamos en el nmero anterior, comienzan a conmemorarselos aniversarios de hechos notables que definieron nuestra historia marcndola

    de manera indeleble. Para este mes de octubre, en el que se redacta este editorial, est prevista la celebracin de un seminario titulado La Casa de Contratacin de Sevilla. Aproximacin a un centenario (1503-2003), que analizardesde diversos ngulos las vicisitudes de esta institucin en el curso de suhistoria. En dicho seminario intervendrn cualificados conferenciantes quedisertarn acerca de los siguientes temas: Antecedentes, orgenes y desarrollo de la Casa de Contratacin, por Mariano Cuesta Domingo; El Colegiode Pilotos y la Universidad de Mareantes, por Pablo Emilio Prez-Mallaina;El comercio y la Armada de la Monarqua: la Casa de Contratacin y laIntendencia General de Marina en Cdiz (1717-1750), por Ana Crespo; Elsoporte jurdico de la Casa de Contratacin (el Consejo de Indias), por JosCervera Pery y, finalmente, El poder martimo y la defensa de las comunicaciones ocenicas en los siglos XVI y xvii, por Ricardo Cerezo Martnez.Este nmero incluye tambin los siguientes trabajos: La diplomacia espaola en el siglo XVI, por Miguel Angel Ochoa Brown; Memoria de la Guerrade Espaa, 1936-1 939. Submarinos republicanos, por Nikolai P. Eguipko; Laoficialidad de la Armada en el Departamento de Ferrol, 1780-1857, porAlfredo Martn Garca; Una curiosa descripcin de la isla de Luzn, del ao1819, por Jos Mara Cano Trigo, y Objetos de la Casa Real depositados en elMuseo Naval durante el siglo XIX, por Jos 1. Gonzlez-Aller Hierro.Igualmente ven la luz las habituales secciones de La historia vivida: Oda aTrafalgar, por Jos Cervera Pery; Documento; La Historia Martima en elmundo: Trafalgar, sntesis bibliogrfica III),por Jos Antonio Ocampo; Noticias generales y Recensiones.

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    LA DIPLOMACIAESPAOLAEN EL SIGLOXVIMiguel ngel OCHOA BROWNEmbajador de Espaa

    Las edades de la DiplomaciaLa Diplomacia europea ha conocido en el curso de su historia dos edadesespecialmente ricas y fructferas: el perodo de los siglos xv-xvi (la Diplomacia renacentista) y el del siglo xviii (la Diplomacia ilustrada). En el primero dede ellos se instaur el sistema de las embajadas permanentes, que suceda a laitinerancia propia de la Antigedad y del Medievo; en el segundo la funcindiplomtica comenz a profesionalizarse. Tanto la permanencia como laprofesionalidad son caractersticas de la Diplomacia de nuestros das. As, losinventos y los modos, tanto los del inicio de la Diplomacia moderna (siglo xv)como los de la llamada Diplomacia clsica (siglo XVIII), los han pervividohasta nuestros das dando forma al privilegiado instrumento de la relacinentre Estados que es la Diplomacia.El hecho de que, precisamente en el momento de la eclosin de la Diplomacia moderna, Espaa hubiese acabado de alcanzar la unidad peninsular

    primero (con los Reyes Catlicos) y el predominio europeo despus (con losAustrias), haba de tener comprensiblemente tambin eco en el propio ejercicio de la Diplomacia espaola y en sus logros en el proceso de expansininternacional.El siglo xvi, tan decisivo en el curso de la historia de Espaa, resulta especialmente significativo tambin en el campo de la historia de la Diplomacia.Probablemente el principal acaecimiento de toda la historia de la Diplomacia, desde sus remotos orgenes en la Antigedad hasta hoy, haya sido la transformacin de las embajadas de itinerantes en residentes (ratione locorum) yde ocasionales en permanentes (ratione temporis). Las embajadas, que habansido durante milenios un camino y una circunstancia, se convirtieron en laEuropa moderna en una residencia y en una continuidad. Los embajadorespasaron a residir por largo tiempo en las Cortes a que haban sido destinados.El cambio entra una radical tranformacin en los usos de las relacionesinternacionales y se tradujo obviamente en una mayor eficacia de la funcindiplomtica. El origen de esa trascendental mutacin se halla en la Italia delRenacimiento (1).(1) La bibliografa que ilustra este fenmeno es abundantsima. A modo de indicacin,vase MATFINGLY,Garret: The First Resident Embassies, Speculwn, XII (1937), pp. 428 yss., y Renaissance Diplomacv (trad. espaola La Diplomacia del Renacimiento), 1970, cap. V.REN0uvIN, Pierre 1. (dir.): Historia de las relaciones inrernacionles, especialmente la parte acargo de Gaston Seller; OCHOABROWN,Miguel Angel: Historia de la Diplomacia espaola,Madrid, 1995, vol. IV, pp. 19 y s.

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    MIGUEL NGEL OCHOA BROWNEn tomo a 1500 la Diplomacia se convierte as en un formidable instrumento del Estado moderno.

    Las etapas del siglo xvi espaolUn siglo tan fecundo en sucesos y tan pletrico de expansiones en la historia de Espaa requiere una periodizacin muy clara que responda a las etapasde los sucesivos reinados: De 1500 a 1516 perdura la poca marcada por el gobierno de los ReyesCatlicos. Muerta Doa Isabel en 1504, el reinado de su esposo, Don Feman

    do, se extiende hasta su fallecimiento en 1516 (en los Estados de la Corona deAragn como rey privativo, en Castilla y Len como regente en nombre de suhija Doa Juana, salvo el efmero parntesis de gobierno de sta con su marido Don Felipe el Hermoso). Desde 1516 a 1556 se extiende el prolfico reinado de Carlos 1 (Carlos V como emperador romano-germnico).Desde 1556 a 1598 (concluyendo as el siglo) se desarrolla el reinado deFelipe II, no menos importante para la historia espaola que el de su padre.A lo largo de esos tres perodos que conforman el siglo XVI espaol, laDiplomacia fue un peculiar instrumento poltico de suma importancia en eldesarrollo de la poltica exterior (2).En el curso de esas pocas, la Diplomacia espaola del siglo se vali detres elementos para devenir en ese valioso instrumento del Estado. El primerofue el citado inicio del uso de las embajadas permanentes y residentes. Elsegundo, la casi simultnea aparicin del Estado moderno, con sus peculiarescaracteres de fortaleza interior y proyeccin exterior. El tercero, el coincidenteapogeo a que condujeron la unificacin de Espaa y el enorme mbito a quese extendi seguidamente la soberana espaola en la poca de su predominio.El comienzo del despliegue de esos elementos corresponde al tiempo delos Reyes Catlicos y fue pronto visible en Europa, donde, con la Espaafuerte, uificada y expansiva, apareca un nuevo protagonista de las relacionesinternacionales. En 1510, un humanista hispanonapolitano, ji Galateo, profera la proftica sentencia Hispani, venere tempora vestra; la Espaa unida ala vista de Europa prometa una preponderancia que efectivamente secumpli, como sus ya vastos confines (la pennsula ibrica, el sur de Italia, elnorte de Africa, las Indias) anunciaban, incrementados luego bajo losAustrias de modo espectacular.(2) Para la Diplomacia del siglo xvi, vase: OCHOA BROWN, Miguel ngel: Historia de laDiplomacia espaola, vols. IV, y y VI. Madrid, 1995, 1999, 2000. Corresponden respectivamente a los reinados de los Reyes Catlicos, de Carlos V y de Felipe II. Tambin, DoussINAGUE, Jos Mara: Poltica exterior de Espaa en el siglo xvi. Madrid, 1949.

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    JA DIPLOMACIA ESPAOLA EN EL SIGLO XVILa Diplomacia de Fernando el Catlico

    Ya se ha sealado antes que el gran hallazgo que permiti el desarrollo o laeclosin de la Diplomacia moderna europea fue la invencin de las embajadaspermanentes y residentes; tambin se apunt que el origen de estas embajadasse halla en las Cortes italianas de mediados del siglo xv.Ahora es el momento de aadir un hecho relevante. Fuera de Italia, esdecir, en los reinos europeos, el primer monarca en introducir el nuevo sistema fue Fernando el Catlico, durante su brillante y frtil poltica exterior. Loshechos histricos tienen sus bases, sus precedentes, sus evoluciones, sussustratos... Pero su realizacin, y frecuentemente su ideacin, son algo propiode hombres, de individuos. Aqu, la significacin del monarca es decisiva.La encomistica literatura poltica lo elev a altsimos niveles de sabidura,prudencia y arte de gobernar. Se convirti en un paradigma. Opongo un Reyescribi su gran panegirista Gracin a todos los pasados; propongo unRey a todos los venideros; Don Fernando el Catlico, aquel gran maestro delarte de reinar, el orculo mayor de la razn de Estado (3). En el Barroco,tratadistas como Quevedo, Saavedra Fajardo, Vera o Ziga celebraron suinteligencia poltica. Pero tampoco el siglo ilustrado le regate alabanzas.Feijoo proclam: En Fernando vemos el ms consumado y perito en el artede reinar que se conoci en aquel y en otros siglos, y a quien reputan comnmente por el gran maestro de la poltica. Su fama como poltico prudente yhbil y consumado perito en las relaciones exteriores autoriz a tenerlo pormaestro de Diplomacia. Pero, incluso cribando escrupulosamente los ditirambos, un hecho permanece indiscutible: Fernando el Catlico fue el fundador de la Diplomacia moderna espaola y el pionero de la europea.Ese carcter de fundador est vinculado precisamente a su tempranoempleo de las embajadas permanentes. En otros lugares acu la expresinembajadas incunables para designar aquellas que, como los libros impresos,procedieran de antes de 1500. Son muchas, casi todas, las embajadas espaolasque brotaron de la mano de Don Fernando en las dos ltimas dcadas delsiglo xv. Fue la primera la acreditada ante la Santa Sede (Gonzalo de Beteta,en 1482, pero acaso el ttulo de precursor pueda arrebatrselo el obispoGonzalo Fernndez de Heredia. ya representante desde 1475); sigui laembajada en Londres, a cargo de Rodrigo Gonzlez de Puebla, (4) desde1487. Luego, en la dcada de 1491 a 1500, fueron acreditados emisarios yacon el carcter de embajadores en el Imperio (Juan Rodrguez de Fonseca yFrancisco de Rojas, en 1493), en los Pases Bajos (Rojas, en 1493), en Francia (probablemente ya Alonso de Silva, en 1494 y 1498, y desde luegoMiguel Juan Gralla, en 1499), en Venecia (Lorenzo Surez de Figueroa, en1494), en Gnova (Juan Manuel, en 1495), en Portugal (Alonso de Silva, porlos mismos aos) y en Navarra (Pedro de Hontan, en 1493).

    (3) GRAcIN,Baltasar: El Poltico.(4) El Rudericus Gundisalvi citado en las fuentes europeas.Ao 2001 REVISTADE HISTORIANAVAL

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    MIGUEL NGEL OCHOA BROWNYa en el siglo XVI seguiran el mismo proceso de acreditacin duradera lasembajadas de Fernando el Catlico en Miln (Diego del Aguila, en 1513) ySaboya (Pedro de Urrea, en 1509). El monarca lleg incluso enviar un agente con visos de permanencia a los Cantones Suizos (Lope de Soria, luegodistinguido embajador de Carlos Y).La pericia diplomtica de Don Fernando se comprueba en la acertadaseleccin de personas. No puede negrsele su xito como catador de servidores. Tal acaeci en la Diplomacia. Le sirvieron hombres capaces, fieles, comofueron los citados Francisco de Rojas en el Imperio y en Roma; Jernimo deVich en Roma; Luis Carroz de Vilaragut o Bernardino de Mesa en Inglaterra;Jaime de Conchillos y Pedro de Urrea en el Imperio; Jernimo de Cavanillesen Francia, o Gutierre Gmez de Fuensalida en el Imperio y en Inglaterra.Una curiosidad fue el mencionado Puebla, hombre atrabiliario y cicatero

    (viva en una srdida pensin londinese, tachada de mala nota), pero al que,por su indudable eficacia, Don Fernando mantuvo nada menos que cerca deveinte aos. Otra fue Don Juan Manuel, en quien fall la perspicacia delmonarca, a quien fue manifiestamente desleal en la controversia con Felipe elHermoso.La capacidad de eleccin de personas para la funcin exterior no se agotaen las embajadas. En su inmediato entorno cre Don Fernando una secretaraque no sin razn ha sido tenida por embrin y precedente del Ministerio deEstado; en ella sirvieron, al lado del monarca, hombres tan fieles y capacescomo Miguel Prez de Almazn y Pedro de Quintana. Este ltimo tambinejerci como embajador en el extranjero.Se ha aludido a la lealtad. Es un denominador comn de una plyade deembajadores de Don Fernando de diversa procedencia (castellanos, andaluces, aragoneses, levantinos, cntabros, gallegos, tambin italianos...) distribuidos por toda Europa. El Rey cont con la fidelidad de sus representantes,que le sirvieron en circunstancias prsperas y adversas, en dispares ambientes, ante Cortes propicias y hostiles, en las que fueron favorablementeacogidos o de las que resultaron ignominiosamente expulsados, con remuneraciones insuficientes o tardas, vctimas de las intemperancias de los demsmoarcas y a veces de las duras recriminaciones del propio. Don Fernandono escatim elogios, pero tampoco reprimendas si se terciaba. Salvo la citada excepcin de Don Juan Manuel, los hombres de la Diplomacia fernandina fueron un paradigma de fidelidad en sus sentimientos y de eficacia en sulabor.De la mano de Don Fernando, de esa Diplomacia incunable surgi, pues, laDiplomacia espaola del siglo xvi. Los aos iniciales del siglo y las subsiguientes regencias fueron especialmente fructferas en materia de poltica exterior. Conocieron los grandes xitos iniciales de la centuria: Npoles, en 1503;Navarra, en 1512, la hbil poltica italiana, las bases del Imperio espaol.Porque es indudable que, para entonces, en el ideario de Fernando el Catlico y en el modo en que aqul se plasma ya estn trazados los caminos de laulterior poltica exterior de Espaa.10 REVISTADE HISTORIA NAVAL Ntm. 75

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    LA DIPLOMACiA ESPAOLA EN EL SIGLO XVIIdeario premeditado? Adecuacin inteligente a las posibilidades delmomento? Juan Prez de Guzmn y Gallo (5) se atrevi una vez a hablar dedogmas de la poltica exterior de Don Fernando. Sea de ello lo que fuere, esindudable la existencia de determinados objetivos constantes en la polticainternacional del monarca: la rivalidad con Francia, no buscada, pero presentedesde los enfrentamientos propiciados por las ambiciones de Carlos VIII enItalia; la alianza con la Casa de Austria, que mediante los enlaces matrimoniales habra de dar un tan enorme resultado; la amistad con Inglaterra, fundadaen enlaces menos afortunados, pero que, en el pensamiento del monarca,cerrara el deseado vnculo poltico de una alianza hispano-germano-inglesa(6); la seguridad de la Italia meridional e insular y del Mediterrneo occidental; el entendimiento con Portugal (el pacfico reparto del Ocano), y la garanta del apoyo del Papado en lo poltico (Npoles, la estabilidad italiana, las

    bulas ultramarinas), en lo religioso (reforma de la Iglesia espaola) y enempresas donde se solapaban lo uno y lo otro (la cruzada contra los infieles).Si de un dogma pudiera hablarse, machaconamente repetido en sus instrucciones a los embajadores propios, acaso ste fuera la idea de la paz en Europapara poder emprender la cruzada contra el enemigo comn: Paz entre cristianos y lucha contra infieles fue su lema favorito y ms repetido. Yo deseo escribi una vez explcitamente a su embajador en Roma, Jernimo de Vichla paz de la cristiandad con seguridad de los estados (7).Todo ello trajo consigo, tras un reinado enormemente productivo, la consumacin de Espaa, pero tambin y ello es fruto de la obra diplomtica elexcepcional protagonismo exterior, los xitos internacionales y la defensa delos territorios. Bien pudo hablar el monarca de su labor bien hecha en Espaa:esta heredad que yo he hecho con mis manos, como escribi al embajadorRojas. La Espaa que dej era fruto a la vez de la herencia y de sus manos.La Diplomacia de Carlos Y

    Lo que no podra haber imaginado el Galateo cuando predeca los futurostiempos que esperaban a los espaoles era el reinado de Carlos V, la asombrosa vastedad de sus dominios y su podero universal. Fernando el Catlico slos imagin, y los prefigur en sus memorables cartas a su consuegro, Maximiliano, en las que aluda a la herencia total para el nieto de ambos, Carlos.Entre los elementos en que consisti la herencia que Don Fernando leg aCarlos se hallaba la Diplomacia espaola. Carlos se encontr al comienzo desu reinado con una extensa red de embajadas permanentes que representabana Espaa en toda Europa: la Santa Sede, el Imperio, los Pases Bajos, Francia,

    (5) PREzDE GUZMN Y GALLO, Juan: Dogmas fundamentales y permanentes de la poltica exterior de Espaa, establecidos por Fernando y de Aragn [sici al constituir la unidad dela monarqua espaola. RAH, Madrid, 1906.(6) As la define Jos Mara Doussinague en sus obras sobre la poltica internacional deDon Fernando.(7) A 12 de marzode 1511.Ao 2001 REVISTADE HISTORIANAVAL 11

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    MIGUEL NGEL OCHOA BROWNInglaterra, Portugal, Venecia, Gnova, Saboya y Suiza. Las ms de esas embajadas contaban ya, como se ha dicho, con un decenio al menos de permanenteresidencia. Debe decirse que tambin de su otro abuelo, Maximiliano, heredDon Carlos un no desdeable servicio exterior, con embajadas acreditadas envarias Cortes importantes. Algunas de las embajadas imperiales, como las deRoma o Francia, podan figurar entre las pioneras de la Diplomacia permanente.Puede afirmarse, pues, que la Diplomacia de Carlos V bebi de las fuentesde los servicios exteriores de sus predecesores: tal fue la Diplomacia heredadade Borgoa de su ta Margarita, su preceptora de los aos juveniles, que letransmiti un plantel de personas muy avezadas en las tareas internacionalesque acompaaron a Don Carlos en sus primeros tiempos: Adriano de Utrecht,Guillermo de Croy, Jean Le Sauvage, Charles de Poupet, Jan Hannrt, JeanLAllemand y tantos otros; ellos pusieroni al servicio del joven monarca unaexperiencia de gobierno y de Diplomacia enraizada en la tradicin de la Cortede Borgoa, que haba desempeado un papel altamente relevante en las relaciones europeas del siglo precedente. Muy til fue tambin a Don Carlos porentonces, en los aos de la aspiracin a la eleccin imperial, el servicio de loshombres de su abuelo Maximiliano: el canciller Serntheim, los cardenalesLang y Schinner o el seor de Zevenberghe. Avezados diplomticos de Maximiliano traspasados al servicio de su nieto fueron el conde de Herberstein, elflamenco Filiberto Naturelli, el italiano Andrea del Burgo, el humanistaaustriaco Cuspinian y el alemn Renner. Aun mayor fue la herencia diplomtica espaola proveniente de Fernando el Catlico; estos embajadores aportarona Don Carlos la maestra que, en poltica exterior, haba presidido las grandesproezas de su inteligente abuelo aragons. Varios de ellos fueron simplementeconfirmados en sus puestos por Don Carlos (as, Jernimo de Vich o LuisCarroz, en Roma, o Bernardino de Mesa en Londres), mientras que a otros losdestin luego a nuevos y diversos servicios; tal es el caso de Lope de Soria,listo y fiel navarro que condujo buena parte de la poltica de Carlos V en elnorte de Italia.En las dcadas de plenitud de la poltica internacional de Carlos V, representaban al Emperador en las Cortes europeas hombres procedentes de todoslos territorios de sus vastsimos dominios: espaoles corno Don Juan Manuel,Diego Hurtado de Mendoza, el conde de Aguilar o Juan de Vega; flamencoscomo Guillaume de Pleine, Luis de Praet, Antoine de Perrenot, Bonvalot,Marnoy, Saint-Mauris o Simon Renard; alemanes como Prantner, Renner,Seid, e italianos como Spinelli, Castaldo, Muscetula y, ante todo, el insignehombre de Estado que fue el fiel Ferrante Gonzaga, quien desempe unaembaj ada ante Inglaterra.Otros recorran las sendas de Europa en incesante viaje: as, el flamencoCornelis Schepper, incansable emisario que llev las embajadas carolinas aFrancia, al norte europeo, a los prncipes alemanes y al Imperio otomano; losfuncionarios imperiales Seld, Held, Miirklin, que se ocuparon de muchas delas embajadas por territorio alemn. A su hermano Fernando acudieron en12 REVISTADE HISTORIA NAVAL Nm. 75

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    LA DIPLOMACIA ESPAOLA EN EL SIGLO XVIfrecuentes misiones muchos nobles espaoles o flamencos; as a su taMargarita o a su hermana Mara, consecutivas gobernadoras de los PasesBajos.La Diplomacia carolina se nutri en buena parte de las filas de la nobleza.Algunos de sus embajadores eran aristcratas espaoles, como Alba, Sessa,Aguilar de Campoo, Cifuentes, Alburquerque, Tendilla; se repiten los apellidos de ilustres linajes castellanos como Mendoza, Toledo, Vega, Ziga,Surez de Figueroa, Enrquez, Fajardo, Lasso, Manrique; o aragoneses comoBorja, Moncada. Otros eran nobles flamencos como Praet o La Roche o LaChaulx, Berghes, Lalaing, Rye. Una distinguida familia del Franco Condado,los Perrenot, se encumbr gracias al servicio en tareas diplomticas de uno desus miembros: Nicols, embajador y luego secretario del Emperador. Tres desus hijos (Antonio, Toms y Jernimo) y dos cuados (Bonvalot y SaintMauris) ejercieron misiones diplomticas, y el mayor de ellos, luego cardenal,sera ministro de Felipe II.Otros fueron incluso prncipes del Imperio alemn que ocasionalmenterepresentaron a Carlos y como embajadores; tal es el caso Federico II delPalatinado, Juan de Brandeburgo, Enrique III de Mecklemburgo, Enrique IIIde Nassau, Hugo XVI de Montfort, amn de otros nobles de grandes familiascomo Fstenberg, Herberstein o Truchsess de Waldburg.Varios fueron eclesisticos que abandonaron temporalmente sus sedesepiscopales para ejercer misiones en el exterior, como Bernardino de Mesa,Jan de Weeze o los cardenales Lang o Schinner.Casos se dieron de ilustres miembros de la Diplomacia carolina que, sinproceder de los territorios patrimoniales del Emperador, se haban adscrito alservicio de ste, en el que precisamente cumplieron un papel excepcional; paradigmtico es el caso del piamonts Mercurino de Gattinara, canciller del Emperador e inspirador de buena parte de su ideario poltico, e importantsima fue lamisin de un saboyano, Eustace Chapuys, que durante muchos aos ocup elpuesto de embajador de Carlos Y en Inglaterra, donde conoci los arduos yaciagos das dl divorcio de Enrique VIII con Catalina, ta del Emperador.Estos hombres cumplieron las instrucciones del Emperador en todas lasCortes de Europa colaborando con fidelidad, entereza y constancia en la puesta en prctica de las miras internacionales de Carlos V. Aquellos hombres,independientemente de su lugar de origen, deban ocuparse de trenzar loshilos de la compleja poltica imperial: la rivalidad con Francia, la presencia ensuelo italiano, las treguas con el Turco, la discordia protestante en Alemania,las cambiantes relaciones con Inglaterra, la relacin con el Papado (a menudotensa), los tratos ultramarinos con Portugal, los lazos familiares en el seno dela dinasta, los problemas ya del Mediterrneo, ya del mar del Norte... De todoello se ocupaba la Diplomacia carolina, que funcion como una red bientrabada salvadas las diferencias de origen por un admirable sentimiento delealtad al soberano.Las reticencias iniciales de las Cortes castellanas, que haban requerido alan joven monarca para que nombrase embajadores de sus reinos slo aAo 2001 REVISTA DE HISTORIANAVAL 13

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    MIGUEL NGEL OCHOA BROWNnaturales de ellos, se disiparon luego en aras de una empresa comn quereuni a castellanos, navarros, aragoneses, napolitanos, sicilianos, alemanes oflamencos en el servicio diplomtico de Carlos V.

    A causa de la amplitud territorial de los dominios carolinos y de los viajesdel soberano, algunos de aquellos sus embajadores ni siquiera lo conocanpersonalmente. En vsperas de su viaje a Italia para la coronacin, el prncipede Orange recomendaba al Emperador a su representante en la curia romana,el napolitano Giovanni Antonio Muscetula, de quien ponderaba sus deseos depoder conocer a su amo el Emperador en su prxima venida a Roma.Aquellos embajadores del Emperador tenan la honrosa distincin deocupar un puesto preeminente en las Cortes donde se hallaban acreditados.Fuesen un noble castellano, un jurista cataln, un prncipe alemn, un caballero flamenco o un clrigo napolitano, ante todo representaban al Emperadorromano-germnico y tenan el privilegio de una indiscutida precedencia antelos dems embajadores. Para los espaoles, que en las dcadas anterioreshaban tenido que disputar, con dispar fortuna, ese puesto a los embajadoresfranceses, una tal doble representacin, espaola e imperial, les supona unahonra y un alivio. Durante el reinado de Carlos V nadie pudo discutirles suposicin preponderante.Estos aquellos hombres, en lugares tan distantes como la Europa del nortey el Mediterrneo, Pars o Estambul, Londres, Viena, Roma o Lisboa, losobjetivos del ideario poltico de Carlos V, defendieron con energa y lealtadno menores que las de sus hombres de guerra o sus marinos peleando contralos franceses en Provenza, contra los turcos en el Peloponeso o contra losberberiscos en Argel o Tnez.Los ideales de Carlos V eran los mismos, slo que su plasmacin demandaba unas veces la habilidad diplomtica del saboyano Chapuys en Inglaterra,del flamenco Veltwyck en Turqua, de Nicols Perrenot en Francia, de Luis deSarmiento en Portugal o de Juan de Vega en Roma, y otras la aguerrida energa militar de los marqueses de Pescara o del Vasto en las guerras de Italia, ode Andrea Doria con sus galeras en el Mediterrneo. La unidad de accin de loshombres de Carlos V y la diversidad de sus orgenes, as como la variedad deescenario en que actuaron, son la caracterstica permanente de su poltica,ubicua y de largo alcance.Por lo dems, no debe desconocerse otro carcter de aquellas gentes,congruente con la poca. En los aos del tardo Renacimiento, pletrico decultura, los diplomticos carolinos se dejaron contagiar por el espritu renacentista, andariegos por las rutas de aquella Europa cuyas Cortes ejercanprsperos mecenazgos, y donde se erigan palacios y se realizaban obras depintura, escultura y orfebrera que hoy pueblan los museos dando testimoniodel tiempo en que surgieron. Paradigma de lo dicho fue don Diego Hurtado deMendoza, embajador que fue del emperador Carlos Y en Roma, Venecia y enel Concilio de Trento. Don Diego, aparte de entusiasta paladn de las ideasinternacionales de su soberano y enrgico asesor de ste, era un distinguidoerudito y cultivador de las Musas. Poeta fino, amante de las lenguas de la anti14 REVISTADE HISTORIANAVAL Nm. 75

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    L4 DIPLOMACIA ESPAOLA EN EL SIGLO XVJgedad (hebreo, griego y latn) y coleccionista de obras de arte y de libros, suriqusima biblioteca pas luego a integrar la de El Escorial.Otros de aquellos hombres pertenecieron a la lite intelectual de la poca, esdecir, al amplio circulo del erasmismo. El propio Erasmo, sbdito del Emperador, ostent el cargo de consejero imperial y cerca anduvo una vez de sernombrado miembro de una misin diplomtica de Carlos V en Roma. Muchosseguidores del autor de Elogio de la locura fueron embajadores de Carlos Y, yde filiacin erasmista eran hombres de la primera poca oriundos de Borgoa,como Chivres y Le Sauvage o Busleiden; pero tambin personajes posteriorescomo Schepper, Theirnsecke o el espaol Alfonso de Valds, consejero delEmperador y activo hacedor de su poltica exterior. Tambin simpatiz con elerasmismo Miguel Mai, un cataln que ofici de embajador ante la Santa Sede.Todos ellos trataron de poner por obra los principios y objetivos de la poltica exterior de Carlos V, los cuales fueron:

    La permanente rivalidad con Francia, plasmada en las continuas guerrasque jalonaron el reinado y que requirieron tambin la participacin dela Diplomacia en la negociacin de las sucesivas treguas, acuerdos ytratados de paz como los de Madrid, Cambray, Niza, Vaucelles. La defensa de la Catolicidad frente a la aparicin de la Reforma luterana en Alemania, en lo que Carlos V no dej nunca de considerarsecomo el soberano del sacro imperio, el advocatus Ecclesiae, as comoel heredero de los Reyes Catlicos de Espaa. Ello requiri controversia, enfrentamiento, lucha armada, que culmin en la victoria de Mhlberg, pero tambin esfuerzos de negociacin y de entendimiento, queCarlos V habra querido encauzar en el plan universal del Concilio, yque tambin vivieron momentos de tratos entre catlicos y protestantesen Alemania, encomendados en parte a gestiones diplomticas. La defensa frente a la amenaza del Imperio otomano, que se concretno slo en empresas militares en Viena, Argel, Tnez, el Peloponeso oel mar Mediterrneo, sino tambin en negociaciones y tratos que ocuparon a los enviados del Emperador tanto en Europa para concertar alian

    zas con los monarcas cristianos como en la propia Corte del Sultn paraacordar treguas o paces. Las intensas, y a veces tambin tensas, relaciones con la Santa Sede, ala que Carlos Y soli encontrar ms remisa de lo esperable a la hora desecundar su poltica europea. En la curia romana se sucedieron brillantes embajadores carolinos, bien para buscar el apoyo papal en suenfrentamiento con Francia, bien para urdir proyectos de cruzada antiturca, bien para fomentar la idea de un concilio ecumnico que sometiese a debate la escisin protestante. El mantenimiento de la amistad con Portugal, afianzada tras el enlacedel Emperador con la infanta portuguesa Isabel. La alianza peninsular yla solucin de controversias ultramarinas dieron motivo a embajadas ynegociaciones provechosas.

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    MIGUEL NGEL OCHOABROWN La difcil relacin con Inglaterra, a la que Carlos Y dese conservar en sujuego de alianzas europeas, lo que se vio estorbadopor el divorcio de Enrique Vifi de su esposa Catalina, ta del emperador, y por la poltica confe

    sional del monarca ingls. Al fmal de su reinado, el Emperador an tuvoocasin de ver el xito de la negociacindiplomtica que condujo al matrimonio de su hijo el prncipe Felipe con la reina de Inglaterra, Mara Tudor. El fomento de la unidad dinstica, el auge de la Casa de Austria, proyectomuy caro al Emperador y que ste ciment tambin mediante el mantenimiento de una red de enviados entre sus parientes: a su hermano Femando, a su ta Margarita y a su hermana Mara, gobernadoras de los PasesBajos en su nombre; a sus hijas Juana y Mara en Espaa; a su hermanaCatalina en Portugal y a su sobrina Cristna en Miln y en Lorena.En todos esos planos en los que se desarroll la poltica exterior deCarlos Y, la Diplomacia cumpli un papel muy activo y til desempeado porpersonajes como los aqu reseados. Su accin constituy un instrumento muyvlido en la elaboracin y consecucin de los propsitos cesreos.

    La Diplomacia de Felipe IIEntre los legados que Don Felipe recibi de su padre, el Emperador, se

    hallaba, pues, junto a sus vastos reinos y territorios, tambin los instrumentospara defenderlos, sea mediante un aparato militar considerable, sea medianteun elemento de negociacin y representacin internacional muy desarrollado:la Diplomacia. Por el contrario, el otro elemento bsico del Estado, la Hacienda, se encontraba como es sabido en circunstancias muy precarias.Ahora bien, si Felipe II hered una Diplomacia bien organizada, servidapor hombres muy fieles y experimentados de los que Don Felipe sac enseguida el mejor provecho (vanse, por ejemplo, Thomas Perrenot de Granvelle,Gmez Surez de Figueroa, Garcilaso de la Vega y tantos otros), ha depreguntarse inicialmente qu es lo que, de la Diplomacia de Carlos V, a simplevista, se mantiene y qu no en la Diplomacia de su hijo.La ideologa del Emperador fue ntegramente traspasada al ideario de suhijo. Bien podra decirse que sus dogmas polticos fueron los mismos y queDon Felipe fue un devotsimo seguidor de las pautas marcadas por su padre.Ello implica, pues, que se mantengan las lneas firmes de la poltica exterior; esdecir: la rivalidad con Francia, la firmeza ante el Papado, la armona en la Casade Austria, la dureza frente a la hereja y la obligada dicotoma cruzada/treguaen las relaciones con el Turco. Se mantuvo tambin la poltica matrimonial y seobtuvo el principal fruto de los enlaces: la integracin de Portugal. Tambin,negativamente, se mantuvo el conflictivo trato con Inglaterra; Carlos comoFelipe hubieran querido seguir la pauta de Fernando el Catlico, que propugny en buena parte consigui la alianza inglesa; pese a los buenos comienzos, launin se convirti en desarmona y finalmente en abierta y belicosa enemistad.16 REVISTADE HISTORIANAVAL Nm. 75

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    LA DIPLOMACIA ESPAOLA EN EL SIGLO XVEn lneas generales, se mantuvo asimismo la precedencia de los embajadores. Algunos haban servido ya a la Diplomacia carolina, otros se habaneducado en sus principios polticos. Ello se muestra en nombres como los yacitados, Thomas Perrenot, Seor de Chantonnay, embajador en Francia y en elImperio, Surez de Figueroa, conde, luego duque de Feria, en Inglaterra. Delas grandes familias que haban servido a Carlos V parten no pocos de losembajadores de su hijo: Francisco Hurtado de Mendoza, conde de Monteagudo, embajador en el Imperio; Garcilaso de la Vega o el marqus de Sani oFrancisco de Vargas o el duque de Sessa, embajadores en la Santa Sede.Junto con los ttulos de la nobleza espaola (Medinaceli, Luna, Osuna,Medina de Rioseco, Njera, Navas, Vlez) hllanse tambin los de la italiana(Terranova, Pescara, Gonzaga, Anguissola) o flamenca o borgoona (Granvelle, Arenberg, Croy, Berlaymont, Glajon, Tassis, Assonleville). La multinacio

    nalidad, pues, que fue caracterstica espectacular de la Diplomacia de Carlos V,no desaparece, sino que se mantiene, aunque en menor medida, en la de DonFelipe. Incluso cobra en ste nuevos caracteres en una poca de su reinado:mientras fue rey de Inglaterra, en unin de su segunda esposa, Mara Tudor,los embajadores que representaron a ambos fueron tanto espaoles comoingleses: ah aparecen en la Diplomacia de Don Felipe nombres como los deThirlby, Carne, Clinton, Vannes, Mason, Montague o Wotton. Tambin laparticipacin de la Iglesia se sigue mostrando en el terreno diplomtico, comolo muestra el cardenal Pacheco en Roma, el obispo de LAquila en Inglaterrao el cannigo Diego Guzmn de Silva, embajador en Inglaterra, Gnova yVenecia. Si en la Diplomacia de Carlos V haban aparecido profusamentemiembros de una familia, como fue el caso de los Perrenot, tambin algunasfamilias dieron varios miembros a la Diplomacia de Don Felipe, como fue elcaso de los Borja: san Francisco fue encargado de una misin de Don Felipe aPortugal y nada menos que tres de sus hijos, Alvaro, Carlos y Juan, fueron susembajadores. Dos hermanos,. Luis de Requesens y Juan de Ziga, lo representaron con brillantez consecutivamente en Roma.Se mantuvo tambin la idea de la reputacin. El buen nombre, el prestigioeuropeo de la Casa de Austria fue una constante de los Habsburgo, en buenosy malos momentos. Los embajadores de Don Felipe, como haban hecho losde sus antecesores, cuidaron constantemente y en todas partes de sostener eseprestigio, de enaltecer la autoridad de su amo y de hacerla reconocer por losdems. No tenga Su Majestad ministro ni embajador ni correspondencia conquien no le honrare como la persona de Su Majestad y su grandeza lo merece, escribi don Luis de Requesens, embajador en Roma, en 1564. Esaactitud, no pocas veces altanera, congruente es cierto con la indiscutible posicin de predominio real de su monarca en Europa, produjo a vecesincluso a menudo roces y conflictos, como los protagonizados porRequesens o el conde de Olivares en Roma, o Bernardino de Mendoza enLondres y Pars.Precisamente el principal de ellos tiene su origen en un aspecto de laDiplomacia de Felipe II que radica en aquello que no se mantiene, comparnAo 2001 REVISTA DE HISTORIANAVAL 1

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    LA DIPLOMACIA ESPAOLA EN EL SIGLO XVIembajador francs, LAubespine. Y el mismo Rey, consciente de su hbito, loseal as ms de una vez a los dems (9). Sus colaboradores lo sufran (10).Paradigmticamente el mismo Rey dijo una vez a Ercilla una frase bienelocuente: Don Alonso, habladme por escrito (11). El Rey lea todos lospapeles; consta una vez ese curioso decreto al margen de una referencia a unacarta (sus cartas a los embajadores): no se me acuerda haber visto sta ypodra ser la hubiesen perdido. En el despacho de los papeles se ha sealadoalguna vez muy oportunamente la diferencia entre padre e hijo: Carlos y oa ydictaba; su hijo lea y anotaba (12).Se ha hecho a Felipe II un reproche en relacin con los hombres queempleaba. Dcese que tena celos de los grandes hombres y que por ello losalej de s, mientras que a su lado dej personas mediocres, cuando no verdaderamente indeseables, como Antonio Prez. Ello explicara que empleasefuera a Don Juan de Austria, Alejandro Farnesio y Santa Cruz, y eso afectaraa los embajadores como Requesens, Mendoza, Feria u Olivares. Pero podraretorcerse el argumento diciendo que mandaba a las mejores gentes a lospuestos de gravedad que las requeran (Roma, Lepanto, Bruselas, Londres,Pars...) porque del quehacer de su Corte responda l mismo (13). Adems,no se olvide que a Madrid trajo precisamente desde fuera a don Juan de Idiquez, uno de sus ms valiosos colaboradores y ex embajador en Gnova yVenecia; o a Cristbal de Moura, hombre clave en su Diplomacia con Portugal, o al cardenal Granvela. Inexcusable fue, por lo dems, la presencia en laDiplomacia filipina de, algunos privados tan significativos como el duque deAlba o el prncipe de Eboli, protagonistas de tantos sucesos de la poltica delMonarca. Algn caso se dio de embajador que, por acompaar a una empresaguerrera al Rey ante el que estaba acreditado, cayese en cautiverio y por pocono perdiese la vida; tal fue la peripecia de don Juan de Silva, que acompa alrey Sebastin a la desastrosa campaa de Africa, culminada en la derrota deAlcazarquivir.Una novedad de la Diplomacia de Don Felipe vena tambin dada por lasinnovaciones de su tiempo. Los descubrimientos haban agrandado el mundoconocido. El rey de Espaa (lo era tambin de Portugal) poda mandar ya,desde las islas Filipinas o desde Goa, emisarios a imperios remotos como losde China o Japn. Quienes ejercan la Diplomacia en aquellas lejanas tierrasno eran magnates castellanos o flamencos como en las Cortes europeas, sino

    (9) Son dadas las diez y no he cenado y qudame la mesa llena de papeles para maana, pues ya no puedo ms agora, escribe en 1578. Todo el da he estado en responder a unospapeles (1584).(10) No hay ningn secretario en el mundo que emplee ms papel que SM., deca elcardenal Granvela.(11) Biblioteca Nacional de Madrid, ms. 6150, f. 115. KAMEN, Henry: Felipe de Espaa.Siglo xxi de Espaa Editores, S.A. 7. ed. Madrid, 1997, p. 235.(12) FEnrmEzALVAREZ,Manuel: Corpus documentalde Carlos V.Salamanca,vol.IV, p. 27.(13) Ya Braudel seal oportunamente que cuando mand a gentes a cometidos externosno fue movido por los celos, sino por consideraciones objetivas; as, Manuel Filiberto haciaPars tras San Quintn en 1557, o Farnesio a la campaa de Francia en 1591.Ao 2001 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 1

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    MiGUEL NGEL OCHOA BROWNmodestos frailes, que aparte de su labor misionera, saban revestirse del carcter de embajadores de su soberano. As comparecieron ante el belicoso Hideyoshi en su Corte nipona de Nagoya, le ofrecan y a su vez reciban presentesy proponan alianzas. Y acababan dramticamente sacrificando sus vidas a lapersecucin religiosa, como mrtires; as san Pedro Bautista o fray Juan Cobo,ejemplos exticos en el quehacer de las embajadas.La Diplomacia de un monarca que tuvo, como su padre, dominios vastsimos y que ejerci un indiscutible predominio, poda fcilmente ser tachada dedomeadora, autoritaria y sojuzgadora de pueblos, en la lnea del virgilianoparcere subiectis et debellare superbos. Sin embargo, no fue tal su inclinacin, sino la de mantener sus Estados y eso s defender su con razn tenida por altsima prerrogativa universal, especialmente en el orden religioso-poltico propio de la incipiente Contrarreforma. En sus instrucciones a losembajadores destaca ms bien la bsqueda de un provechoso equilibrio msque la victoria dudosa: de ah tambin, como consecuencia negativa, el reproche de no haber sacado fruto de sus grandes triunfos (San Quintn, Lepanto,asedio de Pars). En su honor tambin dgase que, en sus instrucciones, eludielegantemente un arma poltica frecuentemente aborrecible: la propaganda. Lepropusieron un librito de propaganda en 1593 en Francia. Respondi: En lodel escrito no hay que tratar de ello, porque para los buenos las obras bastan ya los dems no hay para qu darles ocasin de rplica. Como hombre dogmtico, fiaba demasiado de la verdad, que, como para todo dogmtico, era naturalmente su verdad. Lo que s busc su Diplomacia, y ello por especial encargosuyo, amn de por propia conviccin de los hombres que lo servan, era elprestigio de sus empresas. Cuando, en la citada contienda por la precedencia,los embajadores, ofendidos, se retiraron de sus puestos (Vargas en Venecia,Requesens en Roma), o cuando discutan con el propio pontfice como Olivares lo hacan explcitamente, porque anunciaban que no cederan a nadie elpuesto que corresponda a su Rey. Estaban desde luegoellos y su reypersuadidos de la justicia de su intransigencia: sera muy gran vergenza aflojar en nada, escriba desde Roma Requesens al secretario Eraso.

    A un poltico evidentemente dogmtico como Don Felipe, parece quedebera ser difcil elogiarle un carcter muy propio de la Diplomacia: el pragmatismo. Sin embargo, nadie negar que Felipe II dio al final de su reinadoprueba de saber acomodarse a la fortuna con prctica sensatez. Perdida labatalla en Francia, instaurado en aquel trono su ms duro rival, el hugonoteoportunamente hecho catlico Enrique de Bearn, le haba llegado a Felipe IIla hora de reconciliarse con el destino.Tanto l como su padre, el Emperador, conocieron al fin, despus de victorias y triunfos, de alegras y sinsabores, la hora de la resignacin. Fue la victoria sobre, s mismo, en buena conceptuacin clsica y barroca. Para Carlos V,fueron las abdicaciones de 1556. Para Felipe II, la hora de la paz con Francia,en Vervins, en el que sera adems el ao de su muerte: 1598.En ese momento, Felipe II adopt las necesarias resoluciones: dej elgobierno de los Pases Bajos a su hija Isabel Clara Eugenia y al marido de20 REVISTADE HISTORIANAVAL Nm. 75

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    LA DIPLOMACIA ESPAOLA EN EL SIGLO XVIsta, Alberto de Austria, y se avino a la paz con Francia. Fue efectivamente untriunfo del pragmatismo. Para Enrique IV de Francia el precio del pragmatismo fue una misa; para Felipe II, la renuncia a las postreras empresas. Elpremio fue la paz, obtenida por los habituales cauces de la Diplomacia.El mritode la Diplomacia

    Hecho un anlisis del papel desempeado por la Diplomacia a lo largo delsiglo XVI, una poca tan significativa y valiosa en la historia de Espaa, semuestra que fue un importante ingrediente de los grandes acontecimientosinternacionales, en que el siglo fue tan fecundo.Si las armas y las letras fueron por entonces compaeras del imperio, lopropio puede afirmarse de la Diplomacia. Sus principales logros y aspiraciones se pueden concretar as: la Diplomacia prepar el predominio espaol enEuropa, desempe un gran papel en mantenerlo, busc ms el equilibrio queel imperialismo, y fue pragmtica en su ejercicio. Sirvi en tales tareas amonarcas verdaderamente excepcionales, los ms grandes de la historia deEspaa, que supieron valerse de ella e impulsaron sus acciones: Fernando elCatlico, Carlos 1 y Felipe II.Del primero han quedado los testimonios de sus lcidas instrucciones a losembajadores, que no slo fueron inspiracin de su actividad en el exterior,sino tambin revelacin del rumbo que haba seguidamente de adoptar la poltica espaola bajo el sucesor de la Corona. Despus de mis das mi herederoser buen pujante para defender lo suyo, escribi Don Femando, en 1511, enprevisora premonicin su embajador Jernimo de Vich. La correspondenciacon sus embajadores y con su consuegro, el emperador Maximiliano, en losaos decisivos que preceden a su muerte, y la entronizacin de su nietoCarlos, son una clara exposicin de sus ideas acerca del futuro de Espaa(14). Deseaba Don Fernando dejar a su nieto el camino despedregado,como escribi en carta a su nieto Don Juan de Aragn.El nieto luego utiliz las lecciones diplomticas de Don Fernando y lasdot adems del universalismo que fue la caracterstica ms sealada y visiblede su reinado. A su vez dej a su hijo Felipe II abiertas las rutas para una poltica exterior espaola que asegurara su papel preponderante en las relacionesinternacionales del XVI, siglo brillante y fecundo donde los haya en la historiade Espaa.

    (14) Correspondencia publicada por DOUSSINAGUE,Jos M.a: Fernando el Catlico y elCisma de Pisa. Espasa Calpe, Madrid, 1946, y El testamento poltico de Fernando el Catlico,CSIC, s.f., Madrid.Ao 2001 REVISTADE HISTORIA NAVAL 2

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    La REVISTA DE HISTORIA NAVAL es una publicacin peridica trimestral del Ministerio de Defensa, publicada por el Instituto de Historia yCultura Naval, centro radicado en el Cuartel General de la Armada enMadrid, cuyo primer nmero sali en el mes de julio de 1983. Recogey difunde principalmente los trabajos promovidos por el Instituto yrealizados para l, procediendo a su difusin por crculos concntricos,que abarcan todo el mbito de la Armada, de otras armadas extranjeras,de la Universidad y de otras instituciones culturales y cientficas,nacionales y extranjeras. Los autores provienen de la misma Armada,de las ctedras de especialidades tcnicas y de las ciencias ms heterogneas.

    La REVISTA DE HISTORIA NAVAL naci pues de una necesidad quejustificaba de algn modo la misin del Instituto. Y con unos objetivosmuy claros, ser el instrumento para, en el seno de la Armada, fomentar la conciencia martima nacional y el culto a nuestras tradiciones.Por ello, el Instituto tiene el doble carcter de centro de estudios documentales y de investigacin histrica y de servicio de difusin cultural.El Instituto pretende cuidar con el mayor empeo la difusin denuestra historia militar, especialmente la naval martima si se quieredar mayor amplitud al trmino, en los aspectos que convenga para elmejor conocimiento de la Armada y de cuantas disciplinas tericas yprcticas conforman el arte militar.Consecuentemente la REVISTA acoge no solamente a todo el personal de la Armada espaola, militar y civil, sino tambin al de las otrasMarinas, mercante, pesquera y deportiva. Asimismo recoge trabajos deestudiosos militares y civiles, nacionales y extranjeros.Con este propsito se invita a colaborar a cuantos escritores, espaoles y extranjeros, civiles y militares, gusten, por profesin o aficin,tratar sobre temas de historia militar, en la seguridad de que sern muygustosamente recibidos siempre que renan unos requisitos mnimos decorreccin literaria, erudicin y originalidad fundamentados en reconocidas fuentes documentales o bibliogrficas.

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    MEMORIA DE LA GUERRADE ESPAA, 1936-1939Submarinos republicanos

    Nikolai Pavlovich EGUIPKOAlmirante de la Marina rusa (1)Presentacin

    A few years ago, my colleague, colonel Yurii Rybalkin of the RussianInstitute of Military History, called my attention to an article published in the27 June 1992 issue of the Russian military newspaper Krasnaya Zvezda(Estrella Roja). The article reponed that Viktor Nikolaevich Eguipko, the sonof Admiral Nikolai Pavlovich Eguipko who as a Capitn de Corbeta hadserved as commander of Republican submarine C-6 and, after its loss, the C-2during the Spanish Civil War [see his official repon in Revista de HistoriaNaval, nm. 64 (1999)], was trying to find a publisher for his fathers personaldiaries and notes, including on his experiences in Spain. Viktor Eguipko mdicated in this article that the private memoirs of his father differed dramaticallyfrom his official reports, and were not allowed to be published during theSoviet era for ideological reasons.The Krasnaya Zvezda article led me, through the good efforts of anotherSoviet submarine officer, to search for and find Viktor Eguipko living in SaintPetersburg. The memoirs had never been published and were h fragments tIiathad yet to be compiled. By conespondence, we agreed to bring these memoirsinto the light of day. Private memoirs of Soviet participants in the Spanish Warare very rare, and the memoirs of a Soviet officer who had commanded twoSpanish submarines in war action promised to have sorne historical interest.Viktor Eguipko compiled the fragments on the Spanish War into a cohesive narrative, Olga Boutov translated it into English, and Capitn de Navo A.Pellicer Caravaca retransiated it into Spanish. then compared the English andSpanish translations with the original Russian text to ensure accuracy andadded the notes.These memoirs are now published here for the first time. The reader isinvited to compare these private recollections of N. E Eguipko with the official report of many of the same events appearing in Num. 64 of the Revista.

    Willard C. Frank, Jr.Old Dominion University

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    NIKOLAI P. EGUIPKOHace unos aos, mi colega el coronel Yurii Rybaikin del Instituto Ruso deHistoria Militar me habl de un artculo publicado en el peridico militar rusoKrasnaya Zvezda (Estrella Roja) el 27 de junio de 1992. Dicho artculo informaba que Viktor Nikolaievich Eguipko, hijo del almirante Nikolai PavlovichEguipko, que como capitn de corbeta mand el submarino republicano C-6primero, y el C-2 despus, en el transcurso de la Guerra Civil espaola [verREVISTADE HISTORIANAVALnm. 64 (1999)], estaba tratando de buscar aalguien que quisiera publicar los diarios y notas de su padre, incluyendo susmemorias en Espaa. Viktor Eguipko subrayaba en el artculo que las memorias de su padre eran drsticamente distintas de los informes oficiales de lapoca y que no se pudieron publicar durante la era sovitica por razones ideolgicas.El artculo del Krasnaya Zvezda me llev, gracias a la ayuda de otro oficial

    de submarinos sovitico, a encontrar a Viktor Eguipko en San Petersburgo. Lamemorias no se haban publicado y todava estaban por recopilar. Acordamospor carta sacar esas memorias a la luz, ya que las memorias de participantessoviticos en la Guerra Civil espaola son muy raras, y las de un olcial quemand dos submarinos espaoles durante la guerra prometan tener un graninters histrico.Viktor Eguipko reuni los fragmentos sobre la Guerra Civil en forma detexto narrativo coherente y Olga Boutov lo tradujo al ingls y, luego, fuetraducido al espaol por el capitn de navo A. Pellicer Caravaca. Posteriormente cotej las traduciones espaola e inglesa con el original ruso paragarantizar la fidelidad del texto y aad algunas notas.Por primera vez se publican ahora estas memorias. Queda el lector invitado a comparar los recuerdos personales de N. E Eguipko con los informesoficiales que aparecen en el nmero 64 de la REVISTA.

    Willard C. Frank, Jr.Old Dominion University

    A LeningradoCorra el ao de 1936. En un momento dado, y acompaado de mi esposay mi hijo, me encontraba camino de Leningrado. Era la ciudad que habra deconvertirse en mi segunda patria despus de haber estado viajando por diversos pases y ciudades. La Escuela Frunze, la Academia y doce largos aos almando de la escuela de submarinos del Komsomol de Lenin. Tras de aquellome haba retirado, pero haba seguido viviendo all. Cuntas cosas habanpasado entre mi primer encuentro con Leningrado y el da de hoy EstabanSebastopol, Vladivostok, de la cual haba salido por ltima vez, ciudadesextranjeras tales como Pars, Saint-Nazaire, Cartagena y otras. Despus haban estado Tallin y Riga; luego, en Londres, Washington (por poco tiempo)

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    MEMORIA DE LA GUERRA DE ESPAA, 1936-1939y finalmente en Mosc, donde haba sido jefe y ms tarde vicejefe del Departamento de Relaciones Exteriores del Ministerio de las Fuerzas Armadas dela URSS. Despus vinieron Leningrado, Kaliningrado y Odesa.Pero volvamos a noviembre de 1936. Leningrado, Isla Vasilevskii, 5a fila,casa nmero 36. Al fondo de la terraza de la segunda planta se encuentra elapartamento de tres habitaciones de mi esposa. En la cocina con estufa, en lacual la cocina primus est silbando constantemente, y el hornillo porttil dequeroseno no deja de humear.Mis suegros se muestran amables y amistosos conmigo, aunque, cuando yoera joven, pensaba a veces que no estaban demasiado contentos con que elmarido de su nica hija fuese marino. El padre era abogado, y la madre,simple ama de casa. Pero, sobre todo, eran personas muy agradables. Sinembargo, recuerdo un incidente muy desagradable: un borbotn de aguahirviendo se derram accidentalmente desde el samovar sobre mi hijo, y leprodujo serias quemaduras. Menos mal que el hospital estaba al otro lado dela calle y todo se pudo remediar rpidamente. En la actualidad no le queda niuna mnima cicatriz par recordarle aquel accidente.Los sucesos de cada da no se pueden separar del conjunto de nuestrasvidas. Uno los recuerda a cada paso.Las ciudades, como las personas, son todas distintas, pero, sin embargo, enciertos aspectos, son todas iguales. Las ms grandes estn situadas a orillasdel mar, y suelen ser las capitales de las distintas naciones. Yo he tenido la.suerte de conocer bastantes: mi sino de marinero me llev a ellas.Incluso la palabra Madrid podemos ver que en ruso significa agua, aguacomo la que durante muchos aos fue el elemento en el que transcurri mivida. Era maravilloso visitar los puertos y capitales, tanto los propios comolos extranjeros.Guardo gran nmero de impresiones de sus arquitecturas, historia y de lasgentes ms importantes que en ellos vivieron.Cuando estuve en Pars me encontr, casualmente, en el funeral del genialcantante Feodor Ivanovich Shalyapin. Se trataba de una grandiosa procesinde gente desfilando ante la Grand Opera el 28 de abril de 1938. Yo me sentatriste, no slo por la prdida de un gran artista, sino tambin porque l habavivido sus ltimos das lejos de su patria, a la que tanto amaba. El 29 de octubre de 1984, los restos del reivindicado artista fueron trasladads al cementerio ovodevichii de Mosc. Despus de largos aos, los restos del grancantante ruso regresaban a la patria desde el cementerio Battinol de Pars.Hubo muchos otros casos como ste, a los cuales me referir ms adelante.La casa en la que vivamos en Leningrado, tras regresar del ExtremoOriente, estaba ubicada en la fila once de la isla Vasilevskii, no lejos delsingular edificio de la Academia Naval. Yo serv cuatro aos en submarinos,en la Flota del Pacfic; particip en gran nmero de cruceros, trnsitos yejercicios diversos, y tena suficiente experiencia en el manejo de un barco.Como cualquier conductor, senta el submarino y haba aprendido a manejarlo con habilidad. No est de ms que el comandante de un barco tengaAo 2001 REVISTADE HISTORIANAVAL 25

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    MEMORIA DE LA GUERRA DE ESPAA, 1936-1939experiencia bastante. Eso es bueno. Sin embargo, ello no garantiza que lasdecisiones operativas y tcticas que tome durante una accin sean siempreacertadas y seguras, especialmente durante los perodos de formacin yadiestramiento del personal. Hace falta poseer un nivel alto de conocimiento.Aqu es cuando se hace ms necesario Estudiar, estudiar y seguir estudiando [esto es una referencia a un famoso prrafo de un discurso de Lenin dirigido al congreso del Komsomol en el que dijo que la principal tarea de lajuventud en la Repblica Sovitica deba ser Estudiar, estudiar y estudiar.].Aquello, que fue una consigna para la juventud de aquellos das, siguemanteniendo su vigor y actualidad hoy da.Como obrero y descendiente de obreros, hasta el advenimiento del podersovitico no tuve oportunidad de acceder a la educacin superior. En primerlugar, realic los cursos de la Escuela Naval Frunze; despus, las clases demando, y ahora me diriga de nuevo a la Academia. Esto slo poda pasar ennuestro pas. En mis ratos libres haba tratado de leer todo lo posible parasaber ms y ms acerca de tantas cosas interesantes y, sobre todo, de nuestraMarina. A este respecto, deba trabajar duro. Estaba verdaderamente interesado en los orgenes de nuestra Marina, en las batallas navales, tanto recientescomo antiguas. Recordaba que la historia de la ciencia era tambin ciencia ens misma y que el pasado era clave para el futuro.Yo no me conformaba con una carrera fcil. Quera saber ms y adquirirconocimientos sistemticos y generales acerca de los asuntos navales. Mepareca que en la Academia se haba creado un sistema de educacin unificadoy bien organizado. All se haba concentrado un grupo de personas provistasde vastos conocimientos y gran experiencia. Se supona que su misin eraempapar a los estudiantes a nosotros de los conocimientos y habilidadesque habran de necesitar para conducir y adiestrar a sus subordinados.Todo este razonamiento era muy subjetivo. Pero en aquellos momentos yocrea que necesitaba la formacin que estaba recibiendo en la AcademiaNaval, la cual, lamentablemente, slo dur, con interrupciones, de 1936a 1941. En otras palabras: mi educacin termin justo antes del comienzo dela Gran Guerra Patritica (*).

    En aquellos tiempos, el programa de estudios de la Academia abarcaba unperodo de tres aos. Yo termin mi primer curso en 1937 y, junto con otrosvoluntarios, me traslad a la Espaa republicana, donde pas un ao entero ytuve la oportunidad de mandar dos submarinos. Tras regresar a la patria fuienviado de nuevo a la Academia para proseguir con mi educacin, y al finalizar 1938 se me nombr comandante en la brigada de la Flota del Mar Negro.Un ao ms tarde, en septiembre de 1939, y ante mis insistentes peticiones, me permitieron continuar con mi educacin en la Academia. Sin embargo, en diciembre del mismo ao, durante la guerra con los finlandeses blancos, fui nombrado comandante de la brigada de submarinos de la Flota delBltico. Durante el conflicto con Finlandia, la base estaba situada en Tallin,que por entonces era la capital de la burguesa Estonia. Al terminar la guerra(*) N. de la R. II Guerra Mundial.

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    NIKOLAJ P. EGUIPKOfui enviado de nuevo a la Academia, por cuarta vez. Obtuve mi graduacin enabril de 1941 y continu al mando de la brigada de submarinos de la Flota delBltico.He vivido una vida muy larga. Muchos de mis amigos ya no estn entrenosotros. Desde la atalaya de mis muchos aos de vida, puedo afirmar que elacontecimiento principal de ella ha sido mi activa participacin en los sucesosde Espaa, en el primer enfrentamiento con el fascismo.Acontecimientos en Espaa

    En 1931, tras el colapso y la cada del rgimen fascista del general Primode Rivera, Espaa se haba constituido en repblica. Sin embargo, tal acontecimiento no supuso ningn gran apoyo a la clase trabjadora del pas.El Frente Popular no gan en unas elecciones hasta 1936. Se eligieron para elParlamento (las Cortes) 17 comunistas, 88 socialistas y 159 republicanos. Cincomeses despus estall en el pas una rebelin fascista dirigida por el generalFranco, a quien apoyaban las finanzas y los grandes terratenientesdel pas. Granparte del Ejrcito se puso tambin de su lado. Hitler y Mussolini aportaron unasustancial ayuda enviando a Espaa unidades regulares de sus respectivasfuerzasamiadas, as como armamento y equipos. 300.000 soldados y oficiales extranjeros lucharon contra la Repblica, codo con codo junto a los rebeldes espaoles.Durante la revuelta fascista, la Armada permaneci casi en su totalidaden manos de los republicanos, gracias sobre todo al papel desempeado porlas dotaciones de los buques y por unos cuantos oficiales. Estos son losdatos que se publicaron en 1949: de 19 almirantes, tan slo dos permanecieron con los republicanos; de los 31 capitanes de navo que haba, sequedaron igualmente dos; de 65 capitanes de fragata se quedaron siete yde 128 capitanes de corbeta, se quedaron 13. Todos los submarinos (habaseis del tipo C y otros seis del tipo B) quedaron en poder de los republicanos.Hasta el final de la guerra, la base principal de la Armada republicana fuela bien conocida Cartagena, en el litoral mediterrneo.Por tanto, si uno se fija en los barcos, puede decir que la Armada permaneci leal a la Repblica, mientras que el Ejrcito se pas casi al completo albando de Franco. Uno no debera olvidar las bien entrenadas unidades de losejrcitos fascistas de Alemania e Italia, as como del filofascista Portugal, ni asus buques de superficie ni a sus submarinos ni de su activa, e inesperada,participacin en el sabotaje del transporte de mercaderas para la Repblica, nide sus operaciones de combate.La siguiente tabla se refiere a los buques de ambas Armadas que participa

    ron en los sucesos de la guerra civil espaola.

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    NIKOLAJ P. EGUIPKOLa Unin Sovitica proporcion una ayuda muy sustancial al Frente Popular. Se enviaron a Espaa 684 aviones, 347 canos de combate, ms de unmillar de caones y gran cantidad de equipamiento militar de otro tipo. Alre

    dedor de tres mil voluntarios soviticos combatieron con los antifascistas en elbando de la Repblica. Este nmero inclua 29 marinos. Al contrario que losoficiales de los buques de superficie, nuestros submarinistas no vinieron encalidad de asesores militares, sino como comandantes de los submarinos espaoles. Tal fue el caso de 1. Y. Grachev, V. A. Yegorov, G. Yu. Kuzmin (cadosposteriormente en la Gran Guerra Patritica), y de 1. A. Burmistrov e 1. 5. P.Lisin, que sirvieron como oficiales subalternos de G. Yu. Kuzmin antes demandar sus propios barcos. Esta lista incluye al futuro almirante VladimirAntonovich Alafuzov y a Nikolai Gerasimovich, Kuznetsov que ms tardellegara a ser almirante en la flota de la Unin Sovitica y quien describi congran detalle e inters los sucesos de la Espaa republicana en sus libros, principalmente en el titulado Na dalekum meridiane (En un meridiano lejano).Estuvieron tambin, entre otros marinos de nuestro pas: N. O. Abramov, N. Y.Basisty, Y. L. Bogdenko, L. K. Bekrenev. A. G. Golovko, V. P. Drozd, 1. D.Yeliseyev, A. V. Kruchenykh, N. A. Ostryakov, 5. S. Ramishvili.Atendiendo el llamamiento del VII Congreso Mundial del Komintern, quese estaba celebrando en Mosc, se cre un frente unido antifascista, En 1936se crearon las Brigadas Internacionales, que agruparon voluntarios de los msdiversos pases para combatir arma en mano en el bando de la Repblica.El nmero total de voluntarios de las Brigadas Internacionales fue de40.000 personas procedentes de 54 pases, incluidos Gran Bretaa, Francia,Estados Unidos y Yugoslavia. El contingente principal de las brigadas estabaconstituido por comunistas de distintos pases. A las hazaas de estos defensores de la Repblica se les han dedicado muchos libros y pelculas, y un sinnmero de documentos en todo el mundoErnest Hemingway, que tambin particip en esta contienda contra elfascismo, describi en su novela Por quin doblan las campanas el trgicodestino y el herosmo de algunos de los luchadores internacionales que sevieron involucrados en aquellos sangrientos sucesos. Algunos de los mejores

    versos del poeta Federico Garca Lorca, cruelmente asesinado por los franquistas, fueron escritos y dedicados contra el fascismo.El comunista francs (sic) Pablo Picasso, espaol de nacimiento, participactivamente en la lucha contra el fascismo. En algunos de sus cuadros puso aldescubierto la esencia inhumana del fascismo. Se trata de la serie de cuadrosconocida como Los sueos y mentiras del General Franco, y su monumentalGuernica. Nuestro talentoso director de documentales Michael Romm sededicaba a rodar sus documentales en pleno centro de los combates. El corresponsal de Izvestia, 1. G. Erenburg, envi regularmente sus crnicas a Moscdurante toda su estancia en Espaa. Otros muchos artistas progresistas dedicaron gran parte de sus trabajos a desvelar las mentiras y el odio asociado con larebelin fascista.La falta de unidad entre los lderes del Gobierno, as como el desacuerdode socialistas y comunistas sobre algunos ternas capitales, la influencia de la30 REVISTADE HISTORIA NAVAL Nm. 75

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    MEMORIA DE LA GUERRA DE ESPAA, 1936-1939tendencia a la capitulacin de los republicanos as como las constantes disputas con las facciones anarquistas y trotskistas, provocaron la indecisin, lainestabilidad y la prdida de la credibilidad del Frente Popular.La fatiga y el derrotismo tuvieron, a la larga, graves consecuencias para eldestino de la Repblica.En la cada de la Repblica cumpli un papel muy importante la quintacolumna constituida por las traiciones y defecciones de los lderes as comopor bien planeadas acciones de diversin y provocaciones. Sin embargo, laprincipal razn habra que buscarla en la abundante ayuda militar, tanto dematerial como de cuadros de mando, prestada por la Alemania e Italia fascistas. Es preciso recordar los 300.000 soldados bien armados y equipados, ascomo el papel desempeado por los nuevos y poderosos aviones Junkers yHeinkel alemanes y Caproni y Fiat italianos, as como por los buques ysubmarinos que participaron en la agresin contra las fuerzas de la Repblica.Mientras que al principio de la contienda las fuerzas de la flota se encontraban, en su inmensa mayora, en el bando de la Repblica, a mediados de laguerra casi todas haban sido destruidas, o internadas en el extranjero neutral,o bien estaban inoperativas por falta de mandos capacitados y leales o dematerial de respeto para los equipos que montaban. Exista tambin una fuerterenuencia a hundir buques espaoles. Su misin al principio de la guerra habasido proteger las comunicaciones, especialmente con la Unin Sovitica,impedir las operaciones de desembarco de los rebeldes y proteger las operaciones de las fuerzas de tierra republicanas, haciendo acto de presencia en elteatro de la guerra.El alcance de las operaciones de la flota se vea tambin drsticamentelimitado por la escasez de combustible y de municiones, la pobre organizacinde empleo de los buques y por la imposibilidad de hundir buques mercantesdel enemigo, dado que todos navegaban bajo pabellones neutrales: la flotasubmarina que haba permanecido leal a la Repblica estaba compuesta por12 buques que incluan seis pequeos y obsoletos submarinos de tipo B (unode los cuales estaba en obras), y seis submarinos ms modernos de tamaomedio de tipo C.

    Al principio de la guerra los submarinos constituyeron una flotilla almando de R. Verda, quien se haba mantenido leal a la Repblica. Sus actividades eran coordinadas por el Gobierno y el Ministro de Marina desde Madrid(ms tarde desde Valencia). Su utilizacin no se coordinaba con las accionesde la flota de superficie o con las acciones de la flota republicana en suconjunto.Los submarinos del tipo C eran similares a aquellos en los que yo habaservido en el Pacfico y en el Bltico: tenan la misma velocidad en inmersin y montaban un armamento similar. Sin embargo, sus principales defectos eran la escasez de torpedos y el deficinte funcionamiento de muchos desus equipos tcnicos. En Espaa no se fabricaban torpedos, por lo que losbuques se abastecan de ellos desde Fiume (Italia). Estos torpedos habansido adquiridos en Italia en 1928 y cada submarino dispona de un juego paraAo 2001 REVISTA DE HISTORIANAVAL 31

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    NJKOLAI P. EGUIPKOadiestramiento. Elcargo de torpedos nunca se cubra. No era posible adquirirtorpedos en ningn sitio, hasta que en 1937 fue posible comprar torpedositalianos en Grecia. Nunca se poda estar seguro de las buenas condiciones deestos torpedos. En lneas generales, el estado de los submarinos, en comparacin con el de las unidades de superficie, era mucho peor. Los buques desuperficie y los aristcratas que servan en ellos acostumbraban a participaren desfiles y ceremonias cuando tocaban puerto y estaban, tal vez por eso,mejor equipados que los submarinos. Cuando se produjo el golpe fascista, loscomandantes, tanto de los submarinos como de los buques de superficie, estaban comprometidos en el complot. El comandante del C-5, R. Verda, siempretranquilo y confiado en s mismo, permaneci leal a la Repblica. Durante losprimeros das de la guerra tuvo ocasin de atacar al acorazado rebeldeEspaa, sobre el que lanz torpedos que no llegaron a estallar. Esta fue unams de las pruebas de que el armamento de los submarinos no funcionaba.Pero hubo ms errores y equivocaciones.Desde los primeros momentos de las acciones militares result evidenteque el sino de los submarinos republicanos era el de no tener suerte. Durante los primeros meses resultaron destruidos tres del tipo B. En septiembre de 1936, el B-6 fue caoneado por el destructor fascista Velasco en aguasde Santander. El B-4 fue atacado al torpedo en las proximidades de Gibraltar,resultando destruido con su dotacin a bordo (4). El resto de los submarinospequeos necesitados de reparaciones no volvieron a incorporarse a lacontienda. Los submarinos C, ms modernos, participaron en la luchacontra las fuerzas de superficie enemigas y en el transporte de cargas muyvaliosas y de personal desde sus asediadas bases.El submarino C-3 fue destruido. Explot inesperadamente cuando sala deMlaga, en superficie, con nimo de atacar al crucero rebeldeAlmirante Cervera, que haba estado bombardeando la costa duramente. Es difcil decir si fueuna diversin o un ataque al torpedo lanzado por algn submarino italiano queestuviese dando escolta al Cervera (5). El submarino se hundi inmediatamentedejando en la torreta al comandante y al oficial de derrota. Este ltimo, que erabuen nadador, se quit la ropa rpidamente y se dirigi nadando hacia tierra. Elcomandante sali del agua exhausto y falleci en la playa de un fallo cardiaco.El submarino C-5 no poda hacer inmersin debido a problemas tcnicos yfue destruido por el fuego de artillera de dos pesqueros armados enemigos (6).Durante largo tiempo, hasta octubre de 1937, los submarinos C-2, C-4 yC-6 estuvieron basados en el norte de Espaa, en los puertos de Bilbao,Santander y Gijn.El primer submarino del cual fui comandante [el C-61 fue hundido por sudotacin cerca de Gijn, tras haber sido daado en un bombardeo. El C-2 y el

    (4) El B-5 se hundi cerca de Estepona y el B-4 se encontr en Portman al terminar laguerra.(5) En realidad, el C-3 fue hundido por el U-34 alemn el 12 de diciembre de 1936,dentro de la llamada operacin Ursula.(6) En realidad, se perdi en circunstancias misteriosas.32 REVISTADE HISTORIANAVAL Niirn. 75

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    MEMORIA DE LA GUERRA DE ESPAA, 1936-1939C-4 se internaron en aguas de Francia. A peticin del Gobierno de la Repblica, 1. A. Burmistrov y yo nos hicimos cargo de ellos y los llevamos a Cartagena, a travs del Estrecho y costeando el sur de Espaa.Tras el alevoso ataque que sufri Cartagena, en cuyo puerto tena su basela totalidad de la Flota de la Repblica en los ltimos das de la guerra, y conla connivencia de su comandante general, el Sr. Buiza, en marzo de 1939 losbuques se trasladaron a Bizerta (Tnez), con lo que finaliz su participacinen la tormentosa lucha revolucionaria en defensa de la democracia y de laRepblica.Para resumir la lucha en la mar durante los acontecimientos que tuvieronlugar en Espaa, me gustara poner de manifiesto algunos de los buenos resultados obtenidos. Entre las grandes unidades, se pueden contar 19 barcos desuperficie en el lado republicano y 10 en el de Franco, 29 buques en total. Seissubmarinos tipo C y tres pequeos submarinos del tipo B entraron encombate, de una forma u otra, en el bando republicano. En el perodo 1936-1939 el acorazado republicano Jaime 1 explot y se hundi de resultas de unacolisin con una mina (7); el destructor Cscar fue hundido cuando trataba decruzar el estrecho de Gibraltar (8), y el crucero rebelde Baleares resulthundido en combate; el 17 por 100 de los buques de superficie resultaron destruidos. Los submarinos sufrieron prdidas an ms sustanciales: de 9submarinos en activo, 6 fueron hundidos o destruidos. Resulta as que el 67por 100 de los submarinos de la Repblica fueron puestos fuera de combatedurante los sucesos. Hubo muchas razones para ello, que sern expuestas ensu momento. Sin embargo, las razones principales fueron: la falta del nmerosuficiente de comandantes con la necesaria experiencia, la falta de pericia enla conduccin de las operaciones, las pobres condiciones tcnicas de losbuques, amplia ventaja fascista en las operaciones navales y en los bombardeos areos, y por ltimo, la indecisin de muchos comandantes y sobre todo,la de muchos lderes gubernamentales que condujeron a la defeccin y a latraicin. As lo crea en aquella poca.

    A Espaa va ParsLa rebelin fascista en Espaa actu como un revulsivo para hacer aflorarlos sentimientos de internacionalidad del proletariado de muchos pases. Ungran nmero de ciudadanos soviticos se dirigi a aquel remoto pas paraluchar por la libertad e independencia del pueblo espaol.Yo estaba terminando mi primer ao de formacin en la Academia. Repentina e inesperadamente fui convocado a Mosc, al Estado Mayor, donde se mehizo la siguiente pregunta: Le gustara a Ud. ser enviado a Espaa comocomponente del voluntariado internacional para combatir al fascismo internacional?.(7) Vase la nota (1).(8) El Cscar fue hundido por la aviacin en Gijn.

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    NIKOLAI P. EGUIPKOYo respond inmediatamente: Por supuesto que s (en aquellos momentos, cualquier otra respuesta me podra haber acarreado graves consecuencias).Tal vez debiera pensarlo un poco, dado que Ud. tiene una criatura un

    hijo.j,Qu es lo que hay que pensar? Yo estoy totalmente de acuerdo y decididoEntonces no hay ms que hablar Vamos all con el papeleoMe encontr con N. G. Kuznetsov, que estaba recin llegado de Espaa ytena una cierta experiencia de combate en el bando republicano.El era un agregado naval en Espaa y actuaba como asesor en asuntosnavales del ministro de Comercio (9) de la Repblica espaola, IndalecioPrieto. Me describi la situacin a grandes rasgos.El tiempo de que dispona para prepararme era relativamente corto. Rpidamente se me proporcionaron ropas civiles: traje, impermeable (Mackintosh) sombrero y otras prendas diversas. El tren haca su trayecto a travs deRiga, Amberes y ms all, Pars. El billete del tren haba sido comprado conantelacin, y a poco se presentaron los representantes de nuestra Embajadaen Pars. Con pasaporte sovitico, me aloj en un hotel en calidad de turista.Al da siguiente, pagu la cuenta y anunci mi marcha. Me dirig a la Embajada sovitica a ver al agregado areo Vasilchenko. Este se me acerc cojeando ligeramente y se interes por mis impresiones y actividades delmomento. Una vez que hube entregado mi documentacin sovitica, unautomvil me traslad a la Embajada espaola, donde se me facilit documentacin espaola a nombre de don Severino Moreno, con apellido materno Lpez. As fue como me convert en espaol. Ms tarde se mencion enalgunas memorias que yo tena aspecto de espaol, o que tena pelo oscuro,ojos azules y tez morena. Tal aspecto me vino muy bien en numerosasocasiones.En compaa del representante espaol me dirig a otro hotel donde meregistr como un autntico espaol. Me convert en un espaol que no tena niel ms mnimo conocimiento del idioma. Tanto en la Escuela como en laAcademia, yo haba estudiado francs e ingls, lo que, hasta cierto punto,habra de resultarme til. Yo poda hablar algo de francs y soltar media docena de frases en ingls.Todo estaba sucediendo con rapidez y de manera operacional. Dos dasms tarde, se me condujo a la Embajada espaola, desde la cual, y en automvil, se me traslad al sur de Francia. Estuvimos viajando toda la noche yal final llegamos a un aerdromo deportivo privado. Nos detuvimos en elhangar. Mi compaero de viaje trat de mantenerse al margen de todo elasunto. En aquellos das, el coste de cruzar un pasajero a travs de la frontera franco-espaola era ms bien alto, del orden de los 20.000 francos. En lamisma poca, el precio de un automvil nuevo oscilaba entre los 25.000 ylos 30.000 francos. Una vez que llegaron a un acuerdo, entr en el hangar y

    (9) En realidad, ministro de Marina y Aire.34 REvIsTADEHIsroluA NAVAL Nm. 75

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    MEMORIA DE LA GUERRA DE ESPAA, 1936-] 939sub a bordo de un aeroplano deportivo monomotor. Mi acompaante, unespaol, ya estaba all. Me fij en las alas, que tenan pintados ases debastos.Despegamos directamente desde el hangar y pusimos rumbo a Bayona. Eltiempo en el territorio francs era esplndido; pero, a medida que nos fuimosaproximando a la frontera, por nuestra derecha comenzaron a aparecer nubesen el cielo. Por la ventanilla pude contemplar la tersa superficie del golfo deVizcaya y divis una guirnalda de buques integrada por un crucero, destructores y otros buques auxiliares. A lo largo de los costados de los buques podan verse los fogonazos de un caoneo sistemtico. A nosotros tambin nosestaban tiroteando. Llam la atencin del piloto sobre este hecho y l, inmediatamente, trat de ganar altura y adentrarse en las cercanas masas de nubes,entre las que permanecimos un buen rato. Por lo que a la duracin del vuelose refiere, empezaba a ser hora de tomar tierra. En cuanto el piloto encontrun hueco en las nubes, se sali de entre ellas, para comprobar que ya no estbamos sobrevolando territorio republicano sino rebelde, desde el que abrieron fuego de ametralladoras contra nosotros. Se podan ver fcilmente lastrazas de las balas trazadoras que nos disparaban. El avin hizo una virada deemergencia y perdi altura rpidamente, para dirigirse de inmediato al aeropuerto republicano ms cercano, en la regin de Santander. Tuvimos quetomar tierra en condiciones precarias, porque un avin Heinkel que habapasado poco antes que nosotros haba destruido la pista. Aterrizamos por elborde de la pista, en medio de una gran turbulencia. Pero nos estaban esperando. Nuestro representante ruso estaba tambin all. Desde all me llevaronal Cuartel General espaol, donde me encontr con 1. A. Burmistrov. Elllevaba en Espaa desde febrero de 1937 y era el primer comandante ruso delos submarinos C-J y C-6. Las reparaciones del C-6, que haba resultadodaado durante el bombardeo de Bilbao, estaban ya concluidas. Yo deberatomar el mando de ese buque tan pronto como Burmistrov emprendiese elregreso a la Patria.Mar Cantbrico

    En los das de mi llegada, la flota submarina de la Repblica estaba integrada por cuatro submarinos en situacin de actividad: el C-2, C-4 y C-5(10), emplazados all, en el norte, se dedicaban a patrullar las aguas delCantbrico o las del golfo de Vizcaya y el ocano Atlntico. El otro submarino, el C-1, estaba estacionado en la base naval principal de la Repblica, enCartagena.Los sucesos se iban desarrollando rpidamente, por lo que Burmistrov y yodecidimos comenzar inmediatamente la recepcin e inspeccin del C-6.Al dasiguiente nos fuimos.

    (10) Debe de ser el C-6.Ao 2001 REVISTADE HISTORIANAVAL 3

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    NIKOLAJ P. EGUIPKOAquella fue, pues, mi primera patrulla de combate en Espaa. Navegbamos en superficie, a 15 20 millas de la costa. Estaba oscuro y podamos verlas brillantes luces y las banderas de los buques que surcaban las cercanasrutas en aguas internacionales. Encontrndonos los dos en el puente, vimos depronto la silueta del crucero rebelde Almirante Cervera recortndose contra eliluminado fondo. Tocamos zafarrancho de combate. Pens que aquellaseran acciones de combate real, y dese saber estar a la altura de la situacin.Ivan Alekseevich orden: Preparados para hacer fuego tubos 1 y 3 . Lerecomend que tratara de acercarse al crucero fascista. Sin embargo, Burmistrov consider que haba llegado el momento oportuno y orden: Torpedos,fuego . Estbamos arrumbando en la direccin que seguiran los torpedos ypudimos ver cmo uno de ellos sala del tubo y, dejando una estela fluorescente en el agua clara, viraba repentinamente y comenzaba a navegar en crculo

    alrededor de nuestro submarino. Afortunadamente el radio de evolucin noera demasiado corto, de forma que pudimos ver el torpedo pasar a unoscincuenta metros por popa. Nuestra atencin qued fijada en el segundo torpedo, el cual, inmediatamente despus de ser lanzado, hizo un brusco giro y alos pocos segundos explot contra el fondo, bajo nuestro buque.Finalmente pudimos salir de nuestro estupor. Esta vez todo haba terminado sin prdidas ni daos. Poda haber sido mucho peor. A todo esto, elcrucero rebelde estaba ya muy lejos y nosotros, muy deprimidos por lo quehaba pasado, tratbamos de encontrar las causas de nuestro fallo.Se poda haber debido al mal funcionamiento del viejo torpedo italiano o ala desidia del oficial responsable, poco dispuesto a lanzar para hundir suspropios barcos espaoles.As es como yo recib el submarino C-6. Me haba convertido en sucomandante. La dotacin a mis rdenes era espaola en su totalidad. En ellahaba comunistas, socialistas y personas sin afiliacin poltica definida que ensu mayora acabaron hacindose anarquistas. Eran gentes de diversos credos.El principal apoyo lo obtuve de los muchachos procedentes de las clasestrabaj adoras de Catalua y Valencia. El comisario, Paolo (11), era un comunista de carcter decidido y mente calenturienta que me sirvi de respaldo envarias ocasiones y me ayudaba a comunicarme con la dotacin, as como aestablecer la disciplina y el buen orden en la vida a bordo.Mi ayudante e intrprete era Valds (12), un comunista yugoslavo. En supas era miembro del Comit Central del Partido Comunista, y estaba condenado a muerte. El podra volar a la Unin Sovitica, de la cual haba venido,va Komintern, para luchar por la Repblica espaola.No hace mucho tiempo, en los aos ochenta, me hizo llegar sus mejores yamistosos deseos, pero en la poca a la que me estoy refiriendo, en los aostreinta, estbamos juntos embarcados en un submarino espaol.Estoy tratando de recordar cmo se decan en espaol las principales rdenes, como Inmersin , Inmersin rpida , etctera.(11) El comisario era Julio Lizano Otn, tercer maquinista.(12) Era yugoslavo de apellido Vokshin.

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    MEMORIA DE LA GUERRA DE ESPAA, 1936-1939La dificultad para mandar un submarino de la Repblica provena, principalmente, del hecho de no contar con oficiales leales y experimentados, capaces de arrastrar a la dotacin a luchar contra el enemigo. Hubo ocasiones enque algunos comandantes se hicieron a la mar, se sumergieron, se posaron enel fondo y perm