13
ANDRÉS TRAPIELLO TROPPO VERO AUSTRAL AUSTRAL

SALÓN DE PASOS PERDIDOS... · un Salón Pompeyano, un Salón de Baile, otro de Retratos, cada uno empapelado o pintado de un color, con unos muebles apropiados y decoración

  • Upload
    others

  • View
    3

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

TR

OP

PO

VE

RO

A

ND

S T

RA

PIE

LLOSALÓN DE PASOS PERDIDOS

(UNA NOVELA EN MARCHA)

En las viejas casas había siempre un Salón Chino, un Salón Pompeyano, un Salón de Baile, otro de Retratos, cada uno empapelado o pintado de un color, con unos muebles apropiados y decoración idónea... En estos palacios españoles, un tanto vetustos y destartalados, había también un salón que llamaban de Pasos Perdidos. La casa que no lo tenía no era una buena casa. Era el salón donde nadie se detenía, pero por donde se pasaba siempre que se quería ir a alguno de los otros.

Andrés Trapiello nos adentra en otro de sus diarios: Troppo vero, demasiado veraz, podríamos decir. En él recoge los acontecimientos correspondientes a 2002 con una prosa intacta y justa. «El impulso de llegar a ser reales es el modo más discreto y silencioso de servir a la realidad sin dejar de ser libres ni verdaderos.»

AU

ST

RA

L

AU

ST

RA

LHum

anidad

es

821

ANDRÉSTRAPIELLOTROPPOVERO

www.planetadelibros.comwww.australeditorial.com A

UST

RA

L

40 mm

9 788423 347674 AU

ST

RA

L10038161P.V.P. 15,95E

AU

ST

RA

L

ANDRÉSTRAPIELLO

TROPPO VERO

SALÓN DE PASOS PERDIDOS

TROPPO VERO.indd 3TROPPO VERO.indd 3 11/11/13 17:4211/11/13 17:42

troppo vero(2002)

TROPPO VERO.indd 15TROPPO VERO.indd 15 23/10/13 16:0423/10/13 16:04

OÍMOS que alguien golpeaba tímidamente la aldaba. No había

amanecido aún. Golpes sin continuidad, como si el viento ba-

tiera caprichosamente la puerta de una casa abandonada. En-

cendimos la luz.Eran las siete de lamañana.Esperamos sin hacer

ruido la confirmación de los aldabonazos, pero no se produjo.

Pensamos: ha sido el deseo de oírlos.Apagamos de nuevo la luz,

y en cuanto lo hicimos volvimos a oír esos golpes. Ha sucedido

una desgracia, susurró M. angustiada. Le dije, no tengas miedo,

si hubiese sido la guardia civil, habrían golpeado la puerta con la

culata de sus mosquetones, y llamarían a voces. La guardia civil

sólo habla en voz baja cuando va en busca del verdugo, como

en la película de Berlanga. Eran,más que golpes, como si rozase

lamadera de la puerta el ala de un pájaro. Salté de la cama y corrí

descalzo escaleras abajo. No sentí el frío en la planta de los pies

pero sí presagié las consecuencias.Unminuto antes únicamente

nos preocupaba su vuelta, y habría recorrido diez kilómetros des-

calzo pisando charcos helados para acudir en su búsqueda, pero

sabiéndolos en casa volvía nuestro modesto egoísmo: me voy a

enfriar y terminaré en la cama con un fiebrón, temí. No logra-

ban abrir porque la pequeña clavija que se usa amodo de tranca

se había encajado en las pestañas del cerrojo mecánico, e impe-

día que este corriera hacia ningún lado.

Volvían los dos desde Madroñera. Era aún más de noche

de lo que cabía imaginar por la hora. Llovía un poco, un tímido

orvallo.

19

TROPPO VERO.indd 19TROPPO VERO.indd 19 23/10/13 16:0423/10/13 16:04

G.veníamuerto de frío y sueño.R.,más responsable,no habíaquerido despertarnos. Llevaban esperando dos horas, allí, amenos cero. Contó que trató de entrar por todas partes. Trepóprimero por la yedra a la terraza, pero comprobó que el balcónestaba atrancado.Luego sacudió una a una las puertas, con la es-peranza de encontrar alguna mal cerrada. Cuando se cerciora-ron de que la casa estaba sellada a cal y canto, se sentaron en elatrio que tanto recuerda al de una pequeña ermita, con su arcode piedra de medio punto. Y esperaron que pasara el tiempo.

M., que oyó que estábamos hablando en la cocina, bajó rauday se sumó a la tertulia. Traía en las manosmis zapatillas.A pesarde la hora, la venida de sus hijos la euforizó lo indecible y se dis-puso a prepararles un café para hacerles entrar en calor, comosi regresaran del Gran Sol, de cazar ballenas. ¿Por qué no lla-masteis?, les riñó de una manera soñolienta pero risueña. Noquerían despertarnos, repitió R. consciente de lo aristocrático desu gesto. Sí, pero no hemos dormido en toda la noche por la in-quietud, pensando dónde estaríais, rezongué yo. Cada año sematan en estas carreteras de mala muerte media docena delugareños, que van borrachos, embotados como ceporros. Sematan ellos y se llevan por delante a tres o cuatro más, que vantranquilamente en sus coches diciéndose contentos: si me parala guardia civil y me hace soplar, me encontrarán limpio. Perola guardia civil siempre está en otra carretera, y el borracho saledecidido a acabar con su vida y la del desdichado que se cruce ensu camino, y hasta no conseguirlo no ceja.

Les habíamos llevado aMadroñera después de las campana-das de la televisión. En ese pueblo estaban citados con un amigodel Pago. Madroñera a esa hora de la noche era la viva estampade un pueblo fantasma. No se veía ni un alma ni un coche, sólola luz de las farolas. Los bares estaban cerrados también, como elAyuntamiento. Llovía un poco.Nos cruzamos con un perro queno llevaba collar. Se quedó en medio de la carretera, esperando

20

TROPPO VERO.indd 20TROPPO VERO.indd 20 23/10/13 16:0423/10/13 16:04

que le atropelláramos, al comprobar lo solo que estaba tambiénestaNochevieja. Luego debió de pensárselomejor,metió el raboentre las patas y se alejó un poco, indiferente a todo como los sui-cidas que han elegido mal el día de su muerte.

Al no ver a nadie por ninguna parte, volvimos a preguntara R. si no se habría equivocado de lugar y de hora. Estaban im-pacientes por que les dejáramos, como si les diera vergüenzaque les hubieran traído sus papás. Lo comprendimos bien, ydesaparecimos. Le dije a M., podríamos atropellar ahora alperro, si sigue en medio de la carretera; no puede ser una ca-sualidad. Serás capaz, me dijo. Vimos al perro plantado de-bajo de una farola. Se veía pasar la lluvia por el haz de luz,rasgando la oscuridad de la noche. Al descubrirnos se arrancóhacia el coche. Quizá le han dicho en la clínica veterinaria quetiene un tumor incurable. A., exclamó M., no me puedo creerque vayas a atropellarlo. Detuve el coche e hice sonar el cla-xon. Luego bajé la ventanilla y le dije que le comprendía bien.Todo esto sucedía enfrente del cuartelillo de la Guardia Civil.En ese momento salió un guardia, alarmado por el frenazo, yme vio hablando solo.Arranca,me dije, porque terminarán ha-ciéndote soplar a ti. Saqué la mano para disimular, y exclamé:Feliz Año, sargento. ¿Cómo sabías que era el sargento?,me pre-guntóM. en el cruce de la carretera de Guadalupe.No lo sabía,le confesé; lo normal es que fuese un número o un cabo, peroa qué cabo o a qué número no le gustará que le confundan conun sargento. No creo que un sargento hiciera la guardia deldía de Año Nuevo, pero nadie protesta de que le den un rangosuperior, y así,mientras saboreaba el oírse llamar sargento, nosdio tiempo a poner en marcha el coche y desaparecer.Muy as-tuto, concedió M. ¿Lo has leído en alguna de las novelas poli-ciacas que estás leyendo ahora? Esta pregunta en cambio memortificó un poco; como si M. no me creyera capaz de imagi-nar por mi cuenta estas pequeñas tretas. Pero no dije nada.

21

TROPPO VERO.indd 21TROPPO VERO.indd 21 23/10/13 16:0423/10/13 16:04

Bueno, sí, le dije que en general eran novelas muy malas, quedan un poco de risa, son de las que leen los insomnes para cogerel sueño. A esas deberían llamarlas nochelas. ¿De qué estás ha-blando?, me preguntó M., pero como no esperaba una res-puesta, no se molestó uno en despegar los labios.

A continuación me dijo: ¿Te has fijado con cuánta ilusión sehan quedado en Madroñera? La juventud se mide por el entu-siasmo que ponemos en las nocheviejas; eran felices.

–Sí, pero...–No puedes impedir que crezcan. ¿Cómo quieres que se

acuesten como nosotros, después de las uvas?–¿Pero tú has observado bien el pueblo? Estabamuerto, no se

veía un alma– le dije–.Luego les saldrán los aborígenes, y al notarque son unos pijos de Madrid, los acuchillarán.

–R. y G. no son pijos –atajó molesta, sin ganas de seguir laconversación.

Le dije que llevaba razón. Tuvo que deberse eso a la misan-tropía que le brota a la Nochevieja, como el musgo negro creceen las tejas viejas.

Cuando íbamos a salir del pueblo, descubrimos a quince oveinte mozos en una esquina. La estampa era deprimente. Es-taban allí plantados, con el compás de las piernas bien abiertoy lasmanos en los bolsillos. Parecían estar en el patio de un cuar-tel esperando la talla. Se estaban mojando, recibían el sirimiricon indiferencia, como los pingüinos. No se sabía qué aguar-daban. Quizás a las mozas, que no aparecían por ningún lado.Estaban debajo de una bombilla con un platillo encima, unade esas bombillas municipales que dan más sombras que luz,sombras expresionistas, alargadas, de las que trepan por losmuros encalados. Y allí dejamos a R. y a G. a las doce y algo dela madrugada en la que era su primera nochevieja de adultos.Cuando llegamos a casa era la una. Nos fuimos a la cama, perose hacía difícil hablar de nada, con la preocupación.De acuerdo,

22

TROPPO VERO.indd 22TROPPO VERO.indd 22 23/10/13 16:0423/10/13 16:04

pensé, sin atreverme a compartirlo con M., pero aquellos ani-males advertirán que son forasteros, y cuando comprueben quelas mozas los prefieren porque no llevan porquería en las uñasy son un poco más finos, les clavarán los cuchillos cabriteros ylos arrastrarán a un barranco.Me consumía la inquietud, y acabépor darle a entender a M. con amplísimos meandros el objetodemi impaciencia. EnMadroñera no hay barrancos,me dijoM.con grandísima comprensión. Da lo mismo, los apalearán, in-sistí. No seas cenizo y duérmete, me ordenó. Pero yo no podíadormir, y sabía que ella tampoco.

Cuando llamaron por primera vez creí oír esos golpes en elabismo onírico, y que hacía solo cinco minutos que me habíadormido. Acababa de coger el primer sueño. Me había pasadola noche oyendo ladrar a los perros.Al principio, en la confusiónesa que producen los sueños respecto de las horas de vigilia, noacababa de saber si era demasiado temprano o, por el contra-rio, demasiado tarde. Imaginé que le ladraban al perro de algúncazador, porque al rato se oyeron los primeros disparos. Ahoraque lo pienso, no se sabe muy bien a qué le tiraría, porque sicuando nos levantamos era aún de noche, y los disparos los oíantes... Quizá los oí en sueños.

En cuanto se bebieron el café con leche corrieron a la camaa acostarse, y nosotros pudimos descansar al fin.

Dije, están vivos; y de haber tenido amanoun cordero, es cosasegura que lo habría sacrificado en acción de gracias.

M.me respondió que no estábamos en una película de Berg-man, y para probarlo me dijo que ella se volvía a la cama, y queyo debería hacer lo mismo que ella.Me lo dijo como una tenta-dora profesional, quizá porque llegó a creerse queme iba a que-dar ya levantado trabajando, como si fuera un héroe, y ella unabarragana. Bueno, concedí, vayamos a la cama.

Dormimos hasta las nueve ymedia, y esas dos horas de sueñonos supieron mejor que las seis en duermevela.

23

TROPPO VERO.indd 23TROPPO VERO.indd 23 23/10/13 16:0423/10/13 16:04

Bajé animoso dispuesto a cumplir los ritos de la mañana:desenterré de la ceniza dos pequeños granates, ascuas vivas, y alpoco, por arte de magia, se elevaba por el tiro de la chimeneaun fuego muy animado.

Como estaban acostados los chicos, este año no pusimos losvalses ni vimos las paridas vienesas de cada año ni los trampo-lines alpinos. Ha sido el Año Nuevo más silencioso de los últi-mos tiempos, sin músicas, sin palabras, sin relejes en la nieve.

Yo lo he dedicado íntegramente a la abubilla deAmherst, quees ya de la familia. De vez en cuanto iba a ver a mis gatos, a dar-les una lección sobre la vida.Los perros, sobre todo la perraMora,les rondan con las más aviesas intenciones. Son aún unos gatospequeños, del tamaño de pelotas de tenis. Están un poco des-medrados por falta de convicciones. Y ahí es donde he de inter-venir yo con las lecciones de vida.Estánmuydesconcertados.Lostenemosmetidos en el cuarto de la caldera de la calefacción. Losperros saben que están ahí y aguardan apostados a que salganparametérselos entre las muelas. Los gatos sospechan que el in-terés que despiertan en la hermana perra no es desinteresado, yde momento se acurrucan en un rincón y esperan allí la mayo-ría de edad. Dan mucha pena. Tienen algo de presidiarios, en-cerrados ahí todo el día.Yo les desmigo con la leche alguna fábulamoral: Ahí afuera os esperan los perros, con los colmillos bui-dos... ¿Por qué entre gatos y perros se llevan la peor parte losgatos?, les pregunto. Pero no les doy nunca la respuesta, quierohacer de ellos discípulos de la semiología abierta; han de descu-bir ellos solos el camino...

A la hora de la comida fui a despertar a los chicos. Habríandormido hasta las nueve de la noche. La arenga que les eché porverles tan perezosos no estaba hecha como la de los gatos, de pre-guntas sin respuesta, sino sólo de respuestas: Si no sois diligen-tes, no esperéis que la vida os favorezca. G. protestó y dijo queeraAñoNuevo y se levantaría a la hora que le apeteciera.Me die-

24

TROPPO VERO.indd 24TROPPO VERO.indd 24 23/10/13 16:0423/10/13 16:04

ron ganas de convencer a los perros para que cambiaran de ob-jetivo, gatos por hijos...

Mientras comíamos contaron divertidos su aventura. Comoa las cinco se aburrían en una discoteca donde no conocían anadie, decidieron volverse a casa, y lo hicieron atrochando, porlas callejas, entre los olivares y encinares. Una hora. Se guiabanpor el resplandor de la luna a través de las nubes.Era, decían,unaluz irreal, pero suficiente para ver las piedras del camino. Ade-más observaron que a los cinco minutos su vista se había adap-tado, y no necesitaban casi ni mirar al suelo. Ahí tenéis otraparábola, les dije. G. me miró con paciencia, y sin abrir la boca,estaba diciendo: Deja a R. que siga contando.

A nosotros lo que nos gustaba sobre todo era saber que esosno-planes los habían hecho juntos los hermanos, como dos co-legas. Luego lo comentamos: más importante que lo que hagano no hagan es que lo hagan, o no, juntos.

El resto del día fue tranquilo. No sonó ni una sola vez el te-léfono, y la jornada se la llevó el trabajo, como si viviésemosen un monasterio medieval. Solo la salmodia del fuego en lachimenea.

AVECES se le olvida a uno suorigen,queno es otro que aqueladondequiere ir, adondehande llevarle sus pasos,hasta lamuerte.Y origen de uno es hoy y lo será siempre, si no se le enredan enuna confusión las circunstancias, el árbol, este árbol, aquel, el pozo,este de aquí, tan hondo porque ha subido el agua hasta la mano,y las violetas, ay, las violetas tan escrupulosas con el invierno, ycada una de las gotas de rocío que destila la infinita alquitara delpaisaje, y el pájaro que ahora está cantando aquí su lección, comose está el hijo de un inmigrante en el rincón de la clase, sin en-tender el canto de los otros pájaros. Este es el origen, y con élvendrá todo lo demás, si ha de llegar, lo que demás puro le puedanacer al corazón; ese donde debiera el hombre descansar de todo.

25

TROPPO VERO.indd 25TROPPO VERO.indd 25 23/10/13 16:0423/10/13 16:04

HOY, como puede comprobarse, es el día después. Ha sidomuy bonito a sumanera: no ha parado de llovermañana y tarde,muy suavemente, con tanta mansedumbre que más que lluviaparecía una conversación de amigos.M. terminó de leer Las in-clemencias del tiempo; me dijo, estos libros son el mismo y sondiferentes, y cuando se acaban de leer ya no sabes si lo que leístesucedió alguna vez o fue un sueño, son como la vidamisma, echasla vista atrás, y todo se ha borrado. Protesté un poco, porqueesomismo se lo dice uno de vez en cuando,pero ella cree que nole quiero contar de qué va cada libro cuando lo termino, por-que soy un perezoso. El descubrimiento la había puesto de muybuen humor. Y entonces entonó su pequeña elegía. Dice tam-bién: No tengo memoria, si no fuese por la tuya mi vida valdríapoco, lo que un lazarillo a un ciego, así son tus recuerdos respectoami pasado, sé que pase lo que pase esto ya no lomoverá nadie,y yo podré volver aquí y quedarme; la verdadera casa es la de estoslibros,más que esta del Corazón o la de Conde de Xiquena. Perosin estas casas, reales, los libros no valdrían nada, añade a conti-nuación con timidez, por si se ha enredado en una paradoja.

Basta que se le halague a alguien de modo tan lisonjero paraque se le suba un poco a la cabeza, de modo que le dije, como siquisiera renunciar a todo, que la verdadera casa eran nuestrosdos hijos. Se quedó pensando un rato para saber si merecía ono la pena llevarme la contraria, y acabó por asentir. Bueno, lasdos cosas, no son excluyentes; estos libros son habitaciones dela misma casa. Luego añadió: ¿Vas a hablar de esto en el diario?Le dije que sí, porque un poco demetaliteratura no le vienemala ningún libro, y los críticos lo valoran hoy día mucho, comolos venecianos del siglo XIII las especias que traíaMarco Polo delaChina.Entoncesme pidió que la sacara un pocomejor, porquetiende uno, en su opinión, a ponerla a ella en el papel deslucidode los diálogos platónicos, el de cualquier Cratilo, reservándomeyo el de Sócrates.“¿No crees,Cratilo, que esmás virtuoso el hom-

26

TROPPO VERO.indd 26TROPPO VERO.indd 26 23/10/13 16:0423/10/13 16:04

bre cuantomás austero?”“Así lo creo, Sócrates”.Me ha dicho quele gustaría hacer un rato el papel de Sócrates, y así se lo he pro-metido, y a la primera ocasión pondré en sus labios tales sabiassentencias que nos llevarán en volandas al cielo.

Hubo también algunasmenudas cosas.Una reseña del amigoX a propósito de los poemas de Díez-Canedo, en los que echaen falta cierto poema que aparece en la antología de Fernández.Tiene razón, qué duda cabe, pero teniendo en cuenta que X po-dría decírselo a uno por correo electrónico, hay que pregun-tarse qué sentido tiene esa amonestación pública. ¿Decirle allector que el libro es deficiente porque falta un poema por lodemás intrascendente? ¿Recordarle al mundo que el crítico esmás listo que el autor de esa edición? ¿El gusto de pillarle en faltaa quien él cree vendrá bien bajarle los humos? Siempre será unmisterio. Es la primera vez que se editaban reunidos los poe-mas de Díez-Canedo, autor que murió hace casi sesenta años,poemas escritos en buena parte casi hace cien. El hecho es indi-cativo de una sola cosa: no había desde luego una gran demandasocial ni literaria para editarlos, y la recepción tampoco ha sidoentusiasta. No sería extraño que la única reseña sea la del amigoX. ¿Valía la pena gastar tres líneas de la reseña denunciando quefaltaba ese poema? Al amigo X le gusta, como a su paisano Cla-rín, moralizar la crítica y la literatura con pellizcos de monja osartenazos, según le pille. Será improbable que ese libro conozcasegunda edición, y por tanto que pueda enmendarse la falta. Sila conoce, será dentro de tantos años que probablemente ya ha-yamosmuerto el crítico y yo, y en caso contrario, amí semehabráolvidado que faltaba ese poema.Así que se pregunta uno, ¿y paraqué lo habrá hecho?

APARTIRdel cuarto día en LasViñas la vida empieza a trans-currir hacia atrás, como cuando la lluvia, de tanmansa, empiezaa caer hacia arriba. Es un fenómeno físico fascinante. De niño

27

TROPPO VERO.indd 27TROPPO VERO.indd 27 23/10/13 16:0423/10/13 16:04

observaba atentamente los radios de la rueda de una bicibleta,

que, no sé cómo, parecían de pronto girar en sentido contrario

a la marcha que llevaban, sin cambiarla. Con la vida ocurre lo

mismo.Nada cambia, todo sigue su curso, pero de pronto todas

las cosas parecen llevarnos hacia el pasado, y el tiempo y susme-

teoros cobran una importancia capital.

Después de dos días en que amanecía lloviendo, sin luz, con

las nubes encapotadas y negras, ha salido el sol. Este hecho es,

como diría Pla, irrefutable.

Todo está lavado y nuevo, y los colores son prodigiosos, sobre

todo por la tarde, ya que las sombras,muy bajas por la estación,

vienen a matizar las luces con sus respectivos colores comple-

mentarios. El crepúsculo no sólo es la hora de la pintura, sino

una verdadera lección de pintura, como son las noches estivales

una lección de bel canto, con el ruiseñor profesando.

Ayer enterraron a la abuela de I., el amigo de R. y G., con el

que se fueron la Nochevieja a Madroñera. No dejó de llover en

todo el día.

Como para salir o entrar en el pueblo es preciso pasar por

delante del cementerio, yo me decía que debe de ser bien triste

que le entierren a uno un día como ese. Lo digo pensando en los

deudos,más que en el difunto,para quien la lluvia será en esa hora

ya lamenor de sus preocupaciones.En el corto trechodel camino

que lleva al cementerio se habían quedado los relejes de los co-

ches. Salió el sol. La lluvia los había llenado de agua y en el agua

se reflejabamuy claramente el cielo.Eran dos jirones de cielo azul

muybonitos, como las camisas dedos culebras,dos cintas deplata.

Pensaba todo eso mirando el caminejo.Me decía, en realidad es

un camino de barro enmedio de las nubes. Las nubes corriendo

por el camino hacían un espectáculo bonito. No hay nada tan

ameno como ver una nubemontada en las aguas de un charco o

de un lavajo. El camino hacia la eternidad.

28

TROPPO VERO.indd 28TROPPO VERO.indd 28 23/10/13 16:0423/10/13 16:04