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    Ms all del norte, del hielo, de la

    muerte nuestra vida, nuestra felici-dad Hemos descubierto la felicidad,sabemos cul es el camino, hemos ha-llado la salida de todos estos mileniosde laberinto.

    NIETZSCHE

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    El viento, siempre el viento, desde hace una semana, el

    viento del norte, violento y fastidioso, que viene de all arriba.Abajo estamos nosotros, en el intervalo, a la distancia. Blo-queados, esperando. Por ms que uno haya vivido eso cientosde veces, cada vez es nuevo, el sopor, el tedio, los mnimosgestos. Uno se levanta, camina, respira, habla, pero en reali-dad se arrastra por dentro. Desasosiego, cansancio, tiempo queno pasa, aguja. El pasado est desencantado, el presente esnulo, el porvenir absurdo. Nos acostamos y nos quedamos des-

    piertos, comemos y bebemos demasiado, titubeamos, dormi-mos de pie. No es que uno est enfermo, uno es la enfermedadmisma. Ningn deseo, ningn color, sin tregua, sin verdaderaspalabras.

    Un paso detrs del otro. Detenerse. Otro paso ms, piernaizquierda. Equilibrio, pierna derecha, y otro paso ms. Estoy

    aqu, no estoy aqu. No es preciso que haya pensamiento paraque uno est.

    El viento no deja pensar, es el enemigo del cerebro, su lava-do a seco. Viento lleno, cabeza vaca. Un pjaro debe saberlobien, pero a l eso no le molesta. A m s. Me gustara volver aencontrar mi sitio en este mundo. Tena uno y lo he perdido, nohay que divulgarlo, ese accidente. Permanecer libre, por sobre

    todo. Pero libre para qu? Aqu nada viene, nada se presenta.El viento sigue soplando, y yo soy tan sensible como un guijarroen la playa. Lo recojo, lo lanzo, vuelvo a tomarlo. Es blancoamarillento con estras azules, cuntos miles de aos de puli-do? Empujado, rodado, arrastrado, encallado, llevado, devuel-

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    to Absolutamente indiferente a la marea y a las olas. Tancerrado como una mandbula o un diente.

    Regreso a la casa, volver a salir maana. Siempre el vien-to, como una tempestad del tiempo mismo. El agua espumea,las puertas y los postigos rechinan, las rfagas de lluvia se suce-den. Lud no dice nada, no hemos intercambiado diez frases endos das. Ella hace alguna llamada telefnica de vez en cuando,

    yo no. Que se vayan todos y todas al diablo, que se los lleve lanada. Qu decir cuando ya no hay nada que decir, ni nadiepara escuchar esa nada? Viento.

    Lud, de pronto:Y el cuaderno?Arriba, en el cajn del escritorio, a la derecha.Me he odo responder as, un mero reflejo. En realidad ya no

    pensaba para nada en ese cuaderno de hace diez aos, en lasnotas sobre mis experiencias. Quera olvidarlo? Sin duda. Lud,ella s se acuerda. Recuperacin de su vida? Nuevo juicio sobrem? Detalles? Valores de poca? Hay que confesar que, compa-rada con la depresin ambiente, la vida de entonces parece legen-daria, india, himalaynica, africana, amazoniana. S, ve a bus-car el cuaderno, Lud, as revivimos y nos maravillamos. As nos

    sorprendemos, sobre todo, de haber hecho todas estas cosas yaquellas otras, los gastos, las tonteras, los juegos, las locuras, lasnoches. Quiero verte leer, rer, menear la cabeza, llorar casi. Lle-varte el dedo a la sien, toc, toc, mal de la azotea, qu idiotas.Detenerte ah, volver hacia atrs, comenzar a soar. Demostrarque las palabras son ms fuertes que todas las situaciones, inclusolas ms desesperadas, las ms chatas. Ven, vamos, aplaquemosese viento, como hizo el Otro, una vez, dormido dentro de la

    barca. Qu pasa? Ustedes de qu tienen miedo? Miren, un sologesto es suficiente, salido de un sueo profundo. Y si eso no lesbasta, voy a dar una vueltita sobre las aguas, all, con los piesdesnudos sobre el lago cmplice. Los deja pasmados, no es cier-to, monos de poca fe? Ve, Lud: en mi cuarto, el tercer cajn de la

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    derecha, cubierta negra, diez aos de tinta. Quin sabe, tal vezvolver a tomarle el gusto al papel, a las largas noches bajo la

    lmpara, a las madrugadas azules, all, sobre el pontn, caf trascaf, agua fresca, gorriones que picotean el azcar casi sobre mimesa, chapoteos de agua, barcos. Ah est, siento que vuelve aatraparme, escalofro de la mdula espinal, milagro.

    Era un sueo: el viento, la depresin, el bloqueo, el cuader-

    no, Lud. Estn all para advertirnos, los sueos. En ellos lotrgico es cmico, lo cmico pattico, la vida incurable, la muerteal dar vuelta la esquina, el cuerpo una hiptesis, la identidaduna longitud de onda en interferencia. Droga, novela. Ellos ad-vierten que el estado llamado de vigilia es altamente improba-ble, y debera ser considerado como un xtasis fugaz. Qu hayms bello y ms slido que esta silla de cocina, aqu, en estemismo momento? Me acabo de despertar, verifiqu que no tena

    mensajes, voy a poner a calentar mi caf, miro mis manos en elvaco. Pienso en los prisioneros del mundo entero, en sus cuchetas,en sus celdas. Llueve, la ventana no tiene barrotes, puedo salirahora mismo a la ciudad, tomar un autobs, ir adonde quiera.Adnde? Poco importa. Voy a derivar un poco, aceptar lo quevenga. Aqu nada, y nada. Y a regresar. Lud? S, est Lud,pero eso lo veremos despus, no hay prisa. Si el mundo no tiene

    ningn sentido, tanto da considerarlo como gratuito.

    Un sueo ms profundo, despus del viento, es el de la abertu-ra del crneo. Estoy de pie, haciendo una llamada, me veo en elespejo del bao, con la cabeza abierta, mi copa craneana extra-viada, el cerebro al aire. Situacin chistosa pero delicada, se me

    conceder. Dnde me he dejado olvidada esa tapa? Sobre lacama? Como una caparazn de cangrejo? Es posible. La voz demujer en el telfono (estilo pedir un taxi) bromea un poco sobreeste episodio (extraamente est enterada). Me aconseja que mecubra con un sombrero o ms bien que me vuelva a poner mi

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    cubrecabeza de hueso. Al menos no habr olvidado cmo enca-ja? La respuesta para ms tarde, pausa publicitaria. La pelcula

    sigue con otra historia, la programacin es verdaderamente unasco. Como sea, una vez despierto, apoyo con terror mi manoderecha sobre mi crneo viviente, lo palpo, presiono, verifico, meconsuelo, me calmo. Cmo se llama esa zona? Ah s, la fontanela.La palabra viene de fuente, parece: curiosa idea. Nombre de losespacios situados entre los huesos de la caja craneana antes de sutotal osificacin. La fontanela mayor, o bregma, se cierra a laedad de un ao. Regresado, entonces, mientras dorma, a me-

    nos de un ao de edad? Nada mal como acrobacia. Chapeau. Setermina por estar hasta la coronilla, no es cierto? Uno pierde lacabeza, como se dice no sin razn. Acabaremos por perderla, esabola, esa lata de conserva. A todo condenado a muerte le sercortada la cabeza. Caja negra, cerrmosla pronto. Y si no, aterri-zaje forzoso en lo profundo de la selva.

    No pocos crneos he visto en el correr del da; reproduccio-nes de pinturas, se entiende, y adems los diarios hablan mucho,hoy por hoy, de nuestro ancestro africano de hace siete millonesde aos. Fotos cientficas, sonrisa desrtica del muerto, tal vezcapaz, ya entonces, de una papilla de slabas junto a un desapa-recido lago lleno de peces, de cocodrilos, de tortugas, de lagar-

    tos, de serpientes, de ranas, de sapos, lago, por su parte, a orillasde una gran foresta habitada por hienas, jirafas, caballos, ant-lopes, monos, elefantes e hipoptamos. Salud, querido gorila,mi semejante, mi hermano. Chimpanc en camino de un futuroromanticismo, salud querido Yorick, quieres decirme algo, pue-do sentirlo. Pero no es razn para que se me obligue a pasearmeen sueos con una parte de mi crneo en la mano. Yo pienso, nosoy un primate que se precipita sin contemplaciones para car-

    garse tnicamente a sus vecinos. No solamente pienso, sino ques que pienso. En fin, bebamos ese caf, no exageremos.

    Siete millones de aos ro arriba, vaya y pase, siempre mepuedo imaginar que ese ancestro mal desbastado viene hacia

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    m, me anticipa, me anuncia, un da encender un cigarrillocon un gesto graciosamente chimpanc de su mano peluda.

    Pero siete millones de aos ro abajo? E incluso tan slo diezmil, o mil? Ah me quedo anonadado, me escondo, vomito, medesvanezco. Arrojarme ahora mismo por la ventana sera sinduda lo mejor. Eso es, est hecho, se acab. Soy un charco desangre y de sesos, ustedes aliviados, yo tambin. Dicho esto, lahierba crece, la circulacin se agrava, las transacciones crepi-tan, la palabrera llueve, brilla el eterno sol de la necedad.Pero quin sabe, en el fondo, si este planeta no ha desapareci-

    do. Y sus habitantes con l. En ese caso, los signos que estoy apunto de escribir se borran en el vaco, y no tienen, como ustedy como yo, ningn inters. Moraleja: tuve razn, la otra ma-ana en el campo, cuando quem esos seis cuadernos all cer-ca del bosquecito. Ofrenda al aire, humo, cenizas, fragmentosflotando entre los rboles. Difcil una reduccin a la nada ma-yor que sa. Pero all es donde surge la alegra.

    Por qu hiciste eso? dijo Lud.

    Para ver.Para ver qu?Ms lejos.Y?Nada.

    Guard silencio, no iba a hablarle de esa ola de felicidad,venida de no se sabe dnde, que me invadi mientras vea elpapel arder y retorcerse. El fuego que devora la escritura es unviejo sueo oscurantista. Aqu es todo lo contrario, fuego contrafuego, salamandra, desaparicin y confirmacin atmica, el re-verso del auto de fe cargado de odio. Dios quiere guardar celo-samente la escritura, es decir, su dominio sobre las generaciones

    y sus listas. Escribo, quemo lo que escribo, se trata de un asuntoprivado, es mi derecho, me lo apropio, lo aplico, mejoro miatencin, mi respiracin. De dnde vengo? De todas partes, deninguna. Adnde voy? A todas partes y a ninguna. La vida esun juego que tiene, al final de las lneas, fuego.

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    Lud es extremadamente hermosa, pero no tolera su nombre

    entero, Ludivine. Lo encuentra feo, de mal gusto, pequeoburguscomo su madre. Basta llamarla as para que monte en clera.Ella habra preferido cualquier bagatela a la antigua: Anne,lisabeth, Hlne, Gabrielle, Laurence, Marguerite, la cosa searregl con ese Lud, o Lud. Si uno la llama Lul, ella le da unabofetada. Lud todava pasa, para los ntimos. Lud! Lud!

    Es un poco canino, es gracioso.Desde luego, como todas las muchachas muy bellas, ella

    sufre del sndrome Marilyn. Se encuentra fea, gorda, echada aperder, tiene ganas de suicidarse, no soporta que la encuentrendeslumbrante, sexy, adorable. Desprecia esa riqueza que la cons-tituye y que irradia, pero ms an desprecia a todos esos pobresdbiles que se dejan atrapar por ella. Odia su cine, su pequeocerebro cmara, sus fantasas ms o menos porno, todo el billeteque tienen, sus cobardas, sus embrollos poltico-mafiosos, sus

    contorciones mediticas, su conformismo perverso, sus esposasbaratas. Tiene razn, pero hay que persuadirla de vivir.Nada de psicoanlisis, ni de somnferos, ni de antidepresivos,

    slo un poco de gimnasia y una autoridad irnica (se es mipapel).

    Hay que ir en su direccin, agravar sus sospechas, bromear,aligerar, aliviar, demostrar sin tregua que el mundo fsico notiene ms inters que la comedia de reputacin social. Desde la

    ms alta Antigedad, se obliga a las mujeres a actuar en unapelcula. En su mayora lo hacen ardorosamente, de lo contrariorevientan. Mentir, mentir interminablemente, y otra vez mentir,qu trabajo. Sin hablar de que tambin hay que decir la verdadde vez en cuando, milagro.

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    Lud es una mentirosa sublime. Por lo dems sa es la fraseque me susurr al cabo de tres o cuatro encuentros: mentirosasublime. No hay mejor mentiroso que aquel que calla. Bastacon verla, all, tan rubia alegre y de ojos negros, el cabellocorto, con su vestido negro ajustado, en la terraza de aquel ho-tel, en el verano. Est fresca, bronceada, sabe que se muestra,deja que las miradas vengan hacia ella, que la envuelvan comoen una seda. S, lo s, les dir que ha engordado dos kilos y que

    es dramtico, pero no, justamente, est perfecta as, redondea-da, firme, sus senos, su vientre, sus muslos evocan de inmediatograndes lechos abiertos. Ah, ese cruce de piernas, sus nalgascuando camina hacia el bar, su manera de sacar y meter y vol-ver a sacar y a meter el pie en su zapato izquierdo el tobillo,all, como un relmpago, y despus permanecer cinco segun-dos sobre su pierna derecha, y vuelta a empezar, adentro-afuera,adentro-afuera, como para decir he encontrado el zapato para

    mi pie, y soy yo, nadie ms que yo, vengan a frotarse contra lsi creen lo contrario. Su cuerpo se basta a s mismo y ella nonecesita darse cuenta. Es el cuerpo el que dice todo lo que hayque decir y que ella no podra pronunciar.

    La primera vez que la vi, estaba con un tipo alto, vestido decuero, con aires de cantante de rock o de gangster de reparto enuna serie de televisin, delgado, bonito, brilloso, presumido.Estaba sentado al lado de ella, tena la expresin satisfecha yrelajada del propietario, de tanto en tanto le pona la manosobre la rodilla izquierda, eso le gustaba a la muy cochina,mostrndose mujer en mano ante sus amigas, hablaba rpi-do, rea falsamente, cmara, cmara, yo tengo un tipo que me

    ama, ustedes no pueden decir lo mismo, pobres tontitas, se pa-san el tiempo criticando a los tipos, pero no piensan en otra cosaque en conseguirse uno.

    Venan de echarse un polvo? Es probable. El tipo tena unaire saciado, sala de ella, tan slo una hora atrs estaba toda-

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    va sobre ella. Yo la espiaba rotundamente, ella lo registrabacon su sien derecha, evidentemente se haca la que lo haba

    notado sin notarlo. Fsicamente no soy ningn regalo, es ver-dad, hace mucho tiempo que pas la edad de la mercancagratuita, y no puedo dar la impresin de tener mucho dinero.No me molesta, hay muchas compensaciones. Se gana tiempo,se pasea, se planea. Uno evita montones de malas pelculas enla existencia. El inconveniente, con esa posicin fuera de cua-dro, es que uno puede fascinarse tanto ms con la ostentacinde la obscenidad inconciente o con la tontera. Era mi caso

    aquel da.

    As que ella estaba ah, en la terraza, tan pronto parada consu pie izquierdo delicioso entresacado, entresacado de su zapatonegro, balancendose antes de irse aparte a llamar por su telfo-no celular, regresando, balancendose otra vez con las manos

    apoyadas sobre la mesa, desapareciendo sin duda para ir altoilette, tan pronto sentada y arreglndoselas para remover elculo, lanzar los brazos hacia adelante, agitar sus manos ligera-mente, perorar, rer y volver a perorar. Yo era el nico que cap-taba su agitacin, el tipo y las muchachas no descifraban nada,ahora ella se mova para m, o ms bien para la cmara invisi-ble. Era el final de la tarde, el sol rojo descenda a lo lejos,

    todava doraba los almohadones y las sombrillas, y tambin alas muchachas, que beban su champagne, les entraba la excita-cin de la noche que se avecinaba. Noche, palabra mgica:cmo vestirse y ponerse en valor y, quin sabe, llevar a cabo laestafa sexual del siglo. Yo, ya la tengo, mi noche, deca elcuerpo de Lud junto a su lindo amante, a otras horas quizgigol, quien se ocupaba de marcar (cigarrillo, mirada perdida,ningn inters en la conversacin) que no estaba en su estreno de

    temporada, tantas jvenes como ella, que ya estaban muy curti-das, o bien otras, menos jvenes, que deban utilizarlo durantesus vacaciones sin los maridos. No deja de ser sorprendente cons-tatar a qu punto difiere una mujer con hombre de una mujer sinhombre. Poco importa si se lo consume o no, es algo que da

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    seguridad, que tranquiliza, en el peor caso una estaca o un tutorque refuerza la rama, es la ley, as es.

    Mentirosa sublime. Sublime porque alegre, muy alegre, de-masiado alegre (naturaleza depresiva violenta), y mentirosaporque quera, aquel da, quedar embarazada (me lo confesms tarde), y an no poda saber que haba fracasado.

    El da siguiente, a la misma hora, pero sin el hombrecito.

    Dos mujeres y Lud. Se encuentran alderedor de la mesa junto ala ma, discuten seriamente, no hay ningn hombre con ellas.Bebo mi whisky y contino leyendo mi libro, cul era? Ah s,El ocaso de los dioses. Vuelvo a ver, incluso, la frase a partir dela cual detuve la lectura: Mientras la vida es ascendente, felici-dad e instinto son idnticos. Yo, todava era ascendente? Cla-ro que s. Un poco ms de champagne, muchachas? Es para m.Ellas aceptan, hablamos de cualquier cosa, ya est hecho.

    Lud al principio estuvo muy desagradable, clsico truco.Por mi parte hice muy bien el papel de uno a quien le importa uncarajo, truco clsico tambin, pero funcion. Su curiosidad fuems fuerte. Jams haba tenido a un intelectual, quin sabe, pue-

    de que sea divertido, ser un cambio. Y la cambi, efectivamen-te, pero no en el sentido que ella supona.Tomen a una vendedora mentirosa sublime, pnganla en una

    cama con un filsofo disimulado, y sigan los acontecimientos enel tiempo. Visualicen luego el film en cmara rpida, escojan,seleccionen, monten una versin abreviada. Vern a la mucha-cha, primero segura de s misma, intentando domesticar a esepesado animal seudopensador (eso cree), hacerlo salir de sus

    goznes por todos los costados, enervarlo, deprimirlo, volverloloco o celoso. Se desviste rpido, se ofrece, es lo menos quepuede hacer, se da vuelta, duerme, se despierta, se baa, lo exci-ta, se enfurrua, desaparece, reaparece, vuelve a desaparecer,regresa, se pone furiosa, se desviste, lo viola, pone cara larga, se

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    enferma (nada grave), interrumpe un embarazo, engorda un poco,adelgaza, desaparece, regresa, llora, toma una ducha, ya no

    habla, sonre, se relaja, suspira, se pone a beber, toma menos,tiene otra vez sus perodos de coca, retoma su gimnasia, escuchamenos su maldito rock, lleva la anomala hasta el punto deponerse a leer en lugar de mirar la tele, lo cual constituye unacontecimiento.

    Pero yo no s nada.Y qu con eso?Todas esas cosas que no s

    Tmalas como si se dirigieran directamente a ti, no esta-mos en la escuela.De todos modos

    Cuando no es la familia o la publicidad, el antiguo idealpap-mam-los nios o la vida mirfica e inaccesible de las es-trellas, es la escuela la que reaparece, usted debera saberlo,seorita, no lo sabe, y por ende la humillacin social. Afortuna-

    damente todo es ahogado rpidamente por computadoras ydivertimentos sonmbulos. Pantallas, ruido, la disco, agitacinde poca. La ventaja, para m, con Lud, consiste en permanecerfuera de los circuitos colectivos. Ella no me trae ni a su familia(horror), ni a sus amistades (qu lata), ni su medio de trabajo(nada que ver). Atiende una boutique de moda en el 8e

    arrondissement de Pars. Nada ms alejado de m, una eleccin

    perfecta. As que tiene un buen puesto de observacin sobre elcuo de las buenas mujeres de la burguesa local. Yo habrapodido buscarme una oftalmloga, o una ginecloga. No en-contr ninguna lo bastante divertida. Ven, Lud, renete con tufilsofo en este caf tranquilo, en lo ms recndito de Pars.Dmelo todo, cuntame. Ellas y sus angustias, sus dudas, su lo-cura narcisista, su megalomana, su desprecio, su falta de gusto,su ceguera sobre s mismas, el dinero, y otra vez el dinero y

    siempre el dinero, los tipos abrumados, muertos de aburrimien-to, las sonrisas falsas, las cortesas viscosas, el buen humor porencargo, toda la usina charlatana de las apariencias, es decir elverdadero frente de guerra, petrleo, tejido, droga, ropa, bom-bas, pantalones, chaquetas, blusas, tailleurs, atentados, cremas,

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    perfumes, lpiz de labios, coiffeur, maquillaje de base, pasamon-taas, kalachnikovs, aviones suicidas, joyas, y todo lo dems.

    Podramos pasar por una pareja de recin casados, aunquede lo ms extraa. Nada de familia, ni de nios, ni de amigos,ni de informes de los vecinos, ni de relaciones comunes, presen-cias nocturnas ms bien en el caso de ella que en el de l, enten-dimiento en la cama, es decir sueo conciliado de piel y de

    amor. S, de amor. La piel de Lud es una profundidad de perfu-me, mejillas, cuello, cara interna de los muslos, raso de los se-nos, vientre terciopelo, manos finas, precisas, y viniendo de muylejos, fruicin global que ella acaricia, que ella adora. En losbuenos momentos, yo soy su beb, su mueca, su leoncito, supequeo filsofo, su osito de peluche, o cualquier otra cosa porel estilo. A las mujeres no les gustan los hombres ni las mujeressino los bebs; hay que ofrecerles lo que les gusta. Cuando los

    hombres avanzan por el lado de las mujeres, a ellos les gustanlas madres o las putas, y Lud es ideal en los dos papeles. Eso noimpide, de ambos lados, las simulaciones, los disimulos, la ar-monizacin de las mentiras. Yo miento, t mientes, yo s que tmientes y t sabes que yo miento, los dos sabemos que menti-mos, adoro tu nariz, tus orejas, tu mentn, sobre todo no expli-quemos nada, deslicmonos, pasemos.

    se es el precio de la proteccin de la verdadera vida filos-fica, he all la leccin de los siglos. A Nietzsche en Turn, porejemplo, en un momento crucial de su destino, le falt una bue-na costurera, regordeta, frvola, ligera. Ella lo habra mimado,se habra ocupado escrupulosamente de su intimidad, se habra

    mantenido tranquila y admirativa ante sus elucubraciones biza-rras. La alegra habra reinado en la casa, qu lujo, qu descan-so, qu paz. Es cierto, ella lo habra engaado de vez en cuandocon machos de paso, oficiales de regimiento, cantantes de oca-sin, pero qu importa? Lud vuelve a ver a sus antiguos aman-

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    tes, a ella le hace falta, eso la tranquiliza en lo concerniente a suimagen, la reconforta. No dice nada, no se toma siquiera el

    trabajo de inventar falsas citas, pero despus de sus expedicionesnocturnas me quiere todava ms durante algunos das. Faltabaalgo, verdad?, un no s qu. Por otra parte a veces trae dinero,y eso hace todo ms simple. Nada de palabras grandilocuentes,sobre todo, prostitucin, bromea usted? O acaso s: mezclade lo agradable y de lo til. Ms de un profeta, en los tiemposdivinos, se instal en casa de una prostituta: que una Mara poraqu, que una Magdalena por all, que en Jeric una meretriz,

    que una marchante en Venecia. Tambin estn los tipos gratui-tos, los que le rinden un homenaje febril, los que vienen adesfondarse sobre ella, y en ella. Bebs tambin, para terminar.Les han venido ganas de ella, mordieron el anzuelo, se les pusodura, funcionaron, grueron, es lo que corresponde en el teatro.Ella tiene su sonrisita ladeada, por la noche, ante el televisor.Miro la pelcula con ella un momento, siempre la misma pelcu-la, o casi, seducciones, violencias, traiciones, venganzas, cad-

    veres, y el bien triunfa. La admirable francesa Vronique Genest,mire usted, en su papel pedaggico e imbcil de mujer comisa-rio,Julie Lescaut. Me escabullo, me voy a la habitacin, conti-no con mi cuaderno. Ella viene despus de su paso por el toca-dor, me masajea un poco los hombros, me abraza, es tarde, nosentreveramos, ella goza suavemente, la noche nos sorprende.Dos o tres horas despus vuelvo a encender el velador, la obser-

    vo con admiracin y ternura. Cmo hace para existir con tantanaturalidad? No es una pregunta.

    En resumen, para comprenderlo todo, bastara con ser unasuerte de encarnacin animal de Dios. Nietzsche lo dice en algu-na parte: Hoy, un hombre de conocimiento se sentira de buena

    gana la encarnacin animal de Dios. Pero tambin: La ten-dencia a rebajarse, a dejarse robar, embaucar, explotar, podraser el pudor de un dios viviendo entre los hombres. Puedo decir-lo con toda sencillez, sin bromear, sin la menor vanidad, conuna gran humildad incluso: he sido Dios, luego Nietzsche, luego

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    todos los nombres de la Historia. Noticia que no es como paraponerse a saltar encima del techo, pero fatal. Un da tena que

    sucederle a alguno fuera del asilo o de la psiquiatra corriente.Mrenme: parezco trastornado? loco? tarado? iluminado?Cualquier polica les podr decir que soy un ciudadano normal,que vive con una linda rubia enrgica y simptica, de origenpopular, salida de la Francia de abajo. Que tengo mis costum-bres en el barrio, caf, quiosco de diarios, farmacia, tienda decomestibles, horario regular, reserva, cortesa. Que soy emplea-do del ministerio, pero asignado a mi domicilio para un estudio

    profundo sobre los recursos futuros de la filosofa mundial (supo-niendo que semejante monstruosidad exista). Que aprovecho parahacer evidentemente otra cosa que no me interesa ms que a m,o a algunos individuos a travs del tiempo y el espacio (bienve-nidos ellos, bienvenido yo). S, viajo: vuelvo de Nueva York,parto para Pekn, y regreso por Tokio, Jerusaln, Londres. Uncoloquio en San Petersburgo? Vuelvo all con gusto dentro detres meses. Entretanto Suecia, por supuesto, y Suiza, Alemania,

    Italia, Portugal, Espaa. De all a Marruecos, y luego a Ciudaddel Cabo. Nueva partida hacia Mxico, Buenos Aires, Ro, SanPablo. El regreso y vuelta a partir para Montreal, Toronto, Losngeles, Chicago. Mis trabajos? En curso. Mis publicacio-nes? Reservadas al ministerio. Mis colegas? Ninguno. Missuperiores? Desconocidos. Mis preferencias en filosofa? Secre-to de estado. Mis convicciones religiosas o polticas? Dominio

    sumamente privado. Bromeo? Claro que s, aunque no. S y no.

    Como Lud no es una burguesa y no tiene intenciones deconvertirse en una (burguesa: acumulacin, refrenamiento, apro-piacin, indiscrecin, falsificacin de las comunicaciones), lasociedad no entra en nuestra casa, salvo por la informacin de

    actualidad, y aun as. Hemos hecho del tiempo un pas. Pocosgastos, concentracin, silencio. Ella tiene su vida, se aburre, sedivierte. Cuando no viajo, trato de quedarme inmvil lo msposible para ver con claridad. Tiendo mi campamento, prosigomis pginas. Mi sueo de crneo abierto, por ejemplo, me trans-

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    porta al paleoltico superior, dos o tres millones de aos antes dem. All me impongo un rito funerario clsico, una escena de

    canibalismo autofgico. Mi crneo desencapsulado? Mi sesoal aire? Qu platillo! Asqueado, yo? Usted debe estar bromeando.Lo trago todo desde hace mucho tiempo, rumores, calumnias,insultos, complots, chismes, la rabia, patraas, mi naturalezadivina no tiene estmago. Ignoro a esas serpientes que siseansobre mi cabeza, engatuso, uso, abuso, acuso, meduso. Despusde todo, los milenios estn llenos de crneos con los cerebrosvaciados por el ensanchamiento del orificio occipital, expuestos

    luego a modo de sepulcro o de trofeos en el centro de crculos depiedra. Se los ha deformado, estirado, modelado, adornado, trans-formado en copas para brindar. Se los ha apilado dentro defosas baadas de ocre rojo. Por no citarlos ms que a ellos, loshabitantes de Jeric, 600 aos antes de otro yo mismo, al abrigode las murallas de la ciudad, conservaban an, bajo el suelo desus casas circulares, crneos cuya cara estaba moldeada en yesoy los ojos reemplazados por conchas marinas incrustadas. Si no

    me quieren creer, vayan a ver por s mismos los museos de Lon-dres, Jerusaln, Ammn o Damasco. La misma obsesin se en-cuentra en todas partes: en Egipto, en Nueva Guinea, en Mxi-co, en Per, en Indonesia, en Japn, en el Tibet, y hasta en elbudismo tntrico. Para terminar la visita, he aqu un gran pilarde doce crneos verticales grabadossin bocas (signo de muerte).Todo eso es bien conocido: cabezas cortadas y conservadas de

    los enemigos o de los ancestros, trasmisiones de energa por de-glucin de crtex, el homo ludens, mi semejante, mi hermano,buena la ha hecho. Intil insistir, pienso, en el aspecto flico,paraflico o contraflico de esas lindezas de guiol. Con lo cual,sobre nuestra pelota que da vueltas, la migraa no es cosa dehoy.

    Aplicacin: devrate y bbete a ti mismo. Sigue haciendoeso en memoria ma.