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Sobre el Caleuche y otras realidades Juan Redmond Instituto de Filosofía Universidad de Valparaíso Conicyt Antiguamente fueron los cíclopes y los dragones rugientes, ahora Quimeras biotecnoló- gicas, transgénicos sabrosos e híbridos de cuatro patas resumen la nueva generación de “en- tes” que han irrumpido en la tridimensionalidad kantiana de la existencia, para quedarse con nosotros para siempre. Parecen haber caído de un libro de Jules Verne mal acomodado en la biblioteca o haber desembarcado del Caleuche en el puerto de Valparaíso, viaje en primera clase. ¿Pero es que han estado siempre allí? ¿Y dónde es precisamente allí? Pues antes de que aterrizaran en nuestras vidas, ni la misma ciencia parecía querer ocuparse del asunto. En efec- to, a pesar de que en diferentes ocasiones ejemplos de la mitología y de la literatura han sido empleados como fuente significativa de enigmas y de contraejemplos que han servido para guiar el desarrollo de diferentes teorías, la ficción ha sido considerada siempre un tema se- cundario (incluso en Filosofía). Por ello quienes se han ocupado y se siguen ocupando de este tema comparten una presuposición más o menos generalizada sobre la naturaleza de las fic- ciones: que son cosas extrañas, inusuales y muy diferentes de las cosas ordinarias que nos rodean en nuestro trabajo o en nuestra casa. Pero hagamos la pregunta de un modo más elemental: ¿es que acaso hay ficciones? Pero cuando reconocemos que gran parte los seres humanos han compartido sus vidas con seres como el viejito pascuero (Papa Noel), la cigüeña que trae los bebés recién nacidos, seres naci- dos de muchas mujeres al mismo tiempo, dragones, etc., la pregunta parece absurda. Respon- deríamos sin dudar que hay tantas que conocemos más ficciones que seres humanos. Sin em- bargo, con la misma convicción, les atribuimos aquello que es considerado en general su ca- racterística más importante: la no existencia. Desde nuestra infancia, entonces, hemos pasado nuestro tiempo con cosas que no existen. La noción de existencia que resuena en estas frases, alude intuitivamente a lo que se presenta en el espacio y el tiempo. Aquello que hace del dragón de la Canción de los Nibelungos una ficción, a diferencia de aquella gaviota que veo reposar en un tejado desde mi ventana, es que el dragón no habita el universo espacio- temporal. Para tranquilizar a los niños les decimos: los dragones no existen. Pero, como señalamos más arriba, compartimos nuestras vidas con cosas calificadas de existentes pero que jamás encontraremos en el espacio y el tiempo. En realidad, espacio y tiempo son tan restringidos para los seres humanos que, si nos atenemos a sus limitaciones, ciertos conocimientos usuales serían imposibles. Por ejemplo, un joven que estudia la Historia de un cierto país, jamás podrá toparse con los portadores de los nombres ilustres señalados en el libro. Del mismo modo, en la clase de Biología, aprenderá sobre seres vivos que salvo en circunstancias extraordinarias, nunca conocerá personalmente. Incluso aún, la delicada cues- tión (en la que no entraremos en nuestro trabajo) de la propuesta de partículas, cuerpos sin masa ni rozamiento y otras especies de objetos inexistentes que pueblan los libros de ciencia. Por consiguiente, no es absurdo, según me parece, que de manera similar nos encami- nemos en prácticas que involucran hombres y mujeres que jamás encontraremos en nuestra vida cotidiana, tales como Don Quijote, Madame Bovary. Se trata, en efecto, de personajes de ficción que nos hacen soñar, experimentar alegría, rabia y tristeza, a pesar de que no existen.

Sobre el Caleuche y otras realidades

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Juan RedmondInstituto de FilosofíaUniversidad de Valparaíso

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  • Sobre el Caleuche y otras realidades Juan Redmond

    Instituto de Filosofa Universidad de Valparaso

    Conicyt

    Antiguamente fueron los cclopes y los dragones rugientes, ahora Quimeras biotecnol-

    gicas, transgnicos sabrosos e hbridos de cuatro patas resumen la nueva generacin de en-tes que han irrumpido en la tridimensionalidad kantiana de la existencia, para quedarse con nosotros para siempre. Parecen haber cado de un libro de Jules Verne mal acomodado en la biblioteca o haber desembarcado del Caleuche en el puerto de Valparaso, viaje en primera clase. Pero es que han estado siempre all? Y dnde es precisamente all? Pues antes de que aterrizaran en nuestras vidas, ni la misma ciencia pareca querer ocuparse del asunto. En efec-to, a pesar de que en diferentes ocasiones ejemplos de la mitologa y de la literatura han sido empleados como fuente significativa de enigmas y de contraejemplos que han servido para guiar el desarrollo de diferentes teoras, la ficcin ha sido considerada siempre un tema se-cundario (incluso en Filosofa). Por ello quienes se han ocupado y se siguen ocupando de este tema comparten una presuposicin ms o menos generalizada sobre la naturaleza de las fic-ciones: que son cosas extraas, inusuales y muy diferentes de las cosas ordinarias que nos rodean en nuestro trabajo o en nuestra casa.

    Pero hagamos la pregunta de un modo ms elemental: es que acaso hay ficciones? Pero

    cuando reconocemos que gran parte los seres humanos han compartido sus vidas con seres como el viejito pascuero (Papa Noel), la cigea que trae los bebs recin nacidos, seres naci-dos de muchas mujeres al mismo tiempo, dragones, etc., la pregunta parece absurda. Respon-deramos sin dudar que hay tantas que conocemos ms ficciones que seres humanos. Sin em-bargo, con la misma conviccin, les atribuimos aquello que es considerado en general su ca-racterstica ms importante: la no existencia. Desde nuestra infancia, entonces, hemos pasado nuestro tiempo con cosas que no existen. La nocin de existencia que resuena en estas frases, alude intuitivamente a lo que se presenta en el espacio y el tiempo. Aquello que hace del dragn de la Cancin de los Nibelungos una ficcin, a diferencia de aquella gaviota que veo reposar en un tejado desde mi ventana, es que el dragn no habita el universo espacio-temporal. Para tranquilizar a los nios les decimos: los dragones no existen.

    Pero, como sealamos ms arriba, compartimos nuestras vidas con cosas calificadas de

    existentes pero que jams encontraremos en el espacio y el tiempo. En realidad, espacio y tiempo son tan restringidos para los seres humanos que, si nos atenemos a sus limitaciones, ciertos conocimientos usuales seran imposibles. Por ejemplo, un joven que estudia la Historia de un cierto pas, jams podr toparse con los portadores de los nombres ilustres sealados en el libro. Del mismo modo, en la clase de Biologa, aprender sobre seres vivos que salvo en circunstancias extraordinarias, nunca conocer personalmente. Incluso an, la delicada cues-tin (en la que no entraremos en nuestro trabajo) de la propuesta de partculas, cuerpos sin masa ni rozamiento y otras especies de objetos inexistentes que pueblan los libros de ciencia.

    Por consiguiente, no es absurdo, segn me parece, que de manera similar nos encami-

    nemos en prcticas que involucran hombres y mujeres que jams encontraremos en nuestra vida cotidiana, tales como Don Quijote, Madame Bovary. Se trata, en efecto, de personajes de ficcin que nos hacen soar, experimentar alegra, rabia y tristeza, a pesar de que no existen.

  • En general, las inquietudes filosficas respecto de las ficciones son de dos tipos: semn-

    ticas y ontolgicas. Desde un punto de vista semntico se pone en duda si es necesario recu-rrir a entidades ficcionales para dar una significacin a una parte del lenguaje natural. E inclu-so si esto ltimo fuera reconocido como obligatorio, sera necesario explicar cmo es que ciertos componentes de las frases se refieren a entidades tan difciles de situar como son las ficciones. En otras palabras, retomando la pregunta del inicio, cmo es posible que haya cosas que no existen? Es que acaso la existencia es un predicado sobre objetos? Lo problemtico de esta pregunta apunta directamente a la nocin de objeto no-existente, en particular para los que se inscriben en la perspectiva de Hume1 para quien pensar en un objeto es pensar en algo existente. De ello tendramos que el concepto de un objeto incluira el concepto de existencia y de tal modo el concepto de un objeto no-existente sera una contradiccin. Las ideas de Hume estn presentes en la obra de Immanuel Kant (Kant, 1781/1789. B626, 627/A598, 599). Pero este ltimo, a diferencia de Hume, rechaza la idea de que la existencia sea un predicado real de objetos. El inters de Kant se focalizaba en la demolicin de del argumento ontolgico que pretenda que en el concepto de dios el ser que rene todas las perfecciones la exis-tencia no poda no estar presente. En este sentido, pensar en dios es pensar en un dios existen-te. La respuesta kantiana es a menudo considerada como una anticipacin de la semntica elaborada por Gottlob Frege, en la cual la existencia no es un predicado que se aplica a los objetos sino a otros predicados. Siguiendo las ideas de Frege, e indirectamente las ideas de Kant, si la existencia no es un predicado, tampoco lo es la no-existencia como atributo de aquello que no tiene existencia. De este modo, segn Frege, decir de un objeto que es no exis-tente es una suerte de sin sentido que ha sido posible por no respetar las reglas sintcticas de la lgica. Decir que hay un objeto es equivalente a decir que el objeto existe: Hay y existe son equivalentes y su contrapartida formal es el cuantificador existencial . En consecuencia, en la tradicin lgica que encabeza Frege, este cuantificador posee compromiso ontolgico.

    Por el contrario, si queremos considerar a las ficciones como objetos no-existentes, pa-

    rece que la primera modificacin que debemos hacer es alejarnos de la tradicin Hume-Kant-Frege. Es decir, debemos considerar la existencia como un predicado aplicable solo a ciertos individuos. En ese sentido, desde el punto de vista del lenguaje natural, deberemos diferenciar entre las expresiones hay objetos no-existentes y existen objetos no-existentes. Esto lti-mo es el punto de vista de filsofos como Alexious Meinong2 para quien las expresiones hay y existe son irreductibles la una a la otra. En efecto, formalizando su perspectiva, el enunciado hay un x tal que se expresa como x(x) ; y el enunciado existe un x tal que se expresa como x(E!x x), donde E! corresponde al predicado existe. En estas expresiones el cuantificador existencial no posee ningn compromiso ontolgico.

    Otros pensadores preocupados por lo no existente, como es el caso de Graham Priest,

    afirman que no hay ninguna diferencia entre ambas expresiones. Tanto hay como existe (there is y there exists) dicen lo mismo y ambas estaran comprometidas ontolgicamente. Con la ayuda de un cuantificador ontolgicamente neutro () y de un predicado de existencia E, Priest traduce Hay (o existe) algo de color rojo del siguiente modo: x(Ex&Rx)3. En este mismo lenguaje, podemos decir Algo es rojo , que se traduce como xRx y no nos 1 The idea of existence, then, is the very same with the idea of what we conceive to be existent. To reflect on any thing simply, and to reflect on it as existent, are nothing different from each other. That idea, when conjoined with the idea of any object, makes no addition to it. Whatever we conceive, we conceive to be existent. Any idea we please to form is the idea of a being; and the idea of a being is any idea we please to form. (Hume, 2000, Livre I, Partie II, Section VI) 2 Meinong, 1904. 3 Priest, 2005, p.14.

  • comprometemos con la existencia de ninguna cosa. Del mismo modo podemos decir que Al-go no existe y traducirlo as: x(Ex).

    De este modo vemos como, en estas perspectivas que se alejan de la tradicin iniciada

    por Frege, sea cual fuere el tipo de cuantificador que se utilice, es el predicado de existencia E el que permite establecer la distincin entre ciertas cosas que aparecen en las historias de fic-cin (cosas que no existen) y objetos reales (localizables en el espacio y el tiempo). Otra op-cin interesante es rechazar el uso de un predicado de existencia y aceptar que hay o que existen se expresa de otro modo para las ficciones.

    Respecto del punto de vista ontolgico, existe un gran desacuerdo entre los filsofos

    respecto de la naturaleza de los objetos no-existentes. Si no se encuentran entre nosotros como el resto de los objetos concretos que nos rodean, qu clase de cosas son? Diferentes respuestas han sido dadas a esta pregunta, y cada una corresponde a un enfoque filosfico particular: entidades abstractas, entidades posibles, no-existentes de tipo meinongiano, etc. Para todas y cada una la cuestin fundamental es determinar qu tipo de relaciones guardan con los objetos reales y concretos de nuestro mundo.

    Uno de los primeros trabajos de investigacin filosfica que se ocupa de objetos no-

    existentes es el artculo de Alexius Meinong titulado Teora de los objetos. En este trabajo, Meinong propone un principio de intencionalidad que afirma que todo acto mental (pensar, inquirir, imaginar, temer, etc.) es caracterizado por un direccionamiento intencional. Es decir, todo acto mental es un acto orientado hacia o dirigido hacia un objeto. Pero este algo, en efecto, no debe ser necesariamente existente. Por ejemplo, inquirir es siempre inquirir sobre algo. Lo mismo para imaginar, temer, pensar o buscar. Las aventuras de Lope de Agui-rre en Amrica de Sur, el conquistador espaol del siglo XVI que buscaba El Dorado una ciudad cubierta de oro, constituye uno de los casos ms clebres de un acto dirigido a un obje-to inexistente. Tenemos entonces que los actos mentales pueden estar dirigidos hacia cosas que no existen, con la cual queda en cuestin el principio de intencionalidad. Puesto que si se trata de actos dirigidos a inexistentes, qu cosa era ese inexistente hacia el cual Aguirre diriga su bsqueda? Por no renunciar a este principio, algunos filsofos como Brentano (Brentano, 1874) sostienen que la intencionalidad no es una relacin y por ello no requiere de la existencia de un objeto como destino de un acto mental.

    El tema parece ser si es necesario postular ficciones. Diremos postular en un principio

    para luego ver si los que postulan creen que existen actualmente o en mundos posibles, o que se trata de ficciones en una de esas dos instancias aunque no existen. Podemos decir que en trminos generales la cuestin ontolgica se divide entre postulacionistas y no postulacionis-tas. Estos ltimos, armados con la navaja de Guillaume de Ockham, acusan a los primeros de poco parsimoniosos, es decir, de extender la ontologa ms all de lo necesario. Y este es el punto, justamente, si es necesario o no postular estas entidades y las consecuencias semnticas de optar por una u otra perspectiva.

    Otra perspectiva que desde el punto de vista ontolgico realiza una contribucin impor-

    tante es la teora artefactual de Amie Thomasson. La perspectiva artefactual de Thomasson, inspirada en teoras de la intencionalidad des-

    arrolladas por la tradicin fenomenolgica (Husserl, Ingarden), pone en el centro de su anli-sis la relacin de dependencia ontolgica y acua una nueva nocin de obra literaria y de per-sonajes ficticios asimilndolos a artefactos abstractos creados y dependientes. La dependen-

  • cia que mantienen es de naturaleza doble: histrica y constante. La dependencia histrica la conservan con el autor y es una relacin rgida (con un solo objeto) que permite concebir las ficciones como creaciones, es decir, entidades que han sido generadas por un individuo es-pecfico que las ha trado al mundo (como si se tratara del nacimiento de un ser humano), en un momento determinado de la historia y por medio del acto mismo de escritura.4 La dimen-sin temporal exigida por esta dependencia requiere la introduccin de una escala temporal, que en trminos lgicos se traduce como una perspectiva modal bidimensional (Fontaine & Rahman, 2010). La dependencia constante se mantiene con las copias de la obra literaria (es una dependencia genrica) y es lo que les permite seguir existiendo. El autor las hace nacer y las copias de la obra original permiten que la obra siga existiendo. Mantener o no una dependencia constante es cosa de vida o muerte para las ficciones. En efecto, en la perspectiva de Thomasson, la muerte de las ficciones es posible ante la destruccin o desaparicin (premeditada o no) de todas las copias o la copia de una obra -al modo de Ernesto Sbato que nos habla de ciertas obras suyas, inditas, y devoradas por el fuego. Cabra citar tambin El nombre de la rosa de Umberto Eco cuya intencin es fundamentar la novela en la posibilidad de destruir para siem-pre un texto a travs de la eliminacin de toda dependencia constante. Recordemos que Um-berto Eco informa que el personaje del monje ciego que ejecuta la tarea le fue inspirado por Borges. Sobre la base de la relacin de dependencia ontolgica, Thomasson propone la distincin en-tre entidades independientes (aquellas que no precisan de otras entidades para existir) y enti-dades dependientes: los artefactos (entre las cuales se ubican las ficciones), que dependen histrica y constantemente de otras entidades en el espacio y el tiempo. No obstante, como hemos hecho notar en otro trabajo (Fontaine & Redmond & Rahman, 2009), esta distincin al interior de la perspectiva de Thomasson no es suficiente para explicar la dinmica ontolgica que caracteriza cierto tipo de historias de ficcin. En efecto, toda perspectiva que parte de una escisin esttica que no va ms all de una dis-tincin bipolar entre objetos reales y ficciones es insuficiente, a nuestro entender, para com-prender los dinamismos ontolgicos que caracterizan los relatos de ficcin donde los protago-nistas van cambiando de ropaje existencial a lo largo del relato. En este sentido, como men-cionamos ms arriba, la obra de Borges es ejemplar puesto que sus personajes y los universos donde habitan cambian dinmicamente de ficciones a reales. Esto ltimo es el caso de la brjula o el cono de Tln que aparecen en el mundo real (Borges, 1997: 36) o descubren que son el sueo de alguien que los est soando, como el protagonista de Las ruinas circulares (Borges, 1997: 56-65) La crtica que Thomasson dirige a los irrealistas apunta, principalmente, a los descripcionistas y su tcnica de la parfrasis (ver ms abajo), y a las nociones de pretense y de make-believe. El inconveniente mayor de la perspectiva descripcionista es que la tcnica de la parfrasis vuelve falsa toda expresin que concierna personajes ficticios excepto cuando se afirma su no-existencia. Pero este modo de entender las expresiones se confronta con otras perspectivas tericas que afirman que el discurso externalista que postule Don Quijote es un personaje ficticio es verdadero. Las nociones de pretense y make believe (fingir y de hacer creer), principalmente en la perspectiva de Kendall Walton, tambin resultan insuficientes para ana- 4 Cabe sealar que para Thomasson, si bien la obra literaria se compone de palabras, el personaje ficcin se crea

    al ser representado en la obra literaria, es decir, es creado por palabras: a fictional character is created by being represented in a work of literature (Thomasson, op. cit. p.13)

  • lizar la dimensin de lo ficcional en el discurso externo. En efecto, en expresiones del tipo Don Quijote es una creacin de Cervantes no se finge con respecto a Don Quijote, no se lo considera un ser humano sino un personaje de ficcin. Con respecto a los realistas, la crtica de Thomasson va dirigida principalmente hacia las con-tribuciones de Edward Zalta (Propiedades codificadas y propiedades ejemplificadas) y Teren-ce Parsons (Propiedades nucleares y propiedades extranucleares) a la obra de Alexius Mei-nong. El filsofo austraco es conocido principalmente por su libro Teora de los objetos pu-blicado en 1904 (Meinong, 1904), donde distingue, bsicamente, tres tipos: objetos que pue-den existir (como una montaa o un pjaro), los que no pueden jams existir pero que subsis-ten [bestehen] (como los objetos matemticos) y, un tercer tipo que Meinong designa como los objetos imposibles (el crculo cuadrado) que simplemente estn dados [Gegebenheit]. Este tipo se da en Borges, lo ilustra el caso de la rueda herrumbrada (Borges, 1997: 32)

    No obstante, el haber dado una solucin ontolgica a la situacin de las entidades fic-cionales, no significa haber resuelto de manera satisfactoria los problemas semnticos, espe-cialmente los que conciernen la referencia. Algunas perspectivas anteceden el estudio semn-tico a las decisiones ontolgicas. En efecto, la presencia de trminos ficcionales singulares (nombres de objetos y personajes no existentes), continua siendo un problema para el anlisis semntico del lenguaje. Uno de estos problemas consiste en determinar el valor de verdad de los enunciados existenciales negativos. Por ejemplo, cuando se afirma que El Dorado no existe, puesto que parece imposible negar la existencia de un objeto sin caer en una contra-diccin. Las razones de esto ltimo pueden ser enunciadas del siguiente modo: (i) solo los enunciados con significado pueden ser verdaderos; (ii) la significacin de un enunciado se compone a partir del significado de sus partes; (iii) si un trmino singular k posee una signifi-cacin, entonces denota o se refiere a alguna cosa; entonces, (iv) si k denota o se refiere a algo, el enunciado k no existe ser siempre falso. En el caso del Dorado tendramos como punto de partida que el enunciado El Dorado no existe es verdadero (lo que parece intuiti-vamente razonable, puesto que nunca se hall tal ciudad ni parece factible que la encuentren en nuestros das), en consecuencia el enunciado El Dorado no existe es falso. Puesto que si es verdadera cada una de sus partes deben poseer un significado, entonces El Dorado denota alguna cosa, por ende el enunciado es falso. En resumidas cuentas, o bien el trmino singular El Dorado denota algo y el enunciado es falso, o bien el trmino El Dorado no denota nada y el enunciado no es ni verdadero ni falso.

    Una de la soluciones al problema de los enunciados negativos de existencia procede de

    un artculo celebre, On denoting de Bertrand Russell, considerado por muchos como el acta de nacimiento de la filosofa analtica. Sirvindose de instrumentos lgicos recin inventados los cuantificadores de Frege la solucin consiste en parafrasear enunciados del tipo El Dorado no existe de tal modo que queden reducidos a expresiones cuantificadas existencial-mente donde los trminos singulares desaparecen. El procedimiento se desarrolla en dos pa-sos:

    1. A cada trmino singular se le atribuye una descripcin definida. Para El Dorado, por ejemplo, la descripcin que le corresponde es la siguiente: Ciudad mtica sudamericana re-cubierta de oro y riquezas.

    2. siguiendo la teora de las descripciones definidas de Russell, una vez reemplazado el trmino singular por la descripcin que le corresponde, el enunciado La ciudad mtica suda-mericana recubierta de oro y riquezas no existe ser parafraseada como Existe un individuo x, tal que x es una ciudad mtica sudamericana recubierta de oro y riquezas.

  • Con esta tcnica los nombres o trminos singulares desaparecen y las aserciones son traducidas por expresiones que comienzan por un cuantificador existencial ontolgicamente comprometido y dentro de cuyo alcance se ubican los predicados. No olvidemos que para Frege los cuantificadores son predicados de segundo orden. De tal suerte, todas las expresio-nes a propsito de ficciones sern falsas a excepcin de la negacin de su existencia.

    Sin embargo, la solucin propuesta por la teora de las descripciones definidas es bas-

    tante decepcionante para quienes pensamos en una teora de ficciones. Puesto que justamente todos los enunciados a propsito de las ficciones sern falsos a excepcin de la afirmacin de su no existencia. De este modo, aunque sea verdad que la ciudad mtica sudamericana recu-bierta de oro y riquezas no existe, ser falso no solo que La ciudad mtica sudamericana recubierta de oro y riquezas es una ciudad sino tambin que La ciudad mtica sudamericana recubierta de oro y riquezas no es una ciudad.

    La justificacin de esta manera de abordar el tema por la tradicin Frege-Russell es bien

    especfica: en ciencia resulta ms cmodo no hablar ms que de cosas reales. Queremos ra-zonar con la ayuda de una experiencia mental en la cual las proposiciones contrafactuales sean otra cosa que enunciados existenciales falsos? Pues en ese caso debemos considerar que los objetos de la experiencia mental son elementos del dominio y acto seguido aplicarles la bien conocida lgica clsica de primer orden. Es decir, debemos razonar como si el mundo descripto por la experiencia fuera real y para ello no es necesario otra cosa que una lgica clsica. Lo que no puede hacerse claramente es razonar entre dos dominios (el de los existen-tes y el de los no existentes). En esta misma tradicin existe otra posibilidad que podramos llamar la estrategia de Hilbert y que consiste en considera la totalidad de los objetos del dominio como meros signos y de tratar esos signos con operaciones.

    Adems de esta consecuencia no deseable, existe otra dificultad respecto de los trmi-

    nos singulares puesto que parece no haber una conexin estricta entre los nombres propios y las descripciones definidas que les corresponden (o les hacemos corresponder). A veces usa-mos nombres sin reflexionar y sin adjudicarles ninguna descripcin definida. Sober todo en los casos donde no poseemos ninguna. Por ejemplo para ciertos personajes literarios de los cuales solo conocemos el nombre. En otros casos tenemos que la descripcin cambia sin que el nombre deje de sealar al mismo individuo. Por ejemplo Aristteles ser siempre Aristte-les aunque se descubra que no naci en Estagira. Por estas razones es que se vuelve difcil una generalizacin estricta de la aplicacin de la tcnica de parafrasear por medio de descripcio-nes.

    Adems debemos tener en cuenta de que en el discurso cientfico tambin hay descrip-

    ciones desprovistas de referencia. Por ejemplo la descripcin el mayor de los nmeros natu-rales. Se trata de un vaco significativo que Gottlob Frege pretendi remediar estipulando al nmero 0 como referente. Aqu mismo, en el anlisis del discurso ficcional, es donde se hacen evidentes los lmites de la perspectiva de Frege. En efecto, ciertos enunciados, aunque no fi-guran en una historia de ficcin, poseen una referencia. Es el caso de la ficcin histrica don-de encontramos enunciados del tipo Napolen es un general francs, en el cual todos los trminos refieren. Sin embargo, Frege se hubiera negado a darle un valor de verdad pero por otras razones.

    Otra de las soluciones al tema de la referencia es la explicitacin de los presupuestos

    existenciales en la semntica de los lenguajes formales. Desde el punto de vista de la lgica clsica, la significacin de los trminos singulares (su contribucin a la significacin total del

  • enunciado donde ellos aparecen) es el objeto que denotan; por otro lado, los cuantificadores son concebidos como poseyendo compromiso ontolgico (ellos reenvan a objetos existentes en un dominio). As, tanto para los trminos singulares como para los cuantificadores, la semntica de la lgica clsica presupone siempre que no nos ocupamos de otra cosa que de cosas existentes. Esta presuposicin se traduce en ciertos principios de la lgica clsica espe-cialmente la generalizacin existencial. En efecto, el principio de generalizacin existencial afirma que si es verdad que la condicin P se aplica a un individuo k, entonces es verdad que existe una cosa a la cual se aplica la condicin P. En otras palabras, si la condicin P se aplica al individuo k, el individuo k debe existir. En consecuencia, desde un punto de vista lgico, debemos buscar una perspectiva libre de estos presupuestos. Una perspectiva en la cual la generalizacin existencial sera un obstculo. Suprimiendo este principio podemos elaborar una lgica que cuente entre sus elementos sintcticos con trminos singulares que no denotan cosas existentes. Henri Leonard (Leonard, 1956) y Karel Lambert (Lambert, 2003), entre otros, han desarrollado nociones fundamentales en este sentido.

    Ahora bien, es posible un estudio lgico sobre las ficciones? Con qu derecho se podra realizar un anlisis lgico de la ficcin? Solo a condicin de aclarar este punto es que podre-mos elaborar una lgica de la ficcin. Es con The Logic of Fiction de John Woods publicada en 1974, que uno encuentra una contribucin importante.

    Como punto de partida para responder a esta pregunta, Woods considera apropiada la

    distincin fregeana entre lgica matemtica y lgica filosfica. Esta ultima (que la encontra-mos, por ejemplo, en Sinn und Bedeutung) es la que estudia propiedades como referencia, verdad e inferencia en los lenguajes naturales. Estas mismas nociones aparecen en los trata-mientos matemticos de la lgica pero de un modo ms ingenuo y sin mayor profundidad ni indagacin. Es el caso de la nocin de referencia en Begriffschrift, donde la nocin de refe-rencia no es un objetivo de estudio primario sino para elucidar los verdaderos objetivos de su estudio, las nociones de consecuencia lgica, verdad, consistencia, etc. La lgica matemtica, afirma Woods, es formalizacin conceptual, mientras que la lgica filosfica es anlisis con-ceptual. Estas distinciones serian suficientes para distinguir tres niveles de un tratamiento lgico de lo ficcional. Un nivel matemtico donde se correspondera con una lgica de primer orden como extensin de una lgica preexistente, con adaptaciones (pero sin una anlisis con-ceptual de las mismas) y coherencia; un nivel conceptual o filosfico donde la lgica de la ficcin es un anlisis conceptual del concepto de ficcin. En este ultimo ganan relevancia no solo los objetivos de anlisis de toda lgica (como son consecuencia lgica y verdad) sino tambin las nociones de referencia, cuantificacin y verdad (no lgica), no ya por su inters instrumental (lgica matemtica) sino como objetivos propios al anlisis lgico de la ficcin.

    Segn Woods, estos niveles permitiran identificar los objetivos del lgico en el mo-

    mento de definir lo que est en cuestin en una lgica de la ficcin. Esos objetivos correspon-deran, segn Woods, a las propiedades-objetivo (target properties) que sera razonable supo-ner que una tal lgica de la ficcin buscara elucidar. Siendo que las nociones de referencia, verdad lgica y relacin de consecuencia lgica pertenecen al repertorio habitual de toda lgica, pertenecern tambin a de una lgica de la ficcin.

    Por otra parte, segn las concepciones clsicas, un trmino ficticio es un trmino sin re-

    ferencia. Sin embargo, segn Woods, es insuficiente para una caracterizacin de este tipo de discurso. Aquello que hace del discurso ficcional un objeto de inters para el lgico, es lo que Nicholas Rescher seala como su caracterstica ms importante: la de ser un agrupamiento problemtico (aporetic cluster). Un agrupamiento problemtico es un conjunto de enunciados

  • tal que, si los tomamos separadamente son factibles (en funcin de ciertos conocimientos pre-vios), mientras que considerados todos al mismo tiempo son mutualmente incompatibles. Esta disonancia entre estos dos extremos impregna al discurso de un matiz paradojal que bloquea todo emprendimiento cognitivo. Y las paradojas, como lo seala Woods, han sido siempre objeto de preocupacin de los lgicos.

    Woods sostiene que una perspectiva lgica de la ficcin debe estar de acuerdo con nues-

    tras ms fundamentales intuiciones a propsito de las ficciones literarias. Ellas son, de manera esquemtica, las siguientes: (i) que referirse a las ficciones es posible aunque ellas no existen; (ii) que algunos enunciados a propsito de las ficciones son verdaderos; (iii) que algunas con-clusiones obtenidas a partir de enunciados que conciernen ficciones son correctos y otros no; (iv) que hay una relacin directa entre las tres primeras y la autoridad del autor; y (v) que por medio de enunciados ficcionales es posible referirse a cosas reales.

    Como lo remarcamos mas arriba, la elaboracin de una teora semntica de la ficcin

    estaba muy lejos de las intenciones de Frege y la tradicin que se inicia con l. Los desarro-llos posteriores a Frege, siguieron la misma lnea de sus investigaciones respecto de los pro-blemas de la referencia, las descripciones y la existencia, y no especficamente cuestiones referidas a la ficcin. Luego de las contribuciones de Strawson (Strawson, 1950), que discuta con Russell sobre las presuposiciones existenciales, y hasta la dcada del 70, las publicaciones e investigaciones se ocupaban de los problemas de la referencia, la lgica de la existencia y el tema del compromiso ontolgico en los lenguajes formales. Pero nada que pudiera considera-re directamente como una teora de las ficciones. Las contribuciones de Meinong en este tema fueron sin duda de terminantes, pero tampoco en su caso podemos hablar de una verdadera teora de las ficciones.

    Reconocemos en el trabajo de Woods una fuerte influencia de las intuiciones de Mei-

    nong, pero no podemos reducir su propuesta a la del filsofo austriaco. En efecto, en diferen-tes puntos la perspectiva de Woods no sigue la de Meinong. Por ejemplo, respecto de la no-cin de objeto, la perspectiva de Meinong es ms amplia: las ficciones son un caso particular en una teora que comprende a todos los objetos, correspondindole a cada uno una descrip-cin y viceversa. Por el contrario, la propuesta de Woods se limita a las ficciones y propone la distincin entre objetos ficticios y no-cosas (nonesuches). Si para Meinong a cada combina-cin de propiedades le corresponde un objeto, para Woods, por el contrario, hay ciertas des-cripciones que no refieren nada: los objetos a los cuales parecen referirse son las no-cosas.

    En muchos aspectos, Woods fue el primer filsofo en visualizar que una ficcin puede

    ser una entidad imposible. En efecto, si admitimos entidades ficticias, debemos admitir al mismo tiempo que ellas detentan propiedades incoherentes o contradictorias. Por tal motivo, concebir una teora de la ficcin idnea exigira una examen de las reglas lgicas en cuestin afn de evitar la conclusin de que toda obra de ficcin posee un contenido trivial. La triviali-dad es consecuencia del principio ex contradictione quodlibet : [ ], que prescribe que de una contradiccin puede desprenderse cualquier conclusin. Una lgica de la ficcin de-bera renunciar a los principios que conducen a la trivialidad, al modo de las lgicas paracon-sistentes. Sin embargo, esto ltimo requiere de una enorme maquinaria tcnica, a la cual Wo-ods prefiere una restriccin del principio [ ] (Peacock and Irvine, 2005: 324).

    Pero si es cierto de que en la ficcin todo est permitido, parece que la idea de concebir

    una lgica de la ficcin est condenado al fracaso. Si la verdad de un enunciado depende del autor cuando este ltimo afirma que el crculo es cuadrado, entonces es verdad que el crcu-

  • lo es cuadrado y poco importa lo que diga la lgica clsica. Una lgica de la ficcin requerir entonces de la flexibilidad suficiente como para confrontarse a este problema. En particular su alcance no debe estar limitado solo a los objetos posibles, es decir, no debe tratarse de una lgica de possibilia. Para Woods los objetos ficcionales, poco importa la manera como son descriptos, nunca son considerados como objetos posibles sino como objetos no-actuales. Woods piensa que no es posible existir para un objeto ficcional, incluso en el caso de que el autor no le haya atribuido propiedades imposibles (Woods, 1974: 76). En efecto, para Woods las ficciones estn ms prximas de los imposibilia, pero no en el sentido modal segn el cual los objetos de atributos contradictorios habitan en mundos imposibles, sino en el sentido de que no pueden ser parte de ningn mundo que puede ser actualizado.

    Adems de los inconvenientes relacionados con la incoherencia del discurso ficcional,

    otra de las dificultades mayores que presenta el anlisis lgico de ficciones y que Woods remarc por primera vez reside en la determinacin de las relaciones que mantienen las fic-ciones con los objetos reales. En las relaciones a dos plazas que aparecen en los relatos de ficcin, como por ejemplo x ama a y o x bebe t con y, se presenta un problema doble: por un lado, en relacin con el estatus ontolgico de los referentes de x e y; por otro lado, res-pecto de las conclusiones que podemos obtener a partir de las aserciones que realiza el autor en su relato, cuando esas aserciones son simtricas. Woods da el ejemplo siguiente: si Conan Doyle hubiera afirmado en una de sus historias que Holmes beba t con Gandhi (siendo Gandhi un personaje real), entonces deberamos poder inferir la conversa simtrica, es decir que Gandhi beba t con Holmes. Pero esta ltima, a diferencia de la primera, parece dif-cilmente aceptable.

    La primera solucin que Woods propone consiste en distinguir entre la ficcionalizacin

    y las descripciones que son histricamente constitutivas de los objetos creados por un autor en su obra de ficcin. Lo histrico debe ser entendido aqu como aquello que es contado en una historia de ficcin. Aquello que el autor dice del objeto y de su creacin es histricamente constitutivo del objeto. Aquello que el autor dice a propsito de objetos reales (o inventados por otros) en la historia de ficcin es una ficcionalizacin de los mismos. Pero no se trata de una distincin entre tipos de predicados o relaciones. En efecto, los enunciados son ficcionali-zaciones o histricamente constitutivos segn el modo como son utilizados. Parece tratarse de una distincin a nivel semntico, es decir, de los diferentes modos de conceder la verdad a un enunciado. Las ficcionalizaciones, tanto para los objetos reales como para las ficciones, son siempre verdaderas segn el autor, es decir, segn las afirmaciones del autor que conforman la historia. En el caso de una ficcionalizacin verdadera respecto de un objeto ficticio, se trata de un objeto que no ha sido creado por el autor. Por el contrario, la verdad o falsedad de enunciados histricamente constitutivos, tanto para objetos ficcionales como para reales, no depende de lo afirmado por el autor.

    Woods introduce tambin un contraste explcito entre verdadero en la realidad y ver-

    dadero en la ficcin y ofrece una definicin recursiva parcial de esta ltima (Woods, 1974: 61-63). Toda tentativa de reunir los dos requiere de un tratamiento no estndar de la coheren-cia (Woods, 1974: 61). Pero en lugar de continuar en esa direccin, Woods retorna a lo que haba propuesto en las primeras pginas de su libro: la nocin de susceptibilidad a la apuesta o al reto (bet-sensitivity). Los enunciados a propsito de objetos ficticios no son ni verdaderos ni falsos, sino que son susceptibles de ser objeto de una apuesta o reto de la parte de agentes racionales. Si apostamos que Holmes es un detective contra alguien que apuesta que Holmes es carnicero, nosotros ganaremos y el otro perder. Pero no ganamos porque el enunciado sea verdadero o porque el enunciado del adversario sea falso. Ganamos porque es correcto afir-

  • mar que Holmes es un detective, a pesar de que no sea verdadero ((Woods, 1974: 92). En este sentido, Woods estipula que el enunciado es verdadero por convencin (true-by-convention), mientras que es falso por convencin (false-by-convention) que sea carnicero. Es decir, la verdad por convencin de un enunciado se estipula por un contrafactual: The sentence is true-(false-) by convention iff (i) is nonbivalent and (ii) if were bivalent it would be true (false). (Woods, 1974: 94). A esta definicin contrafactual le correspondera una semntica de mundos posibles. Esta semantica se instrumenta por medio del siguiente dispositivo modal: se trata de un operador modal O[] (Olim-operator) que sentencia: en la ficcin, es el caso que [] Siendo que, en la perspectiva de Woods, los enunciados no poseen valor de verdad y que los trminos singulares ficcionales (los nombres de objetos y personajes inventados por el autor), no poseen referencia, la semntica del operador O es substitucional y sigue la condi-cin elemental siguiente (sayso condition): O[] cumple la condicin elemental si y sola-mente si es un enunciado que se produce en una historia de ficcin o es consecuencia lgica de otro enunciado que cumple con la condicin elemental.

    En general, la utilizacin de operadores modales da resultados fructferos en relacin al

    discurso ficcional. Sin embargo, hay algunas dificultades que an no logran resolver, sobre todo en relacin con el discurso meta-ficcional. El operador de ficcin es la contrapartida formal de la expresin segn la historia H, es el caso que [] Este operador se coloca de-lante del enunciado ficcional, con o sin trminos singulares ficcionales. Por ejemplo, en el caso de Emma Bovary se suicida con arsnico, tendramos segn Madame Bovary, Emma Bovary se suicida con arsnico. Mientras el primero es falso, el segundo puede ser conside-rado verdadero. Este segundo enunciado no presupone ni exige por ello que el trmino singu-lar Emma Bovary se refiera a algo. Sin embargo, esta estrategia se bloquea en el caso del dis-curso a propsito del discurso ficcional (discurso meta-ficcional). Por ejemplo cuando afir-mamos que tal o cual personaje ha sido creado por un determinado autor. Si decimos Emma Bovary es un personaje creado por Gustave Flaubert, el operador de ficcin no es de gran ayuda para evitar los problemas de referencialidad del trmino Emma Bovary.

    Este ltimo ejemplo que parece poner en cuestin la estrategia del operador de ficcin,

    nos permite llamar la atencin sobre una distincin muy til para el anlisis des discurso fic-cional. La distincin entre discurso internalista y discurso externalista. El discurso internalis-ta es el conjunto de enunciado que compone la historia de ficcin. El externalista es el discur-so elaborado a propsito del discurso internalista. En este ltimo caso, nos interesamos en las ficciones como entidades u objetos creados por un autor. Cuando afirmamos Don Quijote es un personaje creado por Cervantes, no queremos decir que Cervantes a creado un ser vivo y concreto a la manera de un Golem en la leyenda de Rabbi Loew. El Don Quijote del enuncia-do Don Quijote es un personaje creado por Cervantes, es en todo caso el personaje en tanto que creacin literaria (los autores se refieren a ellos habitualmente como personajes de papel). Pero, qu es un personaje creado literariamente?

    El operador de ficcin es sin duda muy adecuado para el discurso internalista donde los

    personajes y los objetos son tratados segn la historia como cosas reales. Pero para el dis-curso externalista, la situacin cambia puesto que los personajes y los objetos no son tenidos en cuenta tal y como el autor los describe sino como cosas creadas adjudicadas a un autor. En el discurso externalista el operador falla en este propsito. Los meinongianos creen dar una solucin a este problema restituyendo una cierta capacidad de denotacin a los trminos sin-gulares ficticios. En efecto, para los meinongianos hay objetos ficticios bien que no existen: ellos constituyen una especie de los objetos no existentes. De este modo, a partir del enuncia-do El Dorado es una ciudad baada en oro, no podemos deducir que exista tal ciudad pero

  • podemos sostener que hay una que pertenece a la clase de los objetos no existentes. Los Mei-nonginanos remplacen el enunciado El Dorado no existe por El Dorado es un objeto no existente.

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