Sewell Una Teoria de La Estructura

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Sewell - una teoría de la estructura - en español.críticas al concepto e estructura de Giddens., propuestas para una reformulación del concepto

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    Estructura es uno de los trminos ms importantes y escurridizos en el vo-cabulario de la ciencia social actual. El concepto es central no slo en escue-las epnimas tales como el estructural funcionalismo, estructuralismo y pos-

    testructuralismo, sino prcticamente en todas las tendencias de pensamiento de las ciencias sociales. Pero si a los cien-t cos sociales nos parece imposible hacer algo sin el trmino estructura, tambin se nos hace casi impractica-

    WILLIAM H. SEWELL, JR.UNIVERSIDAD DE CHICAGO

    R E S U M E N

    ESTRUCTURA ES UNO DE LOS CONCEPTOS MS IMPORTANTES Y A LA VEZ MS ES-CURRIDIZOS Y MENOS TEORIZADOS DE LAS CIENCIAS SOCIALES. ESTE ARTCULO PARTE DE UNA CRTICA Y REFORMULACIN DE LAS NOCIONES DE DUALIDAD DE LA ESTRUC-TURA EN GIDDENS Y DE HABITUS EN BOURDIEU, PARA DESARROLLAR UNA TEO-RA DE LA ESTRUCTURA QUE RESTABLEZCA LA AGENCIA HUMANA DE LOS ACTORES SO-CIALES, QUE INCORPORE AL CONCEPTO ESTRUCTURA LA POSIBILIDAD DEL CAMBIO Y, FINALMENTE, QUE SUPERE LA DIVISIN ENTRE LAS VISIONES SEMITICA Y MATERIALISTA DE LA ESTRUCTURA.

    UNA TEORIA DE ESTRUCTURA:DUALIDAD, AGENCIA Y TRANSFORMACIN1*

    * Original publicado en la American Journal of Sociology, 98(1):1-29, Julio de 1992. 1992 American Journal of Sociology, 98(1):1-29, Julio de 1992. 1992 American Journal of Sociologypor la Universidad de Chicago. Todos los derechos reservados. 0002-9602/93/9801-0001$01.50.Traducido por El Changarro.

    1 Este articulo se ha bene ciado, durante sus muchas revisiones, de la cuidadosa lectura y cr-tica constructiva de un largo nmero de amigos y colegas. Aunque, en ocasiones, he dejado de hacer caso a sus buenos consejos, estoy profundamente agradecido a Elizabeth Anderson, Jeffrey Alexander, Ronald Herring, Ronald Inden, David Laistin, Barbara Laslett, Michael Kennedy, Sherry Orter, Sylvia Pedraza, Joan Scott, Ellen Sewell, Theda Skocpol, Ann Swidler, John Urry, Loc Wac-quant, muchos revisores, y la audiencia de los seminarios y coloquios en la Universidad de Mi-nesota, la Universidad de Michigan, Universidad de Harvard, Universidad del Noroeste, la Univer-sidad de Chicago, y el Centro de Estudios Avanzados en Ciencias del Comportamiento (CASBS). Este articulo fue revisado extensamente mientras era miembro del CASBS. Estoy agradecido del apoyo brindado por la Fundacin Nacional de la Ciencia, beca BNS-870064, y por una beca de la Fundacin Memorial John Simon.

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    ble de nirlo adecuadamente. Algunos de nosotros seguramente hemos tenido la experiencia de ser preguntados por un ingenuo estudiante sobre lo que se entiende por estructura y entonces nos hallamos en una situacin incmo-da ante la di cultad de de nir el trmi-no sin usar la propia palabra o una de sus variantes en su misma de nicin. Algunas parece que haya un sinnimo aceptable por ejemplo pattern (pa-trn) pero tales sinnimos carecen de la fuerza retrica del original. Cuan-do se trata de indicar que una relacin es poderosa o importante ciertamente es ms convincente designarla como estructural que como Pattering (en Pattering (en Patteringbase a patrones).

    El trmino estructura da fuerza a lo que designa. Estructura, en su sen-tido nominativo, implica siempre es-tructura en su sentido verbal transitivo. Cualquier aspecto de la vida social que designamos como estructura es puesto como estructurando la existencia de algn otro aspecto de la vida social la clase estructura la poltica, el gnero estructura las oportunidades de empleo, las convenciones retricas estructuran textos u oraciones o los modos de pro-duccin estructuran formaciones socia-les. Estructura opera en el discurso de la ciencia social como un poderoso mecanismo, identi cando alguna parte de una realidad social compleja como explicacin de la totalidad. Se trata de

    una palabra para conjurar en la ciencia social. De hecho, estructura es ms un fundamento o una metfora epistmica del discurso de la ciencia social que un concepto preciso2. Por esta razn, la de- nicin no formal puede tener xito en arreglo al signi cado de un trmino: la metfora de la estructura contina sien-do imprescindible, pese a su misterio, en el trabajo de constitucin de conoci-miento en la ciencia social a pesar del esfuerzo terico por de nirla.

    Hay, sin embargo, tres problemas en el uso corriente del trmino que han di -cultado la teorizacin a cerca de su signi- cado y que parece vale la pena sealar. El ms importante de ellos es que los ar-gumentos estructurales o estructuralistas tienden a asumir un determinismo causal demasiado rgido de la vida social. Las caractersticas de la existencia social de-nominadas como estructuras, tienden a ser referidas y tratadas como primarias, rgidas e inmutables, como las vigas de una construccin; mientras los eventos o procesos sociales, tienden a ser vistos como secundarios y super ciales, como la fachada de un rascacielos, como algo mutable en contraste con la dureza de lo estructural o como la disposicin de los pisos de o cina de nida por el esqueleto de las vigas. Lo que tiende a perderse en el lenguaje de la estructura es la e cacia de la accin humana o agencia (agency) por utilizar un trmino aceptado actualmente. Las estructu-

    2 El trmino estructura parece jugar un papel esencialmente idntico en las ciencias natura-les. Tal uso tiene su origen, segn entiendo, en la botnica de los siglos XVII y XVIII desde el cual se extendi a otras ciencias naturales y sociales (ver Foucault 1972:132-38).

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    ras tienden a aparecer en el discurso cient co social como impermeables a la accin/agencia humana, existiendo a parte de ella, pero no obstante deter-minando de manera esencial su forma. Las luchas y las transacciones motivadas constituyen la experiencia super cial de la vida social. Una ciencia social atrapa-da en una inexpugnable metfora de es-tructura tiende a reducir a los actores a autmatas brillantemente programados. Un segundo problema, muy relacionado con el anterior y con la nocin misma de estructura, es que sta difcilmente se hace cargo del cambio. La metfora de la estructura implica estabilidad. Por ello, el lenguaje estructural se dota fcil-mente a s mismo de explicaciones so-bre cmo la vida social est conformada por patrones consistentes, pero no para explicar cmo esos patrones cambian a lo largo del tiempo. Por lo comn, en el discurso estructural el cambio se locali-za fuera de la estructura, en cualquiera de los telos de la historia, en nociones de ruptura o en in uencias exgenas al sistema en cuestin. Consecuentemen-te, el moverse de cuestiones de estabili-dad hacia cuestiones de cambio tiende a suponerle un movimiento de traslado complicado o incmodo.

    El tercer problema es de orden dis-tinto: el trmino estructura es usado en

    sentidos aparentemente contradictorios en diferentes discursos cient cos so-ciales, particularmente en sociologa y antropologa. Los socilogos tpicamen-te contraponen estructura a cultura. Estructura, en el uso sociolgico nor-mal, es pensado como aquello duro o material y por lo tanto como prima-rio y determinante, mientras cultura es considerada como lo suave o men-tal y por lo tanto como secundaria o derivada. En contraste, la perspectiva semitica de los cientficos sociales, particularmente los antroplogos, pone a la cultura en un sitio preeminente de la estructura. En el uso tpico de la antropologa, el trmino estructura es asumido para referirse a la esfera o rei-no de la cultura, excepto cuando ste es modi cado por el adjetivo social. En consecuencia, cient cos sociales de diferentes perspectivas, como The-da Skocpol y Marshal Sahlins pueden ser designados como estructuralistas por sus respectivas disciplinas. En resu-men, socilogos y antroplogos tienden a visualizar la naturaleza y localizacin de la estructura de manera claramente discrepante y, en realidad, mutuamente incompatible3.

    En vista de todos estos problemas con la nocin de estructura, existe la tentacin de concluir que el trmino

    3 Esta bifurcacin del signi cado de estructura inhibe especialmente la comunicacin entre dos grupos de cient cos sociales cuyos actuales proyectos parecen convergentes pero quienes se prestan recprocamente poca atencin. De un lado est el creciente grupo de socilogos que estn examinando la dimensiones culturales de la vida social y, del otro, los antroplogos que estn insis-tiendo en la importancia del poder y las prcticas en la comprensin de la cultura. Para una valo-racin del crecimiento del campo de la sociologa de la cultura, ver Lamont and Wuthnow (1990). Para las tendencias en la antropologa actual, ver las observaciones de Orthner (1984:144-60).

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    debera simplemente ser descartado. Pero pienso que esto es imposible: es-tructura es un trmino tan poderoso retricamente y persuasivo que cual-quier intento por decretar su abolicin resultara vano. Por otra parte, la nocin de estructura domina, por muy proble-mtica que sea, algo muy importante a cerca de las relaciones sociales: la tendencia de los patrones de relacin a ser reproducidos, incluso cuando los actores implicados en las relaciones son ignorantes de los patrones o no desean su reproduccin. En mi opinin, la no-cin de estructura no podra ni debera ser desterrada del discurso de la cien-cia social. Pero esto mismo se hace ne-cesario un importante replanteamiento. Este artculo intentar desarrollar una teora de la estructura que supere los tres puntos dbiles cardinales del con-cepto como es normalmente empleado en las ciencias sociales. Esta teora in-tentar: (1) reconocer la agencia de los actores sociales, (2) construir la posibili-dad de cambio dentro del concepto de estructura, (3) superar la divisin entre las visiones semiticas y materialistas de estructura. Mi estrategia ser empe-zar desde lo que reconozco como unas de las ms prometedoras formulaciones existentes la nocin de dualidad de la estructura de Anthony Giddens y, en otro punto de la argumentacin, el

    concepto de habitus de Pierre Bour-dieu para posteriormente desarrollar una teora ms adecuada a travs de su crtica, reformulacin y elaboracin de su signi cado4.

    La dualidad de Estructura: Una Cr-tica y Reformulacin de la Teora de Giddens

    El esfuerzo ms slido para recon-ceptualizar el trmino estructura en la reciente teora social ha sido el he-cho por Anthony Giddens, quien ha in-sistido desde mediados de los aos 70 en que las estructuras deben ser con-sideradas como algo dual (Giddens 1976, 1979,1981,1984). Ello signi ca que para l son tanto el medio como el resultado de las prcticas, que cons-tituyen los sistemas sociales (Giddens 1981:27). Las estructuras dan forma a las prcticas de la gente, pero al mis-mo tiempo las prcticas de la gente constituyen (y reproducen) las estructu-ras. Desde esta perspectiva, la agencia humana y la estructura, lejos de estar opuestas, en los hechos una presupo-ne a la otra. Las estructuras son repre-sentadas por lo que Giddens llama en-tendimiento de los agentes humanos (es decir, gente que sabe lo que tiene que hacer y cmo hacerlo) y los agen-tes en su actuar ponen necesariamente en prctica sus estructuras de entendi-

    4 No es mi propsito desarrollar una crtica o apreciacin completa de Giddens o Bourdieu. La literatura crtica sobre ambos est creciendo rpidamente. Held y Thompson (1989), y Bryant y Jarry (1991) incluyen no slo un amplio rango de crticas sobre el trabajo de Giddens realizadas por prominentes eruditos sino tambin una til lista bibliogr ca de crticas previas. Sobre Bour-dieu, ver DiMaggio (1979), Brubaker (1985), Lamont y Lareau (1988), y Wacquant (1989). El lti-mo de estos contiene extensas referencias a trabajos crticos sobre Bourdieu.

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    miento. Por lo tanto, las estructuras no deben ser conceptualizadas simplemen-te como espacios que ejercen restric-ciones sobre la agencia humana, sino como algo que capacita para actuar (Giddens 1976:161). Esta concepcin de los agentes humanos como enten-dimiento y capacidad implica que son capaces de poner a trabajar sus capacidades estructuralmente formadas de maneras creativas o innovadoras. Y si su cientes personas, o unas cuantas que sean su cientemente poderosas, actan de maneras innovadoras, su ac-cin puede tener como consecuencia la transformacin de algunas estructu-ras en las que ellos tienen la capacidad de actuar. Las estructuras duales son, por lo tanto, potencialmente mutables. No es accidental que Giddens llame a su teora Teora de la Estructuracin, indicando con este neologismo que la estructura debe ser considerada como un proceso, no como un estado jo.

    Como un comedido terico de la historia social, encuentro la nocin de Giddens de dualidad de la estructura particularmente acertada. Mucha de la mejor historia social del ltimo cuarto del siglo pasado, ha adoptado una es-trategia terica implcita bastante con-sistente con la teora de Giddens. Los historiadores sociales han alterado sig-ni cativamente en la prctica, los con-ceptos sociolgicos y antropolgicos de estructura que empezaron a tomar prestados vidamente en los aos 60 y 70. Aunque su trabajos fueron escritos, probablemente, ms desde un instinto profesional que desde consideraciones

    tericas escrupulosas, los historiadores sociales han demostrado cmo, en una gran variedad de lugares y tiempos, las estructuras son de hecho duales: cmo histricamente el pensamiento de los agentes, sus motivos e intenciones son constituidas por las culturas y las institu-ciones sociales dentro de las cuales han nacido; cmo esas culturas e institucio-nes son reproducidas estructuralmente por las formas y obligan la accin de esos agentes, pero adems cmo, en ciertas circunstancias los agentes pue-den (o son forzados a) improvisar o in-novar en las formas y modos estruc-turales que signi cativamente recon -guran las muchas que los constituyen. Giddens ha llegado a su planteamiento a travs de la crtica terica, intentan-do reconciliar fenomenologa, interac-cionismo y etnometodologa con Marx, Durkheim y Weber. Ha mostrado poco inters en el trabajo de los historiadores sociales, aunque creo que stos suscri-ben la nocin de dualidad de la estruc-tura de Giddens en lo que hacen en la prctica (y en aos recientes muchos socilogos de la historia y la antropo-loga de la historia tambin).

    Qu es la Estructura?Pero pese a lo prometedor, la teora

    de Giddens sufre de serias lagunas y de- ciencias lgicas persistentes (para ma-yor exposicin ver Giddens 1976, 1979, 1984). La que considero como ms lla-mativa es que, estructura el trmi-no central de la teora de Giddens permanece frustrantemente de manera inespec ca. A diferencia de la mayor

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    parte de cient cos sociales, l no aban-dona el concepto en la ms completa inde nicin dejando para la mente de sus lectores la labor de acostumbrarse a la palabra mgica. Especialmente en Problemas Centrales en la Teora So-cial (1979), discute algo extensamen-te el trmino estructura. Sin embargo, no pienso que el concepto de estructura que elabora all o en otros lugares, sea su cientemente claro o robusto como para servir de fundamento a un siste-ma terico. En efecto, Giddens de ne la estructura formalmente en bastan-tes lugares, incluido el glosario de La Constitucin de la Sociedad: Estruc-tura. Reglas y recursos recursivamente implicados en la reproduccin de los sistemas sociales. La estructura existe slo como trazos en la memoria, en las bases orgnicas de la capacidad huma-na para aprender y en el momento de la accin (1984:377).

    Esta clara y cristalina de nicin re-quiere alguna exgesis. Los trminos reglas y recursos a pesar de su relati-va simplicidad, son algo oscuros y ten-dran que ser discutidos largamente. Por el momento empecemos con el resto de la de nicin, la cual es compleja pero con signi cado relativamente sencillo. Por sistemas sociales Giddens entien-de algo empricamente observable, en-trelazado y relativamente limitado a las prcticas sociales, como el vnculo en-tre personas en el tiempo y el espacio. Los Sistemas Sociales deberan abarcar ms de lo que los cient cos sociales entienden por sociedades, pero adems incluiran las ms grandes unidades so-

    ciales (por ejemplo el sistema capitalista mundial) o las ms limitadas (por ejem-plo las comunidades de vecinos) o el mbito del estado nacin. Los sistemas sociales, de acuerdo con Giddens no tienen existencia aparte de las prcti-cas que los constituyen y esas prcticas son reproducidas por la recursividad (es decir, repeticin) de su representa-cin en las estructuras. Las estructuras no son la prctica de patrones sociales de las que estn conformados los siste-mas sociales, pero s los principios que moldean esas prcticas. Por lo tanto, las estructuras tienen solo lo que en otra parte el autor denomina existencia vir-tual (Giddens 1984). Las estructuras no existen concretamente en el tiempo y en el espacio excepto como trazos de memoria, la base orgnica de capaci-dad de entendimiento (slo como ideas o esquemas alojados en el cerebro hu-mano) y ellos son accin en el instan-te (es decir, puesta en prctica).

    Estructuras como ReglasLas estructuras, entonces, son vir-

    tuales y son puestas en prctica en la produccin y reproduccin de la vida social. Pero, en qu consisten esas es-tructuras?, De acuerdo con la de nicin de Giddens, las constituyen reglas y re-cursos. La nocin de Giddens de reglas es largamente derivada del estructuralis-mo francs. Ello queda especialmente claro en las Nuevas reglas del Mtodo Sociolgico y en Problemas Centrales de Teora Social. En ambos casos se apoya fuertemente en una analoga tpi-ca del estructuralismo lingstico Saus-

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    seriano. As, compara su propia distin-cin entre estructura y prctica con la distincin Sausseriana entre lenguaje y condicin. De acuerdo con esta analo-ga, estructura es a prctica lo que len-guaje (las reglas abstractas que hacen posible la produccin de sentencias gra-maticales) es a condicin (discurso o la produccin de oraciones actuales). Por lo tanto la estructura, como la lengua, son un complejo de reglas con existen-cia virtual, mientras la prctica, como el discurso, es la representacin o pues-ta en prctica de esas reglas en el espa-cio y el tiempo. Para el estructuralismo francs, la estructura es el complejo de tales reglas. Para Levi-Strauss, por ejem-plo, la estructura re ere al conjunto de reglas que permiten a oposiciones bina-rias ser ordenadas en mitos (Levi-Strauss 1963). Pero Giddens adems intenta su propia distincin del estructuralismo francs, en parte por insistir que las es-tructuras estn atadas al tiempo y al espacio y que ello debe ser conceptuali-zado incluyendo no solo las reglas sino tambin los recursos (1979:63-64). De cualquier forma, abandona su discusin de reglas pendiente y falla en dar ejem-plos de reglas que sean la razn fun-damental de cualquier prctica social presente. Lo que todos sabemos desde Problemas Centrales en Teora Social es que las reglas son virtuales y que ellas de alguna manera generan prcti-cas sociales y sistemas sociales.

    En La Constitucin de la Socie-dad, la ms reciente rea rmacin de su teora, Giddens incluso lleva ms le-jos la de nicin Levis-Straussiana de re-

    glas. Ahora, partiendo de Wittgenstein, Giddens de ne las reglas de manera simple pero, en mi opinin, promete-doramente: Consideremos las reglas de la vida social... como procedimien-tos generalizables aplicados en la re-presentacin/reproduccin de la vida social (1984:21). Esta definicin de reglas como procesos generalizables incluira desde luego la transformacin Levi-Straussiana de reglas, pero implica adems la posibilidad de reglas de un amplio abanico de tipos. Sin embargo, Giddens no da ejemplos o desarrolla una tipologa de la clase de procedi-mientos generalizables que tiene en mente. Consecuentemente, su concep-cin de reglas es algo ms abarcativa en La Constitucin de la Sociedad de lo que fue en Problemas Centrales en Teora Social, la cual por lo menos implica una analoga con Levi-Strauss. Sin embargo, pienso que su de nicin wittgensteniana de reglas como procedi-mientos generalizables puede ser usada como fundamento para una concepcin ms slida.

    En toda su teora, Giddens otor-ga un lugar importante a la nocin de entendimiento de los actores. Esto es, presumiblemente, el entendimiento de las reglas que se hacen apreciables en el actuar de la gente. Pero Giddens no desarrolla un vocabulario para el conte-nido espec co de lo que la gente sabe. Quisiera argumentar que tal vocabula-rio es, en los hechos, accesible, pero ha sido mejor desarrollado en un campo que Giddens ha ignorado hasta la fe-cha: la antropologa de la cultura. Des-

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    pus de todo, el trmino usual de los cient cos sociales para lo que la gen-te sabe es cultura, y en esto quienes han tenido una teorizacin mas fruct-fera y han elaborado ms estudios son los antroplogos. Claude Levi-Strauss, el nico antroplogo al que Giddens ha tomado seriamente, es virtualmen-te nico en su planteamiento sobre los ms profundo o general de las estruc-turas. l intenta, ltimamente, investigar por sucesivas abstracciones la estructura del cerebro humano. Incluso algunos de los antroplogos estructurales que han sido ms profundamente in uenciados por Levi-Straus (ver por ejemplo, Sahlins 1976, 1982, 1985) han estado ms in-teresados en aplicar el mtodo de Lvi-Strauss de buscar patrones recurrentes de oposiciones binarias para especi car los supuestos, prcticas y creencias de personas particulares que delinean tales oposiciones, volviendo a la estructura de la mente salvaje/feroz o el cere-bro humano.

    Antes que quedarnos en el nivel es-tructural profundo, preferido por Lvi-Strauss, considero que debemos, como hacen la mayor parte de los antroplo-gos, pensar las reglas como algo que existe en varios niveles. Las reglas ms cercanas a la super cie pueden ser, por de nicin, ms ftiles, pero no nece-sariamente menos importantes en sus implicaciones para la vida social. Las

    reglas de la vida social deben ser pen-sadas como si incluyeran toda la va-riedad de esquemas culturales que los antroplogos han descubierto en sus investigaciones: no slo el conjunto de oposiciones binarias que componen las herramientas fundamentales de pensa-miento en una sociedad dada, sino tam-bin las diversas convenciones, recetas, argumentos, principios de accin y los hbitos de hablar y gesticular desarro-llados con dichas herramientas funda-mentales5. En realidad, el trmino re-glas no es demasiado correcto, pues-to que tiende a suponer algo as como prescripciones formalmente expuestas el tipo de cosas anunciadas en le-yes, refranes, liturgias, constituciones o contratos6. Para m signi can no slo las prescripciones formalmente expuestas, sino los informales y no siempre cons-cientes esquemas, metforas o asuncio-nes presupuestas por tales a rmaciones formales. Me gustara, de hecho, argu-mentar que las codi caciones de las reglas pblicamente jadas son reales antes que virtuales y deben ser vistas como recursos ms que como reglas en el sentido de Giddens. Debido a esta ambigedad sobre el signi cado de la palabra reglas, creo que es til introducir un cambio en la terminolo-ga. De ahora en adelante, utilizar la nocin esquemas en lugar de reglas aunque esto destruya la agradable ali-

    5 No es posible enumerar aqu un ejemplo representativo de los conceptos antropolgicos que explican con detalle diversas reglas de la vida social. La formulacin ms in uyente del concepto antropolgico de cultura es probablemente la de Geertz (1973). Para un magn co repaso de los desarrollos recientes en antropologa cultural, ver Ortner (1984).

    6 Para una crtica convincente de la nocin de regla, ver Bourdieu (1977:1-29).

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    teracin de la frmula de Giddens sobre recursos y reglas.

    Los diversos esquemas que com-ponen las estructuras son, citando a Giddens, procedimientos generaliza-bles aplicados en la representacin/reproduccin de la vida social. Son generalizables en el sentido de que pueden ser aplicados o ampliados a una variedad de contextos de interac-cin. Tales esquemas o procedimientos tanto si son reglas de etiqueta como normas estticas, o recetas para la ac-cin grupal como las revueltas del gra-no o el voto democrtico, o un con-junto de equivalencias entre hmedo y seco, femenino y masculino, natu-raleza y cultura, privado y pblico, o el cuerpo como metfora de la jerar-qua, o la nocin de que el ser huma-no est compuesto por un cuerpo y un alma pueden ser usadas no slo en la situacin en la que han sido apren-didas por primera vez o en la que son aplicadas convencionalmente. Pueden ser generalizadas esto es, traspues-tas o ampliadas a nuevas situaciones cuando se presenta la oportunidad. Esta capacidad de los esquemas para ser generalizados o traspuestos es la razn por la que deben ser entendidos como virtuales. Decir que esos esquemas son virtuales es decir que no pueden ser re-ducidos a su existencia en una prctica particular o en una situacin particu-lar en el espacio y el tiempo: pueden ser actualizados en un abanico de si-

    tuaciones potencialmente amplio y no predeterminado.

    Estoy de acuerdo con Giddens, ade-ms, en que las reglas o esquemas que componen las estructuras pueden ser tilmente conceptualizados como si tuvieran una existencia virtual, que las estructuras consisten en procedimien-tos o esquemas, disponibles intersubje-tivamente, capaces de ser actualizados o puestos en prctica en un conjunto de circunstancias diferentes. Tales esquemas deben ser pensados como si funcionasen a niveles muy variables de profundidad, desde las estructuras profundas Lvi-Straussianas hasta las relativamente su-per ciales reglas de etiqueta.

    Estructuras como recursosSeguramente, parte de la falta de

    preocupacin que muestra Giddens en adherirse al concepto de estructura de Lvi-Strauss radica en que l mismo in-tenta distanciarse de la sublime indife-rencia de Lvi-Strauss por las cuestio-nes relacionadas con el poder, la do-minacin y el cambio social y en realidad, por cuestiones de prctica so-cial en general. Es de suponer que, en gran parte, esta es la razn por la que Giddens insiste en que esas estructuras no son solamente reglas, sino reglas y recursos, o conjuntos de reglas y recur-sos (1984:377). Pero el concepto de re-cursos est, incluso, menos adecuada-mente teorizado que su concepto de reglas7. Estoy de acuerdo con Giddens

    7 El concepto de reglas de Giddens ha sido ocasionalmente criticado, ms recientemente por Thompson (1989), pero a mi entender nadie ha criticado sistemticamente el concepto de recursos.

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    en que cualquier nocin de estructura que ignore las asimetras del poder es radicalmente incompleta. Pero aadir una nocin no teorizada de recursos a una nocin de estructura esencialmen-te basada en reglas slo consigue con-fundir las cosas.

    En Problemas Centrales de Teora Social, Giddens (1979:92) de ne los recursos como los medios cuya capa-cidad transformativa es empleada como poder en el curso rutinario de la inte-raccin social. A menos que me haya perdido alguna sutileza, esta oscura de- nicin puede interpretarse en lengua-je comn como recursos es cualquier cosa que pueda servir como fuente de poder en las interacciones sociales. Esto parece una a rmacin nada ex-cepcional y tericamente poco informa-tiva de lo que usualmente entendemos por recursos sociales. Adems de esta anodina de nicin, casi todo lo que l dice sobre los recursos es que pueden ser clasi cados en dos tipos, autoritati-vos (authoritative) y distributivos (alloca-tive). En Problemas Centrales en Teo-ra Social de ne autorizacin como aquellas capacidades que generan do-minio sobre personas y distribucin como aquellas capacidades que gene-ran dominio sobre objetos o sobre otros fenmenos materiales (1979:100). Por extensin, los recursos autoritativos de-ben ser recursos humanos y los recur-sos distributivos, recursos no humanos lo que otra vez parece nada excep-cional.

    Me parece que la clasi cacin de recursos de Giddens es potencialmen-

    te til, pero es necesario reformularla y ponerla en lenguaje comn. Los re-cursos son de dos tipos, humanos y no humanos. Los recursos no humanos son objetos, animados o inanimados, natu-rales o manufacturados, que pueden ser utilizados para aumentar o mantener el poder; los recursos humanos son la fuer-za fsica, las destrezas, el conocimien-to y los compromisos emocionales que pueden ser utilizados para aumentar o mantener el poder, incluyendo el cono-cimiento de los medios para conseguir, conservar, controlar y propagar dichos recursos humanos y no humanos. Am-bos tipos de recursos son medios de poder y estn desigualmente distribui-dos. Pero, por muy desigualmente que estos recursos puedan estar distribuidos, ciertos recursos humanos y no humanos son controlados por todos los miembros de la sociedad, por muy desamparados y oprimidos que estn. En realidad, con-cebir a los seres humanos como actores signi ca concebirlos como autorizados (empowered , es decir, con poder) para el acceso a los recursos de una mane-ra u otra.

    Las estructuras como esquemas y re-cursos

    Reformular el concepto de recursos de Giddens no hace que sea ms claro entender cmo recursos y esquemas se combinan para formar estructuras. ste es el problema ms evidente de que Giddens de na las estructuras como virtuales. Como hemos visto, esto tie-ne sentido para estructuras conceptua-lizadas como reglas o esquemas. Pero

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    son tambin virtuales los recursos?. Es sorprendente que Giddens no parezca considerar esta cuestin. La nocin de un recurso virtual parece particularmen-te dudosa en el caso de los recursos no humanos (o en trminos del autor, dis-tributivos). Los recursos no humanos pueden incluir seguramente cosas tales como las fbricas propiedad de los capi-talistas, las reservas de armamento con-troladas por reyes o generales, las tierras arrendadas a campesinos o los monto-nes de mantas de la baha de Hudson acumulados por los jefes Kwakiutl. Est claro que esas fbricas, armas, tierras y mantas de la baha de Hudson han teni-do un peso crucial a la hora de formar y constreir la vida social en lugares y momentos determinados y, por lo tan-to, parece lgico incluirlos de alguna manera en el concepto de estructura. Si las cosas materiales, por de nicin, existen en el tiempo y en el espacio, es tambin difcil ver cmo tales recur-sos materiales pueden ser considerados como virtuales. Es ms, slo en deter-minados momentos, lugares y cantida-des estos objetos materiales pueden ser utilizados como recursos.

    En el caso de los recursos humanos es slo un poco menos claro. Por de -nicin, el cuerpo humano, como otros objetos materiales, no puede ser virtual. Pero qu ocurre con el conocimiento y los compromisos emocionales?, y con los aspectos mentales de los recursos humanos?. Ejemplos de ello pueden ser el poder de consagrar la hostia y escu-char confesin de los sacerdotes cat-licos, el sentido de obligacin de los

    hijos hacia sus madres o el temor o la reverencia que los sbditos sienten por su rey. A diferencia de las fbricas o las mantas de la baha de Hudson, estos recursos no son materiales o no lo son al menos en el mismo sentido. No obs-tante, estos recursos me parecen reales como opuestos a virtuales. Existen en lo que Giddens denomina espacio-tiempo; son caractersticas observables de la gente real que vive en un tiempo determinado y se congrega en lugares determinados. Y es su actualizacin en los cuerpos y las mentes de la gente lo que los convierte en recursos. No es el concepto despersonalizado de majestad de los reyes lo que les da poder, sino el temor y la reverencia que sienten por ellos sus sbditos reales.

    Si estoy en lo cierto cuando digo que todos los recursos son reales ms que virtuales, la nocin de estructura de Giddens resulta ser contradictoria en s misma. Si las estructuras son virtuales, no pueden incluir tanto esquemas como recursos. Y si incluyen tanto esquemas como recursos no pueden ser virtuales. No podemos tener las dos cosas a la vez. Pero cul es la manera de tenerlas? La manera ms simple de conceptuali-zar la estructura sera volver al punto de partida de Giddens en el estructuralis-mo y a rmar que la estructura se re ere slo a reglas o esquemas, no a recursos, y que los recursos deben ser pensados como un efecto de las estructuras. De esta manera, las estructuras mantendran su cualidad de virtuales y la particular distribucin de recursos sera vista no como estructuras, sino como medios

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    animados y formados por estructuras, esto es, por esquemas culturales.

    No es irrazonable reivindicar que los recursos humanos son producto de esquemas. Un nmero dado de solda-dos generarn diferentes cantidades y tipos de poder militar segn las conven-ciones contemporneas de la guerra (ta-les como los cdigos de caballerosidad), las nociones de estrategia y las tcticas disponibles para los generales y los re-gmenes de entrenamiento a los que las tropas hayan estado sujetas. El poder de los sacerdotes para consagrar las hostias deriva de esquemas que operan a dos niveles bastante diferentes. En primer lugar, la formacin del sacerdote le ha proporcionado destrezas en un amplio abanico de tcnicas de conocimiento y autocontrol, explcitas e implcitas, que le capacitan para funcionar satisfactoria-mente como sacerdote. En segundo lu-gar, l ha sido investido de la dignidad del sacerdocio por una ceremonia de ordenacin que, a travs de la imposi-cin de manos por parte de un obispo, ha movilizado el poder de la descen-dencia apostlica y, de este modo, lo hace capaz de una hazaa aparente-mente milagrosa transformar el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo. El temor y la reverencia hacia los reyes son manifestaciones de nociones fundamentales sobre la funcin csmi-ca de la monarqua, nociones que son tejidas en multitud de discursos y cere-monias a todos los niveles de la socie-dad; de manera similar, las obligaciones que sienten los hijos hacia sus madres estn basadas en nociones de vnculos

    con la naturaleza, de nutricin y de obediencia que estn codi cadas en mltiples rutinas de la vida familiar y en sermones, refranes, novelas y obras de teora poltica. Los recursos humanos, como sugieren estos ejemplos, pueden ser pensados como manifestaciones y consecuencias de la representacin de esquemas culturales.

    Pero mientras podemos hablar ra-zonablemente de los recursos humanos como generados por reglas o esquemas, es difcil ver cmo los recursos no hu-manos pueden ser concebidos de la misma manera. Las fbricas, las tierras y las mantas de la Baha de Hudson tie-nen cualidades materiales que, cierta-mente, no son generadas por esquemas. Pero tambin es verdad que su condi-cin de recursos capaces de producir y reproducir desigualdades en el poder social no es algo totalmente intrnse-co a su existencia material. Lo que los convierte en recursos es, en gran parte, una consecuencia de los esquemas que informan su uso. Por tomar, quizs, el caso ms obvio, un inmenso montn de mantas de la Baha de Hudson podra ser nada ms que una manera de que mantener caliente a un gran nmero de gente si no fuera por los esquemas culturales que constituyen el potlatchKwakiult; pero dados estos esquemas, las mantas, regaladas en el potlatch, vie-nen a ser medios de demostracin del poder del jefe y, consecuentemente, de adquirir prestigio, alianzas matrimonia-les, poder militar y mano de obra (Boas 1996; Shalins 1989). En este caso, los esquemas constitutivos del potlatch de-

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    terminan el valor espec co, la exten-sin y los efectos de las mantas de la Baha de Hudson como recursos. Pero querra argumentar que esto es cierto para los recursos no humanos en gene-ral. Por ejemplo, la cantidad y el tipo de recursos generados por una fbrica dependern de si son propiedad de un capitalista individual o de una coope-rativa de trabajadores en otras pala-bras, de las reglas que de nen la natu-raleza de los derechos de propiedad y de la autoridad en el lugar de trabajo. Los recursos ganados por los campesi-nos de la tierra que cultivan estarn de-terminados por las convenciones sobre la posesin de tierras, las exigencias de las leyes de la costumbre, del conjun-to de obligaciones establecidas con los parientes y de las tcnicas empleadas en la agricultura. Los ejemplos pueden multiplicarse tanto como queramos. Los recursos no humanos tienen una exis-tencia material que no es reducible a las reglas o esquemas, aunque la activacin de las cosas materiales como recursos, la determinacin de su valor y su poder social, depende de los esquemas cultu-rales que informan su uso social.

    Est claro que los recursos pueden ser convincentemente pensados como efectos de los esquemas culturales. Por lo tanto, podra ser desde luego posible aprovechar el concepto de estructura de Giddens para de nir la estructura como esquemas con una existencia puramen-te virtual y los recursos no como ele-mentos coequivalentes en la estructu-ra, sino como medios y resultados del funcionamiento de la estructura. Pero

    observemos que si adoptamos esta de- nicin, el poder retrico del trmino estructura insina una nica direccin de causalidad. Lo que cali caramos como estructura, por este acto de de-nominacin, concedera poder sobre lo que no sera denominado como es-tructura. Las reservas de bienes mate-riales, as como el conocimiento de la gente y los compromisos emocionales, devendran inertes, simples medios o resultados del funcionamiento deter-minante de los esquemas culturales. Si insistimos en que la estructura es vir-tual, corremos el riesgo de caer en el idealismo que continuamente aparece en el estructuralismo por mucho que sus exponentes por ejemplo, Lvi-Strauss (1966:130) mani esten sus referencias e intenciones materialistas. Los esquemas estructuras mentales se convierten en la nica entidad capaz de darles forma y los agentes en repre-sentantes de esas estructuras mentales, actores que slo pueden recitar guiones preexistentes. De nir las estructuras de esta manera amenaza, en pocas pala-bras, con negar su dualidad y, conse-cuentemente, aniquilar la premisa cen-tral de la teora de Giddens.

    La dualidad de los esquemas y recur-sos

    Si la dualidad de la estructura tiene que ser salvaguardada y por lo que a m se re ere la nocin de dualidad de la estructura es la principal atraccin de la teora de Giddens debemos tomar la otra alternativa y concebir las estructu-ras como si tuvieran (convenientemen-

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    te) un carcter dual. La estructura, en-tonces, debe ser de nida como com-puesta simultneamente de esquemas, que son virtuales, y de recursos, que son reales.

    Si las estructuras son reales en este sentido, entonces debe ser cierto que los esquemas son los resultados de los recursos, tanto como los recursos son los resultados de los esquemas. Esto me parece una pretensin razonable, cuya verosimilitud puede ser demostrada con unos cuantos ejemplos. Una fbrica no es un montn inerte de ladrillos, madera y metal. Incorpora o actualiza esquemas y esto signi ca que los esquemas pue-den ser deducidos de la forma material de la fbrica. La puerta de la fbrica, la estacin de hinchado de ruedas, el dise-o de la cadena de montaje: todas estas caractersticas de la fbrica ensean y validan las reglas del contrato de trabajo capitalista o sustentan la representacin del sacerdote en la misa. Cuando el sa-cerdote transforma las hostias y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo y las reparte a los que comulgan, stos son invadidos por un sentimiento de bienes-tar espiritual. La comunin, por lo tan-to, les demuestra la realidad y el poder de la regla de descendencia apostlica que convierte al sacerdote en sacerdo-te. En pocas palabras, si los recursos son actualizaciones o encarnaciones de los esquemas, por lo tanto inculcan y justi can los esquemas como buenos. Los recursos, debemos decir, son ledos como textos, para recuperar los esque-mas culturales que actualizan. Efectiva-mente, los textos novelas o estatutos

    o cuentos populares o contratos son recursos desde el punto de vista de esta teora. Devienen, adems, actualizacio-nes de los esquemas en el tiempo-es-pacio que pueden ser utilizados por los actores para generar poder.

    Si los recursos son resultados de los esquemas, es tambin cierto que los esquemas son resultados de los recur-sos. Si los esquemas han de ser soste-nidos o reproducidos en el tiempo y sin reproduccin sostenida difcilmente pueden ser contados como estructurales deben ser validados por la acumu-lacin de recursos que su representa-cin engendra. Los esquemas no auto-rizados o no regenerados por recursos pueden, con el tiempo, ser abandona-dos y olvidados, exactamente igual que los recursos sin esquemas culturales que dirijan su uso pueden, con el tiempo, disiparse y decaer. Ms correctamente, podramos decir que los conjuntos de esquemas y recursos constituyen estruc-turas slo cuando se implican y sostie-nen mutuamente en el tiempo.

    La transformacin de las estructuras duales: del habitus de Bourdieu

    Una de nicin de estructura que integre tanto esquemas como recur-sos evade el determinismo material del Marxismo tradicional y el determinismo ideal del estructuralismo Francs tradi-cional. Pero, el cmo esto puede au-mentar nuestra capacidad para entender las transformaciones de las estructuras no es algo que se aprecie a primera vis-ta. En realidad, uno podra argumentar que si la representacin de esquemas

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    siempre crea recursos que incluyen a los esquemas, esquemas y recursos de-beran simplemente reproducirse unos a otros sin cambio, inde nidamente. La pretensin de que las estructuras duales generan inercias est lejos de la fanta-sa; tal ha sido, en los hechos, el argu-mento elaborado con gran brillantez en la muy in uyente discusin de lo que Pierre Bourdieu ha llamado habi-tus en Outline of a Theory of Practice. Cualquier intento por razonar que la dualidad de la estructura mejora nues-tra capacidad para entender las trans-formaciones sociales, debe enfrentarse a aquel argumento8.

    Dualidad y estasisAunque use diferente terminologa,

    Bourdieu ha ilustrado poderosamente la relacin mutuamente sostenida entre esquemas y recursos (que l llama es-tructuras mentales y el mundo de los objetos). Por ejemplo, en su conocida discusin sobre la casa kabil (Bourdieu 1977) muestra como el diseo de sta y la colocacin de los objetos en ella reproducen las posiciones culturales fundamentales de los kabiles, as como aquellas entre alto y bajo, masculino y femenino, fuego y agua, luz y oscuri-

    dad, lo que modela todas las activida-des que tienen lugar en la casa en tr-minos de estas oposiciones. Bourdieu recalca que todas las acciones reali-zadas en un espacio construido de esta forma son inmediatamente cali cadas simblicamente y funcionan, como tan-tos ejercicios estructurales, hasta que se construye una maestra prctica de las combinaciones fundamentales (Bour-dieu 1977:91). La casa obtiene su con -guracin por la aplicacin de esquemas (estructuras mentales en el vocabula-rio de Bourdieu), y la casa inculca esos esquemas por la asignacin de tareas, objetos, personas y posiciones emocio-nales a diferentes espacios codi cados. Como Bourdieu expone en su particu-lar y paradjico estilo: Las estructuras mentales que construyen el mundo de los objetos son construidas en la prc-tica por un mundo de objetos construi-dos de acuerdo con esas mismas estruc-turas. La mente nacida del mundo de los objetos no crece como una subjeti-vidad confrontando una objetividad: el universo objetivo est hecho de objetos que son producto de operaciones obje-tivantes, estructuradas de acuerdo con las muchas estructuras que la mente las aplica. La mente es una metfora del

    8 Algunos de los trabajos ms recientes de Bourdieu especialmente Homo Academicus(1988), es un estudio del profesorado francs en los eventos de 1968 tratan ms directamente el cambio. Yo no creo, sin embargo, que Bourdieu haya considerado la cuestin de cmo el ha-bitus, en s mismo, puede generar cambio. En Homo Academicus, la transformacin emerge de fuentes externas al habitus que analiza el autor fundamentalmente, del inmenso surgimiento en la poblacin de estudiantes en las universidades francesas en los 60. Este concepto de habitus es usado para argumentar que la respuesta de los profesores a la crisis estaba completamente deter-minada por su posicin en el campo acadmico. Homo Academicus parece indicar que Bourdieu no ha sobrepasado la falta de agencia inherente al concepto de habitus elaborado en Outline of a Theory of Practice.

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    mundo de los objetos que es en s mis-mo un interminable crculo de metfo-ras que se re ejan mutuamente. (Bour-dieu 1977:91).

    En muchos aspectos, la teora de la prctica de Bourdieu es completa-mente compatible con la concepcin de dualidad de la estructura que estoy argumentando en este artculo. Bour-dieu reconoce la mutua reproduccin de esquemas y recursos que constituye estructuras durables temporalmente lo que l llama habitus. Su discusin sobre el habitus elabora poderosamen-te los signi cados mediante los cuales conjuntos de reglas y recursos que se refuerzan mutuamente constituyen su-jetos humanos con tipos particulares de conocimiento y disposiciones. Adems, los sujetos de Kabilia de Bourdieu no son culturalmente insulsos. Estn dota-dos con la capacidad para ocuparse en acciones altamente autnomas, discer-nidas y estratgicas (vase, por ejemplo, la discusin de Bourdieu sobre los in-tercambios de regalos y las estrategias matrimoniales [1977:4-10 y 32-53, res-pectivamente]). Los kabiles de Bourdieu parecen ser exactamente el tipo de ac-tores entendidos que recoge Giddens en su teora.

    Con todo, el habitus de Bourdieu mantiene, precisamente, la cualidad de agente-prueba que se supone que supera el concepto de dualidad de la estructura. En el habitus de Bourdieu, los esquemas y recursos se reproducen poderosamente unos a otros, incluso la acciones ms ingeniosas o improvisadas emprendidas por los agentes necesaria-

    mente reproducen la estructura. Como un sistema adquirido de esquemas ge-nerativos objetivamente ajustados a las condiciones particulares en las cuales se constituye, el habitus engendra to-dos los pensamientos, todas las percep-ciones y todas las acciones consistentes en aquellas condiciones y no en otras (Bourdieu 1977:95). Aunque Bourdieu evita tanto un determinismo ideal pro-pio del estructuralismo francs tradicio-nal como un determinismo materialis-ta de la tradicin marxista, tan slo lo consigue erigiendo un determinismo combinado que hace que las transfor-maciones sociales signi cativas parez-can imposibles.

    Pero, est esa poderosa inferencia de estasis realmente justi cada? Des-pus del todo, la sociedad kabil, en la cual Bourdieu llev a cabo su trabajo de campo, produjo una momentnea re-volucin anticolonial importante, poco despus de que l regresara a Francia para analizar sus datos. Esto signi ca, para m, que a pesar de sus devastado-res ataques al objetivismo Cartesiano y Lvi-Straussiano (Bourdieu 1977:1-30) su propia teora ha cado vctima de una imposibilidad objetivada y una concepcin totalizante de la sociedad. Slo en el mundo idealizado construi-do por el observador cient co social, podra el habitus engendrar todos los pensamientos, todas las percepciones y todas las acciones consistentes en las condiciones sociales existentes y no en otras. En el mundo de las luchas y estrategias humanas, gran cantidad de pensamientos, percepciones y accio-

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    nes consistentes con la reproduccin de los patrones sociales existentes de-jan de ocurrir y otros que son comple-tamente inconsistentes ocurren cons-tantemente.

    Por qu el cambio estructural es po-sible

    Sin duda, es totalmente propio de Bourdieu insistir en la fuerte predispo-sicin reproductiva que se desarrolla en las estructuras se es el punto central del concepto de estructura y parte de lo que hace tan esencial el concepto para teorizar el cambio social. Despus de todo, como Renato Rosaldo (1980) y Marshall Sahlins (1981, 1985) han demostrado brillantemente, esa misma predisposicin reproductiva que explica las poderosas continuidades de las rela-ciones sociales tambin permite expli-car los caminos seguidos en episodios de cambio social. Lo que Bourdieu deja como pista es su poco realista y uni ca-do concepto de habitus, que conceptua-liza como una basta serie de estructuras estrictamente homlogas que abarcan toda la experiencia social. Esta concep-tualizacin, que el autor comparte de hecho con muchos tericos inclinados hacia lo estructural, no puede explicar el cambio como algo que surge desde dentro del propio funcionamiento de las estructuras. Es caracterstico que mu-chos acontecimientos estructurales de transformacin social tiendan a introdu-cir el cambio desde fuera del sistema y luego rastreen las subsiguientes formas de cambios estructurales, mostrando en-tonces cmo el cambio es generado por

    el funcionamiento de estructuras inter-nas de una sociedad. A este respecto, es emblemtico el anlisis de Marshall Sahlins (1981) de cmo los viajes del Capitn Cook afectaron a los Hawaia-nos. Estoy convencido de que una teo-ra del cambio no puede ser construida dentro de una teora de la estructura, a menos que adoptemos una concepcin ms mltiple, contingente y fracturada de la sociedad y de la estructura. Para esto es necesario un vocabulario con-ceptual que haga posible mostrar cmo las operaciones ordinarias de las estruc-turas pueden generar transformaciones. Con este n, propongo cinco axiomas claves: la multiplicidad de las estruc-turas, la transposicin de esquemas, la imprevisibilidad de la acumulacin de recursos, la polisemia de los recursos y la interseccin de las estructuras.

    a) La Multiplicidad de las estruc-turas. Las sociedades estn basadas en prcticas que derivan de muchas estructuras distintas, las cuales existen en diferentes niveles, operan en moda-lidades distintas y estn ellas mismas basadas en recursos de tipos y cantida-des variantes. Mientras es comn para cierto tipo de estas estructuras que sean homlogas, tal como lo describe Bour-dieu en Outline of a Theory of Practi-ce, no es cierto que todas ellas lo sean. Las estructuras tienden a variar signi -cativamente entre diferentes esferas ins-titucionales, as que las estructuras de parentesco tendrn diferentes lgicas y dinmicas que las que son propias de las estructuras religiosas, las estructuras productivas, las estructuras estticas, las

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    estructuras educativas, etctera. Hay, adems, variaciones importantes inclu-so dentro de cada esfera. Por ejemplo, las estructuras que obligan y dan forma a la religin en las sociedades cristianas incluyen modos autoritarios, profticos, rituales y tericos. Estos, en ocasiones operan armnicamente, pero pueden tambin llevar a reivindicaciones con- ictivas y empoderamientos. La multi-plicidad de estructuras signi ca que los actores sociales cognoscientes cuyas prcticas constituyen una sociedad son mucho ms verstiles de lo que implica-ra la consideracin de Bourdieu acerca de un habitus universalmente homlo-go: los actores sociales son capaces de aplicar un amplio abanico de esque-mas diferentes e incluso incompatibles y tienen acceso a una serie heterognea de recursos.

    b) Transponabilidad de esquemas. Adems, los esquemas a los que los actores tienen acceso pueden ser apli-cados a travs de un amplio conjunto de circunstancias. Se trata de algo que es efectivamente reconocido por Bour-dieu, pero en mi opinin no ha sacado las conclusiones correctas de ello. Los esquemas fueron de nidos anteriormen-te como procedimientos generalizables

    o transponibles aplicados a la repre-sentacin de la vida social. El trmino generalizable es tomado de Giddens mientras que transponible concepto que pre ero es tomado de Bourdieu9. Por una parte Bourdieu de ne habitus como un sistema de disposiciones du-raderas transponibles las cuales, inte-grando experiencias pasadas, funcionan en cada momento como una matriz de percepciones, apreciaciones y accionesy hace posible el logro de tareas in -nitamente diversi cadas, gracias a los traslados analgicos de esquemas, per-mitiendo la solucin de problemas con formas parecidas (1977:83; nfasis en el original)

    Lo que se desprende de este pasaje se encuentra en el nal de la frase, per-mitiendo la solucin de problemas con formas parecidas. Si un problema es en su forma lo su cientemente similar como para ser resuelto por transferen-cia analgica de esquemas, no puede ser decidido de antemano por los cien-t cos sociales analistas, sino que debe ser determinado caso por caso por los actores, quienes evidencian que no hay un lmite jado para las posibles trans-posiciones. De hecho, ello est impl-cito en la frase anterior, hace posible

    9 Generalizar un regla implica exponerla en la ms abstracta forma que se aplicar al ma-yor nmero de casos. El verbo transponer implica una aplicacin concreta de una regla para un nuevo caso, pero de tal forma que la regla tendr sutilmente diferentes formas en cada una de sus aplicaciones. Esto est incluido en tres de las de niciones del Oxford English Dictionary (1971, s.v. transpose): Remover de un lugar o tiempo a otro; transferir, cambio alterar el orden de o la posicin de en una serie... intercambiar y, en msica, presentar en clave diferente. Transpo-ser en francs (la que, por supuesto fue la lengua en que Bourdieu escribi), tambin tiene, inclu-so ms signi cados apropiados: hacer cambiar de forma o contenido por pasar de un dominio a otro (Le Petit Robert [1984, s.v. transposer]). Me gustara que mi utilizacin de transpose fuera entendida como una conservacin del signi cado del francs.

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    el logro de tareas in nitamente diversi- cadas. Decir que los esquemas son transponibles es decir, en otras pala-bras, que pueden ser aplicados a un amplio abanico de casos no comple-tamente predecibles fuera del contexto en el cual se aprendieron inicialmente. Esto encaja con lo que nosotros normal-mente entendemos por conocimiento de una regla o de cualquier otro pro-cedimiento de aprendizaje. En lengua-je ordinario, no puede decirse que uno realmente sabe una regla simplemente porque uno puede aplicarla mecnica-mente a casos repetidos del mismo tipo. Si estamos hablando de reglas de gra-mtica, matemticas, leyes, etiqueta, o carpintera, la verdadera prueba de co-nocimiento de una regla es estar dispo-nible a aplicarla exitosamente en casos poco comunes. El conocimiento de una regla o un esquema signi ca, por de -nicin la habilidad para transponerla o extenderla que es, aplicarla creativa-mente. Si esto es as, entonces agencia, que defin como tener la capacidad para transponer y extender esquemas a los nuevos contextos, es inherente en el conocimiento de esquemas cul-turales que caracterizan mnimamente a todos los miembros competentes de la sociedad10.

    c) Imprevisibilidad de la acumula-cin del recurso. Pero el mismo he-cho de que los esquemas son, por de- nicin, capaces de ser transpuestos o extendidos, signi ca que el recurso consecuencia de la representacin de

    esquemas culturales nunca es comple-tamente predecible. Un chiste contado a una nueva audiencia, una inversin hecha en un nuevo mercado, una pro-posicin de matrimonio hecha a una nueva persona, un ataque de caballe-ra hecho en un nuevo territorio, una cosecha plantada en un campo recin preparado o en un campo conocido en una nueva primavera El efecto de es-tas acciones en los recursos de los acto-res nunca es del todo seguro. Una Inver-sin en un nuevo mercado puede hacer al capitalista pobre o millonario; de una negociacin de matrimonio con una nueva persona resulta una elevacin del estatus familiar o su extincin en una enemistad heredada; de plantar una cosecha en un campo conocido puede resultar la subsistencia, el hambre o la abundancia. Adems, si la representa-cin de esquemas crea impredecibles cantidades y calidades de recursos y si la reproduccin de esquemas depende de su continuada validacin por los re-cursos, esto implica que los esquemas sern, de hecho, diferencialmente vali-dados cuando sean puestos en accin y, por lo tanto, sern potencialmente sujetos a modi cacin. Un ataque de caballera exitoso en un territorio nuevo puede cambiar los planes de batalla de campaas subsiguientes o incluso teo-ras sobre tctica militar; de un chiste en el que arrojan tomates podridos en vez de rerse puede resultar la supresin de una categora de chistes en el repertorio del comediante; una sucesin de cose-

    10 Aqu mi pensamiento est in uenciado por Goran Thernborn (1980, especialmente pp.15-22).

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    chas mal logradas puede modi car las rutinas de siembra o arado11.

    La polisemia de recursos. El tr-mino polisemia (o multiplicidad de signi cados) es normalmente aplicado a smbolos, lenguaje o textos. Su apli-cacin a los recursos suena como una contradiccin de trminos, pero dado el concepto de recursos por el que es-toy abogando, no hay tal. Los recursos, he insistido, encarnan esquemas cultu-rales. Sin embargo, como los textos o representaciones rituales, su signi cado nunca es completamente inequvoco. La forma de la fbrica incluye, y por con-siguiente muestra, nociones capitalistas de relaciones de propiedad. Pero, como Marx seala, esto tambin expresa el ca-rcter necesariamente social y colectivo de la produccin y por tanto socava la nocin capitalista de propiedad privada. El nuevo prestigio, fortuna y territorios ganados por el gran xito de una caba-llera encomendada puede atribuirse a la disciplina superior de los o ciales de caballera y por eso se ensalza el poder de un cuerpo de o ciales aristcratas, o puede ser atribuido a la comandancia general y eso conlleva un incremento de la subordinacin de los o ciales hacia un lder carismtico. Cualquier conjunto de recursos es susceptible de ser inter-pretado de varias formas y, por lo tanto, de otorgar poder a diferentes actores y

    ensear diferentes esquemas. De nue-vo, esto me parece inherente a una de- nicin de agencia como la capacidad para transponer y extender esquemas hacia nuevos contextos. Agencia, para diferenciarla, es la capacidad de los ac-tores para reinterpretar y movilizar una serie de recursos en trminos de esque-mas culturales diferentes a aqullos que inicialmente constituyeron la serie.

    d) La interseccin de estructuras. Una de las razones por las cuales una serie de recursos puede ser interpreta-da de ms de una forma es que las es-tructuras o los complejos estructurales se cruzan y superponen. Las estructuras de la sociedad capitalista incluyen tanto un modo de produccin basado en la propiedad privada y el lucro, como un modo de organizacin laboral basado en la solidaridad en el lugar del traba-jo. La gura de la fbrica como recurso fundamental en estas dos estructuras y sus signi cados y consecuencias tanto para los trabajadores como para los di-rectores es, por tanto, abierta y dispu-tada. La interseccin de estructuras, de hecho, toma lugar tanto en la dimensin de esquema como en la de recurso. No slo una serie de recursos dada pue-de ser reclamada por diferentes acto-res incrustados en diferentes complejos estructurales (o diferencialmente recla-mada por el mismo actor incrustado en

    11 Aunque Marshall Sahlins (1981, 1985) no incluye explcitamente los recursos en su de -nicin de estructura, mi argumento corre paralelo al suyo. Sahlins argumenta que en accin en el mundo tcnicamente, en los actos de referencia las categoras culturales adquieren nuevos valores funcionales porque las categoras estn cargadas al mundo (1985:138). Esta carga de categoras al mundo es una cuestin de esquemas que han sido cambiados por los efectos no an-ticipados de la accin en los recursos que sostienen los esquemas.

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    diferentes complejos estructurales), sino que los esquemas tambin pueden ser tomados o apropiados de un complejo estructural y aplicados a otro. No slo los trabajadores y los dueos se dispu-tan el control de la fbrica, sino que Marx se apropia de la economa polti-ca para el avance del socialismo.

    Las estructuras, entonces, son con-juntos de esquemas y recursos mutua-mente sostenidos que otorgan poder y constrien la accin social y que tienden a ser reproducidos por dicha accin social. Pero su reproduccin nunca es automtica. Las estructuras estn en riesgo, al menos de alguna magnitud, en todos los encuentros so-ciales que forman porque las estruc-turas son mltiples y se cruza, porque los esquemas son transponibles y por-que los recursos son polismicos y se acumulan impredeciblemente. Puesta la relacin entre recursos y esquemas culturales en el centro de un concepto de estructura, se hace posible mostrar cmo el cambio social, no menos que la estatis social, puede ser generado por la representacin de estructuras en la vida social.

    AgenciaTales representaciones de las estruc-

    turas implican un particular concepto de agencia, no como opuesto a, sino ms bien como constituyente de, la es-tructura. Ser agente signi ca ser capaz de ejercer cierto grado de control sobre las relaciones sociales donde nos halla-mos inmersos, lo cual implica, enton-ces, la habilidad de transformar en cier-

    to grado esas relaciones sociales. Como yo lo veo, los agentes estn dotados, por las estructuras, de poder para ac-tuar con y contra otros; tienen conoci-miento de los esquemas que contiene la vida social y tambin acceso en alguna medida a los recursos, tanto humanos como no humanos. La agencia surge del conocimiento que de los esquema poseen los actores, lo cual signi ca la habilidad de aplicarlos a nuevos contex-tos. O, dicho de otro modo, la agencia surge del control de recursos por parte del actor, lo que signi ca la capacidad de reinterpretar o movilizar una serie de recursos en trminos de otros esquemas que aquellos que constituan esa misma serie de recursos. La agencia supone la existencia de estructuras.

    Quisiera comentar que la capacidad de la agencia para desear, tener inten-ciones y actuar creativamente es in-herente a todos los humanos. Pero aa-dira que los humanos nacen solo con una capacidad altamente generalizable para la agencia, anloga a su capacidad de usar el lenguaje. As como la capaci-dad lingstica toma para favorecer un hablar competente de algn lenguaje particular francs o rabe o suahili o Urdu, la agencia est formada por un rango espec co de esquemas culturales y recursos disponibles dentro del entor-no social de una persona en particular. Las formas espec cas que la agencia tomar variarn enormemente y estarn cultural e histricamente determinadas. Pero la capacidad para la agencia est tan determinada en los humanos como la capacidad de respiracin.

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    Actualmente est demostrado muy satisfactoriamente, por el trabajo de Er-ving Goffman (1959, 1967), que todos los humanos ejercitan la agencia. Go-ffman muestra que todos los miembros de la sociedad emplean repertorios complejos de habilidades en la interac-cin para controlar y preservar el cur-so de las relaciones sociales. Tambin muestra que pequeas acciones trans-formativas por ejemplo, interviniendo para salvar las apariencias de un inte-ractuante que ha malinterpretado la si-tuacin resultan necesarias para pre-servar incluso el ms ordinario trato en la vida cotidiana (Goffman 1967:5-46). Una vez ms, el conocimiento de los esquemas culturales (en este caso de la interaccin ritual) implica la habilidad de actuar creativamente. Los actores, por supuesto, se diferencian en el al-cance de su control sobre las relacio-nes sociales y de sus poderes transfor-mativos, pero todos los miembros de la sociedad ejercitan en alguna medida la agencia en la conducta de sus vidas cotidianas.

    No obstante, es igualmente impor-tante insistir que la agencia ejercida por diferentes personas dista mucho de ser uniforme. En realidad, di ere enorme-mente en clase y extensin. Qu tipos de deseos puede tener la gente, qu in-tenciones puede formar, y que clase de transposiciones creativas puede llevar a cabo, vara tremendamente de una con- guracin social a otra dependiendo de la naturaleza de las estructuras particu-lares que informan esos diferentes mun-dos sociales. Sin una nocin de cielo e

    in erno una persona no puede esforzar-se por alcanzar el paraso; slo en una economa capitalista moderna se puede intentar tener un gran xito nanciero sobre mercados futuros; si se les niega el acceso a la esfera pblica, las ambicio-nes de las mujeres se enfocarn hacia la vida privada. La agencia tambin di- ere en extensin entre y dentro de las sociedades. La ocupacin de diferen-tes posiciones sociales de nidas, por ejemplo, por gnero, riqueza, prestigio social, clase, origen tnico, ocupacin, generacin, preferencia sexual, o edu-cacin da a la gente un conocimiento de los diferentes esquemas y acceso a los diferentes tipos y cantidades de re-cursos, y de ah diferentes posibilidades para la accin transformativa. El alcan-ce o extensin de la agencia tambin varia enormemente entre los diferentes sistemas sociales, incluso para los ocu-pantes de posiciones anlogas. El pro-pietario de la mayor galera de arte de Saint Louis tiene mucha menos in uen-cia en el gusto artstico americano que el propietario de la mayor galera de Los ngeles; el presidente del Chad tiene mucho menos poder sobre la poltica medioambiental global que el de Ru-sia. Las estructuras, en resumen, dotan de poder diferencialmente a los agen-tes, lo cual tambin implica que stas expresan deseos, intenciones y conoci-mientos de los agentes diferencindolos tambin. Las estructuras, y las agencias humanas que dotan, estn cargadas de diferencias de poder.

    Finalmente, quisiera insistir en que la agencia es tanto colectiva como indi-

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    vidual. No estoy de acuerdo con Barry Hindess (1986) en que el trmino agen-te debe ser aplicado en el mismo sen-tido a colectividades que actan como corporaciones unidas en la vida social partidos polticos, empresas, familias, estados, clubes, o sindicatos como es aplicado a individuos. Sin embargo, s veo la agencia como profundamente social o colectiva. Las transposiciones de esquemas y las removilizaciones de recursos que constituyen la agencia son siempre actos de comunicacin con otros. La agencia implica una habili-dad para coordinar las acciones de uno con y contra otros, para formar proyec-tos colectivos, persuadir, coercer, y para controlar los efectos simultneos de las propias actividades y de las de los otros. Ms an, el alcance del ejercicio de la agencia por parte de las personas de-pende profundamente de sus posiciones en las organizaciones colectivas. Toman-do un caso extremo, las rivalidades y caprichos de un monarca pueden afec-tar cientos de vidas (ver, p.ej., Sahlins 1991). Pero tambin es verdad que la agencia de padres, ejecutivos, o profe-sores est enormemente expandida en funcin de las posiciones que ocupan en la familia patriarcal, corporaciones, o universidades y por su consecuente autoridad para obligar a la colectividad a travs de sus acciones. La agencia, entonces, caracteriza a todos. Pero el ejercicio de la agencia por las personas es colectiva tanto en sus fuentes como en sus modos de ejercitarla. La agencia personal est, por lo tanto, cargada de diferencias de poder producidas colec-

    tivamente e implicadas en luchas y re-sistencias igualmente colectivas.

    Variedades de estructurasEl concepto de estructura que he

    elaborado en este artculo es muy ge-neral, y por tanto podra ser aplicado a estructuras de carcter ampliamen-te diferenciado comprendiendo, se-gn orden de importancia, desde las estructuras que forman y constrien el desarrollo del poder del mundo militar hasta aquellas que forman y constrien las entretenidas prcticas de un grupo de amigos un domingo de pesca o las experiencias erticas de parejas de sol-teros. Este inmenso rango de alcance y carcter de las estructuras a las cuales los conceptos de este artculo pueden ser aplicadas es apropiado, dada la pre-misa que toda accin social est forma-da por estructuras. No ofrecer una de-tallada tipologa debido al espacio de este artculo y porque creo que las ti-pologas deberan surgir a raz de algn anlisis concreto de la reproduccin y cambio social. Al contrario, simplemen-te indicar dos importantes dimensiones a lo largo de las cuales las estructuras varan: profundidad, que se re ere a la dimensin de esquema de la estructura; y poder, que alude a la dimensin de recurso. Intentar demostrar que pen-sar en trminos de profundidad y poder puede ayudar a iluminar la variedad de dinmicas diferentes y durables de tres tipos importantes de estructura: lengua-je, estados y capitalismo.

    Profundidad ha sido mucho tiempo la clave metafrica del discurso lings-

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    tico y estructuralista. Designar una es-tructura como profunda implica que sta se encuentra por debajo y genera cierta variedad de estructuras super -ciales, justo como estructuras subya-centes y generadoras de prcticas. En el discurso estructuralista, estructuras profundas son esos esquemas que pue-den ser mostrados como subyacentes a estructuras comunes o super ciales, en el sentido que stas ltimas son una serie de transformaciones de las estruc-turas profundas. De este modo, los es-quemas estructurales para la representa-cin de un ritual de la fertilidad pueden ser mostrados como transformaciones particulares de un profundo conjunto de oposiciones entre mojado y seco o masculino y femenino, que tambin subyacen a estructuras que informan otras prcticas institucionalmente dis-tintas desde la construccin de vi-viendas, el embellecimiento personal, o la oratoria. Consecuentemente, los esquemas estructurales profundos son tambin penetrantes, en el sentido que estn presentes relativamente en una amplia variedad de esferas instituciona-les, prcticas y discursos. Tambin tien-den a ser relativamente inconscientes. Es decir que se dan por sentado supo-siciones mentales o modos de proceder que los actores normalmente aplican sin ser conscientes que son aplicados por ellos.

    Estructuras diferentes tambin varan enormemente en cuanto a los recursos y por lo tanto en cuanto al poder, que movilizan. Las estructuras militares o las nancieras crean masivas concen-

    traciones de poder, mientras que las es-tructuras gramaticales de una lengua o las escolares crean concentraciones de poder mucho ms modestas. Las estruc-turas tambin di eren en los tipos de poder que movilizan. Por ejemplo, el poder creado por la sucesin apostli-ca est basado principalmente (aunque dista de ser exclusivo) en la persuasin, mientras que el creado por el gobierno militar del ejrcito victorioso est basa-do principalmente en la coercin.

    Lenguaje. Creo que pensar las es-tructuras en trminos de su profundidad y poder puede conducir a comprender la durabilidad y dinmica de las mismas. Baste considerar, por ejemplo, las estruc-turas lingsticas, que estudiosos en mu-chas disciplinas han usado como el prin-cipal ejemplo de estructura en general. Se trata de estructuras que, por supuesto, tienden a ser sorprendentemente dura-bles. En realidad caen en los extremos de las dimensiones de poder y profun-didad. De hecho, son excepcionalmen-te profundas. Complicadas estructuras fonolgicas, morfolgicas, sintcticas y semnticas subyacen en cada oracin. Las oraciones, a su vez, son agrupadas en expresiones signi cantes o textos en concordancia con las estructuras discur-sivas de retrica, narrativa, metfora y l-gica. Y todas estas estructuras lingsticas sostenidas subyacen a una multitud de estructuras que dependen, al menos en parte, del habla y escritura lo que da a entender la inmensa preponderancia de todas las estructuras.

    Por otra parte, el poder de las estruc-turas lingsticas es excepcionalmente

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    exiguo. La representacin de estructuras fonolgicas, morfolgicas, sintcticas, y semnticas en el habla o escritura tie-nen por s mismas efectos relativamente modestos en los recursos. Ello rati ca la pertenencia de los miembros hablantes en una comunidad lingstica y refuerza los esquemas que hacen posible la ge-neracin de oraciones. Asumiendo que una unidad de habla est formada por hablantes competentes de una lengua, la formulacin de una oracin gramati-cal no crea en s misma diferencias de poder signi cativas, pero s establece una igualdad entre los conversadores. El lenguaje, por supuesto, sirve como un medio para todo tipo de represen-taciones de relaciones de poder, pero en el mbito fonolgico, morfolgico, sintctico y semntico est a nuestro alcance para esos nes en la medida en que estamos con probabilidades de encontrar un medio neutro de intercam-bio. Esta neutralidad relativa con respec-to al poder ayuda a dar cuenta de otras peculiaridades de las estructuras lings-ticas: su extraordinaria durabilidad. Si la representacin de los esquemas lin-gsticos sirve solamente para sostener la capacidad lingstica de los hablan-tes sin aportar repentinamente recursos a algunos hablantes y dejar a otros le-jos de su alcance, entonces nadie tiene muchos incentivos para embarcarse en innovaciones que podran transformar las estructuras lingsticas.

    Si es cierto que las estructuras lin-gsticas estn mucho menos implica-das en las relaciones de poder y mucho ms profunda y duraderamente que la

    mayor parte de estructuras, deberemos ser cautelosos con la tendencia gene-ralizada a usarlas como paradigma es-tructural general. Aunque la elegancia del modelo lingstico pueda disponer un modelo envidiable, las estructuras que operan cerca de la super cie de la vida social y que estn ms directamen-te implicadas en las relaciones de poder pueden tener muy diferentes principios y dinmicas. Un peligro que surge de la aceptacin acrtica del modelo lin-gstico es la tendencia a pensar en las estructuras como compuestas simple-mente por esquemas, mientras se igno-ra la dimensin de los recursos. Cuan-do se estudian las estructuras sintcticas de las lenguas, donde la representacin de esquemas tiene menos consecuen-cias en cuanto a poder, no importa de-masiado que se deje de lado el aspecto de los recursos en lo estructural. Pero cuando intentamos dar sentido al rue-do de la vida, ms impregnado por las relaciones de poder, puede ser total y absolutamente atroz aplicar la analoga lingstica y conceptualizar las estructu-ras puramente como esquemas.

    Estados. Candidatos particular-mente pobres de la analoga lingstica seran los estados o estructuras polticas, que comnmente generan y utilizan lar-gas concentraciones de poder y que es-tn relativamente cerca de la super cie de la vida social. El estado y las estruc-turas polticas estn conscientemente establecidos, mantenidos, disputados y discutidos ms que dados por sentado como si se tratara de rasgos inmutables del mundo. A pesar de que pueda ini-

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    cialmente imaginarse que grandes con-centraciones poder tenderan a asegu-rar la durabilidad de las estructuras, en realidad puede que eso no sea cierto. Aunque los estados centralizados con inmenso poder coercitivo impondran altos costes a quien les desa ara, dis-ta de estar claro que generalmente ha-yan demostrado mayor duracin que los estados descentralizados o los que no ejercen coercin. Comparemos, por ejemplo, Gran Bretaa con Francia en-tre 1750 y 1850, los Estados Unidos y Alemania desde 1870 a 1950, Costa Rica y Nicaragua, El Salvador o Guate-mala desde la II Guerra Mundial, o la India y China durante el mismo lapso de tiempo. Incluso los estados relativa-mente estables estn sujetos a transfor-maciones estructurales peridicas. Aun-que Estados Unidos haya tenido una nica constitucin desde 1789, ha ex-perimentado una sucesin de crisis po-lticas fundamentales que produjeron al menos cinco repentinos cambios en el sistema de partidos en las pasadas dos centurias (Burnham 1967). Se puede sostener que las estructuras del estado son relativamente mutables precisamen-te porque la magnitud (poder) y obvie-dad (falta de profundidad) de sus efectos recursivos las convierten en objetivos naturales de luchas abiertas.

    Pero si la mayor parte de estructu-ras polticas estn caracterizadas por un alto poder y una baja profundidad, una relacin inversa entre poder y profun-didad es cuanto menos necesaria. Hay algunas estructuras polticas con inmen-sas implicaciones de poder que son sin

    embargo relativamente profundas, que han llegado a ser una segunda natura-leza y son aceptadas por todos (o casi todos) los actores polticos como un poder neutral esencial, el dar por sen-tado tiene implicaciones polticas. Tales estructuras tambin parecen ser excep-cionalmente durables. Esto parecera ser cierto en estructuras polticas tan diver-sas como el sistema constitucional ame-ricano, la burocracia pblica francesa, o las estructuras de la comunidad legal inglesa que Margaret Somers (1986) ha rastreado persistentemente desde el si-glo catorce a mediados del diecinueve. La durabilidad, entonces, parecera es-tar determinada ms por la profundidad estructural que por su poder.

    Capitalismo. Cmo las estruc-turas con un enorme poder devienen o permanecen profundas? Uno nor-malmente esperara la enormidad de los efectos de que los actores se hagan conscientes de y dispongan a oponerse a los esquemas y recursos acumulados por esas estructuras. Aprovechar esta cuestin para examinar el caso del ca-pitalismo, un ejemplo espectacular de estructura cargada de poder, todava du-radera. El capitalismo es, por supuesto, altamente dinmico. En lo comn, to-dava se mantiene como en los pasa-dos 250-300 aos (o al menos desde el siglo XVI, de acuerdo con Wallerstein [1974]) constituyendo una era uni ca-da con una dinmica continua de acu-mulacin de capital guiada por una es-tructura central y duradera, que en el lenguaje marxista es llamada modo de produccin capitalista.

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    El propio Marx fue consciente de la extraordinaria dinmica y carcter cam-biable del desarrollo capitalista, pero vio que el cambio converga en una nica forma: la fbrica mecanizada, de gran escala, provista de proletariado cada vez ms homogneo. Desarrollos recientes han tendido a hacer que la capacidad de intercambio del capita-lismo parezca ms radical y permanen-te. Lejos de registrar la avalancha de la fbrica clsica, la actual era del creci-miento econmico mundial ha estado caracterizada por un creciente uso de la subcontratacin, economa sumergida y artesana casera y por el orecimiento de los servicios a expensas de la manu-factura. Al mismo tiempo, los estudiosos sealan cada vez ms las desigualdades, contingencias y aperturas de los patro-nes de desarrollo bajo el capitalismo, tanto en el pasado (Samuel 1977; Sabel and Zeitlin 1985; Sewell 1988) como en el presente y futuro (Piore y Sabel 1984). Sabel (1988) incluso ha sugerido que las formas de cambio econmico en la llamada era capitalista estn tan inde-terminadas que el propio concepto de capitalismo, con sus implicaciones de regularidad subyacente, es engaoso y debera ser desechado. Creo que Sabel tiene razn, dentro de sus lmites: una amplia variedad de disposiciones ins-titucionales y relaciones de propiedad son compatibles con capitalismo, y nunca en su historia el capitalismo ha obedecido uniformemente a leyes de

    movimiento. El desarrollo capitalista ha sido siempre un asunto revuelto y esca-broso. En cualquier caso, pienso que el desorden ha estado en un nivel secun-dario o en la estructura super cial y que bajo la mutabilidad super cial perma-nece mucho ms estable la estructura profunda de esquemas que estn con-tinuamente reforzados por ujos de re-cursos incluso cuando las estructuras super ciales son revolucionadas.

    A diferencia de la mayor parte de marxistas, veo los esquemas centra-les no como aquellos que de nen las relaciones de trabajo asalariado sino como las que gobiernan la conversin del valor de uso en valor de cambio12. El proceder central del capitalismo la conversin del valor de uso en valor de cambio o la modi cacin recpro-ca de las cosas es excepcionalmente transponible. No conoce lmites natu-rales; puede ser aplicado no solamente a ropa, tabaco o cocina, sino a tierra, trabajo domstico, pan, sexo, publici-dad, emociones o conocimiento, cada uno de los cuales puede ser convertido en algo diferente por medio del dinero. La inestabilidad super cial del capitalis-mo surge precisamente de esta intercon-vertibilidad, que incita a los poseedores de recursos a intercambiarlos por otros como valores de cambio relativos y que siempre hace posible que recursos que con anterioridad no haban sido tratados como mercancas entren en el circuito del intercambio moneratizado. Dicho

    12 John Roemer (1982) ha demostrado para mi satisfaccin que la explotacin capitalista pue-de tener lugar en ausencia de trabajo asalariado.

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    de otro modo, al presentar casi todos los recursos como productos intercam-biables, la forma de mercanca organiza virtualmente la interseccin universal, lo cual signi ca que los cambios en una estructura con acumulacin creciente o decreciente de recursos o un nuevo procedimiento pueden afectar inde- nidamente un vasto nmero de otras estructuras atravesadas por el mediador monetario. Por otra parte, cambios en un punto del circuito de intercambio incrementarn los efectos de los recur-sos e innovaciones. Y estos cambios no estn necesariamente forzados a seguir cualquier forma institucional en parti-cular, basta con que sean aprovecha-bles. As, por ejemplo, el surgimiento de la industria del automvil estimul el desarrollo simultneo de plantacio-nes de caucho basadas en el trabajo de aprendizaje o el trabajo forzoso y de operaciones de cadenas de monta-je automovilsticas basadas en inmen-sas fbricas manejadas por proletarios as como tambin una proliferacin de tiendas de reparacin dirigidas por pe-queos capitalistas autnomos.

    Pero esta inestabilidad e impredeci-bilidad crnicas de las estructuras super- ciales del capitalismo en realidad re-fuerzan sus estructuras profundas. Una alteracin cualquiera en la vasta cade-na de intercambios de productos es una nueva incitacin para invertir. La lgi-ca inherente en la forma del producto hace de cualquier nueva variedad de recursos o nuevos procedimientos una oportunidad potencial para el bene cio. Y, por supuesto, cualquier nueva inver-

    sin obtendra muchos cambios. Inclu-so inversiones que fallan al crear nuevas oportunidades pueden ser aprovechadas siguiendo los procedimientos normales de inversin e intercambio capitalistas cuando una empresa se hunde, hay una planta y equipamiento a la venta a precio de ganga y un mercado residual a explotar por parte de las antiguas em-presas competidoras, etctera. En con-secuencia, los procedimientos mismos son extraordinariamente insensibles a (en realidad, paradjicamente, se re-fuerzan por) los fracasos de empresas o industrias capitalistas particulares. El desplazamiento de los tejedores manua-les por el poder del telar, o del carbn por el petrleo puede que haya des-truido tcnicas, destrozado negocios, o estropeado economas de ciertas loca-lidades, pero simultneamente demos-tr que seguir la lgica productiva crea riqueza para quienes lo hacen e inclu-so (a la larga y a pesar de excepciones locales) para la economa capitalista en su totalidad. En algunos casos, las estructuras pueden combinar profun-didad con gran poder y, consecuente-mente, pueden formar las experiencias de sociedades enteras durante muchas generaciones.

    ConclusinHe partido de la premisa de que

    estructura es una inevitable metfora epistmica en las ciencias sociales y he tratado de puntualizar cmo esta met-fora puede ser entendida. Las estructu-ras he sostenido estn constituidas por esquemas culturales y conjuntos de

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    recursos que se soportan mutuamente y componen los productos que habilitan y constrien la accin social y tienden a ser reproducidos por esta accin. Los agentes son dotados de poder por las estructuras, tanto por el conocimiento de los esquemas culturales que les per-miten movilizar recursos como por el acceso a los recursos que les permiten llevar a cabo los esquemas. Esto di ere del uso sociolgico ordinario del trmi-no porque presenta la estructura como un fenmeno profundamente cultural y del uso antropolgico ordinario porque la muestra como algo que deriva siem-pre del carcter y distribucin de recur-sos en el mundo cotidiano. La estructura es dinmica, no esttica; es resultado de una evolucin continua y matriz de un proceso de interaccin social. Incluso

    la ms o menos perfecta reproduccin de estructuras es un proceso extremada-mente temporal que requiere de la inge-niosa e innovadora conducta humana. Pero la misma agencia ocurrente que apuntala la reproduccin de las estruc-turas hace tambin posible su transfor-macin mediante transposiciones de esquemas y removilizaciones de recur-sos que hacen las nuevas estructuras reconocibles como transformaciones de las antiguas. Creo que las estructuras no son categoras rei cadas a las que pode-mos invocar para explicar la inevitable forma de la vida social. Acogerse a las estructuras, tal y como las he de nido aqu, es hacer un llamamiento por un anlisis crtico de las interacciones dia-lcticas mediante las cuales los huma-nos hacen su historia.

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