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ENTREVISTA CON: JORGE ANTONIO GÓMEZ SOLÍS COORDINADOR DEL DEPORTE MUNICIPAL - COMITÁN En este número: El volcán chipotón. Cuento de Itzel Espejel (integrante del Centro Comiteco de Creación Literaria) Casa de Citas, de Héctor Cortés Mandujano

REVISTA DIEZ, NÚMERO 93

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La actualidad de la ciudad de Comitán de Domínguez, Chiapas.

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Page 1: REVISTA DIEZ, NÚMERO 93

ENTREVISTA CON: JORGE ANTONIO GÓMEZ SOLÍS

COORDINADOR DEL DEPORTE MUNICIPAL - COMITÁN

En este número:

El volcán chipotón.

Cuento de

Itzel Espejel

(integrante del Centro

Comiteco de Creación

Literaria)

Casa de Citas,

de Héctor

Cortés Mandujano

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Contenido

3.– CHICA DE DIEZ: ITZEL ESPEJEL

6- EDITORIAL:

¡Ñeve!

7.– ZAGUÁN:

ARENILLA: Luz de Las Casas.

12– PATIO:

Galería: Las fotos de la quincena.

18.– CHICA DE DIEZ: ITZEL ESPEJEL

21.– BALCONES:

Casa de Citas

Diamantes que brillan en la oscura violencia

cotidiana.

Autor: Héctor Cortés Mandujano.

33.– CORREDORES:

La Perra brava.

40.– SITIO:

ENTREVISTA:

Con Jorge Antonio Gómez Solís

Coordinador del Deporte Municipal.

Entrevistadora: Patricia Espinosa V.

49.– ACTUALIDADES.

51.– MOJOL.

Cuento: El Volcán Chipotón.

Autora: Itzel Espejel.

55.– CHICA DE DIEZ: ITZEL ESPEJEL

Revista catorcenal, hecha en la tierra de los cositías con la bendición de Tata Lampo.

Editor responsable: Alejandro Benito Molinari Torres

Contacto: [email protected]

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Comitán, ciudad que habla de vos

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DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos.

EL LUGAR IDEAL PARA DISFRUTAR LO MEJOR

DE LA VIDA

CENTRO TURÍSTICO

LOS ROBLES CHUCUMALTIC

Alberca y chapoteadero.

Tina de masajes.

Restaurant—bar.

Paseos a caballo.

Senderismo.

Área de camping.

Espeleoturismo.

Ingreso para nadar en la Laguna

Chuculmatic (buceo y snorkel).

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Carretera que conduce al Balneario

San Francisco Uninajab.

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TELS: 01 963 63 2 28 74 Y 9635963006

Comitán, ciudad que habla de vos

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Comitán, ciudad que habla de vos

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Comitán, ciudad que habla de vos

Algunos se quejan porque el

Perro Bermúdez ha trastoca-

do el lenguaje en la televi-

sión. En su afán de ser origi-

nal ha modificado la i por la

e. Los aficionados escuchan

e x p r e s i o n e s c o m o

―teretetete‖.

En Comitán, mucho an-

tes que el Perro se volviera

comentarista deportivo, los

vendedores de nieve nunca

lograron decir ¡nieve!; en su

prisa y en su canto de gritón

inalcanzable siempre han gri-

tado: ¡Ñeve, ñeve! Los estu-

diosos del fenómeno lingüísti-

co atribuyen tal modificación

al frío del contenedor de esas

riquísimas nieves de vainilla

o de limón; otros, más empí-

ricos, dicen que el cambio se

produce en el momento en

que el nevero realiza el secre-

to para que la nieve tenga la

consistencia ideal. Una leyen-

da urbana y no muy halagüe-

ña dice que los neveros lan-

zan un escupitajo al interior

del contenedor. ¡Gulp!

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Comitán, ciudad que habla de vos

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Comitán, ciudad que habla de vos

Artemio Gallegos López -Premio Chia-

pas– obsequió un libro al Maestro Jor-

ge, quien -lleno de gusto– lo presumió.

Tomé el libro, lo abrí y hallé un dibujo

a lápiz de mi tía Carmelita, de San

Cristóbal de Las Casas.

El libro reúne dibujos y la obra

poética y narrativa de Artemio. Es una

edición del Ayuntamiento de Tuxtla

Gutiérrez 2008-2010.

¿Cuántas páginas son necesarias

para reunir una obra de tal caracterís-

tica? ¡Muchas! ¿Por qué, entonces, abrí

el libro donde mi tía asomó como un

árbol de durazno? ¿Por qué Artemio

realizó un retrato a lápiz de ella? Para

esta pregunta tal vez pueda hallar la

respuesta, pero ¿para la primera?

¿Debo buscar alguna respuesta? ¡No!

Sería tanto como preguntar por qué la

luz se cuela en las hendijas; tanto como

preguntar por qué los hombres cubren

los techos de sus casas con tejas y sus

corazones con la brasa del cariño.

Mi papá -medio hermano de tía

Carmelita- me llevaba con frecuencia

a San Cristóbal de Las Casas; me lleva-

ba para enseñarme el lugar de su naci-

miento, el lugar de sus afectos, el lugar

de su corazón.

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Me llevaba, siempre, a casa de tía Carmelita. Yo, siempre, vestido con traje, entraba

al patio, a través de un pasillo angosto, luego torcía a la izquierda y entraba a la sala.

Quienes la conocieron sabrán que no miento al decir que ella fue lo que enseña el dibujo

de Artemio: un agua limpia sosegada. En el dibujo ¿ella lee? ¿De dónde las nubes que

parecen jugar con su cabello ensortijado? ¿De dónde la luz que es un aura en su rostro?

Mi papá me llevaba a casa de la tía Carmelita; me llevaba porque los niños deben, a

la hora que los adultos se acercan a abrazarlos, ver dónde los ángeles tienen ocultas sus

alas. Es en la infancia que se da el prodigio. Conforme crecemos abandonamos ese don.

Estamos tan necesitados de ver dónde los hombres y mujeres tienen sus manos; dónde

colocan sus pies; dónde cuelgan sus miserias; dónde hipotecan su espíritu y su corazón.

Yo, por fortuna, gracias a mi papá, pude mirar el renuevo de luz que ella poseía. Y aho-

ra, gracias al libro, pude ver cómo Artemio, niño iluminado, tuvo ese don a la hora de

hacer el dibujo.

Un día llegó mi papá a decirme que la tía había fallecido. Mi mamá, papá y yo via-

jamos a la ciudad de San Cristóbal de Las Casas. La casa de la tía estaba envuelta en

una niebla luminosa, como si el mundo supiera que el destino de los ángeles no es la tie-

rra. Pero, esa luz cesó cuando sacaron el ataúd y muchas mujeres, muchas, comenzaron

a cantar: ―Para vivir hay que morir…‖. A la hora que ella dejó su casa, las paredes del

espíritu de todos se fragmentaron. Mi mamá no pudo contener el llanto. ¿Alguien pudo

contener su nostalgia de agua, de viento? ¿Alguien puede resistir la ausencia de un

ángel? ¡Nadie! Los cielos son muy altos y las menguadas alas de los mortales no alcan-

zan para intentar el vuelo.

Los Maestros Jorge y Artemio no lo saben, pero, a través de ese libro, me permitie-

ron ver, de nuevo, dónde están sembrados los renuevos de los árboles de durazno en el

cielo. ¡Gracias!

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Las cajitas de Molinari

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Es de más ¡no entienden!

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Comitán, ciudad que habla de vos

¿Por qué tengo que repetir las cosas, por qué, por qué?

¡Qué bonita familia, qué bonita familia!

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¿Y también rotula fachadas?

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Comitán, ciudad que habla de vos

Un poco pornográfico el anuncito ¿no?

Las autoridades debían usar los zapatos-sacapuntas para recortarle tantito..

¡Uy, qué lapizote!

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Porque a quien lo destruya, aunque huya, sin mucha bulla,

lo alcanza la patrulla

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Plaza Las Flores - Local 34

Servicio a domicilio:

Tel.: 108-90-44

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Comitán, ciudad que habla de vos

Normalmente escribo estas columnas con

anticipación, conforme leo, veo películas,

escucho música, vivo. A veces, lo que lee el

eventual lector sobre mis citas tiene uno o

dos meses de haber ocurrido. Esta Casa es

la excepción. Escribo hoy, jueves 11 de

agosto de 2011, luego de leer la crónica

puntual y atroz del poeta Efraín Barto-

lomé que relata el asalto brutal a su casa y

el modo en que él y su esposa, la maravi-

llosa Guadalupe Belmontes, Pillita, fueron

sometidos, amenazados y ultrajados en

una hora en que la gente de bien reposa,

descansa, duerme, y en el espacio más

íntimo que tiene cualquier hogar: su re-

cámara.

Comienza Efraín: ―Son las 4:43 de la

mañana del día 11 de agosto de 2011.

―Hace aproximadamente dos horas

un grupo de hombres armados irrumpió

en mi casa ubicada en Conkal 266 (esq.

Becal), Col. Torres de Padierna, 14200,

México, D. F.‖

Rompieron cerraduras, cristales. ―En la

oscuridad, mi mujer se ubicó tras de mí

mientras oíamos que la tranca de la puer-

ta se quebraba y los hombres entraban.

―¿Tres, cuatro, cinco?‖

Hasta su habitación irrumpieron los

entes armados; allí los dos seres humanos

que predican y practican la paz y el amor

fueron insultados, allí fueron amenazados

para que se tiraran al piso, allí se les or-

denó callar. Los asaltantes, presumible-

mente ―guardianes del orden‖, eran los

reyes déspotas; los dueños devinieron

súbditos, reducidos por la fuerza, sin de-

recho ni a mirarlos ni a hablar si no era

para responder el interrogatorio; de eso

dependía si les soltaban o no un golpe, un

balazo.

Gente armada, en tanto, y en todas

sus estancias queridas, rasgaba, rompía,

aventaba, hurtaba. Conozco la casa de

mis amigos y por eso cada rincón retrata-

do por la crónica aparecía ante mis ojos

con las manos groseras puestas. Cada pa-

labra que leía de las que escribió Efraín

me dolía, me angustiaba, ponía espanto en

mi corazón. Estos dos amados amigos

pueblan mi espíritu, engrandecen mi alma

y lo que veo detrás de lo que escribe el

poeta es la bota del poder puesta encima

del poema, la fuerza encima de la razón,

la bestia feroz a punto de saltar sobre su

indefensa presa: ‗ ―¡Abran la puerta!

¡Abran la puerta, hijos de la chingada...!‖

gritaban mientras empujaban y metían

sus rifles negros hacia el interior.‖

La Güera y yo pasamos hace poco, en ju-

nio, una semana en esta casa. Su arquitec-

tura es caprichosa y sólo pudo surgir de

una mente creativa que, además, desafía

la lógica de la albañilería y los trazos -

geométricos de la arquitectura. De lo que

menos se echó mano aquí es de la línea -

recta. Hay dos construcciones diferencia-

das: una es propiamente la casa y la otra

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Una torre que alberga la recámara de

huéspedes y pisos sucesivos donde sólo

hay pintura, libros, arte y, al final, una vi-

sión amplia de la ciudad y el cielo. Si se ve

el techo de la primera construcción desde

la altura de la alta torre uno puede pensar

en una fabulosa carpa de obediente con-

creto dejada al albedrío de un niño ju-

guetón o en la parte superior de una cue-

va construida ex profeso para guardar te-

soros magníficos. ―Son las paraboloides

hiperbólicas de Félix Candela‖, puntuali-

za Efraín, quien nos enseña orgulloso su

creación.

La mano del poeta que juega a no

ponerse diques para crear se nota desde

antes de entrar en la casa, con el cuidado

de un soberbio maguey de hojas rayadas

que preside la esquina, los cactus que la

rodean, los árboles de enfrente, las pie-

dras que marcan el camino.

Se entra a un sendero de escaleras

que se bifurcan.

Su sala parece una cueva de altos te-

chos extravagantes; una de sus paredes

está hecha sólo de cristales; se asciende al

comedor, frente al cual hay un piano:

―Quité la tranca que protege la puerta de

nuestra recámara y me asomé al pasillo:

hacia el comedor veía luces (¿verdosas?

¿azulosas? ¿intermitentes?) acompañando

los golpes violentos contra el cristal que

da al sur.‖

La admiración y la amistad que siento por

Efraín, me llevaron a escribir el libro (que

es el primer tomo de quizás tres o cuatro)

Los versos y la sangre, vida y obra de

Efraín Bartolomé.

Presentamos el primer tomo, ―En el

vientre del atanor‖, en la sala Manuel M.

Ponce de Bellas Artes, el 9 de agosto de

2011; un éxito del que hablaré en otra

ocasión. Luego de firmar libros y hablar

con muchas y muchos, de despedirnos de

los que estuvieron hasta el final, Pillita,

Efraín y yo, sin ninguna otra compañía,

fuimos hasta un restaurante de especial

sazón donde brindamos con cervezas en

mano.

Los tres estamos agotados. A Pillita

casi se le cierran los ojos cuando llegamos

a casa. Soy de nuevo su halagado y agra-

decido visitante, y ellos de nuevos mis

espléndidos anfitriones. Paso un momento

a la sala y Pillita, por la confianza que me

tienen, pone en altavoz el teléfono; oímos

la voz de Celina, hija amorosa, que emo-

cionada, desde Nueva York, le dice a am-

bos cuánto los ama. Nos deseamos buenas

noches y, cuando ya voy hacia mi cuarto,

Efraín me acompaña para poner, en cuan-

to cierre mi puerta, una protección espe-

cial por si llueve. Uno de los muchos deta-

lles de amabilidad que he recibido desde

que llegué.

―La puerta de la sala está rota de la

misma forma en que rompieron la de

nuestra recámara: la chapa en el suelo y

fragmentos de duela en el piso.

―Está abierta la puerta de la torre y

prendidas las luces del cuarto de huéspe-

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des.‖

Tengo un sueño tan leve que, cuando vivía

en Tuxtla, recuerdo, me despertaba el be-

so que una hoja seca al caer daba al piso.

Cuando estuvimos con mi mujer en el

cuarto de huéspedes de nuestros amigos

abrí los ojos de madrugada porque una

especie de extraño siseo parecía venir del

jardín. Me incorporé (la Güera seguía

durmiendo), abrí la puerta y salí. Hacia el

lado derecho hay varios árboles de higo y

durazno; a la izquierda unas escaleras

que llevan hasta el riquísimo jardín de

cactus; enfrente, arbustos de flores. Hacia

allí caminé sobre el pasillo que llega a la

puerta de la sala. Me detuve al llegar.

Unas escaleras van hacia una parte baja.

De allí venía el sonido. Fui: el cuarto de

lavado, una lavadora encendida, un zum-

bidito.

―La puerta de la sala está rota de la

misma forma en que rompieron la de

nuestra recámara: la chapa en el suelo y

fragmentos de duela en el piso.‖

―Vamos hacia la torre y entramos al cuar-

to de huéspedes: cajones volcados, revis-

tas en el suelo, cosas sobre la mesa, puer-

tas del clóset colgando, zafadas de su riel

inferior.‖ En este cuarto dormí el 9 de

agosto de 2011. Un día antes del asalto,

una madrugada antes. He leído a solas el

correo de Efraín. Cuando mi mujer y mi

hija regresan de caminar les pongo en

pantalla la crónica. Tienen rostros de sus-

to. No entienden cómo pudo ocurrir eso.

Cuando terminan de leer se vuelven hacia

mí y dicen lo que han estado pensando:

¿Y si hubieras estado allí?

Proponen las posibilidades. Ante el

menor ruido te hubieras levantado. Y eres

muy discutidor. Tal vez te hubieran gol-

peado. Tal vez te hubieran matado.

Les cuento que apenas leí la crónica

marqué a la casa y no me respondieron.

Al celular, después. Oigo la voz que res-

ponde y empiezo a hablar atropellada-

mente. Es Balam. Me dice que Efraín está

en una conferencia en vivo con Carmen

Aristegui. Conversamos brevemente sobre

el asunto hasta que me dice: ―Mira,

Héctor, ya quedó libre mi papá. Te lo pa-

so.‖ Oigo la voz de Efraín. La noto más o

menos tranquila. Alcanzó a oír a Pillita

que también viene al aparato.

El 10 de agosto me levanté temprano y,

como suponía que mis anfitriones aún

dormían, fui a leer en una mecedora pues-

ta debajo de la sombra de un árbol. Las

olas, de Virginia Woolf.

Cuando aparecen, tomamos café y ca-

da cual cuenta su sueño. Desayunamos

con largueza mientras hablamos de la

presentación de la noche anterior y del

sinnúmero de temas que con regularidad

recorremos en nuestras proteicas charlas.

Oímos un jazz espléndido. Pillita me dice:

―Estás oyendo mi disco favorito‖.

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Comitán, ciudad que habla de vos

Después del desayuno, Efraín trae en-

vuelto en una tela preciosa un objeto que

será mi regalo. Él desenvuelve la bolsa

que, del mismo material, guarda el obse-

quio. Meto la mano y toco. Sé lo que pue-

de regalarme el poeta. Un libro. Y eso es,

pero no uno cualquiera, sino uno suyo que

celebra el amor que siente por su mujer:

El son y el viento, editado por Monte Car-

melo. Se terminó de imprimir el 30 de ju-

nio pasado. Aún no se distribuye. Soy de

los primeros afortunados en tenerlo.

Se arreglan, yo ya estoy listo para

partir, y antes de subirnos al coche en el

que me llevarán al aeropuerto recibo un

regalo más, de Pillita: el disco que hemos

disfrutado. Brandford Marsalis. Trío Jee-

py.

Llegamos con tiempo. Decidimos to-

mar algo mientras esperamos la hora en

que debo entrar a la sala de abordar. Creo

que es allí donde uno de los dos sugiere en

broma, con el apoyo del otro, a partir de

algo que he dicho: Se me hace, Héctor,

que tú nunca has llorado.

Escuchar que Efraín está tranquilo

me pone un nudo en la garganta. Sin duda

su interior es un amasijo de emociones: la

alegría intensa de constatar cuánta gente

lo quiere, el 9; la violencia extrema que

pone en riesgo su vida y la de su amada, el

11. Trato de sonar normal, pero sé que no

lo logro. Estoy rabioso, enfurecido y al

mismo tiempo emocionado con que nada

peor haya ocurrido con estos dos enormes

seres humanos amables y amados. A lo

que hemos llegado: alegrarnos de que los

criminales sólo nos vejen, pero no nos ma-

ten. ―La policía nunca llegó.‖ Tal vez fue

que allí estaba, en ese maridaje cada vez

más claro entre los que violan la ley y los

que deben protegernos de sus violadores.

Pillita me habla. En su voz hay más

emoción contenida y cuando comienza a

hablar conmigo me doy cuenta que está a

punto de llorar. Me cuenta: ―Cuando vi-

mos cómo había quedado el cuarto de

huéspedes, pensamos de inmediato en ti y

lo primero que se nos ocurrió fue dar gra-

cias porque ya no estuvieras en este cuar-

to, que no tuvieras que vivir este horror

que nosotros vivimos‖.

Me emociona la gran altura humana

de mis amigos, su generoso corazón. Vi-

vieron momentos de espanto y sus espíri-

tus aún siguen pensando en el bien de los

demás. Son seres de luz y bondad. En mis

ojos hay lágrimas. Sí, lloro, a veces. Y

ahora lloro por la alegría de saber que

ellos están bien, que la oscuridad no pue-

de cubrir ni apagar la luz intensa de sus

almas impecables, diamantinas.

Contactos:

[email protected]

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http://issuu.com/revista10/docs/yo_tambi_n_me_llamo_vincent_-_novela__breve.

Si alguien desea el archivo en PDF, favor solicitarlo a:

[email protected]

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Comitán, ciudad que habla de vos

Todo nació en Toluca. Todo devino del Centro Toluqueño

de Escritores. Todo fue por obra y gracia de Abelardo

Hernández Millán y de Luz del Alba Velasko.

Todo fue como esa inspiradora ―Perra Brava‖, del

equipo Toluca, de fútbol. Porque esa porra se quita la pla-

yera cuando quiere decirnos que la afición es algo que está

en la piel. Así fue el XI Festival del Cuento Brevísimo, cele-

brado en el Café Na’Canán, de Comitán. Se trataba de

mostrar la afición y de ―leer con la cara al Sol‖; se trataba

de quitarse la playera y desnudarse ante el auditorio, por-

que esto y no otra cosa es la escritura: un desnudarse del

espíritu para mostrar las miserias o las excelsitudes.

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Comitán, ciudad que habla de vos

Abelardo Hernández Millán vino desde Toluca. Compartió con el auditorio

su experiencia en el texto breve y contó anécdotas y -de paso– presentó el

número 399 de La Hoja Murmurante.

La Hoja Murmurante es una propuesta editorial dirigida por Héctor Su-

mano Magadán. Durante más de veinte años ha formado una colección que

ya supera los cuatrocientos números. Algo insólito en este país.

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Comitán, ciudad que habla de vos

El XI Festival del Cuento Brevísimo se realizó el viernes 16

de septiembre, a partir de las cinco de la tarde. La convo-

catoria reunió a diversos narradores de la ciudad de Co-

mitán, Chiapas.

Escritores reconocidos, como el propio Abelardo, o

Luz del Alba Velasko o Francisco Nucamendi o Bertha

Maldonado o Ricardo Aguilar o el poeta Arvey Rivera

compartieron mesa con escritores noveles del Centro Co-

miteco de Creación Literaria y de la Casa del Arte.

Fotografías.

Cortesía: Na‘Canán.

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Comitán, ciudad que habla de vos

Belén no leyó algo de su autoría, pero sus escasos años de

edad la convirtieron en la ―lectora brevísima‖ del Encuen-

tro. Ella, con gran carácter compartió textos de una poeta

cubana (sic) y, posteriormente, un fragmento de la vida de

Toulouse Lautrec . ¡Bien por ella y bien por el foro que le

permitió acercarse al maravilloso mundo de la literatura!

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Comitán, ciudad que habla de vos

Itzel Espejel e Isra, inte-

grantes del Centro Comite-

co de Creación Literaria, al

lado del escritor Abelardo

Hernández Millán, del Cen-

tro Toluqueño de Escrito-

res.

El Centro Comiteco de

Creación Literaria es un

proyecto de la Universidad

Mariano N. Ruiz, auspicia-

do por el Honorable Ayun-

tamiento de Comitán 2011 -

2012.

Foto: Cortesía Na‘Canán

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Comitán, ciudad que habla de vos

Jorge Antonio Gómez Solís, es Direc-

tor del Deporte, del Ayuntamiento de

Comitán 2011-2012. Con la convic-

ción de que la “operación hormiga”

es la mejor forma de lograr el desa-

rrollo de nuestro entorno, trabaja día

a día por dar el ejemplo y demostrar

que es mejor realizar el trabajo en

equipo y no solo dar órdenes.

Toda su vida ha practicado el de-

porte con energía y con esa misma -

energía respondió las siguientes pre-

guntas:

¿Soñó con ser algún día el Director

del Deporte del Ayuntamiento y para

qué?

Si soñé con ser director del deporte.

He estado siempre en el deporte,

viendo las cosas que no se han

hecho; para eso llegué y mi único

fin es componer y mejorar algunas

cosas en este ámbito.

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DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos.

Comitán, ciudad que habla de vos

¿Cuáles han sido los logros más impor-

tantes de su gestión?

Soñé con que hubiera un gimnasio de

box, también estamos componiendo el

Estadio Municipal; estamos trabajan-

do día a día en él y no voy a dejar de

trabajar hasta que yo vea empastado

completamente el estadio y con luz la

Unidad Deportiva en la que ya tene-

mos un avance del noventa por ciento.

Un logro para mí es tener buenas rela-

ciones con todas las ligas de Comitán.

Esos son los logros más importantes

hasta el momento.

El actual Presidente Municipal ¿le apues-

ta al deporte en el municipio?

Bastante, el Contador Público José

Antonio Aguilar Meza, está compro-

metido con el desarrollo sano de la ju-

ventud comiteca. Vamos bien de acuer-

do a nuestras posibilidades y se han

atendido todas las disciplinas.

Han criticado que en los campos depor-

tivos se toma alcohol a la hora de los jue-

gos, ¿cuál es su comentario?

Es rico tomarse una cerveza, pero con

responsabilidad porque el hecho de

pasar a la embriaguez se convierte en

un problema, además llegan niños a

los estadios. Hemos platicado con los

diferentes presidentes de liga; cada

quien tiene su punto de vista. Ya tene-

mos una menor escala de este proble-

ma, antes se tomaba un ciento por

ciento y ahora sólo un veinticinco o

treinta por ciento; ese fue un compro-

miso que hice, pero quitarlo de tajo es

muy difícil.

Aunque la respuesta pareciera obvia, me

gustaría que nos comentara ¿por qué es

importante que la juventud de Comitán

practique deporte?

Porque hay que volverse adicto ¡pero

al deporte! y esto sólo lo podemos ga-

nar con los espacios públicos que se

están abriendo. Comitán no debe que-

jarse porque tenemos unos espacios

públicos preciosos. Está la Unidad De-

portiva, el Estadio Municipal, el Poli-

deportivo, el espacio de la Pilita Seca y

San Sebastián con un gimnasio. Invito

a la ciudadanía y a los jóvenes que to-

men como vicio al deporte, no olviden

que el que tiene ganas de estar entre-

nando alimenta su espíritu, cuerpo y

alma para vivir en plenitud.

¿Le alcanzará el tiempo para realizar to-

das las acciones que desea?

Creo que me alcanzará. Claro, consi-

dero que hay muchas cosas que se que-

dan en el camino porque uno quisiera

darle a todos pero no se puede, no al-

canza el presupuesto. Más que nada es

muy importante rehabilitar los espa-

cios públicos, y no dejarlos caer.

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Rodeado por el canto de las aves y los

silbatazos en las canchas; abrazado por la

sombra de una frondosa jacaranda, enfa-

tizó que está con todo el gusto de seguir

trabajando y echarle muchas ganas al de-

porte en Comitán, a pesar de que su en-

comienda es por año y ocho meses y el

tiempo ha avanzado. Esa fue su meta

desde un principio: ¡trabajar y dar todo!

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Grupo de yoga - Casa Día

DIF Municipal.

Practica en la Unidad Deportiva.

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Estamos llenos de cultura.

¿Cuándo venís a

Comitán a

llenarte de luz?

Consejo Ciudadano de Cultura Municipal

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Honorable Ayuntamiento

de Comitán

y

Universidad

Mariano N. Ruiz

¿Te gusta escribir? El Centro Comiteco de Creación Literaria es

¡para vos! Ser parte del Centro no tiene algún costo económico. Lo

auspicia el Honorable Ayuntamiento de Comitán 2011-2012.

Sesionamos los miércoles en la sede del Centro, frente al Santuario del

Niñito Fundador.

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CRÓNICAS DE ADOBE

Programa del martes 20 de septiembre de 2011.

Invitado de honor: Arq. Luis David Ramírez Solórzano.

Tema: ―Comitán, diseño del hombre bajo la mano del universo‖

Luis David mencionó que uno de los graves defectos de los comitecos es que nos

―creemos‖ muy listos, pero no ¡nos lo creemos!

El primer paso para subsanar dicha deficiencia -dijo– es dejar de ser racistas.

En la foto: Genaro, Itzel, Paty, Luis David, Alejandra y su hijo.

www.imer.gob.mx - Todos los martes, de tres a cuatro de la tarde.

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Comitán celebró con alegría y tranquilidad los festejos patrios.

El día 16 de septiembre, después del desfile, el parque central se llenó de jóvenes

estudiantes y, como en los buenos tiempos, dieron vueltas al parque.

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EL VOLCÁN CHIPOTÓN

Rompiéndose la cabeza, Mariana buscaba un camino hacia el Volcán Chipotón,

el cual no se había dejado de quejar de un gran dolor de cabeza, desde hacía ya

cuatro noches. Caminando de un lado a otro, Mariana pensó que sería buena

idea llamar a Tejamanil. Él o ella, o más bien ¡eso!, era como una metamorfosis,

pero una que había terminado mal. Tejamanil tenía cabeza de jabalí, cuerpo de

lobo y cola de lagartija. Sí, era bastante feo o fea; como sea, el hecho es que era

la creatura más fiel y sabia que pudiera existir. Sí, más fiel que el perro y más

sabia que el abuelo.

–¡Tejamanil, qué bueno que viniste, quiero pedirte un favor! –dijo Mariana,

entusiasmada– Quiero ayudar al Volcán Chipotón, ya que todos estamos cansa-

dos de sus quejumbrosos alaridos llenos de cenizas; aparte de que ¡míralo, po-

brecito, está sufriendo!

–Pero, ¿nosotros qué podemos hacer? ¿Cómo podemos ayudarlo? –preguntó

Tejamanil.

–Pues, preguntándole, pero no sé cómo llegar a él –contestó Mariana.

–Yo sé un camino, pero a cambio tendrás que darme lo que llevas en tu mo-

rral. Es que, hmmmm, huele rico y tengo hambre –dijo Tejamanil, con pena.

Mariana sacó de su morral su más sagrado, rico, suavecito y grande chimbo

que su abuela hacía sólo en esa temporada del año y, con gran pesar, se lo dio a

Tejamanil, quien se lo zampó de un bocado.

–Hmmm, esto estuvo, hmmm, muy bueno –dijo

Tejamanil, lamiéndose los bigotes, empalagosos.

–Bueno, es hora de irnos –dijo Mariana, enfu-

rruñada.

–Sube a mi lomo, pequeña, que hemos de ir

con el Volcán Chipotón.

Así pues, cuando llegaron con el

Volcán, todo era más ruidoso que cuan-

do parecía que los bebés estaban rotos.

–Volcán, dinos ¿cómo podemos

ayudarte para que ya no te duela la ca-

beza? –dijeron Mariana y Tejamanil al

unísono.

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–Pues necesito cuatro de esas pastillitas blancas, esas que les dicen

―naspirias‖ –contestó el Volcán.

–¿Y por qué no vas por ellas? –preguntó Mariana.

–Porque tendría que moverme y si me muevo ¡todo sería un desastre! La

sangre fluirá por mi cabeza y destruiría el pueblo. ¿Podrían ir ustedes? –dijo el

Volcán.

–¡Claro! Iremos con la gran bruja chamán Calabaza, ella sabrá sobre las

―naspirias‖ –contestó Mariana.

Cuando llegaron con la gran bruja ella les dio las pastillas a un precio casi

regalado ya que era algo totoreca y Mariana pensó que era aún más totoreca

cuando le dijo:

–¡Cuidado, porque podría desatarse la pocalipsis!

Ninguno de los dos le hizo caso y regresaron con el Volcán Chipotón y le die-

ron las pastillas. Al tomar las ―naspirias‖ dejó de dolerle la cabeza y se puso más

feliz que nunca, como si hubiese comido un payaso, ya que reía y le salían fuegos

artificiales por su cabeza.

–¡Ah!, así que esto es la pocalipsis –dijo Mariana a Tejamanil, mientras, co-

rriendo, regresaban a casa y se cubrían de las chispas que caían y quemaban,

dejando atrás un cielo oscuro y lleno de brillantes colores.

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