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Dr. José Narro Robles RECTOR

Dr. Sergio Alcocer Martínez de Castro SECRETARIO GENERAL

Mtro. Juan José Pérez Castañeda SECRETARIO ADMINISTRATIVO

Dra. Rosaura Ruiz Gutiérrez SECRETARIA DE DESARROLLO INSTITUCIONAL

MC. Ramiro Jesús Sandoval SECRETARIO DE SERVICIOS A LA COMUNIDAD UNIVERSITARIA

Dr. J. Alejandro Salcedo AquinoDIRECTOR

Dr. Darío Rivera VargasSECRETARIO GENERAL

Lic. Melitón Marcial Pérez y PérezSECRETARIO DE LA DIRECCIóN

Mtro. Adalberto López LópezSECRETARIO DE ESTUDIOS PROfESIONALES

Lic. Rubén Ortiz frutisSECRETARIO DE ExTENSIóN UNIVERSITARIA y VINCULACIóN INSTITUCIONAL

C. D. Amada López TamanajaSECRETARIA ADMINISTRATIVA

fís. Mat. Jorge Luis Suárez MadariagaCOORDINADOR DE SERVICIOS ACADéMICOS

Consejo Editorial

Dr. J. Alejandro Salcedo AquinoPresidente Dr. Mario Camacho CardonaDra. Ana María Cardero García Dr. Gabino Eduardo Castrejón GarcíaDr. Sergio Chapa VergaraMtra. María del Rosario Dosal Gómez Dr. Héctor felipe fix fierro Dra. Alicia Gojman GoldbergMtra. María Isabel Hernández GuerraArq. Agustín Hernández NavarroDr. Pedro Irigoyen ReyesDra. yolanda Guillermina López franco Dra. Elizabeth Guadalupe Luna TraillDr. Roberto Meli PirallaDr. Dieter RallDr. Antonio Ruezga BarbaDr. Carlos Tello MacíasDra. María Teresa Uriarte CastañedaDr. Diego ValadésIng. José Pedro Agustín Valera Negrete Comité Editorial

Dr. Darío Rivera VargasPresidente Mtro. Adalberto López LópezDr. Guillermo González RiveraDr. Eduardo Torres EspinosaDr. Enrique García y MoisésMtra. María Cristina Hernández MoralesLic. Luis felipe Estrada CarreónLic. Evangelina Guadalupe Guerrero SepúlvedaMtro. J. Arturo Salcedo Mena

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nómicas, la maestra Georgina Villafranca López aborda el pensamiento filosófico y político de Miguel Hidalgo y Costilla, y hace una invitación a voltear al pasado para hallar la identidad de la nación mexicana. En el área de las ciencias jurídicas, la doctora Cristina Zackseski presenta un estudio compara-tivo de las políticas de seguridad implementadas del año de 1980 al 2005 en las ciudades capitales de Brasil y de México, y propone una definición de “orden público” para estas dos realidades locales. Los maestros Silvia Larraza Hernández y Víctor José Palencia Gómez, a través de un aná-lisis matemático, describen el comportamiento del oscilador de Van der Pol, el cual es un sistema dinámico que se utilizó como precursor de los primeros radios comerciales. En la sección Letrillas el licenciado Luis feli-pe Estrada Carreón reseña el libro México pola-rizado 2000-2006. Estudios de psicología política, investigación realizada por el doctor Marco An-tonio González Pérez. Por último, Isaac Martí-nez Urbano comparte su más reciente creación literaria. A treinta y cinco años de haberse fundando la facultad de Estudios Superiores Acatlán, Mul-tidisciplina asume también el compromiso de mantener activo el espíritu de cambio y mejora para la excelencia educativa.

Comité Editorial de la revista Multidisciplina,Tercera época

Editorial

En el marco de los primeros siete lustros de excelencia educativa de la facultad de Estudios Superiores Acatlán, presentamos el número 5 de Multidisciplina, Tercera época. Este aniversa-rio lo celebramos con logros y la consolidación de proyectos, como es esta revista, en el cumpli-miento de las funciones sustantivas de nuestra Universidad: investigación, docencia y extensión de la cultura. En este quinto número de Multidisciplina, en el área de humanidades, la doctora Virginia Me-dina Avila trata la incursión de algunos escritores en la cinematograf ía mexicana durante los años sesenta y setenta del siglo pasado, incursión que respondió en gran medida a las exigencias y es-téticas culturales del momento; la maestra Alina Signoret Dorcasberro ofrece un recorrido teórico con relación a la adquisición y metacognición del constructo de “palabra” como unidad fonológica, gráfica, semántica, psicológica, morfosintáctica y funcional, durante la niñez; la licenciada Laura Cruz Ramos y la maestra María de los Ángeles de la Rosa Reyes demuestran de qué manera la intervención en el proceso de formación profe-sional contribuye al desarrollo de una conciencia que permite la autorrealización y la humaniza-ción de los estudiantes. La doctora Elisabeth Albine Mager Hois ana-liza el papel de la ideología en la formación de la mentalidad de grupos e individuos, así como la relación existente entre ideología y poder; también en el campo de las ciencias socioeco-

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Comité Editorial fundador de la revista Multidisciplina, Tercera época

Mtra. Hermelinda Osorio CarranzaDr. J. Alejandro Salcedo AquinoMtro. Adalberto López LópezDr. Guillermo González RiveraDr. Eduardo Torres Espinosa

Rodolfo BucioEditor

Silvia Moreno fernándezLeonardo CastilloEdición y producción

Oak EditorialDiseño gráfico y formación

Traducciones realizadas por Cintya Guzmán Camacho yMaría del Carmen Andrade Chalve, responsable de la Sección de Traducciones del cei de la fes Acatlán

Portada: Obra pictomonolítica titulada “La humanidad hoy”, de Roberto Roque

Contacto: [email protected]

Universidad Nacional Autónoma de Méxicofacultad de Estudios Superiores Acatlán Av. Alcanfores y San Juan Totoltepec s/n, Santa Cruz Acatlán, Naucalpan,Edo. de México, C.P. 53150.www.acatlan.unam.mx

La responsabilidad de los artículos publicados en Multidisciplina recae, de manera exclusiva, en sus autores, y su contenido no refleja necesariamente el criterio de la institución

Multidisciplina es nombre registrado en la Dirección de Reservas de Derechos del Instituto Nacional del Derecho de Autor. Reserva del título 04-2008-111212225300-102. Los demás registros en trámite

Impresa en junio de 2010 por Oak Editorial, sa de cv, Cerrada de Veracruz 110, c-302, Jesús del Monte, Huixquilucan, Estado de México, CP 52764Tiraje: 1,000 ejemplaresCosto por ejemplar: $80.00 mn

ÍNDICE

Humanidades

5 Influencia de los escritores en la renovación y búsqueda del cine mexicano de los sesenta y setenta Virginia Medina Ávila

22 El niño y la palabra: la reflexividad infantil en torno al concepto de la palabra Alina Signoret Dorcasberro

35 La intervención como proceso de formación profesional Laura Cruz Ramos y María de los Ángeles de la Rosa Reyes

Ciencias Socioeconómicas

46 Ideología y poder Elisabeth Albine Mager Hois

61 El pensamiento filosófico y político del Padre de la Patria Georgina Villafranca López

Ciencias Jurídicas

76 Brasilia y Ciudad de México: seguridad y orden público en la perspectiva de la criminología crítica Cristina Zackseski

Matemáticas e Ingeniería

93 El oscilador de Van Der Pol Silvia Larraza Hernández y Víctor José Palencia Gómez

Letrillas

103 México polarizado 2000-2006. Estudios de psicología política Luis Felipe Estrada Carreón

103 Lúmino Isaac Martínez Urbano

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Influencia de los escritores en la renovación y búsqueda del cine

mexicano de los sesenta y setenta Virginia Medina Ávila

•Resumen:El objetivo principal de este trabajo es resaltar la importancia de la creación literaria en la realización cinematográfica, con base en el trabajo de los escritores de los años sesenta y se-tenta que incursionaron como adaptadores, argumentistas y guionistas; además de recono-cer de qué manera el ejercicio o la praxis literaria de estos escritores les permitió solidificar su trabajo con el fin de alcanzar el éxito en su creación filmoliteraria, el cual, por otro lado, poco se trabaja en la literatura crítica. En medio de las dificultades que enfrentaba la industria cinematográfica mexicana sur-gió este movimiento embrionario: hito en la historia de la cinematograf ía nacional, que se esforzó en romper un círculo vicioso que mantenía la industria. Este movimiento aspiraba a proponer un nuevo cine que respondiera a exigencias culturales y estéticas diferentes. Es por ello que a través de este artículo académico nos empeñamos en mostrar lo que hicieron los novelistas y poetas para que esto fuera posible. Los escritores que incursionaron en el cine mexicano de los sesenta y setenta, principal-mente a partir del Primer Concurso de Cine Experimental, convocado en 1964 por la Sección de Técnicos y Manuales del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica, fueron en su mayoría jóvenes pertenecientes a la generación de medio siglo, que vieron en el cine, otro poderoso medio de expresión en donde dar rienda suelta a la imaginación al tiem-po de imprimirle un aire renovador a la temática y su tratamiento.

Palabras clave:Guionistas. Literatura. Cine. Literatura crítica.

Abstract:The main objective of this paper is to highlight the importance of literary creation in film production, based on the work of the writers of the sixties and seventies who ventured as screenplay adaptors, scriptwriters and screenwriters; in addition, it recognizes how the ex-ercise or literary practice of these writers allowed them to consolidate their work in order to succeed in creating their filmoliteraria, which, on the other hand, is seldom analyzed in the critical literature.

núm. 5, 2010, pp. 5-21

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El cine tiene mil maneras de vivir. Una de ellas es la escritura.

Gustavo García

Los escritores que incursionaron en el cine mexi-cano de los sesenta y setenta del siglo xx, en especial a partir del Primer Concurso de Cine Ex-perimental —convocado en 1964 por la Sección de Técnicos y Manuales del Sindicato de Tra-bajadores de la Producción Cinematográfica—, fueron en su mayoría jóvenes pertenecientes a la generación de medio siglo, que vieron en el cine otro poderoso medio de expresión para dar rien-da suelta a la imaginación, al tiempo de imprimir-le un aire renovador a los temas y su tratamiento. Rompieron estructuras, formas y cultivaban ale-gremente estilos que desafiaban las normas. No inventaron todo, aunque eso parecía, pues reco-rrían caminos que ya habían sido transitados en otras latitudes. Tenían, sin embargo, un aire de frescura. Concibieron la narrativa como un acto amoroso, íntimo, y con el cine tocaban la luz.

El espíritu del tiempo

Inmersos en un ambiente cultural de búsque-da y renovación, cinéfilos confesos, los escrito-res de medio siglo estuvieron influenciados por la llamada “teoría del autor”, producto de una constelación cultural que incluía revistas cine-matográficas, cineclubes, la filmoteca francesa y festivales de cine, donde la nouvelle vague, el

neorrealismo italiano y el “otro cine norteameri-cano” tuvieron un lugar de privilegio. Sin olvidar, por supuesto, la crítica cinematográfica encabe-zada por Cahiers du Cinéma (influyente revista francesa de crítica cinematográfica), donde des-tacó la polémica entre André Bazin y los críticos conocidos como los iracundos jóvenes turcos, en-cabezados por françois Truffaut. De todo este am-biente abrevó la mayoría de nuestros escritores. El novelista y cineasta Alexandre Astruc pre-paró el camino para la teoría del autor con su en-sayo de 1948 titulado “El nacimiento de una nueva vanguardia: la caméra-stylo”,1 en el que sostenía que el cine se estaba convirtiendo en un nuevo medio de expresión análogo a la pintura o la nove-la. Para Astruc el cineasta debía ser capaz de decir “yo” al igual que el novelista o el poeta. La fórmu-la de la caméra-stylo (cámara-bolígrafo) privile-giaba el acto de dirigir películas; el director ya no era un servidor de un texto preexistente (novela, guión) sino un artista creativo por derecho propio. françois Truffaut también desempeñó un im-portante papel en esta perspectiva con sus críticas al cine francés. En su famoso manifiesto-ensayo “Una cierta tendencia del cine francés”, publicado en 1954 en Cahiers du Cinéma, desacreditaba la tradición de qualité que convertía a los clásicos de la literatura gala en películas predecibles, os-tentosas, política y moralmente “correctas”, de es-

1 Stam, Robert, Teorías del cine. Una introducción, Barce-lona, Paidós (Comunicación, 126. Cine), 2001, p. 106.

Amid the difficulties faced by the Mexican film industry emerged this embryonic move-ment: milestone in the history of national cinematography, which strove to break a vicious circle the industry kept. This movement sought to propose a new cinema which satisfied different cultural and aesthetic requirements. That is why through this academic paper we insist on showing what novelists and poets did to make this possible. The writers who ventured into the Mexican cinema of the sixties and seventies, mainly since the Primer Concurso de Cine Experimental (first Experimental film Competition), or-ganized in 1964 by the Technical and Manual Workers Section from the Union of Workers of film Production, were mostly young people from the half-century generation who saw in the cinema, another powerful means of expression in which to unleash imagination while imparting a renovative air to the thematic and its treatment.

Key words:Screenwriters, literature, cinema, critical literature

Virginia Medina Ávila

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tilo totalmente basado en fórmulas y denominaba a este cine arcaico “cinema de papá” (en 1962 los defensores del nuevo cine alemán, en Oberhausen, también se oponían al “cine de papá”). Truffaut desdeñaba esta tradición de qualité afirmando que se trataba de un cine de guionista acartonado y académico; alababa, en cambio, la vitalidad del cine norteamericano inconformista de Nicholas Ray, Robert Aldrich, Orson Welles, sin olvidar a John Huston. Además, rechaza la tradición de la qualité porque convertía la creación de películas en la traducción de un guión preexistente, cuan-do en realidad debía ser la aventura de una mise-en-scène creativa y libre de restricciones. Pero iba más allá: sostenía que el cine francés se preciaba de ser “antiburgués”, cuando en realidad estaba hecho “por el burgués para el burgués”; afirmaba que era la obra de littérateurs que menosprecia-ban e infravaloraban al cine. Debe tomarse en cuenta el grado de provo-cación de lo esgrimido por Truffaut, en especial en su apoyo al cine norteamericano en una época de compromiso sartreano y de dominio de la iz-quierda en la cultura francesa, en un momento en que Estados Unidos evocaba el maccartismo y la guerra fría, y Hollywood era una poderosa “má-quina de sueños” que había aniquilado a grandes talentos como Ströheim y Murnau. Para Truffaut el nuevo cine se asemejaría a la persona que lo hiciera, merced a su estilo que im-pregna el filme con la personalidad de su director. La teoría del autor sostenía que los directores in-trínsecamente fuertes exhiben con el paso de los años una personalidad estilística y temática re-conocible, incluso en el marco de los estudios de Hollywood. Es decir, el verdadero talento siem-pre sale a la luz sin importar las circunstancias. Desde la publicación de su primer número, en 1951, Cahiers du Cinéma se convirtió en órga-no clave para la propagación de la teoría del au-tor. Para los críticos de los Cahiers el director era el responsable último de la estética y la puesta en escena del filme. La revista inició una serie de en-trevistas a sus directores predilectos entre 1954 y 1957: Renoir, Buñuel, Rossellini, Hitchcock, Hawks, Ophuls, Minnelli, Welles, Ray y Visconti. Durante la segunda posguerra del siglo xx

tanto el discurso cinematográfico como el lite-rario empezaron a girar en torno de una conste-lación de conceptos como écriture y textualidad. Esta metáfora grafológica presidió el periodo desde la caméra-stylo de Astruc a la posterior discusión de Christian Metz sobre cine y écriture en su ensayo “Langage et cinéma” (1971). Los di-rectores de la nouvelle vague francesa mostraron especial predilección por la metáfora de la escri-tura, cosa que no debe sorprendernos teniendo en cuenta que muchos de ellos empezaron su ca-rrera como críticos, para quienes artículos y fil-mes eran dos formas posibles de expresión. Las películas de los directores de la nouvelle vague encarnaban esta teoría de la escritura. No es casual, por ejemplo, que la primera película de Truffaut, Les Quatre Cents Coups (Los cuatro-cientos golpes, 1959), abunde en referencias a la escritura: el plano inicial de los alumnos que es-criben, la imitación de Antoine de la caligraf ía de su madre, su robo de una máquina de escribir, su imitación de Balzac que despierta acusaciones de plagio. Todos estos ejemplos apuntan a la metá-fora subyacente a la visión que Truffaut tiene del arte de hacer películas. En francia la teoría del autor formaba parte de una estrategia que pretendía facilitar un nue-vo modo de hacer películas. Esta tendencia fue simultáneamente la inspiración y el instrumen-to estratégico de los cineastas de la nouvelle va-gue, quienes la emplearon para abrirse camino en el panorama de un cine francés conservador y jerárquico, que de paso dinamitaron, donde los aspirantes a directores debían esperar toda la vi-da para hacer una película; y éste era el caso de México también: los jóvenes realizadores no po-dían entrar al hermético búnker. Directores críticos como Truffaut y Godard atacaron al sistema establecido, a sus rígidas je-rarquías de producción, a su preferencia por el rodaje en estudio y a sus convencionales proce-dimientos narrativos; reivindicaron los derechos del director frente al productor, situación que en su momento hicieron no sólo los directores nove-les de los sesenta y setenta en nuestro país, sino también los escritores de la época a quienes les sedujo esta mística creativa.

Hum

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Influencia de los escritores en la renovación y búsqueda del cine mexicano de los sesenta y setenta

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La teoría de autor que fue, paradójicamente, una veta que tenía sus raíces ideológicas en un expresionismo romántico premoderno, ayudó a sentar las bases de un cine moderno en sus aspi-raciones y en su estética, ejemplificado por hitos históricos como Hiroshima Mon Amour (Alain Resnais, 1959) y À Bout de Souffle (françois Tru-ffaut, 1959). Dicha teoría efectuó, asimismo, una valiosí-sima operación de rescate de películas y géneros olvidados: el thriller, el western y el cine de terror. Al centrar la atención en las películas en sí y en la puesta en escena como firma estilística del direc-tor, esta teoría contribuyó clara y sustancialmen-te a la evolución teórica y metodológica del cine, además de desplazar la atención del qué (historia, tema) al cómo (estilo, técnica) y, en especial, faci-litó la entrada del cine en los departamentos de li-teratura y desempeñó un papel fundamental en la legitimación académica de los estudios sobre cine. México pretendía, como en París y Nueva york, promover la cultura cinematográfica, crear salas de repertorio y publicaciones sobre la materia, como los siete números de la revista Nuevo Cine (1961-1962); forjar una gran tradición de cineclu-bes y fundar instituciones dedicadas al estudio y rescate del cine, encabezadas por la Universidad Nacional Autónoma de México, por iniciativa de Manuel González Casanova, que culminó con la creación de la filmoteca y del Centro Universita-rio de Estudios Cinematográficos (cuec) en 1968. Hacia 1955 comenzaron a consolidarse nue-vos cineclubes y había en México, además del Progreso (creado en 1952, “primer cineclub de vanguardia en nuestro país, que vino a preparar el ambiente para la creación de nuevos cineclu-bes”),2 el del ifal (Instituto francés de América Latina, fundado en 1948), el Cuauhtémoc, Ami-gos de la Cultura, Juventud Israelita, Juventud Es-pañola, Bonampak y el de la unam, entre otros. Una influencia que permeó más que otras la cultura cinematográfica de la época fue el

2 González Casanova, Manuel, ¿Qué es un cine-club?, México, Dirección General de Difusión Cultural/Sección de Actividades Cinematográficas/Imprenta Universitaria, unam, 1961, p. 12.

neorrealismo italiano. Había ciertas analogías entre las situaciones sociales de Italia y América Latina que lo hicieron aún más atractivo. La geo-graf ía social de Italia, dividida en norte rico y sur pobre, reproducía con sorprendente exactitud la situación del mundo en su totalidad. Hubo con-siderables dosis de fertilización cruzada entre el neorrealismo italiano y la teoría y praxis del ci-ne latinoamericano. Algunos representantes del neorrealismo visitaron nuestro continente —Ce-sare Zavattini fue a Cuba en 1953 y vino a México en 1955— para discutir y aplicar los postulados y viabilidad de ese tipo de cine. El espíritu del tiempo trasudaba rebeldía. Tras la victoria vietnamita sobre los franceses en 1954, la Revolución cubana en 1959 y la independencia argelina en 1962, la ideología del cine del Tercer Mundo cristalizó, a fines de los sesenta, en una ola de ensayos-manifiestos sobre cine: Estética del hambre (1965), de Glauber Rocha; Hacia un tercer cine (1969), de fernando Solana y Octavio Getino, y Por un cine imperfecto (1969), de Julio García Espinosa, así como en declaraciones en festivales de cine del Tercer Mundo (El Cairo, 1967; Argel, 1973), en los que se pedía “una revolución tricon-tinental y una revolución estética y narrativa en la forma cinematográfica. Jugando con el término ‘sur’, Glauber Rocha pedía ‘un neo-sur-realismo’. La originalidad de Latinoamérica, para Rocha, era su hambre, y la más noble manifestación cultural del hambre era la violencia. Todo lo que se nece-sitaba, como rezaba el slogan, era una cámara en la mano y una idea en la cabeza”.3 Huella profunda en todos los ámbitos de aquellos tiempos fue la obra de franz fanon Los condenados de la tierra. En sus críticas sobre el imaginario colonialista fanon sostenía que en la historiograf ía eurocéntrica “el colonizador hace la historia; su vida es un hito, una odisea”; frente a él “unas criaturas aletargadas, devoradas por la fiebre, sumidas en costumbres ancestrales, consti-tuyen un telón de fondo casi inorgánico para el di-namismo innovador del mercantilismo colonial”.4

3 Stam, Robert, op. cit., p. 118.4 fanon, franz, The Wretched of the Earth, Nueva york, New Grove Press, 1963, citado por Stam, ibid., p. 120.

Virginia Medina Ávila

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Incontables películas y manifiestos rindie-ron homenaje a fanon en los sesenta y setenta, además de que los ambientes social y cultural se vieron reflejados en manifestaciones como la que provocó la noción de tercer cine (en Cuba y la Argentina del peronismo) y del cinema novo en Brasil. Estéticamente, estos movimientos se inspi-raban en corrientes tan distintas como el montaje soviético, el surrealismo, el neorrealismo italia-no, el teatro épico brechtiano, el cinéma vérite y la nouvelle vague francesa. Glauber Rocha sugirió que el lenguaje cinematográfico latinoamericano podía inventarse a partir de la fusión de los dos modelos, en apariencia antagónicos, propuestos por Zavattini y Eisenstein. Los manifiestos de los sesenta y setenta privi-legiaron un cine alternativo, independiente y an-tiimperialista más interesado en la militancia que en la expresión personal del autor o la satisfac-ción del consumidor. En la teoría cinematográfica tercermundista las cuestiones de producción, po-lítica y estética se entrelazan de manera inextrica-ble. El ideal era convertir la debilidad estratégica —falta de infraestructura, fondos, equipamien-to— en una fuerza táctica, haciendo de la pobre-za un símbolo de honor, y de la escasez un motor que provocaría la búsqueda de alternativas. En México esta experiencia se verá reflejada en el manifiesto del grupo Nuevo Cine (enero, 1961).5 Como puede apreciarse, a la par de corrientes como la teoría del autor en el cine, podemos en-contrar tendencias más radicales, revolucionarias incluso, que se manifestaron en todas las expre-siones artísticas. A fines de los sesenta el Primer Mundo, como había sucedido antes en el Tercer Mundo, fue testigo de un periodo de efervescen-cia cultural y política, culminación del fermento revolucionario posterior a la derrota del nazismo en la segunda guerra mundial y a la disolución de los imperios coloniales durante la posguerra. La teoría del cine en los sesenta se erigió sobre la base de los anteriores logros de las teorías de iz-

5 Manifiesto del grupo Nuevo Cine, en Hojas de cine. Tes-timonios y documentos del nuevo cine latinoamericano, México, sep/uam/fundación Mexicana de Cineastas, vol. ii (Ensayos), 1988, pp. 33-35.

quierdas (Sergéi Eisenstein, Dziga Vertov, Vsévo-lod Pudovkin, Bertolt Brecht, Walter Benjamin, Siegfried Kracauer, Theodor Adorno, Max Hor-kheimer) y revisó numerosos debates anteriores: el Brecht-Lukács sobre el realismo o el Benjamin-Adorno sobre el papel ideológico de los medios de comunicación de masas. En mayo de 1968 una insurrección enca-bezada por estudiantes casi derrocó al régimen gaullista en francia. Subyacía a este conflicto la crisis del marxismo occidental, desencadena-da por dos acontecimientos ocurridos en 1956: el reconocimiento, por parte del Partido Comu-nista soviético, de los crímenes de Stalin y la so-focación del alzamiento húngaro. Mayo de 1968 fue el producto, no de la vieja izquierda, esto es, la izquierda burocrática estalinista de los parti-dos comunistas ortodoxos, sino de la nueva iz-quierda. Antiautoritaria, socialista, igualitaria y antiburocrática, la nueva izquierda se alejó del antiguo énfasis emplazado en la explotación de clases e incorporó los discursos del psicoanálisis, el feminismo y el anticolonialismo, en una crítica generalizada de la alienación social. En 1968 se produjo una diáspora de lo políti-co, que se extendió a lo largo y ancho de la teo-ría y la vida cotidiana. Los acontecimientos de mayo tuvieron repercusiones en el mundo de las artes en general. La expresión Mayo del 68 sir-ve con frecuencia para condensar un fenómeno de gran alcance, de casi dos décadas de duración, de pensamiento y práctica rebelde en multitud de países distintos. Se produjeron movimientos en todas partes: estudiantes e intelectuales de Praga, Berkeley, Berlín, Río de Janeiro, Tokio, Bangkok y México participaron en la revuelta global con-tra el capitalismo, el colonialismo, la dictadura y el imperialismo, así como oposición frente a las formas autoritarias del comunismo. Algunas de las consignas de entonces conservan aún el aro-ma beligerante, idealista e inconformista de la época: “La imaginación al poder”, “Sean realistas: pidan lo imposible”, “Prohibido prohibir”, “Perse-guid al policía de vuestro pensamiento”, “Todos somos judíos alemanes”, “Abrid las puertas de las prisiones, los asilos y los institutos de enseñan-za”, “No conf íes en nadie que haya cumplido los

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treinta”, “Ponte a tono, excítate y deja los estudios (tune in, turn on and drop out)”, “Haz el amor y no la guerra”, “Dos, tres, cientos de Vietnams”, “Las mujeres sostienen la mitad del cielo”… No hubo un único mayo del 68: el movimiento era marxista-leninista en Europa Occidental; anties-talinista en Europa Oriental; maoísta, en China; contracultural en Norteamérica y antiautoritario en México. “En el terreno del cine, en los años sesenta y principios de los setenta proliferaron los movi-mientos de renovación. Tras los pasos del neorrea-lismo y de la nouvelle vague encontramos: el ‘tercer cine’ en Argentina, el ‘nuevo cine’ en México, el Neues Deutsches Kino en Alemania, el giovane ci-nema en Italia, el new American cinema en Esta-dos Unidos y el ‘nuevo cine indio’ en la India”.6 Por lo que toca a las distintas corrientes de investigación, prevalecía la idea de que el cine constituía un territorio casi autónomo de lucha política; no se limitaba a reflejar las luchas de-sarrolladas en todo el mundo. Si Walter Benja-min había criticado la “estetización de la política” propia del fascismo, la cultura cinematográfica de Mayo del 68 tomó la dirección contraria: “la politización de la estética”.7

La conquista de la transgresión

La incursión de los noveles escritores mexicanos en la creación de argumentos, guiones, diálo-gos, adaptaciones para el séptimo arte significó la propuesta de arquetipos literarios y símbolos de una generación en aras de la destrucción del sentido común, la “perversión” del lenguaje y la imaginación al servicio de nadie. Esa tentación de romper los moldes en que se petrificaba la novela como género los llevó a experimentar. Estos narradores incursionaron en una época de propuestas y disidencias. Las muchachas de la facultad de filosof ía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México querían, sobre to-das las cosas, ser La Maga: llevaban medias negras, fumaban Gitanes y empezaban a cocinar mal; ade-

6 Stam, Robert, op. cit., p. 160.7 Ibid., p. 161.

más de que llevaban Rayuela como una especie de amenaza bajo el brazo. Con ese libro de alguna manera empezó la crisis existencial masculina. La realidad ambiente estaba en proceso de mutación. Carlos fuentes, por ejemplo, en varias ocasiones ha descrito los paseos por el Barrio La-tino de París; además de las reuniones con Ga-briel García Márquez y el creador de Rayuela en sesiones de cine a todas horas. Pasión que com-partieron la mayoría de los escritores de su ge-neración, alimentada con la fuerza renovadora de las escuelas europeas: el neorrealismo italiano y la nouvelle vague francesa, en especial. y fue esa pa-sión la que los llevó a crear esa provocación al in-genio que fue la convocatoria al Primer Concurso de Cine Experimental y lo que derivó de éste. De tal suerte que vinieron a revitalizar y a for-mar parte del olimpo cinematográfico que agrupa a aquellos que han hecho de la escritura para cine un género literario, tan noble como el que más, y que los debe situar en el lugar que merecen en la historia del arte mexicano. El guión cinematográ-fico también es literatura, es un texto que se es-cribe con imágenes y sonidos, rostros y palabras, cuerpos y gestos, emociones y movimientos, lu-ces y silencios, sobre un papel hecho de tiempo. Los escritores de cine nos han enseñado que cada película posee una compleja arquitectura construida a partir de un plano llamado guión, raíz profunda y nutriente del árbol cinematográ-fico. y es en el olvidado, menospreciado, maltra-tado arte del guión donde ellos incursionaron; en una época donde el cine nacional estaba urgido de temas y tratamientos novedosos. No importa cuántos años pasen, cuántos sis-temas de fabricar, transmitir y consumir imá-genes se inventen, cada vez que alguien intente contar historias de seres humanos, a través del cine, en cualquiera de sus formas, recurrirá a es-critores de la talla de Juan Rulfo, Carlos fuentes, Gabriel García Márquez, Juan de la Cabada, Juan García Ponce, Inés Arredondo, Héctor Mendo-za, Juan José Gurrola, José Emilio Pacheco, Juan Vicente Melo y Juan Ibáñez; creadores de pelí-culas tales como La fórmula secreta (Rubén Gá-mez, 1964), El gallo de oro (Roberto Gavaldón, 1964), Lola de mi vida (Miguel Barbachano Pon-

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ce, 1964), La Sunamita (Héctor Mendoza, 1964), Tarde de agosto (Manuel Michel, 1964), Las dos Elenas (José Luis Ibáñez, 1964), Tajimara (Juan José Gurrola, 1964), En este pueblo no hay ladro-nes (Alberto Isaac, 1964), Amelia (Juan Guerrero, 1965). Así como realizaciones que les siguieron: Los cuervos están de luto (francisco del Villar, 1965), Los caifanes (Juan Ibáñez, 1966), El casti-llo de la pureza (Arturo Ripstein, 1972), María de mi corazón (Jaime Humberto Hermosillo, 1979), El apando (felipe Cazals, 1975), Juego de menti-ras (Archibaldo Burns, 1967), El lugar sin límites (Arturo Ripstein, 1977), Cadena perpetua (Artu-ro Ripstein, 1978), Naufragio (Jaime Humberto Hermosillo, 1977). Además autores de la talla de José Revueltas, Emilio Carballido, Emilio García Riera, Elena Garro, Ricardo Garibay, Vicente Le-ñero, José Agustín, Hugo Argüelles, Luis Spota serán siempre un obligado punto de referencia en la historia del cine y la literatura mexicanas. De ahí podemos afirmar que los guiones crea-dos por estos escritores fueron realizaciones des-tacadas. Las cuales, a más de sintetizar un ciclo, revelan que gracias al trabajo de los escritores y con una buena dirección (en asociación creativa con actores y técnicos) funcionaron en admirable armonía y hallaron una visión colectiva esplén-dida. Con esos guiones y sus respectivos filmes se comprueba la asombrosa capacidad visual de los escritores para percibir imágenes antes de su existencia, ya que el primer espectador del filme es el guionista.

Los escritores de la generación de medio siglo

Ambiente social y cultural: el espíritu del tiempoLa vida del cine que invocaron los jóvenes creado-res abrió el sentido de las imágenes para reclamar la mirada activa y libre del espectador, encarado a un espejo fragmentario y enigmático del mundo y de sí mismo. El trabajo de los escritores de la ge-neración de medio siglo que participaron en el ci-ne de los sesenta y setenta ejemplifica la fertilidad de aquellas imágenes que también se perciben en la memoria de los que las contemplaron para su goce y reflexión.

Esos creadores seguían los pasos de Godard, Antonioni, Truffaut, fellini, De Sica y Buñuel. Pe-ro además, como señaló el pintor José Luis Cue-vas, otros ecos marcaron a esa generación:

En todo caso —dijo el pintor— prefiero, como los franceses [los críticos de la revista Positif], al bino-mio Gout-Sevilla [Alberto Gout y Ninón Sevilla, de Aventurera, 1949], que por lo menos me traen la nostalgia de la década de los 40, en los que yo me ini-ciaba en la vida nocturna de México y en otras vidas. Las exóticas del Tívoli, Cervantes y Río en las películas mexicanas, son algo para mí mucho más significativo que un falseado xochimilco o Taxco. En esa época surgieron grandes mitos como la propia Ninón Sevilla, Rosa Carmina y María Anto-nieta Pons, con quien tuve una gran fijación desde los once años y a quien vi por primera vez en aque-llas matinés presentadas por Carlos Amador.8

Toda una época de apertura a una introspección que la literatura ya había explorado mediante Proust, Joyce, Woolf, faulkner o Pavese. Expe-riencia integradora de diversas manifestaciones del arte y del pensamiento, generadora de un am-plio debate de ideas, abierto al mundo moderno, con un afán de recapitulación que se advierte en todos los ámbitos de la cultura. En 1950 murió xavier Villaurrutia. Es el mo-mento en que ciertas líneas de franca derivación vanguardista comienzan a definirse con fuerza, en detrimento del discurso nacionalista de las dé-cadas anteriores. Se publican El laberinto de la soledad, de Octavio Paz, y los Sonetos, de Carlos Pellicer. Se estrena El cuadrante de la soledad, de José Revueltas, que en unos meses alcanzaría las cien representaciones y el escándalo, por parte de la crítica de izquierda, “que no supo ver en la obra sus alcances sociales, éticos y existenciales y la re-dujo a su mínima expresión ideológica: ser porta-voz de la decadente filosof ía existencialista”.9

8 Matute, Estela, “José Luis Cuevas. Un pintor habla de ci-ne”, en Cine avance internacional, núm. 110, México, 17 de junio de 1966, pp. 58-62. 9 Pereira, Armando, La generación de medio siglo: un mo-mento de transición de la cultura mexicana, México, unam, 1997, p. 23.

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Como se ve, no sin dificultades los escritores y artistas de esta generación fueron abriendo nuevos caminos. Los olvidados, de Luis Buñuel, recibió el reconocimiento de la crítica en el festival de Can-nes. Aunque tuvo que esperar el reconocimiento internacional para ser aceptada en México, este filme comenzó a romper estereotipos, a plantear una visión más crítica y compleja del mexicano y su entorno social y, sobre todo, a abrir nuevos cauces temáticos y estéticos al cine mexicano. No debemos olvidar que entre 1950 y 1955 la literatura mexicana se vería enriquecida por una serie de obras que abrían el abanico de intereses hacia temas y preocupaciones distintos: El llano en llamas y Pedro Páramo, de Juan Rulfo; ¿Águila o sol?, de Octavio Paz, La X en la frente, de Al-fonso Reyes, y Confabulario, de Juan José Arreola son sólo algunas de las que sitúan a nuestra litera-tura en parámetros distintos. Resonancias del espíritu renovador que re-corría como un aire fresco todas las esferas del quehacer artístico. En 1956 se crea el movimien-to escénico Poesía en Voz Alta, auspiciado por la unam, que vendría a trastocar las tradicionales representaciones teatrales, pues constituyó el punto de partida de nuestro teatro experimen-tal: “...jóvenes escritores más tarde conocidos co-mo integrantes de la generación de medio siglo (llamada así en homenaje a la revista del mismo nombre que en sus inicios contribuyó a agrupar-los). Muchos de ellos venían del interior del país —Huberto Batis y Carlos Valdés de Guadalajara; Inés Arredondo de Sinaloa; Juan Vicente Melo y Sergio Pitol de Veracruz; Jorge Ibargüengoitia de Guanajuato; Juan García Ponce de yucatán—…”10

Todos ellos compartían una decidida voca-ción crítica, que ya Octavio Paz había esbozado en El arco y la lira (1956), como una de las ca-racterísticas esenciales de la literatura moderna. La crítica que desarrollaron los escritores de esta generación en revistas y suplementos literarios abarcaba todos los ámbitos de la cultura. Juan Vicente Melo así lo reveló: “Esta generación ha alcanzado una visión crítica, un deseo de rigor, una voluntad de claridad, una necesaria revisión

10 Ibid., p. 26

de valores que nos han permitido una firme acti-tud ante la literatura, las otras artes y los demás autores... No es raro que todos nosotros, poetas, novelistas, ensayistas, nos preocupemos por la crítica de una manera que, desde hace algunos años, no existía en México”.11

El punto culminante de este proceso lo cons-tituiría, sin duda, la publicación, en 1958, de la gran novela urbana de Carlos fuentes:

...la empresa que en 1955 acometimos Emmanuel Carballo y yo —la fundación y dirección de la Re-vista Mexicana de Literatura— fue haber dicho a tiempo que una visión colectiva sólo es válida si nace de un compromiso real con la forma artística empleada, que a su vez es la expresión de la per-sonalidad del artista... No eran ajenas a estas ideas mis apasionadas lecturas balzacianas, verdadero yacimiento literario de la primera novela que en-tonces escribía, con demasiada energía, todas las noches: La región más transparente.12

La Universidad Nacional ampliaba sus objetivos: docencia, investigación y difusión de la cultura, con todo lo que llegó a promover: el movimien-to de Poesía en Voz Alta; una revitalizada nueva época de la Revista de la Universidad; la funda-ción de la Casa del Lago; la edición de la revista Punto de Partida y el lanzamiento de la colección discográfica Voz Viva de México. La Coordinación de Difusión Cultural fue di-rigida por Tomás Segovia y más tarde Juan Vicen-te Melo, sustituyendo en el cargo a su fundador, Juan José Arreola, estuvo al frente de la Casa del Lago a partir de 1961. Entre 1952 y 1965 podemos apreciar un pro-ceso de cambio en el sistema de las artes plásticas: paulatina apertura a la multiplicidad de propues-tas y estímulos, además de la creación de nuevos espacios. No era la primera vez que los artistas mexicanos rompían con lo establecido. ya lo ha-bían hecho Posada y Ruelas, los muralistas de la primera época, Tamayo y otros más.

11 Melo, Juan Vicente, Juan Vicente Melo, México, Empre-sas Editoriales, 1966, p. 42.12 fuentes, Carlos, Tiempo mexicano, México, Joaquín Mortiz (Cuadernos), 1971, p. 59.

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José Luis Cuevas aporta a este novedoso mo-vimiento el pronunciamiento más nítido. Crítico implacable de los muralistas, se despoja del es-truendo de la acción y el color para proponer, con el virtuosismo de su dibujo, el valor de la línea y de otros significados expresivos:

el silencio, la espera, la vigilia, la tortura interna y sus monstruos. Cuevas nos remite a otra tradición, a la desmitificación de las glorias del hombre, no hay más parafernalias que los absurdos sombreros de sus personajes un tanto indiferentes, un tanto ex-pectantes que surgen del frío pegajoso de la pesadi-lla. Contrario a las lecciones edificantes de la pintu-ra mural, Cuevas introduce un hombre distinto en la pintura mexicana, un ser sin nombre, ni geogra-f ía, personaje que a su vez imagina sus propias abe-rraciones y se repite en los espejos de una condición eterna que anula el sentimiento del devenir. Todo está hecho de una sustancia que sólo se produce en la hora de la duermevela en escenarios escogidos como el burdel, la casa de los locos, un cónclave de brujas o el estrecho cuarto en el que durmiese K.13

En 1956 Cuevas publicó en el suplemento cultu-ral de Novedades, México en la Cultura, dirigido por fernando Benítez, un manifiesto titulado “La cortina de nopal”. fue un texto anticonformista, en contra de la llamada Escuela Mexicana de Pintu-ra y del nacionalismo feroz que ejercían los inte-lectuales de la época. fue el primer manifiesto en contra de la pintura mexicana que negaba toda la influencia externa para exaltar sólo “lo nuestro”. “La cortina de nopal” sería el comienzo de una serie de artículos en los que Cuevas atacó el “ar-te folclórico, superficial y ramplón que se hace en México y cuyo pontífice supremo es Diego Rivera”. En Latinoamérica Cuevas fue considerado como precursor, de tal suerte que se hablaba del cuevis-mo como sinónimo de rebeldía. El poeta colom-biano Gonzalo Arango señalaba que la actitud iconoclasta del joven pintor de 22 años le recorda-ba a Jean Genet. Mientras, en Estados Unidos su

13 Eder, Rita, “La joven escuela de pintura mexicana: eclec-ticismo y modernidad”, en Ruptura, México, Museo de Arte Alvar y Carmen T. de Carrillo Gil/Museo Biblioteca Pape, 1988, p. 191.

actitud fue comparada a la que en el cine asumía James Dean o en la música popular Elvis Presley.

El pintor publica su manifiesto acompañado de viñetas donde es evidente la crítica que hace a Rivera y Siqueiros, de las cuales sólo reprodu-cimos dos: “No pretendo ningún liderato juvenil ni trato de reclutar rebeldes con que atacar el in-fecto bastión de Bellas Artes. Me conformo con decir lo que siento que es, sin lugar a dudas, el mismo sentir de otros individuos de mi genera-ción, tanto en el arte como en diferentes activida-des intelectuales”.

Doña Siqueiros piroxiliana

El México que Cuevas se propone retratar es el de toda la riqueza de sus vivencias y los personajes que más habían influido en él.

No se crea, por otra parte, que para mí no existe otro México más que aquél que ataco. Hay otro México para mí, al que respeto y admiro como in-condicional. Es el México de Orozco, de Alfonso Reyes, de Silvestre Revueltas, de Antonio Caso, de Carlos Chávez, de Tamayo, de Octavio Paz, de Carlos Pellicer, de Carlos fuentes, de Nacho López.

Hablando con el pueblo

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Es un México serio, estudioso, proyectado hacia afuera con prestigio pero generalmente atacado y vilipendiado dentro de su propio país. Me siento orgulloso de que en México se haya originado una empresa editorial como es la del fondo de Cultura Económica. Siento un indisimulable regocijo cuan-do en el extranjero me elogian Los olvidados [Luis Buñuel, 1950] y Raíces [Benito Alazraki, 1953], pe-lículas que en mi país fueron fracasos de taquilla. Todo este México es el que me alienta a protestar porque es el México universal y eterno que se abre al mundo sin perder sus esencias. Hay una generación joven en México que trae ideales afines con todo este bloque de acción cul-tural que he mencionado. yo deseo pertenecer a ella. No me erijo en árbitro de nada ni pido que se siga mi ruta porque empiezo por afirmar que no la considero única. Admito en arte todos los caminos que se presentan como una prolongación generosa, amplia, de la propia vida. Quiero en el arte de mi país anchas carreteras que nos lleven al resto del mundo, no pequeños caminos vecinales que co-nectan sólo aldeas.14

Vlady, Echeverría, Héctor xavier, Gironella, Bar-tolí y Cuevas fueron los primeros en autonom-brarse “pintores independientes” y el primer grupo que como tal inició la pelea contra el “mo-nopolio” de la Escuela Mexicana. Al movimiento renovador se unieron otros artistas como Juan Soriano, Pedro Coronel, Lilia Carrillo, francisco Corzas, fernando García Ponce, Rodolfo Nieto, Vicente Rojo y francisco Toledo, entre otros. El arte mexicano era otro y, sin embargo, las auto-ridades culturales no se habían dado cuenta. La Escuela Mexicana seguía ejerciendo con prepo-tencia y contaba para ello con todo el apoyo oficial; es más, era el arte oficial, el único que apoyaban. Sin embargo, en la década de los cincuenta otros acontecimientos construían las anchas ca-rreteras que nos llevaban al resto del mundo, no pequeños caminos vecinales que conectan sólo aldeas, como lo había anhelado Cuevas. La crea-ción del grupo Poesía en Voz Alta, por ejemplo, vendría a cambiar para siempre los parámetros

14 Cuevas, José Luis, “La cortina de nopal”, en ibid., pp. 81-91.

de la manera de hacer teatro. Por el carácter in-terdisciplinario de este medio pudieron participar en él tanto dramaturgos y actores, como músicos y pintores, todos con plena conciencia de iniciar un movimiento de vanguardia en el país. Pero, ¿cuál era la realidad ambiente que se respiraba en esos años? Carlos fuentes nos la describe en su imprescindible Tiempo mexicano:

Vivíamos en una ciudad de seducciones inocen-tes, donde las vedas apocalípticas de los herma-nos maristas en el viejo colegio Morelos habían sido estímulo suficiente para probar la fuerza del anatema en el teatro Apolo, en los palacios que-jumbrosos del Buen Tono y Meave, en los escena-rios que entonces dominaban Gema y Tongolele, Su-Muy-Key y Kalantán, las orquestas de Luis Ar-caraz y Pérez Prado. Recorríamos hasta la extin-ción una ciudad de violentas seducciones emocio-nales, fortunas rápidas, clase media en ascenso e inmigraciones campesinas. Era todavía la ciudad de Orozco y aún no la de Cuevas; un México de burdeles olorosos a desinfectantes y, en el caso de la calle de Aranda, a pescadería: allí oficiaba, antes de llevarlos a las páginas de Farabeuf, sus rituales sadistas Elizondo, quien además alquila-ba un apartamiento vampírico en un viejo palacio colonial de la calle de Tacuba; un México de ca-baretuchos decorados con paredes plateadas, de fichadoras envueltas en satines y rasos, de padro-tes con miradas de pedernal y magos con capas escarlata y coyotes con sombreros texanos; una ciudad con el ritmo cobrizo del mambo y una an-tigua corte de los milagros en la calle de los Azte-cas, donde los mendigos, ciegos y mutilados se re-unían bajo las venerables arcadas de un convento expropiado; una ciudad de encueratrices enanas y envaselinados cantantes de boleros; un mundo de brutalidad adormecida, ritos olvidados y perfume barato. Era un mundo definido por Diego Rivera y sus andamios, María félix y sus pestañas, Da-vid Alfaro Siqueiros y sus pistolas de piroxilina, Dámaso Pérez Prado y su cara de foca, Tongolele y su mechón blanco, su diamante en el ombligo y sus uñas color de rosa. Era un mundo vulgar, sentimental y terreno, de miradas feas y puñales rápidos, sombrío y rutilante como las luces neón

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del Leda y el Macao, Las Mil y Una Noches, el Tío Sam, El Burro y El Golpe. Todos habíamos nacido cuando los cañones de la revolución aún estaban calientes, fresco el recuerdo de Germán del Campo y la Madre Con-chita, apenas apagados los rumores de la rebelión cristera, recientes los cadáveres de Topilejo y Hui-tzilac, viva la imagen de un Cárdenas que les había dado honor y esperanza a todos los mexicanos. éramos devoradores de estas imágenes de nuestra ciudad, las del presente y las del pasado. yo vivía para escribir la ciudad y escribía para vivir la ciu-dad: hoy y ayer.15

Todos esos acontecimientos fueron fundamenta-les para el gran cambio posterior, cuando las rup-turas personales pudieron convertirse en la gran ruptura que transformaría el panorama de la cul-tura mexicana.

El resumen novedoso en 1963, todavía en plena transición cultural, lo indican los nombres (no quiero agotar una lista, sino ejemplificar con ella) de Chumacero, Sabines, García Terrés, Bonifaz, Montes de Oca y Pacheco en la poesía; de Juan Soriano, José Luis Cuevas, Rafael y Pedro Coronel, Ricardo Martínez, Vicente Rojo, Alberto Gironella, felguérez y Lilia Carrillo en la pintura; de Benítez, Villoro, García Cantú, Ceceña, Pablo González Ca-sanova y Edmundo flores en el ensayo; de flores Olea, González Pedrero, Rico Galán y Henrique González Casanova en el periodismo político; de Rosario Castellanos, Carballido, Galindo, García Ponce, Aridjis, Melo y De la Colina en la narrativa; de Gurrola, Juan Ibáñez, José Luis Ibáñez, Men-doza y Azar en la renovación teatral; de Gutiérrez Heras, Cosío, Leonardo Velázquez, Mata, Manuel Enríquez y Elizondo en la música; de Barbachano, Velo, Michel y el grupo de Nuevo Cine en la cine-matograf ía. Todos estos nombres no sólo indican renovación y, sobre todo, diversificación. Suponen, en cada caso, una asimilación del hecho y la con-ciencia de ser mexicanos, sin necesidad de agitar banderas tricolores o traficar con jícaras y, a partir de ello, una penetración, no ya en la abstracción de

15 fuentes, Carlos, op. cit., pp. 60-61.

“lo mexicano” sino en la concreción de los mexi-canos, social o individualmente considerados... La inteligencia liberada por una atención crítica y por una independencia solidaria que rechaza los clisés, los slogan, los esquemas simples y apunta hacia una comprensión humana radical, pueden ser los signos de la tercera etapa cultural mexicana, hoy naciente y no sólo perceptible en la obra singular de artistas y escritores sino, ante todo, en el espíri-tu colectivo de la juventud.16

Como lo refiere fuentes se elaboraban entre los más jóvenes una cultura y un arte comprome-tidos que se disolvían en la unidad inseparable de creación y crítica; en lo que él denominó La tercera etapa cultural mexicana. y al decir esto añadía más nombres de los que en los sesenta y setenta afirmaron esta capacidad creadora:

Gustavo Sainz, Salvador Elizondo, Juan Manuel Torres, Héctor Manjarrez, Ulises Carrión, Gerardo de la Torre, Jorge Aguilar Mora, Ricardo Garibay, Jorge Ibargüengoitia, Sergio Pitol, Manuel Echeve-rría y Parménides García Saldaña en la narrativa; Elena Poniatowska, María Luisa Mendoza y Carlos Monsiváis en un periodismo superior, crónica del tiempo pero también ejercicio de la imaginación; Jorge fons, Luis Alcoriza, Sergio Olhovich, Salo-món Laiter, Alberto Isaac, José Bolaños, Arturo Ripstein, felipe Cazals, Gonzalo Martínez, José Estrada y Alfonso Arau en el cine; José Carlos Be-cerra, Gerardo Deniz y Eduardo Lizalde en la poe-sía; Vicente Leñero en el teatro y Julio Castillo en la dirección escénica; Julio Estrada en la música; Nieto, Coen, friedeberg, Toledo y Helen Escobedo en las artes plásticas; así como la continuada y bri-llante actividad de fernando Benítez en la literatu-ra social; de José Luis Cuevas en el arte; de Gastón García Cantú, francisco Martínez de la Vega, José Alvarado y Daniel Cosío Villegas en el periodismo político; de Marco Antonio Montes de Oca y To-más Segovia en la poesía; de Ramón xirau y Luis Villoro en el ensayo; de José Emilio Pacheco en la novela, la crítica y la poesía; de Octavio Paz en la poesía y el ensayo.

16 Ibid., p. 85.

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Obras tan disímbolas como Farabeuf de Eli-zondo y Gazapo de Sainz, la película Tú, yo, no-sotros del trío de directores Martínez-Torres-fons; el Homenaje a Quevedo de Cuevas, los Días de guardar de Monsiváis y los poemas de El tigre en la casa de Lizalde dieron fe a un tiempo de la diver-sidad imaginativa de sus autores y de la pluralidad cultural de nuestro país... Muchos de esos intelec-tuales apoyaron al movimiento de 1968 como ciu-dadanos, porque en él vieron la promesa de un país más libre; como creadores, además defendían a la cultura contra la amenaza de un fascismo oficial que, inevitablemente, trataría de sofocar la crítica y uniformar el pensamiento. Como artistas sabían que el lenguaje es una renovada fundación del ser, una radiación constante de la conciencia, una ex-ploración de las posibilidades humanas concretas y por ello un proyecto de lo desconocido: la repre-sión negaba esto, concebía el lenguaje como petri-ficación, monólogo y obediencia; como sumisión, retórica y coro adulatorio.17

fue así, de una manera natural, que el movimien-to cultural independiente que hasta ese momento había luchado sólo por su derecho de existir to-ma conciencia de su valor y pasa a la ofensiva. A través de la acción nace una amistad firme entre escritores, artistas e intelectuales de las más va-riadas disciplinas y se inicia esta revolución cul-tural: somos mejores y además actuales.

Juan García Ponce, Juan Guerrero, Juan Vicente Melo, fer-nando García Ponce, José Luis Cuevas, Carlos fuentes, Maka Strauss y Gabriel García Márquez en la Galería de la Casa del Lago, México, 1965. Tomada durante la inaugura-ción de la Retrospectiva de Enrique Climent.

17 Ibid., p. 159.

En busca de la fórmula secreta

...cuando la voz de Taboada volvió a tronar: -—¡Ya está! Oyes, Simón, que Rodrigo se quede aquí una semana para escribir todo lo que acabamos de decir. Ya sabes, mano, diá-logos poéticos, queremos hacer algo de cali-dad, por ejemplo, la chamaquita ésta, dada al queso, y el empresario se vienen a Acapul-co un fin de semana y él hace comparacio-nes, que si el mar se parece a esto, que si las olas a lo otro, que si tu boca y las palmeras; mientras yo busco locaciones y tú piensas en la producción. Dentro de una semana, po-demos empezar los exteriores, y en dos más terminamos la película. […] Rodrigo abrió los ojos y sintió ganas de escribir sobre el firmamento rojizo la pala-bra “fin”.

Carlos fuentes, La región más transparente

La región más transparente de Carlos fuentes su-cedía con no más que “tú que nada más te aguan-tas, tú que esperas en cuclillas, tú que ya sientes las ganas...” al iniciar 1964, con todos sus “Dueños de la noche, porque en ella soñamos”, y una es-peranza llamada Primer Concurso de Cine Expe-rimental, convocada por la Sección de Técnicos y Manuales del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (stpc). Al principio eran más de 35 películas inscritas, como “tú que sientes las ganas” de salvar al cine mexicano. Los jóvenes creadores responden a la pro-vocación y participan. Atraídos por la nueva ola forman parte de una generación cinéfila, crítica, conocedora de las dolencias del cine nacional; formada en cineclubes y la Reseña de Acapulco; lectores de Positif o Cahiers du Cinéma, y colabo-radores de Nuevo Cine, que esperan contribuir a la renovación del cine. Son algunos de ellos como señala María Luisa La China Mendoza en su colaboración para La Cultura en México:

“Lázaros que tienen a su cargo la dif ícil resurrec-ción del cine mexicano”, y no es que bastara con

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eso. Es que como lo señala en el mismo texto Ícaro Cisneros, promotor y participante del Concurso: “Pienso que debe hacerse una renovación absoluta. Es muy dif ícil decir que esto va a salvar al cine pero es de esperarse que sea el concurso una salida... no debe tratar de arreglarse con insultos y diciendo quién es quién, sino trabajando. Tampoco supongo que el cine experimental sea la solución pero sí una gran libertad para nuevas ideas, tendencias, reali-zaciones, directores, autores, adaptadores, técni-cos y actores...”18

La experiencia del Concurso es la realización del manifiesto que en su momento el grupo Nuevo Cine pretendió:

“2. Afirmar que tanto el cineasta creador tiene tanto derecho como el literato, el pintor o el mú-sico a expresarse con libertad”. Pero además es el espacio de búsqueda hacia lo que Carlos fuentes define como “la segunda revolución mexicana”: “yo encuentro que la juventud mexicana actual está realizando la segunda revolución mexicana, la revolución interna que faltaba. Contra formas de vida anquilosadas, y contra la pesada herencia feudal. En nuestras películas (las del Concurso), se refleja este conflicto crítico de las generaciones y se da movimiento a toda una actitud de la juventud a favor de la libertad personal, de la honestidad in-telectual y del derecho a encontrar nuevas formas de relación.”19

La cultura en México, que dirigía entonces fer-nando Benítez, apoyó desde su redacción el Con-curso; José Emilio Pacheco era el jefe de Redacción y dos relatos suyos —“El parque hondo” y “Tarde de agosto”— se filmaron para el tríptico El viento distante. Vicente Rojo atendía la dirección artísti-ca del suplemento dirigido por Benítez, y colabo-

18 Mendoza, María Luisa, “Hablan los seis Lázaros que tie-nen a su cargo la dif ícil resurrección del cine mexicano”, en La cultura en México, suplemento de Siempre!, núm. 153, 20 de enero de 1965, p. iii. 19 Landeros, Carlos, “Una revolución interna contra las formas de vida anquilosadas, contra la pesada herencia feudal”, en La cultura en México, suplemento de Siempre!, núm. 181, 4 de agosto de 1965, p. vii.

raban entre otros francisco Pina, Emilio García Riera, adaptador con Alberto Isaac del cuento de Gabriel García Márquez “En este pueblo no hay ladrones”, y María Luisa La China Mendoza. En el número 153 el suplemento de Siempre! publica la fotograf ía de la escena donde “Juan Rulfo y Abel Quezada contemplan con asombro las trampas que en la cinta le hace Carlos Monsiváis a don Luis M. Rueda”, y es que, como juzga José de la Colina, los premiados y no premiados “solicitaron la colaboración de la inteligencia del país” como escritores, argumentistas, adaptadores y hasta como actores y narradores. Cada quien atendía su búsqueda de la fórmula secreta.

Juan Rulfo y Abel Quezada contemplan con asombro las trampas que en la cinta le hace Carlos Monsiváis a don Luis M. Rueda. En este pueblo no hay ladrones (Alberto Isaac, 1964). Archivo personal de Julieta San Juan de Alco-riza (foto proporcionada por la viuda del realizador).

Manuel Michel apuesta con su Tarde de agos-to al Concurso como una esperanza, que supere experiencias aisladas reducidas a las produccio-nes independientes de Manuel Barbachano Ponce y direcciones de Benito Alazraki (Raíces, 1953) y Carlos Velo (Torero, 1956), del holandés residen-te en México Giovani Korporal (El brazo fuerte, 1958) y del director de fotograf ía Sergio Véjar (Volantín, 1961); participante del Concurso con Encuentro para formar junto a las realizaciones de Michel y El parque hondo de Salomón Laiter el tríptico El viento distante.

Además, otros jóvenes —escribe Michel en Al pie de la imagen. Crítica y ensayos— han tratado de

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modificar los caminos trillados de nuestro cine con cortos y films en 16 mm. Pero no existe un movi-miento ni organizado ni estructurado que ofrezca posibilidades de cambio a la situación Son ensayos con más o menos éxito, pero aislados y perdidos en las arenas movedizas del cine comercial... A través de él [Primer Concurso de Cine Experimental] se puede formar un núcleo de directores, escritores, técnicos y actores con ideas y sangre nuevas, con entusiasmo, con respeto al cine como medio de expresión. La esperanza de quienes aspiramos a un cine mejor está en gran parte depositada en los participantes de este concurso.20

El Concurso aprehende la visión que del mundo tienen los jóvenes creadores, recupera sus lectu-ras de lo que cada uno observa en el imaginario colectivo del México rural y urbano de mitad de los sesenta, cuando irrumpen signos evidentes de cambios culturales y una necesidad de reali-zar la búsqueda de otras formas para expresarse, distintas entre sí, como sucede con las películas triunfadoras La fórmula secreta, de Rubén Gá-mez, ganadora del primer lugar, y En este pueblo no hay ladrones, de Alberto Isaac, segundo sitio, y que Emilio García Riera distingue:

hay que hacer finura como lo hace Alberto, don-de nos da una obra que podemos decir que no encaja en lo experimental, pero yo sí puedo decir que es un cineasta que no tiene obra previa, ahí se expresa como un buen hacedor de cine, que vino a demostrarlo en el primer ejercicio, que es una película acabada. Creo que estas dos películas [la de Gámez y la de Isaac] dan una proposición para que el cine mexicano hurgue por ahí. Creo además que industrialmente nos va mejor por el lado de En este pueblo no hay ladrones, que es una película que podría llamarse convencional a diferencia de La fórmula secreta, que es una película mucho más experimental o mucho más de búsqueda, y sobre la cual no se ha abordado mucho, no hay material de

20 Michel, Manuel, Al pie de la imagen. Crítica y ensa-yos, México, Universidad Nacional Autónoma de México (Cuadernos de Cine, 18), 1968, pp. 287-288.

otras películas que puedan ser consecuencia de La fórmula secreta.21

Todos ellos eran creadores que se preocupaban por realizar un cine mejor y tenían dones, voca-ción y pasión para hacerlo; se hallaban impedidos por esa estructura comercial alérgica a la inteli-gencia y, sobre todo, por legislaciones gremiales y hábitos de distribución que impedían el acceso de los nuevos al quehacer cinematográfico profesio-nal o a la divulgación de su obra. Pero se percibía en el aire que algo tenía que ocurrir... y ocurrió. “No una revolución, como ha querido el optimis-mo de algunos, pero sí un hecho que prefiguraba la imagen de un cine mexicano que esperamos ver algún día. No deja de ser significativo que ese hecho haya surgido gracias a los responsables de la confección material del cine mexicano, a quie-nes el total derrumbe de éste afectaría de una ma-nera directa y concreta, es decir, los obreros de la industria cinematográfica”.22

La experiencia de este Primer Concurso de Cine Experimental significó la única puerta abierta para el cine de casa, atrasado veinte años con aliento o sin él. ya nadie podía hacer algo por él, estaba casi muerto. Para realizar los fil-mes del Concurso los participantes recurrieron a amigos muy generosos y gracias a ellos pudieron financiar y realizar sus cintas. En el caso de En este pueblo no hay ladrones Emilio García Riera y Alberto Isaac escribieron la adaptación del ar-gumento original del cuento de Gabriel García Márquez; Carlos Carvajal atiende la fotograf ía; Nacho Méndez la música; la edición fue de Car-los Savage; y los intérpretes: Julián Pastor, Rocío Sagaón, Graciela Enríquez, Luis Vicens, Antonio Alcalá, Luis Buñuel, María Antonieta Domín-guez, Alfonso Arau, Héctor Ortega, Hugo Veláz-quez, María Castillón, Carlos Monsiváis, María Luisa Mendoza, Juan Rulfo, José Luis Cuevas y Gabriel García Márquez. Un elenco de lujo, en

21 Pelayo, Alejandro, Los que hicieron nuestro cine, México, Unidad de Televisión Educativa y Cultural, Secretaría de Educación Pública, 1984.22 De la Colina, José, “Sobre el Concurso de Cine Experi-mental”, en Revista de la Universidad de México, vol. xix, núm. 12, agosto, 1965, pp. 29-31.

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un ejercicio creativo sin precedentes, donde los escritores roban cámara. José Luis Cuevas, un jugador de billar en la película, cuenta la anéc-dota de lo que significó ver a toda esta pléyade en esta película: “…los que hacíamos los papeles secundarios, o sea los extras, éramos más cono-cidos que los actores principales, entonces en un pueblo de México veo un cartel que estaba anun-ciando la película: Gabriel García Márquez y José Luis Cuevas en En este pueblo no hay ladrones”.23 Además, como bien dijo José de la Colina: “En una breve aparición como párroco, Luis Buñuel hubiera merecido, en actuación, el premio a la re-velación masculina de los últimos tiempos”.24

Luis Buñuel desde el púlpito en una escena de En este pue-blo hay ladrones (Alberto Isaac, 1964). Archivo personal de Julieta San Juan (foto proporcionada por la viuda del realizador).

La fórmula secreta de Rubén Gámez fue la única película no narrativa del concurso y por consi-guiente la que puede considerarse experimental. El experimento consistió en tratar de configurar un nuevo rostro a ese cine mexicano, tan defor-mado por las arrugas y los tics del envejecimiento; los jóvenes creadores creyeron que podían hacer algo por su salud. De tal suerte que si esta expe-rimentación derivó en revigorizar la industria del cine mexicano, entonces el concurso fue sin duda un éxito. Muy a pesar de la industria, el hecho

23 Pelayo, Alejandro, op. cit. 24 De la Colina, José, “Los films del concurso”, en El Gallo Ilustrado, suplemento de El Día, 11 de julio de 1965, pp. 3-4.

significó una breve apertura, donde destacó la participación de escritores como Juan Rulfo y Jai-me Sabines, La fórmula secreta (Rubén Gámez); Carlos fuentes, Amor, amor, amor: Un alma pura (Juan Ibáñez) y Las dos Elenas (José Luis Ibáñez); José Emilio Pacheco, El viento distante: Tarde de agosto (Manuel Michel) y Encuentro (Sergio Vé-jar), El parque hondo (Salomón Laiter); Gabriel García Márquez, En este pueblo no hay ladrones; Juan García Ponce, Tajimara (Juan José Gurro-la) y Amelia (Juan Guerrero); Inés Arredondo, La Sunamita (Héctor Mendoza); Juan de la Cabada y Gabriel García Márquez, Lola de mi vida (Mi-guel Barbachano Ponce); así como Gabriel García Márquez y Emilio García Riera, En este pueblo no hay ladrones. La aportación de los escritores vino a sellar un hecho inusual en la historia del cine mexicano: la búsqueda de la fórmula secreta para posteriores experiencias dentro del cine indus-trial de calidad. Sobre todo en las décadas de los sesenta y setenta.

Conclusiones

Uno de los objetivos de este trabajo es retratar la visión del campo cultural de la época y algunos momentos que vivieron los escritores que logra-ron hacer algo novedoso y de calidad en el cine mexicano. Aquellos escritores se enfrentaron a una pe-sada herencia autoritaria. Las suyas fueron ma-nifestaciones que reflejaron e interpretaron una realidad penetrada con una mayor o menor lu-cidez, con una mayor o menor aptitud creadora, pero tratadas con honestidad, olvidándose de los tópicos o clisés habituales. Hablaron de aquello que los rodeaba, lo que evidencia que sus obras presenten una virtud común: la autenticidad. Autenticidad en la visión de las costumbres, los medios ambientes, los pequeños pueblos sin historia; la manera de ser de los mexicanos cla-se media, sus problemas sentimentales, eróticos, vitales. Autenticidad de un estilo, donde las in-fluencias no llegan a imponer la imitación y son, en cambio, riquezas asimiladas. Esto propiciado por un contexto que creó un clima de renovación y búsqueda en los temas y

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en la estética del cine mexicano: la apuesta a lo otro, gracias a lo que José de la Colina llamó “la colaboración de la inteligencia del país”, la última vanguardia. Este ensayo es una propuesta en el campo de la historiograf ía del cine y literatura nacionales, que a partir de la revisión de fuentes documenta-les y de campo localizadas en archivos públicos y particulares presenta un cúmulo de señales para orientar otras posibles investigaciones. Se reque-ría estudiar el contexto histórico y cultural de esa generación ávida de participar en la renovación de un cine que revalorara la escritura, que a ca-da línea de un argumento, de una adaptación o de un diálogo siguieran el propósito de que sólo la conjunción de talentos haría posible un nuevo cine, sin estar reñido con el gusto de los especta-dores. Un nuevo cine resultado de la experimenta-ción técnica, que representó la búsqueda de su fórmula secreta; de la incursión de temas diferen-tes, opuestos a toda tradición de charros, melo-dramas y canciones; con su cinturita de pueblo sin ladrones; derivado de la insólita convocatoria para abrir espacios en la industria cinematográ-fica como lo fue la del Sindicato de Técnicos y Manuales; del manifiesto de un grupo de jóvenes entendidos en lecturas del cine vanguardista que encontraban en Cahiers du Cinèma; de la recupe-ración de los esfuerzos de un cine independien-te ya promovido por Manuel Barbachano Ponce; del vendaval de ideas provocado por la presencia en nuestro país del escritor de cine italiano Ce-sare Zavattini; por la irrupción de instituciones de nuestra Universidad Nacional Autónoma de México que, desde la filmoteca, el Centro Uni-versitario de Estudios Cinematográficos, Radio Universidad, Casa del Lago y cineclubes, generó una nueva cultura cinematográfica, apuesta a lo que Juan Rulfo viera respecto al Primer Concurso de Cine Experimental, “la libertad de filmar tiene que ser positiva”.25

25 De Dios, Delia Selene y Vivian Lash, “Primeras inter-pretaciones. Industria f ílmica e intelectuales”, en El Gallo Ilustrado, suplemento de El Día, México, 11 de julio de 1965, p. 4.

El cine se advierte como expresión artística, según Luis Buñuel como “instrumento de poesía”, con todo un sentido liberador, de subversión de la realidad, de umbral al mundo maravilloso del subconsciente e inconformidad con la estrecha sociedad que nos rodea. Cuando leemos y ana-lizamos, por ejemplo, los guiones de La fórmula secreta (Rubén Gamez, 1964), primer lugar del Primer Concurso de Cine Experimental, donde intervinieron Juan Rulfo y Jaime Sabines; En es-te pueblo no hay ladrones (Alberto Isaac, 1964), segundo lugar del Concurso, donde participaron Emilio García Riera y Gabriel García Márquez; Los caifanes (Juan Ibáñez, 1966), con la partici-pación de Carlos fuentes; El castillo de la pureza (Arturo Ripstein, 1972), historia que fue adapta-da por José Emilio Pacheco, nos damos cuenta de que los escritores nos han enseñado que el cine o la obra cinematográfica es un lenguaje narrativo-audiovisual-cinético, con su sintaxis y reglas de funcionamiento que abarca todo un proceso que culmina con el montaje. Se trata de una forma es-tética tal como lo es la literatura, que el guión es en sí y por sí un medio de expresión, con sus re-cursos discursivos que corresponden a categorías dramáticas, de misse en scene, de planos, de án-gulos de toma, alternancias de planos generales con primeros planos, a campos y contracampos, panorámicas, travellings, picados y contrapica-dos. Incluye también la iluminación, los efectos sonoros y guías para el montaje, además de otros elementos que, en conjunto, constituyen la esen-cia del cine. Uno de los objetivos en este trabajo fue re-saltar la importancia de la creación literaria en la realización cinematográfica, con base en el traba-jo de los escritores de los años sesenta y setenta que incursionaron como adaptadores, argumen-tistas y guionistas, además de reconocer de qué manera el ejercicio o la praxis literaria de estos escritores les permitió solidificar su trabajo con el fin de alcanzar el éxito en su creación filmolite-raria, el cual, por otro lado, poco se trabaja en la literatura crítica. En medio de las dificultades que enfrentaba nuestro cine surgió este movimiento embriona-rio: hito en la historia de la cinematograf ía nacio-

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nal, que se esforzó en romper un círculo vicioso que mantenía la industria. Este movimiento aspi-raba a proponer un nuevo cine que respondiera a exigencias culturales y estéticas diferentes. Es por ello que el objetivo principal de este ensayo estuvo empeñado en mostrar lo que hicieron los novelis-tas y poetas para que esto fuera posible.

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Virginia Medina Ávila es Profesora e investigadora de la facultad de Estudios Superiores Acatlán. Año de ingreso: 1983. Licenciada en Ciencias de la Comunica-ción, por la facultad de Ciencias Políticas y Sociales; Maestra en Letras Mexicanas y Doctora en Letras por la facultad de filosof ía y Letras, ambos grados obteni-dos con mención honorífica. Especialista en el estudio de los fenómenos de la Comunicación Social, con én-fasis en Semiótica aplicada, Comunicación Estratégica y Marketing Político. Actualmente desarrolla dos pro-yectos institucionales: PAPIME PE-300207 “formación en estudios de mercado y opinión pública” y PAPIIT IN400108-3 “Nuestra es la voz, de todos la palabra. His-toria de la radiodifusión mexicana 1921-2007”. Coau-tora, junto con el Dr. Manuel González Casanova de: “Escritores del cine mexicano sonoro 1931-2000”, pro-ducto del PAPIIT IN406599: Cd rom ISBN 970-32-0456-2 y página electrónica: http://escritores.cinemexicano.unam.mx

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El niño y la palabra: la reflexividad infantil en torno

al concepto de la palabraAlina Signoret Dorcasberro

•Resumen:Reflexionar acerca del proceso de metacognición del lenguaje —más específicamente del concepto de palabra— por parte del niño es de interés tanto para la psicología como para la psicolingüística, pues permite entender aspectos relevantes del desarrollo cognitivo y lin-güístico infantil frente a uno de los productos esenciales de la cognición y de las sociedades humanas, i.e las lenguas. Permite analizar una de las tareas centrales del desarrollo cognitivo, emocional, psicológico y social del niño: darse cuenta que el entorno cultural está estructu-rado y organizado por un sistema semiótico, por un sistema de signos visuales y auditivos, icónicos y lingüísticos; reconocerlos, identificarlos y, luego, utilizarlos. Podrá así aprehender su cultura y operar en ella. Este artículo ofrece un recorrido teórico acerca de la adquisición y de la metacognición por parte del niño de uno a 12 años, del constructo de palabra como unidad fonológica, grá-fica, semántica, psicológica, morfosintáctica y funcional.

Palabras clave:Reflexividad infantil. Palabra. Unidad fonológica. Gráfica. Semántica. Psicológica. Morfosin-táctica. funcional.

Abstract:Reflecting on the process of metacognition of language —more specifically, the concept of word— from the child, is of interest to both psychology and psycholinguistics, as it allows to understand relevant aspects of children’s cognitive and language development compared to one essential product of cognition and of human societies, i.e languages. It allows the analy-sis of one of the central tasks of cognitive, emotional, psychological and social development of the child, the one of realizing that the cultural environment is structured and organized by a semiotic system, a system of visual and auditory, iconic and linguistic signs, recognizing, identifying and then using them. Thus, enabling the child to apprehend their culture, and perform on it.

Parte de esta investigación fue realizada con el apoyo de la dgapa, en el marco del posgrado en lingüística de la unam. Expreso un particular agradecimiento a mi asesora principal, doctora Cecilia Rojas Nieto, por su con-tinuo y paciente acompañamiento en la elaboración de este trabajo. Asimismo a las doctoras Rebeca Barriga Villanueva y Silvia Rojas-Drummond, integrantes de mi Comité Tutoral, por su apoyo incondicional.

núm. 5, 2010, pp. 22-34

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Introducción

Uno de los signos centrales de las culturas letra-das es la palabra. ésta es el prototipo del signo lin-güístico. En nuestras sociedades industrializadas y alfabetizadas dif ícilmente podemos concebir y manejar el enunciado sin pensar en sus consti-tuyentes, es decir, en las palabras (Lyons, 1970). Descubrir la existencia de la unidad lingüística de la palabra lleva a tomar en cuenta la natura-leza del lenguaje, los constituyentes lingüísticos de diferentes niveles, las relaciones sintácticas, semánticas, textuales y pragmáticas que estable-ce la palabra con otras entidades del sistema lin-güístico. En términos de Clark (1995, p. 393), “las palabras son indispensables. Sin las palabras los hablantes son reducidos al silencio. Sin ellas éstos no pueden producir estructuras sintácticas, mor-fológicas, e inclusive los sonidos de sus lenguas. Las palabras, en breve, ofrecen el primer medio pa-ra transmitir significado”. Además, desarrollar un conocimiento reflexivo acerca de la palabra le per-mite también al niño transferir este conocimien-to a otras habilidades como la lectoescritura. Dada esta constelación el estudio de la meta-cognición de la palabra es un campo fructífero que puede ayudar a entender el desarrollo psicológico, cognitivo, lingüístico y psicolingüístico del niño. Es un constituyente que, por su carácter abstrac-to, permite analizar y entender la evolución del pensamiento hasta la formación de las operacio-nes formales. En este sentido, Piaget (1997, p. 62) afirma que este problema conlleva el estudio del pensamiento en el niño dado que para él pensar es hablar, “no estamos aquí en terreno artificial, sino en pleno centro de interés de los niños”. Este nivel de estudio ayuda también a enten-der el proceder psicolingüístico infantil frente al sistema lingüístico en su conjunto. “El léxico, ade-

más de incluir los rasgos específicos que identifi-can cada lengua, proporciona un puente de unión entre forma y significado. En el léxico se combina información de todos los diferentes niveles lin-güísticos acerca de las palabras que forman parte de nuestro vocabulario (fonológica/ortográfico, morfológico, sintáctico y semántico), convirtién-dose así en un punto de encuentro conveniente para la interacción de otros componentes del len-guaje” (Aitchison, 1987, en Sánchez-Casas, 1999, p. 598). En esta misma dirección, Berthoud (1979; 1980) considera que el estudio de este elemento es idóneo para estudiar la conciencia lingüística del infante dado que permite recabar datos acer-ca de su representación sobre la relación entre re-ferente y signo lingüístico, sobre la arbitrariedad de esta relación, sobre su concepción del hecho de que la palabra está compuesta por elementos más pequeños y es parte de entidades más gran-des como la frase. El manejo metacognitivo de la palabra ayuda también a entender otras habilidades psicolin-güísticas dado que impacta, por ejemplo, en una de las tareas centrales del niño de seis años, el de-sarrollo de la lectoescritura. “El reconocimiento de las palabras condicionan la actividad de la lec-tura dado que es una condición previa necesaria para la comprensión” (Gombert, 1990, p. 209). El manejo de la palabra permite la comprensión oral y escrita, que permite a su vez la adquisición de conocimientos y el desarrollo cognitivo. Este nivel de estudio arroja también ventajas metodológicas. La mayoría de los trabajos que analizan las habilidades metalingüísticas se basan en el análisis de la conciencia de la palabra o de la sintaxis (Bialystok, 2001) y proporcionan puntos de comparación que pueden sustentar la discu-sión y la interpretación teórica y empírica futu-ras. Por otro lado, este constituyente lingüístico

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ades This article provides a theoretical route on the acquisition and metacognition by the

child from 1 to 12 years, of the construct word as a phonological, graphic, semantic, psycho-logical, morphosyntactic, and functional unit.

Key words:Reflexivity of the child, speech, phonological, graphic, semantic, psychological nit, morpho-syntactic and functional unit.

El niño y la palabra: la reflexividad infantil en torno al concepto de la palabra

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puede ser tangible y medible dado que, en térmi-nos de Karmiloff-Smith (1992), puede ser reescri-turado hasta un alto nivel de conciencia —i.e. el nivel Explícito 3— y, por consiguiente, puede ser objeto de metacognición. No es el caso para otros niveles orales, como las reglas que determinan la cohesión del discurso.

Definición de la palabra desde la lingûística y la psicología

Definir el concepto de palabra es problemático dado que la mayoría de las definiciones no se apli-can a todas las lenguas, y éstas pueden variar se-gún el nivel lingüístico enfocado por la definición. Las palabras pueden ser, en efecto, unidades fo-nológicas, ortográficas, gramaticales, semánticas, gráficas, funcionales, e inclusive psicológicas.

La palabra como unidad fonológica y gráficaLa palabra tiene una estructura fonológica pro-pia, se conforma de fonemas pertenecientes a la lengua que se habla. Los fonos que conlleva tie-nen características distribucionales específicas. La combinación de estos fonemas es particular a cada idioma y, al combinarse, conforman los segmentos fonéticos, o sílabas, de la palabra. La palabra conlleva además un patrón articulatorio y un esquema prosódico —de acentuación, de intonación y ritmo— específico al repertorio del idioma al cual pertenece. ya desde el nivel fonológico se observan difi-cultades para aprehender el concepto de palabra. Por ejemplo, desde la producción oral una pala-bra es “todo segmento de frase delimitado por puntos sucesivos en donde una pausa es posible” (Lyons, 1970, p. 153). Sin embargo, esta pausa es sólo potencial dado que generalmente los locuto-res no la llevan a cabo. Otra ambigüedad surge por el hecho de que un mismo fonema puede denotar varios referen-tes. Por ejemplo, en francés la palabra fonológica etudi/e/ denota los siguientes referentes: étudier: estudiar (infinitivo); étudiez: estudian o estudien (primera persona del plural del presente del indi-cativo o del imperativo); étudié: estudiado (partici-pio pasado); étudiés: estudiados (participio pasado plural); étudiées: estudiadas (participio pasado fe-

menino plural). Se observa, en cambio, que la pa-labra gráfica sí marca las diferencias semánticas.

La palabra como unidad semánticaRetomando a Saussure (1979) la palabra es el pro-totipo del signo lingüístico que se logra gracias a la unión de un significante y un significado. Esta relación es arbitraria y convencional. Según sus rasgos y su naturaleza semántica, y de acuerdo a su relación con otros constituyentes, la pala-bra puede conllevar varios significados. Puede conllevar un significado conceptual, lógico y de-notativo; connotativo; estilístico desde un punto de vista social; afectivo; reflejo —el significado que se comunica dada la asociación de la pala-bra con otro de sus referentes (p.e. padre: papá - padre: cura)— (Berruto, 1979); conlocativo —el significado que se comunica dada la asociación de la palabra con las otras palabras que apare-cen generalmente en su entorno—; temático —el significado que se comunica a partir del lugar, el orden y el énfasis de la palabra dentro de la fra-se— (Leech, 1977). Una palabra puede también ser polisémica y tener varios significados aparen-tados, o no, entre sí. La palabra puede así pertenecer a diferentes campos semánticos y establecer relaciones pa-radigmáticas con las otras palabras de determi-nado campo. Establece relaciones de semejanza —de homonimia e hiponimia— y de oposición —antonimia, complementariedad, inversión—. Establece también relaciones sintagmáticas den-tro de la frase, relaciones de solidaridad —ciertos semas están incluidos en otra palabra de la fra-se, p.e. caballo y relinchar— y de causatividad o de ergatividad —cuando el segundo término es resultado del primero, p.e. matar-morir—. Estas relaciones permiten la coherencia textual. Otras palabras funcionan de manera independiente y extraoracional. Se trata de las interjecciones que no tienen ningún papel dentro de la oración, que no son núcleo ni modificador ni nexo. El valor de estas palabras es, por ende, semántico, y denotan, por lo general, alguna emoción (p.e. ¡bravo!: ad-miración) (Beristáin, 1984). Por causa de su naturaleza ciertas palabras generan ambigüedad. Una de ellas son los homó-

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nimos, es decir las palabras de un mismo signifi-cante pero “con más de un significado o categoría gramatical, a los cuales se accede ‘en paralelo’ en cualquier contexto” (Marcos, 1997, p. 386). Por ejemplo, la palabra poder que es a su vez sustan-tivo y verbo. Las palabras pueden conllevar el significado principal de la frase y denotar los objetos, even-tos y las características relevantes de éstos. Ha-blamos entonces de palabras de contenido. éstas pueden tener diferente grado de marcación se-mántica. La categoría de las palabras de conte-nido es una categoría abierta donde se generan palabras nuevas y se conforma de los siguientes constituyentes:

Cuadro 1 Las palabras de contenido

(basado en Clark y Clark, 1977)

Los substantivosLos verbos

Los adjetivosLos adverbios

Dentro de las palabras de contenido Vygostky (1982) distingue entre palabra cotidiana y pala-bra científica. Las primeras se gestan a partir de procesos inductivos generados durante la inte-racción cotidiana con objetos o seres humanos, y su progresión va de las palabras concretas —p.e ballena— a las abstractas —p.e. pez—. Las pala-bras científicas se gestan gracias a un marco edu-cativo y de instrucción y se adquieren con base en procesos deductivos propiciados por ese entorno —p.e. el metalenguaje de la biología—. Las pala-bras científicas se adquieren cuando las cotidia-nas han alcanzado cierto nivel de consolidación y resultan de la toma de conciencia de la activi-dad mental y de la esencia del concepto. Su pro-gresión va entonces de lo abstracto a lo concreto —p.e. mamífero ® ballena—. éstas conllevan un alto grado de abstracción y están organizadas je-rárquicamente como sistema en los diferentes campos semánticos. Según Vygostky las formas superiores del significado se encuentran en los conceptos abstractos y gracias a ellos se adquiere la conciencia reflexiva.

Para Marcos (1997) es necesario distinguir entre palabras frecuentes e infrecuentes, dado que observa una forma de actividad cerebral distinta frente al procesamiento de cada una de ellas. El significado evoluciona con el desarrollo del niño y con la evolución de su pensamiento. Es una unidad dinámica. A su vez, el pensamiento se moldea a partir del significado. La relación pensa-miento-lenguaje es así un proceso bidireccional. El nivel semántico de la palabra implica en-tonces observar la idiosincrasia propia de ésta, pero también sus relaciones o falta de relaciones con otros constituyentes de los campos semánti-cos y de la frase. Por esta complejidad Gombert (1990, p. 87) distingue entre el desarrollo de la ca-pacidad metasemántica y metaléxica del niño. El dominio metasemántico se refiere a la vez a la capacidad de reconocer el sistema de la len-gua como un código convencional y arbitrario, y a la de manipular las palabras o los elementos significantes de talla superior a la palabra, sin que los significados correspondientes se encuentren automáticamente afectados. Es en teoría distin-ta del dominio metalexical que corresponde a la posibilidad para el sujeto por una parte de ais-lar la palabra y de identificarla como siendo un elemento del léxico, y por otro lado de hacer es-fuerzos para tratar de acceder intencionalmente al léxico interno.

La palabra como unidad morfosintáctica y funcional Las palabras son unidades que se combinan para producir frases. Tienen una flexión a partir de la cual se efectúan los cambios formales necesarios para expresar la relación de la palabra con los de-más constituyentes de la frase y para establecer relaciones sintagmáticas, es decir, de contigüidad. “La palabra es una unidad, de un rango inferior a la frase, y está compuesta por un cierto número de morfemas” (Lyons, 1970, p. 155), o de unidades mínimas de significado. Ciertos morfemas —los prefijos o los sufijos— permiten que las palabras cambien de clase, por ejemplo, en activo, activado, activar. Por otro lado, gracias a las flexiones —p.e. de género, de número y de tiempo— las palabras determinan y se relacionan con los demás compo-

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nentes de la frase. El uso correcto de las flexiones implica utilizar determinadas reglas del idioma. La palabra tiene una cohesión y una estabili-dad gramatical interna que resulta del hecho de que sus morfemas funcionan como bloques y no pueden permutar. En efecto, la palabra walked del inglés no puede convertirse en ed-walk. En cambio, las permutaciones de palabras son posi-bles a nivel de la frase. Esta movilidad de posición se ilustra en la siguiente frase del inglés: the-boy-s-walk-ed-slow-ly-up-the-hill (ibid., p. 156), que se puede convertir en slow-ly-the-boy-s-walk-ed-up-the-hill. Además, la palabra boys podría, entre otras, permutar con la palabra girls. Una de las definiciones del nivel de la gramá-tica que se puede aplicar a todas las lenguas es la de Bloomfield (1929). Para este autor la palabra es “la forma libre mínima” (Lyons, 1970, p. 154) que puede formar por sí sola un enunciado comple-to. Esta definición es debatible y no satisfactoria, dado que excluye las palabras funcionales (ibid.). Estas palabras, de poco contenido semántico, se responsabilizan de establecer las relaciones sin-tácticas entre los constituyentes de la frase, del enunciado, del texto y del discurso. Determinan así la gramática de cada idioma. Contrariamente a las palabras de contenido, las funcionales conforman un categoría cerrada o finita que resiste al cambio y a la integración de nuevos vocablos. Esta conlleva las siguientes unidades:

Cuadro 2Las palabras funcionales

(basado en Clark y Clark, 1977)

Los determinantesLos pronombresLas conjunciones

Los conectoresLos verbos auxiliares

Las preposiciones

Ciertas definiciones intentan reunir diferentes ni-veles lingüísticos para lograr una definición más rigurosa del término palabra. Es el caso de la si-guiente propuesta que abarca el nivel semántico,

fonológico y gramatical. La palabra es “la asocia-ción de un significado a un complejo de sonidos específicos, suceptible de un empleo gramatical específico”. A pesar de este intento de rigor esta definición genera a su vez cierta ambigüedad da-do que esta condición no es exclusiva de la pala-bra y se presenta en sintagmas enteros como en la grande maison, o en morfemas como in y able en inacceptable (Lyons, 1970, p. 154). Según Pinker (1995) la estructura psico y neu-rolingüística del ser humano procesa de manera diferente las palabras de contenido y las funcio-nales. Esto se confirma, por ejemplo, por el hecho de que los pacientes con daños en el área cerebral del lenguaje tienen mayor dificultad en recuperar las palabras funcionales que las de contenido.

La palabra como unidad psicológicaEs notorio observar el contraste que existe entre la complejidad de la representación de la palabra por parte del lingüista y la sencillez de esta mis-ma representación por parte del hablante. Esto se debe a que la entidad de la palabra podría ser una entidad psicológica. Poder dividir los enunciados en palabras no sería entonces una habilidad única de los locutores alfabetizados y cultos sino una capacidad cognitiva del ser humano. Con base en ciertas comunidades amerindias que estudió, Sapir (1921) observa que los locuto-res no alfabetizados pueden reconocer, identifi-car y segmentar la entidad de palabra dentro del enunciado. Este planteamiento es compartido por Saussure (1979, p. 99), quien considera que “el signo lingüístico es una entidad psíquica”, y por Vygostky (1982, p. 300), quien plantea que “en to-dos los terrenos —en fonética, en la morfología, el léxico y la semántica, incluso en la rítmica, la mé-trica y la música— tras las categorías gramaticales o formales se ocultan las categorías psicológicas”. Este carácter psicológico de la palabra podría explicar de que la conciencia epilingüística, o el conocimiento semiconsciente del código, se de-sarrolla mucho antes de ingresar al sistema esco-lar. En términos de ferreiro (1986; 1999) mucho antes de ingresar a la escuela el niño pequeño se pregunta acerca de lo que es el signo lingüístico y el acto de leer y escribir.

Alina Signoret Dorcasberro

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La propuesta de Hall (1997) ayuda a carac-terizar y entender la palabra como entidad psi-cológica. Distingue entre palabra concreta y abstracta. Las primeras se refieren a elementos f ísicos, perceptibles por los sentidos, como la visión o el tacto. En contraste, las abstractas no tienen acceso a los sentidos —es el caso de esfuer-zo— y su significado es aprehensible sólo a través del lenguaje. Los sustantivos y los adjetivos pue-den denotar ambos contenidos, por ejemplo rojo vs honesto. Dentro de esta misma lógica Vygostky (2000) afirma que ciertas palabras tienen una re-presentación mental icónica, mientras que otras no disponen de tal característica. El manejo psicológico innato de la palabra es, sin embargo, un tema que genera polémica en la psicolingüística. En contraste con los plantea-mientos de Sapir, Saussure y Vygostky, Bialystok

(2001, p. 4) reporta que el concepto de palabra no es una entidad manejada por todos los sujetos. Por ejemplo, es una unidad que no existe para los chinos. “Cuando se les pide a los nativohablantes del chino dividir una frase en palabras, se quejan de la falta de claridad de la instrucción y por ende dan una variedad de respuestas”.

Adquisición de la palabra como unidad lingûística

¿Qué etapas conlleva el desarrollo metalingüís-tico de la palabra en el niño? Según numerosos autores la reflexividad de la palabra como unidad lingüística es un proceso lento y paulatino que culmina a los 12 años. A continuación se presen-ta con detalle la progresión de la adquisición lin-güística de la palabra, sustentada en una síntesis

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Cuadro 3El manejo y la representación de la palabra en el niño de uno a tres años

Edad Proceso Autor

1-3 años El niño es sensible a los límites de la palabra antes de poder hablar

El niño empieza a comprender palabras entre los ocho y 10 meses. En su ad-quisición temprana produce enunciados de una sola palabra, de palabras de contenido. Luego, hacia los 16-30 meses, aparecen las marcas flexionales y, más tarde, sintácticas. El desarrollo lexical puede ser así el sustento del desa-rrollo gramatical, es decir que la combinación de palabras emerge cuando el repertorio lexical del niño ha alcanzado un rango de 50-100 lexemas; la mor-fología aparece cuando este repertorio se conforma de 400-600 palabras

Las primeras palabras surgen a los 12-15 meses y son réplicas de las palabras usadas por el adulto

En la fase holofrástica la palabra tiene la función de frase. De esta manera “el aspecto semántico del lenguaje se desarrolla desde el todo a la parte, desde la frase a la palabra, y el aspecto externo del lenguaje va de la parte al todo, de la palabra a la frase”

De 1.6 a tres años el niño progresa en el manejo del contenido psíquico de la palabra, le da primero un carácter afectivo e inicia la fase simpráxica. La palabra tiene un significado inmediato y difuso, y la función elemental y de-signativa representacional objetal que se limita a designar un objeto. El sig-nificado es difuso dado que el niño amplía el campo semántico y referencial de la palabra según el contexto, o resalta diferentes rasgos del objeto según la acción y la situación

Gleitman et al. (1988)

Bates, Dale y Thal (1996)

Berthoud (1979)

Vygotsky (1982, p. 297)

Luria (2000)

El niño y la palabra: la reflexividad infantil en torno al concepto de la palabra

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de las investigaciones relativas a la evolución del manejo y de la representación de la palabra por el niño de uno a 12 años. En su primer año el niño entiende las pala-bras de contenido con significado inmediato y holístico sin poder reproducirlas; al término de ese lapso empieza a emitir palabras que tienen la función de frases. La producción de estas pala-bras es el sustento de la aplicación de reglas mor-fológicas y sintácticas que inicia más o menos a los dos años. El cuadro 3 presenta algunos de los autores que describen esta evolución. A los tres años el significado permanece muy vinculado al contexto inmediato y su marcación sigue siendo holística. Sin embargo, la relación entre significante, significado y referente es más

Cuadro 4El manejo y la representación de la palabra en el niño de tres a cuatro años

Edad Proceso Autor

3-4 años En el niño de tres años la referencia objetal de la palabra adquiere exactitud y estabilidad

El niño no es capaz de llevar a cabo una reflexión metalingüística

El niño de tres años no sabe qué es una palabra. Hace tres tipos de hipótesis acerca de la relación palabra-referente: hipótesis del todo-objeto, hipótesis taxonómica, hipótesis de la exclusividad mutua. El niño de tres-cinco años piensa que una nueva palabra se refiere a un todo y no a sus sustancias, a sus constituyentes, al color, textura, tamaño, forma, etc.; extiende una palabra a objetos de la misma taxonomía; las palabras nuevas se refieren a categorías de nivel básico en vez de subordinados (p.e. perro en vez de cocker); aplica las nuevas palabras a categorías semejantes para las cuales no tienen aún lexemas (p.e. perro para gato); maneja superordinados; interpreta los pro-nombres como frases nominales y no como palabras. Las adquisiciones de la primera infancia están en el nivel I, el no consciente o procedural

El niño percibe la palabra, y su estructura fonética, como parte integrante del objeto; la palabra está unida al objeto, a sus propiedades. Este fenómeno resulta de un nivel de cognición esencialmente inconsciente

El niño vive un realismo nominal, tiende a tratar los nombres como parte de los objetos a los cuales se refieren y no como signos arbitrarios

Los niños de tres años tienen 60% de éxito en distinguir palabras en una ora-ción de dos a siete palabras, los niños de cuatro tienen 90% de éxito

Luria (2000)

Berthoud (1991)

Karmiloff-Smith (1992)

Vygotsky (1982)Hakes et al. (1980)

Piaget (1997)

fox y Routh (1975)

precisa y estable. El manejo de cada uno de es-tos niveles es inconsciente, el niño los fusiona y realiza una amalgama de los tres. De esta manera el sujeto de esta edad es incapaz de llevar a ca-bo una reflexión metalingüística de la palabra. El Cuadro 4 ofrece más precisiones acerca de esta etapa. El niño de cuatro a seis años desarrolla dife-rentes tipos de representaciones de la palabra. Se aleja de manera paulatina del contexto inmediato y empieza a tener conciencia de la palabra de con-tenido, de su significante y de su significado. Sin embargo, sigue utilizando la estrategia de amal-gama de la etapa anterior y se remite sobre todo al referente. Considera también que la palabra es la emisión misma, es una unidad de significación

Alina Signoret Dorcasberro

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Cuadro 5El manejo y la representación de la palabra en el niño de cuatro a seis años

Edad Proceso Autor

4-6 años A los cuatro-cinco años los niños no son capaces de separar ni de permu-tar o invertir las palabras. Los nombres y los adjetivos concretos son más fácilmente identificables que las preposiciones, conjunciones, pronombres posesivos y otras palabras funcionales

Los niños de cuatro años tienen 73% de éxito para reconocer palabras de una sílaba en frases de dos a tres palabras; a los cinco años, 90% de éxito; a los seis, 98%. Tienen un mayor éxito en el procesamiento de frases con nombres y adjetivos, que de frases con verbos

La representación de la palabra del niño de cuatro-cinco años se sitúa en el nivel E1. Algunos niños de cuatro años, y la mayoría de los de cinco, con-sideran que las palabras funcionales y de contenido son palabras, y pueden diferenciar entre palabra y frase. Sin embargo se observa que aún a los sesis —o más tarde— existen problemas para detectar las palabras funcionales como palabras

A los cuatro-cinco la palabra es un “segmento de la emisión desprendible”

El niño de cinco años toma en cuenta los referentes reales denotados por la frase (p.e. para él en “el puerco ha comido mucho” hay 19 palabras porque “el puerco comió mucho, mucho mucho”). Este tipo de respuestas desapa-rece a los siete años

A los cinco años los recortes de la frase en palabras son recortes basados en unidades de significación

El niño de cinco-seis años no es capaz de segmentar las palabras orales en fonemas y no tiene la suficiente metacognición para separar la palabra de su referente y para descubrir la arbitrariedad del código

El niño de cinco-seis años empieza a desarrollar la habilidad metalingüís-tica y es capaz de a) disociar en el signo su aspecto formal del de su sig-nificado y de interesarse en las relaciones de dependencia, similitudes y diferencias que unen los signos los unos a los otros; b) segmentar los signos e identificar las sílabas y los morfemas pertinentes en el sistema

Las capacidades de segmentación son muy reducidas en la edad del pre-escolar. En cuanto a la segmentación de una frase en palabras los sujetos de cuatro-cinco años la dividen en unidades semánticas; los de cinco-seis años dan los principales componentes (nombres, verbos, tema); los de seis-siete años son capaces de separar las 3 primeras palabras de la frase

Huttenlocher (1964)

Tunmer y Bowey (1981)

Karmiloff-Smith (1992)

ferreiro (2002, p. 162)

Berthoud (1980)

Bialystok (1986)

Piaget (1929), Liber-man et al. (1974), Tunmer y fletcher (1981), Tunmer y Nesdale (1982), Tunmer et al. (1984)

Pinto (1993, p. 123)

Karpova (1966)

Hum

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El niño y la palabra: la reflexividad infantil en torno al concepto de la palabra

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Cuadro 5 (continuación)El manejo y la representación de la palabra en el niño de cuatro a seis años

Edad Proceso Autor

4-6 años A los cinco-seis años el niño considera la palabra como la enunciación misma (p.e. “una palabra es algo que se habla”) y puede concebir una frase como pa-labra

Los seis años es una edad de transición en el desarrollo lingüístico y cognosci-tivo del niño, empieza a pensar con y sobre la lengua

A los seis años la palabra se diferencia de la realidad f ísica que refiere y de la actividad comunicativa gracias a la cual es emitida (p.e. “una palabra es una parte de una frase”)

Los niños de seis años descubren y saben explícitamente que tanto los lexemas de contenido como los funcionales son palabras. La representación de la pala-bra del niño ha alcanzado el nivel E2/3

El niño de seis-siete años interpreta literalmente el significado de las palabras

A los seis-siete años la palabra es una unidad formada por letras que denota una realidad extralingüística. De esta forma las palabras funcionales no son palabras. Una palabra “larga” es una palabra con esa característica, pero ade-más se refiere a un objeto voluminoso (p.e. “locomotora, cocodrilo”). Esta mis-ma lógica se aplica para las palabras cortas.

La segmentación en palabras es excepcional (30% de éxito) antes de los siete años.

Berthoud (1979, p. 363)

Barriga (2002)

Berthoud (1979, p. 354)

Karmiloff-Smith (1992), Gombert (1990), Berthoud (1980)

Gombert (1990)

Berthoud (1979, p. 354)

Berthoud (1980)

Cuadro 6El manejo y la representación de la palabra en el niño de siete a ocho años

Edad Proceso Autor

7-8 años Se observa el realismo nominal hasta esta edad, sin embargo la confusión del signo y la cosa empieza a desaparecer. Esta distincción progresiva de los signos y de las cosas se debe a la adquisición de conciencia de su propio pensamien-to; ésta tiene lugar a partir de los siete-ocho años. Esta conciencia depende de factores sociales: “el contacto con otro y la práctica de la discusión fuerzan al espíritu a adquirir su subjetividad y a notar de este modo los procesos del pensamiento propio”

El niño de siete-ocho años considera la sílaba como “palabra” oral, en cambio reconoce la palabra gráfica

A los siete-ocho años las palabras de contenido y funcionales son constituyen-tes de la frase constituida, a su vez, por letras

Piaget (1997, p. 83)

ferreiro (2002)

Berthoud (1979)

Alina Signoret Dorcasberro

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o una frase. Son escasos los niños de esta edad que empiezan a percibir las palabras funcionales como palabras. Se ahonda en esta descripción en el cuadro 5. La reflexión metalingüística de la palabra se consolida con la edad. A los siete y ocho años el niño sigue amalgamando el significado y el signi-ficante con el referente, sin embargo este meca-nismo va perdiendo fuerza. Simultáneamente es capaz de manejar con una conciencia mayor los constituyentes de la palabra y de la frase. Se dan más precisiones de las representaciones de esta edad en el Cuadro 6.

Cuadro 7El manejo y la representación de la palabra en el niño de ocho a 10 años

Edad Proceso Autor

8-10 años El niño de ocho-nueve años interpreta el significado de las palabras centrán-dose en los rasgos f ísicos

El niño de ocho-10 años tiene 50% de éxito en cuanto a la segmentación de la frase en palabras

A los nueve el niño detecta las palabras funcionales

A los nueve-10 años el significado es una parte inherente de la palabra. Se vislumbra la relación entre la palabra como unidad significante y los objetos significados. La palabra es también una parte del discurso con ciertas reglas gramaticales

Los nombres son localizados “en la cabeza”, esta evolución es semejante pa-ra la noción de pensamiento, es decir que a los 10-11 años se piensa que el pensamiento es inmaterial

Gombert (1990)

Berthoud (1980)

Huttenlocher (1964)

Berthoud (1979)

Piaget (1997)

Cuadro 8El manejo y la representación de la palabra en el niño de 11 a 12 años

Edad Proceso Autor

11-12 años El niño logra la segmentación de las palabras

El niño de 11-12 años es capaz de darle una dimensión polisémica a la pa-labra

El niño ha consolidado el manejo del contenido sinsemántico de la palabra

Berthoud (1980)

Gombert (1990)

Luria (2000)

De ocho a 10 años el niño ya es capaz de distin-guir el significado, el significante y el referente y la relación arbitraria que los une. Puede reflexio-nar acerca de la palabra y sus constituyentes y de las reglas gramaticales que la vinculan con otras unidades de la frase. En el cuadro 7 se ofrece in-formación más detallada de esta etapa. Por último a los 11 y 12 años el niño ha sepa-rado la palabra de su contexto inmediato y puede concebirla en una red de relaciones paradigmá-ticas con otras palabras y conceptos. La palabra ocupa una posición determinada en una estruc-tura sistémica y forma parte de una red semántica

Hum

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El niño y la palabra: la reflexividad infantil en torno al concepto de la palabra

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jerárquica que incluye hiperónimos, hipónimos, cohipónimos y antónimos. Esta capacidad cogni-tiva le permite al niño llevar a cabo operaciones metalingüísticas conscientes. Algunos de los au-tores que estudian esta etapa están representados en el cuadro 8. Con base en los cuadros anteriores vislum-bramos que entre el primer año y los 12 el niño aprende no nada más a usar la lengua sino que se vuelve también un pequeño lingüista, y aprende a reflexionar sobre ella. Percibe y reflexiona acer-ca de “la segmentación de la cadena hablada en unidades lingüísticas significantes; del análisis del mundo en objetos y eventos relevantes para la codificación lingüística; y del mapeo entre las unidades y los objetos y eventos en el nivel léxico y sintáctico” (Karmiloff-Smith, 1992, p. 36). Retomando la información de dichos cuadros desde los planteamientos del Modelo de la Rees-crituración de Karmiloff-Smith (ibid.) observamos que el niño de muy temprana edad maneja la pala-bra como entidad psicológica, inconsciente e implí-citamente con base en el nivel Implícito (I). Existe así una sensibilidad a los límites de la palabra antes de poder hablar a la edad de un año. Este nivel de conciencia puede permanecer hasta los tres-cua-tro años. A esta edad el niño entiende la palabra desde el realismo nominal, es decir que entien-de la palabra y su estructura fonética como parte del objeto y de sus propiedades. Según Vygotsky (2000) y Piaget (1997) este fenómeno proviene de una conciencia lingüística primitiva y, en menor grado, puede estar presente hasta los siete años. A los 4-5 años las hipótesis metalingüísticas de los niños evolucionan hacia un nivel semi-consciente o epilingüístico, y alcanzan un nivel de reescrituración de explicitud básica (nivel E1, según Karmiloff-Smith, 1992). Empiezan a iden-tificar las palabras de contenido; las cotidianas menos marcadas y las concretas con representa-ción mental icónica. En cambio, tienen dificultad para percibir las palabras científicas con alto gra-do de marcación y las abstractas sin representa-ción mental icónica, como las funcionales. En el mismo sentido Van Kleeck (1984) plantea que las palabras funcionales son más díficilmente iden-tificables porque no tienen un estatus semántico

autónomo y dependen del contexto sintáctico. El niño utiliza entonces una almagama no analizada —formulaic speech— donde funde el artículo con el sustantivo en una sola palabra. Este comporta-miento verbal se encuentra también en el adulto no alfalbetizado (Barton, 1985). A los cinco años se observa un cambio gra-dual de la referencia extralingüística a la re-ferencia intralingüística, primero durante la interacción espontánea y luego en la conciencia metalingüística. Este cambio se debe a un cambio cognitivo y a una evolución del grado de concien-cia (Karmiloff-Smith, 1979). En este mismo sen-tido, Bruner y Kenney (1966) consideran que a los cinco-seis años en vez de basarse en las repre-sentaciones icónicas —mediante una imagen—, el niño empieza a basarse en las representaciones simbólicas —mediante un sistema abstracto y es-tructurado como el lenguaje. El nivel de abstracción, de conciencia y de reescrituración se vuelve así cada vez más eleva-do con la edad y, en términos de Karmiloff-Smith (1992), de los siete a 12 años se alcanza paulatina-mente un alto nivel de explicitud (el nivel explíci-to E2/3). Desde este nivel de conciencia el niño de 11-12 años puede manejar y reconocer tan-to las palabras de contenido, las cotidianas me-nos marcadas, las concretas con representación mental icónica y además las palabras científicas más marcadas, las abstractas sin representación mental icónica, como las funcionales. La toma de conciencia de la entidad de palabra, de su carác-ter convencional y arbitrario, y de sus relaciones lingüísticas dentro de categorías más amplias, como la frase, se consolida a los 12 años.

Conclusión

El proceder del niño no es lineal. Consiste en una elaboración conjunta de una serie de hipótesis y de una depuración y selección de hipótesis. Los distintos niveles de reflexividad en cohabitación —el nivel implícito, E1 y E2/3— podrían tener di-ferentes funciones. El primero podría ser un punto de partida y de anclaje gestado por una gramática innata y universal. Un ejemplo de ello es el ma-nejo temprano de los constituyentes del sintag-

Alina Signoret Dorcasberro

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ma, el fonema, la sílaba, el significado denotativo, que son universales. La zona de reflexión E1 es un laboratorio de exploración, creación y acomo-damiento de hipótesis. Por último, el área E2/3 es de almacenamiento de hipótesis consolidadas en redes sistémicas, conscientes y congruentes. En la niñez existe una heterogeneidad de ni-veles lingüísticos y cognitivos, y hay entonces un translape de hipótesis y reescrituraciones, donde conviven las tres categorías de reflexividad —I, E1, E2/3— y una jerarquía de niveles de concien-cia que va desde la inconciencia hasta la concien-cia de diferentes áreas lingüísticas. Confirmamos la propuesta de Barriga (1990, p. 66) de que “la evolución del lenguaje, más que una mera pro-gresión lineal que va de estructuras primitivas o tempranas a otras más complejas o tardías, es una serie de cambios, organizaciones y reorga-nizaciones, a través de las cuales el niño, luego de usar ciertas formas y estructuras, empieza a discernir nuevas relaciones y regularidades entre ellas que antes no había descubierto”. Sin embargo, todas las hipótesis hetereogé-neas infantiles apuntan hacia la construcción de la norma lingüística. Apuntan hacia la fuerza centrípeta del lenguaje que garantiza un mínimo, o relativo, entendimiento entre los interlocuto-res. Esta fuerza centrípeta y unificadora genera el lenguaje “correcto” sustentado en normas lin-güísticas estables y oficiales. En cambio, los ni-ños de temprana edad indagan poco en la presión centrífuga del lenguaje que permite la diversidad dialectal y socioideológica (p.e. el lenguaje de grupos sociales, “profesionales”, “genéricos”, len-guajes de generaciones, etc.) (Bakhtin, 1990). El translape de hipótesis psicolingüísticas se puede deber asimismo a una cohabitación de ti-pos de pensamiento en el niño. Observamos que el pensamiento animista convive con el realismo nominal. Notamos la convivencia del pensamien-to preoperatorio y concreto en la estructura cog-nitiva infantil. Concluimos que la evolución del pensamiento es un proceso jerárquico, lento y gradual, que no es lineal sino que incluye fases de cohabitación de diferentes lógicas mentales. Estos datos pueden ser el sustento de futu-ras investigaciones acerca de la adquisición y

metacognición de la palabra por parte del niño. Pueden también generar nuevas líneas de investi-gación, por ejemplo, estudios comparativos entre estos procesos y los procesos llevados a cabo por el niño bilingüe que adquiere una segunda lengua. Estos datos pueden ser valiosos para el ámbi-to de la educación, al proporcionarle al pedagogo información que le ayude a entender el proceso de lectoescritura del niño preescolar y de la es-cuela primaria.

BibliografíaBakhtin, M. M., The Dialogic Imagination, Austin, Univer-

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El niño y la palabra: la reflexividad infantil en torno al concepto de la palabra

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Alina Signoret Dorcasberro es maestra en lin-güística aplicada y doctora en lingüística, ambos por la unam; licenciada en letras francesas por la Universidad de París III. Su actualización respecto al área del len-guaje ha sido continua y pluridisciplinaria. Tiene for-mación en psicología clínica. Es responsable de la línea de investigación de bilingüismo del Departamento de Lingüística Aplicada del cele. Investiga la relación en-tre tipologías de bilingüismo y adquisición lingüística, estructura neuropsicológica, patologías del lenguaje.

Alina Signoret Dorcasberro

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La intervención como proceso de formación profesional

Laura Cruz Ramos,María de los Ángeles de la Rosa Reyes

•Resumen:Este artículo describe la experiencia del área de Intervención Pedagógica Profesional de la licenciatura en pedagogía de la fES Acatlán. Muestra el marco conceptual desde el que se orientan y asesoran los proyectos de intervención que los estudiantes desarrollan en ins-tituciones de práctica. Los conceptos que sirven de eje para analizar cómo la intervención puede ser una herramienta del proceso de formación profesional son formación profesio-nal, práctica profesional e intervención profesional. Se señalan como puntos necesarios para la intervención contextualizar la realidad que se aborda, identificar y definir los problemas educativos que serán atendidas una vez que la institución ha hecho sus demandas y analizar la pertinencia y viabilidad de sus propuestas. Así los estudiantes despliegan un conjunto de conocimientos teóricos, metodológicos, técnico-instrumentales y epistemológicos que utili-zan en situaciones concretas, a través de procesos de intervención en realidades educativas específicas que se abordan desde un concepto amplio de educación, es decir, no se reducen a los límites de lo escolar.

Palabras clave:formación profesional. Intervención pedagógica. Práctica profesional.

Abstract:This article describes the experience of the area of Professional Pedagogical Intervention of the bachelor’s degree in Pedagogy of the fES Acatlan. It displays the conceptual framework from which the intervention projects developed by students in institutions of practice are guided and advised. The concepts that serve as an axis in exploring how the intervention can be a tool in the process of professional training are: Professional Training, Professional Practice and Professional Intervention. It also points out as necessary items for interven-tion, to contextualize of the reality that is approached, to identify and define the educational problems that would be addressed once the institution has made its requests and to analyze the appropriateness and viability of their proposals. These allow students to deploy a set of theoretical, methodological, technical-instrumental and epistemological knowledge which they use in concrete situations, through intervention processes in specific educational situ-ations that are approached from a broad concept of education, that is to say, not confined to the boundaries of the school.

Key concepts:Professional training, pedagogical intervention, professional practice.

núm. 5, 2010, pp. 35-45

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Introducción

La formación profesional en nuestro país re-quiere ser analizada y atendida a partir de las tendencias que en la actualidad se desarrollan en este campo. La discusión académica acerca de los proyectos educativos en las universida-des nacionales es de importancia prioritaria, así como los elementos conceptuales que alrededor del tema se han ido construyendo y deconstru-yendo. Los diferentes modelos de formación que hoy se discuten consideran que la inserción de los futuros profesionales en espacios donde ejerzan una práctica constituye un elemento fundamental, aunque el tema de la vinculación entre formación y campo profesional a través de las prácticas se está abordando desde al menos dos vertientes: a) una visión pragmática, que prioriza los saberes utilitarios; se traduce en la “aplicación de la teoría a la práctica” y busca de-finir los problemas a partir del “aquí y ahora”; b) una concepción de la práctica como interven-ción, en la que esta última se vincula de manera indisoluble a la reflexión y retroalimentación y se reconoce la necesidad de partir de un marco institucional que tome en cuenta no sólo la es-tructura formal sino la historia, la conformación y la transformación contextuada del espacio de intervención. Aquí describimos la experiencia del área de Intervención Pedagógica Profesional (ipp) en la licenciatura en pedagogía de la fes Acatlán. Muestra el desarrollo conceptual que el conjunto de profesoras hemos elaborado desde este espa-cio académico, el cual nos ha servido para im-pulsar el proceso de formación profesional de los estudiantes. El documento se ha organizado en tres apar-tados: en el primero se dan a conocer los proce-sos que se llevan a cabo durante los tres semestres en que los estudiantes cursan las asignaturas del área de IPP; en el segundo se abordan los con-ceptos que sustentan el desarrollo de la inter-vención pedagógica como parte de su formación profesional; por último se presentan algunas reflexiones.

El área de Intervención Pedagógica Profesional

La práctica pedagógica que desarrollan los estu-diantes está basada, de acuerdo con el actual plan de estudios, en un conjunto de conocimientos teóricos, metodológicos, técnico-instrumentales y epistemológicos que buscan desplegarse en si-tuaciones concretas a través de procesos de in-tervención en realidades educativas específicas, las cuales no se reducen a los límites de lo escolar sino que se abordan desde un concepto amplio de educación. Las asignaturas del área de IPP a través de las cuales se espera que los estudiantes de sexto, sép-timo y octavo semestres1 experimenten un acer-camiento a la realidad están orientadas hacia la formación de un profesional reflexivo, creativo y con principios éticos capaz de enfrentarse a esa realidad con los elementos pertinentes y viables para la atención de problemas educativos. Un principio que sustenta el esta área a lo lar-go de los tres semestres es que la formación pro-fesional no sólo se da y se recibe en las aulas sino que hay otros espacios de la realidad social que contribuyen a la configuración de la formación profesional. Con esta visión se establecen acuer-dos con instituciones ligadas a sectores económi-cos, políticos, culturales y de la sociedad civil que abren sus puertas para el desarrollo del ejercicio profesional de los universitarios.2 Si bien es la universidad la entidad obligada a proveer al es-tudiante, de manera organizada y sistemática, los elementos que conforman la formación profesio-nal, estos otros escenarios enriquecen el proceso formativo que se inicia en las aulas. A través de esta estrategia se busca fortalecer un modelo de

1 En sexto la asignatura lleva por nombre fundamentos para la intervención pedagógica profesional, en séptimo y octavo cursan Intervención Pedagógica Profesional I y II, respectivamente.2 Estas instituciones deben ser públicas o no gubernamen-tales y sin fines de lucro, como Cáritas Hermanos Indíge-nas y Migrantes A. C, cch Naucalpan, Dirección General de Zoológicos, Centro de Atención Profesional a Personas con vih-sida, Desarrollo Integral de la familia, Museo del Virreinato, Dirección General de Educación Indígena, en-tre otras.

Laura Cruz Ramos / María de los Ángeles de la Rosa Reyes

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profesional de la pedagogía que intervenga y se forme en y a partir de esta intervención, es decir, no sólo en los haceres propios de la profesión si-no también en cuanto a la capacidad de plantear-se problemas, definir estrategias para atenderlos y llevar a cabo acciones relevantes, pertinentes y viables, de manera que el proceso desarrollado trascienda en el quehacer de la institución que lo alberga. Se pretende que dichos espacios permitan la intervención de los estudiantes en diferentes ámbitos educativos, no sólo en los escolarizados, abordando temas como educación en derechos humanos, prevención de adicciones, difusión de ciencia y tecnología, educación ciudada-na, educación permanente, orientación escolar y vocacional, pedagogía social, educación con perspectiva de género, educación indígena, edu-cación a distancia, educación ambiental, entre

otras. Se buscan instituciones que si bien pue-den no ser centralmente educativas tengan entre sus estrategias acciones de esta índole a partir de las cuales se generen necesidades educativas específicas que demanden a los practicantes el ejercicio de acciones profesionales para atender-las. De esta manera el área de IPP se convierte en una mediación, en un dispositivo para que los estudiantes hagan consciente su proceso de for-mación, el cual se objetiva en la intervención pe-dagógica profesional. Entendemos por dispositivo a las herramien-tas de distinta naturaleza que, según foucault, permiten ver lo que nos rodea y sirven para ha-cer hablar. Este autor las concibe como curvas de visibilidad y de enunciación. De acuerdo con él todo dispositivo tiene líneas del pasado reciente: parte de la historia y parte del acontecer (parte de la analítica y parte del diagnóstico). Por ello

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La intervención como proceso de formación profesional

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un dispositivo involucra a la formación y permi-te explicar que ésta toma en cuenta la visión de mundo en el que el sujeto se pregunta ¿qué soy capaz de hacer y de cambiar? Es decir, cuando se enuncia la búsqueda personal de un proyecto. Si-guiendo con foucault, en un dispositivo se entre-tejen relaciones de poder, al mismo tiempo que está ligado a los bordes del saber; se establece a través de una red de distintos elementos, los cua-les permiten capturar, orientar, determinar, con-trolar y asegurar las opiniones y los discursos de las personas.3 Para hacer consciente el proceso de forma-ción es preciso que el sujeto se configure como sujeto de saber y también como sujeto con ca-rencias de un saber que le es necesario. El sujeto es saber de lo otro y saber de sí mismo, es decir, tiene conciencia frente al otro. Esta conciencia es lo que le permite el acercamiento a la realidad compleja y lo obliga a pensar en, a decir de Ze-melman, lo dado-dándose, es decir “desarmar lo constituido de manera que se reconozcan las po-sibilidades ocultas de lo dado”, desde las exigen-cias de lo dándose. La conciencia de la formación también permite al sujeto tener claridad y acep-tar sus limitaciones y posibilidades.4 Tanto el dispositivo de formación como el hecho de hacer consciente el proceso de forma-ción son elementos que posibilitan y potencian la construcción de una mirada pedagógica en la realidad social. Esta mirada en el espacio institu-cional consiste en:• Conocer la historia y la dinámica del desarro-

llo de la institución en la cual va a participar. En este caso los estudiantes inician su prácti-ca profesional con un ejercicio de contextua-lización institucional, mismo que les permite tener la información necesaria sobre el pro-blema social atendido por esa institución.

3 Véase Deleuze, Gilles, Foucault filósofo, Barcelona, Ge-disa, 1999.4 Véase Zemelman, Hugo, “Conciencia de realidad y volun-tad de conocer: a manera de prólogo”, en De la Garza, En-rique y Hugo Zemelman (coords.), Epistemología y sujetos: algunas contribuciones al debate, México, unam/Plaza y Valdés/ciich, 2002.

• Reconocer los problemas educativos iden-tificados por la institución en sus diversos niveles y dimensiones. Esto posibilita a los practicantes hacer propuestas relacionadas con alguno de los problemas y plantear ac-ciones para la atención en alguno de sus ni-veles o dimensiones.

• Plantear otros problemas educativos no identificados antes por la institución. Lo cual representa un aporte significativo y la posibi-lidad de que la propuesta tenga continuidad en las futuras generaciones y la misma insti-tución la incluya como parte de su proyecto institucional.

• Proponer acciones que puedan dar respues-tas, atender y, de ser posible, solucionar estos problemas. Dichas acciones forman parte de las actividades planteadas en el proyecto de intervención pedagógica y están fundamen-tadas teórica y metodológicamente en el sa-ber pedagógico.

Esta mirada abierta y dialéctica del profesional de la pedagogía se apoya en el saber científico pedagógico y le permite al estudiante, a decir de Luminato y Valencia,5 recuperar la conciencia histórica en el plano del conocimiento, de for-ma que sea capaz de estructurar un pensamiento crítico y enfrentar el potencial de un proceso de ruptura-apertura del razonamiento.

Desarrollo conceptual

En este apartado se presentan los conceptos en los que el área de IPP se ha apoyado para su de-finición curricular y para la asesoría, orientación y coordinación de los proyectos que los estudian-tes desarrollan. Estos conceptos han servido para explicar el proceso de formación profesional que se ha asumido en el área: formación profesional, práctica profesional e intervención.

5 Luminato, Susana y Guadalupe Valencia, “La dialéctica como epistemología (el pensamiento dialéctico de Hugo Zemelman)”, en Valencia, Guadalupe, De la Garza, Enri-que y Hugo Zemelman (coords.), op. cit.

Laura Cruz Ramos / María de los Ángeles de la Rosa Reyes

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Formación profesionalSe concibe a la formación como un proceso y se parte del concepto que propone Gómez, quien la entiende como configuración: “La idea de configu-ración alude a la exigencia histórico-epistemoló-gica de la articulación, cuya construcción implica desedimentar lo constituido para reconocer lo posible en lo dado. Ello plantea un tipo de discur-so racional orientado a enriquecer la realidad en cuanto problemática, aunque no exclusivamente en torno a un eje teórico, sino con base en pro-yectos de sujetos sociales”.6 Atender la particularidad de la realidad en la que se participa requiere entender a la formación como configuración, ya que ésta coloca al sujeto en dicho proceso como productor de espacios-tiempos distintos a los que las rutinas e inercias marcan como lógica de sobrevivencia y de con-sumo. Esto implica un ejercicio de intervención razonada y apropiada desde un horizonte de aprendizaje y autonomía. Honoré cita a Lhotellier para ofrecernos otro concepto de formación: “Capacidad de transfor-mar en experiencia significativa los aconteci-mientos cotidianos sufridos en el horizonte de un proyecto personal y colectivo”.7 Esta forma de en-tender la formación nos plantea dos dimensiones: una interior y una exterior. La dimensión exterior nos refiere a la formación considerada desde el punto de vista del objeto. Cuando hablamos de la formación profesional en el entorno escolar hablamos de un proyecto social preexistente a la participación de los sujetos en formación. El currículum es una selección cultural, en la cual se explicitan las expectativas que tienen algunos sectores de la sociedad (en este caso en particular acerca de los profesionales) en relación a las com-petencias, contenidos y valores a adquirir por los profesionales en formación. Así, se parte de que éstos van a adquirir una forma preestablecida pa-ra cumplir con ciertas tareas que caracterizan un oficio o una profesión. De ahí la noción de perfil

6 Gómez, Marcela, “formación de sujetos y configuracio-nes epistémico-pedagógicas”, en ibid.,, p. 82.7 Honoré, Bernard, Para una teoría de la formación. Di-námica de la formatividad, Madrid, Nárcea, 1980, p. 20.

de egreso o perfil profesional, el cual se encuentra explicitado en los diversos planes de estudios. Este proyecto externo de formación se traduce en acciones concretas a partir de las políticas y ac-ciones institucionales, pero sobre todo a partir de la práctica educativa. Una parte de la capacidad de transformar en experiencia significativa los acon-tecimientos cotidianos le corresponde al docente como mediador entre el estudiante y el conoci-miento. A partir de la enseñanza el docente po-sibilita u obstaculiza el desarrollo y organización de conocimientos y experiencias de los alumnos, incluidas sus posibilidades de acción a futuro. El proyecto es colectivo no sólo porque co-rresponda a un proyecto social sino porque es un proyecto compartido por todos los que participan en él. yurén define a un sistema de formación como “un conjunto de interacciones atravesadas por regulaciones de distinta índole y cuya reali-zación obedece a la convergencia consensuada de dos intencionalidades: la de una institución que cumple con una función educativa para sa-tisfacer determinadas demandas sociales, y la de una persona que requiere de mediaciones especí-ficas para lograr ciertas adquisiciones”.8 Además, la formación siempre se vive en una situación de intercambio, de relación, de aportaciones, cons-trucciones, deconstrucciones y reconstrucciones entre todos los actores del proceso de formación. Nos formamos con los otros y para los otros. Na-die se forma de manera individual. La experiencia es uno de los elementos que se ponen en juego durante la formación. Se di-ferencia de la rutina en cuanto que ésta puede definirse como “aquella situación que, no presen-tando ninguna dificultad aparente, pone en fun-cionamiento actos ya conocidos, internalizados, que no requieren ser pensados. Las acciones ya previstas y asumidas se resuelven sin reflexión previa, poniendo en juego el conocimiento táci-to”.9 Por el contrario, la experiencia no sólo impli-

8 yurén Camarena, María Teresa, Formación y puesta a distancia. Su dimensión ética, México, Paidós, 2000, p. 43.9 Sanjurjo, Liliana, La formación práctica de los docen-tes. Reflexión y acción en el aula, Rosario, Homo Sapiens, 2002, p. 47.

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La intervención como proceso de formación profesional

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ca memoria sino fundamentalmente conciencia de sí mismo, de las acciones desplegadas, del en-torno y del tiempo; se otorga un sentido inicial pero la deconstrucción-reconstrucción de la ac-ción permite a su vez la resignificación. Se vuelve sobre la acción para crear, recrear y transformar. Cuando se habla de transformar en experiencia significativa los acontecimientos cotidianos se hace alusión a la significatividad existencial, no sólo cognitiva. La dimensión interior de la formación ha-ce referencia a la capacidad interna que tenga el sujeto en formación para hacer que los aconte-cimientos cotidianos que vive trasciendan y se transformen en experiencia significativa, en fun-ción de su proyecto personal. Es una búsqueda voluntaria, intencional, autodireccionada y con cierto grado de autonomía de experiencias edu-cativas, que requiere de la puesta en duda y del reconocimiento de la carencia y “se funda en la apropiación progresiva de la gestión de la propia formación”.10

La formación siempre se vive en una situación de intercambio, de relaciones, de aportaciones, construcciones, deconstrucciones y reconstruc-ciones entre todos los actores del proceso de for-mación. Nadie se forma de manera individual.11

Para hablar de formación profesional se hace necesario partir del concepto de profesión. Por és-ta se entiende aquel conjunto de conocimientos, habilidades y prácticas aplicados a la atención de problemas específicos, los cuales están sanciona-dos cultural o legalmente por la sociedad y deli-mitados tanto por la tradición histórica, social y científica de la profesión como por la trayectoria marcada por la dinámica del mercado laboral.12 También se puede entender como un conjunto

10 yurén Camarena, María Teresa, “¿La autoformación es olvido del otro? (una mirada desde la filosof ía)”, en Navia, Cecilia et al., Formación, distancias y subjetividades. Nue-vos retos de la formación en la globalización, México, Uni-versidad Autónoma del Estado de Morelos/Limusa, 2004, p. 160.11 yurén Camarena, María Teresa, Formación y puesta a distancia, México, Paidós, 2000, p. 43.12 Pacheco Méndez, Teresa, “La institucionalización del mundo profesional”, en La profesión. Su condición social e institucional, México, Miguel Ángel Porrúa/cesu, 2000.

de relaciones más o menos estables en forma y contenido entre personas con necesidades y otras con la capacidad para satisfacerlas.13

Una profesión requiere de procesos espe-cíficos e institucionalizados de formación que permitan la adquisición de conocimientos y el desarrollo de actitudes y habilidades íntimamen-te asociadas al campo profesional, pero dicho proceso institucionalizado no totaliza ni agota el proceso formativo, pues la formación no se cen-tra en la enseñanza como único ámbito de cono-cimiento. En un proceso de formación profesional el sujeto no es un simple receptor de los elemen-tos requeridos para asumir una forma prede-terminada, sino que participa de manera activa desde sus saberes, sus experiencias escolares, sus prácticas sociales y sus expectativas en torno a la profesión. Por eso es importante retomar a ferry cuando señala que la formación tiene que verse como la dinámica de un desarrollo personal, que se lleva a cabo mediante el doble efecto de una maduración interna y de posibilidades de apren-dizajes, de reencuentros y de experiencias.14 De ahí que si bien no se puede formar a otro, uno siempre se va a formar en una relación de media-ción. Para este autor las mediaciones pueden ser diversas: los formadores son mediadores huma-nos, pero también considera como mediadores las lecturas, las circunstancias, los accidentes de la vida, la relación con los otros, el trabajo, entre otras.

Práctica profesionalDesde la postura de freire el acto de conocimien-to empieza con la acción del ser humano sobre el mundo para incorporarse a él y transformarlo.15 En esta acción se relaciona con múltiples obje-tos empíricos, los cuales al despertar su curiosi-dad son convertidos en objetos de conocimiento.

13 Latapí, Pablo, “Profesiones y sociedad: un marco teórico para su estudio”, en Revista Latinoamericana de Estudios Educativos, México, vol. xii, núm. 4, pp. 59-74.14 ferry, Gilles, Pedagogía de la formación, México, Nove-dades Educativas, 1990.15 freire, Paulo, ¿Extensión o comunicación? La concienti-zación en el medio rural, México, Siglo xxi, 1973.

Laura Cruz Ramos / María de los Ángeles de la Rosa Reyes

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Sin embargo, el conocimiento no se reduce sólo a la relación sujeto-objeto; es en la interacción con los demás, en la comunicación con sus se-mejantes, que el sujeto logra la aprehensión del objeto de conocimiento. De esa manera, la prác-tica representa el pilar en que se sustenta todo conocimiento y la acción comunicativa el medio que lo potencializa. Esto podemos verlo desde el momento en que los estudiantes ingresan a la ca-rrera de pedagogía, dado que ya traen un cono-cimiento previo en torno a la educación, el cual generó en ellos un interés por el estudio de este fenómeno. Este conocimiento lo van modifican-do y resignificando en entornos colectivos y de intercambio, en función de las sucesivas prácti-cas que van teniendo. De acuerdo con Schön una práctica profesio-nal se sustenta siempre en una determinada con-cepción del mundo, pues de ello depende la forma en que se perciben y definen los problemas.16 és-tos no necesariamente aparecen bien definidos, con todos los elementos bien organizados, sino que los profesionales por lo regular se enfrentan con situaciones de incertidumbre, singularidades y conflictos de valores que deben enfrentar en y durante la intervención en la realidad. Este autor plantea la necesidad de formar a los profesionales como “prácticos reflexivos”, de manera que pue-dan intervenir frente a una realidad compleja. Al lado de estas concepciones, sin embargo,

16 Schön, Donald, La formación de profesionales reflexivos. Hacia un nuevo diseño de la enseñanza y el aprendizaje en las profesiones, Barcelona, Paidós, 1992.

hay algunos “prácticos” que buscan nada más ad-quirir las herramientas que los lleven al logro de estatus, seguridad y riqueza. Lo importante, en estos casos, es proporcionar a los estudiantes ele-mentos más reflexivos y éticos que los lleven, de ser posible, al convencimiento, pero sobre todo a la reflexión y comprensión de las necesidades de las instituciones y de los grupos sociales que so-licitan sus servicios profesionales, de manera que su intervención cumpla con la responsabilidad social que conlleva su profesión.

Intervención profesionalEl término intervención, según Ardoino, tiene que ver con la mediación, la intercesión, los bue-nos oficios, la ayuda, el apoyo, la cooperación;17 pero dependiendo de cómo se lleve a cabo esa intervención también puede tener un sentido de intromisión, de injerencia y de intrusión que lleve a violentar los entornos en los que se actúa. Toda intervención implica un sujeto que ac-túa y una institución o comunidad que será obje-to de la intervención, la cual tiene un proceso de desarrollo, una historia. y ¿cómo se entrama la intervención? Al respecto Ardoino y Del Cueto18 nos proporcionan varios elementos:• La intervención debe fundarse en una de-

manda explícita por parte de quien será el beneficiado. Este es un elemento fundamen-tal, ya que no puede existir de manera legí-tima ningún tipo de intervención si no hay una demanda explícita sobre el servicio que el profesional ofrece. El beneficiario (en ese caso la institución) debe querer que el pro-fesional intervenga. En otras palabras, la in-tervención debe tener lugar con la voluntad del beneficiario. A partir de esta demanda se inicia un proceso de negociación, en el que tanto usuario(s) como servidor(es) realizan de manera conjunta un trabajo de análisis

17 Ardoino, Jacques, “¿Imaginario del cambio o cambio de lo imaginario?”, en félix Guattari et al., La intervención ins-titucional, México, Plaza y Janés, 1987.18 Si bien ambos hacen referencia a la intervención psicoso-cioinstitucional, muchos de los planteamientos que hacen se han tomado para analizar y caracterizar la intervención pedagógica.

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de la situación, de los elementos que la es-tructuran y de las necesidades y las oportu-nidades de evolución. Pero también se debe establecer en esta fase lo que Ardoino de-nomina la demanda de la demanda de los clientes, es decir, también debe existir en quien va a intervenir un deseo, motivaciones y capacidades para asumir la responsabilidad que implica la demanda original, además de considerar la demanda del futuro beneficia-rio como procedente y respetable. En el caso del área de IPP esta demanda de la demanda debe responder a las necesidades de los es-tudiantes, de manera que se ponga en juego su deseo de formarse en torno a los proble-mas abordados por la institución. Es así que se establece un doble beneficio: por un lado su formación y por otro la satisfacción de la demanda del usuario.

• Intervinientes y beneficiarios deberán ne-gociar el contrato metodológico, es decir, el conjunto de reglas prácticas que regirán a partir de ese momento las relaciones entre ambos.

• Es bien sabido que parte de la efectividad de la intervención tiene que ver con la obliga-ción que adquiere el usuario (o cliente) de cubrir una indemnización. En el caso del área de IPP la indemnización no tiene el sen-tido monetario tradicional. Se ha establecido que la institución adquiere el compromiso de ofrecer atención, asesoría y seguimiento a los estudiantes, para que ellos puedan desarro-llar el proyecto de intervención pedagógica relacionado con el problema atendido por la institución.

• La duración de la intervención debe estar prevista dentro de un tiempo definido, aun-que con la posibilidad de modificarlo con el consentimiento de los involucrados, en fun-ción del progreso de la intervención.

• Si bien dentro de la fase de negociación es necesario establecer acuerdos sobre estos elementos para que la intervención se desa-rrolle en un marco de confianza y validez, es indispensable tener claro que se trata de un proceso y por lo mismo su dinámica no pue-

de ser pronosticada con total precisión; es decir, implicará ajustes, modificaciones y re-negociaciones, además de la redefinición de la demanda y la intervención misma, lo cual posibilitará nuevas intervenciones.

• Un punto importante de la intervención es su legitimidad, cuyo establecimiento está li-gado a la autoridad. La autorización de la in-tervención se funda sobre el ejercicio de un derecho o sobre el establecimiento de una atribución institucional. Ardoino19 señala que en este caso la autoridad deriva de un poder y la cuestión de la legitimidad de la interven-ción permanece como algo central, pues no hay una liga automática entre ambas. Pasillas y furlán20 manifiestan que la legitimidad se centra en tres factores que confluyen en todo momento: lo deseable de la intervención, la no arbitrariedad y la pertinencia respecto del modo de intervención.

• Lo deseable de la intervención se relacio-na con que esté ampliamente fundamen-tada en un proyecto de sociedad. “Los rasgos de esta fundamentación provienen de considerar, basar o reflexionar desde perspectivas sociológicas, históricas, cul-turales, económicas, políticas, etc., los ele-mentos que orientan y definen el ideal”.21

• La no arbitrariedad de la propuesta peda-gógica tiene que ver con no atentar contra la “naturaleza” o características de los su-jetos beneficiarios de la intervención. Pe-ro también es necesario hacer referencia a la no arbitrariedad teórica, pues la peda-gogía se apoya en otras disciplinas y obtie-ne de ellas los aspectos útiles para atender los problemas educativos a los que se en-frenta.

• Respecto a la pertinencia en el modo de intervención es preciso considerar que la educación, como práctica social atendida

19 Ardoino, Jacques, op. cit.20 Pasillas, Miguel Ángel y Alfredo furlán, “Dos miradas sobre la pedagogía como intervención”, en Memoria del coloquio Pedagogía hoy, México, facultad de filosof ía y Letras, unam, 1994, p. 281.21 Ibid.

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por la pedagogía, es compleja y requiere de mecanismos y procesos formativos especí-ficos para la intervención pedagógica, ne-cesariamente educativa. Aquí se pone en juego una parte importante del aprendiza-je de los futuros pedagogos, pues es donde se determina la especificidad de lo educa-tivo, tanto por parte de la demanda de la institución como por parte de la propuesta de intervención pedagógica, ya que al ser educativa no puede formularse como tera-péutica, adoctrinante ni prescriptiva.

Para considerar una intervención como peda-gógica es necesario recordar que lo pedagógi-co hace referencia a una reflexión y a un trabajo relativo a la educación sustentado en una teoría

pedagógica. Es algo específico concentrado en la configuración y recomendación de medios pa-ra el logro de los proyectos educativos que pre-tenden desarrollarse mediante una intervención institucional. De esta manera cuando se habla de intervención pedagógica se estaría haciendo énfasis en la necesidad de un sustento y una re-flexión sobre todos y cada uno de los elementos desde los cuales se configura el problema, así co-mo de las estrategias que conforman el programa de intervención. A partir de estos elementos en el área de IPP se ha desarrollado un modelo para orientar el proceso de negociación de la intervención peda-gógica que realizarán los estudiantes. Como se señaló, los representantes institucionales, en su calidad de autoridades, establecen una demanda formal de intervención; es decir, hacen un en-cargo, el cual se negocia con los representantes académicos de la carrera de pedagogía. Los des-tinatarios finales de la intervención no siempre comparten esta demanda, ya sea porque la des-conocen o porque no están de acuerdo con ella. Es necesario entonces desplegar un trabajo que permita transitar de la situación de objetos a suje-tos de la intervención, lo cual en ocasiones es di-f ícil porque suele haber diversos intermediarios entre dichas autoridades y los destinatarios. Esto implica, para los intervinientes,22 desarrollar un proceso de acercamiento orientado a interpelar a los beneficiarios para que éstos se reconozcan como sujetos de la educación. En este proceso los intervinientes son a su vez interpelados,23 a veces como pedagogos, pero no siempre, pues en ocasiones se les pide asuman identidades y jueguen roles diferentes a lo pro-puesto en su plan de formación, lo que los lleva

22 Llamaremos así a los estudiantes de la carrera de peda-gogía.23 Las interpelaciones surgen de un espacio social existente, no son mensajes aislados. Una interpelación no está cons-tituida por saberes sino por quehaceres, prácticas, posicio-namientos y valores, y eso es lo que le otorga significado a las ideas. A partir del reconocimiento de la interpelación se puede configurar la identidad, pues este reconocimiento permite la adhesión, la incorporación de ciertos elementos de la interpelación a la matriz de identificación personal.

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a rechazar o reconocerse en diferentes puntos de estas interpelaciones.24 Estas situaciones dan lu-gar a nuevos procesos de negociación de la inter-vención entre los actores directos (profesionales en formación y destinatarios), las cuales pasan necesariamente por los representantes acadé-micos e institucionales, pues la intervención siempre deberá darse sobre la base de acuerdos explícitos, claros y conocidos por los involucra-dos (véase figura 1). Hay que señalar que los estudiantes se incor-poran al proceso de intervención con una visión particular del mundo, construida a partir de su biograf ía personal y de su historia de formación; por su parte, la institución tiene su visión del mundo y demandas específicas de intervención. De esta manera se cruzan los referentes de los pe-dagogos con los referentes institucionales. Es por

24 De aquí se desprende un trabajo que posibilita la re-flexión de los estudiantes en torno a la identidad de su profesión.

eso que las negociaciones establecidas no se dan nada más en torno al contrato metodológico sino también aparecen como necesarias las negocia-ciones sobre los sentidos y significados que atra-viesan los diferentes componentes, estrategias y acciones integrantes de la intervención. Cuando la institución y los estudiantes com-prenden cómo la intervención pedagógica tras-ciende los saberes técnico-instrumentales y de qué manera el interviniente es capaz de aportar nue-vos conocimientos y propuestas fundamentadas teórica y metodológicamente, congruentes con la finalidad de la intervención, y cuando dichas pro-puestas son pertinentes y viables, las posibilidades de impacto tanto en la institución como en la for-mación de los practicantes es mayor. Reflexiones finales

La intervención forma parte del proceso de for-mación en tanto se trata de una actividad humana a través de la cual los sujetos crean y producen. De esta manera la intervención, pensada como pro-ceso de formación profesional tiene importantes implicaciones en la posibilidad de situar a los es-tudiantes como sujetos partícipes de su biograf ía y de la historia25 y puede contribuir a que dichos sujetos construyan formulaciones argumentadas en la teoría y las confronten con la realidad en la que intervienen como profesionales. La intervención como estrategia de formación se ha desarrollado como un dispositivo que bus-ca cumplir el papel de mediación a partir de una práctica pedagógica concreta, relevante social y profesionalmente, para promover en los estu-diantes la conciencia de su proceso de formación. El área de IPP busca convertirse en un espacio de formación que posibilite la autoestructuración e

25 Para Mills la biograf ía siempre hace referencia a la di-mensión personal y la historia a la dimensión social, pero tanto la vida del individuo como la historia de la sociedad están en íntima interrelación y ninguna puede entender-se sin la otra. Véase Charles Wright Mills, La imagina-ción sociológica, México, fce, 1961, pp. 23-43. Por eso es importante que el proceso de intervención vehiculice la comprensión de la relación ser humano-sociedad, biogra-f ía-historia, yo-mundo.

figura 1Campo de luchas y de negociaciones

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interestructuración de experiencias de aprendi-zaje a partir de que los estudiantes se identifiquen con las áreas o campos de intervención aborda-dos por las diferentes instituciones de práctica, elaboren de manera colectiva sus propuestas de intervención, las sometan a la consideración de los diferentes actores de las instituciones y en es-te recorrido se vayan haciendo conscientes y re-significando los aprendizajes desarrollados a lo largo de la carrera; pero también sean capaces de identificar carencias e intereses y enuncien dudas que les permitan orientar nuevos proyectos de autoformación. La formación profesional busca encaminar al desarrollo personal de los estudiantes, entendido éste no como el desarrollo individualista de las capacidades y potencialidades del sujeto exigidas por el mercado laboral, sino una formación pro-fesional como el proceso que permite la autorrea-lización y humanización de los sujetos provistos de herramientas para desarrollar conciencia en su calidad de seres históricos, de relaciones, de elecciones y de decisiones. Es decir, la concien-cia de su realidad, de su existencia, de sí mismos en un permanente hacerse, de su incompletud y su finitud, así como desarrollar su capacidad de acción y transformación con base en un com-promiso ético-profesional. La intervención, al confrontar a los estudiantes con un contexto es-pecífico y real, contribuye a este propósito.

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Laura Cruz Ramos es licenciada en pedagogía por la fES Acatlán, maestra en ciencias, con especialidad en investigaciones educativas, por el die-cinvestav del ipn. Ha participado en distintos proyectos de in-vestigación para la sep, como el Programa Integral de formación Cívica y ética para educación primaria. Coautora de libros de textos de formación cívica y ética para secundaria.

María de los Ángeles de la Rosa Reyes es licen-ciada en pedagogía por la facultad de filosof ía y Letras, maestra en psicología social por la facultad de Psicolo-gía, ambas de la unam. Ha participado en programas educativos con poblaciones vulnerables. Realizó trabajo académico-administrativo en la Universidad Michoa-cana de San Nicolás de Hidalgo y en la fES Acatlán.

La intervención como proceso de formación profesional

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•ResumenSe analiza la relación entre los conceptos de ideología y poder, postulando que la ideología forma la base del poder indirecto que consiste en el manejo de la manipulación por parte de un poder dominante hacia los dominados; en cambio, el poder directo impone su vo-luntad, a pesar de la resistencia (vid. Max Weber), sea en el campo militar o en el área de la economía. Los dominados construyen su ideología mediante los cuadros de cultura, transmitidos en el hogar y en las instituciones educativas, controladas por el poder dominante (poder hegemónico, según Gramsci). En la época posmoderna los medios de comunicación susti-tuyen la educación formal e informal de una manera incontrolable y masiva, dirigidos por las empresas transnacionales, bajo intereses comerciales. De este modo, la ideología mues-tra un círculo de dominación, donde los actores controlan a los receptores en una forma indirecta mediante el método de influir en su pensamiento, sobre todo por los medios de comunicación. Podría formarse una contraideología, opuesta a los cuadros ideológicos estandarizados, si los receptores toman conciencia y se rebelan contra el poder dominante, lo que correspon-de a la lucha de poder, formada por un poder y un contrapoder.

Conceptos claveIdeología. Poder directo. Poder indirecto. Manipulación. Medios de comunicación.

AbstractIn the article “Ideology and Power” the relationship between the concepts of ideology and power are analized, stating that ideology forms the basis of indirect power that consists in the handling of manipulation by a dominant power towards the dominated; instead, direct power imposes its will, despite resistance (see Max Weber), whether in the military field or in the economy area. The dominated construct their ideology through cultural frames, passed on at home and at the educational institutions controlled by the dominant power (hegemonic power, accord-ing to Gramsci). In postmodern times, the media replaced formal and informal education in a massive and uncontrolled way, managed by transnational corporations, under commercial interests. Thus, the ideology shows a circle of domination, where the players control the re-cipients in an indirect way using the method of influencing their thinking, especially by the media.

Ideología y poder Elisabeth Albine Mager Hois

núm. 5, 2010, pp. 46-60

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Introducción

La ideología es un concepto polémico. Por una parte se considera instrumento de poder y, por la otra, se trata como si fuese un término neutral. Sin embargo, enseguida mostraremos que ningu-na de las dos posturas es completamente correc-ta; a nuestro juicio, se les debe quitar lo absoluto. Cuando analizamos la ideología, nos damos cuenta que este concepto está íntimamente re-lacionado con el concepto de poder, utilizándolo como instrumento. Por esta razón, se considera indispensable profundizar en la interrelación de estos dos términos para lograr una mayor com-prensión de sus efectos.

La interrelación del poder directo e indirecto

Aunque la ideología se constituye con un conjun-to de ideas, en el fondo actúan intereses de un poder dominante, lo que nos acerca al poder in-directo que busca convencer a los otros de ma-nera suave para que se adapten a la cultura (soft power, según Nye). El soft power o el poder ideo-lógico significa “hacer que los otros quieran lo que tú quieres”.1 Según Nye este poder es más que una persuasión, porque se inserta en la cultura y sus valores, por lo cual la educación tiene una mayor importancia; una comprobación de este fenómeno es la formación de los estudiantes en Estados Unidos, quienes se sienten atraídos por la ideología de este país y, luego, actúan bajo sus valores. Por lo tanto, el poder indirecto influye en la convicción de la población y de estudiantes que

1 Nye, Joseph S. Jr., The Paradox of American Power. Why the World’s Only Superpower Can’t Go it Alone, Nueva york, Oxford University Press, 2002, p. 9 (trad. Elisabeth Mager).

a la postre serán dirigentes de la nación y tendrán en sus manos el poder económico y militar del Estado, en otras palabras: el poder directo. Por otra parte, el poder directo, en última instancia, posibilita este poder indirecto, debido a su fuerza económica y política. El poder directo se refiere a “la oportunidad de imponer la voluntad propia dentro de una re-lación social, aun en contra de la resistencia, sin importar en qué se basa esta oportunidad”.2 Así, cuando la dominación es obvia y el poder actúa contra la voluntad del otro se manifiesta el poder directo, según Max Weber. Joseph Nye lo deno-mina hard power (poder duro), que comprende el militar y el económico. Todavía falta el poder político, que actúa en forma directa e indirecta, debido a su capacidad diplomática y manipulado-ra. En general el hard power, como el soft power, logra un cambio en el comportamiento de los in-dividuos mediante la imposición (hard power) y la atracción (soft power o co-optive power) gene-rada por un incentivo.3 En el caso del hard power un grupo o individuo impone su voluntad sobre otro grupo o individuo, lo cual, en muchos casos, implica un cambio de conducta de los otros por medio de la coerción (command power o poder de mando/orden).4 John Kenneth Galbraith denomina este ins-trumento de subordinación como poder condigno, que logra “la sumisión infligiendo o amenazando con consecuencias apropiadamente adversas”.5 Según este autor dicho instrumento de poder es-

2 Weber, Max, Wirtschaft und Gesellschaft, 5a ed., Tübin-gen, Johannes Winckelmann, [1922] 1985, p. 28 (trad. Eli-sabeth Mager).3 Nye, Joseph, op. cit., p. 9 y ss. 4 Ibid., pp. 10, 176.5 Galbraith, John Kenneth, Anatomía del poder, trad. Ra-fael Quijano, 2a ed., México, omgsa/Diana/ Edivisión, 1988, p. 19.

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Perhaps a counter-ideology could be formed, opposed to the standardized ideological frames, if the recipients become aware of and rebel against the dominant power, which cor-responds to the power struggle, conformed by a power and a counterpower.

Key conceptsIdeology, direct power, indirect power, manipulation, media.

Ideología y poder

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tá desapareciendo en la vida cotidiana, así como en la política, sobre todo en la forma de castigo f ísico, a favor del poder indirecto (soft power) o el poder condicionado; aunque se registra, de forma arbitraria, un aumento de violencia en la vida so-cial, así como en algunos sectores de la política, en especial en la milicia. Otra forma de sumisión es el poder compen-satorio que “ofrece al individuo una recompensa o pago, lo suficientemente ventajoso o concordante para que él (o ella) renuncie a perseguir su propia preferencia a cambio de la recompensa”.6 En este caso se trata de un poder de mucha táctica, pero en última instancia es un poder directo; sólo se cambia el instrumento: en lugar de un castigo o una amenaza (recompensa negativa) se otorga un beneficio (recompensa positiva).7 Dennis H. Wrong combina este poder de re-compensa con la autoridad a través de incentivos o estímulos (autority by inducement) con el efec-to de obediencia. Pero este tipo de poder produ-ce una cierta dependencia a quien se dirige esta recompensa, ya que crea ciertas expectativas. Incluso en el sector laboral se puede hablar de una explotación económica, porque la autoridad coercitiva se basa en un wage slavery (esclavitud salarial), según Wrong;8 es decir, el patrón satis-face las necesidades del trabajador en el nivel de subsistencia mediante ciertas recompensas, por lo cual espera una obediencia voluntaria del súb-dito. Si no funciona este método el poder com-pensatorio puede transformarse en coercitivo mediante amenaza de reducción salarial que, al final, impactará de manera negativa las condicio-nes materiales del trabajador. Según Peter Blau estas amenazas de la reduc-ción de las compensaciones laborales hacen a los trabajadores dependientes de su patrón y los so-meten bajo su poder porque, por lo regular, las compensaciones generan ciertas expectativas (sanciones positivas) y la amenaza de perderlas,

6 Ibid., p. 29 y ss.7 Idem.8 Wrong, Dennis H., Power: its Forms, Bases, and Uses, 4a

ed., New Brunswick, Transaction Publishers, [1979] 2004, p. 44.

o bien, en definitiva, perder el trabajo es un cas-tigo en sí.9 Dicha dependencia material y política se presenta también a escala mundial, cuando los países industriales sólo participan en ayudas ma-teriales sin eliminar las desigualdades económi-cas mediante cambios estructurales. Esta forma de poder todavía se aplica con ma-yor frecuencia en el ámbito educativo, laboral y en política. Por consiguiente, en el poder com-pensatorio se trata de una táctica del interesado para que las personas actúen en una forma ade-cuada sin respetar su voluntad originaria. Según Wrong esta intencionalidad y estas formas de ac-tuar tienen efectos económicos y políticos con el resultado de un mayor control sobre los medios de producción y su respectiva explotación labo-ral. La extensión de este poder varía según el gra-do de la evolución tecnológica y su capacidad de proveer beneficios a los trabajadores. Además, la autoridad que surge de las recompensas cuenta con menos resistencia y antagonismos de los súb-ditos que el poder coercitivo.10

Poder indirecto e ideología

El poder indirecto y la manipulaciónEl poder indirecto no aplica el poder en forma visible sino a través de mecanismos psicológicos que influyen en las acciones de las personas. Así, los agentes que están en el poder y que tienen los medios para manipular a los individuos a favor de sus intenciones preparan estas influencias, a fin de que hagan lo que ellos quieren. En general se trata de una manipulación ideo-lógica, que aplican el gobierno y el sector priva-do mediante el poder indirecto que influye en el campo de las decisiones de cada grupo o nación y promueve así un cambio de preferencias en las acciones. De esta manera consigue indirecta-mente sus propósitos.11 Según Wrong se intenta producir efectos y deseos en el otro con la finali-

9 Blau, Peter M., Exchange and Power in Social Life, Nueva york, John Wiley and Sons, 1964, p. 117.10 Wrong, Dennis H., op. cit., p. 45 y ss.11 Schirm, Stefan A., Macht und Wandel: Die Beziehungen der USA zu Mexiko und Brasilien, Opladen, Leske + Bu-drich, 1994, p. 37.

Elisabeth Albine Mager Hois

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dad de manipularlo dentro de una relación social y de poder. La intención y el esfuerzo exitoso para influenciar la respuesta del otro quedan ocultos o no se comunican, por lo tanto tampoco se espe-ra una resistencia, porque la persona manipulada no se da cuenta de este intento.12 Según Dahl y Lyndblom existe una manipu-lación exitosa cuando las personas piensan que era su propia decisión y, por lo tanto, actúan con entusiasmo e iniciativa. Estos autores hablan en el contexto de un manipulated field control (cam-po de control manipulador) en comparación con el spontaneous field control (campo de control de influencia espontánea).13 Wrong denomina este tipo como influencia no intentada, en compara-ción con la intentada, como la manipulación que se dirige a una pseudo-Gemeinschaft (pseudoco-munidad) mediante los medios de comunicación y la propaganda.14 En contraste, la persuasión intenta convencer al otro mediante argumentos y métodos psicológicos en una interacción co-municativa, por lo cual se presenta en una forma más simétrica y directa que la manipulación.15

La pseudo-Gemeinschaft (pseudocomunidad) o la sociedad líquidaZygmunt Bauman denomina a la pseudo-Ge-meinschaft, manejada por los medios de comuni-cación masiva, sociedad de modernidad líquida, que es, según este autor, “poco hospitalaria con la crítica”.16 En otras palabras, a la población en esta “sociedad moderna tardía o posmoderna, la sociedad de segunda modernidad”17 le falta la ini-ciativa para un cambio social o “la naturaleza del cambio actual”.18 Bauman sólo observa un modo de acomodo del pensamiento, lo que explica en el esquema de un predio para acampar.

12 Wrong, Dennis H., op. cit., p. 28 y ss.13 Dahl, Robert A. y Charles E. Lyndblom, Politics, Econo-mics and Welfare, Nueva york, Harpers, 1953, p. 105.14 Wrong, Dennis H., op. cit., p. 28.15 Ibid., p. 32 y ss.16 Bauman, Zygmunt, Modernidad líquida, 3a ed., Buenos Aires, fondo de Cultura Económica, 2004, p. 29.17 Beck, citado en ibid.18 Bauman, Zygmunt, op. cit., p. 29.

Lo significativo de este modelo es que los huéspedes de este campamento esperan de sus administradores que “los dejen tranquilos y no los molesten. A cambio, se comprometen a no desafiar la autoridad de los administradores y a pagar puntualmente. y como pagan, también exigen”.19 Sobre todo pretenden defender sus derechos y hacer su vida. No cuestionan la for-ma de administrar, ni se hacen responsables de ésta. Bauman caracteriza esta sociedad como no hospitalaria ni crítica, ya que la “crítica esti-lo consumidor” ha reemplazado la “crítica estilo productor”.20 En tanto, Adorno y Horkheimer ha-blan de una sociedad diferente, preocupada por el orden y la emancipación, cuando se refieren a “un modelo de organización doméstica compar-tida, con reglas institucionales y normas de uso y costumbre…”21 Sobre todo, se trata de un individualismo ex-tremo, cuando el yo va en primera instancia con el lema “yo primero”,22 lo que significa una satis-facción de sus deseos sin responsabilizarse del otro. Según Henry Sidgwick “la felicidad general se promueve de manera efectiva manteniendo en los adultos ‘la esperanza de que cada uno de-pende de sus propios recursos para satisfacer sus propios deseos’”.23 Para lograr estos deseos cada uno tiene que someterse a ciertas normas socia-les que “más posibilitan al imposibilitar” y signi-fican a la vez dependencia y liberación. Pero esta sumisión a la rutina y a las pautas de conducta libera al individuo de la agonía de la indecisión y lo convierten en la masa de los bur-gueses desvalidos, según Marcuse.24 Este control social garantiza el equilibrio en la sociedad y la fe-licidad mediana de todos, una felicidad lograda a través de compromisos y la renuncia de afectos. La modernidad liviana, líquida, fluida o li-cuada se opone a la sólida, pesada, condensada o sistémica, según Bauman, por no tener dientes y

19 Idem.20 Ibid., p. 29 y ss.21 Adorno y Horkheimer, citados en Bauman, op. cit., p. 30.22 Ibid., p. 30.23 Sidgewick, citado en Bauman, Zygmunt, op. cit., p. 24.24 Marcuse, citado en ibid., pp. 24, 26.

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Ideología y poder

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ser “incapaz para producir efectos en el programa establecido para nuestras opciones de ‘política de vida’”.25 Esta modernidad líquida se reproduce por el poder indirecto de masas mediante la exte-riorización de los valores intrínsecos en intereses económicos y de una vida emocional superficial, orientada al American way of life con ayuda de los medios masivos. Por lo tanto, las personas se alejan de los valores verdaderos y se dirigen a los valores de la vida cotidiana que consiste princi-palmente en consumir y en todo lo que sirve al individuo. Esta conducta excluye el interés para la so-ciedad que, según Margaret Thatcher, no existe. “No existe la sociedad... No mires hacia arriba ni hacia abajo; mira adentro tuyo, donde se supo-ne residen tu astucia, tu voluntad y tu poder que son todas las herramientas que necesitarías para progresar en la vida”.26 Sólo existe un conjunto de individuos con intereses comunes y con preocu-paciones individuales, pero “no se dejan ‘sumar’ en una ‘causa común’. Se pueden juntar, pero no cuajarán”.27 Es decir, cada “ciudadano es una per-sona inclinada a procurar su propio bienestar a través del bienestar de su ciudad…”28

Según Bauman el poder se aleja del control de la ciudadanía mediante la extraterritorialidad de las redes electrónicas. “En la actualidad los prin-cipios estratégicos favoritos de los que tienen el poder son el escape, la evasión y la retirada, y su estado ideal es la invisibilidad”.29 Así, el manejo de poder muchas veces se queda fuera de los ojos de la población y, de esta manera, fuera de su con-trol; sobre todo cuando los ciudadanos no tienen los conocimientos necesarios para enterarse de las relaciones de poder en un mundo global. Co-mo afirma Bauman el problema radica en el espa-cio público que cada vez contiene menos temas públicos. “fracasa a la hora de cumplir su pasa-do rol de lugar de encuentro y diálogo entre pro-blemas privados y asuntos públicos. Víctimas de

25 Ibid., p. 28 y ss.26 Thatcher, citada en ibid., p. 35.27 Ibid., p. 40.28 Ibid., p. 41.29 Ibid., p. 45 y ss.

las presiones individualizadoras, los individuos están siendo progresiva pero sistemáticamente despojados de la armadura protectora de su ciu-dadanía y expropiados de su habilidad e interés de ciudadanos”.30

El poder estructural y el poder suaveEric Wolf especifica este poder invisible o indi-recto como poder estructural o structural power, que se distingue por su posesión de composicio-nes sociales y su capacidad de organizar y orques-tar dichas configuraciones; este poder especifica también la distribución y dirección de los flujos de energía. Por lo tanto, este autor denomina al poder indirecto como estructural con la capaci-dad de organizar y dirigir los flujos de energía,31 porque “se manifiesta en las relaciones; no sólo opera dentro de escenarios y campos sino que también organiza y dirige esos mismos escena-rios”.32 Según Wolf las ideas se entretejen con el poder estructural, el cual engendra “ideas que establecieron distinciones esenciales entre los organizadores de la mano de obra social y aque-llos a quienes organizaban, entre los que podían dirigir e iniciar la acción y aquellos que tenían que reaccionar ante estas órdenes”.33 En otras pa-labras, el poder estructural originaba las distin-ciones entre la clase dominante y la subordinada. Pero no se especifica de qué clase surge la domi-nación y en qué se basa este poder estructural. Supuestamente son las ideas o la ideología, según Wolf. Empero, las ideas tampoco flotan en el aire sino necesitan un fundamento o una base que es la economía. En otra parte Wolf argumenta que el poder depende de tres factores: la producción, la sociedad y los mundos metaf ísicos. Lo intere-sante sería ver cómo los tres componentes se in-terrelacionan. En comparación, Susan Strange limita el structural power (poder estructural) a las in-

30 Ibid., p. 46.31 Wolf, Eric R., Pathways of Power, Building and anthropo-logy of the Modern World, Los Ángeles, University of Cali-fornia Press, 2001, p. 384. 32 Wolf, Eric R., Figurar el poder. Ideologías de dominación y crisis, México, CIESAS, 2001, p. 20.33 Ibid., p. 352.

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fluencias de estructuras económicas de las áreas de producción y de las finanzas,34 pero omite a los actores en este contexto. Joseph Nye, en cam-bio, subraya más la atractividad ideológica y cul-tural de las organizaciones internacionales en el soft/co-optive power.35 Sin embargo, ambos, el structural power de Strange y el soft power de Nye, generan las influencias que actúan sobre la gente en forma indirecta. Mientras la estructura en Eric Wolf significa todo el aparato psicológico en las relaciones sociales que prepara las influen-cias, la estructura en Susan Strange se refiere a la estructura económica mediante la cual se influye en la gente. Así, los conceptos de Nye y de Wolf se acercan por su enfoque ideológico. Por consiguiente, el poder indirecto logra in-fluir el pensamiento humano a favor de intereses empresariales y estatales sin ejercer el poder en forma directa contra la voluntad de los súbditos, sino que convence a las personas de manera in-directa para que tomen ciertas decisiones. En el caso de las influencias del poder económico se presenta el poder indirecto o sweet/soft power. En cambio, el poder económico en sí pertenece al poder directo o hard power, debido a su ejerci-cio de dominación y explotación de las fuerzas de trabajo y, en el aspecto hegemónico, a su capaci-dad de control y dominio.

34 Strange, Susan, “The persistent myth of lost hegemony”, en International Organization, 41, núm. 4 (otoño), 1987, pp. 565-567.35 Nye, Joseph, “Soft Power”, en Foreign Policy, núm. 80 (otoño), 1990, pp.153-171.

Galbraith llama al poder suave el poder con-dicionado, por medio del cual se puede persuadir a la gente en forma implícita y explícita. Según este autor en el caso de la forma explícita del po-der condicionado se trata de la persuasión y de la educación, resultado de un intento directo y visible. En cambio, el poder condicionado en for-ma implícita se encuentra dentro de la cultura o en la condición social.36 En general se observa un avance del acondicionamiento explícito al implí-cito, “se avanza del esfuerzo pretencioso y osten-toso para lograr la creencia a una subordinación impuesta que pasa desapercibida y se da por he-cha”.37 De esta manera el poder condicionado tie-ne la inclinación hacia el poder suave o indirecto, porque no todas las personas perciben este in-tento de manipulación y, por lo tanto, no pueden resistirla. Sólo los más críticos se enfrentarán a esta manipulación. En cambio, en el poder duro o hard power el manejo del poder es obvio y se siente. Por esta razón muchas veces surgen con-trapoderes que terminan en una lucha y condu-cen a un cambio de poder.

Las elites y el poder indirectoLas elites desempeñan un papel importante en el poder hegemónico, porque unen el poder directo con el indirecto, el poder duro con el suave; en las palabras de Nye la fuerza pura con la fuerza per-suasiva que es, según Sinisa Malesevic, el factor

36 Galbraith, John Kenneth, op. cit., pp. 41, 45.37 Ibid., p. 46.

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clave en el dominio de masas.38 De acuerdo con Maquiavelo esta fuerza pura, ejercida por la eli-te, se entiende como poder coercitivo o violencia que, junto con la decepción, logra la subordina-ción de las masas.39 Vilfredo Pareto sustituye el término decepción por el concepto de persuasión que convence al súbdito por motivos irraciona-les y sentimentales.40 Según Gaetano Mosca este método significa una táctica de convencimiento que busca una respuesta a las necesidades reales. Pero éstas, muchas veces, son creadas por la eli-te y manipuladas por los medios masivos u otros medios de comunicación.41 En el mundo capitalista la elite no está forma-da sólo por los gobernantes sino también por los empresarios transnacionales que disponen tanto de los actores de la comunicación como de los medios masivos y la educación privada. De esta manera los comerciales con sus claves de propa-ganda desempeñan un papel importante, sobre todo por su influencia psicológica que moldea a la mente humana en dirección del consumismo. Ahora se plantea la pregunta: ¿quién prepara esto para que la gente actúe en el sentido presu-puesto? Para foucault no existe un dominio des-de arriba, como la dominación burguesa, sino que los mecanismos de control funcionan desde abajo, y las grandes máquinas de poder no tienen una finalidad ideológica, sólo representan ins-trumentos efectivos de formación técnica. Por lo tanto, no se puede generar un poder estratégico que controla a la gente desde arriba.42 Esta visión de poder de foucault ignora los intereses econó-micos de una elite que se encuentran atrás del poder político y que generan el poder indirecto o ideológico de manipulación. Por consiguiente, para este autor, las instituciones —que normal-

38 Malesevic, Sinisa, The Sociology of Ethnicity, Londres, Sage, 2004, p. 112.39 Maquiavelo, citado en ibid.40 Pareto, Vilfredo, The Mind and Society: A Treatise on Ge-neral Sociology, Nueva york, Dover, 1963, p. 2031.41 Mosca, Gaetano, The Ruling Class, Nueva york, McGraw Hill, 1939, p. 71.42 foucault, Michel, Microf ísica del poder, trad. Julia Varela y fernando Álvarez-Uria, 3a ed., Madrid, Ediciones de La Piqueta, 1992, p. 154 y ss.

mente trasmiten la ideología— sólo “operan en el nivel del ‘micropoder’ y designan el punto en el que el poder se inscribe directamente en el cuerpo, pasando por alto la ideología”.43

Pero ¿qué se entiende por ideología? Para contestar a esta pregunta se debe analizar el con-cepto en sus diferentes aspectos y corrientes con el objetivo de llegar a un resultado más o menos objetivo. Empero, este propósito resulta dif ícil de lograr si consideramos la carga ideológica del concepto.

La ideología como base del poder indirecto

La palabra ideología refiere a un conjunto o sis-tema de ideas, las cuales se organizan en forma consciente para dirigirse a ciertos fines propues-tos. Teun A. van Dijk denomina a las ideologías como conjunto de ideas específicas y por tanto objetos “mentales”44 y en forma más exacta como “creencias generales, socialmente compartidas”.45 Para este autor “todos los productos del pensar serán declarados creencias. En otras palabras, las creencias son los ladrillos del edificio de la men-te”.46 Además, estas creencias son subjetivas, por lo cual pueden ser erróneas, infundadas o des-viadas.47 Edgar Morín caracteriza a las ideologías como una simplificación de teorías filosóficas, tomando de ellas ideas rectoras, pero carecen de una problemática, porque se degradaron a una forma dogmática e ilusoria, “a una reificación idealista, a la rigidificación racionalizadora, a la abstracción engañosa, y finalmente a la ilusión de poseer la verdad en un sistema de ideas”.48

43 foucault, citado en Zizek, Slavoj (comp.), Ideología: un mapa de la cuestión, México, fondo de Cultura Económi-ca, 2003, p. 21.44 Van Dijk, Teun A., Ideología: una aproximación multi-disciplinaria, trad. Lucrecia Berrone de Blanco, Barcelona, Gedisa, 2000, p. 33.45 Ibid., p. 52.46 Ibid., p. 35.47 Idem.48 Morín, Edgar, El método: las ideas, trad. Ana Sánchez, 2a ed., Madrid, Cátedra, 1998, p. 145.

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La ideología como instrumento de manipulación Las ideologías se prestan para servir como ins-trumentos de manipulación y persuasión de las masas o, según Augusto Sánchez Sandoval, como control social de tipo formal que consiste en la ideología-derecho, y de manera informal cons-tituido por la ideología-norma.49 Ambas formas de control social provienen de un sistema de po-der-dominación en las sociedades verticales, en las cuales “no se reconoce al otro, sino que se le domina y explota, por lo tanto, opera una cons-trucción particular, unilateral, de la realidad, ya que la conciencia de la realidad subjetiva del do-minante se impone como única verdad al conglo-merado social y éste la acepta y la reproduce”.50

El papel ideológico de los medios de comunicaciónHoy en día la ideología se presenta como medio para controlar a las masas por los medios de la comunicación y los discursos del grupo dominan-te que influyen las opiniones de la sociedad. Así, para John B. Thompson, las formas simbólicas o creencias sirven para mantener las relaciones de dominación,51 y es cuando estos fenómenos sim-bólicos se convierten en ideológicos.52 Aunque en este contexto se debe distinguir entre los que dominan y los dominados, porque en los dos ca-sos puede suceder un proceso de manipulación y persuasión. En el primer caso se trata del grupo en el poder y en el segundo del grupo opositor que en ciertas circunstancias puede crear una contraideología, la cual no tiene las mismas posibilidades que la dominante porque sus actores no poseen los ins-trumentos de poder. No obstante, en otra parte, Thompson distingue entre instrumentos ideoló-gicos que sirven para movilizar levantamientos políticos o mantener el poder legítimo.53 Lo que

49 Sánchez, Augusto, Sistemas ideológicos y control social, México, unam, 2008, p. 20.50 Ibid., p. 8.51 Thompson, John B., Ideología y cultura moderna. Teoría crítica social en la era de la comunicación de masas, Méxi-co, UAM, 2006, p. 137.52 Ibid., p. 85.53 Ibid., p. 125.

diferencia a los dos es su relación con la verdad. Según Van Dijk54 el grupo dominante disimula su abuso de poder y oculta las formas de desigual-dad, mientras los opositores están interesados en descubrir y exponer la dominación y la desigual-dad; así, este autor se refiere a la ideología del grupo dominante y la relaciona con el papel de la reproducción del poder, al igual que Thomp-son. En este sentido, “las ideologías se desarrollan y aplican como legitimación del abuso de poder (dominación) y su consecuente desigualdad so-cial”,55 que implica un acceso privilegiado a los recursos sociales para mantener o confirmar el statu quo del grupo dominante. En general, según Van Dijk

...las ideologías son sistemas de principios básicos compartidos socialmente por los grupos. Tales ideologías tienen una serie de funciones cognitivas y sociales, incluyendo la de mantener la cohesión y solidaridad del grupo, así como la de proteger (o adquirir) recursos sociales escasos. En resumen, so-cialmente las ideologías se desarrollan para asegu-rarse de que los miembros del grupo piensen, crean y actúen de tal modo que sus acciones redunden en su propio beneficio y en el del grupo en general. Esta función social “coordinadora” sirve al interés del grupo en sus relaciones con otros grupos.56

Van Dijk sólo se olvidó de mencionar que a tra-vés del acceso a los recursos sociales el grupo dominante tiene también acceso a los recursos naturales y al poder económico, lo que en última instancia sostiene su poder político; para aquél es de suma importancia mantener estas relacio-nes de poder mediante el manejo de la ideología. El autor establece la diferencia entre el grupo do-minante, grupos en oposición y grupos forma-dos por intereses.57 Estos últimos los denomina también como grupos ideológicos “nuevos”, por-que no se distinguen por su carácter socioeco-nómico sino por sus movimientos sociales de

54 Van Dijk, Teun A., op. cit., p. 213.55 Ibid., p. 208.56 Idem.57 Ibid., p. 180 y ss.

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algún tipo, sea del medio ambiente, seguridad o diversos estilos de vida.58 También existen diver-sas combinaciones ideológicas, según sus identi-ficaciones con ciertas categorías socieconómicas y culturales.59 En este contexto, John B. Thompson destaca las ideologías que no se concentran en una cier-ta clase sino que expresan las diversas asimetrías étnicas, sexo, edad, entre otras.60 Esta afirmación multiideológica sólo tiene validez en el panora-ma multicultural de la sociedad moderna, pero se pierde de vista en la ideología del poder domi-nante, que manipula también las diversas ideolo-gías de origen multicultural mediante los medios de comunicación, las instituciones culturales y el discurso político, cuyo objetivo es convencer al público a funcionar en la lógica del mercado y, de esta manera, optar por el sistema existente. Thompson reconoce la gran influencia de los medios masivos, manejados por el Estado y, en forma creciente, por los conglomerados privados de las industrias transnacionales. No obstante, para él la influencia ideológica es limitada, debi-do a la participación de la población. “Los medios de comunicación masiva no son simplemente uno de los distintos mecanismos que sirven pa-ra inculcar una ideología dominante; más bien, estos medios constituyen en parte el foro masi-vo en que ocurren las actividades políticas en las sociedades modernas, foro en el cual, y en cierta medida en relación con el cual, los individuos ac-túan y reaccionan al ejercer el poder y responder al ejercicio del poder por parte de otros”.61 En este sentido destacan las nuevas posibili-dades de participación personal por medio de las vías telefónicas, por ejemplo mediante la cuasi-interacción durante los programas de televisión, que implican una medida en la cual el flujo de comunicación es predominantemente unidirec-cional y temporalmente limitado.62 Una de las posibilidades para controlar la influencia de los

58 Ibid., p. 181.59 Ibid., p. 194 y ss.60 Thompson, John B., op. cit., p. 142.61 Ibid., p. 143.62 Ibid., p. 332.

medios masivos es la grabación de programas te-levisivos en videograbadores. De esta manera “el público adquiere cierto distanciamiento espacio-temporal característico de las transmisiones tele-visivas”.63 Un factor que favorece cierta variedad de programas establecidos es el sistema de cable, porque posibilita la selección entre los numero-sos canales.64 Thompson rechaza la visión negativa de la in-fluencia de los medios masivos de comunicación con el efecto de una mercantilización de la cultu-ra (“industria cultural”), debido a la estandariza-ción y la racionalización de las formas culturales. En cambio, Adorno y Horkheimer consideran que “este proceso ha atrofiado la capacidad del individuo para pensar y actuar de manera crítica y autónoma”.65 Por su parte, Habermas considera a las ins-tituciones de los medios como el origen de una transformación estructural y desintegración de la “esfera pública”.66 Pero al mismo tiempo llega a una posición opuesta de una utopía de libre deci-sión del individuo que, en realidad, es demasiado estrecha, debido a las limitaciones económicas y tecnológicas de una gran parte de la población. En el caso de las tribus indígenas norteame-ricanas de la actualidad la ideología se forma, en gran parte, por la influencia de los medios de co-municación masiva, sobre todo por los programas televisivos. Así, su visión tradicional comunitaria se convierte en una mentalidad individualista que conduce a la disgregación de los integrantes del grupo y debilita su fuerza de resistencia; sólo algunos elementos conscientes se unen a la lucha india, como se observa en el American Indian Movement, movimiento social indígena, entre otros. El problema se muestra más grave si consi-deramos que existe una mayor concentración del poder político y económico, según Charles

63 Ibid., p. 303.64 Ibid., pp. 304-307.65 Adorno y Horkheimer, citados en ibid., p. 148. 66 Habermas, Jürgen, The Structural Transformation of the Public Sphere: An Inquiry into a Category of Bourgeois So-ciety, trad. Thomas Bürger y frederic Lawrence, Cambrid-ge, Polity Press, 1989.

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E. Lindblom.67 En especial son los hombres de negocios, en cuyas manos se encuentra el po-der económico y político, pero de ninguna ma-nera democrático. La afirmación sobre el menor control estatal en los medios masivos de comu-nicación se vuelve insignificante, considerando la mayor influencia del sector comercial, ya que el poder dominante se encuentra en manos de cor-poraciones económicas, las cuales junto con las de la política y los militares forman la elite en el sistema capitalista, según C. Wright Mills.68

El poder ideológico del EstadoPero ¿en manos de quién se encuentra el poder y su respectiva ideología? Gramsci los ubica en la clase dirigente, por lo cual “la ideología es la con-cepción del mundo de la clase dirigente que debe difundirse en toda la sociedad”.69 En La ideología alemana, Marx y Engels ubican también las ideas dominantes de cada época en la clase dominan-te. En forma más explícita, “la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominan-te. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual...”70 Esto no quiere decir que los diri-gentes dispongan de los medios de la producción material exclusivamente, sino que los políticos se basan y se apoyan en las organizaciones del co-mercio, formando una elite de poder con ellos, como hemos visto en la explicación de C. Wright Mills. Incluso, el Estado depende en cierto grado de estas organizaciones, por lo cual la industria dicta las normas y la ideología en la sociedad y, de esta manera, logra una mayor influencia ideológi-

67 Lindblom, Charles E., Democracia y sistema de mercado, México, fondo de Cultura Económica, 2000, p. 71.68 Mills, C. Wright, La elite del poder, 13a reimpr., México, fondo de Cultura Económica, [1956] 2005, p. 273.69 Gramsci, citado en Portelli, Hugues, Gramsci y el blo-que histórico, trad. María Braun, 7a ed., México, Siglo xxI, 1980, p. 19 y ss.70 Engels, friedrich, El papel del trabajo en la transforma-ción del mono en hombre, [1848], Marx, Karl y freidrich Engels, Manifiesto del Partido Comunista [1845-1846], Marx, Karl y friedrich Engels, La ideología alemana, [1876], México, Colofón, 2004, p. 48.

ca en los ciudadanos, sobre todo porque dispone en mayor grado de los medios de comunicación. En cambio, en la teoría de Michel foucault no se observa este control del Estado, sólo se men-cionan los métodos y efectos de la ideología. Axel Honneth critica la teoría del poder de foucault porque sólo se basa en prácticas de influencias pa-ra reprimir las necesidades individuales median-te técnicas represivas sin tomar en consideración el control ideológico de una capa dominante. En comparación con Honneth, las ideologías gene-ran una construcción psicológica profunda en las personas con el objetivo de que los individuos ac-túen con metas ajenas a las suyas y los motivan en su realización por medio de remuneraciones cul-turales.71 Los dos autores se refieren a sistemas de influencias en el caso de ideología, el primero en forma de represión y el segundo en una ma-nera de influencia psicológica, pero ninguno de los dos explica el origen político de estas influen-cias, como se observa en las teorías ideológicas de Marx, Engels y Mills. Para Thompson “las relaciones de clase son sólo una de las formas de dominación y subordi-nación, constituyen sólo un eje de desigualdad y explotación”, pero en realidad existen mucho más relaciones de poder. Por ejemplo, “relaciones en-tre los sexos, entre los grupos étnicos, entre los individuos y el Estado, entre los Estados-nación y los bloques de Estados-nación”.72 Esta crítica de Thompson es una observación válida en las rela-ciones de poder, porque en las sociedades moder-nas existen una variedad de relaciones, aunque es indispensable concentrarse en el dominio princi-pal de un Estado. Por consiguiente, una cierta capa social do-mina y controla la ideología de la población mediante la manipulación de los medios de co-municación y a través de la persuasión en los discursos políticos. John B. Thompson ataca esta versión de la ideología porque, según su punto de vista, es una ideología negativa, aunque la trata

71 Honneth, Axel, Kritik der Macht: Reflexionsstufen einer kritischen Gesellschaftstheorie, frankfurt/Main, Suhr-kamp, 1986, p. 184.72 Thompson, John B., op. cit., p. 87.

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con cierto cuidado; “de hecho, en algunos casos la ideología puede operar al ocultar o al enmascarar las relaciones sociales, al oscurecer o falsear las situaciones; pero éstas son posibilidades contin-gentes, no características necesarias de la ideolo-gía como tal”.73 A esta ideología negativa opone la ideología basada en las estrategias de la construc-ción simbólica, las cuales “son las herramientas con que se pueden producir las formas simbóli-cas capaces de crear y sostener las relaciones de dominación”.74 Por consiguiente, en el análisis de la ideología “las formas simbólicas se intersectan con las relaciones de poder”.75 La pregunta es ¿quién construye estas formas simbólicas y a quiénes sirven? ¿Tal vez la capa dominante construye las mismas formas simbó-licas en la sociedad para sostenerse en el poder? Entonces, resulta lo mismo. En lugar de una re-presentación simbólica desde abajo resulta un control ideológico desde arriba. Claro, en cierto grado existe un complemento de los dos lados y en las dos direcciones, de arriba hacia abajo y también de abajo hacia arriba. En realidad esta actuación ideológica puede ser también un mé-todo de control de la capa dominante, por ejem-plo, como dice Van Dijk, que “Las elites adoptan, aparentemente, las ideologías populares, pero de un modo muy moderado, con la cual se evitan conflictos importantes con los intereses de las elites”.76 Esto no quiere decir que los ciudadanos no pueden formar sus propios criterios; en caso con-trario, no podría surgir ninguna oposición ideo-lógica o contraideología. Existen las dos formas ideológicas, la ideología de los dominantes y la ideología de los dominados o de los ciudadanos. En realidad se observan una lucha ideológica, influencia y crítica o un rechazo de la misma. ¿Quién gana es una cuestión intelectual o cues-tión de poder? Los intelectuales son difusores de ideas y ocu-pan en el poder ideológico un primer rango que

73 Ibid., p. 86.74 Ibid., p. 101.75 Ibid., p. 85.76 Van Dijk, Teun A., op. cit., p. 234.

se convierte en un poder político. Gramsci deno-mina al intelectual como intelectual tradicional e intelectual orgánico/independiente. Los tra-dicionales “son empleados del grupo dominan-te para el ejercicio de las funciones subalternas de la hegemonía social y del gobierno político”.77 Cumplen también una función orgánica pero se diferencian por su dependencia al sistema. Mien-tras tanto, los intelectuales orgánicos son inde-pendientes de la ideología del Estado. Ellos tienen un compromiso político y cultural luchando por la libertad contra la opresión. Por lo tanto, son comprometidos, participantes y partidarios.78

La ideología y la superestructuraPara Héctor Ceballos el factor decisivo es el saber. “…utilizado como instrumento de poder, consti-tuye el factor ideológico que permite controlar y cohesionar a las sociedades, o bien, se convierte en la herramienta idónea por medio de la cual se hace posible la transformación de las mismas”.79 Este saber no es neutral, sino manipulado pa-ra influenciar a las masas según los intereses de la clase en el poder. Para Gramsci este proceso sucede a través de la superestructura de los or-ganismos privados de la sociedad civil, el poder hegemónico de la clase dominante. Bajo el tér-mino de la sociedad civil entiende “el conjunto de los organismos vulgarmente llamados como privados… y que corresponden a la función de la hegemonía que el grupo dominante ejerce en to-da la sociedad”.80 A través de estas instituciones privadas, sobre todo mediante la educación y la difusión cultural, el Estado logra un mayor control y la unificación de la ideología difundida.81 En apariencia encon-tramos una contradicción en la posición de Gra-msci cuando habla de una dominación del Esta-

77 Gramsci, citado en Baca Olamendi, Laura, Bobbio: los intelectuales y el poder, México, Oceano, 1998, p. 75.78 Idem.79 Ceballos Garibay, Héctor, Poder y democracia alternati-va, 2a ed., México, Coyoacán, 1999, p. 16.80 Gramsci, citado en Portelli, Hugues, Gramsci y el bloque histórico, trad. María Braun, 22a ed., México, Siglo xxI, 2003, p. 17.81 Ibid., p. 33.

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do como aparato coercitivo, administrado por la burocracia,82 y de la sociedad civil, constituida por la superestructura de las instituciones, su-puestamente privadas; por lo cual el dominio de la ideología estaría en manos de las instituciones privadas y no del Estado. Pero este dilema se en-tiende cuando observamos una mayor influencia de las empresas en la política del Estado y, ade-más, que la capa de los dirigentes está formada por la burguesía en la sociedad capitalista. Por ejemplo, en Estados Unidos de las institu-ciones que pertenecen a la sociedad civil muchas trabajan en conjunto con el Estado; las empre-sas financian también las campañas electorales, por lo tanto dominan en gran parte la política. Esta sociedad civil “Gramsci la contrapone a la sociedad política (el Estado en el sentido estric-to del término), del cual ella constituye su ‘base’ y su ‘contenido ético’”.83 La sociedad política, por su parte, se refiere a la dominación directa me-diante la coerción político-militar del Estado y al gobierno jurídico con su aspecto represivo;84 en cambio la sociedad civil ejerce un control ideoló-gico a escala de superestructura sobre las clases subordinadas. Gellner reconoce las diferencias que existen entre los diferentes estratos sociales debido a la formación científica diferencial según los talen-tos que forman grupos de elite, por lo cual se generan fricciones entre los diferentes estratos sociales. En este punto notamos que la ciencia y el modelo educativo subsiguiente significan po-der,85 que administra el Estado.

La homogeneización de la sociedad Según Gellner notamos el doble carácter del po-der de Estado-nación: por una parte, el poder directo de la opresión y coacción a través del aparato estatal; por otra, el poder indirecto de la manipulación ideológica que puede suceder por influencias culturales y estructurales. En gene-

82 Ibid., p. 29.83 Ibid., p. 17.84 Ibid., p. 27 y ss.85 Gellner, Ernest, Naciones y nacionalismo, 3a reimpr., Ma-drid, Alianza, 2001, p. 117.

ral la dominación ideológica pretende la homo-genización de una sociedad multicultural para cohesionar y controlarla. “Predica y defiende la diversidad cultural, pero de hecho impone la ho-mogeneidad tanto en el interior como, en menor grado, entre las unidades políticas”.86 Entonces, los métodos de la ideología nacionalista son frau-dulentos, intentan lo inverso que manifiestan, porque “está infestada de falsa conciencia”.87 Esta manipulación trabaja para una cultura global, en nuestros días, donde se nivelan las culturas mun-diales a favor de las empresas transnacionales y su circulación de capitales. Así, el valor intrínse-co de las culturas se convierte en un valor extrín-seco monetario. Louis Althusser argumenta que en el capita-lismo la religión trasmite, a través de sus apara-tos ideológicos, una ideología, por la cual la clase dominante puede asegurarse de las relaciones de producción y, por lo tanto, de la explotación de la clase dominada.88 Los aparatos ideológicos del Estado (AIE) tienen en este sentido un papel muy importante, porque sirven, según la versión marxista, a la clase dominante como transmiso-res de la ideología religiosa para favorecer la ex-plotación y represión de la clase dominada. “Esta ideología es realizada, se realiza y se convierte en dominante con la puesta en marcha de los AIE”.89 La religión se convierte en ideología cuan-do es utilizada como medio para seguir fines de manipulación y se enajena de su valor propio. No obstante, existe una convicción religiosa per-sonal que es capaz de oponerse al Estado, como sucedió en la primera comunidad cristiana en el imperio romano. Claro, aquí se trata de un sector no reconocido por el Estado y no de una religión universal o estatal. Sin embargo, en la actualidad las sociedades aparentan una gran diversidad de culturas, pero en realidad domina una cultura homogenizada por los intereses del mercado. Se-gún Gellner “...la ideología nacionalista está in-

86 Ibid., p. 161.87 Idem.88 Althusser, Louis, Ideología y aparatos ideológicos del Es-tado, Medellín, Pepe, 1978, pp. 80-84.89 Ibid., p. 83.

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festada de falsa conciencia. Sus mitos trastrocan la realidad: dice defender la cultura popular, pe-ro de hecho forja una cultura desarrollada; dice proteger una antigua sociedad popular, pero de hecho ayuda a levantar una anónima sociedad de masas... Predica y defiende la diversidad cultural, pero de hecho impone la homogeneidad tanto en el interior como, en menor grado, entre las uni-dades políticas”.90 En otras palabras, la dominación ideológica pretende la homogeneización de una sociedad multicultural para cohesionar y controlarla. En la actualidad esta manipulación trabaja para una cultura global, donde se nivelan las culturas mun-diales a favor de las empresas transnacionales y su circulación de capitales. Se trata de ideologías secularizadas sin respaldo social, que se basan en el nihilismo de la sociedad global. Así, en el capi-talismo de nuestros días el motor principal no es la convicción social sino el afán de poseer dinero y ganancias, por lo cual los valores sociales tienen que ceder su lugar a la mezquina individualidad que conduce a la represión y explotación. Esta dominación en forma de hegemonía de las su-perpotencias, en primer lugar Estados Unidos, la lleva a cabo la economía mundial que determina la política nacional y “establece reglas que buscan hacer que los seres humanos se conviertan en go-rilas amaestrados y consumidores”.91 El poder hegemónico del Estado se basa en la estructura o en el poder económico, mientras el ideológico funciona como medio para lograr el fin de la dominación. En caso de que no funcione el poder ideológico para manipular a los súbditos se usa la fuerza o la violencia. Según Max Weber el Estado es “el agente que detenta el monopolio de la violencia legítima dentro de la sociedad”.92 Por consiguiente, el gobierno no se basa en el con-senso del pueblo sino en medios de dominación. James Scott comenta que las elites dominantes aplican el discurso público para “impresionar, pa-

90 Gellner, Ernest, op. cit., p. 161.91 Davidson, Alastair, “Globalización y hegemonía”, en Ka-noussi, Dora (comp.), Hegemonía, Estado y sociedad civil en la globalización, trad. Cristina Ortega, México, Plaza y Valdés, 2001, p. 119.92 Max Weber, op. cit., p. 15.

ra afirmar y naturalizar el poder… y para esconder o eufemizar la ropa sucia del ejercicio de su po-der”.93 Con estos discursos los gobernantes buscan convencer a los súbditos a través de su ideología, disfraz de su gobierno con base en las mentiras o el engaño para mantener la hegemonía.

La ideología y la contraideologíaJohn B. Thompson critica la concepción negativa y engañosa de la corriente marxista la cual argu-menta la existencia de una ideología dominante que pretende la explotación de clase mediante los aparatos ideológicos. Según su punto de vis-ta “es una concepción muy estrecha y unilateral del Estado moderno. No hay duda de que algu-nos aspectos y actividades del Estado se pueden comprender en términos de los intereses a largo plazo de la clase dominante, pero dif ícilmente podría sostenerse que las instituciones estatales no respondan a las demandas de otras clases y grupos de interés mayoritarios...”94 Sin embargo, esta posición es cuestionable debido a la capa de elite, formada por empresarios, políticos y milita-res, que controla el campo ideológico, sobre todo los medios de comunicación. No sólo existe una ideología de las masas, también una de los individuos, quienes se for-man de acuerdo con diferentes ideologías del mundo en el transcurso de la historia, porque en la actualidad ésta no sólo depende de la influen-cia de la superestructura de un solo Estado, sino de una formación cosmopolita, en la cual el in-dividuo decide la conformación de su ideología, que es un factor de la identidad, según Erikson.95 Por lo tanto, se pueden construir contraideolo-gías de la nación natal y, en ciertos momentos, movimientos contrahegemónicas, por ejemplo movimientos en contra de la hegemonía capita-lista, en muchos casos surgidos de una desequili-brada distribución de bienes materiales y de una opresión política. La consiguiente lucha de poder

93 Scott, James C., Los dominados y el arte de la resistencia: discursos ocultos, trad. Jorge Aguilar Mora, México, Era, 2000, p. 42.94 Thompson, John B., op. cit., p. 140.95 Ricoeur, Paul, Ideología y utopía, Barcelona, Gedisa, 1999, p. 181.

Elisabeth Albine Mager Hois

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se expresa mediante un poder y un contrapoder, por una ideología del poder dominante y por una ideología de los subordinados; de tal forma, esta lucha de poder puede llegar a movimientos revo-lucionarios o a una sumisión violenta por la capa en el poder. Este dominio ideológico no se trasmite en automático, porque los individuos tienen la po-sibilidad de combinar diferentes ideologías en su personalidad, según sus experiencias transnacio-nales o globales. Hoy en día la personalidad re-cibe conocimientos cosmopolitas, gracias a los medios de comunicación masiva y la información por Internet. Claro, después surge la pregunta ¿quién domina estos medios? En la guerra fría el mundo estaba dividido en la ideología socialista y capitalista, después de la caída de los países so-cialistas el poder hegemónico en el mundo reca-yó en las potencias occidentales, principalmente Estados Unidos.

Conclusiones

La ideología juega un papel importante en la for-mación de la mentalidad de grupos e individuos y, en gran parte, es producto del poder indirecto del Estado y de la capa dominante de una sociedad. Es indispensable relacionar el concepto de poder con el de ideología, tomando en consideración la asimetría de poder en la sociedad actual que cau-sa una dependencia del subordinado hacia el que ejerce el dominio, y origina un círculo vicioso de la dependencia, con lo que aumenta el poder del último. Esta relación asimétrica de poder se pre-senta entre Estados, pueblos, grupos y personas y termina en la opresión del más débil. El control social del poder dominante es lo más seguro en esta relación desequilibrada, sea en forma directa o indirecta, en forma violenta o persuasiva. Sobre todo el poder indirecto tiene mucho éxito en los súbitos, porque es la manera más sutil para convencer a los ciudadanos de ac-tuar según los intereses de los dominantes, que en la mayoría de los casos son de naturaleza eco-nómica y política. En la actualidad los medios de comunicación tienen mayor influencia que la familia y la escue-

la, porque trabajan con base en conocimientos psicológicos y cuentan con un subsidio empresa-rial que es significativo para el sustento del poder estatal; por lo cual los empresarios son los que, en última instancia, condicionan el poder políti-co en un Estado capitalista Las elites de un Estado son responsables de la formación ideológica, porque se encuentran en la cúspide de un sistema jerárquico y controlan a los ciudadanos en forma indirecta disfrazando inte-reses económicos y políticos mediante discursos fraudulentos y comerciales. Lo que piensa el in-dividuo ya es prepensado por las grandes compa-ñías y los políticos. Por esta razón es muy dif ícil escapar de este control social. No obstante, surgen contraideologías de una minoría, cuyos actores son conscientes de este proceso de manipulación masiva que procede de la opresión del poder dominante. En este caso se nota la interrelación del poder directo e indirecto en favor de la opresión y explotación. Por tal motivo, dif ícilmente se puede hablar de una ideología neutral, porque atrás de cada ideología se esconden intereses que utilizan cual-quier medio a su alcance, sea de índole directo o indirecto. Entre mayor poder directo tenga un grupo o una persona mayores posibilidades de influencias ejercerá.

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Elisabeth Albine Mager Hois es licenciada en pedagogía por la Universidad de Ratisbona, Alemania, y en antropología social por la Escuela Nacional de Antropología e Historia; maestra en estudios México-Estados Unidos por la facultad de Estudios Superiores Acatlán; doctora en antropología por la facultad de filosof ía y Letras. Es profesora de alemán en la fes Acatlán e investigadora nacional, nivel I. Ha publicado Lucha y resistencia de la tribu kikapú (fes Acatlán, 2004), Kikapú (cdi, 2006) y Lucha y resistencia… (fes Acatlán, 2008); en proceso de edición se encuentra Casinos y poder: el caso del Kickapoo-casino Lucky Eagle.

Elisabeth Albine Mager Hois

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El pensamiento filosófico y político del Padre de la Patria

Georgina Villafranca López

•Resumen:El presente ensayo aborda las principales ideas del pensamiento filosófico y político del cu-ra Miguel Hidalgo y Costilla estructurado por la doctrina teológica; su influencia en otros líderes insurgentes y en el pueblo durante la guerra de independencia, así como su legado histórico.

Palabras clave:Legado histórico de Hidalgo, identidad nacional, guerra de independencia.

Abstract:This essay analyzes the main ideas of the philosophical and political thought of the priest Hidalgo’s structured by theological doctrine, his influence on other insurgent leaders and the people during the independence war and him historic legacy.

Key words:Hidalgo’s historic legacy, national identity, independence war.

núm. 5, 2010, pp. 61-75

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IntroducciónLa historiograf ía del movimiento independentis-ta ha dedicado su atención a lo anecdótico de la vida pública y privada de Miguel Hidalgo y Cos-tilla y no ha profundizado en la ideología del pró-cer; quizá debido a lo exiguo de su obra escrita, que antes de la guerra se limita a algunos papeles privados que lograron rescatarse. Las grandes ideas de Hidalgo están conte-nidas en las proclamas, decretos y manifiestos durante el movimiento de insurrección que él vivió, del 16 de septiembre de 1810 al 30 de ju-lio de 1811; con mayor detalle y precisión en los documentos que dan fe del proceso inquisitorial al que fue sometido, en 1800, y reabierto después de su captura, en Coahuila en 1811; y en las de-claraciones de Hidalgo en su proceso militar. Son numerosos los libros producto de una historia documental de la acción insurgente de Hidalgo en particular y del movimiento de emancipación nacional en general. Nadie pone en duda que Miguel Hidalgo y Costilla fue el iniciador del movimiento de Inde-pendencia, que fue el caudillo de los insurgentes, por lo que es considerado el padre de la patria. Sin embargo, es eclipsado por el cura José María Morelos y Pavón en los escasos estudios dedica-dos al análisis sistemático del pensamiento polí-tico de los insurgentes, como comenta Arnaldo Córdova:

Hay que anotar, por otra parte, que, en general, la historiograf ía del movimiento de insurgencia —in-cluidas en ella las muy contadas obras dedicadas al estudio de las ideas— desde este punto de vista tiende a poner al padre Hidalgo en un no decla-rado abiertamente ni reconocido segundo lugar, deslumbrada como siempre aparece por la colosal figura del padre don José María Morelos y Pavón, al que con toda razón se atribuye la autoría de las ideas más claras, más radicales y más avanzadas de la Independencia.1

1 Córdova, Arnaldo, prólogo a García Ruiz, Alfonso, Idea-rio de Hidalgo, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1992, p. 9.

Por lo anterior, es indispensable rescatar y analizar el pensamiento filosófico y político de Hidalgo, su influencia durante la guerra de independencia y después de la misma. Para esto es necesario rea-lizar una investigación documental de las ideas revolucionarias de la época, las cuales Miguel Hidalgo y Costilla, como un espíritu de elevada formación intelectual, hizo propias, las confrontó con su realidad y actuó para cambiarla. El presente ensayo se divide en tres partes. La primera pretende responder la interrogante ¿qué estructuró el pensamiento político y filosófico del cura Hidalgo, las ideas políticas francesas o la doctrina teológica jesuita o tradicional? La se-gunda fue organizada tomando en consideración tres preguntas guía: ¿quién fue Miguel Hidalgo y Costilla? ¿Cuáles fueron sus principales ideas políticas y filosóficas? ¿Cuáles fueron sus razones para iniciar el movimiento de Independencia? La tercera fue compuesta a partir de las siguientes cuestiones: ¿cómo se analiza la influencia de Hi-dalgo en otros insurgentes? ¿Cómo se analiza la influencia del sacerdote en el pueblo? ¿Cuál fue su legado histórico? Se termina con una invitación a poner la mi-rada en nuestro pasado y buscarnos a nosotros mismos. Se propone que una forma de hacerlo es conmemorar y analizar el pensamiento filosófico y político de Miguel Hidalgo y Costilla como una tarea, entre muchas otras, que nos permita como nación reinterpretar y fortalecer la identidad na-cional.

Ideas revolucionarias de la época

La historiograf ía hidalguense en su mayoría des-cribe al patriota como un jacobino, un mexicano ilustrado o un enciclopedista, haciendo alusión a la influencia del liberalismo europeo y de la Re-volución francesa en el pensamiento político del cura de Dolores.2 Los menos consideran que la

2 Miranda, José, Las ideas y las instituciones políticas mexi-canas, México, Universidad Nacional Autónoma de Méxi-co, 1952; Miranda, José, “El influjo político de Rousseau en la Independencia mexicana”, en Presencia de Rousseau, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1962. También Méndez Plancarte, Gabriel, “Hidalgo, re-

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formación teológica jesuita fue fundamental en el ideario político del primer capitán de armas de la insurgencia.3 De tal forma que se podía plan-tear la siguiente pregunta: ¿qué influyó más en la acción insurgente de Hidalgo, las ideas políticas francesas o la doctrina teológica jesuita? José Miranda en varias de sus obras argu-menta a favor de las ideas políticas francesas que “constituyen en vigor la médula del pensamiento político” y supone que la doctrina teológica tra-dicional “casi no hace acto de presencia”.4 Por el contrario, Carlos Herrejón Peredo, después de realizar un análisis sistemático concluye:

De todo lo dicho se desprende que Hidalgo no tuvo necesidad de echar mano de los enciclopedistas franceses para lanzarse como protagonista de la causa insurgente. No podemos excluir que los haya leído. Incluso, es bastante probable que conocie-ra algunas ideas rusonianas indirectamente, pues algunos amigos, o conocidos suyos, como Abad y Queipo, sí lo leían. Pero los indicios o sospechas a favor del enciclopedismo de Hidalgo son débiles frente a la evidencia de sus lecturas teológicas, que desde temprano estructuraron larga y profunda-mente su mentalidad. En tal forma, aun en el caso de haber conocido a Rousseau y compañía, la pro-porción de su influjo es exactamente a la inversa de lo que estimó el historiador José Miranda: poca en comparación de la tradición teológica.5

En la doctrina teológica el sacerdote nicolaíta ha-lló razones contra el absolutismo, el despotismo, la tiranía; razones que legitimaban la subleva-

formador, intelectual”, en Ábside, México, abril-junio, 1935. Desde la perspectiva literaria, Urbina, Luis G., La vida lite-raria de México y la literatura mexicana durante la guerra de Independencia, México, Escrituras Mexicanas.3 Herrejón Peredo, Carlos, Hidalgo. Razones de la insur-gencia y biograf ía documental, México, Secretaría de Edu-cación Pública, 1987; Meyer, Jean, La antorcha encendida. Hidalgo, México, Clío, 1996; Villoro, Luis, El proceso ideo-lógico de la revolución de Independencia, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1999.4 Además de las obras citadas en la nota 2 véase Miranda, José, Vida colonial y albores de la Independencia, México, Secretaría de Educación Pública, 1972.5 Herrejón Peredo, Carlos, op. cit., p. 34.

ción, así como la deposición del monarca cuando se alejaba del bien común. Además, se argumen-taba que la soberanía residía en el pueblo y no en un individuo. La primera parte del texto está dedicada tanto a las ideas subversivas particulares del liberalismo político europeo —precursor del pensamiento político moderno—, que cuestionaba el derecho divino como fuente de legitimidad política de los monarcas, como a la doctrina teológica tradicio-nal. Las primeras constituyen las ideas vanguar-distas de la teoría política como conocimiento científico y explican las llamadas revoluciones burguesas que transformaron el mapa europeo y consolidaron el surgimiento del Estado-nación a fines del siglo xVIII, en particular con la Revo-lución francesa y la expansión napoleónica; las consecuencia políticas y sociales alcanzaron a España y sus colonias, entre ellas Nueva España. Con frecuencia la revolución de Indepen-dencia de México es presentada como una de las manifestaciones de la conmoción universal pro-vocada por la Ilustración y la Revolución fran-cesa.6 Es cierto que las ideas políticas modernas

6 Para el lector interesado en la guerra de Independencia se recomienda la excelente obra de Luis Villoro, El pro-ceso ideológico de la revolución de independencia, op. cit. Para ilustrar las perspectivas de cómo se aborda el estu-dio de dicha guerra reproducimos lo consignado por es-te autor: “Pocas revoluciones presentan, a primera vista, las paradojas que nos ofrece nuestra guerra de Indepen-dencia. Nos encontramos con que muchos de los precur-sores del movimiento se transformaron en sus acérrimos enemigos en el instante mismo en que estalla; con que no consuman la Independencia quienes la proclamaron, sino sus antagonistas, y, por último, con que el mismo parti-do revolucionario ocasiona la pérdida de los consumado-res de la Independencia. La simple enumeración de estos hechos bastaría para convencernos de la imposibilidad de interpretar la revolución como un movimiento en el que solamente se enfrentaron dos tendencias políticas e ideológicas. Las paradojas se disipan, en cambio, en cuan-to abandonamos ese criterio simplista y distinguimos en la conmoción social varios movimientos que se suceden, superponen y entremezclan. Lo que llamamos ‘revolución de Independencia’ no es sino la resultante de un complejo de movimientos que divergen considerablemente entre sí y tienen su asiento en distintas capas de la sociedad. Por ello resultarán necesariamente parciales todos los intentos de interpretación unívoca. Suelen éstos oscilar entre dos polos opuestos. Desde uno se ve la revolución como una

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estructuraron la acción insurgente de los crio-llos que apoyaron a Hidalgo, pero no sólo fueron el telón de fondo del movimiento emancipador liderado por el cura de Dolores sino también la fuente en la que abrevaron los criollos y peninsu-lares que no apoyaron la insurrección, como fue el caso del obispo de Michoacán Manuel Abad y Queipo, quien solía citar a Montesquieu. Se revisa la doctrina teológica tradicional porque constituye parte de la formación intelec-tual personal de Miguel Hidalgo y Costilla. En ella encontró las razones para legitimar su acción insurgente. Además, estas ideas fueron el contex-to de la relación entre el cura y las clases despo-seídas que al momento de la rebelión no dudaron en apoyarlo. En cuanto a las ideas modernas se retoma el pensamiento de John Locke (1632-1704), por ser considerado el padre del liberalismo político al atacar los fundamentos de los Estados absolutos y ser contemporáneo de la Revolución inglesa de 1688, que instituyó en el poder a Guillermo de Orange. Una de las principales obras de John Locke es Dos tratados sobre el gobierno civil (1690), donde establece: “Tenemos, pues, que la finalidad máxi-ma y principal que buscan los hombres al reunir-se en Estados o comunidades, sometiéndose a un gobierno, es la de salvaguardar sus bienes; esa salvaguardia es muy incompleta en el estado de naturaleza”.7 El gobierno se forma mediante un voluntario sometimiento de las libertades indivi-duales a un poder superior para que éste las pro-teja, tanto a sus propiedades como a su seguridad personal.

reacción tradicionalista contra las innovaciones liberales de la península y en defensa de los valores hispánicos y re-ligiosos amenazados; desde el otro se presenta la perspec-tiva exactamente inversa: la revolución aparece como una de las manifestaciones de la conmoción universal provoca-da por la Ilustración y la revolución democrático-burguesa de francia. Lo significativo es que ambos puntos de vista pueden aportar en su apoyo muchos testimonios válidos. La revolución de Independencia comprende, efectivamen-te, esos dos aspectos antagónicos y por eso mismo no pue-de reducirse arbitrariamente a uno solo”, ibid., pp. 19-20.7 Locke, John, Ensayo sobre el gobierno civil, Madrid, Agui-lar, 1976, pp. 93-94.

Locke refutó la legitimidad del derecho divi-no de los reyes. Un gobierno legítimo tenía que contar con el consentimiento de los gobernados. Surge así el contrato social que se establece entre el pueblo y el gobernante.8

Esto es lo que hace que cada cual esté dispuesto a renunciar a su poder de castigar, dejándolo en las manos de un solo individuo elegido entre ellos para esa tarea, y ateniéndose a las reglas que la comuni-dad o aquellos que los miembros de la misma esta-blezcan de común acuerdo. Ahí es donde radica el derecho y el nacimiento de ambos poderes, el legis-lativo y el ejecutivo, y también el de los gobiernos y el de las mismas sociedades políticas.9

Sin el consentimiento del pueblo no se puede elegir ninguna forma de gobierno. El gobierno lo instituye la comunidad y puede derrocarlo si se convierte en tiránico. Para evitar la tiranía con-sideró que era indispensable una constitución y formuló la conocida división de poderes: legisla-tivo, ejecutivo y federativo. Este último dedicado a los asuntos exteriores. El poder fundamental, el más importante en la teoría de Locke, es el legislativo. formado por “unos pocos hombres selectos”10 se encarga de la tarea esencial de crear las leyes y “…no cabe aceptar que el poder de la sociedad política, o de los legisladores instituidos por ella, pretenda otra cosa que el bien común”.11 La teoría de la separación de poderes no es exclusiva de Locke. Montesquieu (1689-1755) también la apoyaba, aunque concibiéndola como una separación formada por los poderes ejecuti-vo, legislativo y judicial, concepción que ha trans-cendido hasta nuestros días. En cuanto a la doctrina teológica tradicional, que influyó en la acción insurgente de Hidalgo, merece especial atención recordar las tesis de ca-rácter político del jesuita español francisco Suá-

8 La idea del contrato social no es exclusiva de John Locke. Hobbes argumentó también sobre el origen de la sociedad civil a través de un pacto social.9 Locke, John, op., cit., p. 95.10 Ibid., p.96.11 Idem.

Georgina Villafranca López

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rez (1548-1617), contenidas en su obra Defensa de la fe católica:12

1. La existencia de un poder político dimana de la sociabilidad del hombre, como pro-piedad de su misma naturaleza y en este sentido la autoridad legítima proviene del autor de esa naturaleza, Dios.

2. La suprema potestad política, en virtud de la naturaleza humana y, en consecuencia, por disposición general del autor de esa naturaleza, no reside en un determinado individuo o en un grupo de ellos sino en toda la comunidad, en todo el pueblo, en toda la nación.13

3. La democracia es la institución primor-dial y cuasinatural de la sociedad humana, aunque no por ello la más perfecta.14

4. El pueblo, en el momento de constituirse como tal, elige a su arbitrio forma de go-bierno y gobernantes, celebrando un pac-

12 Citado en Herrejón Peredo, op., cit., p. 16.13 Ibid., p.17.14 Idem.

to, un contrato explícito o implícito con sus gobernantes y eventualmente en ellos con sus posibles sucesores. En virtud de ese pacto el pueblo traslada la autoridad, la suprema potestad política, a esos gober-nantes, quienes no la reciben de Dios sino a través del pueblo. Cada forma particular de gobierno y cada elección o aceptación de gobernantes no es derecho natural o divino sino derecho positivo, sujeto en consecuencia a los términos del contrato o pacto de traslación.15

5. El pacto es estable y obliga al pueblo a la obediencia y al respeto para sus gober-nantes, y a éstos a velar por el bien co-mún, norma suprema de toda actividad política.16

6. La estabilidad del pacto puede romperse cuando el gobernante se vuelve tirano. Se entiende por tiranía la degradación del gobierno legítimo, en cuanto que el go-bernante “todo lo ordena hacia su medro personal, desatendiendo el bien común o aflige injustamente a sus súbditos roban-do, matando, pervirtiendo o perpetrando contra la justicia otras semejantes cosas de manera pública y frecuente”.17

7. En caso de que el rey gobierne con tira-nía el reino no tendrá más remedio que rechazarlo y deponerlo, por pública y co-mún decisión de las poblaciones y de los próceres.18

8. Después de la sentencia declaratoria que priva al rey del reino dada por autoridad legítima aquel que pronunció la senten-cia, o a quien el mismo haya delegado, puede privar del reino al monarca, inclu-so dándole muerte, si no hay más recurso o si la justa sentencia se extiende también a esa pena.19

15 Ibid., pp. 17-18.16 Ibid., p.18.17 Idem.18 Idem.19 Ibid., p. 19.

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francisco Suárez pertenece a la escuela española que sistematizó la teoría teológica tradicional y también la teoría jusnaturalista del derecho in-ternacional. Distinguió explícitamente el mundo social y terrenal de los hombres del mundo divi-no, pero por su formación los siguió concatenan-do. En lo interno la autoridad legítima proviene de Dios y deposita la soberanía en el pueblo; és-te a través de un pacto, de un acto de derecho positivo, da su consentimiento para trasladar la autoridad a los gobernantes que siempre deben buscar el bien común. Cuando éstos se alejan de este fin se vuelven tiranos y el pueblo puede de-rrocarlos, a través de la insurrección e incluso dándoles muerte. De ahí que esta teoría fue de-nominada del tiranicidio. En lo externo el derecho internacional positi-vo se deriva del derecho natural. Ambos son mu-tables en su contenido, son históricos. Mientras el derecho natural es la ley eterna aplicada y co-nocida por los humanos, el derecho internacional positivo se deriva del consentimiento de la volun-tad de los pueblos, hoy generalmente llamados Estados. En Nueva España la doctrina teológica tradi-cional fue enseñada en los colegios de la Compa-ñía de Jesús. Dos de sus principales exponentes fueron francisco xavier Alegre (1729-1788) y francisco xavier Clavijero (1731-1787). Le lleva-ban poco más de 20 años a Hidalgo, estuvieron en Valladolid, vivieron la expulsión de los jesuitas ordenada por Carlos III, en 1767, por lo que mu-rieron en el exilio, en Bolonia. Por ello conside-ramos conveniente reproducir breves fragmentos de sus obras, que ilustran su afinidad con la es-cuela española. francisco xavier Alegre en Instituciones teológicas estableció “La autoridad se funda en la naturaleza social del hombre pero su origen próximo es el consentimiento de la comunidad”. Aquí se observa una separación explícita del or-den social humano del divino y la necesidad del consentimiento para establecer una sociedad ci-vil. “Porque no basta la multitud desorganizada para constituir una sociedad civil; sino que es menester que, además del interés privado que a cada quien mueve a su propio bien, haya también

quien promueva el bien común de la multitud. Por eso entre los brutos -donde cada uno busca sólo su propio bien y nadie el de todos– no puede haber Estado o sociedad civil”.20

Es de notarse la concordancia con el libera-lismo político de John Locke. Sin embargo, las fuentes que cita Alegre son Grocio y Hobbes. Es-to indica el complejo proceso dialéctico de la se-cularización, el lento y dif ícil flujo de las ideas de la esfera eclesiástica a la esfera política. En cuanto a Clavijero es considerado el pri-mer historiador de México por Historia antigua de México. Queremos recordarlo por sus intentos de reforma educativa en los colegios de la Com-pañía de Jesús, que consistieron en el cultivo de los estudios de las ciencias por su método pro-pio, separado de la filosof ía, y por su paso como prefecto en el Colegio de San Ildefonso, donde cobró fama de brillante orador. En la obra seña-lada rescata la historia y cultura de los indígenas, contribuyendo a la conformación de la identidad nacional al realizar un inventario de la riqueza de la nación sin soslayar la parte indígena. De nuevo planteamos la pregunta: ¿qué es-tructuró el pensamiento político y filosófico del cura Hidalgo, las ideas políticas francesas o la doctrina teológica jesuita? De lo dicho no cabe duda que la doctrina teológica tradicional per-vive en el pensamiento filosófico político de Hi-dalgo. En seguida se abordan datos biográficos del padre de la patria; el contexto social, económi-co y político de la colonia, a vuelo de pájaro; el inicio del movimiento emancipador; y algunos fragmentos, en algunos casos extensos, de los documentos, manifiestos y declaraciones que comprenden poco más de diez meses de acción insurgente del cura de Dolores, a fin de mostrar la fuerza del sentimiento, las intenciones y las ideas políticas y filosóficas de Miguel Hidalgo y Costilla.

20 Citado en Ibargüengoitia Chico, Antonio, Suma filosófi-ca mexicana (resuman de historia de la filosof ía en Méxi-co), México, Porrúa, 1989, p. 106.

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frenesí por la independencia

Don Cristóbal Hidalgo y Costilla, administra-dor de la hacienda de San Diego Corralejo, tuvo tres matrimonios. El primero con doña Ana Ma-ría Gallaga, con quien procreó cinco hijos: José Joaquín (1751-1803), Miguel (1753-1811), Ma-riano (1756-1811), José María (1759-?) y Manuel (1762-1809). El primogénito, José Joaquín, fue sacerdote. Los hermanos menores del padre de la patria si-guieron caminos diferentes. Mariano se encargó de administrar las pequeñas factorías que Miguel instaló en Dolores, lo acompañó durante el mo-vimiento insurgente y murió fusilado en Chihu-ahua días antes que el cura (6 de junio de 1811). Su hermano José María formó parte del Regi-miento de Dragones de la reina de San Miguel el Grande; a diferencia de Mariano no apoyó el mo-vimiento de emancipación. Manuel fue abogado de profesión y murió después de volverse loco a causa de los problemas financieros de la familia. éstos se debieron, en parte, al descuido y a la vida de dispendio y generosidad del cura Miguel Hidalgo; provocados por la llamada Consolida-ción de los Vales Reales, impuesto decretado por España a sus colonias en 1804 para financiar su guerra contra Inglaterra. Esto puso a Hidalgo no sólo “al borde de la ruina en 1807 con el embargo y la amenaza de remate sobre las haciendas suyas y de sus familiares {Santa Rosa, San Nicolás, par-te de Jaripeo}, sino que {también} había afectado hasta el enloquecimiento y la muerte, en 1809, a Manuel, su hermano menor”.21 Esto afectó profun-damente al cura Hidalgo y acrecentó su resenti-miento en contra del gobierno de los gachupines. Doña Ana María Gallaga murió al dar a luz a su hijo Manuel. Sin embargo, don Cristóbal Hi-dalgo y Costilla no permaneció solo: “…al enviu-dar don Cristóbal decidió volver a casarse, con Rita Peredo, quien le dio un hijo. Al poco tiempo, enviudó otra vez y se casó por tercera ocasión, con Gerónima Ramos, quien le dio cinco hijos

21 Krauze, Enrique, Siglo de caudillos. Biograf ía política de México (1810-1910), México, Tusquets (Andanzas), 1994, p. 52.

más. La numerosa prole obligó a don Cristóbal a enviar a sus cinco hijos mayores a la ciudad de Valladolid* con un familiar suyo quien se encargó de velar por ellos y darles educación”.22

Es así como Miguel Hidalgo dejó la hacienda de Corralejo a los 11 años. Al correr el tiempo tu-vo la oportunidad de estudiar en el colegio jesuita de Valladolid, el de San Nicolás Obispo, fundado por Vasco de Quiroga, donde vivió el momento de la expulsión de la Compañía de Jesús del im-perio español, ordenada por Carlos III, en 1767. Esto resquebrajó la estructura educativa de Nue-va España. Miguel Hidalgo se inscribió primero en el Co-legio de San francisco xavier, después, a los 14, pasó al de San Nicolás Obispo. Obtuvo el grado de bachiller en artes en la Universidad de México y a los 20 se graduó como bachiller de teología. La convivencia cotidiana con los indios en la hacienda de Corralejo le permitió a Hidalgo apren-der otomí, náhuatl y tarasco; en el colegio jesuita estudio latín, francés e italiano. El latín era el idio-ma de teólogos y filósofos, y la famosa Disertacio-nes sobre el verdadero método de estudiar teología escolástica presentada por Hidalgo en 1783 dan fe del manejo que tenía del latín. El francés era el idioma de las relaciones diplomáticas de entonces, no obstante el interés de Hidalgo en dominar esta lengua fue más de orden cultural que político. Al igual que Herrejón Peredo, ponemos en duda que Hidalgo estudiara a los enciclopedistas franceses. Sin embargo, es bien sabido que pasó al castellano el Tartufo de Molière y que bajo su dirección se presentó la obra teatral en el patio de su casa. Estos datos biográficos no son relevantes si no los vinculamos con el contexto histórico y so-cial de Nueva España y su metrópoli gobernada por la dinastía de los Borbones: en Nueva España sólo los criollos y algunos mestizos tenían opor-tunidad de dedicarse al estudio, los indios y las castas no tenían ese acceso.23

*Hoy Morelia, Michoacán.22 Villalpando, José Manuel, Miguel Hidalgo, Madrid, Pla-neta/De Agostini (Grandes Protagonistas de la Historia Mexicana), 2002, p. 10.23 Esta parte está en deuda con la obra de Luis Villoro, El proceso ideológico de la revolución de Independencia, op.

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Gracias al florecimiento de la economía ba-sada en la explotación de las minas del Bajío en el siglo xVIII se tuvo el mayor auge económico de la historia colonial. En ese siglo se explota-ron vetas vírgenes en Guanajuato y Zacatecas y los puertos de Acapulco y Veracruz daban fe del nivel de intercambio comercial entre el sudeste asiático, Nueva España y Europa. A esta prosperidad económica le correspon-dió un auge cultural, surgió la revolución neoclá-sica y en las letras el movimiento denominado ilustración mexicana. La prosperidad material fue génesis de un optimismo nacionalista en es-pecial entre los criollos de Nueva España, sólo éstos tenían la oportunidad de dedicarse al estu-dio, lo que les permitía proyectar su optimismo hacia el futuro. Sin embargo, su optimismo y su desarrollo personal fueron frenados por el orden social establecido. Nueva España fue una sociedad de estamen-tos que no facilitaba la movilidad social. En la cima del poder político se encontraban los pe-ninsulares, “15,000 en un país de seis millones”.24 Es decir, los nacidos en España venían a Nueva España a ocupar los altos cargos en el gobierno, en el clero y en la milicia. La casi totalidad de es-tos puestos fueron designados directa o indirec-tamente por la metrópoli. A partir de las reformas administrativas in-troducidas por los Borbones, para aumentar el control sobre la recaudación de impuestos, la bu-rocracia política había aumentado. Sin embargo, este grupo estaba prácticamente cerrado para los criollos. El otro grupo hegemónico estaba formado por los grandes comerciantes que exportaban las riquezas de la colonia, donde no participaban los criollos. Otro grupo novohispano era el formado por los hacendados, criollos muchos de ellos y al-gunos mestizos. Empero invertir en la actividad agrícola producía rentas muy inferiores a los be-neficios obtenidos en la minería. Al estar sujetos a las fluctuaciones cíclicas agrícolas dependían

cit.24 Krauze, Enrique, op., cit., p. 51.

de créditos proporcionados por la Iglesia, que ac-tuaba como banco agrario. La posición social y económica privilegiada explica por qué la mayoría de los europeos y crio-llos no apoyaron el movimiento insurgente de Hi-dalgo y los amigos europeos civiles y eclesiásticos con los que el cura convivió por años también le dieron la espalda y se convirtieron en sus encar-nizados enemigos, como el obispo de Michoacán, Manuel Abad y Queipo, quien sería el primero en excomulgarlo para sancionar su proceder. En la colonia los peninsulares y los criollos, “que juntos eran aproximadamente un millón de un total de seis”,25 desde que España es invadida por los franceses comandados por Napoleón, en 1808, temían por la suerte del imperio español. Por ello, al conocer la abdicación de fernando VII y el nombramiento de José Bonaparte como rey de España, los miembros del ayuntamiento vieron en esta situación una excelente oportuni-dad para pacíficamente promover la independen-cia de Nueva España. Además, contaban con el apoyo del virrey José de Iturrigaray. Primo de Verdad y Melchor de Talamantes encabezaron ese movimiento que pretendía con-vocar un congreso para establecer un nuevo po-der político ante la ausencia del legítimo rey. Sin embargo, los principales opositores fueron los grupos cuya situación privilegiada dependía de la metrópoli y temían no sólo la independencia sino perder su posición hegemónica. Así que “un grupo de comerciantes capitaneados por Gabriel yermo prende al virrey Iturrigaray y a las cabezas del partido criollo, cortando de raíz las aspiracio-nes de reforma acariciadas por los americanos”.26 Entonces, un golpe de Estado fue el recurso para acabar con esta iniciativa criolla. No fue el último intento de emancipación. Las conjuras continuaron. Dos años después son denunciados los conspiradores de Querétaro en-cabezados por el cura Hidalgo. Alertados por la corregidora Josefa Ortiz de Domínguez, decidie-ron tomar el camino de las armas para lograr la independencia.

25 Ibid., p. 57.26 Villoro, Luis, op., cit., p. 64.

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En la madrugada del domingo 16 de septiem-bre de 1810, en el pueblo de Dolores, Hidalgo inició el movimiento emancipador con estas pala-bras: “Señores, somos perdidos, aquí no hay más remedió que ir a coger gachupines”. No quiso huir ni ser aprehendido; ordenó liberar a los presos y encarcelar a los españoles. Pedro García señala en su relato de la insurgencia que no tocaron las campanas de la iglesia de Dolores ni hubo ningún grito, pero como era domingo, día de misa y de mercado, la gente se estaba reuniendo y rápida-mente se propagó el rumor de los hechos recientes y se apresuraron a la casa del cura y allí Hidalgo di-rigió sus primeras palabras a la muchedumbre:27

Mis amigos y compatriotas: no existe ya para no-sotros ni el rey ni los tributos. Esta gabela vergon-zosa, que sólo conviene a los esclavos, la hemos so-brellevado hace tres siglos como signo de la tiranía

27 García, Pedro, Con el cura Hidalgo en la guerra de Inde-pendencia, México, Secretaría de Educación Pública/fon-do de Cultura Económica, 1982, p. 43.

y servidumbre; terrible mancha que sabremos lavar con nuestros esfuerzos. Llegó el momento de nues-tra emancipación; ha sonado la hora de nuestra libertad; y si conocéis su gran valor, me ayudaréis a defenderla de la garra ambiciosa de los tiranos. Pocas horas me faltan para que me veáis marchar a la cabeza de los hombres que se precian de ser libres. Os invito a cumplir con este deber. De suer-te que sin patria ni libertad estaremos siempre a mucha distancia de la verdadera felicidad. Preciso ha sido dar el paso que ya sabéis, y comenzar por algo ha sido necesario. La causa es santa y Dios la protegerá.28

Quizás el mito del grito de independencia de Do-lores, y por lo cual Hidalgo es reivindicado como el padre de la patria y héroe nacional, surgió de las declaraciones del cura, quien al recordar los hechos señaló: “Dijo que antes de dar el grito no pasó más de lo que tiene declarado y que su in-clinación a la independencia fue lo que obligó a decidirse con tanta ligereza o llámese frenesí”29 a tomar las armas y encabezar el movimiento emancipador. Hidalgo buscó el apoyo popular de los indios, mestizos y desposeídos y la independencia se presentó desde el principio como una guerra de castas; situación que constantemente fue motivo de reproche por parte de los conservadores del siglo xIx, quienes además lo responsabilizaron de encabezar una guerra santa: “Historiadores como Lucas Alamán, Lorenzo de Zavala y más tarde Emilio Rabasa y francisco Bulnes, denun-ciaron la irresponsabilidad de Hidalgo al trans-formar un golpe de Estado no sangriento en un fantástico levantamiento popular, en una guerra santa”.30 Hidalgo declaró durante su proceso mili-tar que de paso por Atotonilco, en Guanajuato, se le ocurrió utilizar la imagen de la Virgen de Gua-dalupe como estandarte, hecho que fue recibido con regocijo y exaltó el sentimiento religioso de la muchedumbre.

28 Ibid., p. 44.29 Herrejón Peredo, Carlos, op., cit., p. 303.30 Meyer, Jean, op., cit., p. 11.

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Lucas Alamán, quien le conoció personal-mente y presenció la toma y matanza en la Al-hóndiga de Granaditas, en Historia de Méjico estableció que el sacerdote era conocido entre sus amigos como El Zorro, mote que le iba bien, según Alamán, por “su carácter taimado”.31

En la provincia de Guanajuato el cura Hidalgo envió misivas al intendente Juan Antonio Riaño, viejo amigo suyo, para que participara en el mo-vimiento emancipador pero no recibió el apoyo que esperaba. De estas misivas, junto con otros documentos, tomamos algunos fragmentos que nos permiten apreciar el ideario hidalguense y la influencia de la doctrina teológica tradicional del jesuita español francisco Suárez y de los jesuitas francisco xavier Alegre y francisco xavier Clavi-jero. El cura se dirigió al intendente Riaño así:

…me encuentro actualmente rodeado de más de cuatro mil hombres que me han proclamado por su capitán general. yo a la cabeza de este número, y siguiendo su voluntad, deseamos ser independien-tes de España y gobernados por nosotros mismos. La dependencia de la península por 300 años ha sido la situación más humillante y vergonzosa en que ha abusado del caudal de los mexicanos, con la mayor injusticia, y tal circunstancia los disculpará más adelante…32

El fin del movimiento no es otro que la inde-pendencia política respecto a la metrópoli para establecer por ellos mismos a sus gobernantes. Además, se ha perjudicado el bien común de los mexicanos porque se ha abusado de ellos de ma-nera injusta, lo que da legitimidad a la causa del movimiento emancipador. Nótese que se habla de los mexicanos en oposición a los españoles:

No hay remedio, señor intendente; el movimiento actual es grande, y mucho más cuando se trata de recobrar derechos santos, concedidos por Dios a

31 Alamán, Lucas, Historia de Méjico. Desde los primeros movimientos que prepararon su independencia en el año de 1808 hasta la época presente, México, fondo de Cultura Económica, 1985.32 Citado por Herrejón Peredo, Carlos, op., cit., p. 207; Krauze, Enrique, op, cit., p. 57.

los mejicanos, usurpados por unos conquistadores crueles, bastardos e injustos, que auxiliados de la ignorancia de los naturales, y acumulando pretex-tos, santos y venerables, pasaron a usurparles sus costumbres y propiedad y vilmente, de hombres libres, convertirlos a la degradante condición de esclavos.33

Aquí encontramos con nitidez una de las tesis teológicas tradicionales: el poder soberano pro-viene de Dios y se deposita en el pueblo y es legí-timo recobrar esos derechos santos que han sido usurpados por conquistadores que se han alejado del bien común al someterlos a la esclavitud.

El numeroso ejército que comando me eligió por capitán general y protector de la nación en los campos de Celaya. La misma ciudad a presencia de cincuenta mil hombres ratificó esta elección, que han hecho todos los lugares por donde he pasado: lo que dará a conocer a vuestra señoría que estoy legítimamente autorizado por mi nación para los proyectos benéficos que me han parecido necesa-rios a su favor.34

Hidalgo legítima su actuación como protector y promotor de los intereses de la nación por el apo-yo popular que recibió y de nuevo legítima el fin de la insurrección porque a través de ella se busca el bien común. En la respuesta del sacerdote al edicto de la Inquisición señaló:

¿Pero de qué medio se habían de valer los espa-ñoles europeos, en cuyas opresoras manos estaba nuestra suerte? La empresa era demasiado ardua; la nación que tanto tiempo estuvo aletargada, des-pierta repentinamente de su sueño a la dulce voz de libertad; corren apresurados los pueblos, y to-man las armas para someterla a toda costa. Los opresores no tienen armas ni gente para obligarnos por la fuerza a seguir en la horrorosa esclavitud a que nos tenían condenados. ¿Pues qué recurso les quedaba? Valerse de toda especie de medios, por injustos, ilícitos y torpes que fuesen, con tal de que

33 Herrejón Peredo, Carlos, op, cit., p. 208.34 Ibid., p. 211.

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condujeran a sostener su despotismo y la opresión de la América.35

Podemos percibir la convicción de Hidalgo del inevitable uso de la violencia para defender cau-sas justas, como atacar el despotismo y que la na-ción despierte y luche por su libertad.

Rompamos, americanos, esos lazos de ignominia con que nos han tenido ligados tanto tiempo; para conseguirlo no necesitamos sino unirnos… Esta-blezcamos un congreso que se componga de repre-sentantes de todas las ciudades, villas y lugares de este reino, que teniendo por objeto principal man-tener nuestra santa religión, dicte leyes suaves, be-néficas y acomodadas a las circunstancias de cada pueblo: ellos gobernarán con la dulzura de padres, nos tratarán como a sus hermanos, desterrarán la pobreza, moderando la devastación del reino y la extracción de su dinero, fomentarán las artes, se avivará la industria, haremos uso libre de las riquí-simas producciones de nuestros feraces países, y a la vuelta de pocos años disfrutarán sus habitantes de todas las delicias que el Soberano Autor de la naturaleza ha derramado sobre este vasto conti-nente.36

Veamos varios puntos. Primero, es notable la in-vitación del cura a la unión nacional pese a que utiliza el término “americanos”. Segundo, relati-vo a la idea política hidalguense de convocar a un congreso donde se representarán todas las re-giones del “reino”; ambas situaciones son inclu-yentes, permiten la participación política de los criollos y mestizos, excluidos permanentemente por el viejo régimen. Tercero, reitera la impor-tancia de la religión como elemento de identi-dad nacional y como causa y fin del movimiento, pues considera necesario su preservación. Cuar-to, el congreso dictaría leyes adecuadas a la rea-lidad social de Nueva España, benéficas para el pueblo, sin soslayar a las castas y a los indios. Quinto, refleja el optimismo criollo, fundado en la riqueza de la nación y lo proyecta al futuro,

35 Ibid., p. 231.36 Ibid., pp. 232-233.

pues en poco tiempo sus habitantes disfrutarán de sus delicias. Desde su cuartel en Guadalajara Hidalgo em-pezó la construcción del nuevo orden social37 que vislumbra, y poco a poco derrumbaba el antiguo orden social y económico. “En esa ciudad publicó dos importantes decretos de reivindicación so-cial y agraria: el primero abolió los tributos (‘esa gabela vergonzosa… que hemos sobrellevado tres siglos como signo de la tiranía y la servidumbre’) y el segundo ordenó la restitución de tierras a las comunidades indígenas, ‘pues es mi voluntad que su goce sea únicamente de los naturales en sus respectivos pueblos’”.38

El cura buscó el apoyo internacional para la causa independentista, no en los emisarios envia-dos por Napoleón, como algunos han supuesto, sino en el apoyo militar y económico de Estados Unidos. Por ello, es conveniente reproducir el nombramiento de Ortiz de Letona como emba-jador insurgente cerca de Estados Unidos:

Por tanto, y teniendo entera confianza y satisfac-ción en vos, don Pascasio Ortiz de Letona, nuestro mariscal de campo, plenipotenciario y embajador de nuestro cuerpo cerca del supremo congreso de Estados Unidos de América, hemos venido en elegiros y nombraos, dándoos todo nuestro poder y facultad en la más amplia forma que se requiere y sea necesaria, para que por nos y representando nuestras propias personas, y conforme a las ins-trucciones que os tenemos comunicadas, podáis tratar, ajustar y arreglar una alianza ofensiva y de-fensiva, tratados de comercio útil y lucroso para ambas naciones, y cuando más convenga a nuestra mutua felicidad, accediendo y firmando cuales-quiera artículo, pactos o convenciones conducen-tes a dicho fin; y nos obligamos y prometemos en fe, palabra y nombre de la nación, que estaremos y pasaremos por cuanto tratéis, ajustéis y firméis a

37 Una versión más detallada de los ideales sociales de Hi-dalgo en general y de la abolición de la esclavitud en par-ticular se encuentra en García Ruiz, Alfonso, op., cit., pp. 57-112.38 Krauze, Enrique, op., cit., p. 59.

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nuestro nombre, y lo observaremos y cumpliremos inviolablemente, ratificándolo en especial forma.39

Esto muestra que Hidalgo buscó el reconocimien-to internacional del nuevo Estado independiente o al menos el reconocimiento de su gobierno. ¿Quién fue Miguel Hidalgo y Costilla? ¿Cuá-les fueron sus principales ideas políticas y filo-sóficas? ¿Cuáles fueron sus razones para iniciar el movimiento de independencia? A manera de resumen, Hidalgo fue un criollo formado en la doctrina teológica tradicional, cuya familia y él mismo, como hacendados, se vieron afectados por las crisis agrícolas de fines del siglo xVIII y por los nuevos impuestos decretados por los Bor-bones para financiar su guerra contra Inglaterra. Ante la invasión napoleónica a España y la destitución de fernando VII los criollos de Nueva España, a través de un congreso, una junta nacio-nal, intentaron establecer un nuevo poder político

39 Herrejón Peredo, Carlos, op. cit., pp. 255-256.

ante la ausencia del rey. Este movimiento pacífico fue infructuoso, les costó la vida o el destierro. Las conspiraciones continuaron, una de ellas, la de Querétaro, con la presencia de Hidalgo como cabeza, fue delatada en septiembre de 1810. An-te la posibilidad apremiante de ser arrestados, el cura decidió tomar las armas y luchar por la inde-pendencia. La causa tiene su legitimidad porque busca el bien común al pretender acabar con el poder tiránico y el sometimiento colonial de más de 300 años.

Adalid y héroe

¿Cómo analizamos la influencia de Hidalgo en otros insurgentes? ¿Cómo analizamos el influjo del sacerdote en el pueblo, en los indios, en los mestizos, en las castas? ¿Cuál fue su legado his-tórico? Para responder a la primera interrogante es conveniente reproducir lo escrito por Arnal-do Córdova, quien apunta: “...podemos ver que Hidalgo no sólo fue el iniciador sino también el maestro y el guía de todos los grandes luchado-

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res por nuestra independencia, empezando por el propio Morelos”.40 No podemos prescindir de recordar algunos puntos propuestos por el cu-ra Morelos y Pavón, que presentó en el primer Congreso Constituyente de México, realizado en Chilpancingo, y que denominó Sentimientos de la nación.41 Además, podremos observar el influjo del pensamiento político y social de Mi-guel Hidalgo y las ideas políticas subversivas de la época:

1. “Que la América es libre e independien-te de España y de toda otra Nación…” En su momento se temió que ante la invasión napoleónica a España francia se hiciera del imperio colonial español o que los in-gleses aprovecharan la situación a su fa-vor.42

2. “Que la religión católica sea la única, sin tolerancia de otra”.43 Esta pretensión está relacionada con que ni los franceses, que se percibían entonces como herejes, ni los ingleses anglicanos garantizarían el culto de la religión católica en México.

5. “La soberanía dimana inmediatamente del pueblo, el que sólo quiere depositarla en sus representantes dividiendo los poderes de ella en Legislativo, Ejecutivo y Judicia-rio, eligiendo las provincias sus vocales y éstos a los demás que deben ser sujetos sabios y de probidad”.44 De nuevo Morelos hace explícito que la soberanía emana del pueblo y la deposita en gobernantes que lo representan y que el poder no debe es-tar en un solo individuo.

11. “Que la patria no será del todo libre y nuestra mientras no se reforme el gobier-no, abatiendo al tiránico, substituyendo el liberal y echando fuera de nuestro suelo al

40 Córdova, Arnaldo, prólogo a García Ruiz, Alfonso, op. cit., p. 15.41 Citado por De la Torre Villar, Ernesto (comp.), Historia documental de México, t. II, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1984, p. 110.42 Idem.43 Idem.44 Ibid., p. 111.

enemigo español que tanto se ha declara-do contra esta nación”.45 Morelos opone al poder tiránico un gobierno liberal.

12. “Que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro congreso deben ser tales que obliguen a constan-cia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus cos-tumbres, aleje la ignorancia, la rapiña y el hurto”.46 Es obvio que el congreso consti-tuyente emitiría las leyes que buscarán el bien común, que aquí Morelos precisa de modo magistral al incluir aspectos socia-les, “moderen la opulencia y la indigencia”; económicos, “se aumente el jornal del po-bre”; culturales, “mejore sus costumbres”, y educativos, “aleje la ignorancia”.

14. “Que para dictar una ley se discuta en el congreso, y decida a pluralidad de votos”.47 Estos son mecanismos para evitar la tira-nía y el despotismo.

23. “Que igualmente se solemnice el día 16 de septiembre de todos los años, como el día de aniversario en que se levantó la voz de la independencia y nuestra santa libertad comenzó, pues en ese día fue en el que se abrieron los labios de la nación para recla-mar sus derechos y empuñó la espada pa-ra ser oída, recordando el mérito del gran héroe el señor don Miguel Hidalgo y Cos-tilla y su compañero, don Ignacio Allende. Chilpancingo, 14 de septiembre de 1813. José María Morelos y Pavón”.48

Morelos reconoció la labor del líder Hidalgo y contribuyó a su reivindicación como héroe na-cional. En vida le conoció como maestro, des-pués siguió su ejemplo como caudillo insurgente extendiendo el movimiento en el sur. Ante su muerte no claudicó y se propuso consumar la In-dependencia.

45 Idem.46 Idem.47 Idem.48 Ibid., p. 112.

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El cura de Dolores, con su pensamiento y ac-ción, no constituye un simple momento intelec-tual en el proceso de formación ideológica del movimiento de Independencia, sino una fuente permanente de inspiración y de influencia que estuvo presente en todos los dirigentes del movi-miento revolucionario, no sólo en Morelos. Sin embargo, no se puede soslayar que duran-te la insurrección no todo fue concordia y unión. Miguel Hidalgo inició la lucha por la Indepen-dencia contando con el apoyo incondicional de Ignacio Allende, quien tenía la tarea de encon-trar oficiales que apoyaran la conspiración de Querétaro. No obstante, surgieron algunas dis-crepancias entre ellos, en especial por cuestiones militares, que poco a poco los fueron enfrentan-do hasta el punto del rompimiento.49 Respecto a la influencia de Hidalgo en el pue-blo, en los indios, en los mestizos, en las castas, conviene recordar la “ocurrencia” del cura de usar la imagen de la Virgen de Guadalupe como estandarte. Hidalgo es el precursor de este ele-mento de identidad nacional. ya hemos mencio-nado que Lucas Alamán y los conservadores del siglo xIx le reprocharon haber hecho una gue-rra santa; mas de un siglo después Luis Villoro escribió:

francisco de la Maza ha demostrado que la tradi-ción guadalupana encierra un sentido escatológico. A menudo se le interpreta como la virgen que des-cribe San Juan en el Apocalipsis; es la marca de la predilección divina de América, la garantía de la fi-nal liberación del indio y la promisión de una santa Iglesia en el Nuevo Mundo. Pero a la vez se encuen-tra en los inicios de la nación: aparece después de la conquista como si quisiera presidir el nacimiento de un nuevo pueblo; al indio le recuerda en los pri-meros años la madre indígena, Tonantzin, que se

49 Krauze consigna: “Desatendiendo, como había ocurri-do ya en varias ocasiones, la opinión de Allende, Hidalgo rehusó asaltar la capital… ¿fue su raíz española la que lo movió a evitar una nueva masacre de españoles en Méxi-co? ¿fue su prudencia la que evitó nuevas muertes de los indígenas? Hidalgo ordenó la retirada rumbo al occidente del país y, por un tiempo, sentó su cuartel en Guadalajara”, op. cit., p. 59.

dirige a él como su hijo predilecto y pone al pueblo bajo su amparo. Algunos le otorgan nombres que simbolizan su unión con el pasado originario: la llaman la “Nueva Eva” y recuerdan que se aparece en el “Nuevo Paraíso” americano. Así se expresa, en el símbolo guadalupano, la unión del principio remoto con el esperado futuro, que parecen reales en el instante originario que vive el pueblo.50

Hidalgo siempre tuvo un contacto cotidiano con los más humildes y desposeídos de la colonia, su labor sacerdotal le permitió convivir y compartir sus sufrimientos. Por sus convicciones religiosas, sus gustos personales, su personalidad y su in-tuición encontró el símbolo más apropiado pa-ra usar como estandarte: la virgen de Guadalupe. Elemento unificador y considerado un signo de bendición particular para el pueblo de México, en aquellos tiempos, imitando a Hidalgo, una es-tampa de la virgen fue pegada en los sombreros de quienes acompañaban al cura. Además, “en-tre la tropa se oía la frase: ‘el cura es un santo, la Virgen le habla varias veces al día’”.51 El cura gozó en vida de ese halo religioso, no carente de pro-videncialismo. En cuanto al legado histórico de Hidalgo a la posteridad ¿qué mejor manera de trascender que la de ser considerado como el padre de la patria? Pasar el juicio de la historia como héroe nacio-nal no es poca cosa, pero ser considerado padre de la patria implica un grado mayor de recono-cimiento. Además, como ha señalado Enrique Krauze, “a casi dos siglos de distancia, el mito de fundación permanece. No hay mexicano que se sustraiga ni quiera sustraerse al respeto por el padre de la patria. Es y será el héroe titular en el panteón nacional”.52 No siempre fue así. Los conservadores y algunos liberales del siglo xix lo responsabilizaron de los males del país. José María Luis Mora indicó que la revolución de Hi-dalgo había sido

50 Villoro, Luis, op, cit., pp. 82-83.51 Krauze, Enrique, op, cit., p. 58.52 Ibid., p. 66.

Georgina Villafranca López

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…tan necesaria para la consecución de la indepen-dencia como perniciosa y destructiva para el país. Los errores que ella propagó, las personas que to-maron parte o la dirigieron, su larga duración y los medios de que echó mano para obtener el triunfo, todo ha contribuido a la destrucción de un país que en tantos años, como desde entonces han pasado, no ha podido aún reponerse de las inmensas pérdi-das que sufrió.53

No obstante, historiadores contemporáneos a Hidalgo y a favor de la lucha de emancipación, como Carlos María Bustamante, han exaltado la acción insurgente de Hidalgo y su fuerza moral. En nuestros días Jean Meyer reconoce que “he-mos heredado el entusiasmo patriótico de Bus-tamante, más que el racionalismo de Mora y Alamán”.54 Enrique Krauze, en Siglo de caudillos, a regañadientes o con resignación termina por establecer como hilo conductor del proceso his-tórico de México la teoría de Tomás Carlyle de que la historia del mundo es la biograf ía de los grandes hombres; en otras palabras, los héroes son los que descifran y escriben la historia; y con-cluye que quizás uno de los países más carlyleano del mundo es México.55

A manera de conclusión, hoy que en un mun-do globalizado es lugar común la pérdida de la identidad nacional se vuelve imprescindible po-ner la mirada en nuestro pasado y buscarnos a nosotros. ¿Qué mejor camino que conmemorar y analizar el pensamiento político del padre de la patria? Quizá frente a este tiempo que se nos pre-senta como de cambios vertiginosos y de grandes incertidumbres sea oportuno rescatar o reinter-pretar los valores e ideales políticos y sociales de Hidalgo para construir un proyecto nacional y fortalecer la identidad nacional mexicana.

53 Ibid., p. 64.54 Meyer, Jean, op., cit., p. 11.55 Véase Krauze, Enrique, op., cit., p. 17.

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drid, Planeta/De Agostini, 2002.Villoro, Luis, El proceso ideológico de la revolución de Inde-

pendencia, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1999.

Georgina Villafranca López es licenciada y maes-tra en relaciones internacionales por la Universidad Nacional Autónoma de México. Profesora en Política Mundial II, de la carrera de relaciones internacionales en la facultad de Estudios Superiores Acatlán; profe-sora en la licenciatura en comunicación. Coordinado-ra académica del diplomado Los Nacionalismos en el Mundo Actual.

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•ResumenEl ensayo presenta un estudio comparado sobre las políticas de seguridad desarrolladas en el periodo de 1980 a 2005 en los distritos federales de Brasil y México, incluyendo las políti-cas urbanas de seguridad y prevención de conflictos puestos en marcha en ambas ciudades. Estas políticas, asimismo, se relacionan con el concepto de orden público adoptado en las políticas mencionadas de esos países. La exposición del problema del concepto de orden público remite al campo de la políti-ca criminal, tanto en lo que tiene que ver con las condiciones de seguridad como en lo que respecta a la defensa social a través del sistema penal. La interpretación de dicho concepto, para cualquiera de las entidades estudiadas, tiene que ver con el interés electoral o ventajas financieras que se persigan. El Distrito federal brasileño y el Distrito federal de la república mexicana son analizados desde su contexto social, económico y de políticas públicas de combate a la delincuencia, donde por ejemplo se considera que hoy no se habla más de paz social y armonía, pero sí de respeto a las normas (en el Distrito federal mexicano) y de calidad de vida (en el Distrito federal brasileño).

Palabras clavePolítica criminal. Políticas públicas. Seguridad pública. Orden público. Calidad de vida.

AbstractThe essay presents a comparative study on security policies developed in the period between 1980 and 2005 in the federal Districts of Brazil and Mexico, including urban security poli-cies and conflict prevention implemented in both cities during this period. Likewise, these policies are related to the concept of public order adopted in the policies mentioned by the countries studied. The exposure of the problem of the concept of public order refers to the field of Criminal Policy, both related to security conditions and to the social defense through the criminal jus-

Brasilia y Ciudad de México: seguridad y orden público

en la perspectiva de la criminología crítica

Cristina Zackseski

núm. 5, 2010, pp. 76-92

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El control de los conflictos y la seguri-dad se presentan en la actualidad como proble-mas urbanos. Nuestro interés de investigación se centra en las políticas urbanas de seguridad y prevención de conflictos desde 1995, cuando es-tudiamos durante la maestría el proyecto Città Sicure de la región italiana de Emilia Romagna.1 En el doctorado realizamos un estudio compa-rado sobre las políticas de seguridad desarrolla-das en los 25 años que van de 1980 a 2005 en los distritos federales de Brasil y México.2 En este ensayo presentaremos algunos puntos de esta in-vestigación. El concepto de orden público que orienta las políticas de seguridad de los países estudiados desempeña una función deslegitimadora del dis-curso de los derechos humanos y de la partici-pación ciudadana. Eso porque la guerra contra el crimen adquiere mayor relevancia política si se le compara con las acciones de los gobiernos locales destinadas a la inclusión política, social y econó-mica de los habitantes de las ciudades y a incenti-var comportamientos conforme a la ley. Normalmente el concepto de orden público es asociado al ejercicio de poder de los Estados nacionales, en específico a la actividad policial,

1 Zackseski, Cristina, “Políticas integradas de segurança urbana: modelos de respostas alternativas à criminalida-de de rua”, dissertação de mestrado, florianópolis: ufsc, 1997. http://www.buscalegis.ufsc.br/arquivos/Zackseski-PoliticasISUMRACR.pdf2 Zackseski, Cristina, “A construção do conceito de ordem pública nas políticas públicas de segurança dos distritos federais de Brasil e México”, tesis de doctorado, Brasília, UnB, 2006.

pero hasta hoy es ambiguo, pues los intentos de esclarecerlo se dan con la utilización de otros conceptos ambiguos por igual, como interés público, convivencia armónica y pacífica, bien común, etc. En realidad orden público puede sig-nificar aquello que el intérprete decida, debiendo ser observadas la existencia y el contenido de sus formas de interpretación; un espacio privilegiado para eso reside en las políticas públicas de segu-ridad urbana. El problema del concepto de orden público nos remite a nuestro principal campo de interés: la política criminal, referido tanto a las condicio-nes de seguridad como a las condiciones de defen-sa social a través del sistema penal y de las formas de reacción de este sistema y de la sociedad a lo que es percibido como grave y punible. Por lo tanto, también se refiere a las representaciones de crimen y criminógeno que son compartidas por la opinión pública. Estas representaciones, por su parte, direccionarán –en determinado contexto histórico– la alarma social y la elabora-ción de políticas de seguridad que atiendan los problemas percibidos en aquel momento y lugar como esenciales. Una de nuestras preocupaciones en la investi-gación sobre orden público fue demostrar en qué términos el tema de la seguridad se hizo parte de la agenda política de fines del siglo xx y cómo continúa siendo parte de ella a inicios del siglo xxi. El debate en torno a la seguridad fue rein-ventado en los años ochentas, siendo redefinidos sus términos y se consolidó en la agenda política en los noventas, cuando comenzaron a ser for-muladas, también, políticas nacionales de seguri-

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stice system. The interpretation of this concept, for any of the entities studied has to do with the electoral interests or with the financial advantages sought. The Brazilian federal District and the federal District of the Mexican Republic are analyzed from their social, economic and public policies to fight crime contexts, where, for example, it is considered that talking about social peace and harmony is no longer done, instead it is talked about the observation of rules (more on the Mexican federal District) and about the quality of life (more on the Brazilian federal District).

Key conceptsCriminal policy. Public policies. Public security. Public order. Quality of life.

Brasilia y Ciudad de México: seguridad y orden público en la perspectiva de la criminología crítica

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dad pública. También es éste el contexto de una amplia discusión sobre la reforma del Estado, de su papel y del papel de la sociedad civil en el con-trol social. De acuerdo con el documento de las Nacio-nes Unidas “Seguridad ciudadana, participación social y buen gobierno: el papel de la policía” (2001) “...el desarrollo de estrategias de cogestión requiere repensar la administración centralizada del Estado y, más particularmente, el concepto de orden y el funcionamiento de la administra-ción de justicia y de la policía”.3 En este sentido observamos que en el periodo estudiado se dio la llamada transición democrática y también en él ocurrieron cambios en el contexto económico en los países en cuestión. Las transiciones fueron acompañadas o seguidas de reformas estructura-les conocidas como reformas de primera genera-ción –el Consenso de Washington, establecido en 1989–, con la correspondiente reducción del papel del Estado y la modificación del modelo de desarrollo, denunciándose para eso la debilitación de la estrategia de sustitución de importaciones y el proteccionismo de los mercados nacionales. La agenda de las reformas de segunda gene-ración fue elaborada en 1998, durante la Cumbre de las Américas, ante los malos resultados de las reformas de primera generación, que fueron in-capaces de crear condiciones de desarrollo sus-tentable (como la reducción de la pobreza y de las desigualdades). La nueva agenda –el Consen-so de Santiago– enfatizó reformas institucionales en educación, finanzas, justicia y administración pública, colocándolas como condición para el desarrollo económico y social en los países de América Latina. Una de sus características es el reconocimiento de la participación de la socie-dad civil como fundamental en la búsqueda de mayor democratización, igualdad y desarrollo.

3 Chalom, Maurice, Léonard, Lucie, Vanderschueren y Claude franz Vézina, “Seguridad ciudadana, participación social y buen gobierno: el papel de la policía”, Santiago, Centro de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (HABITAT)/Centro Internacional para la Pre-vención de la Criminalidad (CIPC)/Ciudades más Seguras/SUR, 2001, p. 19.

Este breve relato sobre el panorama inter-nacional nos ofrece un punto interesante de re-flexión. Por un lado hay la determinación de un patrón democrático a ser seguido y alcanzado; por el otro existe la negación de las condicio-nes fácticas para alcanzar este patrón, pues las inversiones permitidas por los acuerdos de co-operación internacional no corresponden a las exigencias democráticas. éste es un problema bastante conocido en los países estudiados; lo que no es percibido es la desconexión entre el pa-trón de democracia y el de calidad de vida de las Naciones Unidas (ONU) y las pautas impuestas a los países por el fondo Monetario Internacio-nal (fMI), Banco Mundial y otros organismos internacionales que financian políticas públicas, inclusive de seguridad, así como las llamadas re-formas de Estado de diversas generaciones. O sea, hay patrones formales mundiales de demo-cracia y ciudadanía, pero las pautas económicas dificultan la inversión que sería necesaria para garantizarlos en términos de políticas públicas, como veremos. En la década de 1980 México vivió una grave crisis económica que tuvo como consecuencias el aumento del desempleo, la reducción de los salarios, la desorganización de las ciudades y el descontrol sobre el uso del suelo, entre otras. En Brasil este periodo fue marcado por la reducción de las inversiones públicas y por el crecimiento de la inflación. En la esfera política se destacan las elecciones para gobernadores de los estados en 1982, la nueva Constitución federal de 1988 y la elección directa para presidente en 1989. En la época se pensaba que la garantía de los derechos políticos posibilitaría la concreción de otros derechos humanos fundamentales. Eso es interesante a causa de una discusión teórica de la criminología crítica que conocemos a partir de Alessandro Baratta. él presentaba el proble-ma de la seguridad preocupado con la “seguri-dad de los derechos” y no con el “derecho a la seguridad”, en el sentido de que éste puede pro-vocar supresión de derechos y garantías funda-mentales con la justificación del descontrol del riesgo criminal, siendo infinitamente aplazada la posibilidad de concreción de las reglas cons-

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titucionales, o sea, de la seguridad de todos los derechos fundamentales.4

En la década de 1990 Brasil y México se ad-hirieron a diversos tratados en el área de dere-chos humanos. En Brasil se intentó alinear la democracia nacional a los patrones definidos por la ONU con los planes nacionales de derechos humanos de 1996 y 1999. En México los parti-dos, los representantes de la sociedad civil y los consejeros electorales ciudadanos definieron una agenda de reforma electoral, implantada a par-tir de 1996 con una nueva ley electoral. En 1997 el Partido Acción Nacional (PAN) conquistó la mayoría en la Cámara de Diputados y en 2000 el mismo partido salió victorioso en las elecciones presidenciales, que marcaron el final de la hege-monía del PRI –Partido Revolucionario Institu-cional–. El país buscó la inserción en el contexto de modernización en la seguridad pública con el Plan Nacional de Seguridad Pública de 1998. Lo mismo ocurrió en Brasil en 2000. En el Plan Na-

4 Baratta, Alessandro, “O conceito de segurança na Euro-pa”, Rio de Janeiro, UCAM, 2000, mimeo.

cional de Seguridad Pública brasileño se encuen-tran consustanciadas dos tendencias actuales de la política criminal: la perspectiva del derecho a la seguridad y la extraña combinación de discur-sos represivos y preventivos. En 2000 fue creada en México la Secretaría de Seguridad Pública federal. Observamos en este contexto la presencia de una cultura de la pre-vención como promoción de la denuncia, pues fue puesta una gran expectativa de resolución del déficit de planeación de las políticas en la falta de datos cuantitativos sobre crímenes, lo que sería solucionado por las denuncias de los ciudadanos al ser víctimas de éstos y que, confiando en la po-licía y en el Estado, decidirían denunciar. Se trata del error común cuando se descubre la existencia de cifras ocultas, a veces altísimas, y que de he-cho indican falta de prestigio de las autoridades. Ahora bien, el exceso repentino de denuncias tiene –desde mi análisis–, en general, dos con-secuencias indeseables: 1. Mayor fragilidad del gobierno por la alarma social provocada a causa de la falsa impresión de que fue la criminalidad la que aumentó y no los registros de crímenes;

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2. Aumento de encarcelamientos, que dificulta la administración carcelaria y abre espacio para procesos de privatización. Pero el problema fundamental que quere-mos destacar aquí, tratándose de la esfera federal mexicana, es la absorción del sistema de justicia por el sistema de seguridad, lo que denota pro-blemas relacionados con la separación de pode-res. Predomina una visión de seguridad contra el riesgo criminal, mientras el artículo 25 de la Constitución abre la posibilidad para que la segu-ridad sea vista como seguridad de los derechos.

Artículo 25.- Corresponde al Estado la rectoría del desarrollo nacional para garantizar que éste sea integral y sustentable, que fortalezca la soberanía de la nación y su régimen democrático y que, me-diante el fomento del crecimiento económico y el empleo y una más justa distribución del ingreso y la riqueza, permita el pleno ejercicio de la libertad y la dignidad de los individuos, grupos y clases socia-les, cuya seguridad protege esta Constitución.

Esta posibilidad de interpretación del artículo 25 no es siquiera comentada por los autores que dis-cuten el tema. Esta posición puede ser ligada a que la seguridad pública, como tarea que com-pete primordialmente al Estado, no está ya en ex-clusiva en su dependencia. Tal afirmación puede ser ejemplificada con las diversas iniciativas en el área que mencionan la participación de la comu-nidad en la creación de condiciones de seguridad. Las demandas de los ciudadanos son tomadas en cuenta para aumentar el control sobre situacio-nes que envuelvan seguridad (sobre todo nacio-nal), pero no se observa una correspondencia de esta consideración con los ciudadanos en cuanto a la transparencia de las acciones destinadas a es-te control en el ámbito de cualquiera de los pode-res involucrados. De este modo utilizamos el ejemplo de las capitales de Brasil y de México para ilustrar las modificaciones recientes ocurridas en el ámbito de la política criminal con el objetivo de buscar entender lo que significa orden público, dada la dimensión urbana que el concepto alcanza en la actualidad. Buscamos identificar las nociones de

sociedad, Estado y democracia en los discursos que los gobiernos locales de ambos países elabo-raron para el control del desorden. Siendo así, la propuesta presentada es una discusión en torno al concepto de orden público a partir de la cotidia-nidad de grandes ciudades y de las formulaciones políticas dirigidas a los patrones conocidos hoy como de “calidad de vida”, que es un tema de polí-tica urbana con fuerte repercusión internacional. Es de notarse, inclusive, que tanto el programa norteamericano de Tolerancia Cero (destacado en el eficientismo penal), recibido en las ciudades estudiadas, es conocido como Programa de Cali-dad de Vida, como también es esta la tónica de las políticas de nueva prevención europeas, que casi no alcanzaron las ciudades estudiadas (destacado en el garantismo penal para el proyecto Città Si-cure). Garantismo y eficientismo penal son las dos corrientes principales de política criminal en la actualidad y están relacionadas a puntos de vista teórico-metodológicos distintos. El eficientismo es una opción político-criminal situada en el ám-bito del paradigma etiológico, opera como ins-tancia interna al sistema y se encarga de ajustes en el funcionamiento del mismo para adaptarlo a nuevos problemas con la misma lógica, y/o dar al sistema una nueva apariencia de funcionamien-to. El garantismo se sitúa posterior al cambio de paradigma en criminología para el paradigma de la reacción social; presupone un diálogo interdis-ciplinario y no se destina a operar como instancia interna y legitimadora de definiciones y selec-ciones efectuadas en otras esferas y sistemas, es-tableciendo como línea de actuación posible la restricción de los sistemas punitivos, de acuerdo con principios constitucionales y humanitarios. La seguridad no es más entendida como defen-sa contra el riesgo criminal y sí como garantía de derechos. El programa Tolerancia Cero opera con una lógica, un lenguaje y metas empresariales. Está dirigido a la criminalidad común, por la cual son responsabilizados individuos de bajo estatus so-cial. Privilegia la prevención situacional y no es una estrategia exclusiva de una ciudad norteame-ricana, influyendo gobiernos de otros países y

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ciudades, lo que permite relacionar la recepción de modelos de justicia y seguridad a la coopera-ción internacional y al financiamiento de refor-mas penales por organismos internacionales. En la prevención situacional se invierte en es-trategias que envuelven modificaciones en el am-biente f ísico para tornar más dif ícil la práctica de crímenes o de incivilidades. En la prevención so-cial, al contrario, son proyectadas intervenciones educacionales, sociales, culturales y estructurales para dar mejores condiciones a los ciudadanos para que participen de los procesos de decisión y sean menos vulnerables a la victimización y a la criminalización. El proyecto Città Sicure asocia la prevención situacional a la prevención de tipo social, desarrollando un tercer tipo que podemos llamar de prevención integrada. Este proyecto tiene por presupuesto la inclusión y el fortaleci-miento de grupos débiles como condición de una política democrática. En la perspectiva eficientista orden público significa la ausencia de crímenes (y en la actuali-dad de disturbios del orden y faltas administrati-vas), siendo dependiente de una política criminal represiva, que sería necesaria para la cohesión social en torno de las reglas y para la existencia del Estado. En la perspectiva garantista en la medida en que hay participación social en la elaboración y en la aplicación de las reglas es posible aproxi-marse a una noción de orden público que no co-rresponda a la llamada razón de Estado y sí esté más próxima al sentido democrático de partici-pación en las decisiones, tal como está expuesto el ideal democrático en los documentos produ-cidos por organismos internacionales que situa-ron el problema de la inseguridad urbana y de la prevención de los conflictos en la contempora-neidad. Desde el punto de vista del Estado y en el dis-curso jurídico modernos, orden público significa respeto a la ley y funcionamiento regular de las instituciones de control. En las políticas crimina-les actuales significa la manutención del control sobre aquello que las personas percibieran como disturbio en el funcionamiento de las institucio-nes que deben actuar en su favor. Pero éstas son

sólo observaciones introductorias, pues la inves-tigación en las realidades locales nos muestra otros aspectos de esa discusión. A título de información general sobre las ciu-dades estudiadas podemos decir que: El Distrito federal brasileño fue inaugurado en 1960 y tiene veintinueve regiones administra-tivas. La construcción de la ciudad representa una fase en la cual era requerida una fuerte inter-vención del Estado y una administración centra-lizada. Es producto de la recepción de un modelo de arquitectura que simbolizaba la modernidad y una noción de orden urbano que apuntaba a su-perar el caos urbano de las ciudades industriales, además de estimular el civismo. Sin embargo, la falta de planeación en la utilización de la tierra discrepa con el proyecto modernista. La periferia está formada por la mayor parte de las regiones administrativas sumando el entorno, que se con-forma de veintiún municipios pertenecientes a los estados vecinos de Goiás y Minas Gerais. Bra-silia era considerada una ciudad tranquila, sien-do destacada por su buena calidad de vida hasta fines de los años noventas, habiendo un giro de inseguridad en 2003 y 2004. Sobre la ciudad de México no creemos nece-sario hacer la misma caracterización, pero es im-portante decir que en la década de 1990 hay una renovación urbana con gran participación priva-da que transforma la fisonomía de la ciudad –hay una homogeneización del espacio urbano que se da también en escala internacional. En este pe-riodo son construidos edificios que sirven como corredores para el turismo y para el consumo. El problema de la seguridad no aparecía en la agen-da electoral federal antes de 1994, tampoco en la agenda de los estados donde eran realizadas las elecciones para gobernadores. El problema es co-locado en la agenda electoral de todos los parti-dos en las elecciones de 1997. No obstante, en 1993 fue aprobada la Ley de Seguridad Pública para el Distrito federal. De 1995 a 2000 existió un Plan de Seguridad Públi-ca con predominio de la prevención situacional. El discurso de la participación ciudadana estuvo presente en este periodo, aunque fue evidente la preocupación con la credibilidad del sistema de

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justicia criminal, en especial con la confianza de los ciudadanos en la policía. En 2000 Andrés Manuel López Obrador lan-zó una política de seguridad basada en el mapeo del territorio, identificación de zonas conflictivas y vigilancia constante en esas áreas. Se focalizó en la criminalidad de la calle y persistió en las ac-ciones policiales/situacionales. En 2001 Marcelo Ebrard asumió la Secretaría de Seguridad Pública y el Distrito federal fue di-vidido en setenta Coordinaciones Territoriales de Seguridad Pública y Procuración de Justicia. En 2002 hubo una reestructuración de la Secretaria de Seguridad Pública y la contratación de la Con-sultoría Giuliani por cuatro millones trescientos mil dólares. En la versión oficial la consultoría fue contratada con financiamiento de un grupo de empresarios, pero en las narrativas y documen-tos surge apenas el nombre del empresario mexi-cano Carlos Slim Helú, presidente del Comité Consultivo para el Rescate del Centro Histórico de la Ciudad de México. La participación de los empresarios en la política de seguridad también se observa por la acción de la coparmex –Con-federación Patronal de la República Mexicana–, sindicato patronal de afiliación voluntaria, que aglutina empresarios de todos los sectores que buscan su representación en el ámbito laboral y social. En 2003, después de veinte visitas de espe-cialistas de Nueva york a la ciudad de México, fueron presentadas 146 recomendaciones, de las cuales 111 eran referentes a la policía,5 con im-plantación prevista para los siguientes tres años. El grupo de consultores constató que la variable estructural de mayor impacto negativo en la se-guridad del Distrito federal era el estancamiento económico, o sea la seguridad era un problema a ser resuelto, predominantemente, por las ins-tancias de control social formal, existiendo la ex-cusa de que si alguna cosa fallase sería porque se trataba de un problema económico y social cuya responsabilidad no les pertenecía. Propusieron

5 González Placencia, Luis, “Administración del delito y percepción de la seguridad pública en la ciudad de Méxi-co, 2000-2005”, p. 4, mimeo.

una reformulación general de toda la política cri-minal de la ciudad. La recomendación general fue elevar la capacidad sancionadora del sistema de justicia criminal, una orientación claramente eficientista. Estas orientaciones tuvieron como resultado el aumento del número de registros de abusos policiales, empeorando la percepción que los ciudadanos tienen sobre la policía. Una de las 146 recomendaciones de la Con-sultoría Giuliani fue la creación de incentivos por resultados. Por ejemplo: la meta de delincuentes que deberían ser presentados al Ministerio Públi-co para el periodo de mayo a diciembre de 2003 era de 18 mil, en especial por robo. La eficiencia policial, premiada con el financiamiento de los empresarios, pasó a ser medida mediante las de-tenciones de sospechosos por robos. En dos años (mayo de 2003 a mayo de 2005) la población de las prisiones aumentó 44%, destacándose los ro-bos de pequeño valor. De 1994 a 2005 el porcen-taje de personas presas por delitos patrimoniales aumentó 30.12%, mientras el porcentaje de per-sonas presas por delitos contra la vida disminuyó 9.88%.6 En Brasil una situación parecida fue lla-mada de gratificação faroeste, creada en 1995 por el entonces gobernador de Río de Janeiro, Marce-lo Alencar, a petición del secretario de Seguridad Pública, general Nilton Cerqueira. Los policías podían recibir recompensas que variaban entre 50% a 150% por actos de bravura. Esta situación mantuvo los salarios bajos, los índices de crimi-

6 Gobierno del Distrito federal, Informe de resultados. Plan de Acciones 2005-2006, México, Gabinete de Gobier-no, Seguridad pública y Procuración de Justicia, p. 18.

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nalidad altos y dobló el número de civiles muer-tos por policías.7 Además de los problemas políticos, de las consultorías, de los cambios en la legislación pe-nal, uno de los elementos que estudiamos para intentar entender lo que significa orden público en el Distrito federal mexicano fue la Ley de Cul-tura Cívica. Desde 1999 existe una ley que rige los problemas relativos al comportamiento cívico y a la armonía del ambiente urbano. En el artículo 2° se observa la presencia de puntos de contacto entre los dos tipos opuestos de política criminal ya mencionados –ambiente urbano y calidad de vida. Se observa también la perspectiva de ges-tión conjunta del espacio urbano, que presupone la participación ciudadana. Se evidencia la vin-culación de la política urbana con las condicio-nes de seguridad y también una demostración de cómo las llamadas “medidas alternativas” (por ejemplo la prestación de servicios a la comuni-dad) en lugar de reducir la acción del sistema de control social formal sobre los ciudadanos inten-sifican este control. Sirve como un elemento de observación para lo que acontece cuando las si-tuaciones conflictivas dejan el campo tradicional del derecho penal y se transforman en cuestiones administrativas. O sea, la propuesta minimalista está siendo efectuada por medio del control de los conflictos a través de la lógica administrativa, o ¿será la lógica punitiva la que se encarga de los procedimientos administrativos? La investigación de victimización realizada por el Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad (ICESI) reveló en 2004 que 45% de la población mexicana consideraba que la policía actuaba mal o muy mal para el control del delito.8 Los linchamientos ocurridos en México confir-man la poca credibilidad del sistema.9 En mi pri-

7 fórum de Entidades Nacionais de Direitos Humanos, en http://www.direitos.org.br/index.php?option=com_content&task=view&id=2860&Itemid=2. Consultado el 12/V/2008.8 icesi, Encuesta internacional sobre criminalidad y victi-mización 2004, México, p. 63. www.icesi.org.mx. Consul-tado el 5/V/2006.9 García García, Guadalupe Leticia, “El linchamento en la ciudad de México: ¿Conciencia de los propios derechos?”,

mera visita a la ciudad de México en 2004 tres policías fueron linchados por unos 200 campesi-nos de San Juan Ixtayopan, Tláhuac. En respues-ta a este problema el entonces presidente Vicente fox destituyó al secretario de Seguridad, Marcelo Ebrard, del cargo. La decisión fue fundamenta-da en el fortalecimiento del orden público. Joel Ortega Cuevas asumió entonces la Secretaría de Seguridad del Distrito federal y declaró que no habría cambios, una vez que el Plan de Gobier-no del Df tenía una vigencia establecida hasta el final del mandato –diciembre de 2006–. Pero los cambios se pudieron identificar, por ejemplo, en las metas establecidas y alcanzadas por la policía en lo restante de la gestión. Al definir su políti-ca de seguridad el grupo que está en el gobierno administra su probabilidad de manutención en el poder. Eso se confirmó de alguna manera pues el Partido de la Revolución Democrática (PRD) venció de nuevo en el Distrito federal y el Partido Acción Nacional (PAN) en el gobierno federal. En el Distrito federal brasileño la campaña electoral de 1998 evidenció la importancia de la seguridad en el debate político. De 1996 a 2000 hubo un aumento en el número de delitos, aun-que esto pudo significar el reflejo de la automa-tización del sistema ocurrida en 1996. En 1999 el entonces gobernador Joaquín Roriz puso en marcha un programa de tolerancia cero llamado Seguridad sin Tolerancia, pero ese año una con-frontación entre policías y trabajadores de una empresa pública en huelga tuvo como saldo un jardinero muerto, un carpintero y un chofer tuer-tos y otros trabajadores heridos. En el lugar de la confrontación estaban presentes el secretario de Seguridad y el secretario de Obras. En nota ofi-cial el secretario de Seguridad declaró que la Po-licía Militar actuó en plena obediencia y respeto a la ley y a los preceptos democráticos, con sere-nidad y eficiencia. fue sustituido al día siguiente. El plan de seguridad demoró un poco más para ser cambiado, pero ya no destacaba la intoleran-cia. En 2000 fue elaborada una directriz de dos páginas para el área de seguridad. Se destacaban preocupaciones con la calidad de vida y el estre-

octubre, 2002, mimeo.

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chamiento de lazos entre policía y comunidad. fueron creados también los Consejos Comunita-rios de Seguridad. En 2002 fue elaborado un Plan de Seguridad Pública más completo. La motivación de este do-cumento fue la distribución de recursos previs-tos en el fondo Nacional de Seguridad Pública, que lo exigía. La política fue dirigida al control de las faltas administrativas y a la vigilancia-pre-vención de tipo situacional, capaz de actuar con-tra las situaciones de riesgo más elementales de la calle, con la participación de la comunidad en el ofrecimiento de información –comparándose a la política mexicana ya descrita. El lenguaje uti-lizado fue el técnico-administrativo-militar y se observó el predominio de instituciones de con-trol social formal y de estrategias propias. La pre-vención primaria de la criminalidad fue situada como auxiliar y complementaria, aunque se ad-mitiera como fundamental; estamos hablando de iluminación pública, limpieza urbana, telefonía pública, transporte público, entretenimiento y deporte, salud, saneamiento y asistencia al mi-grante, a los niños de la calle, a los indigentes y demás personas necesitadas. La sociedad aparece como socia, el ciudadano como consumidor y los servicios públicos como fuentes de lucro. En 2004 el Plan fue reformulado y la palabra llave de esta vez fue integración, que podría ser de tres tipos: interna, con la comunidad y con el entorno. No se observó integración entre la po-lítica urbana y la de seguridad. La interacción entre política y comunidad en el Distrito federal brasileño resultó en denuncias contra la Política Militar en 2004, pues policías militares estaban cobrando contribuciones a empresarios y co-merciantes para fines variados –como arreglo de automóviles, financiamiento de fiestas de aniver-sario y fin de año, compra de tanques de gas, col-chones, electrodomésticos, piezas de decoración, etc. O sea, estaban cobrando por protección. El Comando General alegó que las donaciones de género alimenticio y bebidas no se destinaban al provecho de cualquier dirigente o policía, que los productos fueron utilizados para eventos en los cuales hubo amplia participación de la comuni-dad, como forma de integración entre los policías

y la población. Este tipo de integración produce, por lo tanto, una especie de desorden, pues pro-voca la pérdida de confianza en las instituciones. Retomando la discusión teórica podemos re-afirmar que el concepto de orden público es ree-ditado en la medida en que las ciudades asumen un papel relevante en la administración de los problemas de seguridad. En la década de 1980 fue creada la red europea SécuCités, cuyo objeti-vo fue consolidar la participación de las adminis-traciones locales en la gestión de los problemas de inseguridad. No tenía el objetivo de mantener la ley y el orden sino conjugar esfuerzos para ela-borar políticas inclusivas, cooperativas y toleran-tes. En esta red la prevención social es concebida para impedir el deterioro de zonas urbanas en las cuales los residentes acumulan obstáculos para su integración. Existe una relación entre la caracterización del ambiente urbano y la seguridad urbana en la literatura sobre el tema, por lo que fue realiza-do un levantamiento de datos de los principales problemas urbanos de las ciudades estudiadas. Como problemas urbanos de México pode-mos citar: gran dimensión urbana, contamina-ción, inversiones en el transporte individual (por ejemplo, el segundo piso del Periférico pa-ra atender el flujo de 120 mil vehículos nuevos por año), congestionamientos, descontrol sobre las reglas de tránsito, protestas que paralizan la ciudad, trabajo informal. Como problemas urba-nos de Brasilia podemos citar: concentración de las oportunidades de empleo en el Plano Piloto (proyecto urbanístico original), alto costo de la vivienda, ausencia de espacios públicos de entre-tenimiento para contactos casuales, muertes en el tránsito como consecuencia del flujo vehicu-lar, inserción de los individuos en la sociedad por la posibilidad de desplazamiento que influye en sus contactos (accesibilidad) y en el capital social, proliferación de centros comerciales (lugares se-miprivados) y condominios cerrados, fragmenta-ción de la estructura urbana, distanciamiento de los individuos y grupos, desviaciones en la uti-lización de recursos para inversiones en infraes-tructura (por ejemplo, el Puente de los Remedios, como se conoce el tercer puente sobre el lago Pa-

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ranoá, construido con dinero que sería destinado para pacientes con cáncer). Los elementos relacionados a la calidad de vi-da de las dos ciudades que se destacaron más en la investigación fueron las condiciones de trán-sito, el acceso a la vivienda y las oportunidades de empleo. Sobre el tránsito, las opciones por las obras que atienden clases medias y altas fueron detectadas tanto en el Distrito federal brasileño como en el mexicano, indican que los intereses electorales y privados ocupan un espacio desta-cado en la formulación y puesta en marcha de po-líticas públicas de tránsito. Respecto a la vivienda, existen semejanzas entre las dos localidades: lucha por la habitación, presencia de invasiones y regularización de tie-rras como elemento de cálculo político. Brasilia fue la capital brasileña que más se “favelizó” entre 1991 y 2000.10 Aumentó cinco veces el número de personas viviendo en áreas ilegales y sin ur-banización. Una diferencia entre las dos localida-des es que en México los invasores son de clases bajas, mientras en Brasilia son de clases bajas y medias. En 1988 existían 50 condominios irregu-lares y en 1995 el número de condominios irregu-lares ya llegaba a 500.11

Sobre el mercado de trabajo en Brasilia de 1996 a 2003 el índice de desempleo pasó de 15.7% a 21.4%. En la ciudad de México al final de la dé-cada de 1990 la mitad de la población ocupada trabajaba informalmente. Sobre el comercio am-bulante observamos una alternancia entre mo-mentos de respeto a la Ley de Cultura Cívica, que prohíbe este tipo de comercio, y momentos en los cuales no hay cómo controlarlo. La negociación entre los gobiernos, la policía y los líderes de los ambulantes es compleja; estos últimos, muchas veces, son acusados de organizar actividades cri-minales y de sobornar a la policía, lo que sería una explicación para la alternancia de reacciones de la policía y los ambulantes.

10 Montenegro, érica, “Cinco vezes mais favelas. Desordem urbana”, en Correio Braziliense, 15 de julio de 2006, p. 25.11 Governo do Distrito federal, Modelo de gestão estraté-gica do território do Distrito Federal, Brasília, septiembre, 2004, p. 79.

Hay una propuesta de creación de un corre-dor turístico entre el Centro Histórico y la Basí-lica de Guadalupe. Se trata de un ejemplo de la visión excluyente de la seguridad en la era global, pues el objetivo es incrementar el turismo segu-ro, al mismo tiempo que la periferia de la ciudad seguiría con pocas condiciones urbanas de segu-ridad pero permanecería a una distancia segura. Para la creación de este corredor, sin embargo, habría que remover el barrio de Tepito, que se lo-caliza próximo al Centro Histórico (ocho calles de distancia), caracterizado por el comercio ile-gal. Tepito es considerado la zona más violenta de la ciudad. Es lo que en la literatura criminológica es designado por “no go área”. Su localización pri-vilegiada es una amenaza a una determinada vi-sión de orden y al “buen gobierno” de la ciudad. Ante este marco comparativo, queremos ahora abordar puntos relevantes para la resignificación del concepto de orden público en la actualidad.

1. El concepto de orden público está vinculado al tipo de democracia que se configura en las distin-tas realidades localesSi el gran desaf ío de los gobiernos democráticos es el tipo de política de seguridad a ser puesta en marcha que sea capaz de garantizar derechos (no siempre expuestos en la ley) y mantener el orden, habría que pensar en una redefinición también democrática para lo que debe significar orden. Hay una incompatibilidad evidente y no resuelta que se expresa, de un lado por el senti-do común que exige acciones enérgicas de con-trol, aunque degraden derechos (de preferencia los del otro), que son las demandas por seguri-dad; del lado, por gobiernos que quieren hacerse notar por la fuerza, atendiendo tales demandas, reforzando imágenes de exclusión y apostando en la satanización del mal y en las demandas de los ciudadanos (prevención de tipo de promo-ción de la denuncia) para “combatir” el crimen y el desorden. Lo anterior es posible como discur-so, pero la práctica de este tipo de control reve-la las contradicciones entre un gobierno que se dice democrático y que, sin embargo, no titubea en mantener el orden por medio de la exclusión de la diferencia, tanto a través de las políticas

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públicas que desarrolla como por la acción que tiene como objetivo eliminar la contestación de sus reglas. El error que percibimos hoy en los discursos sobre la inseguridad se deriva de una constata-ción importante de la investigación criminológica sobre el tema: no basta desarrollar estrategias de seguridad contemplando los elementos objetivos relacionados con el problema, pues gran parte de éste se ubica en el ámbito de la inseguridad sub-jetiva, o de lo que se llama también sentimiento de inseguridad. Este ámbito debe ser tomado en cuenta en el diseño, implantación y evaluación de las políticas en el área. Entre tanto, los discursos encontrados en los documentos de los dos países analizados revelan que las estrategias desarro-lladas a partir de esta constatación se destinan fundamentalmente a revertir este cuadro de in-seguridad subjetiva, buscando mejorar la imagen de actuación policial (introducción de una lógica y de un marketing empresarial). Por ejemplo, en lugar de tener como marco principal de actuación las condiciones objetivas de inseguridad (como son la precariedad de las condiciones de vivienda, transporte, mercado de trabajo, dificultad del acceso al estudio, proble-mas ambientales y de salud, prejuicios proceden-tes de la no aceptación de la diversidad cultural) las estrategias se destinan a facilitar la gestión de la inseguridad por parte de las instancias oficia-les de control. En este sentido, la nueva noción de orden público recupera la noción de orden de la teoría y de la práctica sobre seguridad nacio-nal como defensa del Estado (o de quien lo repre-sente). Sin embargo, se comparte el poder con las empresas que lucran con el mercado de la seguri-dad, creándose así un nuevo actor en función del cual son desarrolladas estrategias y son excluidos otros actores de la escena social en torno de la cual giran los problemas de la seguridad urbana. El desorden es aquello que provoca las viejas y nuevas clases peligrosas. forma parte de los de-rechos de los incluidos la posibilidad de exclusión de aquellos que no tienen derechos. Pero crecen las demandas por seguridad cuando esta posibi-lidad es frustrada de alguna manera, o por algún tipo de política. Las demandas por más seguri-

dad, o las respuestas represivas fundadas en di-chas demandas, son opuestas a la forma con que comprendemos la democracia, porque en ellas está presente una noción de seguridad y orden público que no lleva en consideración los de-rechos de todos y la existencia de una sociedad plural que perciba la existencia de la necesidad de efectividad de esos derechos. Por eso la segu-ridad urbana es perseguida hoy más como res-tricción que como garantía de derechos. La idea de democracia contenida ahí no se restringe al entendimiento de ser la voluntad de la mayoría, sino como una posibilidad de inclusión, también de aquellos que están lejos de ser mayoría, sin la preocupación de que se transformen o no en ma-yoría, pero sí por el hecho de que existe una posi-bilidad y necesidad de participación de todos en la búsqueda de una perspectiva pacífica de reso-lución o administración de conflictos. Los problemas más graves son impronun-ciables para aquellos a quienes no les importan y se empeñan en preservar la desigualdad hasta el punto en que su estatus quo también sea pre-servado. Siendo así, en la política se intenta con-jugar lo inconciliable: las garantías históricas de derechos fundamentales y la manutención del or-den público, que fue razonablemente mantenida hasta hoy dentro de un patrón político autorita-rio que representa el último respaldo de prácticas cotidianas que traducen en violencia aquello que debería ser orden. 2. El desorden urbano es una justificación para la represión de individuos y grupos El contenido observable del concepto de orden público en las políticas de seguridad de ambos paí-ses, aunque por razones distintas, termina siendo el control de poblaciones excluidas que no pue-den, por su situación de exclusión, reivindicar la seguridad que el Estado les debería posibilitar en términos de garantía de derechos. La guerra con-tra el crimen de la política eficientista es la guerra contra la existencia digna de estas poblaciones. Las políticas de seguridad locales están dirigi-das hoy al “combate” de los efectos simbólicos de la inseguridad, invirtiendo en la contención de la degradación urbana y de las faltas administrati-

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vas. Para el diseño de las actuales políticas el con-cepto de orden público, relacionado una vez con la acción de las fuerzas armadas, se transforma en control del desorden urbano, como dice Theo-domiro Dias Neto: “El tema de la seguridad deja de ser comprendido como ‘cuestión de policía’, de un orden público a ser impuesto por el aparato represivo del Estado, para convertirse en finali-dad transversal del gobierno de un territorio”.12

Entre tanto, percibimos que mientras nuevos actores van siendo involucrados en el teatro de la seguridad, con el pretexto de su democratización se va extendiendo el control de tipo represivo para los espacios en los cuales estuvo ausente, pues tal ausencia es vista como productora de desorden. En general, cuando el orden público es men-cionado en los textos legales y en los discursos institucionales y académicos aparece unido a la palabra “manutención”. Esta unión tiene, de se-guro, un significado conservador, pues no abre la posibilidad de modificación de la noción de orden presupuesta, siendo el concepto de orden público cerrado en sí mismo, en el mejor de los casos, en su ausencia de significado, y en el peor de la violencia presente en ese vacío. Se parte del presupuesto de que existe un orden que de-be ser respetado, mientras en la observación de los espacios de las ciudades estudiadas es claro que mantener el orden es mantener personas en la condición de excluidas.

12 Dias Neto, Theodomiro, Segurança urbana: o modelo da nova prevenção, São Paulo, RT, 2005, p. 119.

La noción de ciudadanía que está implícita en el concepto de orden público usado de forma tra-dicional es la del sujeto que respeta la ley, pero la noción de ciudadanía en una nueva perspectiva de orden público sería también la del sujeto res-petado y cuyos derechos son en efecto protegidos por la ley y las instituciones. La dimensión en bo-ga en las políticas de seguridad, que se autodeno-minan comunitarias y participativas, indica que tales políticas deben ser públicas al menos en el sentido de que las directrices políticas sean claras y negociadas democráticamente. Con todo, hasta ahora, la “localización” de la seguridad está reve-lando más problemas que soluciones, tales como:

1. La fragilidad del poder estatal2. Su dependencia de las “relaciones exterio-

res” y del capital 3. Una falta de claridad en la relación públi-

co-privado 4. El cierre de espacios públicos como forma

de exclusión de la diversidad 5. Los límites del consumo de seguridad,

tanto en lo que se refiere a los agentes (po-licías) como a la tecnología de vigilancia

Para saber en qué aspecto cada actor público/pri-vado/comunitario puede intervenir es necesario tener certidumbre en cuanto a sus objetivos para, a partir de ahí, trazar las posibilidades y límites de su actuación. Es evidente que la participación ciudadana es importante, pero el objetivo puesto en la reducción del crimen (paradigma etiológico en criminología) daña la política. Pues no impor-ta a buena parte de los interesados en el problema que la reducción del crimen pueda ser un resul-tado apenas agregado de la participación, en caso contrario se refuerza la participación popular en políticas de vigilancia excluyentes y potencializa-doras de conflictos. El tipo de estrategia eficientista puede alterar positivamente la percepción de los ciudadanos en cuanto a sus condiciones de seguridad y eso forma parte de la función simbólica ya desempe-ñada por el sistema y el derecho penal. Cuando hablamos de función simbólica estamos refirién-donos a aquello que en la teoría penal se llama

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prevención general positiva, que es una forma de manutención del funcionamiento del sistema y de las reglas vigentes, no destinada a evitar la ocurrencia de conflictos pero sí a alimentar la subsistencia de una función conservadora para el derecho. Cuando se menciona, por ejemplo, la necesidad de una cultura de la legalidad para la reducción de la criminalidad, lo que se entiende muchas veces es la aplicación de las reglas vigen-tes, mientras que no suele ser cuestionada la for-ma de elaboración e implantación de las reglas. O sea, existe una expectativa de que el sistema jurídico-político encuentre una legitimidad tal que le permita regular las situaciones a las que se destina. Sin embargo, la forma con que se preten-de este resultado, en general, debe ser provenien-te de una adhesión espontánea y, de preferencia, inmediata de los ciudadanos. Aquellos que están fuera de los procedimien-tos regulares a partir de los cuales son elabora-das las reglas jurídicas y las propuestas políticas son, en general, considerados amenazas de los sistemas a los cuales son ajenos. Al contrario de buscarse la participación ciudadana en la formu-lación de reglas de convivencia social, se busca la represión de la disidencia como forma de ga-rantía de la manutención de las reglas, aunque éstas no garanticen los derechos fundamentales de forma igualitaria. En esto consiste la crítica al concepto de falta administrativa como elemento caracterizador de las nuevas políticas de seguri-dad, tanto eficientistas como garantistas, pues no son en realidad crímenes, pero son demostracio-nes de que sus autores no pertenecen a la comu-nidad que está satisfecha con las reglas al punto de invertir en su cumplimiento, y cumplen la fun-ción de un divisor de aguas entre “la comunidad” y el resto.

3. El concepto de orden público que orienta las actuales políticas de seguridad es globalmente definido para incluir patrones de calidad de vida incluidos en la misma esferaSe puede decir que en la sociedad global el orden público se confunde a veces con seguridad urba-na y otras con seguridad nacional. La primera se destaca como forma de definición, implantación

y control de las políticas públicas de seguridad en el nivel local, propiciando esta visión de la segu-ridad como elemento de una vida digna para los ciudadanos de las localidades territorial y/o cul-turalmente definidas. Ella puede ser constatada a partir de la definición de un nuevo lugar para la seguridad, más próximo del alcance de los ciu-dadanos y del poder local con el pretexto de una mayor participación o de una democratización de las políticas de seguridad. La segunda surge en la observación del tipo de interface que existe en la construcción de patro-nes internacionales de seguridad y de garantías de derechos, pero también de definición de peligros, prejuicios y enemigos u opositores. Puede ser constatada por la influencia de organismos inter-nacionales, así como de orientaciones teóricas y políticas de países cuyas experiencias sean consi-deradas modelos en la formulación de políticas en esta área en el ámbito interno de los Estados na-cionales analizados. Tal influencia se da, incluso, en el diseño de indicadores para medir desarrollo humano (idh), calidad de vida y seguridad. Sin embargo, la manutención del orden públi-co sigue siendo, tanto en Brasil como en México, responsabilidad de la policía. Eso en el mejor de los casos, pues la constitución brasileña confie-re esta atribución también a las fuerzas armadas, mientras la legislación mexicana hizo que el sis-tema de seguridad dominara el de justicia. éstas son demostraciones inequívocas de las distorsio-nes habidas, en Brasil a fines de la década de los ochentas y en México a fines de la década de los noventas, resultantes de visiones sobre orden y seguridad definidas por diferentes discursos de emergencia, pero cuyos resultados son conserva-dores tanto en la definición convencional de or-den público como en la adecuación del discurso global a las prácticas locales. El problema que surge de ahí es ¿cómo serán respetadas, en estas circunstancias, las especi-ficidades y las necesidades locales, inclusive de participación democrática? Tal participación es mencionada de manera exhaustiva en los textos de las políticas sin que se perciba la efectividad de la misma en la formulación de reglas y definición (o comprensión) de indicadores. Esta participa-

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ción no es garantía de reducción de criminalidad, así como crecimiento urbano no significa, nece-sariamente, mayor criminalidad. Entonces la ree-dición del concepto de orden público revela una concepción de seguridad que comprende:

1. Un intento de inclusión de los países es-tudiados en una posición destacada en la política internacional que les permita per-tenecer a una comunidad con futuro

2. Una noción de civismo definida a partir de las reglas de las “comunidades” de paí-ses desarrollados

Esta peculiar situación vista bajo el ángulo de una lógica de mercado es lo que nos permite pensar en las relaciones de poder entre los Estados, en los sujetos participantes de esas relaciones y en las formas de representación capaces de articu-larse en un movimiento de redefinición de esos papeles. Aquellas relaciones que estaban demar-cadas por las fronteras de los Estados nacionales se encuentran hoy delante de nuevos actores y de otras dinámicas, ya que las cuestiones de segu-ridad envuelven una conexión supra y, al mismo tiempo, infraestatal. Hay también una redefini-ción de las identidades y de la representatividad, pues los intereses ya no son los de un individuo sino demandas e intereses colectivos que se arti-culan en el formato de redes y que están modifi-cando una visión jerárquica de las relaciones de poder. En este sentido no se puede pensar más en orden público sin admitir espacios para la diver-sidad, y mucho menos reprimirla por significar una amenaza a este orden. Es común encontrar menciones a condiciones generales de vida, educación, salud y vivienda co-mo formas generales de prevención de delitos.13 Inclusive ésta ha sido la tónica de los congresos realizados por las Naciones Unidas sobre preven-ción del delito, desde mediados del siglo xx. Sin embargo, se puede observar, a lo largo de la inves-tigación, que las políticas sociales y las políticas

13 Salas Chávez, Gustavo, conferencia en el Instituto Nacio-nal de Ciencias Penales (INACIPE), México, 6 de octubre de 2004.

urbanas aún no se encuentran articuladas a las políticas de seguridad, así sea en la formulación, implantación o evaluación. En el Distrito fede-ral mexicano existe, al menos en el discurso, una preocupación en articular la seguridad a las po-líticas sociales.14 En el Distrito federal brasileño aún no se percibe este intento de articulación. Estamos refiriéndonos, entonces, a desen-cuentros sorprendentes, una vez que la noción de orden en la lucha contra el crimen depende de nociones de orden social, jurídico y ambiental que no son pensadas para garantizar la primera. O sea, es proyectado un ideal de orden como res-peto a la ley, por parte de los gobiernos, sin que haya una demostración clara de que éstos estén preocupados en prevenir los conflictos resultan-tes de la falta de circunstancias básicas de acceso a condiciones de vida consideradas dignas por los organismos internacionales. Contrario a que los servicios públicos sean ga-rantizados a todos, lo que se va asumiendo es una lógica y un lenguaje privado en la administración de los mismos, estableciéndose metas empresa-riales que después son intercambiadas como mo-neda electoral. De esta forma, cuando los textos de las leyes y de las políticas traen afirmaciones sobre la manutención del orden público o del orden establecido, están siendo manifestadas las condiciones sociales y urbanas desiguales de nuestras sociedades, que serán mantenidas por el recurso al derecho penal o a otros ramos del derecho, que desempeña ahí su misión conserva-dora a través de un nuevo discurso justificador de una vieja forma de control. De las recomendaciones de los organismos internacionales en el sentido de democratizar las políticas de seguridad tornándolas ciudadanas, participativas, locales, integradas, multiagencia-les, partiendo de una visión teórico-política multi o interdisciplinaria, articuladas en redes, dirigi-das a la inclusión social y a la autonomía de los sujetos y de las comunidades, en las realidades lo-cales analizadas se percibe que la dimensión local es elitista y privatizadora, sin que existan condi-

14 Gobierno del Distrito federal, Informe de Avances. Con-sultoría Giuliani, México, agosto, 2004, p. 24.

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Brasilia y Ciudad de México: seguridad y orden público en la perspectiva de la criminología crítica

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ciones estructurales de inserción de los grupos marginales. Cuando la comunidad se organiza el objetivo es alejarse o derrotar la diversidad exis-tente en el barrio o área. Entonces podemos decir que la localidad funciona para la comprensión de orden público si existe interés electoral o ventajas financieras. La recepción de las directrices internaciona-les de seguridad urbana, con la incorporación de estrategias concretas enfocadas a la seguridad de las personas, está directamente relacionada al sentido de la calidad de vida ya incorporado por las realidades locales, o sea las propuestas son re-cibidas de forma parcial y fragmentada, de acuer-do con la conveniencia política y las posibilidades culturales. Por ejemplo: en las dos localidades es-tudiadas hubo la incorporación de un discurso comunitario y participativo, como es el caso de las iniciativas de Seguridad Comunitaria en Bra-silia y de Policía de Barrio en la ciudad de Méxi-co. La implantación efectiva de la filosof ía de este tipo de estrategia aún es cuestionable en ambas realidades, pero funciona bien para los gobiernos combinar las prácticas de control utilizadas con iniciativas que se destacan internacionalmente en la literatura y en la política, pero que son objeto de diversas críticas, aunque éstas sean ignoradas en las localidades estudiadas. Es el caso del cam-bio de nomenclatura, donde la seguridad pública se convierte en seguridad ciudadana. A pesar de tener un significado, esta modificación no resuel-ve por sí misma el problema de comprensión de seguridad, como lo demuestran afirmaciones de la siguiente naturaleza:

Al cambiar el concepto de seguridad pública por seguridad ciudadana la ciudadanía se convierte en destinataria de las políticas de seguridad, es a ella a quien sirve la seguridad y no a la autoridad. Lo que ahora se debe privilegiar es que las políticas de seguridad respondan a las necesidades de los ciu-dadanos y garanticen el respeto a sus derechos. La seguridad es, al fin y al cabo, un derecho básico de todo ciudadano y ciudadana. Es así como se trata de establecer un antes y después en las políticas de seguridad; aquellas en las que el Estado era el actor central y respondían a sus intereses (llamada

entonces seguridad pública) y hoy día políticas de seguridad que responden a y ante el ciudadano (se-guridad ciudadana).15

Con todo, no se trata de una simple inversión de prioridades, sino de una percepción política dife-rente, en la cual el ciudadano no sea objeto sino sujeto de las políticas y acciones destinadas al al-cance de patrones de calidad de vida que propi-cien mejores condiciones de seguridad.

4. La calidad de vida es la nueva ambigüedad contenida en el concepto de orden públicoEn la década de 1980 James Holston encontró en los testimonios de los habitantes de Brasilia la va-loración de las oportunidades económicas y de los patrones de vida más altos que ésta ofrecía, pues eso de alguna forma compensaba el extra-ñamiento producido por la ciudad modernista y el peso del distanciamiento del lugar de origen. El autor relata:

Entrevista tras entrevista los habitantes registraron esa diferencia básica: el Plano Piloto está libre de los problemas que afligen a otras ciudades de Brasil –congestionamiento, altas tasas de criminalidad, miseria omnipresente, precariedad de los servi-cios urbanos, contaminación. El Plano Piloto está a salvo de “todo ese desorden”. Por el contrario, en la capital “las cosas funcionan”; la cotidianidad de trabajo es “fácil”, la vida de todo el día es “tranquila”. Cuando se incrementan a estas ventajas las opor-tunidades, la seguridad, los salarios, las gratifica-ciones de los empleos públicos, la “buena vida” de Brasilia es muy seductora; o sea, en la evaluación de sus habitantes, las ventajas prácticas superan el sentimiento de desfamiliarización. En especial cuando se toma en cuenta el progresivo deterioro de las condiciones urbanas en otras partes del país a lo largo de las últimas décadas, los atractivos del “orden” que reina en Brasilia terminan superando –rápidamente, a veces– la sensación de pérdida

15 Pérez García, Gabriela, Diagnóstico sobre la seguridad pública en México, Centro de Análisis e Investigación fun-dar, abril, 2004, p. 11. www.fundar.org.mx/secciones/pu-blicaciones/PDf. Consultado el 18/VII/2006.

Cristina Zackseski

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que los residentes del Plano Piloto en general expe-rimentan en relación a sus ciudades de origen.16

Entre tanto, ha pasado poco más de una década y ya podemos hacer otra evaluación de las con-diciones de vida y de orden de una ciudad que aún es muy joven. En el proyecto modernista ha-bía una concepción diferente sobre los espacios públicos, sobre los intereses colectivos, sobre ac-ceso a la vivienda y a los servicios, en fin, sobre la gestión de las necesidades de los miembros de la tecnocracia que daría otro rumbo al país, diferenciándolo de aquel viejo Brasil del atraso. La distancia entre la concepción modernista que influyó en el proyecto de la ciudad y el resultado de todo esto en cuatro décadas de existencia es, sin duda, una de las claves para la comprensión del concepto de orden público, reconstruido aho-ra por la concepción de otros modelos, también establecidos en el diseño y en la gestión urbana, como son los modelos políticos de seguridad contemporáneos.

16 Holston, James, A cidade modernista: uma crítica de Brasília e sua utopia, São Paulo, Cia das Letras, 2005, pp. 34 y 35.

Hoy no se habla más de paz social y armonía, pero sí de respeto a las normas (más en el Distrito federal mexicano) y de calidad de vida (más en el Distrito federal brasileño). Para medir condicio-nes de seguridad de un lugar determinado sería productivo un sistema de indicadores que permi-tiera evaluar seguridad a partir de patrones de ca-lidad de vida, al contrario de lo que se ha intentado hacer en la actualidad, que es evaluar la calidad de vida a partir de índices criminales. Con base en estos índices que estas y otras realidades locales están desarrollando sus perspectivas de orden, utilizando para esto el discurso de la calidad de vida y de la participación ciudadana. Se parte de una consideración obvia de que la vida en riesgo permanente es una vida sin calidad y que existe una estrategia de seguridad que puede mejorarla. Eso significa que se está dando mucho énfasis al peor tipo de política que conseguimos desarro-llar, o sea, a la política criminal. Es en ella que los ciudadanos están siendo envueltos, reforzándola en la búsqueda de la eficiencia y de la legitimidad de estrategias simbólicas, dado que el control del riesgo no depende en exclusiva de la esfera local. En Brasil la discusión sobre orden público aún está muy incrustada en el medio militar, subsis-tiendo una noción de civismo con el significado de amor a la patria. Al mismo tiempo, de manera paradójica, las menciones a la ciudadanía son fre-cuentes en los discursos sobre seguridad urbana. En México se habla desde hace tiempo sobre la necesidad de una “cultura cívica”. y la discusión sobre orden público está centrada cada día más en el medio militar. Se entiende que las faltas ad-ministrativas son los desórdenes cotidianos, y la presencia o no de actitudes cívicas se refieren al compromiso o al desacato de las reglas sobre el funcionamiento normal y regular de la ciudad. Si observamos los distritos federales estas diferen-cias se revelan, pues la ciudad de México es con-siderada una ciudad global mientras Brasilia aún no tiene ese estatus ni esa pretensión; a pesar de su potencial de “comunicarse con el mundo” aún no alcanzado por la mayor parte de las regiones y ciudades del país, la capital de los negocios, el centro económico-financiero del país continúa siendo la ciudad de São Paulo.

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Brasilia y Ciudad de México: seguridad y orden público en la perspectiva de la criminología crítica

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En el momento de consolidación de los Esta-dos nacionales modernos a inicios del siglo xx hubo un predominio de la política nacional sobre las políticas locales.17 La apertura de los mercados nacionales para adquisición de productos exter-nos, ocurrida en las últimas décadas de ese siglo, produjo que fuera retomada la importancia de las ciudades para la economía y la política mundial. Se refuerza entonces la necesidad de atención a determinados patrones de seguridad y calidad de vida locales que posibilitan a estas ciudades su inclusión en el rol de las urbes globales, sien-do que este potencial de desarrollo no se destina necesariamente a la mejora de la calidad de vida de otras ciudades y regiones del mismo país, más allá de lo que fue importante para que la situa-ción que posibilitó la inclusión de determinada ciudad sea sustentada. Así, podemos decir que en las políticas de seguridad de los distritos federa-les de Brasil y de México orden público significa la capacidad demostrada por las administracio-nes locales para controlar los espacios externos a los corredores de seguridad, impidiendo que el desorden y la violencia de los mismos perjudique los espacios seguros en los cuales se impulsan los patrones de calidad de vida que son establecidos en el ámbito de los intercambios económicos y po-líticos de los actores globales, y reflejados en los indicadores de desarrollo de la actualidad. No se trata de un concepto ideal ni de un objetivo, sólo de la traducción de una directriz política común a las dos realidades locales estu-diadas, que se revela con más potencial para re-producir situaciones de desigualdad que para la concreción de un ideal de seguridad como cali-dad de vida.

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Rio de Janeiro, UCAM, 2000, mimeo.Chalom, Maurice, Léonard, Lucie, Vanderschueren, franz

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17 Hiernaux-Nicolas, Daniel, “Cosmopolitanismo y exclu-sión en las ciudades globales”, en Pobreza urbana: pers-pectivas globales, nacionales y locales. Foro internacional sobre la pobreza urbana, México, Gobierno del Estado de México/Miguel Ángel Porrúa, 2003, p. 61.

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_______, “A construção do conceito de ordem pública nas políticas públicas de segurança dos distritos federais de Brasil e México”, tesis de doctorado, Brasília, UnB, 2006.

Cristina Zackseski es directora de Proyectos del Consejo Nacional de Justicia de Brasil. Profesora del Centro Universitario de Brasilia.

Cristina Zackseski

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El oscilador de Van Der PolSilvia Larraza Hernández,

Víctor José Palencia Gómez

•Resumen:El oscilador de Van der Pol es un sistema dinámico que incluye retroalimentación po-sitiva y un elemento resistivo no lineal. En su aplicación original, a principios del siglo pasado, el oscilador eléctrico con un elemento no lineal se utilizó como precursor de los primeros radios comerciales. Un circuito de este tipo favorece las oscilaciones pequeñas y amortigua las grandes. En este artículo se analiza el comportamiento del oscilador de Van der Pol con un voltaje x y un coeficiente de amortiguamiento ε. Para ε = 0 el sistema es un oscilador lineal no amortiguado. A medida que épsilon crece, lo hace también la no linealidad del sistema. El sistema tiene un solo punto de equilibrio, que es el punto P(0,0), el cual siempre resulta ser inestable (repulsor), pero todas las trayectorias a partir de él tienden en espiral a un ciclo límite y a éste también tienden a decaer aquellas tra-yectorias cuyas amplitudes son más grandes que la amplitud del ciclo límite.

Palabras clave:Van der Pol. Estabilidad. Ciclo límite. Teorema de Liènard. Sistemas dinámicos.

Abstract:The Van der Pol oscillator is a dynamical system which includes positive feedback and a nonlinear damping term. In its original application, at the turn of the 20th century, this electrical oscillator with a nonlinear element was the forerunner of the early commer-cial radios. A circuit of this type helps small oscillations and causes the large ones to damp. In this article we analyze the behaviour of the Van der Pol oscillator with a vol-tage x and a damping coefficient ε. When ε = 0 the system becomes a linear oscillator without damping. As ε increases, the system reaches a nonlinear state. The system only has one equilibrium point, which is P(0,0) and is always unstable. However, all trajecto-ries in phase space tend to a stable limit cycle.

Key words:Van der Pol. Stability. Limit cycle. Liènard´s theorem. Dynamical systems.

núm. 5, 2010, pp. 93-102

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Introducción

Balthasar Van der Pol fue un f ísico e ingeniero holandés que nació en Utrecht, en 1889 y murió en Wassenar en 1959. Aunque se conoce mejor a Van der Pol por su trabajo con circuitos eléctricos, descubrió una amplia variedad de sistemas que presentan oscilaciones: el arpa eólica, un martillo neumático, el rechinido de un cuchillo en un pla-to, el ondear de una bandera al viento, el ocasio-nal zumbido de una llave de agua, la recurrencia periódica de epidemias y crisis económicas… y, por último, el latido del corazón.[1] Van der Pol agrupó varios fenómenos en una sola categoría de sistemas que presentan oscilaciones periódicas. El oscilador de Van der Pol es un sistema di-námico consistente en un circuito eléctrico no lineal utilizado a principios del siglo pasado. De hecho, Van der Pol fue precursor de los primeros radios comerciales cuando propuso su modelo en 1920 siendo ingeniero de Philips Company (Ne-therland). Este oscilador con amortiguamiento no lineal está gobernado por la siguiente ecua-ción diferencial de segundo orden homogénea:

x’’ – ε (1 – x2)x’ + x = 0 (1)

Donde x es la variable dinámica y el parámetro ε > 0, por las características f ísicas del circuito. A continuación se llevará a cabo un estudio matemático formal de las características y com-portamiento del oscilador de Van der Pol desde el punto de vista de los sistemas dinámicos en fun-ción de la variable x, que representa el voltaje del circuito, y del parámetro de amortiguamiento ε que aparecen en la ecuación (1), con el objeto de encontrar sus condiciones de estabilidad y la po-sible presencia de ciclos límite en el sistema. Para esto se seguirá una técnica de análisis del sistema de ecuaciones diferenciales que corresponde a la ecuación diferencial original a través de las carac-terísticas de la matriz de coeficientes del sistema y el Teorema de Liènard.

Análisis

Cuando x es pequeña, el término cuadrático x2 es despreciable y la ecuación del sistema se convier-

te en una ecuación diferencial lineal con amorti-guamiento negativo –ε, es decir:

(2)

El sistema de ecuaciones de primer orden corres-pondiente a esta ecuación es:

(3)

Cálculo del punto fijo

Tenemos que

es decir, P(x = 0, x’ = 0).

La matriz del sistema lineal es [5]

(4)

Donde

siempre

De esta manera, como se puede observar en el diagrama de bifurcación traza-determinante [2, 3] (figura 1), no tendremos puntos Silla y el pun-to fijo P (x = 0, x’ = 0) es inestable (espirales fuen-te o inestables cuando 0 < ε < 2 y nodos fuente o inestables cuando ε ≥ 2) (figuras 2 a 5). Por lo tanto, cuando x es pequeña el sistema es inesta-ble alrededor del punto fijo.

Silvia Larraza Hernández / Víctor José Palencia Gómez

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figura1. Diagrama de bifurcación traza-determinante

figura 2. Diagrama de fase del sistema lineal para ε = .1

figura 3. Diagrama de fase del sistema lineal para ε = 0

figura 4. Diagrama de fase del sistema lineal para ε = 2

figura 5. Diagrama de fase del sistema lineal para ε = 3

Cuando x es grande, el término 2x es el domi-nante y el amortiguamiento es positivo. Por con-siguiente se espera que el comportamiento del sistema esté restringido a algún área alrededor del punto fijo. En realidad, el sistema de Van der Pol satisface el teorema de Liènard [2], ya que de la ecuación (1) tenemos

Donde

Ambas funciones cumplen los siguientes requi-sitos

El oscilador de Van Der Pol

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i) Son continuas, lo mismo que sus derivadas para cualquier x. ii) g (x) es impar y tal que g(x) > 0 si x > 0. f(x) es par. iii) La función impar que se obtiene de :

a) Tiene exactamente una raíz positiva en

b) Es negativa para c) Es positiva y no decreciente para

d) Tiende a si

Entonces el sistema original correspondiente tie-ne una única trayectoria cerrada que rodea al origen y a ella tienden en espiral todas las demás trayectorias, asegurándose con esto que hay un ciclo límite estable en el espacio fase. Por tanto, el sistema de Van der Pol es un sistema Liènard. Usando ahora la transformación de Liènard

(5)

Se obtiene (6)

Derivando (5) (7)

De la ecuación (1) (8)

O bien(9)

Igualando (7) y (9)

(10)

Por lo tanto la ecuación (1) puede reescribirse como

(11)

(12)

Amortiguamiento pequeño

Cuando ε << 1, es conveniente reescribir la ecua-ción (1) como

(13)

(14)

Donde se usó la transformación y = ε (x – x3 / 3) – x’ y se siguieron los mismos pasos del desarrollo in-mediato anterior.

Cálculo del punto fijo

(15)

(16)

Sustituyendo (16) en (15) obtenemos nuevamen-te el punto fijo P (0,0).

LinealizaciónSi de (13) y (14) hacemos

y derivamos parcialmente cada una de ellas con respecto a x y con respecto a y obtenemos

La matriz Jacobiana del sistema es

Valuando la matriz Jacobiana en el punto de equi-librio P (0,0) para ε << 1:

Obtenemos tr J = ε, det J = 1, por lo que alrede-dor del punto de equilibrio se obtienen espirales

Silvia Larraza Hernández / Víctor José Palencia Gómez

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El polinomio característico es p(λ) = λ2 + 1

Los valores propios son λ = ± i (19)

Obtención de los vectores propios [5]

Para λ1 = i :

Resolviendo

Para λ2 = –i :

Resolviendo

figura 8. Diagrama de fase del sistema para ε = 0

Entonces, la solución del sistema en términos de los vectores propios se puede escribir como

fuente. El punto de equilibrio en estas condicio-nes resultó ser, una vez más, inestable (repulsor) (figuras 6 y 7).

figura 6. Diagrama de fase del sistema para ε = .1

figura 7. Diagrama de fase del sistema para ε = .05

En el caso límite, si ε = 0 (amortiguamiento nulo) el sistema es lineal, preserva la energía y se tiene

(17)

La matriz del sistema es

(18)

Donde tr B = 0, det B = 1. En este caso se obtienen centros (figura 8).

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El oscilador de Van Der Pol

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De modo que

x = D cost + E sent (22)

y = D sent – E cost (23) Que también se puede escribir como

x = A cos(t + φ) (24)

y = A sen(t + φ) (25) Para obtener la solución aproximada para pe-queños valores de ε (ε <<1) se consideran nuevas variables (u, v), que rotan con la solución sin per-turbarla, es decir

u = x cos t + y sen t

v = –x sen t + y cos t

Sustituyéndolas en las ecuaciones (13) y (14) se obtiene

(26)

(27)

Como u’ y v’ son O(ε), la velocidad cambiante de u y v es mucho menor que la de cos t y sen t. Entonces se puede aplicar la teoría del promedio a las ecuaciones (26) y (27). Integrando los miem-bros derechos de estas ecuaciones con respecto a t desde 0 a T = 2π, manteniendo fijas a u y v se obtiene

(28)

(29)

Para mostrar que el sistema tiene un ciclo límite hacemos un cambio de variables

r2 = u2 + v2

Derivando

rr’ = uu’ + vv’ (30)

Sustituyendo las ecuaciones (28) y (29) en la ecuación (30)

factorizando y sustituyendo u2 + v2 = r2:

Se obtiene la siguiente ecuación diferencial

(31)

Si 2 < r, r’ < 0 el nodo es pozo o atractor; pero esto no puede suceder ya que, como se ha mostrado en los casos anteriores, el punto crítico es un punto repulsor. Con r = 2 se tiene un equilibrio estable. Por lo tanto, el sistema original de las ecuaciones (13) y (14) tiene un ciclo límite estable con r = 2 para pequeños valores de ε (figuras 9 y 10).

figura 9. flujos del oscilador de Van der Pol para ε << 1

figura 10. Cambios en x con respecto al tiempo para ε = 0.1 con x (0) = 0.5 y y (0) = 0

Silvia Larraza Hernández / Víctor José Palencia Gómez

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eRÍaAmortiguamiento grande

Cuando ε >> 1, es conveniente usar las ecuacio-nes (11) y (12). En este caso, si hacemos

y derivamos parcialmente cada una de ellas con respecto a x, y con respecto a y obtenemos

La matriz Jacobiana del sistema es

Valuando esta matriz en el punto de equilibrio

Obtenemos tr J = ε, det J = 1, por lo que el punto de equilibrio es un nodo fuente, es decir, está ex-pulsando trayectorias. Una vez más se comprue-ba que el punto de equilibrio es repulsor (figuras 11 a 13). En los términos que describe Kanamaru [4] cuando el sistema está fuera de la curva

se obtiene la relación | x’ | >> | y’ | = O(1/є). En-tonces el sistema se mueve rápidamente en direc-ción horizontal.

figura 11. Diagrama de fase del sistema para ε = 2

figura 12. Diagrama de fase del sistema para ε = 5

figura 13. Diagrama de fase del sistema para ε = 10

El oscilador de Van Der Pol

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figura 14. flujos del oscilador de Van der Pol para ε = >> 1

Cuando el sistema entra en la región donde| x – x3 / 3 – y | = O(1/ε2), x’ y y’ son comparables porque ambas son O(1/ε). Entonces el sistema discurre despacio a lo largo de la curva y, even-tualmente, sale de esta región. Tal situación se muestra en la figura 14. Se puede observar que el sistema tiene un ciclo límite estable. También se ha observado que el periodo de oscilación está determinado en especial por el tiempo durante el cual el sistema permanece al-rededor de la función cúbica, donde ambas x’ y y’ son O(1/ε). Por tanto, el periodo de oscilación estimado es aproximadamente T α ε. Cuando Van der Pol, en 1927, desarrolló la ecuación (1) con un circuito eléctrico formado por dos resistencias R y r, un capacitor C, una in-ductancia y un tetrodo, el periodo de oscilación determinado en el circuito fue ε = RC. Como RC es la constante del tiempo de relajación en un cir-cuito RC, Van der Pol nombró a esta oscilación como oscilación de relajación. Las característi-cas de la oscilación de relajación son el compor-tamiento asintótico lento y el salto discontinuo, repentino, hacia otro valor (figura 15). Usando unas cuantas oscilaciones de relajación, Van der Pol y Van der Mark modelaron la actividad eléc-trica del corazón en 1928.

figura 15. Variaciones en x con respecto al tiempo para ε = 10 con x(0) = 0.5 y y(0) = 0.

Circuito eléctrico

Para que un circuito eléctrico pueda ser descrito por la ecuación (1) se requieren elementos eléc-tricos activos con la propiedad cúbica no lineal i = φ(v) = γv3 – αv, donde i y v son la corriente y el voltaje respectivamente. En 1920 Van der Pol construyó el oscilador usando un tríodo o tetro-do. Después de que Reona Esaki inventó el dio-do túnel en 1957, la fabricación del oscilador de Van der Pol con circuitos eléctricos se hizo más simple. La oscilación se da por un intercambio de energía entre elementos de distinta natura-leza, como son de capacitor a inductor o de in-ductor a capacitor. El diodo funciona como un elemento activo y ayuda a mantener la oscilación (figura 16).

figura 16. Circuito eléctrico con un diodo túnel para el oscilador de Van der Pol

Del circuito

(32)

Donde

0 c D LI i i i= + +

Silvia Larraza Hernández / Víctor José Palencia Gómez

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Sustituyendo las ecuaciones (33) y (34) en la ecuación (32)

(35)

Derivando con respecto a v

(36)

Por leyes de elemento VL = L iL’ , donde VL es el voltaje en el inductor y L es el valor de la induct-ancia. Despejando iL’ y sustituyendo en (36)

(37)

Dividiendo (37) entre C y además, sabiendo por leyes de voltaje, que VC = v = VL , se tiene

(38)

Donde v es el voltaje en el diodo. Reescribiendo (38)

(39)

Introduciendo una nueva variable ,

y sustituyendo en la ecuación (39) se tiene

(40)

factorizando y simplificando

(41)

Multiplicando por LC y cambiando de notación

(42)

Haciendo un cambio de variable , que

correspondería a hacer un cambio de escala en el eje del tiempo se tiene

(43)

Sustituyendo en (42)

(44)

Simplificando

(45)

Haciendo se tiene

(46)

De nuevo cambiando de notación se tiene

(47)

Que es la ecuación de Van der Pol.

Conclusiones

El empleo riguroso formal de las técnicas de aná-lisis matemático llevado a cabo en este estudio permite comprender y describir el comporta-miento de sistemas dinámicos como el oscilador de Van der Pol a través de la matriz de coeficien-tes del sistema y el teorema de Liènard, en térmi-nos de la variable dinámica x y del coeficiente de amortiguamiento ε.

El oscilador de Van Der Pol

Io = corriente que proporciona energía al sistema.

iC = corriente en el capacitor; (33)

VC = voltaje en el capacitor.

iD = corriente del diodo; (34)

iL = corriente en el inductor.

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De este análisis se desprende que el oscilador de Van der Pol tiene como punto de equilibrio siempre el origen, el cual es un nodo o espiral, inestables en todos los casos; favorece las osci-laciones pequeñas y amortigua las grandes; se comporta como un sistema de Liènard, ya que tiene una única trayectoria cerrada que rodea al origen y hacia ella tienden en espiral todas las de-más trayectorias, asegurándose con esto que hay un ciclo límite estable en el espacio fase. Se demuestra, por tanto, que el empleo de herramientas como el análisis matemático hace posible llegar a conclusiones objetivas y veraces acerca de sistemas como el que se presenta en es-te artículo. El oscilador de Van der Pol modela adecua-damente sistemas que presentan oscilaciones pe-riódicas, por ejemplo el arpa eólica, el rechinido de un cuchillo en un plato, el ondear de una ban-dera, circuitos eléctricos en los que se tiene un elemento no lineal, el latido del corazón, etc.

Bibliografía[1] Borrelli, Robert y Courtney Coleman, Ecuaciones dif-

erenciales: una perspectiva de modelación, México, Oxford University Press, 2002.

[2] Hubbard, John H. y Beverly H. West, Differential equa-tions: a dynamical systems approach, Nueva york,

Springer-Verlag, 1995.

[3] Wiggins, Stephen, Introduction to Applied Nonlinear Dynamical Systems and Chaos, second edition, Nueva york, Springer-Verlag, 2003.

[4] Kanamaru, Takashi, “Van der Pol oscillator”, en Scho-larpedia, 2(1), 2202, 2007, disponible en http://www.scholarpedia.org/article/Van_der_Pol

[5] fernández Pérez, Carlos, Vázquez Hernández, fran-cisco José y José Manuel Vegas Montaner, Ecuaciones diferenciales y en diferencias, Madrid, Thomson, 2003.

Silvia Larraza Hernández es ingeniera mecánica eléctrica, maestra en educación matemática y diploma-da en sistemas dinámicos y caos, egresada de la facul-tad de Ingeniería de la unam. Ha impartido asignaturas de circuitos electromecánicos, matemáticas, teleproce-so y administración para las licenciaturas de ingeniería mecánica eléctrica, matemáticas aplicadas y computa-ción, actuaría y ciencias políticas y administración pú-blica de la UNAM. Sus líneas de investigación son la enseñanza de las matemáticas en estudiantes ciegos.

Víctor José Palencia Gómez es ingeniero civil y maestro en ingeniería, egresado de la facultad de Inge-niería de la unam. Ha impartido asignaturas de mate-máticas, estadística, mecánica estructural e ingeniería sísmica para las licenciaturas en matemáticas aplicadas y computación, ingeniería civil, actuaría y pedagogía, la maestría en educación matemática y el diplomado en sistemas dinámicos y caos de la unam. Sus líneas de investigación son los fenómenos de propagación de ondas y su aplicación en la sismología y la enseñanza de las matemáticas apoyada con nuevas tecnologías.

Silvia Larraza Hernández / Víctor José Palencia Gómez

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México polarizado 2000-2006. Estudios de psicología política

México polarizado 2000-2006. Es-tudios de psicología política (Ítaca / itesm, 2008), de Marco Anto-nio González Pérez, es un texto que suscita muchas inquietudes y conmueve al lector. Este efecto se debe a varias circunstancias que en esta reseña abordaré al refe-rirme a la estructura, temática y utilidad del trabajo. En cuanto a la estructura del libro, México polarizado 2000-2006. Estudios de psicología po-lítica despliega en 140 páginas cuatro capítulos que constituyen en forma general un gran argu-mento, cuyas premisas parten de un aspecto teórico sobre cómo los conflictos sociales son inte-riorizados por el individuo y la forma en que su resolución devie-ne en estructurante, en tanto que obliga al sujeto a analizar los nue-vos argumentos y, en dado caso, a modificar la organización catego-rial para dar paso a la conversión. éste es el conflicto sociocognitivo estructurante. De acuerdo con González Pé-rez dicho conflicto es resultado del enfrentamiento de posiciones políticas; un enfrentamiento asi-métrico, ya que en este choque algunas posiciones políticas están más arraigadas que otras, o son más generalizadas o tradicionales. Por ello este conflicto se presenta en las minorías, que son aquellas

que cuestionan las ideas políticas dominantes, pero que también son blanco de las actividades per-suasivas de la mayoría. Estas pre-misas son el punto de partida que articulan la argumentación de los hechos políticos ocurridos en un periodo por demás trascendente en la historia moderna de nuestro país: la transición democrática. De esta manera el autor des-pliega una metodología precisa para explicar distintos fenómenos como el proceso de desafuero de López Obrador en 2005, la to-ma de decisiones políticas en las tres últimas elecciones de nues-tro país (1994, 2000 y 2006. Es importante destacar que el aná-lisis de esta última se hizo antes de que se llevaran a cabo los co-micios electorales, por lo que la precisión del planteamiento del autor nos muestra la efectividad de la metodología empleada y la aguda observación del investi-gador); después, González Pérez aborda el aspecto de los medios, por lo tanto analiza el proceso de construcción de estereotipos ne-cesario para generar las represen-taciones del conflicto. Para ello toma como unidad de análisis la campaña electoral de 2006, y la manera como los tres principales candidatos construyeron un este-reotipo del enemigo, en función de las intencionalidades y de los

grupos blanco a los que se diri-gían. Por último, el autor hace un análisis del uso de internet duran-te la última campaña. Como se puede observar, el libro se constituye en un gran ar-gumento deductivo, que parte de las premisas teóricas y comien-za su proceso de comprobación por los sujetos (los seguidores de López Obrador durante el proce-so de desafuero y los votantes de las tres últimas elecciones), para concluir con las formas y los me-dios. La contundencia del argu-mento radica en la consistencia que muestra el análisis de estos distintos elementos y la precisión de los resultados, por ello resulta inquietante. Debo reconocer que en un principio pensé en reclamar un mayor marco teórico, pero en la medida en que se avanza en la lec-tura descubre el lector que no es necesario, porque la explicación se centra más en los hechos que en las reflexiones teóricas, y tam-bién se descubre que esta senci-llez teórico-metodológica es la que permite destacar el análisis, que resulta ágil, ameno y contun-dente. Sencillez no significa insu-ficiencia, ya que el aparato crítico de la obra es adecuado. Asimismo, es necesario seña-lar que la propuesta metodológica es muy eficaz. Quizá la más clara

núm. 5, 2010, pp. 103-105

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muestra de esta precisión radi-ca en la anticipación que se hace del conflicto sociocognitivo que se enfrentaría en las elecciones de 2006. La precisión resulta asom-brosa, lo que es indicador de la ri-gurosidad del método empleado. El tema del trabajo y el marco de referencia en el que cobra sig-nificación son por demás actua-les y trascendentes. Hoy día, gran parte del desarrollo (¿?) político, económico y social se deriva de los supuestos de la democracia, de la libertad de decisión, de la plu-ralidad cultural y de la tolerancia. Una piedra angular del progreso es la educación, en la que se cifran esperanzas de obtener una ciuda-danía más responsable y conscien-te. Pero también es ahora cuando se vive el temor y la influencia de los grandes poderes fácticos, en especial el de los medios de co-municación. En torno a estos su-puestos transcurre el devenir, y se invierten grandes cantidades de dinero, se tejen poderosos intere-ses políticos, se orquestan cuan-tiosas campañas publicitarias y se constituyen ominosas redes de in-fluencia. En suma, se parte de un supuesto de libertad, una liber-tad que se expresa en la opinión pública y que se manifiesta en conductas, actitudes, reacciones, deseos y temores. De forma intencional he uti-lizado el término “supuestos”, porque a pesar de la importancia ideológica de todos estos prin-cipios, aquí y ahora no se cuen-ta con la metodología necesaria y suficiente para comprobar ese principio de libertad que sus-tenta nuestra concepción del mundo occidental. Es más, los acontecimientos actuales pare-cen desmentirlo, al observar la grosera manipulación que se ha-ce de los ciudadanos, y los cada

vez más sofisticados sistemas de persuasión que operan en distin-tas esferas de la vida cotidiana. En este contexto el punto central es determinar este margen de li-bertad del ciudadano y cómo se construye. No obstante, el enfo-que de la psicología política y so-cial adolece del mismo problema metodológico de toda disciplina que tiene por objeto la psique: la incapacidad de analizar directa-mente los procesos mentales, por lo que deben conformarse con medir este proceso en función de los rasgos observables y mensura-bles: las opiniones, las actitudes, las acciones y las conductas; con el supuesto teórico de que éstas son signos de los proceso menta-les que las originan. La cuestión es que sólo se puede observar el resultado, no el proceso de elabo-ración (el punto ciego). Por lo tan-to, ocurre con frecuencia que en estas mediciones a lo más que se puede llegar es al establecimiento de correlaciones pero no de cau-salidades. De los indicadores antes men-cionados la opinión es quizás el que más destaca en los estudios actuales, en particular la opinión pública, que en los comicios de los últimos años se ha vuelto de-terminante en las decisiones, in-versiones y propuestas políticas. Vox populi, vox Dei, sentencia el conocido adagio, y la opinión pú-blica se erige como la voz de la ciudadanía que se expresa, exige y clama; pero las “muestras re-presentativas”, los procedimien-tos estadísticos y los dictámenes expertos ocultan algo esencial: la opinión no preexiste a su medi-ción. La opinión se construye en el momento en que se mide, por lo que el sistema y la forma de medir la opinión es también aquello que la determina.

“Cada opinión es un maridaje de información e inclinaciones”, afirma John Zaller en su influyen-te obra The Nature and Origins of Mass Opinion. En efecto, la in-formación permite formarse una imagen mental del asunto dado, pero ésta no basta para motivar la acción. Además, la reflexión jui-ciosa no necesariamente orienta la acción, por tanto en la confron-tación de posturas la inclinación es el fiel de la balanza, el impulso que nos hace ponderar más unos aspectos que otros. La gran pre-gunta es de dónde proviene esa inclinación, cómo se forma y qué la influye. Marco Antonio González Pé-rez muestra, a través de estudios de caso, cómo la confrontación de las influencias mayoritaria y minoritaria se interioriza en un conflicto sociocognitivo estruc-turante que es verbalizado por los entrevistados. Más que la opi-nión lo relevante aquí es conocer la elaboración que el ciudadano lleva a cabo del conflicto, y cómo esta configuración determina su inclinación. Esto lleva a pensar que la cantidad y la calidad de la información de que se dispone son cruciales en el ejercicio de la libertad. En este sentido, Méxi-co polarizado 2000-2006. Estu-dios de psicología política da un vigoroso paso adelante en torno al estudio del comportamiento político a partir de una novedo-sa metodología que trasciende la dificultad de conocer el proceso opaco de pensamiento, y la efica-cia se muestra en la precisión de los análisis elaborados. En esta metodología el estu-dio de las estrategias se vuelve fundamental. Las estrategias po-líticas de los contendientes, las estrategias comunicativas de los directores de campaña y las estra-

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Luis felipe Estrada Carreón

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México polarizado 2000-2006. Estudios de psicología política

tegias mediáticas que garantizan la adquisición de la información en los electores. Marco Antonio González Pérez muestra cómo estas estrategias no se limitan a proporcionar información sino que espolean los estereotipos que favorecen las inclinaciones, y por tanto las motivaciones a la acción. Lo cual muestra de una manera contundente en los capítulos “La construcción social del otro en la campaña presidencial de 2006 en México” y “El uso del Internet en la campaña de odio en contra de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones presidenciales de México 2006”. La utilidad de la obra está da-da, en mi opinión, por tres factores fundamentales: 1) la documen-tación que logra de un proceso

conflictivo y particular en el ám-bito político y social del México contemporáneo a partir de 1994, lo cual lo constituye en una fuen-te primaria para el estudio de este tema central, la “transición demo-crática”; 2) una propuesta me-todológica fundamentada en los principales teóricos del tema, pero aplicada y desarrollada en México para la explicación de los fenóme-nos de nuestro entorno, lo que la dota de una validez para el enten-dimiento de nuestra realidad na-cional; 3) un brillante análisis que estimula la reflexión y el debate. Con todo lo antes dicho es-te texto es de utilidad para todo aquel interesado en los procesos comunicativos y políticos, en par-ticular los que desean compren-der los impactos de las estrategias

comunicativas en la opinión pú-blica y las acciones políticas. La calidad de la información de que se dispone es crucial en el ejerci-cio de la libertad. En este sentido, México polarizado 2000-2006. Estudios de psicología política, de Marco Antonio González Pérez, es una obra útil para los profesio-nales de la comunicación y de la ciencia política, pero también pa-ra los ciudadanos en general; una obra seria, sencilla, inteligente e inquietante, si se aspira a cons-truir un México más democráti-co, plural, tolerante, pero sobre todo libre.

Luis Felipe Estrada Carreón

[Esta reseña fue mencionada en el Editorial del número anterior, pero por omisión no fue publicada]

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fulgurante hacia mí, tu aura avanza. Tú eres la imagen que se estrella contra mi mente. Esconderme entre esferas de pasto no me salvará del poder atropellan-te que ejerces en mí; no tengo escape. La corriente marina y la fuerza volcánica son mis únicas defensas, vana protección. No puedo defenderme de tus armas, mucho menos de tus tácticas de ataque.

Jamás podré descifrar los códigos de tu inteligencia. Claro, ¿cómo enfrentarse a una emoción que cambia de morfología?, ¿de qué manera se puede evitar esta fiera carnívora? De una cosa estoy seguro: cuando estoy solo, me vigilas y acechas esperando el momento vulnerable para atacar. En ese instante tu paciencia se transforma en fu-ria. ¡Violéntame! ¡Violéntame! Así tiene que ser; tú lo sabes y yo también.

Has tomado múltiples formas, los unicor-nios que embelesaban a las vírgenes, las sirenas que extasiaban a marinos solita-rios y la sórdida detonación química que fulmina mi existencia.

Mamá natura, cúbreme.

El tiempo tomará el siguiente avatar y es-te animal voraz buscará dónde alojarse. El amor, ser metamórfico, indestructible, rival ancestral de la maldad, animal her-moso y errante, que va de organismo en organismo con el único deseo de explotar el núcleo de sus víctimas. Mis antepasados han sucumbido ante él por siglos, ¿cuán-do podré yo ser devorado desde adentro? ¡Violéntame! ¡Violéntame! Así tiene que ser; tú lo sabes y yo también.

Mamá cosmos, protégeme.

LúminoIsaac Martínez Urbano

núm. 5, 2010, p. 106

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Criterios editoriales para nuestros colaboradores

La revista Multidisciplina, tercera época, es una publicación editada por la facultad de Estudios Superiores Acatlán, de la Universidad Nacional Autónoma de México, cuyo objetivo es difundir investigaciones realizadas primordial-mente por académicos de nuestra institución en las diferentes áreas de estudio, para contribuir a la generación de conocimientos y su aplicación en la resolución de problemas de carácter local, regional y nacional. Multidisciplina atiende al objetivo expre-sado en el Plan de Desarrollo 2009-2013 de la fes Acatlán: “Consolidar grupos y líneas de in-vestigación para el fortalecimiento de la red de investigación de la facultad, que permitan su proyección en comunidades científicas naciona-les e internacionales”, retomando este medio pa-ra ampliar y diversificar los sistemas de difusión de los productos de investigación con los que ya cuenta la facultad.

Las colaboraciones deberán

• Ser originales, no haber sido publicadas o estar comprometidas para su difusión en cualquier otro medio impreso o di-gital.

• Pertenecer a las áreas de conocimiento que se imparten en la fes Acatlán.

• Tener rigor metodológico y calidad aca-démica, con una redacción clara y ade-cuada.

• Tener un mínimo de 20 cuartillas y un máximo de 30, incluyendo imágenes, fo-tograf ías o gráficas que el trabajo puede (o no) incluir.

Presentación de originales

• Enviar la colaboración como archivo(s) adjunto(s) vía correo electrónico (sepa-rando gráficas, fotograf ía o imágenes del archivo de texto) y, en la medida de lo posible, en versión impresa.

• No se podrán usar imágenes que tengan copyright.

• Las gráficas y cuadros deberán presen-tarse en escalas grises, en formatos Tiff, jpg; no en word.

• La tipograf ía será Arial, de 12 puntos, con interlineado doble, justificado, con márgenes simétricos de 2.5 cm.

• En Office-Word versiones 97-2003. En caso de versiones más recientes, aplicar la opción de compatibilidad de archivos 97-2003.

• En la primera página figurará el título del artículo, seguido del nombre del au-tor o autores, la categoría y adscripción académica, dirección electrónica y sín-tesis curricular (por autor) no mayor de 7 líneas.

• La segunda página contendrá un resu-men del trabajo no superior a 200 pala-bras.

• La tercera página contendrá entre tres a cinco conceptos clave del trabajo.

• Estas tres primeras páginas no tienen valor en el número total de cuartillas del artículo.

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Para las citas se sugiere la siguiente presentación

1. Tamames, Ramón, La Unión Europea, 3ª ed., Madrid, Alianza, 1996 (Alianza Uni-versidad Textos, 146), p. 69 y ss.

Si es primera edición, no referirlo; se cita la ciudad, no el país; si la editorial es co-nocida, no usar la palabra Editorial, sólo si es en un caso raro o distinto: Olañeta Editor; en caso de ser parte de una co-lección, entre paréntesis, luego del año, sin la palabra Colección, con el número —si lo tiene— luego de coma, sin escri-bir número, núm. o #.

2. Saucedo González, José Isidro, “El Esta-do trasnacional”, en Boletín Mexicano de Derecho Comparado, nueva serie, año xxxviii, núm. 112, México, enero-abril, 2005, pp. 223-271.

3. Vergara, Rodolfo, “Estudio introduc-torio”, en March, James G. y Johan P. Olsen, El redescubrimiento de las insti-tuciones. La base organizativa de la po-lítica, México, fce / Colegio Nacional de Ciencias Políticas y Administración Pública, 1997 (Nuevas Lecturas de Polí-ticas y Gobierno), p. 19 y ss.

En caso de artículos en revistas o par-tes de libros el título va en redondas, en-tre comillas; luego la palabra en, sin dos puntos, en bajas; el nombre del autor o autores, empezando apellidos y luego nombre; si son dos o más autores, añadir y antes del último nombre.

4. Tamames, Ramón, op. cit., p. 78, n. 1.5. Ibid., p. 82.6. Idem.7. Pérez, María Salustina, “La última pala-

bra en La Chontalpa”, tesis de maestría, México, unam, 1999, 232 pp.

En cualquier tesis el título no va con cursivas, sino redondas y entrecomillas,

luego el grado (sin incluir el área ni la fecha de presentación, tampoco los si-nodales), seguido de la ciudad, la institu-ción, el año de presentación y páginas.

Las notas deberán presentarse a pie de página, en Arial de 10 puntos, interlineado sencillo, se-parando los distintos elementos por comas. No mezclar las dos clases de citas: (Pérez, 2033: 19) con Pérez, Sotero, Las mil caras del narcotráfico, México, etc.

Bibliograf ía

Se sugiere listar sólo las obras citadas en el cuer-po del texto y no añadir bibliograf ía de consulta, aplicando los mismos criterios de las referencias y pies de página.

Las colaboraciones se someterán a dictamina-ción únicamente si cumplen estos criterios edi-toriales. El proceso de arbitraje será realizado por destacados académicos y profesionales de manera transparente y objetiva. La identidad de los autores de los textos no será revelada a los dictaminadores, así como la identidad de los dictaminadores por ningún motivo será revela-da a los autores. Los derechos de autor de las colaboraciones publicadas en Multidisciplina pertenecen a la unam y para ello se atenderán las normas vi-gentes.

Los trabajos deberán ser enviados a:

[email protected]

y/o entregados en la Secretaría General de la facultad de Estudios Superiores Acatlán.

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