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SECCIÓN G ENERAL RELACIONES 111, VERANO 2007, VOL. XXVIII

SECCIÓN GENERAL · reflexiones sobre argumentación de Oswald Ducrot.3 En términos gene-rales pretendemos comprobar que las manifestaciones de un nuevo or-

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SECCIÓN G ENERAL

R E L A C I O N E S 1 1 1 , V E R A N O 2 0 0 7 , V O L . X X V I I I

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NTRODUCCIÓN

En el ámbito de la historia médica, es común reconocerque durante la primera mitad del siglo XIX, la medicinaclínica experimentó una profunda transformación. Dejó

de ser un oficio empírico, para convertirse en una disciplina de caráctercientífico. Para los médicos mexicanos, Francia era entonces, el modelode investigación y desarrollo. En 1796, el famoso cirujano Xavier Bichatproclamaba el nacimiento de la fisiología, y en 1801 escribe a la Acade-mia de Ciencias de París un manuscrito donde pide que la medicina seaaceptada en el seno de las ciencias. No es extraño que encontremos mu-chas huellas de médicos franceses en textos sobre medicina en México.De hecho, uno de los médicos más prominentes de la época, el veracru-zano Manuel Eulogio Carpio (1791-1860) fue alumno del inventor delestetoscopio René Théophile Laënnec.

Aunque en el siglo XIX la medicina en México empieza a estudiarsey a practicarse de manera más científica, aún se trata de una disciplina

I

LO VISIBLE Y LO PALPABLE EN EL DISCURSO DE LA REVISTAMÉDICA DE JALISCO (SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX)

Gerardo Gutiérrez Cham*UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA

Nuestro trabajo consiste en un análisis discursivo de La Revista Médicade Guadalajara (1871-1872), a fin de poner al descubierto el nuevo or-den científico que se estaba generando en las prácticas médicas del si-glo XIX. Principalmente, nos ha interesado analizar la presencia domi-nante de lo visual, y subsidiariamente, de lo tactil, en el discursomédico. Comprobamos cómo es que este fenómeno incidió no sólo anivel de discurso, sino que influyó de manera decisiva en la percep-ción y generación de nuevos conocimientos.

(Discurso, mirada, tacto, clínica, conocimiento)

* [email protected]

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cault en torno a lo visible y lo invisible en el discurso médico francés delsiglo XIX.2 También nos auxiliamos de la pragmática del lenguaje y de lasreflexiones sobre argumentación de Oswald Ducrot.3 En términos gene-rales pretendemos comprobar que las manifestaciones de un nuevo or-den visual en la clínica médica, no sólo incidieron a nivel de discurso,sino que influyeron de manera decisiva en la generación de nuevosconocimientos.

Dado que nuestro objetivo es mostrar cómo es que las nuevas refe-rencias en torno a lo visual y lo táctil incidieron en el nuevo orden cien-tífico que se estaba generando en el trabajo clínico y quirúrgico de lasegunda mitad del siglo XIX en Guadalajara, decidimos conformar uncorpus de un discurso médico prestigiado y adscrito a los modelos cien-tíficos de la época. Afortunadamente, en el Archivo Histórico de la Bi-blioteca Pública de Jalisco encontramos los primeros 20 números del vo-lumen I de La Revista Médica, la cual se definía explícitamente como“Publicación de carácter científico”. El objetivo de la revista era difundirartículos de los miembros de la Sociedad de Medicina de Guadalajara,así como de profesores ilustres que conformaban las cátedras de Medi-cina, Cirugía y Farmacia. Los principales temas de los que se ocupaba lagacetilla eran: epidemias, higiene pública y privada, descripción de ciru-gías, partos y enfermedades.4

En este trabajo nos ha interesado destacar algunas peculiaridades, quea nuestro juicio hacían de la descripción clínica, básicamente un recuentode “lo observable” y lo “táctil”. Este hecho se explica, en parte, debido ala carencia de instrumentos de auscultación y de observación microscópi-ca. Las nociones bacteriológicas aún eran incipientes, y aunque ya desdelos años setenta del siglo XIX, la prensa mexicana seguía los trabajos deKoch y Pasteur, muchos médicos mexicanos aún se valían de conceptoscomo miasma, efluvios y emanaciones, cada vez que se veían en la necesi-dad de explicar los procesos de transmisión de enfermedades. Esta concep-tualización estaba ligada a la falta de una conciencia microbacteriana su-

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en plena formación. En 1823, sólo había dos universidades en el país queimpartían cátedra de medicina: la Universidad de México y la Universi-dad de Guadalajara. En Puebla se realizaban cirugías, pero “sin estudiosprevios”, tal y como afirma el historiador Fernando Martínez Cortés.1

Además de la institucionalización médica, durante estos años el tra-bajo clínico también empieza a modificarse sustancialmente, hasta loque hoy conocemos como reconocimiento clínico moderno. Duranteesos años, la medicina empieza a “instrumentalizarse”. Se introduce elestetoscopio, y el microscopio empieza a volverse cada vez más común,dando origen a la microbiología. En este contexto de transformación en-contramos que los médicos empiezan a modificar también sus esquemasen la percepción de síntomas, en la localización de las enfermedades y,consecuentemente, en la prescripción de medicamentos. La mirada delmédico se transforma dando lugar a nuevas formas de ver, y sobre todode enunciar lo visto.

En este trabajo estudiamos precisamente la presencia de lo visual, ysubsidiariamente, de lo tactil, en algunas prácticas médicas, representati-vas de la medicina científica, que se practicaba en Guadalajara, durante lasegunda mitad del siglo XIX. Nuestro corpus de trabajo está conformadopor el tomo I, de la Revista Médica, de la Sociedad de Medicina de Guada-lajara. Se trata de 20 números que abarcan desde el 15 de mayo de 1871,al 15 de diciembre de 1872. Hemos escogido este corpus debido a que laRevista Médica es una publicación representativa de la medicina institucio-nalizada del siglo XIX, en la región occidente de México, lo cual nos permiteacercarnos, tanto al trabajo clínico de la época, como al material didácticoque se utilizaba en los cursos de Medicina, Cirugía y Farmacia, que se im-partían en la mencionada Sociedad de Medicina de Guadalajara.

A nivel teórico, nuestro trabajo se adhiere a las propuestas del Análi-sis Crítico del Discurso. Intentamos demostrar que la mirada médica,durante la segunda mitad del siglo XIX en Guadalajara, también estabaconformada por relaciones de poder instituidas, entre la mirada hege-mónica del médico y las representaciones subordinantes de los pacien-tes. Para ello hemos seguido muy de cerca las reflexiones de Michel Fou-

1 Fernando Martínez Cortés (1999, 41).

2 Michel Foucault (2001, 210-244).3 Jean-Claude Anscombre, 1987; John Austin, 1996; John Searle, 1994; Oswald

Ducrot, 2002.4 Véase: Revista Médica, 15 de mayo de 1871, p. 5.

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cault en torno a lo visible y lo invisible en el discurso médico francés delsiglo XIX.2 También nos auxiliamos de la pragmática del lenguaje y de lasreflexiones sobre argumentación de Oswald Ducrot.3 En términos gene-rales pretendemos comprobar que las manifestaciones de un nuevo or-den visual en la clínica médica, no sólo incidieron a nivel de discurso,sino que influyeron de manera decisiva en la generación de nuevosconocimientos.

Dado que nuestro objetivo es mostrar cómo es que las nuevas refe-rencias en torno a lo visual y lo táctil incidieron en el nuevo orden cien-tífico que se estaba generando en el trabajo clínico y quirúrgico de lasegunda mitad del siglo XIX en Guadalajara, decidimos conformar uncorpus de un discurso médico prestigiado y adscrito a los modelos cien-tíficos de la época. Afortunadamente, en el Archivo Histórico de la Bi-blioteca Pública de Jalisco encontramos los primeros 20 números del vo-lumen I de La Revista Médica, la cual se definía explícitamente como“Publicación de carácter científico”. El objetivo de la revista era difundirartículos de los miembros de la Sociedad de Medicina de Guadalajara,así como de profesores ilustres que conformaban las cátedras de Medi-cina, Cirugía y Farmacia. Los principales temas de los que se ocupaba lagacetilla eran: epidemias, higiene pública y privada, descripción de ciru-gías, partos y enfermedades.4

En este trabajo nos ha interesado destacar algunas peculiaridades, quea nuestro juicio hacían de la descripción clínica, básicamente un recuentode “lo observable” y lo “táctil”. Este hecho se explica, en parte, debido ala carencia de instrumentos de auscultación y de observación microscópi-ca. Las nociones bacteriológicas aún eran incipientes, y aunque ya desdelos años setenta del siglo XIX, la prensa mexicana seguía los trabajos deKoch y Pasteur, muchos médicos mexicanos aún se valían de conceptoscomo miasma, efluvios y emanaciones, cada vez que se veían en la necesi-dad de explicar los procesos de transmisión de enfermedades. Esta concep-tualización estaba ligada a la falta de una conciencia microbacteriana su-

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en plena formación. En 1823, sólo había dos universidades en el país queimpartían cátedra de medicina: la Universidad de México y la Universi-dad de Guadalajara. En Puebla se realizaban cirugías, pero “sin estudiosprevios”, tal y como afirma el historiador Fernando Martínez Cortés.1

Además de la institucionalización médica, durante estos años el tra-bajo clínico también empieza a modificarse sustancialmente, hasta loque hoy conocemos como reconocimiento clínico moderno. Duranteesos años, la medicina empieza a “instrumentalizarse”. Se introduce elestetoscopio, y el microscopio empieza a volverse cada vez más común,dando origen a la microbiología. En este contexto de transformación en-contramos que los médicos empiezan a modificar también sus esquemasen la percepción de síntomas, en la localización de las enfermedades y,consecuentemente, en la prescripción de medicamentos. La mirada delmédico se transforma dando lugar a nuevas formas de ver, y sobre todode enunciar lo visto.

En este trabajo estudiamos precisamente la presencia de lo visual, ysubsidiariamente, de lo tactil, en algunas prácticas médicas, representati-vas de la medicina científica, que se practicaba en Guadalajara, durante lasegunda mitad del siglo XIX. Nuestro corpus de trabajo está conformadopor el tomo I, de la Revista Médica, de la Sociedad de Medicina de Guada-lajara. Se trata de 20 números que abarcan desde el 15 de mayo de 1871,al 15 de diciembre de 1872. Hemos escogido este corpus debido a que laRevista Médica es una publicación representativa de la medicina institucio-nalizada del siglo XIX, en la región occidente de México, lo cual nos permiteacercarnos, tanto al trabajo clínico de la época, como al material didácticoque se utilizaba en los cursos de Medicina, Cirugía y Farmacia, que se im-partían en la mencionada Sociedad de Medicina de Guadalajara.

A nivel teórico, nuestro trabajo se adhiere a las propuestas del Análi-sis Crítico del Discurso. Intentamos demostrar que la mirada médica,durante la segunda mitad del siglo XIX en Guadalajara, también estabaconformada por relaciones de poder instituidas, entre la mirada hege-mónica del médico y las representaciones subordinantes de los pacien-tes. Para ello hemos seguido muy de cerca las reflexiones de Michel Fou-

1 Fernando Martínez Cortés (1999, 41).

2 Michel Foucault (2001, 210-244).3 Jean-Claude Anscombre, 1987; John Austin, 1996; John Searle, 1994; Oswald

Ducrot, 2002.4 Véase: Revista Médica, 15 de mayo de 1871, p. 5.

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LA MIRADA Y LO TÁCTIL

Aclarados estos precedentes, damos inicio propiamente a nuestro traba-jo. Foucault afirmaba que en el espacio nosológico del siglo XIX, la mi-rada médica “era muda y sin gesto”.7 Se refería al hecho de que, en tér-minos generales, para un médico de la época era bastante común hacera un lado cualquier especulación teórica, ante la evidencia de un sínto-ma detectado visualmente. Pero no se trata de cualquier mirada, sino deaquella que podía servir al espacio tangible del cuerpo. Digamos que lovisto sólo adquiría plena autentificación si al mismo tiempo era tocado,palpado, medido, sopesado, y en última instancia, verbalizado.

Ahora bien, no hay que perder de vista algo esencial: aunque predo-minaba la dimensión visual, tacto y oído no se utilizaban en la experien-cia clínica como simples accesorios que se agregaban al dominio de lavisión. En la medicina del siglo XIX, el famoso “vistazo”, del que hablaFoucault,8 se convierte rápidamente en un sistema de organización sinto-matológica bastante más complejo de lo que somos capaces de describiren este trabajo, principalmente porque a partir de la segunda mitad delsiglo XIX se inventa el estetoscopio y se mejora notablemente el microsco-pio. Tengamos en cuenta que nuestro material de estudio se limita a textosescritos que fueron redactados a manera de bitácoras, o como evidenciasdel ejercicio técnico profesional. Pero no hay manera de recuperar losdiscursos orales que se producían en el contacto clínico entre médico-pa-ciente, aunque dicho sea de paso, los textos que analizamos tienen mu-chas características de oralidad, las cuales deberán ser motivo de estudio.

Hecha esta breve pero significativa aclaración, mostramos, en segui-da, un ejemplo que revela en el discurso una marcada yuxtaposición en-tre la dimensión visual y tactil. La muestra (1) está tomada de un artícu-lo donde un médico de Guadalajara describe la extracción de un“cálculo de la vejiga” realizada a una persona de 42 años:

(1) Continuó con este padecimiento hasta el mes de marzo del año siguiente,que vino a Guadalajara para curarse. El mismo día 12 del mismo mes que lo

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ficientemente desarrollada. Por tanto era común que los médicos de la épo-ca atribuyeran el origen de enfermedades gastrointestinales a los gasesinsalubres que despedían los ríos, o incluso a la “suciedad” del agua envirtud del mal olor o del color, pero aún no se hablaba de la proliferaciónde bacterias y amibas enquistadas en líquidos y alimentos.5 Tengamos encuenta que no fue sino hasta diez años después del Congreso de Higienee Intereses Profesionales, realizado en 1878, que los médicos empezaron autilizar una nueva terminología, que ya atribuía a la proliferación de di-minutos seres vivos el contagio de enfermedades.6

Ante tales precedentes, pareciera que no debía tener nada de extraor-dinario que los procedimientos clínicos en la segunda mitad del siglo XIX

dependieran básicamente de la mirada y del tacto. Sin embargo, con-sideramos que sí se trata de un hecho extraordinario, ya que el usodelimitado de ambos sentidos formaba parte de una nueva episteme enel ámbito de la medicina. Los médicos de la época formaron nuevoscampos perceptivos, y con ello nuevas vías de conocimiento, ya que bajoel régimen de lo visible y lo palpable se impusieron nuevas formas depercibir síntomas, patologías, enfermedades. El cuerpo humano y las en-fermedades empezaron a ser percibidos desde una perspectiva anáto-mo-patológica. A nosotros nos interesa estudiar no el hecho como tal,sino las características y peculiaridades de la mirada y el tacto clínicocomo acontecimientos enunciativos en los discursos de la segunda mi-tad del siglo XIX.

5 Un ejemplo de la anterior puede verse en la siguiente muestra de nuestro corpus:“la suciedad del agua potable es una de las principales causas de enfermedades del tubodigestivo, y que observamos en mayor número en el tiempo de aguas; suciedad que hallegado hasta el extremo de semejarse al pulque o a una solución calcarea” (RevistaMédica, 15 de julio de 1871, p. 48). Martínez Cortés (1999, 48), médico e historiador de lamedicina en México afirma lo siguiente: “Siempre ha sido un problema de patología na-cional el absceso hepático amibiano que a mediados del siglo XIX, por desconocerse aúnla existencia de las amibas, se llamaba simplemente ‘absceso del hígado’ o ‘supuracióndel hígado’”.

6 Este proceso de instauración de una nueva terminología se fue produciendo al mis-mo tiempo que se hacía obligatoria la materia de bacteriología en las escuelas de medi-cina en la capital, así como en Puebla, Guadalajara, Campeche, Yucatán, San Luis Potosíy Nuevo León.

7 Véase Michel Foucault (2001, 154).8 Véase Michel Foucault (2001, 233).

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LA MIRADA Y LO TÁCTIL

Aclarados estos precedentes, damos inicio propiamente a nuestro traba-jo. Foucault afirmaba que en el espacio nosológico del siglo XIX, la mi-rada médica “era muda y sin gesto”.7 Se refería al hecho de que, en tér-minos generales, para un médico de la época era bastante común hacera un lado cualquier especulación teórica, ante la evidencia de un sínto-ma detectado visualmente. Pero no se trata de cualquier mirada, sino deaquella que podía servir al espacio tangible del cuerpo. Digamos que lovisto sólo adquiría plena autentificación si al mismo tiempo era tocado,palpado, medido, sopesado, y en última instancia, verbalizado.

Ahora bien, no hay que perder de vista algo esencial: aunque predo-minaba la dimensión visual, tacto y oído no se utilizaban en la experien-cia clínica como simples accesorios que se agregaban al dominio de lavisión. En la medicina del siglo XIX, el famoso “vistazo”, del que hablaFoucault,8 se convierte rápidamente en un sistema de organización sinto-matológica bastante más complejo de lo que somos capaces de describiren este trabajo, principalmente porque a partir de la segunda mitad delsiglo XIX se inventa el estetoscopio y se mejora notablemente el microsco-pio. Tengamos en cuenta que nuestro material de estudio se limita a textosescritos que fueron redactados a manera de bitácoras, o como evidenciasdel ejercicio técnico profesional. Pero no hay manera de recuperar losdiscursos orales que se producían en el contacto clínico entre médico-pa-ciente, aunque dicho sea de paso, los textos que analizamos tienen mu-chas características de oralidad, las cuales deberán ser motivo de estudio.

Hecha esta breve pero significativa aclaración, mostramos, en segui-da, un ejemplo que revela en el discurso una marcada yuxtaposición en-tre la dimensión visual y tactil. La muestra (1) está tomada de un artícu-lo donde un médico de Guadalajara describe la extracción de un“cálculo de la vejiga” realizada a una persona de 42 años:

(1) Continuó con este padecimiento hasta el mes de marzo del año siguiente,que vino a Guadalajara para curarse. El mismo día 12 del mismo mes que lo

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ficientemente desarrollada. Por tanto era común que los médicos de la épo-ca atribuyeran el origen de enfermedades gastrointestinales a los gasesinsalubres que despedían los ríos, o incluso a la “suciedad” del agua envirtud del mal olor o del color, pero aún no se hablaba de la proliferaciónde bacterias y amibas enquistadas en líquidos y alimentos.5 Tengamos encuenta que no fue sino hasta diez años después del Congreso de Higienee Intereses Profesionales, realizado en 1878, que los médicos empezaron autilizar una nueva terminología, que ya atribuía a la proliferación de di-minutos seres vivos el contagio de enfermedades.6

Ante tales precedentes, pareciera que no debía tener nada de extraor-dinario que los procedimientos clínicos en la segunda mitad del siglo XIX

dependieran básicamente de la mirada y del tacto. Sin embargo, con-sideramos que sí se trata de un hecho extraordinario, ya que el usodelimitado de ambos sentidos formaba parte de una nueva episteme enel ámbito de la medicina. Los médicos de la época formaron nuevoscampos perceptivos, y con ello nuevas vías de conocimiento, ya que bajoel régimen de lo visible y lo palpable se impusieron nuevas formas depercibir síntomas, patologías, enfermedades. El cuerpo humano y las en-fermedades empezaron a ser percibidos desde una perspectiva anáto-mo-patológica. A nosotros nos interesa estudiar no el hecho como tal,sino las características y peculiaridades de la mirada y el tacto clínicocomo acontecimientos enunciativos en los discursos de la segunda mi-tad del siglo XIX.

5 Un ejemplo de la anterior puede verse en la siguiente muestra de nuestro corpus:“la suciedad del agua potable es una de las principales causas de enfermedades del tubodigestivo, y que observamos en mayor número en el tiempo de aguas; suciedad que hallegado hasta el extremo de semejarse al pulque o a una solución calcarea” (RevistaMédica, 15 de julio de 1871, p. 48). Martínez Cortés (1999, 48), médico e historiador de lamedicina en México afirma lo siguiente: “Siempre ha sido un problema de patología na-cional el absceso hepático amibiano que a mediados del siglo XIX, por desconocerse aúnla existencia de las amibas, se llamaba simplemente ‘absceso del hígado’ o ‘supuracióndel hígado’”.

6 Este proceso de instauración de una nueva terminología se fue produciendo al mis-mo tiempo que se hacía obligatoria la materia de bacteriología en las escuelas de medi-cina en la capital, así como en Puebla, Guadalajara, Campeche, Yucatán, San Luis Potosíy Nuevo León.

7 Véase Michel Foucault (2001, 154).8 Véase Michel Foucault (2001, 233).

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esta época se manifiestan los rasgos de una génesis de verdad, muy par-ticular. El médico prestaba su mirada para observar, palpar, y finalmen-te, para mostrar al enfermo lo que yacía oculto en los recovecos subcutá-neos.13 A partir de ese momento una cirugía, por ejemplo, cumplía consu función curativa y reconstituyente:

(2) Dos indicaciones se presentaban naturalmente que llenar: 1ª: practicar laextirpación del tumor; 2ª: reparar la pérdida de sustancia que resultase dedicha extirpación.14

Todo este proceso de visualización y tacto a través de lo verbal, osci-laba entre la convencionalización y las posibilidades de improvisación eintuición de cada médico. Empirismo y orden científico aún convivíanestrechamente. Sin embargo, en los textos de nuestro corpus, donde sedescriben cirugías, ya encontramos esquemas técnicos que se repiten,principalmente en los procedimientos de rastreo sintomatológico, explo-ración y preparación. Esto es ya un reflejo del carácter ritualizado en losencuentros médico-paciente.15 Veamos los siguientes ejemplos tomados

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vi y examiné, practiqué el cateterismo y sentí desde luego, la presencia de lapiedra en la vejiga.9

Nótese cómo la misma sintaxis de la enunciación marca una cierta je-rarquía priorizada hacia el acto de ver. En la secuencia enunciativa, elinicio del procedimiento clínico está marcado por ese acto inaugural dealguien que dice lo vi. Aunque es fácil percatarse que se trata de un actofigurado. No es estrictamente la percepción física de lo visual lo que im-porta, sino ese acto minucioso de escrutinio, que convencionalmente so-lemos llamar observación, y que sirve para acreditar el acto de examinar.A su vez, lo que es examinado mediante la mirada clínica genera un es-tatuto de validez hacia lo percibido por el tacto: “y sentí desde luego, lapresencia de la piedra en la vejiga”. De este modo se genera una simbio-sis entre mirada, tacto y verbalización. A diferencia de lo que ocurría enel siglo XVIII, ahora la mirada del médico ha desplazado la enfermedadde un espacio ideal, a un espacio real-corporal, aunque este espacio realno está constituido por una visión global del cuerpo humano, sino porla multiplicidad aleatoria de hechos individuales.10

Dado que la mirada clínica está ligada a todos esos procedimientosde escrutinio, selección y constatación de síntomas, es un hecho que nosencontramos ante una mirada “analítica” que no sólo busca percibirpara comprender, sino que además intenta ser pedagógica. Este últimoaspecto nos parece de especial relevancia. Por una parte podemos hablarde una mirada pedagógica desde una perspectiva institucional. Hay quetener en cuenta que la Revista Médica se definía como el “PeriódicoCientífico de la Sociedad de Medicina de Guadalajara”.11 Era entonces,un órgano de difusión y enseñanza.12 Pero por otra parte, desde unaperspectiva más microanalítica, encontramos que en la mirada clínica de

9 Revista Médica, 15 de mayo de 1871, p. 8. Tanto en ésta, como en las referenciassubsiguientes las cursivas serán nuestras.

10 Véase María Inés García Canal 1999, 58.11 Véase Revista Médica, 15 de mayo de 1871, p. 1.12 El carácter pedagógico del discurso médico no es privativo del siglo XIX. Nancy

Ainsworth-Vaugh (2003, 455) analista del discurso médico, muestra cómo hoy, en condi-ciones “normales”, el doctor efectúa un acto pedagógico cuando lleva a cabo su trabajoclínico.

13 En el siglo XIX, en México, los métodos clínicos de exploración se realizaban a partirde modelos franceses. Particularmente hubo gran influencia de François Xavier Bichat(1771-1802), Jean Nicolas Corvisart (1775-1821) y René Théophile Hyacinthe Laennec (1781-1826). Un método común, practicado por Corvisart era la auscultación inmediata, queconsistía en colocar la oreja sobre el pecho del paciente, sin ningún instrumento de pormedio. Otro método era la aplicación de la mano sobre las paredes torácicas. Hoy, se sue-le llamar a este método palpación. También se practicaba la sucusión, que consiste en lapresión estratégica del tórax, a fin de conocer posibles derrames internos. Finalmentehay que mencionar la auscultación mediata que está ligada al estetoscopio, inventado enParís, en 1816, por Laennec. Mediante este aparato, tan común hoy día, se empezaron aestablecer relaciones más precisas entre los signos físicos de carácter acústico y las lesio-nes propias de una enfermedad. El estetoscopio fue tan importante que se concibió comoun oído que ve (Martínez Cortés, 1999).

14 Revista Médica, 15 de mayo de 1871, p. 12.15 El carácter ritualizado en los encuentros médico-paciente es una de las constantes

clínicas, aún en la medicina actual. Nancy Ainsworth-Vaughn (2003, 454) afirma, al res-pecto, lo siguiente: “These are ritualized in three ways: the type of speech activity is cul-turally predetermined, its place of occurence in sequential talk is prescribed, and itsphrasing is routinized”.

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esta época se manifiestan los rasgos de una génesis de verdad, muy par-ticular. El médico prestaba su mirada para observar, palpar, y finalmen-te, para mostrar al enfermo lo que yacía oculto en los recovecos subcutá-neos.13 A partir de ese momento una cirugía, por ejemplo, cumplía consu función curativa y reconstituyente:

(2) Dos indicaciones se presentaban naturalmente que llenar: 1ª: practicar laextirpación del tumor; 2ª: reparar la pérdida de sustancia que resultase dedicha extirpación.14

Todo este proceso de visualización y tacto a través de lo verbal, osci-laba entre la convencionalización y las posibilidades de improvisación eintuición de cada médico. Empirismo y orden científico aún convivíanestrechamente. Sin embargo, en los textos de nuestro corpus, donde sedescriben cirugías, ya encontramos esquemas técnicos que se repiten,principalmente en los procedimientos de rastreo sintomatológico, explo-ración y preparación. Esto es ya un reflejo del carácter ritualizado en losencuentros médico-paciente.15 Veamos los siguientes ejemplos tomados

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vi y examiné, practiqué el cateterismo y sentí desde luego, la presencia de lapiedra en la vejiga.9

Nótese cómo la misma sintaxis de la enunciación marca una cierta je-rarquía priorizada hacia el acto de ver. En la secuencia enunciativa, elinicio del procedimiento clínico está marcado por ese acto inaugural dealguien que dice lo vi. Aunque es fácil percatarse que se trata de un actofigurado. No es estrictamente la percepción física de lo visual lo que im-porta, sino ese acto minucioso de escrutinio, que convencionalmente so-lemos llamar observación, y que sirve para acreditar el acto de examinar.A su vez, lo que es examinado mediante la mirada clínica genera un es-tatuto de validez hacia lo percibido por el tacto: “y sentí desde luego, lapresencia de la piedra en la vejiga”. De este modo se genera una simbio-sis entre mirada, tacto y verbalización. A diferencia de lo que ocurría enel siglo XVIII, ahora la mirada del médico ha desplazado la enfermedadde un espacio ideal, a un espacio real-corporal, aunque este espacio realno está constituido por una visión global del cuerpo humano, sino porla multiplicidad aleatoria de hechos individuales.10

Dado que la mirada clínica está ligada a todos esos procedimientosde escrutinio, selección y constatación de síntomas, es un hecho que nosencontramos ante una mirada “analítica” que no sólo busca percibirpara comprender, sino que además intenta ser pedagógica. Este últimoaspecto nos parece de especial relevancia. Por una parte podemos hablarde una mirada pedagógica desde una perspectiva institucional. Hay quetener en cuenta que la Revista Médica se definía como el “PeriódicoCientífico de la Sociedad de Medicina de Guadalajara”.11 Era entonces,un órgano de difusión y enseñanza.12 Pero por otra parte, desde unaperspectiva más microanalítica, encontramos que en la mirada clínica de

9 Revista Médica, 15 de mayo de 1871, p. 8. Tanto en ésta, como en las referenciassubsiguientes las cursivas serán nuestras.

10 Véase María Inés García Canal 1999, 58.11 Véase Revista Médica, 15 de mayo de 1871, p. 1.12 El carácter pedagógico del discurso médico no es privativo del siglo XIX. Nancy

Ainsworth-Vaugh (2003, 455) analista del discurso médico, muestra cómo hoy, en condi-ciones “normales”, el doctor efectúa un acto pedagógico cuando lleva a cabo su trabajoclínico.

13 En el siglo XIX, en México, los métodos clínicos de exploración se realizaban a partirde modelos franceses. Particularmente hubo gran influencia de François Xavier Bichat(1771-1802), Jean Nicolas Corvisart (1775-1821) y René Théophile Hyacinthe Laennec (1781-1826). Un método común, practicado por Corvisart era la auscultación inmediata, queconsistía en colocar la oreja sobre el pecho del paciente, sin ningún instrumento de pormedio. Otro método era la aplicación de la mano sobre las paredes torácicas. Hoy, se sue-le llamar a este método palpación. También se practicaba la sucusión, que consiste en lapresión estratégica del tórax, a fin de conocer posibles derrames internos. Finalmentehay que mencionar la auscultación mediata que está ligada al estetoscopio, inventado enParís, en 1816, por Laennec. Mediante este aparato, tan común hoy día, se empezaron aestablecer relaciones más precisas entre los signos físicos de carácter acústico y las lesio-nes propias de una enfermedad. El estetoscopio fue tan importante que se concibió comoun oído que ve (Martínez Cortés, 1999).

14 Revista Médica, 15 de mayo de 1871, p. 12.15 El carácter ritualizado en los encuentros médico-paciente es una de las constantes

clínicas, aún en la medicina actual. Nancy Ainsworth-Vaughn (2003, 454) afirma, al res-pecto, lo siguiente: “These are ritualized in three ways: the type of speech activity is cul-turally predetermined, its place of occurence in sequential talk is prescribed, and itsphrasing is routinized”.

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en una mesa atados los pies a las manos del modo clásico, a pesar del valor yserenidad extraordinaria del paciente.18

(6) Esta operación muy minuciosa exigió media hora para ejecutarla. El en-fermo la soportó con mucho valor y después de haber ligado algunas arteriolasse le colocaron en las ventanas de la nariz dos cilindros de sonda de gomaelástica...19

Incluso, las imágenes A y B que se incluyen en el artículo, formanparte de una perspectiva exclusivamente clínica. El rostro sin identidadcumple el papel de modelo que muestra una patología, antes y despuésde la cirugía.

En estas dos muestras textuales (5) y (6), sólo se hace referencia a lasactitudes de valor, resistencia y valentía del paciente, pero no desde su pro-pia perspectiva. Los puntos de vista del paciente están suprimidos, o entodo caso emergen pero de manera muy limitada. Ni siquiera se le conce-de espacio para que se integre al discurso del médico en aquellas partes

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de dos artículos, uno que trata sobre la extracción de un cálculo de la ve-jiga, y otro que describe un caso de rinoplastia, a causa de un tumor.

(3) Don E.M. Soltero, de 42 años de edad, labrador, originario de Lagos, ro-busto, bien constituido, hijo de padres calculosos, dijo que el día siete de oc-tubre del 47, sintió por primera vez un cólico nefrítico muy intenso...16

(4) Eleno Vega, de 30 años de edad. Soltero, originario de Bolaños, de oficiojornalero, temperamento sanguíneo, constitución regular: se me presentó enel mes de Abril de 1860, manifestándome un tumor situado en la parte ante-rior y media de la nariz...17

Aunque los dos ejemplos provienen de diferentes médicos que na-rran casos distintos, las estructuras descriptivas son muy parecidas:nombre, edad, estado civil, lugar de origen, identificación del oficio, ras-gos físicos y del carácter, etcétera. Con estos ejemplos queremos mostrarque la mirada clínica ya había ingresado al orden institucional. Pero setrata de un orden formal, que lejos de expandir las posibilidades de lamirada clínica hacia aspectos colaterales del enfermo, trata de puntua-lizarla y reducirla a lo percibido en momentos. De hecho, en todos losejemplos que encontramos en la Revista médica los médicos no prestanatención a la anatomía general, sino al espacio corporal del pacientedonde se localiza la enfermedad. Básicamente interesaba el cuerpo comodepósito físico de un mal que debía ser extirpado. Cuando se habla deotras dimensiones humanas como actitudes, afectos, reacciones psicoló-gicas, valoraciones de orden moral o socioeconómico, éstas aparecenfragmentadas, reducidas a pequeños corolarios del procedimiento clíni-co. Es como si el paciente se concibiera como un hecho exterior, que a losumo es colocado entre paréntesis por el médico

(5) Manifesté al paciente la necesidad de una operación, la que fue admitidasin resistencia. Mas, como el enfermo estaba muy pletórico, me pareció muyútil prepararlo ministrándole purgantes, aconsejándole una disminuciónconsiderable de alimentos y baños frecuentes por algunos días [...] Se puso

16 Revista Médica, 15 de mayo de 1871, p. 7.17 Revista Médica, 15 de mayo de 1871, p. 11.

A B

18 Revista Médica, 15 de mayo de 1871, p. 8.19 Revista Médica, 15 de junio de 1871, pp. 18 y 19.

Page 10: SECCIÓN GENERAL · reflexiones sobre argumentación de Oswald Ducrot.3 En términos gene-rales pretendemos comprobar que las manifestaciones de un nuevo or-

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en una mesa atados los pies a las manos del modo clásico, a pesar del valor yserenidad extraordinaria del paciente.18

(6) Esta operación muy minuciosa exigió media hora para ejecutarla. El en-fermo la soportó con mucho valor y después de haber ligado algunas arteriolasse le colocaron en las ventanas de la nariz dos cilindros de sonda de gomaelástica...19

Incluso, las imágenes A y B que se incluyen en el artículo, formanparte de una perspectiva exclusivamente clínica. El rostro sin identidadcumple el papel de modelo que muestra una patología, antes y despuésde la cirugía.

En estas dos muestras textuales (5) y (6), sólo se hace referencia a lasactitudes de valor, resistencia y valentía del paciente, pero no desde su pro-pia perspectiva. Los puntos de vista del paciente están suprimidos, o entodo caso emergen pero de manera muy limitada. Ni siquiera se le conce-de espacio para que se integre al discurso del médico en aquellas partes

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de dos artículos, uno que trata sobre la extracción de un cálculo de la ve-jiga, y otro que describe un caso de rinoplastia, a causa de un tumor.

(3) Don E.M. Soltero, de 42 años de edad, labrador, originario de Lagos, ro-busto, bien constituido, hijo de padres calculosos, dijo que el día siete de oc-tubre del 47, sintió por primera vez un cólico nefrítico muy intenso...16

(4) Eleno Vega, de 30 años de edad. Soltero, originario de Bolaños, de oficiojornalero, temperamento sanguíneo, constitución regular: se me presentó enel mes de Abril de 1860, manifestándome un tumor situado en la parte ante-rior y media de la nariz...17

Aunque los dos ejemplos provienen de diferentes médicos que na-rran casos distintos, las estructuras descriptivas son muy parecidas:nombre, edad, estado civil, lugar de origen, identificación del oficio, ras-gos físicos y del carácter, etcétera. Con estos ejemplos queremos mostrarque la mirada clínica ya había ingresado al orden institucional. Pero setrata de un orden formal, que lejos de expandir las posibilidades de lamirada clínica hacia aspectos colaterales del enfermo, trata de puntua-lizarla y reducirla a lo percibido en momentos. De hecho, en todos losejemplos que encontramos en la Revista médica los médicos no prestanatención a la anatomía general, sino al espacio corporal del pacientedonde se localiza la enfermedad. Básicamente interesaba el cuerpo comodepósito físico de un mal que debía ser extirpado. Cuando se habla deotras dimensiones humanas como actitudes, afectos, reacciones psicoló-gicas, valoraciones de orden moral o socioeconómico, éstas aparecenfragmentadas, reducidas a pequeños corolarios del procedimiento clíni-co. Es como si el paciente se concibiera como un hecho exterior, que a losumo es colocado entre paréntesis por el médico

(5) Manifesté al paciente la necesidad de una operación, la que fue admitidasin resistencia. Mas, como el enfermo estaba muy pletórico, me pareció muyútil prepararlo ministrándole purgantes, aconsejándole una disminuciónconsiderable de alimentos y baños frecuentes por algunos días [...] Se puso

16 Revista Médica, 15 de mayo de 1871, p. 7.17 Revista Médica, 15 de mayo de 1871, p. 11.

A B

18 Revista Médica, 15 de mayo de 1871, p. 8.19 Revista Médica, 15 de junio de 1871, pp. 18 y 19.

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del cuerpo humano.21 Este fenómeno de focalización en la región “daña-da”, traía por consecuencia que el paciente fuera tratado como el objetoque es mirado, y no como un sujeto con derecho a mirar. Indirectamenteestamos tratando un asunto de desproporción en la fuerza de las relacio-nes médico-paciente, y por tanto, hay que encuadrarlas dentro de un es-quema general de relaciones de poder.

El paciente aparece representado como un ser pasivo, subordinado alas disposiciones del médico, quien esporádicamente realiza alguna con-cesión introduciendo la voz del paciente, pero siempre en segundo pla-no. Tal desinterés hacia aspectos extrínsecos a la vida de los enfermos noera, al parecer, una simple actitud generalizada de desprecio.22 Para unmédico del siglo XIX, lo esencial era trabajar con datos perceptibles a laluz de su propia experiencia y de lo que registraban sus sentidos en cadacaso, preferentemente mirada y tacto. Estamos todavía en el dominio dela “sensibilidad concreta”.23 De manera que una verdad clínica sólo po-día concebirse como tal, si pasaba por el tamiz de lo inmediatamente

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de un encuentro donde podríamos pensar que inevitablemente hubo expli-caciones por parte del paciente. Veamos la siguiente muestra, donde el mé-dico describe un encuentro de urgencia después de una operación de tu-mor nasal.

(7) A la una de la mañana despertó el enfermo inundado en sangre: se mellamó en el acto, y en el instante quité los coágulos que cubrían toda la caray el cuello y reconocí el origen de la hemorragia que se verificaba por laspartes laterales del pedículo fronto-nasal.20

Nótese cómo el discurso pondera solamente el encuentro médico-he-rida. No hay huellas de preguntas, o de algún otro rasgo dialógico. Nosabemos nada de lo que pudo haber explicado el paciente respecto a susmolestias, dolores, sensaciones, etcétera. En este fragmento discursivoreconocemos la celeridad profesional con que el médico acude al llama-do de urgencia, pero tenemos la impresión de que en la técnica analíticadel médico no hay lugar para considerar al paciente mismo. Incluso, entodos los casos que aparecen en La Revista Médica, los pacientes están co-locados en algún espacio familiar, fuera del ámbito hospitalario. Ya seaque el médico acuda a casa del paciente o al revés. Las referencias con-textuales de los lugares donde tiene lugar una cirugía se limitan al mo-biliario estrictamente necesario: una silla, una mesa, acaso una cuerdaspara sujetar al enfermo. Pareciera que sólo interesaba enfrentar y verba-lizar directamente los datos visibles del problema (sangre, coágulos quecubrían toda la cara y el cuello, hemorragia esparcida en las partes late-rales de la nariz). Aquí la mirada cumple un papel articulador. Generaespacios restringidos, localiza, delimita, y al mismo tiempo fragmenta.El cuerpo humano aún era observado y analizado en partes seriadas, sinuna necesaria correlación de vinculación funcional. La enfermedad po-día estar localizada en regiones, en órganos y en tejidos, que finalmentepodían ser consideradas como partes independientes, pues aún no eraposible ubicar la “sede” de una enfermedad en una entidad común e in-tegradora, como más tarde ocurrió con el descubrimiento de las células

20 Revista Médica, 15 de mayo de 1871, p. 20.

21 La ubicación de la enfermedad al interior de células es tardía. Si hacemos un pe-queño recuento esquemático de la historia de la localización de las enfermedades, apartir del siglo XVII, tenemos lo siguiente: Juan Bautista Morgagni (1682-1771) ubica lasenfermedades en los órganos del cuerpo humano. Más tarde, el famoso médico francésXavier Bichat (1771-1802), no conforme con las observaciones de Morgagni, concluye quelas enfermedades están localizadas en lo que denominó “tejidos” dentro de los órganos.Años más tarde, el primero en demostrar que las células enfermas derivan de célulassanas fue el patólogo alemán Rudolf Virchow (1821-1902). Sus experimentos y observa-ciones fueron publicados en su libro Cellular Pathology as Based on Histology, publicado en1850. Por otra parte, en la página 29 de la Revista Médica del 15 de junio de 1871, encon-tramos un pequeño artículo que nos ayuda a entender por qué los médicos del siglo XIX

en Guadalajara prestaban tanta importancia a los síntomas y causas visibles de unaenfermedad. En dicho artículo-editorial se pretende explicar el perfil que debe tener unmédico “científico”. Para ello, el autor cita al filósofo Jaime Balmes (1810-1848), tratandode referirse al modo en que un médico científico debe acercarse a la verdad: “De dosmodos puede considerarse: en las cosas o en el entendimiento. La verdad en la cosa es lacosa misma; la verdad en el entendimiento, es el conocimiento de la cosa tal como estáen sí”. Una vez más vuelve a demarcarse una abstracción filosófica como es la verdad,dentro del ámbito de lo perceptible “tal y como está”, es decir, tal y como se percibe.

22 Véase Suzanne Fleishman 2003, 472. 23 Véase Foucault, op. cit., p. 174.

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del cuerpo humano.21 Este fenómeno de focalización en la región “daña-da”, traía por consecuencia que el paciente fuera tratado como el objetoque es mirado, y no como un sujeto con derecho a mirar. Indirectamenteestamos tratando un asunto de desproporción en la fuerza de las relacio-nes médico-paciente, y por tanto, hay que encuadrarlas dentro de un es-quema general de relaciones de poder.

El paciente aparece representado como un ser pasivo, subordinado alas disposiciones del médico, quien esporádicamente realiza alguna con-cesión introduciendo la voz del paciente, pero siempre en segundo pla-no. Tal desinterés hacia aspectos extrínsecos a la vida de los enfermos noera, al parecer, una simple actitud generalizada de desprecio.22 Para unmédico del siglo XIX, lo esencial era trabajar con datos perceptibles a laluz de su propia experiencia y de lo que registraban sus sentidos en cadacaso, preferentemente mirada y tacto. Estamos todavía en el dominio dela “sensibilidad concreta”.23 De manera que una verdad clínica sólo po-día concebirse como tal, si pasaba por el tamiz de lo inmediatamente

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de un encuentro donde podríamos pensar que inevitablemente hubo expli-caciones por parte del paciente. Veamos la siguiente muestra, donde el mé-dico describe un encuentro de urgencia después de una operación de tu-mor nasal.

(7) A la una de la mañana despertó el enfermo inundado en sangre: se mellamó en el acto, y en el instante quité los coágulos que cubrían toda la caray el cuello y reconocí el origen de la hemorragia que se verificaba por laspartes laterales del pedículo fronto-nasal.20

Nótese cómo el discurso pondera solamente el encuentro médico-he-rida. No hay huellas de preguntas, o de algún otro rasgo dialógico. Nosabemos nada de lo que pudo haber explicado el paciente respecto a susmolestias, dolores, sensaciones, etcétera. En este fragmento discursivoreconocemos la celeridad profesional con que el médico acude al llama-do de urgencia, pero tenemos la impresión de que en la técnica analíticadel médico no hay lugar para considerar al paciente mismo. Incluso, entodos los casos que aparecen en La Revista Médica, los pacientes están co-locados en algún espacio familiar, fuera del ámbito hospitalario. Ya seaque el médico acuda a casa del paciente o al revés. Las referencias con-textuales de los lugares donde tiene lugar una cirugía se limitan al mo-biliario estrictamente necesario: una silla, una mesa, acaso una cuerdaspara sujetar al enfermo. Pareciera que sólo interesaba enfrentar y verba-lizar directamente los datos visibles del problema (sangre, coágulos quecubrían toda la cara y el cuello, hemorragia esparcida en las partes late-rales de la nariz). Aquí la mirada cumple un papel articulador. Generaespacios restringidos, localiza, delimita, y al mismo tiempo fragmenta.El cuerpo humano aún era observado y analizado en partes seriadas, sinuna necesaria correlación de vinculación funcional. La enfermedad po-día estar localizada en regiones, en órganos y en tejidos, que finalmentepodían ser consideradas como partes independientes, pues aún no eraposible ubicar la “sede” de una enfermedad en una entidad común e in-tegradora, como más tarde ocurrió con el descubrimiento de las células

20 Revista Médica, 15 de mayo de 1871, p. 20.

21 La ubicación de la enfermedad al interior de células es tardía. Si hacemos un pe-queño recuento esquemático de la historia de la localización de las enfermedades, apartir del siglo XVII, tenemos lo siguiente: Juan Bautista Morgagni (1682-1771) ubica lasenfermedades en los órganos del cuerpo humano. Más tarde, el famoso médico francésXavier Bichat (1771-1802), no conforme con las observaciones de Morgagni, concluye quelas enfermedades están localizadas en lo que denominó “tejidos” dentro de los órganos.Años más tarde, el primero en demostrar que las células enfermas derivan de célulassanas fue el patólogo alemán Rudolf Virchow (1821-1902). Sus experimentos y observa-ciones fueron publicados en su libro Cellular Pathology as Based on Histology, publicado en1850. Por otra parte, en la página 29 de la Revista Médica del 15 de junio de 1871, encon-tramos un pequeño artículo que nos ayuda a entender por qué los médicos del siglo XIX

en Guadalajara prestaban tanta importancia a los síntomas y causas visibles de unaenfermedad. En dicho artículo-editorial se pretende explicar el perfil que debe tener unmédico “científico”. Para ello, el autor cita al filósofo Jaime Balmes (1810-1848), tratandode referirse al modo en que un médico científico debe acercarse a la verdad: “De dosmodos puede considerarse: en las cosas o en el entendimiento. La verdad en la cosa es lacosa misma; la verdad en el entendimiento, es el conocimiento de la cosa tal como estáen sí”. Una vez más vuelve a demarcarse una abstracción filosófica como es la verdad,dentro del ámbito de lo perceptible “tal y como está”, es decir, tal y como se percibe.

22 Véase Suzanne Fleishman 2003, 472. 23 Véase Foucault, op. cit., p. 174.

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Tacto Vista

“...de consistencia resistente...” “...de un color moreno y como cubierto “... la dureza del tejido esquirroso...” por vasos venosos...”“...dando a la presión del dedo la “... pero sin ofrecer ninguna apariencia sensación del tejido elástico...” de pulsaciones...”“... Su superficie, aunque lisa...” “...estaba sembrada en varios puntos, de

pequeñas manchas como esquimosis...”

En otros ejemplos es más notable la preponderancia del énfasis dis-cursivo en aquello que se percibe a través de la vista (en negrillas). Eltacto aparece claramente como un sentido subsidiario:

(9) Abierto el tumor, dejó ver en toda su extensión una masa homogénea, inor-gánica, dura, de color gris ceniciento, con varios núcleos blanquiscos, duros tam-bién, como el resto de la masa y perfectamente circunscritos y elípticos.26

Vista Tacto

“Abierto el tumor, dejó ver....” “...una masa homogénea, “...una masa homogénea, inorgánica...” inorgánica, dura...”“...de color gris ceniciento, con varios “...con varios núcleos blanquiscos, núcleos blanquiscos....” duros también...”“...perfectamente circunscritos y elípticos...”

TOTALIDAD DE LA MIRADA

En este momento nos interesa destacar dos características de la miraday el tacto en el discurso médico de nuestro corpus. Primero. Se trata depercepciones que pretenden ser totalizantes. Cuando un síntoma es ob-servado, no se describe exhaustivamente en “cortes” intelectuales y abs-tractos, a través de un campo de estudio. La mirada del médico aparecedada como un vistazo definitivo, central, decisivo y sólo adquiere valor

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perceptible a los ojos y al tacto. Dicho en términos más generales: en elconjunto de las prácticas médicas, los saberes estaban dominados por lainmediatez de las percepciones visuales y táctiles.

Hay que decir que la mirada y el tacto no eran recursos exclusivos delos médicos locales. Estamos ante un tipo de conocimiento común en lamedicina del siglo XIX. Ver y tocar son equivalentes de saber, y la consta-tación de estos actos perceptivos consiste precisamente en transformar-los en actos de habla,24 tal y como podemos observar en el ejemplo (7).Ahí tenemos dos actos de habla con sus correspondientes verbos perfor-mativos, que precisamente intentan constituirse como “hechos” decisi-vos en el proceder del médico que acude con urgencia. Uno es correlati-vo al trabajo de las manos y el otro a la intuición clínica de la vista: “y enel instante quité los coágulos... y reconocí el origen de la hemorragia”.

Ahora bien, en los textos de nuestro corpus encontramos que lo vi-sual y lo táctil están distribuidos como una trama mixta de percepcionesyuxtapuestas y complementarias. No se trata de un mero recurso retóri-co, sino de un recurso epistemológico. Describir un procedimiento mé-dico donde tacto y vista tuvieran papeles tan protagónicos no era, desdenuestro punto de vista, un mero recurso esquematizado, sino la constan-cia formal del saber mismo. Este fenómeno puede verificarse en la si-guiente muestra donde el médico describe un tumor nasal del tamaño“de una manzana ordinaria”:

(8) [...] de consistencia resistente, sin presentar, sin embargo, la dureza deltejido esquirroso, dando a la presión del dedo la sensación del tejido elásti-co; de un color moreno y como cubierto por vasos venosos, pero sin ofrecerninguna apariencia de pulsaciones. Su superficie, aunque lisa, estaba sem-brada en varios puntos, de pequeñas manchas como esquimosis [...]25

En este fragmento, la descripción patológica del médico hace un “ba-rrido” que va de lo táctil a lo visual. Y precisamente para visualizar me-jor este fenómeno vamos a separar los enunciados donde se pondera elrecurso del tacto y la vista

24 Véase John Austin, 1996 y John Searle 1994.25 Revista Médica, 15 de mayo de 1871, p. 11. 26 Revista Médica, 26 de enero de 1871, p. 58.

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Tacto Vista

“...de consistencia resistente...” “...de un color moreno y como cubierto “... la dureza del tejido esquirroso...” por vasos venosos...”“...dando a la presión del dedo la “... pero sin ofrecer ninguna apariencia sensación del tejido elástico...” de pulsaciones...”“... Su superficie, aunque lisa...” “...estaba sembrada en varios puntos, de

pequeñas manchas como esquimosis...”

En otros ejemplos es más notable la preponderancia del énfasis dis-cursivo en aquello que se percibe a través de la vista (en negrillas). Eltacto aparece claramente como un sentido subsidiario:

(9) Abierto el tumor, dejó ver en toda su extensión una masa homogénea, inor-gánica, dura, de color gris ceniciento, con varios núcleos blanquiscos, duros tam-bién, como el resto de la masa y perfectamente circunscritos y elípticos.26

Vista Tacto

“Abierto el tumor, dejó ver....” “...una masa homogénea, “...una masa homogénea, inorgánica...” inorgánica, dura...”“...de color gris ceniciento, con varios “...con varios núcleos blanquiscos, núcleos blanquiscos....” duros también...”“...perfectamente circunscritos y elípticos...”

TOTALIDAD DE LA MIRADA

En este momento nos interesa destacar dos características de la miraday el tacto en el discurso médico de nuestro corpus. Primero. Se trata depercepciones que pretenden ser totalizantes. Cuando un síntoma es ob-servado, no se describe exhaustivamente en “cortes” intelectuales y abs-tractos, a través de un campo de estudio. La mirada del médico aparecedada como un vistazo definitivo, central, decisivo y sólo adquiere valor

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perceptible a los ojos y al tacto. Dicho en términos más generales: en elconjunto de las prácticas médicas, los saberes estaban dominados por lainmediatez de las percepciones visuales y táctiles.

Hay que decir que la mirada y el tacto no eran recursos exclusivos delos médicos locales. Estamos ante un tipo de conocimiento común en lamedicina del siglo XIX. Ver y tocar son equivalentes de saber, y la consta-tación de estos actos perceptivos consiste precisamente en transformar-los en actos de habla,24 tal y como podemos observar en el ejemplo (7).Ahí tenemos dos actos de habla con sus correspondientes verbos perfor-mativos, que precisamente intentan constituirse como “hechos” decisi-vos en el proceder del médico que acude con urgencia. Uno es correlati-vo al trabajo de las manos y el otro a la intuición clínica de la vista: “y enel instante quité los coágulos... y reconocí el origen de la hemorragia”.

Ahora bien, en los textos de nuestro corpus encontramos que lo vi-sual y lo táctil están distribuidos como una trama mixta de percepcionesyuxtapuestas y complementarias. No se trata de un mero recurso retóri-co, sino de un recurso epistemológico. Describir un procedimiento mé-dico donde tacto y vista tuvieran papeles tan protagónicos no era, desdenuestro punto de vista, un mero recurso esquematizado, sino la constan-cia formal del saber mismo. Este fenómeno puede verificarse en la si-guiente muestra donde el médico describe un tumor nasal del tamaño“de una manzana ordinaria”:

(8) [...] de consistencia resistente, sin presentar, sin embargo, la dureza deltejido esquirroso, dando a la presión del dedo la sensación del tejido elásti-co; de un color moreno y como cubierto por vasos venosos, pero sin ofrecerninguna apariencia de pulsaciones. Su superficie, aunque lisa, estaba sem-brada en varios puntos, de pequeñas manchas como esquimosis [...]25

En este fragmento, la descripción patológica del médico hace un “ba-rrido” que va de lo táctil a lo visual. Y precisamente para visualizar me-jor este fenómeno vamos a separar los enunciados donde se pondera elrecurso del tacto y la vista

24 Véase John Austin, 1996 y John Searle 1994.25 Revista Médica, 15 de mayo de 1871, p. 11. 26 Revista Médica, 26 de enero de 1871, p. 58.

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(12) [...] el fallo grave e imponente del médico que, siguiendo los principiosy consejos de la ciencia, prescribe la segregación de una parte de nuestro cuerpo,como medio indispensable para conseguir el restablecimiento de la salud [...]Es preciso perder la parte para conservar el todo [...] con los medicamentos inte-riores y exteriores que yo le aconsejaba, aunque siempre precedido de mi dic-tamen de extraerlo, como el medio más seguro de obtener una cura radical.29

La visión empírica de causas y efectos permitía al médico procederde manera inmediata, tratando de separar lo más pronto posible todoaquello, que desde su óptica actuara como “cuerpo extraño” contra la li-bre circulación de líquidos, fluidos, gases, etcétera. Anteriormente men-cionamos que en los discursos médicos de la época se observa una fija-ción muy centralizada en la herida, como si fuera una entidad aislada.Este hecho se hace visible en la medida en que fijamos nuestra atenciónen todo aquello que, a la luz del trabajo clínico actual, los médicos de laépoca no tomaban en cuenta, por lo menos en sus descripciones escritas.Si establecemos un orden jerárquico de aquello omitido por los médicosque escriben en La Revista Médica, a nivel de contexto, tenemos en primerlugar, una marcada ausencia del espacio clínico y hospitalario.30 En segun-do lugar, no se habla casi nada del contexto existencial del paciente. Entercer lugar tampoco se habla mucho del aspecto físico del paciente.Lo más importante era la localización reticular de la herida, el encuentrocon los puntos afectados, y como puede verse en el siguiente ejemplo(10), una vez localizada la afectación, importaba sobre todo quitar los“cuerpos extraños” de la herida.31

(13) Mayo 1º. Habiéndose percibido mal olor en la cara, lo atribuí a la estan-cación de los líquidos, ocasionada por los cuerpos extraños que cubrían lasheridas: me resolví a quitarlos con bastante precaución por temor a la hemo-rragia, sirviéndome al efecto de lociones de agua clorurada.32

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si sirve como eje articulador de los dedos que palpan, manipulan y ex-traen. Segundo. Tacto y mirada parecen estar invariablemente al serviciode “lo superficial en serie”, como si la percepción de la enfermedad de-pendiera del rastreo de acontecimientos patológicos localizados de ma-nera secuencial en una misma región del cuerpo. Desde esa región acota-da en el plano de un solo órgano, parte el diagnóstico. Lo superficial enserie adquiría valor por oposición a “lo interior”.

A falta de teorías relativistas, un médico solía enfocar su atenciónhacia la visibilidad de signos duales y opuestos. Por ejemplo, al abrir lapiel de un enfermo se buscaba transformar lo interno en externo, comosi la “extracción” fuera en sí misma la finalidad del procedimiento cura-tivo. De ahí la importancia de separar una superficie dañada en dos enti-dades. Cuando se aplicaban ungüentos, emolientes o líquidos asépticosera común, para un médico, nombrar lo interior y exterior de las partesafectadas.

(10) La aparición, al quinto día de la operación del color lívido y frialdad delcolgajo, me hicieron temer su mortificación; pero el uso de los tónicos tantoal interior como al exterior, triunfaron de este nuevo accidente.27

(11) Diez o doce meses bastaron a este tumor para correr todas sus faces, sinque en los últimos dejase la señora de atacarlo, pues, era ya a esta época, elsitio de dolores lancinantes pertinaces, con los medicamentos exteriores e inte-riores que yo le aconsejaba.28

En este caso, cuando el médico dice que aplicó “los tónicos tanto alinterior como al exterior”, en realidad está diciendo que abarcó toda elárea dañada. Se trata de una implicación totalizante de una mirada quebusca señalar un volumen. Pero no desviemos el punto, lo indispensableera extraer, quitar lo que de manera visible y palpable era consideradocomo causa de una enfermedad. Sólo de ese modo el cuerpo podía serdefinitivamente curado. Un médico afirma lo siguiente ante la inminen-te operación de un tumor canceroso a una mujer:

27 Revista Médica, 15 de junio de 1871, p. 22.28 Revista Médica, 15 de junio de 1871, p. 56.

29 Revista Médica, 26 de enero de 1871, pp. 53, 56.30 Hacemos esta distinción, porque en el siglo XIX, era común que los médicos aten-

dieran a los enfermos en el espacio familar; en su propia casa, o en la de los pacientes.31 Éste era el llamado método anatómico.32 Revista Médica, 15 de junio de 1871, p. 23.

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(12) [...] el fallo grave e imponente del médico que, siguiendo los principiosy consejos de la ciencia, prescribe la segregación de una parte de nuestro cuerpo,como medio indispensable para conseguir el restablecimiento de la salud [...]Es preciso perder la parte para conservar el todo [...] con los medicamentos inte-riores y exteriores que yo le aconsejaba, aunque siempre precedido de mi dic-tamen de extraerlo, como el medio más seguro de obtener una cura radical.29

La visión empírica de causas y efectos permitía al médico procederde manera inmediata, tratando de separar lo más pronto posible todoaquello, que desde su óptica actuara como “cuerpo extraño” contra la li-bre circulación de líquidos, fluidos, gases, etcétera. Anteriormente men-cionamos que en los discursos médicos de la época se observa una fija-ción muy centralizada en la herida, como si fuera una entidad aislada.Este hecho se hace visible en la medida en que fijamos nuestra atenciónen todo aquello que, a la luz del trabajo clínico actual, los médicos de laépoca no tomaban en cuenta, por lo menos en sus descripciones escritas.Si establecemos un orden jerárquico de aquello omitido por los médicosque escriben en La Revista Médica, a nivel de contexto, tenemos en primerlugar, una marcada ausencia del espacio clínico y hospitalario.30 En segun-do lugar, no se habla casi nada del contexto existencial del paciente. Entercer lugar tampoco se habla mucho del aspecto físico del paciente.Lo más importante era la localización reticular de la herida, el encuentrocon los puntos afectados, y como puede verse en el siguiente ejemplo(10), una vez localizada la afectación, importaba sobre todo quitar los“cuerpos extraños” de la herida.31

(13) Mayo 1º. Habiéndose percibido mal olor en la cara, lo atribuí a la estan-cación de los líquidos, ocasionada por los cuerpos extraños que cubrían lasheridas: me resolví a quitarlos con bastante precaución por temor a la hemo-rragia, sirviéndome al efecto de lociones de agua clorurada.32

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si sirve como eje articulador de los dedos que palpan, manipulan y ex-traen. Segundo. Tacto y mirada parecen estar invariablemente al serviciode “lo superficial en serie”, como si la percepción de la enfermedad de-pendiera del rastreo de acontecimientos patológicos localizados de ma-nera secuencial en una misma región del cuerpo. Desde esa región acota-da en el plano de un solo órgano, parte el diagnóstico. Lo superficial enserie adquiría valor por oposición a “lo interior”.

A falta de teorías relativistas, un médico solía enfocar su atenciónhacia la visibilidad de signos duales y opuestos. Por ejemplo, al abrir lapiel de un enfermo se buscaba transformar lo interno en externo, comosi la “extracción” fuera en sí misma la finalidad del procedimiento cura-tivo. De ahí la importancia de separar una superficie dañada en dos enti-dades. Cuando se aplicaban ungüentos, emolientes o líquidos asépticosera común, para un médico, nombrar lo interior y exterior de las partesafectadas.

(10) La aparición, al quinto día de la operación del color lívido y frialdad delcolgajo, me hicieron temer su mortificación; pero el uso de los tónicos tantoal interior como al exterior, triunfaron de este nuevo accidente.27

(11) Diez o doce meses bastaron a este tumor para correr todas sus faces, sinque en los últimos dejase la señora de atacarlo, pues, era ya a esta época, elsitio de dolores lancinantes pertinaces, con los medicamentos exteriores e inte-riores que yo le aconsejaba.28

En este caso, cuando el médico dice que aplicó “los tónicos tanto alinterior como al exterior”, en realidad está diciendo que abarcó toda elárea dañada. Se trata de una implicación totalizante de una mirada quebusca señalar un volumen. Pero no desviemos el punto, lo indispensableera extraer, quitar lo que de manera visible y palpable era consideradocomo causa de una enfermedad. Sólo de ese modo el cuerpo podía serdefinitivamente curado. Un médico afirma lo siguiente ante la inminen-te operación de un tumor canceroso a una mujer:

27 Revista Médica, 15 de junio de 1871, p. 22.28 Revista Médica, 15 de junio de 1871, p. 56.

29 Revista Médica, 26 de enero de 1871, pp. 53, 56.30 Hacemos esta distinción, porque en el siglo XIX, era común que los médicos aten-

dieran a los enfermos en el espacio familar; en su propia casa, o en la de los pacientes.31 Éste era el llamado método anatómico.32 Revista Médica, 15 de junio de 1871, p. 23.

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figura de lo visible-invisible. Una dualidad sin matices. Por ello afirma-mos que la mirada tenía régimen de totalizante. No se tomaban en cuen-ta factores aleatorios de la multiplicidad de factores que intervienen enlos procesos degenerativos de una enfermedad. El mal está presente ono está. Por ejemplo, en un texto donde se habla de la extracción de untumor canceroso, es ante todo, la mirada escrutadora y dictaminadoradel médico la que podrá decidir cuáles partes del tejido están sanas ycuáles no lo están:

(14) Esta pieza patológica que presento a la sociedad para su examen, y sugabinete, está rodeada por todos lados, de partes sanas que han dejado ga-rantizada su completa extracción.38

Uno de los aspectos más interesantes que encontramos en todo este“poder” de la mirada médica, es el uso que se hacía de este sentido comoinstrumento argumentativo y persuasivo. Si nos referimos al tema aris-totélico, que marca tres funciones básicas de la persuasión, a saber: ethos,pathos y logos39 tenemos que, en efecto, los médicos utilizaban el escruti-nio de la mirada, primero para anteponer una imagen favorable de símismos, como un hábito (sentido de ethos) mostrándose como personasjuiciosas, competentes e instruidas en el conocimiento científico. Ade-más, el discurso de la mirada médica incorpora al pathos tratando deinfluir en los pacientes y lectores para que sintieran como justos y ade-cuados los procedimientos del médico. En tercer lugar está el logos. Lamirada es usada como instrumento para argumentar que sus propuestasse fundaban en la razón, por encima de cualquier consideración subjeti-va o afectiva. Los médicos intentaban demostrar que sus observacionestenían fundamento lógico y que sus premisas ya eran admitidas por lacomunidad médica. Para ello, se valían en muchas ocasiones de la exhi-bición de ejemplos o casos semejantes donde se había actuado del mis-mo modo que ellos lo hacían, tal y como se advierte en el ejemplo si-guiente, donde un médico trata de convalidar el tratamiento que realizó

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En este ejemplo (13) la performatividad del enunciado “me resolví aquitarlos...” es, desde nuestro punto de vista, muy importante porquefunciona como un comando que echa a andar un programa comunicati-vo.33 Esto implica que la acción de quitar forma parte de una serie detransformaciones inducidas al interior de un universo mayor, que po-dríamos definir como “curar convencionalmente una herida”.34 Decimosconvencionalmente porque toda curación, a fin de legitimarse, debíamostrarse como un proceso de extracción profunda o separación super-ficial. Pero además debía mostrarse como un hecho visual. En el ejemp-lo (13) interviene el olfato, pero los hechos cruciales como la presenciade líquidos estancados y esos “cuerpos extraños”, así como todo el pro-cedimiento de cuidadosa separación están trazados siempre bajo la di-rectriz de la visibilidad. Ante todo importaba dar cuenta de la visibili-dad, aunque fuera virtual. Los médicos “doivent plus voir que méditer”,advertía el famoso médico Xavier Bichat.35

Entonces, aunque los médicos se ayudaban del tacto, el oído y elolfato, la mirada era el sentido dominante. En los textos de nuestro cor-pus, la mirada funciona como un eje articulador que incorpora las per-cepciones de otros sentidos, las ordena, les da cabida, hace que se trans-formen en datos legibles, en fin, como afirma Foucault,36 al referirse altrabajo clínico en el siglo XIX: “Lo que no está en la escala de la miradacae fuera del dominio del saber posible”.37 De manera que la vista fun-ciona a la vez como un órgano de gobierno a nivel perceptivo y episte-mológico. La sintomatología y el conocimiento médico, se regían por la

33 Véase Jean-Claude Anscombre, Françoise Létoublon y Alain Pierrot 1987, 54.34 Cuando un verbo refiere o da cuenta de un programa comunicativo, puede ser lla-

mado verbo de comunicatividad normativa (Anscombre, Létoublon y Pierrot 1987, 55).35 Véase Xavier Bichat, 1798, 11. Los interesados en el estudio directo de la obra de

Bichat, pueden consultar la siguiente dirección de internet, donde podrán acceder a lareproducción faccimilar de la mayor parte de textos que escribió Bichat: http://web2.bium.univ-paris5.fr/livanc/?p=22&cote=30626x01&do=page

36 Véase Michel Foucault, op. cit., p. 236.37 Importaba tanto el uso de la mirada cotidiana, que el propio Foucault (op. cit.,

p. 237) llama la atención sobre el hecho de que Bichat mismo rechazaba el uso del micros-copio: “El único tipo de visibilidad reconocido por la anatomía patológica es el que estádefinido por la mirada cotidiana”.

38 Revista Médica, 26 de enero de 1871, p. 58.39 Véase Ducrot, op. cit., p. 122.

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figura de lo visible-invisible. Una dualidad sin matices. Por ello afirma-mos que la mirada tenía régimen de totalizante. No se tomaban en cuen-ta factores aleatorios de la multiplicidad de factores que intervienen enlos procesos degenerativos de una enfermedad. El mal está presente ono está. Por ejemplo, en un texto donde se habla de la extracción de untumor canceroso, es ante todo, la mirada escrutadora y dictaminadoradel médico la que podrá decidir cuáles partes del tejido están sanas ycuáles no lo están:

(14) Esta pieza patológica que presento a la sociedad para su examen, y sugabinete, está rodeada por todos lados, de partes sanas que han dejado ga-rantizada su completa extracción.38

Uno de los aspectos más interesantes que encontramos en todo este“poder” de la mirada médica, es el uso que se hacía de este sentido comoinstrumento argumentativo y persuasivo. Si nos referimos al tema aris-totélico, que marca tres funciones básicas de la persuasión, a saber: ethos,pathos y logos39 tenemos que, en efecto, los médicos utilizaban el escruti-nio de la mirada, primero para anteponer una imagen favorable de símismos, como un hábito (sentido de ethos) mostrándose como personasjuiciosas, competentes e instruidas en el conocimiento científico. Ade-más, el discurso de la mirada médica incorpora al pathos tratando deinfluir en los pacientes y lectores para que sintieran como justos y ade-cuados los procedimientos del médico. En tercer lugar está el logos. Lamirada es usada como instrumento para argumentar que sus propuestasse fundaban en la razón, por encima de cualquier consideración subjeti-va o afectiva. Los médicos intentaban demostrar que sus observacionestenían fundamento lógico y que sus premisas ya eran admitidas por lacomunidad médica. Para ello, se valían en muchas ocasiones de la exhi-bición de ejemplos o casos semejantes donde se había actuado del mis-mo modo que ellos lo hacían, tal y como se advierte en el ejemplo si-guiente, donde un médico trata de convalidar el tratamiento que realizó

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En este ejemplo (13) la performatividad del enunciado “me resolví aquitarlos...” es, desde nuestro punto de vista, muy importante porquefunciona como un comando que echa a andar un programa comunicati-vo.33 Esto implica que la acción de quitar forma parte de una serie detransformaciones inducidas al interior de un universo mayor, que po-dríamos definir como “curar convencionalmente una herida”.34 Decimosconvencionalmente porque toda curación, a fin de legitimarse, debíamostrarse como un proceso de extracción profunda o separación super-ficial. Pero además debía mostrarse como un hecho visual. En el ejemp-lo (13) interviene el olfato, pero los hechos cruciales como la presenciade líquidos estancados y esos “cuerpos extraños”, así como todo el pro-cedimiento de cuidadosa separación están trazados siempre bajo la di-rectriz de la visibilidad. Ante todo importaba dar cuenta de la visibili-dad, aunque fuera virtual. Los médicos “doivent plus voir que méditer”,advertía el famoso médico Xavier Bichat.35

Entonces, aunque los médicos se ayudaban del tacto, el oído y elolfato, la mirada era el sentido dominante. En los textos de nuestro cor-pus, la mirada funciona como un eje articulador que incorpora las per-cepciones de otros sentidos, las ordena, les da cabida, hace que se trans-formen en datos legibles, en fin, como afirma Foucault,36 al referirse altrabajo clínico en el siglo XIX: “Lo que no está en la escala de la miradacae fuera del dominio del saber posible”.37 De manera que la vista fun-ciona a la vez como un órgano de gobierno a nivel perceptivo y episte-mológico. La sintomatología y el conocimiento médico, se regían por la

33 Véase Jean-Claude Anscombre, Françoise Létoublon y Alain Pierrot 1987, 54.34 Cuando un verbo refiere o da cuenta de un programa comunicativo, puede ser lla-

mado verbo de comunicatividad normativa (Anscombre, Létoublon y Pierrot 1987, 55).35 Véase Xavier Bichat, 1798, 11. Los interesados en el estudio directo de la obra de

Bichat, pueden consultar la siguiente dirección de internet, donde podrán acceder a lareproducción faccimilar de la mayor parte de textos que escribió Bichat: http://web2.bium.univ-paris5.fr/livanc/?p=22&cote=30626x01&do=page

36 Véase Michel Foucault, op. cit., p. 236.37 Importaba tanto el uso de la mirada cotidiana, que el propio Foucault (op. cit.,

p. 237) llama la atención sobre el hecho de que Bichat mismo rechazaba el uso del micros-copio: “El único tipo de visibilidad reconocido por la anatomía patológica es el que estádefinido por la mirada cotidiana”.

38 Revista Médica, 26 de enero de 1871, p. 58.39 Véase Ducrot, op. cit., p. 122.

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nes, a fin de volver más protagónica su propia perspectiva. En todo casola mirada del médico podía adquirir mayor verosimilitud, medianteimágenes realistas. Es el intento de hacer coincidir en una esfera comúnde nociones, la perspectiva clínica del médico, con la del paciente y loslectores. Tal es la dinámica aparente del “común acuerdo”, aunque nodeja de parecer sospechosa esta estrategia generalizada, en la que impe-ra, en todos los casos la perspectiva del médico. Se trata de un rasgo deevidencialidad que muestra cómo es que la voluntad del paciente estabaenrarecida. Después de todo, lo que observamos en el discurso, no sóloes la perspectiva del médico que mira, sino del médico que actúa. Pare-ciera que un nuevo rostro del saber estaba escenificándose. Estamos, nimás ni menos que ante el nacimiento de la moderna patología clínica.

OBRAS CITADAS

AINSWORTH-VAUGHN, Nancy, “The Discourse of Medical Encounters”, en TheHandbook of Discourse Analysis, Malden, Blackwell Publishing, 2003, 453-459.

ANSCOMBRE, Jean-Claude, Françoise LÉTOUBLON y Alain PIERROT, “Speech actverbs, Linguistic action verbs and delocutivity”, en Jef Verschueren (ed.),

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a un enfermo de erisipela, mediante pequeñas incisiones o “lancetazos”en puntos estratégicos de la cara.

(15) El caso que acabo de referir, tiene de notable. 1º su terminación feliz, 2ºuna prueba más, de que las erisipelas no son efecto de la perturbación intes-tinal [...] Muchos casos semejantes han observado varios comprofesores. ElSr. Agraz ha observado un caso, de marcha alarmante y terminación feliz,de erisipela en la cara, en una señora de 40 años. El Sr. Vázquez ha observa-do muchos casos en el hospital, que terminaron felizmente, y un caso de unamujer que se le abrieron cinco abscesos en la cara, y está in via de termi-nación feliz.40

Cabe mencionar que en éste, como en muchos otros ejemplos, la mi-rada es el instrumento mediante el cual se ponía en evidencia la transfor-mación antes y después del tratamiento. En este caso la mirada sirve deinterfaz para que el médico pueda calificar de “monstruosa” la aparien-cia del enfermo de erisipela antes del tratamiento, pero además, la mira-da médica se refuerza aún más mediante la reconstrucción iconográficade la patología, a través de una imagen, que intenta exhibir lo impresio-nante que podía ser el aspecto de un enfermo antes del tratamiento, y elestado “normal” en que quedaba después, lo cual servía como constata-ción del éxito médico

(16) El 13 de junio próximo pasado, he visto a M. Beraud, originario de Sa-niéres, cantón de Barcelonette (Bajos Alpes), de 25 años de edad, con unaerisipela de la cara y cuero cabelludo, que aumentando el volumen naturalde esta región más de una tercera parte, tenía una forma monstruosa, comose ve en la figura A.41

Otra manera de generar un efecto totalizante de la mirada, era el usode viñetas y dibujos. No pretendemos valorar la manera en que un lec-tor de la época podía percibir dibujos como los del ejemplo (16), sin em-bargo es un hecho que los médicos se valían del artificio de las imáge-

40 Revista Médica, 26 de enero de 1871, p. 62.41 Revista Médica, 26 de enero de 1871, p. 63.

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nes, a fin de volver más protagónica su propia perspectiva. En todo casola mirada del médico podía adquirir mayor verosimilitud, medianteimágenes realistas. Es el intento de hacer coincidir en una esfera comúnde nociones, la perspectiva clínica del médico, con la del paciente y loslectores. Tal es la dinámica aparente del “común acuerdo”, aunque nodeja de parecer sospechosa esta estrategia generalizada, en la que impe-ra, en todos los casos la perspectiva del médico. Se trata de un rasgo deevidencialidad que muestra cómo es que la voluntad del paciente estabaenrarecida. Después de todo, lo que observamos en el discurso, no sóloes la perspectiva del médico que mira, sino del médico que actúa. Pare-ciera que un nuevo rostro del saber estaba escenificándose. Estamos, nimás ni menos que ante el nacimiento de la moderna patología clínica.

OBRAS CITADAS

AINSWORTH-VAUGHN, Nancy, “The Discourse of Medical Encounters”, en TheHandbook of Discourse Analysis, Malden, Blackwell Publishing, 2003, 453-459.

ANSCOMBRE, Jean-Claude, Françoise LÉTOUBLON y Alain PIERROT, “Speech actverbs, Linguistic action verbs and delocutivity”, en Jef Verschueren (ed.),

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a un enfermo de erisipela, mediante pequeñas incisiones o “lancetazos”en puntos estratégicos de la cara.

(15) El caso que acabo de referir, tiene de notable. 1º su terminación feliz, 2ºuna prueba más, de que las erisipelas no son efecto de la perturbación intes-tinal [...] Muchos casos semejantes han observado varios comprofesores. ElSr. Agraz ha observado un caso, de marcha alarmante y terminación feliz,de erisipela en la cara, en una señora de 40 años. El Sr. Vázquez ha observa-do muchos casos en el hospital, que terminaron felizmente, y un caso de unamujer que se le abrieron cinco abscesos en la cara, y está in via de termi-nación feliz.40

Cabe mencionar que en éste, como en muchos otros ejemplos, la mi-rada es el instrumento mediante el cual se ponía en evidencia la transfor-mación antes y después del tratamiento. En este caso la mirada sirve deinterfaz para que el médico pueda calificar de “monstruosa” la aparien-cia del enfermo de erisipela antes del tratamiento, pero además, la mira-da médica se refuerza aún más mediante la reconstrucción iconográficade la patología, a través de una imagen, que intenta exhibir lo impresio-nante que podía ser el aspecto de un enfermo antes del tratamiento, y elestado “normal” en que quedaba después, lo cual servía como constata-ción del éxito médico

(16) El 13 de junio próximo pasado, he visto a M. Beraud, originario de Sa-niéres, cantón de Barcelonette (Bajos Alpes), de 25 años de edad, con unaerisipela de la cara y cuero cabelludo, que aumentando el volumen naturalde esta región más de una tercera parte, tenía una forma monstruosa, comose ve en la figura A.41

Otra manera de generar un efecto totalizante de la mirada, era el usode viñetas y dibujos. No pretendemos valorar la manera en que un lec-tor de la época podía percibir dibujos como los del ejemplo (16), sin em-bargo es un hecho que los médicos se valían del artificio de las imáge-

40 Revista Médica, 26 de enero de 1871, p. 62.41 Revista Médica, 26 de enero de 1871, p. 63.

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Linguistic Action: Some Empirical-Conceptual Studies, Volume XXIII, Norwood,Ablex Publishing Corporation, 1987.

AUSTIN, J.L, Cómo hacer cosas con palabras, Barcelona, Paidós, 1996.BICHAT, Xavier, “Essai sur desaultEt sur les progrès que lui doit la Chirurgie”, in-

cluido en Oeuvres chirurgicales, de P.J. Desault (Chirugien en Chef du grand Hos-pice d’Humanité, ci-devant Hôtel-Dieu de Paris. Première partie : maladies des par-ties dures, París, 1796. Tomado de: http://web2.bium.univ-paris5.fr/livanc/?p=22&cote=30626x01&do=page, el 24 de julio de 2006.

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SEARLE, John, Actos de habla, Madrid, Ed. Cátedra, 1994.VAN DIJK, Teun, La noticia como discurso (Comprensión, estructura y producción de la

información), Barcelona, Ediciones Paidós, 1990.

FECHA DE RECEPCIÓN DEL ARTÍCULO: 12 de agosto de 2006FECHA DE ACEPTACIÓN Y RECEPCIÓN DE LA VERSIÓN FINAL: 28 de marzo de 2007

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