14
27 Odisea Cristiana Él siempre quiere lo mejor para nosotros y creó a las madres para reflejar ese mismo amor. Aunque la Biblia en general pre- senta a Dios con imágenes mas- culinas, también usa imágenes maternales. En Isaías 66 versículo 13, Dios nos dice: “Como un hombre es consolado por su madre, así yo los consolaré a ustedes”. Y en Lucas 13:34 Jesús habla desde un punto de vista maternal al lamentarse de cómo lo rechazó Jerusalén: ¡Jerusalén, Jerusalén, que ma- tas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como reúne la gallina a sus polli- tos debajo de sus alas, pero no quisiste! Piensa en los mejores recuer- dos de tu madre. Su amor por ti es un reflejo del amor que Dios te tiene. Él es la fuente del amor que las madres y los padres dan a un hijo. Tú sabes, no solo se trata de salir a cenar o de la obligatoria llamada telefónica a la mayoría de mamás. Se trata de compartir tiempo con sus hijos e hijas para reafirmar los lazos de amor ma- ternal. Aún en la cruz, Jesús honró a su madre, María, pidién- dole a su discípulo y amigo Juan, que velara por ella. Las madres son maravillosas, y mientras les agradecemos por todo lo que significan para noso- tros, también podemos agrade- cer a Dios por hacerlas como son. Soy Joseph Tkach, hablando de la vida. Le recomendamos que tenga siempre a la mano su Biblia para buscar en ella todas las citas indicadas en esta revista. Haciéndolo así, usted sacará mayor provecho de su lectura y podrá comprobar con la Palabra, única fuente de la Verdad, la enseñanza presentada. (Hechos 17:11). Si desea más información sobre los temas tratados en esta revis- ta u otros temas bíblicos, puede escribirnos a la dirección más cercana a su domicilio que en- contrará en la página 17. Tam- bién puede llamarnos por teléfo- no o visitar nuestro sitio en In- ternet www.idm.wcg.org. Lo invitamos a unirse con noso- tros en adoración, estudios de la Biblia, grupos pequeños y otras actividades Cristo céntricas. Nuestras congregaciones son lugares donde las personas se esfuerzan por vivir y compartir el evangelio. En los mensajes, ora- ciones y alabanzas, nuestro énfasis está en Jesucristo. Aspi- ramos verle a Él en todo lo que hacemos, ya que todo lo hace- mos para Él. Nuestras puertas están abiertas, venga y comparta con nosotros el gozo de la salva- ción. Iglesia de Dios Mundial Viviendo y Compartiendo el evangelio SI QUIERE SABER MÁS Odisea cristiana EXPLORANDO LA VIDA Y LA FE ¡Creo que Dios me odia! NÚMERO 22

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27  Odisea Cristiana 

 

Él siempre quiere lo mejor para nosotros y creó a las madres para reflejar ese mismo amor. Aunque la Biblia en general pre-senta a Dios con imágenes mas-culinas, también usa imágenes maternales.

En Isaías 66 versículo 13, Dios nos dice: “Como un hombre es consolado por su madre, así yo los consolaré a ustedes”.

Y en Lucas 13:34 Jesús habla desde un punto de vista maternal al lamentarse de cómo lo rechazó Jerusalén:

¡Jerusalén, Jerusalén, que ma-tas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como reúne la gallina a sus polli-tos debajo de sus alas, pero no quisiste!

Piensa en los mejores recuer-dos de tu madre. Su amor por ti es un reflejo del amor que Dios te tiene. Él es la fuente del amor que las madres y los padres dan a un hijo.

Tú sabes, no solo se trata de salir a cenar o de la obligatoria llamada telefónica a la mayoría de mamás. Se trata de compartir tiempo con sus hijos e hijas para reafirmar los lazos de amor ma-ternal. Aún en la cruz, Jesús honró a su madre, María, pidién-dole a su discípulo y amigo Juan, que velara por ella.

Las madres son maravillosas, y mientras les agradecemos por todo lo que significan para noso-tros, también podemos agrade-cer a Dios por hacerlas como son.

Soy Joseph Tkach, hablando de la vida.

Le recomendamos que tenga siempre a la mano su Biblia para buscar en ella todas las citas indicadas en esta revista. Haciéndolo así, usted sacará mayor provecho de su lectura y podrá comprobar con la Palabra, única fuente de la Verdad, la enseñanza presentada. (Hechos 17:11).

Si desea más información sobre los temas tratados en esta revis-ta u otros temas bíblicos, puede escribirnos a la dirección más cercana a su domicilio que en-contrará en la página 17. Tam-bién puede llamarnos por teléfo-no o visitar nuestro sitio en In-ternet www.idm.wcg.org.

Lo invitamos a unirse con noso-tros en adoración, estudios de la Biblia, grupos pequeños y otras actividades Cristo céntricas.

Nuestras congregaciones son lugares donde las personas se esfuerzan por vivir y compartir el evangelio. En los mensajes, ora-ciones y alabanzas, nuestro énfasis está en Jesucristo. Aspi-ramos verle a Él en todo lo que hacemos, ya que todo lo hace-mos para Él. Nuestras puertas están abiertas, venga y comparta con nosotros el gozo de la salva-ción.

 

 

Iglesia de Dios Mundial Viviendo y Compartiendo el evangelio 

SI QUIERE SABER MÁS 

Odisea Cristiana  0 

 

Odisea cristiana EXPLORANDO LA VIDA Y LA FE 

¡Creo que Dios me odia!

NÚMERO 22 

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1  Odisea Cristiana 

 

 

7 Perdido en Nueva Orleans 

Esta  historia  es  una  viva  imagen  de cómo funciona el cristianismo. No es acerca de normas y reglamentos o de tratar  frenéticamente de salvarnos a nosotros mismos.  El  cristianismo  es acerca de ser encontrados, hallados. 

14 Confesiones de una  

mesera a tiempo parcial 

18 Creo que Dios me odia 

24 ¿Dónde estás Señor? 

Secciones EN  OTRAS  PALABRAS 2 Una mano lava a la otra 

EL  PROGRESO  DE  UN  PEREGR INO  

3 ¿Todo depende? 

5 Deja a Dios ser Dios 

HISTOR IA  DE   LA   IG L E S IA  

11 Agustín: Padre de la Iglesia 

         Occidental R INCÓN  DE  ESPERANZA  

22 El principio del fin de la  

          ansiedad HABLANDO  DE   LA  V IDA  

26 Un reflejo del amor de Dios 

 

Odisea Cristiana NÚMERO 22 

Noviembre 2008 Odisea Cristiana es publicada seis veces al año por la Iglesia de Dios Universal / Iglesia de Dios Mundial,  PO  Box  5005,  Glendora,  California, 91740. La IDU es una denominación evangélica con cerca de 64,000 miembros en 90 naciones, adorando  en  860  congregaciones.  Para  infor‐mación  sobre  congregaciones  locales  visite el sitio web www.wcg.org/espanol  Aceptamos  con  agradecimiento  las  contribu‐ciones para ayudar con  los costos de publica‐ción.  Editor Ejecutivo: Mike Feazell Editor: John Halford Editores: Michael Morrison, Paul Kroll  EDICIÓN CASTELLANA: EDITOR: David E. Ágreda TRADUCTORES VOLUNTARIOS: Ming Huy, Eleana Molina, Jaime y María Matamalas, Isidro  Antonio  Rodríguez,  Fátima  Sierra, Benjamín Escalante y Selena Vanegas. 

 Publicada por la  Iglesia de Dios Universal  Iglesia de Dios Mundial 

 

PRESIDENTE Joseph Tkach  

SUPERINTENDENTE DE MISIONES Randal Dick  

DIRECTOR DE MISIONES LATINOAMÉRICA Héctor Barrero  

SUPERINTENDENTE DISTRITO  HISPANO USA: Lorenzo Arroyo  

Salvo  indicación  contraria,  los  textos  bíblicos se  citan  de  La  Santa  Biblia,  Nueva  Versión Internacional. © 1999 por  la Sociedad Bíblica Internacional.  

Portada: “La semana pasada me comuni‐caron que nuevamente  volvía a padecer de cáncer… el año pasado me comunica‐ron que era diabética… creo que Dios me odia…yo también me odio” 

C O N T E N I D O

Odisea Cristiana  26 

 

  Hablando de la vida 

Un reflejo del amor de Dios

¿Recuerdas algunos de los consejos que tu ma-dre te daba cuando eras niño?

Yo recuerdo a mi mamá repitiendo perlas de sa-biduría tales como:

• Ponte ropa interior limpia cada mañana; nunca sa-bes cuando tendrás un accidente.

• ¡Cierra esa puerta! No naciste en un establo.

• No hagas esa terrible cara o se te va a quedar así.

• Si no pue-des decir al-

go agradable, mejor no digas nada.

• No te metas eso en la boca, no sabes donde ha estado.

• Ten cuidado con las tije-ras o te sacarás un ojo.

En varios países alrededor del mundo, incluyendo Chile, Colombia, Honduras, Puerto Rico, Uruguay, Venezuela y los Estados Unidos, el segun-do domingo de Mayo se cele-bra el día de la Madre. En El Salvador, Guatemala y México se celebra el 10 de Mayo.

Otros países lo celebran en otras fechas, pero más de 40 países tienen una celebración anual para las madres.

En Inglaterra, por ejemplo, desde el siglo XVII, el cuarto domingo de cuaresma se celebra como el domingo de la Materni-dad. Esta celebración comenzó como un día en que los aprendi-ces y sirvientes, que en general viven con sus empleadores, pod-ían regresar a casa para honrar a sus madres. Ya para el siglo XIX esta costumbre casi había des-aparecido, pero volvió a florecer después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la devoción de los norteamericanos estaciona-dos en Inglaterra la hizo revivir.

En los Estados Unidos, el día de la Madre comenzó gracias a la labor de Ana Jarvis de Grafton en West Virginia. Ana hizo una cam-paña de envío de cartas que eventualmente motivó el anuncio del Presidente Woodrow Wilson en 1914, en el que proclamó la celebración nacional del día de la Madre el segundo domingo de mayo de cada año.

Aunque los consejos de una madre no siempre son aprecia-dos, nuestras mamás siempre tienen nuestro bienestar en su corazón. Ellas aman a sus hijos y se sacrifican por ellos.

¿Alguna vez te has preguntado de donde viene esa clase de amor? Viene de Dios.

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25  Odisea Cristiana 

 

sión. ¿Cuántas veces se te pre-senta Dios para darte algunas palabras de ánimo, o para to-marte del brazo y ayudarte a salir de la bañera? ¿Y cuándo fue la última vez que Jesús vino a tu casa con algo para comer en aquél día que estabas demasiado cansado para prepararte un bo-cadillo? ¿O te lavó la ropa cuando no tenías medios para acercarte a la lavandería o ni siquiera ten-ías las fuerzas para cargar la lavadora? ¿O leía contigo las escrituras mientras te vencía el sueño?

¿Cómo podemos saber que Dios está ahí? ¿Cómo podemos saber que no estamos solos en nuestras tribulaciones?

Bueno, conseguí salir de la ba-ñera de alguna manera, pero la pregunta continuó obsesionán-dome durante la comida y hasta bien entrada la tarde. De repen-te, me vino a la mente que cuando Jesús dio de comer a los cinco mil, ahí había discípulos. Cuando resucitó a Lázaro, ahí había discípulos. Cuando sanó a los leprosos y bendijo a los ni-ños, ahí había discípulos.

Mis pensamientos fueron inte-rrumpidos por mi nieta de cuatro años, quien se acercó a mi me-cedora, puso su mejilla pegajosa sobre mi mano y con una amplia sonrisa me miró. Cuando sentí el afecto de su dulce roce, la miré y ella me dijo. “Abuelito, siento que estés enfermo.” Las lágrimas comenzaron a fluir de mis ojos, porque comprendí que Jesús acababa de responder a mi pre-gunta. Por eso sé que él está ahí.

Él viaja con sus discípulos. Allá donde vayan ellos, ahí está él. La mano que envía la tarjeta es

guiada por el Señor. Las manos que preparan un guiso y las que lo reparten son guiadas por el Señor. El amigo que te visita y se sienta contigo solo para escu-charte desahogar, él o ella tam-bién es guiada por Jesús. Y cuando mi nieta sonríe, Jesús me está dando de su amor junto con el suyo.

Él también viaja contigo. Siem-pre que estreches un lazo a aquellos que te rodean, Jesús está ahí contigo, ministrando a aquellos que le necesitan. Y siempre que te dan una mano en cualquier circunstancia, Jesús está detrás de ello.

Pablo escribió en Gálatas 6:14, “Pero lejos esté de mi gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quién el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo.” Todos somos Cristo para los demás cuando nos en-contramos en momentos de ne-cesidad.

Sigo clamando a Dios a veces, y estoy seguro que no le impor-ta. Pero ya no tengo por qué preocuparme de si está ahí. ◊

Siempre que estreches un lazo a

aquellos que te rodean, Jesús está

ahí contigo, ministrando a

aquellos que le necesitan. Y siempre que te dan una mano

en cualquier circunstancia, Jesús está detrás de ello. 

Odisea Cristiana  2 

 

En otras palabras… 

Una mano lava a la otra 

p o r J a m e s R . H e n d e r s o n

as tú una ma-no de ayuda?

La unidad es una fuer-te tradición en la so-ciedad africana. La idea es que nadie esté solo y aislado de los demás.

La tribu Xhosa de Surá-frica tiene un proverbio que ilustra la tradición: "Izandla ziyahlambana” que significa, “una mano lava a la otra”.

¿Has intentado que tu mano derecha se lave a sí misma sin la ayuda de la mano izquierda? Es difícil, ¿No? Nuestras manos están diseñadas para que una lave a la otra.

Cuidar unos de otros es un valor cristiano fundamental. Debemos “llevar unos las cargas de los otros, de esta manera cumplimos la ley de Cristo” (Gálatas 6:2).

Es más fácil decirlo que hacerlo.

En el mundo totalmente egoísta de hoy, parece que nos preocu-pamos más por lo que otros pue-den hacer por nosotros, que por lo que nosotros podemos hacer por los demás. La idea de sacrifi-

car nuestro tiempo o esfuerzo por alguien más parece terrible-mente anticuado, pero Cristo nos enseña que debemos servir a los demás como él nos sirve a noso-tros.

La próxima vez que laves tus manos y veas a tu mano derecha lavar a la izquierda y viceversa, permite que esta acción, que nos parece rutinaria, te recuerde tus valores cristianos. “Queridos amigos, puesto que Dios nos amó tanto, nosotros debemos también amarnos unos a otros” (1 Juan 4:11). ◊ 

¿D

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3  Odisea Cristiana 

 

El progreso de un peregrino 

¿Todo depende? 

p o r Mike Feaze l l

Hace pocos años, la pu-blicación Nuevas Tenden-cias del Centro de Inves-tigación Religiosa de Princeton, reportó que el 56 por ciento de los nor-teamericanos, que se describen a sí mismos como Cristianos, dicen que cuando piensan en la muerte, se preocupan "en gran manera" o "de algu-na manera" que no sean

perdonados por Dios". 

El reporte, ba-sado en una encuesta del Instituto Gallup, manifiesta que,

"Tales revelaciones nos hacen preguntar si los Cris-tianos en los Estados Unidos entienden el significado cris-tiano de la 'gracia' y sugie-ren la necesidad de que exista más enseñanza bíbli-ca en las iglesias cristianas en ese país".  

Imposible de creer

¿Por qué es que a nosotros los seres humanos, inclusive a los cristianos, nos parece difícil de creer en la idea sencilla de la gracia? La base fundamental de la Reforma Protestante fue la revelación bíblica de que la sal-vación - perdón completo de los pecados y reconciliación con Dios - es el resultado puro y único de la gracia de Dios.

Sin embargo, el punto de vista que prevalece entre los cristianos hoy en día parece ser que cuan-do todo haya sido dicho y hecho, la salvación dependerá de lo que hagamos o dejemos de hacer. Como si una balanza divina gi-gante pesara todas nuestras buenas obras en un lado y todas nuestras malas obras en el otro y nuestra salvación será determi-

Nuestra justicia no depende de  

la calidad de nuestra obediencia, ni de la calidad de nuestra fe. 

Odisea Cristiana  24 

 

¿Dónde 

estás 

Señor? 

P o r M i c h a e l H o u g h t o n

sta mañana tuve unas palabras con Dios. No, no fueron

las típicas palabras de siempre. Fueron palabras francas y directas. No me gustaba como se estaban desarrollando las cosas, y finalmente, tras varios años, tuve que preguntar a Dios si tenía en mente algún propósito para mí.

Me encontraba de pie en la ba-ñera justo debajo de la ducha. No me encontraba nada bien. A duras pena pude cerrar los grifos sin caerme, pero no estaba segu-ro si podría salir de la bañera y mantenerme erguido. Desde que me diagnosticaron la enfermedad de Parkinson hace unos años, he sufrido bastantes caídas, y pare-ce que siempre estoy sufriendo de algún dolor de cuello, o rodilla u hombro magullado.

Miré a mi alrededor a todas las superficies duras del cuarto de baño – lavabo, cómoda, poyata,

armarios, suelo. Sabía con toda seguridad que volvería a caerme, y sabía que me iba a doler. La frustración de alguien que vive con una enfermedad degenerati-va de largo plazo brotó en mí como el Monte Santa Elena, y exploté.

No le pregunté a Dios por qué estaba enfermo. En cambio, grité: “¿Que gloria puede haber para ti en esto?”

Y esperé un rato, con la espe-ranza de que alguien me echara de menos y vendría a comprobar cómo estaba.

Entonces grité de nuevo “¿Pero qué plan puedes tener tú aquí?”

Casi al instante recordé la promesa que Jesús hizo cuando dijo “Nunca os dejaré ni os abandonaré.”

Sin siquiera pensar en la efec-tividad que un rayo puede tener si el blanco estuviera de pie en el agua y empapado, me escuche gritar “¿Cómo puedo saber que estás ahí?”

Supongo que es bastante raro ver al Señor con tus propios ojos, a no ser que seas uno de esos tipos que salen en la televi-

E

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23  Odisea Cristiana 

 

Ella quedó pensativa y, después de unos momentos de silencio, le contestó: ‘Tengo que admitir que siento ansiedad porque quisiera ya saber si el tratamiento va a funcio-nar o no. Tengo ansiedad porque no estoy totalmente segura si esta es la única vida que existe. Y sobre todo tengo ansiedad porque no sé que pensará Dios si creo en él forzada, de alguna forma, por mi situación’.

“Dios nos ama con un amor mucho más grande del que podamos imaginar, y lo que más desea es que creamos en él y aceptemos a su Hijo como nuestro salvador, ya que sabe que al hacerlo estamos pasan-do de la muerte a la vida1. Ahí empieza el principio del fin de la ansiedad humana, natural por otra parte. Esa fue mi experiencia. Fue la seguridad en la vida eterna la que hizo posible que los mártires cristianos estuviesen dispuestos a entregar sus existen-cias a las fieras, al fuego o a la es-pada, libres del temor y la ansiedad, sabiendo que la vida verdadera estaba al otro lado de la muerte física. Una vez que aceptas a Dios en tu corazón, reconoces que eres pecador y confiesas a Cristo como tu salvador personal, él te hace su hijo o hija” 2.

Andrés ya no podía contener por más tiempo la pregunta decisiva que Dios le movía a hacerle a ella: “Esperanza, ¿deseas aceptar a Jesu-cristo?”. ‘Sí, lo deseo’, fue la res-puesta de ella.

El doctor y pastor agachó su ca-beza, y sentado a su lado le pidió a

Esperanza que repitiese esta oración con él. Estimado lector o lectora te invito a que tú también lo hagas si no has hecho tu confesión de fe todavía:

“Amoroso Dios, sé que he peca-do, que no he hecho tu voluntad en mi vida porque he tratado de vivirla sin ti. Deseo conocerte mejor y deseo saber más de tu Hijo, Jesu-

cristo. Creo que me amas de tal forma que dejaste morir a tu Hijo por mis pecados y que resucitó y está contigo, y que por ello puedo tener vida eterna. Te pido que me perdones. Confío en Jesucristo como mi Señor y Salvador. La Biblia dice que si confieso con mi boca que Jesús es el Señor y creo en mi co-razón que lo resucitaste de los muertos, recibiré la salvación 3. Creo que por medio de tu Espíritu me das una vida que nada ni nadie me podrá arrebatar. Por favor ayuda a que mi fe en ti crezca. Creo esto y sé que me has salvado. Muchas

gracias por amarme. Amén”. ◊

1 Juan 5:24; 1 Juan 2:25 2 Juan 1:12-13 3 Romanos 10:9

(Continuará en el próximo número) 

Odisea Cristiana  4 

 

nada por el lado con mayor peso. ¡Con razón tenemos tanto temor! 

Si en efecto somos salvos por gracia, y la Biblia así lo expresa, entonces debemos dejar de pre-ocuparnos y al contrario empezar a confiar en el Padre Celestial que Jesucristo nos reveló, y que nos ama con tanta pasión que nunca nos dejará ir de su lado. No tenemos que preocuparnos si Él nos perdonará o si ya nos ha perdonado. La Biblia dice que "Mientras aun éramos pecadores, Cristo murió por nosotros" (Ro-manos 5:8).  

Aceptar el don

Somos contados por justicia úni-camente porque Jesús murió y resucitó por nosotros. Nuestra justicia no depende de la calidad de nuestra obediencia, ni de la calidad de nuestra fe. Jesucristo tiene suficiente fe por todos no-sotros. Todo lo que tenemos que

hacer es asistir a su banquete, al lugar que tiene listo para noso-tros en su mesa. Jesús dijo, "La voluntad de mi Padre es que todo aquel que busque al Hijo y crea en Él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el día postre-ro" (Juan 6:40) Esa es la volun-tad de Dios para nosotros. Usted no debe temer. Usted no debe preocuparse. Solo puede aceptar el don de Dios.

La gracia, por definición, es in-merecida, no la hemos ganado. Es un don gratuito del amor de Dios. Es otorgado a toda persona que simplemente lo acepte. Tal ves necesitamos pensar acerca de Dios en una forma fresca, la forma que la Biblia en efecto lo presenta. Dios es nuestro Reden-tor, no nuestro condenador. Él es nuestro Salvador, no nuestro destructor. El es nuestro Amigo, no nuestro enemigo. Dios está de nuestro lado. 

Ese es el mensaje de la Biblia. Es el mensaje de la gracia de Dios. El Juez está de nuestra parte y nos ama. El no desea atraparnos. El quiere salvarnos y traernos al hogar. De hecho, El hizo todo lo que se necesita para asegurar nuestra salvación. Entonces, ¿por qué no pedir a Dios hoy día que le dé la paz profunda que surge de saber que usted está seguro en sus manos poderosas por toda la eternidad? El ansía escu-charlo. ◊ 

Dios es nuestro Redentor, no nuestro  

condenador.  Él es nuestro Salvador, no nuestro destructor. El es nuestro Amigo, no nuestro enemigo. 

Dios está de  nuestro lado. 

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5  Odisea Cristiana 

 

El progreso de un peregrino 

Deja a Dios ser Dios por Mike Feaze l l

¿Puedo hacerte un par de preguntas personales? No tienes que responder en voz alta; basta con respuestas silenciosas. Las respuestas son para ti, no para mí.

Esta es la primera pregunta: ¿Alguna vez tu hijo ha sido un poco rebelde, irrespetuoso o no colaborador? Y esta es la segunda: ¿Lo castigaste? Re-cuerda, contesta en silencio. No necesitas levantar tu ma-no para responder.

Ahora permíteme preguntarte esto: ¿cuánto duró el castigo? Más al punto: ¿decretaste que el castigo duraría para siempre? La sola idea parece una locura, ¿no es así?

Nosotros, como padres débiles e imperfectos, perdonamos a nues-tros hijos por sus “pecados” con-tra nosotros. Podemos castigar-los, pero me pregunto cuántos de nosotros consideraríamos apropiado castigarlos por el resto de sus o nuestras vidas.

Pero algunos cristianos quisieran que creamos que Dios, nuestro Padre celestial, quien no es débil ni imperfecto, castiga para siem-pre jamás a las personas que nunca ha escuchado el evangelio. Y fascinantemente, esa misma

gente llama a Dios el Dios de gracia y misericordia.

Pensemos en esto por un mo-mento. Jesús nos pide que ame-mos a nuestros enemigos, pero algunos cristianos piensan que Dios no sólo odia a sus enemi-gos, sino que los quema inmise-ricordemente y sin cesar por toda la eternidad.

Jesús oró por los que lo mataron, diciendo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Pero algunos cristianos enseñan que Dios sólo perdona a ciertas personas, a los que él predestinó para perdonarlos desde antes de crear la tierra. Lo cual, si es cier-to, significa que la oración de Jesús no cambió nada.

¿Sobre nuestras cabezas?

¿Con qué frecuencia has escu-chado a alguien dar su “testimo-nio” acerca de cuán miserable y culpable se sentía por no haberle presentado el evangelio a alguien que murió? Un joven líder cris-tiano contó recientemente a un grupo a un grupo de muchachos de escuela, una morbosa historia acerca de cómo él conoció a una persona, habló con ella y sintió una urgente necesidad de pre-sentarle el evangelio, pero no lo hizo durante esa conversación. Luego se dio cuenta de que esa persona había muerto, atropella-

Odisea Cristiana  22 

 

  Rincón de esperanza 

El principio del fin de la ansiedad

p o r P e d r o R u f i á n M e s a

El doctor percibió inse-guridad y ansiedad en las palabras de Esperan-za. Pero no estaba segu-ro de si eran a causa de lo imprevisible del tra-tamiento experimental contra el cáncer que le estaba administrando, o era algo más profundo y espiritual en esencia.

Mientras Andrés meditaba en esto y le pedía a Dios di-rección para servir de la mejor forma posible, física y espi-ritualmente a Espe-ranza, en la cabeza de ella había una

verdadera tormenta de pensa-mientos que fluían más rápida-mente que el preparado de qui-mioterapia lo hacía por sus ve-nas.

Y si no funcionaba el trata-miento y moría pronto, ¿acabaría todo ahí? O, ¿había vida después de la existencia como su madre y

el doctor le habían dicho alguna

vez? Y si era así, ¿cómo recibirla?

Conectada al gotero que le esta-ba suministrando la primera sesión del tratamiento, se sentía frágil, indefensa e incapaz de poder hacer nada más por remediar su enfer-medad.

Aunque se había propuesto a sí misma mantener el control, el temor a lo desconocido le estaba jugando una mala pasada y ya no podía impedir que se manifestara en su rostro.

El doctor, que había estado ac-tualizando su agenda de consultas, se aproximó a su paciente y toman-do una silla se sentó a su lado y le preguntó: “¿Va todo bien? Si sientes alguna molestia que no sea normal me lo dices”. ‘¿Y cómo sabré yo que algo no es normal si es la primera vez que me someto a esta clase de tratamiento?’, le contestó ella.

“Esperanza, me alegra que sigas tan aguda como siempre. Me gus-taría que este tratamiento experi-mental tuviese ya una historia de uso más larga, pero ese no es el caso. Pero estoy seguro que Dios te va a ayudar de todas formas, y no sabes cuánto deseo que tú tuvieses esa misma seguridad”.

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21  Odisea Cristiana 

 

de mi esposa con una hermana – incluyendo nuestros padres – ha habido un total de 12 divorcios.

Mi hermana murió a la edad de 29 años, dejando atrás a dos niños pequeños. Uno de mis hermanos murió en un accidente de coche hace 12 años. Mi padre y uno de mis hermanos eran alcohólicos, muriendo mi padre a los 58 años como resultas del alcohol. Ambos pasaron largas temporadas en la cárcel. Mi pro-pio negocio quebró y me llevó diez años para saldar todas mis deudas. Y como consecuencia de los cambios doctrinales en nues-tra iglesia perdí a muchos bue-nos amigos.

Así que puedo entender con bas-tante claridad cómo se sentía esta señora durante ese periodo turbulento de su vida. A través de todo ello he llegado a saber que Dios me ama y le puedo asegurar a ella con total confian-za que Dios también la ama. Al igual que te ama a ti.

No hay respuestas inmediatas ni fáciles en los momentos de su-frimiento y dificultad. A veces tenemos que perdurar a través del dolor. Solamente en retros-pectiva podemos tener una pers-pectiva más ecuánime y sosega-da de nuestras aflicciones, e incluso entonces nos pregunta-mos, “¿Por qué a mí?

No temas pedir ayuda

No siempre tenemos las respues-tas. En verdad, raramente las

tenemos. A veces la vida es muy injusta y, al igual que Elías tuvo que aprender, caminar con Dios no significa que vayamos a vivir en una burbuja hermética que nos garantiza estar libre de su-frimientos, problemas u horribles depresiones. Así que no tengan miedo en solicitar ayuda profe-sional cuando lo necesite. Y tam-poco tengan miedo en pedir ora-ciones y apoyo.

Antes de que termine, quiero recordarles una última cosa que Pablo escribió.

“¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no esca-timó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?”

“¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?” Romanos 8:31 – 35, El Mensaje Bíblico. ◊

Keith Hartrick es miembro de la revista La Pura Verdad, edición Reino Unido y vive en Brad-ford, Inglaterra.

Odisea Cristiana  6 

 

do por un auto, más tarde ese mismo día.

“Ese hombre está en el infierno ahora mismo”, dijo a los boquia-biertos estudiantes cristianos, “sufriendo una indescriptible agonía”. Luego con una pausa dramática, agregó: “y todo eso está en mis pensamientos”. Les contó cómo tiene pesadillas por lo que ocasionó, y ahora solloza tirado en su cama por la horrible verdad que por su culpa, este pobre hombre sufrirá los tormen-tos del ardiente infierno para siempre.

Me maravillo por la forma en que algunos pueden tan expertamen-te hacer malabares, en una ma-no su fe en que de tal manera amó Dios al mundo que envió a Jesús, y en la otra mano su fe (si, se necesita tener fe) en que Dios es tan inepto para salvar a la gente que los manda al infier-no por NUESTRA incompetencia. Con una parte de sus mentes tienen fe en el poder y amor de Dios, pero creen al mismo tiem-po que las manos de Dios están atadas para salvar a la gente si NOSOTROS no les presentamos el evangelio a tiempo.

“Eres salvo por gracia y no por obras” dicen (correctamente), pero de alguna manera se han desviado hacia la anti-evangélica idea de que el destino eterno final de las personas es determi-nado por NUESTRO éxito o fraca-so en la obra de evangelizar.

Nadie se desliza de los dedos de Jesús

Tanto como los humanos ama-mos a nuestros hijos, ¿cuánto más ama Dios a los suyos? Es una pregunta retórica – Dios los

ama infinitamente más que lo que nosotros somos capaces de amarlos.

Jesús dijo: “¿Quién de ustedes que sea padre, si su hijo le pide un pescado, le dará en cambio una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si ustedes, aun siendo ma-los, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan! (Lucas 11:11-13).

Dios verdaderamente ama al mundo. Y la salvación de lo que Dios ama depende de Dios, no de cuan buenos seamos nosotros para contar la historia del evan-gelio. Y Dios es realmente bueno en lo que hace.

Así que si tú llevas una pesada carga de culpa por alguien a quien no le hablaste del evange-lio antes de que él o ella muriera, ¿por qué no pones esa carga sobre Jesús? Nadie se desliza de sus dedos, y nadie va al infierno por culpa tuya. (Al fin y al cabo, ¿Quién crees que eres?)

Nuestro Dios es bueno y miseri-cordioso y fuerte. Y puedes con-fiar en que él es así para todos, no sólo para ti. ◊

La salvación depende de Dios, no de cuan

buenos seamos noso-tros para contar la

historia del evange-lio. Y Dios es real-mente bueno en lo

que hace. 

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7  Odisea Cristiana 

 

Perdido en  

Nueva Orleans p o r C . B a x t e r K r u g e r , P h . D .

uando tenía 12 años, mis

padres me lleva-ron a mí, a mis dos hermanos y a mi mejor amigo a Nueva Orleans a ver el partido de los Vikingos de Minnesota contra el equipo de los Santos. Consi-deré la oportuni-dad de ir a Nueva Orleans como una gran ocasión ya que venía de un pueblito del sur de Mississippi. Este viaje fue una de las ocasiones es-peciales de mi juventud dado que los Vikingos eran mi equipo favorito de futbol americano.

Las tres horas que duró el viaje para llegar a Nueva Orleans me parecieron un día eterno. Pero, finalmente llegamos y mi padre estacionó el carro. Tomamos el tranvía al viejo estadio Tulane. Fue una tarde maravillosa y el

partido fue todo lo que yo había soñado.

Después del juego, cuando íba-mos bajando por la rampa de salida, volteé sobre el barandal y vi tres autobuses en fila, y reco-nocí a los corpulentos hombres que estaban abordando los transportes, eran los Vikingos. Sin pensarlo, corrí por la rampa y de alguna manera llegué hasta donde estaban los jugadores. Pude saludar de mano a Carl Eller y a unos centímetros al lado estaban Alan Page y Wally Hil-genberg. Además, pude tocar la gorra del entrenador Bud Grant.

C

Odisea Cristiana  20 

 

mente tras uno de sus triunfos más importantes (pueden leer la historia en libro del Antiguo Tes-tamento 1ª Reyes, capítulo 18) que le encontramos exhausto, asustado, deprimido y preparado para poner fin a todo.

La Biblia nos narra cómo salió corriendo hacia el desierto, se sentó bajo un árbol y le dijo a Dios, “Señor, ya no puedo más. Toma mi vida; no soy más que mis antepasados.” 1º Reyes 19: 4-5. Entonces se tumbó debajo del árbol y se durmió.

Seguramente que eso fue lo me-jor que pudo haber hecho. Es muy difícil ver las cosas con cla-ridad cuando estás agotado. Así que Dios le dejó descansar un rato. Y acto seguido, en vez de criticarle por su falta de fe, Dios comenzó a centrarle nueva y cuidadosamente sobre la obra a la que había sido llamado.

Dios comprende

Dios no deshecha a las personas cuando éstas se derrumban. Su amor por nosotros no depende de cuánto le amamos a Él. Los Salmos nos recuerdan:

“Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrande-ció su misericordia sobre los que le temen. Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones. Como el padre se compadece de los hijos, se compadece JEHOVÁ de los que le temen. Porque él conoce nuestra condición; se

acuerda de que somos polvo.” Salmos 103: 11-14.

El amor de Dios por nosotros no depende del estado de nuestra mente o la observación de unas determinadas normas y reglas. Tampoco depende de si estamos saludables y en buena forma o en dificultades o enfermos, ni de si somos gordos o delgados, altos o bajos, jóvenes o menos jóvenes, ni del color de nuestra piel, nuestro trabajo, posición financiera o nuestra familia.

Dios nos ama tanto que en Juan 3:16 se nos dice que él nos dio a su único Hijo por nosotros.

El apóstol Pablo recordó a los Cristianos de Roma, “Porque Cristo, cuando aún éramos débi-les, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por no-sotros.” Romanos 5:6-8

No estás solo

Sé que esto es difícil de enten-der. Somos tentados a pensar, “Si, bien, eso puede ser cierto para muchas personas, pero no para mí.” Y me identifico con ello porque yo también he pasa-do por altibajos en mi vida. Mis padres se divorciaron cuando yo tenía 8 años. Y la verdad es que entre mi familia con dos herma-nos y una hermana, y la familia

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19  Odisea Cristiana 

 

me odia. No le puedo culpar – Yo también me odio.”

La verdad es que esta carta me afectó profundamente. La leí con lágrimas en mis ojos, sintiendo la tristeza de esta persona y el pesar en cada una de sus líneas. Está claro que esta mujer estaba totalmente abatida, desanimada y sufriendo de depresión. No estoy capacitado para ofrecer ayuda en esas áreas, aunque comprendía lo suficiente como para sugerir que ella debería buscar ayuda profesional.

La línea más perturbadora de su carta, la que más resaltaba, la que me gritaba con tono agudo, era esta: “Creo que Dios me odia. No le puedo culpar –Yo también me odio.”

Pues bien, como ministro, y co-mo Cristiano que también ha sufrido sus numerosos altibajos, sí estoy capacitado para ofrecer-la algunos consejos acerca de esto. No hay nadie – nadie- a quién Dios odie.

¿Pero cuántos de nosotros nos sentimos así a menudo, verdad? Quizás no lleguemos al punto de desesperación que esta lectora había alcanzado. Pero sí nos sentimos indignos del amor y protección de Dios, llevándonos incluso a sentir miedo de acudir a Él en oración precisamente por esa indignación que nos inunda.

Desafortunadamente, muchas personas pueden ver la declara-ción de esta mujer como una

falta de fe y preguntarse cómo puede una persona que se consi-dera “cristiana” pensar que Dios la odia. Seguramente le dirían: “No digas tonterías”. Necesitas recuperar la compostura. Deber-ías avergonzarte por pronunciar semejantes palabras acerca de Dios.” Incluso harán referencia a distintas escrituras esperanzado-ras para mostrar que no hay motivo alguno para que un cris-tiano llegue a deprimirse tanto.

Pues, están equivocados.

Sin necesidad de críticas

Y aun suponiendo que estuvieran en lo cierto, esto no es precisa-mente lo que esta señora necesi-ta escuchar en estos momentos. No necesita de crítica ni de co-rrección. Necesita de alguien que la escuche y con quién pueda compartir sus problemas sin pre-juicios ni soluciones instantáne-as. Nuestra sociedad puede lle-gar a machacar tanto a las per-sonas hasta hacerlas sentirse emocionalmente agotadas. Si a esto le añades la presión de con-vivir con una enfermedad que constantemente amenaza tu vida y la comparativamente reciente pérdida de una madre entonces es fácil entender por qué pueden llegar a sentir que Dios les ha maldecido. Le puede suceder aún al siervo más grande de Dios – como Elías.

Poca gente había trabajando tan duro, o arriesgado tanto en el servicio de Dios como lo hizo Elías. Pero, sucedió inmediata-

Odisea Cristiana  8 

 

Está de más decirlo pero parecía que estaba en el cielo.

Al poco rato, de uno en uno lo autobuses se alejaron. Recuerdo que iban por el estadio, daban la vuelta a la izquierda para luego perderse de vista. Cuando se había ido el último autobús, miré a mi alrededor y no había nadie más a la vista. El más grande de los temores se apoderó de mi pequeño corazón. De pronto, me di cuenta que no tenía la menor idea de dónde estaban mis pa-dres, y lo peor, ellos no tenían idea de dónde estaba yo. El páni-co se apoderó de mí. No tenía ni la menor idea de qué es lo que iba a hacer. Mi corazón latía tan rápido que ni siquiera podía pen-sar.

Tenía doce años de edad, en Nueva Orleans, en el estadio Tulane, y estaba oscureciendo. Estaba lejos de poder hacer algo y desde lo más profundo de mi ser sabía que estaba en proble-mas. En algún momento, se me ocurrió buscar a un policía pero no había ninguno. No podía en-contrar a nadie y mucho menos a un policía, y recorrí los alrededo-res del estadio cuando menos tres veces.

Ya para entonces estaba deses-perado y lloroso. Había muchas casas cerca, pero no me animé a ir por ayuda. Lo único que sabía que tenía que hacer era encon-trar mi camino de regreso al carro. Pensé en un momento acerca del tranvía que habíamos

tomado para venir al estadio, pero ¿cuál ruta había sido? La dirección norte o sur de las calles de Nueva Orleans no tenían ningún significado para mí. De cualquier modo, no tenía idea de cuál dirección tomar. Ni siquiera recordaba los nombres de algu-nas de las calles. Tenía algo de dinero en mi bolsillo, así que me subí a un tranvía y le dije al con-ductor que estaba perdido.

Él me dijo que me sentara en la parte posterior del vehículo y que mantuviera mis ojos abiertos, y que si veía algo familiar, que jalara del cable de parada y él se detendría.

Conforme el tranvía iba por la ciudad, me cambiaba de un lado a otro, apoyando mi cara sobre las frías ventanas, esperando,

Esta historia es una viva imagen  

de cómo funciona el cristianismo. No es acerca de normas y reglamentos o de  

tratar frenéticamente de salvarnos a  

nosotros mismos.  El cristianismo es acerca de ser  

encontrados, hallados. 

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9  Odisea Cristiana 

 

sólo esperando ver algo que pu-diera reconocer – un árbol, un edificio, una calle, un carro esta-cionado, quién sabe – tal vez ver a mis padres. Pero no sucedió. Estuve en el tranvía hasta que éste completó su ruta y regresó al estadio. No sabiendo que más hacer, me bajé y caminé alrede-dor del estadio hasta el lugar en donde habían estado los camio-nes de los jugadores. Sólo y atemorizado me senté en un montículo de hojas bajo un roble. Recuerdo que estaba llorando mientras tenía en la mano una ramita, pero ya no tenía más lágrimas. Era una situación terri-ble.

Pero las cosas empeoraron. Con-forme estaba sentado, los doce años de mi vida relampaguearon frente a mis ojos. De pronto, las luces del estadio se apagaron. Nunca había experimentado esa clase de oscuridad. Casi 30 años después, todavía veo las som-bras amenazadoras del lugar y puedo percibir el olor del concre-to y escuchar las hojas acarrea-das por el frío viento. No sé cuánto tiempo permanecí senta-do, pero parecieron horas, y ciertamente me pareció más largo que el viaje que hice en el tranvía hacia el estadio. Estaba tan oscuro, tan sólo y con frío.

Repentinamente, las luces del estadio se encendieron, y antes de que me diera cuenta de lo que estaba pasando, ya estaba co-rriendo alrededor del estadio.

Alguien debió de haber prendido las luces y estaba decidido a como diera lugar encontrar a esa persona. Y entonces, sucedió. Sobre el ruido de mis pasos y el palpitar de mis temores, escuché el sonido más bendito de toda Nueva Orleans, el sonido más bendito que jamás haya escu-chado en mi vida, se escuchó una palabra: “!Baxter! – era mi padre.

Nadie tenía que decirme qué hacer. Nadie tenía qué decirme el significado de esa palabra. Nadie tenía que decirme cómo aplicar esa palabra a mi vida. Mi nom-bre, gritado por mi padre, expre-saba una grandiosa esperanza. Al igual que un gran geyser del parque nacional de Yellowstone, la sobrecogedora tensión fue inmediatamente liberada. El te-mor avasallador y la frenética búsqueda, al igual que los auto-buses, tomaron una vuelta a la izquierda y desaparecieron. Y en su lugar, surgieron las cosas más simples y maravillosas de todas: la seguridad, la confianza, y el descanso…

Esta historia es una viva ima-gen de cómo funciona el cris-tianismo. No es acerca de nor-

Mi nombre gritado por mi padre expresaba una gran esperanza. Nadie tenía 

que decirme cómo aplicar esa palabra a mi vida.  

Odisea Cristiana  18 

 

¡Creo que Dios me odia!

Por Keith Hartrick

oy miembro del consejo de adminis-

tración de una re-vista cristiana británica. No so-mos una agencia de orientación, pero a menudo las personas nos escri-ben para pedirnos ayuda. No estamos preparados para contestar a todas y cada una de las cartas que recibimos, pero hay algunas de las que no podemos igno-rar. Recientemente nuestro editor me mandó precisamen-te una de esas cartas, y me pidió que orase acerca de su contenido.

Permítanme citar algunos extrac-tos de la misma.

“¿Serían tan amables de orar por mí y por mi familia? La semana pasada me comunicaron que nuevamente volvía a padecer de cáncer, la segunda vez en 20

años…. El año pasado me comu-nicaron que era diabética. Estoy asustada. No puedo orar, ya que no sé cómo hacerlo…. Muchos pensamientos negativos me vie-nen constantemente a la men-te…. Mi marido está muy preocu-pado.”

“No tengo amigos en quienes puedo confiar…ellos en el pasado me fallaron. Uno incluso me mal-dijo…. Ahora pienso que todas estas cosas malas me han suce-dido por su maldición. Desde que mi madre murió ha sido una des-gracia tras otra. Creo que Dios

S

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17  Odisea Cristiana 

 

pude y le dije que había sido mi culpa. Muchas veces los meseros tenemos que atribuirnos la culpa.

Me fui a casa una hora más tarde de lo normal y el reverendo to-davía estaba sentado en su me-sa. Así que pedí a otra mesera que limpiara la mesa y me guar-dara la propina. Todavía espera-ba recibir una propina dado que les brindé un servicio excelente.

Pero le voy a dar a ustedes mis lectores una clave libre de cargo: Si salen a comer, recuerden de-jar a sus meseros una propina del 20 por ciento. Si estas perso-nas los hacen sonreír o les pro-vocan una carcajada, o si les han brindado un servicio excepcional (aun cuando las cosas quizás no salieron como se anticiparon), déjenles un pequeño extra. Re-cuerden que hay cosas que están fuera del control de ellos, y que a pesar de eso, están haciendo todo lo posible por servirles de la mejor manera.

El ejemplo de servicio que Jesús nos dio es mucho más real cuan-do se trata de un restaurante. Es cierto que el personal de mese-ros están ahí para servirles, pero cuando tratamos a esas personas con dignidad y simpatía, les es-tamos mostrando el respeto que se merecen. Recuerden que ellos tienen sentimientos y que solo están tratando de ganarse la vida.

Cuando nos portamos educados y generosos con estas personas, estamos sirviéndoles a ellos. De

alguna manera pienso que si Jesús fuera uno de los clientes en un restaurante, se mostraría agradable, delicado y generoso. ◊

CONTÁCTENOS Argentina: Olavarría 4543, (1842) Bo Las Flores, Monte Grande- BA. email: [email protected] Tel. (011) 4295-1698 Colombia: Calle 49 #26-11 Galerías, Bogotá. Teléfono: 3142825 Costa Rica: Apartado 7700, 1000 San José. Chile: Casilla 11, Correo 21, Santiago. Ecuador: Calle 49 #26-11 Galerías, Bogotá, Colombia. El Salvador: Res. Los Girasoles, Senda 3 Ote. No. 23, Santa Tecla. Tels 2242-1095, 22296-277 España: Apdo. 185, 28600 Navalcarnero, Madrid. Estados Unidos: P.O. Box 5005 Glendora, CA 91740-5005. Guatemala: Apartado postal 2489, Guatemala. Honduras: Apartado 20831, Comayagüela. México: [email protected] Perú: Apartado Postal 01-640, Lima 100. Puerto Rico: PMB 2515 P.O. Box 6400 Cayey, PR 00737 Uruguay: Casilla 10976, Sucursal Pluna, 11100 Montevideo. Venezuela: Apartado 3365, Caracas 1010-A. Internet: idm.wcg.org

Odisea Cristiana  10 

 

mas y reglamentos o de tratar frenéticamente de salvarnos a nosotros mismos. El cristianismo es acerca de ser encontrados, hallados. La vida cristiana es acerca de escuchar al Padre de Jesús pronunciar nuestros nom-bres, porque al escucharle decir nuestros nombres, experimen-tamos algo que nunca podríamos crear o mantener por nosotros mismos – una confianza sobre-natural.

La pregunta es, ¿Por qué es tan difícil para nosotros escuchar al Padre de Jesús pronunciar nues-tros nombres? Después de todo, nos ha estado hablando durante toda nuestra vida y nada emo-

cionaría más al Padre que vernos vivir nuestras vidas en este bau-tismo de confianza y de seguri-dad sobrenatural. El problema, tal como se lo puede imaginar, tiene que ver con nosotros; con nuestra propia perspectiva. Ya hablaremos más acerca de nues-tras mentes debilitadas en otro artículo.

Mientras tanto, he aquí una ora-ción:

“Señor Jesucristo, amado, eterno y fiel hijo del Padre, comparte tus oídos conmigo. Dame de tu vista, tu mente, tu compañeris-mo con el Padre, para que conti-go lo pueda conocer, vivir, traba-jar, y jugar en la libertad del Espíritu Santo”. ◊

C. Baxter Kruger es el director de Ministerios Pericho-resis y presidente de una compañía

que fabrica anzuelos y carnadas para pesca. Es escritor y ha pu-blicado siete libros, entre ellos El Gran Baile, Jesús y la Enmienda de Adán, Atravesando todos los Mundos. Para mayor información acerca del Dr. Kruger visite la página de Perichoresis en www.perichoresis.org Esta his-toria fue publicada originalmente en C. Baxter Kruger, El Gran Baile (Jackson, Miss: Editorial Perichoresis, 2000, y Vancouver, British Columbia: Publicaciones Regent College, 2005).

Señor Jesucristo, amado, eterno  

y fiel hijo del Padre, comparte tus  oídos conmigo.  Dame de tu vista,  

tu mente,  tu compañerismo  con el Padre,  

para que contigo  lo pueda conocer,  vivir, trabajar,  

y jugar en la libertad del Espíritu Santo. 

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11  Odisea Cristiana 

 

 Historia de la Iglesia 

Agustín Padre de la iglesia occidental 

P o r P a u l K r o l l

gustín (354-430), me-jor conocido como San Agustín, ha sido lla-

mado como el teólogo cristia-no más relevante “desde los tiempos del Nuevo Testamen-to”1 El nació llamándose Au-relio Agustín en el pueblo norafricano de Tagaste, en lo que es hoy Algeria.

Su padre pagano (no cristia-no), Patricio, había sido un oficial romano y su madre, Mónica, una cristiana devota. Ellos vieron que su brillante hijo fuera a una es-cuela prestigiosa en Cartago a la edad de 17 años, donde estudió retórica. Pronto, el joven Agustín tomó a una joven mujer por con-cubina, con la cuál permaneció por 15 años. Ella le dio un hijo, Adeodato, que significa “dado por Dios.”

Incursionando en la filosofía

Agustín adoptó el maniqueísmo persa cuando tenía 19 años. Sin embargo, esta filosofía falló en

                                                            1 Justo L. González, La Historia de la

Cristiandad, vol.1 (Ed. Harper Collins, 1984), págs. 216, 212.

 

contestar a su inquietante pre-gunta acerca de por qué existía la maldad, por lo tanto, la des-echó después de 9 años de estar en contacto con dicha religión.

A la edad de 29, Agustín deci-dió mudarse a Roma. Su madre, Mónica, preocupada por su estilo de vida y su interés en filosofías paganas, tomó la decisión de acompañarlo. Sin embargo, él logró eludirla zarpando secreta-mente en un navío.

Más adelante, Agustín ganó un puesto como profesor de retórica en la corte imperial de Milán. Llegó a interesarse por la filosof-ía escéptica de los académicos y luego adoptó el neoplatonismo alrededor de la edad de 32, el cuál influiría en su teología.2

                                                            2  Algunos teólogos, en especial Karl

Barth y Thomas Torrance, creen que la influencia del dualismo platónico es la falla principal dentro la estructura teológica de Agustín. Torrance dice que él escuchó a Barth comentar de la teología de Agustín como ¡suses Gift! – “veneno dulce” en alemán! Por otra parte, Torrance habla de De Trinitate (La Trinidad) como una “gran obra suprema” entre las obras

A

Odisea Cristiana  16 

 

la otra mano quemándome los dedos.

Los meseros generalmente no cocinamos, solo servimos, y re-gularmente no es nuestra culpa si la orden está tomando más tiempo de lo normal. El horno de la cocina tiene una cierta capaci-dad y los cocineros no pueden freír al mismo tiempo todos los huevos que los clientes han soli-citado. La mayoría de los mese-ros regresan a la mesa poco des-pués de servir la comida. Esto a veces molesta a algunos de los clientes, pero es a la vez la opor-tunidad para que nos informen con delicadeza si la carne está cruda, o si no está término me-dio como la solicitó, o si la sopa esta fría. 

Para mi es un gusto servir otro plato al cliente si no está satisfe-cho con el que le serví, o calen-tar algo para ellos. Pero me mo-lesta cuando los clientes se eno-jan conmigo, o luego de que se han terminado los alimentos, van y le dicen a los administradores del restaurante que la comida no estuvo a la altura.

Yo tengo sentimientos y de hecho duele cuando las personas me culpan por cosas que están fuera de mi alcance. Desafortu-nadamente, los clientes que asis-ten los domingos después de la iglesia son unas de las personas más rudas y exigentes que me ha tocado atender. El pasado domingo, un Reverendo apareció en el restaurante con una corba-

ta de "Sublime Gracia", la esposa bajo su brazo y acompañado de toda su familia política. Sin per-der un segundo me puso en mi lugar porque le informé con mu-cha delicadeza que el filete de salmón, al que él le había puesto el ojo, se nos había terminado. 

El reverendo me clavó los ojos a través de sus anteojos, y con un aire de reproche y autoridad, me dijo que sería bueno que en el futuro dijera a mis clientes con anticipación cuáles platos del menú se nos habían terminado.

Traté de respirar profundo para poner mis ideas en claro y no lanzarle encima la salsa de bar-becue. Tenía ganas de decirle que yo había estado trabajando desde las 6 de la mañana, que dejé de tomar mi receso para almorzar porque el gerente me pidió que reemplazara a otra mesera, que a menudo en el transcurso del día se nos termi-nan al menos seis platos del menú, que la mayoría de las personas realmente no recuerdan la explicación que la mesera les ha dado acerca de los especiales del día o de la lista de platos que se nos han terminado, y que a la 1:50 pm, yo estaba atendiendo su mesa porque la mesera del turno de las 2 pm todavía no había llegado, y además que es trabajo del anfitrión del restau-rante remover del menú los pla-tos que se han agotado; pero me contuve. Simplemente me dis-culpé tan delicadamente como

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15  Odisea Cristiana 

 

así que para sobrevivir volví a mi trabajo colegial - sirviendo me-sas en un restaurante local alre-dedor de 40 horas a la semana.  

Este es un trabajo que no es glamoroso. Requiere paciencia, prolijidad, habilidad y delicadeza. Yo tomo las órdenes, sirvo la comida y limpio los desperdicios dejados por los clientes. Muchas personas dejan las mesas en un restaurante más sucias de lo que las dejarían en sus propios hoga-res. Después de todo, ellos no son los que tienen que limpiar. Ese es mi trabajo.  

Las propinas

El trabajo de los clientes es dife-rente. Su trabajo es dejar una propina. Ustedes probablemente no se han puesto a pensar que el "salario" de la mayoría de los meseros es muy por debajo del salario mínimo. La Ley Federal de los Estados Unidos, por ejemplo, obliga a los restaurantes a pagar un mínimo de $2.13 la hora a su personal de meseros, asumiendo que las propinas recibidas igua-larán el salario mínimo vigente de $5.15 la hora.

De todo lo que yo vendo, se me descuenta un porcentaje para impuestos, lo que significa que por 40 horas de trabajo a la se-mana yo probablemente recibiré un cheque de $20.00. Y si bien, al final del día, también recibo efectivo por las propinas pagadas con tarjetas de crédito, también se me descuentan impuestos sobre ese dinero.

Al menos, en el lugar donde tra-bajo se me permite retener todas mis propias en efectivo. Otros restaurantes dividen las propinas de los meseros con los mensaje-ros, cocineros, bartenders e in-clusive con otros meseros.  

De tal manera que para que los clientes realmente paguen nues-tro "salario", deberían dejar al menos el 15 o 20 por ciento del total de la factura para la propi-na. En estos tiempos, el 20 por ciento es considerado lo normal (Si los clientes no pueden pagar esa cantidad, entonces deberían al menos ordenar un plato más económico, o no deberían comer en un restaurante con servicio a la mesa).  

Algunas veces he sentido deseos de estrangularlos con las tiras de mi delantal, porque no se dan cuenta lo que sucede detrás del mostrador. Aparte de servir los platos, mi deber es abastecer los dressings para las ensaladas, llenar los envases de hielo, cam-biar los contenedores para los jugos, cortar los pasteles y crear postres atractivos. A la vez pue-do tener entre cinco y ocho me-sas que también demandan mi atención, cada una con pedidos diferentes.  

Por eso quizás muchas veces no pueda recoger ese vaso que ne-cesita ser llenado con más bebi-da cuando a la vez tengo siete platos que se balancean en una bandeja gigante y un octavo en

Odisea Cristiana  12 

 

Muy pronto su madre logra verlo en Milán rogándole que asistiera a la congregación del ilustre obispo Ambrosio (340-397). Obedientemente, Agustín consiente. Ambrosio fue capaz de contestar de manera concreta las objeciones que Agustín tenía acerca de la Biblia y de la fe cris-tiana.

Agustín empieza ahora a tener una batalla en contra de sus impulsos carnales. Este conflicto está patéticamente resumido en su ruego al Señor en su retros-pectiva autografía espiritual, Confesiones, “Dame castidad y continencia, solamente que to-davía no.”3

Conversión y bautismo

La conversión de Agustín ocu-rrió en el verano del 386. En sus Confesiones él describe su emo-tiva oración en medio de un jardín de Milán, suplicando a Dios que le purificara de sus pensa-mientos y hábitos impuros:

“Estaba diciendo estas cosas y llorando en el más amargo arre-pentimiento de mi corazón, cuando de pronto, escuché la voz de un niño o de una niña –no sé

                                                                de la teología cristiana. Véase Karl Barth: Teólogo Bíblico y Evangélico, Thomas F. Torrance, págs. 4-7, 122, 138, 156, 172, 185, 189, 194, 197. 

3 Agustín, Confesiones, traducido por

E.B. Pusey, en el sitio web http://ccat.sas.upenn.edu/jod/augustine/Pusey/book08 

cuál- que venía de una casa cer-cana., la voz canturreaba una y otra vez, ‘Tómalo, lee; tómalo, lee.”4

Agustín corrió hacia una banca en donde había dejado el libro de Romanos. “Lo tomé con ansia, lo abrí, y en silencio leí el párrafo en donde mis ojos posaron: An-demos como de día, honesta-mente; no en glotonerías y bo-rracheras, no en lujurias y lasci-vias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne (Rom. 13:13-14)”5

Asimismo, Agustín explica que cuando leyó el pasaje “entró a mi corazón algo como la luz de una

                                                            4 William C. Placher, Lecturas en la

Historia de la Teología Cristiana, pág. 105, “Las Confesiones,”, libro 8, cap. 12.29. 5 ídem 

Después de su bautismo, le acontece una doble 

tragedia. Su devota madre muere repentinamente así como también su 

amado hijo adolescente, Adeodato. Pasado un tiempo, Agustín es lite‐ralmente reclutado al sa‐cerdocio por el obispo y los creyentes y fue orde‐

nado en el 391 

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seguridad absoluta, y la oscuri-dad de la duda desapareció por completo”6

Después del estudio y conse-jería prebautismal, Agustín, de 33 años y su hijo fueron bautiza-dos por el obispo Ambrosio el 24 de abril de 387, en una tarde de Pascua. Agustín hace mención de su bautismo en una significativa declaración de sus Confesiones, “Fuimos bautizados, y la ansie-dad por nuestra vida pasada desapareció de nosotros.”7 Gra-dualmente, dejó su vida pasada, su carrera en retórica y a su compañera concubina.8

Muy pronto, después de su bautismo, le acontece una doble tragedia. Su devota madre mue-re repentinamente así como también su amado hijo adoles-cente, Adeodato.

Después de un período de pro-fundo dolor, Agustín zarpa hacia Noráfrica en agosto de 388. En ese lugar, esperaba vivir una vida ascética y contemplativa, estudiando las escrituras y re-dactando tratados teológicos. Sin embargo, su esperanza pronto se

                                                            6 ídem 7 Agustín, Confesiones, traducido por

E.B. Pusey, en el sitio web http://ccat.sas.upenn.edu/jod/augustine/Pusey/book09 8  En este tiempo, Agustín se había juntado con una joven por consejo de su madre, pero la novia era dema-siada joven para el matrimonio. Des-pués, tomó otra mujer por un corto período de tiempo. 

desvanecería. En una ocasión, mientras asistía a un culto en la población de Hippo en el año 391, su presencia fue puesta en evidencia cuando el obispo Vale-rio, oró públicamente para que “alguien” viniera a pastorear la congregación.

Pasado un tiempo, Agustín es literalmente reclutado al sacer-docio por el obispo y los creyen-tes y fue ordenado en el 391. Cuatro años más tarde, a la edad de 42, Agustín es ordenado co-obispo de Hippo. Y más tarde, cuando fallece Valerio, Agustín llega a ser el obispo principal.

Agustín continuó escribiendo extensamente a lo largo de su vida. Fue el autor de más de 100 tratados cristianos, 200 cartas y 400 sermones, todos cubriendo importantes áreas de la teología cristiana occidental. Calvino, Lutero y otros teólogos de la Iglesia Católica Romana cada uno acudía a los escritos de Agustín durante la reforma pro-testante, convirtiéndolo de esa manera como el “precursor de la Reforma”9

Agustín escribió por más de cuatro décadas, combatió herej-ías y lidió con problemas pasto-rales y de la iglesia. Murió el 28 de agosto de 430, mientras que los vándalos estaban en su tercer mes de asedio a la ciudad. ◊

                                                            9 Philip Schaff, Historia de la Iglesia Cristiana, vol. 3, págs. 1017-18, 1020. 

Odisea Cristiana  14 

 

Confesiones  de una mesera a tiempo parcial 

P o r B r e n d a P l o n i s

ervir las mesas en un restaurante no me deja mucho tiempo libre,

pero me gustaría contarles un poco acerca de mi trabajo. 

Trabajar como mesera es una forma rápida de obtener dinero sin la necesidad de poseer altas habilidades; pero eso no significa que es un trabajo fácil. 

Yo fui mesera toda mi etapa es-

colar. Durante la siguiente déca-da, recorrí el mundo y trabajé para Mercy Ships. Este año re-gresé a casa y antes de casarme viví con mi mamá durante unos meses. Colaboré como escritora en algunas revistas y un periódi-co local, y fui voluntaria con varias organizaciones no lucrati-vas en proyectos de corto plazo. Lamentablemente ese tipo de trabajo no deja mucho dinero,

S

Señor, por lo que van a recibir, por favor, por favor, haz que sean generosos.