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110 revista de historia y ciencias sociales ISSN:0798-2968 Caracas, Enero - Abril 2016 Es una publicación de la Red de Historia, Memoria y Patrimonio

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110revista de historia y ciencias sociales ISSN:0798-2968Caracas, Enero - Abril 2016

Es una publicación de la Red de Historia, Memoria y Patrimonio

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TIERRA FIRME 1

TIERRAFIRME 110revista de historia y ciencias sociales

TIERRA FIRME N° 110 Caracas, Venezuela. Enero-Abril, Año 2016.

Expedición de Los Cayos

Tito Salas, Colección Museo Bolivariano.

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TIERRA FIRMERevista cuatrimestral arbitrada

Fundada en 19831983-2016, Números 1-110ISSN: 0798-2968Depósito Legal pp. 198302DF882

TIERRA FIRMERevista de historia y ciencias sociales

Final Av. Panteón, Edificio del Archivo General de la Nación PB. Oficina de la Red de Historia Memoria y Patrimonio. Teléfono: 0212-509-5832Correo electrónico: [email protected]@gmail.com

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TIERRA FIRME N° 110Revista de historia y ciencias sociales

Miembros fundadores y asesores permanentes:Arístides Medina Rubio

Pedro Calzadilla ÁlvarezCarlos Viso C.

Comité Editor:Alexander Torres Iriarte

Andrés Eloy BurgosFabricio Vivas

Director:Alexander Torres Iriarte

Corrección:Miguel Raúl Gómez

Diagramación:Luis Gil

Andrés Eloy Burgos

Supervisión gráfica:Gabriel Serrano Soto

Iconografía:Romer Carrascal

Osmán HernándezNoelis Moreno

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Los trabajos publicados en Tierra Firme, aparecen reseñados en:

Social and Human Sciencies Documentation, Unesco, París;

Clase, Departamento de Biblioteca Latinoamericana, México;

Word List of Ciencies Socials, Unesco, Francia;

Sociological Abstracts, Universidad de California

(UCLA), Estados Unidos

y Revista Interamericana de Bibliografía,

Organización de Estados Americanos (O. E. A.),

Washington, Estados Unidos.

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SUMARIO

Presentación 7

Un camino en el tiempo de Caracas. Apuntes para la reconstrucción histórica de los usos y la transformación espacial de Sabana Grande. Miguel Díaz Chang 9

Pinceladas de un Petareño: comentarios en torno a la vida y obra de Bárbaro Rivas (1893-1967). Luis Fernando Castillo Herrera 27

La insurrección del Coronel Francisco María Farías. La Revolución de las Reformas en la provincia de Maracaibo (1835-1836). Alexander Zambrano 41

La génesis del vecino. Algunas características de la formación del Estado-Nación en la Nueva Granada (1810-1831). Carlos Franco 77

Importancia histórica y estratégica de la Expedición Libertadora de Los Cayos (1816).Alexis Saúl Palencia Hernández / José Gregorio Maita Ruiz 93

ReseñasVladimir Acosta. Las juntas criollas hispanoamericanas y el comienzo del proceso de independencia. Caracas, Colección Bicentenario, 2013. Miguel Arcángel Manrique Torrealba 103

Iraida Vargas y Mario Sanoja. La larga marcha hacia la sociedad comunal. Tesis sobre el socialismo bolivariano. Caracas, Editorial El Perro y La Rana, 2015.Roger Andrés Landa Reyes 107

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En estos tiempos en que nuestra patria atraviesa una difícil situación en todos los aspectos de su vida social, Tierra Firme ratifica su compromiso en la fuerza renovada de continuar la difusión de la historia nacional, conscientes de que solo apoyados en ella podremos superar prontamente todos los obstáculos. Esta fe se funda en las innumerables demostraciones de resistencia que el pueblo venezolano ha exhibido a lo largo de su existencia. Es esa cualidad del pueblo la que nos anima a perseverar- ahora más que nunca- en nuestra misión de divulgar los trabajos y contribuciones que en materia de historia regional y local, historiografía y las ciencias sociales hacen los investigadores e investigadoras de Venezuela. Habiendo asumido desde el primer número el proverbio de que la Historia nos aporta claves para vivir mejor, ¿cómo no habríamos de aferrarnos a esta idea cuando se trata de actuar con conciencia histórica en el presente para hacer posible un futuro mejor?

Tal y como lo habíamos anunciado, Tierra Firme entra en una nueva etapa como revista científica. A partir de este año 2016 ha sido asumida por la Red de Historia, Memoria y Patrimonio (RHMP) colectivo organizado de historiadores, profesores, estudiantes y cronistas (no dependientes del Estado y/o institución gubernamental). El equipo fundador de nuestra revista encabezado por Pedro Calzadilla Álvarez, Arístides Medina Rubio y Carlos Viso, habiendo llevado durante tres décadas y más la realización de este magnífico proyecto, han decidido pasar el testigo a una nueva generación de investigadores, para que prosigan en el complejo pero gratificante proceso de producción editorial de la revista Tierra Firme. Nos corresponde agradecer a estos tres maestros historiadores por el valioso servicio prestado a la cultura de nuestro país; garantizándoles que emplearemos su mismo entusiasmo y determinación en continuar con la publicación. Aprovechamos asimismo la oportunidad para informar a nuestros estimados lectores que la revista saldrá publicada tres veces al año, cumpliendo una regularidad cuatrimestral, que la coloca en la periodicidad óptima considerada por los principales Índex a nivel mundial para las revistas de ciencias sociales.

El presente número 110 de Tierra Firme cuenta con importantes contribuciones de jóvenes historiadores, como muestra de la incesante producción intelectual que nuestras academias, comunidades, institutos y universidades mantienen a pesar de las adversidades. En primer lugar se presenta el trabajo del profesor Miguel Díaz Chang, que trata sobre la historia del que otrora fuera el suburbio caraqueño de Sabana Grande; una reconstrucción histórica interesante para aquellos que desean conocer detalles de la evolución espacial de este emblemático lugar de la ciudad capital. El segundo artículo, del también profesor Luis Fernando Castillo Herrera, versa sobre la vida y obra del notable pintor petareño Bárbaro Rivas, personaje fundamental de nuestra galaxia pictórica contemporánea. Inmediatamente,

PRESENTACIÓN

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en tercer lugar, la indagación del historiador Alexander Zambrano acerca de la Revolución de las Reformas en la Provincia de Maracaibo, un estudio que contribuye a la comprensión de esta particular crisis política del siglo XIX venezolano. Abrimos así con tres estudios claramente identificados con el enfoque de la historia regional y local, honrando de esta manera la misión con que nacimos en 1983. Les sigue el trabajo de Carlos Franco, quien aborda el complejo proceso de conformación del Estado-Nación de la Nueva Granada (1810-1831); y cerramos con el artículo de los investigadores Alexis Saúl Palencia Hernández y José Gregorio Maita Ruiz, quienes a propósito del bicentenario de la Expedición de Los Cayos, realizaron un balance acerca de la importancia histórica y estratégica de esta campaña naval de la guerra de independencia.

Dos reseñas de libros, gentilmente aportadas por Miguel Arcángel Manrique Torrealba y Roger Andrés Landa Reyes respectivamente, cierran el número 110 de nuestra revista Tierra Firme. Enhorabuena porque ambas son de libros escritos por autores venezolanos.

Esperamos pues que sea del agrado de nuestros respetados lectores el contenido que ofrecemos a continuación y agradecemos de antemano el homenaje que con su lectura brindan a todos los que se dedican a la edificante tarea de historiar.

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Un camino en el tiempo de Caracas. Apuntes para la reconstrucción histórica de los usos y la transformación espacial de Sabana Grande

Miguel Díaz Chang

InstItuto PedagógIco de caracas

RESUMEN: El presente trabajo tiene por objeto de estudio las transformaciones ocurridas en la localidad de Sabana Grande, ubicada en la parroquia El Recreo, como parte de los procesos de urbanización que, con la expansión hacia el este de la ciudad de Caracas, se inician en el albor del siglo XX. El objetivo, planteado con el enfoque de la Historia Local, es interpretar la incidencia de las transformaciones espaciales en la vida económica y social de la localidad, atisbar la interacción de representaciones y realizaciones en diversos ámbitos locales. Este recorrido se inicia en la bucólica calle Real de Sabana Grande, de finales del siglo XIX, y finaliza en el bulevar inaugurado, con motivo de la finalización de las obras del Metro de Caracas, al inicio de los años ochenta del siglo XX. Se concluye que Sabana Grande es la metáfora de un caleidoscopio, la representación urbana por excelencia.

PALABRAS CLAvE: Urbanismo, Transformaciones espaciales, Interacción de representaciones, Caracas, Usos del espacio.

INTRODUCCIÓN

La vida de los seres humanos está indiscutiblemente ligada al espacio físico en el cual se desenvuelven.

Esta premisa, aunque muy básica, ha pasa-do desapercibida en el compendio general de nuestra historia nacional. Muchos relatos históricos parecen ocurrir en algún espacio

lejano, difícil de describir o descrito breve-mente; cuando no, pareciera que transcurrie-ran en un no-lugar apegado únicamente a las determinaciones del tiempo. Tomar en cuen-ta esta falencia ha sido vital para los nuevos emprendimientos historiográficos, en espe-cial los del enfoque de la Historia Regional y

Tierra Firme. N° 110 Caracas-Venezuela, Año 2016, Enero-Abril, pp. 9-26

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Local. Desde esta corriente historiográfica, de arraigada tradición en Venezuela, se ha dado importancia al estudio del espacio y sus relaciones con el discurrir histórico.

El enfoque de la Historia Regional y Lo-cal permite acercarnos a realidades que de otra forma serían sumamente difíciles de apreciar. Para el historiador regional y local la comprensión de los procesos conside-rados menores pueden arrojar luces sobre problemas historiográficos de envergadura nacional. Este tipo de análisis no preten-de desmembrar el todo hasta convertirlo en minúsculas partículas que dificulten su comprensión; al contrario trata de abordar el estudio de las partes sin desprenderlas del todo, establecer niveles de análisis que permitan entender, a la luz de una constante relación entre los grandes y pequeños proce-sos, las continuidades y rupturas en un ám-bito espacial de menor envergadura.

Olivier Dollfus, geógrafo francés, sostiene que el espacio es el soporte de dos tipos de relaciones. Las primeras tienen que ver con el medio físico, sus características y cómo estas ejercen influencia en la conformación de los espacios culturales. Las segundas se asocian a la conformación de las sociedades humanas, las cuales operan transformacio-nes en el espacio mediante un ordenamiento que va ligado a la densidad de población, y a la organización social y económica, en un determinado tiempo y momento histórico (citado en Rodríguez, J. A., 2000: 36-37)

Desde esta perspectiva, el espacio es una fuente rica en información, un documento al cual podemos acudir. Como toda fuente el espacio tiene características que lo definen. Según Rodríguez, J. A., podemos caracte-rizarlo por ser localizable, diferenciado y

cambiante. Localizable por poseer coorde-nadas geográficas que nos permiten conocer lugar y posición. Diferenciado en función de su unicidad, por los elementos que definen un espacio de otro. Y cambiante porque las relaciones que se dan en el tiempo entre los seres humanos y el espacio hacen que en cada período histórico este tenga caracterís-ticas propias, que resaltan y que son produc-to de su tiempo (2000: 37).

El presente trabajo constituye una aproxi-mación al conocimiento de las característi-cas que definen el espacio local del sector Sabana Grande, ubicado en la parroquia caraqueña El Recreo. Mediante una recons-trucción histórica nos acercaremos al proce-so de urbanización y transformación de la ciudad de Caracas, asistiendo a un capítulo de este proceso, un apartado que nos permita comprender los diferentes usos que ha teni-do el espacio a lo largo de poco más de cien años. Nos anima un impulso comprensivo por conocer, en especial, los cambios ope-rados en las representaciones, los usos y las relaciones sociales y económicas en el ám-bito local.

HACIA UNA PRIMERA CARACTERIZACIÓN DE LA LOCALIDAD. TRANSFORMACIÓN Y USOS DEL ESPACIO EN SABANA GRANDE DESDE EL SIGLO XvIII HASTA FINALES DEL XIX

El siglo XVIII vio emerger en los alrededo-res de la cuadrícula caraqueña diversos asen-tamientos que, con el inicio del siglo XIX, fueron mermando en su reproducción, prime-ro, por el terremoto de 1812, y después, por

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la contingencia de la lucha independentista. Esta situación empezó a modificarse tan solo a mediados del decimonono (Acosta Saignes citado en López Maya, M., 1986: 116-118). Hecho que se evidencia en los datos poblacio-nales de 1851, año en el que la localidad ape-nas contaba los 1250 residentes (López Maya, M., 1986: 54). La extensión y soledad de estos espacios facilitaban la absorción de la deman-da de vivienda. “A principios del siglo XIX los límites orientales de Caracas estaban en La Candelaria. Sin embargo la construc-ción del puente sobre la quebrada Anauco (...) facilitó la comunicación con el poblado de Sabana Grande” (López Maya, M., 1986: 32). La localidad de Sabana Grande empezó a estrechar sus vínculos con Caracas debido al paso obligatorio que esta zona foránea consti-tuía para las mercaderías y víveres provenien-tes del este, específicamente de Petare y de los valles de los actuales estados Miranda y Aragua. La zona también constituía un terri-torio de acopio para los capitalinos. Este no resulta un dato menor, ya que la localidad era productora de caña, café, legumbres y maíz.

Para mediados del siglo XIX la localidad era susceptible de convertirse en parroquia, por su ingente actividad agrícola, el creci-miento de su población y la aparición notoria de viviendas. La necesidad de dar asistencia religiosa a los feligreses era imperiosa. En 1864, se crea el Distrito Federal. El entonces presidente de la República, Juan Crisóstomo Falcón, establece un nuevo ordenamiento del territorio de Caracas y sus alrededores. El recién creado distrito estaba constituido por una serie de parroquias, entre ellas la forá-nea El Recreo, unidad político administrati-va en la cual se ubica desde entonces Sabana Grande (Gómez, J., 1989: 5).

La nueva parroquia era un espacio emi-nentemente rural, cuyo uso estaba destinado prioritariamente a la producción de bienes de consumo agrícola y pecuario. Aún en el año 1891 El Recreo era agrícola en su totalidad. Según el Censo Nacional de ese año exis-tían tres plantíos de caña, un trapiche, siete plantíos de café, un alambique, una trilla y 53 plantíos de frutos menores (López Maya, M. 1986: 110). Las características de un espa-cio como este lo convierten en proveedor de sustento material para Caracas, receptor de la demanda de vivienda que la ciudad no podía absorber y lugar para el descanso y disfrute de los caraqueños. El espacio es ordenado y distribuido para los sembradíos productivos. Los establecimientos de vivienda los cons-tituyen unas pocas casas de campo, desven-cijadas quintas y escasos ranchos de negros, más allá de la producción agrícola, Sabana Grande es solo un lugar de veraneo (López Maya, M., 1986: 119-120).

Las extensiones territoriales a lo largo del camino del este, entre ellas Sabana Grande, constituían un área de valle con ingente ferti-lidad y actividad. López Maya, acuña el tér-mino paisaje de suburbio para referirse a es-tos espacios foráneos que guardan un nexo de dependencia con Caracas, el cual, de forma evidente, regula el uso del espacio, propicia su inclinación agrícola y delinea su matiz de lugar de paso en el camino Caracas-Petare.

Sabana Grande no es únicamente un enor-me granero sino también un lugar de descan-so y recreación para los caraqueños. Este uso recreativo estará signado por las diferencias entre estamentos, las cuales restringían el uso de los espacios y la realización de acti-vidades. A mediados del siglo XIX los ca-raqueños de linaje y fortuna comprobada

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incursionaban en Sabana Grande para refu-giarse durante unos días en las casonas de su propiedad. En ellas daban paseos al aire libre, se sentaban a la sombra de los árboles y ¡hasta realizaban picnics en lugares destinados a tal fin! A pesar de no existir las condiciones de infraestructura asistían con regularidad. Se-gún testimonios conservados de la época era común observar a personas mojando sus pies a orillas de las quebradas que bordeaban la zona (Alfaro-Pareja, F., 2007: 307-308).

Con la aparición, en primer lugar, de la ruta del ferrocarril Caracas-Sabana Grande -que funcionó entre 1862 y 1864-; en segun-do lugar, la construcción de la carretera del este en 1878; y por último la fabricación, en 1886, de una nueva ruta ferroviaria, esta vez con extensión Caracas-Petare, se consolida-ron los nexos definitivos entre Caracas y su periferia: “(...) la carretera del este consolidó el fenómeno de acercamiento entre Cara-cas y los pueblos del este, produciéndose un avance del suburbio caraqueño o si se quiere un crecimiento de pueblos que existían que fueron llegando a encontrarse con la capital” (López Maya, M., 1986: 34). Este ensancha-miento o acercamiento del este hacia Caracas devino en una “socialización del espacio”. La segregación racial y económica que reservaba a los más pudientes el acceso a la zona empe-zaría a mermar.

A finales del siglo XIX Sabana Grande constituía un lugar consolidado de esparci-miento para los caraqueños; especialmente cuando a partir de 1895 se inaugura el Hi-pódromo de Sabana Grande1. Durante casi 13 años (hasta 1908) este fue lugar de en-cuentro de los más finos caraqueños, de la

1 Ubicado en el espacio que actualmente ocupa la urba-nización Las Delicias.

talla de Arturo Michelena, pero también de grupos diversos, aficionados a la hípica, que provenían de estratos sociales no potentados (Alfaro-Pareja, F., 2007: 308-309).

Esta nueva dinámica denota una altera-ción, no solo del espacio físico; también deja entrever el inicio de una apertura social en el uso de esos espacios, situación que no se evidenciaba a mediados del siglo. Saba-na Grande, como “comenzó a llamarse (...) porque después de la profunda quebrada llamada de Maripérez se revelaba como una amplia extensión de terreno ininterrumpida hasta la quebrada de Chacaíto (...)” (Barre-to, M., 1984: 73), constituyó, durante el siglo XIX y hasta inicios del siglo XX, un peque-ño poblado en la periferia caraqueña, carac-terizado por un uso del espacio destinado a actividades productivas, y en menor medida habitacionales y recreativas. El paisaje emi-nentemente rural estaba caracterizado por sembradíos, plantaciones y extensos pasti-zales para el ganado. Esta localidad se ubi-caba al borde de un camino de tierra que es-taba de paso hacia las pulperías de Chacaíto, lugar donde la carretera del este hacia Petare tenía una parada obligatoria. Sabana Grande fue por mucho tiempo una zona periférica a la que únicamente tenían acceso quienes llevaban y traían sus mercaderías y aquellos viajeros pudientes para quienes acercarse a tan alejados parajes constituía una aventura de esparcimiento. La tierra y lo que en ella se producía era propiedad de caraqueños que únicamente se acercaban en determinadas épocas del año, bien fuera para supervisar las actividades productivas de sus tierras y esclavos o para pasar unos días de descanso en un ambiente alejado de la vida de la ciu-dad. Esta paz bucólica se vería interrumpida

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por la abrupta transformación que a partir de las tres primeras décadas del siglo XX le deparaba a Venezuela y a toda Caracas con la irrupción del petróleo.

DESDE LA PERIFERIA HASTA EL CENTRO. SABANA GRANDE A PARTIR DE LA EXPANSIÓN DEMOGRÁFICA DE CARACAS (PRINCIPIOS DEL SIGLO XX)

Las transformaciones en el paisaje de su-burbio se dieron de forma paulatina desde finales del siglo XIX. Esta situación era producto de la fuerza que la economía cafe-talera aún tenía y a la preponderancia de la actividad agrícola en la localidad de Sabana Grande. Este influjo mantuvo a los poblados del este en sus características agrícolas hasta bien entrado el siglo XX (López Maya, M., 1986: 35). Ahora bien, el siglo XX venezola-no va a estar marcado por la fuerza del pe-tróleo; esa misma que irrumpe en el cielo marabino con el estallido de los primeros pozos, será la que más incida en las transfor-maciones físicas en el territorio venezolano. La característica principal de estos cambios fue la de expansión de los espacios urbanos en detrimento de los rurales.

Si bien en Venezuela el proceso de trans-formaciones de lo rural hacia lo urbano estuvo marcado por la preponderancia del petróleo, no se debe soslayar el hecho de que el continente americano, en especial el Cono Sur, atravesó por procesos similares de urbanización, mejoras en salud, sanidad y erradicación progresiva de enfermeda-des infecciosas. Estos hechos, junto a los procesos de modernización de los estados

nacionales, la expansión de la participación política, el crecimiento de los mercados internos producto de las inversiones nacio-nales y transnacionales, y los movimientos migratorios, fueron determinantes para invertir la balanza del continente en poco más de seis lustros. Este pasó de tener, a principios de 1930, una población cuyo hábitat era mayoritariamente rural, a una cuyos asentamientos más poblados se ubi-caban, para 1960, en centros urbanos o en su periferia (Cartay, R., 2003: 51).

En el caso de Caracas su transformación física estuvo marcada por el denominado ensanche hacia el este, evento modificador que inaugura una serie de cambios en el uso de la tierra, obligando a dueños de hacien-das agroproductivas a parcelar y vender. El nuevo uso será el de la vivienda, modifica-ción a partir de la cual surgieron las prime-ras urbanizaciones (Alfaro-Pareja, F., 2007: 309-310). Sabana Grande es ahora, junto al este de Caracas, epicentro de cambios y transformaciones abruptas. Intentaremos acercarnos a las nuevas características de la localidad, señalando los elementos que incidieron de manera significativa en su transformación urbana. Apuntar la re-flexión hacia el caleidoscopio de represen-taciones que el proceso de urbanización inaugura en la mentalidad de la sociedad caraqueña y que en Sabana Grande tuvie-ron su pasarela durante décadas.

En 1920 la ciudad de Caracas apenas lle-ga hasta el actual Parque Los Caobos, sigue siendo aquella ciudad de los techos rojos. Es a finales de esa década cuando empieza el proceso de transformaciones conocido como el ensanche hacia el este (Cartay, R., 2003: 66), y la localidad de Sabana Grande

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pasa a convertirse en la puerta de entrada hacia la novedad de la ciudad (Barreto, M., 1984: 73). De parroquia foránea a epicen-tro de las transformaciones. Sabana Grande seguía siendo lugar de paso para ir desde Caracas hacia el este y viceversa; solo que ahora este tránsito se veía promovido por la construcción de urbanismos como La Florida y Las Delicias de Sabana Grande, en 1928, e incentivado por una creciente preocupación del Estado en la inversión, diseño y ejecución de programas urbanísti-cos. Quizás el más recordado de estos sea el inconcluso Plan Rotival, de 1940.

Sabana Grande: “(...) fue uno de los ni-dos más fértiles que acogió la llegada del nuevo orden urbano, para nunca más des-lastrarse de la condición de punto de en-cuentro, albergue y reflejo de las diversas transformaciones que experimentaría la sociedad caraqueña” (Andrade, V., 2004: 29). Es el auge del modernismo, la arqui-tectura y la ingeniería de corte funcionalis-ta. Estas concepciones no solo inciden en los proyectos de planificación urbana sino también en el imaginario del caraqueño, habitante de Sabana Grande, asombrado por la magnitud de las obras, empapado por el auge de un discurso progresista que pro-metía excelso bienestar.

No queda lugar a dudas del cambio que se comporta desde el Estado y desde las em-presas privadas. El este se cotiza a precios elevados y las pujas por construir la ciudad del futuro son elevadas. En la década de 1940 Sabana Grande ya aparece como polo comercial para familias de clase media y alta (Barreto, M., 1984: 76). El arquitecto Luis Roche fue el gran constructor del este, y junto a él muchos otros fueron partícipes

de más de cien proyectos para la construc-ción de urbanizaciones de lujo entre los años 1937 y 1957 (Frechilla, citado en Car-tay, R., 2003: 66). El libro Sabana Grande era una fiesta, describe con elocuencia y con magnífica frase el cambio que signifi-có para la zona: “(…) al concluir la marcha hacia el este, la ciudad se miraba el ombli-go” (Masó, F., 2004: 134).

Una estampida urbana se expande avasa-llando las haciendas y las plantaciones, es la supresión de la estrecha relación entre la vida del trabajo y la vida doméstica que hace de la ciudad un olvido del campo. Este es un atri-buto de la ciudad, en su onda expansiva, casi indetenible va olvidando su relación de depen-dencia con el campo, lo avasalla, lo suprime. Así Sabana Grande dejará atrás su bucólica existencia decimonónica, va convirtiéndose en punto ideal para la puesta en marcha de in-novaciones y modismos arquitectónicos. No volverá a tener un paisaje agrícola. La relación de la localidad con la ciudad de Caracas ya no será la del proveedor de materias para el con-sumo. En esa “nueva Caracas”, Sabana Grande jugará un papel de vitrina de exhibición de la ciudad posible.

Con la aparición del automóvil y una nueva conjunción entre especuladores criollos de la tierra e intereses transnacionales, se confi-guran para Venezuela características viales basadas en este medio de transporte; lo cual incide en la construcción de una red vial que para la década de 1950 ha delineado la fisiono-mía básica de Caracas, como una ciudad cuyos espacios no fueron pensados para transitar de forma libre por el peatón, ciñéndose más a una red intrincada para el traslado en automóvil (Posani, citado en Barreto, M., 1984: 77; Al-mandoz, A., 2000).

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Esta nueva configuración afectó la confor-mación primaria de la ciudad. El casco históri-co y sus alrededores van perdiendo prestigio y habitantes, se convierte en punto de partida del poder político; los caraqueños se dispersan en una ciudad que se ensancha dramáticamente. En Estudio de Caracas, una investigación rea-lizada por la Universidad Central de Venezue-la en el año de 1967, se afirma: “(…) la ciudad se expandía en todas direcciones, desbordan-do sus límites tradicionales, y los grupos de mayores recursos se asentaban en el este (...), mientras los más pobres se iban a vivir hacia el oeste y el sur” (UCV, citada en Cartay, R., 2003: 53). Estos cambios hacen que en torno a Sabana Grande se vaya configurando una zona de tránsito vehicular abundante, caracterizada por ser el lugar de convivencia de las clases más privilegiadas; este último aspecto no es llamativo si recordamos las características de la localidad durante el siglo XIX. Lo im-portante acá son los nuevos contenidos de los que la localidad va cargándose, el discurso de un modernismo basado en el confort y demás suntuosidades relacionadas a la idea del pro-greso. Mario Briceño Iragorry ilustra bien esta interpretación en la introducción al libro Así es Caracas, publicado en 1951 con la intención de “recoger la imagen de la nueva Caracas”:

“Así es Caracas” revela en forma artística y sugestiva el progreso acelerado que está transformando la vieja “ciudad de los techos rojos” en masa imponente de edificios de moderna y empinada arquitectura (...). Un sueño constante de progreso ha venido a realizarse, (El mes fi-nanciero y económico de Venezuela, 1951: s/p).

Se evidencia una expresión entusiasta por develar un mundo de posibilidades, funda-das en el flujo de dinero que el erario público recibe a cuenta de las concesiones petrole-ras. No es casual que don Mario escriba es-tas palabras en 1951, pues Caracas llevaba ya veinte años imbuida en un proceso turbu-lento de transformaciones estructurales, que no cesaron durante la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez. La ciudad es ahora moderna y cosmopolita. Sabana Grande y su Gran Avenida son el centro comercial de Caracas. Al área que va desde Plaza Vene-zuela hasta Chacaíto acuden los caraqueños de elevado poder adquisitivo a comprar las mejores marcas de ropa, alhajas, calzado, automóviles, todo importado desde Europa y los Estados Unidos. Las vitrinas exhiben lo que un ciudadano moderno requiere, la idea de la belleza radica en lo material. La suntuosidad de las marcas es sinónimo de placer, este último entendido como el anhelo irrefrenable por adquirir la última moda.

El nuevo espacio, la Gran Avenida de Sa-bana Grande es convertido al uso comercial y de servicios a partir de la década de 1950. Es el lugar elegido para las sedes bancarias y profesionales. La remodelación de la lo-calidad responde a los intereses de sectores minoritarios, es el reflejo de una utopía de lo moderno, lo eficiente y lo posible. En el libro 1950: El espíritu moderno, los autores afirman que: “(…) a la distancia del medio siglo [la Caracas] de los años cincuenta es la ciudad del capitalismo y de la expansión” (Fundación Corp Group Centro Cultural, 1998: 104).

Sabana Grande fue el lugar de confluencia de las transformaciones físicas y psicoso-ciales de la ciudad de Caracas. Entre 1950

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a 1960 se erigió la configuración definitiva hacia la característica urbana basada en un uso residencial, comercial y profesional. Se constituyó un eje entre la Plaza Venezue-la, la Gran Avenida de Sabana Grande y la avenida Francisco de Miranda en Chacao. Grandes edificios como el Centro Profesio-nal del Este, ubicado en la avenida Casano-va Godoy y la sede del Banco Unión, eri-gido en la calle Negrín, dan cuenta, aún en la actualidad, de la inclinación a establecer sedes empresariales.

Resulta notorio que tanto en su versión bu-cólica como urbana, Sabana Grande estuvo sujeta a la propiedad de unos pocos, quienes contribuyeron con la modificación de las es-tructuras de uso que tuvo y tiene el espacio en la localidad. Hecho resaltante en la de-finitiva configuración urbana del espacio. Ahora bien, si con el transcurrir del tiempo se reformó la estructura social venezolana, pasando de estamentos cerrados a clases so-ciales cuyos individuos podían, bajo la égida de múltiples factores sociales e individuales, subir o bajar peldaños dentro de la pirámide social, la socialización de Sabana Grande, el uso y disfrute del espacio para grupos de diversa procedencia económica, no se vio de forma ostensible sino hasta la aparición del Metro de Caracas, a partir de 1983.

DE LA GRAN AvENIDA AL BULEvAR. LA TRANSFORMACIÓN DEL ESPACIO Y LOS USOS URBANOS DE SABANA GRANDE

Desde la perspectiva de los estudios regionales y locales, los aportes teóricos de disciplinas próximas o lejanas a la historia son plausibles. Bajo esta premisa, en este último acápite, asistiéndonos de elementos conceptuales del urbanismo y la filosofía de la ciudad, intentaremos acercarnos de forma crítica a las características de la Sabana Grande urbana, a su dinámica citadina y a los elementos psicosociales que dan cuenta de una transformación de los usos del espacio, mediante el estudio de elementos diversos que coexisten con la actividad humana.

La ciudad y lo urbano tienen un valor cultu-ral innegable, son el escenario donde se des-envuelve de forma predominante el drama del ser humano contemporáneo. En este sentido, la importancia de la ciudad como objeto de es-tudio radica en un valor de memoria. Este va-lor estriba en la introducción de elementos de análisis más allá de los documentos oficiales; plantea que las viviendas, los comercios y de-más elementos de la ciudad también poseen su importancia desde el punto de vista histórico (González, L., 1991: 72). Así mismo, el valor simbólico parte de la premisa de que la ciudad visibiliza conceptos o valores: “El orden ur-banístico no solo refleja el orden social, sino la razón metafísica o divina de la institución urbana” (González, L., 1991: 73). La ciudad contiene un valor estético-artístico, del cual se desprende que esta es un producto artístico, es-tableciéndose una conexión de identidad entre el arte y la historia (González, L., 1991: 76).

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Las tres décadas que transcurren desde 1960 hasta 1990 representan el auge y la caí-da del esplendor de Sabana Grande. Este pe-ríodo en particular contiene la configuración definitiva de Caracas como área urbana, el asentamiento de Sabana Grande como punto neurálgico de la ciudad y su dinamización cultural, económica y hasta racial. Estos cambios son producto, entre otros fenóme-nos, del reordenamiento político y econó-mico que trajo consigo la finalización de la Segunda Guerra Mundial; la hegemonía que las configuraciones urbanas pasaron a tener sobre el antiguo orden agrícola y rural; y la apertura social e ideológica que empezó a gestarse en el país con la caída de la dicta-dura del general Marcos Pérez Jiménez en enero de 1958.

Encontramos en la Sabana Grande urba-na, a partir de los años sesenta, el teatro, la pasarela de cierto grupo de caraqueños e individuos de otras latitudes; es: “(…) el lu-gar de encuentro alternativo: el lugar de los paseos, las tertulias, las compras, el buen comer, y en general el sitio de disfrute” (An-drade, V., 2004: 54). Uno de los elementos que por esos años va a caracterizar a la loca-lidad es la europeización de sus comercios, en especial los establecimientos dedicados a la oferta de comida y bebidas no alcohólicas. Se vuelve común la instalación de mesas y sillas, al modo de las terrazas parisinas y londinenses, el café de la tarde, el encuentro para charlar de política y literatura; se nutre el espacio de contenidos llegados desde Eu-ropa, traídos por una clase inmigrante fun-damentalmente proletaria.

La avenida Abraham Lincoln, mejor conocida como la calle Real de Sabana Grande, era el lugar de confluencia de la

intelectualidad venezolana de las décadas de 1970 y 1980. En sus bares y cafés se daban cita los literatos; personajes como Juan Sánchez Peláez, Víctor Valera Mora, Salvador Garmendia, Miyó Vestrini, entre otros. Militantes de izquierda como Rafael Cadenas, Manuel Caballero o personalida-des de la talla de Gabriel García Márquez. Eran frecuentes los encuentros en librerías y bares, la mayoría marcados por un sen-timiento y pensamiento crítico, adversos a las políticas de los gobiernos de entonces. Se evidencia un cambio en la dinámica so-cial, una apertura del uso del espacio.

Estos rasgos se evidencian con preponde-rancia en el espacio público, lugar por exce-lencia de la ciudad: “(...) este es el medio a través del cual una ciudad informa sobre su esencia, identidad, historia (...)” (Hernández, M., 2005: 8). Si el espacio público contiene información, datos y pistas de diversa índole, resulta ser un material riquísimo para la con-figuración de niveles de entendimiento alre-dedor de la localidad. En el caso que nos ata-ñe, resulta peculiar la relación contradictoria que se da entre una apertura social en el uso y disfrute del espacio público y la permanencia de cerramientos en torno al usufructo de la propiedad. Las estructuras siguen su paso a la sombra de un orden especulativo de bienes raíces que hacen de Sabana Grande una zona de alto valor monetario, mientras que las re-presentaciones culturales que se dan en sus espacios abiertos tienen procedencia geográ-fica, económica e ideológica diversa.

Y es que lo urbano, como perfil funda-mental de la nueva Sabana Grande, trae consigo un rasgo esencial de la ciudad, uno de sus atributos, en palabras de Geor-ges Lefebvre: “Lo urbano tiene el rasgo

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esencial de la concentración, la aglome-ración, y por ello exige y necesita del en-cuentro y la interacción continua entre ele-mentos representativos de todo lo que va ligado a la existencia humana” (citado en Almandoz, A., 2000: 46). Esta concentra-ción, esta amalgama de diversas generacio-nes y procedencias está bien documentada por el fotógrafo Vasco Szinetar; su trabajo nos ofrece una mirada de primer orden en torno a los grupos que en aquellos años se reunían en la localidad. Y es que el auge de Sabana Grande estuvo en ser el lugar donde se daba: “(…) la confluencia cosmopolita de la capital (...)” (Masó, F., 2004: 13).

Toda esta actividad marca profundamente a la localidad. Los nuevos contenidos están representados en usos diversos, fundamen-talmente asociados a una apertura cultural que trae elementos recreativos de diversa índole, tales como bares, prostíbulos, dis-cotecas, librerías, salas itinerantes de expo-sición. Nuevas estructuras, cargadas con la idea del orden, la limpieza, la seguridad y la comodidad, también aparecen; hablamos del centro comercial. Asimismo nos topamos con la permanencia de aquellos primeros levantamientos arquitectónicos, su moder-nismo y funcionalidad, acaecidos durante la década de los cincuenta, ya consolidados.

En la selección de fotografías que aparece en el libro de Masó puede observarse un re-gistro del acontecer urbano en la localidad. Era el sitio nocturno para los cortejos, el lugar elegido para las caravanas de gradua-ción, para la celebración del carnaval. Una fotografía de Tejada refleja, con la frase que la acompaña, la representación y la realidad de Sabana Grande entre los setenta y ochen-ta; al pie de la foto puede leerse: “El bulevar

se convierte en el Times Square caraqueño”. Se observa un cúmulo de personas transitan-do por la avenida, en medio de una noche iluminada por grandes avisos de neón. La crónica pareciera apuntar al logro del pro-greso que, en la introducción de Así es Cara-cas (1951), señalaba Briceño Iragorry.

Todas estas representaciones urbanas tienen su encuentro en Sabana Grande. A mediados de los setenta la localidad es: “(...) [el] centro neurálgico de la capital, [donde] concurren gentes de diferente cultura y tradición”(Ryder, G., 1974: s/p). Sergio Dahbar hace una interpretación análoga con la de Ryder: “(...)la dorada década saudita, en referencia a los años setenta, se vio ref lejada en toda Sabana Grande como un gran caleidoscopio“ (Dahbar, citado en Masó, F. 2004: 9).

Existen múltiples referencias en libros que agrupan reconstrucciones fotográficas de la ciudad de Caracas a lo largo del siglo XX; en estas pueden observarse contadas imágenes de Sabana Grande. Es destacable el hecho de que la localidad aglomeró un conjunto de establecimientos comerciales y de servicios que la convirtieron en lugar de anhelos y necesidades. A esto le sumamos la configuración vertical de las edificaciones, el constante fluir de los automóviles y las lu-ces de neón de llamativos colores que iban llenando los espacios a la vista. Los cafés de estilo europeo y las caminerías, en conjun-ción con la red vial, le daban características únicas. Las actividades ilícitas de la noche, como la prostitución de mujeres y transgé-neros, el consumo de sustancias prohibidas y de alcohol también constituían expresio-nes de los nuevos usos. Se cumple la utopía, la comodidad y el confort, pero también se

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manifiesta la segregación económica en un espacio configurado para las clases media y alta; en fin, se expresa la ciudad y lo urbano de forma total en Sabana Grande, todo cara-queño anhela habitar en el este, encontrarse en la Calle Real.

Este anhelo de habitabilidad se amplía con la aparición del Metro de Caracas. La finali-zación de sus obras bajo tierra y la reconfigu-ración de la superficie generan expectativa. La Gran Avenida ahora es un bulevar, un kilóme-tro y medio desde la entrada oeste de Sabana Grande hasta Chacaíto. En Crónica de Cara-cas se lee, al pie de una foto que expone los espacios recién inaugurados: “La expectativa del sector de Sabana Grande, con la inaugu-ración de los servicios viales, y la conclusión de los accesos a la estación del Metro, darán definitivamente un toque de ciudad moderna a este sector (...)” (Alcaldía del Municipio Liber-tador, 1980: 235). La transformación operada por la inauguración del Metro en 1983 es total.

La socialización de la ciudad de Caracas, la posibilidad real de asistir al encuentro de múl-tiples espacios, sin importar la procedencia ni la distancia, se dio a partir de la inauguración del sistema de transporte subterráneo, en su primera fase desde Propatria hasta Chacaíto. En el prólogo de Sabana Grande era una fies-ta, Sergio Dahbar afirma:

El Metro de Caracas, impoluto y desinfectado en su nacimiento, sir-vió de catalizador en una ciudad que había crecido, pero que mantenía la violencia y la diferencia entre sus clases a raya, en una periferia que casi nunca se acercaba al corazón de la capital. Un servicio público eficiente y económico abrió por fin

las puertas de la democratización social caraqueña (Masó, F., 2004: 10).

La localidad emerge reconfigurada por una interacción que incorpora a cientos de per-sonas diariamente. Bien sea para el trabajo, para el paseo o el disfrute, porque se tiene en la localidad el sitio de vivienda, porque se acercaban a una librería a consultar y com-prar textos universitarios, Sabana Grande los recibe a todos. El espacio ha sido trans-formado de acuerdo con las necesidades de la urbe y de sus habitantes.

ATANDO CABOS. A MODO DE CONCLUSIÓN.

En la historia de la transformación urba-na de la ciudad de Caracas, la localidad de Sabana Grande tiene un papel relevante. Al igual que muchos otros lugares adyacentes a la cuadrícula caraqueña de finales del si-glo XIX y principios del siglo XX, Sabana Grande atravesó un proceso vertiginoso de transformaciones que respondían a las ne-cesidades de ensanchamiento de una ciudad que se le había quedado pequeña al poder político y económico nacional y a los intere-ses transnacionales cuyos capitales empeza-ban a ser atraídos por la novedad petrolera.

La localidad del siglo XIX, parroquia foránea, lugar alejado, de características agrícolas y rurales, fue acercándose, en su discurrir histórico, a la ciudad de Caracas, amalgamándose en una única configuración político administrativa que proyectó la idea de una ciudad grande, en franca expansión, imagen de lo posible, utopía de la moder-nidad en los conceptos arquitectónicos y

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urbanísticos de las tres primeras décadas del siglo XX.

Sabana Grande vio modificarse sus espa-cios y usos. Como característica principal de las ciudades contemporáneas, la relación entre la vida del trabajo y la vida doméstica se quiebra, lo urbano se superpone a lo rural, y la vida en la localidad pasará a cargarse de contenidos relacionados con el comercio, con la belleza fundada en lo material. Se configuran estructuras laborales de tipo pro-fesional, con la erección de sedes bancarias y de empresas transnacionales. La trilla será sustituida por el maletín; la mula o el caballo dejarán su paso, primero, al tranvía, luego al automóvil; el rancho y la quinta del negro, la casona del terrateniente, se derrumbarán ante la fuerza inesperada de los vehículos de carga que, llenos de ímpetu transportaron los materiales para las nuevas urbanizacio-nes, abriendo camino desde finales de los años veinte hasta el inicio de los años sesen-ta al asentamiento de las nuevas residencias permanentes de las clases media y alta.

Estos cambios espaciales incidieron de for-ma notoria en las jerarquías estamentales de tipo racial existentes a finales del siglo XIX; la socialización aparece ahora fundada en las relaciones de poder que establece el dinero. Durante las décadas de los cincuenta y sesen-ta del siglo XX Sabana Grande se convirtió en la expresión máxime de la confluencia y la aglomeración, la representación e interac-ción de identidades múltiples en sus espacios, en sus habitantes y transeúntes, caminerías y calles. Es el centro neurálgico de una nueva Caracas, diferente a la de los techos rojos. Es el ombligo de las posibilidades, por lo menos en el discurso que transportan sus vitrinas y edificaciones, en el eco que dejan a su paso

los vehículos. La transformación se operó paulatinamente. Al finalizar los sesenta la localidad es la puerta de entrada al este de la Caracas cosmopolita.

La historia de la localidad se manifiesta en la experiencia de lo artístico en sus monu-mentos y edificaciones, reflejo continuo de lo urbano, lo funcional, lo impoluto y desea-ble. Pero también en el elemento privativo que imponen los caporales económicos y el mercado especulativo de bienes raíces. En la segregación y exclusión material que se instala, configura los usos de la propiedad, parcela la tierra, vende y compra.

Finalmente, la ciudad se abre cual boca de cañón, expulsa la tierra de sus entrañas, per-mitiendo el paso de maquinaria y obreros. El Metro de Caracas abre las puertas del este, permite el acceso de nuevos contenidos; el oeste y el este se encuentran en una dinámi-ca que no está desprovista de prejuicios; son dos ciudades distintas las que se cruzan, se mezclan y se repelen.

Sabana Grande es una pasarela, un calei-doscopio; su identidad radica en no tener identidad, en la interpretación múltiple que puede hacerse de un rostro cuando única-mente se perciben dos ojos detrás de una máscara. La localidad está abierta a conte-nidos y representaciones de toda índole, los repele y acuna con el mismo ímpetu. Fue durante mucho tiempo el lugar de encuentro, objeto de anhelos materiales y espirituales, plataforma de la bohemia y la intelectuali-dad cultural, de la diversidad sexual, del consumo y lo superfluo representado en las mercaderías. Sabana Grande se transformó en la manifestación urbana por excelencia.

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One path in the Caracas time. Notes for the historical reconstruction of the uses and spatial transformation of Sabana Grande

Miguel Díaz Chang

InstItuto PedagógIco de caracas

ABSTRACT: This paper shows a study about the transformations that occurred in Sabana Grande (locality of Caracas in the parish El Recreo), as a part of the urbanization process that started at the dawn of the 20th Century in order to expand the city toward the east side. The goal of this research —based on the local history approach— is to interpret the influence of the spatial transformations on the economic and social life of the locality. The research also seeks to appreciate the interaction between representations and realizations on the context of diverse local ambits. The path traced by this study begins at the bucolic Calle Real de Sabana Grande (late twentieth century) and ends at the boulevard opened when the works of the Metro de Caracas were finished in the early eighties. The conclusion is that Sabana Grande is the metaphor of a kaleidoscope, the urban representation par excellence.

KEY WORDS: Urbanism, Spatial transformations, Interaction of representations, Caracas, Uses of space.

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Calle Real de Sabana Grande, s/f. Colección Miraflores, Archivo Audiovisual de la Biblioteca Nacional.

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Pinceladas de un petareño: Comentarios en torno a la vida y obra de Bárbaro Rivas (1893-1967)

luis FernanDo Castillo herrera

InstItuto PedagógIco de caracas

RESUMEN: El presente trabajo busca esbozar algunos aspectos correspondientes al turbulento tránsito vital del maestro pintor venezolano Bárbaro Rivas, nacido en Petare, estado Miranda, en la última década del siglo XIX, así como examinar el carácter artístico inmerso en su trabajo; destacando en este sentido no solo los aspectos más relevantes de su trajinada vida, sino además el significado de algunas de sus obras, donde se apreciarán los tres ejes temáticos que caracterizan su acervo: religión, autorretratos y aspectos vivenciales de Petare, con los cuales inscribió su nombre en el arco triunfal del orbe pictórico nacional.

PALABRAS CLAvE: Siglo XX, Arte ingenuo, Petare, Pintores, Artistas venezolanos.

INTRODUCCIÓN

R eferirnos al arte pictórico vene-zolano implica recordar notables personalidades que han hecho

resonar el escenario artístico nacional e internacional. Como ecos en el tiempo re-tumban los nombres de Juan Lovera, Arturo Michelena, Cristóbal Rojas, Martín Tovar y Tovar, Armando Reverón, entre otros tantos que harían una lista más que interminable. En aquel extenso listado de nombres y ape-llidos se encuentra uno muy particular, el cual merece ser desempolvado para dejarlo brillar con su propia y auténtica luz. Se trata de Bárbaro Rivas, el oriundo de Petare, el hombre que impactó a los críticos con su es-tilo naif de ver el mundo.

Una cantidad importante de individuos destacados en el mundo de las bellas artes, como Miguel Von Dangel, Francisco Da Antonio, Alfredo Boulton o Juan Calza-dilla, concuerdan en el virtuosismo innato de Rivas, además de su capacidad para lo-grar revolucionar el mundo sin haber re-cibido una educación formal. Un hombre analfabeta que conquistó y removió los ci-mientos del arte venezolano, dejando una huella que puede ser ignorada pero jamás sepultada o borrada.

El presente escrito está centrado en la ne-cesidad de analizar el contexto vivencial y pictórico de Bárbaro Rivas. Seguido de dos objetivos específicos: a) Conocer los

Tierra Firme. N° 110 Caracas-Venezuela, Año 2016, Enero-Abril, pp. 27-40.

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aspectos fundamentales de la vida de Rivas como claves de su expresión pictórica, y b) Comprender algunos elementos simbólicos plasmados en la obra del artista.

Esos objetivos han guiado los rumbos de esta sucinta investigación, que más allá de estar concluida o cerrada es simplemente la apertura al estudio pictórico de varios de nuestros notables y tristemente olvidados ar-tistas plásticos locales y regionales, siendo Bárbaro Rivas un ejemplo de ello.

UN PETAREÑO ENTRE SUEÑOS Y TORMENTOS

El arte lo podríamos calificar como la fu-gaz maravilla del ser humano. Es ir más allá del cerco impuesto y aceptado por las capri-chosas reglas de la sociedad. El arte y sus protagonistas (los artistas) responden irreve-rentemente ante la apatía, la monotonía y la frialdad de lo común. Redime al hombre, lo transforma y lo lleva a lo más profundo de su ser, convierte a la creación divina (hombre y mujer) en un pequeño y mortal creador.

Las líneas precedentes describen simbólica-mente a Bárbaro Rivas. El singular petareño ve la luz de la vida el 4 de diciembre de 1893, hijo de Prudencio García y Carmela Rivas, de quien obtendrá el apellido con el cual pasará a la inmortalidad. A pesar de haber nacido en Petare, será en El Caruto donde se desarrolla-rá la infancia del futuro artista.

Aquel lugar, escenario de futuras inspira-ciones es reconstruido imaginativamente por Reyes-Torres:

Muy cerca operaban los trapiches de La Urbina, Marrón, Moreno y Aré-valo. También existieron potreros

con sus puntas de ganado que an-daban y desandaban los cerros. A poca distancia del barrio pasaba el torrente fuerte del río Guaire y, un poco más allá, desembocaban en él las cristalinas aguas del río Cauri-mare. Para ir a Maiquetía o hasta Ocumare se podía tomar el tren. Y cerca del lugar donde se encuentra el Hospital Pérez de León estuvo una estación ferroviaria (Reyes-To-rres, 2011, p. 14).

Un escenario de múltiples elementos que más tarde cambiará drásticamente; sin em-bargo, mientras estuvo incólume sirvió como el modelo y paisaje idóneo.

Rivas no tuvo una educación formal, de hecho: “… nunca asistió a la escuela ni na-die de su familia le enseñó a leer y escribir” (Reyes-Torres, Ob., Cit p. 15). Pese a prove-nir de un núcleo familiar donde existieron los elementos para un mediano desarrollo educativo regular, este nunca llegó a mate-rializarse. Su padre fue boticario y direc-tor de la Banda Municipal de Petare. Estos elementos permiten imaginar que don Pru-dencio García, de haberlo deseado, hubiese dedicado esfuerzo en la instrucción de su retoño. Al preguntarnos sobre las causas de la negada educación al joven, debemos tomar en cuenta la todavía fuerte y prag-mática influencia religiosa imperante en Venezuela (con una sociedad que aún no apreciaba diferencias entre el pasado y el nuevo siglo). La razón por la cual Bárba-ro no recibe el apellido paterno es porque don Prudencio y doña Carmela no estaban casados. Este es otra de las razones que en cierta medida condicionaron al padre de

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otorgarle educación formal al hijo (además de cumplir con otras responsabilidades).

Pronto don Prudencio contraería matrimo-nio con otra mujer. De aquella unión surgirá de forma inadvertida el espíritu religioso del joven Bárbaro. Doña Daniela Suárez, su ma-drastra, poseía un innegable apego y amor a las santas escrituras; para ella, la palabra de Dios era un legado que necesariamente debía ser respetado y trasmitido a las nuevas generaciones. Es de esta manera como Bár-baro Rivas entrará en contacto con el men-saje sagrado.

Aquellos encuentros donde las líneas bí-blicas eran las protagonistas representaron el escenario idóneo para inculcarle las pri-meras letras al futuro artista. No obstante, el joven petareño estuvo alejado del conoci-miento efectivo de la escritura y la lectura. Podríamos imaginar que aquel muchacho, producto de una unión carnal no bendecida por el Altísimo, debía en primer lugar salvar su alma antes de conocer y manejar los re-querimientos académicos mundanos (ídem).

Ayer como hoy el desconocimiento y la ig-norancia relegan al individuo a trabajos ma-nuales inestables (subestimados socialmente). El analfabeto queda a merced de quienes re-quieren su mano de obra barata y sin el más mínimo sentido del valor monetario, puede ser seducido (engañado) con facilidad. Esta será la situación de Bárbaro Rivas, el niño que pronto pasa a la categoría de hombre trabajador.

Cabe destacar que la condición de Rivas era muestra de las vicisitudes de una Vene-zuela rudimentaria, con poca aproximación a los elementos culturales, donde la férrea presencia del hombre del puño de hierro, Juan Vicente Gómez, gobernaba de manera implacable, reduciendo a los intelectuales

a disidentes o lacayos políticos, prestos a justificar la presencia del Benemérito en el solio presidencial.

Bárbaro Rivas, estaría alejado de cualquier taller, técnica o concepción artística. De he-cho sus primeras incursiones laborales serán variadas y desconectadas del mundo pictóri-co. Se desempeñó inicialmente como bande-rero de ferrocarril, albañil, pintor de brocha gorda, entre otros quehaceres dignificantes; empero, desligados de la pasión artística y creadora. No obstante, el empleo en el ferro-carril le permitía apreciar nuevos paisajes, nuevas sensaciones que más tarde fungirán como materia prima para sus obras.

El analfabetismo y la inestabilidad laboral se adherirían al alcoholismo. Bárbaro Rivas sucumbirá ante la tentación de la bebida, que pronto le traerá fuertes crisis que lo demole-rán. La primera de aquellas perturbaciones emocionales se registra en 1937, cuando ya pintaba uno que otro cuadro de pequeñas di-mensiones. Se estima que aquella situación se debió a su despido como banderero en el ferrocarril; trabajo que lo mantenía ocupado y lo hacía parte útil de una confusa sociedad. El despido lo deprime y arroja en el alcoho-lismo; enfermedad que empieza a consumir-lo con dramática lentitud. Una fuerte crisis por la ingesta de alcohol lo mantuvo sepa-rado del pincel un tiempo. Tras la recupera-ción, gracias a los cuidados de su hermana, pintaría La fábrica de chocolates (1937). Trabajaría en otros cuadros, pero ya sumi-do en las seductoras y embriagantes fauces del licor.

En 1949 se daría el encuentro más impor-tante en la vida de Bárbaro Rivas, fecha que dará inicio al recorrido y reconocimiento artístico del petareño. Un joven artista de

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nombre Francisco Da Antonio reconocería a primera vista el talento de aquel hombre: “¿Qué motivó el interés de Da Antonio por Bárbaro Rivas? (…) es posible que Da Anto-nio haya estado expuesto a lecturas que re-presentan un cuerpo de textos más amplio, donde se relaciona el modernismo con el arte ingenuo”. (Gamboa, 2013, p. 19).

Da Antonio reconocería la calidad artís-tica de Rivas. En medio de un encuentro aparentemente intrascendente, el joven ar-tista observaría una escena bíblica pintada en una bolsa de papel que portaba el petare-ño, y el intrigante estilo pictórico conectaría automáticamente al jovial Francisco con el carismático personaje. Reyes-Torres (2011) destaca que:

Para el momento en que se produjo dicho encuentro, Bárbaro no se ha-llaba en su mejor momento. Debido a eso, el empeño de Da Antonio en visitarlo y conocer sus otros traba-jos se estrelló contra la férrea oposi-ción del artista (Ob., Cit., p. 25).

Aquel encuentro dejaría grandes resulta-dos; sin embargo, pronto el artista quedaría sumido en una nueva crisis provocada por el alcohol: dejaría de pintar y la miseria lo bordearía. Pese a ello, un nuevo halo de luz lo terminaría envolviendo. Contaba Rivas con sesenta años, cuando en cierta medida vuelve a nacer, una nueva vida donde los sueños plasmados en los pequeños cartones brillaban con luz propia y reciben el reco-nocimiento de expertos y artistas de distin-tos géneros.

Para el año de 1954 se cernían comenta-rios impropios en torno a la existencia de un

nuevo artista. Algunas auras mal intencio-nadas aseguraban que la figura de Bárbaro Rivas era inexistente, una invención fantás-tica. Ante aquellos llamados de incertidum-bre, Francisco Da Antonio buscó mostrar la efigie del maestro ingenuo, y el 25 de abril de 1954 se publicaba un artículo de prensa que revelaba el misterio del artista petareño.

La estocada que terminaría por exponer al hombre adusto y sencillo sería la peque-ña exposición organizada por Francisco Da Antonio en un local del pueblo de Petare llamado Bar Sorpresa. Aquella exposición denominada Siete pintores espontáneos y primitivos de Petare, fue el escenario propicio para que el mundo del arte local conociera al nuevo integrante del olimpo artístico venezolano.

El 23 de febrero de 1956 es una fecha sig-nificativa en la vertiginosa vida de Bárbaro Rivas. A partir de aquella presentación pú-blica donde era posible visualizar al creador con sus creaciones, se iniciaría una época de luces brillantes para el artista. Los laureles se posarían en las sienes de Rivas. Prime-ramente se le otorgaría el Premio Arístides Rojas, lauro entregado de forma unánime por el jurado del XVII Salón Oficial Anual de Arte Venezolano; entre los miembros del jurado cabe señalar la presencia de nota-bles hombres del orbe académico y artístico como Manuel Cabré, Alfredo Boulton y Ar-turo Úslar Pietri.

Ese mismo año el Museo de Bellas Artes en Caracas exponía cerca de cuarenta obras, reuniendo piezas realizadas por Rivas entre los años 1926 y 1956. Sin embargo, el mo-mento fulgurante de la vida artística de Bár-baro Rivas estará dado por su premiación en la IV Bienal de Sao Paulo. Entre los artistas

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ingenuos que se dieron cita en aquella opor-tunidad solo Rivas recibió mención hono-rífica. Rivas contaba con sesenta y cuatro años cuando recibía su premiación en tierras cariocas; esto poseía una significación de gran peso, pues pronto el cansancio físico, sumado a otras vicisitudes, golpearían el genio creador. Entre la sucesión de hechos desafortunados encontramos el incendio de su casa en Petare. Aquella no sería sólo una estructura física; ese lugar devorado por las llamas representaba el espacio místico y es-pecial donde el artista se sentía gustoso para dar rienda suelta a su creatividad.

A pesar de habérsele otorgado una nueva vivienda, Rivas nunca estuvo cómodo. Así lo refiere Calzadilla (1976): “… le resulta-ba difícil acostumbrarse a esa nueva casa de platabanda, demasiado clara, con sus ventanales de cristal que dan para la calle, sobre la vista del río, y por donde entra una luz excesiva...” (p. 16). Pese a ese nuevo es-collo en su vida tan trajinada, recibirá una vez más en 1960 el Premio Arístides Rojas por su magnífica pintura El ferrocarril de La Guaira (1959). Obra que podríamos calificar como una de las más importantes del artista.

Durante ese lapso se corren rumores de la explotación que sufría por aquellos que lle-garon a considerarse como sus marchand. La situación parecía explicar el crecimien-to de su producción artística. No obstante, Von Dangel (1994) comenta aquella aparen-te extorsión hacia Rivas como un elemento mítico sin fundamento: “Es buena pues la oportunidad para romper, al menos en par-te, con el mito de la rapiña a Bárbaro como se ha manejado…” (p. 26). Para Miguel Von Dangel, no existió tal voracidad que acabara con Bárbaro Rivas, sino más bien un mar de

confusión y malos entendidos. Por su parte, Fábregas (1967) relata y mantiene la exis-tencia de acciones irregulares que llegaron a ocurrirle a Bárbaro Rivas, como es el caso de la pensión de trescientos bolívares que se le había otorgado:

Bárbaro Rivas parece resignado a que todo el mundo lo estafe. Cuan-do, poco tiempo antes de ingresar al hospital, se le preguntó si le llegaba puntualmente su pensión, dijo que a él le entregaban 50 bolívares y a su hermana 30. O sea, que de los 300 bolívares solo le llegaban 80 (p. 49).

La década de los sesenta será la última para Rivas. En está habrán de emerger de su pincel obras como La palomera (1960), Crucifixión (1961), Lo que esperan (1962) y La huida a Egipto (1964). Este período se caracterizó por un ímpetu mayor hacia la temática religiosa, y a los autorretratos más sombríos llenos de un aparente dolor interno; señalados además por la relativa ausencia de color, en oposición a su estilo colorido de otrora:

Casi llega a prescindir del color y comienza a valerse del blanco y negro, utilizando también grises in-termedios. La composición se vuelve virtualmente plana y aparecen zonas muy abstractas, franjas y elementos geométricos que determinan a los perfiles de las casas o las líneas de la perspectiva, horizontes, calles y calzadas. (Calzadilla, 1974, p. 461).

En 1967 Bárbaro Rivas debe ser ingresado al Hospital Pérez de León, ubicado en Petare.

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Ya se encontraba en un estado bastante críti-co. Su condición de vida no había cambiado. “La casa (donde habitaba) es pobre. No tiene agua. Rivas está enfermo. Con difi-cultad para moverse [encima de la cama, un cordel le sirve para ayudarse en sus movimientos]” (Carrasquel, 1965, p. 47). Era esa la realidad del pintor petareño poco antes de su muerte.

Tres meses del año 1967 serían los últi-mos para Bárbaro Rivas, internado en el Hospital Pérez de León desde febrero por complicaciones reumáticas. Falleció el do-mingo 12 de marzo. La luz ingeniosa se di-sipó en la habitación de aquel centro médi-co. Llegaba a su fin la vida de un hombre sencillo, talentoso, con una ingenuidad natural, que lo convirtió en víctima en muchas ocasiones. Rivas se fue pero dejó una impronta imborrable en el mundo ar-tístico venezolano.

ARTE NAIF, MÁS ALLÁ DE LA INGENUIDAD

Revisar el denominado arte ingenuo im-plica apreciar un estilo pictórico de caracte-rísticas propias, con sentidos y abstraccio-nes singulares, donde el artista se expresa libremente y en apariencia desatado de los distintos dogmas o cánones técnicos del arte. Para Da Antonio (1974, p. 5), el artista ingenuo simboliza un milagro que “con-siste en dar respuesta de la manera más simple y natural del mundo a todos aque-llos problemas que confronta y resuelve la plástica de los grandes maestros…”. Por su parte, Marco Gamboa afirma que no todo aparente artista ingenuo o primitivo puede ser interpretado como tal; su argumento se

encuentra sustentado en la existencia de individuos formados para la producción de obras de corte ingenua pues este género también posee un público y una demanda comercial. Si nos apegamos pragmática-mente a los conceptos, el artista ingenuo representa una existencia excepcional, una “rareza” del arte.

En este sentido, existe una diatriba en torno al carácter pictórico de Bárbaro Ri-vas. Para Rial (1993), Rivas representa no un artista ingenuo sino primitivo, partien-do del hecho de que sus obras poseen una intencionalidad, una carga simbólica, una expresividad preconcebida que no encaja en la idea sencilla y desprendida de inten-cionalidad propia del ingenuísimo. Sin em-bargo, Salvador (1992, p. 6) califica abier-tamente de ingenuo el trabajo de Rivas pues este partía:

…en todo momento al margen de la “belleza” tradicional, en franca rebeldía frente a las normas conna-cionales sobre el uso del lenguaje pictórico y el tratamiento de formas y espacios. Por instinto y por talan-te fue (en elocuente coincidencia con su propio nombre) un auténtico bárbaro en arte.

Ante las distintas ópticas, podríamos aventurarnos a explicar que el artista in-genuo o naif si bien se encuentra en la periferia del arte moderno, logra envol-ver con su simpleza una gran cantidad de ideas y símbolos que narran lo común, que relatan la historia cercana, parroquial o local. El artista naif suele conectar su creación con la realidad vivida; explica a

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través de la visión más sencilla las com-plicaciones, estructuras y desestructuras de la decadente sociedad.

EL ONÍRICO MUNDO DE BÁRBARO RIvAS

El mundo construido por Bárbaro Rivas es una adecuación fantástica de la realidad; ese onírico lugar gira en torno a tres variables fundamentales. En primer lugar, la concep-ción religiosa de la sociedad; para Rivas el carácter religioso y bíblico es imperante, no puede entender su escenario vivencial sin los mensajes aleccionadores de La Biblia. La se-gunda variable está representada por la bús-queda de su identidad a través de una gama de autorretratos. Finalmente, la representa-ción del espacio físico donde se desarrolla su vida se presenta como la tercera variable, donde es posible observar su particular for-ma de apreciar Petare.

De esta manera, el factor religioso cobra auge en la vida del artista petareño, como pudimos apreciar en el primer acápite. Ri-vas desconocía las primeras letras, se trata-ba de un iletrado total. Empero, conocía los aspectos religiosos con gran determinación y ese conocimiento lo exponía en sus obras. Escenas vibrantes como la última cena y la crucifixión son temas predilectos del artista.

La forma más expedita para lograr or-ganizar las obras de temática religiosa en Bárbaro Rivas es mediante la ubicación de cuatro grandes ejes representativos. Tal y como lo refiere Fanny Peña, la obra de este artista se resume en pinturas cristológicas, mariológicas, de santoral y devocionales. De esta manera, las cristológicas representan la vida pública y privada de Jesús, así como su

pasión y muerte, las mariológicas exponen las imágenes de la virgen María. De segui-da, las de corte santoral exponen la silueta de algún santo de la orden católica, mientras que las devocionales plasman las fiestas y costumbres propias del catolicismo.

En este sentido, revisemos a continuación algunas características del mundo imagina-do por Bárbaro Rivas. San Juan y el niño es una obra de 1954, donde Rivas transforma la representación pictórica del artista español Bartolomé Murillo. Como lo dice Calzadilla (1974, p. 32), es: “… una versión ingenua de Los niños de la Concha de Bartolomé Mu-rillo, que el artista petareño había visto en una postal y traducido libremente, modifi-cándolo bastante, a su peculiar estilo”.

La obra tiene varios elementos a destacar. En primer lugar representa uno de los pocos trabajos donde emplea acuarelas; en ella los espacios se encuentran expuestos con gran sincronía. En segundo lugar, Rivas busca con esta representación exponer la relación existente y vinculante de la religión, el men-saje de Dios y la infancia, siendo San Juan un emisario de la esperanza y la espirituali-dad que impera en los niños.

Otra obra de corte religioso es El naci-miento del Señor, elaborada en 1957 con unas dimensiones de 51 x 40 cm; en ella Ri-vas empleó como de costumbre esmalte so-bre cartón. De esta pieza, Juan Calzadilla re-salta los elementos topográficos, esa sinuosa montaña que repunta al fondo, nos hace imaginar al Ávila y probablemente sea ese el paisaje destacado por el artista. Por otro lado, el nacimiento es un factor que se repi-te en sus creaciones, así como sus autorre-tratos. El nacimiento evoca al Génesis, alfa de la vida, y es precisamente allí donde el

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petareño enfoca sus inquietudes pictóricas.Como se ha reseñado, el material pictórico

de Rivas es una muestra gráfica de la pala-bra del Señor. A través de su obra el artista intenta llevar mensajes de significación es-piritual. La Samaritana es una pieza donde Rivas intenta reflejar la buena voluntad del ser humano, mostrando en esta oportunidad la figura de una mujer, quien le entrega una copa de agua a Jesús. La figura de la mujer representa dedicación y constancia, además de simbolizar la figura de la madre y la her-mana del artista. Los colores utilizados para el firmamento que se impone al fondo de las dos figuras humanas divide el cielo entre un azul intenso y un resplandor que parece emanar del mismo Jesús.

Seguidamente, La crucifixión (1951), obra cristológica, se caracteriza por su dinámica desenfrenada, donde se entrecruzan la pa-sión, el dolor y el desorden, donde la violen-cia posee una significación tenaz, reflejada en la sangre del cuerpo maltrecho de Jesu-cristo. Para Calzadilla la obra representa grosso modo:

…la violencia de una orquestación alocada y tímbrica, donde los rojos de las vestiduras y los azules de la pavo-rosa noche alcanzan sus notas más in-tensas, contrastando con los blancos que gritan en medio de lo que, confor-me a la profundidad de la escena, pa-rece desarrollarse con el movimiento de una danza infernal (Ibídem, p. 58).

En una misma escena, Rivas resuelve la exposición de los momentos más dramáticos del hijo de Dios. Iniciando con la presencia mariana, abrazada a los pies de aquel cuerpo

crucificado yace la virgen María, ataviada con telas blancas y una aureola iluminada; junto a ella el soldado, quien perfora con una lanza el costado del desvalido condenado. En la cúspide de la cruz, el romano que ha ascendido por medio de una escalera sitúa el cartel donde se lee INRI. Cerrando aquel marco, la esponja con vinagre en lugar de agua que es aproximada a los labios del atur-dido personaje objeto de la crueldad.

Por otro lado, el tema de los autorretratos enuncia una constante búsqueda de identi-dad. Rivas expresa en sus autorretratos al hombre que es observado por Dios. Estas piezas artísticas también nos permiten ver el decaimiento del personaje, pues sus últimos autorretratos se pierden con el uso práctica-mente exclusivo de colores oscuros, donde el negro cubre mayoritariamente las escenas. Incluso en algunas de sus obras se aprecia cómo los distintos personajes guardan cier-to parentesco con sus autorretratos. En este sentido, Rivas pareciera estar enlazado con sus creaciones más allá de lo evidente.

Más de diez autorretratos evidencian una necesidad imperiosa de explorar su propia imagen. Él representa indudablemente el mejor —o por lo menos el más próximo— modelo para sus obras. La ausencia paterna, por decirlo de alguna manera, generó en Bárbaro Rivas la necesaria tarea de empren-der a través de sus pinturas la búsqueda de sí mismo, de trata mediante ellas de crear una y otra vez al Bárbaro que fue desatendido por el padre terrenal. En cuanto a ello Von Dangel (1994, pp. 26, 27) explica que:

…nuestro artista estará condenado a buscar por el resto de su vida una correspondencia en la imagen de su

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padre: por la ausencia irresponsa-ble de este le habrán de culpabilizar y le harán sentir hasta siempre lace-raciones de indignante bastardía…

El autorretrato en Bárbaro Rivas se en-cuentra además vinculado con elementos religiosos. En su Autorretrato con Santa Bárbara, de 1956, se observa la conexión entre el hombre y el carácter místico-religio-so. Allí aparece el artista en cuerpo comple-to en un paisaje portuario custodiado por la imagen religiosa que lo contempla de mane-ra celestial. Recordemos que el nombre del artista está vinculado con la tradición ono-mástica católica y esta obra en particular es un recordatorio de ello.

Por su parte, la representación de las cos-tumbres de un pueblo, las creencias religio-sas y la vida diaria constituyeron parte de la inspiración de Bárbaro Rivas para exponer a través de su pintura las características de Petare, la localidad que lo vio crecer y surgir como artista.

De esta manera, aparece en escena Proce-sión de Semana Santa en Petare (1966), pie-za que corresponde al ocaso artístico y físico del personaje. En comparación con el resto de las obras de Rivas, esta refleja un carác-ter mucho más violento, como lo refiere Juan Calzadilla; se observa la horizontalidad de los trazos. Es una obra de mayor sencillez, en la que resaltan, sin embargo, dos elemen-to esenciales: en primer lugar, la posición de la iglesia, por encima de todo lo demás, otor-gándole un grado de relevancia en contraste con el resto de los elementos inmersos en la obra; en segundo lugar, el eje central parece no ser la procesión, sino el símbolo que ella representa; los creyentes que van en marcha,

son expuestos de forma grotesca, desordena-dos, siendo los únicos elementos de la obra que carecen de color. Ese gris posee la re-presentación del pecado que debe expiarse a través de una larga peregrinación.

Indudablemente, para Bárbaro Rivas, tanto el aspecto religioso personal como las expre-siones colectivas poseían una trascendencia singular; es por ello que el tema de las proce-siones tiene un lugar en su expresiva pictó-rica. El Nazareno de Petare (1964), ataviado y adornado como usualmente ocurre en Se-mana Santa:

…domina toda el espacio, aquí se representa no al personaje, como acatamiento bíblico sino a la figu-ra representada en una imagen del Nazareno puesto que aparece con las características propios de la imagen que se utiliza en las igle-sias para su adoración y procesión (Peña, 2001, p. 105).

Por su parte, Placita de Petare en 1910 (1953) simboliza otra de las creaciones de Rivas donde se aprecia la visión del artista hacia el terruño. La plaza que se observa en la obra corresponde a la llamada plaza La Libertad; se trata de una muestra pictórica que evoca el mejor momento creativo del ar-tista, donde el uso de los colores y el espacio parecieran insuperables:

En primer plano se destaca una cer-ca azul que divide la obra en dos espacios: el primero conformado por una empinada escalera, cuya construcción genera un ritmo hori-zontal-vertical que contrasta con las

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inclinadas líneas de la cerca. El se-gundo espacio está constituido por el área interior definida perimetral por la cerca (GAN, 1995, p. 14).

Existen algunos elementos adicionales que a pesar de su aparente intrascendencia posee un carácter significativo; entre ellos encon-tramos el cableado telegráfico que parece irrumpir en la quietud bucólica de la escena. Ese factor nos da una idea de los cambios que un hombre como Bárbaro Rivas pudo presenciar a lo largo de su vida: el tránsito de un Petare que avanza progresivamente hacia una nueva época.

Seguidamente, Riña de gallos (1965) es otra pieza que nos relata la vida en Petare, o por lo menos vivencias del propio Bárbaro Rivas. Estamos en presencia de una pintura que obliga al espectador a centrar su mirada en el enfrentamiento entre las dos aves de corral, creando la sensación de ser parte del espectáculo popular. El dominio del color es innegable, utilizado con particular estilo, tanto en los gallos que disputan el combate, como en el arco del palco.

Anteriormente Rivas ya había empleado las denominadas peleas de gallos dentro de su repertorio pictórico. En 1962 había inicia-do la realización de la obra Pelea de gallos, una pieza de mayor elaboración concluida en 1965. La recurrencia de este tema nos hace inferir que el artista solía concurrir a este tipo de actividades, muy comunes en la localidad. Esta pequeña selección de obras evidencia la variedad temática en Bárbaro Rivas, aunque la mayoría de las veces en-marcado en el aspecto religioso y místico.

CONCLUSIONES

Bárbaro Rivas simboliza un punto de quie-bre en el concierto artístico venezolano, su pe-culiar estilo de singulares llamados al mundo religioso lo hacen además de un exponente en el arte, un mensajero de la palabra de Dios. Sus múltiples biógrafos concuerdan en ese aspecto. La prolífica obra de Rivas, se clasifica en tres vertientes fundamentales (religiosidad, auto-rretratos y vivencias) que incluyen el mundo que él observó durante toda su vida.

Se trata de un caso excepcional. Iletrado, aislado en mucho de la dinámica social, aturdido ante las exigencias del entorno que se encuentra en constante movimiento. Hijo expósito, alcohólico, de crisis emocionales suficientemente fuertes para derrumbarlo por meses, ingenuo en su arte y en su des-envolvimiento con las masas. Todo aquel marco dio paso al éxito que probablemente nunca comprendió en su totalidad.

La importancia de Rivas radica, en primer lugar, en su espontaneidad autodidacta, lo cual maravilla aún más. Es un hombre que desconoce cualquier significado académi-co de arte, no reconoce estilos, géneros, ni maestros del orbe pictórico. En segundo lu-gar, Bárbaro Rivas logró conjugar el arte y la religión desde la perspectiva más sencilla. Aunque su aparición no significó la apertura del arte ingenuo en Venezuela, sí marcaría una impronta imborrable.

El arte ingenuo, naif o primitivo atraería la atención de críticos y del público general, y con la llegada en escena de Bárbaro Rivas, marcaría más de una década de asombro y halagos. Pero también de tristezas e injusti-cias, que solo concluirían con la muerte del artista en 1967.

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Desde la perspectiva regional y local, Ri-vas no solo ubicó una vez más a Petare en el mapa mediante la evocación de su nombre y su estancia en aquel lugar. Además de ello,

Rivas dejó reflejada a Petare en su pintura, evidenciando sus vivencias y las tradiciones de la popular localidad.

FUENTES

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A “petareño” paintings: comments regarding the life and work of Bárbaro RivasLuis Fernando Castillo HerreraInstituto Pedagógico de Caracas

ABSTRACT:The present article seeks to outline some aspects related to turbulent vital transit of the venezuelan master painter Barbaro Rivas, born in Petare, Miranda state, in the last decade of the nineteenth century and examine the artistic work immersed in his character; stressing in this regard not only the most important of his hardest life, but aspects besides the meaning of some of his works, where the three themes that characterize he work: religion, self-portraits and experiential aspects of Petare, with which registered his name on the triumphal arch of the national pictorial world.

KEY WORDS: Twentieth century, Naive art , Petare, Painters, Venezuelan artists.

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Bárbaro Rivas, Primer autorretrato, 1958.

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Bárbaro Rivas, Autorretrato, 1964. Colección Galería de Arte Nacional.

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Bárbaro Rivas, El juicio final, 1950-1957. Colección Banco Central de Venezuela.

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La insurrección del coronel Francisco María Farías. La Revolución de las Reformas en la provincia de Maracaibo (1835-1836)

alexanDer zaMbrano

Archivo General de la Nación

RESUMEN: La siguiente investigación corresponderá al estudio historiográfico y de análisis documental sobre la causa judicial existente en el Archivo General de la Nación y al conjunto de documentos impresos publicados en relación con la insurrección al mando del coronel Francisco María Farías en la ciudad de Maracaibo en el año 1835. Se contextualiza la investigación en los primeros años de la República, cuando se da en Venezuela la pugna entre los llamados “reformistas y los constitucionales”, además del intenso debate sobre el federalismo en la edificación de la República.

PALABRAS CLAvE: Revolución de las Reformas, Ejército Constitucional, Siglo XIX, Federalismo, Insurrección armada.

INTRODUCCIÓN

La figura del coronel Francisco Ma-ría Farías ha tenido poca mención historiográfica. Este oficial, naci-

do en el Puerto de Altagracia en 1791, hijo del teniente coronel Joaquín María Farías, quien fuera miembro del ejército español y dirigía las tropas realistas acantonadas en los Puerto de Altagracia, inicia su vida militar como miembro del mencionado ejér-cito, peleando al mando del coronel Ramón Correa. Reúne una hoja militar impecable, que contaba con reconocimientos del propio Libertador Simón Bolívar y prácticamente se presentaba como uno de los principales oficiales de la región occidental1.1 A.G.N.V. Archivo General de la Nación de Vene-

zuela, Sección: Ilustres Próceres y Servidores de la República, Coronel Francisco María Farías, Caja 9, Carpeta 90, folios 1-15.

Algunos datos biográficos, obtenidos lue-go de investigaciones en fondos documenta-les del Archivo General de la Nación, indi-can que Francisco María Farías se incorporó al ejército patriota el 16 de septiembre de 1821. El Libertador Simón Bolívar, en aten-ción a sus méritos y servicios, lo admite como teniente coronel de Infantería, grado militar que tenía en el ejército monárquico, durante la mayor parte de la guerra de Inde-pendencia

Farías, ejerció funciones en los principales cargos militares. Separada Venezuela de la República de Colombia, necesariamente el nuevo ambiente político de pugna por el po-der (posterior a 1830) lo obligaría a partici-par activamente de la coyuntura, hasta 1838 fecha en que murió a la edad de 47 años.

Tierra Firme. N° 110 Caracas-Venezuela, Año 2016, Enero-Abril, pp. 41-76.

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Las certificaciones de los coroneles George Woodberry y Miguel Antonio Barreto indi-can que entre sus méritos destacan crear una guerrilla que hostilizó la plaza de Maracaibo ocupada por los españoles; luego, en 1823, por nombramiento del gobernador, presidió la Junta de Repartimiento de Bienes Nacio-nales del Cantón Maracaibo y fue nombrado comandante de Armas del Cantón Maracai-bo, y según las certificaciones expuestas, tuvo un importante desempeño militar.

Así, la figura del coronel Francisco Fa-rías y el espacio geográfico de la provincia de Maracaibo, se convierten en elementos importantes para nuestra investigación, ya que durante el año 1835, militar y política-mente se plegó a los reformistas, quienes se agruparon bajo su figura en el occidente. Mientras esto ocurría, los “constitucionales” tomaron el poder en Caracas.

El coronel Francisco María Farías ocupó el poder como jefe político y militar cuando el gobernador Manuel Ramírez y las autori-dades residentes en Maracaibo “emigraron” a la isla de San Carlos, huyendo de la vio-lencia que ellos mismos propiciaron como abanderados del ala constitucional; ante esta ausencia del gobierno político, Farías se autoproclamó comandante militar, jefe superior y civil y, promulgó el retorno de la “República de Colombia”.

La presente investigación pretende, me-diante el estudio de fuentes documentales, analizar las circunstancias, motivaciones de los sucesos del movimiento reformista de la antigua provincia de Maracaibo; también es un pretexto para conocer las interioridades de los protagonistas, sus intereses, debilida-des y motivaciones; además para entender la sociedad, sus valoraciones, consideraciones,

posiciones, al igual que sus vicios, carencias y fortalezas; para el caso nuestro se remon-tan incluso por antecedentes razonables a las discusiones del Congreso Constituyente de 1830, en relación con la futura autonomía de la provincia.

Finalmente, esta investigación constituye un aporte y un primer acercamiento a una nueva revisión de las fuentes documentales relacionadas con el movimiento reformista no solo en Maracaibo, sino en gran parte del país. Esta coyuntura política no ha sido tra-tada con particularidad y detallado análisis, aunque plantea un peculiar tema dentro del proceso de metamorfosis que se esboza en Venezuela, conforme los espacios institucio-nales de rivalidad se traspolaron también al ámbito geográfico y la llamada “Revolución de las Reformas” se convirtió en el primer episodio de disenso entre los triunfadores de la guerra de Independencia.

LA CONSTITUCIÓN DE 1830, EL GERMEN DE LAS DISCORDIAS

La creación de la nueva República, apar-tarse de la figura del Libertador Simón Bolívar y la contención de aspiraciones de mando en la élite militar son los puntos cru-ciales al momento de edificar la República. A partir de 1830 se produce mayor tensión y una desestabilización en la estructura de poder y en el orden político en el país, como también en la provincia de Maracaibo. Para consolidar el nuevo ensayo político era ne-cesario adaptarse al naciente clima político y establecer alianzas con la principal figu-ra, el general José Antonio Páez, quien con-trolará por varios años los hilos de poder

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luego de la desarticulación de la República de Colombia.

Desde 1830 uno de los focos disidentes y contradictorios tiene lugar en Maracaibo. Con motivo de las discusiones para la ela-boración de la Constitución, el federalismo asume el protagonismo, pues la élite políti-ca recomendaba sancionar una constitución que contemplara la forma de gobierno fede-ral2. Luego de culminado el proceso electo-ral, los miembros de la Asamblea Electoral, en vista de estas consideraciones, dirigen un pliego de instrucciones a los diputados electos a fin de que llevaran al Congreso, con carácter de obligatoriedad, la decisión de adoptar un gobierno: “(…) representati-vo, alternativo, responsable y federal, en-tendiéndose por federal que cada Estado se gobierne por leyes propias de su adminis-tración peculiar y por magistrado nombra-do sin dependencia de otros3”.

2 Esta motivación política de habitantes o vecinos de algunos pueblos y ciudades en asumir una desapro-bación de las autoridades y la Constitución, muy pa-recida a lo ocurrido en 1835 en Altagracia, también sucedió en enero de 1831 en Aragua de Barcelona, con argumentos similares, por no decir idénticos al movimiento reformista de 1835. Los habitantes de Aragua de Barcelona se pronunciaron desconocien-do al Gobierno de Venezuela, proclamando la in-tegridad de la República de Colombia, invitando al general José Tadeo Monagas para asumir y proteger el pronunciamiento y ser investido como jefe civil y militar. En Asamblea, los habitantes señalaron que la Constitución sancionada por el Congreso en 1830 se constituía en germen de discordia, pues era una Constitución que atacaba la religión, quitaba el fue-ro eclesiástico, destruía el fuero militar tan necesario para organizar los ejércitos que mantuvieran el orden legal, y que no había seguridad individual en los terri-torios desde que los jefes militares, los prelados y los curas eran expulsados del territorio. GONZÁLEZ GUINÁN, Francisco. 1954. Historia contemporánea de Venezuela, tomo II, pp., 212- 213.

3 “Instrucciones de Asamblea Electoral a los Diputados”. Maracaibo, 4 de abril de 1830. En: Actas del Congre-so Constituyente de 1830, tomo I, pp. 120.

Estas instrucciones además añadían la posibilidad de convocar las Asambleas Pri-marias en caso de no adoptarse el sistema federal para que estas declarasen si querían seguir perteneciendo a Venezuela o, por el contrario, debían separarse y crear una enti-dad independiente. La posición de la Asam-blea generó controversias en la localidad e incluso dentro del seno mismo de los di-putados, no solo en relación con la materia del mandato, sino en torno a lo que se con-sideraba una usurpación de potestades de la Asamblea Electoral al querer excederse en sus atribuciones, las cuales se limitaban a elegir los diputados que debían asistir al Congreso Constituyente.

En el debate suscitado, un grupo de miem-bros del cuerpo electoral insistía en su opi-nión alrededor de la necesidad de aprobar un régimen federal ya que ese era el mandato general del pueblo de Maracaibo:

(…) Ningún maracaibero que conoce su dignidad se conforma con insti-tuciones libres a medias, y siempre apetece las mejores posibles, las más benéficas, las más análogas a las ingentes necesidades del país (…). Desengáñese el que pretenda embaucarnos con ilusiones: Mara-caibo lo que quiere es libertad neta, federación pura y limpia4.

Esta petición representa solo un fragmen-to de las diversas tendencias encontradas 4 “Representación que hacen al Congreso varios vecinos de

Maracaibo, protestando por el acuerdo de la Asamblea Electoral de aquella provincia que disponía que los di-putados de ella, tuvieran que someterse estrictamente a las instrucciones que les transmitió”. Maracaibo, 5 de abril de 1830. En: Actas del Congreso Constituyente, tomo I, pp. 120 y 121.

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en relación con el futuro de la provincia de Maracaibo, la cual se dividía entre quienes argumentaban la necesidad de incorporarse a Venezuela, constituirse en república in-dependiente, y quienes proponían regresar bajo el dominio de la Nueva Granada 5.

La opinión suscrita por los anteriores ciudadanos es un síntoma claro de las cre-cientes posiciones extremas en relación con la forma de gobierno, que no alteraron el desenvolvimiento del debate constitucional. Pero que resultan interesantes para nuestra investigación, pues marcarán futuros des-envolvimientos en años posteriores. Final-mente, con relación a esta petición, la propia Comisión de Elecciones del Congreso mani-festó no creer que los diputados estén facul-tados y obligados a seguir instrucciones que les transmitan sus Asambleas 6.

El resumen del acta sobre la discusión de la propuesta realizada por algunos ciudadanos de Maracaibo es bastante claro e incluso ya decantaba la forma de gobierno que se ex-presaría una vez aprobada la Constitución de 1830:

Procediéndose enseguida al ter-cer debate de la moción del señor Tellería sobre la forma de gobier-no. Tomaron la palabra muchos señores diputados, manifestados todos lo ruinoso del sistema abso-lutamente central y la necesidad y

5 Sobre este debate puede verse el artículo retrospectivo publicado en el periódico La Mariposa, por un articu-lista anónimo, Maracaibo, 14 de septiembre de 1840.

6 El tema es tratado con exactitud y pormenorizado por QUINTERO, Inés. 1990 “El debate federal en la edificación de la República (1830-1863)”. En: Ensayos históricos. Anuarios del Instituto de Estudios Hispa-noamericanos de la Universidad Central de Venezue-la. Caracas, Ediciones de la Facultad de Humanida-des y Educación. 2.ª etapa, número 2, pp. 9-24.

conveniencia de establecer uno que no fuese puramente federal, pues aunque conocían ser el mejor y el complemento del sistema republica-no, creían que por la falta de luces y de población, y por algunas otras causas, no debía por ahora pensar-se en ello. Probase que el sistema mixto de centralismo y federación era el más propio para Venezue-la, haciéndose entre muchas otras observaciones las de que bajo este sistema centro federal había más ligazón entre los altos poderes de la Nación y los de las provincias, y tenían, sin embargo, los pueblos los medios de proveer a su bienestar, cuidando inmediatamente de sus intereses locales7.

En la votación propuesta fue unánime el re-chazo a una fórmula de gobierno puramente central; se contó con una amplia mayoría, a excepción de dos votos salvados, que corres-pondían a la negativa a adoptar un esquema de gobierno estrictamente federal, de mane-ra que las tensiones fueron aliviadas por la aprobación de un sistema mixto de gobierno. Esta medida era considerada por algunos un primer paso hacia el federalismo, pero con algunas reservas, ya que: “Odioso se ha he-cho el centralismo riguroso, y aunque es co-nocida la excelencia del sistema federal, no se ha encontrado posible su establecimiento que queda muy preparado desde ahora8”.

7 Sesión del 13 de mayo. En: Actas del Congreso Constituyente, tomo I, pp. 9.

8 “Alocución del Congreso a los Venezolanos con motivo de su instalación”. Valencia, 11 de junio de 1830, En: Ac-tas del Congreso Constituyente, tomo I, pp. 390.

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Esta solución salomónica buscaba limar las posibles asperezas y contemplar un futu-ro clima de entendimiento general que per-mitiera poner en marcha el proyecto liberal y edificar la República9. En resumen, quie-nes alegan la pertinencia de suspender por el momento la adopción del sistema federal exponen que es necesario ajustarse a las con-diciones del país, cuyos precarios recursos y escasa población convertía en extemporá-neo el modelo meramente federal. Además, la fórmula propuesta contribuía a consolidar otra de las premisas del consenso: impedir el acceso a posiciones de poder de los hombres de galones y bordados.

Para la comprensión del pensamiento po-lítico, durante este período coyuntural de maduración política existían notables crí-ticas contra el modelo federal e incluso las próximas palabras serían casi premonitorias de lo que sucedería pocos años después en gran parte del país. Uno de los principales artífices y críticos a esta fórmula y sus re-presentantes fue Tomás Lander, quien en las páginas de El Fanal señalaba que, en una na-ción federal:

Cada estado necesita para adminis-trar su gobierno muchos hombres y como no los hay, en virtud de las cir-cunstancias por las cuales atraviesa la república, el pueblo, en su mayo-ría ignorante y fascinado por los ga-lones y los bordados, entregaría el mando de la cosa pública a los hom-bres de armas, quienes tienen a su favor los prestigios de la victoria10.

9 Inés Quintero, Ob. Cit., pp. 18-20.10 Tomás Lander, “Editorial” en El Fanal N.° 32. Ca-

racas, 6 de mayo de 1830. En: Pensamiento político venezolano del siglo XIX, tomo 4, pp. 40-41.

La apreciación de Lander es que, si bien los militares merecen la gratitud por sus ser-vicios a la causa de la independencia, no es menos cierto que estos hombres terminarían por desmembrar una nación por el simple hecho de convertir el individualismo llevado a las armas y, convertir los espacios territo-riales en una multitud de pequeños estados, ya que los hombres de armas:

(…) han sido en todas las partes el instrumento de la tiranía. Tememos mucho por esto a la federación. Colo-cado un general a la cabeza de cada pequeño Estado, desplegaría sus pretensiones y querría engrandecer su dominio, desmembrar los de los demás [...] fomentarían el espíritu del provincialismo que harto obra ya en nuestra ruina, y la guerra civil sería el funesto resultado y la consecuen-cia inevitable de todo11.

La anterior apreciación de Lander de nin-guna forma se descontextualiza; es una pro-yección a los diferentes acontecimientos que ocurrirían luego de definida la unión a Vene-zuela, por parte de la provincia de Maracaibo en 1830. Así, la sancionada Constitución en Valencia fijaría la pauta política que regiría la ejecución del proyecto: un sistema censitario en el cual solo los propietarios e ilustrados tendrían en sus manos el derecho a elegir y ser electos; un régimen centro federal que permi-tiese una dirección fuerte y controlada del Estado en manos del presidente y el consenso político entre la élite de notables con el fin de garantizar la contención del descontento y re-peler las aspiraciones de los adversarios.

11 Ídem.

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ESTALLIDO DEL MOvIMIENTO REFORMISTA, EXPRESIÓN DE DISENSO ENTRE LOS TRIUNFADORES DE LA GUERRA DE INDEPENDENCIA

Sancionada la constitución de 1830, co-menzó en Maracaibo el nacimiento de dos bandos enfrentados, pues el sector dirigente político de la provincia y los notables mara-binos se aliaron en José Antonio Páez. Una vez resueltos los enfrentamientos iniciales de 1830, se fueron definiendo varias posicio-nes políticas en la provincia de Maracaibo y quedaron enfrentados internamente dos bandos políticos: los “Campesinos”, defen-sores de los tradicionales intereses autonó-micos de la región, y los “Tembleques”, con-siderados como un sector arribista y ejecutor de las medidas dictadas en la capital de la República. Solo los unía la admiración y el respeto por la figura de Páez12.

12 Según plantea el autor Rutilio Ortega, tradicio-nalmente se argumenta que los Campesinos y los Tembleques tenían cierta independencia ideológica con respecto a los conservadores y liberales. Cier-tamente los bandos marabinos tenían ciertos rasgos propios, pero si esbozamos sobre ciertas ideas que ellos manejaban, podríamos establecer analogías. Los Campesinos luchaban por mantener lo más posible las condiciones y estatutos que tenía la élite local du-rante el período colonial —aunque no se oponían a la república—, es decir, se resistían al cambio y a la pérdida del poder frente al Estado central —en otras palabras, eran conservadores—. Tomemos en cuenta que los conservadores caraqueños también se resis-tían al cambio y buscaban mantener el estatus que ellos tenían, además de establecer pautas para tener el control político. Por otra parte, los Tembleques buscaban terminar de incorporar la región a la na-ciente República y aplicar nuevos conceptos de go-bierno en la región; sus integrantes eran intelectuales y nuevos militares, lo que los convertía en liberales (ORTEGA, Rutilio. 1989. Campesinos y Tembleques. Maracaibo, Ediluz y Vadell hermanos). También pue-de ampliarse con el estudio de Francisco Mangano Molero, Alianzas y vínculos de solidaridad. Páez y

Las cercanías de las elecciones presiden-ciales (incluso las regionales) comenzaban por acentuar las mayores diferencias. Para el año 1833 en la ciudad habían circulado pasquines anónimos, en los que se critica-ba al poder caraqueño, que consideraba a los maracaiberos inferiores e incapacitados para ocupar cargos públicos de importan-cia. El pasquín anónimo decía: “(...) Se que-bró el cetro de España —afirmaban— se destruyó el imperio de Bolívar y va a co-menzar el de los Borbones Caraqueños, y si no ¿cómo nos están encapando poco a poco cuando no hijos natos, otros tantos como ellos, y todos nosotros considerados como imbéciles para obtener empleos?13”.

En 1834 la ciudad de Maracaibo se vio envuelta en importantes disturbios, produc-to de las divergencias entre los grupos po-líticos por el control del poder local14. Este

la élite maracaibera. En: CONHISREMI, Revista Universitaria Arbitrada de Investigación y Diálogo Académico, Vol. 6, N.º 2, 2010, pp. 56-68.

13 Archivo General de la Nación. Sección de Interior y Justicia, tomo XXIX, folio 266.

14 Germán Cardozo Galué señala en su estudio las razo-nes de este episodio previo al movimiento reformista entre Campesinos y Tembleques en 1834; dice que por motivos no bien conocidos, “(...) los maracaiberos estaban muy alborotados con estas elecciones. Existían dos partidos políticos locales. Los Tembleques que apoyaban al general Mariño y que tenían un periódico llamado El Follón, y los Campesinos, que apoyaban al Dr. Vargas. Hacía ya unos años, los Campesinos se habían separado de los Tembleques por desacuerdos. Los Tembleques se pre-sentaron a defender al gobernador. Hubo tiros por todas partes y al final, los Campesinos depusieron al gobernador de Maracaibo y lo encerraron en el Castillo de San Car-los. El Gobierno Nacional envió a resolver el problema, nada menos que al general Rafael Urdaneta, quien con su autoridad logró, el 20 de diciembre, apaciguar los ánimos. Los alzados fueron apresados y los zulianos celebraron la Navidad en paz. Para entonces, el Congreso había perdo-nado (indultado) a todos los alborotados del alzamiento del año anterior, pero las disputas entre Campesinos y Tembleques continuaban. Estos últimos eran ahora refor-mistas y no aguantaron hasta el 5 de julio para alzar-se, sino que lo hicieron el 7 de junio, y desde Maracaibo

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difícil episodio solo planteó el germen para un episodio de mayor enfrentamiento15. La si-tuación fue considerada de tal gravedad, que Páez se vio obligado a declarar alterado el or-den público en Maracaibo e ilegal el gobierno provisional de Lino Celis: sacó de su retiro en Coro a Rafael Urdaneta y lo puso al frente de un batallón que marchó sobre Maracaibo16.

La elección fue doblemente acertada; por una parte, dio origen a la reconciliación de Páez y Rafael Urdaneta (este último no había aprobado la disolución de la República de Co-lombia), y por otra, a Urdaneta lo unían estre-chos vínculos familiares y de amistad con los maracaiberos que pertenecían a la élite que conformaba al movimiento Campesino. Tan así fue, que dejó acantonadas sus tropas en Casigua y se presentó en Maracaibo sorpre-sivamente solo, reponiendo inmediatamente el orden, acción que, según informó a Páez, no fue “(…) un acto de las armas sino de la obediencia voluntaria del Gobierno”17.

Los rebeldes fueron indultados por el Poder Ejecutivo y nombrados Manuel Ramírez y

proclamaron al general Mariño, presidente. Duraron tres días alborotados hasta que fueron sometidos por el Ejér-cito. La paz volvió a Maracaibo aunque no por mucho tiempo”. CARDOZO GALUE, Germán. 2003. “Ma-racaibo: Construcción de la identidad regional en el siglo XIX”. En: Tierra Firme, Oct. 2003, Vol. 21, N.º 84, pp. 483-502.

15 Sobre este episodio se recomienda, para mayor in-formación y análisis de estos hechos, el trabajo de URDANETA QUINTERO, Arlene. 1989. La Re-volución de las Reformas en Maracaibo. Campesinos y Tembleques, Universidad Santa María, Centro de In-vestigaciones Históricas, 33 pp.

16 Archivo General de la Nación. Sección de Interior y Justicia, tomo CVIII, “Informe privado del General Rafael Urdaneta al Secretario del Interior”. Maracaibo, 29 de diciembre de 1834, folio 252.

17 Archivo General de la Nación. Sección de Interior y Justicia, “Oficio enviado al Despacho de Guerra y Mari-na”. Tomo CVIII, Maracaibo, 1835, sin fecha, folios 262-264.

Mariano Montilla, ambos identificados con los Campesinos, como gobernador de la Provincia y Comandante de Armas, respectivamente.

En una segunda movida política, muy próxi-ma a la anterior, fueron los Tembleques quie-nes, disgustados con Páez por el apoyo pres-tado a los Campesinos, se manifestaron en junio de 1835 como partidarios de las reformas propuestas por Mariño y respaldaron en sep-tiembre de 1835 a Francisco María Farías y su posterior invasión y ocupación de Maracaibo; pero solo cuando ocurren los sucesos en Cara-cas el 8 de julio, destapan un crisol de eventos complejos que se manifestó en diversas accio-nes bélicas ocurridas en el país, desde julio hasta bien comenzado el año 1836.

La madrugada del ocho de julio, doscientos hombres del Batallón Anzoátegui, seducidos por algunos jefes y oficiales, dieron en la plaza Mayor de la ciudad de Caracas el grito de las reformas18 y derrocaron al Gobierno dirigido por José María Vargas. Fueron apresados el Presidente, el Vicepresidente, los Secretarios, 18 Los catorce jefes señalados son: el comandante gene-

ral de la provincia Diego Ibarra; los generales Justo Briceño y Pedro Briceño Méndez; el comandante de Infantería Pedro Carujo; los generales José Laurencio Silva y Perú de La Croix; el jefe de Estado Mayor J. M. Melo; los coroneles Carlos María Ortega, P. Mares, Ramón Soto, B. Herrera, A. Ibarra, Salvador Flores y Rafael Picazo. La revolución reformista, así como en Caracas, había hecho retirarse a algunos mi-litares de lealtad frágil. En Valencia se adhirieron a la revolución y se pronunciaron los coroneles Manuel Cala y Juan de Dios Manzaneque; en los valles de Aragua el general Francisco de Paula Alcántara; en Puerto Cabello el general Francisco Carabaño; en Barcelona el general José Tadeo Mongas. Entre los civiles figuraron como revolucionarios algunas no-tabilidades, como Felipe Fermín Paul, Andrés Level de Goda, Nicolás Anzola y otros. El documento del pronunciamiento reformista puede verse en: Historia Contemporánea de Venezuela, tomo II, pp. 399 -400. Una recopilación de importantes documentos de los reformistas puede consultarse en: Academia Nacional de la Historia. Documentos para los Anales de Vene-zuela. Segundo período, tomo tercero, pp. 210-305.

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el Comandante de Armas, el Comandante del Batallón Anzoátegui y algunos oficiales. Hecho esto, deportaron luego a las primeras autoridades, al comandante y capitanes del Batallón Anzoátegui19.

Los jefes reformistas dieron tiempo al pre-sidente Vargas para reunir al Congreso y este autorizó organizar un ejército de diez mil hombres, y se nombró jefe del Ejército Constitucional al general José Antonio Páez, quien desde el Hato San Pablo fue organi-zando fuerzas para restablecer el orden con el apoyo del Gobierno en recursos económi-cos y militares. En un tiempo relativamente breve y dado su prestigio militar y su popu-laridad, Páez, al pasar por Valencia, Maracay y La Victoria, incorpora numerosos grupos de milicianos armados y también tropas que al mando del general José Laurencio Silva habían sido enviadas desde Caracas para combatirlo. El general Páez entra a Caracas el 28 de julio de 1835, encontrándose con que esta ciudad había sido abandonada por los reformistas.

Se procedió además a enviar una comisión a San Thomas (isla caribeña donde había sido recluido José María Vargas) para traer de vuelta al presidente constitucional, quien al regresar al país asumió de nuevo sus funcio-nes constitucionales. El 20 de agosto de 1835,

19 Sobre estudios referentes al tema de la Revolución de las Reformas pueden consultarse: IRIBARREN CELIS, Lino. 1958. “Revolución de las Reformas”, pp. 145-158. En: Boletín de la Academia de la Historia, tomo XLI, abril-junio, N.° 162. FIGUEROA, Mar-cos. 1969. “La Revolución de las Reformas, procla-mación de Mariño en Maracaibo”, pp. 715-718. En: Boletín de la Academia de la Historia, tomo LII, oc-tubre-diciembre. N.° 208. MÉNDEZ, Noris y OLI-VARES, Pedro Pablo. 1999. “Santiago Mariño y la Revolución de las Reformas”, pp. 348. En: Boletín de la Academia de la Historia, tomo LXXXII, julio-sep-tiembre. N.° 327.

Vargas recuperó la Presidencia de la Repúbli-ca. Por su parte, Mariño y sus seguidores se refugiaron en el oriente del país, protegidos por Monagas. Pese a su restitución, los alza-mientos militares continuaron. El movimien-to del ocho de julio radicalizó obviamente las tensiones y, así, el sector Tembleque lograría un replanteamiento de la situación política con los sucesos ocurridos a partir del 14 de septiembre de 1835, cuando se produce el al-zamiento de Francisco María Farías en el can-tón Altagracia en la provincia de Maracaibo.

FRANCISCO MARÍA FARÍAS: DE ANTIGUO PATRIOTA A LÍDER REFORMISTA.

La información sobre las razones y sobre el inicio de los combates y cómo se organizó el movimiento reformista en Maracaibo, es insuficiente historiográficamente.

La historiografía solo destaca el inicio de las actividades de Farías, ya nombrado como Jefe Civil y Político de la provincia. No obstante, la revisión del expediente sobre la “Revolución de Farías” en el Archivo Ge-neral de la Nación, permite conocer en nue-vos y diversos testimonios los argumentos que llevaron al coronel Francisco Farías a insurgir a principios de septiembre en favor de Las Reformas y explicar cómo se fueron desarrollando estos acontecimientos.

Un documento ubicado el Archivo Ge-neral de la Nación, de título “Diario de los acontecimientos que han ocurrido en Maracaibo desde el 14 de septiembre al 1 de octubre”, es nuestra fuente empleada para tener un primer acercamiento sobre cómo se fueron desarrollando los aconte-cimientos en la provincia de Maracaibo

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al momento de estallar los planes de la facción reformista.

El coronel Francisco María Farías se ha-llaba a finales de agosto en Altagracia, en su hato20, pero “(…) llamado por vecinos, quie-nes en el pronunciamiento que hicieron por las reformas de la Constitución me habían nombrado jefe civil y militar”21.

Las indicaciones de Farías señalaban que el pueblo de Altagracia no escapó de los pro-nunciamientos que se conocieron en el país en relación con las Reformas, y quizás la notable figura del coronel en esta región lo hacía el principal candidato para asumir los diversos cambios que propugnaban los jefes militares en varias regiones; así que, llama-do por un grupo de vecinos, Farías asumió el principal cargo político y militar del cantón. El alcalde Antonio Belloso, temeroso de la situación, se retiró de su cargo. Esta noticia corrió como polvareda en los cantones ve-cinos, y para el amanecer del 14 de septiem-bre llegaban a Maracaibo embarcaciones con personas que avisaban que el cantón de Altagracia se había pronunciado a favor de las reformas22.

Esto ocasionó un notorio movimiento y activación de los diversos sectores políticos; un clima de tensión y confusión permeaba cerca de las cuatro y media de esa tarde, pues un grupo de Tembleques —alrededor de 40— se reunía en la plaza de San Juan de Dios, comandado por los capitanes Fran-cisco Corrales y José María Bohórquez. Esta reunión causó impresión al jefe político

20 Archivo General de la Nación, Sección: Revolución de Farías, tomo I, “Diario de los acontecimientos que han ocurrido en Maracaibo desde el 14 de septiembre al 1 de octubre”. Folio 169.

21 Ídem22 Ibídem, folio, 170.

Manuel Ramírez, quien inmediatamente preguntó a los Tembleques el motivo de la situación; le contestaron que estaban allí “porque querían reformas”23.

A pesar de que a este grupo de adeptos de las reformas se les conminó a que se reti-raran, no lo hicieron sino hasta cuando un grupo de partidarios del Gobierno, prove-nientes del barrio Carnicería, los persiguie-ron; entonces se encerraron de nuevo cerca de la plaza, sin que las principales autorida-des tomaran medidas al respecto. La situa-ción volvería a ser tensa esa noche, cuando el capitán Nicomedes Rincones, quien había sido comisionado por el coronel Farías, se presentó ante el gobernador y comandante de Armas llevando un pliego y una copia del acta, en que avisaba que el cantón Altagra-cia se hallaba a favor de las reformas y había sido nombrado como Jefe Civil y Militar el coronel Francisco María Farías. Incluso ya existía una proclama emitida desde el Cuar-tel General de Altagracia por el reformista Farías donde advertía claramente su resolu-ción de repeler cualquier ataque y persistir en su acción, a sacrificarse por sostener sus garantías, vengar la sangre derramada de sus partidarios y a pulverizar a sus enemi-gos; por eso afirma que “(…) la sangre de-rramada de los ilustres defensores de su pa-trio suelo, pide venganza. Guerra a muerte, desolación y exterminio he jurado sobre los escombros de mi patria”24.

Esta noticia ya indicaba fundamentalmente el anuncio formal de un movimiento militar a favor de las reformas en un cantón vecino,

23 Ídem.24 Academia Nacional de la Historia. Documentos para

los Anales de Venezuela. Segundo período, tomo se-gundo. Proclama emitida por Francisco María Farías en el cuartel de Altagracia, 18 de septiembre de 1835, p. 181.

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formalizado ante las principales autoridades de la provincia como era el gobernador. Este hecho ocasionó en la ciudad una agitación importante, pues algunos vecinos partida-rios del Gobierno constitucional comenza-ron a reunirse en la plaza San Francisco des-de horas de la mañana, y manifestaron ante el jefe político la “desconfianza” que tenían en el gobernador. Inmediatamente se dirigió un oficio al gobernador, en el que se expre-saba el descontento, por no haber realizado mayor movimiento para detener las acciones reformistas en el cantón de Altagracia.

Rápidamente, el gobernador Manuel Ra-mírez ordenó reunir a las tropas y oficiales para custodiar el parque de armas, mientras se libraba una orden para detener al jefe po-lítico José María Belloso, quien escaparía sin rumbo definido. La situación, con el pa-sar de tiempo, era cada vez más confusa. El miércoles 16 se nombraba a Esteban Villas-mil como alcalde. El día 17 de septiembre se relata la llegada de algunas embarcaciones en las cercanías del puerto de Maracaibo. Durante los días 18 y 20 transcurría en rela-tiva calma, pero con noticias que indicaban que pronto llegarían más reformistas y que entrarían a la ciudad a “degüello y desar-mando”. Esto motivó que algunos militares partidarios y “amantes del gobierno” se re-tiraran de la ciudad.

Para el día 21, el temor se apodera total-mente de la ciudad. El rumor de que el Co-mandante de Armas, general Mariano Mon-tilla, se embarcaba para San Carlos dejaba en un panorama de orfandad a muchos ve-cinos de la ciudad, quienes en sus hogares optaron por la “cerradura de puertas”25.

25 Archivo General de la Nación, Sección: Revolución de Farías, tomo I, “Diario de los acontecimientos que han

Este temor no era gratuito. Numerosas personas recibían noticias relacionadas con los combates contra los reformistas en otras parte del país y sobre las acciones organi-zadas por Farías desde el cantón Altagracia, que tenían matices de violencia que se mani-festaban en abusar de su autoridad para ata-car a la fuerza a las poblaciones y hacerles experimentar los horrores de una guerra que afectaba la propia vida cotidiana.

Ese día diversos padres de familias de Maracaibo y propietarios dirigen una comunicación firmada al Señor Coman-dante de Armas General Mariano Mon-tilla, donde le solicitan que se encargue de enfrentar a los enemigos, pues es el único capaz, por sus laureados éxitos mi-litares desde la guerra de Independencia, de enfrentar la situación de anarquía y desorden que sucede en la ciudad; por eso los padres de familia insisten en pedir a Montilla que:

Ningún otro Señor que usted puede conjurar la tempestad que amenaza sumirnos a todos en el horrible abis-mo de la anarquía y el desorden. Ningún otro Señor, puede sino V. S. salvar la Provincia y en ella, a toda la nación. Quédese usted, perma-nezca entre nosotros y la discordia huirá despavorida de este suelo; la revolución se enfrenará; los par-tidos, las opiniones y los intereses opuestos se concentrarán con V. S. para la salud de la patria. Muchos días de gloria le debe [ilegible] distinguidos servicios, forman la

ocurrido en Maracaibo desde el 14 de septiembre al 1 de octubre”. Folios 171 -172.

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historia de la vida pública de V. S. a favor de la antigua Colombia. Que no le debe menos Venezuela y esta importante provincia salvándola de la próxima disolución que la ame-naza. Y esperando también con toda confianza, que V. S. no desatenderá nuestra petición, ni desdeñará este servicio a la patria y una nueva co-rona inicia a las muchas que ador-nan ya sus sienes26.

La comunicación es clara en sus puntos; los padres de familias sostienen que el éxi-to de sofocar tan funestos planes en la pro-vincia dependerán en gran medida de que el general Mariano Montilla se mantenga al frente de los ejércitos en la zona, e incluso son enfáticos en que su figura está capacita-da para sofocar algunos desbarajustes en el país, pues podría amalgamar a varios secto-res concentrándolos a su favor.

Para nuestro análisis se evidencia que sec-tores puntuales como los “vecinos y padres de familias” eran contrarios a la fórmula re-formista dirigida por Farías; de allí la nece-sidad de informar al propio Comandante de Armas que “(…) [se] preparan para marchar afuera de la Provincia y temerosos de que se propague la revolución que ha asomado en los cantones de Altagracia y Perijá”27.

Esta representación de los padres de fa-milias causó un efecto importante en el general Montilla, quizás no para quedar-se al mando de la situación sino, como él

26 Archivo General de la Nación, Sección: Revolución de Farías, tomo I. “Comunicación de los Vecinos y Padres de Familias y algunos propietarios de Maracaibo dirigida al Señor Comandante de Armas de Maracaibo General Mariano Montilla”. 21 de septiembre de 1835, folio 8.

27 Ídem.

expresa, “(…) para mi pronta marcha a la capital de la república, [pues esa repre-sentación] ha traspasado mi corazón de sentimientos al ver esa ciudad siquiera, y sus habitantes expuestos a sin sabores y disgusto causados por la efervescencia de los partidos y demás pasiones”28.

La decisión tomada por Montilla fue trasladarse a Caracas para poner orden sobre la situación y buscar las soluciones precisas, por ello intenta calmar a los ciu-dadanos a la necesidad de ausentarse y promete regresar con soluciones, pues su deber y el honor -le requieran de sus ser-vicios a la provincia- al igual que su deber como padre, pues dejaba en la convulsa ciudad a su familia. En la comunicación que dejara a los vecinos y padres de fa-milia expresó entonces: “¿Qué más prue-ba podría yo dar del interés que tomaría por la tranquilidad de la provincia que el dejar en ella lo más precioso que poseo? ¡mi mujer, mis hijos! (…) no hay motivos que me fuerzan a abandonarlos, calcúle-los que es esposo y padre”29.

Durante ese mismo día también se pro-ducían movimientos militares: el coman-dante Nicolás Joly no asumió directrices emanadas por el gobernador, y se embarcó con su escuadrilla cerca de la bahía; el día 22 ocurrió lo mismo con el comandante Antonio Pulgar, quien ante la presunción de una emboscada tomó posesión con su batallón del parque de armas cercano al

28 Archivo General de la Nación, Sección: Revolución de Farías, tomo I. “Comunicación dirigida del general Mariano Montilla a los señores Dr. Franco Balbuena y L. Marcisca en relación a la nota oficial dirigida por los Vecinos y Padres de familia de Maracaibo”. 27 de sep-tiembre de 1835, folio 13.

29 Ídem.

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puerto de Maracaibo. Al día siguiente, el comandante Pulgar logró sacar a la goleta Constitución y, mientras embarcaba con su tropa, el gobernador, al enterarse de la novedad, mandó a pedir a los reformistas tropas que custodiasen la ciudad e hizo publicar una comunicación que instaba a reunir al pueblo a las cuatro de la tarde para que emitiese su opinión sobre lo que acontecía. La reunión, que no se haría has-ta el día siguiente,fue calificada de “Po-pulacho” por quien escribe el diario; este calificativo denotaba la impresión de un movimiento que podía ser percibido como poco organizado y que no tenía “notables” en su conformación, pues se aducía inclu-so que “solo” algunos clérigos: “(…) for-maron un acta (…) bajo las mismas bases de la de Caracas, en la cual manifestaban se restablecieran los fueros eclesiásticos y militar, que la religión católica fuese la dominante y que los destinos fuesen ejer-cidos por los beneméritos libertadores”30.

Esta declaración contenida en el acta, si bien se parecía a la de los jefes reformistas en Caracas, señalaba otras razones intere-santes, vistas desde la óptica del oficial Juan Celis, desde su Comandancia en Barinas, quien nos indica un relato sobre el aconte-cer, pero es crítico y toma postura hacia la figura de los “Beneméritos de la Indepen-dencia” al señalar que los militares, después de ganada la campaña de independencia, no han quedado con ganas de trabajar y sed de vivir; se les señala simplemente como vivi-dores y parásitos, como eran motejados por

30 Archivo General de la Nación, Sección: Revolución de Farías, tomo I. “Diario de los acontecimientos que han ocurrido en Maracaibo desde el 14 de septiembre al 1 de octubre”. Folio 173.

los dirigentes del nuevo país31, y que según Juan Celis, después de la guerra únicamente se han dedicado a “(…) sostener sus vicios con el sudor de los esclavos libertos”32.

A diferencia de otros movimientos refor-mistas, en Maracaibo se reconoció como principal líder al general José Tadeo Mona-gas (quien para el momento comandaba las fuerzas reformistas en oriente), y en una ju-gada desconocida se indicaba como coman-dante de Armas al general Mariano Montilla (quien había partido hacía pocos días desde Maracaibo) y como gobernador político a Manuel Ramírez.

El nombramiento de Monagas estaba jus-tificado por ser el principal líder del movi-miento en oriente, pero el nombramiento de Montilla era una consideración de los Tem-bleques, pues al parecer los reformistas con-fiaban en que se incorporaría al movimien-to, mientras que la designación de Manuel Ramírez parecía incomodar más, pues se vio reflejada en una situación que terminó por alejar un posible encuentro entre facciones rivales entre Tembleques y Campesinos, que al parecer buscaban una fórmula común y consensual, ya que consideraban que un ci-vil no podía estar en los principales cargos y, según se rumoraba, en aquella sesión, como indica el diario, “los militares no quedaron contentos, pues ellos quieren un gobierno puro y muy puro militar”33.

Por ello algunos militares acordaron reu-nir firmas para anular el acta firmada, pero

31 PINO ITURRIETA, Elías. 2004. País archipiélago, Venezuela 1830-1858, p. 15.

32 Archivo General de la Nación, Sección: Revolución de Farías, tomo I. “Diario de los acontecimientos que han ocurrido en Maracaibo desde el 14 de septiembre al 1 de octubre”. Folio 173.

33 Ídem.

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no fueron suficientes34. Este día tan aconte-cido en Maracaibo era la consolidación de la negación a la República; se desconocían prácticamente las autoridades constitucio-nales del país, pero hacía mezclar todas las rivalidades regionales en un asunto que ya era nacional: el movimiento reformista35.

La constante discusión sobre quién sería el gobernador político terminaba por com-prometer la situación en la capital del can-tón. Las principales autoridades militares e incluso una civil (el gobernador político Manuel Ramírez, quien al parecer no estaba muy de acuerdo en apoyar el movimiento re-formista), mostraban que no existía un líder claro y un mando consolidado como en otros lugares del país.

Esta situación prácticamente dejaba a la provincia de Maracaibo en un estado de acefalía en los principales cargos militares y políticos de la región, puesto que Montilla, propuesto por los reformistas, se encontraba vía Curazao, y por anteriores documentos señalados parecía estar completamente en desacuerdo con el Movimiento Reformista, ya que su traslado a Caracas simplemente parecía responder a la intención de ponerse a las órdenes del jefe del Ejército Constitucio-nal, el general José Antonio Páez.

El nombramiento como presidente del general Monagas, quien estaba a más de 800 kilómetros enfrentando a los ejércitos constitucionales, parecía evidenciar la fal-ta de liderazgo en la fuerzas reformistas y, 34 Ibídem, folios 173-174.35 Los reformista de oriente pretendían organizar de

nuevo la antigua Colombia, pero dándole ahora la forma de una gran confederación de estados. La re-ligión nacional sería la católica apostólica y romana, el fuero militar se restablecería y los empleos públicos deberían ponerse en manos de los fundadores de la libertad y antiguos patriotas.

finalmente, la decisión a favor del gober-nador Manuel Ramírez como jefe político aun causaba fuertes críticas, y no parecía consolidar el movimiento. Pero el hecho de que el “Acta de San Francisco” fuera llevada al cantón de Altagracia de manos del coronel Farías, ya marcaba al otrora miembro del ejército patriota como líder del movimiento reformista en la región.

Esta consideración toma mayor fuer-za cuando el día 25 se reunieron algunos Tembleques y Campesinos, a quienes aún no les convencía la decisión propuesta en relación con el principal líder militar de las facciones, el general Montilla. Por ello fue nombrada una comisión por parte del gobernador designado, Manuel Ramírez, para que fuese a buscar al general Mon-tilla, y anunciarle la decisión. Montilla no fue localizado, pues ya se trasladaba a Caracas, pero con una parada previa en Curazao. Esta noticia, según se indica, desconcertó mucho al gobernador Manuel Ramírez “(…) que se dislocó y empezó a decir a gritos, me voy a seguir la suerte de mi compañero de brollos y que iba entre-gar el gobierno”36.

En horas de la tarde se concretaban algu-nos hechos; comenzó a llegar un grupo de caballería que mandaba el coronel Farías, con fusiles, lanzas y equipo de campaña, mientras que algunos oficiales que acom-pañaban al gobernador Manuel Ramírez le indicaban que debía “aguantarse” en la situación, pues se había llamado al coronel Francisco Farías, para asumir el liderazgo del movimiento y fue amenazado con cua-tro balazos si no apoyaba a Farías.

El temor de la partida de Montilla, 36 Ibídem, folio 175.

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obligó a enviarle una comunicación; en ella se destacan importantes aseveracio-nes que dan a entender el contexto de la situación. El gobernador Manuel Ramírez primero expresa ante Montilla su preocu-pación por el constante asedio que ejercían los comandantes Antonio Pulgar y Felipe Baptista:

(…) que tienen a sus órdenes en los buques de guerra situados en una actitud hostil contra esta Pla-za, desconociendo las autoridades superiores civil y militar de la Pro-vincia y abandonando la capital a las extorsiones de algunos des-enfrenados del pueblo que hacían fuego sobre el vecindario, pacífico y cometían otros excesos; me hallé en la necesidad de pedir a Ud. un auxilio capaz de hacerme respetar para mantener en pie el orden y se-guridad pública que reclamaban de mí, ya los ciudadanos padres de fa-milia, ya los agentes consulares de potencias amigas37.

Evidenciaba en el escrito que dos oficiales del Gobierno constitucional defendían sus posiciones con algunos ataques militares para enfrentar la situación y tenían dominio estratégico en áreas de lago de Maracaibo. Este enfrentamiento, según Ramírez, había ocasionado desórdenes y temor por la vida de muchos “venezolanos y extranjeros”, pues las embarcaciones costeras habían sido

37 Archivo General de la Nación, Sección: Revolución de Farías, tomo I. “Comunicación del Gobierno de la Provincia-Maracaibo Al Sr. Comandante de la columna de operaciones General Mariano Montilla”. 29 de sep-tiembre de 1835, folio 320.

atacadas y apresadas, y como gobernador no disponía de medidas para controlarlas; por el contrario, la agitación ha sido mayor y ha impedido hasta el traslado del correo.

El gobernador prácticamente suplica a Montilla que vuelva a la capital de la pro-vincia para mantener el orden; confía en su persona, como los propietarios y padres de familia, ya que su figura permitirá: “(…) la salvación de Maracaibo de los estragos de la anarquía más espantosa que jamás vie-ron los siglos”38.

En la comunicación también le informa que partiría rumbo a Curazao con la posi-bilidad de alcanzarlo en los próximos días, para buscar solución a los ataques de los comandantes Pulgar y Baptista, pues teme que en cualquier momento miembros de su propia columna de operaciones se vean in-fluidos por los sucesos e intenten el “(…) uso de sus armas contra el señor comandante legalmente constituido”39.

Al parecer la situación del poco apoyo re-flejado hacia su figura como gobernador y estar prácticamente entre dos aguas, al no encontrar a su amigo de “brollos” (el general Montilla) y enfrentarse a una división total entre Tembleques y Campesinos, ahora re-formistas, acrecentaba la toma de una de-cisión final para el gobernador, pues consi-deraba que muchas autoridades habían sido indiferentes hacia sus acciones para coope-rar y mantener el orden; por el contrario, han trabajado para someter la ciudad al caos; de allí que fueran lapidarias sus palabras al in-dicar que “(…) [esta] provincia en su mayo-ría desea y exige reformas constitucionales y cualquiera oposición que se oponga al

38 Ídem.39 Ídem.

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torrente de esta opinión general, sobre no ser oportuna va a desprender graves males contra la República”40.

En pocas palabras, su mando estaba prác-ticamente resquebrajado; no compartía el movimiento reformista y, peor aún, su po-sible oposición de seguro ocasionaría ma-yores males a la apenas naciente República. En vista de tal situación, no le quedó otra alternativa que separarse del mando que es-taba desempeñando.

ENTRE EL CAOS Y LA INCERTIDUMBRE. El MOvIMIENTO DE LAS REFORMAS EN MARACAIBO

Para el 29 de septiembre el gobernador Manuel Ramírez había dejado el mando, ocasionando un considerable estado de des-orden y caos. Ese día el propio comandante de la columna de operaciones, capitán Ma-nuel Jiménez, dirigía una comunicación al coronel benemérito Francisco María Farías, en tonos enfáticos, directos y apologéticos sobre el estado de la horrorosa anarquía en que “el pueblo de Maracaibo acéfalo, y su guarnición” se encuentran.

La coyuntura plantea como única figura que podría asumir el mando de la provincia al coronel Farías, ante el llamamiento deseo-so y las suplicas de amigos; y también com-pañeros de armas confiaban en que Farías era el único oficial con mayor rango y anti-güedad que podría dirigir la propia columna al mando de Jiménez, la cual se componía “(…) por veteranos que han enrostrado mu-chas veces la muerte, y que la enrostrarán 40 Ídem.

mil veces más si es necesario para el bien de su patria”41.

Esta aseveración simplemente afirmaba que en caso de estallar mayores situaciones de confrontación, a estos oficiales no les im-portaría tomar las armas de nuevo y asumir bajo las órdenes de Farías cualquier deci-sión. Pero algo bien claro queda del pronun-ciamiento de los oficiales: en ningún lado se menciona reforma o critica a la Constitu-ción; se habla como argumento para asumir el liderazgo y control de la provincia, es de la ausencia de autoridades.

Quizás esta coyuntura, aunada al hecho de que el gobernador Manuel Ramírez fa-llece mientras se trasladaba a Curazao en búsqueda de su amigo el general Monti-lla, favoreció la posibilidad de que Farías asumiera el liderazgo. Efectivamente, el 30 de septiembre el coronel Francisco María Farías llega con un grupo de ca-ballería a la ciudad de Maracaibo e in-mediatamente asume como jefe político y militar por propia designación y con el apoyo de algunos compañeros de armas. Esto colocaba un elemento interesante en el tablero político del país, pues una zona de importancia económica y comercial como esta ciudad, se encontraba tomada por el ejército reformista. Inmediatamen-te Farías investido de una autoridad casi suprema salió a caballo a convocar al po-pulacho Tembleque para que se reunieran y lo proclamara máxima autoridad. En horas de la noche, en la casa del diputado Francisco Carrabes, se le dio formalidad

41 Archivo General de la Nación, Sección: Revolución de Farías, tomo I. “Comunicación de la Comandancia de la columna de operaciones al Sr. Coronel Benemérito Francisco María Farías jefe civil y militar del cantón Al-tagracia”. 29 de septiembre de 1835, folios 320-321.

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al acto con el grupo de Tembleques que lo nombró jefe militar y político.

Acto seguido suscribió un bando con un conjunto de artículos entre los cuales des-tacaban la pena de muerte para quienes no fueran adeptos a la facción reformista, declarando como piratas aquellos buques del ejército constitucional, e incluso pena de muerte para quienes ayudaran a dichos buques. Estas primeras medidas ocasio-naron que muchas personas comenzaran salir de la ciudad, ante el ambiente de confusión y terror que tocaba las calles.

El viernes 2 de octubre todos los oficios que se generaban, desde la comandancia de operaciones de Farías, iban encabezados con el título República de Colombia. Habían declarado vigentes los decretos del Liberta-dor Simón Bolívar; esto no es mera tontería: significaba el total desconocimiento hacia las autoridades venezolanas y su legislación. De hecho se constituía un pequeño Estado que declaraba el retorno a la experiencia co-lombiana de hacía unos años atrás. Además, se asumía toda la legislación vinculada con la figura del Libertador. A los ojos de cual-quier político e incluso de cualquier persona, significaba que si Farías en su movimiento conseguía mayores éxitos, la provincia de Maracaibo se separaría de Venezuela, y nos hacía recordar las palabras de Tomás Lander en el diario El Fanal, en el año 183042.

Será una constante en Farías la invocación a los antiguos libertadores de la patria, en especial la figura de Bolívar como ilustre guía de los patriotas de Venezuela, y afirmar que ahora rodeado de muchos compañeros 42 Archivo General de la Nación, Sección: Revolución

de Farías, tomo I. “Diario de los acontecimientos que han ocurrido en Maracaibo desde el 14 de septiembre al 1 de octubre”. Folio, 173 vto.

de armas asumía la dirección de un movi-miento, pues “(…) los votos populares me quitaron el reposo que gozaba (…)”.

Así lo indica en un decreto emitido el 2 de octubre en el cual señala que “(…) ya no puede retrogradarse (su decisión), porque la mayoría de Venezuela pide reformas, si alguno intentase contradecir estos votos tendrá sobre mi execración pública y un pronto y ejemplar castigo”43.

Ya indicaba Farías que la decisión de su facción reformista era asumir la vio-lencia, el castigo y la fuerza militar para subyugar cualquier negativa a aceptar su voluntad; además considera que muchas personas no entenderían el objeto de las reformas, e incluso los militares insubor-dinados del ejército constitucional han sido el ejemplo más claro de todo, ya que con sus ataques a las poblaciones están ávidos de venganza y algunos partidarios del gobierno “(…) afilan sus puñales y se arremangan los brazos para asesinar”. Por eso confían en que “(…) solo el sol-dado subordinando está inmóvil sobre el fusil velando que el ciudadano que repo-sa y ofreciendo seguridad al extranjero, qué noble conducta, ¡qué desinterés tan digno de los hijos de Bolívar!”44.

El discurso de Farías es una manifiesto abierto a la subversión social y se empeñaba en establecer un cisma fatal entre el pueblo y los ciudadanos armados (militares), pero visto desde la figura de un padre familiar, que advierte cualquier desvío al afirmar:

43 Archivo General de la Nación, Sección: Revolución de Farías, tomo I. “Proclama del Jefe Civil y Militar de la Provincia de Maracaibo, Coronel Francisco María Farías”. Folios, 136-137.

44 Ídem.

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“(…) cualquiera pues que ame a su padre debe dedicarse a salvarlo del incendio que principiado y amenaza reducirlo todo a nada (…) militares habéis dado patria y li-bertad, vosotros habéis sufrido cuanto cabe. En esta crisis vamos a mirarla con agrado, los perseguidos acogen vuestros pabellones y el brillo de las armas, espasmos no terror, sino confianza y alegría”45.

Los testimonios documentales plantearon una difícil situación para el mes de octubre del año 1835. Desde las primeras actividades bélicas comandadas por Farías, sus oficiales y principales colaboradores se concentraban en Maracaibo y en el Puerto de Altagracia46.

Esta situación había ocasionado un im-portante retroceso de las fuerzas leales a la constitución. Entre las primeras pérdidas militares de las fuerzas constitucionales se indican la quema de muchos cartuchos, pero la propia comunicación del gobernador de Maracaibo Esteban Villasmil (nombrado desde la jefatura ejercida por el general José Antonio Páez) dirigida al gobernador de Coro, indicaba que desde las acciones mili-tares de Farías, era peor el panorama pues: “(…) ha sido nombrado Jefe Civil y Militar en Maracaibo. Las tiranías que este ejerce son imponderables: la ciudad está desolada y su aspecto aflige al amador de la patria”. 45 Ídem.46 Las fuerzas militares que estaban respaldadas por el

Poder Ejecutivo nacional, para el momento se organi-zaban de la siguiente forma: el comandante de Armas occidental de la provincia, Henrique Weir, se había mantenido fiel a sus deberes, mientras que el coman-dante del Batallón Boyacá, Antonio Pulgar, se había embarcado para la Isla del Burro, frente a Maracai-bo, con ciento treinta hombres de su batallón y dos oficiales, resueltos a sostener el gobierno. El coman-dante del Apostadero, Felipe Baptista, con una gole-ta, una balandra y unos buques menores, dominaba el lago, mientras que el comandante de la Barra, Diego José Jugo, se mantenía fiel al orden constitucional.

Farías había asumido rápidamente el con-trol civil y militar de la región; en apenas unos días, había ocasionado un repliegue no solo de las fuerzas militares, sino que en la propia ciudad, muchas personas se refugia-ban en sus hogares, mientras otras escapa-ban47. Así, un temor se vio disperso en di-versas localidades; aquellos militares que no respaldaban las acciones de los llamados re-formistas eran encarcelados; otros siplmente eran asesinados en emboscadas48. Algunas personas fueron castigadas por no asumir posición política y el terror recorrió la ciu-dad, mientras en otras partes del país, como en oriente, se restablecía el orden constitu-cional después de someter a los principales jefes regionales.

Era preciso denotar que tan solo anunciada la conspiración en la propia región, las fuer-zas militares en otras provincias, como in-dican las comunicaciones, comenzaban con auxilios de infantería, caballería, armamento y municiones a cargo de las propias jefaturas locales; hasta las primeras acciones militares se intentaba sofocar con los propios recursos militares de la provincia de Maracaibo.

De igual forma, son numerosas las comu-nicaciones desde distintas parte del país, que informaban al secretario de Guerra y Marina acerca de la situación que ocurría durante los primeros días de octubre. Desde Trujillo el gobernador Gregorio Tañón ofreció un exce-lente relato sobre la magnitud de los sucesos, ya que desde que asumió Farías el mando:

47 Academia Nacional de la Historia. Documentos para los Anales de Venezuela. Segundo período, tomo pri-mero. “Comunicación del Gobernador de Maracaibo al señor Gobernador de Coro”. Maracaibo, 5 de octubre de 1835, p. 490.

48 Ídem

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(…) había preso varios ciuda-danos; y el terror se había apo-derado de toda la población por consecuencia de los sangrientos decretos que había expedido; ya mandando presentar a todos los hombres de armas tomar so pena de ser pasados por las armas; ya declarando piratas a todos los que, por constitucionales se ha-bían refugiado en la f lotilla que estaba en el lago al mando del Co-mandante A. Pulgar; y ya por los temores que infundía generalmen-te un tribunal que había estable-cido compuesto de tres personas para juzgar a los que intentasen trastornar el régimen que había fundado49.

Sobre la magnitud de la fuerza militar con que contaba Farías se indica: “(…) hay algu-na probabilidad de que puede tener sobre 200 soldados y que puede también hacerse de al-guna gente más, con las medidas que había tomado”50.

Esta última información es importante, pues exterioriza que para octubre el Cantón de Gi-braltar, se había pronunciado a favor de Farías; de allí el temor de que aumentara el número de soldados a su favor, como afirma el gober-nador de Trujillo: “(…) pronunciado el can-tón Gibraltar a favor de Farías hostiliza a la flotilla del comandante Pulgar negándole los

49 Archivo General de la Nación, Sección: Revolución de Farías, tomo I. “Comunicación del Gobierno Superior de la Provincia de Trujillo dirigida al señor Secretario de Guerra y Marina, da parte del estado político en que se encuentra la provincia de Maracaibo”. 9 de octubre de 1835”. Folios 137-139.

50 Ídem.

recursos que se pedían para sostener las tro-pas que tenían a bordo de los buques”51.

Similares eran los temores para la principal autoridad civil en el momento, Esteban Villas-mil, quien incluso fue más reflexivo y consi-deró que estos hechos se relacionaban primero con acciones que pueden catalogarse de des-graciadas. Además, los propios oficiales, que deberían ser los garantes del orden, la paz, el cumplimiento de la ley, han sido perturbados por oficiales que “(…) han traicionado sus deberes y juramentos, han echado el más feo borrón en la página gloriosa de nuestros mi-litares”52.

Obviamente, las palabras de Villasmil son implícitamente directas a considerar un en-frentamiento fratricida que ha trastocado el or-den y la paz y, peor aún, cometido por aquellos varones sobre los cuales el manto de la liber-tad e independencia recorría su extensa hoja de méritos.

La situación en Maracaibo parecía perderse de control, la prensa se hacía eco de la situa-ción, un sentimiento advenedizo y quebradizo rodeaba la provincia, al parecer no se vivía tal caos desde la época de independencia. Algu-nos editoriales, en relación con los sucesos de septiembre y octubre, comentaban:

“El vecindario de Maracaibo, que a tan caro precio ha comprado su independen-cia de la España, sabrá no permitir que le arranquen las instituciones, bajo las cua-les ha vivido en paz”53.

51 Ídem.52 Academia Nacional de la Historia. Documentos para

los Anales de Venezuela. Segundo período, tomo pri-mero. “Comunicación del Gobernador de Maracaibo al señor Gobernador de Coro”. Maracaibo 5 de octubre de 1835, pp. 490-491.

53 Gaceta de Venezuela a 17 de septiembre de 1835. Número 247. En: Academia Nacional de la Historia.

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LAS ARMAS DE LA REPÚBLICA CONTRA EL EJÉRCITO REFORMISTA. AGUDIZACIÓN DEL CONFLICTO MILITAR.

Los Reformistas obtuvieron la victoria el 7 de octubre en el sitio de Los Macanillos, forzando la retirada de Los Constituciona-les quienes dejaron en poder de Farías: “Un cañón montado, algunos pertrechos, armas, víveres, etc.”54. El parte transmitido por el Jefe de la Fortaleza de La Barra, comandan-te constitucional Diego José Jugo, indicaba que con esta acción se había perdido el Puer-to de Altagracia.

Al señalar las pérdidas militares, fueron pocas: tan solo un sargento fallecido y cinco soldados heridos, mientras que en las fuer-zas insurgentes fueron más considerables, cinco muertos y numerosos heridos que se dieron a la fuga. Para el 16 de octubre exis-tía una notable información de la situación en la región occidental; el gobernador de la provincia de Coro, Juan Elizondo, se comu-nicaba con el jefe político del cantón Carora, indicando que por previas noticias del go-bernador accidental de la provincia de Ma-racaibo, Esteban Villasmil, era ya notorio el estado agonizante de los insurrectos en la fortaleza de Puerto Cabello55, quienes se en-

Documentos para los Anales de Venezuela. Segundo período, tomo primero, p. 447.

54 Academia Nacional de la Historia. Documentos para los Anales de Venezuela. Segundo período, tomo pri-mero. “Escrito de la Gaceta de Venezuela”. A 24 de octubre de 1835, p. 488.

55 Singular importancia tiene la derrota sobre los refor-mistas en Valencia, pues después de su retirada, que muy bien puede calificarse como derrota, el general Santiago Mariño resolvió enviar los Batallones An-zoátegui y Cantaura, a las órdenes del coronel José María Melo, a vigorizar el pronunciamiento de Ma-

contraban sin agua, sin vivieres, bloqueados por mar y sitiados por tierra; esto alentaba no solo a la permanente tranquilidad de la región, sino que abría la posibilidad de ofre-cer auxilios militares a favor de la provincia de Maracaibo56.

El 24 de octubre en el campo de Juana de Ávila se produjo quizás uno de los mayores enfrentamientos entre las fuerzas consti-tucionales y las facciones reformistas al mando del coronel Farías. Desde la noche una columna de 598 hombres, de las fuer-zas constitucionales que se hallaban en el Hato el Mamón, avanzaron hacia la ciudad, mientras que tres bergantines realizaban un bloqueo del puerto. La superioridad numé-rica era manifiesta de parte de las fuerzas que defendían al Gobierno. Un grupo de 170 infantes pertenecientes a las fuerzas reformistas avanzó hacia el campo de Jua-na de Ávila y, en una rápida acción dirigida por el propio Farías, se adelantó sobre la ca-ballería del ejército constitucional, la cual se encontraba para el momento desorgani-zada y sin formar una línea regular; rápida-mente fueron envueltos y en menos de tres cuartos de hora las fuerzas constitucionales fueron arrolladas, batidas y derrotadas. Fa-rías resultaba triunfante y el propio Boletín Extraordinario emitido en relación con el acontecimiento calificaba dicha victoria al “(…) jefe diestro en la guerra versado en

racaibo. Creía el general Mariño que asegurando a Maracaibo, sosteniendo a Puerto Cabello y evolucio-nado tácticamente en el oriente el general Monagas, iría a buen rumbo la causa de las reformas, pero como las revoluciones que no avanzan retroceden, las refor-mas iban a su estruendoso fracaso

56 Academia Nacional de la Historia. Documentos para los Anales de Venezuela. Segundo período, tomo pri-mero. “Comunicación del Gobernador de Barquisimeto al señor Jefe Político del cantón Carora”. 16 de octubre de 1835, p. 489.

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la política siendo más digna de alabarse su piedad cuando en el campo mismo supo lo que después ha ratificado por oficiales, que los vándalos de Venezuela habían dado la orden de saquear la ciudad y degollar a to-dos los reformistas”57.

Recordemos que Farías era un oficial que durante su carrera militar había contado con importantes acciones militares; es decir, se estaba combatiendo contra un oficial con demostrada capacidad combativa. Quizás estos acometimientos le hacían fulgurar recuerdos de aquellas acciones mientras lu-chaba por la independencia, cuando comba-tía contra los ejércitos del realista Francisco Tomás Morales. Era ahora otra batalla más, pero quizás la más importante en su carrera, pues él mismo dirigía su destino.

El resultado parece una derrota contun-dente para los defensores de la Constitución; además, de esa jornada “gloriosa” para los reformistas resultaron presos los comandan-tes Weir y Pulgar, varios oficiales muertos del ejército constitucional, 257 prisioneros, 41 heridos de gravedad y 31 muertos en to-tal. Según el propio parte oficial de Farías, este día: “(…) justifica la bizarría con que los reformistas sostienen su justa demanda y la protección del cielo que nos libró de los frenéticos carniceros y de las tribus gentiles armadas de mortíferos venenos, según el or-den constitucional aunque contra el derecho de guerra y muertes”58.

Lo indicado por el comandante reformista es interesante; allí indica que hubo partici-pación de parte de las fuerzas constitucio-nales integradas por indios guajiros, quienes 57 Archivo General de la Nación, Sección: Revolución

de Farías, tomo I. “Boletín Extraordinario sobre la Ba-talla de Maracaibo”. 24 de octubre de 1835, folio 319.

58 Ídem.

con flechas envenenadas enfrentaron a los reformistas, y fueron los que causaron los mayores daños: un oficial subalterno muer-to, seis heridos y diez caballos “(…) que mu-rieron muy luego con la desesperación del activo veneno”59.

Incluso pone en discusión un tema: ge-neralmente la historiografía ha colocado a las tropas del ejército constitucional en una actitud benigna y afable en las diferentes acciones ejecutadas durante la “Revolución de las Reformas”, pero, al contrario, existen testimonios de que en algunos casos fueron acciones hostiles y con capacidad destructo-ra contra objetivos militares y civiles60.

Ya para finales de octubre si bien ocurrían algunas escaramuzas entre ambas fuerzas, es notable la correspondencia cruzada entre funcionarios que informaban sobre qué su-cedía en Maracaibo para finales de octubre; en ella se reconocía que Farías controlaba casi toda la región, pero algunos decretos y acciones emitidas como máxima autoridad empezaban a resquebrajar su mando interno en la provincia; la prisión de importantes padres de familias y otros vecinos de ma-yor respetabilidad, ocasionó un importante suceso: según indica el gobernador de Tru-jillo al de Barquisimeto, algunos cónsules

59 Ídem.60 Hasta mediados del siglo XIX, solo las normas con-

suetudinarias regían el derecho de la guerra, unas normas que se habían ido formando en la práctica a lo largo de los siglos precedentes. Las disposiciones legislativas nacionales y los tratados bilaterales, espe-cialmente las treguas y las capitulaciones, desempe-ñaron un importante papel en la formación de esas normas consuetudinarias. Quizás la crítica emitida por el comandante reformista Farías en relación con el derecho de guerra, fue por la utilización del veneno como un arma de guerra; por consiguiente, en lo rela-tivo a las “leyes y costumbre de la guerra terrestre” su uso contra un ejército contravenía muchos principios establecidos.

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extranjeros intentaron abogar por esas per-sonas ante jefes de la escuadra constitucio-nal, situación que causó molestia en Farías, quien solicitó como única consideración para liberarlos la cantidad de 12.000 pesos. La decisión de algunos comerciantes fue ne-garse a otorgar esa gran suma de dinero al líder de la facción reformista y de inmediato: “(…) todas las casas de comercio de aquella plaza han asegurado sus mercancías en las casas de comercio extranjeras, en fin que con la elección hecha por Farías, se ha disgusta-do todo el pueblo como algunos militares”61.

Es probable que Farías detuviera algunas personas con importante caudal económi-co en Maracaibo, y la decisión de asegurar todas las mercancías por parte de las casas de comercio extranjeras fue una acción de protección, ya que en caso de suceder una agresión de parte de los reformistas con-tra las casas de comercio de otros países se estaría agrediendo directamente a otras naciones, lo que complicaría mucho más el panorama al revestir el conflicto quizás un carácter internacional.

Al parecer este evento ocasionó que uno de los principales líderes de las fuerzas re-formistas, como era el coronel Manuel Ji-ménez, se pusiera a favor del ejército consti-tucional y todo su escuadrón. Y las noticias que recorrían la ciudad eran que Farías: “(…) se quedaba sin nadie con que contar y en su desesperación ha nombrado un triunvirato recordando la memoria de Robespierre (…) y que casi todos los bandos publicados para el dictador concluyen con la pena de muer-te, que Maracaibo se halla en el estado más 61 Archivo General de la Nación, Sección: Revolución

de Farías, tomo I. “Comunicación de la Gobernación de la Provincia de Trujillo al Gobernador de la Provincia de Barquisimeto”. 16 de octubre de 1835, folio 108.

deplorable que pueda figurarse, que en los escritos del jefe revolucionario no se respira sino muerte”62.

De igual forma, ya las comunicaciones evi-denciaban planes concretos para enfrentar a las facciones reformistas en Maracaibo63; las 62 Ídem.63 Para esta fecha, en vista de las victorias continuas

de Farías en Maracaibo, el propio general Mariano Montilla proponía al secretario de Guerra y Marina un plan para garantizar retomar las posiciones per-didas, sin antes ofrecer un análisis sobre la situación. Para el momento, Montilla apenas estaba designado como segundo jefe del Ejército Constitucional. El documento en extenso revela su preocupación por la situación e indica el notorio conocimiento de una posible estrategia militar. En el mencionado docu-mento Montilla indica que Farías se encuentra muy “envalentonado” con las victorias que ha obtenido, y que es muy posible que extienda la guerra hacia la provincia de Coro, que se halla indefensa; esto faci-lita que Farías pueda emprender más acciones pues el coronel tiene conocimiento práctico de toda la provincia “(…) y sus relaciones de amistad y parentesco lo estimularán más y más”. Esta advertencia de Mon-tilla no estaba de más para el secretario de Guerra y Marina: indicaba la posibilidad de una invasión por parte de Farías, y ante ello Montilla establece como posibles acciones emprender un avance hacia Ma-racaibo con un importante despliegue militar. Esto evidenciaba que los continuos avances de Farías cau-saban preocupación en algunos oficiales e incluso en el propio gobierno. Indica Montilla que como prin-cipio general, para organizar una acción militar debe realizar una línea de asedio que contemple primero no desplazar la División Carabobo, pues el enemigo todavía domina Puerto Cabello, y cualquier maniobra de esta división podría facilitar a los reformista des-plazarse por Patanemo y escapar hacia occidente; por tanto es necesario que venga de Barcelona una divi-sión de 800 infantes hacia la provincia de Coro y que el desembarque se haga por Cumarebo, y no por La Vela, que posiblemente esté en manos de los faccio-sos, opinaba Montilla. Establecido el desembarco con municiones, se deberá realizar un bloqueo del lago intentando tomar las goletas ubicadas en el lago, para luego, reunida toda la escuadrilla, “arrollar al enemi-go” colocándose sobre los puertos de Altagracia y las costas del este, siendo el fuerte de San Carlos el nexo militar directo de la escuadrilla constitucional. Para Montilla, el hecho de no haberse planificado militar-mente contra las acciones de Farías ha permitido su avance, pues no existe una coordinación efectiva; por el contrario, los comandantes militares en la provincia

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primeras presunciones estiman necesario hacer un desembarco con cerca de mil hom-bres armados, que según el gobernador de Trujillo serían los necesarios para garantizar la derrota de aquellos que intentaban y eran calificados como “Hijos desnaturalizados de Venezuela”64; no obstante, desde su coman-dancia demostraba preocupación, pues con-tinuas solicitudes desde la Comandancia de Operaciones del Ejército constitucional en el lago, le pedían 200 hombres, pero manifes-taba imposibilidad por tener buena parte de su tropa desarmada. Como autoridad militar consideraba que las medidas necesarias no serían enviar tropa desde Trujillo hacia los puertos de Altagracia, sino enviarlas desde Barquisimeto y el centro del país, pues ya las costas de estos puertos se encontraban des-guarnecidas y no solo se permitiría salvar a la provincia de Maracaibo, sino también las de Mérida y Trujillo65.

Mientras tanto, el 3 de noviembre el co-mandante reformista Farías enviaba una comunicación desde su jefatura al secretario del Interior y Justicia, donde manifestaba sus constantes críticas y advertencia sobre el asedio de las tropas del ejército consti-tucional, en especial las comandadas por Baptista, pues se encuentra desde octubre:

de Maracaibo solo se han dedicado a la defensa, y no ha sido nombrado un jefe de operaciones sobre Coro y Maracaibo. Archivo General de la Nación, Sección: Revolución de Farías, tomo I. “Comunicación de Ge-neral Mariano Montilla al Señor Secretario encargado de los Despachos de Guerra y Marina”. Valencia, 2 de noviembre de 1835, folios 195-198.

64 “Alocución del Presidente de la Republica a sus Con-ciudadanos”. En PÁEZ, José Antonio. 1990. Autobio-grafía del General José Antonio Páez, p. 285.

65 Archivo General de la Nación, Sección: Revolución de Farías, tomo I. “Comunicación de la Gobernación de la Provincia de Trujillo al Gobernador de la Provincia de Barquisimeto”. 16 de octubre de 1835, folio 108.

“(…) hostilizando a esta ciudad quitando los víveres cuando podía, ya cañoneándola con frecuencia y por lo regular después de horas de comer y en fin, el día 23 del pasado desembarcó de la escuadrilla una columna compuesta en partes de indios salvajes ar-mados con flechas envenenadas con el pro-pósito de invadir la plaza”66.

También reafirmaba Farías en su comunica-ción, en clara advertencia al Gobierno consti-tucional, que debía considerar el “Gran Par-tido” que hay en la provincia en relación con las Reformas, pues es un movimiento confor-mado “(…) por tembleques y campesinos, lo es en su mayor parte los primeros: que estos fueron los que en noviembre del año pasado sostuvieron la constitución”67.

Esta aseveración del principal líder del mo-vimiento reformista provincial es importante: indicaba que aquellos dos sectores contrarios, quizás encontraban por primera vez puntos en coincidencia, esta vez según el propio Fa-rías por la “ineficacia de la Constitución y de las demás leyes”, lo que ha permitido “(…) que la opinión por las reformas tienen estos ciudadanos es formada por sus conciencias que les dictan las más sumas necesidades”68.

Por ello Farías advierte que en relación con esa cantidad de personas adeptas por las re-formas, el Gobierno no debe juzgar la firme decisión de continuar en batallas; por el con-trario, asegura que será “(…) mayor la sangre que se va a derramar todavía en este país”69.

66 Archivo General de la Nación, Sección: Revolución de Farías, tomo I. “Comunicación del Jefe Militar y Po-lítico de la Provincia de Maracaibo, Coronel Francisco Farías al Secretario de Interior y Justicia”. 3 de noviem-bre de 1835, folios 320-323.

67 Ídem.68 Ídem.69 Ídem.

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Incluso considera que solo el gobierno es responsable en economizar esa sangre, pero deja un espacio abierto a llegar a posibles acuerdos, ya que aclara: “(…) aunque sea re-formista por las mismas justas razones indi-cadas, estoy pronto sin embargo a emplear los medios que se me aconsejen si en ellos se pudieren conciliar tantos y tan distintos”70.

En una comunicación del recién nombra-do comandante de Armas de la provincia de Maracaibo, Manuel Oliva, se informaba cómo la situación a favor de los facciosos continuaba siendo muy fuerte. Las fuerzas de Farías habían comenzado a desplazarse hacia Dara, pero en una acción coordinada se ordenó, al mando del coronel Jiménez, re-unir una cantidad de ganado importante que se mantenía sobre el hato del coronel Nicolás Joly. Esta simple acción garantizaba un ele-mento fundamental en acciones de guerra: mantener la subsistencia de la tripulación y escuadrilla que se trasladaba desde la Isla del Burro, con el único fin de atacar con tro-pa marinera y de infantería para inutilizar los buques de los facciosos, los cuales se en-contraban apostados en el puerto de Mara-caibo. Así, los buques hicieron entrada hacia el puerto de Maracaibo. La primera acción consistió simplemente en inutilizar un im-portante grupo de canoas que se hallaban en la costa del puerto, las cuales se constituían en un medio de transporte que garantizaba el acceso de algunos pertrechos militares y la provisión de alimentos para los facciosos.

Cumplida esta acción se desató un im-portante combate militar entre ambas fuer-zas; un furioso fuego cruzado con baterías de tierras empezaban contra el bergantín Rosalía y el bote General Páez, según 70 Ídem.

indicaba el comandante de Armas Manuel de Oliva: “(…) los enemigos habían tenido toda su infantería desde el muelle, hasta lo último del astillero parapetados; y un fuego horroroso de fusil cruzaba nuestros buques, a la vez que con metralla barrían todo frente a su batería”71.

Ante tal inmensidad de metrallas de fu-sil, los destrozos en los buques eran rá-pidos. Esto obligó a la tripulación a des-embarcar en pequeños botes para buscar llegar a tierra e intentar salvarse. La tri-pulación del Rosalía había desembarcado casi en su totalidad al mando del teniente Rafael María Baralt; se dirigían a tierra con el propósito de enfrentar “épicamen-te” con solo treinta hombres a un total de cuatrocientos ubicados cerca del astillero; a pesar de los estragos que sufría el buque Rosalía pudo evitar al mando de Manuel Oliva, tal acción con un desenlace fatal para las tropas constitucionales y empren-dieron el rescate del teniente Baralt y su tripulación, para retirarse nuevamente a la Isla del Burro. El parte final indicaba una perdida casi total de tres buques y cuatro oficiales para el ejército constitucional, mientras que era difícil ofrecer la cuantía en pérdidas numéricas de los reformistas, pues Farías había prohibido por decreto de pena de muerte el decir cuántos muertos existiesen en una acción armada72.71 Academia Nacional de la Historia. Documentos para

los Anales de Venezuela. Segundo período, tomo se-gundo. “Comunicación del Comandante de Armas de la Provincia de Maracaibo al Señor Secretario de los Des-pachos de Guerra y Marina”. 9 de noviembre de 1835, p. 69.

72 Academia Nacional de la Historia. Documentos para los Anales de Venezuela. Segundo período, tomo se-gundo. “Comunicación del Gobernador accidental de la Provincia de Maracaibo al señor Secretario de Estado en los Despachos de Guerra y Marina”. 17 de noviembre de

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La mayor parte de la tropa de infantería y marítima se trasladó hacia la costa este, para evaluar los daños e intentar recuperar los buques, mientras veían llegar el buque Naguanagua al mando del coronel Ramón Soto, acompañado de un bongo, dos pira-guas y numerosas canoas que transporta-ban unos cincuentas hombres para unirse a Farías en Maracaibo.

Como era de esperarse, la derrota de las fuerzas constitucionales era inminente; se-gún se indica, más de 400 hombres con un fuerte cañoneo atacaban la diversa flota ma-rítima del ejército constitucional; la fusilería descargó de forma precisa a pesar de que los combates se extendieron hasta el final de la tarde. El parte militar indicaba notables perdidas: el buque Rosalía quedó totalmente destrozado, con multitud de balazos de ca-ñón y su casco completamente inútil. El bu-que Williams sufrió también notablemente: tuvo daños en su jarcia y velamen con más de quinientos tiros de cañón y cuatro mil de fusil73. La balandra Carabobo, rota en su bo-tavara, sus foques y un balazo a la lumbre del agua74.

Estas cifras notables de disparos solo in-dicaban que los facciosos, mientras tuvieran control de las entradas al puerto, garantiza-ban al menos contener las fuerzas constitu-cionales. El gobernador Esteban Villasmil, consciente de la situación, rápidamente or-denó a una escuadra de infantería intentar

1835, tomado de la Gaceta de Venezuela, N.º 256, pp. 70-71.

73 Ídem.74 Academia Nacional de la Historia. Documentos para

los Anales de Venezuela. Segundo período, tomo se-gundo. “Comunicación del Comandante del Apostadero y la escuadrilla Constitucional al señor Secretario de Esta-do en los Despachos de Guerra y Marina”.11 de noviem-bre de 1835, pp. 67.

acercarse hasta donde lo permitía el puerto y realizar ataques continuos contra estas escuadras marítimas (un bergantín, dos bongos y un guairo) al mando de Soto, para atacarlas y poder ofrecer menos resistencia a otra posible incursión. De igual forma, ya se ordenaba formar un equipo de caballería con participación del jefe político del cantón Casigua, Manuel Jiménez, con el propósito de reforzar una columna y ofrecer la posi-bilidad de un ataque certero por tierra, que hostilizaría a los enemigos. Mientras, las tropas se refugiaban de nuevo en la Isla del Burro para recomponer fuerzas.

Esta coyuntura de victorias por parte de la facción reformista de Farías parecía alentar el movimiento, pero quizás solo se constituían en victorias defensivas; no existía un avance hacia otras zonas del país, permanecía estática, y no se aumen-taba el número de adeptos al movimiento; al contrario, iba en menor cuantía, igual que los alimentos y pertrechos militares. Además, la victoria del ejército constitu-cional en Puerto Cabello bloqueó un posi-ble auxilio para el movimiento insurgente en la provincia de Maracaibo75.

75 Indica Rafael María Baralt que: “Sabiendo luego lo ocurrido en Valencia, Páez licenció al ejército y regresó a dirigir y actuar sobre Puerto Cabello, los reformistas pronto se hallaron sin víveres y con más gente de las que necesitaba la plaza. En algún momento se pensó auxiliar con tropas a Farías, quien para esta fecha había conse-guido algunas victorias importantes, pero no contaban los reformistas guiados por el Comandante Pedro Carujo, mientras se dirigía hacia el sitio de Paso Real, en busca de ganado con más de cien hombres, fueron emboscados en una acción al mando del jefe constitucional, viéndo-se cercado y acometido, fue hecho prisionero y muchos de sus partidarios se dispersaron por el campo, regresando muy pocos a la plaza de Puerto Cabello, esto terminó por decantar la suerte de los reformistas en Puerto Cabello”. BARALT, Rafael María. 1960. Resumen de la Historia de Venezuela, p. 387.

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EL GENERAL MONTILLA AL MANDO Y BLOQUEO DEL LAGO DE MARACAIBO: ESTRATEGIA FINAL DEL EJÉRCITO CONSTITUCIONAL

En tan solo un mes desde el 14 de noviem-bre, el asedio continuo hacia el movimiento reformista en la provincia de Maracaibo mo-tivó a que la solución del problema pasaría por conformar un ejército solamente enfo-cado en disipar tal acción. Si bien todavía los comandantes naturales de la provincia mantenían un control de la zona, el nombra-miento del general Montilla, como segundo jefe del Ejército constitucional y del general José Félix Blanco como comandante de Ar-mas y Operaciones en la provincia, implicó la coordinación más efectiva de las acciones contra Farías.

El propio 14 de noviembre el comandan-te Bustamante, en unión con el comandante Manuel Jiménez, marcharon con tropas de Coro sobre los puertos de Altagracia, en se-guimiento del coronel Ramón Soto, quien no pudo reunirse con Farías, mientras este con-ducía los restos del Batallón Cantaura, con motivo del asedio marítimo76.76 El 21 de noviembre indicaba el gobernador de Coro,

Mariano García, que por Paraguaná habían arribado tres buques de los facciosos el día 18 de noviembre, situación que ponía en advertencia al secretario de Guerra y Marina, que podría ser la primera avanzada de una posible invasión de parte de los reformista di-rigidos por Farías; esta situación provocó que “(…) la clase pobre, se prestara con mucho gusto y entusiasmo, para asomar las armas y otros a hacer emprestados y donati-vos”. Es decir, había una reacción de defensa contra los reformistas, situación que claramente expresaba la necesidad de tener personal preparado para com-batir a un enemigo más allá de las fuerzas militares, que eran escasas en la zona. Archivo General de la Nación, Sección: Revolución de Farías, tomo I. “Co-municación del Gobernador de la Provincia de Coro al Secretario de Despacho de Guerra”. Coro 18 de noviem-

El 25 de noviembre ocurría un fuerte en-frentamiento en donde una escuadrilla al mando del comandante Baptista dio un com-bate importante en la bahía de Maracaibo a los insurrectos, con el objeto de inutilizarles los buques que tenían arrejados en la for-taleza. El resultado fue efectivo, pues dejó inutilizados los buques que tenían, a saber: el bergantín Rosalía y dos bongos, siendo la pérdida considerable para los reformistas.

Para finales de noviembre el balance mi-litar y político no era nada favorable para Farías: la victoria del Ejército constitucional en Puerto Cabello, el decreto de Pirital en el cual se rendían las fuerzas reformistas del general Monagas, en las provincias de Bar-celona y Cumaná; la imposibilidad de tras-ladar la tropas ubicadas en Valencia hacia Maracaibo y las últimas decisiones de Farías que optaban por proclamar la República de Colombia, además de constantes actos de violencia, terminaron por granjearle una im-portante animadversión pública.

Farías, hacia finales de noviembre, carecía de elementos para desenvolverse en el marco de una guerra; tenía cortadas las comunica-ciones marítimas y terrestres, debido a que el comandante Antonio Pulgar operaba des-de La Grita, y los Puertos de Altagracia77 y

bre de 1835. Folios 402-403.77 El 29 de noviembre, una comunicación dirigida al

general José Félix Blanco, comandante de Armas y de Operaciones de la provincia, por el comandante Ma-nuel Oliva, evidenciaba cómo iba en constante reduc-ción las personas adeptas al movimiento de Farías; ya no se ofrecía una resistencia feroz y empedernida, con tropas armadas; resultaban ahora pequeñas grupos armados, que llegaban a treinta personas que huían a caballo, mientras las tropas constitucionales se acer-caban, y en una rápida acción se controlaba el este de la provincia. Veamos lo que indicaba al respecto el co-mandante Manuel Oliva: “Sobre mi marcha tuve avisos de que se encontraban aún en el Hato de Ancón de Coli-na e inmediatamente me puse con el señor Comandante

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las fuerzas navales y el castillo cerraban la salida del lago78.

El 8 de diciembre las fuerzas constitucionales dieron un golpe fuerte a las tropas reformistas. El secretario de Guerra y Marina informaba que la escuadrilla constitucional había inutili-zado los buques armados de los disidentes, in-fluyendo así en el pronto restablecimiento del orden legal en aquella importante provincia79.

Para el 12 de diciembre, el segundo jefe del Ejército constitucional, general Mariano Montilla, autorizado por el propio primer jefe, el general José Antonio Páez, diseñaba tácti-camente una estrategia para lograr en breve tiempo enfrentar y disipar al resto de los fac-ciosos que estaban guarecidos, bloqueándolos por tierra y mar80.

Jiménez y veinte carabineros al galope sobre dicho hato en donde los alcanzamos; verlos, cargarlos, y rendirlos fue todo obra del momento, siendo tanto el asombro y cobardía de estos miserables, que apenas hicieron seis u ocho tiros; el comandante Meléndez, siguió a escape en un famoso caballo; pero perseguido por dos carabineros se echó al suelo y huyó al monte, abandonando el caballo. Concluida esta operación me acampé y a las cuatro de la tarde regresé con la infantería a este punto, dejando al Comandante Jiménez órdenes de seguir al anochecer de hoy sobre las Cabimas con treinta caballos y la piragua Carmona por la costa, con el objeto de disolver una guerrilla de facciosos de veinte hombres que hay allí y traer todo el armamento que pudiera reunir. El resultado de esta marcha es ha-ber tomado a los enemigos, veinte y cinco fusiles y, diez y ocho hombres de tropa y dos oficiales y haber libertado toda la costa del este del poder insoportable de estos bandi-dos”. Academia Nacional de la Historia. Documentos para los Anales de Venezuela. Segundo período, tomo segundo. “Comunicación de la Comandancia de Opera-ciones de la Provincia al señor General José Félix Blanco, Comandante de Armas y de Operaciones de la Provincia”. 29 de noviembre de 1835, pp. 73-74.

78 GONZÁLEZ GUINÁN, Francisco. 1954. Ob. Cit., tomo II, p. 439.

79 “Academia Nacional de la Historia. Documentos para los Anales de Venezuela. Segundo período, tomo segundo. “Resolución del Ministro de Guerra sobre las precedentes comunicaciones de Maracaibo”. Caracas a 6 de diciem-bre de 1835, pp. 71

80 El 13 de diciembre marcaba definitivamente para el general en Jefe de los Ejércitos de la República, la

Como se ha evidenciado, la situación de los reformistas en Maracaibo era difícil. Además de haber sido derrotados en varios encuentros parciales, quedaban reducidos a la plaza, cuyo bloqueo estaba establecido para comenzar el 23 de diciembre por una división marítima compuesta de quince embarcaciones armadas en guerra, com-puesta por buques de dinero, armamentos, pertrechos, provisiones y vestuarios81. Ya el 19 del mismo diciembre habían zarpado de Ocumare tres buques rumbo a Mara-caibo, llevando a bordo al segundo jefe del

necesidad de restablecer el orden constitucional en Maracaibo; ese día desde el Cuartel General en Ma-racay, dirigía una proclama con atención específica a los “Maracaiberos”. En dicha proclama se manifestó que solo cuando fue concluida en oriente la pacifi-cación, el Gobierno enviaba fuerzas suficientes para respetar “la Constitución de 1830”; en ella expresa que el Gobierno lamentaba las continuas desgracias ocurridas en Maracaibo y que desde este momento el propio general Páez, así como había obrado en sus actos en Valencia, Lajas y la laguna de Pirital en don-de “sin derramamiento de sangre” sometía a la Ley, a quienes habían alterado el orden. La proclama es una expresa advertencia ya que indica a los facciosos que, en caso de no someterse a las armas nacionales, el nombrado Jefe Constitucional Mariano Montilla tiene autorizado utilizar todos los medios coercitivos para ello. La advertencia era clara: el envío de las tro-pas constitucionales significaba el acto de reconoci-miento de que las acciones de Farías revestían unos caracteres de peligro regional con influencia en la vida social del país. Incluso el propio Páez en la proclama aboga que por ser tan afecto el pueblo maracaibero a Montilla, deben “Oídlo y llenarles vuestro deber”. Toda esta proclama en su conjunto indicaba que los días de jefe militar y civil de Maracaibo estaban conta-dos para Farías. Academia Nacional de la Historia. Documentos para los Anales de Venezuela. Segundo período, tomo segundo. “Proclama del Jefe del Ejército Constitucional José Antonio Páez, General en Jefe de los Ejércitos de la República y de Operaciones para restable-cer el orden constitucional”. Maracay a 13 de diciembre de 1835, pp. 77-78.

81 Academia Nacional de la Historia. Documentos para los Anales de Venezuela. Segundo período, tomo segundo. “Últimos auxilios dirigidos a Maracaibo, y proclama del Jefe del Ejército Constitucional” a 13 de diciembre de 1835, pp. 76-77.

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Ejército constitucional, general Mariano Montilla, y 500 hombres de infantería, con lo cual aumentaban a 18 las embarcaciones que actuando sobre Maracaibo formaban la escuadrilla al mando del capitán de fragata Felipe Baptista conformada con 23 cañones y 372 hombres.

LA RENDICIÓN DEL CORONEL FARÍAS Y EL RESTABLECIMIENTO DEL ORDEN LEGAL EN LA PROvINCIA DE MARACAIBO

No podía el jefe reformista Farías oponer ninguna resistencia, y, cediendo a las insi-nuaciones pacíficas del general Montilla, el 26 de diciembre le envió un pliego de condi-ciones bajo las cuales ofrecía someterse a la obediencia del Gobierno.

Prometía el jefe revolucionario entregar la plaza siempre que el Gobierno diera ga-rantías a él y a sus compañeros de “vida, li-bertad y propiedades”82. Debiendo también incluirse en estas los empleos y destinos de toda especie: que si en la guarnición de Ma-racaibo o en cualquier punto de la provincia se encontraban algunos de los generales, je-fes u oficiales que depusieron y deportaron a los primeros magistrados de Venezuela, se-rían comprendidos en el goce de las mismas garantías: que la hacienda nacional pagaría religiosa y oportunamente a las personas que resultasen acreedoras todo lo que hubie-se tomado a crédito para el sostenimiento y demás necesidades de las fuerzas de ambos

82 Archivo General de la Nación, Sección: Revolución de Farías, tomo I. “Pliego de condiciones bajo las cuales propuso el Jefe Farías entregarse al gobierno”. Cuartel General de Altagracia, 26 de diciembre de 1835, fo-lios 551- 555.

partidos; que si entre los sostenedores de las reformas se encontraban alguno o algu-nos que no fueran vecinos de Maracaibo y deseaban pasar a sus domicilios83, el trans-porte lo costearía la hacienda nacional; que la Constitución, las leyes y las órdenes del Gobierno serían observadas y cumplidas desde el momento en que el general Mon-tilla ocupase la plaza y, finalmente, que las dudas que ocurriesen en la interpretación del convenio serían resueltas conforme a los principios de equidad y justicia, restrin-giéndose lo adverso y odioso y ampliándose lo favorable84.

Cuando el general Montilla recibió estas proposiciones no se creyó autorizado para otorgar tan amplia concesión. Así se lo hizo saber al revolucionario Farías, y por ello se cambiaron varias notas85. El general Mon-tilla dijo que estaba dispuesto y autorizado para evitar el derramamiento de sangre, pero sin ofender la dignidad del Gobierno, y en esta virtud propuso a su vez al coronel Fran-cisco María Farías lo que podía conceder86. Farías aceptó las proposiciones, que Monti-lla -como segundo jefe del Ejército Consti-tucional- expresó en un decreto fechado el 31 de diciembre de 1835. En este decreto se garantizaban al jefe revolucionario, a los jefes, oficiales y tropas que estaban a sus órdenes, y a las demás personas comprendi-das en los sucesos revolucionarios, sus vi-das y propiedades: el coronel debía recoger y depositar en el parque todas las armas y municiones para entregarlas por inventario. Además pondría a disposición del jefe de

83 Ídem.84 Ídem.85 Ídem.86 Ídem.

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Estado Mayor, en el punto o puntos que se le designasen, la tropa que tuviese para ser licenciada, reservando 50 hombres para cus-todiar a la población.

El Gobierno haría transportar a los indivi-duos de tropa a los lugares de sus respectivos domicilios. Farías, los demás jefes y oficia-les tomarían, que así lo querían, sus pasa-portes para cualquier punto de la República o fuera de ella, expedidos por el segundo jefe del Ejército constitucional y, en ausencia de este, por el comandante de Armas de la provincia; y por último, el que ocultara ar-mas o municiones se tendría por conspirador y sería juzgado como tal87.

Desaparecía, pues, con este decreto la insurrección que se había apoderado de la ciudad de Maracaibo. Para sus habitantes, el primer día del año fue de inexplicable felicidad, porque ese día se restableció el orden constitucional y la plaza fue ocupada por el ejército que estaba a las órdenes del general Montilla88.

La noticia de este suceso fue acogida con grandes muestras de contento en la capital de la República; y así el Gobierno como los hombres de la política oficial aprovecharon

87 Archivo General de la Nación, Sección: Revolución de Farías, tomo I. “Decreto del Segundo Jefe Constitu-cional aceptado por el Coronel Farías y en virtud del cual se entregó Maracaibo”. Cuartel General de Altagracia, 31 de diciembre de 1835, folio 556.

88 Los primeros decretos y resoluciones del general Montilla como segundo jefe del Ejército Constitu-cional, ya rendida la plaza de Maracaibo, indicaban que para el 7 de enero se habían rendido la totalidad de las facciones reformistas y por consecuencia se nombró como comandante de Armas de la provin-cia de Maracaibo al coronel José Félix Blanco, y para desempeñar la Gobernación de dicha provincia al co-mandante Diego Jugo, quien se desempeñaba como comandante de Armas y finalmente en su cargo era designado el comandante Antonio Pulgar.

la oportunidad para encomiar la conducta del general Montilla89. Tanto el Consejo de Gobierno como el Ejecutivo aprobaron el decreto expedido por dicho general, porque había obrado, dijeron, con arreglo a la auto-rización que se le había dado para garantizar la vida de los comprometidos en los sucesos revolucionarios de Maracaibo; además no se había extendido a la concesión de los grados militares, ni a otra alguna, fuera de las vidas y propiedades de los reformistas, pero sí in-cluía separar temporalmente, dentro o fuera del país, a los indultados cuya presencia pu-diese amenazar la tranquilidad pública.

El general Montilla había girado en la limitada órbita de sus atribuciones, dando en su decreto lo que legalmente pudo dar; pero en su proclama, que daba culminación a este conflicto, fue claro y preciso en ir más allá, al llamar a los venezolanos a la unión, a someterse a las leyes, a estar en concordancia con el espíritu conciliador del Gobierno y a desechar las confrontaciones entre los divididos. Por eso la necesidad de someterlos a la amnistía acordada con el Gobierno. Afirmaba el general Montilla, a los habitantes de Maracaibo:

Que no se recuerden entre vosotros los hombres odiosos de los partidos que produjeron la fatal división; que se olvide para siempre la conduc-ta y hasta las opiniones de los que obraron en las pasadas disensiones; todos sois venezolanos, todos sois

89 Esto se confirmó con la aprobación del indulto a los “Sometidos en la Plaza de Maracaibo en la Sesión 696 del Consejo de Gobierno Constitucional”. En: Academia Nacional de la Historia. Documentos para los Anales de Venezuela. Segundo período, tomo segundo, pp. 85-87.

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hermanos y todos debéis ser amigos. ¿Preferiríais el triste placer de un momento de increpar a los que ex-traviados por desgracia, han entra-do en la senda de su deber, a la dulce complacencia de confundir vuestras quejas con las inspiraciones de la generosidad y del patriotismo? ¿Ne-garéis vuestro respecto a la amnis-tía acordada a nombre del Gobierno y sin la cual no podéis ser dichosos? No debo temerlo, porque media vuestro propio interés y porque no es creíble que haya entre vosotros quien desconozca los sentimientos generosos del patriotismo, quien se aparte de la marcha que ha seguido el Gobierno, quien desobedezca las leyes que acaban de restablecerse90.

Así, para mediados de enero terminaba la aventura autonomista del militar altagracia-no, quien partió de forma forzada al exilio luego de retirarse a Trujillo, ya que no fue respetado el decreto establecido en su entre-ga, pues sus propiedades fueron secuestradas. Finalmente, tres años después, el coronel Fa-rías volvería a intentar otra insurrección en la provincia en 1838, pero fue vencido, apresado y posteriormente fusilado el 8 de junio en la plaza de San Sebastián de Maracaibo, por or-den del general Carlos Soublette.

90 Academia Nacional de la Historia. Documentos para los Anales de Venezuela. Segundo período, tomo 9, “Alocución del segundo Jefe del Ejército Constitucional Mariano Montilla, General de División, Segundo Jefe del Ejército Constitucional y Comandante de Operacio-nes sobre Coro y Maracaibo”. Maracaibo 7 de Enero de 1836, pp. 89-90.

CONSIDERACIONES FINALES

La culminación de la guerra de Indepen-dencia y la difícil convivencia en la uni-dad colombiana trajeron como desenlace el ascenso de un personal político distinto al de los promotores del movimiento eman-cipador; necesariamente implicó un parto espinoso para el advenimiento del Estado nacional, puesto que planteaba significati-vamente la ruptura radical con el pasado in-mediato, un pasado que había sido glorioso, pero que ahora simplemente se marcaba por el rechazo categórico a la fórmula colom-biana y la condena abierta a la hegemonía autoritaria del Libertador Simón Bolívar y al centralismo.

A partir de la creación de la República, el Gobierno del general José Antonio Páez, como otra de las medidas para debilitar a aquella élite que durante los años de la In-dependencia asumió definidas posiciones autonomistas, colocó al frente de los orga-nismos locales a funcionarios provenientes del militarismo vencedor.

Este vuelco en la estructura de poder oca-sionó, para el caso de la provincia de Mara-caibo, que se dividiera en dos bandos: Cam-pesinos y Tembleques. Los Campesinos, formados por la mayor parte de la gente no-table e influyente económicamente, pertene-cían a todos los gremios y contaban con apo-yo político en sectores menos privilegiados. Los Tembleques, que representaban el sector “arribista”, desautorizaban y desconocían en forma permanente a los miembros de la élite local. A mediados de 1834, durante el proceso eleccionario nacional, los Temble-ques infringieron repetidas veces la ley de elecciones; y los Campesinos, colmado el

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vaso, reaccionaron en su contra y denuncia-ron los hechos ante el Poder central; este se constituyó en el elemento nodal para un es-tallido de mayores magnitudes entre ambos bandos en el año 1835.

A pesar de sus diferencias, estas facciones sentían una gran admiración hacia Páez, quien ejerció una sutil influencia sobre los dirigentes políticos maracaiberos y de otras regiones del país. Esto hace presumir que ambos partidos apoyaron la República y no llegaron a manifestar deseos autonomistas por convicción, sino por oportunismo la mayoría de las veces; ya que Páez cedía una cuota de autonomía a la provincia de Ma-racaibo, así como a otras entidades, en un juego político que buscaba mantener su he-gemonía sobre el territorio venezolano.

Los Tembleques en su mayor parte fueron quienes, disgustados con Páez por el apoyo prestado a los Campesinos durante las re-vueltas de 1834, se manifestaron en junio de 1835 como partidarios de las “Reformas” propuestas por el general Santiago Mariño, y quienes respaldaron en septiembre de 1835 a Francisco María Farías y su posterior inva-sión y ocupación de Maracaibo.

Sobre el movimiento reformista es nece-sario afirmar que amalgamó las posiciones quizás más extrañas y opuestas en un deter-minado fin común, pues se juntaron oficiales militares bolivarianos como Pedro Briceño Méndez, Diego Ibarra, Francisco Carabaño, Justo Briceño, Perú de La Croix, José Lau-rencio Silva; los oficiales separatistas como José Tadeo Mongas, Santiago Mariño; y anti bolivarianos como Pedro Carujo y Rufino González; todos ellos unidos como jefes reformistas. A la vista de cualquier análisis resulta compleja la unión entre bolivarianos,

antibolivarianos y federalistas. En común los militares criticaban la pérdida de privile-gios por parte de los fueros militares y reli-giosos, suprimidos durante la primera presi-dencia de Páez, lo cual había irritado a estos, quienes aprovechándose del aislamiento de Vargas, se cubren con el manto del federa-lismo y, liderados por Santiago Mariño, no dudaron en denunciar la existencia de una “oligarquía” y de un poder autocrático, re-presentado por Páez. Sin embargo, hay que recordar que muchos de los militares que participaron como reformistas eran a su vez grandes propietarios, como era el caso del propio coronel Farías.

En general, los militares —reformistas o no— persistieron en que el gobierno debía residir en ellos, a través de la figura de Páez o Mariño. Les causaba escándalo un gobier-no civil, pues afirmaban en constantes pro-clamas que aún eran herederos de la gloria independentista y en sus férreas y laureadas manos la República debía seguir su mando.

Al desgranar el movimiento reformista en cada sector aparecen las diferencias matiza-das y claras según las posturas. Los boliva-rianos se organizaron en el movimiento re-formista en contra de la hegemonía de Páez y su partido conservador, culpándolo siempre directamente, como hizo el propio Farías, de los males que padeció Bolívar y la ruptura con la unión colombiana. Los antibolivaria-nos, como Pedro Carujo, consideraron que el gobierno debía residir en los hombres fuertes, tal como se lo afirmó a Vargas en el conocido relato del 8 de julio. Finalmente, en otro punto están los federalistas con pasiones persona-listas, como José Tadeo Monagas y Santiago Mariño, quienes luego de la derrota de Mo-nagas en las elecciones se tornaron bastante

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renuentes a que el control civil se mantuviera en otras manos que no fuesen las de ellos; por su parte Mariño, principal líder reformista, planteaba reformas que incluyeran una parti-cipación más directa en acciones de gobierno; estos utilizaron los levantamientos militares como la posibilidad de un cambio político en el país.

El estudio de la insurrección armada, lle-vada por el coronel Francisco María Farías, ha proporcionado la posibilidad de medir sus efectos concretamente. Su acción militar no fue una simple escaramuza liderada por un caudillo regional; constituyó una respuesta a los cambios sustanciales que sucedían en la estructura del poder nacional y local.

Como se ha visto en la investigación, bajo los principios del movimiento reformista en Maracaibo, el coronel Farías se designó por “votos populares” jefe superior civil y mili-tar de la provincia, declaró el regreso de la República de Colombia, suprimió todos los nombramientos políticos y militares. Esto representaba un abierto desconocimiento al Gobierno constitucional. Las fuentes demos-traron que fue un movimiento notablemente violento en relación con los de oriente y Puer-to Cabello, ya que Farías empezaba a perse-guir a los habitantes de la ciudad; sus diversas medidas, en su gran mayoría, fueron agresi-vas y de carácter violento; aprisionó a mu-chos y con las diferentes arengas a sus tropas consolidaba su poder en la región en cruen-tas batallas donde se utilizaron las armas sin discriminación alguna. Estableció tribunales de seguridad pública y de vigilancia; muchas familias atemorizadas se desplazaron de Ma-racaibo; la ciudad se convirtió en un caos y las actividades económicas se vieron perju-dicadas.

Farías controlaba todo lo que sucedía en la ciudad, e intentó por diversos medios con-seguir dinero para sostener el movimiento, como fue la presión ejercida ante los cón-sules extranjeros y la toma forzada de ne-gocios. Pero, a su vez, esta actitud quizás desproporcionada contrastaba con su amplia experiencia guerrera; además logró impor-tantes victorias militares, derrotando en va-rias acciones a las fuerzas constitucionales, lo que ocasionó un notable temor al propio Gobierno constitucional.

En el caso del coronel Farías, sí pudo con-tar con un grupo militar a su mando, pero no pudo tener oficiales muy preparados; realmente nunca contó con apoyo “popular” significativo. Solo fue claro durante las pri-meras semanas del movimiento reformista; luego simplemente se convirtió en una insu-rrección que desconocía las instituciones y sus representantes hasta el momento legal-mente constituidos y que llevó a desconten-tos generalizados entre su propia tropa, oca-sionado por la inexistencia en un proyecto político definido en el bando reformista, lo cual impidió una cohesión social para que un grupo dirigente asumiera el definitivo liderazgo en las provincias exaltadas. Las rivalidades internas y las encarnizadas lu-chas personales favorecieron los intereses del Gobierno constitucional para lograr sus victorias en las distintas ciudades donde se pronunció el reformismo.

Se puede afirmar que el elemento predo-minante, entre las actividades de las fuer-zas militares reformistas en el país, fue la utilización de la fuerza y las acciones vio-lentas para apoderarse de las ciudades, al tomar diferentes escuadrillas militares y asumir el control. Esto no quiere decir que

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las fuerzas constitucionales fueran benévo-las; para el caso de Maracaibo hay diversos testimonios que indican respuestas “desme-didas” por parte de algunos oficiales, quie-nes deseaban restablecer el orden legal; por eso fue común toparse con relatos sobre pérdida de vidas numerosas por los enfren-tamientos. Esta es una omisión historio-gráfica importante en este tema. Por ejem-plo, se caracteriza casi siempre al Ejército constitucional con un manto de piedad y absoluta indulgencia en todas las acciones, cuando no fue así, según los testimonios o referencias descritas en la investigación.

Así, el gobierno de Farías se extendió por más de dos meses. Sus excesos en el ejer-cicio del poder, y el cambio radical de su inicial orientación política por una de corte separatista, resultaron sumamente peligro-sos para el Gobierno constitucional, pues aún Maracaibo era una plaza importante para la nación y debía ser reconquistada por los constitucionales.

Solo cuando el general Mariano Montilla es nombrado como segundo jefe del Ejército cons-titucional, por José Antonio Páez, comenzó un asedio importante y continuo. La única estrate-gia militar efectiva para romper la hegemonía militar del coronel Farías fue realizar el blo-queo del lago de Maracaibo. Montilla comandó la flota de barcos para adentrarse en la ciudad y tomarla, mas un acuerdo entre este y Farías im-pidió una lucha sangrienta. La decisión de ren-dición de Farías pudo estar fundamentada en que el panorama para los reformistas era cada vez más sombrío y quizás analizando que aún no estaba agotada la clemencia del Gobierno, aceptó un indulto que garantizaba a él y a los suyos la vida y las propiedades.

Esta respuesta no solo de Farías sino de otros

líderes reformistas nos demostró que los pre-ceptos constitucionales eran aceptados por encima de los propios intereses partidistas o locales y existía una respetada obediencia a las disposiciones del Congreso o Ejecutivo, más allá de las contadas excepciones en el irrespeto a las elecciones y el carácter ilegítimo en el au-tonombramiento de autoridades como sucedió con Farías en la provincia de Maracaibo.

El año de 1835 demostró no solo en el caso de Farías sino en el de otros “héroes” de la In-dependencia, que los hombres de “galones y bordados” de uno y otro partido se prepararon y enfrentaron en una guerra fratricida, ya no contra el enemigo español sino entre ellos, que se manifiesta como la primera expresión de di-senso entre aquellos héroes de décadas atrás. Los hechos relacionados con el movimiento re-formista trajeron numerosas pérdidas materia-les, económicas y de vidas humanas —aún sin cuantificar debidamente— que causaron para el momento un importante trastorno nacional y demostraron ampliamente los problemas de gobernabilidad durante la creación del Estado nacional, pues aún predominaba la confusión y el desconocimiento de la realidad en cada provincia. El esfuerzo se diluía en someter los múltiples enfrentamientos armados, acciones conspirativas y amenazas de invasión.

El análisis y resultado de los diversos testi-monios vislumbran que el episodio de la Revo-lución de las Reformas, incluso en la provin-cia de Maracaibo, necesita ser revisado por la acuciosa experticia de los investigadores. Hoy día existen herramientas innovadoras que pue-den funcionar en los planos metodológicos y teóricos para enfrentar este periodo con nueva visión.

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The insurrection of colonel Francisco María Farías. “La Revolución de las Reformas” in the Maracaibo province (1835-1836).

Alexander ZambranoArchivo General de la Nación

ABSTRACT: The following research shall be the historiographic study and document analysis to the proceedings currently existing in the General Archive of the Nation and to all printed documents published in connection with the insurrection led by colonel Francisco María Farías in the city of Maracaibo in the year 1835 research is contextualized in the early years of the republic, when it occurs in Venezuela, the struggle between the so-called “constitutional reform and” in addition to the debate on federalism in the building of the republic.

KEY WORDS: Revolución de las Reformas, Francisco María Farías, Constitutional Army, Twentieth century, Federalism, Armed insurrection.

Retrato del coronel Francisco María Farías. Tomado de: Juan Besson, Historia del Estado Zulia, Maracaibo, Editorial Belloso Rosell, 1945, Tomo II, pp, 302.

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La génesis del vecino. Algunas características de la formación del Estado-Nación en la Nueva Granada (1810-1831)

Carlos FranCo

unIversIdad central de venezuela

RESUMEN: La vecindad con la actual República de Colombia nos ha vinculado en una procedencia común en los procesos de formación del Estado, enmarcándose factores comunes entre ambas repúblicas, pero que se han transitado de forma distinta según las variables internas de cada caso. En esta propuesta abordaremos algunos aspectos del proceso independentista en la Nueva Granada, con el objetivo de analizar el papel que tuvieron las guerras civiles y de independencia en la formación estatal, en las diversas fases identificadas por la historiografía colombiana. Asimismo nos acercaremos al conocimiento de cómo fue la relación Estado / Iglesia / clérigos / Ejército / sectores subalternos en la constitución del Estado-Nación en el período independentista.

PALABRAS CLAvE: Independencia, Guerra Civil, Nueva Granada, Gran Colombia.

COMÚN PERO DISTINTO

La formación de los Estados-Na-ción en la mayoría de países lati-noamericanos inició a comienzos

del siglo XIX, cuando Napoleón invadió la península Ibérica en 1808, y somete al rey español Fernando VII. En esta coyuntura, los criollos americanos, en su gran mayoría, siguieron jurando lealtad al rey, pero con el paso del tiempo las cosas irían cambiando y ya para la década de 1810 en varias regiones de los territorios indianos la independencia inició su escabrosa marcha. Es así como provincias, villas y parroquias empiezan

desde sus cabildos a reorganizar sus pro-pios gobiernos, unos jurando lealtad al rey y a las Cortes constituidas en España, mientras que otros fueron declarando su independencia de manera radical, es decir, declarándose totalmente independientes de España.

En este ensayo abordaremos algunos as-pectos del proceso independentista en la Nueva Granada. El objetivo de ello será analizar qué papel tuvieron las guerras civi-les y de independencia en la formación del Estado. Asimismo abordaremos, aunque

Tierra Firme. N° 110 Caracas-Venezuela, Año 2016, Enero-Abril, pp. 77-92.

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someramente, cómo fue la relación Estado / Iglesia / Clérigos / Ejército / sectores subal-ternos en la constitución del Estado-nación en el período independentista.

Para situar mejor el contexto expondremos algunos aspectos centrales para comprender mejor el proceso de transición de las institu-ciones coloniales a las republicanas. Desde el periodo colonial se observa en el Virrei-nato de la Nueva Granada1 la fragmentación del poder, incluso promovido por la misma Corona, para mantener así un control más efectivo del mismo. Sin embargo, la situa-ción va más allá, puesto que al realizar un acercamiento sobre los diferentes problemas que tenía el Virreinato en el tardío período colonial, encontramos diferentes problemas de unidad en torno a la centralización del poder por la sede administrativa: Santa Fe.

Algunos de los elementos más relevantes son: la geografía, la economía, la demo-grafía, la fragmentación del poder, etc. Un ejemplo de lo anterior son las anotaciones de F. Safford y Marco Palacios, sobre las carac-terísticas de la geografía relacionados con las dificultades que presenta la topografía del territorio para establecer vías de comu-nicación que facilitaran tanto el comercio como un control efectivo del territorio; la fragmentación del poder está bastante rela-cionada con lo anteriormente dicho, puesto que las distintas provincias, villas y parro-quias distantes del poder central tenían au-tonomía propia; ello permitió que las élites locales y regionales se fueran fortalecien-do ante el poder central, y cuando este iba a intervenirlas tenía que negociar primero con ellas; en cuanto a la unidad económica 1 El Virreinato de la Nueva Granada fue creado por la

Corona en 1717, pero su establecimiento definitivo fue en 1739.

interna, desde el mismo período colonial se observa una precaria relación comercial in-terna, aunque esto no quiere decir que no hu-biesen existido relaciones comerciales fuer-tes entre diferentes localidades y regiones del territorio neogranadino; finalmente, en cuanto al aspecto demográfico, la población (mestizos, blancos, indígenas y esclavos) era bastante heterogénea y se encontraba dis-persa. Aunque, respecto a este último punto, cabe aclarar que gran parte de la población se hallaba en la zona andina y la costa at-lántica.

LA PRIMERA FASE INDEPENDENTISTA 1810-1816. ¿GUERRA CIvIL O DE EMANCIPACIÓN?

Teniendo en cuenta algunos de los fac-tores arriba señalados, es necesario, por el momento, hacer referencia al texto de Ge-rardo Molina sobre La formación del Esta-do en Colombia. El autor menciona algunos problemas fundamentales que encontrarían las élites criollas en la Nueva Granada para organizar el Estado, en la primera fase de la independencia: a) Las desigualdades he-redadas del régimen colonial (énfasis sobre las aristocracias: racial, clerical y terra-teniente)2; b) las desigualdades sociales y

2 Según Gerardo Molina en su obra La Formación del Estado en Colombia y otros textos políticos, tomando como referencia a Camacho Roldán, “el régimen co-lonial fue un mecanismo feroz de creación de des-igualdades”, que se fundamentaban en tres tipos de aristocracias: a) la racial; b) la clerical; y c) la terrate-niente. Estos tipos de aristocracias serán dominantes en gran parte del periodo colonial. En mi lugar, antes que observar tipos de aristocracias, las referiría más bien como características de la aristocracia que se for-mó entorno al Estado colonial.

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políticas3; c) la precaria organización econó-mica; c) la política de poblamiento heredada de la etapa colonial, la cual replegó la pobla-ción a determinados lugares considerados saludables; d) el “prematuro y beligerante espíritu de partido” (Molina, G., 2004: 32). Esto último es entendido por el autor como las oposiciones que hubo, desde la colonia, entre los diferentes sectores sociales. Por un lado, según el autor, los antagonismos entre los distintos sectores sociales convergerán en “una manifestación de la lucha de clases”; y por otro, en “la agria división entre fede-ralistas y centralistas” (Molina, G., 2004: 39). De los anteriores puntos, cabe aclarar que si bien había antagonismos entre los distintos sectores sociales, para la primera fase independentista no era propiamente una lucha de clases, como destaca el autor. Además, el espíritu partidario, en términos de idearios políticos, para ese momento to-davía no era muy claro, ya que la diferencia entre centralistas y federalistas no era aún una división ideológica establecida entre dos partidos políticos, como tal. No obstan-te, los problemas destacados por Molina, en parte, ayudan a entender las dificultades que tendrían las élites neogranadinas para construir el Estado y la nación a partir de los cimientos de la colonia.

Un aspecto importante para entender cómo se empezaron a construir los primeros pro-yectos de Estado y nación en la Nueva Gra-nada y en Hispanoamérica es, precisamente, examinar cómo se dieron los procesos de transición del Estado colonial al Estado re-publicano o a los Estados republicanos, que

3 Estado colonial se organizó social, económica y polí-ticamente sobre cuestiones de pureza de sangre, no-bleza y raza.

tendrán muchos cambios, continuidades, rupturas, como también muchos problemas por solucionar y acomodarse a las nuevas circunstancias. Como bien señala A. Martí-nez, “la transición de un régimen de estado a otro supone rupturas de las tradiciones de gobierno de las personas, pero también con-tinuidades, porque la cultura de gobernar personas no puede cambiar de un día para otro” (Martínez, A., 2005: 45). Las dinámi-cas que se dan entre el proceso de transición del Estado colonial al Estado republicano no se pueden entender meramente como proce-sos de continuidades y rupturas, ya que, en tal proceso, hay causas mucho más complejas.

Hermes Tovar nos da algunas pistas al respecto, por ejemplo, señala que el Estado colonial fue articulador “de poderes regio-nales y se (…) fundamentó sobre el desarro-llo de múltiples espacios económicos, con diversidad de castas y poderes ha sido tam-bién la expresión catalizadora de estruc-turas mentales divergentes…” (Tovar, H., 1986: 373). De tal manera que, cuando llegó el momento de constituir el Estado republi-cano por parte de los criollos americanos, se encontraron con múltiples problemas; según Tovar, este nuevo Estado proyectado por los criollos debía enfrentarse a “un largo pro-ceso de depuración de todas estas realida-des espaciales [fragmentadas] afrontando las presiones surgidas de todas las fuerzas sociales expectantes de un cambio entre el mundo colonial y la modernidad. Vencer la diversidad regional, crear sistemas cen-tralizados de gobierno, liquidar las castas y, con ello, liquidar las mentalidades ra-cistas y sentimientos de dependencia entre los sectores oprimidos no podía hacerse con una legislación rápida sino a lo largo

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de un proceso de reordenamiento [político], social y económico” (Tovar, H., 1986: 373). El análisis que hace Tovar es bastante perti-nente, puesto que los desafíos que tendrán las élites criollas en todo el siglo XIX son precisamente los que menciona el autor; ob-viamente, estos problemas van cambiando o se van trasformando dentro del espacio y el tiempo.

Uno de los problemas centrales, en el pri-mer momento, es sobre quién recaería la soberanía, que antes estaba depositada en la monarquía. Por un lado, esta podía recaer en el nuevo gobernante, José Bonaparte, pero este fue visto como un intruso; por otro, en la misma Península se hablaba de que tal so-beranía residía en el pueblo. Según Martí-nez, el movimiento de reasunción de la sobe-ranía por los pueblos fue general. Su forma organizativa fueron las juntas supremas de las provincias y de los reinos. Cabe aclarar aquí que estos movimientos empezaron a ser liderados por juristas y clérigos (estos últi-mos de la jerarquía media y baja) quienes en el nombre del rey preso y temerosos de la invasión francesa “se comprometieron con tres propósitos: la fidelidad al rey Fernando VII, la defensa de la religión católica, y la búsqueda de la felicidad de la patria” (Mar-tínez, A., 2005: 52).

Sin embargo, cabe señalar que, al mo-mento de la reasunción de la soberanía por parte de los pueblos, las diferentes juntas provinciales y cabildos entraron en conflic-tos. Parte de estos conflictos no eran nuevos; algunos de ellos ya eran de vieja data, pero que con tal situación los viejos resquemores empezaron a brotar, trayendo como conse-cuencia que:

1. El movimiento de los pueblos sujetos a

las cabeceras provinciales por hacer valer su propio derecho a actuar soberanamente dio origen a una pugna armada;

2. El movimiento de cesión de la sobera-nía a favor de un nuevo Estado nacional, dio origen a una pugna armada entre las dos op-ciones que representaron Cundinamarca y el Congreso de las Provincias Unidas.

Estos dos aspectos serán centrales en la primera etapa independentista, porque sur-gieron conflictos por la soberanía no solo entre las grandes provincias, por ejemplo, Santa Fe/Cartagena, Tunja/Socorro, Cauca/Santa Fe, sino que también entre estas y las villas Tunja/Sogamoso o Cartagena/Mom-pox o Santa Fe/Mariquita y así sucesiva-mente. Estos conflictos trajeron contiendas armadas entre ellos, pero estas no son por peleas o disputas “bobas”4, sino que tienen una explicación más compleja que viene in-cluso desde la misma colonia, ya que el po-der igualmente estaba escindido. De ahí que estos primeros conflictos no sean extraños; por el contrario, este fue el momento de di-rimir las diferencias o tensiones, siendo las vías de solución los acuerdos o pactos políti-cos y la confrontación armada.

Lo anterior nos lleva a reflexionar sobre si los primeros conflictos armados que se die-ron en el territorio neogranadino fueron para la emancipación o fueron más bien conflic-tos intestinos de orden civil. Esta pregunta la formula pertinentemente George Lomné en su ensayo intitulado Colombia de 1810 a 1828: ¿Guerra de emancipación o guerra civil? En este ensayo, el autor muestra cómo las primeras guerras que se dieron dentro del

4 El primer período independentista, comprendido entre 1810-1816, de la Nueva Granada es llamado por la historiografía tradicional “la Patria Boba”.

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territorio neogranadino, después de declara-da la independencia, no fueron precisamente para la emancipación sino más bien guerras por el control interno, las cuales buscaban resolver los conflictos entre los distintos pro-yectos de construcción de Estado y nación trazados por las élites locales, regionales y nacionales. Lomné, expresa que no es sino hasta la segunda fase de la independen-cia que se observa la guerra emancipatoria como tal. De ahí que la visión de una guerra emancipatoria desde 1810 para establecer el Estado y la nación es errónea. Para esta pri-mera fase de la independencia sí hay movi-lizaciones militares, pero estas no son con-cretamente por la independencia contra la Corona española, sino más bien para resol-ver los problemas internos. Tales problemas se esbozan en el Congreso General de 1811, en la sesión del 8 de enero, donde se consulta a la opinión pública sobre dos preguntas:

Primera: Qué será mejor, ¿negar abiertamente un lugar provisional en el congreso a todos aquellos departamentos que con bastante población, riqueza y luces para re-presentar por sí se han separado de sus antiguas matrices, muchas de estas esclavas, o tiranas, o lo uno y lo otro, a un tiempo de sus depar-tamentos mismos; o admitir a estos (respetando los fundamentos de la sociedad, los principios eternos de la justicia y la paz de los pueblos armados y dispuestos a perecer por su independencia) hasta que unidos los representantes de todo el Reyno procedan sabiamente a su organi-zación y demarcación?

Segunda: Qué será mejor, ¿Qué cada capital antigua de provincia, y en el supuesto anterior todas las nuevas, centralicen un gobierno so-berano a pesar de la importancia en la que todas se hallen para este efecto; o que siguiendo el deseo de las que se hallan reunidas, el Con-greso sea el que una y divida en sí mismo, y en sus consejos y cáma-ras, los poderes soberanos, dejando a las juntas provinciales o departa-mentales las primeras facultades en lo gobernativo y judicial, o para explicarnos en términos inteligibles a todo el mundo, las facultades que tenían en el anterior gobierno los virreyes y las audiencias?

Con lo anterior se puede afirmar que las luchas independentistas, en un primer mo-mento fueron de carácter interno, es decir de carácter civil. Y uno de los problemas cen-trales era establecer sobre quién iba a recaer la soberanía: si en las villas, provincias o en el Congreso de las Provincias. Este pro-blema se resolverá por dos vías: la política (mediante pactos y discursos legitimadores) y la armada.

En el primer caso podemos tomar como ejemplo los dos Congresos Generales del Reino; además debemos tener en cuenta otros acuerdos o pactos a nivel provincial y local; pero los dos Congresos menciona-dos son relevantes porque en ellos se trata de resolver el problema a nivel nacional. En segundo lugar, los conflictos armados intes-tinos fueron bastante recurrentes. Por ejem-plo, una de las confrontaciones armadas in-ternas, y que gran parte de la historiografía

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patria narra como una batalla fundadora, es la batalla del bajo Palacé [28 de marzo de 1811]. Sin embargo, en esa batalla las tropas de Cundinamarca que derrotan al ejército monárquico del gobernador de Popayán, Manuel Tascón Rosique, aún usaban los estandartes de la Corona. Entonces, cabe preguntarnos, ¿cuál fue el enemigo a quien se derrotó para lograr la independencia? El enemigo como tal no era la Corona española5 pues Cundinamarca también era realista. En la constitución del 4 de abril de 1811 Cun-dinamarca se erigía como una monarquía constitucional, que seguía reconociendo la figura del rey como representante nacional, aunque tal Constitución regulaba la acción de poder del rey.

Sin embargo, lo anterior no es homogéneo para el caso de la Nueva Granada, puesto que otras provincias, cuando no villas o in-cluso parroquias, se declaraban totalmente independientes de los lazos o vínculos que tenían con la Corona española. Las villas y parroquias no solo empezaron a declararse independientes de España, sino también de los corregimientos y provincias a las cua-les estaban vinculadas. Como bien muestra Martínez, el conflicto de ese momento era resolver la “reasunción de la soberanía”; por un lado, las provincias antiguas reclamaban sus fueros tradicionales; y por otro, las nue-vas provincias reclamaban sus derechos a ser pueblos soberanos. Esto “ fue entonces fuen-te de conflictos entre ellas, al punto de que llevó a muchos enfrentamientos armados”

5 Una de las primeras provincias que declaró abierta-mente su independencia de la Corona española fue Cartagena, en noviembre de 1811. Mientras, Cundi-namarca, en su primera constitución, abril de 1811, se declaró monárquica; no sería sino tras la reforma de 1812 cuando se declararía como una República.

(Martínez, A., 2005: 57). Tales conflictos trataron de ser resueltos en el primer congre-so preguntando a la opinión pública cuáles eran las mejores formas de resolverlos para felicidad del reino.

No obstante, la resolución de los conflic-tos entre los unos y los otros no era nada fácil, puesto que llegar a un acuerdo im-plicaba que los unos se sometieran a la re-presentación de los otros y viceversa. Estos son algunos de los problemas que resalta A. Martínez en la transición del Estado india-no al Estado republicano.

Ahora bien, para resolver los conflictos internos surgieron dos proyectos hegemóni-cos: el de Cundinamarca y el de las Provin-cias Unidas de la Nueva Granada. El primer proyecto, de carácter centralista; y el segun-do, de carácter federalista. Al lado de los dos proyectos nacientes también se mantenía el proyecto realista; el virrey estableció su sede en Panamá y desde allí trató de gobernar y mantener el control de algunas provincias y villas leales: Santa Marta, Veraguas, Porto-belo, Riohacha, Darién, Pasto, Girón, Bar-bacoas, entre otras.

Los dos proyectos independentistas tra-taron de resolver sus diferencias por la vía política, en dos Congresos Generales del Reino, pero estos fueron fallidos. De tal manera que la resolución, finalmente, se haría por la vía armada. En 1813 el Con-greso de la Provincias Unidas, tras haber derrotado algunos intentos militares de Cundinamarca, impulsó una campaña para derrotar a Cundinamarca en Santa Fe. Sin embargo, su campaña militar terminó en derrota y las Provincias Unidas se vieron obligadas a entrar en negociaciones con Cundinamarca. En tales negociaciones se

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acordó el reconocimiento de las dos enti-dades políticas y que estas seguirían exis-tiendo de modo independiente: de un lado, el «supremo Gobierno del Estado de Cun-dinamarca», y del otro, el «Soberano Con-greso de las Provincias Unidas de la Nueva Granada» (Martínez, A., 2005: 78). De tal manera que los dos proyectos, en lugar de debilitarse, se fortalecieron y además ter-minaron por reconocerse mutuamente.

Es así como cada uno de estos modelos he-gemónicos organizó sus aparatos estatales. Para ello reafirmaron su organización en actas, leyes y constituciones políticas, que establecían cómo debían de ser los pactos, las formas de gobierno y la manera en que se organizarían las tres ramas del poder: ejecu-tivo, legislativo y judicial.

La coexistencia pacífica de los dos proyec-tos hegemónicos no duraría mucho, pues por un lado, el peligro monárquico apareció; y por otro, el enfrentamiento interno aún con-tinuaba. Finalmente, en 1814, las Provincias Unidas sometieron a Cundinamarca, y se empezó a preparar el enfrentamiento contra el ahora sí enemigo externo; pero las cons-tantes luchas intestinas habían debilitado social, económica y militarmente a las di-ferentes provincias, de tal manera que esto facilitó la reconquista española, en 1816, li-derada por Pablo Morillo.

La suerte del primer proceso independen-tista fue descrita por Simón Bolívar, desde su exilio, a finales de 1815, en la Carta de Ja-maica; en ella advertía: “Cuando los suce-sos no están asegurados, cuando el Estado es débil y cuando las empresas son remotas, todos los hombres vacilan, las opiniones se dividen, las pasiones las agitan y los enemi-gos las animan para triunfar por este fácil

medio”. No obstante, el Libertador, en su Contestacion a un Caballero de esta Isla (Jamaica), guarda un fuerte optimismo sobre el futuro de Colombia. Aunque los avatares del momento no parecían ser los mejores, pues Pablo Morillo, general del Ejercito Ex-pedicionario a quien el Fernando VII enco-mendó la tarea de restablecer el régimen, muy pronto obtuvo contundentes victorias, de tal manera que el fin de la república resul-tó inminente. Además, gran parte del pueblo neogranadino, que no estaba muy contento con las secuelas de los conflictos internos, no siguió apoyando a las fuerzas patriotas; por el contrario, la población esperaba que con la llegada de los españoles todo volviera a la tranquilidad. No obstante, en lugar de esto último, la población pronto empezó a sufrir los excesos de las tropas realistas.

El ejército realista a punta de sable, caño-nes y excesos contra los líderes insurgen-tes y la población rendían victorias que la Iglesia y los curas realistas legitimaban con discursos que mostraban a los republicanos como sediciosos y contrarios a la unidad del pueblo. De tal manera que la sedición se oponía a la sagrada justicia y al bien comu-nitario. Los sediciosos y pecadores debían de recibir su castigo, mientras el pueblo de-bía de regocijarse, puesto que volvía al seno de la madre patria (España) y al gobierno del rey. El sermón pronunciado en 1817 por el clérigo realista Nicolás Valenzuela y Moya refleja en algo la visión y justificación de la cruenta reconquista por parte de la Corona:

En una palabra: la revolución civil y castigo de una República es el teatro en que todos han de tragar la hiel y sufrir la pena según el orden de la

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justicia eterna, que no solo castiga a los grandes facinerosos, sino tam-bién a los pecadores descuidados […] Mas no os aflijáis mis amados: Ya es tiempo de ser felices […] que los cadáveres pendientes en los pa-tíbulos son los trofeos de la victoria de Dios sobre la iniquidad […] ¡O afortunada colonia! Ya volvisteis al ilustre seno de aquella generosa ma-dre que quizá no merecéis, aquella España esclarecida cuyas glorias oísteis de mis labios […] ¡O colonos felices! Ya volvisteis como el pródi-go a la casa de vuestro augusto Pa-dre, de vuestro Rey, el mejor de los soberanos6.

Este discurso del clérigo realista expresa la legitimidad de la reconquista, que debe ser vista como un nuevo camino hacia la feli-cidad, puesto que los colonos volvían al re-gazo de la “generosa madre”, España, y del “augusto Padre”, el Rey.

Para que gran parte de los neogranadinos volvieran al regazo del augusto padre y al de la generosa madre fue necesario usar la fuerza. Esto último, muchas veces, se salió del control de las autoridades civiles, que incluso se quejaron de los excesos de los mi-litares realistas.

Aunque no todo el territorio neogranadino sufrió los excesos del ejército realista7 de la misma manera; pues las villas, parroquias y 6 Citado por Lomnè, G., 2010: 301. 7 Algunos de los funcionarios de la Corona denun-

ciaron atropellos del ejército expedicionario. Según Morillo, por ejemplo, el Batallón de Granada y gran parte del ejército expedicionario estaba compuesto por ladrones, desertores y convictos; de tal manera, a él no le sorprendía mucho que aquellos cometieran excesos y delitos contra la población.

provincias que guardaron lealtad al rey y a la Corona tuvieron de cierta manera un trato más justo. Por ejemplo, Pasto, Santa Marta, Riohacha, Veraguas y Panamá no sufrieron los excesos con que fueron tratadas las pro-vincias, villas y parroquias que apoyaron los primeros gobiernos republicanos. Estas últimas, por el contrario, fueron objeto de la mano férrea del ejército expedicionario. No obstante que en muchas provincias, villas y parroquias se les recibió sin mayor oposición e incluso se les recibió como a bienhechores y restauradores del orden.

Los excesos que empezaron a cometer las fuerzas realistas contra la población les fue-ron restando el apoyo que al comienzo ha-bían ganado. Los excesos, que iban desde la insolencia, el hostigamiento, la desconfianza hacia la población (criollos, mestizos, par-dos), la alta tributación impuesta y cuando no el robo, fueron socavando, según Rebec-ca Earle, el apoyo que al comienzo de la re-conquista el ejército realista obtuvo, al punto de que algunos neogranadinos empezaron a apoyar y a colaborar con los insurgentes.

SEGUNDA FASE INDEPENDENTISTA 1819-1830. EL PROYECTO GRAN COLOMBIANO.

El papel de la Iglesia católica, en esta fase, fue defender la causa realista y por ende al comienzo no estuvo de acuerdo con los pro-yectos emancipatorios de las colonias hispa-noamericanas. La Iglesia y los clérigos parti-darios de la Corona realizaban discursos en contra de las nacientes repúblicas. Sin embar-go, aunque la Iglesia no estuviera de acuerdo hubo clérigos (del orden jerárquico medio y

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bajo) que defendieron la causa republicana, también de manera radical, como lo señala Hermes Tovar en su artículo “Problemas de la transición del Estado colonial al Estado na-cional (1810-1850), la ‘Oratoria Sagrada’ del cura de Bucaramanga”:

Hombres desnaturalizados: decid-me (…) [qué] fue [lo] primero que os dieron esos aventureros por ha-ber contribuido con vuestras acu-saciones a la ruina total de tantas familias? Con vosotros hablo los [que] os llamáis realistas… hom-bres débiles, vosotros debéis sufrir el azote del español por la traición que hacéis a vuestra patria. Mujeres hipócritas, engañadas y seductoras: // vosotras que habéis dicho que no habiendo rey, no hay religión, y que solo los españoles son los sectarios del cristianismo. Desengañaos en estos momentos, y si continuáis en vuestra credulidad, abandonad este territorio que tan indignamente ha-bitáis… Alistados todos // entre los guerreros de la patria. Vosotros oh ricos cuándo pensáis emplear mejor vuestras riquezas que en la defensa de vuestra patria? Podéis dejar a vuestros hijos herencia más apre-ciable que la libertad? Guardáis por ventura vuestros bienes para saber la codicia de los que tratan de en-cadenarnos? Qué dolor será para vosotros ver nuestros enemigos dis-frutar vuestras haciendas, alhajas y caudales que pudisteis haber em-pleado en resistirlos asegurando así vuestros derechos! Pues no dudéis,

porque hicieron en los 3 años pasa-dos, inferir lo que os sucederá si por nuestros pecados vuelven a ocupar nuestro territorio.

Hermes Tovar advierte sobre el papel fun-damental que cumplió la Iglesia tanto en la “difusión de las ideas republicanas”8, como de la satanización de la independencia. La Iglesia católica jugó un papel importante, debido a que ella desde los inicios de la con-quista empezó a combatir y a destruir las visiones paganas y veló celosamente por la adopción de la religión católica como ins-trumento de creación espiritual. De ahí que, después de 1819, por un lado, la religión fue utilizada como un elemento central para sos-tener el carácter hereje de la independencia y la inadecuación de la República a la fe de Je-sucristo; por otro, los patriotas encargaron a los sacerdotes afines a la causa emancipato-ria demostrar que la República no se oponía a la Santa religión, y que, por el contrario, esta era conforme “a la doctrina de Jesu-cristo” (Tovar, H., 1986:376). Es así como, según Tovar, los curas de Teuza, Macanal, Chopo, Labateca, Bucaramanga, entre otros, defendían la causa republicana. Por ejemplo, el cura de la Mesa afirmaba que la República “...en nada se opone a la religión que profe-sáis, quiero decir que podéis ser perfectos cristianos… y ser unos grandes y excelentes republicanos...” (Tovar, H., 1986: 376).

Los clérigos jugaron un papel importante en la difusión y defensa de las ideas tanto monárquicas como republicanas, por lo que

8 La Iglesia como defensora del statu quo condenaba el republicanismo; por lo tanto, como institución condenó la independencia. Sin embargo, algunos sa-cerdotes y obispos defendieron el republicanismo y mostraban que este no era pecado.

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se puede afirmar que al lado del discurso político de los abogados patriotas también estaba el discurso religioso de los clérigos partidarios de la causa republicana. Asimis-mo, para esta fase, otro actor central toma notoriedad: el Ejército. En él los sectores subalternos jugaron un papel importan-te, puesto que gran parte de las tropas era formada por mestizos, indígenas, esclavos, pardos y blancos pobres. Como muestra Vé-ronique Hébrard, para el caso venezolano de 1810-1830, el acceso a la ciudadanía y a la participación política se fundamentó en dos aspectos claves: la propiedad y la utili-dad. Estos dos aspectos, aunados con otros como la moralidad, la ética, la educación, el patriotismo, etc., eran claves en cuanto a la definición de la ciudadanía activa o pasiva de los integrantes de la nación. En cuanto al primer aspecto, es claro que en las primeras constituciones se establece que el ciudada-no debía ser propietario de un determinado patrimonio y de guardar determinados valo-res éticos y sociales, como, por ejemplo, ser buen hijo, buen hermano, buen amigo, buen esposo y buen padre de familia9, elementos éticos y controladores sociales que buscaban colocar un modelo de ciudadano. Los ante-riores elementos estaban relacionados con el segundo aspecto: un ciudadano útil (por ejemplo, el hombre virtuoso) y patriota era quien servía a su país y defendía su patria. De ahí, la importancia del ascenso social, político y económico por la vía militar, pues-to que por esta vía el sujeto podía adquirir su ciudadanía activa.

Hébrard, destaca la importancia de la 9 En las constituciones de Cundinamarca (1812), de-

beres del ciudadano, art. 28; y Antioquia (1815), de-beres del ciudadano, art. 4, es explicito que no es un buen ciudadano quien no cumple tales requisitos.

relación soldado-ciudadano y viceversa. Para esta fase de la independencia la prime-ra relación va a ser clave, como veremos más adelante, ya que tanto en la Nueva Granada como en Venezuela y luego en Ecuador la relación soldado-ciudadano es parte funda-mental del proyecto de la República de Co-lombia10, puesto que “desde 1819 (…) asisti-mos a un ajuste de las disposiciones frente a los nuevos hechos nacidos directamente de los años de guerra. Sobresalía entre ellos el elemento militar y su papel en el seno de la sociedad como en las instancias políticas —su reconocimiento político a ese patrio-tismo que fue desde antes de la guerra una de las señales distintivas del apego y de la adhesión al proyecto político de las élites” (Hébrard, V., 1999: 136).

De tal manera que en la segunda fase inde-pendentista se logró lo que en la primera no se pudo concretar: una unidad político-ad-ministrativa y militar mucho más amplia. De esta unidad nacerá la República de Co-lombia. Tras la devastación de las provincias más importantes de la Nueva Granada y Venezuela, durante la reconquista española iniciada en 1814, la recuperación fue lenta y en la mayoría de los casos nada alentado-ra. Desde 1819, el mapa geopolítico que se trazaba era diferente a los primeros proyec-tos emancipatorios. Este proyecto liderado por Simón Bolívar establece, por un lado, la definición concreta del enemigo común a vencer y por otro se define la nueva unidad nacional. La Ley Fundamental de la Unión de los Pueblos de Colombia, expedida el 12 de julio de 1819 señala: 10 En gran parte de la literatura historiográfica, para di-

ferenciar la Republica de Colombia fundada en 1886, a este primer proyecto colombiano se le suele colocar el mote de Gran Colombia.

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Art. 1° Los pueblos de la Nueva Granada y Venezuela quedan reu-nidos en un solo cuerpo de nación, bajo el pacto expreso de que su go-bierno será ahora y siempre popu-lar representativo.

Art. 2° Esta nueva nación será cono-cida y denominada con el título de República de Colombia.

Más adelante se uniría Quito; sin embar-go, en la constitución provisional de 1819, en su artículo 4°, ya proyectaba la unidad territorial de lo que iría a ser la República de Colombia:

La República de Colombia se dividi-rá en tres grandes departamentos: Venezuela, Quito y Cundinamarca, que comprenderá las provincias de la Nueva Granada, cuyo nombre desde hoy queda suprimido. Las capitales de estos departamentos serán las ciudades de Caracas, Qui-to y Bogotá, quitada la adicción de Santa Fe.

Mientras se proyectaba el mapa territorial y la Constitución que regiría a la República, también se buscaba establecer una legitimi-dad tanto interna como externa. En cuanto a la primera, según Hermes Tovar, el Estado buscó “legitimarse acudiendo al consenso mayoritario de la población. Legitimar la República nacida de la guerra y de la cons-titución de Cúcuta fue uno de los primeros derechos que invocaron los que se creyeron fundadores de la nación colombiana”. De este modo, el Estado se empezó a convertir

en un elemento “dinamizador de las luchas sociales y políticas de la nación desde sus orígenes” (Tovar, H., 1986: 374). En cuanto a la segunda, el objetivo era ganar el reco-nocimiento de los demás Estados y naciones extranjeras. Sin embargo, para lograr tales objetivos todavía había mucho por hacer; pues gran parte del territorio aún seguía en manos de la Corona española y esta todavía conservaba al Perú. De ahí que, para llevar a cabo el proyecto de liberación, Bolívar y los criollos revolucionarios sobrevivientes de los primeros intentos emancipadores empe-zarían a presionar y hostigar a las fuerzas re-alistas con grupos de guerrillas. Es así como el ejército patriota empezaría a cumplir un papel importante en el proyecto emancipa-torio, ya que a España había que derrotarla por la vía militar.

Para Bolívar, antes que los abogados, el ejército era la pieza fundamental del proceso emancipatorio; ya en 1821 Bolívar le expresa a Santander el resquemor que siente respec-to a los legisladores: “Esos señores piensan que la voluntad de ellos es la voluntad el pueblo, sin saber que en Colombia el pueblo está en el ejército, porque realmente está; porque el ejército es el pueblo que quiere, el pueblo obra y el pueblo puede; lo demás es gente que vegeta, sin ningún derecho a ser otra cosa que ciudadanos pasivos”11. El desprecio de Bolívar por los abogados es no-torio. Y el desprecio de estos últimos por el ejército también lo es, pues las élites criollas veían, de cierta manera, con temor el ascen-so de sectores subalternos por la vía militar.

Aunque Bolívar manifestaba cierta aver-sión por los legisladores, este desde el ini-cio de la segunda fase de la independencia 11 Citado por Molina, G., 45.

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mostró interés en establecer instancias para la administración de la justicia, para go-bernar los territorios liberados, y evitar así desmanes o excesos de las tropas o gober-nadores políticos. Mientras se dictaba la constitución, Bolívar y sus adeptos dictaron varias leyes y reglamentos.

Con la promulgación de la Constitución de 1821, en Villa del Rosario de Cúcuta, se buscaba establecer los cimientos de la uni-dad nacional; sin embargo, más que estable-cer las bases de la unidad, lo que se observa es que empezaron a destaparse los distintos faccionalismos (locales, provinciales y re-gionales) que, como se ha mencionado, eran de vieja data. No obstante, a pesar de los diferentes intereses y pugnas entre las élites había algo que las unía aún: el enemigo ex-terno y el Libertador.

Así mismo, la Constitución de 1821 ex-presa otro articulador central de la unidad nacional: la religión. La Constitución co-mienza invocando ante todo el nombre de Dios como supremo legislador y establece que la religión católica, apostólica y romana sería la religión del Estado. Otros aspectos centrales de la unidad son: establecer unas reglas fundamentales para constituir un go-bierno que afiance la seguridad, propiedad, libertad e igualdad, y cuanto es dado a una nación que comienza su carrera política y que aún lucha por su independencia. Esto último lo evidencia V. Hébrard, cuando se-ñala que “la nación, comunidad voluntaria de individuos, se forjaba al crisol de la iden-tidad militar” (Hébrard, V., 1999: 137). Los militares (de rangos altos y medios) junto a los abogados y curas eran en sí los ciudada-nos que sentaban las bases del nuevo Estado y de la nación; obviamente esto no quiere decir

que los grupos subalternos no participaran en tal construcción, pero en sí los proyectos eran liderados por grupos de élites locales, provin-ciales, regionales y nacionales que estaban re-presentando sus propios intereses faccionales y a las comunidades que decían representar.

Con la Constitución de 1821 la relación sol-dado-ciudadano y ciudadano-soldado tuvo cambios, ya que tal relación se revierte hacia el de la nacionalidad; esta será la nueva figu-ra que va a permitir ser parte de la comuni-dad política, de tal manera que “la función militar (…) dejó de constituir una ventaja di-recta” (Hébrard, V., 1999: 139). Tal ventaja no era bien vista por la élite neogranadina, que veía cómo por esa vía muchos hombres del pueblo “inculto” o aquellos que no eran buenos ciudadanos ascendían social, eco-nómica y políticamente. Entonces, para las élites había que definir nuevamente lo que era la nación y cómo se efectuaría la partici-pación política.

La Constitución del 1821 esboza la forma en que se debería organizar la nación y cómo se administraría el Estado en formación. Como en las constituciones anteriores, la religión católica apostólica y romana cum-ple un papel fundamental, ya que es la reli-gión del Estado12. El Gobierno colombiano se declara popular y representativo y debe velar por afianzar la seguridad, propiedad, libertad e igualdad. En cuanto al carácter y constitución de la nación colombiana el tí-tulo I dice:

SECCIÓN PRIMERADe los nación colombiana

Art. 1: La nación colombiana es para

12 La Constitución inicia invocando a Dios: “En el nombre de Dios, Autor y Legislador del Universo”.

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siempre e irrevocablemente libre e independiente de la monarquía es-pañola y de cualquiera otra poten-cia o dominación extrajera; y no es, ni será nunca, el patrimonio de nin-guna familia ni persona.

Art. 2: La soberanía reside esencialmente en la nación. Los magistrados y oficia-les del gobierno, investidos de cual-quiera especie de autoridad, son sus agentes o comisionarios, y responsa-bles a ella de su conducta pública.

Art. 3: Es un deber de la nación proteger por leyes sabias y equitativas la liber-tad, la seguridad, la propiedad, y la igualdad de todos los colombianos.

SECCIÓN SEGUNDADe los colombianos

Art. 4° Son colombianos 1° Todos los hombres libres nacidos

en el territorio de Colombia, y los hijos de estos;

2° Los que estaban radicados en Co-lombia al tiempo de su transforma-ción política, con tal permanezcan fieles a la causa de la independencia;

3° Los no nacidos en Colombia que obtengan carta de naturaleza.

Art. 5: Son deberes de cada colombiano vivir sometido a la constitución y a las leyes, respetar y obedecer a las autoridades, que son sus órganos; contribuir con los gastos públicos, y estar pronto en todo tiempo a servir y defender la patria, haciéndole el sacrificio de sus bienes y de su vida, si fuere necesario.

Los anteriores artículos muestran cómo se concebía la nación, en la cual residía la

soberanía, además de sus objetivos. Asimis-mo se define quiénes son colombianos y no es difícil entrever la posibilidad de que, ade-más de los nacionales, los extranjeros tam-bién podían ganarse el reconocimiento como ciudadanos por los servicios que prestaron o prestaran a la nación. Expone los deberes que tenían los colombianos para con las le-yes y la patria. También se volvía a definir el territorio que, según el artículo 6, es el mis-mo que comprendía el antiguo Virreinato de la Nueva Granada y la Capitanía General de Venezuela, además de los territorios que aún continuaban bajo el yugo español, los cuales apenas se liberten harán parte de la Repúbli-ca, con derechos y representación iguales a los demás.

En el transcurso de 1821 a 1824 los ejér-citos patriotas obtuvieron sendas victorias contra el ejército realista. Sin embargo, cuando se empezó a lograr la unión territo-rial de la Nueva Granada, Venezuela y Qui-to, y cuando se pensaba que la República se fortalecería, empezó a suceder todo lo contra-rio, ya que cuando el enemigo externo mitiga-ba, la efímera unidad no duraba mucho tiem-po, puesto que al lograr la expulsión de los españoles, a finales de 1824, desaparecía así uno de los elementos de la unidad nacional.

Desde 1826 las circunstancias para Colom-bia no son las mejores, debido a la gran can-tidad de oficiales del ejército, los cuales en su mayoría eran venezolanos y a los que gran parte de las élites neogranadinas temían; ello, sumado a los problemas económicos (deuda externa), políticos (inestabilidad política del país) y al caos social de la joven República. Los conflictos desatados entre las diferentes facciones de las élites económicas, políticas y sociales eran en parte por mantener el poder

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en sus áreas (villas, provincias, departamen-tos) o incluso de ampliarlo.

Con tal magnitud de problemas la Repú-blica de Colombia empezó a derrumbarse poco a poco y la dictadura del Libertador, aunque recibió un fuerte apoyo de sectores de las élites, incluso desde algunos sectores subalternos, en nada solucionó los crecien-tes problemas.

En 1830 se promulga una nueva Consti-tución, la cual para algunos había ya na-cido muerta y no ayudó a solucionar la crisis imperante. Lo cierto es que el Li-bertador, a mediados de 1830, entrega el poder a Joaquín Mosquera, pero este fue rápidamente depuesto y el general Urda-neta tomó el poder. La muerte de Bolívar a finales del año 1830 termina por colapsar el proyecto de unidad colombiana. El Li-bertador, presagiando el futuro incierto de la República de Colombia, antes de morir, escribía a Estanislao Vergara:

...todas mis razones se fundan en una: no espero salud para la patria. Este sentimiento, más bien esta con-vicción íntima, ahoga mis deseos y me arrastra a la más cruel desespe-ración. Yo creo todo perdido para siempre; y la patria y mis amigos sumergidos en un piélago de calami-dades. Si no hubiera más que un sa-crificio que hacer y que este fuera de mi vida o el de mi felicidad o el de mi honor… créame usted no titubearía: pero estoy convencido que este sa-crificio será inútil, porque nada pue-de un pobre hombre contra el mundo entero; y porque incapaz de hacer felicidad de mi país me deniego a

mandarlo. Hay aún más, los tiranos de mi país me lo han quitado y yo es-toy proscrito; así yo no tengo patria a quien hacer el sacrificio.

Después de la renuncia y de la muerte de Simón Bolívar, en la Nueva Granada se ati-zaban con mayor fuerza las pugnas entre civilistas y militares por el poder. Efectiva-mente, el general Urdaneta y otros militares venezolanos, junto a algunos civiles y mili-tares neogranadinos, trataron de controlar el poder de la Gran Colombia. Pronto los civilistas neogranadinos se alzaron con el poder y así aplacaron a uno de los actores que más les preocupaban: el Ejército. Al socavar el papel del Ejército, los civilistas neogranadinos desplazaron del poder a los militares venezolanos.

La escisión de la República de Colombia era inminente, pues sus ejes articuladores habían desaparecido: el enemigo externo y Bolívar. De tal manera que el futuro de la República no era nada promisorio. En 1831 la prensa planteaba la viabilidad del proyec-to colombiano en los siguientes términos:

Separados ya los departamentos del norte i sur de Colombia, i constitui-dos ya como estados soberanos ¿de-berá la Nueva Granada formar un estado independiente? Tal ha sido la primera cuestión que propusimos en nuestro número anterior, i que en nuestro concepto es de las más gra-ves é importantes que pueden jamás discutirse entre los neogranadinos.

La gravedad de esta cuestión no nace de las dificultades de decidirla,

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sino de la grande influencia que va á tener nuestra suerte futura.

Desde el congreso constitucional de Cúcuta ligó por la lei funda-mental las tres secciones del nor-te, sur i centro, i que refundiendo estas partes separadas i borrando sus antiguos limites, formó una sola nación; los hombres pensa-dores vieron claramente que esta unión no podía ser perdurable, i que autorizada solamente por las circunstancias, variadas estas, de-bía debilitarse ó disolverse13.

Con la desintegración de la República de Colombia, en Venezuela, la Nueva Granada y Ecuador las antiguas y las nuevas élites de estos territorios empezaron a construir sus propios proyectos de Estado.

APUNTES FINALES

La formación del Estado y la nación durante el periodo independentista deja entrever que son múltiples proyectos los que se esbozan: aquellos que van de lo local, lo provincial y lo nacional. Tales proyectos no se empezaron a constituir en el marco de la guerra contra el enemigo externo, sino que, más bien, las pri-meras batallas fueron internas, es decir, gue-rras civiles. Lo anterior contradice gran parte de la historiografía patria colombiana y vene-zolana, que hace énfasis sobre batallas contra un enemigo externo y de una supuesta unidad.

La guerra contra el enemigo externo se em-pezó a perfilar en el momento en que Fernando VII quedó en libertad y decide recuperar sus 13 El Neogranadino, 9 de octubre de 1831.

colonias. Las pugnas internas habían debilita-do económica y militarmente a las nacientes repúblicas, que no tardaron en sucumbir ante la reconquista de la Corona española; es así como la primera fase independentista llegó a su fin.

En la segunda fase independentista se ob-serva un proyecto mucho más amplio, que recoge parte de lo que una vez fue el Virrei-nato de la Nueva Granada. Tal proyecto fue liderado por Simón Bolívar y algunas fac-ciones de las élites, con el apoyo de algunos sectores populares. Mientras estuvo presen-te el enemigo externo y su artífice, la Repú-blica de Colombia se mantuvo, pero, una vez desaparecido el enemigo externo y muerto su artífice, tal proyecto también sucumbió. Con la desmembración de la República de Colombia surgieron nuevos proyectos de construcción de Estado y de nación.

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FUENTES

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En: Estados y naciones en los Andes. (Comp.) J. P. Deler y Saint Geours. Lima, IEP edi-ciones.

The genesis of neighbor. Some features of the formation of the nation-state in the Nueva Granada (1810-1831)

Carlos FrancoUniversidad Central de Venezuela

ABSTRACT: The neighborhood with the present Republic of Colombia, has linked us in a common origin in the processes of state formation, framing itself common factors between the two republics, but have traveled differently depending on the internal variables of each case. This proposal will study some aspects of the independence process in the New Granada, with the aim of analyzing the role had civil wars in independence and state formation in the various phases identified by Colombian historiography. We also will approach how was the relationship State / Church / clergy / Army / subalterns in the constitution of the nation-state in the independence period.

KEY WORDS: Independence, Civil War, Nueva Granada, Gran Colombia.

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Importancia histórica y estratégica de la Expedición Libertadora de Los Cayos 1816

alexis saúl PalenCia hernánDez

José gregorio Maita ruiz

dIreccIón de estudIos y acervo HIstórIco

naval del comando naval de educacIón

RESUMEN: Este 2016 se cumplen 200 años de la Expedición Libertadora de Los Cayos; sin embargo, este crucial episodio de la Guerra de Independencia es mayormente desconocido para el pueblo venezolano e incluso para gran parte de la comunidad académica.

La Expedición Libertadora de Los Cayos fue una campaña naval clave para la creación de la Tercera República y la liberación de Venezuela del yugo colonial español; pues le permi-tió al Libertador, acompañado por patriotas como Luis Brión, Manuel Piar, José Antonio Anzoátegui, Santiago Mariño, José Francisco Bermúdez y Gregor Mac Gregor, entre otros, recuperarse de las derrotas ante los realistas del año anterior, salir de su exilio en Haití, y retomar la liberación del país.

Durante la Expedición Libertadora de Los Cayos se dio el Combate Naval de Los Frailes, el cual fue primer combate naval en mar abierto de nuestra Guerra de Independencia, único combate naval de toda la guerra en el que Simón Bolívar estuvo a bordo de uno de los buques. En la acción de Los Frailes, Luis Brión fue herido y luego ascendido a Almirante por el Li-bertador; también Renato Beluche fue ascendido a Capitán de Navío. Este combate permitió el desembarco de los patriotas en Margarita, salvando así del exterminio a las fuerzas de Juan Bautista Arismendi, y el posterior desembarco en Carúpano donde Simón Bolívar decretó la liberación de los esclavos. La expedición tuvo, pues, un impacto crucial en el desarrollo de la Guerra de Independencia, y su legado sigue vigente para la Armada, pues las siete goletas que la integraron están representadas en su Escudo y en su Pabellón de Proa.

PALABRAS CLAvE: Bicentenario, Expedición de Los Cayos, Independencia, Armada.

LA IMPORTANCIA ESTRATÉGICA

La Expedición Libertadora de Los Cayos tuvo consecuencias políticas y sociales muy relevantes para nuestra historia; sin embargo, no siempre se le percibe con el real significado geo estratégico que posee en cuanto a los aportes de esta campaña

Tierra Firme. N° 110 Caracas-Venezuela, Año 2016, Enero-Abril, pp. 97-102.

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naval para el logro de nuestra independen-cia. Por otra parte, el estudio de dicha cam-paña contribuye actualmente al proceso re-flexivo de las nuevas generaciones militares para el diseño de estrategias de seguridad y defensa de la patria.

Cumpliéndose ahora dos centurias de la Expedición Libertadora de Los Cayos, con-sideramos necesario recordar que aquella expedición extendió el teatro de operaciones de la Guerra de Independencia al mar. “El aspecto más visible que nos ofrece primera-mente el mar, al considerarlo bajo el pun-to de vista político-social, es el de un gran camino, o mejor dicho, una vasta extensión de propiedad común por la que el hombre puede trasladarse en todas direcciones”14. Este espacio resultó fundamental para intro-ducir tropas patriotas a Tierra Firme durante la gesta independentista, además demostró la importancia de los territorios insulares como bastiones para la resistencia contra el imperio español.

Los próceres de nuestra independencia hallaron refugio en las islas del Caribe que para aquel momento eran libres del dominio español15; desde ahí reflexionaron sobre el resultado de las batallas pasadas; logrando planificar y reunir los recursos necesarios para emprender nuevas luchas por la libertad de los pueblos de América. Este fue el caso de Simón Bolívar durante su exilio en Jamai-ca, situación similar a la de los emigrados de

14 Mahan, Alfred T. “Análisis de los elementos del poder naval”. Geopolítica(s). Revista de estudios sobre es-pacio y poder naval. vol. 4, núm. 2, 2013, pp. 305-334.

15 La primera nación en librarse del yugo español en territorio latinoamericano fue Haití y rápidamen-te se transformó en una isla que brindaría apoyo a los independentistas de tierra firme, siendo base de operaciones para Francisco de Miranda en 1806 y de Simón Bolívar en 1815 y 1816.

Cartagena en Haití (Vargas, F. A., 1983: 149).Otras islas cercanas a tierra firme, como

Bonaire, Trinidad y Tobago, también dieron amparo a los exiliados venezolanos y neo-granadinos durante la guerra. Así mismo, la isla de Margarita fue de singular importancia para el logro de la independencia de muchos pueblos de América; en ella se atrincheraron los patriotas encabezados por el general Juan Bautista Arismendi, logrando hacer férrea re-sistencia al dominio español y posteriormente desatando una guerra de corso cuyos efectos a nivel Atlántico aún están por estudiarse del todo (Vargas, F. A., 1983: 149).

Si bien estos elementos son importantes de considerar para cualquier análisis en lo que respecta a las consecuencias de la Expedi-ción Libertadora de Los Cayos, lo que marcó a nivel estratégico la Guerra de Independen-cia en el Caribe fue la presencia naval del imperio español, quien ejercía su poder des-de Cuba y Puerto Rico. La influencia de la escuadra realista estuvo condicionada por la existencia de una flota republicana que con-taba cada vez con hombres más experimen-tados, que hicieron férrea resistencia y lu-charon con gran valor contra los españoles.

LAS ALIANZAS INTERNACIONALES

No es coincidencia que desde la expedi-ción libertadora de 1806 liderada por Fran-cisco de Miranda, Haití haya decidido in-volucrarse en los asuntos concernientes a la independencia de Venezuela; no con un fin efectivamente mediador o imparcial, sino abiertamente anti imperialista. Una postura entendible, ya que los Estados en el sistema internacional actúan y toman decisiones de

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acuerdo a sus intereses y preferencias, lo cual no podría sorprender de quien fuera la primera república de Latinoamérica en lo-grar su independencia.

Bolívar encontró en Haití el más fir-me sostén de sus proyectos. El presidente Alexandre Petión no solo impuso su au-toridad para defender al Libertador de las acusaciones que formularon algunos de sus compañeros en la histórica asamblea de Los Cayos, sino que le facilitó en dos ocasio-nes (muy críticas por cierto) dinero, barcos, hombres, armas y municiones para la gue-rra (Verna, P., 1970: 172-180). Los haitia-nos, los mejores y más bravos marinos de las Antillas, nuclearon las tripulaciones de los barcos que, guiados por Bolívar, partie-ron de Jacmel en diciembre de 1816.

Si bien es cierto que Haití no es el único país de la región que fue aliado de Venezue-la, desde 1806 se convierte en un caso em-blemático porque brindó apoyo a los próce-res de nuestra independencia prácticamente sin condicionamientos de ningún tipo. La alianza entre ambos Estados explica por sí sola la decisión del Libertador de pronunciar el decreto de libertad de los esclavos el 2 de junio de 1816, con el objetivo de sumar aliados en la lucha por la aplicación de los Derechos Universales del Hombre.

EL CONTROL DEL MAR

Desde el establecimiento de las primeras civilizaciones que poblaron este continen-te, el mar Caribe ha sido un importante co-rredor para el desarrollo del comercio; al mismo tiempo un espacio vital para la pre-servación de la seguridad de los territorios continentales de América, especialmente

para Venezuela ya que tiene la mayor ex-tensión costera y de aguas territoriales en el mar Caribe.

Si la Naturaleza ha colocado a un país en circunstancias tales que, además de tener facilidades para atacar, cuenta con acceso fácil al mar libre, y al mismo tiempo domina uno de los grandes pasos del tráfico del mundo, es evidente que la impor-tancia estratégica de su situación es grandísima (Mahan, Alfred T. Ob. Cit. 310).

Es evidente que el control del Caribe debe ser un tema de prioridad para Ve-nezuela; esto permitiría evitar una futura agresión y se lograría neutralizar cual-quier amenaza por las vías marítimas. Las acciones más efectivas para garantizar nuestra defensa se resumen en el desarro-llo de los medios militares, económicos y políticos en la región caribeña. Para esto es indispensable seguir fortaleciéndonos en términos económicos y políticos, prin-cipalmente consolidando las alianzas in-ternacionales y manteniendo presencia en los espacios marítimos e insulares de Ve-nezuela (Mahan, Alfred T. Ob. Cit. 310).

En definitiva, desde la Expedición Li-bertadora de Los Cayos queda clara la ne-cesidad de ejercer soberanía sobre el mar Caribe para lograr configurar una alianza estratégica con las naciones que ocupan este espacio, a fin de transformar el mo-delo político mundial de carácter unipolar, creando contrapesos efectivos por parte de la comunidad caribeña. El resultado de la Expedición Libertadora de Los Cayos no

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se limita exclusivamente al establecimiento de lazos de amistad y cooperación militar con Haití durante la gesta independentista. Este hecho puso en evidencia la importan-cia del control del mar Caribe para lograr la liberación de Venezuela y otros pueblos de nuestra América.

Desde el año 1816 disminuye notablemen-te la influencia de España sobre las antiguas colonias americanas. Finalmente en el año 1823 la Batalla Naval del Lago de Maracai-bo demostró la importancia del control del mar para derrotar aquel imperio (Eljuri-Yu-nez, A., 1985). Sin embargo, España intentó mantener el control de Puerto Rico y Cuba logrando este objetivo hasta los últimos años del siglo XIX, cuando Estados Unidos surge como una nueva amenaza en las Anti-llas, aplicando una política exterior similar a la desarrollada por los viejos imperios del continente europeo, procurando controlar las islas del Caribe mediante la ocupación de posiciones estratégicas que le permitie-ran mantener la hegemonía regional. Un factor que también contribuyó a este hecho fue la incapacidad de las nuevas repúblicas americanas para generar intereses comunes que lograsen enfrentar el nuevo escenario político que se configuraba. De este modo las intervenciones estadounidenses sobre países del Caribe se han venido ejecutando también en un plano menos visible para la opinión pública mundial, pero de alto im-pacto político.

La Primera y la Segunda Expedición de Los Cayos permitieron a los patriotas te-ner presencia y ejercer dominio del mar en algunas regiones, lo que conllevó a la liberación de la isla de Margarita y su transformación en guarida de corsarios

anti españoles. Así se abrió el camino para muchas victorias republicanas, tales como la captura del Morro de Barcelona y la Campaña de Guayana, que permitirían la fundación de la Tercera República.

Como consecuencia política casi inmedia-ta de aquella expedición se encuentra la con-solidación del liderazgo de Simón Bolívar y la materialización de su proyecto geopolíti-co, que pretendía la integración de diferentes territorios de la América Meridional. A su vez, el Combate Naval de Los Frailes del 2 de mayo de 1816 proporciona un antecedente importante a la derrota del imperio español en nuestros mares, al permitir el fortaleci-miento de movimientos revolucionarios en el oriente del territorio venezolano.

IMPORTANCIA HISTÓRICA Y LEGADO

La Expedición Libertadora de Los Cayos fue un hecho estratégico de primer orden, un punto de inflexión que cambió el curso de la Guerra de Independencia en Venezuela.

En efecto, aunque poco estudiada y menos divulgada, la Expedición Libertadora de Los Cayos constituye un momento fundacional para la Armada patriota, hoy Armada Bo-livariana de Venezuela. Asimismo, fue con esta campaña naval que se unificó definiti-vamente el mando patriota en la guerra; fue a propósito de esta expedición que los pa-triotas venezolanos comenzaron a disponer de una escuadra más o menos fija y estable, y es además durante el curso del mayor com-bate de la expedición que apareció la figura del Almirantazgo en Venezuela.

Mención aparte merece el hecho de que las dos expediciones de Los Cayos; es decir, la

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primera, en marzo de 1816, y la segunda, lla-mada también Expedición de Jacmel, reali-zada a finales del mismo año, fueron ideadas y lideradas por el propio Libertador Simón Bolívar; son entonces las únicas campañas navales de la Independencia conducidas por él. Además, el Combate Naval de Los Frai-les, primer gran combate en mar abierto de la Guerra de Independencia de Venezuela, fue el único en el que el Libertador estuvo a bordo.

Señalados entonces estos datos, pode-mos pasar a estudiar, con un poco más de detalle la importancia histórica de la Expedición Libertadora de Los Cayos en dos niveles: la consolidación del liderazgo patriota y el legado institucional que llega hasta la actualidad.

CONSOLIDACIÓN DEL LIDERAZGO PATRIOTA

Como es conocido, tras la caída de Car-tagena ante la “Expedición Pacificadora” del general español Pablo Morillo en 1815, los líderes patriotas tienen que exiliarse en el Caribe. Es en ese contexto es cuando el Libertador en Jamaica escribe su célebre Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla.., cuyo objetivo fundamental era lograr el apoyo británico a la causa emancipadora, cosa que por ese mo-mento no se logró. Por otra parte, otros líde-res patriotas, como Montilla, Piar, Mariño, Bermúdez, Anzoátegui, entre muchos otros, fueron a Haití en busca de refugio y ayuda. Para finales de 1815, Pablo Morillo y la Co-rona en Madrid bien pudieron pensar que su victoria era completa: los patriotas esta-ban exiliados, sin fuerzas, y profundamente

divididos por rencillas producto de sus dife-rentes criterios de comando durante la gue-rra, causa en sí misma de sus derrotas. Pero pronto eso cambiaría…

El Libertador estaba en Jamaica cuando recibió una carta de Brión, a quién conocía desde 1814 por sus servicios a la República. Brión se ponía de nuevo a sus órdenes y le ofrecía material de guerra adquirido en In-glaterra para continuar la lucha por la inde-pendencia. Bolívar se fue entonces a Haití, donde encontraría el decisivo apoyo del pre-sidente Alexandre Petión, y el firme respal-do de Brión (Jiménez López, H., 1991: 57).

Ante la insistencia de Petión y del aún ca-pitán de fragata Luis Brión —propietario de la mayoría de los buques y de las armas—, los patriotas celebraron una asamblea a fina-les de febrero para decidir quién mandaría y cómo se desarrollaría la expedición. A dicha reunión asistieron el propio Bolívar, además de todos los líderes patriotas que se encon-traban al momento en Haití, resaltando: Santiago Mariño, José Francisco Bermúdez, Manuel Piar, Gregor Mac Gregor, Bartolo-mé Salom, Carlos Soublette, José Antonio Anzoátegui y Ambrosio Plaza, entre muchos otros líderes militares y civiles de la causa patriota. Esta asamblea determinó que sería Simón Bolívar el comandante de la expedi-ción y Luis Brión el comandante de la es-cuadra, siendo ascendido entonces a Capitán de Navío por el Libertador (Jiménez López, H., 2001: 84). Por fin la causa patriota tenía un comando único ya no producto de la im-posición, sino de la decisión consciente y consensuada de su alto mando. Si bien más conatos de división aparecerían más ade-lante, fue en aquella reunión en Haití donde se empezó a configurar definitivamente el

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mando patriota que llevaría la causa a las grandes victorias de los siguientes 10 años. Respecto al mando naval, tenemos que en aquel momento se unen a la escuadra dos marinos destinados a dar a las armas pa-triotas grandes triunfos en los años venide-ros: Renato Beluche y José Prudencio Padi-lla, llamados ambos por Brión a Haití para luchar en esta expedición.

Fue con la Expedición de Los Cayos que el bando patriota en la gesta emancipadora comenzó a tener un mando único y eficiente, reflejándose esto en los triunfos que llega-rían casi de forma inmediata. No podíamos cerrar esta parte sin mencionar un importan-te episodio del Combate Naval de Los Frai-les. El 2 de mayo de 1816 se enfrentaron las goletas de la expedición patriota: “Bolívar”, “Brión”, “Mariño”, Piar”, “Félix”, “Conejo” y “Constitución” al bergantín realista “Intré-pido” y a la goleta también realista “Rita”. El combate terminó con una victoria patriota y la captura de los buques enemigos. Lo que poco se sabe es que durante el combate Brión fue herido, por lo que Renato Beluche debió tomar el mando para concluir la victoria. En reconocimiento a su valor, ese mismo día el Libertador ascendió a Beluche a Capitán de Navío y a Luis Brión a Almirante. Así, al calor del combate, aquel día nació en Vene-zuela el almirantazgo, habiendo casi muerto en acción el primer almirante de Venezuela (Jiménez López, H., 1984: 61). Brión, llega-ría a ser en los siguientes dos años la mano derecha de Bolívar y su más fiel oficial en momentos difíciles (Jiménez López, H., 1991: 58). Beluche, por su parte, quien era dueño de la goleta “Brisona” -rebautizada “Bolívar” y convertida en buque insignia por ser el mejor de la escuadra- obtuvo un

importante ascenso y abrió triunfalmente su carrera naval al servicio de Venezuela, al tiempo que Padilla obtenía experiencia y la confianza de Brión.

Finalmente, fue con la Expedición Li-bertadora de Los Cayos que los líderes patriotas, especialmente Bolívar, se defi-nieron ideológicamente en un punto que hasta el momento había sido de los más complicados y contradictorios de la causa independentista: la libertad de los esclavos. En efecto, Alexandre Petión puso al Liber-tador una sola pero firme condición para apoyarlo: que libertara a los esclavos de tie-rra firme. El paso del Libertador por Haití debió terminar de despertar su conciencia antiesclavista, pues apenas desembarcó en Carúpano el 3 de junio de 1816, decretó la libertad de los esclavos (Jiménez López, H., 1991: 60).

LEGADO INSTITUCIONAL

Como dijimos anteriormente, la Expedi-ción Libertadora de Los Cayos constituye un momento fundacional para la Armada Venezolana. Fue la primera vez que los patriotas dispusieron de una escuadra esta-ble, incrementándose la misma a partir del año 1816 gracias al corso y a la incorpora-ción de marinos nativos y extranjeros que simpatizaron con la causa emancipadora. Aquellas siete goletas que surcaron los ma-res como escuadra unificada, con el tricolor mirandino en sus mástiles y bajo el mando del Libertador, son hoy recordadas con las siete estrellas plateadas del Torrotito o Pa-bellón de Proa de la Armada Bolivariana; apareciendo también como siete estrellas doradas en su Escudo de Armas. Es decir,

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en aquella escuadra encontramos el origen de nuestra actual Armada Bolivariana.

Es oportuno decir que ya en 1825, apenas nueve años después de la expedición, se con-sideraba a esta campaña como el hecho fun-dacional de la Armada “grancolombiana”; así lo atestiguó el marino y viajero sueco Carl Gustav Gosselman (Gosselman, C. G., 1981: 62). También el historiador colombia-no Leonidas Flórez Álvarez, en su libro Ac-ción de la Marina Colombiana en la Guerra de Independencia 1806-1830, reconoce la Expedición Libertadora de Los Cayos como un punto clave en el surgimiento y desarro-llo de la armada de su propio país (Flórez Álvarez, L., 1919: 87). Es decir, el impacto histórico de esta campaña naval desborda las fronteras de Venezuela y abarca el espacio de lo que fuera la Gran Colombia.

Por otra parte, la Expedición Libertadora de Los Cayos, más allá del enfoque pura-mente naval, pues la misma viene a cons-tituir según los conceptos modernos una gran operación conjunta, fue la acción en que el Ejército y la Armada integraron sus fuerzas en pro de la Patria. Si bien fueron los buques de la recién nacida escuadra patriota, comandados por hombres como Brión y Beluche, los que realizaron la tra-vesía desde Haití hasta Margarita, y fueron sus cañones y tripulaciones los protagonis-tas del Combate Naval de Los Frailes, no podemos olvidar a quienes se estaba trans-portando a bordo. Nada menos que el nú-cleo de altos oficiales del ejército patriota, la columna vertebral del ejército que obten-dría grandes victorias en la liberación del oriente venezolano, la Campaña de Gua-yana y las que vendrían. Es de destacarse también que al igual que en la campaña que

nos ocupa en este artículo, la de Guayana se caracterizó por una estrecha colaboración ejército-armada, ya que se desarrolló en es-pacios fluviales.

En todo caso, observamos que, más que una efeméride naval, el Bicentenario de la Expedición Libertadora de Los Cayos, rin-de honores a los hombres que valientemente se levantaron de la derrota, obtuvieron una gran victoria y cambiaron el curso de la Guerra de Independencia. Que no solo es una conmemoración de la Armada, sino de toda la Fuerza Armada Nacional Bolivaria-na y de la Nación entera. Lejos de ser una campaña naval perdida en un viejo libro de historia, en una suerte de limbo entre la Se-gunda y Tercera República, la Expedición Libertadora de Los Cayos tuvo un impacto histórico de tal dimensión que sigue total-mente vigente hoy en día.

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FUENTES

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Editorial Tecnocolor.Jurado Toro, Bernardo (1980). Bolívar y el mar. Caracas, Editado por el autor.Toro Jiménez, Fermín (2008). Historia Diplomática de Venezuela, 1810-1830 (Tomo I). Caracas,

Universidad Central de Venezuela, Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas.Vargas, Francisco Alejandro (1988). Historia Naval de Venezuela. Caracas, Comandancia General

de la Armada.Vargas, Francisco Alejandro (1983). Nuestros Próceres Navales (Tomos I y II). Caracas, Coman-

dancia General de la Marina.Verna, Paul (1970). Petión y Bolívar. Caracas, Ministerio de Educación.Fuentes hemerográficasJiménez López, Hadelis. “Brión, ejemplo de solidaridad americana e integridad militar”, Revista

de la Armada, N.º 2, 24 de julio de 1984.Jiménez López, Hadelis. “El Protector y el Autor de la Felicidad de América: Luis Brión y Alejan-

dro Petión”, Revista de la Armada, N.º 23, 19 de abril de 1991.Jiménez López, Hadelis. “Primera Expedición de Los Cayos” Revista de la Armada, N.º 24, 24 de

julio de 1991.Marcano Mata, Cirilo. “Combate Naval de Los Frailes: entre bergantines y goletas”, Revista de la

Armada, N.º 38, 24 de julio de 1997.Fuentes electrónicasGosselman, Carl August. Viaje por Colombia 1825 y 1826. Bogotá, Banco de la República, 1981.

Descargado de: (http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/viajes/indice.htm) Mahan, Alfred T. “Análisis de los elementos del poder naval”. Geopolítica(s). Revista de estudios

sobre espacio y poder naval. Vol. 4, núm. 2, 2013, pp. 305-334. Disponible en: https://web-cache.googleusercontent.com/searchq=cache:SjtrT4D7SpgJ:https://revistas.ucm.es/index.php/GEOP/article/download/46354/43574+&cd=3&hl=es-419&ct=clnk&gl=ve

Historic and strategic importance of the “Expedición Libertadora de los Cayos” 1816.

Alexis PalenciaJosé Gregorio Maita

dIreccIón de estudIos y acervo HIstórIco

naval del comando naval de educacIón

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ABSTRACT: This 2016 marks the 200th anniversary of the “Expedición Libertadora de los Cayos”; however, this crucial episode of the War of Independence is largely unknown to the Venezuelan people and even for much of the academic community. The “Expedicion Libertadora de los Cayos” was a key naval campaign for the creation of the Third Republic and the liberation of Venezuela from Spanish colonial yoke; because it allowed the Liberator, accompanied by patriots like Luis Brión, Manuel Piar, Jose Antonio Anzoategui, Santiago Mariño, Jose Francisco Bermudez and Gregor MacGregor, among others, recover from losses to the realistic last year, leaving his exile in Haiti and resume the liberation of the country. During the Liberating Expedition of the Keys the Naval Battle of Los Frailes, which was first naval battle in open our War of Independence, the only naval battle of the war sea in which Simon Bolivar was aboard one of he vessels. In the action of Los Frailes, Luis Brión was wounded and then promoted to Admiral by the Liberator; Renato Beluche also was promoted to Captain. This battle allowed the Patriots landing in Margarita, saving the extermination forces Juan Bautista Arismendi, and the subsequent landing in Carupano, where Simon Bolivar decreed the liberation of slaves. The expedition was therefore a crucial impact on the development of the War of Independence, and his legacy remains in force for the Navy, for the seven schooners that integrated are represented in its shield and its Pavilion Proa.

KEY WORDS: Bicentennial, Expedición Libertadora de Los Cayos, Independence, Navy.

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Reseñas Vladimir Acosta. Las juntas criollas hispanoamericanas y el comienzo del proceso de independencia. Caracas, Colección Bicentenario, 2013.

La publicación de esta lúcida, concienzu-da e imprescindible obra titulada Las juntas criollas hispanoamericanas y el comienzo del proceso de independencia, escrita por el profesor Vladimir Acosta, coincide con el bicentenario de la Campaña Admirable en Venezuela y con un nuevo centenario en el que en América Latina se han venido pro-duciendo profundas transformaciones políti-cas, sociales, económicas, de gran apertura cultural para conocernos, reencontrarnos y reescribirnos con un nuevo enfoque.

El profesor Acosta organiza su obra de for-ma cronológica. Inicia con el Alto Perú (ac-tual Bolivia) y la particularidad de haberse materializado allí dos juntas, ambas en 1809. La primera, la junta de Charcas o La Plata, el 25 de mayo, fue verdaderamente una jun-ta de la élite criolla; sin embargo, la primera de una América que se hallaba bajo el yugo del Imperio español, más bien del Imperio de la península Ibérica, para no olvidarnos del pueblo vecino de Brasil, entonces colonia del Reino de Portugal. La segunda junta, que se puede considerar más popular por haber to-mado medidas de corte radical, se ejecutó el 16 de julio en La Paz. Ulterior a esta se formó la junta de Quito (Ecuador), el 10 de agosto de 1809, y prosigue la junta de Caracas, el 19 de abril de 1810.

Precisamente un año después de la junta de Charcas o La Plata se consolida la jun-ta de Buenos Aires. Acosta continúa con

la junta de Bogotá, el 20 de julio de 1810, reanuda con la junta de Santiago, el 18 de septiembre de 1810 y finalmente concluye con la junta paraguaya de Asunción, el 20 de junio de 1811 y su peculiaridad de inde-pendizarse de Buenos Aires. Todo esto en cuanto a la conformación de juntas criollas. Empero, cierra su obra con el examen mi-nucioso de las situaciones singulares que se manifestaron en Nueva España (hoy Méxi-co), Uruguay y Perú.

El catalizador fundamental para que las juntas criollas sentaran sus bases en el primer decenio del siglo XIX es esencialmente por la invasión que había sufrido España en 1808 por parte de las tropas napoleónicas. Tanto Carlos IV como su hijo Fernando habían sido obligados a trasladarse a Bayona, una ciudad fronteriza en territorio francés. Fernando ha-bía provocado el motín de Aranjuez del 17 al 19 de marzo para sacar del poder a Manuel Godoy, el favorito de los ministros de su pa-dre, para convertirse en rey como Fernando VII. Napoleón Bonaparte hizo que ambos abdicaran —primero Fernando y luego Car-los—, para posteriormente organizar en un plazo muy breve unas cortes que sancionaran una especie de Constitución liberal en la que quedase designado como nuevo rey de Espa-ña su hermano José Bonaparte, como José I, quien se mantuvo durante un sexenio en el poder y era llamado por el pueblo español el “rey bobo”.

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No obstante, es menester recordar los ante-cedentes de esta intervención que había sido acordada por Carlos IV, rey de España, siendo Manuel Godoy su portavoz, y Napoleón Bona-parte en el tratado de Fontainebleau, el 27 de julio de 1807, en el que se permitiría la presen-cia militar francesa en el suelo español, con el objeto de que Napoleón atacase desde España a Portugal, a cambio de la supuesta participación española en la repartición del reino portugués.

Inglaterra era enemiga de la Francia napo-leónica y aliada a su vez de Portugal; por esta razón Inglaterra custodia los barcos portugue-ses que trasladaban toda la dinastía portuguesa hacia Brasil, que era la colonia que poseían en el continente americano.

Otra vertiente que contribuyó a que se caldea-ran las aguas en las colonias de la América es-pañola fueron los distintos intereses que tenían los criollos de corte conservadora y los otros criollos de corte liberal, antes de que aflorara la crisis española a raíz de la injerencia fran-cesa. Estos se estaban disputando el poder po-lítico, algunos con la tendencia de compartirlo con los españoles, mientras que otros vieron el momento vital para expulsar a los invasores y tomar ellos el poder.

Las juntas criollas que se instauran en His-panoamérica son los motores que desbrozarán el porvenir, para luego suceder a un centenar de cruentas, crueles y brutales batallas don-de quedaron diezmadas un sinfín de vidas de patriotas, campesinos, esclavos, pueblo pardo, mestizo para lograr alcanzar la independencia. Dentro de este escabroso y difuso camino, que es el del antiimperialismo o anticolonialismo, se encontraron próceres como el criollo y ci-vil Pedro Domingo Murillo, quien liderizó el movimiento paceño de 1809, que tendrá por

nombre Junta Tuitiva, y como segundo al man-do el militar español Juan Pedro Indaburu, que terminará traicionando el movimiento una vez que lo ve derrotado por la cuna de la antirrevo-lución: el Virreinato del Perú y el rioplatense. En representación del primer virreinato para aplastar el movimiento de liberación estaba José Manuel de Goyeneche; y en representa-ción del segundo, el general Nieto.

Similares movimientos al paceño ocurren en Quito, Nueva Granada y Caracas, donde se aprovecha en gran medida la crisis monárqui-ca en España, pero los criollos disentían entre sí debido a los distintos sesgos e intereses que tenían con respecto al poder político, ya que varios de ellos pertenecían a las familias más adineradas de las provincias capitalinas.

En el caso de Quito destacan las figuras de Juan Pío Montúfar, marqués de Selva Alegre, Antonio Ante, Juan Salinas, Manuel Rodrí-guez de Quiroga, entre otros, considerados amigos del promotor y protagonista de las lu-chas de liberación de Quito, Francisco Eugenio de Santa Cruz y Espejo. Todos ellos, excepto Espejo, quien ya había fallecido para 1795 y era de procedencia humilde, eran terratenientes, esclavistas, explotadores; empero, no tenían el poder político y era eso sustancialmente por lo que se lucha en sus orígenes, aunque varios de estos criollos estaban iluminados por las ideas de la Revolución francesa, realmente era algo a medias tintas, con cortapisas; no era una revo-lución a fondo sinceramente, ya que era enemi-ga de reconocer derechos políticas a los pardos, ni conceder las reivindicaciones que el pueblo merecía desde hacía centurias.

Ninguna de las juntas criollas del resto del continente queda excluida del análisis que se dispuso a tratar el profesor Acosta; es decir,

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todas comenzaron con una tendencia a fa-vorecer los intereses de la oligarquía, de los mantuanos. Estas juntas eran netamente eli-tistas y no tenían al principio ningún interés en hacer profundas revoluciones sociales.

El autor hace un análisis de las especificida-des de la junta de Buenos Aires, la santiagui-na y la paraguaya de Asunción. En cuanto a la primera, antes de su conformación ya venía arrastrando unos problemas muy peculiares desde 1806, cuando los ingleses invaden el estuario del Plata, desembarcan en Quilmes el 25 de junio del mismo año y dos días más tarde toman Buenos Aires sin ninguna resis-tencia; algo sencillo de explicar, ya que Ra-fael de Sobremonte, el virrey español, había huido de forma timorata hacia Córdova junto con su familia en cuanto tuvo conocimiento de la invasión inglesa, por lo que había dejado a la ciudad sin recursos financieros y sin de-fensa, debido a que gran parte de esta había sido usada para su protección.

Esta situación lleva a que el pueblo criollo, unido a algunos españoles como Martín de Álzaga, y Santiago de Liniers de origen fran-cés, pero bajo el servicio español, sacaran a los ingleses de allí, haciéndolos capitular en Montevideo el 7 de julio de 1807. Años más tarde irán madurando la idea de liberarse de los españoles; sin embargo, por los momen-tos ven como invasores solo a los ingleses. Cabe destacar que por la situación que vivía España, la junta de Caracas es impulsora de la creación de la junta de Buenos Aires el 25 de mayo de 1810.

Las curiosas particularidades que tienen Chile y la independencia de Paraguay de Buenos Aires tienen similitudes y dife-rencias profundas que no comparten con

ninguna de las otras latitudes donde se efec-tuaron juntas criollas. Estas las devela el autor con su brillante narrativa, al igual que hace con la de Nueva España (hoy México), el virreinato de Perú y Uruguay, que logra-ron sus independencias tomando otros cami-nos debido a elementos diacrónicos-sincró-nicos propios de estas regiones, lo que nos invita a inferir y a entender en buena medida el comportamiento del chileno y la profun-da y asidua lucha de los mapuches, vigente los dos siglos continuos siguientes. Acosta también nos revela la actuación del imperio-so caudillo de oriente, José Gervasio Artigas Arnal; del padre Morelos, quien enarbola la bandera y consagra la continuidad que ame-rita el legado del cura Miguel Hidalgo; el papel fundamental de Bernardo O’ Higgins y Manuel Rodríguez en Chile, entre otros patriotas, amén del inmenso e inagotable esfuerzo del Libertador Simón Bolívar, que permitió cristalizar el sueño de la suntuosa independencia de las incipientes repúblicas que tuvieron que ser refundadas en varias ocasiones, mientras que el Imperio español insistía en mantener bajo la sumisión y en la servidumbre a todo un continente que había decidido ser libre

Para los tiempos actuales, el autor plantea la imperiosa tarea de emancipación que tie-nen pendiente estas generaciones y lo com-prometido de su porvenir.

Miguel Arcángel Manrique TorrealbaEstudiante de Geografía e Historia

Instituto Pedagógico de Caracas (IPC)

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La larga marcha hacia la sociedad comu-nal. Tesis sobre el socialismo bolivariano es la más reciente contribución de los pro-fesores Iraida Vargas y Mario Sanoja. El estudio se inscribe dentro de lo que ellos denominan arqueología marxista o arqueo-logía social, esto es, el estudio de los pro-cesos arqueológicos con base en un método dialéctico materialista.

Su intención es comprender el origen y desarrollo del capitalismo, desde el nivel de mayor causalidad estructural hasta el nivel fenoménico, para interpretar -con compro-miso político- los mecanismos de domina-ción existentes y las necesidades actuales de emancipación de los y las excluidos/as. Lo que encontramos al origen civilizacional, entonces, no resulta un pasado romántica-mente recordado, sino el origen causal que permite comprender la historicidad social como totalidad de la relaciones y mediacio-nes humanas.

La obra consta de veintidós capítulos que por sus contenidos pueden ser clasificados en tres grupos.

En el primer grupo de capítulos que va del uno al ocho se recoge el aporte más impor-tante y original del libro, donde se presenta una lectura de conjunto del amplio trabajo arqueológico sobre territorio venezolano que ha llevado a cabo la pareja de investi-gadores. Con base en categorías propias y de otros autores (especialmente Henry Le-febvre y Fernand Braduel), en estos capítu-los se analiza la construcción geohistórica de la formación socioeconómica de Vene-zuela, aportando un análisis consistente y

completo de la estructuración del espacio territorial en su transformación histórico cultural. Aquí encontramos un marco claro para respondernos, como pueblo, ¿De dónde venimos? ¿Por qué somos como somos? Y ¿Hacia dónde podemos ir? Además, adquie-re fundamentación científica (arqueológica, antropológica e histórica) la propuesta de un socialismo comunitario para nuestro país al comprender que el núcleo del mismo se en-cuentra en nuestros orígenes civilizaciona-les, los cuales, trascienden la subordinación al metabolismo capitalista, tanto en anterio-ridad histórica como en proyección futura. Además, por sus resultados, la metodología utilizada que permite observar cómo los mo-dos de vida y de trabajo originarios fueron subsumidos por el capitalismo, puede ser-vir de modelo epistemológico para nuevas investigaciones que logren ampliar nuestra comprensión de los procesos de transforma-ción, no sólo en Venezuela, sino también en América Latina y el Caribe.

El segundo grupo de capítulos que corren del nueve al doce contienen una relectura de la historia de Venezuela que ya había sido expuesta por Sanoja-Vargas en su libro His-toria, identidad y poder. Dicha relectura de la “historia nacional” se encara desde un cri-terio emancipador, es decir, que comprende que la historia determina los contenidos de la conciencia de los y las oprimidos/as; por lo cual, dicha determinación, o puede ser utilizada y manipulada por la burguesía y oligarquía nacionales para la dominación (como en efecto ha ocurrido), o puede confi-gurar una herramienta para la liberación de

Iraida Vargas y Mario Sanoja. La larga marcha hacia la sociedad comunal. Tesis sobre el socialismo bolivariano. Caracas, Editorial El Perro y La Rana, 2015.

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las mayorías excluidas. Aquí se muestra la importancia de la historia como horizonte hermenéutico-material de sentido que posi-bilita la cohesión del pueblo bajo una con-ciencia de liberación común. Además, se analiza la impronta de las grandes mayorías en su diversidad de clase, étnica y de género, para la construcción de la identidad nacional y la diversidad cultural venezolana. La reite-rada sugerencia de Sanoja-Vargas para que la educación formal e informal venezolana se sostenga sobre una base histórica contra hegemónica como la presentada por ellos -¡desde la década de los noventa!- aún no ha sido escuchada por la dirigencia de la Revo-lución Bolivariana.

El tercer y último grupo de capítulos, que van del trece al veintidós, contiene múltiples y sugerentes reflexiones sobre el proceso de construcción de los Consejos Comunales y las Comunas, cuyo horizonte más que dar respuestas o exponer análisis “claros y dis-tintos”, abre discusiones de fondo, deja pre-guntas para iniciar nuevas investigaciones y plantea problemas actuales y futuros para la construcción de una sociedad comunal.

Como toda obra científica que se propo-ne conocer la complejidad de lo real desde una totalidad conceptual y no desde cierta parcialidad, La larga marcha tiene límites propios, algunos inherentes a los mismos objetivos del estudio, otros derivados de la realidad que intenta conocer.

En el primer reglón podemos subrayar que la obra carece de un balance real de los Consejos Comunales y las Comunas que ac-tualmente están conformadas o en proceso de conformación en el territorio nacional. Este balance, por demás, escapa a la mis-ma capacidad de Vargas-Sanoja y, tal como

ellos mismos han propuesto en más de una ocasión, una investigación que permita te-ner un balance científico de estos procesos de organización es tarea de una equipo mul-tidisciplinario de alto nivel. Dicho estudio aún está por hacerse.

Por otra parte, del núcleo fuerte del estu-dio deriva una debilidad que no es menor. Al enfocarse en el nivel fenomenológico de la producción cultural del espacio social que constituye históricamente la formación ve-nezolana, la obra descuida el nivel esencial de dicha formación, a saber, la determina-ción material de aquella producción. Esto no significa que Sanoja-Vargas desconozcan este nivel, sino que en el estudio falta la ex-plicación conceptual de dicha base material y su relación con el nivel fenomenológico de la cultura.

Asimismo, causa cierto rechazo la propues-ta de una ética axiológica contractualista como opción para la construcción comunal, resultando más consistente con el análisis presentado un ética de corte material (por ej la Ética de la liberación de Enrique Dussel). Aquí encontramos otro vacío importante.

En el segundo reglón (límites derivados de la complejidad de lo real), observamos que el texto no aborda de manera suficiente el pro-blema de lo que se ha dado a conocer como “Petro-Estado”; y con ello, quedan fuera de análisis una serie de consecuencias prácticas que son producto de la determinación mate-rial del “modelo rentista petrolero” sobre la cotidianidad del pueblo venezolano, es decir, sobre sus modos de trabajo y modos de vida (para usar dos categorías desarrolladas por Vargas y Sanoja).

Tampoco encontramos una lectura ma-terialista del régimen político venezolano,

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sus instituciones y los alcances reales del nuevo modelo de “democracia participativa y protagónica” impulsado desde 1998 con la constituyente. En contraste, se observa un examen del campo político que privile-gia la estructura jurídica y el análisis de las leyes, creando un desfase entre la ley y la realidad que no se cubre con puentes gno-seológicos claros.

Por último, notamos que falta en el estu-dio la apreciación de Vargas y Sanoja sobre la actual correlación de fuerzas en el país y la región latinoamericana y caribeña (al menos hasta 2014, año en que se terminó de escribir el texto), y su lectura de cómo di-cha correlación podría no favorecer o pos-poner nuevamente para un futuro incierto el proceso de liberación.

Con lo dicho, no desconocemos que La larga marcha constituya la única fundamen-tación científica conocida del proceso de transformación que vive Venezuela. Dicha fundamentación no se realiza con un lengua-je para élites académicas; por el contrario, el texto tiene la virtud de ser accesible para un público vasto y diverso, así como aportar un marco categorial mínimo para la compren-sión del proceso de construcción del socia-lismo comunal.

Esto debiera ser suficiente para consi-derarla desde ya como un clásico del pen-samiento crítico latinoamericano de las últimas décadas, por lo cual, hacemos un llamado para que el texto ocupe la atención y discusión de los y las investigadores/as orgánicos/as, las bases populares organiza-das y los cuadros medios y altos de direc-ción del gobierno revolucionario.

La consigna “¡Comuna o Nada!” no pue-de sostenerse de intuiciones o, peor aún, de

panfletos. Debemos tener la certeza cien-tífica del proceso para poder incidir con mayor propiedad sobre la realidad que nos proponemos transformar. Los profesores Mario Sanoja e Iraida Vargas nos han entre-gado herramientas importantes para ello.

Roger Andrés Landa ReyesRed de Intelectuales en

Defensa de la Humanidad

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NORMAS PARA LA PRESENTACIÓN DE ORIGINALES

Tierra Firme, revista de historia y ciencias sociales, es una publicación trimestral dedicada a la investigación científica en el área de las ciencias sociales y en particular a la historia. En ella se pu-blican artículos e informes que pueden ser: investigaciones concluidas, investigaciones en proceso y estudios analíticos, así como reseñas y comentarios.

El comité editor y el consejo de redacción de la revista han establecido una serie de normas y crite-rios para la publicación de los trabajos que damos a conocer a nuestros colaboradores:1.- Los trabajos deben ser inéditos y nunca con más de treinta (30) cuartillas.2.- Todos los trabajos irán precedidos de una hoja en la que figure el título del trabajo, el nombre del

autor o autores, así como un mini currículum de éstos. Debe señalarse la situación académica de los autores y su teléfono y dirección. En esta página precedente se incluirá también un resumen no mayor de quince (15) renglones y una lista de palabras clave.

3.- El consejo de redacción revisará en primera instancia los originales y seleccionará, si es necesario y de acuerdo con el tema, a dos miembros del comité editor o a dos expertos en la materia, quie-nes efectuarán una nueva revisión. En todo caso, la junta de arbitraje decidirá sobre los trabajos.

4.- Las colaboraciones deberán enviarse al correo [email protected] En cada cita deberá hacerse referencia a su fuente dentro del texto en el cual aparece; por ejem-

plo: (Núñez, T., 1975: 24). Al final del artículo o informe se darán las fuentes bibliográficas o heme-rográficas completas, en orden alfabético de autores, observando las siguientes normas:5.1. Libros: Apellido e iniciales del nombre del primer autor. Apellido e iniciales del nombre de

cada coautor. Título del trabajo subrayado y en mayúscula la letra inicial de las palabras que no son elementos de enlace. A continuación separada por una coma, la ciudad en la cual se encuentra la editorial, luego de dos puntos, la editorial y finalmente, separado por coma el año de la publicación. Ejemplo: Stepam, A. y D. Rock; The Military in Politic, Stanford University Press, 1980.

5.2. Artículos: Apellido e iniciales del nombre del primer autor. Apellido e iniciales del nombre de los coautores, título del trabajo con mayúscula, la letra inicial de las palabras que no son ele-mentos de enlace y todo entrecomillado, nombre de la revista subrayado, volumen y año, nú-mero y páginas. Ejemplo: Cunill Grau, Pedro; “Geohistoria Ambiental y expoliación de recur-sos naturales en la Venezuela pre-petrolera”. Tierra Firme. Vol. VI (1988), Nº 24, pp. 327-344.

6.- Las pruebas de imprenta no serán enviadas a los autores para su corrección final. Dichas correc-ciones se harán por el consejo de redacción, y el equipo de corrección.

7.- Los puntos de vista expuestos por los autores no corresponderán necesariamente con los de los editores.

La revista mantiene una sección dedicada a noticias relacionadas con la actividad científica de-sarrollada durante el año. Por ello, se agradece a los organizadores y responsables de congresos, jornadas, simposios u otra actividad de índole científica, ponerse en contacto con nosotros a fin de incorporar las informaciones correspondientes.

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Red de Historia Memoria y Patrimonio

Patrimonio (RHMP) es un entramado de relaciones político-culturales establecidas entre indivi-dualidades, colectivos organizados e instituciones vinculadas con la memoria y el patrimonio histórico (tangible e intangible), que busca crear un espacio de reconocimiento colectivo orientado a la descolonización de la memoria y la emancipación cultural como formas de activar la conciencia histórica del pueblo venezolano para la transformación, en aras de la construcción de una sociedad de justicia y equidad.

¿Cómo surge?La existencia en el país de un gran número de colectivos, instituciones e individualidades ocupados e interesados en los asuntos de la Historia, la Memoria y el Patrimonio, sugiere la necesidad de crear un sistema de articulación bajo los principios de la inclusión, la participación protagónica y la corresponsabilidad, que incentive el diálogo de saberes y la construcción de una estrategia común, respetando la diversidad y propiciando el conocimiento y autorreconoci-miento.

FilosofíaLa propuesta de la RHMP está fundamentada en:1. El Plan de la Patria Simón Bolívar1.1 Consolidación del Poder Popular a través de una postura suprainstitucional que promueva la horizontalidad de su organización.1.2 Activación de nuevas estrategias de promoción cultural.2. La “Historia Insurgente” como apuesta para descolonizar la memoria y reconocer la diversi-dad de los procesos históricos locales, regionales y nacionales.

¿Qué hace?La RHMP identifica problemas relacionados con la memoria histórica y el patrimonio, y participa en los esfuerzos que se emprendan para solucionarlos de manera colectiva.Propone publicaciones y actividades de formación, hace registro de la memoria y diagnóstico del patrimonio documental y cultural (tangible e intangible). Promueve la creación de museos comunitarios, archivos de la palabra, fotográficos, de video,entre otros; propone, acompaña y realiza investigaciones.Apoya la creación y sostenimiento en el tiempo de espacios para la formación académica como los Programas Nacional de Formación en Historia (PNFH).Privilegia la creación historiográfica centrada en el estudio de los pueblos, comunidades, comu-nas y localidades (Historia regional y local). Propicia las nuevas y diversas interpretaciones de la historia para la creación de un discurso histórico incluyente y liberador.

¿Cómo participar?Estableciendo contacto y enviando sus datos personales o institucionales a la dirección de correo electrónico siguiente:

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