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Schrodinger, Erwin - La Naturaleza y Los Griegos

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El siglo XX pasará sin duda como uno de los periodos en que la humanidadhabrá presenciado los cambios científicos más revolucionarios de suhistoria. Erwin Schrödinger, Premio Nobel de Física, fue, junto conEinstein, uno de los primeros en contribuir a estos cambios. Sinembargo, en 1948, cuando dictó el curso que, poco después, se convirtióen el libro que publicamos ahora, aconsejaba a sus discípulos quevolvieran su atención hacia los pensadores de la Antigüedad, pese atodos los adelantos científicos de que entonces ya se disponía.

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  • El siglo XX pasar sin duda como uno de los periodos en quela humanidad habr presenciado los cambios cientficos msrevolucionarios de su historia. Erwin Schrdinger, PremioNobel de Fsica, fue, junto con Einstein, uno de los primerosen contribuir a estos cambios. Sin embargo, en 1948,cuando dict el curso que, poco despus, se convirti en ellibro que publicamos ahora, aconsejaba a sus discpulos quevolvieran su atencin hacia los pensadores de laAntigedad, pese a todos los adelantos cientficos de queentonces ya se dispona.Su inters por los orgenes del pensamiento cientfico partede la preocupacin por conocer las causas intrnsecas delconflicto entre religin y ciencia, entre filosofa y fsica,conflicto que se ha ido agravando desde el renacer de laciencia en el siglo XVII hasta nuestros das y que surge deuna pregunta primordial, an no resuelta: de dnde vengoy adnde voy? Pues, Schrdinger, sumergido por su propiaactividad en la investigacin de la naturaleza profunda de larealidad fsica, se propuso intentar descubrir cul es el lugarde la humanidad en relacin con esta realidad y averiguarcmo los grandes pensadores del pasado examinaron estacuestin. Quin mejor que l para guiarnos a nosotros enesta apasionante exploracin de los orgenes, cuandofilosofa y ciencia formaban parte de un nico pensamiento?

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  • Erwin Schrdinger

    La naturaleza y los griegosMetatemas - 048

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  • Ttulo original: Nature and the GreeksErwin Schrdinger, 1997Traduccin: Vctor Gmez PinIlustraciones: isytax

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    salustianofernandezviejoTexto escrito a mquina-Prlogo-Razones de un retorno al pensamiento antiguo-La rivalidad Razn - Sentidos-Los pitagricos-La cultura jnica-La religin de Jenfanes. Herclito de feso-Los atomistas-Cules son los rasgos peculiares?-Bibliografa-Autor-Notas

    salustianofernandezviejoTexto escrito a mquinaNDICE

  • A mi amigo A. B. Clery, en agradecimiento porsu inestimable ayuda.

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  • Prlogo

    En sus aos de docencia en una institucinuniversitaria de Dubln, el profesor Schrdinger,premio Nobel de Fsica, se distancia (relativamente) desus investigaciones directas en fsica terica paraconsagrarse a una reflexin sobre el concepto mismoque se halla en el origen de la disciplina: physis,trmino equvocamente vertido por naturaleza, queSchrdinger se propone iluminar a partir de lapercepcin que de ella tienen los ms arcaicospensadores griegos; resultado de tal reflexin es estepequeo libro. Su importancia no reside en el grado deerudicin filosfica del autor (que sin embargo para squisieran muchos profesores de la disciplina) y nisiquiera en su indudable autoridad para vincular lahistoria de la filosofa a la historia de la ciencia. Lo quellama la atencin es sobre todo la disposicin deespritu con la que el ilustre cientfico acomete la tareade hurgar en los textos presocrticos. Textos que nocabe an catalogar propiamente ni de cientficos ni defilosficos y ello porque tal divisin encuentra origenen un singularsimo rasgo de la operacin de pensarque se va fraguando por vez primera en tales textos.Schrdinger parece reconocerse y deleitarse en estehorizonte previo a la parcializacin de las tareas delespritu. La filosofa de los antiguos griegos nos atraehoy porque nunca se ha establecido nada parecido a

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  • su altamente avanzado y articulado sistema deconocimiento y especulacin sin la fatdica divisin quenos ha estorbado durante siglos y que ha llegado ahacerse insufrible en nuestros das, escribe el autor.

    Pero es ms: El cientfico que, tras forjar lasecuaciones en las que arranca la mecnica cuntica,puso de relieve que las paradojas que esta plantea sedan asimismo en el nivel macroscpico, el cientficoque en mayor medida contribuy a subvertir los pilaressobre los que creamos asentada la teora delconocimiento, se propone determinar inequvocamentednde reside la importancia del pensamiento griego (alque tantos se acercan de forma puramente beata)alcanzando a sealar que lo fundamental estriba en eldoble rasgo siguiente: a) all se instaura la conviccinde que el mundo en nuestro entorno es cognoscible, yb) se considera que el sujeto que conoce es neutrorespecto a la entidad conocida y al propio acto deconocer.

    La reflexin de Schrdinger nos conduce as hasta eladvenimiento de algo que a priori no era necesario nievidente, que para nosotros lleg sin embargo a ser laevidencia misma y que, precisamente tras Schrdinger(junto a otros grandes cientficos de nuestro tiempo),ha dejado de ser tal.

    En este discurrir sobre los griegos no deja jams deestar presente la mirada del fsico cuntico. El nombrede Schrdinger ha quedado vinculado, de manera casi

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  • popular, al clebre aplogo del gato enclaustrado,que recordaremos brevemente. En una caja seencuentra el felino junto a un dispositivo mortal quetiene un 50% de posibilidades de funcionar.Suponiendo que no tenemos medio de saber si hafuncionado o no, antes de que se abra la cajaignoramos si el gato est vivo o muerto; hasta ah todonormal. Mas segn los principios de la mecnicacuntica, el investigador que ha construido la situacinha superpuesto un estado que implica gato vivo y unestado que implica gato muerto. Ahora bien, talsuperposicin cuenta entre los rasgos constitutivos delfenmeno que se investiga; por consiguiente, no setrata tan slo de que no sepamos (antes de abrir lacaja) si el gato est vivo o muerto, se trata de que esta la vez vivo y muerto, el gato est en el limbo, por asdecirlo.

    Muchas han sido las controversias en torno a lasignificacin real de tal aplogo y en general respectoa las paradojas de la mecnica cuntica. En cualquiercaso Kant jams se hubiera permitido ignorarlas!(Contrariamente a tantos metafsicos actuales quecreen poder permanecer indiferentes a las ecuacionesde Schrdinger).

    En un pasaje central de su reflexin, Schrdinger serefiere a las teorizaciones en las que el ideal delconocimiento cientfico parece quedar reducido al decomputar y describir los fenmenos renunciando as a

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  • toda dimensin explicativa. Los orgenes de talconcepcin se remontan como mnimo a un clebretexto de los Principia de Newton del cual no tenemosespacio para ocuparnos. Sealemos tan slo que en lse erige en soporte teortico exclusivo de la ciencia, lallamada filosofa experimental, en la cual escribeNewton se extraen proposiciones de los fenmenosy despus se generaliza por induccin. Segn talfilosofa, sabiendo cmo cae un cuerpo es ociosopreguntarse por qu cae (hipothesis non fingo, diceNewton al respecto). No es discutible que la actividadconsistente en computar, describir, generalizar porinduccin y efectuar previsiones aparecera as comomodelo nico de cientificidad, respecto al cualquedara como residuo de espiritualidad adolescenteuna ciencia vinculada a la filosofa propiamente dicha;aquella filosofa que, en trminos de Leibniz, buscasiempre la razn: esa razn sin la cual Kant (tannewtoniano por otra parte) negaba el derecho a decirtodo cuerpo es pesado por mucho que la gravedadfuera constatada por doquier.

    Pues bien, esta ruptura de facto entre filosofa yfsica est a punto de ser superada, y ello comoresultado de la interrogacin de los propios fsicos,aguijoneados por la aparicin en sus teoras de lagunasde inteligibilidad que les parecen a ellos mismosescandalosas y que desde luego lo son mucho menosque el evocado hypothesis non fingo. No se trata slo

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  • de que algunas de las cuestiones planteadas por larelatividad y la teora cuntica hayan llegado a sercentrales en la filosofa de la ciencia. Se trata,fundamentalmente, de que la fsica contemporneatiende intrnsecamente a convertirse en reflexin sobrelos conceptos que constituyen el soporte no slo de lapropia disciplina, sino quiz de todo conocimientohumano, y que al efectuar tal viraje, la fsica encuentraexactamente los mismos problemas que constituyen elncleo duro de la filosofa, a saber, la teora de lasdeterminaciones del ser u ontologa. Para la propiafilosofa, la mediacin de sus problemas clsicos porlas reflexiones precedentes de los fsicos constituyeautntico alimento revitalizador, que restaura lafrescura originaria y le otorga nueva legitimidad. De ahla importancia que dbamos a la disposicin misma delautor de este pequeo texto.

    Vctor Gmez PinUniversidad Autnoma de Barcelona

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  • La naturaleza y losgriegosConferencias Shearman

    Londres, 24, 26, 28 y 31 de mayo de 1948.

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  • Razones de un retorno alpensamiento antiguo

    Cuando, a comienzos de 1948, empec a impartir unaserie de conferencias sobre el tema que aqu se trata,ya sent la urgencia de ofrecer amplias excusas yexplicaciones preliminares. Lo que expuse en aquelmomento (precisar que fue en el University College deDubln) ha venido a formar parte del librito que tienenante ustedes. Se han aadido algunos comentariosdesde el punto de vista de la ciencia moderna y unabreve exposicin de lo que creo son los rasgosfundamentales propios de la imagen del mundo quenos proporciona la ciencia de hoy. Mi objetivo real alextenderme en este ltimo aspecto era probar queestos rasgos son fruto de un proceso histrico (y no deuna necesidad lgica), siguiendo una pista que seremonta a los primeros estadios del pensamientofilosfico occidental. Efectivamente, como he dicho, mesenta un tanto incmodo porque estas conferenciasiban ms all de las tareas oficialmente asignadas a unprofesor de fsica terica. Fue necesario explicar(aunque yo no estuviera demasiado convencido de ello)que, al ocupar mi tiempo en reflexiones acerca de lospensadores griegos antiguos y comentarios sobre suspuntos de vista, no me estaba entregando a lo quepoda ser una aficin recientemente adquirida; que ellono significaba, desde el punto de vista profesional, una

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    salustianofernandezviejoTexto escrito a mquina

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  • prdida de tiempo, algo que tuviera que ser relegado alas horas de ocio; sino que estaba justificado en laesperanza de incrementar la inteleccin de la cienciamoderna y, por consiguiente, inter alia, tambin de lafsica moderna.

    Pocos meses ms tarde, en mayo, disertando acercadel mismo tema en el University College de Londres(Conferencias Shearman, 1948), ya me sent bastantems seguro de m mismo. El apoyo inicial que habaencontrado en eruditos del mundo clsico taneminentes como Theodor Gomperz, John Burnet, CirylBailley y Benjamn Farrington algunas de cuyasagudas observaciones sern ms tarde citadas hizoque muy pronto tomara conciencia de que no habasido ni el azar ni una predileccin personal lo que mehaba inducido a sumergirme en profundidad en veintesiglos de la historia del pensamiento a diferencia deotros cientficos que respondan al ejemplo y laexhortacin de Ernst Mach. Lejos de ceder a unextravagante impulso, haba sido arrastradoinadvertidamente, como sucede a menudo, por unatendencia del pensamiento enraizada de algunamanera en la situacin intelectual de nuestro tiempo.En efecto, en el corto plazo de uno o dos aos sehaban publicado varios libros de autores que no eraneruditos clsicos, sino personas interesadas sobre todoen el pensamiento cientfico y filosfico de nuestrosdas; no obstante haban dedicado una parte sustancial

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  • de su trabajo de erudicin a escrutar en los escritosantiguos las ms tempranas races del pensamientomoderno. Cabe citar Growth of Physical Science(Desarrollo de la ciencia fsica), la obra pstuma deldifunto Sir James Jeans, eminente astrnomo y fsico,ampliamente conocido por el gran pblico por susbrillantes y celebradas obras de divulgacin, as comola maravillosa Historia de la filosofa occidental, deBertrand Russell, sobre cuyos mritos no creo que seapreciso extenderse aqu; nicamente quisiera recordarque Bertrand Russell inici su brillante carrera comofilsofo de las matemticas modernas y de la lgicamatemtica. Alrededor de una tercera parte de cadauno de estos libros se ocupa de la Antigedad. Por lamisma poca recib un hermoso volumen de similarperfil, titulado Die Geburt der Wissenschaft (Elnacimiento de la ciencia), que me envi su autor, Antonvon Mrl, quien no es ni estudioso de la Antigedad nide la ciencia ni tampoco de la filosofa; tuvo ladesgracia de ser el jefe de la polica(Sicherheitsdirector) del Tirol en la poca en que Hitlerentr en Austria, crimen que le supuso varios aos enun campo de concentracin; afortunadamentesobrevivi a la prueba.

    Ahora bien, si estoy en lo cierto al considerar estavuelta a las races una tendencia general de nuestrotiempo, entonces las preguntas surgen con todanaturalidad: cmo surgi esta tendencia?, cules

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  • fueron sus causas?, cul es su autntica significacin?Cuestiones a las que es difcil contestarexhaustivamente incluso en el caso de que la tendenciadel pensamiento considerado se site lo bastante lejosen la historia como para que tengamos una buenaperspectiva de la situacin humana global de la poca.Cuando se trata de un desarrollo reciente cabe esperarcomo mximo poner de relieve uno u otro de loshechos o rasgos que han contribuido a l. En elpresente caso son, creo, dos las circunstancias (entreaquellas que afectan a la historia de las ideas) quepueden explicar parcialmente esta acusada inclinacinretrospectiva: la primera se refiere a la fase intelectualy emocional en la que en general la humanidad se hallaen nuestros das; la segunda es la singular situacincrtica en la que prcticamente todas las cienciasfundamentales se encuentran envueltas de maneracada vez ms desconcertante (en contradiccin con susflorecientes derivaciones, como la ingeniera, laqumica aplicada incluida la nuclear, la medicina ylas tcnicas quirrgicas). Permtaseme explicarbrevemente estos dos puntos, comenzando por elprimero.

    Como Bertrand Russell ha sealado recientementecon especial claridad[1], el creciente antagonismo entrereligin y ciencia no surgi de circunstanciasaccidentales ni tiene su causa, hablando en trminosgenerales, en la mala voluntad de una u otra parte. Un

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  • nmero considerable de recelos mutuos es,lamentablemente, natural y comprensible. Uno de losobjetivos, si no la tarea primordial, de los movimientosreligiosos ha sido siempre el de redondear la siempreincompleta comprensin de la insatisfactoria y perplejasituacin en la que el hombre se encuentra en elmundo: cerrar la desconcertante apertura de laperspectiva resultante de la mera experiencia, convistas a aumentar su confianza en la vida y fortalecersu natural benevolencia y simpata hacia el prjimo,innatas segn creo, pero supeditadas a las desventuraspersonales y a los zarpazos de la miseria. Ahora bien,para satisfacer al hombre corriente, no cultivado, estecompletar la fragmentaria e incoherente imagen delmundo debe proporcionar entre otras cosas unaexplicacin de todos aquellos rasgos del mundomaterial que no han sido hasta ahora comprendidos oque lo han sido de manera no accesible al hombre dela calle. Esta exigencia es raramente pasada por alto,por la sencilla razn de que, como norma, escompartida por la persona o personas que, en virtud desu carcter sobresaliente, su inclinacin sociable y suprofunda comprensin de las cuestiones humanas,tienen prevalencia sobre las masas y la capacidad deproducir entusiasmo con su luminosa enseanzamoral. Sucede no obstante que tales personas, por loque concierne a su educacin y fuera de lasextraordinarias cualidades sealadas, han sido por lo

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  • general bastante corrientes. Su visin del universomaterial sera de facto tan precaria como la de quienesles siguen. En cualquier caso la difusin de lasnovedades en torno a esta cuestin (en el caso de quelas conocieran) les parecera irrelevante para susobjetivos.

    Si consideramos el pasado, este asunto tena poca oninguna importancia. Pero con el transcurso de lossiglos, particularmente tras el renacimiento de laciencia en el siglo XVII, comenz a tener mucha. Por unaparte, la enseanza de la religin estaba codificada ypetrificada, mientras que, por otra, la ciencia vino atransformar por no decir desfigurar la vidacotidiana mucho ms de lo que se admita y enconsecuencia vino a entrometerse en la mente de cadahombre. De esta forma, el recelo mutuo entre religiny ciencia fue creciendo cada vez ms. El problema nose reduce a las bien conocidas controversias sobre si laTierra se mueve, o sobre si el hombre es undescendiente del reino animal; tales barreras deseparacin pueden ser vencidas, y en gran medida lohan sido. El equvoco se halla mucho msprofundamente enraizado. Al ampliarse la explicacinsobre la estructura material del mundo, y sobre laforma en que nuestro entorno y nuestra propiacorporalidad alcanzaron, por causas naturales, lacondicin presente (haciendo que este conocimientofuera accesible a cualquiera que estuviera interesado

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  • en ello) la visin cientfica del mundo fue arrebatandosigilosamente (tal como muchos teman) mximasparcelas de las manos de la divinidad, apuntando as aun mundo autosuficiente en el cual Dios corra elpeligro de convertirse en un adorno gratuito. Noharamos justicia a quienes abrigaban tal temor siafirmramos que era totalmente infundado. Podansurgir, y ocasionalmente surgieron, recelos social ymoralmente peligrosos, desde luego no en aquellosque eran muy sabios, sino en quienes crean serlo msde lo que en realidad eran.

    Igualmente justificada es, sin embargo, unaaprensin en cierto modo complementaria y que haobsesionado a la ciencia desde sus comienzos. Laciencia debe mantenerse vigilante frente aincompetentes interferencias de la otra parte,particularmente cuando llevan disfraz cientfico;recurdese a Mefisto, quien, con el traje prestado deDoctor, se burla con bromas irreverentes del ingenuoestudioso. Lo que intento decir es que la bsquedahonesta del conocimiento a menudo requierepermanecer en la ignorancia durante un periodoindefinido. En lugar de llenar los huecos por meraconjetura, la ciencia autntica prefiere asumirlos; y notanto por escrpulos conscientes sobre la ilegitimidadde las mentiras como por la consideracin de que, porfastidioso que sea el vaco, su superacin medianteimpostura elimina el imperativo de perseguir una

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  • respuesta admisible. La atencin puede quedar tandistrada que la respuesta se nos escape inclusocuando la suerte nos la pone al alcance de la mano. Lafirmeza en asumir un no liquet, considerndolo comoun estmulo y una seal de partida para indagacionesulteriores, es una disposicin natural e indispensableen la mente de un cientfico. Esto basta por s solo parasituarle en discrepancia con la tendencia religiosa deredondear la imagen, a menos que cada una de las dosactitudes antagonistas, ambas legitimadas desde elpunto de vista de sus fines respectivos, se aplique conprudencia.

    Tales lagunas (que provocan fcilmente la impresinde ser vulnerables puntos dbiles) son en ocasionesexplotadas por personas que ven en ellas no unincentivo para una investigacin ulterior, sino unantdoto contra su temor de que la ciencia pueda llegara explicarlo todo, privando al mundo de su intersmetafsico. Se aventura entonces una nueva hiptesis,como cualquiera, por supuesto, est autorizado a haceren tales circunstancias. A primera vista tal hiptesisparece firmemente anclada en datos obvios. Uno slose pregunta por qu esos datos, o la facilidad con quela explicacin propuesta se sigue de ellos, se nos hanescapado a todos los dems. Pero esto no constituyeen s mismo una objecin, puesto que es precisamentela situacin a la que tan a menudo nos enfrentamoscuando se trata de genuinos descubrimientos. No

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  • obstante, una inspeccin ms cuidadosa revela elverdadero carcter de la empresa (en los casos quetengo en mente) por el hecho de que, aunqueaparentemente tienda a una explicacin aceptabledentro de un espectro suficientemente amplio deinvestigacin, de facto est en discrepancia con losprincipios generalmente establecidos de la ciencia, loscuales pretende o bien pasar por alto, o bienmenoscabar. Darles crdito, se nos dice, eraprecisamente el prejuicio que cerraba el camino a unainterpretacin correcta de los fenmenos en cuestin.Sin embargo, el vigor creativo de un principio generaldepende precisamente de su generalidad. Al perderterreno, pierde toda su fuerza y ya no puede servircomo gua fidedigna, pues en cada instancia deaplicacin su competencia puede ser desafiada. Paraconfirmar la sospecha de que este destronamiento noes un producto accidental del proyecto, sino susiniestra finalidad, el territorio del que se invita a lajurisdiccin cientfica a retirarse es con admirabledestreza proclamado como el patio de recreo dedeterminada ideologa religiosa, la cual no puede enrealidad sacar provecho alguno de l, porque suverdadero dominio est lejos de ser algo susceptible deinvestigacin o explicacin cientfica.

    Un ejemplo bien conocido de esta clase de intrusinlo constituyen las tentativas recurrentes porreintroducir la finalidad en la ciencia, alegando que las

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  • reiteradas crisis de la causalidad prueban que sta, pors sola, es impotente; de hecho porque se considerainfra dig de Dios todopoderoso crear un mundo en elque desde su origen l mismo no tendra ya derecho aintervenir. En tal caso los puntos dbiles atacables sonobvios. Ni en la teora de la evolucin ni en el problemamateria-mente ha sido la ciencia capaz de bosquejarsatisfactoriamente la conexin causal, ni siquiera parasus ms ardientes discpulos. Se introducen as vis viva,lan vital, entelequia, totalidad, mutaciones dirigidas,mecnica cuntica del libre albedro, etctera.Mencionar como curiosidad un elegante volumen[2],impreso en mucho mejor papel y de forma mucho mslujosa de lo que acostumbraban por aquellos tiemposlos autores britnicos. Tras un slido y erudito informesobre la fsica moderna, el autor se embarcaalegremente en cuestiones relativas a la teleologa ofinalidad del interior del tomo, e interpreta de estamanera todas sus actividades, los movimientos de loselectrones, la emisin y absorcin de radiacin,etctera.

    And hopes to please by this peculiar whim the Godwho fashioned it and gave it him[3].

    [Y espera complacer mediante esta peculiar quimeraal Dios que lo model y se lo otorg.]

    Pero volvamos a nuestra cuestin general. Estabaintentando exponer las causas intrnsecas de la

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  • hostilidad natural entre ciencia y religin. Las disputasque estallaron entre ellas en el pasado son demasiadoconocidas como para requerir ms comentarios. Porotra parte, no es esto lo que nos concierne ahora. Pordeplorables que fueran, tales disputas reflejaban uninters mutuo. Los cientficos por una parte, y losmetafsicos por otra, tanto oficiales como eruditos,eran conscientes de que sus esfuerzos por afianzar elpropio punto de vista se referan despus de todo almismo objeto: el hombre y su mundo. Se perciba ancomo una necesidad la clarificacin de la divergenciade opiniones, algo que todava no se ha alcanzado. Larelativa tregua a la que hoy asistimos, al menos entrela gente culta, no ha sido fruto de una armonizacin deambos puntos de vista, el estrictamente cientfico y elmetafsico, sino ms bien de la decisin de ignorarsemutuamente, no sin cierta dosis de desprecio. En untratado de fsica o biologa, aunque sea divulgativo, seconsiderara impertinente cualquier digresin sobre lasimplicaciones metafsicas del tema, y si un cientficoosara introducirla, se expondra a una crtica severa, yasea por haber ofendido a la ciencia o a la particularrama de la metafsica a la cual se adhiere el crtico. Espatticamente divertido observar cmo los unos slotoman en serio la informacin cientfica, mientras losotros clasifican la ciencia entre las actividadesmundanas, cuyos hallazgos son menos trascendentes ytienen, lgicamente, que dar paso, en caso de

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  • desacuerdo, al conocimiento superior obtenido a travsdel pensamiento puro o la revelacin. Uno lamentacontemplar al gnero humano esforzndose poralcanzar el mismo objetivo, siguiendo dos tortuosossenderos diferentes y difciles, con anteojeras y murosde separacin, y con pocas intenciones de aunarfuerzas y alcanzar, si no un entero conocimiento de lanaturaleza y la situacin humana, al menos elreconocimiento consolador de la intrnseca unidad denuestra bsqueda. Es algo deplorable, digo, y es entodo caso un triste espectculo, en la medida en queobviamente reduce la magnitud de lo que podraalcanzarse si todo el poder del pensamiento a nuestradisposicin estuviera unido sin cortes. No obstante, elperjuicio podra quiz tolerarse si la metfora que heutilizado fuera en realidad apropiada, es decir, siverdaderamente hubiera dos grupos diferentes depersonas que siguen dos senderos. Pero no es as.Muchos de nosotros no hemos decidido an cul deellos seguir. A pesar suyo, cuando no condesesperacin, muchos se encuentran decantndosealternativamente por una u otra perspectiva. No esciertamente habitual que una completa educacincientfica satisfaga enteramente el anhelo innato deestabilizacin religiosa o filosfica, frente a lasvicisitudes de la vida cotidiana, como si ello bastarapara sentirse feliz. Lo que suele suceder es que laciencia basta para poner en tela de juicio las

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  • convicciones religiosas populares, pero no parareemplazarlas por otra cosa. De ah el fenmenogrotesco de mentes altamente competentes, con buenaformacin cientfica pero con una perspectiva filosficaincreblemente infantil, subdesarrollada o atrofiada.

    Si se vive en condiciones moderadamente seguras yconfortables, y se las toma como norma general de loque es la vida humana (lo que, gracias al inevitableprogreso en que uno confa, lleva camino depropagarse y convertirse en universal), uno parecemanejarse bastante bien sin ninguna perspectivafilosfica; si no indefinidamente, al menos hasta queuno envejece, llega la decrepitud y comienza a ver lamuerte como una realidad. Pero mientras las primerasetapas del rpido avance material que vino comoconsecuencia de la ciencia moderna parecieroninaugurar una era de paz, seguridad y progreso, esteestado de cosas ya no rige. Lamentablemente las cosashan cambiado. Mucha gente, incluso poblacionesenteras, se han visto privadas de seguridad y confort,han sido despojadas de casi todo y se enfrentan a unsombro futuro al igual que aquellos de sus hijos queno han perecido. La mera supervivencia del hombre, nodigamos el progreso continuo, han dejado de estarasegurados. La miseria personal, las esperanzasenterradas, los inminentes desastres y la desconfianzarespecto a las reglas de prudencia y honestidad bastanpara hacer que los hombres se aferren a una vaga

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  • esperanza (sea o no probable) de que el mundo o lavida de la experiencia se inserte en un contexto dems alta significacin por ms que sea inescrutable.Pero hay un muro que separa los dos senderos, el delcorazn y el de la pura razn. Miramos atrs a lo largodel muro: no es posible derribarlo?, ha estadosiempre ah? Si nos adentramos en la historia siguiendosu trazado por encima de montes y valles,contemplaremos una tierra muy lejana, unos dos milaos atrs, donde el muro se allana y desaparece y elsendero ya no se escinde, sino que es slo uno.Algunos estimamos que merece la pena volver atrs yver qu se puede aprender de esta atractiva unidadoriginal.

    Dejando de lado la metfora, pienso que la filosofade los antiguos griegos nos atrae hoy porque nuncaantes o desde entonces, en ningn lugar del mundo, seha establecido nada parecido a su altamente avanzadoy articulado sistema de conocimiento y especulacinsin la fatdica divisin que nos ha estorbado durantesiglos y que ha llegado a hacerse insufrible en nuestrosdas. Entre los griegos se dio, sin duda, la ms ricadivergencia de opiniones, y combatieron entre s conno menos fervor (y ocasionalmente con medios nadahonorables, tales como apropiaciones no reconocidas ydestruccin de escritos) que en cualquier otro lugar operiodo. Pero no haba limitacin en cuanto a los temassobre los que un hombre cultivado se senta autorizado

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  • para emitir una opinin. Se estaba todava de acuerdoen que el verdadero problema era esencialmente uno, yque las conclusiones importantes relativas a un aspectode ste podran, y por regla general deberan, afectar acasi todos los dems. No se haba extendido todava ladelimitacin en compartimentos estancos. Por elcontrario, un hombre poda fcilmente ser censuradoprecisamente por haber cerrado sus ojos a talinterconexin, como lo fueron los primeros atomistaspor silenciar las implicaciones ticas derivadas de lanecesidad universal que propugnaban y por no haberexplicado cmo se haban originado el movimiento delos tomos y el observado en los cielos. Paraexpresarlo de una manera grfica: uno puede imaginara un alumno de la escuela de Atenas de visita enAbdera (con la debida precaucin de que su Maestro nose enterase), recibido por el sabio, conocedor de paseslejanos y mundialmente famoso anciano caballeroDemcrito, al que interrogara acerca de los tomos, laforma de la Tierra, la conducta moral, Dios o lainmortalidad del alma, sin ser censurado en ninguna deestas cuestiones. Puede uno imaginar fcilmente unaconversacin heterognea de ese estilo entre unestudiante y su profesor en nuestros das? Sinembargo, es seguro que buen nmero de jvenes tieneun cmulo similar deberamos decir singular deinterrogantes en su mente, que les gustara discutircon una persona de confianza.

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  • En relacin al primer punto ya he avanzado miintencin de ofrecer pistas sobre el renovado interspor el pensamiento antiguo. Permtaseme ahoradesarrollar el segundo punto, es decir, la presentecrisis de las ciencias fundamentales.

    La mayora de nosotros cree que una cienciaidealmente lograda de los acontecimientos en elespacio y el tiempo debera ser capaz de reducirlos enprincipio a eventos que sean completamente accesiblese inteligibles para la fsica (idealizada a su vez). Pero, aprincipios de siglo, y precisamente desde la fsica,surgieron los primeros motivos de estupor teoracuntica y teora de la relatividad que hicierontambalear los fundamentos de la ciencia. Durante elgran periodo clsico del siglo XIX, por remota quepudiera parecer la descripcin en trminos fsicos delcrecimiento de una planta o los procesos fisiolgicosen el cerebro de un pensador humano o de unagolondrina construyendo su nido, el lenguaje en el queeventualmente se esbozaba el relato parecadescifrable: corpsculos, constituyentes ltimos de lamateria, movindose en mutua interaccin, la cual noes instantnea, sino que es transmitida por un medioubicuo que podemos o no llamar ter; los mismostrminos movimiento y transmisin implican que lamedida y la localizacin de todo ello son el tiempo y elespacio; stos no tienen otra propiedad o funcin queconstituir el escenario, por as decir, en el cual

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  • imaginamos a los corpsculos movindose ytransmitiendo su interaccin. Ahora bien, por unaparte, la teora relativista de la gravitacin viene amostrar que la distincin entre actor y escenariono es operativa. La materia y la propagacin de algo(campo u onda) que transmite la interaccin deberams bien ser estimada como la trama del espacio-tiempo mismo, el cual no debera ser consideradoconceptualmente como previo a aquello que hastaahora se denominaba su contenido, al igual que nodiramos que los vrtices de un tringulo son previos altringulo. La teora cuntica, por otra parte, nos diceque lo que formalmente se consideraba como lapropiedad ms obvia y fundamental de los corpsculos(hasta el punto de que difcilmente era siquieramencionada), a saber, su carcter de individualidadesidentificables, tena slo una significacin limitada.nicamente cuando un corpsculo se mueve asuficiente velocidad en una regin no demasiadorepleta de corpsculos del mismo tipo su identidadpersiste (casi) sin ambigedad. En caso contrario talidentidad se diluye. Y con esta afirmacin no estamossimplemente indicando la incapacidad fctica paraseguir el movimiento de la partcula de referencia; lanocin misma de identidad absoluta se considerainadmisible. Al mismo tiempo se nos dice que lainteraccin misma, cuando adopta comofrecuentemente ocurre la forma de ondas de

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  • pequea longitud de onda y baja intensidad, adquierela forma de partculas claramente identificables (encontra de su descripcin previa como onda). Laspartculas que representan la interaccin en el curso desu propagacin son, en cada caso, diferentes de lasque interactan; y, sin embargo, tienen el mismoderecho a ser denominadas partculas. Para redondearel cuadro, las partculas de cualquier tipo exhiben elcarcter de ondas que se hace ms pronunciado cuantoms lentamente se mueven y con mayor densidad seacumulan, con la correspondiente prdida deindividualidad.

    Podra reforzar mi argumentacin mencionando ladisolucin de la frontera entre el observador y loobservado, que muchos consideran una revolucinan ms importante del pensamiento, y que a mi juiciono sera ms que un aspecto provisional y exageradocarente de significacin profunda. En cualquier caso,mi posicin es sta: el desarrollo moderno, tan difcilde comprender incluso por los mismos que lo handestacado, ha interferido en el esquema relativamentesimple de la fsica, estabilizado en apariencia hacia elfinal del siglo pasado. Esta intrusin ha derribadoparcialmente lo que se construy sobre losfundamentos establecidos en el siglo XVII,principalmente por Galileo, Huygens y Newton. Losfundamentos mismos se han visto sacudidos. No setrata de que no estemos todava bajo la influencia de

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  • este gran periodo. Utilizamos de continuo susconcepciones bsicas, aunque en una forma que susautores difcilmente reconoceran, y al mismo tiemposomos conscientes de haber tocado fondo. Es, pues,natural recordar que los pensadores que modelaron laciencia moderna no partieron de la nada. Aunque fuepoco lo que tomaron directamente prestado de losprimeros siglos de nuestra era, revivieron ycontinuaron la ciencia y la filosofa antiguas. En talfuente (impresionante tanto por su lejana en el tiempocomo por su genuina grandeza) pueden haber bebidolos padres de la ciencia moderna ciertas ideaspreconcebidas y asunciones no justificadas que (por laautoridad de los evocados) llegaron a perpetuarse. Dehaber pervivido el espritu flexible y abierto queprevaleca en la Antigedad, tales puntos habran sidodebatidos y eventualmente corregidos. Es ms fcildetectar un prejuicio en la forma primitiva, ingenua, enla que en principio brota, que bajo la forma delsofisticado dogma osificado en el que llega aconvertirse ms tarde. La ciencia parece estardesconcertada por culpa de hbitos del pensamientoprofundamente arraigados, algunos muy difciles dedetectar, mientras que otros ya han sido descubiertos.La teora de la relatividad ha echado por tierra losconceptos newtonianos de espacio y tiempo absolutos,en otras palabras los conceptos, de movimientoabsoluto y de simultaneidad absoluta, y ha desbancado

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  • la honorable pareja fuerza y materia cuando menosde su posicin dominante. La teora cuntica, a la vezque expande el atomismo casi ilimitadamente, sesumerge en una crisis ms grave de lo que la mayoraest dispuesta a admitir. En conjunto la presente crisisen la ciencia fundamental moderna apunta a lanecesidad de llevar a cabo una revisin de susprincipios hasta los estratos ms profundos.

    Esto constituye, pues, un nuevo incentivo paraplantear una vez ms el retorno a un estudio asiduodel pensamiento griego. No se trata slo, comoapuntamos al comienzo de este captulo, de laesperanza de desenterrar una sabidura enterrada, sinotambin de descubrir el error inveterado en la fuentemisma, donde es ms fcil de reconocer. En la rigurosatentativa de situarnos en la situacin intelectual de lospensadores antiguos (bien poco experimentados en loque respecta al comportamiento efectivo de lanaturaleza, pero muy a menudo mucho menosparciales o mal predispuestos), podemos restaurar lalibertad de pensamiento que les caracteriz aunqueposiblemente para, ayudados por nuestro superiorconocimiento de los hechos, corregir aquellos de suserrores que todava pudieran confundirnos.

    Permtaseme concluir este captulo con algunascitas. La primera se refiere a lo que acabamos de decir.Est traducida del libro de Theodor Gomperz,Griechische Denker (Pensadores griegos)[4]. A fin de

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  • confrontar la posible objecin de que no puedeobtenerse ventaja prctica alguna del estudio delpensamiento antiguo, reemplazado hace tiempo porconcepciones mejores basadas en una informacinampliamente superior, Gomperz nos presenta una seriede argumentos que culmina en el siguiente prrafo:

    Es de la mayor importancia recordar un tipo deaplicacin o utilizacin indirecta que debeconsiderarse de enorme valor. Prcticamente todanuestra educacin intelectual tiene su origen en losgriegos. Un conocimiento escrupuloso de estosorgenes es pues requisito indispensable paraliberarnos de su aplastante influencia. Ignorar elpasado es aqu no slo indeseable, sino simplementeimposible. Uno no necesita conocer las doctrinas yescritos de los grandes maestros de la Antigedad,de Platn y Aristteles, no necesita haber odo nuncasus nombres, para estar, sin embargo, bajo elhechizo de su autoridad. Su influencia no slo se hadejado sentir sobre quienes aprendieron de ellos enla Antigedad y en los tiempos modernos; todonuestro pensamiento, las categoras lgicas en lasque ste se mueve, los esquemas lingsticos queutiliza (y que por consiguiente lo dominan), es encierto grado una elaboracin y, en lo fundamental, elproducto de los grandes pensadores de laAntigedad. Debemos investigar, pues, este devenircon toda meticulosidad, a fin de no tomar por

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  • primitivo lo que es resultado de un proceso decrecimiento y desarrollo, y por natural lo que es defacto artificial.

    Las siguientes lneas estn tomadas del Prefacio dellibro de John Burnet Early Greek Philosophy (Filosofagriega primitiva):

    es una adecuada descripcin de la ciencia eldecir que en ella se trata de pensar sobre el mundoa la manera de los griegos. Por tal razn la ciencianunca ha existido excepto entre los pueblos quevivieron bajo la influencia de Grecia.

    sta es la mnima justificacin que un cientficopuede encontrar, para excusar su tendencia a perderel tiempo en este tipo de estudios.

    Parece en efecto necesitarse una excusa, dado queErnst Mach, un fsico y colega de Gomperz en laUniversidad de Viena, a la vez que eminente historiador(!) de la fsica, haba hablado, unas dcadas antes,sobre los escasos y pobres restos de la cienciaantigua[5]. Contina as:

    Nuestra cultura ha adquirido gradualmente unaindependencia total que la ha situado muy porencima de la de la Antigedad. Ha seguido una sendaenteramente nueva centrada en la ilustracincientfica y matemtica. Las huellas de las antiguasideas, todava persistentes en filosofa,jurisprudencia, arte y ciencia, constituyen

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  • impedimentos ms que ventajas, y sern a la postreconsideradas insostenibles en comparacin con eldesarrollo de nuestra propia perspectiva.

    Con toda su desdeosa rudeza, la visin de Machpresenta un punto relevante en comn con el textocitado de Gomperz: el alegato relativo a la necesidadde superar a los griegos. Pero mientras Gomperzsostiene algo no trivial con argumentos obviamenteciertos, Mach remacha el aspecto trivial con grandesexageraciones. En otros pasajes de la misma obrarecomienda un curioso mtodo para situarse porencima de la Antigedad: olvidarse de ella e ignorarla.En esto, que yo sepa, ha tenido poco xito;afortunadamente, pues los errores de los grandeshombres, de ser expuestos a la par que losdescubrimientos de su genio, son susceptibles deproducir grandes estragos.

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  • La rivalidad Razn - Sentidos

    El corto prrafo de Burnet y el ms largo de Gomperzcitados al final del ltimo captulo constituyen, por asdecir, las lecturas seleccionadas de este librito.Volveremos sobre ellos ms tarde, cuando intentemosaveriguar en qu consiste, entonces, esta maneragriega de pensar el mundo. Cules son los rasgosparticulares de la actual visin cientfica del mundo quetienen su origen en los griegos? Cules de susinvenciones no son necesarias sino artificiales, fruto desu circunstancia histrica y por tanto susceptibles decambio o modificacin, aunque nosotros, por un hbitoprofundamente arraigado, tendamos a considerarlasnaturales e inalienables, como la nica manera posiblede entender el mundo?

    No entraremos por el momento en esta cuestinfundamental. Antes bien, con vistas a preparar larespuesta, quisiera introducir al lector en las partes delantiguo pensamiento griego que considero relevantesen nuestro contexto. Para ello no adoptar un ordencronolgico, pues ni pretendo ni me considerocompetente para escribir una breve historia de lafilosofa griega, habiendo tantas y tan buenas,modernas y atractivas (particularmente las de BertrandRussell y Benjamin Farrington) a disposicin del lector.En lugar de seguir un orden cronolgico dejmonosllevar por la intrnseca conexin de los temas. Ello

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  • permitir ensamblar las ideas de varios pensadoressobre el mismo problema, en lugar de atenernos a laactitud de un solo filsofo, o de un grupo de sabios,frente a las ms variadas cuestiones. Son las ideas loque intentamos reconstruir aqu, no las personas o lasmentes aisladas. As que elegiremos dos o tres ideasdirectrices o motivos de reflexin, que brotaron en unaetapa temprana, mantuvieron las mentes alerta en laAntigedad y se encuentran en ntima conexin, si noen relacin de identidad, con problemas que tienentodo el vigor de las agitadas disputas actuales.Sintetizando las posturas de los antiguos pensadoresen torno a estas ideas directrices, sentiremos que susmomentos tanto de entusiasmo como de desalientointelectual nos son ms prximos de lo que a veces sesospecha.

    Un amplio tema de discusin, dada su enormeimportancia en la filosofa natural de los antiguosdesde su propio origen, tiene relacin con la veracidadde los sentidos. Bajo este ttulo se plantea el problemaen los tratados eruditos modernos. Se origin a partirde la observacin de que los sentidos en ocasiones nosengaan como cuando una barra recta, sumergidaoblicuamente hasta la mitad en agua, parece quebrada, as como de la constatacin de que el mismo objetoafecta de forma distinta a personas diferentes elejemplo corriente en la Antigedad era la miel, queresulta amarga al enfermo de ictericia. Hasta hace

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  • poco algunos cientficos se contentaban con ladistincin entre lo que ellos denominaban cualidadessecundarias de la materia (color, sabor, olor,etctera) y sus cualidades primarias, extensin ymocin. Esta distincin era sin duda una derivacintarda de la antigua controversia, un intento desolucin: las cualidades primarias se conceban comoconstituyentes del extracto verdadero einquebrantable, destilado por la razn a partir de lainformacin directa de los datos sensoriales. Estaperspectiva hace tiempo que no es aceptable, porsupuesto, dado que la teora de la relatividad nos haenseado (si es que no lo sabamos ya antes) que elespacio y el tiempo, as como la forma y el movimientode la materia en el espacio y en el tiempo, sonelaboradas construcciones hipotticas de la mente, enabsoluto inquebrantables, mucho menos todava quelas sensaciones directas, para las cuales debereservarse el epteto primario (si es que algo merecetal apelativo).

    Pero la cuestin de la veracidad de los sentidos esslo el prembulo de otras mucho ms profundas, quesiguen en vigencia hoy da y de las cuales algunos delos pensadores de la Antigedad estaban enteramenteal corriente. Se basa nuestra imagen del mundonicamente en las percepciones de los sentidos? Qupapel juega la razn en su construccin? Reposaquizs esta construccin en ltimo extremo

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  • exclusivamente en la razn pura?En el horizonte del triunfal avance de los

    descubrimientos experimentales del siglo XIX, cualquierperspectiva filosfica con una fuerte inclinacin haciala razn pura era verdaderamente mal recibida porlos cientficos destacados. Esto ya no es as. Eldesaparecido Sir Arthur Eddington se senta cada vezms emocionalmente vinculado a la teora de la raznpura. Aunque pocos lo siguieran hasta este extremo,su exposicin fue admirada en lo que tena deingeniosa y fructfera. Max Born crey necesario, sinembargo, escribir un panfleto como refutacin. SirEdmund Whittaker casi suscriba la afirmacin deEddington de que algunas constantes puramenteempricas pueden inferirse ostensiblemente de la raznpura, por ejemplo el nmero de partculas elementalesdel universo. Dejando de lado los detalles yconsiderando desde una perspectiva amplia el esfuerzode Eddington, surgido de una slida confianza en lasensatez y simplicidad de la naturaleza, tales ideas nonos parecen en absoluto aisladas. Incluso lamaravillosa teora de la gravitacin de Einstein, basadaen evidencias experimentales firmes y slidamenteafianzada en nuevos hechos observacionales predichospor l, slo pudo ser descubierta por un genio confuerte inclinacin por la simplicidad y la belleza de lasideas. Las tentativas de generalizar su magna ytriunfante concepcin para unificar el

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  • electromagnetismo y la interaccin de las partculasnucleares respondan a la esperanza de conjeturar engran medida el modo en que la naturaleza trabajarealmente, apoyndose en los principios clave desimplicidad y belleza. De hecho, derivados de estaactitud impregnan, quiz demasiado, el trabajo en lafsica terica moderna, pero no es ste el lugar para lascrticas.

    Los puntos de vista ms enfrentados en cuanto a laconstruccin a priori, a partir de la razn, delcomportamiento efectivo de la naturaleza puededecirse que estn representados en la actualidad porlos nombres de Eddington por una parte y, si se mepermite, Ernst Mach por otra. El abanico completo deposibles actitudes entre estos lmites y el vigor con quese sostiene un punto de vista, defendindolo yatacando, si no ridiculizando, la alternativa contrariatiene notables representantes entre los grandespensadores de la Antigedad. No sabemos realmente siasombrarnos de que estos pensadores, con suconocimiento infinitamente inferior de las leyesefectivas de la naturaleza, pudieran desplegar unadiversidad tan grande de opiniones acerca de susfundamentos (junto con el exaltado celo con que cadauno defiende su hiptesis favorita), o ms bienextraarnos de que la controversia no se hayacalmado, vencida por la enorme cantidad deinformacin obtenida desde entonces.

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  • Parmnides, que tuvo su acm en Elea, Italia,alrededor del 480 a. C. (aproximadamente una dcadaantes del nacimiento de Scrates en Atenas, y pocoms de una dcada antes del nacimiento de Demcritoen Abdera), es uno de los primeros en desarrollar unpunto de vista extremadamente antisensual yapriorstico sobre el mundo. Su mundo contena muypoco, tan poco de hecho y en tan llana contradiccincon los datos observados que se sinti obligado aproporcionar, junto con su concepcin verdadera,una descripcin atractiva de (como nosotros diramos)el mundo como realmente es, con cielo, Sol, Luna yestrellas y ciertamente muchas otras cosas. Pero estesegundo mundo, deca Parmnides, se reduca a meracreencia, era producto de la ilusin de los sentidos. Enverdad no haba mltiples cosas en el mundo, sino sloUna Cosa. Y esta Cosa Unica es (perdnenme) la cosaque es, a diferencia de la cosa que no es. Esta ltima, apartir de la pura lgica, no es y as slo la CosaUnica, antes mencionada, es. Adems, no puedehaber lugar en el espacio ni momento en el tiempo enlos que el Uno no sea: siendo la cosa que es, nunca nien ningn lugar puede atribursele la predicacincontradictoria de que no es. As, pues, el Uno es ubicuoy eterno. No puede haber cambio ni movimiento, desdeel momento en que no hay espacio vaco hacia el cual,no hallndose all todava, el Uno pueda desplazarse.Todo lo que aportemos como testimonio de lo

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  • contrario es falacia.El lector notar que nos topamos con una religin

    recitada, por cierto, en delicados versos griegos msque con una visin cientfica del mundo. Pero enaquellos tiempos esta distincin no habra podidodarse. La religin o la piedad hacia los dioses, paraParmnides, pertenece sin duda al mundo aparente delas creencias. Su verdad era el ms puro monismoque jams se haya concebido. Se convirti en el padrede una escuela (los Elatas) y tuvo una enormeinfluencia en la generacin siguiente. Platn tom muyen serio las objeciones de la escuela eletica a suteora de las formas. En el dilogo que lleva pornombre el de nuestro sabio y que dat en retrospectivaantes de su propio nacimiento (aproximadamentecuando Scrates era joven), Platn expone estasobjeciones, pero apenas intenta refutarlas.

    Me detendr en algo que quiz sea ms que undetalle. De mi breve caracterizacin anterior para laque he seguido la versin usual, podra pensarse queel dogmatismo de Parmnides se refera al mundomaterial, que habra reemplazado por otra cosa msacorde con sus preferencias y en flagrantecontradiccin con la observacin. No obstante, sumonismo era ms profundo. A uno de los textoscitados por Diels[6], Parmnides fragmento 5,

    pues es lo mismo el pensar y el ser,

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  • sigue inmediatamente (con una implicacin desimilitud de significado) una cita de Aristfanes: elpensar tiene el mismo poder que el hacer. Igualmente,en la primera lnea del fr. 6 leemos:

    el decir y el pensar son ambos la cosa que es.Y en el fr. 8, lneas 34 f.

    Uno y lo mismo es el pensar y aquello por cuyacausa el pensamiento se da.

    (He seguido la interpretacin de Diels y he dejadode lado la objecin de Burnet de que se requiere elartculo definido para hacer de los infinitivos griegos que he traducido por el pensar y el ser lossujetos de la proposicin. En la traduccin de Burnetdel fragmento 5 se pierde la similitud con la afirmacinde Aristfanes, mientras que la lnea del fragmento 8resulta llanamente tautolgica en la versin de Burnet:lo que puede ser pensado y aquello por cuya causa elpensamiento existe es lo mismo).

    Permtaseme aadir una observacin de Plotino(citada por Diels para el fragmento 5) en la que diceque Parmnides una en uno lo que es y la razn y nosituaba lo que es en lo sensible. Al decir pues lomismo es el pensar y el ser, dice tambin que esteltimo carece de mocin, y por su unin alpensamiento este queda privado de toda mocin detipo corporal. [

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  • , .]

    De este repetido nfasis en la identidad del (loque es) y del (pensar) o (pensamiento) y porel modo en que los pensadores de la Antigedad sereferan a estas afirmaciones, debemos inferir que elUno eterno inmvil de Parmnides no se refera a unacaprichosa imagen mental inadecuada y distorsionadadel mundo real en nuestro entorno, como si suverdadera naturaleza fuera la de un fluido homogneo,ocupando eternamente la totalidad espacial sin lmitesun simplificado universo einsteniano hiperesfrico,como el fsico moderno estara inclinado a denominarlo. Su actitud es la de no tomar el mundo materialcomo una realidad garantizada. Sita la verdaderarealidad en el pensamiento, en el sujeto delconocimiento, como diramos nosotros. El mundo quenos rodea es un producto de los sentidos, una imagencreada por la percepcin sensible en el sujeto pensantepor la va de la opinin. Esta imagen bien merece serconsiderada y descrita, como muestra el poeta-filsofoen la segunda parte de su poema, que le est dedicadapor entero. Pero lo que los sentidos nos deparan no esel mundo como es en realidad, no la cosa en s a laque Kant se refera. Ese mundo real reside en el sujeto,en el hecho de que es un sujeto, es decir, capaz depensar, capaz al menos de algn tipo de procesomental (de tener voluntad permanentemente, como

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  • Schopenhauer lo contemplaba). Me parece indudableque ste es el Uno inmvil y eterno de nuestro filsofo.Permanece intrnsecamente privado de afecciones, nomodificado por el cambiante espectculo que lossentidos despliegan ante l (lo mismo queSchopenhauer afirmaba de la Voluntad, que era, segnintentaba explicar, la cosa-en-s de Kant). Noshallamos frente a un intento potico potico no slopor su forma mtrica de una unin entre la Mente (osi prefieren el Alma), el Mundo y la Divinidad.Confrontado con la claramente percibida unicidad einmutabilidad de la Mente, el carcter aparentementecaleidoscpico del Mundo tena que abandonarse yentenderse como mera ilusin. Esto desembocaclaramente en una distorsin imposible, a la cual ponaremedio, si caba tal cosa, la segunda parte del poemade Parmnides.

    Cierto es que esta segunda parte implica una graveinconsistencia que ninguna interpretacin podraresolver. Si la realidad es arrancada al mundo materialde los sentidos, es este ltimo entonces un , algoque de hecho no existe? Y es entonces la segundaparte un cuento de hadas, que versa acerca de lascosas que no son? Pero al menos se dice que tiene algoque ver con las opiniones () humanas; estn en lamente (), que es identificada con la existencia(). Tienen estas entonces una cierta existenciacomo fenmenos de la mente? Son cuestiones a las que

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  • no podemos contestar, contradicciones que nopodemos eliminar. Debemos contentamos con recordarque quien alcanza por primera vez una profunda yescondida verdad, contraria a la opininuniversalmente aceptada, normalmente exagera hastaun punto en el que es fcil entrar en contradiccioneslgicas.

    Consideraremos brevemente las ideas de alguienque representa el extremo opuesto en cuanto a lacuestin de si es la informacin directa de los sentidoso el razonamiento de la mente humana lo queconstituye la fuente de acceso a la verdad y por tanto ala realidad propiamente dicha. Nos referimos al gransofista Protgoras, ejemplo destacado de sensorialismopuro. Nacido alrededor del 492 a. C. en Abdera (lugarde nacimiento una generacin ms tarde, alrededor del460 a. C., del gran Demcrito), Protgoras considerabalas percepciones de los sentidos como lo nicorealmente existente, el nico material a partir del cualse construye nuestra imagen del mundo. En principio,todas tenan que considerarse igualmente verdaderas,incluso cuando se hallaran modificadas odistorsionadas por la fiebre, la enfermedad, laintoxicacin o la locura. El ejemplo empleado en laAntigedad era el sabor amargo que la miel tena parael enfermo de ictericia, mientras que las otras personasla encontraban dulce. Protgoras no juzgara comoapariencia o ilusin ninguno de estos casos, aunque

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  • era, deca, nuestro deber el intentar curar a la genteposeda por anomalas de este tipo. No era uncientfico (algo ms, no obstante, que Parmnides),aunque tena profundo inters por la ilustracin jnica(de la cual hablaremos ms tarde). De acuerdo con B.Farrington, los esfuerzos de Protgoras se centraron enel establecimiento de los derechos humanos engeneral, en promover un sistema social ms equitativo,los mismos derechos ciudadanos para todos los sereshumanos verdadera democracia, en suma. No tuvoxito, por supuesto, dado que la cultura antigua iba acontinuar, hasta su decadencia, aferrndose a unsistema econmico y social que dependa vitalmente dela desigualdad de los seres humanos. Su sentencia msconocida, el hombre es la medida de todas las cosas,normalmente se entiende como referida a su teorasensorial del conocimiento, pero podra abarcar unaelemental actitud en lo referente a la cuestin poltica ysocial: que los asuntos humanos fueran ordenados porleyes y costumbres generadas por la naturaleza delhombre y no sometidas a prejuicios derivados de algntipo de tradicin o supersticin. Su actitud ante lareligin tradicional queda reflejada en las siguientespalabras, tan prudentes como agudas: Con respecto alos dioses, no puedo saber si existen o no existen;tampoco puedo saber cmo es su figura, pues muchascosas dificultan un conocimiento seguro al respecto: laoscuridad del tema y la brevedad de la vida humana.

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  • La actitud epistemolgica ms avanzada que heencontrado en cualquiera de los pensadores de laAntigedad est expresada de manera clara y efectivaen uno de los fragmentos de Demcrito. Volveremos areferimos a l como gran atomista. Por el momentobaste decir que crea en la conveniencia de la visinmaterial del mundo tan firmemente como cualquierfsico de nuestro tiempo: los pequeos corpsculosrgidos e inmutables que se mueven en el espacio vacoa lo largo de lneas rectas, entran en colisin y rebotan,produciendo toda la inmensa variedad de lo que seobserva en el mundo material. Crea en esta reduccinde la indescriptiblemente rica variedad de estados aimgenes puramente geomtricas, y tena razn. Lafsica terica se hallaba en aquel tiempo muy alejadade la experimentacin (que era difcilmente conocida),ms de lo que nunca antes o despus (por no hablar denuestros propios das en que los experimentos seacumulan) lo ha estado. Demcrito, sin embargo, sepercat en su poca de que la pura construccinintelectual (que en su imagen del mundo habasuplantado el mundo efectivo de luz y color, de sonidoy fragancia, dulzura, amargura y belleza) no estababasada realmente sino en las percepciones sensiblesostensiblemente expulsadas de la primera. En elfragmento D 125, tomado de Galeno y desconocidohasta finales del siglo pasado, nos presenta al intelecto() en lucha con los sentidos (). El primero

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  • dice: De manera ostensible hay color, dulzor,amargura, verdaderamente solo tomos y el vaco, alo que los sentidos replican: Pobre intelecto, esperasacaso vencernos mientras de nosotros tomas prestadatu evidencia? Tu victoria es tu derrota. No cabeexpresarse de manera ms breve y ms clara.

    Muchos otros fragmentos de este gran pensadorpodran ser lugares comunes de la obra de Kant: queno conocemos nada tal como es en realidad, queverdaderamente no conocemos nada, que la verdadest profundamente escondida en la oscuridad,etctera.

    El mero escepticismo es asunto estril y de pocovalor. El escepticismo en un hombre que ha llegadoms cerca de la verdad que nadie antes que l, y apesar de ello reconoce claramente los estrechos lmitesde su propia construccin mental, es grande yfructfero, y no slo no reduce sino que duplica el valorde sus descubrimientos.

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  • Los pitagricos

    Al tratar a autores como Parmnides o Protgoras, queno eran cientficos, poco o nada podemos inferir acercade la eficacia cientfica de los puntos de vista extremosque mantenan. El prototipo de una escuela depensadores de clara orientacin cientfica tendente areducir el edificio de la naturaleza a la razn (aunque almismo tiempo con un sesgo bien marcado, que rozabael prejuicio religioso) lo constituyeron los pitagricos.Su asentamiento principal se encontraba en el sur deItalia, en las ciudades de Crotona, Sbaris y Taranto,situadas en la baha que se forma entre el taln y lapunta de la pennsula. Sus partidarios formaban algomuy parecido a una orden religiosa con curiosos ritosrelativos a la comida y otras cosas, obligados alsecretismo con los extranjeros, al menos en loreferente a parte de las enseanzas[7]. El fundador,Pitgoras, quien tuvo su actividad en la segunda mitaddel siglo VI a. C., debi de ser una de laspersonalidades ms notables de la Antigedad, y en suentorno se tejieron toda clase de leyendas relativas asus poderes sobrenaturales, como la de que era capazde recordar todas las vidas anteriores de sumetempsicosis (transmigracin del alma); o la de quealguien, por un cambio accidental de vestimenta, sepercat de que su fmur era de oro puro. Parece nohaber dejado una sola lnea escrita. Su palabra era

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  • infalible para sus pupilos, como lo evidencia laconocida frase (el Maestro lo ha dicho), conla que se zanjaba cualquier disputa entre ellos. Se dicetambin que tenan prohibido pronunciar su nombre,refirindose a l como ese hombre (). Perono siempre nos resulta fcil decidir cundo unadoctrina particular proviene de l y cundo no, habidacuenta del carcter y actitudes de la comunidad.

    Su perspectiva apriorstica la retomaron claramentePlatn y la Academia, profundamente impresionados einfluidos por la escuela del sur de Italia. De hecho,desde el punto de vista de la historia de las ideas bienpodramos presentar la escuela ateniense como unarama de la pitagrica. El hecho de que no se hallarnformalmente vinculados a la Orden tiene pocarelevancia y menos relevante an es su preocupacinpor velar, ms que enfatizar, su dependencia respectode la escuela pitagrica con vistas a resaltar la propiaoriginalidad. En cualquier caso, la mejor informacinacerca de los pitagricos se la debemos, como tantasotras informaciones, a las sinceras y honestasreferencias de Aristteles, aunque la mayora de lasveces el Estagirita est en desacuerdo con los puntosde vista de los pitagricos y los critica por suinfundadas tendencias apriorsticas, a las que l mismosin embargo se inclinaba.

    La doctrina bsica de los pitagricos, se nos dice,era que las cosas son nmeros, aunque algunos

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  • transmisores tratan de encubrir la paradoja, diciendoque son como nmeros o anlogos a stos. Estamoslejos de conocer el alcance real de esta afirmacin. Muyposiblemente se origin como una generalizacin apartir del impactante descubrimiento que hizoPitgoras de las subdivisiones integrales o racionales(por ejemplo, 1/2, 2/3, 3/4) de una cuerda,produciendo intervalos musicales que, al componerseen la armona de una cancin, puede conducimos alborde de las lgrimas, como si hablaran, de algunamanera, directamente al alma. (A la Escuela se debe unhermoso smil de la relacin entre el alma y el cuerpo,probablemente proveniente de Filolao: se denominaalma a la armona del cuerpo, vinculndose a este delmismo modo en que lo est un instrumento musicalcon los sonidos que produce.)

    Segn Aristteles, las cosas (que eran nmeros)eran en primer lugar objetos sensibles, materiales; porejemplo, despus de que Empdocles desarrollara suteora de los cuatro elementos, stos tambin seconvertiran en nmeros; pero tambin cosas talescomo Alma, Justicia, Oportunidad tenan sus nmeros,o eran nmeros. Un aspecto relevante era laatribucin de algunas propiedades simples de la teorade los nmeros. Por ejemplo, los nmeros cuadrados(4, 9, 16, 25,) tenan que ver con la Justicia,particularmente identificada con el primero de ellos,concretamente el 4. La idea implcita sera la

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  • posibilidad de dividir el nmero en dos factores iguales(comprense palabras como equidad, equitativo).Un nmero cuadrado de puntos puede ser ordenado enun cuadrado, como por ejemplo en el juego de bolos.En el mismo sentido los pitagricos hablaban detriangulares como 3, 6, 10,

    El nmero se origina multiplicando el nmero depuntos de un lado (n) por el nmero siguiente (n + 1) ydividiendo el producto (que siempre es par) por dos:n(n + 1)/2 (Lo que puede apreciarse con mayorclaridad yuxtaponiendo un segundo tringulo invertidoy desplazando la figura hasta formar un rectngulo).

    En la teora moderna el cuadrado del momentoorbital del momentum es n (n + 1) h2, no n2h2, donden es un entero. Sealamos esto nicamente parailustrar el hecho de que la distincin de los nmerostriangulares no era una mera ilusin, pues estosaparecen en matemticas con relativa frecuencia.

    El nmero triangular 10 mereca singular respeto,posiblemente por ser el cuarto y, por tanto, el que

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    salustianofernandezviejoTexto escrito a mquina.

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  • designaba a la justicia.Ilustramos a partir del testimonio fiable y nunca

    despectivo de Aristteles, el cmulo de sinsentidosque inevitablemente acarreaba tal tesis.

    La primera propiedad de un nmero es la de serimpar o par. (El matemtico est familiarizado con ladistincin fundamental entre nmeros primos imparesy pares, aunque esta ltima clase slo contenga elnmero 2.) Pero se supona que el nmero impardetermina el lmite o el carcter finito de una cosa,hacindose as al par responsable del carcter ilimitadoo infinito de otras cosas. Simboliza la infinita (!)divisibilidad, puesto que un nmero par puede serdividido en dos partes iguales. Otro comentaristaseala un rasgo defectivo o de incompletitud(apuntando al infinito) del nmero par por el hecho deque al dividirlo en dos

    . . . | . . .queda en medio un espacio vaco carente tanto deposesor como de nmero ().

    Los cuatro elementos (fuego, agua, tierra, aire)parecen haber sido concebidos como si se hubieranconstruido a partir de cuatro de los cinco poliedrosregulares, mientras el quinto, el dodecaedro, sedestinaba a simbolizar el receptculo del universoentero, probablemente por aproximarse a la esfera y

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  • por estar formado por pentgonos; el pentgono tenapor s mismo un papel mstico, as como esta mismafigura ms sus cinco diagonales (5 + 5 = 10), queforma el conocido pentagrama. Uno de los pitagricosms antiguos, Petron, afirmaba que existan alrededorde 183 mundos, configurados en un tringulo aunque, dicho sea de paso, 183 no sea un nmerotriangular. Resultara muy irreverente recordar enesta ocasin que recientemente un eminente cientficonos comunicaba que el nmero total de partculaselementales en el mundo es de 16 X 17 X 2256, donde256 es el cuadrado del cuadrado del cuadrado de 2?

    Los pitagricos tardos crean en la transmigracindel alma en un sentido muy literal. Es habitual afirmarque Pitgoras tambin lo crea. Jenfanes nos cuentaesta ancdota acerca del maestro en un par de dsticos.Viendo golpear cruelmente a un perrito, sinti lstimade l y dijo al que as lo atormentaba: Deja degolpearlo; es el alma de un amigo, al que hereconocido al or su voz. En boca de Jenfanes setrataba probablemente de ridiculizar al gran hombrepor su creencia extravagante. Hoy da no podemosevitar interpretar la ancdota de manera diferente.Suponiendo que sea cierta, uno buscara un significadomucho ms simple en las palabras de Pitgoras, algoas como: basta, oigo la voz de un amigo atormentado,pidiendo mi ayuda, (nuestro amigo el perro seconvirti en una frase hecha con Charles Sherrington).

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  • Permtaseme retornar por un momento a la ideageneral, mencionada al principio, de que los nmerosse encuentran detrs de todas las cosas. He dicho queello obviamente parti de los descubrimientosacsticos sobre las longitudes de las cuerdas envibracin. Pero, en justicia (pese a sus extravagantesderivaciones), uno no debera olvidar que es la poca yel lugar de los primeros grandes descubrimientos enaritmtica y geometra, que estuvieron corrientementevinculados a algn tipo de aplicacin real o imaginadasobre objetos materiales. La esencia del pensamientomatemtico es abstraer nmeros del soporte material(longitudes, ngulos y otras cantidades) para operarcon ellos y sus relaciones. Por la naturaleza de talprocedimiento, las relaciones, modelos, frmulas yfiguras geomtricas a las que se llega por esta va muya menudo resultan inesperadamente aplicables aentidades materiales muy diferentes de aqullas de lasque fueron abstradas originalmente. De pronto, lafrmula matemtica proporciona orden en un dominiopara el cual no estaba previsto y en el que nunca sehaba pensado cuando se deriv el modelo matemtico.Esta experiencia sorprendente es idnea para que surjala creencia en el poder mstico de las matemticas. Alencontrrnoslas de manera inesperada all donde nolas habamos aplicado, las Matemticas parecenhallarse en el fondo de todas las cosas. Este hecho, quedebi de impresionar profunda y reiteradamente a los

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  • jvenes amantes de la matemtica, retorna como unsingular evento para marcar el progreso de la cienciafsica. As, para dar al menos un ejemplo famoso,Hamilton descubri que el movimiento de un sistemamecnico general se rega exactamente por las mismasleyes que un rayo de luz al propagarse en un medio nohomogneo. Hoy la ciencia se ha sofisticado, haaprendido a ser cauta en tales casos y a no tener porconocimientos garantizados e intrnsecos lo que podraser simplemente una analoga formal, resultado de lanaturaleza misma del pensamiento matemtico. Perono debe extraamos encontrar, en la infancia de lasciencias, conclusiones precipitadas de carcter msticoa las que nos hemos referido.

    Un caso moderno, divertido, aunque irrelevante, deun modelo aplicado a un asunto completamentediferente es el de la denominada curva de transicin enla planificacin de una pista o carretera. La curva queconecta dos tramos rectos de la pista no essimplemente un arco de crculo, pues eso supondraque el conductor tendra que girar de repente elvolante al entrar en el crculo desde la recta. Lacondicin para una curva de transicin ideal sepresenta por s misma: requiere una proporcinuniforme del giro del volante en la primera mitad, y lamisma proporcin uniforme de giro contrario en lasegunda mitad de la transicin. La formulacinmatemtica de esta condicin conduce a la exigencia

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  • de que la curvatura sea proporcional a la longitud de lacurva. Se trata de una curva muy especial, denominadaespiral de Cornu, que era conocida mucho antes de laaparicin de los vehculos de motor. Su nicaaplicacin anterior, que yo sepa, fue en un problemasimple de ptica, concretamente la interferencia trasuna rendija iluminada por una fuente luminosapuntiforme; este problema condujo al descubrimientoteortico de la espiral de Cornu.

    Un problema muy simple, conocido por todoescolar, es el de intercalar entre dos longitudes (onmeros) dadas, p y q, una tercera, x, tal que la raznentre p y x sea la misma que entre x y q.

    p:x = x:q

    La cantidad x es la que se conoce como mediageomtrica de p y q. Por ejemplo, si q fuera 9 veces p,x sera 3 veces p y por tanto un tercio de q. De lo cualse puede apreciar mediante sencilla generalizacin queel cuadrado de x es igual al producto pq,

    x2 = pq56

  • (Esto puede tambin inferirse de la regla general delas proporciones, segn la cual el producto de losmedios o miembros interiores es igual al productode los extremos o miembros exteriores). Los griegoshabran interpretado esta frmula geomtricamentecomo la cuadratura del rectngulo, en la que x es ellado de un cuadrado de rea igual a la del rectngulocon lados p y q. Conocan la frmula algebraica y lasecuaciones nicamente en una interpretacingeomtrica, puesto que en general no haba nmeroque se adaptara bien a la frmula. Por ejemplo, si sedan a q los valores 2p, 3p, 5p, (siendo p parasimplificar igual a 1) entonces x es lo quedenominamos 2, 3, 5,, pero para ellos stos noeran nmeros, no los haban inventado todava.Cualquier construccin geomtrica que verifique lafrmula anterior es, pues, una extraccin de la razcuadrada.

    La manera ms simple consiste en situar lossegmentos p y q a lo largo de una lnea recta; acontinuacin erigir una perpendicular en el puntodonde se unen (N) y cortarla (en C) mediante unacircunferencia trazada desde el centro O (el puntomedio de p + q) que pase por los puntos finales A y Bde p + q.

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  • Fig. 1.

    La proporcin (1) se sigue del hecho de que ABC esun tringulo rectngulo, dado que C es un ngulo enuna semicircunferencia, configurndose trestringulos ABC, ACN, CBN geomtricamentesemejantes. Tales tringulos exhiben dos nuevasmedias geomtricas, a saber (tomando p + q = c,como hipotenusa).

    q : b = b : c, as b2 = qc,p : a = a : c, as a2 = pc.

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  • De donde se sigue:

    a2 + b2 = (p + q)c = c2,

    lo que constituye la demostracin ms simple deldenominado teorema de Pitgoras.

    La proporcin (1) podra habrseles ocurrido a lospitagricos partiendo de algo completamentediferente. Si p, q, x son longitudes que uno delimitasobre la misma cuerda mediante soportes, osimplemente presionando con el dedo como lo hacenlos violinistas, entonces x producir un tono que serla media proporcional de los producidos por p y q;los intervalos musicales entre p y x y entre x y q serniguales. Esto puede conducir fcilmente al problema dedividir un intervalo musical dado en ms de dosintervalos iguales. A primera vista esto pareceapartamos de la armona, en la medida en que, porms que el cociente inicial p : q fuera racional, lasrelaciones intercaladas podran no serlo. Precisamenteeste procedimiento de intercalar distancias es elempleado en el sistema temperado de los tonos delpiano, con los doce grados. Se trata de un

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  • compromiso, condenable desde el punto de vista de laarmona pura, pero difcilmente evitable en uninstrumento con tonos prefabricados.

    Arquitas (tambin conocido por su amistad conPlatn en Tarento hacia mediados del siglo IV)solucion geomtricamente el problema de hallar dosmedias geomtricas (), o dividirun intervalo musical en tres partes iguales. Lo que, porotra parte, equivale a encontrar geomtricamente laraz cbica de un cociente dado q:p. Bajo esta ltimaforma hallar una raz cbica, el asunto eraconocido como el Problema Dlico; a los sacerdotes deApolo en la isla de Delos el orculo les encarg encierta ocasin duplicar las medidas de la piedra queserva de altar. Ahora bien, esta piedra era un cubo, yun cubo de doble volumen debera tener una arista demagnitud 32 veces la del cubo inicial.

    Con smbolos modernos el problema se plantea as:

    p : x = x : y = y : q,

    de donde se deduce

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  • x2 = py, xy = pq

    Multiplicando miembro a miembro y eliminando elfactor y:

    La solucin de Arquitas consiste en repetir laconstruccin anterior,

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  • Fig. 2.

    pero usando el segundo tipo de proporcin antesmencionada, lo que aqu conduce a:

    p : x = x : yx : y = y : q

    No obstante, esto es slo el resultado final de laconstruccin de Arquitas, una construccin muyelaborada que utiliza intersecciones de una esfera, un

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  • cono y un cilindro tan complicadas que en miprimera edicin del Presocrticos de Diels la figura quedeba ilustrar el texto era absolutamente errnea. Dehecho, la figura anterior, aparentemente simple, nopuede construirse directamente con regla y comps apartir de los datos p y q. Y es que con una reglanicamente pueden construirse lneas rectas (curvas deprimer orden), con un comps una circunferencia, quees una curva particular de segundo orden; pero paraextraer una raz cbica es preciso disponer de almenos una curva particular de tercer orden. Arquitas loresolvi de la manera ms ingeniosa mediante curvasde interseccin. Su mtodo para solucionar elproblema no supone, como cabra imaginar, unacomplicacin aadida, y es una verdadera hazaa elque lo consiguiera aproximadamente medio siglo antesde Euclides.

    El ltimo aspecto de las enseanzas pitagricas queconsideraremos aqu es el relativo a su cosmologa.Resulta de particular inters para nosotros, puesto quenos revela la inesperada eficiencia de un punto de vistatan lastrado por ideales de perfeccin, belleza ysimplicidad preconcebidos e infundados.

    Los pitagricos saban que la Tierra era esfrica yfueron probablemente los primeros en saberlo. Ello seinfera posiblemente a partir de las sombras circularesde la Luna durante los eclipses lunares, fenmeno queinterpretaban ms o menos correctamente (vase ms

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  • adelante). Su modelo del sistema planetario y de lasestrellas queda recogido sumaria y esquemticamenteen la siguiente figura:

    Fig. 3.

    Para ellos la Tierra esfrica tarda veinticuatro horasen girar en tomo a un centro fijo, F. C. (el fuegocentral, no el Sol!), hacia cuyo centro presenta siempreel mismo hemisferio como lo hace la Luna respecto anosotros, no habitable puesto que es demasiadocaliente. Se supone que existen nueve esferas, todasellas centradas en F. C.: (1) la Tierra, (2) la Luna, (3) elSol, (4-8) los planetas, (9) las estrellas fijas; todas semueven alrededor del centro, cada una de ellasrotando a una velocidad relativa peculiar con respectoal centro (de tal modo que la posicin sobre una lnearecta de nuestra figura es puramente esquemtica;nunca habra aparecido as). Hay adems una dcimaesfera, o al menos un dcimo cuerpo, el antichthon oanti-Tierra, del que no queda demasiado claro si seencontraba en permanente conjuncin o en oposicin ala Tierra con respecto al Fuego Central (nuestra figura

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  • muestra las dos alternativas). En cualquier caso, estostres cuerpos Tierra, Fuego Central, anti-Tierra sesuponan situados siempre en lnea recta, pues elantichthon no se vea nunca; se trataba de unahiptesis gratuita. Podra haber sido inventado pararedondear el nmero de cuerpos y llegar al nmerosagrado de diez, o bien como causa para explicarcierto tipo de eclipses lunares, como los que se dancuando el Sol y la Luna resultan visibles en dos puntosopuestos cercanos al horizonte. Ello es explicable porla refraccin de los rayos en la atmsfera, al igual quevemos la ubicacin de una estrella cuando en realidadlleva ya unos minutos tras el horizonte. Puesto que esono se saba en la poca, el tipo de eclipses en cuestinpresentaba sin duda dificultades, lo que habracontribuido a la necesidad tanto del invento delantichthon como de la afirmacin segn la cual no slola Luna, sino tambin el Sol, los planetas y las estrellasfijas eran iluminados por el fuego central, siendo loseclipses de Luna producidos al interceptarse por laTierra o el antichthon la luz del Fuego Central.

    A primera vista este modelo parece tan errneo quedifcilmente justificara que se le dedique la menorreflexin. Considermoslo, sin embargo,cuidadosamente, recordando que no se saba nadaacerca de las dimensiones de (a) la Tierra y (b) lasrbitas. La parte entonces conocida de nuestro planeta,la regin mediterrnea, se mueve en crculo en

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  • veinticuatro horas en torno a un centro invisible, anteel cual presenta siempre la misma cara. Esto causa,precisamente, el rpido movimiento diurno comn atodos los cuerpos celestes. Reconocer este ltimocomo movimiento meramente aparente es en s mismoun logro enorme. El punto errneo respecto almovimiento de la Tierra slo era tal en lo queconcierne al periodo (se le atribua una revolucin en elmismo periodo) y al centro de revolucin. Estoserrores, por considerables que nos parezcan, pesanpoco en comparacin con el espectaculardescubrimiento de que la Tierra es uno ms entre losplanetas (como la Luna, el Sol y los otros cinco cuerposa los que nosotros denominamos planetas). Estamosante un admirable ejercicio de autoliberacin delprejuicio segn el cual el hombre y su morada debensituarse en el centro del universo, el primer paso haciael punto de vista actual, que reduce nuestro globo a unplaneta ms de una de las estrellas en una de lasgalaxias del cosmos. Es sabido que este paso, tras sercompletado por Aristarco de Samos hacia el 280 a. C.,fue a continuacin rpidamente desandado y elprejuicio se mantuvo al menos oficialmente enalgunos sectores hasta principios del siglo XIX.

    Cabra preguntarse por qu se invent el FuegoCentral. La dificultad de explicar los evocados eclipsesexcepcionales, en los que tanto la Luna como el Solresultan visibles, difcilmente parecera suficiente[8].

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  • Que la Luna no tiene luz por s misma, sino que esiluminada por otra fuente, es algo que se conoci muypronto. Ahora bien, los dos fenmenos ms llamativosen los cielos, el Sol y la Luna, son bastante similares ensus movimientos diurnos, en aspecto y en tamao; estoltimo debido a la coincidencia de que la Luna seencuentra aproximadamente tantas veces ms cerca denosotros como veces es ms pequea que el Sol. Loque induce necesariamente a otorgar el mismo estatusa ambos, a proyectar sobre el Sol lo que se conoceacerca de la Luna, y de este modo a considerar queambos estn iluminados por la misma fuente, que nosera sino el hipottico Fuego Central. ste, al no servisible, no poda ser ubicado ms que bajo nuestrospies, oculto a nuestros ojos por nuestro propioplaneta.

    Este modelo, quizs equivocadamente, se haatribuido a Filolao (segunda mitad del siglo V). Unvistazo a sus desarrollos posteriores muestra queincluso grandes errores, resultado del influjo de ideaspreconcebidas sobre perfeccin y simplicidad, puedenresultar relativamente inocuos. Es ms: cuanto msarbitraria e infundada sea una afirmacin, tanto menorser el dao mental que pueda causar, ya que laexperiencia la eliminar ms rpidamente. Comoalguna vez se ha dicho, es mejor tener una teoraequivocada que no tener ninguna.

    En el presente caso, ni los viajes de los mercaderes

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  • cartaginenses, ms all de las columnas de Hrcules,ni, poco ms tarde, la expedicin de Alejandro a laIndia revelaron nada acerca del Fuego Central o delantichthon, ni tampoco sobre que la Tierra se hicieramenos habitable ms all de los lmites de la culturamediterrnea. De modo que todo ello deba serolvidado. Desaparecido el centro ficticio (el FuegoCentral), resultaba natural abandonar la idea de larevolucin diurna de la Tierra y reemplazarla por unapura rotacin sobre su propio eje. Los historiadores dela filosofa antigua disienten a la hora de decidir aquin se debe la nueva doctrina de la rotacin de laTierra. Algunos hablan de Ecfanto, uno de lospitagricos ms jvenes, mientras que otros se inclinana considerarlo un personaje de un dilogo deHerclides Pntico (un nativo de Heraclea en el MarNegro, asiduo de las escuelas de Platn y Aristteles) aquien de hecho atribuyen la nueva doctrina (que, porcierto, Aristteles menciona pero rechaza). Pero quizconviene poner de relieve que no se trata de unadoctrina nueva. La rotacin de la Tierra ya estabacontemplada en el sistema de Filolao: de un cuerpoque gira alrededor de un centro y se mantiene rotandosiempre con la misma cara hacia este centro como lohace la Luna con respecto a la Tierra no debe decirseque carece de rotacin, sino que gira con un periodoexactamente igual a su periodo de revolucin. No setrata de una sofisticada descripcin cientfica, como

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  • tampoco es una coincidencia la igualdad de losperiodos en el caso de la Luna (y de otros cuerpossimilares); se debe a la friccin de las mareas, bien enun ocano o envoltura atmosfrica previamenteexistentes, bien en la masa del cuerpo celeste[9].

    As, como afirmbamos antes, el sistema de Filolaoatribuye a la Tierra, con respecto al Fuego Central,exactamente este tipo de movimiento: una rotacin yuna revolucin con el mismo periodo. El abandono deesta ltima no debe vincularse al descubrimiento de laprimera, puesto que ya estaba descubierta. Nosinclinamos ms bien a calificarlo de paso en ladireccin errnea, puesto que la revolucin se articulaen torno a otro centro.

    Pero, segn parece, hay que atribuir al antesmencionado Herclides, en contacto con lospitagricos tardos, el paso ms importante hacia elreconocimiento de la situacin efectiva. Los llamativoscambios de luminosidad de los planetas interiores,Mercurio y Venus, ya se haban constatado. Herclideslos atribuy correctamente a cambios de distancia conrespecto a la Tierra. Por tanto no poda ser que semovieran en circunferencias alrededor de esta ltima.El hecho adicional de que en su movimiento principalsiguieran la trayectoria solar ayud probablemente ainspirar la hiptesis correcta de que ambos semovieran en circunferencias alrededor del Sol. Seharan pronto consideraciones similares sobre Marte,

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  • que tambin muestra cambios apreciables deluminosidad. Finalmente, como es bien sabido,Aristarco de Samos estableci (hacia el 280 a. C.) elsistema heliocntrico, tan slo un siglo y mediodespus de Filolao. No tuvo demasiado eco, yalrededor de 150 aos ms tarde fue desechado por laautoridad del gran Hiparco, rector de la Universidadde Alejandra, como diramos en nuestros das.

    Constituye un hecho sorprendente, no pocodesconcertante para el cientfico de nuestros das, elque los pitagricos, con todos sus prejuicios y susideas preconcebidas acerca de la belleza y lasimplicidad, progresaran ms que otros hacia unainteleccin de la estructura del universo, ms que lasobria escuela de los physiologoi jnicos, de los quehablaremos a continuacin, y ms tambin que el delos atomistas, sus sucesores espirituales. Por razonesque veremos enseguida, los cientficos tienden aconsiderar a los jnicos (Tales, Anaximandro) y, sobretodo, al gran atomista Demcrito como sus ancestrosespirituales, a pesar incluso de que este ltimo semantuviera aferrado a la idea de una Tierra plana yconfigurada como un tambor, idea perpetuada entrelos atomistas por Epicuro y prolongada hasta el poetaLucrecio, en el siglo I a. C. Las infundadas y excntricasfantasas y el arrogante misticismo de los pitagricospodran haber contribuido a que un pensador lcidocomo Demcrito rechazara toda la enseanza

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  • pitagrica como una construccin arbitraria o artificial.Pero el poder de sus observaciones, a partir de simplesexperimentos acsticos con cuerdas vibrantes, deberahaber permitido reconocer, a travs de la niebla de susprejuicios, algo tan prximo a la verdad que sirviera defundamento slido sobre el que establecer laperspectiva heliocntrica. Es triste decirlo, pero statambin fue rechazada rpidamente bajo la influenciade la escuela de Alejandra, cuyos componentes setenan a s mismos por sobrios cientficos, libres deprejuicios y guiados nicamente por los hechos.

    No he mencionado en este rpido repaso losdescubrimientos anatmicos y fisiolgicos de Alcmende Crotona, un joven contemporneo de Pitgoras;descubri los principales nervios sensibles y sigui sucurso hasta el cerebro, en el que reconoci el rganocentral, la sede de la actividad de la mente. Hastaentonces y durante mucho tiempo despus, pese asu descubrimiento el corazn (, ), eldiafragma () y la respiracin (, lat. anima >animus) se consideraban conectados a la mente o elalma, como lo evidencian las expresiones que en todaslas lenguas modernas utilizamos metafricamente paradesignarlos. Pero con esto basta para nuestropropsito. El lector puede encontrar fcilmenteinformacin ms completa sobre ello en losdocumentos mdicos de la Antigedad.

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  • La cultura jnica

    Nos centraremos ahora en los filsofos habitualmenteclasificados bajo la denominacin comn de escuela deMileto (Tales, Anaximandro, Anaxmenes), reservandoel captulo prximo para otros ms o menos vinculadosa ellos (Herclito, Jenfanes) y el siguiente a losatomistas (Leucipo, Demcrito). Tengo que decir enprimer lugar que el orden con respecto al captuloprecedente no es cronolgico: el acm de los tresphysiologoi jnicos (Tales, Anaximandro, Anaxmenes)data aproximadamente del 585, 565, 545 a. C.respectivamente, mientras que el acm de Pitgoras sesita alrededor del 532 a. C. En segundo lugar, quisierasealar el doble papel que la escuela de Miletodesempea en el presente contexto. Se trata de unconjunto de pensadores con objetivos y perspectivasdecididamente cientficos, igual que los pitagricos,pero opuestos a stos en lo que atae a la oposicinRazn - Sentidos, tratada en el segundo captulo deeste libro. La escuela de Mileto toma el mundo talcomo nos viene dado a travs de los sentidos y trata deexplicarlo, sin preocuparse por los preceptos de larazn, como lo hara el hombre de la calle, con cuyamanera de pensar se identifican.

    Efectivamente, a menudo la reflexin parte deproblemas o analogas de tipo prctico o manual,enfocndolos hacia aplicaciones prcticas en

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  • navegacin, elaboracin de planos y triangulacin.Permtaseme recordar al lector nuestro principalproblema, el de poner de relieve rasgos singulares ybastante artificiales de la ciencia que se suponen(Gomperz, Burnet) tener origen en la filosofa griega.Presentaremos y discutiremos dos de estascaractersticas, a saber, la asuncin de que el mundopuede ser entendido, y el lema provisional ysimplificado de excluir la persona que comprende dela representacin racional del mundo que se va aconstruir. La primera se establece definitivamente conlos tres physiologoi jnicos o, si se prefiere, con Tales.La segunda, la exclusin del sujeto, se ha convertidoen un viejo hbito firmemente establecido. Se ha hechoinherente a todo intento de proporcionar una imagendel mundo objetivo a la manera de los jnicos. Tanpoca conciencia haba de que tal exclusin resultaba deun presupuesto singular, que se intentaba seguir elrastro del sujeto en el seno mismo de la imagenmaterial del mundo bajo la forma de un alma, yaestuviera formada por una materia particularmentefina, voltil y mvil, ya fuera una sustancia espectral eninteraccin con la materia. Estas ingenuasconstrucciones se mantuvieron durante siglos y estnlejos de haberse extinguido hoy en da. Aunque nopodamos describir la exclusin como un pasodefinido, consciente (lo que probablemente nunca hasucedido), podemos hallar en los fragmentos de

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  • Herclito (que tuvo su acm alrededor del 500 a. C.)una evidencia notable de que ste ya la tena en mente.Y el fragmento de Demcrito que hemos citado al finaldel captulo II muestra su preocupacin por el hecho deque su modelo atomista del mundo est despojado detodas las cualidades subjetivas, los datos sensoriales apartir de los cuales haba sido construido.

    El movimiento conocido como cultura o ilustracinjnica naci en el extraordinario siglo VI a. C.; fuetambin durante ese siglo cuando se produjeron en elLejano Oriente movimientos espirituales de tremendasconsecuencias, vinculados a los nombres de GautamaBuddha (nacido hacia el 560 a. C.), Lao Tse y su msjoven contempo