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Universidad de la República Facultad de Psicología Trabajo Final de Grado Rol y Herramientas del Psicólogo Clínico en un primer encuentro con el consultante Estudiante: Maiara Ribeiro C.I: 4.534.554-4 Tutora: Prof. Tit. Dra. Rosa Zytner. Tutora Sub.: Prof. Adj, Mag. Adriana Tortorella Revisora: Prof. Agda. Mag. Julia Tabó Montevideo, Uruguay Abril de 2021

Rol y Herramientas del Psicólogo Clínico en un primer

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Page 1: Rol y Herramientas del Psicólogo Clínico en un primer

Universidad de la República Facultad de Psicología

Trabajo Final de Grado

Rol y Herramientas del Psicólogo Clínico en un primer encuentro con el consultante

Estudiante: Maiara Ribeiro C.I: 4.534.554-4

Tutora: Prof. Tit. Dra. Rosa Zytner.

Tutora Sub.: Prof. Adj, Mag. Adriana Tortorella

Revisora: Prof. Agda. Mag. Julia Tabó

Montevideo, Uruguay

Abril de 2021

Page 2: Rol y Herramientas del Psicólogo Clínico en un primer

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Contenido Resumen ......................................................................................................................... 3

Abstract ........................................................................................................................... 4

1. Introducción ............................................................................................................. 5

2. Rol del psicólogo clínico ........................................................................................ 7

3. Intervenciones clínicas .......................................................................................... 9

4. Primer encuentro .................................................................................................. 12

4.1 Entrevista psicológica ........................................................................................... 12

4.2 Distintos momentos de la entrevista ........................................................................... 15

4.4 Análisis de los recursos del psicólogo clínico ............................................................ 22

4.5 Alianza terapéutica: vínculo entre psicólogo y paciente ................................. 27

5. Método clínico ....................................................................................................... 29

5.1 Reflexionando sobre algunos aspectos del encuadre .................................... 31

5.2 Escucha y mirada clínica ..................................................................................... 34

5.3 Aptitud y actitud clínica ......................................................................................... 37

5.4 Disociación instrumental ...................................................................................... 38

5.5 Transferencia y contratransferencia ................................................................... 39

7. Referencias bibliográficas ................................................................................... 45

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Resumen

En el presente trabajo final de grado se pretende abordar el rol y las herramientas del

psicólogo clínico haciendo énfasis en el primer encuentro con el consultante, a partir de

una experiencia clínica con un enfoque psicoanalítico, en un servicio de salud

Universitario.

Se realiza un recorrido por distintos conceptos fundamentales para la clínica, se define

el rol del psicólogo, las posibles modalidades de intervención, y se propone la entrevista

psicológica como principal herramienta para llevar a cabo un primer encuentro con el

consultante.

Se hace referencia al método clínico como estructura para guiar y profundizar en el

primer encuentro clínico con el consultante y a la vez se reconocen ciertos elementos

inherentes a la relación psicólogo-paciente y la alianza terapéutica que de allí emerge.

Asimismo, se tendrán en cuenta las ansiedades que se generan en esa primera

entrevista y las particularidades de la misma. Por lo tanto, se tienen en cuenta

fenómenos tales como la transferencia y contratransferencia que emergen del vínculo.

Es pertinente a lo largo del trabajo reconocer qué herramientas y qué fenómenos son

facilitadores en lo referente al primer encuentro y cuáles podrían ser posibles obstáculos

del mismo.

Para indagar sobre las temáticas mencionadas se recurre a autores referentes como

Bleger, Ulloa, Albajari y a otros más actuales como Muniz, Perpiña, Tabó, entre otros,

con los cuales se puede incurrir en nuevas perspectivas sobre los conceptos y

reflexionar acerca de ellos.

Palabras clave: Encuentro Clínico- Método clínico- Alianza terapéutica.

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Abstract

In this final degree project, it is intended to address the role and tools of the clinical

psychologist, emphasizing the first meeting with the client, based on a clinical experience

with a psychoanalytic approach, in a University health service.

A tour of different fundamental concepts for the clinic is carried out, the role of the

psychologist is defined, the possible intervention modalities, and the psychological

interview is proposed as the main tool to carry out a first meeting with the consultant.

Reference is made to the clinical method as a structure to guide and deepen the first

clinical encounter with the client, and at the same time, certain elements inherent in the

psychologist-patient relationship and the therapeutic alliance that emerge from there are

recognized.

Likewise, the anxieties that are generated in that first interview and its particularities will

be taken into account. Therefore, phenomena such as transference and

countertransference emerging from the link are taken into account.

It is pertinent throughout the work to recognize which tools and which phenomena are

facilitators in relation to the first encounter and which could be possible obstacles to it.

To inquire about the aforementioned topics, reference authors such as Bleger, Ulloa,

Albajari and other more current ones such as Muniz, Perpiña, Tabó, among others, are

used, with which new perspectives on the concepts can be incurred and reflected on

them.

Keyword: Clinical Encounter - Clinical Method - Therapeutic Alliance.

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1. Introducción

El presente trabajo plantea una aproximación a varios conceptos y fenómenos de la

clínica, referentes al psicólogo clínico en los primeros encuentros con el consultante.

El interés personal para la elección del tema y la idea, se originaron desde mi

participación en la práctica: “Clínica psicoanalítica con adultos", llevada a cabo en el

anexo de la Facultad de Psicología de la UDELAR en el año 2019.

Esta experiencia me permitió darme cuenta acerca de la importancia del primer

encuentro con el consultante, y a la vez sirvió de incentivo para indagar en el rol y las

herramientas del psicólogo para afrontar dicho encuentro, así como los fenómenos que

se despliegan y sus posibles abordajes. Es por ello que, estando próxima a egresar

como Licenciada en Psicología, me urge actualizar y refrescar los conocimientos acerca

de las herramientas teóricas y técnicas, así como también todo aquello que constituye

a ese primer encuentro inaugural.

Este encuentro, además, es de suma relevancia, no sólo por los datos recabados, sino

por lo que allí acontece, teniendo en cuenta los elementos y los fenómenos cruciales

para conocer e indagar sobre el consultante.

Surgen a su vez variadas interrogantes acerca de los factores y los aspectos que se

ponen en juego en un primer encuentro, así como también la importancia del vínculo

que allí se produce entre el psicólogo y el consultante. Acerca de dichas interrogantes,

las mismas se irán develando y reflexionando en base a los conceptos y los elementos

planteados, la experiencia y fenómenos que hacen al encuentro.

En una primera instancia, se aborda el rol del psicólogo clínico y las posibles

intervenciones que puedan tener lugar en el ámbito clínico a nivel general. Asimismo, y

a nivel particular, interviniendo en una situación clínica, con otra estudiante,

conformando una atención en duplas en el contexto de dicha práctica. Para ello se

reflexionará acerca de situaciones puntuales de dicha experiencia.

Se hace un recurrido por los distintos momentos, así como las ansiedades y se

reflexiona sobre el vínculo que comienza a emerger en ese primer encuentro.

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Se entiende que la entrevista psicológica es el instrumento con más posibilidad de

adaptación para enfrentar el primer encuentro con el paciente, por ser de gran

plasticidad y versatilidad. Por lo que se considera esencial el conocimiento de la

entrevista como técnica.

Es parte del rol del psicólogo poder apropiarse de las herramientas teóricas con las

cuales se sustenta para la elaboración de una estrategia de intervención a medida y

acorde a cada sujeto (Muniz, 2005).

En una segunda instancia, se desarrollan las posibles herramientas con las cuales

cuenta el profesional para atender el pedido de ayuda. Tales herramientas se

encuentran enmarcadas dentro del método clínico, y sirven de guía para ordenar y

entender la información recibida por parte del consultante.

De igual modo, se explicitan elementos como la escucha y mirada clínica, fenómenos

transferenciales como transferencia y contratransferencia, así como también las

variables a determinar, como el encuadre de trabajo.

En cuanto a la importancia del vínculo que se genera en el encuentro, se toman los

aportes de Bleger (1964), quien plantea que el campo de la clínica está determinado por

el vínculo que se establece entre el psicólogo clínico y el consultante; estando el

encuadre de trabajo conformado por la actitud técnica, el rol profesional, y los objetivos.

En tal sentido, este marco es el que posibilita un proceso clínico, y los cuales se pretende

describir para entender su funcionamiento.

A lo largo de este trabajo se espera dar cuenta acerca del estado del arte y la articulación

de las conceptualizaciones teórico-clínicas de las diferentes estrategias y herramientas

que utiliza el psicólogo clínico en un primer encuentro con el consultante.

Se propone de esta manera pensar el encuentro como una posibilidad de hacer confluir

en él las herramientas técnicas aprendidas, las cuales se irán desarrollando y

apropiando en la práctica clínica, y que posicionan al psicólogo - entrevistador en un rol

activo dentro la situación clínica.

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2. Rol del psicólogo clínico

Como lo define el Instituto de Psicología Clínica (UDELAR, 2020) el psicólogo clínico se

ocupa de la investigación, comprensión e intervención de las condiciones que pueden

generar malestar o sufrimiento a las personas en los diversos contextos en los que

puedan tener lugar.

Para entender el rol que asume el profesional en la práctica clínica, es menester hablar

del psicólogo como participante e integrante activo de la sociedad, lo cual significa que

está implicado y determinado por ella.

Hablar de roles del psicólogo “(...) implica asumir el carácter de sujeto producido y

determinado por las relaciones sociales y las circunstancias históricas que le toca vivir

sin olvidar que es “hacedor” de las mismas” (Giorgi, 1991, p.10). Entonces, así como se

producen cambios continuos en la sociedad actual, el psicólogo desde su rol puede

adaptar sus principales herramientas a la hora de trabajar (Muniz 2005).

Es razonable de este modo, poder pensar y pensarnos como parte de la sociedad,

propiciar el bienestar de la población, teniendo en cuenta las particularidades de nuestra

comunidad, el contexto y la realidad de cada situación clínica.

Lo que compete en el presente trabajo son las funciones del psicólogo clínico:

diagnóstico, tratamiento e investigación de los problemas que se refieren al

comportamiento humano (Amoros, 1980).

En este sentido, el psicólogo utiliza la entrevista como:

Uno de los pasos técnicos a dar en la toma de contacto con una persona

que dice desear ser ayudada (por iniciativa propia o por instancias de otros) que

es llevada a cabo por un psiquiatra o un psicólogo con la finalidad de arribar a

un diagnóstico de síntesis, al pronóstico y a la orientación terapéutica” (Rolla,

1981, p.11).

Es así que, para atender el pedido de ayuda de un paciente, el clínico, en base a su

formación y conocimiento acerca del tratamiento y sufrimiento humano, lleva a cabo un

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procedimiento para conocer al sujeto que consulta, y poder estimar las posibilidades de

ofrecerle algún tipo de respuesta a la solicitud de ayuda (Yasky, 2005).

En cuanto a la clínica psicoanalítica, desde el punto de vista de Liberman (1962), se

puede decir que el psicólogo clínico que utiliza al psicoanálisis como referente teórico,

mantiene cierta actitud de búsqueda. Esto es debido al constante enfrentamiento con

problemáticas a las cuales debe objetivar, oficiando, por un lado, de investigador, y por

otro como participante activo de la situación.

En este punto cabe destacar que no es desde siempre que se considera al psicólogo

como parte del campo y con un rol activo. Esto se puede apreciar en los trabajos clínicos

realizados por de Sigmund Freud (1856), en los cuales el psicólogo cumplía la función

de espejo, donde solo mostraba lo que le era mostrado; lo cual ya no es aplicable en la

clínica contemporánea.

Es sabido hoy en día, luego de mucha teorización y actualización de conceptos, y

cambios en los paradigmas, que el psicólogo como sujeto trae aparejado su historia y

su propia realidad subjetiva.

Es en ese encuentro particular con un otro, que podemos pensar la participación de

ambos como una “función activa”, contextuada en un nuevo encuentro historizante, en

tanto proceso de encuentro “vivido e irrepetible” (Muniz, 2005, p.26).

En cuanto al rol que se llevó a cabo en la práctica psicoanalítica en el marco

mencionado, conviene destacar que en dicha experiencia el rol de psicólogo clínico fue

ejercido en dupla y con supervisión docente. Es así que el rol asumido por la dupla en

relación a la paciente fue el de mantenimiento y sostén del vínculo en ese primer

encuentro. En tal sentido, se hizo hincapié en un rol de contención, incentivo y guía de

la paciente, así como también de la asociación de palabras y de situaciones, para que

pueda haber resignificaciones con respecto a las demandas planteadas.

El objetivo se centró en poder pensar y problematizar en sus vínculos cercanos y en la

problemática que planteaba como motivo de consulta manifiesto, así como también

indagar en el motivo latente. También se fomentó la creación de una alianza terapéutica,

teniendo en cuenta las particularidades propias de la situación clínica formada por tres

integrantes y no por dos como es habitual encontrar en la práctica clínica.

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Se entiende de este modo que el psicólogo clínico para cumplir con su rol debe ser

capaz de: observar, escuchar, y registrar no solo lo que ve, sino también ser capaz de

ver más allá del discurso del consultante.

En este sentido, es importante la creación de posibles hipótesis que luego van a ser

contrastadas a lo largo del proceso, y que sirven de guía para el propio psicólogo.

En síntesis, podemos dar cuenta que el psicólogo se va construyendo a medida que

ejerce su rol, con sustento en su posición de analista, desplegando sus herramientas

teóricas y prácticas adquiridas, con sustento en su propio análisis personal; entre otros

elementos que propician como continente, desde el cual realiza diversas acciones que

componen y que hacen a la multiplicidad de intervenciones.

3. Intervenciones clínicas

El primer encuentro con el paciente se encuadra en una intervención clínica. En relación

con la etimología del término y en concordancia con Cristóforo (2015) el mismo proviene

de la conjunción de inter y venire, cuyo significado es ‘venir entre’: «Venir significa

moverse hacia el lugar dónde está el que habla» (p. 29).

Las intervenciones se corresponden en su mayoría con la demanda, ya sea de un

particular, una institución, comunidad, etc.

En el Programa: “Modalidades y Efectos de las Intervenciones Clínicas” de Facultad de

Psicología (2012) se entiende por intervención clínica como “el abordaje técnico

realizado en la clínica psicológica que busca responder a la solicitud de ayuda ante un

sufrimiento psíquico” (p.6).

En el ámbito clínico se reconocen tres modalidades de intervención; relacionadas con

el diagnóstico, psicoterapia y/o el asesoramiento en diferentes ámbitos (hospitalario,

jurídico, educativo). De acuerdo con los distintos niveles, interviene a nivel individual,

grupal, familiar y de forma interdisciplinaria o multidisciplinaria.

Las intervenciones psicológicas se llevan a cabo con diferentes estrategias técnicas

como: evaluación psicológica, orientación, consulta, psicoterapia, etc. (Muniz, 2005).

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Cabe mencionar que la elección de una estrategia depende de varios factores, entre

ellos se destacan el pedido de ayuda, los motivos de consulta en sus niveles manifiesto

y latente, la demanda, y/o el motivo de la derivación. En este sentido, es probable que

en todas ellas se aplique la entrevista como herramienta para un primer encuentro

(Muniz, 2018).

El objetivo de una intervención se debe centrar en dar respuesta a la situación clínica

dada. Se trata de poder introducir un cambio ya sea en términos de orientación,

resolución, y/o derivación (De Souza, 2008). Esta autora coincide con Muniz (2005) en

cuanto a pensar el encuentro desde una visión que abarca un “pensar con otro”, un

“descubrir con otro”, encontrando en la relación entrevistador y entrevistado, la

posibilidad de crear nuevos modos de ver y entender la conflictiva inicial que llevó al

sujeto a consultar.

Se propone de este modo pensar la consulta psicológica en sí misma como una posible

estrategia de intervención. Se entiende que se configura una consulta psicológica

cuando se trabaja con un tiempo limitado, y con el objetivo de atender y comprender el

motivo de consulta, la demanda, y conflictivas (De Souza y Vazquez, 1990).

Conviene destacar que el uso de la entrevista como técnica no descarta a otras técnicas

de intervención diagnósticas, es decir, que se puede recurrir a una pluralidad de

herramientas si el caso es requerido en la intervención.

Otro aspecto de la intervención alude al “hacer-con” y refiere al rol operativo del

psicólogo ante las interrogantes. Rol operativo que permite adaptar y adaptarse a las

situaciones que se le presenten, teniendo en cuenta siempre la singularidad de cada

situación y de cada consultante.

En cuanto a las interrogantes, significa que, en la búsqueda de respuestas, el psicólogo

está implicado, tiene un rol activo por el cual va develando y explorando los caminos

ocultos del sufrimiento, evitando con esto ser una mera pantalla de los conflictos del

sujeto (Muniz, 2005). Siguiendo esta idea, Cristóforo (2002) afirma que la situación

clínica (sostenida por un encuadre), con un objetivo determinado, que se da sobre la

base de un vínculo repetitivo (transferencia) pero a la vez nuevo, constituye en sí misma

una intervención (...) (p30).

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En cuanto a la búsqueda de dichas respuestas, podría pensarse que la intervención está

ligada fundamentalmente a la idea de cambio, en el encuentro puede haber o no

búsqueda de respuestas, pero lo esencial está en contribuir a realizar otras lecturas de

la realidad del sujeto.

A modo de reducción, se puede decir que la intervención psicológica es concebida de

esta forma como una acción clínica, orientada a generar nuevos sentidos al sufrimiento

que aqueja al sujeto que consulta, o ante una situación dada. En este punto, se entiende

que la elaboración de una estrategia de intervención a medida pretende lograr una

integración en cuanto a las herramientas teóricas y técnicas que el clínico dispone, para

ajustarlas a cada encuentro particular, sin olvidarse de las particularidades del encuentro

y de sus participantes (Muniz, 2018).

Se consideran pertinentes los aportes de Tabó (2007) en cuanto a no buscar sólo en lo

conocido para abordar y enfrentar los primeros encuentros, sino armar modelos de

abordajes nuevos y acordes. Para ello es imperativo permitir la espontaneidad, la

astucia, la adaptabilidad y la apertura.

En cuanto a la práctica clínica mencionada anteriormente, se corresponde con una

intervención brindada por el “Servicio de atención y consulta psicológica” de la Facultad

de Psicología.

Dicha intervención tuvo una duración prevista de un año, sin embargo, la atención a la

paciente se acotó a encuentros semanales de una hora que constituyeron una duración

de un total de cuatro meses. Esto implicaba establecer una modalidad de intervención

en un tiempo corto, con un encuadre que dependía no sólo de las estudiantes y de la

paciente, sino también de cuestiones externas que dependían de la propia Institución.

Tal como lo plantea Muniz (2005), lo que se pretendió desde un primer momento en la

intervención, fue crear nuevos sentidos en cuanto a los conflictos de la paciente y la

posibilidad de abrir nuevos caminos que logren una resolución a la demanda planteada.

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4. Primer encuentro

Los primeros encuentros con el consultante – particularmente el primero - son

sumamente importantes, ya que permiten realizar una observación completa del

entrevistado y una aproximación a su realidad.

En ellos, se puede conocer el modo habitual y el funcionamiento del sujeto en su vida

cotidiana por medio de: la escucha, la observación, de preguntas, registros y vivencias

(Colín et al., 2009).

Suponen, además, un acercamiento a la versión que tiene el sujeto de su historia, de

sus padecimientos, para poder delinear luego una estrategia de trabajo o establecer la

modalidad de intervención.

Es importante en este punto comenzar a indagar si existe cierta disposición y conciencia

por parte del consultante respecto de sí mismo y sus padecimientos, ya que el avance

y el trabajo analítico dependen de ello. En este sentido, si el paciente no está

predispuesto, el psicólogo más allá de su experiencia no podrá lograr avances ni el

sostén necesario para el proceso (Yasky, 2005).

4.1 Entrevista psicológica

Se propone a la entrevista psicológica como una herramienta fundamental del psicólogo

clínico para sustentar los primeros encuentros con el consultante, por ser de gran

plasticidad y versatilidad. La misma puede recabar datos y reunir información acerca de

él o los sujetos, en un tiempo breve y es aplicable por lo tanto a todas las modalidades

posibles de intervención.

En palabras de Bleger (1964), la entrevista psicológica es una relación de índole

particular que se establece entre dos o más personas. Lo específico de esta relación

reside en que uno de sus integrantes es un técnico de la psicología y por lo tanto debe

actuar en ese rol; y el otro (o los otros) demandan su intervención técnica.

Se hace necesario en este punto pensar a la entrevista como un instrumento

potencializador del diálogo, como una comunicación e interacción con el consultante,

situación que es primordial para que el vínculo emerja.

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Es pertinente a su vez, utilizar la flexibilidad y la creatividad para que puedan darse

condiciones que permitan el despliegue y la expresión del consultante (Tabó, 2007).

Como lo manifiesta Viera de Almeida (2004) la entrevista está pensada como un

intercambio, un diálogo, una relación, una comunicación y un encuentro.

El psicólogo por su parte tiene que estar intencionado en poder brindar una ayuda,

centrarse en su rol, conocimientos y habilidades para saber qué escuchar, qué mirar, y

en paralelo ser capaz de observar y observarse. Para que el objetivo de la misma sea

cumplido el psicólogo debe estar orientado a poder guiar esa información y esa relación

al beneficio del consultante

Es menester tener en cuenta que no es lo mismo percatarse de la inviabilidad de un

tratamiento en la segunda entrevista, que pasados seis meses o un año. Por ello se

debe aprovechar esta instancia de encuentro para poder conocer e indagar en el mundo

interno del paciente, así como sus aspectos psíquicos. Esto le permite al psicólogo

reconocer si es el apropiado o no para comenzar el proceso terapéutico y esto último

implica a su vez, la posición ética del profesional (Yasky, 2005).

A su vez, es importante que el consultante sepa que la continuidad del tratamiento

también recae sobre él, haciéndolo partícipe de la elección de comenzar o no el

tratamiento, lo cual subraya su rol activo y participativo. En este marco, se debe tener

en cuenta que en primer encuentro ya podría constituirse un proceso. Por lo tanto, tienen

que estar dados los parámetros de encuadre y de un buen rapport que posibilite una

alianza terapéutica, entre otros elementos para dar comienzo al proceso. (Yasky, 2005)

Asimismo, es importante considerar que de ser necesario se programan más encuentros

y/o más entrevistas si el caso lo amerita.

En una primera entrevista, en un contexto particular se intenta conocer el porqué de la

consulta, es decir: síntomas, malestares, conciencia de sí mismo, de sus padecimientos

y qué posibles expectativas tiene de la consulta. En este sentido, hay varias hipótesis

en cuanto a qué tipo de entrevista utilizar en los primeros encuentros.

En el primer encuentro con la paciente, en el contexto de la práctica, se utilizó una

modalidad de entrevista semidirigida, de acuerdo con Fernández (2011) quien entiende

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que el primer encuentro puede tener la característica de ser más o menos estructurado,

lo cual estará vinculado con los objetivos y el contexto en el que se desarrolla.

En esta modalidad se alternan secuencias no directivas que le permiten al entrevistado

expresarse libremente y secuencias directivas, con la finalidad de esclarecer puntos que

hayan quedado inconclusos. En ella, el entrevistador ocupa un rol directivo y su objetivo

principal es recolectar la mayor cantidad de datos posibles sobre la historia personal del

entrevistado (Albajari, 1996).

En la entrevista inicial y en un primer momento con la paciente se optó por una

modalidad abierta, en la cual la pregunta inaugural fue: ¿qué te trae por acá?, dejando

que la consultante se explaye y traiga a conciencia datos que considere pertinentes.

En una segunda instancia se apeló a una modalidad dirigida para constatar datos

primordiales sobre la misma, y los cuales habían sido proporcionados por un tercero,

tales como: estado civil, ocupación, estudios, etc. En este segundo momento, se le

mencionó a la consultante cuál sería el encuadre de trabajo, es decir, se especificó que

los encuentros iban a ser semanales, de una hora de duración, y se le aclaró sobre la

cancelación de los mismos. etc.

Se retornó luego a la modalidad abierta para continuar indagando y conociendo a la

consultante. Luego, estando próximo a finalizar el encuentro, se retomó la modalidad

directiva para completar los datos que no fueron esclarecidos o que se consideró

adecuados recabar. De esta manera se puede decir que se osciló entre ambas

modalidades.

Conviene destacar en este punto que es importante que el encuentro sea co-construido

con el consultante, para lo cual es necesario permitirle al sujeto que se revele en la

entrevista. En este sentido, se entiende que la forma que adquiera el encuentro y el

vínculo entre consultante y psicólogo es la que va a determinar qué modalidad utilizar.

Tabó (2007)

Continuando con los aportes de la autora, es pertinente tener presente que el psicólogo

a lo largo de la entrevista debe preguntarse por qué va optando por determinada

modalidad y no otra. Esto permite ser consciente de que las estrategias y las

intervenciones que se vayan dando, ocasionan efectos en el consultante.

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Por su parte, Perpiña (2012) indica que la elección del tipo de entrevista va a depender

del objetivo de la misma, de las características del entrevistado, de la escuela

terapéutica a la que se adhiere, y el estilo personal del entrevistador.

En función de lo anterior se comprende que el contexto de la entrevista va a determinar

en gran parte cómo será abordado el paciente, así como qué tipo de preguntas e

intervenciones se harán, y su posterior derivación (Tortorella, 2007).

Se trata de enfocar y dirigir la entrevista hacia el sujeto que consulta, para darle

protagonismo y pensar el encuentro desde una óptica diferente, teniendo en cuenta las

problemáticas que trae el sujeto, así como de las singularidades de sus integrantes

(Muniz, 2005).

4.2 Distintos momentos de la entrevista

El psicólogo como entrevistador debe conocer tanto los objetivos, como los momentos

que se desarrollan en la entrevista psicológica, ya que los mismos condicionan actitudes

y proporcionan cierta información a tener en cuenta; entendiendo a su vez que cada

encuentro será co-construido de acuerdo a las particularidades propias de cada

entrevistado.

Se toman para este apartado los planteos de Ulloa (1974) acerca de la “entrevista

operativa” la cual abarca cinco momentos distintos, que le atribuyen al técnico ciertas

actitudes técnicas a tener en cuenta para el cumplimiento de los objetivos de la

entrevista.

Estos momentos son: la pre-entrevista, apertura, acontecer propiamente dicho, cierre y

post-entrevista. Estos momentos, además, se contrastan con el material recabado en el

primer encuentro con la paciente.

Pre-entrevista

Esta instancia comienza con el pedido de ayuda y finaliza con la apertura de la entrevista

inicial. De ella surgen datos que se obtienen antes del contacto con el entrevistado, y

que se tornan de utilidad diagnóstica para el técnico. Interesa en este punto la existencia

o no de un derivante, el grado de insight, es decir la percepción que tiene el sujeto

acerca de su padecer.

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Esta pre-entrevista trae consigo “conocimientos mínimos” acerca del sujeto, los cuales

permiten formular hipótesis sobre la situación del consultante teniendo en cuenta que a

lo largo del primer encuentro estas pueden ser revisadas, confirmadas, descartadas o

modificadas (Albajari, 1996).

En el caso de la práctica mencionada, los datos que se brindaron fueron datos básicos

de la paciente como: nombre, edad, ocupación y el motivo de consulta en su nivel

manifiesto.

Apertura

Este segundo momento es definido por Ulloa, (1985, citado por Abajarí, 1996) como "la

situación vincular donde comparten tiempo y espacio el entrevistado y el entrevistador.

Ambos meten el cuerpo, lo que al acompañarse de un aumento de ansiedad hace

particularmente elocuente todo el lenguaje corporal” (p.35).

Se observa en esta apertura qué postura adopta el entrevistado, si se muestra

cooperativo o distante, si fue llevado a la entrevista o fue por su propia voluntad, si viste

acorde a la situación, si muestra ansiedad en sus movimientos, su estado de ánimo,

pero, además, prestando atención también a lo que se percibe del consultante, es decir

a las primeras impresiones que brinda. (Colín et al., 2009).

En cuanto a la paciente que llegó a consulta en nuestra práctica, se realiza en esta

apertura la observación de su aspecto general. En este punto, su aspecto se percibió

prolijo y acorde a su edad. Asimismo, se identificó cierto grado de ansiedad reflejado en

algunos movimientos como, por ejemplo, sentarse y mover las manos, enredando

constantemente un pañuelo que tiene en su cuello.

En este sentido se entiende que la apertura al tratarse de un momento novedoso traerá

aparejados sentimientos de ansiedad, temor a lo desconocido, deseos e idealizaciones,

entre otros elementos que conforman la incertidumbre de ambos al comienzo de la

entrevista.

Sin embargo, estos irán disminuyendo a lo largo del encuentro y de la mano del

establecimiento del rapport.: “(…) crear una atmósfera cálida y de aceptación, de tal

forma que el entrevistado se sienta cómodo, tranquilo, comprendido y a salvo y se

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comunique de manera abierta sin temor a ser juzgado o criticado (…)” (Aragón 2002,

citado por Morga, 2012, p.17), lo cual se considera primordial para la concreción del fin

y la continuidad de los encuentros.

Puede establecerse en este primer momento el “período de instrucciones”, donde el

entrevistador puede explicar al entrevistado cuestiones sobre la confidencialidad de los

asuntos tratados durante la entrevista, firmando un consentimiento informado en caso

de ser necesario (Perpiña, 2012). En el caso de la paciente, se le brindó un

consentimiento informado, el cual es aceptado y firmado en esta apertura.

Acontecer propiamente dicho

Este es el momento en donde surge el material que permite trabajar con el consultante

y donde juega un rol importante la relación interpersonal, los emergentes de la situación

vincular, la escucha y observación de todo lo que acontece (Ulloa, 1985, citado por

Albajari, 1996). Para ello es necesario crear un clima agradable y de confianza, donde

el consultante se sienta cómodo para hablar (Perpiña, 2012).

Se debe de tener en cuenta qué temas elige para comenzar a hablar, cuáles le

despiertan cierta ansiedad, así como también al discurso que desarrolla el paciente para

comenzar a indagar en los motivos de consulta.

En cuanto al motivo manifiesto, es aquel que el sujeto sabe o mejor dicho cree saber

que es el motivo que lo lleva a consultar, es develado habitualmente de forma intencional

y consciente. En el caso de la paciente abordada en la práctica, el motivo manifiesto es

nombrado al responder la primera pregunta realizada en la apertura: “¿Qué te trae por

acá?”, a lo que ella responde: “Baja autoestima, celos”.

En lo que refiere al motivo latente, el mismo no es accesible a nivel consciente por el

entrevistado, por lo tanto, no es expresado de forma verbal. En muchos casos es

ignorado, y en algún punto desconocido por el entrevistado (Greenson,1976). Estos

motivos se irán develando y contrastando a lo largo de los encuentros.

Es importante en este punto que el entrevistador esté receptivo y atento, manteniendo

una distancia óptima que le permita escuchar, vivenciar y observar lo que transfiere el

consultante (Valazza, 2007). Por lo tanto, este desarrollo se debe acompañar de una

Page 18: Rol y Herramientas del Psicólogo Clínico en un primer

18

escucha y mirada clínica, elementos que se describen en profundidad en otro apartado

del presente trabajo, y los cuales guían la atención y los sentidos hacia el consultante.

Es necesario a su vez, prestar atención a los sentimientos que aparecen por parte del

entrevistador, lo cual sirve para pensar en las ansiedades que puede generar el

contenido del discurso y a los silencios por parte del consultante, los cuales son muy

comunes en el primer encuentro y provocan un aumento de la ansiedad en el

entrevistador. Asimismo, prestar atención al discurso, a lo que manifiesta de forma

verbal, no verbal, a los sentimientos que expresa y que percibimos, y a la información

que de lo anterior va desplegando.

En el caso de la práctica, al constituir un primer encuentro real con un paciente se

constató con mi compañera que la aparición de los silencios generaba en ambas cierta

desorganización. Frente a ellos, se recurrió a modalidades para evitarla (de manera

inconsciente), cambiando o induciendo algún tema. Entendiendo de este modo que,

resultará imprescindible el propio análisis del profesional para sortear este tipo de

ansiedades, así como los posibles puntos ciegos que puede encontrarse en la práctica

clínica.

Cierre

En el cierre de la entrevista Ulloa (1985, citado por Albajari, 1996) se propone que: “el

cierre está condicionado a cómo se haya logrado el objetivo propuesto, se trata de

producir situaciones abiertas, en las que se instalen esclarecimientos prospectivamente

operantes (...)” (p.35).

Es habitual que se señale el final de esta unos minutos antes de finalizar el encuentro,

para que de este modo el entrevistado pueda aclarar algo sobre lo hablado, o agregar

algún tema que no se haya mencionado. Luego de esto, se concreta la despedida formal

con el paciente.

El cierre con la paciente da cuenta de lo descrito por Ulloa. Llegando al final del

encuentro, se le indicó que el mismo estaba próximo a finalizar, lo cual sirvió de incentivo

para que hablara de algo que no había mencionado aún. En este punto se le preguntó

si había algo más que nos quisiera contar y su respuesta trajo consigo un tema

relevante, del cual se pudo trabajar e indagar luego, y el cual constituyó posiblemente

el motivo latente de consulta.

Page 19: Rol y Herramientas del Psicólogo Clínico en un primer

19

Reflexionando sobre este momento, se entiende que el cierre no sea impuesto de

manera brusca, sino por el contrario que el mismo pueda propiciar situaciones abiertas,

que den espacio a futuras intervenciones y permitan al sujeto re-pensar sobre las

cuestiones tratadas, no dando por cerrado el proceso.

Como se mencionó anteriormente, la consulta refiere a un “pensar junto con otro”,

buscando con el entrevistado una nueva mirada sobre sus conflictos, haciendo hincapié

al movimiento que puede generar el encuentro, y pensar de este modo a la entrevista

como una intervención en sí misma, generadora de cambios en el entrevistado, a partir

del encuentro con el clínico donde se produce un vínculo en un tiempo acotado.

Post-entrevista

Finalmente, la post-entrevista es el momento de organizar y elaborar todo el material

obtenido en esta instancia. El mismo implica no solo el registro escrito, sino también el

registro emocional que deja la experiencia con el entrevistado.

Lo anterior es un insumo importante para la elaboración de las primeras y posibles

hipótesis a ser contrastadas en los posteriores encuentros, y para la elaboración de un

plan de acción de un encuentro próximo.

De esta instancia se pueden sacar apuntes sobre la percepción que deja el consultante

al finalizar. Por ejemplo, en el caso de la paciente con la que se trabajó, se pudo

constatar cierta angustia de su parte al despedirse, y de parte nuestra, cierta culpa de

haberla dejado ir con esa angustia. Esto sirvió para delinear las primeras hipótesis en

cuanto a un posible vínculo transferencial y poder pensar en ese sentimiento de culpa

atravesado por ambas.

En este sentido, dejar por escrito estas cuestiones será de gran ayuda para cotejar estos

datos con otros que surjan en un próximo encuentro, y así tener presente las primeras

hipótesis recabadas, entre otras cuestiones importantes que hacen al conocimiento del

consultante.

En definitiva, será necesario pensar a la entrevista como una situación en sí misma.

Teniendo en cuenta que, los momentos descritos sirven para poder guiar la entrevista a

sus fines, sin olvidar que, en la misma se encuentran consultante y psicólogo. Es decir,

sujetos que son atravesados por lineamientos propios: culturales, sociales, políticos,

institucionales, lo individual y lo intrapsíquico de cada uno.

Page 20: Rol y Herramientas del Psicólogo Clínico en un primer

20

Tener esto presente ayuda a no caer en una práctica rígida y lineal, en definitiva, cada

vínculo va a ser único, cada primer encuentro va a ser desconocido, en el cual lo

esencial es recibir al otro y contar con las herramientas posibles de ser aplicadas para

cada caso particular, apostando a nuestra formación, creatividad, y reflexión constante

para la búsqueda de nuevos abordajes (Tabó, 2007).

4.3 Ansiedades generadas en la entrevista

Al momento de hablar de un primer encuentro, se alude a un encuentro único e

irrepetible. El psicólogo y el entrevistado se enfrentan en una situación nueva, de la cual

no se sabe cómo va a transcurrir.

En este punto se puede pensar que lo desconocido provoca cierta incertidumbre, tener

a un otro enfrente y no saber cómo va a desarrollarse el encuentro genera ansiedades;

no solamente por parte del entrevistador, sino también por parte del entrevistado.

La ansiedad de quien asume el rol de profesional es uno de los factores más difíciles de

manejar, sirve como motor de interés para indagar en lo desconocido, y por ende el

entrevistador deberá ser capaz de manejarla adecuadamente para tolerarla e

instrumentarla (Albajari, 1996).

Con respecto a lo anterior, es pertinente pensar a qué recursos y a qué habilidades se

puede recurrir para regular la ansiedad que surge en el primer encuentro, y ser capaces

de mantener una escucha y mirada clínica sin perturbaciones, observando de igual

modo el tipo de ansiedades que despliega el entrevistado (Bleger, 1964).

Frente a las ansiedades que aparecen por parte del entrevistado y/o entrevistador, es

recomendable no recurrir a mecanismos que la anulen o supriman, sino que es

sustancial tenerlas en cuenta (Albajari, 1996). Sin embargo, para Bleger, (1994) la

ansiedad en los primeros encuentros es un elemento del curso de ésta y por lo tanto

“debe ser vigilada, no sólo su aparición, sino también su grado e intensidad” (p.26).

Si bien es probable que exista cierto nivel de ansiedad que pueda servir de impulso,

niveles más altos la exponen a perjudicar el curso de la entrevista.

Page 21: Rol y Herramientas del Psicólogo Clínico en un primer

21

Es probable que en los primeros encuentros el consultante tenga cierta dificultad para

hablar de los temas que le generan ansiedad y los cuales lo llevaron a consultar. Al

respecto, Albajari (1996) plantea que “ante esto el entrevistador debe estar atento al

“hilo del discurso” para observar en qué punto se presenta la ansiedad, ponerla en

palabras para aliviar al entrevistador y permitir que la comunicación continúe” (p.28).

En el caso de la experiencia en la práctica, uno de los requisitos fue la transcripción de

las entrevistas, lo cual, en los primeros encuentros, por el monto de ansiedad que se

generaba, resultó un desafío en lo que refiere a sostener con la mirada a la paciente,

entender y procesar la información que brindaba, y a su vez sacar apuntes de esa

información y de esos sentimientos emergentes de la situación. Asimismo, se pudo

reconstruir las entrevistas en base a los apuntes que junto a mi compañera recabamos.

Con esto se intenta explicar que en un primer encuentro habrá un aumento de las

ansiedades, por lo que será más favorable contribuir al vínculo con el paciente y al

sostén del mismo, que darle mayor relevancia a los datos fieles que puedan ser

recabados.

En cuanto a los tipos de ansiedades, Rolla (1981) destaca tres principales que pueden

aparecer en un primer encuentro: ansiedad de abordaje o descubrimiento, ansiedad de

mantenimiento y ansiedad de separación.

La primera (de abordaje o descubrimiento), está relacionada a un tipo de ansiedad

persecutorio o paranoide, refiere a la necesidad del entrevistado de saber cómo será su

entrevistador y cómo será el encuentro. Este tipo de ansiedades se presentan en su

mayoría al comienzo del encuentro y por ello se denomina ansiedad de abordaje o

descubrimiento. Pueden presentarse incluso antes y puede surgir en ambas partes; las

cuales idealizan acerca de cómo serán las características físicas del otro. En el caso del

entrevistado es habitual que piense acerca de qué temas tratar, y en el caso del

entrevistador que organice y planifique ese primer encuentro.

La segunda (ansiedad de mantenimiento), es generada a partir del vínculo entre

entrevistado y entrevistador. Se asemeja a un tipo depresivo de ansiedad, generada por

el temor a la pérdida o ruptura del vínculo mencionado. Son aspectos que emergen del

propio self del consultante y crean la necesidad de cuidar el vínculo, se corresponden

con el temor de ser considerado de forma negativa por el psicólogo.

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22

La tercera, (ansiedad de separación) se da a continuación de las dos anteriores, es

decir, luego de estas y de acuerdo a Rolla (1981), se retorna al primer tipo de ansiedad:

paranoide y persecutorio, las cuales abarcan también la ansiedad de separación. Como

su nombre lo indica, son aparejadas al momento de despedida, siendo una mezcla entre

ansiedades de abordaje y de mantenimiento las que dan lugar a este último tipo.

Se corresponden con los sentimientos que emergen del consultante al momento de la

despedida, siendo importante reconocer con qué intensidad se presentan.

Albajari (1996) al respecto considera que, si estos tipos de ansiedades aparecen en el

entrevistado en el orden mencionado, el sujeto cuenta con recursos yoicos y por ende

con cierta organización de sus defensas.

Retomando el aspecto que refiere al manejo de la ansiedad, Bleger (1964) menciona

que:

El manejo técnico tiene que ser hecho teniendo siempre en cuenta la

personalidad del entrevistado y sobre todo el beneficio que para él puede

significar la movilización de la ansiedad, de tal manera que aún frente a

situaciones muy claras no se debe ser activo si ello significa abrumar al

entrevistado con conflictos que no podrá tolerar (p.27).

De acuerdo a lo anterior, será pertinente respetar el timing del paciente, el cual refiere

al tiempo personal del entrevistado en procesar cierta información, la cual puede resultar

confusa en caso de no respetar el tiempo adecuado para su procesamiento.

A modo de concluir el apartado, se considera necesario el reconocimiento de las

ansiedades que pueden aparecer tanto en un primer encuentro como el resto de los

mismos para que el psicólogo pueda encauzarlas y dar fluidez al encuentro, así como

para transitarlas.

4.4 Análisis de los recursos del psicólogo clínico

En este capítulo se describen las herramientas verbales y no verbales que pueden

utilizarse en los primeros encuentros. Se trata de considerar al entrevistador como

elemento e instrumento en sí mismo para la entrevista.

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23

El instrumento de trabajo del entrevistador es él mismo, su propia

personalidad que entra indefectiblemente en juego en la relación interpersonal,

con el agravante de que el objeto que debe estudiar es otro ser humano, de tal

manera que al examinar la vida de los demás se halla directamente implicada la

revisión y examen de su propia vida, de su personalidad, conflictos y

frustraciones (Bleger, 1984, p.27).

En base a esto es que se considera fundamental para el ejercicio de su profesión que

el psicólogo reconozca sus conflictos, aspectos de vida y resistencias para no quedar

atrapado en sus puntos ciegos; los cuales pueden impedir la escucha y la mirada clínica

si no son resueltos en su análisis personal

En cuanto a las herramientas de tipo verbal, se encuentran: exploración, señalamiento,

confrontación, aclaración e interpretación. Es a través de estas que el entrevistador

puede identificar conductas, patrones, temores, deseos y sentimientos que han

emergido o que estaban implícitos en los mensajes del entrevistado.

La exploración es una modalidad de intervención que utiliza el entrevistador para

recabar información o esclarecer algo que haya quedado inconcluso por medio de

preguntas abiertas con las cuales el consultante pueda explayarse más. Algunas veces

se trata de preguntas introductorias para conocer qué trae al sujeto a consulta y cuáles

son las problemáticas que lo aquejan para indagar sobre sus emociones, vínculos,

historia de vida, etc. a través de las cuales se pueda extraer la mayor cantidad de

información posible.

En este punto es primordial regular y formular las preguntas sin otros propósitos que no

sean obtener información precisa del entrevistado, para no influir en él.

Al respecto, Etchegoyen (1986) indica que “justamente una dificultad de preguntar es

que, sin darnos cuenta, tengamos segundas intenciones y/o que el analizado nos las

adjudique” (p. 279). Asimismo, es conveniente preguntarle al entrevistado cuando este

se muestra confundido, o habitualmente para explorar en el significado que el propio

paciente le da a lo que está relatando, tal como lo demuestra el siguiente ejemplo

recabado de la primera entrevista en la práctica clínica:

Paciente: “Tengo miedo de no cumplir las expectativas del otro”

Entrevistadora: “¿Y tus expectativas?”

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24

En lo que respecta al señalamiento como herramienta verbal, esta sigue el propósito de

recabar información. Albajari (1996) la define como “la verbalización o explicitación de

mensajes, que sin ser conscientes no aparecen verbalizados en el discurso” (p.31).

Según el autor este paso es lo previo a una interpretación. Al señalar o apuntar una

idea, comentario o gesto, el entrevistador puede observar la reacción del consultante y

evaluar la misma para saber el grado de insight que posee el entrevistado.

Etchegoyen (1986) en el mismo sentido indica que, al momento de señalar algo el

psicólogo le está brindando cierto tipo de información al sujeto, y por lo tanto la principal

característica del señalamiento es que el clínico pueda recibir información.

Además, el autor manifiesta que regularmente el clínico hace señalamientos con

comentarios como, por ejemplo: “fíjese” o “note que”, con el fin de llamar la atención

sobre el material que despliega el sujeto y del cual no se sabe si es consciente o no.

El señalamiento es una herramienta de gran utilidad para que el entrevistado continúe

explayando su discurso sobre ciertos temas que el clínico haya percibido de importancia

para entender al sujeto que consulta.

Un ejemplo del uso de esta herramienta puede verse a continuación, siguiendo con el

primer encuentro en la práctica realizada:

Paciente: (...) “por eso yo le decía a ella (su madre), que no vimos una familia feliz para

saber cómo es”

Entrevistadora: “Has hablado bastante de la familia feliz, ¿qué es eso para vos?”

La confrontación, es otra herramienta de intervención, y como su nombre lo indica el

propósito está en confrontar al paciente con dos ideas, comentarios o situaciones que

resultan contrapuestas con la intención de posicionarlo frente a un dilema y/o advertirlo

ante una contradicción.

En algún punto se asemeja al señalamiento. Al respecto Albajari (1996), afirma que:

“mientras el señalamiento centra la atención en un punto determinado para investigarlo,

en la confrontación lo fundamental es enfrentar al paciente con una contradicción”

(p.282).

Uno de los momentos donde se constató el uso de esta herramienta en el contexto de

la práctica fue el siguiente diálogo:

Page 25: Rol y Herramientas del Psicólogo Clínico en un primer

25

Entrevistadora: “Esto de que te hace sentir mal, pero te hace sentir cómoda…”

Paciente; “Si, sí.”

Entrevistadora: “¿Las dos cosas a la vez?”

En base a lo anterior, y de acuerdo con Greenson (1976), se comprende que para que

exista confrontación debe quedar explícito que el paciente pueda distinguir dentro de sí

el fenómeno psíquico que estamos considerando. En este sentido, percibir el grado de

insight del sujeto va a ser fundamental para poder llevarlo a cabo.

La aclaración es una herramienta verbal que tiene como fin ordenar de cierta manera el

material dado por el entrevistado. Para ello, el psicólogo extrae los detalles que son

considerados relevantes para luego enfocarlos (Greenson, 1976). Asimismo, la

aclaración se puede ver reflejada en el ejemplo anterior, con la pregunta: ¿Las dos

cosas a la vez?

Con dicha herramienta, se pretende esclarecer algunos aspectos o recalcar elementos

que por sí mismo el sujeto no podría reconocer, o que el psicólogo considera que son

pertinentes.

La última y más compleja herramienta es la interpretación. Es la herramienta menos

utilizada en los primeros encuentros, ya que requiere de un mayor conocimiento del

sujeto que consulta, así como también de la elaboración de la información que se recaba

a lo largo de las entrevistas. Es importante aclarar que todas las herramientas

mencionadas anteriormente, preparan a la interpretación o la amplían (Greenson, 1976).

En cuanto a las intervenciones de tipo no verbal, son aquellas herramientas silenciosas

que utiliza el entrevistador para mediar y hacer fluir la comunicación e interacción con el

entrevistado.

El tono de voz, así como el ritmo verbal son intervenciones no verbales, que deben

considerarse para la comunicación eficaz con el entrevistado. Por tal motivo, se espera

que el tono se acompañe de una voz serena, entendible y pausada. En cuanto al ritmo,

el mismo debe ser calmo y no irruptivo. Asimismo, es necesario que se acompañe de

una posición corporal que refleje una postura firme y tranquila.

Se considera que todo lo anterior favorece el rapport con el consultante, siendo la

empatía un instrumento fundamental para la comunicación y una herramienta para que

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26

el consultante se sienta seguro y en confianza. En este sentido, no sería acorde que el

entrevistado perciba al entrevistador como distante o desinteresado ya que podría

peligrar la creación de una alianza de trabajo (Colín et al., 2009).

Los silencios son otra herramienta no verbal, conocida en el ámbito del psicólogo clínico.

Se trata de una situación que es redundante en los primeros encuentros, y de la cual se

puede recabar información valiosa si es valorada y entendida como tal.

Se trata de reconocer al silencio como un elemento a considerarse enunciativo, el cual

tiene un mensaje que constatar. Es por ello que no es acorde intentar llenar esos

espacios por más incómodos que estos sean, sino que se deben de considerar como

una posibilidad de querer decir algo (Brigida, 2005).

Perpiña (2012) en cuanto a los silencios afirma que:

El entrevistador ha de aprender a superar la angustia que le pueda

producir el silencio y ha de luchar contra la necesidad de «exhibir» que siempre

se tiene la respuesta correcta en todas las ocasiones, o que siempre hay algo

que se pueda decir (p.90).

En el mismo sentido el silencio del entrevistado es considerado por Bleger (1964) como

“el fantasma del entrevistador novel”, por el simple motivo de asociar su aparición a un

no saber, que es rellenado con palabras sin sentido o con un cambio del discurso del

consultante; se recomienda estar perceptivo y atento para que el silencio sea visto como

un elemento más a ser utilizado a favor del entrevistado.

Las herramientas mencionadas son una posibilidad para el entrevistador de ir asociando

y guiando la entrevista a sus fines. Además, permiten el despliegue del proceso entorno

al consultante, la decodificación de la información brindada, y la creación de hipótesis

(aspecto fundamental para la construcción del proceso y curso de las entrevistas

iniciales).

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27

4.5 Alianza terapéutica: vínculo entre psicólogo y paciente

En los primeros encuentros con el consultante se produce o comienza a producirse un

vínculo con el consultante que por las particularidades del mismo se entiende que es un

vínculo asimétrico, desde el que emergen determinados roles. Lo singular del vínculo

es entonces, que uno de sus integrantes ocupa el rol de psicólogo profesional y otro (u

otros) quién (es) demandan la atención del primero (Bleger, 1964).

En tal sentido Berenstein (2007, citado por Muniz, 2005) hace referencia a la producción

de un vínculo comprendido como una instancia «singular e irrepetible». Esto es por la

unión de dos personas con sus propias singularidades, en un contexto y un tiempo que

no se podrán repetir de igual manera, entendiendo siempre al encuentro como un todo

que abarca aspectos de ambas partes.

Un aspecto central de este primer encuentro es el referido a la producción vincular

que allí se gesta, basado en la empatía por parte del entrevistador y en sus intenciones

de querer ayudar al consultante. Esta producción vincular debe estar acompañada de

un deseo real de implicación que oficie como motor del vínculo y debe estar presente

en ambas partes.

Se propone de este modo, pensar el vínculo como una de las dimensiones más

importantes que se origina en la consulta, y a partir de la cual se enriquece la

comprensión del consultante.

Esto va a depender en cierta medida de las habilidades del técnico, de su capacidad de

empatía y la percepción del timing, lo cual es clave para alcanzar un buen rapport, y por

ende una alianza terapéutica.

Retomando el aspecto que alude al objetivo central del entrevistador en los primeros

encuentros con el consultante, se encuentra el poder establecer una alianza

terapéutica, conocida también como alianza de trabajo. Esta alianza se logra

establecer, acompañada de una actitud clínica y un marco ético que permitan el

establecimiento de un plan de trabajo.

En este sentido Colín et al. (2009) plantean que la alianza terapéutica se origina y se

mantiene cuando el profesional es percibido por el consultante como una persona “ética

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28

y empática” (p.54). Por lo que es importante que el entrevistado respete a su terapeuta,

elemento básico para la creación de un vínculo de confianza y para el sustento de este

a lo largo del tiempo.

En cuanto a la empatía, Perpiña (2012) entiende que el desarrollo de la misma por parte

del entrevistador implica: aceptar, comprender y confirmar la visión que tiene del mundo,

sin hacer juicios de valor sobre ese mundo ni sobre ese sujeto.

De acuerdo con Tavares (2002, citado por Viera de Almeida, 2004) la alianza de trabajo,

que luego se convirtió en una alianza terapéutica, se compone de dos factores: la

percepción de estar respaldado y apoyado por el psicólogo y la sensación de trabajar y

avanzar juntos.

Greenson (1976) por su parte, considera que de la interacción entre entrevistado y

entrevistador se pretende lograr “una relación racional y relativamente poco neurótica

(...) en la que ambos se comprometen a indagar de forma analítica las razones

primeras y psicodinámicas que sostienen un conflicto o malestar del consultante”

(p.59).

Esto evidencia el establecimiento de cierto acuerdo entre ambos, el cual se centra

en el entrevistado y se sustenta en base al rol que implica a el psicólogo

entrevistador.

La alianza entre terapeuta y paciente se desarrollaba en dos fases: una primera fase o

alianza que se produce en los primeros encuentros con el paciente, en la cual el

terapeuta representa a alguien que le quiere ofrecer apoyo y ayuda en el marco de una

relación cálida. La segunda fase de la alianza se crea a lo largo del proceso terapéutico,

es el “capital” que destina el paciente a trabajar y colaborar conjuntamente con el

terapeuta en las tareas propias del proceso (Luborsky, 1976, citado por Andrade, 2005).

Es pertinente que en los primeros encuentros se pueda desarrollar una atmósfera

colaborativa y participativa entre ambos (Viera de Almeida, 2004).

En el caso de la práctica, la situación clínica formada por tres integrantes, ya de por sí

constituía una relación que implicaba una triada; es decir una dupla que oficiaba como

psicólogo y a su vez esa dupla debió propiciar una alianza o vínculo terapéutico con la

paciente.

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29

Se logró en los primeros encuentros que ese vínculo oficiara como compromiso y que

posibilite la colaboración de las partes, siendo en varios casos la dupla un complemento

importante de apoyo mutuo para pensar y enfrentar dichos momentos. Fue

imprescindible en estos casos la elaboración de un plan de trabajo, es decir, un

encuadre que considerara las tres partes intervinientes, el cual fue determinado también

en estos primeros encuentros.

La alianza terapéutica puede verse afectada por varios elementos. Al respecto, Andrade

(2005) indica que en primer lugar puede deberse a las variables del paciente, haciendo

referencia a los aspectos característicos al cuadro clínico que presente el consultante.

Es importante destacar que en esta alianza terapéutica que se va formando, se

encuentran implicadas las habilidades del terapeuta: “habilidades interpersonales y de

comunicación, empatía, calidez, experiencia y formación y comportamientos y/o

actitudes negativas” (Andrade, 2005, p.19).

De esta manera se puede considerar que tanto las particularidades del psicólogo, las

del consultante, así como el vínculo emergente, son elementos influyentes en la

continuidad de los primeros encuentros. Se considera de este modo, que la alianza

estará determinada por las variables de la personalidad del consultante, por el modo de

trabajar del analista, y por el encuadre de trabajo.

Estos tres elementos tendrán que articularse y fusionarse armónicamente para la

creación y sostenimiento de la alianza terapéutica.

5. Método clínico

En psicología tanto como en medicina, se utiliza el método clínico, ya que es un método

que permite ordenar en una secuencia de pasos, los aspectos necesarios para entender

un proceso. Con proceso se hace referencia a la salud y a la enfermedad del sujeto que

consulta, el cual posibilita una visualización integral del mismo, es decir, perspectiva

biológica, social, psicológica y cultural. Se toman para describir el método mencionado

los aportes de Lidia Diaz.

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30

Para entender su funcionamiento se remite a la etimología de las palabras, "método" es

entonces la forma ordenada y sistemática de llevar a cabo un procedimiento y " clínico"

es lo que define la relación que se establece entre el técnico y quien solicita sus servicios

(Díaz, 2011).

De esta manera se define al método clínico como el conjunto de procedimientos que al

ser ordenados sistemáticamente y aplicados de forma intensa y exhaustiva permiten

llegar al conocimiento, descripción y entendimiento del ser humano, además es

aplicable a todos los casos que requieran de una investigación, de un diagnóstico o de

una intervención (2011).

El método clínico es empleado, ante todo, en el ámbito de la psicología clínica, sirviendo

al psicólogo en su práctica profesional como una herramienta-guía que ordena y

jerarquiza un conjunto de técnicas, que tienen en común producir informaciones

concretas sobre una persona o la situación que plantea un problema y/o revela la

existencia de un sufrimiento.

Permite a través de la investigación generar conocimiento sobre el comportamiento del

sujeto, la dinámica intrafamiliar, sobre el modo de relacionarse, sus padecimientos,

capacidades psíquicas, entre otros (Díaz, 2011).

El método consta de cinco pasos: observación, indagación, abstracción, integración o

diagnóstico informal y finalmente el diagnóstico.

El primer paso se refiere a la observación sistemática del compartimiento, la cual es

guiada e influenciada por el psicólogo entrevistador. Se corresponde con la observación

de la comunicación verbal y no verbal. En base a los aportes de Zimerman (2004) el

lenguaje no verbal puede expresarse en: lo paraverbal (tono, timbre e intensidad de la

voz), gestual, corporal y conductual.

El segundo paso es la indagación, es decir, la exploración por medio de la entrevista,

en la cual se busca adquirir información sobre la dinámica familiar del consultante, vida

cotidiana, padecimientos, realidad psíquica; entre otros elementos que aporten al motivo

de consulta.

El tercer paso, se corresponde con la abstracción, se trata de identificar los elementos

que puedan ser significativos de una situación, de una vivencia o conducta. Se puede

Page 31: Rol y Herramientas del Psicólogo Clínico en un primer

31

decir que es el filtro de la información, se hace en este paso la selección de lo que

realmente sirve para conocer y comprender al sujeto.

El cuarto paso es la fase de integración o diagnóstico formal, es lo que sucede posterior

a la decodificación e integración de la información. El mismo “implica resumir y organizar

todo lo recabado” (p.15) así como también, la posterior elaboración de una aproximación

a un diagnóstico formal.

El último paso, el diagnóstico propiamente dicho, es la elaboración de un reporte

psicológico, el cual brinda un resumen de los resultados y permite la toma de decisiones

posteriores

El método clínico en psicología va a permitir además de la aplicación de técnicas, la

elaboración y posterior contrastación de hipótesis. Se considera que para la

investigación, evaluación y posterior intervención, el psicólogo puede utilizar dicho

método y fundamentar su técnica en una posición ética, lo cual implica una aptitud y

actitud clínica, elementos del método que se describen en el próximo capítulo junto a

otros conceptos tales como el encuadre de trabajo y los fenómenos transferenciales

propios de dicho encuadre.

5.1 Reflexionando sobre algunos aspectos del encuadre

La situación clínica abarca fenómenos que constituyen un proceso, el cual estudiamos,

analizamos e interpretamos; pero incluye también un encuadre, es decir un "no-proceso”

siendo este, condición del primero (Bleger, 1984).

Será necesario desde los primeros encuentros establecer los elementos que van a

constituir este encuadre, el cual se divide en dos. El encuadre externo, refiere al tiempo,

lugar, y el rol del profesional. Por otro lado, el encuadre interno es el que va a permitir

la escucha, el registro y la comprensión de la situación clínica, siendo esencial una

actitud y aptitud clínica comprendidas dentro del rol del psicólogo (De Souza y Vazquez,

1990).

De acuerdo con lo anterior, el encuadre es el que va a establecer y fijar las condiciones

con las cuales se va a constituir y llevar a cabo el primer y los posteriores encuentros.

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En tal sentido, se entiende que trae consigo consecuencias en ambas partes

intervinientes.

El psicólogo en conjunto con el entrevistado fijará cierta cantidad de variables que luego

se transformarán en constantes, permitiendo de este modo, establecer cierto orden y

estabilidad a los encuentros.

En cuanto a lo que compete al encuadre externo, se puede decir que ya desde el primer

contacto con el entrevistado se fijan algunos aspectos del mismo. De acuerdo con

Albajari (1996) estas variables a fijar se deben explicitar de forma verbal y lo más claras

posibles. Se especifica en esta instancia, aspectos que pueden ir desde el lugar en

donde debe sentarse el entrevistado, la duración del encuentro, futuros encuentros,

honorarios y frecuencia posible de las sesiones; hasta abarcar posibles situaciones

como aclarar qué sucede en caso de no concurrir a la misma, si se repone o se cambia

la sesión, entre otros aspectos.

El encuadre externo funciona de esta forma como estandarización de la situación y a su

vez, para auxiliar en cierta medida el funcionamiento de la herramienta y al propio

entrevistado. Si el encuadre se modifica, tiene que ser considerado como una variable

sujeta a observación que tiene efectos tanto en el entrevistado como en el entrevistador

y a su vez si el mismo no es respetado se deberá de considerar esa información y

establecer hipótesis para darle el sentido y lugar que ameritan (Albajari, 1996).

En un primer encuentro ya se puede ir reconociendo si el consultante respeta o no el

encuadre previsto. Por ejemplo, si llega a la hora pautada, o por el contrario llega en

otro horario o pasada la hora. Si bien pueden surgir inconvenientes, lo anteriormente

dicho son elementos a tener en cuenta tanto en el primero como en el resto de los

encuentros.

En este sentido es importante que el consultante y psicólogo respeten el encuadre

establecido, y que este último esté siempre atento a la funcionalidad del mismo.

Retomando los planteos de Bleger (1964) en cuanto al campo de la entrevista, se debe

permitir que el entrevistado sea quien configure ese campo, sin olvidar que el encuentro

constituye un proceso dinámico, y por lo tanto hay cierta libertad por parte del

entrevistador que no se puede controlar.

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Albajari (1996) al respecto expresa:

Ya que el campo de la entrevista está en permanente cambio, pensamos

en la misma en forma dinámica, por lo que la observación se debe extender al

campo específico existente en cada momento, a su continuidad, sus cambios y

en sentido de los mismos (p.19).

Se considera entonces necesario que el psicólogo pueda plantear el encuadre en base

a aspectos y objetivos reales para dar sostén y continuidad al mismo, sin olvidar que

consta de un fenómeno dinámico y por lo tanto sujeto a modificaciones. Si el encuadre

se modifica, por ejemplo, en caso de que el consultante llegue en un horario o día que

no fueron acordados, esta modificación debe ser plausibles de observación para ser

entendida dentro del encuadre mismo de trabajo.

En cuanto al encuadre interno, Alizade (2002) se refiere a él como la función asociativa

que permite el desorden y el caos, ambos en continua relación. El encuadre interno

articulado con el encuadre externo “de manera inteligente y con sentido común,

conforma el instrumento fundamental para llevar a buen puerto un tratamiento” (p.115).

El mismo tiene un papel central en todo trabajo analítico, consiste en un conjunto de

propiedades internas, provenientes del análisis y autoanálisis del propio psicólogo y las

cuales entran en juego como alertas invisibles en los encuentros con el consultante

(Alizade, 2002).

En este sentido se asume que el encuadre interno está ligado a la presencia del analista,

en una interacción donde se percibe lo que no puede ser dicho de forma consciente por

el sujeto.

Es en el encuadre interno es donde se ponen en juego algunos elementos importantes

tales como:

a) la escucha con el tercer oído, la cual implica estar atento a las voces internas que

guían al psicólogo a detectar mensajes inconscientes por parte del consultante (Reik,

1926 citado por Alizade, 2002).

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34

b) la atención flotante, la cual se corresponde con una escucha atenta y lo más abierta

posible para captar las formaciones del inconsciente.

c) La asociación libre, otro elemento con el cual se puede crear pensamientos e ideas

libres de prejuicios e intencionalidad y encontrar elementos que sean claves para

entender las demandas y conflictos del sujeto.

d) Por último y no menos importantes, el encuadre interno se encuentra ligado a la

creatividad del analista; la cual se pone en juego no solo en la elección de las

herramientas sino también para la creación de una estrategia de intervención.

En cuanto a esto, Alizade (2002) comenta que:

El analista se arroja a la piscina de sus intuiciones, se libera de las

órdenes recibidas por distintos supervisores o por los textos teóricos y sus

certezas. Nada en el mar de su encuadre interno, sostenido por el proceso

formativo que permitió su gestación” (p.119).

Se procura en base a esto que el psicólogo improvise para la creación de una estrategia,

que confíe en cierta manera en su encuadre interno, en sus intuiciones y a la vez que

respete los tiempos del paciente para reconocer cuándo intervenir y de qué manera

hacerlo.

5.2 Escucha y mirada clínica

Una interrogante que surge al pensar un primer encuentro con el consultante es: ¿Cómo

y qué mirar/escuchar?

De la interrogante anterior podemos deducir que el psicólogo va a disponer de la

escucha y mirada clínica como otra herramienta más del método clínico; las cuales le

permitirán ir develando y descifrando el sentido y el pedido de ayuda demandado por el

consultante.

En los primeros encuentros, el psicólogo va adquiriendo una actitud clínica, refiriendo

con ello lo que propone Ulloa, (1974) se trata de “meter el cuerpo en la situación”, el

mirar y ser mirado formando parte del campo, lo cual implica darle oportunidad a lo

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35

nuevo, que cada situación sea configurada en ese momento y para ese contexto en

particular.

En cuanto a la escucha clínica Perpiña (2012) indica que:

Requiere un esfuerzo mental y físico en el que el entrevistador no sólo ha

de hacer muchas cosas por captar el mensaje referencial y emocional de su

interlocutor, sino, más importante aún, ha de hacer ver y entender, en nuestro

caso al entrevistado, que está siendo escuchado, atendido y entendido (p.94).

Levaggi (2007) por su parte, habla del significado del lenguaje como aquello que abarca

más allá de la palabra, es decir, se trata de ver más allá de lo que el sujeto muestra y

por ende será necesario apelar a una escucha libre de prejuicios, lo más abierta y amplia

como para entender el sentido y los aspectos que lo traen a consultar.

De acuerdo con lo anterior es pertinente considerar que “cada situación de consulta es

única y original por lo que una “escucha clínica” atenta pasa a ser uno de los aspectos

esenciales para una adecuada resolución de la consulta” (Tortorella 2007, p.69).

Cada sujeto va a tener una forma particular de expresarse, tanto esto como su discurso

va a ser de interés para el psicólogo. Además de la forma y el orden que tenga el

discurso, importa el origen del mismo. En este sentido, entender y reconocer si el mismo

es a nivel consciente o inconsciente.

En función de lo anterior, se hace necesario destacar la importancia de los silencios, la

escucha clínica supone la atención a lo dicho y lo no dicho, por lo que es relevante

identificar en qué momentos el consultante calla, cuándo comienza a hablar, el tono de

voz que utiliza, el flujo de las palabras, etc. (Lavaggi, 2007).

Retomando los aspectos referentes al contenido de las verbalizaciones, se pone énfasis

en qué temas y aspectos de su vida elige el consultante para comenzar a hablar, en

cuáles hace preferencias, cuáles incrementan la ansiedad o angustia del entrevistado.

Teniendo en cuenta, asimismo, los actos fallidos, lapsus, olvidos y otros elementos que

estén relacionados al contenido latente y los cuales no pueden ser dichos por el

consultante de forma explícita.

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Para lograr una escucha clínica eficaz se pretende entonces, una escucha amplia,

atenta, libre de prejuicios e interrupciones, “la no selectividad, la actitud atenta y

desinteresada que no juzga ni afirma, una escucha por parte del entrevistado que dota

de un nuevo sentido a lo que él mismo dice.” (Soave, s/f).

Puede ser habitual que el discurso del paciente se torne confuso, por lo que una escucha

activa va a permitir ir hilando sobre esas ideas y ese discurso. A su vez, una escucha

flotante le permite al entrevistador escuchar más allá del discurso verbal y posibilita de

este modo a la creación de hipótesis, centrando siempre las intenciones de entender y

comprender al sujeto que consulta.

Al respecto Viera de Almeida (2004) indica que “para estar presente y poder escuchar

al otro, el entrevistador debe poder aislar otras preocupaciones y, momentáneamente,

centrar su atención en el entrevistado. Para hacer esto, sus necesidades personales

deben estar suficientemente satisfechas” (p.37).

Para que una entrevista sea eficaz, es tan importante saber qué y cómo preguntar, así

cómo saber escuchar y qué mirar.

Por ello, lo que se pretende es realizar una lectura sobre lo que el sujeto despliega, no

desde la forma de leer las asociaciones y/o desde los valores del entrevistador sino

desde una mirada clínica (Levaggi, 2007).

La misma trata de identificar qué observar, no sólo con relación a lo que se recibe del

consultante sino también que será imprescindible mirarse a sí mismo. En este sentido,

se entiende que en el manejo de esta herramienta entra en juego no solo el dominio

técnico y teórico de la misma, sino también la experiencia y la intuición del entrevistador.

El lenguaje metaverbal de acuerdo con Ziderman (2004) es de suma importancia, ya

que esa comunicación opera simultáneamente en dos niveles distintos y puede ser

contradictoria entre sí. Un ejemplo de esto podría ser el de una persona que comunica

algo de forma verbal, pero al mismo tiempo indica con un gesto o postura que su

mensaje es otro u opuesto. Aquí se pone en juego el acto de develar (quitar el manto)

para ver más allá de ese discurso operante.

La mirada y la escucha clínica entendidas de esta manera se deben de complementar

a su vez con una aptitud y actitud clínica.

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37

5.3 Aptitud y actitud clínica

El trabajo clínico en psicología significa adquirir la capacidad de interpretar y modificar

una situación, de la cual el clínico forma parte fundamental, en tanto la clínica plantea

la particularidad de que conocemos las cosas en función de nuestro accionar sobre ellas

(Ulloa, 1974).

Se considera a la aptitud clínica como una predisposición para la interpretación clínica,

la cual deberá estar acompañada a su vez, de la posibilidad de ir decodificando la

información recibida en cada situación clínica (Ulloa, 1974).

De acuerdo con Protesoni (2014) la actitud clínica:

Se relaciona con esa dimensión de la implicación, con el mirar y el ser

mirado, con el poner dentro de sí lo del otro, el ser capaz de articular lo propio y

lo ajeno, reconociendo en el paciente lo semejante acerca de experiencias

clínicas anteriores. En ese “meter el cuerpo” que implica la actitud clínica, se

juegan dos procesos: la metabolización instrumental de los afectos y la

internalización del encuadre (Protesoni, 2014, p.62).

En el mismo sentido se entiende a la actitud clínica como la capacidad de lectura y de

entendimiento del material que despliega el consultante, siendo la aptitud clínica la

predisposición, el saber mirar y el saber escuchar, siendo estos, elementos indisociables

que requiere la práctica clínica.

Conviene destacar en este punto que el entrenamiento y el afinamiento del tercer oído

junto con la mirada selectiva se adquieren con el ejercicio de la práctica además de la

intuición y la formación analítica.

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38

5.4 Disociación instrumental

La disociación instrumental es otra herramienta del método clínico, se asimila a la

capacidad del entrevistador de operar disociado, es decir, actuando con una

identificación proyectiva hacia el entrevistado y a su vez permaneciendo fuera de esa

identificación.

Esta herramienta le permite al psicólogo no quedar enquistado en los sentimientos que

pueda experimentar el sujeto y los cuales son proyectados hacia el entrevistador; sino

que por el contrario le permitirá observar, entender y controlar lo que acontece en la

entrevista (Bleger, 1964).

Al respecto Albajari (1996) indica que:

Esta disociación con la que tiene que operar el entrevistador es a su vez

funcional o dinámica, en el sentido de que tiene que actuar permanentemente la

proyección e introyección, y tiene que ser lo suficientemente porosa para que

pueda permanecer en los límites de una actitud profesional (p.29).

Los sentimientos que pueden ser experimentados, deberán ser percibidos por el

entrevistador y a su vez tendrán que ser analizados en función de la personalidad de

cada uno, el contexto, entre otros que servirán para resolverlos (Albajari, 1996).

De acuerdo a lo anterior, se puede decir que para lograr una correcta utilización de esta

herramienta, el psicólogo no debe asumir el rol que le es establecido por el entrevistado,

sino que debe oscilar entre ellos, a modo de ejemplo si el entrevistado se encuentra

enojado en cierto momento de la entrevista, el entrevistador si asume ese sentimiento

de enojo, perderá el encuadre de trabajo y por ende el objetivo del encuentro.

Se considera de igual importancia, el conocer y reconocer los puntos ciegos del propio

psicólogo; ya que es él mismo su propio instrumento de trabajo y, por ende, debe

conocer en profundidad sus conflictos, ansiedades, temores, inseguridades, entre otros

elementos que propician el entendimiento de los fenómenos contratransferenciales que

pueden surgir a lo largo de los encuentros y para sortear los obstáculos mencionados.

Page 39: Rol y Herramientas del Psicólogo Clínico en un primer

39

5.5 Transferencia y contratransferencia

Otros elementos importantes a tener en cuenta en el transcurso del encuentro son la

transferencia y la contratransferencia, ambos elementos se despliegan y emergen de la

relación entre psicólogo y paciente, fenómenos de los cuales dependerá el transcurso

de la entrevista y el futuro proceso terapéutico.

Cabe destacar que estos fenómenos transferenciales aparecen en toda relación

interpersonal, la diferencia es que, en la situación de entrevista, deben ser utilizados

como instrumentos técnicos de observación y comprensión (Rosenfeld y Avrutin, 2006).

Freud (1912) fue pionero en definir por un lado los sentimientos que surgen por parte

del entrevistado, es decir la transferencia, y los sentimientos que surgen del

entrevistador hacia el consultante, es decir la contratransferencia.

En el diccionario de Psicoanálisis, Laplanche y Pontalis (1996) definen la transferencia

como “(...) el proceso en virtud del cual los deseos inconscientes se actualizan sobre

ciertos objetos, dentro de un determinado tipo de relación establecida con ellos y, de un

modo especial, dentro de la relación analítica” (p.439).

Es necesario entonces poder trabajar con y en relación a este fenómeno transferencial,

en concordancia con Bleger (1964), la transferencia “actualiza en la entrevista

sentimientos, actitudes y conductas inconscientes que corresponden a pautas que este

ha establecido en el curso del desarrollo, especialmente en su relación interpersonal y

con su medio familiar” (p.21).

Para comprender el fenómeno de transferencia se reconoce que, en la misma, el

entrevistado asigna “roles” al entrevistador y se comporta en función de ellos, roles que

se corresponden con sentimientos reprimidos e inconscientes que pueden despertarse

en la relación entablada en la entrevista.

En síntesis, se trata de la recreación de sentimientos anteriores proyectados hacia el

analista. Dichos sentimientos brindan información acerca de la conducta y aspectos de

la personalidad del entrevistado los cuales no pueden ser entendidos ni trabajados en

otro u otros vínculos ni en otro contexto.

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Las designaciones más comunes clasifican la transferencia en base a dos

proposiciones, transferencia positiva y transferencia negativa. La primera se refiere a

las diversas formas positivas que puede experimentar y/o ver el entrevistado a su

entrevistador, estas pueden incluir el respeto, el gusto y amor por su analista. Por el

contrario, se encuentra en la transferencia negativa sentimientos hostiles, los cuales

pueden incluir enojo, disgusto, odio o desprecio por el analista (Greenson, 1976).

Al momento de pensar si se establece o no transferencia en un primer encuentro entre

psicólogo y paciente, la respuesta es afirmativa ya que la instancia de consulta y el

encuentro implica entablar un vínculo que por sus características es diferente a los que

habitualmente mantiene el consultante en su vida cotidiana.

El psicólogo, ubicado en su rol, pasa a ser aquel a quién se le dirigen una serie de

expectativas y requerimientos, ya sea en una dimensión consciente como preconsciente

e inconsciente (De Souza y Vázquez, 1990). Por lo tanto, ya desde el primer encuentro

se puede decir que se produce y establece transferencia, la cual será evidenciada y

trabajada a lo largo del proceso.

En cuanto a la contratransferencia, Heimann (1950) la define como la totalidad de

sentimientos que se despiertan en el analista y son dirigidos hacia su paciente. Es una

de las primeras autoras en otorgarle un lugar primordial en el proceso analítico, no es

vista como un obstáculo a ser eliminado sino como un instrumento valioso. De esta

forma se puede considerar que la misma representa una de las principales herramientas

de trabajo del psicólogo clínico.

En acuerdo a los planteos de Heimann (1950), los fenómenos contratransferenciales:

Dependen en alto grado de la historia personal del entrevistador, pero si

aparecen o se actualizan en un momento dado de la entrevista es porque en ese

momento hay factores que operan para que ello suceda así. Durante mucho

tiempo se los ha considerado como elementos perturbadores de la entrevista,

pero progresivamente se ha reconocido que ellos son indefectibles o ineludibles

en su aparición y el entrevistador debe también registrarlos como emergentes

de la situación presente y de las reacciones que provoca el entrevistado (p. 25).

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41

Para lograr un buen manejo de esta herramienta, el psicólogo deberá contar con una

formación continua y actualizada, con su terapia personal y/o con supervisión de sus

pacientes para poder sortear cualquier tipo de obstáculo que en ella se presenten.

Entonces, se comprende a la transferencia y la contratransferencia como fenómenos

que están ligados a la relación que se establece entre el sujeto que consulta y el clínico.

En dicha relación se pretende el despliegue de sentimientos y fantasías para darle lugar

y emergencia a estos fenómenos transferenciales que en definitiva, permiten enriquecer

la alianza terapéutica y por lo tanto la tarea analítica.

6. Consideraciones Finales

Para la creación de una intervención y posterior estrategia a medida, el psicólogo utiliza

en los primeros encuentros con el consultante a la entrevista psicológica como principal

herramienta. La misma, permite conocer el porqué de la consulta, cuáles son los

síntomas que traen al sujeto a consultar, malestares, la conciencia de sí mismo y las

posibles expectativas que tiene de la consulta. Esto será determinante para saber si se

generará a partir de allí un proceso psicoterapéutico.

En base a lo expuesto a lo largo del trabajo, se considera que la intervención está

vinculada mas que nada a la producción de cambio, potenciando de este modo la

capacidad del sujeto a dar nuevos sentidos a la realidad que lo aqueja. Para ello y en

relación con los aportes de Bleger (1964) se entiende que el entrevistador deberá

cumplir una triple función: escuchar, observar y vivenciar. Las tres áreas están

relacionadas con el método clínico propuesto, donde la escucha y mirada clínica tienen

el rol principal de guiar al psicólogo para almacenar y procesar toda la información que

recibe del consultante con el fin de dar respuesta al pedido de ayuda y a la creación de

nuevos significantes.

En cuanto a la estrategia de trabajo, la misma se va construyendo a lo largo de los

primeros encuentros junto a las herramientas presentadas, que sirven de guía y dan

sustento al proceso. En este sentido es pertinente acompañarlas con una postura

abierta, dejando que en los encuentros se vayan produciendo y creando nuevos

significantes y significados, y por lo tanto que la consulta sea co-construida por ambas

partes fundamentales.

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Por otro lado, y en relación a lo aportado por Tabó (2007), que no haya una forma

hegemónica acerca de cómo usar la técnica de la entrevista, refuerza su posibilidad de

adaptación a las diferentes realidades que pueden presentarse en la clínica, y fomentan

la capacidad creativa del psicólogo de poder adaptar sus herramientas a las mismas.

Es necesario además de la información que se recaba con dicha técnica, prestar

atención al vínculo que se gesta en la relación entre el psicólogo y consultante.

Considero de esta manera, que los fenómenos transferenciales además de ser una

actualización del pasado, elemento esencial de un proceso psicoanalítico, son una

fuente valiosa de información, con la cual se puede llegar a la creación de nuevas formas

de ver ese pasado.

De igual modo será pertinente percibir todo aquello que el paciente nos transfiere en el

encuentro, es decir, si intenta confundirnos, enojarnos, evitarnos, etc. En este punto

será importante considerar como es percibido contratrasnferencialemente, como lo

percibimos para entender el modelo vincular e inconsciente del mismo.

Se entiende a la transferencia en este sentido como potencializadora del vínculo y a la

contratransferencia como un instrumento valioso en cuanto a la información que de ella

percibe el psicólogo clínico.

Por otra parte, la creación de una alianza terapéutica va a ser un objetivo fundamental

en un primer encuentro ya que va a oficiar como continente para aparar el proceso. Se

debe tener en cuenta a su vez, que ella depende de la capacidad de empatía, del

establecimiento de un encuadre acorde y de las habilidades del técnico; elementos

esenciales para continuidad y la concreción de los fines en cada uno de los encuentros.

Se concluye con esto, que de la interacción y comunicación entre entrevistado y

entrevistador surgen elementos importantes los cuales se almacenarán y procesarán en

base al método clínico.

Es necesario que el psicólogo cuente con él como marco referencial para saber qué

escuchar, qué mirar, así como intuir cuándo debe permanecer en silencio y cuándo debe

intervenir. Asimismo, se entiende que tanto los datos revelados de forma explícita y

verbal son tan importantes como lo que el consultante comunica de forma implícita y

silenciosa que incluye: mutismos, alteraciones del ritmo y tono de voz, cortes bruscos

del discurso, silencios, etc.

Page 43: Rol y Herramientas del Psicólogo Clínico en un primer

43

A su vez, se reconocen que las ansiedades que emergen del consultante son otro

elemento para considerar a lo largo de los primeros encuentros por ser de gran utilidad

para guiar la entrevista, y además estas aportan datos relevantes acerca del sujeto.

Si bien es necesario y habitual que exista cierto grado de ansiedad que oficie de impulso

para ambas partes, niveles altos de ansiedad podrían perjudicar la entrevista, siendo

esencial que el psicólogo pueda reconocerlas a tiempo para regularlas, encauzarlas y

dirigirlas, para perseguir los fines de ese primer encuentro.

El psicólogo por su parte tiene que estar intencionado en poder brindar una ayuda, debe

crear las condiciones que permitan el despliegue y la expresión del consultante;

centrarse en su rol, conocimientos y en paralelo ser capaz de observar y observarse.

En este punto se entiende que la experiencia del clínico puede ser utilizada a favor, es

sabido que un mayor grado de experiencia implica un aumento en la confianza del

psicólogo en sí mismo y en las herramientas propiamente dichas.

En este sentido y reflexionando sobre la experiencia transitada en la Facultad, la misma

me acercó a la realidad de la práctica clínica, pudiendo utilizar varias herramientas de

las nombradas a lo largo del trabajo y reflexionar acerca de ellas, así como también de

los fenómenos que se constituyen los primeros encuentros, afianzando en mi el interés

y entusiasmo por la clínica.

Es así que se considera necesario que el profesional pueda cuestionarse ante las

problemáticas que trae el paciente y estar en continua formación y actualización de

información y conceptos.

En cuanto al rol, se considera necesario que el psicólogo cuente con su propio encuadre

interno, el cual lo guiará y le dará las herramientas para saber qué postura tomar y ganar

confianza como una herramienta en sí misma; para el ejercicio de su rol.

Dicho rol se debe sustentar con el proceso terapéutico personal, el cual le dará

conocimiento sobre sus propias ansiedades, miedos y en definitiva le ayudaran a

entender y reconocer los posibles puntos ciegos con los cuales se encontrará en el

ejercicio de la clínica.

Page 44: Rol y Herramientas del Psicólogo Clínico en un primer

44

Lo anteriormente dicho va a determinar el “papel” que desempeñará en el encuentro, el

cual implica un compromiso con el consultante, consigo mismo y como profesional de la

salud. En el encuentro con el consultante surgirán dudas e incertidumbres, debiendo

apelar a nuestra formación, nuestra creatividad y reflexión constante en la búsqueda de

nuevos abordajes estratégicos.

Finalmente, se observa que el tema no se agota en este trabajo, por el contrario, se

espera que el mismo abra el abanico de posibilidades y sirva como incentivo e insumo

para indagar en nuevas lecturas y nuevos enfoques que permitan desarrollar

posteriormente otras perspectivas al tema abordado.

Page 45: Rol y Herramientas del Psicólogo Clínico en un primer

45

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